Elena Caffarena Morice
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Elena Caffarena Morice - Ximena Jiles Moreno
7.
I. Introducción: el qué de la presente publicación
Soy una de las nietas de Elena Caffarena, pero no cualquiera, sino la más cercana a esta mujer que vivió cien años y dedicó la vida a la emancipación de sus congéneres. La conocí cuando una desnutrición infantil experimentada en Cuba, tras el bloqueo norteamericano, hizo aconsejable que mis jóvenes padres residentes en La Habana, en apoyo al entonces pujante proceso revolucionario, me dejaran en Chile bajo la supervisión de doña Elena, mientras durara su permanencia en la isla. Ella, para mi recuperación, me esperó premunida de nana, cocinera experimentada, pediatra y chofer.
Aunque Elena, como fiel descendiente de italianos del norte de la península, no era de grandes arrumacos ni de demostraciones físicas de afecto (pues ello no suele formar parte de la idiosincrasia de la mayoría de los [as] italianos del área septentrional), se preocupó de mi nutrición con denodado esmero y me llenó tempranamente de regalos, los que con el tiempo y la madurez que dan los años fueron adquiriendo el carácter de verdaderos tesoros que brillan en mi memoria.
Como muestra un botón:
Recuerdo vívidamente que mis primeros zapatitos me los compró ella, en Calpany. Eran de charol y venían en una caja de lata verde, de esas que ahora se venden como piezas de colección en las tiendas vintage. Me acuerdo que una vez íbamos a salir juntas de compras al centro. Ella vestía elegante, con sus pantys color coñac, su infaltable sombrero, falda plisada, guantes de cuero café y un largo abrigo de pelo de camello. Yo no conseguía desatar el nudo de uno de mis zapatos y entonces, aunque el taxi esperaba en la puerta de su domicilio histórico, situado en Seminario 244, comuna de Providencia, ella me dijo:
Menita, toma tu tiempo: todos los nudos se pueden desatar.
Ahora pienso que ella podría haberme desatado el nudo con toda facilidad, o pedirle a mi nana que lo hiciera con la finalidad de salir más rápido. Sin embargo, se tomó todo el tiempo necesario para que yo aprendiera tempranamente a desatar… en otras palabras, a emancipar
el cordón de mi zapato y así adoptar una actitud voluntariosa frente a los retos iniciales que marcarían mi futuro como mujer.
Desde mis primeros años establecimos un vínculo férreo, afianzado con el tiempo, producto de la admiración que me despertaba la querida presencia de doña Elena. Nunca comprendí por qué siempre decía que era yo su nieta predilecta. Seguramente fue una manera de fortalecer la autoestima de esta tímida y callada niñita, sin ningún talento y carente, por cierto, del perfecto francés que hablaban mis primos Sandra, Marcela y Andrés, cuyos padres vivieron el exilio en Francia durante la dictadura cívico-militar (1973-1990); desprovista también de la pronunciación germánica de mi prima Marisol, nacida en la RDA; de la infinita gracia de mi hermana Cecilia, que tanto divertía a la abuela; de la mirada profunda de Juanito, mi hermano menor, y evidentemente del cabello rubio, los ojos verdes y la inusual inteligencia de Pamela, su nieta mayor, hoy periodista y honorable diputada de la República.
Un hilo invisible tejido entre ambas provocó que en distintas etapas de mi vida se diera el tiempo necesario para dejar brillando sus tesoros entre mis recuerdos, como una vez que, estando en su casa, me escuchó discutiendo por teléfono con un pololo. Cuando finalizó la llamada me dijo:
Ximenita, sólo una vez tu abuelo Jorge me habló golpeado y eso no es bueno en las relaciones de pareja. Íbamos en el tranvía, tu abuelo era vehemente y arriba del transporte me subió la voz. En ese mismo instante, tomé mi cartera y me bajé, diciéndole: Don Jorge, esta es la última vez en la vida que usted me grita. Y te agrego, Menita: una mujer no debe nunca salir sin billetera, no debe depender de un hombre, ni de nadie, para movilizarse o volver a su casa, si las cosas no salen de acuerdo a lo planeado. No es necesario que nunca más vuelvas a alzar la voz para hacerte respetar en cada momento.
II. Un indeclinable desafío: el por qué de la presente publicación
Se me ha pedido aportar mi testimonio sobre la vida y obra de Elena Caffarena y lo hago, con todo gusto, por los siguientes motivos:
1. Me lo ha solicitado Walter Kühne, en representación del Sello Editorial de la Universidad de Santiago de Chile: mi alma mater, la universidad que albergó los días más bonitos de mi juventud, cuando a la hora de almuerzo nos bastaba un cigarrito para sobrevivir en el emblemático y nunca bien ponderado casino de la Pancha
, tan transversal que todos quienes ingresábamos a ese refugio pasábamos a llamarnos Panchitas
y Panchitos
.
Ahí nos reuníamos entre protesta y protesta, entre clase y clase, entre prueba y prueba, en los oscuros días de la dictadura cívico-militar, cuando muchos de nuestros profesores eran partidarios del régimen autoritario y nos evaluaban haciendo gala de la más vergonzosa parcialidad, mientras otros, los menos, encendían nuestras vocaciones constituyéndose en verdaderos ejemplos a seguir.
2. He dedicado buena parte de mi empeño profesional, en mi quehacer de historiadora, a procurar saldar, en parte, la deuda de gratitud que el Estado de Chile mantiene con el Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile, MEMCH (1935), en general y con Elena Caffarena en particular. No me asiste ni la más mesurada duda que a esas mujeres y su lucha organizada debemos la conquista del voto político pleno, entre otros muchos logros.
Como Elena Caffarena Morice, viuda de Jiles, Estoy convencida que la emancipación de la mujer y la conquista de cada una de sus reivindicaciones, sólo pueden ser obra de la lucha tenaz de las mismas mujeres y de sus organizaciones
.
Es por ello, por la convicción que a las mujeres nada nos ha sido dada y que cada logro ha costado tanto que, frente a cada nuevo pretexto que me invite a reflexionar y poner en valor al MEMCH y a sus protagonistas, no me permito jamás declinar la invitación, por modesta que esta sea o por ocupada que me encuentre.
3. Soy descendiente de Elena Caffarena, llevo su sangre en mis venas, su ejemplo en mi corazón y su postura abiertamente feminista en cada uno de mis libros y actos. Pero estoy clara que aquí no se trata de un mero fanatismo ni de rendir un barato tributo póstumo a quien fuera mi abuela paterna².
La nueva ola feminista que se ha instalado en Chile recientemente ha levantado, entre otros nombres,