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El Castillo de Otranto
El Castillo de Otranto
El Castillo de Otranto
Libro electrónico143 páginas2 horas

El Castillo de Otranto

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La novela "El castillo de Otranto" es una obra de 1764 escrita por el autor británico Horace Walpole. Es la primera novela de la literatura gótica, habiendo inspirado a muchos autores posteriores como Ann Radcliffe, Bram Stoker, Daphne du Maurier y Stephen King. En la obra, el autor mezcla dos tipos de novelas: la antigua, dominada por la imaginación, y la moderna, fiel a la realidad. El resultado es una combinación de lo sobrenatural, visiones fantasmales y eventos inexplicables, por un lado, y las pasiones, intrigas y psicología características de las personas de carne y hueso, por el otro. Es un clásico reputado como el pionero del género gótico, muy apreciado por los lectores de hoy en día. No es de extrañar que "El castillo de Otranto" forme parte de la famosa colección "1001 libros que debes leer antes de morir".
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 jun 2024
ISBN9786558945772
Autor

Horace Walpole

Horace Walpole (1717–1797) was an English politician and author. Born to the first British prime minister, Sir Robert Walpole, he served as a member of Parliament from 1741 to 1768. He is best remembered today for The Castle of Otranto, widely considered to be the first Gothic novel.

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    El Castillo de Otranto - Horace Walpole

    cover.jpg

    Horace Walpole

    EL CASTILLO DE OTRANTO

    Título original:

    The Castle of Otranto

    Primera edición

    img1.jpg

    Sumario

    PRESENTACIÓN

    PREFACIO A LA PRIMERA EDICION

    SONETO A LA MUY HONORABLE LADY MARY COKE

    EL CASTILLO DE OTRANTO

    Capítulo I

    Capítulo II

    Capítulo III

    Capítulo IV

    Capítulo V

    PRESENTACIÓN

    img2.jpg

    Horace Walpole

    1717-1797

    Horace Walpole, 4.º Conde de Orford (Londres, 24 de septiembre de 1717 - Londres, 2 de marzo de 1797), fue un aristócrata y novelista inglés. Inauguró un nuevo género literario, la novela gótica, con la publicación de El castillo de Otranto (1764).

    Walpole, Conde de Orford, fue el hijo más joven del Primer Ministro británico Robert Walpole. Se graduó en el King's College, Cambridge, donde estudió matemáticas, música y anatomía. En 1741, ingresó en el parlamento inglés, permaneciendo como miembro después de la muerte de su padre en 1745.

    Leal al Rey Jorge II y la Reina Carolina, Walpole se puso de su lado contra su hijo, Federico, Príncipe de Gales, a quien se refería amargamente en sus memorias. La residencia de Walpole, Strawberry Hill, cerca de Twickenham, es un conjunto fantasioso en el estilo neogótico, inspirando una tendencia arquitectónica.

    En 1757, Walpole comenzó a imprimir sus obras en Strawberry Hill. Las publicaciones son numerosas, pero sus memorias, registradas en correspondencia con sus amigos, se han convertido en una fuente detallada de información para los historiadores sobre la escena política y social de ese período.

    En una de estas cartas, escrita el 28 de enero de 1754, Walpole acuñó el término serendipia, refiriéndose a la historia persa Los tres príncipes de Serendip y la capacidad de los protagonistas para hacer descubrimientos accidentales.

    En los últimos años de su vida, Horace Walpole se retiró gradualmente de la vida pública y dedicó más tiempo a la escritura y a la gestión de su hogar en Strawberry Hill. Aunque nunca se casó ni tuvo hijos, su correspondencia y memorias revelan una amplia red de amigos e influencias. Falleció en Londres el 2 de marzo de 1797 a los 79 años, dejando un legado perdurable en la literatura gótica y en la historia cultural británica. Su residencia, Strawberry Hill, sigue siendo un monumento a su creatividad y visión única, atrayendo a visitantes interesados en el neogótico y en la vida del notable autor.

    Sobre la obra

    El castillo de Otranto, la única novela de Horace Walpole, se considera el texto fundador del género gótico. La narrativa central gira en torno al Príncipe de Otranto (el tirano Manfredo) y su familia y evoluciona a partir de un incidente misterioso al comienzo de la historia: la muerte de Conrado, el hijo y heredero de Manfredo, aplastado bajo el peso de un gigantesco casco con plumas. Este acontecimiento sobrenatural desencadena una serie de eventos que llevan a la restauración del heredero legítimo al control de Otranto.

    Estos eventos tienen lugar principalmente en el castillo de la familia, equipado con mazmorras y pasajes secretos, convirtiéndose en el escenario y la encarnación de muertes misteriosas y apariciones. El castillo de Otranto es una fantasía ambientada en la Edad Media caballeresca, que trata de emociones violentas que llevan a sus personajes a extremos psicológicos. Crueldad, tiranía, erotismo, usurpación: todos estos elementos se convirtieron en típicos de las narrativas góticas.

    Walpole afirmó que la historia básica le llegó en un sueño y que estaba abrumado por visiones y pasiones durante su composición. Preocupado por la recepción de la obra, no solo la publicó bajo un seudónimo, sino que también pretendió que era una traducción de un manuscrito italiano del siglo XVI. La extravagancia de la experiencia literaria de Walpole se refleja en la construcción de su propia mansión neogótica, Strawberry Hill, que todavía se puede visitar hoy en día.

    PREFACIO A LA PRIMERA EDICION

    La presente obra fue encontrada en la biblioteca de una antigua familia católica al norte de Inglaterra. Fue impresa en Napoles, en caracteres góticos, en el ano 1529. No hay mención alguna sobre cuando fue escrita. Sus principales acontecimientos narran lo que se creía en la edad más oscura del cristianismo, pero el lenguaje y la conducta de los personajes no tienen nada que resuene con la barbarie. Su estilo es el italiano más puro. Si fue escrita cerca de la fecha en la que se supone suceden los hechos, pudo haber sido entre 1095, en tiempos de la primera Cruzada, y 1243, fecha de la última, o poco después. Ninguna otra circunstancia en la obra nos permite descubrir el periodo en el que se escribió: los nombres de los personajes son evidentemente ficticios y probablemente fueron disfrazados a propósito; aun así, los nombres españoles de los criados parecen indicar que fue escrita cuando los reyes aragoneses estaban establecidos en Napoles, pues los apelativos españoles ya eran familiares en ese territorio. La belleza de la dicción y el fervor del autor (moderado, sin embargo, por un singular buen juicio) me llevan a pensar que la fecha de la composición es apenas poco antes de su publicación. En Italia, las letras estaban en su estado más próspero y contribuían a disipar el imperio de la superstición, atacado con fuerza por los reformadores. No es improbable que un astuto sacerdote se hubiera esforzado en volcar esas mismas armas contra los innovadores, y se hubiera valido de sus habilidades como escritor para confirmarle al vulgo sus antiguos errores y supersticiones. Si esta era su intención, ciertamente actúo con singular acierto. Un trabajo así podría esclavizar cientos de mentes vulgares con más vigor de lo que lo harían los libros controversiales escritos desde los días de Lutero hasta este momento.

    Sin embargo, estos motivos del autor son ofrecidos como una mera conjetura. Cualquiera que hayan sido sus intenciones y los efectos de su ejecución, la obra solo puede ser presentada ante el público como un divertimento. Aun así, son necesarias algunas apologías. Milagros, visiones, nigromancia, sueños y otros sucesos sobrenaturales, han sido desterrados hoy de los relatos y de los romances. Ese no es el caso de la época en la que nuestro autor lo escribió, mucho menos de la que, se supone, sucedió la historia. Las creencias en todo tipo de monstruos estaban tan arraigadas en esos tiempos oscuros, que si el autor omitiera toda mención de ellas no sería fiel a las costumbres de su época. Aunque el mismo no las creyera, era su deber representar a sus personajes como si lo hicieran.

    Si esta atmosfera milagrosa puede excusarse, el lector no encontrara nada menos valioso de su atención. Permitamos la verosimilitud de los hechos y que los personajes se comporten como lo haría cualquier persona en su situación. No hay grandilocuencia, símiles, florituras, digresiones o descripciones innecesarias. Cada elemento tiende directamente a la catástrofe. La atención del lector no descansa. Las reglas del drama son observadas a lo largo de casi toda la obra. Los personajes están bien dibujados y mejor sostenidos. El terror, motor principal del autor, evita que la trama languidezca y es contrastado con bastante frecuencia con la piedad, asf la mente queda presa de una constante vicisitud entre las pasiones.

    Algunos podrían pensar que los personajes de los sirvientes son poco serios en relación con el reparto general de la historia, pero, además de su antagonismo con los personajes principales, es en el trato que el autor le da a los subalternos donde se hace visible su destreza. Son ellos quienes descubren muchos de los pasajes que son esenciales para el relato y que no podría haber sido traídos a la luz de no ser por su ingenuidad y simpleza. En particular, el terror mujeril y los puntos débiles de Bianca, que en el último capítulo son esenciales para conducir el avance hacia la catástrofe.

    Es natural que un traductor tenga simparías frente a la obra que adopta. Los lectores más imparciales puede que no queden tan impresionados como yo con la belleza de esta pieza. Sin embargo, no estoy ciego a los defectos de mi autor. Habría preferido que hubiera centrado su plan en una moraleja más útil que: los pecados de los padres caen sobre sus hijos hasta la tercera y cuarta generación. Dudo que en esa época, más que en el presente, el miedo a un castigo tan remoto pudiera contener la ambición y el apetito por la dominación. Esta moraleja, además, es debilitada por la insinuación menos que directa de que una maldición puede ser evitada gracias a la devoción a san Nicolas. Es ahí donde los intereses del monje le ganan a los del autor. Sin embargo, con todas sus fallas, no tengo dudas de que el lector estará complacido con la visión de ese milagro. La piedad que reina a lo largo de la obra, las lecciones de virtud que inculca y la rígida pureza de sus sentimientos la eximen de la censura a la que los relatos y los romances son expuestos. Si logra el éxito que espero, estaría alentado a reimprimir el original en italiano, aunque eso iría en detrimento de mi propio trabajo. Nuestro idioma carece de los encantos del italiano, tanto en variedad como en armonía. Esto último es peculiarmente apropiado para la narrativa. En ingles es difícil relatar sin caer muy bajo o elevarse demasiado, una falla ocasionada por el poco cuidado que se tiene para hablar con una lengua pura en conversaciones corrientes. Italianos o franceses de cualquier rango se precian a sí mismos de hablar su propio idioma de manera correcta y con distinción. No puedo jactarme diciendo que le hice justicia al autor en este aspecto: su estilo es tan elegante como magistral a la hora de conducir las pasiones. Es una pena que no hubiera aplicado sus talentos a lo que evidentemente le venía mejor: el teatro.

    No detendré más al lector, pero antes hare un comentario corto. A pesar de que la trama es un invento y que los nombres de los personajes son imaginarios, no me cabe duda de que esta historia se basa en la realidad. La acción es indisputablemente puesta en escena en un castillo autentico. A menudo el autor parece describir, sin proponérselo, lugares en particular. La cámara dice a la derecha; la puerta a la izquierda; "la distancia entre la capilla y el aposento de Conrad»: estos y otros pasajes permiten suponer que el autor tema cierta edificación en mente. Las personas curiosas, que pueden emplear su tiempo libre a esas investigaciones, podría descubrir en autores italianos las bases sobre las cuales construyo nuestro autor. Si se cree que una catástrofe parecida a lo que describe pudo haber dado a luz este trabajo, contribuirá al interés del lector y eso hará del Castillo de Otranto una historia mucho más conmovedora.

    SONETO A LA MUY HONORABLE LADY MARY COKE

    Gentil doncella, de cuyas desgracias

    hablan estás páginas donde la melancolía brilla;

    dime, dama hermosa, si ves fallas

    en mi intento por hacer lágrimas brotar de tu mejilla.

    // No, nunca fue tu piadoso pecho

     ajeno a las congojas humanas;

    / tierno pero firme,

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