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Ruota di Acosta (versione in spagnolo)

Traducción al español del texto: Florio,Cinzia,2010, “Ruote di Acosta:elementi decorativi, strumenti mnemonici o mezzi di scrittura?” in Letterature Americane e Altre Arti, Atti del XXXI Convegno Internazionale di Americanistica, Salerno, 13-15 maggio 2009, Oèdipus, Salerno

La presente investigación explicita una teoría que, si se demonstrara válida, podría llevara descifrar los quipus históricos, apoyando así la tesis de que no son instrumentos nemotécnicos. Esta teoría nace no del análisis estructural de los quipus, sino que, siguiendo un recorrido alternativo, se desarrolla a partir de la lectura de unos fragmentos y definiciones de épocacolonial que parecen enigmáticos o sujetos a distintas interpretaciones.

Ruedas de Acosta: ¿ elementos decorativos, instrumentos nemotécnicos o medios de escritura? Cinzia Florio Potenza cinziaflorio@tiscali.it La civilización inca carecía de un sistema de escritura entendido en la acepción común de uso de símbolos gráficos y de ideogramas. Los Incas, para almacenar información tanto numérica como extra-numérica, utilizaban los quipus: sistemas de cordeles anudados de distintos colores, que recuerdan una manufactura textil parecida a grandes flecos, objeto muy lejano a nivel conceptual de los más difundidos de estelas de piedra, tablillas de arcilla incisas, pergaminos o papiros escritos. En los quipus numéricos los nudos estaban hechos a distintas alturas a lo largo de las cuerdas, representando las varias potencias de 10 (empezando de abajo, hay unidades, decenas, centenas, etc.) así que en cada nivel de la cuerda no pueden encontrarse más de nueve nudos ya que al décimo nudo se habría pasado a otro en la posición superior. Además, los nudos eran todos simples, salvo los que indicaban las unidades, en particular para indicar el número 1 se utilizaba un nudo en forma de ocho (nudo savoya), en cambio para indicar los dígitos de 2 a 9 se utilizaba un nudo largo (parecido a un nudo corredizo) con el mismo número de vueltas de cuerda que el que había que indicarse. Los quipus que no presentan en las cuerdas colgantes estas dos características – correspondencia tipología de nudo–posición y/o curso decimal (es decir, presentan nudos con forma de ocho y nudos largos en posiciones superiores y/o más de nueve nudos con la misma ubicación) – todavía no se han descifrado y se supone que sean quipus no-numéricos y que contengan, por lo tanto, información narrativa. Con el paso del tiempo, las posturas de los estudiosos ante estas manufacturas han tomado dos caminos distintos: por un lado, los posibilistas de la existencia en los quipus de una forma de escritura todavía no descifrada; por otro lado, los favorables a la tesis que considera los quipus sólo unos instrumentos nemotécnicos y, por lo tanto, quien los leía ya sabía el texto de memoria y el quipu era un simple apoyo. El motivo de esta distinta visión procede probablemente de la ambigüedad de los testimonios, que nos llegan de las crónicas de época colonial. De hecho, a menudo se describen los quipus como un objeto sin duda nemotécnico y se admite la posibilidad de indicar en ellos los nombres de persona y de lugares, además de otros conceptos de tipo extranumeral sólo con la ayuda de la memoria. Pero luego, frecuentemente, los mismos autores se contradicen y respaldan la postura de otros cronistas que, también sin hablar explícitamente de escritura, indican de manera más o menos clara una equivalencia entre conceptos de quipu – libro y de anudar – escribir. Por ejemplo, Acosta escribe: « Son quipos, unos memoriales ó registros hechos de ramales, en que diversos ñudos y diversas colores significan diversas cosas. Es increíble lo que en este modo alcanzaron, porque cuanto los libros pueden decir de historias, leyes, ceremonias y cuentas de negocios, todo esto suplen los quipos tan puntualmente, que admira. […] Yo vi un manojo de estos hilos, en que una India traía escrita una confesion general de toda su vida, y por ellos se confesaba, como yo lo hiciera por papel escrito» (ACOSTA J. 1894[1590]T.II L.VI CAP. VIII :165-167). También Martín de Murúa narra que: « por esto nudos contaban las sucesiones de los tiempos y cuando reynó cada ynga, los hijos que tubo. Si fue bueno o malo, valiente o cobarde, con quien fue casado, qué tierras conquistó, los edificios que labró, el sirbicio y riqueza que tubo, quántos años biuió, donde murió, a qué fue aficionado; todo en fin lo que los libros nos enseñan y muestran se sacaba de allí » ( MURUA M. DE WEB L.II CAP. XI :359-360) . En conclusión, Pedro Sarmiento de Gamboa: « Y finalmente las cosas más notables, que consisten en número y cuerpo, notábanlas, y agora las notan, en unos cordeles, a que llaman quipo, que es lo mismo que decir racional o contador. En el qual quipo dan ciertos ñudos, como ellos saben, por los cuales y por las diferencias de los colores distinguen y anotan cada cosa como con letras. Es cosa de admiraction ver las menudencias que conservan en aquestos cordelejos, de los cuales hay maestros como entre nosostros del escribir » ( cit. in MACERA DALL’ORSO J. 2004: 98). Otras indicaciones que vinculan los quipus a los libros y a la escritura nos llegan de unas imágenes de Nueva Corónica y Buen Gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala: En la primera vemos a un notable que sostiene un quipu en una mano, mientras en la otra tiene un libro como indicando una equivalencia entre los dos objetos ; en la segunda imagen, vemos a un joven de dieciocho años, a quien se le ha asignado entre otras tareas la de realizar entregas a corta distancia, que sostiene un quipu y un cartel con la palabra carta, presentando por tanto el quipu como equivalente de una misiva. Una indicación acerca de la naturaleza real del quipu podría obtenerse del análisis del funcionamiento del sistema postal del antigüo Tahuantinsuyo. Los Incas habían realizado una red vial que cruzaba de norte a sur y de este a oeste todo el imperio, por una longitud total de más de 10.000 millas. Un sistema variado comparable sólo al del Antigüo Imperio Romano:« los primeros cronistas coinciden en decir que los chasquis [ mensajeros postales] podían correr a relevo entre Quito y Cuzco, un recorrido de 1.250 millas en 5 días y a una altura variable entre 6.000 y 17.000 pies. » (VON HAGEN V. 1979: 180). Los Romanos recorrían similares distancias en más o menos 45 días, tiempo que se consideraba hasta excelente. Los Incas lograban recorrer estas distancias enormes en tan poco tiempo ya que en los caminos, a cada milla y media, habían unas estaciones ( o’kla) con dos chasquis (unos cronistas hablan también de cuatro o más chasquis) que respetaban turnos de 15 días. Un chasqui corría sólo por el trecho de una estación a la otra y las pruebas hechas por la expedición Von Hagen, con nativos que corrían entre las estaciones todavía existentes, han establecido que recorrían como promedio 1 milla en 6 minutos y medio. Cuando el chasqui estaba cerca de la meta tocaba el pututu, una concha utilizada a modo de corneta para avisar al siguiente mensajero que se preparara para la salida. Garcilaso nos cuenta que los mensajes eran verbales sólo si eran muy cortos, si no consistían en quipus que pasaban de mano en mano: «Otros recaudos llevaban, no de palabra sino por escrito, digámoslo así, aunque hemos dicho que no tuvieron letras. Las cuales eran nudos dados en diferentes hilos de diversos colores […] A estos hilos anudados llamaban quipu…» ( GARCILASO DE LA VEGA 2009[1609] L. VI Cap. VII :279). Si los quipus eran instrumentos de apoyo nemónico, a cada relevo, un chasqui habría tenido que explicar detalladamente el quipu al otro mensajero, tanto en su contenido nemónico como en el uso de apoyo nemónico del mismo quipu: sin estas explicaciones, no habría tenido sentido utilizarlo, y hubiera sido suficiente sólo el mensaje verbal. El otro chasqui habría tenido que memorizar todo y este procedimiento habría debido repetirse casi cada diez minutos, hasta el lugar de destino. En un viaje, por ejemplo, de dos días, con cientos de transmisiones de información, la posibilidad de que el mensaje se mantuviese inalterado es factible pero poco creíble; además, por las explicaciones y las memorizaciones se habría debido alargar bastante la duración de todo el procedimiento. En la imagen siguiente, como antes tomada de Nueva Corónica y Buen Gobierno, está representado un chasqui. El motivo que hoy nos lleva a orientarnos con mayor peso hacia la posibilidad de que los quipus no fuesen instrumentos nemotécnicos, es el considerar que en la antigüedad todos los pueblos que habían alcanzado el mismo nivel de civilización que los Incas habían llegado a la elaboración de un sistema de escritura, a través de un proceso evolutivo que preveía en principio el uso de la memoria y de pictogramas. La ausencia de este componente en el incaico resultaría por lo tanto una anomalía sospechosa. En la actualidad, se está intentando descodificar los quipus no-numéricos a través de su análisis estructural (torsión del hilo, dirección de los nudos...). El antropólogo estadounidense Gary Urton está elaborando un esquema estructural de las agrupaciones de los nudos y de cómo se repiten en las cuerdas de los quipus, pero todavía queda el problema de saber si, y a cuáles, sonidos, fonemas, sílabas, letras o significados, estas agrupaciones de nudos se puedan relacionar. Sin una “piedra de Rosetta” en este momento parece difícil descifrar los quipus. A este panorama, hay que añadir el “quipu real”, un particular quipu de escritura que se ha encontrado hace relativamente poco tiempo, con el hallazgo de los Documentos Miccinelli en Nápoles1. Pero, en este estudio se hará referencia exclusivamente a los quipus no-numéricos de la primera tipología. La presente investigación explicita una teoría que, si se demonstrara válida, podría llevar a descifrar los quipus no-numéricos, apoyando así la tesis de que no son instrumentos nemotécnicos. Esta teoría nace no del análisis estructural de los quipus, sino que, siguiendo un recorrido alternativo, se desarrolla a partir de la lectura de unos fragmentos y definiciones de época colonial que parecen enigmáticos o sujetos a distintas interpretaciones. Uno de estos fragmentos pertenece a los Comentarios Reales de Garcilaso de La Vega: «Los muchachos indios, para tomar de memoria los dichos que han de decir,que se los dan por escrito, se van a los españoles que saben leer, seglares o sacerdotes, aunque sean de los más principales, y les suplican que les lean cuatro o cinco veces el primer renglon, hasta que lo toman de memoria, y porque no se les vaya de ella, aunque son tenaces, repiten muchas veces cada palabra, señalándola con una piedrecita o con un grano de una semilla de diversos colores, que allá hay, del tamaño de garbanzos, que llaman chuy, y por aquellas señales se acuerdan de las palabras, y de esta manera van tomando sus dichos de memoria con facilidad y brevedad, por la mucha diligencia y cuitado que en ello ponen» ( GARCILASO DE LA VEGA 2009[1609] L. II cap. XXVIII: 125). Por tanto, leemos que los misioneros proporcionaban a los niños indios ( quienes tenían que recitar poemas o poner en escena representaciones teatrales) el texto en español para aprenderlo de memoria y que ellos, no conociendo el idioma, se iban a todos los españoles que lograban encontrar y les suplicaban que se les leyera más veces una línea hasta que no la hubiesen tomado de memoria. A continuación, Garcilaso nos da una información importante, nos dice que, como ayuda para memorizar, los niños señalaban las palabras con piedrecitas de diversos colores o semillas de un particular tipo de planta que crecía en la zona. Cuando hay que memorizar algo y no se tiene una buena memoria, se suele relacionar el objeto que hay que memorizar con otro que se conoce bien y con el que está relacionado en base a unos criterios preexistentes en nuestra educación. Para memorizar la pronunciación de las palabras en español, los niños indios relacionaban las palabras con 1 Los Documentos Miccinelli revelan la existencia de un sistema de escritura incaica que utiliza quipus a cuyas cuerdas colgantes están unidos símbolos de tejido, seguidos por nudos simples. Cada símbolo tiene un nombre particular y el número de nudos que lo sigue corresponde al número de la sílaba a extraer del nombre mismo. La fiabilidad del contenido de los Documentos Miccinelli es objeto de estudio, además no hay testimonios arqueológicos de este tipo de quipu y existen sólo unos fragmentos que acompañan los documentos. Aún no se puede, por lo tanto, asentir con certeza si esta tipología de quipu existiese o no, si fuese utilizada sólo en algunas ocasiones por una casta específica. semillas coloradas, lo que significa que estas últimas tenían para ellos un significado preciso y muy conocido, y además debían tener algún tipo de relación con las palabras en español sobre la base de unos criterios preexistentes en su formación cultural. Ya que tanto el significado de las palabras en español como el de los símbolos con que se escribían eran datos desconocidos por los niños (no sabían leer ni escribir), la única relación que podían establecer entre semillas y palabras es el sonido con que el lector español pronunciaba las palabras, incluso porque, en definitiva, el objetivo de los niños era el de pronunciar correctamente las palabras en español que acababan de escuchar. Eso significaría que los niños indios habrían tenido en su bagaje cultural pre-hispánico la preparación para asociar sonidos verbales con semillas coloradas. (Prácticamente, la situación sería la misma de la que se observa con estudiantes actuales, en las primeras clases de una lengua extranjera, que apuntan sobre las palabras del texto, que tienen que leer, la pronunciación proporcionada por el docente, utilizando los símbolos fonéticos de su lengua madre )2. La idea de conectar sonidos verbales a semillas coloradas puede parecer osada, pero hay que recordar que los Incas hacían un gran uso de semillas y piedrecitas de diversos colores en ámbito matemático. Los movían con mucha rapidez y habilidad en una tablero (yupana), realizando cálculos tan complejos que los cronistas han afirmado que en los cálculos eran más expertos y más rápidos que los contables europeos con papel y pluma. Luego, registraban el resultado con nudos en el quipu numérico. En el estudio que he presentado en las jornadas salernitanas del XXX Congreso Internacional de Americanistíca (FLORIO C. 2009) expliqué la correspondencia que he identificado entre las semillas o las piedrecitas coloradas en la yupana y los nudos en la cuerda del quipu numérico: la piedrecita de un color particular o la semilla de una tipología particular corresponden al nudo que se encuentra en una determinada posición en la cuerda; por consiguiente, las semillas de un color corresponden a las unidades, las de otro color a las decenas y así sucesivamente. Mi interpretación del sistema numérico inca como un sistema de tipo adicional por potencias de 10 y no de tipo posicional en base 10 como se suponía, me ha permitido dar un posible descifre del único ejemplo de cálculo inca llagado hasta hoy y un enigma todavía sin solución “oficial”, presente en la página 360 (362)3 de Nueva Corónica y Buen Gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala. Mi descifre identificaría una operación matemática y precisamente una multiplicación. El algoritmo de la multiplicación descubierta se parece mucho, con las obvias variantes, al de la multiplicación egipcia por el uso, también en esta, de un sistema numérico adicional por potencias de 10. Además, la investigación pone en evidencia que incluso en los quipus numéricos el sistema numérico es adicional y que se ha confundido con uno posicional, ya que el utilizo de la cuerda como apoyo para representar los números 2 Garcilaso habla de una semilla para cada palabra, pero puede que haya sido genérico en las explicaciones: de hecho, es razonable pensar que si los sonidos verbales se asociaban a las semillas, deberíase utilizarlas en agrupaciones cuyas variables habrían podido ser el número, el color y quizás incluso la disposición geométrica, por tanto, se habría identificado cada sonido con un grupo específico de piedrecitas o semillas ( es además posible que los niños indios anotasen sólo las sílabas iniciales de las palabras). 3 360 es el número de página con que está marcado el manuscrito original, 362 es el número actualmente establecido que corrige los errores hechos en la numeración de las páginas (la página que había que numerarse con el 156, ha sido marcada con el 154 y este error ha llevado a la página 360 en lugar de 362. Hay también otros errores de numeración en el texto original). determina la coincidencia en usar la variable posición, que es una prerrogativa de los sistemas posicionales, en un sistema adicional. Consecuentemente, el espacio vacío en la cuerda no significaba cero, sino que sólo la ausencia de aquella potencia de 10. El cero es un concepto que nace con el uso de un sistema posicional, así que los Incas, como no lo necesitaban, no lo conocían (FLORIO C. 2009: 158-170). A continuación se reproduce la famosísima pág. 360 (362) de Nueva Corónica y Buen Gobierno: El interés del presente estudio es simplemente el de evidenciar, en ámbito matemático, la relación que he identificado entre las semillas en la yupana y los nudos en el quipu numérico. Podemos afirmar que, en ámbito matemático, las semillas de un particular color en la yupana corresponden a los nudos en una particular ubicación en los quipus. Con esta premisa y leyendo en los Comentarios Reales cómo los niños señalaban las palabras con semillas o piedrecitas coloradas, lo que lleva a suponer la asociación entre sonidos verbales y semillas, se llega por inducción a la teoría según la cual los Incas habrían podido, en primer lugar, escribir frases con semillas o piedrecitas en una yupana y, luego, transcribir todo con nudos en un quipu no-numérico, en analogía al desarrollo de los cálculos en la yupana y al registro del resultado en el quipu numérico, probablemente con una correspondencia semilla – nudo distinta de la matemática. Podríase inmediatamente rechazar esta teoría si se considera que el texto habría sido escrito dos veces (una vez con semillas y piedrecitas en la yupana y otra vez con nudos en el quipu) con una pérdida de tiempo inadmisible, pero si se analiza cuidadosamente el procedimiento por el que se realizaban los quipus, la situación se invierte. En efecto, supongamos que conocemos un hipotético alfabeto inca hecho con nudos, o que inventamos uno, y supongamos que tenemos que escribir una frase muy sencilla formada por un sujeto, un predicado y un complemento. Para escribir el texto tendríamos que escoger y extraer una cuerda de un grupo, unirla a la cuerda principal y luego hacer una serie de nudos en una determinada secuencia. Hecho esto, habríamos escrito una parte de la frase (no podemos decir al momento si hemos escrito una letra, una sílaba, una palabra o si hemos realizado un ideograma); por consiguiente, habrá que repetirse el mismo procedimiento por otra parte de la frase y así sucesivamente. Se intuye rápidamente que los tiempos de escritura son mucho más largos que los de formulación de la frase misma: lo que consigue es una inevitable pérdida del hilo del discurso y, por lo tanto, habrá que volver a leer lo que se ha “escrito” en el quipu para poder continuar la frase. Sin embargo, las cuerdas ya anudadas en el quipu no son inmediatamente legibles, ya que se sobreponen, por eso habrá que tomarlas entre las manos y separarlas para poder distinguir las secuencias de los nudos. Por lo tanto, escribir con los quipus es un procedimiento muy fatigoso y lento, aspecto poco enfatizado, tal vez porque el problema que siempre se nos ha planteado ha sido el de leer los quipus, actividad que, al conocer la clave de lectura, resulataría, en cambio, mucho más fluida que la de escirbir. Si los Incas hubieran escrito, antes, con semillas o piedrecitas en la yupana y, luego, hubieran trasladado todo en nudos en el quipu, habrían hecho la fase de “escritura” más fácil. De hecho, las semillas se posicionan en las columnas de la yupana más rápidamente que realizar los nudos en las cuerdas; además, la disposición de las semillas queda frontal delante de los ojos y siempre visible, por lo que la mente puede elaborar con más rapidez la siguiente secuencia de semillas que hay que realizar. En un segundo momento, después de haber compuesto la frase en la yupana, con una particular correspondencia semilla – nudo, se podía realizar el quipu sin la necesidad de pensar en cuáles fuesen las palabras a escribir, sino sólamente copiando el esquema de las semillas en la yupana. Casi como se actúa cuando se realiza un bordado o una alfombra empezando por un esquema geométrico de referencia; por otro lado, los quipus son, desde un punto de vista exclusivamente objetivo, unas manufacturas textiles. La teoría ante expuesta, también, lograría dar una explicación muy banal de una característica de los quipus: las agrupaciones de las cuerdas colgantes a lo largo de la cuerda principal. Las cuerdas de los quipus están, en efecto, anudadas a la cuerda principal en grupos de número constante o variable, distanciados por un espacio vacío. Es posible que esta disposición tuviese una función práctica en la fase de escritura. De hecho, si de verdad los Incas, para escribir, realizaban antes la yupana con piedrecitas o semillas y luego, siguiendo el esquema, los nudos en el quipu, habrían tenido que escribir el texto en partes. Así pues, se ‘escribía’ una primera vez en la yupana y se realizaba una parte del quipu, luego se ‘escribía’ una segunda vez en la yupana y se volvía a trasladar el texto en nudos y así en adelante. Si se hubieran colocado las cuerdas colgantes todas en fila, una junto a la otra, y si anudando una cuerda se hubiera perdido la orientación, olvidando cuál era la columna de la yupana que se estaba reproduciendo en el quipu (lo que habría podido ocurrir fácilmente ya que anudar una cuerda necesita un tiempo técnico que puede distraer), hacía falta leer el texto en la yupana y en el quipu y compararlos para individuar el punto desde que volver a empezar. Este inconveniente se habría podido verificar muchas veces con una consiguiente pérdida de tiempo y un aumento de trabajo. Pues, habría sido inteligente y práctico decidir de alejar las cuerdas anudadas en los quipus correspondientes a diversas “ojeadas” de la yupana, así que, si se hubiera perdido el hilo, era suficiente sólo comparar el número de las cuerdas del último grupo que se estaba realizando en el quipu, con las columnas de la yupana que se utilizaba en aquel momento como esquema de referencia. Por lo tanto, sin leer el texto, sino que simplemente confrontando el número de la cuerda con el número de la columna, se habría recuperado rápidamente la orientación. Esto explicaría, también, el número no elevado de cuerdas generalmente presente en las agrupaciones, ya que pocas columnas en la yupana y pocas cuerdas colgantes en el grupo en el quipu habrían permitido una confrontación muy veloz. Esta teoría, que prevé antes una fase de escritura con las semillas o las piedrecitas en la yupana y después la reproducción en el quipu del esquema realizado con una determinada correspondencia semilla – nudo, parece ser respaldada por otra obra de época colonial. Se trata de un diccionario quechua-español, el diccionario González Holguín, donde a la palabra yupana se le da la siguiente traducción:«yupana. Letra los números de guarismo» (GONZÁLEZ HOLGUÍN D. 2007 [1608]: 242). Letra indica la letra del alfabeto y los números de guarismo indica los números formados por cifras, pero frecuentemente se interpreta esta definición como letra de guarismo, que también es una forma perteneciente a la lengua española, cuyo sentido es dígitos del número, relacionándose así a las semillas en la yupana. Sin embargo, la definición de González Holguín no parece vincular directamente la palabra letra a la de guarismo, mientras, sobre la base de la teoría ante explicada, la definición parece simple y clara, ya que indica la posibilidad de utilizar la yupana para expresar conceptos bien verbales (letra) bien matemáticos ( los números de guarismo). Así pues, disponiendo las piedrecitas en el tablero, se habría podido escribir tanto las palabras como los números. Además, el diccionario de la lengua española de la R.A.E. define la palabra letra como letra del alfabeto, pero dice, también, que históricamente indicaba los sonidos verbales de un idioma:«letra = tradicionalmente, cada uno de los sonidos de un idioma». Esta definición es aún más pertinente a la teoría expresada que la interpretación de letra como letra del alfabeto. La yupana estaría relacionada a los sonidos verbales y por eso las piedrecitas en ella indicarían sonidos verbales, de acuerdo con la interpretación que esta teoría hace de las palabras de Garcilaso. González Holguín nos da una ulterior indicación con la definición «Yupani ttiuspa. Sumar la quenta, o resumir en breve» (GONZÁLEZ HOLGUÍN D. 2007 [1608]: 242). Como traducción e interpretación comunemente aceptadas de esta definición, podemos hacer referencia a la obra de Lydia Fossa : «Sigamos viendo lo que nos ofrece González Holguín en cuanto a las sumas: Qquipucta ttiuni. Sumar juntas todas las quentas. Yupani ttiuspa. Sumar la quenta, o resumir en breve "Ttiuni" (primera persona singular del verbo t'iyuy) se nos presenta aquí con un significado muy parecido al de huñuy, insistiendo en la idea de reunir subtotales o partes de algo para formar un consolidado o un resumen. "Qquipucta" viene a ser el objeto directo de "ttiuni", frase que literalmente significa "anudar juntos", ya que el verbo khipuy de la misma raíz, significa "anudar", "hacer un nudo". Según González Holguín yupay significa lo siguiente: "Yupani. Contar y hazer quentas. Yupay. Quentas.". En "Yupani ttiuspa" se reúnen dos verbos, yupani que forma la proposición principal y "ttiuspa" que constituye la proposición subordinada, identificada por el sufijo _spa. Literalmente, esta forma significa "yo cuento sumando". Es interesante notar que González Holguín ha establecido una identidad semántica entre khipuy (anudar) y yupay (contar), al darnos como traducción el verbo "sumar" para las dos construcciones en las que aparece "ttiui". Probablemente se deba a una proyección de la comprensión española de la situación en que se utiliza el khipu, porque las dos actividades se hacían simultáneamente: el contar y el registro de esa cuenta o los cálculos con las cantidades ya registradas» (FOSSA L.:WEB). Sin embargo, se puede considerar esta definición también de manera alternativa y, quizás, incluso más sencilla: «Yupani ttiuspa. Sumar la quenta, o resumir en breve» podemos, de hecho, por un lado, relacionarla sin duda al ámbito matemático, con el significado de hacer una suma, pero, por otro lado, parece conectada a la elaboración de un texto, con el significado de resumir en breve. El término resumir está más vinculado a las palabras que a los números. La información del uso de la yupana en los dos distintos sectores, el numérico y el alfabético, parece volver a presentarse. Además, se puede suponer que la definición «Qquipucta ttiuni. Sumar juntas todas las quentas» se refiera a la realización, en el quipu, del totalizador, o sea, de aquella cuerda que contenía la suma de un grupo de cordeles y que estaba colgada, en dirección contraria a las otras, a lo largo de la cuerda principal. En cambio, la definición «Yupani ttiuspa. Sumar la quenta, o resumir en breve» se referiría a las sumas y a los resúmenes hechos en la yupana. Siempre en el diccionario de González Holguín aparece la palabra «yupani. Contar y hazer quentas» (GONZÁLEZ HOLGUÍN D. 2007 [1608]: 242). Pero, también aquí, puede interpretarse la definición según una óptica distinta: de hecho, el español contar corresponde tanto al concepto de “llevar la cuenta” como al de “narrar”; por lo tanto, la traducción podría entenderse incluso como “narrar y hacer cuentas”; pues, González Holguín repetiría en la forma verbal yupani ( primera persona singular del presente)4 el mismo concepto ya expresado en el sustantivo yupana : la letra del alfabeto ( o el sonido del idioma) estaría conectada al narrar y los números al hacer cuentas. Y que yupani sea una forma verbal del verbo narrar nos lo confirma también Garcilaso de La Vega, cuando explica el significado de los nombres de los Reyes incas, ya que en tres de estos se encuentra la palabra Yupanqui que traduce contarás entendido como “narrarás” (yupay: verbo al infnitivo; yupani: primera persona singular del presente; yupanqui: segunda persona singular del presente y segunda singular del futuro imperfecto): «Y para que se vean algunas maneras de hablar que los indios del Perú en su lengua general tuvieron, es de saber que esta dicción Yupanqui es verbo, y habla de la segunda persona del futuro imperfecto del indicativo modo, número singular, y quiere decir contarás, y con sólo el verbo, dicho así absolutamente, encierran y cifran todo lo que de un Príncipe se puede contar en buena parte, como decir contarás sus grandes hazañas, sus excelentes virtudes, su clemencia, piedad y mansedumbre, etc., que es frasis y elegancia de la lengua decirlo así. La cual, como se ha dicho, es muy corta en vocablos, empero muy significativa en ellos mismos, y decir así los indios un nombre o verbo impuesto a sus Reyes era para comprender todo lo que debajo de tal verbo o nombre se puede decir […]. A quien dijere que también significara contar maldades, pues el verbo contar se puede aplicar ambas significaciones de bueno y de malo, digo que en aquel lenguaje, hablando en estas sus elegancias, no toman un mismo verbo para significar par él lo bueno y lo malo, sino sola una parte, y para la contraria toman otro verbo, de contraria significación, apropiado a las maldades del Príncipe, como (en el propósito que hablamos) decir Huacanqui, que, ablando de mismo modo, tiempo, número y persona, quiere decir llorarás sus crueldades hechas en público y secreto, con veneno y con cuchillo, su insacíable avaricia, su general tiranía, sin distinguir sagrado de profano, y todo lo demás que se puede llorar de un mal Príncipe»5 (GARCILASO DE LA VEGA 2009[1609] L. II CAP. XVII: 102-103). Recapitulando, con “ yupanqui” podría entenderse : “ tú cuentas”, “tú contarás”, “tú haces cuentas”, “tú harás cuentas”, pero también “tú narras” y “tú narrarás”. Sin embargo, hoy en día, en la lengua quechua hablada, el verbo yupay indica sólo el verbo contar, en cambio el verbo narrar se traduce con willakuy y la palabra Yupanqui presente en los nombres de los tres Reyes incas5 se asocia a su fama de administradores capaces6. Con respecto a esto, se puede hacer referencia también a la labor de Vito Bongiorno sobre los nombres de los Reyes incas: 4 Para mencionar un verbo, González Holguín utiliza la forma correspondiente a la primera persona singular del presente, cuya desinencia es –ni, mientras la del infinitivo es –y. 5 Llonque Yupanqui, Capac Yupanqui y Ttupac Inca Yupanqui. 6 Se le agradece el cortés y atento asesoramiento al Profesor Raúl Bolaños Zuñiga, Presidente de la Academia Mayor de la Lengua Quechua de Roma. «yupay significa anche stimare. Si potrebbe pensare anche al valore intransitivo (tipo valere, nel senso di avere un valore alto), per chiarire il nome di Capac Yupanqui. […] Solo due nomi posseggono una struttura sintattica diversa, dotata di un verbo diverso dal verbo essere: Lloque Yupanqui e Tupac Inca Yupanqui. La struttura formale del verbo presente in questi due nomi è basata sulla successione di base verbale yupa (“contare”) + II persona singolare; 7 credo che la presenza di radice verbale con II persona all’interno di un nome di un re sia iconico di una situazione “ dialogica” , in cui un subordinato si rivolge al re attraverso un atto linguistico, consistente in una proposizione dichiarativa (“tu conti”). […] il nome Yupanqui stabilisce il rapporto gerarchico tra parlante ed interlocutore, fondato sull’appartenenza di classe del destinatario (famiglia reale). L’ atto linguistico potrebbe essere quello di “onorare” il re attraverso la dichiarazione della sua abilità nel contare. Presupponendo che il re in questione sia (realmente o in maniera presunta) più intelligente di altri nelle capacità di calcolo, la funzione dell’uso del nome Yupanqui potrebbe essere quella di differenziare il re dai suoi avi e, implicitamente, anche da eventuali parenti pretendenti al trono: “tu sai contare; altri individui, pur essendo stati re, o essendo potenziali re, non erano o non sono scaltri come te; quindi tu sei l’individuo più adatto a governare l’impero” »(BONGIORNO V.: WEB).7 A la luz de esto, en primer lugar, podemos suponer que Garcilaso se haya equivocado interpretando la palabra Yupanqui, ya que, viviendo lejos de su tierra de origen desde muy joven, habría podido olvidar y confundir muchas cosas, aunque causa perplejidades el coincidir en haber elegido precisamente el verbo “narrar” entre todos los posibles errores de traducción que podía hacer (lo que está muy a favor de la teoría expuesta). También es cierto que los Comentarios Reales se publicaron un año después del diccionario de Gonzálz Holguín, así que Garcilaso habría podido leer la definición “yupani: contar y hacer quentas” aportada por González Holguín, habría podido entender la palabra contar en el sentido de narrar y haberla utilizada en la interpretación de Yupanqui. En este caso, «yupay significa también estimar. Se podría pensar incluso en el sentido intransitivo( por ejemplo, valer en el sentido de tener un gran valor), para aclarar el nombre Capac Yupanqui. [...] Sólo dos nombres tienen una estructura sintáctica distinta, dotada de un verbo distinto del verbo ser: Lloque Yupanqui y Tupac Inca Yupanqui. La estructura formal del verbo presente en estos dos nombres, se funda en la sucesión de base verbal yupa ( “contar” ) + II persona singular; creo que la presencia de raiz verbal con II persona singular en un nombre de un rey es icónico de una situación “dialógica”,en que un subordinado se dirija al rey a tavés de un acto lingüístico, que consiste en una proposición declarativa (“tú cuentas”). […] El nombre Yupanqui establece la relación gerárquica entre hablante e interlocutor, basado en la clase de pertenencia del destinatario (familia real). El acto lingüístico podría ser el de “honrar” al rey declarando su abilidad en contar. Suponiendo que el rey en cuestión sea (en realidad o supuestamente) más inteligente que otros en las capacidades de cálculo, la función del uso del nombre Yupanqui podría ser la de distinguir al rey de sus antepasados y, de manera implícita, también de eventuales familiares pretendientes al trono: “tú sabes contar; otros hombres, aunque fueron reyes o siendo potenciales reyes, no eran o no son tan listos como tú; por tanto, tú eres el hombre más adecuado para gobernar el imperio”» (BONGIORNO V.: web). 7 la fuente de las palabras de Garcilaso sería la misma que tendrían que confirmar y, por lo tanto, perderían su valor de control transversal, pero quedaría de todos modos el hecho de que Garcilaso, en cuanto persona culta del 1600, leyendo la definición de González Holguín, la habría entendido en el sentido de “narrar y hacer cuentas” y no de “contar y hacer cuentas”, y eso demonstraría el propósito de González Holguín en escribir la definición, o sea el de entender el verbo narrar y no contar, siendo contemporáneo de Garcilaso, y con una formación cultural de comparable nivel. Dicho de otro modo, uno habría tenido que entender perfectamente lo que entendía el otro, incluso los matices ya que pertenecían al mismo período histórico y a la misma cultura. Hay que tener en cuenta la posibilidad de que Garcilaso se haya inspirado en la definición de González Holguín, puesto que hay que sopesar todas las posibilidades, pero resulta poco convincente porque la explicación que ofrece Garcilaso es larga, detallada y compleja, lo que indica la certeza y el convencimiento del autor sobre lo que escribe y resulta poco razonable pensar que toda la explicación habría podido desarrollarse simplemente a partir de la información: yupani=contar. Además, hay que tener en cuenta otro elemento: si Garcilaso hubiera fantaseado sobre la palabra Yupanqui, habrá tenido que hacerlo también sobre la palabra Huacanqui utilizada para los Príncipes malvados y todo eso parece demasiado enredado e inútil para ser creíble. Se puede observar la cuestión también desde otro punto de vista: en los Documentos Miccinelli, Valera afirma que Garcilaso copia de sus apuntes mucho de lo que escribe; por otra parte, el mismo Garcilaso hace frecuentes referencias a la información obtenida por Valera. Así pues, se podría llegar incluso a hipotetizar la coparticipación de la sabiduría de Valera en la explicación de la palabra Yupanqui.8 A esto puede añadirse que 8 Explicación que no habría referido en Exul Immeritus Valera Populo Suo (uno de los Documentos Miccinelli) cuando habla de los Reyes incas, quizás para no monstrar una técnica de escritura que habría podido parecer poco desarrollada a los ojos de los Europeos (piedras en lugar de letras), en vista de un utópico nacimiento de un nuevo Reino inca católico, que habría tenido el derecho de existir ya que poseía una civilización comparable a la europea, había sido cristianizado por la Dispersio Apostolorum o, de todas formas, ya evangelizado por los españoles, pero, sobre todo, porque la conquista de Cajamarca había sido ilegal y podía ser anulada por la prueba aportada por la carta de Chaves al Rey de España y contenida en los Documentos Miccinelli. En dicha carta, Chaves acusa a Pizarro de haber vencido a los soldados incas no con las armas, sino haciéndoles beber vino envenenado. Pues, si se hubiera llegado a la restauración legal de un nuevo Reino inca, esta vez católico y civil, se ponía al amparo de otras eventuales invasiones, dado que en aquella época se justificaba y autorizaba el derecho de conquista con la hipócrita convinción de que la población sometida fuese salvada llevándole la palabra de Dios y la civilización. Sin embargo, en Exul Immeritus Blas Valera Populo Suo, Valera parece dejar, de todos modos, un sutil indicio que relacionaría la palabra yupanqui al “narrar”, cuando atribuye al Rey Capac Yupanqui las cualidades de “rico y narrador” (LAURENCICH MINELLI L. 2007:476): como capac significa “rico”, parecería que Valera quisiese relacionar la palabra yupanqui a la de “narrador”. En este caso, el comportamiento de Valera sería análogo al que ha tenido, siempre en Exul Immeritus Blas Valera Populo Suo, tanto en la descripción del algoritmo de la multiplicación inca – que resultaría una copia de la multiplicación en gelosía europea, que, en cambio, utiliza los símbolos numéricos incas -, como en el transcribir un ejemplo de multiplicación con el verdadero método inca, pero camuflándolo como una forma de arte para ocultar el significado.Un intento de monstrar un método de cálculo y un sistema numérico posicional que pudiesen ser al nivel de los europeos, pero dejando señales de los originales (FLORIO C. 2009: 183-185). Todo eso llevaría a suponer ( el condicional es obviamente obligatorio) que también los quipus reales sean una transformación valeriana de los quipus no-numéricos, para monstrar un método de escritura más cercano al europeo. Valera habría sacrificado parte de la cultura inca sincretizándola; este habría sido el precio, alto pero necesario, a pagar para intentar liberar a su pueblo. A lo mejor, habría que considerar los Documentos Miccinelli no como una crónica que parece falsa en algunos puntos (motivo por el que muchos estudiosos consideran poco la interpretación “narrarás las grandes hazañas...” es más convincente de “tú cuentas”, entendido en el sentido de ser ábil en el cálculo y por lo tanto un Rey mejor que los otros: téngase en cuenta que el nivel de los conocimientos matemáticos alcanzado por esta civilización no debía ser tan alto (probablemente contemplaba sólo las cuatro operaciones) y, por eso, fácil de adquirir por cualquier inca que hubiera sido adecuadamente instruido desde su infancia. En más, los Reyes incas no se ocupaban de las cuentas, que se dejaban a los quipucamayoc, por lo tanto no demonstraban públicamente sus abilidades de contables.9 Además, el paso lógico siguiente a la hipótesis de Bongiorno, llevaría a considerar que el pueblo inca no hubiera distinguido entre las capacidades de un Rey muy inteligente y las de un modesto quipucamayoc, sin contar que cada quipucamayoc habría tenido el derecho al título de Yupanqui. En consecuencia, sería quizás más razonable suponer que, tal como relata Garcilaso, yupanqui signifique verdaderamente “narrarás” (a través del utilizo de la yupana), pero que este verbo sea caído en desuso y que se haya olvidado, junto con el uso de la yupana y de los quipus a los que estaba estrictamente relacionado, después de la prohibición del uso de los quipus y de la afirmación del español escrito; mientras que se habría conservado el recuerdo de yupay en el sentido de cuenta, aunque se hayan igualmente olvidado las técnicas de cálculo. Todo esto, habría llevado a leer las definiciones de González Holguín con un fuerte prejuicio (si se dejan leer esas definiciones a una persona de lengua española, pero totalmente desinformada sobre la cultura andina y la lengua quechua, que nunca haya oído hablar de la yupana y, por lo tanto, no condicionada mentalmente, es muy probable que individuara la doble y reiterada referencia al ámbito numérico y al alfabético: por un lado, “los números de guarismo, sumar la quenta y hazer quentas”, y, por otro, “letra, resumir en breve y contar”). Además, hay que analizar otro aspecto: los muchos cronistas que han escrito a propósito de la vida de los indios, han proporcionado, por una parte, una gran cantidad de información, pero, por otra parte, cabe la duda de que mucho de lo que se ha escrito no sea del todo fiable y que muchos cronistas estuviesen sólo en búsqueda de fama. Por este motivo, cuando una información parece en desacuerdo con lo que se considera ortodoxo, se descarta sin repensarlo mucho. Misma suerte pueden tener las palabras de Garcilaso, pero hace falta señalar que, aún admitiendo que en muchos puntos las crónicas existentes no sean verídicas, no poseemos un instrumento eficaz e imparcial para identificarlos. Nuestras consideraciones sufren las influencias de la información y los prejuicios que hemos asimilado y, por eso, pueden ser equivocadas. Asimismo, el verbo willakuy, que actualmente se utiliza en la lengua quechua con el significado de narrar, está relacionado con los cuentos transmitidos oralmente, por lo tanto, es posible que existiese también el verbo yupay con el significado de narrar, pero con el matiz de poner por “escrito” el cuento que estaba en la yupana y, luego, de aquí a los quipus. Si se admite la tesis por la que yupay significa también narrar, hay que comprobar, por consiguiente, la existencia de un sorprendente e insospechable punto de contacto entre la cultura andina y la española, creíbles estos documentos), sino como testimonio de un capítulo desconocido de la historia andina colonial, que está volviendo a la luz. 9 A veces, los contables hacían los cálculos utilizando como yupana el suelo, en que marcaban unas líneas, por eso tenían que estar agachados o de rodillas durante los cálculos, y pronunciaban en voz alta los números que colocaban en la yupana, para que todos los presentes siguiesen los cálculos. Todo esto, implicaba un esfuerzo al que es poco creíble que se pudiese someter un Rey inca. o sea el uso de la misma palabra( yupay en quechua y contar en español) para expresar tanto el concepto de narrar como el de contar, aunque por distintas razones. En la cultura andina, se debería al utilizo de la yupana en ambas operaciones, en cambio, en la cultura española, procede de la nota evolución etimológica de las lenguas neolatinas. Esta coincidencia podría dar una explicación paralela a la desaparición de la palabra yupay entendida como verbo “narrar”, ya que las incomprensiones y las dificultades que hubieran habido en captar los matices en esta problemática traducción “a doble intercambio”, habrían llevado a un caos que podría ser solucionado con una drástica semplificación. Además, es interesante mencionar unos versos que Blas Valera escribe en los Documentos Miccinelli, en los que afirma que Garcilaso ha copiado de sus escritos (adquiridos gracias a P. Maldonado, quien los ha sustraído al mismo Varela con el engaño) y ha cambiado sus palabras según necesidad, cuando no corresponden a la visión de los conquistadores: «Garcilaso, mi historia permanecerá valedera hasta que es útil; la piedrecilla se mueve, aquí y allá, en la yupana. Mientras te resulta útil, pones buena cara, Cuando viene a menos, en seguida vuelves vergonzosamente las espaldas. La Compañia presenta un mimo en la escena: uno, Maldonado, en la parte del padre, yo en la del hijo, y un tercero, Garcilaso, en la del savio.» (LAURENCICH MINELLI L. 2007: 479). Sin entrar en el mérito del suceso, se subraya como, en los versos de Varela, la frase “la piedra se mueve, aquí y allá, en la yupana”se introduce en un contesto narrativo y no matemático, casi a indicar que se escribía la historia con piedras en la yupana, tal como la pluma que anda ágil sobre una hoja de papel. A este punto, cabe hacer un inciso, aunque nos aleje por un momento del fin de este estudio, para que se note que en los Documentos Miccinelli, mediante Blas Valera, se encuentra el primer testimonio directo de que el nombre del tablero en el que se movían las piedras y las semillas es precisamente yupana. Valera lo cita en la frase antes mencionada y en otras partes de los Documentos Miccinelli. Hasta entonces, ningún cronista había llamado yupana la estructura en que se contaba. De todas formas, se ha utilizado este nombre para este objeto (que a veces podía ser sólo el suelo en el que se marcaban unas líneas), ya que con yupana se entendía en sostancia lo que había de contar y por transposición se ha extendido el término al objeto con que se contaba: «Yupana indicó “ lo que se ha de contar” e así debió llamarse también el instrumento con que se contaba» (RADICATI DI PRIMEGLIO C. 1979: 10). Volviendo a la teoría que se expone en este estudio, se deja la última palabra a los expertos de lengua quechua y de historia andina colonial sobre el análisis de las definiciones y de las citas. Lo que se quiere subrayar es solamente cómo estas definiciones y citas pueden ser observadas desde una perspectiva que conduce a una conexión, más o menos persuasiva, de la yupana con la transmisión de información verbal. Conexión que podría ser equivocada, pero que se reitera. Aunque el indicio pueda parecer débil, hace falta seguir investigando en esta dirección. Así pues, imaginemos una situación real: un inca habría podido escribir un mensaje con las piedrecitas coloradas en la yupana y, por algún motivo, habría podido decidir no volverlo en nudos en el quipu (por ejemplo, porque el utilizo de los quipus había sido prohibido o por una razón que no conocemos). Supongamos, por lo tanto, que el esquema siguiente represente un hipotético mensaje verbal: Figura 1 Este mensaje no se habría podido transferir ya que, moviendo el tablero, las piedrecitas o las semillas se moverían perdiendo la secuencia. En consecuencia, se habría tenido que fijarlas a lo largo de las columnas con una estructura rígida, utilizando un hilo de metal o unas barritas de creta o cualquier otro suporte rígido. Igualmente, se habría tenido que fijar la secuencia de las barritas. Al final, se habría obtenido una tablilla: Figura 2 Este tipo de estructura habría presentado dos inconvenientes: las barritas en posición vertical, una junto a la otra, habrían cansado los ojos durante la lectura por intentar no confundir las filas, y, si el mensaje era demasiado largo, el tamaño de la tablilla habría sido excesivo con la consiguiente dificultad de transporte. Una disposición más razonable y ergonómica habría sido la siguiente disposición “a rueda”. Figura 3 En este caso, se ocuparía menos espacio y la inclinación entre las barritas permitiría una lectura menos fatigosa. Si se hallara un objeto semejante a esta figura, sería otro punto a favor de la teoría expuesta, pero inútil, ya que tal como no sabemos a cuáles sonidos verbales corresponden las agrupaciones de nudos en los quipus, no sabríamos a cuáles sonidos verbales corresponderían las agrupaciones de piedrecitas en esta estructura. La situación cambia y se hace considerablemente concreta y útil, cuando leemos las palabras de Padre Acosta: «Fuera de estos quipos de hilo tienen otros de pedrezuelas, por donde puntualmente aprenden las palabras que quieran tomar de memoria; y es cosa de ver á viejos ya caducos con una rueda hecha de pedrezuelas, aprender el Padre nuestro, y con otra el Ave Maria, y con otra el Credo, y saber cual piedra es: que fué concebido de Espíritu Santo, y cual: que padeció debajo el poder de Poncio Pilato, y no hay mas que verlos enmendar cuando yerran, y toda la enmienda consiste en mirar sus pedrezuelas, que á mí, para hacerme olvidar cuanto sé de coro, me bastára una rueda de aquellas. De éstas suele haber no pocas en los cimenterios de las Iglesias para este efecto» (ACOSTA J. 1894[1590]T.II L.VI CAP. VIII :167). En primer lugar, podemos observar que el objeto que describe Padre Acosta puede coincidir muy bien con el objeto que hemos imaginado:  Acosta lo llama “otro tipo de quipu , hecho de pedrezuelas”, y esto está conforme con la hipótesis de que el texto haya sido escrito antes con piedrecitas y que luego no haya sido transformado en nudos. En todo caso, indica una equivalencia entre piedrecitas y nudos.  Acosta lo define “rueda hecha de pedrezuelas”; el hecho de que haya utilizado la palabra rueda nos señala que el objeto es rígido, de forma circular y, además, nos dice de la presencia de “radios”, porque una rueda se diferencia de otros objetos circulares y rígidos precisamente por la presencia de estas líneas. Acosta utiliza la palabra rueda y no “plato” o “disco”. También el objeto imaginado es circular, rígido y tiene los radios como componente esencial.  Si seguimos suponiendo que los quipus no fuesen objetos nemotécnicos, cuando Acosta narra que los indios utilizaban estas ruedas, que eran otro tipo de quipu, para tomar de memoria las oraciones, tenemos que suponer que también las ruedas no fueran un objeto nemotécnico y que, por lo tanto, llevaran un texto que se leía más veces hasta que se aprendía de memoria. En consecuencia, las distintas posiciones de las piedrecitas correspondían a un alfabeto que leían los indios, pero incomprensible para Acosta que se asombraba por cómo las piedrecitas se relacionaban a los varios puntos del texto. Todo eso, concuerda con la teoría propuesta y, además, el objeto imaginado en la Figura 3 se usa en el mismo modo. Si convenimos que los quipus no son un objeto nemotécnico, las palabras de Padre Acosta constituyen un fuerte respaldo a la validez de la teoría que vengo exponiendo en este estudio, pero tienen además un mérito incomparable porque nos dicen cuáles tipologías de textos se encuentran en las ruedas. Nos dicen que cada rueda correspondía a una oración: el Ave María, el Padre Nuestro, el Credo. Conocemos estos textos, por eso, analizando una “rueda de Acosta” a la luz de esta teoría, reduciendo el campo de investigación a las oraciones y a las posibles lenguas en que se podían pronunciar, aunque la más probable es el español, lingüístas profesionales podrían descifrar la rueda a partir de la repetición de las secuencias de piedrecitas (tanto de número como de color). Si se lograra, se obtendría la demonstración de que las ruedas no son un instrumento nemotécnico. Una vez descifrada la rueda, luego haría falta identificar la correspondencia no-numérica piedra – nudo, probablemente distinta de la matemática que he identificado ( o sea, color de la piedra – una determinada posición del nudo en la cuerda). Esta correspondencia seguiría una lógica que no sería imposible de determinar y, por lo tanto, se podría decir a cuál sonido verbal correspondería aquel particular grupo de nudos. Si se llegara a componer en los quipus existentes unos textos legibles (la lengua quechua y la aymara son actualmente habladas y escritas con los símbolos del alfabeto español), se confirmaría que los quipus no son instrumentos nemotécnicos y se podrían descifrar. Hay que decir, también, que Padre Acosta habla de las ruedas como de “otro tipo de quipu”: así que se plantea la cuestión de entender porqué existiesen dos tipos y si se utilizaran en distintas ocasiones. Si el utilizo de los dos tipos de quipu era indiferente, puede suponerse que hayan sido realizados incluso unos quipus de cuerda, en que estaban escritas las oraciones; por lo tanto, es posible (aunque poco probable, ya que los quipus no-numéricos conservados no son muchos, alrededor de doscientos) que exista un quipu no-numérico que se podría descifrar comparándolo con los textos mencionados por Acosta. Sin embrago, también es cierto que si era indiferente usar los dos tipos de quipu, en una rueda de piedrecitas se podría encontrar un texto cualquiera que no podríamos descifrar. En cambio, si las ruedas se utilizaban en casos específicos, se puede suponer, por ejemplo, que se utilizaran sólo para memorizar los textos, como afirma Acosta. La hipótesis es razonable ya que, como había que volver a leer de continuo el texto, los radios fijos de las ruedas se hacían rápidamente visibles, a diferencia de los cordeles de un quipu que necesariamente se debían pasar repetidamente entre los dedos para distanciarlos. Los textos a aprender de memoria en época colonial podrían ser razonablemente sólo textos de tipo religioso. Incluso, se puede suponer que la rueda haya sido concebida sólamente en época colonial, después de la prohibición en 1583, con el tercer Concilio de Lima, del uso de los quipus y con su distrucción en pública plaza. De hecho, Acosta se queda en Perú hasta el 1586: por eso, es cronológicamente posible que haya conocido las ruedas, aunque ‘construidas’ después del Concilio limeño. Además, hay que tener en cuenta que Acosta habla de gente mayor que utilizaba las ruedas, o sea personas que habrían tenido dificultades en aprender a escribir. El uso de la rueda, por lo tanto, habría podido rápidamente decaer con la alfabetización de las nuevas generaciones. En todo caso, sería interesante comparar los textos de las oraciones con los quipus nonuméricos existentes y con las ruedas descritas por Acosta. La pregunta inevitable a esta altura es: “¿ Dónde están las “ruedas de Acosta?” Es posible que algún ejemplar haya sido hallado (Acosta habla de «no pocas ruedas» en los cementerios de las Iglesias), identificado como el objeto descrito por Acosta, pero, como se consideró sólo un objeto nemotécnico, junto con los quipus, quizás esté guardado y olvidado en el almacén de un museo. Es incluso posible que ninguna de las “ruedas” de que habla Acosta se haya conservado y, por eso, nos encontraríamos en un punto muerto. Sin embargo, otra posibilidad es que alguna de estas “ruedas” se haya salvado y que no haya sido puesto en relación con las palabras de Acosta. Sin esta relación, un objeto de este tipo podría fácilmente confundirse con un medallón o con una decoración. Habría sido útil si Acosta hubiera descrito también el tamaño de estas “ruedas”, pero desde luego su tamaño no debía superar el de un quipu dispuesto a forma radial, aunque es mucho más probable que hayan sido miniaturizados para facilitar su transporte, puesto que utilizaban una para cada oración. Sería muy útil si esta teoría, aunque al momento sin una demostración irrefutable, de todas formas, llegara a todos los que trabajan en primera línea: arqueólogos, antropólogos... ya que estos expertos tienen la posibilidad de visitar almacenes de museos, colecciones privadas, sitios arqueológicos y religiosos en la zona en la que Padre Acosta desarrolló su trabajo de misionero, examinando con particular cuidado los cementerios de las iglesias, y podrían, por lo tanto, identificar una de estas “ruedas” y luego dejarla al análisis de los lingüístas. Además, es posible que unos de estos restos estén guardados en algún convento en Europa, traídos como recuerdo por algún misionero. O bien, las “ruedas” podrían haber sido representadas como detalle en alguna pintura, o descritas en alguna crónica aún no hallada o estudiada detalladamente. Hay que investigar en todas las direcciones. Hallar un objeto que se parezca a la figura estilizada “a forma de rueda”, sin duda con unas variantes, podría llevar a descifrar los quipus. La “rueda de Acosta” podría revelarse como la “piedra de Rosetta inca”. Esta teoría, desarrollada según un procedimiento lógico sin condicionamientos, que empieza por el análisis de los elementos técnicos que surgen de las crónicas a disposición y que ve la posibilidad de la existencia de una técnica de escritura, sencilla y eficaz, en la yupana, había sido en algún modo percibida por Carlos Radicati di Primeglio, quien escribió : «Otro aspecto de coincidencia entre el quipu y la yupana lo hallamos en la capacidad que ambos ofrecen para expresar ideas extranumerales, o sea las que no se representan mediante simples guarismos. Dicha capacidad de expresión es, por el momento, imposible de precisar, pudiendo estar reducida a una sencilla manifestación de técnica nemónica o extenderse a un sistema de comunicación comparable a una verdadera grafía más o menos evolucionada. De todos modos, significativo es el hecho de que los indios, según relatan los cronistas, para sus plegarias y confesiones utilizasen, además de los quipus, también los guijarros dispuestos de diferentes maneras, como en esas “ruedas de piedras” señaladas por el Padre Acosta que les servían, con sólo mirarlas, para no incurrir en error durante el rezo y para confesar sus pecados sin ninguna omisión»(RADICATI DI PRIMEGLIO C. 1979: 46)10. 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(Estratto e tradotto da : Florio Cinzia, 2010, “Ruote di Acosta: elementi decorativi, strumenti mnemonici o mezzi di scrittura?”, in Letterature Americane e Altre Arti, Atti del XXXI Convegno Internazionale di Americanistica, Salerno, 13-15 maggio 2009, Oèdipus, Salerno.) 10 Radicati di Primeglio parece referirse, por lo tanto, no sólo a Acosta que habla de rueda para rezar sin incurrir en errores, sino también a otros cronistas que hablan del utilizo de las piedras para confesar los pecados sin ninguna omisión. No he logrado identificar al cronista y su crónica que podría proporcionar otros importantes detalles.