Patrimonio arqueológico y pueblos indígenas en el norte de Colombia:: De vuelta al paisaje de los ancestros
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Patrimonio arqueológico y pueblos indígenas en el norte de Colombia: - Wilhelm Londoño Díaz
Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia
Londoño Díaz, Wilhelm
Patrimonio arqueológico y pueblos indígenas en el norte de Colombia : de vuelta al paisaje de los ancestros / Wilhelm Londoño Díaz. -- 1a ed. en español. -- Santa Marta : Editorial Unimagdalena, 2022.
(Humanidades y artes. Arqueología)
Incluye datos curriculares del autor. -- Incluye referencias bibliográficas.
ISBN 978-958-746-518-1 (impreso) -- 978-958-746-519-8 (pdf) --- 978-958-746-520-4 (epub)
1. Patrimonio arqueológico - Sierra Nevada de Santa Marta 2. Protección del patrimonio cultural - Sierra Nevada de Santa Marta 3. Koguis – Antigüedades - Sierra Nevada de Santa Marta 4. Taironas – Antigüedades - Sierra Nevada de Santa Marta 5. Koguis - Relaciones con los gobiernos - Sierra Nevada de Santa Marta 6. Lugares sagrados - Conservación y restauración - Sierra Nevada de Santa Marta 7. Preservación del patrimonio histórico - Sierra Nevada de Santa Marta 8. Arqueología - Política gubernamental - Colombia I. Título II. Serie
CDD: 363.69098611 ed. 23
CO-BoBN– a1092863
Primera edición en inglés 2021 by Routledge 2 Park Square, Milton Park, Abingdon, Oxon OX14 4RN and by Routledge 52 Vanderbilt Avenue, New York, NY 10017. Routledge is an imprint of the Taylor & Francis Group, an informa business.
© 2021 Wilhelm Londoño Díaz All rights reserved
ISBN 9780367422189
The right of Wilhelm Londoño Díaz to be identified as author of this work has been asserted by him in accordance with sections 77 and 78 of the Copyright, Designs and Patents Act 1988.
Traducción autorizada de la edición en inglés Cultural Heritage Management and Indigenous People in the North of Colombia: Back to the Ancestors' Landscape
publicada por Routledge, miembro del Grupo Taylor & Francis.
Traducción al castellano © 2022 Wilhelm Londoño Díaz. Derechos reservados
Primera edición en español, mayo de 2022. Universidad del Magdalena
Editorial Unimagdalena
Carrera 32 n.° 22-08
Edificio de Innovación y Emprendimiento
(57 - 605) 4381000 Ext. 1888
Santa Marta D.T.C.H. - Colombia
editorial@unimagdalena.edu.co
https://editorial.unimagdalena.edu.co/
Colección Humanidades y Artes, serie: Arqueología
Rector: Pablo Vera Salazar
Vicerrector de Investigación: Jorge Enrique Elías-Caro
Coordinador de Publicaciones y Fomento Editorial: Jorge Mario Ortega Iglesias
Diagramación: Luis Felipe Márquez Lora
Diseño de portada: Andrés Felipe Moreno Toro
Corrección de estilo: Juliana Javierre Londoño
Santa Marta, Colombia, 2022
ISBN: 978-958-746-518-1 (impreso)
ISBN: 978-958-746-519-8 (pdf)
ISBN: 978-958-746-520-4 (epub)
DOI: 10.21676/9789587465181
Hecho en Colombia - Made in Colombia
El contenido de esta obra está protegido por las leyes y tratados internacionales en materia de Derecho de Autor. Queda prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio impreso o digital conocido o por conocer. Queda prohibida la comunicación pública por cualquier medio, inclusive a través de redes digitales, sin contar con la previa y expresa autorización de la Universidad del Magdalena.
Las opiniones expresadas en esta obra son responsabilidad de los autores y no compromete al pensamiento institucional de la Universidad del Magdalena, ni genera responsabilidad frente a terceros.
Tabla de contenido
Introducción
Referencias
Capítulo 1. Los kogui: una tradición sin fin
Organización del mundo visible y no visible entre los koguis
La lucha por la persistencia
La continuidad de la cultura kogui a través de la educación: el caso de Namgexa
Referencias
Capítulo 2. La construcción de una cultura arqueológica: los tairona
Las primeras misiones arqueológicas a la Sierra Nevada de Santa Marta
La creación de la ruptura tairona-kogui
El manejo de los sitios arqueológicos tairona
Conclusiones
Referencias
Capítulo 3. Pueblito Chairama: de parque arqueológico a sitio sagrado
Después de la conquista: los baldíos del Parque Tairona
Proceso de patrimonialización de Pueblito Chairama
La recuperación de Pueblito Chairama
Referencias
Capítulo 4. Rocas sagradas y libaciones
Los procesos de ruptura
Uniendo lo dividido: experimentos de sutura
La política cultural del pagamento
Pagar para vivir
Referencias
Capítulo 5. Hacia una reconfiguración de la agenda de la arqueología y del manejo de sitios patrimoniales
Turismo: el nuevo petróleo
El contexto actual de la política cultural en la Sierra Nevada de Santa Marta
Volviendo a la casa de los ancestros
Referencias
Introducción
Este libro trata sobre los principios de vida en el mundo de los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta (SNSM en adelante. Ver Mapa 1). Esos principios están en los inmensos acantilados que coronan las partes más altas de la SNSM y también están en el mar, en los pequeños islotes que sobresalen en la costa; están igualmente en pequeños montículos que se encuentran en las partes bajas de la playa. Muchos antropólogos y exploradores fueron a lugares sagrados como Makotama (ver Figura 2) para entender esta filosofía. Para los que compartimos esta experiencia, los magníficos acantilados que se enfrentan a Makotama son los grandes ejemplos del principio del mundo. Por analogía o semejanza, en la prosa de este mundo, en las partes bajas se disponen lajas empotradas en el suelo, las cuales evocan los farallones de la sierra. Por eso las casas, cuyos techos representan el sombrero de hombre (namato), se establecen en frente de esos cerros para contemplar la creación atemporal. En la costa, abajo, hay algunas losas pequeñas que se asemejan a los grandes riscos que se ven desde Makotama. Es el mundo de las analogías que se repiten por doquier. Allí se realizan pagamentos que son rituales donde se agradece la vida. Como lo señalan los mamos, conocedores de la cultura, a la llegada de los conquistadores estos lugares sagrados, llamados «ezuamas», fueron destruidos. Los pocos que quedaron fueron saqueados hasta que finalmente las villas donde se realizaban los rituales sagrados se convirtieron en parques arqueológicos. Así que este libro es un relato del proceso de recuperación de los sitios sagrados conocidos como «ezuamas». También es una reflexión del papel de la arqueología en estos procesos de lucha de los pueblos indígenas. Las ideas presentadas se basan en la participación colaborativa que he tenido con el movimiento social indígena de la SNSM en diversos momentos de mi vida.
Mapa 1. Norte de Colombia
C:\Users\Marlene\Downloads\people-3144645_1920.jpgFuente: Wilhelm Londoño (2020).
En relación a los aliados que permitieron la escritura del libro, tuve contacto estrecho con tres organizaciones que me han permitido establecer un derrotero de conocimiento. Una es la Organización Gonawindua Tayrona (OGT en adelante), dirigida, antes de su muerte por la pandemia, por José Sauna de los Santos. La otra organización es la comunidad kogui de Palmor, con el acompañamiento de Francisco Gil. Por último, está la comunidad de Taganga, siendo mis máximos aliados David Cantillo, antropólogo taganguero, y el doctor Ariel Daniels, Cabildo Mayor de Taganga.
Ilustración 1. Makotama
C:\Users\Marlene\Downloads\people-3144645_1920.jpgFuente: Anghie Prado y Wilhelm Londoño.
Presento el caso regional al lector para que pueda tener una imagen de un proceso interno complejo con varios matices, dado que los ejemplos abarcan una gran área del norte de América del Sur. Dado que la arqueología, durante casi un siglo, ha significado la destrucción de los sitios sagrados en la SNSM, la palabra «arqueología» no acompaña muchos de los esfuerzos del movimiento social indígena. Esto supone la necesidad de descolonizar la arqueología para que pueda desarrollarse una agenda desde el movimiento social indígena.
En gran parte de América Latina, los pueblos indígenas han sido excluidos de sus territorios y sus memorias. Durante gran parte del siglo XIX, el Estado colombiano invirtió recursos para educar a los indígenas, lo que en la práctica significó quitarles su autonomía. Como el Estado colombiano estaba configurado como un Estado católico, varios gobernantes pensaron que era mejor dejar la educación indígena a la Iglesia. Este proceso fue enteramente un proceso interno de colonización que expresa una política basada en el endocolonialismo. Por esta razón, cuando los primeros institutos etnológicos se fundaron en Colombia, en la década de 1940, estudiantes y profesores de esos institutos tuvieron que lidiar con una imagen negativa de las culturas indígenas. Hacer investigación antropológica implicaba una doble tarea: ayudar a los movimientos sociales indígenas en su misión de luchar contra las fuerzas que propugnaban su desaparición, e investigar para entender las culturas locales, sus cosmovisiones y sus expectativas de vida. En este caso, este libro es un resumen de los procesos organizativos de la nación kogui que habita varios lugares del norte de Colombia y que tiene diferentes antecedentes. Aquí exploramos el proceso de recuperación del sitio sagrado Teykú, que tradicionalmente se conoce como parque arqueológico Pueblito Chairama. Sin embargo, hay otras dinámicas que tienen sus propios cronistas y que el lector irá descubriendo a lo largo de la obra.
En el proceso mencionado arriba participé en diferentes niveles y momentos. Este proceso involucró varias actividades relacionadas, como traer la voz de comunidades indígenas a los escenarios académicos de la arqueología y también generar contenidos, audiovisuales y escritos, para difundir el pensamiento de las comunidades indígenas en medios académicos. Asimismo, muchas de mis actividades sirvieron para sustentar legalmente reclamos de reconocimiento político. Así, este libro es la narración de ese proceso, que se relaciona con otros, como el reconocimiento político de algunos clanes y la lucha por la tierra en general. En muchas de las agendas políticas de los movimientos sociales indígenas, la arqueología es uno de los frentes a atacar, por lo que en gran parte de América del Sur y América Latina la expresión «arqueología decolonial» se utiliza para prácticas donde los arqueólogos apoyan estas agendas políticas. En muchos casos, esto significa luchar contra las burocracias y algunos arqueólogos que no quieren reconocer la creciente autonomía en materia de historia de los pueblos indígenas. Particularmente, los indígenas del norte de Colombia son reacios a aceptar evaluaciones positivas de la arqueología. En este contexto, el término «arqueología indígena» se usa más para proyectos en los que se llama a los pueblos indígenas para ayudar a interpretar los datos. Pero estas metodologías son cuestionadas porque no están dirigidas explícitamente a generar resultados para la agenda del movimiento social indígena; como lo resaltamos en este libro, el tema principal de la agenda es la recuperación de algunos sitios sagrados utilizados por el Estado como parques arqueológicos. En algunos casos, como este, la arqueología es más el obstáculo y no el instrumento.
En este sentido, este libro no es una especie de intento de utilizar la filosofía de pueblos indígenas para interpretar datos o hacerlos más accesibles al público; por el contrario, describe la agenda de los pueblos indígenas en el norte de Colombia, que ha tenido logros políticos críticos como la recuperación de lugares sagrados y el reconocimiento legal y político de algunos clanes. En esta agenda, la lucha contra la arqueología y los arqueólogos ha sido una constante.
Como la nación kogui es tan grande, aquí en el libro mencionamos solo los principales escenarios de trabajo de campo: el primero es Teykú, el segundo Taganga, y el tercero es el pueblo de Palmor. Son sitios específicos donde es posible apreciar distintos aspectos de la relación entre preocupaciones políticas, educación e historia, y sitios arqueológicos.
Varias autoridades indígenas me motivaron a escribir este libro (como veremos en el transcurso de la obra), principalmente porque es necesario conocer los problemas que la arqueología ha estado causando entre los indígenas. Durante décadas, los arqueólogos han afirmado que los sitios sagrados son basureros prehispánicos. Por décadas, los arqueólogos han dicho que los indígenas de hoy no tienen nada que ver con las sociedades prehispánicas. Con estos antecedentes, es posible comprender lo problemático que es para el movimiento social indígena del norte de Colombia utilizar la palabra «arqueología» para nombrar cualquiera de los elementos de su agenda. A pesar de eso, está la arqueología fronteriza, donde líderes indígenas y arqueólogos decoloniales se encuentran; es una posibilidad creciente y es la espina dorsal de esta obra. Esta arqueología quiere reescribir la historia para mostrar el despliegue del colonialismo y la perturbación de la historia que produjo en las comunidades locales. No sería una historia alternativa, sino la historia de los vencidos, de los borrados de la historia hegemónica.
Este libro se planeó originalmente a principios de la década de 2010. En esa ocasión, una reunión se llevó a cabo en la Universidad del Magdalena, donde varios líderes y mamos asistieron. Fue una reunión medianamente clandestina que permitió a los líderes espirituales (mamos) ver lo que les pasaba a sus objetos, almacenados en los estantes de un depósito de arqueología. Allí un mamo me dijo que era necesario liberar a unos espíritus que estaban en la prisión de arqueología (Londoño, 2012a). Como esto fue una especie de compromiso con unos mamos, me dediqué a comprender cómo se veía desde la óptica local lo que los arqueólogos llamaban «sitio arqueológico». Solo cuando comprendí esto me sentí apto para escribir sobre ello. Para entender lo que significa transformar la historia que se ha tejido sobre los pueblos indígenas del norte de Colombia es necesario conocer cómo se han construido como objeto de estudio. Después de comprender esta construcción pude escuchar algunas voces locales y lo que tienen que decir sobre sus sitios. Cuando los pueblos indígenas hablan de sus lugares sagrados, esto podría ser considerado arqueología indígena, pero en todo caso, en el norte de Colombia, el concepto es problemático. Esto requiere una extensa discusión que no puedo agotar en este libro, y solo me interesa dejar algunas ideas que pueden ser consideradas por los lectores.
Las imágenes modernas del pueblo kogui fueron construidas principalmente por antropólogos y arqueólogos estadunidenses; fueron los primeros en generar informes sobre los koguis y los sitios arqueológicos en sus territorios. Para mí y algunos líderes indígenas, dada esta situación, era necesario entender cómo la antropología había construido el norte de Colombia como un espacio de investigación. Así que cuando decidí conseguir acompañantes y consejeros protagonistas en la lucha de los pueblos indígenas de la SNSM, me localicé en esa relación como un arqueólogo que podría ayudar a entender por qué y cómo la arqueología había ayudado a destruir lugares sagrados, a la vez que construía los tair ona como objetos de la arqueología. Como pudimos ver durante la planificación del libro, en el norte de Colombia la arqueología indígena podría estar más conectada con la historia de la colonización por los europeos; entonces, en ese caso, la actividad principal de esa arqueología sería comprender el modo de pensar europeo y su ontología destructiva. Esta es la óptica que aborda esta investigación, un paradigma del borderland donde la crítica local disciplinaria puede encontrarse con las visiones críticas locales. Como arqueólogo descubrí, hace mucho tiempo, que, para intervenir un sitio arqueológico en un área con comunidades indígenas, había que obviar el hecho de que las comunidades pudiesen objetar esa intervención; allí comprendí la violencia que se ejerce sobre las cortadas que le hacemos al suelo en búsqueda del pasado. Y, desde esa comprensión, entendí el papel de muchos sitios considerados arqueológicos, los cuales eran en realidad santuarios que constantemente estaban siendo violados por arqueólogos y turistas. En este sentido, esta historia no es una historia alterna, sino una historia más real contada con rigor, pero desde abajo. Para contar esto es necesario recurrir a diversos momentos, diálogos y espacios.
En el 2014 viajé de Santa Marta, Colombia, a Boston, en los Estados Unidos, con el propósito de visitar la Baker Library, ubicada en Harvard Business School. El otoño estaba adentro y el frío era insoportable para una sensibilidad adaptada al Caribe. La visita tenía la intención de revisar los archivos históricos que residen allí sobre la United Fruit Company (UFC en adelante). Me interesaba ver las fotografías sobre Santa Marta y el Magdalena que reposan allí. Ese archivo se compone de casi 11 mil fotografías y, como lo recalca el staff, son solo fotografías y no hay ningún documento asociado a ellas. Nadie sabe dónde irían a parar los reportes que acompañaban cada foto, de tal suerte que las imágenes, en este caso en particular, tienen que hablar por sí mismas.
Previamente había pedido cita para visitar el archivo así que, una vez llegué, me presenté y una chica muy amable del staff me hizo pasar a la sala de consulta; dentro de la sala la chica me ubicó en una cómoda silla al frente de la mesa de consulta. Antes de entrar a aquella sala, me sorprendió la antesala del archivo, amplia y luminosa, que tenía una exposición sobre la historia del emprendimiento de los Estados Unidos, o por lo menos de Boston. En las fotos que observé se repetía un patrón: hombres vestidos con trajes de saco con cuello y solapa, empuñando bastones. Solo les faltaba el brandy y los cigarros para encajar en el estereotipo del industrial de inicios del siglo XX. Para una persona como yo, acostumbrada a tener una lectura un poco diferente de lo que fue la presencia de la UFC en América Latina, el sentido de la muestra era al menos problemático.
En su reciente libro, Tiempos recios, el premio nobel de literatura Mario Vargas Llosa (2019) relata la historia del golpe que se le dio a Jacobo Árbenz en Guatemala, en 1954. Árbenz se había convertido en un dolor de cabeza para la UFC porque pretendía hacer una reforma agraria que distribuyera de manera equitativa la tierra y así socavara el poder de los latifundistas. Árbenz buscaba simplemente entregar la tierra a los campesinos para generar una base de pequeños propietarios que serían los que ayudarían a modernizar el país. Esto no era aceptable para la UFC, que perdería gran parte de su poder económico en la región si ello ocurría. Entonces la UFC, con apoyo de la CIA, orquestó la salida del poder de Árbenz por medio de un golpe de Estado. Para darle un ambiente de favorabilidad al golpe, la CIA se encargó de generar la imagen de que Árbenz era una amenaza para la estabilidad de la región porque con sus políticas se abría una puerta al comunismo soviético. Para lograr ese golpe, la CIA patrocinó grupos paramilitares que finalmente terminaron derrocando a Árbenz. Árbenz fue desterrado con su familia y en la década siguiente fue presa de una campaña de desprestigio orquestada por sus enemigos latifundistas socios de la UFC. El asedio fue tan tremendo que se rumora que esa fuera la causa del suicidio de su hija Arabella Árbenz, en Bogotá, en 1965.
No hay nada digno en el espíritu de emprendimiento que veo en la exposición de la Baker Library; al revisar las cajas de fotos de Santa Marta, comienzan a aparecer las casas antiguas de la UFC que se construyeron en el Magdalena. Como la UFC era una compañía moderna, evidentemente su estructura jerarquizada se refleja en el paisaje industrial que ayudó a construir. En ese paisaje es posible ver las trazas de las ideologías de la modernidad: la eficiencia y la jerarquización. En el repertorio arquitectónico que dejó la UFC en Colombia, tenemos las casas de los ingenieros agrícolas y el staff administrativo; son casas rectangulares de techos altos a dos aguas. Además de esas edificaciones, están los edificios de servicios básicos como salud, educación y recreación; se nota la continuidad del diseño arquitectónico en estas construcciones altas para que el aire caliente del trópico se estacione en los techos y salga por las mansardas. Finalmente, las construcciones para los obreros, grandes recintos rectangulares para albergar camarotes, también a dos aguas con mansardas. Trato de reconocer algunas de las construcciones de las fotos por medio de los recuerdos de las visitas que he hecho. Allí están los casinos de Sevilla-Prado fotografiados después de un incendio; también me topo con las oficinas de la UFC en Ciénaga y, finalmente, un reporte del avance de construcción del puerto de Santa Marta de 1953. Para que se hiciera ese puerto se desalojó el antiguo barrio del El Ancón (Bernal y Almanza, 2004).
A mediados del 2019, visitamos las casas de Sevilla-Prado cerca de Aracataca, donde nació Gabriel García Márquez; allí están los restos de la compañía bananera que alguna vez dominó la región, trayendo maravillas de la modernidad como el hielo, la producción industrial de fruta y la proletarización. El antiguo casino es hoy día una sede de la cooperativa de trabajadores de las compañías actuales de producción de banano; aún en el casino está intacto el cinema donde la UFC mostraba las películas que mandaba a hacer para generar opinión favorable en América Latina. Seguro allí se exhibieron los montajes que le hicieron a Árbenz, que labraron el camino para un puritanismo que hoy en día está exacerbado en cultos pentecostales que acompañan la pobreza que se ensañó en la región.
Al revisar las cajas, me encuentro con que la mayoría de las fotografías hacen parte de reportes que se enviaban a Boston con el fin de describir situaciones para tomar decisiones rápidas que no afectaran la operatividad de la empresa. Las fotos con las familias campesinas de la época asentadas a orillas de las vías férreas demuestran la pauperización social que ya se vivía en ese momento. Asimismo, otras fotos con hombres posando al frente de machetes señalaban la necesidad de pensar en mejores diseños de esta herramienta para hacer más eficiente el trabajo. También había fotos de partes de tractores y camiones, lo que hacía pensar en toda la cadena operativa que debía generarse para tener las bananeras en marcha. Claro, para el que captura la imagen del machete, del motor, de las hileras infinitas de racimos de bananos, la gente, todo lo que se registra, hace parte de un engranaje que no puede detenerse. De hecho, para la UFC pareciera que estas personas no eran gente, pues en las revueltas de la década de 1920 la Compañía no dudó en presionar al Gobierno para la ejecución de líderes sindicales que se oponían a la extensión de modelo de proletarización que imponía la UFC (Archila, 2009).
Después de la experiencia en Harvard University, al otro día me fui para el barrio chino y tomé un tour a NYC que había visto anunciado en una cartelera de mi hotel. No tenía interés en hacer el recorrido que ofrecían (museo de cera, la torre Rockefeller, etc.); solo deseaba aprovechar el tour para ir a Museo Metropolitano y ver algunas figuras prehispánicas en oro de Santa Marta. En el MET el catálogo virtual arroja la existencia de 85 piezas asociadas a la palabra «tairona». Algunas piezas no están exhibidas, en especial piezas incompletas o con poco valor artístico como hachas de piedra. Como se puede apreciar en el MET, e incluso en Ebay, la palabra «tairona» hace referencia en especial a objetos de orfebrería de la región de Santa Marta. De todas formas, la colección del MET sobre Colombia no es muy extensa.
La visita al MET es muy interesante porque allí hay una versión de mundo construida desde las posiciones privilegiadas que dejó el colonialismo de los Estados Unidos en el siglo XX. Sin embargo, la representación de América como un mosaico de culturas no está en un espacio como el MET, sino en un sitio como el National Museum of American Indian. Este museo no lo visité, pero para ello está su web site. En todo caso, el MET es una muestra clara de cómo se convirtió en mercancía lo tairona.
En el web site del National Museum of American Indian, por ejemplo, la palabra «tairona» se relaciona con las naciones de los Andes; este museo, en su afán de mostrar una visión armoniosa de las culturas nativas de América, confunde las culturas arqueológicas con los grupos étnicos; con ello, logra construir en su web site el sueño del multiculturalismo, que es un mosaico de culturas definidas por rasgos discretos, suspendidos en un espacio ausente de conflicto. En ese web site, la cerámica tairona se describe en el rubro de las colecciones de Art and History. El mosaico lleva el nombre de «Infinity of nations»; en el panel derecho hay 12 opciones con 10 categorías geográficas, una introducción y una miscelánea llamada «Contemporary Art». Si das click en ese mosaico podrás apreciar la diversidad de culturas de América desde el norte canadiense hasta la Patagonia argentina. Debemos recordar que las colecciones de los andes de este museo se componen de las antiguas colecciones de Gustav Heye. Sobre Heye hay una pequeña reseña en el link «Andes», que dice que la pasión de este hombre por los precolombinos se dio antes de que los arqueólogos, de manera profesional, se interesaran por esta parte de América del Sur. Heye se representa como un pionero, como un padre fundacional del sistema de colecciones de este museo nacional. Por lo poco que he leído, Heye debió ser un tipo de vanguardia que expresaba muy bien la filantropía de las corporaciones petroleras previa a la Primera y Segunda Guerra Mundial.
En realidad, Heye no era ningún apasionado de los precolombinos; no en lo esencial. Y su pasión no era desinteresada ni se daba en un vacío de intereses, tal como el museo lo quiere hacer ver. Subordinados de Heye, como el arqueólogo Marshall H. Saville de Columbia University (Heye era egresado de allí), estaban involucrados en labores de espionaje y tenían misiones como reportar movimientos de alemanes en América Latina; esto en la previa a la Primera Guerra Mundial (Londoño, 2020).
El primer arqueólogo profesional que visitó Santa Marta, Jhon Alden Mason, era un espía que se movía en una red gubernamental que tenía como espacio de operaciones la serie de sedes de la UFC, regadas por todo Centro América hasta el Caribe colombiano. Si bien las revelaciones sobre el pasado político de Marshal H. Saville y Jhon Alden Mason han sido tomadas como una mera anécdota, la evidencia muestra que los arqueólogos espías trabajaban para una red más amplia que buscaba, por todos los medios, generar dos situaciones en América Latina: en primer lugar, garantizar que Latinoamérica fuese una nueva frontera de expansión colonial de los Estados Unidos; en segundo lugar, organizar la población local al servicio de la producción empresarial de las empresas estadunidenses. En la práctica ello significaba procesos de proletarización y densificación poblacional. Estos procesos neocoloniales no podrían hacerse sin una explicación de lo que ocurría; es decir, la expansión de la compañía bananera por América Latina no podía darse sin que en los Estados Unidos se generara un entendimiento de la región desde una perspectiva histórica y cultural. Explicar quiénes eran los bárbaros que se sometían era una tarea del creciente sistema de investigación de los Estados Unidos que, para lograr aquello, generaron todo el programa de estudios sobre América Latina. En este contexto, fue donde personajes como Gustav Heye jugaron un rol preponderante; ellos fueron los encargados de, por lo menos, dar una visión histórica de Centro América y el Caribe, de tal manera que fuera comprensible por qué los Estados Unidos tenían pretensiones de intervenir en esos territorios. Evidentemente, Heye no tenía un plan encubierto para generar una historia falsificada de América Latina; simplemente su «pasión» por los precolombinos le permitía generar una valoración positiva de las sociedades indígenas extintas, excluyendo la posibilidad de preguntar por las poblaciones indígenas actuales y sus problemas políticos. Eso era un problema de los pacificadores de la UFC que no tenían reparos en regar por territorios campesinos su estela de horror.
Thomas Patterson escribió en 1986, cuando no se sabía que efectivamente M. H. Saville y Jhon Alde Mason eran espías, incluso sin saberse que Sylvanus Morley, el gran arqueólogo de Chichen Itza, era un espía (Harris y Sadler, 2003), que las excavaciones tempranas a cargo de Columbia University tenían como objetivo fundamental presentar a las antiguas civilizaciones centroamericanas como grandes sociedades de artistas, para generar un contraste con las poblaciones campesinas e indígenas actuales representadas como atrasadas e ignorantes (Patterson, 1986). Entonces, la arqueología que comenzó a hacerse a inicios del siglo XX en Centro América