Arqueología medieval en Guadalajara.
Agua, paisaje y cultura material
Guillermo García-Contreras Ruiz
y Lauro Olmo Enciso
[eds.]
G R A N A D A – 2018
Nakla
Colección de Arqueología y Patrimonio
22
Dirección
Antonio Malpica Cuello
Profesor de Arqueología Medieval de la Universidad de Granada
Grupo de Investigación «Toponimia, Historia y Arqueología
del Reino de Granada»
© Del texto: los autores
© De la presente edición: Alhulia, S.L.
Plaza de Rafael Alberti, 1
Tel./fax: 958 82 83 01
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ISBN: 978-84-949588-8-5
Depósito Legal: Gr. 1.602-2018
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6
ÍNDICE
La celebración del Primer Congreso de Arqueología Medieval
de la provincia de Guadalajara .........................................................
Guillermo García-Contreras Ruiz y Lauro Olmo Enciso
11
La Arqueología del Paisaje medieval. Formaciones sociales
y agroecosistemas en la Península Ibérica .........................................
Antonio Malpica Cuello
23
La huella de la Historia en tierras de Guadalajara: Fuentes documentales
para el estudio de la Arqueología .....................................................
Amparo Donderis Guastavino
43
La producción y uso del vidrio visigodo en Recópolis. Siglos VI y VII. ........
Amaya Gómez de la Torre-Verdejo
Paisaje y reconstrucción paleoambiental de la época medieval
en la provincia de Guadalajara: Recópolis ........................................
M.ª Blanca Ruiz Zapata, M.ª José Gil García
y Lauro Olmo Enciso
Construcción del Paisaje Andalusí en la zona occidental de los Banu Salim
Silvia Berrica
67
99
113
Cerámicas andalusíes en prospección: identificación y propuestas
de estudio para la provincia de Guadalajara .....................................
Susana Ramírez Garrido y Cristina Martínez Álvarez
139
Madīnat al Fara•/Wãd¶-l-Hi•ãra. Datos arqueológicos para definir
la Guadalajara andalusí ....................................................................
Miguel Ángel Cuadrado Prieto y María Luz Crespo Cano
161
7
Índice
Poblamiento rural y gestión del agua en la Marca Media de al-Andalus:
El «Val de la Riva» en el Alto Henares ..............................................
Guillermo García-Contreras Ruiz
199
La torre de la laguna de Hortezuela de Océn .............................................
Antonio Batanero Nieto e Israel Jacobo Alcón García
233
Paisaje y poblamiento medieval en la Alcarria Sur: La Sierra de Altomira ...
Álvaro Piña Pérez
249
Almoguera en época medieval. Materialidad arqueológica
y fuentes escritas ..............................................................................
Irina Rubio Cano y Marcos Ruiz Balboa
Intervenciones arqueológicas en el castillo de Jadraque (Guadalajara) ........
Manuel Retuerce Velasco y Germán Prieto Vázquez
263
277
Nuevas aportaciones arqueológicas en el cerro
del Castillo de Trillo (Guadalajara) ..................................................
Antonio Batanero Nieto
307
Procesos de ocupación y explotación de un territorio medieval del interior
peninsular: El Alto Tajo ...................................................................
Joaquín Checa Herraiz
315
Una suplantación social del espacio. Arqueologías de la conquista feudal
en la región de Molina de Aragón ....................................................
Julián M. Ortega Ortega y Jesús A. Arenas Esteban
341
Santa María de Bonaval: memoria de un monasterio .................................
Esther Valiente Ochoa
379
Naturaleza y vida en el arte románico de Guadalajara ................................
Antonio Herrera Casado
405
El análisis de los territorios medievales a través de sus límites:
Cruces, hitos y mojones en Guadalajara...........................................
Pedro J. Ripoll Vivancos
8
415
Índice
Agua y culto en el Alto Henares.................................................................
Marcos Nieto Jiménez y Daniel Pérez Moreno
431
Los molinos de El Sotillo (Guadalajara), agua y poblamiento medieval
en la Alcarría ...................................................................................
Antonio Batanero Nieto e Israel Jacobo Alcón García
445
Secuencias constructivas y relaciones artísticas de las atalayas
e iglesia de San Miguel de Barcones .................................................
Herbert González Zymla
459
INTERVENCIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL CASTILLO DE JADRAQUE
(GUADALAJARA)
MANUEL RETUERCE VELASCO 1
GERMÁN PRIETO VÁZQUEZ 2
Dpto. de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología. Facultad de Geografía e Historia.
Universidad Complutense de Madrid. manuretu@ucm.es
2
gerpriva@gmail.com
1
1. Introducción
Las labores de supervisión y excavación arqueológica realizadas en el castillo de
Jadraque (Guadalajara) se efectuaron en dos fases: la primera, entre los meses de agosto
de 2002 y marzo de 2003, y la segunda, entre octubre de 2006 y julio de 2007. Se
trataba de valorar desde el punto de vista arqueológico e histórico las actuaciones de
restauración que se debían ejecutar en la fortaleza y que se encuadraban dentro de la fase
denominada: Obras de Emergencia y Consolidación de muros y zonas en peligro del Castillo
de Jadraque, dirigida por el arquitecto Carlos Clemente Sanromá, y que, promovida
por el Ayuntamiento de Jadraque, como titular del castillo, estaba encaminada a la
elaboración de un proyecto de recuperación de la fortaleza dentro de los Planes del 1
por ciento Cultural de los Ministerios de Cultura y Fomento.
Los trabajos, por muy diversos motivos, principalmente el económico, se
interrumpieron bruscamente a principios del mes de abril de 2003; quedando
inconcluso, y en algunas zonas literalmente a medias, todo el proceso de investigación
y documentación arqueológica.
Tres años después, en octubre de 2006, se reanudaron los trabajos y estudios
previos a la recuperación de la fortaleza, englobados en una segunda fase de restauración,
una vez incluido el castillo de Jadraque dentro de los Planes de 1 por ciento Cultural
de los Ministerios de Cultura y Fomento. En este contexto y ya con la obra iniciada, se
llevó a cabo una segunda campaña de excavación arqueológica, que se prolongó hasta
el mes de julio de 2007. En ella se procedió a realizar las tareas de documentación
gráfica y planimétrica que habían sido iniciadas en la campaña anterior y se actuó en
las zonas que habían quedado a medias. Además, se investigaron áreas nuevas cuyo
conocimiento era necesario para la ejecución de los trabajos específicos de la restauración
una vez iniciada esta (fig. 1).
Tras el abandono durante más de tres años del castillo, desde el punto de vista
arqueológico, la labor de recuperación del estado en que habían quedado las zonas
excavadas y no concluidas en su momento resultó en ocasiones extremadamente difícil.
A la degradación de estructuras arqueológicas, como consecuencia lógica de ese hiato en
los trabajos entre 2003 y 2007, se unieron las ocasionadas en esos tres años por diversas
actuaciones realizadas en el castillo sin supervisión arqueológica, que desvirtuaron
diversos elementos que se descubrieron en la campaña de 2002 y 2003, y que alteraron
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Intervenciones arqueológicas en el castillo de Jadraque (Guadalajara)
280
Fig. 1. Esquema general del castillo con la barrera. Restos de un paramento andalusí
Manuel Retuerce Velasco / Germán Prieto Vázquez
o hicieron desaparecer estratos, en su momento identificados pero no excavados. Tal
fue el caso del relevantamiento de una serie de hiladas sobre el negativo de la fosa de
cimentación de la torre pentagonal y la construcción de cimientos y muros de atado en
la zona palacial. Además, el vertido de escombros y la dejadez de las visitas incontroladas
modificaron e incluso destruyeron estructuras localizadas durante la primera campaña.
La excavación y la supervisión arqueológica se llevaron a cabo en toda la fortaleza.
Así, se desescombró la zona exterior de la barrera, se limpió y excavó todo el espacio
de la liza y se investigó todo el área intramuros de la fortaleza. Quedó por intervenir
en la zona externa del acceso, lo que estaba previsto acometer una vez finalizados los
trabajos de restauración que se iban a realizar en el interior. El trabajo de campo fue la
etapa inicial de un largo proceso que continuó en el laboratorio: análisis de los datos
obtenidos, puesta a punto de la documentación gráfica y escrita, coordinación de la
misma; estudio de las secuencias estratigráficas y de los materiales de diversa índole
recogidos, etc. 3.
2. Exterior del castillo: liza y barrera
Antes de la intervención arqueológica, los únicos elementos visibles de la barrera
eran tres cubos semicirculares que afloraban unos 2 metros de la superficie. Los muros
que los deberían unir no estaban a la vista, como tampoco dos cubos más que debían
existir, siguiendo el modelo de barrera que reproduce con exactitud la planta del castillo
que defiende. Del análisis de la documentación fotográfica disponible, sobre todo de la
procedente de los vuelos aéreos más antiguos, se podía deducir con nitidez la existencia
de un trazado bastante completo de la barrera perimetral en lo que se refiere a la cara
interna, así como la constatación de que al menos quedaban las trazas de los dos cubos
que permanecían completamente ocultos.
Con el fin de poner al descubierto la planta de la barrera y comprobar su estado
de conservación, la labor arqueológica se inició con la apertura de unas zanjas al exterior
de la misma que, además de verificar su estado, permitiría conocer el carácter de la
estratigrafía. Tras comprobar que los elementos pertenecientes a la barrera estaban
ocultos, fundamentalmente por el escombro procedente de los arrojos de tierras
del interior del castillo realizados durante las restauraciones de los años 70 y 80, se
En todo el proceso fue fundamental el trabajo de un grupo de arqueólogos. Nuestro
agradecimiento es para ellos: José María Barranco Ribot, María Eugenia Delgado Arceo y Gloria Martínez
González (1.ª fase); y Carlos Cauce Cañizares, Luis Alejandro García García, Diego Lucendo Díaz,
Manuel Melero Serrano y Tomás Torres González (2.ª fase).
3
281
Intervenciones arqueológicas en el castillo de Jadraque (Guadalajara)
Fig. 2. Fotografía aérea durante la intervención
consideró que no había ningún peligro en que se pudiera abrir un camino perimetral en
torno a la barrera mediante medios mecánicos, que fueron supervisados y controlados
arqueológicamente. El objeto de este camino era, por otra parte, permitir el acceso
a cualquier punto de la barrera para así poder conocer la totalidad de su recorrido
y alzado. Así mismo, este camino podía servir como plataforma que facilitara en su
momento los trabajos de restauración. Interesa destacar que el camino perimetral se
realizó con el mismo escombro que iba siendo retirado de la barrera y del vaciado de
la liza, explanándolo y dándole una anchura adecuada para el paso de máquinas. En
ningún caso se tocó o alteró la topografía original del cerro sobre el que se asienta el
castillo y sus estructuras defensivas (fig. 2).
Los sondeos proyectados al interior de la barrera —es decir, en la liza— se
realizaron junto a la torre cuadrangular alamborada. Se confirmó la presencia de
materiales procedentes de las diferente intervenciones contemporáneas realizadas en
el castillo, alcanzando en algunos puntos una potencia de más de 1 metro. Por ello,
se desescombró la liza con medios mecánicos, comprobándose que en algunas zonas
afloraba directamente la roca caliza, casi siempre muy degradada y en mal estado, lo
que en nuestra opinión supone un grave peligro para la estabilidad de los tramos del
282
Manuel Retuerce Velasco / Germán Prieto Vázquez
paramento del castillo que en ella apoyan, haciendo necesaria una labor de fijación y
consolidación. En algunos sectores de la liza, el cascote daba paso a estratos antiguos
de indudable interés arqueológico que se excavaron manualmente. Nos referiremos a
ellos más adelante.
El desescombro dio como resultado la localización de la mayor parte del trazado
de la barrera, incluidos los cimientos de los dos cubos situados al suroeste que estaban
completamente ocultos por el escombro. Según las previsiones, rodea casi la totalidad
de la fortaleza. Y más exactamente, los dos tercios más septentrionales; no habiendo
sido localizada, por el momento, en el área frontera al patio de armas y en la zona de
acceso al castillo —zona, esta última, aún por excavar—. Es decir, la barrera viene a
coincidir con el castillo en sí o zona señorial.
La cara interior de la barrera se encontró, en planta, en todo su trazado,
incluyendo los sillares de esquina que unen los tramos rectos con los curvos. La magnitud
del alzado varía: en algunos casos solamente se conserva el cimiento y en otros llega
a más de 1 metro de altura. La cara externa, sin embargo, solo se pudo documentar,
además de en los cubos, en algunos tramos rectos concretos. El hecho de que apenas se
hallaran, en los estratos de escombro y en las tierras retiradas, elementos que pudieran
haber formado parte del aparejo de los muros, nos lleva a concluir que la desaparición
de la cara externa se debe al expolio de los materiales para reaprovecharlos en otras
edificaciones; tal como suele ser habitual que suceda en muchas fortalezas (figs. 3 y 4).
El aparejo de la barrera (fig. 5), en los paños rectos, es de mampostería
desconcertada con un llagueado de mortero fino en las juntas aplicado, probablemente,
con palustrilla. A pesar de que los alzados conservados son escasos, sí que marcan un
criterio nítido a la hora de restaurar la cara externa.
En conjunto, este elemento defensivo sigue los modelos establecidos por la
Escuela de Juan Guas: barrera que rodea un castillo reproduciendo exactamente el
dibujo de este, sin cubos ni torreones estructurales y definidos; y que es muy diferente
del modelo tradicional castellano, en el que la barrera cuenta con cubos o torreones
propios. Ello hace muy verosímil que este artista, tan ligado a la Casa de los Mendoza,
u otra persona de su escuela, pudiera haber sido su artífice. En este caso, a diferencia de
lo que sucede en otros castillos situados en terreno llano, incluso, el modelo y premisas
de la geometría vencen y solucionan sin ninguna cortapisa a las dificultades del terreno
abrupto donde se levanta. Así, en el castillo de Jadraque, tanto los tramos rectos como
los circulares de la barrera montan, cortan o se adosan, según el punto concreto de
que se trate, a la roca del cerro.
Como se ha indicado, durante la excavación de la liza, se encontraron estratos
intactos. Algunos pertenecen al momento de construcción de la barrera y se localizan
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Intervenciones arqueológicas en el castillo de Jadraque (Guadalajara)
Fig. 3. Vista de la barrera y la liza en la zona sureste del castillo
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Manuel Retuerce Velasco / Germán Prieto Vázquez
Fig. 4. Restos de la barrera y la liza en el lado noroeste del cerro
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Intervenciones arqueológicas en el castillo de Jadraque (Guadalajara)
Fig. 5. Detalle de uno de los tramos con restos de la barrera en la que se aprecia la cara externa
fundamentalmente en las inmediaciones de la torre alamborada. Aquí, el espacio entre
la barrera y el paramento del castillo se rellenó con una mezcla de tierras y cal, dando
lugar a una especie de tapial muy compactado que ha proporcionado abundante material
arqueológico de diversas cronologías. Predominan piezas cerámicas bajomedievales
y monedas, materiales andalusíes, entre los que destacan algunos de época omeya,
y fragmentos prehistóricos de la Edad del Bronce y del Hierro. Materiales similares
aparecen en los estratos que colmataban algunos de los cubos de la barrera.
En la liza, un espacio de topografía abrupta e irregular, no se encontraron restos
de pavimentos o de acondicionamientos que lo hicieran nunca fácilmente transitable.
En algunos sectores, los más llanos, que coinciden con los apoyos de los paramentos
del castillo, quedan restos de estructuras negativas de planta circular: se trata de hoyas
muy arrasadas y colmatadas con material antrópico de la Edad del Hierro o de época
andalusí. Algunas están cortadas por la muralla del siglo XV y son un pequeño anticipo
de un gran conjunto de estructuras de este tipo, cerca de un centenar, que se localizaron
y excavaron en el interior de la fortaleza.
286
Manuel Retuerce Velasco / Germán Prieto Vázquez
En el frente sureste de la liza, la irregularidad del terreno da lugar a cárcavas y
oquedades propias de la erosión de las formaciones calizas. Aquí aparecieron abundantes
restos cerámicos de época prehistórica, todos ellos in situ. Se trata de piezas enteras, la
mayor parte de ellas completamente aplastadas, tal vez por las labores de construcción
de la barrera, pero en algunos casos las cerámicas se conservaron completas al estar
protegidas por las viseras del terreno (figs. 6 y 7). Todas están colocadas directamente
sobre la roca; apareciendo esta alterada por la acción del fuego, no así las cerámicas. No
se han localizado restos de estructuras constructivas o de otro tipo que pudieran estar
en relación con estas acumulaciones y tampoco hay en toda el área excavada del cerro
hallazgos cerámicos tan completos y abundantes como estos. Sin duda, en el conjunto
del yacimiento, esta zona es una de las mejor protegidas de los vientos dominantes que
barren el cerro, pero lo escarpado del terreno y la ausencia de acondicionamientos del
mismo no permiten concluir que se trate de una zona de hábitat, ni siquiera ocasional,
del cual quedan restos probables en lo alto del cerro, como veremos. La concentración
de piezas, la presencia de cenizas en torno a algunas de ellas, sin que estén quemadas, y
la calcinación de la roca en algunos puntos, incluidas las cárcavas, nos hace pensar que
Fig. 6. Vista general de las acumulaciones de cerámica prehistórica de la liza sureste.
A la derecha, la base de la barrera
287
Intervenciones arqueológicas en el castillo de Jadraque (Guadalajara)
Fig. 7. Detalle de una de las cárcavas naturales de la liza sureste,
con las piezas cerámicas prehistóricas in situ
Fig. 8- Estructura altomedieval encontrada en la liza norte
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Manuel Retuerce Velasco / Germán Prieto Vázquez
pueda tratarse de un lugar idóneo para la realización de ofrendas y que pueda tratarse,
pues, de una zona utilizada a modo de santuario.
También durante la excavación de la liza apareció una muy interesante estructura
en la esquina noroeste del cerro, a una cota más baja y en una posición más exterior
que los cimientos del castillo del siglo XV. Se trata de un muro de cerca de 3 metros
de largo que, a modo de apeo y embutido, une dos salientes de la roca del cerro. Sus
trazas, de mampostería de pequeño tamaño dispuesta en hiladas de poca altura y con
ripios diversos, apunta a una cronología alto o pleno medieval (andalusí o cristiana
antigua). Por tanto, se trata de un nuevo elemento constructivo con una cronología
medieval (alta o plena), de los pocos que han quedado en el cerro, anteriores al castillo
del siglo XV (fig. 8).
3. Interior del castillo
3.1. El área palacial
En esta zona se procedió inicialmente a la limpieza completa del interior,
eliminando acumulaciones de escombros, delimitándose un conjunto de pavimentos
de cantos rodados, cuya disposición y tratamiento, decorados con encintados del
mismo material, permitieron individualizar zonas de uso diferente: ya sean patios
exteriores y descubiertos o zonas de paso (fig. 9). Las áreas en las que no existían
pavimentos denotaban la presencia de estructuras y recintos desaparecidos o arrasados.
Estos pavimentos suponen el último uso del castillo y su origen está vinculado con
algún tipo de ocupación militar que hasta el momento no ha sido posible fechar con
concreción, pero que probablemente esté relacionada con la Guerra de Sucesión o con
la de la Independencia; momentos en los que la zona de Jadraque fue un importante
centro de operaciones militares.
La zona nororiental del castillo de Jadraque fue transformada en un conjunto
palacial por el cardenal Mendoza, dotándole de unas dependencias residenciales
precedidas de un patio porticado en forma de U del que tan solo se conserva la basa
de la esquina en uno de los extremos. Concretar la planta de este patio y la localización
de restos con él relacionados fue uno de los objetivos iniciales de la excavación. La
zona central del patio está ocupada por un aljibe contemporáneo del área palacial que
se cubrió con un forjado de hormigón, realizado en la última restauración del castillo
en los años 80 del siglo pasado. Salvo el sector del aljibe y la fosa que hubo de hacerse
para acoplar el forjado, toda la zona del patio porticado se hallaba pavimentada con
cantos rodados, con unos encintados en forma de espiga cuyo módulo se articulaba
en función del único elemento conservado: el pórtico. El pavimento se interrumpía
en una línea recta en el lado suroccidental, en lo que resultó ser la zanja de robo de
289
Intervenciones arqueológicas en el castillo de Jadraque (Guadalajara)
Fig. 9. Distribución de los pavimentos de cantos rodados
y otros detalles constructivos de la zona palacial
un muro que constituía el cierre del patio. Zanja que, por otra parte, daba paso a otro
de los pavimentos de cantos rodados cuyos encintados definían otro dibujo y eran de
fragmentos de caliza. Hacia el noroeste, los cantos rodados morían en un tabique hecho
de yesos que regularizaba la planta inicial del castillo en esta zona.
En el sector de la residencia palacial, situada en el extremo nororiental, los trabajos
previstos en el proyecto contemplaban el desescombro y limpieza de toda la zona con
la intención de documentar la planta de las habitaciones. Se verificó que durante las
intervenciones anteriores desaparecieron casi por completo las estructuras que hubo,
como queda patente comparando el estado actual con fotografías aéreas oblicuas en las
que son perceptibles muros y recintos ya inexistentes. No obstante, se pudo determinar
la estructura básica del área residencial en función de los restos hallados y del análisis
de los paramentos del castillo. De esta forma, el palacio se articulaba en tres crujías,
de las que se mantienen las trazas de separación: en algún caso, se conservan cimientos
y parte de los alzados que denotan su posterioridad constructiva con respecto a la
edificación del castillo. En las dos centrales permanece el alma caliza del arranque de
290
Manuel Retuerce Velasco / Germán Prieto Vázquez
los muros que las separaban. Del estudio de los paramentos del castillo se desprende
que existieron tres plantas, que se reflejan en los mechinales de los forjados y en los
ventanales abiertos en los muros del castillo; ventanales que fueron modificados a lo
largo del tiempo.
La construcción de la zona residencial implicó que en todo el área se hiciera un
vaciado de la roca. Todo ello, a costa del terreno original del cerro, con el fin de ganar
altura a las habitaciones y, sobre todo, en el espacio que se convertiría en la planta baja;
una zona esta que, en todo caso, posee una altura que la hacía apropiada para ser un
espacio de almacenaje o servicios, más que de residencia. De los intervalos que definen
las líneas de mechinales y de la altura de los ventanales contemporáneos del palacio se
desprende que el conjunto del edificio debería de superar en unos 2,5 ó 3 metros la
cota actual más elevada del castillo en este lugar; de lo que se concluye que los muros
del castillo y las torres fueron en esta parte al menos, más altos, y, por lo tanto, la vista
del conjunto desde el valle era mucho más esbelta.
En la crujía más suroccidental quedaron en pie los restos de unos recintos
situados en lo que se puede considerar una especie de semisótano, realizados con
tabicones de yeso y ladrillos. Se accede a ellos a través de dos escaleras laterales hechas
con los mismos materiales y situadas junto a los muros del castillo. Su construcción
implicó la ruptura del muro que cerraba originalmente esta crujía y que separaba la
zona residencial del patio porticado. Se trata de unos ámbitos reducidos, a diversas
alturas, que rodean espacios centrales más amplios. Tienen una difícil interpretación
en cuanto a su uso y función, así como a su cronología. Es evidente, sin embargo,
que no tienen nada que ver con la zona palacial y que se trata de un aprovechamiento
del espacio definido por la crujía más suroccidental. Tal como hemos indicado, su
construcción se hizo rompiendo uno de los muros para facilitar el acceso y, además,
se adosaron en su estructura a los enfoscados que sí pueden ser considerados como
contemporáneos al palacio.
Estos pequeños recintos, que se organizan en torno a dos espacios centrales
contiguos, están pavimentados con una potente capa de mortero; forman un conjunto
de nichos que pueden ser identificados como almacenes —tal vez de armas—, que
son estratigráficamente contemporáneos a los pavimentos de cantos rodados. Como
estos, su cronología no es anterior al siglo XVII. Como se ha indicado, no hay que
olvidar que el castillo de Jadraque estuvo íntimamente ligado a los sucesos bélicos
desarrollados en la comarca durante los siglos XVIII y XIX: Guerras de Sucesión,
Independencia y Carlistas. Periodos estos en los que el castillo pudo convertirse en
un recinto con carácter militar o en un acuartelamiento; manteniéndose aún las
dependencias residenciales del palacio renacentista, pero habiendo sido ya expoliados
la mayor parte de los elementos del pórtico.
291
Intervenciones arqueológicas en el castillo de Jadraque (Guadalajara)
Efectivamente, tras levantar el pavimento de cantos rodados se hallaron suelos de
yeso y mortero (fig. 9) que cubrían estratos de relleno que se utilizaron para igualar el
terreno. Bajo ellos, otros estratos estaban horadados por pequeñas fosas rellenadas de
un mortero amarillento y piedras que pudieron ser identificados como los cimientos
de los pilares de las arcadas del patio porticado. Desafortunadamente, la gran mayoría
de ellos desaparecieron por la obra de remodelación del aljibe en los años 80 del siglo
XX, pero no obstante fue posible determinar el número de arcadas de los pórticos:
cuatro en el lado más estrecho y cinco en el más largo. La planta del patio porticado
tiene forma de U; sin crujía y con arcadas del lado de la fachada, que estaba situada en
el lado suroccidental. Una zona donde se encontró la zanja de expolio del muro y los
restos de los cimientos del cierre por este lado.
El hallazgo de fragmentos de salmeres, de dovelas, de trozos de piedra
decorados, tanto en los rellenos de escombro de la liza como en la excavación, así
como la presencia en el interior del aljibe de otros elementos constructivos —algunos
con restos ornamentales— han permitido reconstruir con precisión el aspecto de los
pórticos (fig. 9) 4. Así, las galerías porticadas se organizaban con juegos de arcadas en
dos alturas que se coronaban con una balaustrada cuyos segmentos estaban separados
con columnas que probablemente soportaban una cubierta, muy posiblemente de
madera.
También fue posible determinar que los tabiques de yeso y piedras en los
que morían los cantos rodados, adosados al muro de sillares del castillo (fig. 9), son
contemporáneos de la construcción del palacio y tenían por objeto regularizar la planta
inicial impuesta por el plano de la fortaleza, proporcionando así una línea simétrica y
paralela al paramento opuesto del castillo: con ello se dio lugar a un espacio rectangular
exacto en el que edificar el patio porticado. De todo ello se desprende, sin ningún género
de dudas, algo ya observado en la zona residencial: cuando se construye el castillo no
estaba prevista la edificación del palacio; siendo este, por tanto, una obra posterior
que obligó a modificar o corregir elementos originales de la fortaleza, bien fueran
estructuras que regularizasen la planta original, ya fuera rompiendo los paramentos
del castillo para hacer ventanales en las habitaciones, o bien perforando los propios
paramentos exteriores para alojar las vigas que sustentaron los forjados de los suelos
de las habitaciones palaciales.
El espacio central del patio está ocupado por un aljibe contemporáneo del
área palacial, que fue reparado en 1987 rehaciendo y relevando los muros de carga
perimetrales y los pilares centrales. Se le dotó también de una cubierta plana con un
4
292
En este sentido, el trabajo de los canteros Pelayo Seoane y José Andrés Seoane fue decisivo.
Manuel Retuerce Velasco / Germán Prieto Vázquez
Fig. 10. Vista del aljibe del área palacial
forjado de hormigón (figs. 9 y 10). La mayor parte de los elementos modernos fueron
desmontados bajo nuestra supervisión. El aljibe está construido dentro de una gran fosa
excavada en la roca de más de 5 metros de profundidad y de paredes verticales. Estas se
revisten de muros de ladrillo que todavía conservan restos de un enlucido de mortero
hidráulico de color almagra. Su planta es un rectángulo ligeramente irregular, cuyas
dimensiones interiores son 10,45 por 7,40 metros. En la parte central de su interior
se mantenían los restos de dos pilares de ladrillo en los que aún quedaban vestigios de
la misma almagra de los muros perimetrales. La existencia de los pilares sugiere que
la cubierta estaba formada por dos bóvedas de cañón longitudinales con tres arcos
diafragma de separación, también en sentido longitudinal.
En uno de los extremos del patio del palacio y próximo a su fachada, se halló
una estructura relacionada con el aljibe y con el sistema de recogida de aguas. Se
trata de un pozo de decantación excavado en la roca, de planta cuadrangular. Está
revestido al interior con ladrillos, enlucidos a su vez con mortero hidráulico, y posee
una cubierta abovedada del mismo material. La toma de agua se hacía por la zona
293
Intervenciones arqueológicas en el castillo de Jadraque (Guadalajara)
superior mediante una atarjea tallada en piedras calizas y cubierta de ladrillos. A media
altura, el pozo de decantación tiene una conducción de sección circular, tallada en
la roca y revestida de cerámica, que alimenta al aljibe por la parte superior con agua
ya depurada (fig. 9).
Restos de una estructura similar, pero más arrasada, se localizó próxima a un
segundo aljibe que se encuentra en el extremo oeste del castillo, cerca de la puerta de
acceso. A diferencia del otro, este último decantador está excavado en rellenos y no en
la roca. Las paredes están reforzadas de sillarejo con un enfoscado de mortero hidráulico
de las mismas características que las del palacial. La toma de agua se hacía a través de
una canalización hecha con piezas de cerámica iguales a las del decantador de la cisterna
del palacio; piezas con las que también se construyó el canal que alimentaba el aljibe.
Este detalle sugiere que ambas estructuras son contemporáneas, pero no así los aljibes.
Efectivamente, el aljibe pequeño, que tiene 6,10 por 2,80 metros, está construido así
mismo en una fosa tallada en la roca que se reviste, en este caso, con muros de 0,70
metros de anchura hechos a base de un encofrado de mortero, piedras y cantos rodados
pequeños, semejante al opus cementicium de tradición romana. Tanto el suelo como
las paredes están enfoscados de un mortero hidráulico de color anaranjado más fino y
depurado que el del aljibe del palacio. Por otra parte, algunas estructuras vinculadas a
él, como un potente muro que lo delimita exteriormente por el sureste, están cortadas
por la fosa de cimentación del cierre del castillo; elemento que supone una ampliación
o una reforma de la fortaleza contemporánea que se puede fechar como coetánea de la
barrera. En cualquier caso, este aljibe, tanto por su técnica constructiva como por sus
relaciones estratigráficas, puede ser datado durante un momento alto o plenomedieval;
y, sin duda, es anterior a la configuración que presenta en la actualidad el conjunto
del castillo. El decantador supuso una reforma del aljibe dentro de una nueva y muy
posterior adecuación de los espacios.
3.2. La torre pentagonal
Tras la limpieza general, se comenzó a excavar la trinchera prevista. Así, en el
proyecto inicial se contemplaba la excavación de una trinchera que se situaba en el sector
sureste, perpendicular al cierre del castillo coincidiendo con el paño alamborado del
exterior. La trinchera, planteada como un sondeo previo a cualquier otra intervención,
se situaba en una zona con ausencia de pavimentos de cantos rodados que enmarcaban
un espacio aproximadamente trapezoidal (figs. 1 y 9). Con este sondeo se pretendía
determinar la potencia y el valor estratigráfico del castillo, en tanto que yacimiento
arqueológico, y documentar los restos de una supuesta torre del homenaje cuyas trazas
generales son visibles en las fotografías aéreas más antiguas.
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Manuel Retuerce Velasco / Germán Prieto Vázquez
La excavación del sondeo permitió comprobar que la zona estaba rellenada de
materiales de desecho, entre los que abundaban los tabicones de yeso similares a los
encontrados en las escombreras de la liza que ocultaban los restos de la barrera. Por lo
tanto, la colmatación se había producido recientemente, coincidiendo con las obras
acometidas en el castillo. Se confirmó que esto había sido así gracias al análisis de
fotografías de los años 60 pertenecientes a colecciones privadas en las que es posible
apreciar la existencia en esta zona de un gran agujero parcialmente rellenado.
De esa forma, se optó por eliminar en toda la zona delimitada por los pavimentos
de cantos, mediante procedimientos mecánicos, el escombro arrojado allí en época
reciente y que llegaba hasta la roca.
Los resultados fueron, a nuestro entender, clarificadores para acometer el proyecto
de intervención en el castillo, a la vez que para tener un mejor conocimiento de todo
este concreto sector del llamado Patio de la Soldadesca. Lo que se previó nada más
comenzar el sondeo, se confirmó al desescombrar la totalidad de este sector. El relleno de
Fig. 11. Fosas de expolio y de construcción de la torre pentagonal
295
Intervenciones arqueológicas en el castillo de Jadraque (Guadalajara)
tabicones se efectuó en un mismo momento, en lo que sin duda puede ser considerada
una extensa fosa de expolio de una estructura de planta pentagonal al exterior y cuadrada
al interior. Efectivamente, los pavimentos de cantos rodados mueren en el borde de la
zanja en donde los encintados dibujan la planta del pentágono; mientras, en el interior,
en el fondo de la zanja, se hallaron los restos de morteros amarillentos y arenosos que
definían una planta cuadrada (fig. 11 A).
Los detalles recabados durante nuestra intervención, además de los obtenidos tras
la observación de diversos elementos constructivos en los paramentos de la muralla del
castillo y de las fotos aéreas antiguas, nos demuestran que la zanja de expolio reproduce
exactamente la planta de lo que sin duda fue una torre pentagonal en proa en la que
inicialmente quedaría integrada lo que en la actualidad es la parte de la muralla del
castillo, cuya cara exterior está alamborada. Los datos arqueológicos que nos ayudan a
establecer esta interpretación se nos muestran con claridad observando tanto las adarajas
que se pueden ver en los dos pequeños quiebros del paramento del castillo, como en
las líneas dejadas en la superficie del terreno, que nos marcan la anchura de los muros
perimetrales de la torre desaparecida.
Es evidente que la torre debió de estar en uso en el momento de la construcción
de los pavimentos de cantos rodados; o al menos, se conservaba gran parte de sus
alzados y los suelos que se adosaban a ella. Fue saqueada hasta sus mismos cimientos,
de dentro a fuera. Este hecho no es infrecuente en España. Así en las excavaciones
dirigidas por uno de nosotros (M. Retuerce) en el castillo-palacio de Alba de Tormes
(Salamanca) —obra también de Juan Guas— y en la iglesia del siglo XVI de la Mota de
Medina del Campo (Valladolid) se ha podido constatar casos semejantes de expolio de
la totalidad de los cimientos. La fácil utilización como cantera de un castillo fue muy
corriente desde el mismo momento en que se abandonaba. Otro ejemplo lo tenemos en
Calatrava la Vieja (Ciudad Real), donde los naturales de la zona expoliaron los sillares
esquineros de la iglesia templaria, o en el castillo de Castrotorafe (Zamora), en donde
las torres fueron despojadas de los sillares de esquina; y en ambos casos, desde la parte
exterior de las estructuras hacia adentro.
La constatación de que hubo hasta una época relativamente reciente una torre
de planta pentagonal implica la existencia de una fortaleza medieval de articulación
diferente, que fue transformada por Juan Guas hasta darle la fisonomía actual. A falta
de un análisis exhaustivo de los lienzos del castillo que en su día formaron parte de la
torre, podemos indicar que la torre, al menos su zona frontal —es decir, la del ángulo
más agudo—, estuvo completamente exenta. Efectivamente, el lienzo de la muralla
que acomete en él se adosa en los cimientos a la base de la torre y, en altura, forra su
núcleo. El hecho de que los mampuestos del lienzo forren asimismo la sección de la
proa de la torre y se adosen a las adarajas de la cara recta del interior se entiende si
296
Manuel Retuerce Velasco / Germán Prieto Vázquez
consideramos que en este punto se construyó un vano de acceso a la torre situado a
ras del suelo, modificando su entrada. Las torres pentagonales de cronología cristiana,
exentas total o parcialmente, que se fechan a partir del siglo XIII, suelen tener su entrada
a media altura, para así dificultar su acceso. La fosa de expolio es determinante en este
sentido, ya que nos indica que en este lugar, al menos hasta el siglo XVIII, existió una
estructura pentagonal.
En la parte opuesta a la proa de la torre, los sillares de esquina y las adarajas
delimitan un pequeño recinto integrado y perteneciente a la torre, que es el espacio
adecuado para una escalera de acceso a la zona superior, inicialmente de la torre y
después a la muralla del castillo.
La excavación de la fosa de saqueo, una vez retirados los suelos de cantos rodados,
nos permitió encontrar vestigios de otros elementos. Entre ellos, parte de la fosa de
construcción de la torre. La brusca interrupción de los trabajos arqueológicos en marzo
de 2003 postergó hasta tres años más tarde la documentación de toda esta zona. Entre
tanto, se llevó a cabo una reconstrucción de la planta de la torre pentagonal de un
modo, a nuestro parecer, muy desafortunado, sin ningún control arqueológico y sin
que se hubiera concluido la investigación previa del área (fig. 11 B). Por una parte, la
recuperación se hizo con materiales ajenos a los empleados en el castillo, y el modo en
que fueron aparejados no tiene correspondencia en ninguna de las partes estructurales
de la fortaleza. Además, no se tuvo en cuenta las transformaciones a las que pudo ser
sometida la torre en el siglo XV, lo que dio como resultado una estructura adosada a
la muralla que no se entiende y que tampoco explica nada. Finalmente, durante las
mencionadas recientes labores de intervención en esta torre, se perdieron elementos
irrecuperables, como parte del decantador del aljibe de entrada y varias hoyas situadas
bajo las huellas de asentamiento de los muros.
Durante la campaña de 2006 se pudo completar la excavación de esta zona,
comprobándose que para la construcción de la torre pentagonal se realizó una amplia
fosa en la roca, más grande que la de expolio, en la que se localizaron restos del cimiento
original y huellas de mortero que describen una distinta dirección del cierre noreste
(fig. 11 C). La fosa, realizada en la roca, cortó también estructuras preexistentes, tales
como hoyas o diferentes cavidades que podrían entenderse como tumbas altomedievales
expoliadas y estratos horizontales en los que hay materiales de época andalusí.
3.3. Las estructuras anteriores al palacio
La construcción del palacio supuso la desaparición completa de elementos
estructurales que pueden ser considerados como contemporáneos o anteriores al
castillo. Ya hemos anotado cómo en este sector se produjo una sobreexcavación de la
297
Intervenciones arqueológicas en el castillo de Jadraque (Guadalajara)
roca con el objeto de ganar altura en las habitaciones. Ello produjo un arrasamiento
completo de posibles restos; lo que, además, dejó la cimentación de los paramentos
de la fortaleza al aire. No sucede lo mismo en la zona del pórtico: aquí se concentran
hallazgos, que siendo anteriores a las reformas del cardenal Mendoza son posteriores
a la construcción del castillo. Se trata de tramos de muros pertenecientes a recintos
que fueron derruidos para edificar el pórtico y cortados al construir el aljibe (figs.
10 y 12). No son contemporáneos entre sí en cuanto a su construcción, pero sí que
definen estancias que estuvieron en uso antes de que esta zona se transformara en
pórtico.
Por su aspecto y su sistema constructivo, destaca particularmente una
habitación, de planta presumiblemente rectangular, que por un lado se adosa al
cierre del castillo, mientras que los otros dos están tallados en depósitos antrópicos
precedentes; revistiéndose el corte resultante con una sólida capa de yeso, que dio
lugar a una especie de banco corrido que posee un rebaje a modo de hornacina en el
lado de la muralla. Restos de las paredes se encontraron colmatando todo su interior,
que estaban hechas con adobes que se enlucieron en la cara vista. El techo, del que
también se encontraron restos, estaba compuesto de un entramado de vigas estrechas
enramadas con un mortero mezclado con piedras. Probablemente, a la cota del techo,
la habitación estaba ribeteada por una cornisa moldurada de la que se localizaron
muchos fragmentos (figs. 12 A y B).
Al oeste del recinto se localizó el tramo de un muro de características diferentes,
formado por un zócalo de mampostería en la base, sobre el que se identificaron cinco
tongadas de tapial (figs. 12 C y D). Sin duda, delimitaba una estancia que estuvo en
uso a la vez que la anteriormente descrita; sin embargo, su espesor, de 1,60 metros
de media en el zócalo, y algunos detalles configuran estos restos edilicios como los de
una construcción previa a la de la muralla actual del castillo. Asienta sobre estratos de
origen antrópico donde es abundante la cerámica andalusí, por lo que trabajamos con
la hipótesis de que, en origen, pueda tratase de los restos de una estructura defensiva
altomedieval de la que no quedan restos similares en todo el yacimiento.
Adosado al cierre noroccidental del castillo, se encuentra otro muro de
mampostería irregular, que debemos interpretar como un zócalo de piedra que serviría
de base a paredes de tapial o adobe, en función de los estratos asociados. También
es anterior al palacio y posterior a los paños del castillo. Pero apenas se puede
añadir algo más: es el único que descansa directamente sobre la roca y su fosa corta
estratos horizontales previos. Relacionado con él, se localizaron pequeños tabiques
perpendiculares —también de piedra— y un estrato formado por tejas fracturadas,
que pueden estar en relación con su cubierta (fig. 12 E y F).
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Manuel Retuerce Velasco / Germán Prieto Vázquez
Fig. 12. Estructuras anteriores al palacio que fueron cortadas al construirse el aljibe
4. Las estructuras anteriores al castillo
El castillo de Jadraque también es conocido por conservar la base de un paramento
de mampostería encintada en verdugadas de ladrillos análogo a las fábricas que se
encuentran, entre otros lugares de una amplia zona a ambos lados de la Cordillera
Central, en Cogolludo (Guadalajara), Buitrago (Madrid) o Ayllón (Segovia), etc.
(Zamora, 1994; Zamora y Vela, 2005).
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Intervenciones arqueológicas en el castillo de Jadraque (Guadalajara)
Es la única estructura de época andalusí, posiblemente a caballo de los siglos X y
XI, que hasta el momento se conocía en Jadraque. Se sitúa al sur del castillo, a extramuros
y muy cerca de la actual puerta de entrada a él, en una zona en la que se produce un
cambio brusco de la pendiente del terreno; lo que da lugar a que su cota de apoyo esté
más de diez metros por debajo de la plataforma en la que se construyó la fortaleza. Ha
sido considerada como el resto de una atalaya o una torre aislada de vigilancia, pero su
posición, excéntrica respecto a la meseta del cerro y a una cota considerablemente más
baja, sugiere que se trata de los vestigios de una torre que en origen formaba parte de
un recinto amurallado más amplio, y del que no se conservan otros elementos similares
(fig. 1). Sin duda, la construcción de una fortaleza posterior cristiana, los añadidos y
las trasformaciones que esta sufrió en época bajomedieval y las modificaciones y las
ampliaciones a las que se vio sometido el castillo en tiempos del cardenal Mendoza
alteraron y acabaron por destruir las trazas defensivas y de habitación que pudieran
haber existido en época andalusí.
La razón por la que se ha conservado el tramo de muro de verdugadas al que nos
estamos refiriendo, además de deberse a la casualidad, está probablemente relacionada,
primero, con la hipótesis, que estamos barajando, de que siempre pudo formar parte de
los elementos defensivos vinculados con el acceso al castillo; bien e inicialmente como
parte de la puerta, como antepuerta después, o como defensa a modo de antemuro.
En segundo lugar, la construcción de la barrera en el siglo XV que, como ya indicamos,
carece de continuidad en esta zona, pudo haber integrado esta estructura en su fábrica
o haber quedado embutida en ella sin que podamos por el momento definir con qué
función. En este sentido, faltan los datos que se recaben con la excavación de esta zona,
aún pendiente y, a nuestro entender, importante. Ciertamente, la topografía del cerro
determina que el acceso a su parte alta se realizara desde antiguo por la zona en la que
se encuentra actualmente la puerta del castillo. Los farallones de caliza que en la última
etapa sirven de asentamiento a la barrera no permiten acceder a la meseta. Por tanto,
creemos que el muro de verdugadas de ladrillo puede ser el resto de una torre que
flanquearía la puerta de entrada a un recinto amurallado y habitado por una población
estable andalusí de cierta importancia y no los restos de una torre de vigilancia.
Esta hipótesis se sostiene, además, atendiendo al hallazgo de diversos elementos
muebles y estructurales encontrados durante la excavación del interior del castillo y
que atestiguan ocupaciones del cerro, en época andalusí, hasta ahora desconocidas.
Así, son muy frecuentes los estratos horizontales que esencialmente contienen
abundantes materiales cerámicos andalusíes de época omeya. Algunos de ellos están
cortados por las fosas de cimentación de los muros del castillo y cubren estructuras
que, a su vez, están interrumpidas por los cierres la fortaleza. Tal es el caso de un muro,
que pudo tener un carácter defensivo, que se localiza en la parte más suroccidental,
300
Manuel Retuerce Velasco / Germán Prieto Vázquez
Fig. 13. Estructuras diversas anteriores al castillo: hoyas, muros, cimientos, etc.
y empedrados que cumplieron la función de pavimentos de recintos desaparecidos.
El muro, en realidad, es un zócalo de piedra que asienta en una somera fosa excavada
en la roca, del que desconocemos cómo pudo ser su alzado (fig. 13 A). Los restos de
301
Intervenciones arqueológicas en el castillo de Jadraque (Guadalajara)
suelos generalmente están realizados con fragmentos de caliza irregular, pero bien
ensamblados, que en ocasiones mueren en segmentos de tabiques de sillarejo, de los que
apenas quedan trazas (fig. 13 B). Varios de los estratos horizontales se articulan, como
rellenos de nivelación de irregularidades del terreno, para construir las dependencias
palaciales. La presencia en ellos de pedazos de estuco decorados con almagra roja denota
la existencia de habitaciones con decoración pictórica, habituales en habitaciones de
los siglos XII y XIII, e incluso de siglo XI en época andalusí.
La abundancia de fragmentos cerámicos andalusíes y las pocas estructuras
constructivas halladas asociadas a ellos nos permiten afirmar la existencia en el cerro
de un poblamiento islámico estable y continuado en el tiempo, que va más allá de una
ocupación andalusí de carácter estrictamente militar.
Esto es aún más evidente al haberse documentado cerca de un centenar de
estratos verticales negativos de distinta factura y capacidad. Se trata de hoyas o lo que
comúnmente se denominan silos —amortizados como basureros—, a nuestro entender,
de forma inapropiada. Muchos de ellos contienen materiales andalusíes. Sin embargo,
en otros se registran materiales de las Edades del Bronce y del Hierro, que también
aparecen en estratos horizontales de colmatación. Bastantes de estas hoyas han sido
claramente vaciadas intencionadamente al construirse el castillo, primero, y el palacio,
después; y han sido vueltos a rellenar con piedras, fragmentos de yesos y, en ocasiones,
con tierra muy compactada a la que se añadía algo de cal con el objeto de inutilizarlos.
Estas hoyas se encuentran en todo el recinto amurallado y en el patio de armas,
si bien se concentran en mayor número en la mitad oriental del cerro. En la zona
palacial fueron seccionadas por una zanja cuyo relleno, a su vez, está cortado por la
fosa de cimentación del castillo (fig. 13 C), mientras que en el espacio entre el pórtico
y la torre pentagonal es el cimiento de la fortaleza y el de la torre los que las cercenan
directamente (fig.13 D).
La actividad constructiva del cardenal Mendoza hizo desaparecer, sin duda,
muchas de ellas. En el área residencial se conservan fondos de hoyas que fueron
cortadas, desapareciendo su alzado (fig. 13 E); y en la zona del pórtico es posible ver
otras destruidas por la fosa del aljibe. Lo mismo sucede con la torre pentagonal, cuya
fosa secciona hoyas, tanto vertical como horizontalmente.
Todas las hoyas son de planta circular, con diámetros que oscilan entre los 0,80
y los 2,20 metros; las paredes son rectas o cóncavas y los fondos planos o también
cóncavos. Las profundidades varían entre los 0,30 y 2 metros, pero algunas alcanzan
hasta los 4 metros. En muchos casos, se cortan o interfieren entre sí. Están talladas en
la roca e, independientemente de su ubicación, algunas describen, en planta, círculos
muy regulares con aristas vivas en el corte, y paredes muy trabajadas y lisas; mientras
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Manuel Retuerce Velasco / Germán Prieto Vázquez
Fig. 14. Algunas de las hoyas y agujeros de poste encontrados durante la excavación
que otras son de talla más irregular y de un acabado más tosco. En ambos casos,
su estado de conservación nos permite afirmar que originalmente estas estructuras
estuvieron protegidas dentro de recintos más amplios, bajo cubierta; así, la roca caliza
303
Intervenciones arqueológicas en el castillo de Jadraque (Guadalajara)
en el cerro es muy deleznable y ya durante la excavación la humedad o la oscilación
térmica provocaba un deterioro general muy rápido de estas estructuras.
Algunas de las hoyas conservaban en su borde restos de entalladuras dispuestas en
pares opuestos, de tamaños diferentes y cinceladas en la roca, lo que es indicativo de que
poseían algún tipo de tapadera —probablemente de madera—, independientemente
del hecho de encontrarse en el interior de otras construcciones o bajo una cubierta
(fig. 14 A, B y C). La localización de estas hoyas es arbitraria dentro del conjunto del
yacimiento, así como lo son también sus formas, sus acabados y sus profundidades.
Tal como hemos indicado, parte de estas estructuras verticales contenían
materiales andalusíes. En algunas se identificaban también cerámicas cristianas
altomedievales y en otras materiales de las Edades del Bronce y del Hierro, por lo que
se puede afirmar que el cerro del castillo de Jadraque aporta los elementos necesarios
para asegurar que allí hubo un asentamiento prehistórico de cierta relevancia, cuyas
características, por el momento, no estamos en condiciones de concretar —ya anotamos
los hallazgos de cerámicas prehistóricas in situ en el espacio de la liza.
La excavación también proporcionó otros indicios hacia esta dirección.
Se trata de más de dos centenares de agujeros de poste localizados, en diferentes
concentraciones, en toda la superficie del cerro (figs. 14 E y F). Algunos son ciertamente
modernos, probablemente relacionados con los andamiajes de madera efectuados
para las reconstrucciones recientes, tal como se acredita en algunas fotografías, y con
habitaciones coetáneas a los pavimentos de cantos rodados. Pero, en conjunto, están
cubiertos por estratos anteriores a la edificación del castillo. La mayoría son antiguos y,
a veces, están relacionados con trazas regulares talladas en la roca que podrían constituir
la parte inferior de cabañas de factura prehistórica. En estos casos, mientras que unos
son auténticos agujeros de poste, en otros —los de menor sección—, sugieren la
existencia de algún tipo de empalizadas o espacios hechos o cercados con ramajes (fig.
14 D). Quedan restos seguros de cuatro de estos recintos y algunos de ellos contienen
fragmentos de pavimentos in situ realizados con tierras anaranjadas de matriz arcillosa.
Sin duda, la dispersión de todos estos elementos sobre planos permitirá estudiar la
geometría de los conjuntos y extraer conclusiones más determinantes o, al menos,
elaborar hipótesis más sólidas.
5. Conclusiones
A la luz de los resultados obtenidos hasta el momento, el castillo de Jadraque y
el cerro en el que se asienta, resulta de un valor arqueológico digno de tener en cuenta.
Los datos y los materiales recabados durante la excavación permiten recomponer con
bastante fiabilidad el aspecto de las dependencias palaciales mandadas construir por el
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Manuel Retuerce Velasco / Germán Prieto Vázquez
cardenal Mendoza. Sin embargo, los datos trascienden este aspecto, colocándolo en su
sitio: el palacio es un momento más de la ocupación del castillo y no necesariamente
el más importante, ni sobre el cual focalizar, tal vez, todo el análisis, estudio y trabajos
de restauración.
La posible existencia de una torre, sea o no pentagonal, nos habla ya de una
evolución, cuando menos arquitectónica, que conviene estudiar, y en su momento,
valorar de cara a la explicación del monumento en su conjunto.
Es evidente la existencia de estructuras, tal vez de los siglos XII y XIII, y
probablemente anteriores, bajo dominio de los señores cristianos, que parecen denotar
una ocupación continuada y estable del cerro sobre el cual asienta el castillo antes de
las reformas emprendidas por el cardenal Mendoza.
La presencia de hoyas y estratos horizontales con abundantes materiales de época
andalusí denota que el cerro fue, sin duda, algo más que el lugar de asiento de una
simple torre de vigía, cuyos restos son, desde el punto de vista de la Historia o del
historiador, al menos, básicos y fundamentales determinar. Y respetar.
Y por último, los hallazgos, aunque escasos y críticos, relacionados con estructuras
probables de la Edades del Bronce y del Hierro, no pueden pasar desapercibidos y han
de ser valorados y explicados convenientemente en cualquier tipo de intervención. El
análisis de todos los datos recabados será, en ese sentido, imprescindible.
Bibliografía
Zamora Canellada, Alonso (1994): «Un particular sistema de construcción militar,
en los albores del siglo XI», en Actas del 1.e Congreso de Castellología Ibérica,
Palencia, pp. 761-782.
Zamora, Alonso y Vela, Fernando (2005): «Paramentos de fortificaciones en la Segovia
prerrománica (siglos VII al XI)», en Actas del 4.º Congreso Nacional de Historia de
la Construcción. Cádiz, Madrid, pp. 1137-1154.
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