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¿FRONTERA EN EL DUERO ORIENTAL? CONSTRUCCIÓN Y MUTACIÓN DE FUNCIONES EN EL TAĠR BANŪ SĀLIM (SIGLOS VIII-XI) Marisa BUENO SÁNCHEZ Universidad Complutense de Madrid mabusa@ghis.ucm.es Desde que Eduardo Manzano publicó, en el año 1991, su obra La frontera de al Andalus en época de los Omeyas cambió en la historiografía española la forma de percibir y concebir la construcción de las marcas, los tūgur. Siguiendo por esa línea ya trazada desde las fuentes escritas, aquí se presenta un avance de la construcción material de la frontera de al-Andalus en el periodo de los Omeyas en un espacio concreto, la parte más oriental de la Marca Media. Este espacio se corresponde actualmente con los territorios de la provincia de Soria, Guadalajara y parte de Madrid y fue controlado por el linaje de los Banū Sālim. Se aprecia un proceso evolutivo y un cambio de funciones del taġr desde la época emiral a la califal. La magnitud que alcanzan los hechos bélicos a partir del siglo X y la atención que se le ha prestado provocan una distorsión y una interpretación histórica que tiende a silenciar los periodos anteriores. De este modo se ha generalizado una tendencia a interpretar la mayor parte de los restos arquitectónicos como fortificaciones realizadas por el poder Omeya como reacción ante la presencia castellana en el Duero. Todo ello hace que la fase emiral se desdibuje y no sea bien conocida a pesar de la existencia de estudios que apuntan las distintas ocupaciones en el periodo1. 1 Zozaya Stabel-Hansen, 2002: 45-58; y 2007: 27-61. Fronteras en discusión. La Península Ibérica en el siglo XII (2012), Juan Martos Quesada – Marisa Bueno Sánchez (eds.), Madrid, A.C. Almudayna, ISBN 978-84-87090-76-9, 306 pp. MARISA BUENO SÁNCHEZ 1. Ideas previas Una reflexión sobre las áreas de frontera implica delimitar las polisemias y capacidades semánticas de un término que, por su complejidad, se ha convertido en una categoría histórica2. La percepción sobre los hechos acaecidos en esta área de frontera ha supuesto una explicación de los hechos históricos con un sentido teleológico y una finalidad nada inocente3. El rechazo de lo andalusí se erigió como crisol de los valores constitutivos de la identidad colectiva y, por su magnitud, adquirió consecuencias en el pensamiento político y sociológico muchos siglos después. En los años setenta del siglo XX, Claudio Sánchez Albornoz consideraba que la invasión musulmana “generó una frontera física y cultural en la que, aun aceptándose los préstamos culturales y sociales, se construye la identidad nacional hispana rechazando lo andalusí”4. La investigación sobre las fronteras hispánicas en la Edad Media ha evolucionado gracias a las aportaciones de la arqueología, que ha puesto al descubierto la existencia de zonas pobladas tanto al norte como al sur del Duero, antes y durante la ocupación islámica. Se desmitifica así la idea de la génesis del poblamiento como resultado del avance y colonización de los reinos cristianos en un territorio desierto5, impulsados por la idea de Reconquista. El desarrollo de la investigación en el ámbito de la arqueología medieval en la provincia de Soria y en la Castilla oriental es muy débil y no existe un estudio de conjunto sobre esta temática en dicho espacio6. Tampoco existen estudios de conjunto que planteen el estado de la cuestión en Castilla-La Mancha, siendo más conocidos los trabajos existentes sobre el Madrid medieval7. El análisis de las fuentes escritas –fundamentalmente árabes– y arqueológicas evidencia la ocupación humana y una cierta organización de este territorio dependiente de Córdoba. La incorporación de estas fuentes permite proyectar una reflexión sobre las variedades funcionales del taġr islámico en el Duero oriental entre los siglos VIII y XI. En estos siglos se produjo un cambio en sus funciones, pasando 2 Una evolución de la idea de la frontera hispánica en la historiografía medieval: Pérez de Tudela, 1996: 131; Bazzana, 1997: 25-46; Toubert, 1992: 9-17. 3 Sabaté i Curull, 2007: 50. 4 Sánchez Albornoz, 1973: 602. 5 Reyes Téllez, 2001; Escalona Monge – Martín Viso – Lecanda, 2007: 297-329. 6 Retuerce Velasco, 1992: 1025-1041. 7 Una visión general en Turina et al. (coords.), 2004; y Mazzoli-Guintard, 2009. 166 ¿FRONTERA EN EL DUERO ORIENTAL? de ser un espacio de control de la población y de las revueltas interiores de al-Andalus entre los siglos VIII y IX a una frontera militar contra los cristianos en los siglos X y XI. Estos últimos siglos constituyen la fase de consolidación de los diferentes poderes en la Península Ibérica: el califato de Córdoba, el reino astur-leonés –que encontró las bases de su legitimación en la restauración de la fe cristiana y en la continuidad dinástica de los visigodos8–, el reino de Navarra, los condados catalanes y el condado de Castilla. Si el desarrollo de una frontera puede ser analizado en cuatro fases –militar, socio-económica, cultural y político administrativa9–, me concentraré sobre la génesis de la primera, la frontera militar y su repercusión material. Se parte de un espacio de ocupación islámico considerado como una periferia de Córdoba, una “marca froteriza”, el taġr, una frontera viva y permeable10. Resulta complejo encontrar una traducción para el término taġr, en las lenguas semíticas posee el sentido de “abertura” o de “paso” y ha sufrido una evolución semántica desde sus primeras manifestaciones en la poesía preislámica. Se ha traducido como “camino de la frontera” o “lugar en el que la tribu se encuentra expuesta a ataques exteriores”, utilizándose finalmente con el sentido de “zona limítrofe”11. Los primeros tuġur fueron las regiones de contacto en la expansión del Islam con el norte de Siria y Mesopotamia, heredando el sentido y funciones de las kleisourai de Asia Menor, mencionadas por Procopio; en definitiva, un espacio de paso fortificado12. 2. Una mirada sobre el espacio de análisis: los lugares y la historia El territorio elegido para el análisis se sitúa en la zona de tránsito de la Meseta sur a la norte, territorio que administrativamente no se identifica de forma exacta con ningún límite, ni provincial ni administrativo, existente en la actualidad. El taġr Banū Sālim ocupó una amplia zona desde Medinaceli, en el corredor del Jalón, hasta Madrid, englobando núcleos tan importantes como Guadalajara o Atienza. El territorio de este linaje se extendió por el sur de Soria, norte y centro de Guadalajara, con el Henares como eje, llegando hasta Madrid. 8 9 10 11 12 Deswarte, 2003: 178 y ss. Rodríguez-Picavea, 2005: 280-293. Toubert, 1992: 16; Sénac, 2000: 110-111. Manzano Moreno, 1991: 30; Blachere – Chouemi – Denizeau, 1967: v. «ṭaġr». Haldon – Kennedy, 1985: I, 85. 167 MARISA BUENO SÁNCHEZ Es un área de comunicación básica entre ambas mesetas a través del Henares y el corredor del Jalón, cuya importancia estratégica es clave, al constituir la unión del Sistema Ibérico con el Sistema Central. A la vez es la zona de confluencia de las cabeceras de tres grandes ríos: el Ebro, a través del Jalón; el Duero, a través de los afluentes de la ribera izquierda; y el Tajo, a través del Henares. Con estas características se configura como una zona de contacto entre las mesetas y como un paso natural hacia el Mediterráneo a través del Ebro. Las localidades más importantes en la zona fueron Medinaceli, Alcalá de Henares y Madrid. El territorio surgió en el entorno de la calzada romana Emérita Augusta-Caesaraugusta, conocida como A25 en el Itinerario de Antonino13. El espacio cronológico elegido, del siglo VIII a los comienzos del siglo XII, permite realizar un análisis completo del origen, evolución y funciones de un territorio de frontera. Utilizar el término “territorio” –lat.: territorium– implica, historiográficamente, la existencia de una construcción social, un área definida, considerada a menudo como propiedad de una persona, organización, grupo social o Estado. Según el diccionario de la RAE (2009) posee diferentes acepciones: “porción de la superficie terrestre perteneciente a una nación, región, provincia”; “terreno, campo o esfera de acción”; “circuito o término que comprende una jurisdicción, un cometido oficial u otra función análoga”; “terreno o lugar concreto, como una cueva, un árbol o un hormiguero, donde vive un determinado animal, o un grupo de animales relacionados por vínculos de familia, y que es defendido frente a la invasión de otros congéneres”. Una de las expresiones de la delimitación territorial más legendaria, política y poéticamente, es la recogida por Tito Livio con motivo de la fundación de la ciudad de Roma: “Rómulo trazó un surco con un arado señalando los límites de la ciudad, en torno al monte Palatino, y amenazó de muerte a quien los traspasara. Remo se burló de la advertencia de su hermano y saltó la línea. Rómulo, enfurecido, lo mató sentenciando: ‘Así le pasará a cualquiera que se atreva a franquear mis murallas”14. Pero el concepto de territorio es más antiguo y, normalmente, alude al espacio de acción de una comunidad, una simple área de 13 14 168 Roldán Hervás, 1975: 125. Tito Livio, 1997: Libro I, 7. ¿FRONTERA EN EL DUERO ORIENTAL? control donde un individuo o un grupo ejercen su influencia15. En el caso de los Banū Sālim lo cierto es que no se posee una delimitación muy precisa. Sólo contamos con las notas de Al ‘Uḏrī, que describió someramente el taġr Banū Sālim, un territorio comprendido entre Guadalajara y Medinaceli, es decir, la parte más oriental de la Marca Media16. 2.1. El periodo emiral: espacio de colonización y frontera interior de al-Andalus Gran parte del espacio situado en la meseta norte de la Península Ibérica fue ocupado por distintos colectivos beréberes y árabes en la fase de conquista. La población fue sometida en muchos casos sin resistencia a través de la política de pactos con las élites de cada ciudad17. A través de éstos se comprometían a respetar la vida, religión y propiedades de la población a cambio del pago de un tributo, adquiriendo el estatuto de protegidos –dimmíes–. En los siglos VIII y IX el área del Jalón-Henares se configura como una periferia de Córdoba, la parte más oriental de la Marca Media, al taġr al awsaṭ, controlado por los Banū Sālim, de origen beréber, de la tribu Maṣmūda, conocidos por las indicaciones de al Yakubī18 y, posiblemente, mawāllī de los Omeyas. La relación entre los Banū Sālim y los Banū al-Faraŷ de Guadalajara fue clara, ambos pertenecían al mismo linaje y poseían un nasāb19 común que podía seguirse hasta Maṣmūd Sālim20. Ibn Ḥayyān recogió la noticia más antigua sobre la familia en el año 83221, informando de la muerte de Faraŷ b. Masarra b. Sālim, nieto del fundador de la dinastía22. La relación de este linaje con los Omeyas permitió concebir este sector del taġr como un espacio de control de la población preexistente que no se convirtió, los mencionados dimmíes. Al mismo tiempo era zona de colonización y área de control de las revueltas continuas de Toledo, ciudad principal de la Marca Media, de cuya rebeldía 15 Sack, 1984: 19. Al-Uḏrī, 1965: 240; Granja (ed.), 1967: 46. 17 Chalmeta Gendrón, 1994: 213-221; Manzano Moreno, 2006: 53. 18 Al Yakubī, 1997: 220. 19 Indica la cadena patronímica de los antepasados comunes; sobre la construcción del nombre en el Islam: Marín, 1983: 131-156. 20 Felipe, 1997: 224. 21 Ibn Ḥayyān, 2001: 825. 22 Ibn Ḥayyān, 1973: 514, n. 286. 16 169 MARISA BUENO SÁNCHEZ temprana, a principios del siglo IX, dejó constancia Ibn ‘Īḏārī, poniendo de manifiesto que al-Andalus distaba mucho de ser un espacio homogéneo controlado por el poder cordobés: “Hasām al Darāb, un personnage de Tolède sans nīsba certaine, réuni en 829 un groupe de partisans et commence ses attaques contre les berbères du Tajuña, et plus tard contre les populations nord-africaines de Santaver. Après de sa mort la rébellion continue jusque dans la moitié du Xe siècle”23. El territorio de control de este linaje era enorme, desde Medinaceli, en el momento fundacional, hasta Madrid, después de su fundación por Muḥammad I, con Guadalajara como principal centro políticoadministrativo. Mantuvieron el control de este territorio hasta el año 920, fecha en que los Banū Sālim fueron destituidos del control de Guadalajara y de las villas de ella dependientes. Durante doscientos años los Banū Sālim habían recogido el tributo y su presencia había limitado los ataques de Toledo a las zonas vecinas. Realmente no se conocen las causas objetivas de su destitución. La explicación oficial se justificaba por el descontento de la población, manifestado a ‘Abd al Rḥaman III24. Pero bajo ese pretexto, recogido en las crónicas, subyacían otras causas como la enorme magnitud del territorio controlado por el linaje y su consolidación en el poder, circunstancia que podía oscurecer la autoridad Omeya, ya que tras el acceso al califato en el año 929, ‘Abd al Rḥaman III necesitaba centralizar sus fuerzas. Otro hecho debe sumarse a las causas de deposición: a partir de 912 los astur-leoneses y castellanos habían alcanzado el Duero, ocupando y fortificando algunas fortalezas en su ribera derecha, lo que supuso la entrada de aquellas poblaciones en una nueva área de influencia y en una escala territorial superior25. La proximidad de los cristianos en el Duero y la pacificación de las rebeliones toledanas desplazaron el objeto de interés del estado cordobés hacia esa zona, que muy pronto se convirtió en una activa frontera militar contra un enemigo exterior. Ello justificó el traslado del protagonismo de Guadalajara a Medinaceli, geoestratégicamente mejor situada para el control de las rutas de acceso al Duero26. 23 Ibn ‘Īḏārī, 1904: II, 135; sobre las revueltas toledanas ver Manzano Moreno, 1991: 284-304. 24 Ibn Ḥayyān, 1981: 105; Ibn ‘Īḏārī, 1904: II, 291-292. 25 Escalona Monge – Reyes Téllez, 2011: 53-183. 26 Huete – Llul, 1987: 3-15. 170 ¿FRONTERA EN EL DUERO ORIENTAL? Los Banū Sālim no habían dado problemas en los periodos anteriores, quizá por ello su aparición en los relatos cronísticos es escasa, fieles siempre a los Omeyas, con los primeros emires mantuvieron la zona bajo control. Evitaron las revueltas, tan frecuentes en los distritos vecinos, protagonizadas por otros linajes beréberes, como los Banū dīl Nūm en Santaver27, por cristianos conversos al Islam, como los Banū Qāsi en la Frontera Superior28, o por las poblaciones autóctonas y árabes descontentas en la zona de Toledo, que, con sus rebeliones continuas, mostraban su oposición a Córdoba29. Los escasos datos existentes sobre esta familia no hacen justicia a un linaje de gran importancia en la región, cuyos miembros dieron nombre a dos de las ciudades más significativas: Madinat Sālim y Madinat al-Faray. El único miembro del linaje que ocupó un cargo de gobierno tras la destitución sería Abd Allāh b. Muḥammad b. ‘Ubayd Allāh, ‘āmil de Madrid en la época de al-Naṣir, sobre 929-93030. Otro miembro de la familia, Muḥammad b. Azrāq, acaudilló la caballería en época de an Naṣir, entre 941 y 942, y de hecho fue enviado por el qā’id Aḥmad b. Ya’là a Saktān31 a combatir con los enemigos del norte, a los que derrotó32. La única explicación posible para la destitución del linaje fue el interés de al-Naṣir en centralizar el poder, poniendo como gobernadores de su absoluta confianza en las zonas fronterizas33 y reforzando así su programa político sin necesidad de pactar con los linajes de frontera, cuya obediencia no siempre estuvo garantizada, como había puesto de manifiesto la experiencia política de los emires anteriores. Esta deposición resultó excepcional, pues en otras áreas vecinas los distintos linajes que las ocuparon se mantuvieron en sus territorios, como los Banū Zirwāl34, en el área noreste de la provincia de 27 Ibn Ḥayyān, 1950: 175-176. Lorenzo Jiménez, 2010: 198-216. 29 Manzano Moreno, 1991: 261-309. 30 Ibn Ḥayyān, 1973: 327, nota 537; 1981: 167. 31 Ibn Ḥayyān, 1981: 364, §326-327. La identificación de Saktān es confusa, Makki la identifica con Zacatena (Ciudad Real) (Ibn Ḥayyān, 1973: 613-614, nota 542); Molenat (1987: 69) y Malalana (1987: 74), con Escalona (Toledo). 32 Ibn Ḥayyān, 1981: 364. 33 Ibn Ḥayyān, 1981: 145. 34 Felipe, 1997: 253. 28 171 MARISA BUENO SÁNCHEZ Soria –entre el Moncayo y Tarazona–, o los Banū Maḍa35, instalados en la zona de Deza, Ateca y Gómara, a los que encontramos en sus territorios de origen hasta 974, cuando al Hakān II confirmó los diplomas a los distintos herederos del linaje36. 2.2. El periodo califal y taifa: una frontera militar En el año 933 ‘Abd al Rḥaman III envió al vizir Abd Hamīd ibn Bāsill a Medinaceli para hacer frente a la revuelta de los Tuyibíes de Zaragoza37. El emplazamiento fue rehabilitado en 946 con una pequeña reconstrucción de las murallas y de la fortaleza38, reparaciones simples que simbolizaban el control administrativo de la villa por el califa y su conversión en capital de la Marca Media, muy militarizada por la proximidad de la expansión de los reinos cristianos del norte sobre la orilla derecha del Duero. El proyecto de reconstrucción y repoblación de la frontera fue encargado por ‘Abd al Rḥaman III a alguien que procedía de la misma, su protegido Gālib39. Al-Muqadassī describe Medinaceli como una demarcación administrativa, kūra, y Al Razī, como capital de un gran distrito sin mencionar las villas, ḥuṣūn, y asentamientos rurales de ella dependientes40. Medinaceli fue la base del poder, y el ḥiṣn Gormaz, la base militar que sustituyó a Atienza como punto de partida de las campañas contra el norte41. A pesar de la rehabilitación de Medinaceli, Guadalajara siguió funcionando como centro cultural, hecho contrastado por la existencia de 24 ulemas desde la deposición de los Banū Sālim (920) hasta los años de la fitna (1009)42. En torno al año 980 Gālib mantuvo los intereses del califa Ḥišan II en oposición a los de su hijo político, Almanzor43, emir de al-Andalus con el poder efectivo del califato. Ḥišan II se encontraba relegado de las tareas de gobierno y se dedicaba únicamente a las obras piadosas, llevando una vida contemplativa en Córdoba. El afán de poder de Almanzor chocaba con la presencia legitimista de Gālib, lo que pro- 35 36 37 38 39 40 41 42 43 172 Felipe, 1997: 165-168. Ibn Ḥayyān, 1967: 296. Ibn Ḥayyān, 1981: 243-244. Ibn ‘Īḏārī, 1904: 397. Ibn Ḥawqal, 1964: II, 116; biografía completa de Gālib en Meouak, 1986: 95-112. Al-Rāzī, 1953: 79. Vallvé, 1986: 308. Marín, 1995: 203. Ibn ‘Īḏārī, 1904: 443-444; Ballestín Navarro, 2004: 27 y ss. ¿FRONTERA EN EL DUERO ORIENTAL? vocó la guerra civil entre ambos, siendo escenario de la misma el norte de la Marca Media. Gālib fue ayudado por los cristianos y en 981 se produjo el enfrentamiento en Torrevicente (Soria), donde murió Gālib, no por causa de las heridas de guerra sino por un aparente accidente44. Medinaceli, objetivo de Almanzor, fue ocupada y transformada en cabeza de operaciones militares contra los castellanos y en su propia residencia en campaña; y allí, según la leyenda, fue enterrado (1002)45. Esta madina se convirtió en residencia transitoria de la corte y en ella el hijo de Almanzor recibió a la embajada bizantina en el año 100646. Después de la muerte de Almanzor, sus hijos le sucedieron en el poder cordobés. El primero murió en 1008, su segundo hijo, ‘Abd al Rḥamam b. Abī Āmir, conocido como Šanŷul, nombrado hāŷib y heredero de la corona por Ḥišan (1008-1009), murió poco más tarde. El nombramiento provocó su muerte y la toma de poder por al Madhī, nieto de Abd al Rḥamam III, depuesto un mes más tarde por Sulaymām b. Ḥakām, de la facción beréber. Estos hechos desencadenaron la fitna –guerra civil–, y el proceso de desintegración de al-Andalus47. Los hechos políticos de Córdoba afectaron directamente a Medinaceli. Su gobernador, Wadīh, participó en las intrigas de poder de los dos bandos48. Una vez rota la unidad de al-Andalus con la desintegración en reinos de taifas, el distrito de Medinaceli se mantuvo en la órbita de la taifa de Zaragoza49, pero oscilando entre el territorio de ésta y el de la taifa de Toledo por el enfrentamiento entre los Banū Ḏī-n-Nūm toledanos y los Banū Hūd de Zaragoza50. Después de la muerte en 1082 de Aḥmād Abu Yafār, llamado Al Muqtadīr billāh de Zaragoza, el territorio quedó en los dominios de Toledo. Además de ser un espacio disputado entre dos familias, fue también objeto de las ofensivas castellano-leonesas. Fernando I atacó las fortalezas del Duero –Berlanga, Gormaz, las atalayas del Bordecorex– y llegó hasta Medinaceli51. Después de la toma de Toledo en 1085 este territorio, que perteneció a los Banū Ḏī-n-Nūm, no se incluyó entre los que 44 45 46 47 48 49 50 51 Ibn al Jatīb, 1934: 72; Ibn Ḥazm, 1974: 43-45; Seco de Lucena Paredes, 1964: 28-33. Estévez Sola (ed.), 1995: 146. Lévi-Provençal, 1957: 447. Ibn ‘Īḏārī, 1993: 47. Ibn ‘Īḏārī, 1993: 47-93. Dīrk bilād al Andalus, 1983: I, 77. Viguera Molins, 1988: 187. Santos Coco, 1921: 78. 173 MARISA BUENO SÁNCHEZ pasaron a Alfonso VI tras la rendición de la villa y quedó protegido por una retaguardia castellano-leonesa de las posibles injerencias de Zaragoza. La importancia estratégica de la villa continuó vigente hasta el siglo XII, cuando al Idrissī señaló su naturaleza de espacio de confluencia52. A principios de dicha centuria la villa pasó definitivamente a manos cristianas después de ser tomada por Alfonso I de Aragón en 1122. Con la dotación de su fuero en 1124 fue reorganizada bajo los esquemas del poder feudal53. 3. Memoria del suelo, espacio de los hombres. La génesis de la frontera y sus diferentes funciones La existencia de una red castral sólida y muy espectacular es clara. Castillos como Gormaz54, Atienza55 y centenares de atalayas56 en el paisaje ponen en evidencia la existencia de una frontera militar que, según las fuentes escritas, tuvo sus principales funciones durante los siglos X y XI, pero ¿estos emplazamientos tuvieron siempre la misma función? La jerarquía, estatuto jurídico y funciones de los diferentes enclaves oscilan entre el periodo emiral y el califal. En un principio sólo tuvieron el rango de madina Guadalajara y Medinaceli. Posteriormente, en el siglo X, Madrid adquirió el estatuto de madina por su especial situación estratégica como encrucijada de comunicaciones57. La fundación de Madrid es una cuestión controvertida. Incluso siguiendo a Ibn Ḥayyān se pueden realizar varias lecturas. En el Muqtabis III se menciona la rebeldía endémica de los Banū Habil y se apunta que Mundir ibn Hāray ibn Hābil fue el promotor de la construcción del alcázar de Madrid para reforzar la insumisión frente a Córdoba58. Al mismo tiempo, Ibn Ḥayyān refiere una noticia de al-Razī en la que afirma que Muḥammād I ordenó la construcción de Madrid y de otras pequeñas fortalezas, como Talamanca, Peñafora y Esteras, junto a la 52 Al Idrīssī, 1989: 93 y 98. Muñoz y Romero, 1847: vol. 1, 455. 54 Zozaya Stabel-Hansen, 1988: 173-179. 55 Muñoz Jiménez, 2008: 431-442. 56 Caballero Zoreda – Mateo Sagasta, 1988: 10 y ss.; ARECO S.L., 1999; Cobos Guerra – Retuerce Velasco, 2001: 764 y ss. 57 Mazzoli-Guintard, 2009: 70 y ss.; Segura Graiño, 2004: 32. 58 Segura Graiño, 2004: 30; Ibn Ḥayyān, 1951: 157. 53 174 ¿FRONTERA EN EL DUERO ORIENTAL? ribera del Jalón, después del año 85259, como consecuencia de las revueltas toledanas. Éstas provocaron una situación de inseguridad al norte del Sistema Central y, con ello, la necesidad por parte de Muḥammād I de controlar y proteger este territorio dotándolo de las mencionadas fortalezas y, más al norte, ordenando la primera fase de construcción de Gormaz60, cuyo estatuto jurídico fue el de ḥiṣn61. En principio ambas noticias sobre la fundación de Madrid podrían parecer contradictorias, aunque más bien debería ponerse el énfasis en la interpretación del término “fundación”, hecho que normalmente implica no la génesis ex novo sino más bien el control administrativo por parte del poder Omeya62. 3.1. Restos arqueológicos del periodo emiral. Una mirada conjunta Torres, atalayas, fortificaciones y mudum desempeñaron diferentes funciones en las fases emiral y califal. La fase emiral corresponde a la etapa de colonización, instalación de los colectivos beréberes que ocuparon esta zona y a la superposición de los poderes estatales en el primer momento de arabización e islamización de la zona. El material cerámico de la ocupación emiral no es muy abundante. Los restos son más significativos en los núcleos urbanos, como se ha puesto de manifiesto a través de las actividades de arqueología preventiva realizadas en ciudades representativas del norte de la Marca Media, como Madrid, Guadalajara o Medinaceli. En el caso de Guadalajara los materiales de la excavación del túnel de Aguas Vivas, en el centro de la ciudad, han permitido establecer la secuencia completa de material cerámico desde la época emiral hasta la taifa63. Se han detectado materiales correspondientes a la fase emiral caracterizados por la ausencia de vedríos y por la fabricación a torno lento, siendo la tipología más frecuente las jarritas de carena de arista con arranque de asa. También se han hallado materiales de la misma fase y de características similares en el entorno de Medinaceli, tanto en la Villavieja –pequeño cerro amesetado junto a Medinaceli villa, asociado por Méli- 59 Ibn Ḥayyān, 1973: 79; Souto Lasala, 1994: 351-359. Sobre Talamanca y Peñafora ver Caballero Zoreda et al., 1983: 9-181. 60 Sobre la fase emiral de Gormaz ver Almagro Gorbea, 2008: 69. 61 Zozaya Stabel-Hansen, 2004: 62; 2002: 45-47. Los términos ḥiṣn, qalāt y madina son relativos a la situación jurídica del emplazamiento más que a la tipología del sitio. 62 Chalmeta Gendrón, 1986: 27-35. 63 Serrano – Torra et al., 2004: 79-113. 175 MARISA BUENO SÁNCHEZ da a la antigua Occilis64–, como en las excavaciones realizadas en los últimos años en la villa de Medinaceli. El material recogido en la villa es múltiple y variado y procede, mayoritariamente, de silos amortizados en el periodo plenomedieval. Los tipos más frecuentes corresponden a formas cerradas de cocción oxidante, sin barniz ni decoración, asociadas a utensilios de cocina, como las marmitas y las ollas. En muchos casos poseen un elemento diagnóstico, el hombro en escotadura-carena de arista y, generalmente, labio oval o triangular, elementos que sirven para la identificación formal con tipos islámicos. Esta forma particular se ha interpretado como un indicio de arabización del territorio de los Banū Sālim65. También son frecuentes las formas abiertas, como los ataifores con decoración melada. Pero no existen materiales que puedan ser asociados directamente a una identidad beréber. Los materiales emirales de Madrid son similares a los anteriores66. Hallados todos ellos en el entorno de la muralla islámica y de la Plaza de Oriente, además de la cerámica de esta fase, encontramos también restos de la propia muralla, construida en época de Muḥammād I67 y de la que aún se mantienen vestigios visibles en el entorno de la cuesta de la Vega. Del mismo periodo datan los materiales encontrados en la encomienda rural de la familia que deja su impronta en el topónimo Qalāt Salām68, próxima a la antigua Complutum, que fueron estudiados por Zozaya. Este enclave controló una red jerarquizada de castillos y alquerías. Sirva como ejemplo el castillo de Malsobaco69, en Paracuellos de Jarama, que a su vez mantuvo el control sobre una serie de explotaciones rurales que han salido a la luz por la realización de las obras de la T4 del aeropuerto de Barajas, y que se encuentran sobre la ribera del Jarama70. En el entorno del Duero, el castillo de Gormaz supuso un verdadero puesto avanzado. Su existencia en fase emiral se encuentra constatada a través de los restos de la primitiva muralla del castillo, posiblemente de tapial, como se observa en la impronta que ha permanecido sobre el posterior forro de piedra de época califal71. 64 65 66 67 68 69 70 71 176 Gómez Martínez, 1996: 123-182; Mélida, 1926: 1-20. Bermejo Crespo – Muñoz López-Astilleros, 1996: 79-86. Retuerce Velasco, 1985: 53-72; Retuerce Velasco – Lozano, 1986: 95-109. Retuerce Velasco – Ponce de León, 1989. Zozaya Stabel-Hansen, 1981: 411-529. Alonso et al., 1988: 91-96. Vigil Escalera-Guirado, 2009: 97-118. Almagro, 2008: 57. ¿FRONTERA EN EL DUERO ORIENTAL? Al margen de los materiales constructivos y cerámicos existentes en lugares citados en las fuentes, resulta frecuente encontrar construcciones que no aparecen mencionadas en los textos y cuya existencia denota una actividad edilicia y diferentes funcionalidades a lo largo del tiempo. En primer lugar, las torres cuadradas, burŷ. Todas ellas poseen una tipología, estructura y sistemas constructivos similares, lo que sugiere una dirección estatal que las homogeneiza y cuyo interés es el control de territorio a través de sus agentes en la frontera. La funcionalidad de estas torres es discutida, siendo una de las hipótesis manejadas la de su uso para la recaudación tributaria, posiblemente en especie, sirviendo la parte inferior de las mismas como granero. La datación cronológica es muy difícil y sólo posible a través del análisis comparativo de sus materiales y técnicas constructivas con otros edificios bien conocidos del periodo emiral, como el Conventual de Mérida72 o la torre del Trovador de la Aljafería (Zaragoza)73. Como ejemplos mas destacados con cronología emiral se identifican en esta zona de la Marca Media: la torre de Bordecorex, identificada por su primitivo aparejo de grandes dimensiones74; la torre de la actual iglesia de Conquezuela, que integra una estructura anterior; una torre en Alcubilla de las Peñas, que actualmente ha quedado reutilizada como rampa de acceso a un domicilio particular; y, al otro lado de la Sierra Ministra, las torres de Barbatona y Bujarrabal. Todas ellas, construidas en el periodo de dominio de los Banū Sālim, representan la sombra del control Omeya en esta zona, sin que exista consenso sobre su cronología, ya que en estos emplazamientos no se ha realizado ninguna intervención. La datación más antigua de las mismas, mediados del siglo VIII, en época de ‘Abd al Rḥaman I, ha sido propuesta por Zozaya75, mientras que Retuerce propone una datación relativa al momento califal76. Es muy posible que estas torres ocuparan un importante papel en el programa de fortificación de Muḥammād I para la protección y control de este espacio de los ataques de Toledo; y seguro que la reconstrucción de las mismas se realizó en época de ‘Abd al Raḥmān. 72 Hernández Jiménez, 1979: 197-207. Ávila Jalvo – Torre, 1997: 80 y ss. 74 En el año 2008 la torre fue reconstruida tras su derrumbe, pero se tuvo ocasión de ver el aparejo original. 75 Zozaya Stabel-Hansen, 2002: 46. 76 Retuerce Velasco – Cobos, 2004: 229-257. 73 177 MARISA BUENO SÁNCHEZ Entre las torres cuadradas existen algunas de pequeñas dimensiones que, a veces, son fácilmente identificables como torres de control del territorio construidas por los representantes de los linajes beréberes que ostentaban el control de estas tierras para proteger sus dominios de las incursiones externas, tanto de otros linajes como de cualquier poder que tuviera aspiraciones sobre la ocupación de ese espacio. Un buen ejemplo de éstas es la torre de la Riba de Saélices, en Guadalajara, de la que recientemente se ha excavado tanto su estructura como el poblado77. Asimismo encontramos torres circulares, atalayas, que pueden ser asociadas en un primer momento a establecimientos campesinos. Muchas de las instalaciones de carácter rural en el entorno inmediato del Jalón pudieron dedicarse a la explotación agrícola; junto a éstas existen torres muy deterioradas que responden al modelo de las torres campesinas levantadas en la primera fase de ocupación del territorio y construidas con sillarejo poco trabajado y normalmente con materiales autóctonos. Estas torres de pequeñas dimensiones son muy abundantes, yacimientos como el de Alto de la Torre Senda78, muy próximo a Alcubilla de las Peñas, o el de la Mantilla, cercano a Medinaceli, constituyen buenos ejemplos de estas torres campesinas que han sido bien estudiadas en el área de Madrid79. La ausencia de excavaciones en la zona sólo permite avanzar la hipótesis de la existencia de poblados en áreas próximas a los restos de las torres en función de la agrupación de restos cerámicos en prospección que pueden ser atribuidos a la época de tránsito entre los siglos VIII y IX, con cierta continuidad de formas anteriores y con nuevos modelos islámicos. Todas estas construcciones formaron parte de la red de control e instalación de los linajes beréberes, desarrollando en ocasiones funciones tributarias testimonio de su relación con el poder Omeya. Junto a esta red de control de territorio encontramos vestigios de explotaciones rurales y granjas aisladas, que en algunos casos corresponden a núcleos originarios de la etapa preislámica. El territorio de los Banū Sālim se configuró como un espacio rural ocupado por campesinos asociados a la explotación de los recursos naturales, poblaciones preexistentes que pervivieron tras la ocupación del nuevo poder. 77 78 79 178 Almagro Gorbea, 1976: 283-290. Enríquez – Guardia, 1993: 80. Caballero Zoreda, 1990: 65-78. ¿FRONTERA EN EL DUERO ORIENTAL? Entre los emplazamientos más significativos que han sido excavados destacan las explotaciones agrarias en las proximidades del Jarama, como Las Fuentecillas, en San Fernando de Henares80, o los yacimientos de El Soto/Encadenado y La Huelga, en Barajas. En estos últimos se han documentado zonas de uso residencial de las poblaciones agrícolas y un área funeraria donde se manifiesta el rito cristiano y un cambio de rito en las inhumaciones, ya que los cadáveres aparecen decúbito lateral supino y orientados hacia el sur-este, hecho indicativo de un proceso de islamización. El análisis de ADN mitocondrial de los diferentes elementos óseos señaló el parentesco entre los diferentes individuos del conjunto81. También son conocidos para esta primera fase de ocupación emiral los yacimientos de La Indiana y Fuente de la Mora, en Leganés82. Cerca de Sigüenza y Medinaceli existen emplazamientos rurales asociados a la explotación de la sal, concretamente en el Valle del Salado ha aparecido abundante material de época islámica83. También en el Valle de Arbujuelo, próximo a Salinas de Medinaceli y conocido en el siglo XII como Salinas de Landet, cuya explotación parcial pertenecía al monasterio de Santa María de Huerta84. La prospección arqueológica del entorno nos remite al periodo islámico. En la zona sudeste de la provincia de Soria existen necrópolis rupestres de rito cristiano y orientación este-oeste excavadas en la roca a las que se atribuye una cronología amplia y discutida entre los siglos VI y X. La ausencia de ajuares y restos óseos ha hecho su datación cronológica más difícil. La coexistencia de dichas necrópolis junto a restos islámicos, generalmente torres cuadradas o circulares, nos muestra la ocupación de este territorio por familias de campesinos que no abandonaron sus tierras y no se islamizaron. En este sentido es un buen ejemplo el lugar de Miño de Medinaceli85, con su necrópolis y diferentes transformaciones de su torre de control. Tras una primera estructura cuadrada se superpone una segunda fase circular, considerada como una atalaya que puede inscribirse en el proceso de refortificación del itinerario Medinaceli-Berlanga86. 80 81 82 83 84 85 86 Bermejo Crespo – Muñoz López-Astilleros, 1994: 205-225; 1995-1996: 111-120. García Rubio, 2007. Vigil-Escalera, 2009: 97-118. Malpica – García Contreras, 2010: 295-324. García Luján, 1981: 71. Casa, 1992: 89-92. Huete – Llul, 1987: 6. 179 MARISA BUENO SÁNCHEZ Figura 1. Principales emplazamientos en el área de los Banū Sālim y área de ocupación en la Península Ibérica. (Elaboración: Marisa Bueno) 3.2. El control del califato y la génesis de la frontera del Duero Todas estas construcciones que formaban parte de la red de control e instalación de los Banū Sālim en el norte de la Marca Media vinculados con el poder Omeya cambiaron de función tras la deposición del linaje y la alta militarización de la zona. Pero la transformación funcional de estas construcciones no implicó la necesaria desaparición de todos los emplazamientos rurales que controlaban, que, en ocasiones, se mantuvieron a pesar de la precariedad y la inestabilidad de estos territorios. A partir del año 946 Medinaceli se convirtió en capital de la Marca Media87 y fue asociada a una clara función militar ofensiva- 87 Hay noticias escritas de la reconstrucción de las murallas de Medinaceli en el año 946 (Ibn ‘Īḏārī, 1904: 137). 180 ¿FRONTERA EN EL DUERO ORIENTAL? defensiva ante la presencia de leoneses y castellanos en el Duero, en Osma y San Esteban de Gormaz. El impacto arqueológico que se produjo en este momento fue de una gran importancia tanto a nivel constructivo como de material cerámico. Casi todas las construcciones citadas en el apartado anterior, fortificaciones, torres cuadrangulares y atalayas, cambiaron sus funciones ante la nueva situación política, lo que provocó la transformación de los enclaves o el abandono de los que ya no eran útiles para las nuevas necesidades geoestratégicas88. En las principales mudum la mayor parte de los materiales corresponde a la fase califal y taifa, tal es el caso de Guadalajara, donde los 27 silos y 661 piezas diagnósticas permiten clarificar la secuencia tipológica89, o de Madrid, donde la mayor parte de los materiales cerámicos son de época califal y taifa90. El 85% de los materiales islámicos de Medinaceli provienen de este periodo, tanto los procedentes de la Villavieja91 como los de las excavaciones de Medinaceli villa. La ocupación califal de Medinaceli se ha puesto en evidencia gracias a los trabajos de arqueología preventiva. En la villa aparecieron gran cantidad de silos amortizados de los periodos posteriores con materiales del periodo islámico, junto con materiales de la Plena y Baja Edad Media en los niveles superiores. La mayor parte de los fragmentos corresponden a cerámicas comunes no barnizadas, jarras y jarritas decoradas con trazos de pintura de óxido de manganeso u óxido de hierro, así como a cerámica de cocina común no barnizada: marmitas, cazuelas y orzas de pasta gris. Los fragmentos decorados pertenecen fundamentalmente a cerámica de mesa, principalmente ataifores decorados en verde manganeso. En esta fase se produjo la sustitución y la implantación definitiva de nuevas formas y se desarrolló la decoración en verde manganeso. Gran parte de los materiales encontrados pertenecen a un momento posterior caracterizado por nuevos sistemas decorativos, como la cuerda seca parcial o total92. La medina estuvo dotada de una mezquita de la que Ibn ‘Īḏārī informa de su destrucción en 1009 por los “francos”, catalanes que ayudaron a Wādiḥ en la época de la segunda fitna93. 88 89 90 91 92 93 Bueno Sánchez, 2008: 485-492. Serrano – Torra et al., 2004: 86-88, 106. Retuerce, 1985: 53-72; 1986: 95-109. Gómez Martínez, 1996: 170 y ss. Bueno Sánchez, 2010. Ibn ‘Īḏārī, 1993: 82-83. 181 MARISA BUENO SÁNCHEZ Los restos constructivos mencionados en el apartado anterior, torres y atalayas, fueron reutilizados y restaurados, erigiéndose además otras para reforzar la estructura de control territorial. Las torres cuadradas, burŷ, fueron reconstruidas con mampostería concertada, sogas y tizones bien ordenados, lo que denotaba una intencionalidad en su construcción, la expresión del control Omeya sobre la zona. El castillo de Gormaz se reconstruyó en el año 965 por Gālib94, aumentando sus defensas y dejando bien patente la autoría de la obra en el arco de entrada de la puerta principal95, muy similar a la puerta de San Esteban de la mezquita de Córdoba, asociándose de modo indisoluble con la dinastía Omeya y convirtiéndose en el bastión ofensivo-defensivo islámico más importante del Duero96. Se construyeron además nuevas torres circulares, en ocasiones amortizando estructuras anteriores como la mencionada de Miño de Medinaceli. En un lugar elevado existe una estructura cuadrangular de la primera fase emiral, amortizada por la presencia de una torre circular que puede ser asociada al proceso de fortificación de la Marca Media, integrada en el itinerario que comunicaba Medinaceli y Atienza con las fortalezas del Duero. En el desarrollo de estas nuevas rutas, los ríos, vías de comunicación naturales entre las parameras, supusieron las principales vías de acceso. Un ejemplo es la ruta de Medinaceli a Berlanga97 a través del Bordecorex, jalonada de torres sobre emplazamientos anteriores, como el citado caso de Miño, junto con otras fortificaciones del mismo periodo, como Mezquetillas98. Todos estos nuevos elementos produjeron una transformación funcional del taġr y la consolidación de una frontera de carácter militar que configuraba un paisaje particular, un paisaje de frontera de carácter militar superpuesto sobre el paisaje campesino anterior, que pudo mantenerse a pesar de los avatares de la guerra. 4. Conclusiones El territorio de los Banū Sālim resulta óptimo para analizar el cambio de funciones planteado. En un principio no existe una frontera, sino múltiples, tal es la naturaleza del taġr. Distintos territorios con- 94 95 96 97 98 182 Souto Lasala, 2008: 73-84. Almagro Gorbea, 2008: 55-77. Banks – Zozaya, 1984: 73-84. Huete et al., 1987: 3-14. Gaya Nuño, 1935: 151-155. ¿FRONTERA EN EL DUERO ORIENTAL? trolados por los linajes beréberes y, más al norte, los espacios controlados por los muwaladum, familias conversas como los Banū Qāsi. Esta familia avivó múltiples revueltas, con las reacciones correspondientes del poder Omeya, provocando la necesidad de fuertes aliados en los territorios intermedios, siendo clave el área de los Banū Sālim, mawāllī de los Omeyas. En la fase emiral las construcciones militares tuvieron una función de control interior, implantación y consolidación del poder Omeya con especial énfasis en el control tributario, en muchos casos delegado en sus mawāllī. La presencia cordobesa se reforzó a partir de la mitad del X como reacción ante la expansión castellano-leonesa en el Duero, fortificando itinerarios y puestos de control. Sólo en ese momento este espacio adquirió el sentido de frontera exterior, superponiéndose a una red de asentamientos campesinos que sufrieron saqueos, incendios, robos y devastaciones típicas de las guerras estacionales practicadas hasta el siglo XII. Pero estas funciones fueron definitivas, ya que el interés castellano-leonés sobre estas tierras a partir de 1004 y la dotación foral de Medinaceli en 1124 por Alfonso I el Batallador99 provocaron un nuevo cambio de funciones. Muchas de estas estructuras próximas al Duero cobraron especial protagonismo en los enfrentamientos entre Urraca de Castilla y su esposo Alfonso de Aragón, como, por ejemplo, Almazán. Sólo después de 1135, con Alfonso VII, hijo de Urraca, como Imperator Totius Hispaniae, este espacio se integró en el reino de Castilla-León. Las tierras fueron ocupadas por los nobles próximos a la Corona y se trató de eliminar los restos de su pasado islámico, si bien pervivieron algunos elementos100 integrados en las estructuras de la Corona castellano-leonesa y en las Comunidades de Villa y Tierra como modelo territorial básico101. Estos territorios se transformaron en la retaguardia de otra frontera, la castellana, en su proceso de expansión hacia el sur. Algunas de las fortificaciones que durante la fase islámica sirvieron como punto de apoyo para las algaras contra los enemigos de Córdoba se transformaron en baluartes defensivos entre los límites de Castilla y Aragón, como Montuenga de Soria o Ciria, y presenciaron una vez más conflictos derivados de la expansión de los reinos en su proceso de consolidación. 99 100 101 Muñoz y Romero, 1847: 435-445. Echevarría Arsuaga, 2006: 7-30 Martínez Díez, 1983: 211-235. 183 MARISA BUENO SÁNCHEZ Fuentes AL IDRĪSSĪ (1989): Los caminos de al-Andalus en el siglo XII, J. Abid Mizal (ed.), Madrid. AL-RĀZĪ (1953): La Description de l’Espagne d’Aḥmād al-Rāzī. Essai de reconstitution de l’original arabe et traduction française, É. Lévi-Provençal (ed.), “Al Andalus” ,18-1, pp. 51-108. AL-‘UḎRĪ (1965): usūs an al Andalus min Kitāb Tarṣi al ajbār, A. A. alAhwānī (ed.), Madrid. — (1967): La Marca Superior en la obra de Al-‘Uḏrī, “La Edad Media de la Corona de Aragón. 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