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101 cuentos sanadores
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101 cuentos sanadores
Libro electrónico554 páginas6 horas

101 cuentos sanadores

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Información de este libro electrónico

Tras el gran éxito de "Cuentos sanadores" (ING Edicions, 2016), Susan Perrow presenta "101 cuentos sanadores". 101 cuentos organizados por categorías, según el tipo de comportamiento, a fin de facilitar su consulta. Además de los temas más comunes (el enfado, la agresividad, la timidez, cómo acompañar la muerte o la enfermedad, la queja, la falta de confianza, etc.), esta recopilación incluye cuentos para trabajar situaciones tan comunes en la actualidad como las separaciones, las familias mixtas, los abusos, la conciencia de la sexualidad e incluso cuentos relacionados con los desafíos globales de nuestra época.

La autora también nos acompaña y anima en el proceso de crear nuestros propios cuentos sanadores.
IdiomaEspañol
EditorialING Edicions
Fecha de lanzamiento13 abr 2021
ISBN9788412322132
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    Está genial. Es el libro que me hace falta para completar los cuentos de Tamara Chubarovsky

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101 cuentos sanadores - Susan Perrow

www.susanperrow.com

Illustration

I

Modelo y estructura en la creación de cuentos

MI OBJETIVO AL ESCRIBIR ESTA PRIMERA PARTE DEL LIBRO ES COMPARTIR EL MODELO Y ESTRUCTURA QUE YO MISMA HE UTILIZADO PARA CREAR CUENTOS SANADORES PARA LOS NIÑOS Y QUE NO SOLO ME HAN SERVIDO A MÍ, SINO TAMBIÉN A MUCHOS DE LOS ASISTENTES DE MIS TALLERES. ES CIERTO QUE EN MI LIBRO ANTERIOR ESBOCÉ ESTE TEMA EN TÉRMINOS GENERALES; SIN EMBARGO, HE PREFERIDO VOLVER A PLANTEARLO PARA PODER AÑADIR OBSERVACIONES Y EXPERIENCIAS ACTUALIZADAS, BASADAS EN EL TRABAJO QUE HE VENIDO REALIZANDO EN LOS ÚLTIMOS CINCO AÑOS.

Mi intención es proporcionar una guía para escribir cuentos, no una fórmula infalible, puesto que los cuentos tienen vida propia y no les gusta que los encasillen ni los clasifiquen. ¡Cuántas veces me he sorprendido a mí misma, tanto en mi propia creación de cuentos como cuando estoy impartiendo mis talleres, estableciendo una fórmula o una norma para romperla después!

En el caso de que hubiera una guía fija, sería aquella que alentara a intuir y jugar. Esto significa liberarse y jugar, lo cual a nuestra conciencia de adultos, a menudo demasiado crítica, le resulta muy duro. El creador de cuentos necesita un espíritu de apertura, confianza y quietud mental; ser capaz de permitir que las cosas sucedan (de manera natural), en lugar de intentar provocar que las cosas sucedan a la fuerza. Como creadora de cuentos, intento sentir un buen cuento, en vez de organizarlo desde el intelecto.

Aunque es muy difícil describir un proceso tan intuitivo —tan difícil quizás como describir el agua—, este primer capítulo es un humilde intento de liberar este proceso de cualquier rigidez y envolverlo en una especie de flexibilidad o soltura que tú, querido lector, puedas experimentar.

El segundo capítulo de esta primera parte, Que brote la savia de los cuentos, proporciona algunas ideas y ejercicios que permitirán que descubras tu creatividad y veas el enfoque divertido en la creación de cuentos.

Los dos capítulos de esta primera parte están basados fundamentalmente en mi libro anterior (Cuentos sanadores. Una ayuda…), pero hay detalles que no he considerado necesario volver a repetir, como los que se encuentran en los capítulos Los ‘cuentos’ y el ‘comportamiento, Cuentos diferentes para edades diferentes, Verdad y moralidad e incluso los cinco capítulos que conforman la quinta parte del libro, El arte de contar cuentos; en todo caso, te recomiendo que utilices mi primer libro conjuntamente con 101 cuentos sanadores. Más cuentos para ayudar a padres y educadores a gestionar situaciones difíciles y comportamientos desafiantes, puesto que ambos se complementan.

¿QUÉ ES UN CUENTO SANADOR?

Todos los cuentos son, en potencia, sanadores o terapéuticos. Cuando un cuento hace reír o llorar —o las dos cosas—, la risa y las lágrimas pueden ser sanadoras. En los cuentos populares y los cuentos de hadas, a través de sus temas y resoluciones, se encuentra esa posibilidad de sanación: pueden ofrecer la esperanza y el valor necesarios para enfrentarse a las vicisitudes de la vida, afirmando así nuestra capacidad para cambiar y avanzar.

El ecologista de fama mundial David Suzuki opina que los cuentos pueden ayudar a sanar nuestro planeta al crear una conexión espiritual con el lugar. Si, por ejemplo, un simple cuento ambientado en la naturaleza es capaz de conectar a los niños con la playa, el río o el bosque de su entorno, es posible que, a medida que se vayan haciendo mayores, estos niños se conciencien de la necesidad de protegerlos y cuidarlos. Los cuentos pueden contribuir, por lo tanto, a que desarrollemos y fortalezcamos nuestra relación holística con el medioambiente.

La propia experiencia de escuchar un cuento, independientemente del contenido, puede ser sanadora. Si a los niños les ofrecemos regularmente una sesión de cuentos, podrán desarrollar y fortalecer la concentración y activar la imaginación. Hoy en día estos efectos son un bálsamo sanador especialmente beneficioso, ya que los niños pasan muchas horas en estado pasivo viendo la televisión y películas en DVD. Mientras que dichos medios tecnológicos presentan una imagen fija, creada de antemano, que el espectador debe aceptar sin recurrir a sus propias capacidades creativas, un cuento, por el contrario, requiere y estimula la creación imaginativa de imágenes internas.

Además del potencial sanador que generalmente poseen los cuentos, ante situaciones concretas, un determinado cuento puede ayudar o incluso sanar el comportamiento derivado de ellas. Atendiendo a la finalidad de este libro, he denominado a estos cuentos sanadores o terapéuticos, entendiendo ambos términos como sinónimos.

Si consideramos que sanar significa devolver la salud, recuperar el equilibrio, volver a recuperar completamente el estado saludable, los cuentos sanadores podrían describirse como aquellos cuentos que devuelven el equilibrio y la integridad a un comportamiento o situación en desequilibrio.

A decir verdad, contar cuentos terapéuticos es una manera delicada, fácil y a menudo muy efectiva de abordar temas controvertidos con los niños, porque la estructura del cuento ofrece un medio sanador que permite que los niños se embarquen en un viaje imaginativo, en lugar de aleccionarlos o hacer comentarios directos sobre su comportamiento. Al identificarse con el protagonista o los protagonistas, el niño se empodera, puesto que se superan los obstáculos y se alcanza una resolución.

Los cuentos se podrían comparar con los remedios naturales u homeopáticos, dado que, al igual que la medicina natural, se valen de las fuerzas y capacidades latentes en el niño para restablecer el equilibrio. Con todo, aceptar esta fórmula de contar cuentos se asemeja, en ocasiones, a la lucha que surge ante la aceptación de las terapias alternativas: el sentido común nos dice que deberíamos recibirlas con los brazos abiertos, pero el mundo de la publicidad y el de la ciencia se oponen radicalmente. Asimismo, a quienes poseen una mentalidad más materialista les cuesta más aceptar que es mejor tratar un problema convocando las fuerzas imponderables y ocultas de la imaginación que abordándolo directamente.

Afortunadamente ya se están produciendo ciertos cambios, aunque lentamente. Desde tiempos inmemoriales se han utilizado los cuentos como una herramienta poderosa para educar y sanar; hoy en día, ha surgido la emocionante tendencia de volver a despertar este arte antiguo. Existe un pequeño grupo, que poco a poco va en aumento, de pensadores, investigadores, profesores y maestros —vinculados al mundo de la educación— que otorgan el debido reconocimiento a todas estas formas expresivas e imaginativas de pensar y aprender, y que están contribuyendo, por lo tanto, a que renazca el arte de contar cuentos y se utilice como herramienta terapéutica.

Mantengo la esperanza y el sueño de que una vez más volvamos a contar con maestros, profesores y familias que utilicen el poder de los cuentos y de la imaginación en su función de educadores y guías de los niños de su comunidad; que apoyen las capacidades de los niños con el método ante el cual responden mejor y que, además, les encanta: la imaginación. Después de todo, son estas capacidades las que unen a comunidades enteras y hacen posible que las relaciones humanas valgan la pena, pues nos permiten tantear las experiencias de los demás.

TEJIENDO LA ESTRUCTURA DEL CUENTO

El modelo que utilizo para escribir los cuentos terapéuticos (sanadores) tiene una estructura dividida en tres partes: la metáfora, el viaje o desarrollo y la resolución. Aunque por lo general estas partes se entrelazan para poder dar forma a todo el cuento, es de gran ayuda identificarlas y debatir cada una de ellas por separado.

A pesar de que en este libro describo este marco de referencia para escribir cuentos, se trata tan solo de una sugerencia; de hecho, algunos de los cuentos incluidos en este libro no se han escrito en base a este enfoque (ni a ningún otro), sino que se han guiado por la propia intuición. Te ruego, por lo tanto, que no lo adoptes como la única manera de escribir cuentos, sino simplemente como un punto de partida. Podría servirte, además, para deconstruir otros cuentos que, posteriormente, podrías transformar en otras historias diferentes. Te animo a realizar este ejercicio de deconstrucción con algunos de tus cuentos populares o cuentos de hadas favoritos; es muy posible que te aporte mayor claridad para comprender su construcción y composición internas.

En primer lugar, debes tener claro qué intentas conseguir al escribir un cuento sanador. Un cuento cuyo propósito sea sanar un comportamiento desafiante no implica transformar el mal comportamiento en uno bueno ni convertir a los niños traviesos en niños buenos; al contrario, se trata de intentar restablecer la integridad o el equilibrio en la propia experiencia del niño. Asimismo, es importante entender que la conducta del niño, al igual que la de todos los seres humanos, está vinculada con el contexto y con las relaciones; raras son las ocasiones en las que es posible abordar un comportamiento concreto de manera aislada (véase Cuentos sanadores. Una ayuda…, en particular el capítulo que profundiza sobre Los ‘cuentos’ y el ‘comportamiento). No obstante, cuando se quiere abordar y tratar de hallar soluciones para el comportamiento desafiante de los niños, contar cuentos es solo uno de los muchos enfoques y estrategias posibles, una hebra de todo el tejido.

Cuando se escribe un cuento sanador, es muy útil seleccionar con esmero las metáforas terapéuticas y preparar un viaje o búsqueda que responda a las necesidades de la situación que deseemos tratar y también se adapte a la edad del niño o de los niños en cuestión. El objetivo del cuento no puede estar enfocado, bajo ningún concepto, ni a moralizar ni a provocar el sentimiento de culpa; ¡es importante recordarlo siempre! El objetivo debe centrarse en reflejar simplemente los hechos, lo que está sucediendo, y ofrecer, a través de las metáforas y el viaje o desarrollo, la manera de trabajar y cambiar poco a poco ese comportamiento, al mismo tiempo que se proporciona una resolución realista. Si se fuerza este proceso orientándolo a conseguir un propósito, el cuento no solo resulta demasiado intelectual, sino menos efectivo. Es preciso considerar que, a menudo, el comportamiento reside en lo profundo de nosotros en forma de un hábito, de modo que solo se puede cambiar cuando se permite que la nueva percepción y las imágenes creativas se sumerjan en las profundidades de la voluntad y allí, ocultas y en silencio, realicen sus efectos misteriosos transformadores.

Un cuento sanador debería, en la medida de lo posible, dejar que el oyente sea libre de sacar sus propias conclusiones, que el poder del cuento pueda ejercer así su propia magia. Como sugiere el escritor Ben Okri, deja que el cuento haga su trabajo en silencio, de forma no visible:

Es fácil olvidar lo misteriosos y poderosos que son los cuentos. Hacen su trabajo en silencio, de forma no visible. Trabajan con todo el contenido de la mente y del yo. Se convierten en parte de uno mismo mientras nos cambian3.

RESOLUCIONES POSITIVAS

En los cuentos terapéuticos, la resolución se traduce en la recuperación de la armonía o equilibrio en una situación o comportamiento que ha sido disruptivo o ha perdido el equilibrio. Aunque la resolución se sitúa al final del cuento, en líneas generales, es mejor reflexionar al respecto desde que se inicia la planificación del cuento. Si la resolución no está clara, entonces será difícil saber cómo trabajar con las metáforas y el desarrollo; por esa razón tomé la decisión de comentar este aspecto de la estructura desde el principio.

Es importante que la resolución ofrezca una reafirmación, en vez de crear un sentimiento de culpa. En el cuento La trompa del elefante (página 97), por ejemplo, el comportamiento de golpear a los demás está en desequilibrio y es inaceptable para los hermanos y hermanas de Tembo, que intentan alejarse de él mientras va dando golpetazos y porrazos a lo largo del día. No se sienten seguros porque no pueden adivinar en ningún momento qué va a hacer exactamente con su fuerte trompa. Entonces, Tembo se cae por las rocas resbaladizas, pero ahora sus golpetazos y porrazos no pueden ayudarle, de modo que termina atascado en una poza al fondo de los acantilados, lejos de su familia. Con la ayuda de la abuela elefanta y la cuerda y que forman los elefantes con sus trompas y colas por fin rescatan a Tembo. A través de las metáforas de obstáculo y de ayuda (que se comentan en las páginas 38 y 39), el cuento ofrece un sencillo viaje transformador que se inicia cuando se utiliza la fuerza para hacer daño y termina cuando se utiliza la fuerza para ayudar. Al elefantito no se le hace sentir culpable por su comportamiento, sino que el desarrollo del cuento conduce, de forma natural, a una resolución positiva en la que se restablecen el equilibrio y la armonía. Por el contrario, en el cuento tan entretenido de Rudyard Kipling sobre el elefante y su trompa —incluido en su libro Precisamente así—, el equilibrio solo se recupera al final, cuando al elefantito —previamente el afectado— se le concede el poder de hacer daño a los demás; por lo tanto, no se le puede considerar un cuento sanador en el sentido literal y profundo de la palabra.

En el cuento Pequeño Lobo (página 196), no sirven de nada los esfuerzos de la madre para animar a su hijo a unirse al resto de la manada y aprender las costumbres del clan de los lobos. Sin embargo, es evidente que su falta de interés indica que hay un desequilibrio. ¿Puedes imaginarte un lobo sentado en la nieve, tapándose las orejas con las garras y con los ojos bien cerrados? Entoncers, al sufrir la vivencia de caer en la trampa del cazador (el viaje), la experiencia de desequilibrio es llevada al límite, pero se resuelve inmediatamente después, cuando rescatan al lobo y lo liberan para que pueda correr con el resto de la manada. ¡Qué alivio para Pequeño Lobo y también para el interesado oyente!

Según el tipo de comportamiento y de situación, se requieren diferentes planteamientos. En algunos casos son bastante directos; por ejemplo, si se escribe un cuento para un niño que está continuamente diciendo palabrotas o palabras feas, la resolución evidente será sustituir las palabrotas por un uso más constructivo de la voz; de este modo, en Pitón canta y la osa danza (página 253), la serpiente termina por utilizar su voz para cantar bellas canciones.

En el cuento Los caballos arcoíris se presenta un enfoque más complicado, puesto que está dirigido a los niños de la nueva Sudáfrica y trata el tema de la antidiscriminación (página 209). El cuento conduce al oyente atento a través de conflictos de intolerancia y orgullo; lentamente las minúsculas nubes grises creadas por esos conflictos cubren el cielo, empieza a llover y se inunda la tierra. La necesidad común de encontrar un refugio obliga a todos los caballos a reunirse en una gruta en lo alto de las montañas. Al final ceden sus coloridas crines de arcoíris para ayudar a tejer unas alas con el fin de que el caballo dorado pueda volar por el cielo y traer de vuelta la luz del sol. La resolución transformadora se produce cuando el comportamiento de intolerancia se convierte en una actitud de aceptación o tolerancia por decisión propia, no a través del castigo o la imposición.

Sin embargo, en un cuento escrito para un niño de padres separados, la resolución sería menos evidente; aquí se precisaría de una reflexión profunda, ya que el cuento no debería dar más esperanza de la que ofrece la vida real, es decir, ¡no se puede sugerir que los padres volverán a estar juntos otra vez! Tal vez sea necesario realizar algunas preguntas que ayuden a organizar la resolución: ¿siguen en contacto el padre y la madre?, ¿pasan tiempo con el niño?, ¿alguno de los dos ha desaparecido de la vida del niño? Podría ser también una oportunidad para que los propios padres capten un mensaje en el cuento y cambien su actitud; como, por ejemplo, aprender a ser coherentes y entender la importancia de priorizar las necesidades del niño. Quizás el cuento podría tratar de una madre y un padre peces que viven separados, cada uno en su laguna entre las rocas. El niño pez podría nadar de una laguna a la otra a través de un camino de algas y corales. ¿Las algas podrían susurrar una canción especial? El padre o la madre podría cantar esta canción cuando llevara al niño de una casa a la otra; de esta manera, se reduciría la ansiedad que surge a menudo en esos momentos de traspaso de responsabilidades. Se podría incluir en el cuento la metáfora de la luz intensa del sol que se filtra a través del agua e ilumina cada laguna en momentos diferentes. Si no es conveniente que las dos lagunas estén cerca (es posible que los padres estén distanciados, física o emocionalmente), podrían estar en los extremos opuestos de un ancho arrecife o podría haber entre ellos algún promontorio rocoso o una playa (¡o una gran extensión del océano!). Pensar y elaborar estos desarrollos y resoluciones diferentes puede ser un bálsamo reparador tanto para los padres, el terapeuta o el maestro como para el niño.

Cuando se escribe un cuento para un niño que tiene un amigo o un familiar con una enfermedad terminal (o que ya ha fallecido), sería totalmente inadecuado crear cuentos donde el enfermo se recupera y vive feliz para siempre. El creador de cuentos tiene una gran responsabilidad, ya que debe intentar crear una imagen más importante para llegar a una resolución que lleve al oyente a un lugar incluso más elevado o diferente del terrenal. Por otro lado, sería ideal que, cuando los padres escriban cuentos para sus propios hijos, lo hagan desde sus propias convicciones religiosas o filosóficas. Asimismo, los maestros o terapeutas deben tener en consideración las creencias de la familia a la hora de escribir un cuento. Véanse cuatro ejemplos en los siguientes cuentos: La mariposa (página 133), El manto de luz del abuelo (página 133), La paloma arcoíris (página 137) y El cerezo y su amigo dorado (página 132).

Independientemente de lo simple o complejo que sea el desarrollo del cuento, es fundamental que la resolución implique un final feliz y lleno de esperanza. En los cuentos terapéuticos, al igual que en los cuentos populares y los cuentos de hadas, subyace el tema profundo del bien que vence al mal, porque los niños del mundo entero necesitan escuchar este mensaje esperanzador; esto quiere decir, por lo tanto, que el género de cuentos reales con finales tristes debe introducirse gradualmente según la edad de los pequeños y fascinados oyentes. Los niños mayores —en el último curso de primaria o ya en secundaria—, que estudian la vida de los personajes célebres de la historia, pueden soportar los finales tristes o trágicos; están preparados para hacer frente a la cruda realidad de los primeros exploradores que sufrieron una muerte muy dura debido a la hambruna o a las historias de guerra llenas de desolación y desesperación. Sin embargo, en el momento de tomar decisiones, no olvides que los niños mayores, los jóvenes e incluso los adultos necesitan igualmente la satisfacción y el alimento de un final feliz de vez en cuando. ¡En el caso de las terapias, la mayoría de las veces es lo que realmente necesitan!

EJEMPLOS DE RESOLUCIÓN POSITIVAS

EL MISTERIO Y LA MAGIA DE LAS METÁFORAS

En términos sencillos, una metáfora nos muestra una cosa como si fuera otra y, al hacerlo, amplía nuestra visión del mundo, además de refrescar y reavivar, con frecuencia, nuestra percepción.

A través de las imágenes, la metáfora se dirige directamente a nuestras facultades imaginativas, eludiendo nuestro cerebro racional. Estos desvíos y caminos metafóricos nos permiten explorar las ideas, fuerzas y poderes que yacen detrás o más allá de nuestro pensamiento racional. Al superar las limitaciones de nuestros encasillamientos y de nuestro lenguaje rutinario, con su tosquedad y complicación, la metáfora ofrece, a través de un proceso misterioso y mágico, una forma de conocimiento superior o más holístico:

La metáfora se yuxtapone a los conceptos habituales para revelar conceptos más elevados y arquetípicos. Estos conceptos más elevados no se pueden traducir literalmente a la lengua cotidiana porque carecen de nombre; no existe ninguna palabra definible ligada a estos seres del pensamiento ni tampoco son accesibles al razonamiento abstracto y lógico. Son intuiciones poéticas que se encarnan en el pensamiento y el lenguaje a través de la hábil manipulación de los conceptos con los que estamos más familiarizados4.

La metáfora es muy diferente del símil. Mientras que el símil compara una cosa con otra y resalta su parecido utilizando la palabra como (Tus ojos son como estrellas), la metáfora logra su mágica transformación convirtiendo una cosa en otra diferente (Tus ojos son estrellas). En el símil, el proceso de comparación implica a nuestro cerebro más racional, a nuestros procesos de pensamiento, mientras que la metáfora alcanza las profundidades de nuestra imaginación psíquica y, expresado de manera sencilla, nos llega al corazón. De hecho, podemos observarlo en el desarrollo infantil; para un niño pequeño, que vive en su mundo imaginario, un objeto cualquiera como un palo se transforma en una espada, una serpiente, un puente, una varita mágica o casi en cualquier cosa (y a veces se transforma en todas estas cosas siguiendo la secuencia del juego). Por el contrario, cuando va creciendo y empieza a decir que una cosa es como otra cosa, significa que se ha separado de la inmediatez genuina de la unidad metafórica para adoptar un punto de vista más distanciado.

En El Principito el zorro nos enseña un sencillo secreto:

… He aquí mi secreto. Es muy sencillo. Consiste en que no se ve bien sino con el corazón, pues lo esencial es invisible a los ojos5.

La metáfora llega al corazón porque no se ve bien sino con el corazón. Por esta razón, la metáfora ha sido durante mucho tiempo el lenguaje de los místicos, los maestros espirituales, los poetas, los cuentacuentos y otros representantes del arte expresivo.

Si profundizamos, por ejemplo, en la palabra jardín como ejemplo de metáfora, nos bastará una rápida mirada a los textos espirituales y a la poesía a lo largo de la historia de la humanidad para comprobar que las metáforas de jardín son prácticamente infinitas. ¡Sin embargo, se trata únicamente de una imagen entresacada de una fuente de metáforas igualmente ilimitada!

Los líderes espirituales y los místicos utilizan constantemente las metáforas de jardín en sus enseñanzas. Sri Ma Anandamayí, una gurú de la India, decía al respecto: Un vasto jardín se extiende por el universo. Todas las plantas, los seres humanos, los cuerpos de mentes elevadas existen en este jardín, aunque bajo formas diferentes6. Kahlil Gibran, el famoso poeta libanés, afirma: La vida sin amor es como un árbol sin flores ni frutos7. En la Biblia leemos: O dais por bueno el árbol y por bueno el fruto, o dais por malo el árbol y por malo el fruto, pues por su fruto se conoce el árbol8.

Asimismo, muchos poetas relacionan el jardín con el amor y la belleza y, dentro de este contexto, la imagen de la rosa se erige a menudo como lo supremo. Cuando yo misma quise manifestar el amor que sentía por mi madre, escribí un poema sobre La rosa en el jardín de mi vida que Con su canción de flores llenaba nuestras vidas […] / Sus flores, dulces y llenas de energía, / solo a los tesoros de Dios pertenecían. La metáfora de la rosa en el jardín captaba todo lo que quería expresar sobre mi amor hacia mi madre y la belleza de su maternidad consagrada.

Sin embargo, en las metáforas con jardín hay algo más que espiritualismo, amor y belleza sublimes. Kipling, en su poema The Glory of the Garden (La gloria del jardín) —título del libro en el que está incluido—, no se detiene en las flores y la belleza, sino que muestra el trabajo que se esconde detrás y considera que las herramientas y el cobertizo […] son el corazón de todo. Comenta que esos jardines no se crean sentados a la sombra y cantando ‘¡Oh, qué bonito! y que la mitad del trabajo de un buen jardinero se hace de rodillas.

William Blake sorprende igualmente con su observación en El jardín del amor, donde presenta imágenes de usurpación y del paraíso perdido: no de dulces flores, sino de una capilla construida en la hierba donde solía jugar con … tumbas, / y […] lápidas allí donde debería de haber flores; / y sacerdotes con hábitos negros caminaban en ronda, / y ataban con espinos [sus] alegrías y deseos.

Los ejemplos anteriores ilustran, en una pincelada fugaz, el papel tan importante y variado que ha desempeñado la metáfora en las formas de expresión del ser humano en la cultura y la comunicación. Las imágenes le hablan directamente a la imaginación, establecen sus conexiones a través de los sentimientos sin recurrir, en absoluto, al razonamiento teórico o abstracto. Al igual que en los textos espirituales y en la poesía, cuando una o varias metáforas aparecen integradas en el cuento, pueden conllevar misterio y magia, a veces sutiles, otras poderosas; a menudo cobran vida y ellas mismas se nutren entre sí de energía en una interacción emocionante y dinámica. Dependiendo del desarrollo del cuento, una misma metáfora puede asumir diferentes papeles; así, por ejemplo, en un contexto determinado, una laguna será el obstáculo que tendrá que superar una ballena atrapada, mientras que, en otro, adoptará la función de proporcionar la seguridad y ayuda necesaria para un barco que consigue refugiarse de la tormenta. Naturalmente se refleja aquí la naturaleza de fluidez que subyace a la propia vida y los cambios dinámicos de significado que pueden presentarse según el contexto y la situación.

METÁFORAS DE OBSTÁCULOS Y DE AYUDA

En la creación de cuentos terapéuticos, las metáforas representan un ingrediente vital, ya que ayudan a formar las conexiones imaginativas que atraen y encantan al oyente. Evidentemente, forman parte integral del viaje de estos cuentos en el que pueden desempeñar tanto un papel negativo (obstáculos, impedimentos y tentadores/tentaciones que provocan un desequilibrio en el comportamiento o en una situación determinada) como positivo (ayudantes o guías que devuelven el equilibrio y la integridad al comportamiento o a la situación). En el cuadro de Metáforas utilizadas en los cuentos (página 41), muestro más ejemplos, pero considero que es mejor trabajarlo, primeramente, a partir de varios enfoques posibles.

PRIMER EJEMPLO

Imagina un cuento escrito para un niño que se expresa con un lenguaje grosero y que aborda ese problema de una manera directa, es decir: un niño que siempre insulta a los demás, pero que aprende a dejar de hacerlo si los otros niños no quieren ser sus amigos. Si el maestro lo cuenta en clase, al carecer de las metáforas, que son las que ayudan a los cautivados oyentes a sumergirse en la imaginación, alguien lo interrumpirá gritando: ¡Joshua es igual! Está todo el tiempo insultando y diciendo palabrotas. Incluso sería cuestionable si un ejemplo de ese tipo, desprovisto de imágenes, podría considerarse un cuento.

Ahora vamos a coger la misma historia para crear un cuento con metáforas. Al principio puede ser útil utilizar el símil, puesto que nos sirve para hacer nuestra primera incursión en la creación de cuentos. Un niño que dice palabrotas podría ser comparado, por ejemplo, con una serpiente de lengua venenosa; posteriormente, eliminamos la comparación (como) y, en su lugar, creamos una metáfora que utilizaremos para adentrarnos en el cuento: Había una vez una hermosa serpiente que vivía cómodamente dentro una enorme cesta y viajaba con el mejor circo del mundo. […] ¡Se trataba de Pitón, una serpiente que cantaba! (Pitón canta y la osa danza", página 253).

Este es el momento en el que se incorporan algunas de las metáforas de obstáculos y de ayuda: la serpiente se vuelve perezosa durante su actuación y el público (una metáfora de obstáculo) empieza a gritarle groserías, a insultarle. Pitón, que así se llama la serpiente, los imita y descubre que así atrae la atención, aunque de forma negativa. Sin embargo, este comportamiento no se corresponde con el que se espera de un circo familiar, de modo que el director del circo llama a la sabia osa bailarina (una metáfora de ayuda) para que encuentre la solución. La siguiente metáfora que aparece en el desarrollo del cuento (otro obstáculo) es la hierba entretejida para tapar la cesta de la serpiente; se crea, entonces, un espacio oscuro en el interior y Pitón cae en un profundo sueño. Cuando se despierta, tiene dificultades para escabullirse a través de una tapa tan gruesa y volver a salir a la luz del día; por el camino, pierde su vieja piel, su antiguo yo. La resolución es el propio progreso de la serpiente hacia la consecución de una nueva piel, una imagen renovada. Pitón ya no tiene sus antiguas escamas; ahora, flamante y reluciente, disfruta siendo una serpiente que canta y baila, junto a la sabia osa, en un novedoso y original espectáculo del circo.

El desarrollo de este cuento muestra, con el uso de las metáforas de obstáculo y de ayuda, la transformación que se produce en la utilización de las palabras: en un principio, de forma negativa y, al final, de forma

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