En 3 oraciones:
1) El documento discute aspectos antropológicos agustinianos sobre el hombre interior y su apertura al mundo y la trascendencia. 2) Para Agustín, el hombre interior representa el lugar donde Dios habita, y es mejor entrar en uno mismo a través de un viaje al corazón para encontrar la verdad y a Dios. 3) La búsqueda de la verdad conduce al hombre al mundo, y ser capaz de Dios lo conduce a la trascendencia, por lo que es importante establecer una relación armoniosa consigo
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1) El documento discute aspectos antropológicos agustinianos sobre el hombre interior y su apertura al mundo y la trascendencia. 2) Para Agustín, el hombre interior representa el lugar donde Dios habita, y es mejor entrar en uno mismo a través de un viaje al corazón para encontrar la verdad y a Dios. 3) La búsqueda de la verdad conduce al hombre al mundo, y ser capaz de Dios lo conduce a la trascendencia, por lo que es importante establecer una relación armoniosa consigo
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1) El documento discute aspectos antropológicos agustinianos sobre el hombre interior y su apertura al mundo y la trascendencia. 2) Para Agustín, el hombre interior representa el lugar donde Dios habita, y es mejor entrar en uno mismo a través de un viaje al corazón para encontrar la verdad y a Dios. 3) La búsqueda de la verdad conduce al hombre al mundo, y ser capaz de Dios lo conduce a la trascendencia, por lo que es importante establecer una relación armoniosa consigo
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1) El documento discute aspectos antropológicos agustinianos sobre el hombre interior y su apertura al mundo y la trascendencia. 2) Para Agustín, el hombre interior representa el lugar donde Dios habita, y es mejor entrar en uno mismo a través de un viaje al corazón para encontrar la verdad y a Dios. 3) La búsqueda de la verdad conduce al hombre al mundo, y ser capaz de Dios lo conduce a la trascendencia, por lo que es importante establecer una relación armoniosa consigo
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1
EL HOMBRE INTERIOR, ABIERTO AL
MUNDO Y A LA TRASCENDENCIA. ASPECTOS ANTROPOLGICOS AGUSTINIANOS 1
Esquema de las confesiones de San Agustn. Crisis antropolgica. Agustn es uno de los eslabones importantes en la transmisin del patrimonio humanista en el mundo occidental.
El Hombre interior
En Agustn la figura del hombre interior 2 representa el lugar donde Dios habita.
1 Extracto del P. Domenico Marafioti, SJ. Presentacin realizada por Fray Paulo Lpez Soto, O.S.A. 2 Pero y qu es entonces? Pregunt a la tierra y me dijo: No soy yo; y todas las cosas que hay en ella me confesaron lo mismo. Pregunt al mar y a los abismos y a los reptiles de alma viva, y me respondieron: No somos tu Dios; bscale sobre nosotros. Interrogu a las auras que respiramos, y el aire todo, con sus moradores, me dijo: Se engaa Anaxmenes: yo no soy tu Dios. Pregunt al cielo, al sol, a la luna y a las estrellas. Tampoco somos nosotros el Dios que buscas, me respondieron. 2
Dije entonces a todas las cosas que estn fuera de las puertas de mi carne: Decidme algo de mi Dios, ya que vosotras no lo sois; decidme algo de l. Y exclamaron todas con grande voz: l nos ha hecho. Mi pregunta era mi mirada; su respuesta, su belleza. Entonces me dirig a m mismo y me dije: T quin eres?, y respond: Un hombre. He aqu, pues, que tengo en m prestos un cuerpo y un alma; esta, interior; el otro, exterior. Por cul de stos es por donde deb yo buscar a mi Dios, a quien ya haba buscado por los cuerpos desde la tierra al cielo, hasta donde pude enviar los mensajeros rayos de mis ojos? Mejor, sin duda, es el elemento interior, porque a l es a quien comunican sus noticias todos los mensajeros corporales, como a presidente y juez, de las respuestas del cielo, de la tierra y de todas las cosas que en ellos se encierran, cuando dicen: No somos Dios y l nos ha hecho. El hombre interior es quien ha conocido estas cosas por ministerio del exterior; yo interior conoc estas cosas; yo, YoAlma, por medio del sentido de mi cuerpo. Interrogu, finalmente, a la mole del mundo acerca de mi Dios, y ella me respondi: Yo solo soy simple hechura suya. (Conf. 10, 6, 9). 34
d) Hominem 38
La bsqueda de la verdad seala la entra del hombre al mundo, el ser capaz de Dios, indica la entrada del hombre a la trascendencia, al infinito. Establecer una relacin armoniosa con uno mismo, con el mundo y con Dios consiente al hombre de encontrar su verdadero rostro y de construir un mundo humano.
del Creador. Lo que la buena voluntad logr fue el dirigirlos no hacia s mismos, seres de menor grado, sino hacia el que es en grado supremo; se adhirieron a l y pudieron llegar a ser en mayor grado, consiguiendo por su participacin sabidura y felicidad. Qu concluimos sino que esa voluntad, aun buena, si permanece en un puro deseo, queda vaca, a no ser que Aquel que ha hecho capaz de poseerle a la naturaleza buena, creada de la nada, la hubiera mejorado, llenndola de s mismo, despus de haber excitado en ella un ansia viva de llegar a l? (Civ 12, 9, 1) 38 Cf. nota 13. 3
Es por ello que no conviene huir fuera 3 , ni ignorar nuestra vida ntima 4 ,
3 Qu hay, pues, que no pueda servir al alma de recordatorio de la primera Hermosura abandonada, cuando sus mismos vicios le aguijan a ello? Porque la sabidura de Dios se extiende de este modo de uno a otro confn y por ella el supremo Artfice coordin todas sus obras para un fin de hermosura. As, aquella bondad no envidia a ninguna hermosura, desde la ms alta hasta la ms nfima, pues slo de ella puede proceder, de suerte que nadie es arrojado de la verdad, que no sea acogido por alguna efigie de la misma. Indaga qu es lo que en el placer corporal cautiva: nada hallars fuera de la conveniencia; pues si lo que contrara engendra dolor, lo congruente produce deleite. Reconoce, pues, cul es la suprema congruencia. No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad; y si hallares que tu naturaleza es mudable, trascindete a ti mismo, mas no olvides que, al remontarte sobre las cimas de tu ser, te elevas sobre tu alma, dotada de razn. Encamina, pues, tus pasos all donde la luz de la razn se enciende. Pues adnde arriba todo buen pensador sino a la verdad? La cual no se descubre a s misma mediante el discurso, sino es ms bien la meta de toda dialctica racional. Mrala como la armona superior posible y vive en conformidad con ella. Confiesa que t no eres la Verdad, pues ella no se busca a s misma, mientras t le diste alcance por la investigacin, no recorriendo espacios, sino con el afecto espiritual, a fin de que el hombre interior concuerde con su husped, no con la fruicin carnal y baja, sino con subidsimo deleite espiritual. (de la verdadera religin, 72) 4 Viajan los hombres por admirar las alturas de los montes, y las ingentes olas del mar, y las anchurosas corrientes de los ros, y la inmensidad del ocano, y el giro de los astros, y se olvidan de s mismos , ni se admiran de que todas estas cosas, que al nombrarlas no las veo con los ojos, no podra nombrarlas si interiormente no viese en mi memoria los montes, y las olas, y los 4
es mejor entrar en uno mismo, emprender este viaje a nuestro corazn. 5
ros, y los astros, percibidos ocularmente, y el ocano, slo credo; con dimensiones tan grandes como si las viese fuera. Y, sin embargo, no es que haya absorbido tales cosas al verlas con los ojos del cuerpo, ni que ellas se hallen dentro de m, sino sus imgenes. Lo nico que s es por qu sentido del cuerpo he recibido la impresin de cada una de ellas. (Con 10, 8, 15) 5 Y alertado por aquellos escritos que me intimaban a retornar a m mismo, entr en mi interior guiado por ti; y lo pude hacer porque t te hiciste mi ayuda. Entr y vi con el ojo de mi alma, comoquiera que l fuese, sobre el mismo ojo de mi alma, sobre mi mente, una luz inmutable, no esta vulgar y visible a toda carne ni otra cuasi del mismo gnero, aunque ms grande, como si sta brillase ms y ms claramente y lo llenase todo con su grandeza. No era esto aquella luz, sino cosa distinta, muy distinta de todas stas. Ni estaba sobre mi mente como est el aceite sobre el agua o el cielo sobre la tierra, sino estaba sobre m, por haberme hecho, y yo debajo, por ser hechura suya. Quien conoce la verdad, conoce esta luz, y quien la conoce, conoce la eternidad. La caridad es quien la conoce. Oh eterna Verdad, y verdadera Caridad, y amada Eternidad! T eres mi Dios; por ti suspiro da y noche, y cuando por vez primera te conoc, t me tomaste para que viese que exista lo que haba de ver y que an no estaba en condiciones de ver. Y reverberaste la debilidad de mi vista, dirigiendo tus rayos con fuerza sobre m; y me estremec de amor y de horror. Y advert que me hallaba lejos de ti en la regin de la desemejanza, como si oyera tu voz de lo alto: Manjar soy de grandes: crece y me comers. Ni t me mudars en ti como al manjar de tu carne, sino t te mudars en m. Y conoc que por causa de la iniquidad corregiste al hombre e hiciste que se secara mi alma como una tela de araa30, y dije: Por ventura no es nada la verdad, porque no se halla difundida 33
c) Deus 37
recuerda, contempla y ama, con su presencia forma una trinidad; entonces formar otra en virtud de cierto vestigio que de su paso deja en la memoria al desaparecer, segn arriba dijimos. (Trin.. 14, 8, 11) 37 No existe, pues, en la voluntad mala una causa eficiente que tenga naturaleza o, si se permite decir, esencia. En ella da comienzo el mal de los espritus sujetos a mutacin. Este mal disminuye o corrompe el bien de la naturaleza. Una voluntad as no es producto de una defeccin por la que se abandona a Dios. La causa de esta defeccin es tambin una defeccin en s. Pues bien, si afirmsemos que tampoco la buena voluntad tiene causa eficiente, correramos un riesgo: dar pie a la creencia de que la buena voluntad de los ngeles buenos es increada, coeterna con Dios. Pero el hecho es que ellos han sido creados; cmo vamos a decir que su voluntad es increada? Descartado, pues. Pero, dado que ha sido creada, lo ha sido simultnea con ellos o fueron ellos primero creados, desprovistos de tal voluntad buena? Si con ellos, es indudable que su autor es el mismo que el de los ngeles. En tal caso, nada ms ser creados se unieron a su Creador con el mismo amor que recibieron al ser creados. Precisamente los malos estn separados de su compaa porque los buenos permanecieron en esa buena voluntad y, en cambio, los malos la abandonaron. Pero ciertamente no la hubieran dejado si no hubieran querido. Supongamos que los ngeles buenos fueron creados antes, sin buena voluntad, y que ellos, sin concurso de Dios, la han producido en s mismos: en tal caso se habran hecho mejores de lo que Dios los hizo... Ni pensarlo! Qu eran, sin buena voluntad, ms que malos? Porque si no eran malos, por no haber surgido en ellos mala voluntad (no podan haberse apartado de la que an no haban comenzado a tener), por supuesto que tampoco eran tan buenos como cuando comenzaron a tener voluntad buena. Pero si no fueron capaces de hacerse mejores de lo que eran al crearlos Aquel cuyas obras nadie supera, en este caso la misma buena voluntad, que a ellos los hizo mejores, no la hubieran podido tener sin el concurso 32
verdaderas, se vive rectamente en esta vida mortal para vivir un da felices en la inmortalidad que el cielo promete. Estas cosas y otras semejantes tienen su orden en el tiempo, y en l aparece con ms facilidad la trinidad de la memoria, de la visin y del amor. Algunas previenen el conocimiento de los aprendices. Son cognoscibles antes de conocerse y engendran en los que las aprenden la gnosis de s mismas. Se encuentran en sus lugares o han pasado ya en el tiempo, aunque lo pretrito no existe en s, sino en ciertos signos de su pretericin, y al ser vistos o escuchados nos indican una existencia pretrita. Dichos signos pueden ocupar un lugar determinado en el espacio, como los cenotafios y otros monumentos por el estilo; o bien se encuentran en los escritos fidedignos, cual lo es, por ejemplo, toda historia compuesta por graves y probos autores; o en las almas de los que ya las conocieron, pues, conocidas por unos, son para los dems asequibles, a cuya ciencia son anteriores, pero pueden conocerse al sernos enseadas por los que ya las conocen. Todas estas cosas, cuando se aprenden, constituyen una especie de trinidad, formada por la especie cognoscible antes de su conocimiento, por el conocimiento del aprendiz, que principia a existir cuando se conoce, y en tercer lugar, por la voluntad, que une las dos anteriores. Conocidas, cuando se las recuerde, surge en lo ntimo del alma otra trinidad integrada por las imgenes impresas en la memoria cuando se conocieron, por la informacin del pensamiento al tornar sobre dichas imgenes la mirada del recuerdo, y por la voluntad, que une, como tercer elemento, estas dos cosas. Las que nacen en un alma donde no existan, como la fe y otras cosas similares, aunque parecen adventicias cuando se introducen en el alma por medio de la enseanza, sin embargo no estn ubicadas ni actuadas fuera, como ocurre con el objeto de la fe, sino que principiaron a existir dentro, en lo ntimo del alma. Fe no es lo que se cree, sino por lo que se cree. Se cree el objeto, se intuye la fe. No obstante, pues empez a existir en un alma que ya era alma antes de brotar en ella la fe, semeja algo adventicio y se considera como pretrita cuando cese su especie, dejando entonces de existir. Ahora, cuando se la 5
La Memoria Otros de los elementos importantes en este recorrido antropolgico de las confesiones de San Agustn es la memoria que se define como 6 el lugar que es necesario trascendencia para llegar hacia Dios 7 .
por los espacios materiales finitos e infinitos? Y t me gritaste de lejos: Al contrario, Yo soy el que soy31; y lo o como se oye interiormente en el corazn, sin quedarme lugar a duda, antes ms fcilmente dudara de que vivo, que no de que no existe la verdad, que se percibe por la inteligencia de las cosas creadas. (Conf 7, 10, 16) 6 Grande es esta energa de la memoria, grande sobremanera, Dios mo. Santuario amplio y sin fronteras. Quin ha llegado a su fondo? Pero, con ser esta energa propia de mi alma y pertenecer a mi naturaleza, no soy yo capaz de abarcar totalmente lo que soy. De donde se sigue que es angosta el alma para contenerse a s misma. Pero dnde puede estar lo que de s misma no cabe en ella? Acaso fuera de ella y no en ella? Cmo es, pues, que no se puede abarcar? (Conf. 10, 8, 15) 7 Grande es la energa (vis) de la memoria y algo que me causa horror, Dios mo: multiplicidad infinita y profunda. Y esto es el alma y esto soy yo mismo. Qu soy, pues, Dios mo? Qu naturaleza soy? Vida varia y multiforme y sobremanera inmensa. Vedme aqu en los campos y antros e innumerables cavernas de mi memoria, llenas innumerablemente de gneros innumerables de cosas, ya por sus imgenes, como las de todos los cuerpos; ya por presencia, como las de las artes; ya por no s qu nociones o notaciones, como las de los afectos del alma, las cuales, aunque el alma no las padezca, las tiene la memoria, por estar en el alma cuanto est en la memoria. Por todas estas cosas discurro y vuelo de aqu para all y penetro cuando puedo, sin que d con el fin en 6
La memoria es como anchos palacios, donde se encuentran los tesoros de innumerables imgenes de
ninguna parte. Tanta es la virtud de la memoria, tanta es la virtud de la vida en un hombre que vive mortalmente! Qu har, pues, oh t, vida ma verdadera, Dios mo? Trascender tambin esta energa ma que se llama memoria? La trascender para llegar a ti, luz dulcsima? Qu dices? He aqu que ascendiendo por el alma hacia ti, que ests encima de m, trascender tambin esta facultad ma que se llama memoria, queriendo tocarte por donde puedes ser tocado y adherirme a ti por donde puedes ser adherido. Porque tambin las bestias y las aves tienen memoria, puesto que de otro modo no volveran a sus madrigueras y nidos, ni haran otras muchas cosas a las que se acostumbran, pues ni aun acostumbrarse pudieran a ninguna si no fuera por la memoria. Trascender, pues, aun la memoria para llegar a aquel que me separ de los cuadrpedos y me hizo ms sabio que las aves del cielo; trascender, s, la memoria. Pero dnde te encontrar, oh, t, verdaderamente bueno y suavidad segura!, dnde te encontrar? Porque si te hallo fuera de mi memoria, olvidado me he de ti, y si no me acuerdo de ti, cmo ya te podr encontrar? (Conf. 10, 17, 26) 31
encontrar en ella la imagen divina. Aunque la mente humana no es de la misma naturaleza que Dios, no obstante, la imagen de aquella naturaleza, a la que ninguna naturaleza vence en bondad, se ha de buscar y encontrar en la parte ms noble de nuestra naturaleza. Mas se ha de estudiar la mente en s misma, antes de ser particionera de Dios, y en ella encontraremos su imagen. Dijimos ya que, aun rota nuestra comunicacin con Dios, degradada y deforme, permaneca imagen de Dios. Es su imagen en cuanto es capaz de Dios y puede participar de Dios; y este bien tan excelso no pudiera conseguirlo si no fuera imagen de Dios Mira! El alma se recuerda, se comprende y se ama: si esto vemos, vemos ya una trinidad; aun no vemos a Dios pero si una imagen de Dios. La memoria no recibi dl mundo exterior su recuerdo, ni el entendimiento encontr fuera el objeto de su visin, a semejanza del ojo del cuerpo: ni la voluntad uni en la periferia estas dos realidades, cual sucede en la forma material y su impresin en la retina del espectador; ni el pensamiento encontr la imagen del objeto que vio fuera, y en cierta manera fue arrebatado y oculto en la memoria cuando a ella se tom y fue informada la mirada del recuerdo, unidos por la voluntad como tercer elemento cual acontece, segn probamos. en aquellas trilogas que descubrimos en las cosas materiales o que de los cuerpos se introducen en el interior mediante los sentidos del cuerpo, de las cuales hemos ya tratado en el libro XI; ni como suceda, al menos en apariencia, al hablar de la ciencia que consista en las actividades del hombre interior, ciencia que distinguamos de la sabidura; donde lo que se aprende es como adventicio en el alma, ora se adquiera por el conocimiento de la historia, corno son los hechos y dichos que se suceden en el tiempo y pasan; ora tengan cierta consistencia en la naturaleza de las cosas, segn las diversas regiones y lugares; ora nazca en el mismo hombre, mediante la enseanza ajena o por reflexin propia, lo que antes no exista, como la fe, con tanta insistencia recomendada por nosotros en el libro XIII, como las virtudes, mediante las cuales, si son 30
b) Homo imago Dei 36
su vida, incluso si es miserable, jams cesar de vivir-, as, aunque la inteligencia o razn parezca ahora corno adormecida en ella, ya se manifieste pequea, ya grande, el alma humana siempre es racional e intelectiva; y por esto, si ha sido creada a imagen de Dios en cuanto puede usar de su razn e inteligencia para conocer y contemplar a Dios, es evidente que, desde el momento que a existir empez esta excelsa y maravillosa naturaleza, ya est tan envejecida que apenas sea imagen, ya se encuentre entenebrecida y desfigurada, ya ntida y bella, jams dejar de existir. Finalmente, esta deformacin de su dignidad la deplora, compadecindola, la Escritura divina. Anda, dice, el hombre como una imagen; en vano se agita; atesora sin saber para quin. No atribuira la vanidad a la imagen de Dios si no la viese ya deformada. Y da a entender que esta deformacin no borra por completo la imagen de Dios, al decir: Anda el hombre como una imagen. Por lo cual en ambos extremos es verdadera esta sentencia; as como se dice: Anda el hombre como una imagen; sin embargo, se agita en vano, se puede tambin decir que el hombre se agita en vano; sin embargo, anda como una imagen. Aunque su naturaleza es excelsa, pudo, no obstante, ser viciada, porque no es suprema; y aunque pudo ser viciada, porque no es suprema, con todo, es su naturaleza sublime, pues es capaz y puede ser partcipe de una gran naturaleza. Busquemos, pues, en esta imagen de Dios una trinidad especial contando con el auxilio de aquel que nos hizo a su imagen. De otra manera no podramos provechosamente investigar estos secretos ni encontrar nada sin la sabidura que viene de l. Si recuerda el lector lo que dicho queda en los libros precedentes, principalmente en el X, acerca del alma o mente humana, o si se releen con atencin las cosas que se hallan escritas en los mencionados lugares, no se desear aqu una disquisicin prolija sobre asunto tan importante. (Trin. 14, 4, 6). 36 Hemos llegado ya a un punto en la discusin donde intentaremos someter a examen la parte ms noble de la mente humana, por la que se conoce o puede conocer a Dios, para 7
toda clase acarreada por los sentidos 8 . O se considera la memoria como el vientre del alma 9 .
8 Trascender, pues, aun esta energa de mi naturaleza, ascendiendo gradualmente hacia mi creador. Y entro en los campos y anchos palacios de la memoria, donde estn los tesoros de innumerables imgenes de toda clase de cosas acarreadas por los sentidos. All se halla escondido cuanto pensamos, ya aumentando, ya disminuyendo, ya variando de cualquier modo las cosas adquiridas por los sentidos, y todo cuanto se le ha encomendado y se halla all depositado y no ha sido an absorbido y sepultado por el olvido. Cuando estoy all pido que se me presente lo que quiero, y algunas cosas se presentan al momento; pero otras hay que buscarlas con ms tiempo y como sacarlas de unos receptculos abstrusos; otras, en cambio, irrumpen en tropel, y cuando uno desea y busca otra cosa se ponen en medio, como diciendo: No seremos nosotras?. Y las espanto yo del haz de mi memoria con la mano del corazn, hasta que se esclarece lo que quiero y salta a mi vista de su escondrijo. Otras cosas hay que fcilmente y por su orden riguroso se presentan, segn son llamadas, y ceden su lugar a las que les siguen, y cedindolo son depositadas, para salir cuando de nuevo se deseare. Lo cual sucede puntualmente cuando narro alguna cosa de memoria. (Conf. 10, 8, 12) 9 Tambin se hallan los sentimientos de mi alma en la memoria, no del modo como estn en el alma cuando los padece, sino de otro muy distinto, como se tiene la virtud de la memoria respecto de s. Porque, no estando alegre, recuerdo haberme alegrado; y no estando triste, recuerdo mi tristeza pasada; y no temiendo nada, recuerdo haber temido alguna vez; y no codiciando nada, haber codiciado en otro tiempo. Y al contrario, otras veces, estando alegre, me acuerdo de mi tristeza pasada, y estando triste, de la alegra que tuve. Lo cual no es de admirar respecto del cuerpo, porque una cosa es el alma y otra el cuerpo; y as no es maravilla 8
La memoria se pueden dividir en: la memoria de las cosas (Memoria rerum), la memoria de uno mismo (memoria sui) y la memoria sobre Dios (Memoria Dei). Memoria rerum: es aquel recuerdo que tenemos de las cosas, las experiencias, nuestros conocimientos, sensaciones, sentimientos, imgenes que recibimos por nuestros 5 sentidos (conf. 10, 27, 38). Memoria suis: es la memoria ntima. Esta memoria ntima tiene una importancia fundamental en la conciencia moral y en el valor moral de los actos
que, estando yo gozando en el alma, me acuerde del pasado dolor del cuerpo. Pero aqu, siendo la memoria parte del alma pues cuando mandamos retener algo de memoria, decimos: Mira que lo tengas en el alma, y cuando nos olvidamos de algo, decimos: No estuvo en mi alma y Se me fue del alma, denominando alma a la memoria misma, siendo esto as, digo, en qu consiste que, cuando recuerdo alegre mi pasada tristeza, mi alma siente alegra y mi memoria tristeza, estando mi alma alegre por la alegra que hay en ella, sin que est triste la memoria por la tristeza que hay en ella? Por ventura no pertenece al alma? Quin osar decirlo? Es acaso la memoria como el vientre del alma, y la alegra y tristeza como un manjar, dulce o amargo; y que una vez encomendadas a la memoria son como las cosas transmitidas al vientre, que pueden ser guardadas all, mas no gustadas? Ridculo sera asemejar estas cosas con aqullas; sin embargo, no son del todo desemejantes. (Conf. 10, 14, 21) 29
2. El hombre es capax Dei, es decir, un interlocutor vlido con Dios. a) Homo 35
tan pronto como le encontris, invocadle; y cuando se aproxime a vosotros, abandone el impo sus veredas y sus pensamientos el malvado. Si en la bsqueda puede ser encontrado, por qu se dice: Buscad siempre su rostro? Se ha de seguir buscando una vez encontrado? En efecto, as se han de buscar las realidades incomprensibles, y no crea que no ha encontrado nada el que comprende la incomprensibilidad de lo que busca. A, qu buscar, si comprende que es incomprensible lo que busca, sino porque sabe que no ha de cejar en su empeo mientras adelanta en la bsqueda de lo incomprensible, pues cada da se hace mejor el que busca tan gran bien, encontrando lo que busca y buscando lo que encuentra? Se le busca para que sea ms dulce el hallazgo, se le encuentra para buscarle con ms avidez. En este sentido hemos de entender lo que el Eclesistico pone en boca de la Sabidura: Los que me comen sentirn hambre y los que me beben quedarn con sed. Comen Y beben, porque encuentran; y porque sienten hambre y sed, buscan. Busca la fe, encuentra el entendimiento. Por eso dice el profeta: Si no creyereis, no entenderis4. Sigue buscando el entendimiento al que encontr. Mira Dios a los hijos de los hombres, se canta en el Salmo inspirado, para ver si hay entre ellos algn inteligente que busque a Dios. Debe el hombre ser inteligente para buscar a Dios. (Trin. 15, 2, 2) 35 Ni ser imagen de Dios esta trinidad que ahora no existe, ni es imagen de Dios aquella que entonces no existir; es en el alma del hombre, alma racional e intelectiva, donde se ha de buscar la imagen del Creador, injertada inmortalmente en su inmortalidad. Y as como el alma se dice, en un cierto sentido, inmortal -aunque tiene el alma su muerte cuando carece de la vida feliz, verdadera vida del alma, no obstante se la dice inmortal, porque, sea cual fuere 28
1. Se transforma en un buscador de la verdad, como un valor en s mismo 33 . Siendo Dios el fin de esta bsqueda 34 .
33 Pero entonces, cuanto ms ardientemente amaba a aquellos de quienes oa relatar tan saludables afectos por haberse dado totalmente a ti para que los sanases, tanto ms execrablemente me odiaba a m mismo al compararme con ellos. Porque muchos aos mos haban pasado sobre m unos doce aproximadamente desde que en el ao diecinueve de mi edad, ledo el Hortensio de Cicern, me haba sentido excitado al estudio de la sabidura, pero difera yo entregarme a su investigacin, despreciada la felicidad terrena, cuando no ya su invencin, pero aun sola su investigacin debera ser antepuesta a los mayores tesoros y reinos del mundo y a la mayor abundancia de placeres. Mas yo, joven miserable, sumamente miserable, haba llegado a pedirte en los comienzos de la misma adolescencia la castidad, dicindote: Dame la castidad y continencia, pero no ahora, pues tema que me escucharas pronto y me sanaras presto de la enfermedad de mi concupiscencia, que entonces ms quera yo saciar que extinguir. Y continu por las sendas perversas de la supersticin sacrlega, no como seguro de ella, sino como dndole preferencia sobre las dems, que yo no buscaba piadosamente, sino que hostilmente combata. (Conf. 8,7 17) 34 El Dios que buscamos espero venga en mi ayuda para que mi trabajo no sea estril y podamos entender este pensamiento del Salmo sagrado: Algrese el corazn de los que buscan al Seor; buscad al Seor y fortaleceos; buscad siempre su rostro. Parece que jams se encuentra lo que siempre se busca, cmo, pues, ha de alegrarse y no sentir tristeza el corazn de los que buscan, si no pueden encontrar lo que buscan? No dice: "Algrese el corazn de los que encuentran", sino de los que buscan al Seor. Sin embargo, la posibilidad de encontrar a Dios mientras se le busca nos la atestigua el profeta Isaas cuando dice: Buscad a Yahv, y 9
morales. La palabra conciencia dal Lat. cum = con y scire= saber 10 , es decir, una conciencia habitual
10 La conciencia es cuando el acto cognitivo trata sobre las acciones ya realizadas, se llama conciencia psicolgica (es la verdadera reflexin del sujeto agente sobre su propia actividad); es sensitiva si atae solo a los sentidos y su sensacin (para los escolsticos se llamaba sentido ntimo, es decir, el punto de unin y de encuentro de toda la vida sensible). La conciencia psicolgica ms propia es el acto de la inteligencia, con el cual el sujeto reflexiona sobre su propio quehacer interior y se conoce como persona. Si el acto cognitivo atae a la accin de hacer en relacin al fin, se llama conciencia moral, la cual se distingue en habitual y actual. La conciencia habitual es una disposicin del intelecto a intuir rpidamente los principios de la actividad humana en orden al fin (normes morales, o ley natural), como por ejemplo: bonum est faciendum, malum vitandum. Esta disposicin del intelecto se llama sindresis. La conciencia actual consiste en el juicio prctico de la razn sobre la moralidad de una accin a realizar: son la aplicacin de los principios universales por la sindresis a los casos particulares. Esta conciencia puede ser cierta (sino existe temer a equivocarse) o dudosa (cuando existen motivos en favor o en contra de una accin); as la conciencia moral puede ser verdadera o errnea segn aquello que considera justo o si se engaa. El error es invencible o sin culpa, sino se puede evitar, o vencible, es decir, culpable si se puede superar. En la duda no es lcito pasar a la accin, pero es necesario resolver la duda con la reflexin, con el consejo, con la oracin para llevar a una certeza moral (que no es una certeza matemtica) sobre la honestidad delo acto. El hombre est obligado a seguir siempre los dictmenes de la conciencia recta, aun cuando ella fuera errnea (invencible). Puede dares el caso, no se pueda solucionar del todo, la duda, pues bien, es posible seguir la opinin ms probable fundada sobre motivos serios y razonables (Probabilismo), ni se obliga a seguir las opiniones ms seguras como queran los Tucioristas. A la conciencia se unen las cuestiones la libertad y de la responsabilidad: la conciencia que 10
no solo de la cosa dichas, hechas, vividas, sino de ms mismo, en cuando diverso de los otros y la conciencia. En la conciencia reflexiva que en Toms de Aquino es la capacidad de retornar sobre uno mismo: el espritu es capaz de tomar conciencia de la propia existencia, partiendo de la consideracin de los propios actos 11 . Es en este lugar donde San Agustn posiciona la realidad compleja y tripartita 12 de las tres facultades
obliga, ordena, prohbe, corrige y convierte es signo de evidente de la libertad; y si el hombre es libre, es por lo tanto responsable de las acciones delante de un tribunal humano, ms an delante de aquel de la conciencia, que queda como un enigma sino fuera subordinado a la ley y a un legislador o Juez Supremo. Toda la doctrina cristiana, que condena cualquier forma d determinismo y la autonoma absoluta de la conciencia moral, como la profesaba Kant. (Concienza Dizionario di Teologia Dogmatica). 11 G. Cavalcoli, Autocoscienza e coscienza morale in S.Tommaso dAquino, in Gabbi Petruio [a cura di], Coscienza. Storia e percorsi di un concetto, p.53. 12 Esta trinidad de la mente no es imagen de Dios por el hecho de conocerse la mente, recordarse y amarse, sino porque puede recordar, conocer y amar a su Hacedor. Si esto hace, vive en ella la sabidura; de lo contrario, aunque se recuerde a s misma, se comprenda y se ame, es una ignorante. Acurdese, pues, de su Dios, a cuya imagen ha sido creada; conzcale y mele. Y para decirlo ms brevemente: honre al Dios increado, que la hizo capaz de l y a quien puede poseer por participacin; por esto est escrito: Mira! El culto de Dios es sabidura. Y no lo es por su luz propia, sino por participacin de la luz suprema, do reinar eternamente feliz. Y, en este sentido, la sabidura del hombre es tambin sabidura de Dios. Slo entonces es verdadera; porque, si 27
As en esta dialctica entre la realidad y el amor a la verdad y la felicidad el hombre debe asumir una actitud:
exaltado. Si, pues, el hombre es un abismo, cmo es que el abismo invoca al abismo? El hombre invoca al hombre? Lo invoca del mismo modo que Dios es invocado? No. Lo que pasa es que por invocar entendemos llamar hacia s. Por ejemplo, se dice de alguien que invoca la muerte. Es decir, vive de tal manera que est llamando a la muerte. Porque no hay nadie que estando en oracin invoque la muerte; en cambio los hombres, con su mala vida estn llamando a la muerte. Un abismo llama a otro abismo, el hombre al hombre. As se aprende la sabidura, as se inicia uno en la fe, cuando un abismo llama a otro abismo. Al abismo llaman los santos predicadores de la palabra de Dios. No son ellos tambin un abismo? Para que te des cuenta de que tambin ellos son un abismo, dice el Apstol: No me importa ser juzgado por vosotros o por un tribunal humano. Escuchad esto, para ver hasta qu punto es todava un abismo: Es que ni yo mismo me juzgo. Os parece que puede ser tanta la profundidad del hombre, que se le oculte al mismo hombre en que est? Qu profunda debilidad se ocultaba en Pedro, cuando ignoraba en su intimidad lo que iba a hacer, y estaba prometiendo con temeridad que iba a morir con el Seor o por el Seor! Qu abismo era! Y sin embargo ese abismo era patente a los ojos de Dios. De hecho Cristo le estaba anunciando, lo que l mismo ignoraba en su interior. Luego todo hombre, aunque sea santo, justo, aun avanzado en muchos aspectos, es un abismo, y llama al abismo cuando anuncia a otro hombre algo referente a la fe, o alguna verdad referente a la vida eterna. Pero entonces el abismo es til al abismo invocado, cuando se hace con la voz de tus cascadas. Un abismo llama a otro abismo, un hombre conquista a otro hombre; pero no por su propia voz, sino con la voz de tus cascadas. (En. In ps. 41, 13). 26
del hombre es un gran abismo abyssus abyssum invocat (Un abismo llama a otro abismo con la voz de tus cascadas, Salmo 41, 8) 32 .
elegirte a ti, y as no me plazca a ti ni a m si no es por ti. (Conf. 10, 2 , 2) 32 Un abismo llama a otro abismo con la voz de tus cascadas. Quiz podr llevar a trmino el salmo ayudado por vuestro inters, ya que advierto vuestro fervor. En realidad no me preocupa demasiado vuestro cansancio por estarme escuchando, puesto que veis en m que os hablo cmo estoy sudando con el mismo cansancio. Al ver mi esfuerzo, sin duda que ya estis colaborando; porque no trabajo para m, sino para vosotros. As que escuchad, ya que os veo cmo lo estis deseando. Un abismo llama a otro abismo con la voz de tus cascadas: Se lo dice a Dios el que se acord de Dios desde la tierra del Jordn y el Hermn; admirndose de esto, dijo: Un abismo llama a otro abismo con la voz de tus cascadas. De qu abismo se trata, y a qu abismo llama? Cierto que esta comprensin es un abismo. S, un abismo es una profundidad impenetrable, incomprensible; y a lo que ms nos referimos es a la inmensidad de las aguas. En ellas hay altura y profundidad, una profundidad en la que no se puede llegar hasta el fondo. De ah que en cierto lugar est escrito: Tus juicios son un abismo inmenso. Con esto quiere la Escritura destacar que los juicios de Dios son incomprensibles. Cul es el abismo que llama a otro abismo? Si la profundidad es un abismo, no tendremos el corazn del hombre por un abismo? Qu hay ms profundo que este abismo? Pueden hablar los hombres, se les puede ver en el accionar de sus miembros, orlos en sus discursos. Pero quin penetra su pensamiento? Quin llega a ver su corazn? Todo lo que en su interior planea, aquello de lo que es capaz en su intimidad, lo que obra por dentro, lo que decide en su interior, lo que ntimamente quiere y no quiere, quin lograr conocerlo? Creo, no sin razn, que podemos juzgar al hombre como un abismo, segn se dice en aquella cita: Se acerca el hombre y el corazn profundo, y Dios ser 11
principales del alma: la memoria, inteligencia y la voluntad: texto Conf . 13, 22, 32 13
Esse (s) Nosse (lo s) Velle (lo har)
es humana, es vanidad. Mas no se trata aqu de la sabidura de Dios, por la que Dios es sabio. Dios no es sabio por participacin de la sabidura como lo es la mente por la participacin de la sabidura de Dios. Pero as como se llama justicia de Dios no slo aquella por la que l es justo, sino tambin la justicia que al hombre otorga cuando justifica al impo, justicia que recomienda el Apstol cuando dice de ciertos hombres: Ignorando la justicia de Dios y queriendo afianzar su propia justicia, no se sometieron a la justicia de Dios, as tambin se puede decir de algunos: "Ignorando la sabidura de Dios y queriendo cimentar su propia sabidura, no se sometieron a la sabidura de Dios". (Trin. 14, 12, 15) 13 Porque he aqu, Seor Dios nuestro y creador nuestro, que cuando fueren cohibidas del amor del siglo aquellas afecciones con las cuales moriramos viviendo mal, y comenzare a ser alma viviente viviendo bien, y fuere cumplida tu palabra, que dijiste por tu Apstol: No queris conformaros con este siglo, se seguir tambin aquello otro que aadiste al punto y dijiste: reformaos en la novedad de vuestra mente, no ya segn su gnero, como imitando al prjimo que nos precede, ni viviendo segn la autoridad de un hombre mejor. Porque no dijiste: Sea hecho el hombre segn su gnero, sino: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, para que nosotros probemos cul sea tu voluntad. Pues a este fin, aquel tu dispensador, engendrando hijos por el Evangelio y no queriendo tener siempre de prvulos a estos que l nutriera con leche y fomentara como una nodriza, dijo: Reformaos en la novedad de 12
Civ. 11, 26 14
Esse Nosse Amare
vuestra mente a fin de conocer la voluntad de Dios y qu sea lo bueno, agradable y perfecto. Y por eso no dices: Sea hecho el hombre, sino: Hagmosle; ni dices segn su gnero, sino a imagen y semejanza nuestra. Porque, renovado en la mente y contemplando tu verdad inteligible, no necesita de hombre que se la muestre para que imite a su gnero, sino que, tenindote por gua, l mismo conoce cul sea tu voluntad y qu es lo bueno, agradable y perfecto; y ya capaz, t le ensees a ver la Trinidad de su Unidad o la Unidad de su Trinidad. Y por eso habiendo dicho en plural: Hagamos al hombre, aadi en singular: e hizo Dios al hombre; y a lo dicho en plural: a imagen nuestra, repuso en singular: a imagen de Dios. As es como el hombre se renueva en el conocimiento de Dios segn la imagen de aquel que le ha creado; y, hecho espiritual, juzga de todas las cosas, que ciertamente han de ser juzgadas; mas l de nadie es juzgado. (Conf. 13, 22, 32) 14 Tambin nosotros reconocemos una imagen de Dios en nosotros. No es igual, ms an, muy distante; tampoco es coeterna, y, en resumen, no de la misma sustancia de Dios. A pesar de todo, es tan alta, que nada hay ms cercano por naturaleza entre las cosas creadas por Dios; imagen de Dios, esto es, de aquella suprema Trinidad, pero que debe ser an perfeccionada por la reforma para acercrsele en lo posible por la semejanza. Porque en realidad existimos, y conocemos que existimos, y amamos el ser as y conocerlo. En estas tres cosas no nos perturba ninguna falsedad disfrazada de verdad. Cierto que no percibimos con ningn sentido del cuerpo estas cosas como las que estn fuera: los colores con la vista, los sonidos con el odo, los olores con el olfato, los sabores con el gusto, las cosas duras y blandas con el tacto. De estas cosas sensibles tenemos tambin imgenes muy semejantes a ellas, aunque no corpreas, considerndolas con el pensamiento, retenindolas en la memoria, 25
ninguno puede comprender 30 , como las profundidades de la conciencia humana abyssus humanae conscientiae 31 . Incluso el corazn mismo
Porque ciertamente yo no quisiera ser alabado y amado como los histriones (Persona que se expresa con afectacin o exageracin propia de un actor teatral), aunque los ame y alabe; antes preferira mil veces permanecer desconocido a ser alabado de esa manera, y aun ser odiado antes que ser amado as. Dnde se distribuyen estos pesos, de tan varios y diversos amores, en una misma alma? Cmo es que yo amo en otro lo que a su vez si yo no odiara no lo detestara en m ni lo desechara, siendo uno y otro hombre? Porque no se ha de decir del histrin, que es de nuestra naturaleza, que es alabado como un buen caballo por quien, aun pudiendo, no querra ser caballo. Luego amo en el hombre lo que yo no quiero ser, siendo, no obstante, hombre? Gran misterio (grande profundum) es el hombre, cuyos cabellos tienes t, Seor, contados, sin que se pierda uno sin t saberlo; y, sin embargo, ms fciles de contar son sus cabellos que sus afectos y los movimientos de su corazn. (Conf. 4, 14, 22) 30 Grande es esta energa de la memoria, grande sobremanera, Dios mo. Santuario amplio y sin fronteras. Quin ha llegado a su fondo? Pero, con ser esta energa propia de mi alma y pertenecer a mi naturaleza, no soy yo capaz de abarcar totalmente lo que soy. De donde se sigue que es angosta el alma para contenerse a s misma. Pero dnde puede estar lo que de s misma no cabe en ella? Acaso fuera de ella y no en ella? Cmo es, pues, que no se puede abarcar? (Conf. 10, 8, 15). 31 Y ciertamente, Seor, a cuyos ojos est siempre desnudo el abismo de la conciencia humana, qu podra haber oculto en m, aunque yo no te lo quisiera confesar? Lo que hara sera escondrteme a ti de m, no a m de ti. Pero ahora que mi gemido es testigo de que yo me desagrado a m, t brillas y me places y eres amado y deseado hasta avergonzarme de m y desecharme y 24
Hombre interior. Para Agustn el hombre interior se descubre como inquieto 27 , como un problema 28 , y un abismo 29 que
siento hambre y sed; me tocaste, y me abras en tu paz. (Conf. 10, 27, 38) 27 Grande eres, Seor, y muy digno de alabanza1; grande tu poder, y tu sabidura no tiene medida. Y pretende alabarte el hombre, pequea parte de tu creacin, y precisamente el hombre, que, revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el testimonio de que resistes a los soberbios?3 Con todo, quiere alabarte el hombre, pequea parte de tu creacin. T mismo le excitas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazn est inquieto hasta que descanse en ti. (Conf. 1, 1, 1). 28 Con qu dolor se entenebreci mi corazn! Cuanto miraba era muerte para m. La patria me era un suplicio, y la casa paterna un tormento insufrible, y cuanto haba comunicado con l se me volva sin l crudelsimo suplicio. Le buscaban por todas partes mis ojos y no pareca. Y llegu a odiar todas las cosas, porque no le tenan ni podan decirme ya como antes, cuando vena despus de una ausencia: He aqu que ya viene. Me haba hecho a m mismo un gran lo y preguntaba a mi alma por qu estaba triste y me conturbaba tanto, y no saba qu responderme. Y si yo le deca: Espera en Dios, ella no me haca caso, y con razn; porque ms real y mejor era aquel amigo queridsimo que yo haba perdido que no aquel fantasma en que se le ordenaba que esperase. Slo el llanto me era dulce y ocupaba el lugar de mi amigo en las delicias de mi corazn. (Conf. 4, 4, 9).(cf. Conf. 10, 33, 50) 29 De este modo amaba yo entonces a los hombres, por el juicio de los hombres y no por el tuyo, Dios mo, en quien nadie se engaa. Sin embargo, por qu no le alababa como se alaba a un cochero clebre o a un cazador afamado con las aclamaciones del pueblo, sino de modo muy distinto y ms serio y tal como yo quisiera ser alabado? 13
Civ. 5, 11 15
Mens Intellegentia Volunta s
y siendo excitados por su medio a la apetencia de las mismas; pero sin la engaosa imaginacin de representaciones imaginarias, estamos completamente ciertos de que existimos, de que conocemos nuestra existencia y la amamos. Y en estas verdades no hay temor alguno a los argumentos de los acadmicos, que preguntan: Y si te engaas?. Si me engao, existo; pues quien no existe no puede tampoco engaarse; y por esto, si me engao, existo. Entonces, puesto que si me engao existo, cmo me puedo engaar sobre la existencia, siendo tan cierto que existo si me engao? Por consiguiente, como sera yo quien se engaase, aunque se engaase, sin duda en el conocer que me conozco, no me engaar. Pues conozco que existo, conozco tambin esto mismo, que me conozco. Y al amar estas dos cosas, aado a las cosas que conozco como tercer elemento el mismo amor, que no es de menor importancia. Pues no me engao de que me amo, ya que no me engao en las cosas que amo; aunque ellas fueran falsas, sera verdad que amo las cosas falsas. Por qu iba a ser justamente reprendido e impedido de amar las cosas falsas, si fuera falso que las amaba? Ahora bien, siendo ellas verdaderas y ciertas, quin puede dudar que el amor de las mismas, al ser amadas, es verdadero y cierto? Tan verdad es que no hay nadie que no quiera existir, como no existe nadie que no quiera ser feliz. Y cmo puede querer ser feliz si no fuera nada? (Civ. 11, 26) 15 El Dios supremo y verdadero, con su Palabra y el Espritu Santo, tres que son uno, Dios nico todopoderoso, creador y formador de toda alma y de todo cuerpo, por cuya participacin son felices quienes son realmente, no engaosamente felices; que ha formado al hombre como animal racional, compuesto de alma y cuerpo; que, al pecar el hombre, ni lo dej impune ni lo abandon sin misericordia; este Dios, que ha dotado tanto a buenos como a malos del ser, comn con las piedras; de la vida vegetativa con las plantas; 14
Trin. 9, 4, 4 16
Mens Informacin(notitia ) Amor
de la vida sensitiva con las animales; de la vida intelectual, comn nicamente con los ngeles; de quien procede toda regla, toda forma, todo orden; en quien se funda la medida, el nmero, el peso; a quien todo ser le debe su naturaleza, su especie, su valor, cualquiera que ste sea; de quien provienen los grmenes de las formas, las formas de los grmenes y la evolucin de grmenes y de formas; que dio a toda carne su origen, su hermosura, su salud, su fecundidad expansiva, la distribucin de sus miembros, su saludable armona; ese Dios que ha dotado al alma irracional de memoria, de sensacin, de instintos, y a la racional, adems, de espritu, de inteligencia, de voluntad; que se preocup de no dejar abandonados no ya al cielo y a la tierra, o nicamente a los ngeles y hombres, sino ni siquiera las vsceras de la ms insignificante y despreciable alimaa, o una simple pluma de ave, ni a una florecilla del campo, ni una hoja de rbol, sin que tuviera una proporcin armoniosa en sus partes, y una paz en cierto modo: es totalmente inconcebible que este Dios hubiera pretendido dejar a los reinos humanos, a sus perodos de dominacin y de sometimiento fuera de las leyes de su providencia. (Civ. 5, 11) 16 Cuando la mente se ama existen dos cosas, la mente y su amor, y cuando la mente se conoce hay tambin dos realidades, la mente y su noticia. Luego la mente, su amor y su conocimiento son como tres cosas, y las tres son unidad; y si son perfectas, son iguales. Si la mente no se ama en toda la extensin de su ser: por ejemplo, el alma humana se ama como se ha de amar el cuerpo, siendo ella superior al cuerpo, peca, y su amor no es perfecto. Y si se ama ms all de las fronteras del ser, es decir, si se ama como slo Dios ha de amarse, siendo ella infinitamente inferior a Dios, peca en exceso y no se ama con amor de perfeccin. Y su malicia y perversidad es completa si ama a su cuerpo como slo a Dios se ha de amar. 23
25 Pero dnde estabas entonces para m? Oh, y qu lejos, s, y qu lejos peregrinaba fuera de ti, privado hasta de las bellotas de los puercos que yo apacentaba con ellas! Cunto mejores eran las fbulas de los gramticos y poetas que todos aquellos engaos! Porque los versos, y la poesa, y la fbula de Medea volando por el aire son cosas ciertamente ms tiles que los cinco elementos diversamente disfrazados, conforme a los cinco antros o cuevas tenebrosas, que no son nada real, pero que dan muerte al que los cree. Porque los versos y la poesa los puedo yo convertir en vianda sabrosa; y en cuanto al vuelo de Medea, si bien lo recitaba, no lo afirmaba; y si gustaba de orlo, no lo crea. Pero aquellas cosas del maniquesmo las cre. Ay, ay de m, por, qu grados fui descendiendo hasta las profundidades del abismo, lleno de fatiga y devorado por la falta de verdad! Y todo, Dios mo a quien me confieso por haber tenido misericordia de m cuando an no te confesaba, todo por buscarte no con la inteligencia con la que quisiste que yo aventajase a los brutos, sino con los sentidos de la carne, porque t estabas dentro de m, ms interior que lo ms ntimo mo y ms elevado que lo ms sumo mo. As vine a dar con aquella mujer provocativa y escasa de prudencia enigma de Salomn que, sentada a la puerta de su casa sobre una silla, pregona a los transentes: Comed gustosos los panes ocultos y bebed la dulzura del agua hurtada; tal mujer me sedujo por hallarme vagando fuera de m, bajo el imperio del sentido carnal de la vista, rumiando dentro de m todas las glotoneras devoradas por la pupila. (Conf. 3, 6, 11). 26 Tarde te am, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te am! (sero te amavi...). Y he aqu que t estabas dentro de m y yo fuera, y por fuera te andaba buscando; y deforme como era, me lanzaba sobre las bellezas de tus criaturas. T estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Me retenan alejado de ti aquellas realidades que, si no estuviesen en ti, no seran. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y ahuyentaste mi ceguera; exhalaste tu fragancia y respir, y ya suspiro por ti; gust de ti, y 22
alma 24 ; T eres ms interior que m mismo 25 ; no es fcil acordarse, ya que tarde te he amado 26 .
24 Pero en dnde moras en mi memoria, Seor; en dnde permaneces en ella? Qu morada te has construido para ti en ella? Qu santuario te has edificado? T has otorgado a mi memoria este honor de permanecer en ella; pero en qu parte de ella permaneces es de lo que ahora voy a tratar. Porque cuando te recordaba, por no hallarte entre las imgenes de las cosas corpreas, traspas aquellas sus partes que tienen tambin las bestias, y llegu a aquellas otras partes suyas en donde tengo depositadas las afecciones del alma, y ni aun all te encontr. Y penetr en la misma sede que mi propia alma tiene en mi memoria porque tambin el alma se acuerda de s misma, y ni aun aqu estabas t; porque as como no eres imagen corporal ni sentimiento vital, como es el que se siente cuando nos alegramos, entristecemos, deseamos, tememos, recordamos, olvidamos y dems cosas por el estilo, as tampoco t eres alma, porque eres el Seor Dios del alma, y todas estas cosas se mudan, mientras que t permaneces inconmutable sobre todas las cosas, habindote dignado habitar en mi memoria desde que te conoc. Pero por qu busco el lugar de ella en que habitas, como si hubiera lugares all? Ciertamente habitas en ella, porque me acuerdo de ti desde que te conoc, y en ella te encuentro cuando te recuerdo. Pues dnde te encontr para conocerte porque ciertamente no estabas en mi memoria antes que te conociese, dnde te encontr, pues, para conocerte, sino en ti sobre m? No hay absolutamente lugar, y nos apartamos y nos acercamos, y, no obstante, no hay absolutamente lugar. Oh Verdad!, t presides en todas partes a todos los que te consultan, y a un tiempo respondes a todos los que te consultan, aunque sean cosas diversas. Claramente t respondes, pero no todos oyen claramente. Todos te consultan sobre lo que quieren, mas no todos oyen siempre lo que quieren. ptimo ministro tuyo es el que no atiende tanto a or de ti lo que l quisiera cuanto a querer aquello que de ti oyere. (Conf. 10, 25, 36 26, 37). 15
Trin. 10, 11, 18 17
Memoria Intellegentia Volunta s
Asimismo, si el conocimiento es inferior al objeto conocido, cuando ste es plenamente cognoscible, no es perfecto. Empero, si es ms excelente, entonces la naturaleza que conoce es superior a la naturaleza conocida; as es superior el conocimiento de un cuerpo al cuerpo mismo, objeto de dicho conocimiento. El conocimiento es una especie de vida en la mente del que conoce; el cuerpo no es vida; y una vida cualquiera es siempre superior al cuerpo, no en mole, sino en virtud. Pero la mente, cuando se conoce, no es superior a su conocimiento, pues ella conoce y se conoce. Y cuando se conoce toda y ninguna otra cosa con ella, su conocimiento es igual a ella, pues cuando se conoce, su conocimiento no lo saca de otra naturaleza; y cuando totalmente se conoce y ninguna otra cosa percibe, no es ni mayor ni menor. Con razn, pues, dijimos que estas tres cosas, cuando son perfectas, son, en consecuencia, iguales. (Trin. 4, 4) 17 Y estas tres facultades, memoria, inteligencia y voluntad, as como no son tres vidas, sino una vida, ni tres mentes, sino una sola mente, tampoco son tres substancias, sino una sola substancia. La memoria, como vida, razn y substancia, es en s algo absoluto; pero en cuanto memoria tiene sentido relativo. Lo mismo es dable afirmar por lo que a la inteligencia y a la voluntad se refiere, pues se denominan inteligencia y voluntad en cuanto dicen relacin a algo. En s mismas, cada una es vida, mente y esencia. Y estas tres cosas, por el hecho de ser una vida, una mente, una substancia, son una sola realidad. Y as, cuanto se refiere a cada una de estas cosas le doy un nombre singular, no plural, incluso cuando las considero en conjunto. Son tres segn sus relaciones reciprocas; y si no fueran iguales, no slo cuando una dice habitud a otra, sino incluso cuando una de ellas se refiere a todas, no se comprenderan mutuamente. Se 16
Trin. 14, 12, 15 18
Meminiss e (recuerdo) Intellegere (comprender) Amare
En el hombre interior tiene conciencia y conoce (nosse) en modo cierto: 1. La propia existencia (Cf. nota 5 y14);
conocen una a una, y una conoce a todas ellas. Recuerdo que tengo memoria, inteligencia y voluntad; comprendo que entiendo, quiero y recuerdo; quiero querer, recordar y entender, y al mismo tiempo recuerdo toda mi memoria, inteligencia y voluntad. Lo que de mi memoria no recuerdo, no est en mi memoria. Nada en mi memoria existe tan presente como la memoria. Luego en su totalidad la recuerdo. De idntica manera s que entiendo todo lo que entiendo, s que quiero todo lo que quiero, recuerdo todo lo que s. Per consiguiente, recuerdo toda mi inteligencia y toda mi voluntad. Asimismo, comprendo estas tres cosas, y las comprendo todas a un tiempo. Nada inteligible existe que no comprenda, sino lo que ignoro. Lo que ignoro, ni lo recuerdo ni lo quiero. En consecuencia, cuanto no comprendo y sea inteligible, ni lo recuerdo ni lo amo. Por el contrario, todo lo inteligible que recuerde y ame es para m comprensible. Mi voluntad, siempre que uso de lo que entiendo y recuerdo, abarca toda mi inteligencia y toda mi memoria. En conclusin, cuanto todas y cada una mutuamente se comprenden, existe igualdad entre el todo y la parte, y las tres son unidad: una vida, una mente, una esencia. (Trin. 10, 11, 18) 18 Cf. nota 12. 21
todo se transforma en un sin sentido y se cae en esta nausea de la vida 23 . Tu eres el Seor de mi
del mundo, si buscas la tierra amndola, si buscas la tierra lamindola, la buscas para ser feliz, pero ninguna cosa terrena te har feliz. Por qu no cesas de buscar la mentira? Qu te har feliz entonces? Hijos de los hombres, hasta cundo tendris el corazn pesado? Pretendis no tener el corazn pesado quienes lo cargis de tierra? Hasta cundo tuvieron los hombres pesado el corazn? Tuvieron pesado el corazn hasta antes de la venida de Cristo, hasta antes de su resurreccin. Hasta cundo tendris pesado el corazn? Por qu amis la vanidad y buscis la mentira? Queriendo ser felices, buscis las cosas que os hacen desgraciados. Os engaa eso que buscis; lo que buscis es una mentira. Quieres ser feliz? Si lo deseas, te muestro lo que te puede hacer feliz. Contina leyendo: Hasta cundo tendris pesado el corazn? Por qu amis la vanidad y buscis la mentira? Sabed. Qu? Que el Seor ha engrandecido a su santo (Sermn, 231, 4 5). 23 un romanzo di Jean-Paul Sartre, scritto nel 1932. 20
Memoria Dei: es lo que se llama la beatitud, que es el deseo natural de ver a Dios, a travs del deseo explcito de conocer la verdad y de alcanzar la felicidad. La verdad y la felicidad no son pasiones intiles, ya que estructuran la vida; toda aquello que el hombre hace, lo hace para ser feliz 22 , o sino
se lo causara tambin al griego si se la nombrasen en griego, porque la felicidad misma ni es griega ni latina, y sta es la que desean poseer griegos y latinos, y las personas de todas las lenguas. Luego es de todos conocida aqulla; y si pudiesen ser interrogados si queran ser felices, todos a una responderan sin vacilaciones que queran serlo. Lo cual no podra ser si la cosa misma, cuyo nombre es felicidad, no estuviese en su memoria. (Conf. 10, 20, 29). Leer 10, 23, 33-34. 22 Pero qu significa vivir bien? Saboread las cosas de arriba, no las de la tierra14. Mientras eres tierra, a la tierra irs tambin15; mientras lames la tierra -en efecto, cuando amas la tierra la lames-, te haces tambin enemigo de aquel del que dice el salmo: Y sus enemigos lamen la tierra16. Qu erais? Hijos de los hombres. Qu sois ahora? Hijos de Dios. Hijos de los hombres, hasta cundo tendris el corazn pesado? Por qu amis la vanidad y buscis la mentira? Qu mentira buscis? Ahora os lo digo. S que queris ser felices. Presntame un salteador, un criminal, un fornicario, un malhechor, un sacrlego, un hombre manchado con toda clase de vicios y cubierto con toda clase de torpezas y delitos que no quiera vivir una vida feliz. S que todos queris vivir felices; pero, qu es lo que hace que el hombre viva feliz? Eso es lo que no queris buscar. Buscas el oro porque piensas que vas a ser feliz con l; pero el oro no te hace feliz. Por qu buscas la mentira? Por qu quieres ser ensalzado en este mundo? Porque piensas que vas a ser feliz con el honor que te tributen los hombres y con la pompa mundana, pero la pompa mundana no te hace feliz. Por qu buscas la mentira? Y cualquier otra cosa que busques, si la buscas al estilo 17
2. El amor a la verdad, ya que ninguno desea ser engaado 19 ;
19 No es, pues, cierto que todos quieran ser felices, porque los que no quieren gozar de ti, que eres la nica vida feliz, no quieren realmente la vida feliz. O es acaso que todos la quieren, pero como la carne apetece contra el espritu y el espritu contra la carne para que no hagan lo que quieren, caen sobre lo que pueden y con ello se contentan, porque aquello que no pueden no lo quieren tanto cuanto es menester para poderlo? Porque, si yo pregunto a todos si por ventura querran gozarse ms de la verdad que de la falsedad, tan no dudaran en decir que prefieren gozar ms de la verdad cuanto no dudan en decir que quieren ser felices. La vida feliz es, pues, gozo de la verdad (beata vita, gaudium de veritate), porque ste es gozo de ti, que eres la verdad, oh Dios, luz ma, salud de mi rostro, Dios mo! Todos desean esta vida feliz; todos quieren esta vida, la sola feliz; todos quieren el gozo de la verdad (gaudium de veritate). Muchos he tratado a quienes gusta engaar; pero que quieran ser engaados, a ninguno. Dnde conocieron, pues, esta vida feliz sino all donde conocieron la verdad? Porque tambin aman a sta por no querer ser engaados, y cuando aman la vida feliz, que no es otra cosa que gozo de la verdad (de veritate gaudium), ciertamente aman la verdad; mas no la amaran si no hubiera en su memoria noticia alguna de ella. Por qu, pues, no se gozan de ella? Por qu no son felices? Porque se ocupan ms intensamente en otras cosas que les hacen ms infelices (miseros) que felicidad les causa la vida feliz de la que solo guardan un leve recuerdo. Pues todava hay un poco de luz en los hombres: caminen, caminen; no se les echen encima las tinieblas. Pero por qu la verdad genera el odio y se les hace enemigo tu nombre, que les predica la verdad, amando como aman la vida feliz, que no es otra cosa que gozo de la verdad? No por otra cosa sino porque de tal modo se ama la verdad, que quienes aman otra cosa que ella quisieran que esto que aman fuese la verdad. Y como no quieren ser engaados, tampoco quieren ser convictos de error; y as, odian la verdad por causa de aquello mismo que aman 18
3. La felicidad: todos desean ser felices 20 . Pero a felicidad verdadera, la vida bienaventurada
en lugar de la verdad. La aman cuando brilla, la odian cuando les reprende; y porque no quieren ser engaados y gustan de engaar, la aman cuando se descubre a s y la odian cuando les descubre a ellos. Pero ella les dar su merecido, descubrindolos contra su voluntad; ellos, que no quieren ser descubiertos por ella, sin que a su vez sta se les manifieste. As, as, aun as el alma humana, aun as ciega y lnguida, torpe e indecente, quiere estar oculta, no obstante que no quiera que se le oculte nada. Pero lo que le suceder es que ella quedar descubierta ante la verdad sin que sta se descubra a ella. Pero aun as, infeliz (miser) como es, quiere ms gozarse con la verdad que con la mentira. Bienaventurado ser, pues, si libre de todo impedimento se alegra de sola la verdad, por quien son verdaderas todas las realidades. (Conf. 10, 23, 33ss) 20 Pues dnde y cundo he experimentado yo mi vida bienaventurada, para que la recuerde, la ame y la desee? Porque no slo yo, o yo con unos pocos, sino todos absolutamente quieren ser felices, lo cual no deseramos con tan cierta voluntad si no tuviramos de ella noticia cierta. Pero en qu consiste que si se pregunta a dos individuos si quieren ser militares, tal vez uno de ellos responda que quiere y el otro que no quiere, y, en cambio, si se les pregunta a ambos si quieren ser felices, uno y otro al punto y sin vacilacin alguna respondan que lo quieren y que no por otro fin que por ser felices quiere el uno la milicia y el otro no la quiere? No ser tal vez porque el uno se goza en una cosa y el otro en otra? De este modo concuerdan todos en querer ser felices, como concordaran, si fuesen preguntados de ello, en querer gozar, gozo al cual llaman vida bienaventurada. Y as, aunque uno la alcance por un camino y otro por otro, uno es, sin embargo, el trmino adonde todos se empean por llegar: gozar. Lo cual, por ser cosa que nadie puede decir que no ha experimentado, cuando oye el nombre de vida bienaventurada , hallndola en la memoria, la reconoce. (Conf. 10, 21, 31ss) leer 10, 23, 33-34. 19
est en el gaudium de veritate (cf. nota 19) 21
21 Y a ti, Seor, de qu modo te puedo buscar? Porque cuando te busco a ti, Dios mo, la vida bienaventurada busco. Que te busque yo para que viva mi alma, porque si mi cuerpo vive de mi alma [espritu], mi alma vive de ti. Cmo, pues, busco la vida bienaventurada porque no la poseer hasta que diga Basta all donde conviene que lo diga, cmo la busco, pues? Acaso por medio de la reminiscencia, como si la hubiera olvidado, pero conservado el recuerdo del olvido? O tal vez por el deseo de saber una cosa ignorada, sea por no haberla conocido, sea por haberla olvidado hasta el punto de olvidarme de haberme olvidado? Pero acaso no es la vida feliz la que todos apetecen, sin que haya ninguno que no la desee? Pues dnde la conocieron para as quererla? Dnde la vieron para amarla? Ciertamente que tenemos su imagen no s de qu modo. Pero es diverso el modo de serlo: el que es feliz por poseer realmente la felicidad y los que son felices en esperanza. Sin duda que stos la poseen de modo inferior a aquellos que son felices en realidad; con todo, son mejores que aquellos otros que ni en realidad ni en esperanza son felices; los cuales, sin embargo, no desearan tanto ser felices si no poseyeran la felicidad en algn grado; porque que desean ser felices es certsimo. Yo no s cmo han tenido conocimiento de ella, y, consiguientemente, ignoro qu nocin tienen de ella, sobre la cual nocin deseo ardientemente saber si reside en la memoria; porque si est en sta, ya fuimos en algn tiempo felices. No me preocupa por el momento investigar si todos individualmente o en aquel hombre que primero pec, y en el cual todos morimos y de quien todos hemos nacido con miseria. Lo que ahora me interesa es saber si la vida feliz est en la memoria; porque ciertamente que no la amaramos si no la conociramos. Omos este nombre y todos confesamos que apetecemos la realidad misma; porque no es el sonido lo que nos deleita, ya que ste, cuando lo oye un griego en latn, no le causa ningn deleite, por ignorar su significado; en cambio, nos lo causa a nosotros como