Viviana de Carrizo se sintió llamada por Dios a predicar el evangelio entre la etnia indígena wichi en Argentina a los 18 años. Ahora, como madre de seis hijos, ha servido como misionera entre los wichi por varios años, viendo la providencia de Dios al cuidar a sus hijos y suplir sus necesidades a través de donaciones. Ella continúa enseñando a sus hijos y sirviendo a los wichi junto a su esposo, confiando en que Dios guiará el camino de su familia.
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Viviana de Carrizo se sintió llamada por Dios a predicar el evangelio entre la etnia indígena wichi en Argentina a los 18 años. Ahora, como madre de seis hijos, ha servido como misionera entre los wichi por varios años, viendo la providencia de Dios al cuidar a sus hijos y suplir sus necesidades a través de donaciones. Ella continúa enseñando a sus hijos y sirviendo a los wichi junto a su esposo, confiando en que Dios guiará el camino de su familia.
Viviana de Carrizo se sintió llamada por Dios a predicar el evangelio entre la etnia indígena wichi en Argentina a los 18 años. Ahora, como madre de seis hijos, ha servido como misionera entre los wichi por varios años, viendo la providencia de Dios al cuidar a sus hijos y suplir sus necesidades a través de donaciones. Ella continúa enseñando a sus hijos y sirviendo a los wichi junto a su esposo, confiando en que Dios guiará el camino de su familia.
Viviana de Carrizo se sintió llamada por Dios a predicar el evangelio entre la etnia indígena wichi en Argentina a los 18 años. Ahora, como madre de seis hijos, ha servido como misionera entre los wichi por varios años, viendo la providencia de Dios al cuidar a sus hijos y suplir sus necesidades a través de donaciones. Ella continúa enseñando a sus hijos y sirviendo a los wichi junto a su esposo, confiando en que Dios guiará el camino de su familia.
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Esposa, madre y sierva
por Viviana de Carrizo
los 18 aos, comenc a servir al Seor
predicando a los nios en las Horas Felices. Me movilizaba la pasin de Jess por las almas, y en un Congreso Misionero en el ao 1992 Dios habl a mi corazn dicindome: Irs a las naciones. En aquel momento nada entenda, pero el desafo se haca cada vez ms fuerte. Mi esposo tena la firme conviccin de ir al campo misionero entre nuestros hermanos aborgenes wichi (o wich que significa gente; etnia indgena del Chaco, en el centro de Sudamrica que hasta fines del siglo XX eran conocidos como matacos). El Seor me llev a leer el pasaje de Ezequiel 3:1-15, pero necesitaba una confirmacin especfica y l me dijo: vestirs pies descalzos. No comprend en aquel momento, pero s cuando llegamos al paraje wich El carpintero en un viaje de exploracin que realizamos. Nuestros hermanos salieron a recibirnos con los pies desnudos. El Seor me seal: Mira sus pies, son los pies descalzos que te dije que ibas a vestir con mi Palabra. Qu maravillosa confirmacin de Su Palabra para mi vida! Como mam de seis hijos, en estos aos de misionera, he visto la mano poderosa de nuestro Dios manifestarse de diferentes maneras. En otra cultura, lejos de los amigos y de la familia, vi crecer a mis hijos entre araas, vboras y dengue, pero nuestro Padre amoroso estuvo siempre
cuidndolos aun cuando nuestro hijo Isaac, en ese
momento de tan solo un ao, se comenz a secar (literalmente). Desde el aspecto clnico, no tena sntomas de alguna enfermedad conocida, hasta que un aborigen nos dijo que estaba aicado (mal que usualmente se manifiesta en esa regin) y que solo un brujo poda sanarlo. Fue entonces cuando me aferr a las promesas del Seor confiando en que a ninguno de mis hijos les pasara nada. Mi grupo de intercesores or en ese sentido y no se tard Su respuesta. Tambin experimentamos la providencia milagrosa. Recuerdo que un da no tenamos lo suficiente para comer. Nos sentamos a la mesa, oramos, dimos gracias al Seor y en ese mismo instante alguien golpea las manos (forma habitual de llamar a una casa). Era un hermano wichi que haba ido de cacera y nos traa una pierna de corzuela (animal del monte). En otra ocasin, nos trajo verduras y miel del monte. Esta gente vive en una necesidad extrema, pero aunque parezca extrao, saben compartir con los dems. Conocedores de su corazn generoso y dispuesto a brindarse, los desafiamos a la obra misionera. Les propusimos ir a llevar asistencia y el evangelio a las comunidades alejadas que vivan monte adentro (en la selva chaquea). Ellos estuvieron dispuestos y all partimos con Biblias, ropas y alimentos.
Poco despus comprobaron que Dios no es deudor de nadie,
y en su paraje se hizo una perforacin y se coloc un pozo de agua (vital en la zona); luego se edific un templo. Ellos haban abrazado la comisin de orar, dar e ir y no solo se llen de gozo su corazn sino que tambin fueron bendecidos de otras maneras viendo suplidas sus necesidades. Mientras contino en el servicio misionero al Seor junto a mi esposo, recuerdo siempre que tengo una aljaba con seis flechas. Mi responsabilidad es que todas sean lanzadas y que den en el blanco. Por ello, los instruyo cada da y trato de vivir tomada de la mano del Seor para que ellos sigan ese mismo camino, no se pierdan y sepan que el mejor lugar es estar en la soberana voluntad de Dios. El Seor nos ha enviado a cumplir Su mandato de llevar el evangelio; algunos aqu, otros all. Cuando ponemos nuestra vida en Sus manos, l nos indica dnde nos necesita. En tiempos de dificultad o prueba, l mismo nos da la salida y nos confirmar el precioso llamado que hemos de cumplir. Necesitamos conocer los tiempos de Dios y Su voluntad, para poder ser efectivas en el trabajo encomendado como esposas, como madres y como siervas. 1