Educación matemática: enfoque sociocultural
La educación matemática en una
perspectiva sociocultural: tensiones,
utopías, futuros posibles*
Diana Jaramillo**
La educación matemática en una perspectiva sociocultural:
tensiones, utopías, futuros posibles
El país requiere establecer diálogos entre las diferentes comunidades académicas y
no académicas, que procuren la comprensión de otras formas de objetivación del
conocimiento matemático, respetando los distintos saberes constituidos por los
diversos grupos al interior de los mismos. De esta manera, es el objetivo de este
artículo mostrar algunas comprensiones de la educación matemática en una perspectiva sociocultural y ejemplificar dichas comprensiones.
Palabras clave: Educación matemática, conocimiento matemático, etnomatemática, diversidad cultural, prácticas sociales, prácticas escolares, objetivación, subjetividad, dialogía.
Mathematics education in a sociocultural perspective:
tensions, utopias, possible futures
__________________________________________________________
*
Los ejemplos mostrados en este
texto son producto de la investigación “El conocimiento matemático:
desencadenador de interrelaciones
en el aula de clase”, financiada por
la Universidad de Antioquia y por el
Departamento Administrativo de
Ciencia, Tecnología e Innovación
(Colciencias), según el contrato 2122008. El período de ejecución de
esta investigación está comprendido
entre noviembre de 2008 y noviembre de 2010. El proyecto está bajo la
coordinación de la autora y cuenta
con el apoyo, como coinvestigadores,
de los profesores Gilberto de Jesús
Obando Zapata y Yolanda Beltrán
de Covaleda, ambos adscritos a la
Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia.
** Doctora en Educación Matemática
de la Universidad Estadual de Campinas (UNICAMP), Brasil. Profesora
de la Facultad de Educación de la
Universidad de Antioquia, coordinadora del Grupo de Investigación
Matemáticas, Educación y Sociedad
(MES).
This country (Colombia) is in need of establishing dialogues among the various academic and non-academic communities, with the intention of understanding other
forms of objectivation of mathematical knowledge, with due respect for the knowledges constructed by those communities. Thus, the objective of this article is to present
some ways of understanding mathematics education in a sociocultural perspective,
and to exemplify them.
Key words: Mathematics education, mathematical knowledge, ethnomathematics,
cultural diversity, social practices, school practices, objectivation, subjectivity, dialogism.
L’éducation mathématique dans une perspective socioculturelle:
tensions, utopies, futurs possibles
Le pays exige établir des dialogues entre les différentes communautés académiques
et les communautés non académiques qui offrent la compréhension d’autres manières d’objectivation de la connaissance mathématique en respectant les différents
savoirs constitués par les divers groupes à l’intérieur des mêmes. L’objectif de cet article est donc montrer quelques compréhensions de l’éducation mathématique dans
une perspective socioculturelle et donner des exemples de ces compréhensions.
Mots clés: Éducation mathématique, connaissance mathématique, ethno mathématique, diversité culturelle, pratiques sociales, pratiques scolaires, objectivation, subjectivité, dialogie.
E-mail: diana_jaramillo@hotmail.com
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
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Presentación
C
omprender y asumir la diversidad cultural se
hace indispensable en las diferentes instancias
educativas, en un ejercicio de una nueva interpretación del mundo. Comprender las relaciones que se tejen
—entre el conocimiento, el comportamiento y la cultura— en
el proceso de objetivación1 del conocimiento matemático es
importante en esa nueva lectura de mundo. En ese sentido,
se vienen dando discusiones en el ámbito internacional desde la educación matemática en una perspectiva sociocultural.
Sin embargo, en el ámbito nacional apenas empieza a vislumbrarse la consolidación de una comunidad preocupada por
estas indagaciones, aunque ya desde 1998 aparecían unas primeras insinuaciones planteadas desde los Lineamientos curriculares propuestos desde el Ministerio de Educación Nacional
(MEN, 1998).
El país requiere establecer diálogos entre las diferentes comunidades académicas y no académicas, que procuren la comprensión de otras formas de objetivación del conocimiento
matemático, respetando los distintos saberes constituidos por
los diversos grupos al interior de los mismos. De esta manera,
es el objetivo de este artículo explicitar algunas comprensiones de la educación matemática en una perspectiva sociocultural y ejemplificar dichas comprensiones.
1
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Asumo aquí el término “objetivación”, en diálogo con Radford
(2000, 2006, 2008). La objetivación
del conocimiento matemático, en
esta perspectiva sociocultural, es
considerada un proceso, donde
dicho conocimiento no es producido por el sujeto que aprende como
una mera apropiación desde lo
externo al sujeto. En esta perspectiva, el conocimiento —que
emerge, entre otras cosas, de la
interacción social, de la dialéctica entre hombre y naturaleza, y
entre individuo y colectivo— y las
formas como el sujeto accede a él,
se constituyen como unidad y, al
mismo tiempo, (re)constituyen
al propio sujeto, a su subjetividad.
Para orientar esta discusión, hago, inicialmente, una rápida
lectura por los Lineamientos curriculares cuando enuncian algunas aproximaciones a esta perspectiva. Posteriormente discuto algunas tensiones identificadas al interior de la sociedad,
de la escuela y del currículo, que surgen como resultado del
modelo neoliberal que parece estar orientando, también, los
procesos educativos. Como alternativas para superar estas
tensiones planteo, entonces, algunas utopías y futuros posibles, recuperando la importancia de establecer una dialéctica entre la producción y la objetivación del conocimiento
matemático, y las prácticas sociales, abogando, además, por
la recuperación de la subjetividad del ser humano a la hora
de la práctica pedagógica en matemáticas. Luego, presento
la etnomatemática como una posibilidad más en la perspectiva sociocultural de la educación matemática. Para finalizar,
ejemplifico estas ideas desde un proyecto de investigación ya
concluido (Berrío, 2009).
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Educación matemática: enfoque sociocultural
Una mirada a partir de los Lineamientos
curriculares
En 1998 aparecen en Colombia los Lineamientos curriculares para el área de matemáticas, como
consecuencia de un proceso de reflexión, discusión y consenso convocado y coordinado
por el Grupo de Investigación Pedagógica,
del MEN, como lo afirma este documento
(MEN, 1998).
Entre algunas de sus intencionalidades, dicho
documento invita a que los distintos Proyectos
Educativos Institucionales (PEI), correspondientes a las diversas instituciones educativas, aborden el currículo de matemáticas partiendo de reflexiones en torno a las siguientes
preguntas:
¿Qué son las matemáticas? ¿En qué
consiste la actividad matemática en
la escuela? ¿Para qué y cómo se enseñan las matemáticas? ¿Qué relación
se establece entre las matemáticas y la
cultura? ¿Cómo se puede organizar el
currículo de matemáticas? ¿Qué énfasis
es necesario hacer? ¿Qué principios, estrategias y criterios orientarían la evaluación del desempeño matemático
de los alumnos? (MEN, 1998: 9).
El documento invita a que el trabajo reflexivo y la discusión sobre las respuestas a estas
preguntas posibiliten una toma de decisiones
que se traduzcan en la elaboración, el desarrollo y la evaluación del currículo al interior
de la institución.
Sobre el conocimiento matemático, este documento reconoce, por ejemplo:
Que el conocimiento matemático, así
como todas las formas de conocimiento, representa las experiencias de personas
que interactúan en entornos, culturas y
períodos históricos particulares y que, además, es en el sistema escolar donde
tiene lugar gran parte de la formación
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
matemática de las nuevas generaciones y por ello la escuela debe promover las condiciones para que ellas
lleven a cabo la construcción de los conceptos matemáticos mediante la elaboración de significados simbólicos compartidos. […]
Que el conocimiento matemático en la escuela es considerado hoy como una actividad social que debe tener en cuenta los
intereses y la afectividad del niño y
del joven. Como toda tarea social debe
ofrecer respuestas a una multiplicidad de
opciones e intereses que permanentemente surgen y se entrecruzan en el
mundo actual. Su valor principal está
en que organiza y da sentido a una serie
de prácticas, a cuyo dominio hay que
dedicar esfuerzo individual y colectivo. […].
Que el conocimiento matemático es resultado de una evolución histórica, de un
proceso cultural, cuyo estado actual no
es, en muchos casos, la culminación
definitiva del conocimiento y cuyos
aspectos formales constituyen sólo
una faceta de este conocimiento. […].
La importancia que tienen los procesos
constructivos y de interacción social en la
enseñanza y en el aprendizaje de las
matemáticas (MEN, 1998: 14; el resaltado es mío).
Sin embargo, más de una década después,
maestros, investigadores, instituciones escolares y otras comunidades, en el ámbito nacional, seguimos indagando sobre cómo traducir, en los espacios de práctica pedagógica:
— Un conocimiento matemático que represente las experiencias de personas que
interactúan en entornos, culturas y períodos históricos particulares, donde la
construcción de los conceptos matemáticos sea consecuencia de la elaboración de
significados simbólicos compartidos.
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La educación matemática en una perspectiva sociocultural: tensiones, utopías, futuros posibles
— Un conocimiento matemático concebido
como una actividad social y que, como
toda tarea social, debe ofrecer respuestas
a una multiplicidad de opciones e intereses de los sujetos que la aprenden y de las
comunidades en que están inmersos esos
sujetos.
— Un conocimiento matemático cuyo valor
principal está en que organiza y da sentido a una serie de prácticas sociales, conocimiento resultado de una evolución
histórica y de un proceso cultural.
— La importancia que tienen los procesos
constructivos y de interacción social a la
hora de la enseñanza y del aprendizaje de
las matemáticas.
Estas continuas indagaciones parecen ser consecuencia de diferentes tensiones que maestros, investigadores, instituciones educativas
y otras comunidades venimos identificando.
Algunas tensiones identificadas
Estas tensiones, identificadas al interior de la
sociedad, de la escuela y del currículo, surgen
como resultado del modelo neoliberal que
parece estar orientando, también, los procesos educativos en el país. Es necesario, entonces, entender este modelo como paño de fondo en la educación, para comprender cómo
se transforma el currículo y algunos aspectos
inherentes a él, por ejemplo, la ciencia, el conocimiento, la práctica pedagógica, el poder
inmerso en la escuela, entre otros, como es
sugerido por Mejía (2001).
Bajo el modelo neoliberal, y sus partidarios, la
crisis educativa se centra en tres aspectos: el
Estado asistencialista y su intervencionismo;
los sindicatos y las organizaciones que permiten mantener inercias del pasado, y la ideología de los derechos sociales, que dificulta la
construcción de nuevas políticas (Mejía, 2001).
Para superar esta crisis, según este modelo, al
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Estado no le corresponde administrar o prestar directamente el servicio, sino solamente
asegurar una amplia cobertura y su calidad.
Para ello, dice Mejía (2001), se ha impuesto un
decálogo de políticas administrativas y financieras que rearticulan la existencia social de
la educación, a saber: disminución del gasto
por alumno; aumento del número de alumnos por salón de clase; transferencia de la
educación a los gobiernos locales; transferencia de la gestión de los centros a otros grupos
privados, a organizaciones no gubernamentales (ONG), etc.; subsidio a centros privados;
reducción de la remuneración del maestro;
aumento de horas lectivas de clase; focalización hacia los más pobres de los pobres; control de cuentas y gestión por las comunidades
locales; capitación, es decir, asignación de recursos por estudiante atendido.
Así, el neoliberalismo interviene en la educación, como política pública, generando una
descentralización de la gestión y de la financiación. De esta forma, la crisis educativa pasa
a convertirse en un asunto de eficiencia, buscándose una optimización en la asignación de
los recursos y del gasto. Para garantizar dicha
optimización, dice Mejía (2001), se mantiene
la centralización del control pedagógico, a
través de proyectos nacionales de evaluación
y contenidos curriculares que garanticen las
tendencias mundiales de inserción en la globalización, y a través de criterios para la formación de maestros.
Según Giroux (1999), desde el fenómeno de la
globalización se expresa la fusión entre el neoliberalismo y el neoconservadurismo: el modelo
“neo-neo”. El primero enfatiza en la libertad
económica de la economía de mercado como
prerrequisito para la libertad política, y el segundo, mediante su preocupación por mantener el orden social, propone severas limitaciones a la democratización de la sociedad
(Giroux, 1999).
El modelo “neo-neo” trae consigo una educación para el mercado, fomentando, entre
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Educación matemática: enfoque sociocultural
otros procesos, los derivados de: la exclusión;
la discriminación (racismo, xenofobia, sexismo, clasismo); el irrespeto al multiculturalismo;
la homogeneización (a través de regulaciones externas, traducidas en evaluaciones del
alumno, del maestro y de la institución); el
desplazamiento; unas relaciones duales entre
minorías y mayorías, y una relación dicotómica entre formación e información.
En última instancia, digo yo, el modelo “neoneo” de la educación trae consigo el olvido de
la subjetividad del ser humano, subjetividad que
lo comprende como sujeto histórico, político,
social y cultural.
Con la intervención del modelo neoliberal en
la educación —donde existe, por un lado, la
descentralización de la gestión y la financiación, y por otro, una centralización en el control pedagógico— varias tensiones al interior
del currículo se vienen gestando.
Una de esas tensiones es la producida por el
deseo de mantener, por una parte, la homogeneización en las instituciones escolares, y
respetar, por otra, la diversidad social y cultural de los alumnos. En el intento de superar
esta tensión, diferentes discusiones y movimientos académicos se vienen generando. Por
ejemplo, el debate sobre la relación entre los
saberes cotidianos, derivados de las prácticas
sociales, y los saberes escolares, derivados de
las prácticas académicas convencionales. Es
decir, se hace explícita la dicotomía entre los
saberes considerados no académicos y aquellos validados como académicos.
En ese sentido, se han identificado dos tendencias, en una posible organización curricular: en primer lugar, los saberes escolares
—reconocidos y legitimados por la academia—
se superponen sobre los saberes cotidianos
2
—reconocidos y legitimados desde y por las
prácticas sociales—. En estas relaciones de
poder establecidas entre estos dos saberes, las
estructuras curriculares, además de legitimar
únicamente los saberes escolares, impiden
la inclusión de los saberes cotidianos que se
construyen fuera de la escuela y en dialéctica
con las prácticas sociales. En segundo lugar, las
estructuras curriculares, a través de las evaluaciones externas, ejercen acciones de poder
y de control sobre las instituciones escolares,
los maestros y los alumnos.
Esta tensión, como lo sugieren Santos (1996)
y Monteiro (2005), evidencia algunas cuestiones relacionadas con procesos de exclusión,
cuestiones que constantemente permean el
cotidiano escolar. En este sentido, nos dice
Monteiro (2005), cuando los saberes escolares
desconocen o deslegitiman otra forma de conocimientos y de saberes, se genera un modo
de exclusión social, pues esto conlleva a la deslegitimación de las prácticas sociales que dan
sustento a dichos saberes.
Lo anterior no es otra cosa que secuelas de
la racionalidad propia de la modernidad que
aún prevalece en muchas de las propuestas
educativas. En consecuencia, en la escuela sólo
se acepta como único tipo de conocimiento
verdadero el conocimiento científico, traducido en el conocimiento académico, y su aplicación está más relacionada con la aplicación
técnica propia del desarrollo tecnológico que
con las necesidades oriundas del cotidiano.2
De esta forma, en la escuela predomina la enseñanza de los saberes de las ciencias exactas,
pero descontextualizados histórica y socialmente, bajo un abordaje teórico, donde dichos saberes son transformados en códigos y
desposeídos de significados. La escuela, además de desconsiderar los saberes presentes
En este sentido, Santos (1996) dice que ese modo de racionalidad es un modelo totalitario, en la medida en que
niega el carácter racional de todas las formas de conocimiento que no se pautan en sus principios epistemológicos
y metodológicos.
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La educación matemática en una perspectiva sociocultural: tensiones, utopías, futuros posibles
en las prácticas sociales, continúa compartimentalizando el conocimiento escolar y privilegiando ciertos contenidos en detrimento
de otros, como lo explicita claramente Morin
(1999).
Así, tenemos un sistema educativo que no conlleva a la generación de un pensamiento reflexivo, crítico y divergente, sino que enseña
a no cuestionar y a aceptar pasivamente la
autoridad y las relaciones de poder al interior
y fuera de la institución escolar. Consecuentemente, ese modelo de educación refuerza
las aspiraciones sociopolíticas propias de la
modernidad.
En ese sentido, Goergen (1996) argumenta
que tales discursos, supervalorizados en la escuela, están relacionados con una enseñanza
cada vez más al servicio de los sectores privilegiados de la sociedad o preocupados en
atender las exigencias por ellos impuestas. Así,
en ese modelo educativo, los alumnos deben
ser preparados para ser productivos, competentes y, al mismo tiempo, felices. Este modelo, explicitado por Goergen (1996), contribuye
a la construcción de una sociedad que trivializa
la condición humana, donde valores como el
respeto y la solidaridad son relegados a segundo plano.
Sin embargo, otros caminos se delinean por
la ciencia contemporánea, como sugiere Prigogine (1996): Darwin hace que los científicos
abandonen la idea de que el mundo es una
máquina perfecta construida por un Dios y
que pasen a fijarse en la idea de la evolución.
Einstein trae nuevas interpretaciones sobre la
física, relativizando así conceptos que parecían
rígidos en la física newtoniana. La mecánica
cuántica abandona toda referencia de conocimiento divino y universal, proponiendo un
análisis probabilístico de la realidad y mostrando el indeterminismo existente en el mundo subatómico. Por su parte, Gödel replantea
la axiomatización de la matemática, mostrando cómo dentro de ella misma pueden existir
conceptos no decidibles. Estos caminos hacen
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que autores como Prigogine (1996) y Morin
(1999), entre otros, propongan un ajuste entre
las prácticas culturales y las realizaciones científicas, esto es, una alianza entre cultura y ciencia,
que debe ocurrir no solamente en relación con
las preocupaciones culturales y sociales de cada
grupo en su tiempo, sino, también, con respecto a la concepción e interpretación de las teorías (Monteiro, 2005).
Así, en esa transformación, la ciencia deja de
buscar la fórmula del universo y comienza a ser
comprendida en su dimensión social, como
algo que emerge de una relación en la cual
el saber es contextualizado política y culturalmente. Comprender la ciencia de esta manera,
requiere de una trasformación del proyecto
educativo que dé prioridad a la capacidad crítica, de asombro y de indignación frente a los
problemas del mundo. Este proyecto, como lo
sugiere Santos (1996), supera el proyecto actual, impuesto por la modernidad, pues en él
es imposible aceptar una verdad única y definitiva. En primer lugar, el sujeto que aprende
es más que cerebro; además, está constituido
por cuerpo y alma, y participa activamente
del proceso educativo. En segundo lugar, el
fenómeno a ser conocido no tiene una única
forma, sino diferentes interpretaciones, propias de diversas prácticas sociales y contextos
culturales. En consecuencia, la ciencia no está
legitimada sólo por sus criterios internos (casi
siempre de orden lógico-matemático), sino
también por su aceptabilidad social y cultural.
Utopías
A pesar del dominio de este modelo neoliberal
en la educación, continúo (continuamos) creyendo en la educación como práctica social
concreta, en una educación concebida como
una actividad práctica —no técnica— en el
sentido asumido por Aristóteles: una actividad que busca justificar su valor en lo que
hace, y no apenas en lo que obtiene como resultado (Contreras, 1999).
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Educación matemática: enfoque sociocultural
Aquí me detengo y pienso en la realidad que
observo en Colombia, consecuencia del modelo “neo-neo” antes comentado. Dicha realidad, indistintamente, nos habla del hambre,
de la miseria, de la violencia, de la guerra, de
la destrucción, de los desplazados, de las comunidades indígenas y afrodescendientes luchando por la pervivencia y sobrevivencia de
sus culturas. Esta realidad también nos habla
del desarrollo técnico, de la incorporación de
nuevas tecnologías en los currículos escolares, de la sociedad de la información, etc.
Y en ese detenerme pienso, además, en la
utopía. Utopía como aquel sueño que desencadena, en nosotros, la necesidad de construir, superando la distancia entre lo real y lo
ideal. Y pienso en la utopía como una lucha,
“lucha interminable, que no siempre conduce
a la victoria, movida por el deseo de establecer otro modo de ver” (Fontana, 2000: 104). Y
pienso en la utopía como un sueño:
[…] los sueños son proyectos por los
cuales se lucha. Su realización no se
verifica fácilmente, sin obstáculos. Implica, por el contrario, avances y retrocesos, marchas a veces demoradas.
Implica lucha (Freire, 2000: 54).
Así, pues, cabe entonces preguntarnos: ¿cuáles son nuestras utopías, como educadores
matemáticos, frente a esa realidad? ¿Cuáles
son nuestras utopías, como maestros que enseñamos matemáticas, ante dicha realidad?
Por un lado, aparece la educación en la cual
creo, y por otro, la educación producto del
modelo “neo-neo”. Parecería, entonces, que
la educación y nosotros, maestros e investigadores, estuviésemos atravesando por un momento de crisis. Un momento de crisis interpretado a la manera de Gramsci (citado por
Rigal, 1999), momento en el cual lo viejo está
agonizando, o muerto, y lo nuevo todavía no
acaba de nacer. Un momento que trae conRevista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
sigo incertidumbres, donde la muerte de lo
viejo aniquila las viejas certezas. Un momento que trae consigo fragmentaciones, donde
lo vigente está en pedazos y no se sabe cómo
recomponerlo.
Este momento de crisis hace que el maestro de
la vida real aumente los constantes dilemas,
angustias, decepciones y sufrimientos que
hacen parte de su quehacer cotidiano pedagógico, hace que los maestros vivan en constantes tensiones.
Surgen entonces nuevas preguntas: ¿cuáles
son los futuros posibles para enfrentar ese
momento de crisis?
Otros futuros posibles
Así, pensando en otros futuros posibles, hoy
le estoy apostando a la perspectiva sociocultural de la educación matemática, en el ámbito
internacional, con autores como D’Ambrosio
(1998, 2001), Jaramillo (2009), Knijnik (1996,
1998, 2004, 2007), Lizcano (2004), Monteiro
(2005), Moura (1998), Radford (2000, 2006,
2008), Skovsmose y Valero (2007), Valero (2006),
entre otros.
En una perspectiva sociocultural de la educación, el conocimiento deja de ser visto como un
producto externo que debe ser apropiado por
los individuos, trasgrediendo el paradigma
de la modernidad, pasando a ser comprendido como una interpretación que los sujetos
hacen del mundo, en una dialéctica continua
con su entorno social, cultural, histórico y político. Es decir, el conocimiento es producido
desde el sujeto en sus interrelaciones con el
mundo.
Bajo esta perspectiva sociocultural, la educación matemática asume el conocimiento matemático como una actividad social, cuya producción y legitimación es resultado de la
explicación de diferentes prácticas sociales en
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La educación matemática en una perspectiva sociocultural: tensiones, utopías, futuros posibles
las que están involucrados los sujetos, a partir
de los sentidos y los significados compartidos,
respetando, así, los distintos saberes constituidos por los diversos grupos socioculturales
al interior de los mismos.
Comprendo aquí las prácticas sociales como lo
enuncian Miguel y Miorim:
Práctica social es toda acción o conjunto intencional y organizado de acciones
físico-afectivas-intelectuales realizadas,
en un tiempo y espacio determinados, por un conjunto de individuos,
sobre el mundo material y/o humano
y/o institucional y/o cultural, acciones
estas que, por ser, siempre, y en cierta medida, y por un cierto período de
tiempo, valorizadas por determinados
segmentos sociales, adquieren una cierta estabilidad y se realizan con cierta regularidad (2004: 165).
La matemática, en esta perspectiva sociocultural, y como lo apuntan algunos autores
(Moura, 1998; Radford, 2000, 2006, 2008), es
vista como producto de la actividad humana,
que se forma durante el desarrollo de soluciones a problemas creados en las interacciones
que producen el modo humano de vivir socialmente, en un determinado tiempo y contexto.
Bajo este abordaje, son otras las relaciones
que empezamos a considerar entre la cultura,
el currículo y la educación matemática, cuando
de enseñar y aprender matemáticas se trata.
La discusión de estas relaciones puede posibilitarse desde algunas interrogantes, a saber:
— ¿Cuáles son las relaciones entre conocimiento, comportamiento y cultura en la objetivación del conocimiento matemático?
3
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— ¿Cómo se comprenden los contextos sociopolíticos3 en educación matemática?
— ¿Cómo algunos factores socioculturales,
que posibilitan los conocimientos matemáticos, influencian los procesos de enseñanza y los procesos de aprendizaje de las
matemáticas al interior del aula de clase?
— ¿Qué ocurriría si en lugar de mirar las
prácticas sociales desde las matemáticas,
miramos las matemáticas desde las prácticas sociales?
— ¿Cómo y cuáles currículos construir que
consideren las matemáticas al servicio de
las prácticas sociales?
— ¿Cómo se genera la dialéctica entre las
prácticas sociales y las prácticas escolares
para la objetivación del conocimiento matemático, posibilitando procesos otros de
aprendizaje y procesos otros de enseñanza al interior del salón de clase?
— ¿Qué papel cumple el lenguaje, como elemento constitutivo del sujeto, en la producción y la objetivación del conocimiento matemático?
— ¿Cómo son las interacciones que se tejen entre los procesos de enseñanza y de
aprendizaje, al interior de la sala de clase,
mediadas por el conocimiento matemático en cuestión?
— ¿Cómo entender la actividad matemática
en la producción y la objetivación del conocimiento matemático?
Estas preguntas no son nuevas en educación,
tal vez lo sean para los educadores matemáticos. Ellas procuran rescatar la subjetividad
a la hora de la práctica pedagógica en matemáticas. En esta perspectiva sociocultural de
la educación matemática se pretende la recu-
Asumo aquí el contexto desde la mirada de Valero (2006) cuando se refiere al contexto entendido como contexto
sociopolítico, el cual pretende ligar el microcontexto de la educación matemática, con el macrocontexto. Es decir,
el contexto sociopolítico como resultado de la imbricación de lo que sucede en el aula, con respecto a las enseñanza y el aprendizaje de las matemáticas, con las estructuras económicas, sociales, políticas y los procesos históricos
que dan origen a los diferentes fenómenos.
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
Educación matemática: enfoque sociocultural
peración del sujeto y de la subjetividad en el
acto educativo.
La etnomatemática como una posibilidad en la perspectiva sociocultural
Como respuesta a esa denuncia4 frente al olvido de la subjetividad, ya autores como
Bakhtin (1997a, 1997b, 2000), Benjamin (1987),
Deleuze (1987), Fontana (2000), Freire (2000),
Geraldi (2000), Heller (2000), Jaramillo (2003),
Larrosa (1998), Morin (1982, 1999) nos habían
anunciado: el sujeto, lejos de ser un sujeto racional, es un sujeto histórico; el sujeto no está
determinado ni acabado; el sujeto constituye
su singularidad en las y por las interrelaciones sociales; el sujeto no es, está siendo por
medio de la interacción con el otro; el sujeto
se constituye en la y por la intersubjetividad;
el sujeto constituye su conciencia e identidad
no en la coherencia, no en la armonía, sino en
la contradicción.
La etnomatemática es una propuesta de carácter filosófico que viene siendo discutida
desde la década del ochenta por D’Ambrosio
(1998, 2001), Knijnik (1996, 2004), Monteiro,
Orey y Domite (2004), Monteiro (2005), entre
otros. En esta propuesta se pone en debate
la producción, la validación y la legitimación
del conocimiento matemático en diferentes prácticas sociales. Metodológicamente, esta propuesta
podría centrarse en alternativas como desarrollo de proyectos y modelamiento matemático,
entre otras.
Así, toman fuerza en la perspectiva sociocultural la idea de intersubjetividad y de actividad.
La intersubjetividad implica el reconocimiento de la subjetividad como resultado de la
dialéctica entre el individuo y el colectivo; dialéctica posibilitada en y desde unas prácticas
sociales. Me refiero aquí a los dos sujetos protagónicos de la práctica pedagógica, el sujeto
maestro y el sujeto alumno. Por su parte, la
actividad es comprendida como un proceso
colectivo en el cual la interacción es la base
fundamental para la construcción de sentidos
y significados, es decir, de la construcción de
una conciencia individual en el marco de los
procesos sociales subyacentes (Radford, 2000,
2006, 2008; Moura, 1998). En este sentido,
Radford llama la atención sobre la necesidad
de pensar las matemáticas sobre unas bases
que asumen el conocer como el resultado de
la actividad humana, histórica, social y culturalmente situada, donde el pensamiento sea
considerado mediado a través de instrumentos, en relación con la actividad de las personas, esto es, reflexión mediatizada sobre el
mundo.
4
No obstante, el debate sobre una propuesta
curricular en matemáticas con un abordaje
desde la etnomatemática está apenas comenzando, sobre todo en Colombia. Monteiro
(2005) bien indica, en su texto, que en este
debate no todos los aportes han sido válidos.
La autora muestra, por ejemplo, cómo en Brasil, a partir del documento que orienta allí la
educación, denominado Parámetros curriculares nacionales (PCN), se ha querido interpretar
la etnomatemática como una metodología:
La Etnomatemática es una metodología que procura partir de la realidad y
llegar a la acción pedagógica de manera natural, mediante un enfoque
cognitivo con una fuerte fundamentación cultural (Monteiro, 2005: 23).
Las discusiones e investigaciones en etnomatemática muestran que esta apreciación no es
correcta, pues la etnomatemática no es una
metodología de enseñanza.
Otra afirmación errada, también discutida
por Monteiro, Orey y Domite (2004) y Monteiro (2005), es creer que la etnomatemática se
limita a discutir los saberes cotidianos, oriundos de las prácticas sociales, ya conocidos por
Hago uso aquí de la diada utilizada por Freire (2000): denuncia-anuncio. Se denuncia una realidad para anunciar
una posibilidad, una utopía o un sueño.
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La educación matemática en una perspectiva sociocultural: tensiones, utopías, futuros posibles
los alumnos, menospreciando o negando el
acceso a los conocimientos escolares de los
distintos contextos escolares.
sión de los grupos, considerando cómo ellos
presentan, validan y legitiman sus prácticas y
saberes (Jaramillo, 2009).
Como fue dicho antes, la postura educativa
que comienza a emerger de la ciencia contemporánea se centra fundamentalmente en
dos puntos: en la concepción del hombre y
en la concepción del saber. Comprender estos
dos aspectos en su complejidad implica una
simbiosis entre ellos, permitiéndonos reconocer un mismo fenómeno mediante diferentes
lecturas venidas de diversas prácticas sociales
y contextos culturales. Pienso, con otros autores, que la etnomatemática entra en concordancia con esta postura, en la medida en que
en ella se defiende que el proceso educativo
debe posibilitar espacios para múltiples interpretaciones de los fenómenos. En ese sentido,
Monteiro afirma:
Optar por la etnomatemática como una alternativa para atender los contextos de algunos pueblos se debe, fundamentalmente,
a las múltiples dimensiones que la conforman: la dimensión conceptual, la dimensión
histórica, la dimensión cognitiva, la dimensión epistemológica, la dimensión política y
la dimensión educativa (D’Ambrosio, 2001).
Tales dimensiones posibilitan reconocer el
conocimiento matemático como una producción cultural y social de los diferentes grupos
y comunidades.
Esas diferentes interpretaciones de los
fenómenos en el contexto escolar presuponen, también, el reconocimiento
de los saberes producidos en diferentes
prácticas sociales. Tal reconocimiento
es antes de todo un acto político, pues,
al excluirse y desvalorizarse los saberes producidos en diferentes prácticas
sociales del contexto escolar, se excluye y desvaloriza, muchas veces la propia práctica social. Así, percibir cómo
los grupos se apropian de los saberes
que constituyen su propia práctica no
es una mera estrategia metodológica
de procesos educativos que intentan
relacionar el saber cotidiano con el escolar, es en sí un proyecto educativo
emancipatorio (2005: 6).
Se hace importante enfatizar que la etnomatemática no está vinculada a la idea de que la
comprensión que se busca sobre las diversas
prácticas sociales, que poseen familiaridad
con lo que habitualmente se llama “de matemática”, sea hecha, exclusivamente, por el
camino de la matemática académica. La discusión sobre tales prácticas y saberes debe incluir el significado y las formas de compren-
22
En ellas se reconoce, por ejemplo, que las matemáticas, bajo una perspectiva de la investigación, tienen un fin en sí mismas; pero cuando está dirigida hacia la educación, se deben
establecer interacciones entre las diferentes
prácticas y procedimientos que involucran
conceptos matemáticos. En el aspecto político,
el objetivo es el de denunciar y transformar
las relaciones de poder que permean los procesos de validación y legitimación del saber. Y
en lo relacionado con el proceso pedagógico,
el desafío está centrado en las posibilidades y
las estrategias de enseñanza y de aprendizaje
que consideren el ambiente multicultural del
aula de clase (Monteiro, 2005).
De esta manera, estas dimensiones hacen que
el maestro se constituya en protagonista y
desencadenador de variadas posibilidades de
procesos de enseñanza y de aprendizaje, a través de acciones que consideren los contextos
socioculturales específicos de la comunidad
con la que trabaja. Es decir, cuando el profesor asume esta postura se requiere, entonces,
al decir de López (2004), que reconozca e incorpore, al currículo de la escuela, prácticas y
conocimientos producidos fuera del contexto
escolar. En este sentido, desde esas dimensiones se trata es de comprender y discutir las
relaciones intra e interculturales presentes en
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
Educación matemática: enfoque sociocultural
las diferentes realidades y contextos y que, de
alguna forma, han de manifestarse en el ámbito escolar.
De esta manera entendemos la etnomatemática como es concebida por D’Ambrosio:
La Etnomatemática es la matemática
practicada por grupos culturales, tales como comunidades urbanas o rurales, grupos de trabajadores, clases
profesionales, niños de cierta edad,
sociedades indígenas y otros tantos
grupos que se identifican por objetivos y tradiciones comunes a los grupos (2001: 9).
Dicho de otra forma, desde la etnomatemática puede comprenderse cómo los diferentes
grupos sociales y culturales construyen el conocimiento matemático. Asimismo, desde la
etnomatemática pueden conocerse las diversas maneras del saber / hacer matemático de
una cultura.
Por cultura se entiende aquí aquella convivencia, entre los miembros de un grupo, que
resulta de la comunión de sus conocimientos
(lenguaje, sistemas de explicaciones, mitos
y cultos, costumbres, etc.) y la compatibilización y la subordinación de los comportamientos a determinados sistemas de valores
acordados por el grupo (D’Ambrosio, 2001).
Dichos conocimientos dan cuenta del saber y
tales comportamientos dan cuenta del hacer.
Como bien lo expone este autor:
Las distintas maneras de hacer (prácticas) y de saber (teorías), que caracterizan
una cultura, son parte del conocimiento compartido y del comportamiento
compatibilizado. Así como comportamiento y conocimiento, las maneras
de saber y de hacer están en permanente interacción. Son falsas las dicotomías entre saber y hacer, de igual
manera entre teoría y práctica (p. 19).
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
En un ambiente cultural específico, los individuos de dicha cultura dan “iguales” explicaciones y utilizan “iguales” instrumentos materiales e intelectuales en su cotidiano. Así, los
individuos del grupo se (re)constituyen en su
subjetividad en dialéctica con el colectivo.
Una investigación en esta perspectiva
Bajo esta perspectiva sociocultural de la educación matemática lidero, junto a otros colegas, la investigación titulada “El conocimiento
matemático: desencadenador de interrelaciones en el aula de clase”. En este proyecto la
pregunta que nos convoca está referida a qué
interrelaciones se tejen, a través del conocimiento matemático, entre los procesos de
enseñanza y los procesos de aprendizaje, al
interior del aula de clase de matemáticas.
En el marco de esta pregunta problematizadora, comprendemos el conocimiento matemático
como resultado de una práctica social, producto de la actividad humana, en el sentido
anteriormente explicitado. Esta práctica posibilita explicar las relaciones entre la acción
humana y las situaciones sociales, culturales,
políticas e históricas en donde tienen lugar tales acciones, y que permiten la emergencia de
dicho conocimiento. Además, entendemos el
aula de clase como un encuentro, donde convergen diversos sujetos en un determinado
espacio, tiempo y contexto sociocultural —los
tres históricos y políticos—, donde ha de desarrollarse un acontecimiento interlocutivo,
en la perspectiva de Geraldi (2000), en torno
a unos conocimientos específicos.
De modo más concreto, es nuestro objetivo
de investigación identificar interrelaciones
que se tejen, al interior del aula de clase de
matemáticas, desde los procesos de enseñanza y los procesos de aprendizaje, y cómo el conocimiento matemático —en dialéctica con la
actividad— posibilita dichas interrelaciones.
23
La educación matemática en una perspectiva sociocultural: tensiones, utopías, futuros posibles
Los fundamentos teóricos para comprender estas interrelaciones, producción y objetivación del conocimiento matemático y
la actividad matemática, al interior de aula,
los estamos comprendiendo y abordando
desde autores como: Bakhtin (1997a, 1997b,
2000), Vigotsky (1995), Freire (2000), Caraça
(1984), D’Ambrosio (1998, 2001), Knijnik
(1996, 1998, 2004, 2007), Lizcano (2004), Monteiro (2005), Jaramillo (2009), Valero (2006),
Skovsmose y Valero (2007), Moura (1998), Radford (2000, 2006, 2008), entre otros.
El método de investigación escogido fue el de
la “investigación colaborativa”, comprendida
como el proceso de indagación donde maestros de instituciones escolares e investigadores de la universidad co-laboran para responder a un interrogante común, cada uno desde
el lugar que ocupa (Pinto, 2002). Este tipo de
investigación involucra varias fases de acción
y reflexión, que requieren de un plan general de trabajo, y en ese plan se deben indicar
los papeles que cada uno de los participantes
han de desempeñar (Boavida y Ponte, 2002).
El abordaje metodológico se está dando desde una perspectiva crítico-dialéctica, como es
considerado por Sánchez (1998).
En este proyecto están involucrados siete
maestros, pertenecientes a cinco instituciones
de educación básica y media —inmersas en
contextos diversos de vulnerabilidad e indígenas—, cuatro profesores universitarios, cuatro
estudiantes de maestría y nueve estudiantes
de pregrado. Los maestros, protagonistas de
este estudio, están siendo convidados a realizar un trabajo sistemático sobre su práctica
pedagógica que, atendiendo a los objetivos
propuestos, involucra una labor reflexiva, investigativa y colaborativa sobre ella.
5
24
Los datos producidos —conjuntamente— tienen su origen en registros como autobiografías, narrativas, diarios reflexivos, discusiones
de lecturas, elaboración conjunta de “actividades orientadoras de enseñanza” (Moura, 1998)
y análisis de episodios del cotidiano escolar
en las respectivas instituciones escolares. Para
el análisis de estos registros y datos estamos
realizando una triangulación de datos, una
triangulación de investigadores y una triangulación teórica. Estas triangulaciones nos están posibilitando sintetizar categorías emergentes, donde el aula de clase de matemáticas
está tornándose una unidad de análisis en la
búsqueda de la comprensión de los procesos
de interrelación entre profesores, alumnos y
conocimiento matemático.
En este artículo, y apenas a modo de ejemplo,
quiero presentar uno de los subproyectos que
dan cuenta de cómo se ha venido desarrollando el trabajo en dos de estas cinco instituciones, que atienden a contextos indígenas.5
¿Estableciendo dialogías entre las prácticas sociales y las prácticas escolares?
Realizamos este trabajo en dos instituciones
educativas indígenas: Centro Educativo Rural Indigenista La María, ubicada en el municipio de Valparaíso, del pueblo indígena Embera-Chamí, y el Centro Educativo Rural Alto
Caimán, ubicado en el municipio de Necoclí,
del pueblo indígena Tule (véase figura 1). En
cada institución educativa contamos con la
colaboración de maestros indígenas.
Desarrollamos el trabajo apuntando a realizar
colaborativamente con los maestros indígenas un proyecto cuyo objetivo fue analizar la
relación que se puede tejer entre las prácticas
Este subproyecto hace referencia al trabajo de grado, a nivel de pregrado, intitulado: “La ‘medida’ en un contexto
de escuela indígena: el caso del pueblo Tule y el caso del pueblo Embera-Chamí”. El trabajo fue realizado por Lady
Katerinne Berrío Londoño (Berrío, 2009), con la colaboración de los maestros indígenas Richard Nixon Cuellar,
Francisco Martínez y Abelardo Tascón y estuvo bajo mi orientación académica. Agradezco a la autora, quien nos
autorizó citar su trabajo y nos cedió las imágenes para esta publicación.
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
Educación matemática: enfoque sociocultural
sociales de la siembra de los pueblos indígenas Tule y Embera-Chamí, y la producción
de un conocimiento matemático referido a la
medida en un contexto escolar indígena. De
a.
esta forma, planteamos algunas actividades
matemáticas que se pudieran articular a la
propuesta curricular que cada pueblo indígena trabajaba en su contexto escolar.
b.
Figura 1.
Imágenes de los Centros Educativos Rurales donde se llevó a cabo la investigación. a. Centro Educativo Rural Indigenista La María, en Valparaíso; b. Centro Educativo Rural Alto
Caimán, en Necoclí.
Fuente: Berrío (2009: 16).
Para dar cumplimiento a este objetivo, propusimos la siguiente pregunta de investigación:
¿cómo, desde la práctica social de la siembra de los pueblos indígenas Tule y EmberaChamí, se posibilita la producción del conocimiento matemático referido a la medida en
un contexto escolar indígena?
Es importante resaltar que fueron los mismos maestros indígenas quienes escogieron
la práctica social a ser trabajada en cada pueblo, siendo cada una de ellas prácticas representativas de su cultura. En el pueblo Tule, el
maestro Richard Nixon Cuellar y su compañero Francisco Martínez escogieron trabajar
sobre la siembra de plátano; y para el pueblo
Embera-Chamí, el maestro Abelardo Tascón
6
7
escogió ocuparse sobre la siembra de plantas
medicinales desde una huerta escolar.
Basados en la etnomatemática, planteamos
trabajar desde las prácticas sociales de las comunidades indígenas, procurando una dialogía, en el sentido propuesto por Bakhtin6
(2000), entre el conocimiento escolar y el conocimiento propio. Pero, ¿a qué se le llama
conocimiento escolar? y ¿A qué se le llama conocimiento propio? ¿Puede existir una dialogía
entre estos dos conocimientos?
Cuando indagamos con algunos líderes indígenas de estas comunidades al respecto, ellos
definieron el conocimiento propio como:7
Para este autor, en la dialogía hay dos voces, dos conciencias, pero ninguna de las voces ni de las conciencias se
superpone ante la otra. En la dialogía no hay una superposición de poderes.
En el desarrollo de la investigación dialogamos con el líder embera-chamí Omar Tascón, y con el líder tule Abadio
Green.
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
25
La educación matemática en una perspectiva sociocultural: tensiones, utopías, futuros posibles
El conocimiento propio parte de la
medicina tradicional y de lo cultural
(Omar Tascón, entrevista, 22 de octubre de 2009).
ción, medio ambiente y territorio, salud y género, todas ellas con el fin de apoyar, también
desde la escuela, la construcción de los planes
de vida de su pueblo.
El conocimiento propio no se puede
explicar sin el territorio, sin la Madre
Tierra, porque de este lugar se emana
todo […]. El conocimiento debe ser
desde el corazón […]. El conocimiento se debe ocupar de todas las facetas
del hombre (Abadio Green, entrevista, 26 de octubre de 2009).
Frente al conocimiento matemático, los líderes
dijeron:
Así, Green comprendía el conocimiento propio como ese conocimiento que se desprende
de las prácticas sociales que se dan dentro de
la cultura, prácticas que se presentan como
consecuencia de la cosmogonía y la cosmovisión de los pueblos indígenas. Green apuntó
cómo los pueblos indígenas están trabajando
y luchando por la recuperación de la “Madre
Tierra”, pues desde ella es que se deriva todo
lo que es el ser humano.
En ese sentido, las comunidades indígenas de
Antioquia vienen construyendo algunas propuestas para la educación de sus pueblos:
La Organización indígena de Antioquia (OIA) llama a su modelo de educación “Estrategia en la defensa de la
Madre Tierra”; en este sentido la pedagogía debe girar alrededor de ella,
porque en esa forma entenderemos
que somos parte de esta creación, que
somos una piedra más en la tierra,
como lo son los planetas, las estrellas,
los animales, los árboles, el aire, la lluvia, porque es señora protectora de
todo lo creado y vive en ella (Green,
Guzmán y Sierra, 2006: 4).
Estos pueblos indígenas proponen una pedagogía desde la Madre Tierra, donde el centro
de la educación sea la tierra, basada en las políticas que se han fundamentado desde la organización que los reúne. Estas políticas son:
gobierno y administración, cultura y educa-
26
El conocimiento matemático es una
cuestión del cotidiano; cuando la gente está calculando, no está en la mente
del tule que estás haciendo matemática, porque todo está relacionado con
la vida en la comunidad. Por ejemplo: cuando se construye una casa,
el conocimiento matemático está allí
[…] Todas las cuentas que hacen las
mujeres con las chaquiras, todos los
tejidos, están sólo en la mente, van
formando figuras […] (Abadio Green,
entrevista, 26 de octubre de 2009).
Vivimos en un entorno donde existe
lo matemático, pero no sabemos todavía trabajar con él […] es que nosotros estamos en medio de la matemática, toda nuestra artesanía, lo tradicional,
toda cultura tiene que ver con la matemática (Omar Tascón, entrevista, 22
de octubre de 2009).
Sin embargo, al definir el conocimiento escolar,
Tascón dijo:
El conocimiento escolar fue en el que
yo me forme, en el occidental. Cuando hablamos de escuela es aprender
a sumar, a restar a manejar el español, hablamos de ciencias naturales,
nos metimos en la cabeza que el conocimiento escolar es esto (Omar Tascón,
entrevista, 22 de octubre de 2009).
Tascón concibió el conocimiento escolar como
el que se imparte en todas las instituciones
educativas, de carácter no indígena, conocido
como el “occidental”. Este conocimiento escolar poco o nada tiene que ver con el conocimiento que parte de la tierra.
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
Educación matemática: enfoque sociocultural
Por otro lado, Abadio Green reflexiona, en
uno de sus textos, sobre cómo el conocimiento propio de cada cultura no está concebido
dentro de la escuela, ya que para las comunidades indígenas ella es vista como una imposición de otra cultura, como una forma de
colonización:
Las escuelas provocaron en los Kuna
Tule de Panamá reacciones complejas
y ambivalentes. Líderes de mayor tradición se opusieron a ellas tenazmente, al darse cuenta de que la educación
oficial suplantaría la socialización tradicional y desbarataría la jerarquía de
edad. Otros vieron en la educación
de sus hijos la oportunidad de adquirir nuevos conocimientos y los beneficios prácticos de saber leer y escribir.
Una posición intermedia consideraba la utilidad de la educación, pero
temía a su potencial dañino (Green,
2007: 227).
Esta tensión entre el conocimiento propio
y el “occidental” es manifestada también por
el maestro Richard, cuando expresa la posición de la comunidad ante el conocimiento
escolar:
Hay muy pocos estudiantes que van
a la escuela, lo máximo son 30, […],
porque la comunidad siempre deja a
un lado la educación occidental, entonces, por eso casi no hay estudiantes. La educación occidental no es
propia de la comunidad […] la educación indígena ha sido desde la familia: los padres educan a sus hijos a hacer
los trabajos comunitarios, trabajos en el
campo, la cacería, la pesca; las mamás
les enseñan a sus hijas. Entonces esa
es la educación indígena. O sea, esa es
una posibilidad, que los niños vayan a
la escuela, solamente para enseñarles
a leer y a escribir, y que aprendan a
hablar español, ese es el propósito,
es el compromiso con los padres de
familia (Richard Nixon Cuellar, con-
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
versatorio con los maestros, 5 de septiembre de 2009).
Tensiones que también Knijnik ha venido
identificando:
Nuestras prácticas educativas tienen
las potencialidades de favorecer o, al
contrario, desfavorecer la inclusión escolar de aquellos que, por los entrecruzamientos de clase social, género, raza/
etnia, sexualidad, generación, etc., son
“los otros”, los “diferentes”: desigualmente diferentes, puesto que sus diferencias son consideradas en nuestra
sociedad como las “que valen menos”
(2007: 1).
Como he venido diciendo, nuestra apuesta en
este trabajo es que las diferentes prácticas sociales son las que ponen en debate la producción,
la validación y la legitimación del conocimiento
matemático. Estas prácticas podrían entrar en
dialogía con las prácticas escolares, sin que las
relaciones de poder supervaloricen unas en detrimento de las otras.
Para explicar aquello de la producción, la validación y la legitimación del conocimiento
matemático desde las prácticas sociales, voy
a retomar algunas de las actividades que se
planearon conjuntamente con los maestros
indígenas, con el fin de desarrollar un trabajo
referido a la “medida” desde la siembra del
plátano y desde la siembra de plantas medicinales.
Para iniciar el trabajo con ambas comunidades, planteamos una actividad, con el fin de
realizar una indagación sobre la idea de “medida”. Esta actividad está basada en un ejercicio propuesto por Lanner (2005: 1). La actividad comenzó haciéndonos las siguientes
preguntas:
¿Por qué medir? (La necesidad)
¿Qué medir? (La cualidad)
27
La educación matemática en una perspectiva sociocultural: tensiones, utopías, futuros posibles
¿Cómo medir? (El proceso)
¿Usted midió hoy? ¿Qué y cómo? (Actividad, 20 de julio de 2009).
El objetivo de esta actividad era indagar y establecer, con el maestro y los estudiantes, una
idea sobre la medida, a partir de lo qué es medible y de lo qué no se puede medir. Además,
establecer la concepción de medida como una
actividad humana, en la dialéctica entre hombre y naturaleza, mediada por la necesidad.
Para este ejercicio partimos de algunos elementos del entorno de los alumnos, por ejemplo, el agua, el café, la tierra, el sonido, la velocidad, el amor. Para cada uno de los elementos
se discutió la cualidad que podría ser medible, el proceso utilizado para dicha medición
y algún instrumento de medida que se pudiera utilizar. Veamos qué encontramos en el desarrollo de estas actividades, específicamente
en la comunidad Tule:
Katerinne: ¿El agua la podemos medir?
Estudiantes: Sí.
Katerinne: ¿Qué podemos medir del
agua?
Estudiantes: Cuánta hay.
Katerinne: ¿Cómo la podemos medir?
Estudiantes: Con un vaso o con una
jarra (Diálogo en la actividad de clase,
23 de julio de 2009).
Katerinne: ¿La tierra se puede medir?
Estudiantes: Sí.
Katerinne: ¿Qué podemos medir de
la tierra?
Estudiantes: El peso, al igual que el
café.
Katerinne: ¿Cómo podemos pesar la
tierra?
Estudiantes: Por baldados, para hacerlo más rápido, que se ponen en la
báscula (Diálogo en la actividad de
clase, 23 de julio de 2009).
En el pueblo Tule, el maestro Richard, junto
con su compañero Francisco, algunos padres
de familia, los estudiantes y Katerinne, rea-
28
lizaron la siembra de doscientos colinos de
plátano. Para hacer la medición y el señalamiento del terreno utilizaron una medida de
la cultura indígena adoptada como la “vara
Tule” (véase figura 2). Al indagarle a Francisco sobre cómo se tomaba esta medida, nos
contó:
Katerinne: ¿Cómo se tomó la medida
de la vara para medir el terreno?
Francisco: Escogimos uno de los padres de familia que ayudó a tumbar
el monte y el tomó la medida del largo de su cuerpo, desde los pies hasta
llegar a la punta de los dedos, con un
brazo extendido hacia arriba. Luego,
completó la medida con el largo del
brazo hasta el codo, más dos dedos de
longitud.
Katerinne: ¿Y con qué criterio escogieron al padre de familia, por ejemplo, por ser el más alto o por ser el
más bajo?
Francisco: No, simplemente porque
es el presidente del Consejo de padres. Cuando se va a tomar la medida
de un terreno, se escoge la persona
con más autoridad que haya en el
momento. Por ejemplo, cuando vamos
a medir un terreno en la comunidad,
se toma la medida del Saila, sin importar si es más alto o más pequeño
que los demás.
El pueblo Tule tiene una unidad y un instrumento de medida establecida para las mediciones de un terreno: la “vara Tule”. En la
escogencia de este patrón de medida se hacen explícitas las jerarquías de organización
internas a la comunidad. En el establecimiento de esta unidad de medida y en la forma de
hacerlo podemos ver cómo se relacionan las
formas de saber / hacer, dialéctica entre el conocimiento y el comportamiento al interior de
una cultura, de la que nos habla D’Ambrosio
(2001). La “vara Tule”, como unidad e instrumento de medida, estaba ayudando a legitimar la idea de medida al interior de la comunidad.
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
Educación matemática: enfoque sociocultural
Figura 2. La “vara Tule” como unidad e instrumento de medida.
Fuente: Berrío (2009: 80).
Figura 3. Maestro Richard Nixon Cuellar y estudiantes tule demarcando el terreno
según las medidas propuestas.
Fuente: Berrío (2009: 80).
Continuando con la medición del terreno,
para hacer las medidas más exactas, se ubicó
una esquina como punto estratégico del terreno. A partir de allí se amarró, en un palo,
una pita, con el fin de hacer una hilera, las
cuales midieron once “varas Tule” de largo.
Luego, los niños, en compañía y con asesoría
del maestro, fueron colocando palos en los lugares donde se realizarían los huecos para la
siembra de los colinos de plátanos, como fue
mencionado anteriormente, con una “vara
Tule” de distancia entre hueco y hueco (véase
figura 3).
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
De igual forma se realizaron otras 10 hileras,
con 20 huecos cada una, separadas de la misma manera por una “vara Tule” de distancia.
Así mismo, los padres de familia ayudaron a
realizar los huecos para la siembra de los colinos y los niños se encargaban, junto con el
maestro, de tomar y verificar las distancias
entre hueco y hueco. Posteriormente se sembraron los colinos en cada hueco, haciendo
referencia a las instrucciones del maestro en
cuanto a la profundidad que debía tener cada
hoyo, dependiendo del tamaño de cada colino de plátano (véase figura 4).
29
La educación matemática en una perspectiva sociocultural: tensiones, utopías, futuros posibles
Después de haber realizado la siembra del plátano, los niños diseñaron ideogramas, donde
expresaron cómo fue el proceso desarrollado
en la siembra de los colinos de plátano (véase
figura 5).
Desde los ideogramas, los estudiantes tule
expresaron cómo fue el uso de las medidas
naturales, cómo fue el proceso de realización
del cultivo del plátano y cómo fue la idea de
medida que desarrollaron.
Figura 4. El maestro Richard Nixon Cuellar explica el proceso de la siembra del plátano a los
estudiantes tule.
Fuente: Berrío (2009: 82).
Figura 5. Ideogramas de los estudiantes tule.
Fuente: Berrío (2009: 82).
30
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
Educación matemática: enfoque sociocultural
En el pueblo Tule, al realizar la actividad propuesta para la siembra del plátano, como parte de un trabajo comunitario surgido desde
la escuela, el maestro trató de llevar al aula
de clase lo desarrollado en el terreno. Tal
vez los estudiantes, a la hora de plasmar sus
ideas en el papel, no fueron los más claros;
sin embargo, mediante un conversatorio que
desarrolló el maestro con sus estudiantes, se
pudo evidenciar que los niños se habían apropiado de todo el proceso llevado a cabo alrededor de la siembra del plátano. A la hora de
explicar cómo fueron tomadas las mediciones
del terreno, cómo se hicieron los huecos para
sembrar las semillas de plátano y hasta de
la cantidad de plátano que se sembró, se notó
claridad y seguridad en sus aprendizajes.
En la figura 6 podemos ver cómo el maestro
realizó un esquema del trabajo desarrollado,
basado en respuestas que le dan los estudiantes Tule:
Richard: ¿Cuántas hileras se sembraron de colinos de plátano?
Estudiantes: 10.
Richard: ¿Cuántos huecos se hicieron
en cada hilera?
Estudiantes: 20.
Richard: ¿Qué distancia se tomó para
realizar los huecos?
Estudiantes: Una “vara Tule”
Richard: ¿Cuántos colinos de plátano
se sembraron?
Estudiantes: 200 (Diálogo en la actividad de clase, 14 de agosto de 2009).
Otra actividad planteada por el maestro Richard y su compañero Francisco, fue tomar
un objeto representativo en su cultura, para
asociarlo a un movimiento o acción a la que
está asociado dicho objeto y seguir discutiendo en torno a la medida. El objeto escogido
por los maestros indígenas fue el plátano.
Éste fue asociado al movimiento de producción. En ese movimiento miraron la cualidad
vinculada a la cantidad. Al relacionar la grandeza o la variación de la cantidad, tomaron el
plátano por unidades, por manos (equivale a
5 plátanos), por racimos (equivale aproximadamente a 40 plátanos) y por canastos (equivale a aproximadamente a 100 plátanos) (véase figura 7).
Figura 6. El maestro Richard Nixon Cuellar dibuja en el tablero el trabajo desarrollado, según
instrucción de los estudiantes.
Fuente: Berrío (2009: 69).
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
31
La educación matemática en una perspectiva sociocultural: tensiones, utopías, futuros posibles
Figura 7. Esquema realizado por los maestros tule.
Fuente: Berrío (2009: 84).
Con el desarrollo de esta actividad, los maestros indígenas y los alumnos comprendieron
la relación establecida entre la selección de la
unidad de medida, la comparación de la unidad con la “grandeza” o magnitud a ser medida,
y la expresión numérica de la comparación.
Desde este tipo de actividades, también los
maestros analizaron entre lo que es medible
y lo que no lo es, en conversatorios como el
siguiente:
Katerinne: Tomemos un elemento como
el amor; ¿el amor se puede medir?
(Richard y Francisco no responden).
Katerinne: ¿Qué le podríamos medir
al amor?
Richard y Francisco: Puede ser cuánto
quiero a una persona
Katerinne: Y, ¿cómo podríamos medir
cuánto quiero a una persona?
Richard y Francisco: En cantidad de
besos o de abrazos que se le den.
Katerinne: ¿Podría yo “numeralizar”
o poner una unidad de medida para
medir esa cantidad de besos y de
abrazos, y que me indique si corresponde o no a la cantidad de amor que
quiero manifestar?
32
Richard y Francisco: ¡Ah, no!… Entonces no se puede medir (Conversatorio
realizado con los maestros tule, 24 de
octubre de 2009).
A modo de cierre
Como dije anteriormente, pretendía en este
texto mostrar algunas comprensiones de la
educación matemática en una perspectiva
sociocultural —donde se hicieran visibles
tensiones, utopías y futuros posibles en este
abordaje—, y ejemplificar dichas comprensiones, en este caso, desde un proyecto desarrollado en el marco de la etnomatemática.
Mi apuesta por esta perspectiva es porque
sueño la posibilidad de recuperar al sujeto y a
la subjetividad en el acto educativo, a la hora
de la producción y la objetivación del conocimiento matemático. Asumo, también, que se
requiere dialogar con los saberes producidos
en las diferentes prácticas sociales, buscando
posibilidades de incorporarlos en la escuela desde procesos dialógicos. Considero que
esta dialogía se hace necesaria para proponer otras realidades y otras comprensiones
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
Educación matemática: enfoque sociocultural
de mundo. Sin embargo, intentando dar un
cierre a este trabajo, pienso que se hace necesario apuntar algunos aspectos:
— Abordar la educación matemática desde
una perspectiva sociocultural, a la hora de
investigarla y a la hora de preparar las actividades de enseñanza, no es fácil. Existen diferentes tensiones, generadas por
la dicotomía a la que nos enfrentamos los
investigadores y los maestros. Tales dicotomías son resultantes de la inmersión del
modelo neoliberal en los procesos educativos, o si se quiere del modelo “neo-neo”,
donde debemos atender, por un lado, a la
diversidad cultural de los alumnos, pero,
por otro, a los procesos homogeneizadores internos y externos a las instituciones
escolares.
— Abordar la educación matemática desde
una perspectiva sociocultural implica, también, hacer rupturas epistemológicas con
los procesos de formación —anclados en
la racionalidad técnica— propios de la modernidad, en el que todavía investigadores
y maestros seguimos inmersos. Estas rupturas nos exigen unas miradas diferentes
hacia las ideas de ciencia, de conocimiento,
de sujeto y de verdad.
— Considero que el reconocimiento del contexto sociopolítico en los procesos de enseñanza y de aprendizaje de las matemáticas comienza a adquirir significado para
maestros y alumnos, pero hay que tener
cuidado de no caer en lo que Knijnik (1998)
llama “parodia de lo cotidiano”. Es decir,
que caigamos en situaciones en las cuales
una actividad propuesta en el aula de clase sirva únicamente para hacer cálculos
escritos en el papel, haciendo de los problemas simplemente cálculos rutinarios.
La idea no es adaptar la vida al dato sólo
para hacer cuentas. La idea es promover
actividades en las cuales se generen otras
interrelaciones entre los maestros, los estudiantes y el conocimiento matemático,
actividades que posibiliten la producción
Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011
de otros sentidos y significados a la hora de
abordar la matemática.
— Desde la mirada de la etnomatemática
hay una apuesta importante para incorporar las prácticas sociales propias de los
grupos a los que los maestros y los alumnos pertenecen, a los proyectos curriculares. De esta forma, podría evitarse la
continuación de diferentes procesos de
exclusión, resultantes de tornar invisibles
los distintos modos como los grupos producen sentidos y significados en su vida
social, donde la matemática apenas es
una de sus facetas.
— La etnomatemática, como un programa
de investigación, pretende cuestionar la
forma como tradicionalmente es abordado
en el aula de clase el conocimiento matemático escolar: único, universal y suficiente.
Pensar otro modelo de escuela y de currículo
supone considerar el espacio escolar como
un lugar de diálogo y de debate, lugar
donde se dé cabida a las subjetividades de
los alumnos, dado que la escuela se configura como un espacio donde la diversidad
cultural debe ser atendida, comprendida
y asumida.
— Pensar en la etnomatemática como una
perspectiva para el desarrollo de la práctica pedagógica en matemáticas implicaría
una reorganización escolar y curricular
capaz de ofrecer un espacio, en primer
lugar, para la representación y la formación de identidades y subjetividades a
través del diálogo y de la confrontación
entre ellas; y, en segundo lugar, para la reflexión sobre valores, creencias y saberes,
valorizando y legitimando las diferentes
producciones de saberes. Esa reorganización de la escuela debe darse a partir de
nuevas relaciones sobre conocimiento,
verdad y procesos de legitimación (Monteiro, 2005).
La etnomatemática aparece como una posibilidad de poner el conocimiento matemático
al servicio de las prácticas cotidianas (en el
33
La educación matemática en una perspectiva sociocultural: tensiones, utopías, futuros posibles
ejemplo, el conocimiento referido a la medida, al servicio de la siembra de los cultivos).
Es desde el contexto escolar donde el maestro
puede articular esos saberes propios —derivados de las prácticas sociales que se desarrollan
dentro de la comunidad— con los saberes escolares. Así, pensamos que desde la etnomatemática se posibilita la producción, la validación
y la legitimación del saber matemático, derivado de prácticas sociales de cada comunidad.
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Referencia
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vol. 23, núm. 59, enero-abril, 2011, pp. 13-36.
Original recibido: octubre 2010
Aceptado: diciembre 2010
Se autoriza la reproducción del artículo citando la fuente y los créditos
de los autores.
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