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BUENOS VIENTOS
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BUENOS VIENTOS
Circulación, resistencias, ideas
y prácticas en el Mundo Atlántico
de la Modernidad temprana
Lucía Uncal
Pablo Moro
(compiladores)
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Buenos vientos: circulación, resistencias, ideas y prácticas en el
Mundo Atlántico de la Modernidad Temprana / Lucía Uncal;
Pablo Moro; compilado por Lucía Uncal; Pablo Moro. – 1a ed . –
La Plata: Lucía Uncal, 2020.
Libro digital
ISBN 978-987-86-4200-0
1. Historia. 2. Historia Moderna. 3. América Colonial. I. Moro,
Pablo II. Uncal, Lucía, comp. III. Moro, Pablo, comp. IV. Título.
CDD 980
ISBN: 9789878642000
Las opiniones y los contenidos incluidos en esta publicación son
responsabilidad exclusiva del/los autor/es.
Buenos vientos
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Índice
Prólogo ............................................................................................... 9
Introducción. Historia atlántica: recorridos, espacios y
sentidos............................................................................................ 13
Emir Reitano y Osvaldo Víctor Pereyra
Circulaciones ......................................................................... 21
Emigrantes que partem, famílias que se juntam. As
viagens dos “brasileiros” no século XIX................................. 23
Alexandra Esteves
Itinerários de vida. Os emigrantes portugueses no Brasil
e as instituições de assistência (século XVII) ........................ 41
Maria Marta Lobo de Araújo
Heranças e rendas em trânsito pelo Atlântico sem
fronteiras nas fronteiras das misericórdias, sécs.
XVI-XVIII. Alguns apontamentos ........................................... 55
Maria Antónia Lopes
Personas y bienes en la circulación atlántica de fines del
siglo XV a mediados del XVIII.................................................. 69
Ofelia Rey Castelao
Resistencias.......................................................................... 117
“Para que los castellanos puedan impedirnos el
comercio no basta que les convenga y lo deseen
impedir, es necesario que lo puedan hacer”. El
contrabando en la Colonia del Sacramento en la
segunda mitad del siglo XVIII................................................. 119
Paulo Cesar Possamai
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8 • Índice
Aspectos de la religiosidad de los marineros en el
Océano Atlántico en la Edad Moderna ................................ 135
Jaime Rodrigues
Ideas y prácticas .................................................................. 151
Mundo atlântico e ensino de história. A proposta da
Base Nacional Comum Curricular – BNCC (2015)......... 153
Edna Maria Matos Antônio
Dominar el litoral noroeste de España en el siglo XVIII:
una tarea infinita......................................................................... 177
Manuel-Reyes García Hurtado
Educación y política en tiempos de crisis. La monarquía
hispánica durante el reinado de José I (1808-1813):
Manuel Narganes entre ideas y acciones............................. 221
Sebastián Perrupato
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8
Prólogo
El océano es más antiguo que las montañas
y está cargado con los recuerdos y los sueños del tiempo.
H.P. Lovecraft
Durante mucho tiempo, se ha pensado al Atlántico como
un fenómeno natural o una realidad geográfica ineludible.
Pero ¿qué era el Atlántico antes de ser navegado? Este espacio existe en tanto las personas, a lo largo de la historia,
lo hemos nombrado, creado y modificado. No es sino por
la acción humana que se constituye como un punto de
encuentro, un conjunto de redes, una entidad polisémica y
un objeto de estudio.
Este libro es el producto del trabajo colectivo de múltiples investigadores e investigadoras que concentran sus
estudios en la Historia Atlántica, y que se cristalizó a través de las discusiones, debates y propuestas realizados en
las Primeras Jornadas de Historia Atlántica en la Modernidad Temprana realizadas en la Universidad de La Plata, en
2018. Este encuentro consolidó una línea de investigación
que se expresa en las producciones aquí seleccionadas y da
cuenta del trabajo realizado desde hace algunos años por
el Programa Interinstitucional “El Mundo Atlántico en la
Modernidad Temprana”. Esta red académica nuclea proyectos de diecinueve universidades de América Latina y
Europa, construyendo lazos que pretenden romper con el
aislamiento propio de la especialidad científica. Es a través
de este contacto que nuestras prácticas se tensionan y transforman, habilitando, en ese mismo devenir, los proyectos,
programas y vínculos que nos convocan. El desafío de esta
empresa, atravesada por la pluralidad de orígenes, territorios y concepciones del Atlántico, es trazar los puentes
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10 • Buenos vientos
necesarios para la producción conjunta. El diálogo entre
investigadores e investigadoras que propone este libro, que
navega entre Argentina, España, Portugal y Brasil, es sólo
una primera muestra de los resultados posibles.
El espíritu de este libro se nutre de otra red que nos
convoca. Nuestra labor científica se enmarca, a su vez, dentro del Proyecto European Union’s Horizon 2020 “Rebellion and Resistance in the Iberian Empires 16th – 19th
centuries”, a través del cual buscamos estudiar y visibilizar
las prácticas que discuten los entramados de poder “desde abajo”.
Aparecen, así, en las páginas de esta publicación una
diversidad de abordajes sobre el Atlántico y las personas
que lo habitan, conforman y perciben. Sus prácticas, representaciones, discursos e instituciones han constituido este
escenario en un amplio espectro. Por un lado, la violencia y
la dominación han estructurado las relaciones en este espacio, edificado como el canal de la colonialidad. La conquista
de la Mar Oceánica, puntapié inicial de estos contactos, es
la acción que da sentido a la conformación del Hombre
Occidental Moderno. Por otro lado, sin embargo, ha sido
una inmensa plataforma donde crear los puntos de fuga
de esas relaciones de poder, forjando redes de intercambio,
solidaridad y resistencia. Desde los márgenes, las otredades
han disputado diversas maneras de percibir y construir el
Mundo Atlántico.
Conquistar, circular, resistir, conectar, comunicar son
algunos de los procesos que las pasajeras y pasajeros en
tránsito, tanto humanos como inmateriales, han desplegado
en este espacio con pretensiones de natural pero socialmente construido.
Hoy, sobre todo, el Atlántico es una excusa. El estudio
de su pasado se conforma como un pretexto para construir nuestro presente, tejiendo un entramado de conexiones que estrechan las distancias entre las orillas del mundo
académico.
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Buenos vientos • 11
Queda así establecida la invitación a navegar por las
páginas de este libro y, como todo aquel que se embarca,
esperamos que le acompañen buenos vientos.
Lucía Uncal
Pablo Moro
La Plata, agosto de 2019
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Introducción
Historia atlántica: recorridos, espacios y sentidos
EMIR REITANO1 Y OSVALDO VÍCTOR PEREYRA2
Los textos aquí reunidos forman parte de una meditada
selección de artículos escritos por investigadores pertenecientes tanto del ámbito americano como del europeo,
reunidos en las Iras Jornadas Internacionales de Historia del
Mundo Atlántico en la Modernidad Temprana (1500-1800). El
Río de la Plata en el Espacio Atlántico: África, América y Europa, que se desarrollaron en la Universidad Nacional de La
Plata durante los días 3 al 5 de octubre de 2018. Dichas
jornadas forman parte del conjunto de acciones emprendidas por el Programa Interinstitucional el Mundo Atlántico
en la Modernidad Temprana (PIMAMT) de la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad
Nacional de La Plata.
Desde un primer momento el PIMAMT ha sido pensado como un ámbito de diálogo abierto entre historiadores de ambas márgenes del océano para presentar y discutir problemáticas historiográficas compartidas. Observamos al Atlántico desde una dimensión poliédrica, un lugar
de encuentro que piensa a este espacio oceánico como un
ámbito interconectado y articulado. Un lugar de conjunción, de interconexión, donde se despliegan y actúan actores colectivos e individuales de las sociedades constituyentes de los antiguos imperios ibéricos.
1
2
Universidad Nacional de La Plata. ereitano@lpsat.com.
Universidad Nacional de La Plata. vopereyra@gmail.com.
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14 • Buenos vientos
La idea de una Historia Atlántica no es novedosa. Sedujo a los historiadores a comienzos de la segunda mitad del
siglo XX a partir de las circunstancias políticas abiertas por
la posguerra. En cierto sentido la dimensión atlántica se nos
presenta como una “inmanencia”, está siempre allí, presente
y real al alcance del historiador que quiera adentrarse en
su vórtice. Como bien señalara D. Armitage, el Atlántico
es una de las pocas categorías de la historia que posee una
geografía que no es artificial, a la inversa de lo que sucede
con las historias de los Estados y las naciones, determinada
por “fronteras cambiantes y sus imperfectas conjunciones
entre lealtades políticas y límites geográficos” (Armitage,
2002, p. 8). Entendiendo con ello que en su estudio debemos
partir de enfoques esencialmente “desnacionalizados”, como
afirmaba A.M. Bernal (2010, p. 27).
Al mismo tiempo la Historia Atlántica tiene una cronología bastante clara y precisa que comienza con los viajes
portugueses en el siglo XV al abrir las primeras rutas atlánticas, cuando Bartolomé Díaz dobló el cabo de Buena Esperanza (1487) y Vasco da Gama alcanzó el Índico y Calcuta
(1498), y también tras los viajes de Colón con el asentamiento castellano en las Antillas y en las costas americanas.
De esta manera, el Atlántico se “interconectó” a través de
Europa. En menos de medio siglo, Cortés, Pizarro y toda
una pléyade de conquistadores, impulsados por el dinero de
banqueros de Génova, Sevilla y Amberes, hicieron posible
la conquista de los primeros grandes imperios coloniales
de Ultramar. No solo Europa sino el Atlántico sufrieron
una rápida mutación, a través de un proceso de interconexión continua que no dejó de intensificarse a lo largo
de los siglos. Ello lo redefine e identifica como un espacio
geográfico claramente delimitado y dentro de una modernidad con evidentes rasgos distintivos. En este sentido, “(…)
el Océano Atlántico fue (también) un invento europeo (…)
no porque los europeos fuesen sus únicos habitantes, sino
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Buenos vientos • 15
porque ellos conectaron por primera vez sus cuatro orillas
en una sola entidad” dando lugar así a un espacio geográfico
con una historia en común. (Armitage, 2002, p. 8).
Hablamos de este espacio oceánico como un ámbito
profusamente interconectado, constituido a través de
vínculos agregativos entre Europa, África y América, pero
también, articulado por formas institucionales plurales,
diversas tradiciones y condicionamientos, lo que permite
también pensar la conjugación de múltiples espacialidades,
como nos marca J. Elliott (2000, p. 22) “(Existe) un Atlántico
norteamericano de británicos, franceses y holandeses, que
se extendía de la Bahía de Hudson a la desembocadura del
Delaware. El segundo Atlántico fue el español de la carrera
de Indias, que unía a Sevilla con el Caribe y la América
continental tropical. El tercero era el luso, originado por el
desembarco de Cabral en Brasil hace ahora precisamente
quinientos años.” Elliott destaca así lo difícil que es saber
a ciencia cierta “a qué Atlántico se refieren los atlantistas”, aclarando que en inglés se entendía por “Atlántico” al
Atlántico Norte. Españoles y portugueses lo denominaban
“la Mar Océana”, es decir, el mar que rodeaba al mundo
conocido por los romanos y, finalmente al mar que se interponía entre la Península Ibérica y América. Por ese motivo,
y para no caer en anacronismos históricos, el autor afirma que durante los siglos XVI y XVII no existía un único
Atlántico, sino que existían tres mares diferenciados. Para
Elliott, fue hacia finales del siglo XVII y principios del XVIII
cuando los “mundos atlánticos” comenzaron a relacionarse,
integrarse y convivir (De La Guardia Herrero, 2010, p. 155).
Hablamos así de un proceso de integración Atlántica que, en
definitiva, determina la necesidad de un análisis global, es
decir, de una unidad o encuentro de dimensiones: lo local,
lo regional, lo global que determinan o conforman aquello
que podemos definir como el “atlantismo”.
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16 • Buenos vientos
Es en este sentido que podemos hablar en este libro,
un poco “pomposamente”, de un encuentro de “mundos”,
buscando con ello determinar unidades de sentido globales
tanto para cada uno de los trabajos individuales aquí presentados como para el conjunto de ellos.
Para el mundo luso-brasileño el lector encontrará que
las contribuciones de Alexandra Esteves (Universidade Católica Portuguesa, Braga) como también de Maria Marta Lobo
de Araújo (Instituto de Ciencias Sociais, Universidade do Minho, Braga-Portugal) construyen -desde miradas distintas y
complementarias- la dimensión humana de los emigrados
portugueses de la región de Minho en Brasil. Las formas
de intercambio e interrelación entre ambos espacios atlánticos se encuentran así tempranamente interconectadas a
través de los propios recorridos de estas familias norteñas
portuguesas que siempre tienen en el horizonte sus comunidades de origen. De esta manera, idas y vueltas, viajes y
tornaviajes, conectan los espacios y las experiencias familiares nuevas que dan sentido también a novedosas prácticas,
intercambios y pautas culturales en donde se nutre una elite
“brasileña” en pleno desarrollo.
Complementa esa mirada el capítulo de Maria Antónia
Lopes (Faculdade de Letras da Universidade de Coimbra) que
nos invita a repensar el rol fundamental que adquiere para
el mundo luso las Santas Casas da Misericórdia como nos
aclara la autora: “(…) à medida que os portugueses alargavam o seu império pela África, Ásia e América, essas instituições civis iam nascendo, adaptando-se às comunidades,
mas mantendo sempre uma natureza e estrutura comuns”.
En su funcionamiento podemos ver como se articulan en
el espacio atlántico las herencias y las rentas de las familias
portuguesas fuera de la península a partir de la centralidad
que tienen estas particulares estructuras institucionales.
Paulo Cesar Possamai (Universidade Federal de Pelotas) nos revela con su trabajo ese vínculo -visible y ocultogenerado por el contrabando en el Río de la Plata a través de
la Colonia del Sacramento. El espacio de frontera múltiple
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Buenos vientos • 17
que constituía el área rioplatense provocó que las relaciones
hispanolusitanas tuvieron su propia dinámica durante todo
el siglo XVIII. En él, más allá de los conflictos entre las
coronas peninsulares, los vínculos entre ambas orillas se
mantuvieron de manera constante.
Con una mirada diferente y un criterio profundamente
pedagógico crítico, Edna María Matos António se aboca al
tema de la enseñanza de la historia en Brasil y, dentro de ese
espacio, realiza consideraciones críticas sobre el abordaje
de la enseñanza de la historia y el concepto de Historia
Atlántica a través del documento denominado Base Nacional
Comum Curricular del gobierno brasileño del año 2015. En
el texto la autora reflexiona teórica y metodológicamente
sobre el posible impacto de esta currícula sobre la enseñanza de la historia.
Para el mundo hispano tenemos la contribución de
Ofelia Rey Castelao(Universidad de Santiago de Compostela)
que nos adentra en el problema de repensar conceptualmente términos como “globalización” o “mundialización”
a partir estos primeros movimientos transoceánicos -tanto
de personas como de bienes- que dan sentido a una primera
integración de este espacio Atlántico durante la modernidad. Como afirma la autora, es necesario reflexionar sobre
estos conceptos a la luz de la propia experiencia histórica, ya que: “(…) cualquier reflexión en términos actuales de valoración social sería un anacronismo, pero, innegablemente, la expansión europea ultramarina nació por
el comercio y buscaba solo beneficios comerciales y, para
obtenerlos, sus agentes conquistaron espacios o instalaron
factorías cuyos beneficios fueron a parar a las metrópolis”.
Es decir, pensar los mismos en la propia experiencia histórica que les dio sentido y forma.
A medida que este “espacio Atlántico” se expandía, articulaba e integraba, las realidades imperiales coloniales que
se constituían en ella llevaron a la necesidad de conocer esta
nueva espacialidad. El capítulo de Manuel-Reyes García
Hurtado (Universidad de A Coruña) nos incita a reflexionar
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en torno a las necesidades del desarrollo de un conocimiento cartográfico, que fue impulsado por la constitución
misma del imperio ultramarino de España, y la importancia crucial que tenía el conocimiento de sus costas y rutas
marítimas, tanto desde un punto de vista militar como económico. Es decir, el Atlántico no sólo como espacio de
circulación de bienes y personas, sino también, de conocimiento, elemento insoslayable para el mantenimiento de la
realidad imperial cada vez más en competencia con otras
monarquías europeas de la época.
El trabajo de Sebastián Perrupato (UNMdP- CONICET)
nos remite a otra dimensión de la circulación, el de las ideas
y modelos. Tomando como eje el problema de la educación
en momentos de crisis orgánica del Imperio Hispánico -a
principios del siglo XIX- y, ante las propuestas de “modernización política y científica” que circulaban tanto en la
península como en América, el autor nos propone adentrarnos en el pensamiento, complejo y polifónico, de Manuel
Narganes y Posadas situándonos en el interregno de José I.
Finalmente, el capítulo de Jaime Rodríguez (UNIFESP,
Brasil) nos adentra en una problemática muchas veces descuidada por la historia: la religiosidad y las prácticas religiosas de las clases populares en la Edad Moderna, tomando
como grupo de referencia a los marineros lusitanos. Ubicando como material de trabajo primario las narrativas de
viajeros y los registros de la inscripción de las tripulaciones de los barcos portugueses en los siglos XVI y XVII, el
autor analiza la importancia que adquirían en los mismos
el culto mariano y de los santos católicos a partir de las
propias experiencias de estos actores que transitan en el
espacio Atlántico.
Tanto los autores como compiladores de este libro
hemos priorizado el intercambio y la comunicación como
elementos distintivos y ordenadores de aquello que consideramos la historia Atlántica. Una verdadera historia global
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Buenos vientos • 19
y conectada -o interconectada, si se prefiere- en permanente búsqueda de aquellos lazos -tanto humanos como
materiales- que le dan sentido y la conforman.
Bibliografía
Armitage, D. (2002). Three Concepts of Atlantic History.
En D. Armitage & M. Braddick (eds.), The British Atlantic World (pp. 11-31). New Cork: Palgrave Macmillan,
Versión en español en Revista de occidente (octubre
de 2004).
Bernal, A. M. (2010). Atlantismo, desde los supuestos económicos del Imperio Colonial español, Anuario de Estudios Atlánticos, (56), pp. 25-38.
De La Guardia Herrero, C. (2010). Historia Atlántica. Un
debate historiográfico en Estados Unidos, Revista Complutense de Historia de América, 36, pp. 151-159.
Elliott, J. (2000). En búsqueda de la historia Atlántica, en
XIV Coloquio de Historia Canario-americana, Las Palmas, Casa de Colón, pp. 20-36.
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Circulaciones
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Emigrantes que partem,
famílias que se juntam
As viagens dos “brasileiros” no século XIX
ALEXANDRA ESTEVES1
Introdução
O ato de viajar encerra um significado que não se esgota
na simples movimentação no espaço, pois inclui uma subjetividade passível de mutações ao longos tempos, resultante
das motivações que o suportam e que, em Oitocentos, se
relacionam, cada vez mais, com a procura da novidade e
da diferença, a fuga à rotina do quotidiano e à fruição de
novas experiências.
O século XIX foi marcado por uma série de avanços em
diversos domínios, cujos alicerces se encontram em décadas
anteriores, que levaram a alterações significativas na forma de ser e estar do Homem ocidental. Entre as mudanças
mais relevantes, podemos destacar as que se verificaram
nos transportes, materializadas, nomeadamente, na facilitação da circulação das pessoas e bens e na possibilidade de
serem vencidas mais rapidamente grandes distâncias. Neste
âmbito, tem-se dado especial relevo aos benefícios económicos advenientes dos progressos nos meios de transporte.
Importa, todavia, não minimizar o impacto social e cultural
desses avanços, uma vez que, juntamente com as pessoas, circulam não apenas mercadorias, mas também ideias
1
Universidade Católica Portuguesa, Braga, Portugal. apesteves@braga.ucp.pt.
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24 • Buenos vientos
e valores. Por outro lado, não eram, nem são, apenas os
negócios a ditar a deslocação de pessoas, mas também, e
cada vez mais, a busca de lugares dedicados ao lazer, entre
outras razões.
O turismo começou a afirmar-se em Oitocentos, quando se organizam as primeiras excursões, surgem as primeiras agências de viagens e se assiste, cada vez mais, à
procura de modos de fruição de momentos de lazer, seja
no campo, nas termas ou na praia, e, consequentemente, de
destinos, nem sempre próximos, que satisfaçam esse objetivo. O comboio vai-se impondo, então, como o meio de
transporte que facilita o acesso às localidades onde se situam a as estâncias termais e balneares, contribuindo, assim,
para a sua fama e desenvolvimento. Todavia, o barco continuava a levar os viajantes a terras distantes, como acontecia com muitos emigrantes que, em busca de melhores
condições de vidas, deixavam as terras do Alto Minho em
direção ao Brasil.
O nosso estudo incide sobre o Alto Minho, uma região
do norte de Portugal, que confina com a província espanhola da Galiza, tomando em consideração dois dos seus
concelhos: Ponte de Lima e Paredes de Coura. Trata-se de
duas circunscrições territoriais que, apesar de contíguas,
apresentam características bem distintas. A primeira, mais
desenvolvida, foi favorecida pelas vias de comunicação que
a colocavam na rota de vários destinos, nomeadamente dos
de cariz religioso. A outra, encravada numa zona montanhosa e de difícil acesso, sofreu, durante todo o Oitocentos,
os efeitos do isolamento na vida da sua população. Apesar dos cenários diferenciados, ambas assistiram ao êxodo
das suas gentes para outras paragens, especialmente para
o Brasil.
Com raízes em Seiscentos, a emigração alto minhota
rumo a terras brasileiras surgiu, em boa parte, para dar
resposta à desproporção entre o crescimento populacional e os meios de subsistência então disponíveis (Sá, 2000,
pp. 117-133). Perante a inexistência de alternativas para
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Buenos vientos • 25
garantir uma vida digna, e até a própria sobrevivência, a
muitos não restou outra solução que não fosse partir em
busca de um futuro melhor e, quiçá, da fortuna. A emigração não era proibida, mas era encarada com reservas
pelas autoridades, pelas consequências nefastas que acarretavam para o reino.
A diáspora para o Brasil acentuou-se no século XIX,
na sequência da crise agrícola que se fez sentir na primeira
metade desta centúria, da descida dos preços dos cereais
e das pragas que afetaram a cultura da vinha (Rodrigues,
1995). A instabilidade política, a pobreza crónica e o desemprego que grassava no seio da população urbana e rural
também levaram muitos a partir. Por outro lado, as leis respeitantes aos morgados e à progenitura também compeliam
os filhos não primogénitos a emigrar em busca de melhores
oportunidades de vida (Russell-Wood, 1997, pp. 158-168).
Além dos já mencionados, outros motivos, como, por
exemplo, a fuga ao serviço militar ou às malhas da justiça
também contribuíram, igualmente, para alimentar os fluxos
migratórios. Muitos dos foragidos conseguiam escapulir-se
usando passaportes falsos, conseguidos com documentos
adulterados ou com nomes inventados (Pereira, año, pp.
205-206). 2 Outros, a quem não era concedido passaporte
para saírem do reino por se acharem em idade de recrutamento, chegavam a acordo com os capitães dos navios,
que os incluíam no rol dos registados e assim escapavam ao
cumprimento do serviço militar3.
Ao tempo, o Brasil era o destino preferencial do movimento migratório, para o que contribuía a afinidade linguística, a similitude de costumes e até a existência de
ligações familiares (Klein, 1993, p. 242). O êxodo dos primeiros membros de uma determinada comunidade ou da
2
3
Arquivo do Governo Civil de Viana do Castelo (doravante AHGCVC), Portarias e Ofícios do Ministério do Reino, n.º 1.13.4.5-6, não paginado.
AHGCVC, Correspondência com várias autoridades – Dezembro de 1852 a Maio
de 1854, n.º 1.8.3.14, não paginado.
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26 • Buenos vientos
família, tinha, por vezes, o efeito de arrastão, levando outros
a seguir as mesmas pisadas, movidos pelo sentimento de
partilha e identidade. A presença de parentes podia ser
um importante fator impulsionador e de ligação entre a
terra de partida e o lugar de destino, facilitando a integração dos recém-chegados na nova morada (Cruz, 1986/
1987, pp. 12-13).
Havia ainda outros fatores que incentivavam a partida
dos mais desfavorecidos, nomeadamente as facilidades de
pagamento das passagens, concedidas pelos proprietários
dos navios, e o aliciamento levado a cabo por engajadores. A angariação de potenciais emigrantes preocupava as
autoridades portuguesas, desde logo porque o futuro quase
paradisíaco que lhes era prometido pouco ou nada nada
tinha a ver com a realidade, até porque o Brasil não estava
propriamente interessado em recrutar mão-de-obra qualificada, mas sim braços fortes para substituir o trabalho
escravo nas imensas explorações agrícolas e nas grandes
obras públicas.
O desenvolvimento de redes de aliciadores, que recorriam a mecanismos propagandísticos e procuravam tirar
proveito do isolamento e da ignorância das populações,
verificou-se a partir de 1830, tendo como alvos prioritários os jovens do sexo masculino, fisicamente bem constituídos, a quem propunham contratos de locação de trabalho (Alves, 1998, pp. 413-424). Muitos acediam e, levados
talvez pelo desespero, hipotecavam as suas propriedades,
outros gastavam os primeiros anos de trabalho no pagamento da viagem.
Nem todos os que partiam para terras brasileiras
regressavam à terra natal. No entanto, entre os “brasileiros”
que retornavam, havia alguns que, bafejados pela sorte,
tinham granjeado fortuna e faziam questão de a ostentar,
fosse através das casas apalaçadas que mandavam construir,
das doações que faziam ou dos legados que instituíam, conseguindo, assim, perpetuar o seu nome na história das terras
de origem. Outros, sobre os quais abunda a documentação,
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fizeram-se notar na política e no exercício de importantes
cargos públicos. A vida e a obra de alguns foram exaltadas
em biografias apologéticas e divulgadas pela imprensa da
época. No entanto, muitos permanecerão esquecidos nas
páginas do tempo se não for feito o esforço, por parte do
investigador, de procurar o seu rasto. Trata-se de homens
que regressaram sem terem conseguido o ambicionado péde-meia e que procuraram digerir, na terra mãe, as agruras
do seu fracasso (Alves, 1993, p. 260 e Machado, 2005, p. 54).
Durante muito tempo, a historiografia rotulou os “brasileiros” de rudes e incultos, de portadores de hábitos
boçais, próprios de um novo-riquismo, que a literatura
oitocentista satirizou e até perpetuou, como se pode observar em algumas personagens das novelas camilianas ou na
obra de Júlio Dinis. Importa, todavia, evitar as generalizações infundadas e preconceituosas, uma vez que muitos
desses homens, ainda em terras brasileiras, além do sucesso
alcançado na atividade a que se dedicavam, refinaram os
seus hábitos, gostos e práticas, cuidaram a sua instrução e
mantiveram uma vida social ativa, feita de almoços, jantares, festas, saraus e viagens.
O nosso trabalho ocupa-se dos “brasileiros” que se
notabilizaram, não apenas pelas fortunas e pelas festas que
organizavam ou frequentavam, mas também pelos seus percursos de vida, que a imprensa local registava e divulgava,
pelas obras de beneficência que promoviam ou financiavam, pelas viagens que realizavam, procurando, ainda, avaliar o impacto que tiveram nas terras que os viram nascer.
As viagens
As viagens começam a interessar a imprensa periódica
do Portugal oitocentista. Noticiam-se partidas e chegadas,
descrevem-se despedidas, registam-se os itinerários andados e os destinos visitados, num tempo em que as deslo-
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28 • Buenos vientos
cações, apesar dos avanços no setor dos transportes, eram
morosas e dispendiosas, pelo que, mesmo os mais abonados
podiam ficar largos períodos sem ver os seus familiares.
Não é fácil historiar as emoções e muito menos conhecer a evolução do conceito de felicidade, pela subjetividade
que este conceito encerra. Todavia, nos textos que relatam
as separações e os reencontros há referência a momentos de
grande emoção, os protagonistas são adjetivados, as manifestações de alegria ou de tristeza são evidenciadas.
Aquando da partida, se, por qualquer motivo, não
havia oportunidade de fazer, pessoalmente, as despedidas
de familiares e amigos, os viajantes recorriam às páginas
dos periódico locais para deixar mensagens coletivas. Este
ato servia também para exibir o crédito e as relações sociais
que se tinham e se queriam cultivar, apesar da distância.
Em 1866, José de Sá Coutinho Júnior, impossibilitado de se
despedir de todos quantos faziam parte do seu círculo de
relações, que se repartia pelos concelhos de Ponte da Barca,
Arcos de Valdevez e Ponte de Lima, serviu-se do jornal O
Echo do Lima, publicado nesta vila, para publicitar a sua ida
para Angola, mais precisamente para Benguela, onde iria
exercer a função de delegado e procurador da Coroa, e, ao
mesmo tempo, deixar uma nota de despedida dirigida às
pessoas que com ele privavam.4 No ano seguinte, Gonçalo
Manuel da Rocha Barros, de partida para a India, recorreu
ao mesmo periódico com idêntico objetivo.5 Já em 1909, o
jornal O Comércio do Lima publicava a seguinte mensagem:
Virginia Gonçalves Pereira dos Santos, tendo retirado hoje
desta villa com destino ao Rio de Janeiro, e não podendo
ter-se despedido pessoalmente de todas as pessoas das suas
4
5
AMPL, O Echo do Lima, 1866-09-30/1866-09-30.
AMPL, O Echo do Lima, 867-02-24/1867-02-24.
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Buenos vientos • 29
relações de amizade, vem faze-lo por este meio, oferecendo a
todos os seus serviços naquela cidade, onde vai fixar residência. Ponte de Lima, 29 de maio de 1909.6
Como seria expectável, as viagens da família real eram
as que suscitavam mais interesse e curiosidade, sendo, por
isso, noticiadas ao pormenor. Todavia, nem sempre mereciam a aprovação da opinião pública, designadamente as que
tinham como destino países estrangeiros. Em 1865, quando
começou a constar que D. Maria Pia pretendia visitar o seu
pai, na Península Itálica, ergueu-se uma série de clamores
contra essa deslocação, devido à instabilidade e à insegurança que se verificavam em várias regiões da Europa, pelo
que se considerava uma altura imprópria para viajar e um
destino pouco aconselhável para a família real portuguesa.7
Dois anos mais tarde, em 1867, a imprensa dava conta da
preparação de uma viagem régia, mas que não se veio a concretizar, cujo itinerário incluía a passagem pela Espanha,
França, Bélgica, Alemanha, Inglaterra e Itália. Anos antes,
as viagens de Pedro V, realizadas em 1854 e 1855, também
dividiram opiniões, havendo quem as achasse meras futilidades e sem qualquer proveito (Vicente, 2003).
Tratando-se de gente da alta sociedade local e nacional,
eram noticiadas não apenas as viagens de negócios ou de
lazer, mas também as motivadas por problemas de saúde, que levavam homens, mas sobretudo mulheres, para as
termas e estâncias balneares nacionais e até estrangeiras.
Em maio de 1865, o jornal o Lethes noticiava a ida para o
estrangeiro de Casal Ribeiro, a fim de tratar graves problemas de saúde.8
Além das saídas de reis e rainhas, ou de pessoas ilustres,
que se deslocavam para as termas e praias nacionais ou para
diversos destinos europeus, também era motivo de notícia,
6
7
8
Arquivo Municipal de Ponte de Lima (doravante AMPL), O Comércio do
Lima, 1909, n. 145.
AMPL, O Lethes 1865-02-24/1865-02-24.
AMPL, O Lethes, 1865-05-23/1865-05-23.
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30 • Buenos vientos
mas por razões bem distintas, a partida dos sentenciados ao
desterro. Embora se tratasse de um espetáculo chocante e
degradante, o embarque de levas de condenados despertava
a curiosidade das gentes e a atenção dos jornais, que não
se eximiam de relatar com todo o pormenor os crimes que
tinham justificados tais penas.
Assim, o mundo das viagens começa a entrar no quotidiano de muitos portugueses de Oitocentos, não só de
quem as experienciava, pois que, através das páginas dos
periódicos, era satisfeita a curiosidade dos leitores sobre os
protagonistas, os lugares visitados e as paisagens e as gentes
que deles fazem parte.
Centrando-nos nas viagens efetuadas pelos “brasileiros”, importa distinguir as que faziam entre os dois lados
do Atlântico, motivadas por negócios ou pela visita a familiares e amigos, das que faziam pela Europa, mas agora por
recreação, para conhecer os países e os povos tidos como
mais civilizados, ou até por negócios também. Independentemente das razões e dos objetivos, interessavam o grande
público e, por conseguinte, eram noticiadas nos jornais.
A imprensa dava notícia da chegada dos “brasileiros” a
terras lusas, muitas vezes depois de longos anos de ausência.
Em 1880, nas páginas de O Comércio do Lima, constava a
seguinte informação: Do império do Brasil, para onde tinham
ido há anos, chegaram a esta vila, no dia 13 do corrente, os nossos
estimáveis patrícios, o sr. Bento Correia do Sá e dois filhos do sr.
Tomas José Barbosa. Enviando-lhes um aperto de mão, damoslhes as boas vindas.9 O mesmo acontecia nos periódicos de
Paredes de Coura, que saudavam o regresso à terra natal,
nuns casos definitivo, noutros apenas temporário, de casais
que haviam partido há largos anos para o Brasil.10
9
10
AMPL, O Comércio do Lima nº 264 1880-12-15/1880-12-15
Era o caso de Daniel José Rodrigues Guerra, natural da freguesia de Parada,
concelho de Paredes de Coura, que regressou do Brasil, com a sua esposa, D.
Joaquina Torres Galindo Guerra, em abril de 1897. Arquivo Municipal de
Paredes de Coura (doravante AMPC), O Libertador de Coura, 18 de abril de
1897.
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Buenos vientos • 31
A vinda dos “brasileiros” era motivo de celebração: não
se poupavam palavras a contar a história de vida dos ilustres conterrâneos, a população reunia-se para os receber e
as localidades engalanavam-se para dar as boas-vindas aos
filhos da terra que tinham partido à procura de uma vida
melhor. Após a chegada ao lugar de origem, as deslocações,
dentro e fora de Portugal, das personalidades mais distintas
e renomadas passavam a ser acompanhadas pela imprensa
local. Foi o caso de José António Rodrigues, da freguesia de
Castanheira, concelho de Paredes de Coura, que, regressado
há pouco tempo do Brasil, viu a sua deslocação ao Porto,
em maio desse mesmo ano, ser noticiada.11 Em 1897, Luís
da Silva Gomes deixou o Brasil em direção a Portugal, mais
precisamente a Arcos de Valdevez. Porém, a sua viagem era
notícia no concelho vizinho de Paredes de Coura. Tratavase de um “brasileiro” que, tendo emigrado em 1866, acabou
por se instalar em Manaus, onde constituiu família e conseguiu granjear fortuna. Chegou a lançar-se na vida política, como deputado, e foi coronel das guardas nacionais do
Alto Amazonas. Após uma ausência de muitos anos, vinha
apresentar a família à sua mãe.12 O seu regresso a Manaus
também interessou a imprensa local, sobretudo por causa
do acontecimento inusitado que o marcou: a sua esposa deu
à luz, a abordo do paquete que os transportava.
Os festejos de boas vindas sucediam-se quando os “brasileiros” chegavam do Brasil, mas também a propósito dos
périplos que efetuavam pela Europa. Jornadas que começaram por ser penosas, em embarcações desconfortáveis,
tornam-se mais cómodas, rápidas e populares, quando os
veleiros passam a ser substituídos por barcos a vapor. Os
jornais preenchiam algumas das suas páginas com relatos
de idas e regressos e, muitas vezes, faziam até um balanço
do tempo passado em Portugal.
11
12
AMPC, O Libertador de Coura, 2 de maio de 1897.
AMPL, O Libertador de Coura, 27 de junho de 1897, n. º 22.
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32 • Buenos vientos
No periódico O Libertador de Coura anunciava-se da
seguinte forma a partida de um conterrâneo: Boa viagem
– Partiu anteontem para Lisboa, de onde seguira viagem para
o Rio de Janeiro, a bordo do «Cordillera» o sr. José António
Rodrigues, nosso estimável conterrâneo e considerado membro da
classe comercial fluminense. Boa viagem é o que sinceramente
desejamos ao nosso amigo.13 O Libertador de Coura noticiava
do seguinte modo a visita à terra natal e o périplo por
vários países europeus de João Campos Braga, residente
no Rio de Janeiro:
Tendo projetado uma viagem à Europa em procura de lenitivo para antigos padecimentos, aproveitou esta ocasião para
vir passar uma temporada junto de seu estimável empregado e nosso conterrâneo o sr. António Venâncio Teixeira, da
freguesia de Cunha, deste concelho. Cumprimentamos muito
afetuosamente o ilustre brasileiro e desejamos que os ares
puros da nossa terra favoreçam o restabelecimento dos seus
padecimentos.14
Ainda a este propósito, merece referência especial
o caso de Francisco de Paula Rodrigues Alves, nascido
em Guaratinguetá, em São Paulo. Era o terceiro filho de
Domingos Rodrigues Alves, comerciante e rico latifundiário, natural da freguesia da Correlhã, concelho de Ponte de
Lima, que tinha partido para o Brasil em 1845. Francisco formou-se em Direito e casou com a sua prima direita, D. Ana Guilhermina de Oliveira Borges, neta do Visconde de Guarantinguetá. Ainda muito jovem, iniciou uma
intensa atividade pública e política, tendo desempenhado,
entre 1900 e 1902, o cargo de Presidente do Estado de São
Paulo. Entre 1902 e 1906, ocupou a presidência do Brasil,
cargo para o qual voltou a ser eleito em 1918. Todavia,
acabou por não assumir funções, por motivos de saúde.
Em 1908, Rodrigues Alves visitou a Europa, tendo passado
13
14
AMPL, O Libertador de Coura, 1897-09-26/1897-09-26.
AMPC, O Libertador de Coura, 15 de agosto de 1897, n. º 29.
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Buenos vientos • 33
por Roma, Paris, Londres, entre outras cidades europeias.15
Nesta digressão não esqueceu a terra de seu pai. No dia 29
de outubro daquele ano, visitou o Hospital da Caridade, sito
em Viana do Castelo, onde encontrou um antigo serviçal, e
deslocou-se a Ponte de Lima, onde foi recebido em apoteose
pela população e pelas autoridades civis e eclesiásticas. Nesse mesmo dia, partiu para a cidade do Porto (Esteves, 2008,
p. 250). Também em 1908, pela Europa, viajava António
Manso. De Ponte de Lima, terra natal, dirigiu-se a Lourdes, importante santuário mariano e palco de peregrinações
desde a segunda metade do século XIX. Daqui partiria para
Paris e, depois, para as cidades alemãs de Berlim e Hamburgo, para tratar de negócios, antes de regressar à Baía.16
Estas viagens pela Europa tinham, na maior parte dos
casos, um caráter privado e familiar. A imprensa local, que
não perdia a oportunidade de as divulgar, acabava por funcionar, assim, como mecanismo de publicitação da fortuna e prestígio da família, condições fundamentais para a
afirmação social.
Entre os “brasileiros” mais estudados pela historiografia portuguesa, aparece Miguel Dantas, a quem Júlio de
Lemos, jornalista, investigador regionalista e historiógrafo com vasta obra publicada, dedicou uma biografia apologética. Esse interesse deve-se, sobretudo, ao contributo
de Miguel Dantas para o desenvolvimento de Paredes de
Coura, donde era natural. Em 1865, aquando da sua vinda
a Portugal, aproveitou para visitar diversos países, nomeadamente a França, a Bélgica, a Alemanha e a Inglaterra.
Desconhecemos, no entanto, se se tratou de uma viagem de
recreio ou de negócios.
O Visconde de Sá foi uma das personalidades “brasileiras” que mereceu a atenção da imprensa de Paredes
de Coura, que, além de noticiar as suas visitas ao torrão
natal, dava relevo às suas dádivas a diversas instituições
15
16
AMPL, O comércio do Lima, 1908, n. 77.
AMPL, O comércio do Lima, 1908, n. 99.
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34 • Buenos vientos
religiosas, ao Asilo de Infância Desvalida e ao Hospital da
Misericórdia. Para atestar a sua generosidade e perpetuar a
sua memória, o seu retrato passou a figurar no salão nobre
da Santa Casa daquela vila alto minhota. O Visconde de
Sá, nascido em terras courenses, cedo foi trabalhar, como
caixeiro, para a vila de Arcos de Valdevez. Em 1852, partiu
para o Brasil, onde se dedicou à atividade comercial, que
lhe permitiu fazer fortuna e obter o reconhecimento social,
além de lhe valer a atribuição, pelo governo português, do
cargo de vice-cônsul de Portugal em Manaus. Em 1897,
acompanhado pela família, iniciou um périplo pela Europa.
Após visitar várias cidades portuguesas, chegou a Sevilha,
onde assistiu às solenidades da Semana Santa, e daí seguiu
para outras localidades espanholas. Em maio daquele ano,
escrevia de Madrid, donde iria continuar viagem17. À Espanha, seguiram-se, num itinerário descrito pela imprensa
courense, a França, Itália, Suíça, Bélgica, Alemanha, Áustria,
Rússia, Suécia e Inglaterra. Em 1899, o jornal local O Libertador de Coura, além de noticiar a sua passagem pelas terras
de Paredes de Coura, não deixou de divulgar e enaltecer os
seus gestos de filantropia:
Verdadeiros fidalgos são os que se distinguem na prática dos
deveres impostos pela caridade, a mais sublime, grandiosa
e santa das virtudes; e o nosso benemérito e respeitabilíssimo conterrâneo o snr. Visconde de Sá não precisava que a
munificência régia lhe conferisse as honras e a nobreza d’um
título –galardão devido aos seus reconhecidos méritos, como
zeloso patrono de grande numero de portugueses residentes
no Brazil (…).18
O Grand Tour do século XIX distinguia-se do século
anterior, por estar voltado para o futuro, para as cidades
que simbolizavam o progresso, como Paris e Londres. Os
mais abastados já não procuravam Roma e os vestígios das
17
18
AMPL, O Libertador de Coura, maio de 1897.
AMPC, O libertador de Coura, 26 de agosto de 1899.
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Buenos vientos • 35
civilizações antigas, embora incluíssem a Itália nas suas jornadas. O objetivo destas viagens era distinto, enquadrandose num tempo novo, marcado pelo desenvolvimento tecnológico, pelo positivismo e pela crença na ciência e no progresso humano. Deste modo, podemos considerar que estas
viagens eram igualmente educativas, permitindo aceder a
outras realidades, a instituições variadas, como museus,
fábricas, hospitais, e a respostas que não existiam no Portugal oitocentista.
Alguns dos “brasileiros” já instalados em Portugal iam,
periodicamente, ao Brasil para cuidar dos negócios que
mantinham. Em 1899, Francisco Bento de Sá, vereador
da Câmara Municipal de Paredes de Coura, deslocou-se
a Manaus, com a sua filha, para acompanhar os negócios de comércio e indústria que tinha nesta cidade brasileira.19 Convém notar que os viajantes não eram apenas
homens, até porque, habitualmente, faziam-se acompanhar
de familiares do sexo feminino. Todavia, apesar da sua condição de protagonistas em deslocações que efetuavam, as
viagens realizadas por mulheres nem sempre eram publicitadas, pelo que o conhecimento das mesmas é obtido,
sobretudo, através de documentação particular e privada.
Podemos mencionar, a título exemplificativo, a Viscondessa
de Amoroso Lima, que viajou pela Europa. O seu marido, Manuel Amoroso Lima, nasceu em Ponte de Lima, a
30 de abril de 1823. Em 1839, foi trabalhar para o Brasil,
onde, como negociante, conseguiu juntar fortuna, que lhe
permitiu afirmar-se como capitalista no Rio de Janeiro e
desenvolver uma vasta obra assistencial que se estendeu por
escolas, asilos, hospitais e misericórdias, sendo de salientar
os donativos concedidos às Misericórdias de Viana do Castelo e de Ponte de Lima (Rodrigues, 2008, pp. 223-224). Foi
o principal fundador da Sociedade Portuguesa da Beneficência, sita no Rio de Janeiro, e, posteriormente, seu diretor. Conhecido pelo seu altruísmo, distribuiu esmolas por
19
AMPC, O Libertador de Coura 1899-06-10/1899-06-10
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36 • Buenos vientos
diversos estabelecimentos de beneficência e educação. Em
1884, o rei D. Luís agraciou-o com o título de Visconde.
Faleceu sete anos mais tarde, longe da terra que o viu nascer, em Paris.20
A outros “brasileiros de torna-viagem” foram atribuídos títulos nobiliárquicos, o que nem sempre foi bem aceite
pela sociedade portuguesa de Oitocentos. Outras formas
de reconhecimento podiam incluir ainda a afixação do seu
nome nas ruas, em praças e avenidas, ou pelo levantamento
de estátuas. Entre as razões para que recompensas desta
natureza fossem concedidas, estava o altruísmo de alguns
“brasileiros” regressados ricos e dispostos a perpetuar a
sua memória através, nomeadamente, da distribuição de
esmolas, da construção de asilos, escolas e hospitais (Alves,
2004, p. 193-199). Todavia, da concessão de títulos, o Estado procurava tirar algum benefício, através dos chamados
direitos de mercê.
Os gestos de filantropia eram comuns entre os “brasileiros”, que, mesmo do outro lado do Atlântico, se dispunham, muitas vezes, a apoiar instituições de assistência da
terra natal. Foi precisamente o que fez José Maria Alves,
natural de Paredes de Coura, residente em Itu, no Brasil,
que, em 1897, enviou 200.000 réis para o Asilo de Nossa Senhora da Conceição.21 Em reconhecimento pela graça
concedida, além do agradecimento publicitado no periódico local, foi-lhe enviado o diploma que o distinguia como
irmão benemérito da instituição.
A imprensa da época nem sempre era elogiosa ou
condescendente com os “brasileiros”, que, por vezes, eram
envolvidos em notícias falsas ou pouco dignificantes. Foi
o que sucedeu a Bento da Cunha Ribeiro. Este “brasileiro”,
natural de Paredes de Coura, viu-se confrontado com a
necessidade de desmentir uma notícia publicada em vários
jornais de Paredes de Coura, Lisboa e Porto, que o implicava
20
21
Agradecemos esta informação ao historiador Henrique Rodrigues.
AMPC, O Libertador de Coura, março de 1897.
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Buenos vientos • 37
no rapto de uma irmã sua e dos seus sobrinhos. Tal notícia resultou precisamente das viagens que Bento da Cunha
fez por Aldreu, concelho de Barcelos, Paredes de Coura e
Lisboa, na companhia da sua irmã e sobrinhos, sem autorização do seu cunhado.22 Apesar de nem sempre merecerem um tratamento favorável por parte da imprensa, a
verdade é que “brasileiros” houve que apoiaram e patrocinaram periódicos locais, dando um contributo decisivo
para a sua existência.
Alguns dos “brasileiros” que chegavam a Portugal
tinham como destino final outras paragens, nomeadamente
para prosseguirem a sua formação académica. Em 22 de
agosto de 1897, Bento Barbosa, aluno da Academia de Belas
Artes de Lisboa, deixava Paredes de Coura com destino a
Roma, a fim de completar a sua formação.23 Havia ainda
outros que chegavam a convite de amigos para passar uma
temporada em terras lusas. Em outubro de 1897, depois
de dois meses em Paredes de Coura, regressava ao Brasil
João Nepomuceno de Campos Braga, juntamente com a
sua família. Tratava-se de um importante comerciante do
Rio de Janeiro, que veio conhecer Portugal a convite do
seu amigo António Venâncio Teixeira, natural daquela vila
do Alto Minho.24
Grande parte dos “brasileiros” que referenciámos na
imprensa da época eram homens de fortuna, construída, essencialmente, com base na atividade comercial, que
depois lhes permitia enveredar por outros ramos, como a
política, bem como apoiar, nem sempre desinteressadamente, obras de beneficência. Alguns conseguiam regressar a
Portugal e manter os negócios do outro lado do Atlântico, o
que os obrigava a viagens frequentes. Francisco Bento de Sá,
por exemplo, sobrinho do Visconde de Sá, era administrador substituto do concelho de Paredes de Coura e vereador
22
23
24
AMPC, O Libertador de Coura, maio de 1897.
AMPC, O Libertador de Coura, 22 de agosto de 1897.
AMPC, O Libertador de Coura, 10 de outubro de 1897.
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38 • Buenos vientos
da Câmara Municipal de Paredes de Coura. Contudo, tinha
negócios em Manaus, o que o obrigava a deslocações regulares a esta cidade e permanecer alguns meses longe da
terra de naturalidade.
Conclusão
Importa referir, em jeito de conclusão, que, ao longo da sua
existência, os homens sempre se deslocaram do seu lugar
habitual, fosse por motivos familiares ou religiosos, fosse
para tratar de negócios ou para melhorar as suas condições de vida, entre muitas outras razões. Contudo, será no
século XIX que o ato de viajar se vai generalizando e tornando mais fácil, graças à melhoria dos meios de transporte.
Assiste-se, ainda, à valorização do lazer. Homens e mulheres dirigem-se para termas e caldas e, ao mesmo tempo,
intensifica-se o interesse e a vontade de conhecer outros
lugares, povos e culturas. Tratava-se, no entanto, de práticas reservadas à elite, na qual se incluíam os “brasileiros”
mais afortunados. As viagens, cada vez mais frequentes, que
realizavam entre os dois lados do Atlântico, serviam não
apenas para matar saudades da terra natal, mas também de
ponto de partida para conhecer outros lugares da Europa,
onde podiam permanecer meses a visitar cidades ou descansar no campo, na praia ou em estâncias termais. Assim,
os “brasileiros” também se transformam num símbolo da
modernidade, ao adotarem práticas e comportamentos próximos da elite europeia, que faziam da viagem uma experiência cultural e civilizacional.
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Buenos vientos • 39
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Itinerários de vida
Os emigrantes portugueses no Brasil
e as instituições de assistência (século XVII)
MARIA MARTA LOBO DE ARAÚJO1
Introdução
O nosso estudo procura analisar percursos de vida nas duas
margens do Atlântico dos emigrantes portugueses que partiram ao longo de seiscentos, dando particular relevo à forma como durante e no fim da vida se serviram das instituições de assistência, nomeadamente das Misericórdias, para
fazerem caridade e com ela aliviar as suas almas do fogo do
Purgatório e mais depressa alcançar a Glória Eterna.
A emigração é um tema particularmente caro aos portugueses e a Portugal. Fenómeno conhecido já na Idade Média, ganhou novas dimensões na Idade Moderna,
nomeadamente para as regiões descobertas ou conquistadas e em várias delas, como se verificou no Brasil, onde
alcançou maiores percentagens na Época Contemporânea.
Porém, quando se estudam os espaços geográficos de partida, verificam-se grandes assimetrias regionais, diretamente
relacionadas com o volume de população existente e naturalmente com as opções de vida de cada agregado familiar.
No numeramento de 1527-1532, a região do Entre
Douro e Minho era o espaço geográfico continental mais
populoso, num reino fracamente povoado (Rodrigues,
1
Instituto de Ciências Sociais, Universidade do Minho, Braga-Portugal. martalobo@ics.uminho.pt.
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41
42 • Buenos vientos
1993). Já nesse período, o Norte era mais habitado que o Sul
e o litoral que o interior. Em 1801, a população metropolitana rondava os três milhões de habitantes e só no Minho,
que representa 8% do território, residia um quarto da sua
população, sendo a província mais densamente povoada
(Monteiro, 2010).
O Minho enquanto ponto de partida
Durante o século XVI, o fluxo migratório para o Brasil
ganhou força na sua segunda metade, mas foi nas centúrias
seguintes que ele se afirmou, associado ao crescente domínio dos portugueses no Atlântico Sul (Gouvêa, 2001).
A importância da colónia sul-americana no horizonte
mental do minhoto cresceu no século XVII, após a expulsão
dos holandeses e quando no Nordeste se reforça um comércio rico em torno da cana do açúcar, mas também de uma
agricultura e da criação de gado que lhe andavam associadas. Pese embora o facto, não é possível analisá-lo sem
assinalar as oscilações sofridas na produção e nos preços do
comércio açucareiro.
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Buenos vientos • 43
Mapa 1. Region de Minho. Elaborado pela Dra. Carla Xavier, Lab2PT.
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44 • Buenos vientos
As razões de partida eram muitas e têm sido apontadas
por vários historiadores: enuncia-se a mesma língua, a fuga à
pobreza de uma região fortemente povoada e sem recursos para
todos, agregados familiares cheios de filhos e sem horizontes de
sustentação; uma agricultura de minifúndio, de terras exíguas,
de subsistência; a possibilidade de uma herança desigualitária,
ainda a fuga ao serviço militar e também as notícias que chegavam e davam conta de um fácil enriquecimento.
O solo minhoto é constituído por terras pesadas, húmidas,
onde o milho era a principal cultura, associada ao feijão. As terras encontram-se encravadas entre montes e serras, dificultando a circulação das populações e favorecendo o isolamento, o
que terá potenciado a emigração.
Os que regressavam ricos afirmavam essa ideia de riqueza,
materializada nos títulos que compravam, nas propriedades
que adquiriam, nas opções que tomavam, nos lugares que ocupavam na administração pública, nas Misericórdias, noutras
confrarias e Ordens Terceiras (Silva, 2000), no nível de vida que
ostentavam e nas obras de caridade praticadas. Contudo, esses
foram poucos, mesmo muito poucos quando comparados com
o volume de homens que partiu (Alves, 1994). Quem não tinha
singrado na vida, normalmente não fazia a viagem de retorno
e, por vezes, passava por privações, principalmente em situação
de doença. Nessas ocasiões, recorria aos hospitais das Santas
Casas para receber gratuitamente o tratamento e a assistência
de que carecia (Sá, 1997).2
Partir era, por isso, uma possibilidade que estava ao alcance
também pela proximidade da costa marítima e pelos incentivos que a sociedade portuguesa disponibilizou, transformando
o Atlântico num oceano sem fronteiras.
A decisão de mandar um ou todos os filhos para o Brasil era
uma estratégia pensada em termos familiares. Os homens saíam
muito jovens, com apenas alguns anos de idade, mas alguns já
munidos do domínio da leitura e da escrita, competências que
2
No hospital da Caridade da Misericórdia da Bahia, em finais do século XVIII os
minhotosfaziam-se notarpeloelevadonúmerodeinternamentos.
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Buenos vientos • 45
muitos aprimoraram no outro lado do Atlântico. Outros, não
possuíam estas técnicas e também não as adquiriram no Brasil,
pois nos seus testamentos era mencionado não saberem escrever, precisando de um intermediário para a seu rogo assinar o
documento.
Quando partiam, estes rapazes iam quase sempre recomendados a outros familiares ou conhecidos, que já trabalhavam na colónia portuguesa, formando redes familiares ou de
conhecidos e amigos que se protegiam e rececionavam os que
chegavam. No início, era frequente empregarem-se no que lhes
estava destinado ou no que aparecia, mas rapidamente alguns
deles mudaram de atividade, dedicando-se quer à agricultura,
quer ao comércio, mantendo “loja aberta” ou a negócios de maior monta, como era o comércio do açúcar.
Figura 1. Fotografia da aldeia de Sistelo, gentilmente cedida pela Dra.
Liliana Neves.
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46 • Buenos vientos
Convém ainda referir que emigrar para o Brasil era
mais fácil do que partir para outros lugares do império. Para
os minhotos, o Nordeste não ficava muito distante, pese
embora a necessidade de se fazer ao mar e passar o oceano
Atlântico. A política de investimento no Brasil e a emigração para esta colónia está ainda associada às dificuldades
acrescidas sentidas pelos portugueses no Oriente e à queda
do lucro com o seu comércio.
A conjuntura nacional ajuda também a compreender a
fuga desta população. Anos de fomes, pestes, dificuldades
alimentares acrescidas e elevado número de impostos
durante a dominação castelhana, marcaram as primeiras
décadas de seiscentos e impulsionaram a emigração (Oliveira, 2015).
No século XVII, Viana da Foz do Lima, como o Porto
constituíram-se como importantes locais de comércio com
o Nordeste brasileiro, tendo a vila de Viana registado um
enorme crescimento na segunda metade do século XVI
e nas primeiras décadas de seiscentos. A ela chegavam
embarcações que atraíam muitos comerciantes estrangeiros, envolvidos no interessante e lucrativo comércio do
açúcar vindo do Brasil.
O Nordeste como lugar de acolhimento: alguns
elementos caracterizadores
Uma grande comunidade de minhotos procurou o Nordeste, tendo Pernambuco, Olinda, Paraíba e a Bahia ocupado os lugares de destaque. Todavia, foi na Bahia que
mais encontramos benfeitores das Misericórdias minhotas
no período em análise, o que não se estranha pela condição de cidade com condições inexistentes noutros locais da
colónia portuguesa.
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Buenos vientos • 47
Centro administrativo e capital da colónia, a Bahia
ocupava uma grande importância em termos de negócios
e de comércio, sobretudo associado à produção açucareira.
O cultivo da cana implicava mão-de-obra, terrenos, gado
e capitais disponíveis ou de acesso facilitado. Exigia ainda
que os solos reunissem qualidades para o plantio. Ora, “O
Recôncavo da Bahia e a várzea de Pernambuco tinham não
só s solos apropriados, como grandes áreas de massapé, mas
também a vantagem dos rios (…) que forneciam a água e
a energia para as fábricas” (Schwartz, 1998). Esta indústria desenvolveu-se muito no século XVII, dominando os
mercados da Europa e atraindo cada vez mais gente para
a região. Porém, na época cultivavam-se outros produtos,
como a mandioca e o tabaco.
Entrelaçada com o Atlântico, a Bahia reunia todas as
condições para o comércio marítimo. Dividia-se entre a
parte alta, centro administrativo e religioso, e a baixa, mais
ligada às lojas de comércio e ao porto (Krause, 2015). Mas
a cidade serviu ainda de interposto comercial para a carreira da Índia. A sua situação geográfica favorecia a passagem dessa frota, o que resultou no estabelecimento de
relações comerciais com o Oriente e na construção de redes
(Krause, 2017).
A cidade, pelo lugar de destaque que tinha, servia de
mola propulsora de todo o Nordeste. O aumento do número de engenhos e a sua economia pujante atraíam muita
população. Para lá partia muita gente do Norte de Portugal,
principalmente do Entre Douro e Minho. Porém, há que
recordar igualmente a chegada de negros vindos de África,
alimentando outro negócio muito rentável, o da escravidão.
Ser senhor de engenho era pertencer à elite local e
ocupar um lugar de destaque nas principais instituições,
isto é ter posses económicas e usufruir de estatuto social. O poder económico que tinham alcançado abria-lhes
essas portas, servindo ao mesmo tempo para o legitimar em
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48 • Buenos vientos
termos locais e sociais. A maioria dos que estavam envolvidos na produção e comércio açucareiro eram portugueses
ou seus descendentes (Sampaio, 2014).
O retorno presente e o retorno simbólico: os legados
nas Misericórdias minhotas
Cuidar da salvação da alma era uma das maiores preocupações dos homens da Idade Moderna. A morte preparava-se
em vida e nada era deixado ao acaso. O medo da condenação ao Inferno e a necessidade de passar o menor tempo
possível no fogo do Purgatório a purificar-se dos pecados
cometidos, sublinhava essa preocupação, o que aconselhava a preparação de uma boa morte. Ora, essa preparação
implicava, entre outros passos, a redação do testamento e a
disposição das derradeiras vontades.
O minhoto era profundamente religioso, possuía
vivências que o ligavam à Igreja, às confrarias, às procissões,
às obras de caridade. Por isso, à semelhança de todos, o
medo da morte era ditado pelas suas preocupações salvíficas.
Uma das formas seguidas para alcançar a salvação foi
a instituição de legados pios. Se a instituição fosse de um
emigrante que se mantinha na colónia sul-americana, normalmente a Santa Casa minhota era avisada ou pela Misericórdia da localidade onde este tinha falecido, ou pelo seu
testamenteiro. No caso dos que regressaram e morreram
na sua terra natal, e se tinham ainda negócios e bens no
Brasil, faziam dois testamentos: um para a herança de cá e
outro para a herança de lá. Todavia, houve casos de doações feitas em vida, que visavam fins específicos, como,
por exemplo, participar na construção de um hospital, ou
ainda a instituição de festas religiosas em honra de uma
devoção particular.
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Buenos vientos • 49
É através desses documentos, mas também de outras
fontes que conhecemos parte da vida destes benfeitores. Os
livros de atas das Misericórdias, os livros de inventários
e de legados, as petições de pobres e de órfãs, bem como
os livros da Junta ou Definitório, são fundamentais para
se analisar os legados que chegaram do lado de lá. Porém,
para se conhecer melhor o perfil destes benfeitores é fundamental cruzar com outra documentação: das Câmaras, das
Ordens Terceiras, de confrarias, do Santo Ofício, etc.
Muitos destes emigrantes falam nos seus testamentos
dos seus itinerários de vida, fornecendo informações sobre
o tempo vivido no Brasil, as atividades a que se entregaram, pormenorizando as terras, os negros e as cabeças de
gado deixadas e ainda existentes, enquanto outros relatam
o comércio feito, identificando os produtos que mandavam
e que recebiam para e de Portugal, bem como os seus interlocutores comerciais. Sempre e para justificar a repartição
da herança declaram ter ou não herdeiros legítimos, informando sobre a sua condição de homens casados, solteiros
ou viúvos. Através dos inventários e do rol de devedores,
por exemplo, deixados e escritos pelos próprios, é possível
conhecer o grau de organização, mas também o domínio
da escrita e da aritmética, aptidões que desenvolveram no
Brasil, quase sempre na área dos negócios, mas igualmente nos lugares ocupados nas Câmaras, nas Misericórdias
e em outras instituições, mas também depois de regressados, quando nas suas terras se inscreveram nas associações religiosas ou nas Santas Casas. Alguns destes homens
dedicavam-se ao comércio, tendo lojas abertas, e estavam
envolvidos em redes de comércio, ligados aos portos nortenhos referidos. Estas atividades a que se entregaram geraram importantes lucros e vários homens avolumaram capitais em poucos anos.
Nos testamentos apresentavam-se com medo da morte,
preocupados com o momento da passagem e com a salvação da sua alma. Esperavam a intercessão da corte celestial, de Nossa Senhora, de santos, mas também dos vivos
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50 • Buenos vientos
e particularmente dos pobres, de quem aguardavam preces
em seu benefício, para alcançar o fim almejado. Em contexto de contra reforma, as práticas caritativas foram muito valorizadas, arrastando muitos legatários para o auxílio
aos pobres.
Os legados dos “brasileiros” estudados dizem respeito a
alguns que morreram no Brasil e a outros que regressaram
e residiam na sua terra de origem.
As cartas enviadas pelas Misericórdias da colónia portuguesa sul-americana ou por particulares permitem avaliar
o desconhecimento existente da família, provando a falta de
contactos, mas também a sua lembrança no fim da vida. Os
benfeitores ao deixar-lhes bens ou dinheiro esperavam ser
recordados nas suas orações, sendo uma forma de regressar
simbolicamente. Por outro lado, quando, por exemplo, os
dotes de casamento instituídos são vinculados às raparigas
suas parentes ou se deixavam missas para serem celebradas por sacerdotes familiares, a finalidade era semelhante:
transferir capital para os parentes de sangue, mediante o
fornecimento de serviços ou o cumprimento de critérios
estabelecidos, como era o caso da pobreza e da honra, no
que se refere aos dotes de casamento.
A arrecadação dos legados dos que morreram no Brasil
foi sempre muito difícil, morosa e só chegava passados vários anos. As Misericórdias gastavam-se na escrita de cartas,
no envio de procurações, na solicitação de pedido de ajuda a pessoas particulares em quem confiavam, em indicações dadas para os remeterem pelas frotas até Lisboa ou ao
Porto, cidades onde tinham procuradores. Recorriam também aos almoxarifados, mas tudo demasiado moroso para
quem acreditava que tinha a alma por salvar, bem como
para quem tinha aceite contribuir para esse fim, cumprindo
os legados. Os familiares também se exasperavam com a
demora (Esteves, 1957; Araújo, et al., 2012).
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Buenos vientos • 51
Os legados deixados alargam-se a várias obras de misericórdia corporais, mas contemplavam também as espirituais. Houve homens que deixaram dinheiro no seu testamento para alimentar doentes ou ajudar a construir hospitais
(Barbosa, 2013; Araújo, et al., 2012).
Investindo diretamente na salvação, muitos “brasileiros” instituíram legados, visando a celebração de missas
pela sua alma e dos seus familiares, conferindo às Misericórdias essa tarefa de cuidar da satisfação dos legados
(Ramos, 2015). A instituição de missas perpétuas ou não, os
responsos, as festas religiosas e o investimento em alfaias
para a igreja e a sacristia foram recorrentes, sendo comum
em todos a celebração de missas. Mas auxiliar obras em
curso em santuários e igrejas e deixar dinheiro para vários
santuários portugueses ou estrangeiros fez também parte
das suas preocupações.
O provimento de pobres quer para bebida e comida,
quer ainda para o vestuário constituiu outra modalidade
de beneficiar os que precisavam. Quando se incluíam os
pobres na herança, praticavam-se estas obras de misericórdia (Costa, 1999). Por vezes, explicitavam o que desejavam
prover, fazendo recair o benefício na distribuição de roupa para mulheres, como fez o capitão António Portela, em
meados de setecentos.
O casamento de órfãs pobres, suas familiares ou não,
foi uma das práticas mais correntes. Muitos dos homens
estudados demonstravam a preocupação de dar estado a
uma mulher, deixando-lhe um dote (Magalhães, 2013).
Os presos também não foram esquecidos, embora os
legados para os assistir tenham sejam poucos. Porém, a Santa Casa de Braga recebeu 50 mil réis, enviados por Miguel
Gomes, destinado aos encarcerados da cidade.
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52 • Buenos vientos
Considerações finais
Parte estruturante da sociedade portuguesa desde há séculos, conviveu-se ontem como se convive hoje com a partida
e o regresso de muita gente que insatisfeita com o que tem,
procura a mudança.
Com as descobertas, o mundo rasgou-se para todos e
os portugueses espalharam-se por ele, seguindo primeiro a
rota da Índia e mais tarde o Brasil e muitos outros destinos.
O açúcar e o tabaco cresceram em importância no século
XVII e muitos portugueses principalmente minhotos deixaram a sua aldeia e derrubaram as fronteiras do oceano,
procurando melhor vida no Brasil.
Pedaços das suas vidas, mas sobretudo as suas últimas
vontades são analisadas neste texto, demonstrando como se
serviram da caridade para salvar as suas almas. A nossa análise repousa nos legados deixados às Misericórdias minhotas, instituições muito credibilizadas para cumprirem as
suas vontades. Recordaram-nas para cumprir legados, mas
também para distribuir parte dos seus bens pelas suas famílias, mantendo-se agora a elas ligadas de forma simbólica,
pelas missas, pelos casamentos, pelo pagamento a sacerdotes do seu sangue, mas ainda pelo património deixado.
A análise assenta também nos legados deixados pelos que
tinham feito o retorno, com fortuna e bem colocados socialmente. Mesmo os que morreram no Brasil, no momento
da despedida da vida terrena, lembraram os familiares, os
pobres, as Santas Casas e outras confrarias, procurando salvar a sua alma, ao mesmo tempo que forneciam elementos
dos seus itinerários de vida.
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Heranças e rendas em trânsito pelo
Atlântico sem fronteiras nas fronteiras
das misericórdias, sécs. XVI-XVIII1
Alguns apontamentos
MARIA ANTÓNIA LOPES2
As Santas Casas da Misericórdia foram (e são) instituições
específicas do mundo lusófono, sem equivalência a homónimas de outros países. Eram irmandades civis sob tutela
régia, isentas de jurisdição eclesiástica ou qualquer outra
que não fosse a do rei e desempenhavam atividades caráter espiritual e social dirigidas à comunidade exterior a si
próprias. Eram, portanto, instituições distintas das outras
confrarias ou irmandades portuguesas e eram também distintas das instituições homónimas estrangeiras.
Nasceram em Portugal na transição do século XV para
o XVI e rapidamente se espalharam pelo continente e pelo
Império, à medida que os portugueses alargavam o seu
império pelas ilhas atlânticas, Norte de África, Ásia, América e costas ocidental e oriental africana. Adaptavam-se às
comunidades onde surgiam, mantendo sempre uma natureza e estrutura comuns. Tornaram-se, com os municípios e nas palavras de Charles Boxer, já em 1969, “os dois
pilares da sociedade colonial [portuguesa] do Maranhão a
1
2
Este trabalho enquadra-se no projeto Culturas urbanas: las ciudades interiores en el Noroeste Ibérico. Dinámicas e impacto en el espacio rural,
HaAR2015-64014-C3-3-R, MINECO. Financiado com fundos FEDER.
Faculdade de Letras da Universidade de Coimbra, Portugal.
lopes.mariantonia@gmail.com.
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55
56 • Buenos vientos
Macau” (2011, p. 267). Ou seja: eram instituições de identidade nacional e instâncias que participavam da organização do espaço social porque nelas convergiam interesses da
Coroa e dos colonos.
As misericórdias eram, por um lado, empresas que
tinham de captar e rentabilizar propriedades, rendimentos
e capital e, por outro, entidades prestadoras de serviços, os
quais se dividiam em duas grandes áreas: a assistência às
almas e a assistência física aos pobres. Tudo isto implicava
um imenso esforço e uma gestão muito complexa.
Uma importante vertente de atuação das misericórdias
prendia-se com a recolha de heranças de portugueses falecidos no Ultramar, heranças essas que podiam reverter para
os herdeiros ou para misericórdias da metrópole. Agiam,
assim, como procuradoras dos defuntos. O processo estava rigidamente regulamentado: no Oriente, a Misericórdia
local atuava como depositária, apurava o saldo e enviava-o
à Misericórdia de Goa que, no Estado da Índia,3 contrariamente ao que se passava com a de Lisboa na metrópole,
era cabeça das outras. Quando o falecido não deixava testamento, eram também as misericórdias que deviam procurar os herdeiros e fazer-lhes chegar os bens. Da Misericórdia de Goa, sulcando os oceanos Índico e Atlântico,
comunicava-se a notícia à Santa Casa de Lisboa que, por
sua vez, escrevia para as congéneres das localidades mais
próximas das residências dos herdeiros para que os contactassem. Estes habilitavam-se junto da Misericórdia local e a
corrente recomeçava no sentido inverso.
Mais difícil era a transferência das fortunas, o que se
fazia por pessoa de confiança ou através de letras de câmbio
sacadas na praça de Lisboa. É claro que tudo isto era muito moroso e cada interveniente mais ou menos predador,
defraudando-se os herdeiros (Sá, 1997). No século XVII o
3
O Estado da Índia do império português abrangia todas as possessões
banhadas pelo oceano Índico, da costa oriental africana à Indochina.
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Buenos vientos • 57
Estado da Índia está já em declínio e o eixo atlântico, ligando a metrópole, o Brasil e as ilhas e costas africanas, assume
agora protagonismo central.
Provavelmente por razões práticas, porque nada impedia
a Misericórdia de Luanda de se corresponder diretamente
com as misericórdias metropolitanas ou com os herdeiros dos
defuntos, o certo é que à Misericórdia de Salvador da Bahia
chegavam também metais preciosos ou cartas de crédito deixados por testamento e remetidos pelas Santa Casa de Luanda e
ainda por indivíduos das ilhas atlânticas e da costa africana. A
instituição baiana correspondia-se, depois, com as irmandades
mais próximas dos locais de residência dos herdeiros na metrópole, sem utilizar a Santa Casa de Lisboa como intermediária
(Russell-Wood, 1981).
As próprias misericórdias de Portugal, e já não indivíduos, eram também, com muita frequência, herdeiras de fortunas
de portugueses falecidos nas várias partes do Império. Se no
século XVI as misericórdias enriqueceram com a incorporação
de hospitais e confrarias pré-existentes, depois foram as heranças, testadas perto e longe, que se tornaram decisivas. Os que
morriam no Ultramar queriam ser recordados nas suas terras
natais e, por vezes, em cidades às quais não tinham ligações, mas
a cujas misericórdias queriam associar o seu nome e perpetuálo. Foi o caso de Manuel Soares de Oliveira, português nascido
na vila de Pereira (perto de Coimbra), mas alto funcionário da
administração castelhana nas Filipinas, que em 1674 fez testamento de toda a sua imensa fortuna à Misericórdia de Coimbra
– processo que se revelou complexo porque implicava a conversão de bens e rendas em capital e a transferência deste para
um país estrangeiro, o que tanto a Audiência de Manila como
o Real Conselho das Índias tentaram impedir (Lopes, prelo). A
deslocação desta herança para Castela fez-se pelo Atlântico via
México, porque, como é sabido, a rota pelo Índico era portuguesa. E por este Atlântico sem fronteiras navegaram outras
fortunas para as misericórdias portuguesas, provenientes da
América castelhana: no próprio processo da herança de Manuel Soares de Oliveira se refere um português que servira nas
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58 • Buenos vientos
Índias castelhanas e remetera a Portugal certa quantidade de
prata para fundar obras pias no bispado de Viseu (Lopes, prelo) e
nos séculos XVI-XVII receberam-se quatro heranças na Misericórdia do Porto oriundas dos domínios coloniais castelhanos
(Sá, 2018).
Entre os testadores ou doadores em vida que beneficiaram
a Misericórdia do Porto no período balizado pelos anos 1499
e 1699, Isabel dos Guimarães Sá identifica 42 cujos bens provinham de espaços de além-mar. Destes, 18 são da Índia portuguesa, outros tantos do Brasil (sendo o mais antigo de 1573),
dois de Angola e os quatro referidos das Índias castelhanas.
Foram essas pessoas que enriqueceram a Santa Casa (Sá, 2018).
Em geral, as misericórdias procediam à liquidação dos
bens e transferência dos capitais, mas podiam também receber escravos e, nos territórios com comunicações mais rápidas,
manter os imóveis na sua posse, como fez a Misericórdia de Lisboa que no século XVIII possuía várias fazendas no arquipélago de S. Tomé e Príncipe e um engenho com os seus escravos
na capitania de Pernambuco (Lopes, 2005) – o que implicava
a manutenção de procuradores que administravam ou vigiavam a administração das propriedades e remetiam os lucros,
obrigando a uma contínua correspondência e transferência de
rendas.
Para que se avalie a dimensão que tais trânsitos de rendas
e sobretudo de heranças poderia alcançar, diga-se que até 1800
foram criadas em Portugal metropolitano pelo menos 325
misericórdias, surgindo 212 entre 1498 e 1600, 65 no século
XVII e 48 no século XVIII.4 Atente-se ainda no movimento fundacional das misericórdias do império, considerando apenas o
espaço atlântico que aqui nos interessa.5
4
5
ContagemminhaapartirdalistacronológicaemPaiva,2017,pp.517-523.
NosterritóriosbanhadospeloOceanoÍndicoosportuguesesfundaram30misericórdias, nos atuais Moçambique, Quénia, Irão, Índia, Sri Lanka, Malásia, Indonésia, China e Japão. Não considero a Misericórdia de Manila porque embora a
intenção dos fundadores fosse erigi-la como autêntica Misericórdia, pelo que se
guiaram pelo Compromisso da Misericórdia de Lisboa, o enquadramento legal
castelhano emquesemovianãolhopermitiusercabalmente.
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Buenos vientos • 59
Cuadro 1. Misericórdias do Império Português do espaço atlântico
fundadas até 1800
1
Nos primeiros anos do século XIX, segundo o mesmo elenco, foram
criadas as misericórdias de Porto Alegre (1802), Sorocaba (1804-06), Itu
(1805-06), Sabará (1812) e São João del Rei (1816). Na verdade, esta
última terá sido fundada entre 1799 e 1816.
Fonte: Paiva, 2017, p. 517-523.
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60 • Buenos vientos
Mas nem só de heranças especificamente deixadas a
esta ou aquela misericórdia vinham rendimentos ultramarinos. Logo em 1565 uma provisão régia estabelece que
as heranças perdidas dos defuntos tangomaus (portugueses
fugidos e em geral africanizados) que morressem na Guiné
fossem entregues ao Hospital de Todos os Santos (Xavier &
Paiva, 2005, doc. 54), estabelecimento depois incorporado
na Misericórdia de Lisboa. Ou, numa outra situação muito
distinta, invoque-se a autorização recebida em 1776 pelo
conde de Vimieiro, provedor da Misericórdia de Estremoz
(Alentejo), para mandar pedir esmolas durante três anos na
capitania de Pernambuco a fim de custear a criação dos
meninos expostos (Lopes & Paiva, 2008, doc. 80).
Não sendo possível fazer um levantamento das heranças e rendas que nas fronteiras das misericórdias circulavam pelo Atlântico, deixaremos apenas alguns apontamentos, começando pela análise dos registos de correspondência das duas maiores misericórdias: Lisboa e Porto.6
Em 1718/1719, num pequeno núcleo de 22 cartas
registadas no copiador do Arquivo da Misericórdia do Porto, o Brasil é o principal destino, com seis registos de
correspondência enviada (27%), seguido das Santas Casas
metropolitanas de Braga, Lisboa e Ponte de Lima, todas
com três, e de outras localidades com duas ou uma missivas.
Metade da correspondência é enviada para outras
misericórdias e 32% para procuradores da Santa Casa do
Porto. No Brasil, a misericórdia da Bahia é a única Misericórdia interlocutora – a quem é endereçada uma carta
com certidões de degredados e pedido de ajuda de cobrança de herança. As outras três expedidas para essa cidade,
assim como duas remetidas para Pernambuco,7 destinam-se
a procuradores que a Misericórdia do Porto aí mantinha,
encarregados de arrecadar heranças legadas à irmandade.
6
7
Retoma-se aqui investigação publicada em Lopes, 2005.
Os destinos registados são quase sempre as capitanias e não as localidades.
O mesmo se passa com as cartas da Misericórdia de Lisboa.
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Buenos vientos • 61
Quanto às cartas endereçadas a outras misericórdias da
metrópole, também elas podiam respeitar a heranças deixadas no Ultramar. Nesta pequena série encontra-se uma
dirigida à Misericórdia de Ponte de Lima onde, entre outros
assuntos, se pedia que procurassem uma herdeira de um
defunto no Brasil.
Vejamos agora as 33 cartas expedidas entre 1757 e
1776, espólio que só pode ser uma pequena parcela da
correspondência destes 20 anos. Foram endereçadas para
o Brasil 16 cartas (48%), tendo agora a primazia o Rio de
Janeiro, com nove. Para Minas Gerais, sem que se especifique o local, seguiram quatro cartas e para a Bahia
remeteram-se três.
Percebe-se que a Misericórdia do Porto tem procuradores em Lisboa (contactado oito vezes), no Rio de Janeiro (com quatro cartas), na Bahia (com duas) e em Minas
Gerais (com uma). É evidente que a análise do conteúdo das
cartas elucida as relações que a instituição mantém com o
Ultramar: verificamos que chegam à Santa Casa portuense
heranças de portugueses radicados no Rio de Janeiro, em
Minas Gerais e na Bahia; que a instituição cobra juros no
Rio de Janeiro; que em 1763 se corresponde com a Ordem
Terceira do Carmo da cidade da Bahia porque houve uma
herança repartida pelas duas instituições.
Nos mesmos 20 anos (1757-1776) encontram-se registadas no copiador da Misericórdia de Lisboa 246 cartas,8
as quais, obviamente, também não dão conta do todo, pois
a média anual (excluindo uma circular enviada em 1774
a 90 misericórdias, de que adiante se falará) é de 7,8. Até
1769 não atingem as dez por ano, situando-se depois abaixo
das duas dezenas. Só nos dois últimos anos da série ultrapassam este valor.
8
O terramoto de 1755 destruiu o arquivo da Misericórdia de Lisboa, pelo que
só é possível fazer esta pesquisa para datas posteriores.
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62 • Buenos vientos
Pelo oceano seguiram 22 cartas (15%, retirando a circular de 1774) com assuntos a resolver nas ilhas adjacentes e do Atlântico sul, Magrebe, Brasil, Índia e Macau. O
Brasil absorve 9% dessa correspondência, sendo o principal destino o Rio (sete cartas) seguido de Pernambuco e
Goiás (ambos com duas) e Pará e Bahia (uma para cada).
À exceção da carta enviada para a Bahia, o que motivou a
correspondência foi sempre a deixa de heranças dos portugueses falecidos nesses territórios. As missivas com destino
ao Rio de Janeiro dirigem-se à Misericórdia e a testamenteiros de benfeitores, a quem se pedem contas ou se acusa
a sua receção (1760, 1761 e 1765). Para a Misericórdia fluminense enviam, em 1761, procuração para administração
de herança recebida e, quatro anos volvidos, dá-se conta
do seu recebimento. A Santa Casa do Rio também serviu, pelo menos uma vez, de intermediária entre Lisboa
e Goiás, encarregando-se de enviar carta a um homem aí
residente em 1763.
À Misericórdia da Bahia pediram, em 1757, que encaminhasse carta e procuração para S. Tomé “com toda a
segurança pela sua importância ficando [nós] prontos para
tudo o que for do serviço dessa Santa Casa e dessa Mesa”.
A Misericórdia de Lisboa possuía quatro fazendas em S.
Tomé que se revelaram difíceis de gerir. Foram remetidas
sucessivas procurações com pedidos de administração: uma
primeira para a Misericórdia local em 1757 (via Santa Casa
da Bahia), dez anos depois para o recém-nomeado governador do arquipélago (entregue em mãos, em Lisboa) e,
finalmente, em 1770, para um procurador que era o ouvidor da ilha. Em 1797 as instruções de administração serão
enviadas novamente para a Bahia, mas agora encarrega-se
do assunto um indivíduo aí assistente e não a Santa Casa.
Caso especial de correspondência extraordinária ocorreu em setembro de 1774, quando a Misericórdia de Lisboa
decidiu enviar uma circular a 90 misericórdias do continente, Açores, Madeira e Brasil com cópia de um assento da Casa da Suplicação a favor dos presos, para que o
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Buenos vientos • 63
conhecessem e o fizessem aplicar.9 Esta circular representou um enorme esforço, pois não só foi copiado 90 vezes
um texto que ocupa dez fólios, como também não terá sido
fácil a identificação das instituições existentes e, sobretudo, a remessa dessa correspondência. Para o arquipélago
da Madeira foi enviada uma carta (Funchal), seguindo seis
para o dos Açores: ilhas do Faial, Graciosa, Pico, S. Jorge, S. Miguel (Ponta Delgada) e Terceira (Angra). Ao Brasil
remeteram-se cinco: Bahia, Maranhão, Pará, Pernambuco
e Rio de Janeiro.
Passemos, agora, à análise da correspondência produzida em 1797. Num total de 178 cartas, 20 (11%) navegaram pelo Atlântico, sendo 12 destinadas ao Brasil: oito para
Pernambuco, duas para o Pará, uma para a Bahia e uma
outra para Vila Rica (Ouro Preto). Escreveram-se ainda três
missivas para a Madeira, duas para os Açores, duas dirigidas
a Macau e uma a Goa.
A Santa Casa de Lisboa possuía em Pernambuco um
engenho e respetivos escravos, como já foi dito. A leitura
das cartas expedidas revela a ocorrência de uma revolta e
o posterior encarceramento desses escravos. Como não se
trata da correspondência recebida, o episódio escapa-nos,
mas percebemos que em abril a Misericórdia diligenciava
no sentido de os defender.
À Misericórdia de Belém do Pará, pediu a Santa Casa
de Lisboa que a ajudasse em processo judicial de execução
de bens e cobrança de dívidas. E a um baiano, e já não à
Misericórdia local, encarregou-se nesse ano a resolução de
questões das fazendas na ilha de S. Tomé.
Dois terços dos legados não cumpridos de todo o
império português revertiam a favor do hospital e dos
expostos da Misericórdia de Lisboa10 que, para a sua arre9
10
É um assento de 18 de agosto de 1774 com a interpretação do § 19 da lei de
20 de junho do mesmo ano em benefício dos presos pobres detidos por dívidas.
Determinado por bula de 7.7.1779, breve de 26.11.1784 e alvarás de
5.9.1786 e 9.3.1787.
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64 • Buenos vientos
cadação, mantinha procuradores ou empregava provisoriamente indivíduos para essa arrecadação. Foi o processo
utilizado, neste ano de 1797, nas ilhas da Madeira e de S.
Miguel e ainda em Vila Rica (Ouro Preto), no Brasil.
Colhem-se ainda neste espólio algumas informações
sobre formas de transferência ou transporte de dinheiro
e géneros. Assim, em carta de 17 de maio dirigida a um
indivíduo na ilha açoriana de S. Miguel, diz-se que, como
já lhe haviam ordenado a 12 de agosto e 18 de outubro
de 1796, não envie o produto dos legados não cumpridos
em feijão e fava para que não suceda novamente atiraremse ao mar por avaria do navio ou, como também já sucedera, só ser entregue 20 dias depois da chegada a Lisboa
em escuna americana. Ordena-se-lhe, pois, que transfira o
dinheiro por letras
sobre Casas Seguras de Londres ainda que sejam até 10
meses pagáveis vindo-nos remetidas por três vias para daqui
as expedirmos aquela cidade, e havermos com maior brevidade a sua cobrança sendo este meio o mais interessante
à dita Santa Casa.
Ordem diferente, contrariando as instruções de maio,
é dirigida ao mesmo homem a 12 de setembro: que empregue o dinheiro proveniente dos legados não cumpridos em
feijão branco, ensacando-o e mandando-o.
Os processos de transferências de capital em finais do
século XVIII ainda eram complexos, como se conclui, pelas
ordens enviadas de Lisboa para os Açores, como vimos. E
o mesmo se diga do Brasil. Para arrecadar parte de uma
herança deixada à Misericórdia de Ponte de Lima (Portugal,
Minho) no século XVIII e de cuja entrega se encarregou a
Misericórdia da Bahia onde o testador faleceu, a irmandade
minhota recorreu
à Misericórdia do Porto e a mercadores desta cidade, por
quem se mandaram as letras respectivas. As dificuldades
quanto ao envio do dinheiro constituíam sempre uma fonte
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Buenos vientos • 65
de preocupações para a Santa Casa. Por isso, em algumas
ocasiões não utilizou a Junta do Comércio […] como era costume, mas serviu-se de intermediários que davam um acompanhamento maior ao processo in loco, arranjavam conhecimentos seguros para passar as letras e aconselhavam a
instituição quanto aos modos de proceder. No caso em questão, os irmãos de Ponte de Lima serviram-se de um irmão que
estava no Brasil e que conseguiu um portador para a letra,
ainda que este tivesse cobrado pelo serviço 11% do valor da
transacção (Araújo, 2000, p. 455).
De facto, continua Maria Marta Lobo de Araújo,
que estamos a citar: “Os portadores de letras não faziam
nenhum favor às Misericórdias. Tratou-se de um serviço
pago, e a percentagem que estes cobravam variou entre 11
e 15% nos casos analisados” (2000, p. 455-456).
Finalmente, vejam-se dois casos ocorridos na Misericórdia de Coimbra. A maior herança que a instituição
recebeu desde a que Manuel Soares de Oliveira testou em
Manila, foi a de Caetano Correia Seixas, por testamento de
14 de outubro de 1786. Este homem, falecido nesse mesmo
ano, era professor jubilado da Universidade e foi cónego nas
Sés de Braga e de Coimbra. Ora a fortuna de Caetano Correia, cuja vida e carreira decorreram em Coimbra, provinha
no grosso da capitania da Bahia, onde nascera. Determinou
no seu testamento a fundação de um colégio de órfãos, o
alargamento do quadro dos Colégio das Órfãs da Misericórdia (fundado por Manuel Soares de Oliveira), a dotação
anual de seis órfãs com 40.000 réis cada uma e a aplicação
de 160.000 réis anuais no socorro aos presos da cadeia e aos
meninos órfãos pobres, enjeitados e desamparados. A Santa
Casa de Coimbra apurou desta herança, depois de longos
anos de complicadas legalidades, 97.216.590 réis que foram
emprestados a particulares a título oneroso por escrituras
legais. Eram os juros que constituíam o suporte financeiro
da fundação de Caetano Correia Seixas ou, como se dizia
na Misericórdia, do efeito Seixas, a repartição mais rica da
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66 • Buenos vientos
Misericórdia de Coimbra, logo a seguir ao efeito Capelas/
Monte de Piedade, para onde era canalizada a generalidade
dos legados (Lopes, 2000).
Era difícil fazer doações entre vivos quando o doador
vivia além-mar, mas sabe-se que na Misericórdia de Penafiel (Portugal, Douro Litoral), dos 31 legados que chegaram
à confraria vindos do Brasil entre 1651 e 1800, 13 foram
contratos em vida, número muito próximo, pois, dos 18
testamentos (Fernandes, 2013).
Uma das maiores fortunas que a Misericórdia de
Coimbra recebeu resulta também de um contrato que fez
em 1730 o padre jesuíta Bento Soares da Fonseca, residente
na Bahia. A escritura, que foi assinada em Coimbra a 14
de janeiro de 1731, estipulava a criação de uma capela de
missa quotidiana, dotação anual de uma parenta do doador
com 200.000 réis e atribuição de uma bolsa anual de 80.000
réis para custear os estudos universitários também de um
parente seu, sendo que nos anos em que não houvesse
nenhum seriam destinados 50.000 réis para dotar uma órfã
cristã-velha que casasse com cristão-velho (Lopes, 2000).
Muitos outros casos poderiam ser referidos, mas o que
importa reter é a imagem desse Atlântico sulcado por navios que, transportando pessoas, cartas, testamentos, documentos de câmbio, moedas e géneros, unia e ligava as misericórdias de matriz portuguesa espalhadas pelo globo e os
homens que nelas se reviam – conduzindo anseios, crenças, medos, egoísmos, vanglórias, crueldades (pense-se nos
escravos testados), mas também socorros e esperanças a
tantos que pouco ou nada tinham.
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Buenos vientos • 67
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Personas y bienes en la circulación
atlántica de fines del siglo XV
a mediados del XVIII
OFELIA REY CASTELAO1
Introducción
Los cambios demográficos y económicos que se vivieron
entre 1492 y 1750 no tenían precedentes pero, a pesar de
su magnitud, su huella documental es bastante pobre, de
modo que se han prestado a todo tipo de interpretaciones, muchas veces más atractivas que fundamentadas. En
realidad, los datos disponibles casi no permiten otra cosa
que enumerar síntomas y ordenarlos en torno al concepto de circulación, ya que, siendo tan profundos aquellos
cambios, términos como “globalización” o mundialización,
utilizados de forma general (Blancheton, 2008), sonun tanto
excesivos para el tramo cronológico que nos ocupa. Sobre
esto se ha publicado mucho, en especial en torno a 1992,
conmemoración del viaje trasatlántico de Colón. Hoy está
de plena actualidad gracias al aniversario de la circunnavegación de Magalhaes-Elcano y porque sí vivimos una verdadera globalización de intercambios humanos, de bienes
y de información. En la bibliografía se mantienen algunas
cuestiones clásicas, pero ha habido una revisión de métodos de investigación y de análisis, en especial intentando la
comparación y la dialéctica entre lo global y lo regional, y
entre lo macro y micro-histórico (Ghorra-Gobin, 2012). En
síntesis, se acepta que, a pesar del enorme coste en vidas,
1
Universidad de Santiago de Compostela, España.
ofeliareycastelao@gmail.com.
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69
70 • Buenos vientos
se produjo una reciprocidad entre Europa, América, Asia y
África en el seno de una economía nueva: por una parte,
la integración de cultivos y especies animales adaptados de
unas zonas a otras sirvió para aumentar la producción de
alimentos y para sostener el crecimiento demográfico –no
solo en Europa-, y por otra, la conquista y colonización
de amplios territorios produjo una mortalidad desaforada
entre las poblaciones receptoras, y como consecuencia, se
hicieron transferencias a gran escala de migrantes semilibres y de esclavos que supusieron el sacrificio de un gigantesco contingente humano.
Cualquier reflexión en términos actuales de valoración
social sería un anacronismo, pero, innegablemente, la
expansión europea ultramarina nació por el comercio y
buscaba solo beneficios comerciales y, para obtenerlos, sus
agentes conquistaron espacios o instalaron factorías cuyos
beneficios fueron a parar a las metrópolis. Unos cuantos
puertos europeos –Lisboa, Sevilla, Amberes, Ámsterdam-,
nodos de los grandes tráficos tradicionales intra-europeos,
se convirtieron en enlaces con el tráfico colonial, en centros
redistribuidores de mercancías que llegaban desde África,
América y Asia a Europa y de regulación legal o para-legal
de esos contactos (Knight & Liss, 1991; Fusaro, et al., 2015).
Europa mantuvo entre 1492 y 1750 un modelo de baja
presión demográfica que le permitió disponer de ingresos
superiores a la subsistencia y un poder de compra capaz
de consumir productos coloniales que no eran esenciales
para la vida -café, azúcar, tabaco- sino de placer y que se
vendían para diversificar la oferta del gusto e incrementar
las ganancias de los proveedores: al margen de escrúpulos,
esos eran tan responsables como los consumidores de lo
que sucedía en la trastienda del mundo occidental. Se trataba de un consumo de lujo protagonizado por las clases
minoritarias y urbanas, con dinero y con interés en diferenciarse de los demás, que generó un mercado cada vez
jugoso por el que lucharon las potencias navales portuguesa,
holandesa y británica, además de la monarquía hispánica.
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Buenos vientos • 71
Con el tiempo y el afán de emulación, el espectro social
consumidor fue cada vez más amplio y se fue agrandando el círculo de quienes se beneficiaban o disfrutaban de
las importaciones, a lo que contribuyó el abaratamiento de
los precios y la intensificación de la circulación de bienes.
Dicho así, todo parece sencillo y fácil de explicar, pero no lo
es, por lo que tanto en la circulación de personas como en
la de bienes, haremos un breve balance de los debates antes
de exponer los resultados.2
La movilidad transoceánica
El debate sobre el movimiento humano de Europa a América se desarrolló en la historiografía clásica en torno a la
mortalidad catastrófica de la población indígena provocada por la llegada de los europeos y en torno al número y
evolución de la migración transatlántica. Lo primero no es
nuestro objetivo porque nos interesa la circulación, pero
no podemos olvidar los cálculos de Cook y Borah (1960)
y los que se hicieron para comprobarlos o corregirlos (Liv
iBacci, 2006); la principal novedad en esta faceta ha venido de la idea de globalización vírica y del intercambio de
enfermedades entre grupos humanos que entraron en contacto sin poder protegerse unos de otros: europeos, africanos, asiáticos y americanos protagonizaron un trasvase de
contagios muy desigual en sus efectos, pero que fue involuntario (Crosby, 1986).
En cuanto a lo segundo, la demografía histórica ha
aportado cifras y caracteres de los migrantes, pero de forma desigual. Por ejemplo, en la historiografía anglosajona,
la emigración inglesa no interesó salvo para explicar por
2
Proyecto de investigación Culturas urbanas: las ciudades interiores en el noroeste ibérico, dinámicas e impacto en el espacio rural, HAR2015-64014-C3-3-R,
financiado por la Agencia Estatal de Investigación y Fondos Feder (Unión
Europea).
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72 • Buenos vientos
qué se produjo el paso del Atlántico por gentes de las islas
británicas; la atención surgió en América (Canny, 1994), lo
que tiene un significado socio-político más que histórico,
como ha puesto de manifiesto John Wareing (2017) en su
estudio sobre los servants enviados de Inglaterra a América
del Norte en el siglo XVII. Las migraciones tardaron en
ser un tema importante, con la excepción de los grandes
movimientos transoceánicos y sus efectos sobre la población americana, pero la dificultad de encontrar datos alternativos hizo que las hipótesis de la historiografía clásica no
se discutieran. Sin embargo, desde 1992, la investigación
avanzó hacia otro planteamiento: la movilidad de personas
dentro de Europa, como un hecho anterior y necesario para
el encuentro con América, y el doble sentido de la migración extra-europea, es decir, de ida y de vuelta, y por lo
tanto, la circulación (Eiras & Rey, 1994; Bade, 2003).
El retraso en la investigación se explica por las dificultades de encontrar documentación fiable; las fuentes son
discontinuas y no sistemáticas, por lo que dificultan la comparación, y dejan fuera los movimientos clandestinos. En el
caso de la monarquía hispánica se llevó un registro desde
comienzos del XVI de quienes salían hacia América a través
de las “licencias de pasajeros”, los pasaportes y los expedientes de campañas de colonización, pero la emigración ilegal
solo se puede calcular recurriendo a censos, archivos parroquiales y municipales de las zonas de partida peninsulares
y en la propia América (Konetzke, 1945; Sánchez Rubio,
2002). Los registros de salida por Sevilla han sido la base
informativa de Mörner (1975), cuyos cálculos se han revisado muchas veces sin resolver problemas como la identificación de pasajeros con migrantes, las duplicaciones, las
salidas ilegales a través de las islas Canarias y de Portugal,
etc. (Sánchez Albornoz, 1973; Eiras Roel, 1991). Por otra
parte, las fuentes hablan muy poco de las mujeres, poco de
los emigrantes que fracasaron y más de conquistadores y
de hombres de éxito.
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Buenos vientos • 73
En los años noventa del siglo XX, con ayuda de la
antropología, la geografía y la lingüística, se produjo un
cambio de enfoque de los estudios migratorios para comprender su alcance, sus formas y su significado y las diferencias de nivel económico, social o cultural. Se introdujo el
concepto globalizador de processus, que plantea la sucesión
cronológica de las migraciones, unifica los casos individuales con los grandes viajes intercontinentales, y los desplazamientos espontáneos con los organizados, e incorpora las
ideas de retorno, rotación y circulación. Esto tuvo como
efecto poner sobre la mesa una cuestión clave: las migraciones intra-europeas anteriores y contemporáneas de las
extra-europeas. Numerosos estudios llegaron al acuerdo de
que antes de fines del siglo XV, Europa se había puesto en
movimiento: fueron historiadores británicos y escandinavos quienes llamaron la atención sobre esto y definieron
un modelo que explica el paso de europeos a África y a
América como el resultado de una intensa movilidad previa,
superándose así el determinismo demográfico clásico. Este
movimiento intra-europeo obedecía a una compleja mecánica de interacciones económicas, demográficas, espaciales,
sociales, políticas, mentales, que resitúa la idea también clásica de push&pull e introduce la toma de decisiones, valorando las circunstancias en las que las personas optaban por
irse de donde vivían, y sustituye las divisiones políticas y las
fronteras por conceptos como los espacios de vida (Bade,
2003; Moch, 1992; Luccassen, 2005).
Los cambios en la forma de entender las migraciones
han obligado a de pasar de los estudios macro, que atendían
solo a los grandes movimientos humanos como lo fue el
ultramarino, a los estudios micro o de medio alcance, ya que
la toma de decisiones se hacía en el ámbito familiar, local y
regional: en expansión o en recesión, ese contexto próximo
imponía a los emigrantes una perspectiva particular, más
o menos favorable a su movilidad y a la integración en el
lugar de llegada. Así por ejemplo, R. Rowland (1991) estudió
la emigración portuguesa como un fenómeno en relación
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74 • Buenos vientos
con el cambiante contexto brasileño pero también con las
estructuras sociales y los regímenes demográficos regionales, y lo mismo se hizo para las diferentes regiones españolas (Eiras & Rey, 1994). La perspectiva local y regional se
ha aplicado también a los espacios de llegada en América
(Robinson, 1990; Wareing, 2017), lo que ha hecho superar
muchas ideas clásicas.
Esto ha tenido otros efectos positivos: 1) la inclusión
de los movimientos forzados en la evaluación de las migraciones trans-oceánicas: los esclavos vistos como personas y
no como mercancías y su importancia en la población americana (Klein, 1999). 2) el papel de las mujeres, poco visibles
en los estudios clásicos, a pesar de ser una parte esencial
de la emigración familiar impulsada por la Corona española
en el siglo XVI, o en las expediciones de poblamiento del
XVII y XVIII apoyadas por los gobiernos –caso de Francia
e Inglaterra en los territorios vacíos que iban controlando-;
todavía falta superar la visión excepcional y elitista, y ahondar en la migración anónima haciendo análisis con métodos
como las historias de vida o el estudio de redes (Boxer,
1993). 3) la integración de la migración motivada por la
circulación económica, es decir, los viajes mercantiles, que
afectaron a miles de hombres enrolados en las compañías
comerciales, que en muchos casos murieron en las peligrosas travesías o se quedaron a vivir en los puertos de acogida,
lo que incluía a los comerciantes (De Vries, 2003; Jarvis &
Lee, 2017; Poettering, 2018).
Por lo que atañe a los resultados, nos interesa la circulación de personas y su contexto histórico, pero es necesario
mencionar la catástrofe derivada del contacto con europeos
y africanos a partir de 1492 y su consecuencia: el tráfico de
esclavos para cubrir el déficit generado de mano de obra
americana. Tema clave (Cook & Borah, 1960; Livi Bacci,
2006), lo cierto es que las epidemias de viruela, sarampión,
tifus, etc., fueron desastrosas y solo a fines del siglo XVI la
población indígena generó anticuerpos contra algunos contagios, atenuándose esas crisis desde 1620. El efecto fue la
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Buenos vientos • 75
desaparición masiva de la población local, aunque de forma
desiguale entre las zonas densamente pobladas y agrarias de
México y Perú, destruidas por aquellas enfermedades y por
la fiebre amarilla y la malaria llevadas por los esclavos africanos, y las áreas menos habitadas, como Brasil, “territorio
vacío” en el que solo habría unos dos millones y medio de
indígenas a la llegada de los portugueses. No olvidemos que,
en el XVII, en América del Norte británica, los indígenas
fueron muertos o expulsados y si en 1700 suponían tres
cuartas partes de los habitantes, en 1800 solo eran el 3%. El
desastre demográfico fue compensado en el Sur con inmigración ibérica y con el aumento del número de mestizos,
pero sobre todo con la importación de esclavos africanos:
desde 1525-1600 pasaron unos 75.000 a la América española y 50.000 a la portuguesa, pero el déficit de mano de
obra -de 1,2 a 2,2% al año- obligó a llevar entre 1600 y 1700
unos 1,3 millones (830.000 para la española y portuguesa).
Este aporte no fue suficiente para que América recuperase
sus cifras, sino que fue más importante el aumento a largo
plazo del potencial económico americano gracias a la introducción de caballos y mulas, con gran capacidad de tiro
y transporte, y sobre todo gracias a la de nuevos cultivos
llevados de Europa.
La población indígena americana no entró en la mecánica de la circulación al no haber un tráfico de esclavos hacia Europa. La circulación demográfica se hizo desde Europa y estuvo precedida por una movilidad intraeuropea de causalidad regional más que global. Antes de
1492, trabajadores y colonos hacían largas distancias, obligados por el desajuste entre crecimiento demográfico y
oferta de trabajo: las áreas migratorias se caracterizaban
por un déficit laboral derivado de condiciones naturales,
económicas, demográficas y sociales específicas, y las de
acogida por ser zonas agrarias de monocultivo, puertos y
grandes ciudades que ofrecían oportunidades económicas
(Bade, 2003; Luccassen, 2005; Eiras Roel, 1994). La necesidad de emigrar era variada y dependía de la relación entre
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76 • Buenos vientos
población y territorio, propiedad y uso de la tierra, producción agraria e industrial, empleo y salarios. Europa tenía
81,8 millones de habitantes en 1500, 104,7 en 1600, y hasta
1700 no superó los 115 millones, por lo que la emigración
a América no estuvo motivada por la presión demográfica,
sino más bien por la escasez de destinos atractivos y por el
interés en obtener beneficios o mejores condiciones de vida
(Livi Bacci, 1999). Por eso mismo, las migraciones extraeuropeas tenían una alta tasa de retorno y generaron una
intensa circulación entre espacios.
Mucho antes que el resto de Europa, España y Portugal
enviaron gentes a América y se diferencian de los otros por
el dominio colonial sobre América latina. En el caso español
no fue un movimiento inmediato -la colonización de las
Antillas chocó con la dureza del clima y con la dificultad de
conseguir oro- ni espontáneo, de modo que los Reyes Católicos lo fomentaron desde 1495 ofreciendo tierras, manutención y otras facilidades para asegurar las actividades
económicas y limitar el mestizaje, por eso se promovió el
paso de artesanos y agricultores, y la de familias. Además, se
impuso una selección de los pobladores, reservando América a los súbditos de la Corona de Castilla y excluyendo a
los de otros territorios hispánicos. Por esta razón, los reyes
establecieron la licencia de paso y la Casa de Contratación de Sevilla lo controló desde 1509, evitando le paso de
moros, judíos, conversos, penitenciados y extranjeros. Pero
la necesidad de pobladores obligó en 1511 a facilitar las
salidas y a hacer campañas de reclutamiento, que luego se
hicieron para las expediciones de conquista o para llevar
familias de labradores; por otra parte, se flexibilizó el paso
de extranjeros, en especial cuando Carlos I abrió América
a sus súbditos no hispanos –fue el caso de Venezuela y los
alemanes. Felipe II optó de nuevo por limitar ese paso y
mantener el monopolio castellano y sus sucesores tomaron
resoluciones cambiantes en función de las circunstancias.
El viaje a América fue un paso libre pero no espontáneo
y la política migratoria fue oscilante. Los puertos de salida
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Buenos vientos • 77
-Sevilla y Cádiz- se convirtieron en núcleos de atracción
de migración y enlazaron los movimientos internos con los
trasatlánticos, en tanto que la creación de vías de comunicación y de redes de contacto, facilitó la expansión hispana
en Ultramar. El resultado fue un asentamiento de colonización que garantizó el predominio metropolitano durante el
período que nos interesa (Eiras Roel, 1991; Lemus & Márquez, 1992; Martínez Shaw, 1993).
Los cálculos de Mörner (1975), aceptados en general,
establecen que a América pasaron 250.000 personas desde
España en el siglo XVI y 190.000 en la primera mitad
del XVII: de 1.235 personas por año en 1506-40 a 3.929
en 1561-1600, con una media de 2.584, y un máximo en
1601-1625,111.312 viajeros, 4.452 anuales. No son cifras
alarmantes: Castilla mandó al año cuatro personas por cada
diez mil, aunque al tratarse en su mayoría de hombres jóvenes, la pérdida de potencial demográfico era mayor, ya que
los jóvenes suponían una quinta parte de la población. Desde 1625-1640 la emigración decayó y en la primera mitad
del XVIII todavía era moderada: cada año salían por Cádiz
unos dos mil individuos, menos que en el siglo XVI; además,
de mediados del XVII a mediados del XVIII, se produjo un
cambio drástico en el origen de los emigrados, del Sur al
Norte, lo que se consolidó hasta la emigración en masa de
los siglos XIX y XX (Eiras Roel, 1991).
España era un territorio poco poblado en relación con
su superficie, pero creció mucho desde 1530 a 1591 -de
4.7 millones de habitantes a 6.6, 8 en 1700- y soportó sin
problemas la emigración ultramarina en el XVI gracias a
una producción agraria en aumento, al crecimiento de las
ciudades y a una animada actividad comercial e industrial.
Pero en su interior había una gran variedad de comportamientos demográficos, económicos y sociales que repercutieron en las diferencias en el envío de emigrantes a América. Hasta mediados del XVII, la mayoría eran de Andalucía
(+40%), Extremadura y Castilla Nueva (30%) y el resto de
Castilla la Vieja y León (20%); el Norte solo aportó un 5%.
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78 • Buenos vientos
Sin embargo, esas grandes regiones migratorias recibieron
durante ese período una intensa inmigración de sustitución
protagonizada por hombres de las regiones norteñas. Las
áreas migratorias se caracterizaban por el hábitat concentrado y una alta tasa de urbanización, una economía agrícola de latifundio y gran cultivo, y un modelo familiar nuclear
y de herencia igualitaria. La fuerte crisis del siglo XVII, en
especial de la población urbana de Andalucía y de las Castillas, paralizó la emigración. Al contrario, el Norte, se incorporó paulatinamente a la emigración: era una zona poco
urbanizada, de economía agrícola de policultivo y pequeña
propiedad, modelo familiar de mayor tamaño y sistema de
herencia desigual, que sufría un problema de superpoblación relativa; a partir de 1650, la introducción del maíz
provocó un intenso crecimiento y consolidó la emigración
como un recurso para completar los ingresos familiares y
liberar el excedente demográfico (Eiras Roel, 1991).
Una parte pequeña de quienes pasaron a América eran
conquistadores, funcionarios y clérigos. La mayoría eran
castellanos de los que se saben pocas cosas, salvo que en
su mayoría eran urbanos, y que el 65% de los que salieron
de forma legal figuran como criados, aunque no lo fuesen.
El paso del Atlántico estuvo limitado por la capacidad de
transporte de los barcos de la Carrera de Indias, por los trámites y por el precio del viaje. Esto favoreció la actividad de
los reclutadores, que daban la oportunidad de engancharse
en expediciones a cambio de futuras prestaciones por parte
de los emigrados, y también la emigración clandestina: se
falsificaban informes y licencias, y los capitanes y tripulaciones colaboraban en el embarque, a pesar de que las duras
condenas contenidas en las leyes publicadas desde 1552. La
presencia ilegal en América, en especial la de extranjeros,
fue regularizada por la monarquía en muchas ocasiones
mediante arreglos negociados y retribuidos.
Una característica del caso hispano es la movilidad de
los españoles en América, a la búsqueda de nuevas oportunidades. Otra lo fue la emigración familiar, modesta en
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la primera mitad del XVI, pero intensa en la segunda. Una
ley de los Reyes Católicos de 1497 favoreció la presencia de mujeres y a partir de 1513 -y sobre todo a partir
de 1546-, la Corona obligó a los hombres casados a llevar a sus mujeres o a llamarlas desde allí; esto se repitió
en 1549 y en 1681. Carlos V prohibió en 1539 el paso
de mujeres solteras, salvo para casarse con colonizadores,
prohibición confirmada por Felipe II. El paso de familias es clave para explicar la concentración de emigrantes
en determinadas zonas de América según fuera su origen
regional, lo generó redes de relación, inserción y ayuda. Las
familias también fueron esenciales para imponer el modelo
social metropolitano puesto que llevaron la ley y el sistema
familiar castellanos; por su parte, las mujeres llevaron los
valores sociales y morales, y la cultura material castellana
(Socolow, 2004). Se calcula que pasaron a América 1.153
mujeres en 1493-1539 (un 6%), 1.480 en 1540-59 (16,4%),
5.013 en 1560-79 (28,5%), 2.472 en 1580-99 (26%), 5.764
en 1598-1621 (30,5%) y luego se redujo-en 1765 eran solo
el 15,8%-. Entre 1540 y 1579, la mitad eran andaluzas y el
60% de 1580 a 1621; Castilla la Nueva aportó un 14%-17%y
Extremadura el 14%, y Castilla la Vieja-León pasó del 16,4%
a mediados del XVI a solo el 3% a fines de siglo. Eran
urbanas en su mayoría, casadas o viudas y muchas pasaron
como criadas; una parte muy importante no prosperó a
causa de la abundancia de servicio doméstico local y la falta
de otras oportunidades.
En el siglo XVIII aumentaron las salidas cualificadas –y por vía clandestina- y los factores de expulsión
actuaron con más claridad: el precio del viaje descendió más intercambios, mejores vías de financiación-, las redes
migratorias funcionaban activamente y el Estado revitalizó
la colonización de zonas importantes desde el punto de
vista económico o militar. Hacia 1765, la emigración era
casi solo de hombres, solteros en un ochenta por ciento,
y procedentes de los territorios del Norte español en una
importante proporción. El modelo de emigración familiar
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era infrecuente, salvo en las expediciones de colonización
llevadas a cabo desde fines del siglo XVII y a lo largo del
XVIII. En definitiva, con respecto al período de la conquista, la circulación humana en el Atlántico había cambiado
totalmente.
En cuanto a Portugal, era un país pequeño que en 1500
tenía solo un millón de habitantes. En el censo de 1527-32
había 1,4, creció rápido en el siglo XVI y después de las
crisis de fines de ese siglo, siguió creciendo hasta 1610-19.
Entró después en una fase de estancamiento, que fue anterior y más fuerte en el Sur que en el centro y en el Norte. En
1640 tenía 1,9 millones y 2 en 1700, volviendo a crecer en la
primera mitad del XVIII hasta 2,6 en 1760. Desde antes de
1500, un número importante de portugueses salió de su país
a medida que se descubrían nuevos territorios, de modo
que desde el siglo XV y a lo largo del XVI, llegaron a las
islas atlánticas, al Norte de África, Golfo de Guinea, puertos
del Este africano, Ormuz, India, Malaca, China y Timor. En
África, hacia 1520 había pobladores no oficiales –lançadosy a fines del XVI, muchos importantes cargos en los estados
de Senegambia, Guinea y Cabo Verde, estaban casados con
africanas. No se trataba de un verdadero poblamiento, pero
sí eran portugueses residentes de modo estable. Por otro
lado, se calcula que en los barcos que pasaron por El Cabo
de Buena Esperanza hacia Asia entre 1500 y 1599 viajaron
más de 198.000 portugueses, de los que el 9% no llegó a su
destino; emprendieron el regreso 121.767, pero a Europa
solo llegaron 105.305, es decir, solo retornó el 53%, y en
el siglo XVII, el 44% de los que fueron 132.343 (Barbossa,
2003; Bethencourt & Chauduri, 1998).
Así pues, Portugal, a diferencia de España, envió gentes
a otros destinos y puede afirmarse que la emigración constituyó un carácter estructural de su población. En el siglo XV
obedeció a la escasez de empleo, a los reducidos beneficios
del trabajo y a la falta de ciudades consumidoras; después,
hay que tener en cuenta el factor de atracción que supuso América, al igual que en el caso español. Sin embargo,
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Portugal tardó en iniciar el poblamiento de Brasil porque
no era fácil encontrar colonos, de modo que al comienzo
fueron allí muchos exiliados o degradados. Las condiciones
de aquel país no eran favorables al asentamiento debido a
los ataques de los indios, en especial después de un período
de relativa amistad durante las factorías (1502 a 1534), a la
incómoda presencia de los franceses y a la escasa rentabilidad del territorio. El poblamiento se retrasó por lo tanto
hasta las capitanías donatarias (1534). Cuando se inició el
cultivo del azúcar, la necesidad de mano de obra se hizo
importante y las únicas soluciones eran dar facilidades para
asentarse o comprar esclavos, una práctica comenzada por
Duarte Coelho a cambio de las mercancías europeas para
vender en Brasil. Sin embargo, los indios eran poco productivos y la esclavización derivó en rebeliones (1545/6), en
tanto que la reorganización de los indios en aldeas, encomendada a los jesuitas, favoreció la expansión de contagios.
Por lo tanto, desde 1560 se recurrió a importar negros
africanos a gran escala: en 1577 eran ya mayoritarios en
algunos ingenios de azúcar y en 1580 eran un tercio de
los esclavos de Pernambuco. El poblamiento por entonces
seguía siendo costero, los núcleos urbanos eran pequeños y
pobres, con escasa población blanca, y fracasaron los intentos que a fines del XVI hizo la Corona para fijar a los indios
cerca de las poblaciones colonizadoras. Por otro lado, los
blancos no tenían fácil casarse con europeas, por su escasez,
y dominaron las relaciones no estructuradas, es decir, faltó
un modelo familiar al estilo castellano que favoreciera la
estabilización (Pedreira, 2001).
¿Cuántos portugueses emigraron en el XVI? Se considera que hubo entre dos mil y cinco mil salidas anuales
hacia el Este, Marruecos, Brasil y el imperio hispánico, en
especial hacia estos dos últimos a fines del XVI y comienzos
del XVII, con una tasa migratoria de 0,3% anual entre 1527
y 1640, similar a la tasa de crecimiento demográfico. En
1620 se dominaba ya el litoral y se inició el avance hacia
el interior, lo que tuvo como efecto una disminución de
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la población costera. Por otro lado, la emigración a América se redujo al 0,15% en 1640-1700 por la contracción
de la población portuguesa, la guerra con España (1640) y
las menores perspectivas económicas en Brasil. En el XVII,
los inmigrados se concentraban en la zona azucarera del
Noreste y de Pernambuco y Baia: desde fines del XVI y
hasta el XVIII se produjo cierta urbanización derivada de
la organización administrativa del espacio –por ejemplo,
Baia pasó de 14.000 habitantes en 1585 a 25.000 en 1723-.
La aportación portuguesa era insuficiente para las necesidades laborales brasileiras, de modo que se importaron
unos 500.000 esclavos en el siglo XVII. El nuevo avance
de la emigración portuguesa fue la consecuencia del descubrimiento de oro y diamantes en Brasil. En las primeras
décadas del XVIII se calcula que pasaron anualmente hasta
ocho o diez mil personas y que la tasa migratoria subió al
0,4% en la primera mitad de ese siglo, el mismo porcentaje
que el aumento demográfico en Portugal. En la nueva fase,
los emigrantes se dirigieron a Rio y Sao Paulo, que alcanzaron una población de 40.000 y 20.000 personas respectivamente en 1750, y, sobre todo, a Minas. El boom minero
hizo que Portugal perdiese una quinta parte de la población
masculina joven, y por eso la Corona trató de controlar
el flujo con una legislación restrictiva, para aumentar la
población y la oferta de mano de obra en Portugal, pero no
lo consiguió. De todas formas, la migración portuguesa fue
cada vez menos suficiente y la explotación del oro de Minas
necesitó cada vez más mano de obra africana en régimen
de esclavitud. Desde 1699, el comercio negrero pasó a ser
libre y hacia 1750, el crecimiento de la población esclava
alcanzó su máximo, en torno a 1.7 millones de personas
(Serrao, 1996, 4ª).
Como en el caso español, las migraciones portuguesas
oscilaron en función de las fluctuaciones económicas y de
circunstancias estructurales regionales, e incluso locales, de
las diferencias de crecimiento y entre regímenes demográficos y de reproducción social, que se combinaron con los
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cambios y la dinámica general y con los factores de atracción -descubrimientos, apertura del imperio castellano tras
la Unión de 1580, oro brasileño-. Los que fueron a Indias
en la primera mitad del XVI eran de todas las regiones,
pero en el último tercio destaca el Noroeste: en 1590 el
70% eran cristianos viejos y el 59% eran del Portugal continental, de Minho sobre todo, y menos del 10% del Sur
(Rowland, 1991). Lo mismo sucedía en Lisboa, que actuaba como Cádiz en el enlace entre Portugal y las colonias.
El Brasil minero atrajo a hombres jóvenes que iban con
la intención de volver ricos después de varios años; esto
respondía a una estrategia familiar de empleo de trabajo,
movilidad social y reproducción familiar, en la que el hijo
emigrante había sido formado para cruzar el Atlántico y
conseguir recursos. Debe tenerse en cuenta que el sistema
de herencia, esencialmente igualitario, era el mismo desde
la Edad Media, pero se practicaba la mejora en beneficio de
un hijo; esta era la clave del sistema familiar del Noroeste
portugués para asegurar las condiciones materiales de la
reproducción inter-generacional de las familias campesinas, de modo que eran los hijos segundos los que se veían
en la necesidad de irse.
Fuera de la Península Ibérica, el dinamismo de ciertas
zonas europeas motivó movimientos migratorios derivados
del impacto colonial. En las costas del Noroeste –Países
Bajos especialmente-, la actividad comercial e industrial
generó desde principios del siglo XVII un polo de atracción de inmigrantes de Alemania, Bélgica, interior de los
Países Bajos y Francia. El sistema se desarrolló al tiempo
que adquirían firmeza las estructuras del imperio colonial
holandés: la creación de las Compañías de las Indias Orientales (VOC) en 1602 y de las Indias occidentales (VIC) en
1621, necesitó mucha gente y miles de marineros extranjeros se enrolaron en los barcos mercantes o de guerra que
construyeron el imperio comercial holandés. En torno a
un millón de personas pasó por el Sur de África hacia el
océano Índico en los siglos XVII y XVIII; una parte muy
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importante eran empleados holandeses de la VOC: en el
XVII, 317.800 hombres, de los que volvieron 102.300 (32%)
y 655.200 en el XVIII, regresando 220.200 (34%), debido
a una fuerte mortalidad (De Vries, 2003). La migración a
América era diferente: Holanda aportó una emigración neta
de unas diez mil personas -la VIC tenía en Brasil en 1639
unos diez mil empleados; solo cuatro mil en 1642- ya que
el retorno a Europa era frecuente (J. Luccassen 1987; Van
Lottum, 2007).
El movimiento ultramarino de las islas británicas fue
irrelevante antes de 1580, pero desde entonces y hasta 1640,
el crecimiento demográfico permitió enviar el personal que
era necesario para las empresas marítimas inglesas. En ciertos momentos, los factores económicos y sociales se mezclaron con otros: quienes pasaron a Nueva Inglaterra en
los años 1630 -unos 21.000 en doce años-, lo hicieron en
familia, bajo una motivación religiosa, aunque muchos eran
artesanos urbanos y jóvenes solteros que buscaban otra
vida. Se calcula que en el XVII partieron hacia América
unas trescientas mil personas, servants en gran medida -casi
una cuarta parte, mujeres-, mayoritariamente ingleses, que
eran en realidad semi-libres, dado el sistema de captación,
basado en falsas promesas o en coacciones; en el XVIII también fueron escoceses e irlandeses, habiendo descendido
el porcentaje femenino al 9.8%. A las Indias occidentales
habrían pasado unas 190.000 personas, la mayor parte antes
de 1660, incluidas los 21.000 de los años treinta. En la primera mitad del siglo XVIII, el flujo fue de unos 50000 a
la América media y 20000 a las Indias occidentales. De los
escoceses, 7.000 pasaron en 1650/1700 y 33.000 entre 1700
y 1760 y en cuanto a los irlandeses, en 1678 había 3.466 en
las islas de Nevis, Montserrat y San Cristóbal en Barbados.
Habría que añadir entre setenta mil y cien mil alemanes en
la América británica y unas 27.000 personas en la América
francesa, un tercio en Canadá y el resto en Louisiana. Ahora
bien, la importación de esclavos africanos constituyó una
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parte esencial del aporte externo a partir de 1625/50, tanto
para el territorio continental como en el Caribe (Murdoch
2004; Haines & Steckel, 2000; Wareing, 2017).
En definitiva, Europa mandó a América antes de 1800
en torno a un millón de españoles y medio millón de portugueses; la migración británica al Caribe llegaría al cuarto de
millón de 1630 a 1780, y si se incluye a franceses y holandeses, dos millones de personas que pasaron a América latina.
Esa emigración no supuso pérdida de población en Europa,
ni fue la riqueza llegada desde América la que generó el
crecimiento demográfico en el XVI, sino el aumento de la
producción agraria y la expansión industrial y mercantil; el
impacto de las especies americanas, sobre todo el maíz y,
más tarde, la patata, fue esencial para los europeos que nunca emigraron: esta fue sin duda la principal consecuencia
del contacto con América (Altman & Horn, 1991; Bardet &
Dupâquier, 1997).En América, los europeos aprovecharon
el vacío dejado por la mortalidad de la población indígena
para desarrollar su propia agricultura, la minería y la ganadería extensiva, llevaron su cultura material y doméstica,
pero su asentamiento solía responder a dinámicas de grupo, por lo que no hubo un modelo único ni general. Así,
por ejemplo, los españoles, a diferencia de otros colonizadores, procedían de ciudades y se asentaron en ciudades
o las crearon en función de sus necesidades administrativas, económicas o de comunicación, lo que les permitió
un dominio mayor del territorio que a los portugueses en
Brasil. Por otra parte, el Atlántico fue el escenario de la
dramática transferencia de esclavos africanos: mermados
por una terrible mortalidad y por una menor capacidad de
reproducción –elevada tasa de masculinidad, dificultad de
formar una familia-, la necesidad de reposición fue constante. También lo fue de numerosos retornos de europeos,
motivados por el éxito económico o por el fracaso.
De todos modos, conocemos la circulación casi en
exclusiva mediante documentos oficiales, que no controlaban la migración ilegal y no es posible conocer la magnitud
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real de la migración ni de la circulación. Los movimientos
fueron oscilantes y dispersos en su comportamiento, sin
que pueda hablarse de un modelo global sino de muchos
modelos regionales y América no fue el destino único: África y sobre todo, Asia, lo fueron también para miles de
europeos, de los que muchos murieron en las peligrosas
rutas hacia Oriente.
Bienes a través de los océanos
La abundante bibliografía sobre si hubo globalización entre
1492 y 1750 dista de ser monocorde, pero en general se
acepta que el término es excesivo para antes de 1800, toda
vez que el contacto entre áreas económicas distintas entre
sí y muy alejadas tuvo una incidencia baja, limitada a zonas
cercanas a la costa o a las ciudades portuarias, a grupos
sociales ricos y a la economía monetaria (Camps, 2013). Los
principales cambios de enfoque para explicar la mecánica
económica general han sido, en primer lugar, la inclusión
del Atlántico y del mundo no occidental en ese análisis
(Chaunu, 1960; Mauro, 1960 y 1961; Godinho, 1978) especialmente de la mano de I. Wallerstein (1974), quien puso
ese océano en el centro de su obra y del World sistem analysis,
lo que tuvo como efecto resituar a América. En segundo
lugar, la “historia Atlántica”, que propone superar el estudio de países y continentes por separado y atiende a sus
conexiones desde el siglo XV cuando la navegación extraeuropea conllevó el intercambio de personas y productos;
esta historia sigue siendo euro-céntrica, y mantiene la idea
del bajo grado de desarrollo de las sociedades africanas y
amerindias y de su escasa participación en la construcción
de ese mundo (De Luxán, 2004; Grady, 2008). Su eurocentrismo se justifica en que los países occidentales alcanzaron
éxito y en que su experiencia es útil para entender las raíces
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del desarrollo económico, pero también se reconoce que
el éxito se logró ejerciendo la violencia sobre los demás
(Maddison, 2006; Carmagnani, 2011; Bihr, 2018).
Sin embargo, conviene preguntar qué era el mundo
atlántico desde que los portugueses abrieron la ruta hacia
las Indias orientales, lo que nos obliga a volver la vista a
África: la historia atlántica concedió a este continente y a
los africanos un papel pasivo, según el cual, el comercio
africano estaba en manos de europeos y era destructivo
y desigual, basado en el beneficio obtenido por la fuerza.
Frente a esto, J. Thornton planteó (1992) que los africanos
desarrollaron actividades mercantiles por su iniciativa, que
elaboraban manufacturas para competir con la producción
europea y que no se podía entender África sin compararla
con Asia. La superioridad política y comercial sobre los
africanos era clara en el mar, pero menos en tierra: en su
continente, los africanos comerciaban en sus propios términos y fueron capaces de repeler los ataques de los europeos, organizándose en diferentes frentes, imponiendo la
necesidad de acuerdos y de negociar. Por lo tanto, no solo
eran productores de esclavos, como aparecen en el esquema
del “comercio triangular”, expresión creada para explicar la
integración de América y definir el comercio entre África, América y Europa. La expresión incluye la idea de que
ese comercio se desarrolló dentro del sistema colonial de
las emergentes monarquías absolutas de la primera Edad
Moderna y que fue clave en sus objetivos de poder, es decir,
tiene también un significado político (Finlay, 1990).
En cuanto a Asia, Wallerstein consideraba que el
comercio de Europa se limitaba a un mercado de lujo entre
dos mundos económicos autónomos, superficial e incapaz
de transformar los sistemas económicos, y que las compañías europeas en Asia eran parásitos que aprendieron a
explorar las economías del Este más avanzadas. Esta perspectiva fue cuestionada por J. De Vries (2003), estudiando la convergencia global establecida a través de la ruta
de El Cabo en el siglo XVII: este autor se planteó si los
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europeos estaban preparados para expandir los enormes
recursos humanos, financieros y materiales que exigía ese
comercio; si ese comercio fue clave para crear el moderno
mundo económico y qué papel jugó la plata en las oportunidades de prosperidad regionales. Las cifras publicadas
por De Vries revelan que los flujos monetarios afectaron
al contexto macroeconómico pero que la expansión de la
ruta de El Cabo estuvo más relacionada con la capacidad
de consumo de Europa y con la capacidad de las compañías
de reducir costos, que con una verdadera transformación
económica mundial.
La integración de América se inició con los portugueses, que enlazaron los tres continentes a partir de su
experiencia africana del siglo XV. P. Chaunu (1964) intentó colocar a Brasil en el sistema de comunicación naval
mundial, y más tarde, y con más base, lo hicieron otros
(Furtado, 1959; Godinho, 1981; Mauro, 1991; Serrao & Oliveira, 1992, etc.), estableciendo que la economía brasileña
no era dependiente del Atlántico luso-brasileño, sino uno
de los elementos determinantes del gran comercio atlántico, aunque indirectamente. También se integró merced a
los españoles, que conectaron América con Asia a través de
Filipinas y el Pacífico (Chaunu, 1960)y de redes comerciales
(Böttcher, Hausberger & Ibarra, 2011), aunque hoy en día
no se sostiene la idea de Chaunu de que el Pacífico fuera
una especie de “lago español” y un apéndice del comercio
atlántico, al haber minusvalorado el comercio del lado oeste
americano y la interconexión México-Perú en el tráfico de
aquel océano (Bonialian, 2012; Martínez & Mola, 2009).
Las fuerzas que favorecieron u obstaculizaron el desarrollo
económico de América en la época colonial mantuvieron un
pulso entre fines del siglo XV y mediados del XVIII que ha
sido muy estudiado (Romano, 2004). El Atlántico británico
jugó un papel impreciso (Armitage & Braddick, 2002), al
menos en comparación con Holanda, como veremos.
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Ahora bien, la integración se hizo mediante el dinero,
que conectó los cuatro continentes: la plata fluyó desde la
Edad Media de Europa central hacia Asia a través de Venecia primero, luego mediante los portugueses y otros intermediarios europeos y del imperio otomano (Munro, 2000).
Cifras de movimiento y consecuencias diferenciadas han
sido la clave de los análisis académicos, si bien se ha dado
una importancia mayor a las implicaciones políticas que a
las sociales y más a los grandes impactos que a los efectos
sobre la gente corriente. En cualquier caso, hay un acuerdo
general en que la transferencia tras-atlántica de bienes se
basó en la naturaleza asimétrica y violenta del intercambio,
y en que mientras se desarrolló una creciente homogeneización e interconexión entre sociedades, la expansión de los
horizontes europeos generó intereses diversos y culturas
materiales divergentes (Aram & Yun, 2014; Birh, 2018).
Partiendo de esos debates, tenemos que ir a los resultados, pero es complicado diferenciar circulación de personas y de bienes, porque son las necesidades y los intereses
de los seres humanos los que explican la producción –o
extracción- de bienes y su difusión. Podemos distinguir
varios tipos de movimiento según la naturaleza de los bienes movilizados –agrícolas, industriales-, pero nos importan más las diferencias entre los que generaron impacto
con pocas cantidades y los que, al no poder adaptarse en el
espacio consumidor, dieron lugar a una circulación intensa.
El primero tuvo el efecto de transformar las zonas receptoras sin necesidad de mover grandes cifras: los cereales
(trigo) y animales (ganado bovino en especial) llevados por
los españoles a América y, sobre todo, los que viajaron a
la inversa, como el maíz y la patata, cuya implantación en
Europa modificó el sistema agrario. Esas transferencias se
hicieron sin transportes significativos, pero resolvieron los
problemas de alimentación de amplias zonas.
El movimiento que generó una verdadera circulación
se corresponde con aquellos productos que los europeos
llevaron a otros espacios y que, una vez adaptados, ofrecían
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mayores cantidades a menor precio -caña de azúcar, café,
algodón-, y aquellos que, una vez “descubiertos” e incorporados al gusto de los consumidores europeos, se impulsaron
en esos otros espacios para cubrir una demanda creciente
(con el tabaco como insignia). El contacto tuvo un impacto diferenciado en los dos tipos de movimiento, pero su
explicación es difícil por cuanto la cronología y ritmos de
la circulación se superponen en ciertos momentos y acaban siendo consecutivos, debido a que los consumidores
querían cada vez más cantidades a menor precio, de modo
que las áreas productoras cambiaron con relativa rapidez.
A este modelo responden los productos agrícolas, pero es
menos claro para los metales, ya que los cambios zonales
dependían de la aparición de filones y de su agotamiento (Rey Castelao, 2018). Además, es importante recordar
que en la circulación entre América y Europa fallaron las
especias buscadas por los europeos, por lo que las asiáticas
mantuvieron su importancia en el tráfico internacional –de
hecho, América se convirtió en consumidora-: los circuitos
se complejizaron para poner en contacto a productores y
consumidores y estuvieron sometidos a los cambios de gusto y a la disponibilidad de medios de pago.
La circulación de metales preciosos
En efecto, lo que realmente buscaban los europeos eran los
metales preciosos, elemento económico que hizo funcionar
la mecánica comercial en su camino hacia la globalización.
Es este un tema clásico y permanente, no en vano servían
para pagar todo lo demás y para mantener la circulación.
Inicialmente no fue la plata, relativamente abundante, aunque cara, sino el oro lo que movió a los europeos del siglo
XV a salir de su continente: la toma de Ceuta por los portugueses en 1415 modificó el comercio aurífero mediterráneo
y permitió a Portugal acuñar monedas; luego lo obtuvieron
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en Sierra Leona y en San Jorge da Mina (Costa de Oro), y
el encontrado en Río del Oro llevó a Portugal a solicitar
y conseguir del papa en 1455 la explotación exclusiva de
esos territorios. En 1509 se creó la Casa de Mina, para
gestionar un negocio que se elevó a más de 400.000 kilos
entre 1504 y 1507 y aún 371.578 en 1543-45. Durante ese
período, Portugal desvió a su favor el oro del Magreb y del
Mediterráneo y luego el de las Indias orientales.
No obstante, en la carrera por el oro los portugueses
fueron superados por los españoles en América. A un primer ciclo de 1494 a 1525 de oro de aluvión conseguido
en las islas, le siguió el atesorado por incas y aztecas en el
continente: se calcula que de 1503 a 1510 llegaron a España
4.950 kilos, 9.153 en 1511-20 y 4.899 en 1521-30. Pero
fue la plata la producción mayor y más significativa; según
P. Vilar, el oro pasaría del 14,4% del total en 1531-40 al
1,2% en 1561-70 (de 14.466 kilos a 11.530), y menos todavía
antes de 1600, a pesar de que en 1590-99 alcanzó los 19.451
kilos; pero es que la plata aumentó de poco más de cien
mil en los años treinta a casi un millón en los sesenta, más
de dos millones en los ochenta y 2.726.713 en los noventa (Vilar, 1972). Las cifras de E.J. Hamilton (1934) son un
diferentes: 263,9 toneladas de plata en 1503/50, 7.175 en
1551-1700 y de 58,4 a 95,1 de oro. La apertura de las minas
de Perú (Potosí) en 1545 y México (Zacatecas, Guanajuato), desde 1546-56 fue la razón de ese aumento, que debe
mucho a la mita, duro sistema de trabajo que aseguraba
mano de obra constante, y a la amalgama, aplicada en México (1559-62) y Perú (1570-72). El mercurio necesario para
esta técnica se llevó de las minas españolas de Almadén,
por insuficiencia de la producción americana: es decir, se
produjo una doble circulación, desigual y siempre a favor
de Europa, que a cambio mandaba manufacturas a través de
los barcos del monopolio español.
Mucho más importantes que las cifras fueron sus
efectos económicos en Europa, ya que la abundancia de
metales aseguró la circulación monetaria en un período de
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economía poco dinámica, más allá de si era legal o fraudulenta, de que buena parte de los metales no salió de América
y de generó inflación de los precios–en España se multiplicaron por dos entre 1500 y 1550 de 1500 a 1600-. Por otro
lado, gracias al quinto que la monarquía hispánica recibía
de las transacciones realizadas por la Casa de Contratación
de Sevilla, el flujo de dinero le permitió expandirse y mantener la guerra permanente en Europa, lo que bajo Felipe II
generó un fuerte endeudamiento. Desde el punto de vista
comercial, los mercaderes iban a Sevilla para vender sus
bienes y a hacer sus intercambios con España y América a
cambio de metales, por lo que una gran parte de estos se
dirigió a Europa para mantener el comercio y la expansión
transoceánica. Había otros efectos indirectos: la actividad
minera prolongó la acción de los núcleos urbanos mineros
sobre el territorio americano y fue preciso reorganizarlos
y conectarlos con las regiones agrícolas y con los puertos
(Weath, 2005); así sucedió con Guanajuato y Zacatecas en
México y Potosí en Perú, que dominaban las regiones litorales vinculándose vía Arequipa, Lima, Panamá o Buenos
Aires con España.
Los portugueses tardaron en conseguir metales en Brasil, pero el descubrimiento y explotación del oro de Minas,
llegó a sustituir al azúcar en valor. En 1699 llegaron a Lisboa 725 kilos; 1.785 en 1701; 9.000 en 1714; 25.000 en
1720, 20.000 en 1725, etc.; desde 1730, la plata y los diamantes se unieron al oro. Aunque de modo irregular, el
oro aumentó hasta mediados de siglo y de 1700 a 1750
se recibieron en Portugal entre 490 y 510 toneladas, con
máximo entre 1735 y 1750. A pesar del fraude, desde 1695
no hubo problemas monetarios en la metrópoli, por cuanto
la Corona recibía el quinto y otras tasas, y la capital del
imperio, Lisboa, se convirtió en una de las ciudades europeas más ricas. Parte del gasto se hacía en Brasil, pero no en
las minas, en las que eran los latifundistas mineros quienes
hacían la inversión, sino en pagar gran parte de las importaciones -la prohibición de manufacturas en la colonia es
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lo que compensaba el oro-. Por medio de las importaciones
extranjeras, como sucedía con los tesoros españoles, el oro
brasileiro llegaba a Holanda, Francia, Mar del Norte y Báltico, e incluso a España (Furtado, 1959).
En definitiva, Morineau (1985) calculó que de América
llegaron a Europa 150 toneladas de oro y 7.500 de plata
en el siglo XVI, 158 y 26.168 en XVII, y 1400 y 39.157 en
XVIII. Pero fluían también fuera de Europa: la ruta de El
Cabo por el Sur de África era esencial de ese flujo; las otras
eran el mar Báltico, hacia Rusia y Asia central, y el Levante, por la vía del Golfo Pérsico y el Mar Rojo hacia India.
Las exportaciones de plata y oro desde Europa occidental al Báltico eran de 2.475 toneladas en la primera mitad
del XVII y 2.800 en la segunda, y otro tanto en 1700/50;
al Mediterráneo oriental iban unas 2.500 en cada uno de
esos tramos; de Holanda a Asia, 425, 775 y 2.200, en los
mismos períodos, y de Inglaterra a Asia, 250, 1050 y 2450.
Japón tenía plata, pero además llegaba de América a Asia
por la ruta Acapulco-Manila. A China arribaron en 1550/
60, 2.244 toneladas de plata de Japón, Filipinas y de los portugueses de Macao; en 1600-40, 2.835; 1694 en 1641-85,
en su mayoría japonesa; hasta fines del XVII, solo 178, casi
solo de Filipinas. Es decir, los metales americanos se habían
convertido en el hilo de unión de la economía general y servían para pagar los productos que circulaban en el mundo
(Bonialian & Hausberger, 2018).
El azúcar y otros productos
Hay una numerosa bibliografía sobre este producto que
tanto interesaba a los europeos. Antes de 1492 se producía
en zonas del Mediterráneo (Chipre en especial) y Portugal
se había convertido en el país distribuidor de ese y de otros
productos destinados a las elites europeas, ya que desde
1415, los portugueses tenían un comercio organizado con
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las ciudades mercantiles del Norte de Italia y del Noroeste
europeo (Flandes), con Lisboa como núcleo, pero el descubrimiento de las islas atlánticas -Madeira, Santo Tomé-, les
facilitó tierras donde cultivar caña, de modo que a mediados
del XV, Madeira ya producía unas ochenta toneladas anuales y en 1500 en torno a 2.500. Por su parte, los españoles
llevaron la caña a las islas Canarias. Ese cultivo implicó
deforestación y una necesidad creciente de pobladores o
de esclavos, pero el modelo de explotación y de comercialización fueron diferentes (Essomba, 1981). En Canarias se definió una economía específica y se modificaron
las estructuras sociales, al basarse en la explotación directa –concentración de tierras y aguas- y en una legislación
estricta sobre la comercialización; a cambio, la monarquía
concedió exenciones fiscales y franquicias, y favoreció la
instalación de colonos; la comercialización no estuvo tan
intervenida y se permitió la presencia de mercaderes nacionales o extranjeros (Luxán & Viña, 2006).
Es importante señalar que, en el caso portugués, la
expansión de la caña, el procesamiento del azúcar y el transporte necesitaron capital yeste llegó de Alemania, Italia y los
Países Bajos. Esta intervención se vio facilitada porque Portugal sufría una deficiencia crónica de cereales, muy grave
en la segunda mitad del XVI, y los importaba del Mediterráneo y más tarde, del Báltico. A cambio, Portugal vendía
sal para las pesquerías nórdicas, y especias asiáticas y azúcar. Los Países Bajos eran el gozne de esa trama mercantil
y Amberes era el núcleo redistribuidor fundamental: baste
decir que desde 1535 a 1551, llegaron allí 342 barcos portugueses, cargados sobre todo con azúcar de Madeira y Santo
Tomé, aunque el valor económico de las especias era mayor.
Portugal tenía otra red con la Hansa alemana y comerciaba
con Inglaterra, pero en general el tráfico directo era escaso.
En la segunda mitad del XVI, Amberes sufrió problemas
religiosos y políticos, lo que derivó el peso económico a
Ámsterdam. Desde entonces, la ruta de Portugal al Norte
y al Báltico benefició cada vez más a holandeses, franceses,
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alemanes, etc., y la dependencia de los portugueses frente a
los poderosos capitalistas del Norte interfirió en el comercio general portugués, pero sobre todo en el de azúcar, cuya
demanda creció a lo largo del XVI conforme la situación
económica del Noroeste europeo mejoraba y aumentaba la
demanda por parte de las clases urbanas poderosas.
En ese contexto el cultivo de caña se llevó a Brasil.
La producción para los mercados europeos se inició hacia
1550 y en 1570 el dominio del azúcar brasileiro era claro,
una vez que se estableció un sistema de tráfico. En 1580,
Madeira solo producía unas quinientas toneladas anuales,
2.200 Santo Tomé y Brasil 2.300, que en 1612 habían pasado a 9.900; era el principal suministrador a través de los
150 barcos que cada año llegaban de Portugal a Europa.
El número de ingenios de azúcar, abiertos cerca de lugares
navegables -en especial, Baia de Todos os Santos-, da idea
de ese próspero negocio: unos 60 en 1570, 121 en 1583/85
(84% en Pernambuco y Baia), 192 hacia 1610 y 350 en 1612/
29. Por entonces, el azúcar brasileiro había alterado el mercado atlántico y logró dominarlo hasta 1630, a pesar de ser
un período lleno de problemas y de turbulencias políticas.
Según V. M. Godinho, la evolución de la producción
azucarera de Brasil fue similar a la coyuntura económica y
demográfica europea, positiva a pesar de sufrir fases negativas entre 1551 y 1576-1581, lo que favoreció la demanda
de azúcar. Para aprovechar esta circunstancia, se reunieron
varios factores. Por parte de los portugueses: a) el cultivo
del azúcar en Brasil fue esencial para su colonización y para
la instalación del gobierno general (1550-1580); b) se fijó
un sistema comercial que no era libre -había restricciones
en el transporte-, pero no era un monopolio de la corona
portuguesa, ni era mercantilista en su filosofía. Por parte de
los sectores mercantiles: desde mediados del XVI, combinación de capital para cultivar caña en las zonas de la costa
brasileira, y de barcos extranjeros para movilizar la creciente producción. Por ambas partes, fue un asunto imperial caracterizado por la movilidad de mercaderes y de sus
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capitales en un sistema cooperativo y de correspondencia.
Un gran número de comerciantes del Noroeste de Europa
ubicados en Portugal y de portugueses en el Noroeste de
Europa superaron los obstáculos institucionales y políticos al comercio y por eso aguantó hasta 1630. De 1550
a 1630 las ciudades del Norte -Ámsterdam especialmente,
Hamburgo, Amberes- vieron crecer sus fortunas gracias a la
redistribución de azúcar brasileiro -controlaban el 75%-, ya
que era en el Norte donde estaban los mercados (Antunes,
2004). En Portugal, los niveles de tráfico en Lisboa, Porto
y Viana también se vieron favorecidos, aunque eran muy
sensibles a los cambios políticos y militares; la comunidad
de cristianos nuevos de Ámsterdam jugó un papel importante, pero los circuitos mercantiles del azúcar dependían
menos de la filiación racial o religiosa que de los circuitos
de comercio, de las firmas familiares de comercio y de las
redes entre estas y entre núcleos internacionales.
Las complicaciones para la producción azucarera de
Brasil aparecieron en varios momentos, pero mantuvo un
largo dominio. El primer problema fue la ruptura de los
Países Bajos con la monarquía hispánica a la que Portugal
estaba unido desde 1580, y el trasvase del poder económico
de Amberes a Ámsterdam. Los comerciantes portugueses
se trasladaron a esta próspera ciudad, pero no evitaron el
aumento del contrabando, resultante del embargo de España contra Holanda: un bien establecido comercio es declarado ilegal y varios grupos participaron en la piratería, a
la par que la interferencia de Holanda con inversiones y
barcos, le otorgó el dominio sobre la carrera de Portugal.
El segundo problema fue la saturación del mercado europeo hacia 1600, que coincide con el estancamiento de la
producción de plata americana: de 1612 a 1629 los precios
se hundieron. Esta situación se contradice con el aumento
del número de ingenios; el sistema productivo brasileiro
se basaba en la producción de caña por parte de labradores blancos y portugueses con capital para asegurarse tierra, pero sin capital para asumir la transformación; era el
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señor del ingenio quien disponía de ese capital para comprar esclavos y mantenerlos, pero los labradores asumían
los riesgos. Por otra parte, fue preciso roturar tierras para
obtener alimento. Pero el principal factor fue el nacimiento de la VIC holandesa en 1621, ya que para controlar el
comercio del azúcar tomó Baia en 1624-25, y aunque tuvo
que abandonarla por derrota militar, su éxito estuvo en
ocupar las regiones productoras del Noreste de Brasil en
1630 y en el control sobre el tráfico (Strum, 2013). Portugal
recuperó esos espacios, pero el azúcar estaba tasado para
asegurar los beneficios de la Corona y tenía un sistema
fiscal fuerte, mientras que Holanda mantuvo una fiscalidad
débil, lo que unido a los conflictos militares del XVII, hizo
que el dominio de Brasil decayese. En 1700, Brasil producía
20.000toneladas de azúcar anuales, pero sufría la competencia del Caribe británico (22.000), francés (10.000) y de las
otras zonas caribeñas (5000). Si bien fue en la primera mitad
del XVIII cuando Brasil acabó relegado: en 1760 producía
28.000 toneladas frente a 71.000, 81.000 y 20.000 de cada
uno de los otros territorios (Ebert, 2001).
Por entonces, el azúcar formaba parte de la circulación
atlántica (Schwartz, 2004) y la dieta de sectores europeos
más amplios, aunque en el comercio había ya más productos
importantes, sin las magnitudes e importancia general de
aquel: algunos, como los tintóreos, tuvieron su período de
auge, otros un impacto regional no desdeñable -la ganadería, la madera- y varios dieron indicios claros del papel que
jugarían después de 1750, como el tabaco y el cacao.
La industria textil europea necesitaba tintes y, a diferencia de las especias, estos se encontraron en América.
Los españoles obtuvieron palo de tinte en Santo Domingo
y Cuba y lo protegieron mediante prohibiciones de que se
importara de otras procedencias, pero el fraude y la escasez
obligaron en 1548 a declararlo libre; la producción se centró finalmente en la península de Yucatán. El palo fue más
importante en Brasil: en los viajes de reconocimiento posteriores a 1501 se obtenía de la población indígena a cambio
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de facas, hachas y otros productos. Desde 1504 los portugueses instalaron la primera factoría y en el XVI, a lo largo
de la costa se fue haciendo una cadena de puestos comerciales, de modo que el palo fue el producto fundamental.
La Corona tenía el monopolio, como en África, pero el rey
don Manuel lo arrendó a un consorcio de Fernando de
Loronha de 1502 a 1505, cuyo resultado fueron unos diez
barcos que volvieron de Brasil con palo y esclavos; renovado el arriendo por diez años en 1505 a otro consorcio
de Loronha, se comercializaron 20.000 quintales anuales de
palo a cambio de cuatro mil cruzados de renta anual y de
que el rey prohibiese la importación del palo de Asia. Dado
el lucro obtenido, en 1515 la Corona retuvo la administración directa y en 1516 envió una expedición para eliminar
el contrabando de los franceses, interesados en tintes para
su industria textil; fueron inútiles los intentos diplomáticos
para anular esta transgresión, de modo que Portugal intentó evitar que abriesen factorías en Brasil, estableciendo en
1534 las capitanías donatarias. El palo se enviaba a Lisboa
y de ahí a Ámsterdam desde donde pasaba a toda Europa
como polvo para tinte. Sin embargo, los colonos se dedicaron al azúcar y desde los 1540 el palo pasó a segundo plano,
y su final fue también el de las factorías.
Otro producto tintóreo, la hierba pastel, sustituyó al
azúcar a comienzos del XVII en las islas Azores, pero en
la segunda mitad de ese siglo. Los nuevos productos como
el índigo de Guatemala o la cochinilla de Oaxaca abrieron
nuevos espacios económicos porque rentabilizaron mejor
la mano de obra existente: sirvieron a muchas comunidades
indígenas para aliviar el peso de la dominación colonial
reorganizando la producción y esto les permitió conservar
su cultura y costumbres, ya que, a diferencia de los otros
productos, se mantuvo una relación diferente gracias a una
mano de obra escasa y una producción de alto valor. Los
indios mesoamericanos y andinos revelaron su capacidad
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Buenos vientos • 99
de adaptación al comercio ibérico gracias, a sus capacidades
artesanales textiles en los que aplicaban sus tintes naturales
(MacLeod, 1973).
Por lo que respecta al tabaco, conocido en Europa desde la llegada de los españoles, su cultivo comercial se inició
a fines del siglo XVI en varias zonas entre el Caribe y del río
Orinoco, con el objetivo de asentar a los colonos y de obtener ingresos fiscales de un consumo creciente. En Santo
Domingo en 1605-6 ya había 95 estancias tabaqueras solo
en la jurisdicción de Santiago de los Caballeros. En1606
la monarquía hispánica prohibió que se cultivase en otras
islas para reducir el contrabando de ingleses, holandeses
y franceses, pero por entonces la provincia continental de
Caracas exportaba ya unas 130.000 libras. Las cifras menguaron mucho desde la prohibición, pero en 1620, las principales zonas de cultivo eran ya la isla de Trinidad, Cumaná,
Guayana y Barinas, y estaba consolidado en Cuba, La Española, Puerto Rico e isla Margarita. La monarquía hispánica
estableció con el tabaco su primer monopolio en 1620, y en
ese año se creó la primera fábrica en Sevilla, una política
que se continuó en el XVIII con los Borbones. Durante
dos décadas fue, después del vino y junto con el azúcar, la
exportación más importante a Inglaterra, y el aumento del
consumo fue clave en la recaudación fiscal de fines XVII, a
pesar de la caída del precio provocada por la competencia
de otras zonas (Luxán & Figueiroa, 2019).
El tabaco era el segundo producto de Brasil. El mejor
se remitía a Lisboa en régimen exclusivo, pero se permitía
que el peor se cambiara por esclavos en África, donde llegó
a ser muy consumido; unos cuatrocientos barcos cruzaron
de Baia -donde se producía el 90%- a África de 1680 a
1710, y los negreros de La Rochelle hacían escala en Lisboa
para cargarlo porque en África, los negreros brasileiros lo
valoraban más que al oro. En 1710-20 la producción brasileira alcanzó 135.000 rulos, pero descendieron a 76.200
en 1741-50, y el tabaco de Brasil ya solo pasaba por Lisboa.
Por entonces era el cultivo más importante en la América
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británica, esencial en Virginia; el cultivo tabaquero sirvió
para asegurar el éxito del asentamiento inglés, iniciado desde 1620 al Este del Caribe. Virginia exportó 28 millones de
libras en 1700 y 80 en 1740; después de ser elaborado en
Inglaterra, el 85/90% se reexportaba, por lo que la circulación de este producto era mundial (Pagan, 1979; Kulikoff,
1986, McCuster & Menard, 1985).
El cacao se cultivaba en México antes de la llegada
de los españoles, pero tras la conquista se hizo insuficiente y hubo que importarlo de Venezuela y Ecuador, donde
aumentó mucho la producción. El consumo creciente -a
mediados del XVII ya era importante en España, Inglaterra
y Holanda- y la menor necesidad de mano de obra que el
azúcar, hicieron que la superficie dedicada al cacao fuese
importante. La producción centroamericana, que alcanzó
su auge en 1696/1700, fue prioritaria hasta que Venezuela
le hizo la competencia. En 1720, Venezuela tenía más de
4,5 millones de árboles y entre 1700 y 1756, salieron de
allí 2.235.278 libras: 27% hacia España, 42,2% a México y
30.2% de contrabando, vía Curaçaco a Ámsterdam, a donde
llegaron en el mismo período y por la misma vía más de
medio millón de arrobas de origen indeterminado, 127.310
de Puerto Rico y 56.437 de Barinas (Dand, 1996).
En cuanto a la ganadería, los españoles llevaron a América caballos, mulas, asnos, vacas, bueyes, ovejas y cerdos.
Su desarrollo se produjo en territorios secundarios y poco
habitados, donde podían criarse en libertad, y esto ayudó
a cubrir el déficit de energía humana, lo que favoreció la
colonización en el siglo XVI, y, en sentido contrario, el uso
del caballo y de los bovinos permitió a los nómadas frenar el
avance ibérico en áreas periféricas. Con los repartimientos
forzosos, prosperaron las estancias de labor y las haciendas
de ganado, que tendieron a cerrarse, y apareció una verdadera casta de señores de ganado. Bajo Felipe II se produjo
en España el auge de los cueros procedentes de Antillas,
Nueva España, Honduras y Tierra Firme, decayendo desde
1564/65. El principal desarrollo se dio en México, donde se
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Buenos vientos • 101
pasó de quince mil bovinos en 1532 a un millón en 1620.La
modalidad mejicana se extendió al Sur, en especial al Plata y
a Brasil. A este territorio, la ganadería llegó desde Cabo Verde en 1533/34 y fue estimulada por los portugueses; bueyes
y caballos eran necesarios para la tracción en los ingenios
del azúcar, para carne y sebo, pero para no perder tierra
cultivable con caña, se llevaron a las zonas de costa donde
no había ingenios y se conquistaron tierras en regiones de
los indios (Paraiba en 1574/87, Rio Grande do Norte en
1590). Brasil produjo pieles en bruto en las capitanías del
Sur y exportó ganado para Portugal y África. La producción
de pieles fue muy importante en las regiones del Plata, y su
exportación fue creciente, pero más en el siglo XVIII que en
el período que nos ocupa (Escobari & Mauriño, 1995).
El éxito comercial de las exportaciones de bienes
importantes para Europa produjo en América Sur y en el
Caribe una intensa transformación que luego se amplió a la
América británica. Para los productos mayoritarios se desarrolló una red de comercialización que en el caso español se
amparó bajo un régimen de monopolio; en el de Portugal,
de control sin monopolio, y en los países emergentes, como
Holanda, por medio de compañías protegidas. Finalmente,
debe tenerse en cuenta que, a la sombra de esos productos
se favoreció la distribución en el Atlántico de otros menores
-textiles, hierro, especias-; que el éxito de las plantaciones
en América favoreció el consumo local de pescado y de
otras cosas; que las colonias americanas compraban barcos
y que el mercado americano fue cada vez más importante, y
que América se integró en una red intercontinental debido
a su importancia en la circulación de mercancías.
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102 • Buenos vientos
A modo de conclusión: las rutas de la circulación
intercontinental
Los análisis económicos sobre el impacto americano centraron en el Atlántico la mayor atención, por la importancia
de la incorporación de América a un sistema preexistente,
modificando de forma drástica su estructura y funcionamiento, y porque África se veía solo como lugar de paso
hacia Asia y como proveedora de esclavos. América producía azúcar, algodón y otros bienes que se exportaban a
Europa occidental para ser consumidos o convertidos en
manufacturas y estos a su vez eran enviados en parte a
África para pagar los esclavos importados por América para
cubrir su déficit de mano de obra. Esa configuración fue la
consecuencia de las exploraciones del siglo XV y del XVI, y
se basó en interconexiones anteriores a 1492, fecha desde la
cual se generó una compleja red de interdependencias. En
la actualidad se subraya que las conexiones eran mucho más
amplias, al menos en la primera mitad del XVIII, cuando,
por ejemplo, los textiles que se cambiaban por esclavos en
la costa oeste de África eran hechos en India, y las manufacturas europeas podían ser cambiadas por vestidos hindúes,
más apropiados para los gustos y el clima africano.
Por otra parte, el creciente interés en estudiar África y Asia ha ido reajustando el papel jugado por América.
La conexión abierta por Magalhâes y Elcano por el Sur
de América no tuvo los mismos efectos comerciales que
el paso por el Sur de África abierto antes por los portugueses. La incorporación de Filipinas fue más relevante a
efectos mercantiles, en especial desde el establecimiento del
Galeón de Manila, la nave anual que desde 1600 atravesó el
Pacífico uniendo dos espacios económicos diferentes. Pero
la conexión de América con Asia través de ese océano era
difícil porque no se conocía bien y porque todavía no se
había penetrado en los continentes. La seda de China era
uno de los productos fundamentales del tráfico AcapulcoManila -su apogeo se situó en 1604/20- y gran parte de los
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Buenos vientos • 103
productos llegaba de Acapulco a la costa Este de América
y de ahí a Europa, pero decayó con el declive de la plata
americana y con la competencia holandesa, y la seda solo se
consumió ya en la América española (Bonialian, 2014).
Las rutas de ese lado del Pacífico fueron muy activas,
cambiantes y marcadas por la creciente importancia de
holandeses e ingleses (Games, 2015). Los portugueses fueron obligados a admitir a los ingleses en Macao en 1584
y luego a otros extranjeros que emplearon ese territorio
como mercado de té, porcelana, seda y oro. Los holandeses se establecieron en Japón en 1609 y en 1622 tomaron
las islas chinas; para recuperarlas, en 1624 los chinos les
concedieron la libertad de comercio en Formosa, y desde
donde los holandeses interceptaron el tráfico entre China y
Filipinas y el de seda hacia Europa. Los españoles lograron
restablecer las comunicaciones con Macao y en 1629 abrieron un puerto en Formosa, que fue ocupado por Holanda
(1642) y, tras tomar Macao, los holandeses se adueñaron del
comercio con China hasta 1662. El cambio del oro era muy
favorable en China: franceses, ingleses y holandeses adquirían plata en América del Sur a través del contrabando y la
cambiaban por oro en Cantón. Desde 1702, todos fueron
autorizados a estar en Cantón a cambio de fuertes tasas y
China controlaba ya el comercio (Veen & Blussé, 2005).
Para el comercio global, la ruta oriental era mucho más
activa, no en vano Asia y África mantenían una conexión
antigua con Europa. En su avance hacia el Sur bordeando
la costa africana, los portugueses cruzaron el Ecuador en
1471, pero su mayor logro fue la apertura de la ruta meridional, que integró a África en los circuitos intercontinentales: de África, enviaban esclavos a Europa; colonizaron
Madeira, Azores y Cabo Verde para explotar maderas, miel,
trigo, vacas, y aprovecharon la situación estratégica de las
Azores en las rutas oceánicas. Al producirse estos hechos
casi en paralelo con la primera prospección de América,
se abría la posibilidad de una conexión intercontinental,
aunque económicamente no fue rápida ni intensa.
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104 • Buenos vientos
La Corona portuguesa pretendió controlarlo todo,
pero era una tarea casi imposible. En África se producía una
competencia por los precios y no podía evitarse la acción
de los comerciantes sin licencia. Además, la mencionada
concesión papal de 1455 fue cuestionada por Castilla, que
conquistó Canarias. Los embajadores portugueses luchaban por el monopolio para asegurar los beneficios de sus
comerciantes; pero para sostenerlo, la Corona tenía que
asumir la costosa seguridad y la supervisión, de modo que
la participación privada y de oficiales de gobierno colaboró
en diluir el monopolio. La navegación en el Atlántico Sur
se hizo arriesgando pequeños capitales y la Corona portuguesa aportó capital y patronazgo para dominar la actividad, en lo que participaron comerciantes ricos y oficiales
de gobierno. La Corona no tenía aspiraciones territoriales
sino de hacerse con espacios económicos, de modo que
solo se establecieron factorías para regular el comercio; la
incursión militar y la conquista de Angola, resultado de una
disputa comercial que derivó en guerra en 1579, fue una
excepción. Por otro lado, desde fines del siglo XV, los portugueses tenían que negociar y sobornar a los poderes locales
y a lo largo del XVI tuvieron que negociar. África estaba
fragmentada pero los estados africanos jugaron un papel
en el comercio limitando actuaciones europeas, beneficiándose de la competencia entre sus propios comerciantes, y
poniendo obstáculos legales y técnicos entre los vendedores
europeos y los compradores africanos, mientras que grupos
locales se beneficiaban de las novedades derivadas de la
competencia entre los estados europeos.
En el siglo XVI, los portugueses tuvieron un éxito
relativo en excluir a los extranjeros, pero era imposible
mantener el poder en el mar porque los africanos no eran
sus súbditos y mantenían relaciones con comerciantes de
otros países. Cada estado europeo consideraba que podía
imponer su jurisdicción y ejercer un monopolio para evitar
riesgos a sus comerciantes, obtener beneficios y asegurar
un comercio continuo. Eso fue lo que hizo Holanda, cuyos
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Buenos vientos • 105
ataques al monopolio portugués se sustanciaron en el último tramo del XVI con el pretexto de que Portugal había
sido absorbido por España en 1580. Basándose, además, en
la libertad de los mares, las compañías holandesas -después
de haber atacado Brasil en 1624-, se hicieron con Angola en
1641 y con Santo Tomé en 1647. Hacia 1660, holandeses e
ingleses dominaban la Costa de Oro. Como los portugueses, los holandeses intentaron emplear su capacidad militar para limitar la competencia e incrementar su beneficio,
pero no pudieron hacerlo ante la competencia de ingleses,
suecos, daneses, etc.
Es decir, África era objeto del interés de todos. Ese continente hasta 1650 compró hierro a portugueses y holandeses, y los primeros comerciaban también textiles de Kongo
Este para exportar al Este de Angola, y Costa de Oro importaba a mediados del XVII unos veinte mil metros anuales
de telas de Europa y Asia. A su vez, África exportaba bienes
semi-manufacturados a Europa, incluso textiles que eran
comprados por su exotismo (Searing, 1993). La situación
de África se modificó a fines del siglo XVII en beneficio de
los ingleses. En África occidental fundaron una compañía
(1618), en 1631 establecieron puestos en Senegambia y en
1660-1670 se creó la Royal Adventurers into África, con
monopolio de comercio desde Senegal a Buena Esperanza;
en 1672-1708/13 existió la African Co. of England, para
controlar el tráfico triangular atlántico, aunque las pérdidas de hombres y mercancías fueron enormes por falta de
experiencia y de medios. Portugal cedió Tánger a Inglaterra
en 1662 y los ingleses se hicieron fuertes en Marruecos.
Gracias al Tratado de Utrecht, Inglaterra controló Sierra
Leona, los holandeses, Costa de Marfil y Francia, Guinea.
Sin embargo, lo más importante de ese tratado es que Inglaterra se hacía con el asiento de negros y obtuvo de España el
“navío de permiso”, es decir, el derecho de llevar quinientas
toneladas anuales de mercancías a las ferias de Veracruz
y Cartagena. Sin embargo, el contrabando era la principal
fuente de beneficios para los ingleses.
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106 • Buenos vientos
En cuanto a Asia, la Carreira da India de la Corona
portuguesa dominó el paso africano en el siglo XVI, pero
fue apartada por la Compañía inglesa de las Indias orientales -creada en 1600, refundada en 1657 y 1693, y sucedida
en 1709 por la United EIC-, y por la VOC holandesa, a
las que se unieron la Danish East India Co (1616-50) y la
francesa Compañía de Colbert (1664), entre otras. Según
los cálculos de J. De Vries (2003), de 1500 a 1510, 150 barcos portugueses partieron de Europa a Asia (171 de 1470 a
1510) pero el número decayó pronto (1511/20: 96; 1521/
40: 80/81; 1571/80: +50), y desde 1621-30 la decadencia
se acentuó. Holanda llevó el movimiento inverso: en 1591/
1600 envió 65 barcos, 238 en 1661-70, 280 en 1701-10,
382 en 1721-30, aunque se estancó después. En cuanto
a Inglaterra, se incorporó poco antes de 1600 y vivió un
aumento constante hasta 1671-80 (124 barcos), llegando a
180/190en 1750. Francia no fue importante hasta 1661-70,
cuando envió 24 barcos, pero llegó a 109 en 1731-40 y a
124 en 1741-50. Dinamarca pasó de 6/12 en el siglo XVII,
a 18 en 1700/10 y 33 hacia 1750, etc. O sea, en el siglo
XVI se pasó de 151barcos en 1500-10 a 50 en 1560-70 y se
recuperó desde los años ochenta, creció en el XVII y en la
primera mitad del XVIII hasta llegar a setecientos barcos en
1741-50 (Flyn, et al., 2003).
En 1580/1620 el monopolio de Portugal quedó muy
mermado por las compañías inglesa y holandesa. En el siglo
XVII la zona de expansión era el océano Indico, donde cambiaron las condiciones políticas, antes favorables a los portugueses: en 1621, holandeses e ingleses los expulsaron de
sus puertos, en 1622 de Ormuz, en 1641 de Malaca, en 1655
de Colombo… lo que les supuso pérdidas enormes. Durante
nuestro período fue Holanda y no Portugal, la que destacó en el tonelaje movilizado. Entre 1500 y 1795 pasaron
El Cabo 10.785 barcos y 6.731.745 toneladas y retornaron
7.737 barcos y 5.052.327 de toneladas (un 75%). Lo más llamativo es que el volumen de comercio entre Europa y Asia
no sufrió regresión a mediados del XVII, cuando Europa
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Buenos vientos • 107
estaba en plena crisis, sino que después de una decadencia
en 1620-30, el volumen comercial evolucionó positivamente, contradiciendo la crisis europea (De Vries, 2003).
En los siglos XVI y XVII, Asia remitía a Europa pimienta y otras especias, y sedas. La pimienta era el 83% del peso
de los bienes que llegaban de Asia a Lisboa en 1548 y el
60% en 1603. Pero el dominio acabó en poder de la VOC
holandesa: en 1619/21, del valor de sus compras en Asia, las
especias eran el 17,5%, 56,5% la pimienta y 16% los textiles;
en 1648/50, pimienta y especias sumaban el 68%, pero en
1668/70 solo el 42,5%, y en 1698/1700 apenas el 23%: es
decir, el descenso de la pimienta y las especias fue compensado con el crecimiento de los textiles asiáticos. Las ventas
en Ámsterdam eran mucho más valiosas: en 1648/50: el
26,3% correspondía a las especias, el 32,8% a la pimienta y
el 17,5% a los textiles; a fines del XVII: 24,8%, 13,2% y 43,4%
en cada caso, pero se unían ya nuevos productos, como el
té y el café con un 4%, que en 1738/40 sumaban una cuarta
parte del valor. El control de la VOC sobre las especias se
debió, sin duda, al control sobre los precios. Sin embargo,
la posición estratégica de las especias en el comercio asiático, los ataques al transporte, la sensibilidad política de las
exportaciones desde Europa, y el hecho de que fuese un
comercio a cambio de plata, comportaban riesgos, lo que
condujo a conseguir alternativas.
Holanda vendió poco en Asia, que se autoabastecía, y
subsistía con el comercio inter-indico y gracias a las factorías del Índico y del Pacífico. La VOC aprovechó el comercio intra-asiático para hacerse con plata -Japón la tenía- y
llevaba manufacturas europeas y medios de pago para europeos asentados en Asia. El algodón de la India fue el relevo
desde 1660: los calicoes eran importados como productos de
lujo por los holandeses, ingleses y franceses, de modo que
entre 35 y 40 millones de yardas iban a Europa y en 1684,
la compañía inglesa de la India importaba 45 millones. En
1700, esos textiles estaban por toda Europa y por América.
En cuanto a Inglaterra, creó la flota del Índico en 1601 y
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108 • Buenos vientos
los comerciantes crearon la Compañía de las Indias Orientales para traficar especias, pero los tratados con España
lo impedían. Su actividad fue limitada hasta 1672, si bien
instalaron factorías por todas partes. Exportaban a Europa
índigo y telas de algodón, salitre, pimienta… a cambio de
paños finos, plomo, estaño y monedas de plata. La compañía obtenía grandes beneficios del comercio inter-índico y
en 1661 se reservó el tráfico Inglaterra-India y abandonó el
inter-indio a los particulares. En la primera mitad del XVIII
importaba algodón en hilo, seda, calicó, te y café. Por su parte, Francia en tiempos de Enrique IV tuvo su propia Compañía de las Indias orientales (1604), que no prosperó; se
revitalizó en tiempos de Luis XIII y se crearon otras como
la Compañía de Oriente, que ocupó las islas de la Reunión.
En el reinado de Luis XIV, el ministro Colbert abrió otra
compañía en 1664 con intención de poblar Madagascar, lo
que no llegó a hacerse (Roulet, 2017).
En definitiva, el comercio en el Índico era muy complejo, pero constituyó una economía de verdadera circulación,
ya que no se invertía allí, y solo se puede decir que era colonial porque todo el beneficio iba a parar a las metrópolis.
La diferencia con América es evidente, como también lo era
el hecho de que África y Asia no fueron pobladas por europeos, sino que estos mantuvieron espacios concretos con
finalidades comerciales, sin asentarse, mientras que miles
de hombres y mujeres procedentes de Europa pasaron a
América para vivir allí. En definitiva, entre fines del siglo
XV y mediados del siglo XVIII, el comercio vinculó a los
cuatro continentes conocidos en una economía cada vez
más conectada, y lo mismo sucedió con el intenso trasiego
humano voluntario, semi-libre o forzado, que los puso en
relación desde todos los puntos de vistas.
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Buenos vientos • 109
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Resistencias
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“Para que los castellanos puedan
impedirnos el comercio no basta
que les convenga y lo deseen impedir,
es necesario que lo puedan hacer”
El contrabando en la Colonia del Sacramento
en la segunda mitad del siglo XVIII
PAULO CESAR POSSAMAI1
La Colonia del Sacramento fue fundada en 1680 por
los portugueses en la orilla norte del Río de la Plata,
obedeciendo a intereses económicos y expansionistas de
la Corona. Sacramento fue el principal foco de tensión
entre portugueses y españoles en la América meridional
hasta la firma del Tratado de Santo Ildefonso (1777), por
el cual fue cedida definitivamente a la Corona española.
Hasta ese momento la Plaza de guerra había sido tomada
cuatro veces por los ejércitos españoles y tres veces
devuelta a los portugueses por sucesivos tratados de
paz (Possamai, 2014).
Tras la primera destrucción de Sacramento, bajo las
órdenes del gobernador de Buenos Aires -en el mismo año de su fundación- la fortaleza fue repoblada en
1682, siendo conocida desde entonces en la documentación como Nueva Colonia (del Sacramento). Cinco
leguas al norte de la Plaza, en las márgenes del río
San Juan, el gobernador bonaerense instituyó un puesto
militar cuya misión era ahuyentar el ganado salvaje de
1
Universidad Federal de Pelotas, Brasil. paulocpossamai@gmail.com.
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119
120 • Buenos vientos
las proximidades del establecimiento de los portugueses, impedir su contacto con los indígenas y vigilarlos.
Aunque fuera creada con el objetivo de aislar a los
lusitanos, esa guardia también sirvió como centro de
contrabando y de refugio a los desertores de Sacramento
(Riverós Tula, 1959).
Los portugueses volvieron a Colonia en 1716, tras
abandonarla en 1705 durante la Guerra de Sucesión de
España. En 1735 empezó una nueva guerra entre portugueses y españoles por el dominio de la Banda Oriental
que terminó sólo en septiembre de 1737. El bloqueo
de la plaza por los españoles no la llevó a caer por
el hambre gracias a los constantes refuerzos de gente,
municiones y alimentos enviados desde Portugal y Brasil. La situación fue arreglada por el Tratado de París,
donde las potencias aliadas de las coronas portuguesa y
española -Inglaterra y Francia respectivamente- garantizaron la paz con el mantenimiento del satus quo.
De hecho, de 1737 a 1777, el cotidiano devenir
de los habitantes de la Colonia del Sacramento estuvo
marcado por el bloqueo constante al que los españoles
sometieron al poblado, lo que llevó a un historiador
uruguayo a compararlo a la también estratégica posición
de Gibraltar (Riverós Tula, 1959), posesión inglesa en
la costa sur de España.
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Buenos vientos • 121
Figura 1.. “Croquis del Nuevo Campamento y Cordón que forman las
Guardias avanzadas según y conforme al que ocupaban después del
Armisticio del año 1737”. Anónimo, c. 1738, Archivo General de Indias,
Sevilla, MP-Buenos Aires_53, https://bit.ly/2wD4erB.
Pero si los españoles consiguieron contener la expansión portuguesa en el actual territorio uruguayo por medio
del Campo de Bloqueo, no consiguieron acabar con el contrabando en definitivo. Según la afirmación del gobernador
Sebastião da Veiga Cabral: “para que los castellanos puedan impedirnos el comercio no basta que les convenga y lo
deseen impedir, es necesario que lo puedan hacer” (Cabral,
1965). Esto era una realidad indudable, aún más cuando se
percibe un equilibrio entre los intereses en las dos orillas
del Plata. Según Fernando Jumar:
A los habitantes de Colonia del Sacramento les corresponderá la tarea de ser los intermediarios entre el río y el Atlántico en todo lo relacionado con la provisión de productos
europeos y brasileños destinados a ser comercializados en
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122 • Buenos vientos
fraude en los territorios españoles. Pero, sobre todo, deberán
abstenerse de explotar los bovinos de la Banda Oriental. Los
cueros, junto con los metales llegados desde el interior español serán los medios de pago que los habitantes de Buenos
Aires utilizarán para equilibrar sus cuentas con los portugueses ( Jumar, 2004).
Fabricio Prado también sigue esta línea de raciocinio
al decir que en la segunda mitad del siglo XVIII Colonia,
Buenos Aires y Montevideo formaban un complexo portuario el cual, más que competir se complementaba, creando
un espacio poroso donde portugueses y españoles cooperaban en muchas maneras, no solo en el comercio como
también desarrollaron conexiones religiosas y familiares
(Prado, 2015).
Sin acceso a la campaña debido al campo de bloqueo
español, Colonia se dedicaba ahora exclusivamente al contrabando. El 23 de febrero de 1738 el gobernador de Buenos
Aires escribía que “la Colonia del Sacramento sirve de almacén, no solo para el comercio de estos, sino también para el
de las naciones extranjeras, especialmente la inglesa”. Decía
que aún en tiempo de guerra las embarcaciones menores
de los navíos de asiento de negros entraban y salían del
puerto de Colonia y que, después de la paz -para evitar las
fragatas españolas ancladas en Barragán- descargaban sus
mercancías en Sacramento antes de dirigirse a Buenos Aires
para desembarcar los esclavos (Correa Luna, 1931).
El jesuita Florián Paucke, en 1749, así describió el bloqueo que los españoles imponían al poblado:
A mí me parece que los Portugueses viven tan estrechados y
son mantenidos por los Españoles tan entre barreras como
actualmente los judíos en nuestros países. Yo mismo he visto
los centinelas en derredor de la ciudad; me pareció como
si la ciudad estuviera bloqueada de continuo. No es posible
que desde el lado de la tierra pueda colarse alguna cosa si
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Buenos vientos • 123
-bien entendido- los centinelas no son pillos e intermediarios. Yo no sé si tal cosa ocurre pero es probable [que] sea
así (Paucke, 1992).
El jesuita estaba cierto en su sospecha, pues el campo
de bloqueo español, al contrario de impedir, a su manera, contribuyó para el desarrollo del contrabando entre los
súbditos de Portugal y España. La limitación del uso de la
campaña al pequeño espacio permitido por el Campo de
Bloqueo impidió la reanudación de la producción agrícola y
pecuaria por parte de los habitantes de la Colonia del Sacramento, que tuvieron que buscar el abastecimiento entre los
españoles. La búsqueda de los productos alimenticios en
Buenos Aires justificaba la presencia constante de embarcaciones portuguesas en la ciudad, que la mayoría de las veces
transportaban mercancías ilícitas. También era frecuente el
pasaje de abastecimiento y contrabando a través de la guarnición responsable por el mantenimiento del bloqueo.
El bloqueo se estrechaba según las vicisitudes políticas
en Europa o por el empeño de un gobernador más consciente de su rol administrativo que interesado en los lucros
del contrabando. Durante las demarcaciones del Tratado de
Madrid el Campo de Bloqueo se aflojó, pues estaba previsto
el cambio de los Siete Pueblos de las Misiones por la Colonia del Sacramento. El 10 de marzo de 1752 el gobernador
del Río de la Plata, D. José de Andonaegui, escribía a todos
los militares y las autoridades bajo su jurisdicción que “no
se pongan impedimentos entre la comunicación entre españoles y portugueses en el real servicio y que se les dé todo
auxilio posible” (Correa Luna, 1931).
Dos años después el marqués de Valdelirios, responsable por la comisión demarcadora española en el sur, autorizó al vecindario de Buenos Aires la visita a Colonia y allá
“comprar bienes muebles y de raíces en aquella población
por los precios que se ajustasen con sus vecinos, lo que
pueden ejecutar exceptuando en esta la venta de géneros
de comercio”. (Correa Luna, 1931). También disponía que
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los residentes de la plaza que querían podrían quedarse,
tornándose vasallos del Rey Católico. De hecho, en mayo
de 1757 el marqués fue consultado por el comandante del
Campo de Bloqueo “sobre si tenía algún inconveniente en
que se les permitiese a los portugueses de la Colonia hacer
sementeras en nuestras tierras con el pretexto de que quieren quedar vasallos del rey nuestro señor” (AGN, Buenos
Aires, sala IX, 04-03-01, 202).
Pero la situación iba a cambiar cuando los españoles
se dieron cuenta de que los portugueses no estaban muy
interesados en abandonar la Colonia del Sacramento. D.
Pedro de Cevallos, escribía a la Corte el 3 de octubre de
1758 que, a causa de haber el marqués de Valdelirios franqueado licencias para el intercambio entre Buenos Aires y
Colonia, aumentó mucho el comercio ilícito entre las dos
orillas del Plata. Decía que los muebles que los españoles
compraban en Sacramento no eran de los vecinos de Sacramento pero nuevos, fabricados en Rio de Janeiro para este
fin (Correa Luna, 1931).
Por su vez, el 13 de julio de 1759, el comandante del
Campo de Bloqueo escribía a D. Pedro de Cevallos que:
Este bloqueo solo mantiene el nombre sin ninguna formalidad de tal, habiéndose introducido varios abusos con título,
me parece, de la buena correspondencia encargada, juzgando
también que la Colonia se había de entregar, procurando con
esto agradar y atraer a sus vecinos para que se quedaran en el
caso de efectuarse la evacuación de dicha plaza, y como este
tiempo aún no llegó, quedaron los inconvenientes en pie de
la esperada posesión de aquella (Correa Luna, 1931).
El 4 de junio de 1760 el comandante del Campo de
Bloqueo escribió al gobernador de Colonia diciéndole
que las embarcaciones portuguesas solamente podrían
buscar víveres en los puertos del Riachuelo y de Montevideo según el acuerdo hecho por los gobernadores
en 1748. Pero eran frecuentes los viajes de embarcaciones portuguesas a la costa, desde San Isidro hasta
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Santa Fe, llevando mercancías y esclavos que cambiaban por plata, cueros y demás frutos del país, lo que
pedía empeño del gobernador en dicho impedimento
(Correa Luna, 1931).
En el día 24 del mismo mes se firmó una real orden
a Cevallos y a Valdelirios para que los indios retomasen
sus posesiones y que los portugueses volviesen a sus
antiguos límites, pues el Tratado de Madrid quedaba
sin vigor (Correa Luna, 1931). En diciembre de 1760,
desde las Misiones, Cevallos recibió un real orden que
retomaba las peticiones de la real cédula del 23 de
agosto de 1757 para que no permitiese la extracción de
leña y víveres para la Colonia (Correa Luna, 1931).
La situación iba a cambiar mucho con la llegada
de D. Pedro de Cevallos desde las Misiones en febrero.
Él reforzó el Campo de Bloqueo y trasladó su sede de
la guardia de San Antonio para un sitio más cercano
a la Plaza y al río, en una localidad “que además de
ser muy ventajosa está en buena proporción de sostener
en cualquier incidente las guardias avanzadas” (Correa
Luna, 1931). Después de cinco días de establecido el nuevo
campo, llegó una protesta del gobernador de Sacramento,
pero Cevallos la ignoró así como prohibió que saliesen de
la Plaza carretas para cargar leña en el campo y venderles cien vacas según una licencia que tenían desde 1748
(Correa Luna, 1931).
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Figura 2. “Plano del Nuevo Campo del Bloqueo, atrincherado, sobre el
terreno que estuvo Antiguamente”. Autor: Antonio Aymerich Villajuana,
1761, Archivo General de Indias, Sevilla, https://bit.ly/3dtxm5o.
Don Pedro de Cevallos escribió al secretario de Marina
e Indias, D. Julián de Arriaga, que a la licencia dada por
el gobernador Don Miguel de Salcedo de cortar leña en
las islas de Martín García y de las Dos Hermanas a los
portugueses se siguió la ocupación de las mismas, “siendo
ambas unos almacenes de géneros de comercio ilícito de
donde con más comodidad que de la Colonia los introducen
en nuestro país”. Decía que “dejándoles salir de la Plaza a
buscar leña y ganado vacuno se les abre una puerta franca
para sus contrabandos, haciéndose de este modo inútil el
Bloqueo de la Colonia” (Correa Luna, 1931).
A partir de las duras medidas tomadas por Cevallos
terminó un período de gran desarrollo del comercio ilícito,
facilitado por la cooperación entre portugueses y españoles
durante las demarcaciones del tratado. Isabel Paredes, en su
estudio sobre el contrabando entre Colonia y Buenos Aires,
verificó que los principales agentes entre 1744 y 1762 eran
los pulperos (17%), los lancheros (16%) y los militares, entre
oficiales, guardas y soldados (16%). Los pedidos de víveres
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Buenos vientos • 127
entre 1749 y 1759 en general eran hechos en nombre del
hospital y para la mesa del gobernador de Colonia, lo cual
consumía más que toda la población a ver por las proporciones de sus pedidos, lo que indica que servía al comercio
además de la manutención del mismo. Lo confirmaba el
propio gobernador portugués que decía que “la abundancia
de harina propia es tal que se abastece no sólo Río de Janeiro, sino los demás dominios del Rey”. Además de telas de
procedencia europea, entraban en Buenos Aires productos
de Brasil como tabaco, azúcar y aguardiente y salían trigo,
maíz, aves y frutas (Paredes, 1996).
En principios de 1762, la actitud de Ceballos era ya
ofensiva, incluso antes de declarada la guerra, que regresaría al sur de América en el mismo año como consecuencia
de la Guerra de los Siete Años, en la cual los Borbones se
enfrentaron a la mayor parte de las demás coronas europeas. El 15 de junio España declaró guerra a Portugal. En
la misma fecha se envió una real orden al virrey del Perú
para “que se den patentes a los particulares que se quisieren
armar en corso para aprehender, apresar o tomar los navíos,
embarcaciones y efectos pertenecientes al Rey y súbditos
de Portugal”. (Correa Luna, 1931). D. Pedro de Cevallos
desembarcó con las tropas de Buenos Aires en la Banda
Oriental en principios de septiembre y, a finales de octubre
de 1762, conquistó la Colonia del Sacramento.
Pero el artículo 21 del tratado de paz, firmado el 10
de febrero de 1763, decía que: “se volverá todo a poner
en el mismo pie en que estaba, y conforme a los tratados
anteriores que subsistían entre las cortes de España, Francia
y Portugal antes de la presente guerra” (Cantillo, 1843). Por
eso los portugueses volverían otra vez al Plata. Cevallos
firmó la entrega de la Plaza de la Colonia del Sacramentopero no estuvo presente en la ceremonia, de la que fue
encargado D. José Nieto.
Este, después de la entrega de la Plaza pasó al Campo de
Bloqueo donde hizo publicar un bando en que condenaba a
la muerte cualquiera que comerciara con los portugueses. El
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gobernador de Buenos Aires ordenó que se abriera un foso de la
playa norte a la playa sur y determinó un bloqueo marítimo, no
permitiendo ni la aproximación de barcos pequeños de pesca.
Según Cevallos “si Portugal quería conservar Colonia no sería
con los géneros de España” (Apud Rego Monteiro, 1937).
En agosto de 1766 D. Pedro de Ceballos pasó el gobierno
del Río de la Plata a D. Francisco Bucareli y Ursua y luego reaparecieron las noticias sobre el contrabando. Un anónimo español
escribió en el mismo año que “el promedio de negros introducidos a partir de Colonia del Sacramento nunca era inferior a
600” (Santos, 2005). Entonces un esclavo era vendido en Colonia entre 100 y 120 pesos, mientras en Buenos Aires un esclavo contrabandeado costaba entre 180 y 200 pesos y un vendido legalmente valía entre 300 y 500 pesos (Prado, 2015). Un
famoso viajero francés que pasó por Río de Janeiro en el año
siguiente, escribió que allí el tráfico de negros era intenso con
los españoles. Según él, “ocupaba al menos treinta embarcaciones de cabotaje entre la costa del Brasil y del Plata” (Bougainville, 2008).
El 20 de diciembre de 1775 fue enviada al gobernador
Francisco José da Rocha una “Representación de los moradores
de la Plaza”, donde se quejaban del grave problema de la huida de
esclavos: “que de aquí se pasan para el Campo de Bloqueo, adonde el comandante del mismo Campo les da libertad, de suerte
que seducidos y atraídos con este injusto indulto, son cotidianas y frecuentes las deserciones de los esclavos” (Kühn, 2011).
Algunos registros de eso hemos encontrado: en enero de 1768,
huyeron de la Plaza Isabel Gomes -esclava del capitán D. José
Gomes- y el esclavo Ventura Rodrigues Carneiro (AGN, Buenos Aires, sala IX, 04-03-01, 202).
Fabrício Prado nos informa que la pérdida de las tierras
donde se desarrollaba la agricultura llevó a una transformación
de la población de Colonia, que se transformó de un centro
de poblamiento blanco a un pueblo predominantemente negro
-58% de la población era compuesta de esclavos en 1760- que
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no tenía antiguas conexiones con los vecinos y probablemente
servía de mercancía con los españoles cuando el contrabando
era posible (Prado, 2015).
El 8 de noviembre de 1770 el gobernador de Buenos Aires
escribía a la corte de Madrid que:
El Gobernador de la Colonia del Sacramento consiente,
fomenta y mantiene en continuo trato [una] porción de
Sumacas de la que poco ha [sic] se perdieron dos en el Río
de Solís, junto a Maldonado, donde se hallaban contrabandeando, recogiendo cueros y vendiendo sus efectos. Han tenido varios combates con nuestras Corsarias, enarbolando su
Bandera Portuguesa y burlándose de nuestras fuerzas por la
superioridad de las suyas (Correa Luna, 1931).
Francisco Millau, en su Descripción del Río de la Plata, de
1772, escribió sobre la existencia de una fuerte empalizada
construida por los españoles, que, de una playa a otra, confinaba a los portugueses en la península ocupada por la Colonia del
Sacramento. En el cordón de aislamiento estaba siempre disponible un destacamento de tropa que hacía parte de la guarnición
de Buenos Aires acampado a media legua de Colonia. Sobre el
abastecimiento decía que:
Se halla esta Plaza reducida a excepción de algunas carnes que
se les permite comprar en las inmediaciones a su Gobernador
para su [uso] diario y el de alguna otra gente principal, a
recibir sus mantenimientos por el mar, que les traen de Río
Janeiro o Santa Catalina (Millau, 1947).
Pero en el puerto se veían muchas más embarcaciones que
las necesarias para el abasto de la población. Millau decía que
los buques portugueses fondeaban en las bocas de los ríos de
Pando y Solís Chico -que están entre Maldonado y Montevideo -donde venía la gente de las estancias vecinas con sus carretas a cambiar cueros, trigo y grasa por aguardiente, tabaco y
otras mercancías que traían los navíos. Por su vez el trato entre
Colonia y Buenos Aires ya no era como antes buscado por los
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portugueses en las islas y en el delta del río Paraná, pero por los
porteños que, en pequeñas embarcaciones a remo -con el fin de
huir de las lanchas corsarias españolas- frecuentaban el puerto
de la Colonia del Sacramento. Agregaba que:
La gran ganancia de los que logran llegar bien con su carga, que
les cuesta poco por ser de géneros baratos del País, como cueros,
trigo, sebo y grasa, y venden allí por su mucha estimación, tres
veces más o por lo menos el doble de su valor, los anima a proseguir y a otros a emprender lo mismo para conseguir igual utilidad
(Millau, 1947).
Figura 3. “Planta da Praça da Colonia do Sacramento no Rio da Prata, tomada
pelos Espanhóis em 1777”. Anónimo, c. 1777, Biblioteca Nacional, Rio de
Janeiro. ARC.025,02,026 – Cartografia, https://bit.ly/3boAcXj.
Tenemos más informaciones de las mercancías traficadas por los portugueses en la primera mitad del siglo, objeto
de mi estudio anterior, pues se han conservado muchas de
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Buenos vientos • 131
las cartas que el comerciante José Meira da Rocha escribía a
sus proveedores en Río y en Lisboa. Aunque las telas fuesen,
de lejos, el principal producto vendido en Sacramento, otras
mercaderías también proveían de elevadas tasas de lucro a
los comerciantes como el tabaco, el aguardiente y los esclavos (Possamai, 2011).
Una nueva guerra entre España y Portugal, esta vez
sin la participación de sus poderosos aliados europeos
-respectivamente Francia y Gran Bretaña- posibilitó la
reconquista de Sacramento por los españoles en 1777. Sin
la ayuda de los británicos, los portugueses no pudieron asegurar su retorno al Río de la Plata, de manera que el Tratado
de San Ildefonso, firmado en octubre de ese mismo año,
mantuvo Colonia en poder de España, situación que sería
ratificada por el Tratado de El Pardo, firmado en marzo
del año siguiente.
Por situarse en una región de frontera, la Colonia del
Sacramento era un importante centro contrabandista. Pero
esta particularidad no representaba solamente oportunidades de buenos negocios, sino que también significaba el
peligro de confiscaciones efectuadas durante los frecuentes
períodos de conflicto bélico, así como facilitaba la fuga de
esclavos y la deserción de los soldados. A pesar de estos
problemas, la Colonia del Sacramento se erigía en uno de
los más rentables emporios comerciales portugueses durante el siglo XVIII. Más allá de la posibilidad de intercambiar,
con mucha ventaja, productos coloniales brasileños y telas
europeas por cueros y plata, el comercio realizado en Colonia tenía la ventaja de ser generalmente hecho al contado,
al contrario de lo que ocurría en el resto de la América
portuguesa, una vez que el carácter ilícito de las relaciones comerciales entabladas entre portugueses y españoles
en la región platina impedía la creación de un eficiente
sistema de crédito.
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132 • Buenos vientos
Fuentes manuscritas
Archivo General de la Nación, Buenos Aires, sala IX,
04-03-01, 202.
Fuentes impresas
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Saillant e Nyon.
Díaz Buschiazzo, M. (2016). Atlas de la Antigua Colonia del
Sacramento. Montevideo
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do Continente da Nova Colonia da Cidade do Sacramento. Revista del Instituto Histórico y Geográfico del
Uruguay, XXIV.
Cantillo, A. (org.), (1843). Tratados, convenios y declaraciones
de paz y de comercio que han hecho con las potencias estranjeras los monarcas españoles de la casa de Borbón. Desde
el año de 1700 hasta el dia. Madrid: Imprenta de Alegría y Charlain.
Correa Luna, C. (Dir.) (1931). Campaña del Brasil – Antecedentes Coloniales. Buenos Aires: Archivo General de
la Nación
Millau, F. (1947). Descripción de la Provincia del Río de la Plata.
Buenos Aires: Austral.
Paucke, F. (1992). in: Barros-Lémez, A. (comp.). V Centenario
en el Río de la Plata: Pioneros, Adelantados, Caminantes,
Fundadores. 2.ª ed. Montevideo
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Buenos vientos • 133
Bibliografía
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México: Instituto Panamericano de Geografía e Historia. Disponible en línea: https://bit.ly/3dwP9Zh
Kühn, F. (2011). Clandestino e ilegal: notas sobre o contrabando de escravos na Colônia do Sacramento. 5º
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Paredes, I. (1996). Comércio y contrabando entre Colonia
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1739-1762. Tesis de Licenciatura, Universidad Nacional de Luján
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línea: https://bit.ly/3bp6SQz
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sociedades’. Lisboa. Disponible en línea: https://bit.ly/
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Aspectos de la religiosidad
de los marineros en el Océano Atlántico
en la Edad Moderna
JAIME RODRIGUES1
Para los habitantes de las regiones costeras y los hombres
de la Iglesia en la modernidad, los trabajadores del mar
eran malos cristianos. Seguramente, tal visión venía desde mucho antes: en 1344, por ejemplo, el manual de un
confesor inglés advertía a los sacerdotes para los cuidados
que debían tener con la gente del mar, pues eran tantos
los pecados de los marineros que la pena para perdonarlos
habría de ser muy grande. “Ellos eran maliciosos, mataban a
sacerdotes en tierra, pilaban bienes, practicaban la piratería,
el adulterio y la fornicación en todos los lugares a donde
iban, además de frecuentar a las ‘mujeres de vida alegre’
(Delumeau, 2009, p. 66). Las prácticas sexuales a bordo se
mostrarían más problemáticas que eso. En la Carrera de
Indias española, por ejemplo, tales prácticas se sumaban a
otras: el deseo era saciado con mancebas mestizas o blancas embarcadas secretamente en los barcos, con animales o
con niños, muchas veces grumetes de la tripulación (Afonso
Mola, 2007, p. 171; Garralón, 2012, p. 239-240; Muñoz,
2004, p. 163).
Ideas, creencias y libros heréticos también circulaban
por medio de los hombres del mar (Siqueira, 1978, p. 75),
reforzando su imagen de malos cristianos y endosando
representaciones contradictorias, oriundas de relatos de
pasajeros que, a lo largo de siglos, embarcaron por cortos
períodos en viajes de larga distancia. Por estos relatos, se
1
UNIFESP, Brasil. rodriguesjaime@gmail.com.
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136 • Buenos vientos
observa “una extraña mezcla de religiosidad y desinterés
en cumplir los preceptos de la Iglesia católica”, en los cuales los barcos serían ambientes donde “las blasfemias eran
casi tan frecuentes como las oraciones” (Pérez-Mallaína,
1992, p. 246).
La historiografía sobre la religiosidad de los marinos
apunta algunos caminos para el análisis e indica que se trata
de cuestión abierta por la falta de respuestas contundentes.
Pretendo rastrear aquí algunas actitudes, comportamientos
y devociones de los mareantes, tal como sugieren algunos
estudios (Afonso Mola, 2007, p. 172), a partir de fuentes
de naturaleza diversificada, privilegiando el recorte que va
desde mediados del siglo XVIII hasta las primeras décadas
del siglo XIX. El conjunto de los hombres será entendido
como un grupo profesional, y atentaré para el papel de esos
agentes en sus intervenciones e interacciones con los condicionamientos del entorno. Considerando la existencia de
un amplio debate sobre los embates, complementariedades
y circulación entre la llamada cultura popular y la cultura
erudita, no pretendo retomarlo aquí. Mi enfoque tiene en
cuenta que, aun teniendo en cuenta el aislamiento proveniente del ambiente donde se ejercía el trabajo marítimo,
no se trataba de sujetos totalmente autónomos y libres, sino
con necesidades, intereses y antagonismos experimentados
y transformados en conciencia, cultura y acciones (Thompson, 1981, p. 182). Sus prácticas no significaban rupturas
completas con la religión oficial, repleta de dogmas y de
liturgias propias. Lo que estará en pauta, aquí, son algunas prácticas y manifestaciones empíricamente verificables,
comprendidas como expresiones de la religiosidad componiendo la realidad social y parte de una cultura profesional.
En este texto sobre los aspectos de la religiosidad marítima,
me concentraré en el culto a Nuestra Señora y a los santos
como signo característico de esa religiosidad.
El pecado viajaba junto a los hombres a bordo de los
barcos. Incluso en la península Ibérica del siglo XVI, donde
las navegaciones eran muy importantes, los marineros eran
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Buenos vientos • 137
vistos como escoria social, hombres crueles e inhumanos.
A ellos estaba reservado un lugar poco prestigioso, abajo de los soldados en la escala social. La costumbre y las
conquistas en el extranjero no cambiaron la opinión de los
nobles y administradores coloniales: el portugués Marqués
de Távora, de regreso de un período como virrey de India
a mediados del siglo XVIII, afirmó que los marineros eran
insensibles y poco caritativos: “ese tipo de gente siente más
la muerte de uno de sus pollos que la pérdida de cinco o
seis compañeros de viaje” (Boxer, 2002, p. 228). El marqués
concluyó eso a partir de lo que observó siendo pasajero
privilegiado en viajes entre el Reino y Asia. Una visión clasista y negativa sobre los hombres del mar fue construida
por gente que vivía en tierra y en lugares sociales inalcanzables para los marineros en aquella sociedad fuertemente
jerarquizada. Sin embargo, es en estos relatos, marcados
por una gran distancia social entre el narrador y el objeto
de la narrativa, que vamos a encontrar abundante material
para la investigación histórica, contorneando prejuicios y
distorsiones existentes en esas y en otras fuentes.
Las expresiones de religiosidad de los hombres del mar,
sobre todo en el siglo XVI, se vinculaban directamente al
miedo de las condiciones naturales enfrentadas en los viajes. En ese punto, se integraban a comportamientos más
amplios de las clases populares europeas, cuya religiosidad
tenía vínculos con las dificultades cotidianas y se expresaba
en los canales construidos por la Iglesia, incluso para someterlos a los dogmas y liturgias instituidos (santos, santuarios, promesas, fiestas y hermandades religiosas), con éxitos
variables (Schwartz, 2009, p. 258).
Parte de esas expresiones de la religiosidad popular
marítima lusa fue registrada en los textos reunidos en la
Historia Trágico-Marítima, aunque no sean textos escritos
por los propios marineros. Al mismo tiempo, tales expresiones de la fe eran estimuladas entre los que embarcarían
un día y tuvieran acceso a esos escritos aún en tierra (Delumeau, 2009, p. 54 y ss; Rivera, 2009).
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Estas expresiones de fe se incluían en uno de los dos
enfrentamientos definidores de la cultura marítima, como
Marcus Rediker afirma en su estudio sobre el tema en el
Atlántico Norte. Se trata del enfrentamiento entre el hombre y la naturaleza, la eterna vigilancia para sobrevivir frente a las fuerzas omnipotentes que se levantaban en el mar.
Los marineros miraban sus miedos al enfrentar la intensidad y la violencia de los mares, haciendo surgir un fuerte
llamamiento espiritual en la cultura marítima en particular. Muchas veces, sobrevivir dependía de la eficacia de las
acciones colectivas, de la habilidad y del coraje (Rediker,
1989: 154). El segundo enfrentamiento decisivo de la cultura marítima sería el conflicto de clase, oponiendo marineros
comunes a oficiales, aspectos muchas veces vinculados a la
creencia religiosa.
Los tripulantes embarcados en la Carrera de Indias
española, por ejemplo, podían ser hombres creyentes y
supersticiosos, que adelantaban el pedido de gracia divina.
Eran señales de eso las confesiones y comuniones hechas en
la partida o en las escalas, y los testamentos que muchos de
ellos dejaban listos antes de embarcar, mencionando expresamente el dinero que dejaban para misas por la salvación
de sus almas. En el mar, ante los peligros, experimentaban
una religiosidad que podían no tener en tierra, sobre todo
desde fines del siglo XV, cuando se hizo obligatorio el servicio de capellanes a bordo en los barcos ibéricos (Muñoz,
2004, p. 148). La religiosidad de los hombres tenía que
adaptarse a las condiciones dictadas por la naturaleza y el
ritmo del trabajo. Los estudiosos son unánimes en cuanto a eso, describiendo el barco como un ambiente aislado,
en el que las prácticas religiosas debían someterse a los
imperativos del trabajo y de la supervivencia colectivos. En
el ambiente marítimo anglosajón, tal sumisión se sumaba
a la tradición plebeya del escepticismo y anticlericalismo,
haciendo de los marineros un grupo notoriamente irreligioso al inicio del período moderno en el Atlántico Norte
(Rediker, 1989, p 169-175).
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Buenos vientos • 139
Prácticas que no encontraban lastre en la ortodoxia
se hacían presentes entre protestantes y católicos, letrados
e iletrados, de diversas sociedades atlánticas en la época
moderna. Cuando se aplica a los hombres del mar, esta afirmación considera el contexto de movilidad social y espacial, con las guerras y la expansión comercial y marítima
teniendo una importancia fundamental en la vida cotidiana,
en la cual prever los destinos individuales o colectivos era
importante. Astrólogos y brujas actuaron en ese sentido,
y la actuación de estas últimas dejó muchos vestigios, por
ejemplo, en la documentación inquisitorial de Portugal: “La
desorganización familiar causada por la expansión explica
la profusión de pedidos para determinar el destino de los
maridos, amigos, hijos o yernos desaparecidos desde hace
varios años (…)” (Bethencourt, 2004, p. 63-67).
Nuestra Señora, Jesús y los santos
El culto a Nuestra Señora y a los santos diferenciaba a
católicos de protestantes en sus encuentros por los mares.
Como señal exterior de fe, los católicos tenían la costumbre de bautizar sus embarcaciones con nombres sagrados,
invocando protección. En el caso portugués, esta práctica
se mantuvo hasta los últimos años del siglo XVIII, mientras que en las primeras décadas del siglo XIX, hubo una
secularización en las denominaciones (Rodrigues, 2015).
Amandio Barros ya había identificado un proceso similar
en las denominaciones de los barcos portugueses en siglos
anteriores. De acuerdo con él, el número de invocaciones
profanas era mayor en el siglo XIV y cedió terreno a los
nombres religiosos en el XVI, fruto de la Contra Reforma
(Barros, 1997). Por supuesto, la secularización del siglo XIX
no se debió a una disminución uniforme del catolicismo
entre todos los portugueses, pero estaba relacionada con los
debates políticos en la elaboración de la Constitución de
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1822 y el liberalismo en el estado portugués, lo que llevaría
a la eliminación de las órdenes en el año 1834, frente a las
evaluaciones, hechas incluso por religiosos, de que el culto mariano se había convertido en algo excesivo (Azevedo,
2000, p. 90). A partir de 1822, hubo un gran número de
pedidos de sacerdotes para embarcarse como capellanes en
los barcos de la Armada lusa -cuando antes eso era obligatorio- e, inversamente, del número de capitanes que pedían
exención para llevar capellanes a bordo.
La costumbre de dar nombres de santos a los buques
se mantuvo en el Portugal del siglo XVIII y aparentemente
difería de la práctica española, en la que las denominaciones religiosas disminuyeron en los nombres oficiales de las
embarcaciones. Sin embargo, tal disminución en ese período parecía ser más formal que efectiva entre los navegantes españoles: una ley de agosto de 1793 ordenó que cada
buque tuviera un santo patrono, además del nombre oficial
(Muñoz, 2004: 49, 100). Entre los lusos, las invocaciones
marianas ocurrían al menos desde la Reconquista, aunque
el culto mariano haya ganado más fuerza al comienzo de la
época moderna y de los conflictos religiosos en Europa.
Por las informaciones de las tripulaciones de las matrículas portuguesas en los siglos XVIII y XIX (la muestra
se recogió en el Archivo Nacional de Torre do Tombo y
en el Archivo Histórico Ultramarino, en Lisboa), percibimos formas de denominar las embarcaciones vinculadas al
sentimiento religioso y que mezclaban prácticas eruditas y
populares. En una muestra de 1017 viajes efectuadas por
barcos lusos y brasileños de 1767 a 1863, llama la atención las escasas referencias divinas en las navegaciones del
siglo XIX.
En el muestreo, 200 viajes entre 1801 y 1864 ocurrieron en buques negreros cuyos nombres eran en su mayoría
laicos. Los nombres de héroes o militares (Ulises, General
Lecor, Vasco da Gama), referencias a la realeza o a la aristocracia (Princesa de Brasil, Duque de Braganza), indicadores de
audacia (Atrevida, Triunfo de la Envidia, Tentadora) o nombres
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Buenos vientos • 141
levemente inspirados en la religión (Esperanza, Piedad) predominaban en el bautismo. Nuestra Señora fue mencionada
solamente siete veces.
El laicismo de los nombres del siglo XIX entraba en
contraste con la práctica en el siglo XVIII y los siglos anteriores: en ese momento, a excepción de unos pocos barcos
cuyos nombres remitían a la realeza (Princesa de Brasil, Príncipe de Beira, Rey de Portugal), casi todos los demás nombres
se referían al panteón católico. La muestra del siglo XVIII
contiene 817 nombres de barcos, liderados por Nuestra
Señora (442 invocaciones, 54% de los casos), Jesús y otros
miembros de su familia (Santa Ana, San José, San Joaquín,
San Juan Bautista), casi siempre con invocaciones conjugadas a otros objetivos de devoción (Santísimo Sacramento,
Almas y Gracia Divina, por ejemplo). Los santos, de forma
general, tuvieron sus nombres asociados a buques en 451
casos, tanto solos como acoplados a más de un santo o
acompañados de Nuestra Señora, Jesucristo, objetos sagrados de devoción católica y, en pocos casos, elementos laicos.
En Portugal, la práctica de dar nombres sagrados a los
buques se mantuvo firme en el siglo XVIII. Barros explica los motivos por los cuales los constructores bautizaban
sus barcos con determinados nombres: “La elección de los
nombres se integra en un cuadro de valores (religiosos,
culturales, estéticos, morales) que se podrán insertar en la
rica diversidad de una todavía poco clara cultura popular”
(Barros, 1997, p. 191). Enfrentando peligros, los hombres
del mar confiaban en la protección de Dios, de la Virgen
y de los santos. Sin embargo, los nombres religiosos de los
barcos no resultaron simplemente de la devoción de los
marineros, sino principalmente de los dueños, socios y oficiales de los buques mercantes e incluso en la Armada. Esto
no niega la necesidad de comprender la cultura popular,
la circularidad y la devoción que se quería expresar en la
denominación de los buques, así como entender que todo
esto es procesual y dialógico, transformándose en el tiempo
y en las relaciones sociales.
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142 • Buenos vientos
Otras razones más generales también pueden ser señaladas. Nuestra Señora ocupó el centro de la devoción popular entre los católicos a partir del siglo XV. María era la
primera patrona de la Marina española y “los españoles
consideraban que el Atlántico había sido puesto bajo la
vigilancia eterna -y eternamente maternal- de la madre de
Dios” (Winchester, 2012, p. 148). Mientras que en España
los marineros y los miembros de la Armada adoraban a la
Virgen del Mar, de Guadalupe, del Rosario y del Carmen
(Muñoz, 2004, p. 75-88), las opciones marianas de los marineros en Portugal tenían algunas diferencias. Por la frecuencia, las más invocadas en la denominación de los barcos
eran N. S. de la Concepción (66 veces), del Carmen, (33), de
la Piedad (26), de Nazaret (24), de Oliveira (20), del Rosario
(19), de la Peña de Francia y de Buena Viaje (14 cada una).
La influencia de las órdenes religiosas puede medirse
por las preferencias expresadas en el momento de denominar los buques. El incremento del culto a N. S. de la
Concepción era obra de franciscanos, y aparece al tope de
la lista. Lo mismo hicieron los carmelitas con la Señora del
Carmen y los dominicos con la del Rosario. La recurrencia
de N. S. de la Concepción se debió también a su condición
de patrona de Portugal, presencia constante en episodios
simbólicos de la formación del Reino desde la reconquista
de Lisboa en el siglo XII hasta la Restauración en el siglo
XVII, cuando D. João IV instituyó la Virgen de Concepción
como reina y patrona de Portugal y sus dominios de ultramar a través de una disposición real de 1646. Además, por
supuesto, la orden promotora del culto a la Concepción era
la misma en la que se había afiliado el santo más popular
en suelo portugués – el franciscano San Antonio, él mismo
invocado muchas veces en el bautismo de barcos.
También eran constantes las menciones al hijo de Dios
(64 barcos mencionan versiones de Cristo en sus nombres,
solo o acompañado de Nuestra Señora o de un santo). Además de eso, ocho barcos invocaron al jesuita San Francisco
Javier. Aunque fuera Dios el ser supremo entre cristianos
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Buenos vientos • 143
católicos, la devoción popular hizo sobresalir a Nuestra
Señora y a los santos por su piedad o por signos extraordinarios que la Iglesia acabó por sancionar como elemento
de fe. En el caso de los hombres del mar, sus hermandades profesionales los ligaban preferentemente a un santo.
En España, las elecciones recaían sobre los santos Pedro,
Telmo, Miguel, Nicolás de Bari, Francisco de Paula y Mauro. Los santos protectores cambiaron en el transcurso del
tiempo, según sus especialidades y de acuerdo con las fronteras entre los Estados. En Portugal, los más citados en los
nombres de los buques en el siglo XVIII fueron San Antonio
(con 107 menciones) y San José (88 menciones), seguidos de
Santa Ana (mencionadas 76 veces), San Francisco de Paula
(25), San Juan Bautista (21) y Santa Rita (20).
El franciscano San Antonio nació en Lisboa a finales
del siglo XII y se hizo muy popular en Portugal desde el
siglo siguiente. Entre los marineros, su devoción se originó
probablemente en ciertos aspectos de su hagiografía: en el
regreso del primer viaje por mar hecha por él, procedente
de Marruecos, una tormenta desvió el barco de llevarlo a
Lisboa, pasando a Sicilia, donde recibió ayuda. El santo,
por lo tanto, conocía por experiencia propia el miedo y el
enfrentamiento de una tempestad en el mar. Sobre todo
entre los marineros lisboetas, era común el porte de una
imagen de San Antonio buscando protección contra las
fuerzas de la naturaleza. La imagen era sumergida de cabeza
en el mar, a fin de presionar al santo a atender más rápidamente los pedidos de bonanza hechos por los marineros.
También a partir de la Restauración portuguesa, al
amparo de los franciscanos que dieron su nombre a muchas
iglesias y conventos, San José tuvo su culto ampliado. El
santo se convirtió en uno de los tutelares del Reino de Portugal, en la medida en que D. João IV, el restaurador, había
nacido el día de San José, el 19 de marzo. En el reinado de su
bisnieto, José I, muchos barcos transportaban el sugestivo
nombre de San José Rey de Portugal, menos una santificación del rey que un reconocimiento de la protección que
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144 • Buenos vientos
supuestamente daba el santo para el Reino. Si tenía promotores en las órdenes religiosas y en la nobleza, San José
también poseía devotos en la religiosidad popular portuguesa: con San Antonio, eran socios en buena muerte, y
San José también fue nombrado protector especial de los
comerciantes de esclavos que querían formar una empresa
comercial en la Bahía de mediados del siglo XVIII (Verger,
1981, p. 48), aunque nada en los Evangelios justifica tales
atributos al padre adoptivo de Jesús.
Aunque no tan numeroso en cantidad de menciones,
el Cuerpo Santo o San Telmo se destacaba específicamente por la devoción marítima entre portugueses y gallegos,
donde el culto se extendió a través del trabajo de los dominicos y en torno al cual se construyó una fusión de creencias pre-cristianas y cristianas. Las historias de devociones
a los santos a veces aparecen en los estudios obedeciendo a las fronteras. En Portugal, la versión más popular en
la hagiografía de este santo informa que Pedro Gonçalves
Telmo caminaba por la noche con una luz en los lugares
más peligrosos del litoral para alumbrar las embarcaciones
y librarlas de naufragios. Desde el siglo XIV, había una hermandad de navegantes y pescadores en Setúbal, donde se
edificó la primera capilla del Cuerpo Santo o de San Telmo
en Portugal. Ya la iglesia del Cuerpo Santo en Lisboa se
creó a finales del siglo XVII, y ambas fueron levantadas
por el estímulo de los dominicos. El culto al santo alcanzó
las islas atlánticas en el siglo XVIII, donde la hermandad
del Cuerpo Santo de Funchal, en Madeira, daba dinero a
los camaradas marineros y pescadores para la compra de
mortajas (Ferraz, 2014, p. 149). La devoción llegó temprano
a la América portuguesa, ya que piratas ingleses robaron
los bienes de la capilla del Corpo Santo en Recife, en 1594
(Silva, 2001, p. 41).
Muchos viajeros se refirieron -eventualmente con
temor– al rastro de luz en alta mar que era entendido como
una aparición de ese santo. Pigafetta, por ejemplo, lo hizo
más de una vez (Pigafetta, 1986: p. 56, 68). Claro está que
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Buenos vientos • 145
la electricidad en medio de las tempestades no aparecía
sólo para embarcaciones católicas. El protestante alemán
Hans Staden, en su primer viaje a América, realizado en
un barco portugués en mediados del siglo XVI, enfrentó
una tormenta que hizo a toda la tripulación implorar por
buenos vientos. En una noche de violencia extrema de los
elementos “el portugués dijo que estas luces eran agradables
señales de buen tiempo enviado por Dios como un consuelo
en nuestras pruebas”, llamándolos fuego de Santelmo o Corpus
sanctum (Staden, 1998, p. 23). De acuerdo con un capitán
británico del siglo XVIII, los marineros de su país consideraban tales rastros como obras de duendes, a los que llamaban Davy Jones. Nuestra Señora, campeona en referencias,
era venerada en el mar y en tierra por los marineros. En
el mar, donde abundaban peligros individuales y colectivos;
en tierra, donde los marineros hacían procesiones de agradecimiento por los rescates atribuidos a ella. Los ejemplos
son numerosos, como vemos en Pigafetta y en la História
Trágico-Marítima, esta “Biblia del sufrimiento y de la muerte” que rondaba los portugueses (Souza, 1993, p. 95). El
inglés Thomas Lindley, preso en Salvador en los primeros
años del siglo XIX, confirmaba los comentarios hechos por
otros viajeros protestantes acerca de la devoción a Nuestra
Señora entre los lusos-brasileños: “(…) la patrona, la Virgen,
es especialmente invocada por los barcos y buques pesqueros” (Lindley, 1969, p. 40). Lindley estaba en tierra cuando
escribió esas palabras, y era en tierra que los mareantes que
habían enfrentado los peligros del mar expresaban su gratitud por las acciones que atribuían a la Virgen. En Portugal
había más de 155 lugares de peregrinación a mediados del
siglo XVIII, con los templos marianos situados en las regiones más pobladas y siendo los más buscados. En Lisboa,
en especial, las seis iglesias que pertenecían a hermandades
de los hombres de mar eran una prueba de la devoción
mariana entre estos profesionales (Silva, 2001, p. 33).
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146 • Buenos vientos
En la primera mitad del siglo XVIII, cuando había tormentas, plagas y naufragios, el devoto D. João V se unía a
los habitantes de Lisboa en procesiones. Uno de los lugares
de reunión era la capilla de N. S. del Livramento, en Cascais, protectora de marineros y pescadores. En la ciudad de
Bahía, desde muy temprano, con la creación de la capilla
de N. S. de la Concepción de la Playa en el tiempo del
primer gobernador general (1549), pescadores y hombres
del mar que allí aportaban la eligieron para su devoción y de
ella hacían partir la procesión del Señor de los Navegantes.
Arraigado entre los pescadores, el culto mariano popular
hacía que todo templo dedicado a la Virgen recibiera denominaciones relacionadas al mar y la santa fuera presentada
como una mujer sufriente, “esposa o la madre atormentada
por el miedo de que su compañero o hijo pierda el combate
con las olas a menos de un kilómetro de la costa, a la vista
de la aldea” (Couto, 2004, p. 99). La capilla de Buen Viaje, en
la misma localidad, fue una de las escogidas por marineros
para agradecer a la supuesta protección divina, con procesiones que de allí partían en honor del mismo Señor de los
Navegantes y de Nuestra Señora de Buen Viaje, mientras
que las evidencias del Señor del Bonfim como protector de
la misma categoría profesional y de traficantes en particular
viene de mediados del siglo XVIII.
Consideraciones finales
En las manifestaciones de religiosidad, los hombres ibéricos
del mar en la época moderna evidenciaron conflictos, dudas
y resistencias a los intentos de imposición de la ortodoxia
católica. Pero, a su modo, también expresaron una adhesión, ejemplificada en el culto mariano y en la preferencia
por ciertos santos católicos. Todo esto era semejante a lo
que la gente de tierra también hacía: no obstante, sobre
los marineros pesaban, de forma colectiva, los estigmas de
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Buenos vientos • 147
desobedientes y heterodoxos. La historiografía que se inclinó sobre la religiosidad de los marinos en tránsito por el
Atlántico apunta caminos de análisis e indica que se trata de
una cuestión abierta (Alfonso Mola y Shaw, 2007, p. 172).
Aquí exploré algunas prácticas religiosas de los mareantes
a partir de fuentes diversificadas, entre los siglos XVI y las
primeras décadas del XIX. Eses hombres fueron entendidos
como un grupo profesional. Considerando incluso el aislamiento proveniente del trabajo y del ambiente, no los encaré como sujetos completamente autónomos y libres, sino
con necesidades, intereses y antagonismos experimentados
y transformados en conciencia, cultura y acciones.
Estuvieron en cuestión las prácticas y las manifestaciones empíricamente verificables, comprendidas como expresiones de la religiosidad en la realidad social. Me concentré
en la cuestión del culto mariano y de algunos santos, teniendo claro que la religiosidad marinera tenía otros aspectos
que merecen estudios, tales como: las adaptaciones de las
misas a bordo; la importancia de los sacramentos, en especial la confesión, la comunión y el bautismo; los entierros
en las muertes ocurridas a bordo; las concepciones acerca
de Dios y del demonio y las manifestaciones de ambos;
las divergencias en los cultos de católicos y protestantes;
promesas, procesiones y ex-votos; desviaciones y heterodoxias, entre otros numerosos temas. El marco temporal
plantea el problema de la escasez de estudios de historia
marítima sobre los siglos XVIII y XIX en Portugal y sus
colonias. Se observa en la historiografía la existencia de una
“edad de oro” del catolicismo portugués, que iría desde la
expansión marítima del siglo XV hasta la época del Marqués
de Pombal a mediados del siglo XVIII, con la Iglesia y la
Corona tratando de hacer cumplir las normas del Concilio
de Trento. El viraje se daría con “la política anti-jesuita del
Marqués de Pombal y en especial con la emergencia del
liberalismo, cuando aparecieron señales de creciente secularización. Buena parte de los análisis se concentra en los
siglos XVI y XVII, entendidos como época dorada de las
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148 • Buenos vientos
navegaciones ibéricas, siendo los siglos siguientes estudiados de forma lateral, casi como si las luces de la razón
iluminista hubieran adentrado la vida cotidiana del hombre
común de modo inequívoco. A esto se suma el hecho de
que la marina mercante y el poder marítimo portugués en
los siglos XVIII y XIX ya no servían para apoyar el orgullo
nacionalista, después de haber perdido gran parte de su
vanguardia técnica, su heroísmo y su importancia económica si se compara con los Quinientos. Stuart Schwartz invita
a la reflexión, al argumentar que después que los ecos de
la Revolución Francesa y de la revuelta esclava de Haití se
extendieron por el mundo atlántico, las preocupaciones con
las prácticas religiosas heterodoxas migraron de la moral a
la estabilidad política (Schwartz, 2009, 334), pero no dejaron de existir y ni de valerse de los instrumentos usados
desde la época dorada.
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Ideas y prácticas
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Mundo atlântico e ensino de história
A proposta da Base Nacional Comum Curricular
– BNCC (2015)
EDNA MARIA MATOS ANTÔNIO1
Introdução
Em 2015, proposta de revisão curricular para o sistema
educacional brasileiro provocou intensa discussão que não
se restringiu a professores e especialistas da área. A Base
Nacional Comum Curricular – BNCC é um documento
do Ministério da Educação2 que tem por objetivo orientar
os percursos e sentidos da aprendizagem e do desenvolvimento intelectual dos estudantes por meio da indicação de
conteúdos a serem tratados em sala de aula em todas as disciplinas da grade curricular das escolas públicas e privadas,
desde a Educação Infantil até o Ensino Médio. Publicada em
16 de setembro daquele ano, a proposta esteve disponível na
internet para consulta e sugestões até 15 de março de 2016,
período em que recebeu contribuições de alunos, professores, pais, educadores e sociedade civil sobre a proposta de
conteúdos apresentados para as disciplinas.
1
2
Universidade Federal de Sergipe/UFS – Brasil.
ednamatos.antonio@gmail.com.
A época, a presidente era Dilma Rousseff e o Ministro da Educação, o filósofo Renato Janine Ribeiro.
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153
154 • Buenos vientos
Prevista na Constituição Federal3 e inscrita como meta
nº 7 no Plano Nacional de Educação de 2014,4 a BNCC,
ainda que não possua a pretensão de ser um currículo, é
ferramenta importante no sistema educacional brasileiro,
pois visa orientar a aprendizagem por meio da definição
de competências e habilidades em cada área, determinando como os objetivos devem ser alcançados e indicando
o que deve prevalecer em termos de assuntos e estratégias pedagógicas. A natureza uniformizadora do documento,
embutida nos termos “base” e “comum”, indicava o ponto de
partida da construção gradativa do conhecimento, habilidades e competências e, prevê a inclusão de conteúdos relacionados às particularidades sociais e culturais regionais deste
imenso país, ao estipular que dos conteúdos elencados para
a Educação Básica, 60% se originam da BNCC e os outros
40% deveriam ser determinados por estados e municípios.
No curso da análise do documento, assistiu-se, no
que concerne à área de História, a importantes debates
que envolveram concepções diversas sobre a referência de
abordagem e a seleção dos conteúdos a serem ensinados.
Entre as críticas mais contundentes, esteve a exclusão da
história antiga, medieval e moderna, substituída por temas
centrados no que se entendeu ser perspectiva excessivamente atlântica (americana e africana) no modo de olhar a
experiência histórica.
O presente texto objetiva tecer algumas considerações
sobre a proposta de abordagem embasada numa história
atlântica, que estaria subjacente ao sentido que estrutura o
enfoque do ensino de história no documento, de modo a
propor reflexão sobre como a ideia foi operacionalizada na
primeira investida por essa perspectiva. Assim, faz-se breve
3
4
A Constituição Federal em seu art. 210 determina que “serão fixados conteúdos mínimos para o ensino fundamental, de maneira a assegurar formação básica comum e respeito aos valores culturais e artísticos, nacionais e
regionais. disponível em: https://bit.ly/3drQssx.
O Plano Nacional de Educação (2014-2024) fixou as diretrizes, metas e
estratégias para a política educacional no Brasil num prazo de dez anos.
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Buenos vientos • 155
reflexão sobre a importância de currículos no sistema educacional, entendido como instrumento de mediação, pela
educação, entre poderes acadêmicos e políticos institucionais e projetos de sociedade, no qual se dá ênfase às principais transformações ocorridas na disciplina História em sua
dimensão de ensino. Na sequência, se apresentam fundamentos teóricos do uso do conceito de mundo atlântico no
campo acadêmico contemporâneo que, constatadas não ser
tão novo, mas de adoção ainda tímida e incipiente, se não
na pesquisa, certamente no ensino. Passa-se a caracterizar
os argumentos do debate e a crítica formulada por especialistas em seus pontos principais no que tange a um modo de
presença dessa temática naquela organização curricular.
O objetivo é analisar, reconhecidamente de forma
introdutória, como uma iniciativa de abordagem atlântica
no ensino, a partir da organização do currículo, foi construída, recebida e, por que não dizer, demolida por segmentos do grupo de historiadores brasileiros. O material de
consulta para fundamentar a análise foram a primeira versão da BNCC,5 artigos e matérias jornalísticas selecionados
e divulgados na imprensa e o manifesto (cartas) das associações profissionais docentes, como a Associação Nacional de
História – ANPUH, todos disponíveis na internet.
Currículo e Ensino de História: intricadas relações
O termo “currículo” designa, de forma bem ampla, o conjunto daquilo que se ensina e que se objetiva aprender,
de acordo com uma ordem de progressão determinada, no
quadro de um dado ciclo de estudos. Pode ser entendido
como um programa de estudos ou um programa de formação, mas requer ser compreendido em sua globalidade,
uma vez que implica em coerência didática e continuidade
5
Brasil. BNCC, 2015 Disponível em https://bit.ly/2Uhtug2.
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156 • Buenos vientos
temporal, com um explicito sentido indicado pela organização sequencial das situações e das atividades de aprendizagem às quais ele dá lugar. (Forquin, 1996, p. 188).
A essa definição, bastante efetiva e prática, acrescentese uma importante dimensão que é a do significado do
currículo por sua intenção política e por ser resultado de
composição de forças institucionais e acadêmicas. Nisso,
sua construção encerra uma dinâmica de relações de poder
em torno do conhecimento e dos sentidos/funções que a
educação dever ter para uma sociedade. Conforme bem
apontou Michael Young (2014), sociólogo da educação, o
currículo representa o produto de um sistema de relações
sociais e de poder com uma história específica o que leva a
considerar que o mesmo possa ser entendido como “conhecimento dos poderosos” a mesmo tempo que materializa
um corpo complexo de saberes especializados que o qualifica como “conhecimento poderoso”.
A discussão sobre currículo sempre instigou o interesse dos historiadores e pesquisadores do ensino de história.
Ainda que se observe um recorrente direcionamento para
problematizações originais e a ampliação da preocupação
com a temática na produção acadêmica, especialistas identificaram que paralelo a esse desenvolvimento ocorreu dispersão conceitual no que se entende por currículo.6 O fato
é que, como esclareceu Fonseca (2006), a disciplina história,
no Brasil, nasce no espaço escolar para depois alcançar o
amparo acadêmico, a partir do qual se observa, no presente,
6
Não é a tônica da reflexão aqui ensejada mas é importante pontuar a existência de intenso debate sobre as teorias de currículo que sumariamente
podem ser indicadas: as teorias tradicionais, as críticas e as pós-críticas.
Matos & Paiva observam que, na prática, os estudiosos “tem-se adotado um
hibridismo de tendências teóricas no estudo das políticas e práticas curriculares, o que pode “[...] gerar tanto deslizamentos teóricos como a emergência
de novas ideias e conhecimentos” (2007). De qualquer forma, considerar a
"sociologia do currículo, por sua insistência nos conteúdos, na sua natureza
e na sua forma, no modo como eles são selecionados, organizados e distribuídos através das diferentes fases da "cadeia didática" (Forquin, año) parece
uma opção teórica bem satisfatória.
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Buenos vientos • 157
a inversão do caminho a ser percorrido em termos de concepção sobre o que se deve ensinar e aprender nas salas de
aula, pois as universidades constituíram no centro irradiador dessa elaboração.
No Brasil, desde muito cedo em sua história nacional,
privilegiou-se o estudo de sua trajetória histórica por meio
da adoção do esquema francês quadripartite que impõe
que a história humana seja marcada cronologicamente por
quatro etapas: antiga, medieval, moderna e contemporânea, esclarecimento que faz parte das “descobertas” de todo
aluno iniciante neste curso. A aceitação desse modo de
organizar o fluxo temporal da história incidia ainda sobre
metodologia de análise e ensino, que estava calcado no
paradigma positivista, evolucionista e eurocêntrico, tributário das noções de barbárie, civilização e progresso.
A regulamentação da disciplina História remonta 1838,
em pleno período Imperial, e seria ensinada a partir da
6ª série. O ensino de História se torna, nesse momento,
segundo Fonseca, instrumento de poder do Estado e resulta na construção de uma História brasileira marcada pela
exaltação da colonização portuguesa e ação da evangelização da Igreja Católica. Inicia-se uma tendência que vai
permanecer pelos séculos seguintes em que os programas
curriculares de História foram assuntos de ação do Estado e sua composição temática e apropriação pelas escolas
e docentes assumem significado de estratégias de controle
institucional e cultural.
Na década de 1940 do século XX, o ensino da História
do Brasil passou a ser obrigatório, mas guardava profunda
relação de conformidade a essa divisão temporal e compreensão da dinâmica do processo histórico que os territórios, anteriormente possessões coloniais, almejavam alcançar
os níveis civilizatórios consagrados pela experiência europeia. Era imperioso que os conteúdos ajudassem a construir
conhecimento que perpetuasse valores, acontecimentos e
visões próprias do mundo europeu, inclusive no tratamento
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158 • Buenos vientos
de conteúdos e processo da parte nacional em cada país não
europeu, interpretados à luz de referenciais e representações do passado externos à sua cultura.
Neste contexto, a História assumiu papel importante
enquanto disciplina escolar para disseminar os valores
morais e políticos de nação e de patriotismo segundo o
ideário do governo de Getúlio Vagas 7 que explorou a
potencialidade das instituições escolares e, mais especificamente, o saber histórico para a construção de uma identidade nacional fazendo uso da criação e exaltação de fatos
e imagens de heróis nacionais como Tiradentes e Duque
de Caxias.
Conforme explica Cerri (2009, p. 152), uma concepção
tradicional de ensino de História tem como características
principais privilegiar a ordem cronológica dos conteúdos e
sua linearidade. A partir dos anos 1960, esse tipo de abordagem foi criticado e combatido pelos historiadores, sem
que efetivamente se conseguisse substituir esse modelo em
definitivo para pautar a prática de ensino. Deve-se assinalar, contudo, que nesse contexto também ocorreu a expansão e o aprofundamento da difusão das teorias pedagógicas
norte-americanas, que passaram a ser mais bem conhecidas
entre os educadores brasileiros.
Nos anos 1980 e início dos anos 1990, contexto marcado pelo fim do período da ditatura civil-militar em nosso
país, o ensino da História foi influenciado por pluralidade
de correntes teóricas que abarcavam desde a Escola Metódica (vulgarmente chamada de positivismo) e o marxismo
até a História Nova dos Annales. Tal diversidade teórica e
ideológica incidia sobre a prática pedagógica com a presença cada vez maior de autores europeus, muito utilizados
nos debates sobre a produção historiográfica e pedagógica
7
Era Vargas é como se convencionou chamar o período da história do Brasil
entre 1930 e 1945, quando Getúlio Vargas governou o Brasil por 15 anos:
Governo Provisório (1930-1934), Governo Constitucional (1934-1937) e o
Estado Novo (1937-1945).
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Buenos vientos • 159
e com forte presença nas propostas de reforma curricular.
Destacam-se a pedagogia histórico-crítica e a incorporação
da produção da historiografia marxista inglesa, com assimilação das obras de Edwuard. P. Thompson (1924-1993) e
Eric J. Hobsbawm (1917-2012), no intuito de evidenciar o
protagonismo das massas, dos trabalhadores e das preeminência das análises das relações de trabalho.
Os anos de 1997 e 2000 marcaram mudança significativa no modo de pensar o currículo, pois, alinhados com
o estabelecido pela Lei de Diretrizes e Bases da Educação
Nacional (LDB),8 foram criados os Parâmetros Curriculares
Nacionais (PCNs)9 para o Ensino Fundamental e o Ensino
Médio. Os PCNs formularam críticas sobre o ensino tradicional de História, marcando de vez importante avanço
no estudo do conhecimento da tendência historiográfica
denominada “Nova História” e exigindo modificação nos
paradigmas didático-pedagógicos vigentes. Com base no
modelo historiográfico francês, exploravam-se as possibilidades de reflexão e conhecimento sobre o passado promovidas pela História temática, pela micro-história, pelo
8
9
A Lei de Diretrizes de Bases da Educação Nacional (LDB), foi sancionada em
20 de dezembro de 1996. Inovava ao definir medidas para ampliar o acesso e
melhorar o direcionamento dos recursos financeiros públicos para ensino.
Foi responsável por introduzir mecanismos de avaliação do ensino presentes no cotidiano escolar como o Índice de Desenvolvimento da Educação
Básica (IDEB) e o Censo Escolar. Determinou-se o aumento do tempo letivo
para o mínimo de 200 dias e 800 horas anuais. Para os docentes, inclui a
obrigatoriedade de horas de estudo pedagógico de forma remunerada bem
como a exigência de formação em ensino superior para habilitação em ensino, o que provocou esforços para sua adequação uma vez que esta não era a
realidade de muitas cidades do país. Outro avanço foi a especificação dos
recursos que a União deveria aplicar anualmente em Educação (os até recentemente 18% do PIB) e a definição das competências de cada esfera administrativa (município, estado e União) no edifício escolar brasileiro.
https://bit.ly/2UEZV7a.
Parâmetros Curriculares Nacionais, mais conhecidos como PCN, criados
em 1997, são um conjunto de diretrizes por disciplina para orientar a elaboração ou revisão curricular; a formação inicial e continuada dos professores;
a produção de livros e outros materiais didáticos e a avaliação do sistema de
Educação.
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160 • Buenos vientos
cotidiano e pelo imaginário, sem que fosse abandonado de
forma definitiva o ensino da História linear, cronológica
e factual, que valorizava a figura dos heróis, herdeira da
experiência ditatorial militar das décadas de 60 e 70, minimizando a percepção e capacidade de problematização das
contradições sociais e a possibilidade de reflexão crítica.
Em termos de didática e prática de ensino, observouse a valorização do uso diversificado de fontes na sala de
aula e a incorporação de novas linguagens, como, por exemplo, explorar o potencial didático do patrimônio histórico e
artístico/cultural e o uso de filmes e tecnologias.
Em fins do século XX e início do XX, com a edição
do Referencial Curricular Nacional para as Escolas Indígenas (1998) e de lei tornando obrigatório o ensino de História e Cultura Afro-Brasileira (lei 10.639/2003), abriu-se
diálogo com o movimento político e social que objetiva a
valorização dos diversos grupos étnicos e culturais do país,
incentivando melhor conhecimento da cultura e da história
desses grupos sociais pouco visualizados na produção e no
ensino de História.
Fica evidente a percepção de que o currículo não
é neutro, desinteressado, mas sofisticado produto sóciocultural que reflete as lutas políticas e disputas de hegemonias sobre o sentido das narrativas e construções das
representações do passado. Os sentidos dados ao ensino
de História inserem-se nos intensos confrontos teóricoideológicos sobre a elaboração/ressignificação da experiência do tempo e sua influência para a construção de referenciais identitários e memorialísticos bem como na tessitura
de saberes demandas e agenda políticas de grupos sociais e
minorias no presente.
Longe de dizerem respeito apenas à área educacional
ou à prática pedagógica dos professores, fica patente que
as mudanças curriculares devem ser concebidas como elementos da política de desenvolvimento social e político
de um país e de uma perspectiva de sociedade. Assim, na
análise dessas produções sociais é possível identificar os
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Buenos vientos • 161
nexos de articulação com um projeto/projeção específico de
Estado e sociedade, o que explica, em grande parte, porque
o planejamento curricular incita tantos debates, disputas
e concorrências e tem sido ponto crucial de tratamento
nas reformas educativas, especialmente na América Latina
(Domingues, Toschi & Oliveira, 2000, p.64).
Aproximações ao conceito de Mundo Atlântico
Apesar de não ser exatamente novidade (desde a década de
40 do século XX o conceito “mundo atlântico” é usado por
estudiosos), apenas recentemente pode-se assinalar o crescimento de produção historiográfica pautada em adoção
de perspectiva atlântica na análise. A história atlântica tem
ocupado espaço relevante, principalmente nas academias
norte-americanas e em alguns centros europeus, e, embora não seja categoria completamente desconhecida entre
os intelectuais brasileiros, é possível identificar inserção
ainda modesta em termos de produção de conhecimento
histórico em nosso país que dialogue com esse recorte e
com seus procedimentos metodológicos, ressalva feita aos
estudos africanos, em que se nota crescimento e aperfeiçoamento analítico.
Por mundo atlântico, enquanto categoria de análise,
entende-se o espaço geográfico, social e econômico complexo que envolve três continentes – Europa, África e América – em constantes trocas comerciais, políticas, sociais,
culturais, religiosas, ecológicas e biológicas, operadas historicamente desde o século XVI (início da formação do mundo atlântico) até meados do XIX.
Desde os anos 60 do século XX muito se discute sobre
como promover ruptura epistemológica com o eurocentrismo impregnado nos conteúdos curriculares, no ensino
de História e nas práticas acadêmicas. A discussão ganhou
fôlego com a publicação da obra Orientalismo, de Edward
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162 • Buenos vientos
Said, em 1978, que ajudou a descortinar as nuances dos discursos de dominação cultural e perspectivas etnocêntricas
presentes na produção do conhecimento, na sua reprodução e, por efeito, no entendimento do outro, dos modos
plurais de ver/vivenciar/representar um mesmo processo
histórico por uma posição de alteridade e a internalização
social da experiência histórica.
No Brasil, ainda que muito se tenha avançado pelos
efeitos da execução de legislação educacional específica
sobre a obrigatoriedade do ensino de história e cultura africanas e indígenas, o que proporcionou o alargamento da
nossa compreensão sobre essas dimensões ao desobjetificar grupos e sujeitos históricos, é patente que a visão de
mundo ocidental baseada na perspectiva europeia, com suas
categorias e noções que indicam superioridade, é insuficiente – e mesmo ineficaz – para explicar a complexidade da
modernidade atlântica colonial. Abordagens têm contestado a centralidade europeia e seu movimento de imposição
e homogeneização de culturas e de práticas sociais e econômicas, bem como a imposição de uma visão etapista/civilizacional dos processos históricos dos povos não europeus.
Nesses padrões explicativos atuam referenciais étnicos,
religiosos e de gênero emanados de um poder (econômico, político, cultural) que busca impor uma versão sobre o
passado, que, dessa forma, o controlam. Dizem respeito às
prerrogativas de construir as categorias de análise, de dar
significados aos conceitos e os sentidos das narrativas, e
que, aplicados à experiência colonial, acabam por reiterar
a condição de subalternidade, hierarquia e marginalização
de várias ordens e complexidades identificáveis até hoje e
ainda acriticamente resgatadas para explicar/legitimar as
condições de atraso e periferia dessas sociedades.
Externamente, nos anos 1960, especialmente nos centros acadêmicos nos Estados Unidos, as análises que adotavam perspectiva histórica “atlanticista” ganham renovado
impulso pelo abandono da visão altamente ocidentalizada
da história e sua defesa, típica dos anos 1950 e produto da
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Buenos vientos • 163
influência ideológica do mundo bipolarizado no contexto
da Guerra Fria. Esse descolamento permitiu o surgimento
de historiografia independente, o que provocou o amadurecimento de pesquisas sobre o Atlântico em geral e sobre
o Atlântico Norte e sua relação com a África especificamente, avanço refletido na significativa produção sobre o
tema (Cecatto, 2017)
Essa perspectiva, que se desenvolve a partir da década
de 1970 e alcança considerável aumento nas seguintes, é
motivada pelo direcionamento dos pesquisadores para o
campo da história africana, em que os estudos de sua diáspora permitiram conhecer não só a diversificada geografia das sociedades africanas e americanas, mas também,
e sobretudo, suas complexas interações, o que contribuiu
para pensar a história do Atlântico de forma integrada. Nesse movimento historiográfico, a afirmação de Thornton,
um dos seus mais importantes especialistas, de que é necessário romper com a ideia de que a história do Atlântico
ainda deve ser a história dos europeus e o resto apenas pano
de fundo (2004, p. 44), sintetiza bem o direcionamento epistemológico e político assumido por esses intelectuais.
Trabalhos dessa natureza inspiraram a produção historiográfica de “atlanticistas” e “africanistas” nas décadas de
1980 e 1990. Assim, a ideia de integração começou a ganhar
corpo nas abordagens históricas e a obra O Trato dos Viventes, de Luiz Felipe Alencastro (2000), contribuiu para dar
visibilidade à uma interpretação que deu primazia à integração do Atlântico-Sul português e evidenciar a aplicabilidade metodológica e teórica de análises dessa natureza.
Essa perspectiva teórico-metodológica tem importância e funcionalidade, ao admitir pensar o Atlântico como
elemento de conexão ou espaço integrador, não ausentes
formas próprias de atuar nesse processo. Segundo Armitage
(2014), o modelo de investigação proposto pela categoria de
mundo atlântico envolve três formas particulares: 1) como
zona de circulação e trocas constantes entre as sociedades
que se ligam ao Oceano, não necessariamente presentes em
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seus litorais; 2) como meio em que diferentes sociedades
entram em contato, mas se constituem com particularidades que ensejam olhar comparativo; 3) como categoria que
articula experiências locais a processos mais amplos.
Ainda que guarde certo paradoxo incômodo uma vez
que o termo “Atlântico” foi uma criação europeia, convém
sublinhar que nessa operação de construção simbólica e
geográfica, que também era econômica e social, a própria
noção de Atlântico deve integrar a discussão como um problema epistemológico a ser esclarecido. Torna-se importante frisar que admitir o domínio europeu nos processos de
exploração colonial e seus desdobramentos, contudo, não
deveria significar produzir uma história exclusivamente a
partir de seus filtros de análise e construção de conceitos,
impondo versão unilateral ao atropelo de outras vozes e
agentes desse mesmo processo.
Acolher o uso do conceito que pressupõe integração
espacial/social não resulta em conhecimento histórico
menos crítico. Conexão nem sempre quer dizer conformidade e não impede que esta seja tensa, opressora e violenta.
Assim, reconhece-se que tais interações de várias ordens
provocaram profundas consequências para os povos e espaços enredados na modernidade atlântica.
A ideia é que se possa criar condições para a efetivação
de uma operação epistemológica incisiva, encontrar modos
de promover a discussão sobre as experiências e heranças
do colonialismo sob novas bases interpretativas, inclusive
a nível discursivo/simbólico, que resulte na identificação e
no reconhecimento dos agentes coloniais em seus variados
matizes de envolvimento e interação e como construtores
da sociedade e da história de um país que também lhes
pertence e precisam ser lembrados para além da condição
de periferia.
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O passado passa pelo Atlântico: uma possibilidade
de organização curricular
Como visto, na última década do século XX, o conceito
de “História Atlântica” se fortaleceu e muitos ganhos interpretativos foram obtidos na produção do conhecimento ao
fomentar um sentido nas abordagens marcado pelo deslocamento de olhar que colocava a Europa como principal protagonista da dinâmica histórica. Ainda que processo
em construção, seus efeitos práticos podem ser observados
inclusive na forma como se concebe, se ensina e se pesquisa
a História não somente da Europa, mas da América e da
África, com um número crescente de reflexões denunciando
o colonialismo intelectual e as possibilidades de superação
deste modelo explicativo.
A alteração no lugar de enunciação de experiência histórica e análise desse processo parece elemento bastante
diferenciador na proposta da BNCC analisada.
As prioridades de conteúdos que estruturavam o documento de 2015 foi resultado de trabalho de comissão
de especialistas definida pelo Ministério da Educação em
junho daquele mesmo ano. O texto preliminar foi lançado
em julho no Portal BNCC, com abertura de espaço para
contribuições do público em geral e de categorias profissionais ligadas à educação, resultando, segundo o MEC, em
aporte de mais de 12 milhões de mensagens. No âmbito do conhecimento acadêmico, foram realizados diversos
encontros organizados por universidades, grupos de pesquisa e pela ANPUH – Associação Nacional de História
para discutir a BNCC. Alguns membros da comissão elaboradora participaram presencialmente desses debates.
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Na proposta para o ensino de História,10 os conteúdos
se articulam a três eixos: a) procedimentos de pesquisa; b)
categorias, noções e conceitos e c) dimensão política cidadã
que podem ser interpretados “como fazer”,” o que se aprende” e “qual o sentido/objetivo” desse processo.
Para o Ensino Fundamental, o documento propunha
a necessidade de evidenciar os nexos com os processos
ocorridos em outras partes do mundo, marcadamente na
África, nas Américas e nos mundos europeu e asiático, de
modo a fomentar o desenvolvimento de habilidades para
a conceituação, a análise e a síntese de processos históricos, sempre inter-relacionando a história do Brasil com a
de outros espaços.
Na proposta de conteúdos para o Ensino Médio, aprofundamento do trabalho desenvolvido no ensino fundamental, apresenta-se abordagem atlântica mais evidente,
dividida em: a) mundos ameríndio, africano e afro-brasileiro; b)
mundo americano e c) mundo europeu e asiático, devido não
apenas pelo uso do termo “mundo”, mas pela primazia do
enfoque por espaços não europeus.
No primeiro ano, no âmbito dos conteúdos “mundos
ameríndio, africano e afro-brasileiro”, o professor trabalharia as formas plurais de percepção da contagem do tempo valorizando as experiências, as representações das datas
comemorativas, inclusive a percepção europeia, e a forma
como elas são tratadas pelos poderes instituídos nos séculos XX e XXI.
Entre os objetivos elencados constavam: construir o
conhecimento sobre a África como matriz de origem de
muitos grupos; conhecer a pluralidade de visão de mundo, mitologia e tradições da cultura africana; aprofundar o
conhecimento das várias comunidades no continente americano e africano; conceituar afro-américa e afro-atlântico
como categorias formadas a partir da colonização europeia.
10
A área de História na BNCC está apresentada da p. 241 até p. 259 para o
Ensino Fundamental,; desta até 265 para o Ensino Médio.
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Buenos vientos • 167
Destaca-se o objetivo de “conhecer o passado indígena
das Américas através do patrimônio material e imaterial”
(Brasil, p.261) por remeter a importância do conhecimento
da história dos povos originários deste espaço e anteriores à chegada dos europeus cujos registros não passam por
vestígios de escrita.
Quanto à dimensão política e cidadã, o documento previa que deveriam ser estudadas as relações entre o Brasil e
África do século XVI ao XX para construir conhecimento
que permitisse valorizar o protagonismo de africanos, ameríndios, afro-brasileiros e imigrantes. Caberia ainda conhecer a importância dos movimentos sociais negro e quilombola e do respeito às etnias através da abordagem dos
diferentes sentidos e representações do ser africano e afrobrasileiro, com claras finalidades de criar valores de combate à discriminação racial e problematização das questões
para o acesso à cidadania.
No segundo ano, o aluno estudaria História por uma
abordagem que enfatizava a história do continente americano. Nela, a orientação era sublinhar a utilização de recursos
tecnológicos e do patrimônio material e imaterial desses
povos como recurso para conhecer o passado indígena da
América, com ênfase na ocupação do território e nos conflitos armados ocorridos em sua História.
Para o terceiro ano, propunha-se conhecer a colonização, o processo de hibridismo cultural, as lutas de independência e a constituição das fronteiras, que, resultantes dos
conflitos do passado, redefinem as configurações territoriais e políticas dos Estados nacionais no continente americano na contemporaneidade; promover a análise da formação das elites políticas e intelectuais no contexto do século
XIX; promover a compreensão da natureza dos conflitos
intra-elite e desta com os demais grupos sociais através das
manifestações do porfirismo, no México; do caudilhismo,
na Argentina, e do coronelismo, no Brasil; estudar o imperialismo norte-americano exercido na América; conhecer
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168 • Buenos vientos
os principais processos revolucionários para finalizar com
a análise da formação dos blocos econômicos próprios da
sociedade latino-americana.
Na dimensão política/cidadã, propunha-se que o aluno
conhecesse e refletisse sobre as experiências históricas de
vivência de formas autoritárias de exercício do poder, bem
como as lutas dos movimentos sociais em busca de cidadania, como a conquista do direito do voto feminino.
Tal organização curricular mobilizou a manifestação
de vários grupos de pesquisa e entidades docentes, como a
ANPUH, que se posicionaram contra essa proposta curricular, argumentando ter ela excesso de perspectiva atlântica, muito fortemente presente na escolha do ponto de
referência da visualização da experiência histórica, o continente americano e o Brasil. As ausências de temas relacionados à Antiguidade e ao Medievo foram consideradas
os pontos mais frágeis do texto pois ignorou a história
africana anterior ao século XVI, importante para a compreensão das dinâmicas comerciais e populacionais que se
reelaboram no período da expansão marítima e colonização
europeia dos séculos posteriores. Suspeitas de nacionalismo e civismo também foram identificadas e denunciados
por esses críticos.11
Depois desse documento, o MEC lançou mais duas
versões da BNCC, em 3 de maio de 2016 e em 6 de abril
de 2017, respectivamente, para a Educação Infantil e o
Ensino Fundamental, em que estudo e ensino de História
voltou a seguir o enquadramento cronológica tradicional.
Em dezembro de 2017, proposta de BNCC para o Ensino
Médio foi lançada com a completa exclusão da disciplina
História e estabelecimento de prazo de dois anos para as
secretarias municipais e estaduais de educação reelaborarem os currículos, com orientação de adicionar conteúdo e
11
Por exemplo, em Carta crítica da ANPUH-Rio à composição do Componente Curricular História na BNCC. Disponível em: https://bit.ly/3drWWHS. Acessado em 20 de junho de 2016.
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Buenos vientos • 169
objetivos e indicar as metodologias que julgarem adequadas. Não se retornou ao texto da proposta original com
as sugestões da sociedade nem dos intelectuais, em razão
da alteração profunda na política do MEC no contexto da
derrubada da presidente Dilma Rousseff em 2016. E assim
encerrou-se oportunidade de tratar a construção do currículo de modo democrático mesmo custando controversos debates.
Apesar dos problemas de abordagem apontados e o
enfrentamento das subáreas temáticas suscitado, nota-se
que a experiência de discussão tão ampla e envolvente sobre
os conteúdos de História causou uma mobilização nunca
vista, só possível em tempos de comunicação digital, em
que a capacidade de ouvir opiniões, outros pontos de vista
e fala e concepções sobre como esse conhecimento e sua
função social, deixam entrever que poderia ser esta uma
prática comum nos projetos de construção das reformas
educacionais se objetivassem uma elaboração coletiva efetiva e atenta à manifestação da sociedade em seus vários
interesses e expectativas sobre a questão.
Considerações finais
Do tratado, parece importante a destacar que a versão da
BNCC analisada significou a tentativa audaciosa de se conceber e organizar conteúdos históricos em que claramente
se desejava reduzir a predominância de uma visão europeia
como principal referência epistemológica na análise do passado. Mesmo de forma não absoluta, uma vez que noções
e conceitos desta matriz – como os conceitos de nação e
progresso – se originam na Europa e continuaram a ser
usados sem maiores contextualizações e problematizações,
ficou patente a intenção de que a história afro-americana
fosse ensinada em condições de igualdade com a história
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170 • Buenos vientos
europeia nas dimensões de importância, agentes, processos
e heranças para além das marcas de uma condição histórica
exclusivamente de subalternidade e opressão.
Outro ponto inovador estava na concepção de periodização assumida que diminuiu consideravelmente a relevância da divisão cronológica quatripatide, e propunha a realocação dela para um exercício de problematização sobre as
formas de marcar a passagem do tempo histórico, conforme
se definia: “conhecer e problematizar as diferentes formas
de periodização dos processos históricos tais como o modelo quadripartite francês (Idade Antiga, Idade Média, Idade Moderna e Idade Contemporânea), identificado como o
Brasil se insere nesta periodização” (Brasil, 2015, p. 251).
Constitui o indicativo de um esforço legítimo para enfraquecer um dos mais poderosos instrumentos de colonialidade12 intelectual: a representação cronológica da história
pelos marcos temporais europeus.
Ainda que se reconheça que a noção de mundo atlântico não se apresente de forma consistente – se considerada a
ausência de oportunidade de construção de conhecimento
pela análise da integração de espaços e processo numa mesma dinâmica temporal de experiências múltiplas no que é
necessário enfatizar que a simples proposição de realização
de “nexos” não contemplaria essa abordagem -, foi a melhor
aproximação registrada na produção de texto curricular do
ensino de História nesse sentido.
12
Por colonialidade entende-se o processo de desdobramento do colonialismo
(presença e exploração econômica) em que aspectos dessa relação colonial
permanecem e se enraízam nos saberes, grupos sociais, modos de vida, relações entre os Estados-Nação, representações culturais e construção de
consciências históricas. Opera pela naturalização de hierarquias territoriais,
raciais, culturais, de gênero e epistêmicas que servem à reprodução das relações de dominação, ainda que oficialmente extintas. Seus efeitos promovem
visibilidade para certos processos, agentes e saberes em detrimento da invisibilidade e desqualificação de outros, que passam a ser considerados inferiores e não científicos, reiterando continuamente a matriz colonial como
centro de modernidade e desenvolvimento capitalista a ser alcançado. (Restrepo & Rojas, 2012).
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Buenos vientos • 171
Mais do que isso, expôs a fragilidade de estabelecer
canais cooperativos e de fluxos de ideias e projetos, não
necessariamente confluentes mas importantes numa cultura de debate, sobre os sentidos do ensino de história a partir
de seus temas entre o grupo de historiadores.
A falta de diálogo mais efetivo com interlocutores –
especializados ou não – na fase de elaboração da proposta
contribuiu para eclosão de atritos marcados pela ausência
até de cordialidade acadêmica entre pesquisadores, revelando fissuras internas resgatadas para municiar a defesa
de projetos curriculares próprios vinculados à manutenção de sub-temas específicos no ensino. À alegada distância
entre universidade e escola inclui-se o reconhecimento das
divergências políticas nos próprios grupos acadêmicos a
dificultar tarefa de construção e constituição do currículo
no espaço social, o que reforça a necessidade e visualizá-lo
como produto de relações de poder nem sempre harmoniosas e coesas (o que é esperado mas não a ponto de asfixiar
a oportunidade de debates), para além do Estado, normalmente visto como principal instância de resistência a ideia/
práticas inovadoras no ensino, o que demanda embates e/
ou negociação.
A solicitação de contribuição aos cidadãos foi positiva
e inédita embora avente-se que teria melhor resultado se
realizada no começo dos trabalhos no intuito de fortalecer
o caráter democrático dessa complexa operação ao abrir o
diálogo com grupos intelectuais de diferentes engajamentos teóricos, referenciais de explicação histórica e áreas de
estudo e também com a sociedade de forma ampla, considerando suas variadas tipologias de saber e percepções sobre
a experiência do passado, mobilizados em discutir qual História, como e porque será ensinada no Brasil.
Certamente, mesmo com as contundentes e desabonadoras críticas, tenha ficado da experiência o quanto é
epistemologicamente desafiador repensar outras possibilidades de organização curricular para o ensino dessa disciplina. Enfim, o que se assistiu reforça o princípio de que
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o currículo é uma práxis resultante dos embates que se
travam nos grupos/instituições nos campos social, cultural,
econômico, político e educacional em disputa pelo protagonismo do poder sobre quem decide o quê deve ser ensinado
e que contemple demandas epistemologicamente tão diversas e socialmente relevantes. O poder de influenciar na criação de consciências históricas, na qual a escola, juntamente
com outras matrizes de produção de discursos sobre o passado, é um estratégico centro de produção dessas criações,
constitui fator nada desprezível e justifica tanta disputa.
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Siglo del Hombre Editores; Universidad Central, Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos y Pontifi
cia Universidad Javeriana, Instituto Pensar.
Young, M. (2014). Teoria do currículo: o que é e por que
é importante. Cadernos de Pesquisa. [online]. 44(151),
pp.190-202.
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Dominar el litoral noroeste de España
en el siglo XVIII: una tarea infinita1
MANUEL-REYES GARCÍA HURTADO2
La actividad económica en toda zona costera viene determinada por la singularidad que le otorga el que el mar sea su
frontera. Se trata de un límite cuya permeabilidad depende
de sus características geográficas, tales como la existencia
de bahías, zonas de abrigo, puertos naturales, o por el contrario que las aguas batan contra él de manera agresiva
pues solo posee escarpados acantilados o barras arenosas
que impiden que las embarcaciones se puedan aproximar a
la costa. El avance de la ingeniería hidráulica irá paliando
los déficits del territorio y mejorando las prestaciones de
aquellos lugares ya de por sí beneficiados por la naturaleza. Ahora bien, el desarrollo de la citada ingeniería es, sin
ninguna duda, la que deberá hacer frente a los más difíciles obstáculos a lo largo de la Historia y, por tanto, hay
que aguardar hasta el siglo XVIII para poder afirmar que
toma cuerpo real, tanto en el campo científico (mediante la
proliferación de los tratados franceses e ingleses, entre los
que descolla el francés Belidor, frente a uno solo español
1
2
Esta investigación se ha financiado con el proyecto de investigación “Culturas urbanas: Dinámicas en ciudades y villas del litoral noroccidental ibérico”
(Ministerio de Economía y Competitividad-Fondo Europeo de Desarrollo
Regional, HAR2015-64014-C3-2-R) y con una ayuda del Ministerio de
Educación Cultura y Deporte en el marco del Programa Estatal de Promoción del Talento y su Empleabilidad en I+D+i, Subprograma Estatal de
Movilidad, del Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica y de Innovación 2013-2016.
Universidad de A Coruña, España. reyes@udc.es.
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177
178 • Buenos vientos
que además permanecerá manuscrito)3 como en la verificación práctica sobre el terreno. Para esto último fue crucial
la creación de cuerpo de ingenieros durante el inicio del
reinado de Felipe V, que llevó a cabo el flamenco Jorge
Próspero de Verboom en 1711. Que sea un extranjero quien
encabece este proyecto llamado a dar una nueva forma al
territorio no es extraño, tanto porque bien es conocido que
el rey borbón se rodea en su primera etapa de numerosos
hombres que llegan a España en su séquito, como, y esto sí
que es a nuestro juicio el motivo real en este caso, porque
la ingeniería estaba mucho más desarrollada en los antiguos
Países Bajos españoles. No en vano habían ganado merecida
fama sus técnicos porque habían vencido en su batalla con
el mar e incrementado la extensión de las Provincias Unidas. Es decir, eran unos avezados maestros en la ingeniería
hidráulica, algo de lo que España adolecía, hasta el punto
de que Verboom postergará a los ingenieros españoles ante
los extranjeros a la hora de llevar cualquier empresa sobre,
en o bajo el agua. Del estudio de los memoriales redactados
por unos y otros, se hace evidente que Verboom no actuó
por criterios nacionales, sino simplemente racionales. Este
cuerpo será el encargado de dar forma a la costa española
hasta que en 1770 aparezcan los ingenieros de Marina, aunque lo cierto es que son muchos más los proyectos que se
delinean que los que se ejecutan, pero esto es normal. En
primer lugar, por centrarnos en nuestra área de interés, se
realizan diversas campañas de reconocimiento de la costa
para el establecimiento de los lugares más adecuados para
construir puertos, arsenales, muelles, diques, malecones,
3
Pontones, Antonio de San José (1759-1768), Architectvra Hydravlica En las
fabricas de Puentes. Metho.do de Proyectarlos y Repararlos. Instrvccion A los Maestros de quanto conviene saber para executar esta calidade de obras. Commenzò este
Libro el Pe. Pontones Año de 1759. y le concluyo el Año de 1768., 1 h.-357 p. 21
lám. pleg. [4] h. 25 cm Madrid, Biblioteca del Colegio Oficial de Arquitectos
de Madrid, Manuscrito 1759-PON Arc. Sobre este autor y su obra vid. Cano
Sanz, Pablo (2004). Fray Antonio de San José Pontones. Arquitecto, ingeniero y
tratadista en España (1710-1774) (Tesis doctoral). Universidad Complutense
de Madrid.
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Buenos vientos • 179
etc., pero la facilidad del diseño (y, por qué no reseñarlo, su
belleza) palidecía cuando se efectuaba la memoria económica. En segundo lugar, si realizamos un análisis en la larga
duración y observamos el estado de los puertos a principios
del XVIII y a finales la conclusión puede ser descorazonadora, pero no debe llevarnos a engaño. Se realizaron sobre
el terreno actuaciones, pero el Océano Atlántico se encargó
de que ninguna de ellas fuera permanente, llegando el caso
de que lo que se levanta durante el verano, las galernas y
tempestades del siguiente invierno lo derribaban por completo. Desgraciadamente para todos los pequeños puertos
artificiales, en los que era preciso la intervención humana
(pensamos en Asturias singularmente), la cantidad de dinero que invirtieron los vecinos de sus áreas de influencia (la
Corona no se hará cargo jamás de los puertos comerciales,
de modo que se autofinancian con impuestos y préstamos
de aquellos a quienes se estima que beneficia su existencia -esto es relevante porque demuestra que no hay una
política global de desarrollo portuario, sino que se presenta cada territorio, cada enclave, como responsable de su
propia evolución económica, son eslabones, pero no están
engarzados-). Afortunadamente para los historiadores, que
el siglo XVIII sea tan fértil en deseos de intervenir en la
realidad del territorio, y al mismo tiempo que los fracasos o
inaplicación sean tan habituales, nos ha legado una enorme
cantidad de mapas y planos que nos permiten reconstruir
la evolución de hasta los más minúsculos puntos costeros
en que una barca pesquera era arrastrada por la fuerza
humana hasta un arenal. Roca, arena, mareas, oleaje, frío,
humedad, temporales. No son las condiciones más propicias para el trabajo, pero quedan en pie todavía aquellas
obras en que la Corona, ahora sí con todos los recursos
económicos que se demandaran, está detrás. El ejemplo más
destacado, no ya del Noroeste, sino de toda España y del
Imperio, será Ferrol.
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180 • Buenos vientos
No vamos a centrarnos en la labor de los técnicos,
en las dificultades financieras, en el saber científico y su
difusión, en las innovaciones que se adoptan para trabajar
a grandes profundidades, en las luchas entre las pequeñas
comunidades pesqueras locales y las autoridades, primero
de las Audiencias y después de la Marina, para que no les
abandonen (recordamos que no solicitan inversión, sino
destinar parte de sus impuestos para sus obras) y no cercenen la única posibilidad económica de supervivencia. No
merece quizá el término de industria, pero no debemos
dejar de tener presente que la primera fuente de ingresos
de quienes viven junto al mar son los recursos que este les
ofrece. Si no hay infraestructuras para proteger las embarcaciones, y no hablamos de un muelle, una dársena, sino un
simple muro, su instrumento de trabajo, la máquina de su
industria, estaba expuesta a perderse y con ella toda posibilidad de sustento. Por tanto, para poder desarrollar cualquier actividad económica en la costa, sobre todo si se trata
de una labor extractiva o está en estrecha dependencia de la
navegación, bien sea porque se precisa de materias primas
que llegan por el mar o bien porque su riqueza procede de
la venta de sus productos en otros lugares conectados por el
océano, un elemento que hay que tener presente siempre es
el de la subsistencia, el mantenimiento, de los elementos que
permiten efectuar las actividades económicas y mantener
la población fijada en ese espacio. No en vano, hombres y
embarcaciones se encaminarán a aquellos lugares en que
tengan más garantías y seguridad. En nuestra zona esto lo
deja bien patente, por ejemplo, el hecho de que los comerciantes asturianos de Lastres no desarrollaran su actividad
allí, sino a cientos de kilómetros, en Galicia:
Que tampoco puede servir aquel puerto para el comercio,
porque estando situado en una peña escarpada, que solo
comunica con el muelle por una senda de a pie, estrecha
y peligrosa, no se puede embarcar ni desembarcar fardo,
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Buenos vientos • 181
barrica ni otra cosa de peso; de suerte que siendo sus vecinos
mercaderes acomodados, todos tienen su comercio en Galicia, y ninguno en su propio lugar, porque es impracticable.4
Esbozado un problema que la compartimentación histórica obvia, como es el de estudiar la economía sin ponerla en
estrecha relación con las infraestructuras, que si en el caso de
tierra firme es relevante, cuando se trata del mar es crucial, lo
anterior simplemente pretendía esbozar una parte del problema al que deben hacer frente las gentes de la costa. Mirando
al mar, la existencia de lugares a los que llegar y atracar con
cierta seguridad. Nosotros no vamos a entrar, porque nuestro
objetivo es otro bien distinto, en qué sucede con los puertos y
su grado de comunicación con su hinterland y con las ciudades, o en el caso de España con el interior de la Península. De
otro modo no tenemos un puerto, sino una isla. Cuando se analiza la documentación de la construcción del puerto de Gijón
en el XVIII puede verse como una infraestructura que le resta
recursos, que le niega protagonismo, a la carretera que debía
unir Asturias con Castilla. En modo alguno esto es así, esa vía de
comunicación era tan precisa como el puerto gijonés que será
saboteado internamente en el Principado y que no logrará las
instalaciones que precisaba hasta muy avanzado el siglo XIX.
Aquí ya intervienen elementos no geográficos, sino humanos e
intereses locales.
En las páginas que siguen intentaremos reconstruir el rostro de Galicia que hacía frente al mar. El océano posibilita
comunicar puntos muy distantes, hacer circular las mercancías, proporcionar productos para el consumo o la elaboración
industrial, etc. Pero el litoral es el flanco más débil de cualquier
territorio. Es la primera línea que sufrirá los ataques del enemigo, al igual que sucede con el embate de las olas. Durante la
Edad Moderna los tratados de arte militar prestan escasa atención a las operaciones de desembarco, pero no es porque no se
4
Archivo General de Simancas (en adelante AGS), Secretaría de Marina,
leg. 378.
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182 • Buenos vientos
efectuaran, sino porque su ejecución era tremendamente sencilla. Las tropas de tierra no tenían la movilidad de las naves y
era imposible fortificar toda la costa, de modo que solo había
que dirigirse al punto en que no hubiera defensa alguna. Ahora bien, esto no quiere decir que siempre tuvieran éxito. Españoles y franceses y sus expediciones al Reino Unido e Irlanda
son el mejor ejemplo de que a pesar de todos los intentos y de
la infinidad de planes (en el XVIII puede no haber año en que
no se redacte o proponga un proyecto de invasión) el triunfo
no les acompañó jamás. Sin embargo, veremos que Inglaterra
planeó menos, pero hizo lo que quiso en las costas españolas y
francesas.
En Galicia se suman diversos condicionantes que hacen de
su costa un espacio sumamente expuesto. Por un lado, la enorme extensión de litoral (solo las Islas Canarias la superan en longitud a este lado del Atlántico en la época imperial), que alcanza
casi los 1.500 kilómetros, implica que estamos hablando de una
distancia que en la Edad Moderna era imposible de defender en
su conjunto, aunque se concibieran numerosos planes y se edificaran baterías (muchas menos de las necesarias y de las que se
aprobaron). Y a este factor que hacía de Galicia una superficie
que se podía atacar de manera impune y sin temor a ninguna
represalia se une el de que se halla en la ruta Europa-América,
donde el cabo Finisterre era una suerte de nudo de comunicaciones de paso obligado. Las embarcaciones que transitan la
autopista de agua eran mayoritariamente mercantes, pero también las había militares, ya fuera como escolta de los convoyes o se tratara de escuadras con fines hostiles. La proximidad
y el hallarse en el camino del Reino Unido es otro elemento
que interviene en esa suma de factores que posibilita, dificulta
o impide cualquier actividad en la costa. Aunque es algo que no
se ha defendido hasta el momento después del XVIII, la debilidad de las defensas gallegas alcanzaba hasta el punto de que, y
esto es una teoría que defendemos personalmente, el arsenal de
Ferrol jamás tuvo garantizada su subsistencia y pudo ser capturado si una potencia enemiga lo hubiera planeado de manera
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seria.5 Si el principal puerto militar de Galicia, el mayor astillero
de la Corona, la población que pasó a encabezar el ranking de
ciudades gallegas en menos de cincuenta años, el arsenal sobre
el que ningún autor de los muchos que lo han estudiado han
avanzado una cifra de lo que se invirtió en él, la principal industria y más avanzada tecnológicamente de Galicia entonces, y
durante mucho tiempo después, es decir, la construcción naval,
podía ser presa de un ataque enemigo, es muy fácil imaginar
la situación del resto del litoral. Ferrol precisaba para subsistir
de productos que llegaban de fuera de su recinto amurallado, y
los barcos que se construían en sus diques dependían de maderas, jarcia, lona o entenas, materiales que algunos llegaban de
lugares tan alejados como el Báltico. Pues el corazón del Departamento Marítimo del Norte de España se podía paralizar sin
apenas disparar una bala. De nada servían los 162 cañones de
sus castillos y baterías de la entrada de la ría y los 135 de la batería del Parque en Ferrol. En septiembre de 1804 el almirante
inglés Cochrane informa a las autoridades de Ferrol y de Galicia
de que la ría de Ferrol está cerrada y que no permitirá la entrada
ni salida de ninguna embarcación militar.6 Y así fue. Estrangular el principal núcleo industrial del noroeste, donde se acababa
de instalar la primera máquina de vapor de Galicia,7 era factible y se hizo. Solo la llegada de una escuadra española podría
5
6
7
Eldesembarcodeagostode1800yelregresodelosinglesesasusnavesnodemuestra en modo alguno que Ferrol gozara de seguridad, sino la falta de pericia de quienes comandaron la expedición. Por otro lado, geoestratégicamente, poseer Ferrol
daría más quebraderos de cabeza al poseedor que beneficios. No es Gibraltar. Vid.
García Hurtado, Manuel-Reyes. An analysis of the backbone of the coastal defences of the Maritime Department of Northern Spain in the eighteenth century. Illusoryimpregnability,enprensa.
Carta del almirante Thomas Alexander Cochrane (1775-1860), comandante de la
escuadrabritánicasituadaalaentradadelaríadeFerrol,alcapitángeneraldemarina y gobernador de Ferrol, fechada el 25 de septiembre de 1804. Archives Diplomatiques de La Courneuve (París, en adelante ADC), 37CP/667. Cochrane y sus
hazañas están en la base de personajes literarios como Horatio Hornblower, creadoporCecilScottForesteren1937,yJohnAubrey,alquedaformaen1969Patrick
O’Brian.
Vid. Torrejón Chaves, Juan. Jorge Juan y la introducción de la máquina de vapor en
losarsenalesdelaMarinaespañoladelsigloXVIII.InManuel-ReyesGarcíaHurtado(Ed.),Las innovaciones de la Armada en la España del siglo de Jorge Juan,enprensa.
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haber hecho que los ingleses tuvieran que cambiar su estrategia, pero la flota estaba en el interior de la ría o en Cádiz. Desde el marqués de la Victoria, firme opositor a que Ferrol fuera
sede naval, son inexistentes las voces que cuestionan la elección,
cuando las afirmaciones del marino eran acertadas: solo se puede entrar y salir con un viento de los treinta y dos de la rosa de
los vientos (es decir, más que un lugar en que proteger la flota es una prisión) y en el entorno no existen materiales para la
construcción naval. La opinión de Ensenada pesará más que las
ideas del sabio marino. El futuro le dio la razón. Jamás Francia
ni España pudieron bloquear una base de la entidad de Ferrol
en el Reino Unido.
Figura 1. Muller, José, Plano de la Bomba de Vapor. Ferrol, 7 de septiembre de 1813. Fuente: Archivo del Museo Naval (Madrid), PB-0155.
El símbolo de la Revolución Industrial está en Galicia firmemente vinculado con la Armada y el arsenal de Ferrol.
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Por lo que respecta al estado de las defensas del litoral,
la historiografía se ha limitado a reproducir aquello de lo
que las fuentes iconográficas han dejado constancia de su
existencia como idea y que a veces no pasó de un mero
proyecto, y la consecuencia es que se ha convertido en un
lugar común la imagen de la mejora en las infraestructuras conforme avanza el siglo, teniendo en la ría, arsenal,
astillero y población de Ferrol el ejemplo más acabado de
la ingeniería militar del XVIII, que harían de este espacio
un enclave inexpugnable. Nuestra opinión, basada en la
documentación de archivos españoles y franceses, es bien
distinta. Si la fortaleza se midiera por el interés y los trabajos llevados a cabo sobre la cubierta de un barco o en un
gabinete, no tendríamos más opción que afirmar que Galicia, al igual que el Cantábrico en su conjunto, disponían de
una estructura que disuadía cualquier intento de invasión y
condenaba todo ataque al fracaso. Pero esto no se compadece con la realidad. Los ataques ingleses de 1719 (entonces
Ferrol era solo un pequeño puerto pesquero, por lo que no
será objetivo militar) son el mejor ejemplo de que la costa
gallega en el siglo XVIII, pese a convertirse en la capital
del Departamento Naval del Norte experimentó mejoras,
claro está, pero fueron temporales, cuando no simplemente
se ignoraron las debilidades estratégicas. Erróneamente se
considera 1702 como la fecha en que la ciudad de Vigo recibió su peor golpe,8 y se pasa por alto 1719. En esa fecha los
ingleses toman la ciudad de Vigo sin oposición alguna, su
castillo con 22 bajas y realizan una expedición a la capital de
la provincia (Pontevedra) que cae en sus manos y retornan
a Vigo pasados nueve días. La ocupación de Pontevedra no
supuso a Inglaterra ni una sola baja, además de hacerse con
el control de la batería ubicada en una isla de su ría. Un
8
Vid. García Hurtado, Manuel-Reyes. The greatest treasure of the Spanish
armada in the eighteenth century: From the Battle of Rande (1702) to the
diving schools (1787). In Sascha Möbius (Ed.), The Sea: Maritime Worlds in the
Early Modern Period, en prensa.
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186 • Buenos vientos
oficial francés que acompañaba a los atacantes escribe: “El
general inglés está muy dubitativo sobre el partido que debe
tomar, conservar Vigo o abandonarlo y destruirlo”.9 Finalmente, los ingleses abandonan la ciudad, pero no porque
sean hostigados por el ejército o la armada española (no
hacen acto de presencia), sino como una decisión tomada
libremente y sin presión. Y no fue la última vez, los ingleses regresarán en 1743 y 1745 con el mismo resultado. De
hecho, las acciones inglesas en la costa de Galicia durante
el siglo XVIII son numerosas, sin encontrar la menor oposición de norte a sur.10 La supuesta inexpugnabilidad era
teórica, imaginaria, simbólica, del mismo modo que en el
propio siglo XVIII era cuestionada por el cuerpo de ingenieros. El estado de las defensas y de los puertos españoles
y americanos estaba muy lejos de ser el óptimo. De hecho,
es este déficit el que explica los miles de proyectos y planos
que se encuentran en los archivos españoles fechados en esa
centuria, la mayoría de los cuales no pasaron del papel a la
roca. Tanto es así que las investigaciones que hemos llevado
a cabo evidencian que la mayor parte de las construcciones
portuarias del siglo XIX en España se llevaron a cabo sobre
la base de los proyectos irrealizados del XVIII.
Sin embargo, el caso de Ferrol merece ser subrayado,
pues no estamos ante un pequeño puerto al que la Corona
no presta atención y cuyos escasos vecinos han de financiar
con impuestos sobre el entorno su reparación o mejoras
para poder siguen viviendo de la pesca. Estamos ante la
capital de Departamento Marítimo del Norte, que atesora el
mayor arsenal peninsular de la Corona, la principal industria naval, y ante una pequeña población pesquera que pasó
de unos escasos cientos de personas a convertirse en menos
9
10
Vid. Archives Nationales (París, en adelante AN), MAR/B/1/39, ff. 310
r.-312 r.
Vid. García Hurtado, Manuel-Reyes. La defensa de la frontera acuática de
Galicia en el siglo XVIII y principios del XIX: líneas maestras y problemas.
In Miguel Ángel Melón Jiménez (Ed.), Dinámica de las fronteras en periodos de
conflicto. El imperio español (1640-1815), en prensa.
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Buenos vientos • 187
de 50 años en la ciudad más poblada de Galicia.11 Además,
toda la inversión aquí era pública, de modo que la responsabilidad de su situación recaía en la Secretaría de Marina.
Ferrol era más fácil de ser tomado que atacado, a diferencia de Cádiz o La Habana. Nadie intentó nunca penetrar
por el canal de la ría, pero tampoco ese canal le sirvió a la
flota española para salir a perseguir a los convoyes ingleses
cuando pasaban por su entrada, y no lo hicieron jamás.12
La actitud de la Armada en esta base fue siempre defensiva,
y así lo demuestran las informaciones de los cónsules y
vice-cónsules franceses. A lo sumo funcionó como puerto
de abrigo para embarcaciones comerciales con averías que,
a veces, al retomar la travesía tras ser reparadas podían
ser acompañadas por una fragata española. Las memorias
francesas, al igual que los informes de los ingenieros españoles, plantean la debilidad de Ferrol (así como la de los
puertos de A Coruña y de Vigo), llegando incluso a evaluar
el número de embarcaciones de guerra que harían falta para
conquistar los puertos de Galicia, que evalúan en tan solo
entre dos y seis navíos de guerra.
Tenemos por tanto una costa débilmente defendida,
aunque podríamos evitar eufemismos y señalar abiertamente que era un terreno libre al tránsito y actuación de
cualquier flota enemiga que deseara no ya echar el ancla en
una de sus rías, sino establecerse durante semanas (como
hizo Inglaterra tras la expedición ferrolana de agosto de
1800 en las islas Cíes), arrasar las escasas defensas existentes
con su artillería o directamente a mano, desembarcando y
lanzando al mar todos los cañones, además de abastecerse
11
12
Vid. Martín García, Alfredo (2001). Población y sociedad del Ferrol y su tierra en
el Antiguo Régimen (Tesis doctoral). Universidade da Coruña. Recuperado en
https://bit.ly/2xmOkSk.
En 1740 un convoy de 60 barcos escoltado por 3 fragatas inglesas pasó por
la entrada de la ría y 12 navíos de línea no pudieron salir en su persecución
porque el viento no lo permitía. Vid. Belidor, Bernard Forest de (1770).
Architecture Hydraulique, Seconde Partie… Tomo Second. Paris: Chez Charles
Antoine Jombert, 75.
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de ganado, víveres y realizar aguada sin sentir la menor
amenaza. Y esto que realizaba una armada regular, lógicamente, es extensible a las actuaciones de los temidos, como
una peste del mar, corsarios. Una embarcación pesquera
gallega que se alejaba de tierra temía tanto a los peligros
inherentes del océano como a los ataques de embarcaciones
artilladas ante las que no podían hacer nada. La captura
suponía la pérdida de la nave y el cautiverio, en el mejor de
los casos. La iconografía de la época no ocultaba la crueldad
de los corsarios y piratas y gustaba de rememorar hechos
luctuosos, como aviso, literal, a navegantes, pues rememoran hechos históricos.
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Figuras 2 y 3. Estampa representando la tripulación de un navío sueco
masacrada por piratas, 1781. Detalle. Fuente: ADC, 37CP/604. El realismo llega al punto de identificar a cada uno de los protagonistas y
especificar el modo en que fueron asesinados. Del conjunto de marineros solo se refleja que fueron arrojados al mar. Fotografías: el autor.
En una fecha tan tardía como 1797 todavía se estaba
planteando cuál debía ser el sistema de alerta temprana en
Galicia ante la detección en sus costas de cualquier embarcación sospechosa o enemiga. Se llegan a diseñar hasta las
casetas desde las cuales los vigías (dos personas del lugar,
una haría guardia mientras la otra descansaba) escudriñarían el horizonte y se establece el modo en que la alarma debe transmitirse desde el sur (Vigo) hasta la sede del
poder militar (Coruña y Ferrol). Donde el contacto visual
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190 • Buenos vientos
fuera posible el fuego (no se tenía en cuenta precisamente la climatología gallega) era el elemento que haría volar
de una torre a otra la información. Donde la orografía
imposibilitara la visión, la alerta se transmitiría de viva voz
corriendo hasta el siguiente puesto de control. En cualquier
caso, no tenemos constancia alguna de que se implementara este plan.
Figura 4. Descripción de la Costa y Puertos que se Comprenden desde
la Ría de Vigo hasta la Capital de la Coruña para dar justa idea de la
colocación de las vigias que puedan Indicar con señales los Buques
sospechosos que se presenten a la vista sus mobimientos y Designios
en esta Forma, escala [ca. 1:280.000], 5 millas marítimas de 60 al grado [=3,4 cm], (1797), 1 carta náutica ms. col. 46×57 cm. Fuente: AGS,
Mapas, Planos y Dibujos, 19, 246.
La seguridad en la navegación está estrechamente vinculada a los adelantos técnicos y a los conocimientos geográficos. El levantamiento de planos costeros, su difusión
(legal -impresa- o fruto del espionaje) y el control de ese
saber es permanente. Y no pensemos que esta preocupación
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Buenos vientos • 191
se diluye con el paso de los siglos. En una fecha tan avanzada como 1918 Francia otorga la categoría de confidencial a
todos los dibujos y descripciones de la costa española mediterránea fruto de una navegación efectuada por un teniente
de navío.13 Si esto acontece en el litoral este español, que ni
por asomo puede compararse con el peligro que representa
el del noroeste peninsular, es fácil comprender el interés
que se mostrará por conocer la presencia de hasta la última
roca y peñasco, y el control de esos datos. La ignorancia,
la temeridad o el riesgo se solía pagar con el naufragio. La
correspondencia consular informa de los hundimientos de
las naves de su misma nacionalidad y detalla su cargamento.
Con su auxilio se puede elaborar una cartografía costera de
los “puntos negros”, observar la evolución de los siniestros
(esto no tendría valor en números absolutos, sino poniéndolos en relación con el tráfico anual en ese mismo punto,
información que también ofrecen los cónsules de manera
sistemática), los cargamentos que se depositaron en el fondo
del Atlántico y todo lo que se recuperó:
He creído deber informaros del descubrimiento que ha hecho
desgraciadamente un capitán bretón viniendo a esta villa cargado de sal de un roquedo bajo el agua, sobre el cual ha naufragado en el puerto de Camariñas, cerca del cabo Finisterre,
13
Térisse, Paul-Jean-Jacques (1918). Album de vues de la cote Est d’Espagne par M.
Térisse, Lieutenant de Vaisseau. AN, MAR/3/JJ/182. Térisse realizó una travesía desde Gibraltar a Port-Vendres del 8 al 13 de julio de 1918 navegando de
día, y tomó notas y realizó dibujos de todos los enclaves útiles y necesarios a
la navegación: faros, torres, iglesias, casas, cualquier elemento que permitiera identificar el punto costero. Así se podía navegar con seguridad sin entrar
en aguas territoriales españolas. El director del Servicio Hidrográfico escribe desde Rochefort el 12 de agosto de 1918 al vice-almirante y jefe del Estado Mayor General informándole de su idea de publicar 300 ejemplares del
álbum de vistas, pero no se efectuó. En la portada del álbum se insertó:
“Secret Confidentiel”. Hemos localizado una copia donde se lee también
“Confidentiel”. La labor como dibujante de Térisse era apreciada en la
Armada. Vid. Hourst, Émile (1904). Seconde mission Hourst. Dans les rapides du
Fleuve Bleu, voyage de la première canonnière française sur le haut Yang-tsékiang… Dessins originaux de l’enseigne de vaisseau Térisse…. Paris: Plon-Nourrit
et Cie, III-368. Él había participado en la misión.
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192 • Buenos vientos
así como monseñor verá por la declaración del capitán que
tengo el honor de enviarle, y especialmente que este puerto es
el único refugio de los navíos que por los vientos contrarios
no pueden doblar el cabo. Monseñor comprenderá fácilmente las consecuencias del descubrimiento realizado por este
capitán y aprobará la libertad que tomo de informar de esto.14
También los navíos de la Armada francesa aprovechaban sus travesías para reconocer el litoral, tomar nota de los
riesgos y dejar constancia en sus diarios de navegación de
recomendaciones para lograr una singladura segura. Esto
es lo que hará en 1765 el teniente de navío Dupin de Belugard, ofreciendo observaciones sobre la entrada en las rías
de Vigo y A Coruña:
Viniendo por la parte del norte de las islas de Bayona, hay que
abarloar la punta de la isla situada más al norte y no aproximarse a la costa que está a babor, que se llama Cangas. Allí hay
una punta en el extremo de la cual hay un bajo que alcanza
un cuarto de legua en sentido noroeste y tres cuartos de legua
al Este. Es muy peligrosa para los que no la conocen porque
no aparece y no se la descubre. Cuando habéis doblado esta
punta, encontráis otra roca sobre la misma costa… que es la
roca donde se perdió la fragata Hermione.15 Tiene un cuarto
de legua de ancho y se descubre en las grandes mareas.
14
15
Carta de Jean Montaud, vice-cónsul de Francia en Pontevedra, al conde de
Maurepas (Jean-Frédéric Phélypeaux), secretario de Marina, fechada en
Pontevedra el 20 de septiembre de 1733. AN, MAR/3/JJ/183. En su declaración, el capitán bretón afirma que ese roquedo era desconocido incluso por
los marineros del lugar, detallando su emplazamiento, profundidad, forma y
extensión.
“Acabamos de saber que la fragata Hermione se ha hundido al salir de Vigo,
por culpa del piloto costero, pero todo el equipaje ha tenido la fortuna de
salvarse.” Gazette de Vienne, 11 (sábado 6 de febrero de 1762), p. [2].
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Buenos vientos • 193
(…) [A la salida de la ría de Coruña] Esta roca no es peligrosa
con buen tiempo; con vientos fuertes la mar está muy gruesa
en ese lugar y si se pasara por encima se correría el riesgo de
recibir golpes de mar.16
Figura 5. Anuncio de la venta de los restos del naufragio de una embarcación española en Dunkerque en abril de 1770. Fuente: AN, AE/B/III/
368. Fotografía: el autor.
16
Dupin de Belugard, Pierre-Timoléon (14 de marzo de 1766). Journal de
navigation de la flutte du Roi la Coulisse armée au port de Rochefort au
mois de novembre 1765 commandée par M. Dupin de Belugard, destinée à
porter des poudres de guerre à La Corogne. AN, MAR/3/JJ/183.
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194 • Buenos vientos
Otro factor clave para una travesía segura es la señalización en el litoral de los puntos más complicados. Esto
se realiza con la ubicación de faros. Entonces lo que se
discutirá es quién debe financiar su coste y mantenimiento,
los habitantes de la localidad, pues ofrece un servicio primordial a sus hombres de mar para encontrar el camino de
retorno, o todas las embarcaciones que lleguen a ese punto
geográfico, ya que contribuyen a que su actividad comercial
no peligre y resultado de la misma se obtienen beneficios
económicos. La puesta en funcionamiento de un faro en el
litoral español era notificada por las autoridades consulares
francesas a todos sus puertos, dando cuenta de los meses
en que estaría activo,17 del mismo modo que cualquier alteración en las condiciones de navegabilidad de un puerto.18
Pero el papel de los cónsules no se reduce a informar a
sus superiores o a asistir a los naturales de su patria o de
aquella a la que representan en el puerto, sino que juegan
también un papel de atracción de nuevos comerciantes que
activen esta zona.
El señor Darrieux, cónsul de la nación francesa en La Coruña,
puede tener razón en quejarse de que las embarcaciones francesas no frecuenten ese puerto como podían hacer antes los
barcos ingleses y holandeses, pero la villa de Saint-Malo, no
habiendo practicado nunca el comercio con ella y no estando instruida de lo que se puede hacer, no sabría remediar
esta desgracia a menos que el citado cónsul redacte memorias de lo que se puede llevar desde aquí hasta allí y traer
con un beneficio capaz de decidir a los negociantes a tomar
una nueva ruta.19
17
18
19
La instalación de un faro en la isla de Santa Clara (en la concha de San Sebastián) en 1782 se comunica en el mes de marzo. Este faro funcionaba de septiembre a mayo. Vid. AN, AE/B/III/371.
Así sucede en diciembre de 1791 cuando una barra de arena dificulta el
acceso al puerto de Barcelona. Vid. AN, AE/B/III/372. Se informa para que
se señale en las cartas marítimas de las costas de Cataluña y se evite al entrar
en el puerto.
Carta del señor de Saint-Sulpice al señor de Ponant, en Saint-Malo, el 14 de
agosto de 1701. AN, MAR/B/3/112, f. 349 r.
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Buenos vientos • 195
La costa no era peligrosa solo por la presencia de escuadras enemigas, piratas y corsarios, sino que en sí misma
entrañaba una notable amenaza. Hasta muy avanzado el
XVIII no se llevan a cabo expediciones cartográficas para
levantar el litoral atlántico y mediterráneo de España, de
modo que la cartografía existente no era muy fiable. Si
para el Mediterráneo podía tener unos efectos menores por
las características de sus aguas y de la costa, en el caso
del litoral gallego y cantábrico suponía poner en riesgo la
nave y los hombres al transitar por lugares no conocidos
o con condiciones meteorológicas adversas. Por tanto, los
trabajos efectuados por la Armada, bajo la dirección de
Vicente Tofiño de San Miguel, tienen un gran valor, tanto por su calidad científica como por el nivel descriptivo
que alcanza.20
20
Tofiño de San Miguel, Vicente (1789). Derrotero de las costas de España en el
Océano Atlántico y de las Islas Azores ó Terceras para inteligencia y uso de las cartas esféricas presentadas al rey nuestro señor por… Antonio Valdés… y construidas
de orden de S.M. por…. Madrid: por la Viuda de Ibarra, Hijos y Compañía, [2]XVII-[1]-247-[1]. Sobre la labor de Tofiño vid. Carrete Parrondo, Juan
(1980). La edición del Atlas Marítimo Español de Vicente Tofiño de San
Miguel y José Varela y Ulloa (1786-1789). Cuadernos de bibliofilia: revista trimestral del libro antiguo, 4, 19-26; un panorama de los hombres que trabajaron a sus órdenes y de sus tareas en Sampedro Sánchez, César (2013). La
Marina española en las expediciones científicas y militares del siglo XVIII. Una
visión a través de la carrera del brigadier Dionisio Alcalá-Galiano y Pinedo
(1760-1805) (Tesis doctoral). Universitat d’Alacant. Recuperado en
https://bit.ly/2WJKTjo; Ródenas Valero, Almudena de la Caridad (2015).
Arte y Ciencia: El Atlas Marítimo de España de Vicente Tofiño de San
Miguel. Imafronte, 24, 73-102. Recuperado en https://bit.ly/3dvI3V6. Tuvo
diversas traducciones al francés. Vid. (Julio de 1846). Annales Maritimes et
Coloniales. IIe Partie. Sciences et Arts, 96, 344-345. Un manuscrito a cargo de
G. d’Urban en AN, MAR/3/JJ/183.
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196 • Buenos vientos
Figura 6. Carta esferica de las costas del Reyno de Galicia desde cabo
Prior hasta la embocadura del Miño: presentada al Rey Nuestro Señor
por mano del Exmo. Sor. Baylio Fr. Dn. Antonio Valdes… Construida Por
el Brigadier de la Real Armada D. Vicente Tofiño de S. Miguel, Ferndo.
Selma lo grabó, 1787, escala [ca. 1:275.000], 1 carta náutica, 85×54
cm en una hoja de 90×61 cm. Fuente: Instituto Geográfico Nacional
(Madrid), 912-291(MAP02). Fotografía: el autor.
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Buenos vientos • 197
Que los avances cartográficos marinos fueran a un ritmo más lento que los terrestres es algo a lo que se pone
fin en el XVIII, a la vez que se subsanan numerosos errores
de cálculo y de posicionamiento, merced a los avances en
los instrumentos y los métodos. La explicación del atraso
precedente es sencilla:
los observadores nunca eran marinos de profesión y raramente los sabios se embarcaban para estas únicas operaciones. De esto resultó que no se aprovechó de todas las ocasiones que se presentaron de determinar astronómicamente
los puntos más importantes. Este inconveniente ya no tendrá
lugar en adelante.21
Sin poder obviar los roces tanto a nivel del mar como
entre los gobiernos de París y Madrid, las privilegiadas relaciones entre España y Francia a lo largo del XVIII (lo que en
modo alguno impide que cada potencia defienda sus intereses y ponga en duda la fidelidad de la otra -la correspondencia consular francesa califica abiertamente a los cónsules
españoles de espías, y lo eran tanto como los galos en los
puertos españoles-)22 colocan a esta última en una situación
magnífica como observadora de todo cuanto acontece en
costas, puertos y arsenales, hasta el punto de que la información que posee sobre el comercio y la Armada, sin atrevernos a decir que fuera mayor que la de la propia Corona
21
22
AN, MAR/3/JJ/183.
Vid. Carta de Levignac, vice-cónsul en Ferrol, al marqués de Castries (Charles Eugène Gabriel de La Croix, 1727-1801), secretario de Estado de Marina, fechada el 11 de julio de 1781. AN, AE/B/III/371. Le detalla la situación
de los navíos de guerra en la base, en los astilleros, sus movimientos, lamentando que algunos que han salido de la ría “no se sabe aquí su destino”. No
dice que lo ignore él, sino también sus fuentes. Louis Blondel de Drouhot
escribe a Castries el 15 de junio de 1784, al llegar a Coruña: “Mi general, llegado al nuevo destino… si usted me encuentra capaz o útil para cualquier
cosa, estoy en un buen puerto de mar, que tiene frecuentemente noticias de
América, pues es el depósito de nuestros correos”. Ídem. En este último caso
quien así se expresa era un mariscal de campo del ejército español. Castries
le responderá el 14 de julio.
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198 • Buenos vientos
española, sí que es incuestionable que era sistemática y se
despachaba a Versalles con extensos memoriales. La fluida
comunicación y las buenas relaciones serán determinantes
para que las embarcaciones francesas llegaran a tener el privilegio de poder penetrar en la ría de Ferrol y ser reparadas
en sus astilleros, junto a la dársena, el espacio más protegido
de la Armada, tanto para evitar acciones de espionaje como
de sabotaje. Así sucederá en 1781, cuando el comandante
Kergariou tenga que refugiar su flota en la ría de Ferrol,
donde tuvo que cambiar varios mástiles que se prepararon
en esas instalaciones.23 Y si la principal industria estaba a
disposición de los franceses, también la ciudad les abre sus
puertas. La intimidad con las autoridades españolas le llevará al vice-cónsul francés a celebrar una fiesta a la que acudió
la oficialidad al mando, además de algunos franceses afincados allí, para celebrar el nacimiento del Delfín.24 Y esta
“hospitalidad” era extensiva a toda la costa gallega y no se
restringía a la marina francesa. La economía se beneficiaba
de este camino de Santiago acuático:
Estoy aquí, en un puerto donde tengo el placer de ver, demasiado a menudo para ellos, llegar barcos franceses que vienen
a refugiarse en este puerto, después de haber pensado perecer
escapando de la tempestad. Tenemos en este momento una
fragata llamada Le breton, que partió de Nantes hacia Santo
Domingo (una goleta que tuvo la misma suerte salió ayer del
puerto de Ferrol, su carenaje le ha costado 34.000 libras). Llevaba 20 pasajeros, entre ellos cuatro jóvenes señoritas muy
amables a las que he intentado hacerles olvidar el miedo que
tuvieron haciéndolas bailar. El barco entró absolutamente
desmantelado. El capitán parece muy capaz y activo, se da
toda la prisa imaginable para carenar pronto. Tendrá que ir
23
24
Vid. carta de Levignac al marqués de Castries, fechada en Ferrol el 6 de
noviembre 1781. AN, AE/B/III/371. El 19 de noviembre la flota francesa
abandonó la ría.
Louis-Joseph Xavier François de Bourbon et Hasbourg-Lorraine nació el 22
de octubre. Vid. carta de Levignac al marqués de Castries, fechada en Ferrol
el 21 de noviembre 1781. AN, AE/B/III/371.
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Buenos vientos • 199
a Ferrol, astillero del rey, y por muy rápido que vaya tendrá
para un mes al menos. Me parece que este puerto aquí está
en una situación y en un punto preciso que vuestro cónsul
debería tener un establecimiento para la nación, donde los
pobres barcos encontrasen recursos para casos como estos,
que no dejan de ser tan frecuentes.25
Francia va a llevar a cabo diversas expediciones para
reconocer la costa gallega y perfeccionar las cartas hidrográficas. Evidentemente, algunas de ellas se saldarán con el
fracaso (“Su objeto fue la seguridad de la navegación, pero
esta vieja pieza es en el presente totalmente inútil”)26, pero
otras sirvieron para dar a conocer a los marinos infinidad
de puntos complicados para la navegación en el litoral gallego. Las primeras observaciones costeras a las que hemos
prestado atención son de finales del XVII, concretamente de
1693 y las realizó el II marqués de La Galissonnière. Se da la
curiosa circunstancia de que su hijo Rolland-Michel Barrin
(III marqués de La Galissonnière, 1693-1756), siendo jefe
de escuadra, como jefe del departamento de mapas de la
Marina de Francia, rehizo las cartas costeras españolas. Por
lo que respecta al II marqués podemos destacar su afirmación harto elogiosa sobre Ferrol:
25
26
Carta de Blondel de Drouot a Castries, fechada en Coruña el 10 de diciembre de 1784. AN, AE/B/III/371. Y del mismo modo que las embarcaciones,
también los marineros y pasajeros encontraban solaz y cuidados médicos en
Ferrol.
Discours sur la coste d’Espagne depuis la rade du Figuier jusques aux isles de
Bayonne, s.f. Esa frase se lee en la portada. AN, MAR/3/JJ/183. Y así era en
efecto, pues se basaba en obras ya superadas del hidrógrafo holandés Hendrik Doncker (1626-1699).
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200 • Buenos vientos
Hay cerca de La Coruña, hacia el este, el puerto llamado
Ferrol, que es muy bueno y que no se utiliza, pero se puede
ir a fondear allí. No hay ninguna fortaleza que defienda la
entrada y dentro se está con gran seguridad. Se dice que es
el mejor de España.27
En 1751 tiene lugar uno de los estudios del litoral gallego
más importante hasta ese momento. En esa fecha el teniente
de navío Gabriel de Bory (1720-1801), al mando de la corbeta
L’Amarante, a las órdenes del jefe de escuadra Étienne Périer
de Salvert, realiza observaciones astronómicas en Vigo (agosto de 1751) y Muros (septiembre), determinando la latitud de
Vigo, cabo Finisterre, Cariño y cabo Ortegal. Existen diversas
copias, diferentes, de su diario de trabajo, que aportan tanto
información geográfica y astronómica, como juicios muy críticos sobre los gallegos.28 Por estas actividades científicas no
hemos de colegir que Francia podía actuar sobre territorio
español de manera absolutamente libre. Eran potencias aliadas, pero había líneas que no se podían traspasar:
Llegado a Muros el 9 de septiembre no obtuve el permiso
27
28
Barrin, Rolland (II marqués de La Galissonnière) (diciembre de 1693). Observations de Monsieur de la Galissonnière sur les ports, depuis Baionne jusqu’au cap
Finisterre. AN, MAR/3/JJ/183. No debió penetrar en la ría, pues de otro
modo es imposible que afirmara que no había defensas, ya que existían desde el siglo XVI.
“Sabemos que esta parte de España solo presenta a la vista altas montañas
escarpadas, casi todas de rocas sobre las cuales se encuentra poca tierra.
Sabemos también que sus habitantes, bastante poco considerados por los
otros españoles, son muy perezosos y no siempre se preocupan de cultivar
sus tierras”. [Bory, Gabriel de] (1751). Relation d’un voiage fait par ordre du Roi
a la coste d’Espagne pour determiner par des observations astronomiques la position
des Caps Finisterre et Ortegal. AN, MAR/3/JJ/183. Otro título es (1751)
Recueil contenant les operations astronomiques faites par M. Bory en 1751
aux côtes d’Espagne et de Portugal avec les Rem. et examens qu’en ont faits
MM. de l’Isle, Bouguer, Cassini et Lemonnier, suivi de 4 petites cartes du
tracé des côtes. En lo relativo a la descripción de la naturaleza humana, estos
trabajos son muy deficientes. No en vano en alguno de ellos bajo su título se
indica “No es bueno para nada”. Este es el caso de Memoire sur les provinces
qui composent le Royaume de Castille et l’esprit et le gout des habitants (s.f.). AN,
MAR/3/JJ/183.
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Buenos vientos • 201
para establecerme hasta el 19. El gran viento que soplaba
entonces del noreste me impidió montar mis instrumentos
antes del 21 y de operar antes del día siguiente.
Establecí mis tiendas sobre una punta a una legua y media
de la villa de Muros… desde mi observatorio descubría de
manera perfecta este cabo [Finisterre]… como me estaba
prohibido levantar el plano y mi permiso se limitaba a observar los astros, no pude medir de base para tener exactamente
esta distancia [la existente entre donde se encontraba y el
cabo Finisterre].
Del análisis de los informes se extrae abundante información sobre los hallazgos que se realizan y sobre la cartografía que se emplea:
La estancia que he efectuado en esta parte de la costa de
España me ha permitido hacer algunas observaciones sobre
el arrumbamiento de sus principales puntos, y sobre el contorno de algunas bahías. He encontrado, por ejemplo, que los
alrededores de cabo Ortegal [su interés radica en ser el más
septentrional de la Península Ibérica, sirviendo de referencia
a las embarcaciones] no se parecen en absoluto a lo que presentan las cartas. He insertado estas observaciones y algunas
otras en mi cuaderno de navegación.
Las cartas hidrográficas de las que se sirven lo más comúnmente los marinos son las cartas holandesas de Pieter Goos
y de van Keulen, y las cartas francesas del Depósito de la
Marina.29
En una memoria francesa anónima sobre la economía
española, que podemos fechar hacia 1770, se abunda en los
tópicos de la pereza hispana y de su escasa capacidad de
innovación para la industria, lo que ha determinado que
incluso los obreros tengan que ser extranjeros, fundamentalmente franceses, ante la escasez de los mismos que se
29
[Bory], Relation d’un voiage…. Se aprecia cómo la cartografía empleada era
antigua, del siglo anterior: Pieter Goos (1615-1675) y Johannes van Keulen
(1654-1714). Eso sí, se trata de los más prestigiosos cartógrafos y autores de
atlas náuticos.
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202 • Buenos vientos
padece hasta en los oficios más necesarios.30 Así pues, España aparece como un Estado incapaz de cubrir sus propias
necesidades y obligado a importar del exterior, con grave detrimento para sus arcas. En cuanto al comercio interior, tiene importantes impedimentos por la inexistencia
de carreteras, canales, ríos navegables y el gravamen de los
impuestos de tránsito. Y en cuanto al tráfico de puerto a
puerto estaba desatendido “por el temor que se tiene a los
piratas”.31 No obstante, se afirma que tanto por el emplazamiento de España como por la calidad de sus puertos está
en una inmejorable posición para llevar a cabo el comercio
con el exterior, pero no ha sido así, ya que este se haya penetrado por los extranjeros, siendo los españoles simplemente
quienes figuran nominalmente en el tráfico con América. 32
Se presenta la ría de Coruña como la más fácil y accesible de la costa atlántica desde La Rochelle y donde se puede
verificar fácilmente un desembarco sin que pueda ser impedido por los catillos y cañones de la misma, planificando
cómo tomar la ciudad de manera detallada, y aparentemente con todas las garantías de éxito. Actuaría como cabeza de
puente para controlar todo el Golfo Ártabro:
Se atacará después de esto a placer Ferrol, y a continuación se
podrá asegurar la posesión de un país abundante en víveres y pescados, donde la tierra y el mar son igualmente irreprochables de
ingratitud. El rey de España perderá de esta forma cuatro buenas
y grandes rías [caerán también Redes y Betanzos], de las cuales
30
31
32
(1770). Royaume d’Espagne. ADC, 18MD/132, hs. 71 r.-75 vto.
Ibídem, h. 74 r.
El cónsul francés de Cádiz lo expone con una claridad meridiana: “minas de
oro y de plata que la naturaleza parece haber dado a un país para volverlo
incapaz de elevarse al conocimiento de las artes útiles y esenciales. Nuestro
genio, nuestro trabajo, nuestra actividad convierten a este país en esclavo y
tributario de nuestros productos, y nosotros sabemos con habilidad mantener en almas débiles condenadas a la pereza y la voluptuosidad la inclinación que tienen por la delicadeza de una vida afeminada y el lujo. Las Indias
nos dan a cambio el oro y la plata que ellas producen”. [Memoria sobre España
de monsieur de Mongelas], Cádiz, 20 de enero de 1777. ADC, 18MD/132, f.
144 vto.
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Buenos vientos • 203
Ferrol es de muy gran importancia para la conservación de sus
galeones y apropiada para hacer los armamentos para la flota de
México.
Él [el rey] posee allí una de las plazas más importantes de su
reino, su arsenal naval y un país muy fértil del que obtiene grandes
utilidades, tanto de hombres como de plata. Es de allí y de la isla de
Bayonne de donde Castilla obtiene todo el pescado.33
Unido facticiamente a este proyecto, encontramos la más
abundante cartografía en color localizada en Francia en un único manuscrito del XVIII sobre la costa cantábrica y gallega, no
con la simple finalidad de facilitar la navegación, en absoluto.
En cada una de las poblaciones se identifican sus debilidades,
cómo llevar a cabo la operación de conquista y cómo atacar las
bases económicas del territorio:
Muxía es un buen puerto para los que conocen la entrada. Hay
lugar para meter a cubierto una armada entera de 150 navíos. Sin
embargo, hay rocas cubiertas en el centro… La villa no está fortificada y tiene nula defensa (…)
Detrás de las islas de Bayona [Cíes] hay un buen anclaje que tiene entre 12 y 15 brazas de agua y buen fondo de arena limpia. Se
podría fortificar en una de estas islas porque el lugar se encuentra limpio y tiene una fuente. Este sería un puesto desde donde se
impediría toda la pesca de Galicia, que es una de las más grandes
ganancias de esta provincia y sin la cual no puede subsistir.
Desde las islas entrando en la ría se encuentra buen anclaje hasta Vigo. Detrás de esta villa hay una pequeña bahía poco profunda
con los fondos de arena limpia donde se puede fondear a distancia
de un cable de tierra con baja mar.
33
Memoire plus particulier de La Coroñe, en Galice, et des havres qu’en sont proches, s.f. (primera mitad del siglo XVIII). AN, MAR/3/JJ/183. Redactado en francés, no creemos que se trate de un proyecto de conquista por parte de Francia, sino
de un análisis de las debilidades defensivas del litoral gallego, aunque no es descartable esto último si la fecha de redacción es en cualquier momento en que ambas
coronas fueron contendientes. Tiene que ser posterior a la Cuádruple Alianza,
pues Ferrol aparece designado como arsenal, y esto acontece en 1726, pero antes
de 1750, pues en el plano no se refleja ninguna construcción del futuro arsenal y
astillero.
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204 • Buenos vientos
Vigo está situada sobre la pendiente de una montaña que la
domina. No tiene ni murallas ni fortificaciones. El terreno del
entorno de la montaña es rico en trigo, vinos y toda clase de frutos.
A media legua antes de Vigo en la ría está el puerto de Teis, mejor
y más seguro que la bahía de Vigo, donde sesenta navíos pueden
estar en cualquier tiempo. En el centro de la bahía hay un molino
sobre un riachuelo donde se puede desembarcar sin ninguna dificultad, no habiendo más que cinco casas separadas las unas de las
otras. Por otro lado, los cañones de los navíos pueden dominar
tanto la bahía de Vigo como la ciudad misma y también el puerto
de Teis… a mano izquierda hay varios desfiladeros muy fáciles,
en el punto opuesto al puerto de Teis, y desde aquí se puede ir a
Pontevedra, alejada una legua y media por montañas muy fáciles
de atravesar y de pasar… No hay en Pontevedra ni guarnición ni
cañón. Tiene poco menos de 2.000 habitantes. Habría que comenzar a atacar Pontevedra y fortificarla, y después la punta de Teis y
la isla meridional de Bayona.34
Figura 7. Litoral desde cabo Ortegal a la ría de Gijón. Memoire plus
particulier de La Coroñe, en Galice, et des havres qu’en sont proches,
s.f. (primera mitad del siglo XVIII). Fuente: AN, MAR/3/JJ/183. Fotografía: el autor.
34
Ibídem.
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Buenos vientos • 205
Figura 8. Litoral desde cabo Ortegal hasta las islas Sisargas. Ibídem.
La Coruña o Corogne es una de las buenas bahías de España.
Se puede fondear en su entrada opuesta a la Torre de Hierro
[Torre de Hércules] por las 20 a 25 brazas de fondo de arena…
hay buen fondeadero por todas partes por las 8 a 10 brazas,
pero principalmente en la bahía A que está cerca del fuerte
o batería B donde se está suficientemente al abrigo. En este
pequeño fuerte no hay en el presente ni gente ni cañones.
Sería fácil fondear a su pie, entrar dentro, colocar cañones y
servirse de ellos, no contra la ciudad, que está a 900 toesas
[1.754 metros] del otro lado, pero poseeríais la entrada por
mar a esta ciudad.
Cuando entréis hay que tener cuidado de dejar la Torre de
Hierro C, que tiene un fanal a la derecha, ellos dicen que los
ingleses deseando sorprender la ciudad tomaron la bahía B
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206 • Buenos vientos
por la buena, embarrancaron entre las rocas y perdieron 8 o
10 navíos. Es verdad que esta había D no vale más que para
las chalupas, e incluso hace falta que la mar esté tranquila.
Dejando pues la torre C a la derecha entráis en la bahía
abarloando el costado noreste, a causa de las rocas bajo el
agua que están en el otro lado. Pasáis delante de la ciudad,
que se ve toda plana y muy fácil de bombardear y cañonear.
De ahí pasáis cerca del castillo, que es una figura bastante
irregular, como un cuadrado de 60 toesas de un lado y 30 de
otro levantado sobre un roquedo que la naturaleza ha colocado allí expresamente para construir este fuerte, que defiende,
como se ve, todo el costado de la entrada del puerto. Lo dejáis
a la derecha para entrar y pasáis bajo su cañón y bajo él, de
otro que está en tierra firme en el otro lado, pero no tiene
más que un hombre dentro y no tiene cañón y no ha visto
un cañón. Habiendo pasado esta entrada larga de 500 toesas
podéis fondear donde os plazca… Hay 20 piezas de cañón, la
mitad de hierro, lo que es toda la artillería de esta plaza, al
menos yo solo he visto esto… El castillo está construido con
buena piedra dura, y el parapeto también. Guarnecido con 18
piezas de cañón y 50 hombres dentro. En cuanto a la pólvora,
tienen tan poca que para devolver el saludo al navío del señor
de Coëtlogon,35 que vino a este puerto el 1 de mayo de este
año,36 fueron a comprar la pólvora a unos comerciantes.37
35
36
37
Alain Emmanuel de Coëtlogon de Méjusseaume (1646-1730). En ese
momento era capitán de navío.
El saludo no era cuestión menor en la época, y menos para Coëtlogon. Ese
mismo 1686, al mando de un navío de 44 cañones, se encontró con dos
navíos españoles de 56 y 44 cañones, respectivamente, y al rechazar efectuar
el saludo que les solicitó los combatió obligándoles a refugiarse en Málaga.
Vid. Levot, Prosper Jean (1852). Biographie bretonne. Recueil de notices sur
tous les Bretons qui se sont fait un nom soit par leurs vertus ou leurs crimes,
soit dans les arts, dans les sciences, dans les lettres, dans la magistrature,
dans la politique, dans la guerre, etc., depuis le commencement de l’ère chrétienne jusqu’à nos jours. Vannes, Cauderan, vol. 1, 381.
Description de La Corogne, 25 de mayo de 1686. AN, MAR/3/JJ/183. Realmente, la situación era alarmante: Coruña era “el mejor y el único [puerto]
fortificado de toda Galicia”. Observations sur l’etat de plusieurs places maritimes d’Espagne, s.f. Ibídem.
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Buenos vientos • 207
Figura 9. Litoral desde cabo Vilabo (cabo de Belén), Muxía (Mongi), Cee
(Seche) a la ría de Muros. Ibídem.
Figura 10. Litoral desde Vilanova de Arousa a Baiona. A la derecha de la
isla Saluti (Sálvora) tendría que estar la península de O Grove. Ibídem.
Los diarios de campaña navales franceses aportan
información sobre las costas, puertos, características del
territorio. Algunos presentan un contenido en forma de
relato, otros señalan de una manera esquemática la fecha,
vientos (fuerza) y estado de la mar, latitud y longitud estimada, corrientes, mareas, correcciones de la ruta, vista de
tierra, sondeos y observaciones diversas (“diverses remarques”) y a continuación un extracto más o menos elaborado.
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208 • Buenos vientos
Figuras 11 y 12. Costas de Galicia según los manuscritos del Depósito
de la Marina sobre el punto de la carta de dicho Depósito, con la
bahía de Ortegal según monsieur de Bory. Fuente: AN, MAR/3/JJ/183.
Fotografía: el autor.
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Buenos vientos • 209
La bahía de Ortegal es bella y buena y se estará en seguridad
desde que se esté fondeado cerca de las tierras de Ortegal. En
esta parte el fondo es admirable, pero si nos aproximamos al
este del lado de Estaca de Bares el fondo cambia, es de rocas.38
Figura 13. Costas de Galicia siguiendo la carta a pequeña escala (“routier”, derrotero) comunicada a monsieur Bory por un práctico. Fuente:
AN, MAR/3/JJ/183. Fotografía: el autor.
38
AN, MAR/3/JJ/183.
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210 • Buenos vientos
Bory desea ubicar correctamente la latitud de Vigo
porque en las cartas difiere y porque ofrece un buen lugar
en que realizar una escala.39 En las navegaciones por la costa
el piloto es un marino de la zona, se sonda el fondo, se
señalan las rocas, arenales, etc. La redacción es una suerte
de guía de por dónde ir, qué zonas evitar y cómo penetrar
en las rías o fondeaderos. También se citan los errores en los
mapas y atlas más usuales.40 Esto no impedirá que prosigan
los naufragios. Por azar del destino un barco de carga de
la escuadra del capitán de navío Kersaint, llamado como el
hidrógrafo que había reconocido la costa gallega, Fleurieu,
el 12 de octubre de 1782 se hundió al impactar contra una
roca “desconocida” a la altura del cabo Touriñán, el más
occidental de España. Ni los que poseían la cartografía más
actualizada estaban a salvo en el Noroeste:
a las 11 horas ¾ el Fleurieu, que era el que estaba más a
tierra, estaba cruzando el cabo Touriñán y estuvimos algunos momentos sin saber lo que le había sucedido, creyendo primero que podría ser un hombre caído al agua, pero
habiendo visto un poco después que volvía a la ruta y a
continuación cambiar para correr a tierra con el más grande
39
40
Relata que se sintió atraído por la pequeña isla de San Simón y que en la misma encontró un convento medio arruinado de franciscanos. Uno de los frailes le dice que están allí para custodiar el cuerpo de muchos santos, “infinitos”. Él responde: “Más que en el Cielo.” A lo que el fraile concluye: “Más que
en el Cielo. Sí señor.” [Bory, Gabriel de] (1751). Relation d’un voiage fait par
ordre du Roi a la coste d’Espagne pour determiner par des observations astronomiques la position des Caps Finisterre et Ortegal. AN, MAR/3/JJ/183.
Aunque los autores son reputados hidrógrafos, de la lectura de sus diarios
no podemos menos de concluir que hay documentos que son meros plagios
de marinos precedentes. Así, Fleurieu, aunque cita a Bory (era imposible no
hacerlo), prácticamente se limita a copiarle, lo que debía ser fácil porque
existen numerosos manuscritos. Nos referimos a Claret, Charles-Pierre
(conde de Fleurieu) (s.f., anterior a 1810). Extrait du voyage de Monsieur Fleurieu. AN, MAR/3/JJ/183.
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Buenos vientos • 211
desorden, pronto juzgué que había tocado sobre una roca
y se estaba hundiendo. Sus disparos de cañón confirmaron
esta desgracia.41
Pero este hecho sirve para que Kersaint solicite que
en la nueva cartografía se ubiquen estas rocas y así evitar nuevas desgracias. Realmente era muy difícil reflejar la
realidad del litoral gallego. Aunque hemos señalado que hay
un antes y un después de 1786 y los trabajos hidrográficos
dirigidos por Tofiño, tampoco su obra estuvo exenta de
mejoras. Así, en 1833 se llevan a cabo estudios a lo largo
de toda la costa gallega para identificar hasta el menor de
los rompientes y bajos:
El capitán de fragata don Ignacio Fernández Flórez, comandante del bergantín Guadiana, se ocupa por orden del
gobierno en levantar los planos de las rías de Galicia y en
situar los puntos principales de aquella costa con el objeto
de rectificar en esta parte las cartas que levantó hace cerca
de medio siglo el jefe de escuadra don Vicente Tofiño. El
comandante Flórez va enviando a este Depósito Hidrográfico
los trabajos, planos y observaciones que va haciendo, y aquí se
van coordinando con examen de otros planos y observaciones anteriores, y consultando con el mismo Flórez las dudas o
discordancias que resultan para asegurar más el acierto. (…)
41
Kersaint, Armand-Guy-Simon (conde de Coëtnempren) (26 de octubre de
1781). Extrait du journal de l’Iphigenie, commandée par monsieur le comte
de Kersaint, capitaine de vaisseau, du 10 au 12 octobre, époque du naufrage
du batiment de transport le chevalier de Fleurieu sur un roche inconnu à ½
lieu ou ¾ de lieu dans le OSO du cap Toriane 3 lieus au nord de celuy de
Finistere, a bordo de la fragata Iphigenie. AN, MAR/3/JJ/183. El rápido
socorro logró salvar a todos los hombres, excepto a unos soldados que se
lanzaron al mar para llegar a tierra nadando y murieron contra las rocas.
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212 • Buenos vientos
Se está trazando en este Depósito una carta que comprende
desde el río Miño hasta el cabo de Toriñana,42 que es la parte
reconocida y situada por Flórez, quien continúa sus trabajos
en este verano hasta concluir la costa de Galicia. Se grabará
luego, como se está grabando ya el plano de la ría de Arosa43
que no examinó Tofiño; y luego que se concluyan tendré cuidado de remitirlos a ese Depósito por mano de vuestra excelencia,44 con todo lo demás que se haya publicado después de
la última remesa que hice, entregándola aquí al señor embajador de Francia para que llegue con mayor seguridad.45
42
43
44
45
Fernández Flórez, Ignacio (1897 -1835, corregido en 1875 y 1888-). Carta
esférica de la costa de Galicia desde el río Miño hasta cabo Toriñana levantada por el Capitan de Fragata de la Real Armada Dn. Ignacio Fernandez
Florez; C. Noguera la delineó y grabó; M. Giraldos grabó la letra. Madrid,
Dirección Hidrográfica, 1 plano 91,8x62 cm, escala [ca. 1:165.344], 1’ [=5,6
cm]. Litografía con adiciones manuscritas en tinta roja y azul indicando el
emplazamiento de un nuevo faro en cabo Silleiro. Zonas coloreadas en amarillo y un punto rojo indicando la posición de otros faros. Orientado con
estrella.
Fernández Flórez, Ignacio (1833). Plano de la Ría de Arosa levantado por el
Capitán de Fragata D. Ignacio Fernández Florez; C. Noguera lo delineó y
grabó; N.s Gangoiti grabó la letra. Madrid, publicado por la Dirección
General de Hidrografía, 1 mapa 65x47 cm. Corregido y adicionado en 1867.
Fernández Flórez, Ignacio (1836). Carta esférica de la costa de Galicia desde
el cabo Toriñana al de Ortegal Levantada por el Capitan de Fragata de la
Real Armada D. Ignacio Fernandez Florez; C. Noguera lo delineó y grabó,
M. Giraldos grabó la letra. Madrid, Dirección de Hidrografía, 1 mapa 57x86
cm, escala [ca. 1:157.000, proyección Mercator]. Escala hallada a partir de 5
minutos de latitud [=5,9 cm]. Coordenadas referidas al meridiano de Cádiz
(O 3°13’30”-O 1°35’00”/N 43°49’00”-N 43°00’00”). Red. geográficas de 10’
en 10’. Orientado con lis. Orografía por normales. Indica sondas batimétricas expresadas en brazas de 6 pies de Burgos, veriles, bajos y faros; estos
últimos destacados en rojo y amarillo. Clave hidrográfica para determinar la
calidad de fondo. Divisiones administrativas indicadas por clave alfabética.
Hay otra edición corregida en 1870.
Carta de Martín Fernández de Navarrete al conde de Gourdon (Antoine
Louis de Gourdon, 1765-1833), fechada en Madrid el 28 de mayo de 1833.
AN, MAR/3/JJ/183. Este texto demuestra cómo persiste el trasvase de
información entre España y Francia. Fernández de Navarrete, director del
Depósito Hidrográfico, escribe al vice-almirante Gourdon, director general
del Dépôt des cartes et plans de la Marine. El conde de Gourdon, igualmente, remitía a Fernández de Navarrete las novedades francesas.
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Buenos vientos • 213
Figura 14. Detalle de la Carta esférica de la costa de Galicia desde el
cabo Toriñana al de Ortegal Levantada por el Capitan de Fragata de la
Real Armada D. Ignacio Fernandez Florez, Madrid, Dirección de Hidrografía, 1836. Se aprecia cómo se identifican las lajas, placeres, bajos,
rodales, escollos, etc. Fuente: Biblioteca Digital Hispánica. Recuperado
en https://bit.ly/2QKcJb8.
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214 • Buenos vientos
Figura 15. Perfil de la bahía de La Coruña, (1885). Leyenda: I. Iglesias
de La Coruña y castillo de San Antonio. Vista del fondeadero: R rampa
que da acceso al castillo; F Cabaña verde donde está el farol; H Torre
de Hércules. II. Castillo de San Diego y de Oza. Vistas desde el fondeadero: (1) Vía férrea y línea telefónica. (2) Carretera. III. Playa de la
Pescadería. Vista del Norte (punto V): A Fábrica de cristales; B Fábrica
y asilo municipal; C Fuerte (desarmado); D Casa para baños de mar.
(1) Talud formado de terrenos arenosos y de escombros. (2) Campo
cubierto de bloques de roca. (3) Barcos de pescadores embarrancados
sobre la arena y cabañas. (4) Carretera al cabo Finisterre. IV. Playa de
la Pescadería. Vista de la ermita de San Roque. Fuente: AN, MAR/3/JJ/
182. Fotografía: el autor.
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Buenos vientos • 215
Figura 16. Perfiles del litoral de la provincia de La Coruña, (1885).
Fuente: AN, MAR/3/JJ/182. Fotografía: el autor.
La costa gallega, a pesar de todos los riesgos que presentaba para el desempeño de las actividades económicas
y el fomento industrial en Galicia, también era un lugar
idóneo para establecer empresas por su magnífico emplazamiento en el concierto de rutas oceánicas y porque a
sus puertos llegaban todo tipo de individuos, algunos de
ellos emprendedores. El alsaciano Pierre Munsch abandonó
Francia en 1786 en busca de una tierra en que mejorar
su siempre endeble salud, y lo consiguió en España. Por
azar llegó a Coruña y entabló relación con Joseph Codercq
y ambos acuerdan establecer una fábrica de telas pintadas
“con la expresa condición de no enseñar ninguno de sus
secretos”. A través de los cauces consulares las muestras fueron remitidas a Francia y el ministro de Marina ordenó al
tribunal consular entregar 15.000 piastras fuertes (300.000
reales) a Codercq para que la fábrica tomara cuerpo. Este
último rechaza firmar todos los borradores de contrato que
le presenta Munsch, según parece por la cláusula del secreto, y transcurren tres años de este modo. Finalmente, en
abril de 1789 Codercq se niega a seguir sufragando los gastos del artista y su familia y le indica que puede marcharse,
pues no le necesita. Se inicia aquí un enfrentamiento que
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216 • Buenos vientos
se salda para Munsch de manera desgraciada: “de noche el
suplicante y su familia fueron puestos en la calle, con lo que
tenían sobre el cuerpo, y al día siguiente, 7 de abril, después
de haber hecho el inventario, Codercq ordenó meterlo en
prisión”.46 Cuenta con el auxilio de negociantes franceses
de Coruña y las resoluciones favorables del propio tribunal
consular, pero Codercq lejos de desistir llega a denunciar
a Munsch ante el Santo Oficio, aquí ya sin éxito. A cambio de la intercesión para obtener la libertad el alsaciano
ofrece mostrar ante la manufactura de tapicerías de los
Gobelins dos secretos para elaborar un azul y un verde
como jamás “se hayan visto”. Pero ya era muy tarde. Las
secretarías, sobre todo la de Marina, estaban repletas de
memoriales con todo tipo de secretos, a lo que se sumaba
que Francia estaba a punto de abrir la puerta de una nueva
época y el destinatario de la misiva, Necker, tenía gravísimos problemas que atender. Mientras tanto, en Coruña su
ex-socio en 1790 aparece regentando con su solo nombre
una fábrica de “indianas y lienzos pintados”.47 Este simple
ejemplo demuestra que el litoral ofrece oportunidades por
los contactos que favorece, y que la dificultad que conlleva
la navegación nunca fue un freno, aunque es importante
conocer los esfuerzos que tuvieron que hacer científicos,
ingenieros y marinos para convertir un oficio basado en la
simple experiencia en una profesión que exigía valor, pero
mucho más conocimientos en constante actualización.
46
47
Carta de Pierre Munsch a Jacques Necker, ministro de Finanzas de Francia,
fechada en Coruña el 1 de julio de 1789. AN, AE/B/III/372.
Vid. Rey Castelao, Ofelia (2003). Los extranjeros en la cornisa cantábrica
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Educación y política
en tiempos de crisis
La monarquía hispánica durante el reinado
de José I (1808-1813): Manuel Narganes
entre ideas y acciones
SEBASTIÁN PERRUPATO1
Introducción
Pensar la “pedagogía política”2 en el contexto revolucionario francés con obras del talante de Rousseau o Condorcet no parece traer inconvenientes. En cambio, llevarlas a una realidad española con características que algunos
autores han dado en llamar “contrarrevolucionarias” (Moliner Prada, 2008). Es un poco más complejo. Ciertamente,
la apropiación que los intelectuales españoles hicieron de
los discursos e ideas francesas intentaron vaciar de contenido “político” a la pedagogía, pero no cualquier carácter
político, sino aquel que se asociaba a la Revolución que
se quería evitar.
1
2
UNMdP- CONICET, Argentina. sperrupato@gmail.com.
El concepto de pedagogía política que utilizamos proviene de la renovación
historiográfica que se hizo hacia fines de los ochenta con el tratamiento
renovado de la revolución francesa, y en ese terreno destacaron los trabajos
historiográficos de François Furet, Mona Ozouf, Keith Michael Baker,
Jeremy Popkin, Lynn Hunt, entre otros. El concepto fue aplicado para la
América hispánica por François Xavier Guerra en Modernidad e Independencias (1992). Guerra advirtió un choque frontal entre un pensamiento
tradicional del Antiguo Régimen español y las nuevas ideas provenientes de
Europa y en especial de la revolución francesa y que la nueva pedagogía
política moderna (Guerra, 1992).
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222 • Buenos vientos
La pedagogía española tenía mucho de político, empero
la forma de concebir la política en la España de la segunda
mitad del siglo XVIII y principios del XIX difería de la
forma democrático liberal que había caracterizado la pedagogía de la Revolución. Indiscutiblemente estamos ante dos
modos distintos de concebir no solo la política sino también
el proyecto de “nación”.
En este sentido, ilustrados de diferente origen contribuyeron a pensar la pedagogía política española de un modo
distinto. Empezando a pensar en la posibilidad, aunque muy
remota todavía, de formar un sistema educativo “nacional”.
Jovellanos (1809), por citar solo el ilustrado más representativo en lo que a reformas pedagógicas se refiere, escribía
en sus Bases para la formación de un plan general de Instrucción
pública sobre la necesidad de lograr la uniformidad de la
enseñanza en todas las regiones, con el mismo método y
los mismos textos.
El tratado de Fontainebleau posibilitó la entrada en
España no solo de las tropas francesas y la coronación de
José I, sino una serie de ideas consideradas “modernas” que
pululaban los aires europeos, pero cuya llegada a la península fue más bien sesgada en el siglo precedente. La Monarquía hispánica se sumió en una crisis sin precedentes que
dividió la política en dos: por un lado, quienes defendían la
intromisión del Rey extranjero bregando por la modernización política y científica que se pensaba traería consigo.
Por otro lado, a liberales y absolutistas que se habían unido en una suerte de alianza tácita cuyo fin era desterrar a
José I. En este contexto, muchos intelectuales plantearon la
necesidad de reformar la educación desde diferentes ópticas, pero con un objetivo en el que parecían coincidir: la
articulación de un sistema de enseñanza.
El presente trabajo pretende analizar la educación en el
interregno de José I a partir de los escritos de Manuel Narganes y Posadas. En sus Cartas sobre los vicios de la Instrucción
Pública en España y Proyecto de un plan para su reforma (1809)
este ilustrado -frecuentemente tildado de afrancesado- pasó
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Buenos vientos • 223
revista del estado general de la educación en la Monarquía
Hispánica proponiendo líneas de superación que nunca llegarán a concretarse. El análisis de sus obras nos permite
pensar en la forma en la que muchos intelectuales se hicieron eco de las ideas circulantes de la época y las usaron en
la evaluación del estado de situación en que se encontraba
la Monarquía, después de todo ese era el fin para el cual
Narganes había sido designado por el entonces ministro
del interior para integrar la Junta de Instrucción Pública
durante el gobierno josefino.
Algunos antecedentes
En algunos trabajos previos identificamos diferentes ejes
sobre los cuales se articuló la producción historiográfica de la educación en la Monarquía Hispánica durante el
interregno bonapartista (Perrupato, 2015, 2016). En primer lugar, encontramos trabajos que plantean el período
a partir de las continuidades y rupturas. Ya sea como una
continuación de las propuestas reformistas del siglo XVIII3
o como los orígenes del primer liberalismo.4 En segundo
3
4
La preocupación por mostrar continuidades con la generación ilustrada llevó a muchos historiadores de la educación a centrarse en las propuestas de
una sola facción política pasando por alto el análisis del gobierno josefino en
el que se hacían más evidentes rupturas con el Reformismo borbónico.
Sobresalen en esta línea: Rodríguez Aranda, 1954; Peset, y Peset, 1974;
Domínguez Cabrejas, 1983; Mora del pozo, 1984; Nieto Bedoya, 1986; Soubeyroux, 1987; Álvarez Morales, 1988; Faubell Zapata, 1987; Labrador
Herraiz, y Pablos Ramírez, 1989; García Hurtado, 2005; Gutiérrez Gutiérrez, 2009, 2012.
Entre los estudios que entienden el período en esta dirección cabe mencionar la compilación de Espigado Tocino (1999) y algunos trabajos de Antonio
Viñao Frago (1983, 1999, 2004, 2009, 2011, 2012) y Jean Luis Guerreña
(1988, 2004) (1996, 2013)
En el año 2011 José María Hernández Díaz ha compilado un libro en el que
intenta advertir el peso del pensamiento ilustrado francés en la educación
española contemporánea, si bien el corte temporal pareciera marcar un
quiebre en torno a 1808 la preocupación de los autores está en mostrar que
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224 • Buenos vientos
lugar, identificamos algunos artículos que entienden la educación en el período a partir de las reformas: ya sea por
aquellas que llevaron adelante José I y sus ministros o las
que intentaron implementar las Cortes (Martínez Navarro,
1990; Bertomeu Sánchez, 2009; Estrada, 1979; Espigado
Tocino, 1995). Otra parte de los trabajos, más centrados en
la pedagogía política revolucionaria, ha focalizado su interés en los medios de enseñanza como los catecismos políticos o catones (Capitán Díaz, 1978; Ruiz de Azúa, 1989; Sánchez Hita, 2003; Sotes Elizalde, 2009). Finalmente, algunos
artículos y libros han centrado su interés en actores políticos como Cabarrús, Jovellanos, Meléndez Valdez, Peñalver,
Quintana, entre otros, siendo la figura de Manuel Narganes
una de las menos trabajadas.5
Evidentemente el reinado de José I sigue siendo como
ha sostenido hace algunos años Natividad Araque (2009):
“un periodo caracterizado por un vacío historiográfico en materia
educativa y científica, a pesar de las importantes aportaciones que
se realizaron en un espacio de tiempo tan breve” (p. 2). En este
sentido, se hacen necesarios nuevos estudios que entiendan
el período como una charnela entre la tradición y la modernización. Con avances y retrocesos en materia educativa,
la crisis de la Monarquía hispánica tuvo efectos negativos
5
“el pensamiento ilustrado va dando pasos hacia nuevas concreciones políticas y pedagógicas, y en este proceso el mundo de las luces, de la Francia
Ilustrada, ocupa una posición de referencia para buena parte de Europa y en
especial para España” Esta misma línea han seguido quienes se preocuparon
por la educación en la constitución de 1812. Araque Hontangas, 2009; Puelles Benítez, 2004, 2006, 2011.
Sobre el pensamiento pedagógico de Narganes se puede consultar: Ruiz
Berrio, 1983; Guerra, 2008. Algunas notas sobre la labor pedagógica del
autor han sido planteadas en el trabajo de reciente aparición “Ilustración,
educación y cultura. La Monarquía hispánica en la segunda mitad de siglo
XVIII” (2018)
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Buenos vientos • 225
para la escolarización,6 al mismo tiempo las ideas políticas
sentaron las bases del liberalismo educativo del siglo XIX
que se vio cristalizado en la ley Moyano de 1857.
Manuel Narganes: ¿un pedagogo afrancesado?
El 17 de octubre de 1809 José I nombraba a Manuel José
Narganes de Posadas Director del Real Colegio establecido
en lugar de las extinguidas escuelas Pías de San Antonio en
Madrid.7 ¿Qué importancia tenía este acontecimiento para
que apareciera en la Gazeta de Madrid tres días después?
¿Cuál era la importancia de este centro educativo? ¿Por qué
José eligió a Narganes como director?
En cuanto a la importancia del acontecimiento debemos entender que, esta medida formaba parte de una
serie de disposiciones que tendieron a la secularización de
muchos institutos de enseñanza. En este sentido, la decisión
de publicación oficial no hacía más que dar cuenta de un
proceso (el de la desamortización de los bienes eclesiásticos)
que la Gazeta parece seguir de cerca. Por otro lado, es de
pensar que este colegio de la capital española era de singular
importancia para la educación de los madrileños al tiempo
que daba cuenta que el francés tenía en sus manos el centro
político de la Monarquía.
La tercera pregunta es un tanto más compleja, Narganes (1809) fue uno de los más entusiastas adeptos al nuevo
gobierno, no vacilo demasiado en ponerse al servicio del
que consideraba “un gobierno paternal e ilustrado” (p. 63).
Sus Cartas… escritas en tiempos de Carlos IV son impresas
en 1809 con la esperanza que sus observaciones puedan ser
6
7
Guerreña (2013) ha comparado la encuesta de 1821 y 1822 con el censo de
1797 evidenciando una disminución considerable en el número de escuelas
y en la escolarización de los niños. Según datos aproximados del 23 por
ciento de escolarización en 1797 se pasa al 15 por ciento en 1822 (p.143).
Gazeta de Madrid, viernes 20 de octubre de 1809, N°. 294.
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226 • Buenos vientos
de ayuda “Al gobierno en la reforma que medita” (p. 5). Por
su parte, José I seguía de cerca la trayectoria de Narganes
quien, según Ruiz Berrio (1983), aparece también en una
lista de posibles miembros de una Academia Nacional que
quería fundar el monarca “intruso” que había reconocido
en él, junto con otros intelectuales, a “hombres de talento y
dedicados a este ramo” (p. 12).
Catedrático de Ideología y literatura española en el
Colegio de Sorèze, Manuel Narganes, se nutrió de las
corrientes renovadoras que, en torno a la filosofía, la política y la pedagogía, se gestaron en Europa. Esto le valió
el mote de afrancesado8 y lo convirtió en un partidario de
la abolición del régimen feudal, de la instauración de uno
constitucional y de la necesidad de libertad de cátedra.
El proyecto de reforma del periodista español, se
encontraba detallado en su obra Tres cartas sobre los vicios
de la instrucción pública en España y proyecto de un plan para
su reforma, escritas en 1807 y publicadas en Madrid luego
de la asunción de José I.
La primera de las cartas detallaba todos los males que
azotaban la Monarquía en cuestión educativa. Definiendo
la educación como “una de las primeras necesidades de un
estado” se lamentaba por el “miserable estado de la educación pública” (Narganes, 1809, p. 9), lo que lo impulsaba a idear nuevos proyectos de mejora que permitieran
la mejora.
De todas, la educación primaria es la que para el autor
merecía las mayores críticas, apuntando a los métodos, los
contenidos e incluso a la formación de los docentes. Narganes era categórico al respecto: “No hay educación primaria
en España; la que hay no merece tal grado de nombre”
8
El sustantivo afrancesado surgió después de la guerra de independencia
española para referirse a los partidarios del rey José Bonaparte. Posteriormente el nombre se tomó para hacer referencia a los asiduos de la corte y la
aristocracia en general, influenciada por la Ilustración y el enciclopedismo
del siglo XVIII. Sobre el tema se puede consultar: Artola, 1989; López Tabar,
2002; Dufour, 2007.
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(Narganes, 1809, p. 25). Sin embargo, la crítica avanzaba
sobre otros niveles de enseña, así, compartía con gran parte
de los ilustrados españoles su desprecio por la universidad
a la que definía como:
La reunión de un gran número de maestros que enseñan en
balde la filosofía, la Teología, el Derecho, la Medicina, algunas
lenguas muertas, y tal vez un poco de Matemáticas (…) el
método de enseñar, la elección de maestros, la disposición y
abandono de los discípulos es y ha sido siempre lo mismo, y
jamás se ha cogido ni se cogerá el fruto que debiera esperarse
de tan costosos establecimientos (Narganes, 1809, p. 32).
De este modo, la instrucción pública aparecía como un
asunto que, por derecho y obligación, competía al gobierno,
el cual debía ejercer su dirección, inspección y control; los
particulares podrían entonces establecer escuelas siempre
que se sujeten a las “leyes y ordenanzas generales”. Se proponía que la instrucción pública se organizase en un sistema
uniforme, orgánicamente estructurado. La propuesta, aunque publica no era universal, de hecho, cada grado debía
estar orientado a las funciones que los individuos tenían
en la sociedad:
hay pues una educación general que el Gobierno debe a todas
las clases y a todos los individuos de la sociedad. Otra a que
solo tienen derecho los que por su nacimiento o sus riquezas
deben tener una influencia más inmediata en el bien o en el
mal de los otros. Y otra que solo se debe a los que se destinan
a ejercer ciertos empleos, y a desempeñar ciertos cargos que
requieren conocimientos más profundos, y una instrucción
más particular de tal o tal ciencia (Narganes, 1809, p. 92)
Esta división, que el autor fundaba en lo que consideraba “la naturaleza misma de la sociedad”, se debía dividir
en tres niveles o clases de instituciones: las escuelas primarias, de enseñanza general; las secundarias o de instrucción
general y las escuelas especiales o de instrucción particular.
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228 • Buenos vientos
La estructuración de la enseñanza en tres niveles le
permitía un mayor control a cargo de un director general
de los estudios del reino quien además sería director de la
universidad central y al mismo tiempo presidiría el Consejo de instrucción pública integrado por profesores de la
universidad. Si bien es cierto que esta propuesta no llego
a hacerse efectiva hasta 1857 con la llamada Ley Moyano,
su idea da cuenta de la necesidad de un mayor control
desde el Estado.
El contexto de disgregación política que había generado la irrupción napoleónica, la multiplicidad de juntas y
la amplitud del imperio español hacía necesario un control efectivo y centralizado de la educación por parte de
la Monarquía. La función de controlar y regular la educación debía entonces garantizar la presencia del Estado
en la educación.
La propuesta de Narganes era, en este sentido, fuertemente centralizadora al tiempo que dejaba en manos del
gobierno gran parte de las decisiones tanto pedagógicas
como disciplinares. Así “los maestros de las escuelas primarias, secundarias y especiales serian nombrados por el
gobierno”, al tiempo que este debía hacerse cargo de la
selección de los contenidos y los materiales de estudio (Narganes, 1809, p. 139).
Quizás esto motivó a José I el acercamiento a Narganes,
pero sin dudas no fue lo único, evidentemente también hay
cierta identificación con un proyecto que tenía mucho de
las ideas francesas.
Parte esencial de proyecto avanzaba sobre la educación
intermedia. La propuesta de cerrar todas las universidades
estableciendo una central daba paso a la necesidad de crear
en su lugar instituciones que asegurasen la instrucción de
la juventud. La dependencia con los proyectos franceses era
clara y el autor no dudaba en ponerlo de manifiesto: “Así lo
han creído todas las naciones cultas; y el Gobierno francés
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Buenos vientos • 229
en lugar de levantar de nuevo las universidades destruidas
por la revolución, acaba(ba) de fundar en su lugar colegios
bajo el nombre de liceos” (Narganes, 1809, p. 104).
La educación secundaria, como el mismo autor la
denomina, aunque publica no estaba pensada para todos
los sectores de la sociedad, los pobres no podían participar
de este nivel de instrucción que, por otra parte, era pago.
La formación que se debía impartir en estas escuelas era
una educación integral con un fuerte énfasis en las ciencias exactas y experimentales. En sus siete cursos incluía
matemática, lengua y literatura nacional y extranjera, física,
historia, geografía y moral, siendo los dieciocho años la
edad promedio de egreso estipulada.
El proyecto presentado en Tres cartas sobre los vicios de
la Instrucción Pública sostenía la necesidad de una educación
centrada en las “ciencias útiles” por lo que se suprimían las
cátedras de latín, teología y lengua castellana y se bregaba
por “aumentar los maestros de ciencias útiles y disminuir
hasta la extinción los estudios inútiles y por consiguiente
dañosos” (Narganes, 1809, p. 47). Se introducían algunas
reformas metodológicas y nuevos contenidos que buscaban
la máxima difusión de lo útil y lo práctico.9
Un sistema de educación en que se acostumbre a los niños
a no formar juicios sin examinar escrupulosamente las ideas
que los componen, a no emplear palabras que no correspondiesen a otras tantas ideas, y a no adoptar ciegamente las
opiniones de los otros sin examinarlas primero sería sin duda
el sistema más perfecto y el más propio para formar hombres
(Narganes, 1809, p. 83)
Para conseguir este pensamiento crítico el autor echa
mano a las diferentes disciplinas que componen el árbol
de la ciencia de Bacon a quien sigue de cerca en sus escritos. Velando por la integración de las ciencias humanas
9
Sobre el tema del utilitarismo y las reformas educativas se puede consultar:
Viñao Frago, 1982.
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tanto como las naturales. La propuesta de Narganes parecía
coincidir con los fines seculares que, como mencionamos,
perseguía el gobierno josefino:
La nueva sociedad no necesitaba ser inspirada por la Iglesia,
tenía al Estado. Este se presentaba como el demiurgo soberano, exclusivo y absoluto del nuevo orden. Su legitimidad
emanaba de la concepción inmanentista de la naturaleza; su
fuerza, se apoyaba en el Derecho, en el mito de la razón y en
el progreso; su fin, en la felicidad secular de sus ciudadanos
(Negrin Fajardo y Vergara Ciorda, 2009, p. 192).
Es en esta línea que la propuesta trabajaba sobre los
seminarios conciliares, considerados por el autor una de
las instituciones en la cual se deben operar las mayores
reformas. Estos debían pasar a formar parte de la educación
que impartía la Monarquía quién además fijaría un número máximo de alumnos cuidando que quienes siguieran la
carrera eclesiástica “no exceda(n) las necesidades religiosas
de cada diócesis” (Narganes, 1809, p.127).
Esto implicaba un gobierno mixto entre la Monarquía
y la Iglesia, siendo la primera la encargada del control y
la definición de los contenidos y la segunda la encargada
de impartirlos. En este esquema las ciencias útiles hacían
su incursión en los seminarios conciliares “en ellos, bajo
la inspección del gobierno y dirección de los obispos, se
formen e instruyan en las ciencias útiles los que han de ser
los maestros de la religión y de la moral pública” (Narganes, 1809, p. 47).10 Aunque no excluían los saberes básicos
de la formación clerical “Sagrada escritura, libros santos y
formas de administrar los santos sacramentos, especial en
de la penitencia y canto, computo, ceremonias éticas y otras
semejantes” (AHN, Consejos, exp. 549).
10
La dirección y supervisión del obispo se planteaba también en otras propuestas como una necesidad: “El obispo pues pondrá en su lugar en el seminario, un superior prudente que buscará con el mayor cuidado y diligencia”
FUE. Sobre el Establecimiento fol. 10.
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La formación en los seminarios debía ser lo más ortodoxa posible, evitando avanzar sobre los dogmas de la fe. En
este sentido no todas las ciencias debían estar permitidas.
También es conveniente sepan los seminaristas, que si alguna
ciencia se les ha prohibido, ellos jamás se deberán divertir, ni
ocupar en ella en perjuicio de la que pertenece y mira a su
estado, porque hay ciencias útiles a ciertas personas destinadas a tales estados, que cansan aquellas, que no lo están (FUE,
Sobre el establecimiento, f. 12).
Una preocupación fundamental radicaba en convertir
a la Teología en “una ciencia útil y de lo posible exacta”. En
definitiva, se trataba de que, por medio de una buena enseñanza,11 se adquirieran los conocimientos suficientes para
“contribuir a la Ilustración pública y el hábito de vivir bajo
11
La preocupación por la Buena enseñanza es una constante en el pensamiento pedagógico de la Ilustración. Repetidas veces leemos en las fuentes la alusión a esta “buena enseñanza”. “El uso del adjetivo “buena” no es simplemente sinónimo de “con éxito”, de modo que buena enseñanza quiera decir
enseñanza que alcanza el éxito y viceversa. Por el contrario, en este contexto
la palabra buena tiene tanta fuerza moral como epistemológica. Preguntar
que es buena enseñanza en el sentido moral equivale a preguntar qué acciones docentes pueden justificarse basándose en principios morales y son
capaces de provocar acciones de este tipo de parte de los estudiantes. Preguntar por qué es buena enseñanza en el sentido epistemológico es preguntar si lo que se enseña es racionalmente justificable y, en última instancia
digno de que el estudiante lo conozca, lo crea o lo entienda” (Fenstermacher,
1989, p. 158). Edith Litwin interpretando parte del fragmento anterior aclara “esta definición de la buena enseñanza implica la recuperación de la ética
y los valores en las prácticas de enseñanza…esta recuperación filosófica no
se inscribe ni se agota en un planteo individual. No implica guiar una práctica desde lo que es bueno para el hombre en un tiempo indiferenciado o lo
que es bueno desde la perspectiva del conocimiento, como si este fuera el
desarrollo de prácticas sin historia ni futuro (…) se refiere a actitudes, a conductas y una manera de vincularse a los alumnos en la clase” (Litwin, 1997,
p. 93).
En esta misma dirección pronunciaba en un sermón Antonio Salcedo: “ninguno de todos los negocios públicos, decía Platón, interesa más que el de la
buena educación de los niños y jóvenes: ella es el fundamento de la república: sin ella son malos niños, peores los jóvenes, y pésimos los viejos. ¿Y sería
posible atender a este punto con más escrupulosidad debida entre el ruidoso
estrepito de las armas? Entonces, limpios los campos de sangre, y regados
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una disciplina severa y proporcionada a la santidad del estado” (Narganes, 1809, p. 130). Se trataba de transformar los
seminarios conciliares en parte de una instrucción pública,
unificada y secular. Esto ha de haber sido visto con buenos
ojos por un gobierno sediento de legitimidad política.
Finalmente, como mencionamos con anterioridad la
propuesta del autor incluía la necesidad de establecer una
universidad central en la que se formen todos aquellos que
fueran a ejercer la docencia. “Ninguno podrá ser profesor en las escuelas secundarias del reino, ni tampoco en
las especiales, inclusos los seminarios, sin haber pasado
lo menos dos años en la universidad central” (Narganes,
1809, p. 134).
Algunas reflexiones finales
La propuesta educativa de Narganes tenía una clara correspondencia con las ideas francesas. Sin embargo, no podemos negar la circulación de su obra y la lectura que de ella
tuvieron muchos otros intelectuales del período, por algo
Narganes fue nombrado miembro de la Junta que tenía por
objetivo la elaboración de un plan de educación durante el
gobierno josefino. Su nombre aparece entre los ilustrados
que no dudaron en ponerse al servicio del monarca intruso,
él como Cabarrús, Menéndez Valdez o Peñalver entre otros,
fue parte de un grupo de intelectuales que, coherentes a sus
ideas, prefirieron apoyar el gobierno francés.
La propuesta de Narganes tornaba claras algunas cuestiones que se venían desarrollando en muchos de los discursos ilustrados y que al mismo tiempo fueron parte de las
ideas que circulaban en Europa. En primer lugar, la importancia de articular un sistema educativo centralizado y
con el sudor de los trabajadores, producirán con abundancia; entonces formarán nueva energía las artes, industria y comercio: Las virtudes un nuevo
ascendiente, las leyes toda su fuerza” (Salcedo, 1801).
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público; en segundo lugar, la preponderancia de las ciencias
útiles tanto las experimentales como aquellas tendientes a
generar una unidad nacional como la Literatura, Historia y
Geografía; y en tercer lugar, un proceso de secularización
de la enseñanza que no solo reducía el lugar de la religión
en los planes de estudios sino que avanzaba sobre la formación religiosa intentando que los sacerdotes se conviertan
en agentes del estado.
Quizás resulte irrelevante pensar si Narganes fue o
no un afrancesado. Entendemos que existen una serie de
ideas pedagógicas que forman parte del contexto, un contexto signado por algunas lecturas francesas, pero también fuertemente inmiscuido en la circulación de información entre los diferentes puntos del globo. Probablemente
muchas ideas del autor sean de cuño francés, sin embargo,
muchas otras no diferían de las que había propuesto gran
parte de una ilustración que fue catalogada por muchos historiadores como “católica”. Evidentemente José Bonaparte
se vio seducido por las ideas de Narganes, como también
se vio seducido con las de Jovellanos, la diferencia entre
ambos era que el segundo no estaba dispuesto a apoyar a
un gobierno intruso.
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