SIN LÍMITES
Abre la boca y di algo
Los has escuchado. Muchos animales producen sonidos: los mosquitos que no dejan dormir, los colibríes al defender su territorio, las ballenas cuando cantan… Algunos han desarrollado vocalizaciones con significados particulares: los suricatos, por ejemplo, usan diferentes para depredadores distintos. Otros cuentan incluso con dialectos según donde vivan, como las orcas, y los perritos de la pradera (se les conoce así porque emiten sonidos parecidos a los ladridos de un perro) tienen las llamadas más complejas que conocemos. Pero incluso estos increíbles mamíferos están a años luz de nosotros respecto a la comunicación oral. Claro que no siempre fue así, porque tampoco todos nuestros antepasados emitían palabras como hoy lo hacemos, por una razón inicial: anatómicamente no podían.
Hablar o sonar
Emite un quejido (anda, hazlo), ahora ruge, chifla y chasquea. Puedes, ¿cierto? Y ahora di en voz alta: “Me llamo [tu nombre] y aprendí a hablar con mi familia”.
¿Qué diferencia hay entre los sonidos que hiciste primero y la oración que leíste? Exacto, unos no comunicaban nada o muy poco, y la segunda expresa una idea al unir combinaciones de vocales y consonantes para que dichas en cierto orden forman parte de un idioma para según la entonación que les des.
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos