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Tierra de nadie: (Poesía inglesa de la Gran Guerra)
Tierra de nadie: (Poesía inglesa de la Gran Guerra)
Tierra de nadie: (Poesía inglesa de la Gran Guerra)
Libro electrónico603 páginas4 horas

Tierra de nadie: (Poesía inglesa de la Gran Guerra)

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Información de este libro electrónico

Costa Picazo recopila, traduce y anota las poesías de guerra de cinco poetas ingleses (Edmund Blunden, Robert Graves, Wilfred Owen, Isaac Rosenberg y Siegfried Sassoon) y un grupo de mujeres poetas (Marian Allen, Nora Bomford, Vera Brittain, Eleanor Farjeon, Charlotte Mew, May Sinclair y Elizabeth Underhill, entre otras). Tierra de nadie es un libro acerca de una de las guerras más terribles del siglo XX, en la que más de setenta y cinco millones de hombres fueron movilizados y más de la mitad resultaron muertos o desaparecidos. Es un libro sobre el horror de la guerra y, a pesar del espanto, sobre poesía. La Gran Guerra fue una contienda de trincheras, de dos frentes enemigos separados por un vacío que no era de nadie. Las profundas excavaciones, situadas en lados opuestos, prote-gidas por alambre de púa y ametralladoras, estaban separadas por una extensión de terreno infértil, que la lluvia y el defectuoso sistema de desagües convertían en lodazal. Las trincheras eran un claro ejemplo de deterioro y putrefacción. Allí se amontonaban los vivos y los muertos, estos últimos absorbidos por el fango y todos en medio de las ratas y el hedor. En ese contexto, cinco poetas ingleses (Edmund Blunden, Robert Graves, Wilfred Owen, Isaac Rosenberg y Siegfried Sassoon) y un grupo de mujeres poetas (Marian Allen, Nora Bomford, Vera Brittain, Eleanor Farjeon, Charlotte Mew, May Sinclair y Elizabeth Underhill, entre otras) demostraron que el espíritu humano sobrevive al horror y es capaz de afirmarse en medio del caos, y eternizarse.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 mar 2018
ISBN9788416467273
Tierra de nadie: (Poesía inglesa de la Gran Guerra)

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    Tierra de nadie - Rolando Costa Picazo

    Diseño y composición: Gerardo Miño

    Composición: Eduardo Rosende

    Edición: Primera. Abril de 2015

    ISBN: 9788416467273

    Lugar de edición: Buenos Aires, Argentina

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    © 2015, Miño y Dávila srl / Miño y Dávila editores sl

    Dirección postal: Tacurí 540

    (C1071AAL) Buenos Aires, Argentina

    Tel: (54 011) 4331-1565

    e-mail producción: produccion@minoydavila.com

    e-mail administración: info@minoydavila.com

    web: www.minoydavila.com

    Índice

    PRIMERA PARTE

    SECCIÓN I. La Gran Guerra

    SECCIÓN II. La poesía de guerra: primera etapa

    SECCIÓN III. La poesía de guerra: segunda etapa

    Poetas mujeres

    Santuario de hospital

    [Hospital Sanctuary]

    Tres ratoncitos ciegos

    [Three Blind Mice]

    SECCIÓN IV. Memorias de la guerra: Graves, Blunden y Sassoon

    Robert Graves

    Edmund Blunden

    Siegfried Sassoon

    SEGUNDA PARTE

    Antología poética

    SECCIÓN I. Edmund Blunden

    Selección de poemas de Edmund Blunden

    Dos voces

    [Two voices]

    Ilusiones

    [Illusions]

    Preparativos para la Victoria

    [Preparations for Victory]

    Vamos, mis venturosos muchachos

    [Come On, My Lucky Lads]

    En Senlis una vez

    [At Senlis Once]

    El camino de Zonnebeke

    [The Zonnebeke Road]

    El Ancre en Hamel: Después

    [The Ancre at Hamel: Afterwards]

    Al sol en Ancre

    [Ancre Sunshine]

    Informe sobre la experiencia

    [Report on Experience]

    Vlamertingue

    [Vlamertinghe]

    1916 visto desde 1921

    [1916 Seen from 1921]

    ¿Puedes recordar?

    [Can You Remember?]

    La mañana antes de la batalla

    [The Morning before the Battle]

    SECCIÓN II. Robert Graves

    Su poesía

    Comentarios sobre algunas de sus obras

    Selección de poemas de Robert Graves

    Es un tiempo extraño

    [It´s a Queer Time]

    La mañana antes de la batalla

    [The Morning before the Battle]

    Un germano muerto

    [A Dead Boche]

    Dos fusileros

    [Two Fusiliers]

    A Robert Nichols

    [To Robert Nichols]

    A Lucasta, al ir a la guerra–por cuarta vez

    [To Lucasta on going to the war–For the fourth time]

    A Lucasta. Al ir a las guerras

    ]To Lucasta, on Going to the Wars]

    La próxima guerra

    [The Next War]

    No muerto

    [Not dead]

    Amor perdido

    [Lost Love]

    La granja de La Vaca Muerta

    [Dead Cow Farm]

    El heroico asalto

    [The Assault Heroic]

    Reproche

    [Reproach]

    Recordando la guerra

    [Recalling War]

    Mi nombre y yo

    [My Name and I]

    El sobreviviente

    [The Survivor]

    El rostro en el espejo

    [The Face in the Mirror]

    SECCIÓN III. Siegfried Sassoon

    Selección de poemas de Siegfried Sassoon

    A la victoria

    [To Victory]

    Feliz de la vida

    [In the Pink]

    Alerta: Mañana de Viernes Santo

    [Stand-to: Good Friday Morning]

    El beso

    [The Kiss]

    A su cadáver

    [To His Dead Body]

    Ellos

    [They]

    Muchachos

    [Blighters]

    Pormenores de la base

    [Base Details]

    A cualquier oficial muerto

    [To Any Dead Officer]

    Soñadores

    [Dreamers]

    ¿Importa?

    [Does It Matter?]

    Licencia por enfermedad

    [Sick Leave]

    Ataque

    [Attack]

    Sobrevivientes

    [Survivors]

    Destierro

    [Banishment]

    En las barracas

    [In Barracks]

    Suicidio en las trincheras

    [Suicide in Trenches]

    El refugio subterráneo

    [The Dug-out]

    Reconciliación

    [Reconciliation]

    Consecuencias

    [Aftermath]

    Todos cantaron

    [Everyone Sang]

    La isla lacustre de Innisfree

    [The Lake Isle of Innisfree]

    Al pasar por la nueva muralla de Menin

    [On Passing the New Menin Gate]

    Solo

    [Alone]

    SECCIÓN IV. Wilfred Owen

    Selección de poemas de Wilfred Owen150

    Los hados

    [The Fates]

    Canción de canciones

    [Song of Songs]

    Inspección

    [Inspection]

    Antífona para la juventud condenada

    [Anthem for Doomed Youth]

    Sobre mis canciones

    [On My Songs]

    [To the Spirit of Keats]

    De mi diario, julio de 1914

    [From My Diary, July 1914]

    Apología pro Poemate Meo

    [Apologia pro Poemate Meo]

    Mineros

    [Miners]

    Dulce et Decorum Est

    [Dulce et Decorum Est]

    Insensibilidad

    [Insensibility]

    Extraño encuentro

    [Strange Meeting]

    Las armas y el muchacho

    [Arms and the Boy]

    Futilidad

    [Futility]

    La próxima guerra

    [The Next War]

    Mayor amor

    [Greater Love]

    Enfermos mentales

    [Mental Cases]

    La parábola del viejo y el joven

    [The Parable of the Old Man and the Young]

    Lisiado

    [Disabled]

    Exposición

    [Exposure]

    Ofensiva de primavera

    [Spring Offensive]

    Apretados en ese estrecho agujero (fragmento)

    [Cramped in That Funnelled Hole (fragment)]

    No es la muerte (fragmento)

    [It Is Not Death (fragment)]

    Una despedida (fragmento)

    [A Farewell (fragment)]

    SECCIÓN V. Isaac Rosenberg

    Selección de poemas de Isaac Rosenberg

    Al oír noticias de la guerra

    [On Receiving News from the War]

    Los héroes muertos

    [The Dead Heroes]

    Primer fruto

    [First Fruit]

    El judío

    [The Jew]

    Agosto 1914

    [August 1914]

    El barco de tropas

    [The Troop Ship]

    Desde Francia

    [From France]

    Pensamientos del hogar desde Francia

    [Home Thoughts from France]

    Marchando (Visto desde la fila izquierda)

    [Marching (As Seen from the Left File)]

    En las trincheras

    [In the Trenches]

    Amanecer en las trincheras

    [Break of Day in the Trenches]

    Los inmortales

    [The Immortals]

    A la caza de piojos

    [Louse Hunting]

    Al regresar, oímos las alondras

    [Returning, We Hear the Larks]

    El basurero de los muertos

    [Dead Man´s Dump]

    En estos días pálidos y fríos

    [Through These Pale Cold Days]

    A Regina y Pablo

    con cariño

    Adiós a las armas

    A la reina Isabel.

    Sus cabellos de oro el tiempo de plata ha tornado;

    ¡Ay tiempo demasiado rápido, ay rapidez que nunca cesa!

    Su juventud el tiempo y la vejez siempre ha desdeñado,

    Aunque desdeñado en vano; la juventud cuando mengua se acrecienta:

    Belleza, potencia y juventud, son flores que cuando decrecen se ven;

    Deber, fe y amor, raíces por siempre verdes son.

    ................

    Su yelmo será ahora colmena para las abejas;

    Y el soneto de amor, salmo sagrado.

    De rodillas deberá servir ahora el caballero armado,

    Y de oraciones nutrirse, caridad de la edad:

    Mas aunque ahora se traslade de la corte a su hogar,

    De su corazón puro su santo patrono jamás ha de dudar.

    ................

    Y cuando más triste descanse en la celda familiar,

    Estas líneas a sus hijos como lección ha de enseñar:

    "Benditos los corazones que a mi soberana quieren,

    Malditas las almas que el mal le deseen".

    Diosa, a este que fue tu caballero, su derecho dígnate a otorgar:

    Que él ahora por ti pueda rezar.

    George Peele (1558?-1596)

    A Farewell to Arms

    To Queen Elizabeth.

    His golden locks time hath to silver turned;

    O time too swift, O swiftness never ceasing!

    His youth ´gainst time and age hath never spurned,

    But spurned in vain; youth waneth by increasing:

    Beauty, strength, youth, are flowers but fading seen;

    Duty, faith, love, are roots, and ever green.

    ................

    His helmet now shall make a hive for bees;

    And, lovers´ sonnets turned to holy psalms,

    A man-at-arms must now serve on his knees,

    And feed on prayers, which are age’s alms:

    But from court to cottage he depart,

    His saint is sure of his unspotted heart.

    ................

    And when he saddest sits in homely cell,

    He´ll teach his swains this carol for a song,–

    "Blest be the hearts that wish my sovereign well,

    Curst be the souls that think her any wrong."

    Goddess, allow this aged man his right

    To be your beadsman now that was your knight.

    A Lucasta, al partir a las guerras

    No me digas, dulce mía, que soy rudo

    porque del convento

    de tu casto pecho y tranquilo pensamiento

    a las guerras y a las armas parto.

    ................

    Verdad, voy a una nueva amada,

    rival primera en el campo de batalla;

    y abrazo con fe renovada,

    escudo, caballo y espada.

    ................

    Pero esta inconstancia es tal

    que tú nunca habrás de adorar;

    a ti, querida, no podría darte tanto amor

    si más no amara el honor.

    Richard Lovelace (1618-1658)

    To Lucasta, Going to the Wars

    Tell me not, sweet, I am unkind,

    That from the nunnery

    Of thy chaste breast and quiet mind

    To wars and arms I fly.

    ................

    True, a new mistress now I chase,

    The first foe in the field;

    And with a stronger faith embrace

    A sword, a horse, a shield.

    ................

    Yet this inconstancy is such

    As you shall never adore;

    I could not love thee, dear, so much,

    Loved I not honour more.

    Canción de los soldados

    Cuando termine esta maldita guerra

    basta de servicio militar.

    Cuando me vista de civil

    ¡Ay, qué feliz que voy a ser!

    No más iglesia el domingo,

    no más rogar por un pase.

    Puedes decirle al sargento

    que los pases se los meta en el culo.

    Soldiers´ song

    When this bloody war is over 

    No more soldiering for me.

    When I get my civvy clothes on, 

    Oh, how happy I shall be!

    No more church parade on Sunday, 

    No more begging for a pass. 

    You can tell the Sergeant-Major

    To stick his passes up his arse.

    Condúceme de lo Irreal a lo Real,

    Condúceme de la Oscuridad a la Luz,

    Condúceme de la Muerte a la Inmortalidad

    Que haya Paz Paz Paz

    Brihadaranyaka Upanishad 1.3.28

    No hay caminos para la paz;

    la paz es el camino.

    Mahatma Gandhi

    PRIMERA PARTE

    SECCIÓN I

    La Gran Guerra


    La Gran Guerra de 1914-1918 fue la primera guerra total. Sumió principalmente a Europa, pero comprometió de algún modo u otro a todos los países del mundo. Si bien el escenario de mayor contienda fue el Frente Occidental (en Francia y Bélgica), hubo muchos otros teatros, en África, Oriente Medio, los Balcanes, Italia, Polonia, además de la guerra en los océanos y en el aire. La Gran Guerra es el conflicto armado más devastador que hasta ese momento vio el mundo, no restringido a combatientes militares, puesto que involucró a civiles y a poblaciones enteras, destruyó ciudades y pueblos. Las incursiones aéreas y los ataques con gas venenoso causaron víctimas militares y civiles. Se la describió como la guerra que terminará con la guerra, célebre frase con la que H. G. Wells tituló un libro de 1914, en que recopilaba artículos que había publicado en periódicos londinenses¹.

    Si bien las causas de la guerra son difíciles de simplificar, muchos historiadores y estudiosos otorgan especial importancia a una serie de alianzas y rivalidades entre varios países europeos, a compromisos preexistentes, la creciente militarización, las ambiciones territoriales de países e imperios y la pelea por las fronteras. Desencadenó el desastre un asesinato político. El 28 de junio de 1914, en Sarajevo, capital de Bosnia, anexada al imperio austrohúngaro en 1908, un joven nacionalista serbio llamado Gavrilo Princip mató a tiros al heredero del trono de Austria, el archiduque Francis Ferdinand, y a su esposa. Al poco tiempo, veintitrés países habían entrado en el conflicto mundial. La destrucción humana, material y moral resultante de la conflagración resulta incomprensible. Más de sesenta y cinco millones de hombres fueron movilizados, y más de la mitad resultaron muertos, heridos o desaparecidos. Entre las principales consecuencias se mencionan la revolución bolchevique, el colapso o fragmentación de los imperios austrohúngaro y otomano, la ascensión de Mussolini en Italia, el fracaso de la democracia alemana y la creación del Reich de Hitler, seguida por otra guerra destructiva.

    La Gran Guerra se caracterizó también por introducir o emplear nuevas máquinas y armas, como submarinos, aviones, dirigibles, radios, equipos sonoros de detección, tanques, camiones, ametralladoras y gas venenoso. El camuflaje y los cascos de acero reemplazaron los elegantes uniformes y se empezó a dejar de usar caballos.

    En el tiempo, es posible rastrear las causas al final de la guerra franco-prusiana de 1871, al surgimiento de nuevas naciones y al fortalecimiento del nacionalismo y de ambiciones imperiales. En los años que van desde 1871 a 1914, hubo en Europa importantes crisis diplomáticas y pequeñas guerras causadas por rivalidades debidas a la posesión de colonias, la necesidad de materia prima, a nuevos mercados, a bases estratégicas y a la gran industrialización de los países europeos.

    El fortalecimiento de Alemania y su deseo de mercados comerciales alimentó en ese país una visión de poder mundial, pero sus ambiciones imperiales se vieron bloqueadas principalmente por Gran Bretaña y Austria-Hungría y por la expansión en Europa Oriental de Serbia y Rusia. Sin embargo, el imperio ruso (que había vencido a Japón en 1905), estaba convulsionado por movimientos políticos y erosionado por la corrupción y la ineficiencia, lo que en plena guerra llevaría a la Revolución Bolchevique (1917). Francia, por su parte, ansiaba vengarse de Alemania por la pérdida de Alsacia y Lorena, regiones que buscaba recobrar². A su vez, Gran Bretaña había emergido de su espléndido aislamiento insular para incorporarse a las rivalidades existentes entre los países europeos y al balance de poder en el continente. Estaba decidida a frenar las ambiciones imperiales de Alemania y el desafío que representaba el avance germano para la supremacía naval británica. Por su parte, Serbia, después de su victoria sobre los turcos, había surgido como un importante poder militar.

    Se habían constituido en Europa dos alianzas rivales: la secreta Triple Alianza que integraban Alemania, Austria-Hungría e Italia, formada por el canciller alemán Otto von Bismarck en 1882, y la igualmente secreta Triple Entente [pacto o acuerdo] de Rusia, Francia y Gran Bretaña, completada en 1907. En el caso de una amenaza de guerra, cada país integrante de estas coaliciones saldría en ayuda de cualquiera de sus aliados. Se respiraba una atmósfera de tensa rivalidad que presagiaba un desastre inminente. Los países europeos instituían el sistema de servicio militar obligatorio e invertían grandes sumas en la formación de armadas y ejércitos poderosos.

    El asesinato del archiduque y su esposa encendió la chispa. Alegando (justificadamente) que el gobierno serbio era responsable, y aprovechando el incidente para frenar el expansionismo serbio, Austria-Hungría planeó una guerra local, para lo cual se aseguró la ayuda de Alemania. El 23 de julio envió un duro ultimátum a Serbia, con una serie de requisitos, exigiendo su aprobación en 48 horas. Respondiendo de inmediato, los serbios aceptaron las exigencias pero rechazaron una: que se permitiera el ingreso de tropas austríacas para poner fin al movimiento de conspiración contra Austria-Hungría, lo que era incompatible con la soberanía serbia. Como consecuencia, el imperio austrohúngaro declaró la guerra a Serbia el 28 de julio, y atacó al día siguiente.

    Rusia salió en defensa de Serbia, ordenando una movilización general el 30 de julio. Dos días después, Francia y Alemania acudieron en ayuda de sus respectivos aliados. Ese día, 1° de agosto, Alemania declaró la guerra a Rusia, y dos días después, a Francia. Italia abandonó a sus aliados y declaró su neutralidad. Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania el 4 de agosto, cuando las tropas alemanas invadieron Bélgica con el propósito de cruzar a Francia. Gran Bretaña alegó un tratado anterior (tratado de Londres de 1839), en que se comprometía a defender la integridad del territorio belga por la eternidad³. Hay una frase famosa que el ministro de Relaciones Exteriores, Sir Edward Grey, pronunció en Whitehall el 3 de agosto de 1914: Se están apagando las lámparas en toda Europa; no veremos que se enciendan otra vez en el curso de nuestra vida⁴.

    Los alemanes diseñaron una estrategia para no tener que luchar simultáneamente en dos frentes, el Occidental y el Oriental. Planearon atacar primero a Francia, mientras demoraban a los rusos en lo que sería el Frente Oriental. Para penetrar en Francia, debían hacerlo a través de Bélgica debido al sistema de fortalezas en el territorio francés (en Épinal, Toul y Verdún) y a la barrera de la región montañosa de las Ardenas. Luego de entrar en Bruselas el 20 de agosto, las tropas alemanas marcharon hacia París. Sin embargo, la resistencia francesa, con la ayuda de la Fuerza Expedicionaria Británica de ciento veinticinco mil hombres, creada hacía poco por Richard Haldane, Secretario de Guerra, y el triunfo aliado en la primera batalla del Marne (5 a 9 de septiembre de 1914), detuvieron el avance alemán, que formó una línea de trincheras en la zona del río Aisne. Para noviembre, había quedado formado el Frente Occidental, con una doble línea de trincheras paralelas, de los Aliados y de los alemanes, separadas por una Tierra de Nadie. El Frente se extendía desde el Canal de la Mancha hasta Suiza. Se cree que tan solo del lado de los aliados había doce mil millas de trincheras.

    En los mapas de las trincheras se usa una terminología especial para diferenciar los distintos tipos. La trinchera de la línea del frente, front line trench (también llamada fire trench), era desde donde se disparaba al enemigo; inmediatamente detrás estaban las trincheras de apoyo, unidas a las anteriores por las communicating trenches (de comunicación o conexión); detrás venía el sistema de trincheras de reserva⁵.

    La guerra de trincheras era una nueva clase de contienda, de brutalidad gigantesca. Las profundas excavaciones, situadas en lados opuestos, protegidas por alambre de púa y ametralladoras, estaban separadas por una extensión de terreno infértil, que la lluvia y el defectuoso sistema de desagües (especialmente en Bélgica) convertían en lodazal. A diferencia de las fortificaciones, las trincheras no podían ser destruidas por fuego de artillería, y la tierra de nadie que las separaba no podía ser cruzada por la infantería sin enormes bajas. Incluso cuando una línea de trincheras era atacada con fuerte fuego de metralla, con el triunfo de los atacantes, el éxito no radicaba en la captura de la guarnición enemiga, sino simplemente en las bajas logradas y el haber ganado varios metros, lo que obligaba al enemigo a retroceder a nuevos atrincheramientos. Ningún bando utilizaba vehículos blindados; la infantería avanzaba al descubierto contra el alambrado y el fuego de ametralladora, con enormes pérdidas de miles de hombres por minuto.

    Las trincheras eran un ejemplo claro de la condición de deterioro y putrefacción del frente de guerra. La situación bélica hacía imposible que los muertos se enterraran en seguida, o a veces en algún momento después. Los combatientes convivían con ellos, en proximidad y contacto permanentes. Muchos caídos, a quienes luego de heridos se los había dado por muertos, volvían a dar señales de vida. Sin embargo, la resurrección era por lo general momentánea y horrorosa. La mayoría terminaban absorbidos por el barro acumulado en el piso de las trincheras, y los cadáveres eran comidos por las ratas. En definitiva, resultaba imposible eludir la vista y el hedor de la putrefacción, de lo que hay muchas referencias en los poemas que nos ocupan. Dennis Welland hace referencia a la relación de fertilización que se producía entre la muerte y la naturaleza, y al contraste básico entre la carne descompuesta y el florecimiento de la naturaleza (Welland: 66).

    Como se ha dicho, dos fueron los frentes principales durante la Gran Guerra, el Oriental y el Occidental. El Frente Oriental estaba delimitado aproximadamente por el mar Báltico al oeste, Minsk al este, San Petersburgo al norte y el mar Negro al sur, en una extensión aproximada de mil seiscientos kilómetros. Mientras que en el Frente Occidental se desarrolló una guerra de trincheras, en el Oriental las líneas de batalla eran más fluidas, y las trincheras nunca se desarrollaron plenamente. Es en el Frente Occidental donde lucharon los británicos, y son los poetas ingleses los que nos ocupan. Como se ha dicho, el Frente Occidental se extendía desde el Mar del Norte hasta las fronteras de Suiza, y ocupaba Bélgica y Francia.

    Lamentablemente, la Gran Guerra se ganó este nombre terrible: marcó un hito de desastre en el mundo. Murieron millones de personas (se calcula que más de cuatrocientos millones), y no solo en el Frente; muchos otros, entre ellos mujeres y niños, fueron heridos y murieron después, o perecieron en bombardeos o de hambre o de enfermedades causadas por alimentación insuficiente o extenuación o por enfermedades endémicas, como el tifus, una de las secuelas del desastre. En Europa, los combatientes destruyeron ciudades y pueblos, cosechas, puentes, ferrocarriles, bosques. Otros resultados de la trágica contienda fueron una destrucción material generalizada en los países europeos y un empobrecimiento gigantesco en el mundo, que entre otras consecuencias traería la Depresión de la década de 1930.

    Poco de la Europa anterior a la guerra siguió en pie. Tres autocráticas dinastías fueron derrocadas en Rusia, Austria-Hungría y Alemania, respectivamente. Se trataba de regímenes que llevaban varios siglos. Si bien su caída trajo (en algunos casos) cambios bien­venidos, hubo también terribles resultados negativos, como el nazismo y una nueva guerra mundial. A la vez, se crearon nuevos estados republicanos en Europa Central, algunos con graves consecuencias que todavía subsisten. Sobre todo, hubo un cata­clis­mo psi­cológico generalizado. De hecho, la Gran Guerra es un mojón que puede caracterizarse como una gran catástrofe internacional que marca el fin de una era y el comienzo de otra. Muchas de las consignas que llevaron a la lucha eran aparentemente loables. Se luchaba por la moral de la humanidad y su derecho a la ley pública y a la justicia pública, que son los ci­mientos de la civilización, según dijo el Primer Ministro Herbert Asquith⁶ en la Cámara de los Comunes el 6 de agosto de 1914; por el derecho y la libertad, afirmó el Canciller alemán Herr Theobald von Bethman-Hollweg⁷; Debemos hacer que el mundo sea seguro para la democracia, sostuvo el presidente estadounidense Woodrow Wilson⁸ en el Congreso de su país el 2 de abril de 1917, al declarar la guerra. Sin embargo, la guerra pudo haber sido evitada si se respetaban los tantas veces invocados derechos humanos o si se dejaban de lado ideales como autodeterminación, libertad, democracia, paz, patriotismo… Quizá sea el escritor David H. Lawrence quien mejor resume en una frase memorable una de las consecuencias de la Gran Guerra: Todas las grandes palabras fueron invalidadas para esa generación, escribe en el Capítulo 6° de Lady Chatterley´s Lover. Se refería al hecho de que la guerra había desestabilizado los cimientos mismos de la sociedad inglesa, sembrando el temor, la duda, la confusión y la inseguridad en las generaciones de posguerra.

    SECCIÓN II

    La poesía de guerra:

    primera etapa


    Hubo muchas y variadas reacciones a la guerra y a la situación de Europa, tanto durante el conflicto bélico como en los años que llevaron a ella, no solo en Gran Bretaña, sino en muchos otros países⁹, en los que dejaron oír su voz grandes poetas, como el griego Constantine Cavafy (1863-1933); Stefan George (1868-1933), Kurd Adler (1892-1916), Gottfried Benn (1886-1956), Antón Schnack (1892-1973), Wilhelm Klemm (1881-1968)¹⁰ y Ernst Toller (1893-1939) en Alemania, Alexander Blok (1880-1921) en Rusia… Ya antes de 1914 hay sangre en muchos poemas de estos autores y, a partir de la declaración de guerra, ya no hay sino sangre. Porque poesía y guerra van de la mano, tradicionalmente, y hay algunas guerras, como la del 14, marcadas literariamente, que despertaron o avivaron voces poéticas.

    En Gran Bretaña hay un primer período de entusiasmo patriótico, de fervoroso apoyo a la patria y a su ejército, al rey y al glorioso pasado, en que se canta a la valentía de los soldados y a la justicia de la causa bélica: la guerra es una cruzada y el soldado un caballero armado. Se evocan símbolos tradicionales. Se rinde homenaje al heroísmo de los que lucharon en guerras anteriores, con referencias a los grandes triunfos de Trafalgar y Waterloo y a sus héroes, Nelson y Wellington. Asimismo, en muchos poemas se expresa un sentido, nuevamente redescubierto, de la belleza del terruño, al que se empieza a echar de menos con anticipada nostalga. Se refuerza el sentimiento religioso. La voz poética del soneto "Peace [Paz], de Rupert Brooke, que habla por los soldados ingleses, da gracias a Dios por haberlos despertado de un sueño y haberles infundido poder para convertirlos en nadadores que dejarán atrás un mundo envejecido, frío y extenuado. La importancia otorgada a Brooke como poeta arquetípico de la guerra halla fundamental sustento en el hecho de que el día de Pascua de 1915, el Deán de la catedral de St. Paul escogiera su soneto The Soldier como texto para su sermón, en que argumentaba que el entusiasmo de un puro y elevado patriotismo jamás había logrado una expresión más noble (George Walter: xiv). En Before Action" [Antes de la acción], por su parte, de William Noel Hodgson¹¹, un poema en forma de oración, el último verso de cada una de sus tres estrofas es un ruego a Dios: "Make me a soldier [hazme un soldado], Make me a man [hazme un hombre] y Help me to die" [ayúdame a morir]:

    Antes de la acción

    Por todas las glorias del día

    y la fresca bendición de la tarde;

    por ese toque último del sol que yacía

    sobre las colinas cuando se iba el día;

    por la belleza pródigamente desbordada

    y las bendiciones recibidas con indiferencia;

    por todos los días que he vivido

    hazme un soldado, Señor.

    ................

    Por todos los temores y esperanzas de los hombres,

    y todas las maravillas que cantan los poetas,

    la risa de los años despejados,

    y todas las cosas tristes y preciosas;

    por las románticas épocas atesoradas

    con este alto empeño humano,

    por todas las catástrofes insensatas

    haz de mí, un hombre, Señor.

    ................

    Yo, que en mi familiar colina

    sin comprender contemplaba

    cómo el atardecer derramaba

    su fresco sacrificio esperanzado,

    antes que este sol columpie su espada al mediodía

    debo decir adiós ahora a todo esto:

    por todo el deleite que he de perder,

    ayúdame a morir, Señor.

    Before action

    By all the glories of the day

    And the cool evening’s benison

    By that last subset touch that lay

    Upon the hills when day was done,

    By beauty lavishly outpoured

    And blessings carelessly received,

    By all the days that I have lived

    Make me a soldier, Lord.

    ................

    By all of all man’s hopes and fears

    And all the wonders poets sing,

    The laughter of unclouded years,

    And every sad and lovely thing;

    By the romantic ages stored

    With high endeavour that was his,

    By all his mad catastrophes

    Make me a man, O Lord.

    ................

    I, that on my familiar hill

    Saw with uncomprehending eyes

    A hundred of thy sunsets spill

    Their fresh and sanguine sacrifice,

    Ere the sun swings his noonday sword

    Must say good-bye to all of this;

    By all delights that I shall miss,

    Help me to die, O Lord.

    En Inglaterra, la promulgación de la Ley del Servicio Militar Universal, del 27 de enero de 1916, coincide con un cambio de actitud. La referencia a sacrificio voluntario ya no aparece: alistarse para defender al Rey y la Patria ya no es una opción, sino una obligación. Los poemas de resignación y alabanza empiezan a desaparecer. Un ejemplo típico del cambio es "They" [Ellos], de Siegfried Sassoon, que incluimos en la antología dedicada a este poeta. De hecho, cuando no se blasfema contra Dios, Él está ausente de la poesía de los últimos años de la contienda. En su memoria de la guerra, Goodbye to All That, Robert Graves escribe:

    Difícilmente un soldado en cien se sintiera im­buido de un sentimiento religioso, ni siquiera de la clase más grosera. Habría sido difícil seguir siendo religioso en las trincheras, incluso de haber sobrevivido a la irreligiosidad del batallón de entrenamiento en Gran Bretaña. (Graves, p. 157).

    Ilustra Graves estas palabras con la referencia a un sargento del Segundo Batallón, que se burla de lo que se lee en los diarios acerca de que era milagroso que se disparara contra los crucifijos sin que jamás le pasara nada a la figura de Jesús. Y se ríe de dos lectores de la Biblia de su pelotón, cuyas cartas a madres, hermanas o novias siempre empezaban con Querida Hermana en Cristo.

    De igual manera, si bien no es típico que en su poesía uno de los poetas aquí estudiados, Edmund Blunden, no se rebele abiertamente contra la guerra, los epígrafes que escoge para su libro Undertones of War, provenientes de la iglesia anglicana y de John Bunyan (predicador y autor de libros religiosos), respectivamente, son irónicos. El primero dice: Es conforme a la ley que los hombres cristianos, ante la orden del Magistrado, lleven armas y luchen en las guerras (Artículos de la Iglesia de Inglaterra, N° xxxvii). Y el segundo: Sí, la forma en que se dispusieron en orden de batalla / es algo que recordaré hasta el día de mi muerte.

    Lo mismo que con la religión sucede con el patrio­tismo. Dice Graves que en las trincheras el patriotismo era un sentimiento totalmente remoto. Se lo rechazaba como propio solo de los civiles o los prisioneros. Se consideraba que Inglaterra (apodada Blighty¹²) era un buen lugar para ir y alejarse de la miseria del país extranjero donde se peleaba, pero se lo consideraba culpable de los camaradas heridos que eran hospitalizados, a lo que se agregaba acusaciones contra el Estado Mayor, el Cuerpo de Servicio del Ejército, las tropas de comunicación y contra todos los civiles, hasta los detestables periodistas, logreros, los exceptuados del reclutamiento, los objetores de conciencia y miembros del Gobierno (Graves, p. 157).

    Lo expresado por Graves caracterizará la actitud típica del período posterior, donde se generaliza el resentimiento de las tropas hacia civiles, funcionarios, generales, etc. Se odia a los guerreros de sillón, al gobierno, y, en general, a todos los líderes y a todas las instituciones. Y hay una fisura entre los soldados y los civiles. Paul Fussell, autor de The Great War and Modern Memory (1975), cita un comentario de Philip Gibbs (1877-1962), periodista y novelista británico, reportero durante la Gran Guerra, que hace alusión al profundo odio que sentían hacia la Inglaterra civil los soldados que volvían allí de licencia:

    Odiaban a las sonrientes mujeres en la calle. Aborrecían a los hombres viejos… Deseaban que los acaparadores murieran por el gas venenoso. Rogaban a Dios que hiciera que los alemanes enviaran zeppelines a Inglaterra para que la gente supiera lo que significaba la guerra. (Gibbs, Now It Can Be Told, New York, 1920, p. 143. En Fussell, p. 86).

    En las antologías y en diarios y revistas, se publican poemas de autores consagrados, como Thomas Hardy, Robert Bridges (Poeta Laureado), John Masefield, Rudyard Kipling, Walter De la Mare, E. G. Housman, D. H. Lawrence… A estos poetas se suman otros nuevos, muchos hoy olvidados, que en general escriben una poesía cargada de palabras altisonantes, impregnada de sentimentalismo.

    Como ejemplo de los poetas más destacados de esta primera etapa, ubicamos a Julian Grenfell y a Rupert Brooke.

    Julian Grenfell (1888-1915) no gozó de la fama de Brooke, aunque se distinguió por el popular poema "Into Battle". Nacido en Londres en 1888, hijo de Lord Desborough, se educó en Eton y Balliol College, Oxford. Se unió a los First Royal Dragoons en 1910 y sirvió como capitán de caballería en la India y en África del Sur durante los cuatro años siguientes. Al comenzar la Gran Guerra, fue enviado a Francia, donde tuvo una actuación destacada, que le valió el Distinguished Service Order [Orden de Servicio Distinguido]. Fue mal herido por fragmentos de granada cerca de Ypres y, como consecuencia de las heridas, murió en un hospital de Boulogne el 26 de mayo de 1915. La actitud de Grenfell poeta es la de un caballero medieval que lucha por su señor.

    "Into Battle" apareció en A Crown of Amaranth, un libro que recopilaba poemas escritos por soldados que dieron la vida por Gran Bretaña (London: Erskine Macdonald, 1915). El poema se publicó en The Times el día después de la muerte de su autor. Constituye un ejemplo representativo de un buen poema perteneciente a la primera, y patriótica, fase de la poesía de la Gran Guerra. La voz poética, ubicada en un entorno pastoril, paradójicamente elogia la vida que perderá en la guerra, vida que presenta como una fuente de renovada vitalidad y sustentable camaradería. Según James Anderson Winn, especialista estadounidense, autor de The Poetry of War, su celebración del Júbilo de la Batalla es la misma actitud de Aquiles en La Ilíada, cuando el héroe añora la salvaje alegría de la guerra (Winn: 53). John Lehmann observa que el poema de Grenfell no es específicamente un poema inglés, y que podría haber sido escrito igualmente por un valiente y dedicado soldado alemán, austríaco o ruso. Ve en el poema una trasposición simbólica e indudablemente consciente del orgasmo (Lehmann, pp. 14-15).

    Grenfell era un soldado profesional, un atleta de enorme coraje y osadía y de profunda religiosidad, al parecer una personalidad perturbada, como revelan sus cartas, en muchas de las cuales hace un culto de la crueldad. En una de ellas, escrita en Bélgica en octubre de 1914, dice adorar la guerra: Es como un gran picnic sin la carencia de propósito del picnic. En otras cartas asegura que jamás se ha sentido mejor en su vida que en el frente bélico (en Julian Grenfell, por Viola Meynell, memoria publicada en The Dublín Review, London, 1917¹³).

    Grenfell tiene otros poemas menores, que no han sido recopilados en un poemario.

    Hacia la batalla

    La desnuda tierra está tibia con la Primavera,

    y con la verde hierba y rebosantes árboles;

    se inclina hacia la mirada del sol regocijante,

    y tiembla en la soleada brisa;

    y la Vida es Color, Luz y Tibieza,

    y un eterno bregar por estas cosas;

    y está muerto aquel que no pelea;

    y el que muere peleando, se engrandece.

    ................

    El hombre que lucha, del sol

    absorberá calor, y vida de la rutilante tierra;

    de los vientos de ligeros pies, velocidad para correr,

    y de los árboles, un nuevo nacimiento;

    y encontrará, cuando haya terminado la pelea,

    un gran descanso, y plenitud después de la escasez.

    ................

    Toda la brillante compañía del Cielo

    lo cuenta en su elevada camaradería:

    Sirio, y las Siete Cabrillas,

    y el Cinturón de Orión, con su espada en la cintura.

    ................

    Los árboles del bosque, juntos de pie,

    es cada uno su amigo;

    con suavidad le hablan en el ventoso clima;

    lo guían al valle y al final de la colina.

    ................

    El cernícalo que revolotea de día,

    y las pequeñas lechuzas que de noche ululan,

    le piden que sea veloz y sagaz como son ellos,

    tan sagaz

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