La formación jesuita de Alberto Hurtado: De Chillán a Lovaina (1923-1936)
Por Manuel Salas
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La formación jesuita de Alberto Hurtado - Manuel Salas
LA FORMACIÓN JESUITA DE ALBERTO HURTADO
De Chillán a Lovaina, 1923-1936
Biblioteca Jesuita de Chile
Estudios
© Manuel Salas Fernández
ORCID ID 0000-0003-2124-1455
Ediciones Universidad Alberto Hurtado
Alameda 1869 · Santiago de Chile
mgarciam@uahurtado.cl · 56-22-8897726
www.uahurtado.cl
Impreso en Santiago de Chile, por C y C impresores
Julio de 2018
ISBN libro impreso: 978-956-357-154-7
ISBN libro digital: 978-956-357-155-4
Registro de propiedad intelectual Nº 292190
Coordinador Colección Biblioteca Jesuita
Claudio Rolle
Dirección editorial
Alejandra Stevenson Valdés
Editora ejecutiva
Beatriz García-Huidobro
Diseño de la colección y diagramación interior
Alejandra Norambuena
Imagen de portada
Se agradece a la Fundación Alberto Hurtado esta imagen del santo durante un viaje
Diagramación digital
ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
info@ebookspatagonia.com
Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.
A la memoria de
Pedro-Félix Salas Elgart (†2014) y
José Eduardo González Errázuriz (†2017)
ÍNDICE GENERAL
PRESENTACIÓN, por Claudio Rolle
AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCIÓN
I
II
III
CAPÍTULO I
ALBERTO Y LA IMPRONTA DE SAN IGNACIO
La obediencia
El Colegio Noviciado del Sagrado Corazón de Jesús de Chillán
CAPÍTULO II
LOS AÑOS DE NOVICIADO EN CHILLÁN Y DEL JUNIORADO EN CÓRDOBA
La Segunda Probación
Salvaguardando la vocación
Los meses de experiencias
La casa de vacaciones del noviciado
Balance de los años de noviciado de Chillán
Del noviciado al juniorado
Tres años en Córdoba
ANEXO CAPÍTULO II - EL CRUCE DEL ATLÁNTICO
El viaje en barco
CAPÍTULO III
EL COLEGIO MÁXIMO DE SANT IGNASI DE SARRIÁ-BARCELONA
España, Ledóchowski y la Compañía de Jesús
El Colegio Máximo de Sarriá-Barcelona
Testimonios del filosofado
La Teología en Barcelona
CAPÍTULO IV
TODO PARTE DE LO MISMO: LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE LOVAINA
Irlanda
Bélgica y la Universidad Católica de Lovaina
Lovaina: el corazón de la intelectualidad católica del viejo continente
El Instituto de Psicología y Pedagogía de la Universidad de Lovaina
La vida en Lovaina
CAPÍTULO V
EL COLEGIO MÁXIMO DE SAN JAN BERCHMANS DE LOVAINA
La enseñanza de la Teología en el Colegio Máximo
Testimonios del teologado
CAPÍTULO VI
VOLVER A TEMPLAR EL ALMA ANTES DE LANZARSE DEFINITIVAMENTE A LA ACCIÓN
Chile a la distancia
La Tercera Probación
La tesis doctoral en John Dewey
CONSIDERACIONES FINALES
APÉNDICE
Introducción
Estudio prosopográfico
FUENTES
Bibliotecas y archivos
Documentos papales
Documentos de los Generales de la Compañía de Jesús
Publicaciones de Alberto Hurtado citadas en el texto
Otras fuentes editadas
Obras de referencia
Obras inéditas
Capítulos de libros y artículos
Libros
PRESENTACIÓN
El libro de Manuel Salas que ahora se publica en la sección Estudios de la Biblioteca Jesuita de Chile, es el resultado de una investigación sistemática orientada a conocer y comprender los recorridos, procesos y fases de la formación del hombre que fue Alberto Hurtado. Como sucede frecuentemente en el oficio de la historia, la lectura que el autor hace de la vida del hombre que será santo —y que como tal será proclamado por la Iglesia Católica a poco más de cien años de su nacimiento—, está marcada por el conocimiento y la comprensión de aquellos acontecimientos que enmarcaron su paso por este mundo y lo que sobre él se conoció luego de su muerte, de su proceso de beatificación y canonización. Esta condición que lleva a que seamos en algún modo generales después de la batalla
y plantea un desafío que no por evidente deja de ser exigente como es el de comprender los contextos y momentos de una vida ya muchas veces representada y relatada.
El libro de Manuel Salas da cuenta de cómo cada época y lugar proporciona una impresión diferente de lo que ya creíamos suficientemente sabido. En realidad la historia y su conocimiento, expresada en la historiografía, no se acaba nunca pues varía en su modo de apreciar y comprender la experiencia humana en el tiempo y el espacio según las épocas, del mismo modo en que el paisaje ambiental lo hace según las estaciones y las condiciones climáticas, o como sucede con el color del mar en invierno y en verano, aun cuando se trate de las mismas aguas.
El esfuerzo por volver a leer las fuentes y dialogar con la historiografía sobre san Alberto Hurtado S.J. resulta meritorio y enriquecedor pues añade matices, combinatorias, ángulos de observación y lectura a los que ya conocemos de la vida y obra del santo jesuita. Resultado de una investigación doctoral, este libro se ha propuesto volver a leer las fuentes y sus contextos, buscando lo más esencial del trabajo de los historiadores, la comprensión de los otros. Con atención a las nociones de tiempo y espacio, al acontecer de las varias vidas en la vida de Alberto Hurtado, a los momentos cruciales y los cotidianos de su trayectoria vital, a la historia de su época en contextos amplios, el autor busca desentrañar lo que le parece fundamental en el recorrido formativo de un hombre como Alberto Hurtado, un apasionado de la vida, marcado por la curiosidad y la voluntad de hacer del principio y fundamento de los Ejercicios Espirituales el eje de su vida, y con ello de su servicio a la sociedad en que vivió.
Es motivo de alegría el publicar este libro que nace desde la formación en el campo de la historia y que enriquece el panorama de la aproximación a san Alberto Hurtado desde fuera de la tradición historiográfica de la Compañía de Jesús, complementando de este modo las posibilidades de acercamiento, conocimiento y comprensión de la vida sacerdotal e intelectual de un hombre que amó intensamente a la Iglesia, a su país y a su gente, con la convicción de que en el servicio y en el darse a los demás se encontraba un camino de santidad para todos los cristianos, dedicando imaginación, creatividad, energía y oración para encarnar ese en todo amar y servir
.
La representación de la vida de otra persona —el principio del género de la biografía— ha tenido en el tiempo y en el espacio diversas variantes y ha dado respuestas a preguntas e inquietudes que responden a las sensibilidades de distintos momentos y lugares. Al realizar este estudio, Manuel Salas nos ha dado la posibilidad de entender mejor a san Alberto Hurtado desde los desafíos del mundo de hoy y de aquí, desde ese país que el protagonista de este estudio quería santo y solidario, alegre y profundo, atento a las realidades más duras y hondamente espiritual, mirando con los ojos de Cristo, discerniendo siempre con Jesús. Su trabajo como biógrafo e intérprete de Alberto Hurtado es sólido y bien fundado, ofreciéndonos la posibilidad de escuchar y de sentirlo próximo, y a través de las fuentes, mirar con sus ojos ese mundo moderno que buscó comprender y evangelizar. Es significativo el modo en que el autor aborda la capacidad de estudio y de oración de Hurtado, junto a su modo de actuar, su expresión de libertad y solidaridad durante la lectura de su recorrido formativo.
Con este libro, la sección Estudios de la Biblioteca Jesuita de Chile logra un buen complemento para la sección Fuentes en la que se están editando nuevamente las obras que san Alberto Hurtado alcanzó a ver editadas.
CLAUDIO ROLLE
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo que el lector tiene en sus manos, es la culminación de un proceso iniciado oficialmente en julio de 2009 cuando fui acreedor de la beca Fulbright-Mecesup2 para cursar mis estudios doctorales en los Estados Unidos de América. Esto no habría sido posible sin la ayuda de mi director de tesis, el doctor Matthew Butler, quien presto su lectura atenta y sabios consejos a mis escritos. También a la doctora Virginia Garrard, por su dedicación y guía durante mis años de estudios. A los otros miembros de la comisión para la defensa de mi tesis doctoral que enriquecieron mi paso por el programa de la University of Texas at Austin: la doctora Ann Twinam, quien dirigió mi trabajo de maestría, y al doctor Seth Garfield, todos especialistas en América Latina.
Igualmente, estoy en deuda con otros académicos con que estuve en contacto durante mi paso por la República de Texas: el doctor Jorge Cañizares-Esguerra, que cuando daba los primeros pasos por un mundo tan desconocido para mí como eran las universidades estadounidenses, fue mi gran consejero; la doctora Susan Deans-Smith, el doctor James Sidbury y el doctor Antony G. Hopkins, ampliaron mis perspectivas históricas e historiográficas. Aunque no involucrados directamente en la academia pero indispensable para ella, la señora Marilyn E. Lehman, Graduate Program Administrator, siempre gentil y bien dispuesta; y don Jorge Salinas en la Benson Latin American Collection, la principal biblioteca sobre nuestro continente en el mundo. A mis amigos Franz Hensel Riveros, Karin Sánchez M., María José Afanador y Brian Stauffer, que me brindaron su compañía, comprensión y consejo en esos duros años de trabajo en un antiguo dominio español. Por último, a Rosa Bruno-Jofré, Professor of History of Education en Queen’s University, Ontario (Canadá), quién me facilitó artículos suyos sobre Hurtado y Fernando Vives, incluso antes de ser publicados.
En Chile, estoy en deuda con el presbítero Samuel Fernández,
que me dio acceso a la documentación del Centro de Estudios San Alberto Hurtado dependiente de la Pontificia Universidad Católica de Chile y sin cuya ayuda este proyecto no habría sido posible. Del mismo modo (y sin un orden particular y en distinto grado), a la comisión Fullbright-Chile; a la exministra de Educación, Mónica Jiménez; a Roxana Pey Tumanoff y Ricardo Reich Albertz, directora ejecutiva y coordinador general —respectivamente— del Programa de Mejoramiento de la Equidad y Calidad de la Educación Superior (Mecesup) al momento de mi partida a los EE.UU. Al padre Jaime Castellón S.J., que me proporcionó parte del manuscrito inédito de su propia tesis doctoral sobre la espiritualidad de Hurtado defendida en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Al presbítero Carlos Irarrázabal E., párroco de la iglesia Sagrado Corazón de Jesús de Providencia, quién me acogió dandome un lugar donde trabajar cuando mi tesis era solo una idea ambiciosa; y al padre Antonio Mª Ganuza Canals, de la Hermandad de Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, por facilitarme una serie de provechosos artículos relativos al padre Ramón Orlandis —profesor de Hurtado en Sarriá—, así como otros sobre la espiritualidad en la España que le tocó a nuestro santo. Finalmente, a don Fernando Montes S.J., cuya lectura atenta y detenida del manuscrito antes de la edición final, permitió corregir errores siempre presentes en trabajos como este. Gracias a él también pude conocer las memorias del padre Álvaro Lavín S.J., amigo y superior de Alberto Hurtado, y que serán aprovechadas con mayor generosidad en otros trabajos en curso y que son continuación del actual.
De igual manera, agradezco a don Juan Ricardo Couyoumdjian B., María de los Ángeles Suspichiatti de Valdés, Lorena Navo García, y Marcela Dutra Mohr-Bell. Esta última, de Montevideo, Uruguay, ayudó pacientemente con la traducción de mi trabajo al inglés cuando estaba encaminado a ser una tesis doctoral. A Beatriz García-Huidobro M., que hizo posible que este trabajo sea parte de la colección Biblioteca Jesuita de Chile de ediciones Universidad Alberto Hurtado. En la Universidad de los Andes, a don Orlando Poblete Iturrate, rector de la misma hasta 2012. De la Facultad de Humanidades, a su decano Jorge Peña Vial, y a los profesores Joaquín García-Huidobro C., Braulio Fernández B., y Miguel Donoso R. Del Instituto de Historia —del que dependo—, a sus sucesivos directores, profesores, y secretarias: Francisco
Javier González E., Enrique Brahm G., Bárbara Díaz K., Ricardo Cubas R., Raquel Soaje de Elías, Marcelo Aguirre D., Isabel Cruz de Amenábar, Alexandrine de La Taille de Concha, Jorge Dagnino J., Alejandra Eyzaguirre de Recabarren, Marisol Richter, Cecilia Cristi y Olga Romero. No puedo no mencionar a mis proveedores de libros —pero mejores amigos— don Héctor Muñoz T. de la librería Libros de Ocasión, Carlos Vivar de la librería El Cid Campeador, e Iván Drazic de la librería Monte Sarmiento.
En la familia, estoy profundamente agradecido a mis suegros José Eduardo González E. (†) y Pelagia Aldunate de González, por su permanente apoyo y compañía. A mi tío Paulino Campbell C. que leyó mis borradores dándome importantes consejos, así como a mis hermanos Óscar, Fernando, Rosa y Santiago Salas Fernández. De forma particular a mi mellizo Sergio, que obtuvo su doctorado en Historia en Europa mientras yo cursaba el mío, y con quién puse por primera vez a prueba mis argumentos; pero muy especialmente al mayor de mis hermanos, el presbítero
Pedro-Félix, párroco de la iglesia Santísimo Redentor de la Diócesis de San Bernardo, cuya erudición en temas eclesiásticos, ya sea en temas históricos o teológicos además del mismo Hurtado, es infinita y sin cuya ayuda esta idea quizá no habría llegado a puerto.
Por último, a quienes les debo mucho más que la vida: mi padre Pedro-Félix Salas Elgart (†), alumno y discípulo de Alberto Hurtado en el Colegio San Ignacio, no alcanzó a ver terminada mi tesis pero confío en que la habría aprobado con el rigor de siempre; y a mi madre, María Isabel Fernández de Salas, porque entre ambos me inculcaron desde niño a buscar siempre la Verdad. A mi señora Pelagia González de Salas, que sabe del esfuerzo que hay detrás de todo esto. De nuestro amor son cuatro maravillosos hijos que son argumento de fuerza y de razón de nuestras vidas: Manuel Ignacio, Pelagia Isabel, Pedro-Félix y José-Rafael Salas González.
INTRODUCCIÓN
I
Jesuita
es un término equívoco. Para algunos es síntoma de poder, oscurantismo, riquezas y soberbia. Para otros es sinónimo de intelectualidad y ciencia, de entrega abnegada a Dios y/o los demás, de practicidad, ejemplo y virtud¹. Alberto Hurtado Cruchaga S.J. (†1952) es conocido como un religioso con estas características. Fundador de una serie de instituciones que todavía hoy existen y con las cuales muchos chilenos se sienten identificados, como el Hogar de Cristo, es el representante más importante del pensamiento social cristiano en el país y su mayor difusor. Esto último lo hace ser uno de los personajes más relevantes de la historia de Chile en el siglo XX en estas materias, si no de América Latina. Fue beatificado por el papa Juan Pablo II en 1994 y canonizado por el papa Benedicto XVI en 2005. En esta última oportunidad, el presidente de Chile en ejercicio, quien se declaraba agnóstico, Ricardo Lagos Escobar, lo definió como un nuevo padre de la Patria
.
En enero de 1936, después de pasar trece años fuera de Chile estudiando, Alberto Hurtado regresó a su país. Es claro que esa formación le permitió llevar a cabo sus obras, pero todavía su biografía sigue inconclusa y la historiografía existente da pocas luces para explicar cómo se preparó este hombre excepcional.
Nuestra contribución busca justamente eso: ayudar a despejar dudas y, a partir de sus propios escritos y de las biografías existentes, construir cimientos de un periodo clave de su vida. En todo caso, en los trabajos relativos a él, poco se ha dicho todavía sobre cuál sería el origen de su forma de actuar; en especial, se ha escrito muy poco sobre los años en que en la Compañía de Jesús lo prepararon para su ministerio público. Alejandro Magnet, quien ha escrito la biografía más completa sobre él, solo hace referencia casi accidental a esta formación y se dedica en aquellos capítulos, en términos generales, a contextualizar lo que estaba ocurriendo en el Chile de entonces². Jaime Castellón S.J., por su parte, fija su atención de forma particular en el ámbito espiritual de Alberto, siendo esto razonable, pues su trabajo corresponde a una tesis de una Facultad de Teología³. Únicamente Samuel Fernández hace ahínco en cómo la educación teológica que recibió Hurtado en Lovaina lo afecta, refiriéndose especialmente a un problema particular que tiene con un visitador de la orden en Chile, poco después de su llegada al país. No obstante, este último trabajo se centra en las consecuencias derivadas y no en la formación que le fue entregada, reafirmando de forma específica la necesidad de un estudio sobre este particular.
Fernández plantea que Hurtado en Lovaina se empapa de un espíritu
que es determinante en su futura acción en nuestro país, aun cuando este autor no distingue entre la formación que le entregan los jesuitas del Colegio Máximo San Jan Berchmans y la que recibe de la Universidad Católica de Lovaina⁴. Por lo demás, es en esta última institución (que no es ni ha sido nunca de la Compañía de Jesús, como se insiste obstinadamente en Chile) donde Alberto sigue el programa de Licenciatura en Pedagogía y luego su doctorado, aun cuando estos estudios no eran un requisito para su plena incorporación a la orden religiosa. Sin embargo, como ya discutiremos, Hurtado cursa esos grados por instrucción de sus superiores; es decir, estos formaron parte integral de su proceso formativo, aunque no fueran del mismo carácter⁵.
Nuestro objetivo es algo distinto al de Fernández, pues es más amplio, al querer no solo buscar la raíz de un espíritu de Lovaina
, sino también mostrar una impronta ignaciana en Hurtado a partir del proceso formativo que inició a mediados de 1923 en la Compañía de Jesús. En definitiva, nosotros buscamos lo que Claudio Rolle define en su presentación del libro de Francisco Jiménez S.J. como "la continuidad de un espíritu común que une al sacerdote san Alberto Hurtado con este primer sacerdote [san Ignacio (†1556)] fundador de la Compañía de Jesús, bajo el sello de esta comunidad dada por la historia y la memoria"⁶.
Con esto, en ningún caso queremos rechazar la idea que plantea Fernández en cuanto a que había al menos dos teologías en las que fue formado Alberto en España y Bélgica —la del espíritu de Aragón
y la del espíritu de Lovaina
—. La mención de estas es congruente con la distinción que se hace en nuestra investigación y, por lo demás, ellas son más antiguas que los propios jesuitas. Ya el mismo san Ignacio se encargaba de destacar y distinguir la importancia de ambas, aunque siempre privilegiando a una, como ya veremos. Donde sí discrepamos con Fernández es en la pertinencia de su pregunta sobre cuál de las dos representaba el auténtico espíritu
de la Compañía de Jesús, en circunstancias que, en realidad, la contemporaneidad de las dos teologías era sintomática de la misma "continuidad del espíritu de san Ignacio"⁷.
A pesar de lo antes dicho, la formación recibida por Alberto desde que ingresó en el noviciado de Chillán hasta que llega años después al Colegio Máximo de Sarriá, Barcelona, le da una estructura intelectual que lo hace un hombre más práctico en el campo de las realizaciones. En cambio, en Lovaina la metodología cobrará especial interés en su educación, lo que le permitirá hacer análisis más certeros. En definitiva, la instrucción que recibe tendrá en él un efecto que, en palabras de su principal biógrafo, le hará alcanzar en Lovaina una agilidad mental muy grande… capaz de captar bien las constantes novedades ideológicas y culturales…
⁸. Todo parece resumirse, según cita el mismo Alberto en uno de sus escritos a propósito del fin que debe tener toda educación, en el aforismo y axioma sin discusión
de Michel de Montaigne, de que "il vaut mieux une tête bien faite que bien pleine (vale más una cabeza bien formada que bien llena)"⁹.
La educación de Alberto Hurtado se ajusta a los moldes tradicionales de la Compañía de Jesús hasta su llegada a Bélgica, para luego compenetrarse con nuevas búsquedas en boga en ese momento en el Colegio Jesuita de Lovaina, siempre bajo el amparo de la Ratio Studiorum y de las nuevas directrices romanas de la constitución apostólica Deus Scientiarum Dominus de Pío XI, promulgada en mayo de 1931. Esto hace a Alberto más propenso a un reformismo moderado sujeto a una fidelidad y a una obediencia clara a sus superiores y al magisterio de la Iglesia, lo cual es corroborado por el jesuita Jaime Correa S.J., quien dice que Alberto era un hombre muy virtuoso; nunca fue él conflictivo con los superiores, nunca tuvo una actitud contraria
¹⁰.
La formación en esa impronta
buscó dar a Alberto ese modo de proceder
, como lo denominan en la Compañía de Jesús, un modo
de actuar, un criterio
, un carisma
que está lejos de querer que todos sus miembros piensen por igual. En el Diccionario de espiritualidad de la orden se recuerda que ese modo de proceder
es una expresión ignaciana
, de uso común
, diecisiete veces citada en las Constituciones y "con muchísima frecuencia en el Epistolario de san Ignacio. Ese mismo texto continúa con el esfuerzo de explicar qué es ese
modo de proceder", según los distintos contextos en que se utiliza. Luego añade que en esa expresión…
…aparece la pluralidad de sentidos y contenidos de la misma, que (1) a partir de un núcleo globalizante —lo que acabará siendo nuestro Instituto
, como idea y concepción primigenia y original de la Compañía—, se abre en círculos concéntricos a (2) su configuración en Constituciones, Declaraciones, Reglas y m. (o modo de vivir), se alarga más en concreto (3) a los rasgos espirituales y estilo humano de las personas y, finalmente, (4) a las características de su acción pastoral o de gobierno¹¹.
El Diccionario de espiritualidad continúa con su explicación del origen, importancia y definición del concepto, basado en n. 134 de las Constituciones, señalando:
La frecuencia e insistencia en su uso confirma la preocupación de Ignacio por que [el modo de proceder] no se desdibuje por negligencia humana y falta de cooperación de sus criaturas, lo que, a Suma Sapiencia y Bondad de Dios, nuestro Criador y Señor, se dignó comenzar y regir y llevar adelante. Por ello tenemos por necesario se escriban Constituciones, que ayuden para mejor proceder, conforme a nuestro Instituto en la vía comenzada del divino servicio. Donde implícitamente se afirma que Instituto
es un modo, un camino, una forma de vida evangélica y de acción apostólica, convenida y compartida por Ignacio y sus compañeros, con el único objetivo irrenunciable de servir a Dios ayudando al ser humano (divino servicio y ayuda de las ánimas
)¹².
De esta manera, la puesta en valor de la formación de Alberto ayuda a entender mejor al personaje, como especialmente queda patente cuando Francisco Jiménez S.J. afirma, en un reciente trabajo, que Hurtado es un hombre de su época
. Este autor es consciente de que afirmar esto parece una perogrullada…
, pero tiene razón en que, con no hacerlo, se corre el riesgo de extraviar el aporte más importante que puede hacer Alberto Hurtado a nuestro propio tiempo
¹³. Por lo demás, esta aproximación es algo que parece reiterarse en años recientes dentro de la misma historiografía de la Compañía de Jesús. Federico Elorriaga S.J. explica cómo, a través de sus heridas internas
y sus heridas externas
, san Ignacio logró acercarse más a Dios, transformándose y enriqueciéndose a partir de su propia experiencia sobre la época en que le toca vivir¹⁴. Lo que pasa es que esa sintonía con el tiempo es una clave fundamental para los católicos, en especial lo es para las autoridades de la Iglesia, como señala Gonzalo Redondo en su trabajo La Iglesia en el mundo contemporáneo:
Si la Iglesia tiene como misión conducir a los hombres a Dios, lógico será que en cada época las peculiares circunstancias de los hombres que la protagonizan condicionen las enseñanzas de los Romanos Pontífices, que buscan poner remedio adecuado a sus dudas y darles el aliento que precisan para luchar sus batallas. Cabría, así, establecer una correspondencia bastante exacta entre los avatares de la existencia humana en un periodo determinado y el Magisterio romano. En este sentido, el pontificado de Pío XI no fue una excepción¹⁵.
Esta es la razón por la cual el magisterio de Pío XI está presente en los escritos del padre general Wlodzimierz Ledóchowski S.J. (†1942) ¹⁶ de la Compañía y en los de Alberto Hurtado, de especial interés nuestro. Hay una suerte de descenso
, como lo denomina monseñor R. Fontenelle para explicar la incidencia del magisterio de León XIII en Pío XI, el cual es profundizado en el accionar de Hurtado. Es que el pontífice Pío XI, explica el mismo Fontenelle, es de un espíritu esencialmente práctico…
que lo lleva a empaparse…
…con una serie de documentos, que no solo hacen avanzar la doctrina de la Iglesia, sino que tratan de integrarla más en la realidad. No habría hoy ninguna excusa —de modo que es una cuestión de vida o muerte para la sociedad—, para no darle audiencia, para no ponerla resueltamente en práctica¹⁷.
Sin embargo, Alberto y Pío XI tienen más en común que ese espíritu esencialmente práctico
y los años difíciles que les toca vivir. Ese denominador se ve reflejado en las palabras que monseñor Gustavo Franceschi tiene sobre el pontífice Pío XI cuando es elegido papa en 1922, y pareciera que estuviera hablando del mismo Hurtado:
Desde el primer momento [se] vio que sería un hombre reposadamente progresista, intenso partidario de la acción, metódico en sus resoluciones, adversario de los elementos inútiles, positivo y preciso de sus actos, de una fuerza inteligente, nada soñador y que doblegará a quienes se le opongan. No será un izquierdista, menos aún será un conservador en el sentido malo de la palabra. Será de un sentido común servido por una ilustración vastísima… y una voluntad que no sabe ceder¹⁸.
¿Podemos probar ese espíritu en Hurtado? Su vida será un ejemplo de ese afán de ser práctico sobre el cual él mismo, en uno de sus escritos, reflexiona en relación con la santidad:
¿Temes que te falte talento, ciencia? Hay un mínimum de capacidad que se requiere indiscutiblemente, pero no el que seas un genio y, como dice el cardenal Gibbons: Muestra la experiencia que un juicio sólido con mediana instrucción es mucho más útil para la religión que talentos brillantes, pero deficientes de sentido práctico. Pocas son las ocasiones de hacer ostentación de genio; pero ocurren a cada paso las oportunidades de ejercitar el sentido común y la discreción
¹⁹.
En las siguientes páginas —las primeras de un proyecto mayor sobre su vida—, buscaremos mostrar experiencias del jesuita chileno que bien reflejan sus capacidades y limitaciones, la instrucción recibida, las oportunidades aprovechadas, algo de su sentido común y su discreción en un periodo fundamental y poco conocido de su biografía.
II
En el campo metodológico, hay varios alcances que hacer. Las biografías son siempre trabajos complejos, pues la misma naturaleza humana tiene un sinnúmero de facetas inabordables en su integridad²⁰. En las páginas siguientes veremos que Alberto se nos presenta como un amigo, un estudiante, un clérigo regular en formación, un sacerdote, un filósofo, un teólogo, un misionero, un educador en formación y un doctorando. Son tantas las facetas de nuestro personaje que resulta imposible abordarlas de forma total. Asimismo, estamos restringidos en cuanto a las fuentes, situación que salvamos estudiando la riqueza del contexto en que él fue formado entre 1923 y 1936. Hay periodos de grandes silencios en los que no podemos conocerlo más que por testimonios ajenos o indirectos. En este sentido, por ejemplo, son valiosos los recuerdos que se presentan en la obra colectiva e inédita Historia de la Compañía de Jesús en Chillán (1920-1977)²¹, que recuerda cómo era la vida en aquella casa, pero no hay que olvidar que ellos son recogidos más de sesenta años después de que Alberto pasó por ella. En cuanto a la vida diaria y espiritual del lugar, nos guiamos por la obra de Francisco Javier de Idiáquez S.J., Prácticas espirituales para el uso de los novicios de la Compañía de Jesús del Noviciado de Villagarcía, que, aunque escrita en el siglo XVIII, sirvió por más de doscientos años de norte a los estudiantes jesuitas²². El epistolario de nuestro biografiado en estos trece años tampoco ayuda con todos los flancos que otras fuentes han descuidado. La escasez de sus cartas se debe, como se discutirá en el Capítulo II, a que no había que malgastar el poco tiempo del que se disponía, en vez de trabajar por el bien de las almas
. Lo anterior también nos ha obligado a ampliar los campos de investigación con aportes de la prosopografía, parte de cuyos resultados se adjuntan, como apéndice, al final de este trabajo.
Del mismo modo, la existencia de testimonios que hemos contrastado sobre Alberto Hurtado presenta diversos inconvenientes. Los más conocidos quizá sean los recopilados por Carlos Pomar Mardones —provincial de la Compañía de Jesús en Chile en 1952—, quien por medio de una encuesta quiso recoger evidencias de distintas etapas de su vida²³. Estas fuentes, así como otras, buscan resaltar su calidad de santo
, de hombre excepcional
. En este sentido, tenemos muchos testimonios que afirman que tenía una mirada profunda
, una forma de hablar atractiva
, una sonrisa especial
, una forma de caminar
, una forma de decir las cosas
, etc. Todo, sin duda, puede haber sido cierto y uno podría tratar de incluirlo en una biografía más amplia del personaje, pero resulta evidente que todas esas expresiones parecen buscar la descripción de un hombre extraordinariamente carismático, aunque no necesariamente más bueno ni más santo
. Lo anterior solo puede probar que tenía buena llegada ante la gente de muchos sectores, pero la santidad y la simpatía no tienen que correr necesariamente por el mismo carril²⁴.
En esta misma línea, y desde la perspectiva de una sociedad secularizada como la de hoy, el tono utilizado en este trabajo para describir el ambiente religioso podría parecer exagerado, pero lo que esta investigación busca es seguir la metodología de Quentin Skinner de la historia de la teoría política. En el prefacio de su obra The Foundations of Modern Political Thought, él rescata la importancia de centrarse en la matriz social e intelectual en que surgen los grandes escritos del periodo que él estudia. Esto, según plantea Skinner, permite construir una versión más realista del pensamiento político en sus diferentes expresiones, dándole un carácter verdaderamente histórico y ofreciendo una visión más apegada a la realidad de cómo nacen las ideas y se pueden entender de manera acabada. Como señala este autor, esta forma de estudiar la filosofía política busca no solo el origen de una forma de pensamiento, pues también es un medio para entender con mayor profundidad el significado de las ideas de un autor. Nunca se podrá avanzar solo con leer y releer sus textos en un afán meramente textualista
porque, como concluye Skinner: "When we attempt in this way to locate a text within its appropriate context, we are not merely providing historical ‘background’ for our interpretation; we are already engaged in the act of interpretation itself "²⁵.
Para la biografía de una persona, esta metodología del "meaning and context" de Skinner es igual de provechosa²⁶. Por ejemplo, en la Positio super vita et virtutibus, o sea, en el proceso jurídico-teológico que se llevó a cabo por parte de la Iglesia Católica para declarar la santidad heroica y ejemplar del chileno, se hace demasiado hincapié en la práctica de las virtudes de Hurtado a partir de sus escritos y de una serie de testimonios. Esta forma presenta dificultades ya que él no es uno de los Padres del Desierto ni san Simeón Estilita como para asumir que hay un todo, un contexto en el cual él toma posiciones y donde practica "el ejercicio de las virtudes in genere"²⁷. En otras palabras, la aplicación de esta metodología nos ayuda a entender cuál es la base de su formación, cómo él entiende esa realidad que le toca vivir y cómo responde a ella, porque puede existir una dicotomía entre lo espiritual del hombre y el mundo.
Ahora bien, la canonización de Hurtado es única en cuanto a que fue la primera en ser aprobada bajo la reforma de 1983 Novae Legres pro Causis Sanctorum, que reorganizó la Congregación para la Causa de los Santos y el procedimiento para llevarla a cabo²⁸. No obstante, tanto para la Iglesia como para la historia existen dificultades a la hora de utilizar los testimonios sobre quienes han sido postulados a los altares, lo que se ve reflejado en que la Positio presenta algunos desafíos con respecto al trabajo de fuentes. Pero este es un problema del área de estudio, como en años recientes, por ejemplo, desde la historia cultural lo ha demostrado Elisabeth Castelli en su Martyrdom and Memory: Early Christian Culture Making. Extrapolando el problema del martirio de los primeros siglos con los hechos ocurridos en el tiroteo del Columbine High School en 1999 en Estados Unidos, esta autora ha dado importancia superlativa a cómo fueron contadas las historias de los mártires y a cómo ellas dieron forma a una sociedad cristiana, así como a la incidencia que tienen hoy²⁹.
Es que, desde los primeros siglos del cristianismo, tanto el testimonio como la memoria colectiva han jugado un rol importante. Los evangelios apócrifos, por ejemplo, tuvieron una trascendencia fundamental al ayudar al pueblo sencillo de los primeros siglos a llenar los vacíos dejados por los llamados evangelios canónicos
, o reconocidos por la autoridad oficial de la Iglesia, sobre la vida de Jesucristo. El origen de estos escritos se remonta a las ansias de conocer más sobre el mensaje de Cristo y su vida, y da cuenta de cómo algunos se dejaron encandilar por relatos fantásticos y halagadoras leyendas que, con el paso del tiempo, se enriquecieron y diversificaron al pasar de boca en boca y de región en región, según señala Aurelio de Santos Otero. Incluso más, en algún momento se da la autoría de estas narraciones a verdaderos contemporáneos de Jesucristo, como lo fueron Pedro, Felipe, Santiago y Juan, prestándoles de esta manera mayor autoridad. Sin embargo, la Iglesia solo se ha preocupado de señalar y reprobar aquellas narraciones heréticas que se presentan como evangélicas, y no existe hasta ahora un decreto oficial en que ellas se cataloguen y condenen de forma global y categórica³⁰.
Por cierto, Hurtado no es Jesucristo y son casi dos mil años los que separan a uno del otro. Los testimonios sobre el chileno no son tan abundantes ni tampoco tan exagerados, si los comparamos exclusivamente con los evangelios apócrifos. Sin embargo, podemos plantear, como problemática, que algunos testimonios ya no buscan tanto revelar asuntos de él como de quienes cuentan su historia. No obstante, es interesante recordar que el antecedente de que tales evangelios no hayan sido catalogados como canónicos
no los hace falsos de por sí, pues eso solo apunta a que no han sido escritos por Dios³¹. La misma leyenda evangélica
de los apócrifos ha hecho aportes de detalles, como los nombres de los padres de la Virgen María —Joaquín y Ana—; la de la cueva de la natividad de Jesús con sus acompañantes, el buey y el asno; los tres reyes magos con sus nombres Baltasar, Melchor y Gaspar, etc. Es por esto que Santos Otero plantea que hay que conceder al testimonio de los apócrifos un valor histórico indirecto que no es despreciable; el suyo es un valor relativo, en cuanto sí pueden manifestar diversas formas del sentir cristiano. ¿Pasa lo mismo con los testimonios sobre nuestro biografiado después de su muerte, cuando ya goza de fama de santo? Nosotros hemos contrastado las fuentes y testimonios que hemos tenido a la vista, buscando no caer en errores. Esta es la razón por la que planteamos como segundo aspecto de nuestro trabajo esa forma casi factual, de modo que el dato concreto sea la base de una historia intelectual de un Alberto Hurtado que está lo más apegado posible a la realidad que le toca vivir. Es solo a partir de entonces que, también siguiendo a Skinner, podemos avanzar en un mayor conocimiento de nuestro personaje.
Pero esta discusión en torno a los testimonios es tan antigua como el origen mismo del cristianismo y se irradia a otros campos de estudio de la Iglesia, como en los referidos a su propia historia y la hagiografía o vida de los santos. Hurtado conoce durante sus años de estadía en Bélgica al jesuita Hippolyte Delehaye (†1940), una especie de nuevo padre
de la hagiografía, al reformar la metodología para despejar lo fantasioso de la vida de santos y mártires³². Es que sus vidas son difíciles de narrar si, para los católicos, solo pueden ser entendidas de forma sobrenatural, aunque no por eso tengan que estar poco apegadas a los hechos concretos. Asimismo, para esos creyentes la santidad se plasma cuando en sus vidas se ve representada la prueba última de la caridad, caridad —amor de Dios y del prójimo— que representa la suprema victoria de la gracia sobre la naturaleza, al triunfar de su instinto más hondo, el amor a la vida presente, por la esperanza de la venidera
³³.
Esto es lo que da el sentido de pertenencia a los católicos y que es fundamental a la hora de entender su actuar en las persecuciones de, por ejemplo, México (la que Hurtado sigue) y España (donde Hurtado es testigo parcial)³⁴. El sentido de pertenencia de los católicos es más que a su parroquia o a su diócesis; su pertenencia es al cuerpo místico de Jesucristo, que es un tercer gran tema dentro de nuestro trabajo. Este cuerpo, como proclama el papa Pío XII, es la mejor definición de la Iglesia, pues conforma la expresión más acabada del misterio total de ella. La Iglesia se define como el cuerpo de Cristo, y el cuerpo místico es místico porque no es físico. La corporeidad de Cristo está en la cruz después de haberse hecho hombre. El cuerpo místico es la misteriosa relación que entabla Cristo con los bautizados, aquellos que se unen a él por la fe, la esperanza y la caridad a través del bautismo³⁵.
Para los católicos, la teología del cuerpo místico es una teología que lleva a la acción porque quiere conquistar el mundo para Cristo, a quien quiere llevar a todos los hombres para que ellos sean parte de él, y porque quiere que todos los hombres se bauticen y vivan en gracia y así se salven eternamente³⁶. ¿Cómo se puede explicar esto?
Fulton J. Sheen señala que hay tres sacramentos que imprimen carácter de forma indeleble en el alma de los católicos. El primero es el bautismo, que incorpora al hombre a Cristo Rey porque los hace ciudadanos de su reino. El segundo es la confirmación, porque incorpora a los católicos a Cristo Maestro y los hace fuertes como soldados para que peleen por la Verdad del Reino, llevando a la adultez lo que ha nacido en el bautismo. El último es el del orden sacerdotal, porque hace a los hombres ministros de Su Sacrificio a través de la Eucaristía, y nuestro trabajo también quiere mostrar cómo Hurtado se involucra dentro de esa lógica con su formación sacerdotal³⁷.
¿Por qué no se ha manifestado antes con tanta fuerza, por parte de los católicos, esta idea del cuerpo místico en la historia? ¿Es contradictoria la idea del cuerpo místico con la idea de la societas perfecta de la que hablan los católicos? O, como pregunta Fredy Parra, ¿es el paso de una concepción teológica a otra?³⁸. La idea del cuerpo místico no es nueva y se remonta al mismo san Pablo, por lo que se descarta que haya una mutación o contradicción alguna. Sin embargo, es en el siglo XIX cuando empieza a adquirir un fundamento teológico más sólido que hace pensar que en tiempos del Concilio Vaticano I habría