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Publicado en: A.M. Nogués Pedregal (coord.): Cultura y turismo. Págs. 9-26. Signatura ediciones, Sevilla, 2003 (ISBN 84-95122-57-X) INTRODUCCIÓN: ANTROPOLOGÍA, CULTURA Y TURISMO Antonio Miguel Nogués Pedregal Universitas Miguel Hernández La antropología, en tanto que disciplina humanística del conocer, es un modo comprensivo de acercarse al mundo. Y el mundo es, como ya apuntara Wittgenstein, todo lo que acontece. Desde esta premisa, la antropología indaga en la diversidad de los grupos humanos abordando, como un conjunto, las esferas de la vida social de los grupos, las manifestaciones expresivas y racionales, los modos de relación social, los decires y haceres, abordando en fin, todo ese compendio de prácticas sociales, contextos, realidades y hechos que dan sentido al proceso de la vida en sociedad. A ese conjunto de esferas, manifestaciones, modos, decires, haceres, circunstancias y contextos es a lo que denominamos cultura. Además la cultura es un producto histórico, y como tal, en cada contexto histórico han prevalecido y prevalecen unas determinadas maneras de articular el conjunto. Por tanto es lícito afirmar que, sin pretenciosidad alguna pero tampoco sin rubor, la antropología estudia la cultura en todo tiempo y lugar, es decir, las culturas. Hablar de cultura en este sentido y relacionarla con turismo suele levantar bastantes suspicacias entre aquellos antropólogos que, fieles seguidores de Boorstin, siguen considerando al turismo y a todo aquello que lo rodea como la “apoteosis de lo falso”1 (Crick,1989: 308). No obstante esta crítica, la preocupación por el turismo y sus conexiones más directas tales como la búsqueda de un desarrollo limpio y sostenible de los territorios, la preocupación por unos museos atractivos y dinámicos, la restauración de obras de arte, restos arqueológicos o enseres etnográficos, la rehabilitación de monumentos artísticos, la regeneración de las áreas de costa, el repoblamiento de zonas rurales, las adaptaciones del calendario festivo, el diseño de la política cultural de una ciudad o, en definitiva, el engalanamiento de los destinos2, se han 1 “aphoteosis of the pseudo” Tomo de Santana Talavera esta imagen quien, en su aportación en este volumen, escribe muy acertadamente “los destinos y los que desean ser destinos se engalanan y afanan en atraer, como la flor con sus colores y néctar, cuantos más visitantes mejor.” 2 1 Introducción: antropología, cultura y turismo A.M. Nogués convertido en los lugares comunes a través de los cuales justificar la instrumentalidad de la antropología académica como un recurso social válido y subvencionable. Toda una paradoja que nace de la irreflexión a la que nos somete esta acelerada y precipitada necesidad de ubicar la antropología académica en el mundo de los medios y los fines. Desafortunadamente, este desmesurado interés por redefinir la disciplina desde los principios de eficiencia3 y utilidad, ha transformado el estudio antropológico del turismo en objeto de deseo tecnocrático y, consecuentemente, le resta fuerza como elemento que invite a la reflexión y logre la deseable y necesaria “repatriación”4 de la antropología como disciplina para la crítica social y cultural (Marcus y Fischer, 1986: 113). La numerosa presencia de estudios de viabilidad e informes técnicos entre la bibliografía especializada y de referencia en castellano, así como la alta valoración que éstos reciben desde todas las instancias, hace que, en la actualidad, prevalezcan entre los nuevos proyectos de investigación académica aquellos que subrayan los aspectos relacionados con la gestión empresarial, la mejora de la competitividad y excelencia turística, la planificación y ordenación de territorios, el diseño de modelos de explotación turística que rompan la estacionalidad, el descubrimiento de nuevos productos, o la puesta en valor de bienes de carácter patrimonial. De hecho, son muy pocos los proyectos de investigación académica subvencionados que, por ejemplo, ahonden en los procesos sociales y culturales generados por los procesos turísticos en destino con el solo objetivo del conocimiento, o que se centren en ampliar los marcos de referencia e interpretación teóricos para mejorar nuestra compresión antropológica de la cultura y la sociedad. Pese a este panorama, o precisamente ante este panorama, sería deseable que las disciplinas humanas y sociales cimentaran su sólida tradición crítica, abandonasen la racionalidad económica impuesta, y mostrasen su eficacia5 como recurso para el debate y el pensamiento. 3 Desde la economía, la eficiencia es la utilización racional de los recursos productivos, adecuándolos con la tecnología existente. 4 “repatriation“ 5 Poder para obrar y actuar. 2 Cultura y turismo (Signatura, Sevilla, 2003) Desde las investigaciones de Dean MacCannell (1973) hasta las de John Urry (1990) la centralidad del turista, y por extensión del turismo como fenómeno planetario, ha sugerido a la sociología toda una línea que subraya la eficiencia6 del estudio científico social del turismo para lograr una comprensión más profunda de la sociedad posindustrial. De igual forma, y aunque la vinculación del turismo al desplazamiento físico haya reducido en demasiadas ocasiones la complejidad al hecho territorial, la geografía mira la sociedad a través de los comportamientos espaciales o la imagen de las localizaciones turísticas (Luis, 1987). En este sentido, la geografía humana crítica, aunque desconocida para la mayoría de quienes desde la antropología nos dedicamos a comprender el turismo, aporta reacciones tan eclécticas y de tanta capacidad explicativa como la de Michel Chadefaud (1987), quien aporta una visión que combina la explicación histórica con el análisis estructural, y el valor de las representaciones mentales como mediación simbólica de los intereses de los grupos sociales. Amparándome en que “el pequeño [pequeñísimo en el caso de España], pero creciente número de antropólogos interesados en el turismo no se han preocupado demasiado por las fronteras disciplinarias”7 (Nash y Smith, 1991: 13), y rechazando de plano cualquier matiz corporativista y exclusivista que se quiera otorgar a estas palabras, considero que el estudio antropológico del fenómeno del turismo permite responder cómo la sociedad y la cultura son producidas y reproducidas a través de la intención y acción humanas (Ortner, 1984: 158)8; desvelar en las formas narrativas míticas esa lírica racional que caracteriza los mensajes de la industria turística y actúa como mecanismo de dominación simbólica sobre lo exótico; analizar el “desplazamiento de la verdad” (Foucault, 2002: 20) desde los discursos de gestión y proliferación de distintos patrimonios hasta su asunción como cultura propia; incorporar la noción de patrimonio antropológico “en un permanente proceso de transmisión, difusión y apropiación por parte de los actores sociales” (Rodríguez Becerra, 6 Capacidad o facultad para lograr un efecto determinado. “The small, but growing number of anthropologists interested in tourism have not been very concerned with disciplinary boundaries.” 8 “[H]ow society and culture themselves are produced and reproduced through human intention and action.” 7 3 Introducción: antropología, cultura y turismo A.M. Nogués 1999:116); desbrozar la “cacofonía de signos, una de-socialización del signo y de lo significado”9 (Picard, 2002: 125) que provoca las variadas definiciones de cultura surgidas so capa de la etiqueta “turismo cultural” en productos dirigidos a residentes y visitantes; o comprender el sentido de las prácticas que se suceden en los territorios turísticos a través de la producción y reproducción culturales (Willis, 1993 [1981]). Con las aportaciones a este libro buscamos la complementariedad entre los estudios que privilegian el análisis y la crítica a los aspectos administrables de la cultura (patrimonio cultural, costumbres, territorio, artes populares, etc.), y aquellos para los que los contextos turísticos generan unos procesos de significación distintivos, y contribuye a la producción de cultura en tanto que realidad etnográfica cambiante, sentida y percibida10. En este sentido, en mayor o menor medida, con términos parecidos y desde ópticas y disciplinas hermanas, cada uno de los capítulos de este libro plantea la realidad del turismo como un fenómeno dinámico, vinculado a la idea de desarrollo territorial, y estructurante en el sentido que plantea Giddens11. E inciden, directa o indirectamente, en la diferencia entre cultura y producto turístico en tanto que “sinécdoque de nuestra identidad cultural” (Nogués, 2000: 211). Una diferencia que se difumina en muchos de los textos de moda que abordan estas cuestiones y que, según la definitiva reflexión de José Luis García (1998), olvidan que la construcción del patrimonio cultural es también cultura. De ahí el original título de este libro. Una apuesta simple por indagar en diferentes facetas de la relación entre cultura y turismo; manteniendo nexos con las propuestas de desarrollo; y distinguiendo, al mismo tiempo, el valor central que la noción de cultura mantiene dentro de la antropología. 9 “[C]acophony of signs, a de-socialization of the sign and the signified.” Una exposición de la evolución del concepto de patrimonio, las visiones y sus definiciones puede consultarse en Rodríguez Becerra, 1999. 11 De acuerdo con su teoría, las estructuras no existen en un determinado momento del tiempo o del espacio, sino que son conformadas por una red de acciones interdependientes en proceso continuo. Define el autor la estructuración como las "condiciones que gobiernan la continuidad o la transformación de las estructuras, y por lo tanto la reproducción de los sistemas" (1979:66) 10 4 Cultura y turismo (Signatura, Sevilla, 2003) En el primer capítulo se presenta un modelo de análisis que vengo madurando desde que en 1991 comenzara el trabajo de campo de lo que posteriormente fue mi tesis doctoral12, y que denomino la conversión del lugar a través del espacio turístico. Es una hipótesis interpretativa que (1) distingue entre el análisis del turismo como industria y como contexto socio-cultural, (2) desterritorializa parcialmente la comprensión de los procesos y prácticas turísticas y, (3) como instrumento de trabajo, permite ordenar los datos etnográficos en diferentes planos y esferas, y explicar la dinámica del turismo en cada territorio. A continuación se plantean las líneas de lo que llamamos “desarrollo ecológico-cultural” en el grupo de investigación Etnomedia-CD13 y cuyo fundamento considera que “el territorio objeto de un proceso de desarrollo sólo es sentido como propio en la medida en que este proceso desvele aquellas memorias históricas y culturales que lo cualifican y lo hacen suyo. Los procesos de desarrollo al uso no tienen en cuenta que la sociedad es una producción en el tiempo y la cultura un devenir, y quiebran la idea de continuidad cultural.” Esta idea de continuidad cultural fue, a grandes rasgos, lo que Hobsbawm y Ranger trataron cuando coordinaron The Invention of Tradition, un libro que desde su publicación en 1983 ya reunía las condiciones para convertirse en un clásico de referencia obligada. No podemos decir que la invención de la tradición tal como fue considerada por los colaboradores al volumen estuviera en su origen vinculada al hecho del turismo. Al menos no exclusivamente. No obstante, como muestra Agustín Santana en su capítulo, es innegable admitir el efecto que el turismo tiene, y ha tenido, sobre la creación de nuevas formas de espectáculo “que dirigen el conjunto cultural, el patrimonio cultural –sea cual sea éste- hacia la representación para el consumo satisfactorio de los visitantes temporales.” 12 Estudio socio-antropológico sobre algunos aspectos relacionados con el turismo en Zahara de los Atunes. La configuración de la realidad: anfitriones, huéspedes y antropólogo. Tesis Doctoral. Universidad de Sevilla, 1995. Sin publicar. 13 Grupo de Investigación Etnografías y Mediaciones de Comunicación y Desarrollo dirigido por el profesor Antonio Mandly de la Universidad de Sevilla, y adscrito al Plan de Investigación de la Junta de Andalucía (SEJ-343). 5 Introducción: antropología, cultura y turismo A.M. Nogués Ahondando en la diferencia entre cultura y producto turístico, y en los siempre espinosos temas de la autenticidad (MacCannell, 1976) y la mercantilización de la cultura (Greenwood, 1978), Santana Talavera abunda en la distinción entre cultura, patrimonio cultural “que será más fácil de integrar en la oferta turística cuanto más separado esté de la población local”, y souvenir, “que no cumple ninguna función práctica en la cultura local ni, en principio, representa nada para los moradores del área”. La diferencia que plantea estriba en la relación significativa y procesual que se establece entre los turistas-clientes y los referentes en el destino. “Así, frente a la idea de un turismo como motor de cambios perjudiciales e impuesto desde el exterior, en su texto se “muestra una cultura dinámica cuyos sujetos no pueden ser considerados elementos pasivos de la misma. Sus experiencias y vivencias, sus pequeñas y grandes adaptaciones, sus estrategias productivas y su imaginación, los hacen agentes de la innovación y el cambio.” Tras numerosas monografías y estudios etnográficos sobre las celebraciones públicas y comunales, ya no resulta extraño oir hablar de la revitalización de las formas expresivas de la cultura que se percibe en Europa desde mediados de los setenta (Boissevain, 1992). Igualmente tampoco resulta descabellado apuntar que la expansión del turismo hacia áreas periféricas o los procesos de desarrollo han transformado las formas de relación social en las comunidades. De hecho, el surgimiento para unos, la explotación para otros, o la invención para otros, de los productos culturales se examinan en el marco de las relaciones que se dan en los nuevos contextos favorecidos por los procesos turísticos y de desarrollo subvencionado, donde las formas—digamos— tradicionales de relaciones de poder, se manifiestan y expresan en nuevos escenarios. Uno de estos nuevos escenarios es el que dibujan Elías Zamora y Rafael Merinero en su capítulo sobre la ruta del bandolero José María “el Tempranillo”. Situados en el medio cultural de una comarca andaluza localizada a caballo entre Málaga, Sevilla y Córdoba, ambos autores parten de una crítica del concepto de patrimonio para, a continuación, ejemplificar con un caso concreto de desarrollo en pequeños territorios el desplazamiento del interés hacia “las 6 Cultura y turismo (Signatura, Sevilla, 2003) producciones culturales que no formaban parte del mundo del arte, definido en términos de la cultura de élite, y construyeron como objetos dignos de ser contemplados aquellos que formaban parte de la conocida como ‘cultura popular’ definida en términos de la tradición,” primero, por las clases urbanas y, después, por los agentes inductores del desarrollo “como eje de una oferta turística (…) para obtener recursos y mejorar las condiciones económicas del territorio.” Un planteamiento crítico que recuerda los comentarios ante la visión reducida de cultura, a aquella de la burguesía, que rezumaba la noción de habitus de Bourdieu. Así, el texto más concluyente en este sentido afirma que “el concepto de patrimonio está preñado de la idea de la superioridad de la cultura ilustrada y urbana sobre la iletrada y rural; que puede ser el resultado de ciertas ideologías urbanitas, con tintes románticos y conservacionistas, que se otorgan la capacidad de construir la realidad (redactar una Ley es la más eficaz forma de hacerlo) a veces en detrimento de los sujetos históricos, de los pueblos que hacen la historia.” Ahondando en el argumento de la agencia, y exponiendo la noción de desarrollo en justa relación con la historia local, Danielle Provansal se detiene en la etnografía y presenta un texto que, dentro de la mejor tradición antropológica14, describe los procesos de desarrollo en el Campo de Níjar (Almería) en el contexto más amplio en el que estos se insertan (estadosnaciones, regiones, conjuntos económicos y políticos continentales, realidades geográficas, etc.). Paso a paso va desgranando las distintas formas de relaciones políticas y sociales que, desde la anárquica ocupación del territorio por los cultivos intensivos hasta los planes de protección medioambiental del Parque Natural o los proyectos de viabilidad turística, han ido conformando distintas visiones y percepciones del paisaje. Los hechos etnográficos demuestran que el enfrentamiento de intereses sobre el territorio ni solo ni siempre está relacionado con la ocupación económica del 14 Me refiero principalmente a los trabajos pioneros de Nash, 1973 y Smith, 1984. 7 Introducción: antropología, cultura y turismo A.M. Nogués mismo, sino que cada uno de los agentes implicados actúan “a partir de su propia concepción del espacio, a partir de su historia particular y de su posición en el conjunto de la sociedad global.” Puntualizaciones que restituyen la estrecha y necesaria relación entre cultura y turismo para comprender las representaciones sociales de la identidad en torno a un paisaje sentido en términos “utilitarios” o en términos de patrimonio propio. Aunque las sociedades y culturas de destino conformen y estructuren las formas y las prácticas turísticas que se desarrollan en sus territorios, no es posible que haya turismo sin turistas. En el capítulo de Antón Álvarez se introduce la figura del turista vinculado con la peregrinación a Santiago de Compostela. De hecho, la similitud estructural entre el viaje turístico y la idea de peregrinación ha sido uno de las grandes líneas de investigación en materia de sociología del turismo. De nuevo fue MacCannell quien se encuentra entre los primeros en desarrollar la idea de “que el viajar es una forma de ritual para la sociedad y que el turismo absorbe algunas de las funciones sociales de la religión en el mundo moderno.”15 (1973: 589), y presentó directamente la conexión entre los viajes y las peregrinaciones afirmando que “el motivo que está detrás de una peregrinación es similar al que está detrás de un viaje turístico: ambos son búsquedas de experiencias auténticas.”16 (1973: 593). Y aunque fue Nelson Graburn quien vinculó antropológicamente el turismo con los ritos y las ceremonias partiendo de los análisis Arnold van Gennep, sostengo que la idea fue aplicada con mayor acierto por Eric Cohen, entre otros sociólogos, tras adaptar los ensayos de Mircea Eliade y algunos de los trabajos de Victor Turner. En esta línea del turismo como ritual, si bien no hace referencia explícita a ésta, Álvarez Sousa indaga en algunos aspectos interesantes de las prácticas religioso-turísticas del Camino de Santiago y sus formas que, según escribe, han ido mudando “según cambia la estructura de la sociedad y las 15 “[T]hat sightseeing is a form of ritual respect for society and that tourism absorbs some of the social functions of religion in the modern world.” El término sightseeing, refiere al hecho de viajar para ver lugares de interés. 16 “The motivo behind a pilgrimage is similar to that behind a tour: both are quests for authentic experiences.” 8 Cultura y turismo (Signatura, Sevilla, 2003) organizaciones encargadas de promover el Camino.“ A lo largo del texto, bosqueja la evolución de la peregrinación en tanto que práctica social en su triple dimensión de camino espiritual donde “la mayoría de los que vienen, acaban reconociendo el elemento de purificación y elevación espiritual que en ellos infunde el Camino”; el hecho turístico pues “en la actualidad no se puede considerar al margen de la práctica turística”; y a partir de la visita papal en 1982, como recurso básico de “uno de los grandes ejes de desarrollo regional.” En línea con el interés por el desarrollo territorial que demuestran todas las aportaciones a este libro, Álvarez esboza unas interesantes preguntas cuya solución pasa necesariamente por combinar las motivaciones individuales de los peregrinos, entre las que predominan las culturales, y los intereses para el desarrollo de Galicia de forma que “predomine la compensación y no el desequilibrio.” En este sentido, las fuertes inversiones realizadas desde la Xunta exponen la clara apuesta de futuro que convierte al Camino de Santiago en un “recurso religioso-cultural.” Abundando en la transformación que los elementos del mundo de lo sagrado, sean peregrinaciones, orfebrería, catedrales o imaginería, adquieren en el marco de una sociedad secularizada, el capítulo de García Zarza revela la doble dimensión, religiosa y secular, de la muestra itinerante de Las Edades del Hombre. Por un lado, el iniciador del proyecto de la exposición, el Padre Velicia, pretendía recobrar “el diálogo, la comunicación que siempre había existido entre los iconos y los creyentes,” de forma que se contara ”una historia a través del arte y una historia cuyos protagonistas no fueran los estilos, ni las épocas, ni los autores, sino el hombre.” Un objetivo que trasciende la exhibición de arte religioso, y que adapta la pastoral a la racionalidad de un nuevo contexto posindustrial y su incesante búsqueda de alternativas para un desarrollo social y económico sostenible. La exposición, a través de la mediación significativa del espacio turístico, se habría transformado en un territorio turístico donde se compagina, durante el tiempo turístico, la evangelización con el disfrute estético. Un tiempo, como indiqué más arriba, que para algunos autores posee matices religiosos porque suple la necesidad de un tiempo cualitativamente distinto al cotidiano, rompe las constricciones que la estructura impone en los ritmos de trabajo y formas de comportamiento y 9 Introducción: antropología, cultura y turismo A.M. Nogués relación sociales. Las Edades del Hombre, según el análisis de García Zarza, cumpliría aquella función psicosocial del ocio que Dumazedier describiera asociada a “la realización, fomentada o no, de potencialidades humanas no dirigidas (…) que se concibe como un fin en sí misma.” (1975[1968]: 405) La segunda dimensión plantea los elementos de lo sagrado, desnaturalizados y en el mundo de los medios y los fines, como un instrumento para la consecución del desarrollo turístico de Castilla y León. De tal forma que Eugenio García Zarza, escribe desde el conocimiento directo sobre las repercusiones más directas que ha tenido esta exposición itinerante sobre las ciudades-sede y la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Entre estas destaca la recuperación de Castilla y León como destino turístico en el contexto de España, la reactivación económica de las ciudades-sede, y la modelación urbanística en las zonas adyacentes a los lugares de exposición. En el plano expresivo-cultural, la muestra ha facilitado la aparición de un sentimiento de identidad en torno a la “significación histórica” del patrimonio como “parte fundamental de su cultura, historia y sus señas de identidad regional.” En esta segunda dimensión de la puesta en valor directa de recursos materiales es donde se inscribe el capítulo de Susana Gómez sobre Mértola (Portugal) y que está redactado desde la propia experiencia como arqueólogainvestigadora y agente dinamizador en éste. El proyecto está destinado “a hacer de la cultura y del patrimonio un vector primordial de desarrollo local tanto desde el punto de vista económico como social.” Enmarcado ideológicamente en el periodo de la utopía creado tras la Revolución de los Claveles el proyecto de Mértola es un buen ejemplo etnográfico de la transformación de bienes culturales, via administración, en recursos patrimoniales, y el efecto multiplicador que ésta tiene sobre el territorio. Susana Gómez describe los pasos que han llevado a Mértola a erigirse en modelo de referencia para ejemplificar el desarrollo de pequeños territorios a partir de una gestión sostenible de los recursos endógenos, y la compatibilidad entre la actividad científica, la rentabilidad económica a través del número de visitantes, la puesta en valor del patrimonio local, y las nuevas 10 Cultura y turismo (Signatura, Sevilla, 2003) oportunidades de empleo para jóvenes. No en vano el plano museográfico adoptado “concibe a todo el pueblo en sí mismo como un museo” y se apoya en un principio que evidencia la “utilidad del proyecto para la comunidad como motor de desarrollo turístico, pero también a lo que implica de dignificación de la cultura rural y de promoción de la autoestima de la comunidad.” En la bibliografía sobre turismo en España existe una sutil, pero creciente identificación entre turismo cultural y de interior que nace como oposición a la equivalencia, lógica por otra parte, de turismo de solyplaya y turismo de costa. Esta combinación de falsas sinonimias trae consigo dos consecuencias básicas que hay que considerar y valorar cuando se aborda, desde la antropología, una etnografía del turismo. La primera consecuencia es que limita el turismo cultural a la experiencia estética de los elementos culturales administrados en tanto que referentes de un mundo en proceso de desaparición, y no a la vivencia de la cultura expresiva del cual son referentes. De aquí derivan algunos de los aspectos tratados en esta introducción y que en el resto de los capítulos se argumentarán y expondrán con un mayor grado de coherencia. Vinculada con ésta, la segunda consecuencia cualifica como cultural sólo a los contenidos que dan sentido al turismo no costero, e introduce directamente la mediación del espacio turístico en la construcción del territorio turístico y en la configuración simbólica del lugar en las zonas de costa. Esta proposición induce a pensar que, reducida al absurdo y por exclusión, en las zonas costeras “no hay nada que ver porque no hay cultura.” Resulta fácil prefigurar las implicaciones de facto que tiene este juego del lenguaje sobre los procesos culturales en zonas turísticas de costa. Por una parte, y sin ser exhaustivo, el solapamiento de discursos varios sobre qué es cultura, qué resulta atractivo al turista, o qué es digno de conservación, provoca esa “cacofonía de signos” que desestructura el sentimiento de comunidad y difumina los referentes empleados para dotar de contenido la idea de cultura. Por otra parte, descienden las posibilidades de elaborar proyectos viables que palien las catastróficas consecuencias de la nula planificación urbanística, la saturación de todos los indicadores no econométricos, o el sometimiento social y expresivo a la tiranía de la estacionalidad. Y todo lo anterior en un contexto 11 Introducción: antropología, cultura y turismo A.M. Nogués ideológico que, por acabar, acepta como valor deseable la noción de “desarrollo sostenible” y, al hacerlo, se percibe como una fase evolucionada del proyecto modernizador hegemónico, sanciona el rumbo tomado, acepta como irreversible el cúmulo de despropósitos cometido, y dificulta la aplicación de desarrollos regenerativos que rectifiquen lo consumado en las zonas costeras. Por este motivo, un libro que plantea el estudio de la cultura en áreas turísticas, no podía dejar de incluir en su planteamiento unos capítulos que abordasen la comprensión de las relaciones entre la producción de cultura y el turismo en las zonas costeras, en el siempre complejo marco de la presión inmobiliaria. A esta tarea se dedican los dos últimos capítulos. En primer lugar, Salvador Medina se interna en el litoral malagueño para, desde dentro, construir un texto que conjuga la memoria como elemento constitutivo de la realidad y la aparición de nuevos referentes culturales con la llegada de los residentes extranjeros. El oportuno análisis de algunos términos empleados en la construcción del territorio turístico como zona residencial para extranjeros, se individualiza en el retrato de un residente y en cómo éste dibuja en su libro a la población local. La combinación ofrece esa dimensión práctica y dinámica de lo que la cultura es para y desde la antropología. El capítulo de Antonio Aledo cierra el libro a modo de conclusión reflexionando sobre la relación entre cultura y desarrollo en zonas de turismo costero, y trazando una precisa genealogía de los conceptos de desarrollo. Partiendo de la acertada precisión de Escobar entre antropología del y para el desarrollo, Aledo despeja el papel que podría desempeñar la antropología “en el momento homogeneizador de la globalización“ teniendo muy presente el proceso dialéctico que conforman la práctica social del desarrollo, el discurso ideológico, y el imaginario generado en torno a éste. Un papel que encuentra al valorar la empatía como aportación distintiva de la antropología. Este acercamiento al lugar del otro, que rechaza el mito esencialista de la congelación cultural consustancial a los discursos sobre el otro exótico (sea éste un discurso turístico o para el desarrollo), desemboca en la idea de un desarrollo definible no en términos de propiedad sino en términos de pertenencia cultural. Para ello, viene a concluir Aledo, es imprescindible 12 Cultura y turismo (Signatura, Sevilla, 2003) seleccionar unos objetivos que sean deseables en los términos culturales de la comunidad receptora. Cada una de las aportaciones que conforman el libro presenta una perspectiva crítica del fenómeno estudiado, lo cual no significa que la conclusión final, si la hubiera, deba ser que el turismo, en tanto que manifestación de los procesos de desarrollo, es perjudicial para la cultura. Ya he repetido en alguna ocasión que no debe ser tarea del antropólogo elevar a la categoría de enunciado científico aquellos juicios de valor elaborados a partir de la etnografía. Es una delgada línea que no debería franquearse. El antropólogo no debería motivar las actitudes, los comportamientos, las actuaciones o las manifestaciones que explica, ya que la justificación pertenece al plano de los valores morales y, como tal, no posee un contenido de naturaleza cognoscitiva válido. Esta deseable ausencia de justificaciones no significa en absoluto que el antropólogo no pueda expresar su opinión. Más bien al contrario. Precisamente por su acercamiento comprensivo a la complejidad de los contextos culturales tiene la obligación moral de manifestarla pública y abiertamente. Entiendo que las opiniones del antropólogo, y muy especialmente éstas que estoy exponiendo, no pertenecen al plano de la antropología como disciplina humanística sino al plano de la argumentación como técnica de convencimiento. Con un uso más o menos acertado de la retórica, cualquier persona puede intentar convencer a otra de los defectos en su planteamiento, de su inadecuada comprensión de los hechos o de la pobre explicación con la que responde ante un determinado fenómeno. Por este motivo, a algunos antropólogos nos gusta diferenciar entre aquellas proposiciones que contribuyen al conocimiento, es decir, aquellas que se fundamentan en, y rigen de acuerdo con los principios de la lógica científica, y aquéllas (la absoluta mayoría) que conforman nuestra realidad cotidiana y que, a través de metáforas, giros, guiños, trazos y silencios, expresan emociones y pareceres. Esta diferencia, es básica para entender el papel de crítica que debe desempeñar la antropología en la realidad intercultural que vivimos. 13 Introducción: antropología, cultura y turismo A.M. Nogués Por estas razones, la única conclusión con validez científica que me atrevería a extraer de este volumen, es la hipotesis que explica el fracaso de los procesos de desarrollo al uso, en términos de la quiebra de la idea de continuidad cultural que supone no tener en cuenta que la sociedad es una producción en el tiempo, y la cultura un devenir. Bibliografía Boissevain, J. 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