Un verano en el pasaje
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Bosco sale de vacaciones y tiene que seguir levantándose temprano. Su papá lo lleva a trabajar junto a él acomodando a los pasajeros y cobrando los pasajes en la micro rural que recorre desde el pueblo El Peral a la ciudad.
La promesa de un viaje a la playa junto a los amigos del pasaje, incentiva a Bosco a trabajar y sobreponerse a una serie de acontecimientos donde aprende el costo y la recompensa de estar al servicio de los demás.
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Un verano en el pasaje - Varinia Roa Fonseca
Capítulo Uno.
—¡Bosco! —me dijo mi mamá cuando entró a la pieza para despedirse—. Mañana temprano te toca ir con el papá en la micro, él se va a encargar de tu desayuno y del almuerzo.
—¿Y voy a tener que ir todos los días?, quiero estar con mi hermana, además es verano, se supone que puedo dormir hasta tarde.
—Tanto como dormir hasta tarde, no —dijo mi mamá—. ¿Además que es tarde para ti?
—Hasta las once y media, para eso son las vacaciones ¿para dormir no?, para ir a la playa o salir de paseo.
—Precisamente para ir a la playa es que vas acompañar a tu papá, me dijo que si lo ayudabas por una semana sin quejarte, te llevaría a ti y a tus amigos del pasaje.
—¿De verdad mi papá, dijo eso?
—Sí hijo, pero sólo si te levantas temprano sin quejarte.
—Oye mamá, ¿me va a pagar?
—Eso pregúntaselo, a mí sólo me dijo que por una semana necesitaba un ayudante de confianza: que le conteste el teléfono cuando está manejando y los pasajeros lo llaman para preguntarle donde está o a qué hora pasa. Que ayude a las señoras a subir las escaleras o a bajarse y también que apoye con los bolsos. Yo le propuse que fueras tú, porque eres de confianza, conoces su carácter, eres bueno para las matemáticas y además eres amable. El mismo me pidió que hablara contigo y será a las siete.
—¿Cómo cuando voy a clase? ¡Qué fome! ¿Puedo contarle al Andrés por whatsapp que mi papá nos va a llevar a todos a la playa?
—Prefiero que hables con él primero, te dará las condiciones y las indicaciones. Yo voy a conversar en la semana con la mamá del Andrés. Y todo depende de cómo se sienta tu hermanita Matilda, ¿ok?
—Ok, ¿y con lo que mi papá me pague, puedo comprarle un juego de playa a la Matilda?
—¡Eso depende de cuánto te pague tu papá y del trato que él haga contigo! Ahora duérmete que mañana tienes que levantarte muy temprano y sin reclamos ¿de acuerdo?
—¡De acuerdo, mamá, intentaré no enojarme!
—¡Inténtalo de verdad hijo, tú viste lo difícil que fue el año! Te amo, hasta mañana, voy apagar la luz. ¿Te lavaste los dientes?
—Sí, me los lavé, también te amo mamá, hasta mañana.
Antes de dormir, pensé: ¿qué voy hacer con mi papá todo el día en la micro? ¡Qué genial ir a la playa con el Andrés, quizás hasta pueda invitar a sus primos, aunque obvio vendrán sus hermanos chicos. Mi hermanita Matilda era bebé la última vez que fuimos. Mi papá tiene tres furgones con choferes: uno para escolares donde nos vamos todos los del pasaje y otros dos para el aeropuerto. Pero a él solo conduce la micro que le dejó mi abuelo Luis cuando se enfermó y ya no pudo manejar más; es puro fierro por eso no la vende, la cuida mucho, dice que gracias a ella pudo juntar plata, comprar la casa y los furgones.
Vivo en la casa esquina del pasaje las Garzas, mi papá techó todo el patio para estacionar los furgones y la micro. Los días de colegio, cuando el estacionamiento está vacío con mi hermana chica andamos en la bici o en escúter. A veces, la Matilda sube al Rolo el perro paticorto de la casa al canastillo de la bicicleta y lo pasea como si fuera un peluche. Ella estuvo muy grave por covid, y aunque todos nos contagiamos, fue la única que estuvo hospitalizada; como mi mamá es tens como ella dice, se quedó muchos días cuidándola, todo ese tiempo; estuve con mi papá y con la señora Janeth, que siempre ha estado ayudando en la casa desde que mi mamá hace turno en el hospital.
Cuando volvió a la casa, era como otra hermana: muy flaquita, hablaba poco y despacio, ya no era tan llorona pero, ahora, siempre tiene miedo; hace poco la operaron además de apendicitis, así que mi mamá pidió unos días de permiso en su trabajo para cuidarla en la casa. Supongo que por eso me voy a trabajar con mi papá. Ah, qué sueño, buenas noches.
—Bosco, Bosco, despierta hijo —dijo mi papá mientras me sacudía el hombro.
—Mmmmm —intenté moverme, abrir los ojos, pero estaba como pegado a la almohada y a las sábanas calentitas.
—¡Ya, levántate, vístete, lávate la cara, los dientes y péinate; voy hacer partir la micro, te espero!
Y salió dejando la puerta abierta, entró frío y volví acurrucarme, de repente me