a popularidad que ha alcanzado la novela gráfica en los últimos tiempos ha hecho que sea incuestionable, no solo su existencia como género sino también su repercusión. Desde hace años los nuevos títulos copan las mesas de los libreros aunque no se sepa muy bien a qué obedece todo ese flujo de publicaciones, ni con qué criterio han llegado hasta allí: ¿Por tratarse de novedades editoriales? Esa falta de claridad quizá se deba a que no existe —para bien o para mal—un consenso respecto a qué cosa es o podría ser la novela gráfica, y en esas mesas de novedades se mezclan los cómics de superhéroes, los diversos tipos de manga, los libros ilustrados y las novelas gráficas. Hay quienes señalan que (1978) como pionero de este género, otros se refieren a la serie (1957-1959) de los argentinos Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano como los verdaderos iniciadores de la novela gráfica, y el resto de lectores y críticos se retrotraen en el tiempo para indagar en sus orígenes, sin que haya unanimidad en todas esas voces sobre los inventores de este género, ni sobre su definición. Desde mi punto de vista sí existen diferencias entre el cómic (como se entiende popularmente) y la novela gráfica: autoconclusividad, extensión, desarrollo de personajes y, sobre todo, tratamiento de la temporalidad. Pongo un ejemplo; nada tiene que ver un personaje como Tintín de Hergé, quien jamás envejece y mantiene idéntico aspecto en todas sus aventuras (aunque estas comenzasen en 1929 y terminasen hacia 1976) con los personajes de (1977-1991) de Art Spiegelman o (2000-2003) de Marjane Satrapi. En estas dos novelas gráficas el transcurso del tiempo y su modulación (muy próxima a la que lleva a cabo la narrativa, con utilización de largos y recurrentes ) constituyen un elemento esencial de la narración, y posibilitan el conocimiento y el desarrollo de los personajes en profundidad.
Novelas gráficas CON Y SIN PALABRAS
Jan 22, 2024
4 minutos
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