SECUESTRADOS POR LAS HADAS
Muchos de los que ahora peinamos canas crecimos soñando con los mundos interdimensionales que conviven con el nuestro según escritores como C. S. Lewis, volando a lomos de un dragón blanco de la suerte a lo largo y ancho del reino de Fantasía que creó Michael Ende, adentrándonos en el otro lado del espejo junto a Alicia, incluso sentados frente al televisor esperando cada sobremesa del domingo un nuevo capítulo de la serie de dibujos animados Dragones y Mazmorras. El común denominador de todo lo anterior era el acceso fortuito de uno o varios jóvenes a otro plano de existencia, donde acabarían viviendo mil aventuras acompañados por los numerosos seres mágicos que habitaban en aquellos lares. Una vez convertidos en héroes y heroínas, tras una larga estancia en esos universos paralelos, nuestros protagonistas encontrarían de nuevo el camino a casa, decidiendo a fin de cuentas en qué mundo querrían residir a partir de entonces. Lo que no podía imaginar cuando era niño es que la mayor parte de esas historias estaban basadas en hechos reales.
Decir esto en voz alta, o escribirlo en negro sobre blanco, puede ser bastante arriesgado en una sociedad que se ha olvidado de la magia, que no cree en los milagros y donde las mentes minúsculas niegan categóricamente la existencia de otros seres que habiten, o hayan habitado, en planos que se esconden por encima y por debajo de éste. Sin embargo, el sol sale cada mañana, crea el ser humano o no; las entidades feéricas existen, queramos o no; y los portales a esos reinos paralelos siguen abiertos y
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