DOCUMENTOS
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Aconcagüinos en la historia de Chile
Claudia Leal
Aconcagüinos en la historia de Chile: carta de Pedro Antonio
Ramírez a Benjamín Vicuña Mackenna sobre el motín popular
de San Felipe del 14 de octubre de 1851*
Hugo Castro Valdebenito**
DOI: http://dx.doi.org/10.15446/hys.n36.66664
Resumen | La presente transcripción documental pone en valor histórico una carta privada
enviada por un participante de las insurrecciones y alzamientos populares registrados en
la ciudad de San Felipe durante la denominada Revolución o Guerra Civil chilena de 1851.
La misiva presentada y transcrita se constituye como un ejercicio de memoria histórica
escriturada, la cual fue solicitada por el político, escritor e historiador chileno Benjamín
Vicuña Mackenna a Pedro Antonio Ramírez con el objeto de nutrir la investigación
histórica que dio origen a la obra Historia de la jornada del 20 de abril de 1851. El documento
transcrito contrapone una versión alterna al discurso oficial historiográfico en cuanto a
la narración de los acontecimientos armados ocurridos el 14 de octubre de 1851 en la
provincia de Aconcagua. El texto permite identificar, especialmente, la participación del
pueblo sanfelipeño —vecinos, artesanos milicias y el pueblo en general— en las acciones
revolucionarias organizadas y lideradas por la oposición liberal aprovechando el descontento
local que se había gestado en la provincia frente al autoritario centralismo capitalino.
Palabras clave | (Autor) motín en San Felipe; revolución de Aconcagua; historia regional;
alzamientos populares.
Aconcagüinos in the History of Chile: Letter from Pedro Antonio Ramírez to Benjamín
Vicuña Mackenna about the Popular Uprisings in San Felipe on October 14, 1851
Abstract | The present documentary transcription sheds light into the historical value
of a private letter sent by a participant of the uprisings and popular uprisings registered
*Este estudio forma parte del proyecto titulado “Crimen y Revolución en Aconcagua. 1850-1900”, con código
DGI – 2016102103, el cual es financiado por la Dirección General de Investigación (DGI) de la Universidad de
Playa Ancha (Valparaíso, Chile).
**Magíster en Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (Valparaíso, Chile).
Becario del doctorado en Historia de la Universidad de Santiago de Chile (Santiago de Chile, Chile). Profesor e
investigador del Departamento de Historia y coordinador del programa de posgrado en Gestión Cultural de la
Facultad de Humanidades de la Universidad de Playa Ancha (Valparaíso, Chile). Director ejecutivo de la Sociedad
de Historia de Valparaíso (Valparaíso, Chile)
http://orcid.org/0000-0003-4973-6783
hugo.castro@upla.cl
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ISSN: 0121-8417 / E-ISSN: 2357-4720
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in the city of San Felipe during the so-called Revolution or Civil War of Chile in 1851.
The missive presented and transcribed constitutes an exercise of written historical
memory, which was requested by the Chilean politician, writer and historian Benjamín
Vicuña Mackenna to Pedro Antonio Ramírez in order to nourish the historical research
that gave rise to the work History of the day of April 20, 1851. The document contrasts a
dissenting version of the official historiographical discourse against the narration of the
armed events of October 14, 1851 in the province of Aconcagua. Especially, regarding
the participation of the Sanfelipeño people —neighbors, artisans, militias and the people
in general— in the revolutionary actions organized and led by the liberal opposition
taking advantage of the local discontent that was brewing in the province against the
authoritarian centralism in the capital.
Keywords | (Author) mutiny in San Felipe; Aconcagua revolution; regional history;
popular uprisings.
Aconcaguinos na história do Chile: carta de Pedro Antonio Ramírez a Benjamín Vicuña
Mackenna sobre o motim popular de San Felipe do dia 14 de outubro de 1851
Resumo | A presente transcrição documental põe em valor histórico uma carta particular
enviada por um participante das insurreições e levantamentos populares registrados na
cidade de San Felipe durante a denominada Revolução ou Guerra Civil do Chile em 1851. A
carta apresentada e transcrita se constitui como um exercício de memória histórica escriturada, o qual foi solicitado por Benjamín Vicuña Mackenna a Pedro Antonio Ramírez
com objeto de nutrir a pesquisa histórica que deu origem à obra Historia da jornada do
dia 20 de abril de 1851. O documento contrapõe uma versão dissidente do discurso oficial
historiográfico frente à narração dos acontecimentos armados do dia 14 de outubro de
1851 na província de Aconcagua. Especialmente respeito à participação do povo de São
Felipe —com seus vizinhos, artesãos, milícias e o povo em geral— nas ações revolucionárias organizadas e lideradas pela oposição liberal aproveitando a insatisfação local que
acontecia na província perante o autoritário centralismo capitalino.
Palavras chave | (Autor) motim em San Felipe; revolução de Aconcagua; história regional;
levantamentos populares.
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Contexto de la fuente documental
En Chile, los conflictos políticos entre las facciones liberales y conservadoras herederas del poder
oligarca colonial venían tornándose irreconciliables desde los primeros años posteriores a la
ruptura independentista (1810-1850). El control sobre la vida política efectuada por el Gobierno
del nuevo Estado abordaba todos los procedimientos concebibles, aunque estos rozaran las
fronteras de la ley y se abusara muchas veces de los derechos del pueblo; especialmente entre
1850 y 1852, cuando se desarrolló una serie de acontecimientos que la historiografía nacional
chilena ha denominado copiosamente como la Revolución o Guerra Civil chilena de 18511.
En esta coyuntura nacional, el Gobierno conservador —que iniciaba su tercer decenio
de mandato— había intervenido en las elecciones presidenciales ejecutando el cohecho
y alterando los resultados electorales en perjuicio del candidato liberal José María de la
Cruz, provocando con ello la denuncia de una pujante oposición política, la que junto
al impulso de una generación de jóvenes intelectuales como Francisco Bilbao, Benjamín
Vicuña Mackenna, Domingo Santa María, Aníbal Pinto, Santiago Arcos, José Miguel Carrera
Fontecilla entre otros —altamente influenciados por las ideas transpuestas en la Revolución
francesa de 18482— levantaron los ánimos de sectores populares en contra de la inamovible
estructura social del período republicano chileno. Los artesanos y los intelectuales de
oposición al oficialismo se reunían en diversos clubes y sociedades3 que funcionaban —en
palabras del Gobierno— como “templos de la sedición”4 y que canalizaron las denuncias
hacia el Gobierno conservador a través de la promoción de una virulenta prensa5 y de una
organización social no antes registrada en la para entonces reciente historia chilena.
1. Hemos abordado estos problemas históricos desde una perspectiva regional en Hugo Castro Valdebenito
y Alessandro Monteverde Sánchez, Conspiraciones, motines y sedición en Aconcagua. 1850-1851 (Valparaíso:
Ediciones Universidad de Playa Ancha, 2016).
2. Ver la relación entre los jóvenes intelectuales liberales y el pensamiento revolucionario francés de 1848
en Cristian Gazmuri, El “48” chileno: igualitarios, reformistas, radicales, masones y bomberos (Santiago de Chile:
Editorial Universitaria, 1992).
3. Diversas sociedadess y clubes se establecieron durante este período siendo una de las más renombradas la
Sociedad de la Igualdad, que tuvo filiales en distintas provincias, antes de su prohibición como consecuencia
del motín en San Felipe el 5 de noviembre de 1850. Estas sociedades jugaron un rol preparatorio y
organizador del movimiento revolucionario de 1851. La Sociedad de la Igualdad, como problema histórico
ha sido abordado en diversas perspectivas, pero ejemplarmente lo ha sido en las siguientes obras: José
Zapiola, La Sociedad de la Igualdad i sus enemigos (Santiago de Chile: Imprenta del Progreso, 1851); Julio César
Jobet, Santiago Arcos Arlegui y la Sociedad de la Igualdad: unu socialista utopista chileno (Santiago de Chile: Imprenta
Cultura, 1942); James Wood, The Society of Equality. Popular Republicanism and Democracy in Santiago de Chile, 18181851 (Alburqueque: University of New Mexico Press, 2011).
4. Archivo Nacional Histórico de Chile (ANHCH, Santiago de Chile, Chile), Benjamín Vicuña Mackenna, vol. 151, f. 61.
5. La candidatura de Manuel Montt fue combatida desde el principio por la prensa opositora, principalmente
por los periódicos El Progreso, El Talquino, El Amigo del Pueblo, El Aconcagüino, El Diablo Político, El Igualitario y La
Barra. Para profundizar sobre este aspecto en especial se recomienda ver Jack Ray Thomas, “El papel de la
prensa en la revolución chilena de 1851”, Revista Las Américas n.o 36 (1979): 60-78.
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La historiografía nacional chilena ha abordado por décadas este episodio de la historia
política de Chile, pero lo ha hecho bajo un sesgado centralismo historiográfico, olvidando
constantemente el papel jugado por las provincias y localidades aledañas a la capital, y
especialmente de aquellas que se destacaron en la elaboración y planificación de un
escenario propicio para el cambio político a través de las armas, objetivo que si bien se
intentó alcanzar a través de intermitentes episodios entre 1851 y 1859, no se concretó
hasta iniciada la década de 18606. En esta transcripción documental ponemos en discusión
dos relatos históricos que dan cuenta de disímiles versiones sobre los hechos relativos al
alzamiento popular que se llevó a cabo en la ciudad de San Felipe, capital de la provincia
de Aconcagua, durante la jornada del 14 de octubre de 1851, en pleno conflicto armado
entre el “ejército revolucionario” al mando de José Miguel Carrera F., quien comandaba las
fuerzas amotinadas desde el norte del país, y Manuel Bulnes, expresidente conservador y
comandante del ejército adepto al Gobierno “constitucional”.
El alzamiento del pueblo de San Felipe está retratado y detallado documentalmente en
dos versiones, bastante incongruentes entre ellas por cierto, y que a través de este estudio
ponemos en la discusión de investigadores e interesados en la historia de la provincia de
Aconcagua. Uno de estos documentos de carácter inédito, lo hemos puesto en valor y
publicado en el Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, bajo el título “Motín en Aconcagua.
Fuentes para una Historia Regional. Oficios enviados por el intendente Juan F. Fuenzalida al
ministro del Interior Antonio Varas, respecto de los sucesos del 14 de octubre de 1851”7. En
dicho documento se relata la versión del intendente Francisco Fuenzalida, quien se encontraba
a cargo de la provincia de Aconcagua en tiempos de la guerra civil. Dicho documento es un
oficio que resume la experiencia del intendente al hacer frente al motín popular y alzamiento
insurreccional de milicias en la ciudad de San Felipe durante el citado día 14 de octubre, en
donde se narran detalladamente sus observaciones sobre los acontecimientos.
La misiva, escrita al ministro del Interior, Antonio Varas, contiene una relación
parcializada y oficialista de los hechos de aquella jornada y adjunta una completa lista de
los participantes y soldados que protegieron su autoridad durante el lapso de tiempo en
que se prolongó el alzamiento, es decir, mientras se batían a fuego los unos, atrincherados
en un cuartel, y los otros, arremetiendo a discreción desde la plaza de armas. La versión
del Intendente Fuenzalida ha sido considerada la versión oficial y muchas de sus razones
6. Para ver otros ejemplos sobre el énfasis en los documentos regionales para la historia de la Revolución de
1851, desde la Historia regional, hemos publicado Hugo Castro Valdebenito, “Motín en Valparaíso. Fuentes
para historia. Correspondencia de la Intendencia y Comandancia de Guerra de Valparaíso. 1851”, Revista
Historia y Justicia n.o 7 (2016): 157-183, http://journals.openedition.org/rhj/1086.
7. Hugo Castro Valdebenito, “Motín en Aconcagua. Fuentes para una Historia Regional. Oficios enviados por
el intendente Juan F. Fuenzalida al ministro del Interior Antonio Varas, respecto de los sucesos del 14 de
octubre de 1851”, Anuario de Historia Regional y de las Fronteras Vol: 22 n.o 2 (2017): 249-259, https://revistas.uis.
edu.co/index.php/anuariohistoria/article/view/6346
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fueron reproducidas en los periódicos y líneas editoriales adeptas al Gobierno de Manuel
Montt. La citada cartadenuncia los hechos como una inesperada y absurda reacción local,
sin sentido alguno y “basada en la inobservancia del contexto y las leyes patrias”8. Este
discurso, buscaba esconder la legitimidad de la organización local sanfelipeña y, sobre todo,
tendía a ocultar y silenciar el descontento provincial que había surgido ya en la década
de 1840 en contra del poder ejecutivo. Los conflictos que se venían gestando entre la
Intendencia —como representación del Gobierno central— y el Gobierno local eran de larga
data y existía registro de que un año antes —en noviembre de 1850— había estallado un
motín popular de similares características, en lo que fue denominado la “Revolución de San
Felipe”. Este movimiento estuvo encabezado por la Sociedad de la Igualdad y la Sociedad
Aconcagüina, y ya hemos indagado por él anteriormente9.
Sin embargo, el relato oficialista se ve fuertemente cuestionado por otro documento de
inmenso valor histórico y carácter privado, que refiere a la versión de los participantes y
ejecutores del motín de 1851. Dicho documento es una carta privada escrita por Pedro Antonio
Ramírez en 1862 y enviada a Benjamín Vicuña Mackenna —a solicitud de este último— quien
escribía en aquel entonces su libro Historia de la Jornada del 20 de abril de 185110. En esta misiva se
relata la participación de Pedro Antonio Ramírez en los hechos, describiendo al mismo tiempo
la forma de organización de las tropas y amotinados, la efervescencia social del momento, y
otros detalles de lo que —según su perspectiva— fue aquella jornada.
Por tales motivos es preciso ofrecer un breve estudio preliminar para esta carta, analizando
los antecedentes a la luz de otros importantes documentos con el fin de dar énfasis al aporte
histórico de la participación de los aconcagüinos en un conflicto de escala nacional. Todo ello
para enriquecer la historia regional de Aconcagua y el uso de fuentes documentales. Esta misiva
se encuentra alojada en el Archivo Nacional Histórico de Chile, en el fondo Benjamín Vicuña
Mackenna, volumen 151 y escrita entre los folios 61 a 64. Su estado de conservación es regular
dado que este documento se dispuso entre otras cartas cosidas con hilo y encuadernadas
entre documentos variados de este personaje público. Su papel y color son buenos a pesar de
su data, sin embargo el deterioro de los costados del papel es considerable. Nuestra intención
de publicarlo se justifica por la intención de extender documentación histórica que interpele
el discurso histórico oficial obligando a la discusión intelectual y al cuestionamiento del uso
de las fuentes documentales de archivos históricos.
8. Hugo Castro Valdebenito, “Motín en Aconcagua”, 250.
9. Hugo Castro Valdebenito, Alessandro Monteverde Sánchez y Juan Saavedra Ávila, “El motín de San Felipe
en 1850: fuentes para una historia del alzamiento en armas de la Sociedad de la Igualdad en la Provincia de
Aconcagua, Chile”, Revista Inclusiones. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales Vol: 4 n.o 3 (2017): 75-97.
10. Benjamín Vicuña Mackenna le había solicitado un mes antes, mediante carta privada, que le narrara su
participación en los hechos del 14 de noviembre de 1851.
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Otra versión del motín del 14 de noviembre de 1851
A mediados de octubre de 1851 un grupo de hacendados sanfelipeños —reunidos en la
hacienda del reconocido vecino Pedro Antonio Ramírez— urdían una conspiración notable
que daría un duro golpe contra el Gobierno. Según las órdenes impartidas por el joven
Domingo Santa María —quien sería presidente de la república algunas décadas después—
y por Miguel Guzmán desde Santiago, el grupo se tomaría por las armas el pueblo para
preparar la entrada de José Miguel Carrera a la provincia de Aconcagua a través de la
ciudad de San Felipe, con el objeto de continuar con la avanzada “revolucionaria” hacia
Santiago y Valparaíso. Tras conocer que la insurrección revolucionaria había estallado
en la ciudad de La Serena el 7 de septiembre, el intendente Francisco Fuenzalida había
tomado ciertas “prevenciones” autoritarias ordenadas por el ministro Antonio Varas, con
el fin de mantener el orden en la conflictiva ciudad de San Felipe, la cabeza provincial
de Aconcagua. En ese contexto, los igualitarios —ahora clandestinos— , los artesanos
aconcagüinos y el pueblo simpatizante con la causa liberal levantada en el norte del país
se reunieron en una hacienda de propiedad del citado Pedro Antonio Ramírez. Entre los
convocados se registra la participación de los vecinos Ignacio Ramírez, Julián Zenteno,
Gregorio Almarza, Dámaso Reyes, José Santos Contreras y José Ignacio Gutiérrez11. Las
razones que motivaron la reunión se relacionaban directamente con las noticias que
llegaban del departamento de Ovalle, las cuales anunciaban que la División del Norte al
mando de José Miguel Carrera F. y Benjamín Vicuña Mackenna marchaba sobre Petorca y
pronto arribaría a la provincia de Aconcagua. Además de la comunicación enviada desde
Santiago por Domingo Santa María y Miguel Guzmán, quienes ordenaban “tomar las armas
a toda costa, a fin de facilitar al Jeneral Carrera su entrada a la provincia”12, ese importante
considerar que el mensaje de Santa María y Guzmán aseguraba a los aconcagüinos el
triunfo de Carrera en Petorca, generando así la confianza de triunfo e incentivando la
efervescencia popular.
El principal reto de los conspiradores fue planificar el ingreso al centro del pueblo, ya
que producto del establecimiento del estado de sitio —el cual había sido declarado en el país
luego del motín de La Serena el 7 de septiembre de 1851— la ciudad estaba resguarda por
la Guardia Nacional y algunos batallones permanecían acuartelados. Al respecto, recuerda
Pedro Antonio Ramírez:
11. ANHCH, Benjamín Vicuña Mackenna, vol. 151, f. 62.
12. ANHCH, Benjamín Vicuña Mackenna, vol. 151, f. 62.
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Los embarazos que se nos presentaban para ponernos de acuerdo con los de S. Felipe, i
vernos con los hombres queridos de la población eran muchos. Mientras el gobierno tenía
guardias apostados en la boca-calles principales de la ciudad i las tropas acuarteladas en
varios puntos i afuera del pueblo, los amigos que por nuestra parte podían operar estaban
ocultos i perseguidos.13
No obstante aquellas dificultades, los conspiradores adeptos a la causa revolucionaria —y
obedeciendo las indicaciones llegadas desde la capital— marcharon a las 8 de la tarde con rumbo
a la ciudad de San Felipe, con “solo cuatro fusiles, tres escopetas y algunos malos sables”14. El
grupo iba comandado por el oficial de línea del batallón Chacabuco, José Antonio Gutiérrez,
quien se había sublevado en su mismo cuartel y esperaba que al ingresar a la ciudad se les
uniera el pueblo sanfelipeño. El grupo estaba secundado por el teniente de cívicos, Anselmo
Aguilar, el cual se había tomado el cuartel del escuadrón del comandante Villarroel, quien
estaba ausente aquel día. Al llegar a la casa del comandantec Luco —ubicada en las afueras de
la cuidad— el grupo de no más de cuarenta hombres ingresó al inmueble, y de esta manera
consiguió armas y lanzas, además de lograr la ashesión de los 100 hombres acuartelados del
comandante Luco pues, “al grito majico de ¡Viva Cruz!, nadie se resistía”15. Así, la agrupación de
vecinos aconcagüinos insurrectos aumentaba a medida que se acercaban a la ciudad, mientras
que el pueblo se les adhería poco a poco. Al llegar frente al cuartel de cívicos ya se contaban
—según la versión de Ramírez— con alrededor de 200 hombres.
De acuerdo con la carta, estos llegaron por el norte de la ciudad —cruzando la cañada
de Yungay— en donde se ubicaba la hacienda del exintendente Blas Mardones —el mismo
que fue apuñalado y depuesto en el motín popular del 5 de noviembre de 1850—. En esta
hacienda se encontraba el comandantec Villarroel y un escuadrón de 300 hombres mal
armados. La hacienda fue asaltada por el grupo amotinado, y los soldados se pusieron del
lado de la causa revolucionaria16. El comandante Villarroel —contra quien se habrían alzado
sus propios subalternos para ajusticiarlo— fue dejado libre por el hijo de Pedro Antonio
Ramírez para que escapara. No obstante, Villarroel en vez de huir fue a alertar al intendente
Fuenzalida que se encontraba guarecido en el cuartel de infantería. Rápidamente, ambos
se acuartelaron en la plaza de armas de San Felipe, en donde contaban tan solo con treinta
y tres hombres de infantería del departamento de Los Andes, aunque bien armados, y los
cuales habían llegado ese mismo día en relevo del piquete del batallón Yungay que había
sido enviado recientemente al departamento de Putaendo17.
13. ANHCH, Benjamín Vicuña Mackenna, vol. 151, f. 63.
14. ANHCH, Benjamín Vicuña Mackenna, vol. 151, f. 63.
15. ANHCH, Benjamín Vicuña Mackenna, vol. 151, f. 64.
16. ANHCH, Ministerio del Interior, vol. 284, s.f.
17. ANHCH, Ministerio del Interior, vol. 284, s.f.
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Luego que el grupo de amotinados lograra replegar a su causa a unos 300 hombres
del batallón del comandante Villarroel, su número alcanzó aproximadamente los 600
hombres, sumándose rápidamente a ellos la gente del pueblo que se unía a la causa por
la efervescencia del momento y por el descontento que provocaba el Gobierno central
en la provincia. Para ejemplificar dicha jornada, Pedro Antonio Ramírez escribió a Vicuña
Mackenna, en los siguientes términos: “Seran como las doce de la noche, la jente brotaba
de todas partes pidiendo armas para el combate i gritando ¡Viva Cruz!”18. Los amotinados
rompieronfuego contra el cuartel de infantería que daba a la plaza de armas en donde
estaba atrincherado el intendente Fuenzalida con los treinta y tres infantes de Los Andes.
En este combate que duró 50 minutos, los amotinados estaban apostados en las bocacalles del área de la plaza, mientras que en el cuartel la defensa era acérrima. Recordando lo
vivido, Fuenzalida se dirigió de la siguiente manera al ministro Antonio Varas, al respecto
de los infantes de Los Andes que protegieron el cuartel:
Si Us. Hubiera presenciado, como tuvo ocasión de hacerlo el infrascrito, la actividad
i enerjia desplegadas por ese puñado de hombres en los momentos de conflicto; si
Us. Hubiera notado la confianza que abrigaban de un espléndido triunfo, i la fe que
rebosaban sus varoniles semblantes en la justicia de la causa que sostenían, se hubiera
llenado, como todo buen ciudadano, de un sentimiento de noble orgullo, i se habría
complacido en la consideración, que si en la común patria hai insensatos que quieren
mancillarla, hai también otros valientes que conservaran su honor puro.19
En pleno combate, , uno de los generales del motín —el comandante Reyes— anunció
la derrota del general Carrera en Petorca, acontecida un par de horas antes en la famosa
batalla de Petorca20. Esta noticia provocó la desarticulación inmediata del grupo amotinado
y la dispersión del pueblo. Adicionalmente, los amotinados sabían que en las cercanías
de la cuesta Chacabuco se aproximaba un batallón con 300 hombres provenientes de
Santiago y cuyo objetivo era reforzar la seguridad de San Felipe, por lo que era imposible
pensar en mantener en pie el motín con los recursos que se tenían, además de desvirtuarse
completamente el objetivo principal del alzamiento, dado que Carrera estaba derrotado y que
el ejército revolucionario se había dispersado por los montes aledaños. En definitiva, el grueso
del movimiento huyó en diferentes direcciones, no sin antes saquear diversas haciendas de
18. ANHCH, Benjamín Vicuña Mackenna, vol. 151, f. 64.
19. ANHCH, Ministerio del Interior, vol. 284, s.f.
20. La transcripción documental publicada en Milton Godoy, “Petorca y la guerra civil de 1851 a través
de la correspondencia de Manuel Montt”, Valles, revista de estudios regionales n.os 5/6 (1999-2000): 153-174,
entrega una importante selección documental para profundizar en los detalles de la batallab de Petorca.
Los pormenores políticos y estratégicos de aquel enfrentamiento son claves para entender el desenlace del
conflicto dos meses después.
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ricos vecinos adeptos al Gobierno21. Pocas horas después las autoridades centrales retomaron
el control de la provincia, non sin antes ejercer una fuerte persecución a los participantes,
abriendo una serie de sumarios por motín, sedición y conspiración a numerosos personajes
de la élite aconcagüina opositora, como también a milicianos y artesanos urbanos. Esta
insurrección popular no fue obra de inexpertos caudillos como afirmó el Gobierno días más
tarde, y como se ha sostenido en la escasa historiografía chilena sobre el tema.
Este levantamiento armado había sido arreglado por Joaquín Oliva, antiguo miembro
de la Sociedad de la Igualdad de San Felipe y actor principal en el motín del 5 de octubre
del año anterior. Oliva estableció un acuerdo en Santiago días antes, con el mayor Tomás
Concha, quien a su vez lo ratificó con Domingo Santa María y Miguel Guzmán22. Este último —precursor del motín— se encontraba en Santiago, relegado bajo una fianza de 600
pesos, que le había impuesto el intendente Fuenzalida haciendo uso de sus atribuciones
extraordinarias derivadas por la situación de estado de sitio en que se encontraba sumida la
provincia desde septiembre de 185123. Miguel Guzmán dificultosamente había emprendido
el viaje rumbo a San Felipe, con el objeto de preparar la llegada del general Carrera a la
provincia, y a medio camino le escribió una carta, en la cual explicaba su plan y le aconsejaba para que se apresurara y aprovechara el trabajo que habían hecho con los vecinos
y artesanos de San Felipe, los que sin duda —le insistía— “se unirían inmediatamente a la
causa revolucionaria”24.
Guzmán logró arribar a San Felipe, pero lamentablemente lo hizo al mismo tiempo en
que llegó la noticia de la derrota de la causa revolucionaria en Petorca, por lo que el rebelde
volvió de inmediato a Santiago. Ya en la capital, Guzmán fue arrestado y enviado al presidio
en la isla de Juan Fernández25. Tal vez Carrera nunca recibió la carta de Guzmán, tal vez
esta llegó tarde, no es muy claro. Pero sí es cierto, que el motín de San Felipe del 14 de
Octubre de 1851 no fue obra de alborotadores aislados sin una meta mayor; no fue solo
por desorden como lo afirmó Fuenzalida al Gobierno. Más bien, el motín fue un acto de
lealtad y convicción de Miguel Guzmán a la causa liberal, la que sin duda aglutinaba todo el
descontento social y político de la época manifestada en la organización y levantamiento
21. Hugo Castro Valdebenito, “Motín en Aconcagua”, 255.
22. ANHCH, Benjamín Vicuña Mackenna, vol. 151, f. 63.
23. Luego del motín de San Felipe el 5 de noviembre de 1850, la prensa opositora acusó al Gobierno de urdir un
plan que ofreciera motivos suficientes para decretar la prohibición de los clubes y sociedades que incentivaban
al pueblo y enardecían los ánimos populares con proclamas y provocaciones públicas. Al Respecto, el periódico
El Talquino escribió en su número 29 de 1850 que: “El paladión con que el partido retrógrado ha creído
cohonestar el estado de sitio impuesto sobre dos provincias para abrirse paso sobre la arbitrariedad i los golpes
de estado, es la revolución de Aconcagua; farsa ridícula premeditada por el gobierno i sostenida por la prensa
optimista del ministerio, cuando suspendidos por un injustificable abuso los periódicos de oposición, se arroja
el derecho de terjiversarlas cosas sin otro objeto que alucinar al público i reparar la defensa”.
24. ANHCH, Benjamín Vicuña Mackenna, vol. 151, f. 62.
25. ANHCH, Benjamín Vicuña Mackenna, vol. 151, f. 64.
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de un pequeño pueblo del valle de Aconcagua. De esta manera el 14 de octubre —fecha de
la batalla de Petorca— concluyó también el esfuerzo aconcagüino para acudir en ayuda
de los revolucionarios del norte —como se hacían llamar— y preparar la entrada de estos a la
ciudad de San Felipe, dando un certero y peligroso golpe al centralismo capitalino.
Este documento inédito, posee un gran valor para la historia regional de Chile y representa
un significativo aporte en la reconstrucción, interpretación y discusión historiográfica sobre los
hechos y acontecimientos de aquel período. La fuente documental transcrita a continuación,
comienza dando cuenta de los antecedentes del levantamiento. Al respecto, Pedro Antonio
Ramírez aporta ricos datos acerca de la posición de las tropas y de la cantidad y calidad de
su equipamiento en la zona central del país. Posteriormente, y de manera muy especial, el
autor detalla la forma como se llevó a cabo la insurrección, brindando información sobre los
preparativos de las maniobras ofensivas asumidas por los sublevados, a la vez que identifica
alos actores involucrados y puntualiza sus acciones durante las horas de convocatoria y combate
vividos en la plaza de armas de esta pequeña, pero no menos importante, ciudad chilena.
A continuación se transcribe el texto íntegro de la misiva aludida, conservado su
estructura ortográfica y sus usos literales. Se recomienda una lectura que considere que
dicho documento constituye un ejercicio de memoria escriturada y conservada por un actor
histórico que —una década después de ocurrido el motín— revivió sus recuerdos sobre los
hechos y su participación en ellos a solicitud de un historiador; condición que también debe
entenderse y por ende leerse con las prevenciones suficientes para realizar un ejercicio
crítico que tenga en cuenta la subjetividad e intencionalidad subyacente en quien narra su
versión, la cual plasmada en un papel nos llega a nosotros como fuente documental para la
historia regional de Aconcagua.
Carta de Pedro Antonio Ramírez a Benjamín Vicuña Mackenna sobre el
motín popular de San Felipe del 14 de octubre de 1851
S.D. Benjamin Vicuña Mackenna
S. Felipe, julio 19 de 1862
“Mi estimado amigo:
En cuanto a las noticias que me pide por su apreciable de junio último, sobre el movimiento
de S. Felipe ocurrido en la noche del 14 de octubre de 1851, le diré en pocas palabras lo
que recuerdo.
Luego que estalló la revolución de Coquimbo, principiaron las autoridades de este
Pueblo a perseguir a todos los hombres de valer que consideraban enemigos de la política.
Varios ciudadanos fueron aprisionados, como don José Plácido Zenteno i su hermano don
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Benigno; cuya prisión injusta y arbitraria trajo un disgusto jeneral en el departamento, i
mucho más en los hermanos de aquellos, don Julián i don José de la Cruz, que también se
hallaban ocultos por la persecución encarnizada que se les hacía. Estas incidencias, unidas
a las incidencias que recibíamos del Norte, de que la división de Coquimbo marchaba sobre
esta provincia, hicieron que yo i los Zenteno nos dispusiésemos a reunir algunos ciudadanos
para que se encaminasen a formar parte en aquella división. En esto estábamos en la
mañana del 14 de Octubre en un lugar oculto de mi hacienda, donde se hallaban reunidos
mi hijo don Ignacio Ramires, don Julián Zenteno, don Gregorio Almaiza i don José Ignacio
Gutierres formando el plan de salir pronto con jente al encuentro de los coquimbanos,
cuando en ese día recibí de un joven Artigas, de Santiago, una comunicación de los S.S. don
Miguel Guzmán i don Domingo Santamaría, para que a toda costa, nos pusiésemos sobre
las armas, a fin de facilitar al Jeneral Carrera su entrada a la provincia. En esa comunicación
se me decía que el triunfo de Carrera en Petorca era seguro, no solo por la buena tropa
que contaba su división, sino porque la fuerza de Aconcagua que se hallaba en las filas del
gobierno, separaría a las nuestras.
“Esta noticia que luego comuniqué a los amigos que en su escondite estaban formando
la expedición para el Norte, los llenó de entusiasmo i alegría. En el momento acordamos
escribir a mi hermano don José Ignacio Ramires que se hallaba escondido en S. Felipe, para
que con don Baldomero Lara i don Joaquin Oliva se preparasen con la jente a dar esa noche
un asalto en la ciudad, junto con los que yo me disponía a mandarles de Aconcagua Arriba.
“Los embarazos que se nos presentaban para ponernos de acuerdo con los de S. Felipe
i vernos con los hombres queridos de la población eran muchos.
Mientras el gobierno tenía guardias apostados en las boca calles principales de la ciudad
i las tropas acuarteladas en varios puntos i aun fuera del pueblo, los amigos que por nuestra
parte podían operar estaban ocultos i perseguidos. Con todo, i a pesar de tantos peligros,
pude hacer llegar a manos de mi hermano don José Ignacio i de mi amigo don José de la
Cruz Zenteno el citado proyecto. Estos, venciendo mil dificultades, pudieron al fin reunirse
a nosotros en mi hacienda como a las ocho de la noche, hora en que ya mi hijo don Ignacio,
don Julián Zenteno, don Dámaso Reyes, don Gregorio Almarza, don José Santos Contreras,
don José Antonio Gutierres i otros de mi casa, marchaban sobre S. Felipe sin más armas que
cuatro fuciles, tres escopetas i algunos malos sables.
“Advertiré a Ud. que cuando esto sucedía, ya nosotros estábamos informados que de
Santiago venían 300 hombres del gobierno a resguardar a S. Felipe; i que esta fuerza estaba
por pasar la cuesta de Chacabuco como a las ocho de la noche, según los bomberos que el
joven don José Santos Contreras había organizado para saber la hora en que aquella podía
caer sobre esta ciudad. Con todos estos peligros i por ser leales a la buena causa que defendíamos y las exigencias de aquellos S.S. que me escribieron con el joven Artigas, apuramos
con mas empeño i entusiasmo nuestra empresa.
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El grupo que salió de mi hacienda i al cual se reunio mi anciano hermano don Jose Ignacio i
don Jose de la Cruz Zenteno, acordó ser comandado por don Jose Antonio Gutiérrez, como uno
de los oficiales de línea del batallón Chacabuco, que se había sublevado en su mismo cuartel.
En esta disposición se dirigieron sobre S. Felipe, contando con que alla serian apoyados
por el pueblo, i con que algunos sarjentos del escuadrón del Comandante Villarroel, que
se hallaba acuartelado en la misma ciudad, i a quienes yo había hecho prevenir del asalto,
estarían prontos a secundarlos.
“Con estos precedentes la fuerza reunida en mi hacienda siguió su marcha, engrosando sus filas poco apoco en el camino, con los patriotas que voluntariamente se iban
agregando. Cuando esta fuerza llego a la casa del Comandante don Domingo Luco del
Castillo, que dista legua i media de la ciudad, ya nuestro grupo pasaba de 40 individuos.
En esta casa habían acuartelados 100 hombres del escuadrón de Luco, i una guardia en
la calle para impedir el tránsito del que no les convenía. Esta guardia que obstruía el
paso de nuestro grupo, hubo que desalojarla a viva fuerza i descargar algunos fusiles
para intimidar al centinela que defendía su puesto. A estos tiros lanzados al aire para no
ofender a dicho centinela, la tropa que velaba dentro de la casa comenzó a dispersarse,
con lo cual pudieron los nuestros penetrar sin riesgo en ella, tomar las lanzas que allí
existían i recoger de la viña los soldados y algunos oficiales dispersos que se encontraron.
Al grito májico de viva Cruz, nadie se resistia. Este asalto conseguido sin sangre i sin daño
de ningún jenero, engroso nuestras filas i aumentó nuestras armas.
Con todos estos elementos, nuestra fuerza siguió su camino para S. Felipe. Cuando llegó
a la cabecera del pueblo, fue interrumpida por el grito de un centinela que se hallaba en la
boca-calle, i como de nuestra parte nada se respondió, i la luz clara de la luna dejaba ver a
la distancia el grueso de nuestra tropa, ese centinela i demás guardias de dicho punto, se
pusieron en fuga todo escape con dirección al cuartel establecido en la chacra de don Blas
Mardones, al Norte de la Cañada de Yungay en donde el Comandante Villarroel se hallaba
acuartelado con su escuadrón.
Este incidente hizo que nuestros soldados se precipitasen a toda furia sobre la tropa
acuartelada antes que su jefe organisara i preparase alguna resistencia. Efectivamente,
el cálculo no se erró, porque antes que ello sucediese, nuestra tropa atropelló por
encima de cuanto se le opuso i penetró en el cuartel. A los gritos de nuestros soldados
i a los vivas que daban al General Cruz i a los mismos hombres que los acaudillaban, la
jente asaltada se pronunció en acto en fabor del movimiento. El comandante Villarroel
que no pudo contener el entusiasmo de su tropa; i que en el acto se vio desobedecido,
no tuvo más arbitrio para salvar del conflicto, que manifestarse dócil i suplicante a las
exijencias de nuestro jefe. La saña que había contra Villarroel era tan pronunciada que
para escaparlo del furor de los soldados fue preciso que mi hijo intercediera por él i lo
dejara escapar.
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“Mientras que los nuestros organizaban la fuerza tomada, i se ponia todo a nuestra
disposición, el intendente don Juan Francisco Fuenzalida avisado del movimiento por el
mismo Villarroel se metió en el acto en el cuartel de infantería, situado en la plaza, en donde
solo tenía de servicio cuarenta hombres de Los Andes, bien amunicionados.
Acertada la toma del escuadrón de Villaroel i replegada la fuerza de 300 hombres a la
nuestra, se encamino todo sobre el cuartel de infantería. Cuando esta llego al centro de la
ciudad, que sería como a las doce de la noche, la jente brotaba por todas partes pidiendo
armas para el combate i gritando ¡Viva Cruz! El entusiasmo que toda la población manifestó
en aquel acto, es indescriptible.
“Luego que nuestra tropa penetró en la plaza, don Damaso Reyes, que fue proclamado
comandante en el escuadron de la Cañada, mando intimar rendición a la guardia de la Cárcel
con el oficial de caballería don Anselmo Aguilar i con otros que lo acompañaron.
La respuesta que aquella dio fue una descarga de fusiles que hizo sobre ellos; en la
cual cayó muerto Aguilar en el mismo sitio, atravesado por una bala. Con este suceso se
trabo un largo combate de fusilería entre unos i otros; i aunque esta lucha era desigual
porque nuestros tiradoradores no eran mas que siete, no por eso dejaron de hacer un fuego
vivísimo sobre un enemigo que hacia llover las balas, i a fabor de muchas armas i de las
murallas en que se guarecían.
En este estado se encontraba el movimiento cuando llega a manos del Comandante
Reyes una comunicación que el valeroso Portus había interceptado, dirijida desde Petorca
al Intendente de Aconcagua, en que le daban por parte que la división del gobierno había
triunfado i que las fuerzas del jeneral Carrera habían sido desechas completamente. Esta
fatal noticia dió motivo a que nuestro jefe hiciera tocar retirada, i decir a sus amigos lo que
sucedía, para que cada cual escapara como pudiese. Evacuada la plaza por nuestras fuerzas,
llegó la de Santiago como a la hora i media después, i no encontró en todo el pueblo, mas
que las exajeraciones apasionadas de nuestros enemigos.
“Se me olvidaba mencionar que cuando nuestra tropa llego a la cañada de Yungay, i de
allí partió a toda carrera sobre el cuartel de Villarroel, mi hermano don Jose Ignacio tubo
en esas circunstancias que separarse de la división de que formaba parte, en una quinta de
la cañada del poniente, a decirle que viniera a tomar el mando de nuestras fuerzas; i que
esta separación urjente i necesaria lo tubo en el mayor peligro, porque habiendo todavía en
esa hora una doble guardia del gobierno en la boca-calle del Rincón, le dieron una lanzada
en un cuadril, que aunque la herida fue por fortuna leve, le hecharon a tierra del golpe i le
quitaron el caballo encillado.
“Indicaré también que en aquel año de 1851, se dijo por algunos de nuestros
correlijionarios, que el movimiento de S. Felipe no había sido mas que una locura i un
descalabro de sus autores. Pero U. por la relación fiel que le hago de estos sucesos, verá
todo lo contrario, i lo verá no solo por la desesperación en que se hallaban los hombres
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perseguidos, sino porque con este movimiento de armas, se le preparaba un buen lugar
al general Carrera para su campaña en esta ciudad; i sobre todo, porque el doctor Guzman
nos había escrito diciendonos que, de los 300 hombres que de Santiago venían a S. Felipe,
200 estaban convenidos en pronunciarse a nuestro favor en el acto de llegar. El acuerdo de
este pronunciamiento había sido arreglado por Oliva, pocos días antes en Santiago con el
mayor Tomás Concha, que comandaba el cuerpo de policiales, i este lo ratificó después en
precencia del Dr. Guzman i del Sr. Santamaría.
“El citado doctor se encontraba en aquel entonces en Santiago, confinado por orden del
Intendente Fuenzalida, bajo una fianza de 600 pesos, en virtud de facultades estraordinarias.
Su decisión por la buena causa i el deseo de prestar su servicio a tiempo a la revolución
del Norte, lo decidió a emprender un viaje a S. Felipe, haciéndolo por caminos estraviados
i dejándose caer por los Cerros de Panquehue, desde donde hizo un propio a Carrera
dándole cuenta de lo que iba a operase en aquella noche, i estimulando a que avanzara para
aprovecharse del trabajo que los vecinos de S. Felipe le tenían preparado.
Guzman, venciendo mil dificultades, pudo entrar a S. Felipe en los momentos en que
todo se desbarataba a consecuencias del descalabro de Carrera en Petorca, i no pudiendo
ya prestar servicio alguno, regreso a Santiago. En seguida de esto fue dicho Guzmán denunciado a Fuenzalida por un argentino Lino Ahumada. El intendente dio cuenta al gobierno
de este denuncio; i la policía de la Capital se apodero de su persona, lo encarceló i después
de 30 dias de prisión, fue confinado a la isla de Juan Fernandez, de donde pudo escaparse
con algunos de sus amigos en un buque norteamericano, merced a un servicio médico que
prestó a su capitán, quien condujo al puerto del Callao a los escapados de la isla.
No cerrare esta carta sin esponer que, concluido el peno o drama del movimiento siguió
al otro día la persecución a muerte de los hombres que figuraron en la escena, empleando
varios pobres y soldados el castigo cruel de palos i azotes que les hicieron aplicar en la
cárcel i en los cuarteles. A mi aunque nadie denunció la parte que tomé en mi hacienda en
las maniobras de la empresa, me desterraron sin embargo a Mendoza por algunos meses. Mi
hermano i mi hijo emigraron también al mismo lugar, junto con los demas amigos que tomaron armas en la contienda; en donde permanecieron los mas notables i comprometidos
hasta el año 58 en que por la ley de amnistia del 57 regresaron a sus hogares para volver a
emigrar el 59 por el movimiento del 12 de Febrero en la Capital.
“Todo lo espuesto, es la verdad de lo que con fijesa recuerdo en estas circunstancias, i
cuanto puedo esplicar sobre el particular.
Deseo que se halle U. bueno i que disponga de su atento amigo i S.S
Pedro Antonio Ramírez
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Referencias
Fuentes primarias
Archivos
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Fuentes secundarias
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[11]
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?
Cómo citar / How to cite item
Castro Valdebenito, Hugo. “Aconcagüinos en la historia de
Chile: carta de Pedro Antonio Ramírez a Benjamín Vicuña
Mackenna sobre el motín popular de San Felipe del 14
de octubre de 1851”. Historia y Sociedad n.o 36 (2019):
271-286. http://dx.doi.org/10.15446/hys.n36.66664
Hist.Soc. 36 (enero-junio de 2019), pp. 271-286
ISSN: 0121-8417 / E-ISSN: 2357-4720