El Madrid
que encontraron
los romanos
MUSEO DE SAN ISIDRO
14 junio - 25 septiembre 2005
Organiza
ÁREA DE LAS ARTES
Colabora
COMUNIDAD DE MADRID
AYUNTAMIENTO DE MADRID
Esperanza Aguirre
Alberto Ruíz-Gallardón
Presidenta
Alcalde de Madrid
Santiago Fisas
Alicia Moreno
Consejero de Cultura y Deportes
Concejal del Área de Gobierno de Las Artes
Isabel Martínez-Cubells
Carlos Baztán
Viceconsejera de Cultura y Deportes
Coordinador General de Las Artes
Javier Hernández
Juan José Echeverría
Director General de Patrimonio Histórico
Director General de Patrimonio Cultural
Carmen Herrero
Jefe del Departamento de Museos y Colecciones
MUSEO ARQUEOLÓGICO REGIONAL
MUSEO DE SAN ISIDRO
CONSEJO
DIRECTOR
DE
ADMINISTRACIÓN
Eduardo Salas
PRESIDENTE
Santiago Fisas
DIVISIÓN
VOCALES
Enrique de Carrera
Mercedes Gamazo
Alberto González
Isabel Martínez-Cubells
Álvaro Ballarín
Javier Hernández
Clara Eugenia Núñez
Bartolomé González
Arsenio Lope Huerta
Luis Alberto de Cuenca
DIVISIÓN
DIVISIÓN
GESTIÓN
MUSEO
Enrique Baquedano
ASESOR TÉCNICO
Manuel Santonja
DE
CONSERVACIÓN
DEL
ÁREA
DE
E INVESTIGACIÓN
ADMINISTRACIÓN
Antonio Esteban Parente
ARQUEOLÓGICA
EXPOSICIONES
Y
DIFUSIÓN
ECONÓMICA Y ADMINISTRACIÓN
ASISTENCIA
Antonio F. Dávila
JEFE
DE
Ángel Luis Pérez
Araceli Hernández
Ana Isabel Vázquez
Carmen Román
Dolores Manzanal
DIRECTOR
ÁREA
DE INVESTIGACIÓN
Salvador Quero
Amalia Pérez
Cristina Torre-Marín
DEL
COLECCIONES
Alfonso Martín
María Victoria López
Marta Benítez
SECRETARIA
JEFE
DE
INTERNA
Gema Ramos
Rafael Borraz
Antonio Hurtado
Jacinto Mendieta
Delia Lafuente
CATÁLOGO
COORDINACIÓN
Salvador Quero Castro
Amalia Pérez Navarro
Jorge Morín de Pablos
Dionisio Urbina Martínez
TEXTOS
Ernesto Agustí García
Javier Baena Preysler
Rafael Barroso Cabrera
Laura Benito Díez
Elena Carrión Santafé
Carmen Conde Ruiz
Serafín Escalante García
Marta Escolà Martínez
Carlos Fernández Calvo
Alberto González Alonso
Andrés Jaque Ovejero
Francisco José López Fraile
Mario López Recio
Germán López López
Iván Manzano Espinosa
Pilar Mena Muñoz
Marta Moreno García
Jorge Morín de Pablos
Elena Nicolás Checa
Alfredo Pérez-González
Amalia Pérez-Juez Gil
Helena Romero Salas
Mercedes Sánchez García-Arista
Fernando Sánchez Hidalgo
Dionisio Urbina Martínez
Raquel Velázquez Rayón
Ruht Villaverde López
José Yravedra Saínz de los Terreros
DISEÑO
Y MAQUETACIÓN
Ideograma GC
Víctor del Castillo
Mª José López
IMPRESIÓN
Litocenter, S.L.
FOTOGRAFÍAS
Archivo fotográfico del Museo Arqueológico
Regional. Mario Torquemada
Archivo fotográfico del Museo de San Isidro
Archivo fotográfico de Audema
Acción Press
Archivo General de la Administración (A.G.A.)
© De la edición: Museo de San Isidro
Ayuntamiento de Madrid
© De los textos: los autores
ISBN: 84-7812-605-8
DL:
EXPOSICIÓN
ORGANIZAN
Ayuntamiento de Madrid. Área de Las Artes. Museo de San Isidro
Comunidad de Madrid. Consejería de Cultura y Deportes. Museo Arqueológico Regional
COLABORA
Departamento de Arqueología, Paleontología y Recursos Culturales de
Auditores de Energía y Medio Ambiente, S.A.
COMISARIOS
Jorge Morín de Pablos
Ernesto Agustí García
Marta Escolá Martínez
Amalia Pérez-Juez Gil
Dionisio Urbina Martínez
COORDINACIÓN
Eduardo Salas, Salvador Quero y Amalia Pérez (Museo de San Isidro)
Enrique Baquedano y Antonio F. Dávila Serrano (Museo Arqueológico Regional)
DISEÑO
Y DIRECCIÓN DE MONTAJE
Juan Pablo Rodríguez Frade, Arquitectos
MONTAJE
Horche, S.L.
RESTAURACIÓN
Museo Arqueológico Regional
Juan Antonio Mondéjar Majuelos
Lucrecia Lucas Ruiz Villar
Mercedes Meca Vázquez
Raquel Navío de la Torre
César Ordás García
AUDIOVISUALES
Museo Arqueológico Regional
TRANSPORTE
EMBALAJE
Y
Tema, S.A.
SEGUROS
Stai
PROCEDENCIA
DE LOS FONDOS
Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid
Museo de San Isidro de Madrid
Estudio de Arquitectura: Andrés Jaque Ovejero
EL MUSEO
DE
SAN ISIDRO
Y EL
MUSEO ARQUEOLÓGICO REGIONAL
AGRADECEN SU COLABORACIÓN A LAS SIGUIENTES INSTITUCIONES Y PERSONAS:
A.C.S.: Ana Arroyo, Cristina Ozores, Arancha Priede, Gustavo Túnel y Adolfo Valderas.
ArqueoCat. Arqueoline. Asociación de Vecinos de Perales del Río. Centro Cultural Perales
del Río. Colegio Público Julián Besteiro de Perales del Río. CORSÁN-CORVIAM: Ernesto
Cuenca, Carlos García y Alberto de Gregorio. Dirección General de Patrimonio Histórico:
Belén Martínez, Pilar Mena Muñoz, Antonio Méndez Madariaga, Inmaculada Rus y
Fernando Velasco Steigrad. G.I.F.: José María Carrasco y Luis de la Rubia. Montejano,
S.A.: José Juan Hernández Vicente. Museo Arqueológico Provincial de Alicante: Rafael
Azuar, Manuel Olcina.
Eulalia Campos Mozo, Julio Casares Fernández-Alvés, Iván de Castro, Jacobo Fernández
del Cerro, Belén Márquez, Diego Martín Puig, Jesús Morín Alba, Enrique Navarro
Fernández, Ricardo Recio Cardona, Daniel Regidor Ipiña, Fernando Sáez Lara, Primitivo
Javier Sanabria Marcos, Silvia Sánchez y Catalina Urquijo y Álvarez de Toledo.
L
a exposición que hoy presentamos: “El Cerro de La Gavia. El Madrid que encontraron los
romanos”, es fruto de la colaboración entre el Museo Arqueológico Regional de la
Comunidad de Madrid y el Museo de San Isidro del Ayuntamiento de Madrid, que han
aunado esfuerzos para dar a conocer los trabajos arqueológicos realizados en este importante
yacimiento de la Segunda Edad del Hierro, situado en el término municipal de Madrid, en el distrito de
Vallecas, con motivo de las obras de construcción de la Línea de Alta Velocidad de Madrid a Barcelona.
Con esta colaboración queremos poner de manifiesto los intereses compartidos entre la Consejería de
Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid y el Área de Gobierno de Las Artes del Ayuntamiento
de Madrid en la defensa y difusión del Patrimonio Histórico madrileño, en el ámbito de las competencias
que cada institución detenta.
Esta excavación fue realizada por los técnicos del Departamento de Arqueología, Paleontología y
Recursos Culturales de la empresa Auditores de Energía y Medio Ambiente, bajo la supervisión del
Servicio de Protección del Patrimonio Arqueológico, Paleontológico y Etnográfico de la Comunidad de
Madrid.
Al trabajo de dichas instituciones, habría que sumarle el apoyo prestado por las empresas implicadas
desde un principio en el proyecto: Gestor de Infraestructuras Ferroviarias (G.I.F.) y las empresas
constructoras A.C.S. y Corsán-Corviam, lo que aumenta el valor de esta exposición, al convertirse en un
excelente ejemplo a seguir en cuanto a la colaboración y coordinación que siempre debe existir entre
quienes acometen grandes obras públicas y las instituciones que tienen competencias en la conservación
y protección del patrimonio arqueológico.
Las excavaciones realizadas en su momento se abordaron desde todas las áreas del conocimiento:
arqueología, biología, paleontología, geología, química, etc., analizando aspectos tan diversos como el
medio físico, los recursos naturales o la vida cotidiana en el poblado de la Segunda Edad del Hierro.
Por ello, la actual exposición sobre el Cerro de La Gavia constituye un claro exponente del buen
quehacer de los jóvenes arqueólogos e investigadores españoles, y de lo mucho que puede aportar un
equipo multidisciplinar al desarrollo de la arqueología y al avance de un más profundo conocimiento de
nuestra historia.
El interés de este yacimiento aumenta, cuando tomando como punto de partida las primeras
prospecciones realizadas por José Pérez de Barradas, Paul Wernert y Hugo Obermaier, en las primeras
décadas del siglo XX y que tuvieron su continuación en los años 70 y 80, llegamos a las más recientes
intervenciones que han permitido documentar en él varias fases de ocupación diferentes: Paleolítico,
Segunda Edad del Hierro, Tardoantigüedad y Guerra Civil.
El principal interés, a la hora de abordar el estudio de este yacimiento, lo constituye la caracterización
cultural de uno de los grupos prerromanos de la Península Ibérica menos conocidos, los carpetanos,
nombre con el que las fuentes clásicas denominaban a los habitantes de la actual región de Madrid. Para
lograr este fin, se han interpretado los resultados de la investigación dentro de un contexto mucho más
amplio, el de la antigua Carpetania, comparando este yacimiento con otros de la Comunidad de Madrid
y Castilla La Mancha, como el de Fuente de la Mora (Leganés, Madrid) o el de Plaza de Moros
(Villatobas, Toledo).
Como se ha indicado anteriormente, la fase de ocupación más importante del Cerro de La Gavia
corresponde a un poblado de la Segunda Edad del Hierro, con tres momentos constructivos diferenciados
y una presencia continuada en este lugar desde el siglo IV a.C. hasta el I d.C. El análisis de los distintos
testimonios materiales recuperados en las excavaciones, ha proporcionado abundante información sobre
la vida cotidiana y las distintas necesidades de la población en este período.
Todos cuantos han colaborado en la organización de esta muestra han hecho un gran esfuerzo por
facilitar la comprensión de tan ardua investigación, con su interpretación de las distintas fases culturales
representadas en el yacimiento. Por ello, queremos expresar nuestro agradecimiento y felicitar a todos
los profesionales que han contribuido a dar forma a este proyecto, y en particular al equipo científico
coordinado por los arqueólogos Jorge Morín y Dionisio Urbina, que han colaborado en todo momento
con los equipos técnicos del Museo Arqueológico Regional y del Museo de San Isidro, por haber puesto
al alcance de todos tan valiosa información.
Con motivo de esta exposición, se publica el presente catálogo en el que se incluyen textos a cargo de
especialistas de cada materia que tratan los diferentes aspectos y períodos relacionados con el
yacimiento, y en el que se da a conocer el plan existente para su musealización y el esfuerzo que se está
realizando para dar la máxima difusión al mismo.
Estamos seguros de que, tanto esta exposición, como el catálogo que la acompaña suscitarán el interés
del público en general y, en especial el de los amantes de la historia y la arqueología, y darán lugar a
otras iniciativas que harán posible conocer y valorar cada vez más el pasado de nuestra región y la
importancia que entraña la recuperación del rico y extenso patrimonio arqueológico que
afortunadamente ha llegado hasta nosotros.
Consejería de Cultura y Deportes
Comunidad de Madrid
Área de Gobierno de las Artes
Ayuntamiento de Madrid
ÍNDICE
19
APROXIMACIÓN HISTORIOGRÁFICA A LAS INVESTIGACIONES EN EL CERRO DE LA GAVIA
Alberto González Alonso
35
LA INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA: 1999-2004
Jorge Morín de Pablos, Ernesto Agustí García,
Marta Escolà Martínez, Rafael Barroso Cabrera,
Mario López Recio, Francisco José López Fraile,
Amalia Pérez-Juez Gil y Fernando Sánchez Hidalgo
63
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL ENTORNO NATURAL DEL TRAMO BAJO DEL RÍO MANZANARES
Carlos Fernández Calvo
81
LAS PRIMERAS OCUPACIONES DEL ARROYO DE LA GAVIA
Mario López Recio, Iván Manzano Espinosa, Helena Romero Salas, Serafín Escalante García,
Javier Baena Preysler, Carmen Conde Ruiz, Elena Carrión Santafé,
Alfredo Pérez-González y Raquel Velázquez Rayón
EL POBLADO EN LA II EDAD DEL HIERRO
99
EL CERRO DE LA GAVIA Y LOS RECINTOS AMURALLADOS DEL HIERRO II
EN EL CENTRO DE LA PENÍNSULA
Dionisio Urbina Martínez y Jorge Morín de Pablos
125
EL URBANISMO
Jorge Morín de Pablos, Marta Escolà Martínez,
Ernesto Agustí García, Rafael Barroso Cabrera,
Amalia Pérez-Juez Gil y Dionisio Urbina Martínez
147
LA VIDA COTIDIANA
Dionisio Urbina Martínez, Jorge Morín de Pablos,
Marta Escolà Martínez, Ernesto Agustí García y
José Yravedra Saínz de los Terreros
177
LAS ACTIVIDADES ARTESANALES
Dionisio Urbina Martínez, Jorge Morín de Pablos,
Marta Escolà Martínez, Ernesto Agustí García,
Germán López López, Ruht Villaverde López y
Marta Moreno García
215
LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL CERRO DE LA GAVIA
Rafael Barroso Cabrera, Jorge Morín de Pablos,
Ernesto Agustí García, Marta Escolà Martínez,
Elena Nicolás Checa, Laura Benito Díez,
Francisco José López Fraile y Amalia Pérez-Juez Gil
233
LA OCUPACIÓN CONTEMPORÁNEA. LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
Y EL HÁBITAT EN CUEVAS
Jorge Morín de Pablos, Marta Escolà Martínez,
Ernesto Agustí García, Rafael Barroso Cabrera,
Amalia Pérez-Juez Gil, Fernando Sánchez Hidalgo y Dionisio Urbina Martínez
255
EL ACONDICIONAMIENTO DEL CERRO DE LA GAVIA
Andrés Jaque Ovejero, Jorge Morín de Pablos,
Amalia Pérez-Juez Gil, Ernesto Agustí García,
Marta Escolá Martínez y Mercedes Sánchez García-Arista
APROXIMACIÓN
HISTORIOGRÁFICA A LAS
INVESTIGACIONES EN EL
CERRO DE LA GAVIA
APROXIMACIÓN
HISTORIOGRÁFICA
A LAS INVESTIGACIONES EN EL
CERRO DE LA GAVIA
ALBERTO GONZÁLEZ ALONSO*
C
*Museo de San Isidro. Pl. de San Andrés, 2. Madrid
on el término “La Gavia” se conocen varios topónimos de la zona Sudeste del municipio de
Madrid que desde principios del siglo pasado
adquieren una relevancia mayor de la que les hubiera
correspondido por su condición de meros accidentes
geográficos gracias al hallazgo en ellos de una serie de
objetos que, como productos de la actividad del hombre
en un tiempo remoto, los convirtieron a los ojos de una
todavía incipiente ciencia, la Arqueología, en una especie de fotogramas sueltos a partir de los cuales intentar
componer imágenes con las que ilustrar un largo período
de nuestra historia que hasta entonces estaba aún por
construir.
Todos ellos toman el nombre del arroyo de La Gavia,
un pequeño cauce fluvial de corto recorrido, afluente del
Manzanares por su margen izquierda, que discurre en
dirección Noreste-Suroeste formando un vallecillo que
recibe el mismo nombre y que está delimitado por una
serie de ligeras elevaciones. La más alta de ellas, situada
en la confluencia del arroyo con el río Manzanares, recoge el topónimo, denominándose Cerro de La Gavia, y es
19
Vista desde el Cerro de La Gavia hacia el río Manzanares. Fotografía tomada el 22-5-1980. Archivo fotográfico del Museo de San Isidro (Madrid)
allí donde se asienta el yacimiento arqueológico objeto de este artículo. El cerro, además, fue conocido tradicionalmente como “de la Cueva de la Magdalena”
por la existencia en su ladera oriental de una cavidad
así denominada y conocida desde antiguo, que se
encuentra excavada en los yesos y margas yesosas
miocénicas del período Vindoboniense inferior o medio
que constituyen la estructura geológica del terreno
(Priego Fernández del Campo, 1980: 93). La existencia de esta doble denominación y la de un mismo topónimo para diferentes lugares ha sido en ocasiones fuente de confusión para la investigación, de tal manera
que se ha llegado a citar como dos yacimientos lo que
es sólo uno, o a mezclar en un mismo conjunto materiales procedentes de distintos sitios.
Los primeros hallazgos en toda esta área fueron
realizados a finales del verano y principios del otoño
de 1919 por los prehistoriadores Hugo Obermaier,
Paul Wernert y José Pérez de Barradas. Estos tres investigadores centraban entonces su interés en el paleolíti20
co madrileño, del que hasta aquel momento sólo se
conocían tres estaciones arqueológicas: San Isidro, Las
Carolinas y Las Delicias. De estos tres yacimientos sólo
los dos últimos contaban con “modernas investigaciones” mientras que el primero no ofrecía suficientes
garantías científicas: desaparecido ya como consecuencia de las actividades de extracción de arenas en
él realizadas, había sucumbido a su propia fama de
pionero de la prehistoria mundial, con sus colecciones
dispersadas por los numerosos y renombrados científicos que habían acudido a estudiarlo, y con un buen
repertorio de contradictorios estudios, no todos realizados con el necesario rigor científico, imposibles ya de
contrastar (Pérez de Barradas, 1924: 16-20).
Debido a estas circunstancias José Pérez de
Barradas y Paul Wernert decidieron comenzar en la
primavera de 1918 una serie de “excursiones” que les
permitieran localizar nuevos yacimientos arqueológicos
a partir de los cuales, y en sus propias palabras, ahondar en el “problema del hombre fósil del Manzanares”
Aproximación historiográfica a las investigaciones en el Cerro de La Gavia
ALBERTO GONZÁLEZ ALONSO
José Pérez de Barradas. Fotografía tomada entre 1920 y 1930. Archivo fotográfico Pérez de Barradas. Museo de San Isidro (Madrid)
(Pérez de Barradas, 1924: 20). El nombre de “excursiones” que reciben estas primeras prospecciones
arqueológicas y geológicas sistemáticas no podría ser
más adecuado, pues en ellas se mezcla una actitud
indudablemente científica con un cierto carácter lúdico
y aventurero que convierte su relato en una especie de
literatura de viajes en la que los exóticos lugares a los
que acostumbra este género literario son sustituidos por
otros que nos son mucho más habituales, pero a los que
el paso del tiempo y las transformaciones radicales que
la ciudad y sus alrededores han sufrido en estos aproximadamente tres cuartos de siglo ha hecho casi más
lejanos que aquéllos. Parece imposible hoy en día que
entre Parla y Vallecas los “expedicionarios” pudieran
atravesar un “florido campo de calabazas”, descansar
junto a una “poética fuentecilla entre helechos y florecillas”, descender por un arroyo acompañados del evocador “susurro musical” de los cañaverales o admirar
la belleza de las luces de la ciudad compitiendo con las
estrellas del firmamento, durante un improvisado vivac
Paul Wernert. Fotografía tomada hacia 1920.
Archivo fotográfico Pérez de Barradas. Museo de San Isidro (Madrid)
21
en el que las duras piedras del sembrado no consiguieron impedir un placentero sueño (Pérez de Barradas y
Wernert, 1921: 140-145).
Fue precisamente durante el transcurso de esta
“excursión”, realizada los últimos días del mes de agosto del año 1919 con el objetivo de documentar la transición entre el Terciario y el Cuaternario al Sur de
Madrid, cuando ambos investigadores llevaron a cabo
sus primeros hallazgos en el entorno de La Gavia, descrito entonces como un arroyo con su “fondo ocupado
por arenas cuaternarias” que discurría entre “cerretes”
de lomas con “formas abombadas y nunca angulosas”,
“con su falda terciaria pero con su cuna y base cubiertas por el cuaternario” (Pérez de Barradas y Wernert,
1921 : 152). Esta primera prospección de la zona
quedó reducida, no obstante, al fondo del valle y los
hallazgos, realizados a lo largo de todo su recorrido,
circunscritos al período paleolítico: “un pequeño núcleo
biconvexo discoidal y otro, con base más plana, [...] un
buril mediano de boca de flauta sobre lasca, otro buril
de ángulo sobre bloque y dos grandes lascas raederas”
(Pérez de Barradas y Wernert, 1921 : 152-153).
Como consecuencia de estos descubrimientos, José
Pérez de Barradas y Paul Wernert, acompañados esta
vez por su maestro y mentor, Hugo Obermaier, retornaron apenas un par de meses después al lugar para profundizar en sus investigaciones sobre el paleolítico
madrileño. El objetivo era esta vez la localización y
estudio de yacimientos arqueológicos en las canteras
de los alrededores de Vallecas. Sin embargo, como la
vez anterior, estas excursiones se aprovecharon para
realizar una prospección más intensa del terreno que
permitiese situar la mayor cantidad de estaciones
arqueológicas posibles con miras a poder emprender
en el futuro nuevas o más profundas investigaciones
sobre ellas. De esta manera, tras recoger algunos sílex
tallados más en las terrazas del valle, los tres investigadores decidieron ascender hasta la Cueva de la
Magdalena, en cuyo interior no mencionan el hallazgo
de ningún resto prehistórico, y de allí a la cima del
cerro, en donde encontraron “restos de cerámica primitiva dispersos sobre el suelo” y “vestigios de una fortificación, tal vez prerromana” (Obermaier, Wernert y
Pérez de Barradas, 1921: 305)
Esta escueta descripción es una prueba del escaso
interés que despertó el yacimiento en este momento a
pesar de la singularidad que suponía, en un panorama
22
Portada del artículo Excursión geológica por el valle del Manzanares
como el de la protohistoria madrileña, dominado por
los asentamientos en terraza del tipo “fondo de cabaña”, la aparición de un asentamiento prehistórico en
altura con estructuras arquitectónicas en piedra. Cabe
la posibilidad de que los mismos descubridores no estuvieran del todo seguros de hallarse realmente ante una
fortificación. De hecho, en su artículo la palabra aparece en cursiva y en publicaciones posteriores podemos
leer que la construcción estaba realizada con el mismo
tipo de piedra de yeso que formaba el terreno, “lo cual
dificulta mucho su separación de la roca in situ” (Pérez
de Barradas, 1926 : 80). Más seguro parece que este
desinterés estuviera relacionado con la poca atención
que se prestó al período inmediatamente anterior a la
conquista romana en la investigación arqueológica de
la época, como han puesto de manifiesto estudios posteriores al tratar de desarrollar sus trabajos sobre la
Edad del Hierro en Madrid (Blasco Bosqued, Alonso
Sánchez y Valiente Cánovas, 1980: 47; Blasco
Bosqued y Alonso Sánchez, 1983: 119).
No obstante, la información recogida en esta primera visita al Cerro de La Gavia sirvió para que el
yacimiento fuera incluido en las primeras síntesis que
Aproximación historiográfica a las investigaciones en el Cerro de La Gavia
ALBERTO GONZÁLEZ ALONSO
sobre la prehistoria madrileña se realizaron en los
segunda, sirvieron al autor para remontar los orígenes
años 20 y para que a lo largo de la década se produ-
del asentamiento al neolítico en sus etapas medias o
jeran más visitas en las que recoger nuevos materiales
para poder documentarlas. Estas nuevas visitas se
finales, fechadas según él entre el 5.000 y el
enmarcaban ya dentro de las nuevas atribuciones de
Pérez de Barradas al servicio del Ayuntamiento de
restos de estructuras vuelven a mencionarse en el artículo que publica dicho estudio, proporcionándose algún
Madrid el cual, con motivo de la celebración de dos
detalle más como su disposición en “una serie de muros
congresos internacionales (el XIV Congreso Geológico
Internacional y el XV Congreso Internacional de
concéntricos formados por piedra de yeso” (Pérez de
Antropología y Arqueología Prehistórica), le había
encargado, entre otros trabajos, la realización de un
estudio geológico del Valle del Manzanares y la confección de un mapa arqueológico de la provincia
(Martín Flores, 2001: 8-9). De esta manera, la intervención sobre los yacimientos arqueológicos madrileños va a superar por primera vez el ámbito puramente científico para intentar abarcar aspectos de gestión
administrativa del patrimonio arqueológico que no volverán a verse hasta muchos años después.
De cualquier forma, Pérez de Barradas regresará al
menos una vez más al yacimiento entre el año del descubrimiento y 1926, cuando publica su estudio sobre el
neolítico en la provincia de Madrid. Los restos de “cerámica primitiva” recogidos en la primera visita, que
seguramente deben interpretarse como cerámica a
mano y, sobre todo, el “gran trozo de barro negro con
impresiones dactilares en su borde” hallado en la
larlos de aquel momento cultural para considerarlos
posteriores. Así cabría interpretar el hecho de que
especifique que la datación neolítica corresponda a
una primera ocupación, dando a entender que existen
otras más modernas que estarían documentadas por
fragmentos cerámicos que el autor no cita en este artículo pero sí en otros posteriores, como el “trozo de
vaso fino de forma ibérica, adornado por franjas paralelas pintadas de rojo” recogido por un discípulo de
Obermaier (Pérez de Barradas, 1929 : 240). A ello
habría que añadir la circunstancia de que la tipología
de asentamiento fortificado en altura no pueda incluirse en ninguno de los dos conjuntos en los que Pérez de
Barradas clasifica los yacimientos neolíticos madrileños, que en ambos casos son del tipo “fondo de
cabaña” (Pérez de Barradas, 1926: 86).
Más clarificador aún resulta que en la recopilación
de yacimientos madrileños que Pérez de Barradas
2.500 a.C. (Pérez de Barradas, 1926: 80 ; 86). Los
Barradas, 1926: 80), aunque el autor parece desvincu-
1ª página del artículo El cuaternario de las canteras de Vallecas, donde se reseña el descubrimiento del Poblado de La Gavia
23
publicó en 1929 el Cerro de La Gavia se considere ya
No es casualidad que sea precisamente en este
una fortificación de la Segunda Edad del Hierro, apo-
momento cuando, tanto en las referencias bibliográficas sobre el yacimiento como en las colecciones del
yándose para ello en los dos tipos de cerámica que a
partir de este momento van a caracterizar el asenta-
Museo, se haga evidente la presencia de este tipo de
miento: la estampillada, con paralelos en el cerro de
cerámicas de la Segunda Edad del Hierro. Parece tan
Las Cogotas, y la pintada con círculos, con paralelos
poco creíble que no se hubieran encontrado anterior-
en el mundo ibérico (Pérez de Barradas, 1929 : 240-
mente (el fragmento recogido por el discípulo de
Obermaier prueba lo contrario) como que ahora no se
241). Esta nueva afirmación está relacionada con nuevas recolecciones de materiales en el yacimiento tal y
como se lee en el propio artículo de Pérez de Barradas
y como queda evidenciado, además, en las colecciones antiguas del Museo de San Isidro, donde existe al
menos una entrada de materiales procedentes del
Cerro de La Gavia fechada el 16 de junio de 1929,
compuesta casi exclusivamente por cerámica celtibérica, común romana y alguna terra sigillata.
haga mención de la presencia de cerámica a mano.
Todo ello no es consecuencia sino de la recogida y
estudio selectivo del material arqueológico en función
del interés de cada investigador. De hecho, en las nuevas visitas realizadas al yacimiento, Pérez de Barradas
estuvo acompañado por Fidel Fuidio (Pérez de
Barradas, 1929: 240) quien por entonces debía estar
recopilando información para su Carpetania romana,
Fragmentos cerámicos procedentes del Cerro de La Gavia recogidos en 1929. Museo de San Isidro (Madrid)
24
Aproximación historiográfica a las investigaciones en el Cerro de La Gavia
ALBERTO GONZÁLEZ ALONSO
Cerrillo junto al de La Gavia. Fotografía tomada en 1980. Archivo fotográfico del Museo de San Isidro (Madrid)
en donde la “despoblada fortaleza de La Gavia” se
cita como ejemplo de la confluencia entre influencias
celtas e ibéricas que caracteriza el período prerromano
en el centro peninsular. También es en este momento
cuando se menciona por primera vez la presencia de
sigillatas (Fuidio, 1934 : 14), con lo que quedan fijados casi definitivamente los límites cronológicos del
yacimiento. Cerámica estampillada, cerámica pintada
y presencia de elementos romanos también servirán a
Pérez de Barradas para situar cronológicamente los
castros de la provincia de Madrid, entre los que incluye el de La Gavia, muy próximos a la conquista romana (Pérez de Barradas, 1935: 228)
Los avances en la investigación a lo largo de todo
este tiempo parece que acabaron despertando un
mayor interés por el yacimiento en el propio Pérez de
Barradas quien, consciente de su potencial, plantea por
primera vez la necesidad de iniciar excavaciones
arqueológicas que confirmasen los datos obtenidos a
partir de los análisis de superficie (Pérez de Barradas,
1929 : 240). Éstas, sin embargo, no llegaron nunca a
realizarse: el desinterés del nuevo consistorio republicano por el recién creado Servicio de Investigaciones
Prehistóricas, del que Pérez de Barradas había sido
nombrado director en 1929, y el posterior estallido de
la Guerra Civil acabaron por paralizar las actividades
de campo (Martín Flores, 2001: 15), posponiendo
indefinidamente cualquier intervención en el poblado.
Aparte de las razones de ámbito general derivadas
de los trágicos acontecimientos de la guerra, desde un
punto de vista estrictamente científico el vacío que se
produjo en los estudios arqueológicos madrileños tras
la contienda también fue debido a un cambio en las
prioridades investigadoras de su gran impulsor en las
décadas precedentes. A pesar de que hasta 1943
Pérez de Barradas continuó nominalmente vinculado a
la prehistoria madrileña a través de su puesto de investigador de Prehistoria y Director del Museo Prehistórico
Municipal, su actividad intelectual pasó a centrarse en
el campo de la etnología en donde desempeñó los car25
gos de Director del Museo Nacional del Pueblo Español
panorama intelectual para el yacimiento tuvo mucho
y del Museo Nacional de Antropología y el de
que ver la intensa labor de protección y estudio del
Catedrático de Antropología de la Facultad de
Ciencias de la Universidad Complutense, lo que le
patrimonio arqueológico madrileño que durante las
alejó definitivamente de la actividad arqueológica
Arqueológico Municipal de Madrid.
(Martín Flores, 2001: 9).
Estas circunstancias se reflejan perfectamente en la
escasez de datos existentes sobre el Cerro de La Gavia
en esta época, no volviendo a encontrar nuevas referencias a investigaciones en él hasta los años 50.
Según una noticia que publica Viloria en su recopilación de yacimientos romanos de los alrededores de
Madrid, dicho autor visitó el yacimiento en 1952
pudiendo recoger “fragmentos de cerámica estampillada, otra de color gris con dibujos incisos parecidos a
los campaniformes de Ciempozu[e]los y alguna terra
sigillata” (Viloria, 1953 : 140). De su descripción del
yacimiento lo que más llama la atención es la ausencia
de referencias a las estructuras constructivas que sí
observaron Obermaier, Wernert y Pérez de Barradas.
Es posible que el poblado sufriera importantes destrozos durante la Guerra Civil pues hay noticias de la existencia de numerosas líneas de trincheras en los cerros
de los alrededores de Vallecas (Llavori de Micheo y
Sánchez-Monge Llusá, 2002: 24-25) y como tal podría
considerarse la zanja que el autor describe en su lado
Norte, de la que no aporta noticias ningún otro autor,
anterior o posterior, y que, junto con el propio escarpe
del cerro, hacían a la “fortaleza”, según Viloria,
“difícil de asaltar” (Viloria, 1953 : 140).
Tras esta breve nota, el Cerro de La Gavia parece
que vuelve a desaparecer de la bibliografía hasta los
años ochenta. Precisamente en el año que abre la década y en el marco de las II Jornadas de Estudios sobre
la Provincia de Madrid Carmen Priego presenta una
ponencia sobre el Cerro de La Gavia (Priego
Fernández del Campo, 1980: 93-112), que pasa a
convertirse en la primera referencia bibliográfica dedicada de manera exclusiva al yacimiento. Su aparición
y las continuas referencias al poblado en los numerosos
estudios que se publican sobre la Edad del Hierro en la
región madrileña a partir de este momento ponen de
manifiesto el creciente interés que la investigación
arqueológica tiene desde entonces por rellenar esta
laguna en el pasado del área centro-peninsular y el
papel clave que pasa a desempeñar el Cerro de La
Gavia para lograrlo. En el surgimiento de este nuevo
26
décadas precedentes había desarrollado el Instituto
Aunque su origen se remonta al año 1953, no tenemos constancia de intervenciones del Instituto en el
Cerro de La Gavia hasta finales de los años sesenta y
aún así éstas estuvieron reducidas, como consecuencia
de los escasos medios materiales y humanos con los
que contaba la institución desde principios de esa
misma década, a inspecciones rutinarias de control en
el yacimiento durante las que se procedía a la recogida de restos arqueológicos en superficie. Estos trabajos
eran realizados por la Brigada Arqueológica cuyo personal, aunque dotado de una gran experiencia obtenida tras largos años de trabajo de campo, no tenía una
preparación técnica adecuada (Quero Castro, 1996 :
196-197). Así, encontramos algunas imprecisiones en
la identificación que acompaña a los materiales ingresados en este momento en los que se señala como lugar
de procedencia “Cueva de La Magdalena” sin discernir cuáles proceden de la propia cueva, cuáles de la
cima del cerro o cuáles de sus laderas. Aunque por
citas de otros autores (Obermaier, Wernert y Pérez de
Barradas, 1921: 305 ; Priego Fernández del Campo,
1980: 93) sabemos del posible interés arqueológico de
la cavidad, parece poco probable que pueda proceder
sólo de ella una cantidad tan grande de materiales.
Además, en algunas de las escuetas notas de campo
tomadas durante su recolección aparecen referencias a
términos como “superficies de las cabañas” o “fondos
de cabaña”, utilizados habitualmente para designar los
yacimientos al aire libre y, aumentando más la confusión, “terrazas del manzanares”, con lo que cabría
pensar en que se hubieran recogido conjuntamente
materiales procedentes también de la parte inferior de
las laderas del cerro o, incluso, del fondo del valle.
En cualquier caso, el interés suscitado por el yacimiento no sólo queda reflejado en la gran cantidad de
fragmentos cerámicos recuperados, sino también en la
continuidad de las visitas realizadas al mismo: al
menos cuatro en 1969, seis en 1970, siete en 1971,
una en 1972 y tres más en 1973. La falta de preparación técnica de los recolectores también se observa en
estas recogidas, que se caracterizan por una menor
selección de los materiales. Así, encontramos un
Aproximación historiográfica a las investigaciones en el Cerro de La Gavia
ALBERTO GONZÁLEZ ALONSO
Abrigo. Probablemente Cueva de la Magdalena. Fotografía tomada entre 1920 y 1930. Archivo fotográfico Pérez de Barradas. Museo de San Isidro (Madrid)
aumento de los fragmentos menos significativos, como
los galbos, frente a las formas y los fragmentos decorados, apareciendo por primera vez materiales de cronología moderna, entre ellos algunos islámicos. De todas
maneras siguen siendo abundantes los tipos más característicos del final de la Edad del Hierro y del mundo
romano que aparecían en las colecciones depositadas
con anterioridad: cerámicas a mano, cerámicas de pastas oscuras, algunas con decoraciones estampilladas o
incisas, cerámicas ibéricas de pastas claras y vajilla
romana, tanto común como terras sigillatas o cerámicas
de barniz negro.
A pesar de la confusión institucional que provocó
en 1972 la integración de facto del Instituto
Arqueológico en el Museo Municipal, después de que
la Dirección del primero pasase a ser ejercida por el
segundo (Quero Castro, 1996: 197), su funcionamiento fue mejorando con el tiempo al ser dotado progresivamente de un personal técnico cualificado. Aunque
con una periodicidad menor, las visitas al Cerro de La
Gavia se reanudan a finales de la década de los
setenta contabilizando al menos una en el año 1977,
tres (dos en mayo y otra en octubre) en 1978 y dos en
mayo y noviembre de 1980. Aunque aparentemente
los nuevos trabajos del Instituto consistieron en las mis-
mas visitas de control y seguimiento del yacimiento, se
constata una sustancial mejora en la metodología que
se aprecia en la mayor selección de los materiales, en
la correcta identificación de la procedencia de los mismos y en la documentación de todas las actividades de
prospección en un diario de campo. Todo ello acaba
reflejándose en los resultados derivados del tratamiento de la información obtenida, no sólo en el ámbito de
la investigación científica sino también, y de manera
inseparable, en el de la gestión del patrimonio
arqueológico.
Respecto al primero de estos dos ámbitos, la continuada labor de control del yacimiento había proporcionado reunir una amplia y significativa muestra de materiales que permitía centrar bastante bien la cronología
del yacimiento en torno a los siglos IV-III a.C. y II-III d.C.,
momento para el que no se disponía de demasiada
información en el área madrileña. Las últimas visitas
habían añadido a las colecciones existentes una buena
selección de ellos entre los que cabría destacar un fragmento de galbo de pasta oscura con un motivo en “S”
estampillado y, sobre todo, cerámicas de pastas claras,
anaranjadas u ocres, con bordes exvasados, a menudo
de tipo “pico de pato”, con decoraciones pintadas en
tonos rojizos normalmente de bandas horizontales.
27
Cerro de La Gavia. Muro y fragmentos cerámicos. Archivo fotográfico del Museo de San Isidro (Madrid)
Además, la existencia de estructuras constructivas
visibles en superficie aumentaba la especificidad del
yacimiento, revalorizando así su interés científico. Éstas
habían vuelto a ser puestas de manifiesto por Carmen
Priego, que describía en su ponencia en las II Jornadas
de Estudios sobre la Provincia de Madrid la presencia
en el extremo oriental del cerro, sobre una explanada
con forma de espolón, de un murete de algo más de un
metro de altura realizado con hiladas de piedras de
pedernal sentadas con arcilla (Priego Fernández del
Campo, 1980 : 94), a la vez que planteaba su posible
relación con las descritas por Pérez de Barradas en
28
1926 a pesar de las diferentes apreciaciones sobre las
características del material constructivo.
Sin embargo, no fue Carmen Priego la única en
referirse al Cerro de La Gavia durante el transcurso de
aquellas Jornadas de Estudios. En la ponencia dedicada a la Edad del Hierro en Madrid, Concepción Blasco,
M.ª Ángeles Alonso y Santiago Cánovas volvían a citar
el yacimiento como uno de los pocos asentamientos en
la provincia característicos de esta etapa, basándose
para ello en su emplazamiento y en las características
de los conjuntos cerámicos en él recogidos (Blasco
Bosqued, Alonso Sánchez y Valiente Cánovas, 1980 :
Aproximación historiográfica a las investigaciones en el Cerro de La Gavia
ALBERTO GONZÁLEZ ALONSO
Página de un diario de campo con anotaciones sobre una visita al Cerro de La Gavia realizada el 22 de mayo de 1980. Museo de San Isidro (Madrid)
47-57). Algo similar ocurrirá a partir de entonces en
cualquiera de las síntesis que sobre el período se publican en la década de los años ochenta (Blasco Bosqued,
Alonso Sánchez, 1983: 119-134 ; Valiente Cánovas,
1987 : 121-133), haciendo cada vez más evidente la
importancia del yacimiento. No obstante, y de forma
paralela, estos estudios dejan translucir las carencias
de una investigación basada sólo en datos de superficie. Nuevamente volvía a ponerse de manifiesto la
necesidad de realizar excavaciones arqueológicas que
profundizaran en las informaciones hasta entonces
aportadas por el yacimiento.
El avance en la investigación no redundó sólo en un
mayor interés científico sino, además, en una mayor
toma de conciencia de la necesidad de garantizar su
conservación frente a los posibles peligros de destrucción que lo acechaban. En este sentido, la principal
preocupación manifestada por los miembros del
Instituto Arqueológico Municipal apuntaba en un primer
momento, al contrario de lo que sucedía en otros yacimientos del entorno de la capital, amenazados por el
desarrollo urbanístico y la explotación de áridos, a la
presencia habitual de excavaciones clandestinas que
estaban saqueando impunemente el poblado. El problema, planteado ya por Carmen Priego en su publicación
de 1980 (Priego Fernández del Campo, 1980 : 94) y
reflejado en las notas de campo de ese mismo año,
debió volver a hacerse evidente tras otra visita de reconocimiento al yacimiento en noviembre de 1981. En
ella se procedió a una nueva recogida selectiva de
material caracterizada por fragmentos de cerámica a
torno de superficies anaranjadas con restos de pintura
roja o huellas de lañado tras la que, con motivo de la
redacción de una memoria de actividades del Instituto
Arqueológico, se propone la realización de una excavación
arqueológica
de
urgencia
(Sección
Arqueológica del Museo Municipal, 1982 : 261-262),
Pero la protección contra el peligro que supone la
presión urbanística sobre el patrimonio arqueológico es
insoslayable en una gran ciudad como Madrid y a tal
efecto se elabora, tan sólo un año después, una segunda memoria en la que se plantea un plan integral de
protección para aquellos yacimientos arqueológicos
madrileños que, como “testigos milagrosamente conservados”, habían logrado sobrevivir a sus efectos (Priego
Fernández del Campo y Quero Castro, 1983: p. 288).
Dentro de los tres grados de protección establecidos,
zona de alerta, zona de conservación y zona puntual
de no-destrucción, el “testigo” del Cerro de La Gavia
fue considerado digno del mayor nivel de protección,
29
lo que implicaba la imposibilidad de destruir bajo nin-
cidió con la elaboración de la Carta Arqueológica de
gún concepto parte alguna del yacimiento. Más lejos
esta Comunidad acometida con carácter de urgencia
aún, Carmen Priego y Salvador Quero proponían su
puesta en valor como museo al aire libre previa
entre los años 1985 y 1994 con el fin de contar a la
mayor brevedad posible con un inventario de espacios
excavación de sus estructuras (Priego Fernández del
arqueológicos a proteger. La efectividad de esta herra-
Campo y Quero Castro, 1983 : p. 288 ; 296).
mienta administrativa se basa en un conocimiento
Sin embargo, y como sucedió en momentos anteriores, ni el interés científico suscitado en los últimos años
ni los evidentes peligros de destrucción que acuciaban
al yacimiento desembocaron todavía en la deseada
intervención arqueológica. Buena muestra de lo que
estas amenazas supusieron para la integridad del yacimiento fue la desaparición de la posible necrópolis del
poblado. Situada en las laderas del cerro, sobre la
terraza más próxima al Manzanares, de ella sólo conocemos una serie de piezas arqueológicas recuperadas
durante las obras de construcción de una depuradora
de aguas que destruyó completamente el yacimiento.
Entre ellas sobresalen algunos vasos globulares de
cerámica de pasta oscura y decoración estampillada,
vasos de pastas rojas y decoración pictórica de tradición ibérica, dos tapaderas con pomos formados por
prótomos de animales y dos fíbulas anulares, que se
conservan en una colección privada de Alba de Tormes
(Blasco Bosqued y Barrio Martín, 1991 : 286).
Afortunadamente, el poblado no corrió la misma
suerte. La asunción de las competencias en materia de
patrimonio histórico por la Comunidad de Madrid coin-
exhaustivo tanto de los yacimientos conocidos como de
las zonas susceptibles de contenerlos para, mediante
una planificación adecuada, evitar posibles alteraciones o destrucciones del Patrimonio (Velasco: 2004). A
tal efecto, el Instituto Arqueológico Municipal puso al
servicio de esta labor toda la información recopilada
durante sus largos años de funcionamiento y redactó
las fichas de la mayor parte de los yacimientos del término municipal de la capital, incluida la del Cerro de
La Gavia, remitiéndolas al Servicio de Arqueología de
la Comunidad de Madrid a finales de 1989. A partir
de este momento el poblado contaba ya con el instrumento necesario para afrontar con garantías de supervivencia el imparable crecimiento de la ciudad de
Madrid. Y la ocasión no tardó en presentarse: la construcción en los albores del nuevo milenio de una línea
de tren de alta velocidad en sus inmediaciones no sólo
no supuso la irremediable desaparición del yacimiento
sino, por el contrario, la oportunidad, tras más de tres
cuartos de siglo de investigaciones, de sacar a la luz un
pedazo de nuestra historia y de exponerlo al conocimiento y disfrute de todos los ciudadanos.
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31
LA
INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA:
1999-2004
LA INTERVENCIÓN
1999-2004
ARQUEOLÓGICA:
JORGE MORÍN DE PABLOS, ERNESTO AGUSTÍ GARCÍA,
MARTA ESCOLÀ MARTÍNEZ , RAFAEL BARROSO CABRERA,
MARIO LÓPEZ RECIO, FRANCISCO JOSÉ LÓPEZ FRAILE ,
AMALIA PÉREZ-JUEZ GIL Y FERNANDO SÁNCHEZ HIDALGO*
L
* Departamento de Arqueología, Paleontología y Recursos Culturales de
Auditores de Energía y Medio Ambiente, S.A..
Avda. de Alfonso XIII, 72. 28016 MADRID;
Correo electrónico: jmorin@audema.com; www.audema.com
os grandes proyectos de obra civil (autopistas,
trenes de alta velocidad, aeropuertos, etc.)
suponen en la actualidad uno de los mayores
peligros para la conservación del Patrimonio
Arqueológico en nuestro país. Sin embargo, cuando el
proyecto de construcción incluye un estudio previo en el
que se han contemplado las afecciones al patrimonio
arqueológico con sus medidas correctoras y compensatorias, la obra civil proyectada permite avanzar en el conocimiento de nuestro pasado gracias a los trabajos
arqueológicos desarrollados (prospecciones, sondeos,
excavaciones, etc.). Este es el caso de la Línea de Alta
Velocidad Madrid-Barcelona a su paso por la
Comunidad de Madrid. Aquí, el control de la administración competente, la Dirección General de Patrimonio
Histórico, la buena predisposición de la entidad promotora, el Gestor de Infraestructuras Ferroviarias (GIF), y las
empresas constructoras adjudicatarias de las obras,
A.C.S., Corsán-Corviam y COPASA, han permitido estudiar diferentes yacimientos y descubrir una página más
de la rica historia de la Comunidad de Madrid.
35
Plano de situación con las intervenciones arqueológicas en la L.A.V. Madrid-Frontera Francesa: Subtramo 0, Subtramo I,
Conexión, Base de Explotación y Subestación eléctrica (Villa de Vallecas, T.M. Madrid y Perales del Río, T.M. Getafe).
36
La intervención arqueológica
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
realizadas
la investigación se limitó a una recogida selectiva de
–prospecciones, sondeos, excavaciones, programas de
los materiales bajo la dirección de Julio Martínez Santa
vigilancia, talleres, etc.– con motivo de la construcción
de la Línea de Alta Velocidad Madrid-Frontera
Olalla. Ya en la década de los setenta, se inicia de
Francesa han formado parte de los trabajos de
Arqueológico Municipal de Madrid bajo cuya
protección al patrimonio arqueológico que se desarro-
dirección se efectuaron diversas excavaciones y traba-
llaron para la Línea de Alta Velocidad Madrid-
jos de prospección y control de los areneros periféricos.
Barcelona-Frontera Francesa, tramo Madrid-Zaragoza,
subtramos 0 (A.C.S.), I. (Corsán-Corviam), Conexión
Madrid-Sevilla/Madrid-Barcelona (A.C.S.), Base de
Explotación (COPASA) y Subestación Eléctrica (G.I.F.).
Más tarde se sumarían a esta labor investigadora los
Las
intervenciones
arqueológicas
Los trabajos arqueológicos fueron costeados por el
Gestor de Infraestructuras Ferroviarias (G.I.F.), promotor del proyecto de obra civil. El proyecto contó además con la supervisión y el apoyo de los servicios técnicos de arqueología de la Dirección General de
Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid
(Pérez-Juez Gil y Morín de Pablos: 2000, Morín de
Pablos et alii: 2001b, 32-39).
EL
nuevo la actividad investigadora por parte del Instituto
Departamentos de Prehistoria y Arqueología de la
Universidades Autónoma y Complutense de Madrid,
destacando, por su proximidad a los yacimientos estudiados, las investigaciones realizadas en los yacimientos prehistóricos de Perales del Río, en el enclave de la
I Edad del Hierro del Cerro de San Antonio y en la villa
TERRITORIO
El territorio donde transcurre el trazado de la línea
ferroviaria es la línea de terrazas próximas al río
Manzanares. Más allá del entorno del río surge una
extensa llanura enmarcada por cerros correspondientes
a la antigua cobertera del páramo terciario.
La cercanía de los terrenos donde se ha desarrollado la intervención arqueológica a la ciudad de Madrid
favoreció, sin duda, el temprano inicio de las investigaciones en su territorio. De hecho, éste fue objeto de trabajos ya desde el año 1862 por Casiano del Prado, M.
de Verneuil y L. Lartet. Las primeras prospecciones
arqueológicas tuvieron lugar en la década de los años
20 del siglo pasado y fueron llevadas a cabo por H.
Obermaier, P. Wernert y J. Pérez de Barradas, quienes
recorrieron el valle del Manzanares localizando diferentes materiales líticos del Paleolítico Medio en el valle
del arroyo de La Gavia. En el transcurso de estos primeros trabajos dichos autores tuvieron ocasión de descubrir en la cima del Cerro de La Gavia los restos de
unas estructuras defensivas a las que estaban asociadas una serie de materiales cerámicos atribuidos a la II
Edad del Hierro (Pérez de Barradas: 1924, 13-35).
Esta labor pionera se interrumpió durante la Guerra
Civil, retomándose de nuevo entre los años de la posguerra y la década de los sesenta. Durante estos años
El paisaje del Cerro de La Gavia en el año 1999
37
romana de La Torrecilla (Blasco Bosqued et alii:
1991a, 7-188, Blasco Bosqued y Lucas Pellicer: 2000).
La campaña de sondeos,, mecánicos y manuales, se
llevó a cabo en zonas con alta potencialidad arqueoló-
A partir del año 1985, y debido sobre todo al traspaso de competencias en materia de Patrimonio a la
gica y buscaba definir la extensión real de los asenta-
Comunidad de Madrid (Morín de Pablos et alii: 1997,
cripción cronológica. En total se realizaron 228
sondeos mecánicos de 1 x 5 m (1.140 m2) y 81 sonde-
XVII-XIX y 2001a, 113-119), se produce una revitalización de las labores investigadoras, gracias a la gestión
de la Dirección General de Patrimonio de la
Comunidad de Madrid, siendo fundamental a este respecto la declaración de la Zona de Protección
Arqueológica y Paleontológica de las Terrazas del
Manzanares en el término municipal de Madrid, que
fue declarada Bien de Interés Cultural, según Decreto
113/1993, de 25 de noviembre.
LOS
TRABAJOS ARQUEOLÓGICOS:
PROSPECCIÓN,
SONDEOS, EXCAVACIONES EN EXTENSIÓN Y
PROGRAMA DE VIGILANCIA
Los trabajos de protección al Patrimonio arqueológico en la Línea de Alta Velocidad Madrid-Frontera
Francesa, tramo Madrid-Zaragoza: Subtramo 0,
Subtramo I, Conexión, Base de Explotación y
Subestación eléctrica, se estructuraron en cuatro fases:
campaña de prospección sistemática de cobertura
total; campaña de sondeos en zonas con alta potencialidad arqueológica, la excavación en área de los yacimientos afectados por las obras y, por último, el programa de vigilancia de los movimientos de tierra.
La campaña de prospección sistemática de cobertura total permitió la localización de los asentamientos
humanos que podrían verse afectados por el trazado.
Para ello se utilizaron diferentes técnicas: estudios
bibliográficos e históricos, análisis de la cartografía histórica y la fotografía aérea, trabajos sistemáticos de
campo, etc. En total se estudió un corredor de más de
30 km de longitud y 500 m de ancho, localizándose los
asentamientos existentes en el trazado o en sus inmediaciones y estableciéndose además las pautas de poblamiento del territorio en los diferentes momentos históricos. Asimismo, se procedió a la documentación del
patrimonio arqueológico de época moderna –Canal del
Manzanares– y contemporánea –línea defensiva republicana–, así como del patrimonio etnográfico afectado
por la infraestructura proyectada –viviendas rupícolas e
instalaciones relacionadas con la explotación agrícola
de la vega del Manzanares–.
38
mientos previamente documentados y precisar su ads-
os manuales de 4 x 4 m (1.296 m2). En esta fase se
tomaron también muestras de microvertebrados en la
desembocadura del arroyo de La Gavia y la llanura de
inundación del río Manzanares.
Una vez realizadas las dos primeras fases se planteó la necesidad de efectuar excavaciones en área en
dos yacimientos: Cerro de La Gavia y Casas de
Murcia. La actuación más importante se llevó a cabo en
el yacimiento de la Segunda Edad del Hierro del Cerro
de La Gavia, ubicado en un promontorio en forma de
península, junto al arroyo de Las Barranquillas, y en sus
zonas de expansión por el Cerro de San Antonio. El
segundo enclave, la línea defensiva de Enrique Líster en
la Guerra Civil española, ocupaba un cerro en el reborde del páramo, junto a las Casas del Canal o de
Murcia.
Los trabajos de excavación en el Cerro de San
Antonio comenzaron en julio de 1999, finalizando en
septiembre del mismo año 1. En el Cerro de La Gavia,
por su parte, las excavaciones se ejecutaron entre abril
y octubre de 2000 2. La superficie abierta fue de unos
4000 m2, excavándose íntegramente la zona afectada
por las obras. Finalmente, en el yacimiento de Casas
de Murcia 3 se excavaron unos 1.000 m2.
La excavación de los yacimientos se efectuó en
área, siguiendo el método propuesto por E. C. Harris
tras sus trabajos en Winchester (Harris: 1979, 1991 y
1992), posteriormente adaptado por Carandini en
yacimientos clásicos (Carandini: 1976 y 1981), y en
estos últimos años complementado por las investigaciones de M. O. H. Carver sobre yacimientos urbanos
(Carver: 1979 y 1981), así como los trabajos de J. M.
Solías Arís, J. M. Huélamo Gabaldón y J. Coll Conesa
en el edificio de la Inquisición de Cuenca (Solías Arís
et alii: 1990), cuyas fichas de trabajo son las que aquí
se han utilizado con ligeras modificaciones. Dicha
metodología encuentra su base fundamental en el registro sistemático, con posibilidad de informatización, de
los datos cualitativos de toda unidad estratigráfica,
entendiendo como tal cualquier elemento identificable
de la realidad. La ventaja principal del sistema de
La intervención arqueológica
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Trabajos de prospección arqueológica de cobertura total
39
Patrimonio etnográfico y arqueológico contemporáneo
40
La intervención arqueológica
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Campaña de sondeos mecánicos y manuales
41
Yacimientos arqueológicos excavados: Cerro de La Gavia,
Casas de Murcia y Caserío de Perales 2
Harris consiste en la posibilidad de conversión de los
datos cualitativos recogidos en el campo en datos cuantitativos, y es a partir de esa cuantificación de las unidades estratigráficas de donde sale una definitiva relación ordenada de las mismas en una matriz o diagrama de secuencia que pretende reflejar el funcionamiento y evolución de un yacimiento a través de las diferentes etapas cronológicas.
La documentación utilizada para la recolección de
datos en la excavación arqueológica fue realizada
sobre una serie de fichas elaboradas en 1983 por el
equipo Baix Llobregat del Pla de l’Atur de la
Generalidad de Cataluña. Además, y dado que se trabajaría sobre un determinado tipo de recintos independientes, se creó una ficha de ámbito con el fin de recoger datos específicos de los mismos. En total se realiza42
ron cuatro fichas de excavación: Ficha de diario, ficha
de unidad estratigráfica, ficha de elemento arquitectónico y ficha de ámbito.
En el laboratorio se procedió a la restauración de
los materiales; se estudiaron los restos óseos, tanto los
humanos como de fauna, y se analizaron diversos
materiales orgánicos encontrados en la excavación:
semillas, maderas, etc.
Una vez finalizados los trabajos de excavación
comenzó la fase de control de los movimientos de
tierra 4, procediéndose a la documentación de la geomorfología de la zona y a la excavación de un yacimiento del Bronce Final en el Caserío de Perales, que no
se pudo excavar con anterioridad al estar cubiertos los
restos por la M-301, carretera que une la localidad de
San Martín de la Vega con la ciudad de Madrid.
La intervención arqueológica
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Fichas de registro de la excavación arqueológica
43
Trabajos de laboratorio.
44
La intervención arqueológica
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Los trabajos de protección al patrimonio arqueoló-
nan fondos de cabaña. Se trata de un tipo de patrón-
gico comenzaron en el mes de junio de 1999, finali-
establecimiento de sobra conocido por los innumera-
zando en junio del 2004. En total cinco años de trabajos, en los que ha participado un equipo multidiscipli-
bles trabajos desarrollados a lo largo de toda la cuenca baja del río Manzanares. En el entorno del Caserío
nar de más de 100 personas entre arqueólogos, geólo-
de Perales, y próximos a la zona en la que se llevó a
gos, paleontólogos, biólogos, antropólogos, topógra-
cabo la intervención, se conocen varios asentamientos
fos, dibujantes, fotógrafos, peonaje, etc. 5
pertenecientes a distintos momentos de la Edad del
Bronce, como el clásico yacimiento de Arenero de Soto
I (Martínez Navarrete y Méndez Madariaga: 1983,
EL
POBLAMIENTO EN EL BAJO MANZANARES A TRAVÉS
DE LOS TRABAJOS ARQUEOLÓGICOS EN LA L.A.V.
Los primeros pobladores: la ocupación paleolítica y el
Caserío de Perales 2
Los trabajos arqueológicos previos a la construcción de la L.A.V., en colaboración con el equipo que
trabajaba en la Depuradora de La Gavia, junto al estudio geomorfológico y las dataciones numéricas realizadas por luminiscencia (O.S.L.), han documentado la
existencia de dos momentos importantes de formación
de depósitos aluviales anteriores el Holoceno. Uno de
ellos se corresponde a la terraza +10 m que ha sido
fechada alrededor de 85.000 años antes del presente,
en la cual se conservan algunos elementos de industria
lítica musteriense con testimonios achelenses (yacimiento Gavia III). Por otro lado, en el 18.000 años antes del
presente se ha datado otro depósito fluvial encajado en
el anterior, en el que se han recuperado más de 5.000
objetos líticos. Los depósitos más recientes están representados por unas facies fluviales arenosas con una cronología de 6.000 años antes del presente y otros depósitos que representan los términos de llanura aluvial
actuales (López Recio et alii: 2005).
Señalar que en los trabajos de vigilancia en la
Conexión, en el T.M. de Getafe, donde también podían
localizarse yacimientos de cronología paleolítica, no
dieron resultados positivos debido a la escasa
profundidad del falso túnel que sólo afectó a los niveles antrópicos de cronología contemporánea generados por la colmatación de antiguos areneros. Sin
embargo, se realizaron los correspondientes estudios
geomorfológicos.
Con motivo de la construcción de un falso túnel a
fin de disponer de un enlace directo entre las líneas
Madrid-Barcelona y Madrid-Sevillla, a la altura del PK.
3,800-3,900 de la actual carretera M-301 de Madrid
a San Martín de la Vega, se localizaron varias estructuras subterráneas de las que comúnmente se denomi-
183-254), posteriormente ampliado con una nueva
intervención a apenas 50 metros, caso del Arenero de
Soto II (Pernia y Leira, 1992: 117-130), o los más conocidos y de mayor envergadura por las distintas fases de
reocupación sufrida del Caserío de Perales del Río
(Blasco et alii: 1991b, 37-149).
Los restos arqueológicos excavados se concentraban en una franja en el extremo Oeste, aunque es muy
probable la lógica existencia de estructuras similares a
las documentadas en un espacio más amplio, entre el
margen Oeste de la traza y el terreno existente en
dirección a la ciudad de Madrid. Se trata de un tipo de
estructuras que, en la mayoría de los casos, debieron
destinarse originariamente al almacenamiento de productos diversos, pero como suele ocurrir también de
forma habitual, en general no es posible conocer qué
tipo de productos, puesto que casi siempre se amortizan una vez perdida su función original. La propia
excavación demuestra que fueron rellenándose con
aportes de composición, potencia, morfología, disposición y número variable.
El conjunto de estructuras excavadas se concentraba en el Oeste de la traza, formando en conjunto una
franja con dirección N-S. Sin embargo, en este conjunto ninguna de las estructuras aporta referencias claras
como lugar de habitación; no se han detectado restos
de suelos; ni espacios suficientemente amplios; ni tampoco agujeros de poste. De hecho, el silo número V ha
sido reutilizado como lugar de enterramiento, lo que
podría indicar un abandono del hábitat y su utilización
como espacio funerario. Se excavaron, además otra
serie de estructuras, IV y VII que se encontraban aparentemente aisladas y desde luego distantes de la agrupación antes mencionada.
La estructura V se ha identificado como un enterramiento que reaprovecha un antiguo silo colmatado.
Señalar, que ha perdido la cabeza como consecuencia
de la realización de una zanja, seguramente pertene45
ciente a la cuneta de guarda del antiguo camino de
Perales del Río a Villaverde. En relación con esta vía
estarían tres agujeros de planta rectangular, que posiblemente son los restos de cepas de las frondosas que
ubicaría en la zona Norte del cerro. Probablemente
esta entrada iría amurallada y protegida por un foso.
La excavación ha puesto al descubierto la calle Este,
daban sombra al camino en su parte peatonal. El indi-
delimitada por una hilera de casas que cerraba el
poblado por su parte oriental, y la manzana central del
viduo inhumado se presenta genuflexionado en direc-
caserío. Las viviendas que dan a la parte septentrional
ción Norte-Sur y apoyado sobre su costado izquierdo
hacia el Este (Sanabria Marcos et alii: 2004).
del yacimiento se levantaban sobre una terraza artifi-
El Cerro de La Gavia: Un poblado carpetano en la
ciudad de Madrid
La ubicación de este enclave arqueológico en un
punto privilegiado obedece a aspectos de tipo defensivo y de control del territorio, aunque no son menos
importantes otros factores, tales como la accesibilidad
a los recursos hídricos, la vega del río Manzanares, la
existencia de tierras cultivables y la explotación del
bosque para la caza, la recolección, etc.
Los restos arqueológicos se extienden sobre una
superficie que en la actualidad no supera las 0,3 ha,
aunque el cerro presentaba antiguamente una extensión mayor, extendiéndose el caserío por dos lomas
cercanas.
Las excavaciones se han desarrollado sobre una
superficie de unos 4000 m2, excavándose el núcleo
central del poblado ubicado en un cerro algo destacado, y sus zonas de expansión, en la segunda línea del
reborde del páramo. Los trabajos desarrollados han
permitido distinguir cuatro momentos de ocupación
diferentes: Paleolítico, II Edad del Hierro,
Tardoantigüedad y Guerra Civil.
En el transcurso de los trabajos arqueológicos se
han recogido numerosos útiles líticos fabricados en
sílex en posición secundaria, es decir no en su ubicación original, sino producto de la reutilización de los
mismos en épocas posteriores. El material documentado presenta una secuencia cronológica muy amplia,
que incluiría el Paleolítico Inferior y Medio.
La segunda fase de ocupación, la más importante,
corresponde a un poblado de la II Edad del Hierro con
tres fases constructivas diferenciadas y una presencia
humana prácticamente continua del lugar desde el
s. IV a.C. hasta el s. I d.C.
De la primera fase apenas conservamos restos de
sus estructuras. Una segunda fase se levanta sobre las
estructuras de la anterior, correspondiendo a un poblado articulado a partir de dos calles, cuya entrada se
46
cial y sus traseras servirían a modo de muro de fortificación. La manzana central, por su parte, cuenta con
dos filas de casas en su parte media que debían tener
acceso por las dos calles que la delimitaban.
Provisionalmente esta fase debería fecharse entre el
siglo III y mediados del siglo II a.C. En estos momentos
nos encontramos con la fase de máxima extensión del
poblado, que se extiende por dos lomas cercanas.
Este hábitat fue abandonado hacia mediados de la
segunda centuria y no se dilató mucho en el tiempo, ya
que la tercera fase se levanta prácticamente sobre la
planta de la fase anterior, aunque ahora se abandonan
las zonas exteriores del poblado y se documenta una
mayor compartimentación de los espacios domésticos.
El poblado estuvo habitado hasta finales del siglo I o
comienzos del siglo II d.C., como atestigua la presencia en el mismo de producciones cerámicas que se
fechan en ese momento final de la Edad del Hierro y
comienzos de la ocupación romana (TSH, TSHB, etc.).
El poblado presenta un rudimentario urbanismo, de
manzana central con dos calles laterales, y viviendas
de zócalos de piedra (sílex, calizas y yesos), alzados
de adobe con entramado de madera y cubierta vegetal
a un agua. Estas viviendas no contarían con una excesiva compartimentación, tan sólo un vestíbulo de entrada donde se ubicaría la zona de molienda y trabajo y
un espacio de habitación que podemos encontrar situado tanto en posición central como al fondo de las
viviendas.
Este tipo de enclaves de la II Edad del Hierro cuenta con un número reducido de habitantes y está rodeado de tierras de monte bajo, más o menos fértiles para
el cultivo cerealístico y aptas para la ganadería. En un
momento determinado, difícil de precisar, pero que
seguramente puede fecharse a partir de la segunda
mitad del s. I a.C., se produce su plena incorporación
a la órbita cultural romana como consecuencia final de
las guerras sertorianas. En los años finales del s. I d.C.
o comienzos del s. II d.C. los últimos habitantes del
poblado carpetano abandonaron el cerro, quedando
La intervención arqueológica
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Estudios geomorfológicos y estratigráficos de las terrazas del río Manzanares
47
Programa de vigilancia. Excavación del yacimiento arqueológico
del Caserío de Perales 2
48
La intervención arqueológica
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
éste deshabitado hasta los ss. V-VI d.C. En este momen-
El yacimiento ha proporcionado abundantes restos
to se ubicó en él un cementerio con enterramientos
materiales de la ocupación del cerro durante la Guerra
infantiles que aprovechaba los restos del poblado de la
Edad del Hierro. Se han localizado ocho tumbas orien-
Civil, como privilegiado escenario que fue de la ofensi-
tadas Norte-Sur y tipología variada (fosas, cistas, tégu-
y febrero de 1937 -munición, pertrechos, objetos de
las, etc.), para el que se han contabilizado un total de
carácter “civil”: tinteros, envases de medicinas, etc.(Morín de Pablos et alii: 2001b, 32-39; 2001d; 2002,
catorce individuos con edades comprendidas entre uno
y doce años.
La última fase de ocupación del Cerro de La Gavia
tuvo lugar en el transcurso de la Guerra Civil española,
ampliamente documentada en el enclave arqueológico
de Casas de Murcia del que nos ocupamos a continuación (Mena Muñoz et alii: 2004, 183-189, Morín de
Pablos et alii: 2001b, 32-39, 2001c, 2003a, Escolà et
alii, 2004, VV.AA.: 2003).
Casas de Murcia o Casas del Canal
De poblado carpetano a fortín republicano
Los primeros indicios de poblamiento en el yacimiento arqueológico de Casas de Murcia parecen
remontarse a épocas prehistóricas, como lo evidencian
los escasos restos de industria lítica hallados durante la
excavación. El cerro estuvo ocupado también durante
la II Edad del Hierro, sin que se pueda precisar la entidad real del hábitat, seguramente dependiente del
poblado localizado en el Cerro de La Gavia.
Más importante son los restos arqueológicos pertenecientes a la Guerra Civil española (1936-39),
momento en el que este cerro formó parte del dispositivo de defensa republicano del sector Sur de Madrid,
defendido por las columnas mandadas por Líster y
Bueno. En efecto, durante los meses anteriores a la
campaña de Madrid se realizaron diversos trabajos de
fortificación y defensa del territorio que circunda la
capital.
En el yacimiento de Casas de Murcia se ha podido
documentar un organizado sistema defensivo que aprovecha la excelente situación del cerro de cara a su
defensa. En realidad, el sistema englobaba todo el conjunto de terrazas ribereñas de la vega del Manzanares.
En nuestro caso, dicho sistema consta de una trinchera
que rodea el saliente del cerro y viene a enlazar con un
puesto de mando de planta rectangular situado en retaguardia. En determinados puntos estratégicos del cerro
se excavaron diversos puestos de observación y nidos
de ametralladora, de forma que la vega del río quedaba expuesta al fuego de los defensores.
va nacional sobre el Jarama entre noviembre de 1936
17,24; 2003b; 2003c, 139-164; 2004b; 2004c,
50-56; 2004d, 57 y 2004e; Pérez-Juez Gil et alii:
2002, 22-31; 2004, 125-133).
EL
ACONDICIONAMIENTO DEL YACIMIENTO DEL CERRO
DE LA GAVIA
Como se ha señalado, las excavaciones arqueológicas en el Cerro de La Gavia han permitido documentar un importante poblado de la II Edad del Hierro. Esta
circunstancia posibilitó que el Gestor de Infraestructuras
Ferroviarias, a instancias de la Dirección General de
Caserío de Perales 2. Fondo número 5,
amortizado con un enterramiento de inhumación
49
Planimetrías de las diferentes ocupaciones del Cerro de La Gavia
en la Segunda Edad del Hierro. En verde la ocupación más antigua; en azul la
intermedia, fechada entre los ss. III-II a.C. y, por último, la roja,
que llega hasta el s. I-II d.C.
Patrimonio de la Comunidad de Madrid, desarrollase
una alternativa que permitiese compatibilizar la conservación del enclave y la construcción de la L.A.V. El
cambio de inclinación de talud, de 1/1 a 1/3, permitió conservar la totalidad de los restos localizados en el
Sector A, el más importante, aunque, lógicamente, la
topografía de la ladera Este quedase alterada, convirtiéndose en el talud de la línea ferroviaria.
En estos momentos, la Dirección General de
Patrimonio, en colaboración con los directores de la
excavación y el G.I.F., está desarrollando un proyecto
de puesta en valor del yacimiento, que pretende la
apertura al público del mismo en el año 2007 (Mena et
50
alii, 2004: 183-189). El acondicionamiento del Cerro
de La Gavia se inscribe en un marco más amplio que
pretende crear un Plan de Rutas Arqueológicas en el
Parque Regional del Sureste, donde nos encontramos
con un paisaje fuertemente antropizado con una importante presencia de yacimientos arqueológicos con una
cronología que abarca desde el Paleolítico hasta época
contemporánea. Para desarrollar un futuro plan de
rutas arqueológicas se estudiaron los yacimientos de
los que existía la suficiente información científica y que
se encontraban protegidos. Finalmente, se eligieron
cuatro hitos que pueden desarrollar un itinerario que
explique la evolución del paisaje en la zona desde
tiempos remotos hasta el presente. El primer hito lo
constituye el yacimiento de Áridos que nos explica el
paisaje existente antes del actual. Un segundo hito lo
marcaría el yacimiento del Cerro de La Gavia, que se
inserta en un paisaje original con escasas modificaciones por la acción del hombre: “Un paisaje adaptado”.
La villa romana de La Torrecilla permite explicar cambios importantes en el paisaje, fuertemente alterado por
la acción del hombre: “El paisaje modificado”. Por último, el transcurso de la Batalla del Jarama nos mostraría un paisaje amenazado por la acción más cruenta
del hombre, la guerra: “Un paisaje amenazado”.
El proyecto de acondicionamiento del Cerro de La
Gavia, desarrollado por un equipo interdisciplinar dirigido por el arquitecto Andrés Jaque Ovejero, construirá un área de acogida a media ladera aprovechando
los restos arqueológicos de la segunda línea republicana para la defensa de Madrid. Esta solución implica
una alteración mínima en la topografía del cerro y mantiene la visión actual de la única ladera que queda sin
modificar (El acceso al área de acogida y al yacimiento se realizará a través de rampas, con objeto de suavizar la pendiente y permitir el acceso de personas con
discapacidades físicas o problemas de movilidad). El
espacio servirá para el control de la visitas, exposición
sobre el contexto histórico del yacimiento y del medio
ambiente de la zona; espacio para proyección de
recursos audiovisuales (diaporamas, videos, etc.);
punto de venta; servicios, etc. En resumen, se concibe
como un centro de interpretación del espacio natural y
del histórico. Por otra parte, se incluye en el proyecto
de conservación un vestigio de gran valor histórico, evitando su degradación e integrándolo en el proyecto de
conservación global y difusión patrimonial.
La intervención arqueológica
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Planta de la necrópolis tardoantigua del Cerro de La Gavia (ss. V-VI d.C.)
51
Planta del yacimiento de Casas de Murcia o Casas del Canal
52
La intervención arqueológica
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Rutas arqueológicas en el Parque Regional del Sureste de la Comunidad de Madrid
53
bién el aspecto de “ruina a cielo abierto”. De esta
manera, en la parte más alta del poblado encontramos
las viviendas reconstruidas que facilitan al visitante una
visión real y volumétrica del poblado. Estas viviendas
estarán acondicionadas para su visita interior con distintas estancias y ambientes.
Tanto en el interior como en el exterior de las viviendas reconstruidas se podrán organizar talleres didácticos para grupos escolares y público en general, ofre-
Propuesta de acondicionamiento del Cerro de La Gavia.
Proyecto del Estudio de Arquitectura de Andrés Jaque Ovejero
ciendo la comprensión de la vida en el pasado. Entre
éstos estarían talleres de tejidos tradicionales, de
molienda, de trabajo del barro y cocción de la cerámica, etc. El yacimiento se convierte así en un recurso
didáctico de incalculable valor, que ayuda a la comprensión de nuestro pasado, y sirve al mismo tiempo
para sensibilizar sobre la necesidad de proteger los frágiles y no renovables vestigios arqueológicos.
La riqueza del entorno natural del yacimiento, páramo y vega del río Manzanares, permite plantear itinerarios externos que permitan valorar en su justa medida
el medio natural. El contenido de este itinerario incluirá
desde los aspectos físicos (río, vega, hábitat fluvial, de
ribera, cantiles de yeso, estepa cerealística, etc.),
aspectos animados (flora y fauna), la integración
Hombre-Naturaleza, así como los aspectos culturales
ligados al yacimiento arqueológico del Cerro
de La Gavia.
LA
DIFUSIÓN
Para hacer comprensible al visitante el urbanismo y
la vida del poblado se diseñará un itinerario que recorrerá el yacimiento. Se tratará de un itinerario cerrado
La difusión de los resultados de las intervenciones
arqueológicas se ha desarrollado a dos niveles. La primera dedicada a los especialistas en la materia, para
a través de pasarelas con el fin de no deteriorar las
estructuras inmuebles originales y para conseguir inclinaciones que permitan el acceso a personas con dificultades motoras.
La musealización del yacimiento contempla asimismo la reconstrucción de algunas de las viviendas, tal y
como se está haciendo en la actualidad en otros yacimientos arqueológicos. Esta reconstrucción persigue
una doble finalidad. Por una parte, profundizar en el
conocimiento técnico y constructivo del período protohistórico en la Península Ibérica. Por otra parte, ofrecer
al visitante una referencia real para que consiga comprender y disfrutar del conjunto del yacimiento. El resto
del sitio se mantendrá sin reconstruir, ofreciendo tam-
ello se ha participado en Congresos Internacionales
(European Association of Archaelogist. 6th Annual
Meeting -Lisbon Portugal, september 10-17, 2000-; Las
Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española
con Milton Wolf –17-20 de septiembre 2001, Instituto
Internacional en España, Madrid-; II Congreso
Internacional sobre Musealización de yacimientos
arqueológicos -Barcelona, 7-9 de octubre de 2003- y IV
Congresso de Arqueología Peninsular –Faro, 14-19 de
septiembre de 2004-) y Nacionales (IV Reunión
54
Nacional de Geoarqueología –Almazán, septiembre
2002; XXVI Congreso Nacional de Arqueología
–Zaragoza, 2001- y XXVII Congreso Nacional de
Arqueología –Huesca, 2003-); escrito artículos en revis-
La intervención arqueológica
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Plan de difusión de los trabajos arqueológicos en la L.A.V.
Madrid – F. Francesa. Subtramo O y Conexión
55
Talleres de arqueología experimental en el C.P. Julián Besteiro de Perales del Río (T.M. de Getafe)
tas especializadas ( Apuntes de Arqueología,
Eurouniformes, Militaria, Patina, Rehabilitación &
Restauración, Revista de Arqueología, etc).
El segundo bloque, no menos importante que el
anterior, ha sido la difusión de los resultados en charlas y coloquios (p.e. Encuentros con la Memoria. 65
Aniversario de las Brigadas Internacionales –Centro
Cultural Dolores Ibárruri de Arganda del Rey, 27 de
octubre de 2001-), ciclos de conferencias (Los trabajos
de arqueología en la L.A.V. Madrid-Barcelona: resultados de las investigaciones– Centro Cívico de Perales
del Río, Getafe-), etc.
En este sentido, cabe destacar la realización de
talleres de arqueología en el Colegio Público Julián
Besteiro de Perales del Río (Getafe, Madrid) y la edición de un folleto que resume los trabajos realizados.
NOTAS
1 Los trabajos de excavación estuvieron dirigidos por J. Morín de Pablos y J.L. Martín Mompeán.
2 La dirección arqueológica corrió a cargo de J. Morín de Pablos, E. Agustí García, M. Escolà Martínez y
A. Pérez-Juez Gil.
3 La excavación arqueológica se efectuó bajo la dirección de J. Morín de Pablos y M. Escolà Martínez.
4 La dirección del programa de vigilancia fue realizada por Jorge Morín de Pablos y Mario López Recio.
56
5 Los trabajos de restauración de los materiales fueron realizados por Dña. Francisca Romero; el estudio
antropológico y micropaleontológico por Dña. Elena Nicolás Checa; el estudio faunístico por Dña. Beatriz
Pino y D. José Yraavedra Sainz de los Terreros; el estudio antracológico por Dña. Ethel Allue; las muestras arqueobotánicas y las improntas en adobes, por Dña. Natalia Alonso Martínez; la interpretación del
Medio Natural por Carlos Fernández Calvo; las fotografías por Dña. Eulalia Campo Mozo; la fotografía
aérea por F.C.P. y Técnicas Fotográficas y, por último, el C14 por D. Romualdo Seva de la Unidad de
Arqueometría de la Universidad de Alicante y las dataciones de TL por Asunción Millán de la U.A.M.
La intervención arqueológica
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
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YRAVEDRA SAINZ DE LOS TERREROS, J. (2004): Zooarqueología durante la edad del Bronce
en las terrazas del Jarama y el Manzanares (Madrid): Barranco del Herrero y Caserío
de Perales, en IV Congresso de Arqueología Peninsular-Faro, 14-19 de septiembre de
2004- (e.p.).
57
EQUIPO DE TRABAJO QUE HA PARTICIPADO EN LA INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA EN LA BASE DE
EXPLOTACIÓN DEL AVE (VILLA DE VALLECAS, MADRID)
DIRECCIÓN DE LA INTERVENCIÓN
Jorge Morín de Pablos
TÉCNICO ARQUEÓLOGO
Marta Escolà Martínez
PALEONTOLOGÍA Y GEOLOGÍA
Daniel Regidor Ipiña
DIBUJOS
Marta Escolà Martínez
FOTOGRAFÍA
Marta Escolà Martínez
EQUIPO DE TRABAJO QUE HA PARTICIPADO EN LA EXCAVACIÓN DEL YACIMIENTO DEL CERRO DE LA GAVIA
(VILLA DE VALLECAS, MADRID)
DIRECCIÓN
Jorge Morín de Pablos y Amalia Pérez-Juez Gil
TÉCNICOS ARQUEÓLOGOS DE CAMPO
Ernesto Agustí García, Gabriel Arenas Ybarra y
Marta Escolá Martínez
TÉCNICOS ARQUEÓLOGOS DE GABINETE
Rafael Barroso Cabrera
BECARIOS DE GABINETE
Laura Rojo, Begoña Cadiñanos y Vicente Espejo
DIBUJO ARQUEOLÓGICO DE CAMPO
Rafael Barroso, Marta Escolà, Ernesto Agustí y
Gabriel Arenas
DIBUJO ARQUEOLÓGICO DE GABINETE
Rafael Barroso, Jorge Morín y Gabriel Arenas
FOTOGRAFÍA DE CAMPO
Marta Escolà y Ernesto Agustí
FOTOGRAFÍA DE GABINETE
Marta Escolà y Ernesto Agustí
FOTOGRAFÍA AÉREA
F.C.P. S.A. y Técnicas Fotográficas S.L.
PALEONTOLOGÍA Y GEOLOGÍA
Daniel Regidor Ipiña
MEDIO NATURAL
Carlos Fernández Calvo
DOCUMENTACIÓN
Jorge Morín, Amalia Pérez-Juez Gil, Marta Escolà,
Rafael Barroso, Ernesto Agustí y Gabriel Arenas
PEONES
Jaime Álvarez, Florencio Cabrero, Juan de Dios
Fernández, Juan Carlos Illescas, José Manuel Ortiz,
Juan Carlos Ortiz, José Luis Pantoja, Alejo Denis
Rodríguez, Rafael Sánchez, Diego Sánchez,
Alejandro Sánchez, Juan Alegret, Salvador López,
Antonio Martín, Joseph Kwame, Felipe Rodríguez,
David Covarrubia, Andrés Moreno, Valentín
Herrera, Youssef Maassoumi, Famoucouri Samake,
Moisés Escolà, Pablo García, Jorge Alonso, Ricardo
Alonso, José Luis Martínez, Sergio Giovanni, Jesús
Navarro, José Manuel Vives y Víctor Paz
TOPOGRAFÍA
A.C.S.
EQUIPO DE TRABAJO QUE HA PARTICIPADO EN
DEL CERRO DE SAN ANTONIO (VILLA DE VALLECAS, MADRID)
DIRECCIÓN
Jorge Morín de Pablos y José Luís Martín
Mompeán
TÉCNICOS ARQUEÓLOGOS DE CAMPO
Alicia Jiménez Díez
DIBUJO ARQUEOLÓGICO DE CAMPO
Jorge Morín de Pablos y José Luís Martín
Mompeán
DIBUJO ARQUEOLÓGICO DE GABINETE
Jesús Morín Alba y Jorge Morín de Pablos
FOTOGRAFÍA DE CAMPO EN COLOR
Jorge Morín de Pablos y José Luis Martín
Mompeán
FOTOGRAFÍA DE CAMPO EN BLANCO Y NEGRO
Eulalia Campo
FOTOGRAFÍA DE GABINETE
Marta Escolà y Ernesto Agustí
58
LA
EXCAVACIÓN
DEL
YACIMIENTO
PALEONTOLOGÍA Y GEOLOGÍA
Daniel Regidor Ipiña y Oscar Legasa Rodríguez
MEDIO NATURAL
Carlos Fernández Calvo
DOCUMENTACIÓN
Jorge Morín de Pablos, José Luís Martín
Mompeán, Dionisio Urbina Martínez y
Catalina Urquijo Álvarez de Toledo
PEONES
Antonio Campillo Salceda, José Herrera Ramos,
Sebastián Luís de la Torre, José Manuel Paredes
Dávila, Pedro Sánchez Salvador y Miguel Tejada
Sánchez.
TOPOGRAFÍA
Corsán-Corviam S.A.
La intervención arqueológica
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
EQUIPO DE TRABAJO QUE HA PARTICIPADO EN LA EXCAVACIÓN DEL YACIMIENTO DEL CASERÍO DE PERALES
(PERALES DEL RÍO, GETAFE)
DIRECCIÓN
Mario López Recio y Jorge Morín de Pablos
TÉCNICOS ARQUEÓLOGOS DE CAMPO
Iván de Castro, Luis González Carrasco, Enrique
Navarro Hernández, Primitivo Sanabria y
Mercedes Sánchez García-Arista
TEXTO
Mario López Recio, Jorge Morín de Pablos,
Primitivo Sanabria, Mercedes Sánchez GarcíaArista y Fernando Sánchez Hidalgo
DIBUJO ARQUEOLÓGICO
Primitivo Sanabria y Mercedes Sánchez GarcíaArista
DIBUJO ARQUEOLÓGICO DE GABINETE
Enrique Navarro Hernández y Mercedes Sánchez
García-Arista
PLANIMETRÍAS
Julio Casares Fernández-Alvés
FOTOGRAFÍA DE CAMPO
Mercedes Sánchez García-Arista
FOTOGRAFÍA DE GABINETE
Marta Escolà Martínez y Fernando Sánchez
Hidalgo
ESTUDIO INDUSTRIA LÍTICA
Germán López López
ESTUDIO ANTROPOLÓGICO
Elena Nicolás Checa
ESTUDIO FAUNA
José Yravedra Sainz de los Terreros. UNED.
DATACIONES
Asunción Millán, UAM (TL) y Romualdo Seva,
UNIVERSIDAD DE ALICANTE (C14)
ANTRACOLOGÍA
Ethel Allue. UNIVERSIDAD ROVIRA I VIRGILLI
GEOLOGÍA Y GEOMORFOLOGÍA:
Serafín Escalante y Daniel Regidor Ipiña
MEDIO NATURAL
Carlos Fernández Calvo
DOCUMENTACIÓN
Rafael Barroso Cabrera, Marta Escolà Martínez,
Mario López Recio, Jorge Morín de Pablos y
Fernando Sánchez Hidalgo
EQUIPO DE TRABAJO QUE HA PARTICIPADO EN LA EXCAVACIÓN DEL YACIMIENTO DE CASAS DE MURCIA
(VILLA DE VALLECAS, MADRID)
DIRECCIÓN
Jorge Morín de Pablos y Marta Escolà Martínez
TÉCNICOS ARQUEÓLOGOS DE CAMPO
Ernesto Agustí García y Gabriel Arenas Ybarra
TÉCNICOS ARQUEÓLOGOS DE GABINETE
Rafael Barroso Cabrera y Amalia Pérez-Juez Gil
BECARIOS DE GABINETE
Laura Rojo y Begoña Cadiñanos
DIBUJO ARQUEOLÓGICO DE CAMPO
Rafael Barroso, Marta Escolà, Ernesto Agustí y
Gabriel Arenas
DIBUJO ARQUEOLÓGICO DE GABINETE
Rafael Barroso, Jorge Morín y Gabriel Arenas
FOTOGRAFÍA DE CAMPO
Marta Escolá y Ernesto Agustí
FOTOGRAFÍA DE GABINETE
Marta Escolà y Ernesto Agustí
FOTOGRAFÍA AÉREA
F.C.P. S.A.
PALEONTOLOGÍA Y GEOLOGÍA
Daniel Regidor Ipiña
MEDIO NATURAL
Carlos Fernández Calvo
DOCUMENTACIÓN
Jorge Morín, Marta Escolá, Rafael Barroso,
Ernesto Agustí, Gabriel Arenas y Amalia PérezJuez Gil
PEONES
Jaime Álvarez, Florencio Cabrero, Juan de Dios
Fernández, Juan Carlos Illescas, José Manuel
Ortiz, Juan Carlos Ortiz, José Luis Pantoja, Alejo
Denis Rodríguez y Rafael Sánchez
TOPOGRAFÍA
A.C.S., Proyectos, Obras y Construcciones
59
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL ENTORNO
NATURAL DEL TRAMO BAJO DEL RÍO
MANZANARES
EVOLUCIÓN
HISTÓRICA DEL ENTORNO
NATURAL DEL TRAMO BAJO DEL RÍO
MANZANARES
CARLOS FERNÁNDEZ CALVO*
E
* Departamento de Medio Natural de Auditores de Energía y Medio Ambiente, S.A..
Avda. de Alfonso XIII, 72. 28016 MADRID;
Correo electrónico: cfernandez@audema.com
l factor histórico resulta un aspecto de gran relevancia a la hora de abordar una interpretación
del paisaje natural y del paisaje antrópico que
ha dominado el entorno en el que se sitúa el yacimiento
contemplado en el presente estudio. Un recorrido a través de dicha evolución histórica permite conocer con
mayor razón el resultado final del aspecto de ese entorno, actualmente transformado en su totalidad por la
acción del hombre y el desarrollo de sus actividades,
pero que históricamente tuvo aspectos muy distintos,
dispares y cambiantes que a continuación se intentan
interpretar.
El río Manzanares, en concreto su tramo bajo o final,
que constituye el eje del territorio en estudio, se sitúa en
una posición central de la amplia Depresión del Tajo,
una gran fosa terciaria recubierta en buena medida por
materiales más modernos aportados por el devenir del
río. La zona en cuestión se ubica en la Campiña Central
de la Comunidad de Madrid, en el término municipal de
Madrid (prácticamente en su límite Sur), en la margen
63
Campo de Ornithogalum antes de la actuación arqueológica
Yesos actuales. Vista del Cerro de La Gavia
izquierda del río. Uno de los yacimientos implicados en
esta interpretación se liga a la llanura de inundación y
a las terrazas de un pequeño cauce subsidiario, el arroyo de la Gavia, mientras que el otro se relaciona con
zonas altas de los cerros yesíferos que jalonan el lado
izquierdo del devenir del río, concretamente con el
topónimo conocido como Cerro de la Gavia.
Es la del río Tajo una de las principales cubetas terciarias peninsulares, de marcado carácter continental
como consecuencia de su posición central en el marco
peninsular, así como por el cerramiento producido en
la misma por diversos accidentes orográficos que la
encajonan en tramos varios de su recorrido. De todas
formas dicha continentalidad se ve atemperada por la
incidencia de la humedad oceánica procedente del
Oeste y que remonta el valle, efecto benefactor que se
manifiesta tanto en lo que se refiere al régimen de lluvias como a la característica termométrica de la zona.
El levantamiento de dichos accidentes fue el principal motivo de la acumulación de materiales terciarios
en una cuenca que, en algunos puntos de su extenso
recorrido y por largos períodos de tiempo geológico
(aprox. Eoceno – Plioceno), se encontró cegada y con
mal drenaje, favoreciendo así la continua deposición
de materiales detríticos y evaporíticos continentales
(estos últimos muy abundantes en la zona de estudio).
Especialmente notoria fue la deposición de materiales evaporíticos durante la conocida crisis de aridez y
salinidad extremas del Messiniense (finales del
Mioceno). No cabe duda alguna que las condiciones
climáticas ligadas a la crisis de salinidad Messiniense
propiciaron el paso de elementos bióticos específicos
desde diferentes regiones paleobiogeográficas, y en
muchos casos favorecieron los posteriores fenómenos
de especiación: las especies más xerófilas fueron entonces las más beneficiadas en consonancia con las rigurosas condiciones de sequedad ambiental imperantes,
especies que aún las tenemos presentes en distintos
territorios peninsulares, incluidos el propio en estudio.
Así, parecen responder a este patrón dispersivo géneros de plantas como Salsola, Onopordum, Gypsophila,
Astragalus, Stipa, Artemisia, Ephedra, entre otros
muchos. Para entonces se supone un aspecto de la
vegetación del territorio en estudio a modo de sistema
de estepa, con escaso arbolado, en todo caso disperso, con notable presencia de especies arbustivas desperdigadas y sobre todo con una profusa vegetación
herbácea.
Tras el paso de la crisis y el avance cronogeológico se produjo posteriormente la acumulación típica de
otros materiales, aluviales sobre todo y en menor medida coluviales, a partir de un conjunto hidrográfico de
modelado cuaternario que evolucionó sobre los materiales precedentes.
Acabado el Terciario y con la llegada de las continuas fluctuaciones climáticas pleistocenas (en un número aproximado de 20, con períodos glaciales –fríos- e
interglaciales –cálidos-), el paisaje del territorio estudiado –considerando a la vegetación como eje definitorio
de dicho paisaje- es de suponer fuera alternante entre
las formaciones despejadas de vegetación de porte
arbóreo (hábitats abiertos con árboles escasos y dispersos) propias de los momentos más fríos, y las formaciones frondosas, eminentemente forestales, correspon-
64
Evolución histórica del entorno natural del tramo bajo el río Manzanares
CARLOS FERNÁNDEZ CALVO
Abedules en encharcamientos
dientes a los momentos más cálidos. Dicha alternancia
se explica mediante la teoría de las migraciones alternantes (avances y regresiones de unos y otros hábitats,
según las condiciones climáticas imperantes en cada
momento cuaternario).
Las migraciones alternantes, aún siendo aceptadas
en general, parecen tener múltiples detalles a
considerar debido a las peculiaridades locales de cada
territorio, y mucho más al considerar penínsulas mediterráneas como la Ibérica, donde la gran diversidad
ecológica de sustratos, microclimas, etc., unida a la
existencia de refugios de la biota durante los períodos
xéricos (fríos) de las glaciaciones, hace pensar en una
convivencia de taxones propios de cada uno de los
tipos climáticos generales, hasta alcanzar la situación
que actualmente se conoce.
Así, para el territorio peninsular que atañe al presente estudio, las fases frías/xéricas (glaciales) suponen el avance de un tipo de vegetación leñosa muy
abierto, con dominio de varias gimnospermas como
Atocha de esparto (Stipa tenacísima)
Pinus, Juniperus y Ephedra, incluidos en el seno de una
amplia matriz de aspecto estepario que ocupa las situaciones propias de los cerros y mesetas circundantes a
una llanura de inundación, la del río Manzanares,
65
ampliamente encharcada y con rodales arbóreos a
modo de bosquetes dispersos dominados por Betula,
Corylus, Alnus, Populus, Carpinus, Salix, etc., además
hacia el interestadio correspondiente, de condiciones
de cordones de vegetación arbustiva, a menudo espi-
ubica el yacimiento citado se corresponde un importante auge de las formaciones arbóreas y el consiguiente
nescente, y extensos herbazales dominados por hierbas
higrófilas como los juncos, las cárices, etc.
Frente a estos, las interfases cálidas (interglaciales),
de mayor pluviosidad y temperaturas más benignas,
repercuten en la recuperación de los bosques y los
matorrales, ya definidos por entonces como de carácter mediterráneo – submediterráneo, en los que tienen
especial relevancia las especies de Quercus, tanto
caducifolias como marcescentes y esclerófilas, según
las situaciones particulares de cada territorio.
En cualquier caso, durante la alternancia de fríos y
períodos cálidos se produjeron extinciones masivas,
especialmente de los taxones terrestres y entre aquellos
de mayor porte, tanto florísticos como faunísticos.
Buena parte de la flora y la fauna terciarias desaparece en las primeras alternancias glaciares, si bien algunos taxones se van adaptando a dichas condiciones
cambiantes, tendiendo a hacerse más xéricos, produciendo fenómenos de especiación que derivan en elementos mediterráneos de identidad propia; los menos
se acantonan en enclaves refugio que han servido para
que en nuestros días aún se puedan contemplar reductos de laurisilva en territorio peninsular, ajenos por
completo al ámbito de estudio (pero de gran interés a
escala peninsular por su valor paleobiogeográfico).
Los efectos más devastadores de las glaciaciones
tienen lugar durante el último período glaciar (conocido como Würm, iniciado hace unos 100.000 años, ya
en el Pleistoceno superior), en el que las fases alternantes de regresión / progresión, aunque relativamente
cortas a escala temporal, son muy numerosas y con
grandes oscilaciones. Así, tras el paso de un episodio
cálido sucedido a finales del Pleistoceno medio, incluido en la decadencia del interglaciar Riss / Würm, se
suceden hasta cuatro episodios del Würm, identificados como I, II, III y IV, con sus correspondientes interestadios o episodios atemperantes.
Las dataciones establecidas para los sedimentos de
terraza en los que se realizan los hallazgos del yacimiento Arroyo de La Gavia (unos 80.000 años antes
del presente), lo sitúan en un entorno paleoclimático en
evolución desde los rigores de bajas temperaturas y
sequedad ambiental del episodio I de la fase Würm
66
climáticas favorables y atemperadas.
A este momento de mejora climática en el que se
detrimento de las características formaciones herbosas
y de matorral abierto dominantes en el episodio frío
precedente. El auge del arbolado tiende a ocupar
buena parte del territorio en estudio, y en general de
todo el ámbito peninsular (siempre considerando determinadas situaciones con condicionantes edáficos, topográficos, hídricos, etc., en los que se mantendrían formaciones residuales más propias de los ambientes esteparios dominantes durante los episodios de mayores
rigores climáticos).
La zona ligada al yacimiento Arroyo de La Gavia
estaría entonces formada por un curso fluvial caudaloso –el antiguo río Manzanares y sus numerosos subsidiarios- y de amplio lecho, aunque muy fluctuante en
consonancia con el grado de ocupación de la llanura
de inundación dependiendo de los momentos de mayores crecidas hídricas. Se destacaría además la creciente actividad incisiva del fluvio sobre el terreno soporte,
dejando en sus márgenes terrazas de sedimentos antiguos. El discurrir del río se asemejaría más a un curso
sinuoso y de fácil desbordamiento, tal y como correspondería a los actuales tramos bajos de los ríos carentes de regulación artificial, pero de anchura mayor.
Ligado a este eje hídrico se distribuiría una importante vegetación riparia en la que cabría diferenciar
una estratificación de los elementos componentes en
base a sus mayores exigencias de humedad edáfica,
con aquellas especies de enraizamiento encharcado
permanente más cercanas al cauce, y las más xerotolerantes hacia el exterior. Además existirían emplazamientos encharcables más o menos cercanos al cauce
del río –a favor de situaciones piezométricas elevadas;
por la existencia de materiales de mayor / menor permeabilidad; etc.- que favorecerían el crecimiento de
comunidades helofíticas / freatofíticas, otorgando una
interesante diversidad de ambientes dentro de la propia ribera.
Fuera del ámbito fluvial, los terrenos llanos propios
de la margen derecha del río Manzanares y la sucesión
de cerros y barranqueras propios de la margen izquierda atesorarían importantes masas forestales dominadas
por especies de frondosas caducifolias con presencia
Evolución histórica del entorno natural del tramo bajo el río Manzanares
CARLOS FERNÁNDEZ CALVO
Es difícil adscribir tipos faunísticos fríos y cálidos a
episodios concretos acaecidos durante los últimos
100.000 años, dada la gran alternancia climática ocurrida. Se reconoce la existencia de taxones eminentemente propios de los momentos más rigurosos en cuanto a frío y sequedad ambiental, pero también la de
otros muchos elementos propios de situaciones cálidas,
de mayor benignidad. En realidad el patrón de distribución temporal de las especies parece responder a la
Carrizales de ribera
de elementos esclerófilos y perennifolios en las situaciones topográficas y edáficas más complejas, por ejemplo en las situaciones dominadas por las litologías evaporíticas. Probablemente la situación real respondería
a una distribución del arbolado en forma de mosaico,
con teselas de vegetación más o menos extensas en
base a esas particularidades del terreno soporte.
Igualmente, aunque mucho más escasas según se hacían más benignas las condiciones climáticas, existirían
teselas de vegetación carentes de arbolado alguno en
aquellos emplazamientos más desfavorables a nivel
topográfico y edáfico, enclaves que albergarían buena
parte de la cohorte de taxones esteparios (llegados
incluso hasta nuestros días) a partir de los cuales se
produciría la posterior colonización superficial por
parte de dichas estepas con la llegada de los nuevos
empeoramientos climáticos del siguiente episodio frío
de la fase Würm.
pervivencia de buena parte de las mismas en ambos
extremos climáticos, justificando su mantenimiento en
base a las migraciones latitudinales / altitudinales, así
como mediante la existencia de los enclaves refugio
(abrigos montanos y litorales para la biota de apetencias cálidas en los episodios fríos; refugios montañosos
para la biota de exigencias frías en los momentos más
cálidos) desde los que se produciría la reocupación
espacial. En todo caso, en las diferentes fases e interfases, dentro del Würm, también debieron ocurrir numerosas extinciones, tal y como lo atestigua el registro
fósil existente.
De manera esquemática y rígida, sin entrar en
mayores complicaciones, pueden presentarse taxones
cuya abundancia, y en algunos casos incluso su presencia, se relacionaría con unos momentos fríos y otros
cálidos. Así, para los primeros conviene citar la presencia de un rinoceronte de estepa, un oso y un león de
las cavernas, macromamíferos que actualmente se presentan en latitudes eurosiberianas, caso de topillos
nivales, musgaños, lirón gris; castores, un íbice o cabra
montés, armiños, lobos, linces boreales; muy abundante es la avifauna propia de ambientes palustres / lacustres, con anátidas y ardéidas diversas, multitud de larolimícolas, etc. Respecto a los episodios de atemperamiento pueden citarse como especies propias de los
mismos a muchos quirópteros actuales, musarañas y
otros insectívoros, el lirón careto, ratas de agua, ratones de campo, topillos, conejos, mustélidos varios, el
oso pardo, una hiena, el jabalí, varias especies de
caballos y ciervos, así como de bisontes y uros, etc., y
numerosas anátidas y otras aves acuáticas que evidencian los dominios hídricos propios de las llanuras de
inundación del río Manzanares. Tanto en unos momentos xéricos como en otros de mayor bonanza climática
son de destacar diversas galliformes (que evidencian la
permanencia de enclaves asimilables a estepas), búhos
y otras nocturnas, así como una innumerable comuni67
Matorral bajo de yesos
dad de pequeñas aves forestales y de los espacios
abiertos, muchas de las cuales permanecen actualmente en el territorio en estudio.
El máximo apogeo de las condiciones glaciales del
Würm, hace unos 20.000 – 18.000 años, ocurre en
pleno Paleolítico superior, hacia finales del Pleistoceno
superior, y sus consecuencias en tierras del territorio en
estudio suponen la dominancia casi exclusiva de las
estepas (nuevamente con gran exclusividad de quenopodiáceas, gramíneas y compuestas) con arbolado disperso (básicamente Pinus y Juniperus). Los únicos lugares en los que se conservan formaciones esclerófilas y
parte de las planocaducifolias serían abrigos ligados a
los cursos fluviales así como a barranqueras y depresiones del terreno protegidas de la incidencia de vientos y
fríos, así como influidas por la presencia de cierta
humedad edáfica, enclaves en los que el rigor climático era menor.
Una vez superados los efectos más devastadores
de las glaciaciones, es decir, al acabar el último período glacial, conocido como Würm, es ya entrado el
Holoceno (últimos 10.000 años) cuando comienzan a
recuperarse unas condiciones climáticas más benignas
y de cierta estabilidad que posibilitan la recolonización
de los territorios, no sólo peninsulares, también centroeuropeos, por parte de un tipo de vegetación y una
fauna asociada que llegará hasta nuestros días.
68
La situación precedente obliga a pensar en un
dominio del paisaje de la zona de estudio por parte de
los ecosistemas esteparios, es decir, de aspecto abierto
y desarbolado, sólo quebrados por la aparición de
bosquetes arbóreos ligados a los enclaves menos
encharcables de las llanuras aluviales, así como en las
situaciones topográficas más resguardadas. Parece ser
que una composición florística de las laderas y cerros
de entonces estaría representada por abundantes gramíneas, quenopodiáceas y compuestas (sobre todo
Artemisia ), junto a algunas labiadas, cistáceas
(Helianthemum), y algunos elementos leñosos como
Ephedra, Juniperus y Pinus (Dryas antiguo, hace
13.000 - 12.000 años; y Dryas reciente, hace unos
10.000 años). En las situaciones ligadas a la llanura
de inundación el aspecto del paisaje se correspondería
con enclaves encharcados, en algunos casos de carácter turfófilo –enclaves sin drenaje a modo de turberas-,
pero sobre todo con la importancia de las hierbas
higrófilas, caso de Juncus, Scirpus, Carex, Phragmites,
así como excepcionales bosquetes arbóreos dominados
por especies como Betula, Corylus, Alnus, etc.
En el interestadio entre estos dos Dryas parece que
convivieron las formaciones en mosaico de Pinus,
Juniperus con Quercus y otras frondosas, ocupando
cada unidad vegetal las situaciones más favorables
para su mantenimiento en laderas y cerros. En las
Evolución histórica del entorno natural del tramo bajo el río Manzanares
CARLOS FERNÁNDEZ CALVO
vegas la fluctuación de la vegetación estaría más diri-
arqueológico), pone de manifiesto la convivencia de
gida hacia una mayor o menor cobertura del arbolado
formaciones de frondosas y coníferas de extensiones
edafófilo, dispuesto en cualquier caso en bandas paralelas al cauce en base a sus exigencias hídricas.
variables, más que formaciones mixtas, dispuestas en
un mosaico que respondería a la variabilidad ecológi-
Tras el Dryas reciente se produce una recuperación
ca, topográfica, edáfica de las distintas situaciones
locales. Las gimnospermas, con el predominio de Pinus,
del territorio por parte de las especies frondosas, básicamente Quercus, tanto caducifolios (predominantes
aunque también con presencia de Juniperus y Ephedra
hasta el final del óptimo climático del período
como cohorte acompañante, ejercerían el papel domi-
Atlántico, hace unos 8.000 años) como esclerófilos.
Aún así debieron permanecer enclaves de aspecto estepario al amparo de aquellos territorios más desfavorables para el asentamiento de formaciones forestales
(cubetas salinas, terrenos con poca presencia edáfica,
litologías xéricas tipo yeseras, etc.). Pero además es
que a partir de entonces debieron expandirse estas formaciones de aspecto abierto, ya no de una manera
natural, más bien contando con la colaboración de la
incipiente acción antrópica sobre el medio.
Es a partir de este último óptimo climático del período Atlántico y su consiguiente derivación en el clima
mediterráneo característico (hace unos 7.500 años), a
partir del cual se admite que el paisaje vegetal de la
Península ha sufrido sólo ligeras variaciones naturales
(sin la intervención humana) hasta la actualidad, al
igual que las características del clima mediterráneo,
con inviernos largos, húmedos y fríos, con muchas heladas, y veranos tórridos y prolongadas sequías. Desde
entonces se asumen las características propias de áreas
continentales, como la circunscrita al estudio presente,
con valores rigurosos de temperaturas, tanto invernales
nante en las formaciones serranas al Norte del área de
como estivales, que suponen una importante oscilación
térmica y favorecen la existencia de enclaves de gran
tivo acompañante en las situaciones occidentales con
sustratos ácidos –menor continentalidad- y en los piede-
aridez y xericidad. Estas características propias del
medio físico continental determinan unas particulares
montes serranos, frente a los carrascales basófilos propios de los terrenos carbonatados, con un cortejo florís-
formaciones vegetales a las que se ligan comunidades
faunísticas prácticamente idénticas a las existentes en
tico más pobre y muy resitentes a la sequedad ambiental. Éstas constituirían las formaciones características
la actualidad a nivel cualitatitvo (salvo los casos de
extinciones acontecidas en los últimos siglos).
del entorno de cerros y mesetas de los yacimientos estudiados, si bien existirían algunos enclaves en los que la
En cualquier caso, los cambios en la vegetación y,
por consiguiente, en los biotopos y hábitats faunísticos
presencia de la encina sería menor debido a la dificultad de su crecimiento en terrenos tan rigurosos como
genéricos, no van a depender desde entonces tanto de
los parámetros climáticos, sino más bien de las actua-
los cantiles yesíferos: así, mientras que su presencia
podría tener cabida en los enclaves con yesos con
ciones antrópicas sobre el medio en el que viven (inicio
de la cultura neolítica).
topografía llana u ondulada, las situaciones de mayores pendientes y complicaciones topográficas resultarí-
La información palinológica obtenida a partir de
este último período, de unos 8.000 años hasta la fecha
(tanto depósitos naturales como depósitos de carácter
an de difícil acceso para la encina, desplazada en
buena medida por matorrales y formaciones herbáceas
específicas de los yesos: jabunales, espartales, etc.
estudio, así como en determinadas situaciones basales
con complicaciones edáficas y topográficas que impidieran el desarrollo de las especies de frondosas, pero
también con otras muestras relacionadas con el elevado grado de continentalidad del territorio, sobre todo
de las mesetas desligadas de los cauces fluviales.
Frente a estas situaciones con dominio de las gimnospermas, parece que, en cualquier caso, las frondosas serían aparentemente las dominantes en el territorio
propio de la campiña actual.
Así, en las periferias serranas, con más precipitaciones y un clima más templado, se situarían formaciones boscosas considerables incluso como submediterráneas, es decir, formaciones caducifolias y marcescentes de frondosas en las situaciones más favorables,
y formaciones de coníferas acompañadas por frondosas esclerófilas hacia situaciones más de techo, altas
mesetas, etc.
Por debajo de este nivel se situarían las formaciones esclerófilas de encinas, o carrascales, más profusas
y diversas, y con una mayor variación del estrato arbus-
69
En los enclaves con incidencia de la humedad edá-
diversas situaciones climatófilas de la zona de estudio
fica, a los que correspondería la gran llanura aluvial
(con ligeros incrementos para los unos y los otros según
del río Manzanares, crecería un tipo de vegetación
muy distinta a la propia de los enclaves climatófilos cir-
las pequeñas variaciones climáticas: mayor presencia
cundantes. Básicamente estaría compuesto por forma-
minio de las coníferas durante los momentos más xéri-
ciones arbustivas/arbóreas dispuestas en franjas para-
cos) desde prácticamente la mitad del período Atlántico
lelas al río, con dominio de las saucedas y mimbreras
hasta nuestros días –sin contar con la acción antrópica,
en el contacto con las aguas y con presencia residual
de alisos, en una primera alineación; una segunda for-
con algunos incrementos de presencia de especies her-
mación con dominio de los árboles, principalmente
chopos y álamos, así como sauces arbóreos; una franja transicional con mezcla de las especies anteriormente citadas y con la inclusión de otros elementos de
menores exigencias hídricas, caso de los tarajes; y por
último una banda externa dominada por los olmos, con
acompañamiento de orlas espinescentes en la ecotonía
entre el medio higrófilo y el medio climatófilo.
Salpicando estas franjas de vegetación ribereña, a
modo de formaciones repartidas aquí y allá, sobre todo
en las situaciones con encharcamientos prolongados,
serían abundantes las formaciones de helófitos, con el
carrizo como principal representante. Por el contrario,
en los enclaves con escaso o nulo encharcamiento,
pero con presencia del freático en las proximidades de
la superficie, serían muy abundantes los juncos, formando densas y apretadas praderas juncales de gran valor
ecológico.
Dada la gran xericidad de los terrenos yesíferos,
hay que resaltar en todo caso la convivencia de las formaciones de Quercus con las formaciones de Pinus en
de frondosas durante las mejorías climáticas, y predo-
báceas (gramíneas básicamente), además de quenopodiáceas (Atriplex, Salsola), brasicáceas (Lepidium),
cariofiláceas ( Gypsophila ), labiadas ( Teucrium,
Thymus, Phlomis) y compuestas (Artemisia, Centaurea),
todas en fases especialmente frías (caso del momento
conocido como Subboreal, entre 4.500 y 2.700 años
atrás), aunque sin duda alguna enormemente influenciadas y expandidas por la acción antrópica, clara
favorecedora de la dispersión de los matorrales heliófilos y los espacios abiertos.
El territorio en estudio, comprendido por el curso
bajo del río Manzanares, se incluye en esos territorios
yesíferos de la Depresión, enclaves dominados potencialmente por el carrascal basófilo, pero salpicado por
formaciones herbáceas y de matorral específico de los
yesares, en las situaciones de cerros y lomas. La excepción territorial que supone la existencia de una humedad edáfica en el valle supondría la inclusión de vegetación ribereña (edafófila), con chopos y álamos,
olmos, tarajes, etc., algunas especies de apetencias
halófilas, así como abundantes manifestaciones de
helófitos y freatófitos.
Estos territorios mediterráneos ligados a mesetas y
en situaciones próximas a cauces fluviales, manantíos,
etc., presentan señales de haber sido ocupados por el
hombre desde la antigüedad, ya que son áreas adecuadas para el desarrollo de la ganadería y el cultivo de
cereales. Este asentamiento humano sin duda que dio
origen a multitud de modificaciones en el medio natural. Así, las comunidades de arbustos y hierbas vivaces
propias de los yesares parecen haberse extendido a
partir de la degradación de las masas forestales originales y de la pérdida edáfica del terreno como consecuencia de una prolongada práctica agropecuaria.
A modo ilustrativo se refleja a continuación el dinamismo experimentado por la vegetación original de la
zona de estudio a partir de la presencia humana y su
Muscari spp., o nazareno, pequeña planta de bulbo
de efímera floración primaveral habitual en los claros de matorral de los yesares
70
emergente actividad en el territorio. El esquema del
dinamismo no es monofacético ya que se basa en
Evolución histórica del entorno natural del tramo bajo el río Manzanares
CARLOS FERNÁNDEZ CALVO
Orla ecotónica
caracteres muy diversos: edáficos, salinidad, pH, nitrificación, exposición topográfica, temperatura, pluviosidad, evaporación, transpiración, etc.
Así, a partir de la clímax determinada por el carrascal basófilo, la sucesión de formaciones debido a la
creciente actividad humana –inicialmente saca y apeo
de pies para la obtención de leñas; y deforestación de
pequeñas superficies mediante la aplicación de rozas
con objeto de liberar terrenos para el cultivo y la obtención de pastizales ganaderos- comenzaría por la pérdida de cobertura en el estrato arbóreo y la proliferación
del matorral dominado por la coscoja (Quercus coccifera), concretamente una formación asociada a los sustratos yesíferos dominantes en la zona; en los mejores
enclaves edáficos sería sin embargo el retamar (con
Retama sphaerocarpa) la formación dominante, una
especie detectada como elemento de uso en los asentamientos locales, concretamente para urdir las techumbres de los chozos por medio de la imbricación precisa de los ramajes. La continuada acción degradativa
de los agentes actuantes –cada vez mejorados y ejercidos por comunidades humanas más numerosas- conlle-
varía la pérdida de buena parte de los elementos nanofanerófitos, aún con notable cobertura del sustrato,
dando paso a comunidades camefíticas a modo de
tomillares, salviares, esplegueras, etc., muy específicas
en los sustratos dominados por las litologías evaporíticas –jabunales, ontinares, etc.-, cada vez más expuestas debido a la decapitación de los pequeños horizontes preexistentes. A mayor degradación se produciría
además la proliferación de las macollas cespitosas tipo
espartales. En situaciones puntuales en las que se produjera la acumulación de nitratos –por ejemplo los
enclaves ganaderos- proliferarían los orgazales, ontinares y harmagales.
El entorno de la zona de estudio, sufre las consecuencias del auge de la actividad humana. No hay
duda alguna que ya en este momento histórico el paisaje natural del entorno del río Manzanares estaba
condicionado al uso que del mismo realizaba el hombre. Es fácil suponer una gran expansión de las formaciones herbáceas y de matorral bajo en las situaciones
de cerros y mesetas del entorno del río, ambas márgenes, debido a la ingente ocupación superficial para cul71
que aquellas otras de mayor complejidad, caso de los
barrancos entre cerros y lomas, así como las laderas
vertientes al valle, y la llanura aluvial, las muestras de
arbolado serían las formaciones aún dominantes.
Con respecto a la vegetación ligada al río es fácil
pensar que debido a la dificultad de su puesta en práctica agrícola, dada la escasez de tecnología agraria
del momento, así como a las sucesivas avenidas en las
Lepidio (lepidium subulatum)
tivos y zonas de pasto; la pérdida del arbolado preexistente, sustentado por suelos de por sí pobres, supondría también la pérdida edáfica y por consiguiente la
imposibilidad de recuperación de una vegetación climácica de frondosas arbóreas. Estas actividades se
corresponderían con las situaciones más fáciles de trabajar, las vaguadas llanas y las lomas suaves, mientras
épocas de lluvias, mantendría su estado de conservación casi intacto, sólo afectado en parte por rozas y
aclarados debidos al fomento de la actividad ganadera y a la obtención de leña.
Inicialmente, cuando aún la actuación humana
fuera incipiente, la fauna ligada al territorio tendría que
ser muy abundante y variada, mucho más de lo que es
hoy debido a las extinciones acontecidas por el progreso humano, con un dominio neto de la fauna mediterránea, la mayoría aún existente en la península aunque
con una distribución muy restringida.
Claramente se podrían distinguir dos grandes
medios faunísticos, por un lado el medio forestal del
Vegetación de ribera
72
Evolución histórica del entorno natural del tramo bajo el río Manzanares
CARLOS FERNÁNDEZ CALVO
encinar, incluidos los matorrales, y por otro lado el
medio ribereño, formado conjuntamente por masas
citadas, con inclusión de diversos roedores, lagomorfos, insectívoros, y una gran diversidad de especies de
forestales de ribera pero también por el medio acuático propio del río, los enclaves higrófilos con encharca-
avifauna. También constituirían interesantes poblacio-
mientos más o menos estacionales, etc. Además tendrí-
Otra fuente alimenticia indispensable para los poblado-
an igualmente cabida especies propias del medio rupí-
res del momento serían los abundantes peces del río
Manzanares, con una composición muy rica y variada
cola formado por los cantiles fluviales.
Según evolucionara la degradación del territorio y
proliferaran las formaciones abiertas, a estos grupos
faunísticos se añadirían los propios de los medios
abiertos, asimilables como estepas, comunidades faunísticas que son las que han llegado hasta nuestros días
con mayor presencia.
Entre la fauna eminentemente forestal cabría citar a
numerosos mamíferos, potencialmente presas del hombre cazador del momento, tanto ciervos, corzos, jabalíes, uros, etc., como incluso carnívoros que ancestralmente formaban parte de la dieta humana: tejones, garduñas, linces, turones, etc. Las ecotonías entre el medio
forestal representado por el encinar y el propio de la
ribera acogería especies diversas, más allá de las ya
nes dulceacuícolas las nutrias, las ratas de agua, etc.
de barbos, bogas y otras especies presentes en la
actualidad, acompañadas por muchas otras que remontarían los ríos de entonces, libres de la presencia de
obstáculos y barreras como las presas, azudes y embalses actuales, caso de lampreas, otros barbos e incluso
quizás el ya extinto, en la cuenca del Tajo, esturión.
Posteriormente, la llegada del mundo romano a la
Península (constatada en situaciones próximas, caso de
los yacimientos de villas en Arganda, Titulcia,
Chinchón, arroyo del Culebro, etc.) supuso además una
notable mejora tecnológica en lo que a las prácticas
agropecuarias se refiere, unas prácticas que además
ya tienen ciertos visos productivistas y no simplemente
de autoconsumo, por lo que la repercusión sobre el pai-
Vasta extensión de cereal
73
persos y por macollas de gramíneas, como el esparto o
atocha (Stipa tenaccissima) entre otras, con un amplio
sistema radicular que requiere un gran desarrollo superficial, por lo que siempre aparecen huecos en la formación aprovechados para el crecimiento de elementos
anulaes del pastizal, muchos de apetencias ganaderas.
También traería consigo la presión agroganadera
la expansión de los herbazales arvenses, además de la
Lycium barbarum o cambrón, prolífico en enclaves con
cierta humedad edáfica y nitrófilia
Bosquete de olmos naturales (Ulmus minor)
saje debió ser mucho mayor que la acaecida en el
entorno prerromano local.
Es probable que las formaciones arbóreas desligadas del valle fluvial (algunos carrascales y pinares, probablemente) sufrieran ya tan fuerte regresión superficial
de sus efectivos hasta el punto de alcanzar su práctica
desaparición a escala local, con el consiguiente desarrollo de los matorrales de coscoja, matorrales yesíferos y herbazales vivaces, todas formaciones sobre las
que también se produciría la presión ganadera directa
(ramoneo) o indirecta (rozas y quemas para la generación de pastos).
La escasez de suelo original, unido a la deforestación de las parcelas con vegetación, traerían consigo
la decapitación definitiva del suelo y la imposibilidad
final de recuperación de la sucesión de la vegetación
hacia las etapas con arbolado, dando como resultado
la extensión superficial de un tipo de vegetación de
carácter estepario dominado por algunos caméfitos dis74
proliferación de matorrales de apetencias nitrófilas,
caso de los ontinares (Artemisia), en general favorecidos por el acúmulo de deyecciones animales y por la
remoción de los campos.
Las situaciones más próximas al río mantendrían
entonces significativas formaciones ribereñas que, aunque también presionadas, aún conservarían buena
parte de sus características especies, caso de álamos,
chopos, olmos, y sobre todo tarajes. Representarían
además los mejores enclaves en los que abatir algunas
de las piezas cinegéticas del momento, sobre todo aves
acuáticas como las anátidas, pero también diversos
mamíferos de mediano tamaño.
El efecto del uso prolongado de un ambiente mediterráneo por parte del hombre reviste múltiples rasgos
coincidentes con los de un período climático xérico,
generando en consecuencia una similar extensión de
los ecosistemas esteparios. Aprovechamientos como el
cultivo de cereales de invierno con períodos de latencia
o barbecho, el sobrepastoreo, etc., son usos tradicionales que tienden a provocar el deterioro de la vegetación original (pérdida de diversidad en el estrato de
leñosas, incremento de espacios desnudos con proliferación de las comunidades herbáceas, etc.).
Lógicamente, la expansión de los medios esteparios
(o pseudoesteparios, con vegetación artificial tipo cultivos cerealísticos) favoreció una mayor presencia de la
fauna de espacios abiertos ligada a los mismos, fauna
que al contrario de la vegetación no depende de unas
características edáficas concretas, sólo de un tipo de
ambiente caracterizado por ser diáfano, abierto.
Las aves han constituido desde siempre el grupo
faunístico más notorio de cuantos moran en el ámbito
llano de la zona de estudio. Y los aláudidos han sido
el grueso cuantitativo de la avifauna local, con dos
especies de cogujadas (Galerida cristata, Galerida theklae), la alondra común (Alauda arvensis), la calandria
(Melanocorypha calandra), la totovía (Lullula arborea),
etc. Otras aves de pequeño tamaño habituales en estas
Evolución histórica del entorno natural del tramo bajo el río Manzanares
CARLOS FERNÁNDEZ CALVO
Abubilla
áreas abiertas de campiña serían la estival bisbita campestre ( Anthus campestris ) –acompañada en los
momentos fríos, y en invierno, por Anthus pratensis-, las
collalbas (Oenanthe oenanthe, Oenanthe hispanica),
varias currucas (Sylvia melanocephala, Sylvia undata,
Sylvia conspicillata), el buitrón (Cisticola juncidis), el triguero (Milliaria calandra), los fringílidos que aprovechan el recurso alimenticio que otorgan gramíneas y
cardos, con Carduelis carduelis, Carduelis chloris,
Serinus serinus, Fringilla coelebs, Acanthias cannabina,
dir otra serie de especies que utilizarían estos medios
de manera ocasional, bien durante un momento del
año ajeno al período reproductor, bien como enclaves
en los que se alimentan: es el caso de diversos córvidos
(Corvus corax, Corvus monedula, Corvus corone,
Pyrrhocorax pyrrhocorax, Pica pica), grandes y medianas águilas (Aquila chrysaetos, Hieraaetus pennatus,
Circaetus gallicus), algunos falcónidos (Falco peregrinus, Falco tinnunculus, Falco subbuteo, Falco naumanni, Falco columbarius –sólo en invierno-), nocturnas
principalmente en bandos invernantes, etc. Muchas,
aunque no todas estas especies, han llegado hasta
nuestros días y pueden ser observadas en la zona
actual del entorno del yacimiento Cerro de la Gavia.
En cuanto a otras aves de mayor tamaño y típicamente esteparias, otrora presentes en la zona de estudio y hoy desplazadas, hay que citar a avutardas (Otis
tarda) y sisones (Tetrax tetrax), el alcaraván (Burhinus
oedicnemus), los pteróclidos (Pterocles orientalis) y
(Pterocles alchata), los aguiluchos (Circus pygargus) y
(Circus cyaneus), distintas rapaces, etc.
A estas aves que pueden ser consideradas como las
mejor adaptadas de este tipo de entornos hay que aña-
como el mochuelo (Athene noctua) y el búho chico
(Asio otus), paseriformes generalistas varios, como
Saxicola torquata, Petronia petronia, Phoenicurus
ochruros, etc.
Por otro lado, en lo que hace referencia al resto de
la fauna, la presencia de los mamíferos ligados al territorio iría menguando a medida que se produjera una
mayor deforestación del mismo. Al final serían los más
generalistas los que se mantendrían en la zona, incluso
llegando hasta nuestros días: el zorro (Vulpes vulpes),
la comadreja (Mustela nivalis), el tejón (Meles meles),
diversos roedores ( Eliomys quercinus, Apodemus
sylvaticus, Pitymis duodecimcostatus, Mus spretus),
75
insectívoros (Erinaceus eurapaeus, Crocidura russula,
Suncus etruscus), lagomorfos (Oryctolagus cuniculus,
Lepus capensis), etc.
Respecto a los anfibios y reptiles no parece que la
evolución de la comunidad herpética sufriera cambios
drásticos en la evolución histórica del territorio, al
menos hasta alcanzar fechas recientes (siglo XX) en las
que sí se ha producido una pérdida notable, con claro
Mochuelo común (Athene noctua)
Rosario de huevos de puesta de sapo corredor (Bufo calamita)
Renacuajos
76
descenso de la composición específica y fomento de las
especies más generalistas y adaptables. Es el caso de
las culebras Elaphe scalaris, Malpolon monspessulanum, entre los depredadores; lacértidos como Podarcis
hispanica, Psammodromus hispanicus, Lacerta lepida,
Acanthodactylus erythrurus; y anfibios como Bufo bufo,
Bufo calamita y Rana perezi. Los motivos principales de
esta recesión habría que buscarlos en la regulación fluvial, la limitación al dinamismo hidrológico de los ríos
y sus áreas de influencia, y más recientemente al uso de
técnicas agrícolas que facilitaron décadas atrás la
puesta en práctica de todos los fondos de valle, la aplicación de biocidas, etc.
En la actualidad, el paisaje que acoge la zona de
estudio manifiesta una imagen que está muy alejada de
la original, y es incluso muy distinta de aquella que
pudieron generar los pobladores de la Edad del Hiero,
los romanos o incluso el posterior asentamiento visigodo igualmente constatado en uno de los yacimientos
estudiados.
Actualmente, a la práctica total desaparición de las
forestas, representadas aquí y allá únicamente por pies
dispersos que salpican el territorio, arbolado de sombra, plantaciones de coníferas, además de por la
implantación de algunos cultivos leñosos, se añade la
transformación total de los terrenos esteparios y de la
llanura de inundación del Manzanares por el desarrollo de los regadíos, explotaciones favorecidas por el
establecimiento de una adecuada red de riegos y sistemas portantes que hoy por hoy posibilitan la obtención
de cultivos diversos. Estas nuevas explotaciones agrícolas han supuesto también el abandono casi total de la
ganadería local, con excepción de escasas muestras
del ganado ovino que aprovecha los ralos pastizales
Evolución histórica del entorno natural del tramo bajo el río Manzanares
CARLOS FERNÁNDEZ CALVO
Sapo
yesíferos del entorno de cerros y lomas. Ligados a unas
y otras formas de explotación antrópica se han extendido de manera imparable los campos arvenses y nitrófilos, además de otros terrenos asolados por la actividad
industrial. Únicamente perviven algunas muestras de la
vegetación rala natural en situaciones de ladera próximas a emplazamientos topográficos algo complejos,
caso de pequeñas depresiones con afloramientos líticos
y yesíferos, ribazos y linderos, además de viejas explotaciones agrícolas abandonadas y colonizadas por el
espartal, el cambronal o más raramente por el coscojar/carrascal.
Los emplazamientos ribereños han sufrido una
transformación igual o mayor que la citada hasta el
momento para las zonas de llano locales, a pesar de
que la actuación drástica sobre los mismos por parte
del hombre se ha demorado hasta hace escasamente
un siglo. Si bien los terrenos aluviales son muy feraces,
su consistencia los hace impracticables para la agricultura manual, por lo que no han sido radicalmente transformados hasta la aparición de la agricultura moderna
y su intensificación. Actualmente aparecen casi descubiertos en cuanto a arbolado (sólo representado por
vegetación ribereña implantada por el hombre, tipo
plantaciones de choperas, además de algunos rodales
y finas hileras naturales muy presionados por las labores agrícolas colindantes), siendo algo más notables las
muestras de vegetación helofítica (carrizales) y freatofítica (juncales), entre las que sobresalen pies dispersos
de tarajes. Una de las actividades más impactantes del
territorio aluvial han resultado ser las explotaciones de
áridos, muy desarrolladas a lo largo de toda la cuenca
baja del Manzanares.
77
LAS
PRIMERAS OCUPACIONES DEL
ARROYO DE LA GAVIA
LAS
PRIMERAS OCUPACIONES
DEL
ARROYO
DE LA
GAVIA
MARIO LÓPEZ RECIO 1, IVÁN MANZANO ESPINOSA 2, HELENA ROMERO
SALAS 3, SERAFÍN ESCALANTE GARCÍA 1, JAVIER BAENA PREYSLER 4,
CARMEN CONDE RUIZ 4, ELENA CARRIÓN SANTAFÉ 4,
ALFREDO PÉREZ- GONZÁLEZ 5 Y RAQUEL VELÁZQUEZ RAYÓN 4
L
1 Auditores de Energía y Medio Ambiente, S.A. Avda. Alfonso XIII, 72. 28016 Madrid.
mariolopez@audema.com
2 c/ Los Artistas, 3, Titulcia, 28359 Madrid. manzaespino@hotmail.com
3 c/ Castillo de Aulencia, 5, Villafranca del Castillo, 28692 Madrid. helena_romerosalas@yahoo.es
4 Departamento de Prehistoria y Arqueología. U.A.M. Campus de Cantoblanco, 28049 Madrid.
javier.baena@uam.es
5 Departamento de Geodinámica. U.C.M. Avda. Complutense s/n, 28049 Madrid.
alfredog@eucmax.sim.ucm.es
AS INVESTIGACIONES PALEOLÍTICAS EN
LA GAVIA
El enclave paleolítico de La Gavia fue descubierto a
principios del siglo XX, momento en el que se documentaron piezas líticas en superficie correspondientes a una
tecnología musteriense (Pérez de Barradas y Wernert,
1921; Obermaier, 1925). Más adelante, en el año
1981, se realizó la excavación arqueológica de un retazo de terraza conservado en la margen derecha del arroyo de La Gavia (denominado Gavia I), cerca de su confluencia con el río Manzanares. Fruto de dicha excavación se recuperó un número importante de piezas (más
de 5.000) adscrito cronoculturalmente al Achelense
Final, en un momento pre-wurmiense de transición al
Paleolítico Medio (Rus, 1983; Vega et alii, 1999). En el
conjunto existe un dominio del utillaje sobre lasca en sílex
local, además de contar con escasos útiles bifaciales de
pequeño tamaño (lanceolados y micoquienses).
81
CONTEXTO
PALEOLÍTICO DEL ARROYO DE LA GAVIA Y SU
RELACIÓN CON EL CURSO BAJO DEL MANZANARES
El área de estudio es de suma importancia para el
conocimiento del Paleolítico en la región Sur madrileña, debido a la gran abundancia de yacimientos
arqueológicos y paleontológicos que se extienden por
las terrazas cuaternarias del río Manzanares y sus principales tributarios, tales como el arroyo de La Gavia, el
Panorámica de la excavación arqueológica del yacimiento de
La Gavia II (Diciembre de 2001)
Más recientemente, en el mes de diciembre de
2001, fruto de los trabajos arqueológicos previos a la
construcción de la Estación Depuradora de Aguas
Residuales de La Gavia se ha documentado la existencia de dos momentos importantes de formación de
depósitos aluviales anteriores al Holoceno, mediante
dataciones numéricas realizadas por luminiscencia
óptimamente estimulada (O.S.L.). Uno de ellos se
corresponde a la terraza +10 m que ha sido fechada
en 85.000 años B.P. (antes del presente) aproximadamente, en la cual se conservan algunos elementos de
industria lítica musteriense con reminiscencias achelenses (yacimiento Gavia III); por otro lado, hacia el
18.000 B.P. se ha fechado otro depósito fluvial encajado en el anterior, en el que se han recuperado más de
5.000 piezas paleolíticas (correspondientes a esquemas operativos muy diversos) en 1.580 m2 excavados
sistemáticamente (Gavia II). Finalmente, los depósitos
más recientes están representados por unas facies fluviales arenosas con una cronología de 6.000 años B.P.
y otros depósitos que representan los términos de llanura aluvial actuales (López Recio et alii, e.p.).
La abundancia de material paleolítico en el valle
del arroyo de La Gavia es el resultado de diferentes
ocupaciones paleolíticas relacionadas posiblemente
con el aprovisionamiento y transformación de los depósitos secundarios de sílex, muy frecuentes en el área de
Vallecas (Rus, 1983 y 1987; Rus y Velasco, 1993).
82
arroyo Butarque o el arroyo Culebro. El tramo del
Manzanares comprendido entre el núcleo urbano de
Madrid y la confluencia del Butarque presenta niveles
de terrazas situadas a cotas de + 8 m, + 12-15 m, +
18-20 m y + 25-30 m (Goy et alii, 1989), conservándose en este último un número importante de yacimientos del Paleolítico Inferior asociados en algunas ocasiones a restos paleontológicos correspondientes al
Pleistoceno Medio (Santonja y Pérez-González, 1997 y
2001).
La gran densidad de materia prima de sílex localizada en las riberas del propio arroyo de La Gavia y del
Manzanares a partir de su confluencia con dicho arroyo, procedente del desmantelamiento de los afloramientos silíceos localizados aguas arriba de dicho arroyo, como son el Cerro Almodóvar, Canteras de
Vallecas y el Alto del Retiro sobretodo, jugó un papel
fundamental como área de atracción para los cazadores-recolectores con el objeto de aprovisionarse de
recursos líticos y bióticos (animales y vegetales). Esta
actividad se traduce en la zona en un gran número de
yacimientos localizados en los valles fluviales, si bien la
mayoría de los hallazgos no se han localizado en su
posición original (in situ), sino en niveles de arroyada y
transporte fluvial/aluvial detectados en areneros y
graveras.
De este modo destacan los yacimientos del
Pleistoceno Medio de Transfesa en el entorno de
Villaverde (Meléndez y Aguirre, 1958; Baena y
Baquedano, 2004), Oxígeno (Rus y Querol, 1981),
Perales del Río (Gamazo et alii, 1983) y Arriaga II (Rus
y Vega, 1984; Rus y Enamorado, 1991). La tecnología
achelense, propia del Paleolítico Inferior, se caracteriza
por la aparición de grandes útiles elaborados directamente sobre nódulos naturales, como son los bifaces,
picos y hendedores. Durante esta etapa del Pleistoceno
Medio se han documentado yacimientos relacionados
con la explotación de medios potencialmente ricos en
Las primeras ocupaciones del Arroyo de La Gavia
MARIO LÓPEZ RECIO et alii
Reconstrucción en 3D de la distribución de yacimientos paleolíticos de la cuenca Sur del Manzanares
recursos bióticos (cazaderos o zonas de despedazado
de grandes animales herbívoros, sobre todo elefantes
antiguos –elephas antiquus– en la orilla del río), como en
Arriaga II o Transfesa. En general son testimonios en los
que el grado de actuación parece limitado a la luz de la
escasez de restos industriales que se asocian, en contra
de lo que recientemente se ha publicado para contextos
más antiguos (Domínguez-Rodrigo et alii, 2005).
En el Pleistoceno Superior se documentan enclaves
como El Almendro (Wernert y Pérez de Barradas,
1919), Delicias (Obermaier y Wernert, 1918; Santonja
et alii, 2000), Soto e Hijos -Unidad Superior- (Baena,
1992), Canteras de Vallecas (Obermaier et alii, 1921;
Obermaier, 1925) o La Torrecilla (Enamorado, 1989).
Como vemos, el Paleolítico Medio se encuentra bien
representado en la cuenca meridional del Manzanares,
a través de numerosos emplazamientos localizados al
aire libre, vinculados principalmente a la captación de
materia prima, detectándose un proceso de selección
de los soportes a explotar, debido a que los nuevos
requerimientos técnicos obligan a una mejor calidad
del sílex a tallar. La tecnología musteriense se dirige a
la producción de lascas a partir de una generalización
de modelos de explotación jerarquizados (levallois) o
no jerarquizados (discoide, prismático, etc.), consi-
guiendo útiles retocados de menor tamaño y espesor,
conformando raederas, denticulados, muescas, cuchillos de dorso, etc.
Por último, son mínimos los restos documentados del
Paleolítico Superior (finales del Pleistoceno Superior),
como El Sotillo, situado en la terraza a + 8 m sobre el
Manzanares (Wernert y Pérez de Barradas, 19301932; Martínez de Merlo, 1984) o los Areneros de
Valdivia, Arenero de Martínez, Arenero del Cojo,
Prado de Los Laneros y Arenero de Nicasio Poyato
(Pérez de Barradas, 1934; Baena y Carrión, 2002).
Dichos conjuntos presentan evidencias solutrenses,
como son las hojas de laurel, puntas de cara plana, raspadores y buriles.
Por la similitud existente entre las características
morfotécnicas del conjunto de La Gavia y de otros conjuntos líticos, son destacables los yacimientos de Las
Delicias, El Almendro, Canteras de Vallecas y Camino
de Salmedina.
Las Delicias es el primer yacimiento cuaternario
descubierto en la margen izquierda del río
Manzanares, situado en la terraza de +20-25 m sobre
dicho río. Mediante una reciente revisión de este yacimiento interpretado desde antiguo como un taller de
sílex alóctono (Obermaier y Wernert, 1918) ha sido
83
Vista aérea del Cerro Almodóvar (Vallecas)
adscrito al Pleistoceno Superior en función de los procesos de acumulación de carbonatos edáficos. Los
depósitos de Las Delicias corresponden a una pequeña
vaguada de drenaje deficiente que fluiría en dirección al
río Manzanares, acotando una reducida zona de características endorreicas (situada en el actual Museo del
Ferrocarril) (Santonja et alii, 2000). Aparte de una industria de lascas elaboradas a partir de núcleos de morfologías irregulares, discoides y levallois, las delgadas piezas bifaciales existentes podrían apuntar a una especialización del trabajo bifacial en momentos avanzados del
Paleolítico Medio (Santonja et alii, 2000) o bien preparaciones de piezas foliáceas solutrenses (Conde et alii,
2000; Baena y Carrión, 2002), por el mismo motivo que
Jordá con anterioridad ya denominara “presolutrense” a
este conjunto (Jordá, 1989).
El yacimiento de El Almendro, descubierto por Paul
Wernert y José Pérez de Barradas se localiza en
Villaverde, en un reborde de superficie a 14 m del río
Manzanares en su margen izquierda. Su conjunto paleolítico parece encuadrarse en un momento avanzado
del achelense, ya que presenta numerosos bifaces de
aspectos evolucionados (simétricos, adelgazados, etc.),
junto a núcleos discoides, productos de débitage leva84
llois y utillaje diversificado sobre lasca musteriense
(Wernert y Pérez de Barradas, 1919; Obermaier,
1925; Rus, 1987).
En las Canteras de Vallecas, situadas aguas arriba
del propio arroyo de La Gavia, Hugo Obermaier, Paul
Wernert y José Pérez de Barradas (1921), con motivo
de una excursión geológica, localizaron unos cortes
estratigráficos con industria paleolítica en la trinchera
del ferrocarril que transportaba los yesos desde las canteras hasta la villa de Vallecas. Dichos materiales
paleolíticos localizados en los distintos estratos pueden
atribuirse de forma genérica a un momento de
transición al musteriense. La zona cuenta con una gran
densidad y número de piezas en superficie, conformando extensas zonas de talla del Paleolítico en las
inmediaciones de los afloramientos de sílex existentes,
tan características del ámbito madrileño (Baena
Preysler, 1992).
Por último, también cerca del yacimiento de La
Gavia se encuentra el Camino de Salmedina, paraje
localizado en las inmediaciones del Sur de la villa de
Vallecas, en cuya superficie se ha detectado una industria musteriense siguiendo modelos de talla discoide y
levallois, junto con presencia de utillaje sobre lasca
Las primeras ocupaciones del Arroyo de La Gavia
MARIO LÓPEZ RECIO et alii
Mapa de distribución de los yacimientos paleolíticos del Sur de la Comunidad de Madrid
(Baena et alii, 1998; Conde et alii, 2000). Destaca en
gados, erosionados de los afloramientos de sílex del
el lugar la abundancia de restos de sílex tallados y fragmentos naturales y nódulos sin tallar (depósitos de agre-
entorno inmediato), lo que nos indica que se trata de una
zona de captación y de talla de materia prima lítica..
Bifaz. Canteras de Vallecas
85
Lascas levallois, escotadura y núcleo piramidal del Camino de Salmedina
EL
YACIMIENTO PALEOLÍTICO DE LA GAVIA
II
Geomorfología y litoestratigrafía
El área de estudio se sitúa en la parcela destinada
a la construcción de la Estación Depuradora de Aguas
Residuales (E.D.A.R.) de La Gavia, ubicada en el fondo
de valle del arroyo de La Gavia próximo a su unión con
el río Manzanares. El arroyo de La Gavia es uno de los
principales tributarios del río Manzanares por su margen izquierda, previo a la confluencia de éste con el río
Jarama. Este arroyo nace en la vertiente Noroeste del
Cerro Almodóvar y hasta su unión con el río
Manzanares posee un recorrido de unos 8 kilómetros,
con una dirección Noreste a Suroeste, siendo el área
de drenaje de 14,5 km2 aproximadamente.
El arroyo a lo largo de su curso drena depósitos de
la cuenca de Madrid, que comprenden la transición de
las facies detríticas a las facies evaporíticas formadas
en un sistema endorreico durante el Terciario. La cuenca alta del arroyo de La Gavia está constituida por una
unidad de arcillas verdes y rosadas, arenas micáceas y
margas, litología que cambia lateralmente a arcillas
con intercalaciones de bancos carbonáticos y de sílex,
del Aragoniense medio, drenando el curso bajo los
materiales evaporíticos del Aragoniense inferior-medio.
La dinámica fluvial, al menos desde la formación
de la terraza a +10 m (Gavia III ), ha estado afectada
86
Utillaje sobre lasca del Camino de Salmedina
en el tramo bajo del arroyo por fracturas y colapsos
de los yesos infrayacentes que parecen alinearse en la
dirección N90, lo que ha determinado una asimetría
del relleno del valle, anterior a la confluencia con el
río Manzanares. Existe además un cambio de pendiente que sufre el río Manzanares a su paso por el
valle del arroyo de La Gavia (Silva et alii, 1988), el
cual se explica por la existencia de una falla con dirección E-W que atraviesa longitudinalmente el valle en
su tramo bajo.
Los depósitos de edad cuaternaria que se encuentran en La Gavia son principalmente de tipo aluvial y
coluvial (más recientes). Como se ha indicado con anterioridad, en el curso bajo del arroyo de La Gavia se
han localizado dos yacimientos con industria lítica en
posiciones morfoestratigráficas diferentes: el primero
localizado en una terraza a +10 m con respecto al thalweg actual, en la margen derecha, denominado Gavia
III, con un número escaso de piezas líticas, y el segundo situado en el fondo de valle, denominado Gavia II.
Los resultados derivados de su excavación sistemática
se describen a continuación:
El yacimiento de Gavia II se sitúa en el fondo de
valle del arroyo de La Gavia a unos 2 metros por debajo de la superficie. La secuencia deposicional de las
diferentes unidades litoestratigráficas de muro a techo
es la siguiente:
Las primeras ocupaciones del Arroyo de La Gavia
MARIO LÓPEZ RECIO et alii
Red hidrográfica del arroyo de La Gavia con los afloramientos de sílex existentes
Ò Substrato formado por una alternancia de yesos y
arcillas negras de edad Aragoniense inferior-medio.
Ò Unidad de fangos verdes yesíferos masivos (1
4/5GY- dark greenish grey- en la tabla Munsell)
que se apoyan de forma discordante sobre la unidad terciaria infrayacente. El espesor de esta unidad varía entre los 6 y 8 metros y se extiende lateralmente a lo largo de todo el fondo de valle. La
edad de este depósito es algo más antigua de
85.681+/- 8.108 años B.P. 1, fecha resultante para
los depósitos de arenas de Gavia III, que, de acuerdo con la interpretación estratigráfica establecida
se sitúa por encima de este mismo nivel de fangos
verdes yesíferos masivos.
Ò Erosivamente sobre los fangos verdes aparecen
arenas y gravas cuarzo-feldespáticas (10 YR 7/2 light grey-) con cantos de sílex principalmente (de
hasta 30 cm de diámetro mayor) y en menor proporción (menos del 2%) carbonatos y sepiolita. En
estas arenas y gravas aparecen intercalados lentejones de arcillas verdes de espesor centimétrico. La
fracción arenosa con granulometrías finas, medias
y gruesas presenta estratificación cruzada de surco
de bajo ángulo y cruzada planar, granoselección
positiva, lag de cantos y mud-balls, que representan
facies de canal y llanura de inundación; la potencia de esta unidad varía entre 0,6 m y 1,5 m dentro de la zona de excavación. La datación por
O.S.L. en una muestra de arenas de grano medio
de este depósito ha dado una edad de 18.454 +/1.492 años B.P. En esta unidad se ha documentado el material paleolítico, asociado a la fracción
gruesa de los depósitos. La alta concentración de
industria lítica, sus alteraciones, la naturaleza del
depósito y la edad registrada explican el carácter
secundario y claramente derivado del yacimiento.
Ò Arenas finas homométricas con niveles centimétricos de limos intercalados que presentan laminación
paralela; en la mitad superior de la unidad aparecen nodulizaciones arriñonadas de carbonatos
cuyo origen es posiblemente edáfico. El espesor es
de 1,2 m, apoyándose dichas arenas de forma discordante (paleorrelieve) sobre la unidad de fangos
verdes y también por contacto neto sobre la unidad
de arenas y gravas con industria lítica. El ambiente
de sedimentación de este depósito es fluvial, siendo
fechadas las arenas por O.S.L. en 6.222 +/- 525
años B.P.
87
grado de rodamiento de las piezas (un 22% presentan
rodamiento muy acusado), la presencia de pseudorretoque debido al transporte fluvial, etc., se planteó el
análisis de la industria a modo de muestreo, es decir,
se estudió de forma intensiva sólo una parte representativa del mismo correspondiente a las piezas aparecidas en la cuadrícula B7, aunque se realizó una clasificación por categorías de la totalidad del conjunto.
En el estudio de captación de materias primas que
Mapa Geológico del entorno del arroyo de La Gavia. Simplificado de la hoja
geológica de Madrid, nº 559, escala 1:50.000 (1989)
se llevó a cabo se contabilizaron todas las bases naturales del yacimiento (alrededor de 15.000 fragmentos);
se midieron, se analizó su grado de corticalidad y su
morfología, se clasificaron por colores y se comprobaron sus aptitudes de cara a la talla. El tratamiento estadístico de estos datos permitió cotejarlos con los que se
obtuvieron del análisis general de la industria, así como
inferir una serie de cuestiones interesantes de cara a
establecer patrones en el comportamiento de estos grupos humanos en la gestión de sus recursos líticos.
La captación y explotación del sílex tuvo lugar en un
radio de acción exclusivamente local, bastante reducido, no mayor de 5 km, debido a la proximidad del
Cerro Almodóvar y al desmantelamiento erosivo de sus
niveles de sílex a lo largo de miles de años. Sin embargo, este sílex, que se presenta en el contexto fluvial del
arroyo de La Gavia en forma de clastos de diferente
morfología y tamaño, posee un índice no muy alto de
potencialidad como recurso para ser explotado en relación a su, más que notable, abundancia. Prácticamente
Ò Limos arenosos y limos grises que tapizan los
depósitos anteriores y ocupan toda la extensión del
fondo de valle. La potencia de la unidad en el área
de excavación varía entre 0,4 m y 2 m de espesor;
son depósitos de origen aluvial-coluvial de edad
holocena.
Caracterización morfotécnica del conjunto lítico
La excavación del yacimiento de Gavia II dió como
resultado la documentación de un conjunto industrial de
5.830 piezas líticas dentro de un depósito fluvial datado por luminiscencia óptimamente estimulada (O.S.L.)
en 18.000 años B.P. Debido al carácter derivado de
los materiales, como demuestra, entre otros aspectos, el
88
Cuadrícula B7, perfil Sur de La Gavia II
Las primeras ocupaciones del Arroyo de La Gavia
MARIO LÓPEZ RECIO et alii
a) Corte geológico con la posición del yacimiento Gavia II en el fondo de valle del arroyo de La Gavia;
b) Corte geológico de detalle de la zona de excavación y columnas litoestratigráficas
un 88% de las bases naturales que se encuentran, de
buena calidad y color grisáceo, miden menos de 10 cm,
por lo que prácticamente quedarían descartadas para
realizar el tipo de útiles que aparecen en Gavia II. Por
tanto, se habría dado una primera selección muy marcada por el tamaño de las matrices. En segundo lugar,
aproximadamente un tercio de estas bases presentan
alteraciones importantes que condicionan su calidad de
talla (fisuras internas, fracturas, alto porcentaje de córtex), con lo que tampoco podrían utilizarse; otro tercio
sería de calidad regular, siendo únicamente el tercio
restante materiales con buena aptitud de talla. Por otra
parte, el 97% presenta una morfología irregular, lo que
condicionaría la configuración de los soportes de cara
a una supuesta pre-concepción en la forma de explotar
estas bases en función de su morfología; nuevamente,
la selección y tanteos previos de los distintos tipos de
sílex jugaría un papel fundamental en la gestión de
estos recursos abióticos.
La presencia, prácticamente anecdótica, de otras
materias primas como la cuarcita (que representa un
1,1% de materiales), utilizada fundamentalmente para
percutir, podría atestiguar movimientos desde y hacia
otras cuencas fluviales como la del Jarama donde son
más abundantes.
89
Esquemas de producción lítica registrados en el yacimiento de Gavia II
Modalidades de explotación en Gavia II
Reconstrucción de procesos de talla discoide y
trabajo bifacial. Gavia II
Industria paleolítica de La Gavia II
90
En Gavia II se documentaron 5 modalidades principales de explotación de estas bases naturales. Al tratarse de depósitos en posición secundaria, la diacronía o
sincronía de estos modelos es muy difícil de establecer,
es decir, el lapso de tiempo en el que se configuraron
estas industrias iría, desde al menos, unos 85.000 años
B.P. (antes del presente), fecha en la que se dató la
terraza próxima al yacimiento a +10 m (denominada
Gavia III), hasta un período posterior (18.000 B.P.),
fecha en la que se dató la formación del depósito de
Gavia II con una industria dirigida a la producción de
lascas y elementos laminares de Paleolítico Superior.
Sin embargo, la mayor parte del conjunto lítico, tras el
análisis tecnomorfológico, se interpretó como perteneciente a un período de transición Achelense FinalMusteriense generado por grupos neandertales.
Las modalidades de explotación documentadas
serían las siguientes:
Ò Modalidad 1: configuración de macroutillaje
(façonnage) directamente sobre las bases naturales. Sería principalmente la presencia de bifaces
espesos, poco simétricos y toscos la que retrasaría
la adscripción cronocultural hasta un Achelense
Las primeras ocupaciones del Arroyo de La Gavia
MARIO LÓPEZ RECIO et alii
Presencia de trabajo bifacial (façonnage) y variabilidad de modelos de producción
de lascas (“débitage”). Gavia II
Bifaz de sílex. Gavia II
Bifaz micoquiense. Gavia II
Final. La talla de estas piezas generaría lascas corticales primarias y secundarias, así como restos de
talla y debrises, todos ellos en una proporción muy
escasa dada la baja presencia porcentual de esta
macroindustria (un 0,3% del total de piezas).
Bifaz de cuarzita. Gavia II
Ò Modalidad 2: esquemas de reducción de
núcleos con escasas extracciones. Se trataría, a
nuestro parecer, no tanto de un modelo de explotación definido, como de núcleos no demasiado
aptos de cara a la talla, producciones fallidas, etc.,
91
Núcleo levallois de sílex. Gavia II
Punta musteriense. Gavia II
producto de la experimentación mediante tanteos
previos llevada a cabo en este tipo de materiales,
generando lascas de descortezado y restos de
talla, como en las siguientes modalidades.
Ò Modalidad 3: configuración de esquemas de
reducción lítica levallois preferencial, típico del
Musteriense, destinados a la producción de lascas
(débitage) predeterminadas, levallois, puntas levallois y en general subproductos levallois.
Ò Modalidad 4: configuración de esquemas de
reducción discoide, el más repetitivo de la serie,
con el fin de producir lascas susceptibles de convertirse en útiles, como se documenta en el yacimiento con la aparición de raederas sobre lasca,
lascas retocadas, cuchillos de dorso o denticulados sobre lasca.
Ò Modalidad 5: configuración de esquemas de
reducción laminares que formarían parte ya de un
Paleolítico Superior, efectuadas con toda probabilidad por poblaciones modernas de sapiens
sapiens, en los que se producen láminas en general anchas y no muy alargadas. A través del análisis de las dimensiones de sus talones (planos de
golpeo conservados) puede inferirse, por primera
vez, una utilización, en algunos casos, de percusión directa con percutores blandos que generan
talones finos.
INTERPRETACIÓN
CRONOCULTURAL DE LA GAVIA
En conjunto existen varias unidades morfoestratigráficas diferenciadas: la primera unidad y más anti92
Raspador sobre lámina. Gavia II
gua corresponde al nivel de terraza + 10 m (Gavia III),
datado en 85.681+/-8.108 años B.P (estadio isotópico 5); por otro lado, el depósito de fondo de valle
(Gavia II), con granulometrías gruesas, situado por
debajo de los términos de llanura de inundación actual
y datado en unos 18.454 +/- 1.492 años B.P. (estadio
isotópico 2), que contiene el numeroso conjunto industrial paleolítico; la primera unidad se apoya mediante
contacto erosivo sobre una capa de fangos verdes cuya
edad es lógicamente más antigua a los 85.000 años
B.P. datados en las arenas de la terraza; finalmente los
depósitos más recientes constituidos por arenas y limos
se fechan en torno al 6.222 +/- 525 años B.P.
(Holoceno antiguo), por encima de los cuales existe un
depósito formado por materiales de tipo coluvial-aluvial
que tapiza a todos los demás niveles.
La acumulación de industria lítica en los niveles
geológicos tiene su origen en la sucesión de avenidas
del propio arroyo de La Gavia, incluso de aportes laterales, lo que indica que el yacimiento Gavia II se
encuentra en posición derivada aunque pone en relación la procedencia de los materiales con el área fuente. En este sentido, existe una mezcla y diacronía de
esquemas operativos en el conjunto lítico que marcan
un punto final en modos propios del Paleolítico
Superior, dominando las fases iniciales de explotación
constatado para zonas de aprovisionamiento de materia prima, que se generalizan en la Meseta a partir de
momentos de transición al Paleolítico Medio.
El nivel de terraza situado a + 10 m (Gavia III ) presenta un escaso repertorio lítico, aunque similar al
amplio conjunto paleolítico recogido en el yacimiento
Las primeras ocupaciones del Arroyo de La Gavia
MARIO LÓPEZ RECIO et alii
Gavia I, con un predominio de productos de lascado y
de utillaje, así como presencia de ciertos elementos de
macroutillaje (bifaces de pequeño formato), que
podrían corresponderse desde un punto de vista tipológico a un momento de transición Achelense Final-musteriense (Rus, 1983). Este enclave, contextualizado en
niveles pleistocenos, corresponde a zonas de aprovisionamiento de sílex de depósitos secundarios agregados
(Rus, 1987; Rus y Velasco, 1993), procedentes de la
erosión de los afloramientos miocenos del Cerro
Camino de Salmedina (Baena et alii, 1998; Conde et
alii, 2000), donde se identifican zonas de “talleres”.
Por su parte, el conjunto lítico de Gavia II (que
cuenta con casi 6.000 piezas) se caracteriza por el
predominio de procesos de débitage, es decir, de producción de lascas, siguiendo fundamentalmente modelos expeditivos, recurrentes alternantes (discoide) y
jerarquizados (levallois y discoide), propios de un complejo técnico musteriense, frente a una presencia más
reducida de façonnage o configuración directa de úti-
Bifaz de pequeño formato. Gavia III
Almodóvar, Alto del Retiro y Canteras de Vallecas,
como sucede en los yacimientos cercanos de Canteras
de Vallecas (Obermaier et alii, 1921), Perales del Río
(Gamazo et alii, 1983), Soto e Hijos (Baena, 1992) y
les sobre nódulos, como son los bifaces, tradicionalmente adscritos en este contexto al Achelense. A su
vez, existen modelos unidireccionales que evidencian
la presencia de modelos de producción (débitage) lami93
nar. Esta variedad de modos de talla, además de una
presencia de grados muy dispares de rodamiento para
piezas correspondientes a unas mismas estrategias de
explotación lítica, podría responder a una mezcla de
materiales procedentes de lugares distintos y de fases
cronoculturales diferentes, depositadas hace unos
18.000 B.P. años, o bien a una ocupación intensiva
del propio entorno fluvial de La Gavia desde fases en
las que se desarrollan tecnocomplejos como el achelenNúcleo levallois. Cerro de La Gavia
se, el musteriense o incluso de fases más recientes con
modelos de explotación laminar.
Por tanto, el valle del arroyo de La Gavia se conforma como un espacio más al que los cazadores-recolectores del Paleolítico recurrirían con asiduidad, en
busca de materia prima para tallar (sílex), muy
abundante en la zona, y aprovechar de igual modo,
los recursos naturales de su entorno inmediato.
Posteriormente, algunas piezas paleolíticas del propio
arroyo serán reaprovechadas durante la Prehistoria
Reciente, como se atestiguó en la excavación
arqueológica del poblado de la II Edad del Hierro de
La Gavia 2. Por su parte, otras piezas paleolíticas fueron documentadas en posición secundaria en niveles
de rellenos del interior del recinto amurallado.
Lasca retocada de sílex. Cerro de La Gavia
NOTAS
1 Dataciones obtenidas por luminiscencia óptimamente estimulada (O.S.L.) en el Laboratorio de Datación y
Radioquímica de la Facultad de Ciencias. UAM. Ciudad Universitaria de Cantoblanco. Ctra. de
Colmenar, Km 15. 28049 Madrid.
2 El estudio de dicho material es abordado con profundidad en este mismo volumen.
Las primeras ocupaciones del Arroyo de La Gavia
MARIO LÓPEZ RECIO et alii
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95
EL
EL
POBLADO EN LA II EDAD DEL HIERRO
CERRO DE LA GAVIA Y LOS RECINTOS AMURALLADOS
DEL HIERRO
II
EN EL CENTRO DE LA PENÍNSULA.
EL
URBANISMO Y LAS FASES DE OCUPACIÓN
LA
VIDA COTIDIANA:
Agricultura.
Ganadería
Otros aprovechamientos
El territorio de explotación
ACTIVIDADES ARTESANALES:
La alfarería
La industria lítica
La metalurgía
Las actividades textiles
La industria en hueso
Intercambio. La procedencia de los productos
EL
CERRO DE LA GAVIA Y LOS RECINTOS
AMURALLADOS DEL HIERRO II EN EL
CENTRO DE LA PENÍNSULA
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ*
Y JORGE
MORÍN
DE
PABLOS**
E
* Proyecto arqueológico Plaza de Moros
Calle Llano, 25 – Santa Cruz de la Zarza, Toledo - 45370
Correo electrónico: durbina@wanadoo.es
** Departamento de Arqueología, Paleontología y Recursos Culturales de
Auditores de Energía y Medio Ambiente, S.A.
Avda. de Alfonso XIII, 72 – 28016 MADRID.
Correo electrónico: jmorin@audema.com; www.audema. com
l antiguo poblado del Cerro de La Gavia se
levanta sobre un talud de yesos que se asoman
a la vega del río Manzanares por el Oeste. El
cauce de un pequeño arroyo o torrente aísla el cerro por
el Sur, y al Norte y al Este se extendía una meseta de la
que se separaba el cerro mediante una pequeña cárcava
que fue aprovechada como foso del recinto, agrandándola ligeramente. Visto desde el río, el yacimiento debió
aparecer como un nido de águilas, un castillo que se
levantaba sobre el escarpe de paredes casi verticales.
Hace años que por ese lado falta un pedazo del cerro,
pero no cuesta imaginar una pared de yesos de unos
20 m de altura, prácticamente inaccesible. En su base se
veían unas edificaciones y en mitad de la pared unas
cuevas excavadas que han servido tanto como trinchera
en la Guerra Civil, como vivienda en tiempos peores que
los actuales.
El espacio así definido corresponde al de un espolón
de forma ovalada aislado mediante un foso y probable99
Vista aérea del Cerro de La Gavia.
Se aprecian los restos des sistema amurallado en el espolón al Norte
mente también por medio de una muralla rematada en
uno o dos torreones. Las alteraciones producidas por el
paso del tiempo sobre materiales de construcción tan
frágiles como el yeso y la tierra, así como diversos
agentes antrópicos, no han permitido comprobar estos
supuestos en el terreno, pero el conocimiento que tenemos de otros yacimientos similares y relativamente próximos (Millán, 1987; Sierra, 2002; Urbina, 2000;
Urbina et alii 2004; Urquijo y Urbina, 2000, y e.p.),
así como ciertos indicios del paisaje, nos permiten
imaginarlo.
A través de las fotografías aéreas anteriores a la
década de 1980 se puede observar la existencia de un
remate realzado en forma redondeada en el extremo
NO. del espolón. Ésa es la dirección en la que conflui100
rían las dos calles que articulaban el poblado. Incluso
se puede llegar a precisar más, ya que la dirección de
las calles (la confluencia de ambas o el punto desde
donde se separarían) coincide exactamente con el
extremo Sur de esta muralla. Tal y como sucede en
otros lugares (Plaza de Moros, Toledo) la puerta de
entrada al poblado no puede situarse en el centro de la
Barrera o los torreones, pues para llegar a ella sería
necesario atravesar el foso y además la barrera perdería efectividad defensiva colocando en ella la puerta
que siempre es el punto más vulnerable de toda fortificación. El camino de entrada se situaría al Noreste bordeando por ese lado foso y barrera y accediendo al
poblado por el lateral de la muralla en el punto en el
que convergerían las dos calles principales del pueblo.
El Cerro de La Gavia y los recintos amurallados del Hierro II en el centro de la península
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ Y JORGE MORÍN DE PABLOS
Mapa General. Para la elaboración de este mapa los datos se han extraído de: ABASCAL, J.M. (1982);. BLASCO, Mª C. y LUCAS, Mª R. (2000);.
BLASCO, MªC. y SÁNCHEZ, E. (1999);. FERNÁNDEZ-GALIANO, D. (1976);. MUÑOZ, K. (2001);. URBINA, D. (2000)
Hacia el exterior se ve con meridiana claridad el
hueco del foso, un foso de al menos 8-10 m de ancho
y el largo adaptado al ancho de la lengua de tierra que
secciona. Se trata por tanto, del esquema típico de
espolón con barrera, con un foso que cortaba la rampa
menos empinada desde la que se podía acceder al
101
constancia de la ocupación en este período más que de algunos ejemplos aislados
de lugares en alto con un amplio abanico
cronológico, como el cerro del Ecce
Homo parcialmente excavado hace años
(Almagro y Fernández Galiano, 1980).
También era conocido desde antiguo el
enclave de Titulcia sobre un farallón de
yesos en la confluencia del Jarama y el
Topografía de los recintos amurallados en el Valle del Tajo y la Mesa de Ocaña.
Se puede apreciar el gran tamaño de los recintos de la margen izquierda del Tajo, que alcanzan superficies cercanas a la mitad de las ciudades como la Segóbriga romana (Saelices, Cuenca), que se ha incluido como ejemplo comparativo.
Tajuña (Blasco y Alonso, 1983; Valiente,
1987), había noticias sobre diversos yacimientos en el valle Medio del Henares y
Tajuña (Fernández Galiano, 1976;
Abascal, 1982) y los asentamientos en
cerro de Santa Catalina, Cerro Butarrón
(Asquerino y Cabrera, 1980) o el propio
de La Gavia (Pérez de Barradas, 1936;
Blasco et al., 1982), que comenzará a ser
valorado como enclave fortificado de la
Edad del Hierro por Mª C. Priego (1982)
y S. Valiente (Valiente y Balmaseda,
1983). Por entonces comenzaba a ser
conocido el castro de la Dehesa de la
Oliva (Muñoz, 1982), ya a medio camino
entre la Edad del Hierro y el período
romano.
La Edad del Hierro se interpretaba
como el período en el que se producían
notables cambios en la cultura material,
como la introducción del torno de alfare-
poblado con relativa facilidad desde el llano. Si el
hueco del foso es evidente en la fotografía aérea, la
barrera o muralla principal aparece, como en muchos
otros lugares con predominio de yesos, como una loma
de tierra formada por los derrumbes ya informes de
estos materiales blandos, no permitiendo vislumbrar la
existencia o no de torreones. Lamentablemente al iniciarse la excavación en La Gavia, faltaba ya la mayor
parte de esta superficie del Cerro.
El Cerro de La Gavia se puede englobar, por tanto,
entre los recintos amurallados de la Edad del Hierro
(Urbina, 2000:capIII). Este tipo de yacimientos es uno
de los más característicos de esta época en toda la
Península. Sin embargo, en la Comunidad de Madrid y
en el Centro de España, este fenómeno era apenas
conocido y no ha podido ser interpretado correctamente hasta hace poco, pues prácticamente no se tenía
102
Escarpes de yesos en Oreja (Valle del Tajo; Ontígola, Toledo), que defienden el
yacimiento del Hierro II y el castillo medieval en su cara Sur
El Cerro de La Gavia y los recintos amurallados del Hierro II en el centro de la península
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El Castellar. Villarrubia de Santiago, Toledo. Escarpes en la margen izquierda del Tajo sobre los que se levantaba el yacimiento ya destruido
ro, la generalización del empleo del hierro para la
fabricación de armas y herramientas y la de la arquitectura en “duro”, haciendo referencia a los restos de
casas con paredes de adobes sobre zócalos de piedra,
bien documentadas en pequeños enclaves excavados
poco después, como Cerro Redondo, en Fuente el Saz
del Jarama (Blasco y Alonso, 1985).
Por lo que respecta al poblamiento, el panorama
era aún confuso. Se valoraban las “cuevas” y los “fondos de cabaña” como elementos importantes del hábitat del la Segunda Edad del Hierro (Valiente,
1987:123), al tiempo que se realizaban las primeras
prospecciones sistemáticas en varios lugares de la
Comunidad y se esbozaba ya tímidamente la importancia de los recintos amurallados en torno a los valles del
Tajo, Jarama y Henares (Valiente, 1987: 124).
La publicación de los resultados de las excavaciones en el castro de la Dehesa de la Oliva (Cuadrado,
1991) y del yacimiento de Santorcaz (Cerdeño et alii
1992) 1, ambos de cronologías tardías dentro de la
Edad del Hierro (s. III-II, I a.C.), a los que hay que añadir recientemente el recinto de Fuente de la Mora, en
Leganés (J.J. Vega, et alii 2003), permiten entrever la
importancia de los hábitats fortificados en este período
y en los primeros tiempos de la conquista romana,
prácticamente hasta los cambios en el poblamiento propiciados por César y Augusto. Esta continuidad en la
utilización de enclaves fortificados se constata asimismo en La Gavia y contrasta, con lo que sucede en otras
zonas próximas cercanas al río Tajo (Urbina, 2000).
Los yacimientos amurallados del Hierro II en los
valles fluviales del Centro de la Península adoptan un
patrón de características muy estandarizadas perfectamente adaptadas a los relieves predominantes, a base
de escarpes de yesos en las vegas de los ríos: Tajo,
Henares, Jarama, Manzanares, o taludes calizos en los
bordes del páramo de las Mesas de Ocaña y Chinchón
y los arroyos de la parte oriental y meridional de la
Comunidad. Se trata de los éperons barrés (Moret,
1996) o “espolones con barrera”, frecuentes incluso en
el Mediodía francés. Por lo general se levantan sobre
espolones o penínsulas en el borde del páramo que
aprovechan al máximo las condiciones defensivas del
relieve, a menudo en “muelas” o sobre frentes de esca103
Mapa del poblamiento de la II Edad del Hierro en la Mesa de Ocaña, con la indicación de los yacimientos en llano y los recintos fortificados
pe en la confluencia de dos cauces fluviales únicamente accesibles por uno de sus lados, a veces consistente
en un estrecho istmo, que es donde se concentran las
mayores defensas formadas por lo común por uno o
dos fosos y un frente de muralla o “barrera” que suele
tener uno o dos torreones, cuadrados o redondos
(Moret, 1996; Urbina, 2000; 2001, e.p.a).
Conocemos en la provincia de Toledo un excelente
ejemplo de éperon barré parcialmente excavado: Plaza
de Moros, Villatobas (Urquijo y Urbina, 2001; Urbina
et alii, 2004), y en la provincia de Cuenca el Cerro de
la Virgen de la Cuesta en Alcochel de la Estrella
(Millán, 1987) y Fuente de la Mota en Barchín del
Hoyo (Sierra, 2002). Dependiendo de las dificultades
naturales del terreno, las barreras adoptan una u otra
forma, con bastiones de muralla y torreones más complejos cuanto más plano es el relieve (Barchin del
Hoyo), consistiendo en un foso de 8 m de ancho y más,
y un frente de muralla que está en realidad constituido
por sendos torreones, en los relieves más abruptos
(Plaza de Moros)
Este modelo de poblado defensivo a pesar de
adaptarse perfectamente a un tipo de relieve concreto,
104
se encuentra extendido por buena parte de la
Península, tanto en los dominios de yesos del Valle del
Ebro como en los calizos de Cataluña o el País
Valenciano o los silíceos de Extremadura, pasando por
las serranías de Cuenca, Guadalajara, Soria y Teruel
(ver varias comunicaciones en: VVAA, 1991).
Cuando el relieve lo permite se aprovechan cerros
testigo como el de Los Ángeles o el Cerro Almodóvar,
en cuyo caso los asentamientos se rodean de una muralla circular sin barrera. Este modelo está especialmente
adecuado a los relieves llanos de La Mancha, donde se
levantaron asentamientos como los de Alarcos, Oreto o
el Cerro de las Cabezas en Ciudad Real, El Amarejo en
Albacete (Broncano y Blánquez, 1985), el Cerro de
Bonilla, en Cuenca (Valiente, 1982), o los más próximos del Cerro del Castillo en Consuegra (Giles
Pachecho, 1971), el Cerrón de Illescas (Valiente,
1994) o la propia ciudad de Toledo (Barrio y
Maquedano, 1996).
Los “espolones con barrera” se asignan a momentos del siglo IV a.C. o posteriores, ya que la existencia
de los fosos (ver discusión en Urbina et alii, 2004) parece derivarse de los influjos griegos que se intensifican a
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Fuente de la Calzada. Santa Cruz de la Zarza, Toledo. Vista de un yacimiento de la Edad del Hierro en llano
partir de ese momento. Supondrían una evolución cuyo
origen hay que buscar en las influencias fenicias, y así
se interpreta la presencia de elementos de importación:
ánforas ligadas al comercio del vino, moneda de cambio introducida por los semitas para sus trueques por
los productos indígenas, y objetos exóticos como un
timiaterio, aparecidos en La Quéjola, San Pedro
(Albacete, Blánquez, 1995), poblado en espolón que
ya presenta el germen del sistema de foso y
barrera 2.
Pero por otro lado existen precedentes en la arquitectura autóctona peninsular del Bronce Final y del
Hierro I, como son los denominados “village clos” (pueblos cerrados) característicos de la cultura de los
Campos de Urnas en el valle del Ebro (Moret, 1996),
compuestos por un recinto amurallado al cual se adosan casas rectangulares, por lo general de una sola
estancia, dejando un espacio vacío en el centro. Un
ejemplo cercano de este tipo de recintos lo podemos
encontrar en el llamado castro de El Ceremeño,
Herrería, Guadalajara (Cerdeño y Juez, 2002).
Los datos de los recintos amurallados excavados
hasta el momento en el Centro de la Península: Barchín
Plano del Cerro de las Canteras, Yeles, Toledo.
Yacimiento de la Edad del Hierro con ocupación romano-republicana.
Elaboración propia sobre plano 1:10.000
105
El Castellar en primer término y al fondo, al otro lado del valle del río Tajo, Arroyo de los Castrejones (Colmenar de Oreja, Madrid)
del Hoyo, Alconchel de la Estrella, Plaza de Moros,
La Gavia, parecen confirmar unas cronologías del siglo
IV a.C. para el inicio de su poblamiento. Existen fechas
de C14 para Plaza de Moros y Barchín del Hoyo
(comienzos y mediados-finales del siglo IV a.C., respectivamente). A ellas habría que añadir la presencia de
los fragmentos de cuenco ático de barniz negro decorado con palmetas y ruedecilla, hallado en La Gavia.
Aunque apareció fuera de contexto, estas piezas se
pueden datar desde mediados del s. IV a comienzos
del III a.C. La presencia de barniz negro ático en los
yacimientos amurallados es muy escasa. Este tipo de
cerámicas se han documentado en yacimientos de llanura con más altas cronologías como Fuente el Saz del
Jarama, en la provincia de Madrid (Blasco y Alonso,
1985), Esperillas (inédita), Palomar de Pintado (Pereira
et alii 2001), Hoyo de la Serna (Urbina et alii 2001),
El Cerrón de lllescas (Valiente, 1994), Virgen de la
Muela en Corral de Almaguer (Santos et alii 1998),
106
Yeles (Cuadrado, 1973) en la de Toledo y Madrigueras
(Almagro, 1969), en Cuenca.
De este modo parece existir un vacío de dos o tres
siglos desde las sencillas cabañas 3 de los yacimientos
de la Primera Edad del Hierro (Blasco et alii 1988) de
los que se conocen varios ejemplos en la Comunidad
como los del cerro del Ecce Homo (Almagro y
Fernández Galiano, 1980) o los humildes poblados de
Getafe (Blasco y Barrio, 1986) y el Cerro de San
Antonio, tan próximo a La Gavia (Blasco et alii 1991),
etc., hasta los poblados fortificados del s. IV a.C. que
poseen ya un urbanismo desarrollado con la existencia
de calles y casas de distintos tamaños y plantas, con
varias habitaciones o ambientes en donde se desarrollan distintas funciones, como ocurre en La Gavia.
En la década de los 80 se inicia en España el interés por los estudios de arqueología espacial. Por esa
época y en la década siguiente en la Comunidad de
Madrid se realiza la Carta Arqueológica, que dio lugar
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Vista desde la vega del yacimiento amurallado de Arroyo de los Castrejones. Escarpes yesíferos en la vega del Tajo. Colmenar de Oreja, Madrid
a la publicación de algunos trabajos de carácter descriptivo sobre distribución del poblamiento, especialmente en el Valle del Tajuña (Almagro y Benito, 1993
y 1994), pero sin llegar nunca a realizar verdaderos
análisis territoriales (Blasco y Sánchez, 1999), por lo
que la historiografía se ha limitado a trasladar los tópicos sobre la existencia de un hábitat jerarquizado establecido sobe tres categorías de asentamientos de
acuerdo a su tamaño, partiendo de datos en muchos
casos sin contrastar (Almagro y Dávila, 1995).
Hace once años se inició el estudio del poblamiento del Hierro II en un área de 1500 km2 en la Mesa de
Ocaña, región situada en la esquina nororiental de la
provincia de Toledo, lindando con el Valle del Tajo y la
Comunidad de Madrid (Urbina, 1997), y desde 1998 se
están realizando excavaciones en el recinto amurallado
de Plaza de Moros (Villatobas, Toledo), similar en
muchos aspectos a La Gavia. Desde entonces han aparecido publicados varios trabajos al respecto, tanto
sobre Plaza de Moros en particular (Urbina et al., 2004;
e.p.; Urquijo y Urbina 2001), como sobre el poblamiento y los recintos amurallados de la comarca (Urbina,
2000; 2001; 2002; e.p.a; e.p.b). El estudio del poblamiento en la región no ha cesado, añadiéndose a la
prospección sistemática de entonces la realización de la
carta arqueológica de casi todos los municipios englobados en la Mesa de Ocaña en los últimos años.
Se descubrieron más de 30 yacimientos del
Hierro II. Desde el primer momento se hizo evidente la
existencia de dos sistemas o tipos de poblamiento muy
diferentes entre sí, tanto en lo que respecta a la elección de los hábitats, como en las relaciones que se establecían entre los distintos núcleos. Junto a los recintos
fortificados, de los que se descubrieron 17 ejemplos,
de los cuales 14 eran del tipo “éperon barré”, se inventariaron 18 núcleos (Urbina, 2000) que manifestaban
un absoluto desprecio por las condiciones defensivas,
eligiendo relieves llanos, usualmente ubicados en las
107
cabeceras de los arroyos junto al borde del páramo, o
bras, los recintos amurallados se disponen en el espa-
sobre pequeñas terrazas en la vega del Tajo. Estos
cio partiendo de los núcleos en llano, eligiendo para
ello las ubicaciones que mejor se adaptan para la
poblados elegían siempre la cercanía a los mejores
manantiales, despreciando los grandes cursos de agua
y la proximidad a un tipo de tierras que son las más
defensa dentro del relieve existente en los territorios de
cada yacimiento preexistente en el llano (Urbina,
nos yesíferos o calizos con aportes de coluviones de
2000; Urbina et alii, 2004).
Los análisis espaciales realizados sobre los 17
arcillas que ofrecen una tierra ligera y productiva, si
bien necesitada de unos mínimos aportes pluviométri-
recintos fortificados de la Segunda Edad del Hierro en
la Mesa de Ocaña, (Urbina, 2000), demostraron que
cos, conocidos en la zona como “amarillares” (Urbina,
1998). Varios de estos yacimientos eran conocidos por
la excavación de sus necrópolis: Las Madrigueras en
Carrascosa del Campo, Cuenca (Almagro, 1969), Las
Esperillas en Santa Cruz de la Zarza (García Carrillo y
Encinas, 1987) y Palomar de Pintado en Villafranca de
los Caballeros (Pereira, et alii 2001), ambas en Toledo
y recientemente Cerro Colorado en Villatobas, Toledo,
y especialmente, Arroyo Culebro, en Leganés, yacimiento A (Penedo, -coord.-, 2001). Habría que añadir
a esta lista quizá el yacimiento o los yacimientos de La
Aldehuela-Torrecilla y Aldehuela-Salmedina (Valiente y
Rubio, 1982; Blasco y Lucas, 2000), en las tierras llanas de la margen derecha del cauce bajo del
Manzanares, a ambos lados de la desembocadura del
Arroyo Culebro y sin lugar a dudas el hábitat de
Laguna de Campillo, en la margen izquierda, en Rivas
Vaciamadrid (Penedo et alii, 1999).
Estos yacimientos sin preocupaciones defensivas
tienen una distribución muy regular en el espacio con
distancias medias entre ellos en torno a los 6-8 Km conformando un modelo espacial de explotación agrícola
y ganadera que se mantendrá casi sin alteraciones
hasta la Edad Moderna. Uno de los datos de mayor
relieve es que es en estos yacimientos en donde se
documenta la generalización del uso de la cerámica a
torno y el empleo masivo del hierro, con cronologías
que van de los siglos VI al IV a.C. y que vienen a llenar el vacío al que antes aludíamos (Urbina, e.p. b).
Pero quizá la característica más relevante de los
patrones de asentamiento documentados en la Mesa de
Ocaña sea la de que estos yacimientos en llano son los
verdaderos núcleos sobre los que se articulan las relaciones espaciales de los poblados de la Edad del
Hierro, siendo los recintos amurallados la respuesta
puntual a situaciones de conflictividad interna (o de
otra índole que apenas podemos delinear por el
estos asentamientos se ubicaban preferentemente en
tres tipos de dominios topográficos. Uno aprovechando
los bordes de las llanuras del páramo o mesas, que se
abren a las grandes cuencas fluviales de ríos como el
Tajo, Tajuña, Henares o Jarama; otro aprovechando las
“muelas” o penínsulas escarpadas que se levantan en
la confluencia de los cauces de pequeños arroyos, y el
tercero, corresponde al de los cerros o espolones sobre
los escarpes de los propios cauces fluviales, como es el
caso de La Gavia. En este tipo, es muy común que los
propicias para el cultivo con arado. Se trata de terre-
momento) de las sociedades indígenas. En otras pala108
yacimientos de escarpe aprovechen la confluencia de
un pequeño arroyuelo sobre el cauce principal.
En la Mesa de Ocaña y el Valle del Tajo (Urbina,
2000) se ha podido comprobar que los recintos amurallados barajan tres variables a la hora de elegir su
emplazamiento. La cercanía al agua, las características
del relieve que les permitan la mejor defensa con el
menor esfuerzo constructivo posible y la cercanía a los
asentamientos anteriores. Allí donde los espolones de
borde de páramo o los cerros testigo permiten la ubicación de uno de estos castros (o castillos), inmediatos a
los yacimientos en llano anteriores, se sitúan junto a
ellos. Los ejemplos son numerosos: Perusa y Ciruelos,
Valdegato y Camino de Yepes, en la Mesa de Ocaña,
en Toledo; Villapalomas y San Ildefonso, El Peñón y La
Plata, en el Arroyo Cedrón, también en Toledo (Urbina,
2000); Arroyo de los Castrejones y Las Minas, Oreja y
La Veguilla en el Valle del Tajo, y Perales de Tajuña y
Cabeza de Bueyes, en el Valle del Tajuña, Madrid
(Almagro y Benito, 1993).
A la hora de elegir su emplazamiento, junto a la
existencia de un relieve que con el mínimo esfuerzo
facilitase la defensa del recinto, es notable la preocupación por la proximidad a los mejores manantiales.
Siempre que era posible se elegía un manantial antes
que el cauce de un curso mayor como el de un río.
Durante la sequía de los años 1993-4 se hizo patente
el excelente conocimiento del entorno que poseían
El Cerro de La Gavia y los recintos amurallados del Hierro II en el centro de la península
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Peña de la Muela. Santa Cruz de la Zarza, Toledo. Escarpes de yesos de arroyo del Cambrón, subsidiario del Tajo
estas gentes, ya que no sólo la calidad del agua era
valorada, sino la resistencia de los manantiales a la
sequía. En aquellos años de escasez de precipitaciones
se secaron numerosos arroyos y fuentes, pero no los
manantiales cercanos a los recintos amurallados, hasta
tal punto que la existencia de un manantial con cauce
de agua servía como medio para detectar muchos de
estos recintos defensivos: Valderretamoso, Perusa, Peña
de la Muela, etc., (Urbina, 2000). Esta condición se
cumple igualmente en el Cerro de La Gavia, donde
existía un manantial hacia el Sur, en la confluencia de
los barrancos antes de su salida al cauce del
Manzanares.
Las características expuestas para la Mesa de
Ocaña, son extensibles a los valles de la mitad Sur de
la Comunidad de Madrid. Concretamente en la Mesa o
Alcarria de Chinchón, una de las pocas comarcas de
esta Comunidad para la que se han publicado resultados parciales (el Valle del Tajuña) del poblamiento
(Almagro y De la Rosa, 1991; Almagro y Benito, 1993
y 1994), se puede observar la misma existencia de
asentamientos en llano en este caso, predominantemen-
te en los cauces de los ríos, especialmente en el de
Tajuña, en cuyas márgenes no existen las superficies
llanas de los glacis de erosión como en el Tajo. Junto a
ellos, aprovechando los espolones que forman pequeños arroyos en los frentes de escarpe de las vegas, se
pueden contabilizar hasta ocho recintos fortificados
entre los valles del Tajo y Tajuña.
Por lo común cierran completamente el espacio del
poblado practicando uno o dos fosos. Los ejemplos
donde se ha detectado sin lugar a dudas la existencia
de un foso son numerosos, se encuentran en Arroyo de
los Castrejones, Colmenar de Oreja, Cerro de la Horca
y Alharilla en Fuentidueña de Tajo, Titulcia, etc. Más
escasos son los ejemplos de doble foso, de los que sólo
hay noticias en la Comunidad de Madrid para
Sotomayor en Aranjuez 4, al que habría que añadir
Valderretamoso en Ciruelos y Plaza de Moros en
Villatobas, ambos en Toledo.
Los fosos no sólo sirven como obstáculos para el
acceso no deseado al yacimiento, sino que su excavación proporciona materiales para la construcción de la
barrera o de los torreones, piedras que de otro modo
109
Alharilla, Fuentidueña de Tajo, Madrid. Margen derecha del Tajo. Vista de la Barrera y el foso, al fondo la ermita y los restos del castillo medieval
habría que transportar desde los cerros próximos incrementando notablemente el esfuerzo. Usualmente, existe
además, una muralla perimetral que forma parte de las
construcciones defensivas, salvo en el caso de los asentamientos que se levantan en escarpes sobre la vega de
los ríos, ya que las zonas del perímetro de los poblados
que se abren a los taludes, no suelen necesitar de otro
tipo de defensas que esas paredes naturales: p. ej.
Valdajos en Villarrubia de Santiago, Toledo, Titulcia y
también parece ser el caso de La Gavia, si bien la erosión y las alteraciones antrópicas no han permito que
se conserven hasta el siglo XX partes de la muralla o
barrera que sin duda hubo de existir.
Por lo que se refiere a las técnicas de construcción
de las defensas, en los lugares excavados (Millán,
1987; Sierra, 2002; Urbina et alii 2004; Urquijo y
Urbina 2001 y e.p.) se observa siempre una tremenda
economía de medios. Las piedras se extraen de los
fosos y se emplean siempre, por tanto, rocas locales
como calizas, areniscas o yesos especulares, apenas
trabajadas, a lo sumo canteadas o ligeramente escuadradas. Cuando la muralla supera el metro y medio de
110
grosor se emplean dos paredes de piedra exteriores de
60-80 cm de grosor y un relleno intermedio a base de
materiales revueltos de deshecho: pequeñas piedras,
tierra. Con esa técnica se construyen también las torres,
disponiendo en estos casos grandes bloques en las hiladas inferiores para soportar el peso de la construcción
y unas paredes ligeramente ataludadas.
Dada la escasez de excavaciones en toda el área
central de la Península para este período, apenas podemos actualmente delinear los rasgos más esenciales del
proceso generalizado de amurallamiento al que se aludía anteriormente, responsable de la creación de la
mayoría de los poblados fortificados en la zona, como
el Cerro de La Gavia.
En estas fechas se habla de una crisis que afecta a
distintas áreas del mundo ibérico y que se manifiesta en
la destrucción de varios poblados anteriores y una
nueva reordenación de los territorios (Ruiz y Molinos,
1993:271). En el nuevo orden aparecen ya verdaderos
lugares o ciudades centrales de las que tomarán el
nombre grupos gentilicios que aparecen en las fuentes
escritas de los siglos posteriores: Edetanos de Edeta,
El Cerro de La Gavia y los recintos amurallados del Hierro II en el centro de la península
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Plaza de Moros, Villatobas, Toledo. Año 1999. El foso y la Barrera a la izquierda
Bastetanos de Basti, Oretanos de Oreto u Oría, etc.
Algunas de estas ciudades generarán una red de atalayas en torno a ellas, tanto con funciones defensivas
como de explotación agrícola, con tipologías similares
a los village clos del Hierro I pero de reducidas dimensiones: Puntal dels Llops en Valencia, Puig de la
Misericordia, en Castellón, Piug Castellet, Gerona, etc.
Para estos autores (Ruiz y Molinos, 1993:241ss.) la crisis se produce por los conflictos surgidos entre las distintas aristocracias locales, de modo que el conflicto
tendrá expresiones diferentes en cada comarca.
A modo de hipótesis se podría explicar la emergencia de los recintos fortificados en el Centro de la
Península, como la expresión de las tensiones entre los
grupos aristocráticos surgidos al amparo de la prosperidad económica que evidencian los yacimientos en
llano. Si los efectos de los influjos Mediterráneos provocan la estabilidad definitiva de los hábitats al comienzo de la Edad del Hierro, ampliando la base de subsistencia de las comunidades indígenas, que construirán
ahora verdaderos poblados con un tipo de arquitectura
que se mantendrá durante siglos y un aprovechamiento
racional del medio que se expresa en la distribución
regular en el territorio de los asentamientos en llano, la
propia eficacia o éxito del sistema, innegable a juzgar
por la cantidad de yacimientos que se pueden fechar
entre los siglos VI y IV a. C. en la zona y la riqueza de
los materiales que en ellos se encuentran con elevados
porcentajes de cerámicas ibéricas de gran calidad,
cerámicas griegas, objetos de bronce de lejana procedencia, etc., tendería a crear tensiones entre las élites
o diferentes grupos por el control de esos recursos entre
los que se encuentran los excedentes agrícolas sobre
los que se basa la ampliación de los niveles de subsistencia de los distintos poblados, (Urbina, 2000:226ss).
Los recintos amurallados serían la expresión de esas
tensiones y, probablemente, la expresión del dominio
de unas nuevas aristocracias (tal vez las primeras aristocracias), cuyos modos de comportamiento se basan
en los ideales caballerescos de guerra y desprecio por
el peligro y la vejez que nos transmiten las fuentes clásicas dos siglos después.
Una de las características que parece ligada a esta
crisis del siglo IV a.C. es la paralización del comercio
111
griego o de la llegada de los productos griegos, junto
al incremento de los productos cartagineses (Ruiz y
Molinos, 1993:275). Aunque las cerámicas griegas son
escasas en el Centro de la península, el período que va
desde el s. IV a.C. hasta la llegada en el s. II a.C. de
las cerámicas campanienses de mano de los romanos,
el horizonte de las importaciones cerámicas casi se limita a los productos de barniz rojo púnicos. Si bien estas
cerámicas también son minoritarias entre los repertorios
hallados en los yacimientos del Centro peninsular,
están presentes en prácticamente todos los asentamientos y sus porcentajes se mantienen en los distintos sitios
entre el 1-3% de los productos a torno 5.
La terminología de Edad del Hierro está en desuso
en Andalucía y la Costa Mediterránea peninsular,
donde se han impuesto los períodos denominados
Ibérico Pleno, para los siglos IV-III a.C. que corresponde a la fase de plena madurez de la cultura indígena,
y Baja Época o Ibérico Tardío, para la fase final que
corresponde a los dos últimos siglos antes de nuestra
era, en la que se produce la conquista de la Península
por los romanos.
En el Centro de la Península esta última fase se ha
venido denominando como “romanización”, aunque es
cada vez más evidente que hay que distinguir entre el
período de conquista que dura aproximadamente dos
siglos y el de romanización propiamente dicho, ya en
época de Augusto, cuando la zona entra realmente en
la órbita romana adoptando los usos y costumbres propios de los latinos. El Cerro de La Gavia es un buen
ejemplo de ello, pues el poblado fortificado no sólo
continúa habitado en esta fase romano-republicana
(fases II y I del poblado), sino que es ahora cuando se
manifiesta la mayor pujanza del mismo.
Desde finales del siglo III a. C. contamos además
con los primeros textos escritos sobre el Centro de la
Península. Tras la Primera Guerra Púnica, los cartagineses, derrotados por los romanos, no se limitan ya al
control del tráfico comercial sino que inician la conquista y explotación sistemática de la Península. Tras 17
años de luchas y conquistas en el Sur, tras la muerte de
Asdrúbal y Amílcar, Aníbal es nombrado jefe supremo
del ejército y un año después en el 220 a.C. se dirige
al Valle del Duero donde conquista Arbucala y
Helmántica (Salamanca). El historiador griego Polibio
dice que (III, 14, 2-3): Ya se retiraba (Aníbal), cuando
se vio expuesto súbitamente a los más graves peligros:
112
le salieron al encuentro los carpetanos, (karpesios) que
quizás sea el pueblo más poderoso de los de aquellos
lugares les acompañaban sus vecinos, que se les unieron excitados principalmente por los ólcades que habían logrado huir, les atacaban también, enardecidos los
salmantinos que se habían salvado. El escritor romano
Tito Livio escribe: Las ciudades de los vacceos de
Hermandica y Arbocala fueron tomadas por asalto.
Arbocala resistió durante un tiempo gracias al número
y la bravura de sus habitantes. Los fugitivos de
Hermandica después de unirse a los exiliados de los
olcades, pueblo dominado el verano anterior, instigan
a los carpetanos, y, atacando a Aníbal a su regreso del
territorio vacceo, no lejos del río Tajo, desbarataron la
marcha de su ejército entorpecido por el botín…(XXI.5).
Los carpetanos, sus vecinos, los olcades exiliados y
los fugitivos de Helmantica se levantan en armas y la
batalla 6 se produce, tal y como describe Polibio (III,14):
Si los cartagineses se hubieran visto en la precisión de
entablar con ellos una batalla campal, sin duda alguna
se habrían visto derrotados. Pero Aníbal, que se iba
retirando con habilidad y prudencia, tomó como defensa el río llamado Tajo, y trabó el combate en el momen-
Riscos de Sotomayor, Aranjuez, Madrid. Poblado fortificado con doble foso frente a
los llanos de Valdeguerras, en el Valle del Tajo
to en que el enemigo lo vadeaba, utilizando como auxiliar el mismo río y sus elefantes, ya que disponía de
cuarenta de ellos. Todo le resultó de manera imprevista
y contra todo cálculo. Pues los bárbaros intentaron forzar el paso por muchos lagares y cruzar el río, pero la
mayoría de ellos murió al salir del agua, ante los elefantes que recorrían la orilla y siempre se anticipaban
El Cerro de La Gavia y los recintos amurallados del Hierro II en el centro de la península
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ Y JORGE MORÍN DE PABLOS
a los hombres que iban saliendo. Muchos también
sucumbieron dentro del río mismo a manos de los jinetes cartagineses, porque los caballos dominaban mejor
la corriente, y los jinetes combatían contra los hombres
de a pie desde una situación más elevada. Al final
cruzó el río el mismo Aníbal con su escolta, atacó a los
bárbaros y puso en fuga a más de cien mil hombres.
Por su parte Livio (XXI, 5) cuenta: …y cayeron no
lejos del río Tajo sobre Aníbal cuando regresaba de las
tierras de los vacceos, causando a su ejército cierto
desorden, cargado como iba con el botín. Aníbal rehuyó la batalla y acampó en la ribera del río. Tan pronto
como el enemigo se aprestó para pasar la noche, cruzó
en silencio el río por un vado y dejó la empalizada
como para dejarles cruzar el río, resolviendo atacarlos
cuando estuvieran cruzándolo. Ordenó a la caballería
y a los infantes en la orilla del río y apostó los elefantes, de los que tenía 40, sobre la orilla. Los
Carpetanos, junto con los Olcades y los Vacceos eran
cien mil, una formación invencible si luchara a campo
abierto. Y así, impelidos por su innata intrepidez, confiados en su número y confiados en que la victoria sólo
se dilataría hasta que ellos cruzasen el río, puesto que
suponían que el enemigo se había retirado lejos de la
corriente, irrumpieron con gran griterío y sin obedecer
órdenes de nadie, se arrojaron a la corriente por el
sitio que parecía más estrecho. Desde el otro lado un
gran cuerpo de caballería se envió contra ellos. El
encuentro en medio de la corriente fue un conflicto desigual, porque los infantes vacilaban y ocupados en
ganar el vado, podían ser incluso repelidos por jinetes
desarmados, moviendo sus caballos aquí y allá.
Mientras que los jinetes tenían sus armas y sus cuerpos
libres, pues los caballos son fuertes incluso en las
corrientes profundas, y podían luchar tanto juntos como
separados. Una gran parte de ellos pereció en la
corriente, algunos lograron cruzar el río donde eran
aplastados por los elefantes, los que consiguieron volver a su orilla, se pusieron a salvo y se fueron juntando
desde las varias direcciones en las que habían intentado cruzar, cuando, antes de que se pudieran recobrar
del gran terror sufrido, Aníbal entró en la corriente en
formación de combate y los echó de la orilla en medio
de una gran confusión, devastó sus campos y en pocos
días obtuvo la rendición de los Carpetanos también.
Esta es la primera vez que aparecen nombrados en
las fuentes los carpetanos, habitantes de esta región
central en torno al río Tajo. El nombre de esta comar-
Cerro de San Cristóbal, Yepes, Toledo. Valle del Arroyo Cedrón, posible camino de Aníbal en su marcha de Cartagena a Salamanca
113
Fotografía aérea del poblado de la II Edad del Hiero del Cerro de La Gavia
ca se debe a los cartagineses (krt-p, en púnico) y parece que Carpetania pueda interpretrarse como la
“región de los escarpes” (Urbina, 1998) aludiendo a
los característicos taludes o paredes verticales del relieve que forman los grandes ríos de la zona.
No existe ninguna precisión geográfica que permita
concretar en detalle el lugar en el que se dio la batalla
contra Aníbal en el Tajo. Era la primera vez que los ejércitos cartagineses cruzaban el Sistema Central, por lo
que es lógico suponer que utilizarían los caminos indígenas existentes, pero no existen datos sobre estos caminos excepto los que se pueden inferir de las posteriores
calzadas romanas que los utilizarían en un alto porcentaje, especialmente en los pasos de puertos de montaña
y vados de ríos, donde las rutas se han adaptado en
todos los tiempos a las condiciones geográficas.
Pudo ser utilizado el posterior camino romano llamado vía del esparto que desde Cartago Nova
(Cartagena) llegaba al Duero, pasando por las ciudades de Segobriga (Saelices, Cuenca) y Complutum
(Alcalá de Henares), atravesando la Cordillera Central
por Guadarrama (Barroso y Morín, 2001). Esta ruta
tiene, sin embargo, el inconveniente de que se han de
vadear además del Tajo, los cauces de los ríos Tajuña,
Jarama y Henares. El vado del Tajo por Alharilla
114
(Fuentidueña de Tajo) y el paso del Tajuña a la altura
de Perales, son muy intrincados y a propósito para golpes de mano y escaramuzas, por lo que es dudoso que
ese fuera el camino elegido por Aníbal.
Otro camino romano llegaba desde el Sur (Laminio)
a Consuegra, pasando por Toledo en cuyos alrededores pudo darse la batalla. Desde esta ciudad existe un
paso natural a Ávila y Salamanca por San Martín de
Valdeiglesias y El Tiemblo. Sin embargo, es extraño
que las fuentes de esta época no mencionen la ciudad
de Toledo, existente ya entonces y protagonista de las
guerras de conquista romanas 35 años más tarde.
Algún autor ha señalado la posibilidad de que la
batalla se diera en el lugar de Valdeguerras, al Norte
de Aranjuez 7. Efectivamente, existe un buen vado
aguas arriba del Tajo, junto al castillo de Oreja
(Ontígola, Toledo).
En este tramo del río Tajo los vados más importantes han sido utilizados históricamente por los castillos
medievales como los de Aceca (Añover de Tajo), Oreja
(Ontígola) Alboer (Santa Cruz de la Zarza) y Alharilla
(Fuentidueña de Tajo). La vía natural menos accidentada es la que atraviesa La Mancha y se dirige al Tajo
por el valle del Arroyo Cedrón, antiguamente conocido
en los documentos mozárabes como Valle de los
El Cerro de La Gavia y los recintos amurallados del Hierro II en el centro de la península
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ Y JORGE MORÍN DE PABLOS
Carabanos o de Carabanchel. El Tajo se cruza por los
vados de Aceca y desde allí el arroyo Guatén enlaza
fácilmente con el Carabanchel madrileño y la Casa de
Campo en donde su supone que estuvo la mansión
romana de Miaccum, para luego acceder a la Sierra
por Collado-Villalba.
En cualquier caso, los ejércitos de Aníbal no pasarían lejos del Cerro de La Gavia y sus efectos se dejarían sentir pronto por toda la región, pues Tito Livio afirma que tras la batalla Aníbal devastó los campos de los
carpetanos y obtuvo su rendición. Los enfrentamientos
contra los cartagineses no cesarán en los próximos
años, así al año siguiente, cuando Aníbal sitiaba
Sagunto dice Livio que: sus atormentados espíritus revivieron por un tiempo pues Aníbal tuvo que partir repentinamente a los territorios de los Oretanos y
Carpetanos. Estos dos pueblos, exasperados por la
dureza de las levas habían capturado a los oficiales del
reclutamiento y amenazaban con iniciar una revuelta,
pero fueron cogidos desprevenidos por la celeridad de
la llegada de Aníbal, y depusieron las armas que habían levantado. (XXI,9).
En este texto se hace evidente el interés de los púnicos en la zona: reclutar soldados de grado o por la
fuerza, de cara a la proyectada invasión de Italia que
se producirá poco después. Frontino nos cuenta que
antes de pasar los Pirineos 3.000 carpetanos desertaron del ejército de Aníbal que se dirigía a los Alpes:
Cuando Aníbal se dirigía hacia Italia, tres mil carpetanos le abandonaron; entonces él, para que los demás
no vacilasen, declaró que los había hecho partir y,
para añadir fe a sus palabras, envió a sus casas algunas tropas de poco valor (11,7.7). Livio (XXI,23), por
su parte afirma: Cuando el ejército había entrado en
los desfiladeros que conducen a los Pirineos, y se habían extendido entre los bárbaros rumores definitivos
sobre que la guerra era contra Roma, tres mil de entre
los infantes carpetanos se volvieron atrás. Se comprendió que estaban influenciados no tanto por la guerra
como por la larga marcha a través de los Alpes.
No sabemos con exactitud si estos eran todos los
carpetanos que marchaban con Aníbal o sólo una parte
de ellos, del texto parece desprenderse que era el conjunto de los carpetanos el que se negó a cruzar los
Pirineos. Tres mil carpetanos es apenas un 3% del total
del ejército de Aníbal de acuerdo a las cifras que dan
Polibio, Livio y Apiano.
Fotografía aérea del poblado de la II Edad del Hierro del Cerro de La Gavia
Las relaciones entre carpetanos y cartagineses
debieron ser muy tensas durante este período, o dicho
de otro modo, los carpetanos se debieron resistir al
dominio y las extorsiones de los púnicos, porque la
siguiente cita, ocho años más tarde, señala que todavía
los cartagineses asediaban sus ciudades:...y el otro,
Asdrúbal, sitiaba entre tanto una ciudad de los carpetanos... (Polibio, X, 7). Esto sucede cuando Escipión
desembarca en Ampurias, y cuando toma Cartago
Nova: Eran dos los generales cartagineses que quedaban y ambos se llamaban Asdrúbal; uno de ellos, el
hijo de Amílcar, andaba reclutando mercenarios muy
lejos entre los celtíberos. (Apiano, Ib. 24). Polibio concreta más (X,7): Asdrúbal, hijo de Gescón, estaba en
Lusitania, en la desembocadura del Tajo, y el segundo
Asdrúbal asediaba una ciudad en la región de los carpetanos; los tres se encontraban a más de diez días de
marcha de Cartagena.
Los restos arqueológicos de la batalla del Tajo y de
la destrucción de varios asentamientos contiguos al río
115
en los 10 años de luchas que siguieron entre cartagine-
Hay que notar que aunque es en el año 197 a.C. cuan-
ses y carpetanos son en extremo complicados de detec-
do Roma establece las dos provincias: Cietrior y
tar arqueológicamente debido a la dificultad que entraña su interpretación, así como por la parquedad y la
Ulterior, Toledo aparece todavía de forma confusa en
mala calidad de los propios registros arqueológicos. Lo
Oeste, tomando contacto con los vettones que apare-
que no deja lugar a dudas es la importancia que para
cen ahora en los escenarios de guerra, y quizá por ello
los púnicos tenía esta región y el gran impacto que en
Livio ponga Toledo en la Ulterior. Todo parece indicar
estos años debieron causar sobre esos asentamientos.
Existe algún material numismático de Fosos de Bayona
(Villas Viejas, Cuenca), de donde proceden un centenar
de monedas 7. Las más antiguas de Kartago-Nova e
Ikalkusken, que aún siendo posteriores al 214 a.C 9
(Mena et alii 1988) nos acercan a la fecha de los últimos acontecimientos relacionados con los púnicos en
Carpetania. Contamos también con sendos tesorillos en
la zona, uno hallado en Drieves (Guadalajara) cuyo
numerario se sitúa entre los años 211-208 y otro de
Valera de Arriba (Cuenca) entre 218-195 a.C. 10, que
coinciden con la cronología de las monedas más antiguas de Fosos de Bayona). Las excavaciones en Plaza
de Moros (Villatobas, Toledo), evidencian el fin violento del poblado hacia fines del siglo III o primera mitad
del II a.C., pero esa es todavía una evidencia poco
concluyente (Urbina et alii 2004). En el Cerro de La
Gavia la reestructuración del primer hábitat se produce
a mediados del siglo II a.C., años después de estos episodios. Lamentablemente el estado de destrucción de
las estructuras de la primera ocupación no permite
constatar si esta reestructuración general del poblado
se debe a una destrucción anterior o tan sólo es la
adaptación del urbanismo a unas nuevas necesidades.
Desde las últimas citas que situaban a los cartagineses en torno al Tajo, hasta la llegada de los ejércitos
romanos a este río, transcurre casi una generación: 18
años, y ahora el eje de acción se ha trasladado al
Suroeste, an torno a la ciudad de Toledo: Mayores
hazañas fueron realizadas por Marco Fulvio. En la ciudad de Toledo luchó contra los Vacceos, los Vettones y
los Celtíberos en batalla campal, los derrotó y puso en
fuga sus ejércitos y capturó vivo al rey Hilerno. (Livio,
que se trata del primer contacto con tierras del interior,
Según todos los indicios, la conquista de Toledo
surtió efecto y así, han de pasar 7 años antes de encontrar de nuevo a los ejércitos romanos en el valle medio
del Tajo: Ese mismo año (185 a.C.) los pretores en
España, C. Calpurnio y L. Qinctio, habían dejado sus
campamentos de invierno a principios de la primavera,
unieron sus tropas en Beturia y marcharon a
Carpetania, donde se encontraba el campamento de
los enemigos, y se prepararon para llevar la campaña
de común acuerdo. No lejos de las ciudades de Dipo y
Toledo comenzó la lucha entre las avanzadas de
ambos bandos…, (Livio, XXXIX, 30).
XXXV,7; año 193 a.C.).
Estos ataques se producen 4 años después de la
rebelión generalizada de muchas ciudades contra los
romanos que sofocaría Catón en el 195 a.C. y se
enmarcan, como operaciones menores, dentro de una
política todavía tímida de ampliación del territorio conquistado, en nuestro caso hasta el Sistema Central.
Parece que la victoria es total ya que no se vuelve
a citar otra revuelta al occidente de Toledo. Cuatro
años más tarde, estamos de nuevo ante una revuelta de
proporciones similares a la del 197 a.C., aunque el
escenario se produce más al interior, en el Alto Tajo.
Será, como lo hiciera antes Catón, sofocada por
Graco, dos años después. Una gran guerra estalló
116
estos años situada en una u otra. Fulvio llega desde el
allende Sierra Morena, en donde los conocimientos
geográficos y etnológicos de los romanos son escasos
y poco fiables. Al igual que en la batalla del Tajo 30
años antes, los contingentes indígenas, unidos sin duda
a raíz de las incursiones romanas en sus tierras, son
derrotados, destacando la captura de un rey: Hilerno,
del que no se menciona su filiación. Desconocemos si
Livio alude a los carpetanos bajo la denominación
genérica de celtíberos, como hace a menudo Apiano.
Más importantes y sistemáticas parecen las campañas del año siguiente, ahora Fulvio viene desde el territorio de los oretanos, al Sur: Entonces marchó contra
los Oretanos y después de conquistar dos potentes ciudades: Noliba y Cusibis, avanzó hasta el río Tajo. Allí
está Toledo, pequeña ciudad, pero bien defendida por
su emplazamiento. Cuando la estaba asediando llegó
un gran contingente de Vettones en ayuda de los toledanos. Luchó contra ellos con éxito en una batalla campal y tras dispersar a los Vettones, tomó Toledo con
máquinas de asalto. (Livio, XXXV,22).
El Cerro de La Gavia y los recintos amurallados del Hierro II en el centro de la península
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ Y JORGE MORÍN DE PABLOS
Fragmento de un pequeño cuenco de barniz rojo.
Museo Arqueológico Regional (M.A.R.)
Cuenco de barniz rojo. M.A.R.
aquel verano (181 a.C.) en Hispania Citerior. Los
Celtíberos habían movilizado unos 35.000 hombres,
número muy superior al de ocasiones anteriores.
Q. Fulvio Flaco era el gobernador de esa provincia.
Como había oído que los Celtíberos estaban armando
a los jóvenes él reclutó también como auxiliares cuantos hombres pudo de los aliados, pero en ningún caso
igualó el número de sus enemigos. Al comienzo de la
primavera condujo el ejército a Carpetania y fijó su
campamento cerca de la ciudad de Aebura, instalando
en ella un pequeño destacamento. Pocos días después,
los Celtíberos acampaban al pie de una colina 2 millas
más allá. (Livio, XL, 30).
Desde antiguo se ha querido identificar esta
Aebura con la Libora o Lebura del Anónimo de Rávena,
que a su vez se identifica con Talavera de la Reina.
Personalmente, creemos que no es así, y que Aebura
hay que situarla al Este, más acorde con la jurisdicción
del gobernador de la Citerior, ya que ese mismo año el
otro gobernador estaba en Lusitania (Livio, XL. 34), y
con el desarrollo de los acontecimientos posteriores.
Podría tratarse sin más de la ciudad de Consuegra, que
conservó su nombre indígena Aebura (en el cerro del
castillo) con el añadido latino Cons- (ciudad romana
sobre el casco actual), denotando quizás un proceso de
sinecismo al que respondería el nombre de Cons-aebura (Consabura). Cerca de esta población existen colinas y llanos perfectamente asimilables a los que cita el
texto de Livio.
Poco más adelante, Livio añade: (XXXIII) Habiendo
transportado los heridos a la ciudad de Aebura, condu-
jo las legiones a través de Carpetania hacia Contrebia.
Esta ciudad al ser asediada pidió auxilio a los celtíberos, pero estos venían despacio, no porque dudaran,
sino porque desde que dejaron sus casas, andaban por
caminos que las lluvias y las crecidas de los ríos hacían intransitables.
Es tentador identificar esta Contrebia con la
Kontrebia Karbica, o Contrebia carpetana, que se ha
querido ubicar en Fosos de Bayona (Gras et alii 1984
y Mena et alii 1987), muy cerca de Segóbriga, aunque
este aspecto no está del todo resuelto. En ese caso las
legiones romanas marcharían de Aebura per carpetaniam hacia el Este-Noreste, a las tierras de Cuenca.
Desde el 179 a.C. transcurren 28 años sin noticias,
debido principalmente al período de paz instaurado
tras los acuerdos de Graco. Una vez conquistada la
zona tras las batallas de Toledo, Aebura y Munda,
Certima y Alce, el territorio del Tajo está pacificado y,
al parecer, perfectamente integrado en la órbita de los
romanos. En las siguientes crónicas de guerra el enemigo es diferente: Después de cruzar el río Tajo, llegó a
la ciudad de Cauca (Lúculo) y acampó frente a ella. Sus
habitantes le preguntaron con qué pretensiones llegaba
o porqué motivo buscaba la guerra, y cuando les contestó que venía en ayuda de los carpetanos que habían
sido maltratados por ellos, se retiraron de momento a
la ciudad… (Apiano Ib. 51).
Estamos en el 151 a.C. Este fragmento junto a otro
del 135 en el que se afirma la existencia de los castra
hiema, de los cuarteles de invierno romanos en
Carpetania: (Apiano, Ib. 83)…Calpurnio Pisón no rea117
lizó ningún intento contra Numancia, sino que hizo una
incursión sobre el territorio de Palantia, y tras haberlo
devastado un poco, pasó el resto de su mandato en sus
cuarteles de invierno en Carpetania, han dado pie a
intuir una probable incorporación de ésta a Roma
mediante tratado de amicitia (Salinas, 1986-7).
Años antes se encuentran unas referencias de
Apiano que nunca se han puesto en relación con los
carpetanos, aunque existen indicios que nos llevan a
pensar lo contrario. Estamos en las guerras de Viriato,
en el año 146 a.C. Los lusitanos se infiltran en
Turdetania y arrinconados son salvados por una estratagema de Viriato. El cónsul Vetilio persigue a los lusitanos hasta la ciudad de Tríbola, de ubicación desconocida 11. Los romanos caen allí en una emboscada,
Vetilio muere: De los diez mil romanos lograron escapar, a duras penas, unos seis mil y llegar hasta
Carpessos…(Apiano, Ib. 63).
De esta Carpessos dice Apiano: una ciudad situada a orillas del mar, la cual creo yo que se llamaba
antiguamente Tartessos por los griegos y fue su rey
Argantonio, que dicen que vivió ciento cincuenta años.
Este tipo de confusión con respecto a nombres de ciudades que suenan parecidos a otros es frecuente en
Apiano, así vemos que confunde Zakantha (Sagunto)
con Zakynthos, (Ib.7), al igual que después confundirá
la ciudad indígena de Arsa con Arse (Sagunto), hasta
donde hace llegar a los seguidores de Viriato: Después
de su muerte eligieron a Tántalo, uno de ellos, como
general y se dirigieron a Sagunto…Aquí introduce un
pequeño excursus como en el caso de Tartessos confundiéndolo todo: ciudad que Aníbal, tras haberla tomado, había fundado de nuevo y le había dado el nombre de Cartago Nova en recuerdo de su patria.
Cuando fueron rechazados de allí y estaban cruzando
el río Betis… (Ib.75). En las tres ocasiones las identificaciones propuestas no tienen sentido atendiendo a la
geografía en la que se desarrollan los hechos. Ya
advierte el propio Apiano en varios lugares la poca
importancia que da a estas exactitudes geográficas.
El texto que aquí nos interesa continúa así: A los
soldados que habían huido hasta Carpessos, el cuestor
que acompañaba a Vetilio los apostó en las murallas
llenos de temor. Y, tras haber pedido y obtenido de los
belos y los titos cinco mil aliados, los envió contra
Viriato. Este los mató a todos, así que no escapó nadie
que llevara la noticia. Entonces, el cuestor permaneció
118
en la ciudad aguardando alguna ayuda de Roma.
(Apiano, Ib. 63).
Poco sentido tiene ubicar esta hazaña en la serranía de Ronda o Tartessos y pedir ayuda a belos y titos,
pueblos que se sitúan mucho más al Norte, en las serranías turolenses. Hemos visto como 5 años antes Lúculo
acudía en ayuda de los carpetanos lo cual nos permite
pensar que en esta región Roma tenía fuertes apoyos,
si no todavía, los cuarteles de invierno a los que se retira Plaucio, aunque se situarán aquí con toda certeza
11 años más tarde.
Después continúa: Viriato penetró sin temor alguno
en Carpetania, que era un país rico y se dedicó a
devastarla hasta que Cayo Plaucio llegó de Roma con
diez mil soldados de infantería y mil trescientos jinetes.
Entonces Viriato de nuevo fingió que huía y Plaucio
mandó en su persecución a unos 4.000 hombres, a los
cuales Viriato, volviendo sobre sus pasos, dio muerte a
excepción de unos pocos. Cruzó el río Tajo y acampó
en un monte cubierto de olivos, llamado monte de
Venus. Allí lo encontró Plaucio…tras sufrir una derrota
sangrienta, huyó sin orden alguno y se retiró a los cuarteles de invierno desde la mitad del verano, sin valor
para presentarse en ningún sitio. Viriato, entonces, se
dedicó a recorrer el territorio sin que nadie le inquietase y exigía a sus habitantes el valor de la próxima cosecha, y a quien no se lo entregaba se la destruía (Ib. 64).
La confusión de Carpessos por Carpetania es fácil
de asumir en Apiano, máxime cuando todos los demás
hechos: ayuda de belos y titos, penetración de Viriato
en Carpetania y la mención del río Tajo, nos remiten a
esta región.
Vencidos los romanos, el paso lógico de Viriato era
saquear Carpetania, en donde exige el valor de las
cosechas, como parece lógico de una región con cierta abundancia, sobre todo cerealística, que justificaría
la cobertura alimenticia necesaria para la implantación
de los posteriores castra hiema romanos. Esto ocurría
en el 139 a.C. 4 años después, …Calpurnio Pisón no
realizó ningún intento contra Numancia, sino que hizo
una incursión contra Palantia y tras haber devastado un
poco su territorio, pasó el resto de su mandato en sus
cuarteles de invierno en Carpetania. (Apiano, Ib. 83).
Ese mismo año, Viriato se encuentra al Norte del
Sistema Central atacando Segovia: Segovienses, cum a
Viriatho his liberi et coniuges redderentur, praeoptaverunt spectare supplicia pignorum suorum quam a
El Cerro de La Gavia y los recintos amurallados del Hierro II en el centro de la península
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ Y JORGE MORÍN DE PABLOS
Plaza de Moros, 2000. Detalle del interior de la barrera con las escaleras de acceso a los torreones
Romanis deficere. (Frontino, Stratag. 4,5,21) y después
Segóbriga a quienes roba el ganado: Viriathus disposito per occulta milite paucos misit, qui abigerent pecora
Segobrigensium: ad quae illi vindicanda cum frequentes procurrissent simulantesque fugam praedatores persequerentur, deducti in insidias caesique sunt. (3,10,6).
Viriathus, cum tridui iter discedens confecisset, idem
illud uno die remensus securos Segobrigenses et sacrificio cum maxime occupatos oppressit. (3,11,4). No hay
que olvidar que esta Segóbriga sería la Segobrix de las
monedas y no por tanto, la conquense que aún no existiría, sino la otra cercana a Segovia 12.
La guerra continúa: Cuando ésta se hizo pública,
Cepión se apoderó de la ciudad de Arsa, abandonada
por Viriato y a éste que había huido destruyendo todo
a su paso, le dio alcance en Carpetania con fuerzas
mucho más numerosas (Apiano, Ib. 70). Viriato cree
más conveniente huir y se escabulle por un desfiladero,
mientras que Cepión, defraudado sacia sus iras contra
los vettones y galaicos.
En resumen, desde el 220 a.C. en que Aníbal
derrota a los carpetanos en el Tajo hasta la instalación
de los cuarteles de invierno romanos en Carpetania en
torno al 140 a.C., transcurren 80 años de luchas casi
constantes contra cartagineses, romanos y finalmente
Viriato. Estos acontecimientos debieron dejar su
impronta en el registro arqueológico, si no alterar profundamente el patrón de asentamiento de la comarca.
La conquista del Centro de la Península por Roma
significará, como se pudo documentar en la Mesa de
Ocaña (Urbina, 2000), la reordenación de un territorio
para encajarlo en el engranaje del Imperio, la implantación de un modelo colonial que destruye el antiguo
sistema basado en el autoabastecimiento. Para ello se
procedió al desmantelamiento de los recintos amurallados y a la reutilización de los asentamientos en llano
produciéndose una ocupación selectiva pues se abandonan ciertos enclaves: Hoyo de la Serna (Villarrubia
de Santiago), quedando otros reducidos a sencillos
vicos o pagui: Esperillas (Santa Cruz de la Zarza),
119
Madrigueras (Carrascosa del Campo), mansios: Fuente
de la Calzada (Santa Cruz de la Zarza), o transformados en verdaderas urbs aquellos enclaves que se ubican en las principales líneas de comunicación, como
las del Valle del Cedrón: San Ildefonso (La Guardia),
Atalaya (Dosbarrios), Villamejor (Aranjuez), o Ciruelos,
y con la fundación de una civitas en el cruce de caminos junto a Ocaña (Los Villares), que articula las comunicaciones Este-Oeste entre Segobriga y Toledo, y
Norte-Sur, entre Complutum y Titulcia, con Consuegra
(Urbina, 1997).
Este programa se aplicará de forma paulatina y no
estará acabo antes de las grandes transformaciones de
época augustea y julio-claudia, cuando se bajan definitivamente al llano los asentamientos de ciudades como
Consabura o Complutum. Pero hasta entonces se dan
distintas situaciones que sólo tras las excavaciones de
los últimos años se pueden comenzar a vislumbrar.
El mayor de los problemas para encuadrar correctamente este período es la pervivencia de las producciones cerámicas pintadas de la II Edad del Hierro o
ibéricas. De hecho, en aquellos lugares donde no aparece un fósil guía como la cerámica campaniense,
resulta prácticamente imposible diferenciar uno u otro
período. Este problema es especialmente difícil de
resolver en los yacimientos en llano. El hallazgo de imitaciones de ánforas Dressel 1 en Fuente de la Calzada
(Santa Cruz de la Zarza) (Urbina, e.p. b), las campanienses de Yeles (Cuadrado, 1973) o La Veguilla
(Urbina, 1997) y los hallazgos de Fuente la Mora
(Leganés) (Vega et alii, 2003), parecen confirmar la
continuidad del hábitat en los últimos siglos anteriores
a nuestra Era, mientras que en otros lugares como
Cerro Redondo (Fuente el Saz del Jarama), (Blasco y
Alonso, 1985), Hoyo de la Serna (Villarrubia de
Santiago) (Urbina, 2001), Laguna del Campillo (Rivas
Vaciamadrid) (Penedo, et al 1999) o El Malecón
(Aeropuerto de Barajas) (Rodríguez, 2003), el hábitat
se interrumpe en los siglos III-II a.C.
Por lo que respecta a los recintos amurallados, era
conocida la existencia de cerámicas campanienses en
el espolón de Sotomayor (Aranjuez) y Titulcia (Blasco y
Alonso, 1983), al tiempo que en algunos de ellos aparecían restos de tejas, grandes ímbrices de 70 u 80 cm
de largo, en niveles con total ausencia de sigillatas y
los fósiles guía republicanos: Valdajos (Villarrubia de
Santiago) y Oreja (Ontígola) (Urbina, 1997).
120
Los materiales arqueológicos de la II fase de ocupación en el poblado del Cerro de La Gavia, así como las
fechas de C14, nos indican que la fase más activa del
poblado, atestiguada no sólo por los restos materiales
del recinto, sino también en el hábitat exterior constatado en los sectores B y C, extramuros, se inicia precisamente en el siglo II a.C.
Sin embargo, son pocos los recintos defensivos que
llegan habitados a este momento. Entre ellos, de similares características al Cerro de La Gavia está el Cerro
de la Virgen de la Cuesta (Alconchel de la Estrella,
Cuenca), aunque parece existir una ocupación menos
importante precisamente en este momento (Millán,
1987b), Cerro de Alvar Fáñez (Huete, Cuenca)
(Castelo et al., 2002), tal vez Valderretamoso (Yepes)
y Oreja (Ontígola), ambos en Toledo (Urbina, 2000), y
debe existir una ocupación republicana en lo alto del
Peñón de Toledo (Placido et alii, 1992).
Pero en estos momentos, tal vez desde finales del
siglo III a.C. y esta vez, al parecer directamente relacionado con la llegada de cartagineses y romanos, asistimos a un nuevo proceso de encastillamiento, aunque
de carácter más parcial que el anterior y de características diferentes, pues se trata de hábitats en cerros amesetados o laderas junto a cauces de agua, en los que
el relieve no es suficiente para la defensa y se requiere
de obras amurallamiento de mayor envergadura.
También poseen unas superficies notablemente mayores que los anteriores.
Ese es el caso de yacimientos que son conocidos
desde hace unas décadas, como el Cerro del Gollino
en Corral de Almaguer, Toledo (Santos et alii, 1998),
superficie amurallada 11 Has. sobre la ladera de un
cerro testigo al inicio de la llanura manchega, próximo
al hábitat del Hierro II, que se había desarrollado más
abajo, en la Virgen de la Muela junto al río Riánsares.
Hacia finales del s. III o inicios del II a.C. se amuralla
el imponente recinto de Fosos de Bayona (Gras et alii,
1984; Mena et alii, 1987), en Villas Viejas (pedanía
de Huete, Cuenca), La topografía del lugar, 5 Km
aguas arriba de la ciudad de Segóbriga, sobre el
cauce de río Cigüela, no permite una defensa demasiado efectiva sin obras de fortificación. Se ha documentado una muralla con sillares pseudo-almohadillados y
unos fosos de gran tamaño que dan nombre el lugar
(Gras et alii 1984; Mena et alii 1987). Posee tres recintos amurallados al modo típico de los castros del área
El Cerro de La Gavia y los recintos amurallados del Hierro II en el centro de la península
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ Y JORGE MORÍN DE PABLOS
Cerro del Gato, Villanueva de Bogas, Toledo, junto al río Algodor.
En las tierras manchegas los cerros testigo son los únicos accidentes geográficos que permiten la instalación de poblados con defensas naturales
vetona: Cogotas, Chamartín de la Sierra, únicos en la
región. El hallazgo de diversas monedas llevó a los
excavadores a plantear la hipótesis de que se tratara
de la ciudad de Kontrebia Karbica, o Contrebia carpetana que se correspondería con la Contrebia del
pasaje de Livio del año 181 a.C. como se menciona
más arriba.
Ejemplos de este tipo de asentamientos amurallados en Madrid serían los poblados de Pontón de la
Oliva en Patones (Muñoz, 1982; Cuadrado, 1991) y
Santorcaz (Cerdeño et alii, 1992; Ruiz Zapatero et alii
e.p.), en los cuales se ha documentado una fuerte ocupación del s. II a.C.
Estos 4 yacimientos podrían ser la expresión de las
reacciones de los indígenas ante los ataques de cartagineses y romanos. De un lado estarían poniendo de
manifiesto la ineficacia de los espolones amurallados
para la defensa frente a ejércitos extranjeros de la
envergadura de los púnicos y latinos, por lo que se buscarían nuevas alternativas cuyas estrategias parecen
enfocarse más a la concentración del hábitat en núcleos mayores (los éperons barrés de mayor tamaño se
localizan en la margen izquierda del Tajo con 6-8
Has.) que a la elección de relieves de difícil acceso. De
algún modo se iniciaría un proceso de sinecismo de las
comunidades anteriores propiciado por la invasión de
ejércitos extranjeros, que prefigura el surgimiento de
las posteriores ciudades romanas.
Otra de las conclusiones que se podrían extraer de
este proceso, es que los recintos amurallados se conciben para la defensa frente a comunidades de rango
similar y son la respuesta a problemáticas sociales
específicamente indígenas (Urbina, 2000:cap 7.4) 13.
El Cerro de La Gavia sería una excepción en este
sentido, pues es precisamente en la etapa de enfrentamiento contra púnicos y romanos cuando parece florecer. A este respecto hay que anotar que no es posible
evaluar la pujanza del poblado en su primera etapa
(fase III), ya que los restos conservados son muy escasos y quizá este hecho induzca a una sobrevaloración
de la importancia de la fase posterior (fase II). No obstante, se debe tener presente que la información que
poseemos en el Centro de la Península sobre los recintos amurallados es en general muy escasa, y se reduce
apenas a algunos sondeos más o menos extensos en
unos pocos yacimientos, por lo que es factible pensar
121
que dentro de la dinámica general de abandono de los
recintos fortificados en el siglo II a.C. debieron existir
algunas excepciones.
Las últimas fases de población de los poblados
amurallados pudieron estar ya dictadas por Roma
como centros incipientes del control del territorio, pero
no es hasta el final de las guerras sertorianas (80-72
a.C.) cuando se desmantelan estos últimos poblados
amurallados y se produce la fundación de nuevas ciudades ya dentro de los programas romanos de ordenación del territorio, como es el caso de las conquenses
Segóbriga, Ercávica y Valeria, o se bajan al llano,
junto a los anteriores espolones y cerros fortificados,
otras como Consabura (Giles, 1971) y Titulcia, o se
reorganiza la ocupación en el mismo solar indígena,
como en Toledo (Plácido et alii 1992; Fernández y
Barrio, e.p.).
Hoy conocemos algunos detalles de este proceso
de romanización de primitivos enclaves de la Edad del
Hierro, en donde se desarrollarán importantes núcleos
romanos, principalmente a través de las necrópolis de
lugares como Alhambra (probablemente la ciudad de
Laminio de las fuentes) o los Ojos del Guadiana,
ambas en Ciudad Real (Madrigal y Fernández, 2001;
Urbina y Urquijo, 2000), en donde se repiten los rituales de incineración de los siglos anteriores, pero ya se
han asimilado totalmente los materiales romanos: cerámicas de las urnas de paredes finas, pintadas de tradición indígena e incluso urnas funerarias de vidrio; ajuares a base de ungüentarios, etc.
Diferente parece ser el caso de Complutum. A
pesar de todos los esfuerzos realizados por diversos
historiadores, hoy no es seguro que en el Cerro del
Viso existiese un hábitat prerromano de la entidad que
se le supone y que además fuera el origen del núcleo
romano de Complutum 14. Las diversas notas sobre los
hallazgos de superficie y catas realizadas en el Cerro
del Viso (Fernández-Galiano, 1976; 1984), no permiten más que ubicar allí un poblamiento romano de cierta entidad, si bien tampoco es posible establecer la
importancia del mismo. El hecho de que se encuentren
fragmentos de cerámicas pintadas de los tipos de la
Edad del Hierro no avalan por si mismas la existencia
de un núcleo de habitación prerromano (Polo, 1995-6),
122
Vista aérea de los recintos amurallados de Fosos de Bayona (Huete, Cuenca), junto
a Segóbriga. Esta ciudad se desarrolla principalmente durante el siglo II a.C.
y menos aún un núcleo de las dimensiones que se le
supone, prácticamente sin paralelos en la zona, pues la
cerámicas pintadas se siguen produciendo en contextos
romanos y sólo son sustituidas cuando se imponen las
producciones pintadas romanas. La existencia de una
ocultación monetaria con numerario republicano justifica aún menos la existencia de tal ciudad (Polo,
1995-6), aparte del hecho de que tal ocultación se produjo en las inmediaciones del recinto amurallado del
Salto del Cura (Fernández-Galiano 1976)15, en donde
Raddatz (1957) localizó un recinto amurallado de
0,5 ha sobre una peña cortada a pico.
La impresión que se desprende de los datos publicados sobre el poblamiento en esta parte del valle del
Henares, es la existencia de pequeños núcleos fortificados aprovechando los escarpes de la margen izquierda
y otros asentamientos en llano junto al río (FernándezGaliano, 1976), incluso se podría pensar en un traslado de población al Complutum romano del llano desde
el yacimiento de Santorcaz, apenas a 12 km, y con una
ocupación que alcanza al menos el cambio de Era
(Cerdeño et alii, 1992).
El Cerro de La Gavia y los recintos amurallados del Hierro II en el centro de la península
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ Y JORGE MORÍN DE PABLOS
Reconstrucción del poblado del Cerro de La Gavia y su entorno. Museo de San Isidro
NOTAS
1 En donde se han retomado recientemente las intervenciones (Ruiz Zapatero et alii e.p.),
7 J.A. Alvarez de Quindós. Descripción histórica del Real Bosque y Casa de Aranjuez. Madrid, 1804.
2 En la provincia de Madrid los indicios en este sentido han crecido significativamente en los últimos años
(Blasco y Baena, 1989; Muñoz y Ortega, 1997; Agustí et alii e.p.).
8 35 de Kontebakom/kárbika, 1 de Sékobirikes, el resto de Kartago-Nova, Kástulo, Sekaisa, Ikalkusken,
Bolscam, Bílbilis y ases y triens de Roma.
3 Este panorama cambiará, sin duda, a raíz de los recientes descubrimientos realizados en el Yacimiento
de Las Camas -Villaverde, Madrid- (Agustí et alii, 2004, e.p.)
9 Las de Kontebakon, se situarían entre las guerras sertorianas y el 44 a.C. Todo ello unido a
Campaniense A y B de finales del II-I a.C
4 Los fosos de Fuente la Mora (Leganés Web de la Dirección General de Patrimonio Histórico de la
Comunidad de Madrid, firmado por A Vigil-Escalera: www.comadrid.es/ dgphaa/actaucaciones/ fuente_mora/excavaciones_arqueológicas) no encajan con los tamaños de los éperons barrés que estamos
citando, pues son sensiblemente menores y además no existen referencias sobre la existencia de murallas o barrera.
10 L. Villaronga, Numismática antigua de España. Barcelona, 1979, p. 86 y 92.
11 Por más que el traductor de la Ed. Gredos A. Sancho la suponga en la Serranía de Ronda, p. 156,
deberá estar mucho más al Norte.
12 García y Bellido, MªP., (1994). Sobre la localización de Segobrix y las monedas del yacimiento de
Clunia. Archivo Español de Arqueología 67. Madrid.
5 No obstante, llama la atención su escasa representación en el yacimiento de Fuente el Saz (Blasco y
Alonso, 1985), quizás debido a su carácter de alquería agrícola, y tal vez porque nos hallemos en los
límites de penetración de los productos de barniz rojo.
13 Esa parece ser la postura al respecto de las fortificaciones indígenas peninsulares en general, expresada por autores como Moret y Quesada (2002).
6 Hay que hacer notar que la cifra de combatientes indígenas que cita Livio: 100.000, es una de las
mayores que se ofrecen en los textos durante los dos siglos de la conquista de España por cartagineses
y romanos, dato que no se ha valorado en toda su extensión y que unido a la frase de Polibio en la
que afirma que los carpetanos son quizá los más poderosos de estos lugares, nos da un indicio de la
importancia demográfica de la Carpetania en estos momentos.
15 Tampoco todos los autores están de acuerdo en identificar Complutum con la ciudad de la moneda con
la leyenda Ikesankon Kombouto: García y Bellido, MªP. y Blázquez, C. (2001) Diccionario de Cecas y
pueblos hispánicos. Vol I: Introducción. Madrid, CSIC. Vol II, p 175
14 Ver también A. Tovar (1989) Iberische landeskunde. III. Tarraconense. Baden-Baden. P. 238.
123
EL
URBANISMO
JORGE MORÍN DE PABLOS, MARTA ESCOLÀ MARTÍNEZ ,
ERNESTO AGUSTÍ GARCÍA, RAFAEL BARROSO CABRERA,
AMALIA PÉREZ-JUEZ GIL Y DIONISIO URBINA MARTÍNEZ*
L
* Departamento de Arqueología, Paleontología y Recursos Culturales de
Auditores de Energía y Medio Ambiente, S.A.
Avda. de Alfonso XIII, 72 – 28016 MADRID.
Correo electrónico: jmorin@audema. com; www.audema. com
a ubicación de este enclave arqueológico de
la Segunda Edad del Hierro obedece principalmente a aspectos de tipo defensivo, aun-
que no son menos importantes otros factores, tales como
la accesibilidad a los recursos hídricos, la accesibilidad
la vega del río Manzanares, la proximidad a tierras cultivables y la explotación del bosque para la caza, la
recolección, etc.
Los restos arqueológicos se extienden sobre una
superficie que en la actualidad no supera las 0,3 hectáreas, aunque el cerro presentaba en el pasado una extensión mayor cercana a la hectárea y además el caserío lo
desbordaba ocupando el espacio contiguo al Norte del
poblado (Sector B) y una loma cercana unos 800 m al
Sureste (Sector C).
Las excavaciones se han desarrollado sobre una
superficie de unos 4000 m2, que incluyen el núcleo central del poblado ubicado sobre el cerro amurallado de La
Gavia (Sector A), y sus zonas de expansión, en la segunda línea del reborde del páramo (Sectores B y C). En
125
Plano general con las diferentes fases de ocupación del Cerro de La Gavia
126
El urbanismo
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Proceso de excavación
ellas se descubrió el urbanismo de un poblado de la
Segunda Edad del Hierro, cuya fase de ocupación más
importante se desarrolla en el siglo III y primera mitad
el II a.C., aunque existió una presencia humana prácticamente ininterrumpida en el lugar desde el s. IV a.C.
hasta finales del s. I d.C.
En este período de casi 400 años de ocupación se
pueden distinguir varias fases. Del primer momento
apenas se conservan restos de las estructuras debido a
las transformaciones que fue sufriendo el poblado a los
largo del tiempo. Una segunda fase se levantaría sobre
las estructuras de la anterior, reaprovechando las mismas en un alto grado. En este momento, y probablemente continuando con el esquema urbanístico anterior, el poblado se articula a partir de dos calles centrales que debieron converger en los extremos Norte y Sur
del mismo. Probablemente la entrada al recinto amurallado se ubicaría en la zona Norte del cerro, en donde
se concentrarían las estructuras defensivas de mayor
relieve a base de un foso y una barrera, que cerraría el
acceso al interior, esquema que se ha podido documentar en yacimientos similares de la región, como por
ejemplo en Plaza de Moros, Villatobas, Toledo (Urbina
et alii, 2004).
Las excavaciones han puesto al descubierto la casi
totalidad de la calle Este, delimitada por una hilera de
casas que cerraba el poblado por su parte oriental, en
la zona opuesta a la vega, y la manzana central del
caserío entre ambas calles. Las viviendas que se orientan a la parte septentrional del yacimiento se levanta-
Vista general de los restos excavados en el sector A
ban sobre una terraza artificial y sus traseras servirían
a modo de muro de fortificación o cerramiento del
recinto, aunque no faltan ejemplos de poblados en
cerros con murallas perimetrales (por ejemplo, de
nuevo en Plaza de Moros). La manzana central debió
tener en origen una forma ovalada, delimitada por las
dos calles que se ensanchaban en el centro, en donde
se disponían dos filas de casas con accesos por cada
una de las calles, mientras que al Norte y al Sur, la
manzana se estrechaba y sólo podía incluirse una
vivienda a la que podría accederse por cualquiera de
las calles, para acabar finalmente en esquina, solución
arquitectónica que es relativamente común en los recintos amurallados del mundo ibérico en donde las últimas
casas presentan remates en esquina (Belarte, 1997;
Bonet y Guerin, 1995, etc.).
Provisionalmente esta fase debería fecharse entre el
siglo III y mediados del siglo II a.C. Por esa época y por
causas que nos son desconocidas, el poblado se fue
abandonando. Aunque el poblado estuvo habitado
hasta finales del siglo I o comienzos del s. II d.C., como
atestigua la presencia en el mismo de producciones
cerámicas que se fechan en ese momento, esta tercera
fase es un período de lenta decadencia del hábitat, que
se manifiesta en la ocupación de antiguos espacios
habitacionales por alguna estructura como un silo para
guardar grano, el abandono de buena parte de la ocupación en los sectores extramuros del poblado (sectores
B y C) y la escasez de materiales arqueológicos. La disposición general del poblado apenas varía y se cons127
Fotografía aérea del poblado de la II Edad del Hierro del Cerro de La Gavia
truye prácticamente sobre la planta de las casas de la
fase anterior.
Uno de los aspectos de mayor interés corresponde
a las ocupaciones exteriores al poblado. Aunque son
conocidas las ocupaciones contiguas a los muros de
estos recintos (Belarte, 1997; Urbina, 2000), en donde
se han localizado incluso a veces las necrópolis de los
mismos, resulta menos frecuente el descubrimiento de
pequeños complejos urbanísticos algo más alejados
(Sector C, Casas de Murcia) que ponen de manifiesto
una ocupación del espacio, del territorio de cada
poblado mucho más compleja de lo que en principio se
había supuesto.
Estos sectores exteriores serían una ampliación
urbanística del núcleo central, en unos momentos en los
que la población debió desbordar los límites del recinto amurallado, cuando éste había perdido además
buena parte de su razón de ser, ya que se hacía viable
la instalación de viviendas y recintos artesanales o de
transformación agropecuaria fuera de la protección de
los muros. La ocupación de estos sectores se relaciona
con la segunda fase de ocupación del poblado, sufriendo después el mismo proceso de abandono que el
núcleo central. Esta desocupación paulatina del asenta128
miento, unida a la erosión de la loma, ha hecho que los
materiales muebles hallados en el Sector C sean especialmente escasos. Este abandono estaría provocado
por un retroceso demográfico o por la reestructuración
del hábitat en la comarca, tal vez ya propiciado por
Roma, con el traslado de poblaciones a lugares más
próximos a las tierras aluviales y con unas posibilidades defensivas menos marcadas, como pueden ser los
lugares de las villas cercanas de La Torrecilla y
Villaverde Bajo.
Sin duda el establecimiento de núcleos urbanos
romanos de la entidad de Complutum debieron ser los
responsables de la circulación de productos en la zona,
como las cerámicas de Terra sigillata hispánica y Terra
sigillata hispánica brillante hallados en los últimos
momentos de ocupación de La Gavia.
EL
ENTORNO DEL POBLADO
Tal y como se pudo documentar en más de una
veintena de yacimientos de características similares a
La Gavia en la Mesa de Ocaña (Urbina, 2000) y posteriormente se ha confirmado en otros lugares cercanos
(Urbina e.p., a), los poblados amurallados de la
El urbanismo
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Fotografía aérea del poblado de la II Edad del Hierro del Cerro de La Gavia
Segunda Edad del Hierro, o “espolones con barrera”,
habían de conjugar las cualidades defensivas del relieve con la existencia de otros recursos necesarios para
la subsistencia en los alrededores.
La vega del Manzanares propició la existencia del
talud o escarpe al Oeste del cerro que fue aprovechado para la defensa, pero un cauce de no demasiada
corriente y con tendencia meandriforme, como debió
ser este, daría lugar a una zona encharcada en la llanura aluvial del río con abundancia de recursos, que
irían desde las cañas y el carrizo susceptibles de ser utilizados en la construcción de techumbres, hasta la existencia de animales que se incorporarían sin duda a la
dieta cotidiana: ánades, anfibios, pequeños reptiles,
Cauce del río
Escarpes yesíferos en el valle del río
129
Proceso de excavación en el interior del poblado
Vista general del poblado
etc., sin olvidar que las márgenes de esta vega
pudieron ser aprovechadas para el cultivo de
pequeños huertos.
Las lomas y cárcavas de los yesos que se abren al
Norte y este serían tierras de monte bajo, en donde los
chaparros alternarían con retamas, cuya utilización
para techumbres de casas o remate de tapias de corrales está atestiguada arqueológicamente en el poblado.
Estas lomas pueden proveer de pastos para el ganado
en invierno y primavera, aunque sería necesaria una
cierta movilidad de los rebaños, en busca de las tierras
de vega más amplias como las existentes desde el
enclave de La Torrecilla (por donde cruza un cordel de
la Senda Galiana) hasta la confluencia del
Manzanares en el Jarama.
Las tierras aptas para el cultivo cerealístico con
arado y bueyes se disponen más al este, en la parte
alta de la meseta sobre la que se abre paso el río,
como puede apreciarse sin dificultad en la fotografía
aérea que ocurría hasta los años 1950. Estas tierras
conservan una ligera capa de coluviones arcillosos procedentes del entorno de mayor altura que se prolonga
hacia el este culminando en el Cerro Almodóvar.
Pero sin duda el aspecto más crítico para la supervivencia es la existencia de manantiales cercanos que
garanticen la disponibilidad de agua potable. En este
sentido el propio cauce del río debió constituir un seguro de abastecimiento hídrico, pero no la fuente principal ya que siempre que fuera posible se elegirían los
manantiales que resultan más accesibles. La sucesión
130
Vista general del poblado
de capas permeables de calizas o yesos e impermeables de arcillas y arcillas margosas, determina que los
manantiales afloren en los taludes de la parte de los
pequeños arroyos subsidiarios del río y, precisamente
se pudo comprobar in situ durante las excavaciones llevadas a cabo en el verano de 1999 y 2000 la existencia de un manantial en la cárcava que se abre al Sur
del cerro de La Gavia. Este manantial presentaba buen
caudal de agua que sin duda debió ser mucho mayor
hace 2000 años. Analizadas las aguas los resultados
ofrecieron una alta cantidad de sulfatos (640 mgr/litro)
en los terrenos yesíferos del entorno inmediato. A pesar
de que este volumen de sulfatos pudiera tener alguna
El urbanismo
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Restos de pared de la fase I en el Sector A
Restos de las estructuras del sector B
consecuencia negativa para la salud a largo plazo,
hay que tener en cuenta que la Ley de Aguas de hoy
día admite una cantidad de sulfato de hasta 2000
mgr/litro hasta la que al agua se considera potable, lo
que permitiría un uso doméstico de la misma.
datarse en la fase más antigua del poblamiento es muy
posible que las dimensiones del mismo fueran algo más
reducidas, previas a la expansión que supone la fase II,
pero con un planeamiento planimétrico muy semejante
a base de estructuras domésticas de planta rectangular
probablemente alineadas en torno a una calle principal
que seguiría el trazado de la documentada para fechas
posteriores. Estas estructuras domésticas estarían levantadas sobre zócalos de piedra como constata el registro arqueológico (U.E. 142, 149, 235 y 333) y alzados de adobe, de modo que tanto en la concepción
urbanística general del asentamiento como en las técni-
LAS
FASES DE OCUPACIÓN
El nacimiento del poblado
En líneas precedentes se comentaba cómo durante
la excavación de este hábitat de la Segunda Edad del
Hierro se habían podido distinguir tres momentos constructivos diferenciados.
La fase más antigua de ocupación del poblado apenas ha dejado restos estructurales visibles en los cortes
III y VII. Se trata de muros de piedras asentadas a
hueso que no parecen tener relación estructural con
otros muros de las fases posteriores. En algún caso, sin
embargo, podrían haber sido utilizados como base de
construcción para estructuras posteriores. Así ocurre,
por ejemplo, en los muros de la U.E. 149 y 142, que
podrían formar parte de una misma estructura de planta rectangular.
Aunque los restos documentados de esta primitiva
fase son realmente escasos, es muy posible que el
poblado contara con una topografía urbana muy similar a la que presentan las fases II y I y que en realidad
cada una de ellas haya aprovechado, siquiera de
forma parcial, las estructuras de las etapas posteriores.
A la vista de la escasez de estructuras que puedan
cas particulares de edificación, en esta fase más antigua se sientan ya las bases que van a perdurar sin apenas cambios hasta al abandono del poblado. La articulación de las casas en torno a calles adaptándose a las
peculiaridades del relieve, la planta cuadra o rectangular de las estancias, que pueden ser adosadas con
muros medianeros o no, y la técnica de construcción de
un zócalo de piedra de escasa altura como base de
muros de adobe, es un elemento común de los
poblados de la Segunda Edad del Hierro en prácticamente toda la Península, constatado al menos desde el
siglo VI a.C.
Si, como se ha podido documentar en poblados cercanos (Plaza de Moros, Urbina et alii, 2004), existió
una muralla perimetral que se imbricaba con las paredes de las casas contiguas a ella, la extensión del hábitat abarcaría toda la superficie del cerro desde la propia concepción del poblado como tal. Es lógico suponer
131
que si fueron las cualidades defensivas del relieve las
que dictaron la elección del enclave del cerro para
levantar el poblado, éste aprovechara al máximo las
mismas y para ello era necesario aislar toda la extensión del cerro y extender la ocupación por ella.
Más difícil es constatar la existencia de un hábitat
ocupado en las áreas o sectores externos al cerro en
esta primera fase de ocupación. Sin lugar a dudas se
documentan dos momentos constructivos en el Sector B,
contiguo al poblado y junto a los accesos del mismo,
auque el más antiguo parece corresponder la fase posterior o de plenitud de la ocupación.
La fase plena
Se denomina así a la segunda fase constructiva no
sólo por el hecho de que sea el período del que se han
conservado los mejores y más extensos restos edilicios,
sino porque es en este momento cuando la ocupación
del espacio, ante todo extramuros, alcanza su máxima
extensión. Tal y como se ha documentado en Plaza de
Moros (Urquijo y Urbina, 2001), la remodelación urbanística afecta a la mayor parte del poblado sin que por
ello se aprecie violencia en el proceso ni la necesidad
dictada por agentes tales como el incendio de las antiguas estructuras, antes bien, la razón de tal cambio o
reordenación parece que habría que buscarla en factores que afectan al propio desarrollo socio-económico
del lugar. Es por ello que se piensa en un período de
estabilidad que permitió el desarrollo del hábitat a lo
largo de todo el cerro e incluso rebasando los límites de
éste, tanto por el Norte (Sector B) como por el Sur
(Sector C), lo cual pone de manifiesto la ocupación de
los cerros vecinos.
Vista general de la calle central del poblado
Vista de una de las casas
132
Plano general de la fase plena de ocupación
El urbanismo
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
La ocupación de estos sectores exteriores al recinto
amurallado nos obliga a plantearnos un cambio en las
condiciones que determinaron la erección de los poblados en sus primigenios enclaves de tipo defensivo, ya
que aunque se trate de instalaciones artesanales o de
transformación y no viviendas propiamente dichas (de
lo cual existen varios indicios que serán analizados
más adelante), serían vulnerables a los peligros que llevaron al amurallamiento de los espolones. Un período
Plano de casa de la manzana central del poblado
de mayor estabilidad conduciría sin duda al desarrollo
económico y el posterior crecimiento demográfico que
se evidencia en esta fase.
El Sector A
Ahora se ha podido documentar la planta general
del poblado, con una larga calle que recorre el poblado de Norte a Sur y a ambos lados de ella construcciones de planta rectangular levantadas sobre zócalos de
piedra y alzados de adobe. Es posible que buena parte
de estas estructuras hayan aprovechado por elevación
de muros el planteamiento de la etapa anterior, lo que
hace muy difícil el reconocimiento de las estructuras
asociadas a la misma.
La zona central del yacimiento ha proporcionado la
excavación de las estructuras mejor conservadas, documentándose con perfecta nitidez parte de los alzados
de adobe, con algunos ejemplares bien conservados
gracias a un pequeño incendio que deshidrató el barro
convirtiéndolos prácticamente en ladrillos. Como se ha
Vista general de la fase II
Detalle de una pared
Vista general de un sector del poblado
133
adelantado en esta zona central, a caballo entre los
y otra cuadrada que daría acceso a la vía y pudo estar
cortes VII y IX, se documentan las estructuras mejor con-
compartimentada en una de sus esquinas. En esta
servadas. Se trata de tres recintos rectangulares, con
sus respectivos ejes longitudinales orientados en senti-
zona, aun se descubren los restos de otra vivienda
do Este a Oeste, delimitados por los muros: U.E. 174,
169, 167 y 222, así como por las U.E. 336 y 168 que
produciría por la otra calle. Este sector sólo está parcialmente excavado habiéndose dejado el resto como
corren paralelas a la calle, es decir en dirección Norte-
reserva arqueológica.
Sur y cierran dichas estructuras en su parte trasera. Las
dimensiones de estos recintos son similares, con un
estancias cada vez más estrechas y con orientaciones
ancho de 1,8 m y 4,3 m de largo, si bien uno de ellos,
el más meridional, presenta una anchura algo menor,
poco mayor de 1 m. El ámbito definido por las UE 174,
169 y 336 presenta una rudimentaria división espacial. Parece abrirse paso a la calle a través de un acceso escalonado. Al fondo se sitúa un banco o poyo, que
recorre la pared del fondo de la estancia y que serviría
para depositar objetos, como se ha podido documentar
en el Sector C, donde en uno de los poyos se conservaba un recipiente de mayor tamaño. Este recinto central
cuenta con estancias a los dos lados que formarían
parte del mismo espacio doméstico y seguramente se
comunicaban con éste desde el interior.
El resto de las estancias no conservan completa su
estructura por lo que es más difícil aislar unidades de
vivienda. Puede, no obstante, aislarse otra casa al Sur
de la descrita, consistente en dos estancias, una dispuesta en sentido longitudinal perpendicular a la calle
longitudinales ahora paralelas al sentido de la calle. En
el extremo Norte de la calle se disponen una serie de
estancias cuadradas de pequeño tamaño, que son probablemente los restos de las compartimentaciones
documentadas en una de las esquinas de habitaciones
mayores que no se han conservado en este sector.
El sector B
El sector B se ubica en una pequeña loma a la salida del recinto amurallado, en la que se han localizado
estructuras de hábitat. El número de ámbitos identificados para la Fase II es de ocho, aunque de forma completa sólo se conservaban restos de cuatro estancias.
Éstas tienen planta rectangular con un zócalo de calizas y yesos. Presumiblemente el alzado sería de adobes, desgraciadamente éstos no han podido documentarse debido a la fuerte alteración que presentaban las
estructuras inmuebles en esta zona. En el centro de las
viviendas se encontraban los hogares, que aquí son
Detalle de estancia con hogar central
Vista general
134
colindante con la trasera de esta casa cuyo acceso se
Más al Sur los restos de paredes van conformando
El urbanismo
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Vista general del sector B
Sector B desde el Sur
rectangulares y construidos con arcilla. Alguno de los
edificios presentaba además un área de almacenaje
compartimentada.
Las estancias forman una doble hilera o espacio
cuadrangular dividido en cuatro compartimentos, orientados E-O. Se conserva la planta casi completa de dos
de ellas y una especia de cubeta de grandes dimensiones que conforma el espacie de una tercera. En el lado
Este quedan los restos de una estancia singular de un
momento constructivo anterior. Es de planta rectangular
pero presenta dos basas de columnas o los restos inferiores de sendas columnas adosadas a las paredes de
uno de los lados cortos, flaqueando la entrada al recinto. Parte del suelo está formado por un empedrado conservado muy parcialmente, entre el que se disponen
varios fragmentos de piedras de molino, alguna de las
cuales es de grandes dimensiones.
El abandono de esta zona se produce, muy posiblemente, en la segunda mitad de la segunda centuria, no
volviéndose a ocupar con posterioridad. Esta circunstancia marca la diferencia de este sector con respecto
el Sector C (Cerro de San Antonio). En este sector, a
pesar de la mala conservación de las estructuras exhumadas, se definen mejor los restos inmuebles al no existir superposición de fases, ya que todo el sector se adscribe a la fase II. Está situado sobre una pequeña loma
del Cerro de San Antonio, a una cierta distancia del
curso del Manzanares y separado del Cerro de La
Gavia por el curso de dos arroyos y una pequeña
loma. La zona se encuentra muy afectada por la erosión diferencial, lo que ha provocado la ruina total de
buena parte de las estructuras existentes, en especial en
las partes altas. Un problema añadido es la escasa entidad de los niveles arqueológicos, ya que en las zonas
de mayor potencia no se supera el metro de espesor.
Por consiguiente, es fácil prever las negativas consecuencias que ha tenido la continua erosión de estas tierras en el registro arqueológico. Nos encontramos,
pues, con un sector cuyas unidades estratigráficas presentan un marcado carácter de alteración, con escaso
valor fuera del análisis cronológico y del estudio de la
cerámica encontrada, así como, en menor medida, de
las estructuras documentadas.
Se han podido localizar en el transcurso de los trabajos arqueológicos las cimentaciones y alzados de al
menos seis edificaciones construidas con piedras sin
desbastar, colocadas a hueso, y la inclusión de algunos
elementos amortizados como molinos de granito. Las
construcciones excavadas siguen una orientación
Norte-Sur, formando estructuras rectangulares amplias.
Sólo en un caso se ha documentado una compartimen-
al núcleo central del poblado (Sector A), que continuó
ocupado hasta el s. I d.C. De este modo la estancia
singular debería corresponder al segundo momento
constructivo o Fase Plena, mientras que el resto de edificaciones de este Sector B corresponderían ya a los
primeros momentos de la última fase constructiva.
El sector C
Un tipo de construcciones similares a las documentadas en el sector A se excavaron en el año 1999 en
135
trales, de los que se han conservado el Este,
Sur y parte del Norte, son de mayor grosor
que los muros medianeros y las piedras utilizadas (yesos, calizas y pedernales) presentan
también un mayor tamaño. En el caso de los
muros Este (U.E. 2) y Sur (U.E. 10) se han
documentado las zanjas de cimentación excavadas en los yesos. Las estancias 1 y 2 presentaban todavía parte de los suelos de habitación, documentándose en la primera un
poyo de adobe enlucido con yeso (U.E. 13) y
Vivienda del sector C
tación en tres ambientes. El hecho de que el terreno
haya sido fuertemente arrasado por la erosión no permite hacer un análisis completo de las mismas. De esta
forma, no resulta fácil concretar la función y relación de
las diversas estructuras constructivas.
La edificación de mayor tamaño, denominada
número I, y que ocupa una posición central en la loma,
es de planta rectangular y cuenta con tres estancias. Se
trata del edificio mejor conservado de todo el sector, ya
que el muro Sur de la misma actuó de freno a la erosión reteniendo los niveles arqueológicos, y muy parecido al arriba descrito para el Sector A. La construcción
se ha encajado en la topografía de la loma, excavándose algunos muros en los yesos cristalizados que constituyen el nivel geológico del cerro. Los muros perime136
un pie derecho de granito en el centro de la
estancia que serviría de soporte a la techumbre, así como los restos de un gran recipiente
cerámico del tipo dolium. En la estancia 2 se
pudo comprobar la existencia de un hogar
rectangular en el centro de la misma (U.E.
12), así como una pequeña estructura fabricada con adobes adosada al muro medianero
que separaba la estancia 1 de la 2 y al muro
perimetral Este. La estancia número 3, situada
en la parte Norte, no conservaba el suelo original y poco se puede decir acerca de su funcionalidad. De los restos exhumados se puede
deducir que nos encontramos ante una vivienda de gran tamaño, muy similar a la localizada en la zona central del Sector A.
Este inmueble se encontraba separado de
las construcciones II y IV, situadas al Norte y
al Sur respectivamente, por unas calles realizadas a base de excavar los crestones calizos
y con rellenos de margas para colmatar las
vaguadas existentes. Además en la parte Sur, en el
exterior del muro perimetral del edificio I, se constató la
existencia de una rudimentaria preparación a base de
barro compactado (U.E. 25).
El edificio número II es una pequeña construcción
rectangular, encajada también en los crestones calizos
que ha conservado tres de sus cuatro muros perimetrales (Sur, Este y Norte), mientras que el muro Oeste,
como en el resto de las construcciones, ha desaparecido fruto de la fuerte erosión existente en esa zona. Las
características edilicias son similares al edificio anterior: zócalos de piedras apenas desbastados y alzados
con adobes que no se han conservado. Sin embargo,
el edificio número II presenta unos curiosos contrafuertes en la parte interna de los muros construidos a base
El urbanismo
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
de cantos de río trabados con cal. El suelo de ocupa-
que señalar que en la actualidad se presenta muy modi-
ción no se conservaba y los restos materiales localiza-
ficada, en especial en su parte occidental, donde se ha
dos fueron muy escasos. Resulta difícil pronunciarse
sobre la funcionalidad de esta estructura, ya que la
producido la acumulación de gran cantidad de sedimentos procedentes de la parte alta. Con objeto de
aparición de contrafuertes de este tipo no es un hecho
documentar este extremo, se abrió una gran trinchera
frecuente en las viviendas de la Carpetania, quizás sir-
en dirección Este-Oeste, que constató la existencia en
viera como elemento de apoyo de una estructura eleva-
la ladera Oeste de la loma de un mayor desnivel en
épocas pasadas.
da de madera para almacenar forraje o grano, del tipo
horreo.
Las edificaciones III y IV están situadas en la parte
Sur de la loma, en uno de los puntos más altos, aunque
ambas han sido prácticamente desmanteladas por la
erosión. De ellas sólo se han podido documentar las
zanjas de cimentación excavadas en el terreno natural
y los restos de dos hogares adosados a la cara interna.
Se trata de construcciones rectangulares, posiblemente
viviendas, separadas entre sí por una calle. La vivienda
número III tenía el hogar (U.E. 30) adosado a la pared
Sur, mientras que en la número IV, se encontraba adosado en la parte Este (U.E. 35).
Las construcciones V y VI se sitúan en la parte Norte
de la loma, en una zona que por el Este cuenta con una
pendiente muy pronunciada y por el Oeste ha servido
para la deposición de sedimentos desde las partes
altas, pero que en la antigüedad tendría también una
pendiente pronunciada. En ambos casos nos encontramos ante dos edificaciones de planta rectangular que
comparten el muro perimetral Este, probablemente también el Oeste, aunque desgraciadamente este último no
se ha conservado. Las dos construcciones se encuentran
separadas entre sí por un pequeño pasillo y la técnica
constructiva es idéntica a los edificios anteriores. Si
bien aquí se ha podido documentar parte del derrumbe
de adobes de los alzados del muro Este. Al igual que
en los casos anteriores, la falta de suelos de ocupación
no permite pronunciarse sobre la funcionalidad de
estas construcciones, pero probablemente pertenecieron a viviendas. No podemos descartar tampoco la
posibilidad de que nos encontremos ante un sólo edificio compartimentado en dos estancias separadas por
un estrecho pasillo.
En cuanto a las técnicas constructivas de este conjunto de edificaciones parece claro el interés por cimentarlas en los yesos y adaptarlas a la topografía de la
loma. Así, las viviendas van girando hacia el Oeste en
su parte Norte para asentarse en la parte plana y central. En cuanto a la topografía original de la loma, hay
Por último, señalar que, tanto si se trata de un área
de habitación como de una zona artesanal, la ubicación del sector C al exterior del recinto murado, al igual
que el Sector B del que seguidamente hablaremos,
introduce una variable no constatada hasta el momento en otros yacimientos del mismo entorno geográfico.
Esta circunstancia quizás se explique porque hasta la
fecha los trabajos de excavación se han centrado exclusivamente en los recintos fortificados y la falta de intensidad de los mismos no ha permitido el examen de las
áreas periféricas.
La cronología
El final de esta fase plena se ha situado en torno a
la mitad del siglo II a.C. en virtud del hallazgo de una
lucerna de campaniense A del tipo Ricci B, encontrada
sobre el suelo de una de les estancias del poblado
(Sector A). Además, se localizó un fragmento de campaniense en el Sector C. Por otro lado, se cuenta además con dos fechas radiocarbónicas efectuadas sobre
semillas carbonizadas correspondientes a estratos de
esta fase II. En concreto las semillas proceden de las
U.E. 211 Corte V y U.E. 134 Corte III. Las dataciones
obtenidas 1 son 2082±26 B.P. y 2145±25 B.P.
(132±26 a.C. y 195±25 a.C.). El rango de probabilidad de 2 sigma abarca del 172 al 3 a.C. y del 351 al
64 a.C., respectivamente. Si bien la segunda muestra
arroja una fecha de finales del siglo III comienzos del II
a.C., la primera se ajusta con bastante precisión a la
cronología que puede asignar a la lucerna campaniense, que se correspondería con el momento final de este
período o Fase II, mientras que la muestra de C14 nº 2
correspondería a un depósito de la plenitud de esta
misma fase.
La actuación en el entorno de La Gavia ha permitido documentar no solamente los sectores extramuros ya
comentados (Sector B y C), sino adentrarnos en un
panorama mucho más complejo sobre la ocupación del
territorio, ya que aproximadamente a unos dos kilóme137
Plano fase III
138
El urbanismo
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
tros del poblado, aprovechando un pequeño cerrete en
forma de península se documentaron algunos restos
inmuebles de este período. La ausencia de restos constructivos de entidad no permiten establecer las pautas
seguidas en el urbanismo del hábitat excavado en
Casas de Murcia, ni precisar tampoco más acerca de
las diferentes fases que pudo tener. La aparición de
algunas hiladas de piedras sin desbastar y la comparación con otros ejemplos de este mismo período, en concreto con el yacimiento del Cerro de La Gavia, permite
aventurar un pequeño núcleo de casas de zócalo de
piedra y alzados de adobes. Este asentamiento estaba
muy alterado por la ubicación en el mismo espacio de
la segunda línea de defensa republicana en la Guerra
Civil española. En cualquier caso, y aunque el número
de materiales arqueológicos sea francamente exiguo,
no se ha documentado ningún resto de época romana.
La documentación de un hábitat contemporáneo al
Detalle de las estancias de una casa
Cerro de La Gavia en el Sector C y en Casas de Murcia
nos abre nuevas vías de conocimiento de la ocupación
del territorio en torno a un poblado, aspecto que es
totalmente desconocido en la zona objeto de estudio,
ya que las investigaciones hasta el presente no han
sido los suficientemente intensas como para detectar la
existencia de estos pequeños núcleos cuya funcionalidad y relación con el núcleo principal es difícil de precisar en la actualidad.
El abandono del poblado
EL abandono de la Fase II del poblado debió producirse hacia mediados de la segunda centuria. La circunstancia de que no se hayan recogido apenas materiales arqueológicos, excepto en la zona central, hace
suponer que este abandono se produjo de forma pacífica, a pesar de ello el abandono no se dilató mucho
en el tiempo, ya que la tercera fase se levanta prácticamente sobre la planta de la fase anterior recreciendo
los muros de las viviendas de la Fase II. Sin embargo,
hay que señalar una circunstancia especial con respecto a fases anteriores. En este momento se produce una
reducción importante del hábitat, ya que ahora sólo se
reocupa el sector principal, abandonándose los sectores exteriores (Sectores B y C).
El diseño urbanístico del poblado se mantiene invariable con la manzana central y el mismo trazado de la
calle. Sin embargo, las viviendas parecen experimentar
ciertos cambios. Así, frente a los espacios rectangulares
Restos de los zócalos de piedra de una de las casas
Zócalos de piedra
139
diáfanos de las fases precedentes, se produce ahora
una compartimentación de los espacios. Este fenómeno
entrada de la vivienda. En las fases anteriores
ésta se situaba en el centro de la estancia.
se observa en las viviendas situadas al Este de la calle,
donde todos los ámbitos excavados cuentan con un ves-
siglo I d.C., como atestigua la presencia en el mismo
El poblado estuvo habitado hasta finales del
tíbulo que precede la entrada a las viviendas. En esta
de Terra sigillata hispánica, Terra sigillata hispánica
zona se sitúa el área de molienda de la vivienda, loca-
brillante, cerámica pintada tipo Meseta Sur, etc. Pero
lizándose los molinos a la entrada de las mismas.
en estos momentos ya presentaría formas de vida marginales, como lo atestigua la construcción de silos para
Este hecho parece generalizarse para el resto
del hábitat y se ha podido documentar en alguna
la conservación del cereal en el interior de las vivien-
vivienda situada en la parte Oeste de la calle,
como la delimitada por las UE. 66 y 67, que
cuenta con un área de molienda situada a la
das -U.E. 235-, muchas de las cuales estarían ya posiblemente arruinadas.
Una de las paredes con adobes quemados
Pared con adobes en estado original
Escalera de acceso a la casa
Detalle de uno de los bancos
140
El urbanismo
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
LOS
SISTEMAS CONSTRUCTIVOS
que se construían zócalos de piedra sobre los que se
Los sistemas de construcción de los edificios exca-
levantan las paredes de adobe. Estas piedras no están
trabajadas, a lo sumo a veces se canteaban ligeramen-
vados son muy similares para cada una de las fases y
te y se utilizaban piedras del entrono, documentándose
sectores excavados. A continuación se detallan los elementos constructivos (paredes, techos y suelos) y los ele-
a menudo en estas bases la variedad litológica de la
mentos complementarios que caracterizan las unidades
yesos especulares y calizas, sin que falte algún conglo-
de habitación (hogares, bancos, etc.)
Paredes
Al igual que ocurre en amplias zonas de la
Península (Belarte, 1997) las paredes de las casas en
la Segunda Edad del Hierro no tenían cimientos, sino
merado, núcleos de sílex y elementos reutilizados como
las piedras de molinos de granitos traídos de fuera. La
Adobe de una de las paredes. M.A.R.
Fragmento de moldura de piedra. M.A.R.
Hogar en la esquina de una de las habitaciones
El mismo hogar una vez excavado
zona que en La Gavia se compone de yesos masivos,
función de estos zócalos es la de aislar a los adobes de
barro de las paredes, de la humedad que asciende del
suelo, por ello no suelen tener más altura que dos hila-
141
Pared con adobes quemados
Restos de poste de madera
das de piedra e incluso a veces sólo una. Tan sólo en
aquellas regiones en las que abunda la piedra y el
barro escasea, como en amplias zonas de Extremadura
y el SO. o comarcas montañosas, los zócalos adquieren una mayor altura llegando incluso o ocupar todo el
alzado de la pared (por ejemplo en el Raso de
Candeleda, Ávila: Fernández Gómez, 1986).
Estas piedras iban unidas con barro, e incluso en el
caso de las de mayor tamaño, en las bases de los
muros mayores, a hueso, a veces con algún ripio o piedra pequeña a modo de calzo.
Sobre el zócalo se recrecía el resto del muro con
adobes de barro. Los adobes presentan varias medidas
(15x29x8; 29x29x8, etc.) en función del ancho y la
altura de la pared. Se colocan tanto a soga como a
tizón, en hiladas dobles para los muros de carga y simples para los tabiques. Se han conservado en el sector
central de la Fase II gracias al incendio que afectó a este
lugar, conservando en ocasiones un metro de altura.
Estos adobes están fabricados con arcillas del
entorno a veces muy contaminadas de yesos y se
142
empleaba tanto paja de cereales como pequeñas piedras a modo de desgrasantes para dar cohesión al
barro. Como en la mayoría de los lugares en donde se
han recuperado adobes completos o grandes fragmentos de los mismos, éstos presentan en la cara superior
dos surcos bien en aspa bien en arco, hechos con los
dedos, probablemente para ganar adherencia con la
argamasa de unión. Esta argamasa está compuesta
por arcilla que ha sido decantada de impurezas
logrando así mejorar sus cualidades de adherencia
(Urbina et alii, 2004).
Las paredes estarían recubiertas de un revoco de
tierra y paja que se renovaba periódicamente, ocultando a la vista las piedras del zócalo y los adobes del
alzado. No es infrecuente hallar restos de enlucidos de
cal e incluso zócalos pintados de rojo (Bonet y Guerin,
1995), aunque los revocos documentados hasta la
fecha en la región son los de Plaza de Moros a base
de tierra sin enlucir (Urquijo y Urbina, 2001).
Se ha documentado en al menos dos viviendas la
existencia de bancos o poyos adosados a las paredes,
característica que es de nuevo muy común en todas las
viviendas de este momento de amplias zonas de la
Península. Estos bancos se adosan a los muros al interior de los mismos y están fabricados con los mismo
materiales, es decir un zócalo de piedra que puede
constituir el banco en sí, o el zócalo recrecido con alguna hilada de adobes para ganar mayor altura. Estos
El urbanismo
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Reconstrucción de una vivienda de la manzana central del poblado. Dibujo Enrique Navarro
bancos pudieron servir como asientos y para depositar
los elementos del ajuar doméstico o los huecos sobre
los que reposaban las dolia o tinajas.
Techos
Resulta compleja la conservación en los yacimientos de esta época de la cubierta de las casas, ya que
estuvo constituida por materias vegetales que no se conservan en el registro. Sin embargo, gracias al incendio
del sector central de la fase II se han podido documentar los restos de parte de una de estas techumbres. La
estructura apoyaba sobre postes de madera de pino de
los que se pudieron recuperar numerosos fragmentos
carbonizados y trozos mayores apenas quemados en
excelente estado de conservación. Estos pies derechos,
seguramente sin descortezar, servían de apoyo a la
techumbre que se formaba con un entramado de madera de encina e incluso de cañas, al modo de las bases
de cañizo sobre las que descansan las tejas en la arquitectura popular de la región. Sobre este entramado se
colocaba la cubierta vegetal. De acuerdo a los análisis
antracológicos sobre los restos carbonizados de una de
las viviendas, al menos en este caso se trataba de retama, una de las especies más abundantes de la zona
aun hoy. Tal y como se ha documentado en el yacimiento cercano de Plaza de Moros (Urbina y Urquijo,
201), pudo emplearse igualmente el carrizo que crecería en abundancia en la vega del río. En cualquier
caso, este tipo de cubiertas vegetales necesita fuertes
inclinaciones para lograr que el agua de lluvia se deslice sin provocar goteras, inclinaciones que han de
superar incluso los 40º, y que han servido de base para
la reconstrucción hipotética de la casa central. Es probable que para evitar que el viento levantase estas
cubiertas se utilizasen piedras o grandes pesas de
barro que colgarían de los lados de las paredes y los
haces se sujetasen con cuerdas o cañas como sucede
en las construcciones populares con techumbres de
estos tipos.
No se han documentado sistemas de evacuación
de aguas, canales o desagües al exterior de las casas
o en la calle, sin duda las excelentes cualidades de permeabilidad de los suelos de yeso hacían innecesarios
estos dispositivos.
Suelos
El suelo geológico del poblado del Cerro de
La Gavia está formado por los yesos masivos del sustrato terciario. Directamente sobre esta capa geológica se
levantaron las viviendas. Los suelos de las mismas
estaban formados por un manto de tierra apisonada,
probablemente cribada y mojada antes de su
endurecimiento.
Los suelos están a menudo excavados parcialmente
sobre el terreno para corregir el desnivel de la ladera
y ofrecer una superficie horizontal. En estos casos las
143
En algunos casos se han documentado pavimentos
a base de pequeños guijarros y piedras que formaban
una especia de enlosado, en determinados lugares de
las viviendas. Estos enlosados podrían interpretarse
como patios o corrales (áreas sin techar) o bien como
cuadras o lugares destinados a la estabulación de animales de tiro, cabras o cerdos.
Sobre los suelos de arcilla se colocaban los hoga-
Hogar con base de fragmentos de cerámica
paredes pueden levantarse sobre el borde del escalón
así formado, para conseguir un mejor aislamiento de la
humedad. Se consiguen de este modo habitaciones
parcialmente excavadas que ganarían en propiedades
térmicas contra el calor y el frío. Para acceder desde la
calle a estas estancias semiexcavadas se disponían
unos escalones de piedra, generalmente dos o tres, formados por grandes lajas de caliza.
NOTAS
1 Los análisis fueron realizados en la Unidad de Arqueometría de la Universidad de Alicante y se corresponden con el nº de laboratorio DEM-1019 y Dem 1020, respectivamente.
144
res, generalmente en posición central. Se trata de hogares de planta rectangular a veces con el borde recrecido. Formados por capas de arcilla endurecida y enrojecida por el efecto del fuego. En algunos casos se han
podido documentar hogares con una capa de fragmentos cerámicos en la base como nivel refractario para
conservar el calor. Llama la atención que este tipo de
hogares se disponen en las esquinas de las habitaciones, aunque no podemos determinar si esta característica estaba asociada a un uso diferente de los hogares.
LA
VIDA COTIDIANA
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ , JORGE MORÍN DE PABLOS,
MARTA ESCOLÀ MARTÍNEZ , ERNESTO AGUSTÍ GARCÍA Y
JOSÉ YRAVEDRA SAÍNZ DE LOS TERREROS*
L
os trabajos arqueológicos en el Cerro de La
Gavia y la realización de análisis faunísticos,
antracológicos, carpológicos, etc., nos han
permitido acercarnos a la vida cotidiana de las gentes
que habitaron el poblado en los momentos finales de la
Segunda Edad del Hierro. Podemos conocer cómo eran
las prácticas agrícolas y ganaderas, el uso de otros aprovechamientos, como la caza y la recolección y, por último, conocer el territorio en el que desarrollaban estas
actividades.
LA
AGRICULTURA
Especies cultivadas
Las sociedades antiguas como las de la Edad del
Hierro eran ante todo sociedades agrícolas…seems to be
that farming was, with very few exceptions, the only
really important area of economic activity. (Halstead,
* Departamento de Arqueología, Paleontología y Recursos Culturales de Auditores de Energía
y Medio Ambiente, S.A.
Avda. de Alfonso XIII, 72 – 28016 MADRID.
Correo electrónico: jmorin@audema. com; www.audema. com
1987:86). Sin embargo, son escasos los indicios de esta
actividad que se conservan en los registros arqueológi147
cos. La poca perdurabilidad de los frutos y semillas ha
contribuido a que hasta hace muy pocos años sólo se
contara con los indicios que aportaban las herramientas o útiles ligados a las tareas del campo. Este panorama está cambiando rápidamente pues las nuevas
herramientas de análisis abren horizontes insospechados que apenas han comenzado a ser utilizados por la
arqueología. Entre ellos hay que destacar el análisis de
fitolitos o restos minerales que dejan las plantas en
otros materiales que han estado en contacto con ellas y
son más duraderos, como las vasijas de cerámica, los
molinos de caliza o granito, etc. Los análisis de contenido de los recipientes (cromatografía de gases, almidones, etc.) nos permiten hoy saber para qué se utilizaban parte de los envases cuyos restos se han conservado. Asimismo, el desarrollo de un instrumental más preciso sirve para la identificación de especies vegetales a
través de las improntas que han dejado sobre materiales blandos como el adobe de las construcciones o las
propias vasijas de barro, o de los pequeños restos atrapados en los depósitos arqueológicos (Buxó, 1997;
Cubero, 1998).
Estas nuevas técnicas han influido en los protocolos
de recogida de restos en los yacimientos, ampliando
notablemente el espectro de los materiales susceptibles
de ser tenidos en cuenta por el arqueólogo. Prácticas
como la flotación de parte o todos los sedimentos de
ciertos estratos para la obtención de restos vegetales, o
la especial atención dedicada a la recogida de ciertos
objetos como los fondos de las vasijas o ciertas unidades de estratificación como hoyos para guardar cereales, hogares, etc., se están convirtiendo ya en rutinas
de la excavación arqueológica.
En los yacimientos de la Edad del Hierro de la
Comunidad de Madrid, no se recuperaron restos vegetales en Fuente el Saz del Jarama y los únicos indicios
relacionados con la agricultura fueron la presencia de
molinos redondos para el cereal (Blasco y Alonso,
1985). Tampoco tenemos noticias de restos vegetales
en lugares como Santorcaz y Dehesa de la Oliva. Sin
embargo, en el yacimiento de Fuente la Mora, Leganés:
Se han excavado habitaciones destinadas a almacenes
y graneros, ya que en ellas se han encontrado numerosas piezas cerámicas destinadas a este fin junto con
importantes cantidades de cereal. Se puede aventurar
que la destrucción de este asentamiento se produjo
poco después de la recolección del grano, ya que
148
muchos de los contenedores aparecían repletos de él,
excavándose, además, zonas donde el cereal aparecía
en grandes bolsadas, lo que parece indicar que se
encontraban en algún recipiente perecedero (bolsas de
tejido o cestos vegetales) del que no tenemos ningún
vestigio (Vega et alii, 2003).
No es común encontrar indicios de la conservación
de cereales en contenedores perecederos, aunque
siempre se ha supuesto su existencia (recuérdense los
característicos escriños utilizados para guardar el pan
en muchas zonas de España, o recipientes similares
para el grano conocidos en el Magrheb). Estas bolsadas de cereales detalladamente analizadas pueden
aportar indicios sobre los tipos y la forma de cultivo, ya
que entre los granos las plantas adventicias informan
sobre diversos aspectos como la práctica de la escarda, la mezcla de distintas especies sembradas en un
mismo campo, etc. (Alonso, 2000).
En los yacimientos de la Edad del Hierro de la
Comunidad de Madrid se ha sugerido la interpretación
como silos para guardar el grano de unos hoyos detectados en el yacimiento de La Deseada , RivasVaciamadrid (Consuegra et alii, 1998), y como cabañas para guardar forraje para el ganado a unas estructuras de madera. Todo ello en un conjunto anejo a un
área de habitación pero separado de él. La existencia
de áreas dedicadas al almacenamiento de granos o
forraje separadas de los núcleos de habitación es un
inconveniente a la hora del estudio de las mismas, pues
hasta aquí la atención de las intervenciones se ha centrado en los poblados. En Mas Castellar de Pontós, en
Cataluña (Pons, 2002), se ha detectado la existencia
de silos y otras estructuras en el espacio entre los dos
fosos que cerraban el acceso al poblado. Esta característica parece similar a la de otros poblados en donde
se han documentado áreas de almacenamiento o fabriles alrededor de las murallas que demarcan los límites
del poblado, o incluso en algunos de sus recintos, como
en el yacimiento de Las Cogotas, Cardeñosa, Ávila.
Algo parecido debe ocurrir en el poblado de Plaza de
Moros, en Villatobas, en donde aparecen abundantes
restos en la explanada anterior a los sistemas de defensa, y quizá también sea el caso de las ocupaciones de
los sectores B y C en el Cerro de La Gavia, situadas
extramuros del poblado, si bien los silos subterráneos
para guardar grano sólo se documentan en la región
Central al final del mundo romano y visigodo, como
La vida cotidiana
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
Fragmentos de Hordeum vulgare (cebada) con restos de glumela adheridos. Cerro de La Gavia
ocurre en este yacimiento de La Gavia, ya que sólo se
ha detectado un silo en el poblado correspondiente a
la fase de abandono.
En general las cebadas y los trigos abarcan la
mayor parte de los restos de cereales aparecidos en los
yacimientos iberos o de la Edad del Hierro. El trigo
empleado para la fabricación de pan en su totalidad,
mientras que la cebada se puede usar para hacer tortas o papilla mezclada con mijo, fabricar malta para la
cerveza o para alimentar a los animales de tiro: caballos, asnos. Es significativo que la cebada aparece a
menudo asociada a los yeros u otras legumbres (Buxó,
1997) o incluso mezclada con malas hierbas y otras
“granzas”. En el valle Medio del Duero las cebadas
aparecen con restos de tallos y espigas a la vez que
otras hierbas, por lo que se deduce un trillado deficiente o inexistente (Delibes et alii, 1995). Estas caracterís-
y el apio (Sanz y Velasco, 2003), así como del empleo
relativamente abundante de la bellota, tanto como fruto
como para la obtención de harina (Checa et alii, 1999;
Sanz y Velasco, 2003).
El estudio de los materiales arqueobotánicos del
ticas hacen pensar en cultivos indiferenciados en los
mismos campos. Las cebadas sembradas en las mismas
tierras junto a leguminosas empleadas como alimento
de animales, representan una eficaz alternativa para
mantener la fertilidad de los campos, aprovechando a
su vez las producciones de forma conjunta como
forraje (Buxó, 1997; Cana y Rovira, 1999; Cubero,
1994; 1998).
Siguen en importancia otros cereales como los
mijos y panizos, también representados en los registros
a veces acompañando a la cebada, lo cual podría indicar una asociación de cultivos de primavera. La avena
se comienza a documentar al final de la Edad del
Hierro, hacia el siglo II a.C. (Buxó, 1997).
yacimiento del Cerro de La Gavia de Madrid, tanto por
lo que respecta a las semillas carbonizadas como a los
adobes, ha permitido principalmente identificar la presencia del cultivo de cuatro cereales: la cebada vestida
(Hordeum vulgare), el trigo común/duro (Triticum aestivum/durum), el trigo almidonero (Triticum dicoccum) y
la escanda mayor (Triticum cf. spelta), esta última solamente en la fase romana, así como la presencia de
paja trinchada
Los datos que aportan los resultados obtenidos en
La Gavia, están en consonancia con lo expresado anteriormente. Se documenta una gran preponderancia de
la cebada vestida, que aparece en bolsadas limpia de
otros productos, indicando la existencia de procesos de
Las leguminosas son menos abundantes en los
registros botánicos. Entre ellas destacan las lentejas y
los yeros, y en menor cantidad las habas y los guisantes. También aparecen cominos (Plinio alaba los de
Carpetania), guijos, almorta y veza. Los garbanzos
sólo en época romana.
Ya a muy larga distancia se encuentran los restos
de frutales como higos, almendras o aceitunas, de los
que no es posible determinar su cultivo o su recolección
de plantas silvestres. Existen evidencias sobre el cultivo
del ciruelo y el manzano (Buxó, 1997; Cubero, 1998;
Pérez et alii, 1999) o de hortalizas como la zanahoria
149
Carrete para sujetar una tinajilla. M.A.R.
Por lo general estas tinajas se destinaban a guardar grano
aventado o al menos de una minuciosa selección de
cara a su almacenamiento. Los cereales carbonizados
recuperados en las muestras que han sido analizadas
se presentan de manera muy limpia de impurezas del
tipo malas hierbas o fragmentos de espiga o espiguillas. Parecen corresponder a parte de cereales almacenados para su consumo, en conjuntos casi monoespecíficos, sobre todo de cebada vestida, ésta sí que con sus
glumas todavía adheridas. Únicamente una de las
muestras presenta una mezcla de cebada vestida y
escanda mayor que podría responder a otro tipo de
residuos.
Sigue en importancia, aunque a muy larga distancia el trigo común y la escanda, escasa en los yacimientos de la Edad del Hierro y aquí presente en la última
fase de ocupación ya de época romana, confirmando
de algún modo la presunción de que esta especie sería
introducida o su cultivo potenciado por los romanos.
Triticum cf. spelta (trigo vestido)
150
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FASE
INTERMEDIA
UE133
ÚLTIMA
UE 24
FASE DE OCUPACIÓN
E 198
TOTAL
Hordeum vulgare . . . . . . . . . . . . . 160 . . . . . . . . . . . 661 . . . . . 114 . . . . . . . . . 935 . . .
frag Hordeum vulgare . . . . . . . 28 . . . . . . . . . . . . 60 . . . . . 520 . . . . . . . . . . 608
frag raquis H. vulgare . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
Frag glumelas H. vulgare . . . . . 17 . . . . . . . . . . . . 59 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
Triticum aestivum/durum . . . . . . . . . . 2. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 . . .
Frag Triticum aestivum/durum. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 . . .
Triticum dicoccum. . . . . . . . . . . . . . . 2. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 . . .
Triticum Cf. espelta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48. . . . . . . . . . . 48 . . .
frag Triticum cf spelta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 . . . . . . . . . . 12 . . .
Triticum
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 . . . . . . . . . . . 4. . .
Frag Hordeum/Triticum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 . . . . . . . . . . 14 . . .
Poaceae indeterminada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . . . 1 . . .
Frag Poaceae . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 . . . . . . . . . . . 2
frag gluma Poaceae . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . . . 1 . . .
Frag de tallo o entrenudo cereal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 . . .
cebada vestida
trigo común/duro
trigo almidonero
escanda mayor
trigo
fragmentos cebada/trigo
gramínea indeterminada
TOTAL . . . . . . . . . . 209 . . . . . . . . . . . . 785 . . . . . . 716 . . . . . . . . . 1710 . . .
volumen (mi) . . . . . . 16 . . . . . . . . . . . . 46 . . . . . . 12 . . . . . . . . . . 74 . . .
densidad restos / 1 mi . . . . . 13,1 . . . . . . . . . . . . 17,1 . . . 59,7 . . . . . . . . . . 23,1
táxones. . . . . . . . . . . 3 . . . . . . . . . . . . . 2 . . . . . . . 2 . . . . . . . . . . . 4 . . .
Tabla con los restos vegetales de La Gavia
Modelos de cultivo
Con los datos expuestos se confirman de algún
modo los sistemas de cultivos basados sobre los cereales en régimen extensivo. De hecho, la aparición del
hierro en la reja de los arados, la extensión de los cereales, la aparición de malas hierbas, del molino manual
giratorio y el clareo de las extensiones boscosas en
torno a los yacimientos, son procesos que se documentan al mismo tiempo (Buxó, 1997; Delibes et alii, 1995)
desde el siglo IV a.C.
El comienzo del cultivo de la vid y el olivo por esta
época, unido al aumento de la producción de cereales,
fija todavía más las poblaciones obligando a instaurar
en la agricultura practicada sistemas de rotación de cultivos o abonados. Aparte de la asociación cebadayeros no se conocen otras, por lo que la alternancia de
cereales y legumbres no aparece como una alternativa
muy difundida. Las leguminosas se sembrarían más
cerca de los poblados en razón de la mayor cantidad
de trabajo que requieren. Los abonos, mediante quema
de rastrojos, excrementos de animales, enterramiento
de paja y otras plantas, combinados con los barbechos
parecen una opción más aconsejable (Buxó, 1997).
Pero la práctica del abonado es problemática, ya
que en testimonios muchos más tardíos aún la mayoría
de los agrónomos todavía parecen ignorar los efectos
de la materia orgánica sobre la tierra, así Columela
dice…consideré equivocado el juicio de los que piensan que la tierra, fatigada y agotada por la acción
lenta de los días y por el continuo laboreo, ha llegado
a envejecer…Tremelio…creyó erróneamente… que la
tierra, madre de todas las cosas, como mujer afectada
ya de vejez, era inhábil para dar frutos…Pero por el
contrario, cuando la tierra, abandonada deliberadamente o por azar, es cultivada de nuevo, responde al
colono con mayor producción por el período de des151
El sistema básico debía descansar sobre una agricultura extensiva, de secano a base de cereal y barbecho, con poca rotación de cultivos, ya que las legumbres apenas están documentadas a lo largo de la
secuencia histórica hasta el presente. Su siembra sería
esporádica, principalmente por el coste extra de su
recolección. Las leguminosas y otras forrajeras constatadas esporádicamente en los registros polínicos de la
Edad del Hierro, encajan bien como complemento de
Fragmento de carrete para sujetar una tinaja. M.A.R.
canso…no debe considerarse más fecunda una tierra
inculta…sino porque con las hojas y hierbas de muchos
años…pues es posible recibir un fruto más copioso, si
la tierra se revigoriza con una frecuente, oportuna y
adecuada estercolación. (II.1).
Algo similar cabe decir para la rotación de cultivos:
The key to the rarity of cereals/pulse rotation in traditional farming seems to be the higher labor cost of (harvested) pulse crops compared with cereals: though
more productive per unit area than bare fallowing,
cereals/pulse rotation may be less productive por unit
of human labour. Like transhumance, therefore, traditional bare fallowing is integrally realted to a specific
historical context and should not be extrapolated back
into the distant past uncritically (Halstead, 1987:82-3).
En el ámbito ibero se han delineado tres modelos
agrícolas (Ruiz & Molinos, 1993). Uno, que se corresponde grosso modo al área de Andalucía, con predominio del cereal en alternancia con el ganado vacuno
y una cierta relevancia de la caza. Un segundo modelo con alternancia de cereal y ovicápridos correspondería al área de Levante, allí la caza tendría menos
importancia. Finalmente, en las montañas de Levante y
Cataluña existiría un mayor peso de la ganadería,
predominando la cabra sobre la oveja, junto con el
cultivo de cereales y la caza. Puntualmente, existen
especializaciones económicas como aquellas dedicadas al cultivo del esparto que citan las fuentes para el
área de Cartagena, las explotaciones costeras del litoral catalán o los campos de silos como expresión de
una producción cerealística en el entorno de Ampurias
(Pons, 2002).
152
la alimentación de los bueyes. Columela (II.10) menciona un buen número de legumbres, pero sólo unas cuantas líneas se dedican a las legumbres que benefician o
dañan al campo (II.13).
El sistema de barbecho y rotación trienal se pudo
conformar con dos años de siembras semestrales (cebadas y mijo o panizo de primavera junto a cebadas y trigos de invierno) y uno de barbecho. Las cebadas asociadas al mijo indicarían una siembra de primavera
(Buxó, 1997), algo que en unas condiciones ambientales con una mayor humedad general se podía admitir
en amplias zonas de la Península, pero que difícilmente se pueden aceptar para las regiones centrales, debido a la escasez de lluvias primaverales, abogando por
el sistema de “año y vez” casi de forma obligada
(Mingote, 1990:28ss), Hesíodo en el s. VIII a.C. ya
dice: el barbecho aleja los males de los niños y calma
sus llantos (64).
Este modelo se adapta a las condiciones agrícolas
conocidas históricamente en el último milenio en el
Centro de la Península, en donde el barbecho, y por
tanto la ganadería, juegan un importante papel que
podemos retrotraer con refrendo de fuentes escritas
hasta época visigoda, cuando menos. Los campos
abiertos en la Castilla medieval aumentan las facilidades para criar ganado al concentrar los barbechos.
Este fenómeno representa una alternativa a la rotación
trienal, con la introducción de la rastrojera dentro del
sistema de año y vez: 37,5% del ciclo lo ocupan los
cereales; 37,5% la rastrojera para ganados que aportan abono y 25% de barbecho.
El modelo propuesto a base de un barbecho extensivo y el abonado con rebaños, frente a la rotación de
cultivos con legumbres, no sólo justifica la distancia de
las tierras y condiciona el tipo de asentamiento
nuclear, sino que es capaz de explicar los datos esparcidos en las fuentes antiguas que dejan entrever una
cierta importancia de la ganadería entre los pueblos
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prerromanos del Centro peninsular, algo que se comprueba cada día por medio de los restos óseos en las
excavaciones arqueológicas.
De este modo los sistemas tradicionales o históricos
de aprovechamiento del suelo son capaces de explicar
la simbiosis de una agricultura esencialmente cerealística sobre suelos pobres, necesitada por tanto del régimen de barbecho en “año y vez”, con la ganadería
que aprovecha los barbechos y abona al tiempo, sin
necesidad de recurrir a teorías difíciles de probar como
la rotación de cultivos, el abonado intensivo o la existencia de una trashumancia de larga distancia en la
Edad del Hierro, etc.
Sobre la propiedad de los medios de producción,
de los terrenos de cultivo o de la producción, nuestro
desconocimiento es casi total (Esparza, 1999; Uroz,
1999). Se ha supuesto que la propiedad de las herramientas de trabajo debía ser personal, o familiar si es
que en cada unidad doméstica convivía una familia,
pues los útiles se encuentran casi en cada casa en la
mayoría de los lugares excavados (Mata, 1998). Del
mismo modo, el almacenamiento de los productos se
dispone en el interior de cada casa, conformando despensas familiares.
Este sistema no sería comunal, aunque no invalida
repartos de tierra similares a los practicados en la Edad
Media en donde coexistía la propiedad privada de las
tierras, pero sujetas a aprovechamientos comunes como
el del pasto con la práctica de la “derrota de las mieses” o las dehesas boyales. Algo parecido podría interpretarse del famoso texto de Diodoro: …El más culto de
los pueblos vecinos es el de los Vacceos. Cada año se
reparten los campos para cultivarlos y dan a cada uno
una parte de los frutos obtenidos en común. A los labradores que contravienen la regla se les aplica la pena
de muerte… (V.34,3), no refiriéndose a la propiedad
comunal de las tierras sino fundamentalmente a la organización del trabajo.
Los recintos amurallados de lugares como Cogotas
Fosos de Bayona, podrían significar al menos la guarda del ganado en común. Pocos son los espacios específicos para el ganado que las excavaciones arqueológicas han conseguido aislar, tan sólo ciertos lugares de
la casa que pudieron albergar alguna oveja o un par
de cabras. Incluso para estas reses familiares existía en
los pueblos de Castilla hasta mediados de este siglo, un
pastor pagado a escote que sacaba a pastar cada día
Kalatos de Alcorisa, Teruel. E. Pla C. Aranegui.
La cerámica ibérica. La Baja época de la cultura ibérica. Madrid. 1981
juntos todas las cabras y ovejas. Tampoco se han identificado las áreas para guardar el ganado de labor, que
podrían ser algunos de esos recintos amurallados exteriores o incluso el espacio central de los village clos.
En la Grecia arcaica, la sociedad homérica se
basa en el oikos que se corresponde con una familia
extensa, autárquica (Armezin, 1991), una unidad formada por varios trabajadores y esclavos al servicio de
un jefe. Unidades similares son conocidas entre las fincas y heredades del siglo pasado y la primera mitad de
este, en el Valle del Tajo. Se trata de casas de labor
con varias yuntas de mulas y numerosos empleados
(jornaleros), al servicio de los adinerados, algo entre la
hacienda familiar acomodada y los cortijos andaluces.
Sólo este tipo de heredades puede asumir el coste de
mantenimiento de los animales de tiro, que a la vez
resultan rentables gracias a la superficie que tienen
para labrar. Esta es la base de organización económica del régimen aristocrático.
La posesión de bueyes y su administración en el
engranaje de un sistema productivo está constatada en
las grandes posesiones que describe Columela: las
villas rústicas de los adinerados romanos. En estas
villas es donde se popularizarán los regadíos, la aplicación del abonado, la plantación de pastos, el trillado
de los cereales, etc. Pero es necesario plantearse si los
sistemas familiares de los poblados de la Edad del
Hierro podían mantener varias yuntas bueyes. El eje
esencial en torno al que giran todos los planteamientos
es la posesión de los animales de tiro, porque la superficie necesaria o suficiente para la subsistencia de una
153
persona se multiplica por 10 para que la utilización de
Los animales de tiro son, por tanto, el eje esencial
animales de tiro sea rentable, condiciones que hacen
en torno al que gira el régimen económico y por ende
replantearnos el régimen de tenencia de la tierra y la
propiedad de los medios de producción (Urbina,
social de las comunidades campesinas. Y esa realidad
1997; 2000).
La máxima expresión del sedentarismo, tal y cómo
za del labrador se medía hasta hace 50 años en las
yuntas de mulas que poseía, del mismo modo que en
se atestigua en la Edad del Hierro del Centro de la
los poemas de Homero los bueyes, animales de tiro, se
Península con la creación de los primeros poblados verdaderamente estables, frente a los asentamientos ante-
convierten en la referencia de la riqueza, en la medida
riores de periodicidad estacional o plurianual, no está
exactamente ligado a la agricultura, sino a la agricultura de arado, y no sólo por las diferencias de cultivo
que supone este instrumento, ni la relación de las personas con la tierra, sino ante todo por la necesidad de
unos animales de tiro. La elección esencial para un
agricultor no es la de cultivar los suelos, sino la de utilizar animales de tiro, ya que si 2 ha bastan para alimentar a una familia de cinco miembros, por ejemplo,
al menos 5 ha (más del doble) son necesarias si se utilizan cereales para alimentar a los animales de tiro
(Delano, 1979), además de buenos pastos y estables si
se hace con bueyes 1.
Desde esta óptica se entiende la necesidad de los
dos sistemas sociales sobre los que se basan los estudios de la Edad del Hierro: sociedades gentilicias, más
propias de los que se denomina al ámbito céltico de la
Península (Oeste y Norte) o modelos aristocráticos más
propios del mundo ibérico (Ruiz y Molinos), porque a
nos ser que se adopte el sistema aristocrático similar al
griego, se hace necesaria una propiedad comunal o al
menos por familias extensas de los animales de tiro.
Una yunta de mulos o bueyes apenas ha podido ser
mantenida nunca por una economía familiar de unos 5
miembros de media, sólo el 50% de las familias de
agricultores en el siglo XX (Urbina, 2000). Los datos del
siglo XVIII en la Mesa de Ocaña aportan cifras de una
yunta de mulas cada 20 habitantes. En el siglo XVI sólo
el 20% de la población poseía animales de tiro. Con
estos paralelos es difícil de imaginar yuntas de bueyes
de propiedad unifamiliar en la Edad del Hierro
(Urbina, 1997).
nunca se ha escondido en estos ámbitos, pues la rique-
del valor de las cosas.
Animales de Tiro
Aunque existen representaciones en que las mulas
o los burros tiran del arado (Isager y Skygaard,
1992:Plate 3.3:85ss), y los agrónomos latinos, como
Columela escriben alabanzas a los burros:…este animal barato y común…pues se puede mantener en un
campo que carezca de pastos, contento con poco forraje y de cualquier clase, …y hasta engorda con la paja,
…soporta muy bien el trabajo y el hambre y rara vez
padece enfermedad.…lo mismo puede romper con arados ligeros un tierra fácil de labrar, como la que hay en
Bética y toda la Libia…(De Re Rústica, VII.1), o Plinio
hable del elevado valor que alcanzaban las burras de
la Celtiberia (400.000 sestercios; Nat. Hist. VIII,170),
parece que los animales empleados para arar generalmente eran los bueyes. …en lo tocante a la agricultura,
la cría del ganado es tal vez lo más antiguo.…el buey
debe superar en aprecio al resto de los animales
(Colmuela, VI.27). De los caballos y mulos:…Requiere
la más grande atención y estar satisfecho de alimento
el ganado caballar…Por otra parte la mula se engendra de la unión, no sólo de yegua y asno, sino también
de asna y caballo, e incluso de onagro y yegua (VI.37).
Herramientas agrícolas de la región valenciana. C. Mata.
Las actividades productivas en el mundo ibérico.
Los Iberos. Príncipes de Occidente.
Catálogo de la exposición. Barcelona, 1998, p. 90.
154
En los registros faunísticos de la Península Ibérica
los bueyes suelen pasar desapercibidos porque se
engloban genéricamente entre los bóvidos y se piensa
más en sus aportes cárnicos, es decir, se cuentan como
vacas. Tan sólo últimamente se comienza a considerar
La vida cotidiana
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su importancia como bestias de tiro (Penedo,
2001:301). En Andalucía, desde el Bronce Final, se
(Morales y Liesau, 1995). Para la fase del Hierro II en
el valle medio del Duero, se observa un aumento de los
observa el incremento del vacuno, que se achaca a un
tipo de economía determinada, que cambiará en el
cerdos y ovicápridos junto al descenso de los caballos.
nivel VIII de Puente Tablas hacia un aumento del cere-
Manzanares de la I edad del Hierro, la fauna silvestre
al, la oveja y el cerdo. Se advierte que el desarrollo del
no suele superar el 5% de las especies salvajes, y en el
caso de La Gavia ocurre lo mismo. Entre las especies
vacuno se corresponde con la presencia del torno, la
existencia de fortificaciones, casas cuadradas, etc.
(Ruiz y Molinos, 1993:106ss), aunque no se llega a
relacionar directamente con el incremento de la agricultura y de las tierras de cultivo, como parecería lógico.
En la I Edad del Hierro en el Duero, disminuye paulatinamente la representación de los animales salvajes,
si bien liebres, conejos y especialmente ciervos, alcanzan valores próximos al ganado vacuno y ovino. En el
HII se incrementa el vacuno descendiendo el caballo
ESPECIES
REFERENCIA
ARRROYO CULEBRO
LIESSAU 1998
Por otra parte en los valles del Jarama y el
domésticas destacan los ovicápridos en todos los casos
siguiendo el bovino con porcentajes en torno al
15-36 % en NR.
Con los datos de varios yacimientos ibéricos elegidos un tanto al azar, se ha elaborado un cuadro general que no pretende servir más que para establecer
unas comparaciones entre yacimientos, a fin de observar la proporción de cada grupo de animales y su relación entre ellos. Sólo se consideran las especies más
CERRO REDONDO
CAPELLANA
CHAVES 1991 ET AL LIESSAU 1998
CERRO SAN ANTONIO
P.L JARAMA
BLASCO ALONSO 1985 & LIESSAU 1998
NR
%
NR
%
NR
%
NR
%
NR
%
Equus asinus.............................................................................................................................................
Equus indet...........................................25 .........2,82 ......................................................................
Equus caballus..............5..........3,3 ..........................................5..........3 ...........3 ...........1,3..........1 ......7,1
Bos taurus ..................35...........23 ........140........15,81.........31........16 .........38 .........17,2..........5 ....36
Capra hircus ...............5.........3,3 .........47 .........5,31..................................3 ..........1,3...................
Ovis aries ...................7.........4,5 .........80 .........9,03..................................7 ..........3,1...................
Ovis / Capra............83.......54,2 .......301 .......34,1 .......129 .......66 ......117 ........53,1.........7....50
Canis familiaris ...........2.........1,3 ...........5 .........0,6 ...........1 ......0,4 ..........1 ..........0,4...................
Sus domesticus ..........12............8 .....................................25 .......13 ........24 ........11......................
Suído indet.........................................122 .......13,78 ......................................................................
Meles meles.....................................................................................................................................
Cervus elaphus............2.........1,3 .........44 .........4,97 .........1 ......0,4 ........10 ..........4,5...................
Capreolus c. ...............1.........0,7 ....................................................................................................
Vulpes culpes ...................................................................................................................................
Ursus arctos ................................................................................................1 ..........0,4...................
Oryctolagus cuniculus .....1.........0,7 .......................................3 ......1,5 ..........5 ..........2,2.........1......7
Lepus europeus............................................................................................1 ..........0,4...................
Lagomorfo indet. ...................................46 .........5,2 ........................................................................
Indeterminable ....................................948 ................................................15 ..................................
Porcentajes de restos faunísticos en diversos yacimientos cercanos al Cerro de La Gavia
155
significativas y sus valores se basan en los pesos, repre-
algún pequeño porcentaje de vacas para su aprovecha-
sentados porcentualmente. Los yacimientos representan
miento de carne y leche en los mayores humedales. En
un poco cada área peninsular con especial énfasis en
los más cercanos a la Comunidad de Madrid.
ese caso habría que tener en cuenta que los valores de
los bóvidos deben estar un tanto sobre-elevados debido
YACIMIENTO
BÓVIDOS
OVICÁPRIDOS
CÉRVIDOS
ÉQUIDOS
CERDOS
LAGOMORFOS
Valle del Duero................60% . . . . . .18%. . . . . . . 10% .............3.5 % ..........8%.................0.5%
Puig Nao, Castellón .........25% .
Los Villares, Alicante ..........6% .
Cástulo, Jaén ...................34% .
Medellín, Albacete ...........43% .
Carambolo, Huelva ..........35% .
Pte. Tablas, Jaén ..............45% .
Barchín H, Cuenca ...........13.5%
Fte el Saz, Madrid ...........30% .
Bonilla, Cuenca ...............47% .
El Cerrón. Toledo .............30% .
Ecce Homo Madrid ..........19% .
Ayo Culebro Madrid ........32% .
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.30%. .
.60%. .
.46%. .
.28%. .
.30%. .
.38%. .
.13.5%
.45%. .
.23%. .
.20%. .
.47%. .
.26%. .
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. 3%............12% ............15%.................0.5%
. 4% .............5% ............15%.................6%
. 1% .............1% ............16%.................1%
11% .............3% ............10%.................2%
. 5% .............5% ............20%.................3%
. 3% .............5% ..............8%.................1%
. 8.5%.........42% ..............9%.................2%
10% .............5% ..............3%.................7%
18% .............1% ............10%.................1%
24%............17% ..............8%.................1%
. 9% .............1% ..............7% ................... 5%............13% ............14%.................4%
Media ...............................32% . . . . . . .36% . . . . . . . . 8.5%............9% .............11% ..................2.2%
Porcentajes de diversas especies animales en yacimientos del Hierro II
A pesar de que no se han contabilizado especies
como el zorro o lobo, perro, gallina y otras aves: perdiz, paloma, etc, dada su escasa representación, este
acercamiento cuantitativo permite apreciar unas tendencias generales. Los bóvidos y los ovicápridos destacan ocupando 2/3 del total de las especies. El tercio
restante se distribuye entre los cerdos o el jabalí, los
équidos y los ciervos. Si atendemos al número de individuos los ovicápridos ocupan un porcentaje cercano al
50%, mientras que los équidos bajan al 5% y los bóvidos no llegan al 20%.
La ausencia de vacuno es lógica y está en consonancia con las condiciones naturales adversas para su
cría en estas tierras secas, por lo que extrañan los altos
porcentajes en los registros de la Edad del Hierro, por
mucho que se imaginen unas condiciones ambientales
más húmedas. Si a ello se le une la ausencia de animales de tiro identificados en la Edad del Hierro, –los
caballos no pueden considerarse como tales–, parece
obligado pensar que buena parte de los bóvidos fueran
en realidad bueyes dedicados a labranza, sin excluir
156
que los pesos en las memorias arqueológicas se establecen sobre las vacas actuales, mientras que para la
Edad del Hierro se supone un tipo de buey algo más
pequeño: Bos longifrons (Reynolds, 1990:7).
Para el caso de otros yacimientos próximos como el
de la segunda edad del Hierro de Pozos de Finisterre
(Toledo) puede verse esta tendencia en la que predominan los ovicápridos en NR y en MNI seguido del vacuno en NR y otros animales como el porcino o el equino, en contraposición a la escasa representación en
MNI del vacuno, que decrece en importancia frente a
otros taxones con menor NR.
En el Cerro de La Gavia el género Bos ocupa el
14% de los restos óseos identificados con la existencia
de un individuo joven, un adulto-joven y el resto adultos. Uno de los restos aparece con exostósis en la epífisis proximal quizá efecto de la tracción 2.
En la Mesa de Ocaña existían 7.000 animales de
labor (de acuerdo a los datos del Catastro del
Marqués de la Ensenada) para labrar una superficie
de 79.000 ha con una proporción de 12 ha por ani-
La vida cotidiana
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
mal o 24 por yunta (Urbina, 1997). Columela especifi-
un metal abundante y barato que posibilitará el des-
caba que un campo de 200 yugadas se podía labrar
arrollo de una agricultura en muchos aspectos similar a
con dos yuntas de bueyes, o lo que es lo mismo 25 ha
por yunta, valor que es prácticamente similar a las
la existente hace apenas unos siglos. Así se ponía de
cifras para la Mesa de Ocaña en el siglo XVIII.
utillaje agrícola de la Edad del Hierro: En conclusión
diremos que la especialización del instrumental del trabajo alcanzó en época ibérica un alto grado, consiguiéndose en muchas actividades a herramienta justa y
apropiada para la finalidad a que se dedicaba, y que,
con pocas variantes, ha llegado hasta nuestros días.…
Dado que los bueyes no comen la hierba pisoteada
o con excrementos, excepto en los lugares de clima
húmedo que ofrecen pastos verdes durante todo el año,
se necesita segar el pasto o sembrar forrajeras, como
puede ser la arveja, el centeno, yeros, etc. Altramuz es
muy barato.…Alfalfa…sembrada una sola vez, se
puede segar con provecho durante diez años cuatro o
incluso seis veces cada año; porque estercola el
campo…y porque una yugada de ella es suficiente y
abundante durante todo un año para tres caballos.…En
lugar de yero, en la Hispania bética, se da a los bueyes galgana (arveja) molida…Doce libras de yero (4
kg) son suficientes para una yunta; de galgana
(Columela:X). Sin llegar a los buenos rendimientos de
la alfalfa, 1 ha de pasto regado o de humedal, puede
proporcionar alimento anual para 4 bueyes.
A pesar de que el asno y el mulo son conocidos
(Plinio VIII, 170 y XXI, 74), en época ibérica se debía
arar preponderantemente con bueyes, como se representa en monedas y vasijas. La ausencia generalizada
de eras y pajares podría avalar una trilla con pezuñas.
El empleo de bueyes tiene otras implicaciones, como
son la necesidad de una mayor cercanía de las tierras
de cultivo a los poblados. El buey tiene más fuerza que
el mulo; pero camina más lento. No sólo el tiempo de
labor se dilata, sino que el traslado y vuelta a los campos ocupa más tiempo, por lo que las parcelas cultivadas han de estar más próximas al poblado.
Leídos desde esta perspectiva, los volúmenes de
restos macrofaunísticos son altamente significativos, y
expresan las preferencias de unas sociedades agrícolas
en donde los bueyes son animales esenciales en cuanto bestias de tiro para labrar los campos. Junto a ellos
aparecen los ovicápridos, a gran distancia del resto de
especies, quizá en íntima simbiosis con los bueyes,
como expresión del modelo agrícola de “año y vez”
con “rastrojera”, tan característico de estas tierras.
Herramientas agrícolas
Es en las herramientas agrícolas 3 donde mejor se
manifiesta el avance que supone el empleo del hierro
para la fabricación de los útiles de la vida cotidiana,
manifiesto, ya desde los primeros estudios dedicados al
(Pla, 1968:165). La tipología de las herramientas estudiadas muestra una especialización que ha perdurado
en muchos casos hasta nuestros días, con modelos que
vemos iniciarse hacia el siglo IV a.C. en los yacimientos ibéricos levantinos y a partir del siglo III en el inte-
rior de la Meseta (Barril, 1993b:24).
Los aperos de labranza aparecidos en los yacimientos arqueológicos de época ibérica, comenzaron
a ser estudiados por los años 60, mediante la publicación de un catálogo de la región valenciana (Pla,
1968). En el catálogo se incluyen rejas de arado, aguijadas, layas, legones, azuelas, escardillos, alcotanas,
podones, hoces, castraderas, taladros, formones, escoplos, barrenas, sierras, cuñas, hachas, martillos, picos,
macetas, cinceles, paletas, pinzas, compases, tijeras,
cuchillas, agujas, leznas, anzuelos, etc., ordenados por
oficios: agricultura, carpintería, albañilería, cantería,
herrería, sastrería, orfebrería, ganadería.
Las herramientas de la Edad del Hierro se confunden con las romanas e incluso con las de la agricultura
tradicional de hace apenas unos decenios, como los
catálogos de etnología y tradiciones populares ponen
de manifiesto (Mingote, 1990). Existen útiles especializados en tareas de la viña, el olivar y los frutales. Son
herramientas propias de labores manuales y de horticultura intensiva, la agricultura de secano no precisa
más que arados ligeros, algún legón, hoces y un escardillo, útiles que se encuentran en los repertorios de yacimientos del Hierro II.
Poco después aparecerá otro trabajo referido al
área de Cataluña (Sanahuja, 1971) con similares conclusiones. Años más tarde se publicará el catálogo de
los instrumentos de hierro de Numancia (Manrique,
1980).
La falta de contexto doméstico de la mayoría de los
hallazgos de herramientas agrícolas (sólo algunos
casos los útiles aparecieron sobre el piso de habitacio157
El depósito hallado en un hoyo bajo el suelo de una
nes, indicando posiblemente una relación de propiedad con la vivienda: (Hernández et alii, 1986-7; Sanz
estancia en el poblado de Pintia (Valladolid), en el
y Velasco, 2003) en el mundo ibérico, especialmente
Valle del Duero (Sanz y Velasco, 2003:99ss), compues-
las rejas de arado, junto a su presencia en tumbas,
hacen pensar en una consideración especial dentro del
to por varias azadas, horcas de hierro, reja de arado,
vilorta y aguijada, parece confirmar que éste fuera el
contexto social. Los hallazgos en tumbas se refieren a
equipamiento básico para las labores del campo. No
rejas de arado y vilortas, junto con azadas. A veces se
quedan dudas por lo que respecta a los arados, ya que
han confundido rejas de arado en tumbas con arma-
con cada nuevo descubrimiento se pone de manifiesto
mento. En este caso se puede tratar de un depósito votivo o de herramientas, una “tumba de oficio” (Barril,
1993a). El conjunto se fecha por un caliciforme con
asa gris en los siglos II-I a.C.
la similitud entre estas herramientas halladas en lugares
muy diferentes de la Península en la Edad del Hierro, y
los arados llamados romanos o timoneros (con sus
variaciones locales: Mingote, 1990) con los que labraban nuestros abuelos. Sin embargo, las azadas y horcas de hierro son funcionalmente menos precisas, ya
que se pueden emplear para trabajos de arboricultura
o cultivo de la vid (para escardar los campos de cereales se empleaba el arado o el “escardillo”, similar a la
aguijada), mientras que las horcas de hierro se suelen
emplear más para el forraje verde que para la manipulación de las mieses secas de los cereales. La fecha
avanzada del depósito, ya del siglo I a.C., permite
suponer la existencia de cultivos de vides y olivos.
La consideración un tanto especial que tenían los
útiles agrícolas se refuerza con los ejemplos de bronces
votivos con yuntas de bueyes en Castellet de Banyoles,
yunta con yugo y timón en la Bastida de les Alcuses y
arado votivo en Covalta (Lucas, 1990). Unas de las
escasas representaciones iconográficas relacionadas
con el cultivo de los campos se hallan en sendos kalathoi de Teruel: Azaila y Alcorisa. En ellos, el acto de
Herramientas de la Bastida de les Alcuses. R. Harrison. España en los albores
de la historia. Madrid, 1989, p. 227, de Pla, 1968
158
labrar la tierra la lleva a cabo un individuo con una
yunta de bueyes, un arado ligero y, aparentemente, un
yugo de cuello. Estas escenas se han querido interpretar desde un contexto religioso, similar al sistema trifuncional indoeuropeo, por la presencia de ritos agrícolas
(fertilidad), de caza (guerreros) y religiosos, expresados por los individuos enfrentados que realizan un
pacto de hospitalidad, una libación o se preparan para
un combate ritual.
Los restos hallados en el Cerro de La Gavia, se
reducen a unos fragmentos de herramientas de hierro.
Una de ellas parece que pueda identificarse sin problemas con una hoz 4. Tan sólo podría confundirse con un
podón, utilizado para la poda de ramas de árboles o
vides. A pesar de que estos utensilios son más abundantes en épocas romanas, debido al desarrollo de la
agricultura intensiva con plantaciones de vides, frutales
La vida cotidiana
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
Fragmento de la hoja de una hoz de hierro del Cerro de La Gavia. M.A.R.
y olivos, ya son conocidos al final de la Edad del
Hierro, pero la anchura de la hoja y la amplia curvatura de la misma se asemeja más a las hoces, como se
puede comprobar comparándola con los distintos ejemplos de hoces de otros yacimientos de esta época o de
los ejemplos contemporáneos conservados en distintos
museos, especialmente un ejemplar de Pla de les
Tenalles, Llano Occidental de Cataluña (Alonso, 1999)
y con el más cercano de época visigoda de Arroyo
Culebro (Penedo, 2001:162). Esta herramienta apenas
ha cambiado de forma a lo largo del tiempo, tan sólo
la calidad del hierro empleado ha determinado un
menor grosor de la hoja y mayor filo de la misma en
los ejemplares modernos (Mingote, 1996:120ss).
La siega está ampliamente representada en el instrumental de hierro por medio de numerosos tipos de
hoces. Dos modelos son conocidos, uno sólo aprovecha
la espiga con una pequeña parte del tallo, haciendo
mucho más fácil la trilla o separación del grano: Pero
hay muchas maneras de segar. Muchos cortan la caña
por la mitad con hoces de mango largo…otros muchos
recogen sólo la espiga con horquillas, algunos con rastrillos…. (Columela, II.19). Hay representaciones en las
pinturas de tumbas egipcias y papiros del Imperio
Nuevo, de estas hoces de mango largo (de madera y
sílex), en donde se aprecia la siega a mitad del tallo.
La paja dejada en la tierra sirve de materia orgánica para el abonado del terreno pero presenta dos grandes inconvenientes. De un lado los tallos entorpecerán
notablemente las labores de arado del suelo. De otro la
paja queda sin aprovechar en el campo. La paja alta
tampoco es aprovechable por los ganados en el sistema de barbecho.
Varios fragmentos de hojas de hoz de hierro del Cerro de La Gavia. M.A.R.
La siega a ras del suelo requiere mayor trabajo, no
sólo por el esfuerzo de la tarea sino por el acarreo de
un volumen mayor de materia y la necesidad del trillado para separar el grano de la paja. Por el contrario la
paja así obtenida se puede utilizar como combustible 6,
para cubierta de tejados como complemento al alimento de los animales, para mezclar con los materiales de
construcción como los adobes, etc. Además, la paja
almacenada en los altillos o pajares, proporciona un
buen aislante a la habitación.
El tipo de hoces documentadas en los distintos yacimientos Protohistóricos peninsulares parece avalar esta
siega con el tallo casi completo, pues se necesita una
hoz de mango largo para segar alta la paja. Pero la
siega con el tallo implica una trilla más elaborada o no
ser que se realicen dos siegas: espiga y paja, como
está documentado en varias épocas en Egipto.
Los datos sobre la trilla en la Edad del Hierro son
igualmente parcos. Falta en los registros arqueológicos
de la protohistoria peninsular en general, la mención a
las eras. Las eras, no obstante, las citan varios autores
clásicos desde Hesíodo. Catón, por ejemplo, llega a
Ampurias en la época del año en que los españoles tienen el trigo en la eras, dice Livio (XXXIV.9). Columela
(II.19) describe su preparación: Si la mies ha sido segada con hoces junto con parte de la caña…tras secarse
al sol, se trilla. Pero si han sido cortadas solamente las
espigas, pueden llevarse al granero…Las espigas solas
es mejor batirlas con palos y expurgarlas con cribas
(Columela, 1988:II.20). …afila las hoces…Manda a
tus criados aventar el sagrado grano…en una era
redonda y un lugar aireado. Con la medida distribúyelo bien en jarras…una vez que coloques ordenadamen159
Herramientas del nivel III de El Raso.
F. Fernández, M.T. López, Secuencia cultural de El Raso de Candeleda (Avila).
Numantia, III, 1990
Punta de una aguijada. Cerro de La Gavia. M.A.R.
160
te todo el alimento dentro de casa, procúrate forraje y
estiércol para que tengan en abundancia los bueyes y
los mulos (Hesíodo, 598-606).
La ausencia de eras quizá se corresponda con la
preponderancia de una tracción de bueyes en vez de
mulas, ya que estos no necesitan la paja, que se puede
segar y utilizar para los tejados de las casas o dejar en
los campos. En un dibujo de la dinastía XVIII de Egipto
aparecen los bueyes trillando las mieses pero con sus
pezuñas, sin trillos. No existen restos materiales de trillos en la protohistoria hispana, aunque eran bien conocidos entre los agrónomos latinos. Pero esta situación
no es exclusiva de la Península ya que en otros lugares
del Mediterráneo ha llamado igualmente la atención el
hecho de que no se encontraran restos físicos de la
labor de la trilla, lo que ha llevado a buscar similitudes
en el registro etnológico (Whittaker, 1999).
Sin embargo, cada vez son más abundantes los restos de tallos de cereales que indican algún tipo de trillado: entre los depósitos de granos, empleados en los
adobes (Pintia: Sanz y Velasco, 2003; Plaza de Moros:
Urbina, 2000), como se constata igualmente en el
Cerro de La Gavia: Por lo que respecta a las impresiones vegetales en los adobes son muy pobres y sólo
cabe destacar la presencia de paja trinchada. Ésta formaría parte del material mezclado con la arcilla para
darle plasticidad (principalmente pequeñas piedras y
paja). En este sentido las utilizaciones de la paja son
bien conocidas a nivel etnográfico (Mingote 19871988). Las medidas tomadas nos muestran una paja
muy trinchada, lo que nos informa de que se trata de
Punta de escardillo o hachuela. Cerro de La Gavia. M.A.R.
La vida cotidiana
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
un subproducto de la cosecha, que sufrió seguramente
una operación de trilla que permitió cortar los tallos
hasta este pequeño tamaño (Informe Botánico).
Además, algún ejemplar de sílex hallado en el sector C
(un sector de características peculiares alejado del
poblado) presenta huellas de corte de tallos vegetales.
La otra herramienta encontrada en La Gavia presenta estrechas similitudes con un ejemplar de aguijada
conservado en el Museo del Pueblo Español (Mingote,
1990:80). La punta de algunos tipos de aguijadas
puede confundirse fácilmente con la de otro útil conocido en el Centro de la Península como “escardillo”.
Estos escardillos (almocafres), como su nombre indica,
se utilizaban para “escardar” los campos cortando las
malas hierbas de los sembrados al comienzo de la primavera, cuando la siembra aún está baja. Se diferencian de las aguijadas en que la punta es más delgada,
con un filo más acusado y, a veces, de planta trapezoidal, en razón de que para su función no es necesaria
una punta más fuerte, sino delgada y afilada. A esas
características se ajusta más otra de las piezas de hierro recuperadas en La Gavia que conserva el agujero
para el clavo o remache en el tubo de enmangue del
astil y la punta de mayor tamaño y menos grosor que
la de la aguijada.
El Diccionario de la Real Academia Española de la
Lengua define la aguijada como una vara larga que en
un extremo tiene una punta de hierro con que los boyeros pican a la yunta. Vara larga con un hierro en forma
de paleta o de áncora en uno de sus extremos en la que
se apoyan los labradores cuando aran, y con la que
separan la tierra que se pega a la reja del arado.
Se conocen ejemplares que sirven para las dos funciones, con la punta en un extremo y la paleta en el
otro (Mingote, 1996:106-8). Son conocidas con los
nombres de “arrejadas” e “hijones”. Con los arados
romanos o timoneros de una sola esteva, la aguijada
era muy útil como elemento de sujeción del arado, al
introducirse de forma oblicua bajo la cama del mismo
y sujetarse con la mano izquierda, ayudando como elemento de apoyo.
Las aguijadas son bastante escasas en los repertorios de aperos agrícolas de la Edad del Hierro, aunque
se encuentran ya en el conjunto del siglo IV a.C. de la
Bastida de les Alcuses (Pla,1968), o de El Raso de
Candeleda, y espacialmente en Pintia en el s. I a.C.
(Sanz y Velasco, 2003). Podrían interpretarse como
aguijadas las herramientas del Pontón de la Oliva
nº 329 y una de las “casas de Portal Cacho”
(Cuadrado, 1991). Serán una herramienta de uso
común en época medieval (recuérdese el verso del
romance de la Jura de Santa Gadea, cuando el Cid
dice: mátente con aguijadas, no con lanzas ni con dardos...). Sin embargo, la vara que sujeta el labrador del
kálatos ibérico de Alcorisa, más parece un látigo que
una aguijada.
Sin duda el útil más significativo del conjunto de los
aperos agrícolas es el arado. La fabricación de arados
atañe al campesino Corta un mortero de tres pies, una
maja de tres codos y un eje de siete pies…Corta una
pina de tres palmos para un carro de diez manos, y
muchos maderos curvos. LLévate a casa un
dental…Construye trabajando en casa dos arados distintos, uno de una sola pieza y otro articulado, pues así
será mejor, y si tú llevas uno, puedes enganchar el otro
a los bueyes. Los timones de laurel o de olmo son más
seguros; la reja de encina, y el dental de
carrasca…(Hesiodo, 422-36).
Sobre los diversos trabajos de arado existen numerosas recomendaciones: En primavera remueve la tierra; y si en verano le das una segunda reja, no te
defraudará. Siembra el barbecho cuando la tierra esté
aún ligera;(62-63). Entonces podrás quitar las arañas
de las jarras y espero que te alegrarás al coger el trigo
que hay dentro. Si tienes en abundancia llegarás a la
blanca primavera sin necesidad de mirar a otros; sino
que otro hombre tendrá necesidad de ti (475-80)
El arado romano, común o timonero, en su versión
moderna es una reja pesada (formón) insertada en la
cama de madera que corta los terrones hundiéndose en
ellos verticalmente y dejando una cuña de tierra sin
remover entre surco y surco. Por ello se ara en cruz y
resultan unos campos de tendencia más cuadrada 6.
Con los arados de vertedera (siglo XX en España)
para terrenos pesados como los del Norte de Europa,
por contra, se remueve todo el surco. La vertedera es
una reja chata en ángulo recto con el formón que corta
a ras de tierra y una tercera reja vertedera para
voltear los terrones a un lado, no se necesita cruzar las
besanas, dando lugar a campos alargados. Con la
introducción de estos arados se podían por fin explotar
las densas y ricas tierras bajas de aluvión, que los arados “comunes” o “romanos” nunca pudieron hollar, a
pesar de la gran confusión que al respecto han introdu161
sume más grano que el buey, lo
que se compensa con avena o
cebada, iniciando de este modo la
rotación trienal, que no consiste
necesariamente en el ciclo de barbecho-cereal-leguminosa, sino en el
de barbecho-cereal-hoja de avena
o cebada. Así, el coste de la tracción con équidos se abarata notablemente y, cuando en el siglo XVIII
se introduzcan las forrajeras con
rotaciones de 4 y más hojas, se
habrá iniciado el despegue de la
producción que completarán las
máquinas en el siglo XIX y XX. Esta
Partes del arado “común”. J. López, J.C. Arbex.
Agricultores, botánicos y manufactureros en el siglo XVIII. Madrid, 1989
situación de rotación trienal con
ausencia de legumbres se deja traslucir aún en descripciones como las
cido varios autores considerando las vegas propicias
Relaciones de Felipe II de fines del XVI y en el Catastro
para el cultivo extensivo de cereales. Plinio menciona
del Marqués de la Ensenada del XVIII.
un arado de vertedera (Nat Hist XVIII,18), junto al ligeDe la Edad del Hierro se han encontrado rejas
ro de cama curva de Virgilio (Geórgica I,174).
triangulares planas con remaches para engancharse a
El arado de vertedera necesita de una tracción más
los dentales de madera, en el área ibera (Pla, 1968),
vigorosa, lo que se consigue aumentando la fuerza del
mientras que tienden a ser más alargadas hacia el inteanimal por medio de la collera. Este sencillo instrumenrior: Soria, Alava, Avila, Valladolid (Barril,1993a y b;
to hace que los arreos descansen sobre los hombros de
1999a y b; Sanz y Velasco, 2003), con orejas cortas
manera que las bestias puedan respirar y les circule la
para ensamblar la madera del dental. Se ha supuesto
sangre correctamente, logrando desarrollar hasta 4
una explicación cronológica para estas rejas largas,
veces más trabajo (White, 1973). Antes del siglo XIV el
más parecidas a las de los arados romanos, de contexpunto de tracción se situaba en la cruz y los arneses
tos tardíos: siglos II-I a.C., antes que achacar las difepartían del yugo y rodeaban el cuello y el vientre del
rencias a condicionantes de los suelos en diferentes
animal. Todos estos cambios irán preparando el terreno
comarcas. Las rejas de arados presentan variaciones
a la introducción de mulas y caballos para arar los camlocales, muchas de las cuales no se reflejan en el utillapos, con la adopción finalmente de las herraduras. La
je de la agricultura tradicional, sin embargo, las capaclave parece residir en la sustitución del buey por el
cidades de remover la tierra son muy similares en todos
caballo como animal principal en la granja. Los bueyes
estos arados dentales. El elemento esencial es la reja
se movían tan lentamente que los campesinos que los
de hierro que supone un notable avance sobre las pieutilizaban tenían que vivir cerca de sus campos.
zas de madera de momentos anteriores, profundizando
Gracias al uso del caballo tanto para el arado como el
más en la tierra y desgastándose menos.
transporte, la misma cantidad de tiempo que tardaba en
Estos arados se adaptan perfectamente a los suelos
ir al campo y en volver le permitía al campesino recoligeros de las mesetas de los valles fluviales del Centro
rrer una distancia mucho mayor (White, 1973: 84).
de la Península, compuestos por un alto porcentaje de
La influencia que estos cambios llegaron a tener, no
yesos o cal, mezclada con arcillas pardas y a veces
sólo en la estructuración de los campos de cultivo, sino
coluviones de arcillas rojas, dando lugar a mezclas de
el propio patrón de asentamiento de los núcleos de
color marrón claro conocidos como amarillares y muy
habitación, fue enorme. El caballo, o mejor la mula,
apreciados todavía en la cultura popular, por su fácil
que será introducida desde Francia en el siglo XVI, conlabor y su gran rendimiento 7, con tal que no exista una
162
La vida cotidiana
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
área de transformación de productos agropecuarios en
general, sin que sea posible precisar más su funcionalidad debido a las fuertes alteraciones que presentaba.
En este sector extramuros se pudieron documentar
los restos de unas estructuras cuadrangulares muy arrasadas por la erosión y otros agentes antrópicos. Se
trata de un espacio rectangular de unos 8 x 3,5 m del
que se conservan los zócalos de tres de sus paredes,
que no se diferencian de los zócalos de las viviendas
Diferentes tipos de rejas: reja de madera; reja de metal en lámina
(del tipo de las del Hierro II; reja maciza moderna.
A partir de: J. López, J.C. Arbex. Agricultores, botánicos y
manufactureros en el siglo XVIII. Madrid, 1989
carencia de lluvias. La potencia de estos suelos apenas
rebasa los 30 cm por lo que se han perdido en muchos
lugares.
Si la fuente era el lugar de reunión para las mujeres en la cultura popular, así como en las mediterráneas y podemos suponer que en la Edad del Hierro, la fragua lo era para los hombres. Hasta hace unos 40 años,
durante los meses de invierno se podían ver animadas
tertulias en las fraguas a donde se acudía a menudo a
aguzar las rejas de los arados. Pero ya Hesíodo advierte hace más de 2000 años: No vayas a la fragua ni a
la cálida tertulia junto al hogar del herrero durante el
invierno, cuando el frío aparta al hombre de las faenas...(492-95).
del interior del recinto murado.
En la esquina nororiental del recinto se aprecia la
existencia de dos espacios cuadrados de 1,2 x 1,2 m
de limitados por muretes. Estos espacios pudieron servir para albergar grandes recipientes: dolias o tinajas,
que encajarían en esta especie de soportes. Un hogar
o los restos de un espacio en el que se realizó fuego a
menudo, se dispone en el centro de la estancia, y un
poco más al Este, lo hace una especie de basa cilíndrica de yeso de unos 40 cm de diámetro, que se levanta
25 cm sobre el suelo. Otra basa de características similares se dispone contigua al muro Este, ya al exterior de
la estancia.
Hacia el Oeste se dispone una estructura similar a
la descrita aunque ha perdido casi todos los restos de
las paredes, si bien conserva en el centro un espacio
rectangular de unos 3,5 x 2,6 m, excavado sobre el
suelo con una profundidad de unos 20 cm. En el centro
por su lado Sur quedan los restos de un hogar y junto
a él una especie de pequeña rampa que da acceso a
la cubeta. Pudiera interpretarse esta estructura como
algún dispositivo de decantación, sin que podamos precisar más sobre el mismo.
Además de la arrejada se recuperó parte de la
hoja de un hacha o de una azada. Junto con las rejas
y hoces, las azadas son las herramientas mejor representadas en los repertorios de hallazgos de la Edad del
Hierro, como los citados anteriormente de la Bastida de
les Alcuses, El Raso de Candeleda, Pintia, etc. Su uso
se relaciona con los cultivos de huerta que debieron
existir en La Gavia en las márgenes del río
Manzanares, al pie del poblado.
Las áreas de transformación de productos
agropecuarios
La zona que se dispone en la parte exterior del
poblado, hacia el NE (sector B), presenta unas características especiales que nos hacen interpretarla como
Espacios cuadrados en la esquina del edificio del sector B
163
Cubeta excavada en el complejo del sector B
Planta del edificio singular con las bases de columnas
Reconstrucción de la manzana central del poblado
164
Especto general del complejo del sector B
Las basas de yeso se alinean con otra estancia rectangular de unos 3 x 7 m que corresponde a una etapa
anterior. Su orientación es ligeramente oblicua con respecto a las habitaciones del último momento. Ambas
basas flanquean una puerta o espacio de acceso de
1,4 m de ancho. Formarían el remate de los lienzos de
la pared Norte o modo de restos de columnas, que
pudieron ser de yeso tal vez decorado, pues las basas
o partes inferiores conservadas no tendrían solidez suficiente para sujetar pilares de otro material.
Entre esta habitación se hallaron numerosas piedras
que pudieran interpretarse como una especie de enlosado sobre el que se disponían los restos de varias piedras
de molino. Algunas de éstas corresponde a molinos de
cereal desechados o reutilizados, pero otras son más
grandes y planas, por lo que no se descarta otra funcionalidad para ellas. En concreto, se apunta en algunos
lugares la existencia de partes activas de los molinos de
cereales en las inmediaciones de algunas almazaras que
pudieran indicar molinos similares a los trapeta romanos, en donde se hallaron, junto a la piedra identificada
como mortaria, dos partes de piedras activas de molinos
de cereal de gran tamaño (La Monravana, Castellet de
Bernabé; Pérez Jordá, 2000:62),
Algo similar parece desprenderse de la descripción
de Blanco: El testimonio ideal en los yacimientos
arqueológicos lo suministran las presas. No son éstas
mucho mayores que los molinos giratorios, de mano,
frecuentes en los yacimientos ibéricos a partir del siglo
La vida cotidiana
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
IV; pero su forma es distinta: discoidal o alargada, presenta en su centro una concavidad regular,... (Blanco
Freijeiro, 1962:144).
Este tipo de estructuras se localizan tanto en el interior de recintos fortificados: Sant Miquel de Llíria,
Castellet de Bernabé, como al exterior: zona de Kelin.
En lugares de especial topografía, como el Tolmo de
Minateda, Hellín, Albacete (Abad et alii 1997), este
tipo de recintos se sitúan en las laderas del crestón calizo sobre el que se levanta el yacimiento.
Otro tipo de áreas artesanales con restos de piedras de molino o elementos líticos circulares, se han
documentado en extramuros del castro de Cogotas, por
ejemplo, identificándose allí con elementos de un alfar
cerámico (Alvarez-Sanchís, 2001).
La existencia de un sector de transformación agropecuaria fuera del recinto amurallado de La Gavia, se
trate a no de una almazara, parece fuera de duda. En
cualquier caso, el edificio del Sector B constituye un
ejemplo de estancia porticada con columnas, único en
el poblado y no documentado tampoco en otros lugares cercanos de la misma época. Aunque se sospechaba la existencia de este tipo de complejos, rara vez se
ha documentado y aún habría que añadir a este tipo de
complejos los restos del Sector C.
Este Sector se ubica a 800 m al Este del poblado,
sobre una loma en la que la erosión apenas ha permitido documentar los restos de algunas estancias. Al
parecer se trata de una disposición longitudinal sobre
la cresta de la loma con habitaciones rectangulares
adosadas unas a otras, que se abrirían a ambos lados
de la ladera. Al menos se cuenta con los restos de 4 de
ellas. Algunas presentan pequeños receptáculos construidos con adobes en la esquina, de modo similar a los
pequeños espacios que se detectaron hace años en la
edificación de Cerro Redondo, en Fuente el Saz del
Jarama (Blasco y Alonso, 1985). En otro caso nos
encontramos con tres machones cuadrados interiores
Planta de los edificios del Sector C
165
en la cabecera de una estancia, que conforman una
especie de soporte de otra estructura superior, tal vez
de madera. Es común la presencia piedras como soporte de los pies derechos de madera que sujetaban las
techumbres.
Lamentablemente, la erosión ha impedido el hallazgo de abundantes elementos muebles que nos ayuden
a identificar la funcionalidad de este complejo. Sus
peculiaridades constructivas así como su proximidad a
las tierras de cultivo, nos hace pensar que pudiera tratarse de un recinto agropecuario destinado a la transformación de los cereales: trillado, aventado e incluso
almacenamiento en la estructura de los machones que
pudo servir a modo de hórreo.
LA
GANADERÍA
A pesar de que los restos directos o indirectos sobre
la cabaña ganadera son relativamente abundantes en
los yacimientos de la Edad del Hierro y de que se
encuentran numerosas citas en las fuentes alabando los
carneros o las lanas de diferentes partes de la
Península, los estudios sobre ganadería son escasos.
Desde los postulados de los historiadores de mediados
del siglo XX que dividían las sociedades antiguas en
agricultoras o pastoriles, la historiografía ha ido aceptando poco a la complementareidad de ambas prácticas, hasta aceptar el carácter mixto de las economías
antiguas.
Los porcentajes de los restos óseos en los distintos
yacimientos dan lugar a otras tantas hipótesis sobre la
importancia de los recursos ganaderos (un panorama
general en Iborra, 1999). Como norma general en los
yacimientos más montañosos se considera una ganadería intensiva, con aprovechamientos mixtos de ovejas y
agricultura de barbecho en las tierras bajas: Edeta,
Kelin, p. ej. (Mata, 1998:95-6) Para el área de
Cataluña se propone una ganadería de tipo intensivo,
basada principalmente en la explotación de las siguientes especies: los ovicaprinos pare el consumo cárnico y
de lana y leche; el cerdo como consumo cárnico; los
bovinos como consumo cárnico y como fuerza de trabajo agrario; los équidos como fuerza de transporte y
en tareas militares (Iborra, 1999:87).
La tendencia general parece ser el incremento de la
importancia de los ovicaprinos frente a los bovinos y un
aumento en el consumo de cerdos a partir del Ibérico
166
Pleno. Otra característica común a todos ellos es la
existencia de centros especializados en determinadas
actividades ganaderas, caprinos en zonas de montaña
y bovinos en zonas litorales y el recurso ocasional aunque constante de la caza (Iborra, 1999:87).
Desde nuestro punto de vista el aspecto más relevante y de mayor transcendencia económica es la consolidación de los modelos ganaderos basados en los
ovicaprinos, cuya gestión proporciona no solo carne
sino sobre todo productos secundarios: lana, leche,
cuero y abono (Iborra, 1999:87).
De este grupo taxonómico la especie mejor representada es la oveja. En algunos yacimientos hay un
equilibrio entre ovejas y cabras y en muy pocos un predominio claro de la cabra. Este predominio de los restos de oveja indica una preferencia del pueblo ibero
por esta especie, afirmación respaldada por la valoración monetaria que según Polibio (XXXIV, 8,9) alcanzaban ovejas y cabras. Según este autor el coste de un
cordero se situaba entre tres y cuatro óbolos y el de una
cabra 1 óbolo. (Iborra, 1999:87).
Esta desproporción en el valor comercial de estas
especies debe ponerse en relación con la ventaja añadida que suponía la producción de lana en las ovejas.
Estrabón (111,2,6) y Plinio (VIII, 191) hacen referencia
a la calidad de la lana ibérica tanto de las béticas
como las del interior, y hacen un elogio de las prendas
tejidas con lana. El registro arqueológico también ofrece elementos para valorar la transcendencia de esta
especie y su producto más característico: la lana. Es
preciso referirse a los hallazgos de items para esquilar
y a las numerosas fusayolas y pondera hallados en los
yacimientos del área ibérica. También en la iconografía encontramos motivos de estas especies como en el
exvoto del Collado de los Jardines’ en Santa Elena,
Jaén, el camero de Osuna’, Sevilla y la mano de mortero’ de los Villares. (Iborra, 1999:87).
Estas afirmaciones se complementan con las que se
han realizado más arriba sobre los modelos agrícolas
del Centro Peninsular en los que los rebaños de ovejas
jugaban un papel importante. Los restos óseos avalan
estos supuestos. Los porcentajes alrededor del 30% que
se establecían para los ovicápridos se confirman en las
nuevas publicaciones:
La vida cotidiana
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
HENAYO
P. DE ORO M. ASTRAIN BERBERÍA
LA HOYA
M. TIERRA
UBIERNA
F.SAZ
BONILLA
F. MOTA
Asno ..........0,0 .........0,0........0,0 ........0,0..........0,1 ........0,0 .........0,8...........1,0 ........0,0 .........1,2
Caballo......0,3 .........1,2........6,9 ........1,6..........0,7 ........0,0 .........3,3...........1,9 ........0,0 .........8,
Vaca........29,6 .......32,5 ......45,1 ......53,2........37,4 ........2,7 .......69,1......17.4 .........18,6 .........8,6
OIC...........37,8 ........26,7.......38,7 .......25,0.........20,4 .......80,8 ........16,2..........55,3 .......55,9 ........56,8
Sus sp ......31,6 .......36,6........7,1 ......17,1........38,4 ......13,7 .........7,6......15.5 .........15,3 .......11,1
Perro..........0,0 .........0,1........0,0 ........1,3..........0,1 ........1,4 .........0,6...........0,7 ........0,0 .........1,2
Ciervo........0,6 .........1,4........1,6 ........0,7..........2,8 ........1,4 .........2,5...........3,8 ......10,2 .........6,2
Corzo ........0,1 .........0,0........0,0 ........0,4..........0,1 ........0,0 .........0,0........0.0 ...........0,0 .........0,0
Jabalí.........0,0 .........0,7........0,3 ........0,2..........0,1 ........0,0 .........0,0...........0,0 ........0,0 .........0,0
Conejo.......0,0 .........0,0........0,0 ........0,0..........0,0 ........0,0 .........0,0...........0,4 ........0,0 .........0,0
Liebre ........0,0 .........0,5........0,0 ........0,0..........0,0 ........0,0 .........0,0...........0,0 ........0,0 .........1,2
Otros .........0,0 ....00.3...........0,3 ........0,4..........0,0 ........0,0 .........0,0...........0,0 ........0,0 .........3,7
TOTAL .......100 .........100........100 ........100..........100 ........100 .........100...........100 ........100 .........100
Relación relativa del número de restos de los taxones en los diferentes yacimientos celtibéricos.
C. Liesau y M.C. Blasco. Ganadería y aprovechamiento animal.
TABLA 5: Numancia. IV Simposio sobre los celtíberos. Economía. Zaragoza 8
En los yacimientos más próximos a La Gavia, el
porcentaje de las ovejas llega incluso en el Hierro al
55% en el vecino Cerro de San Antonio (aunque la
muestra es algo reducida), mientras que en los yacimientos de la Edad del Hierro de Arroyo Culebro,
Leganés (Penedo, 2001:295ss) 9 con una representación más elevada, el porcentaje vuelve sobre 1/3 del
conjunto de los restos óseos recuperados. En Ecce
Homo los ovicápridos representan valores cercanos al
45% del total de los restos identificados (Almagro y
Fernández Galiano, 1980:117).
En el Cerro de Santorcaz (Cerdeño et al 1992) los
ovicápridos suponen el 88 % de la fauna determinable.
En el Cerro Redondo (Chaves et al 1991) los ovicápridos suponen el 48% de los restos y entre ellos son más
importantes la oveja que la cabra. En la Capellada
abarcan el 66% de los restos y en Puente Largo del
Jarama el 50% (Liesau 1998). En el caso del yacimiento de Pozos de Finisterre, los ovicápridos son el 24%
del total de los restos y el 50% del MNI, y entre ellos
destaca la cabra sobre la oveja.
ESPECIE
NR
% NMI
%
Equus caballus, caballo ..........3.......1,3 ....1.......4,1
Bos taurus, vaca ..................38 .....17,2 ....2.......8,3
avis aries, oveja ....................7.......3,1 ....3.....12,5
a/c, oveja o cabra ............117 .....53,1 ....7.....29,1
Capra hircus, cabra ...............3.......1,3 ....2.......8,3
Sus domesticus, cerdo ..........24 .....10,9 ....3.....12,5
Canis familiaris, perro ............1.......0,4 ....1.......4,1
Cervus elaphus, ciervo..........10.......4,5 ....1.......4,1
Oryctolaqus cuniculus, conejo .5.......2,2 ....1.......4,1
Lepus sp., liebre.....................1.......0,4 ....1.......4,1
Ursus arctos, oso....................1.......0,4 ....1.......4,1
BLASCO, Mª, C. LUCAS, R. y ALONSO, Mª.A. (1991): Excavaciones en el poblado
de la Primera Edad del Hierro del Cerro de San Antonio (Madrid).
Arqueología, Paleontología y Etnografía. 2, 7-189.
La importancia de la oveja se basa en el aprovechamiento de su lana. Son escasos los yacimientos en
los que no aparecen utensilios relacionados con el hilado y el tejido de la lana. Del mismo modo, en las repre167
Cencerro de oveja. La Gavia. M.A.R.
Fragmento de hacha o azuela. La Gavia. M.A.R.
sentaciones escultóricas de los iberos se pueden ver
personajes femeninos vistiendo túnicas de lana. En las
fuentes existen varias referencias al sagum, o manta de
lana que vestían los hombres. Eso hace de la oveja un
animal imprescindible y valorado. Algo similar ocurría
en otras culturas mediterráneas como la griega: En ese
momento vístete…con un mullido manto y una cálida
túnica; teje abundante lana en poca trama. Envuélvete
en ella para que no te tiemble el vello…Cálzate los pies
168
con sandalias hechas de buey…bien tupidas de pelos
por dentro. Al llegar la estación de los fríos, cose con
tripa de buey pieles de cabritos primogénitos para
ponértelas en la espalda como protección de la lluvia.
Encima de la cabeza ten un gorro de fieltro para que
no se te mojen las orejas…(HESIODO, 1978:537-46).
El aporte de leche no llega a un litro diario por animal en un período de 1/3 del año. Las cabras producen más, 2 litros diarios. Esto supone unas medias
anuales de 0,5 litros diarios. Para la fabricación de
1 kg queso se necesitan 4 litros de leche. En la Mesa
de Ocaña en el siglo XVIII 55.000 ovejas y cabras se
alimentaban de 80.000 ha de cereales y barbechos,
con una proporción de 1,5 ha por animal (Urbina,
1997). Se necesitan 20 ovejas para obtener lana para
5 personas (Reynolds,1990:13).
La proporción actual de peso-individuo entre bueyes y ovejas-cabras es de 1 a 10, pero se calcula algo
menor si se considera la utilización de un buey más
pequeño para arar (Reynolds,1990), de 1 a 8. Si se
considera que el 80% del vacuno documentado a través de los restos óseos, son bueyes de labor y hacen
falta unos 10-12 bueyes para labrar los campos necesarios para la subsistencia de un poblado de unos 150
habitantes, debería haber una cabaña de unos 100
ovicápridos para ese mismo poblado (Urbina, 1997).
Los valores de los restos óseos de ovicápridos se
complementan con los modelos agrícolas diseñados
que, por otra parte, no son más que los modelos sobre
los que se ha basado la agricultura tradicional hasta la
industrialización del país, en cuanto los rebaños de
ovejas ocupan una parte importante en el sistema agrícola de “año y vez”.
En La Gavia se encontraron dos cencerros de tamaño pequeño y de forma troncocónica que debieron
corresponder a ovejas. Varios cencerros mayores, para
ganado vacuno, se hallaron en Arroyo Culebro
(Penedo, 2001) y son frecuentes en numerosos yacimientos entre los cabe destacar por su proximidad los
de la Dehesa de la Oliva (Cuadrado, 2001).
Por lo que respecta a la cabaña ganadera en el
Cerro de La Gavia, los restos de oveja representan casi
el 70% del total de restos identificados, con una relación de 7 a 1 individuos con respecto a las cabras.
Existen indicios de aprovechamientos selectivos como
las costillas de los animales, con una preponderancia
de los ejemplares adultos mayores de 2 años 10.
La vida cotidiana
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
TAXÓN
NR
%NR
PESO
%PESO
Caballo (Equus caballus) .......................2 . . . . . . . . . . .0,1 . . . . . . . . . . 110 ..................6,5
Asno (Equus caballus)..........................10 . . . . . . . . . . .0,5 . . . . . . . . . . 618 ..................4
Équido (Equus sp.) ................................2 . . . . . . . . . . .0,1 . . . . . . . . . . . 71 ..................0,4
Vaca (Bos taurus)..............................124 . . . . . . . . . . .6,2 . . . . . . . . 3.359 ................22
Oveja (Ovis aries) ..............................84 . . . . . . . . . . .4,2 . . . . . . . . . . 841 ..................5,5
Cabra (Capra hircus) ..........................12 . . . . . . . . . . .0,6 . . . . . . . . . . 175 ..................1,1
Ovicaprino (O/C).............................530
Cerdo (Sus domesticus)........................65
Suido (Sus sp.) ...................................17
Perro (Canis familiaris) ..........................3
Ciervo (Cervus elaphus).......................18
Conejo (Oryctolagus cuniculus).............34
Liebre (Lepus granatensis) ......................6
Lagomorfo ...........................................4
Tejón (Meles meles)...............................1
S.I................................................1.065
. . . . . . . . . .26,8 . . . . . . . . 1.664 ................11
. . . . . . . . . . .3,2 . . . . . . . . . . 628 ..................4,1
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. .0,8 . . . . . . . . . . . 40 ..................0,2
. .0,1 . . . . . . . . . . . 71 ..................0,4
. .0,9 . . . . . . . . . . 324 ..................2,1
. .1,7 . . . . . . . . . . . 55 ..................0,3
. .0,3 . . . . . . . . . . . 13 ..................0,08
. .0,2 . . . . . . . . . . . . 2 ..................0,01
. .0,05 . . . . . . . . . . 20 ..................0,1
.53,8 . . . . . . . . 7.221 ................47,4
Total mamíferos ...............................1.977 . . . . . . . . . .100 . . . . . . . . . . 15.212 ...............100
Almeja de río .......................................3
Charonia lampas ..................................1
Gallina (Gallus gallus) .........................10
Perdiz (Alectoris rufa) ............................2
Grulla (Grus grus) .................................2
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- ...................- ...................- ...................- ...................- ...................-
Restos óseos recuperados en el Cerro de La Gavia
OTROS
APROVECHAMIENTOS
A tenor de los restos de huesos hallados en los distintos yacimientos, la caza está representada esencialmente por los ciervos, cuyos valores giraban en torno al
10% del peso total de las faunas recuperadas, aunque
si se desestiman los bóvidos como animales especialmente dedicadas a las labores agrícolas, el peso específico de la caza es aun mayor. En La Gavia son el 7%.
Liebres y conejos apenas alanzan un 2.5% y las aves
están escasamente representadas con algunos ejemplares de gallina en yacimientos de la Meseta Sur, en
donde comienzan a ser usuales indicando un aprovechamiento relativamente generalizado. En La Gavia se
han recuperado además restos de perdiz y de grulla.
La cabra y las aves, suponen un complemento alimenticio de primer orden, pero es sin duda el cerdo el
animal estratégico en el hogar. Su valor estriba tanto
en el aporte proteínico y especial índice de aprovechamiento, como en las fechas en que se consume: de
noviembre a marzo. Las aceitunas constituyen otro
buen alimento de invierno. Cerdo y aceitunas, son alimentos estratégicos en el calendario agrícola. En yacimientos como Arroyo Culebro (Penedo, 2001) llegan a
alcanzar un 15% del total de los individuos documentados a través de los restos óseos. En Cerro Redondo
(Chaves et al 1991) supone el 15% de los restos en la
Capellada (Liessau 1998) el 13%, en el Cerro de San
Antonio (Blasco & Alonso 1985) el 11% y en La Gavia
el 10%.
El cerdo es el prototipo de especie destinada a la
producción de carne. Las piaras se manejan fácilmente, pueden estar estabuladas alimentándose de desperdicios de comidas o son conducidas hacia los bosques
pare comer bellotas. Esta especie no cuenta con
muchos restos en el Hierro I, su importancia aumenta a
169
FASES/NR
ASNO
CABALLO ÉQUIDO VACA
OVEJA
CABRA
O/C
CERDO
SUIDO
PERRO
CIERVO
CONEJO LIEBRE
LAG.
TEJÓN TOTAL
MAMÍFERO
Fase I .............4 .........- ...........- .........1 ........2 ..........- ........10.........- .........3 ..........- ..........1 ..........4 ........1.........- .........- ........26
Fase II ............3 .........- ..........2........82 ......63 ........10......409 ......46........7 .........3 ........12 ........19 .......5 ........4 ........1.......692
Fase III............3.........2 ..........- ........41 ......19 .........2.......111 ......19........7 ..........- ..........5 .........11 ........- .........- .........- .......213
Total...............10.........2...........2 .......124......84.........12 ......530.......65 .......17 .........3 .........18 .........34 ........6.........4.........1........912
Distribución de restos de mamíferos por fases en el poblado del Cerro de La Gavia (Madrid)
partir del Ibérico antiguo cuando el numero de restos
supera a los bovinos aunque no en aporte cárnico. Es
a partir del Ibérico pleno cuanto tiene mayor presencia.
No hay que olvidar que junto al aprovechamiento de la
carne de los suidos, los escasos análisis tafonómicos
realizados hasta la fecha han mostrado que los ovicápridos, el ganado vacuno e incluso otros animales
como el perro y el caballo también eran aprovechados
cárnicamente, una vez que su utilidad económica para
otros usos cesaba. Así en el caso de Pozos de Finisterre
se han documentado pautas de descarnación y desarticulación sobre bóvidos y ovicápridos.
Junto a los animales se están evidenciando otros
aprovechamientos como los de las bellotas de robles y
encina, ampliamente constatados en los registros
arqueológicos y citados por las fuentes.
En el Cerro de La Gavia se han analizado un total
de 25 fragmentos procedentes de tres fases diferentes.
La mayor parte de fragmentos proceden de objetos de
construcción o tumbas y los indeterminados probablemente también están relacionados con otros tipos de
estructuras similares. El análisis ha proporcionado 6
taxones diferentes: Acer sp. (Arce), Pinus tipo pinaster
/pinea, Pinus tipo silvestris/ nigra, cf. Juniperus,
Quercus ilex/coccifera y Leguminosae (¿aulaga?,
¿retama?). Además algunos fragmentos de Pinus sp.
que no han podido determinarse más allá de la distinción que puede hacerse entre los pinos mediterráneos:
pino carrasco, pino marítimo y pino piñonero con los
pinos de montaña. Por lo que respecta a los pinos en
general existen ciertas dificultades en la determinación
taxonómica, por una parte en este caso por el grado de
preservación de los fragmentos que no siempre es
bueno y por otra parte por los criterios que definen
cada uno de los taxones que no siempre son visibles.
170
TAXONES
FASE II
FASE III FASE IV TOTAL
Acer sp. ...........................................7 .......................7
Pinus sp.mediterráneo .........2 ............5 ........................
Pinus tipo pinaster/pinea.....1 ............3 .......................4
Pinus tipo silvestris/nigra ..................................2 .........2
Quercus ilex/coccifera........1 ............2 .......................3
cf. Juniperus .....................................1 .......................1
Leguminosae.....................................1 .......................1
TOTAL ...................................4 ............18 ...........2.........25
Resultados del análisis antracológico del Cerro de La Gavia. Ethel Allue. Arqueocat
En yacimientos cercanos como el de Arroyo
Culebro (Penedo, 2001:305ss) se evidenciaron restos
de encina o coscoja y pino albar o negral.
EL
TERRITORIO DE EXPLOTACIÓN
La elección del emplazamiento del Cerro de La
Gavia articula las cualidades defensivas del territorio
con la disponibilidad de agua, la cercanía a los mejores manantiales y tierras de cultivo más fáciles de
labrar. En estas tierras del Centro de la Península la
falta de agua potable ha sido la causa de abandono de
los pueblos durante los dos últimos milenios. Y este es
un hecho que se refleja en la propia toponimia, ya que
muchos de los emplazamientos se definen por la referencia a fuente, lo cual da una idea muy precisa de cuáles son las relaciones esenciales entre los núcleos humanos y el medio ambiente. Pero la tradición ha sido siempre también una variable más a la hora de valorar el
La vida cotidiana
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
coste del cambio de emplazamiento, generalmente muy
alto, tanto en términos económicos como ideológicos.
Las tierras de aluvión son idóneas para su explotación mediante sistemas de regadío, como aquellos de
los “estados hidráulicos” del próximo Oriente, o para
una agricultura de azada, basada sobre la horticultura,
como la propia de las villas romanas. Las tierras de las
vegas durante el Hierro II, al igual que en la Alta Edad
Media, debieron permanecer en su mayoría incultas,
cubiertas de taray y retamas. De hecho, hasta mediados del siglo XX sabemos que las vegas del Tajo,
Henares, Jarama y Manzanares, se han aprovechado
para pastos de ganado, ovejas en general, habiéndose roturado y puesto en regadío más tarde, hace apenas 20 ó 30 años. La disposición lineal de los yacimientos en torno a los valles viene dictada por la propia topografía en la mayoría de los casos, ya que dentro de sistemas económicos que tienden al autoabastecimiento, la disposición lineal obedece a la segmentación equitativa de los territorios que se articulan en sectores perpendiculares a las corrientes, de forma que
cada asentamiento cuente con un espacio donde exista
la mayor diversidad ecológica de tierras y aprovechamientos, condición indispensable o al menos óptima,
en los sistemas económicos autosuficientes.
Con el fin de cuantificar unas necesidades mínimas
de subsistencia se realizó una modelización de las
necesidades básicas de las comunidades del Hierro II
en el Centro de la Península (Urbina, 1997). El concepto de umbral de subsistencia pretende esencialmente
sistencia obligará a profundizar en el estudio de las
reconstrucciones medio ambientales y los sistemas de
aprovechamiento de los territorios en la Segunda Edad
del Hierro.
Las cifras para el “umbral de subsistencia” parten
de un óptimo de 0.5 ha por habitante, constatadas en
todo el mundo antiguo y la agricultura tradicional. El
modelo agrícola establecido partía del sistema de barbecho o de “año y vez”, con el aprovechamiento de los
pastos por el ganado.
Para un poblado como La Gavia cuyos umbrales de
población se pueden establecer en torno a los 150
habitantes 11 (los hab/ha de poblado en los municipios
de la zona en el siglo XVIII era de 180, cifra similar a
la de estudios etnoarqueológicos: 150 hab./ha
(Kramer, 1982), sería necesario el cultivo de 150 ha
de tierra (las 0,5 ha más el barbecho). A esta superficie habría que añadir entre 3 y 4 ha por buey, lo que
significa un total de 180 ha Ello supone 1,3 ha por
individuo. De acuerdo a los cálculos de Columela
(II.12), la yunta de bueyes que ara 25 ha tiene en cuenta el barbecho, es decir labra en realidad 12,5 ha de
tierra cultivada, pero parece que ningún autor especifi-
contrastar la relación existente entre la superficie y los
recursos necesarios para la supervivencia y la extensión del área de captación de recursos disponible en
cada asentamiento, definida ésta a través de los polígonos de cada asentamiento. Se denomina umbral de
subsistencia a la superficie de terreno necesaria para la
subsistencia del asentamiento. El término ‘subsistencia’
engloba todas las necesidades del poblado en esta
etapa histórica, tanto la obtención de alimentos como
la “producción de cultura”, es decir el conjunto de la
cultura material conocida a través de excavaciones
arqueológicas y los restos que se puedan inferir del
conocimiento general de la época aunque no se hayan
documentado o no se conservaran en el registro. Se
indica la superficie de esta área y el porcentaje que
representa sobre los 10 km de diámetro usualmente
considerados en los SCA. El cálculo del umbral de sub-
Fragmento de la pieza fija de un molino de cereal. Granito. La Gavia. M.A.R.
171
ca claramente en los ratios de producción, si se tiene
en cuenta la alternancia de “año y vez” o no. Parece
res de 360 kg netos por ha o 36.000 kg para las
100 ha cultivadas. Los 150 habitantes del poblado
que los rendimientos se calculan sin tener en cuenta los
barbechos, lo que elevaría al doble las cifras de bue-
necesitarían 31.500 kg al año, de modo que se obtie-
yes necesarios: 16. A su vez habría que aumentar las
alimentar a los bueyes y algún caballo, mulo o burro,
hectáreas cultivadas en otras 20 ó 30 para cubrir las
siendo necesaria la existencia de algunos pastos cercanos para los bueyes.
necesidades de los animales de tiro. Si a los bueyes
añadimos algún caballo 12 la cifra de hectáreas necesaria sobrepasa ligeramente las 200 en régimen de barbecho (en realidad se cultivan 100 ha cada año).
Si se calcula la producción de la superficie cultivada supuesta, a razón de 120 kg de grano sembrado y
un consumo de 210 kg por persona y año, con una producción de 1:4 (Urbina, 1997), se obtienen unos valo-
nen unos pequeños excedentes que no bastarían para
No obstante, los ovicápridos (como vimos antes), la
caza y las aves de corral, la recolección de frutos silvestres, aportarían un mínimo del 25%-30% de la economía de subsistencia. Valores que deben rebajar otro
tanto el porcentaje del número de hectáreas cultivadas.
Así las poco más de 200 ha se convertirían en 150, lo
que supone una ratio de 1 ha por habitante en cifras
redondas, que viene a ser la media hectárea calculada
por otros autores o las dos yugadas que obtenían los
licenciados del ejército romano, calculada con el doble
de tierra por el régimen de barbecho anual.
De este modo, en un poblado como La Gavia las
tierras necesarias se obtienen de un anillo con 0,95 km
de radio. Si calculamos unas disponibilidades del
orden del 50% de tierras de cultivo sobre el total de los
terrenos de los alrededores, las tierras se obtendrían de
un anillo en torno a 1,15 km de radio.
En la aldea iraní de Aliabad, con un régimen de
agricultura tradicional, por ejemplo (Kramer,
1982:246), las tierras más alejadas se encuentran a
2,2 km del pueblo. Allí se explotan 233 ha o un anillo
de 0,85 km, de radio.
La distribución de estos campos se puede suponer
con bastante exactitud gracias a los modelos de paisajes agrarios, que resultan bien conocidos. En la agricultura tradicional existe un esquema formado por varios
anillos concéntricos: en el centro los pueblos, con
casas, eras y huertas, de regadío y con cercas; hojas
de cereal y barbecho, olivos y vides; luego un círculo
sin cultivar, o maquis, zona de carrascas, y finalmente
el anillo de bosque (Delano, 1979). Los paisajes medievales están formados por aldeas nucleares con el casco
urbano, los huertos anexos a las casas y cercados en
su mayoría y los “ejidos”, o eras y pastos de explotación comunal a las afueras del pueblo; el segundo anillo lo componen los campos de labor y prados comunales, dehesas del Concejo, cercadas, boyales, en valles,
etc. y las sernas, esto es, las mejores tierras, al lado de
Fragmento de la pieza móvil de un molino de gran tamaño.
Caliza. La Gavia. M.A.R.
172
la aldea, las de “pan llevar”, el anillo exterior lo forman
los retazos de bosque, matorral o pastos de ramoneo,
La vida cotidiana
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
Dos vistas de la reconstrucción del poblado y su entorno. Museo de San Isidro
también de uso comunal para la leña, la caza con
vedas, etc. Todavía se pueden reconstruir estos paisajes medievales. Los 4 ambientes ecológicos diferenciados en el Duero Medio: áreas de actividades antrópicas, paisajes degradados, bosques y humedales
(Delibes et alii,1995:424), conforman un esquema muy
similar a los anteriores.
Las superficies en cada caso no representan sino un
pequeño porcentaje con relación al terreno disponible
en cada yacimiento. La media del porcentaje que supo-
ne el umbral de subsistencia en cualquiera de los casos
apenas llega al 15% del total de las tierras que estarían disponibles. El territorio es por tanto una superficie
en su mayor parte no explotada, que conforma un
pequeño círculo en torno a los poblados, mientras que
más allá debieron existir grandes extensiones de bosques, matorral, zarzales, pantanos, eriales y baldíos.
En el caso de La Gavia, las tierras de cultivos se
situarían en los llanos de las mesetas próximas, al NE.
Como se puede apreciar en la fotografía aérea, estas
Fragmento de la pieza móvil de un molino de gran tamaño. Granito. La Gavia. M.A.R.
173
Fragmento viga de pino pinaster. M.A.R.
son las tierras históricamente cultivadas. Aunque se
trata de terrenos hoy de baja productividad, no hay
que olvidar que la erosión producida por el cultivo continuado ha hecho que pierda la capa superficial de
arcillas pardas mezcladas con yesos que constituían
unos suelos de buenos rendimientos agrícolas en períodos con aportes hídricos ligeramente superiores a los
normales, como los análisis polínicos parecen evidenciar para la Segunda Edad del Hierro en amplias
zonas de la Península. Estos suelos, además, eran muy
fáciles de labrar, pues se trata de tierras ligeras, algo
que muy apreciado por una agricultura que no conoce
los arados de vertedera.
Este hecho puede determinar la existencia del
Sector C, en donde se han hallado varios elementos
que apuntan hacia su interpretación como un sector de
transformación agropecuaria, tal vez dedicado al acopio de paja o forraje, como parecen indicar los 3
machones o refuerzos interiores de una de las estancias
parcialmente conservadas, sobre los que se pudo disponer un entarimado de madera. De confirmarse esta
hipótesis estaríamos ante uno de los escasos ejemplos
de este tipo documentados en la Península.
174
Los terrenos más cercanos al yacimiento presentan
en toda la parte NE fuertes pendientes que dificultan los
cultivos, sin embargo se aprovecharía la vegetación
autóctona como las retamas que sin duda crecerían en
ellos para la confección de las techumbres, tal y como
sugieren los análisis antracológicos de los restos quemados de estas techumbres.
Los ganados también sacarían provecho de estos
terrenos en determinadas épocas del año como la primavera, al tiempo que aprovecharían las rastrojeras de
los terrenos cultivados en otoño, constituyendo el verano el período crítico para la alimentación de las ovejas
que podría soslayarse con los pastos que ofrecieran las
márgenes menos abruptas del valle del río.
El valle del Manzanares constituía sin duda un ecosistema de gran interés para los habitantes de La
Gavia. En sus orillas se pudieron ubicar pequeños huertos, así como ser aprovechadas para pasto de los bueyes. La corriente del río debió ser mayor y su cauce más
errático constituyendo un paisaje encharcado donde
crecerían juncos, cañas y carrizo, refugio de numerosas aves como las grullas documentadas entre los restos faunísticos, y pequeños reptiles, moluscos, peces,
La vida cotidiana
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
Reconstrucción del Sector B vista desde el río Manzanares. Museo de San Isidro
anfibios, etc., que pudieron ser aprovechados esporádicamente, como igualmente evidencian los restos de
almeja de río. El agua del cauce se emplearía sin duda
en la fabricación de los adobes para las viviendas, y el
carrizo y las cañas para la confección de techumbres y
altillos, cercas de corrales, etc. Aunque para el consu-
mo humano parece que se inclinarían por los aportes
de pequeños manantiales como el que existió al E, en
el escarpe de las vaguadas que delimitan el cerro por
ese lado, poco antes de abrirse al cauce del
Manzanares.
NOTAS
1 Aunque los bueyes consumen más pasto y menos cereal que los équidos, hay que tener en cuenta la extensión que llegó a alcanzar la cría de caballo, animal que aunque existía en estado salvaje (Estrabón
III,4,15, Plinio XXXVII, 203), era numeroso y muy apreciado para la guerra, de ahí que aparezca representado en vasos en contextos de guerra y caza, en fíbulas, en pequeños exvotos, etc
2 Informe faunístico B. Pino. Laboratorio de Arqueozoología, 2000
3 El uso del hierro se manifiesta también en el trabajo de la piedra empleada para la construcción, en la
fabricación de los clavos para la unión del maderamen que sujeta las cubiertas, etc.
4 Habría que añadir los fragmentos la ficha nº 17 del Informe de restauración de metales, Corte VII/UE.119,
y tal vez los de la ficha nº 28 del mismo Corte y UE, identificables con restos de hoces.
5 Apenas se menciona el uso de la paja como combustible para la elaboración de la comida, cuando ha
sido durante siglos el material empleado para cocer el famoso cocido de puchero. Un montón de paja
quemándose lentamente, no requiere atención y proporciona un fuego lento y constante durante horas
6 No ha sido demasiado tenido en cuenta este hecho a la hora de adscribir cronológicamente las “suertes”
7 En los glacis de erosión de mayor abundancia de yesos la fertilidad es mucho menor. Se distinguen estas
porque en la toponimia local aparecen como tierras de “canta y llora”: canta el labrador al arar pues son
ligeras y llora al segar pues apenas rinden nada.
8 Los porcentajes de M. Tierra, Fte. Saz, Bonilla y F. Mota corresponden a excavaciones más antiguas en
las que los valores son sólo aproximados.
9 Estudios realizados por E. Orri y J. Nadal (Arqueocat S.L.).
10 Informe faunístico B. Pino. Laboratorio de Arqueozoología, 2000.
11 Se calcula la extensión original del poblado en unos 8000 m2 y se le añade el hábitat exterior, hasta
alcanzar 1,3 ha.
12 Los caballos están presentes en un alto porcentaje en los yacimientos de Arroyo Culebro, Leganés
(Penedo, 2001), llegando casi al 15% de los individuos recuperados.
de los lotes que se ven en los distintos parcelarios, pues por lo común, las parcelas alargadas corresponden a períodos posteriores al siglo XVI en los que ya se usa la vertedera.
175
LAS
ACTIVIDADES ARTESANALES
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ, JORGE MORÍN DE PABLOS,
MARTA ESCOLÀ MARTÍNEZ, ERNESTO AGUSTÍ GARCÍA,
GERMÁN LÓPEZ LÓPEZ, RUHT VILLAVERDE LÓPEZ Y
MARTA MORENO GARCÍA*
L
* Departamento de Arqueología, Paleontología y Recursos Culturales de Auditores de Energía y Medio
Ambiente, S.A.
Avda. de Alfonso XIII, 72 – 28016 MADRID.
Correo electrónico: jmorin@audema. com; www.audema. com
as excavaciones en el Cerro de La Gavia han
permitido documentar las actividades artesanales de un poblado de finales de la Segunda
Edad del Hierro. Entre todas las producciones destacan
las cerámicas, no sólo por su número, sino por su diversidad y calidad. La industria lítica no tiene el peso de
períodos anteriores, pero se continúa con la fabricación
de determinadas herramientas relacionadas con las actividades agropecuarias. La metalurgia se dedica a la
fabricación de herramientas para la práctica de la agricultura y el adorno personal. Finalmente, la industria en
hueso, a pesar de su fragilidad, también se ha documentado. Lo mismo puede decirse de la textil, de la que no
contamos con los tejidos, pero sí de evidencias de la actividad, como las fusayolas. No menos importante es la
procedencia de algunos productos, que muestran la relación con el mundo griego y romano o con otras tierras
peninsulares.
177
LA
CERÁMICA
se había impuesto entre las producciones cerámicas
indígenas. Aún se fabrican vasijas a mano, son aque-
La cerámica es siempre el conjunto de objetos más
llas que sirven para cocinar, ya que de otro modo se
abundante en cualquier excavación arqueológica, La
rajan al fuego, junto a los grandes recipientes, las tina-
Gavia no es una excepción, no obstante, la erosión del
cerro, las alteraciones que ha producido el hombre a lo
alfar. Pero también se encuentran algunos ejemplares
largo de los siglos y, ante todo, el abandono pacífico
y gradual del sitio, han contribuido a que este conjunto de objetos sea fragmentario, aunque no por ello
menos significativo.
Cuando se habita el Cerro de La Gavia el torno del
alfarero, conocido en la Península desde el s. VIII a.C.,
Copa de cerámica pintada. M.A.R.
Cuenco pintado con bandas rojo vinoso. M.A.R.
178
jas y dolia más fáciles de manejar que en la rueda del
fabricados a mano que están imitando formas de la
cerámica a torno. Sin duda, era menos costoso y más
asequible fabricar una vasija a mano que obtenerla a
torno, por medio del comercio, puesto que sólo existirían alfares en los poblados mayores.
La llamada cerámica ibérica, fabricada a torno y
pintada con motivos geométricos en rojo: líneas, bandas, semicírculos, etc., aparece en el Centro de la
Península mucho antes de lo que se había supuesto
(Blasco y Alonso, 1985), hacia fines del siglo VI
comienzos del V a.C. (Urbina et alii, 2001). Desde el
siglo IV a.C. es la producción más abundante en los
repertorios de cualquier yacimiento. En un primer
momento se copian o importan directamente (Cerdeño
et alii, 1996) los productos con engobes rojos o naranjas y decoraciones en tonos rojos o vinosos, de acabados perfectamente alisados y pinturas de gran calidad.
Después, se vulgariza la producción al realizarse en
alfares de la comarca, apareciendo los engobes y pinturas denominados “jaspeados” (Cuadrado, 1976-8)
con materiales de peor calidad que imitan las producciones del Sur o Levantinas (Urbina et alii, 2994). En
este momento se alcanza el mayor repertorio de formas
Fragmento de cuenco con líneas pintadas en rojo vinoso. M.A.R.
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
que van desde las grandes tinajas con bordes vueltos
tipo “pico ánade” a los pequeños caliciformes, pasando por las tinajillas globulares y bitroncocónicas.
Destacan en el conjunto de La Gavia las copas, que
aparecen en una alta proporción con relación a los
hallazgos de yacimientos más meridionales, y es más
propio de los asentamientos del Alto Tajo y la Meseta
Norte. También hay que destacar las altas proporciones que alcanzan las denominadas cerámicas comunes. Se trata por lo general de vajilla de cocina si bien
existe en La Gavia un alto porcentaje de pequeños
vasos con acabados grises o marrones.
Las cerámicas de importación no son muy abundantes. Entre ellas se encuentran las de barniz negro ático.
Las cerámicas griegas llegaron en grandes cantidades
al litoral mediterráneo de la Península, pero los hallazgos en el interior son muy escasos. Se puede trazar una
línea descendente a medida que nos adentramos en La
Mancha. En la provincia de Albacete son comunes y
numerosos los hallazgos de figuras rojas (Patiño,
1988), mientras que en Ciudad Real van escaseando y
en Toledo son ya inexistentes y se reducen, al igual que
en Madrid a escasos fragmentos de barniz negro ático
fabricados en el siglo IV a.C. En la Comunidad de
Madrid se han hallado en Cerro Redondo, Fuente el
Saz del Jarama (Blasco y Alonso, 1985), Cerro
Butarrón, Mejorada del Campo (Asquerino y Cabrera,
1980) y ahora en La Gavia. De la provincia de Toledo
las más cercanas se conocen en Villanueva de Bogas,
Illescas, Yeles (Patiño, 1988), Santa Cruz de la Zarza
y Villarrubia de Santiago (Urbina et alii, 2001),
Villafranca de los Caballeros (Carboles y Ruiz, 1990) y
Carrascosa del Campo, en Cuenca (Almagro, 1969).
En su mayoría se trata de fragmentos de cuencos
con decoración impresa a base de palmetas y ruedecilla. La ausencia de piezas completas hace pensar que
estos productos gozarían de un alto valor (simbólico o
material) y por ello se guardarían durante largo tiempo,
de modo que las cronologías adscritas a ellos deberán
ser rebajadas en 50 a 100 años en el Centro de la
Península.
Otra producción de las consideradas importadas es
la de barniz rojo. Se trata del denominado barniz rojo
ibérico o púnico, diferente de los barnices o engobes
rojos fenicios más antiguos. Al contrario de lo que sucedía con la cerámica ática, el barniz rojo aparece en la
mayoría de los yacimientos en donde se han realizado
Botella. M.A.R.
Cuenco de barniz negro ático. M.A.R.
Botellita de barniz rojo. M.A.R.
179
Cuenco de barniz rojo. M.A.R.
Cuenco de barniz rojo. M.A.R.
excavaciones o prospecciones. Así, en la Comunidad
de Madrid se encuentra en Fuente el Saz, Titulcia, La
Gavia, y en la provincia de Toledo se documenta en
todos los yacimientos amurallados de la Mesa de
Ocaña (Urbina et alii 2004, para Plaza de Moros).
Los hallazgos de barniz rojo son frecuentes en La
Mancha, hasta el punto de que se ha pensado en la
posible existencia de un alfar en algún lugar de Ciudad
Real como Oreto, Alarcos o el Cerro de las Cabezas
(Fernández Rodríguez, 1987). En el Cerro de La Gavia
se documentan pequeños cuencos con pie y el barniz
muy alterado (Blasco y Barrio, 1991:fig 6), alguno de
ellos sólo presenta unas líneas paralelas de barniz rojo
bien al interior bien al exterior, como es típico de estas
producciones (Cuadrado, 1991). Junto a ellos existen
algunos fragmentos de botellitas de perfil quebrado.
Estos cuencos y botellitas son frecuentes en la provincia
de Toledo y NO de Cuenca: Yeles, El Cerrón de
Illescas, Plaza de Moros, Las Madrigueras, etc., pero
(Urbina, 2000). En Cuenca, Cerro Alvar Fáñez,
Alconchel de la Estrella (Millán, 1988), Cerro de la
Muela en Carrascosa del Campo, (Mena, 1988), Fosos
de Bayona en Huete (Gras et alii, 1984), etc.
faltan productos como los platos de ala curva y base
plana muy abundantes en los yacimientos de Albacete
y Ciudad Real.
Las producciones campanienses son más abundantes en general en la comarca. Se encuentran en la
Comunidad de Madrid en Titulcia (Valiente, 1987),
Salto del Cura (Fernández Galiano, 1976), Dehesa de
la Oliva II (A) (Cuadrado, 1991), fondos de
La Aldehuela (Valiente y Rubio, 1982), Santorcaz
(Cerdeño et alii, 1992), Sotomayor (Valiente, 1987).
En la provincia de Toledo en la propia capital (B)
(Mena, 1988), Cerro del Gollino (A) (Santos et alii,
1998), Yeles (A y B) (Cuadrado, 1973), Ocaña
180
La relativa abundancia de estas producciones indujo a pensar en una temprana romanización del Centro
de la Península (Mena, 1988), pues la cerámica campaniense se ha considerado que es la cerámica de la
conquista romana, introducida principalmente por las
tropas romanas durante el siglo II y I a.C. Sin embargo,
el mayor conocimiento que tenemos hoy de yacimientos
con ocupaciones de esos siglos, como es el caso del
Cerro de La Gavia, indican que la romanización es
más tardía y que las cerámicas de barniz negro se
insertan como productos exóticos en yacimientos que
conservan la forma de vida indígena, con el mismo
valor que tuvieron antes las cerámicas áticas o de barniz rojo.
Por lo que respecta a las fechas que aportan esta
piezas en el Cerro de La Gavia, tradicionalmente se
establece una gradación cronológica entre la
Campaniense A y B asignando al siglo II a.C. la primera y al I a.C. la segunda, sin embargo, varios hallazgos de conjuntos cerrados en los que aparecen ambas,
obligan a considerar que el momento álgido de su
importación haya que situarlo a fines del s. II a.C.
(Sala, 1992:199). El mayor tiempo de penetración
necesario para la llegada de estos productos a la zona
Centro, hace que se pueda establecer un nexo entre
ellos y los conflictos bélicos de Sertorio en Hispania.
Faltan en La Gavia los amplios repertorios de tinajas y tinajillas con decoraciones a bandas o jaspeadas,
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
más propias de momentos anteriores, de las que ape-
nes son prácticamente inexistentes en las expresiones
nas se han recuperado algunos fragmentos. Por el con-
plásticas de la Edad del Hierro del Centro de la
Península, salvo algunas fíbulas de caballito 1). Se trata
trario están representadas las decoraciones tardías a
base de frisos con motivos geométricos como semicírcu-
de unos fragmentos de dos vasijas con decoración figu-
enmarcadas por líneas negras. Estas producciones
rada que presentan similitudes con las del tipo numantino (Wattenberg, 1963; Romero, 1976; Blanco,
barroquizantes dentro del estilo geométrico ibérico son
2003), aunque parecen estar a medio camino entre
la última expresión de las cerámicas pintadas indígenas, antes de que las pintadas romanas de tipo Meseta
Sur se impongan junto con la terra sigillata. Habría que
incluir entre ellas la jarra con series de semicírculos,
melenas y líneas onduladas, la botella con semicírculos
y melenas y la sítula con boca trilobulada de una
colección privada (Blasco y Barrio, 1991:fig 7). Se
corresponderían con los estilos tardíos de la cerámica
ibérica de tipo Llíria y Elche-Archena (Sala, 1992) de
la toman ciertos motivos manteniendo el esquema general decorativo con frisos, de etapas anteriores.
Entre las cerámicas pintadas ibéricas y las romanas
se insertan unas piezas de especiales características,
prácticamente inéditas hasta la fecha en los repertorios
de la Meseta Sur (hay que recordar que las figuracio-
éstas y las cerámicas figuradas del Levante y las del cír-
los y rombos separados por bandas de color rojo
culo de Teruel. Probablemente se trata de piezas únicas
que se inspiran en productos o piezas a las que autores indígenas habían tenido acceso.
Uno de los fragmentos corresponde al cuello de
una vasija con borde vuelto, de pasta anaranjada con
engobe blanquecino y motivos en rojo vinoso. La otra
parece corresponder a una jarra de cuerpo biglobular,
similar a las jarras trilobuladas del área numantina (las
ibéricas de levante presentan un cuerpo más ondulado), que aprovechan la parte superior del cuerpo para
introducir un friso con motivos pintados, enmarcado
por una línea inferior y dos en la parte superior con
semicírculos de trazos sin compás. Una serie de seres
con representaciones simbólicas de difícil interpreta-
Fragmento de cuenco de barniz rojo. M.A.R.
181
182
Lucerna de cerámica campaniense A. M.A.R.
Pie de un cuenco campaniense. M.A.R.
Fragmento de borde de un plato campaniense. M.A.R.
Cuenco decorado al interior con una banda y dos líneas rojas. M.A.R.
Urna o tinajilla con decoración geométrica en negro y rojo. M.A.R.
Fragmento de vasija pintada con decoración geométrica en rojo y negro. M.A.R.
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
Motivo cruciforme de la Manzana I de Numancia
(Wattenberg, 1963:47 y 203, nº 1.044; Romero,
1976:fig13 nº 54), similar al de la jarrita de La Gavia
Motivo bicéfalo en la cerámica de Numancia, copa.
Estilo del pintor de los perros, según Wattenberg
(Romero, 1976:fig18, nº 80, p. 33)
ción se disponen en el friso y también lo hacían en el
cuello de la jarra en parte perdido.
Los motivos de dos cabezas no son comunes entre
la cerámica zoomorfa de Numancia, aunque no están
ausentes, como ocurre por ejemplo en la decoración de
una copa de pie corto, en donde se representa un animal bípedo, del estilo del pintor de los perros, según
Wattenberg (Romero, 1976:fig18, nº 80, p. 33).
Pero sin duda el paralelo más estrecho lo
encontramos en un motivo cruciforme de una vasija
decorada con una cenefa a base de peces, círculos
concéntricos y triángulos, en negro sobre un fondo
blanco, hallada en la Manzana I de Numancia
(Wattenberg, 1963:47 y 203, nº 1.044; Romero,
1976:fig13 nº 54).
Detalle del ave bicéfala de la jarrita de La Gavia.
M.A.R.
Existen noticias sobre fragmentos de cerámica pintada con aves estilizadas en la Dehesa de la Oliva II,
de claros paralelos con el círculo numantino (Blasco et
alii 1982; Muñoz, 1982). También se halló en la Calle
Nueva 7, 9 y 11 de Toledo, en la excavación de una
zapata durante las obras de rehabilitación de un
inmueble próximo a la plaza de Zocodover, un espectacular vaso pintado con decoración de tipo numantino, junto con cerámicas romanas 2.
Un tipo de decoración característico de las producciones a torno en estas tierras son las cerámicas que
combinan la pintura con las estampillas. Existe un variado repertorio de motivos de estampillas que suelen
acompañar a decoraciones pintadas a base de líneas
y bandas. La cronología de estas producciones abarca
Fragmento de jarra con decoración figurada
pintada en rojo vinoso. M.A.R.
183
Fragmento de recipiente con decoración figurada de La Gavia. M.A.R.
Detalle de otro de los motivos pintados en la jarrita de La Gavia. M.A.R.
Borde de recipiente de almacenamiento con estampillas. M.A.R.
Borde de tinaja de almacenamiento con estampillas. M.A.R.
Borde de cerámica pintada y estampillada. M.A.R.
toda la II Edad del Hierro excepto las etapas iniciales y
aparecen en prácticamente todos los yacimientos excavados de este período. Se tienen noticias de estampilla-
Las estampillas están presentes desde antiguo entre
las producciones a torno, siendo características de
grandes recipientes: tinajas, ollas, negras y grises
(Urbina et alii, 2001). En La Gavia existen ejemplares
de almacenamiento con estampillas (Blasco y Barrio,
1991:fig 4 y fig. 2.9), alguno de ellas con el motivo de
la cruz gamada que aparecía en el vaso figurado.
das-pintadas, en Titulcia y Cueva de la Magdalena
(Valiente, 1987) y están bien representadas en Arroyo
Culebro (Penedo, 2001) y Fuente el Saz (Blasco y
Alonso, 1985).
184
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
Uno de los conjuntos más abundantes de La Gavia
está formado por las cerámicas comunes y de cocina.
En este apartado se encuentran unas producciones
características realizadas a torno sobre arcillas poco
decantadas 3 con un acabado pulido, negro, de imitación metálica. Se trata de ollas de base y cuerpo ligeramente globular con el cuello más estrecho y varias
molduras en relieve al inicio del mismo (Blasco y Barrio,
1991:fig. 5.1). Estos recipientes con forma de “maceta” se encuentran en casi todos los yacimientos de esta
época en la Meseta Sur: Illescas y Plaza de Moros en
Toledo, Bonilla y Barchín del Hoyo en Cuenca,
El Amarejo en Albacete, etc.
Entre las cerámicas de almacenamiento y cocina
destacan las tapaderas con grandes apéndices. Varios
de estos apéndices plásticos son prótomos zoomorfos
(Blasco y Bario, 1991:fig. 3). Uno de ellos está decorado a base de impresiones, técnica que no es del todo
extraña en los yacimientos del Hierro II de la zona, al
igual que la ruedecilla. En ambos casos los motivos
rodean elementos en relieve como el asidero de la
tapadera o los apéndices de suspensión.
Finalmente, hay que hacer mención al grupo de las
llamadas cerámicas grises. Se trata por lo general de
formas realizadas a torno que se encuentran entre la
cerámica pintada, pero con un acabado gris-negro,
incluso con pulido metálico. Destacan por su abundancia los pequeños vasos con pie de tipo caliciforme
(Blasco y Barrio, 1991:fig. 5), abundantes entre los
conjuntos cerámicos de este período en la zona:
Titulcia (Valiente, 1987), Cerrón de Illescas (Valiente,
1994), Plaza de Moros (Urbina et alii 2004).
Las producciones de Terra Sigillata Hispánica aparecen asociadas siempre a las de Terra Sigillata
Hispánica Brillante y a las vidriadas romanas en la
última fase de ocupación del enclave. Su presencia
atestigua el poblamiento del Sector A en los
ss. I y II d.C., aunque seguramente se tratase de una
ocupación marginal.
La terra sigillata hispánica es el resultado de la instalación en Hispania de diversos centros de fabricación, como consecuencia de la popular expansión de
estas vajillas de mesa a partir del siglo I d.C. Las causas que dieron origen a la instalación de estos talleres
hispánicos son semejantes a las que originaron la creación de otros focos en el mundo romano, es decir,
como imitación de las producciones de Italia y la
Borde de cerámica a mano con estampillas. M.A.R.
Copa de cerámica común. M.A.R.
Galia. A partir de los Flavios la T.S.H. sustituye a las
producciones galas en todos los lugares de la
Península. Las producciones hispanas se caracterizan
por una gran cantidad de pequeños talleres (oficinas)
que compiten con los grandes centros de Tritium
Magallum, en la Rioja, y Andújar en la Bética.
185
Cuenco con pie pronunciado. Cerámica común. M.A.R.
Pequeño cuenco-mortero de cerámica común. M.A.R.
Cuenco de cerámica común parcialmente quemado. M.A.R.
El taller de Tritium engloba las producciones de
Nájera, Tricio, Arenzana de Arrriba, Arenzana de
Abajo, Manjarrés, Sotés y Bezares (La Rioja). En esta
camente todo el solar hispano. El otro gran taller de la
Península Ibérica es el de Andújar (Jaén), que comienza su producción en época de Tiberio o Claudio. Su
zona se conocen, al menos, unos cincuenta alfareros.
El inicio de estos talleres se sitúa en época de Claudio,
aunque no existe un acuerdo absoluto entre la mayoría
de los especialistas. Su área de difusión abarca prácti-
expansión se realiza por el Norte de África, la Bética y
el Sur de la Lusitania, sin alcanzar la totalidad de la
Península. Existen otros talleres menores y otros en
curso de identificación. La mayor parte de los
186
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
Pequeño mortero de cerámica común. M.A.R.
Olla de cocina elaboradas a mano. M.A.R.
Tapadera con apéndice. Cerámica a mano. M.A.R.
Fragmento de tapadera de cerámica común. M.A.R.
Base del pie de una copa de cerámica gris. M.A.R.
Base y arranque del pie de una copa
de cerámica gris. M.A.R.
Base de copa con pie moldurado, probablemente de
las misma pieza que la anterior. M.A.R.
Fragmento de terra sigillata hispana brillante. M.A.R.
Fragmento de borde de terra sigillata. M.A.R.
Fragmento de cuenco de cerámica vidriada romana.
M.A.R.
Fragmento de borde de cerámica vidriada romana.
M.A.R.
Fragmento de cerámica vidriada romana. M.A.R.
187
Ollita de cocina. M.A.R.
fragmentos localizados en nuestro yacimiento no
permite una atribución concreta, dado lo fragmentario
de lo conservado.
Las producciones de TSHB son más abundantes y se
trata casi siempre de la forma 9, un plato que nos muestra la introducción de los alimentos panificables
tipo pollenta.
LA
INDUSTRIA LÍTICA
Pese al descenso generalizado que experimentan
las producciones líticas a partir de momentos finales de
la Edad del Bronce, no es menos cierto que este tipo de
manufacturas perduran de manera minoritaria y residual en la cultura material de las poblaciones no sólo
protohistóricas, sino incluso en fases de ocupación
romana o altomedievales (Baena, J.; Carrión, E. 2000),
desempeñando en mayor o menor medida funciones
específicas en los modos de producción de dichas
comunidades. Sin embargo, profundizar en el conocimiento de esta parte de la cultura material no resulta
sencillo dada la falta de tradición investigadora en el
período que nos ocupa así como cierto desconocimien188
to del sustrato preexistente, lo que se traduce en una
ausencia casi total de referencias bibliográficas.
En el caso concreto de La Gavia, la producción lítica se compone de un total de 282 restos tanto tallados
como pulimentados, que si bien resultan minoritarios
frente a otro tipo de producciones no deja de ser frecuente que se documenten en la práctica totalidad de
las unidades domésticas. Sin embargo, para este período los estudios relativos a producciones líticas son
prácticamente inexistentes, debido con toda seguridad
a la buena presencia de materiales más llamativos
como pueden ser las cerámicas o los elementos metálicos, haciendo igualmente más hincapié en aspectos
relativos al doblamiento, las técnicas constructivas, así
como en aspectos sociales o económicos.
Respecto a su incorporación al registro, parece
fuera de toda duda que la mayoría de las piezas procede de niveles arqueológicos correspondientes a la
Segunda Edad del Hierro, aunque también es posible
que parte del material lítico haya llegado al poblado
de manera fortuita, formando parte de los adobes o en
la mampostería de las estructuras constructivas, aunque
esta parte sería totalmente minoritaria, así como tampo-
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
co sería posible su explicación a partir de la remoción
presentando en muchos casos alteraciones térmicas.
de niveles infrayacentes que contuvieran dichas piezas,
También resulta significativa la presencia de molinos,
ya que no existe ocupación prehistórica alguna en la
parte alta del cerro, habiéndose documentado en dis-
mientras que hachas molederas y alisadores o pulidores se documentan únicamente en el área A, aparecien-
tinto grado la presencia de estos materiales en los nive-
do estos últimos en muy buena proporción.
les de abandono de un buen número de unidades habitacionales correspondientes a las distintas fases protohistóricas..
La producción lítica tallada
Está realizada preferentemente en sílex de origen
La producción lítica de La Gavia 4, está compuesta
tanto por elementos tallados como pulimentados, sin
que parezcan apreciarse diferencias significativas en o
relativo a la representación porcentual de las distintas
categorías, si bien habría que tener en cuenta la diferencia cuantitativa existente entre los materiales de una
y otra área.
Las lascas muestran en todos los casos un predominio abrumador en el conjunto del registro lítico, mientras que la presencia de hojas resulta totalmente minoritaria, confirmando su paulatino descenso desde
momentos avanzados de la Edad del Bronce, apareciendo con valores bastante similares tanto en el área
A como en la B. En lo referente al material pulimentado, éste resulta más variado en el área A, si bien en
ambos sectores los cantos son el tipo predominante,
local de manera que los soportes manufacturados en
pueda descartarse una captación mucho más oportunista a partir de piezas de origen paleolítico localizadas
en las inmediaciones del cerro y que presentan un alto
grado de rodamiento y fuertes pátinas que en ocasiones son rotas por extracciones más recientes. Se trata
por lo tanto de una captación que implica costes energéticos bajos con desplazamientos cortos, primando
más estos factores que la adquisición de rocas de mejor
calidad.
Denticulado. M.A.R.
Perforador. M.A.R.
cuarcitas o en ópalos aparecen de forma residual. Este
hecho no debe entenderse como un especial cuidado a
la hora de seleccionar la materia prima, ya que la
inmensa mayoría procede del entorno más inmediato al
yacimiento, teniendo su origen en las terrazas del
Manzanares y el cercano arroyo de La Gavia, sin que
189
Lasca de sílex. M.A.R.
Lasca de sílex. M.A.R.
En cuánto a la producción de soportes y los inicios
de la secuencia de lascado, esta parece iniciarse en los
lugares de aprovisionamiento dado que aunque aparecen en el interior del poblado un número relativamente
importante de lascas con restos corticales en mayor o
menor medida, las lascas totalmente internas son las
más frecuentes superando el 50 % de la producción de
este tipo de soportes, mientras que las lascas que presentan el anverso totalmente cortical son prácticamente
inexistentes, rondando en el mejor de los casos valores
próximos al 3 % del total del conjunto lascado. No
parece que puedan señalarse diferencias en los modos
operativos en las distintas áreas, repitiéndose este
patrón de trabajo con ligeros matices.
Sin embargo hay una importante presencia de
soportes con restos corticales en ambientes domésticos,
que vendría a indicar un posible trabajo de lascado en
dichos contextos tras un mínimo descortezado previo,
aunque el reducido número de restos, tanto de soportes
como de fragmentos informes o de restos de talla, no
cuadraría con la manufactura en dichos lugares de
habitación, por lo que esta presencia de restos corticales podría tener más que ver con el hecho de tratarse de
una producción oportunista y sumaria con secuencias
de lascado muy cortas en las que se aprovecharían los
productos resultantes de las primeras extracciones.
Este hecho estaría estrechamente relacionado con
los grados o número de negativos de extracciones que
muestran los anversos de los soportes lascados, de
manera que el grueso de la producción estaría compuesto por lascas de grado dos o incluso de grado uno,
asociados preferentemente a talones no elaborados
pero exentos de córtex, si bien aparecen de forma significativa lascas con tres extracciones en su anverso
mientras que tan sólo el 1,18 % de las lascas presenta
anversos con cuatro extracciones estando ausentes grados superiores a éste. En cuanto a las direcciones de
trabajo, son preferentemente paralelas al eje de
190
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
lascado, tendentes a la captura de aristas, aunque tampoco son infrecuentes los soportes con direcciones
transversales.
Tipométricamente no parece que respondan a un
un total de 8 ejemplares, 6 de ellos provenientes del
área A y dos localizados en el área B. Se trata en la
mayor parte de los casos de soportes correspondientes
módulo fijo, con una ausencia total en la predetermina-
a las fases iniciales de laminación con morfologías más
irregulares y escasamente estandarizadas de manera
ción de los soportes a partir de esquemas de trabajo
que más de un tercio de los productos manufacturados
previos o configuración de los núcleos, de forma que la
presentan córtex en mayor o menor medida. Estas mor-
mayoría de las piezas se concentran en valores comprendidos entre los 20 a 50 mm de ancho y de 25 a
fologías denotan un escaso o nulo trabajo de conforma-
70 mm de largo, de manera que resultan unos márgenes tremendamente variables, sin que tampoco parezca que se de una fracturación intencionada de los
soportes para ajustarlos a unas dimensiones predeterminadas a diferencia de lo que parece suceder en
momentos anteriores (Alonso et alii, 2002), por lo que
no parece que la intencionalidad última sea la de
emplearlos enmangados en algún útil compuesto.
Cabría señalar finalmente la aparente tendencia a la
obtención de soportes de mayores dimensiones que
parece iniciarse en los primeros compases de la Edad
del Hierro (López, 2004) a diferencia de los que sucedería con las producciones de momentos calcolíticos o
de la Edad del Bronce.
Respecto a los extremos proximales, estaríamos
ante un predominio abrumador de talones no transformados, preferentemente lisos, apareciendo de forma
minoritaria los talones puntiformes o filiformes, y algo
mejor representados los corticales. De entre los elaborados son los diedros los talones más comunes, pese a
no alcanzar el 4 % de los talones recuperados, apareciendo también algún talón facetado, que si bien lo
hace de forma muy marginal (menos del 1 % del total
de talones documentados) su presencia no deja de ser
significativa, dada su práctica desaparición de los
repertorios líticos a partir del Bronce Final.
ción de los núcleos de los que proceden, aprovechando de forma oportunista aristas generadas de forma fortuita. En la mayoría de los casos las secciones son trapezoidales y no se puede hablar de regularización
morfológica, ya que tipométricamente presentan módulos muy dispares.
Presentan también un alto grado de fracturación
por lo que en la mayoría de los casos no se han conservado los talones. De los dos que se han conservado,
uno está roto y el último soporte tiene un talón diedro.
No parece que se emplee un determinado tipo de materia prima de mejor calidad para su elaboración, ya que
llega a emplearse la cuarcita en un caso, lo que si parece observarse es cierta tendencia a retocar este tipo de
soportes, ya que de las 8 hojas recuperadas, 4 han
sido configuradas por retoque.
La escasa proporción de núcleos recuperados con
un total de 5 soportes, no desentona con el volumen
total de la producción lítica, por lo que parece verosímil la posibilidad del trabajo de la piedra en el interior
Junto a esto es interesante señalar la muy buena
presencia de lascas con talones rotos, constituyendo el
segundo grupo mejor representado así como un significativo número de lascas sin talón, siendo esta la tercera categoría más frecuente, dado el alto grado de fracturación de las piezas. Este alto grado de fracturas en
el extremo proximal podría estar relacionado con el
empleo masivo de percutores duros como demuestra el
alto número de lascas que presentan bulbos tremendamente destacados.
El segundo producto de lascado documentado, las
hojas, aparece representado de forma minoritaria con
Lasca de sílex. M.A.R.
191
Hoja. M.A.R.
Hoja. M.A.R.
del poblado. Cuatro de ellos han aparecido en el área
A y el quinto proviene del área C, siendo éste el único
resto lítico documentado en dicha área. Se trata de
núcleos generalmente de morfologías prismáticas, con
un máximo de dos superficies de golpeo desde las que
se obtendrían los productos de lascado, generalmente
con grados de agotamiento bajos, denotando un trabajo poco intensivo, de manera que suelen mostrar entre
2 y 6 extracciones y predominio de giros paralelos al
eje en torno a 90 grados, con pocos cambios de superficies de golpeo, lo que cuadra con las secuencias de
reducción poco intensas que se desprenden de la
observación de los productos obtenidos, preferentemente lascas con direcciones de trabajo paralelas y
unidireccionales.
Resulta chocante que de los cinco núcleos, dos
estén orientados a la producción de soportes laminares, dada la escasa representatividad de dichos elementos en el total de la producción lítica tallada, lo que
podría indicar unos ámbitos de consumo externos al
poblado para este tipo de productos. Se trata de soportes de aspecto irregular que denotan un escaso trabajo
de configuración previo, sin preparación de plataformas o frentes de lascado, aprovechando aristas de
forma oportunista, lo que resulta acorde con las morfologías irregular de las hojas obtenidas.
Más llamativo es el estudio del material retocado,
inusualmente abundante para el período en el que nos
encontramos, con un 11,82 % del total del material
192
Denticulado. M.A.R.
tallado, cuándo en momentos del Bronce Final o
Primera Edad del Hierro suelen registrarse valores en
torno al 5 % de la producción lítica. Del total del las 26
piezas recuperadas, 19 proceden del área A, localizándose las 7 restantes en el área B.
Se trata por norma general de piezas con retoque
abrupto o sobreelevado, generalmente directo y continuo pese a que las delineaciones denticuladas tampoco son infrecuentes. Por lo general, la incidencia del
retoque suele ser bastante marginal y no modifica sustancialmente la morfología del soporte originario.
El repertorio tipológico resulta bastante variado,
siendo las lascas retocadas las más comunes, por
delante de raspadores, muescas y denticulados que
también alcanzan valores significativos. El resto de
tipos esta representado de forma marginal como serían
los perforadores, hojas retocadas o raederas, apareciendo elementos claramente arcaizantes como serían
los que combinan dorsos abatidos y truncaduras en
soportes laminares. Sin embargo, lo más llamativo sería
la total desaparición de los dientes de hoz, auténtico
fósil guía desde el Bronce Final que perdura de forma
clara durante la Primera Edad del Hierro, desaparición
que estaría asociada a la total generalización de tipos
metálicos plenamente operativos.
La producción lítica pulimentada
A diferencia de lo que sucede con la producción tallada, en este conjunto de materiales encontramos una
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
mayor variabilidad en lo referente a las materias pri-
nas de forma inequívoca a modo de afiladores de ele-
mas, constatándose además la presencia de determi-
mentos metálicos, conservando en alguna de sus caras
trazas de esta función. También y de forma residual se
nados elementos pétreos de indudable origen alóctono, dando la sensación de que se tiene más en cuen-
ha recuperado un ejemplar de hacha pulida así como
ta la relación entre materia prima y la función a des-
una serie de cantos de basalto someramente pulidos a
empeñar.
modo de “preformas” aunque su funcionalidad no pare-
El grupo más numeroso es el constituido por los
cantos, presentando en muchas ocasiones alteraciones
térmicas, por lo que parece que han sido empleados a
modo de calentadores o en alguna actividad de transformación en la que interviene la acción del fuego. Sin
embargo, uno de los grupos más determinantes tanto
por sus implicaciones económicas en los modos de producción domésticos como por los modos de adquisición
que implica, es el de los molinos (Risch, R, 1998).
Realizados preferentemente en rocas plutónicas, presentan mayoritariamente morfología circular, con una
parte inferior fija o “meta” y una parte superior o “catilus” que giraría sobre la primera. Sin embargo no sería
del todo descartable la presencia de molinos barquiformes, que pese a corresponder a fases más antiguas,
parecen perdurar en reutilizaciones posteriores, si bien
el alto grado de fragmentación de estas piezas hace
imposible asegurar este punto.
Aparecen también en menor medida piezas que
parecen haber sido empleadas como pulidores y algu-
Cuchillo. M.A.R.
ce clara, habiéndose señalado en ocasiones para este
tipo de piezas alguna utilidad simbólica.
Sin embargo, el peso económico de estos elementos citados anteriormente no parece que justifique por
si solos la existencia de circuitos comerciales a larga
distancia que unan los ambientes serranos con las cuencas de los principales ríos, máxime si como en el caso
de los molinos, se documentan otros realizados en areniscas o rocas calizas de más fácil adquisición. Podría
tratarse por lo tanto de materias primas que circularían
asociadas a otros elementos económicos de primer
orden y se beneficiarían de la existencia de vías de
comunicación y comercio previamente establecidas.
Para terminar con el material pulimentado habría
que hacer referencia a la presencia de una serie de
cantitos o bolas de forma esférica, tanto en cuarcitas
como en granito, casi sin trabajo de transformación en
el caso de las primeras y con una labor más intensa de
regularización para las segundas. Dadas sus dimensiones y pesos totalmente estandarizados, podríamos estar
Cuchillo. M.A.R.
193
tos líticos siendo también frecuentes las estructuras que
ofrecen algún resto pétreo en menor medida. De esta
manera, la relación de determinados artefactos debidamente contextualizados posibilitaría el conocimiento de
determinados modos o actividades productivas.
A partir de las concentraciones más significativas
no parece que pueda hablarse de espacios específicos
para la talla del sílex, ya que en todas las viviendas
aparecen conjuntos materiales que denotan idénticos
Denticulado. M.A.R.
ante elementos contables o ponderales más que ante
elementos de carácter lúdico, siendo este un tipo de
piezas que se documenta en todo el territorio peninsular en este período junto a otros tipos decorados realizados en barro y que también se han recuperado en la
ocupación de La Gavia.
Dispersión del material lítico y áreas funcionales
Dado que gran parte del repertorio material procede de los dos niveles más superficiales, no resulta fácil
intentar hacer una reflexión totalmente fiable, ya que
dichos estratos cubren las distintas estructuras constructivas sin que podamos asignar el material a unas determinadas unidades domésticas. Pese a todo, sí existen una
serie de estancias que en sus niveles de abandono han
proporcionado un número relativamente elevado de res-
194
modos operativos con secuencias cortas y lascas tanto
internas como de descortezado, sin que estas últimas se
concentren en áreas específicas, por lo que más bien
parece tratarse de una actuación individualizada circunscrita al entorno doméstico. Otro tanto sucede con
los elementos retocados, que se distribuyen a lo largo
de todo el poblado y como es lógico, también en los
ámbitos que concentran mayor número de restos líticos,
por lo que la dispersión no es definitoria. Respecto a
las asociaciones de útiles concretos, estas tampoco
parece que puedan definirse con claridad, con la salvedad de una mayor presencia porcentual de denticulados y raspadores en el área B, pero al proceder de
niveles superficiales no pueden ponerse en relación con
ninguna estructura concreta destinada a una determinada actividad.
De igual modo no resultan significativas las localizaciones de las hojas, apareciendo cuatro de ellas en
un nivel superficial y otra más en prospección, estando
el resto asociadas a estancias muy distantes entre si.
Algo similar sucede con los escasos núcleos recuperados de los que tan sólo uno puede relacionarse con una
estructura concreta. Se trata de un núcleo de hojas localizado en un área periférica del poblado junto a los
campos de cultivo, en el área C, en una estructura asociada a una casa y que podría tener una función de
almacenaje de distintos aperos relacionados con labores productivas.
Tampoco se aprecia ninguna concentración significativa de elementos relacionados con la molienda, en
el área A se documentan en un buen número de estancias en torno a la calle central y en cuánto al área B,
se aprecia una concentración de fragmentos de molino
pero parecen haber sido amortizados como elemento
constructivo y haber perdido su funcionalidad originaria. Sin embargo parece innegable su importancia en
los modos de producción y transformación dentro de la
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
Afilador. M.A.R.
economía familiar, resultando un elemento que se documenta de forma recurrente en prácticamente todas las
unidades habitacionales independientemente de la entidad de éstas (Muñoz, Ortega, 1996) o de la localización de los poblados en alto o en fondos de valle
(Sánchez-Capilla, Calle, 1996) y su posible diversidad
en cuanto a su orientación económica.
Podríamos señalar en definitiva, que no parece
constatarse ningún área específica destinada al trabajo de la piedra, dado que las unidades habitacionales
que más restos han aportado parecen mostrar similares
modos operativos, por lo que la labor de talla sería
algo circunscrito al entorno doméstico y común a todos
ellos, o a determinadas áreas donde se realizarían
unas labores concretas de producción como podría ser
el caso de la estructura del área C, al igual que sucedería con las actividades relacionadas con la molienda, sin que puedan identificarse áreas comunales destinadas a tal efecto a diferencia de lo que podría suceder con otras actividades económicas, como podrían
ser las producciones cerámicas o metalúrgicas, que
requerirían de unos determinados espacios ya sean
Pulidor. M.A.R.
Hacha pulimentada. M.A.R.
195
Canto percursor. M.A.R.
Pulidor. M.A.R.
Bolas de piedra. M.A.R.
Pulidor. M.A.R.
comunales o no, así como una serie de conocimientos
específicos para su realización.
de la desaparición de los elementos de hoz, consistente fundamentalmente en lascas simples con alto grado
de corticalidad y grandes denticulados que se emplearían preferentemente sin enmangar.
De este modo, y pese a su carácter minoritario, la
industria lítica continuaría desempeñando determinadas funciones en los modos de producción de los habitantes de La Gavia, pese a que en estos momentos los
La producción lítica de La Gavia en el contexto de la
Segunda Edad del Hierro
Pese a los escasos datos con que contamos para
este aspecto de la cultura material, estos parecen resultar coherentes con los datos obtenidos en otras ocupaciones tanto en lo relativo a los distintos modos operativos en los procesos de lascado (González, 2001),
con explotaciones cortas y escasa selección de materias primas, como a la coincidencia en los repertorios
materiales y los tipos más significativos (Blasco et alii,
1998), constatándose un utillaje similar formal y porcentualmente ya desde los inicios de la Edad del Hierro
(Blasco et alii, 1991), con la salvedad antes apuntada
196
recursos pétreos ya han perdido su preeminencia a la
hora de interactuar en el medio. Se trataría en definitiva de una actividad circunscrita al núcleo productivo
fundamental que representaría la unidad familiar y que
no trascendería, en el caso de la producción tallada del
ámbito meramente doméstico.
Parece pues evidente su pervivencia en determinadas actividades económicas, preferentemente en el caso
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
del material pulimentado, donde interviene de forma
más directa en los procesos de transformación, tanto en
las labores de procesado de sustancias vegetales bien
sean cultivadas o silvestres, como en los procesos de
acabado de determinadas producciones cerámicas
empleándose como pulidores o alisadores así como su
empleo a modo de machacadores afiladores etc.
La perduración en el caso de la industria tallada,
podría explicarse tal vez por el hecho de resultar un
material barato y de accesibilidad relativamente fácil,
estando circunscrito a actividades sencillas que pueden
requerir de la obtención poco costosa y rápida de piezas de uso y desecho casi inmediato, de escasa especificidad y generalmente polifuncionales, empleándose
tanto como elementos de corte o a modo de encendedores para producir chispa o incluso para el afilado de
determinadas piezas metálicas.
LOS
Clavo. M.A.R.
METALES
La metalurgia del hierro fue la más extendida en el
período prerromano y su uso se impone masivamente
en las poblaciones del interior peninsular, como se
constata con la fabricación de todo tipo de utensilios.
La fabricación de este tipo de piezas se realizaría en el
propio poblado y las piezas de mejor calidad serían
obra de talleres especializados. En este sentido, hay
que señalar que en el Sector C se localizaron fragmentos de escoria de hierro.
Los útiles de hierro hallados en La Gavia se pueden
agrupar en varias categorías. De un lado las herramientas agrícolas ya mencionadas como la punta en
forma de paleta con el enmangue para el astil de
madera de la aguijada (Corte V/U.E. 194). Junto a ella
se encuentran varios fragmentos que pueden ser identificados como hojas de hoz, como el ya descrito (Corte
IV/U.E. 23) y los dos del Corte VII (U.E. 119) que presentan una hoja más estrecha, de apenas 2,5 cm de
ancho 5. A ellas se podrían añadir los dos cencerros de
pequeño tamaño del Corte VII (U.E. 119).
Un grupo bien representado es el de los clavos del
Clavo. M.A.R.
Cuchillo afalcatado. M.A.R.
que se conservan 8 ejemplares más o menos completos.
Presentan cabeza redonda, cuadrada o sencillamente
remachada, mientras que las secciones son cuadradas
con largos que oscilan entre 5 y 11 cm Tan sólo un
ejemplar (nº 38, Corte I/U.E. 53) podría corresponder
a un clavo de gran tamaño como los documentados en
Hoja de cuchillo o podón. M.A.R.
197
Hoja de cuchillo o navaja. M.A.R.
lugares como Plaza de Moros (Urquijo y Urbina,
2001). Los clavos son abundantes en los yacimientos
de esta época de transición al mundo romano, como se
evidencia en los múltiples hallazgos del castro de la
Dehesa de la Oliva (Cuadrado, 1991).
Una de las herramientas mejor representadas son
los cuchillos curvos o afalcatados. Se conserva una
hoja completa de 11 cm de largo (Corte II/U.E. 98) y
cuatro mangos con parte de los remaches que fijarían
las cachas. Este tipo de cuchillos se documentan desde
muy temprano, en el siglo VI a.C. y continuarán en uso
hasta prácticamente el cambio de Era. Son frecuentes
en los yacimientos de la Edad del Hierro: p. ej. Plaza
de Moros (Urbina et alii, 2004), y más aún en las
necrópolis: p. ej. El Espartal (Barrio y Blasco, 1991).
Este ejemplar es de buen tamaño y conserva la típica
punta ligeramente vuelta. El enmangue podría ser de
hueso o asta. De este material existen algunos fragmentos de cachas en asta de ciervo para enmangue de las
piezas en metal, alguna de ellas decorada con círculos
troquelados. La fabricación de cachas de cuchillos de
asta es una característica de herramientas de uso
doméstico o artesanal, pero no de armas, como bien
refleja el desprecio del Cid en el poema de la Jura de
Aro de fíbula. M.A.R.
Fíbula omega. M.A.R.
198
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
Fíbula de pie de torre. M.A.R.
Fíbula anular hispánica. M.A.R.
Santa Gadea: “mátente ...con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados”.
Entre los objetos de hierro se hallan dos arandelas
de 4 y 5 cm de diámetro cuya finalidad se desconoce,
al igual que ocurre con el remate de una pieza cilíndrica de 1,5 cm de diámetro. Tampoco es posible determinar con exactitud la función de otra pieza con forma
de pequeña azada doblada con una pestaña en la que
se dispone un agujero sin duda para asirla a un astil de
madera. Algo similar sucede con otra pieza muy fragmentada en la que sólo puede reconocerse un remate
en forma cónica de sección circular, con un pequeño
vástago en el centro, que pudiera corresponder a la
parte metálica del enmangue de una espada.
Finalmente, se encuentra en hierro un vástago de
6,5 cm de largo y de sección cuadrada de 0,8 cm con
un remate abultado muy deteriorado, a modo de bola
y un ensanche que deja una especia de mango de 4
cm de ancho. Esta pieza pudiera quizá identificarse
con el mango de una varilla o trinchador de un asador, para el que existen escasos paralelos (Bernal et
alii, 1984:fig 4).
Mientras que las armas y herramientas pasaron a
ser fabricadas de hierro, los elementos de adorno personal se realizaban en bronce. En el entorno sedimentario de La Gavia con altas concentraciones de yeso, la
conservación del bronce es extremadamente mala. A
pesar de ello se recuperaron en las excavaciones
varias fíbulas.
Las fíbulas son los objetos de adorno personal más
abundantes en este período. Utilizadas para la sujeción
de los gruesos mantos de lana o las túnicas de lino, de
las que conocemos multitud de evidencias a través de
la escultura, las imágenes de la cerámica y las propias
fuentes escritas, en La Gavia se han encontrado ejemplares del tipo más frecuente en la Edad del Hierro. Se
Fíbula anular hispánica. M.A.R.
trata de las fíbulas denominadas “anulares hispánicas”
(p. ej. Arroyo Culebro, Penedo, 2001; Plaza de Moros,
Urbina et alii, 2004). Las fíbulas anulares presentan
una amplia cronología desde el siglo VI al I a.C.
(Argente, 1994; González Zamora, 1999). Contamos
con 4 fíbulas y un fragmento del aro de otra. Una de
ellas pertenece al tipo de fíbula anular de timbal elipsoidal hemiesférico de los siglos IV-III a.C. (nº 14 Corte
III/U.E. 134). Otra pertenece al tipo de navecilla normal (nº 6 Corte B-III/U.E. 13), o tipo II.4b2.1 de
González Zamora, con cronología de los siglos
V-III a.C. De navecilla con terminales rectos y de similar
cronología es otro de los ejemplares (nº 10 Corte
VII/U.E. 120). Una de las fíbulas sólo conserva el
doble resorte con cuerda de arco de medio punto que
los une (nº 7 Corte IX/U.E. 69). Estas características
parecen corresponder a las de una fíbula de “pie vuelto”, del III.1.4 o de pie de torre de tipo celada
(González Zamora, 1999:138). Se trata de un tipo
poco abundante con ejemplos en el Norte de la
Península, como en el yacimiento de La Hoya, La
Guardia (Llanos, 1983)
Asas de recipiente. M.A.R.
199
Fragmento de asa o agarrador. M.A.R.
Objeto de bronce. M.A.R.
Finalmente, existe un ejemplar de fíbula de tipo
“omega” en La Gavia, con anillo de sección circular y
remates paralelos al anillo con moldura redonda separada por dos pequeñas molduras. Corresponde al tipo
B.1.1 de González Zamora, quien las considera presertorianas (p.420), existiendo un ejemplar muy similar
en Fosos de Bayona (González Zamora, 1999:nº448).
A este repertorio de bronces de adorno personal
hay que añadir en La Gavia el fragmento de una cuenta circular, así como una pequeña arandela y una asa,
posiblemente de un caldero o recipiente similar, que
presenta una longitud de 14 cm con un remate vuelto y
un doble engrosamiento con agujero en el otro extremo
que serviría de articulación entre el asa o elemento de
suspensión y el recipiente. Otro fragmento de asa presenta una decoración a base de dobles líneas incisas
en zig-zag. De sección semicircular, presenta un apéndice roto en un extremo y un agujero en el otro. Debe
corresponder a un caldero o recipiente abierto en cuyo
borde iría el asa remachada, en sentido horizontal. El
conjunto de bronces se cierra con una hebilla circular
de cronología visigoda, comentada en el apartado
correspondiente, junto a un broche de cinturón.
LAS
ACTIVIDADES TEXTILES
Las actividades textiles están bien representadas en
los repertorios de hallazgos de la Edad del Hierro
peninsular, si bien las evidencias se concentran en los
restos de pesas de telar (pondera) o pesos de husos
(fusayolas). Al igual que ocurría con los molinos de cereales, la actividad textil era una actividad doméstica
usual probablemente reservada a las mujeres como las
fuentes clásicas insisten una y otra vez: Que las muchachas aprendan a cardar la lana y a descargar las ruecas llenas, una vez aplacada Palas. También ella enseña a recorrer la urdimbre estirada con la lanzadera y
espesa las madejas espaciadas con el peine (Ovidio,
Fastos, III, día 19, Trad. F. Payro). La importancia de las
actividades manufactureras en los pueblos prerromanos
de la Península Ibérica se recoge igualmente en las fuentes históricas (Estrabón III, 5, 11; Marcial, I, 96, 8;
Plinio, VIII, 191 y Diodoro, XXXIII, 16).
A pesar de los numerosos hallazgos de pesas se
desconoce con exactitud la forma de los telares, si bien
al no quedar huellas de otras evidencias se suponen
telares verticales, como los representados en las cerá-
Fusayolas. M.A.R.
200
Remache de recipiente. M.A.R.
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
Fusayolas. M.A.R.
201
micas griegas. En el registro arqueológico del Cerro de
La Gavia no se ha documentado la presencia directa
en otros objetos como pueden ser mangos de espadas,
de textiles, tampoco de las frecuentes pesas de telar o
los que estas placas irían insertados para darle un
carácter decorativo, puesto que esta pieza lleva impre-
pondera, pero sí de fusayolas o pesas de los husos
manuales. Estas pesitas se fabricaban con barro y tienen formas y decoraciones muy variadas, posiblemen-
objetos de adorno u otros objetos de uso cotidiano en
sos una serie de círculos que cuentan con un punto en
te porque se trata de un útil muy personalizado en el
su centro; este tipo de decoración es característica de
la Edad del Hierro perdurando en estadios tempranos
que se intentaba individualizar a cada mujer, a cada
de romanización.
poseedora, no en vano fue durante siglos la ofrenda
por excelencia del novio a la novia cuyo regalo sellaba el compromiso de boda, y por ello se adornaba y a
veces llevaba el nombre de la destinataria. Hay que
señalar al respecto, que son frecuentes los hallazgos de
fusayolas con escritura o signos que podrían referirse a
esta costumbre popular.
da a la anterior su decoración es típica para el período
en el que se documenta la vida del poblado, período
protohistórico en el que comienzan a producirse intercambios culturales con el mundo romano. Este tipo de
decoración aparece en yacimientos prerromanos y
romanos que abarcan gran dispersión geográfica
LA
INDUSTRIA EN HUESO
La industria en hueso trabajado procedente del
Cerro de La Gavia es escasa puesto que nos encontramos con una representación de piezas muy reducida,
consistente tan sólo en tres piezas que describimos a
continuación:
Mango elaborado sobre asta a la que se le ha eliminado parte de la materia esponjosa interior para
posibilitar la posterior inserción en su interior del vástago del objeto, que va a ser enmangado, como podría
ser una hoja de cuchillo, una lezna u otra herramienta,
que no sería de gran tamaño, puesto que este tipo de
elementos son más efectivos provistos de un mango que
permita graduar la fuerza mecánica que se ejerce
sobre él. No presenta decoración aunque en otros yacimientos coetáneos este tipo de piezas suele estarlo. En
este caso el mango se encontró próximo a una hoja de
cuchillo pudiendo suponerse que probablemente está
insertada en la pieza ósea. Para este tipo de objetos
contamos con paralelos desde el Neolítico (Billamboz
1977), aunque su utilización es más frecuente a partir
de la Edad del Hierro (Llanos, 1983; Liesau, 1988;
Seco y Treceño, 1995; Adán 2003). No obstante, suelen presentar decoración estampada en círculos tanto
individuales como concéntricos; apareciendo documentados más allá de época romana con ejemplares de
época visigoda e hispano-árabe (López-Padilla, 1995).
Placa elaborada en asta si bien no podemos precisar a qué instrumento correspondería, por paralelos
sabemos que suelen realizarse para ser ensambladas
202
Si bien la dispersión geográfica general es pareci-
Mango sobre asta. M.A.R.
Mango sobre asta. M.A.R.
(VVAA, 1999; Wattenberg, 1983; Mcgregor, 1985).
No obstante, aunque si bien es cierto que este tipo de
decoración en la Península Ibérica se encuentra mayoritariamente realizada sobre mangos en asta, no es
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
Aerófono en ulna de grulla. M.A.R.
menos cierto que en otras zonas geográficas se encuentran documentados tanto sobre asta como en otro tipo
de piezas como placas para la fabricación de refuerzos
donde van insertadas las púas de los peines, hebillas de
cinturón, colgantes, decoración para flauta y un largo
etcétera (Macgregor, 1985), puesto que es un tipo de
decoración tremendamente recurrente para la época
Aerófono en ulna de grulla. Sólo se conserva la
extremidad proximal, de unos cinco centímetros de longitud. Fragmento de un aerófono (instrumento musical
de viento) elaborado sobre la diáfisis de un hueso del
ala (ulna/cúbito) de una ave. Su estado de conservación, fragmentado y quemado, así como la ausencia de
caracteres diagnósticos, dificultan una identificación
taxonómica. El diámetro y la sección del hueso sugieren que se trataría de una ave de envergadura relativamente grande – cigüeña, grulla, etc.
Este instrumento musical proviene de la UE119,
localizada en el interior de una vivienda de planta rectangular con un hogar en el centro, que estuvo en uso
desde el s. III a.C. hasta el 150 a.C. aprox. (Fase II).
El fragmento de diáfisis tiene una longitud máxima
de 5,1 cm y un diámetro de 0,9 cm x 1,0 cm En la cara
convexa presenta un orificio oval (5,4 mm x 4,1 mm),
realizado intencionalmente y con un acabado cuidadoso, que correspondería a un agujero de digitación. Los
dos extremos del hueso se encuentran fracturados, siendo visible en aquel más alejado del orificio parte del
borde original (bien recortado y pulido) que correspon-
En otras dos unidades estratigráficas, separadas espacialmente, pero situadas igualmente en ambientes
dería a la zona de embocadura o extremo distal del
instrumento. La distancia entre este punto y el inicio del
domésticos (UE106 y UE166) fueron identificados dos
huesos del ala de una grulla: un radio y un carpometa-
agujero de digitación es de 3,56cm. Toda la superficie
externa aparece finamente raspada y pulida, indican-
carpo. Ambos son huesos que articulan con la ulna y
forman la parte distal del ala. Por tanto, la hipótesis de
do una técnica de manufactura detallista y cuidada.
que el aerófono del Cerro de La Gavia esté elaborado
sobre la ulna de una grulla no es de descartar. Se trata
de una especie de ave que todavía hoy en día frecuenta habitualmente en el invierno las llanuras de la
Península Ibérica.
Placa de asta. M.A.R.
Los huesos de las alas de las aves poseen un conjunto de características óptimas para servir como instrumento musical de viento: largos, finos, huecos, leves y
con un tejido óseo poco espeso, que permite la abertura fácil de orificios. Por estas razones, la Arqueología
ha ido registrando el aparecimiento de aerófonos en
203
Cuerna. M.A.R.
diferentes zonas geográficas, desde China al
Occidente europeo, y desde el Paleolítico hasta nuestros días que utilizaron huesos de aves como los buitres, las grullas y los cisnes. El fragmento del Cerro de
La Gavia datado en la Edad del Hierro constituye un
ejemplar único en el registro arqueo-musicológico de la
Península Ibérica.
No encontramos documentado ningún paralelo
contemporáneo de este tipo de objeto que tendemos a
considerarlo como una flauta puesto que es un hueso
largo de ave y este tipo de material se utiliza aún hoy
para la realización de flautas de tres agujeros en ciertas zonas de Salamanca y Aragón (Jambrina). Aunque
sí que es cierto que en esta época aparecen instrumentos de viento estos están realizados sobre asta y existe
polémica respecto a cierto tipo de ellos puesto que hay
algunos cuya utilidad como instrumento de viento es
puesta en duda ya que algunos autores los consideran
camas de bocados de caballos.
Es imposible conocer la longitud total del instrumento pero sí creemos que su tipología no variaría sobre
manera respecto a las localizadas en otros yacimientos
durante largos períodos de tiempo y que gozan de
gran dispersión geográfica (Macgregor, 1985 y aerófono de Afligidos).
Como es sabido la industria ósea se produce para
la realización de instrumentos de uso cotidiano, estan204
do documentada para toda la prehistoria y aunque no
existen trabajos exhaustivos que lo corroboren puede
suponerse que su uso decayó con la introducción del
metal para la realización de piezas que necesitasen
una dureza mayor que la que se alcanzaría con el
hueso, sin embargo este tipo de útiles no dejará nunca
de utilizarse aunque vean restringido su uso, puesto
que el hueso reúne una serie de cualidades que no tienen los metales como es su mayor elasticidad.
Si bien existe una carencia de estudios de conjunto
sobre la industria en hueso trabajado para este período
de la protohistoria, el vacío documental es menor que en
ciertos períodos históricos en los que la bibliografía es
inexistente, puesto que existen algunos estudios monográficos realizados para algunas excavaciones, aunque
desgraciadamente tenemos que hacer constar la carencia de trabajos de síntesis para este período que dificultan la investigación.
Hay que decir que nuestras piezas, si bien en su
totalidad datan del mismo momento cronológico
(Hierro II) una de ellas proviene de la fase documentada como fase II o fase plena y las dos restantes están
datadas en la fase I del poblado (fase de decadencia).
Ciertamente si bien es cierto que dada la reducida
muestra recogida no se pueden hacer gran cantidad de
consideraciones generales sí que podemos comprobar
una serie de pautas que nos acercan a la realidad en
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
el momento en que se producen estos instrumentos
tal motivo haya provocado que el total de hallazgos
como es que se puede observar una gran dispersión
localizados en el recinto no sea muy elevado.
geográfica en los modelos decorativos con los que nos
encontramos en este yacimiento puesto que los mismos
Los hallazgos de este tipo son muy escasos, si bien
existen numerosas representaciones pintadas en vasos
motivos ornamentales se encuentran representados en
amplias zonas geográficas para este período como
en las que se puede ver a figuras tocando flautas, a
menudo la clásica doble flauta o diaulós. En el mundo
comprobamos al hablar de la placa decorada. Esto
clásico las flautas jugaban un importante papel en
unido a que este tipo de decoración parece que está
asociado a un período protohistórico determinado que
varios actos simbólicos de la vida cotidiana, como el
propio Ovidio expresa: En tiempos de nuestros abuelos
los flautistas eran muy necesarios y se les tenía en gran
estima. La flauta sonaba en los santuarios, sonaba en
los festivales, sonaba la flauta en los tristes funerales;
era un trabajo dulce y recompensado (Fastos, VI, días
con la paulatina aparición de nuevas piezas podría
hacernos considerar que puede tratarse de una decoración típica de la Edad de Hierro y que perduraría tras
la conquista romana si bien hoy por hoy esto no deja
de ser mera conjetura y una posible vía de posterior
análisis.
Los materiales aunque escasos tienen una gran
importancia puesto que datan de un momento en el que
se están produciendo intercambios entre mundo indígena y mundo romano sin que se pueda hablar todavía
de romanización. Tenemos ejemplos de este fenómeno
en toda la geografía peninsular.
Tanto el mango como la placa se encuentran en
contextos arqueológicos cercanos pero sin que podamos hacer referencia a un espacio de taller puesto que
se localizan en dos estructuras habitacionales distintas,
sin embargo sí que queremos llamar la atención sobre
el lugar donde se encontró la placa puesto que en ese
lugar y sus cercanías se ha localizado una mayor concentración de objetos líticos que en otras zonas del
poblado sin que por la cantidad de material localizado
podamos hablar de una zona de trabajo aislada del
resto, pudiendo considerar la posibilidad que se tratase de una producción predominantemente doméstica,
basada en la realización de elementos de consumo de
bajo coste ya que la obtención de materia prima y su
transformación no requieren un sistema excesivamente
complejo de producción, que se realizaría en la propia
comunidad sin la intervención de artesanos especializados, y por lo tanto donde no existirían grandes talleres
de producción industrial.
Para concluir y refiriéndonos a la escasa representación de las piezas en hueso creemos que puede estar
influenciada tanto por la mala conservación de este tipo
de útiles en un contexto geológico desfavorable como a
un probable abandono pacífico del poblado que habría
motivado que la mayoría de los útiles fuese trasladado
al nuevo lugar de habitación para su utilización y que
12 y 13. Trad. F. Payro).
INTERCAMBIO. LA
PROCEDENCIA DE LOS PRODUCTOS
En apartados anteriores hemos visto cómo llegaban
a La Gavia productos cerámicos del exterior. El más
lejano es sin duda el fragmento de pie de cuenco ático
de barniz negro. La cerámicas áticas son relativamente
abundantes en todo el litoral mediterráneo de la
Península, durante el siglo V a.C. con las figuras rojas
y en el IV a.C. con mayor abundancia de los productos
de barniz negro. Sin embargo, la frecuencia de los
hallazgos disminuye según nos adentramos al Interior.
Mientras que en los yacimientos de la Provincia de
Ciudad Real son aún frecuentes, si bien en menor cuantía, en Toledo el yacimiento del Palomar de Pintado, en
Villafranca de los Caballeros, parece ser el límite en
donde se encuentran estos productos en cantidades significativas. Ya en las inmediaciones del Valle del Tajo,
apenas aparecen uno o dos fragmentos por yacimiento
y llama la atención que en su mayoría se trata de bases
de cuencos con pie y decoración a ruedecilla con estrías y palmetas: La Gavia, El Cerrón de Illescas, Plaza de
Moros, etc., lo que nos hace pensar que se trata del
producto de un comercio a muy pequeña escala e incluso en aspecto circunstancial que extendió una serie de
cuencos por un área relativamente grande, en donde
serían guardados con celo como producto exótico,
guardándose durante largos años, lo que explicaría su
fragmentación y nos obligaría a considerar fechas más
tardías que el siglo IV a.C. para los contextos en los
que aparecen.
Tras la cerámica ática hace su aparición la campaniense, traída por los ejércitos romanos a la par que se
205
Ficha de cerámica. M.A.R.
Ficha de cerámica. M.A.R.
produce la conquista de Hispania. Estas cerámicas
aparecen en mayor número, aunque su presencia
nunca es abundante y su origen puede ser tanto extrapeninsular como de algunos de los centros peninsulares
redistribuidores como es el caso de Ampurias. No existen al parecer preferencias especiales por tal o cual
forma siendo, por ejemplo, escasas en el Centro de
España las lucernas en campaniense A como la Ricci B
de La Gavia, de mediados-finales del siglo II a.C.
Todavía este tipo de productos debieron poseer un alto
valor económico o como bien de prestigio para los indígenas, pues se hallan a menudo mezcladas las producciones de campaniense A con las B más tardías.
Por lo que respecta a las cerámicas de barniz rojo
desconocemos su procedencia concreta siendo factible
206
Ficha de cerámica. M.A.R.
la existencia de algún alfar con estos productos en el
Alto Guadalquivir o Alto Guadiana.
Varias de las cerámicas pintadas de tipo ibérico
deben proceder de alfares más o menos alejados.
Aunque se desconoce casi todo en lo relativo a la distribución de los alfares en época ibérica, es lógico
suponer una relativa abundancia, similar a la que existió en España hasta la industrialización de estos productos. En tal caso sería de esperar un centro alfarero
con producción de estas cerámicas finas en cada gran
núcleo de población, o al menos la existencia de uno
en un radio de 50 km.
Las producciones a mano, así como los útiles y
herramientas de hierro, pudieron ser fabricados en el
propio poblado, mientras que los objetos de adorno en
bronce o bien provienen de talleres foráneos o estarían
confeccionados por artesanos móviles.
Sin duda la madera para las construcciones y las
piedras de los molinos giratorios, constituyen el bloque
de productos foráneos de mayor peso en el poblado.
La dureza del granito frente a la frágil caliza y la propia escasez de la misma en el entorno de La Gavia,
hacen que aquel mineral fuera elegido casi exclusivamente para los molinos de grano. Las canteras de granito más cercanas hay que buscarlas en dirección a la
Sierra hacia el Norte y al cauce del Guadarrama hacia
el Oeste. La Gavia se encuentra relativamente cercana
a las fuentes de abastecimiento, que no se hallan a más
de 50 km. El comercio de este material de primera
necesidad debió ser una práctica común pues molinos
de granito aparecen en prácticamente todos los yaci-
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
Fragmentos de cerámicas con distintas marcas y graffiti. Existen diversas hipótesis sobre su significado:
marcas de propiedad del recipiente, marcas del tipo de producto que contenían, marca del valor de capacidad del recipiente, etc. M.A.R.
mientos, aunque desconocemos la forma en que se llevaría a cabo, si bien la abundancia y peso de la materia prima obliga a pensar en la existencia de carros
para transportarla, carros de los que aún no tenemos
evidencias en los poblados del valle medio del Tajo en
esta época.
Las maderas empleadas en la construcción de las
viviendas documentadas por medio de los análisis
antracológicos, pertenecen mayoritariamente a varias
especies de pinos: mediterráneo, pinaster y silvestre,
junto a algún arce y roble (quejigo) o encina. En concreto se recuperó un fragmento de viga de madera de
pino pinaster en una de las paredes de las estancias
del yacimiento. Sin embargo, las condiciones de los
suelos de los alrededores no permiten el crecimiento de
esta especie de pino, y habría que remontarse hasta las
inmediaciones de la Casa de Campo para encontrar
una mancha de estos pinos. Ello implicaría que al igual
que ocurre con los Molinos, debió existir un comercio
de estas maderas. Recordemos al respecto que desde
la Alta Edad Media existen pruebas documentales del
tráfico de madera de pino para la construcción venida
de la Serranía de Cuenca, a pueblos del valle del Tajo
como Fuentidueña de Tajo, Colmenar de Oreja, Santa
Cruz de la Zarza, etc. Entonces el cauce del río servía
para transportarlos, algo para lo que se utilizaría igualmente el cauce del Manzanares.
En relación con las actividades comerciales, hay
que señalar que es frecuente encontrar pequeñas bolas
de barro o piedra en los yacimientos de la Mitad Norte
de la Península. A veces se encuentran decoradas,
como es el caso de un ejemplar de La Gavia, con
pequeñas incisiones o punteados que forman diseños
geométricos sencillos. Su funcionalidad no es clara,
207
Bola de cerámica. M.A.R.
Bola de piedra. M.A.R.
pues tanto se puede pensar en objetos dedicados al
juego, como las llamadas “fichas” o trozos de cerámica recortados hasta darles una forma circular de
4-6 cm de diámetro, o bien como rudimentarios sistemas de pesas, medidas o valores de contabilidad.
Finalmente, hay que hacer referencia al hallazgo
de una caracola marina, especie cuya función o aprovechamiento se ignora pero que evidencia algún tipo
de relación de larga distancia, similar a la que supone
la llegada de las cerámicas importadas.
En conclusión, la sociedad que se desarrolló en los
últimos siglos antes de nuestra Era en el Cerro de La
Gavia, debió ser una sociedad con un elevado grado
de autosuficiencia, que encontraba en los recursos de
sus alrededores la mayoría de los elementos necesarios
para su subsistencia, no obstante no se trataba de una
comunidad aislada, ya que algunos de los elementos
básicos de uso cotidiano: piedras de molino, maderas
de pinaster, procedían de un entorno más amplio, lo
cual obligaría al establecimiento de algún tipo de interrelaciones con las comunidades o poblados existentes
tanto en las zonas de origen de los materiales como en
los puntos intermedios. Finalmente, se documentan unos
pocos productos de origen extrapeninsular, aunque en
cantidades exiguas, indicando la existencia de unas
tradiciones comerciales a pequeña escala, probablemente realizadas periódicamente a lo largo del año
por un pequeño grupo de comerciantes para los que
existe un término preciso en lenguaje moderno como el
de “viajantes”.
Almeja. M.A.R.
Fósil. M.A.R.
208
Las actividades artesanales
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ et alii
Caracola. M.A.R.
NOTAS
1 Tendríamos que excluir el relieve del Cerrón de Illescas, realizado sobre adobe, que presenta un motivo
oriental claramente importado. L.J. y S. Valiente. El relieve de Illescas. Archivo Español de Arqueología.
54, 215-38, 1981. También un pequeño exvoto del mismo yacimiento (Valiente, 1993).
2 Comunicación personal de J. García Sánchez de Pedro, director de la intervención, mencionado en
Fernández del Cerro y Barrio, e.p.
3 Hay que tener en cuenta la dificultad que tiene la fabricación en el torno de estas vasijas con pastas sin
decantar y grandes desgrasantes (necesarios para poder poner la vasija al fuego).
4 En el siguiente cuadro se reflejan las distintas categorías en términos absolutos así como desglosado por
áreas, salvo el caso del área C, que no se incluye dado que tan sólo se documenta un núcleo laminar.
La primera columna (NR) refleja el número total de restos recuperados, en la segunda (% TOTAL) los
valores porcentuales de cada categoría en el conjunto general de la industria, mientras que la tercera
columna (% PARCIAL) indica los valores porcentuales de cada grupo en relación a la industria tallada
(parte superior) o a la pulimentada (parte inferior).
5 En concreto el fragmento de la ficha nº 28 podría asignarse a una navaja o cuchillo.
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211
LA
NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL
CERRO DE LA GAVIA
LA
NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA
DEL CERRO DE LA GAVIA
RAFAEL BARROSO CABRERA, JORGE MORÍN DE PABLOS,
ERNESTO AGUSTÍ GARCÍA, MARTA ESCOLÀ MARTÍNEZ ,
ELENA NICOLÁS CHECA, LAURA BENITO DÍEZ ,
FRANCISCO JOSÉ LÓPEZ FRAILE Y AMALIA PÉREZ-JUEZ GIL
L
* Departamento de Arqueología, Paleontología y Recursos Culturales de Auditores
de Energía y Medio Ambiente, S.A.
Avda. de Alfonso XIII, 72, 28016 MADRID
Correo electrónico: jmorin@audema.com; www.audema.com
a penúltima fase de ocupación del Cerro de
La Gavia corresponde a una necrópolis tardoantigua que se localiza en el Sector A, con
orientación Sur-Norte. Esta orientación es atípica en las
necrópolis de Baja Época e hispanovisigodas de nuestro
país, siendo habitual en las necrópolis germanas del continente europeo.
Se han documentado un total de ocho tumbas, aunque, sin duda, la necrópolis presentaría mayores dimensiones, ya que ésta podría extenderse hacia el Oeste,
donde no se ha excavado. La aparición de ocho tumbas
infantiles con orientación Sur-Norte podría explicarse por
la circunstancia de que sólo se haya excavado un área
marginal de la necrópolis ocupada por los enterramientos infantiles que tendrían una orientación atípica, si bien
en contra de este planteamiento hablaría el hecho de que
los restos exhumados no se concentran en una superficie
bien delimitada, sino que se extienden por una buena
parte del sector A.
215
Localización de la necrópolis tardoantigua del Cerro de La Gavia
216
La necrópolis tardoantigua del Cerro de La Gavia
RAFAEL BARROSO CABRERA et alii
Plantas y fotografías de las sepulturas del Cerro de La Gavia
217
SEPULTURAS
E INDIVIDUOS
A continuación se detalla una descripción de las
sepulturas excavadas. Cada tumba se ha descrito siempre siguiendo el mismo orden: En primer lugar, la orientación y características morfológicas del enterramiento,
indicando en cada caso el tipo de sepultura empleado.
La orientación se describe siguiendo la norma de señalar primero la situación de los pies y, finalmente, la del
cráneo. En segundo lugar, seguirá una descripción y
estudio de los restos antropológicos, siguiendo el criterio de la antropóloga que ha efectuado el análisis. Por
último, nos ocuparemos de la pieza de adorno personal. Llegados a este punto, no nos extenderemos en la
descripción de la única pieza encontrada, puesto que
se le dedicará un apartado específico.
Sepultura I
Cista con orientación Sur-Norte con dos individuos
infantiles. El individuo 1, depositado a los pies del individuo 2, es un alofiso infantil con una edad de 24
meses. El individuo 2 se encuentra en posición de decubito supino con orientación Sur-Norte. Se trata de un
individuo alofiso de 18 meses de edad.
Sepultura II
La tumba se ha construido aprovechando los zócalos de cimentación de la última fase del hábitat de la
Segunda Edad del Hierro. Se trata de una fosa con
orientación Sur-Norte que contiene los restos de un individuo alofiso menor de 24 meses de edad.
Sepultura III
La sepultura número tres, al igual que la anterior, se
ha construido aprovechando los restos constructivos de
la Segunda Edad del Hierro. Se trata de una fosa con
orientación Sur-Norte que contiene los restos de dos individuos alofisos, uno de ellos con una edad de 36 meses.
Sepultura IV
Se trata de una cista con orientación Sur-Norte
construida con lajas verticales y que ha perdido la
cubierta. En su interior se localizan los restos de un individuo alofiso depositado en posición decubito supino
con una edad de 36 meses.
Sepultura V
Fosa sin cubierta con orientación Sur-Norte. En su
interior se exhumaron los restos de dos individuos alofisos, de edades distintas, y enterrados al mismo tiempo
en posición de decubito supino.
218
Sepultura VI
Fosa con orientación Sur-Norte. En su interior se
exhumó un individuo alofiso en posición de decubito
supino.
Sepultura VII
Fosa con orientación Sur-Norte. En su interior se
localizaron los restos de dos individuos alofisos. Uno
en posición de decubito supino, con un enterramiento
secundario a sus pies.
Sepultura VIII
Cista con un enterramiento infantil con orientación
Sur-Norte. La caja se ha construido con lajas verticales
sin desbastar y cubierta formada por una teja ímbrice.
En su interior un individuo alofiso en posición de decubito supino.
TIPOLOGÍA
DE LAS SEPULTURAS
En la construcción de las tumbas se utilizaron fundamentalmente las rocas de la zona y se reaprovecharon las estructuras del hábitat de la II Edad del Hierro.
Los materiales son bloques de sílex y yesos masivos,
apenas desbastados.
Ciñéndonos tan sólo a la forma de la sepultura
encontramos dos tipos representativos (en fosa y en
cista). Como generalidad hay que señalar que prácticamente la totalidad de las tumbas presenta algún tipo de
preparación del fondo. Normalmente se trata de tierra
apelmazada sobre la que se depositó el cadáver. Hay
que señalar la ausencia de otras formas más elaboradas de preparación, como por ejemplo la colocación
de piedras o tejas (tumba VIII) en las zonas de la cabecera y los pies, bien para colocar la cabeza y pies del
difunto o bien para asentar el cadáver.
Se ha podido documentar el uso del ataúd y de
posibles catafalcos en dos casos (sepulturas V y VI). En
el resto de los enterramientos que no se ha podido
documentar la utilización de ataúd, los finados debieron ir amortajados. En este sentido, los clavos y grapas
localizados en alguna de las sepulturas serían otro indicio claro del uso de ataúdes o catafalcos. Como se ha
señalado, la excepción la constituyen las tumbas V y VI
del conjunto, en las que se ha documentado la presencia de restos de Pinus silvestris, que podrían asociarse
al uso de un ataúd o de unas parihuelas para colocar
al difunto.
La necrópolis tardoantigua del Cerro de La Gavia
RAFAEL BARROSO CABRERA et alii
Sepulturas 5 y 6, donde se han localizado restos de ataúdes o parihuelas de
madera con sus cantoneras de hierro
219
Por lo que se refiere a posibles señalizaciones
externas, no se han documentado ningún tipo de señalización, aunque muy probablemente ésta existiría para
permitir las reutilizaciones de las tumbas, fenómeno
que sí se ha podido constatar en la excavación.
ASPECTOS
DEMOGRÁFICOS
La distribución de la población de la necrópolis del
Cerro de La Gavia revela datos referidos al modo de
distribución de la población. Sin embargo, convendría
realizar una serie de matizaciones que creemos relevantes antes de proceder a elaborar una interpretación
de los restos antropológicos. En primer lugar, no podemos olvidar que nos encontramos ante una población
arqueológica cuyos datos, la mayoría de las veces,
están condicionados por la propia circunstancia de los
hallazgos y el estado en que éstos se han producido. El
segundo aspecto se refiere al grado de descomposición
Radiografías de la dentadura de algunos de los individuos
en que se encontraban los restos arqueológicos, no permitiendo obtener en muchos casos el sexo o edad exacta de los restos antropológicos. Este elemento, como
puede suponerse, fiscalizará la interpretación de los
resultados obtenidos.
En las excavaciones del Cerro de La Gavia se han
recuperado los restos de una muestra poblacional
humana, en su totalidad compuesta por individuos
infantiles.
El número mínimo de individuos (NMI) presentes en
la muestra es de 16. Una vez cotejados los datos de
campo con los del equipo arqueológico, podemos resumir en la Tabla 1 los rellenos que contenían los restos
humanos, la ubicación de los mismos en sus tumbas, el
número asignado finalmente al individuo y la edad de
muerte estimada para cada uno de ellos, si es que su
asignación era posible.
Según estos datos, observamos que han sido recuperados restos humanos en 8 tumbas distintas, y que
los restos pertenecen a 16 individuos distintos. En ocasiones, los conjuntos de huesos aparecen desplazados
de los individuos extendidos en las tumbas, ya que se
ha producido una reutilización de las tumbas.
Restos del individuo 6, localizado en la tumba V
220
La necrópolis tardoantigua del Cerro de La Gavia
RAFAEL BARROSO CABRERA et alii
La ocupación de las cistas es, en promedio, de dos
3 individuos por cada clase), y menor mortalidad en
individuos, si bien hay algunas en las que sólo apare-
las clases de 0 ± 2 meses, 6 ± 3 meses, 12 ± 4 meses,
cen restos de un individuo (Tumbas II, VI y VIII), tumbas
en las que aparecen restos de 2 individuos (Tumbas I y
42? y 48 ± 12 meses (con 1 sólo individuo por
cada clase).
III), y tumbas en las que ha habido ocupaciones secuenciales de hasta 3 individuos (Tumbas IV, V y VII).
La secuencia que podemos intentar establecer para
los individuos a los que se les ha podido asignar edad
de muerte es la siguiente (de individuo más joven a
individuo mayor):
La gracilidad de los huesos de los individuos infantiles ha tenido su reflejo en el alto grado de fragmentación de los restos recuperados. Ello ha planteado no
pocas dificultades en todos los procesos encaminados
hacia el posterior estudio de los restos, como ha sido el
caso de la propia preservación de los restos más
13 < 14 < 8 < 6 < 2 < 9 < 12 < 3 < 1 < 7 < 4 < 5 < 16 < 10
TUMBA .............U. E.
RESTOS HUMANOS ...............Nº INDIVIDUOS .............................EDAD DE LA MUERTE
I .........................61 ...................................1 (R)................................24 ± 8 meses m
.........................62 ...................................2 (E)................................18 ± 6 meses
II.........................63 ...................................3 ....................................24 ± 8 meses o
III ........................27 ...................................4 ....................................36 ± 12 meses o
IV ........................32 ...................................5 (E)................................36 ± 12 meses mm
V ........................76 ...................................6 (E)................................18 ± 6 meses oo
.........................76 ...................................7 (E)................................36 ± 12 meses oo
VI ......................101 ...................................8 ....................................12 ± 4 meses m
VII......................191 ...................................9 ....................................18 ± 6 meses m
.......................192 ...................................10 ..................................48 ± 12 meses
IV ......................176 ...................................11 (R)..............................
¿
.......................176 ...................................12 (R)..............................24 ± 8 meses o
VIII .....................228 ...................................13 ..................................0 ± 2 meses
VII......................192 ...................................14 ..................................6 ± 3 meses
III ........................27 ...................................15 (A) .............................
¿
V ........................76 ...................................16 (A) .............................> que I 7
R: reducido
E: extendido
A: restos aislados
La secuencia anterior estaría basada principalmente en la edad del individuo, y la edad esquelética serviría para discriminar en caso de duda. Es una secuencia puramente tentativa, debido a los solapamientos
entre las distintas clases de edades propuestas.
Observamos una mayor mortalidad en las clases
de 18 ± 6 meses, 24 ± 8 meses y 36 ± 12 meses (con
pequeños y delgados, de las epífisis y los huesos planos; también ha resultado dificultosa la excavación de
los restos, la limpieza y la propia consolidación.
A todas estas dificultades se une la de intentar obtener conclusiones acerca de las enfermedades, que a
tan corta edad suelen producir efectos deletéreos, mortales, pero que por el contrario no dejan marcas en los
221
Hay que señalar, no obstante, que la recuperación
sumamente cuidadosa de los restos por parte del equipo de arqueólogos ha hecho posible, tras el tamizado
de los sedimentos, recuperar elementos óseos decisivos
muy pequeños, como gérmenes de piezas dentarias, y
terceras falanges de menos de 2 mm de longitud.
MATERIALES
La única pieza de adorno personal documentada
Hebilla de cinturón. M.A.R.
Teja ímbrice que servía de cubierta a la sepultura VIII. M.A.R.
huesos y por tanto no constituyen entidades identificables en el presente.
La dentición de la mayoría de los individuos en los
que se ha recuperado, que son muy jóvenes, es de tipo
mixto, es decir, conservaban dientes deciduos y gérmenes de dientes permanentes. Únicamente se ha detectado un caso, con un pequeño episodio de hipoplasia.
Este tipo de patología no es una señal significativa de
la población, como tampoco lo es ninguna patología
odontoesquelética.
Existe también la dificultad para el registro de las
señales tafonómicas en los huesos, por el estado de disgregación de epífisis y diáfisis, aunque se han identificado en el individuo 5 mordeduras de algún pequeño
carnívoro, y más casos de destrucción del periostio
por raíces.
222
en la excavación de la necrópolis se encontró en la
tumba 4. Se trata de una hebilla de bronce que formaba parte del vestuario del individuo infantil enterrado.
La pieza presenta una tipología de hebilla ovalada con
aguja recta.
Este tipo de objetos de adorno personal es sumamente frecuente en las necrópolis tardoantiguas. Se
trata de una tipología habitual en los cementerios hispanos desde el siglo IV al VIII. Su origen estaría en las
artes industriales romanas, lo que explicaría su gran
difusión. En la Península se localizan en Carpio de
Tajo, Marugán, Deza, Suellacabras, Segóbriga,
Simancas, Mérida, Herrera del Pisuerga, Palazuelos,
Alarilla, Duratón, Madrona, Ventosilla, Tejadilla,
Espirdo, etc. En la Comunidad de Madrid, también se
localizan en las necrópolis alcalaínas, Tinto Juan de la
Cruz, Daganzo, etc.
La pieza es de pequeño tamaño, cosa lógica al
encontrarse en un enterramiento infantil, lo que impide
pronunciarse con rotundidad sobre su funcionalidad.
Quizás una hebilla de cinturón o el cierre de un
correaje.
Por último, señalar que la cubierta de la tumba VIII
era una teja ímbrice, que se tuvo que llevar al Cerro de
La Gavia, ya que este tipo de material constructivo no
se empleaba en la Segunda Edad del Hierro.
LA
NECRÓPOLIS DEL CERRO DE LA GAVIA EN EL
CONTEXTO MADRILEÑO
La mayoría de los datos arqueológicos que poseemos del período hispanovisigodo en nuestra región provienen de los hallazgos aislados procedentes de las
necrópolis ubicadas en su territorio, de las cuales sólo
un pequeño número han sido excavadas de forma sistemática. En la Comunidad de Madrid se conocen
actualmente las necrópolis de Cacera de las Ranas en
Aranjuez, Tinto Juan de la Cruz y La Indiana en Pinto,
La necrópolis tardoantigua del Cerro de La Gavia
RAFAEL BARROSO CABRERA et alii
El Jardinillo en Getafe, la Colonia del conde de
Vallellano en Madrid capital, la de La Torrecilla de Iván
Crispín en Getafe, las que se articulan en torno a la ciudad de Alcalá de Henares y la del Cerro de las Losas
en Talamanca del Jarama. Mención aparte merece el
yacimiento de Gózquez en el que se han localizado
una necrópolis y un hábitat asociado.
Las necrópolis madrileñas (ss. VI al VIII d.C.)
Resulta interesante la concentración de lugares de
asentamiento en torno a Alcalá de Henares, en cuyos
alrededores se sitúan varios cementerios. La presencia
de éstas debe ponerse en relación con la ciudad de
Complutum y la red viaria que la circunda, una de las
más importantes en el Bajo Imperio. En este caso, la
propia red de caminos parece condicionar la disposición de las áreas cementeriales en dos ramales siguiendo los ejes Alcalá de Henares-Daganzo y Alcalá de
Henares-Azuqueca de Henares (Méndez MadariagaRascón Marqués, 1989: 198). De la necrópolis de Los
Afligidos de Alcalá apenas se conservan datos en la
actualidad. Las tumbas se orientan hacia el Este, con la
clásica tipología de fosas, cistas y tejas. El uso de la
necrópolis parece haberse iniciado en el siglo V,
siendo abandonada a finales del VI. En la actualidad
está totalmente destruida, ya que la zona fue
explotada como gravera (Raddatz, 1957: 229-232;
Vázquez de Parga, 1963: 217-223; Fernández
Galiano, 1976: 16). La necrópolis se encontraba parcialmente sobre la villa romana de El Val y fue objeto
de campañas sistemáticas de excavación. Es un cementerio hispanovisigodo, que comienza su ocupación en
el siglo VI y se mantiene en funcionamiento durante el
siglo VII (Méndez Madariaga-Rascón Marqués, 1989).
La necrópolis de Equinox, situada también en
Alcalá de Henares, fue excavada por procedimiento de
urgencia, detectándose más de treinta sepulturas que
proporcionaron escasos ajuares, básicamente anillos y
broches de cinturón (Méndez Madariaga-Rascón
Marqués, 1989: 21). Otra necrópolis, situada en la
calle Victoria, en pleno casco urbano de la ciudad, sólo
ha proporcionado una única tumba con ajuar consistente en una hebilla de cinturón y tres botones metálicos
(Méndez Madariaga-Rascón Marqués, 1992: 23). La
localización de la necrópolis del Campo Laudable en la
calle Victoria 1-2 de Alcalá de Henares, permite suponer la existencia de un área cementerial que se articu-
laría en torno a la actual Plaza de los Santos Niños, en
el centro del casco urbano de la moderna ciudad, quizás ligada a algún centro de culto de importancia.
También en torno a Daganzo se documenta un
núcleo importante de yacimientos datado en esta
época. En El Depósito (Daganzo de Arriba), necrópolis
situada algo más al Norte de esta población, se localizaron tres sepulturas (Fernández Galiano, 1976: 8;
Méndez Madariaga-Rascón Marqués, 1989: 23). Otra
más, conocida como la necrópolis de Daganzo de
Arriba, constituye una de las más importantes de la provincia y la que proporcionó ajuares más llamativos. Fue
excavada en los años 1929-1930 (Fernández GodínPérez de Barradas, 1930). De menor importancia es la
denominada genéricamente de Daganzo (Fernández
Galiano, 1976, 9; Méndez Madariaga-Rascón
Marqués, 1989, 23) y la del Km. 2 de la carretera de
Daganzo, de la que tan sólo se han conservado algunos materiales constructivos.
Plano de dispersión de las necrópolis madrileñas
en época tardoantigua (ss. V al VIII d.C.)
223
Necrópolis en el entorno de Alcalá de Henares (según A. Méndez y S. Rascón)
224
La necrópolis tardoantigua del Cerro de La Gavia
RAFAEL BARROSO CABRERA et alii
Necrópolis de Tinto Juan de la Cruz, Pinto (según R. Barroso et alii)
225
Necrópolis de Cacera de las Ranas, Aranjuez (según F. Ardanaz)
La necrópolis tardoantigua del Cerro de La Gavia
RAFAEL BARROSO CABRERA et alii
Entre las necrópolis rurales del siglo VI destacan las
necrópolis de Tinto Juan de la Cruz y Cacera de las
Ranas. La última fase de ocupación del yacimiento de
tipo frecuente en el siglo VII (Priego-Quero, 1977:
Tinto Juan de la Cruz (Pinto) corresponde a un cementerio visigodo de aproximadamente 80 tumbas que
aprovecha los restos constructivos de la villa tardorromana (Barroso et alii: 1993a, 1993b, 1993c, 1995,
2002 y Barroso-Morín: 2002a). Como es habitual en
este tipo de enterramientos, las sepulturas estaban
orientadas hacia el Este. Las sepulturas presentan una
tipología sencilla, tratándose de fosas (46) y cistas
(26), aunque los enterramientos de los individuos de
corta edad se realizaron sobre tejas ímbrices (8). El
ritual era de inhumación: el cadáver se colocaba en un
catafalco con el que era conducido a la fosa. El individuo se depositaba sobre ella tendido en decubito supino. Los objetos de adorno personal son, en general,
anillos, pendientes y hebillas de cinturón, aunque se
documentan también otros menos frecuentes (pulseras,
collares, etc.). Todos ellos se pueden fechar dentro de
la sexta centuria, aunque alguno sea algo anterior (p.e.
una fíbula de arco de técnica trilaminar del tipo
Silberfibel), si bien probablemente su valor intrínseco
hizo que perdurara su uso.
La necrópolis visigoda de Cacera de las Ranas
(Aranjuez) ha sido una de las últimas excavadas (en el
año 1988), junto con la antes mencionada de Tinto
Juan de la Cruz, y como es típico en los cementerios de
esta época presenta una tipología de enterramientos
muy variada: cistas, fosas, tegulae, etc. Con unos 200
enterramientos, nos encontramos hasta el momento con
la necrópolis más extensa del territorio madrileño, con
una cronología en torno al VI d.C. (Ardanaz Arranz,
1991: 259-266 y 1995: 38-49). Por el contrario, la
necrópolis de El Jardinillo en Getafe parece tener un
origen tardorromano, documentándose enterramientos
en cista y en fosa (Priego, 1982: 101-203). Hay noticias también de una necrópolis situada en la Colonia
del conde de Vallellano, frente a la Casa de Campo de
Madrid, que no se llegó a excavar, pero donde se
documentaron algunos enterramientos en fosa y pudieron recuperarse una fíbula y dos broches de cinturón
visigodos del siglo VI (Martínez Santa-Olalla, 19331935: 167-174). En cuanto a la necrópolis visigoda de
La Torrecilla (Getafe), estaba compuesta en su totalidad
por tumbas en cista. En ella se documentaron una hebilla ovalada con aguja escutiforme y otra liriforme, del
cementerios como el de La Indiana (Pinto), ubicado en
1261-1264 y 1980: 100-106).
En la séptima centuria la tónica es similar con
una pequeña loma y con los enterramientos orientados
al Este. Se han documentado un total de 48 enterramientos, aunque el cementerio era de mayores proporciones (Morín et alii, 1997). Esta necrópolis debió estar
vinculada a un pequeño hábitat, quizás un pequeño
fundus señorial.
Aunque los datos para las zonas de montaña son
escasos, no debe desdeñarse una ocupación de algunas tierras ricas en pastos que resultan esenciales para
la explotación ganadera. Este parece ser el caso de la
necrópolis de La Cabrera (Yáñez et alii, 1994) o las de
Colmenar Viejo (Colmenarejo, 1986).
La necrópolis del Cerro de La Gavia y
las “necrópolis del Duero”
Las “necrópolis del Duero” tan bien representadas
en la franja Oeste de la Meseta, no están presentes en
la Comunidad de Madrid. Estos cementerios, generalmente asociados a grandes propiedades fundiarias, se
fechan tradicionalmente en un momento de transición
entre la tardía antigüedad romana y el mundo visigodo
(ss. IV-V d.C.) y se caracterizan por la presencia de
ajuares, elementos de adorno personal y piezas alusivas a la condición social del individuo o sus gustos,
entre los que destaca el cuchillo “tipo Simancas”, fósil
director de estas necrópolis. Parece más probable, sin
embargo, que este tipo de necrópolis rellenen el aparente vacío que se ha señalado repetidas veces entre
esas fechas y el poblamiento visigodo. Es decir, que
habría que encuadrarlas en un amplio período comprendido entre finales del siglo IV y finales del siglo V
y adscribirlas al poblamiento rural hispanorromano,
generalmente –aunque seguramente no de forma exclusiva- a núcleos señoriales (villae). Su evolución en el
tiempo estaría representada por todas aquellas necrópolis conocidas como “asociadas”, que en la
Comunidad de Madrid podrían estar representadas por
las de los Santos de la Humosa, el Cerro de La Gavia,
etc., es decir, similares a las anteriores pero que no
cuentan con materiales que permitan fecharlas con
exactitud, y que en realidad no serían sino la proyección en el espacio y en el tiempo de las “necrópolis del
Duero”. De esta manera vendría a rellenarse sin estri227
Necrópolis de La Indiana, Pinto (según J. Morín et alii) y Necrópolis de La Cabrera (según Yáñez et alii)
228
La necrópolis tardoantigua del Cerro de La Gavia
RAFAEL BARROSO CABRERA et alii
dencias el vacío planteado para el mundo rural provin-
tase a la población infantil de un fundus en un momen-
cial de la sexta centuria (Barroso-Morín: 2002b). La
cronología de la necrópolis del Cerro de La Gavia ven-
to concreto, ya que la aparición de sepulturas con indi-
dría a rellenar cronológicamente el vacío de cementerios fechados en la quinta centuria, con una posible
perduración en los ss. VI-VIII.
Más difícil es encontrar una explicación a la aparición en exclusiva de restos infantiles. Se ha comentado
viduos en posición secundaria nos habla de la reutilización de la necrópolis durante algún tiempo.
En cuanto al núcleo de población del que dependía
esta necrópolis resulta difícil de precisar, quizás un
vicus, aunque la ausencia de estructuras de habitación
hace imposible pronunciarse sobre este punto.
que existe la posibilidad que sólo se haya excavado
parte de la necrópolis. Debe descartarse la opción de
que la necrópolis sea fruto de una epidemia que afec-
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229
LA
OCUPACIÓN CONTEMPORÁNEA
LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Y
EL HÁBITAT EN CUEVAS
LA OCUPACIÓN CONTEMPORÁNEA
LA
GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Y
EL HÁBITAT EN CUEVAS
JORGE MORÍN DE PABLOS, MARTA ESCOLÀ MARTÍNEZ ,
ERNESTO AGUSTÍ GARCÍA, RAFAEL BARROSO CABRERA,
AMALIA PÉREZ-JUEZ GIL , FERNANDO SÁNCHEZ HIDALGO
DIONISIO URBINA MARTÍNEZ*
Y
L
os últimos vestigios de la ocupación en el
Cerro de La Gavia pertenecen a la primera
mitad del pasado siglo XX. Los restos más
importantes son las trincheras excavadas para la defensa
de Madrid en la Guerra Civil española, realizadas en los
meses finales del año 1936. Finalizada la contienda, las
duras condiciones de vida de la posguerra española
hicieron que muchas familias habitasen el cerro ocupando las cuevas existentes a los pies del mismo, continuando con una forma de vida que ya se documenta en la
Península desde la Segunda Edad del Hierro.
LA
GUERRA CIVIL ESPAÑOLA: EL CERRO DE LA GAVIA Y
CASAS DE MURCIA
* Dpto. de Arqueología, Paleontología y Recursos Culturales de
Auditores de Energía y Medio Ambiente, S.A.;
Avda. Alfonso XIII, 72 – 28016 MADRID;
Correo electrónico: jmorin@audema.com; www.audema.com.
La penúltima fase de ocupación del Cerro de La
Gavia son los restos arqueológicos pertenecientes a la
Guerra Civil española. De esta fase procede la mayoría
de los materiales contemporáneos encontrados en el
cerro, que formaba parte del dispositivo de defensa republicano en el sector Sur de Madrid.
233
Familias del pueblo de Villaverde huyendo hacia Madrid ante el avance
de las tropas de Varela (fot. AGA)
Vista aérea del Cerro de La Gavia con las trincheras excavadas
en la Guerra Civil española
El contexto histórico
Durante los meses anteriores a la campaña de Madrid
se realizaron diversos trabajos de fortificación y defensa del territorio que circunda la capital. Estos trabajos
previos eran imprescindibles de cara a una defensa eficaz de la plaza, ya que la peculiar orografía de este
sector Sur habría de convertir, en palabras del general
Rojo, en uno de los principales protagonistas de la
campaña. Rojo definió el escenario de la batalla como:
“una extensa llanura, sólo perturbada por colinas aisladas, o que forman sistemas de desarrollo limitado,
como las que se alzan sirviendo de divisoria de aguas
entre los ríos Guadarrama, Manzanares, Jarama y
Tajuña, o de algunas quebradas y barrancas de cauce
normalmente seco” (Rojo, 1987: 26).
234
Esta práctica ausencia de accidentes topográficos
de importancia determina que la zona de maniobras se
preste bien a la observación terrestre y aérea. Sin
embargo, aunque el Estado Mayor de la República
había ideado un sistema de defensa integral a base de
un conjunto de centros de resistencia que cubrían linealmente la ciudad, relacionados a su vez con otros aislados para obstaculizar la maniobra enemiga, parece
que dicho sistema estaba aún lejos de considerarse
completamente terminado en el momento en que las tropas nacionales completaron el cerco a la capital (Rojo,
1987: 30-31).
Dentro de los trabajos de fortificación debieron
contarse las trincheras y casamatas excavadas en el
Cerro de La Gavia, donde se han podido documentar
un organizado sistema defensivo que aprovecha la
excelente situación del cerro de cara a su defensa y
cubrir al mismo tiempo la vega del Manzanares. El sistema consta de una trinchera que rodea el saliente del
cerro. En determinados puntos estratégicos del cerro se
excavaron diversos puestos de observación y nidos de
ametralladora, de forma que la vega del río queda
expuesta al fuego de los defensores. Estos nidos de
ametralladora están excavados a una cota inferior, de
manera que asoman al perfil del acantilado por una
pequeña abertura desde la que se domina un amplio
panorama. Todo el sistema de trincheras presenta las
condiciones que este tipo de construcciones debía de
reunir de cara a una guerra convencional; condiciones
que aparecen descritas en un manual utilizado por el
Ejército español en la década de los cincuenta (Morón
Izquierdo, 1952: 272-279)
Entre el dispositivo de defensa, que englobaba un
Orden de Batalla de unos 15 ó 20.000 hombres, se
La ocupación contemporánea. La guerra civil española y el hábitat en cuevas
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
encontraban las Columnas mandadas por Líster y
Bueno, encargadas de cubrir las zonas de Entrevías y
Villaverde, con objeto de amenazar, llegado el caso, el
flanco derecho del Ejército nacional, pero “cuyos efectivos eran un misterio” aun para el Mando republicano.
Parte de estas fuerzas se estaban reorganizando en
Vallecas. En total el frente tenía un desarrollo aproximado de unos 32-35 km (Rojo, 1987: 42 y 44).
En cuanto a los efectivos militares, por parte del
bando republicano existía una gran diversidad de unidades que, aunque agrupados bajo nomenclatura tradicional (Secciones, Compañías, Batallones…), en realidad se trataba de agrupaciones muchas veces arbitrarias bajo el mando de cuadros profesionales de baja
jerarquía o de jefes de milicias designados por partidos
políticos o por la Inspección General de Milicias, de
ahí que el general Rojo describa gráficamente esta tan
heterogénea composición refiriéndose a ella como “pulverización orgánica de nuestras unidades combatientes” (Rojo, 1987: 28-29). Del mismo modo, el general
Rojo se queja de la variedad de armamento disponible,
que engloba fusiles del más variado calibre (6.5, 7.0,
7.62, 7.92, 7.7, 8.03 y 8.0), factor que dificultaba
enormemente las posibilidades de suministro. El abastecimiento fue, sin duda, uno de los principales problemas con los que tuvo que luchar el Mando republicano
en sus primeros momentos (Rojo, 1987: 30).
El Mando nacional tenía como objetivo principal
lograr el control de la capital con la mayor brevedad
posible, sin arriesgar para ello la suerte del Ejército que
sitiaba Madrid, indispensable para conseguir el objetivo final del alzamiento, que era obviamente la victoria
en la guerra. El objetivo, sin embargo, se preveía imposible en función de la relativa capacidad numérica de
los efectivos nacionales, que pueden cifrarse en torno a
los 15.000 hombres, por lo que Franco fiaba el éxito
de la operación a la rapidez con que ésta fuera ejecutada. Dada la urgencia que se demandaba, puesto que
para el éxito de la operación era condición indispensable una rápida actuación, el mando de la operación se
reservó al general Varela (Martínez Bande, 1982: 286288). Una circunstancia casual quiso que el elemento
sorpresa quedara desbaratado al llegar a manos del
Mando republicano la Orden General de Operaciones
del Ejército nacional, lo que produjo un inmediato cambio de planes y el reforzamiento del frente Suroeste
(Martínez Bande, 1982: 295-298; Rojo, 1987: 67-78).
De izquierda a derecha: Vicente Rojo, Juan Guilloto, Juan Negrín y
Enrique Líster (fot. AGA)
Enrique Líster con la Primera Brigada Mixta,
encargada de la defensa de Entrevías y Villaverde (fot. AGA)
Esquema del ataque a Madrid por las tropas de Franco
235
El plan de Franco, en el caso de encontrar una gran
oeste del Jarama, y una maniobra de paso del río
resistencia en la capital, consistía básicamente en con-
en dirección a Arganda y Morata de Tajuña para
trolar el perímetro defensivo para desde allí dividir la
ciudad en sectores y proceder a la sucesiva conquista
profundizar y cortar las comunicaciones. Por la
importancia de esta maniobra y el volumen de
de los mismos una vez desmoronados los respectivos
medios desplegados, esta acción ha dado nombre
frentes (Martínez Bande, 1982: 292-293). Por su parte,
el Mando Superior republicano ordenaba a los generales Miaja y Pozas 1 la defensa de la capital a toda costa
y, en caso de ser expulsados, un repliegue hacia la
línea del Tajo en dirección a Cuenca. La importancia
que ambos contendientes atribuían a la campaña -cuyo
valor, desde un punto de vista puramente militar, era
discutible- queda demostrada en el hecho de que las
dos Fuerzas absorbieron la mayor parte de sus reservas
en hombres y materiales (Rojo, 1987: 49-55).
Fracasado el intento de asalto por el Suroeste (por
la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria), el
desarrollo de la campaña quiso que los dos Ejércitos se
vieran las caras finalmente en torno al Jarama.
De forma esquemática, el orden de la batalla de
Madrid puede resumirse de la siguiente forma (Rojo,
1987: 56-57):
1. Aproximación de las fuerzas nacionales desde la
base de Getafe-Alcorcón-Leganés y montaje del sistema defensivo republicano (4-7 de noviembre de
1936).
2. Reiterados ataques directos a la capital desde la
Casa de Campo y Ciudad Universitaria y defensa
de las posiciones republicanas (8-30 de noviembre
de 1936). Fracaso de la marcha sobre Madrid
(Martínez Bande, 1982: 299-348).
3. Maniobra para cortar las comunicaciones de
Madrid con el frente de la sierra: ataques en
Húmera y Boadilla del Monte (30 de noviembre de
1936-15 de enero de 1937).
4. Maniobra de desbordamiento del ala izquierda
para cortar la línea de comunicaciones con el
Levante: batalla del Jarama (febrero de 1937).
Llegados a este punto, Miaja y Rojo, dándose cuenta de que una derrota en el Jarama suponía el desplome total del frente, hicieron lo que estaba en sus
manos para frenar la ofensiva nacional. La maniobra sobre el ala izquierda republicana, que es la
que aquí nos interesa, se realizó en dos esfuerzos
sucesivos: un ataque a La Marañosa, donde se
encontraba un importante centro de fabricación de
armas y punto clave de las líneas republicanas al
236
a la batalla.
5. Maniobra de envolvimiento de la plaza de Madrid y
del Ejército del Centro (marzo de 1937), contraataque del Ejército republicano y derrota del Cuerpo
de Voluntarios Italianos en el eje SigüenzaGuadalajara.
El yacimiento de Casas de Murcia o Casa del Canal
En relación con las estructuras defensivas de la
Guerra Civil existentes en el Cerro de La Gavia
estarían todas las trincheras excavadas en el todo el
reborde del páramo yesífero que domina la margen
izquierda del río Manzanares, donde el ejército republicano situó su segunda línea de defensa. La intervención en el yacimiento de Casas de Murcia, situado, dos
Segunda línea republicana en el reborde del páramo yesífero
La ocupación contemporánea. La guerra civil española y el hábitat en cuevas
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Planta de las excavaciones en el fortín republicano de Casas de Murcia
kilómetros más abajo del Cerro de La Gavia permitió
documentar un fortín de este entramado defensivo,
situado en la segunda línea de Enrique Líster, quien
tenía situado su puesto de mando en la iglesia de
Perales del Río.
El área donde se encuentra enclavado el yacimiento es la línea de terrazas próximas al Manzanares, en
concreto un cerro en forma de península que domina la
extensa llanura enmarcada por cerros correspondientes
a la antigua cobertera del páramo terciario que circunda la vega de este río. Todo el cerro se encuentra
rodeado por una trinchera de 80 cm de anchura y
1,20 m de profundidad construida durante el asedio de
Madrid a finales del año 1936 o comienzos de 1937.
Esta línea de trinchera se encuentra jalonada por varios
puestos de tirador, así como por dos nidos de ametra-
lladoras excavados en la roca situados en los dos ángulos del cerro que dominan el paso del río. Además, en
la parte de retaguardia se detectó una casamata de
planta rectangular excavada en el terreno que se
encuentra conectada con dicha línea de trincheras y
que sin duda debió actuar como puesto de mando de
este sector. De aquí proceden los tinteros encontrados
en el transcurso de la excavación y una plancha de
metal de cierto grosor que debió servir como mesa a los
ocupantes de la casamata. El pasillo que conducía
desde ésta a la parte meridional de la línea de trinchera tenía varios escalones tallados en el terreno y se
comunicaba con un ámbito auxiliar de planta rectangular situado a distinta cota, tal vez mediante una escalera de mano. La casamata es un rectángulo de unos
4,50 x 2,75 m aproximadamente y de 3 m de profun237
Vista aérea del fortín republicano de Casas de Murcia
Puesto de mando del fortín
Puesto de mando del fortín
Puesto de mando
Polvorín
Polvorín
Trinchera
238
Trinchera
Nido de ametralladora
La ocupación contemporánea. La guerra civil española y el hábitat en cuevas
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Milicianos en las trincheras (fot. AGA)
didad; presenta una sección irregular, producto de
varios rebajes sobre la línea de plomada que servirían
para alojar la techumbre y como asiento para sus ocupantes, en forma de banco corrido.
Además de estas estructuras, se localizó en la zona
Norte un pozo de aireación que hay que relacionar
con un depósito de munición excavado en el cerro
situado a una cota inferior de la loma.
La cultura material
La excavación del enclave de Casas de Murcia ha
permitido localizar abundantes restos de munición, una
cantimplora, varios objetos de la vida cotidiana en el
frente (tinteros, botellitas de medicamentos o aceite,
una hebilla), tejas, etc.
A/ Material constructivo
El material constructivo queda restringido únicamente a
un número no demasiado elevado de fragmentos de
tejas, entre los que se encuentran cinco ejemplares casi
completos, y que aparecen vinculados a las dos casamatas que ocupan los extremos del cerro, a las que sin
duda debieron pertenecer.
B/ Metal
El metal más utilizado es el hierro en sus diferentes aleaciones. En este metal fueron fabricados varios de los
instrumentos hallados en la excavación, entre los que
merecen destacarse algunos de especial interés, como
una hebilla de cinturón (núm. 142), un hacha (núm.
137), restos de una alambrada de espino (núm. 138) y
239
Cantimplora. M.A.R.
Restos de alambre de espino. M.A.R.
Cantimplora. M.A.R.
136
149
142
Hacha de hierro. M.A.R.
Metales localizados en la excavación de Casas de Murcia
Hebilla de cinturón. M.A.R.
240
La ocupación contemporánea. La guerra civil española y el hábitat en cuevas
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
un objeto de difícil interpretación, quizá uno de los
apoyos de una ametralladora (núm. 136).
Entre el resto de los materiales metálicos la aparición de una cantimplora de aluminio (núm. 149) que
presenta dos impactos de proyectil en su base.
C) Vidrio
De forma paradójica, y a diferencia de lo que es
habitual en las excavaciones arqueológicas típicas, los
objetos de vidrio son uno de los materiales mejor representados. La práctica totalidad de las piezas de carácter “civil”, es decir, tinteros y recipientes para medicamentos, apareció en el transcurso de la excavación de
la casamata que actuaba de puesto de mando en este
sector. Por el contrario, en uno de los nidos de ametralladora se localizaron dos envases para aceite lubricante, probablemente destinado al mantenimiento del
armamento. En general, se trata de tinteros conservados íntegramente, algunos incluso con restos de tinta de
color negro, azul o roja solidificada en su interior
(núms. 98-100, 105-106). Además, como acabamos
de mencionar, se conservan botellitas destinadas a
Miliciano escribiendo en el frente (fot. AGA)
Objetos de vidrio. M.A.R.
Objetos de vidrio
241
Tinteros. M.A.R.
242
La ocupación contemporánea. La guerra civil española y el hábitat en cuevas
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Botella de lubricante. M.A.R.
Medicamento. M.A.R.
Frascos de vidrio con tapadera de corcho. M.A.R.
243
Balas de Mauser 7,92 mm. M.A.R.
aceite para engrasar los fusiles (núm. 107) o para
medicamentos (núm. 97) o de uso indeterminado (108109 y 103).
D/ Munición
Obviamente la munición encontrada en el yacimiento pertenece al último momento de ocupación de
éste, es decir, al período de la Guerra Civil, y concre-
Munición localizada en las excavaciones en Casas de Murcia
244
tamente a la campaña que se desarrolló a partir de
noviembre de 1936 por el control de la capital y que
culminaría con la batalla del Jarama en febrero del año
siguiente. En general, la munición encontrada pertenece a fusiles tipo Mauser 7,92 mm (uno de ellos, el núm.
132 aún conserva la fecha de fabricación: 19/35),
armamento habitual del Ejército español, si bien se han
encontrado también algunos ejemplares de proyectiles
de pistola de diferente calibre. Este fusil corresponde al
Mauser mod. 1893 en su versión de 1913, de 5 disparos y unos 2000 m de alcance. Sus dimensiones son
123,5 cm de longitud y 3,95 kg de peso y que, a partir del año 1896, fue producido en serie en la fábrica
de Oviedo.
La ocupación contemporánea. La guerra civil española y el hábitat en cuevas
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Miliciano del frente del Jarama (fot. AGA)
Miliciano en los primeros meses de la guerra. (fot. Acción Press)
Anarquista. (fot. Acción Press)
245
Aparecen representados asimismo numerosos cartu-
unas correas de cuero para abarcas (núm. 112), calza-
chos de otro arma no identificada del mismo calibre
do que era habitual entre los combatientes de ambos
bandos, una cacha de navaja (núm. 110) y un frag-
que el anterior (7mm.) y que podría tratarse de algún
tipo de armamento importado de los países aliados que
mento de madera (núm. 111).
abastecieron a la República española: la URSS o
Francia. Se diferencia de la munición de aquél en el
LA
remate final de la vaina, que termina sin la característi-
LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Y LA RECUPERACIÓN DE LA
ca escotadura o gargantilla para engarce de la uña
extractora del culote que presenta aquél. Esta última cir-
MEMORIA HISTÓRICA
cunstancia hace suponer su empleo en armas de tambor, seguramente algún tipo de ametralladora. Sin
duda, es éste el tipo de munición más abundante en el
yacimiento y esta circunstancia debe ponerse en relación con los varios nidos de ametralladoras que circundan el cerro.
Además se encontraron dos balas de punta redondeada que probablemente pertenecieron a dos tipos
diferentes de pistola (núm. 116 y 125).
Como se ha mencionado, la decisión de excavar
las trincheras de la Guerra Civil fue una iniciativa que
partió del equipo de arqueólogos, bajo la supervisión
de los Servicios de Arqueología de la Dirección
General de Patrimonio Histórico Artístico de la
Comunidad de Madrid y contando con el apoyo de la
constructora adjudicataria de las obras (A.C.S.) y el
Gestor de Infraestructuras Ferroviarias (G.I.F.). Se trataba de una iniciativa novedosa por cuanto la construcción de infraestructuras en España no suele contemplar la excavación de vestigios arqueológicos de
época reciente. En el caso concreto que nos ocupa, el
inventario de patrimonio cultural que se recogía en el
F/ Otros materiales
En cuanto al resto de los materiales hallados en el
transcurso de los trabajos arqueológicos, destacan
PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO DE
Ejemplo de ficha para el inventario del patrimonio arqueológico de la Guerra Civil española
246
La ocupación contemporánea. La guerra civil española y el hábitat en cuevas
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
Anejo de Integración Ambiental no incluía a los yacimientos arqueológicos con una cronología posterior a
la Edad Media.
En el fondo de esta cuestión subyace la problemática sobre la consideración del “valor histórico” del patrimonio arqueológico de cronología contemporánea.
Para nosotros no ofrece ninguna duda que el patrimonio arqueológico no es una cuestión de época sino de
manifestación de la cultura material del ser humano en
cualquier momento, pero ésta no es una opinión generalizada dentro de los medios académicos. Sin embargo, la normativa española en materia de patrimonio histórico, y sobre todo la de la Comunidad de Madrid,
parece seguir esta interpretación. La Ley de Patrimonio
Histórico Español, Ley 16/1985, no se manifiesta explícitamente sobre la necesidad de conservación del patrimonio arqueológico reciente, aunque pudiera entenderse incluido en la definición que ofrece de bienes inmuebles arqueológicos (o patrimonio arqueológico), es
decir, aquél susceptible de ser estudiado con metodología arqueológica con independencia de su edad.
Menos protegidos se encuentran los restos muebles, ya
que, entendiendo por analogía la posibilidad de exportación de bienes con menos de cien años, aquellos objetos de época republicana aparecidos en las excavaciones de Casas de Murcia (y de los que no existe ninguna duda de que constituyen patrimonio arqueológico
mueble), tales como los tinteros de vidrio, las cantimploras o la numerosa munición, quedarían desprotegidos
por la legislación actual y susceptible, por tanto, de
entrar a formar parte del comercio de “antigüedades”.
Mayor protección existe si tomamos como referencia la Ley de Patrimonio de la Comunidad de Madrid,
Ley 10/1998, de 9 de julio, región en la que se ubica
el yacimiento, si nos acogemos a la definición que en
ella se hace de patrimonio histórico: dicho patrimonio
está integrado, entre otros bienes, por aquéllos de interés… histórico… arqueológico… relacionado con la
historia y la cultura de la Comunidad de Madrid (artículo 1.3). La Ley de Patrimonio de la Comunidad de
Madrid va incluso más allá y protege a todos estos
bienes con independencia de su declaración ni inventario, siempre que reúnan los valores expresados en el
artículo 1 (artículo 8.1). Según esta interpretación quedarían protegidos los vestigios excavados en Casas de
Murcia, con independencia de que esta misma ley en
su Disposición Adicional Segunda b proteja directa-
mente los castillos, casas fuertes, torreones, murallas,
recintos fortificados, estructuras militares y defensivas…
con más de doscientos años de antigüedad. Esta disposición no hace sino reforzar la tutela de dichos bienes
al considerarlos sometidos automáticamente al régimen
de protección previsto para los bienes incluidos en el
Inventario de Bienes Culturales de Madrid.
Si hemos entendido los vestigios arqueológicos de
la Guerra Civil española dentro del espectro de protección de la ley de la Comunidad de Madrid, nos preguntamos entonces si la no excavación de los mismos
hubiera constituido el incumplimiento de la normativa
vigente. Sea como fuere, nos alegramos de haber tomado la decisión de excavar el área correspondiente a las
trincheras republicanas de la Guerra Civil, puesto que
ha supuesto la recuperación de una información histórica de gran valor para el futuro.
Todo lo que se ha documentado y lo que se ha
podido recuperar para el futuro, constituye una novedad en la arqueología española, en donde no conocemos iniciativas similares en el ámbito de la práctica
contractual, aunque sí se deban señalar acciones aisladas, sobre todo en la defensa patrimonial de los vestigios de la guerra 2. En otras palabras, toda la información que ahora presentamos y que consideramos de
interés primordial en el estudio de la reciente historia
de nuestro país, podría estar en estos momentos sepultada bajo los escombros de la dinamita que voló el
cerro o bajo el hierro y hormigón de la construcción de
la línea de alta velocidad, sin que nadie hubiera conocido su existencia. Nada nos alarmaría ahora, porque
nada sabríamos de todo ello. De la Guerra Civil permanece, claro está, la documentación escrita y alguna
documentación gráfica, así como la abundante bibliografía que se vertió tras acabar la contienda y que la
convierte en la guerra más estudiada después de la
Segunda Guerra Mundial. Pero lo que resulta paradójico es que no conservemos ni hayamos querido mantener para el futuro el sitio físico en el que se desarrollaron los acontecimientos, el entorno que fue testigo de
unos hechos capitales en la historia de nuestro país, así
como muchos materiales que en la mayoría de los
casos han llegado hasta nosotros por la destrucción
furtiva de un contexto.
Así, pues, lo que nos gustaría proponer desde estas
páginas es la necesidad de salvaguardar los yacimientos arqueológicos de la Guerra Civil española, a través
247
de su documentación, excavación, conservación y
a la investigación histórica, a la presentación de unos
acondicionamiento, con el fin de que puedan valer
hechos de nuestro pasado más reciente que podrían
como importante fuente histórica para un conocimiento
más profundo de la vida diaria durante la contienda, y
hacernos reflexionar sobre la importancia de la educación en la tolerancia 3.
que a la vez sirviera como un recurso pedagógico válido para enseñar a las generaciones más jóvenes un
EL
ASENTAMIENTO TROGLODITA
(1939-1969)
momento de especial trascendencia histórica.
A todos nos duele todavía la cruenta Guerra Civil,
pero es quizás el conocimiento profundo de la misma
el que puede hacer que se contemple de otra forma,
acercando las posturas de los que tomaron partido por
uno y otro bando, o simplemente valorando hechos y
situaciones que antes no conocíamos. Las cosas casi
nunca son fortuitas ni responden a una única razón.
Fueron muchas las causas del estallido de la guerra y
todas ellas se pueden contar en un yacimiento arqueológico musealizado. Pero nos interesa sobre todo, por
encima de fechas, porcentajes, nombres propios, datos
y estadísticas, conocer cómo fue la vida de las personas que, en el caso de Casas de Murcia, permanecieron en las trincheras durante los largos meses de invierno. Soldados, milicianos, brigadistas, hombres y algunas mujeres de los que sabemos algunas cosas más a
partir de las excavaciones arqueológicas. Sabemos,
por ejemplo, de su escasa vestimenta y de su deficiente armamento. Abarcas y botones nos hablan de un
ejército mal equipado; los frascos de vitaminas, de
unos hombres mal alimentados, y la variedad de munición, de un ejército mal organizado. Y, sin embargo,
estos hombres consiguieron el objetivo que se habían
propuesto: la defensa de la ciudad.
No queremos tomar partido por uno u otro bando.
Por ello sería deseable excavar también las zonas ocupadas durante la contienda por el ejército de Franco.
Estas excavaciones y el acceso de toda la sociedad a la
información que nos ofrecen, a través de su musealización y acondicionamiento harían sin duda que conociéramos mejor nuestro pasado, que se cerraran heridas
todavía abiertas y que no se perdiera la memoria histórica de aquéllos que no aparecen en los libros de texto.
En ningún caso deseamos que, si surgen estas iniciativas, se politicen o sean partidistas. La Guerra Civil
es todavía un tema candente sujeto a modas y peor
aún, susceptible de manipulación para intereses distintos al conocimiento o para una apología de la violencia. Es desde la objetividad, dentro de los lógicos límites subjetivos del historiador, como debería procederse
248
La última fase de ocupación del Cerro de La Gavia
corresponde a las viviendas trogloditas. Las cuevas
como lugares de habitación permanente, son relativa-
Cueva en Madrid en los años cuarenta
mente comunes en la Península Ibérica, tanto en el Sur,
donde son más abundantes, especialmente en las provincias de Granada y Almería, como en ambas
Mesetas, el Valle del Ebro, Levante, o incluso en las
Baleares, con conjuntos tan destacados como los silos
de Villacañas (Toledo), o las de Guadix (Granada)
(Taracena, 1934). En la Mancha y la Alcarria son bastante comunes y han sido estudiadas con detalle las del
Valle del Tajuña (Ramos, 1947), o diversos aspectos de
las cuevas y silos manchegos.
La ocupación en cuevas en época contemporánea
Existe gran unanimidad al considerar los inicios de
la ocupación de cuevas en los pueblos modernos hacia
mediados del siglo XVIII o poco antes, sobre la base de
la ausencia de menciones al hábitat troglodítico en textos anteriores como las Relaciones de Felipe II, de fines
del XVI, y la profusión de noticias que hay sobre ellas
en las relaciones y catastros del s. XVIII: Tomás López,
Marqués de la Ensenada, Larruga, y posteriormente los
Diccionarios de Madoz y Miñano.
Los relieves de la Alcarria, los valles del Tajuña y
Jarama, y la Mesa de Ocaña, pertenecen a los domi-
La ocupación contemporánea. La guerra civil española y el hábitat en cuevas
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
nios geológicos terciarios, con gran abundancia de
misión de estos últimos es evitar que la lluvia caiga
superficies tabulares y cauces fluviales encajados que
directamente sobre la entrada de la vivienda.
La distribución interna obedece a un esquema
han horadado las mesas calizas y de yesos de los páramos, formando redes intrincadas de cárcavas y barrancos erosionados por la corriente de los ríos, que dejan
en relieve elevados frentes de escarpe.
común a casi todas las cuevas. La entrada da paso a
un vestíbulo, donde se reunía la familia alrededor del
Estas viviendas subterráneas proliferaron a la par
hogar. La cocina estaba emplazada a un lado del vestíbulo y contaba con una chimenea que salía al exterior
que los aumentos de población desde el siglo XVII, constituyendo una solución barata para los más pobres: los
a través del terreno. Las habitaciones se disponían al
interior y no contaban con vanos exteriores. Las pare-
“cueveros”; pero nunca significaron un alternativa a la
des se enjalbegaban periódicamente para dar sensación de luminosidad y por salubridad. Los suelos eran
de tierra apisonada. Este tipo de construcciones presentaba unas buenas condiciones de aislamiento a los
rigores del clima, manteniendo una temperatura estable
en invierno y en verano.
Las viviendas del entorno del Cerro de La Gavia
existían con seguridad desde el siglo XIX, ligadas a los
terrenos agrícolas existentes en torno al Canal del
Manzanares, aunque a partir de los años cuarenta, al
igual que en el resto de la ciudad, proliferó la construcción de cuevas y chabolas.
En muy pocos años después de la Guerra Civil el
número de habitantes asentados aumentó considerablemente. El problema se abordó de forma distinta desde
la Administración. Si para Muguruza, Director General
de Arquitectura, el problema del chabolismo se planteaba como un problema de vivienda, para Bigador, por
el contrario, el problema radicaba en la existencia
misma de los poblados de chabolas. Bigador entendía
que había que impedir el crecimiento de estos focos de
miseria y realojar a los chabolistas en otras áreas.
Además, existía una clara voluntad política de estable-
Cueva en Madrid en los años cuarenta
arquitectura elevada sobre el suelo, sino que fueron un
remedio ante la escasez de recursos de muchos de sus
habitantes. No hay que tomar, por tanto, la cuevavivienda como una adaptación al medio per se, sino
como una solución coyuntural al alcance de la mano,
utilizada en los momentos de auge demográfico por la
gente con menos recursos, tal como ocurrió en los años
20 y 30, hasta la posguerra y la emigración a Francia
y Alemania, que dejó definitivamente vacías las cuevas.
Este tipo de viviendas no responde a esquemas
establecidos, sino que en cada caso va adaptándose a
las necesidades de sus propietarios. Las cuevas se excavan en la base de los taludes. Las cuevas en laderas se
excavan haciendo un corte vertical en la pendiente. El
corte se trasforma en fachada y con la tierra sacada de
la excavación se allana la entrada dejando una explanada delante de la casa. Cuando las dimensiones de la
vivienda lo permiten van añadiendo la leñera, recintos
para animales, etc. Las cuevas cuentan con chimenea
para la evacuación de humos y chimeneas para aireación, y a veces con tejadillos que sobresalen de la parte
superior de la fachada, en unión con el monte. La
Arroyo de los Castrejones o Valdelascuevas, Valle del Tajo.
Colmenar de Oreja. Madrid, 2004
249
Cuevas en los taludes que se abren al Jarama, Titulcia. Madrid, 2004
Risco de las Cuevas. Perales de Tajuña. Madrid, 2005
cer una zona exclusivamente industrial. Se proponía la
creación de ocho núcleos satélites (Peñagrande,
Manoteras, Canillas, San Blas, Vicálvaro, Palomeras,
Villaverde y Carabanchel). Sin embargo, las viviendas
y las casas del entorno del Cerro de La Gavia continuaron ocupadas hasta el comienzo de los años 70. En
esos años se realojó a la mayoría de sus habitantes o
se abandonaron para ir sus pobladores a integrar la
población de Vallecas o Villaverde.
posteriores que, de forma discontinua, llegan prácticamente hasta nuestros días (Catalina, 1891; Moro,
1892; Fuidio, 1934).
J. Pérez de Barradas realizó por los años 40 una
síntesis con la descripción más detallada que existe de
las distintas cuevas del valle del Tajuña, incluyendo
junto a las de Perales, las de la Ermita de los Mártires
en Tielmes, y las del Cerro Cabeza Gorda en
Carabaña. Examinó los materiales publicados anteriormente: Medievales, del Hierro y del Bronce, así
como los que el propio autor pudo encontrar, y llegó
a la conclusión de que: Ni las cuevas artificiales, y en
general la arquitectura rupestre, son elementos característicos de una cultura, ni de una época. Es más bien un
fenómeno biológico de adaptación a las condiciones
del medio ambiente físico (Pérez de Barradas 1943),
Las cuevas protohistóricas
La constatación de una ocupación de la Edad del
Hierro en las cuevas artificiales que se abren en los
frentes de escarpe de algunos de los yacimientos amurallados del Centro de la península, es relativamente
reciente (Urbina, 2002; e.p.), aunque existen indicios
sobre tal ocupación desde antiguo. Pérez de Barradas
escribía en 1926, refiriéndose precisamente al Cerro
de La Gavia: En la ladera existen varias cavidades
excavadas por la mano del hombre en torno a las cuales se han podido recoger ímbrices, ladrillos y restos de
argamasa de época romana.
Era conocido desde mucho antes el Risco de las
Cuevas, en Perales de Tajuña. Esta pared fue
declarada Conjunto Histórico Artístico hace más de
medio siglo y sobre ella se centran los primeros estudios de cuevas artificiales en el Centro peninsular, que
tienen ya más de un siglo (Martín, 1880). Las primeras
noticias desencadenaron una serie de trabajos
250
aunque pensara que lo más razonable era su atribución a la Edad del Hierro, pero a la vista de los materiales mezclados de las diferentes épocas, algunas de
ellas debieron ser habitadas antes y otras reutilizadas
o construidas en época medieval.
Fuidio citó “barro saguntino” (terra sigillata) al pie
de las cuevas de Perales, cerámicas romanas en el
Cerro de Cabeza Gorda, de Carabaña, siguiendo a
J.C. Catalina, y cerámicas ibéricas estampilladas en el
cerro de Titulcia, junto a otras romanas al pie, entre el
río y la senda galiana. No menciona las cuevas,
Cuevas de Los Vascos, que igualmente existen en el
talud del cerro, abiertas al valle del Jarama. S. Valiente
La ocupación contemporánea. La guerra civil española y el hábitat en cuevas
JORGE MORÍN DE PABLOS et alii
citaba que: en los términos municipales de Tielmes,
Perales y Carabaña, junto a las cuevas denominadas
prehistóricas se han hallado gran cantidad de vestigios
correspondientes a la II Edad del Hierro, principalmente fragmentos cerámicos pintados y estampillados
cian de este modo una ocupación, que pudo ser prolon-
(Valiente,1987:123-4).
Guerra Civil ha producido sobre las laderas del Cerro
de La Gavia, las noticias de Pérez de Barradas y el
hallazgo de numerosos materiales arqueológicos procedentes de estas laderas, que fueron adscritos en su día
a una supuesta necrópolis (Blasco y Barrio, 1991),
parecen evidencias suficientes para mantener la hipóte-
Los estudios realizados en los últimos años establecen sin lugar a dudas la adscripción a la Segunda Edad
del Hierro de estas cuevas asociadas a su vez a yacimientos amurallados. Los fragmentos atribuidos sin
género de dudas a los derrumbes de las cuevas, eviden-
gada o alterna, va desde finales del IV o comienzos del
siglo III a.C., a finales del III o comienzos del IV d.C.
A pesar de la fuerte alteración que las viviendas troglodíticas modernas y la excavación de trincheras en la
NOTAS
1 El general de división Sebastián Pozas Perea estaba al mando del Ejército del Centro, encargado de la
defensa de esta región a excepción de la capital, que estaba sujeta al mando de una Junta de Defensa
dirigida por el general Miaja. Entre ambos generales tuvo lugar una sorda lucha por el control de los
recursos militares.
3 Queremos señalar, en este sentido, la iniciativa promovida por los Ayuntamientos de Arganda, RivasVaciamadrid, Morata de Tajuña y San Martín de la Vega para la creación de un “Parque Histórico de la
Batalla del Jarama” en terrenos donde sucedieron importantes acontecimientos históricos ligados a la
defensa de la ciudad.
2 Nos referimos concretamente a la publicación “Paisajes de la Guerra. Nueve itinerarios por los frentes de
Madrid, realizada por Severiano Montero y a la exposición “Escenarios de la Guerra”, ambos financiados por la Comunidad de Madrid en el año 1987.
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La ocupación en cuevas
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251
EL
ACONDICIONAMIENTO DEL
CERRO DE LA GAVIA
EL ACONDICIONAMIENTO DEL
CERRO DE LA GAVIA
ANDRÉS JAQUE OVEJERO*, JORGE MORÍN DE PABLOS**,
AMALIA PÉREZ-JUEZ GIL**, ERNESTO AGUSTÍ GARCÍA**,
MARTA ESCOLÁ MARTÍNEZ** Y MERCEDES SÁNCHEZ GARCÍA-ARISTA**
L
* Andrés Jaque Arquitectos
Duque Fernán Núñez, 2 2º 1 – 28012 MADRID;
Correo electrónico: oficina@andresjaque.com; www.andresjaque.com
** Dpto. de Arqueología, Paleontología y Recursos Culturales de Auditores de Energía y Medio
Ambiente, S.A.;
Avda. Alfonso XIII, 72 – 28016 MADRID;
Correo electrónico: jmorin@audema.com
a construcción de la L.A.V. Madrid-Frontera
Francesa, subtramos 0 y I, ha permitido plantear el estudio de diferentes yacimientos afectados por la traza. Entre todos ellos destaca, por su
importancia, el yacimiento de la II Edad del Hierro del
Cerro de La Gavia. Las excavaciones, con una extensión
de 4.000 m2, han sacado a la luz cuatro fases de ocupación diferentes: Paleolítico, II Edad del Hierro,
Tardoantigüedad y Guerra Civil Española. No obstante,
la construcción de toda una serie de infraestructuras
ferroviarias y viarias alrededor del yacimiento, implicaron la completa desnaturalización del yacimiento y su
entorno, y la reducción del sitio a los vestigios arquitectónicos del asentamiento principal. De ahí, que surgiera
la cuestión sobre la oportunidad de la conservación del
mismo. Sin embargo, la importancia histórica del Cerro
de La Gavia es de tal magnitud, que la Dirección General
de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid, en
colaboración con los codirectores de la excavación y
contando con el apoyo del GIF ( Gestor de
Infraestructuras Ferroviarias), decidieron finalmente con255
Planta y perfil con el cambio de talud para evitar la destrucción del Cerro de La Gavia
256
El acondicionamiento del Cerro de La Gavia
ANDRÉS JAQUE OVEJERO et alii
servar el sitio, modificando el trazado de la vía del
cambio de inclinación del talud, de 1/1 a 1/3, permi-
ferrocarril. El proyecto de conservación y acondicionamiento del Cerro de La Gavia es sin duda una valiente
tió conservar la totalidad de los restos descubiertos en
e interesante apuesta que intenta conciliar los vestigios
decisión supuso lógicamente la alteración de la topografía de la ladera Este, que quedó convertida en el
del pasado y las necesidades del presente.
el Sector A, el más importante del yacimiento. Esta
talud de la línea ferroviaria.
LA
CONSERVACIÓN DEL YACIMIENTO
Como se ha mencionado, las excavaciones arqueológicas en el Cerro de La Gavia permitieron documentar y conocer mejor un importante poblado de la II
Edad del Hierro. Se trata de un asentamiento único,
situado a escasos kilómetros de la ciudad de Madrid
que, por otra parte, no ha conservado ninguno de sus
yacimientos de época protohistórica. Esta circunstancia
posibilitó que el Gestor de Infraestructuras Ferroviarias
(G.I.F.), a instancias de la Dirección General de
Patrimonio de la Comunidad de Madrid, desarrollase
una alternativa que permitiese compatibilizar la conservación del enclave y la construcción de la L.A.V. El
El asentamiento ha quedado así, conservado sobre
una pequeña península rodeada de las infraestructuras
contemporáneas, lo que habrá de tenerse en cuenta a
la hora de plantear el proyecto de interpretación y
acondicionamiento.
Los trabajos de conservación de los restos se dividieron en dos fases: salvamento y consolidación de las
estructuras in situ.
El salvamento
El trazado de la Línea de Alta Velocidad MadridFrontera Francesa, a su paso por Vallecas (Madrid), en
concreto entre los P.K. 8+500 y 8+700 afectaba al
Cerro de La Gavia. Como ya se ha señalado, el proyec-
Fotografía aérea con las trincheras y las viviendas adosadas al Cerro de La Gavia, antes de la construcción de la L.A.V.
257
por erosión habían ido deslizándose paulatinamente
por las laderas. En este sentido, hay que señalar que la
ladera Este se encontraba muy alterada, ya que en los
años posteriores a la Guerra Civil (1936-1939) se ubicaron allí las entradas de más de una decena de viviendas trogloditas que durante su construcción cercenaron
la topografía original del cerro.
Por otro lado, el abandono de ese hábitat a finales
de los años sesenta supuso que las bocas de las casas
Foto aérea del Cerro de La Gavia donde se aprecia la destrucción de
parte del yacimiento por la L.A.V. Madrid-Sevilla
Detalle de los trabajos de desmonte
to original presentaba un talud (1/1) que ocasionaba
la destrucción de, al menos, la mitad del poblado.
Tras la visita de inspección de los técnicos arqueólogos de la Dirección General de Patrimonio de la
Comunidad Autónoma de Madrid, D. Antonio Méndez
Madariaga y Dña. Pilar Mena Muñoz, se decidió respetar el asentamiento. Esto obligó a modificar el talud
original del proyecto y a realizar toda una serie de
actuaciones para conservar los restos excavados.
Todos los trabajos realizados por parte de la
empresa constructora (ACS) fueron supervisados por un
equipo de arqueólogos, así como por el equipo técnico
propio de la empresa adjudicataria. La parte del cerro
que ha sido destruida por la construcción del nuevo
talud no contenía restos arqueológicos, ya que previamente se habían planteado diversos cortes de excavaciones manuales. Sobre las laderas se encontraban
parte de los derrumbes de los alzados del poblado que
258
se cegasen mediante la utilización de máquinas retroexcavadoras, circunstancia ésta que lógicamente afectó
de nuevo a la topografía original del cerro. Sin embargo, con la vigilancia arqueológica de los trabajos de
construcción del nuevo talud se pretendía comprobar
que no existían nuevos restos arqueológicos o evidencias de una mayor extensión del poblado que pudiera
verse afectados por la construcción del nuevo talud.
Otra de las modificaciones necesarias realizada
por la empresa encargada de la ejecución del proyecto atañe a la cuneta de guarda, que originariamente se
extendía más allá del talud y que en la actualidad ha
quedado suprimida por afectar a los restos arqueológicos exhumados en las excavaciones en extensión.
Finalmente, se decidió eliminar el vallado en la parte
Este para evitar que el mismo afectase a las estructuras
exhumadas.
Por último, señalar que la afección mayor a la integridad del yacimiento se produjo en la década de los
años 90 de pasado siglo XX con la construcción de la
L.A.V. Madrid.-Sevilla, cuando se destruyó parte del
yacimiento.
Consolidación
Si bien en la primera fase se trató todo lo relacionado con el salvamento del yacimiento, fue en esta
segunda fase cuando se abordó todo lo relacionado
con la consolidación de los restos inmuebles localizados en el transcurso de la excavación arqueológica
En primer lugar, se consideró necesario acometer
una rigurosa documentación de los restos exhumados.
Esta documentación se elaboró en la campaña de excavación sistemática y permitió aprovechar parte de la
misma para esta fase de consolidación. Así, el Diario
de Excavación y las fichas de Unidades Estratigráficas
se acompañaban de una serie de fichas de Elemento
arquitectónico, en las que, además de una descripción
completa de las estructuras se adjunta toda la documen-
El acondicionamiento del Cerro de La Gavia
ANDRÉS JAQUE OVEJERO et alii
tación gráfica complementaria. Previamente se había
realizado, a escala 1:20, toda la planimetría del yacimiento y los alzados de los paramentos y perfiles. En
cuanto a la documentación gráfica, se disponía de fotografías en formato digital, papel y diapositivas que
facilitan la identificación de los elementos a consolidar.
Posteriormente, y entre los propios trabajos de consolidación, se procedió a la limpieza superficial de los
suelos y estructuras, así como la desherbización mecánica de toda la vegetación aparecida una vez acabada la fase de excavación, teniendo especial cuidado a
la hora de desenraizar la vegetación, ya que gran
parte de la misma aparece adherida a las estructuras.
Se nos facilitó por parte de la empresa constructora,
personal especializado para la ejecución de dicha
labor junto con el material técnico necesario.
Un aspecto a tener en cuenta es que en ningún
momento se propuso la utilización de biocidas en esta
fase previa de consolidación, puesto que en un futuro
próximo imposibilitaría la recogida de muestras de
pólenes para su análisis. Será en la fase de restauración cuando tratemos la superficie de muros y suelos
con estos productos químicos.
Una vez quedó limpia la superficie del yacimiento,
fue el momento de proceder a la consolidación de los
muros.
En primer lugar, se actuó sobre los alzados fabricados en adobes por ser éstos los más delicados debido a
su composición arcillosa y a su elevada fragilidad ante
los agentes climáticos, la acción antrópica así como
Vista de los encofrados
Vista de las cubiertas
ante el deterioro provocado por la fauna autóctona.
El plan de protección de estos paramentos de
adobe consistió en entibar los muros con un encofrado
de tableros de madera que se colocó a 10 cm de la
estructura y superó en, al menos 20 cm., la altura del
mismo. Una vez terminado el encofrado con maderas y
su apuntalamiento con tablones y gavillas, se procedió
al relleno con arlita hasta cubrir por completo el muro.
La arlita es un material granuladocompuesto por arcilla
expandida de pequeño tamaño, muy ligero y poroso.
Este material de relleno permite que el muro de adobes
quede protegido sin sufrir ninguna tensión mecánica
además de facilitar la absorción de humedades.
La cubierta de la caja se realizó con Uralita plástica o similar a una o dos aguas para evitar que parte
de las precipitaciones penetren en el interior del
encofrado.
Protección de los desniveles de la calle
259
Otra zona a consolidar fue la calle que cruza el
poblado de Norte a Sur adaptándose a la topografía
del cerro. Para salvar la pendiente pronunciada que
muestra en dirección Sureste, el nivel de la vía presentaba una serie de cambios de nivel, aproximadamente
de 30-40 cm cada uno de ellos, que le conferían un
aspecto aterrazado. Son estos escalones los que se
apuntalaron con unos tablones de madera para evitar
que se produjeran desplomes de tierra con el agua
de lluvia.
Una vez finalizados los trabajos de encofrado de
las estructuras más delicadas y de los desniveles de la
calle, se procedió a la consolidación de los muros. Para
ello se elaboró un mortero tipo M-20b compuesto por
cemento, cal, arena y tierra del yacimiento con sus áridos en proporción 1/2/5/5. Los productos empleados
fueron:
Ò Cemento: Pórtland P-250 o su equivalente “puzolánico” por ser más plástico.
Ò Cal: Aérea apagada del Tipo II.
Ò Arena: Natural (de río o mina), de grano redondo
poliédrico no superior a 5 mm con un valor de
impurezas no superior al 2%.
Con ello se buscaba conseguir una masa con una
gama cromática lo más similar al color que presentan
las arenas del entorno para que la consolidación estuviera en consonancia con los materiales constructivos
utilizados originariamente y que el impacto visual fuese
el mínimo.
El mortero se amasó en hormigonera, batiendo por
encima del minuto hasta conseguir la uniformidad
necesaria. Únicamente se aplicó bajo aquellas piedras
que, conociendo su situación original, se encontrasen
desprendidas durante el proceso de excavación
arqueológica.
Todas las estructuras quedaron cubiertas con fibra
geotextil con el fin de preservarlas de los agentes externos. Elegimos este material, compuesto por filamentos
Proceso de consolidación de estructuras
260
de propileno, gracias a que es permeable (permite
transpirar a las estructuras), incorruptible, adaptables a
la forma de los paramentos e inalterable ante los agentes físico-químicos.
Para terminar el proceso de consolidación, los suelos se cubrieron con materiales inertes. Se utilizó grava
y zahorra para diferenciar los espacios de las viviendas de las vías de comunicación, además de facilitar
así la comprensión de la distribución del poblado,
El acondicionamiento del Cerro de La Gavia
ANDRÉS JAQUE OVEJERO et alii
Detalle cubrición muros con geotextil y suelos con grava y zahorra
potenciando su aspecto didáctico. Por otro lado, grava
y zahorra dificultan el crecimiento de plantas y favorecen el drenaje del agua de lluvia.
Posteriormente, se procedió a un “sembrado” de
elementos metálicos (hierro y bronce) para impedir el
uso de detectores de metales en el supuesto que futuros
expoliadores traspasen el vallado metálico.
Por último, el cerro quedó perfectamente vallado
para impedir el acceso incontrolado a la zona excavada. En este sentido, se ha notificado la situación del
yacimiento al Servicio de Protección de la Naturaleza
de la Guardia Civil y al Comandante Antonio Cortés
Ruiz, responsable del grupo de Patrimonio Histórico de
la Unidad Central Operativa, con el fin de establecer
Vista de los suelos del yacimiento con los dos tipos de gravas
261
Vallado del yacimiento
diferentes operativos de vigilancia de tipo disuasorio
que impidan la presencia de clandestinos.
Agentes externos que afectan a la conservación del
yacimiento
Hay una serie de factores o agentes externos que
afectan negativamente en la conservación de los restos
localizados durante la excavación. Uno de los más perjudiciales son las condiciones medioambientales, y en
concreto, la lluvia. El agua de lluvia puede llegar a erosionar los muros y de una forma más acentuada la cara
oeste de los mismos, ya que es la dirección dominante
de los chubascos en el área de Madrid. Posteriormente,
el agua de lluvia, transformada en agua de escorrentía,
puede provocar la disolución de los cimientos en el
caso de que no exista un drenaje adecuado. Este no es
el caso del yacimiento del Cerro de La Gavia, puesto
que se encuentra en un terreno formado por yesos masivos. Se trata de un suelo kárstico en el que el agua de
lluvia provoca la disolución del carbonato cálcico las
calizas al filtrarse lentamente. Este proceso ha formado
una serie de cuevas y grutas que perforan todo el entorno. Por todo esto podemos afirmar que el yacimiento
dispone de un drenaje natural que hace innecesaria
cualquier actuación en este sentido. Tampoco es preocupante la absorción de humedad por capilaridad
debido a que el nivel freático se encuentra muy por
debajo de la cota del yacimiento.
Otro factor a tener en cuenta son los cambios bruscos de temperatura que presenta un clima continental
262
Vallado del yacimiento
como el que distingue a los inviernos madrileños,
caracterizados por fuertes heladas nocturnas y subidas
de temperatura al mediodía. Este proceso afecta en
concreto a los materiales más porosos, como pueden
ser los adobes, yesos, etc. que se ven expuestos a
microtensiones provocadas por el cambio de volumen
que experimenta el agua helada. En nuestro ejemplo,
hemos decidido cubrir los paramentos de adobe con
arlita con el fin de paliar en la medida de lo posible los
efectos térmicos.
Otro elemento evidente es el biodeterioro, principalmente en las zonas de umbría y en las áreas donde
se produzcan retenciones de agua. En este sentido, el
entorno del yacimiento presenta una vegetación gipsófila adaptada a los suelos con alto contenido en yeso y
a las condiciones climáticas extremas. Debido a la
inexistencia de plantas arbustivas que desarrollen raíces a gran profundidad, no es un factor alarmante,
razón por la que, y como ya hemos indicado anteriormente, no es aconsejable el uso de biocidas hasta la
El acondicionamiento del Cerro de La Gavia
ANDRÉS JAQUE OVEJERO et alii
fase de restauración del yacimiento. Se incluye una
serie de imágenes con la vegetación que muestran las
zonas excavada en el plazo de un año.
La acción antrópica es uno de los factores más peligrosos para la conservación del yacimiento. En nuestro
caso, ya hemos experimentado la visita de clandestinos
que, con la ayuda de detectores de metales, destruyen
el poblado.
A estas acciones execrables de expolio hay que
sumarle todo lo relacionado con el mundo de la actividad cinegética. La legislación actual (según información facilitada por el propio cuerpo de la Guardia
Civil) permite el uso para estas actividades todos los
jueves, domingos y festivos de la C.A.M. Esto ocasiona
que sea frecuente encontrar todo tipo de cartuchos, provocando una degradación visual, además del deterioro
asociado a la práctica de este deporte. El vallado del
cerro y la correcta actuación del Servicio de Protección
de la Naturaleza (SEPRONA) y del Grupo del
Patrimonio Histórico de la U.C.O. pondrá fin a estos
lamentables episodios.
El último factor destacable es la acción de algunos
animales como roedores (conejos, liebres, topos, etc.)
que excavan sus madrigueras bajo los muros aumentando su debilitamiento.
EL
Detalle de vegetación
ACONDICIONAMIENTO DEL CERRO DE LA GAVIA
En estos momentos, la Dirección General de
Patrimonio, el equipo de excavación y el estudio de
arquitectura de Andrés Jaque Ovejero, de acuerdo con
el G.I.F., está desarrollando un proyecto de acondicionamiento del sitio, cuyos planteamientos generales adelantamos en las próximas líneas.
El planteamiento expositivo
En primer lugar, la filosofía de la que se parte es la
de la necesidad de contar la historia de un asentamiento que se desarrolló indisolublemente unida a un entorno que ha desaparecido. Esta desnaturalización del
sitio hace que tengamos que prestar una atención especial a la contextualización del mismo, para evitar que
éste se entienda como un islote ajeno a su medio. La
contextualización habrá de realizarse antes de comenzar la visita, en el área de acogida y con cualquier
mecanismo audiovisual que sitúe el Cerro de La Gavia
en su medio natural originario.
Detalle de las estructuras destrozadas por clandestinos
En segundo lugar, la existencia de varias fases de
ocupación obliga a la selección de los restos mejor conservados y más representativos para su visita pública,
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Vista de la propuesta de acondicionamiento
sin olvidar que el resto de las fases constructivas del
asentamiento tienen que estar reflejadas en el área de
acogida y en la documentación escrita.
ja de mantener la visión actual de la única ladera que
queda sin modificar, que es además la que ofrece una
mejor panorámica. Por otra parte, incluimos en el pro-
Por lo demás, el acondicionamiento del Cerro de La
Gavia se plantea como una oportunidad de convertir
un sitio arqueológico en un aula de conocimiento de la
protohistoria de Madrid desde el punto de vista tanto
cultural como natural. El proyecto museográfico sigue
los patrones tradicionales de acceso, área de acogida,
itinerario rígido, etc. Todo ello queda reflejado en la
fotografía adjunta.
Para el área de acogida se propone aprovechar los
restos arqueológicos de la segunda línea republicana
para la defensa de Madrid, una especie de búnker que
se construyó a media ladera del cerro para proteger el
acceso a la capital. Esta solución implica una alteración mínima en la topografía del cerro y tiene la venta-
yecto de conservación un vestigio de gran valor histórico, evitando su degradación e integrándolo en el proyecto de conservación global y difusión patrimonial.
Este espacio servirá para el control de las visitas,
exposición sobre el contexto histórico del yacimiento y
del medio ambiente de la zona, espacio para proyección de recursos audiovisuales (diaporamas, videos,
etc.), punto de venta, servicios, etc. En resumen, dicho
espacio se concibe como un centro de interpretación
del entorno natural e histórico del yacimiento. Su importancia fundamental radica en la necesidad de dotar de
referencia espacial e histórica a un yacimiento localizado hoy en un entorno completamente diferente al que
existía en el momento en que surgió. La capacidad de
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El acondicionamiento del Cerro de La Gavia
ANDRÉS JAQUE OVEJERO et alii
esta área de dotar de referente contextual será uno de
los éxitos del proyecto.
En cuanto a la visita del yacimiento, se plantea
como un itinerario rígido a través de pasarelas superpuestas a los vestigios arqueológicos. Esto permite a la
vez la buena conservación de las estructuras inmuebles originales y el acceso a personas discapacitadas.
Las calles del poblado servirán como eje principal de
la visita, que se estructura rítmicamente con el acondicionamiento de puntos de información sobre los más
relevantes.
Por último, la musealización del yacimiento contempla la reconstrucción de algunas de las viviendas,
siguiendo las pautas ofrecidas por la arqueología experimental. Esta reconstrucción persigue una doble finalidad: por una parte, profundizar en el conocimiento técnico y constructivo del período de la II Edad del Hierro
en la Península Ibérica; por otra, ofrecer al visitante una
referencia volumétrica de los espacios construidos y su
relación con el entramado urbano del asentamiento.
Estas viviendas estarán acondicionadas para su visita
interior con distintas estancias y ambientes, y se podrán
realizar en ellos talleres (tejido, molienda, alfarería,
etc.) El yacimiento se convierte así en un recurso didáctico de incalculable valor, enseñando sobre nuestro
pasado y sensibilizando sobre la necesidad de proteger
los frágiles y no renovables vestigios arqueológicos.
El resto del sitio se mantendrá sin reconstruir, ofreciendo, tras su consolidación, el aspecto de “ruina a
cielo abierto”.
La riqueza del entorno natural del yacimiento, páramo y vega del río Manzanares, permite plantear itinerarios externos que permitan valorar en su justa medida
el medio natural. El contenido de este itinerario
incluiría desde los aspectos físicos (río, vega, hábitat
fluvial, de ribera, cantiles de yeso, estepa cerealística,
etc.), aspectos animados (flora y fauna), la integración
Hombre-Naturaleza, así como los aspectos
culturales ligados al yacimiento arqueológico del
Cerro de La Gavia..
Como conclusión queríamos apuntar el hecho de
que nuestro proyecto nació de una excavación llevada
a cabo con anterioridad a las obras y contemplada en
la política de protección del patrimonio arqueológico y
paleontológico, no como una excavación de urgencia,
todo ello unido a la construcción de una infraestructura
viaria. Sin embargo, el planteamiento que tuvimos
desde el primer momento no fue el de desenterrar unos
vestigios materiales para volverlos a enterrar entre
pilas de archivos o bolsas de almacenes de museos.
Desde el principio, abordamos esta tarea, con la clara
convicción de que cualquier intervención arqueológica,
del tipo que sea, debe siempre plantearse como un
estudio científico del sitio que se excava, lo que conlleva, además de la interpretación del yacimiento, el análisis de otros restos materiales y la publicación de los
resultados. La excavación del Cerro de La Gavia ha
sido eso y mucho más, gracias a la colaboración y al
buen entendimiento de todas las partes implicadas en
el proceso.
El proyecto del centro de interpretación
El proyecto de construcción del centro de interpretación y acondicionamiento del yacimiento arqueológico del Cerro de La Gavia, actualmente está en proceso
de elaboración. Se adelantan aquí algunas líneas de
los planteamientos del mismo. El centro de interpretación incluye:
Ò Rampa de acceso suspendida 270 m2.
Ò Control de acceso y venta de entradas, oficina de
gestión y vigilancia. 15 m2
Ò Espacio expositivo. Dividido en tres salas: territorio,
urbanismo y formas de vida. 80 m2
Ò Aulas-taller multifuncionales [2].80 m2
Ò Aseos [2 múltiples] 30 m2
Ò Aseo-vestuario de personal 10 m2
Ò Pérgola de espera junto a venta de billetes 20 m2
Ò Pérgola junto a aulas-taller 50 m2
Ò Pérgola y plataforma hidro-expendedoras y vending,
en salida espacio expositivo y acceso a aseos.
30 m2
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Ò
Pradera-graderío [para presentaciones y pic-nic]
70 m2
Ò Pradera de acceso 20 m2
Ò Recorrido en el yacimiento 300 m2
Total espacios cerrados: 215 m2
Espacios exteriores urbanizados: 420 m2
Superficie pérgola: 100 m2
Rampa suspendida: 270 m2
Cerramiento perimetral: 307 m
El desnivel de 22 metros entre el punto de acceso
posible al Cerro de La Gavia y el yacimiento hace
necesario pensar en una solución de acceso adaptada
a personas con diferentes posibilidades de movimiento.
De las alternativas estudiadas se ha considerado adecuado optar por el acceso en rampa de baja pendiente en ladera Sur, que no dependa del funcionamiento
de instalaciones mecánicas.
El recorrido de la rampa de acceso, con un desarrollo próximo a los trescientos metros, ha sido pensado como un promenade informativo incorporando, con
un carácter secuencial, la mayor parte del tratamiento
museístico. La rampa actuará también como un sistema
de miradores del paisaje lejano que, dotados de elementos de información específica, permitirán a los visitantes releer el paisaje y rescatar en él información útil
para la interpretación del yacimiento.
La incorporación de una escalera para la circulación del personal, permite, pese a la extensión programática en torno a la rampa, una eficiente organización
de usos por niveles y una rápida conexión entre usos
diversos, reduciendo el número de empleados necesarios para gestionar y vigilar el centro.
En el desembarco de la rampa en la parte superior
del cerro, bajo la pérgola de hidro-expendedoras y
vending se concentra el acceso al yacimiento, a las
aulas-taller y a los aseos compartidos. De esta manera
tanto los aseos, como los equipos de agua y vending
dan servicio simultáneamente a los visitantes del yacimiento y a los usuarios de las aulas-taller.
Las aulas-taller han sido diseñadas como espacios
multifuncionales de compartimentación modificable,
mediante paneles móviles de fácil manipulación que
prolongan el espacio interior en una superficie exterior
protegida por pérgola de sombreado y con un tratamiento de pavimentación blanda.
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El acondicionamiento del Cerro de La Gavia
ANDRÉS JAQUE OVEJERO et alii
Vista de la propuesta de acondicionamiento
En el extremo Sur del cerro se dispone una laderagraderío construida con elementos de bajo impacto que
permiten el crecimiento controlado de especies herbáceas, consolidando una superficie adecuada para su
uso como anfiteatro natural. Este elemento cumple también una doble función de amortiguación paisajística,
como pantalla sonora y barrera visual de a la M-45.
Toda la edificación queda por debajo de la cota de
suelo del yacimiento, sin causar por tanto ningún tipo
de impacto visual durante la visita a los restos
arqueológicos.
Por último, la totalidad de la superficie de cubiertas
ha sido diseñada como superficie de recogida de agua
de lluvia y captación de energía solar y eólica para
completar las necesidades del centro y minimizar sus
consumos.
La totalidad del perímetro del yacimiento, incluyendo las nuevas zonas de excavación contará con un
cerramiento mixto mediante tres tipos de elementos:
setos vegetales de especies autóctonas de escaso mantenimiento, cerramientos metálicos y fosos ocultos [en
los puntos de mayor impacto visual]. El objetivo es contar con un cerramiento camuflado, que garantice el
control del acceso al recinto y la seguridad de
los visitantes.
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Vista de la propuesta de acondicionamiento
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El acondicionamiento del Cerro de La Gavia
ANDRÉS JAQUE OVEJERO et alii
CENTRO DE INTERPRETACIÓN. YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO LA GAVIA. FICHA TÉCNICA
ANDRÉS JAQUE,
JULIO 2004
ARQUITECTO
COLABORADORES
Jorge Ruano
Luigi Ligotti
Pedro Correia
Teresa del Pino
Herminia Vegas
ESTRUCTURAS
Belén Orta
INSTALACIONES
Nieves Plaza
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ESTE
LIBRO SE TERMINÓ DE IMPRIMIR EL
24
DE JUNIO DE
2005,
FESTIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA
MUSEO DE SAN ISIDRO
ÁREA DE LAS ARTES