Automotivación
Por Josep Roca
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La sociedad motiva y lo hace de una manera definitiva. Tomar conciencia de ello es fundamental para la comprensión de la motivación y observar todas las maneras concretas de cómo se determina nuestra conducta, especialmente centrándose en las técnicas de persuasión y auto persuasión en juego, es decir, observando cómo se induce a alguien a creer o hacer alguna cosa.
En este libro se desarrollan los conceptos básicos y se estudian los mecanismos que nos permiten comprender cómo se desarrolla la automotivación, actividad consciente que lleva a cabo un sujeto reflexivo que procura ser el agente de su conducta.
El Dr. Josep Roca es especialista en las aplicaciones de la psicología a la educación física y al entrenamiento deportivo. Se desempeña como profesor de "Psicología de la actividad física y el deporte" en la sede de Barcelona del Instituto Nacional de Educación Física de Cataluña. Su interés profesional se ha centrado en canalizar los contenidos básicos de la psicología hacia una mejora del rendimiento humano en el deporte, así como en otros ámbitos de aplicación como son el de la enseñanza o el laboral.
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Automotivación - Josep Roca
Bibliografía
Uno de los psicólogos encargado de la selección de astronautas en la antigua Unión Soviética comentaba, en una conclusión de sus años de trabajo, que lo que finalmente determinaba quien iba a ser astronauta y quien no, era su motivación por serlo. Ninguna capacidad fisiológica o intelectual, ninguna aptitud específica o habilidad personal, podía compararse a la motivación. Esta conclusión de un profesional que había desarrollado su actividad en un universo, alejado temáticamente y geográficamente, confirma una convicción existente entre los técnicos deportivos de nuestras latitudes: la motivación por competir es condición sine qua non para el entrenamiento y el éxito deportivo. Lo mismo podría decirse de otros ámbitos de desarrollo humano como el laboral o el artístico.
Al ser la motivación a título personal y profesional tan importante, la cuestión es clara: ¿qué es la motivación? De la respuesta a esta pregunta depende nuestra capacidad para intervenir en ella.
- Definición ordinaria de motivación
Cuando hablamos de motivación humana, en el lenguaje ordinario, lo hacemos para referir que cada persona tiene algo que le mueve, en mayor o menor grado, a actuar. Normalmente afirmamos que existe motivación a partir de la observación de la fuerza o la persistencia con que se hace una acción. Esto es importante: no sabemos de la motivación sino a través de la acción. Luego, cuando hemos observado una o varias veces a un sujeto, podemos decir que está motivado incluso antes de que actúe.
La palabra motivación forma parte de una constelación de palabras tales como emoción, sentimiento, interés, actitud, necesidad y otras que cubren, con distintos matices, nuestro hablar sobre el comportamiento y sus causas. Pero el término motivación
lo hace en una dimensión concreta: refiere el estado disposicional de cada uno para iniciar y continuar una acción. Es decir, hablar de motivación es hablar de un estado de cosas personal que mueve a la acción y que se sitúa en el tiempo como previo a la acción.
La denotación del carácter de fuerza que empuja
a la acción es lo distintivo de este concepto respecto a los otros.
Así, emoción y sentimiento son conceptos que se utilizan normalmente para referir efectos o estados consecuentes a la acción, pero no propiamente lo que mueve a la acción. De hecho, cuando se quiere dar la idea que una emoción o un sentimiento son algo más que estados de una persona, se especifica que actúan precisamente como motivación. Así se dice, por ejemplo, que el odio es una emoción que motiva, ya que el individuo tiende a actuar contra aquello que odia.
El concepto de interés comporta la idea de algo que mueve o puede mover a la acción, pero denota que el objetivo, lo que se quiere conseguir con la acción, es lo motivante. Por decirlo de algún modo, el interés es una motivación exterior
al sujeto y normalmente es algo concreto. Por ejemplo, se dice que uno tiene interés por el deporte y ello significa que uno practica deporte, asiste a eventos deportivos o lee sobre deporte. Está claro, pues, que tener interés por algo es también estar motivado por ello.
El concepto de actitud refiere un estado disposicional pero no comporta acción, aunque la puede generar. Este concepto se relaciona claramente con el más sociológico y periodístico de opinión. Así, por ejemplo, uno puede tener una actitud favorable a la presencia de la mujer en el arbitraje y ello conlleva que cuando se plantea su presencia en un partido concreto, se esté a favor y se actúe defendiéndola y aceptándola.
Necesidad por otra parte también es un término disposicional que denota la falta de algo que puede también motivar. De hecho, utilizamos muy a menudo necesidad como sinónimo de motivación y así decimos que tenemos necesidad de competir o de salir de casa, como expresión de motivación. En un sentido más básico también existe una coincidencia de significados: decimos que tenemos hambre como necesidad o motivación biológica meramente orgánica.
Sea como sea, todas estas palabras, y otros posibles sinónimos, se integran dentro del concepto amplio de motivación cuando quieren indicar ese algo que empuja o mueve a la acción y a la perseverancia en esa acción.
Ese hablar ordinario refiere, también, el grado o la fuerza con que se da la motivación de las personas, de quien hablamos o de nosotros mismos. Por eso, las expresiones lingüísticas refieren estar muy o poco motivado, estarlo unos más que otros, estarlo ahora más que antes, etc. Se dice que un individuo está muy o poco motivado, permanentemente o escasamente motivado, etc. Con el uso de adverbios como estos se perfila ese conocimiento que nos interesa respecto del grado o el quantum
motivacional de un individuo concreto.
- Definición científica de motivación
Las ciencias tienen una forma de hablar distinta sobre el mismo tema de la motivación, con sus ventajas y sus inconvenientes. Se centra en poner de manifiesto las causas de la motivación y de la magnitud de ésta. Ciencias como la Biología, la Psicología y la Sociología tratan esas causas y pretenden aportar explicaciones del porqué de la motivación individual y de su fuerza. Lo que pretenden, dicho de otra forma, es establecer una comprensión más amplia y, presumiblemente, más cierta de aquello que está incluido en el concepto de motivación en el hablar ordinario.
La ciencia se preocupa del funcionamiento general de la naturaleza y eso incluye la naturaleza humana. Ese funcionamiento general de la naturaleza lo plantea estableciendo distintos niveles; tiene en cuenta los aspectos físicoquímicos, los biológicos, los psicológicos y los sociológicos; su interdependencia y los factores y determinantes a cada nivel funcional. De todo el entramado funcional que nos plantea la ciencia actual, nosotros vamos a destacar aquellos contenidos que cubren lo que en el lenguaje ordinario llamamos motivación. La ciencia, por tanto, trata de todos los aspectos funcionales de la naturaleza que explican el porqué de las acciones concretas de los individuos, atendiendo así, desde una perspectiva explicativa funcional, el hablar ordinario sobre la motivación individual.
- Definición de automotivación
La automotivación es la motivación que uno consigue a partir del conocimiento de su funcionamiento y de sus causas. Es decir, hablamos de automotivación cuando uno mismo planea regular la fuerza que le empuja a actuar, a partir del conocimiento que tiene sobre sí mismo. En este sentido y llevando el término a la práctica, se trata de una actividad consciente, de un sujeto reflexivo, que procura ser el agente de su conducta.
Se puede decir que una máquina está motivada por cuanto actúa con determinación en su ejecución, pero está claro que su motivación es automática. También se puede decir que un organismo animal está motivado por cuanto se deduce, como en los humanos, que actúa con una determinación selectiva de cara, básicamente, a cubrir sus necesidades de alimentación e integridad física. Su motivación, sin embargo, no pasa de ser una reacción o una reacción condicionada. Un animal domesticado amplía sus motivaciones, por efecto de la manipulación que los humanos ha-cemos de sus necesidades, para conseguir determinadas acciones. Sólo los humanos, en cambio, tienen o pueden tener motivación por lo que conocen. Es decir, los seres humanos que mediante el lenguaje se orientan sobre la realidad de las cosas, –de su pasado, de su presente y de su futuro– tienen la posibilidad de guiar su motivación según este tipo de orientación.
Es por ello que la idea de automotivación es connatural al hombre y no lo es a los animales o las máquinas. La actividad cognoscitiva que nos brinda el escuchar, el hablar, el leer sobre cómo suceden las cosas y por qué –también cómo nos suceden las cosas a nosotros mismos y por qué– nos capacita para prever todo aquello que nos pueda afectar. Decimos entonces que el ser humano tiene conciencia de las cosas, de las que le afectan en particular. Esa conciencia es la que actúa de guía de la acción y, en este sentido, la motiva. Por eso podemos hablar de automotivación. Está claro que la motivación que proviene de la conciencia es un tipo determinado de motivación; tiene además sus ventajas y sus limitaciones. Ese tipo determinado de motivación consiste en construir un saber adecuado sobre las cosas, también un saber sobre cómo se forma la conciencia. A partir de ahí, hay que ver cómo la conciencia puede realizar una autorregulación motivacional que supere –y nos lleve más allá– de nuestros automatismos o nuestras reacciones motivacionales, y también más allá de nuestros comportamientos inconscientes.
CONCEPTOS BÁSICOS
Cualquier individuo que pretenda conocerse debe tomar en consideración, en primer lugar, que hay realidades naturales sobre las cuales, como individuo, no tiene control. Estas realidades se organizan y se desarrollan más allá de su existencia, pero le afectan y le mueven de una manera decisiva. Nos referimos a los grandes movimientos de la naturaleza que son la materia, la vida y la sociedad.
Con el concepto de materia referimos aquí la realidad del mundo físico. El movimiento de los astros –del Sol y de la Tierra, y todo lo que conlleva elementos energéticos, de luz, temperatura, existencia de oxígeno y de agua, etc.– es algo que nos trasciende, ya que no lo controlamos y, además, es preexistente y existirá después de nosotros. Nosotros nos hallamos inmersos en ese universo.
La vida es otra realidad que nos trasciende. Somos organismos que formamos parte de una historia de vida, que es anterior a nosotros y que continúa después de nosotros. Reconocer ese hecho es clave para asumir la correcta comprensión de nuestra existencia y para ponderar la realidad de nuestras opciones y nuestras fuerzas como organismos particulares. En general, el concepto de vida nos remite a esa realidad coyuntural –a ese equilibrio biológico frágil- de nuestro planeta y a todos sus condicionantes; entre ellos los que la especie humana construye con sus actuaciones. De un modo más particular y atendiendo al ciclo vital individual, es posible observar ya nuestra enorme dependencia de las leyes de vida. Estamos sujetos a nuestra fisiología desde antes del nacimiento, tenemos riesgo de enfermedades, crecemos y luego envejecemos y ello conlleva cambios definitivos en nuestra existencia cotidiana. Reconocer esa dependencia orgánica y, particularmente, la que refiere los límites de nuestra existencia biológica es, sin duda, un acto necesario para tomar conciencia de lo que nos mueve en un ámbito más general y básico. Por otra parte, la consideración del funcionalismo orgánico, en el día a día de nuestra existencia, ha de formar parte de nuestra consideración al tratar la motivación de forma más concreta.
La sociedad es la tercera gran fuerza. La existencia de un universo de convenciones lingüísticas, de criterios de conocimiento y de conceptos disponibles, pero también de costumbres, de valores, de creencias o simplemente de prejuicios y de tantos y tantos aspectos sociales independientes de nuestra existencia y nuestro pensar, es algo que exige reconocimiento. Lo exige, evidentemente, para entender el mundo y cómo nos afecta en esa nueva dimensión, pero también para organizar la propia existencia en él. Ni que decir tiene que, en este sentido, la relación del individuo con la sociedad que le rodea debe constituir el grueso del tema de la motivación, ya que el hombre es un ser que se define precisamente por su carácter social; es decir, por su regulación conductual de acuerdo con lo convenido por los grupos en los que participa.
Materia, vida y sociedad son tres grandes dinámicas que nos mueven; se podría decir que son como tres dioses
de nuestro mundo real. No exigen creencia porque están ahí; pero sí nuestra atención permanente. Nuestra existencia se desarrolla en su presencia y nos hallamos sujetos a sus leyes. El individuo concreto, la persona consciente, debe reconocerlos y aceptarlos; a la manera como, en los santuarios helénicos, el primer paso para la curación consistía en hacer ofrendas a los dioses; eso es reconocer su existencia y su poder.
La motivación individual es la motivación que nos interesa, pero es bueno reconocer que, a menudo, existen esas motivaciones materiales, vitales y sociales que nos afectan en múltiples dimensiones sin que nosotros, como individuos particulares, podamos alterarlas.
El reconocimiento que dependemos de esas grandes fuerzas que nos superan se halla en nuestro lenguaje y en nuestro pensamiento. Aquí se trata de hacerlo explícito. Efectivamente, cuando decimos que tenemos –o que somos– un cuerpo, reconocemos que en eso somos igual que una piedra, una mesa o un astro. Es decir, estamos sujetos al orden universal de los cuerpos y por ello nos afecta la traslación de la Tierra y su rotación, la gravedad y la presión, y todo lo que afecta a la materia en general.
Por otra parte, cuando decimos que somos un organismo, reconocemos que nos mueve otro orden de cosas que es la vida, y que en eso somos iguales a otros seres vivos como las plantas y los animales.
Cuando decimos, por otro lado, que somos un ciudadano, reconocemos entonces que formamos parte de un grupo cultural o de la sociedad en general.
Cada uno de nosotros, en lo que tenemos de cuerpo, de organismo y de ciudadano estamos motivados por las fuerzas materiales, vitales y sociales que nos trascienden. Esta idea básica tiene una enorme trascendencia para entender la motivación humana, ya que supone reconocer y tomar en consideración aquello que nos mueve más allá de nuestro control. Lo veremos con más detalle.
En cuanto al cuerpo, destaca el tema general de nuestra estructura mecánica y las proporciones de ese cuerpo que van cambiando a lo largo de la vida. El cuerpo humano está predestinado a moverse sobre un suelo estable; andar es su forma de desplazamiento, con dificultad se mueve en el agua y no vuela. Ello, aparte de ser una obviedad, marca claramente los límites motivacionales más elementales que poseemos como especie.
Un tema más determinante de nuestra motivación cotidiana a lo largo de la vida es el del tamaño y las proporciones del cuerpo. La altura y el progresivo descenso del centro de gravedad que se produce al crecer, explican la posibilidad y los límites de las acciones y de las habilidades perceptivo-motrices en un determinado momento de crecimiento. Existe un conocimiento claro sobre este tema y lo que interesa destacar es que ello repercute en la motivación de los sujetos, especialmente de los niños, para realizar determinadas acciones. Andar para un niño de un año es algo mucho más difícil que hacerlo a los siete, por ejemplo. Aparte de la fuerza y la coordinación muscular que haya adquirido, el centro de gravedad del cuerpo es muy alto al año y más bajo a los siete, con lo cual la facilidad para desplazarse del cuerpo es mucho mayor a los siete que a un año. Para el tema crítico de la