¿DE DÓNDE PROCEDEN LAS COMUNICACIONES MEDIÚMNICAS?
Araíz del auge que experimentó el espiritismo a finales del siglo XIX y décadas posteriores se descubrieron en las personas con capacidad mediúmnica poderes tan inesperados como sorprendentes. Tales poderes apenas habían recibido atención excepto en ámbitos como el antropológico o el religioso, pero en esa época prodigiosa incluso Sigmund Freud se hizo eco de ellos y defendió la mediumnidad como una forma de comunicación arcaica, anterior a la invención del lenguaje, que se reactivaría en determinadas circunstancias.
Si la mediumnidad era un fenómeno natural –como expresaría el investigador psíquico y espiritista italiano Cesare de Vesme– debería poder estudiarse experimentalmente, y eso fue lo que se hizo: «Para muchos hombres de ciencia estudiar la telepatía, la clarividencia o la mediumnidad significó desenterrar capacidades que, por muy maravillosas que parecieran en otro tiempo, no tuvieron nada de extraordinario», expresa la doctora en historia de la ciencia Andrea Graus en su trabajo «Ahuyentar los espíritus: el estudio científico de la mediumnidad», incluido en la obra colectiva Los límites de la ciencia (CSIC, 2016).
En la década de 1920, René Sudre, por ejemplo, habló de la prosopopesis (del griego prosopon, rostro, y , crear), una extraña habilidad que demuestran algunos médiums de moldear personalidades ficticias de apariencia real y estable, que se interpretan como manifestaciones producidas por un ser desencarnado: «Es la asociación de la y los poderes del médium vivo lo que da lugar a la ilusión irresistible de que las comunicaciones de los médiums se originan en entidades desencarnadas», explicaba Sudre en su (1926). Años después, en la obra colectiva (1952), René Dufour insistiría en esas capacidades y las despojaría como Sudre, su predecesor, del aspecto sobrenatural tan caro a los espiritistas, que no aceptaban la tesis de que los médiums inventaran personajes, es decir, que fueran entidades ficticias a las que inconscientemente los médiums daban credibilidad prestándoles palabras o afirmaciones extraídas por clarividencia o telepatía en la mente de personas vivas o familiares de los difuntos.