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Solventando las diferencias: La ideología del mestizaje en Cuba.
Solventando las diferencias: La ideología del mestizaje en Cuba.
Solventando las diferencias: La ideología del mestizaje en Cuba.
Libro electrónico356 páginas5 horas

Solventando las diferencias: La ideología del mestizaje en Cuba.

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Este libro aborda el espinoso tema de los discursos raciales y propone una relectura de figuras canónicas del pensamiento cubano de los siglos XIX y XX. En tal período, la ideología del mestizaje estructuró los discursos fundacionales de la cubanidad, tal como se observa en la obra de escritores tan disímiles como José Antonio Saco, Domingo del Monte, Gertrudis Gómez de Avellaneda, José Martí, Fernando Ortiz, Emilio Ballagas, Nicolás Guillén, Juan Marinillo, Jorge Mañach, Alejo Carpentier y José Lezama Lima.
Este libro discute el imaginario del mestizaje en términos de una estrategia discursiva que pretendió resolver (o disolver) los conflictos que amenazaban la consolidación de un proyecto nacional moderno. En muchos casos, la ideología del mestizaje buscó asimilar y contener el componente africano de la nación, dejando más o menos intactas las relaciones jerárquicas de poder y prestigio que se forjaron en el período colonial. Esta dinámica parece recurrente en varias de las sucesivas reformulaciones de la identidad cubana que responden a la heterogeneidad sociocultural de la isla, particularmente, en períodos de crisis social y política. La imaginación mestiza no se ve aquí como el resultado de los indudables procesos de transculturación acaecidos en el continente, sino más bien como una instancia discursiva del poder letrado que genera "imaginarios sosegantes".
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2014
ISBN9783865278081
Solventando las diferencias: La ideología del mestizaje en Cuba.

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    Solventando las diferencias - Luis Duno Gottberg

    b).

    PRIMERA PARTE

    NEGOCIANDO LA CUBANIDAD

    EN VÍSPERAS DE LA INDEPENDENCIA.

    ALBORES DE UN IMAGINARIO

    LA CASA DE CALDERAS SE TRASLADA A LA CIUDAD LETRADA: DOMINGO DEL MONTE, GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA Y JOSÉ ANTONIO SACO

    Cuba, mejor española que africana.

    Partido Autonomista Cubano

    No nos queda más que un remedio: blanquear, blanquear; y entonces hacernos respetar.

    José Antonio Saco

    En la película La última cena (1976) de Tomás Gutiérrez Alea, el maestro de azúcar, un mulato proveniente de Haití, le explica a sus acompañantes el proceso de transmutación del guarapo de caña, cuando lo negro se hace blanco bajo el hervor de las calderas. Sus comentarios parecen surgir de una fascinación por la técnica, pero hacia el final de la película, cuando el ingenio arde en llamas, luego de una revuelta de esclavos, el espectador vuelve sobre las palabras del personaje: La consagración prístina del blanco, del azúcar purgado por el fuego, evoca asuntos más amargos en la historia de Cuba. Esta frase remite a un momento fundamental en la formación de la ideología del mestizaje cubano, el cual coincide con cambios importantes en la industria del azúcar. En particular, invita a pensar en algunos escritores cercanos al grupo de Domingo del Monte atentos a la abolición del tráfico de esclavos en Cuba. Se trata curiosamente de un sector de la ciudad letrada cubana que comparte sus intereses literarios con el tema de la producción del azúcar y el de la africanización de la isla.

    Durante la segunda mitad del siglo XIX surge progresivamente en Cuba la idea de que la liberación de los esclavos resulta conveniente para los intereses de la elite criolla que había construido su fortuna a base de la explotación de esta mano de obra cautiva. Dicha toma de conciencia se acompaña de un discurso antiesclavista sustentado en consideraciones abiertamente racistas o convenientemente conciliadoras. En las primeras se encuentran las reflexiones sobre la guerra racial y el blanqueamiento de la isla; en las segundas, el imaginario de la cubanidad como familia, la Patria como Madre y más tarde, lo cubano como lo mulato. Son estos los discursos que fundan la patria mestiza, y que luego servirán de sustento al proyecto nacional cubano, tal como se manifiesta durante la lucha independentista y durante la formación de la República.

    Las circunstancias que impulsaron el discurso antiesclavista cubano entre los años 1840 y 1860 pueden ser identificadas con una de las contradicciones fundamentales de la sociedad del momento: la esclavitud como doble fuente de riqueza e inestabilidad política. En primer lugar, el temor al negro –fundado en el fantasma de la guerra racial que despierta Haití– se constituyó en uno de los impedimentos mayores para el logro de un consenso en torno de la independencia cubana (cfr. Duharte Jiménez: 1983). Este temor se veía alimentado además por las variaciones demográficas que hacían temer la africanización de Cuba, por las rebeliones de esclavos que producían cuantiosas pérdidas, y por el progresivo ascenso social de las capas medias de color hacia la segunda mitad del siglo XIX¹. En segundo lugar, los cambios estructurales en la economía del azúcar, impulsados por un proceso de modernización industrial, hicieron que el trabajo asalariado se percibiera como más rentable para el productor que el trabajo esclavo. Finalmente, durante la guerra de independencia, el afrocubano deviene una pieza clave en la maquinaria militar patriota que, sin embargo, desconfía y obstaculiza el ascenso social del negro (cfr. Ferrer: 1995).

    El fin de la esclavitud no se acompaña necesariamente de una revalorización del negro y su cultura, sino más bien del intento por incorporar a dicha población a una totalidad que trata de imponer diversos grados de aculturación. En este sentido podríamos interpretar el discurso abolicionista y la liberación de los esclavos por parte de algunos hacendados de la zona oriental de la isla como un acto más pragmático que humanista: obedeció a 1) las necesidades de la economía azucarera, 2) a la estrategia política del sector autonomista, o, 3) a la estrategia militar del sector independentista².

    El discurso abolicionista se hace patente hacia 1840, cuando ocurren importantes transformaciones en la industria del azúcar debido al proceso de modernización industrial experimentado en los ingenios. El historiador Manuel Moreno Fraginals ha descrito minuciosamente este proceso de transformaciones económicas en el núcleo de la industria azucarera en El ingenio (1978), donde explica la contradicción fundamental de la sacarocracia cubana que, profesando una ideología burguesa incipiente, se sirvió al mismo tiempo de la mano de obra esclava: su posición es vacilante, con un pie en el futuro burgués y el otro en el lejano pasado esclavista (Moreno Fraginals: 1978, 128). Los costos de esta contradicción acarrearon dificultades que exigieron una transformación profunda en las estructuras sociales y económicas de la isla. La manutención del esclavo y la necesidad de introducir mejoras técnicas en los ingenios colocaba a los productores –criollos– en situación de requerir préstamos por parte de los comerciantes –peninsulares. La abolición de la esclavitud y la creación de un mercado libre de trabajo se tornan necesarias para la supervivencia de la elite criolla cubana. Moreno Fraginals explica el

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