Martina Bortignon 2013
Martina Bortignon 2013
Martina Bortignon 2013
A Naza y Janelle
ndice general
INTRODUCCIN.............................................................................................................9
I. MARGINALIDAD Y MARGEN................................................................................17
1. 1. Significantes performativos................................................................................19
1. 2. Los rasgos definitorios........................................................................................23
1. 3. Las inversiones libidinales..................................................................................28
1. 4. El contexto..........................................................................................................38
1. 4. 1. Las ciencias sociales..................................................................................38
1. 4. 2. El discurso cultural.....................................................................................41
1. 5. El potencial de visibilizacin del arte.................................................................50
II. LA ENUNCIACIN EN POESA.............................................................................53
2. 1. El enfoque enunciativo como instrumento de anlisis........................................55
2. 2. Un cambio de perspectiva...................................................................................57
2. 3. La subjetividad en el discurso.............................................................................63
2. 4. El sujeto del discurso..........................................................................................69
2. 5. Propuesta de un modelo. ....................................................................................73
III. LA DCADA DEL 80: EL MARGEN COMO RESISTENCIA Y
CONTAMINACIN.......................................................................................................79
3. 1. Una superposicin problemtica.........................................................................81
3. 2. Zonas de peligro de Toms Harris: la intensidad testimonial.............................96
3. 2. 1. La testificacin dectica oblicua.............................................................98
3. 2. 2. Tres voces. ...............................................................................................101
3. 2. 3. La contaminacin de los cuerpos.............................................................115
3. 3. Lumprica de Diamela Eltit: la mostracin performtica.................................122
3. 3. 1. El crculo de las miradas..........................................................................127
3. 3. 2. La ondulacin enunciativa como estrategia desorientadora.....................135
3. 3. 3. Lo mltiple y lo neutro.............................................................................142
IV. LA DCADA DEL 90: EL DISTANCIAMIENTO CRTICO DE LA MIRADA. .149
4. 1. Una visibilizacin disonante.............................................................................151
4. 2. Metales pesados de Yanko Gonzlez: la visibilizacin performtica de las tribus
urbanas......................................................................................................................164
4. 2. 1. La enunciacin estratificada y acstica del poema antropolgico...........166
4. 2. 2. El antroplogo-poeta y su otro brbaro....................................................173
4. 2. 3. Los vaivenes de la violencia....................................................................179
4. 3. La insidia del sol sobre las cosas y Calas de Germn Carrasco: la mirada
sorpresiva del flneur-voyeur....................................................................................182
4. 3. 1. El flneur montajista................................................................................183
4. 3. 2. La mirada ertica: campos largos y planos fijos......................................187
4. 3. 3. La mirada-montaje...................................................................................192
4. 3. 4. La caricia y la voz....................................................................................196
V. LA DCADA DEL 2000: AMBIVALENCIAS DE UN TRMINO VACIADO.....203
5. 1. Entre lo concreto y lo simblico.......................................................................205
5. 2. Gran Avenida y Aire Quemado de Gladys Gonzlez: la estilizacin de una
marginalidad rebelde.................................................................................................217
5. 2. 1. La (im)postura de la coincidencia arte-vida.............................................218
5. 2. 2. Potica, cuerpo, ciudad............................................................................223
5. 2. 3. Jugar con el voyeurismo del lector...........................................................228
5. 3. Compro fierro de Juan Carreo: transpirar lo que se ve...................................232
5. 3. 1. Perspectivas sobre el sinsentido y desvanecimiento controlado de la
instancia escritural................................................................................................234
5. 3. 2. Intensidad, interrupcin, discursos lanzados............................................239
CONCLUSIN.............................................................................................................247
BIBLIOGRAFA...........................................................................................................255
INTRODUCCIN
El presente estudio versa sobre las soluciones retricas y enunciativas con que una
serie de obras poticas, publicadas en Chile entre 1983 y 2009, ha elaborado situaciones
y figuras de la marginalidad social. Los autores considerados son seis: Toms Harris y
Diamela Eltit, quienes empiezan a publicar en la dcada del 80, Yanko Gonzlez y
Germn Carrasco, dos poetas de la promocin del 90, y finalmente Gladys Gonzlez y
Juan Carreo, jvenes autores que escriben en el principio del nuevo milenio.
Con el trmino de marginalidad, me refiero tanto a las consecuencias de la
desigualdad socio-econmica, que se evidencian en las periferias de la grandes ciudades
afectando sectores completos, como a casos aisladamente observables de personas que
se encuentran expuestas a cierto desamparo existencial que las aleja de la norma social,
como por ejemplo los vagabundos. La eleccin de adoptar tal expresin, dentro del
vasto abanico de las definiciones brindadas por las ciencias sociales a lo largo de las
dcadas pasadas hasta el presente pobreza, exclusin, desigualdad, vulnerabilidad, da
cuenta de la dimensin discursiva del fenmeno tanto en la arena pblica como en la
acadmica, que ven prevalecer, en el perodo considerado, la palabra marginalidad y
el andamiaje conceptual que sta implica. La categora de la marginalidad resulta ser as
algo ms que el descriptor de una situacin perteneciente al mbito econmico-social.
Conjugndose y, a veces, confundindose con otro trmino de raz comn, el de
margen, la marginalidad, por una parte, llega a funcionar como una propiedad
sintctica que organiza el espacio simblico de la representacin y la auto-percepcin de
la comunidad en su conjunto; por la otra, conforma un significante cultural en dilogo
con otros discursos de su tiempo: polticos, mediticos, artsticos, entre otros.
En el primer captulo de la tesis, titulado Marginalidad y margen, propongo una
discusin de la problemtica de la marginalidad a partir de estos ltimos dos aspectos.
En primer lugar, interrogar las inversiones libidinales y las proyecciones fantasmticas
que una sociedad asocia a los conceptos de marginalidad y margen en un perodo
histrico dado. stas abarcan manifestaciones como la necesidad antropolgica de fijar
una distincin entre un centro que se propone/impone como modelo de identificacin y
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unos mrgenes hacia los cuales son empujados elementos perturbadores o abyectos,
pero funcionales a una economa que aventaja aqul, o la proyeccin, en tal fraccin excntrica del cuerpo social, de sentimientos colectivos encontrados como el deseo de
rebelin hacia el status quo, la compasin y la solidaridad, el miedo a la cada, el
sentido de culpa, el prurito voyeurstico. He conformado el cuadro terico de referencia,
para esta seccin, a partir los aportes de pensadores internacionales como Foucault,
Kristeva, Sontag, y de intelectuales chilenos contemporneos como Richard, Garretn,
Carreo, Opazo. Sus intuiciones sern puestas en dilogo con documentos culturales
chilenos de inters para el perodo analizado, desde el programa televisivo de
entretenimiento al ensayo de crtica en la revista especializada, de manera que el anclaje
de las categoras que sirven como instrumento interpretativo quede siempre explicitado
en su historicidad y motivado por las particularidades del contexto de referencia. La
segunda vertiente del anlisis consistir en un recorrido diacrnico a travs de las
teorizaciones del concepto de marginalidad por parte de las ciencias sociales desde los
aos 60 en adelante y, por otro lado, de las formas con que el significante de
marginalidad se pone en una frtil tensin con los discursos culturales, las disciplinas
acadmicas, las declaraciones polticas, las manifestaciones artsticas, en las dcadas en
que se subdivide el perodo considerado (los aos 80, 90 y 2000). Queda trazado, de
esta forma, un panorama de referencia con respecto al cual se evaluarn las creaciones
poticas seleccionadas.
Al tener por objeto un fenmeno, como la marginalidad, que, a pesar de participar
del orden del discurso, tambin lo excede hacia la dimensin de lo real, los textos
poticos necesariamente se abren, aunque fuese en va totalmente hipottica, al discurso
y a la presencia de un sujeto diferente del autor, un sujeto que habla desde una posicin
que puede ser radicalmente otra con respecto al lugar enunciativo de aqul. Esto se
evidencia, por ejemplo, a travs de la grieta que se establece, a veces, entre la
subjetividad que enuncia el poema y las subjetividades a las cuales pueden ser
atribuidas las frases que aparecen en el poema. La conciencia creadora tiene que
enfrentarse, as, con el problema de cmo resolver la circulacin de las voces y de las
representaciones. La teora de la enunciacin parece proporcionar el instrumento
interpretativo ms apto para resolver esta categora de cuestiones.
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los personajes de los poemas ensucian la cara blanqueada del rgimen dictatorial e
instalan la imborrable huella de su testificacin.
El siguiente captulo, La dcada del 90: el distanciamiento crtico de la mirada,
considera los poemarios Metales pesados (1998) de Yanko Gonzlez y La insidia del
sol sobre las cosas (1998) y Calas (2001) de Germn Carrasco. En la recin recuperada
democracia, cuando la necesidad de paz social tiende a resolver la posible conflictividad
poltica de las categoras discriminadas en la oferta multicultural de las minoras, los
poetas desarticulan la mirada pblica sobre la marginalidad proponiendo un retrato de
ella displicente, agresivo y resueltamente rebelde (Gonzlez), o negando la supuesta
lnea divisoria entre ciudadanos centrales y marginales a travs del voyeurismo
erotizado y deslumbrado de un flneur (Carrasco).
El captulo final, titulado La dcada del 2000: ambivalencias de un trmino
vaciado, se concentra en Gran Avenida (2004) y Aire quemado (2009) de Gladys
Gonzlez y Compro fierro de Juan Carreo (2008). Ambos autores, en el contexto de la
lgica homogeneizadora de la lgica biopoltica contempornea, pero tambin en el
horizonte del afirmarse de sensibilidades especficas, escogen una perspectiva
cuidadosamente situada en la periferia urbana. De all lanzan la provocacin de una
marginalidad aprovechada en sus resonancias simblicas en el imaginario, pero vaciada
en trminos de la relacin entre el sujeto y una verdad identitaria predeterminada y
condicionante.
Como se podr apreciar a lo largo del presente ensayo, la lectura crtica que
propongo impulsa a recorrer el eje de la interpretacin hacia el sujeto productor y
consumidor de los discursos sobre la marginalidad. El sujeto que queda expuesto, en
ltima instancia, a la interrogacin, resulta ser el sujeto plural de la colectividad del
cuerpo social en un determinado momento y espacio histrico. Si hubiese escogido
investigar la creacin artstica exclusivamente segn un eje orientado hacia el
supuesto sujeto marginal, uno de los posibles riesgos hubiese sido el de buscar y
encontrar la ensima versin menor, alternativa o pintoresca con respecto al relato
dominante, a cuyo banquete es admitida con tal que no ponga en tela de juicio la
legitimidad y el ordenamiento epistemolgico de este ltimo. Se habran reproducido,
ahora en el terreno de la crtica literaria, las mismas particiones identitarias, las mismas
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categoras conceptuales, que condenan los sujetos sociales interesados por la condicin
de marginalidad a expresarse en la arena pblica sin real capacidad de producir un
cambio poltico, sin efectiva posibilidad de salirse del estrecho margen en el que han
sido relegados.
Por el contrario, me interesa investigar las formas con que las obras aqu propuestas,
aun en la perspectiva individual, personal e intransferible a travs de la cual los autores
miran a la marginalidad, logran iluminar, desde posiciones incmodas e imprevisibles,
los lados oscuros, inconfesables o demasiados evidentes del relato colectivo con el cual
una sociedad accede a la comprensin de s misma postulando una distincin entre un
centro y un margen. Desde luego, como consigna el crtico Eduardo Grnner, los textos
artsticos nunca son del todo fenmenos puramente estticos; o, mejor: su esttica es
inseparable de su tica y de su poltica, en el sentido preciso de un Ethos cultural que se
inscribe (conscientemente o no) en la obra, [...] y de una politicidad por la cual la
interpretacin afecta a la concepcin de s misma que tiene una sociedad (Grnner
1995: s/p).
Uno de los mayores desafos que me propongo en esta tesis es, en definitiva,
comprobar la viabilidad y validez de este cambio en la actitud interpretativa. Sin evitar
la confrontacin con las categoras discursivas y simblicas (marginalidad, margen)
que dividen una sociedad en partes desiguales, sino que asumindolas y apoyndome en
ellas, revisndolas crticamente, interrogndolas en su historicidad, pretendo verificar si
y cmo los modos con que el arte ha intentado elaborar una situacin de injusticia
pueden hablarle de s mismo y de su horizonte cultural al sujeto que ve la marginalidad
como un problema de los otros. Precisamente a partir de ese nudo, estimo posible
interrogar la capacidad del arte de poner en duda la legitimidad del ordenamiento social
y discursivo que esa misma injusticia perpetra y reproduce.
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I. MARGINALIDAD Y MARGEN
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1. 1. Significantes performativos.
Marginalidad, margen, lo marginal: son, stos, trminos claves a los que
recurre, desde hace por lo menos treinta aos, la crtica que se ocupa de obras literarias
relacionadas con situaciones o figuras que, por el hecho de colocarse en una intemperie
existencial particularmente exacerbada desde el punto de vista material o simblico,
parecen diferenciarse del conjunto social y de su norma. Sin embargo, en muy pocos
casos tales denominaciones son objeto de una reflexin que las interrogue en tanto
construcciones discursivas, esto es, histricamente e ideolgicamente marcadas.
Adems, la convivencia de lo trminos marginalidad y margen que, a pesar de la
raz etimolgica comn, no son perfectamente equivalentes a nivel semntico, evidencia
un movimiento de inversiones simblicas de una palabra a otra, que reclama ser
matizado. Emerge, en consecuencia, la necesidad de proceder a la elaboracin crtica,
no solamente de las obras literarias, sino tambin de las categoras conceptuales
empleadas para referirse a los nudos temticos de stas. El presente captulo se propone,
justamente, reconsiderar el valor de las palabras marginalidad y margen desde un
enfoque terico e histrico-contextual que, si bien har referencia al caso especfico
chileno, se insertar en el marco del pensamiento internacional contemporneo.
Para entender cmo un sustantivo o un adjetivo llega a atraer, dentro de su rbita
significante, una serie de connotaciones simblicas que recargan de tensiones
ideolgicas e incluso libidinales su substrato semntico, es necesario describirlo en su
funcionamiento en tanto signo lingstico inmerso en un contexto comunicativo. Con
este fin, propongo abordar preliminarmente el estudio de los trminos marginalidad y
margen concibindolos como significantes performativos, segn la ptica que Butler
propone en su obra Bodies that matters a partir de la lectura de iek y Laclau,. El
performative signifier (Butler 1993: 216), a diferencia del significante descriptivo que
representa un estado de cosas previamente dado hacia el cual ejerce una funcin
ostensiva transparente, es un trmino que instituye en el dominio del discurso el objeto
al cual se refiere, a travs del proceso mismo de la nominacin. En palabras de Butler,
[t]o the extent that a term is performative, it does not merely refer, but acts in some
way to constitute that which it enunciates. The referent of a performative is a kind of
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action which the performative itself calls for and partecipates in (217). Esta
particularidad conlleva, como consecuencia, un doble movimiento. Por una parte, el
referente se aleja hacia el dominio de lo real, testimoniando as la constitutiva desidentificacin que anima el acto discursivo, la imposible coincidencia entre las dos
mitades que participan en la referencia. Por la otra, esta misma incapacidad del
significante performativo de representar acabadamente el objeto que nombra lo
convierte en un signo vaco, disponible to bear phantasmatic investments of various
kinds (191), que se manifiestan en el dominio del discurso.
La falla o discontinuidad que, de esta forma, se abre entre referente y significante, es
promesa de disponibilidad a una re-articulacin de la palabra por parte de las ms
diversas instancias simblicas e ideolgicas. En este punto, precisamente, intervienen
los discursos artsticos, polticos y sociales con su poder de representacin,
construyendo y modificando continuamente el imaginario relativo a determinados
referentes. La crtica, en cambio, se encarga de comprender, entre otras cosas, las
investiduras fantasmticas que tales discursos activan alrededor del significante en
relacin con el contexto de pertenencia. En otras palabras, segn este planteamiento,
una de sus tareas es la de determinar how the name stabilizes its signified through a set
of differential relations with other signifiers within discourse (217), calculando el
poder performativo del signo en base a la economa socio-ideolgica en que opera. Al
mismo tiempo, la crtica tiene que estar consciente de la carga deseante que subyace al
momento fantasmtico, en tanto halo y memoria de la presencia substrada de lo no
simbolizable.
En consideracin de lo anterior, dos son las perspectivas desde las cuales es
necesario interrogarse sobre marginalidad y margen, los significantes performativos
que nos ocupan. Un primer punto de vista desde el cual abordar los trminos en objeto
es el de la investidura libidinal. Segn la argumentacin de Butler recin resumida, el
significante performativo pone a su referente como site of an impossible desire (305)
para el sujeto. Esto es, abre una discontinuidad entre niveles en que se inserta la
necesidad antropolgica aunque nunca a-histrica de trazar lmites, de fijar zonas
abyectas en contraposicin con las cuales refrendar la identidad predominante de la
comunidad social. En esa misma falla se insina tambin la paradoja del deseo por algo
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cumple, de diferente naturaleza: por ejemplo, el de testar que las fronteras simblicas
que dividen el cuerpo social sean permeables slo en un sentido, o el de romper los
privilegios de su lugar de enunciacin des-centrndolo y exponindolo a la intemperie,
o finalmente el de intentar dar(se) cuenta de situaciones de inconcebible injusticia que
postran al ser humano y de las estrategias de resistencia y creatividad de este ltimo
para compensarlas. En cualquier caso, se trata de una oscilacin que vuelve al punto de
partida, revelando ms detalles sobre el sujeto de la representacin que sobre su objeto,
el marginal.
Mi punto de partida ser, por lo tanto, la indagacin de las huellas explcitas y de las
lagunas que el sujeto colectivo de la representacin, epistemolgica y simblicamente
auto-instituido como central, deja en su discurso sobre la marginalidad. Con este fin,
proceder, primero, a circunstanciar la identidad atribuida a los sujetos supuestamente
afectados por tal condicin, en la conciencia de que es necesario cuestionar los
procedimientos culturales a raz de su adscripcin a susodicha categora. Hipotetizar,
por lo tanto, tres directrices definitorias a travs de las cuales el discurso clasifica a los
sujetos llamados marginales, a partir de la observacin de unas constantes presentes
en las prcticas mediticas, crticas y artsticas que surgen a su alrededor. Explorar,
luego, la vertiente que lee los significantes performativos margen y marginalidad en
su estar investidos por una carga simblico-libidinal. Me dirigir, en particular, al lugar
de enunciacin de quienes finalmente retienen el poder de la representacin los
artistas, los crticos, los medias, la industria cultural interrogando el confluir de
proyecciones fantasmticas de vario orden que se encauzan, en un determinado
momento histrico, en los significantes de marginalidad y margen. Finalmente,
analizar los aspectos relativos al surgimiento del termino marginalidad en las
ciencias sociales y al cruzarse del mismo, en tanto significante performativo, con otros
significantes y discursos culturales en el contexto chileno de las dcadas del 80, 90 y
2000. Tal revisin desde una perspectiva histrico-cultural permitir encarar a
conciencia el estudio de las declinaciones que del concepto darn las obras literarias
consideradas. Cerrar observando la categora de la marginalidad en el cruce de los
regmenes del discurso y de la visibilidad, para dar cuenta de cmo el arte dialoga con el
material proporcionado por el imaginario; una dinmica, sta, que est a raz de las
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Como ejemplo de trminos relativos, tomar unos adjetivos utilizados en un captulo del programa
televisivo chileno de investigacin periodstica Informe especial (12/09/2011), centrado en la
produccin y el consumo de la pasta base en el Gran Santiago: un universo sombro que se iluminar
con la denuncia de nuestro registro, los barrios ms vulnerables, el estrato socio-econmico ms
bajo de la poblacin (el subrayado es mo). Cfr: TVN 2011.
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econmico y por lo tanto los movimientos de los individuos al interior del cuerpo social.
Por debajo del umbral quedaran aquellos que, por cualquier motivo que no parece tener
relevancia en el modelo en objeto, no se encuentran en la condicin de proveer a su
propio sustento, y que por lo tanto recibirn una subvencin mnima por parte del
Estado, calibrada de forma que se sientan impulsados a cruzar nuevamente la lnea, esta
vez hacia arriba. La ventaja de esta divisin es que le evita al Estado la redistribucin
general de los ingresos y, sobre todo, procura un acervo de mano de obra de la cual se
podr sacar provecho cuando lo necesite la maquinaria econmica, o bien que se podr
dejar a su condicin de dependencia en otros momentos menos favorables (Foucault
2004).
En el cuadro de la hiptesis de una primera directriz definitoria para el individuo
marginal, el estudio de Foucault, si bien se refiere a un proyecto de regulacin
econmica muy especfico, logra captar muy bien la naturaleza sistmica de la
articulacin de la marginalidad con respecto al resto de la sociedad: determinados
individuos y determinadas comunidades son instituidos como marginales por un centro
que, para no poner en tela de juicio el status quo y mantener su integridad simblica de
ncleo dominante, necesita postular unos mrgenes vampirizables o desechables, segn
la conveniencia. La intuicin foucaultiana de la naturaleza no excluyente de la
alternativa as instituida entre superfluo y funcional sigue manteniendo una
inquietante actualidad. De hecho, los mismos trminos y conceptos aparecen en las
reflexiones de dos estudiosos chilenos contemporneos.
Por una parte, el socilogo Manuel Antonio Garretn argumenta que las formas de
exclusin contempornea se definen menos por una dinmica de subordinacin y
dominacin que por una de marginacin y distanciamiento progresivo, de manera que
los excluidos [] simplemente no entran o sobran [en la sociedad] (Garretn 2007:
56); o, dicho ms explcitamente, [t]hose who are outside the system are seen as
unnecessary and seem to be superfluous (Garretn 2003: 86). Por la otra, el crtico
literario Cristin Opazo denuncia cmo los enclaves urbanos perifricos, caracterizados
por una crnica ausencia de oportunidades ms all de las ofrecidas por una economa
informal y muchas veces ilegal, son espacios producidos deliberadamente por la
mismsima maquinaria tecncrata. En ellos, el aparataje neoliberal buscara realizar
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The South Asian Subaltern Studies Collective, que tiene en Ranajit Guha su voz ms representativa,
surge en 1982 en India, acogiendo las inquietudes de unos tericos del poscolonialismo quienes
estaban interesados en volver a contar la historia de los movimientos de la independencia en India
desde la perspectiva de los sujetos normalmente silenciados y discriminados. De la India los estudios
sobre el subalterno se mudaron, en los 90, a la academia norteamericana, aplicndose a las dinmicas
de la subordinacin, de la dominacin y de la resistencia contra-egemnica en una gran variedad de
situaciones, contextos y prcticas. Uno de los postulados centrales de esta corriente terica es que el
subalterno es tal porque no tiene el poder de la representacin y de la enunciacin.
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El rito del farmaks se refiere a la simblica purificacin anual de las ciudades en la Grecia Antigua,
en el contexto de la cual una vctima designada, en base a determinados rasgos fsicos que la
sealaban como inferior a los dems, era imaginariamente cargada con todos los males de la ciudad y
alejada, con lanzamiento de piedras, del conjunto social.
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Como se ve, la marginalidad resulta ser tambin una construccin del imaginario
antropolgico, que debe objetivar en alguien, para bien o para mal, la visibilizacin de
las injusticias que fundamentan el sistema. Sobre el piso firme de una homogeneidad
ms imaginativo-discursiva que real, el resto de la sociedad edifica su sentido de
cohesin interna, los promotores de la justicia social emprenden acciones de solidaridad
y reivindican un cambio del status quo, el gobierno decide si lanzar programas de
inclusin econmica o si aprovechar de un fcil blanco para fomentar la fobia al
terrorismo.
De todo lo anterior, se desprende que convergern, bajo la denominacin de
marginales, los individuos o los grupos que, a los ojos de la cultura dominante,
responden a uno o ms de los siguientes parmetros: alguna privacin sustancial que les
impide asegurarse el acceso a una vida digna segn los estndares del momento, un
determinado estigma social, una conducta desviada con respecto a la norma, una
ocupacin laboral de bajo impacto o no admisible en la legalidad. En una perspectiva
occidental, circunscrita, temporalmente, al ltimo cuarto del siglo pasado y al comienzo
del siglo presente y, espacialmente, al ambiente urbano, pueden ser vistos como
marginales, entre otros, los siguientes sujetos: los pordioseros, las prostitutas y los
prostitutos de la calle, los inmigrantes irregulares, las comunidades poblacionales que
sobreviven en las periferias de las grandes urbes, los sujetos tnicos en situacin de
discriminacin, las pandillas de jvenes que se dedican al robo y al narcotrfico, los
drogadictos y alcohlicos que viven en las calles.
Si las reflexiones producidas en estas pginas son correctas, para el imaginario y los
discursos que lo construyen no es fundamental la efectiva relacin entre la palabra
marginalidad y una situacin correspondiente en la realidad. Mucho ms importante es
la posibilidad de postular unas figuras marginales para dar forma al universo social.
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Lo abyecto y la heterotopa.
La necesidad antropolgica de trazar lmites entre lo que es admisible en el grupo
social y lo que no lo es, con el objetivo de fijar la identificacin cultural de fondo,
emerge en varios aspectos del texto. Una fundacional dicotoma resulta instituida entre
los habitantes del centro y del margen, sustentada en diferencias de vario orden, desde la
escolarizacin, a las aficiones, a la afectividad: [los] cuerpos excursionistas del centro
(los visitadores de la Galera) en sus exticas visitas de turismo cultural (27) a la
marginalidad del suburbio se enfrentan a los cuerpos tan distintos y distantes en sus
formaciones de gusto, en sus ritos culturales, en sus modulaciones de la sensibilidad
(ibidem) de los habitantes del barrio. La potencial confluencia entre las dos posiciones
es percibida como infecciosa; si estos dos idiomas, que cohabitan pasajeramente sin
conocerse ni reconocerse (ibidem) en la normalidad, encuentran en el arte un punto de
convergencia, slo logran producir promiscuidad (28). El barrio perifrico y sus
moradores son postulados, adems, como el polo disminuido de esta relacin binaria.
De hecho, si el orden axial, con sus divisiones sociales, es puesto en tela de juicio en la
accin de arte, un desnivel de base sigue subsistiendo implcitamente: el arte [se pone]
en relacin horizontal con la red de intercambios (26), una centricidad que Galera
Metropolitana busca des-centrar, Galera Metropolitana dialoga sobre arte con el
barrio desde un espacio que se funde y se confunde con el resto de la cuadra, haciendo
pasar casi desapercibido su corte artstico-cultural... (27). El arte, perteneciente al
orden epistemolgico del centro, es, con respecto a su objeto, casi paritario, casi
descentrado, casi desapercibido; pero todava fundamentalmente diferente. Se
comprende de aqu la dificultad de deshacerse por completo de la disyuntiva ontolgica
en que se sustentan incluso las mismas afirmaciones que la critican: centro y mrgenes,
lo culto y lo popular, lo rico y lo pobre, lo hiperrepresentado y lo subrepresentado, lo
legitimado y lo deslegitimizado (ibidem). El sujeto marginal, por su parte, ocupa el
lugar del misteri[o] (34), impreciso y obscuro: vive en los mrgenes imprecisos de
la ciudad (27), [se] procur[a] un espacio donde ejercer alguna ocupacin (26-27), se
expresa a travs de hablas difuminadas, de relatos inconexos, de errticas partculas de
sentido (34). El arte queda especificado con el artculo determinativo, pero su campo
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those unavailable and uninhabitable zones of social life which are nevertheless
densely populated by those who do not enjoy the status of subject, but whose living under
the sign of the unlivable is required to circumscribe the domain of the subject. This
zone of uninhabitability will constitute that site of dread identification against which and
by virtue of which the domain of the subject will circumscribe its own claim to
autonomy and to life. (Butler 1993: 3)
32
nada por registrar, en una operacin que es retricamente presentada como si fuera de
un allanamiento: documentar fotogrficamente el adentro y el afuera de sus casas (y
tambin sus objetos ms queridos) (ibidem). Al mismo tiempo, la mirada que se dirige
a la marginalidad parece guiada por cierto voyeurismo, ya que hurga en la intimidad de
los habitantes del barrio, e incluso por algo de fetichismo, al detenerse especficamente
en los objetos ms queridos. En otras palabras, la operacin de registro de los internos y
las fachadas de las casas, que transmite cierto matiz de violencia desde la ptica de la
separacin entre cuerpo normado y cuerpo abyecto analizada ms arriba, desde el punto
de vista del deseo se ve teida incluso de cierto erotismo.
Quisiera proponer, como clave de lectura de este fenmeno, la experiencia de la
fotgrafa Diane Arbus tal como la interpreta Susan Sontag en On photography. La
artista estadounidense se dedic a retratar los seres ms miserables y grotescos,
comunicando una mezcla de desapego e intensidad que frena cualquier recepcin
compasiva por parte del observador. Sontag subraya cmo esta estrategia formal denota
a navet which is both coy and sinister, for it is based on distance, on privilege, on a
feeling that what the viewer is asked to look at is really other (Sontag 1977: 33). Sin
embargo, la fotgrafa parece desear sumergirse en este mundo percibido como ajeno,
con el fin de to violate her own innocence, to undermine her sense of being privileged,
to vent her frustration at being safe (43). Si bien la experiencia de Arbus es peculiar y
probablemente exacerbada por factores ligados a su biografa y a su contexto, permite
iluminar, por exceso, la ambigedad que alterna, en la psicologa del posible lector o del
posible autor, el deseo de descubrimiento y fusin con el sujeto marginal y el miedo a la
cada. En el ir y venir de la imaginacin de un extremo a otro del segmento que une
las dos esferas vivenciales puestas ideolgicamente en las antpodas por la misma
dinmica que instituye la dicotoma estudiada anteriormente la ficcin literaria permite
experimentar el placer, algo culpable, de una proyeccin fantasmtica que nunca acaba
de sobreponerse completamente a su blanco. El sujeto que se acerca a la representacin
de la marginalidad, para crearla o leerla4, simula encontrarse en el lugar del sujeto
4
Como Richard, hipotetizo un sujeto letrado, que cultiva su inters por el arte desde una posicin socioeconmica que le permita tener en su horizonte de experiencias la posibilidad de acceder a
exposiciones, lecturas pblicas, publicaciones, etc. Naturalmente, el sujeto de la recepcin y, en
consecuencia, las dinmicas psicolgicas de fruicin, pueden variar.
34
Sobre el complejo del Rey Lear, cfr. Marshall Berman, All That Is Solid Melts into Air: the
Experience of Modernity, 1982.
35
impropiedades y las descolocaciones (29). En otras palabras, el inters por las capas
ms desprotegidas de la sociedad se transforma, para el sistema artstico y crtico, en un
ejercicio de auto-conocimiento y auto-reflexin: una ocasin para que el arte
investigue su propia zona de tumultos y beligerancias (28). Es importante destacar esta
transferencia de potenciales desde la esfera de la marginalidad a la esfera del arte y de la
crtica, porque ilumina los procesos de inversin fantasmtica y simblica por parte de
estas ltimas en el concepto de margen. Tanto a nivel internacional como en el contexto
propiamente chileno, en las ltimas dcadas se ha asistido a un descentrarse
simblico del lugar enunciativo reservado al intelectual hacia unos mrgenes que
parecen citar, por lo menos funcionalmente, la marginalidad social en su contraponerse
sintctico al centro. Por ejemplo, en los aos 90 y desde la academia norteamericana,
John Beverley problematiza as la convergencia y la identificacin entre equilibrios
acadmicos y temas relativos a la marginalidad: Parece ser que era necesario, para
establecer nuestra identidad subalterna, producir una diferencia u otredad con
respecto a los estudios culturales en otras palabras, quizs estbamos reproduciendo en
nuestra propia constitucin la oposicin dominante/subalterno que pretendamos
estudiar (Beverley 1996: 50). En el Chile de la misma dcada, la escritora Diamela
Eltit declara, en una entrevista, que el desprestigio de los intelectuales se debe a que el
contexto socio-econmico y una poltica culturalmente semplificadora no prevn
espacios para que se pueda dar un dilogo de cierta envergadura. Esto implica que el
pensamiento cultural est en un gran foco de marginacin, porque hay dos cuestiones:
una, la cultural light hegemnica, y dos, los discursos oficiales. En ese marco, todos los
discursos de interrogacin estn marginados, consciente o inconscientemente (Zeran
1994: 15). Sin embargo, el intelectual puede hacer de esta marginacin su punto de
fuerza, su postura enunciativa, escogiendo localizaciones oblicuas, alternas. Como
concluye Eltit, prefiero estar en otro lugar para poder interrogar (ibidem). Queda por
demostrar hasta qu punto el intelectual, aunque privado de su aureola y despojado del
poder, puede realmente reivindicar para s mismo una postura enunciativa marginal; ms
bien lo que estos ejemplos indican es la posibilidad de leer, a trasluz de las alianzas
simblicas del escritor o del crtico con los sujetos hbridos y discriminados de los
mrgenes del sistema, su tentativa de marcar una nueva forma de hacerse reconocible,
36
1. 4. El contexto.
Complementa esta primera vertiente ms terica y sincrnica del estudio del
concepto de marginalidad, la preocupacin por averiguar cmo tal categora crtica ha
sido efectivamente transformada, en las dcadas de inters del ensayo, por el converger
en ella de proyecciones fantasmticas procedentes de otros discursos culturales. Este
fenmeno tiene que ser, sin duda, ledo en su colocarse diacrnico en entramados socioideolgicos y en escenarios contextuales especficos. Proceder a ilustrar, en un primer
momento, el emerger del trmino y concepto de marginalidad en las ciencias sociales y,
en un segundo momento, su posterior dilogo con corrientes culturales y teoras crticas
que de alguna forma hacen referencia a situaciones marginales.
penalizados. A estos ltimos les queda la identificacin con los modelos impuestos por
las telenovelas, por los afiches publicitarios y por los centros comerciales, junto con el
solapado sistema del pago en cuotas de las multitiendas: la docilidad social es as
conseguida a precio de la disciplina del deseo. De hecho, la misma pobreza urbana ha
ido evolucionando desde una dimensin cuantitativa a una dimensin cualitativa (del
objetivo de tener cubiertas las necesidades bsicas a la ambicin de poseer ciertos status
symbol), y ya no se deja circunscribir a espacios alternos y delimitados, sino que se
dispersa, nmada, en la urbe. Se registra la persistencia, sin embargo, de ciertos
estigmas territoriales, en una, ahora s, polarizacin que divide los barrios cerrados y las
comunidades ecolgicas, reservados a los ricos, de las poblaciones perifricas
percibidas como violentas y peligrosas, en las que la gente se hacina en mediaguas
(casas prefabricadas) y no accede a los servicios de forma adecuada (Wacquant 2006).
Se habla en este caso de segregacin ambiental, en lo que atae a la poltica de la
vivienda, el acceso a servicios y bienes, la subdivisin culturalmente simblica de los
diferentes espacios urbanos. Su objetivo implcito es contener a los pobres en sus
estrictos lmites e impedir que su amenaza potencial trascienda a otros sectores sociales
y urbanos, fortaleciendo las fronteras que separan la pobreza del resto de la sociedad.
1. 4. 2. El discurso cultural.
Frente a la mirada de las ciencias sociales, que se preocupan ms bien de asir el
referente socio-econmico de la marginalidad, los diferentes discursos culturales
disciplinas acadmicas, prcticas artsticas, teoras culturales, declaraciones pblicas de
los gobernantes que dialogan con la marginalidad en tanto significante, aprovechan el
excedente simblico de tal concepto.
Cuerpos rotos en mrgenes insurrectos.
Por lo que atae a la dcada del 80, en un panorama dominado primero por una
espesa capa de silencio, traumatizado o cmplice, luego por los destellos de una
41
rebelin creciente que lleva las personas a protestar en la calle, el arte y la literatura
encuentran en el margen la clave enunciativa y el espacio simblico de identificacin.
Como propone la crtica y poeta Eugenia Brito, Desde ese lugar marginal, lo que la
nueva literatura tratar de hacer consiste en recomponer un orden simblico otro, lo que
pasa por supuesto por la transgresin de la ley vigente (Brito 1994: 16). La corriente
que, mejor que otras, representa esta postura, es un movimiento de corte
neovanguardista, integrado por escritores, artistas plsticos, crticos y filsofos, que la
crtica de origen francs Nelly Richard6 bautiza Escena de Avanzada y canoniza en su
famoso y discutido ensayo Margins and Institutions (1987)7. Los proyectos artsticos
que ven la luz en dicha corriente procesan, en las palabras de la misma Richard, la
desposesin [de la dictadura] a travs de un alfabeto de la sobrevivencia: un alfabeto de
huellas a reciclar mediante precarias economas del trozo y de la traza (Richard 2000:
14). Lo intersticial, lo fragmentario, lo ambiguo, lo marginal, lo heterogneo
constituyen, en efecto, las categoras estticas y en consecuencia etico-polticas del
movimiento. En otras palabras, la Escena de Avanzada rescata el margen de su ser el
resultado pasivo de un mero efecto de condicionalidad social (Richard 1989: 13), y lo
vuelve estticamente productivo como prctica de los bordes y como simblica de lo
fronterizo, que se realzan en las figuras descentradas de un imaginario nmada (social,
esttico, sexual, nacional) rebelde a las sedentarizaciones de poder y amante de la
deriva8 (27). La loca compulsin por los bordes (Richard 2000: 29), que empuja a
los artistas a recorrer las zonas de dolor, de crimen, de locura, de venta sexual:
hospitales, hospicios, asilos, crceles y prostbulos; las plazas, las fuentes de soda y los
6
No del todo casual el hecho de que Nelly Richard, quien se propondra como la intelectual de punta
que hace de un margen pulsional e insumiso la cifra esttica de los aos 80 y parte de los 90, es de
origen francs: ella trae a Chile la mentalidad europea post-68 que conlleva, para la nocin de
marginalidad, un importante cambio de significado. Estudiada como fenmeno cualitativo, la
marginalidad proviendrait de l'cart volontaire ou non aux normes dominantes y denotara la
negativa por parte de unos sujetos respecter des rgles du jeu social ou s'y plier (Goguel 2003:
27-28). La marginalidad se carga as de un espritu contestatario y provocador.
Si bien no se trata del nico movimiento artstico de la dcada, la Escena de Avanzada ha sido objeto
de una operacin de nfasis crtica que, justamente a travs de libros como Mrgenes e instituciones,
ha hecho transitar sus alcances culturales mucho ms all de su originaria esfera de accin. Una
reflexin sobre el supuesto golpe que la crtica, muy asertiva, de Nelly Richard habra hecho en la
escena artstica bajo dictadura se encuentra en Willy Thayer, El fragmento repetido (2006).
En la estela post-estructuralista y decontruccionista, la Avanzada practica el recorte, el montaje, el
collage, cita, la contaminacin entre diferentes gneros y soportes artsticos (video, grabacin sonora,
instalacin, muralismo, etc.). La vocacin al margen del movimiento se refleja, por lo tanto, tambin
en su elecciones estilsticas.
42
baos pblicos; las carreteras de entrada y salida a la ciudad y los sitios eriazos
(Muoz 1989 cit. en Richard, ibidem) en busca de una humanidad marginada, responde
a la necesidad de encontrar una metonimia para la contingencia histrica y una lnea de
fuga de la misma.
Por ejemplo, en la accin Para no morir de hambre en el arte, el Grupo CADA 9
hace entrega de cientos de cartones de medio litro de leche, de allendista memoria, a los
pobladores pobres de la periferia de Santiago, para que, luego del consumo, stos
devuelvan los envases que un conjunto de artistas transformar en objetos artsticos. De
alguna forma, en la bsqueda de un destinatario marginal que participe en la
performance, se puede leer la proyeccin fantasmtica, por parte del arte, de la
existencia de un reducto de resistencia vital al poder en los mrgenes de la urbe. En
otras palabras, el margen social est encargado de estilizar el potente smbolo de la
(necesidad de) vida metfora de la libertad institucional y de expresin que ha sido
robada a la colectividad a travs de la consumacin del alimento materno. Muy
reveladoras son, tambin, las declaraciones de Diamela Eltit en la introduccin a su obra
El padre mo, un documento artstico-testimonial publicado en 1989, que se concentra
en el delirio verborreico de un pordiosero. La autora define a los vagabundos en los
siguientes trminos: gestionadores del deseo en la ciudad, ellos actuaban el espectculo
y el costo de su espectculo, al encarnar fsicamente la liberacin apasionada del mundo
del trabajo, adoptando, en cambio, la pasividad (Eltit 2000: 167). En sus cuerpos
abigarrados casi fueran esculturas barrocas, se levanta, segn la autora, el negativo
fotogrfico en que la comunidad nacional mira el espejismo de una insubordinacin tan
deseada como imposible. Como estos dos ejemplos indican, la intuicin de un margen
insumiso, liberado a una pulsionalidad rebelde y refractario a los designios del poder,
identifica el perfil que asume la idea de marginalidad en los aos 80 al cruzarse con las
proyecciones fantasmticas procedentes del arte.
Por su parte la crtica, adems de realzar y consagrar la concepcin de un margen en
9
El grupo CADA (Colectivo de Acciones de Arte, fundado en 1979) es uno de los protagonistas de la
Escena de Avanzada. Se dedica, entre finales de los aos 70 y principios de los 80, a una serie de
performances artsticas que se insertan oblicuamente en el tejido urbano e institucional. La accin de
arte referida pone en relacin lugares tan alejados en el espacio simblico y real como la Academia
de Bellas Artes, la sede de las Naciones Unidas y unas poblaciones perifricas de Santiago a travs de
una red de performances e intervenciones artsticas de diverso orden.
43
44
45
46
Richard valora aquellos fenmenos culturales, obras artsticas o sucesos de crnica que
apuntan a lo marginal, como los enfermos mentales indigentes del psiquitrico de
Putaendo o los presos polticos en su rescate escenogrfico de la crcel de alta seguridad
de Santiago. Tales significantes se opondran, a travs de su recurso a las marcas
deseantes irregulares y a los rezagos en la modernizacin compulsiva, a la
homogeneidad del mercado con su tirana de lo simple y de lo glamour. Se trata, como
se ve, de un ensalzamiento de lo marginal que contradice la posicin ms cautelosa de
sus primeros libros.
En el plano internacional, los estudios subalternos representan la corriente terica
que dialoga con el concepto de marginalidad en los aos 90. Surgidos en la academia
norteamericana, aplican al campo latinoamericano las teoras formuladas por Ranajit
Guha y el The South Asian Subaltern Studies Collective, fundado en 1982. Como
aclara John Beverley, uno de sus representantes ms destacados, los estudios
subalternos se enfrentan con el dilema de la representacin, en su doble dimensin
epistemolgica y tica. Sin embargo, eligen una postura ms cautelosa y auto-crtica,
que desconfa de la seduccin del hablar por boca del subalterno y se concentra, ms
bien, en cmo el saber producido acerca de ste est estructurado por su ausencia
(Beverley 1999). La opcin de los estudios subalternos es entonces la de reconocer los
lmites del saber acadmico, cuya pretensin de conocimiento puede aproximarse al
subalterno pero nunca fusionarse con l, y la de dejar abierto el vaco de esta fisura,
interrogndolo con una mayor conciencia de la propia posicin enunciativa, en vez que
suturarlo forzosamente. En razn de tal cautela epistemolgica, la reflexin resultante
de los estudios subalternos tiende a volver sobre el mismo sujeto que la produce,
evidenciando sus mismas lagunas de sombra y contradiccin. Como precisa Gyan
Prakash, otro intelectual integrante del colectivo del los estudios subalternos, la
subalternidad puede entenderse como una abstraccin usada para identificar lo
intratable que emerge dentro de un sistema dominante, una otredad que resiste ser
contenida (Prakash 2001: 62). El poder fracasara en apropiarse de la presencia
recalcitrante del subalterno, que lo habita desde dentro y sabotea sus categoras a travs
de empujes contrahegemnicos, justamente porque ste funciona como inconsciente del
sistema.
48
50
pensamiento de mayor difusin en una dada poca. El anlisis de las obras presentadas
en este ensayo demostrar que, en efecto, algunos textos literarios contradicen el
dictatus cultural de su tiempo, anticipando perspectivas sucesivas, o simplemente
abriendo otros caminos perceptivos y valorativos en la problemtica de la marginalidad.
Quisiera cerrar este captulo reflexionando sobre tal potencialidad del arte, a travs de
los conceptos de regmenes de visibilidad y de discurso que aparecen en la re-lectura
que Gilles Deleuze hace del pensamiento de Michel Foucault.
Las formaciones histricas, o estratos, se componen de palabras y cosas, de lo
decible y lo visible, que se explicitan en regmenes de discurso y de visibilidad. Cada
poca exhibe y dice todo lo que puede en funcin de sus condiciones de visibilidad y
enunciabilidad, de forma que nada queda escondido, aunque, al mismo tiempo, nada es
inmediatamente perspicuo y directamente descifrable. Adems, los sujetos que ven y
hablan estn a su vez insertados en el entramado creado por tales coordenadas, ellos
mismos siendo una funcin derivada de este cruce (Deleuze 1986). Tambin la
marginalidad resulta ser un fenmeno sacado a la luz segn la combinacin de
elementos que, en un determinado momento histrico, sobresalen a la vista y son
incluidos en el discurso. Es lcito pensar, por lo tanto, que un cambio en las prioridades
del imaginario pueda conllevar un desvanecerse de la problemtica; incluso, el referente
mismo puede volverse residuo que las prcticas biopolticas o simplemente la rutina
remueven del umbral de la percepcin.
Si el margen y la marginalidad son un efecto de visibilidad y enunciabilidad, es
posible postular, a su lado, un rastro de visibilidad de segundo grado, ms cercana al
referente, a la realidad, que se niegue a desaparecer completamente e instituya un
ncleo de presencia irreductible frente a los pliegues que puede tomar el imaginario. El
arte opera justamente en el nudo en que confluyen estas tres dimensiones. En concreto,
a travs de una postura de ruptura crtica, o en una lnea de proliferacin y perversin
con respecto al imaginario de la poca, las obras artsticas abren cortes inauditos en los
regmenes de la visibilidad y de la discursividad; producen, literalmente, una re-visin
de las formas de entender la marginalidad y enfrentarse a la visibilidad de sus
referentes, interviniendo en su estado de invisibilizacin o sobre-exposicin. Si para
Foucault es obvio que el contacto entre la representacin y los hombres infames se da
51
por medio de un peut d'clat, [un] bref clair, y lo nico que se puede conocer de ellos
es lo que l'clair du pouvoir permite contemplar y decir (Foucault 1994b: 241, 243)
tambin los artistas chilenos directamente implicados en la poetizacin del margen
plantean la problemtica en trminos de luminosidad y visibilidad. Diamela Eltit, en una
temprana declaracin metapotica acerca de su produccin artstico/performativa de
inicios de los 80, refirindose a lo que ella denomina zonas de dolor zonas
marginales como prostbulos, hospederas, hospitales psiquitricos, crceles declara:
Lo que a m me importa es iluminar esas zonas, hacerme una con ellas a travs de la
comparecencia fsica. No tiene un carcter moral hacer que esas zonas cambien, sino
solo evidenciarlas como existencia []. Entonces ah t te expandes y te fundes (Eltit
1982 cit. en Richard 2007a: 83). Los artistas se hacen, de este modo, responsables de
una operacin de trastrocamiento de las coordenadas de visibilidad y discurso
programadas y asumidas como aceptables y normales por parte de la sociedad,
contribuyendo a construir un nuevo sistema de representacin de la marginalidad y del
margen. La posibilidad de convocar, en el propio horizonte, la diferencia que se
proyecta en un ser humano, el sujeto marginal, que se encuentra en condiciones
existenciales que exceden la pauta pre-establecida por el conjunto social, genera un
potencial cuyas implicaciones y aplicaciones son de central inters para la temtica que
nos ocupa.
52
53
54
El concepto de voz es, en s, extremadamente vasto y rico de matices. En esta propuesta de teora de la
enunciacin aplicada a la poesa, entiendo por voz un fenmeno bastante transparente y unvoco, o sea
la posibilidad de atribuir a un sujeto (que, como se ver, puede ser la instancia escritural o un locutor)
el origen de un determinado parlamento, esto es, atribuirle la produccin de un acto enunciativo. El
poema, en su dimensin textual y extratextual puede ser as visualizado como un conjunto de varios
umbrales enunciativos, dispuesto en correspondencia con diferentes niveles.
55
inherente ambigedad. Sobre todo en el siglo XX, el poema llega a coincidir ms con un
escenario sobre el cual se alternan diferentes actores que con una modulacin
homognea y monolgica. La postura enunciativa que domina las producciones poticas
a partir del siglo pasado se caracteriza, justamente, por el exacerbamiento de la
enunciacin interna, por la escenificacin dramtica a travs del dialogismo y de la
polifona, por la concepcin heterolgica de la palabra potica, por la comprensin del
texto y de su lenguaje como palimpsesto y por la ficcionalizacin del yo lrico (Cabo
Aseguinolaza 1998). Por otra parte, tambin las revoluciones a nivel de imaginarios,
teoras filosfico-cientficas, sucesos histricos y prcticas artsticas que se produjeron a
lo largo del siglo pasado constituyen un sustrato ideolgico que facilita la percepcin
del sujeto hablante como escindido, fracturado, habitado.
La hiptesis que subyace al presente captulo es que el modelo enunciativo logra dar
cuenta tanto de tal fenmeno de dispersin y ambigedad con sus impulsos centrfugos,
como de la posibilidad de reconducir este ltimo dentro del marco representado por lo
que llamar instancia escritural, o sea la entidad que organiza el discurso en el nivel
textual. sta, de hecho, constituye el tamiz a travs del cual se filtran todas las dems
voces y perspectivas textuales y, por lo tanto, la piedra de toque en la que se rige toda la
construccin potica. La enunciacin aparece como umbral clave tambin en los niveles
relacionados in limine con el texto literario: el aspecto pulsional y social del individuo
que formula la frase potica. La nocin de subjetividad enunciativa en el lenguaje
artstico se complementa, de esta forma, con la de sujeto del discurso, llevando a la
atencin del anlisis factores relativos al contexto de composicin y publicacin de una
obra determinada, o al espejearse de la coyuntura histrica en sntomas pulsionales que
emergen a la superficie del texto. Por lo mismo, mi propuesta de un modelo enunciativo
para la poesa se propone no solamente proporcionar una terminologa, lo ms clara y
coherente posible, para dar cuenta de los fenmenos textuales y los efectos artsticos
desde la perspectiva de la enunciacin, sino tambin mantener en relacin, insertndolas
en un nico sistema, las esferas del texto y del contexto.
Construir el modelo enunciativo conjugando, al indispensable planteamiento
terico y al dilogo con los pensadores claves en el mbito propio a la investigacin, de
Benveniste a Greimas, de Kristeva a Foucault, un inicial momento inductivo que tomar
56
2. 2. Un cambio de perspectiva.
La estudiosa rsula Oomen, en su ensayo Sobre algunos elementos de la
comunicacin potica, se interroga sobre las categoras pronominales que, en el gnero
potico, designan a los sujetos, el tiempo, el espacio y la extensin de la esfera
perceptiva por ellos compartida. Su tesis de fondo es la siguiente: la poesa se
caracteriza por una multiplicacin de los niveles comunicativos [que] resulta del
juego que hace el poeta con todos los factores de la comunicacin (Oomen 1999:
148). Entre las muchas pruebas de la peculiaridad del gnero potico, la estudiosa
enumera el uso elptico del lenguaje, la multiplicacin de los papeles atribuibles a los
sujetos discursivos al separar los pronombres yo y el t de los referentes reales, o la
posibilidad de introducir in media res a travs del artculo determinativo, por ejemplo
elementos que en prosa tendran que estar justificados por una situacin de habla
explicitada. Gracias a estos elementos, la instancia que se encarga de organizar el
discurso potico goza, segn Oomen, de un amplio espacio de maniobra para encajar y
desencajar entre ellos diferentes niveles comunicativos, jugando con la nota
ambigedad de fondo. El lector de un poema es introducido en una situacin como si
formara naturalmente parte de ella, y esto vale tanto para las categoras actanciales
como para las temporales, espaciales y perceptivas. Sin embargo, no siempre es posible
establecer con certeza un referente (interno o externo al texto) especfico y estable para
estos elementos. Por ejemplo el yo que habla denota en diferentes momentos a
diferentes personas, y sera equivocado hacerlo coincidir con el sujeto biogrfico. Otro
ejemplo es el tiempo de la enunciacin del poema, que no lleva especificado ningn
punto de referencia que pueda determinarlo cronolgicamente: el lector no sabe
57
12
Aqu un fragmento: E! e! e! / Vamoh pall po! / Vamoh po cabroh a camotiar a loh pacoh
culiao! / Too pa delante! / Tan viendo purah torta jileh culiao! / ndate e guelo loh fantahma! / Too
parra! / Vamoh vamoh vamoh! / Allaluja! / Cuidao con el humo oye! / Chpenlo rico
chuchesumare! / Ten limn? / No son pa la ensal Pelao Chico! [...] (Carreo 2010: 19)
Trmino mayormente difundido para referirse a la entidad que se coloca entre el yo que se
manifiesta en el discurso y el sujeto que lo produce.
58
Pintana. Sin embargo, una mirada ms atenta a la estructura del poema revela que, si
bien apropiada, la pregunta no es completa, esto es, deja en la sombra un factor crucial.
La cita insertada entre el ttulo y el poema denuncia la invisibilizada presencia de este
factor; significativamente posicionado in limine al texto, en su umbral, el fragmento
pertenece al poeta E. E. Cummings. Se denuncia as una mirada letrada que cruza las
imprecaciones y las exclamaciones caracterizadas por el registro coloquial y
sociolecticamente matizado de los chicos marginales. La presencia de esta cita
transfigura en cierta medida el significado y el valor de estas ltimas.
El factor crucial dejado en la sombra corresponde, naturalmente, al sujeto
potico en su papel de instancia responsable de la escritura, quien, aparentemente, en la
diagnosis resultante de la primera impresin sobre el poema, se haba apartado de su
texto hasta tornarse invisible. A su presencia apartada se deben no solamente la cita y el
ttulo, sino tambin, como ya mencionado, la seleccin de las frases pronunciadas por
los chicos y su composicin segn una cierta concatenacin, la transcripcin fonemtica
de las mismas, la disposicin grfica y el largor del poema, por mencionar slo unos
pocos aspectos. Hay ms de un nivel de emisin lingstica, de asuncin y produccin
de lenguaje: hay ms de un sujeto que habla en o a travs del poema. Si a esto se aade
al sujeto al cual se tiene que imputar la decisin de componer un poema sobre la
situacin considerada y de publicarlo bajo un sello especfico, impreso o en la red, el
cuadro se hace an ms complicado.
Se evidencia, por lo tanto, la necesidad de modificar o, por lo menos, expandir la
pregunta originaria de quin habla en el poema. Para proceder en esta tarea, acudir a
otra clebre pregunta sobre la facultad del uso de palabra, el pluricitado interrogante de
Spivak: Can the subaltern speak?. El cuestionamiento apunta a una disyuntiva que
resulta interesante discutir no solamente en un plano de representacin polticoideolgica, sino tambin en un horizonte enunciativo. Spivak concluye su ensayo con
una declaracin tajante: The subaltern cannot speak. [] Representation has not
withered away (Spivak 1988: 313). Trasladado a la perspectiva que se desprende del
provisorio bosquejo de una multidimensionalidad de la voz presente en el poema, esta
declaracin adquiere un valor de central importancia. En el poema, el sujeto marginal
(el subalterno de Spivak) nunca habla directamente, porque resulta siempre y
59
pouvant toujours tre muni d'une rference objective (256), o sea a un objeto que se
encuentra fuera de la dimensin alocutiva (o sea fuera del dilogo entre yo y t)
pero que resulta (re)presentado, explcita o implcitamente, en el discurso. El estatuto de
no-persona del pronombre l se funda sobre el hecho de que esta forma pronominal
tire sa valeur de ce qu'elle fait ncessairement partie d'un discours nonc par je
(265). En otras palabras, el pronombre de tercera persona no designa a un sujeto que
participa en el fenmeno de la enunciacin (al acto de decir), sino que se instala a nivel
de lo dicho, de lo aludido por el discurso: se queda dentro de las fronteras del
enunciado, de la representacin. En el poema tomado en consideracin, las voces de los
chicos, aunque se propongan en la primera persona singular para cada una de las
exclamaciones, en realidad dependen de un nico sujeto que las rige y las (re)crea. Se
trata del nico yo de la enunciacin potica que, aunque impronunciado, remite a la
instancia que pone en movimiento la maquinaria del discurso. Ellos, por lo contrario,
no pueden y nunca podrn hablar directamente, porque son pronombres de no-persona.
Se parecen a tteres que responden a unas manos enguantadas de negro sobre fondo
negro, como se ve en los pequeos teatros que entretienen a los nios en los parques; si
bien no se pueden ver, esas manos existen13.
De esta situacin descienden dos consecuencias. Por una parte, para acercarse al
anlisis potico a sabiendas de esta dependencia medular de lo dicho con respecto a un
decir, de esta subordinacin de un l representado, incluso cuando parece hablar
directamente, con respecto a un yo que representa, habr que preocuparse de entender
cmo el ncleo subjetivo instalado por el yo de la enunciacin, o el punto cero de las
coordenadas enunciativas, el yo-aqu-ahora (Lozano 1999: 98) condiciona y rige la
atribucin de los discursos a los diferentes personajes o tteres en el teatro del texto,
adems de las conexiones (temporales, espaciales, modales, perceptivas) entre su nivel,
13
Otra metfora anloga, que ocupo ms adelante, es la del teatro. Se trata de una imagen que aparece
incluso en un famoso detractor de la poesa, liquidada como gnero monolgico, dominado por la voz
del autor: Mijail Bajtn. En un artculo redactado entre el 1959 y el 1961, los ltimos aos de su vida
cientficamente activa, el terico ruso escribe: Isn't every writer (even the purest lyric poet) always a
playwright insofar as he distributes all the discourses among alien voices, including that of the
image of the author (as well as the author's other personae)? (Bajtn 1986 cit. en Lodge 1987: 99).
He elegido no dialogar directamente con el pensamiento de Bajtn porque conceptos suyos, como
polifona, palabra bivocal, palabra dialogizada (Bajtn 2005), a pesar de dirigirse a cuestiones que
seguramente caben en el horizonte enunciativo, mantienen una orientacin que no coincide del todo
con lo que yo quiero teorizar o aportan matices que no estimo necesario invocar en mi propuesta.
61
Retomo el trmino de Agamben, en el captulo de su obra Signatura Rerum (2008) en el cual discute
la intelegibilidad producida por el paradigma en relacin con una cultura o mbito de conocimiento.
El trmino se refiere a la imperceptible hendidura presente en la gema en bruto que, solicitada
mediante una percusin precisa, permite tallarla aprovechando de sus puntos o planos de exfoliacin
natural.
62
2. 3. La subjetividad en el discurso.
La subjetividad como superficie.
Con el trmino enunciacin se indica la asuncin y apropiacin, por parte de un
locutor (individuo hablante o escribiente15), del universo del lenguaje en un acto
especfico e individual. En la ocurrencia discursiva que este acto genera, una serie de
elementos pronombres personales, decticos de espacio y tiempo, verbos
performativos, expresiones evaluativas, emotivas, perceptivas y modalizantes, entre
otros determinan la emergencia de la posicin que el locutor asume con respecto a lo
dicho y al alocutario, la entidad a la cual se dirige el discurso, ya que el ejercicio del
lenguaje es siempre transitivo. El dispositivo de la enunciacin, por consiguiente, es
responsable del aparecer, en la superficie del enunciado16, de las huellas de la
subjetividad.
Dos trminos me parecen cruciales en la definicin que acabo de proponer: posicin
y subjetividad, ambos referidos a fenmenos que ocurren en el plano del discurso.
Benveniste, en su famoso texto De la subjetividad dans le language, escribe:
C'est dans et par le language que l'homme se constitue comme sujet; parce que le
15
16
Por ahora acudo a la misma terminologa propuesta por Benveniste en sus textos. En mi propuesta de
una teora de la enunciacin en poesa se ver, sin embargo, cmo el papel del locutor resulta
cuadriplicado y por lo tanto se necesitar una terminologa ms especfica.
Segn Greimas y Courts, en Smiotique. Dictionnaire raisonn de la thorie du langage (1979), el
enunciado corresponde a una organizacin semntico-sintctica verbal o no verbal de cualquier
extensin, resultado de la enunciacin entendida como acto de lenguaje.
63
language seul fonde en ralit, dans sa ralit qui est celle de l'tre, le concept d' ego.
La subjectivit dont nous traitons ici est la capacit du locuteur se poser comme
sujet. (Benveniste 1996: 260)
enunciado (Filinich 2007: 39); una presencia que, por lo mismo, plasma el enunciado y
al mismo tiempo se encuentra moldeada por l.
De lo dicho se desprende que la subjetividad, organizada en el enunciado a travs de
las posiciones sealadas por las varias coordenadas decticas y modalizantes y por ende
constituida en point de perspective privilgi sur le monde, constituye la
visibilizacin de la limite du monde et non un de ses contenus (Ricur 1990: 67), o,
dicho en otras palabras, comporta el organizarse del contenido representacional en una
malla, una reja especfica. Definir esta primera conceptualizacin de la subjetividad
enunciativa como superficie, manteniendo la sugestin de un emerger, justamente a
la superficie del discurso, de la perspectiva del hablante segn una formacin discursiva
especfica.
El desdoblamiento enunciativo. La subjetividad como escenario.
El aporte greimasiano a la teora de la enunciacin desarrolla y complementa el
planteamiento de Benveniste, permitiendo explicar, gracias a los conceptos de
desdoblamiento y proyeccin, el hecho de que [...] cada vez que se enuncia yo, el
discurso contiene conjugada [su] doble instancia de produccin y producto (Blanco
2006: 157). Segn la teora de Greimas, el manojo de coordenadas actanciales,
espaciales, temporales, perceptivas, que definen el lugar desde el cual se habla en el
texto, son el resultado del vaciamiento y proyeccin, en el discurso, de las coordenadas
reales (semnticas) relativas a la produccin del mismo. Es en el nivel del discurso
donde estas coordenadas vuelven a llenarse de sentido (semitico): se trata por lo tanto
de simulacros. Greimas denomina este proceso dbrayage: disyuncin de la
coordenada originaria en dos y proyeccin en el enunciado de la parte semnticamente
vaciada (no-yo; no-ahora; no-aqu) pero semiticamente ya estructurada para
acoger el simulacro correspondiente (Greimas y Courts 1979).
Para entender el desnivel que se instala entre los dos tipos de coordenadas, hay que
recordar la biparticin que Greimas postula para el enunciado (Greimas 1996). En cada
enunciado (definido por el estudioso como resultado de la enunciacin en tanto acto de
lenguaje) se pueden distinguir dos niveles. Por una parte est el nivel enuncivo esto es,
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Esta estructura desdoblada permite explicar el fenmeno de la enunciacin enunciada, o sea cuando el
acto de decir resulta enunciado. Algunas oraciones pueden estar introducidas por los predicados
digo, pienso, sospecho, creo, me pregunto, lo que modaliza, de la misma forma con que lo
hacen las formas adverbiales, el contenido de la afirmacin. Se produce por lo tanto una alteracin en
el significado de la oracin, ya que la informacin que sta comunica tiene que ver ms con la
explicitacin de una actitud discursiva hacia un determinado estado de cosas que con el suceso exento
de valoraciones. Retomando el ejemplo anterior, vase cmo podra cambiar totalmente el significado
de lo dicho al insertar la enunciacin enunciada: (Yo [te] digo que...) Te digo que estoy feliz hoy!.
El reforzamiento producido por el verbo enunciado te digo parece sugerir exactamente lo contrario
por ejemplo el rechazo irritado de las preguntas por parte de un interlocutor que se informa acerca
del estado de nimo del sujeto.
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Como es sabido, por fuerza ilocutiva se entiende el valor que se aade al contenido proposicional en el
contexto discursivo, lo que puede volver una proposicin, por ejemplo, una orden, una declaracin,
una interrogacin, la expresin de un deseo.
Segn Ohmann, quien es uno de los primeros tericos en aplicar la propuesta de Austin a la literatura,
el autor finge, o imita, una serie de actos de habla: una obra literaria es un discurso abstrado, o
separado, de las circunstancias y condiciones que hacen posibles los actos ilocutivos; es un discurso,
por tanto, que carece de fuerza ilocutiva; el escritor emite actos de habla imitativos, como si
estuvieran siendo realizados por alguien (Ohmann 1999a: 28; 1999b: 45).
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Una defensa del concepto productivo y creativo de mmesis se puede encontrar en Pozuelo
Yvancos y Ricur, quienes retoman la definicin originaria de piesis trgica segn Aristteles
(combinacin de mmesis y mthos). Segn el primero, imitar no es [] slo reproducir sino hacer,
crear (Pozuelo Yvancos 1997: 254), y la poesa (peisis) tiene que ser vista en su virtualidad
mimtico-productiva y no solamente mimtico-representativa. En la ptica de Ricur, la poesa es una
imitacin de las acciones humanas que pasa por la creacin de una fbula, que presenta rasgos de
composicin y orden que faltan a la vida cotidiana (Ricur 1975).
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Una de las consecuencias de esta distincin est relacionada con la lectura. El poema, en tanto frase
imaginaria, invita a su destinatario a asumir una actitud especfica: desde aceptar las reglas del mundo
ficcional hasta observar el enunciado potico de forma no pragmtica, permitindole que realice su
potencial emotivo-esttico. El lector, en otras palabras, es un observador y no un sujeto implicado
activamente en la situacin comunicativa representada en el poema, por lo tanto se acerca a la obra
literaria con un distanciamiento que le permite la contemplacin de unos actos lingsticos expuestos
a su atencin. Si, por ejemplo, al leer La nueva novela (1977) de Juan Luis Martnez, el lector
reaccionara a los poemas/problemas matemticos resolvindolos, no se estara relacionando
correctamente con el enunciado potico; tiene, al contrario, que mirar a las otras dimensiones de
sentido a las que apunta el texto as organizado.
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con el trmino posicin: las posiciones-sujeto son lugares que pueden ser ocupados
en ciertas condiciones por distintos individuos, aunque el ejercicio de ese espacio nunca
ser realizado de la misma manera; [el sujeto es] un conjunto de posiciones
construidas en el seno de relaciones de inclusin/exclusin, discursos y prcticas en las
que se crean sus lmites (Piper 2005: 17). Las posiciones son como ventanas, umbrales,
marcos para entidades de paso que se asoman a una y a otra, sin quedarse en ninguna.
Sin embargo, es la sagrada funcin de la enunciacin la que condenara Freud, como
argumentan Deleuze y Guattari (1972), a no poder salirse del punto de vista del yo: en
su sujeto fracturado y escenificado es necesario, para que se mantenga la frmula
trinitaria pap-mam-yo, que alguien pueda pronunciar ese pronombre crucial para
constituirse en sujeto discursivo. A bien mirar, incluso el sujeto esquizo deleuziano que
exclama: De eso se trataba entonces! produce la efmera estabilizacin de un yo
cuando emite el enunciado. Una vez ms, se vuelve a proponer la ventana, el umbral, el
marco unitario de la enunciacin. Una vez ms, la multiplicacin de los polos de
condensacin identitaria y de locucin no entra en contradiccin con las bases
enunciativas del discurso.
Me dedicar ahora a explorar cmo la unidad enunciativa de fondo, que permanece
ms all de las fracturas producidas en el interior del sujeto y garantiza la posibilidad de
recuperarlo como funcin discursiva, se declina en los niveles que exceden el enunciado
literario: el nivel psico-pulsional y el nivel socio-histrico. Me basar en unos estudios
de Kristeva y Foucault y en la nocin de posicin, ya utilizada anteriormente con
relacin a la subjetividad en el discurso, para bosquejar otros dos niveles que entran en
mi propuesta de modelo enunciativo para la poesa. El protagonista de esos niveles es el
sujeto semitico y simblico, histrico y socializado que pronuncia yo y produce un
enunciado artstico dentro de unas determinadas circunstancias histricas. Su
posicionamiento es por lo tanto extra-textual, aunque siga profundamente ligado al
fenmeno del discurso.
El sujeto en proceso.
Para postular su definicin de enunciacin, Julia Kristeva, en La rvolution du
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En el noto esquema kristeviano, el corte ttico divide la zona de la chora semitica de la zona del
orden simblico, permitiendo la produccin verbal: al significado asocia un significante producido por
la condensacin del flujo semitico.
A lo largo de su obra, Kristeva nunca deja de puntualizar que fenmenos psquicos apreciables en
poesa, tales como la regresin, la vuelta de lo arcaico, el desborde de la subjetividad, entre otros, se
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2. 5. Propuesta de un modelo.
En estas pginas, he explorado el dispositivo enunciativo en poesa segn dos
directrices. Un primer enfoque es textual y relacionado con la emergencia de la
subjetividad como posicionamiento, en el lenguaje, de un punto de vista determinado (la
subjetividad como superficie), modulado a partir de otra estructura enunciativa ms
profunda y primaria (la subjetividad como escenario). Estos dos niveles en que se
subdivide la enunciacin que se manifiesta en el texto pueden definirse, como ya he
anticipado, nivel enuncivo y nivel enunciativo.
El segundo enfoque supone una enunciacin amarrada al borde del texto (el sujeto
como autor) o en su fondo (el sujeto en proceso), o sea estudia la relacin sujetoenunciado en el juego de factores externos (campo cultural) e internos (respuesta pscopulsional del sujeto a las circunstancias de su momento histrico o de su vivencia
individual). Estos dos niveles pueden definirse, respectivamente, como nivel contextual
y nivel psico-semitico.
Condensar ahora mi propuesta de modelo para el estudio de la enunciacin en
poesa a partir de estos mismos cuatro niveles, proporcionando una terminologa para el
sujeto que aparece en el texto o en el borde del texto y, en segunda instancia, para su
interlocutor en y de la comunicacin literaria. Para cada uno de estos niveles, el yo
enunciativo encuentra una forma especfica de insertarse en el discurso y de emitir sus
parlamentos. En consecuencia, a la crtica le incumbe el papel de escuchar, posicionar
correctamente e interpretar la voz de varios yoes: el que habla en el poema, el que
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autoritas discursiva, se coloca en una precisa posicin del campo cultural y literario, en
calidad de fuente de autoritas enunciativa relacionada ms directamente con el
enunciado potico transfiere a un personaje autoral, o emisor, la autoridad de emitir la
invencin literaria. En otras palabras, el autor proyecta, en el borde del enunciado
potico, un especfico alter ego ficcional con el objetivo ms o menos consciente de
que el lector atribuya la produccin de la obra a un sujeto con determinadas
caractersticas. Es as como el autor, en elementos textuales y sobre todo paratextuales,
como la nota biogrfica o su foto en la portada del libro, o a travs de declaraciones en
el medio cultural, puede recalcar intencionalmente determinados rasgos en vez de otros.
Del emisor se subrayar, por ejemplo, el lado punk y rebelde, el origen mapuche, o la
homosexualidad, ms all de la efectiva adscripcin biogrfica del autor a estas
identidades.
Al otro extremo de la comunicacin literaria est el lector potencial, cuyo perfil es
presupuesto, y en parte trazado, tanto por el autor como por las instituciones que se
preocupan del financiamiento y de la difusin de la obra (editoriales, fundaciones,
premios literarios, etc.).
Cuando, a lo largo de la interpretacin crtica, no sea necesario establecer una
distincin tajante entre la esfera psico-semitica y la esfera contextual, los trminos
empleados sern simplemente artista para el polo del sujeto de la enunciacin y lector
para el polo del destinatario.
La enunciacin extradiegtica nivel enunciativo.
Con el fin de trazar la distincin entre, por una parte, las coordenadas que definen el
posicionamiento de la perspectiva enunciativa en la superficie del enunciado potico y,
por la otra, las coordenadas que aparecen en la estructura profunda del mismo, acudo a
los trminos genettianos de diegtico y extradiegtico (Genette 1972), adaptndolos
al mbito enunciativo y reteniendo de ellos la valencia de subdivisin casi espacial
del discurso, sugerida por la presencia o ausencia del prefijo extra. Llamar
enunciacin extradiegtica a la enunciacin que atae a la estructura subyacente al
enunciado potico, estructura profunda que lo rige y lo organiza (nivel enunciativo).
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la palabra o la perspectiva a otros yoes. Por otra parte, si bien el juego interno de voces
que se entreteje entre nivel enunciativo y enuncivo parece parcelar irreparablemente al
hablante, reduciendo su consistencia a un mero crucigrama textual, la presencia del
sujeto, surcada por dispositivos de poder y movimientos interiores de revuelta y deseo,
es recuperada en los niveles que dan cuenta de cmo su vertiente socializada, histrica y
pulsional, tambin est sujeta al fenmeno de la enunciacin. El marco de la
enunciacin, en su complejidad, constituye el molde unitario de base que resiste ms
all de disgregaciones textuales o existenciales del sujeto. En particular, el umbral de la
instancia escritural constituye, en este modelo, un nudo central que no puede ser
soslayado en un proceso crtico que se preocupe por los modos y las razones de una
determinada organizacin del discurso. Sobre esta base, la posibilidad de interrogar la
fisura, la falla, que se crea con motivo del espaciamiento, aunque fuera mnimo, entre
instancia escritural y locutores, entre sujeto textual y sujeto social instalado en el campo
literario, permite ensanchar la pregunta por el significado y el alcance de las obras
analizadas.
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Se trata, como se ve, de un planteamiento que retoma la idea, presente en las primeras teoras de la
marginalidad, segn la cual el sujeto marginal carga con su condicin casi se tratara de una esencia
ontolgica e irreversible, que lo aleja claramente del resto del cuerpo social. La posibilidad de
caracterizar a este sujeto como diferente permite proyectar en l las inquietudes colectivas frente a
los sucesos histricos.
Citando a Jaime Hagel, Ana Mara Del Ro detalla la identidad de estos personajes literarios: Obreros
cesantes, boxeadores reventados, personajes sifilticos, melanclicos, dementes, hombres derrotados,
mutilados, mujeres abandonadas, torturados, enfermos, locos, solitarios, retrasados mentales (Hagel
1992 cit. en Del Ro 2002: 212).
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intelectuales y los artistas entre finales de los 70 e inicio de los 80, poca en que son
gestadas las dos obras en objeto. Las instituciones culturales que normalmente auspician
y apoyan la actividad literaria se han ausentado de la escena. Las universidades se
encuentran intervenidas y jibarizadas, enteros departamentos estn cerrados, los mejores
profesores han sido expulsados o se han exiliado. El espectro crtico de referencia, en la
enseanza universitaria, se limita al estructuralismo, a la fenomenologa y a la teoras de
la recepcin, desentendindose completamente de los condicionamientos sociales
(Bernaschina y Soto 2011a)31. Por su parte, la escasa crtica literaria en los peridicos
oficiales produce una lectura a-problemtica y consensual de las obras literarias, razn
por la cual las nuevas voces poticas no encuentran en ella un vlido interlocutor
(Subercaseaux 2010). A partir de la segunda mitad de los 70, sin embargo, aparecen
algunas revistas auto-editadas por los mismos poetas, como Posdata en Concepcin o
La Bicicleta y El 100topis en Santiago, que contribuyen, aunque limitadamente, a la
promocin de la poesa.
La industria del libro, despus de la requisiciones e incineraciones de revistas,
libros, discos y la clausura de las editoriales independientes en los primeros tiempos
dictatoriales, conoce un modesto desarrollo solamente en el mbito de las publicaciones
masivas, que vuelven el libro un objeto de consumo segn la lgica del best-seller. El
instrumento de conocimiento por excelencia es ahora la televisin, que conoce una
difusin exponencial en los hogares chilenos, sustituyendo la cultura de la formacin
con la del entretenimiento. La literatura comprometida o simplemente abocada a
alcances artsticos de cierta envergadura circula de forma semi-clandestina, publicada
por editoriales al lmite de la legalidad o directamente auto-editada, en formatos
precarios y artesanales. La primera edicin de Zonas de peligro, por ejemplo, se realiza
en los Cuadernos LAR de Poesa, cuya poltica de confeccin editorial se caracteriza
por la esencialidad: [s]in pretensiones experimentales, al menos en apariencia, estos
textos [son] de sencilla publicacin: sin lomos, cabezadas, nervios ni cantoneras
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(Gmez 1985: 5). Quizs tambin por eso Soledad Bianchi habla de Zonas de peligro en
los trminos de un arriesgado acto de presencia, un libro distinto, ms breve, de menos
pginas..., pero que exist[e]. Que exist[e], a pesar de su precaria realidad (Bianchi
1997: s/p). Un factor condicionante que interviene en el caso se escoja una editorial
legal es la censura. Diamela Eltit publica Lumprica por Ornitorrinco, temiendo que no
logre superar el control del censor, justo en el mismo ao, 1983, en que el Decreto 262
pone trmino a la necesidad de obtener una autorizacin previa por parte del Ministerio
del Interior para editar y hacer circular libros (Subercaseaux 2010). La obra no levanta,
sin embargo, ninguna sospecha y es publicada sin problemas, lo que no elimina el hecho
de que la autora haya procesado su composicin siguiendo los dictmenes de un censor
interno. De hecho, la auto-censura y el recurso al signo encubierto de la alusin y de la
metaforizacin son parte integrante del proceso artstico en dictadura.
Por su parte, el pblico lector, en la mayora de los casos, se limita al crculo de
amigos y conocidos (Del Ro 2002). Es muy comn la prctica de la lectura colectiva,
en tarimas, peas, bares, porque el estatuto oral y transitorio de la situacin se substrae
ms fcilmente a los impedimentos y castigos, por no dejar constancias del delito,
pero tambin porque de esta forma se pueden alcanzar ms odos. Es famoso el
lanzamiento de El Paseo Ahumada del ya afirmado poeta Enrique Lihn, quien en 1983
realiz una lectura pblica, pronto interrumpida por Carabineros, en el mismo Paseo,
calle cntrica y comercial de Santiago, ante una pequea multitud de seguidores y
curiosos. Tambin Eltit y Harris dan lectura de fragmentos y versiones preliminares de
sus respectivas obras en situaciones pblicas. Eltit realiza, en 1980, un readingperformance en un prostbulo del barrio perifrico de Maip en Santiago (Richard
2007b: 12; Eltit 2004: 47; Morales 1998: 165), en ocasin de la cual lee partes de
Lumprica exhibiendo la piel de sus brazos, cortada y quemada en una precedente
sesin performtica privada32, lava la acera y proyecta la imagen de su rostro sobre la
fachada de la casa de citas. Harris, junto con los poetas Carlos Decap, Roberto
Henrquez y Jeremy Jacobson, organiza en el mismo ao una lectura colectiva,
acompaada por la proyeccin de fotos de Concepcin y la msica de Billie Holiday, en
el Cecil Bar, situado en un barrio marginal de la ciudad penquista.
32
El poeta Ral Zurita, en aqul entonces pareja de Diamela Eltit, elabora ficcionalmente su versin del
episodio de la sesin privada de cortes y quemaduras en el poema 1980, Zurita, 2011.
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desesperada. La ciudad como coito y muerte. mbito del susurro, del silencio
sospechoso, del aullido, del quejido, del jadeo, del suspiro mortuorio, del graznido y del
ahogo del orgasmo. De la tachadura de los cuerpos. Del intercambio de fluidos y de
recorridos equvocos hacia el desfase y el desfogue. (Harris 2009: 364)
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La postura de la artista contiene, por lo tanto, una veta auto-reflexiva, que tienta las
limitaciones y los recursos personales del sujeto letrado en su confrontarse con
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Se trata de un episodio legendario una mujer llamada Vernica ofrece su velo a Jess para que se
seque la cara durante su subida al Calvario: en el gnero queda impresa la cara de Cristo.
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Es un rasgo que se puede comprobar tambin en Vrgenes del Sol Inn Cabaret (1986) de Alexis
Figueroa. Otros poemarios del perodo, sin embargo, eligen otorgar la palabra al individuo marginal:
vase la figura del pingino (vendedor ambulante y loco) en El Paseo Ahumada de Enrique Lihn
(1983) o la del cabecilla y delincuente en La estrella negra de Gonzalo Muoz (1985).
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El costurn orgnico rayado sobre la cscara del poder es un rasgo comn del arte del perodo. Vase
la obra activa Caladas para marcar fichas y lugares determinados en la ciudad de Luz Donoso,
quien en 1978 emple unas matrices de aluminio en forma de cuerpo humano estilizado para pintar
con spray los sitios en que se haban perpetrado asesinatos o torturas, o el poemario La estrella negra
de Gonzalo Muoz que en una de las primeras pginas recita: Calles tocadas de franjas verticales, /
paralelas. / Franjas de color sangre seca. / Pintadas en las paredes (Muoz 1985: 15).
Para una discusin del valor invertido y contaminado del espacio pblico, me permito de sealar mi
artculo Lumprica de Diamela Eltit, o el arte de la ambivalencia como potencial tico y esttico en
el contexto de la biopoltica neoliberal (Bortignon 2011). En l propongo la lectura de la plaza como
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posibilidad de reconstituirse desde all, como si nuestra fuerza vital nos viniera de aquello
que se nos ha privado. (Canovas 1997: 44)
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Como seala el mismo Harris, su experiencia en la Concepcin de los aos entre el 1974 y el 1989 se
tradujo en un posicionamiento frente a los hechos como testigo y como poeta (Harris 2004: 37); lo
cual enmarca su obra de forma coherente en la poesa del perodo que, como observa el crtico Marcos
Arcaya, en ningn modo puede ser considerada producto cultural ahistrico, sino, ms bien, registro
testimonial de un universo marcado por la represin (Arcaya 2008: s/p).
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3. 2. 2. Tres voces.
Frente a la deflagracin de la mquina representacional y de la unidad del sujeto en
las prcticas de la tortura, frente a la desaparicin de las personas, de la libertad, de la
posibilidad de expresin, el nico testigo parecen ser la ausencia y la imposibilidad
misma de testimonio. Por su parte, tambin el testimonio mediado por el arte, y la
testificacin dectica oblicua del poemario harrisiano en particular, bordea
constantemente el abismo en que eclosiona el desastre del sentido. La dificultad de
abarcar lo irrepresentable, junto con la paradoja del emerger de diferentes y
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En la formulacin de este adjetivo me apoyo en una anotacin de Soledad Bianchi quien, a propsito
de la potica del primer Harris, declara: Reflejos, espejos, espejismos, dudas e inseguridades,
debilitan certezas, confirmando una ficcin, que despliegan. Se expanden y flaquean los mrgenes, y
las seguras fronteras, con lo inventado: entonces, Concepcin se fusiona con Tebas, o una situacin
frecuente que podemos reconocer, resulta ser teatro, cine, video, grabaciones, tragedia o comedia, con
todo su artificio, la hechura, e impedir una posible identificacin mecnica con acontecimientos
cotidianos (Bianchi 1997: s/p).
Como se ver a lo largo del anlisis, el locutario se hace presente como t al cual el locutor se dirige
o como mirada testimonial que es convocada dentro del permetro del enunciado potico.
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El vidente.
El primer poema de Zonas de Peligro, que introduce el tema de la obra describiendo
la accin degradante y corruptora de las zonas de peligro sobre el que se atreve a
pisarlas, se abre con un smil reiterado y anafrico que encuentra su primer trmino de
comparacin solamente en la segunda estrofa:
As como largas y angostas fajas de barro
as como largas y angostas fajas de noche
as como largas y angostas fajas de musgo rojo
sobre la piel.
Las zonas de peligro son inintelegibles. (29)
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zonas de peligo como un asalto que, primero, reduce al locutario a un imbunche42 segn
la ley del no verno hablarno escuchar (te rodean / el cuerpo en silencio, / en
silencio te lamen la oreja, / en secreto te revuelven el ojo) y, luego, a travs de la figura
retrica del aprosdketon43, insinan la degradacin sexual del mismo con una alusin a
la sodoma: sin el menor ruido te besan el culo.
Sin embargo, la violencia amordazadora no logra interrumpir completamente el
procesamiento cognoscitivo de la experiencia ni silenciar del todo la comunicacin.
Pervive un intento de conceptualizacin racional, reconocible en el uso de un lxico a
sta relacionado (ininteligibles, prefigura, smbolo); se observa, al mismo tiempo,
que el impulso hacia la expresin se ha volcado a lo sintomtico y la comunicacin ha
virado desde lo verbal hacia lo semitico, acabando por denunciar indirectamente lo que
se quiere ocultar44. Las mismas fajas se pueden entender, desde el principio, como
escritura orgnica, interpretacin que es confirmada por la predominancia, en los
poemas sucesivos, de seales, colores, gritos, letreros: elementos de una comunicacin
exquisitamente semitica y somtica. Sin embargo, en el ltimo verso se afirma la
posibilidad de proponer una definicin verbal y sin merodeos. La nica identidad,
transcrita en letras maysculas, de estos lugares, es as decretada: CAMPOS DE
EXTERMINIO.
Como se puede observar por los rasgos retricos de este primer poema, su locutor se
caracteriza por el hecho de colocar su enunciacin en una distancia que le proporciona
cierta lucidez y por una locucin pausada, autorizada, terminante; una distancia,
adems, que le permite identificar y describir las diferentes seales comunicativas,
incluso las libidinales, que rezuman por debajo de la lnea de la ficcin encubridora, y
verbalizar racionalmente algunas, transformndolas en acusaciones perentorias. Su
autoridad se amplifica por el hecho de que la apelacin directa al locutario, expresada a
travs del t genrico que puede referirse al mismo yo desdoblado como a otra
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Se trata de una figura de la mitologa mapuche que integra el folclor chileno. Es un ser de cabeza
torcida, con los ojos cosidos, boca cosida, sexo cosido, odos cosidos, todo cosido y envuelto (Uribe
2009: 248).
El aprosdketon, trmino derivado del adjetivo griego inesperado, se refiere a aqul efecto retrico
a travs del cual las expectativas del lector son frustradas por el comparecer de un elemento sorpresivo
e incongruente con la situacin creada.
Vase tambin la tendencia a afirmar negando, a travs de adjetivos con prefijacin negativa:
inintelegibles, inevitables, en otro poema insospechados.
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coincidir con el lector implcito y potencial. Este locutor se puede por lo tanto definir
como un vidente, porque, hablando desde un punto intermedio entre presente y futuro,
ejerce su locucin con un evidente sentido de responsabilidad y de compromiso con
respecto al intento de desvelamiento de la mentira autoritaria y neoliberal.
El yo personal: el poeta y el obscuro.
Un yo personal y subjetivo aparece como hablante en los textos titulados Hotel
King y en otros poemas que se encuentran en su proximidad. En este locutor se
encuentran, a menudo confundidas, dos vetas: la dramatis persona del poeta, con la cual
entiendo el personaje del enunciado a quien se le atribuye la responsabilidad de
formular declaraciones metapoticas por cuenta de la instancia potica, y el lado
confesional e ntimo del individuo, desde el cual el locutor habla sobre experiencias y
sensaciones personales en primera persona. Llamar al primer aspecto del locutor el
poeta, entre comillas, para subrayar el hecho de que designa a un personaje ficcional;
llamar al segundo el obscuro, porque se trata de un lado del locutor que ahonda su
voz en los pliegues ms profundos de su propia psique y de su propio cuerpo.
Por lo que atae a la perspectiva de el poeta, sta emerge en aquellos pasajes en
que el discurso se abre a breves reflexiones sobre el quehacer potico, y se refiere a un
locutor que se encuentra en los espacios exteriores de Orompello, recorriendo las calles
y subiendo a los autobuses. En el poema programtico Zonas de peligro (41), la
declaracin fundacional del procedimiento estilstico, simblico y estructural del
poemario La retrica es el fragmento se condensa en la visin parcelada desde el
pasillo de una micro (autobs) que recorta los cuerpos de los pasajeros en pedazos sin
identidad. A esta imagen le corresponde la configuracin formal del poemario, en el que
abundan las metonimias y los detalles magnificados, los espacios blancos entre las
palabras, las reiteraciones obsesivas y un particular uso del encabalgamiento que rompe
las palabras dejndolas a la merced de la ambigedad. Por ejemplo, por estos mismos
adoquines ero-, dado el contexto postribulario, podra ser completado con -ticos,
pero en el verso siguiente concluye con otra terminacin: -sionados (41). La diccin
se hace, de esta forma, interrumpida, dificultosa, ahogada: la prctica potica se asimila
106
a la funcin bsica de la respiracin, se hace tan imprescindible como esta ltima para la
supervivencia del individuo, y adquiere sus mismos ritmos entrecortados.
El locutor, apresado por la angustia, intenta procesar lo ominoso y slo le sale
espuma: slo le salen largas y angostas fajas de sangre, de semen, de baba, huellas
orgnicas que apenas logran acceder al mbito de la escritura. Que estas
manifestaciones esperpnticas manifestaciones del sujeto pulsional y semitico
logren luego su objetivo comunicativo en la intemperie de la contingencia histrica es
algo que el poeta no puede controlar del todo, ya que tampoco los actos heroicos
parecen dejar rastro. De hecho, el poema programtico se cierra con las cenizas del
cuerpo quemado de un ciudadano penquista eliminadas por las lluvia en los desages.
Se trata de Sebastin Avecedo, asimilado en el poema al famoso santo mrtir por medio
de la omisin de su apellido, quien en 1983 se quem vivo en la plaza de la ciudad
como forma de protesta, pidiendo que se le informara acerca del paradero de sus dos
hijos detenidos por los militares. El paralelismo es ulteriormente desarrollado a travs
de la segunda figura histrica, la del poeta norteamericano Allen Ginsberg, esta vez
aludido slo con su apellido, quien por los aos 60 haba ledo sus versos en la misma
ciudad. El individuo hbrido Sebastin Ginsberg alter ego del locutor se vuelve,
segn esta interpretacin, el mrtir, o sea el testigo con su propia vida, que habla desde
el lugar enunciativo de la poesa para conocer la verdad. Si queda constancia de su
inmolacin y de su acto de testificacin, sta se dar en la forma tenue de los rastros de
cenizas lavadas por la lluvia, o de las huellas de una herida.
Por lo que atae al aspecto del locutor identificable con el obscuro, ste queda
localizado en un interior, la pieza nmero 6 del Hotel King, en compaa de una
prostituta o amante. Junto a ellos est la muerte, representada al acecho, observndolos
como un pedazo de carne seca que tarde o temprano se llevar. El sexo se connota, as,
como un precario y momentneo oasis de olvido, una estrategia de supervivencia fsica
y mental en una situacin de cerco por parte de la muerte, que sin embargo nunca se
hace tan presente como en estos momentos. En otras situaciones, prevalecen el miedo y
el sentido de total aislamiento en un espacio nocturno en que un grito y otro / grito no
interrumpen el silencio, lo confirman, lo pueblan (46). Afuera, la ciudad arde, con
107
memoria dantesca en las pocas pinceladas que la asemejan a la ciudad de Dite 45 y que,
por lo tanto, sugieren una asimilacin de la circunstancia histrica a un infierno; un
infierno, sin embargo, encubierto por las pesadas cortinas de humo de la ficcin, tanto
que el locutor parece autoconvencerse de que ese incendio terrible no lo alcanzar. Todo
llega como desde una distancia sorda, sensacin a la cual contribuye una determinada
modalizacin altica y epistmica en la enunciacin46, a travs de la retrica de la duda,
la incertidumbre y la negativa a asumir la responsabilidad sobre lo enunciado (dijo
alguien, no s, no sabemos bien). Es como si el obscuro se empecinara en no
querer saber, en no querer abrir los ojos, dejando en lo indeterminado y en dependencia
del juicio ajeno las pruebas exhibidas tan ntidamente delante suyo. Bajo este punto de
vista, su testificacin, entendida como toma de conciencia de la realidad poltico-social
que lo rodea, est visiblemente viciada por un censor interno inducido por el miedo, y
no sirve. En este aspecto del locutor, por lo contrario, se concretiza la otra veta de la
testificacin, la que se expresa en un tantear, a ciegas, entre el escozor de las heridas y
la electricidad del sexo, para tocar lo innombrable en el fondo de su mismo ser. Como
en los ms clsicos patrones psicoanalticos, el locutor introyecta la violencia y se autoagrede, se auto-expone en su abismal desamparo:
[] La Concepcin te inventa una nebulosa
fragmentaria lo inventado es parcial
lo
inventado est fetichizado t ests fetichizado t eres el fetiche mrate de cuerpo entero en la puerta del ropero de la pieza nmero
45
46
La ciudad de Dite, con sus torres candentes, aparece en el canto VIII, vv. 70- 75, del Infierno de
Dante: E io: Maestro, gi le sue meschite / l entro certe ne la valle cerno, / vermiglie come se di
foco uscite / fossero. Ed ei mi disse: Il foco etterno / chentro laffoca le dimostra rosse, / come tu
vedi in questo basso inferno.
La modalidad se manifiesta en el discurso a travs de la presencia de un predicado que modaliza a
otro, afectando el sentido de toda la frase. Se trata de un fenmeno de deixis epistmica, en tanto
marca la distancia entre el mundo de referencia (el estado de hechos presente y concreto en que se
sita el hablante) y el mundo expresado (estado de hechos hipottico, supuesto, etc.). William Frawley
distingue entre una modalidad altica (calificacin por parte del hablante de su compromiso con
respecto a la verdad, falsedad o ausencia de certeza de las proposiciones que emite, a travs de formas
oracionales que expresan duda, suposicin, obligacin, condicin, posibilidad, necesidad, etc.); una
modalidad epistmica (presencia en la oracin de un centro epistmico, una direccin y una lejana,
variables entre el yo -juicio, mayor compromiso con el contenido- y otro -rumor, menor
compromiso con el contenido-); una modalidad dentica (imposicin del mundo expresado sobre el
mundo de referencia a travs de expresiones de obligacin, permisin, futuridad, etc.) (Frawley 1992).
108
La fetichizacin del cuerpo del sujeto tiene que ver, aqu, con su fragmentacin por
parte de la ficcionalizacin impuesta por la dictadura, dado que La Concepcin te
inventa una nebulosa / fragmentaria lo inventado es parcial. En otras palabras, se
apunta al hecho de que la mentira institucionalizada tritura los cuerpos de los
ciudadanos y los pone a la venta, incluso con cierto dejo perverso. stos, para
protegerse de esta verdad intolerable, prefieren quedarse en el ensueo de la misma
nebulosa que el poder ha creado para atontarlos. Se trata, por lo tanto, de una percepcin
de la circunstancia histrica en los trminos de una experiencia traumtica, padecida en
el cuerpo, de la cual es difcil o imposible hablar, y que de hecho despedaza la psiquis
del sujeto. De esta forma, el cuerpo de el obscuro, victimizado por el efecto
aniquilador del miedo, o bien insinundose lentamente en el otro en el acto del amor,
instilando sus corrientes profundas en otro cuerpo que no develar el mensaje, es el
nico sujeto posible de la testificacin. Su discurso, tan engullido y orgnico que casi no
se oye, permanece consigo mismo y si se da el dilogo con la persona amada.
El parroquiano.
El tercer locutor aparece como personaje, introducido por el punto de vista del
primer locutor, en el poema titulado Yugo Bar (32), que presenta el interior de un bar.
Los parroquianos toman con los codos apoyados en el el mesn, lanzando miradas
oblicuas a las jvenes prostitutas que dentro de poco los acompaarn. De pronto uno
de ellos se da la vuelta y mira; no se dice qu ha visto, pero s se informa sobre la
sensacin que le deja: un gusto a papas crudas / en la lengua. En ese hombre es
convocada la comunidad, del demente al nio rapado, del nosotros al t, todos
ellos observando sin reaccionar, alineados en la barra, cmplices del estado de las cosas.
109
Oswald Ducrot aplica el concepto de polifona al estudio del enunciado. Incluso en un segmento tan
limitado como una sola proposicin, el estudioso detecta la presencia de un dilogo jerrquico de
voces. En su terminologa (que no corresponde con la proporcionada en mi modelo), el locutor es el
responsable de la emisin del enunciado, mientras los enunciadores son presencias que se expresan no
a travs de palabras precisas, sino desde un punto de vista que el locutor se encarga de hacer traspasar
en su discurso. Gracias a este desfase de posiciones, se explica por ejemplo el fenmeno de la irona,
como distanciamiento de quien habla con respecto a una afirmacin determinada (Ducrot 1984).
111
del locutor, es funcional a hacer bajar las defensas prejudiciales de los interlocutores y a
capturarlos desde la complicidad en el recorrido hacia la verdad48.
No es casual que la instancia escritural designe precisamente esta voz un tanto
cmica, un tanto burda, para dar la estocada ms directa a la mentira oficial, a la
ficcionalizacin enfermiza con que los medios y la versin oficial encubren asesinatos y
violencias. Testigo incontrolable e imprevisible, puesto que es el ms autnomo y
definido entre los tres locutores, el parroquiano proporciona unas coordenadas espaciotemporales ac al Sureste de la ciudad / a la hora de la amenaza (38) que, si bien
metafricas, conllevan un impacto mucho mayor que las otras declaraciones de los
dems locutores, porque se atreven a establecer un ahora y un aqu decticos,
inconfundibles con otros tiempos y espacios. Suyo es tambin el cierre del poemario, en
que se complementa y concluye la denuncia: el locutor declara el espacio nacional nada
ms ni nada menos que un baldo (50), en que quizs lo nico que quede por hacer es,
becketianamente, esperar en la esquina una micro que nunca llega.
El aporte de la instancia escritural.
Las distintas voces de los locutores componen un collage enunciativo cuyas fichas a
veces se solapan, se contradicen, se complementan, en una tensin cognoscitiva y
altica que desemboca en un dilogo que el lector es llamado a recomponer
activamente. Tambin el aporte de la instancia escritural, esto es, la forma con que
resultan organizados y connotados los varios elementos retricos y temticos del texto,
es importante en la tarea de la testificacin. En su caso el valor de la ambivalencia
resulta potenciado con respecto a las lneas de conducta enunciativa y cognoscitivas de
los tres locutores, ya que tambin el delirio ficcional constituye una forma de
reconocimiento y testificacin sobre la verdad. Las isotopas de la iluminacin y de la
bebida son reveladoras en este sentido.
48
Tomo estas definiciones de irona del ensayo de Pierre Schoentjes La potica de la irona (2003). Me
refiero en particular a la irona como inversio verborum, segn la lectio ciceroniana, o sea como un
expresar lo contrario de lo que se piensa, o un fingir creer lo que no se cree en realidad. En ella hay
una tensin dentica o sea de transformacin de la realidad debida al hecho de que siempre acarrea
un juicio de valor. Sin embargo existe, segn Schoentjes, una irona difusa y difcil de atrapar sta
tambin aparece en la obra de Harris que se presenta a travs del contraste y el choque de palabras
procedentes de cdigos diferentes, o de palabras mimticas con intencin pardica.
112
La imagen anamrfica es una imagen deformada segn un procedimiento matemtico para que, desde
una perspectiva frontal, no sea posible percibirla claramente. Solamente adoptando un punto de vista
preestablecido la imagen cobra una proporcionalidad normal y el elemento que ella retrae puede ser
reconocido. Se trata de un efecto ampliamente usado en pintura: en el famoso cuadro de Hans Holbein
el Joven Los embajadores (1533), hay una anamorfosis de una clavera, que se aprecia por medio de
una vista rasante o del reflejo de una cuchara.
113
115
jadear
El dectico esta parece sealar el punto exacto en que el nivel enuncivo se acerca
y roza el nivel enunciativo, exhibiendo el presente de la enunciacin en toda su
urgencia. La escritura se connota como mancha en la fachada de la versin oficial del
poder; como resultado de un abrirse del cuerpo a travs de sus orificios y necesidades
bsicas, del supurar de sus heridas; como contaminacin inevitable por parte de un
organismo que en razn de la pura supervivencia el ejercicio de la respiracin se
relaciona con un exterior y all suelta sus lquidos orgnicos. En otras palabras, como en
el caso del margen representado por las prostitutas, la posicin marginal elegida por el
locutor y su resistencia frente al poder se reducen al cuerpo mismo y a sus funciones
biolgicas esenciales. En este sentido, se puede pensar en la nocin de perversin como
tctica de interaccin con el poder, no desde una posicin de rotunda impugnacin que
finalmente resultara estril, sino justamente a travs del contagio, de un lenguaje
sintomtico, pulsional y orgnico que contamina la fachada dictatorial y, aprovechando
como el musgo de la grietas y de las pequeas irregularidades de su superficie, la
disgrega de a poco, haciendo de la ambigedad su arma ms eficaz, y de lo
119
121
Las nicas frases, mnimas, que le son atribuibles, aparecen en el texto entre renglones, como si se
substrajeran al discurso directo que normalmente es sealado a travs de comillas o introducido por un
solo rengln.
122
trmino, esto es, para explicar cmo la instancia escritural organiza la exposicin del
contenido. El famoso crtico literario del diario El Mercurio Ignacio Valente, en una de
las primeras reseas de Lumprica, ya realz, en su momento,
[] la estructura circular del texto, que da vueltas y vueltas en torno al mismo centro. Y
ms que circular, su estructura es concntrica, pues el radio del crculo vara de captulo
en captulo. Y ms que concntrica, la estructura es espiral, porque recupera siempre el
mismo suceso a una distinta altura, como explorando en el lenguaje las posibilidades de la
misma situacin L. Iluminada en medio del lumpero por el mtodo de las hiptesis
mltiples. (Valente 1984: 3)
Una misma accin, como por ejemplo la de pedir agua, es investigada no solamente
a travs de innumerables tomas, sino tambin contextualizndola en situaciones diversas
y con soluciones estilstico-genricas variadas, en un esfuerzo, casi cubista, para abarcar
un mismo problema temtico desde mltiples perspectivas estticas. Es as como la
digesis transita por las formas de la novela, del poema, del script cinematogrfico, del
texto dramtico, de la partitura para la performance, del encuadre fotogrfico. Como se
ve, el texto es, a la vez, espacio de la performance y actor de la misma. Si la instancia
autoral exhibe el texto como un bullente cuerpo ertico e interacciona con l, el lector,
por su parte, es llamado a presenciar activamente, en el rol de voyeur, a las torsiones y
contorsiones de ambos. Todo acaece en un circuito de miradas y de provocaciones
recprocas que crean un trastornador efecto de mise en abme.
Bajo estas premisas, es posible hipotetizar una analoga si bien no una homologa
entre la estrategia de mostracin que recorre Lumprica y algunos rasgos de la
performance51 y de las corrientes teatrales que hacen de la presencia corporal del actor
51
El estudioso Grmann Slter define la performance como una experiencia directa de lo real (se trata
de escenificaciones de autenticidad), instalndose como un acontecimiento y bajo la forma de la autopresentacin del artista (performer), cuya vinculacin con la realidad poltica y corporal que lo rodea
queda abiertamente expuesta (Grmann Slter 2008: 129). La performance se sustenta esencialmente
en cuatro nociones: materialidad (espacio, cuerpo, sonido...), medialidad (copresencia performerespectador, papel activo de ste ltimo), esteticidad (carcter de acontecimiento Eirignischarakter
de la experiencia), semioticidad (las acciones que realizan los performers no significan otra cosa que
aquello que llevan a cabo, por lo tanto la percepcin es dirigida al ser-as so-sein del objeto que se
usa o del acto que se hace) (Fischer-Lichte y Roselt 2008). Si bien comparto la definicin de los
componentes de la performance, no estoy completamente persuadida de que se pueda hablar de
experiencia directa de lo real, ya que, al ser exhibido, el acto performativo se reviste de una ptina
124
Se trata de conceptos que son todos lcitamente aplicables, como se ver, a la lectura
de Lumprica.
En las pginas que siguen, me dedicar a explorar, en un primer momento, las
implicaciones de la instalacin de miradas deseantes en varios niveles del enunciado y
de la enunciacin. Adems de constituir la nica posibilidad, para ciertos cuerpos, de
acceder a la existencia, la mirada crea un tringulo conformado por la instancia
escritural, el personaje y el lector, en el cual este ltimo es instado, con una insistencia y
una prolongacin temporal que roza la obscenidad y el sufrimiento fsico, a mirar la
52
125
53
Segn refiere la autora en un libro de conversaciones con Leonidas Morales (Morales 1998: 73),
lumprica sera el femenino de lumpen, palabra alemana que literalmente designa un trapo roto y
metafricamente al desecho humano de la sociedad. Posteriormente, se ha querido ver en el sufijo rica una alusin a Amrica, lo cual extiende la condicin de abyeccin y desamparo a todo un
continente.
126
Silvia Molloy define la pose como presentacin del cuerpo en su aspecto material, su inevitable
proyeccin teatral, sus connotaciones plsticas (Molloy 1994: 129-30). La pose se articula con la
mirada a travs de declinaciones tales como la escopofilia, la espectacularizacin, la exhibicin y el
exhibicionismo.
127
coincidir con la impostura por excelencia, la del teatro. Las numerosas referencias al
fro y a la incomodidad de la permanencia en el pasto o en los bancos, bajo la lluvia o la
luz inquisitoria de los faroles, siendo constancias de la insoslayable intrusin de lo real,
problematizan an ms el posicionamiento de la plazoleta obvia metonimia de la
situacin nacional en el hilo de la ficcin. De hecho, entregan lo que ocurre en ella,
ms que a la nitidez exacta y distante de un producto artstico acabado, a la dimensin
provisoria de un proscenio teatral o set cinematogrfico con su back-stage de reelaboracin, en que las erratas y las tomas falladas conviven con el material definitivo,
la fatiga y el esfuerzo con las actuaciones inspiradas y acertadas, la ficcin con las
sensaciones reales de un padecimiento que no se queda en la pura metfora.
Este espacio, que la dimensin espectacular con todas sus implicaciones ha vuelto
lugar habitable, acoge la conducta anmala de unos cuerpos irregulares que se
desentienden del toque de queda. Se trata de los mendigos, que el texto presenta en los
siguientes trminos:
La gente les teme y evita que sus hijos se les acerquen. Son presencias amenazantes, no
slo por el peligro de agresin, sino que por un posible contagio de alguna enfermedad
que se pudiera extender por roce o cercana. [] Se saben alejados del resto. Pero, sin
embargo, estn con la propiedad que les otorga el lugar pblico. Tambin es notoria su
indiferencia para el resto y su enorme capacidad de desconexin con el entorno. (53)
128
desclasificados se ofrecen, con sesgo casi pardico, como escrupulosos actores que se
saben su papel a la perfeccin.
Una vez establecida la superficie de incidencia del rayo visual con respecto a los
sujetos involucrados y al lugar en que aparecen, es posible definir con mayores detalles
la arquitectura de la mirada que protagoniza la obra. Se trata de una mirada que se
organiza segn la lgica de la mise en abme. El nivel ms externo, el enunciativo, se
explicita en una estructuracin de la narracin que obedece a los principios de la
visualidad: el ojo escritural coincide con el objetivo de una cmara que avanza y
retrocede como un zoom es la escritura (107) o vuelve una y otra vez sobre las
mismas escenas desde diferentes puntos de vista. En efecto, Raquel Olea, confirmando
la intuicin recin expuesta en relacin al espacio, observa cmo Lumprica se asemeja
a un proyecto de realizacin de un set fotogrfico y/o flmico que, aunque produce
muchas tomas, ensayos y escenificaciones, nunca llega a montarse y producir
efectivamente un film o una fotografa (Olea 2008: 179-180). Esta construccin
retrica que privilegia lo visual se explicita en los apartados que ms directamente
recrean la situacin de la produccin de un video:
La escena contempla nada ms que la construccin de la pose en donde el lumpero y L.
Iluminada, en un trabajo experimental con sus cuerpos frente a la cmara, llegan a
construir estticamente en el lapso de tres minutos, una mirada admirativa sobre ellos.
Una mirada mediada por la cmara que los asedia y en la cual, por lo bidimensional de
los efectos de luz, sometan y se sometan ante los otros en los logros de su belleza. (Lm:
16)
55
Segn el timo latino, obsceno es algo que cae fuera de la escena, en este caso la escena de la
mostracin.
130
que inventar el placer que se ha evadido (109). La relacin visual entre personaje y
lector se reduce a una recproca, esforzada, hasta dolorosa seduccin.
El lector implcito es convocado en el texto a travs de especficos dispositivos
retricos que crean un hueco, disponible a ser ocupado por diferentes identidades,
incluso externas a la enunciacin. Algunos indicadores pronominales se encargan de
recortar tales casillas vacas: el que la escucha insiste en los quejidos, el que la mira
sufre de tanto descaro, el que la lee lineal ritual persigue, el que la piensa desea sus
arcadas (63). En segundo lugar, el dectico se (16) de la primera toma apunta al
ciudadano comn y corriente, que se deja tentar morbosamente por la cercana del
cuerpo abyecto. Finalmente, en los captulos del interrogatorio, que no sin razn se
concentran en el acto de la mirada y se sostienen en su poder insinuador o
disciplinario56, la figura del interrogado no es identificada con un nombre propio, con el
efecto de que su generalidad abre el enunciado al insertarse de posiciones extraenuncivas. El interrogado confiesa haber interferido en la escena marginal por simple
curiosidad (149), atrado por una supuesta complicidad de miradas, por lo cual desva
su camino para pode[r] mirar de cerca (149) a L. Iluminada.
Asegurada de este modo la conexin con una mirada externa, la retrica de la
mostracin pone a la prueba la consistencia y el aguante de esta misma mirada. L.
Iluminada se ofrece como yegua para ser cabalgada, y dos son los jinetes: el jinete
propio y el otro que la apunta con la cmara (75): el lector, si quiere, puede colocarse
al lado de la instancia escritural y practicar el voyeurismo desde una posicin
privilegiada, jugando con el objetivo de la cmara, dominando sexualmente L.
Iluminada a travs de la mirada. Este juego, sin embargo, se vuelve pronto tortura
aunque invocada para la protagonista: la mirada la mide en cada uno de sus signos
vitales, de sus latidos, de sus quejidos, la hurga en sus heridas, en sus refrotes estticos,
en sus innumerables poses. La consigna para la cmara, a travs de la cual se asoma la
curiosidad morbosa del lector, es insistir en esas mismas caras marchitas/macilentas
56
Los captulos 2 y 7 se diferencian del resto de la obra por situacin, personajes y carcter de imprenta.
El que interroga impele al que es interrogado para que confiese lo que sabe sobre la utilidad de la
plaza pblica, sobre sus ocupantes y sobre su supuesta intervencin en socorro de L. Iluminada que
cae. El interrogatorio se convierte de a poco en reflexin sobre la ficcionalidad de la escena, y los
roles se invierten. La tensin es mantenida a lo largo de toda la escena a travs del intercambio de
miradas entre los dos personajes.
132
(16) de los vagabundos, acosarlas sin dejar ningn lado sin mostrar, sin examinar, sin
tentar erticamente.
Esta dinmica de exposicin forzada e integral, sin embargo, reiterada a lo largo de
toda la obra, se transforma en una tortura al revs: el lector se descubre atrapado en su
privilegio escpico y es obligado a asistir a las auto-mutilaciones de L. Iluminada sin
poder abandonar el escenario, del cual ya es parte; sin poder cerrar los prpados y huir
de la visin ominosa de lo obsceno. Es ms: la instancia escritural interpela al locutariovoyeur acercndolo peligrosamente a los detalles ms erotizados, haciendo casi una
microscopa de los mismos: Perctate nada ms de su vello pbico en la cara del
refrote. [] Qu me dices de sus pechos macilentos? (112). Se trata, claramente, de
una situacin que mantiene profundas ligazones con la performance y el teatro
posdramtico: como observa Hans-Thies Lehman, cuando los performers o los actores
crean an image of themselves as victims, spectators are made culpable through the
experience of their participation, then victims themselves (Lehman 2010: 137). Ms
precisamente, el cuerpo del performer
[] in its fragility and misery is also surrendered to the tribunal of judging gazes an an
offer of erotic stimulation and provocation. From this victim position, however, the
posdramatic sculptural body image can turn into an act of aggression oan challenging the
audience. As the performer faces him as an individual, vulnerable person, the spectator
becomes aware of [] the act of seeing that is voyeuristically applied to the exhibited
performer as if she was a sculptural object. (165)
La performance, presentada por primera vez en 1973 en la galera Krinzinger, Innsbruck, consista en
que la artista comiera un kilo de miel con una cucharita de plata, bebiera un litro de vino y rompiera el
133
134
59
60
61
Tambin Diedra Reber realza como tpicos de la tortura algunos elementos recurrentes en la obra,
entre ellos la sed, en tanto es uno de los sntomas ms caractersticos de la tortura mediante corriente
elctrica, y la luz avasalladora del luminoso, que correspondera a la electricidad misma o al efecto
del delirio inducido por la tortura (Reber 2005: 456).
Clarissa Castro-Klarn habla de una zona tica neutra en que se confunde el placer con el dolor
(auto)inducido. El lenguaje resultara desorganizado, por lo tanto, tambin por las borraduras y las
desposesiones del yo producida en ese contexto.
Segn el Giorgio Agamben de El lenguaje y la muerte (2008), la glossolalia corresponde al uso
intensivo del lenguaje, vaciado de toda referencialidad y reducido a puro significante.
En 1973 Eltit empez su especializacin en el Instituto de Estudio Humansticos de la Universidad de
Chile, durante el cual, y bajo la direccin del profesor Ronald Kay, practic ms que estudiar
135
136
Su papel de observadora es fraguado por la posibilidad de que se instalen otros espectadores a su lado
infinitas posibilidades para cualquier mirada (12) abriendo as desde el principio un espacio para
el lector, aspecto ya comentado anteriormente; la coincidencia del tiempo de lo enunciado con el
tiempo de la enunciacin los plidos han llegado ahora (13); la actitud reconstructiva a partir de los
datos de la experiencia se puede deducir sin errar que su estado general es precario, su respiracin
138
63
139
3. 3. 3. Lo mltiple y lo neutro.
Una ltima vertiente de la retrica de la mostracin que recorre Lumprica coincide
con la exposicin de un cuerpo femenino como espacio mutante del espectculo
(Ortega 2000: 41), esto es, con el problema de la identidad del sujeto marginal. La
exhibicin excesiva de la protagonista se cumple, en efecto, como ondulacin que
atraviesa una serie inconclusa de avatares, segn un ritmo pletrico que bien se adapta
al giro barroco del texto. L. Iluminada se hace yegua, vaca, perra; y sucesivamente la
bailarina, la regente ocular, la espa, la damnificada, la vctima, la libidinosa anciana, la
cortesana, la tapada por gasas, la chansonnier, la muchacha inocente, la abandonada:
gemira a la vez todas las poses, caminara copiando las escenas (Lm: 118). La materia
de su cuerpo se ductiliza para deslizarse, con un movimiento inacabable, de un umbral
de intensidad a otro. Se trata de un proceso que, segn indica Alfonso de Toro al
comentar el concepto de corporalizacin en relacin con las prcticas transmediales,
transforma al cuerpo en un significante que se crea en el momento mismo de su
produccin en el espacio espectacular y no tiene un significado prefigurado, no es
metfora, ni alegora, ni transmisor de nada, sino de movimientos, de gestualidad (De
Toro 2007: 57). Este estado permanente de ebullicin que impide que el individuo cuaje
en una identidad fijada, en un papel y una obediencia, puede ser ledo como una
reaccin a la retrica del poder autoritario que determina roles y responsabilidades para
los ciudadanos. Frente a la abstraccin ideolgica de la mujer como esposa modelo y
142
Este cambio de perspectiva se puede comprobar, por ejemplo, en el hecho de que el vestido de lana
gris de L. Iluminada es interpretable ya no solamente como un teln de fondo, neutro, que recibe
pasivamente los colores del luminoso, como en el primer captulo Sus ropas grises reciben los tonos
del luminoso. Le sirven de tela para su proyeccin (Lm: 32). Por lo contrario, se ha vuelto ropaje con
apariencia ritual para la actuacin, tal como lo prescribe Artaud en Le thtre et son double. Ahora L.
Iluminada busca activamente el cruce entre su vestido gris y ciertos grupos de letras proyectados
desde lo alto, para luego fijarse no tanto en su sentido claro o riguroso, sino en los nexos (216)
que se crean entre ellos, en los aparentes vacos (214); algo as como el proceso de abstraccin
seguido por Mondrian, quien lleg a sus famosas superficies abstractas concentrndose en el espacio
areo entre las ramas de los rboles. En ambos casos, lo que importa realmente es la forma del vaco
en que se sustenta la variacin.
144
66
Segn Grotowski, el actor deba entrenarse rigurosamente para limpiar cada una de sus acciones, que
deban surgir de impulsos interiores; el objetivo era obtener un control total de la expresividad de tal
forma que en lo esencial y lo escueto pudiera crearse una ntima conexin con el pblico.
Me refiero aqu al artculo de Gilles Deleuze titulado L'immanence: une vie..., que se ha vuelto su
testamento en materia de biopoltica. Para Deleuze, una vida es vida impersonal, y sin embargo
singular, un puro acontecimiento de presencia liberado de los accidentes subjetivos (Deleuze 1995).
Mientras Deleuze piensa en el momento revelador de la impersonalidad de la vida a travs de
ejemplos como el hombre en punto de muerte o el beb con sus muecas singulares pero no
individuales, en mi discusin estoy valorizando el proceso actoral de despojamiento, lo que invoca
una necesaria permanencia de rasgos individualizantes, y una tensin que no se puede anular
completamente en la trascendencia de una vida.
145
persona como la cabeza es puesta en riesgo en un medio hostil, que puede herirla en
cualquier momento, aunque fuera a travs de la invasin de la luz artificial. Al mismo
tiempo, sin embargo, este despojamiento, esta pobreza radical se vuelve ncleo duro
de resistencia, de insumisa supervivencia, que se agarra de lo bsico de las funciones
vitales para sacar nuevo impulso: como anotan Deleuze y Guattari a propsito de las
posiciones de la cabeza en Kafka, aqu tambin la cabeza erguida apunta a una lnea de
fuga de la crcel autoritaria, a un abrirse de nuevas conexiones desorientadoras,
desterritorializantes (Deleuze y Guattari 1975). Recita el texto:
Respir intensamente. Nuevamente elev sus manos sobre la cabeza y recomenz con sus
cortes irregulares. A pedazos apareca su casco blanquecino. Los huecos en su crneo eran
notorios. Las partes recubiertas por cabellos tenan un tono ms oscuro aunque tambin
transparente. En lneas generales, las zonas que estaban rapadas no tenan ms que uno o
dos centmetros de largo. (Lm: 217)
El corte casi ritual roza la depuracin total de esa parte de la anatoma humana, el
crneo, hasta el punto de volverla paradigmtica en su crudo y poderoso proceso de
reduccin a su esencia: se lee en ello la neutralidad de un elemento del reino mineral,
pulido como un guijarro. La anotacin relativa a las cicatrices en el cuero cabelludo y a
una precisa distribucin de zonas ms o menos rapadas mantiene, sin embargo, la huella
de una individualidad innegable. La historia de las orfandades y de los triunfos de L.
Iluminada, en su recorrido hacia el umbral de lo neutro, es la base indispensable que
asegura el xito de la funcin final del entrenamiento, en que acaece la potencia
impersonal, e intransferible a la vez, de la vida.
Otro elemento de gran importancia es el espejo. Despus de la rapadura de la
cabeza, L. Iluminada se mira en l, pero en la superficie no aparece su cara, sino
solamente elementos del entorno: [p]or un momento se reflej en l el luminoso y
hasta un pedazo de rama de rbol (218). Este mismo espejo, vaciado de un reflejo
facial especfico, es alcanzado idealmente al lector, traspasando, como ya antes, los
lmites del enunciado literario, para que l mismo se mire en esta desnudez total.
Escribe, de hecho, Grotowski: [t]his is an excess not only for the actor but also for the
146
67
No hay que descuidar, sin embargo, la permanencia del detalle seductor, que en la escena analizada se
concreta en el collar de pedrera: incluso en el borde de la neutralidad ms absoluta resiste la fidelidad
a la vertiente ertica, esttica.
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148
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academia y la crtica pueden tener sobre su obra, y, por consiguiente, la adapta con
mayor versatilidad y complacencia a las expectativas de los operadores y consumidores
de la cultura, acudiendo a frmulas que encajan cabalmente con su contemporaneidad.
Ciertamente, uno de los factores determinantes en la evolucin del tratamiento
esttico de la marginalidad, as como queda planteado por los dos hitos arriba
expuestos, puede encontrarse en la influencia, sobre la produccin literaria, de
determinadas retricas discursivas que dominan la agenda social y de determinadas
polticas de la industria cultural. En el contexto de la pactacin poltica que caracteriza
los gobiernos de la Transicin, abocada a anestesiar cualquier reivindicacin demasiado
directa o tajante que pueda amenazar el precario equilibrio democrtico, los sujetos
discriminados y marginados pasan a integrar el variado men de las minoras que [e]l
capital, en su dinmica de expansin y reproduccin, [] impregna con el valor
agregado homogeneizador de la tolerancia multiculturalista68 (Blanco 2010: 98). Por su
parte, la oferta literaria del perodo espejea, a menudo, la lnea adoptada en el ambiente
socio-poltico, privilegiando autores que despierten el gusto por lo diverso, lo
singular, sin salirse de una actitud politically correct previsible y sin consecuencias.
Como observa Diamela Eltit,
La indistincin generalizada es estructural al proyecto sociopoltico actual: nueva
narrativa, narrativa de mujeres, narrativa de jvenes, literaturas gays, por ejemplo, pero
detrs de este simulacro de diversidad yace la evidencia que se trata de una
seudodiferencia y, al revs, con esta narrativa de... se busca homogeneizar las prcticas
para as deshacer sus probables tensiones y conflictos. (Eltit 2000: 26)
Como se ve, en los aos 90 parece haberse creado un cortocircuito entre los
discursos admitidos en la arena pblica, la solicitacin de creaciones especficas por
parte de las editoriales, la creacin de un pblico lector a medida, los temas de inters
68
152
Fernando Blanco ve las polticas estatales de la Transicin como mecanismos que posibilitan
transformar en cultura reciclable hasta el ms mnimo intento emancipatorio, y agrega: [l]a gestin
estatal frente al reclamo social y su teatralizacin en lo pblico es uno de los perversos aciertos de la
hegemona (Blanco 2010: 167). La contrapartida de la visibilizacin en la arena pblica de la
existencia de diferencias a varios niveles genrico, tnico, racial, religioso es que se instale un
sistema de identificacin del individuo segn una serie de parmetros dados, tan invasivo que los
sujetos acaban espontneamente por asumir sobre s una determinada identidad y responder a la
verdad relativa, sin darse cuenta de que se estn sometiendo a un rgimen regularizador de conductas.
Sin embargo, es innegable que un primer paso en la direccin de la igualdad de derechos entre grupos
sociales se da y se ha dado a travs del mbito cultural. Un ejemplo de eso en Chile es el florecimiento
de la etnopoesa mapuche ya desde los aos 80, que cuenta con importantsimos poetas como Elicura
Chihuailaf, Leonel Lienlaf, Jaime Huenn, entre otros. La conformacin de una intelectualidad
mapuche-huilliche con un perfil propio en el escenario cultural permite que vaya emergiendo con ella
una serie de otras instancias que tienen que ver con la esfera poltica e social. Es as como, con la Ley
Indgena de 1993, las demandas del movimiento mapuche son reconocidas, por primera vez en la
153
mirada colectiva, que a menudo se vuelve ciega apenas ste se sale del mbito
meramente cultural y presenta sus reivindicaciones poltico-econmicas y sus
planteamientos epistemolgicos al poder dominante, los trabajos de estos dos autores
tienen que ser medidos en las potencialidades deparadas por la distancia crtica que est
a la base de la observacin, de la mirada. Si la retrica potica de los aos 80 trabaja en
el sentido de una superposicin entre sujeto de la enunciacin y sujeto marginal, la
produccin literaria de los 90 interpone un hiato entre observador y observado, relacin
en donde el segundo trmino comprende tambin la coyuntura histrica con sus
contradicciones. As pues, los dos artistas intervienen y descuadran una mirada pblica
que demasiadas veces acaba por revelarse puramente superficial, antojadiza, estril.
Metales pesados70 (1998) de Yanko Gonzlez71, poeta de Valdivia, se centra en un
sector especfico de la juventud marginal que, entre finales de los 80 y principios de los
90, se identifica con la corriente post-punk y se caracteriza por la conducta violenta, el
consumo y el comercio de droga, el asalto y el robo. En esta obra, la visibilidad de los
sujetos marginales es llevada al exceso, a la sobre-exposicin, lo cual satura y
finalmente obtura la mirada que pretende aferrarlos y amansarlos. Incluso la
observacin del locutor en que se identifica el poeta-antroplogo segn la inspiracin
transdisciplinaria que anima el proyecto potico de Yanko Gonzlez resbala en la
superficie impenetrable que estos jvenes adensan alrededor de s mismos a travs de su
actuacin performtica. Por otra parte, Germn Carrasco72, en La insidia del sol sobre
las cosas73 (1998) y Calas74 (2001), absorbe a la figura del marginal en el panorama de
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historia chilena, como tnicas (esto es, referidas a un pueblo originario en sus derechos) y se seala la
responsabilidad del Estado por respetar, proteger y promover el desarrollo del pueblo indgena y de su
cultura. Esto no impide que la [v]isibilidad abrumadora de los mapuche en los medios,
espectacularidad para relatar unos movimientos que comprometen tierras e intereses de grandes
empresas elctricas y madereras (Foerster 1999: 51) no corresponda, en lo especfico, con un
asestarse duradero de los derechos de los pueblos originarios: a partir de 2009 se les empez a aplicar
la ley antiterrorismo.
En adelante utilizar, para referirme a esta obra, la sigla Mp.
Nacido en 1971 en Buin. Es doctor en antropologa y profesor en la Universidad Austral de Chile. Ha
redactado varias antologa de poesa joven chilena e hispanoamericana; adems de la obra citada ha
publicado: Alto Volta (2007) y Elabuga (2011). Ha participado en numerosos encuentros de poesa en
el extranjero.
Nacido en 1971 en Santiago. Colabora con diferentes revistas y dicta talleres y cursos. Ha participado
a varias residencias artsticas en el extranjero. Adems de las obras citadas, es autor de Clavados
(2003), Multicancha (2005), Ruda (2010), Ensayo sobre la mancha (2012).
En adelante utilizar, para referirme a esta obra, la sigla In.
En adelante utilizar, para referirme a esta obra, la sigla Ca.
154
76
De esta peculiaridad desciende tambin la necesidad de abordar el estudio de dos poemarios en vez de
una sola obra, para poder tener un corpus suficiente de poemas centrados en el tema en objeto.
Como explica el estudioso Manuel Antonio Garretn, Pinochet, antes de dejar el poder, se preocup
de reforzar y consagrar los elementos claves de la institucionalidad autoritaria, definibles como
enclaves autoritarios, en los mbitos institucional, actoral y tico-simblico. stos consistieron,
respectivamente, en unos cuantos aspectos autoritarios que quedaron, sin modificar, desde la
Constitucin del 1989: en las leyes que regulaban el Banco Central, las Fuerzas Armadas, la
educacin, la organizacin de las municipalidades, la regulacin del mundo laboral; en las garantas y
re-legitimacin frente a la ciudadana de los actores sociales mayormente involucrados con el rgimen
dictatorial, como las Fuerzas Armadas, la derecha poltica, el sector empresarial; en el tema de los
derechos humanos por las atrocidades perpetradas por la dictadura, a la espera de justicia y reparacin
(Garretn 1995).
155
parte abocado a crear un consumo cultural con altos ndices de venta, en el cuadro de la
transnacionalizacin de la industria del libro (Subercaseaux 2010) y sin preocupaciones
por la efectiva calidad literaria de las obras. Los poetas, en cambio, buscan una
comunicacin ntima y casi subterrnea con un lector secreto: el acto de la lectura, de
hecho, no recorre el espacio desde el mbito de lo personal hacia lo pblico, sino que
se transporta desde la situacin de la escritura hacia el mbito de lo interpersonal e
intersubjetivo (Bello 1998: s/p). Por lo que atae a los procesos de institucionalizacin
de esta escritura de la formacin de los poetas a la publicacin y difusin de las obras,
a los apoyos y premios econmicos se nota una progresiva adaptacin a los tiempos de
la economa pos-capitalista, en la cual el artista debe volverse empresario de s mismo.
Con el instalarse de la democracia vuelve a florecer la actividad de talleres, de revistas
y de premios, ms apegados a la rigurosidad literaria que al espectculo (s/p), as como
las universidades y las fundaciones, como la Fundacin Neruda creada en 1988,
recuperan su papel de fomento de las artes y la cultura. El Estado contribuye con Becas,
como la Beca Fondart de creacin literaria, o la Beca de Escritor del Fondo de Fomento
del Libro y la Lectura. De esta forma, los poetas logran, en cierta medida,
profesionalizarse, gracias a la posibilidad de colaborar con revistas, dictar talleres, y
ganar premios en dinero. Por ejemplo, Germn Carrasco ha dirigido cursos de poesa en
la Corporacin Cultural Balmaceda 1215 en varias oportunidades y ha ganado varios
concursos, incluso a nivel internacional. El campo cultural, por su parte, se enriquece de
nuevas editoriales independientes que se dedican a publicar poesa y otros gneros
menores. Junto con las autoediciones, logran conformar un importante sector de la
produccin total del libro en Chile: para quedarse slo con las primeras, en 1996 stas
alcanzan el 14,19% de lo editado (Subercaseaux 2010: 271). En el caso de las obras
aqu estudiadas, la publicacin es realizada a travs de editoriales pequeas, que
encuentran en la variedad de sus intereses (fotografa, cmics, ensayos, entre otros) la
posibilidad de sobrevivir: J. C. Sez para Carrasco y El Kultrn para Gonzlez.
Dentro de esta marginalidad parcial y conscientemente elegida o aceptada,
relacionada con la general insercin de la poesa en el ambiente literario de los 90, los
dos autores considerados asumen su propia marginalidad suplementaria. Por lo que
atae al caso de Germn Carrasco, en un poema de Calas, titulado Kermesse (Ca:
157
23), el locutor, en este caso emanacin del poeta, reproduce las contrastantes
apreciaciones que su obra despierta en el ambiente de la crtica literaria.
muy acadmico muy marginal
[...]
ha ledo demasiados clsicos muy provinciano
nada bueno puede salir de las cloacas santiaguinas sus endecaslabos machacan
[...]
se acost con el jurado le prometi caviar al jurado
fum yerba con el jurado
lo vieron en provincia con el jurado en un bar de dudoso gusto y reputacin
esa barba hippie esa pinta de milico pobre un punk de Nueva Quillahue
ese terno de tinterillo el tono de maricn rasca
Pura mierda.
donde destacan versos en relieve y el ttulo en color ocre. Forma y color que anuncian la
intencin de hacer patente un contenido denso ya explcito en el ttulo (Muoz Sern
1998: 7). Ya desde su apariencia, entonces, Metales pesados se acompaa con una
estrategia de hiper-visibilizacin. Por lo contrario, la marginalidad que caracteriza el
poemario desde el punto de vista de la temtica es retomada de forma ms ponderada en
las reflexiones metapoticas y tericas del autor, en el texto mismo o en ocasin de las
entrevistas o de la escritura ensaystica. El poeta quien se ha formado como
antroplogo est consciente de encontrarse en el cruce de dos gneros, y subraya
algunas dificultades que su obra encuentra a la hora de ser inscrita en una determinada
tradicin discursiva: [a] m me descalifican desde la poesa porque soy antroplogo y
desde la antropologa porque soy poeta (Gonzlez Cangas 2000: s/p). Este hibridismo,
sin embargo, coincide finalmente con su riqueza y sus potencialidades en la apertura a
la multiplicidad de los sentidos, adems de ponerse en lnea con el patrn interpretativo
dominante en la academia a finales del siglo XX, la interdisciplinariedad. Tanto
Carrasco como Gonzlez, como se ve, experimentan la marginalidad en el campo
cultural, esto es, a nivel de la enunciacin contextual, ms como divergencia del
mercado literario masivo, o como postura metapotica, que como condicin existencial,
como es el caso de la dcada anterior.
Una crtica polifactica.
En una de sus crnicas urbanas, Pedro Lemebel consigna, a travs de una imagen
icstica, el sentimiento de desencanto vivido por aquella parte de la poblacin chilena
que saludaba la vuelta a la democracia como una promesa de equidad y desarrollo para
todos: Al llegar los noventas se fueron los milicos, y la democracia hizo como que
lleg pero nos dej a todos con los crespos hechos, esperando (Lemebel 1998: 34). El
giro en el sentido de una democracia sustantiva, en efecto, es ms aparente que real. En
el Programa de Gobierno de la Concertacin de los Partidos por la Democracia,
redactado en 1988, se lee que un compromiso [] con el crecimiento y la justicia
social no puede entrar en contradiccin con el principio de que el mercado es
insustituible para articular las preferencias de los consumidores (Concertacin 1988
159
El pabelln de Chile en la Exposicin Universal de Sevilla 1992, las peculiaridades de Chile, desde la
geografa a la culinaria, desde los recursos naturales al carcter de su poblacin, fueron condensadas
en seis ideas claves y organizadas como secciones de un supermercado, en el que el visitante pudiera
160
performatividad del consenso (Thayer 2006: 164), la construccin de una fachada que
esconde la homogeneizacin de los discursos. Como subraya Toms Moulin, en el
consenso la poltica ya no existe ms como lucha de alternativas, como historicidad,
existe slo como historia de las pequeas variaciones, ajustes, cambios en aspectos que
no comprometan la dinmica global (Moulin 1998: 39). Al frenes performtico de la
poltica y de la economa, Metales pesados opone, como se ver, la visibilidad
performtica de un sector muy acotado de la poblacin, que sin embargo se vuelve, en
esta perspectiva, la metfora, a pesar suyo, de la situacin nacional. De la misma forma
como los gobernantes y los empresarios exhiben una confianza exagerada para atraer
capitales extranjeros, los jvenes marginales representados en la obra de Gonzlez
ostentan una vitalidad que sin embargo falta de climax [y] anticlmax (Neira 2000:
218), esto es, se demuestra artificial. Asimismo, la caracterizacin de estos chicos como
cazadores-recolectores, o sea como retazos primitivos en la economa del capitalismo
financiero, habla de la convivencia, en el plano de la realidad, del mercado burstil y
telemtico [con] los mercados callejeros, informales y populares (Crcamo-Huechante
2007: 26), esto es, el sobreponerse y compenetrarse de capas muy diversas de potencial
adquisitivo y de desarrollo social. Carrasco, por su parte, insina su mirada en los
intersticios de la capital, desde las canchas polvorientas de la periferia hasta los
pasadizos de las casas populares, en busca de constancias silentes de la bendicin de la
vida a pesar de todo, pero teniendo muy claro que se trata de fragmentos de una ciudad
que, en sus palabras, tiene una distribucin del ingreso tan brutalmente ridcula, en
donde la salud y la educacin estn en mano de especuladores y mercanchifles. El solo
hecho de retratar esa ciudad, ya es un acto poltico (Garca 2005: 27).
Un segundo rasgo en comn entre las dos escrituras, directamente relacionado con
el tema de la mirada, es su divergencia con respecto a cierta tendencia de la dcada a la
advertir la seduccin de la mercadera y la sensacin de una abundancia inabarcable y, a la vez, a su
alcance. Al fondo de este recorrido se encontraba un colosal tmpano capturado en la Antrtica,
transportado a travs de miles de kilmetros de ocano y finalmente instalado en uno de los lugares
ms clidos de Europa, en una hazaa casi pica que conjugaba un sorpresivo objeto salvaje con la
ms actualizada tecnologa para mantenerlo en su estado slido. La idea de fondo que se pretenda
proyectar a travs de la instalacin era la de un partner y un proveedor confiable para los
inversionistas estranjeros, un pas cuya recin recuperada democracia tena que lucir estable y
compacta en funcin de un desarrollo econmico ya promisoriamente encaminado. Si hasta aquella
fecha Chile se haba instalado en el imaginario mundial como una tierra de asesinatos polticos y
pobreza, la instalacin en Sevilla apuntaba a descuadrar completamente estos prejuicios negativos y
trocarlos con prejuicios positivos y deseo de conocer ms.
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162
163
Segn Michel Maffesoli, la tribu urbana es un grupo de personas que se caracteriza por la ritualidad,
la cohesin emotiva, el sentimiento de pertenencia, la no afiliacin a ningn proyecto generalizador, la
atmsfera conflictiva que desencadena al relacionarse con su exterior. Se trata de una forma de
organizacin precaria, pero que logra responder adecuadamente a las diferentes presiones del medio
social de la ciudad contempornea (Maffesoli 1988). De hecho, en situaciones de ausencia de
oportunidades, de inhabilidad parental por parte de los padres, de entornos caracterizados por
conductas delictivas, la pandilla o tribu urbana representa el referente natural que substituye a la
familia o a la escuela. Las prcticas al lmite de la legalidad, como el porte de armas, la colaboracin
con las redes del narcotrfico, la lucha por los territorios y el liderazgo, la drogadiccin, son, adems
que las formas de organizar una vivencia, una respuesta a la necesidad de autoafirmacin y
reconocimiento. De esto se desprende la importancia del look, de los rituales, de la jerga, en una
palabra, de la performance (Parker, Vanderschueren, 2008).
164
En el primer caso, concibo la performance segn la categora artstica del gnero, esto es, como
primaca de la materialidad del significante y su configurarse como valor y significado autnomo. En
el segundo caso, conecto el concepto de performance con el mbito social. En esta acepcin, la
performance da cuenta del hecho de que la vida social est estructurada por la teatralidad y por los
rituales. Los primeros estudios en antropologa de la performance son inaugurados en los aos 70 por
el antroplogo Vctor Turner. En los aos 80 nacen los performance studies, que se ocupan de teatro,
danza, msica, rezos, carnavales, pero tambin de las performances que acompaan cada acto de la
vida humana. Segn este conjunto de disciplinas, la realidad social es constituida por Doings
actions,behaviors and events (Komitee s/f: 2), lo que conlleva que los diferentes rasgos de una
cultura sean pensables como contingentes: they are shaped and reshaped in particular social and
historical circumstances, in complex and lengthy processes (4). La naturaleza de un grupo social, por
ejemplo, sera el resultado de una serie de performances: behaviors which are learned, rehearsed and
presented over time (4). En los aos 90, Judith Butler declina el concepto de performance en su
teora sobre la construccin cultural del sexo. De particular inters es su definicin de la performance
como reiteracin de un comportamiento por parte de un conjunto de personas (Butler 1993).
166
enunciador y su cultura que se encuentran, por esta misma razn, atravesados por las
resonancias que este encuentro produce. El eje de la reflexin se traslada del ser
observado un otro que la antropologa haba reducido a organismo disecado y
diseccionado a las emociones y reacciones del observador frente a un ser o a una
situacin a menudo indescifrables. Para acercarse a lo desconocido, la antropologa
potica acude a los recursos retricos y a la polisema del lenguaje literario,
confluyendo, en consecuencia, en la lnea de la tradicin literaria. El cuidado por la
forma con que se expresa el mensaje se vuelve, de esta forma, central, a partir, por
ejemplo, del efecto sonoro de las palabras adoptadas. Como resume Miguel Alvarado, el
primer estudioso en ocuparse del fenmeno:
Poesa en estos textos es rebasar los lmites del texto antropolgico tradicional para
describir y definir de otra manera el encuentro con quien es estudiado y, desde esa nueva
visin, centrada en el propio antroplogo, narrar en un ejercicio de intensificacin de la
propia subjetividad. (Alvarado, 2002: s/p)
Por lo que atae al caso especfico de Yanko Gonzlez, el estudioso Ivn Carrasco
Muoz aclara que la insercin de este autor y la validacin de su obra en el mbito de la
institucin literaria segn patrones ms clsicos lo pone en el borde de esta corriente
(Carrasco Muoz 2003). En otras palabras, Metales pesados entroncara en el gnero de
la antropologa potica de forma ms bien tangencial, lo que autoriza a considerar esta
obra ms desde un enfoque literario que cientfico. La inspiracin tericoepistemolgica en la antropologa potica es, sin embargo, muy presente en este autor
quien utiliza tcnicas propias de la disciplina, como la grabacin y transcripcin de las
voces (Gonzlez Cangas 2000) as como el pervivir de ciertos rasgos formales tpicos
del ensayo etnolgico. El legado de la perspectiva antropolgica se reconoce en los
textos poticos no solamente a travs de reflexiones sobre el quehacer del etnlogo,
sino, adems, en el peculiar recurso a la nota a pie de pgina y en la interesante
alternancia de las voces, las de los informantes y la del sujeto letrado que los observa y
entrevista. Para realzar la configuracin enunciativa que estructura los poemas en una
superposicin de locutores regulada por la instancia escritural, me apoyar en el anlisis
167
2) Una boca de alcantarilla/ Donde posan las tribus del villorio De tarde en da viendo algunas estrellas/
Tirados con cartucheras Ficticias/ Garrafas pisco cognac/ Son unos Sioux de medianoche Ac en este Saln
de T/ Concreto/Y un olor a agua putrefacta QUE SE CUELA POR LAS RENDIJAS. (Tambin la invaden
otras tribus amigas los Chichi, los Beto Los Chacalos, los Chinos/Los Super-Bravos se ren de todo Con una
grapa en la mano/ Emigran de maana/ Y el Saln de T los mira SEMI DURMIENDO SEMI DESPIERTO.
En este poema se pueden reconocer por lo menos dos locutores. Por una parte est el
joven que describe, desde su punto de vista, el tiroteo entre su pandilla y el guardin de
un bar (el saln de t, tpico del sur de Chile) que finalmente resulta en la muerte de uno
de los compaeros; sealada a travs de las comillas, su voz es la preponderante. Por la
otra est el locutor en que se identifica, en el nivel enuncivo, el autor en su misin
etnolgica, y que se expresa en el espacio subordinado de la nota a pie de pgina, con
168
un estilo que imita los apuntes etnogrficos y se concentra en los movimientos urbanos
y alcohlicos de las tribus juveniles. La voz de estos dos locutores se mezcla con otra
voz, la de la msica de los Depenche Mode que tecnifica el aire, imponiendo su ritmo
incluso al ltimo grito del chico asesinado (un grito de muerte funky): gracias al
suceso mortfero, el aire vuelve a ser humano otra vez, pero sin salirse del marco
reiterado del estribillo tecno. A estos sonidos se junta tambin, de forma menos
impositiva, la voz de una cantante, posiblemente Alison Moyet: su presencia es aludida
en la imagen de La guatona new wave, una chica que, como muchas, imita a su dolo
en el estilo, en el peinado, en la vestimenta. Finalmente, la reproduccin del estilo de un
cartel de ofertas puesto al exterior de un bar o almacn (Hoy pisco de 40 Hoy chicha
en anilina) bebidas con un contenido muy insalubre que evoca tambin la tintura
usada por los post-punk para teir la ropa de negro inserta una cita casi icnica,
delimitada visualmente por los guiones, de otra habla del ambiente. Se va conformando,
de esta forma, un tapiz de voces y acentos, que aprovecha tanto de la variedad de
locutores como de la diversidad de sociolectos y resonancias culturales que confluyen
en el poema. En consecuencia, la estrategia retrica dominante, no solamente en este
ejemplo, sino en todo el poemario, puede ser individuada en el pastiche 80. Si en este
texto los referentes aludidos son principalmente la drogadiccin y la msica new wave,
en el poema de apertura la contaminacin entre mbitos culturales elitarios y de masa
se hace patente en tres aspectos. El ttulo Las tres tribus suena, en su aliteracin, tanto
a Tristes trpicos como a Tres tristes tigres; la dedicatoria a Ezra Punk alude a un
evidente hipograma literario distorsionado, y la fantomtica band Porotos with
riendas internacionaliza un plato de la tradicin culinaria popular con la insercin de la
preposicin inglesa, subrayando el afn de americanizacin que se vive en el Chile de
los 80 y los 90. Tambin la configuracin del texto en la pgina responde a la opcin
formal del pastiche: la subdivisin en versos, tpica de la poesa, se contamina con las
convenciones formales del gnero del ensayo cientfico, por ejemplo en la prctica de la
nota a pie de pgina. La lucha entre el logos del locutor culto y el de los locutores
80
Segn la definicin de George Ydice, el pastiche asume un determinado acervo de citas sin tener
necesariamente un intento irnico para constituir el complemento literario de aquellas prcticas de
re-articulacin que intentan asumir tradiciones alternativas dentro de la modernidad en una
proyeccin potencialmente poltica (Ydice 1995: 94).
169
81
Tomo la imagen de la lupa en el sentido de un instrumento ptico en que convergen los rayos
luminosos; fuera de metfora, la tcnica de la condensacin produce un discurso tan cargado que se
hara poco probable incluso en las mismas situaciones que constituyen su referente (el habla de los
sujetos marginales o delincuenciales).
172
Se llama nombre hablante o nombre transparente aquel nombre propio que transparenta en s
mismo los rasgos que se quieren subrayar del sujeto que lo lleva.
173
asesinato perch un parka as, llena sangre y lonja as (13), el conflicto con la ley
los tombos de chasca (13). De este modo, la instancia escritural opta por exponer, tal
vez exasperar, las mscaras que los mismos marginales visten en su ejercicio
performtico que los visibiliza sobre la pantalla homognea de la ciudadana normada.
Tal como lo plantea Michel Maffesoli en su estudio sobre las tribus contemporneas, en
las pandillas la mscara la actuacin performtica sirve para insertar la persona en la
arquitectura del grupo, des-individualizndola y disminuyendo la relevancia de su
intimidad. Asimismo, la tribu urbana acude a la mscara, la performance, para
relacionarse con el exterior de modo conflictivo y agresivo, manifestando as su
malestar y su rabia frente a una sociedad que determina de antemano quines son los
sumergidos y quines los salvados (Maffesoli 1988). Limitndose a reproducir el mundo
simblico y valrico de los marginales tal como ellos mismos lo manifiestan, sin
moderar la intensidad emotiva y belicosa del original, la instancia escritural est
sembrando la duda de si una de las formas en que parece manifestarse la exclusin en
los aos 90 a travs de la identificacin con un proyecto vivencial alterno al emanado
por la institucin nacional, lo que volvera la eleccin de vivir en la marginalidad una
opcin ms bien ideolgica no sea en realidad una fachada que esconde una necesidad
estructural determinada por el sistema. En otra palabra, la instancia escritural elabora la
marginalidad via omisin de la dimensin ntima de los personajes, y via exageracin
visibilizacin de sus actitudes performticas y de sus mscaras con el objetivo de
iluminar por defecto la violenta base material que impone una superestructura para
nada, o muy poco, dejada al arbitrio individual o comunitario.
Al mismo tiempo, la representacin del referente marginal que se va conformando
no contradice aquel imaginario social83 que, subdividiendo la ciudad en zonas seguras
y zonas de riesgo, instala una visin epidemiolgica de la misma, la cual, a su vez,
justifica la separacin del cuerpo ajeno del organismo limpio de la ciudadana. De
hecho, la estigmatizacin de ciertos sujetos y ciertos territorios es funcional a su
83
Acudo a la definicin de imaginario social formulada por Magda Seplveda en dilogo con Cornelius
Castoriadis y otros tericos que se ocuparon del tema. Segn Seplveda, el imaginario se define
[s]ocial, justamente porque son sentidos y representaciones que se comparten, que se colectivizan en
la mayora de las prcticas de la vida diaria. El imaginario social forma parte de la cultura, pero no es
equivalente a ella, pues el imaginario apunta precisamente al sentido (valor asignado a determinados
significantes en un determinado discurso) y a las representaciones (presentar una idea mediante un
significante material [...]) (Seplveda 2003: 71).
175
176
del robo para realizar inversiones en personas y bienes, de los que en el futuro se
aprovechar sus capacidades. (Neira 2000: 217)
Tales tribus urbanas, que llevan inscritos en su comportamiento tanto las dinmicas
bsicas de la supervivencia como la destreza posmoderna de un desplazamiento
continuo, en perfecta coherencia con las ms recientes teoras urbanas de los flujos, son
llamadas a representar, en la economa del poemario y en obediencia a la visin
antropolgica que anima este ltimo, lo primitivo-urbano, el objeto al cual apunta la
mirada inquisitoria del poeta-antroplogo. El dualismo de base entre sujeto y objeto,
tpico de la tradicin etnogrfica e imprescindible fundamento de cualquier observacin
cientfica, si bien resuelto a nivel retrico con su fusin esttica en la perspectiva rectora
de la instancia escritural, permanece de esta forma a la vista.
Del otro lado de la barricada, el locutor que representa al poeta-antroplogo
manifiesta la irreductible distancia que lo separa del objeto de su observacin
participante dejando entrever sus dilemas profesionales, su interioridad herida, su
sentimiento de orfandad al percibirse como constitutivamente ajeno al grupo marginal.
De hecho, su performance consiste, para ganarse la confianza del grupo estudiado y
comprenderlo de primera mano, en imitar lo que no es, en intentar perderse dentro de
una pose que no le pertenece, por ejemplo drogndose o recorriendo las calles nocturnas
en busca de pelea; pero su actuar no lo lleva a ninguna identificacin o aceptacin
concreta. Ni siquiera en el papel de antroplogo la presencia de este personaje provoca
algn tipo de aprecio. Vase a este propsito el siguiente poema:
QUIEN AADE CIENCIA AADE DOLOR 26
177
Mary Shelley.
180
Para estos jvenes, ms all de la droga Todas las esquinas tienen polvo que volar
Mas todas esperan motes nuevos El vegetal sorpresa (32), all es donde se transa el
buen Toscano / el remedio para el parkinson / los mejores Tonariles (30) , no hay
alternativa alimenticia. En un momento de lcida autocrtica, el locutor antroplogopoeta se interroga acerca de su aporte frente a la tribu hambrienta: y qu les llega?
ESTE TEXTO? (32). La pregunta ya contiene en s misma, naturalmente, su propia
respuesta.
Del otro lado de la pgina impresa, el lector tambin participa en los crculos de la
violencia. Aunque pueda identificarse con el punto de vista del locutor poetaantroplogo en su intento de acercamiento y voluntad de inteleccin, el lector
probablemente reaccionar, frente al desborde agresivo de la retrica y del mundo
simblico del poemario, con temor, rechazo, incomprensin. Sin embargo, a travs de la
retrica de lo feo y del choque con una realidad con que el pblico letrado entra en
contacto muchas veces solamente por medio de los noticieros, la instancia escritural est
interesada, ms que limitarse a pater le burgeois, a poner a su lector bajo unos focos
que lo hurguen y lo dejen desnudo, cara a cara con su voyeurismo practicado como una
aficin ms desde el ventanal de un caf literario. El lector es llevado a experimentar
como testigo todo el peso de una vida segn otras leyes que no le son familiares, pero
no en una ptica que deje satisfecho su sentido de ntima superioridad y
condescendencia hacia el otro, sino a travs de un juego que despierta sus miedos al
desamparo y a la prdida de la corona. Podra hablarse, en este sentido, de una suerte de
complejo del Rey Lear, tal como lo plantea Berman en su reflexin sobre las
dinmicas psicolgicas del individuo burgus en la visin de Marx, sin llegar, sin
embargo, al desenlace catrtico y trgico de un despojamiento del yo y su entrega a una
humanidad desguarnecida y verdadera. El lector se queda en el umbral imaginario del
intento, quizs, incluso, aliviado por la conciencia de pertenecer al bando de the nasty
and brutish, si esto significa [to] enjoy all the warmth that power can provide
(Berman 1982: 107). La violencia, en sus vaivenes desde el sistema hacia la tribu
marginal y desde texto hacia el lector, ha cerrado y sellado un primer ciclo, y queda lista
para abrir otros ms.
181
85
Se denomina block la solucin urbanstica con que el rgimen, entre 1979 y 1983, bajo pretexto de
conseguir viviendas para las familias que vivan en los campamentos, desintegr un modelo de
organizacin comunitaria que segn su punto de vista poda ser sediciosa. Los blocks, concentrados en
la periferia de Santiago y en zonas geolgicamente peligrosas, en los aos 90 y hasta la actualidad son
sinnimos de marginacin, violencia, alienacin social.
Se llaman as los ladrones que roban a las personas en lugares pblicos y se escapan a la carrera.
182
me
concentrar,
acudiendo
las
categoras
de
la
crtica
4. 3. 1. El flneur montajista.
Benjamin, en su vasta obra sobre la figura del flneur, caracteriza la prctica de la
flnerie como estrechamente vinculada a la mirada: una mirada que observa, pero
tambin que lee, esto es, re-elabora la impresin. David Frisby, comentando a Benjamin
en su obra Cityscapes of Modernity, evidencia cmo esta mirada, llevada tanto sobre los
paisajes urbanos y los tipos sociales como sobre los textos producidos acerca del tema
183
A pesar de lo que sus mismas palabras puedan llevar a creer, la invisibilizacin del
pegamento entre texto y realidad es el efecto de un refinado trabajo retrico que no es
nada ingenuo o simplonamente directo, y que abreva en un acervo de cultura literaria
184
Por otra parte, el flneur que aparece en los poemas de Carrasco como personaje del
enunciado est interesado, como advierte Giampaolo Nuvolati,
[] a scoprire e poi leggere il mondo che lo circonda, camminare lentamente significa
osservare e interpretare la realt, fin nelle sue manifestazioni pi banali. Nel fondere la
componente straordinaria e quella ordinaria dellesistenza umana egli diviene allora
lemblema della quotidianit creativa e della creativit quotidiana, dellovviet e
dellunicit che insieme contraddistinguono la modernit avanzata. (Nuvolati, 2009: 48)
185
La catacresis consiste en atribuir a un objeto o concepto caractersticas que no le seran propias, por
falta de trminos especficos y adecuados. Por ejemplo, las patas de la mesa.
186
187
manzana de los barrios populares a partir de la mise en abme generada por la mirada
del locutor-voyeur que se apoya, en su fisgoneo, en la mirada de una locutaria
adolescente tambin absorta en el acto de hocicar. El espacio visual se escalona, por
consiguiente, en tres niveles: el del voyeur supuestamente parado en una ventana, el de
la nia en movimiento, el de los habitantes de los departamentos de la manzana absortos
en sus actividades. Mientras observa a la chica que se introduce en el laberinto
superpoblado de gatos formado por el conjunto de edificios, el locutor entretiene con
ella un dilogo mental al lmite de lo prudente. El locutor, al dirigirse a la adolescente,
utiliza un modo de expresarse que supone un conocimiento previo y que, al mismo
tiempo, insina de a poco una sexualizacin en la relacin con ella. Los dos versos Ah
seguramente encontrars muerto a Julin / o con otra, o esperndote implica la
existencia de relaciones sexuales relajadas, mientras el fragmento la curiosidad en vez
de matar, sensualiza, referido a ella y a las mujeres que como ella curiosean, revela la
postura deseante del locutor hacia la adolescente. El centro del poema es ocupado por la
seduccin imaginaria del primero sobre la segunda:
Yo cort, con oportunismo, pensando en estos casos,
algunas calas azules para ti, que amas ciegamente
todo tipo de cerrojo y cosas nuevas,
cualquier promesa de violacin
en estas fachadas continuas de abandono.
Lamentablemente no soy el nectario que ansas
y su amor de un par de horas que supera
hasta el erotismo del noviazgo ms perfecto;
yo tambin como Julin
(muerto, con otra, o esperndote, ya dijimos que eso
no tiene relevancia puesto que tu paseo
es eterno, pequea eutrfica)
yo tambin am a las amantes de los cerrojos,
las calas y los gatos azules
(el mejor juego y el ms peligroso)
188
En estas dos estrofas centrales se revela la joven edad de la chica, deducible del
apelativo de pequea eutrfica, mientras la descripcin de su amor por los cerrojos y
las cosas nuevas es asimilado al de una nia por sus juguetes. Se explicita tambin la
disposicin amatoria del locutor, quien se propone como nectario (un donjun sin
escrpulos, golfo embelesador y oportunista, como se precisa en el pequeo glosario al
final del volumen), en un primer momento reacio al encuentro amoroso, pero luego
dispuesto a vencer la desilusin hacia el amor que le ha dejado su frecuentacin
precedente con otras mujeres. La puesta en escena de una seduccin absolutamente
imaginaria, realizada en el hilo de la mirada, es enmarcada por la descripcin, que abre
y cierra el poema, del espacio que se extiende delante de los ojos del locutor y en el que
se mueve, curiosa, la joven fisgona. La arquitectura del poema se convierte, por lo tanto,
en la visualizacin de la estructura telescpica de la mirada del voyeur: por el lado del
visor est el voyeur y en el fondo de las lentes estn sus fantasas erticas, circundadas
por el trajn cotidiano de una especie de enorme conventillo. La nitidez focal es
garantizada para cada uno de estos escalones, como en la tcnica de la profundidad de
campo en el cine. Sin necesidad de insertar cortes, se trata igualmente de una tcnica de
montaje, como observa Jaques Aumont acerca del efecto de ciertas clebres escenas de
Citizen Kane de Orson Welles (Aumont et al. 2004). El antecedente ilustre, en campo
cinematogrfico, para este tipo de organizacin de la escena, es revelado en el poema
siguente: The Rear Window de Hitchcock (19). Precisamente como en la famosa
pelcula de Hitchcock87, el escenario que se abre delante de los ojos del locutor y de la
adolescente-voyeuse en segundo lugar, segn un recorrido y una focal suyos propios se
subdivide en decenas de micro-escenas que se desarrollan contemporneamente. Por
una parte, al principio, pasillos interconexos, atestados / de fotocopiadoras,
computadoras en desuso, / carniceros en plena faena, viejos que fuman / y una nia que
87
Como se recordar, en esta ltima pelcula tambin el protagonista mira, a travs de un binocular, a su
novia mientras se introduce en un departamento del edificio de enfrente para investigar.
189
mira por la ventana y piensa jugar / en la plaza, que es de todos; por la otra, hacia el
cierre,
[Mira] en un cuarto un parto o un aborto, en otro
un estudiante pobre lee a Marx o al Frer
y luego busca trabajo en los Clasificados Econmicos
(haz la prueba, interrmpelo),
en otro una nia hace sus tareas escolares
o un fisioculturista infla sus msculos
y hasta hay gente que reza.
Al poner en el mismo plano, como en una equivalencia, polos tan alejados como un
parto y un aborto, el Frer y Marx, la instancia escritural est exhibiendo situaciones de
marginalidad social sin emitir ningn juicio explcito. Sin embargo, el efecto es
poderoso. El hecho de mencionar en passant un aborto ejecutado en casa significa
implicar que, al principiar el siglo XXI, Chile, el jaguar de Amrica, no ha
solucionado el tema de las desigualdades sociales: una chica de limitados recursos
econmicos, si quiere abortar, tiene que recurrir a mtodos ilcitos y totalmente
arriesgados para su salud e incluso su vida, as como, en el otro caso, tiene que parir en
casa no por eleccin sino por necesidad. El estudiante, por su parte, instigado por la
pobreza se ideologiza en un sentido o en otro, poco importa cul, pero luego se adapta a
las circunstancias y busca un trabajo cualquiera, que podra no llegar siquiera al salario
mnimo que en Chile es muy bajo. Adems, al mezclar tales situaciones con la
normalidad de las faenas de todos los das, la instancia escritural consigue poner en tela
de juicio el mismo concepto de normalidad. Si se puede aceptar como normal que la
visin de un aborto sin asistencia mdica est en el mismo plano que la visin de un
fisioculturista que se entrena, entonces el problema est tanto en el referente real como
en la mirada de quien lee. Ninguna de las deducciones recin expuestas, sin embargo, es
sugerida explcitamente en el texto. La instancia escritural parece estar mucho ms
interesada en la posibilidad de desorientar los mecanismos de evaluacin de un dato
fenmeno por parte del lector. Si la opcin retrica de abrir al mximo el campo
perceptivo, montando mltiples elementos en un mismo cuadro, permite asignarle al
190
191
4. 3. 3. La mirada-montaje.
Como seala Alejandro Zambra, en el poemario Calas se percibe el conformarse de
un proyecto social ms definido (Zambra 2003: 138). En lugar de la indecidibilidad,
casi indiferencia, entre una opcin u otra en el montn de objetos rotos o en desuso
propia de La insidia del sol sobre las cosas, el segundo poemario de Germn Carrasco
estructura de forma ceida la mirada, a travs de la solucin retrica de un montaje
clsico, que deja ms trazada y sealada la pista interpretativa88. Sigue dominando, sin
embargo, la tendencia de las palabras a limitarse a rozar el fulcro inexpresable del
objeto poetizado, para que ste pueda manifestarse por su cuenta sin forzar. El poema
titulado Cata Vielma (Ca: 45), si bien no presenta una estructura con montaje, es un
ejemplo interesante para entender este especial estrabismo de la mirada. El personaje
del enunciado (la sobrina del autor) es denominada pequea eutrfica como la
adolescente del poema de La insidia. El locutor la interroga acerca de su trato con un
vagabundo:
[] al acercarte a ese indigente e ignoro qu transaccin hacer
entre cartones malolientes yo como idiota con tus cosas
ingenuidad, curiosidad, qu sino una colilla rodeada de moscas
como dijiste con una mirada que desconoca.
La posicin ideolgica de la instancia potica, en otras palabras, se hace ms explcita. Vase, por
ejemplo, anotaciones como la siguiente: Oh, Chilean Spoon River!: / que nuestro vecino de infancia
construya un castillo con doncella y todo / al lado de nuestra agua sencillamente nos revuelve el
estmago [...] (Ca: 109).
192
conocer slo por sus efectos: una luz rara y desconocida en los ojos de la muchacha. El
nudo central del poema queda tachado, escondido detrs de una mcula oscura, desde la
cual se irradia el espectro de las significaciones.
La tachadura o mcula metafrica recin postulada se vuelve grfica en el poema
Historias de la lengua y tu saliva, divinum vinum (historia de las bocas y las lenguas a
la hora del agua y el vino) (Ca: 66), en donde aparece como un puntito negro que pone
en relacin, como el pivote de un dptico o la pausa oscura entre imgenes flmicas, dos
ancdotas sobre el tema de la lengua. Aqu tambin tendr la funcin de sealar el darse
encubierto, incomunicable, huidizo, del sentido material e intelectivo de la
composicin, en este caso creado por el roce entre dos imgenes en el montaje.
Catrileo hace mucho lleg a esta ciudad. Su vejez transcurre sin sol ni verbo en una
panadera. Un da, en la taberna de los viernes encuentra repentinamente a otro pei, los
dos son casi monolinges y conversan. El nuevo pei quiz ha de correr la misma suerte.
No son hombres de nostalgia, por lo que hablan de los TRUCOS DE SUPERVIVENCIA
y saborean el lenguaje como un vino conocido que no se ha probado en aos.
O la ocasin en que
sal del otro lado de la piscina y vi a la adolescente oriental nipona, flor rara besando a
un nio de aproximadamente ocho aos. Lo chupaba y le meta la lengua en la boca, l
haca lo mismo. No poda ser su hijo, hes my little nephew me dijo luego, cuando nos
hicimos las preguntas de rigor, que no deben hacerse cuando uno recibe un golpe de
sensualidad en la conciencia.
[U]n potentiel tant donn, il faut en choisir un autre, non pas quelconque, mais de telle manire
qu'une diffrence de potentiel s'tablisse entre les deux, qui soit producteur d'une troisime ou de
quelque chose de nouveau (Deleuze 1975: 234).
194
cuelga, ahorcado, de un puente cerca de una lnea de trenes de la cual, antes del suceso,
un empresario y un guardin con una decena de perros haban desplazado una
comunidad de mendigos y otros marginales. Poco despus se produce la inmolacin de
otro perro. El locutor supone una conexin entre los hechos, o por lo menos un
simbolismo premeditado que escondera una lucha territorial, la batalla de una guerra
que ya est casi perdida: la lucha del hombre primitivo un paria, un quiltro contra
otros hombres. La contraposicin fundamental, como se puede apreciar, es entre dos
clases de perros: los de raza, los pastores alemanes (los perros reales), y los perros
callejeros, bastardos, trmino con el cual la instancia escritural decide referirse a las
personas marginales. Como anota el locutor, sin embargo, [s]e trata de una comunidad
de quiltros, pero no quiltros consumidos por la tia: an poseen algo de rabia, pese a ser
perdedores y gente sin espectativas. Jams mendigaran una cama en el Hogar de
Cristo. De hecho, un montaje interno y encubierto transparenta, a travs de la imagen
del perro ahorcado, otra condena a muerte simblica: la memoria de la mueca en
escala natural, con la cara del dueo de la fbrica, ahorcada en el perodo anterior a la
dictadura por los obreros de los cordones textiles, comprometidos en una actividad de
base y sindical muy fuerte, ideolgicamente afn a la de la UP. En lnea con el
procedimiento dialctico planteado por Benjamin, gracias a la imagen un poco pattica
e inquietante del perro se dispara, desde el fondo de la memoria, la asociacin con la
densidad simblica de lugares como los cordones industriales, protagonistas, junto con
la universidades y los asentamientos campesinos, del movimiento nacional-popular en
los aos 60 y 70. Una vez ms el sujeto marginal no es contemplado con actitud
apenada o algo asqueada, sino a travs de un cristal diferente, en este caso el de la lucha
poltica. El ahorcamiento de los perros acaece, como anota el poema, en 1997, cuando
se inaugura la lnea 5 del metro en Santiago. Pero este tubo crea nuevos espacios para
el crimen, la poesa, los mendigos, los graffitis, la pasta base. Porque el metro cruza
asptico e impecable por arriba, pero bajo el tubo se vuelven a congregar los cartones y
los quiltros. En otras palabras, si la batalla frontal entre la comunidad marginal y la
voluntad de orden de los poderosos est perdida en ventaja de estos ltimos, a la
primera le queda la paciente transmigracin a otro lugar, porque los espacios de una
ciudad lanzada hacia adelante en su afn modernizador podrn siempre ser convertidos195
4. 3. 4. La caricia y la voz.
Zygmunt Bauman, en su obra La tica posmoderna, propone que la relacin moral
entre dos personas franquee el lmite de la pretensin de conocer, representar, definir,
que acaba solamente con el dominio de uno sobre el otro. Como alternativa expone,
desarrollando el pensamiento de Lvinas, la tica de la caricia, que no pretende atrapar
196
especular del locutor y, dirase, en su nmesis. Todo el poema resulta recorrido por
lneas que van de lo alto a lo bajo y al revs, sugiriendo una inversin carnavalesca de
los polos. Desde lo alto de su ventana, el poeta ve al mendigo escudriar en la basura
(movimiento hacia abajo) y luego lo ve sentarse con los pies en alto cual jefe de una
empresa o temible fiscal que fuma tras un escritorio enorme (movimiento hacia arriba).
De los muchos desechos que ha seleccionado en el tacho de la basura, como el
chifonnier bejaminiano que reconstruye la imagen de una sociedad desde sus sobras y
sus restos, el mendigo escoge unos papeles arrugados, intentos fallidos de poema que
han sido tirados (movimiento hacia abajo), y se pone a leerlos negando sonriente con la
cabeza / y otras veces con un aire que da miedo como un juez bblico (movimiento que
vuelve hacia arriba, donde se encuentra el locutor). De la misma forma como su silbido
de pobre penetr[a] en los sueos de los hombre que duermen de la cita borgesiana que
introduce el poema, el juicio de este crtico literario improvisado se abre camino hacia
la intimidad del locutor/personaje: el hecho de que ste se encuentre en lo alto de su
departamento no lo salva de la mirada intensa y casi espantosa de quien est abajo, pero
que con su actitud se pone por encima de todos. La instancia escritural, como se ve,
trabaja exclusivamente a travs de las actitudes corporales de los dos personajes,
desdeando profundizar en la supuesta clasificacin identitaria; no determina al
mendigo en un sentido marginal, sino que hace resaltar su condicin al asimilarlo,
provocativamente, a su contrario, el ejecutivo, el hombre de terno y corbata. Importante,
en este sentido, es tambin la decisin de titular el poema con el apodo, individual y
caracterstico, del hombre en cuestin, El Sobao. El punctum del poema, su corazn
de sentido, reside en el encuentro entre los poemas fallidos y la lectura privada del
vagabundo, de la cual se ofrecen a la vista solamente los efectos exteriores; se inserta en
el cruce de las lneas trazadas por sus piernas elevadas casi con insolencia y la mirada
del locutor en lo alto del ventanal subyugada por su figura que est abajo. El hecho de
que se pueda leer en este poema una polmica, irnica, con el mundo de la crtica
literaria, deja mayormente difuso el perfil del vagabundo, que, segn esta interpretacin,
pasara a ser una imagen simblica para que se exprese otro tipo de concepto. El poema
adquiere as espesor e indecidibilidad, en un juego que se apoya en las referencias
cultas, en la finura de la construccin plstica y en la recreacin de una escena
198
supuestamente real.
Puesto que el acontecer de la presencia del otro se da en una situacin de presencia
simultnea con el locutor, que es personaje del enunciado o se subentiende como ojo
acechador del flneur-voyeur en el nivel de la enunciacin extradiegtica, el estado
anmico de quien habla es de primaria importancia en determinar cmo ser la caricia.
Puede ser aplacadora, al insertar el marginal en el campo perceptivo del locutor como
algo perfectamente usual y dado por sentado. Vase, por ejemplo, el poema La sangre
tira (Ca: 11): unos cartoneros, con su ajetreo, componen un paisaje sonoro que el
locutor ausculta en la soledad de la noche, dedicndole la misma atencin que al frescor
del aire o a las estrellas. En direccin contraria, est el desatarse de la fantasa del
locutor en un sentido de hiper-caracterizacin de la figura en objeto. La ptica adoptada
parece ser la de los ojos deslumbrados de un nio, que superponen los mendigos a
criaturas inquietantes, casi monstruosas: (aprendices de brujo, charlatanes, mezcla rara
de santos y no s / qu otra cosa) [...] Hoscos hombres mudos que no acatan rdenes ni
creen; / misntropos, cartoneros, hijos de las soberbia, mendigos, buitres de la basura
(17). Hay tambin situaciones en que la caricia es slo esbozada: en The final zap
(123) un nio mendicante, a travs de la modalizacin epistmica de la duda (cmo
saberlo), no sabe para qu se queda como una visin fugaz, inexplicable.
Por la misma razn, el comparecer de la locucin del individuo marginal en el
marco del enunciado potico tiene que ser ledo segn una perspectiva que fluye hacia
el locutor principal. Este ltimo es, naturalmente, el flneur, consciente de su funcin
textualmente productiva e intelectualmente privilegiada, y por lo tanto presentado en
coincidencia con la figura del poeta. Las voces de los marginales resultan, de esta
forma, doblemente filtradas, por la instancia escritural primero, y, en un segundo nivel,
por la interaccin con un locutor en que se ficcionaliza la autoridad potica. Desde el
punto de vista del peso que tienen en la economa del poema, estas voces se asimilan,
ms que a la grabacin textual de lo dicho, a una sentencia o a un verso. Vase, por
ejemplo, la frase pronunciada por un vagabundo del hospicio: chingas o te chingan /
en el chingadero eterno del sistema / (como repeta hasta el cansancio uno de ellos
(20). En este caso, la instancia escritural reproduce, entre comillas, las palabras del
indigente, pero, como la profeca que abre el mismo poema, las palabras resultan
199
Como estos ejemplos demuestran, la voz del sujeto marginal aparece de forma
200
mediada segn varios grados de elaboracin; una vez ms, lo que importa no es la
escucha directa de la supuesta voz del marginal, sino el producto de la interaccin entre
su presencia y la perspectiva del locutor principal. Se podra argumentar, incluso, que
esta cercana, este contacto por medio de una caricia ahora vocal, llega al extremo de
la fusin, en un idiolecto que recoge los sociolectos y las inflexiones ms dispares.
Como anota Alejandro Zambra:
[] un propsito del poema parece ser el hallazgo de giros de lenguaje en la ms
heterognea gama de clases y subclases sociales (Ashbery: mezclar lo elegante y lo
demtico). Los lmites entre adentro y afuera, identidad y alteridad, se difuminan en la
medida en que la actitud parasitaria del poeta (en el sentido sealado por J. Hillis Miller:
husped y parsito se contaminan mutuamente hasta que sus roles resultan indiscernibles)
se transforma en un gesto estructural. (Zambra 2003: 136)
La voz del otro se vuelve un gesto interior, un ejercicio de contaminacin del habla
privada, que de esta forma se tensa y se flexiona, se hace eco de reverberaciones
comunes e idiosincrasia extremadamente individual al mismo tiempo.
La compenetracin de las voces concurre, junto con la matizacin esttica y/o
ertica de la mirada que se dirige al ser marginal y el procedimiento del montaje, a
descarrilar las costumbres perceptivas enraizadas en el lector, limpiando el terreno para
un encuentro menos prejudicial con el otro. En la poesa de Germn Carrasco dominan,
as, una mirada y una voz desprovistas de los filtros atribuibles a los prejuicios; una
mirada y una voz que acarician ms que imponer moldes, sin renunciar a la unicidad
tico-perceptiva de un testigo peculiar: el flneur-voyeur. El resultado es la mezcla de
esferas que normalmente se mantendran separadas en razn de la distribucin desigual
de poder entre sujeto y objeto de la valoracin y de la observacin, o sea entre sujeto de
la enunciacin y el lector con l por una parte y el sujeto marginal por la otra. Sin
renunciar al recurso de la observacin, la instancia potica restituye su objeto a la
dignidad de sujeto, a travs de una epoch del juicio y del afn caracterizador. Emerge,
por contra, un ser singularizado en sus rasgos personales, que responde solamente a los
parmetros de la vivacidad esttica y de la ternura tica.
201
202
203
204
Otra resea, aun hablando de una operacin retrica que lleva ms all [] ms
hacia los mrgenes (Gaete 2011: s/p) lo realizado por los poetas de la promocin
anterior, como Germn Carrasco, inscribe la propuesta de Carreo en el fenmeno
potico actual que pluraliza los modos, las miradas y las formaciones educativas desde
los cuales se accede a la calle (ibidem). Por otro lado, a nivel de referente poetizado,
la reciente conciencia acerca de los mecanismos biopolticos modifica el lxico
adaptndolo a la contemporaneidad. Ya no se habla de marginalidad tout court trmino
que mantiene cierto matiz ontolgico sino de operaciones de marginalizacin,
individualizacin y funcionalizacin de las relaciones sociales (Aguirre 2011: s/p),
205
trminos que denotan decisiones deliberadas y conscientes por parte de los poderes
poltico-econmicos, las cuales llevan al abandono social o a la reconversin, con
beneficio ajeno, de extensas reas de la urbe.
Los trabajos crticos sobre la obra de Gladys Gonzlez se refieren, de modo
complementario, a aquella realidad social, de carcter urbano, en donde el capitalismo,
la globalizacin, el proyecto de modernidad mal acabado, han tejido una configuracin
tal, que han logrado desterritorializar al sujeto de su lugar, romper su conexin directa y
natural con su entorno (Arthur et al. 2006: s/p). Los escenarios retratados no son, por
ende, necesariamente marginales en el sentido que le da el imaginario al que la palabra
normalmente alude, sino que consisten en un entorno asfaltado, comercial, ruidoso [de
una] va de trnsito. Evidentemente, en tales sectores, las polticas de urbanizacin rara
vez consideran las polticas estticas, o siquiera las ambientales (ibidem). La
marginalidad que el arte, y la crtica a travs de ella, registra en la primera dcada del
2000 coincide, por ende, con un espacio urbano-antropolgico en donde la modernidad
encuentra su punto de contradiccin y el proyecto democrtico ensea sus fallas, su
crisis profunda, sus exclusiones planificadas, sin que todo ello pase necesariamente y
siempre por una visibilidad meridiana90.
En consecuencia, considero imprescindible que el anlisis crtico de las obras aqu
propuestas, Gran Avenida91 (2004) y Aire quemado92 (2009) de Gladys Gonzlez, y
Compro fierro93 (2008) de Juan Carreo, mantenga en su horizonte el giro en la visin
de la marginalidad arriba expuesto, interrogndolo en sus diferentes matices. Mi
hiptesis es que Gonzlez y Carreo, con el mismo movimiento con que llevan su
mirada escudriadora y desencantada al entorno perifrico y a menudo degradado que
constituye la materia de su poesa, asentando as unas coordenadas especficas para el
lugar enunciativo desde el cual hacer hablar sus locutores, se aprovechan de las
90
91
92
93
Ciertamente, el natural proceso de renovacin del sector crtico en trminos de edad es un factor que
determina el cambio que se ha evidenciado con respecto al imaginario literario y crtico de las dcadas
anteriores. Como ejemplo entre todos, la poeta y crtica de la generacin del 80 Eugenia Brito sigue
utilizando los conceptos de margen y marginalidad: habla de la sujeto del poema como de una chica
que sufre y padece la miseria del Tercer Mundo desde su rincn de subalterna del margen. Emerge
desde el margen sin hambre del Centro, emerge desde el margen para gozarlo y reinvindicarlo a travs
de su poesa y se aventura en marginalidades que odi y am de modo ambivalente y paradojal
(Brito 2012: s/p).
En adelante utilizar, para referirme a esta obra, la sigla Ga.
En adelante utilizar, para referirme a esta obra, la sigla Aq.
En adelante utilizar, para referirme a esta obra, la sigla Cf.
206
95
Nacida en Santiago en 1981. Adems de los libros citados, es autora de Papelitos (2004), publicado en
Argentina, y de Hospicio (2011). Su obra reunida hasta la fecha se publica en 2011 bajo el ttulo
Vidrio Molido. Adems de desempearse como profesora de castellano ha participado en diversas
actividades, entre ellas la organizacin de eventos culturales (p.e. Encuentro de Mujeres Poetas
Conrimel 2006 y 2010). Actualmente est inscrita en el programa de Doctorado en Literatura de la
Pontificia Universidad Catlica de Chile.
Nacido en Rancagua en 1986. Compro fierro es su nico poemario publicado hasta la fecha. Pompa
de bencina, un nuevo poemario del autor, est en preparacin. Carreo se dedica tambin al cine.
207
mujer y ciudad, se degradan, se duelen y agreden (Espinosa 2006: s/p). Sin embargo, el
arma ms poderosa con que cuentan estos poetas, hombres y mujeres, es la mirada:
aguda, despiadada, pero ajena al espritu de una reivindicacin simplona o panfletaria.
Refirindose a la poeta coetnea Priscilla Cajales, Gladys Gonzlez habla, en este
sentido, de:
[] una mirada clara, conocedora y certera que permite la vivencia, la fragilidad de la
zona sur, de tantos lugares que podran ser esas mismas cuadrculas repetidas
infinitamente y habitadas hasta el hacinamiento, hasta la desesperacin, ese Chile
dividido en paraderos y recorridos de micro, en calles que no tienen nombre porque las
abreviaturas y sus habitantes ya no resisten tantas horas de viaje, de cansancio, de
carencia, de qu serviran los nombres en ese territorio si nadie ira a colocar sealticas
porque es all donde se acaba la marca de lo conocido por el discurso poltico, mas no
para quienes se enfrentan a su propio anonimato hostil, diario y nacional. (Gonzlez
2009: s/p)
209
97
Se denomina flaite al joven chileno de bajo recursos, que viste ropa de marca al estilo de los
cantantes de rap o reggaetn para demostrar un estatus superior al que posee. Vive gregariamente,
dedicndose a actividades que le permitan ganarse dinero en la calle con mtodos informales o
ilegales (cuidado de autos, narcotrfico, solicitud de crdito inmediato, robo). Habla una jerga que lo
hace reconocible, mantiene una actitud desafiante acorde a un cdigo de conducta machista.
Se trata de comunas perifricas y de bajos recursos de Santiago, en algunos casos estigmatizadas por
el sello de la delincuencia y la desarticulacin social.
210
situada, y de que el emisor que proyectan tenga credibilidad con respecto al contenido
del poemario aunque, como comentar ms adelante, esta insistencia en un
posicionamiento
casi
testimonial
esconde
su
reverso,
la
tensin
hacia
la
ficcionalizacin.
En un principio, sin embargo, la postura de una proximidad viviencial con el tema
de la obra se traduce, por lo menos en el caso de Carreo, en una lnea de conducta
parecida en el campo cultural. En el comentario de presentacin del libro, Rodrigo
Hidalgo, coordinador literario del sello Balmaceda Arte Joven, destaca el hecho de que
el autor de Compro fierro pertenece al grupo de escritores inditos o emergentes que se
valen de la fotocopia y de Internet para hacer circular sus obras, que creen en la
circulacin libre y solidaria de los discursos entendiendo por estos ltimos, antes que
nada, los discursos marginales o anti-sistmicos (Hidalgo 2010: 12). La segunda
edicin del poemario por Balmaceda, editorial que dispone de financiamiento estatal,
impondra, por consiguiente, un compromiso ideolgico que la primera edicin, por el
sello Lagartija, en su confeccin artesanal y su registro bajo Creative Commons
(licencia libre de impuestos, gravmenes y pretensiones de lucro) se habra negado a
aceptar. Curiosamente, la preocupacin del editor por apoyar una propuesta potica
vlida sin tranzar excesivamente sobre las supuestas legitimidad y dimensin poltica
que van con ella esto es, la voluntad de apartarse de ciertos mecanismos
homogeneizadores del mercado editorial choca con la paradoja de que el formato en
que sigue estando disponible el libro, una vez acabados los 500 ejemplares del tiraje del
2010, es el de internet y de las fotocopias. En otros trminos, si una publicacin con un
sello reconocido todava sirve al objetivo de posicionar simblicamente a un autor como
Carreo, en el nuevo milenio, en lo que respecta a la difusin de los textos, resultarn
ms relevantes los medios y los mtodos supuestamente marginales en base a los cuales
el autor dio sus primeros pasos. En la actualidad, por lo tanto, tambin la marginalidad a
nivel de produccin y circulacin de una obra tiene que ser considerada a la luz de las
posibilidades que la tecnologa y las nuevas formas de socializacin e interaccin
cultural deparan. Por otro lado, en lo que atae a las lecturas pblicas de poesa, Juan
Carreo suma diferentes circuitos de pblico: de la cntrica (espacial y culturalmente)
Fundacin Neruda en la Chascona a los festivales (como el Festival de Cine Social y
211
214
Las pequeas poblaciones de consumidores especializados a las cuales de refiere Sergio Mansilla
Torres no se limitan al campo literario, sino que se trata de un fenmeno que, ms claramente a partir
del ao 2003, ha colonizado la esfera de las relaciones sociales y econmicas. Esto se comprueba, por
ejemplo, en la fisionoma de la web 2.0. Las grandes empresas del web que gestionan los formatos
sociales, como Facebook, Twitter, Youtube, genera[n] la necesidad de pertenencia y participacin;
suscita[n] la necesidad de vincularnos a un grupo, a una comunidad digital, de colaborar y aportar
cosas (ya sean videos, fotografas, comentarios, etc.) para compartirlas en las nuevas redes sociales
(Prada 2012: 30-31). Por su parte, la publicidad en lnea ha evolucionado de mensajes dirigidos al
gran pblico a contenidos totalmente acordes con los perfiles y preferencias de cada usuarios (30),
que sealan adems cules otros productos fueron escogidos por otros usuarios con gustos similares.
215
lugar, excntrico siquiera con respecto al lugar inexistente por excelencia que es la
utopa) de la comunidad que viene agambeniana, en donde los seres humanos ya no
buscaran una identidad propia, sino que haran del proprio esser-cos non una identit
e una propriet individuale, ma una singolarit senza identit, una singolarit comune e
assolutamente esposta (Agamben 2001: 53), y de la pertenencia misma (sin mayores
especificaciones) su nico rasgo distintivo.
216
217
218
Ms que una adherencia sin fisura, se podra hablar, por lo tanto, del desdoblamiento
entre la autora y el personaje autoral (la emisora) que ella proyecta, esto es, de una
operacin de seleccin y resalte de unos rasgos pertinentes que construyen una persona
219
una identidad nominal expresa entre personaje, autor y narrador (Toro et al. 2010: 8) y
cuyo mecanismo de base consiste justamente en sembrar subrepticiamente indicios para
que el pacto de verosimilitud autobiogrfica pueda manifestarse en tanto disfraz,
construccin de una ficcin autoinducida, sin, por otra parte, que la solucin quede
claramente situada en ninguno de los dos bandos. La indeterminacin, la perplejidad, la
incapacidad de desenmaraar ficcin de factualidad constituyen el efecto de lectura
solicitado por esta forma literaria. Precisamente porque el desfase entre estos dos
ltimos trminos no necesita ser siempre apreciable las peripecias narradas en los
libros de Gladys Gonzlez de hecho podran muy bien corresponder en su mayora a la
vivencia de la artista, el punto focal de la autoficcin es su ambigua transparencia
(Alberca 2010: 35), su aplicarse a la direccin que va de la escritura a la vida,
[direccin] en la cual sta es modificada por aquella, es decir, cuando el escritor
contempla y vive sub specie literaria (34). Se trata, como se ve, de un rasgo central en
la potica de Gladys Gonzlez tambin, la cual, en ms de una ocasin, defiende una
identificacin total con la leyenda (segn el timo latino, lo que hay que leer esto
es, una vez ms, decodificar segn una cierta clave, pero, tambin, entender como la
nica dimensin de la vida de la artista que le importa realmente, que siente como
real). La artista ha ido tejiendo esta leyenda como un vestido sobre su mismo cuerpo:
me sealo como mi propio poema por lo que hago de mi vida un gran poema y despus
pierdo la nocin de eso. Como consecuencia, a veces mi vida se vuelve un poco
turbulenta. La consigna arte y vida o, en este caso, arte y poema, es indeclinable
(Gonzlez Barnet s/f: s/p).
La conjuncin entre las dos esferas es apreciable, en el primer poemario, en la
transcripcin, en fragmentos explcitos, de la tensin inconformista y rebelde de la
protagonista. Vase, por ejemplo, el poema Domstica (Ga: 27), en donde la
tendencia, casi compulsiva, a la infraccin de la norma queda sealada, por contraste e
in absentia, por la bsqueda de una regularidad y un orden en los ritmos vitales, desde
el hacer la cama en la maana hasta el arreglo del cabello. El intento de autodomesticacin, sin embargo, se revela totalmente superficial. El poema termina
enunciando la imborrable impronta que ha comportado la poesa en la vida, en una
asuncin extrema de los rasgos de aquella sobre sta:
221
Para la locutora (y para la artista en ella), la vida es la poesa; con esta asercin tan
rotunda la sujeto parece estar contestando positivamente a la provocacin foucaultiana:
Pero la vida de cada uno no podra volverse acaso una obra de arte? Por qu una
lmpara o una casa pueden volverse objetos artsticos, pero no nuestra vida? (Foucault
1984 cit. en Quintana 2012: 54). Foucault, como subraya la estudiosa Laura Quintana,
est sugiriendo que una posible estrategia de resistencia a la administracin biopoltica
de las sociedades modernas, la cual pasa desde luego a travs de la homogeneizacin de
las prcticas de cuidado de s que domestican al sujeto, puede encontrarse en la
provocadora diferencia de quienes buscan en s mismos la fuente de la regulacin de la
conducta, formulndola, sin embargo, en trminos estticos. Como precisa Quintana, se
trata de
[] una forma de cuidado que implica un trabajo de elaboracin del individuo sobre s
mismo, a travs de ejercicios, regularidades y prcticas; toda una techn sobre el cuerpo,
los placeres, los afectos, los pensamientos, la conducta, con el propsito de estilizar, de
darle cierta forma a la propia vida, desde la modulacin de los afectos y sus tonalidades.
(Quintana 2012: 53)
En consecuencia, la verdad del individuo consigo mismo tiene que ser buscada no
tanto en el contenido de sus asertos, sino en la modulacin de sus actitudes,
comportamientos, elecciones prcticas. El potencial tico de esta opcin vital se revela
en el momento en que la conducta atpica, a pesar o, mejor, en fuerza, de su constitutivo
individualismo, movindose en el tejido social osificado por las convenciones,
222
223
de cerdo
zapatos de segunda
cajas de clavos, martillos,
alambres y sierras
guerras entre carniceras
vecinas y asados pobres
este no es el paraso ni el
anteparaso
El poema, naturalmente, juega con el hipotexto de una de las obras centrales del
canon potico chileno, Anteparaiso de Ral Zurita, conformando un paisaje que se
asemeja, como sugiere la poeta y crtica Mal Urriola, a un purgatorio contemporneo
de fuga (Urriola 2005: s/p), pero tambin fijando un posicionamiento en un lugar y
perspectiva especficos. El paisaje que se puede apreciar desde la Gran Avenida no
prev espacio para que quepa la elegancia de la kermesse intelectual, sentenciada como
insustancial, sino que se construye a partir de bienes de primera necesidad y de
construccin carpintera. De esta manera, la instancia escritural logra transportar el
capital simblico de la poesa de mayor peso cultural (representada por la obra de
Zurita) hacia los bordes de la capital, en donde se le devuelve el peso real de una
experiencia en que la vida tiene que enfrentarse a menudo con problemas bsicos.
Tampoco es casual la eleccin del referente potico en Zurita, quien ms que otros traz
sobre su cuerpo las seales de un via crucis nacional, en una lcida fusin de vida y arte
al borde de la locura. La apuesta potica que lanza este texto coincide, por lo tanto, con
una consciente opcin por la esencialidad, con un experimentar el lenguaje desde su
peso especfico de medio de supervivencia, de modo de vida. Es as como la escritura de
poemas se realiza sobre soporte precarios en boletas / y papelitos de cigarros (Ga:
16), un librito / en la gabardina (10-11), en situaciones lmites he escrito cosas que
mientras / estaba borracha / que me parecen bien (17), o se puede descifrar como
objet trouv en las marcas de lpiz labial / en viejas cortinas de residencial / iniciales
de nombres / y corazones trazados / en paredes enmohecidas / de baos de hotel (Aq:
20). Pero, sobre todo, es una escritura que se incide en el cuerpo, tatundolo,
224
Me refiero, obviamente, al modelo iconogrfico del Ecce homo, el Cristo vejado que Poncio Pilato
presenta a los judos el da de su Pasin.
225
en toda la ciudad
Parece que el cadver destrozado de la chica tenga el poder de avisar, con sus
huellas digitales esparcidas por la ciudad, sobre el suceso brutal. Su nica culpa es su
belleza, lo que sugiere un crimen de trasfondo sexual. En Aire quemado la violencia es
incluso ms cruda, ya que eclipsa toda solidaridad con la vctima. Un poema, en
particular, propone una serie de aterradoras hiptesis sobre las formas en que una chica
(proyeccin de la misma locutora) podra aparecer asesinada en las zonas marginales.
Entre ellas, tirada en la calle / con la ropa interior / en las rodillas / las medias rotas /
alrededor de tu cuello / amarradas / a un alumbrado pblico, o bien con la boca llena
de agua / los perros / rasgndote los ojos / en un canal / hasta que tu cuerpo
desaparezca / por tiras / entre los bares / de esta ciudad (Aq: 22). Los detalles de la
exposicin del cuerpo ahorcado, o del desgarramiento del cuerpo por los perros hasta su
desaparicin, subrayan la total indiferencia de la comunidad hacia el destino de la
mujer, que en el medio degradado de los barrios marginales es vctima de la violencia de
gnero. As, la eleccin, por parte de la instancia escritural, de una perspectiva
intensamente subjetiva y reconociblemente femenina, sirve para realzar cmo la
marginalidad no es una entidad homognea, sino que se estructura en eslabones de
ulterior marginalidad y desamparo; la mujer, en concreto, se vuelve a menudo objeto del
desahogo de la frustracin y de la prepotencia del varn.
Paralela a la variacin de la posicin de la mujer, desde una situacin en que, por lo
menos, deja el rastro de su herida en la ciudad, a una en que es borrada y consignada a
un desamparo total, se presenta la insercin de la protagonista en la dimensin de la
comunidad. En Gran Avenida hay una identificacin orgullosa con el barrio perifrico
Veo la pobreza de mi barrio / las calles inundadas (Ga: 13) y con la colectividad de
un nosotros con que ha compartido las noches locas y una felicidad breve pero
intensa, y que conforma la clula mnima de una sociedad a contracorriente. Una actitud
sustancialmente positiva que en Aire quemado desaparece por completo. El personaje
arriba a una ciudad sellada, se encierra en una habitacin vaca, en donde dejar que el
fsico se debilite en ayunos prolongados en la oscuridad y las marcas de los golpes
afloren lentamente a la superficie del cuerpo. Predomina una sensacin de renuncia, de
226
inercia. Los lazos comunitarios estn rotos: el tiempo ha pasado, las prioridades de los
amigos han cambiado, algunos de ellos han muerto, y la locutora expresa as su toma de
conciencia: escucho msica / y me pongo rebelde / pero ya no tengo edad / para ser
rebelde / ninguno / de lo que est ac / tiene edad para serlo (Aq: 12). La protagonista
cierra las puertas que dan al pasado, tanto las de la energa alocada como las de los
traumas, y se auto-impone una especie de disciplina atarxica, de negacin e
inmovilidad: teniendo la confianza / de que nadie llamar, ya no importa, no existe
ese dolor, dejaron de importar muchas cosas (26). Si el paisaje que ella miraba en el
poemario anterior era una pobreza decorosa y vital, ahora, su vista se abre sobre un
desierto. La locutora declara: puedo ver la destruccin / con la ternura / de los ojos de
un novillo / en el minuto / en que es degollado en un matadero (27). En este poema de
cierre, se puede encontrar la imagen que mejor que otra capta el espritu del poemario:
un microscpico huerto hecho sobre tubos de plstico, en donde plantar semillas de
albahaca. Por una parte, la instancia escritural no pierde la ocasin para apuntar, como
en los dems textos, a los aspectos ms crudos en que se manifiesta la condena de
sectores completos de la capital a la marginalidad: los tubos de plsticos hablan de un
servicio de alcantarillado postizo y probablemente instalado por los mismos pobladores,
debido al abandono por parte del Estado. Las hojas de albahacas que aparecern en la
comida de las familias sern, por lo tanto, contaminadas por los elementos txicos del
plstico, en una cadena que no tiene salida. Como se ve, la fase del asentamiento ha
tomado el lugar de la fase del nomadismo, pero la intencin de plantar una nueva vida
no es concebida en una direccin de crecimiento, de evolucin, sino de una resignacin
a la evidencia de que el nico tiempo es el cclico, el que no lleva a ninguna parte. Por
otra parte, la locutora se predispone a organizar el huerto siguiendo las instrucciones de
un libro de botnica, lo que delata su pertenencia a otro ambiente, el letrado, en que la
aproximacin al saber agrcola es mediado por los libros y no por la transmisin
prctica y oral. En otras palabras, la vida en la marginalidad, ahora en un contexto de
madurez instantnea y paradjica mi corazn / tiene setenta aos / y ya no puede ser /
una nia suicida (18) que instala al personaje en el horizonte de la dura realidad de los
pobladores de las comunas perifricas, no termina de ser una opcin libremente
asumida.
227
Existe una escena anloga en los poemas Hbito y Adiestramiento. All el modo
verbal elegido es el infinitivo, que contiene en s un matiz prescriptivo. Ya a partir de los
ttulos de estos tres poemas, se percibe cmo la instancia escritural est buscando una
cercana con el lector. Se sita en una posicin enunciativa de autoridad, la de quien, por
medio de un duro entrenamiento, ha adquirido la destreza para caminar en el borde del
abismo sin perder el equilibrio, como recita la cita de apertura desde Henry Miller, y
puede ensersela a los dems. De esta forma induce el anhelo del lector a proyectarse
228
en una vivencia desobediente, anrquica, aunque slo sea a travs del desahogo de la
lectura. Por otro lado, el voyeurismo del lector es solicitado hasta extremos sdicos en la
exhibicin del personaje. En el poema Pavimento (Ga: 33), la instancia escritural
expone un sujeto sacrificial, que fantasea una tortura auto-inducida, como relata el
siguiente fragmento: Toda yo alambrada / recogida por los muslos / la carne
floreciendo por las / pas. El hecho de subrayar, en el primer verso, la instancia
subjetiva del yo, reclama la presencia de una mirada desde el exterior que posicione a
este yo desde un t (el t del locutario y del lector implcito), a quien le correspondera
gozar de la espectacularizacin de su sufrimiento, proporcionando a la escena el
carcter de una performance. La manipulacin a fines estticos de la prctica del
tormento de la locutora se encuentra tematizada an ms explcitamente en Colirio
(Aq: 16):
voy trazando
la lnea blanca
que deja el colirio
con la negrura del delineador
decoro
lo que pueda verse herido
bajo las luces
como una perfecta
y experimentada
zurcidora
las vivencias de los dems, aunque inconscientemente sabe que se trata, en la mayora
de los casos, de guiones establecidos con anterioridad. De forma anloga, los textos de
Gladys Gonzlez se insertan sin complejos entre las prcticas hipermodernas de la
mediatizacin de la intimidad, y excitan la curiosidad del lector, poniendo su cmara
escondida en las habitaciones de hoteles de paso o de una casa de periferia. Le ofrecen,
as, el espectculo de una herida resplandeciente y erotizada bajo los reflectores.
Esta operacin retrica, que se apoya en la tcnica, ya revisada, de la auto(r)ficcin,
no se reduce, sin embargo, al juego medio perverso de la mirada voyeurista. Su objetivo
es retorcer el foco de atencin desde el objeto marginal de vuelta hacia al sujeto
observador, interrogando sus deseos y sus fantasmas. Es una dinmica que encuentra
ms de un punto de contacto con la obra de la artista americana Cindy Sherman 101.
Como explica la crtica Amelia Jones, el trabajo de Sherman se caracteriza por plantear
un subject of making [that] is enacted through representation rather than veiled as in
the modernist project (Jones 2000: 33). La relacin entre artista y espectador es
interpretable, segn Jones, bajo la cifra del quiasmo:
This mode proproses a new relation of artist/viewer engagement that might be linked to
the phenomenological idea of chiasmus: the way in which embodied subjects intertwine
through the regime of a visibility that itself turns the world into flesh. That is, while one
subject sees another, the subject in seeing is also seen and so made flesh. [...] Sherman's
work can be seen to encourage an opening of the viewer/artist relation such that the
viewer (or, more accurately, participant) turns inside out, experiencing her investments
and desires relative to the figures enacted in Sherman's work. (ibidem)
Cindy Sherman es una fotgrafa estadounidense, cuya obra conceptual es conformada por autoretratos en varias poses y vestimentas. Su trabajo ms importante es Untitles Film Stills (1977-1980),
en que investiga los clichs cinematogrficos a travs de la figura de la mujer deseable.
230
de energas libidinales del lector, pero, al mismo tiempo, una piel en que l mismo se
palpa, despertando a la conciencia del juego perverso de la mirada102.
102
Con intentos anlogos pero en direccin contraria en relacin con el posicionamiento simblico en la
cultura mainstream, est la obra fotogrfica Cosmtica (2008) de Luis Oyarzn. El artista chileno, de
evidentes rasgos indgena-mestizos, se retrae en las poses de los modelos angloamericanos, retocando
estticamente su cuerpo, tindose el pelo y ponindose lentillas azules. Segn Fernando Blanco, a
travs del sadomasoquismo de la transformacin corporal y de la exhibicin segn patrones de
ambigedad sexual, el artista estara intentando una adecuacin al canon y proyectando fantasas de
pertenencia y aprobacin, evidenciando as la marginacin y la discriminacin de las que sufre.
(Blanco 2010). Entiendo que, sobre estas bases, el espectador se siente atrado por unos rasgos que
reconoce como deseables (los que dominan en el espectculo y en la publicidad) pero se siente
incomodo al constatar la efectiva pertenencia racial del artista y al suponer la negacin de la identidad
originaria que est a la base del producto cosmticamente alterado que se le ofrece.
231
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105
Se trata de una receta tpica que consiste en una mixtura de varios ingredientes picados, como queso,
aceitunas, jamn, salami, aliados con aceite, vinagres y especias.
Se trata de una bebida a base de vino y gaseosa para salir de fiesta en la calle.
Comida liviana con que muchas familias chilenas suelen terminar el da, entre las 17 y las 21 horas.
235
segundo eslabn la comida preparada en la casa, muy bsica, sin sabor y sin especial
cuidado (vase el detalle de la loza que queda sucia); en el tercero la abundancia de
productos encerrada en el supermercado que es defendido por un empleado de las
incursiones de otros vecinos que estn de l excluidos; finalmente, en el pice de la
pirmide, la proyeccin pantagrulica de la comida gigante, que abastece a un ejrcito
de fauces: la jaiva devorada por las hormigas. La comida sabrosa, en cantidades
sobrehumanas, retorna en otras circunstancias, precisamente cuando brilla por su
ausencia. En el delirio que acompaa las fiebres del locutor de otro poema (Marciano,
41) y su forzado ayuno debido a los vmitos ininterrumpidos, se prospecta una fuga de
amor al estilo vaquero, coronada por la aparicin triunfal del verdadero objeto del
deseo: pan con queso cabeza, un tpico plato campesino a base de las partes que
quedan sin usar del cerdo, como la piel, las orejas, el hocico, la lengua. Otros poemas
son visitados, sin ms, por el espectro del hambre. Uno, que se relaciona con la leche, se
titula directamente La desnutricin (44), otro propone el extremo trueque de una
cultura sufrida pasivamente en la infancia y ahora totalmente fuera de lugar un
diccionario con algo de comida, aunque fuera carne molida, notoriamente ms barata
que los dems cortes: pero incluso falt / pa la carne mola / cacho que no me an a
fiarme / por lo que deo / lo nico que tengo pa vender / e un discionario que tengo e
chico / pero quin me a comprarme esa ge? (43). La obsesin, en presencia o
ausencia, por los alimentos, organiza una disposicin al ayuno de tipo kafkiano, un
vaciarse y quedar a disposicin del rgano que es sede de la masticacin y del habla, del
sentido y del Sentido: la boca. En su ensayo Kafka. Pour une littrature mineure,
Deleuze y Guattari plantean la disyuncin entre el acto de comer y el de hablar, o
escribir:
[] un langage quelconque implique toujours une dterritorialisation de la bouche,
de la langue et des dents. La bouche, la langue et les dents trouvent leur territorialit
primitive dans les aliments. En se consacrant l'articulation des sons, la bouche, la
langue et les dents se dterritorialisent. Il y a donc une certaine disjonction entre
manger et parler et, plus encore, malgr les apparences, entre manger et crire [...]
Parler, et surtout crire, c'est jener. (Deleuze y Guattari 1975: 35-36)
236
La pregunta, transpuesta al caso de la obra de Carreo, parece trazar por s sola una
respuesta: sera el habla de su otro en carne y hueso, el vecino de la comuna, esta
alteridad a la cual se abre la escritura. Sin embargo, como muy lcidamente subraya
Manrique, la meditacin foucaultiana se dirige a una dimensin anterior, la del
106
La eleccin de este marco enunciativo es, a su vez, fruto de una indirecta interrogacin de las
preferencias de la colectividad. En sus inicios, el poeta peg fotocopias de sus creaciones poticas en
los postes y los paraderos de su comuna: las hojas que llevaban experimentos surrealistas o
metaliterarios fueron arrancadas, mientras sobrevivieron semanas y semanas las que retrataban
situaciones reales en el habla de la zona. En estas ltimas, incluso, la gentes dejaba comentarios,
sugerencias, peda el contacto del autor. De all el poeta decidi recorrer el camino retrico y afinar el
odo en la direccin elegida por la comunidad invisible (lamo 2012).
237
momento mismo de la enunciacin. En las palabras del filsofo francs, [e]l sujeto
[sujet], el tema [sujet] de la literatura (lo que habla en ella y aquello de lo que habla)
no es tanto el lenguaje en su positividad cuanto el vaco en el que encuentra su espacio
en la desnudez del hablo (Foucault 1999 cit. en Manrique ibidem). Esta observacin
es crucial para entender el tipo de operacin retrica propuesta, a mi ver, en Compro
fierro. La borradura de la instancia escritural (que en el caso de Carreo nunca es
completa, y sobre todo s es consciente, a diferencia de lo que postula Foucault en
relacin, por ejemplo, con la locura) tiene como objetivo modular el momento
enunciativo en s, el locus del acontecer del lenguaje. La otredad a la cual se abre la
instancia escritural es antes que nada el fenmeno del habla en s, desnudado de
determinaciones representativas y de pretensiones de verdad. El darse del lenguaje, de
esta forma, es desligado de las atribuciones de contenido, de las caracterizaciones de
valor. De all que la desaparicin de la instancia enunciativa corresponda menos a un
pasivo auto-desvanecimiento que a un activo resetear las huellas de la representacin,
los programas de veridiccin fuente de prejuicios en el horizonte de la doxa107 que
estructuran el cuerpo mismo del lenguaje. Sera justamente en la autoreferencia vaca de
una palabra que se mira al ser dicha donde se produce el quiebre, segn Foucault, de la
relacin del sujeto con la verdad que lo describira; ahora, el fenmeno de la veridiccin
se produce en el momento y en el modus mismos de la modulacin del lenguaje, y no a
nivel de contenido, de representacin. Como resume Manrique:
Esta modificacin de los valores y las significaciones del orden del discurso en el que esta
palabra transgresiva se inscribe no puede pensarse entonces como un decir otra verdad
sobre el mismo hombre, o un ofrecer otra interpretacin, desde otra perspectiva, de una
misma experiencia; sino, justamente, la ruptura del vnculo entre el sujeto y su verdad,
en otra modulacin de la voluntad de verdad, en un querer decir la verdad de otro
modo, en otra forma de veracidad. (31)
Concepto de la filosofa y retrica de Grecia antigua que significa opinin comn, creencia.
238
mantenerla, con un trabajo que implica una lucha y una tensin continuas aquella
dimensin de sus locuciones que se desentiende de la relacin con representacin y
verdad, para concentrarse en la mera potencia del decir. La instancia escritural
simplemente lanza los discursos por los aires, limitndose quizs a imprimir un ngulo
de trayectoria: es as como el lector tiene la impresin de enfrentarse sin mediaciones
ni siquiera las que traa enraizada en s mismo en la forma de pre-comprensiones y
prejuicios con la desnuda energa de tales discursos.
239
deleuziana intensidad a-significante, esto es, una intensidad que deje atrs tanto el
significado como el significante, y se diseque hasta dejar al desnudo su esqueleto
fonemtico:
Instantnea de domingo azul, Pasaje El Carmen
Ya
entrega la casaca
ya
ehtai vio
ni ah que sea naic
la ehtai viendo, Pato
lo vihte cmo eht?
Pato, ehtai plido
ehtai plido
yo tengo como cinco casaca
ehtai vio
no d jugo
Pato
oye oye
yo te conohco
me acmira
si pa qu
pa qu
te regalo una chaqueta si quer
mira que soy bacn
se ehtn cagando e la risa e vo Pato
compremo una cerveza mejor
maana voy a ir a tu casa
cuando eht m lcido
oh, Pato
que vendihte la pehc
quin tiene encendeor? (31)
240
He aqu el valor poltico del desorden llevado por esta lengua menor en la lengua
mayor: los poemas no exponen, como correspondera en cierta perspectiva subalternista,
un sntoma, un ruido puramente a-significante, que los dispositivos de conocimiento han
reducido por fin a su inteligibilidad, sino una lengua que es a la vez diferente y similar a
la lengua vehicular y referencial, que mantiene abierta la posibilidad de ser decodificada
pero que sigue sus propias reglas, se rige por sus propias leyes. Una lengua menor, o
dialecto, que en fuerza de su autonoma escarbada en la dominancia de otra, logra
establecerse no como alternativa (el destino ltimo de muchos experimentos con lo
menor o con la minora), sino como interlocutor a la par.
108
241
mitigada por los sermones de los evanglicos, que se repiten hasta el cansancio como un
cd en el estreo. El play del ttulo, que el lector visualiza como el cono del pulsador
del estreo, encuentra una correspondencia tanto en la monotona del tono del
predicador evanglico como en el moto en realidad esttico, pero por eso mismo
vertiginoso del joven hacia la inedia y la muerte.
Un tercer y ltimo aspecto de la relacin entre la instancia escritural y el mundo
hacia el cual se tiende su escucha feroz, su mirada irresponsable, es la interesante
alternancia entre el imponerse de la realidad, con todo su peso de burdo sinsentido y de
inapagable energa vital a la vez, y las lneas de fuga que de pronto se abren en el tejido
del texto hacia delirios de inspiracin casi surrealista, o real maravillosa. Por una parte,
la circunstancia en la que se inscribe la actividad observante del sujeto enunciativo
rebasa continuamente la posicin de un objeto que se dejara escudriar quieta y
pasivamente, para irrumpir a travs de sensaciones, sonidos, temperaturas, voces. El
poema Mirando (62) escenifica la interrupcin de las reflexiones pesimistas del
locutor por parte de voces de la casa y de la feria, que justamente no se quedan como
zumbido apaciguador en el fondo sino que se imponen con su protagonismo, como se
puede ver en el siguiente fragmento:
Se nos quedaron enchufados
una vida a medias
[] - Queda arr en la olla arrastrando el coche y una guagua por siacaso
muriendo en cuotas mensuales
sin la tele y en el vaco
en un lmite sin llanto
- Que lo pase bien cacerita
no, uno aqu no m, trabajando - Si est tan mala la cosa oiga - va a llevar pescada
chorito
almeja no es una cuenta regresiva []
243
Tambin los aparatos y los objetos que se rompen o no funcionan introducen una
fractura, una crisis, en la cadena del pensamiento, como detonadores que despiertan la
atencin sobre la realidad: se trata de telfonos cortados, ventanas rotas, parafina que se
ha terminado, columpios robados. La inamovilidad de acero de una existencia
inconducente y sin perspectivas, tono predominante que queda continuamente ratificado
por los remates que cierran los poemas y nada / eso noms (25), como si fuera
verdad / como si importara algo (68), y as se moran / no me acuerdo de nada ms
ahora (76), es arrugada, en su superficie, por los pequeos pliegues provocados por
estas epifanas del desgaste.
Otro movimiento que introduce una variacin en el panorama desolador de la
periferia es el desprenderse repentino de imgenes delirantes, como en las tablas de
Bosch. Un hoyo en el piso se transforma en una cueva, cuyas paredes estn decoradas
por misteriosas pinturas rupestres que retraen escenas contemporneas encontr
dibujos a tiza / del musculoso de los sacos de cemento / de gente que se encaramaba a
los cerros / a pura pata o en citronetas / bajo un sol que era un laberinto rojo (71); un
cuadro nocturno de Puerto Montt pulsa y respira como un molusco, como un dulce pus
que revienta / araando barro y cebollas / fritas, como pies de campo / solares que
entran por los hocicos / regurgitando a la deriva / machas y leche por carbn (55); una
poblacin desaparece inexplicablemente, resonando de los ecos macondinos en el
tiempo de las plagas, con sus gesticulaciones absurdas ([p]or esos das la gente andaba
en la magia / aplaudindose la cabeza), transformaciones milagrosas ([v]imos los
supermercados transformarse en perreras / y los carros de sopaipillas / en palomares) y
un final de puro efecto: [...] ni nos dimos cuenta / cuando de un sablazo / el cielo / nos
raj (18). Si esta imaginacin exuberante es casi la respuesta inmunitaria con que el
sujeto de la enunciacin reacciona a la superficie chata de una existencia dominada, en
muchos casos, por un sentimiento de fatalismo y rendicin, tambin es el anverso de la
exposicin sin compromisos de los discursos ajenos, ensalzados en su verdad
enunciativa. En otras palabras, tanto en las inmersiones en lo que parece ser el
inconsciente colectivo de la comunidad, como en el lanzamiento al aire de los discursos
conscientes de los comuneros, la instancia escritural insiste en adelgazar hasta el
extremo la membrana que su presencia comporta. Porque, quizs, lo que realmente le
244
apremie sea acceder a aquel nico lugar en donde, cercada por su escucha feroz, logra
sobrevivir la verdad, el lugar del puro, desnudo, intolerable y compasivo decir, vaciado
de cualquier contenido que encadene a una identidad: Hay que saltar al otro lado /
abrazarte / y decir que hablamos de lo mismo (73).
245
246
CONCLUSIN
En este trabajo de tesis he querido interrogar, desde la perspectiva de la poesa, la
marginalidad social, un fenmeno que radica en la aspereza de lo real y emerge a la
percepcin transitando por especficos cruces de enunciabilidad, o sea quedando
modificado por los discursos que convergen alrededor suyo en la arena pblica. Se trata
de una situacin ambivalente, en tanto habita la esfera cultural y social a la vez: a
nosotros los lectores, nos reclama que nos pongamos a la escucha de las resonancias que
surgen del contacto entre las obras literarias que la interpretan y su nuestra
contemporaneidad, tanto discursiva como histrica.
He elegido adoptar el trmino marginalidad porque me parece que capta, mejor
que otras clasificaciones, los rasgos de la conformacin simblico-discursiva de fondo
que ha asumido la problemtica en el perodo considerado. Sin embargo, al mismo
tiempo, he estimado necesario precisar las varias facetas e implicaciones de tal
denominacin, sobre todo en relacin con las inversiones fantasmticas y libidinales por
parte de la colectividad social y con el dilogo que el significante de marginalidad
entretiene con los dems discursos culturales. En otras palabras, he querido insistir en la
raigambre histrico-contextual de un trmino que, sin tal matizacin, corre el peligro de
cristalizarse en las formas de un ncleo mtico en el sentido barthiano del trmino
(Barthes 1957), obscureciendo la genealoga de su formacin y operando desde la
inversin tpica de la ideologa. El trmino de marginalidad, entendido, segn mi
propuesta, como significante performativo, o sea como un elemento absolutamente
vital y productivo en el tejido de la cultura, puede ser, as, analizado con mayor
efectividad y provecho en sus influencias sobre el imaginario y las producciones
artsticas.
De la misma manera como la mirada crtica que se dirige al significante de la
marginalidad revela ms datos sobre la comunidad en su totalidad, que sobre el sector
especfico de personas diferenciadas mediante el nombre sintcticamente clasificatorio
de margen, tambin la declinacin que he propuesto aplicar al fenmeno enunciativo
manifiesta una especial insistencia en un marco unitario de fondo. En particular, emerge
247
Las conexiones que aqu he realzado entre formulacin potica y temas de candente
actualidad como ciudadana, equidad social y econmica, adscripcin identitaria sufrida
pasivamente o creativamente re-elaborada, demuestran cmo las problemticas
invocadas en las obras consideradas rebasan las fronteras de lo literario para volverse
interrogaciones ticas, apuestas de vasto alcance en el territorio de lo poltico. Trabajada
desde la poesa, la problemtica de la marginalidad desordena, por retomar una
emblemtica expresin de Jacques Rancire (1998), la particin policaca de lo sensible,
la organizacin normada y normalizadora de los regmenes de visibilidad y
enunciabilidad. Y lo hace, como los poemarios seleccionados excelentemente
demuestran, sin caer en la trampa de ofrecer una ensima versin menor, alternativa,
contestataria pero sin real capacidad de cambio con respecto al grand rcit nacional,
al relato colectivo con que la comunidad se justifica frente a s misma. Por lo contrario,
me he esforzado de subrayar, a travs del giro interpretativo que he aplicado al corpus,
cmo el cuestionamiento fundamental que anima la reelaboracin potica de la
marginalidad en las dcadas de referencia se dirija siempre al sujeto colectivo en su
totalidad: el sujeto marginal nos mira, en realidad, desde el fondo de un espejo. La
marginalidad, considerada bajo esta perspectiva, se niega a constituirse en categora de
orden ontolgico funcional a una separacin del cuerpo social en partes incomunicadas
entre s, y, gracias a la fluidez performativa que le confiere su participacin en el orden
del discurso, nos penetra, nos implica en lo ntimo. De aqu desciende la ya mencionada
importancia de insistir, entre los varios umbrales enunciativos que moldean el poema,
en el papel unificador de la instancia escritural: apropiarse de la responsabilidad de
organizar estticamente las voces, propias y de los otros, equivale a reconocer y
nombrar el lazo tico profundo que las une en un destino comn. Tal organizacin
enunciativa del poema se refleja en el discurso que cada sujeto pronuncia en la arena
pblica: ste es invitado a tomar conciencia, de la misma forma en que lo hace la
instancia escritural, de las voces que confluyen, desde la otredad, en su propio discurso
y a modularlas creativamente a partir del dilogo. No se tratar ni de un hablar por
paternalstico, ni de un dejar hablar ingenuo, sino de un reto a hablar con
responsable, inteligente, inventivo. Por otra parte, la evaluacin del estatuto simblicodiscursivo que caracteriza la marginalidad permite reconocer que sta no
253
necesariamente debe reducirse a lastre identitario, sino que los varios actores sociales
pueden trabajar en un sentido de des-identificacin con respecto a las adscripciones
impuestas o heredadas para encontrarse, gracias a una subjetivizacin ms libre y
conscientemente modulada, en el terreno de paridad que es la comunidad que viene.
Son, estas, constancias de una energa positiva que, alejndose de ciertas inspiraciones
interpretativas ms bien victimizadoras y paralizantes, anima una novedosa visin sobre
el margen: lo manipula, lo tensa, lo dilata, y lo descubre apoderado, autnomo, asertivo,
un centro capaz de dialogar con otros centros. Una percepcin sobre y desde un realidad
en transformacin que la crtica, sin lugar a dudas, es llamada a tomar en cuenta.
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Agradecimientos
Un agradecimiento especial a las profesoras Susanna Regazzoni, Magda Seplveda
Eriz, Mara ngeles Prez Lpez y Elide Pittarello por sus valiosas sugerencias y su
ejemplo.
Gracias a Germn, Andrea y Jorge por su inteligencia y energa.
Gracias a Thoms por su h transparente.
Gracias a mi familia, a las amigas y a los amigos por su alegra y apoyo.
Gracias a Valerio, por todo lo que importa.
Y gracias a la cordillera.
Esta tesis ha contado con el apoyo del Estado Chileno a travs del proyecto Fondecyt
1120264 cuya investigadora responsable es la Dra. Magda Seplveda Eriz.
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