NORA CORTIÑAS
CADA AMANECER SE RENUEVA LA LUCHA, SIN BAJAR LOS BRAZOS
Llevamos más de 45 años de andar, de buscar, de levantar las banderas de los 30.000. Caminamos más lento, es cierto, muchas madres y abuelas ya no están, pero nos empuja la fuerza de las nuevas generaciones. La memoria no se apaga, la verdad es nuestro grito repetido a diario, la justicia una deuda que debe saldarse. Los 40 años del retorno a la democracia representan una verdadera conquista que debemos cuidar entre todas y todos. Hoy como ayer, cada amanecer se renueva la lucha, sin bajar los brazos.
Retomamos las banderas de lucha de nuestros hijos y de nuestras hijas, podemos decir que nos “parieron” a nosotras. Así, en este largo camino que nunca se detuvo, fuimos absorbiendo y asumiendo esa parte de compromiso y entrega que supieron transmitirnos, y la valentía y la solidaridad que es un bien innato.
Año a año, es imprescindible seguir marcando a fuego, movilizados, cada 24 de marzo, en recuerdo a aquel nefasto día de 1976. Es la oportunidad de renovar la condena a la dictadura cívico-militar en Argentina, a lo que fue un eslabón más de la serie de golpes de Estado en América del Sur en los años 50, 60 y 70 del siglo pasado, digitados desde Washington y la Escuela de las Américas en Panamá.
El saldo del plan sistemático de represión en nuestro país es bien conocido: 30 mil mujeres y hombres detenidos-desaparecidos, arrancados de sus familias, de sus trabajos, de su militancia gremial o política; miles de asesinados, encarcelados, desterrados; medio millar de bebés apropiados de sus madres cautivas, embarazadas, la mayoría a la espera de encontrar su verdadera identidad, como sí lo han conseguido 132 fruto de la incansable búsqueda de las Abuelas de Plaza de Mayo.
En lo personal, me sumé a las rondas iniciadas el 30 de abril de 1977 en torno a la Pirámide de la Plaza de Mayo en Buenos Aires para reclamar por mi hijo Gustavo, militante político secuestrado el 15 de abril de 1977; él estudiaba, empezó su activismo junto al cura Carlos Mugica en la Villa 31. Desde entonces, codo a codo con otras mujeres coraje, nos convertimos en madres de todas y de todos, de 30.000 jóvenes llevados en la noche más oscura de la historia contemporánea argentina.
La primera ronda fue un sábado, luego elegimos el jueves porque, según una madre, en la tradición popular los días que se escriben con R traían mala suerte; entonces quedaba sólo lunes y jueves. Lunes imposible, nosotras teníamos tareas pendientes del fin de semana. Entonces fue jueves a las 15.30 por ser el momento de mayor concentración de gente a la salida de las oficinas en el centro porteño. Allí nos pueden seguir viendo y acompañando en la ronda solo interrumpida por la pandemia del covid-19.
Nuestra lucha, rodeada del calor de nuestro pueblo, fue muy difícil en sus inicios. A las primeras madres nos unió el dolor, la angustia, la incertidumbre, el no saber dónde están, por qué se los llevaron. No toleraron que hayamos salido a las calles con nuestros pañuelos blancos en la cabeza, nos cerraron muchas puertas, nos trataron de “madres terroristas”, un dictador nos llamó “las locas de Plaza de Mayo”, nos persiguieron y se llevaron a tres de nuestras compañeras, los días 8 y 10 de diciembre del 77, Azucena Villaflor de Devincenti, Mary Ponce de Bianco y Esther Ballestrino de Careaga junto a las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domont y a un grupo de militantes de los derechos humanos, víctimas del genocida Alfredo Astiz y su banda de secuestradores de la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA). Honramos a nuestra compañeras a cada paso que damos porque pusieron el cuerpo en tiempos de la más brutal represión.
La búsqueda de la verdad está asociada no solo a los juicios a los represores (lentos, incompletos, parciales, tardíos), también a la búsqueda de los restos de los desaparecidos. Los huesos hablan, acusan, cierran heridas, abren nuevos caminos de lucha, alimentan la memoria. Es importante destacar ahí la tarea del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), en lo científico y también en lo humano, en el acompañamiento a cada familia en su búsqueda y al momento de la identificación de un hijo o una hija.
A 47 años del golpe de 1976, a 40 años de la recuperación de la democracia, las Madres seguimos firmes acompañando las luchas populares arropadas por el calor y el cariño de chicos y chicas que han retomado la antorcha de los 30 mil y siguen clamando por memoria, verdad y justicia.
NORA CORTIÑAS
INTEGRANTE DE MADRES DE PLAZA DE MAYO LÍNEA FUNDADORA DE ARGENTINA