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El Judio Errante

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LA LEYENDA DEL JUDO ERRANTE EN LA LITERATURA DE CORDEL ESPAOLA

ENRIQUE MARTNEZ-LPEZ

University of California

Marcel Bataillon, despus de haber buscado en vano huellas de la leyenda del Judo errante en el Romancero general de Agustn Duran y convencido de que tampoco las habra en las colecciones de pliegos de cordel, sentenci: Evidentemente, en Espaa, tan fecunda en baladas y endechas, falt un romance logrado que habra incorporado definitivamente a Juan de Espera en Dios a su folklore, como la balada de Isaac Laquedem hizo entrar al Judo errante en el folklore belga y francs.1 Teniendo alguna razn el ilustre hispanista, su juicio, sin embargo, se hizo sin haber tomado en cuenta dos hechos importantes. Primero, que el Judo errante estaba vivo (y segua estando todava en 1963) en la literatura oral de la Pennsula, aunque no en lengua castellana, sino en usquera, y, precisamente, en una adaptacin decimonnica de la balada mencionada, tambin denominada la balada brabantina porque en ella se da noticia del paso del personaje, llamado aqu Isaac Laquedem, por Bruxelles, en Brabant.2 Segundo, que el relato del eter1. Peregrinaciones espaolas del Judo errante, en Varia leccin de clsicos espaoles, Madrid, Gredos, 1964, p. 125 (cf. con p. 91); es traduccin de Prgrinations espagnoles du Juif errant Boulletin Hispanique, XLII (1941), pp. 81-122. 2. Cito por la versin impresa en J.-B. WECKERUN, Chansons Populaires Du Pays de France avec noticies et accompagnements de piano, Pars, Heugel & Ci., 1903, pp. 223-27, en la cual el encuentro de Isaac con los dos bourgeois flamencos se sita en el siglo XIX, como indica la estrofa 9: La vieillesse me gene, / J'ai bien dix-huit cent ans, / Chose sre et certaine, / Je passe encor trente ans: / J'avais douze ans passs, / Quand Jsus-Christ est n. Para darle credibilidad al relato de Isaac es corriente que, cada vez que se publica la balada, en esta estrofa se altere la edad del personaje y se la aproxime a la fecha de la impresin. En este caso se ha aumentado en un siglo la fecha del

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no caminante, contando en castellano, haba entrado en la literatura de cordel y corri en dos pliegos sueltos en los que se imprimieron, respectivamente, una Relacin potica y un llamado Romance sobre el mismo Isaac Laquedem. Con ellos circul tambin un folleto madrileo, de 1845, traducido del francs con el ttulo Historia completa y autntica de Isaac Ahaswerus, conocido con el nombre de el judo errante, contada por l mismo en Leipsick en 1839. Se venda

paso de Isaac por Bruselas (22 de abril de 1774), segn constaba en la versin ms antigua, en cuya estrofa 9 se lee: J'ai bien dix-sept cents ans, etc. Vase el texto en P. L. JACOBS [= Paul Lacroix], Curiosils de l'histoire des croyances populaires au Moyen Age, Pars, Adolphe Delahays, 1859, pp. 129-33, y en Roland AUGET, Le juif errant: Gense d'une lgende, Pars, Payot, 1977, pp. 124-28. Las complaintes y cantiques franceses sobre el Judo errante se desarrollaron en el siglo xvil. En un complaine de 1609, reproducida por Anderson, ya se presenta al peregrino cantando su vida a deux gentils-hommes au pays de Champagne. Igual situacin se ve en una estampa titulada Le portraict au naturel d1 un Juif nomm Ahasverius, impresa en Pars, N. de Mathonire, 1616. Tambin aparece conversando con deux Bourgerois tres civils, cerca de Dijon la Grand-Ville, en un cantique spirituel de hacia 1675-1710 reimpreso por Socard. Acaso por esto pareci plausible a Jaccord remontar la composicin de la balada brabantina a la segunda mitad del siglo XVII. Para Knecht, sin embargo, esto debi hacerse alrededor de 1750. La ascendencia de algunas de las estampas que la ilustran, muy difundidas a partir de principios del siglo XIX, es tambin.dieciochesca, pues llevan al grabador Robert-Frderic Huet-Perdoux (1763-1817), de Orleans, a quien ya copiaban otros en Amiens (entre 1779-92) y luego en Mans, Chartres, Pars, Toulouse y Espinal, como puede verse en Pierre Louis DUCHARTRE y Rene SAULNIER, V imagerie populaire, Pars, Librairie de France, 1925, p. 295; cf. con pp. 36, 100, 179-80, 259, 353, 361, 404 y con el catlogo Cinq Sicles d'Imagerie Frangaise, Muse National des Arts el Traditions Populaires, Pars, ditions des Muses Nationaux, 1973, pp. XXXIV, XXXDC, 154-55 (nm. 126), 272-73 (nm. 243). Ver tambin: Alexis SOCARD, Livres populaires: No'ls et cantiques imprimes Troyes depuis le xv/le sicle jusqu' nos jours, avec des notes bibliographiques et biographiques sur les imprimeurs troyens, Pars, Auguste Aubry, 1865, pp. 128-30; Louis JACCOD, The Three Apples of Easter: A legend of the Valley of Aosta [1919], en The Wandering Jew: Essays in the Inierprelation of a Chrislian Legend, reunidos por Gali Hasan-Rokem y Alan Doudes, Bloomington, Indiana University Press, 1986, pp. 51, 53; George K. ANDERSON, The Legend of the Wandering Jew, Providence, Brown University Press, 1965, p. 163; Edgar KNECHT, Le Mythe du Juif errant: Esquisse de bibliographie raisone (1600-1844), Romantisme: Revue de la Socit des Eludes romantiques, VIII (1974), pp. 107-108; Le Mythe du Juf errant: Essai de mythologie et de sociologie religieuse, Grenoble, Presses Universitaires de Grenoble, 1977, p. 60. En cuanto a la suerte de la balada brabantina en usquera, los textos e informacin oportuna vienen en Resurreccin Mara de AZKUE, Cancionero popular vasco, Bilbao, Biblioteca de la Gran Enciclopedia Vasca, 19682, nms. 386, 428, 429, 430; y en Jos Mara SATRSTEGUI, El cantar de "El Judo Errante", Fontes Lingvae Vascorum: Stvdia et documenta, VII (1975), pp. 33961. Azkue no precis cuando recogi sus versiones, publicadas en el fascculo V (1922) de su Cancionero, pero pudo haber sido entre 1895 y 1905 (cf. nms. 406 y 542). Las que aduce Satrstegui son de 1927, 1959 y 1963;ista, de informante nacida en 1883. Todas son remontables a la balada brabantina (de la que tambin resultaran los pliegos sueltos de Barcelona que tratamos a continuacin) y, a juzgar por la endecha 386 de la coleccin de Azkue, en la que se menciona el paso del Judo errante por Viena del Delfinado, derivan de la variante meridional de la balada, que es tambin la que inspira uno de los pliegos catalanes (infra, nota 7). Los galicismos que contienen las endechas vascas sugieren que la balada entr al Pas Vasco espaol por medio de versiones usqueras realizadas en Francia por vasco-franceses. De hecho, la recogida por el P. Donostia que publica Satrstegui

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por tres reales en la calle Mayor,3 y le haca la competencia un pliego de aleluyas, quizs de 1846, que resuma Le Juif errant (1844-1845) de Eugne Sue en 48 vietas y otros tantos pareados, de musa tan apropiada al gusto callejero con la que inspira el inicial, que dice as: Tras una vida ambulante / anda El judo errante.4 El folleto y las aleluyas se imprimieron al calor del triunfo editorial de la novela de Sue, libro y cuestin palpitante en 1846, cuando, y slo en un par de aos, ya haba alcanzado las catorce ediciones y hasta su imitacin en El judo errante en Espaa, novela original espaola} Lo mismo se puede decir

(pp. 358-60), est en un dialecto vasco-francs, segn me informa el profesor Juan Bautista AvalleArce. 3. Fue publicado en Madrid, en la Carrera de San Francisco, nmero 3, por don Ramn Campuzano, impresor de novelas por entregas. Hay ejemplar en la Biblioteca Nacional, en rstica, con las cubiertas de papel rosado, de 14 por 9 cms. y 96 pginas. Es traduccin de un relato annimo, precursor de Eugne Sue, la Histoire complete el authenique D'Isaac Ahaswerus, surnotnm Le Juif Errant, raconte per lui-mme, a Leipsick, en 1839, Pars, Marchands des Nouveauts, 1840, impresa por L. Bouchard-Huzard, con formato parecido y ms pginas (VTII-144) porque est ilustrada. Se conserva un ejemplar en la Bibliotheque Nationale. No s si ser esta misma obra la que, titulada El judo errante, en cuatro pliegos de prosa, se public en la Biblioteca Moderna de Madrid, ya entrada nuestra centuria, segn Julio CARO BAROJA, Ensayo sobre a literatura de cordel, Madrid, Revista de Occidente, 1969, pp. 319, 339. Igual ttulo tiene un folleto, hoy extraviado, que, a nombre del novelista Jos Velzquez y Snchez, se public en Sevilla, 1845, segn Reginald F. BROWN, La novela espaola, 1700-1850, Madrid, Direccin General de Archivos y bibliotecas, 1953, p. 141 (cf. con pp. 135, 191, 196). Vanse tambin Jos F. MONTESINOS, Introduccin a una historia de la novela en Espaa en el siglo XIX, Madrid, Castalia, 1955, p. 312, y el citado libro de Knecht, pp. 201-205. A estos datos se puede aadir que existe otra traduccin de la Histoire complete, al portugus, de V. J. da Silveira Lopes, publicada en Lisboa, Livraria de Brabo, 1852, de la que hay ejemplar en la biblioteca de Brown Umversity. 4. Las aleluyas de El judo errante (nm. 14 de una serie) se imprimieron en Madrid, en la casa de J. M. Mares, y tambin en la de los Sucesores de Hernando. Hay ejemplares de ambos en la biblioteca del Institut Municipal d'Historia de Barcelona (Casa de l'Ardiaca). Aunque no tienen fecha es probable que se publicasen hacia 1846 porque muchas de las vietas se inspiran en las que ilustraron El judo errante, novela escrita en francs por Eugenio Sue, traducida al castellano por Mariano Urrabieta, Madrid, Jos Gaspar, 1844 (tomos I y II) 1845 (tomos JJI y IV). Charles DAVILLIER (VOyage en Espagne) vio las aleluyas en Zaragoza, en 1862, y a ellas probablemente se refera CHAMPFLEURY [= Jules Fleury] en su Histoire de l'imagerie populaire, Pars, E. Dentu, 18862, cuando en juicio que luego aceptara Bataillon (n. 13) declar que en la literatura de cordel espaola no haba encontrado ms Judo errante que el d'Eugne Sue, interpret parles imagiers de 1845 (p. 48). Sobre estas aleluyas y tambin litografas, algunas impresas en Francia para ser exportadas a Espaa, vanse Champfleury (p. 92), Joseph E. GILLET, Traces of the Wandering Jew in Spain, Romanic Review, XXII (1931), pp. 16-27, n. 39; Caro Baroja, ob. cit., pp. 418-19; y Agust DURAN i SAMPERE, Populare Druckgraphik Europas: Spanien vom 15.bis zwn 20. Jahrhundert, Mnchen, Georg D. W. Callwey, 1971, p. 76. 5. Madrid, P. Madoz y L. Sagasti, 1845. En la Biblioteca Nacional hay slo un tomo, aunque los ficheros anuncian cuatro, publicados en 1845-46. Si Sue haba utilizado el mito del Judo errante como pretexto para atacar a los jesutas, el annimo autor de esta novela (atribuida a Estanislao de Koska Vayo y tambin a Juan Cortada y Sales) lo aprovecha para arremeter contra la sociedad secreta El ngel Exterminador y los carlistas. Noticia de estas publicaciones hay en Dionisio HIDALGO,

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de la Relacin y el Romance, publicados en Barcelona sin ao, pero con probabilidad alrededor de la fecha citada. De ellos, principalmente, nos vamos a ocupar en este estudio, apresurndonos a anticipar que (volviendo al dictamen de Bataillon) sera difcil tener a estas composiciones por frutos logrados de la juglara de cordel espaola. Uno de ellas, en efecto, no es sino una traduccin, con notables enmiendas, de la balada brabantina, y la otra, una rplica a la misma complainte, es de mediana calidad. De estos pliegos, el impreso por Antonio Albert, en Barcelona, calle de San Pablo, nmero 30, se publicara cuando Albert tena su taller en ese local, esto es, en 1841-46, probablemente en la ltima fecha, por las razones antedichas.6 Se titula El judo errante. Relacin histrica en la que se refieren los principales pasos de la vida del Judo errante de que tanto se habla en nuestros das, y ya con estas palabras muestra su deuda con la balada brabantina, que trata de Isaac Laquedem, cet homme / De qui l'on parle tant, y era composicin cuyas coplas, segn testimoniaba Ducos en 1819, las han odo un sinnmero de espaoles, a quienes la torcida e infame poltica de Napolen llev prisioneros a Francia.7 Sin embargo, a pesar de que la mayora de los componentes informa-

Diccionario general de bibliografa espaola [1862-1881], reimpr. New York, Burt Franklin, 1968, I, p. 41, II, pp. 461-62, donde tambin se cita El judo errante: Drama fantstico en cinco actos y un eplogo, traduccin de D. Manuel de Malibrn, Barcelona, viuda e hijos de Mayol, 1848. La fecha debe ser 1849 (como supone Marco) porque fue en junio y julio de ese ao cuando se estrenaron en Pars dos arreglos melodramticos de la novela, en primero de los cuales se titula Le Juif-Erranl: Drarne en cinq acles et dix-sept lableaux, Mise en scne par MM. Monididier el Saint-Ernest, musque de M. Amde Arlus, Pars, Beck, 1849. Buena muestra de la controversia que suscit Sue hay en la Memoria crtica literaria sobre el Judo errante (Barcelona, Jos Rubio, 1845), con reimpresin sevillana (D. C. Santigosa, 1846), obra de de Joaqun RUBIO dirigida contra el socialismo furierista que se predica en la novela. Vanse: MONTESIONS (pp. 116, 296-301); Juan Ignacio FERRERAS, Catlogo de novelas y novelistas espaoles del siglo XIX, Madrid, Ctedra, 1979, n. 1026; Joaqun MARCO, Ejercicios literarios, Barcelona, Tber, 1969, p. 82, n. 2; Literatura popular en Espaa en los siglos XVIII y xix Una aproximacin a los pliegos de cordel, Madrid, Taurus, 1977, I, pp. 308-310; Anderson (p. 238) y la citada bibliografa de Knecht, en Romanticisme, XII (1976), p. 99. 6. Segn el fichero de la biblioteca del Institut Municipal d'Historia de Barcelona, donde se guarda el pliego, Albert ya estaba en la calle de San Pablo en 1841. Su actividad, en esa direccin, durante 1843-46, se documenta en MARCO, Literatura popular (I, p. 308, JJ, pp. 587-90) y tambin que en 1847 se haba muda_do a la calle Condal, 7 (II, p. 593), donde todava estaba en 1848 (I, p. 157, 160, 163, 166, II, p. 417). MARCO, en Ejercicios literarios, fecha este pliego probablemente hacia 1846 (p. 82), supongo que por las mismas razones por las que me parece aceptable su conjetura. 7. Don Luis FRIS DUCOS, Historia del judo errante, Madrid, Imprenta de D. M. De Burgos, junio de 1819, p. XII. Por lo que se dice en la cuarteta 25 de la Relacin, su fuente debi haber sido la variante de la balada brabantina en la que la visita del caminante se sita en la Viena francesa, no en Bruselas, segn puede verse en Champfleury: Un jour prs de la ville / DE Vienne en Dauphin. / Des bourgeois fort dciles / Voulurent lui parler (p. 82). Curiosamente a esa visita se refiere tambin Ducos (p. XI): El da 22 de marzo del ao 1777 pas por la ciudad de Viena en Francia un extrangero a quien el pueblo tom por el judo errante del que tanto se hablaba a la sazn; y con este

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tivos de la Relacin se pueden remontar a la balada brabantina o a los grabados que ilustran sus repetidas impresiones,8 lo que presenta este pliego en sus 34 redondillas claudicantes,9 es rplica original que equivale a una negacin rotunda a lo que la balada brabantina y su gnero, el conjunto de complaintes y cantiques sobre el Judo errante, significaba. Tanto stos como aqullos son lamentos cantables, endechas, en las que se apela a la emocin del oyente. Y en las que se conservan sobre el cansado andante, aunque no falta el propsito de edificar,10 caracterstico de la leyenda desde el relato medieval de Cartafilo,11 lo que se buscaba primordialmente era conmover al pblico. A ste se le daba una composicin que, como nota Knecht (1977), difie non par la reflexin mais par l'motion qu'elle suscite et la piti qu'elle veille (p. 59), y que, si en ocasiones moraliza, nunca se dirige a indig-

motivo compusieron las coplas de que hablo, las cuales principian as: Est-il rien sur la Ierre [...]. Ese de que tanto se hablaba es frmula de la leyenda documentable ya en Roger de WANDOVER, Flores Historiarum (1228), ed. Henry G. Hewlett, London, Her Majesty's Stationery Office, 1887, II, p. 353, donde se lee: viro illo, de que frequens sermo habetur inter nomines. 8. Algunos detalles no explcitos o ausentes en la balada brabantina, como que Isaac fuera zapatero en la calle de la Amargura dato popular en Espaa ya en 1542 (Bataillon, p. 115) y todava recordado en Las cinco blancas de Juan de Espera en Dios (1669), de Antonio de Huerta o que no fuese ni joven ni viejo (cuarteta 30), esto es, que siempre tena o volva a tener unos 30, 40 o 50 aos de edad, rasgo igualmente aejo en la Pennsula, eran noticias que haban vuelto a tener circulacin reciente gracias al padre Benito Jernimo Feijoo (El judo errante, de 1745, en Biblioteca de Autores Espaoles, LVI, Madrid, Atlas, 1952, pp. 546-49), a Ducos, que repite a Feijoo (pp. VII, 3), y a la Historia completa y autntica de Isaac Ahaswerus (p. 17). En sta tambin hay pasajes (pp. 10, 15-16) aproximables a los versos 23, 31, 66-69 de la Relacin. Del grabado que ilustra el pliego de Albert no he podido hallar fuente directa, aunque en Champfleury (pp. 15, 51, 89, 90-92) se describen estampas al parecer comparables pues el Judo lleva turbantes y pasa por una ciudad oriental o carga un fardo. Unas alforjas, tan pesadas que le encorvan, lleva Isaac en una estanpa francesa (Irnagrie nouvelle: Le Juif-Errant, planche n." 593, Typographie, Lithographie, Imagrie Haguenthal, diteur Pont--Mousson, Meurthe) conservada en Madrid, Biblioteca Nacional, Inventario de Estampas, n. 17802. No lleva fecha, pero en la estrofa 9 de la balada brabantina, impresa al pie, Isaac dice pasar de los 1812 aos de edad y que ya tena ms de doce al nacer Jesucristo. 9. Las torpezas afectan tanto a la rima como al metro. Dominan los octoslabos, pero alternando con versos que oscilan de 4 a 10 slabas. Y si hay 20 redondillas con su rima consonante, tambin hay 14 ms en las que se mezcla consonancia con asonancia, en los versos impares (9 casos) o en los pares (5 casos). No fue sta la nica vez que Albert public versos as. Vase MARCO, Literatura popular, p. 593. 10. Sirvan de ejemplo los versos con que el Judo concluye una complainte de principios del siglo xvil citada por Anderson (p. 165): Quand l'univers ie regarde et contemple, / le croy que Dieu me faiyt servir d'exemple, / Pour tesmoigner sa Mort et Passion, / En attendant sa Rsurrection. 11. Roger de WANDOVER, en las citadas Flores Historiarum, explica que Cartaphilus es persona qui adhuc in argumentum fidei Christianae (p. 353). Lo mismo hay en Matthew PARS, Chronica Mejora (1952), ed. Henry R. Luard, London, Her Majesty's Stationery Office, 1880, V, p. 341, donde, refirindose a la inmortalidad del peregrino, se dice: Et hoc est unum de mundi mirabilibus et magnum Christianae fidei argumentum.

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nar al pblico contra el desdichado peregrino. De acuerdo con tal propsito est la disposicin narrativa predominante en las complaintes y cantiques que he podido leer sobre el Judo errante. Porque en estas composiciones quien casi siempre lleva la voz cantante, del todo, o en la mayora de interlocuciones, es el protagonista, ms interesado en expresar su dolor, arrepentimiento o esperanza de salvacin, que en dar pormenores sobre su vida o su rechazo de Cristo. El efecto, pues, que se produce es la compasin y respeto hacia un sufridor que se describe como persona digna y venerable. Esto se consigue con particular eficacia en la balada brabantina, hbilmente construida, y en la que el impacto que se espera causar en el oyente ya se predetermina al situar a la cabeza del relato el comentario emocional del narrador, conmovido por la triste suerte del personaje. Lo que sigue intensifica ese estado de nimo porque la narracin, en su mayor parte, la hace el propio Isaac y porque en ella se antepone la exposicin de los sufrimientos a la explicacin de su causa. sta, adems, queda limitada a slo tres estrofas (en las que, por otro lado, al errante se le hace hablar ms que a Cristo), mientras que el lamento de los sinsabores de la vida de Isaac ocupa quince estrofas. De acuerdo con la ndole elegiaca de la balada est la meloda recogida por Weckerlin, entrecortada y muy melanclica, aumentando as el efecto de los versos, que, como eco de los repetidos pasos del caminante, realizan la interminable sucesin de lugares que recorre y la obsesiva reiteracin invertida de gestos y negaciones que configuran el mito. Un imperativo empujn a la divinidad, que pasa humanizada rumbo a la eternidad, se vuelve en perpetuo quedarse para pasar siempre empujado; un no a la permanencia de Dios trae como resultado la negacin de cualquier grado de permanencia: no poder detenerse, ni sentarse, ni dormirse, ni morirse, ni tener direccin fija, ni capitales, ni casa, ni bien alguno. Frente a la libertad de expresin de que goz Isaac Laquedem en la balada brabantina (desahogo que acaso justificara la semisonrisa nica que yo sepa, en la iconografa de la leyenda que le puso el grabador en el pliego publicado por Dembour y Gangel), al protagonista de la Relacin barcelonesa slo se le concede la palabra, en dos cuartetas, para condenarse y ser fulminado, en tres cuartetas v por la maldicin divina. Sale as, amordazado, casi como relajado blasfemo en auto de fe, a las llamas de la Relacin, donde, sin poder gemir, le achicharra el narrador. ste, en efecto, tiene en sus manos el 85 % del relato. Lo introduce con cuatro estrofas para dirigirse al pblico y predisponerlo, no a favor del errante, como en la balada brabantina, sino contra l, llamndole, entre otras cosas, este prfido judo. Y lo cierra con otras tres para rematar su intervencin con una moraleja recomendando escarmiento al lector. No hay tal en la balada brabantina, pero s en un cantique que acaba as: 1342

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Amendez-vous, pcheurs, amendez-vous! Songez a l'tat de vos consciences: Afn d'apaiser de Dieu le courroux, Disposez-vous fairepnitence!12

Esto contrasta notablemente con la ingenua moraleja de la Relacin:


Escarmentad, lectores, sed siempre compasivos; no seis jams judos y os evitaris horrores...,

de un antisemitismo cerril, a tono con el que muestran algunos de nuestros refranes,13 y que no he visto en ninguna complainte ni balada inglesa The Wandering Jew (1612), que tiene como estribillo los versos: Repent therefore, O England! Repent while you are space; / And do not (like the wicked Jews) despise God's proffered Grace (Anderson, p. 61). Pero, volviendo a la Relacin: entre su principio y su final, pulpitos declarados del autor, estn, adems del dilogo mencionado, las estrofas puramente narrativas (5-10, 17-31), que, en teora, podran ser las ms objetivas. No ocurre as porque el relator se entremete y califica los hechos presentados en trminos que dejan clara su opinin personal. Y sta, aunque en algunas ocasiones refleja el precedente compasivo de la balada brabantina al referirse a la fatiga, tristeza y lgrimas de el malhadado Judo, es abrumadoramente hostil al infame zapatero, motejado trece veces con los peores adjetivos. Por otro lado, en la Relacin, invirtindose el orden narrativo seguido en la balada Brabantina, la intriga se desarrolla ajustndose al orden lgico y cronolgico de la fbula, esto es, haciendo preceder la causa al efecto. De esta manera el relato principal / de este inhumano ser pone en primer plano la maldad con que ofendi al Redentor. Efecto negativo tiene tambin el grabado porque en l el personaje est vestido de moro, otro tipo no muy bien parado en la literatura de cordel de la poca. Para colmo lleva a la espalda un saco repleto, descrito en el texto como morral y zurrn. En esto se ha transformado la bolsita que, atada al cinturn, se ve en el grabado que ilustra la balada brabantina impresa por Dembour y Gangel. El texto francs dice, subrayando la frugalidad con que vive Isaac:
12. Segn Champfleury (pp. 33, 83) se imprimi en 1751 y 1763. El texto lo reproduce Jacob (p. 128). Otras moralejas de este tomo cita Knecht (1977, p. 63). 13. Pienso en No hay ms de un judo en este mundo (Que todos son iguales de malos), Fieme del judo, y echme en el ro y Dmelo judo, y drtelo he quemado, todos recogidos por Rodrguez Marn y por ello, en principio, no muy distantes de la poca en que se public la Relacin. Estn reunidos, con otros parecidos, en el Refranero general ideolgico espaol (Madrid, Real Academia Espaola, 1953) de Luis MARTNEZ KLEISER.

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Je n'ai point de ressource, Je n'ai maison ni bien, J'ai cinq sous dans ma bourse, Voil tout mon moyen.

De aqu saldr en la Relacin, y hasta con su galicismo, que el Judo siempre los cinco sueldos / lleva dentro el morral. Y aunque es este poco dinero, como nunca le falta al zurrn y a ste se le pinta grande, resulta que el sobrio Isaac Laquedem aqu acaba transformado en un gran bribn que, a juzgar por el dibujo, siempre lleva el saco lleno. Es decir, lo que aqu tenemos es una inversin radical de aquella estampa (corriente en las complaintes) del bon Juif, segn la describe Auget, y que era l'anti-portrait du Juif charnel; aqu se restaura el estereotipo antisemita y se vuelve al Juif charnel, cifra de l'attachement grossier et bestial aux biens de ce monde (pp. 65, 84). En cuanto al pliego titulado El Judo Errante: Romance, lo primero que se nota es que no es romance, sino una narracin compuesta en una especie de sextillas, como la balada brabantina que traduce. Salvo que en la balada la rima se ajusta al esquema de una cuarteta de consonantes cruzados, seguida de pareados, mientras que la sextilla del llamado Romance, octosilbica, presenta slo asonancias sin pauta ni concierto. Tambin se public, sin fecha, en Barcelona, en la imprenta de Joaqun Bosch, cuya actividad editorial se documenta entre 1845 y 1868.u Lo ms probable es que el pliegue saliera, como el de la Relacin, alrededor de 1845-46, cuando la venta era segura gracias a la actualidad del folletn de Sue. Esta suposicin es creble porque el Romance en algunas ocasiones cambia el texto de la balada francesa con variantes que parecen inspiradas en Sue.15 El grabado que ilustra el pliego tambin sugiere esas fechas, pues es copia del que, acompaando a la balada, aparece en la hoja suelta titulada Le Juif-Errant que imprimieron, en Mosella Metz, Adrien
14. El pliego, del que consegu copia gracias a la diligencia del profesor Harvey L. Sharrer, se guarda en la Biblioteca de Catalua, Coleccin Bonsoms, en cuyos ficheros se registra la produccin de Bosch durante 1845-47, 1857-68. Marco (1977, pp.51, 169) cita otros pliegos de 1856 (cuando la imprenta est en la calle San Simplicio del Regomir, 4) y 1857 (cuando Bosch imprime para Jos Torras, otro impresor con el taller en la calle de la Canuda, 27). MARCO (1977, pp. 308-10) reproduce el Romance sin fecharlo, pero dando a entender que surgi como consecuencia de la novela de Sue. El pliego no trae las seas de la imprenta, slo las del vendedor: Vndese en la tienda de Joaqun Gaubert, frente a la Bajada de la Canonja. 15. En la estrofa 2, jornaleros traduce a bourgeois; y en la 3, artesano a ouvrier; anisan es la palabra con que Sue se refiere siempre al Judo errante para clasificarlo socialmente. En la 15, los versos mil veces me he puesto en medio / De tanta carnicera, revelando una actitud suicida inexistente en la balada, parecen eco del episodio de la novela en que Ahasverus se pone ante un can en el momento de disparar. El pasaje es inolvidable por el dramtico grabado que lo acompaa en la traduccin ilustrada de Urrabieta (I, 81).

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Dembour y Gangel, asociados durante 1840-52.16 Concuerda todo esto con la factura del Romance, ms letrada que la de la Relacin, como era de esperar de quien puede traducir con destreza y tambin mantener el ritmo ternario que predomina en las estrofas de la complainte (divisibles en tres dsticos), adornar en algn caso el texto francs con quiasmos y aliteraciones simtricas,17 y aun hacer que unos jornaleros, sabedores de la Escritura, se dirijan a Isaac con el dignificador vos de aquella fabla antigua puesta de moda entre los escritores romnticos. Ms importantes contribuciones del traductor son la edicin de una moraleja al final, muy diferente de la odiosa que trae la Relacin, y la correccin doctrinal al mito introducida en la estrofa 17, donde, adems, se elimina el pareado del texto francs. De este modo se refuerza la moraleja (Cristo es caridad) a la vez que se pone en tela de juicio la historicidad del relato, pues no puede ser cierto que Dios sea resentido y vengativo como los hombres.18 A ese mismo resultado llevan las correcciones, a las estrofas 19 y 21, aparentemente hechas para impedir cierto contrasentido posible en la lectura del texto francs. En ste, en efecto, del relato que el caminante hace se puede deducir que, en el momento de su encuentro con Cristo, Isaac pensaba a la vez con dos cabezas que se contradicen. Por un lado pensaba como fiel judo que Cristo era un criminal; y por otro, como buen cristiano, que tena ante s a Dios (mon Sauveur). En consecuencia, se presenta a s mismo no slo como cruel (brutal en las versiones ms antiguas), sino tambin rebelle, de donde su accin resulta calificada al mismo tiempo de crueldad y osada (cruelle audace) y todo ello de cosa irracional (sans raison) porque va contra Dios.
16. Vase Duchartre y Saulnier (pp. 204-06). Champfleury lo describe precisando que Isaac s'adrese un matelot qui lui indique son chemin dans la direction d'une ville de l'Orient (p. 89) y que se reimprimi en 1842. Isaac viste bajo la casaca el mandil (tablier) de zapatero, caracterstico en las ilustraciones francesas del personaje, y al cual se alude en la estrofa 3. En la traduccin se esfuma el detalle al hispanizarse el atuendo: Modesta blusa llevaba / cual artesano sencillo. Hay ejemplar de la hoja francesa (383 por 255 mm., coloreada), con la signatura C 53863151, en la Iconothque, Muse National des Arts et Traditions Populaires, Pars, pero no se permite su reproduccin. La que aqu se muestra es de una reimpresin, hecha por Gangel y P. Didion, asociados durante 1861-68, de la que tengo un ejemplar. Tambin est coloreada de rojo, azul, sepia, amarillo, verde y rosado. 17. En Europa he visto guerras / Y guerras en Asia he visto (14); Nunca, nunca me detengo, / Ni aqu ni en otra parte (5); Culpa tal con tal castigo (19). 18. A Dom Agustn CALMET (Dictionnaire de la Bible, 1772) le pareca que no haba cosa ms opuesta al espritu de misericordia y paciencia mostrado por Cristo durante su Pasin que esta supuesta maldicin contra el Judo errante. Por eso tach de fbula el relato, inventado quiz por aprovechados impostores (Anderson, p. 110). Parecidas razones dar luego Charles NlSARD en su Histoire des livres populaires ou de la littrature du colportage, Pars, E. Dentu, 18642, I, p. 493. Feijoo, sin saber que as concordaba con los erasmistas espaoles del siglo xvi, sigui la opinin de Calmet atribuyendo todo a superchera de algn tunante (p. 548), pero se guard de meterse en teologas.

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El traductor, sin embargo, ponindose en el lugar de un judo fiel, impone coherencia a los razonamientos de Isaac al eliminar rebelle y audace, y al sustituir mon Sauveur y sans raison por el buen Cordero y sin la menor caridad.19 As, quien habla por boca de Isaac no es el cristiano autor de la balada brabantina; habla un judo que nunca se imagin estar frente a Dios, sino slo ante un reo indigno, que es tambin una persona mansa e indefensa como un cordero y que le pide ayuda en blando tono; merecedora, por lo tanto, de caridad, no de dureza desalmada. De esta manera el pasaje gana en verosimilitud y pierde en antisemitismo sin perder la ortodoxia teolgica y moral, porque, al introducir la imagen del Cordero/cordero, el traductor incluye una nocin universal que la injusticia que se hace contra la criatura va contra el Creador que es tambin especficamente cristiana.20 A Isaac, pues, no se le condena por ser judo, sino por no tener caridad. Y si esto es as y el colofn aadido a la balada francesa afirma que Jess al suelo vino / slo por la caridad (21), es obvio que no vino para aplicar por tanto tiempo a un viviente un castigo tan severo (17) como el que cuenta Isaac. El pliego espaol va ms lejos que la balada brabantina. Sus jornaleros no dicen, como los burgueses de Bruselas, haberse engaado (Aujourd'hui nous voyons / Que nous nous meprenions) al haber tenido por cuento la historia peregrina que haban odo sobre el Judo errante. La conclusin, pues, en cuanto a la perpetuidad del castigo de Isaac (que es la esencia de su historia), aunque no venga en letras de molde, est implcita y es posible: el cuento debe ser tenido por cuento y mentira. Son toques estos orientados a asegurar la aceptacin de la moraleja del Romance por un pblico al que de antemano se halaga dndole por buen cristiano y conocedor de la Escritura,21 y al que se quiere hacer sentir por el desdi19. En la Relacin aparece ya un Divino Cordero (9). 20. Mateo 25:31-46. Particularmente, y tras haber recomendado la misericordia hacia los presos, las palabras Amen dico vobis: Quamdiu non fecistis uni de minoribus his, nec mihi fecistis. Et ibunt hi in supplicium eternum. 21. Que el Judo errante fuese hombre que l'criture nomme / Isaac (10) es infundio tan mal intencionado en su origen como el que en la Kurtze beschreibung and Erzehlung von einem luden mit amen Anasverus (Leyden, 1602) se puntualizase en letras de molde que el ofensor de Cristo era judo y que se llamaba Asuero, pues de lo que se trataba era de semitizar al personaje (Cartfilo no lo era) y a la vez de asociarlo vagamente con la Biblia para dar autoridad a la leyenda. El hecho de que el traductor, persona nada lega en la doctrina cristiana, como muestran las correcciones que se han visto, dejase en el Romance esta afirmacin, que prueba la ignorancia de quienes creen que la leyenda tiene fundamento bblico, sera una irona ms con la que aludir sutilmente a la ndole fabulosa del relato. De cualquier modo, estas cosas pudieron imprimirse en Espaa porque la Inquisicin, suprimida en 1834, ya no poda censurarlas. Para la introduccin del nombre Ahasverus en la leyenda, vanse Anderson (p. 50), as como R. EDELMAN, Ahasuerus, the Wandering Jew: Origin and Background [1968], y Eduard K0N1G, The Wandering Jew: Legend or Myth? [1912], ambos en el libro organizado por Hasam-Rokem y Dundes (pp. 6-7, 16-18). Laquedem o Lakedem es, en mal hebreo, el que va hacia el Este, un modismo por viajero, segn Johann Georg Theodor GRASSE,

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chado errante una caridad verdaderamente cristiana, no el antiguo odio que atiza la Relacin. Por ltimo hay que destacar que, entre las variantes introducidas en el Romance, la ms significativa para la historia del mito en Espaa es la de haber traducido J'ai cinq sous por tengo siempre ocho cuartos. Es buen equivalente para indicar poco dinero, pero tambin revela que el traductor no recordaba las cinco blancas de Juan de Voto a Dios, o de Espera en Dios, que as se llamaba en la pennsula al Judo errante, y que eran muy famosas desde mediados del siglo xvi, cuando se mencionan por primera vez en el Viaje de Turqua (ca. 1553-57), hasta 1669, fecha en que se imprime la comedia, de Antonio de Huerta, Las cinco blancas de Juan de Espera en Dios.22 Poca memoria de esto mostr tambin el autor de la Relacin, pues, al referirse a las cinco monedas inagotables, puso sueldos en vez de blancas. Tampoco las haba mencionado, ni cosa alguna sobre la leyenda en Espaa, el padre Feijoo (1745), hombre encerrado en su biblioteca y alejado de la literatura popular. Al parecer, pues, la tradicin antigua sobre el Judo errante en Espaa estaba casi olvidada durante el siglo XVIII u hasta que, como testimonio Ducos, la remozaron con la balada brabantina los espaoles prisioneros de Napolen, libres por el tratado de Valen?ay, firmado en diciembre de 1813,24 si no es que los vascos ya se les haban anticipado en sus endechas sobre el Judio eratuari. Pero haba, en verdad, fenecido el mito en la tradicin espaola? En la escritura as parece; en la oral cualquier afirmacin sera aventurada. De lo que no hay duda es que el Isaac Laquedem llegado de Francia parece haber despertado entre los espaoles una memoria del Judo errante que Unamuno habra llamado intrahistrica. Me explicar. Los pliegos con la Relacin y el Romance, publicados ambos en Barcelona por la misma poca, son, claramente, el uno rplica del otro, y, por contraponer tolerancia liberal frente a estrechez de miras y viejo antisemitismo, reflejan la coetnea divisin de los polticos espaoles en cuanto a la unidad religiosa y lo que Caro Baraja denomina la cuestin juda.25
Der Tannhuser und der Ewige Jude, Dresden, G. Schnfeld, 18612, p. 127. Sobre la cuestin juda en la Espaa del siglo XK y las tentativas liberales de extirpar el Santo Oficio, desde su primera abolicin, decretada por Napolen en 1808, hasta la cuarta y final de 1834, vase Julio CARO BAROJA. Los judos en a Espaa moderna y contempornea, Madrid, Arin, 1962, III, pp. 162-72, 185. 22. Gillet (pp. 18-19), Bataillon (pp. 86-87, 100-102). Anderson (p. 58) registra el motivo en una balada bretona anterior a 1650. Ver tambin el Viaje de Turqua, ed. Fernando Garca Salinero, Madrid, Ctedra, 1980, pp. 16, 100. 23. Algn vestigio se percibe en la novela de Joseph de SANTOS CAPUANO, Zumbas con que el famos o Juan de Espera den Dios, [...] acude a dar vayas {.Ja la melancola [...], 4 t o m o s , M a d r i d , 1 7 8 8 , y reimpresiones de 1790-94. Vanse la de 1790, II (Madrid, Blas Romn), pp. 256-57, y Gillet, p. 26. 24. Memorias del Tiempo de Fernando VII, ed. Miguel Artola, Biblioteca de Autores Espaoles, vol. XCVH, Madrid, Aas, 1957. p. 217. 25. Los judos, Ul, p. 185.

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De un lado, liberales al estilo de Mendizbal, pintado con rabo de judo por los caricaturistas de su tiempo, y tambin hecho responsable del auge del indiferentismo religioso y las legiones de escpticos ignaros que traeran como resultado la Constitucin de 1837. Y sta fue hbilmente ambigua en materia de unidad religiosa que en su artculo 11 ni se autorizaba ni se dejaba de autorizar el ejercicio de otros cultos que el catlico. A tono con esto, en el artculo 5 se mantena la admisibilidad de todos los espaoles a los empleos y cargos pblicos, segn su mrito y capacidad, desvirtuando as la aplicacin de los requisitos de limpieza de sangre.26 De otro lado, los moderados que, cuando acceden al poder (1843-54), cierran la posibilidad de tolerancia con la Constitucin de 1845 en la que se declara el catolicismo como la fe oficial de la nacin. Ese mismo ao se conciertan con Roma las bases para el concordato de 1851, garantizando que ninguna otra religin que la catlica se tolerara en Espaa.27 Son estos los aos en que el pliego de Albert encontrara acogida favorable entre quienes pensaban de acuerdo con la faccin gobernante, mientras que a los liberales les tocaba conspirar y consolarse con el folletn de Sue y el pliego de Bosch, en espera del bienio progresista de 1854-56. Sera entonces cuando llegara a las Cortes la peticin del rabino Philippson, en 1854, solicitando que se revocase la prohibicin de entrar en Espaa, que pesaba an sobre los judos y se votara, al ao siguiente, que ningn espaol o extranjero sera inquietado por sus opiniones religiosas.28 Significativo en este sentido es que Bosch, el editor del Romance, publicarse hacia 1854-56 un pliego con un himno, ajustado al himno de Riego, manifestando adhesin entusiasta al revolucionario bienio progresista. Igualmente sintomtico es que Albert, impresor de la Relacin sobre el infame zapatero errante, publicase tambin, en 1848, un viejo romance antisemita en el que se
26. En todo este prrafo resumo informacin procedente de M. MENENDEZ PELAYO, Historia de los heterodoxos espaoles, Santander, Aldus, 1945, VII, pp. 254, 274; y BAROJA, Los judos, III, pp. 173, 181-87. Nota tambin este autor (III, p. 423) que en 1837 se derrib el convento madrileo que era recordatorio del caso, en 1632, del Cristo de la Paciencia, y por ello monumento a la animadversin hacia los judos. En el solar se hizo la plaza de Bilbao para celebrar una victoria de los liberales en la primera guerra carlista. 27. Richard HERR, A Historical Essay on Modern Spain, Berkeley, University of California Press, pp. 92-93; Menndez Pelayo, VII, pp. 298-302; Jos Mara JoVER, en la Introduccin a la historia de Espaa escrita en locaboiacin con A. Ubierto, J. Regla y Carlos Seco, Barcelona, Teide, W t f . p p . 627-31. 28. BAROJA, Los judos, BL, p. 188; Herr, p. 101; Jover, p. 634. En Portugal, las Cortes liberales de 1821 ya haban conseguido lo que las espaolas desearan en 1812: complementar la extincin del Santo Oficio con decreto, de 17 de febrero, condenada la expulsin de 1496, restaurando los derechos que antes haban tenido los judos y autorizando la entrada en el pas a cualquiera de ellos y tambin a los moros descendientes de los que haban sido desterrados. Vanse Mendes dos REMEDIOS, OS Judeus em Portugal, II, Coimbra, Coimbra Editora, 1928, pp. 426, 431, y BAROJA, ob cit., p. 166.

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saca a un zapatero judo dando fuertes castigos a una imagen de Cristo y usndola como asiento.29 El enfrentamiento que presentan la Relacin y el Romance, as como el que insinan las afinidades polticas de Albert y Bosch, se percibe igualrnente entre la citada (supra, nota 7) Historia del judo errante (1819) del clrigo Luis Fris Ducos, un furibundo realista francs que se haba refugiado de la Revolucin en Madrid,30 y la annima Historia completa y autntica de Isaac Ahaswerus (1845). Ambos escritos, compuestos y publicados independientemente el de Ducos en Espaa, el folleto annimo en Francia, 1840 resultan, sin embargo, el uno rplica del otro para el pblico espaol de 1845 que en ellos poda percibir el parentesco externo de una fuente comn acentuando ms la oposicin interna. Y sta era la misma que divida a los liberales de los espaoles que en 1814 haban recibido a Fernando VII con vivas a la Inquisicin y denuestos contra las Cortes flanmasones, herejes y judos, segn atestiguaba Mesonero Romanos (cap. XI, p. 131). Para los liberales se haba importado y traducido el folleto francs, marcadamente hostil a la Inquisicin y a la monarqua absoluta, intolerante y colonialista. En l, presagiando ya la American Civil Liberties Union o Amnesty International, s saca a Ahasverus como desafiante y noble Don Quijote que, armado de su inmortalidad, vaga por el mundo y los siglos encaminado a enderezar tuertos (p. 66) y buscando jigantes que combatir en defensa de los oprimidos (pp. 24-25) sin distincin de raza o credo. Para los conservadores de extrema derecha, que pronto seran llamados carlistas, haba escrito Ducos, acrrimo enemigo de los alucinados que se creen ilustrados y encendido denunciador de los novadores, con sus ideas nefastas de libertad, de igualdad, de derechos del hombre, de filantropa, quienes, secundados por los insidiosos franc-masones, slo tienen como objetivo destruir la religin, particularmente la catlica, la Corona y el orden social (pp. 381-417, 560). Naturalmente, y en armona con estas ideas, Ducos llama a Abasuero judo tan inicuo y tan vil y tiene absoluta fe en:
las profecas que declaran que el pueblo Judaico, en castigo de aquel enorme delito, habra de ser hasta el juicio final errante y vagabundo por todo el orbe, sin patria, sin rey, sin legislacin, sin sacrificios, sin domicilio, y hecho el escarnio de todas las dems naciones (como se est verificando bien claramente hasta el da de hoy) (p. II).

Es imposible, dadas las limitaciones de este momento, explicar en detalle


29. Vase Marco, 1977, pp. 417-19, y tambin 582, para el pliego de BOSCH, A la Unin liberal y a sus hroes Espartero y O'Donell, Ajustado al Himno de Riego. 30. Ramn MESONERO ROMANOS, Memorias de un sesentn, Madrid, 1977, cap. XII, p. 180.

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cmo el desacuerdo de los espaoles del siglo xrx ante la leyenda no es sino repeticin de lo que, de manera menos perceptible, haba ocurrido ya antes, entre finales del siglo xv y finales del xvn. Queden para otra ocasin, si no las razones, los datos que dan fundamento cumplido a lo que por ahora presentamos como conclusiones a este trabajo. Que son las siguientes. El mero hecho de que la publicacin de los pliegos haya ocurrido cuando la Inquisicin haba sido suprimida por cuarta y ltima vez (1834), evidencia algo que no se haba tenido en cuenta: que si, en otras partes de Europa, el siglo xvn es el momento de la gran difusin de la leyenda a travs de la literatura de cordel, en la Pennsula, y contra las expectaciones folletinescas de Champleury, 3l no haba ocurrido lo mismo porque la Inquisicin, en este caso verdadero Santo Oficio, no haca posible la impresin de un relato en que se presenta como histrico un episodio apcrifo de la pasin de Cristo y, sobre todo, fundado en unas palabras suyas que no aparecen registradas en la Escritura.32 Esto explica, volviendo de nuevo al juicio de Bataillon con que iniciamos estas pginas, que la leyenda no prosperase fuera de una existencia oral y tambin que las manifestaciones impresas fuesen tan escasas, ambiguas y desconcertantes.33 Por ello tampoco se haba podido notar que la divisin ideolgica que muestran los espaoles en los dos pliegos de Barcelona divisin que aflora y se activa al contacto con la utilizacin sociopoltica del mito en Francia 34 insina la existencia de una comparable escisin en la Espaa inquisitorial. Examinada la fortuna
31. No pudo ocultar su desencanto al no encontrar nada verdaderamente nacional sobre el Judo errante en la literatura del cordel espaola porque, dando por descontado que le sombre gnie espagnol ayant d diriger contre le Juif, dont l'Inquisition ne put jamis s'emparer, des cray'ons ardents at noirs (p. 57), iba predispuesto a lo contrario. Cf. con Bataillon, n. 13. 32. Vase la informacin pertinente en Antonio SIERRA CORELLA, La censura de libros y papeles en Espaa y los ndices y catlogos espaoles de los prohibidos y expurgados, Madrid, Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arquelogos, 1947, pp. 82, 219-20, 230, 232, 253, 28687. 33. Ntese el tono de Bataillon en pp. 90-91, 94. 34. Caso notable en el de las annimas Mmoires du Juif erranl {Bibliothque universelle des romans, Pars, Juillet, 1977, second volume), claramente prerrevolucionarias y fuente, con diferentes propsitos, de Ducos y la Hisloire complete el authentique D'Isaac Ahaswerus. Pero fue la novela de Sue, objeto de gran controversia, la que ms estimulo este tipo de literatura, en la que destaca la rplica de Collin de Plancy. Vanse Auguet (pp. 245-56, 257-77) y Lon POLIAKOV, The History of Anti-Semitism, New York, The Vanguard Press, 1975, III, p. 354. En Espaa, la reaccin, marcada ya en 1845 (supra, nota 5), todava se mantiene en 1888, cuando se publican unas annimas Reclamaciones del Judo errante ,(La Habana, Tipografa de Los Nios Hurfanos), supuestamente traducidas del francs por un lector de la Historia de los heterodoxos espaoles, de Menndez Pelayo (p. 12), quien se identifica slo con las iniciales E. P. (Eduardo Polanco?). Es un folleto donde, contra los ataques de Michelet, Quinet y Sue, el Judo errante defiende a los jesutas con argumentos parecidos a los de Victoi Joly. Cf. las pp. 10-11 y 130 con Anderson, p. 326. Para Polanco, traductor de George Sand, Sue y tambin de una novela apcrifa de Balzac, vase Montesinos, pp. 199, 243, 297, 325.

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de la leyenda desde la perspectiva de una doble interferencia del Santo Oficio y del rgimen de castas que fomentaba, resultan ms explicables las extraas metamorfosis del mito en su antigua peregrinacin por la Pennsula. As queda ms clara, por un lado, la circulacin oral de la leyenda en su variante ms antisemita, a la que se puede remontar el pliego de Albert: la que disea al zapatero judo configurado sobre la leyenda del Maleo evanglico que abofetea a Cristo.35 Es el Juan de Espera en Dios, esto es, que espera pertinaz al Mesas de Israel, que, acusndolo de engaoso encantador, rechaza con violencia a Jesucristo y por eso es tambin Juan de Botadis o de Voto a Dios.36 La funcin social del mito as entendido no es la piadosa de edificar al pblico presentndole un testigo de la Pasin, sino la de azuzarle contra l, como ocurre luego en la Relacin publicada por Albert. El testimonio de Correas, y ya antes de Francisco del Rosal, ambos buenos conocedores de la literatura oral, deja bien claro que la leyenda se usaba en Espaa por denuesto, en afrentoso significacin para notar de xudo al prjimo de origen converso.37 Era, pues, una hablilla venosa y muy a tono con el nico tipo de judo que el pueblo estaba acostumbrado a encontrar en la literatura de cordel: el vilipendiado de las Coplas del perro de Alba, que todo castizo al estilo de Pedro de la Rana se saba de memoria;38 el protagonista fantstico del romancero de horripilantes crmenes rituales,39 o el protagonista real en el quemadero de los autos de fe, cuyas relaciones en prosa o verso tambin circulaban en pliegos.40 Pero, por otro lado, estn las variantes, comprensibles en una sociedad tan marranizada como la espaola, en las que, a tono con el medio ambiente, el protagonista de la leyenda se hace criptojudo errante, o, si se quiere, sobrevive (como cristiano nuevo) sin la casta infamante, ni, en la mayora de los casos, alusin a que hubiese ofendido a Cristo. Esto se hizo desarticulando los componentes del mito y confundiendo al personaje con otros longevos famosos que no eran judos. El escamoteo fue tan esmerado que es para hacerse cruces el ver la
35. Anderson, pp. 12-13, 21-22; Auguet, pp. 62-65,67, 69,71-72. 36. Comprese Fray Antonio de MEDINA, Tratado de los mysterios y estaciones dla tierra Snela, Salamanca, Herederos de lun de Canoua, 1573, ff. 103v-104r, con los textos inquisitoriales (Toledo, 1547) y de El Crotaln (1533) citados por Bataillon (pp. 107, 115) y recordando que Medina hizo su viaje a Tierra Santa en 1513 y que su libro tiene licencias de 1567. Vanse tambin Xuan de Espera en Dios y Vaia vaia en el Vocabulario de refranes (1627) de Gonzalo Correas (ed. Louis Combat, Universit de Bordeaux, 1967, pp. 674b, 740a) y el Cancionero de obras de busrlas provocantes a risa, ed. Frank Domnguez, Valencia, Albatros Ediciones Hispanfila, 1978, p. 94. 37. Francisco del ROSAL, La razn de algunos refranes, ed. B. Bussell Thompson, London, Tamesis, 1975, pp. 37-38. Es obra compuesta antes de 1601. 38. Miguel de CERVANTES, Entremeses, ed. Eugenio Asensio, Madrid, Castalia, 1970, p. 108. 39. BAROJA, Ensayo, pp. 121, 136 (n. 19), 181-82; Los judos, I, pp. 165-76; II, pp. 421-23, 431-32; ffl.pp. 120-21, 136-37, 148,403-405. 40. BAROJA, ob. cit., III, pp. 463-71; Mara Cruz GARCA DE ENTERRIA, Sociedad y poesa de cordel en el Barroco, Madrid, Taurus, 1973, pp. 243-44.

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aparente ingenuidad con que sabuesos en nada inferiores al de Alba, como fueron Lope de Vega y Quevedo, se refieren a Juan de Espera en Dios sin olerle la casta. La variante ms significativa es la que se introduce con la clara conciencia de que se la contrapone a una leyenda de ndole socialmente perniciosa.41 sta es la que sustituye el empujn a Cristo por el amor, identificando al Botadis con Juan Devoto de Dios, es decir, el apstol legendariamente inmortal, San Juan evangelista.42 El atuendo ms generalizado, sin embargo, fue el del personaje mgico omnisciente, no re, con cinco inagotables blancas en el bolsillo, aparece y desaparece misteriosamente, errante, se remoza cada siete aos en la Fuen Jordn que persiste hoy da en Borges y Gabriel Garca Mrquez. Y cuando, excepcionalmente, como ocurre en Antonio de Huerta, se mantienen esos rasgos atrayentes junto con el de ofensor de la divinidad, se toma la precaucin de desjudaizar al personaje. En este caso, a Juan de Espera en Dios, y a pesar de su nombre (el vocablo esperar en la poca era tan peliagudo como hoy lo es madre entre los mejicanos), se le da la casta de un noble romano, procnsul en Egipto y primo de nada menos que el emperador Tiberio (pp. 157158). Y para que no haya ni sombra de dudas tendr un criado que divierte al pblico madrileo haciendo los consabidos chistes antisemitas sobre el vino y el tocino.43 La actitud ms importante, en fin, consisti en tachar de mentiroso cualquier forma que adoptase la narracin de un ofensor de Cristo castigado perpetuamente. Y de impostor a quien se presentase diciendo ser el Judo errante. En esto coincidieron la Inquisicin toledana, en 1547,44 los erasmitas que escribieron El Crotaln (hacia 1553) y el Viaje a Turqua (1553-57) y Feijoo (1745). Y tam41. Alejo VENEGAS, Agona del trnsito de la muerte (1565), en Nueva Biblioteca de Autores Espaoles, XVI, Madrid, Bailly-Baillire, 1911, pp. 292-94, 307-308. 42. Defensor de esta teora fue tambin Sebastin de COVARRUBIAS, en su Tesoro de a lengua castellana o espaola, (1611), . V. Juan. Era Covarrubias de linaje de conversos, como acaso tambin lo fuese Venegas, quien, sin duda, era eramista y amigo de conversos. Vanse: el prlogo de jack Weiner a su ed. de El Cancionero de Sebastin de Horozco, Bern und Frankfurt / M., Herbert Lang, 1975; Juan Bautista Avalle-Arce, Los testamentos de Alejo Venegas, Anuario de letras, VI (1966-67), pp. 135-62; prlogo de Daniel Eisenberg a su ed. de Alejo VANEGAS, Primera parte de las diferencias de libros que ay en el Universo, Barcelona.'Puvill, 1983. 43. Comedia famosa Las cinco blancas de van de Espera en Dios, en la Parte treinta y dos de comedias nvevas, nvnca impressas, escogidas de los mejores ingenios de Espaa, Madrid, Andrs Garca de la Iglesia, 1669, p. 176a. 44. Antonio Ruiz, o Rodrguez, de Medina del Campo, acusado por el promotor fiscal de que estando... en nombre y prfessin de cristiano ava hereticado contra nuestra snela fee catlica y ley evanglica diziendo palavras y proposiciones herticas y engaando al pueblo cristiano y muy especialmente que el dicho Antonio Ruiz deza que l hera Juan desperandis (f. XXVv), saldra en auto de fe en la plaza de Zocodover, condenado a abjurar de levi sus mentiras y recibir cien latigazos. Ver Bataillon, pp. 109-10 y Archivo Histrico Nacional, legajo 222, n. 10, Antonio Rodrguez (o Ruiz), alias Juan de Espera en Dios, 1546-47: Causa en la Inquisicin de Toledo (Proposiciones herticas) por haberse fingido lo que se dice del Judo errante y otros delitos.

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bien, del modo oblicuo que se vio, el pliego de Bosch. Este, adems, tiene el mrito de ser, que se sepa, el primer caso en que se rompe una pertinaz tradicin de los pliegos espaoles al presentar un judo sin odio ni desprecio. As, tal vez prepar el camino a Fernn Caballero, quien repetira la hazaa en La estrella de Vandalia (1855) diciendo que contaba un cuento catlico espaol, no socialista ni francs, el mismo ao en que, por primera vez en su historia, las Cortes espaolas votaron a favor de la tolerancia religiosa.

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