EL 24 DE FEBRERO DE 1500, EN UNA LETRINA DEL PALACIO DE GANTE, NACÍA CARLOS DE HABSBURGO MIENTRAS SU MADRE, CO-RROÍDA POR LOS CELOS, ACECHABA LOS MO-VIMIENTOS DE SU GALANTE ESPOSO FELIPE EL HERMOSO. No había de pasar mucho tiempo para que fuera conocida como doña Juana la Loca y fuera incapacitada para ejercer el gobierno del reino de Castilla que había heredado en 1504, tras la muerte de su madre Isabel la Católica. A partir de entonces se estableció una lucha encarnizada entre Felipe el Hermoso y su suegro Fernado el Católico por el reino de Castilla, mientras empeoraba la salud mental de doña Juana, que fue internada en el castillo de Tordesillas.
Cuando Felipe murió en 1506 por una repentina indisposición, después de jugar un partido de pelota y de beber agua helada, el pequeño Carlos quedó, junto a sus hermanos, al cuidado de Margarita de Austria, hermana del difunto. Margarita había tenido un papel protagonista en España efímeramente como princesa consorte de Asturias y de Gerona cuando contrajo matrimonio con el príncipe Juan, primogénito de los Reyes Católicos, a quien consumió en unas noches de pasión febril. Su suegra, al tanto de su ardor combativo en la cama, hizo caso omiso a las recomendaciones de los médicos, que apelaban por espaciar los coitos, con una sentencia tan brava como católica: “Aquello que Dios ha unido no debe separarlo el hombre”.
El desdichado príncipe Juan murió en 1497 de una tuberculosis fulminante, quien la repudió sin tener relaciones íntimas con ella. De modo que su padre el emperador siguió con su política matrimonial fiel a la consigna de los Habsburgo: . Y preparó la doble alianza de su hija con el príncipe de Aragón y de Castilla y de su hijo Felipe el Hermoso con la infanta doña Juana. Parece obvio que quería incorporar los territorios peninsulares a su vasto imperio.