El banquero anarquista
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El banquero anarquista forma parte de lo que el poeta portugués suele denominar como “cuentos de raciocinio”, que tanto interesarán a la tradición anglosajona (Poe, Chesterton o Conan Doyle). Quizás la ficción más acabada de Fernando Pessoa, y seguro entre las páginas centrales del mayor genio de las letras portuguesas modernas, en esta edición el relato se presenta en el contexto de lo que el propio autor llamó “ficciones sociales”. De ahí que se acompañe con los extractos más afines de su gran obra en prosa, Libro del desasosiego, seleccionados por afinidad temática, en cuanto especulación política y socio-económica, y formal, en cuanto paradoja dialéctica.
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El banquero anarquista - Fernando
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Prólogo
Fernando Pessoa (1888-1935), el autor de El banquero anarquista, fue, antes que nada, un personaje solitario y complejo, tan aficionado a la especulación como a las paradojas y a los sofismas, fruto tal vez de su educación británica. Nacido en el seno de la alta burguesía lisboeta —a la que siempre se sentirá unido ideológica y espiritualmente— y degradado desde la infancia a la condición de extraño y de extranjero (pasó parte de su infancia y juventud en Durban, Suráfrica), desarrollará a lo largo de su vida un cierto sentido de enajenación social, de feroz individualismo, incluso una actitud provocadora, pero a la vez una imperiosa necesidad de ser querido y aceptado por esa burguesía e incluso por el país de los que por sensibilidad e incluso por educación se siente exiliado. Fernando Pessoa se ve a sí mismo como un razonador, un burgués y un individualista, y si esta triple visión es crucial para entender gran parte de su obra, resulta imprescindible para abordar el juego de paradojas exhibido en El banquero anarquista, la obra que nos ocupa. Como le ocurriera a Baudelaire, cuando el joven Fernando Pessoa regresa a Lisboa para comenzar sus estudios universitarios luego de su larga estancia en Suráfrica, siente que ha perdido su relación identitaria con Lisboa y Portugal y, por añadidura, se siente excluido y alejado intelectualmente de la clase social donde ha nacido. Esta disociación es dolorosa para él y durante el resto de su existencia no dejará de propiciar gestos aproximativos hacia ese universo liberal y burgués, del que primero su lejanía física y luego su carácter reservado, lo han ido alejando. Tampoco, y por la misma razón, no faltan en su biografía lisboeta encendidas polémicas intelectuales y sociales que sacuden precisamente a la zafia burguesía local, ubicada en el decadentismo y en el reaccionarismo cristiano que él combate desde todos los ángulos posibles con su escritura. Sonadas son sus polémicas en este sentido. Entiendo que parte de su teoría del Quinto Imperio e incluso la del Supracamoens, que tanto conmovieron e interesaron a nuestro Ángel Crespo, cabrían interpretarse como una respuesta a esta necesidad de sentirse acogido y respetado por una sociedad que ha perdido su fe en sí misma y a la que él, hurgando en el pasado descubridor, pretende dotar de un contenido espiritual y heroico, alejado de todo materialismo. Un nuevo gran Portugal es posible, un nuevo Camoens es posible. Evidentemente este acogimiento no se produce y Fernando Pessoa, cada vez más aislado, cada vez más distante, cada vez más roto y huérfano, se va enrocando en un individualismo sin paliativos, como se observa en su obra tardía, más en concreto en los pasajes de Libro del desasosiego* posteriores a 1929.
El banquero anarquista, obra publicada en mayo de 1922 en el primer número de Contemporánea, revista lisboeta dirigida por el arquitecto y tipógrafo José Pacheco, forma parte de lo que el poeta portugués suele denominar como «cuentos de raciocinio», que tanto interesaran a la tradición anglosajona y en especial a Poe, de quien Fernando Pessoa lo toma. Siendo este su mejor cuento y el único terminado, el género interesó a Pessoa desde siempre. En 1914, 1915 y 1926 publica en periódicos pequeños relatos que tienen en la paradoja su principal argumento, e incluso proyectó una serie de cuentos de raciocinio policial con los que pensaba competir con sus émulos británicos, Chesterton o Conan Doyle, inventando incluso un personaje, el médico Abílio Quaresma, que tras varios intentos no llegó a cuajar. De todos sus proyectos narrativos, El banquero anarquista, cuento en el que depositó muchas esperanzas y que pensaba colocar al frente de sus obras completas, es su único relato realmente acabado. Como con tanta certeza señala Jorge Gimeno en su excelente prólogo a la edición de Pre-textos (2001), Pessoa defiende argumentación frente a argumento o, rizando el rizo, impone la argumentación como argumento. En El banquero la trama narrativa es tan delgada que casi no existe. Como ha dicho un perspicaz crítico, todo su argumento cabe en el título. Pensemos que a Pessoa siempre le atrajo más la especulación que la novela, si bien fue la novela anglosajona la que lo introdujo en la literatura, siendo Dickens para él una referencia ineludible: «Haber leído los Pickwick papers es una de las grandes tragedias de mi vida. No puedo volver a leerlos.» (LD). Salvo en pasajes muy concretos de LD, Pessoa siempre rehuirá los elementos narrativos e incluso los que utiliza en este libro no son sino soportes necesarios para otro tipo de especulaciones. En El banquero anarquista estamos ante un drama estático, cuyo único soporte es la argumentación.
En el relato, Pessoa aborda la paradoja que ya se manifiesta en el título, es decir, la historia de un hombre que habiendo nacido en una clase desfavorecida, abraza los ideales del anarquismo y que para ser completamente fiel a su pensamiento, después de una cabriola del raciocinio, decide convertirse en banquero, conquistando la libertad, si no de la sociedad, lo cual se manifiesta como imposible, sí de uno de sus miembros, él mismo. La liberación del individuo de todo poder constituido por la que aboga el anarquismo, se cumple en todo su rigor, al menos en el propio banquero. Imaginemos cuánto debió complacerse el propio Pessoa por el hallazgo, por la sutileza y la ironía de la paradoja. Tengamos en cuenta finalmente que la escritura de este relato corre paralela a la vigorización de los ideales socialistas de la época, espoleados por el triunfo de la revolución de Octubre en el vasto territorio ruso, lo que supuso una grandísima conmoción para la sociedad de la época, así como a un periodo demasiado convulso en Portugal que acabará desembocando en el Estado Novo, el régimen totalitario de Salazar.
Todo se centra en dos personajes, de los que muy poco sabremos, sentados frente a frente, uno de los cuales trata de justificar mediante la lógica, su doble y sincera adscripción al anarquismo y al capitalismo más feroz. Pese a su brevedad, El banquero puede considerarse como una de las obras maestras de Pessoa. Según señala Robert Bréchon en su muy recomendable Extraño extranjero, una biografía de Fernando Pessoa (Alianza, 1999), «hay que leer este cuento a la vez como una jocosa demostración de razonamiento deductivo llevado a los extremos del absurdo y como una reflexión provocativa para la sociedad». Pero aún hay más: El banquero anarquista es una reflexión política de calado, según la cual ni el aberrante capitalismo, que castra las posibilidades de desarrollo del individuo, ni el entonces rampante socialismo que lo aliena y sólo puede sostenerse mediante una dictadura, son una solución para el hombre, para ese nuevo hombre que parece centrar e incluso envenenar el pensamiento de tantos artistas e intelectuales de la época. Es evidente que mucho antes de ponerse a escribir el relato, Pessoa conoce ya su conclusión. Es más, parece que lo que el relato pretende es subrayar y hacer creíble la premisa de que no hay sistemas sociales y económicos eficaces, y que todos atentan