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Episodios republicanos: Apuntes sobre religión y política en la Segunda República (1931-1936)
Episodios republicanos: Apuntes sobre religión y política en la Segunda República (1931-1936)
Episodios republicanos: Apuntes sobre religión y política en la Segunda República (1931-1936)
Libro electrónico386 páginas5 horas

Episodios republicanos: Apuntes sobre religión y política en la Segunda República (1931-1936)

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Información de este libro electrónico

Antonio Fontán presenta una visión panorámica de los acontecimientos históricos —y sobre todo políticos— que culminaron en la proclamación de la Segunda República española.

La experiencia vivida por el autor y su hondo conocimiento acerca de la realidad política española desde la Transición hasta nuestros días, ofrecen una interesante y aguda interpretación de los antecedentes políticos y culturales, hoy oscurecidos por el tiempo, y ayudan a comprender mejor la actualidad política en España.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 oct 2021
ISBN9788432159985
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    Aun interesante, por tanto cuenta algunos episodios vividos en primera persona o por fuentes cercanas, no resulta una gran obra. Precisamente por no aportar nada nuevo, realmente significativo y tampoco tener un carácter sistemático. Creo que son una serie de notas, que pueden tener cierta brillantez en apreciaciones particulares, pero que la Fundación ha ordenado de forma errónea y poco clara; con ello han dado al traste al libro, que resulta profundamente tedioso aun para personas conocedoras de los episodios históricos relatados, poco claros y a la vez bastante carentes de orden cronológico o taxonómico.

Vista previa del libro

Episodios republicanos - Antonio Fontán Pérez

ANTONIO FONTÁN

Episodios republicanos

Apuntes sobre religión y política en la Segunda República (1931-1936)

EDICIONES RIALP

MADRID

© 2021 by Fundación Studium

© 2021 de la edición realizada por EDUARDO FERNÁNDEZ y MARÍA TAPIAS

by EDICIONES RIALP, S. A.,

Manuel Uribe, 13-15, 28033 Madrid

(www.rialp.com)

Entidad colaboradora:

Fundación Marqués del Guadalcanal

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Realización eBook: produccioneditorial.com

ISBN (versión impresa): 978-84-321-5997-8

ISBN (versión digital): 978-84-321-5998-5

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

HISTORIA DE UN MANUSCRITO

NOTA INTRODUCTORIA

EPISODIOS REPUBLICANOS (1931-1936)

I. El final de la monarquía

El GOBIERNO BERENGUER

LAS FUERZAS EN PRESENCIA

PROGRAMAS ACADÉMICOS PARA UNA SITUACIÓN CRÍTICA

LA ACCIÓN REVOLUCIONARIA. LOS SUCESOS DE JACA Y CUATRO VIENTOS, Y EL MITIN DE LAS SALESAS

NOTAS COMPLEMENTARIAS

II. Los intelectuales y la izquierda burguesa

LA BATALLA DE LAS IDEAS Y EL PROCESO REVOLUCIONARIO ESPAÑOL

LOS INTELECTUALES ACATÓLICOS Y LOS ORÍGENES DE LA INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA

LOS OTROS GRUPOS Y EL ALCANCE DE LA ACCIÓN DE GINER

EL PAPEL DE ORTEGA

INTELECTUALES, PRENSA Y ATENEO

EL SOL Y EL ATENEO DE MADRID

LOS REPUBLICANOS DE ABRIL

NOTAS COMPLEMENTARIAS

III. Socialistas y anarcosindicalistas

UGT Y CNT EN 1930 Y 1931

LAS ASOCIACIONES OBRERAS CATÓLICAS Y EL SINDICATO LIBRE

EL MOVIMIENTO OBRERO ESPAÑOL Y LA INTERNACIONAL

SOCIALISTAS Y ANARQUISTAS FRENTE A FRENTE

LOS SOCIALISTAS ANTE LA III INTERNACIONAL Y LA DICTADURA

LA POLÍTICA ANTIRRELIGIOSA

EL COMUNISMO A LAS PUERTAS

NOTAS COMPLEMENTARIAS

IV. Políticos y organizaciones católicas

MANIFESTACIONES CATÓLICAS DEL REINADO DE ALFONSO XIII

LOS GRUPOS POLÍTICOS DEL CATOLICISMO TRADICIONAL

EL CATOLICISMO SOCIAL Y LOS PRINCIPIOS DE LA ACCIÓN CATÓLICA

LAS ORGANIZACIONES ANTIGUAS Y EL LLAMAMIENTO DE PÍO XI: FUNDACIÓN DE LA ACCIÓN CATÓLICA

LA ASOCIACIÓN CATÓLICA NACIONAL DE PROPAGANDISTAS

PROPAGANDA ORAL Y ESCRITA: EL DEBATE Y LA EDITORIAL CATÓLICA

UNIVERSIDAD, CULTURA, ENSEÑANZA

ACCIÓN PROPAGANDÍSTICA SOBRE LA JUVENTUD

LOS CRITERIOS Y LAS OPCIONES POLÍTICAS

ANTE LA REPÚBLICA

LAS FIGURAS DE LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA

NOTAS COMPLEMENTARIAS

V. Euforia republicana

LOS VENCEDORES DE ABRIL DEL 31 Y LAS ELECCIONES DE JULIO

LA COLABORACIÓN POSIBLE Y LOS COMPROMISOS PREVIOS

PRIMERAS DISPOSICIONES DEL GOBIERNO PROVISIONAL

UN PROBLEMA NUEVO: EL DE LA MAYORÍA RELIGIOSA OPRIMIDA

NOTAS COMPLEMENTARIAS

VI. Incendios de templos y perfil laico

IGLESIAS INCENDIADAS EN VARIAS CIUDADES

LAS SECTAS Y LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA

LAS CORTES CONSTITUYENTES: CONSTITUCIÓN Y LEYES FUNDAMENTALES

NOTAS COMPLEMENTARIAS

VII. Nuevo régimen, nueva derecha

PRIMERAS ADHESIONES Y ACEPTACIÓN GENERAL

POLÍTICA AUTONÓMICA Y ESTATUTOS

REORGANIZACIÓN DE LAS DERECHAS

LA FUNDACIÓN DE ACCIÓN NACIONAL

NOTAS COMPLEMENTARIAS

VIII. Los complementos de la Constitución

LEGISLACIÓN SECULARIZADORA

LA LEY DE CONFESIONES Y CONGREGACIONES: EL PROBLEMA DE LA ENSEÑANZA

PASTORALES DE LA JERARQUÍA Y UNA ENCÍCLICA DE PÍO XI

RELACIONES CON ROMA

IX. Nuevas elecciones y bienio populista

LOS PRECEDENTES DE LOS COMICIOS DE NOVIEMBRE DEL 33

CAMBIO DE CLIMA

LAS ELECCIONES DE NOVIEMBRE

RESULTADO DE LAS ELECCIONES

EL CAMINO DE LAS DERECHAS A LA REPÚBLICA

COLABORACIÓN CON LA REPÚBLICA Y CON LOS GOBIERNOS DE CENTRO

HISTORIA POLÍTICA Y REVOLUCIÓN DE OCTUBRE

FIN DE UN ENSAYO

NOTAS COMPLEMENTARIAS

X. El Frente Popular

LAS DIVISIONES DE LOS ESPAÑOLES

LOS ELEMENTOS DEL FRENTE POPULAR

FRENTE NACIONAL: RESULTADOS DE LAS ELECCIONES DE FEBRERO

VIOLENCIA EN LA CALLE

GOBIERNO A LA DERIVA: EL MIEDO AL FASCISMO

LA CONVIVENCIA ROTA

NOTA COMPLEMENTARIA

EPÍLOGO. HACIA LA COALICIÓN NACIONAL DE 1936

LA SITUACIÓN DE 1936

EL EJÉRCITO

LOS CATÓLICOS ESPAÑOLES

LOS GRUPOS POLÍTICOS DE LA COALICIÓN NACIONAL

HACIA UNA CONVERGENCIA

NOTA COMPLEMENTARIA

AUTOR

HISTORIA DE UN MANUSCRITO

En su día, Antonio Fontán me hizo entrega de un ejemplar de un futuro libro llamado Religión y política en la Segunda República. Era una edición en fotocopia, de trescientas páginas, que en su portada hacía constar «Pro manuscripto 1999». En algún momento posterior hizo referencia a esa obra como algo pendiente de publicar. Pero como se encontraba bien de salud, no le preocupaba el tiempo.

Cuando se recuperó parcialmente de la grave crisis cardiaca de final de octubre de 2009, Fontán había decidido que el tiempo que le quedase de vida lo iba a dedicar a sacar adelante esa y otras publicaciones. Respecto a esta, estando yo acompañándolo algún rato en su casa, entró a verlo Miguel Ángel Jusdado. Al salir este, Fontán comentó que Miguel Ángel había leído el manuscrito y creía que debía publicarse. En aquellos dos meses y medio de enfermedad hablé con personas que conocían su archivo, y me confirmaron que efectivamente existía el proyecto de publicarlo, pero que su autor quizás pensaba que hablar de la Segunda República en aquellos momentos resultaba impropio: no quería que un acto suyo pudiera hacer pensar que las cosas no iban a salir como él había querido.

Fallecido el autor, la Fundación Marqués de Guadalcanal asumió la responsabilidad de mantener viva su memoria, así como de hacer publicar sus obras. Una de ellas era esta. Averiguamos que de aquel manuscrito de 1999 se habían hecho veinte copias, que existía un archivo informático del mismo, así como que se tenía la lista de las personas a las que Fontán había entregado una copia. Para conocer la opinión de estas, en cuyo juicio él evidentemente había confiado al entregarles el manuscrito, escribí a todas ellas. También a dos personas a las que, por estar llamadas a dar una opinión cualificada al respecto, yo les había hecho entrega recientemente de un ejemplar. De varias de ellas se ha recibido respuesta (Andrés Ollero, Mons. Pedro Rodríguez, Ángel Gómez Montoro, rector de la Universidad de Navarra, y Miguel Ángel Jusdado), y todas eran partidarias de publicar la obra, si bien apuntaban la necesidad de solventar unas repeticiones o revisar algunos datos.

Miguel Ángel Jusdado leyó el libro en un viaje a Roma en 2005. El título estaba escrito a mano por el autor y era Episodios Republicanos (1931-1936). Además, me acompañaba una nota manuscrita de Fontán, que decía: «He introducido algunos cambios: cuestión de estilo, y en algún caso de adjetivación. El texto actual está en mi ordenador. Pero difiere muy poco de este: solo detalles». La existencia de una versión posterior, que decía la nota, me llevó a indagar. Gracias a nuestro archivero, Eduardo Fernández, hemos sabido que hay una versión manuscrita; otra, mecanografiada, bastante más extensa que la de 1999; que en marzo de 2007 hubo una cuarta versión (Revisión 4, se llamaba), y finalmente hay una versión de diciembre de 2007. Sobre esta, y atendiendo las sugerencias de los que han leído la versión de 1999, se ha revisado el texto que aquí se trae.

Como puede ver el lector, no es una obra de erudición. Más bien son unas reflexiones y recuerdos de los años de la Segunda República que Fontán vivió intensamente. A raíz de tener que retrasar diez días su primera comunión prevista para el 14 de mayo de 1931, por el incendio del Colegio Villasís perteneciente a la Compañía de Jesús, ocurrido el día 11, y de tener que terminar el curso 1931-32 en otro colegio porque habían expulsado a los jesuitas, sucesos que él mismo ha relatado en otras publicaciones, Fontán llegó a la conclusión de que «la política era algo que había que seguir de cerca, porque te puede afectar muy mucho». Por eso, pese a su corta edad, desde muy joven estuvo al tanto de los acontecimientos. Además, su inquietud religiosa le llevó a estudiar el movimiento católico y su presencia, o no presencia, en la universidad española, como publicó en Los católicos en la Universidad Española actual. Y fruto de todo ese interés, es este libro.

Su autor ha evitado las notas a pie de página y el aparato crítico. Se podrían haber puesto, y de hecho existen en alguna versión anterior; pero el autor no lo quiso así. Y hay que respetar la voluntad de quien quiso podar la obra de tales excrecencias. Sólo se han corregido errores de fecha y erratas, así como algunas repeticiones de hechos narrados.

Esperamos que la obra satisfaga a los lectores, y que ayude a comprender no solo los acontecimientos de aquellas lejanas fechas sino otros muy actuales. Sería un nuevo servicio prestado por Fontán.

ANTONIO FONTÁN MEANA

Presidente de la Fundación Marqués de Guadalcanal

NOTA INTRODUCTORIA

He sido partidario de la publicación de esta obra inédita por varios motivos. En primer lugar, se trata de una intención que Fontán había resuelto llevar a cabo antes de fallecer. Las distintas versiones del manuscrito original prueban su interés por pulir el texto definitivo, no tanto porque contuviera errores de tipo histórico como por cuestiones de estilo. Con ese fin, facilitó la lectura de los sucesivos borradores a amigos y conocidos —personas todas de su confianza— quienes, en su mayor parte, se mostraron favorables a la edición de este trabajo. Las mínimas correcciones que introdujo confirman, además, que sólo circunstancias ajenas al contenido del libro le hicieron desistir de enviarlo a la imprenta. Ignoro en qué consistieron los reparos a los que se alude en el epígrafe Historia de un manuscrito (final del segundo párrafo), aunque intuyo que estos pudieran referirse al deseo personal de que la publicación de un ensayo sobre un período especialmente convulso como fue la Segunda República no condujera a malentendidos sobre su obra y pensamiento políticos y, en último término, sobre el buen nombre ganado en amplios sectores de la vida pública española. A tenor del carácter revisionista que las dos últimas legislaturas han evidenciado respecto al quinquenio 1931-1936, es posible que Fontán entreviera que sacar a la luz sus impresiones sobre los años previos a la Guerra Civil podía representar un ajuste de cuentas por su parte. En esta tesitura, no resulta difícil imaginar que su talante conciliador, poco dado a enfrentamientos innecesarios, le desaconsejara huir de toda ocasión que pudiera sembrar discordias.

Su fallecimiento, no obstante, ha transformado en gran medida ese escenario. La recuperación de un trabajo suyo inédito ya no es un asunto atribuible directamente a su persona, sino que podría enmarcarse en los fines específicos de la Fundación Marqués de Guadalcanal. En este sentido, las objeciones que Fontán puso en su momento a la publicación de esta obra pasarían a un segundo plano ante la responsabilidad de la fundación de mantener viva su memoria. Por su temática y su enfoque, quizá Episodios Republicanos ofrezca una imagen de su autor «distinta» de la que él proyectara de sí mismo desde el inicio de la transición democrática hasta el final de su vida. Lejos de representar un inconveniente, pienso que esa hipotética lectura —a mi juicio, errónea, aunque disculpable— constituye un estímulo para tratar de delinear su figura del modo más preciso posible.

Como él mismo señalara en la nota preliminar, en diciembre de 2007, esta obra tenía como finalidad principal «servir de introducción a unos estudios más amplios de historia política y cultural de España en el siglo XX». No era, pues, el resultado de una investigación histórica al uso, fruto del manejo de una serie de fuentes documentales no consultadas hasta entonces. Por más que examinara de manera exhaustiva toda la bibliografía disponible —incluida la más reciente—, tampoco pretendía arrojar nuevas luces sobre el problema religioso durante la Segunda República; si acaso, tan sólo, realizar un estado de la cuestión de dicho tema. De ahí, entre otras razones, la ausencia de un mínimo aparato crítico que fuera más allá de unas simples notas complementarias de carácter explicativo al final de cada capítulo. En consecuencia, el interés historiográfico que Episodios Republicanos puede tener para los especialistas es más bien relativo. Sin embargo, esta aparente falta de atractivo se compensa por la carencia de estudios que aborden las relaciones entre religión y política durante este período desde la perspectiva de aquellos sectores sociales afectados por esta problemática. Estos «apuntes», nacidos del contraste entre las lecturas y los recuerdos personales del propio autor, vendrían a cubrir esa laguna gracias a su valor testimonial que, de manera intrínseca y sin caer en un tono propio de un memorial, está presente a lo largo de todas las páginas.

A la altura de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, Antonio Fontán se propuso analizar la actuación de los católicos en la España de la primera mitad de siglo. Estaba convencido de que la clave del caos y del desorden previos a la guerra civil residía en el ambiente intelectual que había inspirado la Segunda República y del que los católicos, por exclusión o voluntad propia según los casos, habían quedado al margen. Ante la posibilidad de que el régimen surgido tras la contienda repitiera los errores del pasado, ignorando de paso la mejor tradición cultural española ligada al catolicismo, pensaba que urgía una labor —por decirlo de algún modo— de «pedagogía histórica». En cierto sentido, ese propósito es el que le había animado a colaborar con las empresas culturales de Rafael Calvo Serer y el que, en este caso, le llevó a pensar en la necesidad de escribir una serie de ensayos que pusieran de relieve este planteamiento. Junto a Florentino Pérez Embid, concibió un proyecto ambicioso, que bautizaron entre ellos con el término de «thesis» y que, con el tiempo, desarrollarían únicamente con maestría profesional y de manera sistemática Gonzalo Redondo y, en menor medida, Vicente Cacho Viu. Los múltiples quehaceres que le tenían ocupado por esas fechas —en concreto, el Instituto de Periodismo y la revista Nuestro Tiempo— hicieron que, por la parte que le cupo, esta tarea se viera condicionada a la escasa disponibilidad de horas libres para poder llevarla a cabo cumplidamente.

Con todo, Episodios Republicanos fue un primer acercamiento a esta cuestión, centrada en una primera etapa hasta la Guerra Civil. Para abordar la segunda, que comprendería el período entre 1939-1962, Antonio Fontán dudó entre adoptar un hilo cronológico o seguir un criterio sistemático, con objeto de dotar al ensayo de una mayor coherencia. Esa disyuntiva acabó decantándole por estudiar esos años a través de la institución universitaria y de las diferentes políticas educativas y culturales articuladas por el régimen. Esa mirada se plasmó en Los católicos en la Universidad española actual (1961). Desconozco los motivos exactos por los que, pese a tener redactada la primera parte de la «thesis», esta finalmente no viese la luz y, sí en cambio, un esbozo de la segunda. Pienso que, como editor, Pérez Embid entendió que una monografía se adecuaba mejor al formato de publicaciones de Rialp —o de la colección «O crece o muere» del Ateneo de Madrid, como le sugiriera a Fontán— que un estudio más amplio y de corte general como eran los «apuntes» sobre la Segunda República. Igualmente, Antonio, en su correspondencia con Pérez Embid, llegó a plantearle sus reparos a que estudios de mayor calado que el suyo, elaborados por especialistas, pusieran en entredicho alguna de sus conclusiones. Quizá por uno y otro motivo, la opción de publicar esta obra quedó postergada.

De todos modos, a falta de que las dos primeras versiones —manuscrita y mecanografiada— lo confirmen, se puede decir que, para 1962, el grueso del texto de la última versión de diciembre 2007 estaba ya ultimado. Entre la documentación conservada en el archivo personal de Fontán, hay una nota en la que, aparte de explicar el proceso de elaboración de Episodios Republicanos, se adjunta un esquema a modo de posible índice. El título propuesto para el libro era el de Los católicos en la crisis de la España contemporánea (1930-1936) y contemplaba las siguientes tres grandes partes: una primera dedicada a la «Decadencia y crisis de un régimen», una segunda centrada en «Los personajes del drama» y la tercera referida a «El drama de la República». En la nota se comenta que la primera parte era la más elaborada, mientras que la segunda y la tercera habían de estudiarse más atentamente, siendo probable que los capítulos sufrieran alguna reordenación. Comparando este índice con una de las copias de la versión de 1999 y con la de diciembre de 2007 se observa, como aspecto más significativo, la supresión de un capítulo inicial, incluido en la primera parte, que llevaba por título «La vida política desde la Restauración». Por otro lado, según lo comentado respecto al capítulo «Hacia la coalición nacional de 1936», se trata en efecto de una adición al texto original. Fontán lo preparó al margen del resto de capítulos para una conferencia, como así fue en realidad. La conferencia fue pronunciada en el Salón de Actos del Museo de Navarra, en Pamplona, el 28 de febrero de 1962 en la clausura de un ciclo de lecciones sobre «Los antecedentes históricos de la España actual». Estoy de acuerdo en que resulta reiterativo y que lo suyo, de incluirse finalmente en la futura publicación, sería que constituyera un epílogo.

JAIME COSGAYA GARCÍA

EPISODIOS REPUBLICANOS (1931-1936)

Estos Apuntes fueron redactados entre los años 1959 y 1962. El último capítulo recoge el texto de una conferencia pronunciada el 28 de febrero de 1962. Se compusieron para servir de introducción a unos estudios más amplios de historia política y cultural de España en el siglo XX, que el autor no tuvo oportunidad de llevar a cabo.

En los más de cuarenta y cinco años transcurridos desde aquellas fechas se han publicado numerosas y valiosas investigaciones y se ha dado a conocer una rica documentación de la época, así como memorias y testimonios personales del mayor interés.

El autor de estos Apuntes conoce y ha leído atentamente una gran parte de esas obras. Pero tanto él como algunos de sus amigos políticos, y otros periodistas y estimables historiadores profesionales, que han visto y prestado atención a estas páginas, han pensado que pueden valer como ensayo de información general y análisis de esos años cruciales de la vida española que concluyeron en el gran drama de la Guerra Civil.

Diciembre, 2007

I

El final de la monarquía

El GOBIERNO BERENGUER

El 26 de enero de 1930 el dictador, general Primo de Rivera, tuvo un gesto extemporáneo. Dos días más tarde se veía obligado a dimitir. No fue el gallardo final que para la dictadura querían algunos de sus colaboradores más próximos, sino algo parecido a la torpeza infantil con que un hombre que ha saltado mil obstáculos y es más poderoso que sus enemigos, acaba cayendo en una trampa tonta tendida por él mismo en un momento de precipitación.

En una de sus largas madrugadas insomnes, el dictador, vencido por la fatiga y la tensión nerviosa de seis años de poder sin tregua ni descanso, redactó una nota oficiosa, que publicaría por la mañana en los periódicos, en la que preguntaba a los jefes del Ejército y de la Armada si seguía contando con la confianza de los cuartos de banderas. La respuesta fría y correcta de una docena de generales sorprendidos, y el estupor del rey, con quien el general no había contado para continuar o dimitir, obligaron a Primo de Rivera a abandonar el poder. Era una cruel ironía del destino coronar con este final, a los sesenta años, una brillante carrera pública. Mes y medio después, el 16 de marzo, el general amanecía muerto repentinamente en un cuarto del Hotel Pont Royal de París, donde había acudido a mediados de febrero a refugiar su amargura.

Pero, con su último error o sin él, los días de la dictadura de Primo estaban contados. El general tenía razón al ver enemigos por todas partes. Los viejos políticos, el activismo sindical, abierto o clandestino, los intelectuales, la banca y la industria, todos estaban contra él. Las ilusiones despertadas en 1923 se habían marchitado en siete años. El ejército estaba dividido, minado por la acción de los grupos políticos y de las sectas y por algunos pleitos profesionales enconados, como el de los artilleros, que Primo de Rivera no había acertado a resolver.

El balance de la dictadura arrojaba, con todo, un saldo materialmente favorable: había liquidado victoriosa y dignamente la guerra de Marruecos; había interrumpido, con seis años de paz pública y de prosperidad, la discontinuidad salpicada de revueltas del primer cuarto de siglo; había fortalecido la hacienda y el poder del Estado; había hecho de España un país transitable con las carreteras del «circuito nacional de firmes especiales» y lo había enriquecido con obras públicas. Pero la dictadura, a su terminación, resultaba un fracaso político. Agotado el apoyo con que en sus primeros años la habían seguido miles, y quizá millones, de españoles, se hallaba sumergida en la esterilidad de los finales de un régimen de excepción que no había sabido volver a la normalidad ni crearse su propia sucesión, mientras, desde fuera de sus estructuras, la asediaban con su enemiga los sectores más dinámicos de la vida nacional. La herencia —damnosa hereditas— era gravosa, porque el sucesor, en virtud de una ley de la historia, no podía contar con los dos recursos de la arbitrariedad y de la fuerza en que se había apoyado durante seis años el honrado patriotismo del general Primo de Rivera. Prueba de ello es que ninguno de los políticos antiguos se adelantaba a recogerla. El rey tuvo que acudir a la lealtad y al espíritu de sacrificio de otro soldado para que en España pudiera haber Gobierno.

Así fue como a los 57 años, sin apenas experiencia personal en la política, con buena fe, y consciente de que era una víctima condenada de antemano, el teniente general Dámaso Berenguer se encargaba de formar el nuevo Ministerio al día siguiente de la dimisión de Primo de Rivera.

El de Berenguer era, necesariamente, un Gabinete puente, con hombres de cierto relieve público y no muy conocidos por intervenciones anteriores —y por eso no desprestigiados—: un Gobierno sin figuras de gran historia política sobre el que la calle, los políticos antiguos y los nuevos revolucionarios ejercerían una presión fortísima. Ceder a ella sin que se destruyera España era el único camino que parecía abierto, si además se quería salvar la Corona gravemente comprometida por la gestión de los últimos tiempos de Primo de Rivera. El dictador había gobernado en nombre del rey, legalmente apoyado en la confianza que este le prestara.

En nombre del rey, en efecto, se había puesto fin a la guerra de Marruecos, había habido paz y se habían construido carreteras. Pero en su nombre también se había mantenido la censura de prensa, se había llegado a disolver el cuerpo de Artillería. Se habían destituido profesores y juntas directivas de colegios profesionales y academias, se había aplicado, en suma, una arbitrariedad asistemática, a veces necesaria para el ejercicio del poder, a veces inútil y casi siempre blanda, suficiente para producir una hostilidad muy extendida en los sectores más sensibles de la vida nacional.

Sobre todo, no se había construido políticamente algo capaz de sostenerse por sí mismo que se apoyase sobre la verdadera realidad del país en los órdenes social, humano e intelectual. Basta considerar esto para advertir la gravedad de la situación. A los hombres de Berenguer les faltaba entonces la perspectiva que hoy posee un historiador para medirla. Pero hay testimonios repetidos y concordes que prueban que no pocos de ellos eran conscientes de que se trataba de la invitación a un sacrificio y que acudían a él sin ilusión, por patriotismo.

LAS FUERZAS EN PRESENCIA

En 1930, con los primeros aires de la libertad que, a golpe de decreto, obedeciendo a sus principios liberales, pero cediendo también al ambiente público, introducía el general Berenguer, se reorganizaron diversos sectores de la vida nacional.

La Gaceta de los primeros días del nuevo Gobierno, aún antes de que este hiciera su declaración ministerial de 18 de febrero, estuvo materialmente inundada de decretos y disposiciones de indulto, amnistía, restablecimiento de organismos, funciones, facultades suspendidas durante la dictadura, etc. Más adelante expondremos la actitud de los anarcosindicalistas que, en mayo volvían a la luz pública después de una clandestinidad de seis años, abrían sus sindicatos, promovían huelgas y fomentaban toda clase de agitaciones revolucionarias en contra del orden social y del Estado.

Los socialistas y la UGT se sentían desligados de los compromisos con la dictadura, y los republicanos del Partido Socialista Obrero Español (Prieto y de los Ríos) daban los primeros pasos para restablecer la coalición republicano-socialista rota en 1919. Los exiliados más notables, como Unamuno, volvían del destierro e iban dotando de cuadros al frente burgués republicano; mientras Ortega y Gasset, desde El Sol, marcaba sus distancias con la monarquía. Basta recordar sus artículos «Organización de la decencia nacional», de 5 de febrero de 1930; «El error Berenguer», de 15 de noviembre de 1930, y «Sobre el poder de la prensa», de 13 de noviembre de 1930, de los que los dos últimos se cierran con una versión ad usum hispanorum del famoso epifonema catoniano: Delenda est monarchia y coeterum censeo delendam esse monarchiam, respectivamente. A esos tan significativos artículos se unió el titulado «Un proyecto», de 6 de diciembre de 1930.

Frente a esos grupos, ¿con qué fuerzas contaba de verdad el Estado? ¿Qué proyectos de gobierno tenían la monarquía y el gabinete Berenguer?

Los antiguos partidos monárquicos estaban en realidad disueltos. Sus equipos dirigentes de notables se reagrupaban una y otra vez de los modos más diversos. La Unión Patriótica de Primo de Rivera apenas dejaba otro rastro que los oradores de la nueva Unión Monárquica Nacional. Surgían actitudes individuales, como la de Sánchez Guerra. Este antiguo líder conservador en el mitin de la Zarzuela el 27 de febrero, sin la más mínima invocación a la reagrupación de los antiguos liberal-conservadores, reconocía el derecho del país a ser, si así lo quería, republicano, mientras entre un jugueteo literario de oratoria al viejo estilo atacaba al rey, dando pretexto a una pequeña revuelta callejera en la que hubo golpes, palos, pedradas y unos mozalbetes que gritaban desaforadamente: «¡Viva la República!».

Alcalá Zamora, antiguo ministro del rey Alfonso XIII por dos veces, se proclamaba republicano en Valencia el 15 de abril desde el Teatro Apolo, pintando la posibilidad teórica de una república católica, conservadora y de derechas. Romanones —con otros— pedía una reforma constitucional y unas Cortes que exigieran responsabilidades políticas. Miguel Maura, hijo del líder de la derecha conservadora española y antiguo escudero de su padre, se ofrecía en San Sebastián, el 20 de febrero, a levantar la bandera republicana, si no había antes otro más dispuesto a hacer el gesto.

Las memorias de Miguel Maura no añadieron ninguna información verdaderamente nueva a la que había antes. El autor cuenta una entrevista de despedida con el rey, celebrada en presencia de su hermano Honorio, a mediados de febrero, pocos días antes de la solemne proclamación de su nuevo republicanismo en San Sebastián. Ossorio y Gallardo se declaraba «monárquico sin rey», desde el Ateneo de Zaragoza, el día

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