El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica:
bases arqueológicas y periodización
Late Bronze Age in Eastern Iberian Peninsula: Archaeological Bases and
Periodization
Francisco Javier Jover Maestre*, Alberto Lorrio Alvarado**,
María de los Ángeles Díaz Tena***
*Instituto Universitario de Investigación en Arqueología y Patrimonio Histórico (INAPH)
Universidad de Alicante
javier.jover@ua.es
**Instituto Universitario de Investigación en Arqueología y Patrimonio Histórico (INAPH)
Universidad de Alicante
alberto.lorrio@ua.es
***Oxford Archaeology
Oxford
madiaztena@gmail.com
Recibido: 06-09-2015
Aceptado: 07-05-2016
Resumen
Las investigaciones sobre el tránsito del II al I milenio cal BC en las tierras del Levante de la península Ibérica cuentan
con una larga tradición investigadora. Sin embargo, las posibilidades de profundizar en el proceso histórico se han visto limitadas por la escasez de secuencias estratigráficas bien contextualizadas y datadas. Por esta razón, los diferentes
estudios que se han venido publicando hasta hace poco han seguido las propuestas de periodización desarrolladas en
zonas próximas, especialmente el Sudeste y el Nordeste peninsular. Con el desarrollo de las excavaciones arqueológicas
en diversos asentamientos, el aumento del número de dataciones y la realización de diversos estudios en los últimos
años, las perspectivas de investigación sobre el Bronce final en el Levante comienza a variar sustancialmente, estando
ya en condiciones de proponer, una nueva periodización con la que profundizar en los cambios que acontecieron entre
el 1500 y el 725 cal BC.
Palabras clave: Bronce Final, Periodización, patrón de asentamiento, dataciones absolutas, Levante penínsular.
Abstract
Research surrounding the transition from II to I millennium cal BC in Eastern Iberian Peninsula has a large and extensive tradition of investigation. However, the chances to do research on this historical process have been limited by the lack
of a well contextualized and dated stratigraphic sequence. For this reason, recent studies in this topic have followed the
periodic proposals which were developed in closer regions and areas, especially in the South East and North East of the
Peninsula. The investigation perspective about the Late Bronze in Eastern Iberian has however now improved, with the
development of several archaeological investigations, the increase in the number of sites being dated and more recent
studies into the region helping to bring about this change. As such, it is now in the correct state to be able to propose a
new periodization and delve into the changes which occurred in the transition between 1500 and 725 cal BC.
Keywords: Later Bronze Age, Periodization, Settlement Patterns, Absolute Dating, Eastern Peninsula Iberica.
Sumario: 1. Introducción. 2. El problema central: la continuidad del área cultural del “Bronce Valenciano”.
3. Las nuevas bases estratigráficas y radiocarbónicas. 4. Hacia una nueva propuesta de periodización. 5. A modo de
conclusión.
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81
ISSN: 1131-6993
http://dx.doi.org/10.5209/CMPL.53218
Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica...
1. Introducción
sificado, que aunque pudiera recibir influencias
mediterráneas o de otros lugares, persistiría hasta
la llegada masiva de pobladores centroeuropeos,
ya en el primer milenio a.C. (Bosch 1932: 457).
Esta pretendida invasión marcaba el comienzo de
la Edad del Hierro, caracterizada por el rito funerario de la incineración y por la presencia de
nuevas formas cerámicas, principalmente urnas
acanaladas. Por este motivo, no es de extrañar
que ante la práctica ausencia de necrópolis de
incineración y la escasa incidencia de las cerámicas acanaladas en los registros materiales de
las tierras valencianas, Tarradell (1969: 25-26)
propusiera, como hipótesis, la continuidad cultural del Bronce Valenciano hasta prácticamente el
siglo V a.C. Solamente para los territorios más
septentrionales del área valenciana se apreciaba
la presencia de algunos elementos atribuidos al
ámbito hallstáttico, que hacían suponer que esta
área cultural podía haber pasado por diversas fases, pero siempre con matices secundarios.
Años más tarde, Llobregat (1975) se planteaba
una mayor antigüedad para la Edad del Bronce
así como una más clara presencia de estratos y
materiales infrapuestos en poblados “ibéricos
antiguos”, casos de El Puig (Alcoi), Los Villares
(Caudete de las Fuentes) y la Illeta dels Banyets
(El Campello). De ahí que propusiera una primera Edad del Hierro de tipo céltico, limitada a
yacimientos del área castellonense y una facies
de tipo no céltica, representada por materiales
de perduración del Bronce Valenciano, entre los
que se podrían haber infiltrado algunas cerámicas
decoradas de tipo exciso o impreso, presentes en
yacimientos mucho más meridionales como Cabezo Redondo o la Illeta dels Banyets (Llobregat
1975: 132-133), vislumbrando el influjo orientalizante en yacimientos como Los Saladares
(Orihuela) (Arteaga y Serna 1973) y Vinarragell
(Burriana) (Mesado 1974), que proporcionaban
las primeras secuencias estratigráficas para buena parte de la primera mitad del I milenio a.C.
Con todo, para Llobregat resultaba “harto discutible” la posibilidad de una influencia directa de
los colonizadores fenicios, apuntando más bien
“al impacto de reflejo de las mismas colonizaciones en tierras limítrofes, sobre todo para el sur de
la región”, considerando que este reflejo orientalizante alcanzaría igualmente los niveles protohistóricos más antiguos de La Alcudia de Elche
(Llobregat 1975: 133-135).
A las excavaciones en Los Saladares (Arteaga
y Serna 1973; 1975; 1979; Arteaga 1982) y Vinarragell (Mesado, 1974; Mesado y Arteaga, 1979),
Han transcurrido veinte años desde la publicación de un importante trabajo de síntesis sobre
las fases arqueológicas previas al desarrollo de
las sociedades iberas en las tierras valencianas
(Mata, Martí e Iborra 1994/96), en el que se mostraba el proceso de investigación sobre el periodo
comprendido entre el Bronce tardío –o reciente– y el Hierro antiguo1. Las autoras, además de
destacar las propuestas de periodización previas
de Gil-Mascarell y Aranegui (1981) y González
Prats (1985a; 1992), intentaban dar respuesta al
Bronce final, un periodo de amplio desarrollo temporal donde tenían cabida un considerable número de yacimientos, con un patrón de asentamiento
muy variado y con una cultura material, en especial cerámica a mano, de muy variada tipología y
técnicas decorativas.
Sin embargo, en aquellos momentos, las excavaciones arqueológicas en extensión eran muy
limitadas y las dataciones absolutas enormemente escasas. Por estas razones no debe extrañar las
dificultades que existían para adscribir cronológicamente cualquier yacimiento reconocido en prospecciones e incluso objeto de sondeos arqueológicos, y que todavía se planteara la posible continuidad cultural del “Bronce Valenciano”, propuesto
décadas antes por Tarradell (1963; 1969).
Con el presente artículo, pretendemos señalar
alguno de los problemas que, a nuestro entender,
más han influido en el escaso avance de los estudios sobre el Bronce final en las tierras valencianas y mostrar algunos de los progresos que se han
dado en las últimas dos décadas. Dicho análisis
servirá para exponer una nueva propuesta de periodización, a pesar de que algunos de los problemas señalados por los investigadores que han
tratado el tema siguen persistiendo.
2. El problema central: la continuidad del área
cultural del “Bronce Valenciano”
Uno de los problemas más importantes que ha
tenido el desarrollo de las investigaciones de la
etapa final de la Edad del Bronce en las tierras
valencianas ha sido la atribución de una pretendida continuidad cultural del llamado “Bronce
Valenciano” hasta la iberización (Tarradell 1963;
1969). Las propuestas de P. Bosch Gimpera
(1932) habían consolidado la idea de que, desde el Neolítico, en el solar peninsular existía un
fuerte substrato poblacional, culturalmente diverComplutum, 2016, Vol. 27 (1): 81-108
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Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
se añadirían las registradas en Penya Negra (Crevillent), primero con un sondeo en 1973, y entre
1976 y 1987 con excavaciones sistemáticas, que
entre los años 1988 y 1991 se centrarían en el cementerio de Les Moreres, directamente vinculado al asentamiento crevillentino (González Prats
1983; 1990; etc.). Como ha destacado González
Prats (1992: 139), los yacimientos de Los Saladares, Vinarragell y Penya Negra venían a confirmar de forma clara la existencia de un Bronce
final y un Hierro antiguo como dos periodos bien
caracterizados previos al desarrollo del mundo
ibérico en la zona.
Con esta situación, a inicios de 1980 Gil-Mascarell y Aranegui (1981) publicaban un destacado ensayo sobre estas fases en el área levantina,
partiendo de los trabajos de F. Molina (1978)
para el Sureste y de G. Ruíz Zapatero (1978) sobre los Campos de Urnas en la península Ibérica.
Gil-Mascarell (1981: 12) afirmaba que durante el
Bronce final en el área levantina no se producía
una transformación cultural generalizada debido
a tres factores: la marginación cultural, un poblamiento valenciano poco permeable hacia nuevos
asentamientos debido a su densidad demográfica,
y una cultura del Bronce firmemente arraigada.
La aceptación de la perduración de una facies
del “Bronce Valenciano” con algunas influencias,
permanecería vigente hasta los primeros años de
la siguiente década, a pesar de las reservas planteadas por autores como González Prats (1985a:
154; 1992: 139-140), para quien resultaba evidente la “desconexión estratigráfica”, cuando
no incluso topográfica, entre las ocupaciones
del Bronce antiguo y pleno y las más recientes
del Bronce final. Con todo, la propuesta de GilMascarell (1981) fue el punto de partida que
permitió, años después, concretar el desarrollo
cronológico de la cultura del Bronce Valenciano
(Enguix y Martí 1988; Gil-Mascarell 1992), aunque su posible perduración siguió siendo objeto
de discusión, como se evidenciaba en el trabajo
de Mata, Martí e Iborra (1994/96: 210), donde al
analizar el denominado Bronce tardío o reciente,
todavía se consideraba como un tema candente
la posible continuidad del Bronce medio, ante la
escasa presencia de materiales de origen meseteño (Martí y Bernabeu 1992: 558). Con todo, lo
que sí parecía evidente era la diferenciación entre
el Bronce tardío y el Bronce final (Mata, Martí e Iborra 1994/96: 210), aunque, a pesar de los
esfuerzos de concreción cronológica, el “Bronce
Valenciano” continuaba siendo una entidad poco
cuestionada como área cultural.
Habría que esperar a finales de la década de
1990 para comenzar a cuestionar su existencia
en los términos que hasta ese momento habían
sido planteados, así como para proponer una nueva periodización a partir de las pocas dataciones
absolutas disponibles (Jover 1999). Respecto a la
primera cuestión, era necesario explicar la diversidad de prácticas sociales que el registro arqueológico venía mostrando. De este modo, se propuso que en el territorio ocupado por el Bronce
Valenciano, habrían existido diversas entidades
sociales con un desarrollo temporal entre el 2100
y el 1500 cal BC, y que esta diversidad sería la
base del desarrollo cultural y social de momentos
posteriores (Jover 1999: 92-97). Respecto, a la
segunda, la agrupación de las escasas dataciones
disponibles para los momentos finales del II e iniciales del I milenio cal BC, únicamente permitían
diferenciar entre una fase III o Bronce tardío, y
una fase IV, asimilable al Bronce final I de Molina (1978), donde en sus momentos finales hacían su aparición las cerámicas acanaladas. Esta
última fase precedería a otras nuevas fases, bien
representadas en las tierras meridionales en asentamientos como Penya Negra (González Prats
1983; 1990; 2002), cuya secuencia sigue siendo
el elemento esencial para la diferenciación de un
Bronce final pleno –horizonte I de Penya Negra–
respecto de la fase del Hierro antiguo u orientalizante – horizonte II de Penya Negra–.
3. Las nuevas bases estratigráficas y
radiocarbónicas
Como ya hemos señalado, las propuestas de
González Prats (1992) y Mata, Martí e Iborra
(1994/96) vienen siendo los referentes básicos
para el estudio del Bronce tardío y final en las
tierras valencianas. En ambos trabajos se recogía el progreso efectuado en las investigaciones
efectuadas en aquellos años. No en vano, la transferencia de competencias en materia patrimonial
y arqueológica a la Conselleria de Cultura y Deportes de la Comunidad Valenciana, realizadas
en 1983, había permitido afianzar el desarrollo
de diversos proyectos de investigación. Durante los años ochenta y noventa del siglo XX, y
también durante la década siguiente, se vinieron
desarrollando actuaciones de mayor o menor envergadura y duración en yacimientos como Mola
d’Agres (Gil-Mascarell 1980; 1983, 1985; GilMascarell y Peña 1994; Peña et al., 1996; Grau
et al., 2004), Les Raboses (Ripollés 2000), Pic
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dels Corbs (Barrachina 1999; 2009; 2012), Puntal dels Llops (De Pedro 2002; 2004: 47-49), Mas
del Corral (Trelis 1992), Torrelló d’Onda (Gusi
1974; 1975), Orpesa la Vella (Gusi 1976; Gusi
y Olària 1977; Barrachina y Gusi 2004; Gusi y
Olària 2014), el Castellet o Castellet de Nadal
(Oliver, García y Moraño 2005), Torrelló de Boverot (Clausell 2004), Cova d’en Pardo (Soler et
al., 1999; Soler Díaz, 2012), Illeta dels Banyets
(Llobregat 1986; Simón 1997; Soler Díaz 2006),
Cabezo Redondo (Soler García 1987; Hernández 2001; 2009; 2012), Peña de Sax (Hernández y Pérez 2005), La Horna (Hernández 1994),
Tabayá (Hernández y López 1992; Molina Mas
1999; Belmonte 2004) y Penya Negra-Les Moreres (González Prats 1983; 1990; 2002). Este
conjunto de yacimientos, de diferentes tamaños
y secuencias, a día de hoy constituyen el grueso
para caracterizar la secuencia arqueológica en el
ámbito regional.
Sin embargo, los resultados no han sido todo
lo halagüeños que cabría haber esperado. Después de dos décadas de investigaciones resultan
muy escasos los trabajos publicados en los que
se haya detallado la secuencia estratigráfica y la
interpretación de sus ocupaciones. Y, más aún, de
muy pocos se cuenta con un número suficiente de
dataciones absolutas que permitan concretar los
periodos de ocupación de cada uno de ellos. La
únicas series suficientemente amplia de dataciones absolutas se ha obtenido de Cabezo Redondo (Hernández 2009; 2012; Jover, López Padilla
y García-Donato 2014), Orpesa la Vella (Gusi
y Olària 2014) y Penya Negra (González Prats
1983; Gusi y Olària 1995), mientras que de otros
pocos se han realizado más de cuatro dataciones
–Pic dels Corbs, Torrelló de Boverot– aunque en
su mayor parte, sobre muestras de vida larga y
con desviaciones estándar demasiado amplias.
Siguen siendo de referencia obligada, no obstante, las excavaciones realizadas en Penya Negra (Crevillent) bajo la dirección González Prats
(1977-78; 1983; 1990; 2002). Este asentamiento
de grandes dimensiones, han mostrado una densa ocupación entre el siglo IX y el VI cal BC,
dividida, de forma general, en dos grandes fases
asimilables al Bronce final pleno y al Hierro antiguo, respectivamente. Aunque la superficie excavada ha sido considerable, su distribución en
diferentes sectores muy alejados unos de otros no
ha facilitado la posibilidad de profundizar en las
características y evolución arquitectónica y urbanística en su globalidad. Los repertorios materiales de este asentamiento, en todas sus fases, están
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ampliamente publicados, por lo que no procede
detenerse en ello. Ahora bien, sí creemos conveniente considerar las dificultades para concretar
el inicio y final de cada una de las fases y contextos, a pesar de haberse realizado una decena
de dataciones (González Prats 1983: 290-292;
Gusi y Olària, 1995), dado que todas las muestras
fueron realizadas sobre muestras de vida larga,
algunas proporcionaron desviaciones estándar
muy amplias y, otras, fechas muy alejadas del
rango temporal al que corresponden los conjuntos arqueológicos de los que proceden. Con todo,
la mayoría de las dataciones asimilables a Peña
Negra I ofrecen un intervalo que permiten fechar
este horizonte en pleno siglo IX cal BC (Torres
2008: 541), lo que no desentona con los datos
proporcionados por el registro material (García
Borja y Pérez 2012: 45).
Por otro lado, con independencia de la mayor
o menor incidencia de las aportaciones efectuadas desde los proyectos de investigación emprendidos, cabe destacar la importancia que en el Levante peninsular viene teniendo el desarrollo de
las actividades arqueológicas de salvamento. Es
el caso de Sant Joaquim (Vizcaíno 2007), Costamar (Flors 2010), La Vital (García Borja et al.,
2013), Caramoro II (González Prats y Ruiz 1992;
García Borja et al., 2010), Barranc del Botx (García Borja et al., 2007) o El Botx-Grupintex (Trelis et al., 2004). De algunos de los yacimientos
señalados contamos con una destacada información, no sólo estratigráfica, sino también dataciones sobre muestras de vida corta.
Con todo, las nuevas bases estratigráficas y
cronológicas sin ser todavía lo suficientemente
firmes por la falta de series radiométricas asociadas a los diversos momentos de construcción/
uso/abandono, unidas a la propuesta de clasificación y seriación de los repertorios cerámicos de
buena parte de los yacimientos del área meridional valenciana (García Borja y Pérez 2012; Pérez
Ballester 2014), permiten matizar la adscripción
cronológica y relevancia que hace unos años se le
otorgó a determinados yacimientos y a “objetostipo”, y dar nuevos pasos hacia una periodización
más cercana a la realidad en estudio.
4. Hacia una nueva propuesta de
periodización
En el estado actual de las investigaciones, el uso
de la estadística bayesiana en su aplicación a amplias series radiocarbónicas procedentes de con-
84
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Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
textos arqueológicos, bien documentados estratigráficamente, constituye la mejor técnica para
efectuar una peridiozación sobre bases sólidas,
como se ha propuesto recientemente para momentos previos a los aquí tratados (Jover, López
Padilla y García Donato 2014). Crear un sólido
armazón cronológico requiere de unas buenas bases estratigráficas, asociadas a un número elevado de dataciones sobre muestras de vida de corta
con una desviación estándar lo más baja posible.
Por desgracia, todavía estamos lejos de poder
aplicar este tipo de técnicas al periodo temporal
aquí en estudio ante la ausencia de amplias series
radiocarbónicas sobre muestras de vida corta debidamente contextualizadas. Hasta el momento,
el número de determinaciones radiométricas realizadas en tierras valencianas para el periodo cronológico situado entre el 1450 y el 725 cal BC alcanza la cincuentena, procedentes de un total de
24 yacimientos (Tabla 1)3. Los yacimientos con
mayor número de dataciones son Cabezo Redondo4 con al menos nueve dataciones entre 1500 y
1250 cal BC, Penya Negra (González Prats 1983;
Gusi y Olària 1995) con seis; Torrelló de Boverot (Clausell 2004) con cinco, además de Pic dels
Corbs (Barrachina 2012) con cuatro y Orpesa la
Vella5, Altet de Palau, El Negret, Costamar, Cova
d’en Pardo, Solana del Castell de Xàtiva, El Molón y el Cabezo Pequeño del Estaño con dos. Ello
supone que más de la mitad de los yacimientos
con dataciones solamente cuentan con una muestra datada. Ahora bien, aunque de casi todas existe información sobre el tipos de muestra y procedencia, de muy pocas se han publicado datos
sobre el carácter y la interpretación del contexto
de procedencia. Si a esta situación añadimos que
una buena parte de las mismas fueron efectuadas
sobre muestras de vida larga; que las dataciones
de vida corta están ampliamente repartidas en
más de la mitad de los asentamientos y que una
buena parte de las dataciones cuentan con una desviación estándar demasiado amplia, de poco serviría efectuar una propuesta de periodización que
tuviese como base su análisis estadístico (Fig 1).
No obstante, lo que sí se puede considerar a
partir de las dataciones y de la información estratigráfica y contextual publicada es que algunos
asentamientos datados parecen abandonarse definitivamente o reestructurarse urbanísticamente
de forma significativa en momentos muy próximos entre sí, constatándose al mismo tiempo,
cambios destacados en el patrón de asentamiento
o en algunos elementos de su materialidad. Si nos
fijamos en la figura 2 en la que solamente se han
Figura 1. Gráfico con las curvas de calibración de las
dataciones absolutas disponibles del ámbito geográfico
en estudio. Programa OxCal v.4.2.3., según la curva
atmosférica IntCal13 (Reimer et al. 2013).
85
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El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica...
YACIMIENTO
CONTEXTO
CONJUNTO
REFERENCIA
BP
Cal BC 1σ
Cal BC 2σ
MUESTRA
BIBLIOGRAFIA
El Torrelló
Hábitat en cerro
Nivel II-III A_Q-3
I-6937
3265±90
1635-1441
1766-1304
Carbón
Gusi 1974; Gusi y Olària 1995: 149
Cabezo Redondo
Hábitat en cerro
Espacio abierto. Estructura aislada
Beta-277067
3260±40
1610-1499
1624-1445
Triticum aestivum-durum
Hernández 2012:133, Fig. 18
Cabezo Redondo
Hábitat en cerro
Dep XXV. Junto peine marfil
Beta-195925
3250±40
1608-1460
1617-1440
Carbón
Hernández 2009:300; 2012: 133, Fig. 18
Cabezo Redondo
Hábitat en cerro
Dep. XXVII. Construcción último pavimento
Beta-277068
3240±40
1602-1450
1612-1436
Hordeum vulgare
Hernández 2012:133, Fig. 18
Orpesa la Vella
Hábitat en cerro litoral
Q 4. Nivel 2
CSIC-343
3210±70
1606-1414
1658-1301
Carbón
Gusi y Olària 1995: 148; 2014: 260, tabla 63
Barrachina 2009: 52, tabla 1; 2012: 133, tabla 5
Pic dels Corbs
Hábitat en cerro
FIII. UE 1080. CE04.
Beta-10151
3200±100
1614-1323
1733-1224
Carbón
Cabezo Redondo
Hábitat en cerro
Dep. XXV. Vasija
Beta-181405
3180±70
1530-1321
1617-1282
Cereal
Hernández 2009: 299; 2012:133, Fig. 18
Orpesa la Vella
Hábitat en cerro litoral
Q IX. Nivel S
I-15882
3170±100
1602-1297
1686-1134
Carbón
Gusi y Olària 1995: 148; 2014: 260, tabla 63
Pic dels Corbs
Hábitat en cerro
Fase III. UE 1071, nivel 5.
Beta-80692
3160±80
1518-1303
1616-1230
Carbón
Barrachina 2009: 52, tabla 1; 2012: 133, tabla 5
El Negret
Hábitat en cerro
UE 1014. Abandono UH 2
Beta-268983
3150±40
1495-1326
1505-1301
Diafisis mesomamífero
Barciela et al. 2012: 127, fig. 24
Cabezo Redondo
Hábitat en cerro
Dep XXI. Uso de pavimento.
Beta-195927
3140±60
1496-1306
1531-1233
Carbón
Hernández 2012:133, Fig. 18
Les Raboses
Hábitat en cerro
C-32. Nivel II
Beta-53620
3130±60
1494-1302
1519-1231
Carbón
Ripollés 2000: 98
Altet de Palau
Hábitat en cerro
Estancia 3
Beta-260427
3120±40
1436-1304
1496-1278
Hordeum vulgare
García Borja y De Pedro 2013: 80
García Borja y De Pedro 2013: 80
Altet de Palau
Hábitat en cerro
ámbito 2 o calle central
Beta-327994
3120±30
1432-1316
1451-1291
Hordeum vulgare
Cabezo Redondo
Hábitat en cerro
Dep. XIX. 4B
Beta-181401
3110±60
1436-1289
1501-1221
Semillas
Hernández 2012:133, Fig. 18
Cabezo Redondo
Hábitat en cerro
Dep. XIX. 3ª
Beta-181402
3110±60
1436-1289
1501-1221
Semillas
Hernández 2012:133, Fig. 18
Cabezo Redondo
Hábitat en cerro
Dep. XXV. Cubeta superior
Beta-195926
3090±70
1430-1264
1502-1131
Carbón
Hernández 2012:133, Fig. 18
Cabezo Redondo
Hábitat en cerro
Dep. XX. Nivel de incendio I.
Beta-181404
3080±60
1414-1269
1496-1132
Carbón
Hernández 2012:133, Fig. 18
Cova d'en Pardo
Inhumación en cueva
Ivd/II-44b(7)
Beta-202432
3080±40
1406-1294
1431-1231
Clavícula humana
Soler Díaz 2012: 253, Tabla 10.2a
Cueva del Murciélago
Hábitat en cueva
IV (135-136), C-1
UGRA-342
3030±110
1412-1127
1509-942
Carbón
Palomar 1990-91; Gusi y Olària 1995. 145
3010±70
1385-1128
1423-1047
cereal
Barrachina 2009: 52, tabla 1; 2012: 133, tabla 5
Pic dels Corbs
Hábitat en cerro
F III. UE 1113. Nivel 5. CE04
Beta-99443
Costamar
Hábitat en litoral
Grupo Est 097. UE 09703
Beta-264155
3000±40
1367-1131
1391-1114
Bos taurus
Flors 2010. 163, Fig. 31
El Negret
Hábitat en cerro
UE 1019. Relleno infrapuesto UH 1
Beta-268986
2970±50
1268-1113
1381-1022
Diafisis mesomamífero
Barciela et al. 2012: 127, fig. 24
Gusi 1975; Gusi y Olària 1995: 143
Más d'Abad
Hábitat en cueva
I
I-8935
2960±85
1288-1042
1408-940
Carbón
Abric de les Cinc
Hábitat en abrigo
IV A, C-2
I-10466
2920±90
1259-1000
1392-903
Carbón
Gusi y Olària 1995: 143
Cova d'en Pardo
Inhumación en cueva
Nivel II
Beta-124123
2920±70
1215-1015
1373-920
Fémur humano
Soler Díaz et al.,1999: 121, Tabla 1.2; 2012: 253, Tabla 10.2a
Costamar
Hábitat en litoral
Grupo Est 108. UE 10832
Beta-264154
2880±40
1121-1001
1207-931
cervus elaphus
Flors 2010: 262, Fig. 32
Pic dels Corbs
Hábitat en cerro
FIII. UE 1114, nivel 5. CE04.
Beta-99441
2870±80
1188-929
1263-843
Cereal
Barrachina 2009: 52, tabla 1; 2012: 133, tabla 5
Torrelló de Boverot
Hábitat en cerro
Ue 548
UBAR-502
2860±50
1111-942
1207-906
Carbón
Clausell 2004:173-174
Caramoro II
Hábitat en terraza
UE 21
CNA-1149
2845±40
1053-931
1124-904
Bos taurus
García Borja y Pérez 2012: 41, Fig. 8
González Prats 1983. 292
Penya Negra
Hábitat en sierra
Pavimento casa "Bull"
GAK-9774
2810±140
1187-820
1413-673
Carbón
Solana del Castell
Hábitat en sierra
UE 11008-1
Beta-354228
2740±30
906-841
971-816
ovicaprino
Pérez Ballester 2014: 24
Torrelló de Boverot
Hábitat en cerro
Ue 71
I-16723
2720±90
976-802
1188-597
Carbón
Gusi y Olària 1995: 149; Clausell 2004: 173-174
Botx
Hábitat en llano
UE 7
CNA-798
2695±30
893-810
901-806
Triticum-aestivum-durum
García Borja y Pérez 2012: 41, Fig. 8
Penya Negra
Hábitat en sierra
IIc, fondo cabaña
CSIC-360
2690±50
895-807
970-793
Carbón
González Prats 1983: 290
Penya Negra
Hábitat en sierra
IIc2, corte C, Sec II
CSIC-484
2670±50
894-799
925-784
Carbón
González Prats 1983. 292
Cova de la Sarsa
Hábitat en cueva
Excavación Ponsell
Beta-322892
2650±40
838-795
899-788
Hordeum vulgare
García Borja et al., 2012: 21, tabla 1
Solana del Castell
Hábitat en sierra
Ue 11023-1
Beta-354230
2640±30
823-797
893-786
ovicaprino
Pérez Ballester 2014: 24
La Vital
Hábitat en llano
E10-UE1024
Beta-331472
2620±30
814-792
831-775
Cebada
García Borja et al., 2013: 83
El Molón
Hábitat en cerro
C3/UE-349
Beta-136168
2620±70
898-597
927-540
Carbón
Lorrio, Inédita
Torrelló de Boverot
Hábitat en cerro
Creación recinto 8
UBAR-458
2590±50
824-593
890-542
Carbón
Clausell 2004:173-174
Penya Negra
Hábitat en sierra
II sup., corte B, Sec. II
CSIC-410
2580±50
813-591
836-541
Carbón
González Prats 1983:290
Penya Negra
Hábitat en sierra
Inf. Megaró
CSIC-392
2570±50
808-590
827-540
Carbón
González Prats 1983: 290
Cabezo Pequeño del Estaño
Hábitat en cerro
B13 Muestra 2
CNA-2734.1.1
2562±38
804-592
809-547
Semilllas
Prados, en prensa
Fonteta
Hábitat en llano
Fase I UE 3516
Beta-298122
2560±30
801-599
805-553
Stipa tenacissima
García Borja y Pérez 2012:41, Fig. 8
Cabezo Pequeño del Estaño
Hábitat en cerro
B13. Muestra 1
CNA-2733.1.1
2492±38
767-544
790-434
Carbón
Prados, en prensa
El Molón
Hábitat en cerro
C3/UE-348
Beta-136169
2480±110
772-489
832-376
Carbón
Lorrio, Inédita
Penya Negra
Hábitat en sierra
IIB, Corte A, Sec. II
CSIC-413
2440±50
744-411
757-406
Carbón
González Prats 1983: 291
Torrelló de Boverot
Hábitat en cerro
Ue-74
I-16724
2450±90
750-415
792-398
Carbón
Gusi y Olària 1995: 149; Clausell 2004: 173-174
Torrelló de Boverot
Hábitat en cerro
Ue-63
I-16722
2320±210
755-192
899-77
Carbón
Gusi u Olària 1995: 149;Clausell 2004:173-174
Tabla 1. Relación de las dataciones absolutas disponibles para el área en estudio entre el 1450 y el 725 cal
BC. Calibradas con el programa OxCal v.4.2.3., según la curva atmosférica IntCal13 (Reimer et al. 2013).
Complutum, 2016, Vol. 27 (1): 81-108
86
El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica...
Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
que situaría su comienzo hacia mediados del siglo VIII cal BC.
Por tanto, la periodización que a continuación
presentamos parte de la valoración de una serie
de procesos o hitos de fundación, transformación
arquitectónica y uso, pero especialmente de abandono, documentados en los asentamientos publicados, avalados, por el momento, por algunas
dataciones absolutas. Estos hitos que implican
abandonos o cambios en la organización de las
áreas de residencia, y por extensión de la ocupación del territorio, suelen coincidir temporalmente en más de un asentamiento. En este sentido,
son muy pocos los yacimientos que cuentan con
varias dataciones absolutas que permitan determinar en el tiempo dichos procesos. En concreto,
solamente Cabezo Redondo, Pic dels Corbs, Altet
de Palau, El Negret, la Solana del Castell, Costamar, Cova d’en Pardo, Caramoro II, Barranc del
Botx y La Vital, permiten ubicar temporalmente
alguno de sus momentos de ocupación a partir de
algunas dataciones efectuadas sobre muestras de
vida corta. Algunas de las dataciones son coincidentes cronológicamente, estando asociadas a
momentos de uso y/o abandono. Este armazón
se complementa con otros yacimientos cuyos niveles de ocupación cuentan con alguna datación
sobre muestras de vida larga y desviaciones estándar muy amplias, pero con un repertorio material que se puede asociar por tipología cerámica a
cada uno de los momentos demarcados.
La falta de mayor concreción cronológica para
algunos de los yacimientos más representativos
del área en estudio se debe, esencialmente, a la
falta de dataciones absolutas asociadas a contextos arqueológicos con repertorios materiales.
Esta cuestión ha sido matizada a partir del estudio y comparación de algunos de los repertorios
cerámicos excelentemente seriados (García Borja
y Pérez 2012; Pérez Ballester 2014).
Una situación parecida a la aquí planteada, se
observa, tanto en las tierras del Noreste como del
Sureste peninsular. El número de dataciones absolutas disponibles se muestra insuficiente (Castro, Lull y Micó 1996; López Cachero 2008; Ruiz
Zapatero 2014; Lorrio 2008), procediendo en su
mayor parte de muestras de vida larga y con una
limitada información sobre el contexto de procedencia. En el caso del Noreste peninsular, se han
realizado un amplio número de propuestas de periodización (López Cachero 2008), no exentas de
problemas, tanto en relación con el número y calidad de las dataciones absolutas, como en relación
con la imposibilidad de demarcar “objetos-tipo”
Figura 2. Gráfico con las curvas de calibración
de las dataciones absolutas sobre muestra de
vida corta disponibles del ámbito geográfico en
estudio. Programa OxCal v.4.2.3., según la curva
atmosférica IntCal13 (Reimer et al. 2013).
incluido las dataciones sobre muestras de vida
corta, podemos observar la existencia de diversas
concentraciones de dataciones y ciertos vacíos
sin dataciones, asociados al abandono de algunos
de los asentamientos a los que aquí nos hemos referido. Es el caso del abandono de Altet de Palau
y Cabezo Redondo hacia c. 1300/1250 cal BC; de
Pic dels Corbs en su fase III-IV y algunas de las
estructuras negativas documentadas en Costamar
hacia el tránsito del II al I milenio cal BC; de la
Vital y Solana del Castell en su primera fase hacia mediados del siglo IX cal BC; y también, las
dataciones más antiguas disponibles para los niveles fundacionales de asentamientos coloniales
costeros como Cabezo Pequeño del Estaño6 y la
primera de las fases de ocupación de la Fonteta,
87
Complutum, 2016, Vol. 27 (1): 81-108
Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica...
Figura 3. Cuadro comparativo de las diferentes propuestas de periodización vigentes para los ámbitos
territoriales del Noreste y Sureste peninsular, incorporando la efectuada en el presente texto.
coetánea con la primera de las planteadas para el
Grupo Segre-Cinca del área del Nordeste (Castro,
Lull y Micó 1996: 179)–; un Bronce final pleno,
demarcado cronológicamente entre el 1300 y 900
cal BC, y un Bronce final reciente (III) o Hierro
inicial a partir de inicios del siglo IX cal BC. El
escaso número de dataciones para el periodo del
Bronce final pleno no permitiría delimitar fases
dentro de ese gran periodo global.
Por otro parte, Lorrio (2008), a partir de la
revisión de los contextos funerarios del Bronce
final del Sureste, proponía una periodización en
tres fases, que abarca entre los siglos X-IX y el
700 a.C., aunque las manifestaciones más tardías se extiendan a lo largo de la primera mitad del siglo VII a.C., por tanto ya dentro de la
Edad del Hierro (Lorrio 2008: 324 ss., tab. 48).
Lo que en gran medida coincide con la revisión
de la cronología radiocarbónica disponible para
el Sureste (Torres 2008: 541). La gran mayoría
de las tumbas se engloban en las fases II y III,
que se asimilan con las fases plena y reciente del
Bronce Final según la clasificación de Molina
(1978). La Fase II se equipara en gran medida
con el Bronce final pleno, fechado a partir del siglo IX, mientras que la más reciente, o Fase III,
remite tanto al Bronce Final III (IIIA) como a
contextos ya plenamente orientalizantes (IIIB),
un periodo de transición que se extiende desde mediados del siglo VIII a.C., o quizás algo
antes, hasta bien entrado el VII, en el que las
sociedades del Sureste se encaminarían paulati-
para cada una de las fases o periodos diferenciados (López Cachero 2008; Ruiz Zapatero 2014).
No obstante, lo que sí parece evidente, a partir de
los contextos datados y de algunos cambios en
las prácticas sociales y en la cultura material es
que, a grandes rasgos, se puede diferenciar entre
un Bronce final antiguo/Bronce final II o Campos
de Urnas antiguos, desarrollado entre el 1300 y el
1000 cal BC, momento en el que hace su aparición las cerámicas acanaladas; una segunda fase,
denominada como Bronce final reciente/Bronce
final III o Campos de Urnas recientes, entre el
1000/900 y 750/700 cal BC, en la que comienza
a constatarse las prácticas funerarias de incineración, además de un desarrollo heterogéneo de las
cerámicas acanaladas; y una Edad del Hierro antiguo o Grupo del Hierro I de tradición de Campos de Urnas (Ruiz Zapatero 2014: 211), a partir
de finales del siglo VIII cal BC.
Por su parte, en el Sureste, la propuesta de F.
Molina (1978) elaborada a partir de las secuencias estratigráficas de diversos yacimientos sigue
siendo útil, con las debidas matizaciones cronológicas introducidas con la calibración dendrocronológica, aunque con posterioridad se hayan
efectuado otras propuestas de periodización utilizando, o bien mediciones radiométricas (Castro, Lull y Micó 1996), o bien, secuencias y seriaciones funerarias (Lorrio 2008; Pernas 2012).
Atendiendo a la propuesta de Castro, Lull y Micó
(1996: 195) se podría distinguir un Bronce tardío
entre el 1550 y el 1300 cal BC –fase que sería
Complutum, 2016, Vol. 27 (1): 81-108
88
El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica...
Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
namente hacia un nuevo escenario que supondrá
la radical transformación del panorama funerario. No obstante, la presencia en algunos pocos
casos de materiales de mayor antigüedad haya
conducido a proponer una fase previa, que parece corresponder con el clásico Bronce final I
del Sureste.
En cualquier caso, y a pesar de las dificultades expuestas, la periodización que aquí
presentamos (Fig 3), también ha tenido como
apoyo las propuestas realizadas en estos territorios próximos, situados tanto al norte (López
Cachero 2008; 2011; Pons 2012; Ruiz Zapatero
2014), como al sur (Castro, Lull y Micó 1996;
Lorrio 2008; Lull et al., 2011) del Levante peninsular. No obstante, en nuestro caso, sí se ha
intentado delimitar lo más posible las fases, a
tenor de los cambios observados en el registro
arqueológico, y siendo conscientes de que las
horquillas cronológicas establecidas para cada
fase, deben ser tomadas como una referencia
sujeta a cambio y no como una fecha avalada
estadísticamente.
Por último, indicar que la denominación
otorgada a las diversas fases establecidas sigue
la nomenclatura que tradicionalmente se han
venido aplicando por parte de numerosos investigadores, aunque sea difícil acompasarla con
el amplio número de propuestas efectuadas. No
obstante, también acompañamos dicha denominación con el periodo temporal que abarcaría
y el aspecto que, según los datos disponibles,
lo caracterizaría. Las fases propuestas para las
tierras del Levante peninsular se concretan en:
No obstante, hacia finales del siglo XVI cal
BC comienza a evidenciarse importantes transformaciones en el patrón de asentamiento, que
culminará con el abandono de buena parte de
los yacimientos ocupados en el ámbito de El
Argar (Lull et al., 2009; 2013) y en las tierras
valencianas (De Pedro 2004; Jover y López
2004; 2009; Hernández, Jover y López 2013).
A partir de 1550-1500 cal BC, en El Argar se
constata una nueva fase de ocupación en yacimientos como Gatas –fase V– (Castro et al.,
1999) o Fuente Álamo –fase V– (Schubart, Pingel y Arteaga 2000), iniciando el denominado
Post-argar (Castro, Lull y Micó 1996) o Bronce
tardío (Molina 1978). En las tierras valencianas, asentamientos como Terlinques (Jover y
López 2009), Lloma de Betxí (De Pedro 1998;
2004), Puntal dels Llops (De Pedro 2004: 4749) o Pic dels Corbs en su fase II (Barrachina
2012: 133-134), junto a muchos otros, parecen
abandonarse, o en algunos casos, transformarse
ampliamente, a tenor de las dataciones absolutas disponibles. En otros, como en Cabezo Redondo, las dataciones absolutas muestran que
su fundación se pudo llevar a cabo en torno al
1750-1700 cal BC, mientras que hacia el 1500
cal BC, en su secuencia se constata diversos
incendios e importantes transformaciones arquitectónicas (Hernández 2009; 2012), que suponen una importante reestructuración, dando
inicio a la fase denominada como Bronce tardío.
Del mismo modo, se ha planteado la posibilidad
de que en estos momentos se produjese un importante proceso de nuclearización poblacional
de los pobladores de la cubeta de Villena hacia
este asentamiento (Jover y López 2009; Hernández, Jover y López 2013), que también podría
hacerse extensible a otros valles. No obstante, es
posible que este proceso se iniciara en momentos previos al colapso político propuesto para la
entidad social argárica (Lull et al., 2013).
Por tanto, las dataciones absolutas disponibles, suficientemente amplias en Cabezo Redondo (Hernández 2009; 2012), empiezan a configurar una fase arqueológica entre finales del siglo XVI e inicios del siglo XIII cal BC. Junto a
la última de las grandes fases arquitectónicas detectadas en Cabezo Redondo, también cabe situar
la unidad habitacional 2 de El Negret (Barciela et
al., 2012), El Altet de Palau (García Borja y De
Pedro 2013), con dos dataciones sobre muestras
de vida corta para su posible abandono; la ocupación final de Les Raboses (Ripollés 2000), y con
probabilidad, sendas ocupaciones en El Torrelló
4.1. Bronce tardío o reciente (c. 1550/15001300/1250 cal BC)
Como se ha señalado en otros trabajos (Jover y
López 2009; Hernández, Jover y López 2013),
desde el 1750 cal BC ya se advierten diversos
cambios en el registro arqueológico de las tierras
levantinas, que anuncian algunas de las aspectos
que van a caracterizar la fase denominada como
Bronce tardío. Estos cambios se pueden relacionar con el aumento del tamaño de algunos asentamientos, algunos ubicados en nudos de comunicación; con la generalización de la aleación de
bronce y en la constatación de cambios en el repertorio cerámico (De Pedro 2004; Hernández,
Jover y López 2013). A los momentos previos
al Bronce tardío corresponden el mayor número
de dataciones absolutas efectuadas hasta ahora
(Jover, López Padilla y García-Donato 2014).
89
Complutum, 2016, Vol. 27 (1): 81-108
Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica...
d’Onda y Orpesa la Vella (Barrachina y Gusi
2004). No obstante, no se puede descartar que estos últimos, datadas sobre muestras de vida larga,
puedan corresponder ya a niveles de la siguiente
fase, más aun si tenemos en cuenta los conjuntos
materiales publicados (Gusi y Olària 2014).
Así, durante el Bronce tardío se produciría la
fundación de nuevos enclaves como L’ArbocerAltet de Palau (García Borja y De Pedro 2013),
y la continuidad en la ocupación de otros situados
en puntos estratégicos en los principales corredores de comunicaciones –El Negret (Barciela et al.,
2012)–. Desconocemos si determinados embarcaderos costeros como la Illeta del Banyets (Simón
1997; Soler Díaz 2006; 2009), con una destacada
ocupación durante El Argar, siguen manteniendo
su vigencia, o se reactivan en la fase posterior, durante el Bronce final I, en clara relación con otros
enclaves situados en diversos promontorios con
condiciones naturales apropiadas para el atraque,
caso de zonas más septentrionales como Cap Prim
y Orpesa (Simón 1987; 1997).
Por tanto, es difícil, por el momento, atendiendo exclusivamente a la cerámica documentada,
determinar si, yacimientos como Cap Prim (Simón
1987), Peña de Sax (Hernández y Pérez 2005) o
la Illeta dels Banyets (Simón 1997; Soler Díaz
2006), considerado este último ya desde hace años
como uno de los yacimientos claves para el estudio de este periodo, estuvieron ocupados durante
esta fase, durante la siguiente, ya en el Bronce final
I, o bien en ambas. La similitud de los repertorios
materiales hace que sea difícil concretar la adscripción cronológica para las evidencias detectadas hace años en estos enclaves (Fig 4).
Con todo, por el momento, Cabezo Redondo
(Soler García 1987; Hernández 1997; 2001) sigue siendo el principal yacimiento para caracterizar dicha fase, no sólo por la serie de dataciones
absolutas disponibles (Hernández 2009; 2012),
sino también por sus características estructurales
y calidad de la información obtenida. Se trata de
un asentamiento cuyo tamaño se aproximaría a
las dos hectáreas, sin evidencias de murallas pero
con un hábitat claramente planificado con aterrazamientos en ladera, con calles y una compleja
planificación urbanística del espacio con agrupaciones de casas y áreas de actividad entre unidades
departamentales y al interior de cada una de ellas
(Hernández 2001; 2009; Hernández et al., 2012)
Por otro lado, el conjunto material es muy variado. En relación con la vajilla cerámica, cabe
indicar la presencia de un repertorio muy amplio
de formas, simples y carenadas, con diversos traComplutum, 2016, Vol. 27 (1): 81-108
Figura 4. Mapa del este peninsular con indicación
de los principales yacimientos arqueológicos del
Bronce tardío citados en el texto.
tamientos y acabados. Entre las formas carenadas
destaca la presencia de cuencos y cazuelas de carena alta y borde diferenciado, y formas cerradas
con carenas muy agudas. Acompañando los vasos simples, destaca un muy bajo porcentaje de
vasos decorados, inferior al 0,3 % del total, con
diversas técnicas –incisión, impresión, boquique
y excisión– y motivos –zigzags, espigas, guirnaldas, etc.–. La metalurgia también destaca por la
gran importancia de la orfebrería, especialmente
del oro, así como la existencia de tipos específicos de otros elementos de la cultura material,
como son los instrumentos y adornos de materias
90
El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica...
Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
óseas (López Padilla 2011) y también de pesas de
telar cilíndricas con perforación central (Hernández 1994).
No obstante, la complejidad registrada en Cabezo Redondo no es extensible, por ahora, a otros
poblados, de los que, por otra parte, tampoco se
conoce ninguno que lo iguale en tamaño, ya que
en fechas sincrónicas en la zona de estudio, solamente se constatan asentamientos con extensiones superficiales inferiores a 3.500 m² –El
Negret (Barciela et al., 2012), aunque no toda
su extensión parece corresponder a esta fase– y
otros de todavía mucho menor tamaño, en torno
o por debajo de los 1.000 m², como es el caso de
L’Arbocer-Altet de Palau (García Borja y De Pedro 2013). En este asentamiento, excavado prácticamente en su mitad, se ha detectado un importante muro de cierre del espacio de hábitat, con
una posible torre –o contrafuerte– así como una
calle o pasillo de un metro de anchura, en torno al
que se localizan diversas estancias de dimensiones variadas. En ellas se ha documentado un repertorio material bastante escaso y fragmentado
como consecuencia de los importantes procesos
erosivos que afectaron al depósito. Entre otros,
destaca la documentación de un vaso de carena
gruesa y marcada en el tercio superior, una base
plana ligeramente talonada, un variado repertorio
de objetos de cobre o bronce y una lámina perforada de plata decorada con líneas acanaladas
(García Borja y De Pedro 2013: 77-78).
Todo parece indicar, que estos cambios en la
organización social y territorial, que, desde un
punto de vista arqueológico, darían comienzo a
la fase del Bronce tardío, son mucho más perceptibles por el momento en las comarcas meridionales valencianas, que en las más septentrionales
(De Pedro 2004). No obstante, algunos autores
(De Pedro 2004; Barrachina y Gusi 2004) también
han señalado cambios en las tierras septentrionales en lo que respecta al patrón de asentamiento y
algunos elementos de los ajuares domésticos. Sin
embargo, mientras las zonas del Prebético meridional valenciano están claramente relacionadas
con la dinámica histórica y política del Sureste
(Jover y López 2009), sin que podamos determinar, por el momento, si estamos ante una descomposición política o ampliación de El Argar, en las
tierras septentrionales se desarrollarían otras entidades sociales, donde la relaciones económicas
y políticas con el Sureste son menos evidentes.
Todos estos cambios, también se reflejan en la
tipología e incremento de la eficacia de algunos
instrumentos de trabajo, en una vajilla cerámica
a la que se van a incorporar nuevas formas carenadas, especialmente más agudas, gruesas y situadas en el tercio superior de los vasos, mejores
tratamientos y nuevas técnicas decorativas como
la incisión o el boquique de claro origen meseteño (Abarquero 2005), a lo que debemos sumar
diversos productos de clara procedencia alóctona como son los pomos, los peines de marfil,
las puntas de lanza de base hueca de bronce, las
cuentas de pasta vítrea o de ámbar (Hernández
2001; 2005) y un importante conjunto de adornos de oro, tanto en tumbas como en ocultaciones –tesorillo de Cabezo Redondo (Soler García
1987)–. Este conjunto de cambios va asociado al
desarrollo de prácticas de inhumación individual
en el interior de algunos poblados, como es el
caso de Mas del Corral (Trelis 1992), o en grietas
y cavidades, ya que las inhumaciones practicadas en el interior de los departamentos de Cabezo
Redondo que han sido datadas no se documentan
más allá del 1500 cal BC (Hernández 2009).
4.2. Bronce final I (c. 1300/1250-1000 cal BC)
Los cambios y transformaciones que se empiezan
a determinar en distintos yacimientos del Levante peninsular y que también se pueden relacionar
con cambios producidos en las tierras del Sureste (Castro et al., 1999), permiten proponer una
nueva fase arqueológica cuyos inicios habría que
fijar hacia el 1300/1250 cal BC. En estos momentos se constata el abandono definitivo de asentamientos tan destacados como Cabezo Redondo
(Hernández 2009; 2012; Jover, López y García
Donato 2014), l’Altet de Palau (García Borja y
De Pedro 2013) o Más del Corral (Trelis 1992).
En otros, también se determinan transformaciones arquitectónicas de importancia, como en El
Negret (Barciela et al., 2012).
Hace unos años, el denominado Bronce final,
cuyos inicios debemos fijar a partir de los cambios señalados, constituía un “saco sin fondo” en
el que se incluía una gran cantidad de yacimientos
(Mata, Martí e Iborra 1994/96). La propuesta de
fasificación de Gil-Mascarell y Aranegui (1981),
a partir de la secuencia desarrollada por Molina
(1978) para el Sureste, ha constituido el armazón
que ha venido sustentado todo intento de clasificación, aun cuando la separación entre el Bronce
tardío o reciente y Bronce final I todavía no está
resuelto en las secuencias de ocupación de muchos de los yacimientos excavados hace décadas.
Es el caso de yacimientos como Orpesa la Vella en su fase III (Barrachina y Gusi 2004; Gusi
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Complutum, 2016, Vol. 27 (1): 81-108
Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica...
y Olària 2014) o La Illeta del Banyets (Simón
1997; Soler Díaz 2006). Tampoco ha contribuido
a ello el hecho de que el número de yacimientos
conocidos sea escaso y mucho menos excavados
en extensión.
No obstante, en los últimos años se han dado
importantes pasos hacia la corrección de este
problema. La secuencia del asentamiento del
Pic dels Corbs en sus diversas fases (Barrachina
2009; 2012), unido a otros como Costamar (Flors
2010), El Negret (Barciela et al., 2012) o El Botx-Grupintex (Trelis et al., 2004; García Borja y
Pérez 2012: 42-43), constituyen las referencias
obligadas para el desarrollo de una fasificación
arqueológica (Fig 5), aun a riesgo de tener que
ser mejorado cuando contemos con nuevas bases
estratigráficas y series radiocarbónicas.
Así, hace unos años, ya se planteaba (Jover
1999) que a partir del Bronce final –o fase IV de
aquel trabajo– se produciría un importante abandono de muchos de los yacimientos ubicados
en cerros, a la vez que parecía intensificarse la
ocupación de enclaves en llano. Algunos asentamientos en cerros o estribaciones montañosas,
como Tabayá, al parecer, siguieron siendo ocupados (Hernández y López 1992; Molina Mas
1999; Belmonte 2004), mientras que para otros,
como Mola d’Agres, se proponía un traslado del
área ocupada a otras zonas del mismo cerro –sector V y VII– (Gil-Mascarell y Peña 1994; Peña et
al., 1996), aún cuando actualmente parece existir
un hiato ocupacional durante las fases del Bronce
tardío y final I aquí propuestas.
También parece ser significativa, para estos
momentos, la constatación de ocupaciones puntuales, quizá de carácter estacional, y de alguna
inhumación en cuevas como la Cova de la Pastora (McClure et al., 2011) o la Cova d’en Pardo
(Soler Díaz et al., 1999; Acosta y López Padilla
2012), además de una más que clara ocupación
de los fondos de valle y zonas litorales, como es
el caso de Costamar (Flors 2010). En cualquier
caso, un indicador material que se podía considerar como diagnóstico ante la falta de dataciones
absolutas es la presencia de cerámicas decoradas
del tipo Cogotas I (Rodríguez y Fernández 2012)
y fuentes, platos o escudillas carenadas con inflexiones acusadas (Jover 1999).
Con todo, las mejores bases estratigráficas,
debidamente datadas, para esta fase en la zona
de estudio, las constituyen los yacimientos septentrionales de Pic dels Corbs (Barrachina 2009;
2012) y Costamar (Flors 2010). Para el primero
de ellos, se han dado a conocer una amplia inforComplutum, 2016, Vol. 27 (1): 81-108
Figura 5. Mapa del este peninsular con indicación
de los principales yacimientos arqueológicos del
Bronce final I citados en el texto.
mación de las fases III y IV (Barrachina 2012:
63-79; 133-134, tabla 5), cuyas dataciones absolutas se sitúan en este intervalo cronológico y la
cultura material constatada supone una auténtica
transformación con respecto a la fase II. Una datación sobre una muestra de vida corta, en concreto
bellotas –Beta-99441: 2870±80 BP/1263-843 cal
BC (2σ)– indicaría, con mayor fiabilidad, el momento de abandono de esta fase que afectaría, al
menos, a un conjunto de tres unidades habitacionales y a un área de basurero (Barrachina 2009:
53-54; 2012: 63-79). Entre el repertorio cerámico
de Pic dels Corbs, es destacable la presencia de
un variado conjunto de bases planas, algunas con
92
El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica...
Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
talón marcado, incluso con decoración digitada.
Entre las técnicas decorativas destaca la incisión,
impresión de círculos, el boquique combinado en
ocasiones con punteado y la excisión. También
es importante la ausencia de urnas acanaladas en
las fases de ocupación III y IV, cuya presencia en
el Noreste peninsular ya está atestiguada (López
Cachero 2007; 2008) en momentos avanzados de
esta fase, al parecer, con anterioridad a la existencia de necrópolis de incineración (López Cachero
2007: 102, fig.1; 2011; Pons 2012). No obstante,
el hecho de que las dataciones absolutas disponibles en contextos de hábitat del área catalana
sean todas sobre muestras de vida larga –carbón– (López Cachero, 2007: 103, tab.1), obliga a
rejuvenecer su presencia a momentos avanzados
de esta fase. Por último, en cuanto a repertorio
material, también es reseñable la producción en
hueso de mangos y peines decorados con motivos
triangulares incisos (Barrachina 2009: 52).
Con respecto al yacimiento costero de Costamar (Flors 2010), las excavaciones han permitido
interpretar la existencia de fondos de cabaña realizados con materiales endebles y áreas de desecho con un amplio repertorio cerámico decorado
similar a las fases III y IV del Pic dels Corbs e,
igualmente, sin urnas acanaladas. Una de las dataciones sobre una muestra de vida corta coincide
plenamente con el final de la fase III de Pic dels
Corbs.
En esta fase también se deben incluir los registros de otros yacimientos, algunos de ellos
con alguna datación, lo que viene a reforzar su
individualización. Es el caso de la procedente
del preparado sobre el que se edifica la unidad
habitacional nº 1 de El Negret (Barciela et al.,
2012), del que no se puede indicar mucho más
ante la exigüidad del material asociado recuperado; de la ocupación y evidencias funerarias de la
Cova d’En Pardo (Soler Díaz et al., 1999; Acosta
y López 2012: 283, Fig. 13.3), en el que destaca
la presencia de algunas bases planas talonadas
y fragmentos cerámicos decorados con motivos
incisos, algunos de los cuales podrían llevarse
también a la siguiente fase. En otros yacimientos
excavados, como El Castellet (Oliver, García y
Moraño 2005), se ha individualizado en su sector 1, niveles que deben corresponder a esta fase,
al documentarse cerámicas decoradas similares
a Pic dels Corbs, y la ausencia de las cerámicas
acanaladas. Lo mismo ocurre en la fase III de
Orpesa la Vella (Barrachina y Gusi 2004; Gusi y
Olària 2014) o, también, en el Torrelló de Boverot (Clausell 2004), cuya larga ocupación y a fal-
ta de una publicación detallada de su secuencias
estratigráficas, sólo cabe deducir su presencia.
Otras evidencias que parecen situarse en estos
momentos, corresponden a algunas de las estructuras negativas excavadas en el El Botx-Grupitex
(Trelis et al., 2004), con una importante lote de
materiales amortizados para los que no se dispone de dataciones.
En cualquier caso, el problema sigue residiendo en la imposibilidad, por el momento, de diferenciar, desde la perspectiva del repertorio cerámico, el Bronce tardío del Bronce final I, como
ya se ha manifestado anteriormente en relación
con asentamientos excavados como la Illeta dels
Banyets (Soler Díaz 2006), para los que no se
cuenta con dataciones absolutas que permitan encuadrar cronológicamente dicha ocupación.
4.3. Bronce final II (1000-850 cal BC)
El abandono, reestructuración arquitectónica o
fundación de nuevos asentamientos que se detecta hacia el tránsito del II al I milenio cal BC, especialmente, en lo que atañe a buena parte de las
comarcas septentrionales y centrales del área valenciana, también parece coincidir con diversos
cambios en el Noreste peninsular (Ruiz Zapatero
2001a; 2001b; 2014; López Cachero 2008: 61;
2011) donde, además de un poblamiento estable
y organizado, se advierten la generalización de
las necrópolis de cremación, cuya definitiva consolidación y extensión en todo el territorio parece
producirse una vez entrado el I milenio cal BC
(Pons 2012).
Para las tierras valencianas es probable, por
tanto, que entre la ocupación de Costamar y las
fases III-IV de Pic dels Corbs, cuyo final podríamos situar hacia finales del II milenio cal BC, y la
fundación de Penya Negra (González Prats 1983;
1990), cuyo inicio según las dataciones radiocarbónicas disponibles remitiría a pleno siglo IX cal
BC, se individualice una nueva fase arqueológica, de difícil definición por el momento, ante la
diferente incidencia de los tradicionalmente denominados como “Campos de Urnas” sobre el
territorio (Ruiz Zapatero 2001a; 2014). Esta fase
estaría presente y representada a nivel el material en yacimientos como Pic dels Corbs en su
fase V (Barrachina 2012: 87-107), coincidiendo
con una amplia reestructuración arquitectónica,
en la que se detecta, además, una ocupación más
intensa en la zona sur del cerro, una tendencia
a viviendas con muros más curvos, o al menos,
absidales, y la presencia entre el registro domés-
93
Complutum, 2016, Vol. 27 (1): 81-108
Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica...
tico de urnas acanaladas, además de otros objetos
hasta ahora inéditos en estas tierras (Barrachina
2012: 87-107); en el importante asentamiento
de la Solana del Castell (Pérez Ballester 2014:
24), en cuya fase inicial o I se ha detectado un
tramo de muro y calzos de poste asociados a un
importante lote de materiales cerámicos; también
en el asentamiento amurallado de Caramoro II
(González Prats y Ruiz 1992; García Borja et al.,
2010) con una datación absoluta de finales del II
milenio cal BC (García Borja y Pérez 2012: 41,
fig.8), y en el que se documentó una urna cerámica con restos cremados; en la ocupación de los
sectores V y VII de Mola d’Agres (Gil-Mascarell
y Peña 1994; Peña et al., 1996) con evidencias
de urnas de tipología antigua, aunque no se cuente con ninguna datación; y también, más al sur
de las tierras valencianas, en la fase VI de Gatas
(Castro et al., 1999), datada por C-14, en la que
también destaca la presencia de un fragmento de
urna acanalada.
Esta misma fase también parece estar presente –entre otros yacimientos–, ante la documentación de niveles con urnas acanaladas, en Cova de
les Bruixes (Mesado 2005), Ereta del Castellar
(Ripollés 2000: 177), El Castellet (Oliver, García
y Moraño 2005), Torrelló de Boverot (Clausell
2004), Tabayá (Hernández y López 1992), así
como en muchos otros yacimientos señalados por
Mata, Martí e Iborra (1994/96).
Una cuestión fundamental que se puede inferir
del registro arqueológico de esta fase en la zona
de estudio (Fig. 6), si lo comparamos con las fases plenas de la Edad del Bronce, es la constatación de un claro descenso del número de asentamientos y la continuidad de procesos de desagregación poblacional iniciados en la fase previa.
Todo lo contrario parece ocurrir en las tierras
catalanas, donde la estabilidad y el crecimiento poblacional parece ser un hecho contrastable
(López Cachero 2007; Pons 2012).
En cualquier caso, lo que sí parece evidente es
el inicio de un proceso de basculación o traslado
de parte de la población hacia las zonas costeras, en clara relación con la intensificación del
intercambio por vía marítima (Jover 2006; Gusi
et al., 2010). Un buen número de evidencias se
localizan a partir de estos momentos en las franjas litorales, entre los que merece destacar la Depresión litoral alicantina –donde ya durante el II
milenio cal BC se constataba una mayor densidad
poblacional (López Padilla 2009)–, mientras algunos de los valles interiores, como el curso Alto
y Medio del Vinalopó, que habían sido ocupadas
Complutum, 2016, Vol. 27 (1): 81-108
Figura 6. Mapa del este peninsular con indicación
de los principales yacimientos arqueológicos del
Bronce final II citados en el texto.
de forma importante en las fases previas, parecen
abandonarse.
Así, en las sierras que delimitan la depresión
litoral alicantina, se localizan dos de los asentamientos más importantes ocupados durante
esta fase. Uno de ellos, que parece mantener
cierta continuidad poblacional desde momentos
campaniformes hasta el Bronce final es Tabayá
(Navarro 1982). Aunque no se cuenta con dataciones absolutas, este asentamiento de gran tamaño, presentaría ocupaciones durante el Bronce
tardío (Belmonte 2004), Bronce final I (Molina
Mas 1999), y, en especial, del Bronce final II de
94
El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica...
Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
esta propuesta, dado el conjunto de materiales
cerámicos publicados, en concreto, un destacado repertorio de vasos acanalados (Hernández
y López 1992; García Borja y Pérez 2012: 5053), vinculados claramente con los Campos de
Urnas. No obstante, mientras no se publique con
detalle la información estratigráfica y secuencial
del mismo, no se podrá concretar el carácter y
la importancia de cada una de las ocupaciones y
la existencia o no de hiatos entre ellas. Además,
se han atribuido al Tabayá dos “lingotes-hacha”
conservados en el Museo de Novelda, semejantes a otras recuperadas en Penya Negra y Fonteta,
donde se fechan entre los siglos VIII y VI a.C.
(González Prats 1985b; Renzi 2010), aunque se
desconozca la procedencia segura de las piezas y
las condiciones del hallazgo, lo que es igualmente extensible a un conjunto de cerámicas grises
orientalizantes con similar procedencia (C. Navarro, comunicación personal), quizás procedentes de algún yacimiento localizado en la sierra del
Tabayá.
Por otro lado, las excavaciones efectuadas en
Caramoro II, yacimiento fortificado ubicado en
el umbral montañoso que delimita el corredor
de la Vega Baja-Camp d’Elx, han puesto en evidencia la ausencia de cerámicas inciso-impresas
y pintadas, propias del horizonte Penya Negra I,
al tiempo que la presencia de cerámicas acanaladas, así como de un fragmento cerámico con
incrustaciones metálicas (González Prats y Ruiz
1992; García Borja et al., 2010: 49), cuyos paralelos han sido fechados a lo largo del siglo X-IX
a.C. (Torres 2008). Destaca la documentación de
vasos con una doble ruptura en el perfil y en diferentes clases formales, una alta representación
de bordes vueltos asociados a fuentes, cuencos
y contenedores de tamaño grande y mediano,
algunos con decoración acanalada (García Borja y Pérez 2012: 48). Además, las excavaciones
de salvamento han permitido constatar el ritual
funerario de la cremación por vez primera en la
zona (García Borja et al., 2010: 54-55, fig. 13),
aunque con unas características, una tumba aislada, y una localización, a intramuros del poblado,
claramente anómalas, explicables posiblemente
por su alta cronología (Lorrio 2009-2010: 154).
Se ha propuesto una cronología para el asentamiento de los siglos XI y X cal BC a partir de una
datación radiocarbónica (García Borja y Pérez
2012: 41, Fig. 8) y del repertorio cerámico (García Borja et al., 2010: 62), lo que desvincularía el
yacimiento de cualquier relación con Penya Negra. En este momento ya estaría en uso el muro
perimetral (García Borja y Pérez 2012: 48), aunque la muralla de Caramoro II presenta una técnica constructiva que debe relacionarse, como ya
destacaron González Prats y Ruiz Segura (1992:
23), con las registradas en diversas construcciones del Bronce final del Sureste, entre ellas Penya
Negra, para las que se han propuesto cronologías
del siglo VIII cal BC (Lorrio 2009-2010: 154),
al tiempo que se hacía mención de un fragmento
de cerámica a torno de tradición fenicia (González Prats y Ruiz 1992), lo que se ha relacionado
con una ocupación esporádica tras el abandono
del lugar dada la ausencia de materiales de época
orientalizante en las excavaciones más recientes
(García Borja y Pérez 2012: 50).
Junto a Tabayá, ubicado en el umbral montañoso que separa dos cubetas en el curso medio y
bajo del río Vinalopó y el asentamiento fortificado de Caramoro II, también existen evidencias de
ocupaciones agrícolas en los fondos cuaternarios
de la cuenca del Vinalopó y Hondo de ElcheCrevillent. Es el caso de algunas de las estructuras detectadas en la zona del Camí de Catral y El
Botx (Trelis 1995; Trelis et al., 2004), en las que
se desecharon una amplia variedad de objetos,
especialmente, cerámicos.
4.4. Bronce final III (850-725 cal BC)
En cualquier caso, con independencia de que las
fases anteriores se puedan mantener o puedan
oscilar los periodos temporales propuestos, por
el momento, creemos oportuno considerar una
nueva fase arqueológica cuyos inicios deben
situarse en torno al 850 cal BC, al menos, para
las tierras meridionales valencianas (Fig 7). Esta
fase, la aquí denominada como Bronce final III,
parece diferenciarse, claramente, al fundarse en
estos momentos diversos núcleos cuya relación
con el ámbito del mediodía peninsular es más que
evidente, como ya fue puesto en consideración
por diferentes autores (Llobregat 1975; Gil-Mascarell y Aranegui 1981; Arteaga 1982; González
Prats 1992; Mata, Martí e Iborra 1994/96). A estos momentos parece corresponder la fundación
de enclaves como Penya Negra, de forma genérica en su horizonte I (González Prats 1983; 1990),
aunque no se puede descartar que su fundación
pueda ser anterior, dentro del Bronce final II; la
fase II de la Solana del Castell de Xàtiva (Pérez
Ballester 2014: 24) a la que corresponde la documentación, en el sector E-3, de dos habitaciones absidales y de un tramo de muralla con torre, cuya edificación es posterior a las dataciones
95
Complutum, 2016, Vol. 27 (1): 81-108
Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica...
en barro, para en un segundo momento, construir
muros rectilíneos sin empleo de piedra (Mata,
Martí e Iborra 1994/96: 190). Del mismo modo,
también podría corresponder a estos momentos,
en torno al 850-800 cal BC, el abandono de Pic
dels Corbs (Barrachina 2012), y probablemente
de la Mola d’Agres (Peña et al., 1996).
Un asentamiento que también merece un comentario son los niveles antiguos de El Molón
(Camporrobles, Valencia) para los que se dispone
de una datación absoluta sobre carbón con una
desviación estándar muy amplia. Se trata de un
nivel del que se pudo excavar un área reducida,
con niveles de relleno entre los que destacaba la
abundante presencia de cerámica a mano decorada, y la única presencia de un pequeño fragmento
cerámico a torno. El hecho de tratarse de rellenos
de acondicionamiento y de que la muestra sea
sobre una muestra de vida larga, impide precisar
su adscripción cronológica, aunque claro está,
la presencia de la cerámica a torno ubicaría su
formación hacia momentos finales de la fase, o
incluso ya en momentos iniciales del Hierro antiguo.
Por otro lado, uno de los pocos yacimientos
que cuenta con una datación absoluta sobre una
muestra de vida corta es Barranc del Botx (García
Borja y Pérez 2012: 41. Fig. 8). De los rellenos
sedimentarios que amortizaban las estructuras
negativas documentadas, además de obtenerse
una semilla de Triticum aestivum-durum con la
que datarlas, también se recuperó un destacado
repertorio cerámico. Se trata de un conjunto caracterizado por el dominio de vasos poco cuidados para labores de almacenamiento y cocina, sin
decorar, y un conjunto más depurado, en ocasiones decorado, similar a los documentados en Penya Negra I y en los niveles iniciales IA1 y IA2
del sector VIII de Los Saladares (García Borja y
Pérez 2012: 40-41). Entre las decoraciones, que
suponen el 5,2 % del total, destaca la presencia de
impresiones sobre los labios y cordones, impresiones en las paredes con relleno de pasta blanca,
digitaciones en el cuerpo, incisiones y pintura.
La datación obtenida sitúa la amortización de las
estructuras en los inicios de esta nueva fase arqueológica, en la que ya se estaría gestando un
nuevo proceso de nuclearización poblacional,
cuyo máximo exponente es la fundación del gran
asentamiento de Penya Negra, en dos cerros adelantados de la sierra de Crevillent.
Similares repertorios cerámicos han sido documentados en la Solana del Castell de Xàtiva
en sus fases I y II, aunque en éste sí se constata
Figura 7. Mapa del este peninsular con indicación
de los principales yacimientos arqueológicos del
Bronce final III citados en el texto.
obtenidas de sendas muestras procedentes de los
rellenos de acondicionamiento; las estructuras
del Barranc del Botx (García Borja y Pérez 2012:
40-43), así como Los Saladares en su fase I-A.1 y
I-A.2 (Arteaga y Serna 1975; Arteaga 1982). No
obstante, esta fase también debe estar presente en
parte de los yacimientos señalados anteriormente –Castellet de Nadal (Oliver, García y Moraño
2005), Torrelló de Boverot (Clausell 2004), Ereta
del Castellar (Ripollés 1997), etc.–, y en otros,
también de nueva planta, como Vinarragell (Mesado 1974; Mesado y Arteaga 1979), donde en su
fase I se documentan las primeras edificaciones
Complutum, 2016, Vol. 27 (1): 81-108
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El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica...
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la presencia, aunque muy escasa, de cerámicas
acanaladas (Pérez Ballester 2014: 29-31), o en
La Vital (García Borja et al., 2013), yacimiento situado en la línea de costa, en el que se ha
documentado la presencia de cerámicas de base
plana con talón, decoraciones inciso-acanaladas,
impresas en el labio y engobadas, junto a una
destacada actividad metalúrgica en clara relación
a otros puntos costeros.
En este sentido, la mayor o menor presencia
de las cerámicas acanaladas y las prácticas funerarias de cremación son dos aspectos de enorme
importancia en las que no se podrá profundizar
hasta que no se dispongan de nuevos registros arqueológicos. La necrópolis de Les Moreres, en
su fase I (González Prats 2002) asociada a Penya
Negra I, viene a mostrar la consolidación de este
tipo de prácticas desde momentos avanzados del
siglo IX cal BC (Lorrio 2008: 309). Esta primera
fase, cuyo desarrollo fue fijado por A. González
Prats (2002: 263) entre el 900 y el 725 cal BC, estaría caracterizada por la presencia de urnas tipo
T1A, de cuerpos ovoides o troncocónicos invertidos, con hombros redondeados y cuellos altos,
generalmente abiertos. También cuencos carenados, generalmente de carena alta (tipo T1B) y
vasos de cuerpo troncocónico con hombro redondeado y amplia boca con pequeño cuello vertical
(tipo T1C). El ajuar funerario está integrado por
cuentas de collar en bronce y piedra, y brazaletes
de bronce.
Buena parte de los asentamientos conocidos se
localizan en las zonas llanas y en especial, en las
llanuras litorales (Mata, Martí e Iborra 1994/96:
190-192). En este contexto, como ya se ha señalado, destaca el gran asentamiento de Penya
Negra, ubicado en las estribaciones de la sierra
de Crevillent, siguiendo el patrón de la Edad del
Bronce, y desde el que se puede observar y controlar visualmente buena parte del litoral alicantino. Determinar el tamaño de los asentamientos
es otro de los problemas de difícil resolución. En
general, todos los asentamientos situados en el
llano parecen ser de pequeño tamaño, mientras
que Penya Negra superaría las 30 hectáreas, aunque durante el Bronce final las cabañas se distribuirían de forma dispersa por el hábitat, pero
documentándose en todos los sectores ocupados
con posterioridad por el poblado orientalizante,
lo que da idea de la entidad del asentamiento del
final de la Edad del Bronce.
Un caso parecido parece se podría plantear
para otra asentamiento de gran relevancia como
es la Solana del Castell de Xàtiva, ubicado en las
laderas de la Serra Grossa en la confluencia de los
ríos Canyoles y Albaida. Para este asentamiento,
que constituye el antecedente directo del Saitabi
ibero, se ha estimado una extensión superficial de
unas 2 ha (Pérez Ballester, 2014: 24).
Por otro lado, las únicas evidencias estructurales conocidas son las que se han registrado
en Penya Negra (González Prats 1983), Los Saladares (Arteaga y Serna 1973; 1975; 1979-80;
Arteaga 1982), la Solana del Castell de Xàtiva
(Pérez Ballester 2014: 24), La Vital (García Borja
et al., 2013) y Barranc del Botx (García Borja et
al., 2007). Mientras estos dos últimos están integrados por estructuras negativas ubicadas en el
llano, en Los Saladares se pudo documentar, para
sus momentos iniciales, un muro de mampostería trabada con arcillas verdosas, y en momentos
más avanzados un edificio de planta rectangular,
revocadas con arcillas amarillo-rojizas (Arteaga,
1982) y en la Solana de Castell, dos habitaciones
absidales alargadas y un tramo de muralla con torre (Pérez Ballester 2014: 24). Penya Negra, por
su parte, presenta una interesante complejidad
arquitectónica documentada de forma excepcional en el sector IIE (González Prats 1990), que
arranca según el autor con la presencia de fondos
de cabaña, a las que se superponen cabañas circulares y continúa más tarde con casas de muros
rectilíneos y esquinas redondeadas, con zócalos
de piedra y arcilla, asociados a fosas con desechos de material y hornos de planta circular-oval
delimitados por bloques verticales (González
Prats 1983: 60).
En definitiva, el registro material de Penya Negra (González Prats 1983; 1990), Los Saladares
(Arteaga y Serna 1973; 1975; 1979-80; Arteaga
1982), El Botx (García Borja et al., 2007) en la
Vega Baja del Segura y de La Vital (García Borja et al., 2013) en la desembocadura del Serpis,
constituyen los referentes arqueológicos de mayor calidad para caracterizar a esta fase. Se trata
de un conjunto cerámico heterogéneo, con producciones poco cuidadas destinadas al almacenamiento y consumo doméstico, y una vajilla de
pastas más depuradas, en su mayor parte platos
y escudillas carenadas con buenos tratamientos,
para el servicio de mesa, algunos de los cuales
presentan decoración en sus paredes: incisiones,
impresiones, excisiones, engobe y pintura (González Prats 1983; 1990; García Borja y Pérez
2012). También es muy común la presencia de
bases con impresión de cestería. También están
presentes los objetos de bronce, como fíbulas,
punzones, cinceles, hachas, hoces y espadas,
97
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Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
El Bronce Final en el Levante de la península Ibérica...
aunque de estos últimos sólo se hayan encontrado
los moldes para su fabricación (González Prats
1990; Simón 1998; García Borja et al., 2013). El
destacado trasiego comercial establecido por vía
marítima es el que parece condicionar una cierta
basculación poblacional hacia las zonas costeras,
así como la gestación de núcleos de gran volumen
poblacional e importancia política, desde donde
se controlarían los procesos de intercambio y distribución de bienes (Soriano et al., 2012), siendo
claros ejemplos la Solana del Castell de Xàtiva
y Penya Negra. No debe extrañar, por tanto, que
hacia la segunda mitad del siglo VIII cal BC se
implantase en la desembocadura del Segura el
asentamiento fenicio de La Fonteta (González
Prats 1998; 2000).
4.5. Hierro antiguo o fase Orientalizante
(725-550 cal BC)
Hacia mediados del siglo VIII cal BC se han determinado dos cambios de singular transcendencia para la dinámica histórica de las poblaciones
del este peninsular. Por un lado, parece evidente la fundación de un asentamiento fenicio en
la desembocadura del río Segura. Se trata de La
Fonteta (González Prats 2000; 2010; 2011; 2014;
Rouillard, Gailledrat y Sala 2007; Rouillard
2010), cuya fase más antigua se ha fechado hacia
el 760-720 a.C. (González Prats 2011: 15), lo que
parece confirmar una datación absoluta que remite al último tercio del siglo VIII cal BC (García
Borja y Pérez, 2012: 41, fig.8), a la que habría
que añadir la fundación de una posible factoría
prístina en el Cabezo Pequeño del Estaño (García
Menárguez 2004; Bueno, García y Prados 2013;
García Menárguez y Prados 2014) hacia esas
mismas fechas o un poco anteriores y su abandono hacia el tránsito del VIII al VII cal BC (Fig 8).
Ambos, son yacimientos de gran transcendencia,
por cuanto constituirían la puerta de entrada y salida de nuevos medios de producción y productos
desconocidos hasta la fecha en estas tierras. Es el
caso del instrumental de hierro, y una variada vajilla a torno, entre la que cabe destacar el amplio
volumen de ánforas, normalizadas a nivel formal
y volumetría, en clara relación con un interés por
controlar la cantidad de lo producido y lo intercambiado.
Al mismo tiempo, o como consecuencia de
su implantación, comienza a detectarse amplias
transformaciones en la organización espacial y
arquitectónica de los principales asentamientos
indígenas, caso de Penya Negra, con su fase II
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Figura 8. Mapa del este peninsular con indicación
de los principales yacimientos arqueológicos del
Hierro antiguo o fase Orientalizante citados en el
texto.
(González Prats 1983; 2000), de Los Saladares
a partir de su fase I-A3 (Arteaga 1982) o de la
Solana del Castell en su fase III (Pérez Ballester 2014: 25). También se comienza a fundar un
amplio número de asentamientos, tanto en altura en relación con el hinterland de Penya Negra
(Moratalla 2005), como de carácter agrícola, en
las mejores tierras cuaternarias del Bajo Vinalopó, caso de Casa de Secà (Soriano, Jover y López
2012) y, quizás, La Alcudia, en Elche, posiblemente ya desde el siglo VII a.C. (Moratalla 20042005: 102)7. Y también, el valle Medio y Alto del
Vinalopó, para el que no se conoce ningún asen-
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Francisco Javier Jover Maestre, et. al.
tamiento de momentos previos, con la excepción
de Tabayá, se reocupa densamente de nuevo, destacando núcleos con ocupaciones previas como
El Monastil, y otros fortificados en altura, surgidos ex novo, como El Castellar de Villena o Camara (Poveda 1994).
En cualquier caso, esta fase, denominada
tradicionalmente como Orientalizante o Hierro
Antiguo, se ha caracterizado por la presencia generalizada en todo el ámbito del Levante peninsular de importaciones procedentes del comercio
fenicio, junto a una amplia variedad y dominio de
producciones cerámicas a mano (Gil-Mascarell
1981; González Prats 1983; Mata, Martí e Iborra
1994/96; Vives-Ferrándiz 2005). El número de
yacimientos con esta fase arqueológica es cada
vez más numeroso, encontrándose ampliamente
distribuidos por todas las cuencas del Levante
peninsular. Mata, Martí e Iborra (1994/96: 199,
Fig. 9) ya recogían 69 yacimientos, entre núcleos
al aire libre, cuevas, necrópolis y hallazgos aislados. Aunque en su mayor parte se trata de hallazgos superficiales o de antiguas intervenciones, las
excavaciones efectuadas en Penya Negra (fase
II), Los Saladares (fases I-A3, I-B1 y I-B2), La
Fonteta, Solana del Castell (fase III) o los niveles
iniciales de Vinarragell, Los Villares (Mata 1991)
o, más recientemente, los de El Molón (Lorrio,
Almagro-Gorbea y Sánchez 2009) o El Puig
(Grau y Segura 2013: 67-95), constituyen las
bases estratigráficas esenciales para caracterizar
esta fase, con ciertas diferencias materiales entre
los núcleos meridionales más próximos a las factorías semitas, frente a los más septentrionales.
Cuestión ya abordada en profundidad en trabajos
recientes (Grau Mira 2013: 259-271).
Así, como ha señalado I. Grau Mira (2013:
264), desde mediados o finales del siglo VIII cal
BC se producirían importantes cambios en la organización territorial, al constatarse la aparición
del oppidum, en torno al que se configuraría un
poblamiento rural, así como áreas funerarias
emplazadas en llano. Surgieron así, poblados
fortificados en altura, presidiendo un patrón de
asentamiento claramente jerarquizado. En torno
a los oppida se distribuirían un amplio número
de pequeños asentamientos rurales emplazados
en el llano, algunos con carácter permanente y,
otros probablemente, temporal. Los valles del
Serpis constituyen un buen ejemplo del amplio
número de asentamientos ubicados en el fondo
de la cuenca (Grau Mira 2013: 265), al igual que
otros valles más septentrionales como la Vall de
Canyoles y la Foia de Xàtiva (Rodríguez y Pérez
2005). No obstante, algunos autores comienzan
a señalar una tendencia de la población a concentrarse en asentamientos que con el tiempo
ejercerán de centros regionales. Es el caso de La
Carència de Turís, el Tossal de Sant Miquel de
Llíria o Los Villares, en Caudete de las Fuentes
(Bonet y Mata 2001).
El mejor ejemplo este sentido, lo constituye,
sin género de dudas, el caso de Penya Negra, documentándose durante el Hierro antiguo “una extensa y regularizada ciudad orientalizante”, que
ya González Prats (1993: 181) identificara con
acierto con la Herna del Periplo de Avieno (vv.
463), ciudad localizada en el límite septentrional
de los tartessios (“hic terminus quondam stetit
Tartesiorum”). Fue durante los primeros siglos de
la Edad del Hierro cuando el asentamiento alcanzaría su máximo desarrollo, en gran medida por
las estrechas relaciones con el núcleo fenicio de
La Fonteta, localizada en la desembocadura del
río Segura. La interacción social afectaron a las
formas de vida y de pensamiento, dando lugar a
un nuevo periodo durante el cual se produciría la
introducción de la escritura, del torno de alfarero,
de la metalurgia del hierro, de bronces y joyas
diversas, de complementos asociados a nuevas
formas de vestir como nuevos modelos de fíbulas
o broches de cinturón, de collares de pasta vítrea
y amuletos, entre los que se incluirían también
perfumes, vajilla fina de lujo, realizada a torno y
generalmente recubierta de barniz rojo, así como
vino, aceite o salazones. Todos estos cambios están presentes en Penya Negra y afectarían a ámbitos tan diversos como la religión, con la llegada
de nuevos dioses, o el urbanismo, evidenciado en
la nueva reorganización del asentamiento, en la
planta de las casas, ahora cuadrangulares con muros medianiles, o las técnicas constructivas, todo
ello en relación con una creciente evolución hacia
formas de vida urbana, que finalmente supuso la
transformación social y política de la comunidad
instalada en este importante asentamiento, en el
que la presencia de fortificaciones y de un sistema
de fortines que controlarían las vías de comunicación y el territorio inmediato ponen de manifiesto
el papel jerarquizador de Penya Negra en la zona.
En definitiva, esta fase constituye la consolidación de una organización jerarquizada del poblamiento, políticamente dirigido, que tendrá su
continuidad hasta el abandono de los importantes
núcleos de Penya Negra y La Fonteta, ya entrado en siglo VI cal BC, para restructurarse nuevamente con la formación de lo reconocido como
lo ‘ibero’.
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5. A modo de conclusión
En el presente trabajo, y a modo de ensayo, se
ha presentado una propuesta de fasificación, de
carácter generalista, con el fin de contribuir a la
ordenación de un registro cada vez más amplio,
aunque con bases estratigráficas y cronológicas
todavía endebles. Se ha establecido una diferenciación en 4 grandes fases arqueológicas para el
periodo comprendido entre el 1500 y el 725 cal
BC –Bronce tardío, final I, final II y final III– a
partir de los cambios detectados en la ocupación
de los asentamientos excavados hasta la fecha,
acompañados en muchos momentos, de reorganizaciones en el territorio. A partir de mediados
del siglo VIII a.C., con la presencia estable de
población de origen semita en la desembocadura
del río Segura, ya se iniciaría la primera de las
fases del Hierro antiguo u orientalizante.
Para finalizar, creemos oportuno insistir en
el hecho de que si se pretende profundizar en el
estudio del proceso histórico de aquellas sociedades, será necesario emprender proyectos de excavación que, además de contemplar los procesos
de formación y transformación de los contextos
arqueológicos, fije con precisión el desarrollo de
ocupación de los mismos, apoyado en un buen
número de dataciones absolutas sobre muestras
de vida corta. De lo contrario, el periodo temporal entre la segunda mitad del II milenio y la
primera mitad del I cal BC, seguirán siendo el
periodo más oscuro de toda la Prehistoria reciente en las tierras del Levante peninsular.
A tenor de los datos expuestos, el periodo cronológico entre el 1250 al 725 cal BC constituye una de las etapas peor caracterizadas de las
tierras levantinas, por cuanto las bases estratigráficas asociadas a dataciones absolutas sobre
muestras de vida corta son muy escasas. Hasta
el momento, las secuencias estratigráficas de
larga ocupación que sirven de base para caracterizar estos momentos se reducen a cuatro asentamientos: Cabezo Redondo para los momentos
previos a 1300/1250 cal BC, Pic dels Corbs para
el periodo 1300-800 cal BC, Penya Negra para
la etapa del 850-550 cal BC, a los que hay que
sumar los primeros datos de la secuencia de la
Solana del Castell (Pérez Ballester 2014).
La información aportada por estos asentamientos, se complementa con la aportada por
otros núcleos peor conocidos, de carácter monofásico –l’Arbocer-Altet de Palau, Costamar,
La Vital y Caramoro II– o con más fases de ocupación –El Negret, Torrelló de Boverot, El Castellet–, aunque las escasas dataciones absolutas
o, su total ausencia, no ha facilitado el establecimiento de una periodización sólidamente construida. Las falta de secuencias datadas y seriadas
ampliamente, dificultan diferenciar a qué momento pertenecen determinadas ocupaciones detectadas en numerosos yacimientos, en especial,
entre el Bronce tardío y el Bronce final I.
Notas
1. Este trabajo se ha realizado dentro del marco del proyecto del Ministerio de Economía y Competitividad
HAR2013-41447-P “El Bronce Final y la Edad del Hierro en el Sureste y el Levante de la Península Ibérica: procesos hacia la urbanización”.
2. En los últimos años también se han iniciado actuaciones arqueológicas en l’Arborcer-Altet de Palau
(García Borja y De Pedro 2013), Ereta del Castellar–bajo la dirección de M. J. de Pedro y E. Ripollés–,
El Negret (Barciela et al., 2012), la Solana del Castell de Xàtiva (Pérez Ballester 2014), y, desde 2014, en
Penya Negra, dirigidas por A. J. Lorrio Alvarado.
3. Todas las calibraciones han sido realizadas con el programa OxCal v4.2.3. (Bronk Ramsey y Lee 2013),
utilizando la curva de calibración Intcal13 (Reimer et al., 2013).
4. La serie de dataciones absolutas de Cabezo Redondo supera la veintena (Hernández 2009; 2012). Mientras
nueve de ellas se ubicarían en la franja cronológica entre el 1500 y el 1250 cal BC, el resto corresponden
a la fase de ocupación anterior, entre 1750 y 1500 cal BC (Jover, López Padilla y García Donato, 2014).
5. Son 17 las dataciones absolutas publicadas de Orpesa la Vella (Gusi y Olària 2014: 260, Tabla 63). De
ellas, solamente 2 corresponden a los momentos finales de la ocupación prehistórica.
6. Agradecemos a Fernando Prados Martínez que nos haya facilitado las dos dataciones efectuadas en el
asentamiento del Cabezo Pequeño del Estaño, todavía inéditas. También a Juan Antonio López Padilla y
Sergio Martínez Monleón, su apoyo en el tratamiento de las dataciones absolutas.
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7. En relación con estas ocupaciones estaría probablemente el hallazgo de un importante depósito de “lingotes-hacha” (González Prats 1985b; Renzi 2010), encontrados a finales del siglo XIX en “los campos
de Ilici” y que a menudo se han vinculado con La Alcudia, aunque tal asociación no esté demostrada
(Hernández 2005: 28).
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