SIN LÍMITES
MATAR AL PAPA
Karol Józef Wojtyla, el futuro Juan Pablo II, nacido en el seno de una familia católica de la localidad de Wadowice (el 18 de mayo de 1920), encontró tarde la vocación. De hecho, estuvo estudiando en la Universidad de Cracovia y llegó a enamorarse de una joven judía llamada Ginka Beer –entre otras breves relaciones sentimentales que mantuvo, como la actriz Halina Królikiewicz, compañera suya en el grupo teatral Rapsódico de Cracovia.
Pero su futuro se vio truncado por el terremoto que invadió Europa a partir de 1939, fecha en la que los nazis invadieron Polonia y que supuso el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y de las atrocidades antisemitas del Tercer Reich. Durante la contienda, el joven Wojtyla perdió a su padre, un suboficial del ejército polaco, y se vio obligado a dejar sus estudios y a refugiarse para evitar la deportación a Alemania.
Fue entonces cuando comenzó a tomarse en serio la posibilidad de hacerse sacerdote. En la decisión influyó un extraño personaje llamado Jan Leopold Tyranowski, un sastre polaco ultranacionalista y con ciertos desvaríos de visionario que ejerció como guía espiritual del joven Wojtyla, que por entonces tenía tan solo veintiún años, invitándole a leer la obra de algunos místicos como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Ávila.
Cinco años después, en noviembre de 1946 (tras la liberación del país por parte de los ejércitos rusos), fue nombrado sacerdote por el cardenal Adam Stefan Sapieha, arzobispo de Cracovia y fundador del seminario clandestino en el que se formó Wojtyla.
Desde entonces, y como sucedió con su ascenso por la jerarquía eclesiástica fue incesante. En 1948 fue nombrado vicario en la parroquia de Niegowic. En 1958 fue nombre obispo de Ombi por (tras estudiar Teología en Roma) y en 1962 formó parte activa del Concilio Vaticano II. Dos años más tarde, en 1964, fue ascendido a arzobispo de Cracovia; y, finalmente, en 1967, se convirtió
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