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Información de este libro electrónico
Aquí formuló Isaac Asimv por primera vez las tres leyes fundamentales de la robótica, que rigen el comportamiento en los diferentes conflictos que se presentan entre humanos y robots, que se convertirían en una de las piedras angulares de la ciencia ficción.
La modernidad y éxito de este libro se explica por la audacia en la composición y por la aplastante lógica en sus reflexiones, que se adentran en el campo de la ética y de la psicología. Yo, robotes uno de los pocos títulos de ciencia ficción que han superado con amplitud el círculo de lectores especialmente aficionados, entre los que a menudo se considera una obra cumbre.
Su influencia y la de las tres leyes de la robótica en ella enunciadas es muy notable y ha servido de inspiración para incontables novelas, cómics y películas.
Isaac Asimov
Isaac Asimov was the Grand Master of the Science Fiction Writers of America, the founder of robot ethics, the world’s most prolific author of fiction and non-fiction. The Good Doctor’s fiction has been enjoyed by millions for more than half a century.
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Comentarios para Yo, Robot
3,994 clasificaciones137 comentarios
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Feb 5, 2025
I, Robot, is the first collection of short stories. Second is The Rest of the Robots. Robot Dreams only has one new story in it. The Complete Robot is reported to be truly complete.
... Now that I've read it (again?) one story is unfamiliar. "Escape!" It's about the first interstellar jump, memorable for canned beans and milk....
I do love Asimov's Robot stories.
---
Reread. I thought for group, but now can't find it. Oh well.
These stories are definitely dated in so many details, what with the misunderstandings about who women are, the cigarettes and pipes, the low population of the world, the lack of understanding of the biosphere, climate change, etc.... but in the larger sense they are still a valuable reread.
Do I recommend the book to you, someone considering it for the first time? Probably not, tbh. But for me, it's almost a comfort read. Nostalgic, anyway. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Feb 5, 2025
A wonderful collection of short stories! Also, the Three Laws of Robotics are established in "Runaround".
What I find scary is that cover with Will Smith on it. The movie puts the name of this book to shame. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Oct 24, 2024
Quite possibly the single mostly tightly-written and consistent collection of speculative fiction stories ever published. Asimov still gets quoted and referenced today for a reason. Not only is it impossible to overstate how influential the ideas in this book were, it's just plain a good, entertaining read.
The core concept is a future where humanity has created 'Smart' AI - actual thinking machines - and as a safety precaution, those thinking machines are wired with three laws that they cannot violate.
In theory.
The entire book then proceeds to take those famous three laws and show all the ways that they can in fact be violated and would not work in the real world.
With the rise of LLMs (generative 'dumb AI') in the 2020s, the lessons in this book from the 1950's could not possibly be more timely. Computers are complicated and engineering theory hits walls when it's deployed to production (real life). - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Oct 11, 2024
Excelente libro, no solo es interesante y entretenido sino que abarca muchos temas filosóficos y existenciales. Imperdible! - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Sep 28, 2024
Uno de mis libros favoritos, un futuro no tan lejano - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Aug 24, 2024
Algernon Asimov hybrid order - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Aug 24, 2024
A good classic Sci-fi that holds up over time. It has been decades since I read the Foundation series. Asimov is still a master. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Aug 24, 2024
This is a really interesting book but just don't go into it thinking it has anything remotely to do with the movie. The book is made up of short related stories that tend to be more intellectual than action based. The main qualm I have with the book is the idea that most later authors have that Asimov's laws of robotics are an actual thing that governs robotics not just a concept he created for the purpose of the plot of this book. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Aug 5, 2024
Excelente libro!, importante para entender el dilema ético de la ia - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Jan 14, 2024
Positronics, and Asimov's Laws of Robotics, hat's what I recall from this book, and from many short stories in sf magazines. Interesting stuff. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Aug 17, 2023
Excelente libro, con un toque de humor en cada relato. - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
May 3, 2023
Good sci. fi. stories about men and robots. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Nov 2, 2022
I love it when a "classic" lives up that designation.
This book follows the imaginary, future evolution of robots across time. Starting with simple, non-speaking domestic helpers all the way to sophisticated machines that run the world.
A series of short stories as remembered by robopsycologist Susan Calvin near the end of her life.
Originally published in 1950, I can see how so much later science fiction has been based on this and other Asimov books. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Jul 10, 2020
This book from the 1950s is one of the most respected works of science fiction in the English language. It tells the story of how "robots" (what we'd probably now call computers and artificial intelligence) end up taking over the world.
Fortunately, Asimov's dystopian tale has ended up not becoming true - in the timespans described by the book, at least. Computers are often described as having personal traits (like it "knows" this or it "learned" that), true. But computers are not embodied like Asimov describes it.
Nonetheless, Asimov's prescience is impressive considering the state of computing and robotics in 1950, when Asimov wrote. Sure, Asimov had access to the cutting-edge literature of the time (and the cutting-edge science as Asimov trained as a biochemist). His story is good food-for-thought for people who try to extend present-day realities into the future in a productive and helpful way.
Many humans use technology as mindless sheep (or lemmings?) today as Asimov predicts. Intelligent people are always in-demand, he tells us. Such, thankfully, is as true today as it was in 1950. Computers may overtake (may have overtaken?) the human brain in contemporary society; still, human abilities to think, critique, create, and extrapolate will allow us to put our intelligence to good use, lest computers run the world and leave humanity merely passive. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Feb 26, 2020
This is my first taste of Asimov and I wasn't disappointed. Apparently, Asimov was influenced by Gibbon's The Decline and Fall of the Roman Empire and Agatha Christie. I saw more of Arthur Conan Doyle's Sherlock Holmes. The short stories are loosely linked; there are recurrent characters, mainly scientists and psychologists; and the premise is progressed in each story. The main points to note:
- You are introduced, and continually reminded of, the Three Laws of Robotics.
- The aforementioned laws and how they affect robot psychology are pivotal.
- Most stories pose a dilemma, usually an unexplained or unwanted phenomenon in robot behaviour.
- Little happens. Plots develop with arguments and discussions between the characters as they seek to better understand robots.
Asimov writes clearly and coherently, which suits the theme perfectly. There is some philosophy and allegory mixed in these stories, which is why I recommend I, Robot even to those, like me, who aren't sci-fi fans. - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Nov 19, 2019
This was a good story, thought-provoking and well written. I have to say it didn't appeal to me, but that isn't the author's fault, I just can't get excited about robots and machines and science fiction; I guess it isn't my genre to read. Funny, because I love scifi movies, but the books don't appeal. I could not work up any enthusiasm for any of the characters in this book, not even the robots. I did, however, enjoy the little mysteries in each story about robot functions and behavior and what was causing things to go wrong. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Nov 19, 2019
A fantastic collection of stories from a true master of SF. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Nov 19, 2019
A compilation of the earlier Robot short stories, a format that Asimov is quite strong in. 'The Complete Robot' is a better and more complete compilation, but 'I, Robot' retains what are probably his best. - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Nov 19, 2019
‘I, Robot’ by Isaac Asimov – in the first place – bears almost nothing in common with the plot of the movie starring Will Smith. But this review is not about the movie. To this reader, Asimov’s novel strikes me as a kind of fictionalized adaptation of Ray Kurzweil’s The Age of Spiritual Machines (which I highly recommend). In ’I, Robot,’ Asimov explores the development of the so-called positronic brain during the 21st century. He does so by means of a chronological series of episodes, each of which explore some problem encountered along the way by U.S. Robot and Mechanical Men Corp. in the development of autonomous thinking ambulatory mechanisms, which must also necessarily obey the Three Laws of Robotics. Asimov’s robot tales are simultaneously exercises in anthropomorphic projection (in this case, conferring humanness onto a machine) and logical dilemmas which must be solved (or in some cases, survived) in order to advance the robotic art. In this sense, Asimov is no mere crafter of tall-tales but is poised as a rather prescient seer of the issues surrounding the birth of a robotic age. This book comprises the first in a series of robot-themed novels by Asimov. - Calificación: 2 de 5 estrellas2/5
Nov 19, 2019
The movie really didn't have a thing to do with this book; a very good book - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Nov 19, 2019
I watched the movie before I read the book and was pleased to see how different they both were. The book is amazing! I appreciated how they dealt with the dilemmas faced by a robot manufacturing company who had to solve problems related to the code imprinted in every robot. Asimov is an extrememly talented and imaginative author. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Nov 19, 2019
This is one of my favorite works by Isaac Asimov. I absolutely love these stories -- each one is so inventive, and they stay with you for so long after you read them. I think it's really easy to write an unsatisfying "short story" -- so often the ones I read aren't stories at all. These are, though. They're all so well-polished. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Nov 19, 2019
The classic series which introduced the "Three Laws of Robotics" and began Asimov's famous Robots series, which he later merged into his Foundation series. The frame story makes it the life of the robopsychologist Dr. Susan Calvin, though in fact many of the stories feature Gregory Powell and Mike Donovan, who are space-going engineers much more typical of the heroes of sf of the period. The stories run from "Robbie" about a simple robot nursemaid up through Stephen Byerley, almost certainly a robot but also the elected ruler of the world. The most powerful single story is "Liar" in which Susan finds that a mind-reading robot has what no other robot ever had --reason to lie to humans --unfortunately, including lying to her about whether the man she loves also loves her. Her revenge destroys the robot. - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Nov 19, 2019
This book was completely different than the movie, but I liked it. It's a few different stories about robots and humans It defiantly gives you something to think about - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Nov 19, 2019
I'd never gotten around to reading this one... I didn't love the narrator though he kind of fit the dated-ness of the stories - each covering a breakthrough in artificial intelligence and the results of its interaction with the laws of robotics. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Nov 19, 2019
Very dated, but still a fun read. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Nov 19, 2019
A selection of brilliant short stories, set in the future in a golden age of mankind, where robots are put to work for humanity. Theoretically they can't go wrong, but somehow they always do, and these stories are short logical puzzles as such that are very clever in a deep way. A book to make you think and is both an encouragement for the future and a word of caution. (Completely different to the film, but that's good) - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Nov 19, 2019
While I find Robot Dreams to be a superior Asimov collection, this set of short stories was still quite good. Too bad the movie went its own route, but that's Hollywood. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Nov 19, 2019
I met Isaac Asimov while a college student and have forever been impressed with his science fact in science fiction. This book is not at all like the movie, but more detailed with the consequences of Robotics on the entire planet, Earth and beyond. There is much dialogue to get through and is a long story. It is not so easy to follow unless this subject matter is of interest. I believe technical young (and older) men would enjoy this book more than the average female. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Nov 19, 2019
Mmmm - I remember why I don't read this much. A lot of them are quite depressing - and the fact that the viewpoint character for the frame is so unappealing doesn't help. The first one is utterly depressing. Later ones - aside from Susan's 'romance', which is just embarrassing - have some amusing bits - the one about the Brain and the ship has a lovely payoff. Cutie's pretty annoying too. The one about the candidate is...interesting...but if they're right, the next one is more than a little odd (shouldn't he understand the Brains better than that?). Very rich stories, creating a powerful world, but not very nice to read. Every once in a while, just to remind myself. And of course now I want to read Caves of Steel...
Vista previa del libro
Yo, Robot - Isaac Asimov
ISAAC ASIMOV
YO, ROBOT
En nuestra página web: www.edhasa.com
encontrará el catálogo completo de Edhasa comentado
Título original: I, robot
Traducción de Manuel Bosch Barret
Diseño de la cubierta: Edhasa, basado en un diseño de Jordi Salvany
© Ilustración de la cubierta: iStockphoto.com/Antonis Papantoniou
Primera edición impresa: abril de 2009
Primera edición en e-book: abril de 2010
© by Isaac Asimov, 1950
© de la presente edición: Edhasa, 2010
image003.jpg«Actividad subvencionada por el Ministerio de Cultura»
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o totalde esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquilero préstamo público .
ISBN: 978-84-350-4504-9
Depósito legal: B-19.624-2010
Producido en España
Índice
Las Tres Leyes de la Robótica
Introducción
I Robbie
II Sentido giratorio
III Razón
IV Atrapa esa liebre
V ¡Embustero!
VI Pequeño robot perdido
VII Evasión
VIII La evidencia
IX Un conflicto evitable
Las Tres Leyes de la Robótica
1. - Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.
2. - Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes se oponen a la primera Ley.
3. - Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no entre en conflicto con la primera o segunda Leyes.
Manual de Robótica, 56.a edición, año 2058.
Introducción
He revisado mis notas y no me gustan. He pasado tres días en la U. S. Robots y lo mismo habría podido pasarlos en casa con la Enciclopedia Telúrica.
Susan Calvin había nacido en 1982, dicen, por lo cual debe de tener ahora setenta y cinco años. Esto lo sabe todo el mundo. Con bastante aproximación, la «U. S. Robots & Mechanical Men Inc.» tiene también setenta y cinco años, ya que fue el año del nacimiento de la doctora Calvin cuando Lawrence Robertson sentó las bases de lo que tenía que llegar a ser la más extraña y gigantesca industria en la historia del hombre. Bien, esto lo sabe también todo el mundo.
A la edad de veinte años, Susan Calvin formó parte de la comisión investigadora psicosomática ante la cual el doctor Alfred Lanning, de la U. S. Robots, presentó el primer robot móvil equipado con voz. Era un robot grande, basto, sin la menor belleza, que olía a aceite de máquina y estaba destinado a las proyectadas minas de Mercurio. Pero podía hablar y razonar.
Susan no dijo nada en aquella ocasión; no tomó tampoco parte en las apasionadas polémicas que siguieron. Era una muchacha fría, sencilla e incolora, que se defendía contra un mundo que le desagradaba con una expresión de máscara y una hipertrofia intelectual. Pero mientras observaba y escuchaba, sentía la tensión de un frío entusiasmo.
Se graduó en la Universidad de Columbia en el año 2003, y empezó a dedicarse a la Cibernética.
Todo lo que se había hecho durante la segunda mitad del siglo xx en materia de «máquinas calculadoras» había sido anulado por Robertson y sus cerebros positrónicos. Las millas de cables y fotocélulas habían dado paso al globo esponjoso de platino-iridio del tamaño aproximado de un cerebro humano.
Aprendió a calcular los parámetros necesarios para establecer las posibles variantes del «cerebro positrónico»; a construir «cerebros» sobre el papel, de una clase tal que las respuestas a estímulos determinados podían predecirse acertadamente.
En el año 2008, se doctoró en Filosofía e ingresó en la U. S. Robots como «robopsicóloga», convirtiéndose en la primera gran practicante de esta nueva ciencia. Lawrence Robertson era todavía presidente de la corporación; Alfred Lanning había sido nombrado director de investigaciones.
Durante quince años vio cómo la dirección del progreso humano cambiaba y avanzaba vertiginosamente.
Ahora se retiraba… hasta donde podía. Por lo menos, permitía que la puerta de su despacho ostentase el nombre de otra persona.
Esto, esencialmente, fue lo que supe. Tenía una larga lista de sus publicaciones, de las patentes a su nombre; conocía los detalles cronológicos de sus promociones, en una palabra, tenía su «vida» profesional con todo detalle.
Pero esto no era lo que yo quería.
Necesitaba algo más para mis artículos destinados a la Prensa Interplanetaria. Mucho más. Y así se lo dije.
–Doctora Calvin –le dije tan amablemente como pude–, según la opinión general, la U. S. Robots y usted son equivalentes. Su retirada pondrá fin a una Era que…
–¿Quiere usted el punto de vista del interés humano? –dijo sin sonreír. No creo que nunca sonriese. Pero sus ojos eran penetrantes, aunque no agresivos. Sentí que su mirada me atravesaba y salía por el occipucio y supe que era para ella de una transparencia inusitada; que todo el mundo lo era.
–Exacto –dije.
–¿El interés humano… de los robots? Esto es una contradicción.
–No, doctora, de usted.
–También me han llamado robot. Con seguridad le habrán dicho a usted que no soy humana.
Me lo habían dicho, en efecto, pero no ganaba nada con confesarlo.
Se levantó de la silla. No era alta y parecía frágil. La seguí hasta la ventana y nos asomamos a ella.
Las oficinas y talleres de la U. S. Robots formaban una pequeña ciudad, espaciosa y bien planeada. Todo era achatado como una fotografía aérea.
–Cuando vine aquí por primera vez –dijo– vivía en una pequeña habitación, allá a la derecha, donde está hoy el retén de bomberos. Fue derribada antes de que usted naciese. Compartía la habitación con tres personas. Tenía medio escritorio. Construíamos nuestros robots en un solo edificio. Producción… tres a la semana. Ahora, mírenos.
–Cincuenta años –aventuré–, es mucho tiempo.
–No cuando se mira hacia atrás. Una se pregunta cómo han pasado tan deprisa.
Volvió a su escritorio y se sentó. No necesitaba expresión alguna en su rostro para parecer triste.
–¿Qué edad tiene usted? –quiso saber.
–Treinta y dos años –respondí.
–Entonces, no puede recordar los tiempos en que no había robots. La humanidad tenía que enfrentarse con el universo sola, sin amigos. Ahora tiene seres que la ayudan; seres más fuertes que ella, más útiles, más fieles, y de una devoción absoluta. ¿Ha pensado usted en ello bajo este aspecto?
–Me temo que no. ¿Puedo citar sus palabras?
–Sí. Para usted, un robot es un robot. Mecánica y metal; electricidad y positrones. ¡Mente y hierro! ¡Obra del hombre! Si es necesario, destruida por el hombre. Pero no ha trabajado usted en ellos, de manera que no los conoce. Son más limpios, más educados que nosotros.
Traté de halagarla, de adularla hábilmente.
–Quisiéramos saber algo de lo que pueda usted contarnos, conocer su opinión sobre los robots. La Prensa Interplanetaria abarca todo el Sistema Solar. Unos tres mil millones de lectores, doctora Calvin. Tienen que saber lo que pueda usted decirnos sobre los robots.
No tenía necesidad de insistir. No me oyó, pero se dirigía al lugar indicado.
–Deben de haberlo sabido desde el principio. Vendíamos robots para uso terrestre… antes de mis tiempos, incluso. Desde luego, eran robots que no podían hablar. Después se hicieron más humanos, y empezó la oposición. Los sindicatos obreros, como es natural, se opusieron a la competencia que hacían los robots al trabajo humano, y varios sectores de la opinión religiosa hicieron sus objeciones inspiradas en la superstición. Todo aquello fue inútil y ridículo. Y, sin embargo, así era.
Yo iba tomando notas de lo que decía en mi registrador de bolsillo, tratando de que no advirtiese el movimiento de mi mano. Practicando un poco se puede llegar a hacer detalladas anotaciones sin sacar el chisme del bolsillo.
–Tomemos el caso de Robbie –dijo–. No lo conocí. Fue desguazado el año anterior a mi entrada en la compañía; era muy elemental. Pero vi a la muchacha en el museo…
Se detuvo, pero no dijo nada. Dejé que sus ojos se humedeciesen y su imaginación viajase. Tenía que recorrer mucho tiempo.
–Oí hablar de ello más tarde, y cuando nos llamaban blasfemos y creadores de demonios, siempre me acordaba de él. Robbie era un robot sin vocalización. No podía hablar. Fue fabricado y vendido en 1996. Eran los días anteriores a la extrema especialización, de manera que fue vendido como niñera…
–¿Cómo qué?
–Como niñera…
I
Robbie
–Noventa y ocho… noventa y nueve… ¡cien! –Gloria retiró su pequeño y regordete antebrazo de delante de los ojos y permaneció un momento parpadeando al sol. Después, tratando de mirar en todas direcciones a la vez, avanzó cautelosamente algunos pasos, apartándose del árbol contra el que había estado apoyada.
Estiró el cuello, estudiando las posibilidades de unos matorrales que había a la derecha, y se alejó unos pasos para tener un mejor ángulo de visión. La calma era absoluta, a excepción del zumbido de los insectos y el gorjear de algún pájaro que desafiaba el sol de mediodía.
–Apostaría a que se ha metido en casa, y le he dicho mil veces que eso no es leal –se quejó.
Apretando los labios en un mohín y arrugando el entrecejo, se dirigió decididamente hacia el edificio de dos pisos del otro lado del camino.
Demasiado tarde oyó un crujido detrás de ella, seguido del claro «clump-clump» de los pies metálicos de Robbie. Se volvió rápidamente para ver a su triunfante compañero salir de su escondrijo y echó a correr hacia el árbol a toda velocidad. Gloria chilló, desalentada.
–¡Espera, Robbie! ¡Esto no es leal, Robbie! ¡Prometiste no salir hasta que te hubiese encontrado! –Sus diminutos pies no podían seguir las gigantescas zancadas de Robbie. Entonces, a tres metros de la meta, el paso de Robbie se redujo a un mero arrastrarse y Gloria, haciendo un esfuerzo final por alcanzarlo, echó a correr jadeante y llegó a tocar la corteza del árbol la primera.
Orgullosa, se volvió hacia el fiel Robbie y, con la más ruin ingratitud, le recompensó su sacrificio mofándose de su incapacidad para correr.
–¡Robbie no puede correr! –gritaba con toda la fuerza de su voz de ocho años–. ¡Le puedo ganar cada día! ¡Le puedo ganar cada día! –cantaban las palabras con un ritmo infantil.
Robbie no contestó, desde luego… con palabras. Echó a correr, esquivando a Gloria cuando la niña estaba a punto de alcanzarlo, obligándola a describir círculos que iban estrechándose, con los brazos extendidos azotando el aire.
–¡Robbie… estate quieto! –gritaba. Y una risa estridente acompañaba sus palabras.
Hasta que Robbie se volvió súbitamente y la agarró, haciéndole dar vueltas en el aire, de manera que durante un momento el universo fue para ella un vacío azulado y verdes árboles elevándose precipitadamente del suelo hacia la bóveda celeste. Y después se encontró de nuevo sobre la hierba, junto a la pierna de Robbie y aferrada todavía a un duro dedo de metal.
Al poco rato recobró la respiración. Trató inútilmente de arreglar su alborotado cabello en un gesto que pretendía vagamente imitar el de su madre y miró si su vestido se había desgarrado.
Golpeó con la mano la espalda de Robbie.
–¡Mal muchacho! ¡Malo, malo! ¡Te pegaré!
Y Robbie se inclinaba, cubriéndose el rostro con las manos, de manera que ella tuvo que añadir:
–¡No, no, Robbie! ¡No te pegaré! Pero ahora me toca a mí esconderme, porque tienes las piernas más largas y prometiste no correr hasta que te encontrase.
Robbie asintió con la cabeza –pequeño paralelepípedo de bordes y ángulos redondeados, sujeto a otro paralelepípedo más grande, que servía de torso, por medio de un corto cuello flexible– y obedientemente se puso de cara al árbol. Una delgada película de metal bajó sobre sus ojos relucientes y del interior de su cuerpo salió un acompasado, resonante tic-tac.
–Y ahora no mires, ni te saltes ningún número –le advirtió Gloria, mientras corría a esconderse.
Con invariable regularidad fueron transcurriendo los segundos, y al llegar a cien se levantaron los párpados y los ojos intensamente rojos de Robbie inspeccionaron los alrededores. Al instante se fijaron en un trozo de tela de color que salía de detrás de una roca. Avanzó algunos pasos y se convenció de que era Gloria.
Lentamente, manteniéndose entre Gloria y el árbol-meta, avanzó hacia el escondrijo, y, cuando Gloria estuvo plenamente a la vista y no pudo dudar de haber sido descubierta, tendió un brazo hacia ella, y se golpeó con el otro la pierna, produciendo un ruido metálico. Gloria salió, contrariada.
–¡Has mirado! –exclamó con enorme deslealtad–. Además, estoy cansada de jugar al escondite. Quiero que me lleves de paseo.
Pero Robbie estaba ofendido por la injusta acusación, y, sentándose cautelosamente, movió la cabeza contrariado de un lado a otro.
Gloria cambió de tono, adoptando de inmediato una gentil zalamería.
–Vamos, Robbie, no he dicho en serio que espiases. Llévame de paseo.
Pero Robbie no era tan fácil de conquistar. Miró fijamente el cielo y siguió sacudiendo la cabeza, obstinado.
–¡Por favor, Robbie, llévame de paseo! –Rodeó su cuello con sus rosados brazos y lo estrechó con fuerza. Después, cambiando repentinamente de humor, se apartó de él–. Si no me llevas de paseo, me pondré a llorar. –Y su rostro hizo una mueca, dispuesta a cumplir su amenaza.
El endurecido Robbie no hizo caso de la terrible posibilidad, y sacudió la cabeza por tercera vez. Gloria consideró necesario jugar su última carta.
–Si no me llevas –exclamó amenazadora– no te contaré más historias. ¡Ni una más!
Ante este ultimátum, Robbie se rindió sin condiciones y movió afirmativamente la cabeza, haciendo resonar su cuello de metal. Levantó cuidadosamente a la chiquilla y la sentó en sus anchos hombros.
Las amenazadoras lágrimas de Gloria se secaron en el acto y se echó a reír con deleite. La piel metálica de Robbie, mantenida a una temperatura constante gracias a las resistencias interiores, era suave y agradable, y el ruido metálico que ella producía al golpear rítmicamente con sus tacones daba mayor encanto a la situación.
–Eres un caza del aire, Robbie, eres un gran caza de plata del aire. Tiende los brazos. ¡Tienes que tenderlos, Robbie, si quieres ser un caza del aire!
Ante aquella lógica irrefutable los brazos de Robbie se convirtieron en alas, que cogían las corrientes de aire, y fue un caza plateado.
Gloria se aferraba a la cabeza del robot, inclinándose hacia la derecha. Entonces dotó a la nave de un motor que hacía «Brrrr», y de armas que hacían «Sh-sh-shshsh». Daba caza a los piratas y las baterías de la nave entraban en acción. Los piratas caían en una lluvia constante.
–¡Hemos matado a otro! ¡Dos más!… –gritaba–. ¡Más deprisa, hombre! ¡Nos quedamos sin municiones!
Apuntaba por encima de su hombro con indomable valor, y Robbie era una achatada nave del espacio que zumbaba a través de la bóveda celeste con la máxima aceleración.
Cruzó corriendo el campo hacia la alta hierba, donde se detuvo con una rapidez que arrancó un grito a su sonrojada amazona y la dejó caer suavemente sobre la blanda alfombra verde. Gloria se reía y jadeaba, lanzando intermitentes exclamaciones.
–¡Oh, qué bueno!…
Robbie esperó a que recobrase la respiración y entonces le tiró suavemente de un mechón de pelo.
–¿Quieres algo? –dijo Gloria con una expresión de inocencia en los ojos, que no consiguió engañar ni por un instante a su voluminosa «niñera». Robbie le tiró del pelo con más fuerza.
–¡Ah, ya sé!… Quieres una historia.
Robbie asintió rápidamente.
–¿Cuál?
Robbie describió un semicírculo en el aire con un dedo.
–¿Otra vez? –protestó la chiquilla–. Te he explicado «La Cenicienta» un millón de veces. ¿No estás cansado de ella? ¡Es para niños! Bien, bien –añadió, viendo a Robbie describir otro semicírculo.
Gloria reflexionó, evocó en su memoria los detalles del cuento (con sus propias modificaciones, que eran varias) y empezó:
–¿Estás preparado? Bien, pues érase una vez una bella muchacha llamada Ella. Tenía una cruel madrastra y dos hermanastras muy feas y muy malas y sucedió…
* * *
Gloria había llegado al momento crítico del cuento: «Daba medianoche en el reloj y sus ropas se convertían de nuevo en andrajos…». Mientras, Robbie escuchaba atentamente, con los ojos ardientes, cuando vino la interrupción.
–¡Gloria!
Era la voz aguda de una mujer que había llamado no una, sino varias veces; y tenía el tono nervioso de aquel en quien la ansiedad ha empezado a convertirse en impaciencia.
–Mamá me llama –dijo Gloria, contrariada–. Será mejor que me lleves de vuelta a casa, Robbie.
Robbie obedeció apresuradamente, porque sabía que más valía cumplir las órdenes de la señora Weston sin la menor vacilación. El padre de Gloria raramente estaba en casa durante el día, a excepción de los domingos –hoy, por ejemplo–, y cuando esto ocurría, se mostraba la persona más afable y comprensiva. La madre de Gloria, en cambio, era una fuente de sinsabores para Robbie, quien siempre sentía el impulso de alejarse de su presencia. La señora Weston los vio en el momento en que aparecían por encima de los altos tallos de la vegetación, y volvió a entrar en la casa a esperarlos.
–Te he llamado hasta quedarme ronca, Gloria –dijo severamente–. ¿Dónde estabas?
–Estaba con Robbie –balbució Gloria–. Le estaba contando «La Cenicienta» y he olvidado que era hora de comer.
–Pues es una lástima que Robbie lo haya olvidado también. –Y como si de repente recordase la presencia del robot, se volvió rápidamente hacia él–. Puedes marcharte, Robbie. No te necesita ya. Y no vuelvas hasta que te llame –añadió secamente.
Robbie dio la vuelta para marcharse, pero se detuvo al oír a Gloria salir en su defensa.
–¡Espera, mamá! Tienes que dejar que se quede. No he acabado de contarle «La Cenicienta». Le he prometido que le contaría «La Cenicienta» y no he terminado.
–¡Gloria!
–De verdad, mamá. Se estará tan quieto que no te darás siquiera cuenta de que está aquí. Puede sentarse en la silla del rincón, y no dirá ni una palabra…; bueno, no hará nada, quiero decir. ¿Verdad, Robbie?
Robbie, ante la súplica, movió de arriba abajo su pesada cabeza.
–Gloria, si no dejas esto de inmediato, no verás a Robbie en una semana.
La chiquilla bajó los ojos.
–Bueno…, pero «La Cenicienta» es su cuento favorito y no lo había terminado… ¡Y le gusta tanto!
El robot salió de la habitación con paso vacilante y Gloria ahogó un sollozo.
* * *
George Weston se encontraba a gusto. Tenía la costumbre de pasar las tardes de los domingos a gusto. Una buena y abundante comida a la sombra; una vieja y blanda tumbona donde echarse; un ejemplar del Times; las zapatillas en los pies, el torso sin camisa… ¿Cómo podía uno no encontrarse a gusto?
No experimentó ningún placer, por lo tanto, cuando vio entrar a su esposa. Después de diez años de matrimonio era todavía lo suficientemente estúpido como para seguir enamorado de ella, y siempre le agradaba verla; pero las tardes de los domingos eran sagradas y su concepto de la verdadera comodidad era poder pasar tres o cuatro horas solo. Por consiguiente, concentró su atención en las últimas noticias de la expedición Lefebre-Yoshida a Marte (tenía que salir de la Base Luna y podía incluso tener éxito) y fingió no verla. La señora Weston esperó pacientemente dos minutos, después, impaciente, dos más, y finalmente rompió el silencio.
–George…
–¿Ejem?
–¡He dicho George! ¿Quieres dejar este periódico y mirarme?
El periódico cayó al suelo, crujiendo, y George volvió el rostro contrariado hacia su mujer.
–¿Qué ocurre, querida?
–Ya sabes lo que ocurre. Es Gloria y esta máquina terrible.
–¿Qué máquina terrible?
–No finjas no saber de qué hablo. Ese robot al que Gloria llama Robbie. No se aparta de ella ni un instante.
–¿Y por qué debería hacerlo? Es su deber… Y en todo caso, no se trata de ninguna máquina terrible. Es el mejor robot que se puede comprar con dinero y estoy seguro de que me hace economizar medio año de renta. Es más inteligente que muchos de mis empleados.
Hizo ademán de volver a coger el periódico, pero su mujer fue más rápida y se lo arrebató.
–Vas a escucharme, George. No quiero ver a mi hija confiada a una máquina, por muy inteligente que sea. No tiene alma y nadie sabe lo que es capaz de pensar. Una chiquilla no está hecha para ser protegida por una cosa de metal.
–¿Y cuándo has tomado esa decisión? –preguntó el señor Weston frunciendo el ceño–. Ya lleva con Gloria dos años y