La salud emocional en la infancia: Componentes y estrategias de actuación en la escuela
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En la base de muchos trastornos de tipo emocional está la valoración cognitiva que las personas hacemos de la realidad, y esta valoración viene mediatizada por el estado de nuestra salud emocional. Partiendo de esta perspectiva, la autora del libro se plantea el reto de dotar a las personas, desde su más temprana infancia, de recursos eficaces en el campo emocional para hacer frente a distintas circunstancias vitales por las que atraviesan. Aborda de manera especial la importancia del rol del educador: sus actitudes ante los más pequeños, su forma de comunicarse con ellos, sus interacciones, etc., subrayando la influencia que tienen los adultos cercanos al niño, como reflejo de una forma de vida emocionalmente saludable.
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La salud emocional en la infancia - Sonsoles Perpiñán
educativo.
I
LA SALUD EMOCIONAL Y SUS COMPONENTES
Los pequeños de hoy serán los adultos de mañana, su personalidad, sus actitudes frente a la vida se van instaurando desde las primeras etapas del desarrollo. Crecer en condiciones saludables desde el punto de vista emocional, es asegurar la estabilidad de la persona a lo largo de su trayectoria vital, por eso resulta especialmente relevante educar la salud emocional.
La salud emocional es un estado de bienestar físico y psicológico que permite una adecuada adaptación a las circunstancias en las que una persona se desenvuelve.
En esta primera parte del libro se define el concepto de salud emocional y se justifica la necesidad de contemplarla en la acción educativa a edades tempranas. A continuación se describen todos y cada uno de los componentes que configuran la salud emocional divididos en dos tipos: componentes personales y componentes relacionales; se define qué son, para qué sirven, cómo se forman, y se proponen estrategias concretas para desarrollarlos en la escuela infantil.
Los componentes personales tienen que ver con la comprensión y el control de uno mismo y son: el autoconcepto, la autoestima, el autocontrol, la automotivación, la localización de control, la tolerancia a la frustración y el sistema de atribuciones.
Los componentes relacionales implican la relación con otras personas y suponen un recurso para establecer interacciones eficaces, son: el vínculo afectivo, la asertividad, la empatía y las habilidades sociales.
1
La salud emocional
Es más fácil construir niños fuertes, que reparar hombres rotos.
FREDERICK DOUGLAS
¿QUÉ ES LA SALUD EMOCIONAL?
Según la Organización Mundial de la Salud, la salud es el estado de adaptación de un individuo al medio en el que se encuentra. En términos coloquiales, estar sano significa estar fuerte, preparado para que las enfermedades o los impactos de la vida cotidiana no provoquen alteraciones significativas o irreparables.
Desde el punto de vista físico un niño¹ sano es el que puede superar un proceso de enfermedad como una gripe o una gastroenteritis y el que sigue un crecimiento equilibrado. Desde el punto de vista emocional, es el que puede superar los conflictos inherentes a las relaciones con otros seres humanos, el que disfruta descubriendo el entorno que le rodea sin miedo a explorar o a expresarse; el que está satisfecho con el lugar que ocupa en su pequeño mundo.
La salud emocional es un estado de bienestar físico y psicológico que permite una adecuada adaptación a las circunstancias en las que un individuo se desenvuelve. Puede considerarse también como la ausencia de enfermedad mental o de trastorno de origen psicológico.
Para que este bienestar sea posible es necesario que la estructura de personalidad del individuo reúna una serie de componentes que le permitan un grado óptimo de equilibrio emocional, de tal modo que pueda hacer una interpretación cognitiva de los acontecimientos que le evite vivir en estados desajustados de ansiedad de forma permanente.
La ansiedad es una emoción negativa, algunos autores consideran que es la anticipación de un peligro futuro, indefinible e imprevisible cuyos desencadenantes son imprecisos (Bisquerra, 2000). Sirve para aportar soluciones anticipando las dificultades. Si se produce con la frecuencia e intensidad apropiadas, supone un acicate que impulsa a la persona a la acción. Pero si supera ciertos límites de intensidad, frecuencia o duración genera un estado de indefensión que consume mucha energía y produce un efecto negativo crónico.
El estrés es un estado de inquietud y malestar, que en muchos casos produce graves dolencias físicas que se desencadena cuando la demanda del ambiente es excesiva en relación con los recursos de afrontamiento que posee el individuo. El niño se enfrenta continuamente a cambios en el ambiente y tiene que poner en marcha conductas para adaptarse a dichos cambios. Hay ocasiones en las que la exigencia supera su capacidad y aparece el estrés. La ansiedad es una respuesta emocional al estrés, pero también es una reacción de alerta ante una amenaza que puede originarse sin agentes estresantes.
La salud emocional posibilita al individuo regular la cantidad de ansiedad que maneja y afrontar situaciones de estrés permitiendo un ajuste adecuado a los requerimientos de las distintas situaciones.
Desde la última década del siglo XX se ha producido un interés creciente por el estudio de las emociones. En el campo de la medicina, la neurología ha profundizado en las estructuras nerviosas implicadas en las emociones haciendo importantes descubrimientos como el papel del sistema límbico en el que se encuentran el tálamo, el hipotálamo y la amígdala. Hoy sabemos que el comportamiento humano se rige por mecanismos neurofisiológicos que explican las distintas reacciones, pero estos mecanismos no funcionan igual en unos individuos que en otros porque están mediatizados por su dotación genética y por procesos cognitivos y culturales.
En el campo de la psicología se han producido corrientes que han puesto en valor el mundo de las emociones que durante mucho tiempo estuvo olvidado. Diversas teorías cognitivas han tratado de explicar el funcionamiento de las emociones analizando los procesos mentales que se sitúan entre el estímulo y la respuesta emocional, poniendo de manifiesto la importancia de los procesos de valoración y análisis cognitivo de los acontecimientos: la Teoría bifactorial de Schachter y Singer (1962); el Modelo procesual de Scherer (1993); o la Teoría de la valoración cognitiva de Lazarus (1991), entre otras. Diversas posiciones teóricas han aproximado los conceptos de inteligencia y emoción: Inteligencia exitosa de Stenberg (1997); Inteligencias múltiples de Gardner (1995); o Inteligencia emocional de Goleman (1997).
Por otro lado, la psicología positiva, representada por Seligman (1983), trata de superar la tendencia tradicional de centrarse en la patología, para pasar a centrarse en las fortalezas o potencialidades del ser humano. Se estudian las características que hacen al individuo más eficaz, más competente y más feliz.
DIFERENCIAS ENTRE SALUD EMOCIONAL E INTELIGENCIA EMOCIONAL
El concepto de salud emocional hay que diferenciarlo del de inteligencia emocional. Aunque están estrechamente relacionados y puedan utilizarse como sinónimos, conviene precisar sus significados.
La inteligencia emocional según Salovey y Mayer (1990) es la habilidad para manejar los sentimientos y las emociones, discriminar entre ellos y utilizar esos conocimientos para dirigir los pensamientos y las acciones.
Goleman (1997), autor de la obra Inteligencia emocional, define ésta como la habilidad para motivarse, la persistencia ante la frustración, el control de los impulsos, la capacidad para demorar la gratificación, la regulación de los estados de humor y el desarrollo de la empatía. Asímismo, este autor demuestra el valor del cociente emocional como predictor de éxito en la vida por encima del cociente intelectual.
Componentes de la inteligencia emocional
Según Goleman, los componentes de la inteligencia emocional son los siguientes:
–El conocimiento de las propias emociones . La persona con inteligencia emocional reconoce sus sentimientos cuando se están produciendo y es capaz de etiquetarlos adecuadamente.
–El manejo de las emociones . El hecho de ser consciente de las propias emociones permite al individuo canalizarlas y expresarlas de una forma socialmente aceptable. Manejar las emociones permite controlar los impulsos y regular el propio comportamiento aunque sea en situaciones de estrés.
–La automotivación . La capacidad de controlar los impulsos y los comportamientos, unido a la capacidad de demorar la gratificación, determinan una percepción de autoeficacia y un optimismo realista en la que se atribuyen las causas de los acontecimientos a elementos que pueden ser modificables. La capacidad de una persona para motivarse a si mismo le otorga mayores posibilidades de éxito.
–El reconocimiento de las emociones de los demás . En función del conocimiento de las propias emociones es posible sintonizar con los canales de comunicación no verbal de otras personas y, de este modo, compartir con ellas sus estados de ánimo y comprender sus puntos de vista.
–El establecimientos de relaciones . La capacidad de expresar las propias emociones y la de comprender las de los demás, hacen posible que la persona establezca relaciones con los otros y así tener un funcionamiento social más adaptado.
Por otro lado, la salud emocional es un estado de bienestar que el individuo alcanza cuando su personalidad dispone de unos recursos que le permiten manejar sus sentimientos y relacionarse positivamente con otros seres humanos. La inteligencia emocional, tal y como la definen los anteriores autores, es un elemento indispensable para el logro de la salud emocional, aunque hay otros componentes personales o relacionales de la personalidad que también están implicados.
Otro concepto estrechamente relacionado con la salud emocional es la educación emocional. La define Bisquerra (2000) como el proceso educativo continuo y permanente que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo, siendo ambos elementos esenciales en el desarrollo de la personalidad integral.
COMPONENTES DE LA SALUD EMOCIONAL
Cada persona tiende a comportarse en base a unos patrones homogéneos ante las distintas situaciones de la vida cotidiana, esos comportamientos están relacionados con un estilo de comprender o interpretar la realidad. Tanto los comportamientos como la interpretación cognitiva de los mismos constituyen la personalidad. Para conocerla, los psicólogos recurren a constructos teóricos que aportan orden a esas formas concretas de reaccionar y que permiten anticiparlas y justificarlas.
Para que la salud emocional sea posible es necesario que la estructura de personalidad del individuo reúna una serie de componentes que le permitan un grado óptimo de equilibrio emocional. Estos componentes están presentes en la personalidad del niño en un sentido más o menos saludable. Constituyen un esquema básico desde el que opera, una estructura que le permite percibir e interpretar los acontecimientos de su vida y que determina una forma concreta de respuesta ante ellos.
Se distinguen dos tipos: componentes personales y componentes relacionales.
•Componentes personales . Son inherentes al propio sujeto. Tienen que ver con la comprensión y el control de sí mismo así como con la construcción de su esquema personal a través del cual interpreta el mundo que le rodea. Incluyen:
–El autoconcepto.
–La autoestima.
–El autocontrol.
–La automotivación.
–La localización de control.
–El sistema de atribuciones.
–La tolerancia a la frustración.
•Componentes relacionales . Implican la relación con otras personas. Suponen un recurso para interactuar de forma exitosa. Se destacan:
–El vínculo afectivo.
–La asertividad.
–La empatía.
–Las habilidades sociales
Resulta difícil otorgarles una jerarquía de importancia ya que todos son significativos. Algunos están muy relacionados entre sí pero los he abordado aisladamente para comprenderlos mejor. Los componentes personales se estudiarán en el capítulo 2 y los componentes relacionales en el capítulo 3. No obstante, se trata de un listado abierto, posiblemente haya otros componentes que podrían ser incluidos en él.
Cada uno de estos componentes, por sí mismo, aporta salud emocional al individuo pero, además, la combinación de ellos supone un incremento de la misma haciéndo al individuo más adaptable y con mayores posibilidades de éxito personal y social.
Todas las personas, en la estructura de su personalidad, tienen una forma concreta de autoconcepto, autoestima, empatía, tolerancia a la frustración, etc. Es esta forma, más o menos saludable de cada uno de estos componentes, lo que va a determinar su salud emocional.
Probablemente el código genético tenga una influencia sobre todos estos componentes, pero sin ninguna duda, las experiencias por las que el niño pasa, las características del entorno donde vive, la relación que establezca con los adultos con los que convive, hacen educables cada uno de estos componentes. Descomponer la salud emocional en distintos elementos nos permite reflexionar sobre cada uno de ellos y definir estrategias concretas para educarlos.
La escuela infantil, a través de las interacciones educador-alumno o de las relaciones entre los iguales, incide sobre todas estas variables haciendo que se consoliden en un sentido u otro, reforzando o desestabilizando la seguridad emocional del niño. Un objetivo educativo importante consiste en potenciar cada uno de estos componentes para lograr una personalidad segura que permita al niño percibir e interpretar los acontecimientos de su vida desde una perspectiva sana y determinar formas de respuesta que eviten la ansiedad y la indefensión.
POR QUÉ ABORDAR LA SALUD EMOCIONAL EN LA ESCUELA INFANTIL
Hay varias razones por las cuales se debe trabajar la salud emocional en los centros educativos de los más pequeños. A continuación, se justifica esta cuestión desde diferentes perspectivas.
Desde una perspectiva evolutiva
La plasticidad del sistema nervioso durante los primeros años de vida explica la multiplicación de conexiones nerviosas y la especialización del tejido neuronal. Las estructuras cerebrales regulan, no solo el crecimiento físico sino también la adquisición progresiva de las habilidades que permiten al niño adaptarse. En los primeros años aumenta significativamente el tamaño de su cuerpo y adquiere patrones posturales y de desplazamiento cada vez más evolucionados, desde la dependencia total del adulto a una coordinación y equilibrio muy precisos para controlar su cuerpo.
También se desarrolla su inteligencia descubriendo una realidad sorprendente que va organizando a través de procesos cognitivos de alta complejidad hasta lograr comprenderla; el niño va dominando instrumentos de aprendizaje como la observación, la imitación, la simbolización o la lectoescritura. El lenguaje sufre una transformación significativa desde una comunicación preverbal basada en miradas o movimientos hasta la capacidad de comprender y transmitir mensajes verbales e, incluso, manejar la ironía o la contradicción.
Todos estos desarrollos acompañan y fortalecen su desarrollo afectivo y social, que sin duda, en estos primeros años, sufre también una importante evolución. La personalidad del niño se construye en estos momentos igual que su desarrollo físico, motor, cognitivo o comunicativo.
Del mismo modo que el niño adquiere habilidades básicas como la marcha o el habla, también sienta las bases de su identidad, su seguridad emocional o la forma peculiar de interpretar la realidad que le rodea, y ésta es la razón primordial por la que tenemos que abordar la salud emocional en la escuela infantil.
Las condiciones ambientales aportan el soporte sobre el cual el niño crece y avanza. Mediante un proceso de andamiaje (Vigotsky, 1979) en las primeras edades, el adulto proporciona al niño las ayudas necesarias para que su identidad y su seguridad emocional se consoliden de una forma saludable, proponiéndole acciones, reflexiones o respuestas que le permitan probar, comprender e interpretar la realidad y, de ese modo, consolidar su salud emocional.
Desde una perspectiva histórica
La escuela infantil es un recurso que responde no solo a las necesidades del niño sino también a la estructura social. Nació para garantizar el cuidado de los pequeños ante el cambio de paradigma económico de la sociedad. Félix López (1995) describe cuál ha sido la evolución de la escuela infantil desde un modelo asistencial hasta el modelo del bienestar. La guardería surgió para dar respuesta a las necesidades económicas y familiares al incorporarse la mujer al mundo laboral. En este primer momento, los objetivos eran guardar, cuidar y entretener al niño.
La psicología insistió en el valor educativo de esta etapa y la potencialidad de aprendizaje del niño y entonces sus objetivos fueron variando. Ya no se trataba únicamente de cuidar o entretener, sino que había que potenciar el desarrollo y el aprendizaje preparando al niño para el futuro escolar compensando, de algún modo, las desigualdades. Este cambio hizo posible la transición del modelo asistencial hacia el modelo del rendimiento. Fue el paso de la guardería
a la escuela infantil
.
Pero aún queda un largo camino por recorrer. El auge de las teorías sobre las emociones y la importancia de la salud emocional debe dirigir la acción educativa hacia una escuela de las necesidades
donde el objetivo sea responder a las todas las necesidades del niño, no solo las cognitivas, sino sobre todo las socioafectivas y, por lo tanto, seamos capaces de pasar del modelo del rendimiento al modelo del bienestar, donde el eje organizador de esta nueva escuela debería ser la seguridad emocional.
El proceso que ha seguido la escuela infantil subraya la conveniencia de considerar la salud emocional como uno de los elementos cruciales de la misma. Los profesionales de esta escuela debemos saber leer en esta trayectoria, cuáles son los elementos más significativos que marcan una dirección de futuro superando concepciones erróneas e incorporando nuevas necesidades de una sociedad en continuo cambio. Considerar la salud emocional en la escuela infantil como uno de sus principales objetivos implica cualificar a los docentes y transformar la concepción que la sociedad tiene respecto al papel de la misma.
Desde una perspectiva pedagógica
Los objetivos de la escuela infantil se centran en dar respuesta a las necesidades básicas del niño:
–Necesidades primarias de sueño, higiene, alimentación, vestido, etc.
–Necesidades cognitivas de exploración y aprendizaje ofreciendo al niño la oportunidad de experimentar en un contexto rico y seguro.
–Necesidades sociales de juego, comunicación, afiliación, etc., potenciando relaciones saludables tanto con los adultos como con sus iguales y favoreciendo su autonomía.
–Necesidades afectivas de apego, seguridad, autoestima, etc., estableciendo vínculos afectivos sanos que les permitan crecer seguros.
Las necesidades afectivas constituyen una realidad muy significativa. El niño necesita sentirse valorado, querido y aceptado para construir su autoconcepto y su autoestima. Por eso es básico que nos planteemos el desarrollo de la salud emocional en la educación de los más pequeños.
Desde una perspectiva interactiva
El proceso educativo está