Carreras 2001. Hijos de Pedrell
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Zaragoza
HIJOS DE PEDRELL
LA HISTORIOGRAFA MUSICAL ESPAOLA Y SUS ORGENES NACIONALISTAS (1780-1980)
A medioda del 19 de agosto de 1922 falleca en Barcelona el compositor Felipe Pedrell. Acompandolo, a los pies del lecho mortuorio, se encontraba Higinio Angls, entonces un joven sacerdote e historiador de la msica, que lo haba confesado y reconfortado hasta los ltimos instantes. Con Pedrell desapareca la generacin que haba impulsado decisivamente la musicologa espaola como disciplina, una ciencia cuyo futuro incierto quedaba ahora en manos de sus continuadores. Por ello, adems de su diLa ponencia presentada en el congreso "La storia della msica: prospettive del seclo XXI" fue expuesta en ingls con el ttulo At the Crossroads Music Htstortographv from a Spamsh Perspectiva y versaba sobre la presente problemtica de las historiografas perifricas. Una problemtica que se sita en la "encrucijada" entre los esfuerzos por impulsar una metodologa de la recepcin que integre esas historiografas en una comn historia europea y la tradicin esen cialista de la "msica espaola". En el momento de redactar definitivamente mi intervencin, ha sido justamente este ltimo aspecto - la herencia nacionalista -, el que se adue del tema, obligndome a cambiar el ttulo y a abusar de la hospitalidad de las pginas de II Saggiatore musical: el resultado es este ensayo, que creci bastante ms de lo previsto. Espero que la razn de este cambio aparezca tan clara al lector como a m mismo, convencido de la urgente necesidad de realizar un balance distanciado de nuestra disciplina: desdramatizando en lo posible la cuestin y situando la historiografa musical como un captulo ms de nuestra historia intelectual. Constituye todo ello una tarea imprescindible, sin la cual resultar imposible pasar seriamente a otras consideraciones y perspectivas de la musicologa histrica escrita en espaol y pensada desde esa perspectiva. Tampoco - y en ello creo coincidir con muchos de los diversos participan tes de los coloquios de II Saggiatore musicale - ser posible sin ella una consideracin crtica de la musicologa europea y de la historiografa musical en general. La tesis central de este ensayo fue expuesta - en una primera y breve elaboracin titulada Death and Resurrection The Foundtng Myth ofSpain's Musical Histortography - con motivo de la Study Session of the International Etispanic Music Study Group "The Idea of 'Nationalism' in Musicological Discourse: Its Impact on Iberian and Latin-American Music History", celebrada durante el congreso de la American Musicological Society en Boston (1998), y debe mucho al entusiasmo de su organizador, Emilio Ros-Fbregas.
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mensin humana y afectiva, la presencia de Angls expresaba simblicamente el personalsimo y crucial traspaso de poderes entre el venerable padre de la musicologa espaola y su heredero intelectual, que acabara por ser el musiclogo hispano ms clebre del siglo XX. 1 Casi veinte aos ms tarde, en 1941, a los cien aos del nacimiento del maestro y en plena posguerra espaola, resuma Angls lo que debe Espaa al maestro Pedrell en los cuatro puntos siguientes: (a) Pedrell fue el creador de la musicologa espaola moderna; ib) edit las obras maestras de nuestra msica clsica; (c) revaloriz nuestra cancin popular; id) fue el precursor de la pera nacional espaola. 2 Hoy, ninguna de estas afirmaciones podra, ciertamente, aceptarse sin reservas. As, por una parte, se ha recalcado la importante aportacin que suponen las inquietudes musicogrficas de Barbieri como antecedente y modelo para Pedrell, o se han sealado justamente las limitaciones de su concepto de 'msica popular'. 3 Por otra parte, como veremos, la oferta editorial de obras de nuestra msica clsica iba a ser sustancialmente ampliada en esos mismos aos con los Monumentos de la Msica espaola. En lo que se refiere a la caracterizacin de Pedrell como precursor de una 'pera nacional' - es decir, de algo que a las alturas de los aos '40 del siglo XX era evidente que no haba cuajado -, los problemas eran palmarios hasta para el propio autor de este encomio del fundador de la musicologa espaola. Por ello, en la elaboracin que hace Angls de los cuatro puntos anteriores - y se habr reparado que ni su orden ni su formulacin se hicieron al acaso - llama la atencin el contraste entre la devota aceptacin de los tres primeros puntos y la crtica argumentada de la calidad musical de Pedrell como compositor. Ello sorprende slo un tanto, ya que en los tres primeros puntos Angls estaba, en realidad, no slo hablando de su
1 As lo recoge el artculo del New Grove Dictionary ofMusc and Musians, en su voz Musicology, cuando nombra a Pedrell the true father of modern Spanish musicology sumndose a una amplia tradicin. Sobre la muerte de Pedrell, vase M. JOVER, Felipe Pedrell (1841-1922). Biografa, Anuario musical, XXVII, 1972, pp. 5-20: 19. Adems, H. ANGLS, Els ltims dies del mestre, Revista musical catalana, XIV, 1922, que no he podido consultar. 2 Los cuatro puntos aparecen enumerados as en t i . ANGLS, La msica espaola desde la Edad Media hasta nuestros das, Barcelona, Diputacin provincial de Barcelona, 1941, p. 79. Ideas semejantes se exponen en ID., Cataleg deis manuscrits musicals de la Collecci Pedrell, Barcelona, Institut d'Estudis catalans, 1920: Es inmensa la joia que sentim en posseir aquest dolc heretatge del mestre Pedrell, que les gens futures miraran amb cap cot, esguard humit i amb tremolor de misteri davant del geni que d'una pitrada va saber enlairar una naci del no s e r m u s i c a l a la p u r a n a c i n a l i t a t en m s i c a (p. 5).
Vase, por ejemplo, E. CASARES, Pedrell, Barbieri y la restauracin musical espaola, en las Actes del Congrs internacional Felip Pedrell i el nacionalisme musical (1991), Recerca musicolgica, XI-XII, 1991/92, pp. 259-271; J. MART, Felip Pedrell 11'etnomusicologia, ibid., pp. 211-229.
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maestro sino, sobre todo, de s mismo y de los propios fundamentos e intereses de su prctica musicolgica. La historia que se nos cuenta de Pedrell corresponde a la narrativa propia de los grandes titanes del siglo XIX: como padre fundador, delimit y estableci los confines de la disciplina tal como, en gran medida, se han entendido a lo largo del siglo XX en Espaa. Una pica que se sustancia en un rosario de sacrificios por nuestra msica, ante la incomprensin de todos y en un pas atrasado hasta lo indecible en lo musical. Una apologa que tiende a insistir en los obstculos, a subrayar la iniciativa individual, a minimizar los apoyos institucionales y, en definitiva, a enmascarar tanto los intereses como las limitaciones personales. En este sentido, el texto aludido de Angls es caracterstico en la descripcin que hace de la ingente labor de Pedrell, de tonos inequvocamente mesinicos, 4 y en donde no queda rastro de las becas, homenajes, encargos y puestos que, junto a sus indudables sacrificios por la historiografa musical, conformaron su trayectoria musical e intelectual en la Espaa de la Restauracin:
Pedrell, sin haber frecuentado las aulas universitarias, sin disponer de bibliotecas pblicas especializadas en la msica, sin contar con mecenas ni obtener el favor de corporaciones pblicas que patrocinaran su obra, solamente con su idealismo sin par y capacidad de trabajo incansable, dot a su pas de libros didcticos, de revistas y de historia musical. Fue Pedrell, como musiclogo, el primero que institucionaliz el estudio de nuestra msica antigua. Gracias a sus escritos, los musiclogos extranjeros se acordaron que Espaa haba tenido tambin un pasado musical y que por ello mereca un puesto de honor en la historia de la msica. Con sus estudios histricos levant el nivel cientfico de la musicologa, tan olvidada en nuestra Patria, y los mismos espaoles aprendieron a amar su msica histrica, recogiendo, catalogando y salvando lo que nos haba quedado de los antiguos/
Una consideracin general de la historiografa musical espaola del siglo XX forzosamente tiene que tener en cuenta sus antecedentes en el siglo XIX, especialmente si se propone realizar una primera investigacin arqueolgica acerca de la constitucin del discurso disciplinar de la musicologa en Espaa, pues - como es sabido - el desarrollo de la historiografa musical es inseparable de la consolidacin de la musicologa como ciencia
Imagen que se mantiene treinta aos despus en el editorial de Anuario musical, XXVII, 1972, dedicado a Pedrell, aquel apstol, y aun mrtir, de la msica espaola. El nmero estaba dedicado al ilustre compositor y musiclogo insigne Felipe Pedrell, fundador del nacionalismo musical espaol y padre de la musicologa espaola, en el quincuagsimo aniversario de su muerte. s ANGLS, La msica espaola cit., p. 79.
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histrico-filolgica a finales del siglo XIX. Una disciplina que tuvo su modelo en Alemania y cuyo ejemplo fue decisivo en Espaa, al igual que sucedi en otros pases. Como veremos, las reflexiones globales y metodolgicas han sido escasas entre nosotros. La identificacin institucional de la musicologa espaola con el franquismo y su interpretacin como disciplina "autrquica", propuesta por Xon Manuel Carreira en esta misma revista,6 constituye uno de los pocos intentos en este sentido, aunque redujera una compleja tradicin intelectual, en la que confluyeron muy diversos intereses y perspectivas, a un solo y nico diagnstico. Por ello, urge un acercamiento que comprenda crticamente el desarrollo de la historiografa espaola en toda su complejidad como parte de la propia tradicin en la que se mueve el musiclogo en Espaa a los albores del siglo XXI y, a la vez, contribuya a esa investigacin comparada de los nacionalismos que reclamara hace algunos aos Hermann Danuser. 7 Si se acepta con Dahlhaus que en la emancipacin de los modelos musicales dominantes (pera italiana e instrumentalismo austro-germano) lo poltico-ideolgico desempe un papel ms importante que lo propiamente musical - es decir, se postula el paso de un concepto substancialista del nacionalismo musical a otro ms moderno de nacionalismo musical como funcin -, 8 entonces el estudio de la historiografa (y en general de la esttica y publicstica), como parte justamente de esos discursos ideolgicos que acompaan el surgimiento de la msica n a c i o n a l i s t a , aporta, sin duda, materiales esenciales para la explicacin de este fenmeno. Propongo aqu una visin de conjunto que forzosamente tendr que ceirse a algunos nombres imprescindibles y elegir un nmero reducido de textos que puedan ilustrar este bosquejo interpretativo. La concepcin de las relaciones entre msica e historia en cada uno de los autores aqu tratados merecera, sin duda, una investigacin pormenorizada, que habr de emprenderse en el futuro. En esta ocasin, por el contrario, me limitar a trazar la gnesis y desarrollo de una tradicin excepcionalmente persistente como es la de la historiografa nacionalista, que si bien no agota la
6 Cfr. X. M. CARREIRA, La musicologa spagnola: un'lusione autarchica?, en esta revista, II, 1995, pp. 105-142. 7 Vase H. DANUSER, Prolegomena zu einer vergleichenden musikalischen Nationalismusforschung, Einfhrung in das Round Table X, "Nationalismus und Internationalsmus in der sdwesteuropischen Musik im 20. Jahrhundert", en las Actas del XV Congreso de la Sociedad Internacional de Musicologa, Revista de Musicologa, XVI, 1993, pp. 623-630. 8 Vase C. DAHLHAUS, "Nationalismus und Universalitt", en su monografa Die Musik des 19. Jahrhunderts, Laaber, Laaber, 1980, pp. 29-34.
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musicologa histrica espaola, s la ha caracterizado de forma decisiva. Por otra parte, no se debe olvidar que la relacin entre historiografa y cultura musical es mucho ms amplia que la que aqu se puede ofrecer: centrados en la historiografa acadmica, dejaremos al margen, aunque los observaremos de reojo, aspectos tan importantes como, por ejemplo, la crtica y, en general, la publicstica musical, fundamental en la msica europea a partir del romanticismo.9 La tesis de que la gnesis de la musicologa espaola est esencialmente ligada al nacionalismo no es nueva. Con irnico understatement, Emilio Ros-Fbregas ha observado recientemente ciertos tics nacionalistas decimonnicos en nuestra historiografa, expresando la preocupacin de algunos investigadores espaoles por las inercias de una parte de la musicologa espaola que sigue aferrada a los planteamientos de los fundadores de la disciplina.10 Sin embargo, la simple reduccin de la historiografa al nacionalismo, que quedara patente en la cerrada y repetida invocacin de los nombres de la trinidad patriarcal de los Barbieri, Pedrell y Angls, no ha ido en general ms all de la mera descripcin, y corre el riesgo de quedarse en un virtuoso reparto de censuras y parabienes desde la comodidad de un presente muy lejano ya de la realidad que se pretende juzgar. Por el contrario, una interpretacin que quiera comprender y no quedarse en la super-
9 Para la prensa resulta fundamental J. TORRES MULAS, Las publicaciones peridicas musicales en Espaa (1812-1990). Estudio crtico-bibliogrfico. Repertorio general, Madrid, Instituto de Bibliografa musical, 1991; una idea de las discusiones estticas y tericas en la prensa de mediados del XIX puede encontrarse en J. ETZION, "Msica sabia": The Reception of ClassicalMusic in Madrid (1830s-1860s), International Journal of Musicology, VII, 1998, pp. 185-232. Sobre la historiografa musical espaola en general, vase M. ALBET y R. ALIER, Resea histrica de los progresos de la msica. Joan Baptista Roca i Bisbal (1837), D'Art documental - Revista del Departamento de Historia del Arte de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Barcelona, n. 2, mayo 1973, pp. 81-93; J. LPEZ-CALO, Barbieri y la historiografa de la msica espaola, y E. CASARES, El concepto de 'historia' en Barbieri y su funcin, en F. A. BARBIERI, Biografas y documentos sobre msica y msicos espaoles, ed. E. Casares, Madrid, Fundacin Banco Exterior, 1986 (Legado Barbieri, I), pp. xxi-xxvm y XXXVI-XL respectivamente; J. DE PERSIA, Distintas aproximaciones al estudio del hecho musical en Espaa durante el siglo XIX, en las Actas del III Congreso nacional de Musicologa (Granada, 1990), Revista de Musicologa, XIV, 1991, pp. 307-323; A. MARTN MORENO, Hilarin Eslava polemista: la polmica en torno a la historia de la msica espaola, en Monografa de Hilarin Eslava, ed. Equipo Eresbil-Musikaste, Pamplona, Institucin "Prncipe de Viana", 1978, pp. 267-306; y B. LOLO, El sentido de la historicidad en msica. Espaa versus Europa, Anuario del Departamento de Historia y Teora del Arte - Universidad Autnoma de Madrid, IV, 1992, pp. 359-365. 10 E. ROS-FBREGAS, Msica y msicos "extranjeros" en la Espaa del siglo XVI, en La Capilla Real de los Austrias. Msica y ritual de corte en la Europa moderna, ed. J. J. Carreras y B. Garca Garca, Madrid, Fundacin "Carlos de Amberes", 2001, pp. 101-122: 102; del mismo autor, vase igualmente Historiografa de la msica en las catedrales espaolas: nacionalismo y positivismo en la investigacin musicolgica, C O D E X X I - Revista de Comunicacin musical. I, 1998, pp. 68-135.
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ficie del fenmeno, forzosamente deber excavar crticamente los cimientos del discurso historiogrfico y poner al descubierto los intereses e ideales que constituyeron esa tradicin concreta. Si puede afirmarse que cada discurso cientfico moldea, al menos hasta cierto punto, su propio objeto, resultar entonces ineludible, en una investigacin que tiene como asunto una historiografa centrada en el estudio de la msica espaola, el dedicar una parte importante al propio examen del surgimiento del concepto de 'msica espaola'. Concepto entendido aqu como objeto constituyente de la musicologa espaola, que, a su vez, forma parte de una estrategia de modernizacin de la cultura musical - patente en el extraordinario desarrollo de asociaciones y sociedades musicales de la Espaa isabelina -, modernizacin que constituye, por tanto, no slo el teln de fondo, sino la trama misma de la historiografa musical.'' Una historia y una crnica tejida por aquellos mismos que contemplaron el definitivo hundimiento de las capillas musicales ligadas al patronazgo tradicional y que vieron con preocupacin, pero a la vez con esperanza, la instalacin tambin en el mbito de la cultura - de los nuevos mecanismos de mercado, que, entre otras cosas, propiciaban una competencia internacional cada vez ms presente. Este nuevo concepto de msica espaola, que implic una serie de exclusiones (por ejemplo, la pera italiana, incluyendo la compuesta por compositores espaoles), de homogeneizaciones, de construcciones retrospectivas, no puede explicarse tan slo desde la perspectiva exterior, fundamentalmente francesa, de la "exotizacin" de Espaa, aunque sea ste un factor a tener en cuenta.12 Parece evidente que, adems, habr que observar la propia perspectiva cultural espaola en la que desempearon un papel clave no slo la historia y el patrimonio como garantes de una identidad, sino
11 Tambin los proyectos historiogrficos y monumentales estuvieron impulsados con frecuencia por las nuevas sociedades de msicos: as, por ejemplo, la Lira sacro-hspana, la primera edicin histrico-monumental espaola, se financi por una sociedad en cuyo accionariado estaban implicados algunos de los principales msicos y maestros de capilla de la poca. Vase H. ESLAVA, Breve memoria histrica de la msica religiosa en Espaa, Madrid, Beltrn, 1860, p. 1. El proyecto contaba en principio con Barbier como editor de msica dramtica y Jos Inzenga para la 'msica popular'. Sobre la constitucin de la Sociedad artstico-musical de Socorros mutuos (fundada en 1860) y sus actividades, vase ETZION, "Msica sabia" cit., p. 216. 12 Para una sntesis de la "exotizacin" de Espaa en el siglo XIX como periferia europea, en la que se echa a faltar la perspectiva nacionalista espaola en la dialctica de lo extico, vase el fascinante ensayo de J. PARAKILAS, HOW Spain Got a Soul, en The Exotic in Western Music, ed. J. Bellman, Boston, Northeastern University Press, 1998, pp. 137-193. Para una panormica cultural del fin de siglo desde la dialctica centro/periferia, vase J. C. MAINER, La invencin esttica de las periferias, catlogo de la exposicin Centro y periferia en la modernizacin de la pintura espaola (1880-1918), Madrid, Ministerio de Cultura, 1993, pp. 27-33.
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tambin la propia existencia - siquiera embrionaria - de una prensa musical, de unas asociaciones de compositores y msicos y de un aparato productivo surgido en torno al teatro musical espaol, formado por empresarios, literatos, cantantes, msicos y accionistas diversos, junto a un pblico urbano interesado en esa oferta. Estamos hablando, en definitiva, de los mismos mimbres que formaron en el resto de Europa la modernidad musical del siglo XIX. El grado de desarrollo y la tradicin histrica de sta fue, ciertamente, un rasgo que distingui el caso espaol del ruso, con el que tantas veces se ha comparado de forma superficial.13 Sin duda, todos estos cambios marcaron profundamente tambin los arranques de la historiografa musical espaola. No es sino hasta finales del siglo XIX, cuando la historia (practicada en un primer momento en un sentido fundamentalmente anticuario), y el concepto nacionalista de 'msica espaola' (sustanciado en la creacin y defensa de la nueva zarzuela), adquieren una presencia decisiva en la cultura musical espaola. Fue precisamente la combinacin moderna de estos dos aspectos por una personalidad del empuje y fascinacin de Felipe Pedrell la que constituy definitivamente el discurso disciplinar de la musicologa espaola. Si el juicio crtico en torno a la obra musical de Pedrell sigue siendo incierto, su inmensa influencia en la cultura musical espaola del fin de siglo y de todo el siglo XX est fuera de toda duda. La idea de que la msica espaola haba sufrido un secular olvido del que estaba saliendo a finales del siglo XIX fue una poderosa idea que tuvo un efecto decisivo en compositores como Isaac Albniz, 14 Manuel de Falla, Enrique Granados, Amadeo Vives o Roberto Gerhard, por no hablar del propio movimiento nacionalista cataln, 15 y - por descontado - de la historiografa espaola, especialmente a travs de la escuela de Angls y de dos instituciones profundamente ligadas a su figura, el Instituto espaol de Musicologa del CSIC en Barcelona y el romano Pontificio Istituto di Msica sacra. 16
13 Taruskin recuerda que hasta 1860 no se plantea jurdicamente la existencia de la categora 'compositor ruso'; igualmente las primeras manifestaciones de msica artificial en el sentido europeo del trmino son posteriores a 1735. Vase R. TARUSKIN, Definng Russia Musically: Historical and Hermeneutical Essays, Princeton, Princeton University Press, 1997, p. XI sg. 14 Sobre Albniz y Pedrell, vase M. BERGADA, Pedrell i els pianistes catalana a Varis, en las Actes del Congrs internacional Felip Pedrell i el nacionalisme musical cit. (nota 3), pp. 243-257: 255-257; W. A. CLARK, Isaac Albniz: Portrait of a Romantic, Oxford, Oxford University Press, 1999, pp. 53-56. 15 Vase L. MILLET, Pedrell: siluetes i recordances, en Pe nostre ideal. Recull d'escrits de Lluis Millet, Barcelona, Horta, 1917, p. 293 sg. 16 Pedrell tuvo tambin una importante influencia en el nacimiento de la historiografa mu-
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A partir de Pedrell, la tesis del injusto olvido de la msica espaola tanto en el extranjero como en el interior fue el bandern de enganche del msico espaol. Cristaliz as un movimiento, eficazmente preparado por la generacin anterior - la de Barbieri -, que reclamaba con insistencia la revalorizacin de la msica nacional, un coro cuya insistente meloda tena la conviccin del discurso apologtico y que permita, adems, todo tipo de variaciones, desde la machacona lamentacin por la falta de apoyos institucionales hasta la reivindicacin de una pendiente modernizacin de la cultura. Todo historiador de la msica espaola, incluidos desde luego los de mi generacin, se ha visto - de una u otra forma - involucrado en este movimiento que podramos calificar, si el sintagma no suscitase enojosas resonancias, de 'nacional'. Sin embargo, nada sera ms equivocado que entrar en juicios sumarios de esta slida amalgama de heterogneos intereses y diversos ideales, de entrar en la dialctica de condenas o exaltaciones de sus objetivos, estrategias y compromisos; al contrario, debe subrayarse, para empezar, la riqueza y complejidad de lo que el nacionalismo musical ha supuesto en Espaa tanto en la produccin musical como en la publicstica. 17 Estamos, sin duda,
sical local, como testimonia, por ejemplo, la obra de Vicente Ripolls (Valencia) o Antonio Lozano (Zaragoza). 17 La bibliografa sobre el nacionalismo musical es amplsima. Se citan aqu tan slo aquellas referencias directamente utilizadas: en primer lugar, son fundamentales las reflexiones de Hermann Danuser en relacin a la Europa meridional en sus ya citados Prolegmeno, a completar con su Die Musik des 20. Jahrhunderts, Laaber, Laaber, 1984, pp. 48-62, basadas a su vez en las tesis de DAHLHAUS, "Nationalismus und Universalitt" cit. Una sugerente reflexin acerca de la historiografa portuguesa y el nacionalismo es la de P. FERREIRA DE CASTRO, O que fazer eom o sculo XIX? - Um olhar sobre a historiografa musical portuguesa, Revista portuguesa de Musicologa, II, 1992, pp. 171-183; as como la tesis doctoral de T. CASCUDO, A tradicao como problema na obra musical e literaria de Fernando Lopes-Graca (1906-1994), Universidade Nova de Lisboa, 2001, sobre la dialctica entre tradicin histrica, identidad nacional y modernidad en la msica portuguesa en la primera mitad del siglo XX. En espaol, las reflexiones iniciales de M. Kuss, Nacionalismo, identificacin y Latinoamrica, Cuadernos de Msica iberoamericana, 6, 1998, volumen monogrfico En torno al nacionalismo musical hispano, pp. 133149, suponen una til introduccin historiogrfica al concepto del 'nacionalismo musical'. Vase adems Z. LISSA, Uber den nalionalen Stil in der Musik, Berlin, Henschel, 1969, pp. 229-261; Nationaler Stil und europdische Dimensin in der Musik der Jahrhundertwende, ed. H. de La Motte Haber, Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1991; A. EINSTEIN, Natiotiale und universale Musik. Neue Essays, Zrich-Stuttgart, Pan, 1958, especialmente el ensayo del mismo ttulo, del ao 1943, pp. 231-242; as como el amplio artculo de R. TARUSKIN, Nationalism, en The New Grove Dictionary of Music and Musicians, 2a ed., con amplia bibliografa americana y acento en Rusia y Alemania. En el aspecto de la historiografa siguen siendo interesantes las reflexiones de G. ADLER, Methode der Musikgeschichte, Leipzig, Breitkopf & Hrtel, 1919, pp. 152-166, as como su ensayo Internationalism in Music, Musical Quarterly, XI, 1925, pp. 281-300. Sobre el nacionalismo musical espaol, la sntesis ms ambiciosa - si bien conceptualmente confusa, al no separarse la descripcin de los distintos discursos ideolgicos de su anlisis crtico es la propuesta por C. ALONSO, Nacionalismo, en el Diccionario de la
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ante un fenmeno cultural de amplio aliento, estticamente muy productivo, que tambin influy profundamente en la historiografa musical y, por ende, en la musicologa. Dicho esto, resulta imprescindible abordar crticamente las serias limitaciones que el nacionalismo supuso para la musicologa espaola como raz de su aislamiento intelectual durante el franquismo y como modelo obsoleto para el siglo XXI. Una tradicin que, sin embargo, debe ser pensada crticamente y asumida como herencia, una herencia en la que estn presentes tanto los mesianismos y oscuras irracionalidades que cristalizaron finalmente en el desastre de la musicologa autrquica como el valioso legado de las experiencias ligadas a la construccin de una tradicin cientfica y cultural, presente en bibliotecas, archivos, publicaciones y ediciones de valor. Coinciden estas inquietudes con otras revisiones crticas, especialmente de la musicologa germana, 18 acerca del surgimiento de la musicologa, de sus funciones, ideales, y estrategias. Antes de entrar en la discusin de la historiografa nacionalista espaola, que considero su tradicin hegemnica, ser til hacer algunas consideraciones generales acerca de la relacin entre historia y nacionalismo a fin de poder hacernos despus una idea de los rasgos propios del caso espaol. La historiografa musical europea no ha sido siempre, desde luego, consustancial con el nacionalismo. Al contrario, si ha habido una historiografa que desde sus principios haya tendido a lo universal en su concepto y a lo internacional en su planteamiento efectivo, sta ha sido justamente la musical, nacida al calor del espritu ilustrado del siglo XVIII y continuada como proyecto crtico de la modernidad. Una tradicin que - con todas sus limitaciones - ha intentado integrar las diversas aportaciones europeas y extra-europeas en un panorama historiogrfico coherente. 19 Como es sabi-
Msica espaola e hispanoamericana, ed. E. Casares, Madrid, Fundacin Autor, 2000, VII, pp. 924-944, con amplia bibliografa espaola. Con relacin al tema que nos ocupa, llama la atencin en este trabajo la ausencia de cualquier referencia al nacionalismo en la musicologa espaola posterior a Pedrell. 18 Cfr. Musikwissenschaft eine versptete Disziplin? Die akademische Musikforschung zwischen Fortschrittsglauhen uni Modernitdtsverweigerung, ed. A. Gerhard, Stuttgart-Weimar, Metzler, 2000 (con las principales referencias bibliogrficas sobre el tema); P. M. POTTER, Most Germn of the Arts: Musicology and Society from the Weimar Republic to the End of Hitler's Reich, New Haven - London, Yale University Press, 1998. 19 Vase R. STROHM, Collapsing the Dialectic: The Enlightenment Tradition in Music and lts Critics, en Musicology and Sisler Disciplines: Pasl, Present and Future, Proceedings of the 16' International Congress of the International Musicological Society (London, 1997), ed. D. Greer, Oxford, Oxford University Press, 2000, pp. 263-272. Judith Etzion ha planteado la exclusin consciente de la msica espaola de la historiografa europea como un caso de la "leyenda negra", una tesis difcil de aceptar en bloque, entre otras cosas, porque no explica por qu esa ex-
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do, esta raz universal es producto de un concepto terico de la msica como ciencia o lenguaje internacional, cuyo estudio ha estado durante siglos ms cerca de la descripcin como sistema que de su consideracin como desarrollo histrico y que, por tanto, cuando consideraba un acercamiento diacrnico a la msica, lo haca casi siempre aludiendo a la figura del "inventor" de un adelanto tcnico decisivo y no a la msica entendida como repertorio de composiciones y - menos an - a sus diferentes contextos histrico- culturales. 20 La presencia de concepciones nacionalistas en la historiografa musical no es, desde luego, un rasgo exclusivo de la musicologa espaola, sino, por el contrario, un argumento importante tanto en el desarrollo de la musicologa alemana como en el de otras historiografas europeas como es el caso de la francesa, la italiana o la portuguesa. 21 Adems, la idea del renacimiento musical, el argumento de la historia como referencia de la identidad musical o la denuncia de lo extranjero no fueron especficos de la situacin espaola, sino todos ellos sntomas bien conocidos del fin de sicle europeo. 22 Como veremos, lo propio de la historiografa musical espaola, y
clusin no afect a la amplia recepcin de la cultura espaola en Europa, especialmente de la literatura y del teatro: vase J. ETZION, Spanish Music As Perceived in Western Music Historiography: A Case of the Black Legend?, International Review of the Aesthetics and Sociology of Music, XXIX, 1998, pp. 93-120. Para una visin crtica de la leyenda negra, vase R. GARCA CRCEL, La leyenda negra. Historia y opinin, Madrid, Alianza, 1992, donde se concluye que no ha habido ... esa crtica negativa sistemtica, feroz, unnime, intencionadamente destructiva hacia Espaa o los espaoles (p. 14). Sin embargo, es indudable que los prejuicios ilustrados (sobre todo franceses) acerca de Espaa fueron importantes y determinaron la difusin de la cultura espaola en Europa: un resumen de estos tpicos puede encontarse en J. ALVAREZ JUNCO, Mater dolorosa. La idea de Espaa en el siglo XIX, Madrid, Taurus, 2001, pp. 97-118.
2(1 Vase la introduccin de F. A. Gallo a su antologa crtica Msica e storia tra Medio Evo e Eta moderna, Bologna, II Mulino, 1986; C. DAHLHAUS, Die Anfange der Musikgeschichtsschretbung und die Idee des relativ Schnen, en Report of the Twelfth Congress (Berkeley, 1977), ed. D. Heartz y B. Wade, Kassel, Brenreiter, 1981, pp. 269-272. Una sntesis sobre la historiografa musical en general puede consultarse en J. J. CARRERAS, La historiografa artstica: la msica, Teora/Crtica, I, 1994, pp. 277-306; sobre los esfuerzos de la historiografa en integrar musical y culturalmente la msica medieval en sus narrativas, ID., La recepcin de la msica medieval por la musicologa, en De msica hispana et aliis. Miscelnea en honor al prof. dr. Jos Lpez-Calo, ed. E. Casares y C. Villanueva, Santiago de Compostela, Universidad, 1990, II, pp. 565-593. 21 Vase J. STENZL, "Versptete" Musikwissenschaft in Frankreich und Italien? Musikforschung im Spannungsfeld von Nationalismus, Reaktion und Moderne, en Musikwissenschaft - eine versptete Disziplin? cit. (nota 18), pp. 281-305; M. C. DE BRITO, A musicologa portuguesa no contexto da musicologa internacional, en sus Estudos de historia da msica em Portugal, Lisboa, Imprenta universitaria, 1989, pp. 15-22. 22 La idea de los distintos "renacimientos" musicales europeos a principios del siglo XX aparece de forma paradigmtica en los escritos del influyente crtico Georges Jean-Aubry, que planteaba toda una serie de renaissances, uno ingls tras el eclipse de la msica inglesa desde principios del siglo XVIII, otro tras la decadencia de la msica francesa entre Rameau y Gounod (1760-1870), forzada construccin que exige - entre otras cosas - relativizar la importancia de
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por extensin de su cultura musical, no son los argumentos sino su concreta combinacin y su persistencia anacrnica. El nacionalismo fue - qu duda cabe - un condicionante de la investigacin histrica en general. Y as, por ejemplo, muchos historiadores de la msica, junto a tantos otros historiadores e intelectuales, participaron en la orga de nacionalismo agresivo que llevara a la Gran Guerra. Lo que caracteriz, sin embargo, al nacionalismo espaol fue su obsesiva negacin de las influencias forneas que se manifestaba en una distincin estricta entre lo propio y lo ajeno. Una dicotoma que se sustancia en un discurso binario entre el yo y el otro, entre lo nacional y lo "extranjero". Si bien todas las construcciones historiogrficas nacionalistas del siglo XIX se centraron en el mito de la superioridad de una determinada cultura - y en este sentido, el de la hegemona de la msica alemana a partir de Bach fue central -, por lo general no negaron la sustancia europea de la historia de la msica, desarrollando, por tanto, aunque fuera distorsionndolo, el modelo ilustrado de la historia universal. Por el contrario, lo propio de la historiografa espaola ser su extraordinario adelanto y constancia en el desarrollo del mito nacional y esencialista de una 'msica espaola' pura y sustancialmente diferente de lo extranjero, que ha cubierto sin fisuras el arco temporal que abarca aproximadamente los dos siglos que median entre 1780 y 1980. Como expresin del nacionalismo, la historiografa musical espaola fue hija del movimiento romntico, y cualquier consideracin crtica tiene forzosamente que partir de un anlisis de las concretas circunstancias de su gnesis, trabajo que se ve dificultado por la ausencia de una actualizada visin de conjunto del siglo XIX espaol. 23 La historiografa del siglo XIX
Berlioz y de Meyerbeer. Lo mismo se postula respecto de Italia, en la que el olvido de las glorias autnticas (y, por tanto, nacionales) como Monteverdi sumi a la msica italiana en el letargo hasta la rnovation de la musique italienne. Vase G. JEAN-AUBRY, La musique et les nations, ParisLondon, Editions de la Sirne - Chester, 1922 (existe una traduccin espaola, Buenos Aires, Argos, 1946), pp. 190 y 147-171; los importantes ensayos de Jean-Aubry, producto de su militancia nacionalista, incluyen igualmente un apartado dedicado al Renacimiento musical espaol, ibid., pp. 67-143. Algo anteriores en el tiempo, pero resultado tambin de este tipo de bsqueda retrospectiva, son las obras del crtico Albert Soubies, del que cabe destacar su breve ensayo Musique russe et musique espagnole, 2a ed., Pars, Fischbacher, 1896, y, sobre todo, su Histoire de la musique. Espagne, 3 vols., Paris, Lbrame des Bibliophiles - Flammarion, 1899-1900, que forma parte de una Histoire de la musique dans les diffrents pays d'Europe, 12 vols., ibid., 1896-1906. La sntesis de C. GMEZ AMAT, Historia de la msica espaola, V: Siglo XIX, Madrid, Alianza, 1984, se resiente de haber aparecido justo antes de las importantes publicaciones de textos y partituras del siglo XIX por parte del Instituto complutense de Ciencias musicales; un resumen provisional de los principales aspectos del perodo puede encontrarse en E. CASARES RO DICIO, La msica del siglo XIX espaol. Conceptos fundamentales, en La msica espaola en el siglo XIX, ed. E. Casares Rodicio y C. Alonso Gonzlez, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1995, pp. 13-122. Asimismo son de inters para este trabajo: BARBIERI, biografas y documentos cit., y ID.,
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presenta un panorama complejo y contradictorio, como el propio siglo, que se sustrae a las simplificaciones propias de la publicstica de la poca. Sin embargo, hay algunos rasgos que pueden establecerse como definitorios de la situacin en la que surge esta historiografa nacionalista: para empezar, la importancia de la erudicin anticuara y biblifila, gracias a la cual se formaron algunas de las principales colecciones musicales del pas y se publicaron monumentos fundamentales de nuestro pasado. Junto a este aspecto positivo, una parte importante de la historiografa espaola estuvo adems marcada desde sus principios por una mezcla de penoso complejo de inferioridad y chovinismo agresivo frente al extranjero, que conformaron un discurso en el que se suceden las proclamas de regeneracin y las imgenes ms negras del pas, expresin de una continua obsesin por el reconocimiento europeo.24 Estos rasgos negativos se reflejan igualmente en una dependencia de las sntesis extranjeras, un escaso inters por las cuestiones metodolgicas e, incluso, por la propia historiografa en el sentido estricto del trmino. Antes de pasar a analizar las principales caractersticas e intereses de la historiografa nacionalista del siglo XIX y su engarce con la del siglo siguiente, conviene detenerse en algunas consideraciones acerca de la historiografa musical anterior. Como se ha observado de manera general, los discursos sobre lo nacional en el siglo XVIII, es decir anteriores al concepto romntico de 'pueblo' como comunidad nacional, no reflejan un estadio previo o latente del resurgir nacional, como invariablemente mantienen las tesis nacionalistas, sino que representan una concepcin que difiere esencialmente del nacionalismo moderno, que surge slo con la constitucin de la sociedad industrial.25
Documentos sobre msica espaola y epistolario, Madrid, Fundacin Banco Exterior, 1988 (Legado Barbier, II); E. CASARES RODICIO, Francisco Asenjo Barbieri, 2 vols., Madrid, Instituto complutense de Ciencias musicales, 1994; J. E. HENKEN, Francisco Asenjo Barbieri and the Nineteenth-Century Revwal in Spanish National Music, Los Angeles, University of California, 1987 (UMI, 87 137 18); Echanges musicaux franco-espagnols. XVIIc-XIXe sicles, ed. Fr. Lesure, Paris, Klincksieck, 2000. 24 Una amplia seleccin de citas en ROS-FBREGAS, Msica y msicos cit. La fijacin en demostrar "fuera" la importancia de la msica espaola llega en ocasiones a lo grotesco, como cuando Mariano Soriano Fuertes escribe a Barbieri acerca de su proyecto de hacer or una composicin catalana de principios del siglo XVIII en Pars: Lo que espero es hacer tocar en uno de los conciertos clsicos de Santa Cecilia un trozo de msica de Valls a ocho voces con violines y violetas, para que se queden bizcos al ver cmo se instrumentaba en Espaa a principios del siglo pasado (carta desde Pars del 17 de febrero 1866, vase BARBIERI, Documentos cit., doc. 2964). 25 Vase E. GELLNER, Naciones y nacionalismo, Madrid, Alianza, 1988. Sobre la influencia del nacionalismo en la invencin de las tradiciones y en el carcter defensivo de la historiografa espaola frente a Europa son muy pertinentes las reflexiones de R. GARCA CRCEL, La manipulacin de la memoria histrica en el nacionalismo espaol, Manuscrits, 12, Gener, 1994,
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Insistiendo en la diferencia entre los distintos estilos nacionales de interpretar la msica en el siglo XVIII y el concepto de la msica como expresin del espritu de una colectividad nacional (el Volksgeist de Herder), Cari Dahlhaus ha recordado que partir del concepto de 'nacionalismo' del siglo XIX para entender el del siglo XVIII sera metodolgicamente el error ms grosero que pudiera cometerse. 26 En este sentido, las referencias al 'estilo espaol' de los tratadistas del siglo XVII, 27 o la visin de las aportaciones espaolas a la cultura musical de un Iriarte, 28 por ejemplo, responden, en lo sustancial, a la idea de un concepto universal de msica a la que las distintas tradiciones nacionales aportan sus progresos y sus maneras de interpretarla. Esta misma consideracin se extiende igualmente a las crticas de la msica italiana de Fefjoo, que no tienen como motivo principal la defensa de una msica nacional, concepto bastante ajeno a la mentalidad del erudito benedictino, sino que se basan en argumentos de tipo moral sobre la corrupcin de las costumbres a travs del teatro. Ya a finales del siglo XVIII, en medio de los conflictos y transformaciones que supusieron el fin del Antiguo Rgimen, la crtica a los gustos cosmopolitas de la nobleza y a su reflejo mimtico en las clases populares articula un planteamiento de lo nacional de cuo moderno centrado en lo patritico y autctono. Ello es particularmente evidente en los escritos de Juan Antonio Iza Zamcola (Don Preciso), en los que se fustiga la pera italiana y se ensalzan los bailes y cantos nacionales de la gente menestral y artesana, aorndose el tiempo en que podamos los Espaoles desafiar
pp. 175-181; sobre la diferencia entre el nacionalismo moderno y sus manifestaciones anteriores, vase J. LEF.RSEN, Nation, Volk und Valeriana zwischen Aufklarung und Romnlik, en Volk- Natrn - Europa. Zur Romn liswrung und Entromanlisierung politischer Begnffe, ed. A. von Bormann, Wrzburg, Knigshausen-Neumann, 1998, pp. 171-178. 2b Die Musik des 18. Jabrbunderts, ed. C. Dahlhaus, Laaber, Laaber, 1985, p. 19, traduccin propia. 27 Cfr. J. J. CARRERAS, L'Espagne et les inftuertees europennes: la musique franqaise a la cour d'Espagne (1679-1714), en cbanges musicaux cit. (nota 23), pp. 61-82. 2S En sus comentarios al poema La msica, obra traducida a varios idiomas y de gran circulacin en la Europa de su tiempo, tiene ocasin el autor de hablar de un posible proyecto de una Historia de la msica espaola, concebida todava bajo el topos de la competicin de las naciones: Espaa destaca porque ha producido los ms sabios ingeniosos maestros de msica eclesistica. Iriarte se encuentra todava en la tradicin ilustrada ms noble, abierta a Europa y ajena a cualquier complejo frente a lo extranjero: Las varias opiniones y partidos de algunas naciones europeas sobre preferencia en la msica han ocasionado desde mui antiguo, y hasta nuestros das, contiendas capaces de intimidar y confundir quien, sin prescindir de ellas, intente pronunciar juicio favorable adverso cualquiera de aquellas naciones. El autor de este poema ha credo sin pasin que espaoles, italianos, franceses y alemanes merecen elogios diferentes por haber sobresalido en diferentes ramos de la ciencia musical (T. DE IRIARTE, La msica. Poema, Madrid, Imprenta de la Gazeta, 1779, p. XX sg.).
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con nuestras propias canciones y bayles cualquiera nacin que hubiese credo tener preferencia sobre las dems. Este discurso viril y blico se combina con el viejo topos de la msica extranjera como msica que afemina las costumbres de un pueblo y afianza el deseo de restablecer en Espaa la msica nacional, y de apartar quanto sea posible de nuestra vista la italiana, que no puede producir otro efecto que el de debilitar y afeminar nuestro carcter. A una concepcin diferente, sobre todo en la ausencia de la pera italiana como argumento central de la decadencia de la msica espaola, responden los primeros pasos de la historiografa musical espaola en la obra del clrigo Jos de Teixidor, organista de la Capilla Real. 30 La exposicin de sus motivos recoge argumentos que, convenientemente adaptados, sern una constante en la historiografa posterior, y que se resumen en el agravio corporativo por la ausencia de los msicos espaoles en la historiografa europea de la poca. El proyecto de su historia se sustancia en una visin megalmana de las aportaciones hispanas, basadas en general en una deficiente informacin, incapaz de distinguir entre la leyenda de las tradiciones orales y los instrumentos historiogrficos propios de la erudicin crtica, establecidos ya hace tiempo. 31 La combinacin de esta endeble base documental con lo que Teixidor llamaba ingenuamente las conjeturas, para quando los monumentos escasean, no poda menos que ofrecer un programa viciado de antemano con lo que se quera demostrar, la superioridad espaola malgr tout (Discurso, p. 4 sg.): El deseo de esta averiguacin nos conduxo a la lectura de toda clase de libros, y fuerza de continuacin llegamos conseguir monumentos coetneos casi suficientes para poder probar que los msicos espaoles han sido los maestros de la mayor
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han compuesto para cantar a la guitarra, 3J ed. en 2 vols., Madrid, Hija de Joaqun Ibarra, 1805,1, pp. xxi y XLI respectivamente. Sobre Iza Zamcola y, en general, sobre las publicaciones de colecciones de cantos populares a finales del siglo XVIII, vase C. ALONSO, La cancin lrica espaola en el siglo XIX, Madrid, Instituto complutense de Ciencias musicales, 1998, pp. 28-31; vase tambin N. NIETO FERNNDEZ, La obra de]. A. de Iza Zamcola "Don Preciso", Bilbao, Caja de Ahorros Vizcana, 1989.
30 Vase J. DE T E I X I D O R Y B A R C E L , Discurso sobre la historia universal de la msica, Madrid, Villalpando, 1804; I D . , Historia de la msica "espaola" y sobre el verdadero origen de la
msica, Lleida, Institut d'Estudis Ilerdens, 1996, edicin y estudio introductorio de B. Lolo; ID., Fragmentos autgrafos, en BARBIERI, Documentos cit., doc. 543, pp. 286-307, que recoge los fragmentos de la historia segn el ms. 14 060 de la Biblioteca Nacional de Madrid. 31 Segn l mismo, las principales fuentes de informacin de Teixidor - adems de las historias de Martini, Bontempi, Bonnet y Gerbert - fueron algunos bibliotecarios de las principales instituciones madrileas.
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parte de las naciones europeas en las tres pocas, antigua, media y moderna, tanto en la parte cientfica como prctica de la msica: que han sido los inventores de casi todas las castas de notas musicales conocidas: del pentagrama, y de los sistemas de meloda, tanto compuestos de hexacordos como de heptacordos. En suma, de casi todo lo que hace las bellezas de la msica moderna, tanto en la meloda como la armona. En el mismo texto, aparece la desgraciada idea de la conspiracin anti-espaola, al explicar las razones de los silencios historiogrficos europeos no con los argumentos de la ignorancia y deficiente circulacin de las personas e ideas, sino exclusivamente por el hecho de que si los historigrafos extranjeros hablaban de los espaoles, se ve[r]an precisados cederles la preferencia en todos los ramos musicales (p. 5). Esta visin exaltada no poda, sin embargo, hacer tabula rasa de la situacin desde la que escribe el historiador. Ello es evidente en la presentacin de las distintas partes del plan de su inconclusa historia, cuando al hablar de la tercera y ltima etapa (la que abarca desde el siglo XIV), escribe (p. 7 sg.): La tercera parte consta de dos secciones: en la primera se discurre sobre las ventajas que los espaoles llevaban en la msica casi todas las naciones europeas en los siglos precedentes: se hace ver que siguieron con la misma ventaja en los siglos XV y XVI: se dan los motivos de su decadencia, y de los admirables progresos de los italianos, franceses y alemanes en la msica. Centr Teixidor la supremaca de la msica espaola en la msica sacra, en un reflejo de autoexaltacin gremial que podemos encontrar ya en la teora musical a principios del siglo XVIII. As destaca, despus de enaltecer la buena escuela armnica que siempre se ha conservado en Espaa sin interrupcin por espacio de muchos siglos, sobre todo a los compositores catalanes capaces de combinar la moderna msica con la solidez y majestad de la antigua. Sin embargo, y de forma contradictoria, ello no oculta lo que se considera una decadencia profunda del presente, incapaz de situarse a la altura de los aludidos maestros (p. 33): Es efectivamente lastimoso ver el resto de una nacin como la espaola sumergida ya en nuestros das enteramente en un pilago de ignorancia en asuntos armnicos, despus de haber sido la maestra de todas las naciones tanto en la parte cientfica como prctica... Pese al papel fundamental que en su historiografa desempea la reivindicacin nacional, Teixidor participa todava del concepto de msica uni-
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versal propio del siglo XVIII, de modo que, como se ha sealado, puede interpretarse como una concepcin nacionalista de la msica espaola dentro de la historia de la msica universal. 32 En cierta medida es sta tambin la concepcin de la Historia de la msica de Soriano Fuertes, 33 obra relevante por su indiscutible influencia en la historiografa posterior. El patriotismo exaltado basado en un uso fantasioso de las especulaciones de Teixidor fue criticado ya en su poca por Eslava y otros historiadores. Sin embargo, y al margen de estas justas crticas, es importante subrayar que lo verdaderamente relevante del planteamiento de Soriano fue que combin los confusos materiales histricos de Teixidor, que apenas barrunt la concepcin ilustrada de la historia de la msica, con las nuevas ideas que se defendan, con tanto gracejo como contundencia, en los panfletos de Iza Zamcola. Con ello se separaba claramente de un Teixidor, sujeto a una visin donde la msica sacra, la polifona y el contrapunto eran todava el paradigma histrico-esttico, de acuerdo con su modelo historiogrfico principal, que no era otro que el de la inconclusa Storia del padre Martini. 34 Al centrar su discurso en la msica teatral y sealar la llegada de la pera italiana como el origen de la decadencia nacional, inici Soriano Fuertes una interpretacin de enorme trascendencia para la historiografa posterior. La secuencia de epgrafes del captulo XXI del tercer tomo de su Historia de la msica es bien expresiva de esta nueva ptica: Nueva dinasta en Espaa - Guerra de Sucesin - Prdidas de Espaa en grandeza, artes y ciencias - Creacin de varios establecimientos - Prdida de nuestras costumbres y teatro - Proteccin de Felipe V la pera extranjera - Proteccin de su esposa Doa Isabel de Farnesio - ... Termina esta secuencia de forma lapidaria con la seccin encabezada "A quin debemos nuestra decadencia". En esta se interpretar patticamente la pretendida invasin de los operistas italianos como ltimo golpe a la destruccin del teatro lrico espaol y primero para el encumbramiento de la pera italiana. 35 La dinmica interna de la historiografa de Soriano aparece clara al
As B. Lolo, en su estudio sobre la Historia de la msica "espaola" cit., p. 28. " M. SORIANO FUERTES, Historia de la msica espaola desde la venida de los fenicios hasta el ao de IH50, 4 vols., Barcelona-Madrid, Ramrez, 1855-1859. ,4 Teixidor dedica un captulo entero a la biografa de G. B. Martini; vase su Historia cit., pp. 121-125.
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consultar el final de su Historia en el que la moderna zarzuela, simbolizada en la obra de Barbieri Jugar con fuego, se presenta como la brillante solucin de los males seculares de la msica espaola. Una solucin en la que Soriano mismo reivindicaba un lugar de honor, cuando a propsito del estreno de su zarzuela El to Caniyitas, estrenada en Sevilla en 1849, 36 escriba sobre s mismo en las pginas finales de su obra: El seor Soriano no trat de hacer un c a p o de p e r a de imitacin estrangera, porque ni este fue su pensamiento, ni su talento lo hubiera sacado airoso en la demanda. Trat nicamente, y fcil es de conocer, de poner en planta una idea, adoptada por los grandes compositores de otras naciones para dar sabor de localidad sus obras lrico-dramticas, como principio de un gran pensamiento de utilidad nacional, que muchas veces se habia probado, y otras tantas no haba producido los resultados que se deseaban. Para el pueblo, nico apoyo con que entonces poda contar el teatro lrico espaol, se escribi el Caniyitas, con los descuidos consiguientes al que nunca corrige sus producciones, como le sucede al seor Soriano; pero fciles de hacer desaparecer, estando la base aprobada por una mayora inmensa, destructora en todos tiempos de las minoras esclusivistas, tan perjudiciales para el desarrollo y adelanto de los conocimientos tiles. La debilidad del mecenazgo 37 y la presencia del mercado - que se encarna en ese pueblo que es el pblico del que vive el teatro -, la utilizacin de la couleur lcale como elemento de identificacin muestran claramente cmo la instauracin de la pera cmica espaola es un asunto que encaja perfectamente en el panorama europeo, como respuesta a una coyuntura determinada. Que luego ello se combinase retricamente con la vindicacin de antiqusimas esencias musicales hispanas fue, naturalmente, otro cantar. Entre los mltiples factores que coincidieron en el surgimiento de la historiografa musical espaola (el anticuario-monumental, el folklorismo, la restauracin de la msica sacra), el teatro constituy en Espaa la columna vertebral de toda la tradicin historiogrfica nacionalista. De Soriano a Pedrell, pasando por la contribucin fundamental de Barbieri, la actividad
36 Sobre El to Caniyitas y el casticismo, vase X. M. CAKREIRA, Centralismo y periferia en el teatro musical espaol del siglo XIX, en Espaa en la msica de Occidente, Actas del Congreso internacional celebrado en Salamanca (29 de octubre - 5 de noviembre de 1985), ed. E. Casares, 2 vols., Madrid, Instituto nacional de las Artes escnicas y de la Msica, 1987, II, pp. 159-163. 37 Lo que Espaa le ha faltado siempre han sido espaoles protectores del verdadero ingenio, no talentos para rayar tan alto como el ms alto de los talentos extranjeros. Repetidas pruebas tenemos de ello tanto en ciencias como en artes, excluyendo la poltica por que nuestra misin nos prohibe dar voto sobre esta materia (SORIANO FUERTES, Historia cit., p. 209).
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profesional y la militancia esttica en el mbito del teatro contemporneo forman no slo el marco en el que se realiza esta historiografa, sino su motivacin principal, tanto en el discurso propiamente erudito como en el artculo periodstico. No es por tanto casual que las narrativas histricas musicales del siglo XIX en torno a la msica espaola sean en su mayora narrativas que tienen en la msica teatral su argumento principal. 38 Por todo ello, tampoco es posible una interpretacin coherente de esta produccin historiogrfica sin tener en cuenta los problemas que preocupaban cotidianamente a sus autores, empezando por su supervivencia en un mercado musical tan estrecho y competitivo como el teatral, altamente sensible a los vaivenes de la moda, frreamente determinado por la estructura del sistema productivo y por la competencia internacional (especialmente la francesa). La "arqueologa musical" aparentemente cultivada por un desinteresado amor al arte patrio, y ensalzada como idealizado refugio erudito frente a las tensiones cotidianas de estrenos y crticas, adquiere as una funcin que permite su articulacin no slo con la cultura acadmica de la poca sino con la dinmica cotidiana de la creacin musical. Las discusiones acerca de la posibilidad de una pera nacional y su fundamentacin histrica y esttica 39 se ventilaban en un medio donde los intereses profesionales y artsticos de compositores y libretistas estaban fuertemente implicados. La historia social y econmica de las producciones lricas muestra en el siglo XIX una tupida red de intereses que relacionan a creadores, empresarios, accionistas y periodistas, y donde frecuentemente se combinan varios de estos papeles en el caso de algunos de los protagonistas ms activos. En este sentido, la biografa de Barbieri aporta materiales y episodios ms que suficientes para mostrar la relevancia para su historiografa de su activa implicacin en el negocio teatral y en la defensa de la zarzuela, gnero en el que tuvo un inmenso xito. As, por ejemplo, la reaccin vehemente de Luis de Olona y Gaeta, uno de sus libretistas ms importantes, a propsito de la solicitud de un privilegio teatral por el empresario Francisco Salas en 1861 es bien expresiva de las conflictivas relaciones entre empresarios y pblico, por un lado, y compositores y libretistas nacionales, por otro:
38 Vase J. J. CARRERAS, L'opera di corte a Madrid (1700-1759), en 11 teatro dei due mondi. L'opera italiana neipaesi di lingua ibrica, ed. A. L. Bellina, Treviso, Ensemble '900, 2000, pp. 16-24. 39 Un resumen de la cuestin y una primera bibliografa pueden encontarse en CASARES RO DICIO. La msica del siglo XIX espaol cit. (nota 23), pp. 92-122.
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...el teatro Jovellanos deba cambiar el ttulo que tiene en su fachada y en vez de Teatro de la zarzuela, llamarse Teatro de la msica extranjera, puesto que con las peras italianas y francesas que ya se han hecho y las cuatro o cinco que me consta se preparan para este ao, la mitad de su repertorio es de msica italiana y francesa. Es decir, que se dara un privilegio para que la empresa, sin atender ms que a su negocio, montara msica de extranjs, no pudiendo otro teatro montar la del pas. A los que han introducido las particiones extranjeras como parte integrante del repertorio, se les dara el privilegio del teatro musical espaol? La clase entera de maestros, artistas y profesores espaoles sera reducida de este modo al carro triunfal de la especulacin a tout prt'x? Se ha empobrecido acaso esa empresa por conservar puro el arte msico espaol, por hacer slo obras dignas, por no abrir las puertas al abuso ni a la msica extranjera, y el gobierno cree deber premiar y proteger esa conducta, con un privilegio exclusivo?40 Este nfasis en la msica e s p a o l a aparece ligado a estas polmicas y a la cultura musical de la poca, y ha sido una constante desde entonces en una parte sustancial de una historiografa que ha venido afirmando la msica patria frente a supuestas invasiones y menosprecios. A la vez, y como consecuencia de este planteamiento, ha mantenido impertrrita la tesis de una continuidad esencial de la msica espaola a travs del tiempo, desde unos orgenes ms o menos remotos - que podan remontarse a las cantigas de Alfonso X o al cancionero musical de Palacio, por poner dos ejemplos hasta el renacimiento de la msica nacional en el que esta misma musicologa se halla militantemente comprometida. Si en la filologa se produce a lo largo del siglo XIX una reflexin ms reposada en torno al propio concepto de literatura espaola', de sus lmites y articulacin, lo que hoy desde la perspectiva de la postmodernidad se describe como uno de los aspectos del proceso de invencin de la literatura espaola, 41 no encontramos
40 BARBIERI, Documentos cit., doc. 2319. Casi treinta aos despus, recordaba Barbieri que la cuestin de la 'pera nacional' era un asunto tambin de mercado internacional: Todos nos quejamos de que las peras que se producen en Espaa no pasan allende del Pirineo; pero esto consiste en que todas ellas, con alguna rara excepcin, carecen del carcter propio de nuestra msica nacional, y estn vaciadas en los moldes franceses, italianos o alemanes (carta de Barbieri a Pedrell del 16 de octubre 1889, reproducida por Pedrell en sus Jomadas de Arte (1841-1891), Paris, Ollendorff, [1911], p. 234, y publicada por F. BONASTRE, Documente epislolars de Barbieri adrecats a Felip Pedrell, Recerca musicolgica, V, 1985, carta 18, p. 150). Sobre los privilegios teatrales a favor de la zarzuela, vase SURIANO FUERTES, Historia cit., IV, pp. 384-386. Aspecto subrayado acertadamente por ALVAREZ JUNCO, Mater dolorosa cit., p. 260: el caso de los msicos es uno de los ms reveladores de los que pueden encontrar los corporativismos profesionales en el nacionalismo. Lo que los msicos espaoles pedan, en definitiva, tras sus invocaciones en pro del prestigio patrio, era "proteccin" estatal .... 41
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nada semejante en el terreno de la msica. Del fragor del combate por la pera espaola no surgi la tan suspirada pera nacional, sino este concepto pragmtico y reivindicativo de 'msica espaola'. El desarrollo de la historiografa musical, en su bsqueda de las glorias de la historia nacional, no tuvo en un primer momento un reflejo en la composicin, algo ajeno a la idea de 'arqueologa musical' propia de Barbieri, sino ms bien cultural y social, como fundamento de la identidad del msico espaol en el concierto europeo y reivindicacin social de su dignidad. La invencin de la msica espaola est naturalmente relacionada con la consolidacin de las instituciones culturales del pas, que tras las guerras carlistas encuentran una cierta estabilidad: no es casual que en esos aos centrales del siglo se incremente la publicstica en torno a la cuestin nacional y el drama lrico, y surjan, adems, las primeras historias y antologas musicales. Junto a la referida Historia de Soriano y el Diccionario de Baltasar Saldoni, 42 la Lira sacro-hispana*3 es la primera antologa monumental de la msica desde el siglo XVI hasta el presente que en diez volmenes abarca una coleccin completa de las mejores obras de msica religiosa,
Espaa, ed. J. M. Enguita y J. C. Mainer, Zaragoza, Institucin "Fernando el Catlico", 1994, pp. 23-45. Mainer seala justamente que literatura espaola no enuncia un hecho natural, espontneo c inmutable, sino un complejo hecho de cultura en el que cada uno de los miembros del sintagma - el sustantivo y el adjetivo gentilicio - han ido modificando y conformando su actual contenido (p. 23). Sobre el tema, vase tambin L. ROMERO TOBAR, Entre 1898 y 1998: la historiografa de la literatura espaola, RILCE - Revista del Instituto de Lengua y Cultura Espaola, XV, 1999, pp. 27-49, especialmente el primer apartado, titulado "Construccin de la literatura nacional"; de forma ms general, vase tambin J. BF.YRIE, Qu'est-ce qu'une Httrature nationale? Ecriture, identil, pouvoir en Espagne, Toulouse, Presses universitares du Mirail, 1994. Adems, es de inters el trabajo de G. BUENO, Sobre el concepto de 'historia de la filosofa espaola' y posibilidad de una filosofa espaola, El Basilisco, n. 10, otoo 1991, pp. 3-25, en relacin a una disciplina en la que el germanocentrismo y la dialctica entre lo universal y lo particular estn tambin muy presentes. Cfr. B. SALDONI, Diccionario biogrfico-bibliogrfico de efemrides de msicos espaoles, asi profesores como aficionados, 4 vols., Madrid, Prez Dubrull, 1868-1881. 4 ' Cfr. Lira sacro-hispana, 10 vols., Madrid, Salazar, 1852-1860. Pasos fundamentales en la posterior publicacin monumental de un repertorio susceptible de configurar un canon son las publicaciones siguientes: F. PEDRELL, Hispaniac schola msica sacra, 8 vols., Barcelona-Leipzig, Pujol - Bretkopf & Hartel, 1894-1898; Publicacions del Dcpartament de Msica de la Biblioteca de Catalunya, Barcelona, 1921-; Mestres de l'Escolania de Montserrat, Monestir de Montserrat, 1930-1936 y 1965-; Monumentos de la Msica espaola, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, 1941-; Patrimonio musical, Madrid, Fundacin ("aja de Madrd-Alpuerto, 1997-. Sobre las reticencias a aceptar un canon histrico nacional - los t e s o r o s que hay en las catedrales de la Pennsula - y como expresin crtica frente a la incipiente historiografa espaola resulta muy reveladora la opinin del compositor Toms Bretn, quien concluye que las joyas y tesoros ..., presumo por el abandono en que yacen, que no tienen tanta virtualidad como generalmente les atribuye la gente, que repite lo que oye sin conciencia de lo que dice las ms de las veces (T. BRETN, [La pera nacional], en Discursos ledos ante la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en la recepcin pblica del limo. Sr. D. Toms Bretn el da 14 de mayo de 1896, Madrid, Ducazcal, 1896, p. 29).
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compuestas por los ms acreditados maestros espaoles, tanto antiguos como modernos. 44 El establecimiento de un canon musical espaol ser un proceso problemtico, en el fondo todava abierto hoy en da, presente como cuestin de fondo en toda interpretacin pblica del repertorio espaol fuera del restringido mbito cannico de la polifona del siglo XVI. Sin duda, la centralidad del repertorio teatral como eje de la msica nacional hizo las cosas todava ms difciles, dado el carcter efmero de este gnero hasta la revolucin wagneriana. 45 Pese a la importancia de las publicaciones de Eslava y Saldoni, la figura central de la historiografa musical espaola de esos aos es indudablemente Francisco Asenjo Barbieri. 46 Como hemos visto, sus intereses en torno al pasado musical estaban relacionados, por un lado, con sus actividades como autor teatral en las que el vnculo entre historiografa y defensa de la msica teatral espaola contempornea es evidente, y, por otro, con el desarrollo de la investigacin histrica dentro de los confines de la erudicin acadmica de la poca, en la que Barbieri estuvo firmemente situado. La presentacin que, en 1887 y con motivo de la publicacin de una monografa sobre Early Spanish Music, haca al pblico britnico el autor y acadmico Juan Facundo Riao del Barbieri erudito es muy reveladora de esta percepcin: Before ending, however, it is necessary that I should make a special mention of the eminent Spanish composer, Don Francisco A. Barbieri; without his valuable help it would have been perfectly impossible to me to make this study. Seor Barbieri possesses the most extensive information on ali matters connected with musical literature and art, especially on ancient Spanish music; he has the finest musical library in Spain, and has collected a great number of copies of manuscripts and
44 H. ESLAVA, Breve memoria histrica de la msica religiosa en Espaa, Madrid, Beltrn, 1860, p. 1. Este breve texto fue publicado aparte como complemento historiogrfico de la Lira sacro-hispana. 45 La preocupacin por incluir a maestros espaoles c 1 s i c o s en los conciertos pblicos aparece repetidamente en la correspondencia de Soriano Fuertes, como reflejo de una inquietud ms amplia. As, con motivo de los conciertos que preparaba Barbieri en 1866, le escribe desde Pars en medio de sus trabajos sobre Valls: No olvide Vd. en esos grandes conciertos que prepara a nuestros grandes maestros: haga Vd. or algo, no de los que hoy pasan por clsicos sino de los que efectivamente lo son (Pars, 17 febrero 1866; BARBIERI, Documentos cit, doc. 2964). Sobre la escasa inclusin de repertorio sacro antiguo en los conciertos pblicos madrileos, vase ETZION, "Msica sabia" cit., p. 218 nota 95. 46 Sobre la faceta erudita de Barbieri, vase CASARES RODICIO, Francisco Asenjo Barbieri cit., I, pp. 407-423, con una bibliografa de sus escritos en pp. 479-481, y una amplia antologa de sus escritos en el vol. II; vase adems, HENKEN, Francisco Asenjo Barbieri cit., pp. 435-488; y la introduccin al catlogo La msica de Francisco Asenjo Barbieri en la Biblioteca Nacional (Localizacin de fuentes y catlogo de libretos, partituras y grabaciones sonoras), ed. N. Iglesias, Madrid, Biblioteca Nacional, 1998.
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historical notices which are most precious for the history of music. Seor Barbieri, with the generosity which characterises him, has placed all these materials at my disposal, and I am most happy to be able to express my gratitude towards him.47 Como vemos, el nfasis de Riao est puesto en el aspecto biblifilo y erudito de un compositor eminente. 48 El propio contenido de la monografa inglesa de Riao, detrs de la que estn los contactos insulares de su suegro Pascual Gayangos, 49 reflejaba igualmente este mundo ms cercano a la acumulacin anticuara que a la moderna historia, con su mezcolanza de manuscritos musicales medievales, venerables breviarios, "neumas visigodos" y esculturas e instrumentos diversos, que aparecan en facsmiles e ilustraciones para saciar la curiosidad del lector. Pero, como sealaba, sera un error considerar esta presentacin, que es la que Barbieri conscientemente cultivaba en sus ltimos aos, con la totalidad de su obra erudita, que si no muy amplia, al menos es variada y contiene algunas contribuciones capitales. Ya en 1865 los trabajos histricos de Barbieri estaban dirigidos a escribir una Historia del teatro lrico espaol,50 en medio de otros escritos relacionados con la amplia publicstica en torno a la defensa de los compositores espaoles para el teatro, en la que particip con tanto mpetu como talento. Sin duda, la obra maestra de esta parte del trabajo histrico de Barbieri fue su introduccin a la obra de Carmena y Milln, 51 donde logr reducir la obra que prologa a
47 J. F. RIANO, Critica! and Bibliographical Notes on Early Spanish Music, London, Quaritch, 1887, p. 20. 48 Interpretacin semejante es la que hace Toms Bretn en su discurso de recepcin en la Real Academia de Bellas Artes al sustituir a Barbieri. All se destacan como aportaciones fundamentales de Barbieri la creacin de la zarzuela moderna y la fundacin de la Sociedad de Conciertos de Madrid, y se menciona a continuacin su aficin biblifila y su condicin de erudito ilustrado (vase BRETN, [La pera nacional] cit., p. 15 sg.).
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Sobre Riao y Gayangos, vase I. PEIR MARTN y G. PASAMAR ALZURA, La Escuela su-
perior de Diplomtica. Los archiveros en la historiografa espaola contempornea, Madrid, Asociacin espaola de Archiveros, Bibliotecarios, Muselogos y Documentalistas, 1996, pp. 81 y 95. 50 Vase BARBIERI, Documentos cit., doc. 565 (carta de Carlota de Arcedillo y Gamarra del 29 mayo 1865); otra misiva de Soriano Fuertes de 25 octubre 1863 menciona tu constancia en los trabajos histricos que con tanta fe como desinters has emprendido hace diez aos. Segn Soriano, la historia debe formar una nueva generacin artstica, que ha de tener el amor propio del arte nacional, conocer con ste su pasado y su presente; saber raciocinar y comparar el porqu de la importancia del arte en otras naciones y la poca en el nuestro. Hoy somos hechuras de todo lo extrao porque no conocemos sino glorias extranjeras; y por consiguiente sin obras de ilustracin nuestra, mal podemos alcanzar otro ttulo que el de copistas de los que aparecen superiores a nosotros, no tanto si se quiere por el mrito real y efectivo, cuanto por la forma que les dan sus historias y libros de ilustracin artstica (ibid., doc. 2942).
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Cfr. L. CARMENA MILLN, Crnica de la pera italiana desde 1738 hasta nuestros das, Ma-
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un mero apndice de su sustancioso prlogo histrico, un clsico en su gnero. Los intereses eruditos y literarios de Barbieri estaban perfectamente en consonancia con la cultura de los historiadores de su tiempo, bien descrita por Ignacio Peir.52 En este sentido, la historiografa musical de Barbieri estuvo caracterizada por su condicin autodidacta en lo filolgico-histrico y responda plenamente a un concepto anticuario. La bibliofilia y las antigedades (pasiones que comparti con un investigador como Vander Straeten, otro nacionalista erudito), un mediano conocimiento de la escasa bibliografa musicolgica francesa e italiana y el poco inters por las cuestiones metodolgicas53 definen ntidamente un mbito de intereses que tienen su reflejo ideal en el diccionario biobibliogrfico y en la edicin monumental. Una concepcin tendente a la acumulacin y poco amiga de la sntesis, que quedaba reservada, si se consideraba necesaria, a la vigorosa publicstica del artculo de prensa. La musicologa - o lo que se entenda en la poca por ella - era concebida en este mundo como un retiro dorado de la actividad del compositor. Ello explica que Barbieri se retrasara casi veinte aos en dar a la luz un manuscrito tan importante como el cancionero musical de Palacio, as como el que tampoco publicase un artculo dando noticia del hallazgo.54 A lo largo de su vida Barbieri acumul una formidable cantidad de informacin, no slo por su trabajo personal de archivo, sino a travs de una amplia red de corresponsales, copistas, eruditos y libreros de todo tipo que le mandaban noticias, copias y ejemplares de cualquier cosa que tuviera que
drid, Minuesa, 1878 pp. V-LXI, reproducido en CASARES RODICIO, Francisco Asenjo Barbieri cit., II, pp. 376-392. 52 Cfr. I. PEIR MARTN, LOS guardianes de la historia. La historiografa acadmica de la Restauracin, Zaragoza, Institucin "Fernando el Catlico", 1995. El examen de las tres mil cartas publicadas del epistolario de Barbieri, algo menos de la mitad de las conservadas, permite reconocer gran cantidad de "guardianes de la historia" entre los autores de estas. Vase BARBIERI, Documentos cit. 53 Es llamativa, por ejemplo, la dbil recepcin de Ftis fuera de su faceta biobibliogrfica, es decir del autor, entre otras cosas, del singular Resumephilosophique de l'histoire de la musique que abre la Biographie universelle des musiciens et bibliographie genrale de la musique, I, Bruxelles, Mline-Cans, 1833, pp. XXXVII-CCLIV. Sobre la recepcin espaola de Ftis como terico de la msica, vase ETZION, "Msica sabia" cit., p. 201. 54 En su edicin recuerda Barbieri cmo el cdice fue localizado en 1870 por su amigo Gregorio Cruzada Villaamil, as como los problemas en el trabajo de transcripcin interrumpido con frecuencia y aun con muy largos intervalos, por no poder ocuparme de l sino a hurto de mis peculiares y urgentes ocupaciones (vase Cancionero musical de los siglos XV y XVI, ed. F. A. Barbieri, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1890; ed. facsmil, Mlaga, Centro Cultural de la "Generacin del 27", 1987, con estudio introductorio de E. Casares, p. 6).
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ver con las "antigedades musicales" que le interesaban. En realidad, no es difcil darse cuenta que el nico modelo historiogrfico que tena en mente adems de un diccionario biobibliogrfco para el que iba acumulando miles de papeletas - era el de una "Historia del Teatro lrico espaol", en cuya perspectiva escribi algunas de sus contribuciones ms relevantes. Fuera de este claro marco (que se resuma en la idea del nacimiento de una escuela autctona, su desaparicin bajo la amenaza de la pera italiana y su trabajosa resurreccin en el presente), el desconcierto de Barbieri era perfectamente comprensible. Su aguda inteligencia le permita ver que, pese a sus simpatas, el modelo de vindicacin obsesiva de lo nacional a la manera de Soriano no llevaba a parte alguna. El escrpulo positivista aparece tambin en una carta dirigida a Julin Cha a quien en fecha tan tarda como 1882 comunica: En nuestra historia musical espaola hay todava tantos y tan grandes vacos, tantos y tan grandes errores, que podemos decir que no tenemos tal historia. 55 El problema de fondo, sin embargo, no era tanto la carencia de datos fiables, sino qu historia contar con ellos. Es justamente en este punto donde se muestran los lmites de esta erudicin acadmica, patentes tambin en su edicin del Cancionero musical: pese a la acribia y exquisito cuidado que Barbieri puso en su publicacin - donde brillan tanto la profunda escrupulosidad en la transcripcin como el consumado biblifilo que era en la tipografa y edicin -, no es posible ignorar las limitaciones del intento. No fue slo la ausencia de cualquier juicio crtico en relacin a la factura musical de las obras, relacionada con una cierta inseguridad de Barbieri, 56 que prefiri permanecer en el campo seguro de la concienzuda documentacin de las biografas de los compositores, sino la renuncia a desarrollar ese estudio de las costumbres cortesanas y populares de los siglos XV y XVI, relativas la poesa lrica y la msica 57 que l vea como principal tema historiogrfico en relacin con el cdice. Una fuente que, en consonancia con su actitud anticuara, consideraba alejada de cualquier posible utilizacin o interpretacin musical y que quedaba consagrada ante todo a la demostracin de la antigedad y autenticidad de la msica "espaola". 58 Aunque, como se ha subrayado
Citado por J. SUBIR, Historia de la msica espaola e hispanoamericana, Barcelona, Salvat, 1953, p. 10. 50 En la introduccin, explica Barbieri que ha reunido toda la informacin histrica que ha podido pero abstenindome de hacer juicios crticos, porque para ellos, ni me considero con bastante autoridad, ni aunque la tuviera los hara en esta ocasin, por no dar la obra dimensiones exageradas (Cancionero musical cit., p. 18). " Ibid., p. 7. 58 ... no puedo prescindir de hacer una excursin histrica, en defensa de los intereses ar-
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en numerosas ocasiones, puso ya sobre el tapete un tpico de singular fortuna historiogrfica: el del estilo nacional entendido como escritura polifnica sencilla y expresiva. A quien conozca - aunque sea slo medianamente - la cultura de aquel tiempo, esta sumaria caracterizacin de los intereses eruditos, en absoluto incompatibles con su utilizacin apasionada en el debate esttico de la poca, remite a lo que fue la cultura acadmica de la Espaa de la Restauracin: lo contrario habra convertido la naciente musicologa en una excepcin inexplicable en la historia cultural europea del siglo XIX. Un mbito acadmico hispano de intereses cruzados y trenzados, 59 de tertulia y conferencia, donde la relevancia social y poltica y las compartidas pasiones de la bibliofilia sustituan el intercambio propiamente profesional, que en el mbito de la historia - y no digamos en el de la musicologa - estaba todava por nacer. Felipe Pedrell en su Semblanza ntima de Barbieri es quizs el que con mayor acierto ha sabido retratar esta mana biblifila, que tiene ms de pasin privada que de actividad cientfica moderna, al hablar de Barbieri como la hormiguita, que recoge con amor el dato jams deperdiciable, y [es] en una pieza la pasin del biblifilo y la manga ancha del biblimano caza del libro, desempolvando y revolviendo de arriba bajo plteos de archivos, multiplicndose para sacar copias de todo lo que no puede adquirir, con el laudable afn de encerrarlo y custodiarlo en el sancta sanctorum de su biblioteca en donde todo lo ordena con meticulosa complacencia y maravilloso plan, en donde se encierra durante los ltimos aos de su vida (en donde le sorprende la inexorable muerte!) para calen-
tsticos de nuestra patria, desconocida calumniada por los historiadores extranjeros, quienes para nada toman en cuenta nuestros progresos musicales, que fueron tan antiguos y tan importantes como los de las naciones ms adelantadas (ibid., p. 9). Ese mismo trato que tan apasionadamente exiga Barbieri a la historiografa europea, se lo peda al compositor espaol el musicgrafo portugus Joaquim de Vasconcelos, autor de un clsico de la historiografa lusa como es el diccionario biogrfico Os msicos portugueses: biographia-bibliographia (Oporto, Imprensa Portugueza, 1870). Las observaciones de Vasconcelos, de formacin germana, miembro de la Gesellschaft fr Musikforschung y con contactos musicolgicos europeos que incluan a Eitner y Ftis, forman un significativo contrapunto crtico al sagrado egosmo nacional de los primeros historiadores espaoles. La correspondencia de Vasconcelos con Barbieri contiene igualmente una observacin sumamente interesante acerca de las prioridades de la erudicin de Barbieri: tendo V. Exea, examidado a obra [se refiere a su mencionado diccionario] debaixo do ponto de vista biogrfico, bibliogrfico e tipogrfico, admira-me como nao acentuasse a parte histrica, nao falando j da critica (vase BARBIERI. Documentos cit., doc. 3174). La correspondencia conservada entre 1870 y 1881 comprende los documentos 3171 a 3184, adems de otras 27 cartas. 59 Barbieri ingres en 1874 en la Real Academia de San Fernando, en 1892 en la Real Academia de la Lengua, y fue socio fundador de la Sociedad de Biblifilos en 1866. Como compositor representa ejemplarmente la consolidacin del nuevo papel social del msico en la Espaa del siglo XIX.
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tarse al rescoldo de sus amados cdices, sus misales y sus incunables manuscritos y todo aqul cmulo de datos y apuntaciones que forman el monumento de nuestra cultura musical, prctica y especulativa, litrgica y profana, reconstruido laboriosa y pacientemente por el amor de un solo hombre. Si Barbieri puede verse como el representante de una musicologa laica, interesada sobre todo en el teatro, la figura de Pedrell, aun participando en esa tradicin de defensa de la pera nacional, introduce otras dimensiones que dan a su pensamiento esttico y musical toda la complejidad del fin de siglo. Entre otras cosas, aparece lo que ser a lo largo del siglo XX una de las caractersticas de la musicologa espaola, su preponderante inters por los repertorios religiosos.61 En cierta manera, Pedrell encama una compleja mezcla de los ideales decimonnicos de la pera nacional con un renovado inters por la restauracin de la msica religiosa, que se radicaliza y vivifica en el crisol de su wagnerismo doctrinario a partir de los aos '80. Tambin aqu se contina la reivindicacin de lo nacional, no rehuyndose tampoco el chovinismo ms descarado cuando se considera necesario. 62
60 Cito el texto por la posterior edicin de F. PEDRELL, Diccionario biogrfico y bibliogrfico de msicos y escritores de msica espaoles, portugueses hispano-americanos, antiguos y modernos. Acopio de datos y documentos para servir la historia del arte musical en nuestra nacin, Barcelona, Beds, 1897, p. 132. 61 Sobre la labor musicolgica de Pedrell, vase J. M. LLORENS, Extensin y profundidad de la obra musicolgica de Felipe Pedrell, Anuario musical, XXVII, 1972, pp. 77-94; F. SOPEA, Pedrell en el Conservatorio de Madrid, ibid., pp. 95-101; Al Maestro Pedrell. Escritos heortsticos publicados en su honor, Villanova i la Geltr, Oliva, 1911. El amplio epistolario de Pedrell, conservado en la Biblioteca de Catalunya, ha sido publicado slo fragmentariamente, en general sin pasar de los comentarios puntuales: vase V. RIPOLLS, Fragments del epistolario de Pedrell, Boletn de la Sociedad castellonense de Cultura, III, 1922, pp. 308-310 y 369-375; IV, 1923, pp. 517; V, 1924, pp. 161-179, 327-337 y 363-376; VI, 1925, pp. 35-51, 236-253 y 278-291; H. ANCLES, Relations pistolaires entre Csar Cui et Philippe Pedrell, Fontes Artis Musicae, XIII, 1966, pp. 15-21; M. A. VIRGILI I BLANQUET, Felipe Pedrell y el msico vallisoletano Luis Villalba: correspondencia indita, Recerca musicolgica, I, 1981, pp. 151-192 (incluye la edicin de 70 cartas entre 1896 y 1908); F. BONASTRE, Documents epistolars de Barbieri adrecats a Felip Pedrell, ibid., V, 1985, pp. 131-177 (incluye la edicin de 42 cartas entre 1887 y 1893); M. D. MILLET I LORAS, Lluis Millet a Felip Pedrell - Epistolari, ibid., VI-VII, 1986-1987, pp. 261-342 (incluye la edicin de 67 cartas entre 1896 y 1922); R. SOBRINO, El Conde de Morphy (1836-1899), protagonista musical de una poca. Epistolario a Albniz y Pedrell, Cuadernos de Msica iberoamericana, 7, 1999, pp. 61-101 (incluye 11 cartas entre 1883 y 1899). No existe ninguna biografa crtica de Pedrell, al estar todas las publicadas basadas en los escritos autobiogrficos del compositor, principalmente jornadas de Arte cit.; Orientaciones (1892-1902), Paris, Ollendorff, [1911]; y jornadas postreras (1903-1912), Valls, Castells, 1922. Sobre Pedrell, vase adems F. BONASTRE BERTRN, Felipe Pedrell. Acotaciones a una idea, Barcelona, Caja de Ahorros provincial de Tarragona, 1977, con una lista de las publicaciones de Pedrell en pp. 151-158; F. CORTS I MIR, El nacionalismo musical de Felip Pedrell a travs de sus peras: Els Pirineus, La Celestina y el Comte Arnau, tesis doctoral, Universidad Autnoma de Barcelona, 1996. 62 Pedrell no duda en retratar elogiosamente al propio Barbieri en los siguientes trminos: l mismo trazar de mano maestra el perfil del chauvinisme en la msica; el perfil del espaol a
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La obra musicolgica de Pedrell, de ms amplio aliento que la de Barbieri, es la de una personalidad en la que la musicologa acab absorbiendo sus intereses fundamentales como compositor (slo hay que comparar los veinte aos que emple Barbieri en la edicin de su Cancionero musical con los once que emple Pedrell en acometer los ocho volmenes de la edicin monumental de Victoria). Su historiografa se ci en un primer momento a los mismos moldes que la del compositor madrileo: una vigorosa publicstica que no se reduce a la crtica y al comentario, sino que invade el estudio erudito, que no conoce la contencin de Barbieri, e incluye memorias y recuerdos novelados: confusin romntica entre vida y obra que lastrar gran parte de su obra cientfica, centrada en ediciones monumentales y obras biobibliogrficas de distinto calado, en las que se expresa su pasin por el descubrimiento de nuevos repertorios y por el atesoramiento de datos y noticias. Las inquietudes estticas y filosficas constituyen un aspecto crucial que separa la obra de Pedrell de la de Barbieri, que no se sinti nunca especialmente atrado por estos asuntos. Sabemos poco de su formacin, en la que con el desorden del autodidacto se cruzan las ms variadas influencias: las del reaccionario obispo de Orlans, el publicista Flix Dupanloup, con las del crtico teatral cataln Jos Yxart, una de las personalidades progresistas fundamentales de la cultura catalana de la poca;63 las del wagnerismo cataln y francs de la Schola cantorum parisina64 con la recepcin del romanticismo alemn de la renaixenca catalana (ah est, sin duda, la raz de sus preocupaciones por la msica popular),65 son tan slo algunas
outrance, sobre todo y por encima de todo (PEDRELL, Diccionario cit., p. 132). De una manera ms tosca aparece repetidamente el patrioterismo en la complicidad del medio espistolar. As, en la misiva que Mariano Soriano Fuertes manda a Barbieri el 13 de mayo de 1866 desde Pars le exhorta en los trminos siguientes: no le perdonara a Vd. a quien creo espaol hasta los hipocondrios, que en los conciertos sucesivos dejara a los maestros espaoles verdaderamente clsicos (BARBIERI, Documentos cit., doc. 2966, subrayados del autor; o en las repetidas referencias despectivas a los gabachos y extranjs; vase, por ejemplo, la carta de Barbieri del 14 noviembre 1865 a Soriano, ibid., doc. 2961).
63 Sobre Yxart, citado como autoridad crtica en Por nuestra msica. Algunas observaciones sobre la magna cuestin de una escuela lrico nacional motivadas por la Triloga (tres cuadros y un prlogo) Los Pirineos, poema de d. Vctor Balaguer, msica del que subscribe y expuestas por Felipe Pedrell, Barcelona, Henrich, 1891, vase la introduccin en Jos Yxart. Crtica dispersa (18831893), ed. R. Cabr, Barcelona, Lumen, 1996, y BONASTKE, Felipe Pedrell cit., p. 53. 64 En Francia fueron fundamentales los contactos con la Schola cantorum; vase F. CORTS, Les rapports du cercle de Felip Pedrellavec la France, en Echanges musicaux cit. (nota 23), pp. 297318. Stenzl ha recordado el carcter anti-dreyfussard, es decir, catlico, reaccionario y antisemita, de los principales idelogos de la Schola cantorum; vase STENZL, "Verspatete" Musikwissenschaft cit., p. 289 sg. 65 Vase un panorama de la recepcin de estas ideas en la literatura romntica en L. ROMERO, Panorama crtico del romanticismo espaol, Madrid, Castalia, 1994, pp. 138-155.
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de las piezas que conforman un abigarrado y contradictorio mosaico de inquietudes. En su relacin con el patrimonio histrico, lo que ya entonces se empezaba a llamar 'msica antigua', Pedrell fue igualmente un precursor. Frente a la postura ms distanciada de Barbieri, Pedrell fue uno de los primeros que se plante en Espaa la interpretacin prctica de los repertorios histricos ms remotos, fruto de una actitud moderna de difusin en la que indudablemente estn presentes sus experiencias francesas respecto a la musique anenne.66 El inters de Pedrell por la historiografa musical fue tardo y no se manifiesto hasta los aos '80. 67 Aos antes, durante su segundo viaje a Roma en 1876 y en medio de serias dudas acerca del valor de su propia msica, se haba dedicado a visitar bibliotecas y museos, ampliando su horizonte intelectual y artstico. La historia adquira as una clara funcin orientadora en un momento de disyuntivas estticas profundamente sentidas. 68 Por ello, sus estudios romanos no se agotaron en el estudio de la msica espaola, sino que cubrieron una necesidad cultural mucho ms amplia de formacin y estudio, aunque su preferencia por el siglo XVI, avivada por el recuerdo de sus vivencias musicales como infante de coro en la catedral de Tortosa, le llevaron, sin duda, a concebir ya entonces alguna de sus posteriores ediciones de polifona espaola renacentista. 69 Al igual que Barbieri, tampoco Pedrell escribi una historia de la msica.70 Salvo la biografa de Victoria, 71 sus escritos se reparten de forma
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Pedrell relata el estreno el jueves santo ... [de] los Responsorios del clebre P. Casanovas, tal como los escribi en 1784. No es poco esto que digamos. La obra fue dirigida por Juan Bautista Guzmn (1846-1909) en el monasterio de Montserrat (carta de Pedrell a Barbieri del 20 abril 1889, subrayado del autor; vase BARBIERI, Documentos cit., doc. 2484). Sobre la nueva forma de la conferencia-concierto utilizada por Pedrell en Barcelona en 1893 con ejemplos desde los organa medievales a Palestrina y Victoria, vase BONASTRE, Felipe Pedrell cit., p. 54 sg. 67 La actividad en los '80 est dedicada bsicamente a las publicaciones peridicas de msica, caso del Salterio sacro hispano de 1882, y a la prensa musical, cuya ms importante empresa fue, entre 1888 y 1897, la direccin de la Ilustracin musical hispano-americana. 68 Y al llegar por segunda vez a Roma me encerr en las bibliotecas; hu de los teatros de pera, que me producan un hasto invencible; ... evit cultivar relaciones, especialmente con msicos, porque con sus preocupaciones militantes de momento me distraan de mis estudios (PE. DRELL, jornadas de Arte cit., p. 103). "9 Trazado mi plan de estudios que, siguiendo el consejo de monseor Dupanloup, realizaba con la pluma en la mano, estudi las principales literaturas europeas, la historia y la esttica de la msica, principalmente la ilustracin monogrfica consagrada a estas ramas cientficas, las creaciones musicales de todas las pocas, detenindome mucho en las del siglo XVI, teniendo como tena mano gran documentacin en la Biblioteca Vaticana; preocupbame, tambin, el estudio del folklore popular internacional, que no pude realizar ms que someramente porque no haba tomado entonces tal estudio los vuelos que tom despus (ibid., p. 103 sg.).
70 Esta sera escrita por Mitjana a peticin francesa. Los escasos escritos donde Pedrell plantea un desarrollo histrico no pasan de ser esbozos de la metfora de la muerte y resurrec-
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fragmentaria en ensayos introductorios, notas y apostillas. En su caso, fue tambin el teatro el que le permiti concebir algunas de sus narrativas histricas ms desarrolladas, no slo con ocasin de la publicacin de Por nuestra msica, el influyente panfleto nacionalista en torno a su drama lrico Los Pirineos, sino, por ejemplo, en sus prlogos a los distintos volmenes del Teatro lrico espaol anterior al siglo XIX,72 en las que netamente se manifiesta la funcin esencial que para el nacionalismo musical tena la msica teatral, una de las manifestaciones artsticas homogneas de nuestro pueblo. 73 Homogeneidad de un nacionalismo basado en la consigna de "espaolizar" la msica, y en el que la pera italiana vena caracterizada, en imgenes sacadas de la prosa militante wagneriana, como la gran responsable de la decadencia musical europea, pues la visin de Pedrell no se reduce a la perspectiva espaola sino que propone, aunque sea con informacin ms bien escasa y superficial, una consideracin general del problema del teatro musical. Las breves notas introductorias del Teatro lrico estn dirigidas no tanto a los musicgrafos como al compositor militante y al mero aficionado. Es este afn vulgarizador, por utilizar el trmino del propio Pedrell, el que explica tanto las reducciones al piano de los acompaamientos originales, como el tono encendido y apasionado de sus consideraciones que utilizan la historia en funcin de su ideal esttico y artstico. Algunos aos despus, public Pedrell dos extensos artculos - en realidad, se trata de un nico largo ensayo en dos partes - en los prestigiosos Sammelbnde der Internationalen Musik-Gesellschaft. En este trabajo sobre el "teatro indgena", traducido al francs para asegurar su difusin internacional, expone sus ideas fundamentales sobre la historiografa de la msica espaola en una sntesis que no es otra cosa que una amplia parfrasis de los textos in-
cin de la msica espaola (por ejemplo, su opsculo L'evoluzione musicale della Spagna, Roma, Casa editrice "Msica", s.a., traduccin y notas de E. Dagnino), o parfrasis apenas disimuladas de Opera y drama de Wagner, como es el caso de Por nuestra msica cit., pp. 13-28. 71 Cfr. Toms Luis de Victoria, abidense. Biografa, bibliografa, significado esttico de todas sus obras de arte polifnico-religioso, Valencia, Villar, 1918. En realidad, tampoco esta obra, basada en la biografa que Pedrell escribi con motivo de su edicin de las opera omnia de Victoria, deja de ser una desordenada agregacin de disgresiones, intuiciones brillantes (especialmente en su interpretacin esttica de la grandeza de Victoria), adems de las habituales confesiones personales.
72 Cfr. Teatro lrico espaol anterior al siglo XIX, ed. F. Pedrell, 5 vols., La Corua, Berea, 1897-98. Sobre el teatro histrico y la historiografa musical del siglo XIX, cf. tambin A. MARTN MORENO, Felip Pedrell y el descubrimiento del teatro barroco espaol, en las Actes del Congrs internacional Felip Pedrell i el nacionalisme musical cit. (nota 3), pp. 111-131. 73 Teatro lrico cit., I, p. VI.
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troductorios de su Teatro lrico.14 En contraposicin a sus publicaciones anteriores, el texto en cuestin tiene el inters de revelarnos a un Pedrell que se esfuerza en adaptarse a una metodologa rigurosa desde el punto de vista histrico-fillogico, abandonando su habitual tono militante. Unos modos cientficos que comenzaban poco a poco a imponerse en estas publicaciones donde publicaban los Dent, Hornbostel, Sachs o Riemann, por citar algunos de los que escriban en los Sammelbnde, y a los que el msico espaol se pleg slo en parte, como demuestran prrafos como el siguiente, donde se manifiesta la actitud del artista comprometido con el credo nacionalista: Je cros profondment, je le rpte, que les compositeurs nationaux, en remontant, comme matire d'tude, de culture et de perfectionnement, la source de manifestador! d'un art original et nettement espagnol, fixeraient une fois pour toutes les limites precises de la double tendance o converge ncessarement notre art, en s'appuyant la fois sur la tradition nationale et sur les progrs de la lyrique moderne, si enrichie par la possession du cosmopolitisme de la forme, et encor plus affermie par l'efficacit du naturel et de l'imagination. Ces limites tant bien definies et marques, la vitalit de notre musique dramatique et la part de ce grand tout qui s'appelle l'me nationale se trouvent dans la comedie musicale et le drame lyrique, chaqu manifestation rduite sa sphre et l'une comme l'autre gardant la physionomie propre que lui ont conserve, travers les sicles, la conception typique et l'originalit traditonnelle de la race.75 El inters de Pedrell por la zarzuela del siglo XVII estaba motivado en tanto en cuanto la zarzuela ... reflte d'une maniere merveilleuse toute l'me d'une race. El esencialismo del punto de partida de Pedrell queda patente en la sucesin de conceptos intemporales propia de este discurso como son los de 'raza', 'alma', 'carcter' o 'ser' que se manifiestan a travs de categoras como el 'instinto nacional' o la 'substancia popular', aprehendibles slo por empatia, y que definen genricamente a un pueblo: as, la zarzuela busca y encuentra la robustesse et la virilit parmi la substance populaire, qui toujours conserva l'ineffacable cachet du caractre espagnol, carcter que resiste heroicamente las invasiones de la msica artificial de neerlandeses e italianos de los siglos XVI y XVIII. 76
74 Son los artculos La musique indigne dans le thtre espagnol du XVIe sicle, Sammelbnde der Internationalen Musik-Gesellschaft, V, 1903/04, pp. 46-90, que incluye un sustancial apndice musical, y L'glogue. "La fort sans amour" de Lope de Vega, et la musique et les musiciens du thtre de Caldern, ibid., XI, 1909/10, pp. 55-104, tambin con apndice musical.
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Ibid., p. 71. La xenofobia va tan lejos como para considerar que el aislamiento de Espaa
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Marca este texto tambin la nueva distancia crtica de Pedrell respecto a Barbieri, a los pocos aos de su muerte, al hacerse hincapi en las interferencias y contradicciones entre sus intereses como compositor y sus tesis como estudioso del teatro lrico. 77 Ello se trasluce finalmente en la distincin categrica entre la zarzuela del siglo XVII y la nueva zarzuela "restaurada" del siglo XIX, que nace para Pedrell irremediablemente tocada de italianismo, precisamente por falta de un conocimiento adecuado de la propia tradicin histrica. Sin embargo, es evidente que las servidumbres del presente eran muy superiores en el caso de Pedrell que en el de Barbieri, que siempre cultiv la mesura y un cierto distanciamiento aristocrtico en sus escritos eruditos. Dos cartas de Pedrell al gran fillogo y polgrafo Marcelino Menndez Pelayo son testimonio privilegiado de las urgencias estticas de Pedrell y del peso de los dogmas estticos en sus estudios histricos. As, al comunicar alborozado sus descubrimientos de partituras teatrales espaolas de los siglos XVII y XVIII, deja tambin muy claro el peso de sus prejuicios cuando formula su tesis fundamental de la existencia de una tradicin genuinamente espaola preservada por la tonadilla del siglo XVIII: Puedo asegurar desde ahora que la direccin ideal trazada por Juan del Encina msico va en lnea recta los oscuros tonadilleros del siglo pasado. En medio de aquella decadencia en que todo est extrangerizado la dramtica y la lrica nacional, las costumbres, estando, todo, slo esos tonadilleros, conservan el fuego de esa parte del alma nacional expresada en sus cantos populares, ellos y solo ellos hacen bueno, ponindolo en prctica, el principio del p. Eximeno, que expresaba diciendo sobre la base del canto nacional debia construir cada pueblo su historia. Esto es importantsimo. El caso es remontarse hasta la msica del teatro de Caldern y ver si aquella lnea se tuerce por las influencias de la moda italiana que impone sus fiestas Europa.78 Algo ms adelante, insiste el autor en esta misma idea y en la relacin
en el XVII no fue poca suerte, porque un Lully, propagador de la pera italiana a los ojos de Pedrell, nos hubiera alejado de una forma propia teatral (Teatro lrico cit., I, p. xn). 77 Cfr. ibid., p. 58 sg.; la crtica se refiere sobre todo al prlogo a la obra de Carmena y a la recepcin de la pera en Espaa que Barbieri formula all (cfr. nota 51). Sobre las opiniones de Pedrell en relacin con la zarzuela de Barbieri, vase B. LOLO, La zarzuela en el pensamiento de Felipe "Pedrell: historia de una controversia, Cuadernos de Msica iberoamericana, 2-3, 19961997, pp. 319-325. 78 Vase M. MENNDEZ PELAYO, Epistolario, XIII, ed. M. Revuelta Saudo, Madrid, Fundacin Universitaria Espaola, 1987, carta 474, fechada el 4 octubre 1895. Pedrell conoci a Menndez y Pelayo a travs del violinista Jess Monasterio, paisano del segundo.
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profunda entre la "msica natural" (expresin de un folklore esttico y arcaico) y la "msica artificial", que si es autntica, es decir nacional, no es ms que folklore "transformado" por el arte, que se manifiesta tanto en la msica dramtica como en una msica sacra "expresiva": Y cmo andamos todo esto de indigenismo musical, de pura raza? Solo le dir que los galanes y damas de Caldern, las Dafne, las Nise y las Amarillas cantan en msica de peteneras y playeras t r a n s f o r m a d a s . La ltima conquista del arte pareca el canto popular transformado en pura materia lrico dramtica. Cierto. De misas nos lo dirn aquellos Patino, Romero, Marn, Hidalgo, Juan de Navas y dems musicantes del siglo XVII que han salido ahora la superficie, para avergonzarnos. Mas hablaremos cuando nos veamos. Hasta la evidencia creo que Wagner hizo ms que estudiar a Caldern. El coro del teatro de Caldern le sugiri muchas cosas al autor de Parsifal. Se estudiar eso.7 Pero la impronta de Barbieri y Pedrell en el perfil e intereses de la historiografa espaola no se manifest slo a travs de sus publicaciones y del magisterio de Pedrell, sino que dej tambin su huella en el establecimento de dos de las principales bibliotecas musicales del pas, una en Madrid y otra en Barcelona. La importancia en la Espaa de su tiempo de estas dos colecciones es indiscutible, aunque no haya sido hasta ahora suficientemente considerada. Por el mbito de sus intereses y su formacin puede decirse que influy enormemente en el futuro de la disciplina, reforzando su carcter espaol, en un pas que no contaba con ninguna gran coleccin privada de la Ilustracin, como las clebres del padre Martini, Forkel o Burney. Tampoco despus, en el siglo XIX, conoci el pas una biblioteca como, por ejemplo, la que organizase con criterio universal y enciclopdico Ftis en Bruselas. Las dos colecciones espaolas, valiossimas como legado, tuvieron, afortunadamente, un destino institucional pero nacieron como bibliotecas particulares de biblifilo, espejo de los particulares intereses y pasiones de sus dueos. 80 La organizacin de estas bibliotecas musicales fue un pode-
79 Carta no fechada, probablemente de 1897, que refiere tambin los descubrimientos de nueva msica teatral espaola de Pedrell (vase MENNDEZ PELAYO, Epistolario cit., XIV, carta 428). Todo ello muestra cmo el pensamiento nacionalista de Pedrell est ya definitivamente articulado en la dcada de los '90, y cmo el Cancionero musical popular espaol, 4 vols., Valls, Castells, 1918-1922, ms que aportar novedades lo que hace es sistematizar conceptualmente y presentar una amplia antologa dedicada a la msica nacional. 80 El desinters por formar una coleccin que fuese ms all de un estricto planteamiento nacional es patente en una carta a Barbieri de Soriano Fuertes desde Pars, el 27 de febrero de
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roso acicate en la reflexin acerca de los lmites y articulacin de la musicologa como ciencia, en tanto en cuanto la organizacin de una biblioteca ha tenido siempre una relacin con la propia organizacin del saber. No sorprende, por tanto, que prcticamente las nicas reflexiones de Pedrell acerca de la constitucin de la musicologa surgieran precisamente en relacin a la catalogacin de la coleccin que form el ncleo inicial de lo que ms tarde sera la Seccin de Msica de la Biblioteca de Catalunya, la coleccin de Juan Carreras y Dagas, a la que despus se sumara la del propio Pedrell.8'1 Fue en Catalua donde se plante por vez primera la idea de institucionalizar de alguna forma los estudios musicolgicos. Si Barbieri haba dispuesto que su coleccin pasara a la Biblioteca Nacional de Madrid a su muerte (1894),82 no existi en principio la idea de desarrollar una seccin de msica y, menos an, la de solicitar a la administracin pblica la dotacin de plazas especficamente dedicadas a la investigacin. Precisamente ese fue el proyecto que imagin Pedrell y que coronara en 1917 con el nombramiento de Higinio Angls como responsable de una seccin de msica en la Biblioteca de Catalunya.83 Casi treinta aos antes, en 1890, haba con-
1866, y representativo de la actitud de los biblifilos espaoles como Barbieri o Carreras y Dagas en relacin a la msica: Anunciaron das pasados en el Hotel Dionot la venta de libros de msica, y como Vd. podr figurarse fui uno de los primeros en ocupar un asiento; pero nada que pudiera convenirme se vendi, pues aun cuando se vendieron buenas partituras de pera y oratorios alemanes e ingleses, no compr porque esto no es mi especialidad (vase BARBIERI, Documentos cit., doc. 2965).
81 Vase F. PEDRELL, Catlech de la Biblioteca Musical de la Diputacin de Barcelona ab notes histbriques, biografiques, transcripcins en notado moderna deis principis molws musicals y facsmils deis documents mes importants per la bibliografa espanyola, 2 vols., Barcelona, Palau de la Diputaci, 1908. Pese a sus limitaciones, el catlogo de la coleccin Carreras y Dagas realizado por Pedrell constituye un hito historiogrfico; una visin crtica del Catlech en LLORENS, Extensin profundidad cit., p. 80 sg. Sobre Carreras y Dagas, vase BARBIERI, Documentos cit., doc. 1251-1270. La catalogacin de este legado oblig a Pedrell a plantearse una amplia visin de la musicologa, aunque no fuese ms que efectos taxonmicos: vase su Assaig de classificaa d'una biblioteca de msica, en Catlech de la Biblioteca Musical cit., pp. 18-28, que es lo ms cercano que tenemos a lo que sera una reflexin sistemtica acerca de la organizacin interna de la musicologa. Algunos aos antes, Pedrell en el prefacio de su Diccionario biogrfico cit., p. xvn, haba ya esbozado una reflexin metodolgica sobre la historiografa musical como disciplina sustentada en la bibliografa, biografa y localizacin de las composiciones musicales. 82 Barbieri conoca muy bien las principales bibliotecas de msica europeas y tena, adems, criterios muy claros respecto a su funcin y organizacin, como se desprende de su interesantsima colaboracin titulada Bibliotecas especiales de msica aparecida en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, VII, 1877, pp. 31-38, en respuesta a una comunicacin annima del ao anterior, VI, 1876, pp. 316-319. Es significativo que en 1877 Barbieri no considerase todava necesaria la formacin en Espaa de una biblioteca musical pblica. 8 ' El ttulo de "cap del Departement de Msica de la Biblioteca de Catalunya" aparece por vez primera en 1931 en su edicin del cdice de Las Huelgas. Muchos aos despus, en 1958, a
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cebido la posibilidad de conseguir un puesto permanente de bibliotecario musical para dedicarse al estudio de la coleccin de Carreras y Dagas. 84 Se ha subrayado muy poco la trascendencia del clima poltico y cultural del moderno nacionalismo cataln en la institucionalizacin de la musicologa histrica en Espaa. No obstante, sin tener en cuenta la fundacin del Institut d'Estudis catalans y del Orfe Ctala (que tambin cre una importante biblioteca musical), o la accin decidida de un poltico de la talla de Enric Prat de la Riba, presidente de la Diputacin, al que, por cierto, se dedic el mencionado catlogo de los fondos de Carreras y Dagas, es imposible entender el ambiente en el que surge este primer proyecto de institucionalizacin. Sin embargo, no fue hasta los aos '20 cuando Angls pens en transformar la seccin de msica de su biblioteca en un centre d'alta formaci musical, 85 completando la perspectiva biblifila de los llibrots et solfes velles de Pedrell con una moderna seccin de referencia. En una tradicin hasta entonces protagonizada bsicamente por compositores, el clrigo Higinio Angls fue el primer musiclogo profesional de Espaa, en el sentido de una dedicacin exclusiva, de un perfil pblico basado nicamente en la historia. Fue tambin el primero con una formacin universitaria y, en la estela de Pedrell, form un grupo de profesionales que continuaron su labor. Vista en su conjunto, la obra de Angls estaba fundamentada en una compleja amalgama del ideal nacionalista de Pedrell con la severa escuela medieval de Ludwig, a los que hay que aadir la del medievalismo cataln de Rubio i Lluch, el gran discpulo cataln de Mil i Fontanals e impulsor
la hora de su jubilacin como jefe de la seccin de msica, Angls recordara este paso fundamental en su vida, al considerar la transcripcin de las Cantigas de Alfonso X como su testamento espiritual que humildemente ofrece a este Centro, al cual su insigne maestro, don Felipe Pedrell, en diciembre de 1917, presintiendo ya su muerte, hizo donacin de sus libros y manuscritos. La nica condicin que impuso el ilustre maestro al verificar la entrega fue que la susodicha Biblioteca creara un Departamento de Msica que fuera el continuador de su obra y donde los estudiosos encontraran medios cientficos y orientacin en su trabajo. Fue en atencin al deseo del ilustre Pedrell que el entonces Director de la misma don Jorge Rubio y Balaguer - al cual debo tantsimo en todos los rdenes y cuyo nombre quedar siempre unido a mi humilde obra y a mi pobre persona - propuso a la Excma. Diputacin de Barcelona la creacin de una Seccin de Msica, indicando para dirigirla el nombre de un joven sacerdote completamente desconocido como era el de quien firma hoy este libro {La msica de las cantigas de santa Mara del rey Alfonso el Sabio (s. XIII), III, ed. H. Angls, Barcelona, Biblioteca Central, 1958, p. XV sg.).
84 As se desprende de la carta a Barbier del 11 de febrero de 1890 a propsito de las negociaciones en torno al legado del maestro de capilla Carreras y Dagas: deseo por amor a la cosa y por modus vivendi (ya que ninguno me ha dado a m el arte) ser el conservador o bibliotecario de tal biblioteca (BARBIER, Documentos cit., doc. 2500; la contestacin de Barbieri del 18 febrero puede consultarse en BONASTRE, Documents epistolars cit., p. 155 sg., carta 23). 85 ANGLS, Cataleg deis manuscrits musicals cit., p. 6.
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de los estudios de literatura medieval catalana. De Pedrell heredara su concepcin en torno al patrimonio histrico espaol y su mstica de lo popular; de Rubio, su idea de una Edad Media cristiana y catalana propia de la Reinaxenca; de Ludwig, el mtodo filolgico de la comparacin y estudio sistemtico de las fuentes musicales.86 El encaje de estas tres influencias heterogneas, junto a las vicisitudes de la historia cultural y poltica de la Europa de la primera mitad del siglo XX, marcaron la trayectoria de una personalidad nica en nuestra disciplina. En contraste con la historiografa musical anterior, fruto en gran medida de la cultura erudita de academia y ateneo, las primeras publicaciones de Angls destacaron por su manejo riguroso y sistemtico de las fuentes y de la bibliografa, en las que rompi definitivamente con la perspectiva limitada del biblifilo y coleccionista, al hacer uso de los medios modernos de la fotografa y del conocimiento de los principales idiomas de la investigacin europea. Aparecieron as unas publicaciones que causaron admiracin en un pas todava muy atrasado en estos aspectos. Todo ello lo perfeccionara en sus dos cortas pero fructferas estancias en Alemania, que tuvieron lugar en 1923-24 (al poco tiempo de la muerte de Pedrell) y en 1928; pero, sin duda, los fundamentos los tuvo ya en casa, en las publicaciones de medievalistas de la talla de Antoni Rubio i Lluch, que junto al monje gregorianista de Montserrat, Gregori Maria Sunyol, formado en Solesmes, son las primeras referencias del Angls medievalista. El inters de Angls por la Edad Media est, por tanto, indudablemente relacionado con el ambiente nacionalista cultural cataln de fin de siglo.
86 Sobre el magisterio de Friedrich Ludwig, vase U. GONTHF.R, Fnedrich Ludwig in Gttingen, en Musikwissenschaft und Musikpflege an der Georg-August-Universitat Gttingen, ed M. Staehelin, Gttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 1987, p. 169 sg. Angls le rindi un bello homenaje al dedicarle su edicin de Las Huelgas en reconeixenca del seu alt mestratge, aparecida al ao siguiente de la muerte de Ludwig. La influencia de Rubio i Lluch fue lo suficientemente importante como para que le dedicase una de sus principales monografas medievales (La msica a Catalunya fins al segle XIII, Barcelona, Institut d'Estudis catalans i Biblioteca de Catalunya, 1935), como iniciador de les recerques diplomtiques sobre la cultura medieval catalana. Su hijo, Jordi Rubio i Balaguer, prestigioso historiador formado en Alemania, ligado al Institu de Estudis catalans y director de la Biblioteca de Catalunya, perteneci igualmente al crculo de amistades del joven Angls. Sobre Rubio i Lluch, vase M. JORBA, Manuel Mil i Fontanals en la seva poca. Trajectoria ideolgica iprofessional, Barcelona, Curial, 1984, pp. 233-250; sobre Rubio i Balaguer, vase H. JURETSCHKE, Jordi Rubio i Balaguer (1887-1982). In memoriam, en Espaa y Europa. Estudios de crtica cultural. Obras completas, ed. M. A. Vega Cernuda, Madrid, Instituto universitario de Lenguas modernas y Traductores - Editorial Complutense, 2001, pp. 1269-1278. Llama la atencin que no exista ninguna consideracin general de la figura de Angls entre las numerosas ponencias de las Actes del Congrs internacional Higini Angls i la musicologa hispnica, Recerca musicolgica, IX-X, 1989-90, en las que se suele oscilar entre la mera descripcin y la franca hagiografa.
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As, ya en su primera gran monografa sobre la msica medieval catalana aduce el autor como razn fundamental de sus intereses la herencia cultural particular de un pobl com el nostre, que tingu el seu esplendor precisament a l'Etat mitjana, i en el qual els arxius de tots els temps ofrenen tanta riqueza de dades documentis. 87 Las grandes publicaciones de Angls, las que cimentaron su fama internacional como medievalista, comenzaron, sin embargo, con la edicin monumental en 1931 de una fuente castellana, el clebre Cdice de las Huelgas. Con sta y con otras publicaciones que siguieron, como la mencionada monografa histrica sobre la Catalua altomedieval, de 1935, y la edicin de las Cantigas alfonses, aparecidas entre 1943 y 1964, se abri a la investigacin histrica un campo prcticamente virgen. Por el contrario, la dedicacin - preponderante a partir de los aos '40 - a la polifona de los siglos XV y XVI, segua los pasos y las interpretaciones histrico-estticas de Pedrell. 88 Pese a la profunda innovacin que supuso la obra de Angls en el campo de la medievstica, algunas de las caractersticas de la orientacin anterior de la historiografa se mantuvieron tambin en ella: ante todo, la preferencia por la edicin monumental y la aportacin sistemtica de partituras y documentos, frente a la ausencia de cualquier reflexin crtica que fuera ms all de las propias fuentes. Todo ello est, naturalmente, relacionado con la aludida combinacin de tradiciones intelectuales diversas, difcilmente conciliables en el fondo, y que dieron a la obra de Angls su peculiar tono, fruto, sin duda, de una personalidad y de unas circunstancias histricas - espaolas y europeas - muy complejas: los agitados y finalmente sangrientos aos '30 y '40. La combinacin del nacionalismo esencialista de Pedrell, que conllevaba su actitud mesinica, patente en los prlogos de las ediciones monumentales, utilizados para la expansin autobiogrfica (una licencia que, desde luego, habra horrorizado a su maestro, el estricto Friedrich Ludwig), el recuerdo continuo de la tradicin historiogrfica nacionalista - reivindicando la msica espaola, ese significativo gerundio (todo un programa que se agotaba en s mismo) con el que en 1941 abri Angls los Monumentos de la Msica espaola -, la alusin irracional al pueblo y al tipismo autnticamente nacional en la msica medieval y renacentista espaola, todo ello
La msica a Catalunya fins al segle XIII cit., p. xm. Los principales artculos de Angls pueden consultarse en H. ANGLS, Scripta musicologica, ed. J. Lpez-Calo, 3 vols., Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 1975, que incluye una bibliografa de sus escritos (I, pp. XLI-XLVII).
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combinado con el mtodo estricto de la filologa medievalista produjo, ciertamente, una obra singular. El objetivo de la localizacin de las fuentes musicales, impulsado en un primer momento por el loable propsito de preservarlas y utilizarlas para la investigacin y divulgacin, deriv pronto en una obsesin por su completo control, confundindose el medio con los fines. Pareciera como si el digno coleccionismo burgus de los pasatiempos particulares de Barbieri y Pedrell extendiese ahora su sacro manto sobre las catedrales y archivos musicales hispanos y los convirtiera en el sancta sanctorum del musiclogo cataln. As, ya en 1926, en una de sus primeras publicaciones, reluce todava con cierta ingenuidad la idea del control catalogrfco completo del patrimonio histrico adornada con la ritual invocacin de la saga patriarcal de los fundadores: La gloriosa escuela musical de los pueblos hispanos de abolengo contina por desgracia muy desconocida. Nosotros, continuando la obra que empezaron un da los ilustres Riao, Barbieri, Pedrell, Mitjana y otros, seguimos desde aos la busca y catalogacin de la msica antigua de la pennsula. Supuesto que el apoyo no nos falte, pronto podremos ofrecer el catlogo completo de toda la msica anterior al siglo XVIII existente hoy en los archivos y bibliotecas de Espaa. El da que hayamos investigado todo, hasta lo ms recndito de nuestras iglesias y catedrales, podremos contribuir a la solucin de muchos problemas de la historia y evolucin de la msica europea, con una riqueza de materiales nunca sospechada.89 Sin duda, Angls acab identificando el estudio sistemtico de las fuentes con su control en exclusiva, sobre todo en un pas donde el acceso a stas era habitualmente difcil.90 Muy pronto, con afn totalizador, anunciar ediciones y estudios que abarcan todo lo relevante de la msica espaola desde la Edad Media al siglo XVIII. En 1931, tras trazar sus planes de publicar el repertorio gregoriano a partir del himnario de Huesca, los cancioneros de la Colombina y Segovia, el ars nova y las cantigas, concluye reconociendo las dimensiones ciclpeas del proyecto y sugiriendo un peculiar reparto de "ayudas" para la elaboracin de monografas y estudios: La tasca s inmensa, i el fons s prou ric per a enlairar el passat historie d'un po-
m H. ANGLS, johannu Pujol 057i?-1626), Barcelona, Biblioteca de Catalua, 1926 (Opera omnia, I), p. v. 90 Vase BARBIERI, Documentos cit., doc. 2049 (carta de Antonio Lozano en Zaragoza sobre los problemas en la consulta de documentos catedralicios), 2518 (Pedrell sobre los obstculos de los cabildos catedralicios para publicar msica sacra en su Hispaniae schol) y 3363 (sobre la destruccin del archivo musical de la catedral de Coria en 1866).
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ble. Per tal que la tasca sigu mes compartida, a mesura que les circumstancis s'ho portin, ultra les publicacions de carcter monumental de la msica deis segles XXVIII, donarem quaderns d'estudis musicolgics amb monografies detallades deis diversos aspectes musicals d'Espanya. Per aquesta nova tasca demanarem l'ajut deis especialistes estrangers, ultra els de Castella i els de de Catalunya.91 Pero es en su idea de la historiografa en general donde los lmites de su concepcin son quizs ms perceptibles. Como hemos visto, la escasa autonoma de la historiografa espaola ha sido una de sus caractersticas ms llamativas. La reivindicacin del importante puesto de los msicos y de la msica espaola en el concierto europeo se produca casi siempre desde una posicin vicaria de los grandes diccionarios e historias. Perdida la ptica ilustrada universal que tmidamente asomaba en la obra de Teixidor, las peridicas invectivas contra los errores de Ftis o los olvidos de Ambros no planteaban una participacin activa en la historiografa europea, sino una continua presentacin de agravios. Esta perspectiva, vlida a grandes rasgos para la generacin de Barbieri, cristaliz en un proyecto historiogrfico algo distinto en la obra de Pedrell, que plantear una historiografa nacional autnoma, expresin del carcter irreductible del alma nacional. La historia de la msica europea quedaba as relegada a ser el resultado de la adicin de las diferentes historiografas nacionales en una sntesis que quedaba aplazada a un futuro ms o menos lejano.92 La contradiccin entre el estrecho ideal nacionalista de Pedrell y la orientacin europea de la historiografa alemana est en la raz misma de los problemas que Angls tena en concebir una historia universal. Ello aparece con claridad en los escasos escritos dedicados a dar una visin general de la historia de la msica espaola. Dejando a un lado la conocida sntesis de la Gloriosa contribucin de Espaa a la historia de la msica universal^ discurso realizado en el oscuro ao de 1948 y que marca la plena integracin institucional de la musicologa al servicio del franquismo, resulta mucho ms reveladora de estas limitaciones la sntesis que escribiera para la edicin espaola de la Historia de la msica de Johannes Wolf, aparecida en 1934.94 Nos encontramos aqu con un gnero que ser habitual
91 H. ANGLS, El cdex musical de las Huelgas (msica a veus deis segles XIII-XIV), I, Barcelona, Institut d'Estudis catalans, 1931, p. vil. 92 Vanse, por ejemplo, las reflexiones en este sentido de Pedrell en la introduccin a su Diccionario cit., p. xvm. 93 Vase H. ANGLS, Scripta musicologica cit., II, pp. 807-842. 94 J. W O L F , Historia de la msica (1925-29), Barcelona - Madrid - Buenos Aires, Labor, 1934, trad. de R. Gerhard.
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en las dcadas siguientes: ei apndice nacional, ms o menos reivndicativo y autnomo, en una obra traducida de perspectiva universal. Los argumentos ya conocidos del desconocimiento, adems de la sorprendente idea de una 'historia definitiva' de la msica espaola, abren las reflexiones iniciales de esta peculiar sntesis (p. 333, prefacio): De entre las bellas artes, Ja msica de nuestros antepasados ha sido la menos estudiada, tanto por parte de los nacionales como por parte de los extranjeros. El hecho musical de Espaa fue sistemticamente preterido aun en los mismos centros culturales de nuestra Pennsula; por esa causa la investigacin y el estudio crtico de la msica histrica peninsular estn muy atrasados entre nosotros. Sera, por lo mismo, prematuro, hoy por hoy, todo intento de escribir una historia definitiva de la msica espaola ... Estos apuntes que ofrecemos para orientacin de los estudiosos del arte espaol, tan slo se proponen suplir el hecho negativo de los manuales extranjeros de la historia de la msica, en los cuales se prescinde, generalmente, de exponer la parte ms o menos activa que Espaa tom en la evolucin de la msica europea. Si tenemos en cuenta que nuestros musiclogos, hasta el presente, estudiaron casi nicamente los siglos XVI al XVIII, veremos cmo con pocas pginas, relativamente, quedan aclarados en este estudio sobre la msica en Espaa diferentes puntos de la historia de la msica medieval peninsular hasta hoy no tratados, o bien no esclarecidos por nadie. La queja de Angls sobre el olvido tiene, al menos en lo que se refiere al extranjero, su pizca de irona ya que por esos aos la nica historia general de la msica espaola segua siendo la vetusta de Soriano, mientras que en Francia se haban publicado dos monografas, adems de alguna sntesis en alemn. 95 Desde el inicio, la msica se concibe en los trminos anacrnicos de una escuela nacional. As, ya la msica medieval resulta ser el lugar del surgimiento de la msica espaola: desde el siglo VI podemos ya aducir documentos histricos de valor positivo para probar la existencia de una escuela musical espaola (p. 335). Una escuela espaola que se mantiene a travs de los siglos a travs del tipismo nacional (p. 362) y cuya exposicin termina en un siglo XVIII caracterizado como una centuria de pugna por la supervivencia de esas esencias nacionales. Los ecos de Pedrell son aqu evidentes, aunque aparecen matizados en cuanto a la posible funcin de la msica italiana como agente modernizador (p. 416 sg.):
95 Las de Albert Soubies en 1899 (vase nota 22), de Rafaei Mitjana en 1920 (La musique en Espagne, en Ja Encyclopdte de la musique et Dktionnaire du Conservatoire, I, IV, Pars, Delagrave, pp. 1913-2351), y de Otto Ursprung en 1932 (Musikkultur in Spanien, en Handbuch der Spanienhunde, Frankfurt a. M., Diesterweg, pp. 329-357).
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Por una parte, encontramos a compositores espaoles que lucharon con talento y con valenta a fin de poder conservar el tipismo de la msica de su pas, preservndola de las corrientes nuevas venidas de Italia; por otra parte, antes que los italianos invadieran la corte de Madrid, muchos compositores peninsulares haban ya seguido de cerca la moda de la msica italiana, que, dicho sea de paso, tuvo fuerza para transformar y rejuvenecer la msica de las otras naciones de Europa. Las posteriores reflexiones de Angls, que cita expresamente la tesis de Luise Bauer sobre Domnico Scarlatti - cuya publicacin anuncia en Barcelona, en una edicin de la Biblioteca de Catalua que desgraciadamente no vio la luz - muestran un talante abierto, marcado por la idea de la lucha encarnizada entre artistas revolucionarios (con los catalanes Valls y Soler a la cabeza) y los conservadores escolsticos, seguidores de Cerone y Nassarre (p. 418). Esta visin del siglo XVIII, que en sus lneas maestras responde a la interpretacin de Pedrell, culmina la historia. El resto prcticamente no existe: Angls llega al tour de forc de resumir todo el siglo XIX en una sola breve pgina, que termina - como era de esperar - con la mencin de Pedrell, el precursor de la floracin teatral y el propulsor de los estudios histricos sobre la msica espaola, una imagen que, como hemos visto, permanecera inalterada a lo largo de toda su obra (p. 436). En este sentido, el siglo XIX era el territorio del padre, el lugar del mito del renacimiento de la msica espaola que no poda ser desvelado por la inquisicin histrica. Contradiccin final de esta visin es el absoluto desinters precisamente por los resultados de ese renacimiento, pues el siglo XX se concibe tan slo como musicologa, como historia restauradora que retorna a los siglos ureos. Tampoco la versin espaola de la obra de Wolf traspasaba los lmites del siglo XIX, ya que en la edicin publicada, por alguna razn, se suprimi la seccin final en la que de manera breve se llegaba a nombrar a Schnberg, a Kfenek y a otros compositores que por esos aos empezaban ya a ser perseguidos por la dictadura nazi. 96 Dos aos despus de la publicacin de la historia de Wolf y Angls se producira la rebelin militar de 1936, que tras la guerra civil dara inicio a la larga noche del franquismo (1939-1977). El extraordinario auge de la cultura musical espaola de los aos '20 y '30 qued aniquilado de raz, al igual que sucedi con el resto de las artes y las letras: la muerte, el exilio o la represin interior fueron el destino de casi todos aquellos que haban des-
96 Cfr. "Musikentwicklung der neuesten Zeit", pp. 82-86 de la parte III en la edicin original.
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tacado en la cultura de la Repblica Espaola.97 Sin embargo, la presencia de Angls como mxima figura antes y despus de la guerra marc una llamativa continuidad institucional de la musicologa. En forma anloga a como sucedi en Alemania antes y despus del nazismo,98 las rupturas de la disciplina fueron mnimas. El demoledor dossier de citas institucionales que abren las pginas del intervento de Xon M. Carreira" muestra con claridad las enojosas continuidades programticas de la musicologa espaola, que, sin embargo, se remontan, como hemos visto, bastante ms all que los aciagos aos '40 en los que se fund el Instituto espaol de Musicologa (1943). Esta continuidad vino facilitada por el hecho de que, en el fondo, se trataba de una tradicin que, en gran medida, apareca encarnada en una sola y nica persona. Si bien la musicologa era una disciplina que comenzaba a desarrollarse entre msicos de muy diverso perfil,100 el nico profesional con categora internacional en los aos '30 era, sin discusin, Angls, estratgicamente situado, adems, en la vicepresidencia de la Sociedad internacional de Musicologa, cargo que ocupara durante 25 aos (1933-1958). La ideologa conservadora de Angls, mayoritaria en los musiclogos europeos de su generacin, junto a su ferviente filogermanismo, le llevaron ya antes de la guerra civil a colaborar con las tendencias ms reaccionarias de la disciplina. As, como ha mostrado recientemente Pamela Potter, ya en febrero de 1936, con motivo de la preparacin del Congreso de la Sociedad internacional de Musicologa en Barcelona, celebrado en abril de ese mismo ao, colabor activamente con las nuevas autoridades alemanas y con musiclogos afines entonces al rgimen nazi como Heinrich Besseler y Otto Urspung.101 Teniendo en cuenta estas circunstancias, era
97 Cfr. La msica en la generacin del '27. Homenaje a horca. 1915-1939, ed. E. Casares, Madrid, Ministerio de Cultura, 1986. 98 Vase la introduccin de Anselm Gerhard en Musikwissenschaft - eine verspatete Dsziplin? cit. (nota 18), p. 7, as como la monografa de POTTER, Most Germn of the Arts cit. 99 Cfr. CARREIRA, La musicologa spagnola cit., pp. 105-108. 100 Tj n repaso del programa del Congrs de la Societat de Musicologa, Barcelona, 1936, permite hacerse una idea de la participacin espaola que incluye a instrumentistas, compositores, clrigos y frailes. Hasta 1980 no se celebrar ningn congreso profesional en Espaa (tres aos antes se haba fundado la Sociedad espaola de Musicologa). Sobre el desarrollo de la musicologa en Espaa, vase G. DIEGO - J. RODRIGO - F. SOPEA, Diez aos de msica en Espaa. Musicologa - intrpretes - compositores, Madrid, Espasa Calpe, 1949, pp. 24-47; M. QUEROL, Die Musikwissenschaft in Spanien (1964-1979), Acta Musicologica, LII, 1980, pp. 75-78; J. J. CARRERAS, Musicology in Spain (1980-1989), ibid., LXII, 1990, pp. 260-288. 101 Las investigaciones de Potter muestran cmo Angls colabor activamente con Besseler y Ursprung a fin de evitar el protagonismo de musiclogos judos como Guido Adler, Otto Gombosi, Curt Sachs, Manfred Bukofzer o Alfred Einstein. El celo de Angls fue tal que, tras el congreso, fue felicitado por el cnsul de Alemania en Barcelona (vase POTTER, Most Germn of the Arts cit., pp. 82-87).
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perfectamente natural que Angls buscase durante la guerra civil espaola su refugio en Alemania y no dejase tampoco duda acerca de sus simpatas por el bando de Franco. 102 Estos pocos datos bastan para evocar algo ya sabido en lneas generales, aunque su recuerdo fuera cubierto ms tarde por un espeso silencio. Ms all de las consideraciones morales y polticas que suscitan estos hechos, lo relevante en todo esto desde el punto de vista de la historiografa radica en que muestra con toda claridad la gran compatibilidad entre el nuevo orden fascista y el viejo paradigma nacionalista de Pedrell. Las renuncias afectaron, claro est, al catalanismo y a la utilizacin del cataln, como no poda ser de otra forma con un rgimen que arras la floreciente cultura nacional catalana. El resto, el nacionalismo esencialista y vagamente regeneracionista, pudo no slo exhibirse ntegro en la mencionada exposicin dedicada a Pedrell en 1941, sino, sobre todo, practicarse en las ediciones monumentales que jalonaron la inmensa obra de Angls. Los aos que siguieron vieron, por tanto, el desarrollo de la historiografa espaola segn estas pautas ideolgicas, al menos en lo que se refiere a las grandes publicaciones como los Monumentos de la Msica espaola, que marcaron la imagen institucional de la musicologa hasta prcticamente los aos '80. Conviene matizar, sin embargo, que esta musicologa tan profundamente marcada por el modelo nacionalista no puede reducirse dogmticamente a una sola y nica tradicin, por muy importante que esta sea, pues conviene recordar que la historia de los hombres alberga siempre alternativas, incluso en las circunstancias ms duras. Ello viene a cuento de los dos autores que, en 1953, publicaron sendas historias de la msica espaola, Adolfo Salazar y Jos Subir.
102 Angls, como muchos catalanes catlicos, tuvo que exilarse a finales del verano de 1936 dada la violenta reaccin revolucionaria ante el golpe militar. Por su formacin y amistades alemanas se dirigi a Munich, donde permaneci hasta el 29 de mayo de 1939, terminada ya la contienda. Nada ms volver a Espaa, en junio de 1939 dio una conferencia titulada Las melodas de las cantigas como modelo de canto popular religioso, patritico, social y escolar en la Exposicin internacional de Arte sacro de Vitoria. Antes, en el verano de 1938, haba impartido unas conferencias en los cursos de verano de Santander, entonces ya en manos de las tropas de Franco. La mejor descripcin de esos aos la da el propio Angls en el prlogo a su edicin de las Cantigas del ao 1943, que inicia de la manera siguiente: A raz de la revolucin espaola de 1936, quiso la Providencia que mi segunda patria fuera Alemania - siempre tan hospitalaria y tan generosa para conmigo (La msica de las cantigas cit., II, p. 7 sg.). Poco despus de la aludida exposicin dedicada a Pedrell de 1941, en enero del ao siguiente, con motivo de la visita del general Franco, se celebr un concierto en el que se ofreci una seleccin de las cantigas como coronacin de la obra de divulgacin (ibid., p. 12). Sobre el contexto poltico y la persecucin religiosa en Barcelona, vase B. DE RIQUER, El ltimo Camb, 1936-1947. La tentacin autoritaria, Barcelona, Grijalbo, 1996, pp. 53-72.
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En el caso de Salazar y Subir, la guerra civil afect profundamente sus trayectorias profesionales: la de Salazar termin en un largo y definitivo exilio americano, y la de Subir se desarroll en la triste Espaa de la postguerra. Ambos fueron figuras seeras de la cultura musical de la Repblica espaola,103 biblifilos apasionados, autodidactos en su formacin msicolgica, y deudores tambin de un cierto nacionalismo musical - aunque, como se ver, en medidas harto diversas. Pese a sus muy distintas trayectorias y personalidades, los dos coincidieron en entender la historiografa no como una suma de datos y monumentos, sino como sntesis cultural y construccin intelectual: de ah no slo sus dos historias e s p a o l a s , sino sus amplias publicaciones dedicadas a la msica universal. La msica de Espaa de Salazar, su historia de la msica espaola desde las cuevas prehistricas a Manuel de Falla, es en realidad, ms que una historia propiamente desarrollada, un brillante ensayo sobre el papel que la msica ha desempeado en cada momento de la cultura espaola. Su tesis principal consista en demostrar que el lenguaje musical que Espaa ha hablado en todos los tiempos se ha distinguido por un a c e n t o p a r t i c u l a r , siempre que se expresase en un idioma de capacidad ecumnica; de alcance universal.104 La herencia de Pedrell en el pensamiento de Salazar es profunda y en ella est, sin duda, tambin la influencia de su maestro Manuel de Falla.'05 Tambin en su historiografa son evidentes sus ecos, empezando por esa imagen de una Espaa que "habla" a travs de los siglos y cuya referencia ltima es una constante metahistrica.106 A principios de su carrera como crtico, Salazar haba abrazado - como tantos otros en la Europa de entreguerras - un nacionalismo tan moderno como ideolgicamente ambiguo, con referencias a la raza como fundamento de la identidad musical, cercanas a la postre al pensamiento poltico reaccionario, visin que - tras los horrores del nazismo - matizara.107 En su
103 Sobre el concepto historiogrfico de Salazar, vase E. CASARES, Introduccin a la obra histrica de Adolfo Salazar, en A. SALAZAR, ha msica en la sociedad europea, I: Desde los primeros tiempos cristianos, Madrid, Alianza, 1982, pp. 15-31; sobre Salazar como crtico, E. CASARES, La msica espaola hasta 1939, o la restauracin musical, en Espaa en la msica cit. (nota 36), II, pp. 281-285. 104 A. SALAZAR, ha msica de Espaa, 2 vols., Madrid, Espasa Calpe, 1953, II, p. 9. 105 Vase M. DE FALLA, Felipe Pedrell, La Revue musicale, IV, 1 er fvrier 1923, pp. 1-11, editado en versin espaola en M. DE FALLA, Escritos sobre msica y msicos, ed. F. Sopea, Madrid, Espasa Calpe, 1972, pp. 83-99. 106 Sobre las concepciones de Espaa a principios del siglo XX, vase I. Fox, ha invencin de Espaa. Nacionalismo liberal e identidad nacional, Madrid, Ctedra, 1997; de forma ms general, B. SCHMIDT, Spanien im Urteil spanischer Autoren. Kritische Untersuchungen zum sogenannten Spamenproblem, 1609-1936, Berln, Schmidt, 1975.
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primera publicacin, que recoge las crticas entre 1918 y 1920, se expone un nacionalismo musical basado en el canto popular y excluyente de cualquier modelo clsico, resultado del reconocimiento de que un estilo es un lenguaje, cuya capacidad expresiva no es igualmente idnea para todos los caracteres, y una afirmacin de que los c n o n e s de la e t e r n a b e l l e z a no son los mismos para todas las razas ... Por un proceso que no necesita de explicaciones, se llega a una afirmacin: la del canto popular. 108 Un poco ms adelante no duda en utilizar las habituales metforas botnicas de savias y races en su glorificacin del nacionalismo: No es la universalidad una semejanza de idiomas, que en la msica se refleja por la homogeneidad de estilos, sino el penetrar ntimamente en las races, por las que la personalidad bebe la savia de la raza. Antes se hubiese dicho "de la humanidad"; pero esto es acaso demasiado complejo y preferimos el ms claro concepto de la raza, claridad para la conciencia, a pesar de todas las dificultades etnolgicas. Todo el movimiento de renovacin musical comenzando por el oriente eslavo - no nos cansaremos de repetirlo - no fue otra cosa sino la protesta contra la superficialidad de los estilos occidentales, y la profunda afirmacin de la voluntad de crearse una expresin propia, absolutamente connatural con los sentimientos musicales de su raza ... Espaa fue, gracias a la diversidad de tipos y a la rica variedad - profundamente vital - de caracteres etnolgicos, tan sensible a ese nuevo criterio, que apenas hay un msico entre nosotros del que no pueda decirse que est ms o menos teido de "nacionalismo". 9
cclente, 1954, pp. 306-314, donde desaparece el nfasis en la "raza" como fundamento del nacionalismo musical. 108 A. SALAZAR, El nacionalismo musical en Espaa, en su Andrmeda. Bocetos de crtica y esttica musical, Mxico, Cultura, 1921, pp. 69-76: 70. Un poco antes haba recordado: Que cada regin espaola tiene su msica "natural" (como la llama Pedrell), lo sabemos todos - aun cuando nos fuera difcil localizar arriba de media docena de canciones - ... (p. 69). Para una visin de conjunto de las aportaciones de Barbieri y Pedrell en la particular ptica militante de Salazar, vase su ensayo La msica contempornea en Espaa, Madrid, La Nave, 1930; ed. facsmil, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1982, pp. 39-77, en donde se interpreta la nueva msica espaola de Albniz y Falla como resultado de la combinacin del casticismo de Barbieri y del nacionalismo sabio y hondo de Pedrell (p. 51). Las dificultades conceptuales de Salazar respecto al espaolismo, atrapado en la dialctica entre un foklorismo nacional y un exotismo internacional, son evidentes en su artculo "Goyescas" y el color local, en Andrmeda cit., pp. 165-169. Vase tambin A. SALAZAR, La msica espaola en tiempos de Goya. Nacionalismo y casticismo en la msica espaola del siglo XVIII y comienzos del XIX, Revista de Occidente, XXII, n. 66, diciembre 1928, pp. 334-377, donde los planteamientos, y aun el lenguaje, se remontan a la historiografa de Soriano Fuertes, cuando habla del morbo belcantista y se caracteriza la llegada de Farinelli como golpe de gracia al teatro lrico nacional (p. 352). La caracterizacin de Eximeno como un terico que haca radicar el principio nacional de la msica en las prcticas populares, remite evidentemente a la interpretacin de Pedrell (p. 346). Sobre la problemtica de fondo de la nueva esttica nacionalista a partir de 1910, caracterizada como Funktionswandel des Fofklorismus, vase DANUSER, Die Musik des 20. jahrhundert cit., pp. 59-62.
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Si Salazar no se propuso traspasar las fronteras de un elegante ensayismo (siempre brillante, aunque en ocasiones simplificador), la Historia de Jos Subir es una de los hitos de la historiografa espaola, y su autor una figura todava por valorar en su justa medida. La Historia de la msica espaola e hispano-americana de Subir es, junto a la anterior del seguidor de Pedrell, Rafael Mitjana, la mejor hasta la fecha de un solo autor. Seis aos mayor que Angls, Subir estudi leyes y fue a la vez brillante alumno del Conservatorio de Madrid, donde obtuvo en 1904 el premio de composicin. Comprometido con la Repblica en actividades para la Universidad Popular, la Junta de Ampliacin de Estudios o la revista republicana Msica, fue depurado tras la guerra y en tiempos difciles - conviene recordarlo ahora tambin - cont con la ayuda de Higinio Angls, que lo incorpor en 1944 al Instituto Espaol de Musicologa, en lo que sera una peculiar delegacin unipersonal del Instituto en Madrid.110 Los variados intereses de Subir cubrieron todo aquello que no entraba en el mbito de publicaciones de Angls: la msica teatral, el siglo XVIII, la pera, la tonadilla, el siglo XIX. Igualmente se interes por las influencias extranjeras, aplicando una concepcin sin duda ingenua de la recepcin de la msica italiana - esos compositores que caracteriz como "madrileizados" -, pero de gran trascendencia para el futuro de una investigacin no atada a los presupuestos nacionalistas. Subir fue uno de los pocos historiadores que no tuvo relacin directa con la escuela de Pedrell, un outsider cuyas sntesis histricas fueron traducidas a varios idiomas, que concibi la historia de la msica universal tambin desde el punto de vista de la evolucin del lenguaje y la esttica musicales.111 Significativamente, su Historia de 1953 est dedicada al gran renovador de la historiografa espaola, Rafael Altamira (1866-1951),112 e incluye, por vez primera, una sustancial reflexin metodolgica previa en la que propone una historia cultural de la msica, que sea capaz de mostrar
110 Angls y Subir colaboraron en el Catlogo musical de la Biblioteca Nacional de Madrid, 3 vols., Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, 1946-1951. ' ' ' Sobre Subir, vase F. J. LEN TELLO, D. Jos Subir cumple noventa arios, Revista de Ideas estticas, XXXI, 1973, pp. 47-54. 112 Altamira, muerto en el exilio mejicano, fue uno de los primeros historiadores espaoles que integr la msica en sus monografas sobre la cultura espaola; vase, por ejemplo, su Historia de la civilizacin espaola, Barcelona, Crtica, 1988. En sus aos de joven profesor en la Universidad de Oviedo imparti ya conferencias de divulgacin sobre la tetraloga wagneriana (en 1899), el teatro y la msica (1902), la historia de la msica (en 1904, para la Asociacin musical obrera de Gijn) y la msica de Mendelssohn (1909); vanse los correspondientes Anales de la Universidad de Oviedo.
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el grado de civilizacin conjuntamente con el estado poltico y social de las diversas pocas. 113 Igualmente, se sealan de forma precursora la importancia historiogrfica de nuevas fuentes como la iconografa, los facsmiles y las dedicatorias de las obras musicales, adems de lo que denomina 'literatura filarmnica', que incluye testimonios de novelas, memorias, o cartas. Todo ello aplicable no slo a pocas ms o menos remotas sino tambin a las ms modernas y tradicionalmente despreciadas. Sus reflexiones iniciales sobre la "Definicin y lmites de la expresin 'msica espaola'" (p. 4) dejan claro su criterio no esencialista cuando considera que por msica espaola [entenderemos] toda aquella que se produjo o ense en territorio espaol, fueran o no indgenas quienes la cultivasen. Tal vez cabra emplear sin reparo la expresin msica en Espaa; pero el adjetivo espaol tiene ms fuerza, da ms claridad y responde mejor a nuestro fin, una vez consignadas las salvedades referidas. Esta preocupacin metodolgica le llev incluso a plantear una breve historia crtica de la musicologa espaola, incluida asimismo en la introduccin a su Historia (pp. 7-15), un esbozo que trasciende las consabidas invocaciones rituales a los que se reduca la historia de la historiografa hasta entonces. Pasado medio siglo de los trabajos de Salazar, Subir y Angls, conviene combinar la necesaria crtica a sus obras, sin las que ninguna disciplina avanzara, con un esfuerzo de comprensin de las circunstancias ideolgicas y polticas en las que se realizaron. Un contexto que fue cambiando paulatinamente en la segunda mitad del siglo y que vio, a partir de los aos '80, un importante incremento en publicaciones y actividades que de una manera ms o menos rigurosa se agrupaban bajo el generoso marbete de la musicologa. A la vez, la tradicin patriarcal de la disciplina comenz a resquebrajarse con la aparicin de las primeras musiclogas, que cambiaran definitivamente la faz de una actividad hasta entonces restringida a unos pocos. Sin embargo, la sombra de Pedrell sobre la historiografa contempornea es alargada: todava en 1983, la ltima Historia de la msica espaola publicada en el siglo XX 1 1 4 se abra retricamente con una cita suya. La herencia de Pedrell se manifestaba, entre otras cosas, en la naturalidad con la que se inclua en esta Historia un volumen dedicado a la msica tra-
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Cfr. Historia de la msica espaola, 7 vols., Madrid, Alianza, 1983-85. La obra abarca desde la prehistoria (los "orgenes") hasta el siglo XX.
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dicional. Sin embargo, el esquema pedrelliano de edad de oro, decadencia y renacimiento llegaba aqu a su lmite: con la frmula de un volumen por poca y con la creciente y continua acumulacin de materiales de la prctica musical a lo largo del tiempo se haca cada vez ms difcil mantener de forma general las categoras de 'muerte' o 'decadencia' de la msica espaola, a la vez que urga cada vez ms una discusin del propio sentido del concepto de 'msica espaola' (sin embargo, tambin esta historia se escribi sin abordar explcitamente la cuestin). Finalmente, y en patente contradiccin con la tesis pedrelliana de la crisis de la msica nacional tras las centurias ureas, el tomo ms voluminoso de esta Historia fue de forma significativa el que Antonio Martn Moreno dedicase al siglo XVIII; la eclosin de materiales y ediciones del XIX llegara poco despus. Una discusin acerca de la historiografa musical quedara incompleta sin al menos una mencin de la funcin del hispanismo, aunque su tratamiento adecuado necesite un estudio aparte. Desde prcticamente los comienzos de la historiografa espaola, el inters del exterior por la cultura musical espaola ha sido una presencia muy importante. En la obra de los primeros historiadores espaoles se combina, a veces de forma inextricable, el rechazo de lo extranjero con su alabanza entusiasta, frecuentemente entonada como contraejemplo frente a la indiferencia del propio pas. Desde el inters de los historiadores flamencos del siglo XIX al hispanismo anglosajn y germano, pasando por el fundamental hispanismo francs (que nace prcticamente con Pedrell, en la figura de Henri Collet), los estudiosos extranjeros han cumplido una funcin de transmisin muy importante, esforzndose por integrar las aportaciones hispanas en un marco europeo ms amplio: escribiendo frecuentemente esas sntesis que los espaoles casi no hacan. Como hemos visto, una parte importante de las historias de la msica espaola surgieron efectivamente de la pluma de estos hispanistas o las escribieron espaoles como resultado de una iniciativa editorial extranjera. La posicin del hispanismo ha sido forzosamente ambigua en muchos casos: dulcificando por un lado el nacionalismo extremo de la historiografa espaola, tendiendo puentes; subrayando el carcter peculiar de lo espaol, sin saber evitar en ocasiones la trampa del exotismo. Al igual que ha ocurrido en otras disciplinas, ms tarde o ms temprano habr de producirse un reajuste de las tradicionales funciones del hispanismo musical, en la medida en que - terminado el aislamiento - la investigacin espaola se modernice y normalice. 115
Para una visin crtica de las funciones del hispanismo, vase Espaa: la mirada del otro, ed. I. Saz, Madrid, Pons, 1998.
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Ciertamente, la historiografa espaola se ha renovado en los ltimos aos buscando diversos caminos, entre los que deben destacarse los de la circulacin y la recepcin en un renovado esfuerzo de construir una historia de la msica espaola como parte de la historia europea. No obstante, pese a esta renovacin indudable, las reflexiones en torno a la historiografa han sido escasas y en general provenientes de mbitos externos a la disciplina.116 En este pobre panorama, las consideraciones ms elaboradas han venido de la etnomusicologa, que a partir de finales de los aos '80 ha abordado toda una serie de iniciativas crticas, destinadas, entre otras cosas, a liberarla de su tradicional estatus ancilar respecto de la historia. Sin duda, ello ha ocurrido en Espaa muy tardamente, debido a la hegemona del modelo de Pedrell bajo la que historiadores y folkloristas trabajaban en armona, cultivando amorosamente el jardn de las esencias patrias. Lgicamente, en un pas con una tradicin historiogrfica que inclua desde prcticamente su fundacin al "folklore" como garante del alma de la msica nacional, estas crticas no podan dejar de apuntar al corazn mismo de la musicologa. Tampoco debe extraar que los mpetus de la crtica postmoderna confundieran en ocasiones el anquilosado concepto hispano de 'musicologa histrica', que se aceptaba de forma ms o menos implcita, con el de la historiografa musical en general. No es ninguna casualidad que los trabajos ms crticos y esclarecedores en torno al concepto esttico e histrico de Pedrell hayan partido de investigadores como Josep Mart o, simplemente, que el nivel de reflexin terica y metodolgica haya alcanzado en este campo, en Espaa, un desarrollo muy notable, sin que, hasta el momento, la musicologa histrica espaola se haya dado por aludida." 7 Hace ya diez aos, el mismo Josep Mart reclam para la etnomusicologa hispana la tarea urgente de revisar el paradigma de Pedrell, asumido
116 Vanse, por ejemplo, las reflexiones kermanianas de M. A. ROIG-FRANCOL, Teora, anlisis, crtica: reflexiones en torno a ciertas lagunas en la musicologa espaola, Revista de Musicologa, XVIII, 1995, pp. 11-25, o las observaciones desde el ngulo de las ciencias sociales de J. LABAJO, Paradojas de la convergencia interdisciplinar en la investigacin musical, Academia Boletn de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, LXXVII, 1993, pp. 471-487. 117 Vase, por ejemplo, MART, Felip Pedrell cit.; J. AYATS, On acaba la msica? Reflexions sobre els lmits de msica al "Cancionero musical popular espaol" de Pedrell, en las Actes del Congrs internacional Felip Pedrell i el nacionalistne musical cit. (nota 3), pp. 419-427; J. MART, Ms all del arte, ha msica como generadora de realidades sociales, Barcelona, Deriva, 2000; y R. PELINSKI, Invitacin a la etnomusicologa. Quince fragmentos y un tango, Madrid, Akal, 2000, especialmente pp. 11-25. Tambin en mbitos donde la etnomusicologa ha tenido un mayor protagonismo, como en la Amrica Latina, las propuestas de reflexin interdisciplinar han tenido un eco mayor que en Espaa, como muestra, por ejemplo, el trabajo de L. WAISMAN, Musicologas?, Revista musical chilena, XLIII, n. 172, julio-diciembre 1989, pp. 15-25.
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por la disciplina prcticamente como un hecho natural.118 Si ello era necesario para una etnomusicologa que empezaba a dar sus primeros pasos independientes, la necesidad de realizar una reflexin semejante en el campo de la historia parece indispensable a estas alturas. Una reflexin que deber enfrentarse a la herencia de los hijos de Pedrell con sentido ecunime, intentando construir una alternativa crtica a un modelo que ya es historia y que ha conformado - con sus errores y aciertos - la musicologa espaola hasta el presente.
118 Conscient que no son pas mtes, sino reflexi ali que ara la nostra etno-musicologia mes necessita, m'ha semblat oport d'advertir del perill que l'assumpci aerifica que el treball de Felip Pedrell representa per al seu desenvolupament (MART, Felip Pedrell cit., p. 227),