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El Ciudadano Inválido Y Otras Historias
El Ciudadano Inválido Y Otras Historias
El Ciudadano Inválido Y Otras Historias
Libro electrónico69 páginas2 horas

El Ciudadano Inválido Y Otras Historias

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El Ciudadano Reportero: otra historia conmovedora y motivada políticamente. En nuestra codicia, expansión y deseo por innovación, muchas veces pasamos por alto las consecuencias en nuestro ambiente. Es más fácil olvidar la gravedad de esto cuando vives en un área urbana que ha sido desarrollada por siglos.

Una mujer estaba en labor de parto. Algunas personas en la calle podían escuchar sus gritos. Aquellos que podían entender el dolor que ella estaba sintiendo tomaron un momento para hacer una oración por la parturienta mientras otros evitaban miradas en el hospital. Después de horas de dolorosa labor, las enfermeras y el doctor le entregaron a la mujer un bebé. Era bastante grande. La mujer tenía la vagina destrozada, había sangrado demasiado. Se desmayó varias veces y el doctor la había reanimado. Estaba perdiendo mucha sangre. Ella creía en que la transfusión de sangre no era cosa de Dios. Su esposo rezó por la intervención de Dios. ”Sr. Jason, debe aceptar la transfusión para poder salvar a su pareja. No quiere que su primer hijo y recién nacido esté sin su madre” dijo el Dr. Greg. El Sr. Jason lo sopesó unos minutos. ”No, no quiero perder a mi esposa. No podría soportarlo. Por favor, haga la trasnfusión” le contestó. El Sr. Jason era firme. ”Jason ¿por qué tienes tan poca fe? No quiero una transfusión”
IdiomaEspañol
EditorialTektime
Fecha de lanzamiento4 ago 2020
ISBN9788835409908
El Ciudadano Inválido Y Otras Historias

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    El Ciudadano Inválido y Otras Historias

    El Ciudadano Inválido y Otras Historias

    Historias Cortas

    Gift Foraine Amukoyo

    Translator

    Arianna Munoz

    Publicadopor

    TEKTIME

    © Gift Foraine Amukoyo

    Primera Edición: 2018

    C:\Users\USER\AppData\Local\Microsoft\Windows\INetCache\Content.Word\tektime.jpg

    Todos los derechos reservados

    Primera impresión: diciembre 2018

    Para mi abuela,

    Esther WillieAwerije

    Índice

    Uno

    Dos

    Tres

    Cuatro

    Cinco

    Seis

    Siete

    Ocho

    Nueve

    Diez

    Once

    Doce

    Trece

    Catorce

    Quince

    Dieciséis

    Diecisiete

    Dieciocho

    Diecinueve

    Veinte

    Veintiuno

    Notes

    Uno

    G

    Mira Ganó

    arabateé mi firma en la primera página del documento e hice una pausa. El bolígrafo se cayó de mis manos sudorosas. No era fácil para mí ponerle fin a la vida de alguien.

    Mira me miró fijamente. Sus ojos miraban al vacío.

    Me reí.

    Mira secó sus lágrimas, volteó para mirarme e inhaló.

    Mira tosió sangre durante diez minutos. Era doloroso verla. Vi la pena en sus ojos y algo se mezcló con una súplica urgente. Levanté mi bolígrafo y escribí mi firma final. Una enfermera altanera se llevó el documento. Su sonrisa y andar eran triunfantes. La cercanía del resultado de mi acción distorsionó mi mente.

    El doctor y dos enfermeras volvieron con la inyección letal.

    No podía presenciar la muerte de Mira. Me fui de la habitación preguntándome si mi decisión final era la correcta. Había sido insoportable verla sufrir día y noche. El dolor de barriga de Mira, su constante náusea y vómitos han dejado un retortijón en mi corazón. El cáncer hizo huecos en sus intestinos. Mira estaba siendo alimentada por tubos; excretaba en la cama. A veces, cuando los desperdicios se devolvían a sus intestinos, las heces pasaban por su boca, nariz y ano al mismo tiempo.

    La enfermedad de Mira irritaba a algunas de las enfermeras. Eran reacias a atender su habitación. Una vez, escuché a una enfermera diciendo que yo había perdido la razón.

    Mira había sido mi ángel guardián. Fue el escudo que me protegió cuando perdí a mis padres. Tenía quince años. Murieron mientras protestaban por salarios no pagados y atrasados. De acuerdo con el reporte policial, los mataron las balas perdidas. Eran el pilar de la protesta por solidaridad en Lagos. Había escuchado a Mira decir a un colega que mis padres eran víctimas de una conspiración.

    Mis padres murieron como practicantes de medicina pobres. Su juramento profesional y personal era salvar vidas. Pagaban las facturas de extraños en el hospital. Después del entierro, ninguno de sus familiares quería ser mi guardián. Se enteraron que el hospital privado de mis padres estaba en quiebra. Mira me adoptó, era una matrona en su hospital.

    Estaba agotado. Cerré mis ojos. Mi cabeza dolía. Latía al escuchar la confirmación de la muerte de Mira. No escuché ningún paso caminando hacia mí hasta que sentí una mano tocarme.

    Esta noticia de Kome, mi abogado, me dio felicidad. Lloré y lo abracé con fuerza. Corrí a la sala de Mira. Grité al doctor para que detuviera el procedimiento.

    Estaba jadeando cuando llegué a la habitación.

    Mi abogado dio un paso adelante con la orden.

    Mi sonrisa era radiante al escuchar esa afirmación.

    * * * * * *

    Estábamos en el balcón. El sol de la mañana caía sobre nosotros. El sol era como un bálsamo que sana. Estaba muy frío anoche, el leve calor apacigua mi piel. Mira se sentía en casa. Estaba en una camilla. Le puse algunas almohadas para apoyar su espalda y brazos.

    Se veía frágil. La mayor parte de su peso se había desvanecido. Sus ojos eran del color de un rio verde, apagados y tristes. No podía ver la felicidad que su rostro solía irradiar. Abrí una barra de chocolate y le di un mordisco.

    Abrí más el empaque de chocolate y se lo di a Mira. Comió el suave chocolate con placer. Sonrió. Saboreó el bocado y le dio otro mordisco.

    Mira suspiró con fuerza.

    Lo tomé y comí. Volteé a observar la vista pacífica de la isla. Un torrente de viento fresco golpeó mi rostro.

    Mi vejiga estaba llena. Fui al baño. Mientras orinaba, una brisa fría acarició mis piernas. Temblé por el escalofrío repentino.

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