SUDARSHAN KHANNA, EL MAESTRO DE LOS JUGUETES
El educador indio propone que los niños sean los creadores de sus propios objetos para divertirse.
Por: LAURA BETANCUR ALARCÓN
2:06 a.m. | 18 de mayo de 2014 que interactuar con los juguetes es importante, porque se trata de resolver problemas.
En la mano izquierda sostiene su juguete favorito: es una esfera de plástico que al lanzarla hacia arriba cambia de color. En la derecha tiene una escalera de Jacob, un juego tradicional que une fragmentos de madera con cintas de colores y que al moverlo da la ilusión de tener otra tonalidad.“El principio científico de ambos es el mismo; uno fue construido hace poco y el otro, hace 200 años. Y sigue siendo magia para un niño”, asegura Sudarshan Khanna frente a cientos de maestros que escuchan su conferencia sobre la alegría de los juguetes en la primera infancia. Khanna es diseñador y experto en educación. Creó la primera maestría en diseño de juguetes y juegos del Instituto de Diseño Ahmedabad en India y es consultor del portal Learn Today. Recorre el mundo con una maleta llena de juguetes –malabaristas de madera, animales tejidos con paño y títeres hechos con papel, entre otros– tradicionales de su país que funcionan con principios básicos de la física. En diálogo con EL TIEMPO, Khanna se refirió a la necesidad de que los niños sean creadores de sus propios juguetes.
¿Por qué jugar para aprender?
Para un niño, el aprendizaje solo puede venir por medio de la experiencia. Jugar con los juguetes es importante porque se trata de resolver problemas, arreglar daños; porque involucra aspectos sociales y tiene que ver con aprender a construir y tener conocimiento sobre cómo es el mundo.
¿Cuáles son los beneficios de traer la lúdica y los juguetes a la clase?
Muchos profesores están muy preocupados sobre cómo hacer la clase interesante, y eso es un gran reto. Hablar no es suficiente; utilizar multimedia está bien, pero son solo mediaciones. La mejor manera de aprender para un niño es a través de las tres haches: heart (corazón), hand (mano), head (cabeza), particularmente para los más pequeños. Es necesario que no se suprima ninguno de estos elementos. Si solo haces trabajo manual, y no involucras la mente, está incompleto. Hay que combinar estas tres actividades cuando se trata de crear juguetes.
¿Cómo ve la relación entre los juegos tradicionales y los dispositivos tecnológicos tan populares hoy entre los niños? ¿La tecnología opaca a los juguetes?
Infortunadamente, la tecnología tiene mayor protagonismo, pero no creo que sea ese el problema. Creo, más bien, que cuando el niño se vuelve el consumidor no puede ser el científico, el explorador, el aprendiz, aunque es importante decir que la tecnología tiene grandes ventajas en términos del interés y el alcance con los niños. Lo ideal es combinar lo viejo y lo nuevo, lo global y lo local, lo tradicional y lo moderno. A la tradición hay que traerla al tiempo presente y hay que tener a profesionales haciendo esto. Creo que no podemos quedarnos atrapados en la tradición, sino inspirarnos en ella.
¿Cómo es el juguete ideal?
Aquel que se pueda construir en la casa y con el que el niño pueda crecer. Puedes comprar cosas y consumirlas, pero construirlas te da conocimiento y puedes descubrir los diferentes aspectos del proceso. Por ejemplo, uno de los primeros juguetes de mi hija cuando tenía dos o tres años fue uno de los molinillos que usaba mi esposa para cocinar pan; inventamos que con eso podría construir la trompa de un elefante. Inconscientemente, los niños aprenden mucho de este modo.
¿Cómo percibe la industria la creación de juguetes? ¿Cómo está impactando a los niños?
Creo que está bien que los niños se relacionen con los juguetes de las tiendas y las innovaciones que estas ofrecen. Sin embargo, el vínculo que falta es que el niño debería tener elementos lúdicos en su propio nivel, porque el juguete externo es el trabajo de otro. Creo que es importante no solo ser un consumidor, sino que ser creativo es necesario para los niños.
¿Cuáles son las recomendaciones para el sistema de atención en la primera infancia?
Es muy importante integrar a las madres y a los cuidadores en la elaboración de manualidades, para que aprendan que crear no requiere mucho dinero ni grandes esfuerzos. Utilizar reciclaje, manejar las técnicas de tejido de las generaciones pasadas y emplear objetos sencillos es clave.
A jugar con las letras
La especialista en desarrollo educativo y social María Consuelo Martín opina que hay que volver a la verdadera dinámica de juego en la escuela. “Debemos mirar a los niños para aprender a jugar como ellos lo hacen”, agrega.También advierte que en la primera infancia es clave que el juego esté integrado al ambiente familiar, a la misma ciudad… “no se trata de separar a los niños para que jueguen lejos de nosotros, porque nos molestan”.La lectura también tiene un componente lúdico, que es necesario estimular en la familia. La escritora y pedagoga Yolanda Reyes insiste en que hay que cambiar la idea de la lectura relacionada solo con lo alfabético, pues es precisamente en la primera infancia cuando los niños leen esos “libros sin páginas, libros de boca”, refiriéndose a los cuentos que les narran sus padres. Esta relación entre el niño, el libro y el padre es crucial para el acercamiento del menor a la lectura.
LAURA BETANCUR ALARCÓN
Para EL TIEMPO
SÍ, PERO NO DEL TODO
Mientras el país oía, asqueado, cómo se culpaban entre sí ciertos candidatos a la Presidencia, la Feria del Libro se abarrotaba de gente.
Por: Piedad Bonnett
El lunes 12, último día, a las 6 de la tarde y mientras llovía de forma persistente, había una fila de personas comprando entradas, y adentro un público considerable recorría los pabellones. No creo, como algunos, que las casi 500.000 personas que entraron este año fueran sólo a comer crispetas y a curiosear. Esa misma noche, la sala donde leíamos poesía estaba repleta, y se sabe que las ventas al detal tuvieron un incremento del 10%.
Tal asistencia —¡en un país que no lee!— confirma que este evento se fortalece. Invitar al Perú fue un acierto: la enorme delegación de escritores fue de muy alto nivel y el pabellón logró despertar el interés del público. Así y todo, y a riesgo de aguar la fiesta, debo decir que una visita a la Feria puede llegar a ser exasperante. Y que casi todos los problemas tienen que ver con Corferias. Las cosas empiezan a complicarse antes de llegar, porque las vías de acceso son insuficientes. Y enseguida usted puede durar hasta 45 minutos intentando estacionar, porque los parqueaderos se redujeron desde hace un tiempo. Incluso puede encontrarse con que no hay un solo puesto libre, y entonces deberá buscar sitio en las calles aledañas, incomodando a los vecinos y entorpeciendo el tráfico, o ir a los parqueaderos improvisados en las antiguas residencias estudiantiles a buscar un montículo donde treparse. O devolverse a su casa. La mejor idea es el taxi, pero a la salida prepárese para luchar a codazos con los que quieren subirse a los que van llegando, mientras la policía los espanta con un “circulen, circulen”. ¿Por qué, habiendo tanto extranjero expuesto al paseo millonario, no organizar unas paradas de taxis controladas en las salidas? Adentro dicen que hay una, pero en el plano de la Feria, por ejemplo, no figura.
Pero lo peor es el ruido. Esta vez, por ejemplo, una cadena de pollo y pizza anunciaba sus productos a todo volumen por el altavoz. Y es posible que mientras un escritor expone, su voz sea sofocada por el reguetón de la sala contigua o por los gritos periódicos de cien colegiales, como pasó con Gustavo Faverón. Un problema de infraestructura, pero también de planeación. Está bien que haya cierto aire festivo, pero no que el ruido se tome un evento que invita a la lectura. Entre otras, y buscando una cierta congruencia estética, ¿por qué no se hace un trabajo con las “estatuas vivientes” para que en vez de representar un bebé monstruo o un hombre acuchillado se disfracen de personajes o autores literarios que muevan la curiosidad de los estudiantes? Sabemos del enorme esfuerzo de la Cámara del Libro, del arduo trabajo previo buscando escritores, de sus iniciativas recientes de llevar la Feria a las universidades y hasta a las cárceles. También que por un acuerdo con Corferias los profesores del Distrito entran gratis, los estudiantes pagan menos, que hay convenios con Transmilenio. Y que los problemas de espacio tienen que ver con la construcción del centro de convenciones. Pero, por favor, apúrense. Este público de lectores o de lectores potenciales merece más cuidado.
HÉCTOR ABAD FACIOLINCE 17 MAYO 2014 - 9:00 PM
La subida de los Zorros
El otro día encontré un libro viejo, editado en Roma en 1932, que describía lo que pensaba de la paz el jefe de un famoso movimiento político italiano: “por lo que tiene que ver con el porvenir y el desarrollo de la humanidad, nosotros no creemos ni en la posibilidad ni en la utilidad de la paz.
Por: Héctor Abad Faciolince
Rechazamos, por lo tanto, el pacifismo, que esconde una renuncia a la lucha y una cobardía frente al sacrificio. Sólo la guerra lleva al máximo de tensión todas las energías humanas e imprime un sello de nobleza a los pueblos que tienen la virtud de afrontarla. Cualquier doctrina, entonces, que parta del postulado prejuicioso de la paz, es extraña al…” y aquí venía el nombre del movimiento. Me parecía estar leyendo un artículo del pomposo Fernando Londoño.
Después, esta misma semana, llegaron las encuestas con la noticia de que la restauración del régimen anterior podría ganar las elecciones en segunda vuelta. Ahora parece que muchos están encantados con el candidato de la Z de Zorro (como él mismo se presenta), es decir con la última letra del alfabeto, esa que en griego es omega ( ), y para muchos es el símbolo de la muerte. Alfa el principio y omega el final. Si el CD, la Compacta Derecha, regresa al poder, volverán la crispación, el abuso de la ley, la arbitrariedad, el desconocimiento de cualquier institución que no siga las órdenes de U, el CaUdillo.
Otros ven a Z con ojos más optimistas. Dicen que la caverna total del partido de U no lo soporta por blandengue, por decente y porque les parece una pelota. Para los cavernarios purasangre, Z los traicionará al llegar al poder, igual que hizo S, y lo mejor sería esperar a que un ultramontano puro como monseñor O se pueda lanzar al ruedo. Sea como sea, por ahora, detrás de Z está U (o no detrás: encima), y lo que viene con U no es solo la doctrina de la guerra, sino el imperio del miedo, la alharaca mentirosa de que Santos está hundiendo a Colombia en el castro-chavismo.
La posición liberal de verdadero centro, hoy representada por el gobierno Santos, es la más difícil de sostener. Basta leer las proclamas de La Habana de la extrema izquierda, que acusan esta misma semana, a quien les ha tendido la mano, de ser “el abanderado de la guerra”, simplemente por ser coherente con lo que siempre ha dicho: que las acciones bélicas cesarán cuando se firme la paz, y no antes, pues de lo contrario el proceso sería como una reedición del Caguán, que cesa las hostilidades para que sus contrincantes descansen y se fortalezcan.
Parece que la estrategia de la calumnia y de la mentira ha funcionado: muchos colombianos están creyendo de verdad que el de Santos es un régimen castro-chavista, vendido al comunismo internacional, aliado de la subversión y el terrorismo, que es la patraña divulgada por Uribe y por la extrema godarria de su movimiento. A no ser que Z, si gana, se posesione como un presidente verdadero, el plato está servido para hacer una constituyente y restaurar no solo una política, sino también un hombre y una letra: el CaUdillo al poder. La extrema izquierda, mientras tanto, convoca a paros y marchas, huele la debilidad de un gobierno en jaque, y aprovecha para miserables ventajas de su clientela sedienta de subsidios, con beneficios para los supuestos representantes del pueblo campesino y el pueblo docente.
En ese sánduche, tendremos que tragarnos el resultado mayoritario del regreso de aquellos que firmarían con su propio nombre la proclama guerrerista del principio, que, por si no lo adivinaron, fue escrita por Mussolini en un opúsculo bastante instructivo para definir al movimiento que llevó a Italia a la destrucción física y a la ruina moral: “La doctrina del fascismo”, se llama el librito, es decir, el libreto con el cual, si Z deja que U se le encarame, se nos gobernará. Y los puros que votan en blanco con tal de no votar por un socialdemócrata, ayudan a que la extrema derecha vuelva al poder. Las mismas cosas se vieron en Europa, en aquellos tiempos.
La humanidad frente a la guerra
Una de las características tranquilizadoras de las guerras europeas es que suelen tener comienzo y fin: una de las características intranquilizadoras de los conflictos colombianos es que nadie sabe con rigor cuándo comienzan ni cuándo terminan.
Por: William Ospina
La última guerra de la que tuvimos esos datos fue la llamada Guerra de los Mil Días. Desde entonces nuestras confrontaciones se han llamado, en los años cincuenta, la Violencia, y en las últimas décadas, el Conflicto. Ambas abarcan no un claro enfrentamiento entre ejércitos en campos de batalla sino un clima de acechanza y de terror, cuyas principales víctimas son civiles, hechos bélicos, pero también atrocidades que exceden el ámbito de la guerra, largos y multiplicados fenómenos de inhumanidad que van hundiendo a la sociedad en la sordidez, en la indiferencia, e incluso en la resignación.
No hay un ámbito de la realidad que haya podido escapar a la influencia de esa violencia pertinaz que ha ido penetrando cada vez más hondo no sólo en el orden social sino en los pliegues de la conciencia. El conflicto armado no es generalizado, pero al cabo de cincuenta, quizás de cien años, es difícil encontrar una familia que no tenga una historia dramática que recontar, un episodio que la haya afectado de cerca, y que tendió su red de consecuencias sobre la vida entera.
Nuestras ciudades no crecieron porque el modelo urbano atrajera a las multitudes con su modernidad, su empleo, sus patrones de consumo, sus espectáculos. Crecieron porque una ola de horror expulsaba a los campesinos de sus tierras, llenándolos de recuerdos dolorosos. Y la primera generación de desterrados no llegó a construir su mitología de la ciudad sino a vivir la nostalgia del campo perdido.
Si algo tenemos que recuperar es sobre todo nuestro sentido de humanidad, de tantas maneras pervertido y degradado por las violencias, por la lenta anestesia de las noticias, que nos van haciendo habitantes resignados del horror y nos obligan a toda clase de astucias morales para sobreponernos a las dificultades de esa realidad que nos excede.
Cuando se creyó que la Violencia había terminado hubo un suspiro de alivio, un unánime intento de volver a la normalidad, ese breve remanso de paz urbana que fueron los años sesenta. Pero de repente en los años ochenta volvimos a sentir que estábamos en el corazón del Conflicto. De la modernidad sólo nos llegaban la cara destructiva, las bombas, los atentados, aviones que estallan en el aire, la noche atroz de las motosierras y de los incendios, los hornos crematorios, la profusión de cadáveres sin nombre llevados al olvido en negras bolsas de plástico.
Ahora sabemos mejor que antes que para que esos horrores se vayan definitivamente se necesita algo más que cazar monstruos, y algo más que firmar armisticios. El conflicto ha penetrado en todos los ámbitos de la vida, está en nuestra relación con la salud y con la educación, en nuestra manera de habitar las ciudades, en la lógica de nuestras escuelas, en la relación entre maestros y alumnos, entre padres e hijos.
Es tarea del Estado lograr de verdad, y no como una astucia de la política, el silencio de las armas, secar ese surtidor de víctimas y de venganzas, y darles a las siguientes generaciones la oportunidad de crecer en un país cuyas prioridades sean otras. Pero es nuestra tarea reencontrarnos con una sensibilidad que nos permita dialogar con los que son distintos, debatir con franqueza y sin odio, encontrar los valores comunes que nos ayuden a construir una sociedad en la que quepan sin matarse las diferencias, aún las insolubles.
Recuerdo un poema de Víctor Hugo sobre el León de Androcles. Enviado a las arenas de África, Androcles, un joven legionario romano, encontró en el desierto un cachorro de león con una espina clavada en una de sus patas. Protegió al cachorrito, le quitó la espina, lo cuidó varios días, y después lo soltó para que se encontrara con su manada.
Años después el muchacho se había hecho cristiano, y capturado por las tropas del emperador, lo condenaron a ser devorado por las fieras en el Coliseo. Se había convertido en un espectáculo muy apreciado el horror de ver a gentes vivas siendo devoradas por las fieras.
Soltaron contra Androcles un león hambriento, y Roma vio con espanto cómo el león se acercaba al hombre, y en lugar de atacarlo se tendía a su lado y le lamía los pies. Le tocó por azar el cachorro que había cuidado en el desierto.
Ese león se convirtió en un símbolo de la inocencia y de la gratitud de los animales, aún de las fieras, en un mundo donde los seres humanos son a menudo crueles y despiadados. Y tan importante como la moralidad del poema es la sensibilidad que propuso, los recursos que el poeta utilizó para comunicar esos hechos. En el corazón de una sociedad habituada a la crueldad e insensibilizada frente al horror, incapaz de perdón y de compasión, alzó la imagen de aquel león agradecido:
Al fondo, calva y siniestra, reía la pálida muerte, / Fue entonces cuando tú, nacido en los feroces desiertos / Donde el sol está solo con Dios, tú, soñador / Del antro que la tarde llena con sus fulgores, / Viniste a esta ciudad toda llena de crímenes, / Quizá temblaste viendo tantas sombras y tantos abismos, / Tu ojo, sobre ese mundo horrible y castigado, / Hizo llamear de repente el amor y la piedad. / Pensativo, tú sacudiste tu melena sobre Roma, / Y cuando el hombre era el monstruo, oh león, tú fuiste el hombre.
* William Ospina
Rompecabezas armado
Si el repugnante asesinato de Calidoso hubiera sido cometido en la calle 17 con carrera 15 de Bogotá o a la orilla del río Medellín, a nadie le habría importado.
Por: Alfredo Molano Bravo
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Ni una nota de baranda habría merecido ese muerto. Calidoso era un hombre que vivía en la boca del túnel del río Arzobispo en el Parque Nacional y parchaba en el túnel de la Javeriana. Con los estudiantes recochaba y con los profesores era respetuoso: les abría la puerta del taxi a los que llegaban tarde. La gente lo quería. Hace una semana lo quemaron con gasolina mientras dormía con su perro y murió hecho una masa de alaridos. Los estudiantes y profesores de la Javeriana organizaron un homenaje-denuncia y la opinión pública se enteró. Sucedió, de alguna manera, lo mismo que con Natalia —la niña quemada con ácido hace algunos días—: el crimen se conoció porque la víctima no vivía en Soacha. El país supo de golpe y porrazo que lo mismo les habían hecho a 900 colombianos del montón y, entonces, el presidente, sus ministros, los legisladores se pellizcaron y andan tramitando una ley para impedir que “hechos tan reprobables vuelvan a suceder”.
A Calidoso lo mataron como matan a muchos ñeros en todas las ciudades del país, que ingresan como un número a Medicina Legal y son enterrados como N.N. Normal. En general son asesinatos hechos por hombres contratados que pueden ser civiles o uniformados. No es excepcional el caso de comerciantes de una cuadra o de un barrio —que atribuyen a la presencia de lo que ellos llaman miserias humanas o desechables la decadencia de sus negocios—, que contratan a un gatillero o a un policía para que haga “la vuelta” y a la vuelta de la esquina, muy temprano, la Policía recoja el cadáver. Es una práctica generalizada.
También a los ñeros los asesinan grupos dedicados a limpiar la sociedad de indeseables para ellos. Son profesionales de la práctica y no lo hacen por dinero sino por convicciones racistas; adoran a Hitler, cantan Cara al sol —himno de guerra del falangismo español—, hacen ejercicios militares en el Parque Nacional, se rapan la cabeza, algunos usan un bigotico sólo bajo las fosas nasales —no al estilo del intrépido general Palomino—, desfilan vestidos de negro y con botas de “puntera reforzada en acero” y gritan contra los homosexuales, contra el aborto, contra las guerrillas, contra las corridas de toros. Levantan banderas rojas y negras y pancartas con la esfinge de Hitler; llevan brazaletes con cruces y rayos. Hace un mes apareció muerto uno de sus caudillos. Las2orillas sostuvo que el personaje tenía relación con los Rastrojos y extorsionaba a los comerciantes. Todo coincide. ¿Qué mandados les haría a los comerciantes y qué negocios tendría con los paramilitares?
El extremo de la extrema derecha no es algo nuevo. Laureano Gómez lo alimentaba ideológicamente y sus alfiles lo armaron. Laureano escribía editoriales y Ángel María Lozano, El Cóndor, los ejecutaba. Desde fines de los 90 ha venido creciendo y reorganizándose de nuevo en el caldo de odios que el uribismo cocina con meticulosa perversidad. Hasta hace unos días no había evidencias de esos lazos, pero hoy, la imagen de un hacker medio rapado al que le “gusta el olor a muerte”, considera a “Mandela un comunista”, “quiere matar a todos” y “sólo guiña el ojo izquierdo para apuntar mejor”, hace pensar que el rompecabezas se está armando y ya puede estar armado. De ganar Zuluaga, podría ser nombrado ministro de Comunicaciones. Petro dice que el tipo no es un hacker sino un nazi. La ideología de la extrema derecha está mutando en una cultura de la violencia con territorios, cabecillas y estatutos, y una sola bandera: la guerra a muerte.
MARÍA ELVIRA SAMPER 17 MAYO 2014 - 9:00 PM
Le tengo miedo a Uribe
No creo que el expresidente Uribe tenga las pruebas que dice tener sobre los dos millones de dólares supuestamente provenientes del narcotráfico que el polémico J.J. Rendón habría entregado a la campaña de Juan Manuel Santos.
Por: María Elvira Samper
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Si en realidad las tuviera, ya las habría publicado vía Twitter —su principal arma arrojadiza— y las habría entregado a la Fiscalía. Pero no las tiene, y como no las tiene —y el fiscal Montealegre le dio papaya hablando de más—, montó el show de la falta de garantías, no acudió a la primera citación de la Fiscalía y en la segunda se presentó diciendo falsamente que había sido llamado como sindicado y no como testigo, recusó al fiscal y al vicefiscal, y además dejó flotando la especie de que la Fiscalía había filtrado nombres de fuentes aportadas por él en el caso del secuestro de unos ciudadanos chinos.
En medio de una nube de micrófonos y de cámaras, dio fin al espectáculo sin permitir que los periodistas le preguntaran sobre los interrogantes que dejó planteados. El ladino viejo truco de tirar la piedra y esconder la mano. El daño estaba hecho y el ambiente aún más envenenado que el día anterior, cuando, para justificar su no comparecencia ante la Fiscalía, insinuó en forma temeraria que revelar las fuentes era exponerlas “a los riesgos del terrorismo y de las venganzas del gobierno Santos”. Inaudito. Debería exigírsele, como mínimo, cierta dosis de responsabilidad al hacer declaraciones públicas, pero sobre todo al hacer sindicaciones públicas. Debería, digo ilusa, porque es como pedir peras al olmo.
El expresidente no conoce límites éticos ni morales. No respeta las reglas del juego democrático, cree que está por encima de la ley y que puede escoger a sus jueces (gran ejemplo para el ciudadano de a pie); miente sin pudor y sin rubor, y acusa sin pruebas, a sabiendas de que la mejor defensa es el ataque. Hábil comunicador y manipulador, al amplificar las sospechas sobre la campaña de Santos (que es tarea de la Fiscalía esclarecer), hace desaparecer de la escena a Zuluaga, su candidato, cuya campaña sí tiene vínculos probados con un hacker detenido por la Fiscalía por espionaje y violación de comunicaciones, que ha traficado con información sobre el proceso de La Habana. El caudillo redentor pone el pecho por su peón de brega. La farsa hecha carne y huesitos.
Uribe, el perseguidor perseguido, posa ahora de víctima. Que no se olvide que tiene más de 250 demandas en su contra que no han pasado de la etapa preliminar y se apolillan en los archivos de la Comisión de Acusaciones, un récord en la historia de Colombia. Abusos de poder, chuzadas, corrupción, apoyos y alianzas de dudosa ortografía, mermelada... Pocos le han pasado cuenta de cobro y por eso sigue haciendo estragos, intoxicando la política, atizando el odio.
El odio visceral por Santos —no los intereses superiores del país— es el combustible de sus actuaciones incendiarias. Poco le importa si un acuerdo con las Farc puede evitar en el futuro cientos de muertos, desplazados, viudas y huérfanos, comunidades deshechas, atraso... El deseo de vengar la muerte de su padre sigue vivo, a la par que su obsesión de exterminar a la guerrilla, lo que supone llevar la guerra hasta las últimas consecuencias, y está en relación directa con su obsesión por recuperar el poder, así sea por interpuesta persona, como lo hizo el autoritario Putin con Medvédev, el Zuluaga eslavo. A mí, lo confieso, Uribe me produce miedo y me horroriza la idea de volver al pasado con Zuluaga como mascarón de proa.
WILLIAM OSPINA 23 NOV 2013 - 10:00 PM
'Viento seco', 1953
William Ospina
En las primeras ocho páginas uno ya ha visto el infierno. Y faltan todavía sesenta.
Por: William Ospina
Daniel Caicedo publicó la novela Viento seco en 1953, para relatar la masacre de Ceylán, uno de los innumerables horrores ocurridos durante la violencia colombiana de los años cincuenta, precisamente cuando el gobierno conservador de la época cometió el horror de poner a la fuerza pública a perseguir y matar a los liberales.
El primer hecho asombroso, que muestra que de todas maneras Colombia tenía una fuerza moral indoblegable, es que alguien haya sido capaz de escribir tan temprano una novela tan notable por sus recursos literarios, y tan valiente por su contenido, para denunciar un hecho inhumano que comprometía a la dirigencia nacional, cuando apenas estaban ocurriendo los hechos.
Viento seco no pertenece al canon de la literatura colombiana porque todavía ese canon parece dictado por quienes quieren evitar que el país recuerde su historia y conozca la antigüedad de su tragedia.
Se entiende que el país bipartidista que surgió del abrazo de los jefes liberales y los jefes conservadores en 1958 haya procurado silenciar esos hechos. Tal vez pensaron que lo mejor para el país era olvidar lo que había ocurrido en los años previos, que para aclimatar la paz era necesario olvidar las atrocidades que los dos partidos habían cometido.
En las primeras páginas de esta novela no sólo se ven los crímenes que obraba la policía. Los campesinos que intentan escapar a la masacre saben que no pueden aparecer en el pueblo con la ropa y el cabello quemados a medias por el incendio, con la hijita casi asfixiada por el humo en los brazos, con el recuerdo de los padres y los peones mutilados y calcinados, porque la calle central de Ceylán está llena de detectives, la oficialidad estatal que apoya y ampara la masacre. Y los lectores vemos, no a unos funcionarios, vemos al Estado, con su aparato de oficinas y de sellos, de papel membreteado y de cargos públicos pagados con los impuestos de la ciudadanía, apadrinando el horror.
Ahora sabemos más que nunca que esas cosas no se debían ocultar. Que la única manera de impedir que las atrocidades se repitan, y que el horror se instale como un huésped eterno en una sociedad, es dejar que la literatura y el arte cuenten su verdad y ayuden a la comunidad a mantener la vigilancia. Porque no es solamente la vigilancia de unos partidos, la vigilancia sobre un Estado propenso a la injusticia y poroso para la corrupción, sino la vigilancia sobre la condición humana.
Lo que hacían en ese momento en Ceylán, en el Valle del Cauca, los conservadores, en otra parte lo hicieron después los liberales, más tarde lo hicieron los guerrilleros, y finalmente lo hicieron con renovada crueldad los paramilitares, bien ayudados por el Estado, precisamente porque somos el país de la memoria borrada, del pasado escindido, el país del silencio obligatorio y de la conciencia trunca. Y el arte está ahí, entre tantas cosas para ayudarnos a no perder la memoria y a no extraviarnos en la locura de la indiferencia, que incuba y prepara siempre las masacres por venir.
Da miedo leer las sesenta páginas siguientes. Pero sé que es preciso leerlas, y leer Carretera al mar (1954) de Tulio Bayer, y leer Lo que el cielo no perdona (1954) de Fidel Blandón Berrío, y Siervo sin tierra (1954) de Eduardo Caballero Calderón, y Chambú (1948) de Guillermo Edmundo Chaves, y Cóndores no entierran todos los días (1972) de Gustavo Álvarez Gardeazábal, y leer La mala hora de Gabriel García Márquez, todas las grandes novelas de la violencia colombiana, desde El día del odio de José Antonio Lizarazo hasta La resignada paz de las astromelias (2002) de Rubén Darío Zapata Yepes. Y leer todos los libros testimoniales que se han escrito valientemente en las últimas décadas, empezando por La violencia en Colombia de monseñor Germán Guzmán y Eduardo Umaña Luna; leer los hermosos y poderosos libros de Alfredo Molano, y los valientes libros de Arturo Alape, y los incontables libros con que el talento y la conciencia de Colombia han querido vacunarnos contra el horror, salvarnos de la locura, que, como decía Schopenhauer, es la pérdida de la memoria.
Esta novela, Viento seco, de Daniel Caicedo, tiene sesenta años, está cumpliendo sesenta años. Veinte años menos de los que está cumpliendo la violencia en Colombia, que ha recibido tantos nombres a lo largo del tiempo, pero que algún día recibirá su nombre verdadero.
Y la razón principal por la cual conviene leer todo esto, no es para atizar odios, ni para perpetuar resentimientos, ni para buscar culpables, ni para cazar brujas, sino para saber a qué atenernos frente a la condición humana, para entender que somos humanos, y que, como decía Wells, “nadie puede ser nada peor”.
Que por eso el Estado no puede jugar al juego espantoso de seguir favoreciendo intereses privados, que la fuerza del Estado no está para maltratar a los ciudadanos ni para castigarlos por sus opiniones ni para perseguirlos por sus creencias ni para ofenderlos por pensar distinto.
Que el Estado está para aplicar y hacer respetar unas leyes nacidas del consenso, que de verdad representen un contrato social, que sean una respuesta a las necesidades y sean dictadas en defensa de los derechos de las mayorías.
Da miedo leer las otras sesenta páginas. Pero debe dar más miedo no leerlas.
*William Ospina
Resignación y miedo
Por Antonio Caballero
OPINIÓNA todas esas malas mañas de su amo quiere devolvernos Zuluaga, como un perrito fiel, si gana las elecciones. A la guerra abierta, a la guerra sucia, a la corrupción, a la mentira. Por eso es el peor de los candidatos.
Foto: León Darío Peláez - Semana
La mejor de los candidatos presidenciales, o, más exactamente, la única buena, es Clara López, del Polo Democrático. Por su programa, por su convicción –es la única de todos ellos que parece convencida de lo que dice-, y por su claridad. De los otros cuatro ninguno me convence.
No me con vencen a mí, y creo que a casi nadie, por la razón, contraria a la de Clara López, de que no están convencidos ellos mismos. Ni Marta Lucía Ramírez, por mucho que hable, ni Enrique Peñalosa, por mucho que calle; y de triunfar serían ambos, aunque no lo diga ninguno de los dos, tan marionetas manipuladas por el expresidente Álvaro Uribe como lo es ya, desembozadamente, Óscar Iván Zuluaga. Que por esa razón es, de los cinco, el peor de los candidatos.
Primero, porque solo quiere ser eso, la sombra dócil de Uribe: ambición que revela una notable falta de carácter. Es como aquel doctor Cámpora, obediente odontólogo que bajo el lema “Cámpora al gobierno, Perón al poder” le guardó caliente durante tres semanas el sillón presidencial al caudillo Juan Domingo Perón para que pudiera volver a la Argentina desde el exilio hace cuarenta años. A tal punto de servilismo ha llegado Zuluaga que no solo incluye la imagen de su jefe en sus afiches electorales sino que copia su postura corporal para las fotografías poniéndose la mano rígida sobre el corazón. Y copia también, naturalmente, su programa de los tres huevitos, y promete un retorno al negro pasado de los dos cuatrenios uribistas, los más corruptos que ha conocido Colombia y también, sin duda, los más moralmente corruptores de nuestra historia.
La cosa venía de antes, y no sobra refrescar la memoria sobre las andanzas de Álvaro Uribe desde su juventud. Desde que, para rescatar el cadáver de su padre asesinado, le pidió prestado el helicóptero al narcotraficante –“el hacendado”, lo llamaba él– Pablo Escobar. Desde los tiempos en que en su hacienda familiar Guacharacas se organizaban grupos de autodefensas; desde los días de Aerocivil y los aeródromos concedidos a los mafiosos; de los de la Gobernación de Antioquia y la creación de las siniestras ‘Convivir’. Dicho sea de paso, sobre ellas me aseguró Uribe, cuando era candidato presidencial en 2002, en la única ocasión en que he hablado con él personalmente, que ninguna había servido de embrión para un grupo paramilitar ilegal.
Luego vinieron las elecciones ganadas con votos de los narcoparas pagados a continuación con la Ley de Justicia y Paz; la falsedad de los autoatentados; las chuzadas de DAS; los narcoparlamentarios del uribismo haciendo cola para ir a la cárcel después de haber votado en el Congreso los proyectos del gobierno; el desmantelamiento de los ministerios de Justicia y de Medio Ambiente; la reforma laboral que eliminó las horas extras con el pretexto falaz de crear empleo; las peleas con los países vecinos; la compra de conciencias con embajadas; el espionaje a las altas Cortes; las reuniones con delincuentes en los sótanos del Palacio Presidencial; los enriquecimientos ilícitos; las zonas francas; los distritos de riego; el Agro Ingreso Seguro; los peculados; las concesiones de obras; el cohecho para comprar los votos de la reelección a cambio de notarías; la corrupción , por ministros interpuestos o por la propia mano presidencial que repartía cheques en los consejos comunitarios.
Los delatores recompensados. Los altos funcionarios huyendo de la justicia. Y el horror sin parangón de los falsos positivos en los que el Ejército asesinaba civiles y los vestía de guerrilleros para demostrar que la política uribista de “seguridad democrática” iba ganando la guerra a fuerza de amontonar cadáveres.
A propósito: esa es la única vez en que he aprobado, antes de que empezara su gobierno, las acciones de Juan Manuel Santos, entonces ministro de Defensa. Ante las denuncias de esa monstruosidad, hechas por el personero de Soacha y por la hoy candidata del Polo Clara López, Santos descabezó de una tacada a dos docenas de generales y altos oficiales. Lo recuerdo aquí porque hace un par de días, ante la prensa y en la Fiscalía, Uribe me hizo el honor de calumniarme diciendo: “Ahora entiendo por qué Antonio caballero decía que lo único que le gustaba de Juan Manuel Santos era que metería en la cárcel a Álvaro Uribe”. Yo nunca he dicho eso. Como todo lo que Uribe afirma, es una mentira.
Y a todas esas malas mañas de su amo quiere devolvernos Zuluaga, como un perrito fiel, si gana las elecciones. A la guerra abierta, a la guerra sucia, a la corrupción, a la mentira. Por eso es el peor de los candidatos.
Pero Juan Manuel Santos tiene en su mano de poker la carta de las negociaciones de paz con la guerrilla, y la ha mantenido a pesar de sus idas y venidas, de sus vueltas y revueltas de presidente veleta en todos los demás asuntos del país. Y como solo un improbable milagro podría hacer que la candidata Clara López del Polo pasara a la segunda vuelta, en esa tendré que darle mi voto a Santos. Sin entusiasmo. Por resignación, como me ha tocado hacerlo tantas veces. Y por miedo.
Siguiendo el rastro
Por María Jimena Duzán
OPINIÓNYo no sé quién vaya a ganar esta contienda, pero no hay duda de que el uribismo está utilizando todas las formas de lucha para retomar el poder.
Foto: Guillermo Torres - Semana
Poco a poco se van conociendo más evidencias de que el ‘hacker’ Andrés Sepúlveda tenía estrechas relaciones con los organismos de Inteligencia y en especial con la cuestionada sala Andrómeda, por haber ‘hackeado’ e interceptado ilegalmente los correos y los pines de los negociadores de La Habana y del propio presidente Santos.
Según lo pudo establecer esta columna, Sepúlveda, que se movía como pez en el agua en el mercado negro de la información de Inteligencia, compró datos en múltiples ocasiones de Andrómeda, los cuales podrían haber sido utilizados en beneficio de la campaña de Óscar Iván Zuluaga para la cual Sepúlveda trabajaba desde diciembre.
En especial esta columna ha conocido de una compra de información que se produjo en febrero de este año, cuando Andrómeda fue cerrada luego de que Semana.com hizo la denuncia. Una fuente de la Fiscalía me confirmó que el hacker le compró a los de Andrómeda 20 correos electrónicos con sus claves y una interceptación de Blackberry de un guerrillero de las Farc que estaba en La Habana.
Por esa información Sepúlveda les pagó 5 millones y tengo entendido que dejó saber que era una ganga. El hacker también habría comprado de esa manera la base de datos de los desmovilizados y habría pagado por esta 1.200.000, cuando en realidad el precio según expertos en el tema consultados por esta columna, podría haber sido de 120 millones.
Al parecer el precio de las informaciones de Inteligencia en el mercado negro ha bajado desde el cierre de la sala Andrómeda lo que ha empujado a muchos miembros de esas salas de Inteligencia a salir a vender la información para sufragar su sustento. En estos momentos debe haber sujetos de la Inteligencia vendiendo información por cualquier peso. Esta realidad tan peligrosa y absurda la han corroborado varios miembros de esa comunidad hacker que fueron consultados por esta columna.
Pero no solamente están vendiendo en la calle secretos del Estado, a peso. En los computadores que le fueron incautados a Sepúlveda se encontró la evidencia de que él mismo había comprado correos del presidente Santos. No los ‘hackeó’, sino que los compró. Aunque las autoridades que están a cargo de esta investigación no han podido establecer si este correo fue comprado en ese grupo de 20 que los de Andrómeda le vendieron a Sepúlveda, las pesquisas apuntan a que esa es la hipótesis más lógica.
¿Para qué quería Sepúlveda los correos del presidente Santos? ¿Sabía la campaña de Óscar Iván Zuluaga que en la computadora de Sepúlveda estaban los correos del presidente? ¿Por qué Sepúlveda tenía en su oficina registros de compras que el propio presidente había hecho de unas máquinas de hacer ejercicio? ¿Está aquí el correo que fue publicado por Daniel Coronell? ¿Qué clase de seguimiento le estaban haciendo al presidente?
Todas esas preguntas están por ahora sin respuesta. Lo cierto es que el hecho de que el jefe de las redes de la campaña de Óscar Iván Zuluaga haya comprado el correo del presidente Santos, que a su vez fue interceptado ilegalmente desde plataformas como Andrómeda, que pertenecen a los organismos de Inteligencia del Ejército, muestra los límites aterradores a los que ha llegado esta guerra sucia.
El otro hallazgo no es menos sorprendente: según varios testimonios que han llegado a la Fiscalía, Sepúlveda no solo tiene como blanco de sus operaciones a los antiuribistas o a los que se oponen al proceso de paz o a los comunistas. También ‘hackea’ a uribistas de alta alcurnia, como el ex vicepresidente Francisco Santos.
La única razón para ‘hackear’ esa cuenta es la de que Francisco Santos fue un serio oponente de Óscar Iván Zuluaga en la convención uribista. Pensaba que iba a ganar pero fue derrotado. Francisco Santos denunció que le habían robado la nominación por cuenta de una guerra sucia. ¿Fue víctima Francisco Santos también de los métodos non sanctos de Sepúlveda para inclinar la balanza a favor de su candidato? ¿Sabía el candidato Óscar Iván Zuluaga que el correo de su contrincante había sido ‘hackeado’?
Yo no sé quién vaya a ganar esta contienda, pero no hay duda de que el uribismo está utilizando todas las formas de lucha para retomar el poder.
Colombia, para 'Z' o para nadie
Por: Cecilia Orozco Tascón
En su desespero por limpiar los pecados político-judiciales en que incurrió el candidato de Álvaro Uribe cuando aceptó contratar la piratería de mercenarios cibernéticos como arma contra sus rivales, y por esa vía recapturar el poder del Ejecutivo, los hombres de la coalición de ultraderecha conformada por el uribismo y por unos conservadores nostálgicos de fascismo están haciendo declaraciones que rayan en la irresponsabilidad y también en la tontería. E incitan a la disolución del país. Colombia es para mí o para nadie. A eso juegan.
Sergio Araújo, un personaje de talla menor, triste fama y parentela condenada por paramilitarismo, y quien pertenece a un comité asesor de Zuluaga, dice, tranquilamente, que si la jornada electoral del domingo próximo no es favorable a su campaña, el autodenominado Centro Democrático desconocerá el resultado de la votación. En otras palabras, no admitirán nada distinto a su triunfo. Muestran los dientes totalitarios, y eso que aún no llegamos a la primera vuelta. Paloma Valencia, una recién elegida senadora, no por cuenta de sus votos sino de los que le prestó la cabeza de la lista uribista, se indigna, grita y amenaza con denuncias penales a un periodista por hacerle una pregunta sobre un hermano suyo que se desempeña como directivo de la central de inteligencia oficial. A ver, señora: en medio de las visitas de su candidato, Z, a los hackers que se ufanaban de tener contactos con miembros de los organismos de seguridad, ¿no es pertinente la inquietud del reportero? Bastaría con responder con contundencia para aclarar la duda. ¿Será una bobería de la democracia recordarle a Valencia que su cargo y el de su familiar son públicos, y que ambos y sus conductas pasaron a la esfera del control social que realizamos los medios?
Francisco Santos, el metepata que recientemente se arrodilló ante Uribe y Z para pedirles perdón por el falso gesto de independencia que se le salió cuando perdió la candidatura de su movimiento, sigue el libreto dictado en las reuniones de crisis de la sede uribista y repite, cual lorito, que lo grave no es que Zuluaga haya participado en conversaciones sucias sobre la manera de vencer en la contienda, sino que lo hubieran grabado; que los delincuentes no son el hacker, su esposa, hermano, suegra y demás cómplices, todos contratistas de esa campaña, sino el “infiltrado” que activó la cámara; que el video es un montaje y que el audio también, todo inventado, vida mía, qué calumnia tan bien hecha contra Z, actor en cuerpo y alma en el mismísimo lugar allanado.
Y lo máximo: Juan Carlos Pastrana, el insondable ser que hasta ayer trinaba contra Uribe poniéndole apelativos que no repito, y hoy aliado del presunto autor de crímenes de competencia de la Corte Penal Internacional, según aseguró en su momento, pone mensajes en las redes sociales con el nombre y apellido de un general del Ejército a quien acusa de ser el “cómplice” del presidente candidato, por la interpretación alegre que le da a una frase parcial de Sepúlveda. Cómo será de ridícula la especie que el alto oficial se echó a reír.
Cuando la Fiscalía allanó las oficinas del hacker, Z contestó que apenas lo conocía. Después citó a los periodistas para decir que “se había acordado” de que había “pasado a saludarlo”. Cinco o seis horas más tarde, su hijo David, del que todavía falta por descubrir su rol en la piratería digital, señaló que existía un video con la visita de Z a Sepúlveda. Y cuando se descubren las imágenes que revelan la camaradería entre el candidato uribista y el hacker (“¿Cómo está Lina y cómo sigue tu niño?”, le pregunta Z a Sepúlveda), responde con la fábula del montaje. Hace unas horas indicó que fue cuatro veces a la oficina del pirata. ¿Cuándo dice la verdad Z? Y por último: ¿elegiría usted a un hipócrita como presidente
Instantáneas
Por Daniel Coronell
OPINIÓNHace unos días conocí una fotografía de Uribe en el ubérrimo con Anderson Vanoy Pemberty, hijo de Cuco Vanoy, jefe paramilitar y capo del narcotráfico en Tarazá.
Foto: John Caslon
El senador Álvaro Uribe le reprocha al presidente Juan Manuel Santos por no aceptar debates con Óscar Iván Zuluaga, pero no cuenta que en 2006, cuando estaba en su propia campaña de reelección, se negó a asistir a cualquier debate.
El senador Uribe crea dudas sobre la financiación de campaña de Juan Manuel Santos en 2010, pero olvida que él recibió en 2002 –entre otros curiosos aportes– 100 millones de pesos de una empresa de Enilce López, alias la Gata. Con el mismo doble rasero presenta una foto de un video, circulado por el DAS durante su gobierno, contra Germán Vargas Lleras. La foto ‘revelación’ muestra a Vargas al lado de Yesid Nieto, un esmeraldero asesinado en Guatemala a quien Uribe califica como “narcotraficante” aunque no hubo proceso en contra del occiso por ese delito.
La explicación de Vargas Lleras sobre la foto no le resultó atractiva. Uribe simplemente la omitió olvidando otra vez que existen varias fotos comprometedoras suyas –y de sus allegados– que no han sido suficientemente explicadas.
Algunas de esas fotos aún permanecen inéditas.
Hace unos días, por ejemplo, conocí una fotografía de Álvaro Uribe Vélez en su hacienda El Ubérrimo en una compañía que necesita explicación. Se trata del señor Anderson Vanoy Pemberty, hijo de Ramiro ‘Cuco’ Vanoy, jefe paramilitar y capo del narcotráfico en Tarazá.
Contra Anderson Vanoy no hay condena alguna. Eso sí, tiene cierta propensión a las malas compañías. Por la misma época en la que visitó El Ubérrimo la Policía lo encontró en un restaurante, en las inmediaciones de Medellín, acompañando al jefe de la banda criminal de los Paisas. Los uniformados capturaron al cabecilla de la organización delincuencial, alias Nano o Delio y dejaron en libertad a Anderson aunque en el comunicado de la operación quedó constancia de que allí estuvo.
El tercer hombre en la foto es un hacendado llamado Olimpo Oliver, miembro de una prominente familia con propiedades en Sucre y Córdoba. Él me dijo que la presencia del hijo de Cuco Vanoy en la finca del expresidente Uribe, hace cerca de dos años, fue producto de una casualidad.
Asegura Oliver que estaba almorzando con Anderson Vanoy en Montería, cuando supo que el expresidente Uribe estaba vendiendo unas mulas en su finca y lo invitó a ir a verlas. De acuerdo con su versión, él pudo llegar junto con Vanoy a visitar al hombre más custodiado de Colombia, sin identificar jamás a su acompañante.
Una curiosa versión que, de ser cierta, mostraría la incompetencia de los que cuidan a Uribe y la absoluta falta de curiosidad del custodiado.
Vanoy, con quien también hablé por teléfono, me dijo que se reuniría con el periodista Ignacio Gómez en Bogotá para darle su versión sobre la fotografía. Sin embargo, nunca acudió a la cita y después dejó de contestar el celular.
Oliver cuenta que el hacendado Uribe los recibió muy amablemente y les hizo una demostración ecuestre de la noble silla de sus mulas. Oliver finalmente decidió no comprarlas “con mucha pena” porque las bestias le parecieron muy caras pero sí se tomó la foto con el exmandatario y el hijo de Cuco Vanoy.
La visita de Oliver y Vanoy, el desconocido, debió durar varias horas porque, siempre según su narración, empezó a la hora del almuerzo y terminó de noche cuando fue tomada la fotografía.
Uribe que –vaya uno a saber cómo– casi siempre se entera de lo que estoy investigando, terminó dando en La W una explicación anticipada, no pedida e incomprensible para periodistas y oyentes: “Por allá hay un colega de ustedes que está amenazando que va a sacar una foto (…) Yo me tomo fotos con millones de ciudadanos”.
¿Serán también millones los que lo visitan en su finca?
La explicación que resulta buena para él, no se la acepta a los otros.
De todas maneras, dentro de esos millones que se toman fotos con él, hay una en particular que él afirmaba no haber visto jamás.
Cuando se supo que la Gata había financiado su primera elección, Uribe remitió la responsabilidad a quienes manejaban el dinero de la campaña y aseguró no conocer a Enilce López. Sin embargo, apareció esta foto que ustedes pueden ver en Semana.com.
La astucia de Uribe y Zuluaga
Por León Valencia
OPINIÓNEs tan grande la mentira que Juan Lozano, quien fue puesto de testigo del hecho, en menos de un día salió a desmentir la afirmación.
Guillermo Torres - Semana
Son unos verdaderos magos. La sacaron del estadio. En 15 días le echaron tierra a una grave trama delictiva, convirtieron en verdad un acontecimiento dudoso y oscuro, se burlaron de la Justicia, les metieron los dedos en la boca a los medios de comunicación, envenenaron la campaña electoral y escalaron en las encuestas.
Andrés Sepúlveda sí obtenía información de manera ilegal o se la inventaba y la utilizaba para sabotear el proceso de paz y para hacerle daño al candidato Juan Manuel Santos. Así lo ha confesado ante la Fiscalía, así lo muestran sus correos, así quedó en evidencia el día en que, de la mano de Luis Alfonso Hoyos, intentó engañar a Rodrigo Pardo y al canalRCN. Eso no ofrece ninguna duda, no tiene el menor resquicio.
Sepúlveda sí trabajaba para Óscar Iván Zuluaga y Zuluaga, a sabiendas de que cumplía una labor delicada y riesgosa, había dedicado a su mejor y más cercano amigo y a su propio hijo a coordinar las actividades de este sagaz delincuente. Así se lo ha dicho Sepúlveda a la Justicia. Así se pudo ver en el momento en que Hoyos renunció a la campaña. Así lo confirman las visitas que hacía el propio candidato a la casa de Sepúlveda. Ahí tampoco hay duda.
Ahora se sabe también que Sepúlveda tenía relación con Andrómeda, otro de los eslabones de la red de espías y conspiradores que han tenido la misión de acabar con el proceso de paz. Ahora quizá sepamos cómo fue que llegó a manos de Francisco Santos el borrador de acuerdo para iniciar las negociaciones; y a Uribe las coordenadas donde debían recoger a los negociadores de las Farc que marchaban a reforzar el equipo negociador de esta guerrilla; y a José Obdulio Gaviria la especie de que Sergio Jaramillo estaba negociando un secuestro en Cuba. De ese tamaño puede ser el alcance de la captura de este empleado de Zuluaga. Pero Uribe y Zuluaga han logrado que esto pase a un segundo plano, que no haya muchas preguntas sobre el hecho en los últimos días, que todo vaya quedando en el olvido.
En cambio Uribe le ha sacado todo el jugo a la confesión de un mafioso preso en Estados Unidos. Él, que desvirtúa todas las acusaciones que los jefes paramilitares le hacen desde las cárceles, porque, dice, no hay que creerles a criminales, se montó en la versión de que Javier Antonio Calle Serna, alias Comba les entregó a J.J. Rendón y a Germán Chica 12 millones de dólares para un negocio fallido de sometimiento a la Justicia. Le agregó además la perla de que 2 millones habían ido a parar a la pasada campaña presidencial de Juan Manuel Santos.
Miren lo difícil que resulta creer en estas cosas. Alias Comba fue el mismo que acabó con Wilber Alirio Varela, alias Jabón, el último mito de los sanguinarios capos del narcotráfico. Lo persiguió hasta Venezuela, lo asedió, lo mató y se apoderó de su imperio. A la cabeza de los Rastrojos desafió a la Oficina de Envigado y a los Urabeños y entre 2008 y 2011 se extendió por todo el país matando a quienes se le atravesaban en el camino. Pero ahora resulta que ese señor se deja robar 12 millones de dólares de un publicista y de un funcionario del gobierno y después se entrega a la Justicia norteamericana y no les hace ni un rasguño a los tipos que lo timaron. Esa es mundial.
Pero más increíble aún es que de este dinero recibido en 2012 se sacaron 2 millones para pagar deudas de 2010 de la campaña de Santos. Resulta que un candidato a la Presidencia victorioso al que cualquier empresario estaría dispuesto a financiar debe recurrir al dinero mafioso para cubrir un déficit. Es tan grande la mentira que Juan Lozano, amigo y seguidor de Uribe, quien fue puesto como testigo del hecho, en menos de un día salió a desmentir la afirmación.
Con esta mentira del tamaño de una catedral Uribe se ha tomado los medios de comunicación que lo asedian hora por hora para que cuente cómo fue la cosa y la Fiscalía, impotente, le ruega una y otra vez que acuda al despacho a presentar las pruebas y él aprovecha para deslegitimar a la Justicia diciendo que no hay garantías en un ardid que quizá le sirva a la hora de que su hermano sea llevado a la cárcel por paramilitarismo.
Habla el exgobernador de Nariño
"Están adelantando la segunda vuelta": Antonio Navarro
“Las Farc son muy torpes y están conspirando contra el proceso de paz y contra ellos mismos”, considera el senador electo.
Después de una reunión del movimiento Progresista llevada a cabo en la tarde de ayer, El Espectador habló con el senador electo por la Alianza Verde y miembro progresista Antonio Navarro sobre las conclusiones del encuentro y sobre los recientes anuncios de paz del gobierno y las Farc. ¿Qué opina de la adhesión del petrismo a la campaña reeleccionista del presidente Juan Manuel Santos? La elección presidencial es a dos vueltas y son distintas la primera y la segunda. En la primera uno debe seguir marcando sus principios e ideas estratégicas y en la segunda debe decidir dependiendo del resultado. La idea fundamental del Progresismo es la necesidad de un cambio profundo y la paz es uno de los elementos pero no es el cambio en sí mismo, es tan solo uno de ellos. Definitivamente Santos no es el que representa esos cambios, lo que representa Santos es la continuidad y el voto en primera vuelta debe ser por el cambio. ¿Y qué pasa con la paz, que al final es el argumento que se dio para apoyar esa campaña? La paz no es solamente la paz de Santos, hay otros dos candidatos apoyando sin ninguna diferencia la negociación tal como se viene realizando, entonces ¿por qué adelantar la segunda vuelta hacia la primera? Eso manda un mensaje de insuficiente consistencia y de insuficiente claridad al electorado. Por eso un grupo importante de Progresistas decidimos que no vamos a votar por Santos en la primera vuelta y por supuesto tampoco vamos a votar por Oscar Iván Zuluaga. Las diferencias entre ellos, que hoy parecen tan grandes por efectos de la polarización, son mínimas excepto en el tema de la paz. ¿Por qué cree usted que un sector de Progresistas quiso hacer un acuerdo programático con el partido Liberal?
No estamos en momento de ponernos a pelear con nuestros amigos, siguen siendo nuestros amigos, seguiremos apoyando la Bogotá Humana de la alcaldía de Gustavo Petro y ellos que expliquen sus razones, lo que pasa es que no nos convence que debamos votar ahora como si estuviéramos en la segunda vuelta. Más allá de que se pongan a pelear o no, ¿cree que la motivación de ese acuerdo fue el temor del regreso de la ultraderecha al poder? Ni Zuluaga ni Santos serán presidentes en primera vuelta. Habrá segunda vuelta. Esa discusión la daremos después del 25 de mayo, pero ese día no vamos a votar por ninguno de los dos. ¿Semejante voltereta de Petro obedece exclusivamente al temor de la llegada de Zuluaga al poder? Usted puede tener razón en su apreciación pero yo también tengo mi razón para ser cauteloso porque no quiero que esto se convierta en una ruptura de más profundidad. Es una diferencia de opinión es una diferencia de comportamiento, es la decisión de que en primera vuelta somos fieles a nuestros principios y en segunda vuelta haremos el ejercicio. ¿Cree que con Zuluaga se perdería lo avanzado en el proceso de paz?Si es elegido Zuluaga el proceso de paz entra en situación de incertidumbre. No digo que se va a acabar, pero él tendría que hacer algo para cambiar lo que hasta ahora es el método y acuerdos previos de la negociación. Irá a poner condiciones como el cese al fuego unilateral, o que acepten ir presos al final del proceso pero evidentemente no es igual que lo que se está haciendo ahora, por lo que me parece que es un riesgo que no vale la pena correr. Mientras más antiguo es el conflicto más difícil conseguir un acuerdo, es una regla universal. La negociación va bien, pero no es propiedad de Santos. Lo mismo podría decir Peñalosa o Clara López. ¿Progresistas se diluirá por los acercamientos con el Santismo? Los que estamos en la Alianza Verde somos una tendencia organizada dentro del partido y queremos seguir siéndolo manteniendo una autonomía relativa. Pero Guillermo A. Jaramillo dice que los Progresistas no hacen parte de la Alianza Verde y que van a trabajar independientemente… ¿Cuáles Progresistas? Él, que nunca hizo parte del movimiento. Era funcionario de gobierno y punto. La mayoría de Progresistas estamos en la Alianza Verde y ahí seguiremos trabajando. ¿Cómo ve el anuncio de las Farc del cese unilateral al fuego por ocho días? ¿Cree que es un oportunismo electoral para apoyar a Santos? Todo cese al fuego es bienvenido así sea de un día. Mantener actividades militares, poniendo bombas y matando civiles por matar unos policías es equivocado. ¿Es un error sentarse en la mesa sin decretar cese al fuego unilateral? Si lo hubieran hecho ya habría un cese al fuego bilateral y ya estaríamos en una mejor situación de opinión publica para el proceso de paz. La opinión quiere la paz pero no quiere perdonarles las violaciones a los DDHH. Estarían mejor ellos y estaría mejor el proceso si hubieran tomado esa decisión, la podrían tomar ahora ya que pasaron casi la mitad de los puntos de la agenda. Un cese al fuego de ocho días es bienvenido pero no sirve para nada. ¿Qué tan viable ve lo acordado sobre el tema del narcotráfico? Lo pactado sobre narcotráfico está bien. El desarrollo alternativo acompañado de erradicación manual, si es necesaria, y de inversión en infraestructura y asistencia técnica produce resultados. Las zonas de conflicto donde coinciden la retirada de un grupo ilegal y la presencia de un programa de desarrollo, generan una disminución muy importante de cultivos ilícitos. ¿Lo que se pacte con las Farc debe cobijar a paramilitares y militares involucrados en el conflicto? O todos en la cama o todos en el suelo. Es esencial que las decisiones jurídicas de perdón por el camino que sea, justicia transicional o la que sea, también apliquen para las FF.MM.. No se puede repetir lo que pasó con el Palacio de Justicia. Cesó el procedimiento para los miembros del M-19 y no para los militares. Están presos y nosotros libres. Eso no es sostenible. La fórmula que se encuentre debe ser para todos los que participaron en el conflicto interno.¿Incluidos los paramilitares? Los paramilitares se volvieron unos mafiosos, en la negociación con el ex presidente Uribe se desmovilizaron y siguieron traficando y delinquiendo y por eso están extraditados, ahí la situación es distinta. Fueron extraditados no por lo que hicieron sino por lo que siguieron haciendo. Por eso no entiendo tanta bulla con que las Farc iban a romper todo vinculo con el narcotráfico. ¡Es obvio!, si no lo rompen al día siguiente hay que cogerlos presos porque estarían cometiendo un delito. ¿Las Farc deberían entregar las armas? Es un tecnicismo. Nosotros tampoco las entregamos. Las destruimos. Esa fila de personas entregándole las armas a Luis Carlos Restrepo no se da porque nadie se rinde, la gente hace un acuerdo de paz. En el M19, durante el último año de negociación con la supervisión de militares extranjeros, llevamos las armas a la siderúrgica del Pacifico en Cali y las fundimos. Lo que no puede haber es proceso de paz si las Farc mantienen las armas. ‘Sin ambiente para constituyente’ ¿Ve factible que una constituyente sea la salida para sellar los acuerdos de paz? Una constituyente es un instrumento, no es un resultado. Es una herramienta para hacer cambios constitucionales. Los cambios dependen de cómo esté conformada la asamblea constituyente. No veo condiciones en el corto plazo para que las fuerzas progresistas, para quienes queremos que avance más allá de donde está la Constitución, podamos tener mayoría para que sea así. Convocar una constituyente para que ganen quienes tengan puesta la reversa sería un error. ¿El Congreso haría las reformas? Algunas no las puede hacer. Como la del sistema electoral, que necesita una reforma seria, porque lo que acabamos de ver en la elección de Congreso fue la repartición de dinero más descarada de la historia. Nunca había habido tanta “mermelada”. Eso no es inversión en las regiones; una fracción se la roban para invertir en campañas políticas y para comprar votos. También hay que reformar la concurrencia de poderes entre Ejecutivo, Legislativo y Judicial para la conformación de las altas cortes, pues hoy necesita una transformación que no parece fácil que la haga el Congreso. Que las altas cortes elijan a sus dignatarios por concurso de méritos.
Renuncie, señor Zuluaga
Uribe, Granados, Lombana y Óscar Iván Zuluaga creen que los colombianos somos imbéciles. ¿Lo somos? Este domingo sabremos en qué medida.
Por: Andrés Hoyos
¿Qué clase de campaña es una que de repente pasa a manos de dos abogados penalistas sin hígados? Porque eso más o menos fue lo que decidió Zuluaga: “Ahí les dejo esa papa caliente, doctores Granados y Lombana. Yo me voy a descansar a mi casa”. Luego, bien aleccionado por ellos, Zuluaga regresó y dijo sin inmutarse que el tráfico de información privilegiada y secreta es un juego de niños. Niéguelo todo, jure por lo más sagrado, candidato, que de la negación algo queda. Si los tramposos son víctimas, ¿los demás somos victimarios?
Es inevitable experimentar una sensación de suciedad con esta rauda seguidilla de episodios sórdidos. Degradan nuestra vida política, se burlan de nuestra inteligencia, no nos piden excusas por mentir, por chuzar, por tergiversar, por acusar sin pruebas; antes nos dicen que se trata de actos de pulcritud y buena fe. La cochinada nos invade. Es esencial que el señor Zuluaga se retire de la campaña electoral a ver si recobramos un mínimo de dignidad y podemos elegir entre el resto de candidatos, que distan mucho de ser ideales pero que por lo menos no recurren a métodos tan degradados.
Otra pregunta pertinente es: ¿qué les inyecta Uribe a sus subalternos que los malea? ¿Mala fe, arrogancia injerta con ignorancia, odio reconcentrado, cinismo destilado, qué es? Debo decir que ciertos furibistas convencidos hoy me dan un poco de lástima. Fueron los primeros de los que Uribe se burló. Ellos sí creyeron que su problema era con las imperfecciones y avatares del proceso de paz, ellos sí creyeron que Uribe tenía pruebas de que a la campaña de 2010 habían entrado dos millones de dólares de dinero sucio. Ahora no les queda, supongo, más remedio que creer que los videos que salieron y siguen saliendo en los medios son un montaje. Ya varios cineastas le pidieron a Zuluaga los datos del autor del “montaje”, porque tiene que ser un genio de la cinematografía mundial. Los uribistas convencidos no se atreven a pensar que lo que mueve al hoy senador electo sea el odio personal, la manipulación, el chisme macabro, la calumnia y la mentira. Uribe se ganó, por sus furores, un tremendo lío judicial. Nunca pensé que seguiría los pasos de Fujimori.
Y lo peor es que en su caída arrastra a mucha gente que no tenía por qué caer tan bajo, incluido Zuluaga, apenas un político de provincia débil y maleable. Ha de estar con el remordimiento en carne viva, pues involucró a su hijo en el desaguisado.
El daño, en todo caso, está hecho. Nos dejan unas instituciones maltrechas, con la legitimidad por el suelo. Si todo un expresidente dice que la Fiscalía no da garantías, ¿por qué no va a argumentar lo mismo cualquier delincuente común? Si todo un candidato a la Presidencia con posibilidades de triunfo dice que lo blanco es negro y ni siquiera se despeina, ¿con qué argumentos le vamos a decir a la gente del común que las normas hay que respetarlas y que la ética es socialmente necesaria?
Por último, las posibilidades de la paz se deterioran con este cúmulo de insucesos. Atacarla a mansalva se ha vuelto un estribillo defensivo de quienes quieren tapar sus actos incalificables a como dé lugar. La respuesta, estimado lector, es sencilla: votar. El domingo yo lo haré por Enrique Peñalosa. Le propongo que piense muy bien por quién va a hacerlo usted.
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20 mayo 2014
El hacker Sepúlveda vuelve ante un juez
JUDICIALLa Fiscalía lo presentó para legalizar las más de 50 pruebas incautadas en su oficina y apartamento.
Alrededor de 15 agentes del CTI custiodaron a Andrés Sepúlveda, el hacker investigado por interceptación ilegal.
Foto: Daniel Reina Romero / SEMANA
El caso de las interceptaciones ilegales no para. Mientras surgía el revuelo por las declaraciones del español Rafael Revert, quien grabó el video del hacker con el candidato uribista Óscar Iván Zuluaga, la Fiscalía continuaba en la investigación contra Andrés Fernando Sepúlveda.
Por esa razón, el hacker asistió este martes al complejo judicial de Paloquemao en Bogotá. La razón de su asistencia era acudir a la audiencia en la que una juez legalizó a las pruebas recopiladas durante los allanamientos al apartamento y a la oficina del polémico hombre.
No son pocas las evidencias contra Sepúlveda. En la diligencia a puerta cerrada, denominada de ‘control de legalidad’, se presentaron entre 55 y 57 pruebas, según el abogado Bernardo Alzate, defensor del hacker.
Dentro de los elementos materiales probatorios encontrados por el CTI, se incluyen teléfonos móviles, sim de celulares, cinco discos duros de 180 gigas de capacidad, ocho computadores de alta gama y cerca de 10 memorias USB. Igualmente fueron encontrados documentos y contratos de la empresa de Sepúlveda, al parecer con personalidades del escenario político nacional.
Pero hay más. Alzate manifestó que todavía quedan unas pruebas por presentar a la juez, pero que el trámite se hará a medida que los forenses las suministren.
Al ser interrogado sobre un eventual preacuerdo, el defensor de Sepúlveda explica que cierran ninguna puerta pero que esperarán el desarrollo del proceso para conocer cuál será el paso a seguir.
“Como la defensa no conoce el interrogatorio ni las pruebas, es prematuro asegurar que se buscará un acuerdo”, aclaró Alzate.
Sepúlveda es el hacker señalado por la Fiscalía de estar al frente de una oficina al norte de Bogotá dedicada a la interceptación ilegal de comunicaciones y de haber amenazado la seguridad nacional al monitorear irregularmente información relativa al proceso de paz de La Habana.
A pesar de las acusaciones en su contra, prefirió quedarse en silencio a la salida de la diligencia y salió de Paloquemao protegido por aproximadamente 15 hombres del CTI de la Fiscalía.
A Sepúlveda le fueron imputados cargos de violación ilícita de comunicaciones, interceptación de datos informáticos, uso de software malicioso y espionaje. Desde entonces fue privado de la libertad con medida de aseguramiento y permanece recluido en el búnker de la Fiscalía, por motivos de seguridad.
La defensa del hacker señaló en su momento que Sepúlveda ha trabajado "para diferentes políticos, congresistas y senadores, así como para los anteriores presidentes de Colombia", además de otros importantes personajes en México, Honduras, Venezuela.
Según lo dijo el fiscal general, Eduardo Montealegre, Sepúlveda es un ingeniero que desde una oficina de un edificio de la calle 93B con 17 en el norte de Bogotá manipulaba ilícitamente correos electrónicos cuya finalidad era "interferir" y "afectar" el proceso de diálogo entre la administración Santos y la insurgencia
50 AÑOS DE CONFLICTO ARMADO
Pasos de animal grande
Primera entrega del Especial 50 años de conflicto armado, una reflexión histórica y periodística sobre los orígenes de la guerra entre el Estado y las Farc, que se inició en el mes de mayo de 1964.
Por: Alfredo Molano Bravo / Especial para El Espectador
Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Vélez o Tirofijo, fundador de las Farc y considerado como el guerrillero más veterano del mundo, murio en marzo de 2008. / Archivo - El Espectador
Según el Diario de la resistencia de Marquetalia, de Jacobo Arenas, la ‘Operación Marquetalia’ comenzó el 18 de mayo de 1964, exactamente hace 50 años. El Espectador tituló ese día: “Con 3.000 soldados se inició anoche la operación militar de Marquetalia”. No obstante, la ‘Operación Soberanía’, como la bautizó el gobierno de Guillermo León Valencia, había comenzado en realidad el 20 de octubre de 1961, cuando Álvaro Gómez Hurtado, en un debate sobre la reforma agraria —de la que era un acérrimo enemigo— sostuvo que la política de tierras del Frente Nacional había dejado en la orfandad algunas zonas del país, lo que condujo a la creación de territorios autónomos: “Hay la república independiente de Sumapaz. Hay la república independiente de Planadas, la de Riochiquito, la de este bandolero que se llama Richard y ahora tenemos el nacimiento de... la república independiente de Vichada”. Gómez plagió el término de Primo de Rivera al referirse a Cataluña durante la Guerra Civil. Durante el gobierno de Lleras Camargo la tesis no tuvo eco público, pero fue en ese período presidencial (1958-1962) cuando triunfó la revolución cubana y se aplicaron en América Latina con rigor la doctrina de la seguridad nacional y la tesis del enemigo interno. Como comandante del Ejército, Alberto Ruiz Novoa, quien había dirigido el Batallón Colombia en la guerra contra Corea del Norte, elaboró el Plan Laso, pero Lleras se abstuvo de aplicarlo. Su sucesor Guillermo León Valencia (1962-1966) nombró a Ruiz Novoa ministro de Guerra y como tal puso en ejecución el Plan Laso, que, según Jacobo Arenas, era la sigla de Latin American Security Operation.
Marquetalia es una vereda del corregimiento de Gaitania, municipio de Planadas, Tolima, situada en la falda occidental del nevado del Huila; una región que suena desde entonces a guerra, no sin razón porque los enfrentamientos militares entre la guerrilla y el Ejército son frecuentes hasta hoy. Una de las preguntas más inquietantes es por qué el sur del Tolima y el norte del Cauca fueron la cuna de las Farc y por qué son regiones que aún están envueltas en el conflicto. La respuesta está vinculada a varios dos grandes litigios históricos vigentes en esos territorios: la lucha por la tierra de los indígenas —paeces y pijaos— y la de los campesinos por el reconocimiento de sus derechos políticos.
La primera tendencia está representada por las peleas del indio Quintín Lame en las regiones de Tierradentro y Chaparral entre 1922 y 1945. Hay que recordar de entrada que el resguardo o parcialidad indígena fue creado por la Corona española en la segunda mitad del siglo XVI para defender a la población indígena del tratamiento de esclavos que le daban encomenderos, pero también para obligarlos a pagar tributos. Fue una institución que —según Friede— hizo a los indígenas partidarios del rey. La República los hizo “hombres libres” para despojarlos de las tierras y convertirlos en terrazgueros. El siglo XX conocerá el renacimiento de la lucha del indio por la tierra.
Quintín Lame nació en una hacienda cerca de Popayán, donde su padre era terrazguero y por tanto obligado a pagarle al patrón en trabajo o en especie el permiso de vivir en la hacienda. Participó en la Guerra de los Mil Días en Panamá como ordenanza del general conservador Carlos Albán y después, a órdenes del general-guerrillero Avelino Rosas, defendió “el tricolor nacional de la invasión ecuatoriana entre 1903 y 1904”, según sus palabras. Avelino Rosas fue subalterno de Maceo en la guerra contra España y trajo de Cuba el Código Maceo, un verdadero manual de guerra de guerrillas. Quintín Lame comenzó su lucha contra la política del general Reyes de liquidar los resguardos; fue nombrado “jefe y representante de los cabildos de Pitayó, Jambaló, Toribío, Puracé, Cajibío y algunos otros” en 1910. Entre 1914 y 1918 movilizó a los indígenas del Cauca por la recuperación y la creación de resguardos, hasta caer preso en 1915. La persecución política, la división del movimiento y la masacre de Inzá en 1916 lo obligaron a refugiarse en Natagaima, sur del Tolima, donde fundó, en compañía de José Gonzalo Sánchez, el Supremo Consejo de Indias, que creó el resguardo del Gran Chaparral.
Las reivindicaciones de Lame marcan un territorio de luchas que se extiende entre el río Cauca y el río Magdalena sobre el lomo de la Cordillera Central, entre Popayán y Chaparral. El Movimiento Armado Quintín Lame toma su nombre de ese caudillo porque, según uno de sus fundadores, fue “un personaje que agotó toda la parte legal para lograr metas, pero la parte armada también influyó mucho, como la misma toma de Paniquitá, la toma de Inzá y las de otras poblaciones donde él por la vía de la fuerza dio a entender que en el Cauca a esa clase de terratenientes no era fácil darles el golpe por el lado legal”. Por la misma razón el poeta Guillermo Valencia, su enemigo a muerte, lo llamó “asno de los montes”. Una de las obsesiones de Quintín Lame fue la educación del indio. Su secretario, Abel Tique, afirmaba: “Antes de llegar el general estábamos en la oscuridad, pero él nos trajo la doctrina y la disciplina para defendernos”. Estos dos términos —doctrina y disciplina— se encuentran a menudo en las preocupaciones de Manuel Marulanda.
El segundo gran hecho es la colonización campesina de la Cordillera Central. Desde mediados del siglo XX, pero particularmente después de la guerra de 1876, una punta de colonización proveniente del Quindío llegó al norte del Tolima y fundó pueblos como El Líbano, Fresno y Padua; poco a poco avanzó por la cota cafetera hacia el sur del departamento, donde entró en conflicto con las grandes haciendas cafeteras que se expandían al ritmo de la economía cafetera y se apropiaban de los baldíos nacionales. Similares choques sucedieron en el Tequendama y Sumapaz, en Cundinamarca. El principal motor del café en Tolima fue la firma Rocha Hermanos, que se enorgullecía de cultivar 300.000 cafetos en su hacienda Providencia. A su alrededor crecieron otras grandes haciendas —Irco, Calibío, Banqueo, Guadual, El Jazmín y un pequeño pueblo de peones y arrendatarios llamado El Limón— .Numerosos trabajadores sin tierra se convirtieron en tabloneros, aparceros o terrazgueros y muchos indígenas abandonaron su resguardo para trabajar en las haciendas. La ola colonizadora aceleró el crecimiento o la fundación de pueblos como Rioblanco, Planadas, Herrera, San Antonio, Gaitania y Roncesvalles.
Los litigios de tierras en la región fueron particularmente intensos, lo que explicaría el espíritu del primer intento de reforma agraria formulada por Murillo Toro a mediados del siglo XIX —“el cultivo es la base de la propiedad”— y desarrollada por otro chaparraluno, Darío Echandía, como función social de la propiedad en la reforma constitucional de 1936. . En 1905, los colonos de Ataco se movilizaron contra la pretensión del Gobierno de gravar los baldíos. A mediados de los años 30 los enfrentamientos entre propietarios y trabajadores facilitaron la agitación de María Cano y de Jorge Eliécer Gaitán. En 1931 la Policía asesinó a 17 indígenas en Llano Grande, sede del cabildo de Chaparral.
Monseñor Germán Guzmán, en el libro La violencia en Colombia, anota que uno de los antecedentes de la violencia de los años 50 en el Tolima fue el choque entre “el prurito latifundista de expandir sus propiedades y el espíritu avasallador de los paisas que llegaban acosados por el hambre y la pobreza… la Policía, seguida por los terratenientes del Plan del Tolima, sometió al desahucio a sus arrendatarios con el incendio de sus ranchos”. La violencia en el Tolima fue particularmente sangrienta y constituyó, en realidad, una prolongación de la Guerra de los Mil Días y de los conflictos sociales que se desarrollaron en la colonización antioqueña a partir de 1850, y que Esteban Jaramillo llamó la lucha entre el hacha y el papel sellado. Entre 1948 y 1957, según concluyó la Comisión Investigadora de las Causas de la Violencia de 1958, en el Tolima fueron asesinadas 35.294 personas y se abandonaron 93.882 fincas. “Tolima fue arrasado por el fuego”, comenta monseñor Guzmán”. La respuesta fue la organización de 33 comandos armados en toda la región; en el sur se formaron 12 grupos. Los más importantes fueron los de José María Oviedo, alias Mariachi, en Planadas; Rafael Valencia en Las Hermosas; Ciro Trujillo, alias Mayor Ciro, en Monteloro; Hermógenes Vargas, alias Vencedor en La Profunda; Teodoro Tacumá en Natagaima; Leopoldo García, alias Peligro, en Herrera; Prías Alape, alias Charro Negro, en Gaitania, y Gerardo Loaiza, en Rioblanco. El territorio es un nudo de cordilleras, una estrella fluvial y una zona que colinda con el Valle, el Huila, el Caquetá y está enmarcada por las llanuras del Pacífico, las Selvas del Amazonas y los Llanos del Orinoco. En síntesis —opina Francisco Leal— es una región muy propicia para la guerra irregular.
Justamente a este último comando se incorporó Pedro Antonio Marín, quien, según la versión más consistente, nació en Génova, Quindío, el 13 de mayo de 1928. Muy joven trabajó con su tío en una finca lechera en Ceilán, Valle del Cauca. El 9 de abril de 1948 fue testigo de la reacción del pueblo liberal contra los conservadores a quienes encarcelaron los insurrectos. Una semana después fueron liberados por el Ejército y su tío acusado de complicidad con los liberales. Pedro Antonio se refugió en la cordillera Occidental. “Para subsistir —cuenta Balín, uno de sus guardaespaldas— compraba fríjol en Betania y lo vendía en El Naranjal; ahí compraba panela y la vendía en El Dovio” (Trochas y fusiles). Después de las elecciones del 5 de junio de 1949, ganadas por el liberalismo, la cordillera Occidental fue conservatizada a sangre y fuego por los pájaros, comandados por Ángel María Lozano, el Cóndor, y Leonardo Espinosa. El incendio de El Dovio y Betania, primero, y luego la sangrienta toma de Ceilán obligaron a quien más tarde sería apodado Tirofijo a organizar en Génova una pequeña cuadrilla de 19 hombres, la mayoría parientes, para tomarse el pueblo en protesta por la elección de Laureano. El grupo era débil y mal armado, y optó por agregarse al comando del viejo Gerardo Loaiza y sus cuatro hijos en Rioblanco. “Eran de Génova, más propiamente —palabras de Marulanda— de una vereda llamada El Dorado, y el viejo don Gerardo, casado con la hermana de mi mamá, se había ido a fundar por los lados de Rioblanco. Él colonizó esa zona con otros caldenses” (Trochas y fusiles). Los Loaiza eran liberales y prósperos —don Gerardo llegó a ser candidato a la Alcaldía de Rioblanco— y estaban aliados con otros dos jefes liberales: Leopoldo García, alias Peligro, y Efraín Valencia, alias general Arboleda. Marín incursionó con sus hombres —varios paisas como Mundoviejo y Llaveseca— por las cuencas de los ríos Atá y Cambrín, y organizó a sus hombres en la región de San Miguel; incluso acampó un tiempo en la hacienda el Támaro, que mucho después se llamaría Marquetalia en honor al pueblo de Caldas. Hoy se conoce el caserío como Villarrica.
Las regiones Santiago Pérez, Planadas y Gaitania fueron objeto de varias comisiones de policía chulavita a partir del 48. Los testimonios son numerosos y las coincidencias no dejan lugar a dudas: se trató de un gran operativo contra los colonos liberales. Hubo varios ataques sangrientos registrados por Guzmán: “13 personas muertas en El Limón; en Chaparral comisiones mixtas de Policía y civiles saquean negocios y amenazan a dirigentes liberales; en Coyaima desaparecieron totalmente pueblos y parcialmente Santiago Pérez y Gaitania, y contabilizaron más de 50 muertos entre Chiparco y Pole”. En abril del 48 el Directorio departamental liberal del Tolima llamó a los reservistas a defenderse y tomarse los pueblos. La reacción conservadora fue violenta: masacres, casas incendiadas y semovientes robados. Todas eran tierras fértiles de vertiente trabajadas por colonos caldenses y campesinos tolimenses, muchos descendientes de indígenas paeces y pijaos. Como sucedió en todo el país, la gente se defendía, durmiendo en el monte, una estrategia simple de sobrevivencia complementada con la organización de “avanzadas” que vigilaban las veredas y daban aviso cuando los chulavitas entraban en ellas. Se trataba de una modalidad de defensa propia de donde salieron los primeros grupos guerrilleros, como reacción meramente instintiva. En Santander, Antioquia, Cundinamarca y los Llanos la situación fue idéntica. En el sur del Tolima, los pocos jefes armados que había en la zona de Gaitania y Planadas organizaron marchas con la gente “huyente” hacia San Miguel, donde podían defenderse mejor. Eran campesinos y liberales rasos que formaron grupos armados al mando de Ciro Castaño, en Monteloro; Prías Alape, en Peña Rica; Jesús María Oviedo y Pedro Antonio Marín, en el Cambrín, todos vinculados al comando de los Loaiza, que para esos días agrupaba unos 150 efectivos.
De otra parte, hay que anotar que desde los años 30 María Cano y Raúl Mahecha tenían una fuerte influencia en el sur del Tolima que facilitó la creación de Ligas Campesinas y la organización de células del Partido Comunista. El más importante dirigente de esta tendencia fue Isauro Yosa, nacido en Irco, donde existían grandes cafetales y donde comenzó a trabajar en la Hacienda Providencia de los Rocha. “El dueño de la tierra —cuenta Yosa— daba la tierra, o mejor el monte, porque había que abrirlo, tumbarlo y quemarlo. El arrendatario tenía que trabajar la tierra en café, y el patrón le reconocía a los dos años un peso por palo y además compraba el café a ocho centavos la arroba”. No se podía hacer finca porque —puntualiza— toda la tierra les pertenecía a los nombrados Rocha, a los Caicedo, los Castillo y los Iriarte”. El café era el principal negocio en toda la región. El precio del café en el exterior mejoró sostenidamente desde la primera posguerra hasta mediados de los años 30 para volver a coger precio a partir de la segunda posguerra. En 1918 se pagaba la libra a 15 centavos de dólar y en los años 50, a 60 centavos. La economía cafetera prosperaba a la par con el conflicto de tierras. En el sur del Tolima, la colonización cafetera campesina chocó de frente con el modelo hacendatario. Isauro Yosa, conocido como Mayor Lister —nombre de guerra que usó en honor a Enrique Lister, el legendario general de la guerra civil española (1936-1939)—, organizó en la población de El Limón, anexa a la hacienda de los Rocha, un movimiento contra la adulteración de las pesas —o romanas— y luego contra el sistema de aparcería. Los aparceros quedaban prácticamente desempleados cuando la cosecha de café terminaba y por esa razón organizaron “partidas” o “cuadrillas” de 100 o 200 hombres para tumbar monte en tierras baldías reclamadas por los hacendados. La Ley 200 y el liberalismo en el poder ampararon estas iniciativas hasta que, cercado por Laureano Gómez, López, en su segunda administración, promulgó la Ley 100 de 1944, que dio un paso atrás. Al subir Ospina —sobre todo después del asesinato de Gaitán—, los pájaros y los chulavitas abrieron el fuego prometido por el Cojo Montalvo. Isauro Yosa organizó el Comando del Combeima y aliado con los liberales de Loaiza y de Peligro dirigió una marcha de campesinos desplazados y amenazados hacia la región de El Davis en Rioblanco, entre los ríos Anamichú y Cambrín. El desplazamiento se llamó Columna de Marcha Luis Carlos Prestes, en honor al dirigente comunista brasileño que había organizado en 1924 una protesta con 1.500 hombres que recorrieron 25.000 kilómetros por tres estados exigiendo tierra y salarios justos. Yosa mandaba sobre 200 familias apoyadas por hombres armados de escopetas y el recorrido fue de unos 100 kilómetros. Se fundó entonces el comando de El Davis, una región donde se refugiaron comunidades campesinas para defenderse de los ataques de la Policía y de los grupos de civiles armados. Yosa convocó a los jefes que estaban apostados en San Miguel a refugiarse en El Davis. En efecto, a principios de 1950 llegaron 100 familias con sus haberes a cuestas, que se sumaron a otras 300 que ya estaban asentadas. Era población civil defendida por grupos armados con escopetas y armas hechizas que rápidamente adoptaron un reglamento simple para poder vivir y trabajar en comunidad y unas normas de defensa armada para rechazar el hostigamiento conservador. Fue, más que una táctica de autodefensa, una alternativa obligada. Años más tarde Manuel Marulanda llamó El Davis “corazón de la resistencia” y por Jacobo Arenas, “matriz del amplio movimiento campesino dirigido por el Partido Comunista”.
El Davis fue el prólogo de las que serían bautizadas —provocadoramente por Álvaro Gómez— Repúblicas Independientes. En realidad las denuncias del senador constituyeron un misil contra el gobierno de Alberto Lleras, que preparaba la promulgación de la Ley 135 de 1961 de Reforma Agraria. El ataque de Gómez fue hecho en octubre y la ley fue firmada en diciembre de ese año.