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El Factor "Eso": SÉ AUTÉNTICO...
El Factor "Eso": SÉ AUTÉNTICO...
El Factor "Eso": SÉ AUTÉNTICO...
Libro electrónico186 páginas2 horas

El Factor "Eso": SÉ AUTÉNTICO...

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Información de este libro electrónico

Jesse, Bobette y Jena en la cima de Monument Hill, cerca de Eureka Alaska

Este libro está dedicado a todos aquellos que han luchado por amarse a sí mismos, amar a los

demás y (a veces) amar a Dios. Quiero que sepas... que importas.

El factor "It" es una verdadera joya para cualquiera que tenga problemas o esté lidiando c

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 nov 2024
ISBN9781965679586
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    Vista previa del libro

    El Factor "Eso" - Bobette Stubblefield

    Cover.jpg

    El factor ‘‘eso’’

    Sé auténtico...

    Copyright 2024 by Bobette Stubblefield, Magíster en Educación

    All rights reserved. This book or any portion thereof may not be reproduced or used in any manner whatsoever without the express written permission of the publisher except for the use of brief quotation in a book review.

    ISBN 978-1-965679-57-9 (Paperback)

    ISBN 978-1-965679-58-6 (Ebook)

    Inquiries and Book Orders should be addressed to:

    Leavitt Peak Press

    17901 Pioneer Blvd Ste L #298, Artesia, California 90701

    Phone #: 2092191548

    El factor ‘‘eso’’

    Sé auténtico...

    Bobette Stubblefield,

    Magíster en Educación

    Contents

    El factor eso

    Prólogo...

    El factor eso... Sé auténtico

    Al principio...

    ¡La vida es buena!

    ¡La vida es... una aventura!

    Su nombre era Adán...

    Una cuestión de confianza...

    El Cambio, parte uno

    El Cambio, parte dos

    Consecuencias

    Héroes y brújulas

    La vida pasa

    Voluntariosos y adaptables

    El amor es una elección

    El don de amar más

    Lavarse con el agua de la Palabra

    Y los dos serán uno

    La santidad del momento

    Notas finales

    El factor eso

    SÉ AUTÉNTICO

    Este libro está dedicado a todos aquellos que han luchado por amarse a sí mismos, a los demás y (a veces) a Dios. Quiero que sepas... que vosotros importáis. Escribir este libro ha sido un viaje laborioso. Estoy especialmente agradecida con mi familia. A lo largo de mi vida, vosotros habéis sido parte esencial de mi viaje. Me habéis desafiado a ser la mujer fuerte que soy hoy.

    Mamá, me has enseñado a mantener la cabeza en alto... pase lo que pase. Michael y Matthew, estoy orgullosa de llamaros hijos míos.

    A mis hijos e hijas espirituales, gracias por toda la ayuda que me habéis dado con papá y el perro mientras yo trabajaba en estas páginas.

    A Mongo, mi compañero, mi amigo, mi esposo... Te amo MÁS.

    Prólogo...

    EL FACTOR ESO... SÉ AUTÉNTICO

    A menudo, las lecciones importantes de la vida se comprenden realmente mucho después de que ocurran. Gran parte de lo que sé sobre la vida y los negocios lo he aprendido de dos chicos jóvenes que querían ganar dinero. Un día de primavera en Florida, miré por la ventana de la cocina y vi a mis dos hijos pequeños recogiendo cosas y metiéndolas en una caja de zapatos. Con curiosidad, grité y les pregunté:

    —Chicos, ¿qué hacéis?

    Con un ligero acento sureño, respondieron a coro:

    —Estamos recolectando ranas. ¡Vamos a venderlas y a ganar mucho dinero!

    La profesora que hay en mí decidió que era un buen momento para dar una lección de economía, así que les llamé a la entrada y me senté con ellos. Tras examinar su magnífica colección de ranas arbóreas, les pregunté:

    —¿Qué vais a hacer con estas ranas si nadie las compra?

    Sus rostros se arrugaron mientras reflexionaban sobre la absurda idea de que, tal vez, no todo el mundo compraría sus ranas.

    —Bueno... Podríamos quedárnoslas, mamá.

    Me lo pensé por un momento y finalmente respondí:

    —Sí, podríais, pero tendrán que vivir en el patio trasero.

    No les hizo mucha gracia la idea, ya que, a los chicos (que se parecen a las babosas, los caracoles y las colas de los perritos), les gusta atesorar sus bichos en la casa.

    Tratando de redirigir su decepción y fomentar en ellos el espíritu emprendedor, les tendí la caja de ranas y les dije:

    —Chicos, me encanta la idea de que queráis trabajar y ganar dinero. Sin embargo, existe algo llamado oferta y demanda. Lo que tenéis que hacer es encontrar algo que la gente quiera. Cuando la gente quiere algo, la demanda sube y lo compran.

    Después de mucho deliberar, mis hijos de ocho y nueve años concluyeron que todo el mundo quiere galletas caseras con trocitos de chocolate. No solo era ese el momento oportuno para una lección de matemáticas (las recetas son estupendas para enseñar fracciones), sino que, además, ¡yo estaba más que encantada de liberar a esas pobres ranitas!

    Los chicos me contrataron para ayudarles a preparar las galletas de su nuevo negocio. Todos nos arreglamos, nos pusimos los delantales y nos pusimos manos a la obra para duplicar la receta de Tollhouse. Al cabo de unas horas, terminamos el proceso de medir, mezclar y hornear, ¡y la casa/fábrica tenía aroma a dinero!

    Metieron cuidadosamente cuatro galletas de tamaño mediano en cada bolsita Ziploc y cargaron estas en su pequeña carretilla roja. Luego, nos sentamos a la mesa del comedor y nos pusimos a trabajar en la difícil tarea de determinar el coste de hacer las galletas comparado con el margen de ganancias previsto. Al final, los chicos decidieron que 0,5 $ por bolsita era un precio justo para su producto (a finales de los años 80, era un precio razonable).

    Luego, nos tomamos unos minutos para vestirnos de una manera que la gente querría ver en un vendedor que toque a su puerta. Los chicos decidieron que sería mejor que no me acercara a las puertas con ellos, sino que mi nuevo trabajo consistiría en tirar de la carreta y esperar en la calle. ¡Rezamos por una bendición para el negocio y nos fuimos!

    La señora de la primera casa a la que se acercaron les dio 1 $ por la bolsita de galletas. Sin que yo lo supiera (ya que estaba en la calle, desde donde no escuchaba), el precio de las bolsitas de galletas acababa de subir a 1 $. Casa tras casa, la gente pagaba 1 $ por cada bolsita de galletas (yo solo pensaba que estaban siendo generosos).

    Entonces, tras promocionar las galletas en una casa, la señora les dio 2 $ por la bolsita de galletas. Una vez más, sin que yo lo supiera, el precio de la bolsa de galletas acababa de subir a 2 $.

    Subimos por una calle y bajamos por otra. Sin embargo, cuando los chicos se acercaron y tocaron la puerta de esta casa en particular, no hubo respuesta. Así que volvieron a tocar. Tampoco hubo respuesta. Les grité:

    —¡Vamos, chicos, evidentemente no hay nadie en casa!

    Mi hijo menor, Matthew, se volvió y gritó:

    —¡Mamá, oigo que hay alguien adentro! —y golpearon la puerta de nuevo.

    Acercándome, les susurré en voz alta:

    —¡Chicos! Vámonos... Vamos a la siguiente casa.

    Obviamente agitado, Matthew se volvió de nuevo hacia mí y me dijo en voz alta:

    —Mamá... Hay gente ahí dentro. ¡Puedo oírlo! —y nuevamente golpearon la puerta.

    Para entonces, ya podía escucharlo. Tras trocar la puerta varias veces, esta se abrió y apareció un hombre, no muy feliz, envuelto en una toalla. Mis hijos entraron inmediatamente en acción. Mostraron y señalaron con orgullo sus bolsitas de galletas caseras con trocitos de chocolate y prosiguieron con su discurso de venta.

    —Señor, mi hermano y yo llegamos a la conclusión de que todo el mundo quiere galletas caseras con trocitos de chocolate. Hoy, hemos preparado estas frescas galletas y pueden ser suyas por solo 2 $ la bolsa —«¿2 $ la bolsa?», pensé para mis adentros—. ¿Cuántas bolsas quiere?

    El hombre, disgustado, les miró y dijo:

    —No tengo dinero —y los despachó, cerrando la puerta.

    Mi hijo, sin embargo, metió el pie en la rendija de la puerta y, con la mano que tenía libre, la empujó para abrirla. Con valentía, dijo:

    —Señor. Mi padre suele tirar dinero al suelo en el coche. Apuesto a que, si buscamos en su auto, encontraremos 2 $.

    Yo estaba muerta de vergüenza. El hombre, sin embargo, estaba impresionado. Antes de yo darme cuenta, los chicos habían llevado a este hombre envuelto en una toalla a su coche mientras ellos buscaban cambio en el suelo. Al final, encontraron 2 $ y el hombre recibió su bolsita de galletas caseras con trocitos de chocolate.

    Quisiera poder decir que seguí animando a estos dos jóvenes emprendedores después de aquello. En cambio, esa joven mamá fracasó estrepitosamente en su intento de ganar el premio a la mamá del año. Cerré el negocio, avergonzada por la desfachatez de mis hijos. Pasaron años antes de que me diera cuenta de las valiosas lecciones que aprendí de dos de los mejores jóvenes de mi vida. Me enseñaron cosas como:

    •Que, si el mercado está dispuesto a pagar 2 $ por una bolsita de galletas, entonces la vendes a 2 $.

    •Que un no no es un rechazo.

    •Encuentra la manera. El que quiere puede.

    •Persiste.

    Algunos nos rendimos demasiado pronto. Nos encontramos con un obstáculo y nos desanimamos. Así fue el periplo de doce años escribiendo este libro a temporadas. El sueño inicial fue plantado en mí a los dieciséis años. Ya entonces, sabía que Dios quería que enseñara a la gente que sus vidas importan. A Él le importa eso: que aprendamos a ser sinceros con nosotros mismos, sinceros con los demás y sinceros con Él.

    Cuarenta años después, derramo por fin mis últimas palabras en estas páginas. Tardé toda una vida en aprender algunas de las lecciones, quizá porque necesitaba confiar en el valor del haberse quebrado. En el camino, sin embargo, he descubierto que la gente que se quebrado huele bien. Rara vez confío en alguien que no se haya quebrado antes.

    Obtuve otras lecciones de quienes recorrieron las montañas de la dificultad antes que yo. A vosotros, os debo la vida. Las muchas veces que quise abandonar, vuestras palabras garabateadas en las páginas de mis viejas Biblias y en trozos de papel guardados aquí y allá me han servido de soporte. En este libro, he hecho todo lo posible por reconocer el mérito de quienes han influido en lo que soy hoy. Si no he descrito tu trabajo a tu nombre, te pido las más sinceras disculpas. Había muchas viejas notas garabateadas en las páginas de mis Biblias que simplemente no incluían autor. Aunque cada una de tus palabras está registrada en el Cielo, deseo sinceramente reconocer tu mérito también. Contáctame (www.bobettestubblefield.com) y haré todo lo posible por corregir mi error.

    Si este libro te ha ayudado a encontrar ese lugar en el que puedes vivir de forma holgada, abierta y libre contigo mismo, con los demás y con Dios, también me gustaría conocer tu viaje hacia la realidad. A Dios realmente le importa la forma en que vivimos. Sin decir una palabra, la gente debería ser capaz de ver cómo interactuamos con los demás y, basándose en ello, conocer toda la historia del Evangelio.

    Eso que es tu vida dice mucho a los que la leen.

    El factor eso... Sé auténtico

    CAPÍTULO UNO

    "Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios,

    y todo el que ama es nacido de Dios

    y conoce a Dios".

    1 Juan 4:7 (LBLA)

    Jesús tenía una manera única de enseñar a sus discípulos verdades espirituales profundas a través de situaciones prácticas de la vida real e historias como el hijo pródigo, el banquete de bodas y las diez vírgenes. No se limitó a contarles historias con fines de entretenimiento, sino que las convirtió en imágenes reconocibles asociadas a tradiciones cotidianas para que la gente las recordara. Las aplicaciones espirituales estaban pensadas para los aspectos prácticos de esta vida, pero también para enseñarles algo más grande, algo más allá de ellos mismos.

    Yo lo llamo el Factor eso. Eso es más grande que yo. Eso es más grande, más elevado y más inclusivo que mi pequeño mundo. Yo soy limitado, pero eso lo abarca todo. A veces, no sabemos exactamente qué es eso. Por ejemplo, eso a menudo me mantenía bajo control cuando era joven, porque no quería que me dieran eso al llegar a casa. No sabía lo que eso era, ¡pero desde luego no lo quería! Mucho más adelante, como madre, amenacé a mis hijos con darles eso si no se comportaban.

    Eso es el algo que lo incluye todo. Eso te atrae hacia esa pequeña mirilla en la valla que rodea tu vida y te invita a mirar más allá. Eso es tu forma de escapar cuando el árbol no te deja ver el bosque. Eso es el PANORAMA GENERAL.

    Cuando la vida me acorrala y no puedo ver más allá de mi propio dolor, rezo para poder ver eso: las cosas que suceden a mi alrededor, a través de los ojos de Dios. Ayúdame a conseguir ‘eso’, Señor. Hay algo más grande en esta situación que me está aplastando. Ayúdame a ver ‘eso’. Nueve de cada diez veces, Él me lleva a esa mirilla espiritual y me da un vistazo de lo que Él ve. Por supuesto, hay veces que Él no me lo muestra, ya sea porque no necesito realmente saberlo o porque estoy siendo demasiado necia en mi dolor. Con el tiempo, sin embargo, he aprendido que hay ciertos asuntos que son muy preciados para Él y que a Él no le importa mostrarme lo que está pasando en el Panorama general o en el Gran esquema.

    Uno de los asuntos más preciados para Él es el de las relaciones y el matrimonio. Pablo, en Efesios 5:32-33 afirma: Grande es este misterio, pero yo digo esto con respecto a Cristo y a la iglesia. Por tanto, cada uno de vosotros ame…¹.

    En lo que respecta a las relaciones, existe en efecto un panorama general/más amplio. Nuestras vidas cuentan una historia más amplia a los que nos observan y escuchan. Mi vida quedó eternamente marcada por las acciones de un hombre, en un momento concreto, un día de invierno inusualmente cálido en el suroeste de Georgia...

    Mi esposo Jesse y yo nos habíamos mudado recientemente de Seattle y estábamos encantados de haber comprado

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