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Libro electrónico42 páginas42 minutos

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Información de este libro electrónico

Carmen de Burgos y Seguí (Almería, 10 de diciembre de 1867 – Madrid, 9 de octubre de 1932) fue una periodista, escritora, traductora y activista por los derechos de la mujer española, también conocida como Colombine. A lo largo de su carrera firmó
con seudónimos
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 mar 2021
ISBN9791259712332
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    Confidencias - Carmen de Burgos

    CONFIDENCIAS

    CONFIDENCIAS

    8 Julio.

    Mi marido es tan bueno, que no hallaría placer en engañarlo, y, sin embargo, merecería que lo engañase por esta indiferencia que su ilimitada confianza en mí le hace tener. Está tan persuadido de que le amo que aunque yo le dijese lo contrario, no lo creería. Lo que me hace respetarle más es el verlo tan feliz. Respeto su felicidad... Además, ¿valdrá alguno de los otros más que él? No lo sé; pero la prueba es muy arriesgada. No creo capaz a ninguno de mantener muchos años la ilusión; es más difícil conservar que conquistar. Indudablemente, al marido le conservamos mejor. ¡Hay tantas celadas en el hogar! Cuando se observan los pequeños gustos, y se cultiva el egoísmo, se tiene mucho conseguido. A veces un marido piensa con cariño en su esposa, sueña con el descanso y la felicidad que experimenta a su lado, y no se da cuenta de que ella lo ha acostumbrado a ponerse las zapatillas. ¡Está tan a gusto en zapatillas! Además, el marido que se cansa respeta...; los otros... Tengo demasiado orgullo para hacer la prueba..., y, sin embargo, hay tentaciones. Elena me decía que el encanto de los amores está en la caída... Ella está radiante, feliz, satisfecha, y debe haber tenido muchas caídas... Decididamente, esta soledad entre el campo y el mar no es buena consejera para mí. Felipe ha hecho mal en dejarme venir sola. Pero no había otro remedio para satisfacer mi capricho. Él tiene que trabajar. Es preciso dejarle que trabaje... ¡Pobrecillo, ahora estará haciendo números en aquellos libros tan grandes! ¡Qué cosa más terrible son los números! Tan pocos, y capaces de tantas combinaciones. Él también está solo... No sé por qué, me acuerdo con inquietud de la señorita mecanógrafa. Son molestas esas señoritas mecanógrafas. Hay en cada una de ellas la amante posible del dueño de la casa o la novia que se casa con el primer dependiente.

    Pero en todo caso son unas amantes poco temibles. No ocupan tiempo ni cuestan dinero. Además están siempre tan serias. No tienen risas.

    Si fueran francas, muchas mujeres confesarían que lo que más sienten de

    los devaneos de sus maridos es el dinero que les cuestan... Además, los amores con las empleadas quedan envueltos en el misterio; no le ponen a uno en ridículo... ¡Pero no sé por qué, a pesar de todo, me inquieta la mecanógrafa!

    Tengo el alma llena de mar y cielo; paso el día al aire libre, respirándolo con avidez; este aire de los pinares y de la playa es comestible; tiene un sabor frutal; yo lo saboreo con la delicia con que saborearía un bombón. Me he vuelto, golosa de aire.

    De noche dejo mi balcón abierto; ¡tanto como le he hecho sufrir al pobre Felipe obligándole a tener los balcones cerrados!... Me entrego por completo a la delicia del aire. Es como una mano que acaricia y despeina la cabellera. ¡Qué goce tan intenso es ese de la cabellera revuelta y acariciada por el aire! Es como si los cabellos tuviesen algo de vegetal. Yo misma creo que siento mi raíz en la tierra. Todos los poros beben el aire ansiosos......; son como infinitas bocas que besan...

    A pesar de los guardas y de los perros del jardín, tengo siempre miedo de que entre por ese balcón un hombre... Pero a veces quisiera dar orden de que atasen los perros y se fueran los guardas a descansar... ¡Debe ser tan intensa la emoción de las caricias brutales, que paraliza el miedo.

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