El turista fotografía a un pescador durmiendo en su barca. Intenta convencer al pescador de que debería salir a pescar más para hacerse rico, pero el pescador le dice que ya ha pescado lo suficiente ese día y prefiere descansar. El turista se da cuenta de que el pescador está contento con su forma simple de vida, mientras que él anhela dejar de trabajar algún día.
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El turista fotografía a un pescador durmiendo en su barca. Intenta convencer al pescador de que debería salir a pescar más para hacerse rico, pero el pescador le dice que ya ha pescado lo suficiente ese día y prefiere descansar. El turista se da cuenta de que el pescador está contento con su forma simple de vida, mientras que él anhela dejar de trabajar algún día.
El turista fotografía a un pescador durmiendo en su barca. Intenta convencer al pescador de que debería salir a pescar más para hacerse rico, pero el pescador le dice que ya ha pescado lo suficiente ese día y prefiere descansar. El turista se da cuenta de que el pescador está contento con su forma simple de vida, mientras que él anhela dejar de trabajar algún día.
El turista fotografía a un pescador durmiendo en su barca. Intenta convencer al pescador de que debería salir a pescar más para hacerse rico, pero el pescador le dice que ya ha pescado lo suficiente ese día y prefiere descansar. El turista se da cuenta de que el pescador está contento con su forma simple de vida, mientras que él anhela dejar de trabajar algún día.
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ANCDOTA PARA HUNDIR LA MORAL DEL
TRABAJO , Heinrich Bll
En un puerto de la costa oeste de Europa hay un hombre pobremente vestido que dormita tumbado en una barca. En ese momento, un turista ataviado con clase ajusta una pelcula de color a su cmara para fotografiar la estampa idlica: cielo azul, mar verde de olas apacibles con crestas blancas como la nieve, barco negro, gorra roja de marinero. Clic. Otra vez: clic, y como a la tercera siempre siempre va la vencida, otra vez ms: clic. El ruido spero y casi hostil despierta al pescador, que se levanta somnoliento y busca a ciegas su cajetilla de tabaco sin sacudirse la modorra; pero, antes de encontrarla, el turista se la pone con diligencia delante de las narices y, aunque no se lo ha metido en la boca, le coloca un cigarrillo en la mano; con un cuarto clic, el del mechero, finaliza su rpido gesto de cortesa. Este exceso de amabilidad (difcil medirlo e imposible probarlo) propicia la situacin embarazosa que el turista, conocedor de la lengua del pas, intenta salvar iniciando una conversacin. - Hoy tendr buena pesca. El pescador niega con la cabeza. - Pero si me han dicho que el tiempo es perfecto para eso. El pescador niega con la cabeza. - No va a faenar? El pescador niega con la cabeza. Crece el nerviosismo del turista, a quien sin duda le preocupa de corazn el bienestar del hombre pobremente vestido. Le hiere que pierda tan buena oportunidad. - Vaya, se encuentra mal? Por fin el pescador pasa del lenguaje de signos al lenguaje hablado. Estoy estupendamete, dice. Estoy mejor que nunca.
Se levanta, se despereza como si quisiera presumir de su
consitucin formidable y atltica. Estoy la mar de bien. El rostro del turista se entristece, no puede reprimir ms la pregunta que amenaza con hacerle explotar el corazn: Entonces, por qu no sale a faenar? La respuesta es inmediata y breve: - Porque ya he faenado de madrugada. - Buena pesca? - Tan buena que no necesito salir otra vez. Tengo cuatro cigalas en los cestos y he pescado casi dos docenas de jurelos. El pescador, finalmente despierto, rompe el hielo palmendole tranquilizadoramente la espalda al turista, cuyo rostro preocupado le parece algo improcedente, pero conmovedor. - Tengo suficiente, incluso para maana y pasado maana - dice para consolar el alma del extranjero. - Quiere un cigarrillo? - S, gracias. Cada uno se lleva su cigarrillo a la boca. Quinto clic. Ahora el extranjero, moviendo la cabeza de un lado a otro, se apoya a un lado de la barca y suelta la cmara. En este momento necesita ambas manos para enfatizar su discurso. - No es que quiera inmiscuirme en sus asuntos dice -, pero imagnese que hoy sale por segunda, tercera, incluso quizs cuarta vez a faenar. Pescara tres, cuatro, cinco, quizas diez docenas de jurelos. Imagneselo. El pescador asiente. - En un ao como mnimo podra comprarse un motor; en dos aos,
otra barca; en tres o cuatro, quizs un pequeo balandro.
Lgicamente, con dos barcas o un balandro pescara mucho ms En un futuro tendra dos balandros, podra- el entusiasmo le ahoga la voz por un instante. -Se hara construir un pequea cmara frigorfica, quizs una nave para ahumar pescado, despus una fbrica de conservas, volara con su propio helicptero para descubrir bancos de peces e informar por radio a sus balandros. Podra adquirir licencias, abrir un restarurante de pescado, exportar los bogavantes directamente a Pars sin intermediariosY despus- de nuevo el entusiasmo le deja sin habla. Negando con la cabeza, con el corazn profundamente conmovido, con su alegra vacacional ya casi perdida, el turista contempla cmo fluye el auga en la que los peces brincan en libertad. Y despus, dice, pero otra vez la excitacin le toma el habla. El pescador le palmea la espalda como a un nio que se ha atragantado.Despus qu?, le pregunta en voz baja. Despus, dice el extranjero con relajado entusiasmo, "despus podra sentarse aqu en el puerto tranquilamente, bostezar al sol Y contemplar este magnfico mar. Pero si eso ya lo hago ahora, dice el pescador, estoy sentado en el puerto, durmiendo. Su clic es lo nico que me ha molestado. Aleccionado, el turista se va de all pensativo, pues hace mucho tiempo l pensaba trabajar para no tener que hacerlo ms algun da; y no le queda ni rastro de compasin por el pescador pobremente vestido, sino un poco de envidia. . . . .................................Heinrich Bll