Burckhardt - Alquimia: Significado e Imagen Del Mundo
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Alquimia
ALQUIMIA
Titus Burckhardt
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Titus Burckhardt
Alquimia
INTRODUCCIN
Desde el Siglo de las Luces, la alquimia ha sido considerada como precursora de la qumica moderna y, por tanto, casi todos los investigadores que se han ocupado de ella se han limitado a buscar en sus escritos el punto de arranque de los posteriores descubrimientos de la Qumica. Este enfoque unilateral ha permitido, por lo menos, sacar a la luz un cmulo de antiguas prcticas artesanas para la preparacin de metales, colorantes y vidrio, escogidas de entre unos procesos aparentemente absurdos que, sin embargo, desempeaban el papel ms importante en la alquimia propiamente dicha. El que tal legado fuera en realidad copioso haca ms inexplicable an aquel tenaz apego de los alquimistas a las frmulas de su magisterio que, desde el punto de vista qumico, eran del todo insensatas. La nica explicacin consista en suponer que el irresistible deseo de obtener oro ha tentado una y otra vez a los hombres a creer en frmulas fantsticas que, si bien se mira, no son sino la aplicacin prctica de la antigua filosofa natural, entreverada de supersticiones; algo as como si se hubiera tratado de infundir en el cuerpo la materia prima aristotlica de todas las cosas mediante una combinacin de toscas operaciones manuales y mgicos conjuros. A nadie le pareci inverosmil que, del engao en el error y del error en el engao, un arte semejante pudiera extenderse y prosperar en las ms diversas civilizaciones de Oriente y de Occidente durante cientos e incluso miles de aos. Y es que exista el convencimiento de que, hasta unos doscientos aos atrs, la Humanidad haba estado aletargada y hasta aquel momento no haba despertado al claro entendimiento. Como si el entendimiento pudiera experimentar una especie de desarrollo biolgico. Este concepto de la alquimia queda desmentido por el carcter unitario del arte, pues la descripcin que se hace de la Gran Obra en los textos alqumicos de los siglos y mbitos culturales ms distintos presenta unos rasgos fundamentales constantes, que no pueden calificarse de empricos. La alquimia india tiene la misma esencia que la de Occidente, y la china, aunque dentro de un marco espiritual completamente distinto, guarda cierta similitud con ambas. Si la alquimia fuese pura fantasmagora, su lenguaje llevara el sello de la arbitrariedad y la insensatez; mas, por el contrario, tiene todos los rasgos de una autntica tradicin, es decir, de una enseanza orgnicamente coordinada, aunque en modo alguno esquemtica, y unas reglas invariables, confirmadas una y otra vez por sus maestros. Por tanto, no puede ser una hibridacin ni una especie de casualidad en la historia de la Humanidad, sino que debe de anunciar una fe profundamente arraigada en las posibilidades del espritu y del alma. A esta conclusin ha llegado tambin la llamada psicologa profunda, la cual cree encontrar en las imgenes alqumicas la confirmacin de su tesis del inconsciente colectivo1. Segn esta apreciacin, el alquimista, en su bsqueda quimrica, expone ante s mismo, en imgenes, el insospechado contenido de su alma realizando de esta forma, sin proponrselo, una especie de reconciliacin entre su visin superficial e individual y la fuerza amorfa, que pugna por configurarse, del inconsciente colectivo. Esta reconciliacin determina, a su juicio, una experiencia de gran riqueza interior, impregnada de un aire intemporal que, al sublimar y transmutar los valores de la obra alqumica externa, sustituye al apetecido magisterio. Tambin esta opinin se funda en la suposicin de que el alquimista buscaba, ante todo, fabricar oro, es decir, estaba dominado por un delirio y, por tanto, pensaba y actuaba como un iluso. Esta explicacin es un tanto capciosa, ya que, en cierto aspecto, se acerca a la verdad, mientras que en otros se aleja de ella ms que ninguna otra. No cabe duda de que el motivo espiritual de la obra alqumica es, en principio, ms o menos inconsciente, y parece estar escondido en lo ms recndito del alma. Pero este recato no puede en modo alguno equipararse al caos del llamado inconsciente colectivo, al menos por lo que respecta al aparente significado de este concepto elstico: el manantial del alquimista no
1 Vase Herbert Silberer, Probleme der Mystik un thre Symbolik, Viena, 1914: C. G. Jung, Psychologie und Alchemie, Zurich, 1944 y 1952, y Mysterium Conjunctionis, Zurich, 1955 y 1957.
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brota de ignotas regiones del alma, sino, ms bien, del mismo terreno que el espritu, y si su origen est oculto, no es porque se halle por debajo del conocimiento racional sino porque se encuentra por encima de l. La citada tesis psicolgica se desmorona en cuanto se observa que los verdaderos alquimistas no eran esclavos del afn de fabricar oro ni perseguan sus fines como sonmbulos ni mediante pasivas proyecciones de ignoradas facultades del alma, sino que seguan un mtodo perfectamente lgico cuya alegora metalrgica por el arte de convertir los metales corrientes en oro y plata, si bien ha confundido a muchos profanos, resulta en s del todo razonable, ms an, verdaderamente profunda.
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sino una revelacin, ya que slo un mandato divino poda facultar a los hombres para desarrollar semejante actividad. Sin embargo, esta revelacin ha tenido desde el principio su lado bueno y su lado terrible5, y exige una especial prudencia a los hombres a quienes est destinada: del mismo modo que las manipulaciones del metalista con minerales y fuego encierran cierta violencia, tambin los influjos espirituales relacionados con este oficio deban de ser de ndole peligrosa y de doble filo. En especial la extraccin de los metales preciosos del mineral impuro por medio de disolventes y purificadores como el mercurio y el antimonio y bajo la accin del fuego, haba de realizarse frente a la resistencia de las tenebrosas y caticas fuerzas de la naturaleza, de igual forma que la obtencin del oro o la plata internos, de pureza y fulgor inmutables, exige la derrota de todos los instintos del alma turbios y confusos. El siguiente pasaje, tomado de la autobiografa de un senegals, indica que, en ciertas tribus africanas, la elaboracin del oro ha sido considerada como un arte sagrado hasta los tiempos ms recientes6: ...A una seal de mi padre, los dos aprendices accionaron sendos fuelles de piel de cordero situados en el suelo a cada lado de la forja y unidos a ella por tubos de arcilla. En la forja se levant la llama, que se convirti en una cosa viva, en un genio animado e implacable. Mi padre tom entonces el crisol con sus largas tenazas y lo puso sobre la llama. De pronto cesaron en la fundicin todos los dems trabajos; porque mientras se funde y enfra el oro no se pueden trabajar cerca de l ni el cobre ni el aluminio, para que no caigan en el recipiente partculas de estos metales ordinarios. Slo puede seguir trabajndose el acero. Sin embargo, incluso los hombres que manipulaban el acero acababan su tarea rpidamente o la interrumpan para unirse al corro de aprendices congregados en torno a la forja... A veces, mi padre no tena espacio suficiente para moverse con libertad, y entonces haca retroceder a los aprendices con un simple gesto de la mano: nunca pronunciaba ni una sola palabra en tales momentos, y tampoco los dems hablaban; nadie poda hablar, y hasta el bardo callaba; slo rompan el silencio el resoplido del fuelle y el leve burbujear del aro. Pero aunque mi padre no articulaba ni una palabra, yo s que interiormente estaba hablando; poda verle mover los labios mientras remova el oro o el carbn con un palo, palo que haba de cambiar con frecuencia porque arda fcilmente. Qu deca? No lo s; con exactitud no lo s, pues nunca me comunic ni una sola palabra. Pero qu poda decir sino conjuros? No conjuraba a los genios del fuego y del oro, del fuego y del viento, el viento que sala por las bocas del fuelle, el fuego que haba nacido del viento y el oro que se haba desposado con el fuego? Sin duda los instaba a que le prestaran su ayuda y su amistad y a que se unieran con armona; s, llamaba a aquellos genios, pues son de los ms importantes, y su presencia era necesaria para la fusin. La operacin que se desarrollaba ante mis ojos era slo, en apariencia, una simple fundicin de oro; pero era esto y algo ms: era un acto de magia que los genios podan autorizar o impedir. Por esto reinaba aquel silencio en torno a mi padre... No era prodigioso que en aquellos momentos la culebra negra se escondiera siempre debajo de la piel de cordero? Porque no siempre estaba all; no iba todos los das a visitar a mi padre; pero jams faltaba cuando iba a fundirse el oro. A m no me sorprenda. Desde la tarde en que mi padre me cont lo del genio de su tribu, me pareci completamente natural que la culebra estuviese all, ya que ella conoca el futuro... Antes de trabajar el oro, el obrero tiene que purificarse, lavarse de la cabeza a los pies y, mientras dura la operacin, abstenerse de toda relacin sexual... Que existe un oro interior, mejor dicho, que el oro posee tanto una realidad externa como una realidad interna, era una conclusin perfectamente lgica para una mentalidad que, de manera espontnea, haba reconocido en el oro y en el Sol una misma sustancia. Aqu y slo aqu se encuentra la raz de la alquimia, que, en s, se remonta a los tiempos del antiguo Egipto, donde era
5 Nos revelamos el hierro. En l hay fuerza maligna y utilidad para los hombres... (Corn, LVII, 25). 6 Camara Laye, L'Enfant noir, Pars, 1953.
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practicada por los sacerdotes. Y es que la tradicin alqumica, que se extendi por el Cercano Oriente y por las tierras de Occidente, y que quizs influy tambin en la alquimia hind, reconoce como fundador a Hermes Trismegisto, el tres veces grande Hermes, que no es otro sino el dios del antiguo Egipto, al que los griegos llamaron Thot y que rega las artes y ciencias sagradas, de forma parecida a como lo haca en el hinduismo el dios Ganesha. La palabra alquimia deriva de la voz rabe al-kimiya, que, a su vez, proviene, al parecer, del egipcio keme y designa la tierra negra, que puede ser tanto la denominacin del propio pas de Egipto, como el smbolo de la materia prima de los alquimistas. Tambin podra ser que la expresin derivara del griego chyma, que significa fundir o derretir. Sea como fuere, los apuntes alqumicos ms antiguos que se conservan se hicieron sobre papiros egipcios. No demuestra nada el hecho de que no poseamos documentos alqumicos de la primera civilizacin egipcia, ya que una de las caractersticas esenciales de todo arte sagrado es la transmisin oral; en la mayor parte de los casos, su registro por escrito constituye un primer indicio de decadencia, o bien revela el temor a que pudiera perderse la transmisin oral. Por tanto, es del todo natural que el llamado Corpus Hermeticum, que abarca todos los textos atribuidos a Hermes-Thot, haya llegado hasta nosotros en lengua griega y redactado en un estilo ms o menos platnico. Sin embargo, tales textos recogen esencialmente el autntico legado de una civilizacin distinta, y no son en modo alguno invenciones griegas arcaizadas, como demuestra su fecundidad espiritual. A nuestro juicio, pertenece tambin al mismo Corpus la llamada Tabla Esmeraldina, que pasa por ser una revelacin de Hermes Trismegisto y que, con razn, los alquimistas de lengua rabe y latina consideraban como la verdadera tabla de la ley de su arte. No hay texto original de la Tabla Esmeraldina; hasta nosotros ha llegado slo en versiones rabe y latina, al menos por lo que ha podido comprobarse hasta la fecha; sin embargo, el contenido da fe de su autenticidad. Habla tambin en favor del origen egipcio de la alquimia del Cercano Oriente y del Occidente la circunstancia de que una serie de operaciones manuales relacionadas con la alquimia, y que utiliza el lenguaje simblico alqumico, se representan en grupo y coordinadamente tanto en los textos del tardo Egipto como en los formularios medievales, lo cual permite observar la procedencia egipcia de ciertos elementos. Entre estos procesos figuraban, adems de la manipulacin de metales y la elaboracin de colorantes, la fabricacin de piedras preciosas artificiales y de vidrio de color, arte que en ningn otro lugar floreci tanto como en Egipto. Por otra parte, toda la artesana del antiguo Egipto a base de metales y minerales estaba informada por el afn de extraer de la materia terrestre sus ms secretas y preciadas esencias, motivo espiritual afn al de la alquimia. La Alejandra del tardo Egipto fue probablemente el crisol en el que, junto a otras ciencias y artes cosmolgicas, adquiri la alquimia la forma en que hoy la conocemos, aunque sin experimentar en ello transformaciones esenciales. Entonces, la alquimia debi de apropiarse ciertos motivos de leyendas griegas y asiticas, lo cual no debe considerarse como un proceso arbitrario: la formacin de una autntica tradicin se asemeja a la de un cristal que va asimilando partculas afines para incorporrselas de acuerdo con unas leyes unificadoras. A partir de esta poca pueden observarse dos corrientes en la alquimia: una es de calidad eminentemente artesana; los smbolos alusivos a una obra interna aparecen aqu como algo supeditado a una actividad profesional, slo se mencionan ocasionalmente, y los maestros se limitan a conservarlos. La otra utiliza las operaciones metalrgicas como una alegora, de modo que podemos preguntarnos si llegaban a practicarse en realidad. De aqu que muchos hayan pretendido hacer distinciones entre una alquimia artesana, ms antigua, y la llamada alquimia mstica, injertada posteriormente en aqulla. Pero, en realidad, se trata de dos aspectos de una misma tradicin y, de ellos, el que se refiere a la alquimia simbolista es, sin duda, el que refleja ms fielmente el legado arcaico. Cabe preguntarse cmo pudo la alquimia, con toda su carga de mitologa, ser aceptada por las religiones monotestas: cristianismo, judasmo e islamismo. La explicacin debe buscarse en que las ideas cosmolgicas propias de la alquimia, que se refieren tanto a la naturaleza externa, metlica o simplemente mineral, como a la naturaleza interna o del alma, estaban ligadas de manera orgnica a la antigua metalurgia, por lo que este fondo espiritual fue aceptado simplemente como un
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conocimiento de la naturaleza (physis) en el ms amplio sentido de la palabra, junto con las tcnicas del oficio, de forma semejante a como el cristianismo y el islamismo incorporaron a su mundo espiritual el legado pitagrico que encerraban la msica y la arquitectura. Desde el punto de vista cristiano, la alquimia era algo as como un espejo natural de las verdades reveladas: la piedra filosofal que puede convertir los metales ordinarios en oro o plata es la representacin de Cristo, y su obtencin por medio del fuego que no quema del azufre y del agua consistente del mercurio simboliza el nacimiento del Cristo Manuel. Con su asimilacin a la fe cristiana, la alquimia qued espiritualmente fecundada, mientras que el cristianismo avanz gracias a ella por un camino que, a travs de la contemplacin de la naturaleza, poda conducir a la verdadera gnosis. Con mayor facilidad an se adopt el arte hermtico al mundo espiritual del Islam. ste estuvo siempre presto a reconocer como legado de antiguos profetas cualquier arte preislmico que se ofreciera bajo el signo de la sabidura (hikmah). Por ello, en el mundo islmico se equipara a menudo Hermes Trismegisto con Henoch (Idrs). La doctrina de la unidad del ser (wahdat-al-wudjd), la esotrica interpretacin del credo unitarista islmico, dio al hermetismo un nuevo eje o por decirlo con otras palabras restituy toda su amplitud al primitivo horizonte espiritual, liberndolo de la fragosidad del helenismo tardo. Con su paulatina incorporacin al mundo espiritual de la antigedad clsica y de la religin semtica, la alquimia ampli su acervo de imgenes, que alcanzaron una espectacular diversificacin. Sin embargo, ciertos rasgos fundamentales caractersticos de la alquimia en lo que sta tiene de arte, permanecieron constantes a lo largo de los siglos y se convirtieron en sus distintivos especficos; entre ellos figura en lugar destacado un plan concreto de la obra alqumica, cada una de cuyas fases se designa por medio de determinados procesos, no siempre realizados a mano, pero plsticamente descritos, as como por cierto cambio en los colores de la materia. En el mundo romano-cristiano, la alquimia penetr, primero, por Bizancio y, despus, en mucha mayor medida, a travs de la Espaa musulmana. En el mundo islmico, la alquimia haba alcanzado ya su apogeo. Dybir ibn Hayyn, discpulo del sexto imn chita, Dyafar as-Sdiq, fund, en el siglo VIII despus de Jesucristo, una verdadera escuela, que ha dejado centenares de escritos alqumicos. Sin duda porque el nombre de Dybir se haba convertido en el smbolo de las enseanzas alqumicas, el autor de la Summa Perfectionis, un italiano o cataln del siglo XIII, le dio la forma latina de Geber. Con la adopcin de la ideologa griega por el Renacimiento, irrumpi en Occidente una nueva ola de alquimia bizantina. Durante los siglos XVI y XVII se imprimieron muchas obras alqumicas que hasta entonces slo haban circulado en manuscrito y en forma ms o menos secreta, con lo cual el estudio de la Hermtica adquiri un gran auge, aunque no tard en entrar en decadencia. Se ha dicho a menudo que en el siglo XVII el hermetismo europeo alcanz su mximo esplendor. Pero, en realidad, su decadencia se haba iniciado ya en el siglo XV, a medida que el pensamiento occidental tenda a hacerse ms humanista y, fundamentalmente, ms racionalista, y le ganaba terreno a aquella visin general del mundo espiritual e intuitiva. Es cierto que al principio, en el umbral de la Edad Moderna, los elementos de una autntica gnosis, desplazados del mbito teolgico por el carcter unilateralmente sentimental de la nueva mstica cristiana, de una parte, y por la propensin agnstica de la Reforma, de la otra, se refugiaron en las especulaciones alqumicas. En este movimiento cabe incluir fenmenos tales como las reminiscencias hermticas que se observan en Shakespeare, Jakob Boehme y Joham Georg Gichtel. Ms que la alquimia propiamente dicha, perdur la Medicina derivada de la misma, a la que Paracelso dio el nombre de Medicina espagrica, denominacin derivada de las voces griegas spao y ageiso, que corresponden a los trminos alqumicos solve et coagula. En general, la alquimia europea de la poca posrenacentista tiene un carcter fragmentario; para ser un arte espiritual le falta el fondo metafsico. Esto puede decirse de sus ltimos exponentes del siglo XVIII, a pesar de que, junto a los carboneros de entonces, algunos hombres eminentes, como Newton y Goethe, se dedicaron a ella con ahnco... y sin xito. Este es el momento de sealar que no puede existir una alquimia librepensadora y hostil a la religin, pues el primer requisito de todo arte espiritual es el reconocimiento de todo aquello que
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la condicin humana, en su situacin de superioridad y de peligro, precisa para su salvacin. El que ya existiera la alquimia antes de la Era cristiana no prueba nada; siempre fue la parte orgnica de un legado que, en cierto modo, abarcaba todos los momentos de la existencia humana. Pero, puesto que el cristianismo revela unas verdades desconocidas en pocas anteriores, la alquimia se destruira a s misma si se negara a reconocerlas. Por tanto, es un grave error afirmar que la alquimia o la ciencia hermtica es algo as como una religin autosuficiente e incluso, un paganismo disimulado. Semejante criterio encierra necesariamente el germen del racionalismo y de la adoracin del hombre, por lo cual anulara de antemano todo esfuerzo encaminado a lograr el magisterio interior. Cierto que el espritu sopla donde quiere, por lo que no se pueden poner exteriormente barreras dogmticas a su manifestacin; pero no es menos cierto que el espritu no iluminar a quen le niega a l o al Espritu Santo- en cualquiera de sus revelaciones. En efecto, la alquimia, que en s no es una religin, necesita ser confirmada por el mensaje de salvacin o Revelacin dirigido a todos los hombres. Y esta confirmacin consiste en que su propio camino y su obra constituyen el medio de acceso al eterno significado del mensaje de salvacin. No quisiramos extendernos ms acerca de la historia de la alquimia, bastante imprecisa de por s, porque, en general, un arte esotrico como la alquimia se transmite oralmente. Slo pondremos de relieve una cosa: el que muchos textos alqumicos sean apcrifos o citen a autores que no puedan ser situados cronolgicamente, no resta en modo alguno valor al texto, pues, aparte que la investigacin histrica y la ciencia alqumica son cosas distintas por completo, estos nombres, como en el caso del latinizado Geber, suelen ser, ms que firmas, indicios que sealan una determinada rama de la transmisin. Si un texto hermtico es autntico, o sea, si responde a verdades, conocimientos y experiencias reales, o si ha sido urdido arbitrariamente, es algo que no pueden revelar el estudio filolgico ni la comparacin con la Qumica emprica; la piedra de toque es la cohesin espiritual de todo el legado en s.
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alqumicas en la mstica cristiana y, de forma ms particular todava, en la musulmana. Los smbolos alqumicos de la perfeccin apuntan al dominio de la condicin humana por el espritu, al retorno a los orgenes, a lo que la mstica de las tres religiones monotestas describe como recuperacin del Paraso terrenal. Nicols Flamel (1330 a 1417), alquimista que se expresa en el lenguaje de su fe cristiana, dice, acerca de la culminacin de la Obra, que sta hace bueno al hombre porque de l arranca la raz de todos los pecados o sea, la codicia, hacindole generoso, manso, piadoso, creyente y temeroso de Dios, por malo que haya sido. Porque desde ahora estar siempre lleno de la gracia y la misericordia que ha recibido de Dios y de la profundidad de sus maravillosas obras10. La extirpacin de la raz de todos los pecados supone el retorno a la perfeccin adnica. La esencia y el fin de la mstica es la unin con Dios. De esto no habla la alquimia. Pero en el camino de la mstica figura el restablecimiento de la nobleza primitiva de la condicin humana, su simbolizacin, pues la unin con Dios slo es posible en razn de aquello que, pese a la inmensa distancia a que se halla de Dios la criatura, vincula a sta con Aqul, y que es la semejanza de Adn, que, a causa del pecado original, ha quedado desdibujada o inoperante. En primer lugar, hay que recobrar la pureza del smbolo hombre para que sus contornos puedan incrustarse de nuevo en la infinita y divina imagen original. De manera que la conversin del plomo en oro, en su sentido espiritual, no es otra cosa sino la recuperacin de la nobleza original de la condicin humana. Del mismo modo que las inimitables propiedades del oro no se consiguen mediante la combinacin externa de las distintas cualidades de los metales, como masa, dureza, color, etc., as la perfeccin adnica tampoco es una simple acumulacin de virtudes; es inimitable como el oro, y el hombre, que la ha realizado, no puede medirse con otros hombres; en l, todo se da de primera mano, y, en este sentido, su naturaleza es original. Puesto que la realizacin de este estado incumbe necesariamente a la mstica, la alquimia puede considerarse tambin como una rama de la mstica. Pero el estilo espiritual de la alquimia es tan distinto del de la mstica la cual se funda en una doctrina de fe que, en ocasiones, podra sentirse la tentacin de calificarla de mstica sin Dios. Sin embargo, la expresin es inadecuada, por no decir totalmente falsa, pues la alquimia presupone la fe en Dios, y casi todos sus maestros conceden gran importancia a la prctica de la oracin. La expresin es correcta slo por cuanto la alquimia no tiene de antemano un marco teolgico, de manera que la caracterizacin teolgica de la mstica no abarca necesariamente el horizonte espiritual de la alquimia. Las msticas juda, cristiana o islmica son, de acuerdo con sus respectivos mtodos, reflexin sobre una verdad revelada, un aspecto de Dios o una idea, en el sentido ms profundo del trmino; constituyen la unin espiritual con esta idea. Por el contrario la al alquimia no se orienta, en principio, en un sentido teolgico (o metafsico) ni tico; observa el juego de las fuerzas del alma desde un punto de vista puramente cosmolgico y trata al alma como si fuera una materia que se hubiese de purificar, disolver y cristalizar de nuevo. Acta como una ciencia o un arte natural, pues todos los estados de conocimiento interior son para ella slo manifestaciones de la Naturaleza, que abarca tanto las formas externas, visibles y materiales, como las internas y psquicas. Por ello, la alquimia tiene cierto carcter contemplativo; no consiste simplemente en un mero pragmatismo sin penetracin espiritual; su vertiente espiritual y contemplativa se asienta precisamente en su forma concreta, en la analoga entre lo psquico y lo mineral, pues esta semejanza slo puede establecerse mediante una observacin que considere la materia desde el punto de vista cualitativo, o sea, en su cualidad interior, y el alma, materialmente, es decir, como si se tratara de un objeto. Dicho con otras palabras: la cosmologa alqumica contiene una teora del ser, una ontologa. El smbolo metalrgico no es slo un recurso, una descripcin aproximada de unos procesos internos: como todo smbolo autntico, constituye una especie de revelacin. Con su observacin impersonal del mundo del alma, la alquimia se aproxima ms al camino del conocimiento, o gnosis, que al del amor. Pues es prerrogativa de la gnosis en el sentido autntico de la palabra, sin implicaciones herticas observar objetivamente el alma propia, en vez
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de sentirla de un modo subjetivo. Por ello, la mstica orientada hacia el saber emplea a veces expresiones alqumicas para todo aquello a lo que ha incorporado plenamente los procesos de la alquimia. La expresin mstica deriva de secreto o sumirse (del griego myein); la esencia de la mstica escapa a toda interpretacin racional, y lo mismo puede decirse de la alquimia. Otro de los motivos por los que la enseanza alqumica queda envuelta en el misterio es el de que no est destinada a todos. El arte regio exige una extraordinaria comprensin y cierta disposicin del alma, virtud sin la cual su prctica podra acarrear graves peligros espirituales. Artefius11, clebre alquimista medieval, escribi: Acaso no se sabe que el nuestro es un arte cabalstico?12 Con esto quiero decir que se revela slo de palabra y que est lleno de secretos. Pero t, pobre insensato, sers lo bastante necio como para creer que nosotros revelamos clara y abiertamente el ms grande y ms trascendental de todos los secretos, de forma que pudieras tomar nuestras palabras al pie de la letra? Te aseguro en verdad pues no soy tan celoso como los otros filsofos que aquel que quiera interpretar de acuerdo con el significado ordinario de las palabras lo que han escrito los otros filsofos -es decir, los otros alquimistas, se perder en los pasadizos de un laberinto del que nunca podr salir, pues le faltar el hilo de Ariadna para orientarse y hallar el camino...13 Y Sinesio, que probablemente vivi en el siglo IV despus de Jesucristo14, escribi: [Los verdaderos alquimistas] se expresan siempre a travs de imgenes, figuras y metforas, para que puedan entenderlos slo las almas sabias, santas e iluminadas por el saber. Sin embargo, en sus obras han trazado cierto camino y determinada regla, de manera que el sabio pueda entender y, finalmente, lograr, tras algunas pruebas, todo cuanto ellos describen de manera encubierta.15 Por ltimo, Geber, que en su Summa hace una recopilacin de la alquimia medieval, seala: No se debe exponer este arte con palabras totalmente oscuras; pero tampoco hay que explicarlo con tanta claridad como para que todos puedan entenderlo. De aqu que lo explique de manera que los sabios puedan entenderlo, aunque a los espritus medianos les parezca bastante oscuro; por su parte, los necios y los locos no podrn entender absolutamente nada...16 Es, pues, sorprendente que, pese a estas advertencias y a otras muchas que podramos citar, haya habido tantos hombres en especial durante el siglo XVII que creyeran que mediante un atento estudio de los escritos alqumicos encontraran el medio de fabricar oro. Es cierto que los alquimistas afirmaban con frecuencia que guardaban el secreto de la alquimia slo para que ningn hombre indigno pudiera adquirir un poder peligroso. Se servan del inevitable malentendido para ahuyentar a los profanos. Sin embargo, nunca hablaban del objetivo aparente de su arte, sin mencionar tambin a continuacin el verdadero. El que estuviera posedo por las pasiones del mundo, forzosamente haba de pasar por alto la parte esencial de la explicacin. Por eso se lee en el "Triunfo de la Hermtica": La piedra filosofal con la que pueden convertirse en oro los metales ordinarios brinda, al que la posee, una larga vida, libre de toda enfermedad, y pone en sus manos ms oro y ms plata de la que puedan poseer los prncipes ms poderosos. Pero este tesoro tiene, sobre todos los dems bienes de la vida, la peculiar ventaja de que aquel que lo posee es completamente feliz; slo con mirarlo es ya feliz y nunca siente el temor de perderlo.17 La primera frase parece confirmar la interpretacin externa de la alquimia, mientras que la segunda indica con toda claridad que el bien de que aqu se trata es puramente esiritual. As, tambin en el ya mencionado "Libro de los siete captulos" se dice: Con ayuda de Dios omnipotente, esta piedra [filosofal] os librar y preservar de todas las enfermedades, por graves que sean, y os proteger del dolor y las penalidades y de todo aquello que pueda daar al cuerpo o al alma. Os conducir
11 Artefius, puede ser el nombre latinizado de un autor rabe desconocido. (Vase E. von Lippmann, Entstehung und Ausbreitung der Alchemie, Berln, 1919.) Debi de vivir antes del ao 1250. 12 Cabalistico significa aqu, de acuerdo con la etimologa de la palabra, transmitido oralmente. 13 Bibl. des Phil. Chim. 14 Se ha discutido si son la misma persona este Sinesio y el homnimo obispo de Cirene (379-415), que fue discpulo de la platnica Hipatia de Alejandra. 15 Bibl. des Phil. Chim. 10. Ibd. 16 Ibd. 17 Ibd. 12. Ibd.
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de las tinieblas a la luz; del desierto, al hogar; de la pobreza, a la riqueza.18 La ambigedad de estos pasajes permite entrever el propsito, tantas veces confesado, de ensear a los sabios y confundir a los necios. Puesto que el lenguaje alqumico, pese a su hermetismo, no fue un invento arbitrario sino que era autntico, Geber pudo decir, en el apndice de su clebre Summa: Dondequiera que aparentemente habl de nuestra ciencia con mayor claridad, en realidad me expres en la forma ms oscura, encubriendo el verdadero significado de mis palabras. Y, pese a todo, en ningn momento envolv nuestra obra en alegoras ni enigmas, sino que la describ honestamente, con palabras claras y comprensibles, tal como yo la entiendo y tal como, con ayuda de Dios, la aprend... Por otra parte, los alquimistas redactan deliberadamente sus obras de manera que, al leerlas, las opiniones se dividan. Buen ejemplo de ello es la obra citada ltimamente, pues Geber dice en el mismo apndice: Declaro que en esta Summa no he enseado nuestra ciencia coordinadamente, sino que la he ido revelando ac y all en varios captulos; pues si la hubiera expuesto de forma ordenada y coherente, los mal intencionados, que podran emplearla para el mal, la entenderan con tan facilidad como las gentes de buena voluntad... Si seguimos de cerca las explicaciones de Geber, en apariencia de ndole puramente metalrgica, de pronto, en plena descripcin de un proceso qumico casi palpable de tan vvida, descubrimos extraas incongruencias: el autor, que hasta entonces no ha hecho alusin a materia alguna para la realizacin de la obra, dice de pronto: Toma, pues, la materia que conoces de sobra y chala en el recipiente... O, despus de demostrar ampliamente que unos metales no pueden convertirse en otros por medios externos, alude, sin ms, a la medicina que cura todos los metales enfermos, convirtindolos en oro o en plata. La razn choca aqu una y otra vez contra un muro, y precisamente ste es el propsito que se persigue con semejante exposicin: el aspirante debe descubrir por s mismo las limitaciones de su razn para que, al fin, como dice Geber, al referirse a su propio caso, busque en su interior: Al volverme sobre m mismo y reflexionar sobre el modo y manera en que la Naturaleza produce los metales en el interior de la tierra, reconoc la verdadera materia que la Naturaleza nos ha preparado para que la terminemos sobre la tierra... Existe aqu cierta semejanza con los mtodos del budismo Zen, que, con la meditacin constante de ciertas paradojas enunciadas por un maestro, pretende salvar las barreras del simple pensamiento. Este es el umbral espiritual que debe franquear el alquimista; el umbral tico es, como ya hemos dicho, la tentacin de aspirar a conocer el arte alqumico slo por el oro. Los alquimistas declaran una y otra vez que el mayor obstculo que se levanta en su camino es la codicia. Este vicio es para su arte lo que la soberbia para la mstica del amor o la obcecacin para la gnosis; la codicia es el nombre ms cercano al egosmo, la encadenacin al propio yo, limitado y sujeto a las pasiones. A la inversa, la exhortacin a que el discpulo de Hermes intente efectuar la conversin de los metales para remediar las necesidades de los pobres o de la misma naturaleza recuerda el voto budista de aspirar a la suprema iluminacin slo para salvar a todos los seres; la caridad libra al hombre de esa perfidia del propio yo que slo busca reflejarse a s mismo en todos los actos. Si alguien nos reprochara que, en nuestro afn de hacer comprensible la alquimia, quebrantamos la discrecin que tan rigurosamente propugnaban los alquimistas, podramos responder que nadie podr nunca agotar con palabras los smbolos que constituyen la clave del ms ntimo secreto. Lo que podemos explicar en gran parte es la enseanza cosmolgiea subyacente en el arte alqumico, su concepto del hombre y de la naturaleza y la marcha general del proceso. Y aun en el caso de que pudisemos interpretar toda la obra hermtica, siempre quedara algo que no puede transmitir la palabra escrita y que es indispensable para la realizacin de la obra: como todo arte sagrado en el verdadero sentido de la palabra, o sea, como todo mtodo que conduce al enaltecimiento del espritu, la alquimia se basa en una iniciacin. Por regla general, la instruccin debe recibirse de un maestro, y slo en casos excepcionales, cuando se rompe la cadena entre hombre y hombre, la influencia del espritu puede llenar el vaco de forma prodigiosa. A este respecto, en el dilogo del rey Chalid con el monje Morieno se dice: La base de este arte consiste
18 Ibd.
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en que aquel que quiera transmitirlo debe, a su vez, haberlo aprendido de un maestro... y tambin es preciso que el maestro lo haya practicado con frecuencia en presencia de su discpulo... Pues el que conoce con exactitud el orden de la obra y la ha realizado con sus propias manos, no puede compararse con el que slo la estudi en los libros...19 Y el alquimista Denis Zachaire20 escribe: Pero, ante todo, quiero que se sepa por si an no lo han advertido que esta filosofa divina no est a merced de los hombres, y mucho menos puede aprenderse en los libros, a no ser que Dios, por obra de su Espritu Santo, nos la imprima en el corazn o nos la ensee por boca de un hombre...21
19 Ibd. 20 Alquimista francs del siglo XVI. 21 Bibl. des Phil. Chim. II.
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LA CIENCIA HERMTICA
La doctrina hermtica parte del principio de que el Universo el macrocosmos y el hombre el microcosmos se corresponden mutuamente, son un reflejo el uno del otro, y lo que hay en uno, debe hallarse tambin, de algn modo, en el otro. Sin duda como mejor se entiende esta correspondencia es reducindola a la interrelacin entre sujeto y objeto, entre el que percibe y lo percibido: el mundo, objeto, se refleja en el espejo del hombre, sujeto; aunque tericamente ambas partes o polos puedan diferenciarse entre s, cada una de ellas slo puede apreciarse en razn de la otra. Para mayor claridad, es importante observar con la mxima atencin lo que, con significado un tanto elstico, se ha dado en llamar sujeto: por ejemplo, cuando se dice que la visin que el hombre tiene del Universo es subjetiva, generalmente se entiende que aqulla depende de la situacin particular del hombre en el tiempo y en el espacio y de sus facultades y conocimientos, ms o menos desarrollados; la condicionalidad subjetiva vista as es la del individuo o la de un grupo de personas limitado en el tiempo y el espacio. Pero la facultad humana de reconocimiento no slo est condicionada segn los casos, sino que, adems, tiene ciertos caracteres especficos, y en este aspecto no podra llegarse a un conocimiento del mundo, que, en su contexto puramente objetivo, quedara fuera de la esfera del sujeto humano; ni la concordancia de todas las apreciaciones individuales posibles, ni la utilizacin de cualesquiera medios auxiliares que pudieran ampliar el campo de los sentidos, pueden superar esta esfera, que abarca, al mismo tiempo, el mundo como objeto reconocible y al hombre como ente reconocedor; la cohesin lgica del Universo pertenece tanto al mundo como a la naturaleza individual del sujeto humano. No obstante esto, en cada percepcin, aunque est condicionada al yo y a la especie humana, hay algo incondicional; de otro modo no podra existir un puente entre el sujeto y el objeto, entre el yo y el t ni habra una verdad y una unidad detrs de los mltiples mundos percibidos por los innumerables y diversos seres. Esta propiedad absoluta e inmutable que infunde en cada percepcin su contenido de verdad, ms o menos velado, sin la cual no existira en modo alguno el reconocimiento, es el espritu puro, el intelecto que, indiviso, est presente en todos los seres sin excepcin. De todos los seres vivos de este mundo, el hombre es el ms perfecto portador del espritu universal y originalmente divino, y en este sentido puede ser considerado como el reflejo o el compendio de todo el Universo. Detengmonos un momento para establecer una vez ms las diferencias entre estas realidades que, cual verdaderos espejos, se enfrentan entre s. Tenemos, en primer lugar, el espritu puramente conocedor, que podramos llamar tambin sujeto trascendente y frente al cual se levanta no slo el mundo material o externo, sino tambin el mundo interior, el mundo del alma y hasta el entendimiento, pues los movimientos de ste pueden ser tambin objeto del conocimiento, mientras que el espritu propiamente dicho nunca puede conceptuarse como un objeto. Es cierto que el espritu puede reconocerse a s mismo de forma inmediata, pero este reconocimiento est ms all de todo lo diferenciable, de manera que no cuenta en absoluto para la percepcin encaminada a la diferenciacin que se divide en objeto y sujeto. Otra cosa es el sujeto humano, dotado de potencias espirituales como el pensamiento, la imaginacin y la memoria y apoyado en las facultades de percepcin sensoriales, al que se contrapone todo el mundo material en calidad de objeto. El espritu puro es lo que infunde en este sujeto-hombre la luz que le permite reconocer las cosas. Finalmente, est el hombre completo, compuesto de espritu, alma y cuerpo, que es en s una parte del Universo que l percibe y, al mismo tiempo, en virtud de su especial condicin, o sea, en virtud de su naturaleza eminentemente espiritual, es microcosmos dentro del gran cosmos que l refleja. Por tanto, la tesis de la mutua correspondencia entre el Universo y el ser humano se funda en el conocimiento de un espritu nico, que todo lo abarca y que guarda con lo que suele denominarse espritu -o sea, el simple entendimiento- la misma relacin que un foco de luz con su reflejo en un
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campo limitado22. Este conocimiento, que constituye el nexo de unin entre la Cosmologa, o ciencia del Universo, y la Metafsica23, no es, en modo alguno, un privilegio de la Hermtica, a pesar de que haya sido expuesto con especial claridad en los escritos atribuidos a Hermes Trismegisto, el tres veces grande. En uno de estos escritos se dice, a propsito del espritu: El espritu (nous) brota de la sustancia (ousia) de Dios, si es que puede hablarse de una sustancia de Dios24; de qu naturaleza es esta sustancia, slo Dios puede saberlo con exactitud25. Por tanto, el espritu no est separado de la sustancia de Dios, sino que irradia de ste su origen como la luz irradia del Sol. En el hombre, este espritu es Dios...26 Pero no hay que dejarse engaar por la inevitable limitacin del smil empleado: al referirse a una irradiacin del espritu de su origen divino no se quiere significar una dimanacin o derivacin material. En el mismo libro se dice que el alma (psych) est en el cuerpo como el espritu (nous) en el alma y como la palabra de Dios (Logos) en el espritu. (A la inversa, puede decirse tambin que el cuerpo est en el alma como el alma en el espritu y como ste en la palabra de Dios.) As, Dios es el Padre de todo. Como puede verse, esta tesis se aproxima mucho a la teologa juaniana, y se comprende que las esferas cristianas de la Edad Media vieran en los escritos del Corpus Hermeticum, lo mismo que en los de Platn, la simiente precristiana del Logos.27 Aunque todos los escritos sagrados garantizan la doctrina de la unidad del espritu, sta sigue siendo esotrica en su desarrollo, no se acomoda al gusto de todos, so pena de introducir una equvoca simplificacin. Este peligro radica principalmente en que la unidad del espritu se concibe de una manera racional, con lo que, en cierto modo, se equipara a una unidad material cualquiera; y esto hace que se borre tanto la diferencia entre Dios y la criatura como la intrnseca singularidad de cada ser creado. El espritu no es uno en cuanto a nmero, sino en virtud de su indivisibilidad, de modo que en cada criatura est completo; es ms, la singularidad de sta se funda precisamente en l, pues nada hay que tenga ms unidad, ms integridad ni ms perfeccin que aquello por lo que es identificado. Una interpretacin errnea de la doctrina del espritu nico presente en todos los seres podra provocar tambin el corto circuito filosfico consistente en que, al abandonar el cuerpo en el momento de la muerte, el ser espiritual de cada cual se reintegar, sin ms, al espritu universal, de manera que, despus de la muerte, no habra una existencia individual. Pero lo que marca individualmente la luz del espritu y le da el sentido del yo, no es el cuerpo, sino el alma, que, al separarse de aqul, sigue existiendo, aunque en esta vida haya estado dedicada por completo a lo corporal y aparentemente no tuviera otro contenido.28 Dado que el espritu, en su calidad de polo que discierne la existencia, no puede ser convertido, a su vez, en objeto de discernimiento, el conocimiento del mismo no cambia en nada la experiencia del mundo, por lo menos en el campo de los hechos. Sin embargo, determina esencialmente la asimilacin interior de stos, la comprensin de la verdad: para la ciencia moderna, las verdades o leyes naturales, sin las cuales la mera experiencia sera simplemente arena movediza, no son ms que descripciones simplificadoras de las apariencias, abstracciones, tiles, s, pero meramente transitorias; en cambio, para la ciencia fiel a la tradicin, la verdad es la expresin o fruto comprensible de una posibilidad presente en el espritu que, precisamente por hallarse
22 El entendimiento se parece a una lente condensadora que proyecta la luz del espritu en una direccin determinada y sobre un campo limitado. 23 Entendemos por Metafsica la ciencia de lo no creado. La mayor parte de la Metafsica aristotlica es, simplemente, cosmologa. Distintivo de la verdadera Metafsica es su carcter apoftico. 24 Hemos traducido ousia por sustancia, de acuerdo con los usos dc la Escolstica. En realidad, aqu se trata de la esencia de Dios. 25 Es decir, la sustancia o el ser de Dios no puede ser reconocido por nada que est fuera de s mismo, pues est ms all de toda dualidad y de toda diferenciacin entre objeto y sujeto. 26 Corpus Hermeticum, trad. por A.-J. Festugire, Pars, Les Belles Lettres, 1945. Captulo D'Hermes Trismgiste: sur l'Intellect commun, Tat. 27 As vea los escritos hermticos, entre otros, san Alberto Magno. 28 De aqu los tormentos que, al abandonar el cuerpo, sufren las almas que slo se han preocupado de lo corporal.
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contenida en el espritu con carcter inmutable, se manifiesta tambin en el mundo exterior. Por tanto, la comprensin de la verdad est aqu mucho menos condicionada que en la ciencia moderna, sin que por ello sea deificada la explicacin inteligible de la verdad, como ocurre en el pensamiento racionalista, ya que lo que el entendimiento o la imaginacin pueden captar de la verdad es slo un smbolo de las posibilidades que contiene el espritu eterno. Segn la tesis moderna, la ciencia se asienta exclusivamente en la experiencia; en la visin tradicional, la experiencia no es nada sin el ncleo de verdad dado por el espritu, en torno al cual pueden cristalizar las distintas experiencias. Precisamente por ello, la ciencia hermtica descansa en la transmisin de ciertos smbolos, que, a su vez, derivan de una revelacin espiritual, y al hablar de revelacin damos a la palabra un significado ms general que el que le aplica la teologa, aunque sin entenderla en un sentido puramente potico. Segn la terminologa hind, este proceso espiritual puede calificarse de revelacin de segundo orden, o smriti, en contraposicin a shruti. Desde el punto de vista cristiano, se puede hablar, sin duda, de una inspiracin del Espritu Santo dirigido no a una comunidad de creyentes, sino a ciertas personas dotadas de una visin especial. En todo caso, as han interpretado el legado hermtico los alquimistas cristianos. Las posibilidades inmutables contenidas en el espritu no pueden aprehenderse de forma inmediata con el entendimiento. Platn las llama ideas o arquetipos, y conviene conservar el significado de estas denominaciones y no aplicarlas a conceptos generales que, a lo sumo, slo son un reflejo de las verdaderas ideas ni al campo puramente psicolgico del llamado inconsciente colectivo, esta ltima falsa interpretacin es particularmente equvoca, pues confunde la indivisibilidad de la luz espiritual con la impenetrabilidad del fondo del alma, pasivo y oscuro. Los arquetipos no estn por debajo del entendimiento, sino por encima del mismo, y por eso todo lo que ste puede identificar de ellos no es ms que una visin muy limitada de lo que son en realidad. Por tanto, no es posible dar a conocer los arquetipos como tales. Slo cuando se llega a la unin del alma con el espritu o su reintegracin a la indivisa unidad del espritu se produce una manifestacin de aquellas posibilidades originales en el conocimiento ligado a las formas; el contenido del espritu cristaliza entonces en smbolos en el entendimiento y en la imaginacin. En el llamado libro Poimandrs, del Corpus Hermeticum, se describe la forma en que el espritu universal se revela a Hermes-Thot: ...Con estas palabras, quedse mirndome fijamente al rostro, de tal modo que me hizo temblar. Luego, cuando volvi a levantar la cabeza, me pareci ver dentro de mi propio espritu (nous) la luz, que consista en un nmero infinito de virtudes, convertida en un Todo ilimitado, mientras el fuego, rodeado y mantenido por una fuerza omnipotente, alcanzaba la estabilidad: esto fue lo que pude captar de aquella visin... Mientras yo estaba as fuera de m, l volvi a hablar: "Ahora has visto el espritu (nous), la forma primitiva, el origen, el principio de todo..."29 Es smbolo todo lo que en el plano del alma y del cuerpo refleja los arquetipos espirituales. En esta manifestacin, la imaginacin tiene ciertas ventajas respecto al pensamiento abstracto; es ms dctil, no tan abstracta como ste y, al condensarse en imgenes sencillas, se apoya en la relacin inversa que existe entre los campos corporal y espiritual, de acuerdo con la ley que dice: Lo de abajo es igual a lo de arriba, como reza la Tabla Esmeraldina. Al apartarse el espritu humano de la multiplicidad de las cosas, por obra de su unin ms o menos perfecta con el espritu que todo lo abarca, y sumirse, en cierta medida, en la unidad indistinta, la percepcin de la naturaleza que obtiene con esta visin no puede ser detallada y analtica. Pero el mundo cobra entonces para l como una transparencia, pues en todas sus manifestaciones percibe el brillo de los eternos arquetipos. Y dondequiera que esta visin no se ofrece inmediatamente, los smbolos obtenidos por medio de ella pueden despertar la memoria o la intuicin de los arquetipos. De esta ndole es la contemplacin hermtica de la Naturaleza. Lo fundamental para esta visin no es ya la naturaleza de las cosas, que puede medirse o contarse y que est supeditada a causas y circunstancias temporales, sino sus propiedades esenciales, que, utilizando el smbolo de un tejido, podemos representarnos como los hilos verticales de la
29 Corpus Hermeticum, op. cit., captulo Poimandrs.
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urdimbre con los que se entrelazan los hilos horizontales de la trama, que es la que da al tejido su consistencia y trabazn: los hilos de la urdimbre simbolizan el contenido inmutable o esencia de las cosas, mientras que la trama representa su calidad material, determinada por el tiempo, el espacio o condiciones semejantes.30 De esta comparacin puede deducirse que una visin del cosmos basada en un legado espiritual puede ser exacta en el sentido vertical, aunque resulte imprecisa en el sentido horizontal, es decir, en el de la observacin encaminada a la medicin y al anlisis. As, por ejemplo, no es necesario conocer todos los metales que existen para hacerse una idea del arquetipo del metal; basta contemplar los siete metales que se mencionan en el legado oro, plata, cobre, estao, hierro, plomo y mercurio para comprender la transformabilidad del tipo; se trata aqu slo de la apariencia cualitativa del metal. Lo mismo ocurre con el conocimiento de los cuatro elementos31, que tan importante papel desempean en la alquimia: estos elementos no son componentes qumicos de las cosas, sino definiciones cualitativas fundamentales de la materia en s, de manera que en vez de decir tierra, agua, aire y fuego, se puede hablar tambin de la condicin slida, lquida, gaseosa o gnea de la materia. La verificacin analtica de la composicin del agua, la cual nos dice que sta consiste en dos partes de hidrgeno y una de oxgeno, no da ningn indicio sobre la esencia del elemento agua. Por el contrario, esta informacin, que puede obtenerse slo de forma indirecta y, hasta cierto punto, abstracta, oculta la propiedad esencial agua; en todo caso establece, en un plano determinado, la realidad de la que se trata, mientras que la experiencia directa y sensorial del elemento despierta un eco que resuena en todos los planos del conocimiento, desde el corporal hasta el espiritual. La ciencia moderna analiza las cosas para poder poseerlas y manejarlas a su propio nivel; su objetivo es, ante todo, la tcnica. El racionalismo cree an poder acercarse a la esencia intrnseca de las cosas mediante una descomposicin material y cuantitativa. Ilustra este concepto la observacin de Descartes, segn la cual la designacin escolstica del hombre como ser racional nada dice sobre la esencia del ser humano mientras no se averige, a travs del estudio de los huesos, msculos, tejidos, etc., lo que significa realmente la palabra hombre32, como si una designacin no fuera ms sustancial cuanto ms distante. A fin de cuentas, el juicio analtico no es ms que el cuchillo que resigue la ensambladura de las cosas; sirve para facilitar la visin de conjunto; pero la esencia no se descubre mediante un simple desglose. Goethe lo entendi muy bien al decir que aquello que la Naturaleza no quiera revelarnos a la luz del da, no se le podr arrancar con palancas ni tornillos. Sin duda, donde ms claramente aparece la diferencia entre la cosmologa fiel a la tradicin, como la ciencia hermtica, y la que se rige del todo por el entendimiento analtico, es en la apreciacin y explicacin del universo astronmico. El ms antiguo esquema del Universo, en el que la Tierra aparece como un disco situado bajo la bveda de un cielo estrellado, es el de significado ms amplio y profundo, que permanece tan actual como fiel sigue siendo tal esquema a la percepcin inmediata y natural del hombre: el Cielo, que, con su movimiento, mide el tiempo, origina las estaciones, el da y la noche, hace subir y bajar las luces y derrama las lluvias, representa el polo activo y masculino de la existencia. Por el contrario, la Tierra, que, por la accin del Cielo, es fecundada, hace nacer las plantas y alimenta a todos los seres vivos, representa el polo pasivo y femenino. Esta contraposicin de Cielo y Tierra, de existencia activa y pasiva, es ejemplo y patrn de otras numerosas parejas de oponentes, como la constituida por forma (eidos) y materia (hyle) en lo conceptual, o como la dualidad entre el espritu (nous) y el alma (psyche) interpretada en sentido platnico. El movimiento giratorio del cielo revela la existencia de un eje fijo e invisible, el cual corresponde al espritu que est siempre presente en todas las fases del mundo. Al mismo tiempo, la trayectoria del Sol marca una cruz simtrica que seala hacia los cuatro puntos cardinales Norte y
30 Sobre el simbolismo del tejido, vase Ren Gunon, Le Symbolisme de la Croix, pars, 1931. 31 Los hindes hablan de cinco elementos, pues incluyen el ter (akasha), la quintaesencia de los alquimistas. 32 Descartes, La recherche de la Vrit par les lumieres naturelles, citado en Maurice Dumas, Histoire de la Science. Encyclopdie de la Pliade, pg. 481.
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Sur, Levante y Poniente, segn la cual se dividen en fras y clidas, secas y hmedas, todas las propiedades que determinan la vida. Ms adelante veremos que esta ordenacin se repite dentro del microcosmos del hombre. La trayectoria solar, segn aparece por el horizonte, describe, desde el solsticio de invierno hasta el de verano, arcos cada vez ms amplios, que luego van estrechndose hasta que se completa el ao. Visto en conjunto, este movimiento puede plasmarse en la figura de una espiral que, tras un nmero determinado de vueltas, invierte el sentido de giro, idea que se ha representado en multitud de signos, como el de la espiral doble o espiral de dos rizos, conocido como el yin-yiang chino
y tambin, muy especialmente, en la imagen de la vara de Hermes, en la que se enroscan dos serpientes en torno a un eje, el eje del mundo33. El contraste que se manifiesta en las dos fases de la rbita solar, la ascendente y la descendente, corresponde, en cierto aspecto, al contraste entre Cielo y Tierra, con la diferencia de que, en el primero, ambas partes tienen movimiento, ya que en lugar de una contraposicin de causas se da un cambio de energas. Cielo y Tierra estn, uno, arriba, y otro, abajo; los solsticios se hallan, uno, al Norte, y otro, al Sur, significan respectivamente, dilatacin y contraccin. Esta contraposicin, de mltiples significados, volver a ofrecrsenos en la obra alqumica representada por el azufre y el mercurio. El esquema tolemaico del Universo en cuyo centro aparece la esfera terrestre y en torno a la cual giran los astros en distintas rbitas, rodeados por el cielo de las estrellas fijas y por el empreo exterior sin estrellas no anula el significado del esquema anterior ni altera la percepcin natural, si bien presenta otro smbolo: el del envolvimiento en el espacio; el escalonado de las esferas celestes simboliza la ordenacin ontolgica del mundo, segn la cual cada estado de la existencia procede de un estado superior, el cual lo lleva en s del mismo modo que la causa implica el efecto. Por tanto, cuanto ms amplia es la rbita en la que se mueve el astro, ms puro, ms libre y ms prximo al origen divino es el estado de la existencia o el grado de conocimiento que le corresponden. Pero el empreo sin estrellas que envuelve a los astros, parece comunicar su movimiento al cielo de las estrellas fijas y es el que se mueve a mayor velocidad y con mayor exactitud representa el primum mobile, el primer acto motor y, por consiguiente, el espritu divino que todo lo envuelve. Dante adopt la interpretacin tolemaica del universo, que ya haba sido representada en escritos rabes. Existe tambin un manuscrito hermtico annimo del siglo XII, escrito en latn y probablemente de origen cataln34, que expone el significado espiritual de esta sucesiva, inclusin de las esferas celestes en forma muy similar a la representada en la Divina Comedia: la ascensin por las esferas se describe como la subida a travs de estados espirituales durante la cual el alma, a medida que va coronando estos estados uno a uno, pasa de una percepcin fragmentara y supeditada a las formas, a una apreciacin indiferenciada e inmediata, en la que sujeto y objeto, conocedor y conocido, son una misma cosa. Esta descripcin ha sido ilustrada con dibujos que representan las esferas celestes en forma de rbitas concntricas, por las que, como por una escala de Jacob, trepan los hombres hacia la esfera superior, el empreo, sobre el que reina Cristo35.
33 Yapase, a este respecto, Ren Gunon, Le Symbolisme de la Croix y Julius Schwabe, Archetyp und Tierkreis, Basilea, 1951. 34 Publicado en M. T. d'Alverny, Les plgrinations de lAme dans l'autre Monde daprs un anonyme de la fin du XII sicle, en Archives d'Histoire doctrinale et littraire du Moyen Age, 1940-1942. Segn investigaciones posteriores de M.T. dAlverny, el manuscrito que se conserva en la Bibliothque Nationale de Pars fue escrito probablemente en Bolonia, inspirado en un antecedente espaol. 35 Vanse lminas l y 2 y la explicacin correspondiente de la pgina 56.
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Completan las rbitas celestes, por su parte interior, del lado de la Tierra, las rbitas concntricas de los elementos: la ms prxima a la rbita de la Luna es la del fuego; viene despus la del aire, que rodea a la del agua, y sta, a su vez, a la de la Tierra. Es curioso que este manuscrito annimo, cuyo carcter hermtico es evidente, reconozca las tres confesiones monotestas: judasmo, cristianismo e islamismo, lo cual demuestra con claridad que la sabidura hermtica, gracias a su simbolismo puramente cosmolgico y basado en la naturaleza, podra enlazar entre s cualesquiera creencias autnticas, sin entrar en conflicto con sus diferentes dogmas. Puesto que la revolucin del cielo de las estrellas fijas da la medida bsica del tiempo, el empreo, el cielo sin estrellas, que comunica a aqul su movimiento, debe constituir la frontera entre tiempo y eternidad o entre las maneras ms o menos condicionadas de la duracin36 y la pura actualidad permanente. El alma que, en el smil, va trepando por las esferas, al llegar al empreo abandonar el mundo de la pluralidad y de las formas y estados que se excluyen mutuamente, para reintegrarse al Ser indiviso y que todo lo abarca. Dante expone esta traslacin, que determina una verdadera reversin de todas las perspectivas al contraponer a la ordenacin csmica de las esferas celestes, que se contienen sucesivamente unas a otras, desde la limitacin terrena hasta el divino infinito, una ordenacin inversa cuyo centro es el mismo Dios y en torno al cual giran, en rbitas cada vez ms amplias, los coros de ngeles; giran a mayor velocidad cuanto ms cerca se encuentran del origen divino, contrariamente a las esferas csmicas, cuya aparente velocidad aumenta a medida que crece la distancia entre ellas y el centro Tierra. Con esto inversin de la ordenacin csmica en la divina, Dante vena ya a anticipar el esquema heliocntrico del Universo.
Forma irlandesa o anglosajona de la pareja de dragones junto al rbol del Universo. La esvstica del tronco que representa el eje del Mundo indica el movimiento celeste. Cada uno de los dos dragones est formado, como una constelacin, por doce soles o estrellas, que deben corresponder a los doce meses. Segn una miniatura del siglo VIII en las Cartas de San Pablo desde Northumberland, que se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Wrzburg.
36 Segn Averroes, el movimiento ininterrumpido del ciclo sin estrellas es la interseccin entre tiempo y eternidad.
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El esquema del Universo cuyo centro ocupa el Sol y en torno al cual giran todos los astros mviles, incluida la Tierra, no es un descubrimiento, renacentista: Coprnico no hizo ms que volver sobre una idea que ya haba sido expuesta en la Antigedad37, para consolidarlas con sus observaciones. Visto como smbolo, el esquema heliocntrico del Universo es el complemento indispensable del sistema geocntrico; pues el origen divino del Universo o del Espritu a cuyo travs crea Dios al mundo puede concebirse ya como el espacio infinito que todo lo envuelve, ya como el centro irradiador de todas las manifestaciones. Precisamente por hallarse el origen divino ms all de toda diferenciacin, existe un complemento de signo inverso para cada uno de sus smiles. Pero el esquema heliocntrico fue utilizado por el pensamiento racionalista como prueba de que el antiguo esquema geocntrico, con toda su significacin espiritual; era un error. Esto da origen a la paradoja de que una ideologa que quiere hacer de la razn la medida de toda la realidad, traza un esquema astronmico del mundo en el que el hombre aparece cada vez ms como una mota de polvo entre otras motas de polvo, como un puro accidente de cualquier proceso csmico, mientras que el concepto medieval, que no se basaba en la razn humana, sino que descansaba en la revelacin y la inspiracin, situaba a los hombres en el centro de su universo. Sin embargo, esta aparente contradiccin es fcil de explicar: la tesis racionalista olvida por completo que todo cuanto puede afirmar sobre el Universo sigue siendo fruto del conocimiento humano, y que el hombre, precisamente por poder contemplar su existencia material desde un punto de vista ms elevado, como si no estuviera atado a esta Tierra, se manifiesta como el centro discernidor del mundo. Precisamente por ser el hombre el depositario del espritu y poder, por ello, discernir fundamentalmente todo la que es, la ideologa fiel a la tradicin le sita en el centro del mundo visible, del mismo modo que ste se aparece a las percepciones sensoriales inmediatas. En la misma visin, es decir, en la de una cosmologa fiel a la tradicin, el esquema heliocntrico del universo en el que el hombre se aleja del Sol, slo puede tener un significado esotrico, que es el que presenta Dante en su descripcin teocntrica del mundo de los ngeles. Visto desde Dios, el hombre no est en el centro, sino en el borde externo de la existencia. Si el esquema heliocntrico del Universo resulta correcto desde el punto de vista fsicomatemtico, es porque ste encierra algo extrahumano: se sita a distancia del hombre considerado como compuesto de espritu, alma y cuerpo, al ceirse exclusivamente al campo material y cuantitativo, con lo cual se erige en el contrapunto de la visin que presenta al hombre sub specie aeternitatis. Ningn esquema del Universo puede ser absolutamente correcto, ya que la realidad en que se centra la observacin es relativa, dependiente e infinitamente mltiple. La creencia en el esquema heliocntrico del Universo y su aceptacin incondicional ha creado un gran vaco espiritual: el hombre se vio despojado de su dignidad csmica, y de su degradacin a insignificante mota de polvo entre la infinidad de motas de polvo que giran en torno al Sol, no fue capaz de obtener una visin que liberara su espritu. El pensamiento cristiano, fundado en el principio de que Dios se hizo hombre, no estaba preparado para esto: ver al hombre convertido en una insignificancia en el espacio y considerarlo, al mismo tiempo, el centro discernidor y simblico del Universo, sin caer en la desesperacin ni en la vanidad, es algo que rebasa las facultades espirituales de la mayora. Con la incorporacin del Sol a una multitud de miles de millones de otros soles, quiz rodeados tambin por planetas y situados a miles o millones de aos luz, saltaron en pedazos todos
37 El sistema heliocntrico era enseado ya por Aristarco de Samos (ca. 320-250 a.J.C.). Nicols Coprnico, en el prlogo, dedicado al papa Paulo III, de su obra De las rbitas de los astros (1543), se refiere a Hicetas de Siracusa y a ciertas indicaciones de Plutarco. Aristteles, en su libro del cielo, escribe: Mientras que la mayora [de fsicos] opinan que la Tierra est en el centro [del Universo], los filsofos itlicos, llamados pitagricos, disienten de ello, pues afirman que en el centro est el fuego; la Tierra, por el contrario, que es uno de los astros, gira alrededor del centro... Es de suponer que tambin ciertos astrnomos hindes de la Antigedad conocan el esquema heliocntrico del Universo.
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los esquemas del Universo, en el sentido literal de la expresin: ya no era posible imaginar la disposicin del mundo, y el hombre perdi la sensacin de formar parte de un todo lgicamente ordenado; por lo menos, ste fue el efecto que caus en general, en los pases de Occidente, el moderno concepto astronmico del mundo; el pensamiento budista, que siempre consider el mundo como terreno movedizo, tal vez pueda responder de otro modo a esta misma apreciacin cientfica. Si el conocimiento cientfico marchara paralelamente a una interpretacin espiritual de las apariencias, tal vez en la progresiva disolucin de todos los sistemas que se consideraban indiscutibles podra verse la prueba de que cualquier visin del mundo no es ms que una alegora, y toda alegora es relativa. El Sol es, sin duda, para este mundo que percibimos a simple vista, la esencia de la luz y la representacin natural del origen divino que alumbra todas las cosas y en torno al cual gira todo; pero, al mismo tiempo, no es ms que un astro, y, como tal, no es nico, sino uno entre otros muchos de la misma especie.
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Dos representaciones anlogas que aparecen en un manuscrito hermtico annimo de finales del siglo XII (Ms. Latn 3236 A de la Biblioteca Nacional de Pars; publicado por M. T. d'Alverny en Archives d'Histoire doctrinale et littraire du Moyen Age, 1940-1942). En la hoja 90 aparece, en la parte superior, Cristo presidiendo los orbes o esferas. Al lado hay escrito. Creator omnium Deus Causa prima Voluntas divina Voluntas divina (Creador de todas las cosas, Dios primera causa voluntad divina voluntad divina). Los dos orbes superiores llevan las inscripciones forma in potentia y materia in potentia, son los dos polos de la forma original y de la materia original, de la accin pura y del recipiente pasivo, interpretados aqu como en estado latente, como potencias contenidas en el Ser puro. Por ello se encuentran ms all del Espritu Universal, considerado ste en su realidad manifiesta o creada, lo cual corresponde al orbe inmediato inferior: Causatum primum esse creatum primum principium omnium creaturarum continens in se creaturas (Primera causa, primer ser creado, origen de todas las creaturas que contiene en s a las creaturas). Como etapas situadas dentro del Espritu Universal siguen diez intelligentiae a las que corresponden otros tantos coros de ngeles. Resulta curioso observar que siguen un orden exactamente inverso al que indica Dionisio Aeropagita al hablar de la jerarqua cetestial; de arriba abajo aparecen: Angeli, Archangeli, Groni, dominationes, virtutes, prmcipatus, potestates, Cherubyn, Seraphyn y ordo senorum, o coro de ancianos. Esta inversin del orden tal vez se deba al error de un copista que tena delante un esquema teocntrico. Bajo estas diez esferas del espritu aparecen cuatro esferas del alma: Anima coelestis, Anima rationabilis, Anima animalis y Anima vegetabilis. Hasta aqu, el orden concntrico de las esferas es puramente simblico, mientras que las esferas sucesivas pueden interpretarse tanto simblicamente como respecto al espacio ocupado: el mundo corporal est resumido en su esfera primera; Natura principium corporis. Contiene las esferas astronmicas, la primera de las cuales corresponde a la rotacin diaria del firmamento: Spera decima spera suprema qua: fit motus de occidente ad orientem et est principium motus (Esfera dcima, esfera suprema que genera el movimiento de Occidente a Oriente y es el principio de todo movimiento). En su interior se halla la esfera que determina la revolucin de los equinoccios: Spera nona spera motus octave spere qua fit motus eius de septentrione ad meridien et e converso (Esfera nona esfera que mueve a la octava esfera de Septentrin a Medioda, y viceversa). Siguen, por orden descendente, el firmamento de las estrellas fijas y las esferas planetarias: Spera octava spera stellata; Saturnus spera saturni; Jupiter spera iovis; Mars spera martis; Sol spera solis; Venus spera veneris; Mercurius spera mercurii; Luna spera lunae. Dentro de ellas aparecen los crculos concntricos de los cuatro elementos en torno al punto central de la Tierra (el crculo exterior corresponde, al mismo tiempo, a todo el campo elemental y al elemento principal, el fuego): Ignis corpus corruptibilis quod est quatuor elementa (Fuego cuerpo corruptible integrado por los cuatro elementos); aer, acqua, terra, centrum mundi. Por estas esferas de los mundos espiritual, psquico y corporal, suben los hombres hacia Dios como por una escalera. La figura que aparece en el extremo inferior se halla todava en el campo de los elementos, del que un compaero le saca cogindolo por los cabellos. Junto al grupo situado en el extremo superior figura escrito: o mi magist(er) (Oh, mi maestro!); junto al inmediato inferior: (e)phebei (nios); junto al del medio: socii omnes (todos camaradas), y junto al inferior: cetera turba (la otra masa). Evidentemente, se trata de una jerarqua de ciencia o iniciacin. La miniatura de la pgina 19 repite el mismo orden con crculos complejos, pero slo est escrita en parte.
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No es ste el momento de demostrar cmo cada nuevo esquema del Universo no es promovido tanto por la observacin cientfica como por la lgica unilateralidad del esquema anterior. Esto puede decirse tambin del ltimo concepto del espacio: la Cosmologa medieval imaginaba la totalidad del espacio como una inmensa esfera rodeada espiritualmente por el cielo exterior; la filosofa racionalista afirmaba que el espacio era infinito; pero dado que, considerado como extensin relativa, es sin duda inmenso, pero no puede ser infinito en sentido absoluto, un nuevo paso de la Ciencia nos lleva al concepto ya casi inimaginable de un espacio que se retuerce y revierte sobre s mismo.
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La absoluta homogeneidad del espacio o del tiempo es rebatida por las Matemticas modernas y sustituida por una relacin permanente entre espacio y tiempo. Pero si el espacio es esto que rodea lo que se percibe simultneamente, y el tiempo lo que representa la sucesin de las percepciones, resulta que las estrellas fijas no estn ya alejadas de nosotros muchsimos aos luz, sino que se encuentran all donde tiene su lmite el espacio que est en la simultaneidad. Con esta paradoja pretendemos slo indicar que, a la postre, todo esquema cientfico del Universo se contradice a s mismo, mientras que no experimenta variacin alguna el significado espiritual que se manifiesta en las cosas visibles de una u otra forma y que se revela de modo tanto ms convincente cuanto ms prximo se halla a los orgenes y ms a la medida del hombre es el esquema del Universo. Y al hablar de significado no nos referimos a nada ideolgico; utilizamos la expresin significado por pura necesidad y, al modo de los escritos fieles a la tradicin, designamos el contenido inmutable de las cosas que slo puede apreciarse por medio del espritu. Con las observaciones precedentes sobre el esquema astronmico del Universo, tal vez hayamos conseguido indicar que existen dos formas diametralmente opuestas entre s de contemplar el mundo o la Naturaleza en el ms amplio sentido de la palabra: la una, impulsada por la curiosidad cientfica, se afana en estudiar la inagotable multiplicidad de los fenmenos y, a medida que va acumulando experiencias, se hace heterognea y tiende a descomponerse; la otra se orienta hacia el centro espiritual, que es, al mismo tiempo, centro del hombre y de las cosas, ya que se asienta sobre el carcter simblico de las apariencias para intuir y contemplar las realidades inmutables contenidas en el espritu. Esta ltima visin tiende a simplificar no lo que percibe en mltiple escalonamiento; sino lo que retiene de esencial. La visin ms completa que puede alcanzar el hombre es simple, en el sentido de que su riqueza interior no permite signos distintivos. A esta sublime visin se refiere un texto hermtico redactado en la lengua siria, del que citaremos aqu varios pasajes para cerrar nuestro captulo sobre la ciencia hermtica (se habla en el texto de un misterioso espejo colocado en un templo bajo siete puertas, que simbolizan los siete cielos planetarios): .. El espejo estaba hecho de manera que ningn hombre pudiera verse en l materialmente, pues tan pronto como se colocaba ante el espejo, se olvidaba de su propia imagen. El espejo representa el Espritu divino. Cuando el alma se mira en l, descubre la vergenza que ella encierra y la arroja de s... Ya purificada, imita al Espritu Santo y le toma de modelo; a su vez, ella se hace espritu; anhela el descanso y retorna constantemente a este estado elevado en el que el hombre reconoce a Dios y es reconocido por l. Entonces, ya sin sombras, se libera de sus ataduras y de las que la sujetan al cuerpo... Qu dice el filsofo? Concete a ti mismo! Y se refiere al espejo espiritual del reconocimiento. Pero, qu es este espejo sino el Espritu divino, origen de todo? Cuando un hombre se mira y se ve en l, se aparta de todo aquello que lleva el nombre de dioses y demonios y, al unirse con el Espritu Santo, se convierte en hombre completo. Ve a Dios en s mismo... Este espejo se halla tras siete puertas... que corresponden a los siete cielos; sobre este mundo material, sobre las doce mansiones [del cielo]... sobre todo esto se encuentra este ojo del sentido invisible, este ojo del Espritu que est presente en todas partes. All puede verse a este espritu perfecto, cuyo poder todo lo alcanza...38
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ESPRITU Y MATERIA
Para los hombres de pocas pasadas, esto que nosotros llamamos materia no era, ni por el concepto ni por la experimentacin, lo que es para el hombre moderno. No es que los llamados primitivos vieran el mundo a travs de un velo de obsesiones mgicas, como afirman ciertos etnlogos; ni que su pensamiento fuera algico o prelgico; las piedras eran entonces tan duras como ahora, el fuego calentaba igual, las leyes fsicas eran tan inflexibles como hoy, y el hombre siempre pens con lgica, aunque, adems de las experiencias sensoriales, y a travs de ellas, tomara en consideracin realidades de otra ndole. La lgica pertenece a la condicin del hombre, y su disolucin en ideas sentimentales no es fenmeno que pueda advertirse entre los primitivos, ni siquiera entre salvajes con preocupaciones espirituales, aunque s se aprecia en la decadencia de una civilizacin puramente urbana. Que la materia fuese considerada algo completamente separado del espritu, como ocurre en el mundo moderno tanto en el orden prctico como en el de las ideas aparte alguna que otra corriente filosfica contraria39, no es cosa que caiga por su propio peso; es el resultado de un determinado desarrollo espiritual al que Descartes fue el primero en dar forma filosfica, pero que, sin embargo, es ms profundo y est, por as decirlo, orgnicamente condicionado por la tendencia a equiparar el espritu con el mero pensamiento, a limitarlo a la razn consecuente, de manera que se le niega todo alcance suprarracional y, por tanto, toda presencia csmica o inmanencia. Segn Descartes, espritu y materia son dos realidades completamente separadas entre s que, por designio divino, slo convergen en un punto: el cerebro humano. De este modo, el mundo de la materia queda despojado de todo contenido espiritual, mientras que el espritu, por su parte, queda convertido en simple reflejo abstracto de aquella misma realidad meramente material, pues lo que adems es en s, se pone en tela de juicio. Para los hombres de pocas anteriores, la materia era algo as como una visin de Dios. En las civilizaciones que suelen denominarse arcaicas, este concepto era inmediato y se hallaba ligado a la vida de los sentidos, pues en ella estaba el smbolo de la materia, la Tierra. sta representaba, en su esencia constante, el origen pasivo de todas las cosas visibles, en contraposicin al Cielo, origen activo y creador. Ambos orgenes son como dos manos de Dios, se relacionan entre s como hombre y mujer, como padre y madre, y no pueden separarse, pues en todo lo que produce la Tierra est presente el Cielo como fuerza creadora, mientras que la Tierra, por su parte, da cuerpo a las leyes celestiales. De modo que la visin arcaica de las cosas era, al mismo tiempo, material y espiritual, pues la verdad metafsica en que aqulla se funda subsiste independientemente de este simplsimo esquema del Universo. Para la philosophia perennis, que fue comn a Oriente y Occidente hasta la irrupcin del racionalismo, los dos orgenes, el activo y el pasivo, por encima de toda manifestacin visible, son los polos primarios de la existencia, rectores de todas las cosas. Segn esto, la materia sigue siendo una manifestacin o un modo de obrar de Dios; no est separada del espritu, sino que es su complemento indispensable. En s, no es ms, que una facultad de tomar forma, y todo lo que de ella se percibe ya ha sido creado por el Espritu o palabra de Dios, su polo opuesto activo. La materia ha sido cosa slo para el hombre moderno, y ahora no es ya el reflejo totalmente pasivo del espritu universal; ha adquirido consistencia, pues exige para s sola la extensin espacial y todo lo que comporta esta propiedad; se ha convertido en una masa inerte que opone su resistencia al espritu libre; es completamente externa, no se deja penetrar por el espritu, es un mero hecho. Desde luego, para los hombres de pocas anteriores, la materia tena tambin este aspecto puramente fsico, pero no pretenda llenar la realidad; en ningn momento era considerada como algo que pudiera ser estudiado por s mismo, independientemente del espritu.
39 Ciertas teoras modernas que pretenden entender el desarrollo de las formas inorgnicas y orgnicas como una evolucin del espritu no son, en el fondo, sino una continuacin del materialismo, ya que atribuyen al espritu, que en esencia es inmutable, un devenir.
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Segn Descartes, la materia era masa y extensin. Esto hizo que se tratara de comprender todas las formas que se perciben en el espacio y todas las propiedades que captan los sentidos, slo en razn de su masa y cantidad. En cierto aspecto, esto tambin es posible, o sea, cuando conviene a una ciencia que tiene como finalidad la pura modificacin externa y manipulacin de las cosas. Pero ni la dimensin en el espacio ni cualquier otra propiedad fsica pueden agotarse cuantitativamente. Como demuestra Ren Gunon de manera magistral en su obra Le Rgne de la Quantit, no existe ninguna extensin en el espacio que no posea tambin un aspecto cualitativo, adems del puramente cuantitativo, como puede apreciarse bien en las ms simples figuras, como el crculo, el tringulo, el cuadrado, etc.: cada una de estas figuras posee algo nico, algo que no puede incluirse en una comparacin cuantitativa con las otras40. En realidad, es imposible reducir a categoras cuantitativas el mundo que se aprecia mediante los sentidos, ya que se desintegrara en la nada. Hasta los ms simples esquemas con los que trabaja la ciencia emprica poseen atributos cualitativos o se refieren indirectamente a ellos. As, aunque es posible expresar en nmeros la diferencia entre rojo y azul, reduciendo los colores a oscilaciones y traduciendo stas a nmeros, un ciego que no haya podido percibir jams los colores, nunca reconocer la cualidad de rojo o azul en los valores numricos as obtenidos, y lo mismo vale tambin para todo contenido cualitativo de las percepciones fsicas. Imaginemos a un sordo de nacimiento afectado de daltonismo, pero que pueda entender las modernas explicaciones cuantitativas de tonalidades y colores; stas no podrn comunicarle ni la cualidad de las tonalidades ni la de los colores, ni la profunda diferencia que existe entre una y otra formas de apreciacin. Y lo que puede decirse para las propiedades fsicas ms simples y, llammoslas as, elementales, tiene plena vigencia para las formas que constituyen la expresin de una unidad viva; por su propia esencia, no slo no pueden contarse ni medirse, sino que ni siquiera se prestan a un desglose. Por ello se pueden trazar los lmites de la forma sin descubrir su esencia. Es esto algo que en el campo del Arte nadie discutira; pero a menudo se olvida que en los dems campos rige la misma ley: la esencia, el contenido, la unidad cualitativa de una cosa, nunca puede apreciarse mediante un proceso de paulatino desglose, sino slo con una intuicin inmediata. El contenido cualitativo de las cosas no pertenece a la materia, sino que slo se refleja en ella, de manera que puede percibirse, pero no captarse plenamente a este nivel. Una ciencia que se funda en el anlisis cuantitativo, que piensa en trminos de actuacin y acta en trminos de pensamiento, en lugar de contemplar, necesariamente pasar por alto la esencia cualitativa de las cosas. Para ella no cuenta lo que los antiguos llamaban la forma de una cosa, es decir, su contenido cualitativo, y a esto se debe en parte el que la Ciencia y el Arte, que en la poca anterior al racionalismo eran trminos equivalentes, hoy no tengan nada en comn y que la belleza no ofrezca a la Ciencia moderna el menor punto de apoyo para el reconocimiento. La diferenciacin tradicional entre eidos e hyle, o forma y materia, refleja muy atinadamente el carcter diverso de las cosas, cuantitativo y cualitativo a la vez, ya que, como autntica diferenciacin, no se limita a dividir o descomponer, sino que presenta a una y otra partes de manera que se complementen mutuamente. Aristteles dio expresin dialctica a esta diferenciacin; pero no la invent, pues se halla en la naturaleza de las cosas y refleja una visin espiritual primaria. La forma, en el sentido peripattico de la palabra, es el concepto de las propiedades que constituyen la esencia de una cosa: designa su contenido, aquello que una cosa es para el conocimiento y para el espritu, dejando aparte su presencia material. Por tanto, no hay que confundir la forma, en este sentido, con el perfil de una figura en el espacio o en otro medio cualquiera, como tampoco se puede equiparar la materia propiamente dicha, es decir, aquello que recibe la forma y le presta una existencia limitada, con el moderno concepto de la materia. Para formarnos una idea de los dos conceptos, forma y materia, podemos recurrir a la comparacin del artista o artesano que da a cualquier materia arcilla, madera, piedra o metal, una determinada forma, preconcebida en su espritu, con lo que produce una figura u objeto; pero esto
40 Esto es vlido incluso para los nmeros, por cuanto cada nmero no representa slo una cantidad, sino, al mismo tiempo, tambin un aspecto de la unidad o uno, como lo que tiene carcter de dos, ires, cuatro, etc. La diferencia cualitativa de las formas se manifiesta con la mayor claridad de las unidades numerales, y sta es la razn por la que los teoremas pitagricos consideraban a los nmeros simples como la expresin de los arquetipos.
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no deja de ser una simple comparacin, ya que la materia de que se sirve el artesano no puede ser completamente amorfa; aunque todava no tiene una forma concreta, posee ya ciertas propiedades, pues si no fuera as, la arcilla no podra distinguirse de la madera, la piedra o el metal; la materia pura y amorfa no puede describirse ni imaginarse, ya que es slo la facultad de tomar un aspecto y no presenta ninguna seal distintiva; se distingue slo en su relacin con la forma. Pero tampoco la forma puede apreciarse separada de la materia, pues toda forma que se manifiesta, toma ya parte de materia, aunque no sea ms que una forma imaginaria, puesto que la imaginacin viste la esencia espiritual de la forma con un ropaje de materia imaginativa. Puesto que la esencia de una forma, independiente de su ropaje material, es siempre la misma de manera que tambin puede llamarse forma la que presenta lmites materiales, el concepto es algo resbaladizo. Por consiguiente, se ha de tener en cuenta que, en ciertas circunstancias, la misma palabra, forma, puede tener significados opuestos: considerada como figura externa de un ente o de una obra, la forma puede estar en contraposicin con el espritu o contenido de aqulla, es decir, en el mismo lado que la materia; pero considerada como causa informadora que imprime su sello en la materia, est del otro lado, del lado del espritu o esencia. Si se compara esta tesis con la idea cartesiana de la materia comprobaremos, entre otras cosas, que la extensin en el espacio que atribuye Descartes a la materia, choca con el concepto tradicional de la materia, pues una extensin en el espacio sin forma cualitativa alguna es totalmente inimaginable; la misma direccin, como ha demostrado Ren Gunon41, tiene naturaleza cualitativa. Pero la materia en s es susceptible de cualquier forma. Entonces slo resta la cantidad, la pura cantidad, que no puede determinarse con un nmero, que no puede formularse como tal. sta corresponde a la materia signata quantitate que los escolsticos consideran la base del mundo corpreo; pero slo a sta, es decir, una materia relativa, una materia secunda, destinada exclusivamente a la existencia corporal, no a la materia prima de todo el Universo, que no admite designaciones. De la materia prima slo puede decirse que en relacin con la causa informadora de la existencia es puramente receptora y viene a representar la raz de la diversidad, ya que presta contorno y lmite a todas las cosas. En el lenguaje bblico, corresponden a la materia las aguas sobre las que al principio de la Creacin gravitaba el Espritu de Dios. Del mismo modo que para entender el concepto de la materia, que escapa a toda apreciacin racionalista, es preciso reducirla a polo pasivo de toda la existencia, tambin la forma esencial puede reducirse a polo activo, descortezndola gradualmente de todas las manifestaciones condicionadas por la materia, por tenues que sean. Aristteles, que slo persigue los dos conceptos de forma y materia (o eidos e hyle) hasta all donde su ontologa puede explicarse lgicamente, no llega hasta el umbral en el que, paradjicamente, desaparece la divergencia, para fundirse en una unidad superior. Y es que la causa informadora, que corresponde al acto puro, y la materia receptora, que es del todo pasiva, se complementan mutuamente, de manera que en s, y como posibilidades fundamentales e intemporales, no pueden separarse una de otra. En general, el polo activo se puede denominar ser o, mejor dicho, esencia, y el pasivo, materia o sustancia. En cierto modo, la esencia corresponde al espritu, ya que las formas o designaciones esenciales de las cosas estn contenidas en el espritu como arquetipos. Se podra objetar a esto que el concepto de la forma no puede extenderse a voluntad hacia arriba sin borrar la diferencia fundamental entre la manifestacin formal y la supraformal, que corresponde a la diferencia entre el individuo y el espritu universal. A ello hay que responder que slo se puede llamar formal a lo que ha sido impreso en una materia con arreglo a una forma; en s, la forma puede considerarse como limitacin contorno o como haz de unas propiedades no determinadas materialmente, y en este ltimo sentido puede proyectarse hasta los aspectos universales del ser. En realidad, los telogos medievales de las tres religiones monotestas emplean la expresin forma de Dios (forma Dei; en rabe, as-srat-ul-lahiyah) para designar el conjunto de los atributos divinos. La esencia de Dios que se manifiesta por medio de estos atributos est en s, en su incondicionalidad, por encima de todo atributo.
41 En Le Rgne de la Quantit et les Signes des Temps, ed. Gallimard, Pars, 1943.
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En su libro The Sceptical Chemist, publicado en 1661, Robert Boyle atacaba la tesis alqumica de los cuatro elementos como base de toda materia corprea. Demostraba que la tierra, el agua y el aire no son materias indivisibles, sino que estn compuestos de varios elementos qumicos, y con ello crey haber destruido de raz la alquimia. En realidad, su objecin alcanzaba slo a las interpretaciones errneas de la doctrina de los elementos, pues la verdadera alquimia nunca consider la tierra, el agua, el aire y el fuego como materias qumicas en el concepto actual de la palabra. Los cuatro elementos son, simplemente, las propiedades primarias y ms generales por medio de las que se manifiesta la materia de todos los cuerpos, que en s es homognea y puramente cuantitativa. Por tanto, su esencia inmutable de un elemento nada tiene que ver con la indivisibilidad material, y, en realidad, el que el agua se descomponga en oxgeno e hidrgeno y el aire en oxgeno y nitrgeno en nada vara la percepcin inmediata de cuatro estados bsicos de la materia, cuyos exponentes ms comunes son la tierra, el agua, el aire y el fuego. Incluso los componentes qumicos en que se dividen los tres primeros elementos entran, a su vez, en esta categora. Puede representar cierta dificultad para la comprensin de la doctrina de los cuatro elementos el que, si bien estas cuatro manifestaciones constituyen una primera diferenciacin cualitativa de la materia, por otra parte, en su relacin con los cuerpos propiamente dichos, desempean el papel de materia pasiva. En este ltimo aspecto, es decir, como fundamentos materiales, los cuatro elementos pueden compararse, como lo hizo ya ar-Rz (Rhases), con estados ms o menos densos de la materia corprea o, mejor an, con diferentes modos de vibracin, si bien estas ideas son slo aproximadas, pues el elemento, como tal, est por encima o por debajo de la tosca manifestacin material, del mismo modo que la inateria prima de todo el mundo corpreo tampoco puede percibirse. De esto puede deducirse que la alquimia, consciente de sus fundamentos cosmolgicos, no poda creer que los cuatro elementos pudieran convertirse unos en otros o reducirse a su materia prima como exige la ciencia hermtica; de seguirse esta exigencia conforme al sentido, forzosamente nos conducira a un plano ontolgico totalmente distinto del empirismo. Segn los alquimistas, tanto los de Oriente como los de Occidente, los distintos elementos nunca se presentan puros en los cuerpos; toda materia corprea contiene los cuatro elementos, aunque en diferente proporcin, y el elemento que domina en cada caso imprime su carcter a la manifestacin corprea. El agua potable o de fuente no es idntica al elemento homnimo, pese a ser su representacin inmediata y, segn su esencia, formar un todo con l y con el aspecto pasivo de la materia prima. La circunstancia de que en todas partes, a travs de los diferentes estratos de la existencia, persistan enlaces verticales con las causas primitivas, da un significado mltiple a la contemplacin cosmolgica de la Naturaleza y a todo arte que se base en ella. El fundamento comn de los cuatro elementos es, considerando las cosas en forma global y abreviadas, la materia prima del mundo. No obstante, si se procede con mayor precisin, se observa que los elementos no dimanan de la materia prima en s, sino de su derivacin ms prxima, el ter, que llena uniformemente todo el espacio y que en los escritos alquimistas se designa con el nombre de materia o quintaesencia, segn se concepte material o cualitativamente. La explicacin ms completa de los cuatro elementos se halla en la cosmologa hind de Sankhya. Segn sta, frente a los elementos corpreos, o bhutas, que pertenecen al mundo objetivo, existen en el sujeto perceptor otras tantas medidas esenciales o tanmatras. Ambos grupos de definiciones primordiales, tanto las tanmatras como las bhutas, proceden de Prakriti, la materia prima, y, filtradas a travs del principium individuationis, o principio de individuacin, se descomponen en los polos objetivo y subjetivo del mundo de los fenmenos corporales. Esta explicacin de los elementos corresponde plenamente a su concepto hermtico. Indica tambin que los fenmenos perceptibles por los sentidos pueden transferirse al mundo interior, pues las mismas tanmatras miden tambin los fenmenos psquicos.
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Lmina 3. Candelabros DEL SEPULCRO DE SAN BERNWARDO, obispo de Hildesheim (993-1022). San Bernwardo, preceptor de Otn III, hijo de la princesa bizantina Teofana, fund talleres de metalurgia, orfebrera, caligrafa y pintura. En el zcalo de los candelabros hallados en su cripta figura esta inscripcin: Bernwardus Praesul candelabrurn hoc puerum suum primo hujus Artis flore non auro, non argento, et tamen, ut cernis, conflare jubebat (El prefecto Bernwardo mand a su escudero en el primer florecimiento de este arte fundir estos candelabros no de oro ni de plata, sino de lo que puedes ver). Los candelabros son de una aleacin de plata, cobre y hierro; la superficie muestra vestigios de sobredorado. El pie de cada candelabro consiste en tres parejas de dragones entrelazados, sobre los que cabalgan unos hombres desnudos. Los sarmientos que rodean el tallo brotan de unas fauces de len. Trepan por ellos unos hombres, y se han posado en ellos unos pjaros. El cliz est sostenido por salamandras. Las parejas de dragones representan las dos fuerzas psquicas elementales en estado primario y catico; corresponden al caduceo. El sarmiento que brota de las fauces del len solar es una antiqusima imagen de la vida, similar al chorro de la fuente que mana de una mscara de len; para el cristianismo es tambin una imagen de la palabra de Dios. La salamandra es el animal del fuego.
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Si se dividen los elementos segn su consistencia, la tierra ocupa el lugar ms bajo, y el aire, el ms alto. Pero si se ordenan segn la direccin de su movimiento, el fuego se halla en la posicin ms elevada: la tierra se caracteriza por el peso, tiene tendencia descendente; el agua tambin es pesada, pero, al mismo tiempo, se extiende en sentido horizontal; el aire sube y se expande, mientras que el fuego asciende verticalmente.
Lmina 4. LA FLOR DE LA SABIDURA. En el huevo hermtico est el dragn de Uroboro, que, como smbolo de la naturaleza encadenada o de la materia sin forma, se muerde la cola. De l nacen la flor roja del oro, la flor blanca de la plata y, entre las dos, la flor azu1 de la sabidura. Abajo, el Sol, la Luna y, entre los dos, la estrella del mercurio filosofal. Pgina del Alchimistischen Manuskript de 1550, que se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Basilea.
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Segn la tradicin hermtica, el orden natural de los elementos se representa, bien mediante una cruz cuyo centro corresponde a la quintaesencia, bien mediante crculos concntricos, en los que la tierra ocupa el crculo central, y el fuego, el del lmite exterior, o bien mediante cada una de las partes del sello salomnico, compuesto por dos tringulos equilteros superpuestos. El tringulo orientado hacia arriba r representa el fuego, y su oponente, orientado hacia abajo s, el agua. El tringulo del fuego, con la base del tringulo contrapuesto, significa el aire, y este mismo signo, invertido, la tierra. El sello salomnico completo Y significa la sntesis de todos los elementos y la unificacin de todos los antagonismos. El concepto de la materia como causa pasiva y receptora de toda multiplicidad, que nos ha legado la tradicin alqumica, permite aplicar la misma idea fuera del campo fsico y hablar, por ejemplo, de una materia psquica, mientras el mundo psquico, por su parte, consiste en una proyeccin mltiple y variable de formas esenciales, es decir, que muestre tambin un polo activo o esencial y un polo pasivo o material. El polo material del alma, su materia, se pone de manifiesto en su facultad de captar y retener formas, es decir, en su capacidad receptora, pura y fundamentalmente ilimitada. Este es su lado femenino, lo cual debe entenderse casi textualmente, pues en el carcter de la mujer domina este aspecto del alma y se manifiesta tambin corporalmente. En la mujer, alma y cuerpo estn ms prximos entre s, a causa de sus mutuos distintivos pasivos; lo que sublima el cuerpo, liga, en cambio, el alma. Las formas que adopta la materia psquica vienen tanto del exterior como del interior; es decir, empricamente vienen del exterior, a travs de los sentidos; ahora bien, slo son formas esenciales en la medida en que corresponden a los arquetipos encerrados en el espritu, que constituyen el verdadero contenido de toda percepcin. El polo esencial del alma es, por tanto, el espritu; el espritu es su forma. Esta expresin puede sonar aqu un tanto extraa; pero no hay que interpretarla como si el espritu tuviera en s una forma concreta. Si se puede aplicar al espritu el concepto de forma esencial es slo porque, en su proyeccin sobre una materia psquica dada, imprime la forma personal del alma, y de este modo, en unin con ella, constituye el ser personal. Por la misma razn, o sea, por esta reciprocidad entre alma y cuerpo, as como porque la propiedad inimitable de la persona procede del espritu, se puede hablar tambin de un espritu propio del individuo y de los espritus en plural. Ocurre lo que con una luz, uno de cuyos rayos o haz de rayos es captado por una superficie reflectora: en s, la luz no tiene direccin, se extiende por todo el espacio; pero en relacin con la superficie reflectora est dirigida, y sin que en esencia se haya modificado, aparece como un rayo que se destaca. Del mismo modo, todo lo que es espritu est hecho de conocimiento y forma un todo con la luz de la verdad; y, sin embargo, el espritu, cuando est sumergido en el alma, aparece como individuo. Dado que espritu y alma no pueden separarse uno de otra como dos cosas, toda imagen que se pretenda trazar de su interrelacin resulta simplista y tosca. Sea como fuere, tales imgenes dicen ms que los circunloquios psicolgicos, que forzosamente tienen que reducirlo todo al plano psquico, de manera que el polo espiritual slo se percibe indirectamente como una parte especial del mundo psquico. Este es el caso, por ejemplo, de la diferenciacin psicolgica entre animus y anima, que no tiene sino un parentesco muy lejano con la de espritu y alma, lo cual se manifiesta; entre otras cosas, en que el animus aparece subrayado racionalmente. En realidad, no es ms que un reflejo psquico y, por tanto, pasivo del espritu. Ruysbroek, en su libro Von der Zierde der geistigen Hochzeit (II tomo, cap. IV), escribe: En todos los hombres se encuentra una triple unidad natural, que en los justos es, adems, sobrenatural. La primera y ms alta unidad del hombre est en Dios; porque por esta unidad divina todas las criaturas participan del Ser, de la vida y de la existencia, y si rompieran esta relacin con Dios, caeran en la nada y seran aniquiladas. Esta unidad de la que hablamos existe en nosotros por naturaleza, seamos buenos o malos. Sin nuestra ayuda, no nos hace santos ni bienaventurados. Poseemos esta unidad en nosotros mismos y, sin embargo, sobre nosotros mismos, como base y apoyo de nuestro ser y nuestra vida. Una segunda unin o, si se quiere, unidad, est tambin en nosotros, por obra de la
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naturaleza. Es la unidad de las facultades superiores, que consiste en que estas facultades, por lo que respecta a su actividad, brotan de modo natural de la unidad del propio espritu. En este caso se trata tambin de aquella misma unidad que poseemos en Dios; pero aqu es contemplada desde el lado activo y no respecto al ser. El espritu est presente por entero tanto en una como en otra unidad, con toda la plenitud de su ser. Esta segunda unidad la poseemos en nosotros mismos por encima de la parte fsica; de ella brotan la memoria, el entendimiento, la voluntad y todas las facultades de actividad espiritual. Aqu lleva el alma el nombre de espritu. La tercera unidad que ha puesto en nosotros la Naturaleza se refiere al campo de las facultades inferiores que anidan en el corazn, fuente y morada de la vida animal. En el cuerpo, y particularmente en la actividad del corazn, posee el alma esta unidad, de la que brotan todas las acciones del cuerpo y de los cinco sentidos. Aqu lleva su verdadero nombre, alma, pues es la forma del cuerpo al que da vida, o sea, al que hace vivir y mantiene vivo. Estas tres unidades, que estn en el hombre por naturaleza, forman una sola vida y un solo reino. En su unidad inferior est presente de modo fsico y animal, en la intermedia, de modo intelectual y espiritual, y en la superior, en la misma esencia de su ser. Y ello es, por naturaleza, propio de todos los hombres... Ruysbroek distingue el alma en el verdadero significado de la palabra (anima, psyche) a travs de su orientacin hacia las facultades de los sentidos; con lo cual indica la condicin del alma individual y emprica en su relacin con el espritu. Pero la relacin alma-espritu puede considerarse tambin de otro modo; cuando hablamos del alma como materia del espritu nos referimos no al puro tejido emprico de la individualidad, sino a esa capacidad pasiva y receptora que subyace a mayor profundidad y que precisamente queda escondida bajo la vinculacin habitual del alma a los sentidos; el que el alma como exponente de una individualidad se confunda con el cuerpo, hace de ella algo incompleto y, en cierto modo, malogrado, pues le impide reflejar el espritu limpiamente y sin deformaciones. El alma catica corresponde, en el plano mineral, al metal impuro, particularmente el plomo, cuya opacidad y densidad se asemejan a las de la masa bruta. El oro escribe el famoso mstico islmico Muhyi-d-Dn Ibn'Arab, de Murcia representa al alma en su estado original y sano, que, sin trabas ni nubes, podra reflejar el espritu divino de acuerdo con su propio ser; el plomo, por el contrario, representa su estado enfermo, empaado y muerto, que ya no puede reflejar al espritu. La verdadera esencia del plomo es el oro; todo metal ordinario representa una fraccin del equilibrio, que se manifiesta slo en el oro. Para librar al alma de sus trabas y su enturbiamiento, sus dos orgenes, su forma esencial y su materia, deben desprenderse de sus vinculaciones toscas y superficiales. Es como si el espritu y el alma se separasen para, despus del divorcio, volver a casarse. La materia amorfa se pone al fuego, se funde, se purifica, para, finalmente, concretarse en la imagen de un perfecto cristal. La forma refundida del alma se aparta an del espritu que todo lo abarca; todava pertenece a la existencia limitada; pero, por as decirlo, se deja penetrar por la luz del espritu que todo lo invade y se encuentra en comunicacin viva con la materia prima de todas las almas. Entonces, el fondo material o pasivo del alma tiene naturaleza universal, igual que su fondo esencial. Que todas las almas estn hechas de la misma materia se desprende de que las emociones anmicas de todos los seres vivos se desarrollan de forma parecida, a pesar de la diversidad de tipos y grados de conocimiento; se podra decir que son como olas de un mismo mar. La doctrina y el simbolismo alquimicos en ningn momento apuntan a la total extincin del individuo, como presupone el concepto hind del moksha, el budista del nirvna, el sufista del fan'ul-fana'i o el cristiano de la unio mystica o deificacin en el sentido ms elevado de la palabra. Esto se debe a que la alquimia se funda en una contemplacin puramente cosmolgica y, por tanto, slo puede referirse al ultracsmico Ser de Dios de modo indirecto. Sin embargo, dado que la realizacin alqumica puede representar una etapa del camino que conduce al objetivo supremo, ha sido incorporada a la mstica cristiana y a la islmica. La transformacin alqumica pone al medio del conocimiento humano en contacto inmediato con el divino rayo de luz que, irresistiblemente, tira del alma hacia arriba para hacerla gustar por anticipado del reino de los cielos. La aplicacin de estos dos conceptos que se complementan mutuamente, forma y materia, al
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campo del alma, nos dice en qu sentido pueden trasladarse al plano psquico ciertos entes fsicos como los cuatro elementos. Igual que la materia corprea que se manifiesta con toda claridad en los cuatro elementos, tambin la materia del alma revela en su desenvolvimiento diferentes tendencias opuestas entre s; tiene una inclinacin hacia abajo, una propensin a la inercia y a la compacidad propia de la tierra; pero, al mismo tiempo, tiende tambin hacia arriba, hacia el espritu, como el fuego, y, adems, trata de extenderse, extensin que puede ser, como la del agua, pasiva, o como la del aire, ms activa y gil. La tierra del alma es aquel aspecto o inclinacin del alma que se hunde en el cuerpo y se adhiere a l. El fuego del alma tiene el mismo carcter purificador y regenerador que el fuego externo. El agua del alma se adapta a todas las formas; en su naturaleza pura y original, es humilde e inocente, como dijera del agua san Francisco. Y, por fin, el aire del alma, que es libre y mvil, abarca todas las formas del conocimiento. Los signos representativos de los cuatro elementos, tomados del sello de Salomn, son aplicados al alma, especialmente reveladores: se observa que la pluralidad de los elementos se puede reducir a la contraccin fuego r y agua s, es decir, a la pareja de agente y paciente que, a su modo, corresponde a la dualidad forma-materia; es la misma oposicin que encontraremos ms adelante entre el azufre y el mercurio. Mediante la unin de los elementos contrarios, el alma se convierte en fuego fluido y agua gnea y toma al mismo tiempo las propiedades positivas de los otros elementos, de manera que su agua es slida, y su fuego no quema, pues el fuego del alma es lo que da solidez al agua, mientras que el agua del alma da al fuego la suavidad y la ubicuidad del aire. Los elementos interiores pueden concebirse tambin como puras [cualidades] del espritu y, finalmente, como aspectos inmutables del ser. As conceptuados, su reunin y su reconciliacin consisten en que en cada una de las propiedades elementales puede reconocerse de las dems, pues el ser puro es, al mismo tiempo, simple e inagotablemente rico. El supremo significado de la alquimia es el reconocimiento de que todo est contenido en todo, y su magisterio no es otra cosa sino la realizacin de esta verdad en el plano del alma, mediante la elaboracin del elixir que, segn la virtud, rene en s todas las fuerzas elementales y acta, por tanto, en el mundo psquico, e, indirectamente, tambin en el mundo exterior, como fermento de transmutacin. Puesto que no existe una materia corporal que est apartada del todo de la esencia superior del ser, en determinadas circunstancias es posible transmitir fuerzas psquicas a una materia corporal, de modo que sta quede impregnada de ellas, por lo que, en ciertos casos, el elixir interno de los alquimistas tiene su oponente externo.
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PLANETAS Y METALES
Los alquimistas designan los diferentes metales con los mismos smbolos que los planetas, y en muchos casos les dan tambin los mismos nombres; para decir oro, dicen Sol; para plata, Luna; para azogue, Mercurio; para cobre, Venus; para hierro, Marte; para estao, Jpiter, y para plomo, Saturno. Las analogas que as se expresan, y que establecen una relacin entre la alquimia y la astrologa, se fundan en aquella ley que la Tabla Esmeraldina expresa con estas palabras: Lo de abajo es igual a lo de arriba. La astrologa y la alquimia, que en su forma occidental derivan del mismo legado hermtico, se relacionan entre s como Cielo y Tierra; la astrologa indica el significado del Zodaco y los planetas; la alquimia, el de los elementos y los metales. Los doce signos del Zodaco son una imagen simplificada de los arquetipos que, de forma inmutable, contiene el espritu. Por su parte, los elementos fuego, aire, agua y tierra, muestran materialmente las diferencias fundamentales de la materia prima (hyle). Mientras que los planetas, al ir situndose en sus distintas posiciones unos respecto a otros, realizan temporalmente las posibilidades contenidas en el Zodaco, representando as los modos de obrar del espritu que desciende del Cielo a la Tierra, a la inversa, los metales son los primeros frutos de la materia elemental42 madurados por el espritu. La alquimia ensea que los metales son producidos en el oscuro seno de la Tierra por obra de los siete planetas, es decir, el Sol, la Luna y los cinco planetas apreciables a simple vista. Esta idea no debe interpretarse como explicacin fsica. Indica el modo en que las apariencias corporales, en su esencia, no segn la historia de su desarrollo, derivan de los dos polos originarios de la existencia. En el contrapunto de astros y metales se dispone de una especie de escala ontolgica, con la que pueden relacionarse todos los aspectos, de la Naturaleza. Esto no rige slo para la naturaleza externa (el macrocosmos), sino tambin para el microcosmos, es decir, para el hombre en su condicin de compuesto de alma y cuerpo; para la alquimia existen metales interiores, del mismo modo que para la astrologa hay tambin planetas interiores. Un cierto cambio en la ordenacin entre metales y planetas deriva principalmente de que en algunas escuelas alqumicas el mercurio, a causa de su volatilidad y de su efecto sobre otros metales, no figura entre los metales o cuerpos, sino entre los elementos voltiles o espritus. En lugar del mercurio se coloca entonces, en la escala de los siete metales, otro metal, que puede ser una aleacin. Lo esencial es que cada uno de los siete metales represente un tipo determinado, es decir, a todo un grupo de metales relacionados entre s.43 La dualidad de los polos activo y pasivo de la existencia, que se manifiesta en la contraposicin de Cielo y Tierra y de planetas y metales, se refleja tambin, dentro de cada uno de los dos grupos, en la dualidad Sol y Luna, oro y plata. El Sol, o el oro, es, en cierto modo, la representacin del polo activo de la existencia, mientras que la Luna, o la plata, representa el polo pasivo, la materia prima. El oro es Sol; Sol es espritu; plata o Luna es alma. Los restantes metales, o los restantes planetas, participan en proporcin variable de uno u otro polo de la existencia, de manera que stos no pueden manifestarse ntegramente en ellos. La graduacin de las propiedades csmicas, que se manifiestan activamente en los planetas y de un modo pasivo en los metales, se expresa claramente en los siete signos, que representan tanto a unos como a otros. Las damos por el orden de las rbitas de los planetas, vista desde la Tierra.
42 Expresado con cierta osada, el metal es una forma espiritual de la materia corporal, mientras que los planetas o los astros representan en general una forma corporal del espritu. 43 Algunos alquimistas helenos sitan el electrn en el lugar del mercurio.
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En vez del signo habitual de Marte, consistente en un crculo y una flecha 4, que se aparta del estilo de los dems signos, lo representamos aqu con un crculo y una cruz encima. Se puede suponer que antes se designaba as a Marte y que se introdujo el signo actual para distinguirlo del de Venus en los mapas celestes, en los que no se especificaba con claridad dnde estaba la parte superior y dnde la inferior. El empleo del antiguo signo de Marte para la Tierra se inici, naturalmente, slo despus de haberse implantado el esquema heliocntrico, y no es otra cosa sino el smbolo cristiano de la esfera terrestre coronada por la cruz. As, pues, los siete signos planetarios estn formados por tres figuras bsicas: el crculo, el semicrculo y la cruz. Puesto que el crculo es tambin el signo del Sol, y el semicrculo el de la Luna, ambas figuras pueden ser consideradas como imgenes del disco solar y de la media luna, respectivamente. Pero como en el signo del Sol se indica el punto central del crculo, parece ms correcto interpretar ambas figuras como representaciones de la rbita solar completa y de la media rbita; su significacin espiritual no vara, pues la media rbita del Sol, que mide cada una de las dos fases del ao, est contenida en la rbita completa, del mismo modo que la luz de la Luna procede del Sol. La tercera figura bsica, la cruz, representa en Astronoma los cuatro puntos cardinales, y en alquimia, los cuatro elementos. Las tres figuras bsicas, superpuestas, dan la rueda celeste: ? Por tanto, en los siete signos hallamos expresada toda la jerarqua csmica a la que nos referamos al principio, jerarqua que parte de la divisin de la existencia en un polo activo o masculino, 0, y otro pasivo o femenino, 1, y se desarrolla mediante la accin del primero sobre el segundo, que desempea el papel de materia dctil, accin que consiste en crear estados contrapuestos, +. Que el Sol y la Luna corresponden a los dos polos de la existencia se deduce tanto de la relacin entre fuente de luz y reflejo, como de la circunstancia de que la forma de la Luna cambia, mientras que la del Sol, por el, contrario, permanece constante: la mutacin pertenece a la parte pasiva, en tanto que la accin del ser no sufre alteracin. La tercera figura bsica de los signos planetarios, la cruz, es el smbolo ms comn para expresar las contraposiciones que, de modo latente, se hallan en la materia pasiva; es la cruz de los cuatro elementos. Sin embargo, se ha de observar que el Sol, o el oro, no constituye el polo activo por s mismo, sino su figura ms aproximada dentro de un determinado campo y lo mismo puede decirse de la Luna, o la plata, que representa el polo pasivo. Estrictamente considerado, el smbolo del polo pasivo no tiene forma, ya que la materia prima es amorfa; por tanto, slo puede ser el contrapunto o el reflejo de la figura del polo activo, por lo que precisamente el semicrculo la media luna o la media rbita solar reproduce la causa pasiva. Igualmente, el Sol rene en s toda la luz metlica o todo el color, mientras que la plata es, como un espejo, incolora. Los otros planetas, adems del Sol y la Luna, o los metales ordinarios, son variaciones del arquetipo nico representado por el Sol y el oro, por lo que en cada uno de ellos tiene parte preponderante la esencia solar o la esencia lunar, aunque sin llegar a manifestarse por completo, pues la relacin del crculo o del semicrculo con la cruz revela, segn la posicin, cierta perturbacin del equilibrio original de los elementos, ya que en determinados signos la imagen del Sol o la Luna est encima; en otros, debajo, y en otros, a un lado de la cruz; segn la caracterstica que se trata de expresar: el signo 6 de Saturno, o del plomo, presenta la media luna debajo de la cruz, en el punto inferior del orden material, en atencin a que el plomo es el ms opaco y catico de todos los metales. En el signo de Jpiter 5, la media luna enlaza con la lnea horizontal de la cruz, lo cual corresponde en alquimia a la posicin intermedia del estao, entre el plomo y la plata. No existe un signo en el que la cruz est encima del semicrculo; sera equivalente al signo de la Luna, pues si la esencia lunar tuviera absoluta preponderancia, su oponente material se diluira por completo, ya que la materia prima en su pureza es slo mera disposicin sin figura. Por el contrario, hay un signo, el de Venus, o del cobre, 3, en el que el Sol aparece encima de la cruz, y es que la causa activa que da la forma no diluye los oponentes elementales, sino que les presta consistencia antes de comunicarles el perfecto equilibrio, bajo la forma del oro. Segn Basilio Valentino, el cobre contiene un exceso de fuerza solar sin consolidar, como un rbol que tuviera demasiada savia. Su oponente, tanto por lo que se refiere a la forma del signo como al carcter, es el
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hierro, ; en ste, el Sol se halla situado debajo de la cruz, como sumido en lo ms oscuro de la tierra. Marte, , y Venus, 3, ocupan, en el esquema geocntrico del Universo, los lugares ms prximos al Sol; son tambin los amantes mitolgicos. Slo un signo, el de Mercurio, ?, contiene las tres figuras bsicas: la cruz, el crculo y el semicrculo. En l, la esencia lunar domina a la solar, que, a su vez, fija la cruz de los oponentes elementales. A este jeroglfico tendremos que referirnos varias veces, ya que, en realidad, es la clave de la obra alqumica, igual que Mercurio o Hermes es el fundador de la alquimia. Por el momento nos limitaremos a sealar que este signo y el metal que representa simbolizan la materia prima como portadora de todas las formas; el mercurio es, por as decirlo, la matriz de todos los metales, mientras que la plata representa el estado virginal de la materia prima pura. Esto explica tambin por qu los alquimistas representan la materia femenino tanto con el smbolo de la Luna o la plata, como con el del mercurio: ste corresponde a la fuerza generatriz de la materia, a su aspecto dinmico, de igual modo que el azufre el oponente del mercurio es la fuerza activa de la esencia solar o masculina. En cierto sentido se puede aplicar al oro y la plata la teora china sobre el Sol y la Luna: el Sol dicen los chinos es Yang solidificado, y la Luna, Yin solidificado; igualmente, el oro es azufre solidificado y esttico, y la plata, mercurio solidificado. Huelga aclarar que estas relaciones no deben entenderse en un sentido fsico, sino en el contexto de una cosmologa que no se limita a lo corporal. La serie de los siete signos de los planetas y metales puede considerarse como una exposicin simplificada de un determinado campo csmico. Existe en cada campo algo as como un centro, es decir, una cumbre cualitativa, donde se manifiesta del modo ms inmediato el arquetipo o la esencia que domina a todo el campo. As, el oro es el centro de todos los metales; la gema, el de las piedras; la rosa o el loto, el de las flores; el len, el de los animales cuadrpedos; el guila, el de las aves, y el hombre, el de todos los seres vivientes de la Tierra. Cada representacin de este centro es noble, porque, como smbolo, es lo ms perfecta posible; por el contrario, las representaciones que se sitan en el margen son ms o menos ordinarias, por mostrar propiedades o aspectos del arquetipo meramente accesorias.44 Hemos de sealar, sin embargo, que, si bien el hombre, como exponente de la especie, ocupa siempre el centro de la condicin terrena, como individuo no debe situarse forzosamente en esta posicin. El animal permanece siempre fiel a la forma esencial de su especie; es decir, por su mera existencia, participa de manera pasiva del rayo del espritu que se manifiesta en l (el llamado instinto del animal pertenece a esta participacin pasiva del espritu). Por el contrario, el hombre ha sido creado para participar activamente del espritu divino, cuya representacin central es l. Slo entonces es realmente el centro del mundo terrenal e incluso, en la medida en que se identifique con el espritu, de todo el cosmos. La conquista de este centro de la existencia terrenal es el verdadero objetivo de la alquimia y, a la vez, el ms profundo significado del oro. El oro es un cuerpo como los dems metales, pero el peso, la densidad y la divisibilidad de los cuerpos se convierten en l en propiedades simblicas; el oro es luz hecha cuerpo. A menudo, los propios alquimistas describen el objeto de su obra como la volatilizacin de lo slido y la solidificacin de lo voltil o, tambin, como la espiritualizacin del cuerpo y la corporeizacin del espritu, el oro no es ms que esto. Slo en el signo del oro se indica el punto central del crculo, lo cual significa que slo en el oro se pone de manifiesto la unin del arquetipo con su representacin material, del mismo modo que slo en el hombre perfecto fructifica espiritualmente la semejanza entre la criatura y Dios. En las palabras de la Tabla Esmeraldina, de acuerdo con las cuales lo inferior se asemeja a lo superior, y lo superior a lo inferior, se insina una inversin de ambas partes. En realidad, la ordenacin de los metales segn su mayor o menor semejanza con el oro es diametralmente opuesta a la de los planetas, cuya categora es mayor cuanto ms lejos est su rbita del centro Tierra. El Sol es una excepcin que corresponde al oro y cuya rbita se encuentra en cuarto lugar, con tres,
44 Es de observar, sin embargo, que slo un campo completo de la existencia posee un centro indiscutible; slo el hombre es el centro indiscutible de toda la existencia terrena. Por el contrario, hay campos parciales con centros relativos que se manifiestan a menudo en formas diversas, las cuales se complementan entre s. Por ejemplo, en el reino de las aves tenemos, adems del guila, el ruiseor, la paloma, el pavo real, el cisne e incluso la lechuza, que, cada uno a su modo, representan un centro.
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planetas a cada lado. Por su parte exterior se mueven, Marte, Jpiter y Saturno, por este mismo orden, y por su parte interior, hacia la Tierra, Venus, Mercurio y la Luna. Si por el exterior consideramos el cielo de estrellas fijas como una esfera ms, por la parte interior tenemos que completar la serie con la Tierra. De cualquier modo, el Sol ocupa tambin un lugar central en el esquema geocntrico del Universo, aparte el hecho de que, como fuente de la luz de los planetas, es centro de todos ellos. La conjuncin de dos rdenes simblicos, determinada, de una parte, por la mayor o menor amplitud del cielo, y de la otra por la posicin central del Sol, se refleja tambin en la aplicacin a los hombres de las propiedades de los planetas y adquiere aqu un significado que resulta extraordinariamente revelador para el esquema del Universo, que atae tanto a la alquimia como a la astrologa.
Saturno, cuya rbita es la ms alejada de la Tierra, representa el entendimiento, mejor dicho, el intelecto, mientras que la Luna, que gira en la posicin ms prxima a la Tierra, equivale al espritu de vida, que une al alma con el cuerpo. Estos son los dos polos de las facultades del alma, pues el espritu de vida, que rige las actividades involuntarias del cuerpo, como el crecimiento y la asimilacin, y tiene, por consiguiente, un carcter ms existencial que intelectual, est, en cierto modo, contrapuesta al intelecto. Entre estos dos polos van escalonndose las restantes facultades del alma y, segn se tome como punto de mira el entendimiento o la voluntad, se designan de diferente manera y adquieren una relacin distinta con los planetas. En cada caso, el Sol representa una facultad que comunica e incluso unifica los dos polos extremos. Segn Macrobio, quien, en su comentario al sueo de Escipin, contempla la escala del cielo planetario en relacin con la doctrina pitagrico-rfica del descenso del alma a la Tierra desde el cielo superior, el Sol es la facultad que anima los sentidos y resume sus impresiones; segn esto, el Sol es el arquetipo de la vida anmica y sensorial. Pero segn otra visin ms profunda, como, por ejemplo, la que expone 'Abd al-Karm alDjl en su libro sobre El hombre universal (al-insn al kmil)45, el Sol representa el corazn (al45 Vase traduccin parcial del autor: 'Abd al-Karm al-Djl, De l'Homme universel, trad. por T. B., Argel y Lyon, 1953.
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qalb), el rgano del conocimiento intuitivo y armonizador que supera fundamentalmente todas las dems facultades del alma. Del mismo modo que el Sol comunica su luz a los planetas, as tambin la luz del corazn ilumina todas las facultades del alma. Designamos como entendimiento la razn en el sentido antiguo de la palabra, no en su acepcin racionalista (en griego, nous; en rabe, al-aql). El entendimiento as determinado el intelecto est relacionado, como facultad de un pensamiento fundamental y sintetizador, con el espritu universal. Pero de los dos factores, conocimiento y ser, que en el espritu puro estn unificados, slo posee el del conocimiento, ya que el entendimiento est en cierto modo desconectado de aquello que percibe; cuanto ms abarca su mirada, ms se aleja de su objeto, mientras que con el espritu de vida ocurre a la inversa; y as, cuando se representa subjetivamente y con arreglo a la experiencia ordinaria, por as decirlo, est sumergido en la existencia fsica. stas son las dos fronteras extremas del conocimiento individual, y respecto a ellas puede decirse que este conocimiento est diluido entre entendimiento y cuerpo. El cogito, ergo sum (pienso, luego existo) cartesiano es rebatido por la circunstancia de que precisamente el pensamiento es incapaz de comprender su propio ser. La afirmacin yo soy es ya la expresin de una certeza trascendente, que existe con anterioridad a todo pensamiento, ya la experiencia habitual de la propia existencia corporal que, como tal, se enfrenta pasivamente al pensamiento, aunque est cubierta por una tupida red de imgenes. El discernimiento y el ser se reflejan en el conocimiento individual por separado, como entendimiento y cuerpo. Para rehur esta separacin, el conocimiento debe volver a situarse en el sol del corazn, el cuerpo, como dicen los alquimistas; debe hacerse espritu, y ste, cuerpo. De los restantes planetas, a Jpiter se le atribuye la resolucin (en rabe, al-himmah): representa, pues, algo as como la forma espiritual de la voluntad. A Marte le corresponde la osada; al-Djl le atribuye tambin la imaginacin activa (al-wahm); ambas propiedades se refieren a la voluntad demirgica precipitada en el mundo. Para Macrobio, como para todos los cosmlogos helenistas, Venus es el astro de la pasin amorosa, mientras que para al-Dl es, ante todo, el modelo de la fuerza imaginativa pasiva (al-khiy1), que se amolda a la imaginacin o fantasa marciana como la cera al sello. Para todos los cosmlogos, Mercurio es el ejemplo del pensamiento analtico (al-fikr). Macrobio atribuye a la Luna la facultad de la generacin, el movimiento corporal, atributo que Alberto Magno describe con mayor exactitud como motus quos movet in sequendo naturam corporis, ut attrahendo, mutuando, augendo et generando; y stas son precisamente las funciones del espritu vital (spiritus vitalis, ar-rh) que al-Djl asigna al mismo astro. La jerarqua de los planetas va de mayor a menor, y la de los metales correspondientes, de menor a mayor; aqullos son activos; stos, pasivos. Por su calidad de materia inerte, el metal no puede ser smbolo de una facultad de conocimiento o voluntad; sin embargo, en virtud de su naturaleza esttica e inorgnica es la expresin de un estado de conocimiento igualmente esttico, es decir, de un conocimiento ntimo, desligado de formas racionales. Pero ste, al principio, no es ms que el conocimiento interior del propio cuerpo, su forma anmica. De este metal debe extraer el alquimista el alma metlica y el espritu metlico. El conocimiento del cuerpo, catico, opaco, empaado por las pasiones y los hbitos, es el metal ordinario, en l, alma y espritu estn encenagados, oscurecidos, mezclados con la tierra; por el contrario, el conocimiento corporal clarificado, el metal noble, es en s un modo de existencia espiritual. Dicen los alquimistas que del metal ordinario hay que extraer primero el alma; despus, el cuerpo debe ser purificado y pasado por el fuego hasta dejarlo reducido a cenizas; entonces debe unirse de nuevo con el alma. Cuando el cuerpo se ha fundido as con el alma y ambos forman una materia pura, el espritu acta sobre ella y le da forma perenne, es decir, revierte el conocimiento psquico-corporal a su posibilidad puramente espiritual, donde permanece inamovible, entero e indiviso, en armona con el ser. Basilio Valentino compara este estado con el cuerpo glorioso de los resucitados. Mientras que la astrologa, en su calidad de ciencia terica, parte siempre de lo ms alto, o sea, de los arquetipos cuyos smbolos celestes son los doce signos del Zodaco y, basndose en las posiciones de los planetas, los proyecta y entrelaza en sentido descendente, la alquimia, como arte que ennoblece la materia metlica, parte de la materia an sin forma, es decir, de lo ms bajo, y, por tanto, no se funda en la forma esencial, en el arquetipo, sino en la materia prima, que, como
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corresponde a su naturaleza pasiva, se encuentra abajo. Adems de la jerarqua de las esferas planetarias, establecida en sentido inverso al orden de los metales, existe otra gradacin de los planetas paralela a la ordenacin alqumica y que es la clasificacin por mansiones46 cuya distribucin en el Zodaco resulta procedente slo cuando se sita su eje en el lugar en que sin duda se encontraba en el Zodaco primitivo, es decir, el que se estableci unos dos mil aos antes de Jesucristo. Entonces, el eje del solsticio pasaba, en la parte superior, entre Leo y Cncer, de manera que las llamadas mansiones planetarias quedaban simtricamente ordenadas. Hay muchos factores que inducen a creer que esta disposicin del cielo fue fundamental en toda la simbologa astrolgica y, dado que el sentido alqumico de los signos planetarios coincide con este orden, es de suponer que la alquimia, en la configuracin que conserv hasta el umbral de la Edad Moderna, naci en el mismo momento csmico.
Cada planeta posee, pues, dos mansiones, situadas frente a frente, a derecha e izquierda, femenina y masculina, a excepcin de la Luna y el Sol, que slo tienen una cada uno y que dominan, respectivamente, cada una de las dos mitades del Zodaco, la femenina y la masculina. En el lugar ms bajo del esquema, a ambos lados del solsticio de invierno, en la region de las tinieblas y la muerte, reside Saturno, cuyo oponente metlico es el plomo. Su signo, 6, muestra la media luna en la parte inferior, lo cual, considerado como estado del conocimiento, significa una catica inmersin en el cuerpo. Contrariamente, el signo de Jpiter y del estao, 5, que ocupa el lugar inmediato superior, apunta una incipiente separacin del alma de los componentes elementales. La Luna del alma roza el travesao de la cruz, que representa la expansin horizontal en el campo csmico. Inmediatamente debajo del eje transversal del Zodaco se encuentran las dos mansiones de marte y, encima, las de Venus; sus signos, y 3, son el reflejo contrapuesto uno de otro. El signo de
46 J. Schwabe, Archetyp und Tierkreis, Basilea, 1951.
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Marte, que corresponde al hierro, indica fijacin e incidencia del espritu en lo corporal. En el signo de Venus, o del cobre, aparece el Sol del espritu encima del mstil de los componentes elementales; ya se vislumbra el color del oro, aunque todava est sin bruir. Encima se encuentran las dos mansiones de Mercurio, que corresponden al metal del mismo nombre; su signo, 2, es el nico que incluye el emblema del Sol y el de la Luna. El mercurio contiene en su agua lunar el germen gneo del Sol, del mismo modo que la fuerza original del alma lleva en s el germen del espritu esencial. Para los alquimistas, el mercurio es la madre del oro y el primum agens de su obra. El Sol y la Luna, frente a frente, comparten el casquete superior del Zodaco. La luna, 1, representa el alma en estado de perfecta receptividad, y el Sol, 0, el espritu o, mejor dicho, el alma purificada y transformada por el espritu, exponente de la perfecta unin de espritu, alma y cuerpo. El Sol no reina slo en su propia mansin, sino que domina en todo el Zodaco, pues, siguiendo las etapas ya descritas, asciende por el lado masculino para recorrer despus, de arriba abajo, las etapas del lado femenino. El punto en que termina el descenso y se inicia el ascenso est situado en la zona de Saturno, por lo que en su caos plomizo subyace la vida del Sol y del oro.
El mito alqumico del rey-Sol que hubo de morir y ser enterrado para renacer luego a la vida y alcanzar toda su gloria pasando a travs de siete dominaciones (rgimes) no es ms que una versin novelada de este simbolismo astrolgico. Pero ste, a su vez, es slo la imagen csmica de una ley interior: el Sol es, en el hombre, la chispa divina que, aparentemente, muere cuando el alma penetra en la mansin de Saturno; pero, en realidad, despus de esta muerte renace y, tras ascender por las siete etapas del conocimiento, se convierte en el len rojo, el elixir que todo lo transmuta.
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el horno y en la retorta del alquimista, se revela el gran proceso de la naturaleza, tanto en el orden psquico como en el fsico. Para percibir en las transmutaciones materiales la expresin de una ley general, los alquimistas se refieren, por una parte, a los cuatro elementos, y, por otra, a las cuatro propiedades: caliente, fro, hmedo y seco, que, en su calidad de funciones de la naturaleza, aparecen frente a los elementos como factores activos. Ya Aristteles traz el esquema de esta relacin:
Por tanto, las cuatro propiedades naturales son agentes inductores que, aparentemente, convierten un elemento en otro: por efecto del calor, el agua es absorbida por el aire; el fro la convierte en hielo, y le da una solidez semejante a la de la tierra. Pero en realidad no es que los elementos se conviertan unos en otros, sino que la materia corporal, por efecto del calor, el fro, la humedad o la sequa, recorre todos los estados elementales. Las verdaderas fuerzas inductoras son el calor y el fro, y, puesto que esta ltima propiedad puede considerarse como la simple negacin de la primera, es suficiente el calor para completar el ciclo: la accin del fuego basta para hacer que la materia contenida en el recipiente pase, en forma sucesiva, del estado liquido al gaseoso, luego al gneo y, finalmente, al slido, imitando as, en pequea escala, la obra de la Naturaleza. El esquema esbozado puede aplicarse tambin al mundo interior, sustituyendo el calor, el fro, la humedad y la sequa por las propiedades de expansin, contraccin, disolucin y solidificacin, a las que hemos de referirnos de nuevo. Porque ya hemos aludido a la correspondencia existente entre las propiedades del alma y los cuatro elementos. El valor especulativo de esta alquimia en el sentido primitivo de la palabra speculatio, es decir, espejo de verdades espirituales consiste en que la observacin de un caso visible puede enlazarse con los grandes procesos de la Naturaleza. La intrusin en los recovecos invisibles de cada materia, que es el objetivo que se ha impuesto la Qumica moderna, en nada ayuda a esta tarea; por el contrario, lleva a experiencias muy distantes que prcticamente no contribuyen a aclarar la visin de conjunto material y espiritual. La verdadera significacin de la contemplacin hermtica de la naturaleza se encuentra en las siguientes palabras de Muhyi-d-Dn Ibn 'Arab: El mundo de la naturaleza consiste en mltiples formas que se reflejan en un nico espejo; no, ms bien es una forma nica que se refleja en mltiples espejos.47 Esta paradoja es la clave del sentido espiritual de los fenmenos fsicos. No en vano el esquema de los elementos y las propiedades naturales o modos de operar, indicado anteriormente, se asemeja a la rueda csmica, cuya llanta es la rbita solar y cuyos radios son los cuatro puntos cardinales.
47 Vase la traduccin, del autor, de Fuss al-Hikam, op. cit. pie pg. 139.
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En el campo alqumico, el cubo de la rueda es la quintaesencia. Se entiende por este nombre tanto el polo espiritual de las cuatro elementos como su sustancia bsica comn, el ter, en el que los cuatro estn presentes ntegramente. A fin de reconquistar este centro, los componentes contrapuestos de los elementos deben reconciliarse entre s: el agua debe hacerse gnea; el fuego, lquido; la tierra, ingrvida, y el aire, slido. Pero aqu nos salimos del mbito de los fenmenos fsicos para entrar en el campo de la alquimia interior. Sinesio escribe: As, pues, est claro lo que quieren decir los filsofos cuando describen la produccin de nuestra piedra como la modificacin de la naturaleza y del ciclo de los elementos. Porque ya ves que, por medio de su incorporacin, lo hmedo se hace seco, lo voltil se solidifica, lo espiritual se hace corpreo, lo lquido cristaliza, el agua se hace fuego y el aire tierra, de manera que los cuatro elementos se despojan de su naturaleza para asumir la de su oponente; y tambin: As como en el principio fue uno, tambin en esta obra procede todo de uno y vuelve a uno. Esto es lo que significa la reversin de los elementos...48
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DE LA MATERIA PRIMA
Dicen los alquimistas que los metales ordinarios no pueden convertirse en plata ni en oro si antes no son reducidos a su materia prima. Si se consideran los metales ordinarios como estados del alma incompletos y cristalizados en la impureza, la materia prima a la que deben reducirse no es otra cosa sino la materia bsica de aqulla, es decir, el alma en su estado primitivo, no condicionada ni fijada en una forma concreta por impresiones o por las pasiones. Mientras el alma no quede libre de las concreciones y contradicciones interiores, no ser materia dctil sobre la que el espritu que procede de arriba pueda imprimir una nueva forma, una forma que no limita ni ata, sino que, por el contrario, libera, pues procede de la sustancia eterna del ser. Si la forma del metal ordinario era una especie de pasmo y, de consiguiente, representaba una limitacin, la del metal noble es un smbolo y, por tanto, la conjuncin directa con el propio arquetipo en Dios. Para los alquimistas, el alma es, en su fondo pasivo, fundamentalmente, lo mismo que la materia prima del mundo. En primer lugar, esto es una premisa terica de la obra alqumica, derivada de la mutua correspondencia existente entre macro y microcosmos; pero, al mismo tiempo, expresa el objetivo de la obra alqumica: la unidad de alma y mundo se vive y se percibe verdaderamente en la medida en que la obra se aproxima a su culminacin. Aqu rozamos el secreto propiamente dicho de la alquimia, por lo cual todo lo que pueda decirse sobre este punto, necesariamente ha de quedar en insinuacin y parbola. La materia prima que subyace en el alma es, en primer lugar, la sustancia bsica del consciente individual; en segundo lugar, la sustancia de todas las almas, sin distincin de individualidades, y, por ltimo, la sustancia bsica de todo el Universo. Todas estas interpretaciones son posibles; pues si la fibra del mundo no fuera esencialmente de la misma naturaleza que la del alma, cada ser estara encerrado en su propio sueo lo cual es una suposicin disparatada. Si, en comparacin con el espritu inmutable, el mundo es ya un sueo, tal sueo es en s consecuente. El mundo est hecho de la misma materia con que se hacen los sueos, dice Shakespeare en su comedia hermtica La Tempestad. La anttesis entre mundo interior y mundo exterior, o entre mundo del alma y mundo del cuerpo, est entretejida en este sueo. En el smbolo, la materia prima se encuentra abajo, pues es pasiva por completo, y aparece oscura porque en su calidad de cosa amorfa por antonomasia, se sustrae cada vez ms a la accin del entendimiento. De aqu parte el equvoco por el que se confunde la materia prima de los alquimistas con el subconsciente colectivo de la psicologa moderna. Pero la materia no es, como aquel mal delimitado campo del alma, fuente de impulsos irracionales y, en cierto modo, exclusivos del alma, sino el fundamento pasivo de todas las percepciones. Adems, la palabra colectivo, tal como la aplican los psiclogos, encierra una contradiccin: o bien, segn su etimologa, designa un conjunto de cosas, es decir, de disposiciones del alma heredadas, caso en el cual no se comprende cmo puede existir una unidad cualquiera, pues la herencia no slo se acumula, sino que tambin se ramifica; o bien es una definicin inexacta de general, o sea, de aquello que es comn a todos los hombres, y esto es, sencillamente, la naturaleza del alma y del cuerpo; pero en este caso est por ver si el psiclogo que contempla y enjuicia el llamado subconsciente colectivo digamos desde arriba, ya que en apariencia lo somete a una investigacin objetiva, no piensa y acta tambin movido por esta razn colectiva. Mrese como se mire, su posicin ser siempre la del hombre que pretende vaciar el ocano sentado en un bote. Hay que distinguir entre esa capa del consciente, ms o menos oscura, situada por debajo del pleno conocimiento que, por otra parte, no puede ser del todo inconsciente mientras se refleje de algn modo en aqul y el fondo del alma propiamente dicho, que es del todo pasivo y, por tanto, amorfo. Aquella franja oscura, que tiene ms de crepsculo un crepsculo que fuera oscurecindose por su parte inferior que de noche cerrada, est llena de los sedimentos de impresiones y reacciones del alma; pero el fondo del alma propiamente dicho no es oscuro ni es claro, y tampoco un volcn de irracionales erupciones. Por el contrario, mientras no est del todo
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velado y, por tanto, aparezca oscuro, es el espejo fiel de su polo opuesto, del espritu original y, por consiguiente, de todas las verdades que muchas veces, cuando la imaginacin en reposo se aproxima al estado puro de la materia prima, se expresan en smbolos. Esto puede ocurrir durante el sueo, aunque no es frecuente, pues en general las imgenes del sueo estn a merced de los ms diversos impulsos; y puesto que el alma, en tal estado, es sensible a todas las influencias imaginables, a veces se produce una deformacin grotesca y satnica de los smbolos. Uno de los mayores peligros de la moderna psicologa profunda es que lleva a cabo una mezcla indiscriminada de smbolos autnticos y de sus deformaciones; por ejemplo, cuando sita a un mismo nivel las mandalas orientales y los garabatos concntricos de los perturbados mentales49. Un verdadero smbolo nunca es irracional, no hay que confundir lo suprarracional con lo irracional. Para demostrar que en la materia prima del alma estn presentes todas las formas del mundo perecedero, el alquimista rabe Abu-I-Qsim al-Irq, que viv en el siglo IX de la Era cristiana, escribi: ...esta materia prima se encuentra en una montaa que contiene una multitud de cosas no creadas. En esta montaa se hallan todas las clases del conocimiento que puedan encontrarse en este mundo. No hay conocimiento, ni entendimiento, sueo, pensamiento, saber, opinin, reflexin, inteligencia, filosofa, geometra, modo de gobierno, poder, valenta, galanura, satisfaccin, paciencia, educacin, hermosura, inventiva, buena fe, don de mando, exactitud, vigilancia, dominio, imperio, dignidad; consejo o negocio que no estn contenidos en ella. Ni tampoco hay odio, ni malquerencia, engao, infidelidad, yerro, tirana, opresin, corrupcin, ignorancia, estupidez, bajeza, despotismo ni desenfreno; ni canto, msica, flauta, lira, boda, diversin, arma, guerra, sangre ni muerte que no estn en ella...50 La montaa en la que se encuentra la materia prima es el cuerpo humano, porque la reduccin a la materia prima se realiza metdicamente partiendo del conocimiento corporal, que debe iniciarse desde el interior, antes que el hombre pueda percibir el alma psquicamente y no a travs de los sentidos. Por ello, Basilio Valentn interpreta as la palabra clave alqumica V.I.T.R.I.O.L.: Visita interiore terrae; rectificando invenies occultum lapidem (Visita el interior de la tierra; rectificando encontrars la piedra oculta). El interior de la tierra es tambin el interior del cuerpo, el ncleo interno e ntegro del conocimiento. La piedra oculta es aqu slo la materia prima. Vista interiormente, la reduccin de los metales a su materia prima nada tiene que ver con una sonmbula reversin del consciente al subconsciente. La reduccin se efecta slo despus de una dura lucha contra las inclinaciones del alma que tienden a la dispersin, para lo cual hay que disolver previamente todas las inhibiciones o complejos. La obra alqumica no es una cura para las enfermedades psquicas. Al pasar del consciente diferenciable al no diferenciado se produce un oscurecimiento que representa el caos, es decir, el estado de la materia que ha perdido su pureza original, pero cuyas posibilidades diferenciables no estn clara y ordenadamente definidas. Es el estado de la materia bruta. Pero si el consciente sigue ahondando, descubrir el espejo del fondo del alma, que, si bien no puede captarse en su realidad material, manifiesta su naturaleza reflejando lmpidamente la luz del espritu. El caos del alma era como el plomo; el espejo del fondo del alma es como la plata; tambin puede compararse con una fuente clara. Es el manantial de la leyenda, de cuyas profundidades mana el agua de vida, semejante al azogue. ste es el significado del siguiente relato del alquimista Bernardo Trevisano: Aconteci una noche en que tena que estudiar, pues haba de examinarme al da siguiente; encontr una fuentecilla linda y clara, enteramente rodeada de una hermosa piedra. Esta se hallaba sobre el tronco hueco de una vieja encina y cercada por un muro, para que ni las vacas ni
49 Como se indica en el prlogo de C. G. Jung a la traduccin hecha por Richard Wilhelm de la obra taoista Das Geheimnis der Goldenen Blte (Munich, 1929). Algunas de las pinturas de enfermos mentales que all se reproducen y se comparan con mandalas son verdaderas caricaturas, en las que se observan ciertas ideas infantiles de las doctrinas esotricas orientales; otras son chapuzas inocentes y vacas. 50 Texto facilitado por el doctor S. Hussein Nasr, Tehern.
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otros animales irracionales, ni siquiera los pjaros, pudieran baarse en ella. Tena tanto sueo, que me sent al borde de la fuente, y entonces pude ver que tambin por arriba estaba cubierta y cerrada. Pas por all un anciano sacerdote, a quien pregunt por qu aquella fuente estaba cerrada por arriba, por abajo y por todos lados. El sacerdote se mostr amable y corts conmigo y me habl as: Seor, en verdad esta fuente posee una fuerza terrible, ms que cualquier otra de este mundo; est aqu slo para el rey de estas tierras, el cual la conoce, y ella tambin lo conoce a l. El rey se baa en esta fuente desde hace doscientos ochenta aos, y ella lo rejuvenece de tal modo, que no hay hombre que pueda vencerle..." ...Volv despus en secreto a la fuente y empec a abrir todas las cerraduras, que encajaban con gran precisin. Luego se me ocurri mirar el libro que haba ganado [en el examen] y deleitarme con su magnfico resplandor; pero tena tanto sueo, que el libro se me cay en la fuente, lo cual me produjo gran pesar; porque deseaba conservarlo como prueba del honor que haba conseguido. De modo que empec a mirar [en la fuente] hasta perder la luz de mis ojos. Entonces me puse a vaciar la fuente, y lo hice tan a conciencia, que slo le qued una dcima parte adems de las otras diez que, por ms que me esforzaba en achicarlas, se mantenan firmemente unidas. Pero de pronto, mientras as me afanaba, llegaron gentes... y por mi delito fui encarcelado durante cuarenta das. Cuando, al cabo de los cuarenta das, sal de la crcel, me fui a contemplar la fuente. Y al llegar vi unas nubes negras que durante mucho rato lo cubrieron todo. Pero al fin pude ver lo que mi corazn deseaba, y sin el menor esfuerzo; tampoco t tendrs que esforzarte, si no te extravas por sendas equivocadas, olvidando las cosas que exige la naturaleza...51 Los alquimistas dan a la materia prima, que ellos consideran sustancia bsica, tanto del mundo como de su obra, gran diversidad de nombres, diversidad que sirve menos para proteger de los intrusos los conocimientos hermticos, que para indicar que la tal materia est presente en todas las cosas o que todas las cosas estn presentes en ella. La llaman mar porque lleva en s todas las formas, como el mar las olas; la llaman tierra porque nutre a todo cuanto vive sobre ella, es el germen de todas las cosas, la humedad bsica (humiditas radicalis), la hyle, Es virgen por su insondable pureza y su sensibilidad, y es prostituta porque, aparentemente, se entrega a todas las formas. Se la compara tambin, como ya hemos visto, con la piedra oculta, a pesar de que, en su estado original, difiere de la piedra filosofal, fruto de toda la obra; la materia prima slo es piedra porque, intrnsecamente, permanece inmutable; esta denominacin de piedra corresponde al persa gohar y al rabe djawhar, que, literalmente, significa piedra preciosa y que, por extensin, sirve para designar la sustancia (en griego, ousia). La materia prima es tambin el yacimiento de todos los metales del alma; pero, a la inversa, tambin el hombre es considerado como yacimiento, del que se extrae la materia de la obra, como explicara ya Morieno al rey Chalid: Haec enim res a te extrahitur; cuius etiam minera tu existis (Porque de ti se extraer esta cosa, cuyo mineral eres t). En su estado catico, que ni es puro, ni dctil, ni tiene forma definida, la materia recibe el nombre de cosa ordinaria, pues como materia bruta se encuentra en todas partes; pero, al mismo tiempo, es cosa preciossima, porque de ella se extrae el elixir que sirve para obtener el oro. La materia bruta que, en relacin con la materia prima propiamente dicha, representa una materia secunda, se equipara al plomo, en el que se esconde la naturaleza del oro; o al hierro, que ha de ser fundido; o al campo, que da fruto slo cuando ha sido labrado y sembrado. Heinrich Kunrath dice: ...la tierra mojada, ubrrima, el barro de Adn, la sustancia elemental de la que est hecho este mundo tan grande, nosotros mismos e incluso nuestra poderosa piedra, salen entonces a la luz....52 Vista como rbol, la materia prima es, fundamentalmente, lo mismo que el rbol del Universo cuyos frutos son el Sol, la Luna y los planetas. En el rbol de la materia alqumica crecen el oro, la plata y todos los metales y se desarrollan las distintas etapas de la obra, con sus colores simblicos, negro, blanco y rojo y, a veces, entre el blanco y el rojo, el amarillo. Abu-I-Qsim al-Irq escribe
51 De Le Livre du Trvisan de la Philosophie naturelle des Mtaux, en Bibl. des Phil. Chim. 52 Heinrich Kunrath, Theatrum Sapientiae aeternae.
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sobre un rbol semejante que tiene sus races no en la tierra, sino en el mar del Universo. El mar significa la materia del alma, el anima mundi. El rbol crece en los pases de Occidente, es decir, en Poniente, porque la materia representa el Oeste, mientras que la forma, el arquetipo, simboliza el Este. El rbol puede tener la figura de ser humano, ya que es la forma interna del hombre. De l se obtiene la materia prima de la obra, pues en el fruto se encuentra el germen del mismo rbol. La materia prima que puede producir la forma del elixir se obtiene de un solo rbol, que crece en los pases de Occidente. El rbol tiene dos ramas, lo bastante altas para que nadie pueda comer sus frutos sin trabajo y sin esfuerzo, y otras dos, cuyos frutos son ms speros y secos que los de las dos primeras. Las flores de una de estas ramas son rojas, y las de la otra, blancas y negras. El rbol tiene, adems, otras dos ramas, ms pequeas y quebradizas que las cuatro primeras; las flores de una de estas ramas son negras, y las de la otra, entre blancas y amarillas. Este rbol crece en la superficie del ocano, lo mismo que otras plantas lo hacen en la superficie de la tierra. Todo el que coma de este rbol ser obedecido por hombres y genios (djinn). Es el rbol cuyo fruto fue prohibido a Adn; cuando comi de l, perdi su figura de ngel, para adquirir la de hombre. Este rbol puede adoptar la forma de un ser humano cualquiera...53 De manera que la materia prima de los alquimistas es tanto el origen como el fin de su obra, pues el caos de la materia es oscuro e impenetrable, mientras las formas que estn contenidas en l, en potencia, ya en su mismo germen, no alcancen su pleno desarrollo; esta potencia es intrnsecamente impenetrable. Ocurre con ella lo que con la materia mineral, que en estado amorfo aparece turbia y opaca, para hacerse clara y transparente en el momento en que toma forma y cristaliza. De ello no hemos de deducir que todas las posibilidades latentes en el alma tengan que manifestarse; pues, en primer lugar, la variedad de estas posibilidades es inagotable y, en segundo lugar, precisamente la dispersin del contenido del alma es un obstculo para la realizacin de la forma esencial, o sea, ese estado del conocimiento armonioso y equilibrado que puede reflejar enteramente la accin divina del espritu. Por tanto, la verdadera naturaleza del espritu se manifiesta en la medida en que capta la verdadera forma. Del mismo modo que la materia prima slo puede percibirse en realidad por el conocimiento del ser puro cuya proyeccin es, as tambin el verdadero fondo del alma slo puede conocerse por su respuesta al espritu puro; el alma no se revela del todo hasta que se casa con el espritu, y esto es lo que se expresa en el matrimonio del Sol y la Luna, del Rey y la Reina y del azufre y el mercurio. El descubrimiento del fondo receptor del alma y la revelacin del espritu creador son simultneos; no pueden separarse. Sin embargo, las distintas etapas y aspectos de la obra interior pueden relacionarse con uno y otro polo. Todo camino de realizacin espiritual incluye la preparacin de una materia receptora y la percepcin del efecto de la accin espiritual o divina sobre dicha materia. Sin embargo, segn el proceso que se siga, el mayor peso tanto el terico como el prctico recaer en uno o en otro proceso interior y, en consecuencia, se destacar ms la accin inmvil del espritu o el fondo del alma puro e inmutable; como cumple al smil artesano que utiliza la alquimia, y que consiste en el ennoblecimiento de una materia mineral, el alma se concibe como una materia, y, por tanto, la idea de la materia prima es el centro de todas las observaciones. Incluso el efecto del espritu trascendente, opuesto polarmente a la materia del alma, se expresa en trminos materiales, en el lenguaje figurado alqumico, como una mutacin qumica que, precisamente por rebasar los lmites de lo que puede expresarse con smiles artesanos, revela su origen supramaterial. Los dos aspectos o fases de la realizacin espiritual se aprecian en una imagen legada por el arte sacro cristiano: el crucifijo ornado de smbolos. Escogemos, por ejemplo, una cruz-relicario de plata, de principios del siglo XIII, que se conserva en el monasterio de Engelberg y cuya ornamentacin es de signo alqumico, pues la alquimia se ala a menudo con la orfebrera. Este crucifijo lleva imgenes tanto en el anverso como en el reverso; el anverso, que se reconoce por su mayor relieve, presenta, en el centro, la figura del Salvador crucificado, y en cada extremo de los brazos de la cruz, la imagen de un evangelista con su animal alegrico. Se trata de una composicin
53 Texto facilitado por el doctor S. Hussein Nasr, Tehern.
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muy frecuente en el arte cristiano medieval, y que aqu se nos ofrece en una forma ya relativamente naturalista; en los antiguos crucifijos litrgicos, la figura del Cristo, el Divino Cordero, est rodeada slo por los cuatro animales celestiales, lo cual da al smbolo un sentido ms estricto y amplio a la vez. El reverso de la cruz nos muestra, en la misma disposicin, a la Virgen Santsima con el Nio presidiendo en el centro y, en los cuatro extremos de la cruz, los atributos de los cuatro elementos: el fuego, arriba; el aire, a la derecha; el agua, a la izquierda, y la tierra, abajo. Ambas caras de la cruz pueden considerarse, respectivamente, emblemas de lo esencial y de lo material, de lo activo y lo pasivo, de la forma y la materia del cosmos: el anverso, con las efigies del Verbo Divino y de sus cuatro medios de manifestacin, corresponde, respecto al simbolismo del reverso, a la accin divina o forma esencial del cosmos; la otra cara, por el contrario, corresponde a la materia prima o, mejor dicho, al mundo que se desarrolla de ella; la Virgen, situada en el centro, ocupa simblicamente el lugar del ter, que, segn ciertas interpretaciones hermticas, constituye un todo con la materia prima, en tanto que los cuatro elementos representan las cuatro definiciones bsicas de la misma y, por consiguiente, los cuatro fundamentos de todo el inundo ligado a la forma. El perfecto equilibrio de la materia prima, su calidad de virgen, est expresado por la colocacin de su smbolo en el punto central, entre los smbolos del fuego, el aire, el agua y la tierra.
Cruz-relicario del abad de Engelberg Heinrich von Wartenbach, hacia 1200. Anverso. Monasterio de Engelberg.
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Huelga decir que esta interpretacin cosmolgica de las imgenes cristianas descritas no menoscaba en modo alguno su sentido teolgico; por el contrario, la convergencia de ambas miras espirituales en un mismo smbolo, da a ste mayor envergadura tanto en un campo como en el otro: pone de manifiesto su verdadero contenido metafsico, y esto nos da un anticipo de las posibilidades realmente ilimitadas de visin espiritual que pueden ofrecerse al artesano o al artfice versado en la ciencia hermtica y que, al propio tiempo, profese la fe cristiana. El vnculo interior que une las dos composiciones simblicas que aparecen en una y otra caras de la cruz se encuentra en la representacin de la paloma del Espritu Santo que se posa sobre la Virgen y en la presencia del Nio Dios en su regazo. La paloma representa al Espritu Eterno, bajo cuyo efecto la materia prima toma forma, igual que la Virgen concibe y alumbra; el Espritu divino toma forma como Hijo de ella; en esencia, l sigue siendo igual, pero se envuelve en la materia que le presta su Madre y se amolda a los aspectos diferenciables de la materia.54
54 As segn la doctrina de los msticos islmicos, la Revelacin (tadjall) de Dios en el corazn toma la forma que Este le imprime segn la disposicin en que la recibe. Vase la traduccin, del autor, de Fuss al-Hikam, de Muhyi-d-Din Ibn' Arab: La Sagesae des Prophtes, Ed. Albin-Michel, Pars, 1955.
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La forma de la cruz, que expresa la ley de todo el cosmos, puede trazarse tanto desde un polo como desde el otro: representa a la vez la mltiple revelacin del Verbo eterno y los oponentes duales contenidos en la materia prima. Del mismo modo, toda obra espiritual nace simultneamente de la accin del ser y de su receptor material, el alma no puede transmutarse sin la accin del espritu, y ste slo la ilumina en la medida y manera en que ella se apresta a recibirlo. La oposicin de los dos polos se elimina slo en el ms alto nivel, nicamente en el Ser puro, donde la materia receptora no es ms que una fijacin directa, inmediata e interna, del Espritu divino, que slo se posa en lo que ya es suyo, para adoptar su forma y manera.55
La cruz de Cristo brota, en forma de lirio azul, de la Virgen Santsima, que aparece arrodillada sobre la Luna. El lirio de cinco puntas representa la quintaesencia, la Madre de Dios, la materia prima. De una miniatura del Libro de la Santsima Trinidad, de inspiracin alqumica, Biblioteca Estatal de Munich.
El significado ya expuesto de las imgenes aqu descritas se complementa con diversos atributos y detalles; as, los cuatro extremos de la cruz estn provistos de sendos trboles, con lo cual la tetragona de los Evangelistas y de los elementos aumenta hasta la dodecagona de los Apstoles y de los signos del Zodaco. Sobre la figura del Cristo que aparece en el anverso, unos ngeles sostienen un crculo, mientras que en el reverso la imagen de la Virgen est rodeada por las efigies de san Pedro y otros santos obispos. En estas dos disposiciones se distinguen las jerarquas celestial y eclesistica, que, segn la doctrina de san Dionisio Aeropagita, se contraponen, la una otorgando y la otra recibiendo. Hay otros detalles que se refieren ms explcitamente an a la alquimia. En el mstil de la cruz se ve a Moiss enderezando la serpiente de bronce, lo cual es, a la vez, un pronuncio de la Crucifixin en el Antiguo Testamento y un smbolo de la fijacin alqumica del mercurio; el mismo proceso se representa tambin por el grupo de animales que luchan, situado a los pies del Crucificado. Si bien es cierto que el significado ms inmediato del smbolo es el triunfo del Len de Jud sobre los dragones del infierno, la misma imagen representa tambin la sujecin del voltil mercurio por el len solar del azufre. Esta iconografa cristiana tiene su paralelo en la del Lejano Oriente, que, por hallarse muy
55 A esta misma verdad se refiere Dante cuando llama a la Virgen Santsima Figlia del tuo Figlio (Hija de tu Hijo) (Divina Comedia, principio del canto 33).
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distante de aqulla en el tiempo y el espacio, pone de relieve la universalidad del expresado smbolo. Se trata de una cierta forma de mandala utilizada por el singonismo japons, rama del budismo Mahyna, para la meditacin. La mandala es una bandera pntada por ambas caras que muestra, en una de ellas, el mundo de lo indestructible o de los elementos diamantinos, y en la otra, uno de los elementos matrices. En el centro de cada cara figura el Gran Iluminador, el Buda Mahvairocana, sentado en la flor de loto. En el primer esquema, el de los arquetipos inmutables, el Buda tiene una actitud contemplativa; su cabeza est circuida por una aureola blanca. En el segundo esquema, el Buda surge de un loto abierto y lleva aureola roja, smbolo de actividad; esto significa que aqu se alude al polo material en su aspecto dinmico, siguiendo la doctrina tao-budista segn la cual la contemplacin tiene esencia activa, y la accin, esencia pasiva. La meditacin del primer esquema lleva al descubrimiento del camino de la liberacin del ser, en tanto que la reflexin sobre el segundo esquema, el del elemento matriz, tiene por fruto el conocimiento de las cinco ciencias cosmolgicas.56 El concepto de materia prima como espejo del espritu universal entra tambin en el simbolismo oriental del espejo. Son conocidos los espejos chinos de culto o de magia que muestran en el reverso la imagen del dragn celeste, el cual representa el espritu universal, o logos. En el sintosmo la religin japonesa anterior al budismo, el espej sagrado, que recoge la imagen de la diosa del Sol, Amaterasu, es tambin, evidentemente, el smbolo del alma en estado de absoluta pureza, en el cual puede captar la verdad, es decir, la verdad original, que se halla fuera del alcance del pensamiento. Esto nos lleva de nuevo a la equiparacin hermtica de la materia prima con el fondo del alma. Con gran asombro hemos encontrado idntico simbolismo entre determinados indios de Norteamrica, los crow y los shoshones. Se trata aqu de un espejo mgico propiamente dicho, mediante el cual el chamn puede encontrar las cosas perdidas y olvidadas, que se le aparecen en el fondo del espejo. En la superficie est pintada una lnea en zigzag que representa el rayo, el cual es para los indios, lo mismo que el guila que planea en el cielo para abatirse vertiginosamente sobre la tierra, el smbolo del espritu universal y de la revelacin.
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LA NATURALEZA UNIVERSAL
El Arte, en su accin, debe imitar a la Naturaleza, solan decir los alquimistas. El modelo de la obra alqumica es la Naturaleza, la cual acude en ayuda del artista, es decir, del alquimista que ha descubierto su modo de obrar y, jugando, termina lo que empez con gran trabajo. La expresin Naturaleza tiene aqu un significado muy concreto; no designa simplemente la generacin espontnea de las cosas, sino una causa o una fuerza unitaria cuya verdadera esencia se reconoce al observar su ritmo universal, que domina de igual modo el mundo exterior y el mundo interior. Puesto que la alquimia occidental utiliza, en general, el lenguaje de la metafsica platnica, hay que recurrir a ste para enterarse del significado que encierra la expresin natura o physis. Sin duda la definicin ms acertada de la Naturaleza la hallamos en Las Enadas, de Plotino (III, 8): Si se preguntara a la Naturaleza por qu realiza sus obras, ella respondera, si se dignara responder, de este modo: Mejor habra sido no preguntar es decir, no indagar con el pensamiento, sino aprender callando, como callo yo; porque no acostumbro hablar (a diferencia del espritu, que se revela con palabras). Pero una cosa has de saber: que todo cuanto es, lo contempla mi silente mirada, una mirada que me es propia desde el principio, pues yo misma procedo de una mirada es decir, la mirada del alma universal que mira al espritu universal como ste mira, al Infinito ; me place mirar, y aquello que en m se mira produce al mismo tiempo el objeto de su mirada. As, los matemticos producen, con su mirada espiritual, figuras. Yo, en cambio, no hago dibujos; slo contemplo, y las formas del mundo material nacen como si brotaran de m... Segn esto, la Naturaleza, en su esencia receptiva, es afn a la materia prima. Y, en efecto, de las tres hiptesis del universo pItnico, ella es la que se halla ms cerca de la materia prima (hyle): por encima de ella est el alma universal (psych) y, sobre sta, el espritu universal (nous), que es el nico que mira al Ser indecible y, mirndolo, trata constantemente de darlo a conocer; debajo de ella est slo la materia prima, la base pasiva de toda manifestacin que, en s, no participa en la creacin y, por tanto, permanece eternamente virgen. Se podra decir de la Naturaleza que es el aspecto maternal de la materia prima, pues ella es la que alumbra, es activa y motriz, en tanto que la materia prima permanece inmvil. Muhyi-d-Dn Ibn 'Arab, el ms grande maestro (ashsheij al-akbar) de la mstica islmica, al que debemos las ms amplias interpretaciones de los principios hermticos, describe la Naturaleza universal (tab'at al-kull) como la parte femenina y materna de la creacin; es el hlito misericordioso de Dios (nafas arrahmn) que da omnmoda existencia a las posibilidades potenciales latentes en el no ser ('udum). Es un hlito misericordioso, porque las posibilidades que han de manifestarse anhelan realmente hacerlo; pero esta fuerza tiene tambin un aspecto sombro y catico, ya que la pluralidad es, intrnsecamente, confusin y alejamiento de Dios.57 La interpretacin que da Ibn'Arab de la Naturaleza universal, al describirla como una fuerza maternal, de origen divino, benvolo y catica a la vez, nos resulta aqu especialmente significativa, ya que tiende un puente hacia la idea hind del shakti, la divina fuerza creadora femenina. De todos modos, a la shakti se refieren ya todos los mtodos tntricos, ms afines a la alquimia, entre los cuales los hindes incluyen tambin la alquimia propiamente dicha. Bajo su advocacin de Kal, shakti es, por un lado, la Naturaleza universal que abraza amorosamente a todos los seres, y, por otro, la fuerza tirnica que los entrega a toda clase de destruccin, a la muerte, a la accin del tiempo y al espacio que separa. A veces se representa de una hermosura soberana y, en ocasiones, con rasgos horrorosos. Su color es oscuro, como su inexplicable esencia. Shakti es tambin maya, el arte divino que imprime en los seres mltiples formas y, precisamente por ello, los aleja de su origen uno e infinito. Esta interpretacin de la divina fuerza creadora procede de una visin totalmente distinta de la que inspira a la teologa escolstica, aunque no la contradice esencialmente, pues el que la
57 Vase traduccin, del autor, de Fuss-al-Hikam, op. Cit.
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existencia es tanto un don divino como, respecto al puro ser, una limitacin, se desprende tambin de la ontologa clsica que enseaban los Padres de la Iglesia. La particularidad de esta interpretacin que nos ocupa, que enlaza la metafsica de un Ibn 'Arab con la doctrina hind de la shakti, consiste en que en estas dos visionnes de la existencia o del ser, tanto el aspecto positivo como el negativo parten de una misma raz, que es la Naturaleza universal, que se muestra al mismo tiempo maternal y terrible. Contrariamerite a la accin personal de Dios, que constituye el autntico objeto de la Teologa, su obra o su accin en el mundo se sita en un plano impersonal, lo cual corresponde al punto de vista especial de la alquimia, que, por tanto, nada tiene de agnstico, por ms que el concepto de la Naturaleza, tal como lo utilizan los filsofos de la Ilustracin, provena, por una lejana analoga derivada de malas interpretaciones, de la natura hermetica. Si sta, por la desacralizacin de la ciencia natural, se convirti en un vago y acomodaticio sustitutivo de Dios, es porque el horizonte teolgico se haba contrado de tal modo, que haca difcil percibir a la vez las dos manifestaciones de Dios: la personal y la impersonal. Respecto a la obra alquimica exterior, la Naturaleza es la fuerza motriz de todas las transmutaciones, la energa potencial de las cosas. En la obra alqumica interior interviene en virtud de esa fuerza primitiva maternal que libera al alma de su existencia estril y quebradiza. As, pues, la Naturaleza es la fuerza del anhelo y del deseo en los hombres y, al mismo tiempo, es algo ms: es la potencia inagotable que desarrolla todos los grmenes ocultos en el ser, ya a favor, ya en contra de los planes del yo, segn ste pueda adaptarse a la fuerza de la Naturaleza o se convierta en su vctima. La Naturaleza es siempre mujer, dame nature, incluso en su aspecto terrorfico de gran dragn que serpentea entre todas las cosas.
La Naturaleza, en forma de mujer y rbol, sale, rejuvenecida, de los alambiques del Sol y de la Luna. Los pjaros con la semilla del oro y la plata. Las direcciones de su vuelo indican la volatilizacin y la solidificacin. Segn el Alchimistischen Manuskript de 1550, de la Biblioteca de la Universidad de Basilea.
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Segn una interpretacin an vigente, la Naturaleza tiene siempre una cualidad imperativa que la distingue de la libre disposicin de la voluntad humana. Esta cualidad la conserva en la alquimia, por lo menos en cierto aspecto, ya que, a partir de una determinada etapa de la obra, este imperativo se convierte en un ritmo csmico que, en vez de ligar, libera; un ritmo que Dante defini como el amor que mueve el Sol y las estrellas. Visto desde un ngulo psicolgico, lo que al comienzo de la obra se mostraba como una fuerza peligrosa y perturbadora, se convierte, a la culminacin del magisterio, en una fuerza creadora, un impulso que eleva la conciencia a esferas superiores. Se trata de una ley que rige todo ascetismo verdadero, distinguindolo del puritanismo, ya que en la obra espiritual no se trata de destruir las fuerzas naturales, sino de convertirlas en cabalgadura del espritu. Lo nico que debe destruirse es la tendencia egosta, la cual pervierte la autntica esencia natural de estas fuerzas que, en s, no son buenas ni malas. En general se habla de sublimacin utilizando una expresin alqumica para designar un proceso psquico que, sin embargo, generalmente, en el plano profano, sin la ayuda de un arte sagrado o de la divina gracia, nunca llega a neutralizar ciertas tensiones. Slo respecto a un arte autnticamente espiritual puede hablarse de una ampliacin csmica de las fuerzas del alma, pues antes, por medio del smbolo tradicional y de su utilizacin adecuada, debe alcanzar al hombre algo csmico o indirectamente divino, para que ste pueda pasar de la arbitrariedad a la verdadera libertad. Bajo esta luz hay que examinar tambin ciertos ejercicios imitativos del ritmo de la Naturaleza, como, por ejemplo, la regulacin de la respiracin sin duda, una prctica conocida de la alquimia, que no es una tcnica autnoma, sino que, slo en determinadas condiciones internas y externas, puede contribuir a la realizacin espiritual. En el mismo captulo se pueden incluir ciertos medios especiales de despertar las fuerzas internas que, a primera vista, pueden parecer discutibles y que son sin duda peligrosos, como la contemplacin de la dame nature en el hermoso cuerpo femenino, mtodo que se observa tanto entre los adeptos de la hermtica como entre los de la tntrica.58 Cabe ahora preguntarse si la habitual diferenciacin entre el desarrollo natural y la accin de la gracia sobrenatural tiene un significado en la contemplacin hermtica, a lo cual habra que responder negativamente, por lo menos en cuanto el efecto de la gracia no puede salirse de la Naturaleza universal y repercute siempre en lo natural. Sin embargo, esta distincin est justificada cuando se contempla un determinado campo de la Naturaleza cuyo imperativo relativo puede ser quebrantado por la intervencin directa e inmediata de la gracia, intervencin que puede compararse con la accin del relmpago. La expresin Naturaleza abarca, pues, en cada caso, un campo de realidad ms o menos dilatado. En un texto alqumico annimo, titulado Purissima Revelatio59, la Naturaleza es denominada libro, en el que slo pueden leer los que han sido iluminados por Dios, y tambin se la compara con un frondoso bosque en el que muchos penetraron para arrebatarle los sagrados secretos. Pero fueron devorados porque no posean las armas luminosas, o sea, las nicas que pueden vencer al terrible dragn que guarda el vellocino de oro. Y los que no murieron, tuvieron que regresar despavoridos y abochornados. La Naturaleza es tambin el mar inmenso al que salieron los argonautas. Ay de los marineros que no conocen nuestro arte! Porque quizs hayan de navegar toda la vida sin arribar a puerto. No encontrarn cobijo de las terribles tempestades; quemados por el sol y ateridos por los helados vientos, perecern sin remedio si no impetran la ayuda del Altsimo y Todopoderoso Seor... Porque no a todos les es dado desembarcar en la otra orilla de la Clquida... Slo los argonautas sabios que observan con rigor las leyes de la Naturaleza y se someten por entero a la voluntad de Dios pueden lograr el preciado vellocino de oro que les entregar Medea, esa representacin de la Naturaleza, desobedeciendo las rdenes de su sombro padre y con gran enojo del sorprendido dragn... Medea es la imagen del lado oscuro de la Naturaleza. Porque la Naturaleza universal tiene, como maya, dos vertientes o movimientos: uno que, partiendo del centro espiritual, pugna por abrirse a la pluralidad y que en los hombres est ligado a la pasin, y otro que, partiendo de la pluralidad, retorna al centro espiritual. El primero se compara aqu con Medea, la hechicera, y el segundo, con Sofa, la sabidura. En su relacin con la
58 Vase Maurice Aniane, Notes sur l'Alchimie, yoga cosmologique de la Chrtient mdivale, en Yoga, Science de lHomme intgral, Ed, Cahiers du Sud, Pars, 1953, y J. Evola, Metafsica del Sesso, Ed. Atanor, Roma, 1058. 59 Traducido al francs por Robert Buchre en Le Voile dI'sis, ao 1921, pg. 183, Pars.
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voluntad activa del hombre, ambas son femeninas, son su amante o su novia: ...Pero, ay del que, como Jasn, triunfe gracias a la ayuda de Medea, y, dejndose seducir por su peligrosa conquista, se entregue a la Naturaleza, esa gran hechicera, en vez de permanecer fiel a su novia, la sabidura! Dichoso, por el contrario, el que, prometido a la sabidura, puede seducir sin peligro a la terrible hechicera Naturaleza para descubrir los secretos que ella no ha de poder ocultarle, y volver a casa dueo del vellocino de oro y fiel a su pura prometida... Igual que los mtodos tntricos, la obra alqumica despierta una terrible fuerza de la Naturaleza, que puede corromper a los intrusos y a los ignorantes, pero que puede elevar a los sabios al poder espiritual. Esta fuerza mora en el hombre, pero su nombre indica que no est aislada, limitada al individuo, sino que es parte o aspecto de un ritmo impersonal e infinito y ste es, sin duda, el nico significado que, en la expresin Naturaleza, se conserva sin falsear.
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En el alma, el azufre es lo que denota el ser o el espritu, mientras que el mercurio representa, en cierto modo, el alma misma en su papel receptivo y pasivo. Segn Muhyi-d-Dn Ibn 'Arab, que recoge siempre los significados ms sublimes, el azufre corresponde al mandato divino, es decir, al fat lux mediante el cual el caos se convierte en cosmos, en tanto que el mercurio, su oponente pasivo, representa a la Naturaleza universal61. Si bien dentro del campo en el que opera la alquimia ambas causas se presentan como fuerzas ms o menos relativas, bueno ser no perder de vista sus motivos finales, pues slo as se entiende, por ejemplo, en qu aspecto representa el azufre la voluntad espiritual, y el mercurio, en cambio, la facultad plstica del alma. En primer lugar, y atenindonos a su significado psicolgico general, la voluntad espiritual parte de un ideal y a l trata de amoldar el alma; pero en la esencia original de su
60 Lo cual no tiene slo un significado psicolgico, sino tambin, y principalmente, ontolgico. 61 Futht al-Mekkiyah.
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ser, que slo en el marco de un arte espiritual tradicional puede descubrirse, es un impulso espiritual que parte del centro del ser, un acto espiritual que desborda el pensamiento y que en el plano psquico acta de dos maneras: profundizando y ensanchando la sensacin del ser y clarificando y consolidando el contenido esencial de la conciencia. Por tanto, la capacidad plstica del alma que responde al acto original del espritu no es slo la imaginacin pasiva que capta y desarrolla formas, sino una potencia del alma que va trascendiendo gradualmente de los lmites del individualismo ligado al cuerpo. El azufre, la fuerza de origen masculino, y el mercurio, la fuerza de origen femenina, pugnan por completar su arquetipo nico y eterno, y sta es al mismo tiempo la razn de su antagonismo y de su mutua atraccin, del mismo modo que las naturalezas masculina y femenina buscan la plenitud de la condicin humana y, por tanto, se repelen y se atraen a la vez. Por medio de su unin corporal, ambos tratan de reproducir la imagen de su eterno arquetipo comn. Esto es el matrimonio del hombre y la mujer, del azufre y el mercurio, del espritu y el alma. En el reino mineral, de la perfecta unin de ambas causas procreadoras nace el oro. ste es el nico y verdadero objetivo de la generacin metalrgica; cualquier otro metal es slo un aborto, un oro fallido, y la obra alqumica as considerada no es ms que una ayuda en el alumbramiento, una ayuda que el Arte presta a la Naturaleza para que sta pueda terminar el fruto cuya maduracin fue impedida por determinadas circunstancias temporales62. En esto pueden descubrirse dos significados: uno, mineral, y otro, microcsmico. Muhyi-d-Din Ibn 'Arabi define al oro como smbolo del estado de inocencia original del alma (al-fitrah), la forma bajo la cual se cre el alma humana al principio; segn el concepto islmico, el alma de los nios se aproxima inconscientemente a este estado adnico, hasta que los errores que les inculcan los adultos los alejan nuevamente de l63. A este estado de inocencia pertenece el equilibrio interior de las fuerzas, que se manifiesta en la consistencia del oro. Segn un concepto cosmolgico muy extendido, citado ya por Aristteles, la Naturaleza est representada por cuatro propiedades, que se manifiestan en el campo fsico como fro, calor, humedad y sequedad. El calor y la sequedad corresponden al azufre, y el fro y la humedad, al mercurio. Por tanto, las dos primeras propiedades tienen carcter masculino, eminentemente activo, mientras que las dos ltimas, por el contrario, son de signo femenino y pasivo. Esto se comprende mejor si se equipara el calor con la expansin; el fro, con la contraccin; la humedad, con la disolucin, y la sequedad, con la coagulacin. El calor o fuerza expansiva del azufre provoca el crecimiento de una forma y accin de la Naturaleza que est ntimamente ligada a la vida. La sequedad del azufre fija la forma en el plano de su materia, por lo cual, de manera pasiva y ligada a la materia, imita la inmutabilidad de su arquetipo; la fuerza expansiva del azufre es, digamos, el aspecto dinmico y, por tanto, relativamente pasivo del acto esencial, y la fijacin es el aspecto invertido o inferior de la consistencia del ser (el acto puro es inmvil y la verdadera esencia, activa). El fro, o fuerza astringente del mercurio, complementa la accin fijadora del azufre al abarcar y sostener exteriormente las formas como una matriz csmica64. Pero el carcter hmedo y disolvente del mercurio representa la ductilidad femenina, que, como el agua, puede adquirir todas las formas sin que se altere por ello esencialmente. Las cuatro propiedades naturales o maneras de operar asociadas, respectivamente, con el azufre y el mercurio, pueden, segn el ciclo de las cristalizaciones y disoluciones, alearse diversamente entre s. Slo se produce la generacin cuando las propiedades del azufre y las del mercurio se compenetran en forma mutua. Si la sequedad del azufre se une exclusivamente al fro del mercurio, de manera que la fijacin y la contraccin se acumulen sin que el calor expansivo del
62 Los ltimos descubrimientos sobre la fisin del tomo parecen confirmar que los metales cualitativamente ms bajos son tambin los ms blandos y porosos y, por consiguiente, los que se desintegran con mayor facilidad; el uranio equivale al plomo. 63 No debe confundirse esta doctrina con la opinin de J.J.Rousseau, segn la cual, el hombre es esencialmente bueno; la inconsciente repeticin del estado original en el nio no excluye las predisposiciones negativas ni las taras hereditarias. 64 Sobre la fuerza astringente del mercurio, vase: Ren Gunon, La Grande Triade, Ed. de la Revue de la Table Ronde, Pars, 1946; cap. Soufre, Mercure et Sel.
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azufre y la humedad resolutiva del mercurio neutralicen la combinacin, se produce una congelacin de todo el organismo psquico o corporal; en el plano vital es la congelacin de la vejez, y en el de la tica, la codicia; de modo ms general y profundo a la vez, es la limitacin de la conciencia individual a s misma, el estado de muerte del alma que no ha conservado su receptividad ni su vitalidad originales para con el espritu ni para con el mundo de los sentidos. Por el contrario, una asociacin exclusiva de las propiedades calor-humedad, o expansin-disolucin, determina la volatilizacin de las fuerzas; equivale al estado de la pasin disolvente, el vicio y la dispersin del espritu. Es significativo que ambos desequilibrios acostumbren revelarse al mismo tiempo. Y es que uno engendra al otro: la congelacin de las potencias del alma conduce a la dispersin, y el fuego de una pasin desenfrenada causa la muerte interior; el alma que es avara consigo misma y se cierra al espritu ser arrastrada por el torbellino de impresiones disolventes. El equilibrio creador se consigue cuando la fuerza expansiva del azufre y la fuerza astringente del mercurio mantienen la balanza en el fiel, al tiempo que la fuerza fijadora del elemento masculino enlaza fructferamente con la facultad resolutiva del femenino. ste es el verdadero matrimonio de ambos polos, representado por diferentes signos, entre otros, el de los dos tringulos entrelazados del sello salomnico Y, es decir, el mismo signo que representa la sntesis de los cuatro elementos. Las aplicaciones de la ley descrita son, en realidad, ilimitadas; aqu citaremos slo algunas consecuencias psicolgicas y vitales; sealemos tambin, de paso, que la medicina tradicional se funda en los mismos principios, y en ella los cuatro elementos representan los cuatro humores vitales.65 El alma, en la plenitud que alcanza gracias a la obra hermtica, es dominada por las dos fuerzas primordiales del azufre y el mercurio, que, en el estado catico del alma que an no ha despertado, se encuentran en estado latente, como el fuego en el pedernal y el agua en el hielo. Al despertar, se manifiestan en primer lugar a su oponente con una fuerte tensin, tensin que las hace crecer una en direccin a la otra y, a medida que van liberndose, se compenetran, ya que estn predestinadas la una para la otra, como el hombre y la mujer. A estas dos etapas de su desarrollo se refieren las dos primeras frases de la frmula hermtica: La Naturaleza se recrea en la Naturaleza; la Naturaleza contiene a la Naturaleza y la Naturaleza puede dominar a la Naturaleza. La ltima frase significa que ambas fuerzas, despus de crecer hasta el punto de que una puede envolver a la otra, se unen en un plano superior, de manera que su antagonismo, que antes haba ligado al alma, se convierte en una fructfera reciprocidad mediante la cual el alma puede alcanzar pleno poder sobre el mundo de las formas y corrientes psquicas. De este modo, la Naturaleza, como fuerza liberadora, domina a la Naturaleza como tirana y opresin. Si se representa simblicamente la inmutable accin divina que ordena el mundo en forma de un eje esttico y vertical, el curso de Naturaleza es entonces una espiral que se enrosca en torno a aquel eje, de manera que con cada vuelta realiza una etapa o un plano de la existencia. Es el smbolo antiqusimo de la serpiente o el dragn que se enrosca en torno al eje o al rbol del Universo.66 Casi todos los smbolos de la Naturaleza se basan en la espiral o en el crculo. El ritmo de ese constante arrollar y desarrollar de la Naturaleza, el del solvet et coagula alqumico, se representa por medio de la doble espiral, esquema que aparece asimismo en los dibujos zoomorfos de la shakti. Con esto se relaciona tambin la figura de las dos serpientes o los dos dragones que se enroscan en direcciones opuestas en torno a una vara y que representan las dos fases antagnicas de la Naturaleza o las dos fuerzas primordiales67. ste es el legado ancestral de las imgenes de la Naturaleza en el que se han inspirado, adems de la alquimia, ciertas tradiciones orientales, en especial, la tntrica. Digamos, de paso, que el empleo de la serpiente o del dragn para representar una fuerza csmica se halla extendido por toda la Tierra, aunque de modo especial designa aquellas artes tradicionales que, como la alquimia, se refieren al mundo anmico; un reptil avanza sin patas y
65 El aire representa el componente roio de la sangre; el fuego, la bilis; el agua, la mucosidad, y la tierra, la atrabilis. Los cuatro humores estn contenidos en la sangre. 66 Vase Ren Gunon, Le Symbolisme de la Croix. 67 Vase Ren Gunon, op. cit.
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mediante un movimiento acompasado de todo su cuerpo, de manera que representa la materializacin de una vibracin espiritual; adems, su esencia es al mismo tiempo gnea y fra, consciente y elemental. Esta similitud es autntica, y la mayor parte de las antiguas civilizaciones, si no todas, han considerado a la serpiente como portadora de poderes psquicos o espirituales; no hay ms que recordar a la serpiente guardiana de las tumbas en la Antigedad oriental e incluso en la occidental.
Las siete Shakras o centros de fuerza en el cuerpo del hombre, con las dos corrientes de fuerza, Ida y Pingala, que circulan en torno al eje central. Representacin tntrica segn la obra de Arthur Avalon The Serpent Power. El dibujo, en forma de hoja, del crneo, representa la Shakra suprema, el loto de los mil ptalos.
En el llamado laya-yoga, que pertenece a los mtodos tntricos y cuyo nombre significa la unin (yoga) que se alcanza mediante la solucin (laya), se compara el desarrollo de la shakti dentro del microcosmos humano con el despertar de una serpiente (Kundalini) que hasta entonces haba dormido enroscada en el centro espiritual llamado Mldhra; segn cierta relacin entre el orden espiritual y el corporal, este centro se sita en el extremo inferior de la columna vertebral. Con ciertos ejercicios de concentracin espiritual se consigue despertar a Kundalini, que empieza a subir en torno al eje espiritual del hombre, desarrollando estados de conciencia cada vez ms elevados y ms amplios hasta que, finalmente, al alcanzar su plenitud, lo restituye al espritu eterno68. En este esquema, que no debe interpretarse literalmente, sino como una descripcin simblica, aunque consecuente, de procesos internos, se reconoce la imagen de la Naturaleza, o de la shakti, que gira en torno al eje del mundo. El que la fuerza que se desarrolla proceda de abajo se debe a que la potencia, igual que la materia prima en su aspecto pasivo, constituye el fundamento del cosmos y no su cima. Tambin en la tradicin hermtica se representa a la Naturaleza universal en estado latente en forma de un reptil enroscado: es el dragn de Uroboro, que se muerde la cola. Por el contrario, la Naturaleza activa se representa con las dos serpientes o dragones, que, como puede verse en la figura de la varilla de Hermes, o caduceo, se enroscan en direcciones opuestas en torno a un eje: el eje del mundo o el eje del hombre. Esta duplicacin de las serpientes
68 Vase Arthur Avalon, The Serpent Power, Madrs, 1931.
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primitivas tiene tambin su contrapartida en el laya-yoga, pues Kundalin se divide, a su vez, en dos fuerzas espirituales, Ida y Pingala, que se enroscan en sentidos opuestos en torno al Merudanda, la prolongacin del eje del mundo, a escala microcsmica. En la figura de arriba, escindida en dos, la shakti se representa al principio de la obra espiritual, y Kundalin despierta de su sueo y empieza a enderezarse slo mediante la activacin alternativa de ambas fuerzas por efecto de una concentracin que descansa en la respiracin. Cuando Kundalin alcanza el umbral ms alto de la conciencia individual, ambas fuerzas antagnicas se diluyen en ella.
Lmina 5. REPRESENTACIN SIMBLICA DE LA OBRA ALQUMICA. El dragn del caos o de la naturaleza indmita descansa sobre el rbol de la materia prima psquica, que hunde sus races en el reino terrenal de la materia prima csmica. Los siete soles corresponden a los siete metales, los siete planetas y las siete fases de la obra. Del Sol que vemos en el centro del dibujo parten dos rayos, que representan la fuerza masculina y la fuerza femenina. Entre ellos, planea el guila bicfala del mercurio andrgino; es negra, blanca, amarilla y roja, por lo que rene los cuatro colores principales de la obra. En cierto modo, el dragn es la forma inicial del mercurio, y el guila, su forma definitiva. Del manuscrito alqumico Ms. 428 de la Biblioteca Vadiana de St. Gallen.
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Para la alquimia, las dos fuerzas representadas por las serpientes o los dragones son el azufre y el mercurio. Su modelo a escala macrocsmica son las dos espirales, ascendente la una y descendente la otra, que describen la trayectoria solar y estn polarizadas, respectivamente, en el solsticio de invierno y en el solsticio de verano69. Es evidente la relacin entre el simbolismo tntrico y el hermtico: de las dos fuerzas, Pingala e Ida, que se entrelazan en torno a Merudanda, la primera recibe los atributos de seca y caliente, est sealada por el color rojo y, como el azufre alqumico, se equipara con el Sol, mientras que la segunda, Ida, como el mercurio, se considera fra y hmeda y, por su palidez plateada, armoniza con la Luna.
69 Vase Julius Schwabe, op. cit.
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Lmina 6. Aquila VOLANS et bufo gradicus sup. Terra est magisterium. El guila que levanta el vuelo representa la parte espiritual liberada de la materia alqumica; el sapo, su sedimento oscuro, pero frtil. La Luna en cuarto creciente representa las almas purificadas, mientras que la serpiente anudada es la imagen de la fuerza latente de la Naturaleza. Del manuscrito Egerton 845 del Museo Britnico; siglos XV-XVI.
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Nicols Flamel, en su obra De las figuras jeroglficas, escribe acerca de la mutua relacin que existe entre el azufre y el mercurio: ...Se trata de las dos serpientes enroscadas en torno al caduceo, la vara de Mercurio, por medio de las cuales ejerce l su gran poder y se transforma segn su deseo. El que mate a una dice Haly70, mata tambin a la otra, pues cada una de ellas slo puede morir con su hermana (mediante la muerte, ambas pasan a otro estado)... Una vez metidas ambas en el recipiente de la tumba (es decir, en el recipiente interior hermticamente cerrado"), empiezan a morderse de una manera terrible y, por su gran veneno y su furor delirante, desde el momento en que se acometen ya no se sueltan a no ser que el fro las inmovilice, hasta que, por su violenta ponzoa y sus mortales heridas, quedan baadas en sangre (porque, mientras la Naturaleza se encuentra an "indmita", el antagonismo de ambas fuerzas se manifiesta de manera destructiva y "venenosa"), se matan mutuamente y se ahogan en su propio veneno, al que, despus de muertas, convertirn en agua viva y consistente (al unirse en un plano ms elevado), una vez hayan perdido su primitiva forma natural mediante la descomposicin y putrefaccin, para tomar una forma nueva, nica, ms noble y mejor...71 Este smil completa la leyenda hermtica de la vara de Hermes: Hermes, o Mercurio, golpe con su vara a dos serpientes que se peleaban, y stas, amansadas, se enroscaron en torno a la vara y le otorgaron el tergico poder de ligar y disolver. Esto representa la conversin del caos en el cosmos, de la discordia en la concordia, por efecto de un acto espiritual que separa y une a la vez.
70 Probablemente, el nombre rabe 'Al. 71 Lo amorfo es lo contrario de lo ultraforme, lo que est ms all de la forma. Esto no carece de forma, la posee esencialmente, aunque sin estar limitado por ella. Por tanto, el puro espritu slo puede realizarse a travs de la forma perfecta.
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Forma romnica del caduceo del prtico principal de la iglesia de San Miguel en Pava.
En la tradicin juda hallamos el equivalente de la vara de Hermes, as como del smbolo hind del Brahma-danda72, en el cayado de Moiss que se convierte en serpiente. En la mstica islmica, el cayado de Moiss que, por mandato de Dios, se convirti en serpiente y luego, cuando Moiss lo tom, volvi a transformarse en cayado, se compara con el alma dominada por las pasiones (nafs) que, por influjo del Espritu divino, puede convertirse en una fuerza milagrosa. Y como encierra un poder espiritual, el cayado de Moiss convertido en serpiente puede vencer a las serpientes creadas por los hechiceros egipcios, que slo poseen una fuerza mgica, o sea, psquica; porque el espritu vence a la psiquis73. Esta exgesis de la historia del cayado de Moiss, que se relata en el Corn, recuerda la diferenciacin hind entre Vidya-Maya, la Naturaleza universal en su aspecto luminoso, y Avidya-Maya, la Naturaleza universal como poder del engao. Y en esta diferenciacin se halla tambin el significado ms profundo del adagio hermtico: La Naturaleza puede dominar a la Naturaleza. Observada desde el punto de vista alqumico, la conversin del cayado de Moiss en serpiente y su posterior reconversin representa el solve et coagula de la obra mayor. El arte medieval de Occidente conoca una representacin de la vara de Hermes que recuerda el smil de Flamel. La figura de las dos serpientes o los dos dragones que se enroscan y se muerden mutuamente estaba ya muy difundida en el arte antiguo irlands y anglosajn. En la imaginera romnica aparece con tanta frecuencia y desempea un papel tan destacado en la ornamentacin de las construcciones sagradas74, que uno se siente inclinado a ver en ello algo as como la firma de ciertas escuelas cristiano-hermticas.
72 Vase Ren Gunon, op. cit. 73 Vase traduccin, del autor, de Fuss al-Hikam, captulo sobre Moiss. 74 Este motivo aparece en casi todas las iglesias romnicas.
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Por cierto que el mismo motivo se asocia tambin al smbolo del nudo cuyo significado cosmolgico radica en que las dos cuerdas anudadas se unen tanto ms estrechamente cuanto ms se tira de ellas para separarlas, lo cual, entre otras cosas, sugiere tambin la mutua neutralizacin de las fuerzas en el estado de caos.75 A veces, uno de los dos reptiles que representan el azufre y el mercurio es alado, y el otro, ptero; o en lugar de dos reptiles, luchan entre s un len y un dragn. La ausencia de las alas sugiere siempre el carcter slido del azufre, mientras que el animal alado, ya sea dragn, grifo o guila, representa al voltil mercurio76. El len que vence al dragn equivale al azufre que cristaliza, fija el mercurio; un len alado o un grifo leonino pueden representar la unin de ambas
75 De aqu el papel que desempea el nudo en la magia. 76 Vase Senior Zadith, Turba Philosophorum; Bibl. des Phil. Chim.
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fuerzas y tienen el mismo significado que la imagen del andrgino, en el que se unen ambos sexos. Finalmente, el dragn puede representar por s solo todas las etapas de la obra, segn aparezca: con patas, con aletas, con alas o sin ninguno de estos apndices; puede habitar en el agua, en la tierra o en el aire y, en forma de salamandra, incluso en el fuego. El smbolo alqumico del dragn se aproxima, pues, al smbolo oriental del dragn del Universo, que vive primero en el agua en forma de pez, para elevarse luego al cielo como animal alado. Recuerda tambin el mito azteca de Quetzalcatl, la serpiente emplumada que se mueve, sucesivamente, bajo tierra, en la superficie y en el aire. Exponemos todas estas afinidades para demostrar que en la alquimia, se refleja, dentro de ciertos lmites, una sabidura cosmolgica de alcance universal.
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77 Vase Paul Coze, L'Oiseau Tonnerre, Pars-Ginebra, 1938. Segn Averroes, quien, a su vez, cita a Galeno, el espritu vital es una sustancia pura que se encuentra en el espacio sideral y que, mediante un proceso parecido a la respiracin, es asimilada y convertida en vida en el corazn.
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Cristo, vestido de guila bicfala del mercurio, nace de la Virgen, materia prima. Segn un manuscrito alqumico del siglo XVI. Vadiana. St. Gallen.
Al tratar de comprobar, a la luz de las descripciones alqumicas, qu se designa exactamente con el mercurio y si pertenece al reino corporal o al psquico; si tiene un alcance meramente subjetivo o bien csmico, se puede perder la brjula con facilidad si no se tiene en cuenta que es peculiar en la alquimia y en otros mtodos anlogos abordar lo psquico desde su punto de apoyo material, y lo universal, desde sus indicios concretos. En el plano corporal, el mercurio est en la sangre y en el semen. En un plano algo superior, intermedio entre el cuerpo y el alma, se halla en el corazn y en la respiracin. Esta viene a ser la portadora de la sustancia psquica; su ritmo es la representacin de la condensacin de esta sustancia en el campo de fuerza de la conciencia individual y su repetida disolucin en el Todo. Y, a su vez, esta sustancia psquica es portadora de una realidad espiritual. Segn el maestro chino Ko Ch'ang-Kng78, que incorpor la alquimia al budismo Dhyna, el efecto del mercurio puede interpretarse de tres maneras: segn la primera de ellas, el mercurio es el corazn que, por medio de la meditacin (dhyna), se licua, y por obra de la chispa del espritu, se inflama, mientras que el plomo que se trata de transmutar representa el cuerpo. De acuerdo con la segunda interpretacin, el mercurio es el alma, y el plomo, el hlito, y, segn la tercera, el mercurio es la sangre, y el plomo, el semen. En cada caso, el mercurio desempea el papel del elemento disolvente y vivificador. En ltimo trmino, es la sustancia que fluye en todas las formas psquicas y del pensamiento. Los alquimistas hindes llaman al mercurio semen de Shiva. Shiva
78 Vase Mircea Eliade, Forgerons et Alchimistes, captulo sobre la alquimia china.
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es el dios que realiza toda transmutacin.79 Tal vez se pregunte el lector cmo puede averiguarse lo que en la alquimia interior hay de realidad y lo que es slo pura imaginacin. El criterio est en la realizacin alqumica misma, que, a fin de cuentas, no aade contenido a la conciencia humana, sino que revela la propia sustancia de sta, que existe ya con anterioridad a todas las experiencias. A falta de mejor expresin, podramos definirlo tambin como un descubrimiento del ser, y el ser no es objetivo ni subjetivo, sino que abarca ambos conceptos y est por encima de ellos. El conocimiento del ser es necesariamente tambin conocimiento de la unidad, pues unum et esse converguntur. El mercurio es, en principio, slo una manifestacin de la materia prima; pero, en definitiva, es esta misma. En el libro de fra Marcantonio sobre La luz que surge de las tinieblas, se dice: ...mas yo s muy bien que vuestro mercurio secreto no es otra cosa sino un espritu vivo, ubicuo e innato que, con el aspecto de un vapor gaseoso [de un influjo espiritual], baja continuamente del Cielo a la Tierra [y a los hombres de la Tierra] para impregnar su cuerpo poroso y que luego nace entre los azufres impuros [las materias corporales] para pasar de naturaleza voltil a slida y tomar la forma de la humedad radical (humiditas radicalis)....80 El azufre tiene dos aspectos que aparentemente se contradicen: como causa que da forma, determina primero la cristalizacin de la materia o cuerpo que se ha de transformar y, por tanto, tambin su fragilidad y su dureza; as, se muestra como un obstculo a la purificacin, y mientras no se diluye por completo la cristalizacin de la materia, no se manifiesta el azufre como la causa creadora de la nueva forma noble. La disolucin es provocada por el mercurio; por tanto, al principio, ste acta contra el azufre, al arrebatarle la materia, para ofrecerse despus a l como materia nueva ilimitadamente dctil. Desde el punto de vista psicolgico, ocurre lo mismo que cuando la atraccin de la naturaleza femenina descongela a la masculina, al tiempo que, por la tensin que se establece entre ambos polos, hace surgir su verdadera fuerza masculina activa. Existe un mtodo tntrico que realiza este proceso alqumico aumentando al mximo la atraccin natural entre hombre y mujer y transfirindola despus al plano espiritual, al modo en que lo hacan los fedeli dAmore, entre los que figuraba Dante.81 En El matrimonio qumico de Christian Rosenkreutz, de Juan Valentn Andreae, vemos el siguiente ejemplo: Un hermoso unicornio, blanco como la nieve, con un collar de oro, se acerca a beber a una fuente e hinca las patas delanteras como si quisiera adorar al len que est sobre la fuente. El len, que, al principio, por su inmovilidad, pareca de piedra, coge entonces la espada que sostena bajo las garras y la parte por la mitad, los dos pedazos caen en la fuente. Luego ruge sin cesar hasta que una paloma blanca vuela hacia l con una rama de olivo y se la da; el len se traga la rama y calla. El unicornio vuelve a su sitio saltando alegremente. El unicornio blanco, animal lunar, es el mercurio en estado puro. El len es el azufre, que, al principio, como forma esencial del cuerpo, parece yerto como una estatua. El homenaje del unicornio le hace despertar y empieza a rugir; su voz es su fuerza creadora: segn el Physiologus, el len hace despertar a la vida, con su rugido, a los cachorros nacidos muertos. Rompe la espada del entendimiento, y sus pedazos caen en la fuente y se diluyen en ella. No cesa de rugir hasta que la paloma del Espritu Santo pone en sus fauces la rama de olivo del conocimiento divino. En cierto modo, el azufre congelado es el entendimiento; ste contiene el oro del espritu en potencia. Tiene que diluirse en el mercurio para que pueda convertirse en el fermento de vida capaz de transmutar otros metales, es decir, debe ser liberado de la limitacin que le impone el pensamiento, para que pueda hacerse directamente activo.
79 Vase Mircea Eliade, op. cit., captulo sobre la alquimia hind. 80 Bibl. des Phil. Chim. 81 Vase Julius Evola, Metafsica del Sesso.
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Lmina 7. CASAMIENTO DEL AZUFRE Y EL MERCURIO EN EL RECIPIENTE HERMTICO. Del mismo manuscrito Egerton 845 del Museo Britnico.
La fuerza disolutiva y disgregadora del mercurio tiene tambin un aspecto terrible: es el dragn venenoso que lo devora todo, el agua que da escalofros y el presentimiento de la muerte. Artefio escribe: Todo el secreto... consiste en que sabemos extraer del cuerpo de la magnesia el mercurio que no arde... es decir, debe extraerse de ella un agua viva incombustible y hacerla cristalizar con el cuerpo perfecto del Sol, que se diluye en esta agua hasta convertirse en una
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materia cremosa y blanca. Pero antes, el Sol, por efecto de la putrefaccin y descomposicin que experimenta en esta agua, perder su brillo y quedar opaco y negro...82 Sin embargo, por otra parte, el mercurio es el agua de vida (aqua vitae) y la fuente en la que deben baarse Sol y Luna, espritu y alma, para rejuvenecerse. Todo esto se dice tambin de la materia prima, pues el mercurio es su manifestacin psquica ms directa, de manera que a ste puede aplicrsele todos los nombres que se dan a aqulla. Sinesio escribe: ...Dejad, pues, lo mezclado y tomad lo simple, pues esto es la quintaesencia de lo otro. Pensad que tenemos dos cuerpos perfectos [oro y plata, espritu y alma, corazn y cerebro] llenos de mercurio, extraed de ellos nuestro mercurio, pues con l haris la medicina que se llama quintaesencia, ya que tiene un poder duradero y siempre triunfante. Es una luz viva que ilumina al alma que la ha visto. Es el nudo y el enlace de todos los elementos contenidos en ella, del mismo modo que es el espritu que nutre y vivifica todas las cosas y a cuyo travs acta la Naturaleza en el Universo. Es la fuerza, el principio, el medio y el fin de la obra. Y, para decrtelo todo en pocas palabras, piensa, hijo mo, que la quintaesencia y la virtud oculta de nuestra piedra no es ms que nuestra alma viscosa [es decir, que a todo se adhiere), gloriosa y celestial, a la que, por medio de nuestro magisterio, se extrae de su yacimiento [el cuerpo o el hombre], que es lo nico que la produce, pues no est en nuestro poder fabricar artificialmente esta agua, ya que slo la Naturaleza puede producirla. Esta agua es tambin el vinagre fuerte que hace del cuerpo del oro un espritu puro. Yo te aconsejo, hijo mo, que rehyas las dems cosas, que son vanas, y pienses slo en esta agua que quema, blanquea, disuelve y congela. Slo ella hace fermentar y germinar...83
Lmina 8a. LUCHA ENTRE LAS DOS FUERZAS PRIMARIAS. La masculina tiene al Sol por cabeza y monta en el len del azufre; la femenina tiene a la Luna por cabeza y monta en el grifo del mercurio. Los dibujos de los escudos estn intercambiados: en el escudo de la fuerza solar est representada la Luna, y en el de la fuerza lunar, el Sol. Del manuscrito alqumico Rh. 172 de la coleccin grfica de la Bib1ioteca Central de Zurich.
82 Bibl. des Phil. Chim. 83 Bibl. des Phil. Chim.
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Lmina 8b. REPRESENTACIN DE LA OBRA ALQUMICA. Primeramente se amasa la materia en la artesa, como si fuera pasta de pan, y luego se cuece en el recipiente hermtico. El dragn que se muerde la cola representa la fuerza natural, reprimida y latente; el guila es el espritu que est liberndose; sobre su cabeza est posado el cuervo de la mortificacin. Del mismo manuscrito.
Dado que el mercurio es el medio y punto de partida de toda la obra alqumica, a veces el azufre y el mercurio se designan como mercurio doble o andrgino. Cuando la naturaleza del azufre logra desarrollarse en el mercurio, ste se representa con el signo 2, en el que la media luna es sustituida por los cuernos del ardiente Aries. Entonces es el agua de fuego y el fuego que no quema. Como ya hemos dicho, de la perfecta unin del azufre y el mercurio se obtiene el oro vivo. Sin embargo, en otro aspecto, cada metal consiste en tres componentes: azufre, mercurio y sal. Doquiera haya metal, hay azufre, mercurio y sal... alma, espritu y cuerpo, dice Basilio Valentino. Por consiguiente, estas tres fuerzas o causas constituyen, en conjunto, la naturaleza del metal o del hombre. Hasta cierto punto, la sal es el elemento esttico y, por tanto, neutral de la trada. En el hombre, la sal no es simplemente el cuerpo en su figura externa y visible, sino su forma psquica y, como tal, tiene un doble aspecto: por un lado, limita, y por el otro, simboliza. El azufre determina la calcinacin; el mercurio, la evaporacin; la sal es la ceniza que queda y que sirve para retener el espritu voltil. No slo en la alquimia, sino tambin en los ms diversos mtodos contemplativos de Oriente y de Occidente, la conciencia corporal purificada desempea el papel de fixativum, punto de apoyo y sujecin de un estado ms elevado del espritu que, por su extensin y profundidad, no se deja aprehender por el pensamiento. Que el cuerpo, una vez limpio de todas las fiebres de la pasin, pueda servir de punto de apoyo para un estado contemplativo es algo que se desprende tanto de su carcter relativamente esttico, pues soporta con firmeza la incesante corriente de los fenmenos psquicos, como de su condicin de punto de interseccin objetivo entre el microcosmos humano y el macrocosmos, en contraposicin al contenido meramente subjetivo de la conciencia. l es, en cierto modo, la imagen del Universo claramente perfilada, palpable y ms simple, es lo ms bajo que sirve de contrapunto a lo ms alto, segn reza la ley de la Tabla Esmeraldina.
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El andrgino hermtico, Rey y Reina a la vez, entre el rbol del Sol y el rbol de la Luna y sobre el dragn de la Naturaleza. Tiene alas y lleva en la mano derecha una serpiente enroscada, y en la izquierda, un cliz con tres serpientes. La mitad masculina viste de rojo, y la femenina, de blanco. Del manuscrito de Michael Cochem (hacia 1530) que se conserva en la Biblioteca Vadiana de St. Gallen.
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Aunque en esta imagen las dos fuerzas o polos de la naturaleza humana, es decir, el azufre y el mercurio de la obra alqumica interior, se colocan a la misma altura, entre una y otra existe una diferencia de jerarqua, como la que hay entre la mano derecha y la izquierda, de manera que puede considerarse el polo masculino superior al femenino; y, en efecto, el azufre, en su calidad de polo masculino, desempea, respecto al mercurio, polo femenino, un papel semejante al del espritu en su accin sobre toda el alma. Puesto que corresponde al lado masculino del alma todo el conocimiento activo y al femenino todo el ser pasivo, en cierto modo puede atribuirse al polo masculino la conciencia que est dominada por el pensamiento y, de consiguiente, bien delimitada, mientras que todas las fuerzas y facultades instintivas ligadas a la vida en s aparecen como expresin del polo femenino. Esto nos lleva a la distincin que hace la moderna Psicologa entre consciente e inconsciente. Por tanto, sera fcil caer en la tentacin de interpretar el casamiento qumico la expresin es de Valentn Andreae como una simple integracin de fuerzas psquicas inconscientes en la conciencia individual a la que se refiere la llamada Psicologa profunda. Para determinar hasta qu punto es correcta esta interpretacin y dnde debe rectificarse, es preciso tener en cuenta la triple relacin que representbamos antes por medio de la figura de la T invertida; la verdadera unin de las dos fuerzas del alma slo puede consumarse en el punto en que el espritu trascendente, el rayo de luz de Dios, incide en su plano comn. Pero esto significa que lo que el hombre siente como su propio yo nunca puede ser el eje de una verdadera integracin, pues este yo que la Psicologa moderna considera como el verdadero ncleo de la personalidad es, segn todas las tradiciones espirituales, precisamente el muro que separa la conciencia de la luz del espritu puro, que impide que sta llegue hasta ella. Por consiguiente, el matrimonio qumico no es una individualizacin, si por ello se entiende un proceso mediante el cual el yo estampa en una serie de impulsos colectivos su forma peculiar y, por tanto, limitada tanto cualitativa como temporalmente. Es posible, s, que el aluvin de unas fuerzas hasta entonces ignoradas ample la conciencia individual, pues esto se encuentra al alcance de toda sublimacin ordinaria, psicolgicamente hablando; sin embargo, sta tiene unos limites perfectamente definidos y dictados por la capacidad de la conciencia individual ordinaria. La conciencia humana slo puede ejercer un verdadero poder sobre el tempestuoso mar del inconsciente si acta en ella una fuerza creadora que proceda de una esfera superior a la de la conciencia individual. Esta esfera superior es tambin inconsciente, pero slo de forma transitoria y respecto a la conciencia ordinaria, pues en s es una luz difana y perfecta. Esta luz, tanto en su esencia como en sus irradiaciones, es inaccesible a la observacin psicolgica, pues la Psicologa, como toda ciencia emprica, est sometida al pensamiento racional y no puede salir de s misma para penetrar en su propia fuente de luz, de la misma forma que no puede iluminar el Sol con un espejo. Por tanto, sera vano pretender explicar psicolgicamente el verdadero ncleo de la alquimia o el secreto del matrimonio qumico. Cuanto ms nos esforzramos en suprimir los smbolos y sustituirlos por unos conceptos cientficos cualesquiera, tanto ms se volatilizara esa presencia espiritual, de la que, en definitiva, se trata, y que slo puede comunicarse por smbolos, cuyo carcter no puede apurarse con el pensamiento.
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Casamiento del Rey y la Reina, el Sol y la Luna, bajo la influencia del espiritual mercurio. De la Rosaleda de los fi1sofos, de Arnaldo de Vilanova, manuscrito que se conserva en la Biblioteca Vadiana de St. Gallen.
La conciencia individual se encuentra, pues, en cierto modo, entre dos campos del inconsciente: uno, inferior, que, por su carcter potencial y amorfo, no puede explorarse por completo y otro, superior, que slo visto desde abajo aparece impenetrable. Ahora bien, en la medida en que la luz inaccesible al pensamiento acta en el campo psquico, es domeada y asimilada la fuerza natural del campo inconsciente inferior. En consecuencia, el proceso alqumico tiene un significado doble y ambivalente, ya que el desarrollo de las fuerzas primordiales del alma el azufre masculino y el mercurio femenino que se consigue mediante la concentracin espiritual puede reflejar el espritu inaccesible al pensamiento en la medida en que abarca campos instintivos y, por tanto, naturales. Esto se debe a que la Naturaleza, en su aspecto inaccesible al pensamiento y, por lo mismo, en cierto grado, inconsciente o, mejor dicho, instintivo, es el reflejo inverso del espritu creador, de acuerdo con la frase de la Tabla Esmeraldina segn la cual lo de abajo corresponde a lo de arriba, y viceversa. De modo que
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las fuerzas originalmente masculina o femenina estn ancladas en la naturaleza inconsciente o instintiva del hombre; ambas fuerzas alcanzan su pleno desarrollo en el campo psquico, pero su realizacin, slo en el espritu, ya que nicamente en ste la receptividad femenina alcanza su apogeo y se enlaza en forma directa con el acto masculino triunfante. A la inversa, puede decirse que la naturaleza instintiva, que tiene su raz en lo inconsciente, alcanza su plenitud viva en la misma medida en que el espritu trascendente acta sobre ella. La luz del espritu acta sobre la naturaleza original como un conjuro, y esto no slo puede aplicarse a la naturaleza psquica interior, que est separada del ambiente psquico exterior no tanto por el cuerpo como por la conciencia racional individual: la presencia inmediata del espritu en un hombre acta sobre todo el ambiente espiritual y, a travs de ste, ms o menos, sobre la circunstancia material, lo cual puede explicar, entre otras cosas, ciertos hechos milagrosos en el mbito de los santos. Volvamos a nuestro esquema anterior y completmoslo hasta formar una cruz. La parte superior del mstil vertical seala ahora el origen de la luz espiritual; su extremo inferior se hunde en la oscuridad de la naturaleza inconsciente, y los brazos miden el desarrollo de las dos fuerzas psquicas polares que la alquimia denomina azufre y mercurio. Ahora se puede decir que, mediante la reconciliacin o matrimonio de estas dos fuerzas que al principio eran antagnicas, desaparece tambin la oposicin entre arriba y abajo a medida que la oscuridad es disipada por la luz. Si nos imaginamos las dos fuerzas como dos serpientes que suben al mstil de la cruz hasta llegar al travesao, donde se enfrentan, se encuentran y reconocen para convertirse entonces en una serpiente nica, erguida en la cruz, tendremos una idea de la manera en que la Naturaleza oscura se convierte en Naturaleza iluminada. El casamiento de las dos fuerzas psquicas, masculina y femenina, conduce, finalmente, a las bodas del espritu y el alma, y, puesto que el espritu es Dios en los hombres como dice el Corpus Hermeticum, esta ltima unin es afn al matrimonio mstico. As van sucedindose los estados: la realizacin de la plenitud del alma conduce a la entrega del alma al espritu y, por tanto, el significado de los smbolos alqumicos es tambin mltiple; Sol y Luna pueden representar las dos fuerzas psquicas que llamamos azufre y mercurio, y al mismo tiempo son imgenes del espritu y del alma. El smbolo del matrimonio se halla estrechamente unido al de la muerte: segn ciertas representaciones del casamiento qumico, el Rey y la Reina mueren en el momento de la boda y son enterrados juntos, para resucitar luego rejuvenecidos. Esta vinculacin entre matrimonio y muerte se halla en la esencia de las cosas, como lo demuestra el que, segn una antigua tradicin, soar con una boda presagia una muerte y soar con un entierro es augurio de una boda. Esta asociacin se debe a que todo enlace presupone la extincin del estado anterior diferenciado. En el matrimonio entre el hombre y la mujer, cada uno de los contrayentes renuncia a una parte de su individualidad, mientras que, por el contrario, a la muerte, que al principio es separacin, sigue la unin del cuerpo con la tierra y la del alma con su esencia original. En el casamiento qumico, el mercurio se incorpara al azufre y viceversa; ambas fuerzas mueren en su calidad de antagonistas y oponentes. Entonces, la luna del alma, variable y reflectante como un espejo, se une al inmutable sol del espritu, de manera que aqulla queda al mismo tiempo extinguida e iluminada.
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ALQUIMIA DE LA ORACIN
Por cuanto la alquimia contiene una ciencia natural y nos referimos a la manifestacin de la naturaleza, tanto fsica y material como psquica, sus leyes y conceptos pueden transferirse a otros campos de la ciencia natural tradicional, por ejemplo, a la Medicina humoral, que imaginaba el organismo humano como un todo indivisible, y a la Psicologa, de anlogo patrn, y a sus teraputicas respectivas. A este respecto, tiene para nosotros especial importancia la aplicacin de las observaciones alqumicas a la mstica, pues sta ofrece un paralelo de lo que acabamos de decir sobre el casamiento qumico. Vamos a examinarla aqu brevemente, sin penetrar en todas sus ramificaciones. En el campo de la mstica, la alquimia es, ante todo, una alquimia de la oracin. En este caso se entiende por oracin no tanto una peticin vaga y extensa, desligada de toda forma determinada, como una formulacin interna y, a veces, tambin externa de una oracin dirigida a Dios o inspirada en l, es decir, concretamente, la llamada jaculatoria. La excelencia de esta clase de oracin reside en que, por ser una frase que se repite como medio de concentracin, no ha sido inventada por un hombre determinado, sino que procede directamente de la revelacin o se basa en un nombre divino, aunque no consiste slo en ste. La frase pronunciada por el orante es entonces, en virtud de su procedencia divina, un smbolo de la divina Palabra y, por su contenido y su fuerza santificante, una misma cosa que sta: La razn de este misterio o sea, de la invocacin de un nombre divino es, por un lado, la verdad de que "Dios y Su Nombre son uno (Rma-krishna), y, por otro lado, que el propio Dios expresa Su Nombre en si mismo, en su eternidad y ms all de todo lo creado, por lo que Su Palabra nica y no creada es el arquetipo de la jaculatoria e incluso, menos directamente, el arquetipo de toda oracin. (Segn Frithjof Schuon, Les Stations de la Sagesse.)84 Por tanto, fundamentalmente, el nombre de Dios o el texto sagrado de la jaculatoria guarda con el alma pasiva la misma relacin que la divina Palabra, el fat lux con la Naturaleza pasiva o con la materia prima del mundo, y esto nos conduce de nuevo a la interrelacin a que se refiere Muhyi-d- Dn Ibn 'Arab entre el mandato divino (al-amr) y la Naturaleza (tab 'ah) por un lado, y el azufre y el mercurio por el otro, es decir, con las dos fuerzas primordiales que en el alma son, respectivamente, activa y pasiva. El azufre es aqu, ante todo, considerado metdicamente, la voluntad que se ha unificado con el contenido de la oracin y acta con fuerza formativa sobre el mercurio del alma receptiva. Pero, en definitiva, el azufre es la penetrante luz espiritual que est presente en la divina Palabra como el fuego en el pedernal y cuya manifestacin determina la verdadera transformacin del alma. Esta transformacin comprende las mismas fases que determinan la obra alqumica, pues primero, en su renuncia al mundo, el alma se congela, despus se derrite por la accin del calor interior y, por fin, de una corriente de imgenes cambiantes y fugaces, se convierte en un cristal lleno de luz. sta es, sin duda, la expresin ms simple a que puede reducirse este proceso interior; para describirlo con ms exactitud tendramos que repetir casi todo lo que se ha dicho en este libro acerca de la obra alqumica, aplicndolo al efecto interior de la oracin y en el marco del mbito espiritual que la envuelve.85 Baste indicar aqu que la alquimia de la oracin ha sido tratada extensamente y de modo especial en los escritos de los msticos islmicos86. En ellos guarda relacin con la metodologa del dhikr, expresin rabe que puede traducirse tanto por recuerdo, memoria o mencin, como por jaculatoria. Recuerdo tiene aqu el significado de la anamnesis platnica: El motivo suficiente de la invocacin del Nombre [divino] es el "recuerdo de Dios, y ste, en definitiva, no
84 Coleccin La Barque du Soleil, Correa, Pars, 1958; captulo Les modes de l'oraison. 85 Vase Frithjof Schoun, op. cit.; captulo Les Stations de la Sagesse. 86 Vase la obra del autor Introduction aux Doctrines sotriques de l'Islam, col. Soufisme, Argel y Lyon, 1955, pgs. 84 ss.
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es sino la conciencia de lo absoluto. El Nombre despierta esta conciencia; finalmente, la recibe en el alma y la afianza en el corazn, de modo que impregne todo el ser, absorbindolo y transformndolo a la vez... (De la ya citada obra de Frithjof Schuon.) La ley fundamental de esta especie de alquimia interior se esboza en la frmula cristiana del Ave Mara, el saludo del ngel, pues Mara representa tanto la materia prima como el alma en su estado puramente receptivo, mientras que las palabras del ngel son en s como una continuacin o especificacin del fat lux divino. Pero el fruto del vientre de la Virgen representa el elixir maravilloso, la piedra filosofal que constituye el objetivo de la obra interior. Segn una interpretacin medieval, el ngel saluda a la Virgen mutans Evae nomen: Ave es, en efecto, la inversin de Eva; esto sugiere la transmutatio, la conversin del alma catica en espejo lmpido de la divina Palabra. A la objecin de que el ngel no habl en latn y de que va en hebreo es Chawwa, puede responderse que, en el terreno de lo sagrado no existe la casualidad, y que las cosas que parecen casuales son, en realidad, providencia. Esto explica el afn con que en la Edad Media se estudiaban los detalles ms insignificantes de las Escrituras, incluso los mismos nombres, se buscaba su significado simblico y se interpretaban diversamente, con una entrega que no puede tacharse de artificial.
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EL ATANOR
Con la palabra atanor, derivada del rabe attannur (horno)87, designan los alquimistas el horno en el que se prepara su elixir. En los manuscritos alqumicos suele representarse en forma de torreta rematada por una cpula. Contiene el recipiente de vidrio, generalmente en forma de huevo, envuelto en una capa de arena o ceniza que es calentada por el fuego desde abajo. Todo esto, adems de su utilidad prctica, tiene tambin un significado simblico, pues si bien los hornos de este tipo se empleaban para toda clase de operaciones metalrgicas y qumicas, el verdadero atanor, el utilizado para la obra mayor, no es sino el Cuerpo humano y, por consiguiente, una imagen simplificada del Cosmos. La analoga existente entre el horno alqumico y el cuerpo humano ha sido observada ya por modernos exegetas de la alquimia; sin embargo, no hay que buscar una similitud anatmica, pues el cuerpo humano, desde el punto de vista alqumico, no es el cuerpo visible y tangible, sino una amalgama de fuerzas psquicas que se apoyan en el cuerpo o que son accesibles por medio de los sentidos corporales. Cuando se dice que el amor habita en el corazn, se expresa con ello una relacin entre alma y cuerpo similar a la que, de modo mucho ms sutil, informa el smbolo alqumico del atanor. La triple envoltura de paredes de barro, capa de cenizas o recipiente de cristal, representa otros tantos estratos o envolturas de la conciencia interior fisicopsquica. Lo ms importante del horno es el fuego. Los alquimistas indican con frecuencia que el calor que transmuta la materia contenida en el recipiente debe ser de tres clases: el calor directo del fuego, al calor uniforme del bao de arena o ceniza, en el que el recipiente se halla inmerso como el huevo en el nido, y el calor que se genera en la materia en s y que acta de modo autnomo (lo que hoy se llamara el calor de la reaccin qumica). El fuego representa, evidentemente, la fuerza ertica que debe ser excitada y dominada para provocar la concentracin interna, por lo que puede comprenderse tambin por qu los alquimistas previenen siempre contra el fuego demasiado vivo o inconstante; una llama excesivamente fuerte podra quemar la flor del oro. Por el contrario, el calor indirecto del bao de arena que debe ser suave, envolvente y penetrante, significa el recogimiento del alma, estimulado y mantenido por el fuego. La ceniza es materia viva que ha sido calcinada y que no puede inflamarse, es decir, no puede ser alcanzada por las pasiones. A veces se especifica que la ceniza debe ser de madera de roble, smbolo del hombre y, especialmente, del cuerpo humano. Por fin, el calor que acta en la materia encerrada en el recipiente y del que dicen los alquimistas que se encuentra latente en todos los cuerpos y que slo hay que despertar, es una manifestacin de la fuerza vital interior. Los maestros hablan tambin de tres fuegos: artificial, natural y antinatural. Esto se refiere a la distincin entre la concentracin metdica, la vibracin del alma provocada por ella y que, a partir de aquel momento, sigue actuando de modo natural, y la intervencin del espritu, que se produce inmediatamente, que puede atribuirse tambin al azufre incombustible y que constituye una especie de gracia. El fuego es avivado por una corriente de aire que circula en el horno a travs de unos respiraderos, o con un fuelle, lo cual indica que en la concentracin alqumica la respiracin regulada deba de desempear cierto papel como en el yoga.
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El que el recipiente hermtico o huevo sea de cristal, es decir, transparente, revela su naturaleza psquica. No es otra cosa sino la conciencia que vuelve la espalda al mundo para mirar hacia dentro, lo cual viene a sugerir la figura de la esfera. Durante la coccin debe permanecer hermticamente sellado, no deben escapar las fuerzas que se desarrollan en su interior, pues de lo contrario se malograra la obra. Segn el proceso que se siga, el recipiente hermtico puede tener distintas formas. Puede ser estrangulado en medio, como una cucrbita, y tiene una o varias retortas; consistir en una pila de filtracin o tambin, para el procedimiento en seco, en un crisol abierto. Cada una de estas formas refleja tanto un procedimiento prctico como un determinado aspecto de la obra espiritual. Sin embargo, la forma ms corriente es la ovalada. En el cuerpo humano, el recipiente se localiza en el plexo solar. El huevo hermtico es la reproduccin microcsmica del huevo universal (Hiranyagarbha) de la mitologa hind, el germen espiritual del mundo visible. Igual que el huevo universal, el huevo hermtico contiene en potencia todos los elementos y propiedades a partir de los cuales se desarrollar el mundo material. Por esto se comparaba con la creacin del mundo la realizacin de la obra alqumica.
Atanor del 1ibro de Basilio Valentino Von dem grossen Stein der Uhralten..., Leipzig, M.DC.J ii.
Un curioso equivalente del horno alqumico es la pipa ritual de los indios norteamericanos, que representa tambin el cuerpo humano. Igual que el atanor, es menos una representacin del
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cuerpo que una especie de esquema de las fuerzas y procesos vitales que unen el cuerpo con el mundo psquico y con todo el cosmos. Para los indios, el fuego que arde en el horno de la pipa sagrada procede del sol. Pero la materia que consume y convierte en humo procede de todas partes, de los seres y de las cosas: antes de llenar la pipa, el sacerdote indio esparce el tabaco entre las partes de un esquema geomtrico del Universo, una especie de rosa de los vientos, y luego mientras va invocando a los diversos poderes csmicos que representa cada una de aquellas partes, recoge el tabaco y lo mete en la pipa, para que as, con la ofrenda del humo, todo el mundo y, con l, el alma entera del hombre, sean transformados88. La subida del humo significa la fusin del yo con el infinito, lo cual corresponde a la sublimacin alqumica. Cuando el indio orante presenta su pipa, primero, al cielo, y luego a la tierra, su acto nos recuerda la espiritualizacin del cuerpo y la corporeizacin del espritu de que habla la alquimia. El fuego de la pipa sagrada se aviva con el aliento; el tubo de la pipa significa la espina dorsal del hombre o, ms exactamente, el conducto espiritual por el que penetra el espritu de vida. A diferencia del recipiente hermtico, en el que la materia sigue un ciclo cerrado, la cazoleta de la pipa ritual est abierta; el humo escapa. Sin embargo, en la alquimia se desarrolla un proceso similar a ste: en el llamado mtodo seco, la materia es expuesta directamente al fuego, y este sistema representa el camino ms corto, aunque tambien el ms peligroso, para llegar al magisterio.
Recipiente hermtico que contiene las tres fuerzas primarias (azufre, mercurio y sal) y, al mismo tiempo, dragones de la naturaleza voltiles y slidos, espirituales y corporales. Del libro de Basilio Valentino Von dem grossen Stein dar Uhralten.
88 Vase The Sacred Pipe, publicado por Joseph Epes Brown, University of Oklahoma Press, 1953.
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La pipa sagrada de los indios viene a ser el modelo y la prenda de la suprema dignidad del hombre, de su facultad de reconciliar Cielo y Tierra, y este mismo significado, aunque de modo menos evidente, encierra tambin la figura del atanor. Para poner de manifiesto la mutua relacin existente entre espritu y cuerpo, sirvan las siguientes reflexiones que, sin embargo, se apartan, en apariencia, de nuestro tema. Recordemos, ante todo, que es imposible atribuir categricamente ciertas enfermedades mentales a una causa psquica o fsica. En realidad, los desequilibrios son provocados alternativamente por unas y otras; la enfermedad del alma hace que se formen en el cuerpo ciertos venenos que, a su vez, entorpecen la accin del pensamiento, sin que se sepa dnde hay que buscar el origen del proceso, si en el cuerpo o en la psique. Ciertas enfermedades proceden indudablemente de una causa ms secreta y, en cierto modo, estn determinadas por el tipo humano. Algo parecido ocurre con los estados psquicos provocados por las drogas, pues el contenido espiritual o psquico de tales estados es casual, ya que la droga se limita a desencadenar un proceso interno, pero no lo dirige. Si en ciertas sectas religiosas se utilizaban bebidas estupefacientes para fomentar estados espirituales extraordinarios, la bebida en s no era, no provocaba tal estado, sino que slo lo preparaba; el impulso cualitativo deba proceder de otro campo. No es la madurez sexual lo que hace al hombre percibir la belleza de la mujer. No obstante si, por algn defecto fsico, no llega a alcanzar esta madurez, es posible que aquella belleza, que en s es independiente del atractivo sexual, nunca llegue a penetrar en la conciencia. Por ltimo, digamos que hasta la actividad del cerebro, sin la cual no pueden producirse ciertas reacciones espirituales, depende del cuerpo. Por otra parte, tambin puede darse el caso de que estados espirituales extraordinarios que rebasen el entendimiento puedan paralizar transitoria o permanentemente la actividad del cerebro. En este caso, bien conocido en los mundos que poseen tradicin espiritual, el contenido, por as decirlo, rompe el recipiente, lo cual viene a demostrar, en el aspecto negativo, la importancia que tiene el fundamento corporal para un arte espiritual. La combinacin natural entre espritu y cuerpo conduce al observador superficial al materialismo. Sin embargo, quien sepa ver en su justa perspectiva la relacin de las cosas podr comprender que los distintos planos de la realidad se corresponden como modelo y copia. Todo el Cosmos est construido simblicamente. EI ojo ve no porque pueda captar de una manera determinada las radiaciones de la luz, sino porque en el plano corporal reproduce el ojo espiritual, y, por lo mismo, su forma se asemeja a la de las luces del cielo. El odo oye porque es similar al espacio csmico en el que suena la Palabra eterna; la ley acstica con arreglo a la cual ha sido formado es slo una expresin del mismo arquetipo. De igual forma, las facultades internas actan, slo en virtud de su armona simblica con realidades superiores; la memoria no podra acumular las impresiones de las cosas si en el plano psquico no se asemejara a la eterna persistencia de las posibilidades primordiales en el Espritu divino: la imaginacin carecera de sentido si, a su manera, no participara de la propiedad plstica de la materia prima, y la palabra no tendra significado si el espritu no fuera la Palabra de Dios. Por tanto, est en la esencia de todo arte sagrado que se funda de manera natural en el smbolo, integrar al cuerpo en su obra e incluso hacer de l su base metodolgica. El asceta desprecia el cuerpo no como smbolo sino porque ve en l el caldo de cultivo de las pasiones.
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D. I. Seguan luego, terribles maldiciones (repitiendo una y otra vez la palabra MARANATHA) contra todo el que leyera el libro, como no fuera sacerdote u hombre de letras. El que me vendi el libro no saba lo que vala, ni tampoco yo cuando lo compr. Sin duda les fue robado a los pobres judos, o bien fue descubierto en alguna de las casas que ellos ocuparan. Flamel se refiere tal vez a las expulsiones de judos, que solan hacerse entonces. Es significativo que este libro alqumico fuera de procedencia juda, por cuanto los judos fueron el eslabn natural entre el mundo cristiano y el islmico. Sin embargo, el renacimiento de la alquimia en la Europa de la baja Edad Media tuvo su origen en la influencia del Islam. En la segunda hoja, el autor consolaba a su pueblo y lo exhortaba a renegar del vicio y la impiedad y esperar con mansedumbre y paciencia la llegada del Mesas que vencera a todos los reyes de la Tierra y reinara con su pueblo eternamente en gloria. En verdad, esto debi de escribirlo un hombre muy Sabio. En la hoja tercera y sucesivas enseaba, en lenguaje corriente, la conversin de los metales, para ayudar a su pueblo cautivo al pago de los tributos a los emperadores romanos y hacer otras cosas que no dir aqu. Haba hecho dibujos de los recipientes e indicaba los colores y dems, con excepcin del primer agente, del que nada deca, sin embargo, lo haba pintado artsticamente en las hojas cuarta y quinta. Pero aunque estaba muy bien dibujado y pintado, nadie que no estuviera enterado de sus tradiciones y ledo atentamente los libros de los filsofos hubiera podido entenderlo. As, pues, la cuarta y quinta hoja no estaban escritas, sino llenas de hermosas miniaturas artsticamente pintadas. En la cuarta hoja apareca, en primer lugar, un adolescente con alas en los talones y que sostena en la mano una vara, un caduceo rodeado por dos serpientes con el que rozaba el casco que le cubra la cabeza. A mi entender, se pareca al dios Mercurio de los paganos. Hacia l corra un vigoroso anciano con alas y un reloj de arena en la cabeza, el cual llevaba en la mano una guadaa mediante la que, con gesto feroz, trataba de cortar los pies a Mercurio... El que el dios Mercurio, o el metal mercurio, sea despojado de su volatilidad por la accin de Saturno-Cronos, o el tiempo, tiene, como explica despus el propio Flamel, dos interpretaciones distintas y, en cierto modo, contradictorias, segn se sufra pasivamente la accin del tiempo o se utilice sta de un modo activo, o segn la fijacin del mercurio suponga una paulatina extincin de su fuerza activa o su total dominacin. Sea como fuere, el reloj de arena que aparece en la cabeza de Saturno indica que el tiempo debe ser dominado activamente mediante un ritmo que pueda convertirlo en un ahora permanente. En la otra cara de la cuarta hoja haba una hermosa flor que creca en la cima de una alta montaa azotada violentamente por el viento del Norte. Tena el tallo azul, ptalos blancos y rojos y hojas que brillaban como el oro puro. Y en torno a ella anidaban los dragones y los grifos del Norte... Los colores de la flor aluden a las tres principales etapas de la obra y sus dos clases de frutos, el oro y la plata. El azul representa el negro en el reino vegetal y tiene su mismo significado de oscuridad y noche. La flor crece en la solitaria montaa del ser, que equivale a la montaa del Universo, atravesada por el eje de los polos, en torno a la cual giran los cielos y se enroscan los dragones de los poderes csmicos. En la quinta hoja haba un rosal florido que creca en un hermoso jardn, apoyado en un tronco hueco de roble. A sus pies brotaba una fuente de agua muy blanca, que se precipitaba ms all en el abismo, pero antes pasaba entre las manos de infinidad de personas que escarbaban en la tierra en busca de la fuente, mas no la encontraban porque estaban ciegos; todos menos uno, que pesaba el agua...
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La fuente del mercurio brota del reino de la materia prima, junto a las races del rosal del alma, protegido por el tronco hueco de roble del cuerpo. El agua de vida discurre por doquier, pero nadie la encuentra, nadie excepto el sabio que la sopesa; pero la accin del peso del agua tiene aqu el mismo significado que el hecho de neutralizar el voltil mercurio midiendo el tiempo. Los alquimistas ensean tambin a ligar entre s los distintos elementos o propiedades naturales, segn una determinada relacin de sus pesos, Djbir Ibn Hayyn lo denomina arte de la balanza. Sin embargo, parece un disparate hablar de pesar elementos o propiedades como calor, fro, humedad o sequedad. Lo que el alquimista quiere decir al hablar de pesos no se comprende sino despus de traducir la masa de peso externa, cuantitativa, a masa de tiempo interna, cualitativa, es decir, en el ritmo. Por tanto, el peso alqumico, que aparentemente se refiere a cantidades fsicas, es slo la medicin de unos ritmos con los que puede influirse en las fuerzas psquicas. El ritmo desempea un importante papel en todas las artes espirituales. En rabe se llama peso (wazn) el ritmo de un verso. ...En la otra cara de la quinta hoja se representaba a un rey blandiendo un cuchillo y ordenando a unos soldados degollar a gran nmero de nios cuyas madres lloraban a los pies de los despiadados verdugos, mientras otros soldados recogan la sangre y la vertan en un gran recipiente, en el que deban baarse el Sol y la Luna. Porque este cuadro recordaba el sacrificio de los Inocentes degollados por orden de Herodes y porque en este libro aprend mucho de este arte es por lo que mand pintar los smbolos jeroglficos de esta ciencia secreta en el cementerio de los Santos Inocentes. Esto haba en las cirico primeras hojas... Como escribe ms adelante el propio Flamel, la sangre de los inocentes representa el espritu mineral que contienen los metales y, de modo especial, el oro, la plata y el mercurio, y ello no es otra cosa sino el mercurio filosofal como manifestacin primaria de la materia prima. La sangre es la primera materia de la vida. Los inocentes son meros movimientos o exhalaciones del espritu vital que, antes ya de que puedan desarrollarse en voluntades individuales, son sacrificados por el Rey para llenar con su sangre el recipiente del corazn y, para que el Sol y la Luna, el espritu y el alma, se baen en l, se diluyan, se unan y, tras perder su antigua figura, salgan rejuvenecidos de este bao.
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Lmina 9. El ANDRGINO HERMTICO, que representa la unin de las dos fuerzas primarias, masculina y femenina. El guila simboliza el mercurio completo, en s masculino y femenino. El murcilago y la liebre significan aqu lo intangible y lo corporal. Los pjaros cados en tierra aluden a la derrota de lo voltil. Del manuscrito Rh. 172 de la Biblioteca Central de Zurich.
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Lminas 10 y 11. La FLOR QUE BROTA DE LAS CENIZAS y LA VIRGEN BLANCA DEL ELIXIR DE LA LUNA. Representacin de dos fases de la obra alqumica del manuscrito annimo de finales del perodo gtico Ms. Sloane 256 P que se conserva en el Museo Britnico. El recipiente hermtico tiene aqu casi forma de corazn; descansa sobre la tierra. La Flor de la Sabidura tiene tres races, que corresponden a las tres fuerzas primarias: azufre, mercurio y sal.
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...No dir lo que en las otras pginas estaba escrito en claro y hermoso latn, pues Dios me castigara, ya que hara algo peor que aquel de quien se dice que deseaba que todos los hombres de la Tierra tuvieran una sola cabeza para poder cortarla de un tajo. Desde que tuve en casa aquel hermoso libro, no hice ms que estudiarlo de da y de noche, y llegu a comprender bien todas las operaciones que describa, aunque no saba con qu materia deba empezar, lo cual me causaba gran pena, y me senta muy solo y suspiraba de continuo. Mi esposa, Perrenelle, a quien amaba como a m mismo y con la que me haba casado poco antes, mostraba gran extraeza por mi afliccin y me preguntaba con insistencia si poda librarme de mi dolor. Yo nada poda ocultarle, de modo que se lo cont y le mostr el hermoso libro, y ella se enamor de l tanto como yo, y encontraba gran placer en eontemplar sus hermosas tapas, sus dibujos y grabados, que no entenda mejor que yo. De todos modos, era para mi un gran consuelo
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poder hablar con ella de lo que deba hacerse para descubrir el significado de los signos. Al fin, mand copiar en mi casa con la mayor fidelidad posible, todas las figuras de la cuarta y quinta hojas, y las mostr a varios sabios, quienes tampoco las entendieron. Yo les expliqu que aquellas figuras haban sido copiadas de un libro que enseaba la manera de obtener la piedra filosofal. Pero casi todos se burlaron de m y de la bendita piedra, con excepcin de un caballero, llamado Anselmo, que era licenciado en Medicina y estudiaba con gran entusiasmo este arte. Senta gran inters por ver mi libro y haca cuanto poda para que yo se lo mostrara; pero yo le deca siempre que no lo tena, aunque le describa con detalle su contenido. Me dijo que la primera imagen representaba el tiempo, que todo lo devora y que, a juzgar por el nmero de hojas del libro, se necesitaran seis aos para preparar la piedra. Despus de este tiempo me asegur habra que invertir el reloj de arena y dejar de cocer. Y cuando le dije que la imagen slo deba de representar el primer agente tal como estaba escrito en el libro, me respond que aquella coccin de seis aos era como un segundo agente; el primero, cuya imagen estaba all, no seria sino el agua blanca y pesada, es decir, el mercurio, que no puede retenerse y cuyos pies no pueden cortarse, o sea al que no se puede sustraer la volatilidad, a no ser por medio de aquella larga coccin en la sangre pursima de los nios. Al mezclarse el mercurio en esta sangre con el oro y la plata, se convertira, primero, en una planta igual a la dibujada, y despus, mediante la putrefaccin, en serpientes, que una vez bien secas y cocidas al fuego, se trocaran en polvo de oro, que es la piedra filosofal.
Lmina 12. LPIDA MORTUORIA DEL ALQUIMISTA NICOLS FLAMEL (ca.,1339-1417), en la iglesia de Saint-Jacques-la-Boucherie, actualmente en el Museo Cluny de Pars. En el friso superior, Cristo, sosteniendo el orbe terrestre, aparece entre el Sol y la Luna y los apstoles Pedro y Pablo. En el friso inferior, el cadver de Flamel. La inscripcin dice: Feu Nicolas Flamel, jadis escrivain a laissie par son testament a leuvre de ceste eglise certaines rentes et maisons quil avoit acquestees et achetees a son vivant pour faire certain service divin et distribucions dargent chascun an par aumosne touchans les quinze vins lostel dieu et autres eglises et hospitaux de Pars Soit prie por les trespasses.
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Ello fue la causa de que durante veintin largos aos realizara mil chapuzas aunque sin utilizar sangre, lo que habra sido malo y vil. Porque en mi libro haba descubierto que aquello que los filsofos llamaban sangre no es sino el espritu mineral que contienen los metales, especialmente el Sol, la Luna y el mercurio que yo trataba de alear. Pero como en mi trabajo nunca perciba las seales que, segn el libro, deban aparecer en un momento determinado, una y otra vez tena que volver a empezar. Finalmente, cuando ya haba perdido toda esperanza de llegar a entender aquellas figuras, hice una promesa a Dios y a Santiago de Galicia y decid consultar con un rabino de alguna de las sinagogas de Espaa... Santiago el Mayor, cuya baslica se halla en Compostela, era considerado como el santo patrn de los alquimistas y de todas las artes y las ciencias cosmolgicas. No en vano el bordn consistente en un bastn con dos cintas enrolladas en forma de espirales y rematado por un puo redondo que sostiene en la mano el santo de Compostela guarda una notable semejanza con la vara de Hrmes. De modo que con la aprobacin de Perrenelle, mi esposa, me puse en camino llevando la copia de aquellas figuras, vestido de peregrino y con bordn, tal como puede vrseme en la fachada de la capilla del cementerio, donde mand pintar las figuras jeroglificas y en cuyas paredes laterales orden reproducir una procesin en la que pueden verse, uno tras otro, todos los colores de la piedra por el mismo orden en que aparecen y se borran, junto con esta inscripcin, en francs: Moult plaist Dieu procession, s'elle est faite en dvotion. (Es muy grata a Dios la procesin, si se hace con devocin.) Lo cual es una cita casi textual del comienzo del libro del rey Hrcules90, que trata de los colores de la piedra y se titula Iris: Operis processio multum naturae placet, etc. Puse all estas palabras a propsito, para los iniciados que entendieran la alusin. Conque as vestido, emprend el viaje y, pasando por Montjoye, llegu, al fin, a Santiago de Compostela, donde, muy devotamente cumpl mi promesa. Hecho esto, me dirig a Len, donde encontr a un comerciante de Boulogne que me present a un judo converso, un mdico llamado maese Canches, que viva en aquella ciudad y que era famoso por su saber. Cuando le mostr las figuras copiadas del libro, le embargaron el asombro y la alegra, y al punto me pregunt si saba dnde estaba el libro del que haban sido extradas. Yo le respond, en latn la misma lengua de que se sirviera l para hacerme la pregunta que esperaba recibir noticias verdaderas del libro si alguien me descifraba aquel misterio. Y all mismo, con gran entusiasmo y lleno de gozo, empez a explicarme el principio. En resumen, se alegr de saber dnde se encontraba el libro, y yo me alegr de orle hablar de l. Aquel hombre deba de haber odo muchas cosas sobre ste; pero, segn me dijo, se haba dado por perdido. Y decidimos ponernos en camino juntos. De Len nos trasladamos a Oviedo y luego a Sansn, donde embarcamos para Francia. El viaje fue bastante bueno, y ya antes de que llegramos a este Reino, me haba explicado el verdadero significado de la mayor parte de mis figuras, descubriendo, a su vez, al hacerlo, grandes secretos hasta en algunos puntos (lo cual me pareci prodigioso). Pero cuando llegamos a Orlens, el sabio cay gravemente enfermo, presa de violentos vmitos que ya en el barco le haban acometido. Senta gran temor de que yo pudiera abandonarle, y a pesar de que estaba siempre a su lado, me llamaba sin cesar. Finalmente, al anochecer del sptimo da de su enfermedad, muri, por lo que me sent muy entristecido. Hice que lo enterraran en la iglesia de la Santa Cruz de Orlens, donde reposa todava. Que Dios guarde su alma, pues muri como un buen cristiano. Si la muerte no me lo impide, dar una renta a aquella iglesia, para que todos los das se celebren misas por su alma. El que quiera ver cmo llegu a casa y cmo se alegr Perrenelle, que nos contemple a ambos en esta ciudad de Pars, en la puerta de la capilla de Saint-Jacques de la Boucherie, contigua a mi casa: all estamos pintados, yo, a los pies de Santiago de Compostela, y Perrenelle a los de san Juan, al que tantas veces haba invocado ella. De manera que, por la gracia de Dios y de la bienaventurada Virgen santsima, de Santiago y de san Juan, por fin haba podido saber lo que tanto anhelara, o sea los primeros principios, aunque no cmo prepararlos, que es lo ms difcil que pueda haber en este mundo. Pero al fin lo logr, tras muchas equivocaciones, que
90 Probablemente se trata de Heraclio I, emperador de Bizancio (610-641).
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duraron casi tres aos, en los que estudi y trabaj sin descanso, tal como puede verse en la fachada de aquella capilla (en cuyos pilares mand pintar las procesiones), a los pies de Santiago y de san Juan, orando a Dios constantemente, con el rosario en la mano, leyendo con atencin mi libro, meditando las palabras de los filsofos y realizando despus las distintas operaciones que me revelaban sus frases. Por fin hall lo que tanto anhelaba, lo cual advert por el fuerte olor. Y as alcanc el magisterio. Despus que hube descubierto la preparacin del primer agente, slo tuve que ejecutar al pie de la letra lo que deca mi libro, y ya no habra podido equivocarme, ni aun querindolo. Conque la primera vez que hice la proyeccin, la concentr en el mercurio y convert de ella aproximadamente una libra y media en plata pura, que era mejor que la que se extrae de las minas, segn comprob yo mismo e hice comprobar a otros. Esto sucedi el diecisiete de enero, un lunes a medioda, en mi casa, slo en presencia de Perrenelle, en el ao de mil trescientos ochenta y dos. Despus, siguiendo mi libro palabra por palabra, realic la obra con la piedra roja y con una cantidad parecida de mercurio, tambin en presencia de Perrenelle nicamente, en la misma casa, el da veinticinco de abril del mismo ao, a las cinco de la tarde, convirtiendo el mercurio en igual cantidad de oro puro, que sin duda era mejor que el oro comn, es decir, ms blando y ms dctil. As puedo decirlo en verdad. Tres veces he realizado la obra con ayuda de Perrenelle, que la comprenda tan bien como yo mismo y me ayudaba en las operaciones; y, de haber querido hacerlo ella sola, sin duda lo habra logrado. Yo estaba ya ms que satisfecho despus de la primera vez, pero me causaba gran placer ver y observar en el recipiente la obra maravillosa de la Naturaleza... Un hombre y una mujer que, de modo natural, representan los dos polos de la obra alqumica, el azufre y el mercurio, pueden, gracias a un mutuo amor sublimado por la espiritualidad y vertido hacia el interior, desencadenar el poder que provoca: primero, la disolucin, y despus, la cristalizacin: el solve et coagula.
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ETAPAS DE LA OBRA
Hay varias divisiones en la obra alqumica, cada una de las cuales representa una simplificacin esquemtica del proceso er s. Sin embargo, todas ellas son correctas, porque expresan la lgica interior de ste. Sin duda la divisin ms antigua es la que designa las frases o etapas de la obra con colores, y posiblemente se deriva de un determinado proceso metalrgico, como la limpieza y coloracin de un metal. Sigue el ennegrecimiento (melanosis, nigredo) de la materia o de la piedra, el blanqueo (leucosis, albedo) y, por ltimo, el enrojecimiento (iosis, rubedo). Negro es ausencia de color y de luz; blanco es pureza, luz ntegra que no se ha quebrado en colores; rojo es la esencia del color, su punto culminante y su fuerza mxima. Este orden resulta an ms lgico si entre el blanco y el rojo se intercala una serie de tonalidades intermedias, como el amarillo limn, el ocre y el rosa, o cuando se habla de todo un abanico de colores que va abrindose poco a poco. El rojo prpura real es siempre el que cierra la serie. Es curioso que los tres colores bsicos negro, blanco y rojo (que con tanta frecuencia se dan en la herldica, donde se observa tambin la influencia hermtica) designen, en la cosmologa hind los tres movimientos bsicos (gunas) de la materia prima (prakriti), a saber: el negro se asocia al movimiento que se aparta de la luz original y que simblicamente se dirige hacia abajo (tamas); el blanco representa la ascensin hacia la luz del origen (sattva), y el rojo seala la tendencia a la expansin en el plano de la manifestacin misma (rajas). Si se transfieren estos significados a la obra alqumica, nos sorprende que sea el rojo y no el blanco el color que represente el resultado final, mientras que la doctrina hind del Cosmos se funda en que, primero, tamas, la fuerza descendente, se ancla en la oscuridad; luego rajas, al extenderse en sentido horizontal, desarrolla la pluralidad, y, por fin, sattwa sube como una llama blanca y luminosa y lo devuelve todo a su origen. Sin embargo, precisamente los tres colores alqumicos en la cosmologa hind indican con claridad el punto de vista de la alquimia y el alcance de su simbolismo. Tras la espiritualizacin del cuerpo que, en cierto modo, representa el blanqueo y que sigue al ennegrecimiento o putrefaccin, se produce, al fin, la corporeizacin del espritu, con su color de prpura real. El mismo ritmo puede transferirse tambin a otros modos de realizacin espiritual; sin embargo, es caracterstico que el acento recaiga siempre en la manifestacin del espritu y no en la extincin de la existencia limitada. Con la putrefaccin, fermentacin y descomposicin total, que se produce en la oscuridad, se sustrae a la materia su forma anterior; mediante el blanqueo, se limpia y purifica, y por el enrojecimiento se le da nuevo color, y en este caso, color significa forma. La fuerza purificadora es el mercurio, la colorante, el azufre. La triseccin por colores no excluye la biseccin por obra menor y obra mayor, sta refleja la dualidad ya descrita de materia y forma, alma y espritu, Luna y Sol. Tanto la triseccin como la biseccin reaparecen en la sptuple graduacin de la obra segn las dominaciones de los planetas y las propiedades de los siete metales. Se dan interpretaciones principales a esta sptuple graduacin: en un caso, la obra menor y la obra mayor estn entrelazadas, de manera que plata y oro, Luna y Sol, formando pareja, constituyen el trmino de la serie, mientras que los restantes planetas o metales se sitan segn su grado de nobleza o de parentesco con el Sol o el oro. Este orden corresponde a la posicin de las mansiones planetarias que hemos visto en el captulo Planetas y metales. Su patrn es, pues, el camino ascendente del Sol que parte de su posicin ms baja en la mansin de Saturno, el primitivo solsticio de invierno, para llegar a su plenitud en la mansin de Leo, que antiguamente sealaba el solsticio de verano. En el otro caso, la obra menor, que culmina en la Luna, precede a la obra mayor que es coronada por el Sol. Esta ltima versin, mencionada por Filaletes, Bernardo Trevisano, Basilio Valentino y otros alquimistas y que, por su mayor expresividad, examinaremos
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2 El signo de Mercurio, que precede a todos los dems, no representa aqu una de las etapas de la obra, sino la clave del conjunto, de modo que la obra en s consta slo de seis fases, representadas, las tres primeras, por signos lunares, y las tres ltimas, por signos solares. Slo el signo de Mercurio, formado por el Sol y la Luna a la vez, es andrgino. Ya hemos dicho que el mercurio representa para el alquimista el primus agens, el autntico medio para la obra, el agua que todo lo disuelve y el alimento del feto espiritual. Es a un tiempo, por as decirlo, la representacin ms inmediata de la materia prima y el fino hlito vital que enlaza el organismo individual psiquicocorporal con el csmico mar de la vida. En l est el germen del oro espiritual, lo mismo que el oro est oculto en el mercurio ordinario. Si transferimos el ejemplo al orden operativo de la mstica propiamente dicha, en este lugar se hallara el influjo espiritual, es decir, que la Gracia o ese especial efecto del Espritu Santo penetra en el mundo aparentemente cerrado de la conciencia individual y disuelve su cristalizacin metlica. Volviendo a la alquimia, el mercurio podra llamarse la bendicin csmica, que, como dice fra Marcantonio, cual una bruma que bajara del Cielo; impregna los poros de la Tierra91, son los poros los que impiden que los cuerpos slidos se congelen y se asfixien; a travs de ellos respira la Tierra, del mismo modo que el hombre vive si se mantiene permeable a los influjos celestiales que estn en la Naturaleza. Concuerda con la atribucin al signo de Mercurio de la clave de toda la obra el papel desempeado en los misterios rficos por el dios Mercurio o Hermes: el emisario de los dioses conduca a las almas, despus de su muerte corporal o mstica, a travs de los reinos de las sombras, hasta sus lugares de residencia permanente. 6 La primera etapa de la obra menor, dominada por Saturno, corresponde al ennegrecimiento, la putrefaccin y la mortificacin. Se representaba generalmente por un cuervo, una calavera y, a veces, una tumba. De esta etapa de la obra dice Basilio Valentino: Toda la carne que ha nacido de la tierra ser destruida y vuelta a la tierra, y volver a ser tierra, como tierra haba sido. Entonces, la sal terrena provocar un nuevo nacimiento, mediante el hlito de la vida celestial. Y dondequiera que en un principio no hubiera estado la tierra, no puede haber un renacimiento segn nuestra obra. Porque la tierra es el blsamo de la Naturaleza y la sal de aquellos que buscan el conocimiento de todas las cosas.92 En el principio de toda realizacin espiritual est la muerte, una muerte para el mundo: la conciencia debe ser extrada de los sentidos y vuelta hacia dentro, y, puesto que la luz interior an no ha empezado a brillar, este apartamiento del mundo exterior se experimenta como un oscurecimiento, una nox profunda. La mstica cristiana aplica a este estado el ejemplo del grano de trigo que, para fructificar, debe quedarse solo en la tierra y morir. En varias ceremonias de iniciacin se alude a esta muerte psquica mediante un entierro simblico, y algunas rdenes religiosas cristianas practican un rito semejante en la ceremonia de profesin de los monjes. En los misterios anteriores a la Era cristiana sola relacionarse la muerte del misto, o iniciado, con el sacrificio de un dios: igual que el dios, que fue muerto y despedazado, el misto devolva sus miembros y sus facultades a la Naturaleza; las fuerzas del mundo inferior se repartan los elementos del alma emprica que no pertenecan al ser inmortal, y este despedazamiento se representaba plsticamente en ciertos casos. La muerte sacrificial del dios debe experimentarla el misto en s mismo para reconocer, al fin, que el dios que, aparentemente, fue repartido en el mundo para comunicar su vida a la pluralidad de ste, en realidad no se ha confundido con el mundo, sino que sigue existiendo en s mismo, entero y eterno. As, tampoco el hombre reconoce su verdadera esencia inmutable hasta que abandona todo cuanto hay en l de corruptible, que no es slo la carne,
91 Vase captulo Azufre, mercurio y sal. 92 Von dem grossen Stein der uhralten Weisen, Estrasburgo, 1645.
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sino tambin el alma inmersa en la vida sensorial. Al comienzo de la obra, la materia ms preciosa que obtiene el alquimista es la ceniza que resta de la calcinacin del metal ordinario. Con esta ceniza, que ha quedado exenta de toda humedad pasiva, podr fijar el espritu voltil. El significado mitolgico de Saturno responde a esta primera etapa de la obra, por cuanto Saturno-Cronos, que devora a sus propios hijos, es la divinidad que, por la accin del tiempo y de la muerte, hace volver todo lo temporal a su origen amorfo. 5 La segunda etapa de la obra menor est presidida por Jpiter, cuyo signo consiste en la media luna descansando sobre el travesao de la cruz, mientras que en el signo de Saturno la media luna est situada debajo del mstil de la cruz: 6 As, pues, bajo el signo de Jpiter el alma se ha elevado del reino de la Tierra al que haba vuelto y ha salido de la noche del caos original para desarrollar ahora su fuerza. Respecto a la doctrina hind de los movimientos primordiales de la materia, las gunas, podramos decir que la fuerza psquica el mercurio se liberaba de tamas y se una con rajas; rajas, empero, encierra el significado de expansin y desarrollo, lo cual, en el caso anterior, significa que la fuerza espiritual ha salido de su estado de cristalizacin en la conciencia corporal y se ha convertido, de tierra, en agua y aire. Esto representa la sublimacin. Dice Morieno: El que sepa limpiar y blanquear el alma y elevarla habr librado al cuerpo de tinieblas, negruras y malos olores... pues ste podr hacer despus que el alma vuelva al cuerpo, y a la hora de su reunin, se manifestarn grandes milagros... 1 En la tercera etapa, regida por la Luna, se consigue el color blanco. La media luna se ha elevado sobre la cruz de los elementos o movimientos primordiales, neutralizando su antagonismo. Todas las potencias del alma latentes en el caos original se han desarrollado y han confluido en un estado de absoluta pureza. Es el final de la solucin, al que seguir una nueva cristalizacin. Desde el punto de vista cristiano, este estado del alma representa simblicamente a la santsima Virgen en su disposicin para recibir al Verbo Divino, y a este respecto es significativo que se repre-sente a menudo a la Virgen con la media luna bajo sus plantas. Bernardo Trevisano, en su libro de La palabra olvidada93, escribe acerca de la realizacin de la obra menor: Te dir en verdad, y pongo a Dios por testigo, que cuando este mercurio estuvo sublimado apareci cubierto de un blanco tan puro como la nieve de las altas cumbres, con un brillo difano, y al destaparse el recipiente, se percibi un aroma tan dulce, que sera imposible encontrar en este mundo algo comparable. Pero yo, el que te habla, vi con mis propios ojos esa luz maravillosa, toqu con mis manos esa fina naturaleza cristalina, y sent en mi olfato esa dulzura incomparable, y llor de alegra y de asombro ante el prodigio. Sea, pues, alabado el Dios altsimo, eterno y glorioso que tan maravillosos dones ocult en los secretos de la Naturaleza y que ha permitido contemplar a unos cuantos hombres. Yo s que cuando t conozcas las causas de esta maravilla, te preguntars: Qu naturaleza es esa que, aunque hecha de cosa corruptible, contiene algo verdaderamente celestial? Nadie puede explicar todos los milagros. Tal vez llegue el da en que te cuente cosas extraordinarias de esta naturaleza, que el Seor no me permite an poner por escrito. De todos modos, cuando hayas sublimado ese mercurio, tmalo bien fresco, con toda su flor, que no envejezca, y entrgalo a sus padres el Sol y la Luna, pues de estas tres cosas, Sol, Luna y mercurio, nace nuestra mezcla... En los signos planetarios puede leerse que las tres etapas de la obra menor desarrollan un movimiento ascendente, pues al principio la media luna estaba debajo de la cruz; luego, unida a su travesao y por ltimo reina ella sola: 6 5 1 Por el contrario, las tres etapas de la obra mayor encierran un movimiento descendente: 3 0, pues el Sol aparece primero encima de la cruz, debajo, y, finalmente, cuando todo ha sido devuelto a su origen, aparece solo. Las tres primeras fases corresponden a la espiritualizacin del cuerpo, y las tres ltimas, a
93 La Parole dlaisse, en Le Voile d'Isis, Pars, 1931, pg. 461.
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la corporeizacin del espritu o fijacin de lo voltil. As como la obra menor tiene por objeto restablecer la pureza y la receptividad originales del alma, el objeto de la obra mayor es la iluminacin del alma por medio de la revelacin en ella del espritu. Este orden de las seis etapas puede aplicarse a toda clase de realizacin espiritual, pero nunca dejar de ser un esquema, pues ambos movimientos, la elevacin del alma y el descenso del espritu, nunca pueden separarse. La flor se abre por la accin del Sol, pero ste slo es eficaz cuando la flor est dispuesta a recibir sus rayos. 3 La cuarta etapa primera de la obra mayor est regida por Venus. En su signo, el Sol del oro y del espritu, el azufre incombustible, aparece sobre el mstil de la cruz. El Sol engulle a la Luna, y su fuerza, que da forma, traza de nuevo la cruz de los elementos. Se dice en la Turba Philosophorum94: Al principio, la mujer se sube en el hombre, y al final, el hombre en la mujer. Primero, la fuerza voltil del femenino mercurio se sube sobre el cuerpo slido, cuya forma manifiesta pasivamente el azufre, pero despus la fuerza fijadora del azufre se sube sobre el voltil mercurio y realiza una nueva cristalizacin, esta vez de manera activa, de la forma psiquicocorporal. Pero esta recreacin no est completa todava, pues el sol espiritual apenas aparece en lo alto de la cruz y, por tanto, al referirse al cobre, el metal de Venus, los alquimistas dicen que se percibe en l la fuerza colorante del azufre, la esencia del oro, pero que an es inconsistente y est embrutecida por el antagonismo de los elementos. La quinta etapa segunda de la obra mayor est regida por Marte. En su signo ya hemos explicado por qu lo representamos de esta manera, el Sol ocupa el lugar de la Luna en el signo de Saturno. Pero el significado de uno y otro signos, Saturno y Marte, es opuesto a pesar de que ambos representan una manera de muerte y extincin; slo que en el dominio de Marte no se trata de un estado catico sino, por el contrario, de un descenso activo del espritu hasta las capas inferiores de la conciencia humana, de manera que el cuerpo mismo quede impregnado por completo del azufre incombustible. As como en el hierro, el metal de Marte, la fuerza fijadora del azufre est plenamente presente pero an no puede manifestarse su brillo, en esta etapa de la obra, el espritu aparece sumergido en el cuerpo y fundido con l. Es el comienzo de la cristalizacin y el umbral de la culminacin definitiva, la conversin del cuerpo en espritu hecho forma. El significado ms sublime que tiene el signo de Marte y que escapa, con mucho, al mbito de la alquimia, es la Encarnacin del Verbo que, en cierto modo, lleva consigo una degradacin de la divinidad, al aparecer como una luz en las tinieblas del mundo. De todos modos, la realizacin alqumica no puede ser sino un lejano trasunto de esto. Artefio escribe: ...Las naturalezas se transmutan recprocamente, pues el cuerpo se integra en el espritu y ste convierte al cuerpo en un espritu colorado [cualitativo] y blanco [puro]... lo cuece [al cuerpo] en nuestra agua blanca [es decir, en mercurio], hasta que se disuelve y ennegrece. Una larga coccin le hace perder luego su negrura y, finalmente, el cuerpo disuelto se eleva con el alma blanca, se mezcla con ella, y ambos quedan tan estrechamente abrazados, que nunca ms pueden separarse. Y entonces el espritu se une al cuerpo en verdadera armona, y ambos forman una cosa inmutable. Esto es la disolucin del cuerpo y la fijacin del espritu, y ambas representan una misma obra.95 0 La culminacin de la obra mayor se expresa por medio del signo del Sol. ste se distingue de la rbita solar, parte integrante de otros signos planetarios, en que en ella se indica el punto central. Por consiguiente, aquello que en todas las dems fases estaba presente de modo elemental y en potencia, aqu se hace evidente: en la forma completa y definitiva, el contenido infinito est presente de modo invisible-visible. El mismo signo recuerda tambin la semilla en el fruto y el germen en el seno materno, en armona con el simbolismo gentico de la obra alqumica. Esta etapa de la obra marca, al mismo tiempo, la obtencin del color rojo del que Nicols Flamel, en su explicacin de las figuras jeroglficas, dice: Sobre un campo morado, un hombre
94 Bibl. des Phil. Chim. 95 Bibl. des Phil. Chim.
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rojo prpura sostiene la pata de un len color grana con alas que parece raptar al hombre: el campo morado significa que la piedra, por efecto de la larga coccin, ha tomado los hermosos mantos anaranjados y rojos y que su perfecta asimilacin representada por el color anaranjado le ha permitido despojarse de su antiguo ropaje naranja. El rojo lacre del len alado, que se parece al puro escarlata de la granada madura, indica que est completa y uniformemente logrado. Es como un len que devora toda la naturaleza pura y metlica y la convierte en su propia sustancia, es decir, en oro puro y verdadero, ms fijo que el de las mejores minas. Por eso se lleva al hombre de este valle de lgrimas, es decir, de las tribulaciones de la pobreza y la enfermedad, levantndolo con sus alas sobre las ptridas aguas de Egipto que son los pensamientos ordinarios de los mortales, para que desprecie la vida terrenal, con todas sus riquezas, y medite noche y da sobre Dios y sus santos, suspire por el empreo y anhele apagar su sed en las dulces fuentes de la eterna esperanza. Alabado sea Dios por siempre, que nos ha otorgado la gracia de contemplar este hermoso y perfecto color prpura, el color de la flor de adormidera de los campos y las peas, el centelleante y flamgero color de Tiro96 que no cambia ni se altera, sobre el que ni el mismo cielo, con su Zodaco, puede ejercer fuerza o poder, y cuyo deslumbrante fulgor parece querer comunicar algo supercelestial al hombre que, al mirarlo y reconocerlo, se asombra, tiembla y se estremece...97 En un escrito de Basilio Valentino se encuentra una representacin del andrgino, que simboliza la culminacin de la obra alqumica, con los signos de los siete planetas situados, los tres del Sol, en su lado masculino, y los tres de la Luna, en el femenino, mientras que el signo andrgino de Mercurio forma el eslabn entre ambas series. Esto determina el siguiente esquema, en el que pueden apreciarse de nuevo las etapas de las obras menor y mayor:
En cierto modo y dejando aparte el significado astrolgico de los signos, pueden considerarse activos los signos de la derecha y pasivos los de la izquierda, ya que la obra menor representa la disposicin del alma, y la obra mayor, la revelacin espiritual. Sin embargo, para ver la relacin entre los signos tomados por parejas hay que observar que su ordenacin es en sentido inverso, de acuerdo con la ascensin de la Luna y el descenso del Sol en el curso de la obra. Si observamos ambos movimientos en paralelo, los signos debern ordenarse as:
De este modo, puede verse claramente que cada aspecto activo responde a un aspecto pasivo: Saturno designa un descenso pasivo, Marte un descenso activo; el primer signo expresa la extincin del alma individual; el segundo, el triunfo del espritu. En la etapa siguiente, Jpiter corresponde a un desarrollo de la receptividad espiritual, y Venus, en cambio, al alba del sol interior. Luna y Sol representan los dos polos en toda su pureza, y Mercurio es, en s, portador de ambas esencias.98
96 La prpura se fabricaba en Tiro. 97 Bibl. des Phil. Chim. 98 Para ver en las seis etapas otras tantas disposiciones o estados en cualquier clase de realizacin espiritual, comprese
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Representacin del mercurio andrgino (Rebis = res bis): Basilio Valentino, Aurelia Occulta Philosophorurn en Theatrum Chemicum, Argentorati, 1613, vol. IV. El andrgino hermtico se yergue sobre el dragn de la Naturaleza, que descansa sobre la esfera alada de la materia prima. El comps y la escuadra que sostiene el andrgino en las manos representan el Cielo y la Tierra, las fuerzas primarias masculina y femenina. En el lado masculino, Saturno, Jpiter y la Luna; en el femenino, Venus, Marte y el Sol; en el centro, el Mercurio completo. Derecha e izquierda, invertidas respecto a la imagen.
la obra ya mencionada de Frithjof Schuon, Les Stations de la Sagesse, especialmente el captulo del mismo titulo.
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LA TABLA ESMERALDINA
El significado y la sntesis de la obra alqumica se condensa en las palabras de la Tabla Esmeraldina (Tabula Smaragdina). Este texto es una pretendida revelacin de Hermes Trismegisto, y as lo consideraban los alquimista medievales. La ms antigua referencia a l ha sido hallada en un escrito de Dybir Ibn Hayyn, del siglo VIII, y su versin latina era conocida ya por san Alberto Magno. A juzgar por su estilo, la Tabla Esmeraldina es de origen preislmico, y, puesto que armoniza perfectamente con el espritu de la tradicin hermtica, segn el juicio unnime de los propios alquimistas, no hay razn para dudar de su vinculacin al origen de la hermtica, aunque cabe preguntar si el nombre de Hermes Trismegisto debe atribuirse a un hombre o a una funcin sacerdotal hermtica puesta bajo la advocacin de Hermes-Thot. A continuacin transcribimos la Tabla Esmeraldina basndonos en el texto latino, aunque para la interpretacin de algunos pasajes hemos recurrido tambin a su versin rabe99: 1. En verdad, ciertamente y sin duda: Lo de abajo es igual a lo de arriba, y lo de arriba, igual a lo de abajo, para obrar los milagros de una cosa. 2. As como todas las cosas proceden del Uno y de la meditacin del nico, tambin todas las cosas nacen de este Uno mediante conjugacin. 3. Su padre es el Sol, y su madre, la Luna, el viento lo llev en su vientre y su nodriza es la Tierra. 4. Es el padre de las maravillas del mundo entero. 5. Su fuerza es perfecta cuando se convierte en tierra. 6. Separa la tierra del fuego y lo fino de lo grueso, suavemente y con todo cuidado. 7. Sube de la Tierra al Cielo y de all vuelve a la Tierra, para recibir la fuerza de lo de arriba y de lo de abajo. As poseers la luz de todo el mundo, y las tinieblas se alejarn de ti. 8. sta es la fuerza de todas las fuerzas, pues vence a todo lo que es fino y penetra en todo lo slido. 9. Por tanto, el mundo pequeo est hecho a semejanza del mundo grande. 10. Por ello, y de este modo, se obrarn aplicaciones prodigiosas. 11. Por eso me llaman Hermes Trismegisto, pues yo poseo las tres partes de la sabidura de todo el mundo. 12. Terminado est lo que he dicho de la obra del Sol. 1. En verdad, ciertamente y sin duda: Lo de abajo es igual a lo de arriba, y lo de arriba, igual a lo de abajo, para obrar los milagros de una cosa. La versin latina empieza textualmente as: Verum, sine mendacio, certum et verissimum, pero la versin que da Dybir es ms clara: En verdad; cierto y sin duda (haqqan, iaqnan, l shakka fih), pues en verdad se refiere a la esencia de lo revelado, y ciertamente y sin duda, a su experiencia subjetiva. La frase siguiente, primera, tiene en rabe una versin algo distinta, que aparentemente da otro significado: Lo ms alto [procede] de lo ms bajo, y lo ms bajo, de lo ms alto. Esto indica la mutua dependencia entre lo activo y lo pasivo en el sentido de que la forma esencial no puede manifestarse sin la materia pasiva, y viceversa, la potencia pasiva puede desarrollarse slo gracias a la accin del polo opuesto, activo. As, en la obra mayor, la accin de la fuerza espiritual depende de la preparacin del recipiente humano, y sta, a su vez, depende de aqulla. Pero esto no es ms que otro aspecto del reflejo entre arriba y abajo, a que se refiere la versin latina: Para obrar los milagros de una cosa, es decir, de la obra interior. Arriba y abajo se refieren, pues, a esta cosa en particular y se completan en su proyeccin a ella. 2. As como todas las cosas proceden del Uno y de la meditacin del nico, tambin todas
99 Vase J. F. Ruska, Tabula Smaragdina, Heidelberg, 1926.
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las cosas nacen de este Uno mediante conjugacin. Esto significa que la obra hermtica procede de una sustancia nica, a imitacin y como reflejo material invertido de la creacin del mundo por el ser divino nico mediante el Espritu nico. En lugar de meditatione unius, por la meditacin del Uno, ciertas transcripciones dicen mediatione unius, por mediacin del Uno, lo cual, de todos modos, no altera esencialmente el significado, pues se funda en la idea de que la luz nica e intangible del Uno omnipotente se quiebra en mltiples reflejos a travs del prisma del espritu. Plotino enseaba que el Espritu Unico (nous) se mira constantemente en el Ser Supremo sin poder comprenderlo ni profundizar en l, y con esta contemplacin constante, proyecta, cual una lente condensadora, la luz recibida en un haz de rayos, y as pone de manifiesto la pluralidad del Todo. La expresin rabe tadbir, que aparece aqu en ciertas versiones de la Tabla Esmeraldina, tiene el doble significado de meditacin y exposicin o conclusin. Nosotros hemos traducido mediante conjugacin por adaptatione; en Basilio Valentino se lee coniunctione (mediante unin). 3. Su padre es el Sol, y su madre, la Luna. El Sol, padre de la piedra, es el espritu (nous); la Luna, el alma (psich). El viento lo llev en su vientre, el viento que lleva en su vientre el germen espiritual es el hlito vital y, en un contexto ms amplio, la materia del reino intermedio que se extiende entre Cielo y Tierra, es decir, entre el mundo puramente espiritual y el mundo fsico. El hlito vital es tambin el mercurio, que contiene el germen del oro en estado lquido. Y su nodriza es la Tierra, o sea, el cuerpo como realidad interna. 4. Es el padre de las maravillas del mundo entero. Maravilla es una traduccin aproximada de thelesma, de la que se deriva talismn. Un talismn (en rabe, tilism) no es ms que un smbolo en el que se ha infundido algo de la fuerza de su arquetipo, al ser fabricado en una determinada situacin csmica (constelacin) y con el correspondiente recogimiento espiritual. Semejante tratamiento tergico depende de la correspondencia cualitativa entre forma visible y realidad invisible y de la posibilidad de lograr que esta correspondencia resulte operante en el plano espiritual. De aqu la similitud entre el talismn como portador de un influjo invisible y el elixir alqumico como fermento de la transmutacin de los metales. 5. Su fuerza es perfecta cuando se convierte en tierra, es decir, que cuando el espritu se hace cuerpo, lo voltil se solidifica. 6. Separa la tierra del fuego y lo fino de lo grueso, suavemente y con todo cuidado. Separar la tierra del fuego y lo fino de lo grueso significa extraer el alma del cuerpo. 7. Sube de la Tierra al Cielo y de all vuelve a la Tierra, para recibir la fuerza de lo de arriba y de lo de abajo. Una vez la conciencia se ha liberado de todas las cristalizaciones de forma, puede producirse la cristalizacin del espritu, de manera que lo activo y lo pasivo se unifican por completo. Entonces la luz del espritu se hace consistente. As poseers la luz de todo el mundo es decir, mediante la unin con el Espritu nico que es la fuente de toda luz, y las tinieblas se alejarn de ti, o sea, se desprendern de la conciencia, la ignorancia, el error, la inseguridad, la duda y la necedad. 8. Esta es la fuerza de todas las fuerzas, pues vence a todo lo que es fino y penetra en todo lo slido. Lo fino, sublime o voltil (en rabe, latif), slo puede dominarse ligndolo a lo firme o corporal, del mismo modo que slo puede retenerse un estado psquico asocindolo a una imagen concreta. Sin embargo, la fijacin alqumica es ms ntima y est relacionada con lo que dijimos anteriormente sobre la funcin de la conciencia corporal como punto de apoyo de estados espirituales. Mediante la unin con lo espiritual, la conciencia originalmente corporal se convierte en una fuerza penetrante y sublime, que puede actuar hacia el exterior. Dybir escribe a este
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respecto: Cuando el cuerpo slido y duro ha llegado a transformarse hasta el punto de hacerse fino y leve, viene a ser como una cosa espiritual que se introduce en los cuerpos, pese a conservar su propia naturaleza, que lo hace resistente al fuego. En este momento se mezcla con el espritu, ya que se ha convertido en algo fino y ligero y, al mismo tiempo, da consistencia a ste. La consolidacin del espritu en este cuerpo sucede al primer proceso, ambos se transforman, y cada uno de ellos toma la naturaleza del otro. El cuerpo se hace espritu al adquirir la finura, ligereza, elasticidad, coloracin, accin penetrante y dems propiedades del espritu. A su vez, el espritu se convierte en cuerpo al tomar de ste su resistencia al fuego, su inmutabilidad y su perdurabilidad. De la conjuncin de ambos elementos se obtiene una sustancia ligera, que no posee la solidez del cuerpo ni la finura del espritu, sino que viene a ocupar una posicin intermedia entre ambos extremos...100 9. Por tanto, el mundo pequeo est hecho a semejanza del mundo grande. En la versin latina, esta frase dice: Por tanto, el mundo es creado. El texto rabe, por el que nos hemos regido, es, evidentemente, ms completo. El mundo pequeo, la perfecta imagen del grande, es el hombre que ha realizado su naturaleza original. Esto indica claramente el verdadero objetivo de la alquimia. 10. Por ello, y de este modo, se obrarn aplicaciones prodigiosas. En el texto rabe se lee: Los sabios recorren este camino. 11. Por eso me llaman Hermes Trismegisto, pues yo poseo las tres partes de la sabidura de todo el mundo. Trismegisto significa tres veces grande o triplemente poderoso. Las tres partes de la sabidura representan las tres fases principales del Universo, o sea, la existencia puramente espiritual, la psquica y la corporal, cuyos smbolos son el Cielo, el reino intermedio del aire y la Tierra. 12. Terminado est lo que he dicho de la obra del Sol. De la obra del Sol: de operationis solis; esto puede significar tambin de la obra de oro o de la fabricacin del oro. Toda la Tabla Esmeraldina viene a ser una explicacin del sello salomnico, cuyos dos tringulos pueden representar tanto la forma esencial y la materia como el espritu y el alma, como el azufre y el mercurio, como lo voltil y lo slido, como la fuerza espiritual y la existencia corporal.
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CONSIDERACIN FINAL
Esperamos que con nuestras explicaciones habremos sacado el horizonte espiritual en el que se encuadra la alquimia como arte regia, de la distorsin casi inevitable que implica todo examen puramente histrico. Del mismo modo que los objetos se empequeecen con la distancia en el espacio, todo aquello que qued atrs en el tiempo se presenta bajo una figura simplificada y disminuida, tanto ms cuanto mayor es la distancia espiritual entre una poca y la otra. Entre nuestro tiempo y aquel al que pertenece la alquimia, esta distancia espiritual es poco menos que inmensa, por lo que a nadie debe asombrar que el investigador de hoy que no posea ciertos conocimientos de las artes espirituales que an subsisten en algunos mbitos culturales, vea la alquimia como a travs de un espejo que le ofrece una imagen deformada y disminuida. Y es que, por lo general, carece no slo de los conocimientos tericos que lo capacitaran para comprender el lenguaje figurado de los alquimistas, sino tambin de todo punto de referencia para discernir lo que en aquel campo es posible y lo que es probable. La Naturaleza y nos referimos tanto a la naturaleza corporal como a la naturaleza psquica de los hombres y de las cosas puede abordarse desde lados muy diversos, por lo que cada una de las dimensiones que corresponde a un determinado punto de vista resulta lgica y prcticamente inagotable. Por ejemplo, la Qumica emprica puede desarrollarse hasta el infinito sin que sus descubrimientos lleguen a salirse de la determinada dimensin ontolgica establecida por sus hiptesis, mientras que una Ciencia legada por la tradicin, como la alquimia, puede examinar y tratar los mismos fenmenos naturales desde unas miras totalmente distintas y tambin infinitas. Puede ponerse como ejemplo de ello la Medicina tradicional de los chinos, hindes o tibetanos, cuyos mtodos son extraos por completo al moderno concepto de la Naturaleza, sin que por ello resulten menos eficaces. La Ciencia moderna tiene un ojo implacable para descubrir los errores infantiles que aparecen en la Cosmologa tradicional y que, sin embargo, son tangenciales e intrascendentes; y, no obstante, es incapaz de ver sus propios atentados contra el equilibrio del hombre y la Naturaleza que, a los ojos de un arte espiritual como la alquimia, suponen gravsimas transgresiones, aparte el injustificado totalitarismo y la negacin, expresa o tcita, pero en cualquier caso prctica y casi siempre absoluta de lo sobrenatural e inmaterial que caracterizan a la Ciencia moderna. La relacin entre el hombre y el mundo natural vara en ciertos casos no slo tericamente, sino prctica y tangiblemente, y no slo de modo subjetivo, sino tambin recproco; porque el mundo corporal no est separado del psquico, a pesar de que la perspectiva particular del yo nos muestra a la esfera psquica del individuo como algo autnomo. En las pocas y en los pueblos en que la conciencia del yo es menos consistente y la relacin con el ambiente natural no est dominada por el prejuicio de una actitud meramente racionalista, puede suceder con ms facilidad que las fuerzas psquicas acten directamente y sin medios mecnicos sobre la naturaleza externa. Esto puede aplicarse, sobre todo, a las tradiciones de forma arcaica, para las cuales los fenmenos naturales, como el relmpago, la lluvia, el viento y el crecimiento, representan smbolos esenciales; y puede darse el caso de que determinadas acciones sagradas despierten una resonancia csmica; esto puede observarse an hoy en algunos pueblos chamanistas, como los indios norteamericanos. Por tanto, hay que situar la alquimia en este su marco original para entender el justo significado de ciertas declaraciones sobre el efecto del elixir. No cabe duda de que la conversin de los metales ordinarios en oro no es el verdadero objetivo de la alquimia, y cuando slo se persigue esto, nunca puede conseguirse. Pero hay ciertos testimonios sobre la realizacin visible del magisterio que no pueden descartarse con facilidad. El simbolismo metalrgico se halla tan orgnicamente ligado a la obra interior de la alquimia, que, en ciertos casos aislados, lo que se realizaba interiormente se plasmaba tambin en el plano exterior, no como fruto de unas operaciones qumicas cualesquiera, sino como manifestacin espontnea de un estado espiritual extraordinario. La realizacin de la transformacin espiritual es ya en s un milagro no menos
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trascendental que la brusca conversin de los metales ordinarios en oro. Slo concentrndose espiritualmente, el arquero japons iniciado en los misterios del Zen poda dar en el blanco con los ojos cerrados en el instante de su unin con el Ser eterno101. As tambin la transformacin fsica de los metales era como una seal que mostraba a un tiempo la santidad del oro y la del hombre, del hombre que haba conseguido realizar la obra interior.
http://www.egrupos.net/grupo/alquimia/ http://alquimia.zoomblog.com/
101Vase Eugen Herrigel (Bungaku Hakushi), Zen in der Kunst des Bogenschiessens, Munich-Planegg, 1951.
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