MIEDO Y ASCO EN LA COCINA
Hunter S. Thompson es un modo de vida. Desayunar whisky y un cigarro, meterse un tiro de cocaína quince minutos después. Repetir el proceso hasta la hora del café, también con más tabaco, zumo de naranja, pomelos y mucha cocaína: «Me gusta desayunar solo, y casi nunca antes del mediodía; cualquier persona con un estilo de vida terminal necesita al menos un ancla psíquica cada veinticuatro horas, y el mío es el desayuno». Buenos días, son las tres de la tarde.
El escritor y periodista tenía muy clara la composición de su primera comida de la jornada: cuatro Bloody Marys, dos zumos de naranja, una taza de café, crepes de Rangoon (cangrejo), 250 gramos de salchichas, tocino o picadillo de carne en conserva con chiles cortados en dados, una tortilla española o en su defecto unos huevos benedictinos, un litro de leche, un limón picado para sazonar al azar, y una porción de tarta de lima. Además de dos margaritas (cócteles) y seis rayas de la mejor cocaína para el postre. En la mesa, además de lo enumerado, debía haber dos o tres periódicos, la correspondencia, mensajes y un teléfono. A Hunter S. Thompson nunca le gustó el ordenador.
A las doce de la noche estaba preparado para empezar escribir. Entonces se tomaba un trago de licor Chartreuse y preparaba la ‘cena’: cocaína, marihuana, whisky (Chivas Regal), café, cerveza (Heineken), cigarrillos tipo clove, pomelos, más tabaco (Dunhills), zumo de naranja y ginebra. Así hasta las seis de la mañana, cuando se daba un baño caliente con champagne, barritas de helado (Dove Bar) y pasta Fettuccine con Salsa Alfredo. Dos horas después, a las ocho, Halción (cuyo principio activo es el Triazolam) y a dormir.
De todo esto, el pomelo era vital en su estilo de vida. Pomelos, naranjas, limones y kiwis. Incluso alimentos verdes en mayo de 2005, también sobre la importancia del agua: «Bebo de seis a ocho vasos de agua al día. Cuando no bebes suficiente agua pierdes las ganas de beberla. Y si estás deshidratado de manera crónica, el cuerpo la echa de menos, pero posee un mecanismo de autoengaño mediante el cual no percibes la carencia. Entonces tienes que reeducar las papilas gustativas».
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