Martín Adán: Conversaciones con Francisco Alarco Larrabure
Por Andrés Piñeiro
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Las interrupciones temáticas, los desvíos del eje sobre el que se discurre o las digresiones en estas conversaciones dan cuenta del estado anímico que caracterizaba al poeta en esos momentos, por sus problemas de salud y por el proceso depresivo que va constatando Alarco. Asimismo, es posible reconocer el interés de Martín Adán por lo que se dice o escribe acerca de su obra, así como su malestar por lo que muchas veces se comentaba sobre su vida privada. Por todo ello, Martín Adán. Conversaciones con Francisco Alarco Larrabure nos acerca a las preocupaciones y hasta algunas obsesiones del poeta, que si bien en la correspondencia o en las entrevistas, editadas previamente por Andrés Piñeiro con el Fondo Editoral, se han podido vislumbrar, cobran en este volumen una contundencia mayor, que contribuye a nuestro conocimiento de la vida de Martín Adán y nos da algunas claves para la lectura de su obra.
Luis Fernando Chueca
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Martín Adán - Andrés Piñeiro
Andrés Piñeiro (Lima, 1967) es licenciado en Filosofía, magíster en Historia de la Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y ha culminado los estudios de doctorado en Filosofía en la misma universidad. Ha publicado los poemarios Diotima de Mantinea (1997) y La colina de los muertos (2017); la tesis con la que obtuvo su licenciatura, Desventura en extramares. Conciencia desgarrada en la poética de Martín Adán (2003); el ensayo La herética de Martín Adán. Cuestionamiento, alejamiento y confrontación con la tradición cristiana (2017); y editado los libros Martín Adán. Entrevistas (2011), Martín Adán. Cartas escogidas (2015) y Martín Adán. Cartas y entrevistas (2018). Actualmente ejerce la docencia en la Universidad de Lima.
Andrés Piñeiro
Editor
MARTÍN ADÁN
Conversaciones con Francisco Alarco Larrabure
COLECCIÓN LATERAL
Martín Adán
Conversaciones con Francisco Alarco Larrabure
Andrés Piñeiro, editor
Colección Lateral
© Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2024
Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú
feditor@pucp.edu.pe
www.fondoeditorial.pucp.edu.pe
Diseño de portada: Ángela Nestárez Agustín (angela.nestarez@pucp.edu.pe)
Diseño de la colección: Alexandra Nicole Goñe Lupescu (a20204020@pucp.edu.pe) y Hellen Fernanda López Collins (logo)
Fotos: Herman Schwarz
Diseño, diagramación, corrección de estilo y cuidado de la edición: Fondo Editorial PUCP
Primera edición digital: setiembre de 2024
Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores.
Las opiniones vertidas en este libro son de entera responsabilidad de su autor.
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2024-09197
e-ISBN: 978-612-317-983-0
Índice
Prólogo
Nota a la presente edición
Introducción
Primera parte.
Soledad y escritura en Martín Adán
Segunda parte.
Conversaciones con Martín Adán
28 de abril de 1984
12 de mayo de 1984
19 de mayo de 1984
26 de mayo de 1984
2 de junio de 1984
9 de junio de 1984
14 de junio de 1984
16 de junio de 1984
23 de junio de 1984
30 de junio de 1984
7 de julio de 1984
14 de julio de 1984
21 de julio de 1984
28 de julio de 1984
29 de julio de 1984
4 de agosto de 1984
11 de agosto de 1984
12 de agosto de 1984
18 de agosto de 1984
25 de agosto de 1984
1° de setiembre de 1984
5 de setiembre de 1984
8 de setiembre de 1984
15 de setiembre de 1984
22 de setiembre de 1984
29 de setiembre de 1984
6 de octubre de 1984
10 de octubre de 1984
20 de octubre de 1984
27 de octubre de 1984
3 de noviembre de 1984
10 de noviembre de 1984
17 de noviembre de 1984
24 de noviembre de 1984
1° de diciembre de 1984
8 de diciembre de 1984
15 de diciembre de 1984
22 de diciembre de 1984
29 de diciembre de 1984
5 de enero de 1985
12 de enero de 1985
19 de enero de 1985
22 de enero de 1985
26 de enero de 1985
29 de enero de 1985
Lima, 3 de febrero de 1985
Lima, 9 de marzo de 1985
Epílogo
Sobre Martín Adán
Prólogo
Desde la ventana de su habitación puede ver el Paseo de Aguas. Su mirada se desliza por cada parte de la arquitectura que lo conforma, el espejo de agua creado por el virrey Amat para cumplir con la promesa de poner la luna y las estrellas a los pies de su amada, el manantial artificial que cae desde el arco central sobre el empedrado indiferente, los muros portantes de un techo abovedado, la estación del tranvía inglés que espera a sus viajeros. Hasta que se detiene en los círculos que coronan la construcción.
Martín Adán (1908-1985) durante muchos años verá el mundo a través de las ventanas de los sanatorios, hospitales y modestos hoteles de la ciudad que eligió habitar. El primer internamiento que se conoce fue en el Hospital Víctor Larco Herrera y duró más de diez años, entre setiembre de 1937 y setiembre de 1949. En este pudo terminar de escribir su tesis doctoral De lo barroco en el Perú y sustentarla con éxito en la Universidad de San Marcos, en 1938. Luego, vinieron otros enclaustramientos, cada vez más radicales e incrementados por un nuevo pesar, como el que se dio en el Sanatorio de Enfermedades Mentales, donde permaneció más de veinte años, entre 1962 y 1983. Es el periodo en el que el poeta no recibe a nadie, ni siquiera a Hubert Weller, estudioso norteamericano que vino al Perú a conocerlo y a realizar lo que a la postre sería el trabajo bibliográfico más importante sobre Martín Adán, Bibliografía sobre Martín Adán, publicado por el Instituto Nacional de Cultura (INC) en 1975. Weller permaneció sentado toda una tarde frente al mencionado sanatorio a la espera de ver al poeta asomarse por alguna de sus ventanas. La espera fue infructuosa y regresó a su país dejándonos una pregunta desgarradora a través de Juan Mejía Baca: «Dígame la verdad, don Juan, ¿Martín Adán, existe?».
Tras volver al Hospital Larco Herrera, entre 1983 y 1984, estar internado unos días de enero de 1984 en el Hospital Santo Toribio de Mogrovejo, donde fue operado de la vista, y ser tratado por problemas renales en el Hospital Loayza los primeros días de abril del mismo año, fue llevado, el 30 de abril, al albergue Canevaro del Rímac, donde permaneció hasta enero de 1985. En el albergue le fue concedida una modesta habitación, que el poeta prontamente pidió que la cambiaran porque transitaba mucha gente por sus pasillos y perturbaban su tranquilidad. Entonces, fue trasladado a una habitación más silenciosa, donde pudo leer con tranquilidad, ayudado por una lupa usada por los filatélicos, apreciar el jardín y, apenas más allá, el Paseo de Aguas.
En el albergue Canevaro el poeta recibirá pocas visitas, entre ellas, las de Estuardo Núñez, Emilio Adolfo Westphalen, Alberto Benavides, los hermanos Gerardo, Luis Felipe y Francisco Alarco, siempre con la anuencia de su amigo y editor Juan Mejía Baca. Núñez y Westphalen son sus amigos y condiscípulos desde los tiempos del Colegio Alemán. Alberto Benavides fue a visitarlo para grabar un disco con la voz del poeta leyendo sus textos para la Cía. Popular y Porvenir. Antes de editarse La mano desasida. Canto a Machu Picchu, le pedirá al padre Gerardo Alarco, que borre las partes que considere ofensivas al dogma cristiano. Siempre estará atento a los artículos que el filósofo Luis Felipe Alarco escribirá sobre su obra en el diario El Comercio. Con el psiquiatra Francisco Alarco sostendrá, entre abril de 1984 y enero de 1985, una de las conversaciones más intensas y profundas que haya dado jamás, dando nacimiento a un texto único en la bibliografía de ambos.
Francisco Alarco (1915-1990) inició sus estudios de pregrado en Medicina en las universidades de San Agustín de Arequipa y de Trujillo, y los concluyó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, de Lima, en 1942. Gracias a una beca de la Kellogg Foundation siguió sus estudios de posgrado en diferentes instituciones de los Estados Unidos: el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Michigan; la Universidad de Yale, bajo la dirección del doctor Arnold Gesell; el Hospital Bellevue de Nueva York, bajo la dirección de la doctora Lauretta Bender; el Hospital Butler, Bradley Home (Hospital Psiquiátrico de Niños), en Rhode Island; y el Instituto de Investigaciones Juveniles en Chicago. Completa su formación en el Instituto Psicoanalítico de Chicago, bajo la dirección de los doctores Franz Alexander, Thomas French y Eduardo Weiss. Después de concluidos sus estudios en Norteamérica regresa al Perú, en 1955, tras doce años de ausencia.
En Lima se dedica a la docencia universitaria en la Universidad de San Marcos, en las escuelas de Servicio Social, donde llega a ser director entre 1967 y 1970, y de Psicología. Del mismo modo, llega a ser nombrado presidente de la Asociación Psiquiátrica Peruana, entre 1958 y 1960, y de la Sociedad Peruana de Psicoterapia, entre 1969 y 1971. Colabora con el doctor Honorio Delgado y con este publica algunos trabajos de investigación. Entre sus obras destacamos Psicoterapia dinámica. Una contribución al mariateguismo, publicada en 1980.
Martín Adán y Francisco Alarco se reencuentran después de muchos años en el Hospital Loayza, donde el poeta se está tratando de una dolencia renal, y luego en el albergue Canevaro, donde Alarco lo visitará los sábados, entre abril de 1984 y enero de 1985. Martín Adán lo recuerda de sus visitas a la casa de la familia Alarco en Chorrillos. Francisco Alarco, de su estancia en Arequipa, en 1933, donde el poeta siguió cursos de Derecho en la Universidad San Agustín, ante el cierre de San Marcos por el general Sánchez Cerro, y trabajó en el Banco Agrario. Han pasado muchos años desde las visitas a la familia Alarco y desde el último encuentro en Arequipa, pero los hechos más importantes de nuestras vidas no palidecen con el paso de los años, sino que, por el contrario, aparecen más nítidos cada día ante nosotros a medida en que se acerca «la última tarde»¹.
Desde el inicio de sus conversaciones Francisco Alarco nos muestra la impronta de su acercamiento a Martín Adán: «Se me hizo ver la importancia de estas notas para aclarar la personalidad tan compleja del poeta, poseer una idea más precisa del autor. Y, así, de ser posible, interpretar con mayor facilidad y hondura muchos textos que cubren una serie de niveles o en los que una palabra tiene diversos significados según el contexto en el que ha sido escrita. En todo momento favorecer una mejor interpretación de sus obras. Cualquier detalle que pudiera dar lugar a suspicacias acerca de su vida o su obra será suprimido. Además, el caso es que me entero de que Martín Adán no escribe desde hace cerca de diez años» (p. 17 de este libro). Así, los aspectos de la compleja personalidad y las explicaciones del abandono de la escritura de nuestro poeta irán apareciendo en cada encuentro sabatino ante nuestros ojos gracias a la delicada maestría de Alarco.
Según Hölderlin, un gran conversador no es aquel que habla en demasía, sino aquel que sabe escuchar y hacer las preguntas pertinentes. Esta idea es asumida a cabalidad por Francisco Alarco en su diálogo con Martín Adán. Cada sábado el poeta irá revelando detalles de su ámbito familiar, la relación con la madre y la tía, la ausencia del padre y del hermano menor, el tío con trastorno mental; de la atmósfera escolar, sus relaciones amicales con Emilio Adolfo Westphalen, Estuardo Núñez, Xavier Abril, Ricardo Grau y el recuerdo de sus maestros Alberto Ureta, Augusto Weberbauer, Luis Alberto Sánchez, Emilio Huidobro, en cuyas clases de gramática nació La casa de cartón; de la época universitaria, el reencuentro con amigos y maestros de su estancia escolar, sus estudios de Derecho y su graduación en Letras con una formidable tesis De lo barroco en el Perú; de sus relaciones sociales, los primeros encuentros con sus familiares y su marcada preocupación por la aristocracia limeña; de su paso por hospitales psiquiátricos y modestos hoteles de la ciudad; de asumir la escritura desde temprana edad y hasta su abandono final en los últimos años de vida.
Al final de la lectura de Martín Adán. Conversaciones con Francisco Alarco Larrabure nos queda la sensación no solo de haber transitado por siglos reales o imaginarios de nuestra historia, conocido a personajes literarios en sus facetas más humanas y desgarradoras, asistido a la génesis y conclusión de una magnífica obra literaria; sino también la de haber presenciado la feliz confluencia de dos inteligencias excepcionales que permanecerán dialogando todos los sábados por la mañana en el albergue Canevaro del Rímac.
El primer círculo es una esfera de cristal impregnada de constelaciones eternas. El segundo es la divinidad de los teólogos medievales, esa esfera inteligible, cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna. El tercero, el que cuando se desplaza por las noches fugaces emite un susurro incomprensible para el hombre; pero no para los dioses. Con mano temblorosa Martín Adán dibuja círculos concéntricos en el vaho de la ventana.
Andrés Piñeiro
¹ Martín Adán, 1961. Escrito a ciegas: carta a Celia Paschero. Lima: El Timonel [editorial de Juan Mejía Baca].
Nota a la presente edición
Martín Adán. Conversaciones con Francisco Alarco Larrabure fue tomando forma a partir de unos textos escritos a máquina por Francisco Alarco. Se trataba de las impresiones que le dejaban al psiquiatra sus encuentros amicales con el poeta. Salvo la Introducción y el Epílogo que tuvieron una elaboración definitiva por Alarco, los recuerdos que le dejaban sus conversaciones con Adán fueron escritos a vuelapluma, esperando, seguramente, una elaboración coherente futura. Nuestro trabajo, por tanto, consistió en ordenarlas y convertirlas en una lectura ágil y amable.
Puede resultarnos una tarea difícil seguir el hilo de las intervenciones de Martín Adán en las Conversaciones, sobre todo, en los últimos diálogos. Sin embargo, las oportunas acotaciones de Alarco y una lectura atenta nos permitirán salvar dicho obstáculo. Hemos preferido esta situación a desnaturalizar la impronta martinadánica, hecha de contradicciones y del salto de un tema a otro, que emana de su pensamiento.
En los pocos casos en los que un término se tornaba ininteligible hemos optado por advertírselo al lector con unos puntos suspensivos entre corchetes. Así mismo, hemos decidido sustituir nombres propios de algunas personas por iniciales con el fin proteger su privacidad.
Andrés Piñeiro
Introducción
He dudado mucho antes de escribir este trabajo sobre Rafael de la Fuente Benavides, Martín Adán (1908-1985). Me confundía el llamado «secreto profesional». Consulté con diversas personas. Todas estaban de acuerdo con que lo publicara por diversas circunstancias.
Se me hizo ver la importancia de estas notas para aclarar la personalidad tan compleja del poeta, poseer una idea más precisa del autor. Y, así, de ser posible, interpretar con mayor facilidad y hondura muchos textos que cubren una serie de niveles o en los que una palabra tiene diversos significados según el contexto en el que ha sido escrita. En todo momento, favorecer una mejor interpretación de sus obras. Cualquier detalle que pudiera dar lugar a suspicacias acerca de su vida o su obra será suprimido. Además, el caso es que me entero de que Martín Adán no escribe desde hace cerca de diez años. Después, [me entero] de las publicaciones que sobre él se realizan procurando desagraviarlo frente a bochornosos incidentes donde se mella su intimidad, tan celosamente guardada por el autor, al procurarse tomar fotografías y hacerle entrevistas, sin siquiera haberlo preparado para ello o haber buscado su consentimiento.
Juan Mejía Baca, amigo mío de la juventud, es quien por años lo ha cuidado y ha sido escrupuloso en recoger su obra; tal vez, casi perdida en los confines de los bares. A través de Juan me dirijo a Martín Adán, quien no ve ningún impedimento en que lo pueda visitar. No me es fácil de entender cómo un hombre de su talla no ha escrito durante tanto tiempo, a menos que sufra de una dolencia emocional o psíquica. Le propuse a mi hermano Gerardo que fuera a dialogar con él, pues tiene con Adán una amistad que viene desde la infancia. Rafael se acordaba de mí y me mandó saludos.
Fui entonces a verlo al Hospital Arzobispo Loayza, donde estaba internado por una intervención a la próstata. Me recibe con mucha amabilidad. Le gusta que lo considere uno de los talentos mayores del Perú. Creo que empleé la palabra «genio». Se sonrió. Me había conocido de pequeño en mi casa. Yo me acordaba de haber estado con un grupo de amigos en Arequipa, por los años 1933 y 1934, cuando él ocupaba un