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Exploración Fawcett - Edición 2015

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EXPLORACIN FAWCETT

EXPLORACIN
1

EXPLORACIN FAWCETT

EXPLORACIN FAWCETT

FAWCETT
Brian Fawcett

EXPLORACIN FAWCETT

EXPLORACIN FAWCETT

Autor: Brian Fawcett


Esta obra se termin de imprimir en Cochabamba-Bolivia en julio de 2012.

EDICIN LIMITADA ARTESANAL DE HOMENAJE.


PRIMERA EDICIN
EMPRESA E D I T O R A Z I G Z A G , S . A .

Santiago de Chile, 1954

LTIMA EDICIN
2015 EDITORIAL DE LA CASA DE THARSIS: COCHABAMBA
Si este libro ha llegado a sus manos, es muy importante que difunda la
informacin que contiene.
Denunciemos la mentira del sistema en que vivimos
Impreso en Cochabamba-Bolivia
Editorial de la Casa de Tharsis
http://editorialdelacasadetharsis.blogspot.com/

Traduccin de Edith Mtzel y Lina Larran del Campo


Portada de: CHARLES BURLACOV

Editorial de la Casa
De Tharsis

EXPLORACIN FAWCETT

EXPLORACIN FAWCETT

EXPLORACIN FAWCETT

Adaptada de sus manuscritos, cartas y memorias por BRIAN FAWCETT

EXPLORACIN FAWCETT

EXPLORACIN FAWCETT

El destino del que se queda es siempre el ms duro. Por eso


porque ella, como mi compaera en todo, comparti conmigo el
peso del trabajo relatado en estas pginas, este libro-lo dedico
a mi esposa CHEEKY.
PERCY HARRISON FAWCETT

Stoke Canon, Devon


AGRADECIMIENTO:

El autor desea agradecer a la seora George


Bambridge, hija de Rudyard Kipling, su autorizacin
para citar dos estrofas del poema de su padre EL
EXPLORADOR". Tambin debe su reconocimiento a
los seores Methuen & Co., Ltd, editores de The
Five Nations, obra en la cual aparece este
poema.

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EXPLORACIN FAWCETT

NDICE
CAPTULO I ....................................................................................................... 15

LAS MINAS PERDIDAS DE MURIBECA ............................... 15


CAPTULO II .................................................................................................... 27
EL IDOLO DE PIEDRA ................................................................ 27
CAPTULO III ................................................................................................. 33

EN EL SENDERO DE LA AVENTURA ............................. 33


CAPTULO IV ................................................................................................... 47
EL LMITE DE LA SELVA. ......................................................... 47
CAPTULO V ............................................................................................ 60

AUGE DEL CAUCHO ................................................................... 60


CAPITULO VI

.................................................................................................... 73

NACIDOS PARA SUFRIR.................................................................. 73


CAPITULO VII ................................................................................................... 85

EL ACRE .......................................................................................... 85
CAPTULO VIII ................................................................................................. 99

RIO DEL MAL ................................................................................ 99


CAPTULO IX ............................................................................................... 115
DESAGRADABLE INTERLUDIO ........................................... 115
CAPTULO X ................................................................................................ 133
INFIERNO

EMPONZOADO ................................................ 133

CAPITULO XI ............................................................................................... 152


TRECE FATAL ............................................................................. 152
.......................................................................................... 167
BUEN SALVAJE .............................................................................. 167
CAPTULO XIII ............................................................................................ 184

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EL TECHO DEL MUNDO ......................................................... 184


CAPTULO XIV ........................................................................................... 200
LA VUELTA DEL CAMINO ....................................................... 200
TOROS Y BULTOS................................................................... 208
CAPTULO XVI ......................................................................................... 225
UNA OJEADA A LA PREHISTORIA. .................................... 225
CAPTULO XVII .............................................................................................. 246
LA PUERTA DE ACCESO ......................................................... 246
CAPTULO XVII I ...................................................................................... 260
TANTEANDO EL CAMINO ...................................................................... 260
CAPTULO XIX .............................................................................................. 268
EL VELO DE LO PRIMITIVO .................................................. 268
CAPTULO XX ................................................................................................ 283
EN LOS ALBORES ...................................................................... 283
CAPTULO XXI .......................................................................................... 294
EL VELO DESCIENDE .............................................................. 294
CAPITULO XXII ......................................................................................... 307
EL CONTINENTE MS OBSCURO ....................................... 307
EPILOGO ...................................................................................................... 319
CAPITULO SEGUNDO ............................................................................. 339
EL NUEVO PRESTE JUAN ...................................................... 339

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PRLOGO A LA EDICIN HOMENAJE.


Sir Percyval Harrison Fawcett naci el 18 de agosto de 1867 en la localidad de
Torquay del condado de Devon, Inglaterra; Su padre, nacido en la India, era
miembro de la Royal Geographical Society, y, evidentemente, de l hered Percy su
inters por la aventura y las exploraciones. En 1886 recibi un destino en la
Artillera Real y sirvi en Trincomalee, Ceylan, donde adems conoci a su esposa.
Ms tarde trabaj para el servicio secreto en frica del Norte y aprendi la ciencia de
la topografa. Tambin fue amigo de los escritores H. Rider Haggard y Arthur Conan
Doyle; Sir Arthur Conan Doyle usara ms tarde sus informes como fuente de
inspiracin para su famosa novela "El mundo perdido".
La primera expedicin de Fawcett a Sudamrica fue en 1906; a consecuencia de las
guerras por cuestiones limtrofes entre Brasil, Bolivia y Per, una comisin
tripartita acord nombrar una instancia imparcial para delimitar definitivamente
las fronteras comunes. Se eligi a la Royal Geographical Society, que contrato los
servicios de Fawcett por su experiencia en el levantamiento de mapas en el frica.
Fawcett realiz siete expediciones entre 1906 y 1924. Descubri tribus de indios
blancos a lo largo de todas ellas, y el rastro de una civilizacin milenaria que habra
tenido su asiento en aquellas regiones amaznicas.
Evidentemente, Fawcett, gracias a regalos, paciencia y comportamiento amable se
gan la confianza de muchos jefes tribales lo que le permiti estudiar el
comportamiento de los indios amaznicos, algunos en estado avanzado de
degeneracin, antropfagos, cazadores de cabezas, sacrificadores humanos, pero que
le posibilitaron a su vez, entrar en contacto con remanentes de una etnia de raza
blanca que sin duda sera el residuo de una grandiosa nacin que habra florecido en
eras remotas.
Fawcett recorri a caballo regiones ignotas de territorio boliviano; hizo una
recopilacin maravillosa de las leyendas locales por donde paso. Reconoci
Tiahuanacu, el Cuzco, y Macchu Picchu, recientemente descubierta en aquellos aos
de exploracin. En 1910 Fawcett hizo un viaje al ro Heath para encontrar su origen,
proponiendo asombrosos descubrimientos como la planta cuya sabia permitira
amasar la piedra y que dio lugar a la teora de que con este tipo de conocimientos
perdidos los antiguos habran podido desarrollar su cultura megaltica.
Sin duda, Sir Percival Fawcett inspiro la creacin del personaje de ficcin Indiana
Jones; es absolutamente remarcable que un hombre de valor inaudito haya existido
realmente. Recorri Bolivia, de seguro, como ningn boliviano lo hizo desde entonces,
dejando un libro maravilloso: Exploracin Fawcett que muchos ya han reconocido

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como uno de los libros de estudio ms importantes para dilucidar la historia de las
naciones del ande amaznico y cuya difusin lamentablemente ha sido
descontinuada, cosa que se puede evidenciar en la casi inexistencia de ejemplares
fsicos de la nica edicin que se hizo en espaol, as como en el desconocimiento casi
total del mismo en la actualidad.
El libro original contiene un importante registro fotogrfico que est disponible en
internet y en el ejemplar PDF custodiado por el Archivo y Bibliotecas Nacionales de
Bolivia que tenemos a bien compartir en el blog de la Editorial de la Casa de Tharsis.

LA EDITORIAL.

. . . Una voz, tan insistente como la de la conciencia, creaba matices infinitos en el


sempiterno murmullo que noche y da repeta
Hay algo oculto. Ve y descbrelo. Anda y explora detrs de las montaas. Algo hay
perdido detrs de las montaas. Est perdido y te espera, Ve en su bsqueda!
RUDYARD KlPLING: The Explorer

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EXPLORACIN FAWCETT

CAPTULO I
LAS MINAS PERDIDAS DE MURIBECA
Cuando Diego Alvarez se esforz en llegar hasta la costa a travs del
Atlntico, luchando contra el oleaje y la desesperacin del naufragio de una carabela
despedazada, fue para arribar, exhausto, a una playa absolutamente desconocida por
los portugueses del siglo XVI. Slo veinticuatro aos antes Coln haba descubierto
el Nuevo Mundo, encendiendo la imaginacin de los aventureros ibricos. Recin
apuntaba la aurora del conocimiento, despus de la obscura noche de la Edad Media,
y en su totalidad el mundo an era un misterio en que cada aventura para explorarlo
descubra nuevas maravillas. An no se fijaba un lmite entre el mito y la realidad;
el aventurero contemplaba extraas visiones con pupilas deformadas por la
supersticin.
All donde ahora se alza Baha en la costa brasilea, cualquier cosa poda
existir. Detrs del lmite de la selva, en lo alto de esos picachos, se encontraran
probablemente cosas maravillosas, y l, Diego Alvarez, sera el primero de su raza en
contemplarlas. Con toda seguridad habra que temer a los nativos del pas quiz
seres horripilantes, mitad humanos, mitad bestias, que la tradicin haba hecho
nacer en ese lugar, pero habra que afrontarlos para encontrar agua y alimentos.
Su espritu de pionero, que lo haba impulsado a unirse a ese viaje desgraciado, lo
espoleaba a continuar adelante y nadie, sino la muerte, podra detenerlo.
La costa a donde lleg, como nico sobreviviente del naufragio, quedaba en
territorio de los canbales tupinambas. Quiz escap de ser comido gracias a su
aspecto singular; tal vez los tupinambas consideraron que era un triunfo sobre las

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tribus vecinas el tener un blanco como cautivo. El portugus tuvo que agradecer su
salvacin especialmente a una joven india llamada Paraguassu, la Pocahontas de
Sudamrica, que se encaprich con Alvarez, convirtindose en su esposa y ms tarde
en la favorita entre varias otras.
Durante muchos aos el marino portugus vivi con los indios. Un grupo de
compatriotas lleg a Brasil, y Alvarez pudo establecer relaciones amistosas entre los
recin llegados y los salvajes. Finalmente, se las arregl para atraer a Paraguassu al
seno de la Iglesia y para casar una hermana de la india con otro aventurero
portugus. El hijo del matrimonio de la hermana, Melchior Das Moreyra, pas entre
los indios la mayor parte de su vida y era conocido con el nombre de Muribeca.
Descubri muchas minas, acumul enormes cantidades de plata, oro y piedras
preciosas, que eran trabajadas en forma tan esplndida por las hbiles tribus
tapuyas, que haca palidecer de envidia a los primeros colonos europeos.
Muribeca tuvo un hijo llamado Roberio Das, quien desde muchacho se
familiariz con las minas de donde procedan las inmensas riquezas de su padre. En
1610 Roberio Das ofreci al rey de Portugal, Dom Pedro II, entregar las minas a
cambio del ttulo de Marqus de las Minas. Mostr una rica muestra de mineral de
plata y prometi tentadoramente dar ms plata que todo el hierro que hubiera en
Bilbao.
Solo se le crey a medias, pero la codicia real era lo bastante fuerte como
para aprobar una cdula que le dara el marquesado.
Ms Roberio Das se equivoc si crey que iba a abandonar la corte
convertido en marqus. El viejo Dom Pedro II era demasiado astuto. Se sell la
cdula y se encarg a una comisin que le diera curso slo despus que las minas
fuesen descubiertas. Das, a su vez, albergaba sospechas; no iba a confiar ciegamente
en la buena fe del rey. Cuando la expedicin estuvo a cierta distancia de Baha,
consigui persuadir al oficial a cargo de la comisin de que abriera el sobre y le
permitiera ver la cdula. Descubri as que se le daba el ttulo militar de capitn. . .,
pero no se deca una sola palabra acerca del marquesado! Eso lo decidi. Das rehus
entregar las minas, de manera que el oficial, furioso, lo hizo regresar por la fuerza a
Baha, donde lo arrojaron a la crcel y all permaneci durante dos aos, hasta que le
permitieron pagar su libertad con 9.000 coronas. Muri en 1622 sin revelar jams el
secreto de las minas. Diego Alvarez ya haba muerto haca mucho tiempo; Muribeca
tambin haba fallecido y ningn indio quiso hablar, ni an bajo las ms terribles
torturas, de manera que Dom Pedro maldijo su falta de sensatez y su mala fe, sin
quedarle otro consuelo que leer una y otra vez los informes oficiales de los ensayos
hechos con las muestras de plata tradas por Roberio Das.
Se perdi el secreto de las minas, pero durante aos las expediciones
recorrieron el pas esforzndose para localizarlas. Como un fracaso segua al otro,

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poco a poco se comenz a perder la fe en su existencia, hasta que slo sobrevivieron


como una leyenda, pero a pesar de ello siempre haba almas esforzadas que se
atrevan a enfrentar a los hostiles salvajes y a morir de inanicin, con la esperanza
de descubrir un nuevo Potos.
La regin ms all del ro San Francisco era tan desconocida para los
colonos portugueses de esa poca como lo son ahora las selvas de Gongugy para los
actuales brasileos. La exploracin se haca demasiado difcil, pues no solamente era
necesario contener las hordas de indios salvajes, que disparaban desde una cortina
impenetrable flechas envenenadas, sino que faltaba el alimento suficiente para
proveer a una expedicin lo bastante numerosa como para poder detener los ataques.
Aun as, uno tras otro se aventuraban, pero, generalmente, no volva a saberse jams
de ellos. Estas expediciones fueron llamadas Ba nde i r a s , porque estaban
respaldadas oficialmente, acompaadas por tropas del gobierno y tambin por un
grupo de misioneros. De cuando en cuando, los civiles se unan con este mismo
objeto, armaban a un grupo de negros esclavos, alistaban indios dciles que les
sirvieran de guas y desaparecan en el S e r t o (selva) durante aos, si no para
siempre.
Si usted, lector, es de naturaleza romntica, como creo que somos la mayora
de los mortales, encontrar en lo que acabo de relatar, la base para una historia tan
fascinante, que no hay otra que pueda comparrsele. Yo mismo di con un documento
que an se conserva en Ro de Janeiro, y, con la luz de la evidencia recogida en otros
lugares, lo cre implcitamente. No voy a ofrecer una traduccin literal del extrao
relato dado en el documento la desigual escritura portuguesa est interrumpida en
algunos lugares, pero la historia comienza en 1743, cuando un nativo en Minas
Gerais, cuyo nombre no se ha conservado, decidi buscar las Minas Perdidas de
Muribeca.
Francisco Raposo tengo que identificarlo con algn nombre no iba a
amilanarse por las bestias feroces, las serpientes venenosas, los salvajes e insectos,
en su intento de enriquecerse a s mismo y a sus compaeros, tal como lo haban
hecho los espaoles en Per y Mxico dos siglos atrs. Formaban un grupo intrpido
esos viejos pioneros, quizs supersticiosos, pero allanando con el llamado del oro
todos los obstculos.
Siempre era difcil llevar animales de carga a la regin interior, que careca
de huellas y caminos. Existan por todas partes ros y pantanos, el pasto era escaso y
los continuos ataques de los murcilagos vampiros, acababan con el ganado. El clima
oscilaba desde muy fro hasta excesivamente caluroso y una sequa total era seguida
de lluvias torrenciales, de manera que deba llevarse gran y variada cantidad de
equipo. Pero Raposo y su banda no dieron gran importancia a estos contratiempos y
se adentraron con optimismo en la selva.

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EXPLORACIN FAWCETT

Descubr hace poco, el sitio exacto donde estuvieron. Era muy hacia el norte.
En esos das no existan mapas de la regin y ningn miembro de la expedicin saba
algo sobre navegacin fluvial, de manera que no se puede confiar en las pistas que
dejaron en su informe. Los indios los acompaaban de un punto a otro y les sugeran
las rutas; en otras ocasiones erraban simplemente en lo desconocido y dejaban que el
azar los llevara al codiciado objetivo. Como todos los pioneros, vivan de la pesca y de
la caza, de frutas y legumbres hurtadas en las plantaciones indgenas o pedidas a
tribus amistosas. Era una vida severa, porque los animales son demasiado recelosos
en las selvas de Amrica del Sur, pero los hombres vivan ms simplemente en esos
das y, en consecuencia, su resistencia era mayor. Raposo, sus compatriotas y sus
esclavos negros sobrevivieron para continuar su vagabundaje durante diez aos. Sin
contar a los indios que se les unan de tiempo en tiempo y que luego desaparecan
cuando les vena en gana, la partida estaba formada por dieciocho colosos; quiz ste
fue el secreto de su supervivencia, porque las Bandeiras reunan por lo menos
quinientos hombres, y existe un informe de una compuesta de 1.400, ninguno de los
cuales regres. Unos pocos podran subsistir, all donde todos moriran de inanicin.
El grupo se encontr viajando otra vez hacia el este, hacia los poblados de la
costa, desanimados por este peregrinaje sin fin y descorazonados por su fracaso en
descubrir las minas perdidas. Raposo casi pensaba que eran slo una leyenda, y sus
compaeros ya haban decidido, haca tiempo, que tales minas no existan. Haban
caminado por pantanos y maniguas cuando aparecieron ante ellos montaas
dentadas, ms all de una planicie verde interrumpida por estrechos cinturones de
selvas. Raposo las describe poticamente en su narracin: Parecan alcanzar las
regiones etreas y servir de trono al viento y a las estrellas. Cualquiera que haya
pasado meses en el montono plano de las llanuras apreciar su rapsodia.
No eran stas montaas comunes; a medida que el grupo se aproxim, los
flancos parecieron estallar en llamas, porque haba llovido y ahora el sol poniente se
reflejaba sobre las rocas hmedas, ricas en cristales y en cuarzo ligeramente opaco,
tan comn en esta regin del Brasil. A los ansiosos exploradores les parecieron
tachonadas de piedras preciosas. Torrentes saltaban de roca en roca, y sobre el
pinculo de las montaas se form un arco iris, como para indicar que a sus pies se
encontraba un tesoro.
Es un pronstico! grit Raposo. Contemplen estas maravillas!
Hemos encontrado el tesoro del gran Muribeca.
Cay la noche, obligndolos a acampar antes de llegar al pie de esas
asombrosas montaas, pero al da siguiente, cuando el sol se levant detrs de ellas,
los riscos se alzaron negros y amenazadores, haciendo que se desvaneciera el
entusiasmo; sin embargo, para un explorador siempre existe algo fascinante en una
montaa. Quin sabe lo que puede ser visto desde su cumbre?

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La altura era enorme a los ojos de Raposo y sus compaeros, pero fue slo
cuando comenzaron a escalarlas que se encontraron con precipicios cortados a pique.
Todo el da lucharon con cantos rodados y grietas, buscando un camino en esas
vtreas laderas. Abundaban las serpientes cascabel, y no existe remedio contra la
mordedura de la especie brasilea. Cansado por el duro camino y la constante
vigilancia para evitar a estas serpientes, Raposo orden hacer un alto.
Hemos caminado tres leguas y an no encontramos un camino de subida
dijo. Sera mejor regresar a nuestra antigua huella y volver hacia el norte. Qu
opinan ustedes?
Acampemos fue la respuesta. Ya tenemos suficiente para un da.
Maana podremos regresar.
Muy bien respondi el jefe; dirigindose despus a dos de sus hombres
: Jos y Manuel, vayan por lea.
Se haba organizado el campamento y el grupo descansaba, cuando se
escuch una confusa gritera en la espesura, que los hizo ponerse de pie, arma en
mano. Jos y Manuel aparecieron.
Patro, patro gritaron. Lo descubrimos... El camino hacia arriba!
Buscando lea para el fuego en el monte bajo, divisaron un rbol cado en la
ribera de un pequeo estero boscoso. Era el mejor combustible que podan obtener, y
regresaban ya con su carga, cuando un ciervo salt al otro lado del riachuelo,
desapareciendo detrs de una arista del picacho. Preparando sus arcabuces, los dos
hombres lo siguieron tan rpidamente como pudieron, ya que con l tendran carne
suficiente para varios das.
El ciervo se haba esfumado, pero ms all del picacho se encontraron con
una profunda hendidura frente al precipicio y vieron que era posible llegar a la
cumbre de la montaa escalndola. Con la excitacin olvidaron la lea y el ciervo.
Inmediatamente el grupo levant el campamento, se ech al hombro sus
bultos y sigui a Manuel. Con interjecciones de admiracin penetraron en fila india
por la hendidura, para descubrir que se ensanchaba a medida que se adentraba en la
montaa; se haca difcil caminar, pero aqu y all existan rastros de antiguo
pavimento y en algunos lugares las escarpadas paredes de la hendidura mostraban
borrosas marcas de herramientas. Los agolpamientos de cristales y las masas de
cuarzo les producan la sensacin de haber penetrado en una tierra de hadas, y la
tenue luz que se filtraba sobre sus cabezas a travs de las enredadas lianas haca
que renaciera la maravillosa impresin que tuvieron al contemplar las montaas por
vez primera.
El ascenso era tan difcil que transcurrieron tres horas antes que surgieran,
cansados y sin aliento, en una ladera mucho ms alta que los planos que los
rodeaban. Desde all hasta la cumbre exista un terreno limpio, y pronto se

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encontraron en lo alto, hombro contra hombro, contemplando, alelados, el asombroso


espectculo que se extenda a sus pies.
All abajo, a cuatro millas de distancia, se alzaba una gran ciudad.
Inmediatamente se tendieron detrs de las rocas, ocultndose, esperando
que los habitantes no hubiesen visto sus distantes figuras recortadas contra el cielo,
porque seguramente se trataba de una colonia de los odiados espaoles. O quizs
podra tratarse de una ciudad como El Cuzco, la antigua capital de los incas en el
Per, poblada por una raza de gente altamente civilizada, que se defenda de los
avances de los invasores europeos. O se tratara tal vez de una colonia portuguesa?
Tambin podra ser una plaza fuerte de los Orizes Procazes, descendientes de los
misteriosos tapuyas, quienes demostraban signos inequvocos de haber sido un da
pueblos altamente civilizados.
Raposo se volvi a arrastrar hasta la cumbre y, aun echado en el suelo, mir
a su alrededor. La cordillera se extenda hacia el norte y hacia el sur hasta donde sus
ojos podan abarcarla; un poco hacia el norte se observaba selva virgen. En primer
plano exista una extensa llanura verde y caf, interrumpida en parte por brillantes
lagunas, pero no divis signo alguno de vida, no se alzaba humo en el aire quieto, ni
un rumor vena a quebrar el silencio total.
Hizo un pequeo gesto a sus compaeros, y uno por uno gatearon por la
ladera, dejndose caer protegidos por las rocas; entonces, con miles de precauciones,
regresaron al valle, abandonando la huella, para acampar en las proximidades de un
pequeo arroyuelo de agua clara.
No encendieron fogatas esa noche y los hombres conversaron cuchicheando;
estaban atemorizados ante la vista de la civilizacin despus de esos largos aos en
la selva, y de ningn modo se consideraban seguros. Dos horas antes de anochecer,
Raposo envi a dos portugueses y a cuatro negros para que averiguaran qu clase de
gente viva en ese misterioso lugar; el resto del grupo esper nerviosamente su
regreso y cada ruido de la selva, cada canto de insecto y rumor del follaje les parecan
siniestros. Los exploradores no tuvieron nada que contar a su regreso: la falta de
refugio les haba impedido acercarse demasiado a la ciudad y no haban visto signo
alguno de que estuviera habitada. Los indios estaban tan estupefactos como Raposo
y los portugueses; supersticiosos por naturaleza, consideraban tab a algunas
regiones del pas, y ahora temblaban de espanto.
Sin embargo, Raposo oblig a uno de los indios a que explorara
completamente solo, despus de la salida del sol, al da siguiente. Nadie pudo dormir
mucho la noche anterior, y la ansiedad por la suerte del indio les impidi descansar
bajo la luz solar. A medioda regres ste aterrado e insistiendo en que la ciudad
estaba deshabitada; ya era demasiado tarde para continuar el avance en ese mismo

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EXPLORACIN FAWCETT

da, de manera que transcurri otra noche sin descanso, escuchando los extraos
rumores de la selva, listos para afrontar el peligro desconocido.
Muy temprano, al da siguiente, Raposo envi adelante una vanguardia de
cuatro indios y avanz hacia la ciudad con el resto de sus hombres; a medida que se
acercaban a las murallas, encontraron a los indios que regresaban con la misma
historia: el lugar estaba desierto; entonces, con menos precauciones, continuaron
hasta llegar a una entrada bajo tres arcos formados de enormes losas. Quedaron tan
impresionados con esta estructura ciclpea similar, seguramente, a las que todava
pueden admirarse en Sacsaihuamn, en el Per, que ningn hombre se atrevi a
pronunciar una sola palabra y se deslizaron, tan sigilosamente como felinos, por la
senda de piedras ennegrecidas.
En lo alto del arco central se vean caracteres grabados profundamente en la
piedra gastada por el tiempo. Aunque era inculto, Raposo pudo darse cuenta de que
no se trataba de escritura moderna. Un sentimiento de edades pretritas se cerna
sobre todas las cosas, y Raposo tuvo que hacer un esfuerzo para dar orden, en una
voz ronca y muy poco natural, de que avanzaran.
Los arcos estaban todava en buen estado de conservacin, pero uno o dos de
los colosales soportes, se haban retorcido ligeramente en sus bases. Los hombres
avanzaron y entraron en lo que una vez fuera amplia calle, interceptada ahora con
pilares quebrados y con hileras de ladrillos cubiertos por la vegetacin parasitaria de
los trpicos. A ambos lados haba casas de dos pisos, construidas de grandes bloques
unidos por junturas sin mezcla, de una perfeccin increble; los prticos, estrechos
arriba y amplios en la base, estaban decorados con esculturas elaboradas que a ellos
les parecieron figuras demonacas.
La descripcin, viniendo de hombres que jams haban visto Cuzco y
Sacsaihuamn o las otras ciudades maravillosas del antiguo Per que eran ya
increblemente antiguas cuando llegaron los primeros incas, no puede ser
desechada con displicencia. Lo que vieron y relataron concuerda estrechamente con
mucho de lo que an podemos contemplar hoy. Aventureros incultos, no podan
inventar un asunto tan slidamente corroborado por los restos ciclpeos que ahora
les son familiares a tantos investigadores.
Por todas partes existan ruinas, pero muchos edificios estaban techados con
grandes losas que an se mantenan en su sitio. Los hombres que se atrevieron a
penetrar en los obscuros interiores y alzaron sus voces, salieron huyendo atemorizados por el eco que les responda desde las paredes y los techos abovedados. Era
imposible decir si quedaban an restos de mobiliarios, porque en la mayora de los
casos se haban hundido las murallas interiores, cubriendo el piso con escombros, y
el estircol de los murcilagos acumulado durante centurias haba formado una

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EXPLORACIN FAWCETT

gruesa capa. Tan antiguo era el lugar, que las cosas perecederas, como ser los
muebles y los textiles, se debieron desintegrar mucho tiempo atrs.
Apiados como un rebao de ovejas temerosas, los hombres continuaron
calle abajo hasta llegar a una vasta plaza. En el centro se alzaba una columna
colosal de piedra negra, y sobre ella, la efigie de un hombre en perfecto estado de conservacin, con una mano descansando en la cadera y la otra apuntando hacia el
norte. La majestad de la estatua impresion hondamente a los portugueses, que se
persignaron reverentemente. Obeliscos esculpidos de la misma piedra negra,
parcialmente en ruinas, se levantaban en cada esquina de la plaza, mientras en uno
de sus costados se alzaba un edificio tan magnfico por su diseo y su decorado, que
probablemente era un palacio. Las paredes y el techo se haban derrumbado en
muchos sitios, pero sus grandes columnas cuadradas an se conservaban intactas.
Una amplia escalera de ruinosos peldaos conduca a un gran vestbulo que an
conservaba rastros de pinturas en sus frescos y esculturas. Incontables miles de
murcilagos volaban en crculos a travs de los obscuros aposentos, y el hedor cido
de su estircol se haca insoportable.
Los exploradores se alegraron de poder salir nuevamente al aire libre. La
figura de un adolescente estaba esculpida sobre lo que pareca ser la entrada
principal. Representaba a un joven sin barba, desnudo de la cintura para arriba, con
un escudo en la mano y una banda atravesada sobre un hombro. La cabeza estaba
adornada con algo que les pareci una corona de laureles, a juzgar por las estatuas
griegas que haban visto en Portugal. Al pie haba una inscripcin escrita con caracteres extremadamente parecidos a los de la antigua Grecia. Raposo los copi en
una tablilla y los reprodujo en su narracin.
Frente al palacio estaban las ruinas de otro enorme edificio, un templo,
evidentemente; unas figuras desgastadas representando hombres, animales y
pjaros cubran sus paredes y sobre el prtico haba ms caracteres que fueron
copiados lo ms fielmente que Raposo o alguno de sus hombres fueron capaces de
hacerlo.
Ms all de la plaza y de la calle principal, la ciudad yaca en completa
ruina, hundida en algunos lugares bajo montones de tierra, donde no creca ni una
brizna de pasto o de cualquier otra vegetacin. Aqu y all se abran profundas
grietas, y cuando los exploradores arrojaban piedras en ellas, no se escuchaba el
menor sonido que indicara su profundidad. Casi no exista duda de la catstrofe que
haba devastado el lugar. Los portugueses saban lo que eran los terremotos y conocan tambin su poder de destruccin. Edificios completos haban sido barridos,
dejando slo un par de bloques esculpidos para indicar el lugar donde una vez se
haban alzado. No era difcil imaginar el espantoso cataclismo que haba devastado
ese maravilloso lugar; columnas y bloques que pesaban cincuenta toneladas o ms

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EXPLORACIN FAWCETT

yacan por el suelo, y se haba destruido en pocos minutos la penosa labor de miles
de aos!
El extremo ms lejano de la plaza terminaba en un ro de cerca de treinta
yardas de ancho, que corra en lnea recta desde el noroeste y desapareca en la
lejana selva. Alguna vez un hermoso paseo debi haber bordeado el ro, pero los
ladrillos ahora estaban derrumbados y gran parte de ellos se haban hundido en la
corriente. Al otro lado del agua haba campos que alguna vez fueron cultivados, pues
an se encontraban cubiertos con abundante pasto y gran profusin de flores. El
arroz se haba propagado y medrado en los sombros pantanos y las aguas parecan
vivas con los patos que pululaban por miles.
Raposo y sus hombres vadearon el ro y atravesaron los pantanos hasta
llegar a un edificio aislado, situado a un cuarto de milla de distancia, y al hacerlo los
patos apenas se molestaron en retirarse de su sitio. La construccin estaba rodeada
por una escalera de peldaos de piedra de variados colores, porque estaba situada en
una altura, y su frontis abarcaba 250 pasos. La imponente entrada, detrs de un
monolito cuadrado con caracteres profundamente grabados, haba resistido en forma
increble los embates del tiempo. Encontraron quince aposentos que se comunicaban
con el vestbulo central; en cada uno de ellos descubrieron una cabeza de serpiente,
mientras aun brotaba un delgado chorro de agua de la boca abierta de otra cabeza de
reptil situada ms abajo. El lugar poda haber sido el aula de un monasterio.
La ciudad estaba desierta y en ruinas, pero los riqusimos campos que la
rodeaban proveyeron de mucho mejor alimento a los exploradores que lo que podan
encontrar en la selva virgen. No es por tanto sorprendente que, pese a su terror por
el lugar, ninguno de los hombres se sintiera ansioso de abandonarlo. Su temor se
esfum ante la ambicin por tesoros y este sentimiento aument cuando Joo
Antonio el nico miembro de la partida a quin se le menciona por su nombre en el
documento encontr una pequea moneda de oro en el ripio. En una de sus caras
mostraba la efigie de un joven arrodillado y en la otra un arco, una corona y un
instrumento musical no identificado. Pensaron que el lugar deba estar lleno de oro:
cuando los habitantes huyeron seguramente slo llevaron los objetos ms
indispensables para su supervivencia.
El documento sugiere el descubrimiento del tesoro, pero no da detalles.
Puede ser que la pesada aura de calamidades que se cerna sobre el lugar haya sido
demasiado para los nervios de esos supersticiosos pioneros. Quiz los millones de
murcilagos los aterraron; de todas maneras, es poco probable que hayan trado
consigo alguna cantidad de riquezas, porque les esperaba un viaje formidable si
alguna vez queran ver de nuevo la civilizacin, y ninguno de ellos se senta ansioso
de cargarse con mayor cantidad de equipo que el que ya tenan que llevar a cuestas.

23

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Era peligroso cosechar arroz de los pantanos y cazar patos, si a eso puede
darse el nombre de caza. Eran comunes las anacondas suficientemente grandes como
para matar a un hombre, y las serpientes venenosas, atradas por la caza, emergan
de todas partes, alimentndose no slo de pjaros, sino - tambin de jerboas, ratas
saltarinas como pulgas, segn las describe el narrador. Perros salvajes, brutos
grises, grandes como lobos, rondaban en los planos, y, a pesar de ello, ningn hombre
se atreva a dormir dentro de la ciudad. Levantaron el campamento justamente ms
all de la reja que descubrieron primero, y desde all contemplaron al atardecer las
legiones de murcilagos que salan de los grandes edificios, para dispersarse en las
tinieblas con un seco batir de alas que semejaba el primer rumor de una tormenta
que se avecina. Durante el da el cielo se vea negro de golondrinas atradas por la
prolfica vida de los insectos.
Francisco Raposo no tena idea de dnde se encontraban, pero, por ltimo,
decidi seguir la corriente del ro a travs de la selva, esperando que los indios
recordaran las seales cuando regresasen con una expedicin equipada en buena
forma para extraer la riqueza de esas ruinas. Cincuenta millas ms abajo, llegaron a
una imponente cascada y en un acantilado vieron seales de trabajo de minas. Aqu
se detuvieron por ms tiempo; la caza era abundante, muchos de los hombres
estaban enfermos de fiebre y los indios se pusieron nerviosos, temiendo la posibilidad
de que hubiese tribus hostiles en la vecindad. Ms abajo de la cascada, el ro se
extenda en una serie de lagunas pantanosas, comunes a estos ros de Sudamrica.
La investigacin prob que lo que se crean bocas de minas eran solamente
hoyos. Ellos carecan de medios para explorarlos, pero en sus entradas se encontr
una cantidad de mineral de oro de rica ley. Aqu y all se vean cuevas horadadas a
mano; algunas de ellas estaban selladas con grandes losas, sobre las que se haban
esculpido extraos jeroglficos. Las cuevas deben haber sido tumbas de los monarcas
o de los altos sacerdotes de la ciudad. Los hombres trataron en vano de mover las
losas.
Los aventureros se imaginaron a s mismos como si fueran ya individuos de
fortuna y se pusieron de acuerdo en no revelar una palabra a nadie, con excepcin
del virrey, con quien Raposo tena una deuda de gratitud. Volveran tan pronto como
les fuera posible a tomar posesin de las minas y sacaran todos los tesoros de la
ciudad.
Entretanto una partida expedicionaria haba sido enviada a explorar ro
abajo. Despus de atravesar los lagos y los remolinos durante nueve das, percibieron
una canoa impulsada por dos hombres blancos, con largo pelo negro y vestidos con
una especie de tela. Dispararon un tiro para atraer su atencin, pero la canoa se
alej, perdindose de vista. Cansados de la fatigosa tarea de dar amplios rodeos

24

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alrededor de los pantanos y temerosos de continuar adelante con un grupo tan


pequeo, regresaron a la cascada.
Raposo sinti la necesidad de ser cauteloso, ahora que l y sus compaeros
tenan la fortuna al alcance de su mano. No deseaba arriesgarse en un encuentro con
indios hostiles y, por eso, se dirigi hacia el oriente. Despus de algunos meses de
dura travesa llegaron al banco del ro Sao Francisco, cruzaron desde all hasta el
Paraguassu y, por fin, alcanzaron a Baha. Desde all, envi el documento, cuya
historia acabo de contar, al virrey, don Luiz Peregrino de Carvalho Menezes de
Athayde.
Nada hizo el virrey, y tampoco se puede decir si Raposo regres o no al lugar
donde hiciera su descubrimiento. En todo caso, no se volvi a saber nada de l.
Durante casi un siglo el documento fue encasillado en Ro de Janeiro, hasta que el
Gobierno del Estado comision a un sacerdote joven para que fuera a investigar; esta
exploracin fue totalmente sin xito, pues, al parecer, se llev a cabo con poca
inteligencia.
Era difcil para una administracin empapada en el estrecho fanatismo de
una Iglesia todopoderosa prestar mucho crdito a una cosa tal como una antigua
civilizacin. En esos das, Egipto era an un misterio y el espritu eclesistico, que
premeditadamente destruy los valiosos documentos de Per y Mxico, estaba en su
apogeo.
S que la ciudad perdida de Raposo no es la nica en su gnero. El difunto
cnsul britnico en Ro fue llevado a un lugar semejante en 1913 por un indio
mestizo, pero se trataba de una ciudad mucho ms accesible, en un terreno no
montaoso y completamente hundido en la selva; tambin se distingua por los
restos de una estatua colocada en un gran pedestal negro en el centro de una plaza.
Por desgracia, un chaparrn ahuyent a su animal de carga y tuvieron que regresar
inmediatamente para evitar la muerte por el hambre.
Hay otras ciudades perdidas adems de estas dos, y existe otro remanente
de una vieja civilizacin; su pueblo ha degenerado ahora, pero an conserva vestigios
de un pasado olvidado, en momias, pergaminos y lminas de metal cinceladas; es un
lugar como el que describe la historia, pero algo menos estropeado por terremotos y
muy difcil de encontrar. Los jesuitas lo conocan y tambin un francs, que en este
siglo hizo varios esfuerzos infructuosos para encontrarlo. Igual cosa puede decirse de
cierto ingls que haba viajado mucho por el interior y que supo del sitio por un viejo
documento que est en poder de los jesuitas. Sufra de cncer avanzado, o bien muri
de su mal o se perdi.
Yo soy probablemente el nico que posee ahora el secreto y lo obtuve en la
dura escuela de experiencia de la selva, apoyada en un cuidadoso examen de todos

25

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los documentos de valor en los archivos de la Repblica, as como tambin en otras


fuentes de informacin, de ninguna manera fciles de conseguir.
Fuera de Sudamrica no son conocidos los detalles que acabo de dar y, en
verdad, aun los pases que ms tienen que ver con el secreto saben muy poco sobre
l. Sin embargo, sabios nativos y extranjeros, de considerable erudicin, que se encuentran en Brasil, estn de acuerdo en que una vieja y perdida civilizacin puede
ser la nica llave que abra el enigma de la extraordinaria alfarera y de las
inscripciones que han sido descubiertas. Ellos conocen las leyendas que corran en
tiempos de la Conquista y se dan cuenta de la enorme extensin de las selvas
inexploradas.
Un eminente brasilea;*hombre de letras, escribe que sus estudios lo han
convencido de que los autctonos de Amrica vivan en las edades ms remotas en
un estado de civilizacin grandemente diferente del actual. Por una serie de razones
esta civilizacin degener y tendi a desaparecer, pero Brasil es el pas donde an
pueden ser encontrados sus vestigios.
El agrega: No es improbable que en nuestras selvas, an poco conocidas,
puedan existir ruinas de antiguas ciudades.
El general Cunha Mattos, fundador del Instituto Histrico de Ro, corrobor
vigorosamente esta opinin.
Creo yo que ambos estn en la razn, y slo anso que la iniciativa pblica
fomente las exploraciones responsables, antes de que lleguen los vndalos!
Los brasileos inteligentes apadrinan las expediciones y los estudios
etnolgicos, como se evidenci en el mensaje al Congreso de Historia Nacional de Ro
de Janeiro en 1914, cuando la Expedicin Roosevelt, escoltada regiamente a lo largo
de la lnea telegrfica del Matto Grosso hasta el ro Du- vida, fue aclamada como la
inauguracin de una nueva era que nos inicia en el conocimiento de nuestras tierras
vrgenes y de la gente que las habita.
Es ms que eso an: es una investigacin de importancia mundial, porque
qu puede ser ms subyugante que el penetrar en los secretos del pasado y arrojar
luz sobre la historia de la civilizacin misma?

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CAPTULO II
EL IDOLO DE PIEDRA
TENGO EN MI PODER UNA IMAGEN 1 de cerca de diez pulgadas de
alto, esculpida en un trozo de basalto negro.
Representa una figura con una placa en el pecho, sobre la cual hay tallados
un gran nmero de caracteres; y alrededor de las caderas tiene una banda tallada en
forma similar. Me la dio Sir H. Rider Haggard, quien la obtuvo en Brasil, y yo creo
firmemente que procede de una de las ciudades prdidas.
Existe una propiedad particular en esta imagen de piedra, que
experimentan todos cuantos la sostienen en sus manos: es como si una corriente
elctrica le subiera a uno por el brazo, y tan fuerte es el choque, que muchas
personas se ven obligadas a dejarla prontamente en su sitio. Ignoro por qu ocurre
esto.
Los expertos del Museo Britnico fueron incapaces de decirme nada sobre el
origen del dolo.
Si no se trata de una patraa, quiere decir que est por sobre nuestra
experiencia me respondieron.
No se fabrican patraas, a menos que sea para venderlas como antigedades,
y qu objeto tendra elaborar un artculo as, si nadie estara siquiera capacitado

Ver ilustracin 4.

27

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para demostrar su falsedad o lugar de origen? Estoy completamente seguro de que


mi imagen no es una falsificacin, porque catorce de los veinticuatro caracteres
esculpidos en ella se repiten por separado en varias piezas de la antigua alfarera
brasilea.
Slo se me ocurri un medio para descubrir el secreto de la imagen de piedra:
Conocerlo gracias a la psicometra, un mtodo que puede provocar la burla de mucha
gente, pero aceptado ampliamente por otras que mantienen su mente libre de
prejuicios. Admito que la ciencia de la psicometra est an en su infancia en
nuestros pases occidentales, aunque se ha desarrollado altamente en el Oriente, y es
necesario separar cuidadosamente de los resultados finales las reminiscencias de
comunicacin teleptica que pueden mezclarse con ellos. Est basada en la teora de
que cada objeto material conserva en s mismo la marca o huella de sus vicisitudes
fsicas, y que esta marca o huella est al alcance de una persona suficientemente
sensitiva como para captar estas vibraciones especiales. Un buen ejemplo lo
encontraramos en un receptor de radio, porque la ciencia de la radiocomunicacin
habra sido mirada como burda supersticin cien aos atrs. De todas maneras, yo
voy a contar los hechos, y el lector puede aceptarlos o refutarlos como le plazca.
Yo era absolutamente desconocido para el psicmetro que sostuvo la figura en una
mano y que en completa obscuridad escribi lo siguiente:
Veo un continente grande, de forma irregular, extendindose desde la costa norte de
frica hasta Sudamrica. Numerosas montaas existen sobre su superficie; de vez
en cuando un volcn parece estar a punto de hacer erupcin. La vegetacin es
prolfica, de naturaleza tropical o subtropical.
En el lado africano del continente la poblacin est desparramada. Las
gentes son bien formadas, pero de un tipo imposible de describir, de tez muy obscura,
aunque no negroide.
Sus rasgos ms sobresalientes son los pmulos muy altos y los ojos de agudo
brillo. Dira que su moral deja mucho que desear y que su religin bordea la
demonologa. Veo ciudades y pueblos que revelan signos de avanzada civilizacin y
existen ciertos edificios adornados que tomo por templos.
Me parece que me transportan al lado occidental del pas. Aqu la vegetacin
es densa, la flora ms esplendorosa y los habitantes muy superiores a los otros. La
regin es montaosa, y tallados a medias en la roca de los acantilados, elaborados
templos proyectan sus fachadas sustentadas por columnas hermosamente
esculpidas. Procesiones de seres que parecen sacerdotes entran en estos templos y
salen de ellos, y un alto dignatario o jefe usa una placa en el pecho semejante a la
que tiene la figura que en estos momentos sostengo en mis manos. Est obscuro
dentro de los templos, pero sobre el altar veo la representacin de un gran ojo. Los
sacerdotes hacen invocaciones a este ojo y todo el ritual parece ser de naturaleza

28

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oculta, unido a un sistema de sacrificios, pero no puedo ver si se trata de vctimas


animales o humanas.
"'Colocadas en varios lugares del templo existen algunas efigies semejantes a la
que tengo en mi mano, y sta era, evidentemente, el retrato de un sacerdote de alto
rango. Veo que el sumo sacerdote la coge y se la entrega a otro oficiante, con
instrucciones para que la guarde cuidadosamente y a su debido tiempo la entregue a
otro y sealado, quien a su vez debe entregarla, de manera que as pase de mano en
mano hasta que por ltimo llegue a poder de uno en quien se haya reencarnado el
personaje que la imagen encarna, pues muchas cosas ahora olvidadas se podrn
explicar gracias a su influencia. La numerosa poblacin de las ciudades occidentales
parece dividirse en tres clases: la jerarqua o grupo dominante con un monarca
hereditario, la clase media y los pobres o esclavos. Esta gente es duea absoluta del
mundo y muchos de ellos practican la magia negra de una manera alarmante.
"Oigo una voz que dice: Contemplen el destino de los presuntuosos! Piensan
que el Creador est bajo su influencia y sujeto a sus poderes, pero ha llegado el da
de la retribucin.
Esperen y contemplen! Entonces veo volcanes en violenta erupcin, lanzando
lava llameante por sus laderas, y toda la tierra tiembla con terrible estruendo. El
mar se levanta como en un huracn, y una enorme porcin de tierra, tanto del lado
oriental como del occidental, desaparece bajo el agua, dejando inundada, pero visible,
la parte central. La mayora de los habitantes se han ahogado o han sido aniquilados
por el terremoto. El sacerdote a quien se le dio esta efigie huye de la ciudad hundida
hacia las colinas, donde esconde su sagrada carga, y contina despus su huida hacia
el este.
"Muchos hombres acostumbrados a la vida marina se embarcan en botes y
parten; otros escapan hacia las montaas centrales, donde se les van a juntar
refugiados que vienen del norte y del sur.
La voz dice: La sentencia de Atlanta ser el destino de todos los que
pretenden alcanzar poder divino!
No puedo obtener la fecha exacta de la catstrofe, pero fue muy anterior al
esplendor de Egipto y ya ha sido olvidada, excepto, quiz, en mitos.
En cuanto a la imagen, tiene poder malfico sobre los que no estn en afinidad
con ella; an ms, dira que es peligroso rerse de ella...
Otros psicmetros sostuvieron la figura de piedra y dieron impresiones que
concordaban estrechamente con la que acabo de transcribir. En todo caso, cualquiera
que sea su historia, yo la miro como una posible llave que descubra el secreto de la
Ciudad Perdida, y cuando empiece su bsqueda, la imagen me acompaar. La
conexin de la Atlanta con regiones de lo que es actualmente Brasil no debe ser
mirada despreciativamente, y el creer en ello, con confirmacin cientfica o sin ella,

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EXPLORACIN FAWCETT

depara explicaciones para muchos problemas que de otra manera seran misterios
insondables. Ms tarde yo tendr mucho que decir sobre este tema.
En la poca en que escribo estas lneas (1923), estoy esperando, con toda la
paciencia de que soy capaz, la culminacin de los planes para la prxima expedicin
en que buscar la ciudad encontrada por Raposo y sus hombres. Creo poseer ahora
las informaciones correctas, y con buena suerte llegaremos hasta la ciudad. Teniendo
en cuenta las difciles condiciones del viaje, no dejar al azar el elegir el resto del
grupo, ya que me ha sido imposible alcanzar hasta ahora mi objetivo debido a la falta
de valor de mis compaeros y a menudo lamento no poder ir completamente solo.
Esta no ser una expedicin cmoda, con un ejrcito de guas y animales de carga,
porque las expediciones demasiado numerosas no llegan nunca muy lejos; se pasean
en los bordes de la civilizacin y se calientan gustosamente con el sol de la
publicidad, pero cuando comienza la verdadera selva desaparecen los cargadores por
temor a los salvajes. Los animales no pueden ser empleados debido a la falta, de
pastos y a los ataques de insectos y murcilagos, ni hay guas, porque nadie conoce la
regin. La solucin es reducir el equipo a un mnimum, llevando todo sobre las
propias espaldas y confiando en que ser posible subsistir haciendo amistad con las
distintas tribus que se van encontrando. Se puede o no se puede obtener caza; por las
probabilidades, se deseara llevar un rifle calibre 22, pero aun esta arma significa un
peso que uno ms tarde soporta de mal grado. Naturalmente, hay que descartar las
carabinas, revlveres y municiones. Es mucho ms peligroso disparar a una bestia
que dejarla partir sola, y en cuanto a los salvajes..., bien, el salvaje que pretende
matarlo a uno est siempre invisible, y un rifle no puede competir con saetas o
flechas envenenadas durante una emboscada en la selva!
Jack, mi hijo mayor, me acompaar en el prximo viaje, y el tercer miembro
de la partida ser su compaero de colegio, Raleigh Rimell, quien se encuentra
actualmente en Los ngeles, California. Hace tiempo que no veo a Raleigh y, por lo
tanto, desconozco sus condiciones fsicas actuales, pero Jack est en forma perfecta.
Es alto, de gran vigor fsico y absolutamente virgen de cuerpo y alma. No fuma ni
bebe y yo tampoco; uno pierde el hbito cuando se le terminan las reservas de licor o
de tabaco. Yo deje esas cosas hace ya mucho tiempo. El enviciado tiene que sufrir
una desventaja casi inaguantable cuando no puede conseguirse ninguna de las dos
cosas en la selva y ms de un compaero mo ha abandonado la expedicin por este
motivo.
Hasta ahora yo slo he conocido dos hombres capaces de soportar las
prolongadas vicisitudes; uno de ellos ya ha muerto y el otro se cas, establecindose,
por lo que no sera justo pedirle que me acompaara. Sin embargo, yo estoy seguro
de Jack, que es lo suficientemente joven para adaptarse a cualquier condicin de
vida; unos pocos meses de viaje lo endurecern lo necesario. Si me sigue, estoy

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seguro de que no contraer las variadas pestes y enfermedades que proliferan en las
selvas sudamericanas, y en una emergencia creo que su valenta responder bien.
Raleigh lo seguir a cualquier parte.
Jack y Raleigh tienen que aprender a nadar hundindose profundamente bajo
el agua. Sin una experiencia previa, se vern enfrentados con supremas pruebas que
necesitarn endurecimiento. Yo mismo tuve que acostumbrarme gradualmente,
adems posea ya varios aos de vida militar en los trpicos. Siendo por naturaleza
un lobo solitario y abstemio, no me haba ablandado con el gin y el whisky cuando
llev a cabo mi primera aventura en Sudamrica, y como cada expedicin coronada
por el xito fue ms difcil que la anterior, mi proceso de resistencia fue continuo.
Aunque he abominado de la vida militar, debo confesar que sta tuvo el mrito de
hacerme atractivo el trabajo y me sirvi de aprendizaje para algo que me parece
mucho ms valioso. Quiz haya sido para mejor el que mi infancia en Torquay se
haya deslizado hurfana de cario materno y paterno, porque esta circunstancia me
hizo ms circunspecto, aunque pas esplndidos ratos con mi hermano mayor y mis
hermanas. Hubo tambin aos escolares en Nevvton Abbot que en nada alteraron la
visin que me haba formado sobre el mundo.
Vinieron despus los aos de cadete en Woolwich, y en 1880, cuando tena
diecinueve, fui destinado a la Artillera Real, pasando mis primeros aos de juventud
en la guarnicin de Trincomalee, Ceyln. Aqu fue dnde conoc a mi futura esposa,
cuyo padre en esa poca era juez de distrito en Galle.
La vida en Ceyln era tan agradable como puede ser la vida de regimiento.
Haba que hacer trabajo interesante, mucho deporte especialmente bogar en la
incomparable baha, y no existan demasiadas restricciones. En realidad, yo podra
haber aprovechado de un perodo de servicio ms prolongado en esa la ms hermosa
de todas las islas, pero tuve que regresar a Inglaterra para tomar el Curso Largo de
instruccin de artillera en Shoeburyness. Despus fui a Falmouth, y en enero de
1901 me cas.
Mi esposa me ayud a salir de mi acostumbrada reserva, pero an no se
borraba del todo el hbito del lobo solitario, y continu buscando senderos por mi
propia cuenta, que encontraba preferibles a los caminos trillados. Tuve que efectuar
un trabajo muy interesante de servicio secreto en el Norte de frica en 1901, seguido
por una temporada en Malta, donde, con la capacitada ayuda de mi esposa, aprend
el arte de la topografa. Para nuestra gran satisfaccin, fuimos hacia el Oriente otra
vez a fines de 1902, y despus de una breve estada en Hong-Kong, nos encontramos
de vuelta en nuestra amada Ceyln, donde naci nuestro hijo mayor en Trineomalee, en 1903.
Fue con pena en el corazn que abandonamos Ceyln en 1904 y regresamos
para ser destinados a Spike Island, Co. Cork, Irlanda. Pero ahora estbamos cerca de

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EXPLORACIN FAWCETT

la reja que nos franqueara el paso a una nueva vida. En 1906 me hicieron el
ofrecimiento de delimitar las fronteras de Bolivia.
La Sudamrica en que comienza mi historia era muy diferente de la actual. En
1906, Per y Bolivia an no se haban recobrado de la devastadora guerra contra
Chile, la Guerra del Pacfico, de 1879-82. Las repblicas de la costa occidental
apenas haban sufrido la influencia del creciente desarrollo industrial; eran
netamente agrarias e imbuidas en las tradiciones de la Espaa colonial, aunque su
potencial riqueza mineral estaba siendo explotada por capitales extranjeros. Chile,
floreciendo gracias a su nitrato, estaba quiz ms alerta que las otras a la existencia
del modernismo, pero en todas ellas haba muchas cosas que parecan ridiculas al
extranjero, porque el europeo olvidaba con facilidad que, apenas un siglo atrs, l
haba pasado por la misma etapa.
La falta de leyes restrictivas haca que Sudamrica fuese el perfecto terreno
de caza de los rufianes, de los hombres sobregirados y de los cazadores de fortuna;
los puertos eran bulliciosos focos de vicio, a los cuales llegaban hordas de marineros
de los veleros, los vapores volanderos y los caleteros. Por supuesto, tambin haba
extranjeros serios y, sin duda, su benfica influencia ayud a formar el aspecto de la
Sudamrica actual. Muchos de estos nobles extranjeros desearon dar algo al pas de
adopcin, del que tanto tomaban, y los hospitalarios y sufridos nativos observaron
esta actitud y tendieron su mano en sincera amistad.
Estos mismos pases estn ahora en pleno vigor de la juventud y comienzan a ocupar
su verdadero puesto en el mundo; los juguetes de la infancia y las pedanteras de la
adolescencia han sido ya dejados de lado para siempre, y sus pueblos, una sola raza,
aunque separados por fronteras polticas, adquirirn, inevitablemente, conciencia de
unidad. La grandeza que les espera est slo un poco ms all del horizonte, si no se
encuentra ya ante nuestra vista.
Todos los que han vivido en esas tierras y aprendido a conocerlas, quedan
cautivos de su encanto irresistible. El lector caera en el ms grande error si juzgara
el estado actual de esos pueblos de acuerdo con mis impresiones en la primera
dcada de este siglo, porque las condiciones sociales de entonces eran tan diferentes
a las de hoy, como las de la era napolenica comparadas con las de nuestra sociedad
actual.
Lo que no ha cambiado son los ros silenciosos deslizndose por los bosques
del interior, porque para ellos es un da el paso de un milenio, y an esconden bajo su
velo impenetrable los misterios sobre los cuales he escrito. Se alza la cortina y nos
encontramos con escenas totalmente diferentes de las de la vida cotidiana.
Acompenme y se convencern!

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CAPTULO III
EN EL SENDERO DE LA AVENTURA

SABE ALGO DE BOLIVIA? Me pregunt el presidente de la Real Sociedad


Geogrfica.
Su historia, como la del Per, siempre me haba fascinado, pero fuera de eso
no conoca nada del pas, y as le respond.
Nunca he estado all me replic, pero su riqueza potencial es enorme. Lo
que se ha explotado hasta ahora ha sido slo rasguar en la superficie. Por lo
general, cuando se habla de Bolivia, se piensa que es un pas que est en el techo del
mundo. Es cierto que gran parte de l est en las montaas, pero ms all de ellas,
hacia el este, existe una inmensa rea de selva tropical y de planos, que, de ninguna
manera, se han explorado totalmente.
Cogi un atlas grande de su escritorio, y con su dedo indic las pginas.
Vea usted, mayor, ste es el mejor mapa que tengo del pas.
Me lo entrego y se acerc a m para ensearme sus caractersticas.

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EXPLORACIN FAWCETT

Mire esta rea! Est llena de espacios en blanco, porque se conoce tan poco lo
que hay all; muchos de los ros que aqu se muestran son slo acertijos, y los lugares
nombrados, meras plantaciones de caucho. Saba usted que es tierra de caucho?
La frontera oriental de Bolivia sigue por el ro Guapor desde Corumb hasta Villa
Bella, en la confluencia con el ro Mamor, donde el Beni se transforma en el
Madeira y eventualmente desemboca en el Amazonas. Al norte corre por el Abuna
hasta el Rapirrar, y, entonces sigue por tierra hasta el ro Acre. Es dudosa toda esta
frontera norte, porque an no se han efectuado topografas correctas. La frontera
occidental sigue por el Madre de Dios, a lo largo del Heat ro que an no ha sido
explorado hasta su nacimiento, contina despus hacia el sur y cruza los Andes al
lago Titicaca. En la frontera sur est el Chaco, que es el lmite con Paraguay, y ms
hacia el oeste se encuentra la frontera con Argentina, la nica que se ha fijado
definitivamente.
"Ahora, arriba, en la tierra del caucho, a lo largo del Abuna y del Acre, donde
se encuentran Per, Brasil y Bolivia, existen controversias respecto a los lmites. Y el
caucho ha alcanzado ahora un precio tan fantsticamente alto, que hasta podra
estallar una conflagracin si no se dilucida a quin pertenece el terreno.
Un momento interrump. Todo lo que me cuenta es sumamente
interesante, pero, qu tiene que ver conmigo?
El presidente sonri.
A eso voy. Ante todo, quera describirle el terreno. . . Los pases
comprometidos en la disputa sobre fronteras no estn preparados para querer
aceptar una demarcacin efectuada por las partes interesadas. Se ha hecho necesario
pedir los servicios de otra nacin, en la que se pueda confiar que actuar sin
parcialidad. Por esta causa, el gobierno de Bolivia, por intermedio de su
representante diplomtico acreditado aqu en Londres, ha pedido a la Real Sociedad
Geogrfica, que acte como rbitro, y que recomiende, a un experimentado oficial del
ejrcito para que trabaje en nombre de Bolivia. Como usted complet con xito
sobresaliente nuestro curso de delimitaciones de fronteras, pens inmediatamente
que sera el hombre indicado. Se interesa en efectuar este trabajo?
No me iba a interesar! Esta era la oportunidad que yo andaba buscando, la
oportunidad para escapar de la montona vida de un oficial de artillera en los
regimientos de su patria.
El War Office me haba prometido a menudo que me dara trabajo de
delimitacin de fronteras tan pronto adquiriera el conocimiento necesario, de manera
que me hice competente a costa de sacrificios y dinero; pero pasaba el tiempo sin que
se realizaran mis esperanzas, y comenc a dudar de esas promesas. Ahora, de un
lugar inesperado, llegaba la oferta que yo tanto ansiaba! Mi corazn lata cuando
mir al presidente y fue con gran esfuerzo que adopt un aire de precaucin.

34

EXPLORACIN FAWCETT

Parece interesante, ciertamente dije, pero quisiera saber ms detalles,


primero. Debe haber otra cosa adems del trabajo de agrimensura.
S, la hay. Lo que realmente vale es la exploracin. Puede ser difcil y aun
peligrosa. No se sabe mucho de esa parte de Bolivia, excepto que los salvajes tienen
una psima reputacin. Se escuchan las ms espantosas historias de esa tierra del
caucho. Existe, adems, el peligro de las enfermedades que reinan en todas partes.
No tengo para qu pintarle un cuadro atractivo a usted, porque veo ya, si no me
equivoco, un centelleo en sus ojos.
Me re.
La idea me atrae, pero todo depende de que el War Office est dispuesto a
secundarme.
Me doy cuenta replic. Tendr algunas dificultades, pero estoy seguro de
que por fin le darn permiso, apoyado como est por la Royal Geographical Society.
Despus de todo, es una oportunidad magnfica para aumentar el prestigio del Ejrcito britnico en Sudamrica.
Naturalmente, yo acept el ofrecimiento. La romntica historia de las conquistas
espaolas y portuguesas y el misterio de sus vastas selvas inexploradas hacan que
para m fuera irresistible la tentacin de Sudamrica.
Tena que tomar en cuenta a mi esposa y a mi hijo, a otro nio que vena en camino,
pero el destino me ordenaba que fuera, de manera que no poda dar una respuesta
negativa.
Habra quedado sorprendido si usted hubiera rehusado dijo el presidente.
Lo recomendar de inmediato.
Surgi una dificultad tras otra, y llegu a temer que no se me diera permiso. Por
fin ste fue otorgado, y abandon Spike Island con la esperanza de que, dentro de
poco, mi esposa y mis hijos podran unrseme en La Paz. Con un joven asistente
llamado Chalmers, nos embarcamos en un vapor alemn de la North Germn Lloyd,
el Kaiser Wilhelm der Grosse, en mayo de 1906, y zarpamos para Nueva York.
En esa poca, el buque era la ltima palabra en transatlnticos de lujo, pero un viaje
de esa clase no tena encantos para m, porqu estaba aburrido, y contemplaba con
completa indiferencia a los pasajeros sobrealimentados que se deslizaban por los
puentes. Haba ventarrones y neblina; casi chocamos con un iceberg errante,
invisible hasta que- estuvo demasiado prximo para poder evitarlo. Estall un
cilindro de alta presin, y nos dej rodando durante horas en el seno de las olas de un
mar embravecido; pero todo esto ocurri en el breve espacio de una semana, y muy
pronto estuvimos en Nueva York.
La energa y el bullicio eran desconocidos para m. Acostumbrado a la calmada
deliberacin de los ingleses, y a la solemne dignidad del Oriente, Amrica me choc
en un comienzo. No se nos permiti salir ms all del rea de los muelles, y por tal

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razn mis impresiones se redujeron a ruidos, avisos y reporteros en cantidades. La


velocidad del trnsito callejero, el ruido de los remolcadores en la baha mientras
empujaban y tiraban las chalupas y las barcazas, el incesante gritero, todo me haca
vibrar los nervios; pero para suavizarlos tena la maravillosa vista de ese cielo nico
el verde de la Isla del Gobernador y la elegante tracera del Puente de Brooklyn.
Tuvimos una rpida visin de Nueva York, y eso f todo. Esa misma tarde nos
embarcamos en el S. S. Panam, y la Estatua de la Libertad desapareci de
nuestra vista por la popa. Este barco era la anttesis del palacio flotante que
habamos abandonado, pues no era ms que un sucio barco del gobierno, lleno de
hombres que iban al Istmo de Panam. Trabajadores de cuello blanco, aventureros,
villanos, picaros de rostros curtidos, se amontonaban por todas partes, caminando de
arriba abajo en la cubierta, donde haba que hacer quites a asquerosos escupitajos de
jugo de tabaco. Su ocupacin principal consista en beber y en jugar desastrosas partidas de crap. El ruido incesante haca que me fuera muy difcil el estudio de la
gramtica espaola. Venan aventureros del Klondike, Texas. Rangers y bandidos
del sur de la frontera, obreros ferroviarios con recomendaciones falsificadas, unas
pocas prostitutas y muchachos recin egresados del colegio, ansiosos de su primera
aventura. Todos eran buenos compaeros, a su manera, y cada uno llenaba una
funcin, aunque fuera pequea, en esa obra maestra de ingeniera que es el Canal de
Panam. Para Chalmers y para m nos sirvi el viaje de til introduccin a un gnero
de vida hasta entonces desconocida, y gran parte de nuestra reserva inglesa cay
derrotada durante el proceso.
Se conoca con el nombre de Aspinwall al puerto de Cristbal en esa poca, y
los barcos tenan que quedar amarrados a un malecn estrecho, bastante afuera de
Baha Limn. Ms all de los muelles estaba Coln. Abundaban all los negocios de
curiosidades hindes y los bares, y se compona principalmente de callejuelas donde
las risas de los ebrios y los sones del piano parecan confirmar su reputacin de ser la
ciudad donde exista el mayor nmero de burdeles de todo el mundo, en proporcin a
su tamao.
Los avisos le gritaban a uno que entrara y se bebiese un trago! Por doquiera
se vea a marineros en diversos estados de ebriedad, arrastrndose de cantina en
cantina y de burdel en burdel. Estallaban las disputas en las esquinas, y all tambin
terminaban; aqu o all un pugilato reuna a un interesado grupo de espectadores,
mientras que un poco ms abajo una gritona prostituta lanzaba maldiciones porque
le haban hecho perro muerto, es decir, un parroquiano se haba ido sin pagarle la
tarifa. No era posible mantener la paz. La polica panamea lo saba, y no lo
intentaba!
A lo largo de la calle principal corran los rieles del ferrocarril de Panam, y
las rugientes mquinas se movan de aqu para all, sin tener apenas un descanso,

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mientras sus campanas tocaban montonamente. De vez en cuando se escuchaba


desde ms all de la ciudad el prolongado gemido de un pitazo, y un tren de carga o
de pasajeros llegaba cruzando el istmo, para entrar en la estacin haciendo or los
aporreados compresores de aire y el suave suspiro de los frenos.
Dejamos el malecn en un coche conducido por un sooliento jamaicano;
saltamos sobre los rieles del ferrocarril, y avanzamos por la orilla de Coln hasta la
estacin. La ciudad estaba relativamente tranquila a esa hora del da, exceptuando
la actividad en los patios del ferrocarril y el infaltable chocar de vasos en los bares,
escuchndose de vez en cuando un juramento o una explosin de carcajadas. Durante
el da, Coln es demasiado caluroso para hacer otra cosa que holgazanear y dormir, y
solamente despus de la puesta de sol la ciudad despierta. Se descansa todo el da, y
se baila toda la noche, como las lucirnagas en el pandemnium del bosque de
Chagres.
El viaje en ferrocarril a travs de la Ciudad de Panam nos dio la primera
visin de la selva de Amrica tropical: los fuertes troncos de rboles
fantasmagricamente plidos, la maraa colgante de las lianas y del musgo, los casi
impenetrables montes y bosques. Reinaba la fiebre; en una de las estaciones vi que la
plataforma del tren estaba llena hasta el techo de atades negros!
Para nosotros, Amrica Latina comenzaba en la Ciudad de Panam. Nadie se
preocupaba de la higiene, los olores eran casi todopoderosos, pero no dejaban de
tener un encanto especial las estrechas callejuelas y los balcones colgantes. En la
plaza estaba el Gran Hotel, siempre por muy humildes que sean, llevan el nombre de
Grande, Royal, Imperial, y lo que les falta en comodidades les sobra en ttulos
grandiosos! El Gran Hotel result ser un paraso de los insectos; el propietario se
sinti profundamente disgustado cuando yo le indiqu que la ropa de cama estaba
exigiendo ser enviada a la lavandera.
Imposible! grit, gesticulando. Toda la ropa blanca va a la lavandera
por lo menos una vez al mes. Si a usted no le gusta, hay muchos otros que estarn
felices de quedarse con el cuarto. Todas las camas de mi hotel estn ocupadas por dos
y hasta por tres personas, y tambin las piezas de bao! El suyo es un cuarto
grande, y yo pierdo dinero dejndoselo exclusivamente a usted.
Yo no poda alegar nada. Despus de todo, los hoteles estaban atestados.
Por todas partes los vendedores de nmeros de lotera pregonaban sus listas;
abundaban los cafs y los bares, y, desde los balcones, damas escasamente vestidas
nos devoraban con la mirada. Hacia la playa hay una muralla a la orilla del mar, que
forma la defensa exterior de la populosa crcel, y all se poda pasear en el atardecer,
arrojar monedas a los prisioneros, y algunas veces presenciar una ejecucin
efectuada por un pelotn armado. Era imposible aburrirse con tantos
entretenimientos!

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Nos alegramos de dejar Panam cuando nos embarcamos en un barco chileno,


un velero estrecho, de mstiles muy inclinados, con bodegas de carga, diseado para
el servicio costero en pequeos puertos, donde no existan facilidades para atracar.
Los mejores barcos eran los de la Pacific Steam Navigation Company, de Liverpool,
y, si el tiempo lo hubiese permitido, habramos preferido esperar hasta que llegara
uno de ellos, porque sus oficiales eran muy alegres y conocan el arte de hacer
agradable la navegacin a los pasajeros. Pero estbamos en el sendero de Pizarro, y
eso era lo nico que importaba.
Cuando yo era nio, me haba sentido hechizado por las romnticas historias de la
conquista de Per y Mxico, y el ansia largamente acariciada de visitar estos pases
se iba, por fin, a realizar. Como muchos otros lectores de las obras maestras de
Prescott, mis simpatas no estaban de parte de los osados y rapaces espaoles, que
arriesgaban todo por el oro, sino con los incas, por la prdida de su antigua
civilizacin que tanto habra podido ensear al mundo.
Guayaquil era, en esa poca, un verdadero lazareto! Una tarde navegamos por el ro
Guayas, a travs de densas nubes de mosquitos que invadan por igual las cabinas y
el saln, penetraban en todos los rincones del barco, y nos atacaban sin misericordia.
Nunca haba visto nada semejante. Las agonas de Pizarro y sus compaeros deben
haber sobrepasado a toda descripcin, cuando estas pestes se metan por el cuello o
mangas, y atacaban debajo de la armadura protectora! La espantosa falta de higiene
de Guayaquil tiene mucho que ver, sin duda alguna, con la fiebre amarilla que es
endmica a all. Mientras el ancla bajaba afirmndose en el negro cieno del sucio ro,
ascendan burbujas de ftido olor, y yo me acord de Malta. Pero la fiebre amarilla
pareca no asustar a la gente, porque las calles estaban concurridas, el comercio era
activo, y lanchas bien cuidadas atracaban a los desembarcaderos. Iba a partir un
nuevo ministro para Londres en un barco de la misma lnea que el nuestro, de
manera que se vean numerosas banderas ecuatorianas que ondeaban sobre los
edificios pblicos. Nosotros contemplamos la banda de msicos lujosamente
uniformados que subi a despedirlo.
La limpia brisa del Pacfico nos dio la bienvenida cuando el ro Guayas nos
vomit fuera de su cenagosa corriente. Rodeando Cabo Blanco, donde las olas son
golpeadas por los tringulos gemelos de las aletas de tiburones, llegamos hasta el
puerto de Paita, en el norte del Per. Era una aldea indescriptible, de casas de
madera colocadas al pie de ininterrumpidas colinas de arena, y aqu fuimos
fumigados con formaldehido por haber cometido la indiscrecin de haber visitado
Guayaquil.
Salaverry fue el prximo puerto en que hicimos escala. Era uno de esos sitios
donde a veces es posible desembarcar, pero generalmente est el mar agitado y
resulta imposible. No queda distante de Trujillo, uno de los caseros' espaoles ms

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antiguos de la costa, y asiento de una antigua ciudad chim y de un cementerio que


ha sido cavado incansablemente, en el afn de encontrar tesoros. Dice la tradicin
que en alguna parte en esta vecindad, yace oculto el tesoro del Gran Pez. El
Pequeo Pez fue descubierto hace doscientos aos, y se cree que hizo ganar veinte
millones de dlares a su feliz descubridor! Pero el Gran Pez es mucho ms valioso,
y se cree que contiene el dios de esmeralda de los chimes, cortado y tallado en una
sola gema de dieciocho pulgadas de alto.
Callao es el puerto de Lima, la capital del Per. Aqu echamos el ancla lejos de
la playa. El barco se meca sacando su herrumbroso casco fuera del enorme pozo a
alguna distancia del embarcadero. Muy pronto nos vimos invadidos por boteros
gritones, que luchaban por aproximarse a las escalas, o desde sus lanchas
regateaban con los pasajeros que deseaban ir a tierra, interrumpindose de vez en
cuando para lanzar una retahla de invectivas a sus compaeros. No era nada fcil
saltar desde la escala a los lanchones en este desbarajust; a veces el peldao ms
bajo de la escala se encontraba a una vertiginosa altura de las atestadas lanchas, y
haba que trepar rpidamente para evitar una zambullida, porque el mar se
hinchaba espumante hasta alcanzar casi el nivel de la cubierta. Era necesario
aguardar el tiempo preciso, y, entonces, saltar con la esperanza de que la lancha
estara debajo de uno al caer. Enormes medusas flotaban en la superficie y se
internaban en las claras aguas hasta donde llegaba la vista.
Una vez en tierra, podamos elegir entre tres ferrocarriles para viajar hacia
Lima, a nueve millas de distancia. Estaba el famoso Ferrocarril Central del Per,
obra maestra del infatigable ingeniero Henry Meiggs; el Ferrocarril Ingls, abierto al
trnsito en 1851, del cual se dice que es el primero de Sudamrica, y una lnea
elctrica cuyos carros interurbanos podan viajar, an en ese tiempo a razn de una
milla por minuto.
Lima result ser una hermosa ciudad, con admirables negocios y amplias
avenidas, que ponan de manifiesto la poltica progresista del finado presidente
Pirda, cuyo deseo fue hermosear la ciudad. Aun eran escasos los automviles, y el
carruaje principal vena a ser la victoria, aunque en todas las calles principales
corran carros tirados con caballos. Se poda adquirir casi de todo, a precio fijo, pero
ese precio era cuatro veces superior al que tenan los objetos en Londres. Una de las
atracciones principales para el visitante era don Francisco Pizarro, sacado de un
nicho de la cripta de la Catedral, y colocado en un atad de cristal para preservarlo
de los dedos cazadores de recuerdos de los americanos; yo tambin pagu mi moneda
por el privilegio de contemplar sus exanges restos.
El Hotel Maury fue un cambio bien venido despus del barco. Me haban
dicho que era el mejor de Lima, cosa que cre de inmediato, porque lo encontramos
limpio, cmodo, eficiente y con una excelente comida. Fue nuestro hogar durante una

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semana, tiempo en que recorr cuanto pude Lima y sus alrededores. Una visita de
protocolo al ministro britnico nos permiti conocer a otros ingleses residentes,
quienes fueron muy hospitalarios y bondadosos. El ministro era un hombre divertido,
de hbitos casi excntricos, y, por lo general, reciba a sus visitas vestido con una
bata de levantarse y situado en lo alto de una larga escalera que conectaba sus
departamentos con la calle. Siempre estaba a la defensiva, porque una constante
corriente de marineros alcoholizados lo buscaba para hablarle de lo que ellos se
complacan en llamar sus derechos. Se deca que el ministro recurra hasta a la
violencia para verse libre de ellos!
El gerente del Ferrocarril Central del Per, Mr. Morkill, fue tan amable, que
me ofreci un viaje hasta Ro Blanco a once mil pies de altura en los Andes en un
tren excursionista especialmente preparado para los marinos de dos buques de
guerra britnicos que visitaban el Per. l tena un coche privado, enganchado en la
parte posterior del tren, y me lo ofreci para mi uso exclusivo, una cortesa
completamente nueva en mis experiencias. Jams haba visto algo semejante a este
tren, que es el ms alto de los que yo conozco. El ferrocarril de Antofagasta a Bolivia,
que es el ms alto del mundo, le gana apenas por escasos diez pies.
El Ferrocarril Central corre desde el nivel del mar hasta casi diecisis mil
pies en altura, en poco ms de cien millas, trepando por empinadas cuestas,
zigzagueando y pasando por interminables tneles. La subida hasta Ro Blanco me
dej sin habla, no solamente por la majestuosidad del escenario, sino tambin por la
proeza de ingeniera que signific construir este ferrocarril extraordinario. 2
Volvimos a tomar el barco en Callao para continuar el viaje. Pronto salimos del
puerto, rodeando la isla San Lorenzo y avanzando costa abajo. El sol poniente
iluminaba la cordillera, situada a treinta millas de la playa, en un panorama
magnfico, rematado con sus cspides nevadas. Nos detuvimos en Cerro Azul y en
Pisco, donde pudimos desembarcar y caminar por el pueblo hasta la plaza, debajo de
un dosel formado por las higueras. El barco segua una ruta sumamente cerca de la
costa, tan cerca, que aqu y all se divisaban ruinas incaicas y un intenso cultivo del
algodn, plantado en verdes hileras, que eran regadas por vertientes montaosas.
Pero lo que ms nos interesaba eran las bandadas de aves marinas y los peces
que nadaban alrededor del barco. La tercera maana, despus de abandonar Callao,
nos despertamos para encontrar las mquinas detenidas y el barco cabeceando y
2

(1) Cuando mi padre recibi un cable anuncindole mi nacimiento el da que lleg a Lima, jamas poda imaginarse que,
dieciocho aos ms tarde, el recin nacido sera residente en Lima y trabajara con el hijo de Mr. Morkill, del Ferrocarril
Central de Per. En realidad, por una extraa serie de circunstancias, el mismo carro privado que mi padre empleara en
su viaje a Ro Elanco el viejo Chalaca estuvo, por algunos aos, retirado del servicio y se transform jen un refugio
para vigilantes, permaneciendo justamente frente a ikj oficina.

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hundindose hasta casi los extremos de sus mangas en una enorme marejada.
Bajamos en Moliendo, principal puerto de la costa sur del Per, y desde el escotilln
pude ver un faralln, casi destruido por el oleaje espumante de las poderosas
rompientes, con unas pocas y miserables casas de madera que se apretujaban en lo
alto. Todo a nuestro alrededor se encontraba lleno de barcazas, movindose y cabeceando, ora en la cresta de las olas, ora en el seno de dos de ellas.
Sin embargo, el desembarcar no fue tarea tan difcil como temamos. El barco
se mova tanto, que era demasiado peligroso pasar desde la escalera a la lancha, as
es que los pasajeros eran descargados en los botes por medio de canastos que
oscilaban desde la gra del buque. Ya en la lancha se apreciaba el verdadero tamao
de la oleada, y las mujeres gritaban cada vez que una de aquellas olas de veinticinco
pies se elevaba ante nosotros a popa, pero los lancheros estaban acostumbrados a
este trabajo, y, sin recibir una gota de agua, llegamos al pequeo puerto, abierto al
feroz mpetu y a la resaca de las olas. La etapa final consisti en ser izado de la
lancha peligrosamente inclinada por una gra, un pasajero cada vez, sentado en
una silla, de la que no colgaban menos de cuatro o cinco estibadores que gritaban a
todo pulmn.
Mollendo era un lugar an ms miserable de lo que pareca desde el buque;
gran parte haba sido arruinado por incendios desastrosos, y lo que quedaba estaba
en mal estado; tambin sufra epidemias de peste bubnica. Sin duda alguna, la
mejor parte eran la estacin y los patios del ferrocarril del sur del Per.
Reservamos asientos en el primer tren para Arequipa y disfrutamos de un viaje muy
interesante, tierra adentro. En Ensenada el tren se desvi de la costa y comenz un
largo ascenso por una pendiente de cuatro por ciento hasta la meseta de Cachendo, y
cuando se abri ante nosotros el Valle Tambo, vislumbramos campos verdes y una
extensa superficie cubierta de caa de azcar. Nos detuvimos en Cachendo para desayunamos y despus el tren rod por la pampa arenosa de La Joya y tuvimos a la
vista las nieves del Misti y Chachani, montes guardianes de Arequipa. Durante
millas y ms millas, cientos de dunas de blanca arena se esparcan por la llanura,
cambiando constantemente su posicin bajo la fuerza del viento. En las barrancas
haba grandes cantidades de caoln usado en su tiempo por los buques a vela como
lastre, hasta que las autoridades se dieron cuenta de su valor.
Naranjas! Pltanos! Lleven mi fruta, seores! Limas, chirimoyas,
granadillas! En Vtor el tren fue invadido por hordas de mujeres vendedoras que por
poco nos metan en el rostro sus canastos de frutas. La intencin era vender el
lote completo, con canasto y todo, y entonces desaparecer antes que el comprador se
diese cuenta de que debajo de la atractiva capa superior haba fruta que apenas se
poda comer. Los precios, que eran altos cuando llegaba el tren, bajaban tan pronto

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la campana de anuncio resonaba en la estacin, y el regateo continuaba todava


mientras el tren se pona en marcha.
En Quishuarani contemplamos una de esas exquisitas escenas a que hizo
alusin Prescott: el Misti, con la cima cubierta de nieve al fondo, y la cresta dentada
del Chachani, dominando el impecable cielo azul. En medio de un ondulado ocano
de colinas de arena, de muchos colores, haba un profundo can de costados vetados
con piedras areniscas rosadas y amarillas, que descendan hacia una llanura de un
verde vivido. A travs de este valle corra el pequeo ro Chile, deshacindose en
cascadas de espuma plateada entre las chozas de adobe y los ricos terrenos.
El Misti es un volcn considerado inactivo, pero de vez en cuando se levanta de su
crter una bocanada de humo como para recordar a los ciudadanos de Arequipa que
slo est durmiendo; a veces tiene erupciones con resultados desastrosos. Las casas,
en su mayora, son de un solo piso, construido en destellantes bloques blancos de
lava, llamados sillares. El clima es delicioso, pues Arequipa est a cerca de 8.000 pies
sobre el mar y ms all de la niebla del litoral. Con sus muchas fuentes de aguas
medicinales, podra ser un lugar de curaciones, pero de noche, cuando la puesta del
sol ha cesado de iluminar las agujas de la catedral y la cspide del Misti, olores
malignos contaminan el aire, debido a las cloacas abiertas que corren a travs de
todas las calles.
Slo pasamos una noche en Arequipa, ciudad de mujeres hermosas tiendas
finas y campos verdes. Al da siguiente tomamos el tren para Puno. Casi de repente
comenz el pesado ascenso, y a 13.000 pies aparecieron las llamas, aquellos orgullosos y dignos parientes de las ovejas, que tan poco se asemejan a stas en el
carcter. Despus llegamos a Vincocaya, a 14.000 pies, y pudimos ver las tmidas
vicuas, las ms pequeas de la familia de las llamas y cuya exquisita lana era muy
apreciada por los incas.
La parte ms alta de la lnea est en Crucero Alto, a 14.666 pies sobre el nivel
del mar, y despus que desciende el tren, se ve una serie de pintorescos lagos hasta
Juliaca, ramal en que se juntan las divisiones del Puno y Cuzco. Despus corre al
lado de valles caosos y de brillantes dedos de agua, al puerto de Puno, a 12.500 pies,
y a orillas del Titicaca, que es el lago navegable ms alto del mundo.
Qu extrao resulta ver vapores en accin aqu arriba, en el techo del mundo! Y, sin
embargo, aqu los hay, y tambin navios de gran tamao. Existe una historia
interesante sobre esto; el primero fu trado desarmado desde la costa sobre lomo de
mua y armado a orillas del lago; los otros buques tambin fueron entregados en
piezas, pero llegaron por ferrocarril, para ser armados en el embarcadero de la
corporacin peruana. El lago Titicaca a veces se torna muy tempestuoso, y tal vez en
ninguna otra parte es posible que un viajero sufra al mismo tiempo de mareo y de
puna.

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En el dique de Puno Mole, el Coya causaba una impresin fantasmagrica


cuando embarcamos aquella noche, pues aqu no se trataba de un barco fluvial de
fondo plano ni de un navo a rueda de paletas. Este era un vapor transocenico, con
todas las comodidades. Haba las formalidades de la aduana, los gritos de los
estibadores, los mozos de chaquetas blancas esperando en el portaln para recibir el
equipaje de mano de los pasajeros y bajarlo a las cabinas; en una palabra, todo el
ajetreo que se produce en la partida de un viaje por el ocano. Cuando llegamos a
bordo, nos recibi el rechinamiento de los montacargas y el estremecimiento de la
cubierta, y en la tibia atmsfera del camarote pudimos sentir la vibracin de los
auxiliares de abajo y escuchar el retintn ocasional de una pala en el cuarto de las
calderas. Pareca increble que todo esto sucediera a 12.500 pies sobre el nivel del
mar. En .seguida vino el sonido ensordecedor de la sirena, el sonido discordante de
las campanas de la sala de mquinas, y nos deslizamos, alejndonos rpidamente del
muelle hacia la obscuridad.
Al amanecer del da siguiente estbamos en pie al alba para contemplar la
magnfica vista de la cordillera de los Andes, que se destacaba ntidamente en la
crepitante atmsfera escarchada, en forma de una cadena de picos dentados, cubiertos de nieve, dominados por las masas blancas del Illampu, Huaynapotos, Condoriri
Murarata e Illimani, setenta millas de nieve no interrumpida. Mientras pasamos la
isla del Sol, lugar legendario de nacimiento de los incas, cuyos palacios ahora estn
en ruinas, me preguntaba cmo sera el lago en sus das prsperos, antes de la
Conquista. Al cruzar el estrecho de Tiquina, con la isla de La Luna a popa, vimos a
ambos lados altsimas colinas en forma de terrazas y cultivadas hasta la cumbre. Al
frente se perciban numerosos pequeos islotes de tierra roja con doradas siembras
que brillaban a la luz del sol naciente. Ms all haba an ms islas danzando en el
espejo de aguas, brumosas y azules a la distancia, perdindose en la suave niebla
blanca que penda sobre, el borde sur del lago. Al pie de las colinas haba casas de
adobe con techos de tejas rojas e indios vistosamente ataviados, agrupados frente a
sus puertas. Sobre la plateada superficie del lago se vean balsas de junquillos, cuyo
diseo se ha mantenido durante siglos y que se movan a vela o a remo. Miles de
nades huan de la proximidad del barco, medio corriendo, medio volando sobre el
agua, en su esfuerzo por hacerse a un lado. El colorido de lo que veamos iba ms all
de toda descripcin, pero el aire fro nos helaba hasta los huesos.
El Coya entr en el puerto de Guaqui y desembarcamos en Bolivia. Despus
subimos al tren de trocha angosta del ferrocarril de Guaqui a La Paz, y pudimos ver
por ltima vez el buque junto al muelle y reflejndose en la cristalina superficie del
canal. Pronto estuvimos cruzando Tiahuanaco, cuyas antiqusimas ruinas son tal vez
las ms viejas de todas, ms antiguas an que la Esfinge.
Tiahuanaco fue construida, como Sacsaihuamn y gran parte de Cuzco, por

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una raza que manipulaba rocas ciclpeas y que las esculpa para ajustar tan
perfectamente, que es imposible introducir ni la hoja de un cuchillo entre las
junturas, que no llevan argamasa. Contemplando estas ruinas, no es difcil creer en
la tradicin, que relata que fueron levantadas por gigantes; en verdad, se dice que se
han descubierto esqueletos de gigantes en las tumbas de piedra en la vecindad del
Cuzco. En mi opinin, Tiahuanaco, que cubre un rea de ms o menos una legua
cuadrada, fue construida sobre una isla en un lago. Gran parte todava est
enterrada debajo del actual nivel del Titicaca, y las ruinas esparcidas y desplomadas
sobre la superficie del suelo no son necesariamente las ruinas de la ciudad original.
Las excavaciones pueden revelar varias ciudades construidas una sobre la otra, como
en el Cuzco. Fue destruida por los espantosos trastornos ssmicos que son tan
caractersticos en todo el continente. El lago fue levantado junto con los Andes, a
miles de pies; entonces rompi sus barreras y se lanz a travs de una hendidura, al
sur del Illimani. Despus de esto puede haberse formado un nuevo lago, pues no hay
duda que Tiahuanaco estuvo sumergida por largo tiempo. El nivel del lago actual fue
otrora considerablemente ms alto, pues en las colinas circundantes se puede
apreciar la seal de las antiguas mareas. Hoy da la gente cava en la arena que
cubre las ruinas y desentierra trozos de alfarera y cabezas de flecha de obsidiana
de vez en cuando pequeas reliquias de oro, de los que el museo de La Paz tiene
una coleccin interesantsima. Pero yo creo que estos vestigios pertenecen a los das
de decadencia que siguieron a la gran catstrofe, cuando los refugiados del Pacfico
se esparcieron sobre las tierras altas de la provincia de Charcas. Se han hecho
esfuerzos intermitentes y completamente inadecuados para descubrir los secretos de
Tiahuanaco.
Un eminente arquelogo alemn, que pas casi una vida excavando en
Tiahuanaco, me propuso hace algunos aos ofrecer al Museo Britnico veinticuatro
cajas llenas de alfarera, piedras y figuras de oro, armas y otras reliquias de la extraordinaria coleccin que haba hecho all, expresando su voluntad de aceptar la
tasacin del museo. Cumpl con sus deseos, pero rehusaron.
Para decirle la verdad, los objetos no nos interesan especialmente, fue la respuesta
que me dieron. Los ingleses perdieron aquel da tesoros incalculables.
Con respecto a tesoros, he de agregar que no se puede estar ni un da en Per o
Bolivia sin or hablar de ellos. Y no slo de tesoros de los incas. Era costumbre, tanto
en los invasores espaoles como en los nativos, enterrar todos sus bienes en el suelo
u ocultarlos dentro de las paredes de sus casas. Esto lo hacan durante la poca
revolucionaria que sigui a la Conquista y, hasta hace poco, se proceda en igual
forma al primer asomo de revuelta.
En cierta ocasin, algunos obreros que estaban reparando una casa antigua en
Arequipa, dieron con un agujero en la pared y una cavidad detrs de aqul, lo que los

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excit grandemente. Con palpitante inters lo agrandaron, y se vieron recompensados con el descubrimiento de una cantidad de platos de plata. Siguieron
abrindose camino y descubrieron loza; ms all encontraron comida tibia sobre un
plato y, detrs, el rostro enfurecido de la seora vecina, cuya despensa estaban registrando!
Sin embargo, dejndose de bromas, se encuentran tesoros verdaderos con
bastante frecuencia. Los campesinos, con las rejas de sus arados, levantan tesoros, y
si son bastante imprudentes como para dar cuenta de su hallazgo a las autoridades,
son encarcelados e incomunicados hasta que se establezca que no han sacado nada
de l. En Colombia, pocos aos atrs, un hombre cay a un hoyo mientras cazaba, y
al reponerse se encontr dentro de una cueva. Cuando sus compaeros lo encontraron al fin, exploraron la cueva y descubrieron vajilla y otros objetos por valor de
un milln de dlares, que estaban escondidos all desde la poca de la Conquista.3.
La altura de la gran meseta de los Andes o Altiplano flucta entre doce y trece
mil pies sobre el nivel del mar, y la vista desde el Alto mil quinientos pies sobre La
Paz es soberbia. La Paz se anida en el fondo de un profundo can, al costado de
un rugiente torrente de montaa, y al acercarse por ferrocarril, se ven los techos de
tejas rojas y cuadrados de todos colores, que son los jardines. Por todos lados y hasta
donde alcance la vista, se ven las colinas carcomidas y desgastadas por las lluvias.
Las torres de muchas iglesias se levantan entre los techos y jardines, y casas blancas
brillan como joyas entre los campos verdes y amarillos de las faldas de las colinas. La
cumbre del Illimani, a 21.000 pies, situada al sureste, deslumbra el ojo, pareciendo
que slo est a cinco millas, cuando en realidad son cincuenta, y la gloria de los picos
nevados presta infinita grandeza y hermosura a la escena. Por todas partes hay
indios, cuyas vestiduras lucen todos los colores imaginables.
Los extranjeros se ven afectados al principio por la altura de La Paz.
Conocindola ms de cerca, la ciudad presenta sus inconvenientes, pero es fcil
imaginar un destino ms desagradable que el estar obligado a vivir
permanentemente all. El mercado- en las maanas de los domingos es un
espectculo digno de verse, cuando los indios de las yungas .valles temperados
3

Un caso similar ocurri en la Repblica de Panam en 1937. Sin embargo, estas cosas suceden rara vez y a lo lejos, y
slo se puede suponer que los no mencionados son ms comunes. Los buscadores de tesoros pierden mucho tiempo y
dinero tras los que o no existen o ya han sido levantados. Parecen olvidar que la gente que encuentra tesoros siempre
anhela guardar el secreto.
La isla de Cocos, en el Pacfico, tiene fama de conservar varios tesoros, pero el principal es el de la catedral de Lima, que
se dice fu enterrado en 1820 durante la Guerra de la Independencia. Los exploradores han cavado la isla de un extremo
a otro con grandes molestias para la repblica sudamericana duea de ella. Pero el tesoro que buscan jams sali de
Lima. Conozco el lugar en que se supone est escondido, y el sitio es romntico y bastante peligroso para entusiasmar a
cualquier aventurero.

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llegan para comprar y vender.


Vienen por miles, con ponchos, faldas y chales de colores deslumbrantes, pero
el vestido de la cholita o india mestiza, que se considera superior a la india sin
mezcla, es tal vez el ms sorprendente. Muchas de estas mujeres son preciosas y lo
saben! Usan faldas cortas de seda, que permiten ver un poco de las enaguas de
encaje; sus medias son de seda y sus botas altas, de estilo espaol. Sobre las blusas
visten chaquetas de felpa o terciopelo y chales de brillantes colores, y para cubrirse
usan coquetones sombreros blancos de paja, de bordes angostos. Su andar
desenvuelto y sus faldas ondulantes les proporcionan un atractivo especial, y cuando
a todo esto se agregan unos vivaces ojos negros, rosadas mejillas y abundancia de
joyas, se tiene un conjunto que es en realidad un cuadro fascinante.
Los cholos copia masculina de las preciosas cholitas son ejemplares depravados e
invertebrados de la humanidad, que en ningn caso estn a la altura de la mujer, ni
fsica ni mentalmente. Los verdaderos indios ofrecen un contraste chocante. Feos y
bajos, pero fuertes y viriles, vestidos con pintorescos ponchos, pantalones abiertos a
los costados y sombreros de fieltro, y llenos de buen humor, llaman la atencin de inmediato. Parecen honrados y sugieren vigor. Pueden llamarlos bribones perezosos,
pero a mi parecer no merecen por ningn motivo la reprobacin universal que
reciben. Los que conocen a los tibetanos. les encuentran una clara semejanza.
Para los extranjeros, los inconvenientes de La Paz los constituyen sus calles
inclinadas y el aire rarificado de la gran altitud. Cualquier esfuerzo fsico se traduce
en un latir apresurado del corazn y en una respiracin jadeante, y muchos sufren
por algn tiempo del soroche o enfermedad de la montaa. El aire seco hace que se
agrieten los labios y produce hemorragias nasales, disminuye la actividad de la
mente y los nervios se alteran. Los recin llegados, generalmente antes de
aclimatarse, se sienten oprimidos e ignoran el hecho de que evitando el alcohol y el
ejercicio excesivo se reduce mucho la sensacin desagradable.
Sin embargo, La Paz, con sus tranvas, sus plazas, alamedas y cafs, es, en esencia,
una ciudad moderna. Extranjeros de todas las naciones llenan sus calles. Se puede
sentir plenamente la proximidad de los lugares salvajes. En medio de las levitas y
sombreros de copa de los hombres de la ciudad se ven los Stetsons rados y las botas
de los exploradores; pero por alguna razn las suelas alambradas de estos zapatos no
se ven discordantes al lado de los escarpines de altos tacones de las damas elegantes.
Los mineros y exploradores son tipos cotidianos, pues la explotacin de minas es la
razn de vivir de la sierra boliviana y, de vez en cuando, se ve el rostro demacrado y
amarillento de alguno que ha regresado recientemente de ms all de las montaas,
del infierno humeante de las vastas soledades en que nosotros nos bamos a
sumergir.

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CAPTULO IV
EL LMITE DE LA SELVA.

L O S I N CO N VEN I EN T ES CO ME N ZARO N cuando me quej de la


demora en arreglar los asuntos para la expedicin. Era novicio en el pas; ignoraba
sus costumbres, y, por otra parte, estaba impaciente por partir. Como siempre, el
obstculo principal era el dinero. Cmo se podan alquilar muas o comprar
provisiones careciendo de l? Experiment por primera vez los maanas, y fui
postergado de un da para otro; despus, como yo segua insistiendo, las demoras se
extendieron de una semana a la otra; mi paciencia se fue agotando, y por fin le
solicit al cnsul britnico viera la posibilidad de acelerar las cosas.
Pero, sin duda alguna, usted recibir el dinero me expres un funcionario
boliviano. Habr cuatro mil libras para los gastos de su expedicin.
Yo qued asombrado. Era mucho ms de lo que esperaba.
Le har la orden por esa suma para que se la paguen inmediatamente
termin diciendo.
Al da siguiente, el Ministro de Relaciones Exteriores me mand llamar.

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Hay un gran error respecto a las cuatro mil libras me inform con
frialdadNo hay necesidad de una cantidad tan grande. El acuerdo fue pagarle
cuatro mil bolivianos, no libras.
Hice un clculo mental rpido y objet que no sera suficiente.
Tonteras replic el ministro. Las provisiones no son necesarias. Usted
podr obtener todas las que requiera en el Beni, y en Rurenabaque encontrar todos
los instrumentos que necesite para su labor.
Sin provisiones o dinero suficiente para adquirirlas, es completamente
imposible realizar el trabajo repliqu, y si no los obtengo aqu, debo tener una
garanta oficial de poder adquirirlos all, antes de partir para el Beni.
Con esto, el ministro perdi la paciencia y se golpe la frente con la palma de la
mano. Yo me inclin respetuosamente y me retir.
El cnsul britnico trat de suavizar el asunto con las autoridades, y, al
hacerlo, sali a luz una maraa de dificultades. El primer funcionario se sinti
ofendido porque nosotros lo atropellamos, y su orden para el pago de las cuatro mil
libras fue presentada con intenciones de hacernos aparecer con exigencias
desmedidas. De parte del gobierno, haba un deseo muy natural de que la lnea de la
frontera fuese trazada por un ingeniero boliviano, considerando sus intereses
respecto al caucho; en verdad, las autoridades no deseaban trazar la lnea : antes que
hubiese disminuido la tensin con el Per.
Hasta pueden cancelarle el contrato me manifest el cnsul britnico. Se
sienten agraviados con su presencia, y quieren desacreditarlo por cualquier medio.
Sin embargo, van a concederle otra entrevista, y ser interesante ver lo que va a
resultar de ella.
Algo result de ella. La entrevista fue tensa y explosiva, pero el arreglo fue
fijado en cuatro mil bolivianos para los gastos de viaje, y seis mil para las
provisiones. Se haba llegado a un acuerdo, y slo faltaban los sellos oficiales de
rigor, por los que me hicieron pagar diez bolivianos! Aun pas algn tiempo hasta
que se hubieron agregado todas las firmas ministeriales en la orden de pago del
dinero.
Una vez terminado el desagradable asunto, trat de hacer las paces con las
autoridades y calmar su irritacin. La Paz repiti el cuento de cun groseramente
haban sido tratados los ministros por la comisin britnica, y en los crculos diplomticos hubo risitas al respecto. Sin embargo, cuando todo hubo pasado, mis
solicitudes fueron escuchadas generosamente, y, aunque en forma superficial, la
armona qued establecida.
En aquellos tiempos no haba baos en La Paz, y la alternativa de una

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palangana de hojalata era una prueba en este clima fro. En forma absolutamente
seria le informaban a uno que una zambullida fra paralizara el corazn para
siempre a esas alturas, y el extranjero no estaba en situacin de rebatirlo. Adems
de ser muy fra, la ciudad frecuentemente se encontraba cubierta de nieve, pues
estbamos en la estacin lluviosa. El Ministro de las Colonias como era designado
el del Interior en el pas me consultaba ansiosamente sobre mi comodidad, y yo le
manifestaba que un bao me transportara al cielo. l me contest que mis servicios
eran demasiado valiosos para permitirlo; un bao a esa altura, donde la evaporacin
es tan rpida, significara con toda seguridad una pulmona.
La ventilacin era otro problema. En mi hotel no haba ventana en el primer
cuarto que ocup, y la puerta se abra a una galera que circundaba un pequeo
patio; cada vez que la abra para dejar entrar un poco de aire fresco, la cerraba
algn transente bien intencionado. En una pared haba otra puerta, de vidrio,
cubierta con una cortina rada. Una noche decid ensayar con sta, y, despus de
soltar algunos pernos y tornillos, la abr. Ms all haba una densa obscuridad;
alumbr con una vela, y, lleno de horror, comprob que se trataba de otro,
dormitorio, donde una mujer sentada en la cama me miraba aterrada y enmudecida.
Esperando gritos de pudor ultrajado, me disculp lo mejor que me permita mi
escaso vocabulario de la lengua espaola, y me retir. Ella no emiti sonido alguno.
La espera fue larga, pero por ltimo recib mil libras oro de las autoridades, y
consider la transaccin bastante rpida, comparada con el tiempo que se necesita
para extraer la ms mnima suma de la Tesorera britnica. Tanto oro me hizo
sentirme enormemente importante, aunque el valor de las muas, provisiones y
gastos de hotel lo redujo a ochocientas libras. Con el retintn de este tesoro en las
bolsas de la montura, Chalmers y yo partimos por sobre el Altiplano el 4 de julio de
1906, en direccin a Sorata y el Beni.
Atravesamos una llanura en la que una corriente ininterrumpida de animales
de carga mulas, burros, llamas e indios acarreaba granos, caucho y combustible
de bosta de llamas para los mercados de La Paz. La bosta de llama era en aquel
entonces, el nico combustible de uso general, y los extranjeros tenan que
acostumbrarse al gusto acre que le imparta al alimento.
Cuando partimos estaba nevando copiosamente, y me puse el poncho que haba
adquirido haca poco. El poncho de lana de alpaca o de llama es el atavo de uso
acostumbrado entre los indios de la montaa; les sirve de impermeable, de abrigo y
de frazada para la cama. Forma parte de la vestimenta del hombre; la mujer india
no lo usa jams. Nada puede haber mejor como proteccin contra la nieve, pero mi
mul protestaba contra l porque las puntas del poncho se batan al viento, y, antes
que me diera cuenta del peligro, fui arrojado por un repentino corcoveo. Amarr las

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puntas del poncho para impedir que batieran, y volv a montar.


La nieve caa cada vez ms densa, hasta que la visibilidad qued reducida a
menos de veinte yardas, y el viento entumecedor la meta bajo nuestros ponchos.
Decid sacrmelo y ponerme en cambio un largo impermeable. Mientras estaba
pasando mi cabeza y mis brazos por los tiesos pliegues, la maldita mua volvi a
corcovear, y, una vez ms, ca de lleno al suelo. Entonces huy, y con el corazn
desfalleciente escuch el golpear de sus cascos y el tintineo cada vez ms apagado
de mi oro en las bolsas de la montura.
El arriero iba a retaguardia, y, cuando me alcanz, perd bastante tiempo en
explicarle en mi mal castellano lo que haba ocurrido. Comprendiendo al fin la
situacin, se puso en persecucin de mi cabalgadura. Encarg a los indios que pasaban le ayudaran en su empresa, y yo qued esperando, oyendo el alboroto y gritos,
temiendo no volver a ver el dinero.
Para sorpresa ma, la mula fue trada de la direccin opuesta por dos indios que
la haban encontrado en camino a casa. Supusieron cuerdamente que el propietario
estara cerca. No haban tocado las bolsas de la montura, y tuve que admirarme de
la honradez de aquellos indios, que, fcilmente, pudieron haber tomado el oro sin el
ms mnimo riesgo de ser cogidos. Los recompens generosamente, y ellos quedaron
admirados de la locura de un gringo4 que les reconoca sus servicios.
Ces el nevazn cuando llegamos al lago Titicaca, y tuvimos un espectculo
soberbio al contemplar el lago. No soplaba nada de viento, y su superficie tranquila
reflejaba perfectamente cada nube. El sol brillaba, y pequeas bocanadas de
cmulos blancos se extendan a lo largo de la lnea del firmamento, como si
locomotoras enormes hubiesen estado vagando ms all del horizonte. Haba pjaros
por todas partes, y eran tan mansos, que apenas se molestaban en apartarse de
nuestro camino. Todas las laderas de las colinas estaban diseadas en forma de
terrazas y cultivadas hasta la cumbre, como en los tiempos remotos de los incas.
Encontramos posadas a lo largo del camino, que era bastante bueno, y nos
detenamos para beber cerveza o caf.
Atravesamos aldeas en que los perros nos daban la bienvenida con ladridos
frenticos. Fue una jornada muy larga, y, antes de llegar a su trmino, comenz a
nevar de nuevo y con ms densidad que nunca.
De noche alojbamos en las posadas. Eran lugares espantosos, increblemente
1)

La palabra gringo pertenece a la jerga de Amrica Latina y comprende de una manera general a
todos los extranjeros de las razas de tez blanca. No se sabe a ciencia cierta el origen, pero se cree que
hace tiempo los marineros visitantes cantaban Green Grovvs the Grass..., con tal fervor, que las dos
primeras palabras fueron apropiadas como un apodo para ellos.

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sucios, cruelmente helados y desprovistos de todo 'vestigio de higiene. Los cerdos


entraban y salan a voluntad, pues as como en Lima son los buitres los verdaderos
basureros, aqu, en el Altiplano y en otras partes, son los cerdos quienes realizan
esta labor.
Hay algunas historias horripilantes sobre estas posadas, especialmente
respecto a las ms lejanas en el sendero de Mapiri, donde los lmites de la selva
bordean las montaas. En una de ellas haba un cuarto en que, uno tras otro, eran
encontrados muertos los viajeros que alojaban en l, con los cuerpos ennegrecidos
por la accin de un terrible veneno. Las autoridades, sospechando alguna trampa,
procedieron a investigar el caso, y, despus de algn tiempo, descubrieron en el
techo de zarzas de la pieza una enorme araa apazanca, una especie de tarntula
negra, tan grande, que apenas podra cubrirla un plato. Este monstruo se
descolgaba de noche sobre el durmiente, y al picarlo le ocasionaba la muerte.
En la literatura novelesca son muy comunes las historias escalofriantes sobre
posadas, pero en Bolivia suceden realmente. Se present el caso en una posada al
este del sendero de Santa Cruz de la Sierra en que el posadero, un mestizo de
aspecto repugnante, mat a no menos de cuarenta viajeros, probablemente
acuchillndolos en el sueo. Fue ejecutado sin demora.
Nuestros msculos adoloridos impidieron que durmiramos esa primera noche
en el sendero. Ambos estbamos reblandecidos por la vida fcil a bordo de los buques
y en los hoteles, y transcurriran varios das hasta que volviramos a endurecernos.
Al da siguiente, vimos desde la posada un mundo totalmente cubierto de fresca
nieve, pero el cielo estaba claro y prometa mejor tiempo. Nos desayunamos en una
cabaa a catorce mil pies de altura, y despus atravesamos el Divide, gozando de
una vista maravillosa sobre el Titicaca, que se extenda en una superficie de plata
reluciente, y reflejando con absoluta claridad las montaas cubiertas de nieve que lo
rodean. Despus, hacia el norte, contemplamos otro espectculo inolvidable: la
delgada cinta del ro Mapiri, mil pies abajo, en una garganta brumosa, medio oculta
por nubes flotantes, que estaban comenzando a dispersarse al calor del sol
ascendente. Podamos ver la alfombra de la selva, en que comenzaba la vegetacin
subtropical, y. los flancos de las poderosas colinas alzndose para romper a travs de
las nubes y destacarse con sus fulgurantes crestas cubiertas de blancas nieves.
Lejos, al otro lado de la garganta, oculta por las faldas del Illampu, estaba Sorata,
nuestro punto de destino para aquella noche.
Bajamos en zigzag por un escarpado sendero de siete mil pies. A cada vuelta
nos encontrbamos con un espectculo que nos quitaba el aliento. Jams haba visto
yo montaas como stas, y estaba literalmente aplastado por su grandeza,
sobrecogido ante esta subyugadora maravilla. A medida que bajbamos, aumentaba

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la vegetacin. El pasto amacollado de las cumbres ; ceda el lugar a campos de


alverjilla y a un musgo con aspecto de cactos. Aparecan unos pocos rboles
raquticos, cortos y crispados; como brujos transformados repentinamente por algn
arte de magia en algn impo aquelarre. Despus estuvimos en medio de cactos que
destacaban su gris lgubre en las grietas de las rocas, y nos detuvimos para beber
de un arroyo de la montaa, cuya agua estaba mezclada con hielo; fueron
apareciendo eucaliptos y algarrobos. Seguimos descendiendo, dando vueltas y ms
vueltas, hasta que al fin alcanzamos el valle, y, cansados de la tensin muscular de
mantenernos sobre la montura, cruzamos el ro por un puente de cimbra, de
alambre y listones. Sigui una corta subida hasta Sorata, donde nuestra cabalgata
fue saludada por un grupo que nos esperaba ansiosamente.
Por favor, seores, acepten una copa de chicha dijo el jefe de la partida, y.
varios hombres se adelantaron llenando tazones de greda, de grandes cntaros de
chicha de maz.
Agradecidos, aceptamos, y cuando hubieron llenado tambin los tazones de
ellos, el jefe del grupo nos ofreci un brindis.
A su salud, seores.
La chicha estaba deliciosa, gruesa, pero refrescante, alimento y bebida a la vez.
En la aldea fuimos atendidos por un alemn hospitalario, llamado Schultz, en
cuya casa alojamos dos noches. Hubo una comida excelente, ccteles, vino, y despus
una o dos horas de charlas y cuentos con nuestro anfitrin, antes de sumirnos en un
sueo profundo.
Al da siguiente despert adolorido, pero al pararme ante la ventana del
dormitorio me olvid de ello, gozando con llenar mis pulmones con el delicioso aire de
la montaa. Despus de un desayuno verdadero y no el simple caf y panecillo del
desayuno usual , dispusimos el cuidado de nuestro bagaje y de los animales, y
fuimos llevados por Schultz a un picnic en su terreno al lado del ro a mil pies ms
abajo. Nos baamos en el ro, y nos sorprendi comprobar que el agua no era
intolerablemente fra, a pesar de que proceda de las nieves distantes slo ocho
millas. En seguida los invitados, incluyendo algunas damas y unos pocos personajes
locales, se sentaron en el pasto lleno de flores y consumieron un almuerzo que habra
dejado atnito aun a Mr. Pickwick, por su variedad y abundancia.
Sorata es un centro importante por la preparacin de chalona, que es carne de
carnero, desollada, cocida y secada bajo un sol ardiente, en la atmsfera rarificada a
quince mil pies de altura. Se mantiene en buenas condiciones por largo tiempo, aun
cuando sea enviada a las calurosas regiones de la selva. Fuimos bastante
imprudentes como para cocinar un trozo a medio preparar, para probarlo, lo que nos
produjo serias molestias. Aqu, lo mismo que en todo el Altiplano, se acostumbra a

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secar un tipo de papa, pequea y dura, y helarla para formar lo que se conoce con el
nombre de chuo, parte indispensable de la dieta en las montaas.
Al da siguiente del picnic nos despedimos de Schultz y de la buena gente de la
ciudad, y partimos ascendiendo por un sendero inclinado hacia el paso, a diecisiete
mil trescientos pies sobre el nivel del mar. Demoramos dos horas en recorrer cuatro
millas, y en ese lapso habamos ascendido seis mil pies. Las muas recorran diez
yardas y se detenan con los pulmones agitados; si iban muy cargadas, sangraban a
veces por las narices y moran. En Ticunamayo llegamos a un tambo o casa de
reposo, y all pasamos la noche; como no haba comodidades en el interior, dormimos
afuera con un fro espantoso y una helada neblina.
Al da siguiente pudimos ver Sorata, debajo de nosotros, con el fulgor de sus
casas a la luz del sol naciente. Tuvimos la ltima vista de la ciudad cuando nos
acercamos al paso; despus un recodo del camino la ocult, y un helado viento de los
campos de nieve comenz a rugir sobre nosotros. La ltima ladera, hasta llegar a la
cima, fue de continuas deslizadas y tropezones de las mulas.
La prxima detencin para pasar la noche fue la posada del gobierno, en Yani,
otrora el centro de un lavadero de oro muy rico que fue explotado en forma muy
primitiva. Hay un cuento sobre este lavadero, que atraer a los amantes de lo
misterioso.
A fines del siglo anterior llegaron dos oficiales del ejrcito boliviano cierta
noche, de regreso del Beni, y, viendo una hermosa nia en la puerta de una casa
vecina al tambo, jugaron al cara o sello quin probara su suerte en cortejarla. El
perdedor se qued con el jefe de la aldea el corregidor, y a la maana siguiente
descubri con horror a su hermano de armas muerto sobre el quebrado piso de
piedra de una casa en ruinas, de la que habra podido jurar que la noche anterior no
slo estaba intacta, sino tambin ocupada.
Durante aos ha estado en ruinas esta casa declar el corregidor. No
haba ni doncella, ni puerta, mi capitn. Era un duende lo que vieron.
Pero por qu hizo su aparicin? Pregunt el oficial. Por qu vimos
ambos el duende? Fue cometido alguna vez un crimen aqu?
No podra decirle, mi capitn. No sabemos nada; no tenemos ninguna
explicacin para este duende. Slo sabemos que de vez en cuando aparece a los
forasteros, y jams a los que vivimos aqu.
La gente que slo conoce Europa y el Oriente apenas puede imaginar lo que
son estos senderos de los Andes. Los indios y las mulas y desde luego las
llamas son las nicas criaturas que los pueden recorrer con xito. Las rutas angostas estn sembradas de cantos rodados y cascajo; ascienden miles de pies en
forma slo comparable a la subida de la Gran Pirmide, y por el otro lado

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descienden a un precipicio, en una serie de retorcidos zigzagueos. Sobre cantos


rodados enormes que asemejan la escalera de un gigante, las muas brincan como
gatos de uno al otro. A ambos lados de los cerros en forma de cuchillo, el sendero
desciende a un abismo lleno de lodo. Los huesos de animales muertos van
delineando el sendero, y, aqu y all, una maraa de buitres pelea sobre el cadver
en descomposicin de un caballo o una mula. En algunas partes, el camino tortuoso
se convierte en apenas un estrecho paso cortado en las rocas, a cientos de pies sobre
el valle, y, precisamente aqu, las muas eligen su camino por la orilla exterior que
da al precipicio. El jinete contempla el vaco bajo sus pies, mientras siente que el
corazn se le sube a la boca, sabiendo que los accidentes ocurren con bastante
frecuencia. Entonces acuden a la mente las historias de pisadas en falso y la cada
angustiosa del animal y del jinete, a quienes jams se vuelve a ver.
Muchos indios ascienden por la huella desde las plantaciones de caucho,
llevando en sus espaldas pesadas cargas suspendidas por una correa que colocan
alrededor da su frente. No llevan alimentos, pero se mantienen durante el viaje de
diez das sin una apreciable prdida de vigor, mascando un puado de hojas de coca
y barro. Los europeos no pueden mascar coca impunemente, porque es necesario
que generaciones hayan contrado este hbito, para permanecer inmunes a sus
tenibles efectos. La esencia de estas hojas es, por supuesto, la cocana; incluso los
indios dan la impresin de estar parcialmente narcotizados, y quiz sea sta la
causa de que su mente acte con tanta torpeza.
Un doctor extranjero se reuni con nosotros en el camino de Mapiri y habl tan
elocuentemente sobre las enfermedades, que comenc a dudar de sus estudios. Un
da detuvo a un indio que pasaba, y se desmont para examinar una gran hinchazn
en la mejilla del hombre.
Aparentemente se trata de un crecimiento canceroso o tumor observ.
Esta gente est llena de enfermedades.
Mientras hablaba, el crecimiento' cambi de una mejilla a la otra. Era una
papilla de coca! El doctor mir al indio con disgusto, volvi a montar sin decir una
palabra, y no habl ms durante muchas millas.
Un da completo nos demoramos en descender por el lado oriental de las
montaas, ora jadeando en las altas cuestas, ora descendiendo y resbalando por
aquellos riscos que parecan despearse bajo los cascos de las muas. No veamos
nada alrededor de nosotros, fuera de un mar de nubes taladradas por las cumbres
de las montaas. A los trece mil pies alcanzamos el lmite de la vegetacin selvtica,
un estrecho conjunto de rboles torturados y dbiles, no ms altos que la estatura
de un hombre. Despus, a medida que descendamos del mar de nubes, comenzamos
a ver helechos y flores, y el aire cortante de la altura cedi el paso al clido de las

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yungas.
Al da siguiente salimos otra vez al aire difano y a la espesa vegetacin
subtropical. Soportamos un descenso capaz de erizarnos los cabellos, hasta llegar a
palmeras y magnolias; ya el calor era considerable, y nos alegramos de podernos
desembarazar de parte de nuestra ropa. Despus de otros tres mil pies de bajada,
llegamos a los trpicos, dentro de desfiladeros ardientes, donde la confusin de la
selva coga y mantena los enjambres de nubes hmedas, que colgaban desde los
pesados bancos de arriba y a travs de las cuales no poda penetrar ni un rayo de
sol.
bamos a tomar el camino del ro, pero haba tanta fiebre terciana en Mapiri,
que decidimos detenernos en la barraca de caucho de San Antonio, administrada
por un austraco llamado Mol. Lo nico digno de atencin en este lugar que no
era sino una confusin de chozas situadas en un pequeo claro de la selva, era un
nio de siete aos, mitad chino y mitad indio, que no solamente iba al mercado en
Mapiri, sino tambin cocinaba para todo el personal. Y una comida de primera
clase! Estos nios son, invariablemente, muy precoces, pero no se desarrollan
mucho despus de la infancia, y rara vez alcanzan una edad avanzada.
Mapiri ostentaba quince chozas miserables, fabricadas con hojas d palmera
colocadas sobre armazones toscas y con piso de barro. Estaban diseminadas
alrededor de un espacio enmalezado, que representaba la plaza, y la iglesia slo era
una cabaa medio en ruinas, con una tambaleante cruz sobre su techo.
Cuando llegamos al pueblo, el gobernador estaba sentado en uno de los
umbrales contemplando una fiesta. El resto de la poblacin, unas cincuenta o
sesenta personas, estaba completamente ebrio. Algunos yacan tendidos a lo largo
en el suelo, totalmente inconscientes; otros se agitaban en una ruda danza, al
comps de una msica procedente de una cabaa absolutamente desamoblada,
llamada el Gran Hotel. Una mujer india se esforzaba en desvestirse, y el cuerpo
descompuesto de un hombre, sujetando grotescamente una botella en su mano,
yaca en una zanja. Sin embargo, este lugar tena cierta importancia, pues por aqu
pasaba una buena parte del caucho, y aunque el ro Mapiri no era justamente una
buena regin gomera, se pagaba por juntarlo un precio de aproximadamente diez
chelines por libra.
En Mapiri obtuve los servicios de un negro de Jamaica, llamado Willis, quien,
cuando estaba sobrio, era un excelente cocinero. El y otro hombre de color se haban
ganado la vida lavando oro, pero su amigo estaba ahora enfermo y desanimado.
Como Willis me inform, su amigo deseaba morir, pero no poda morirse. Willis,
cansado de esperar, se alegr de reunirse con nuestro grupo.
Desde Mapiri el viaje ro abajo se hace en callapo, que es una balsa formada

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por tres flotadores unidos por piezas transversales. La balsa consiste en siete capas
de una madera peculiarmente liviana, abundante en las riberas de los tributarios
del Amazonas superior, pero escasa donde hay mucha navegacin. Los troncos se
unen en algunos puntos mediante pasadores de madera de palmera fibrosa y
resistente, y en el tronco contiguo al exterior se introducen clavijas para soportar
plataformas livianas d bamb, en las que se llevan pasajeros y la carga. El largo de
estas embarcaciones es de aproximadamente veintisis pies, y la manga, de cuatro.
La tripulacin consta de tres balseros de proa y tres de popa. Se puede llevar una
carga de tres toneladas adems de dos pasajeros.
Conducir una balsa ro abajo por estas corrientes andinas, con slo un
compaero, como yo lo hice posteriormente en muchas ocasiones, es un deporte
bastante estimulante y que requiere mucha pericia. Existen rpidos cada cien
yardas, estrechas curvas que salvar, rocas que evitar, y continuamente remolinos en
las vueltas, que a menudo hacen zozobrar una balsa o callapo. A veces se navega a
una velocidad escalofriante; en otras, apenas se avanza, pero el panorama es
fascinante, un deleite sin fin.
Salimos de Mapiri con una tripulacin de indios de Lejo, ebrios con ese brebaje
intoxicante hasta la locura llamado kachasa. Todos los habitantes que estaban lo
bastante sobrios como para arrastrarse hasta la ribera, nos vieron partir y nos
vitorearon. Nuestra primera experiencia de viaje fluvial nos destroz los nervios,
porque los alegres balseros no estaban en condiciones de ejecutar el trabajo de
equipo requerido en navegacin tan difcil, y, hasta que llegamos a la desembocadura del ro Tipuani, nuestra jornada consisti en una sucesin de escapadas
milagrosas.
El Tipuani es uno de los mejores ros de oro en Bolivia, y podra dar enormes
cantidades de ese metal, si no fuera por sus frecuentes y repentinas salidas de
madre. El lecho queda a la vista durante un minuto, pero ya en el prximo instante
se precipita sobre l una muralla de agua causada por un chaparrn o por una
repentina tormenta en las montaas de arriba. Resulta fatal quedar capturado en
una de estas venidas, y no hay manera de predecir cundo ocurrirn.
En la desembocadura del ro Tipuani est Huanay, aldea de escasas chozas y
nada ms, pero es una estacin de callapos de cierta importancia. Aqu pasamos la
noche, recibidos en forma muy hospitalaria en un establecimiento mercantil de
propiedad de nuestro amigo Schultz, de Sorata. Nuestros indios lejos procedan de
una aldea vecina que perteneca a su tribu y celebraron el regreso con ms bebida.
Huanay vibraba de excitacin extraordinaria, porque adems de nuestra visita
llegaron gran nmero de indios de la aldea independiente de Challana, con grandes

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cantidades de mercaderas para negociar.


Challana es independiente, porque ha desafiado resueltamente al gobierno
boliviano. Hay muchas historias totalmente equivocadas sobre este lugar, pero la
verdad es que algunos aos atrs una familia llamada Montes descubri valiosas
tierras gomeras hacia el sur y pidi la posesin de ellas, rechazando a los indios de
las yungas que se haban establecido all y comenzado pequeas plantaciones. Estos
indios emigraron hacia el norte, hasta las aguas del Challana superior, y habiendo
encontrado all caucho y oro, edificaron una aldea, pero, para evitar que se repitiera
su triste experiencia, se negaron a permitir la entrada de cualquier extranjero en su
comunidad. Sin embargo, se les agregaron varios hombres fuera de la ley y algunos
renegados, y como jefe fue elegido un ex capitn del ejrcito boliviano. En Huanay
cambiaban su caucho y su oro por las mercaderas que necesitaban, rehusando
tercamente pagar impuestos al Estado. El gobierno envi una expedicin para
obligarlos a pagar tributo; el lugar fue atacado desde tres puntos, pero gracias a los
comerciantes de Sorata, el pueblo de Challana estaba bien armado y fcilmente
rechazaron a los soldados. Desde entonces no se- ha pensado nuevamente en tratar
de subyugarlos. Tienen su propio ganado y sus productos, y se ren de todo el
mundo.
Entre Huanay y el Beni hay tres rpidos peligrosos Malagua, Retama y Nube;
en el primero de estos la cada es de veinte pies en trescientas yardas. Al doblar un
estrecho recodo en el rpido, nuestro callapo se estrell contra una roca que deshizo
una viga, cayendo toda la carga apilada en el centro de la plataforma. El barco se
estremeci, y el doctor fue arrollado por los cajones; los hombres se agitaban y gritaban, pues an estaban borrachos, y apenas comprendan lo que estaba ocurriendo.
Yo cog la cmara fotogrfica y los rifles,- temiendo que cayeran al agua o sufrieran
al menos una mojada, y el callapo, aunque medio sumergido, fue arrastrado por la
salvaje corriente, librndose milagrosamente de zozobrar. Cuando estuvimos otra
vez en aguas tranquilas y profundas, bogamos a la orilla y reparamos los daos.
Chalmers, que vena en el callapo de atrs, pas perfectamente.
En el embarcadero de Isapuri, entre los dos rpidos, pasamos la noche.
Schultz tena aqu un agente que nos proporcion comodidades y buen alimento, y.
dedicamos la tarde a secar nuestro equipo y a limpiar las armas de fuego.
El escenario era magnfico a lo largo del viaje. Pasamos bajo enormes riscos de
piedra arenosa roja, a travs de estrechas gargantas y bajo la selva en que los
rboles de bordes ondulados constituan una gloria por su colorido y estaban
cargados de papagayos y guacamayos. Acampamos en la orilla, bajo la lluvia, y
fuimos torturados por los mosquitos. En medio de la corriente estbamos libres de

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los insectos, pero en cuanto nos acercbamos a la orilla, los mosquitos y menudas
moscas muy picadoras nos atacaban formando verdaderas nubes. Transpirbamos
con temperaturas como las del interior de un invernadero, cuando no corra ni un
soplo de viento, y otras veces temblbamos con un fro tan penetrante, que pareca
un invierno en Inglaterra.
Chalmers, que segua con Willis en el otro callapo, encontr un rifle en un bote
naufragado y lo cogi. Sus balseros haban tratado de apropiarse del arma, y
estaban tan disgustados porque Chalmers se les haba adelantado, que premeditadamente dejaron que el callapo chocase contra un obstculo sumergido,
hacindolo naufragar. Se perdieron veintiocho cajones del equipo, incluyendo cinco
de los nuestros, y los pedestales de las mesas de dibujo; esto era importante, pues
dejaba fuera de uso aquellos instrumentos tan tiles.
Al sptimo da despus de' abandonar Mapiri entramos en el puerto de
Rurenabaque. El puerto era una orilla de barro, cubierta de balsas volcadas y
desperdicios, en que los buitres graznaban y rean. Detrs se vean una serie de
chozas de estructura tosca, techadas con hojas de palmera y de paredes de bamb,
agrupadas en torno a una plaza enmalezada al pie de un cerro elevadsimo. En el
mapa haba visto figurar este lugar como siendo de cierta importancia, y tena la
esperanza de ver, por lo menos, una muestra de arquitectura permanente, pero este
casero miserable apenas pareca a propsito para habitaciones de blancos. Se me
encogi el corazn y comenc a comprobar cun primitiva era esta regin del ro.
Tuve que aprender posteriormente, que, despus de pasar meses en las lejanas,
Rurenabaque poda parecer una metrpoli.
Se levant mi espritu con el sabroso desayuno servido para nosotros en la
choza desamueblada que haca las veces de hotel, y despus de tratar con algunos
de los habitantes, ya me sent inclinado a contemplar el lugar con menos repugnancia. Haba en el casero una compaa de infantera boliviana, con dos o tres
oficiales que resultaron ser excelentes muchachos. Su comandante, un hombre de
gran bondad, llamado coronel Ramalles, era gobernador de la provincia de Beni.
Tambin encontramos dos comerciantes ingleses pues el caucho estaba en auge
y tres americanos, dos de ellos exploradores ms bien empobrecidos, y el tercero, un
aventurero de Texas, de fama, que haba venido ac a buscar refugio del mundo
exterior, donde era buscado. Varios oficiales de aduana y unos pocos indios
completaban la poblacin. La mayora de los habitantes sufran de una u otra de
las muchas enfermedades comunes en el interior, tales como el beriberi, espundia y
malaria, cuyo grado de intensidad dependa del punto a que haban llegado a minar
la salud del enfermo el alcohol y los vicios.
El coronel Ramalles nos dio la bienvenida con un banquete, y yo correspond

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con otro. Champaa, a un costo fabuloso, corri como agua! Los alimentos
abundaban. No haba escasez de carne, pues las grandes llanuras de Mojos en que se
criaba ganado, quedaban inmediatamente detrs, y, adems, en los das anteriores
haba llegado a travs del ro una gran manada de pecares perseguidos
furtivamente por jaguares hambrientos. Sali la ciudad entera con armas de fuego y
cuchillos para matar, al fin, cerca de ochenta de estos horripilantes animales
parecidos a los cerdos.
Los jaguares son muy comunes en las llanuras ganaderas, y el gran deporte
consiste no en dispararles, sino en lacearlos desde el caballo. Dos hombres toman
parte, manteniendo a la bestia laceada entre ellos. Requiere buenas cabalgaduras y
considerable destreza en el manejo del lazo, pero fuera de esto no es un deporte tan
peligroso como pudiera parecer.
Los jaguares a veces pueden ser domesticados, y no son peligrosos entonces si
se les ha cogido cuando cachorros. Haba un bromista en Reyes, a pocas leguas de
Rurenabaque, que tena uno completamente adulto, al que permita andar como un
perro dentro de la casa. Su gran placer consista en llevar su favorito por el camino
hacia Rurenabaque y esperar los viajeros que venan sobre muas. A una seal, el
jaguar saltaba de entre los matorrales, y la mua corcoveaba, botando comnmente
al jinete, cuyo terror al encontrarse frente a frente de la bestia, es fcil de imaginar.
Las muas temen a los jaguares ms que a ningn otro ser viviente, y se dice
que llevar en la montura la zarpa de un jaguar recin muerto es mejor que cualquier
espuela para acelerar el paso de una cabalgadura testaruda.

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CAPTULO V
AUGE DEL CAUCHO
YO TENA MURRIA y me senta muy nostlgico. Qu clase de estpido era
para cambiar las comodidades de la isla Spike por condiciones que, como empezaba
a comprobar, hacan parecer an Rurenabaque como un paraso? Mi salario haba
parecido alto, pero esto era una ilusin. En Bolivia no estaba en mejor situacin que
como mayor de artillera; peor an, en realidad, pues en el cuartel nuestro hospedaje
era libre. Al aceptar el puesto no me haba dado cuenta de las dificultades que
significara conseguir siquiera que me pagaran mi salario en el Banco de Londres.
Los que aseguraban tener experiencia me decan que era muy probable que no me
pagasen nada hasta que hubiese una cantidad importante en mi crdito.
Ms de una vez estuve tentado a renunciar y a regresar a la patria. Se
haban esfumado las esperanzas de traer a mi esposa y familia a La Paz. Ni siquiera
era posible obtener una casa, porque los arriendos eran ms subidos de lo que yo poda pagar. En esa poca no haba ambiente para una mujer inglesa, y la
alimentacin y la altitud podran ser desastrosas para los nios.
Aun en condiciones favorables, Rurenabaque estaba a quince das de viaje
de La Paz, y Riberalta, donde tendra que pasar la mayor parte del tiempo, estaba a
otras tres semanas de viaje, ro abajo. No haba servicios regulares de pasajeros
entre estos lugares. El viajero deba esperar su oportunidad, a menudo durante
semanas, en un lugar apartado, hasta que una balsa o callapo zarpase hacia donde
l deseaba ir. Viajar desde Mapiri hasta el Altiplano dependa de la posibilidad de

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encontrar muas. Los ros de la montaa boliviana, como se llama la regin de las
selvas, se encontraban de hecho ms alejados de La Paz que la distante Inglaterra.
Aqu estbamos aislados de todo el mundo, teniendo slo por delante la probabilidad
de llevar a cabo durante tres aos el trabajo ms difcil y peligroso. Esos aos
comenzaron al llegar al Beni, con cartas de la patria que nos llegaban a largos
intervalos y sin esperanzas de trasladarnos a un clima ms favorable para descansar y recuperarnos. Y yo voluntariamente me haba condenado a esto!
Estbamos en el lmite del verdadero pas gomero y prximos a comprobar
por nosotros mismos, qu haba de verdad en las historias que se contaban
referentes a l. Mucha gente dudaba de las revelaciones de Putumayo, pero es un
hecho que, desde los comienzos de la explotacin de caucho, tanto en Bolivia como en
el Per, se cometieron barbaridades espantosas. No porque los gobiernos de estos
pases fuesen indiferentes a los abusos cometidos en verdad se preocupaban intensamente, sino porque la gran distancia desde las regiones gomeras impeda
cualquier control estatal efectivo y envalentonaba a los extranjeros inescrupulosos e
igualmente a bolivianos y peruanos de la misma ralea. En realidad, la mayora de
estos explotadores de caucho eran degenerados, tentados por la posibilidad de
enriquecerse rpidamente. Cranlo o no, pero la gran cantidad de elemento humano
que trabajaba en la industria del caucho saba poco de las verdaderas causas que
provocaban sus sufrimientos, e incluso seguan completamente dispuestos a luchar
para mantener las cosas como estaban, si el hacerlo era el deseo del patrn.
Mientras no sufran en carne propia, les importaba poco lo que sucediera a los otros;
en verdad, ms bien les divertan los reveses de aquellos.
Ningn inspector del gobierno que estimara en algo su pellejo se habra
aventurado a las regiones gomeras para emitir un informe honrado. El brazo de la
venganza era extenso y en la montaa la vida no tena gran valor. Por ejemplo, un
juez fue enviado al Acre para informarse sobre un asesino especialmente brutal, que
haba muerto a un austraco, y encontr que estaba implicada gente poderosa de los
mrgenes del ro. Si hubiese informado lo que saba, jams habra salido vivo de all;
lo prudente era callar, volver a salvo al Altiplano, con una linda coima, y finiquitar
el caso, pagando una pequea indemnizacin a los parientes. Quin lo puede
criticar.
En Rurenabaque no nos esperaban con instrumentos.
No se preocupen por ellos nos dijo el coronel Ramalles. El general
Pando los tiene en Riberalta.
Mientras ms pronto lleguemos, mejor ser repliqu yo. No tiene
objeto que permanezcamos aqu.
Naturalmente, yo har todo lo que pueda por ustedes, pero tomar

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tiempo. Pronto ser el da de la Independencia y, en la forma con qua lo celebran


aqu, dudo que despus de los festejos se pueda hacer algo. Hay que esperar que
pasen completamente los efectos de estas fiestas.
Las festividades resultaron ser una orga de borrachera, a las que sigui un
perodo de maanas que dur una semana entera. Entonces llegaron al pueblo dos
oficiales de aduana procedentes de La Paz, muy apurados por alcanzar a Riberalta.
Estos caballeros tenan un aspecto de dignidad tan impresionante, que por ltimo
se encontr un bateln que los condujo a ellos y a nosotros.
El bateln es la peor diseada de todas las embarcaciones. La cre la mente de
algn forastero, que no tena idea de construccin y diseo, y sigue manteniendo su
forma primitiva pese a sus obvios defectos. La quilla es el tronco de un rbol
desbastado toscamente para darle forma y abierto a fuego; con una rstica proa y
un codaste al cual se sujetan una serie de planchas de gruesa madera en forma de
carabela, por medio de grandes clavos de hierro doblados en el interior. La seccin
en medio de la embarcacin forma una V obtusa y a popa hay una plataforma que
lleva una proteccin de hoja de palmera y algunos asientos toscos para la
tripulacin. Invariablemente deja filtrarse agua, pues es imposible calafatear efectivamente las abiertas junturas de los tablones, de modo que hay que emplear de
continuo uno o dos hombres de la tripulacin en baldear el agua. Tiene cuarenta
pies de largo, doce de ancho y tres de cala. La obra muerta no es ms de cuatro
pulgadas y lleva generalmente una carga de doce toneladas. La tripulacin puede
estar compuesta, desde diez hasta veinticuatro indios.
No muchos de los pobladores de Rurenabaque se haban repuesto de las
celebraciones, y los que estaban lo bastante sobrios, como para poder andar, nos
despidieron
con
salvas
de
Winchester
cuarenta-cuatro-cuarenta.5
Afortunadamente, nadie qued herido. Cuando llegamos a los rpidos de Altamarani, nos salvamos por lo que slo puede describirse como intervencin milagrosa.
Pero los dos baldeadores fueron incapaces de contrarrestar la alarmante filtracin
del casco del bateln, y diez millas ms all del pueblo tuvimos que atracar a la
orilla. Hubo que descargar todo y ponerse a la tarea de colocar grandes masas de
estopa en las junturas del bote, golpendolas con un machete desde adentro hacia
afuera.
(1)

La municin cuarenta-cuatro-cuarenta se puede emplear para la carabina Winchester y para el Colt de 6


tiros; en esa poca se poda encontrar hasta en los lugares ms apartados de Sudamrica. Por esta razn, la
Winchester 44 fu el arma favorita revolucionaria y su tremendo poder la convirti en apreciada posesin de
los futuros polticos. Precisamente, creo que por esta causa se prohibi en algunas repblicas la venta de las
armas y de las municiones de este tipo.

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Acampamos en una chacra perteneciente a un ingeniero ingls, que tena una


pequea lancha a vapor. Este hombre ingenioso, llamado Pearson, se las arreglaba
para mantener en servicio un decrpito bajel, cuyas partes estaban unidas entre s
principalmente con alambres o cuerdas. Cuando llegamos, la embarcacin estaba en
el dique, y Pearson, orgullosamente, nos ense su reparado mecanismo. La caldera
en algunos lugares debe haber estado delgada como un papel y, aunque se mantena
a una presin muy baja, significaba en todo momento un peligro de muerte.
Durante la noche, repentinamente, hubo tormenta y un diluvio tan intenso que
pareca caer agua slida. El rio subi nueve pies; la lancha fu barrida de su
astillero, volcada sobre un costado y arrojada contra los rboles. Tuvimos mucho trabajo para evitar que se perdiera el equipaje. Estbamos en plena estacin seca, pero
en las selvas del Amazonas la lluvia copiosa viene siempre como anticipo de la luna
llena o nueva, a menudo de esta ltima. Frecuentemente va seguida por un surasu,
viento sur o suroccidental, que trae un fro tan intenso, que al amanecer del da
siguiente puede encontrarse una fina capa de hielo.
Casi con la misma rapidez que aument su caudal, el ro volvi a bajar, dejando
en las riberas una cantidad de mgales moribundas las grandes araas
devoradoras de pjaros y culebras medio ahogadas. Mientras desayunbamos en
la morada de Pearson, lleg Jos, un empleado de la lancha, con aspecto muy
asustado.
Anoche estuvo un jaguar en mi cabaa dijo, Al despertar lo vi en medio
de la pieza observando mi farol encendido. Estirndome en mi hamaca, poda
haberlo tocado, seores.
Por qu no le dispar? inquiri Pearson.
Nadie duerme en estos lugares sin un arma de fuego al alcance de la mano y Jos
tena su Winchester muy prximo.
Estaba demasiado cerca de m, seor Pearson. Si yo hubiera tratado de coger
mi arma, l me habra atacado, y si yo hubiese fallado en matarlo instantneamente,
me habra cogido. Yo yaca mudo y tranquilo, quieto como un muerto, y luego la
bestia se retir tan veloz y calladamente, que apenas poda creer que hubiese estado
all.
El Beni constituye en ambas orillas una guarida de culebras venenosas, peor,
en este aspecto, que muchos otros lugares, pues aqu se juntan la selva, las llanuras
y las montaas, abundando los montes bajos que tanto les agradan. La ms comn
es la cascabel, de la que hay cinco tipos diferentes, pero rara vez miden ms de una
yarda de largo. La serpiente ms larga es la surucucu, esa enormidad de dobles
colmillos, conocida en otros lugares como la pocaraya o amo de la manigua, que a
veces alcanza, segn me dijeron, el largo prodigioso de quince pies, con un dimetro

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de un pie en su parte ms gruesa. Tambin existe all la taya, una culebra griscea
de tono caf claro, feroz y muy gil, que, como la hamadryad de la India, ataca a los
seres humanos junto con verlos, durante la temporada de cra. Las anacondas son
comunes, no el tipo gigante, pero s de ms de veinticinco pies de largo y, por lo
tanto, bastante grande. Estas serpientes constituan un peligro tan constante, que
pronto aprendimos a tomar precauciones contra ellas.
No lejos de donde estbamos vivan los brbaros, salvajes muy hostiles,
sumamente temidos por la gente gomera del Beni. Contaban cosas espeluznantes
sobre ellos, pero posteriormente tuve ocasin de encontrarlos y comprob que haba
mucha exageracin en lo que se deca. A alguna distancia en la selva, cerca de
Altamarani, viva una vieja mestiza acompaada de su hija. Esta anciana dama era
una vidente natural. Posea un globo de cristal y era consultada por la gente a lo
largo de todo el ro, entre Rurenabaque y Riberalta. Pareca la bruja tradicional:
saba de botnica herbaria, deca el porvenir y fabricaba pociones de amor. Aunque
se crea que haba acumulado una gran fortuna, nadie se atreva a molestarla, y los
brbaros la trataban con el mayor respeto; ella, por su parte, los despreciaba.
Todos los aos los nativos de aqu celebraban en la selva una especie de
sabbath. Se reunan en torno de un altar de piedras y elaboraban la cerveza nativa,
chicha, que beban en cantidades enormes sobre bocados de tabaco fuerte. La mezcla
los enloqueca, y hombres y mujeres se entregaban a una orga salvaje. Esto a
menudo se prolongaba por una quincena.
Los brbaros empleaban arcos de madera de palmera de cinco a diez pies de
largo y flechas de la misma longitud. La cuerda del arco se fabricaba de corteza. A
los muchachos se les enseaba el manejo del arco disparando sobre una cabaa a
una fruta de papaya situada al otro lado. A veces emplean el arco verticalmente en
la forma acostumbrada; otras, botados en el suelo, cargndolo con ambos pies y
tirndolo hacia atrs con ambas manos. Adquieren experiencia en disparar al aire y
acertar en tierra con una seguridad mortfera. Colocan las plumas sobre las flechas
mediante una trenzadura, para obtener una rotacin de stas, proporcionndoles un
vuelo ms directo.' Se habr originado de aqu la idea de las armas de fuego? Las
mujeres y nios van armados con lanzas de bamb de pinchante doble punta, cuya
pa es de hueso de mono amarrado con algodn y afianzado con cera de caucho. En
tiempo de guerra, generalmente untan las lanzas y flechas con veneno.
El bateln, calafateado con estopa, fue vuelto a cargar y continu su viaje ro
abajo. Nuestro camino pasaba por selvas llenas de obstculos, donde tuvimos, una
tras otra, escapadas milagrosas. Estos obstculos eran los troncos y ramas de los
rboles secos que caen al ro y son arrastrados por el torrente. En la lucha por la
existencia en la selva primitiva, los rboles son eliminados, ya sea estrangulados por

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crecimientos parsitos o abatidos por las tormentas. A veces no pueden ni caer, sino
que son sostenidos por los rboles que los rodean, pudrindose en esta posicin. La
corriente de los ros va carcomiendo las orillas fangosas, y una cantidad de rboles
se vuelcan sobre el agua y constituyen los obstculos ocultos. A veces presentan
solamente sus copas a la vista, sobre la superficie; los ms peligrosos son aquellos
que estn ocultos, sumergidos a unas pocas pulgadas y que no se divisan. Sus ramas
retorcidas se pudren, formndose pas dainas, y como la madera es dura como
hierro, estas pas pueden atravesar al bote que pasa rpidamente, como si fuese de
papel.
Navegbamos llevados por la corriente, a ms o menos tres millas por hora, da
tras da, en un trayecto mortalmente montono, pues jams cambiaba el escenario
de la ribera. El ms pequeo acontecimiento adquira gran importancia, y nosotros
escudribamos ansiosamente la vasta lejana, en busca de una demostracin de
vida. Abundaban los patos y gansos silvestres y, desde luego, los monos, entre los
que predominaban los negros marimonos y martechis. Este ltimo es el mono
aullador sudamericano, el bugio brasileo, y muy temprano en la maana despierta
la selva con su rugido de desafo.
Es difcil encontrar algn animal de caza, y por eso en las selvas se consideran
apetecibles los monos. Su carne es de sabor agradable, pero al principio la idea de
comerlos me causaba repugnancia, pues cuando los vea sobre el fuego, para
quemarles el pelaje, se vean terriblemente humanos. El recin llegado tiene que
acostumbrarse a estas cosas y vencer su repulsin, de otra manera se morir de
hambre.
En un lugar, en la orilla del ro, vi una urna funeraria completa. Ahora
lamento no haberla llevado, pues en Rurenabaque ha sido desenterrada alfarera
muy interesante y pudo haber resultado ste un hallazgo de gran valor etnolgico.
Dos das despus de salir de Altamarani chocamos con un obstculo oculto;
cuatro tripulantes fueron lanzados al ro y el doctor, lleno de pnico, se lanz tras
ellos, mientras que los pomposos oficiales de aduana se tornaban verdes de puro terror. En el momento de chocar, el resto de la tripulacin salt afuera
instantneamente. Y eso evit que el bote se llenara de agua. Para ellos fue una
gran broma. Yo pens que el bateln haba quedado inservible y me admir de
encontrar slo unas pequeas filtraciones. Rpidamente detuvimos stas con unas
pocas libras de estopa y continuamos el viaje.
Cuando la madera de un casco de bateln est nueva, probablemente requiere
una roca y una velocidad de veinte millas por hora para rajar una de las planchas y
arrancar los grandes clavos doblados. En cuanto estuvimos de nuevo en nuestro
camino, la tripulacin comenz a gritar con excitacin y a bogar frenticamente

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hacia un gran banco de arena en que veamos una manada de cerdos. El bote fue
atracado a la orilla, y todos los miembros de la tripulacin, armados de Winchester,
se dedicaron a su persecucin. Poco despus omos el estampido de los disparos,
como si estuvieran a millas de distancia dentro de la selva.
Estos indios tumupasas son excelentes para seguir las pistas, y antes de una
hora estaban de vuelta con dos cerdos. En la espesa jungla un europeo difcilmente
evitara perderse, si no hay sol ni tiene brjula que lo gue, pero estos indios, en
cambio, parecan poder sentir su camino a travs de las plantas de sus pies
desnudos.
Seguir la corriente era fcil, pero nuestro recorrido diario no era grande, pues
estbamos en la estacin de los huevos de tortugas y a menudo nos detenamos para
buscar nidos. La tartaruga o tortuga grande es comn en el Purus y en la mayora
de los afluentes del Amazonas, y pone ms de cincuenta huevos cada vez.
Por extraordinario que parezca, no se encuentra en el Beni; en cambio, se
encuentra la tracaya, o tortuga pequea, que abunda y que pone ms o menos veinte
huevos en cada nidada. Estos huevos son considerados un bocado exquisito, pero el
hombre comparte esta aficin con las cigeas, y estos pjaros son expertos en
descubrir los nidos. La tortuga pone sus huevos de noche y los esconde, emparejndolos en la arena, pero la naturaleza, al ensearle esto,- omiti proveerla de los
recursos para borrar sus huellas y, a no ser que est lloviendo, es fcil descubrir el
lugar en que estn escondidos los huevos. Se requiere algn tiempo para
acostumbrarse a los huevos, pues tienen un sabor a aceite. Son de cscara blanda y
ms o menos del tamao de una pelota de golf.
Una noche acampamos en la chacra de un ingls, renegado de la civilizacin,
que viva en la selva con una india anciana. Su pasado era fantstico, como es el
caso de la mayora de estos ermitaos. Era un hombre educado, que en su tiempo
tuvo una situacin importante. En este lugar aislado encontr una satisfaccin que
le haba negado el mundo externo, y los ataques de locura que adoleca slo lo
atormentaban a l y a su compaera.
Nos acosaron las moscas de la arena, particularmente los denominados tbanos
y la marigui, llamada en Brasil la pium. Nubes de marigu nos atacaron de da,
dejando pequeas ampollas de sangre donde picaban. El tbano llegaba de a uno,
pero demostraba su presencia por un pinchazo que pareca el aguijonazo de una
aguja. Las picaduras de ambos insectos provocan una comezn abominable y pueden
producir septicemia al rascarse.
Ms abajo de Rurenabaque hay una extensin conocida como El Desierto, que
est a un nivel demasiado profundo para servir como establecimiento de un casero,
y en la estacin seca est expuesta a los salvajes que la recorren en busca de huevos

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de tortuga y de pescando. Nuestra tripulacin sostena que los salvajes se


mantenan en la ribera occidental, por lo que nosotros acampbamos siempre en la
orilla opuesta. En estas cercanas haban ocurrido una serie de tragedias, venganzas
de los salvajes por las crueldades practicadas en ellos por empleados inescrupulosos
de las empresas de caucho.
Un suizo y un alemn, de una barraca ms abajo de la confluencia del Madidi,
haban irrumpido recientemente donde los salvajes con numerosas fuerzas. Fue
destruida una aldea, se realiz una carnicera en hombres y mujeres y los nios
fueron muertos rompindoles el crneo y vacindoles el cerebro contra los rboles.
Los invasores regresaron orgullosa- mente con un botn de ochenta canoas y se
jactaron de su hazaa. La nica razn para ello fue que haban llegado unos pocos
indios tmidos al campamento y se tema un ataque a la barraca. Me contaron que
estos guerreros de las barracas consideraban un gran deporte, lanzar bebs indios al
aire y recibirlos con la punta de sus machetes.6 La gente decente del ro se
disgust al saber este suceso y las autoridades tambin se indignaron cuando oyeron
de ello, pero no pudieron hacer nada.
Eran una prctica comn las incursiones donde los salvajes en busca de
esclavos. La idea prevaleciente de que los brbaros no eran mejores que un animal
salvaje explicaba muchas de las atrocidades perpetradas en ellos por los
degenerados que eran los amos de las barracas. Posteriormente trat a los indios
guarayos y los encontr inteligentes, limpios e infinitamente superiores a los indios
bebedores civilizados de los ros. Cierto que eran hostiles y vengativos; pero
considerad la provocacin! Mi experiencia me ha indicado que pocos de estos
salvajes son malos por naturaleza, a no ser que el contacto con salvajes del
mundo externo los haya puesto as.
Su costumbre era atacar al amanecer, acribillando las toldetas con flechas.
Estas toldetas eran redes mosquiteras de tela ordinaria de algodn y bajo ellas
dorman todos los miembros de la tripulacin de los botes, tanto bolivianos como indios. Los que sobrevivan a la lluvia de flechas envenenadas tenan pocos motivos
para congratularse cuando los salvajes ponan las manos sobre ellos. El general
Pando, que subi el Meath, a poca distancia del Madre de Dios, y cruz los pantanos
hacia las aguas superiores del Madidi, me contaba que l y sus hombres instalaban
sus toldetas, pero dorman muy lejos de ellas.
En la maana, a menudo las encontrbamos acribilladas de flechas me
deca. Jams sufrimos un ataque directo, probablemente porque mi destacamento
6

El machete es un cuchillo de hoja ancha especial para los viajes por la selva y constituye un elemento indispensable para todo
colector de caucho.

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era grande, pero continuamente nos molestaban desde los matorrales y permanecan invisibles.
En 1896 un importante funcionario del gobierno boliviano viajaba por el Beni
en compaa de su esposa e hijastra, cuando fue atacado al amanecer por los
guarayos. Huyeron hacia el bateln, y, en el pnico, la mujer fue olvidada en el
banco de arena en que haban levantado el campamento. Slo cuando la
embarcacin estaba ya a gran distancia, ro abajo, descubrieron su ausencia. La
dama qued en poder de los salvajes durante varios aos, hasta que fue encontrada
accidentalmente por una expedicin en busca de esclavos. El jefe de sta la restituy
al marido, junto con cuatro nios semisalvajes, cobrndole 300 libras por el servicio.
Mientras tanto, el marido se haba casado con la hijastra, y la impresin de volver a
ver a su mujer le caus la muerte. La dama y sus nios se radicaron con la hija en
Santa Cruz de la Sierra, y aqulla se deleitaba narrando sus singulares
experiencias.
En Riberalta conoc una dama austraca vivaracha y hermosa que de
tiempo en tiempo se iba sola a la selva, para vivir con los indios Pacaguaras. Su
coleccin de gargantillas de dientes y otras curiosidades de los salvajes era nica.
Bajo el agotador calor de las selvas uno se senta muy tentado a baarse desde
el bateln. No era prudente hacerlo, pero si el deseo era demasiado intenso, haba
que proceder con cuidado, a causa de la abundancia de puraques o anguilas
elctricas. En estos ros se encuentran dos variedades de ellas: una es de ms o
menos seis pies de largo y de color caf, y la otra la ms peligrosa es
amarillenta y mide la mitad de aqulla. Basta un choque para paralizar y ahogar a
un hombre, pero el mtodo del puraque consiste en repetir los choques para ultimar
a su vctima. Parece que para propinar su choque elctrico, la anguila tiene que
mover su cola, porque cuando est completamente quieta puede ser tocada sin peligro. Sin embargo, los indios no tocaran una, ni siquiera muerta.
Otro pez repugnante que se encuentra en los ros amaznicos, y
particularmente comn en los tributarios del Madeira, es el candiru. Su cuerpo
tiene alrededor de dos pulgadas de largo y un cuarto de pulgada de grueso y
termina en una angosta cola de golondrina. Tiene un largo hocico huesudo, agudos
dientes, y su piel est cubierta de finas barbas dirigidas hacia atrs. Trata de
introducirse por los orificios naturales del cuerpo, sea humano o animal, y una vez
adentro, no puede ser extrado debido a sus barbas. Muchas muertes son causadas
por este pez, y la agona que puede causar es penossima. Mientras estuve en
Riberalta, un doctor austraco le extrajo dos a una mujer, y un mdico japons, en
Astillero, en el ro Tambopata, me mostr uno de una especie distinta, extrado del
pene de un hombre. Esta especie alcanza a veces un largo de cinco pulgadas y se

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asemeja a una anguila recin incubada.


En el fondo arenoso de los ros se esconden venenosas rayas. No son grandes,
pero la cuchillada de su lanceta barbada, cubierta de mucosa, es extremadamente
dolorosa y a veces entraa un serio peligro. La gente del ro dice que el mejor
remedio es orinar sobre la herida. No puedo confirmar esto, pero s que los nativos
de las Indias occidentales tratan en esta forma la picadura del erizo de mar. La raya
constituye un buen alimento y su aguijn es empleado por los indios para guarnecer
sus flechas.
La monotona de flotar ro abajo, da tras da, sin otra cosa que hacer que
vigilar las inmutables riberas, fue demasiado para nuestros compaeros, los dos
oficiales de aduana. A cargo de ellos figuraban valijas de correo para entregar en
Riberalta, y no pas mucho tiempo antes que destruyeran los sellos de aqullas y
aprovecharan todos los peridicos que encontraron adentro.
No importa fue la disculpa. En todo caso, al llegar all, los diarios pasan
a ser propiedad pblica.
En el momento de llegar a Riberalta, la mayora de ellos se haban perdido, y
mucha gente, que contaba los das desde un correo al otro, tuvo que conformarse y
esperar con paciencia el prximo correo, que poda llegar en un mes ms o tambin
en tres.
En la boca del ro Madidi, a orillas de las llanuras de Mojos, estaba la misin
de Cavinas, donde los restos de una tribu india otrora parte de una grande y
poderosa nacin conocida como los toromonas tena un casero de unas pocas
cabaas muy bien conservadas. Los indios siempre se preocupaban de mantener
sus plantaciones libres de malezas, mientras que las de los blancos estaban llenas
de ellas. Cavinas constitua un agradable contraste con los campos mal tenidos e
improductivos de las colonias blancas.
De aqu para adelante encontramos barracas de caucho a ambas orillas del ro,
pero slo en una de ellas se nos dio la bienvenida. Los propietarios, borrachos y de
aspecto degenerado, deben haber tenido mala conciencia. El nico que nos recibi
en forma hospitalaria estaba en Concepcin. El propietario era bien educado y
haba viajado mucho; su mujer y nios eran encantadores y sus negocios,
fructferos. Era optimista respecto al futuro del caucho en el Beni, pero yo no poda
estar de acuerdo con l. Me pareca que la decadencia y abandono consiguiente eran
inevitables, a menos que toda la regin pudiese ser desarrollada por una
inmigracin bien organizada.
Despus de un trayecto de veinte das desde Rurenabaque, llegamos, el 28 de
agosto, a Riberalta. Aqu me encontr con el general Pando, ex presidente de la
Repblica y delegado de la provincia del Beni, un hombre de aspecto notable y

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marcada habilidad. Haba realizado extensas exploraciones en Bolivia y


probablemente saba ms del pas que cualquiera de sus compatriotas. Lo que me
alent tanto fue el hecho de que era el primer funcionario que yo trat que saba
realmente el trabajo que se requera de la comisin.
No estaban esperndome aqu los instrumentos; los encontrara en Baha o,
como fue llamada ms tarde, Cobija. Saba ya lo bastante en aquella poca, para
creer en ellos solamente cuando los viera.
Se le proporcionar un bote que lo llevar al ro Orton me dijo. Despus,
desde Porvenir, seguir por va terrestre al ro Acre.
Cunto tiempo cree que me detendr el trabajo en el Acre? pregunt.
Me temo que no lo va a encontrar fcil, mayor. Yo dira que lo va a retener dos
aos completos.
Por cierto que yo no tena intenciones de pasar dos aos en el Acre, ni permitira
que me creciera el pasto bajo los pies, en lo que concerna a mi trabajo; pero no se lo
manifest.
En la parte en que el Beni se une al Madre de Dios hay un ancho de 500 yardas
de una orilla a la otra. Riberalta, que estaba en la confluenci, casi era una ciudad,
pues las chozas de hojas de palmera estaban ordenadas en manzanas, unos pocos
techos estaban cubiertos de una calamina7 enmohecida y aun haba un edificio de
adobe8, oficina de Surez Hnos., la principal firma de caucho. Aunque el edificio
Surez era sencillo, de un piso, y no se compona ms que de un cuerpo rodeando un
patio central, su costo, se deca, sobrepasaba de 12.000 libras. Cualquier cosa vala
aqu diez veces ms que en el mundo exterior. A pesar de los precios exorbitantes,
haba abundancia de alimentos y en alguna forma inexplicable todos se las
ingeniaban para vivir a crdito. El pan se venda a cuatro peniques la onza. Pero la
carne de vacuno, la dieta corriente, abundaba y el ganado semisalvaje de las
llanuras de Mojos se poda comprar por menos de cuatro chelines cada uno, con el
nico inconveniente que el comprador tena que capturar su adquisicin despus de
la transaccin. Si se atreva.
Ubicada casi en el corazn del continente, Riberalta est slo a 500 pies sobre el
nivel del mar. Est construida en el sitio de una antigua aldea india y su suelo est
(1)

(2)

Fierro acanalado. Es la calamidad de Sudamrica considerado desde el punto de vista de lo pintoresco y


destruye el aspecto da lo que en otra forma podra ser atractivo. Las tejas, o teja espaola, son ms durables y
constituyen un embellecimiento, pero cuestan ms y requieren mayor trabajo en su colocacin, de modo que la
calamina barata y horrible se ha ganado la preferencia.

A d o b e es una arcilla como barro, empleada para construir en toda la Amrica Latina. Es el ladrillo del
pobre y a menudo se fabrica al pie de la construccin.

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a slo seis pies sobre el mayor nivel de agua del verano. Aqu el calor puede ser casi
intolerable; sin embargo, hay frecuentes surazos, cuando la temperatura desciende
repentinamente desde 110 grados F., a la sombra, hasta 40 F., y a veces an hasta
el punto de congelacin. En estas ocasiones la gente se retira a sus chozas abiertas y
se entierra bajo todas las mantas que posea, hasta que pase el surazo.
Al llegar a la ciudad, haba tenido lugar un motn en Madre de Dios, en la boca
del Heath, donde los soldados de un pequeo destacamento haban asesinado a sus
oficiales y huido al Per. Un soldado un indio regres a Riberalta y declar que
haba rehusado participar en el asunto. Fu enjuiciado por la corte marcial,
declarado culpable y sentenciado a 2.000 latigazos con el gato.
El gato que se empleaba en el Beni consista en un garrote corto con cuatro
ltigos de cuero crudo con buenos nudos. Se supona que la sentencia terminara con
el indio y se obtendra as un resultado que, por falta de autoridad, no poda lograrse
directamente. Los residentes extranjeros protestaron, pero sin xito. El hombre
recibi sus azotes, y el mdico que los presenci me di detalles completos despus.
La vctima fue extendida de plano sobre el suelo y un soldado a cada lado le
propinaba un azote por segundo, durante un minuto; despus se pasaba el gato a
otro soldado, que formaba parte de una hilera de hombres que esperaban su turno y
que se sucedan uno tras otro, sin ninguna interrupcin.
Cualquiera de los azotadores, que no le diera fuerte, reciba a su vez cincuenta
azotes. La vctima se desmay siete veces sin que por eso se interrumpiera el
castigo, y, cuando estuvo completo, lo dejaron botado como estaba. Ms tarde fu
curado con sal. Su carne haba sido desgarrada literalmente de los huesos, dejando
stos en parte descubiertos; sin embargo, sobrevivi!
Por aquella poca haba tres ingleses en Riberalta. Uno de ellos era el mejor
de los hombres, intachado por los vicios de una comunidad en que haba pasado un
cuarto de siglo. El segundo muri poco despus que llegamos all y slo se destacaba
por su mana de litigar. El tercero era uno de los hombres ms viciosos y
degenerados con que me he encontrado. Tena un puesto lucrativo en una de las
firmas gomeras, pero lo perdi, me parece, y se peg un tiro pocos aos despus, en
Londres.
La bebida reinaba aqu, como en casi todos estos lugares. Haba una serie de
excusas para ello. Rodeados de brutalidad y pasiones bestiales, viviendo en una
escualidez increble; aislados por las grandes distancias, la falta de comunicaciones
y una jungla impenetrable, no es de admirarse que la gente buscara una
escapatoria por el nico medio que conoca: por medio de la botella.
A menudo vi al general Pando, y no perda una oportunidad de urgirle los
arreglos para nuestra partida. Quera ponerme a trabajar cuanto antes.

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No creo que pueda usted partir para Baha antes de unas tres o cuatro
semanas observaba l, y cuando llegue all, supongo que va a tener que esperar
hasta que aumente de caudal el ro. Por qu no hace en este lapso un levantamiento preliminar de una va frrea entre Porvenir y Baha? Sera un gran servicio
que hara al gobierno.
Discutiendo con l los detalles del trabajo de lmites, decid realizar primero la
seccin del Acre y despus regresar a
Riberalta para hacer el plano de la frontera. Despus de eso hara la seccin
intermedia y regresara otra vez para ejecutar el plano. En ltimo trmino, se hara
la parte de Abuna. Calculando un mes en planificar y en viajar de all para ac, y
seis meses ocupados en cada seccin, se requeriran dos aos y medio o casi la
duracin total del contrato.
Un funcionario de aduana atacado de beriberi lleg del Acre y le pregunt
sobre lo que se nos esperaba al llegar al ro.
Lo he visto en un recorrido de ms de cien millas desde un gran vapor me
dijo. Todo ha sido explorado antes; en realidad, hay barracas de caucho a lo largo
de todo el camino.

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CAPITULO VI
NACIDOS PARA SUFRIR

NO HAY EXAGERACION ALGUNA al afirmar que nueve de cada diez


habitantes de Riberalta sufren de una u otra clase de enfermedad. Estaban las vctimas del beriberi, parcialmente paralizadas, que se arrastraban sobre muletas y que
se agrupaban cada vez que haba una posibilidad de un aperitivo o trago gratis.
Algunos tenan fiebres tercianas; otros, consuncin y muchos padecan de achaques
que los mdicos no podan diagnosticar. Todos los negocios de la ciudad hacan
grandes ganancias con remedios de curanderos, vendidos a precios fabulosos. La
persona de buena salud se miraba como una rareza, una excepcin, algo extraordinario. El beriberi una especie de hidropesa era la dolencia normal en el ro,
causada probablemente por la mala calidad de los alimentos y su falta de vitaminas.
Se poda obtener carne fresca, pero el artculo principal lo constituan el charque
(lonjas de carne salada secada al sol) y el arroz. Este era trado de Santa Ana, Santa
Cruz o Manaos en el Brasil y generalmente estaba mohoso cuando se venda,
despus de por lo menos dos aos de bodegaje. El charque comnmente estaba
infestado de gusanos. Tena un olor tan malo que slo se poda comer despus de
hervirlo tres veces; sin embargo, en Riberalta se venda a un cheln y ocho peniques
la libra. La gente se tragaba esta dieta con grandes tragos de kachasa, el
endemoniado alcohol de caa de azcar. No era de admirarse que murieran como
moscas!
En la ciudad haba muchos indios de la selva, esclavos. Haban sido trados
cuando nios y bautizados. Algunos lograron adaptarse a la nueva vida, pero en su

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mayora resultaban indomables. Si haban sido cogidos de muchachos, tarde o


temprano sentan el llamado de la selva y escapaban de vuelta a ella. Sin embargo,
estos jvenes salvajes jams olvidaban lo que les haban enseado; absorban
rpidamente la educacin, y de regreso en la tribu iniciaban a su gente en los mtodos del hombre civilizado. Los indios excepcionales eran enviados hasta a Europa
a estudiar.
El propietario de un floreciente negocio de Riberalta, un alemn llamado
Winkelmann, adquiri una joven salvaje, la educ en Alemania y se cas con ella.
Varias veces tom el t con ellos, y no slo la encontr encantadora, sino tambin de
muy buenos modales. Hablaba cuatro idiomas, se haba adaptado perfectamente a
su posicin y era madre de una familia agradabilsima. Como regla general, sin
embargo, esta gente de la selva era muerta a tiros a primera vista, como animales
peligrosos, o cazados sin piedad para ser enviados como esclavos a lejanos estados
gomeros, donde era imposible escapar y en que todo signo de independencia era
repelido con el ltigo.
Los casos ms trgicos del Beni ocurrieron en la ciudad y provincia de Santa
Cruz de la Sierra. Aqu los peones fueron trados encadenados como presidiarios, en
grupos de cincuenta cada vez y vendidos. Desde luego, iba contra las leyes, pero los
sindicatos encontraban en el sistema de peonaje un medio para embaucarlos.
Mientras todo el transporte en los ros estuviese en manos da las firmas grandes, no
haba esperanza para aquella gente. Cualquier intento de escapar era casi seguro
que terminaba en un desastre.
Cierta vez cuatro hombres lograron huir de una firma francesa y continuaron
ro abajo en una canoa. El jefe de los peones, ms conocido como el mayordomo, les
di caza, los cogi y, en lugar de llevarlos de regreso, les vaci los sesos con la culata
de su Winchester, mientras estaban arrodillados ante l pidiendo misericordia. Una
reparacin legal en estos casos era cosa remota. Los jueces locales slo perciban
salarios de 16 libras mensuales y dependan del soborno para poder vivir. Con todo
el dinero y el poder en manos de las firmas de caucho, poca esperanza quedaba que
se hiciese justicia.
Visit en la crcel de Riberalta a un francs que haba asesinado a su
empleado en un arranque de celos. Mientras estaba en prisin, fue alimentado por
su mujer, a quien un da cogi y estrangul, por lo cual fue condenado a muerte.
Escap y huy a Brasil, gracias al juez que le vendi una lima!
Por lo general, un soborno ofrecido directamente era considerado un insulto. El
mtodo corriente consista en comprar a un precio enorme algn maderaje u otros
artculos que pertenecieran al juez. En casos legales, ambas partes haran postura
por los bienes y, desde luego, ganara el que haca la mejor oferta. Antes de

74

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condenar esta corrupcin descarada, recordad que estos lugares estaban


increblemente lejos y eran extremadamente primitivos, y, no est de ms decirlo, lo
mismo suceda ordinariamente en Inglaterra antes de la poca industrial.
Una vez en manos de una firma grande, era difcil para cualquier hombre,
blanco o negro, el partir contra la voluntad de sus empleadores. Para ilustrar esto,
un ingls de Riberalta me narr la siguiente historia:
Viaj en el Orton con un hombre que haba dejado su trabajo en una
conocida firma, retirndose con una economa de ms o menos 350 libras. Era un
hombre muy til y ellos no queran perderlo. Lo conquistaron para que bajara a
tierra a una de las barracas de la firma, donde lo emborracharon.
As lo mantuvieron por tres das, tan borracho que no saba lo que estaba
haciendo. Transcurrido este lapso, permitieron que volviera a su juicio y pusieren
bajo su nariz una factura por 75 libras ms que el total de sus economas. Qu
poda hacer? Ninguna corte habra defendido su caso si l hubiese presentado una
queja contra los estafadores. Probablemente, ninguna corte lo habra siquiera
escuchado. Se vi obligado a vender su esposa y su hija para cancelar la deuda, y
despus regresar ro arriba a su labor. Fue entonces cuando le conoc, y lo que ms
lo enojaba al contar su historia no era tanto el engao de que haba sido vctima,
sino que su gente se hubiese ido por un precio tan nfimo.
Yo le hice notar que esto era en gran parte slo culpa de l. Mal que mal, l no
era esclavo.
Sin embargo, es lo mismo replic el ingls. No vaya a creer que los
hombres blancos jams son vendidos como esclavos. Hay el conocido caso de dos
hermanos que descendieron por el Beni para negociar. Se detuvieron en una
barraca en que se estaba jugando fuerte, se vieron mezclados en un juego de pquer
y el mayor de ellos perdi grandes sumas. Al da siguiente, cuando el menor trat de
entrar al barco, el mayordomo lo cogi, lo lanz a tierra y comenz a darle de
latigazos. Su hermano mayor lo haba vendido para cancelar su deuda! Al or esto,
el menor se enfureci y tuvieron que propinarle 600 latigazos para aplacarlo. Creo
que finalmente se escap, pero lo que sucedi despus no lo s. En todo caso, creo
que no sentira mucho cario fraternal.
Dos de las grandes firmas de Riberalta mantenan fuerzas de villanos armados
para dar caza a los indios, y realizaban una cacera al por mayor. Los infelices
cautivos eran llevados a trabajar tan lejos de sus tribus, que perdan e sentido de
orientacin y se les haca muy difcil huir. Se les proporcionaban una camisa, las
herramientas necesarias, una porcin de arroz y se les ordenaba producir un total
anual de ms o menos setecientas libras de caucho, bajo amenaza de azotes. Esto
puede no parecer mucho, pero los rboles de caucho estaban muy dispersos en un

75

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rea enorme, y era necesaria una labor incesante para localizarlos y trabajarlos.
Con el auge de precio del caucho en aquellos das, el sistema trajo inmensos beneficios a las firmas.
Mientras ms capaz era un hombre, ms difcil le era escapar de las garras de
las empresas gomeras. Blanco, negro o indio, una vez endeudado, tena pocas
esperanzas de recuperar alguna vez su libertad. Se otorgaban generosamente los
crditos para tender un lazo a los hombres. Para una firma era fcil, ya que adems
de pagar los salarios, lo provea de todas las necesidades y deduca el costo de
aqullas, para arreglar la cuenta en forma tal, que el hombre siempre quedaba debiendo y por lo tanto siempre sirviente. Pero esto no era verdadera esclavitud;
despus de todo, al tipo se le pagaba. Virtualmente era un prisionero, pero no un
esclavo. La esclavitud abierta era otra cosa, pero no haba ningn hombre que
estuviera libre de ese peligro.
George Morgan, un negro, fue comprado por uno de los ingleses de Riberalta
el bestial en 30 libras. Tratado miserablemente, no tena otra perspectiva que la
esclavitud y, posiblemente, habra sido vendido ro arriba a una barraca, donde
sera tratado peor que lo que era a manos del demonio humano a quien perteneca.
El otro ingls y el alemn residentes firmaron una peticin al gobierno para que
ordenara su libertad y enviaron copias a Lima y a Inglaterra, pero nada se hizo.
Quizs las cartas jams salieron.
Adems de pasar veinticuatro horas en los cepos del puesto de polica, los
deudores tenan que pagar con trabajo lo que deban a sus acreedores. Un empleado
peruano de una barraca muri, y su mujer y seis nios que vivan en Riberalta
fueron cogidos y enviados a la esclavitud en otra barraca de la misma firma. Esta es
la realidad.
Un alemn, en deuda con una firma grande, fue llevado a una de las barracas
ms aisladas, en la que haban muerto todos los dems trabajadores. No haba
esperanza de poder escapar de este lugar. Un ingls llamado Pae puso un negocio en
Riberalta, despertando la envidia de las casas ms grandes. Vendieron ms barato
que l, lo arruinaron, lo endeudaron y, finalmente, tuvo que emplearse por un
salario nominal; no estaba convertido en un esclavo propiamente hablando, pero se
encontraba atado sin esperanza.
Podra citar caso tras caso, no de odas, sino por conocimiento personal. Esta
historia repugnante no tiene fin, porque Riberalta era solamente uno de los sitios en
ese infierno donde tales cosas ocurran. Si un hombre fugitivo sobreviva lo suficiente para ser cazado y trado de vuelta, reciba como castigo por lo menos mil
azotes, o tanto como se consideraba que poda soportar sin perecer. Las atrocidades
descubiertas por Sir Roger Casement en Putumayo, Per, eran solamente una parte

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de la terrible historia. La esclavitud, la efusin de sangre y el vicio reinaban como


seores absolutos de los ros, y no habr nada que los detenga, hasta que el precio
del caucho se normalice. Los peones del ro Madeira tenan un trmino medio de
vida de trabajo de cinco aos. En los otros ros este promedio suba un poco. Al este
de Sorata era rarsimo encontrar una persona anciana de cualquier sexo. Amrica
del Sur no es un pas de proporciones mediocres; todo se hace en gran escala, y las
atrocidades de la poca del auge del caucho no eran una excepcin.
En Santa Cruz, una pequea aldea distante solamente diez millas de Riberalta,
se producan muchas muertes a causa de un tipo peculiar de fiebre que no ha sido
jams clasificada. Con un verdadero espritu de empresa local, el cura de la aldea
explotaba la epidemia para labrar su fortuna. Divida el camposanto en tres
secciones: Cielo, Purgatorio e Infierno, y de acuerdo con esto cobraba por el funeral!
El 25 de septiembre abandonamos Riberalta en un pequeo bateln con diez
indios ixamas y ocho indios tumupasas, un piloto y un joven oficial del ejrcito, que
actuaba como intrprete, ya que su padre era un escocs que vivi toda su vida en
La Paz y su madre era boliviana. Este joven oficial result ser un buen compaero,
cuanto estaba sobrio.
El da despus que partimos entramos al Orton, un ro famoso por sus
obstculos ocultos, piraas, candirus, cocodrilos, anacondas, rayas y moscas, como
tambin por la total ausencia de caza. Result ser un torrente muy lento que se
deslizaba entre altas riberas a orillas de extensos pantanos, y, adems de reunir
todas las peores caractersticas de los ros amaznicos, era navegable en lancha solo
durante la estacin lluviosa. Los mosquitos se cernan sobre nosotros formando
verdaderas nubes. Nos forzaban a cerrar ambos extremos de la cubierta de hojas de
palma del bateln con redes para mosquitos, y a usar velos para el rostro, pero a
pesar de todas nuestras precauciones, muy pronto nuestras manos y cara se transformaron en una masa de diminutas ampollas de sangre, que nos producan gran
escozor.
Aqu omos por primera vez al pjaro seringero, que emite tres notas bajas en
crescendo seguidas por un Juit, uio y un grito penetrante. Es un ave activa y
alegre, del tamao de un zorzal, y su presencia indica la proximidad de rboles de
caucho, pues se presume que se alimenta de los parsitos que encuentra en ellos.
Los colectores de caucho, llamados seringeros, escuchan el grito del pjaro para
orientarse cuando andan en busca de rboles.
En una barraca llamada Palestina encontramos vestigios de la lucha con Brasil
en 1903, la que condujo a la revisin de los lmites fronterizos. El lugar estaba
fortificado y atrincherado, y desde all sala una huella que conduca a travs de la

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selva hasta el ro Abuna, y hasta el Acre en Capatara, ms abajo de la ciudad


brasilea de Xapury. Debo confesar que las trincheras no me impresionaron y puse
en duda la experiencia y el conocimiento de los oficiales responsables de ellas.
Estaban trazadas de acuerdo a esos antiguos planos que se encuentran en los textos
de estudio y podan ser fcilmente enfiladas.
No haba muchos signos de atrocidades en el ro Orton; al parecer, slo se usaba
el ltigo cuando haban fracasado los otros medios. Tampoco se vea en ninguna
parte el sistema de esclavitud, aunque sabamos que all exista. Bastante cerca, en
el Madre de Dios, haba una barraca que no explotaba el caucho, sino que criaba
nios para el mercado de esclavos. Se deca que existan all alrededor de
seiscientas mujeres! La mayora de los empresarios y mayorales eran deshonestos,
cobardes y brutales, totalmente inadecuados para el control del trabajo, aunque
todava una chispa de decencia les impeda practicar abiertamente sus brutalidades.
Nunca se cansaban de repetirme que los mestizos y los indios entendan solo con el
ltigo. La mitad de ellos tambin eran mestizos; en cuanto a los indios, mi propia
experiencia me ratific una y otra vez la rapidez con que respondan a un
tratamiento decente.
Fu en Palestina, segn dicen, donde el hombre que inici el negocio del caucho
en el Orton y, en realidad en toda Bolivia, acostumbraba a flagelar a los hombres
hasta matarlos, o a veces, para variar, los ataba de pies y manos y los arrojaba al
ro. Los ms afortunados eran aquellos sometidos a este ltimo castigo! Me encontr
con un ingls que se emple una vez donde este hombre y me cont estos crmenes
de alienado. El tambin pareca cortado con la misma tijera.
Las moscas casi nos hicieron enloquecer; no se poda descansar de ellas, porque
atacaban tanto de da como de noche. Mis tormentos se hacan casi insoportables
cuando tena que hacer observaciones, pues no poda proteger mi rostro y mis manos
desnudas.
El bateln haca agua y chocaba continuamente con obstculos sumergidos. El
calafateo con estopa era un trabajo del cual no se poda descansar ni siquiera una
hora. Las aberturas de los tablones eran tan anchas, que la estopa se sala muy
pronto. Dan, el anglo boliviano, se mantuvo tranquilo los dos primeros das,
convaleciendo de su ltimo ataque de ebriedad en Riberalta. Despus, cuando su
cabeza se despej, se transform en un estorbo y yo tuve que reprenderlo
severamente. Por lo dems, era un muchacho alegre.
Dejamos atrs una barraca tras otra, y generalmente nos detenamos a comer
o, si estaban abandonadas, cogamos papayas y otras frutas de las frtiles
plantaciones. Algunas veces acampbamos en una faja de playa arenosa; otras,
dormamos en el interior de una choza poblada de insectos. Una o dos veces nuestro

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campamento fue invadido por un vasto ejrcito de hormigas que se abalanzaban por
doquiera destruyendo a su paso a toda criatura viviente. El calor era sofocante, y
rara vez podamos baamos en el ro a causa de las mortferas piraas y rayas. La
terrible monotona de las selvas que se extendan hasta el lmite del agua en ambas
riberas se suceda sin interrupcin, excepto cuando se haba cortado un claro para
establecer una barraca que pareca, con su barda y sus caas, formar parte de la
selva misma. A veces creamos perder el juicio con las plagas de insectos.
Encontramos a la mujer del sobrino del general Pando viviendo con su familia
en la barraca de Trinidad, en medio de un lujo que sera imposible procurarse en
Riberalta. Tenan sus propias plantaciones, gallinero y ganado, que haban sido
transportados durante la estacin seca, cuando los caminos eran transitables. Aqu
nos atendieron a cuerpo de rey y durante un da o dos pudimos olvidar las
vicisitudes del viaje.
Una dama de la barraca era vctima de un caso avanzado de espundia al odo,
enfermedad muy comn en estas regiones. En esa poca, y aun mucho despus, no
se saba que era producida por el microbio Leishmann Donovan y que era la misma
enfermedad llamada Bouton de Biskra, en Trpoli, y Delhi Boil, en India. Por medio
de un tratamiento drstico y doloroso puede ser curada en diez das; en casos
avanzados se prolonga hasta seis meses, porque reacciona ante el metileno y
antispticos poderosos. En las selvas donde se le deja seguir su curso se desarrolla
hasta formar crecimientos faciales horribles o una masa de corrupcin leprosa en
piernas y brazos.
Se contaba un caso extrao de un mozo (como se acostumbra llamar al pen en
Bolivia) que fue mordido por una serpiente venenosa. El veneno no fue lo
suficientemente poderoso para matarlo, pero fu causa de que dos de sus dedos se
secaran y cayeran Las muertes por mordeduras de reptiles son muy frecuentes,
porque todos andan descalzos. Sin proteccin, aun el andarn ms cuidadoso corre
grandes riesgos, porque estas serpientes son diminutas pero mortales. Hay tantos y
tan variados reptiles, -que es probable que an no se conozcan todos ni estn
clasificados.
En Trinidad nos facilitaron revistas inglesas y un ejemplar de Martin
Chuzzlewit. Estbamos hambrientos de lectura. Leimos y volvimos a leer cada
pgina, cada aviso, aun el pie de imprenta. Estaban llenas de orificios de termitas y
manchadas de humedad, pero para nosotros eran ms valiosas que el oro!
El ro Tahuamanu haba crecido con las lluvias recientes cuando comenzamos
su ascenso; sin embargo, la travesa fue difcil. rboles cados bloqueaban el paso, y
los obstculos se erizaban frente a nosotros. Continuamente necesitbamos trabajar
con el hacha para abrirnos camino y estbamos exhaustos cuando alcanzamos

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aguas relativamente claras. Nuestros ocho indios resultaron ser buenos


trabajadores, pero casi los perdimos porque una noche llenaron la pipa de Willis con
barro para hacerle una broma, y al da siguiente Willis se desquit a garrotazo
limpio. Si hubiesen sido capaces de abandonarnos y de regresar, estoy seguro de que
lo habran hecho sin vacilaciones; las cosas se calmaron, sin embargo, y cuando sus
espaldas magulladas estuvieron mejor, volvieron al trabajo. Para decir la verdad,
estos indios tumupasas se haban puesto bastantes insolentes, y los garrotazos de
Willis les hicieron mucho bien.
En las selvas se cree que todos los gringos saben algo de medicina, y por lo
tanto en la barraca de Bellavista me pidieron que tratara a un enfermo de fiebre de
agua negra, enfermedad poco comn aqu. Creo que este caso se produjo bebiendo
agua de un pozo sucio y estancado. Llevaba conmigo un pequeo libro de medicina
en que estudi los mtodos de tratamiento, y tuve xito! Posiblemente fue un caso
de curacin por la fe, pero lo importante es que el hombre mejor.
Cuarenta y tres das de penoso avance, sufriendo la tortura continua de
moscas y abejas diminutas y de mortal monotona, nos condujeron a Porvenir. La
aldea si merece llamarse as se compona solamente de dos chozas; pero una de
ellas tena dos pisos, de manera que no era una choza ordinaria. El bateln regres
ro abajo, a Riberalta, pero los ocho indios tumupasas se quedaron con nosotros para
transportar una cantidad de mercadera por tierra hasta Cobija, a veinte millas de
distancia. Envi a Dan a Cobija para procurarse muas para el transporte de
nuestro equipo.
El Tahuamanu estaba extensamente trabajado por las firmas gomeras, y en
todas las chacras haba pltanos y papayas. Como Willis era no solamente un buen
cocinero, sino tambin un hbil pescador, estbamos bien equipados de alimento.
Vivamos tan bien, en realidad, que la noticia pronto lleg a Cobija y recibimos un
verdadero tropel de soldados medio muertos de hambre, acompaados de los
habitantes de ese lugar, que nos suplicaron que les disemos comida y bebida. Gracias a nuestros indios pudimos festejarlos cuando llegaron, porque justamente
haban capturado una anaconda de doce pies, magnfica serpiente roja, verde y
amarilla, y de buen sabor.
Cobija est en la frontera entre Bolivia y Brasil; el lmite es el ro Acre. En el
camino desde Porvenir, cuando pasamos frente a la tumba del coronel Aramallo,
muerto en la lucha de 1903, uno de los soldados que escoltaban nuestras muas de
carga se separ del grupo y se arroj sobre la tumba con una pena casi histrica.
Esto me interes, porque a los bolivianos les gusta declarar que el indio es incapaz
de sentir afecto. Me contaron que este soldado indio demostraba esta misma
afliccin cada vez que pasaba frente a la tumba. Cuando llegamos a nuestro

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destino, nos sentimos inclinados a demostrar tambin nuestra pena, porque de


todos los lugares abandonados, Cobija debe ser el peor!
Era un puerto fluvial de cierta importancia, pues su elevacin de menos de
ochocientos pies sobre el nivel del mar permita navegar ininterrumpidamente
hasta el Atlntico. Haba sido una barraca que fuera abandonada. En 1903 la capturaron los brasileos; despus fueron expulsados por los bolivianos, que atacaron
con indios. Incendiaron las cabaas con flechas ardientes envueltas en algodn
empapado en petrleo y despus mataron a los defensores cuando stos se vieron
obligados a huir a campo abierto. No escap ni un solo brasileo. Cuando nosotros
llegamos tres aos despus, los esqueletos todava cubran el terreno.
Nuevamente los brasileos ocupaban el lugar, pero esta vez como trabajadores, y
aqu y en la regin del Purus sumaban alrededor de sesenta mil.
Por fin se mitig mi ansiedad por los instrumentos. No haba cronmetros, pues
se haban robado uno, y el otro estaba siendo reparado en Mhaos, y el nico
teodolito estaba tan terriblemente daado que resultaba imposible usarlo. El
trazado de la frontera trabajo, importante, si no vital para Bolivia debi ser
efectuado con mi propio sextante y mi reloj cronmetro. Decid que deba efectuar la
labor, pese a la falta de inters y a la ineficacia de las autoridades responsables.
Pero admito que por un momento me sent tan desilusionado, que tuve la tentacin
de abandonarlo todo.
Las grandes lanchas que trabajaban ro arriba, ms all de Cobija, cobraban
tarifas de flete fabulosas ganando a menudo ms del ciento por ciento en cada
viaje, pero en la estacin seca, en abril a noviembre, toda comunicacin quedaba
cortada, excepto para canoas y pequeos botes conocidos con el nombre de igarits.
Sirios y armenios pululaban en el ro durante la poca del trfico; sus batelones
estaban atestados de mercadera barata, que cambiaban por caucho. Hacan fortuna
mucho ms rpidamente que sus hermanos, los infatigables mercachuleros de las
tierras altas. Cuando el trnsito del ro estaba en su apogeo, Cobija no pareca tan
aburrida.
Como estacin colectora de caucho de dos firmas importantes, Cobija posea
una guarnicin de veinte soldados y treinta civiles, gobernados por un intendente
borracho, que era mayor de ejrcito. Haba uno o dos extranjeros, buenos camaradas,
pero amigos de la botella. Por lo menos veinte de los cincuenta habitantes estaban
atacados de beriberi y algunos de beriberi galopante, un tipo particularmente rpido
que se llevaba a sus vctimas en un lapso de veinte minutos a veinte horas. Cada
soldado de la guarnicin reciba semanalmente raciones de dos libras de arroz, dos
pequeas latas de sardinas y media lata de camarones cocidos. Con esto deba vivir.
Me dej atnito la idea de que hombres que llevaban una vida tan extenuante,

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pudiesen mantenerse en condiciones con tal racin. Por eso no es de extraar que
arrasaran con - las vituallas que habamos trado; dejamos que los hombres
comieran a su antojo.
El mdico residente de la estacin de Surez, que deca haber estudiado todas
las enfermedades locales, me cont que el beriberi se produca por la alimentacin
deficiente, la bebida y la debilidad, y que su bacilo se transmita por contagio,
aunque nadie sabe cmo. l dijo que suceda lo mismo con la espundia.
Esperen hasta llegar al Abuna fue su alegre advertencia. Hay una
especie de ttanos muy difundido all, que es fatal casi inmediatamente.
El beriberi y otras enfermedades ocasionaban un trmino medio de
fallecimientos por ao de casi la mitad de la poblacin de Cobija. Una cifra
aterradora! No es de admirarse, porque fuera de unos pocos patos y pollos, todo lo
que tenan era arroz y charqui incomible. Las selvas posean abundancia de caza,
pero la gente de Cobija estaba demasiado dbil y enferma para salir a cazar.
El intendente, un rufin sin educacin, que apenas saba firmar si nombre, era
aficionado a las cartas. Estbamos alojados slo a un paso de la cabaa que serva
de cuartel, y una noche le omos ordenar a su subalterno que jugase con l una
partida de naipes. El subalterno rehus; hubo rugidos de borracho rabioso y el joven
oficial abandon la cabaa disgustado. El intendente desenvain su espada
enmohecida y sali detrs del subalterno, que estaba parado al lado de la puerta de
la barraca, le di un puntapi en la ingle y despus castig al joven con su espada
hirindolo gravemente. Al escuchar el bullicio, el secretario del intendente corri a
ver lo que ocurra, y fue lo bastante cndido como para reprochar a su superior.
Entonces el intendente carg contra l, persiguindolo alrededor de la choza,
propinndole al pobre tipo sablazos con ambas manos. Si alguno lo hubiese
alcanzado, habra podido cortarle en dos. El nico refugio que pudo encontrar el
secretario fue nuestro cuarto y, ah se precipit con el rostro blanco a solicitar
nuestra ayuda.
Casi pisndole los talones al secretario, entr el intendente.
Dnde est ese cochino tal por cul? rugi. Dnde lo han escondido,
ustedes, gringos?
Quieto respond. Debera sentirse avergonzado de atacar con su espada a
hombres indefensos.
Vio a su tembloroso secretario en un rincn obscuro y me dio un empujn, pero
yo lo resist.
El intendente me lanz un juramento obsceno y puso la mano sobre su
pistolera.
Ya te voy a ensear, condenado gringo entrometido chill.

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Cuando sac su revlver, le retorc la mueca y l arroj el arma.


En ese mismo instante el subalterno herido entr con algunos soldados, que
cogieron al intendente, que luchaba y maldeca. Lo arrastraron hasta el cuartel y
all lo ataron en un lecho hasta que se le pasara la borrachera.
A esto, sigui una investigacin oficial y sali a luz que el intendente, teniendo
su crdito copado, le haba pedido a la casa de Surez varios cajones con licores,
ostensiblemente para los ingenieros ingleses. Vendi todas las mercaderas a que
pudo echar mano e hizo un desfalco con dinero fiscal; as tuvo la oportunidad de
beber a nuestras expensas. Escrib inmediatamente al general' Pando, protestando
enrgicamente, porque haba cuentas de bebida con cargo a la expedicin. Poco
despus lleg desde Rurenabaque un nuevo intendente, hombre decente, de quien
me hice muy amigo.
Segn el cambio oficial, la libra esterlina estaba a 12,50 bolivianos, pero aqu
en el Acre descubr que nuestros soberanos de oro valan slo cuatro bolivianos, lo
que disminua en forma alarmante nuestro poder adquisitivo. Por primera vez en mi
vida pude ver que el oro estaba en desventaja. Jams he descubierto a qu se debi
esto.
No deseaba perder tiempo en Cobija; muy pronto termin las investigaciones y
el trabajo topogrfico que deba efectuar en los alrededores. Las lluvias eran ya
intensas, el ro creca y disminua espasmdicamente y por ese motivo tenamos
esperanzas de procurarnos lanchas. En ese tiempo despach un plano al general
Pando para establecer un ferrocarril de trocha angosta entre Porvenir y Cobija.
Adems, trazamos planes para nuestra partida ro arriba, con el objeto de dibujar el
mapa hasta su misma fuente.
La muerte prematura de un gran pato, a consecuencias de una enfermedad
desconocida, di la oportunidad de ofrecer un banquete a los principales miembros
de la comunidad. El ave muerta me cost una libra y agregu un pollo, por el que
tuve que pagar treinta chelines. Compramos huevos a dos chelines cada uno; de
nuestros propios vveres sacamos langosta y fruta en conserva. Bebimos quince
botellas de champaa, seis de gin, una de brandy y tres de ron para acompaar el
caf. Willis fu el encargado de procurarse todas estas cosas, porque l era capaz de
olfatear la pista del alimento y bebida tan bien como un sabueso huele la pista de un
conejo. Los huspedes no tuvieron ninguna dificultad en atacar l men, y yo, que no
gusto del licor, no tuve necesidad de ayudarlos. Aun ordenaron ms vveres para que
siguiera la fiesta. Naturalmente a crdito!
Dos das despus lleg una lancha al puerto, remolcando una balsa cargada con
mercancas, y la tripulacin nos cont que el sacerdote viajero del Acre vena ro
arriba. Haba estado colectando fondos para la catedral de Manaos, desde haca

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tanto tiempo que nadie era capaz de recordar. Se deca que reuna alrededor de mil
libras por viaje; bendeca matrimonios a razn de 30 libras cada uno, deca misa por
6 libras; los bautizos y los entierros costaban 10 libras. Adems, ofreca conciertos de
harmonio o de fongrafo a razn de siete chelines y seis peniques por cabeza; los
oyentes deban traer sus propios asientos.
El caucho era un extraordinario negocio en el Acre. Los siringueros brasileos
que lo explotaban eran libres y no estaban constreidos en ninguna forma fuera de
un contrato; cada uno de ellos ganaba entre quinientas y mil quinientas libras al
ao. Estaban bien alimentados, vestidos y armados; vivan en centros, cabaas
levantadas en la ribera del ro muy prximas a sus estradas o circuitos de ciento
cincuenta rboles cada uno. Algunos eran hombres educados y la mayora posea un
fongrafo. El ltigo era desconocido aqu y no haba trfico regular de esclavos, pero
algunas veces cazaban a los salvajes vendindolos en 60 libras cada uno. No se
practicaba mucho este comercio, debido principalmente a que las tribus, con toda
cordura, haban emigrado de la regin.
La pascua de 1906 fue celebrada con otro banquete, esta vez en casa de un
comerciante. Me obligaron a pronunciar un discurso. Mi creciente conocimiento del
espaol me permiti hablar sin temer un fracaso. Todos los huspedes se las arreglaron durante la velada para hacer uso de la palabra, como se dice en espaol, y
cada discurso fue prcticamente idntico; hubo muchos golpes en el pecho, gran
empleo de las palabras corazn y nobles sentimientos. Todos los discursos se
aplaudan con estruendosas descargas de los rifles de los huspedes. Nadie se
preocupaba adonde iban a parar las balas! Hubo msica, danza y bebida sin tasa. A
las cuatro de la madrugada los huspedes que an estaban conscientes fueron a otra
casa a beber cerveza, y de all salieron slo tres: yo, Dan y un peruano llamado
Donayre.
Al da siguiente abandonamos Cobija en medio de una descarga de despedida.
Acompaamos al seor Donayre rio arriba en su embarcacin.

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Capitulo VII
EL ACRE
EL S E O R D O N AY RE , G ER EN T E de una barraca situada a algunos
das de viaje ro arriba, era un hombre interesante. Una vez la firma alemana con
que trabajaba en el Purus lo envi al Putumayo a establecer contacto con los indios
de ese ro, aprender su dialecto e informar sobre caucho y su comercio. En una tribu
grande se le di una esposa y permaneci all durante dos aos.
Esa gente era canbal me cont. Muchas veces he visto cocinar trozos de
hombres, de hombres blancos. No gustaban mucho de comer blancos; preferan a los
individuos de otras tribus indias. El sabor de la carne es semejante al de la de mono.
Prob usted mismo alguna vez de esa carne? pregunt.

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Recuerde que viva con ellos y tena que adoptar sus hbitos. Si hubiese
rehusado imitar lo que ellos hacan, no estara aqu para contar el cuento.
En qu estado de desarrollo estaban esos indios. . ., quiero decir, mental y
socialmente?
Oh, eran muy inteligentes. Tenan un gobierno organizado, y aunque cada
comunidad por separado elega su propio jefe, exista un jefe supremo que actuaba
como rey sobre toda la tribu. Algunas veces incineraban a sus muertos, pero generalmente se los coman. Haba bastantes mujeres, y aunque se practicaba la
poligamia, posean una moral muy elevada.
Es fcil condenar al canibalismo como repugnante, mayor; pero si uno se pone
a reflexionar, es peor comerse a un hombre muerto que a un animal o a un pjaro
muerto? Por lo menos el canibalismo da un motivo razonable para matar a un
hombre, que es mucho ms de lo que puede decirse de una guerra civilizada.
Adems, es un medio conveniente para librarse de los muertos sin ocupar terreno
valioso y viciar el aire puro enterrando al cadver. Por supuesto, todo es cuestin de
apreciacin. Nuestro primer pensamiento es que el canibalismo es repugnante, pero
si uno se familiariza con la prctica, tiene muy poco que objetar.
Por qu causa los abandon?
Mi esposa me cont que haba un proyecto de matar a todos los hombres
blancos. Pensaban que las brutalidades que los blancos practicaban con los indios
eran un intento para exterminarlos, y estaban ansiosos de vengarse. Supongo que
ellos no deseaban matarme, pero como era blanco, deba ser eliminado con el resto
de mi raza. En todo caso escap sin dificultades y sent dejarlos. La vida salvaje
tiene sus compensaciones; mientras ms civilizado es un hombre, ms fcilmente
puede desligarse del antiguo molde y vivir una existencia de extrema simplicidad.
La mayora de los blancos que he encontrado transformados en salvajes eran gente
con buena educacin. Parece que ellos son los ms adaptables.
"Usted encuentra blancos transformados en indios y muchas veces ve indios
que son blancos. Yo los he visto; son gente de cabello rojo y ojos azules, como
gringos. Pregunte a cualquiera de los hombres de las barracas brasileas que hay
por estos lados y le repetirn lo mismo que le estoy contando.
Esta fue la primera vez que o hablar de los indios blancos.
Tambin los he visto, y ms adelante tendr bastante que agregar sobre esta
materia.
Entre el Purus y el Acre haba una gran rea triangular que Bolivia haba
vendido al Brasil en dos millones de libras. En menos de tres aos Brasil obtuvo en
caucho mucho ms que este valor. Yo mismo vi hacinamientos de caucho que valan
ms de setenta mil libras, esperando en las barracas las lanchas que lo

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transportaran a Manaos. Como he dicho, los propietarios calculaban como


ganancia por viaje el ciento por ciento del valor del caucho, siempre que se tuviera
xito en la travesa. Suceda algunas veces, entre mayo y diciembre, que las lanchas
quedaban varadas cuando el ro disminua de caudal. Los troncos hundidos en el ro
Acre a menudo rompan las paletas de las hlices, de manera que tenan que llevar
muchas de repuesto. Se di el caso de una gran embarcacin que perdi treinta y
dos hlices en un solo viaje! El ancho del ro no pasaba de cincuenta yardas, y las
embarcaciones de gran calado slo podan navegar cuando la corriente, llena de
obstculos, se elevaba, debido a las lluvias, por lo menos veinticinco pies. Aun en
esta poca, sus muchos pequeos rpidos eran difciles de sortear.
Al otro lado de la frontera, en territorio brasileo, todas las casas estaban bien
construidas y bien amobladas. En Porto Carlos, una gran barraca brasilea donde
finalizaba la navegacin a lancha, el propietario y su familia vivan con gran lujo en
una hermosa casa, con abundancia de todo, incluso de mucho ganado trado desde
Manaos.
La etiqueta riberea frunca el ceo al viajero que rehusaba detenerse en estas
barracas y centros, para beber por lo menos una taza de caf con los residentes.
Gente tan aislada estaba hambrienta por tener noticias del mundo exterior, y sta
era su nica esperanza de obtenerlas. Ver un rostro nuevo, entretenerse con
conversacin de actualidad significaba sentir una vez ms el contacto de la remota
civilizacin. En nuestra travesa ro arriba nos detuvimos en unos cuantos lugares,
pero all no se vea un alma, pues, al parecer, todos estaban ocupados en las
estradas. Caucho valioso, escopetas, ropas, gramfonos y especies de todas clases
yacan abandonados y podan ser robados, pero nada jams se toc. Algunas veces se
encontraba un letrero que deca: Todo aqu tiene dueo, pero este aviso era casi
innecesario, pues el robo era considerado por todos como un crimen tan horrendo,
que nadie pensaba cometerlo. El asesinato y la violacin se toleraban, pero jams el
robo! En un centro mucho ms arriba, el propietario pareca haber sido asesinado,
porque las enredaderas cubran la cabaa y las hierbas haban crecido sobre las
bolachas de caucho. Sin embargo, nada haba sido tocado. Una bolacha de caucho
vala en ese tiempo 30 libras y era fcil llevrsela flotando detrs de una canoa.
En esta parte del ro los salvajes no eran numerosos, aunque o quejas de
bandas aisladas que se dejaban caer sobre los centros y se apoderaban de todos los
artculos de metal de que podan echar mano, llegando hasta a atacar y dar muerte
a los colectores de caucho. La que fue antes una gran poblacin nativa estaba ahora
muy reducida a causa de la lucha con los blancos y muchos de los sobrevivientes se
haban retirado para establecerse en regiones remotas, ro arriba.
Pasamos la noche en un centro donde se haba reunido una veintena de

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colectores de caucho para celebrar el ao nuevo. La choza era una sola habitacin
colocada sobre pilotes, a seis pies del suelo, porque los brasileos, sabiamente,
evitan dormir a nivel de la tierra. Pasamos una noche bastante buena, con excepcin
de Willis, que quiso colgar su hamaca debajo del piso de la cabaa porque tema a la
lluvia. El piso estaba construido con tablillas ampliamente esparcidas de madera de
palma fibrosa, de manera que el interior no estaba en absoluto separado
hermticamente del exterior, ni Willis de nosotros. Despus de acostarme en mi
hamaca, escuch durante mucho rato los gargajeos y salivazos ruidosos de los brasileos, y Willis, que estaba justamente bajo la lnea de fuego, lanzaba amargas
maldiciones.
Cerca de este lugar viva la mujer ms hermosa que yo haya visto. Era una
mestiza brasilea, de pelo negro, largo y sedoso, de rasgos perfectos y con un cuerpo
magnfico. Sus ojos negros y enormes habran incluso tentado a un santo, esto sin
mencionar su influjo sobre un latino inflamable de las selvas tropicales. Me dijeron
que por lo menos ocho hombres haban muerto luchando por su amor y que ella
misma haba acuchillado a uno o dos. Era una diablesa, el prototipo viviente de la
nia de las selvas de las novelas y del cinematgrafo, y, por ms de un motivo,
peligrosa de contemplar. Doce hombres la haban posedo hasta entonces y
probablemente muchos ms seguiran despus.
Una noche acampamos en las selvas, cerca de la desembocadura del ro Yalu.
Al meterme en mi saco de dormir, algo corri por mi hombro y por mi cuello, algo
peludo y repugnante. Lo arroj y, sobre el dorso de mi otra mano, cay una
gigantesca araa apazanca. Se me adhiri tenazmente mientras yo trataba de
arrojarla, cayendo finalmente al suelo. Fue una gran suerte que el bicho no me
picase, pues esta especie es muy venenosa y algunas veces puede matar a un
hombre.
En Rosario, mientras esperbamos algunos das las disposiciones para
continuar ro arriba, lleg un boliviano, miembro de una expedicin que haba
ascendido el Tahuamanu seis semanas antes. Me cont que treinta y seis das para
arriba, desde Porvenir, encontraron un amplio sendero indio, lo siguieron hacia el
oeste, hasta el ro Yacu tributario del Purus, y capturaron un buen nmero de
salvajes. Por supuesto, la expedicin era para capturar esclavos. Mataron muchos
indios, pero tambin perdieron muchos de sus propios hombres. El producto del
viaje fue vendido con provecho y los sobrevivientes se sintieron muy afortunados por
haber regresado con vida, pues no siempre estas expediciones eran tan favorables.
Hubo una expedicin de no menos de ochenta hombres me cont el
boliviano. Cruz desde el Tahuamanu hasta el ro de Piedras o Tabatinga, que
tiene su fuente no lejos de la del Acre y del Purs y desemboca en el Madre de Dios,

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cerca de Maldonado. Pese a lo numerosa, fueron asesinados con flechas


envenenadas tantos participantes, que el resto abandon el viaje y regres. Hay una
tribu all llamada los iaparis, gente de cutis claro, a la que no le gusta ser molestada, y es probable que fueran ellos los que atacaron.
Donayre se vea desgastado, lo que me hizo sospechar que tena gusanos. Le di
remedios y se estableci mi reputacin como mdico cuando l qued completamente
sano de una dolencia que lo haba molestado durante meses. Insisti mucho
persuadindome de que le aceptara honorarios en caucho por valor de seis contos o
360 libras, y estall en lgrimas cuando yo rehus.
Me pedan, incluso me rogaban una y otra vez, que levantara un plano de
concesiones de caucho por honorarios fabulosos. Si no hubiese tenido otra labor,
habra aceptado. Una vez me ofrecieron el equivalente de 5.400 libras esterlinas por
una agrimensura que hubiese podido realizar en tres semanas. Siempre se exiga el
mapa de una concesin antes que sta fuese legalmente vlida. Los agrimensores
titulados tenan demasiado miedo a las enfermedades y los salvajes para arriesgar
su vida en estas regiones, aun cuando en muy poco tiempo podran haber hecho
fortuna. En lo que se refiere a salvajes, creo que no encontramos a ms de media
docena en todo el territorio, entre Rosario y la fuente del Acre. Los aterrorizaba la
vista de los rifles y desaparecan apenas los avistbamos. Lo ltimo que se me
hubiera ocurrido habra sido dispararles.
Haba muchas evidencias de que la industria cauchera en el Acre estaba
decayendo; en realidad, estaba agonizando, como tambin en toda Bolivia. Aun
haba bastante demanda y los precios eran altos, pero las plagas de insectos y los
cerdos ocasionaban daos indescriptibles en los rboles adultos, y los nuevos
alcanzaban una altura de cinco a seis pies, marchitndose despus y muriendo. A
menudo me preguntaba por qu no se plantaba hevea, pero me dijeron que el ensayo
haba resultado un fracaso. Posiblemente se hubiesen podido vencer las dificultades,
de no mediar el deseo general de enriquecerse a corto plazo. Un colector de caucho
poda reunir una o dos toneladas al ao, como era el caso en el Acre, y todos obtenan tantas ganancias, que nadie tomaba en consideracin la idea de esperar
quince aos, hasta que maduraran los rboles plantados.
En un gran bateln, obtenido de Donayre, dejamos Rosario el 9 de enero, e
inmediatamente tuvimos dificultades. El ro, lleno de bancos y rocas, disminuy de
caudal. La embarcacin era realmente demasiado grande para este recorrido, pero
no pudimos conseguir nada ms apropiado. Para empeorar las cosas, la lluvia cay
en torrentes, hasta que su ruido pareca un tren expreso corriendo a toda velocidad.
Los mosquitos y los marigues nos asediaban y esa noche, al acampar, tuvimos que
dormir en hamacas hmedas. Sin embargo, al da siguiente mejoraron las

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condiciones, porque la lluvia levant el nivel del ro.


Permutamos nuestra gran embarcacin por dos canoas en la barraca de Tacna,
en la confluencia del Acre y Yaverija; as resolvimos el problema de navegar las
corrientes superiores del Acre. Aqu se haba efectuado un duelo por partida doble,
entre dos hermanos y dos rivales, por poseer una nia india peruana, de diecisiete
aos, que estaba encantada con el homenaje. A la vista no era una belleza para mi
gusto, pero, posiblemente, posea otros encantos que inflamaron las pasiones de
esos cuatro idiotas. En todo caso, uno de los hermanos fue herido en el brazo y, por
negligencia, se desangr hasta morir; el otro rival huy, y los dos restantes se
abrazaron jurndose amistad eterna. La casa estaba perforada con orificios de balas,
as es que el duelo debe haber sido sumamente excitante mientras dur.
Los indios de esta regin eran pendencieros y cuidaban de ocultar sus aldeas a
bastante distancia del ro. Tambin tenan senderos para escapar de los tratantes de
esclavos. La forma de ejecutar estos caminos consista en terminarlos sbitamente,
dejar una faja de selva virgen y continuarlos de nuevo, evitando siempre la
proximidad del ro.
A corta distancia de Tacna estaba Yorongas, ltima barraca del ro. Ms all
exista tierra desconocida, pues no haba incentivo para explorarla debido a su
creciente escasez de rboles de caucho y a los hostiles indios catearas. Las selvas de
la vecindad tenan caza abundante. Haba capibaras y antas o tapires, de excelente
carne, aunque se crea que eran venenosos en ciertas regiones a causa de algo que
coman. Los pecares tambin eran numerosos, lo que daba a entender que los
indios, hbiles cazadores, vivan a gran^ distancia de all.
Segn la ley brasilea, un hombre debe limitarse a trabajar un rea de tierra,
con un frente de ro de doce millas y seis millas de fondo. En todo caso este lmite
apenas puede ser excedido, tanto a causa de los salvajes como por las dificultades
para transportar las pesadas bolachas de caucho a una distancia de ms de dos
leguas del ro. Los centros eran atacados frecuentemente; por lo tanto, al indio
salvaje se le disparaba apenas se le vea, porque las expediciones punitivas contra
las tribus estaban prohibidas por el gobierno brasileo, cuya poltica era proteger al
indgena. Esto no significa que se sancionara el hecho de disparar lejos de eso,
pues no haba manera de evitarlo en estas regiones casi inaccesibles. En el Acre se
encontraban indios cachitis, cateanas, maritinaris y guarayos, siendo estos ltimos,
posiblemente, los sobrevivientes de lo que una vez fue una gran nacin, pues se hallan extensamente dispersos entre el Purus y el Beni.
En el Purus y en el Acre hay un gran bagre llamado el pirurucu, cuya lengua
spera, dura como la suela de un zapato y semejante a ella en su forma, se usa como
raspador para rallar alimentos y pulir madera. Tambin son comunes las rayas, a

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causa del lecho arenoso del ro. Yo le dispar a un cocodrilo de once pies, verdadera
rareza en esta parte tan alta del ro. El administrador de Yorongas me cont que
haba dado muerte a una anaconda de cincuenta y ocho pies de largo en el bajo
Amazonas. En esa poca cre que era una exageracin, pero ms tarde, como
relatar, disparamos a una ms grande an.
Todos aqu tomaban t de guaran, una bebida originaria de los indios
guaranes del bajo Amazonas, quienes lo obtenan de una planta que slo se
encontraba cerca de una aldea llamada Manes. Se fabricaba en forma de un cilindro
corto y duro, del cual se ralla polvo con una lengua de bagre; despus se le agrega
agua fra. Es un tnico excelente, que al parecer no tiene consecuencias y su sabor es
semejante al del mate. Ningn brasileo de las selvas puede vivir sin l. Hay gran
demanda y el genuino t de guaran siempre alcanza un alto precio, pero existen
imitaciones que no solamente son inferiores, sino que tambin pueden causar dao.
El administrador de Yorongas era un hombre alegre y no les tena inquina a los
indios, a pesar de que lo haban expulsado de una barraca, quemado su casa y
destruyendo quince toneladas de su caucho. Era lo bastante tolerante como para
decir que los ataques estaban bien merecidos, porque l mismo haba visto
expediciones que trataban a los indios con increble barbarie. Resultaba fuera de lo
comn or expresarse de esta manera a un seor del caucho, y mi respeto por l aument en forma considerable.
Habamos calculado mal la condicin del ro ms all de Yorongas; la mayor de
nuestras dos canoas result demasiado grande y tuvimos que permutarla por dos
ms pequeas. rboles cados bloqueaban el ro por todas partes, y el trabajo de
cortarlos o de izar las canoas y la carga por encima de ellos era interminable y
agotador. Nos admiraba la docilidad de todas las bestias de la selva. Aun el tapir,
que es, por lo general, el ms tmido de los animales, permaneca quieto donde
estaba, observndonos con curiosidad. Mientras pasbamos, los pequeos capibaras
se sentaban en sus ancas y no intentaban escapar. Por supuesto, en todas partes
haba monos, incluyendo una especie casi blanca y ms pequea que el mono caf
comn. Vi a esta especie blanca solamente en el Acre superior, y estos pequeos
seres son tan delicados, que en cautividad mueren inmediatamente.
Los pjaros eran tan abundantes y mansos que resultaba difcil evitar que
nuestra tripulacin indgena los matara a palos. Haba un pjaro peculiar, el
gallinazo, semejante al faisn en el aspecto, que brincaba en las riberas del ro y nos
silbaba ruidosamente. Una especie de nutria, conocida como lobo, levant cabeza y
hombros fuera del ro y ladr en la cara de Willis mientras ste pescaba en la popa
de una canoa; ste se asust tanto, que cay de espaldas al agua. Lo sacamos y l
balbuce algo sobre demonios, pues nunca haba visto antes semejante animal. La

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presencia de la nutria nos demostr que all no haba cocodrilos, pues este animal
les tiene miedo a las nutrias y evita cuidadosamente la misma corriente del ro.
Mientras avanzbamos vimos huesos de grandes animales en los altos riscos de
piedra arenosa roja que bordeaban el ro, pues las riberas haban sido desgastadas
por el agua y haban cado. Aqu eran comunes los restos fsiles y ms abajo vimos
tortugas petrificadas en perfecto estado. De habernos detenido para investigar,
hubisemos encontrado vestigios de monstruos extinguidos o de animales que ya no
se ven en estas selvas.
A cuatro das ro arriba, desde Yorongas, vimos un rebao de pecares, e
inmediatamente hubo una loca excitacin. La tripulacin salt como un relmpago,
corriendo todos a la playa; tronaron los rifles y las balas silbaron en todas
direcciones. Tiros de rebote pasaron por el follaje y se incrustaron en la madera. Una
batalla no habra resultado ms peligrosa, pues todos disparaban sin medir las
consecuencias. Los hombres gritaban y aullaban; los cerdos chillaban huyendo
asustados. Un verraco pcari derrib a Willis, metindosele entre las piernas y tuvo
que buscar refugio en un rbol. Tan aterrorizados estaban los pecares, que no
trataron de atacarnos, y cuando todo termin, encontramos que haba cinco
animales muertos. Slo Dios sabe cuntos quedaran heridos! Fue un milagro que
ningn hombre se hiciese dao, ni siquiera Willis, que baj de su rbol proclamando
que era cadver. Comimos un trozo de cerdo, encontrndolo exquisito; con razn se
dice que es la mejor carne que ofrece la selva. No haba duda sobre la opinin de la
tripulacin, pues consumieron todo el lote en un glorioso festn que dur desde el
crepsculo hasta el amanecer.
Abundaba la vida animal. En los grandes rboles saltaban y chillaban legiones
de pequeos monos grises, conocidos con el nombre de leoncitos, un poco ms
grandes que los tites. Por la noche ramos bombardeados con cogollos y otros
proyectiles por esos miembros con ojos de platillos de la familia de los lemridos, los
nocturnos. Cuando acampbamos, debamos cuidar las provisiones del pillaje de los
traviesos monos cafs.
Ahora se vean seales de indios, huellas en las riberas arenosas y caminos en
las selvas, pero apenas los vimos, pues cuidadosamente evitaban ponerse al alcance
de nosotros. De vez en cuando se observaban troncos de rboles labrados laboriosamente en forma de cono, de un pie de altura, probablemente por algn motivo
religioso. Los salvajes se hubiesen dejado ver por nosotros si en nuestra expedicin
no hubiesen ido indios. Mantena los nervios en tensin saber que todo el tiempo se
vigilaba cada uno de nuestros movimientos, sin poder observar a nuestros
vigilantes. Esto significaba mantener una guardia nocturna, con centinelas que se
turnaban cada tres horas.

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Pasamos por la Cascada de Avispas, un pequeo salto de slo uno o dos pies de
altura, donde uno poda baarse tranquilamente, no existiendo otra incomodidad
que los tbanos amarillos y punzantes. Era tarea difcil ir ro arriba, pues tuvimos
que evitar no menos de ciento veinte rpidos y cataratas, algunas de tres o cuatro
pies de altura. Tenamos que arrastrar las pesadas canoas y levantarlas por encima
de ellos. La piedra arenosa roja cedi el lugar a la roca negra, y, por ltimo, llegamos
a una cascada bastante alta, ms all de la cual el ancho del ro disminua a slo
una yarda. Las canoas no podan continuar. Me habra gustado seguir a pie hasta la
fuente, que estara seguramente a pocas millas de distancia, pero la tripulacin
indgena rehus continuar, y yo tem dejarlos con las canoas, pues podan huir con
ellas y dejarnos aislados. Por lo tanto, en un rbol esculpimos un informe de la
expedicin y regresamos. Llegamos a Yorongas el 7 de febrero y estuvimos all
algunos das, mientras Willis bajaba a Tacna para comprar harina con que hacer
pan.
Yorongas tena hermosas plantaciones de pltanos y mandioca, que es superior
a la papa y un alimento de consumo corriente en todo el interior del Brasil. En el
Acre, la plantacin se efecta siempre cuatro das antes o despus de la luna llena o
naciente, segn la cosecha. En realidad, en toda Sudamrica es comn plantar de
acuerdo con las fases de la luna, y dicen que el que se despreocupa de respetar stas
obtiene productos que son ms fcilmente atacados por las pestes. Se toman las
mismas precauciones al techar con hojas de palmera, en la creencia de que las
frondas que se cortan durante la luna menguante o demasiado cerca de la luna
nueva son devoradas rpidamente por los insectos. Es torpe condenar estas
creencias como supersticiones primitivas, pues an no se ha probado que sean
infundadas. Personalmente, creo que todava tenemos mucho que aprender sobre la
influencia de la luna.
Durante la estada en la barraca desarroll las fotografas que tom ro arriba.
Era un trabajo que deba ejecutarse inmediatamente despus de la exposicin,
porque en la humedad de la selva el moho atacaba todas las pelculas que no estaban guardadas en envases a prueba de humedad. La dificultad resida en encontrar
agua suficientemente fra, pues muchas resultaban estropeadas al desarrollarlas en
una temperatura demasiado alta. Yo usaba una cmara fabricada por la
Stereoscopic Company, ocupando pelculas de 4 x 6 V2 , un tamao grande
comparado con las ideas actuales. Ms tarde prefer los tamaos ms pequeos,
pues podan obtenerse ms fotografas con el mismo peso de pelcula, y el peso se
transforma en lo ms importante cuando todo lo que llevamos debe ser cargado a la
espalda. Result descorazonador la cantidad de importantes fotografas que se
perdieron por accidentes, pero terminamos la expedicin con un nmero suficiente

93

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como para formar un amplio archivo.


Dan nos dej aqu y regres a Tacna, con la esperanza probablemente de una
orga o una borrachera. A este joven tuvimos que dejarlo totalmente ebrio en Tacna,
cuando bamos ro arriba, y nos alcanz despus de Yorongas, llegando al
campamento con miles de excusas y jurando no beber jams otra gota en su vida.
Tena muy poco respeto por Chalmers y, en realidad, yo esperaba un rompimiento
entre los dos, pero afortunadamente nunca lleg a tanto.
El administrador de Yorongas y algunos de sus hombres estaban anonadados
porque una muchacha aldeana, a quien haban capturado, mantenindola atada
como a un perro, se las haba arreglado para soltarse y escapar. Ms tarde ella
regres a Tacna, atrada a la peligrosa proximidad de los blancos por su pasin por
uno de los siringueros. All se qued y no se necesitaron cadenas para sujetarla.
Dan se haba emborrachado hasta la inconsciencia cuando llegamos a Tacna.
Lo dej all y, junto con Willis y Chalmers, partimos a Ya verija, pequeo tributario
del Acre, que era necesario dibujar en la carta. Result de corriente difcilmente
navegable a causa de las rocas y de los rboles cados, y la faena se hizo ms pesada
debido a que los hombres eludan el trabajo en cuanto les volva la espalda.
Sobresaliendo de la superficie, en un depsito de arcilla endurecida, en la ribera del
ro, corriente arriba, descubrimos el crneo y algunos huesos de un saurio
petrificado. El crneo tena ms de cinco pies de largo, pero estaba demasiado
daado por la accin del agua y las piedras para sacarlo, pero recog unos pocos
dientes negros que resultaron intactos. Un poco ms lejos yaca el esqueleto de un
monstruo an ms grande, fcilmente visible en el fondo de una laguna profunda y
quieta, pero no haba manera de extraerlo.
Naufragamos tres veces en las rocas ocultas de este ro; felizmente no se perdi
nada de valor, pese a que Chalmers cay al agua en cada ocasin, con la brjula en
su mano. Los instrumentos y el valioso cronmetro se salvaron porque estaban
guardados en una caja de metal impermeable.
Al regresar a Tacna, supimos que Dan haba continuado hasta San Miguel con
la tripulacin, y cuando lo encontramos, despus de horas de constante remar,
estaba ebrio otra vez y el bateln haba continuado viaje sin l. Seguimos adelante y
llegamos a Rosario, donde nos atendi la seora de Donayre, porque su esposo
estaba ausente.
Las cartas nos alcanzaban en todos los sitios y fue una sorpresa agradable
encontrar un correo esperndonos en Rosario. Todos los viajeros estaban siempre
dispuestos a acarrear correspondencia, si se lo pedan, y yo nunca supe que las cartas se perdiesen o fueran robadas.
Estuvimos cuatro das en Rosario, esperando el regreso del bateln, y durante

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este tiempo estuve ocupado medicinando al beb de Donayre, tratando a Willis, que
tena fiebre, y desarrollando pelculas. Hasta aqu la estacin de las lluvias haba
sido benigna y llegu a la conclusin de que se exageraban sus efectos. Hay razn
para creer que la intensidad de las lluvias est disminuyendo, con los cambios
graduales en el clima de Sudamrica, aunque regularmente cada siete aos viene
una terrible estacin lluviosa. Muchas veces he visto seales de mareas en las
orillas de los ros, situadas mucho ms arriba que el nivel que se ha registrado, lo
que demuestra claramente que las crecidas de antao eran mucho ms serias que
las actuales. El aumento del caudal de agua se debe al derretimiento de las nieves
en los Andes, pero las nieves tambin estn disminuyendo con la aminoracin de las
precipitaciones y la lnea de la selva que retrocede9.
Como a tres millas ms abajo de Rosario quedaba la barraca de un hombre, gran
aficionado al fongrafo, y la msica se dispersaba por la superficie del ro con
perfecta nitidez despus de la puesta del sol. Su estridencia se suavizaba con la
distancia y era extraordinariamente hermoso que el sonido llegase hasta nosotros en
el crepsculo de la noche tropical y en el preciso instante en que por segunda vez en
veinticuatro horas cesaba la orquesta de los insectos y todo permaneca en silencio.
La Estudiantina era su meloda favorita, y hasta ahora, cada vez que la escucho, se
presenta a mis ojos la visin del Acre, reflejando un cielo dorado contra el cual se
destacaba en ntida silueta la cumbre de espesura de las selvas.
Se dice que los salvajes pueden comunicarse entre s, a veinticinco millas de
distancia, por medio de sus gongs de madera y de la nota peculiar que producen. Lo
creo absolutamente despus de escuchar ese lejano fongrafo tan claramente como si
estuviese en la habitacin vecina. En la selva la voz humana es inaudible a una
distancia de doscientas yardas; el disparo de un rifle se oye slo a media milla o
menos. Sin embargo, los cantos de algunos pjaros parecen dispersarse mucho ms;
aun ciertos insectos se escuchan a distancias sorprendentes.
El canto de los pjaros en la jungla es extraamente hermoso, y el eco es
semejante al que se percibe en el exterior de la pajarera en el zoolgico. Ningn
pjaro tiene la variedad de canciones que poseen el mirlo y el zorzal ingls, pero
repiten una y otra vez dos o tres notas como campanas. Algunos parlotean, otros
graznan, silban o sisean. Sin saber cul es la criatura que produce el sonido, resulta
difcil decir si se trata de un pjaro o un insecto. El ms extrao de todos los sonidos
9

En la poca en que mi padre escribi esto, el Ferrocarril Central del Per tena que ocupar frecuentemente, durante
la estacin lluviosa, un arado de nieve en la vecindad de la cumbre (quince mil ochocientos pies sobre el nivel del
mar). Recuerdo haber visto el antiguo arado en la estacin Ticlio, pero nunca lo vi usar, y en 1926 lo enviaron a la
costa como hierro viejo. Durante muchos aos estuve a cargo de la fuerza motriz de la Seccin Montaosa y comprob
el continuo decrecimiento anual de las nieves. Recuerdo profundidades de cerca de dos pies en 1924, pero en 1946 slo
caan escasas pulgadas aun en las ventiscas ms intensas.

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de ave es el grito del gran trompetero negro. Comienza con una serie de cloqueos en
staccato, aumentando in tempo, como una motocicleta acelerada, hasta que se
transforma en un llamado de trompeta, largo y sostenido; disminuye despus en
notas de staccato, que se hacen cada vez ms vacilantes, hasta que desaparecen
gradualmente.
Ya que hablamos de pjaros, en, toda la montaa peruana y boliviana se
encuentra una avecita semejante al martn pescador, que hace su nido en orificios
totalmente redondos en la escarpadura rocosa sobre el ro. Estos agujeros se pueden
ver perfectamente, pero no son accesibles y, lo que es ms extrao, slo se
encuentran en las regiones en que viven estos pjaros. Una vez expres mi sorpresa
ante la suerte que tenan de encontrar hoyos para nidos convenientemente situados
y tan perfectamente horadados, como practicados a taladro.
Ellos mismos hacen los agujeros. Estas palabras fueron pronunciadas por
un hombre que haba pasado un cuarto de siglo en la montaa. Ms de una vez los
vi hacerlos. Los he observado. Las aves llegan a los acantilados con hojas de cierta
especie en su pico; se adhieren a la roca como pjaros carpinteros a un rbol,
restregando las hojas con un movimiento circular sobre la superficie. Despus
vuelan regresando con ms hojas y continan con el proceso. Tras tres o cuatro
repeticiones, botan las hojas y comienzan a picotear y, cosa maravillosa!, pronto
abren un orificio circular en la piedra. Se alejan y vuelven siguiendo con el proceso
de restregar las hojas y picotean de nuevo. Se demoran algunos das, pero abren
agujeros suficientemente profundos como para contener sus nidos. He ascendido a
mirar los hoyos, y, crame, un hombre no podra taladrar uno ms perfecto.
Insina usted que el pico del pjaro penetra en la roca slida?
El pjaro carpintero horada la madera slida, verdad?... No, no creo que el
pjaro traspase la roca slida, pero creo, y cualquiera que los haya observado piensa
lo mismo, que ests aves conocen una hoja cuya savia ablanda la roca hasta dejarla
como arcilla hmeda.
Me pareci que era un cuento, pero despus que o relatos similares: de otras
personas en todo el pas, cre que se trataba de una tradicin popular.
Pasado un tiempo, un ingls, de cuya veracidad no puedo dudar, me cont una
historia que arroja luz sobre esto.
Mi sobrino estaba en la regin de Chuncho, en el ro Pyrene, en Per. Su
caballo cojeaba, por lo que tuvo que dejarlo en una chacra vecina situada a cinco
millas de la suya propia y camin hasta su casa. Al da siguiente volvi a buscar su
caballo, tomando un atajo por una faja de selva, en la que jams haba penetrado
antes. Usaba pantalones de montar, botas altas y grandes espuelas, no las inglesas,
sino las enormes espuelas mexicanas de cuatro pulgadas de largo, con rodajas

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mayores que una moneda de media corona, y estas espuelas estaban casi nuevas.
Cuando lleg a la chacra, despus de una calurosa y difcil caminata por matorrales
muy tupidos, qued atnito al descubrir que sus hermosas espuelas se haban
destruido, carcomidas de alguna manera, hasta quedar reducidas a clavos negros de
un octavo de pulgada. No poda comprender lo sucedido, hasta que el propietario de
la chacra le pregunt si por casualidad haba caminado sobre ciertas plantas de un
pie de alto, con hojas de color rojo obscuro. Mi sobrino record inmediatamente que
haba recorrido una amplia extensin, donde el suelo estaba profusamente cubierto
con tales plantas. Eso es dijo el chacarero. Eso es lo que carcomi sus espuelas;
es la substancia que usaban los incas para modelar las piedras, ya que la savia
ablanda la roca hasta dejarla convertida en pasta. Tiene que indicarme dnde encontr las plantas. Cuando regresaron a localizar el lugar, no lo pudieron encontrar.
No es fcil volver a hallar las huellas en la selva, donde no existen senderos.
Despus de un fcil viaje corriente abajo, llegamos a Cobija el 23 de febrero, y
encontramos en pleno auge la estacin del trfico del caucho. La poblacin ya no
tena que enfrentarse con la muerte por hambre; las lanchas iban y venan, se
esperaban otras, y las aduanas recaudaban un dineral. Pero aqu en Bolivia la
industria gomera estaba siendo arruinada por la despiadada incisin de los rboles,
a los que no se daba descanso. En Brasil cada colector recorra tres estradas, de
manera que los rboles se horadaban una sola vez cada tres das, y despus de diez
aos de incisin se les dejaba descansar por ocho aos.
Se calculaba que, desde la recogida hecha por el siringuero, hasta la entrega en
Manaos o Par, el producto perda el cincuenta por ciento de su peso bruto; prdida
sufrida por el recolector, quien, a pesar de eso, lo encontraba un negocio provechoso,
siempre que los precios se mantuvieran elevados. De todas maneras, la vida del
siringuero era terriblemente dura y muy pocos se vean libres de dolencias de una
clase u otra. Su da comenzaba a las cuatro de la maana, con la ronda de su estrada
de ciento cincuenta rboles, colocando las cubetas en los troncos, que quedaban a
distancias bastante considerables en la selva devastada.
Despus tena que cortar lea para hacer fuego y recoger las nueces necesarias
para obtener el humo blanco con que se cura la goma. Por segunda vez deba hacer
la ronda para recoger la leche, y a su regreso segua el laborioso proceso de
ahumarlas en bolachas; durante este trabajo, una sola gota de lluvia que diluyera la
leche arruinaba la tarea del da. Adems, deba vigilar sus plantaciones, cazar,
construir su propia casa y mantenerla, fabricarse una canoa y transportar el caucho
a los centros de operacin.
Llegar el da en que toda la regin de la selva, libre de inundaciones, est
habitada por gente civilizada, y en que el pitazo de la locomotora y el-zumbido del

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avin se escucharn donde antes slo resonaban por millares las voces de los insectos. La selva no es en s insalubre; la enfermedad se esparce desde las aldeas de
moradores civilizados, donde la negligencia es responsable de la mayor parte de las
epidemias. Cuando no estn contaminadas por los pobladores, las tribus indgenas
gozan de' buena salud, y seguramente no elegiran vivir all, si la vida fuese
desagradable y la tierra improductiva.
En la ribera norte del ro, ms arriba de Cobija, cerca de Porto Carlos, hay
escapes de petrleo, negro y grueso, pero inflamable. En alguna parte, en el rea
entre el ro Purus y el Chaco, seguramente se descubrirn ms tarde vastos depsitos de petrleo10.
Estbamos ansiosos de recibir noticias del mundo que conocamos y
esperbamos encontrar en Cobija peridicos de la patria, trados desde Riberalta.
S; haban llegado los paquetes; pero todos los papeles haban sido comidos por las
muas de los funcionarios en lugar de forraje! Las cabras maltesas viven de desechos
de papel; pero nunca sospech que las mulas hubiesen cado tan bajo. Nos vimos
obligados a aceptar esto, como explicacin de la prdida. No poda dudarse de la
palabra de las autoridades postales, y las muas eran incapaces de denegar la
acusacin.
Un perodo de pereza obligada y de terrible monotona fue animado por un
alemn llamado Keller, propietario de una gran lancha, que vena e Manaos. Era
_un hbil jugador de ajedrez y pasamos la mayor parte del tiempo agachados sobre
el tablero. Keller me cont que los fletes entre Manaos y el Acre superior valan
hasta 24 libras la tonelada, y la exportacin de caucho, 30 libras la tonelada. No es
de extraar que las lanchas se preparasen para afrontar los riesgos y que Manaos,
en la cspide del auge del caucho, estuviese pavimentada con oro.

10

Pozos petrolferos se explotan ya, en algunos puntos de la regin de las selvas, pero el obstculo principal, para
una explotacin intensiva, es la falta de transporte.

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Captulo VIII
RIO DEL MAL
EL BAT EL O N S E D ES L I Z AB A p o r un recodo boscoso del ro, cuando
sent a proa un repentino grito de sorpresa de los hombres. Levant la vista. En la
orilla, a menos de doscientas yardas frente a nosotros, vi un vapor transatlntico.
Salgan ligero grit a Dan y Chalmers, que conversaban dentro del refugio
del bateln. Hay algo aqu que ustedes no ven a menudo.
Se arrastraron sobre cubierta y. se pusieron de pie junto a m, boqueando de
asombro.
Era un pequeo buque que desplazaba tal vez unas mil toneladas, pero en
ese momento de encuentro inesperado pareca ms poderoso que el Mauritania,
mayor que el Olympic. Apenas podamos creer a nuestros ojos. Pareca increble
que hubisemos encontrado un verdadero vapor del otro lado del mundo aqu, en el
corazn del continente, encerrado por la selva exuberante, separada del ocano en
un costado por la elevadsima cordillera, y en el otro, por mil seiscientas millas de
ro. Su casco negro y su obra muerta de un amarillo sucio estaban rayados con moho;

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la cubierta sobresala bien ocho pies sobre la superficie del agua; su chimenea negra,
alta y esbelta no tena humo, pero sobre ella la atmsfera' vibraba con los gases de
las calderas encendidas, y la embarcacin se ladeaba ligeramente hacia la costa, de
manera que los vertellos de sus mstiles romos se juntaban casi con el espeso follaje
de los rboles marginales de la selva.
Mientras nos deslizbamos vi el nombre Antonina en desvadas letras en su
proa. Un camarero sali a cubierta bajo el puente, vaci un balde de aguas servidas
por la borda y enderez su figura medio desnuda para contemplarnos; era un
hombre pequeo, con un mechn pelirrojo y hombros estrechos y oprimidos. Nadie
ms apareci, ni se vea actividad a bordo; pero era la hora en que los europeos
almuerzan. Sucias velas estaban extendidas sobre los ventiladores del alto cuarto de
las calderas, y por los escotillones abiertos sobresalan los vertederos de aire. En la
bovedilla del barco apareca otra vez el nombre Antonina, Hamburg, y una paleta
de su nica hlice se vea debajo.
Hey exclam Dan. Qu tal si subiramos a bordo a beber una cerveza?
Deben tener verdadera cerveza alemana, fresca, de barril!
Era demasiado tarde. La corriente ya nos haba arrastrado y resultaba muy
difcil retroceder. Debamos haber pensado eso antes, en vez de quedarnos como
tontos mirando la embarcacin!
Me pregunto lo que har aqu murmur Chalmers.
Caucho dijo Dan. Viene a cargar caucho. Probablemente trajo
maquinarias y mercaderas. Imagnense lo que es traer un barco hasta ac mismo!
Eso era lo que me dejaba atnito. Ocasionalmente se vean vapores en el
Madeira; pero nadie esperaba encontrar alguno en el Acre. Su presencia all probaba
que el ro era navegable, hasta ese punto por lo menos.
Estbamos algunas millas ro abajo de Xapury, la aldea brasilea ms austral
del Acre. Despus de abandonar Cobija, entramos en territorio brasileo, e
inmediatamente se not un cambio apreciable, pues las barracas eran florecientes;
las casas, bien construidas, y los dueos demostraban, prosperidad. Despus de
Cobija, Xapury pareca un sitio de lujo, porque se jactaba de tener un hotel que
cobraba catorce chelines al da, lo que no era caro, si se consideran los precios que
regan en el ro.
Tal como en las aldeas bolivianas, en Xapury abundaban el licor y las
enfermedades. Aqu se congregaban los villanos del Acre para alegrarse; de
manera que la ciudad estaba frecuentemente calurosa en ms de un sentido. Dan
era el petimetre de nuestro grupo, y la paga que recibi en Cobija la gast en un
terno nuevo, una cadena dorada de reloj y un par de fesimas botas amarillas con
tacones altos y con elsticos a los costados. No s cmo escap de las garras de los

100

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rufianes, que formaban un grupo malvado, capaz de cualquier cosa, y creo que
alguna payasada a costa de Dan les hubiera entretenido una o dos horas. Estas
aldeas ribereas atraen a los peores aventureros de Brasil. Los rufianes locales
irrumpan en los centros, robando el caucho y arrancando con l antes de que los
siringueros notasen su prdida. Les era fcil venderlo mandndolo ro abajo. Siendo
hbiles tiradores y cuchilleros, listos siempre a usar sus armas sin la menor
vacilacin, no haba hombre corriente que se atreviera a mezclarse con ellos.
La vista de un barco fue una ojeada refrescante de civilizacin; pero nuestros
estimulados espritus pronto volvieron a decaer cuando arribamos a las barracas, a
lo largo del ro. En una de stas haba una mortalidad del veinticinco por ciento del
personal anualmente. En otra, todas las muas murieron a causa de una
enfermedad imprecisa, o quiz fue por una indigestin de peridicos! El alcohol era
la causa de la mayora de las dolencias humanas.
Empreza, otro poblado brasileo, era an peor que Xapury; pero all slo nos
detuvimos para recoger al coronel Plcido de Castro, gobernador de Acre, que nos
acompa hasta su barraca Capatara. Gracias a l pudimos obtener en Catapara
muas para el viaje por tierra hasta Abuna. Su hospitalidad y amena conversacin
aumentan ms nuestra deuda de gratitud. Los afluentes superiores del Abuna
tenan que ser explorados y trazados, pues eran extremadamente importantes m las
disposiciones fronterizas.
Nos detuvimos, en un lugar llamado Campo Central para buscar las fuentes de
ciertos ros y encontrar su posicin. Mientras efectubamos nuestro trabajo
llegamos hasta enormes claros circulares, de una milla o ms de dimetro, los que
eran la antigua ubicacin de aldeas de los indios apurinas, abandonadas haca pocos
aos. Unos pocos de estos indios vivan an en otro lugar llamado Gavin y otros
bastante afortunados, que lograron escapar de las expediciones negreras, huyeron
hacia el norte, introducindose algunas leguas en la selva, donde trabaron amistad
con colectores de caucho y rpidamente decayeron bajo la influencia del alcohol.
Eran gente muy miserable, extremadamente pequeos e inofensivos en apariencia.
Enterraban a sus muertos en posicin sentada, y nos encontramos con tumbas por
doquiera en los claros.
El pequeo grupo de Gavin se haba sometido a la civilizacin y parecan muy
contentos, exceptuando el temor que sentan por un mal espritu llamado
Kurampura. La mala suerte en la caza se atribua a Kurampura, lo que les haca
buscar el apaciguamiento del dios atando un hombre al tronco de un palo santo, a
manera de sacrificio. El palo santo es una de las pestes ms comunes en las selvas
sudamericanas. De madera blanda y liviana, se encuentra generalmente en las
orillas de los ros, y es el alojamiento favorito de la hormiga brasilea, un insecto

101

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daino, de una picada extremadamente dolo- rosa. Toqese el rbol y ejrcitos de


estas hormigas saldrn de los agujeros ansiosos de atacar, aun dejndose caer desde
las ramas sobre el transgresor. Debe ser una agona indescriptible estar atado al
rbol por un par de horas; sin embargo, sa es la costumbre de los indios, y he
conocido a blancos depravados en estos lugares que empleaban esta misma forma de
tortura. Como muchos otros insectos venenosos, la hormiga ataca de preferencia el
cuello del hombre; slo las avispas parecen preferir los ojos. El palo santo no tiene
ramas en la parte inferior del tronco y en un radio de algunas yardas no crecen en
su contorno ni una hoja ni una brizna de pasto.
Tuve una escapada milagrosa cerca de Gavin. Haba en el sendero una serie
de profundos canales atravesados por leos toscamente desbastados. En tiempo
hmedo, las muas prefieren caminar por el madero de la orilla, pues parece menos
resbaladizo; por lo tanto, esos maderos son los ms gastados y parecen ms
peligrosos. Yo estaba francamente nervioso, pero me consolaba a m mismo con el
pensamiento de que, por instinto o por hbito, la mula sabra mejor que yo lo que
estaba haciendo. Al atravesar por una de estas corrientes de escarpadas orillas se
quebr el leo por donde avanzaba mi mula y nos camos, hundindonos en el agua
con un tremendo chapoteo. Qued aplastado debajo del animal, cuyo peso me
empuj dentro del fangoso lecho del ro. Si el fondo hubiese sido duro, no habra
quedado un solo hueso sano en mi cuerpo, pues la mula luchaba y pateaba
frenticamente en sus esfuerzos por levantarse; consigui hacerlo cuando ya se
haba escapado todo el aire de mis doloridos pulmones, y me las arregl para sacar
la cabeza fuera del agua en el momento preciso. La cada pudo ser mortal; pero,
fuera de la zambullida, no recib dao alguno.
Los accidentes siempre ocurren sbitamente. Uno de nuestros indios, por pura
travesura, dej a medio cortar un rbol, y esa noche cay sobre nuestro dormido
campamento con terrorfico estrpito. Nadie result herido; pero los toldos de las
hamacas quedaron reducidos a tiras y se cortaron los tirantes de las cuerdas.
Legiones de hormigas negras, pequeas y muy agresivas, se arrojaron sobre
nosotros desde las ramas cadas y las moscas katuki se apresuraron a atacar
nuestros cuerpos con sus aguijones semejantes a agujas. Nadie pudo dormir por el
resto de la noche a causa de los insectos.
Las lluvias copiosas y las inundaciones en la senda de Abuna nos obligaron a
permanecer algunos das en un centro llamado Esperanza, donde alguien rob dos
de nuestras monturas y huy con ellas al interior de la selva. Me compadezco del
ladrn si alguna vez fue hallado, pues las sillas pertenecan a Plcido de Castro.
Tres colectores de caucho murieron por mordedura de reptil el da que llegamos

102

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a Santa Rosa, en el Abuna. Situado en medio de pantanos, este lugar era el paraso
de serpientes de todas clases, incluyendo las anacondas, y tan temidas eran en
realidad estas ltimas, que la barraca se consideraba como una colonia penal. Los
colectores de caucho trabajaban en parejas, pues haban desaparecido
misteriosamente demasiados hombres solos. Era una de las dependencias de los hermanos Surez y quedaba en territorio boliviano, el lugar ms deprimente que yo
haya conocido, pero tambin muy rico en caucho. La nica caracterstica atenuante
de la construccin era el de constar de dos pisos; pero, por estar situada a slo pocos
pies sobre el nivel normal del ro, se inundaba a menudo, y en la estacin seca
quedaba rodeada por un ocano de fango. El administrador era un francs de buena
familia, quien, pese a ser hombre enfermo, se consolaba de la monotona de su vida
manteniendo un harn de cuatro mujeres indias bastante hermosas. El problema de
Santa Rosa era la escasez constante de trabajo. Vacilo en dar las cifras de la
mortalidad, pues son casi increbles.
Una de las especies de serpientes que se encuentran all tena la cabeza y la
tercera parte de su cuerpo planos como una cinta de papel, mientras el resto era
redondo. Otra especie era completamente roja, con una cruz blanca en la cabeza.
Ambas tenan fama de ser venenosas. Por la noche era bastante comn ver el
resplandor de los ojos de las anacondas, que reflejaban luminosamente la ms
pequea luz, como puntos de fuego.
Hay indios blancos en el Acre me cont el francs. Mi hermano subi por
el Tahuamanu en lancha y un da, bastante ro arriba, oy decir que estaban muy
cerca de los indios blancos. No lo crey, mofndose de los hombres que se lo contaron; sin embargo, sali en canoa, encontrando signos inconfundibles de indios. De
improviso, l y sus hombres fueron atacados por salvajes grandes, bien conformados,
apuestos, completamente blancos, de pelo rojo y ojos azules. Luchaban como
verdaderos demonios, y cuando mi hermano mat a uno de un disparo, los otros se
reunieron para recobrar el cadver, huyendo con l.
La gente dice que no existen estos indios blancos, y cuando tienen la evidencia
de su existencia, alegan que son mestizos de espaol e indio. Eso dice la gente que
jams los vio; pero los que los han visto piensan de muy distinta manera.
La fiebre y los insectos eran ms de lo que Chalmers poda soportar. Por algn
tiempo observ su gradual decaimiento, y, temiendo que si continuaba conmigo no
pudiese sobrevivir a las dificultades, suger su regreso a Riberalta. Casi esperando
que rehusara, me asombr cuando acept con presteza, partiendo el 10 de abril con
cinco de los indios tumupasas que tambin sufran de fiebre. Me qued con tres
indios, con Willis y con Dan para ascender el Abuna y determinar su curso en forma
exacta. Ya habamos trazado en la carta la fuente con nuestros instrumentos

103

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inadecuados; para finalizar bien el trabajo era necesario levantar el plano del resto
del ro. Nada haba inexplorado ya se haba ascendido alrededor del ao 1840 y
existan algunas barracas en las aguas superiores; pero era un ro de psima
fama, que con frecuencia inundaba sus orillas transformndolas en vastos pantanos
y lagunas, e infestado en sus corrientes medias por los temidos indios pacaguaras,
que siempre se demostraban hostiles. Haca poco haban dado muerte a un brasileo
y arrancado llevndose muchos prisioneros a la selva. Aqu se encontraban tambin
las gigantescas anacondas, la ms poderosa de las constrictoras, viviendo en las
extensas marismas provocadoras de fiebre.
Es una verdadera lstima que los ros hayan perdido sus antiguos nombres
indios, pues stos daban una indicacin de su naturaleza! El Acre era el
Macarinarra o Ro de las Flechas, pues all se encontraban los bambes floridos de
los que se cortaban las flechas. El Rapirrar, afluente fronterizo del Abuna, era el
Ro de los Sipos, enredadera empleada comnmente en construcciones de casas.
Otro ro pequeo, el Capeira, se llamaba Ro del Algodn, etctera. Algn da se
olvidar la antigua nomenclatura, una prdida en las regiones donde pueden ser
encontrados minerales estratgicos.
Plcido de Castro nos visit para despedirnos, antes que partiramos de Santa
Rosa en un igarit que pude comprar. Como de costumbre, el coronel vena
acompaado de una jaura de perros de distintas razas, que tenan el hbito de
sentarse para rascarse a cada momento. En la selva, los perros se rascan todo el
tiempo, pasan su vida rascndose; lo raro del caso era que su piel slo se gastaba en
partes aisladas, en lugar de despellejarse totalmente del cuerpo! Fue la ltima vez
que vi al coronel, pues poco tiempo despus fue herido mortalmente a bala por
asesinos desconocidos mientras iba por un sendero. Su muerte fue una prdida
irreparable para la regin brasilea del caucho, pues era un hombre bueno e
ilustrado.
El coronel, que particip en forma importante, junto al Brasil y contra los
bolivianos, en los disturbios de 1903 en el Acre, me cont que, en un principio, visti
a sus hombres con uniforme caqui; pero se producan tantas bajas, que lo cambi
por color verde. Result ser menos resaltante en la selva, y de inmediato se
redujeron las prdidas a una cifra insignificante. Segn su opinin, la mala
administracin haba precipitado el conflicto. En cuanto a sus hazaas, se mostraba
modestamente reticente, pero su renombre se haba extendido ms all del Acre.
El empleo de colector de caucho era un puesto muy humilde; a pesar de ello,
conoc a un siringuero que, despus de recibir seis aos de educacin en Inglaterra,
se haba desprendido de todas sus ropas y hbitos europeos, volviendo all por su
propia voluntad. Un hombre, por muy culto que sea, si ha probado una vez una

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existencia de extrema simplicidad, raramente regresar a la vida artificiosa de la


civilizacin. Nadie se da cuenta del peso de ella, hasta que no se la ha dejado de
lado. Haba un hombre, que encontr en el ro Madeira, que perteneca a la
tripulacin de un bateln, vida, como las hay, terriblemente dura. Hablaba ingls y
francs a la perfeccin; pero prefera esta labor agotadora, con su alcohol, charque y
arroz mohoso y sus riberas arenosas por cama, a cualquier otro placer que pudieraofrecerle una vida ms lujosa.
Cudense mucho en el Abuna era el consejo que todos parecan alegrarse
dndonos. La fiebre los matar, y, si logran escapar de eso, se encontrarn con
los indios paca- guaras. Salen a las riberas y atacan a los botes con flechas
emponzoadas!
El otro da atacaron all a un ingeniero alemn y mataron a tres de sus
hombres me cont alguien. Otro confirm la informacin y nos apunt con su
dedo, diciendo:
No hace mucho tiempo, cuarenta y ocho hombres subieron por el ro Negro,
afluente del Abuna, buscando caucho. Slo salieron dieciocho, y uno de ellos se
haba vuelto completamente loco despus de la terrible experiencia.
Si hubisemos escuchado todas estas advertencias pesimistas, no habramos
ido a ninguna parte. Pero en esa poca yo estaba comenzando a formarme mis
propias opiniones y ya no crea en todos los cuentos que me relataban sobre los
salvajes.
Fue uno de los viajes ms lbregos que yo haya efectuado, porque el ro era
amenazante en su quietud, y la corriente fcil y las aguas profundas parecan
prometer futuros males. Los demonios de los ros amaznicos se haban expatriado,
manifestando su presencia en cielos bajos, lluvias torrenciales y sombras masas de
selva.
Antes de llegar a la confluencia del Rapirrar, nos detuvimos en la barraca de
un indio tumupasa llamado Medina, que haba hecho fortuna con el caucho. En este
inmundo lugar, Medina tena una Hija que era una de las indias rubias ms
hermosas que he visto: alta, de rasgos delicados, pequeas manos y una masa de
cabello rubio y sedoso. Suficientemente hermosa como para adornar una corte real,
esta nia esplndida estaba destinada al harn del administrador de Santa Rosa y
a languidecer como quinto miembro del serrallo de este francs emprendedor. Le
tom algunas fotografas; pero, junto con todas las del Abuna, exceptuando unas
pocas desarrolladas en Santa Rosa, fueron destruidas por la constante humedad.
En este ro se encuentra un pjaro llamado hornero, que se construye una
residencia disimulada en las ramas, techada don barro, justamente sobre el nivel
de las aguas altas. Otro pjaro, llamado tavachi, trata como el cuc de usurpar

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este nido cuando puede, y el hornero, al encontrar invadido su hogar, tapia al


intruso con fango, dejndolo perecer miserablemente en una tumba sellada. La
naturaleza tiene razones para todo, pero nunca pude desentraar el sentido de este
genio destructor, ni tampoco comprendo por qu el instinto del tavachi no le
advierte de esta muerte casi inminente.
Aqu tambin se ve al bufeo, mamfero de la especie manat, casi humano en
apariencia, con pechos prominentes. Sigue a los botes y a las canoas como las
marsopas a los buques en el mar, y dicen que tiene excelente carne; pero nunca tuve
xito en pescar uno y comprobar la verdad de este dicho. No es desvalido ni
inofensivo, pues ataca y mata a un cocodrilo.
Vende usted algo?
Esa era la pregunta que nos hacan en todos los centros por donde pasbamos.
Cuando los sirios subieron por este ro en sus embarcaciones, sus viajes les deben
haber resultado extraordinariamente provechosos.
Nos deslizbamos fcilmente en la lenta corriente, no muy lejos de la
confluencia del ro Negro, cuando casi debajo del casco del igarit apareci una
cabeza triangular y varios pies de un cuerpo ondulado. Era una anaconda gigante.
Yo me lanc a buscar mi rifle, mientras el animal empezaba a reptar por la orilla y,
sin apuntar casi, le dispar una bala en la espina dorsal, a diez pies ms abajo de su
horrible cabeza. Inmediatamente hubo un remolino de espuma y se escucharon
algunos golpes terribles contra la quilla de la embarcacin, como si hubisemos
tropezado con un tronco sumergido.
Con gran dificultad persuad a la tripulacin india para que atracase a la
orilla. Estaban tan atemorizados, que se les vea el blanco de sus ojos saltones; en el
momento de disparar haba escuchado sus voces aterrorizadas rogndome no hacer
fuego, porque el monstruo destruira la embarcacin matando a todos a bordo, pues
estas bestias no slo embisten contra las naves cuando estn heridas, sino que hay
peligro de que ataque tambin el compaero.
Bajamos a tierra, aproximndonos al reptil con precaucin. Estaba fuera de
combate; pero los estremecimientos recorran su cuerpo as como el viento levanta
las aguas de un lago montaoso. Por lo que pudimos medir, tena alrededor de
cuarenta y cinco pies fuera del agua, ms diecisiete pies en el interior de la
corriente, lo que haca un largo total de sesenta y dos pies. Su cuerpo no era grueso
para una longitud tan colosal no ms de doce pulgadas de dimetro, pero
probablemente haba pasado largo tiempo sin alimento. Trat de cortar un trozo de
su piel, pero la alimaa no estaba muerta como creamos y nos aterrorizaron sus
repentinos sacudimientos. Un olor penetrante y ftido emanaba de la serpiente; tal
vez era su aliento, del cual se cree que tiene un efecto entorpecedor, que atrae

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primero y despus paraliza a su vctima. Todo es repulsivo en este reptil.


Posiblemente no sean comunes estos especmenes tan largos; pero hay rastros
en los pantanos que alcanzan una anchura de seis pies y confirman los relatos de los
indios y de los colectores de caucho, que dicen que la anaconda alcanza, a veces,
tamaos increbles, sobrepasando en mucho al ejemplar muerto por m11. La
Comisin-Limtrofe brasilea me cont que ellos haban dado muerte a una
anaconda en el ro Paraguay de ms de ochenta pies de largo! En las cuencas del
Araguaya y del Tocantns existe una variedad negra conocida como dormidera,
debido al ruidoso sonido que emite, semejante a un ronquido. Dicen que alcanza un
tamao gigantesco, pero jams pude ver una. Estos reptiles viven principalmente en
las marismas, pues, a diferencia de los ros, que a menudo se transforman en meras
zanjas de barro durante la estacin seca, las marismas permanecen siempre
inalterables. Aventurarse penetrando en los lugares frecuentados por las anacondas
es hacer burla de la muerte.
Este ro nos tena reservada gran agitacin. Habamos dado muerte a algunos
marimonos monos negros, para tener reservas de alimentos, y suspendimos sus
cuerpos en las altas ramas de un rbol para mantenerlos a salvo, cuando
acampamos. A medianoche me despert un golpe bajo la hamaca, como si un cuerpo
pesado se hubiese deslizado por debajo; al atisbar hacia fuera, vi a la luz de la luna
la silueta de un enorme jaguar. Haba venido atrado por la carne de mono y no se
interesaba en mi persona; pero en todo caso habra sido temerario disparar en esa
luz incierta, pues un jaguar herido se transforma en algo terrible cuando est en
lugar demasiado estrecho. Observ cmo la bestia se' levantaba en sus patas
posteriores y le daba de zarpazos a uno de los cuerpos colgados. En el momento en
que iba a apoderarse de lo que buscaba, lo asust el ruido de mi hamaca; se volvi
con un gruido, mostr los dientes, y despus se alej tan silenciosamente como una
sombra.
En grandes extensiones del ro no se vea otra cosa que rboles de palo santo,
ante cuya vecindad la selva, por as decirlo, recoge los bordes de su vestimenta. Es
imposible equivocarse, porque all se levantan como leprosos, mientras alrededor de
ellos el suelo est absolutamente vaco de vegetacin. Una noche Dan estaba tan
cansado de buscar campamento, que colg su hamaca entre dos de estos rboles y se
acost sin darse cuenta de lo que haba hecho. A medianoche nos sacaron de
nuestras hamacas unos gritos que hacan coagularse la sangre en las venas y que
11 Cuando se habl de esta serpiente en Londres se dijo que mi padre era un mentiroso a carta cabal!

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nos hicieron coger los rifles, creyendo que se trataba de un ataque de los salvajes.
Aun medio inconscientes por el sueo, casi sentamos las flechas emponzoadas que
penetraban en nuestro cuerpo sin proteccin y creamos ver formas obscuras
saliendo de los matorrales, en el permetro del campamento. Despus nuestros ojos
contemplaron a Dan que corra como demente hacia el ro, gritando a medida que
avanzaba. Se escuch una zambullida y los lamentos disminuyeron! Satisfechos al
saber que los indios no nos atacaban, seguimos a Dan hasta la ribera del ro para
inquirir el motivo del bullicio. Legiones de hormigas se haban deslizado por las
cuerdas de la hamaca,
Desde los dos palos santos, cubrindolo de pies a cabeza y le enterraron sus
mandbulas venenosas en cada centmetro de su persona. Chorreando agua, se subi
a una canoa y all pas el resto de la noche sacndose los insectos del cuerpo. Al da
siguiente tuvimos gran trabajo en retirar la hamaca y dejarla libre de hormigas.
Salvajes!
El grito fue proferido por Willis, que estaba en la cubierta observando la
llegada al rpido Tambaqui. Dan y yo salimos de la lona y miramos en la direccin
que el negro sealaba. Algunos indios se encontraban parados en la ribera, con los
cuerpos ntegramente pintados con el jugo rojo del urucu, semilla comn en la
selva. Sus orejas tenan lbulos colgantes y sus narices estaban atravesadas de
parte a parte con plumas de ave, aunque no llevaban aderezo de plumas en torno a
sus cabezas. Era la primera vez que vea a esa gente y pens que eran karapunas.
Nos detendremos y trabaremos amistad con ellos dije; pero antes de que
pudiese dar la orden de acercarnos a la ribera, nuestra tripulacin india descubri
a los salvajes. Hubo gritos d alarma y los remos se movieron frenticamente.
Se escucharon gritos de los salvajes, y en seguida, alzando sus grandes arcos,
dispararon algunas flechas en nuestra direccin. No pudimos verlas volar, pero una
de ellas se incrust con ruido terrible en el costado de la embarcacin, que tena un
espesor de una pulgada y media, y su punta atraves tambin el otro costado del
bote. Me dej atnito la fuerza con que fue disparada esa flecha y si no lo hubiese
visto por mis propios ojos, jams habra credo en su poder de penetracin. Si un
rifle apenas es capaz de superarla!
La costumbre de estos indios era salir a la ribera en nmero de doscientos o
trescientos y dar una calurosa recepcin a las embarcaciones que pasaban. El
centro del ro estaba a su alcance por ambos lados, de manera que no haba
posibilidad de salir ileso. En otro ro supe de un barco que fue atacado en forma
similar. Una flecha traspas a un ingls en ambos brazos y en el pecho, clavndolo
en cubierta con tal fuerza que cost mucho libertarlo.
El igarit se deslizaba por el agua a tal velocidad, que muy pronto llegamos

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hasta el rpido Tambaqui, donde nos precipitamos sin contratiempos; la tripulacin


aun remaba furiosamente por temor a ms flechas. No era un rpido muy
formidable, y en ningn caso tan malo como el siguiente, el Fortaleza, que tena una
cada de diez pies y cuyo solo sonido inspiraba temor. El agua azotaba con furia
formando una rfaga de espuma sobre un afloramiento del mismo granito que se
encuentra en el Madeira y en todos los ros al oriente de esta corriente, entre los
ocho y diez grados latitud sur, y cuyo significado vine a reconocer ms tarde, cuando
estudi la geologa del antiguo continente. La embarcacin no poda bajar por esta
cascada; tuvimos que sacarla del agua, transportndola por tierra en rodillos
fabricados con troncos de rboles, labor sta que nos dej casi exhaustos, tan
escasos de mano de obra estbamos!
En la ribera yaca el cuerpo medio seco de una anaconda muerta, cuyo cuero
tena cerca de una pulgada de grosor. Posiblemente, cuando estuviera
completamente seco, se reducira a menos que esto, pero aun as, el hermoso y duro
cuero igualara en calidad al del tapir.
Cuatro horas despus de pasar por Fortaleza, llegamos a la confluencia con el
ro Madeira, tan extenso que parece un ocano, despus del estrecho ro Abuna.
Aqu encontramos una oficina de aduana boliviana, en condiciones tan insalubres
como apenas es posible concebir. Todos estaban enfermos con fiebre o ebrios; y si en
alguna parte puede justificarse el alcohol, es en este sitio! Haba cado la noche y, al
acercarnos a tierra, escuchamos el rasgueo de las guitarras y el canto desabrido de
voces de borrachos, como si nos estuvieran previniendo de la degeneracin que
encontraramos aqu. El caucho exportado por Bolivia paga menos derechos que el
que se exporta por Brasil, de manera que era costumbre que todo el caucho de
Abuna, ya fuese que viniera del lado brasileo o boliviano, pasase y saliera por esta
aduana. En todo caso, el ro no haba sido fijado aun definitivamente como frontera.
Se almacenaban mercaderas en el lado brasileo, las que se transportaban al otro
lado del ro durante la noche; una forma moderada de contrabando qu la aduana
ms bien favoreca que impeda. Cuntos de los derechos pagados llegaban a poder
del gobierno es una pregunta a la que no puedo dar contestacin. Slo un
funcionario manejaba el dinero; los otros nueve no tenan nada que hacer, fuera de
endeudarse.
Haba seis soldados bajo el mando de un intendente, a quien haban trasladado
del Mapiri, mientras buscaba caucho, y lo enviaron a este sitio miserable con todas
sus pertenencias, que se componan de una lata de sal, dos espadas, un reloj
despertador y un orinal saltado. Haba que llenar esa vacante. Su predecesor tena
el desgraciado hbito de tirar tajos a los soldados con la espada, as es que por
ltimo se rebelaron contra l, le dispararon y cruzaron la frontera hacia Brasil. El

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oficial, borracho y herido, se escap a la selva y sigui, bordeando el ro, hasta Villa
Bella. Puede dar una idea del estado de cosas que reinaba en estos lugares remotos
el hecho de que, cuando las aduanas bolivianas fueron entregadas a Brasil, haba
siete mil bultos de carga en San Antonio, puerto que queda ms abajo de los rpidos
del Madeira, esperando transporte para el Beni. Cinco mil de estos bultos contenan
licor!
En la desembocadura del Abuna, los nicos alimentos eran el charque y el
arroz. Nadie se molestaba en pescar o cazar, ni siquiera en vestirse y, sudando bajo
sus andrajos sucios, segn el caso, cantaban canciones de borracho o geman de
dolor en sus enfermedades. No existan medicinas, y si hubiesen tenido alguna,
nadie habra podido administrarlas porque no exista una mente suficientemente
despejada para hacer de enfermero. La nica persona sana era un joven alemn,
que haba llegado en su viaje ro arriba, un muchacho alegre e ntegro que no
confiaba en las relaciones anglo-alemanas. El ardiente deseo de Alemania deca
era la guerra, para daar la prosperidad comercial de sus rivales y asegurarse colonias.
Despus de ocho das en este vil sitio pudimos conseguir pasaje en algunos
batelones que llevaban flete a Villa Bella, puerto en la desembocadura del Mamor y
a medio camino de Riberalta. Cuando nos adentrbamos en el ro lleg a nosotros,
como una despedida, el rasgueo de guitarras y el rumor de voces.
El ferrocarril Madeira-Mamor an no exista; ese sistema de regiones
apartadas, corriendo de ninguna parte a ninguna parte, cuyos funcionarios
blancos reciban salarios tan elevados, que podan retirarse a los diez aos, si
alcanzaban a vivir tanto! En lugar de eso tuvimos veinte das de labor matadora
para transportar las embarcaciones cargadas pesadamente, por los muchos rpidos
entre San Antonio y Villa Bella. Un bateln que cargaba doce toneladas de flete
slo tena tres pulgadas de obra muerta y era necesario pasar casi rozando las
riberas del ro. En extensiones suaves remaba la tripulacin de veinte indios, pero
donde el agua estaba agitada, la embarcacin deba ser tirada con el extremo de
una larga cuerda para esquivar las rocas. Se necesitaba gran pericia para evitar los
constantes peligros, por lo que al anochecer la tripulacin estaba agotada. En el
momento mismo en que los hombres se dejaban caer sobre las rocas calientes a la
orilla del ro se quedaban profundamente dormidos y, en consecuencia, la neumona
era corriente entre ellos, tanto que en cierta ocasin una tripulacin entera pereci
a consecuencias de esta enfermedad. La embarcacin se vio obligada a esperar la
llegada de nuevos remeros antes de poder continuar viaje.
Cuatro de los hombres de nuestro barco murieron durante la primera mitad
del viaje. El que cayera enfermo se transformaba en el hazmerrer de los dems, y

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cuando mora haba una hilaridad enorme. El cadver se ataba a un palo, se cubra
someramente con tierra en una fosa de poca profundidad cavada con los remos; su
monumento consista en un par de ramas cruzadas y atadas con pasto. Durante el
funeral se beba una ronda de kachasa y a esperar la prxima vctima!
El ro aqu tena una amplitud de casi media milla, pero estaba lleno de rocas
y la rpida corriente haca difcil la navegacin. Pasamos sin dificultad los
peligrosos rpidos de Araras y Periquitos, pero nos demoramos tres das en vencer
el ms formidable de ellos, llamado Chocolatal. La vida aqu distaba mucho de ser
montona. El piloto sali a inspeccionar el rastro por donde los batelones tendran
que ser transportados para evitar el rpido y fue asesinado por los indios apenas a
media milla de distancia del bote. Lo encontramos con cuarenta y dos flechas en el
cuerpo. En esos instantes, yo tambin haba salido a buscar un pavo para echar a la
olla, pero afortunadamente no encontr salvajes. Mi impresin fue que esta tribu,
aunque no gustaba de los contactos con la civilizacin, tampoco tena una
animosidad particular contra los hombres blancos.
En el Mamor, cerca de Villa Bella, los indios haban entrado a veces a las
pescaras reductos reconocidos para dedicarse al comercio de trueque, pero las
expediciones esclavizadoras los haban dispersado desde entonces. Mientras comerciaba ro arriba, en el Mamor, un boliviano muy conocido fue visitado por un
grupo de indios araras que pretendieron estar sumamente interesados en su rifle y
le rogaron que disparara incesantemente, aplaudiendo con placer cada vez que
escuchaban las detonaciones. Cuando la cmara estuvo vaca, el jefe mostr su
flecha y su arco, como demostrando lo que era capaz de hacer con ellos, y,
extendiendo la cuerda al mximo, se volvi repentinamente, disparando su flecha
directamente contra el boliviano. Los indios huyeron durante el tumulto que vino a
continuacin.
Un hermano de la vctima se veng, dejando, como por casualidad, un poco de
alcohol envenenado en la pescara. Como consecuencia de ello, se encontraron
despus ochenta cadveres. Estos indios an son numerosos y pendencieros, pero la
construccin del ferrocarril los ha ahuyentado del Madeira.
Un mestizo me cont que cerca del rpido Chocolatal, l y algunos otros
compaeros capturaron una canoa con dos indios slo poco tiempo antes.
Uno de ellos rehus todo alimento y muri dijo. El otro comenz
tambin una huelga de hambre, pero lo colgamos de los pies en un rbol, y
practicamos tiro al blanco en su cuerpo. Muri al octavo disparo. Nos divertimos
mucho!
El flete en los batelones era aqu un buen negocio. Construirlos costaba 1.800
bolivianos (144 libras) y se alquilaban en cuatrocientos bolivianos el viaje, por

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cuatro viajes anuales; el arrendatario asuma responsabilidad en caso de prdida.


La tripulacin del bateln casi se desternill de risa cuando uno de mis indios
tumupasas se enferm de beriberi en este viaje-y qued con las piernas paralizadas.
Muri en Villa Bella.
No es posible imaginar una experiencia ms espeluznante que la llegada al
rpido Ribern. Durante una milla nos aferramos a las rocas o a la ribera donde
pudieran depararnos una especie de freno y despus nos dejamos llevar bogando
locamente por un canal de aguas borrascosas capaces de echar a pique la
embarcacin que iba cargada en exceso. Uno de los cuatro batelones se di vuelta y
zozobr, sin que su tripulacin, que estaba demasiado dbil, pudiera remar
efectivamente. Se perdi la carga, pero no hubo muertes, pues todos los indios
nadan como nutrias.
Acampamos en Ribern, donde los botes tenan que ser descargados para el
acarreo al margen-del rpido. Apenas nos habamos instalado, totalmente
exhaustos, cuando nos vimos invadidos por un ejrcito de hormigas negras
incontables millones que arrasaban a su paso con todo, emitiendo un sonido
penetrante como silbido, fantasmagrico y temible. Nada las detena, y desgraciado
del durmiente que no despertara a tiempo para escapar, prevenido por el suave
rumor de su llegada. Las hormigas no daaron el campamento, sino slo
aniquilaron a todos los otros insectos, continuando en su avance. A menudo visitan
las chozas de la selva y las limpian de sabandijas.
En Misericordia, el prximo rpido, haba un gran remolino, junto al cual viva un
anciano que se haba hecho una cmoda fortuna recogiendo restos de naufragio,
caucho y todo lo que era barrido hasta la playa. Era un lugar muy peligroso, y
ninguna embarcacin escapaba del desastre cuando caa en la garra del remolino. El
paso rio abajo resultaba an ms peligroso porque la velocidad era mayor a causa
del laberinto de rocas, y por hbiles que fuesen los pilotos y la tripulacin, generalmente estaban ebrios al salir de Villa Bella. Los naufragios eran comunes
antes de que se restringiesen los seguros, pues a menudo les convena a los
consignadores perder la carga deliberadamente.
Quienquiera que sea el responsable de los nombres de lugares en Bolivia, es
culpable de amarga irona por haber bautizado al puerto en la confluencia de los ros
Mamor y Beni con el nombre de Villa Bella. Una marisma negra y sucia ocupaba
el centro del lugar y la mortalidad a veces era enorme. El ndice de defunciones,
entre las tripulaciones de los batelones que iban y regresaban de San Antonio,
alcanzaba al cincuenta por ciento anual, cifra terrible, a la que ya me estaba
acostumbrando. Ese era el tributo que se pagaba al caucho boliviano en este perodo,
y no creo que sea una exageracin decir que cada tonelada embarcada costaba una

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vida humana.
Ennegrecida por la franca suciedad, con sus habitantes saturados de bebida,
Villa Bella era, sin embargo, uno de los ms importantes puestos aduaneros de
Bolivia. El temor al Beni pareca haber ahuyentado a los funcionarios de tipo honrado. A m me trataron como a un embaucador del gobierno. Ningn representante
oficial tuvo la gentileza ni el sentido del deber de ayudarnos en nuestra labor e
incluso uno de los habitantes lleg al extremo de dispararme con su Winchester,
afortunadamente con mala puntera, a consecuencias del alcohol.
Incapacitado para obtener lo que necesitaba, le dije lisa y llanamente al
administrador de la aduana que si no se me facilitaban transportes en el acto, me
quejara formalmente contra l al Ministerio de Colonizacin. La treta surti efecto
y result ser realmente un embaucador del gobierno! Sin embargo, no pudimos
abandonar el lugar ese mismo da.
Al da siguiente fuimos a Esperanza, cuartel general de los Hermanos Surez,
la principal firma cauchera. Aqu encontramos a algunos mecnicos britnicos muy
bien remunerados al servicio de la firma para cuidar de las lanchas. Los oficinistas,
todos alemanes, eran francamente hostiles con ellos.
Exista aqu un rpido por el cual los indios tenan gran veneracin, creyendo
escuchar en su fragor la danza de los muertos. Pocos das antes, una lancha haba
sido arrastrada por este rpido, debido a una falla de la mquina al partir, cuando
dej la playa coa una carga completa de pasajeros. Su escapada fue casi milagrosa,
pues, por extrao que parezca, no naufrag. Todos los hombres de a bordo, excepto
Smith, el ingeniero ingls, saltaron antes de que fuese arrastrada por las aguas. Las
mujeres gritaban desesperadamente, viendo que de un momento a otro
naufragaran y se ahogaran en el remolino. Cuando lleg al rpido, Smith, que
tranquilamente haba estado reparando la mquina atascada, la hizo funcionar y la
lancha alcanz la ribera. Desde esta ocasin se convirti en un hroe.
Los mecnicos britnicos gustaban de su trabajo y lo hacan bien; sus salarios
eran generosos y reciban buen trato, y fuera de sus deberes habituales reciban
otros encargos, tales como reparar mquinas de coser, rifles, etc., lo que aumentaba
considerablemente sus ingresos. Uno de ellos mereci el imperecedero respeto de la
poblacin al caer, botella en mano, por la borda de un bateln en el Mamor, siendo
arrastrado por una cascada y emergiendo un poco ms all, donde pudo salir para
sentarse tranquilamente en la ribera a finalizar el contenido de la botella.
Otro sufri una enfermedad desconocida que le dej la piel casi negra y
pestilente. Un da no apareci en su trabajo y el mayordomo, seguro de que haba
muerto, prometi una botella de alcohol por cabeza, a una pareja de indios, si recogan el cadver y lo enterraban. Se cubrieron la nariz y la boca, pusieron el cuerpo

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ennegrecido en una hamaca y lo transportaron al cementerio. En el camino, la


hamaca golpe contra un rbol y una voz sepulcral, desde su interior, les dijo:
Cuidado, nios, cuidado. Los indios arrojaron su carga y huyeron, pero
envalentonados por un trago y acompaados de algunos otros, regresaron y cogieron
la hamaca una vez ms. Mientras depositaban el cuerpo al borde de la tumba, se oy
nuevamente la voz sepulcral, pidiendo un poco de agua. Todos arrancaron, pero tras
nuevas libaciones, regresaron los peones y echaron el babeante cuerpo en la tumba
abierta, esparciendo rpidamente tierra sobre l, hasta que se perdi toda esperanza
de resurreccin.
Poco despus de mi llegada aparecieron sbitamente diecisis indios
pacaguaras en una canoa, pintados como en pie de guerra. Mientras estos guerreros
bogaban ro arriba, se llen de excitacin la orilla ms lejana del ro Esperanza. Los
peones gritaban; los hombres corran de un lado a otro, lanzando rdenes a un
mismo tiempo y comenz una descarga irregular de disparos de rifle. Los salvajes no
se inmutaron. El ro, en este punto, tiene seiscientas yardas de ancho, o sea, casi el
lmite del alcance de un Winchester cuarenta y cuatro. Con serena dignidad, los
indgenas pasaron de largo, hasta perderse en algn pequeo afluente. Hubo rostros
malhumorados despus de la orden de Cese el fuego!, cuando se hizo un balance
del gasto de municiones de precio exorbitante.
Los indios a menudo salan a la ribera opuesta y con toda calma observaban los
trajines de la barraca, seguros de que haba escaso peligro de que los alcanzaran los
rifles. Su aparicin invariablemente causaba frenes en Esperanza y gran derroche
de cartuchos. Pareca la ruidosa bravata de los perros cuando ven a un gato sobre
una muralla.
Acompaamos a una lancha que iba a Riberalta el 18 de mayo. La noche
anterior a nuestra salida se hizo notable, porque cuatro mujeres y cuatro peones
indios protagonizaron una danza de ebrios despus de consumir cuatro cajas de
cerveza a 10 libras la caja, obtenidas a crdito. Al da siguiente, las mujeres
recibieron un castigo de veinticinco latigazos cada una por meter bulla y fueron
enviadas a trabajar en las plantaciones al otro lado del ro; pena muy temida a
causa de los paca- guaras. Los hombres quedaron libres de toda culpa, posiblemente
porque sirvieron bien a la firma, al quedar an ms endeudados con ella.

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Captulo IX
DESAGRADABLE INTERLUDIO
UN ABULTADO CORREO ME ESPERABA en Riberalta, y dej de lado todos
los otros pensamientos para leer las gratas nuevas de la patria, anheladas desde
haca tanto tiempo. Haba peridicos, comunicaciones oficiales y lo ms
importante de todo instrucciones para posponer expediciones ulteriores, a causa de
dificultades financieras. Me regocij con esto, porque fuera de haber tenido martirio
suficiente para un buen tiempo, deba completar mapas, redactar informes y dar los
toques finales al esquema exigido para el ferrocarril de trocha angosta de Cobija.
Riberalta necesitaba un dique flotante; me pidieron que lo planeara y estudiara el
presupuesto correspondiente. No tuve objeciones para quedarme aqu, ya que haba
mucho que hacer y me pagaban por el trabajo. Lo nico que no poda soportar era la
inactividad.
No era probable que, por un tiempo al menos, hubiera embarcaciones para
ir a Rurenabaque, pues la lancha gubernamental, Tahuamanu, qued por fin en
un estado imposible de reparar y la haban varado en algn sitio ro arriba. Con la
perspectiva de una estada indefinida en Riberalta, Daniel se puso su terno de

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xapury y se fue de parranda. En cuanto a Willis, sus excesos en la bebida ya lo


haban fondeado en la crcel. Su libertad se debi exclusivamente a sobornos de funcionarios venales. Me demostr su gratitud abandonndome, para establecerse por
su cuenta como vendedor de licores en una cabaa *de los arrabales de la ciudad,
donde su propia debilidad poda ser satisfecha a expensas de otros adeptos. Feo, el
penltimo de mis indios, muri.
A pesar de la fuerza privada de traficantes de esclavos que haba en el
Madre de Dios, los indios estaban produciendo dificultades, y fu en realidad en ese
mismo ro donde un indio sometido mat con un hacha al administrador de la barraca Maravillas, destino a que seguramente se haba hecho acreedor. Los
pacaguaras tenan una reputacin ms negra que la que realmente merecan; pero,
por regla general, no perdan oportunidad para hacer todo el dao que podan.
Durante un viaje a la desembocadura del Orton, con el propietario boliviano de una
pequea propiedad cauchera, me encontr con algunos de ellos en la selva, y me
parecieron bastante inofensivos cuando, por fin, adquirieron la confianza suficiente
para dejarse ver. Fueron localizados por los indios de nuestro grupo, que los olieron,
pues los aborgenes tienen un olfato tan aguzado como el de un sabueso. Era obvio
que pertenecan a los indgenas ms degenerados; eran gente pequea, muy morena,
con enormes discos en sus orejas colgantes y palos atravesados en sus labios
inferiores. Nos trajeron regalos de caza, considerando que cualquiera otra actividad
que no fuera la cacera estaba por debajo de su dignidad. Degenerados o no,
asociaban a todos los indios civilizados con las expediciones para buscar esclavos,
tan frecuentemente practicadas en sus poblados, y no queran tratos con ellos.
Hay tres clases de indios. Los primeros son dciles y miserables, fcilmente
domeados; los segundos, canbales peligrosos y repulsivos, raramente vistos; los
terceros forman un ' pueblo robusto y hermoso, que deben tener un origen civilizado
y a los que rara vez se encuentra, porque evitan la cercana de los ros navegables.
Este es un tpico que pretendo tratar detenidamente en captulos posteriores, pues
se eslabona con la remota historia del continente.
La corrupcin y la ineficacia estaban a la orden del da en Riberalta. Se haba
designado a un nuevo juez, que tambin era el carnicero oficial, negocio ste
altamente productivo pues muy pocos podan evitar de transformarse en sus
clientes. El soldado de los dos mil latigazos, a quien haban dejado con los huesos a
la vista, para que pereciera, haba sanado y se encontraba muy satisfecho de su
condena. Estaba enormemente gordo resultado general, segn me dijeron, de
tales flagelaciones, siempre que la vctima sobreviva y no mostraba
irregularidades al caminar, pese al hecho de que le haban cortado las nalgas.
Lleg el ganado!

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Fu un pen el que grit estas palabras, mientras estaba en la ribera del ro,
observando la llegada de los batelones. Mir hacia donde indicaba, esperando ver
animales de las planicies de Mojos que iban al matadero de nuestro juez-carnicero;
pero en vez de eso percib un cargamento humano. El propietario de una barraca de
Madre de Dios se encontraba en la primera embarcacin, y, una vez que lleg a
tierra, se dedic a vigilar a sus mayordomos, armados con ltigos formidables, que
conducan hacia la playa a un pio de treinta personas de tez ms o menos blanca,
de Santa Cruz, cuya expresin de miseria abyecta mostraba demasiado claramente
que se daban cuenta exacta de la terrible categora que ocupaban en la escala
social. No slo haba hombres en ese extenuado grupo, sino tambin mujeres.
Qu son? Pregunt a un funcionario de la aduana boliviana. Esclavos?
Por supuesto. Me mir, sorprendido de mi estpida pregunta.
Quiere decir que esa desgraciada gente ha llegado hasta aqu para ser
vendida?
Oh no, seor! Slo los indios de la selva se venden pblicamente. Este
ganado se negocia por el valor de sus deudas; todos son deudores, y el monto de ella
es el valor mercantil de sus cuerpos. Es una transaccin privada, usted comprender; pero el que desea un hombre o una mujer puede obtenerlo si est
dispuesto a pagar el precio.
Suceda esto en 1907, o el tiempo haba retrocedido en mil aos?
Slo los indios de la selva se venden en pblica subasta.
La brutalidad revelada por esta actitud enfureca al gobierno boliviano, tanto
ms porque era incapaz de hacerla cesar, y enfureca tambin a toda la gente de
mente recta. Antes de mi regreso a Riberalta ocurri un caso tpico de los depravados salvajes esclavizadores, extrados de la escoria de Europa y Amrica
Latina.
Una expedicin en busca de esclavos lleg hasta una aldea de los toromonas,
gente muy inteligente y nada difcil de tratar. Al jefe no le gustaron sus visitantes;
pero, de todas maneras, orden a su esposa que trajese chicha en seal de amistad.
El cabecilla de los traficantes, temiendo ser envenenado, insisti en que el jefe indio
bebiese primero, lo que ste hizo, y mientras estaba parado con la vasija levantada
lo abati una bala, muriendo instantneamente. Comenz en el acto la cacera de
esclavos y los sobrevivientes fueron llevados al Beni. Una mujer que tena un nio
recin nacido fue herida en el tobillo e imposibilitada para caminar; fue arrastrada
hasta el ro, para ser remolcada corriente abajo en una balsa, detrs de la lancha.
Cuando el grupo de la embarcacin se cans de esto, la dejaron al garete, para que
alcanzara la orilla como pudiera. Los perpetradores de esta espeluznante aventura
se jactaron abiertamente de sus actos, orgullosos de su victoria. Contaron cmo

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haban cogido a los nios de los pies, azotndolos contra los rboles hasta matarlos!
No hay la menor duda de la autenticidad de estas atrocidades, ni existe tampoco la
menor exageracin de mi parte. Ojal que as fuese! Llamar bestias a estos
demonios constituye un insulto a los irracionales, que no estn dotados con la
maldad humana. Si hubiesen estado avergonzados de sus actos, habran dado como
excusa la muerte de algunos esclavizadores en una apartada aldea, a consecuencia
de beber chicha envenenada. Lejos de eso, ellos vean en ese caso motivo para una
venganza, y qu venganza!
Muchos de los indios a los cuales se les ha inculcado civilizacin son
inteligentes y de gran habilidad manual. En algunas misiones les han enseado
oficios, y se desenvuelven muy bien; aprenden idiomas rpidamente, pues son de
naturaleza imitativa; pero muy pronto degeneran fsica y moral- mente.
Algunas veces se daba vuelta la rueda de la fortuna. No hace mucho tiempo,
una firma envi una expedicin desde Riberalta a buscar esclavos a la selva.
Encontraron despus a los traficantes cortados en pequeos trozos, flotando ro abajo en una gran canoa hueca. De otra expedicin al Guapor regres slo un hombre,
completamente loco, royendo la carne descompuesta de un fmur humano! Es bueno
saber que estos brutos obtienen a veces lo que se merecen. Yo no les tengo la menor
simpata.'
No lejos de Riberalta un trabajador indio mat al mayordomo en venganza de
ciertas brutalidades. Lo cogieron, mantenindolo atado toda la noche, cara a cara
con el cadver, y al da siguiente le dieron mil latigazos. A duras penas transcurra
un da sin que hubiese flagelaciones, y desde el sitio donde yo estaba alojado poda
escuchar la ejecucin de los castigos en la oficina del jefe de polica. Generalmente,
las .vctimas se conducan con serenidad, a menos que como ocurra en casos ms
graves se empleara el Sapo Chino. Este instrumento era una armazn basada en
la estructura de un potro de tormento, en el que se poda estirar a la vctima boca
abajo, de tal manera que el cuerpo estuviera suspendido en el aire mientras se
administraban los latigazos.
En una barraca situada ms arriba de Riberalta le propinaron a un pen
cuatrocientos latigazos, y despus el hombre agradeci a su amo, dicindole que los
haba necesitado y que en adelante trabajara bien! En la aldea viva un anciano
quien, cuando se emborrachaba, se diriga a la comisara a rogar que lo flagelasen
para aprender a conducirse. Quiz, fsicamente, los indios tengan menos
sensibilidad que un blanco; lo que sienten mentalmente nadie lo puede adivinar. En
Riberalta jams reciban dinero, ni saban lo que era un trato decente; pero en
cambio les propinaban latigazos a la menor falta. Siempre los entusiasmaban para
que bebiesen alcohol.

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Desde que existe memoria, se us el ltigo en una forma bastante ms' seria en
las islas britnicas; en realidad, an se emplea en el cdigo penal y constantemente
se recomienda su uso en forma ms extensa. Si la vctima pudiese elegir entre el
ltigo de los distritos caucheros y el de nuestras prisiones, no hay duda alguna sobre
cul sera su preferencia. No estamos en situacin de lanzar la primera piedra, ya
que somos responsables de la sumisin de las colonias de Africa Occidental.
Denunciar las atrocidades del auge del caucho, silenciando las muchas crueldades
aun legalmente establecidas en nuestro propio pas, lejos de la vista del pblico,
significara tener un criterio demasiado estrecho. Debo hacer hincapi en que lo que
suceda en Bolivia y Per no estaba autorizado por sus gobiernos, sino que eran
actos de individuos, al margen de la ley y del orden. Por crueles que hayan sido
estos actos, jams sucedi nada comparable a las atrocidades del Congo Belga. La
lejana de un sitio como Riberalta es difcil de imaginar. No haba telgrafo ni otro
medio de comunicacin con La Paz u otra ciudad, y, bajo las ms favorables
condiciones, se llegaba a la capital despus de dos meses y medio de viaje.
La llegada de un nuevo gobernador al Beni me di la oportunidad de asegurar
algo del dinero que se me deba, al obtener rdenes oficiales de pago en algunas
casas comerciales. El gobernador era afeminado, susceptible a la adulacin y
extraordinariamente estpido. La mayor parte del tiempo la pasaba adornndose.
Resultaba ridculo contemplarlo ocupado, en una habitacin abierta a la vista del
pblico, decorando su lecho y otros muebles con pequeos lazos de cintas rosadas,
para complacer a una india poco atractiva de la cual se haba enamorado al llegar.
Como escoba nueva, estaba ansioso de causar buena impresin, y sabiendo que sus
gastos pronto seran reducidos drsticamente, saqu ventaja de ello mientras era
tiempo. Su pomposidad era prepotente, porque una vez haba sido cnsul, y estaba
siempre ansioso de indicar que su presente condicin significaba un descenso de
categora para l, fruto del resentimiento que su habilidad haba despertado en
crculos superiores.
Cuando soplaban los surazos, Riberalta se pona intensamente fra, y una
maana apareci una delgada pelcula de hielo en los charcos de lo que llamaban
caminos. En estas ocasiones llova durante tres o cuatro das ininterrumpidamente y
nadie posea la ropa suficiente para aislar el fro. El repentino descenso de la
temperatura mataba rpidamente a los peones vestidos de algodn. Entre las
hordas de enfermos la muerte cobraba un tributo espeluznante; uno tras otro
desaparecan los comedores de tierra o gefagos!
Los trabajadores y sus familias eran vctimas a menudo de una extraa
enfermedad que induca a un irresistible deseo de comer tierra. Posiblemente la
causa era un parsito intestinal y la tierra servira para aplacar la irritacin

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interna. En todo caso, el resultado era un abultamiento del cuerpo, al que segua la
muerte. Los indios conocan un solo remedio: el excremento de perro; pero nunca
supe que alguien mejorara con esta medicina. Algunos europeos tambin sufran de
esta enfermedad; pero las vctimas ms comunes eran los nios, cuyas enflaquecidas
extremidades y estmagos horriblemente distendidos presagiaban su horrible
suerte. Un austraco que sufra de esta extraa enfermedad baj por el Beni desde
Reyes. Excepto por su estmago terriblemente hinchado, pareca un esqueleto
viviente, y produca una impresin espantosa. Muri al corto tiempo.
A excepcin de las escasas oficinas, nadie tena idea del tiempo en Riberalta,
porque los relojes no eran de uso general. Un comit de ciudadanos se acerc a m
pidindome que erigiese un cuadrante solar, y tanto para cambiar de ocupacin,
como para retribuir la hospitalidad, estuve de acuerdo en construirlo si se me
suministraban los materiales necesarios. Cuando finalmente el reloj de sol estuvo
listo y colocado en medio de la plaza, fue inaugurado con gran pompa y proporcion
un buen motivo para hacer discursos y beber sin tasa. Hubo hasta sugerencias de
que se erigiera un techo para protegerlo de las inclemencias del tiempo!
Esa misma noche vi a un grupo alrededor del reloj de sol y me acerqu a ver lo
que ocurra.
Es un fraude balbuce una voz. Se encendi una cerilla. Vean! No indica
la hora. Que alguien me preste otra cerilla y probemos de nuevo; o ms vale que
traigamos una vela.
Explotacin extranjera gru otro. Esto es lo que se llama. . .
imperialismo britnico.
No replic una tercera voz. Funciona bien, porque esta tarde vi la hora
en l.
Hubo argumentos en favor y en contra y las discusiones se acaloraron.
Metieron tanta bulla, que un oficial de polica fue a investigar la causa del problema.
Idiotas! grit cuando le interrogaron. No saben que tienen que esperar
que salga la luna antes de poder ver la hora en l?
Tres das despus el reloj de sol fue encontrado completamente destruido. Los
pro cuadrante solar acusaron a los anti de sabotaje; pero mis sospechas recayeron en
un disoluto empleado francs de una firma local, a quien antes que a m se le haban
ofrecido 50 libras para construir un cuadrante y no supo hacerlo.
Ese mismo da realic mi primer intento de irme de Riberalta, tomando pasaje
para Rurenabaque en una pequea embarcacin conocida como una montera. Pese
a mis protestas, el propietario insisti en recargarla horriblemente, y media milla
ro arriba toc un banco de arena, se volc, y por poco nos ahogamos todos. El
propietario salv su embarcacin; pero rehus continuar, y tuvimos que regresar a

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Riberalta, donde volv a mis viejos cuarteles por otras tres semanas, desesperando
de poder abandonar este detestable lugar. Pareca que Riberalta estaba jugando al
gato y al ratn conmigo, hacindome creer que estaba libre, slo para capturarme
una vez ms. Una y otra vez se me presentaba la oportunidad de escapar, slo para
desvanecerse y dejarme ms deprimido que nunca. Era una prisin sin rejas, pero no
menos prisin por esa circunstancia. Imaginaba la voz del lugar murmurando: Has
venido: aqu permanecers... para siempre! Puedes escapar por corto trecho; pero
mi hechizo te atrae y regresars siempre, para vivir toda tu vida aqu, hasta que
mueras!
Algunos acusaban ya abiertamente al - francs de haber destruido el cuadrante
solar del pueblo, y el asunto casi se transform en un problema internacional. Se
formaron partidos; se efectuaron violentas demostraciones anti francesas y
antibritnicas. La prensa local una hoja semanal de basuras semipolticas se
meti en la refriega y public editoriales sobre el tpico en un lenguaje
extraordinariamente pomposo. El vicecnsul francs ofreci un banquete,
excluyendo ostentosamente a todos los ingleses y sus simpatizantes. A m me
molest poco esta actitud; pero los otros ingleses residentes se sintieron ofendidos,
desquitndose con otro banquete de carcter altamente patritico a la noche
siguiente.
Recuerdo que la fiesta dur hasta pasada la medianoche, y ya se haba puesto
musical y achispada cuando las lmparas de aceite, rodeadas de nubes de insectos,
comenzaron a mostrar signos de extincin. Mientras oscilaban y se oscurecan, lleg
el sbito grito de Cobra!. Inmediatamente se form un pandemnium, y, justo
antes de que las lmparas se apagaran del todo, se vio en un rincn la silueta del
reptil. Algunos se subieron a las sillas; otros, a las mesas. Unos cuantos espritus
audaces cogieron palos y atacaron fieramente a la serpiente, que se agit y retorci
bajo los golpes, y de pronto todo qued sumido en tinieblas.
De afuera llegaron gritos de advertencia, pues media ciudad estaba reunida
all. Desde el interior se pedan luces, ms luces..., rpido! La serpiente deba estar
en alguna parte. Ya uno o dos alborotadores estaban declarando que los haba
mordido. Por fin llegaron luces, se disiparon las tinieblas, y el reptil result ser
ustedes ya habrn adivinado una cuerda!
A la claridad del da siguiente, los rostros del prfido francs y de sus
partidarios brillaban jubilosos; pero Albin an no estaba derrotada, porque cuando,
al otro da, el francs y sus secuaces se reunieron a bordo de la lancha Campa, que
iba ro abajo hasta Esperanza, apareci en el puente principal una serpiente negra y
roja. Y sta era verdadera, no el extremo de una cuerda!
No tengo idea qu clase de reptil era. Posiblemente fuese una inofensiva

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serpiente coral; pero, en todo caso, hubo una conmocin inmediata, huida por los
pasillos, que eran destartalados tablones, y en medio de la lucha el francs fue
empujado dentro del ro. Cuando sali a la superficie hubo un grito de alerta:
Cuidado con las piraas! El galo aull de terror, mientras nadaba hacia la orilla
moviendo los brazos como paletas. Un agrupo de mirones lo trat de sacar; pero una
y otra vez se caa dentro del agua, asegurando que las piraas se estaban comiendo
la carne de sus piernas. Medio - ahogado y cubierto de barro de pies a cabeza fue
extrado finalmente y llevado sollozante a su cabaa.
En este perodo las estrellas deben haber ejercido influencia nefasta en las
relaciones internacionales, pues una o dos noches ms tarde tuvo lugar una batalla
en regla. Bumpus, un ingls, atenda en su casa a un peruano, celebrando con cerveza, la ms cara de todas las bebidas locales, el 28 de julio, aniversario de la
independencia del Per. Haba varios invitados, entre ellos un joven oficial boliviano
llamado Zamudio.
En lo mejor de la parranda, un escribiente de la delegacin pidi que lo dejasen
entrar, y como era un mentecato intil, prontamente se le dijo que no. Cosa
sorprendente, rehus irse, y se puso tan belicoso que comenz una pelea en la que
fue derribado. Sus gritos atrajeron a un mayor, a un capitn y a cerca de treinta
soldados del vecino saln de refrescos de Willis, los que se echaron sobre Bumpus y
sobre el peruano, que defendi a su anfitrin. El mayor orden a sus soldados que
cogiesen a Bumpus, quien reaccion inmediatamente pegndole en la nariz al
mayor. Lleg la polica, vio que la refriega aumentaba y se puso a contemplar la
lucha con inters. Botellas, sillas, suciedades de todas clases volaron por el aire. Los
juramentos y los gritos atrajeron ms espectadores, que comenzaron a cruzar
apuestas. Ni Bumpus ni nadie saba boxear, por lo que casi toda la pelea consisti en
dar palmadas, retorcer brazos y especialmente propinar puntapis. El desorden
termin solamente cuando apareci un rollizo coronel que arrest al mayor y al
capitn. Supe que al da siguiente un sargento y siete hombres recibieron doscientos
latigazos, lo que me pareci una gran injusticia, pues ellos slo haban obedecido
rdenes superiores.
El notable aumento de consumo de licores era tal vez preparndose para
celebrar el 4 de agosto, fiesta nacional boliviana. Cinco das de borrachera
ininterrumpida finalizaban con exhibiciones deportivas militares en la plaza, donde
se juntaban todos los ciudadanos, equipados con botellas, vasos y hasta con latas de
querosene llenas de licor.
La exhibicin no era muy entretenida, excepto un juego llamado rompecabezas.
Difcil de ejecutar, aun para hombres sobrios, resultaba de una comicidad increble
cuando los competidores estaban semiebrios con kachasa. El rompecabezas consista

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en una caja de seccin triangular, de dos yardas de largo, que rotaba libremente
alrededor de una barra de hierro colocada sobre dos postes a una distancia de cerca
de siete pies uno del otro. En lo alto de uno de estos postes haba un pequeo
asiento; en el otro, una pequea bandera. El juego consista en coger la bandera
cruzando sobre la tapa de la caja. A menos que se mantuviese un equilibrio perfecto,
la caja se daba vueltas y el competidor caa al suelo.
En estos das, desesperado por la tardanza en salir de Riberalta, hice presin
sobre el delegado, o gobernador, hablndole de representaciones oficiales y cosas
por el estilo. Esto lo asust tanto, que se obtuvo un bateln, que se puso a mi
disposicin, as como a la de un empleado de la aduana y del rollizo coronel, ya que
todos bamos a La Paz. Dan debi haber viajado conmigo; pero estaba en la crcel a
pedido de Willis de l!, por deudas de bebidas alcohlicas. Los ingleses fueron a
despedirme y tambin la guarnicin al coronel, de manera que dejamos la costa en
medio de la humareda azul de sus descargas. Podamos an escuchar sus gritos de
despedida cuando ya no alcanzbamos a percibirlos.
El coronel no era en absoluto el compaero ideal de viaje. Mestizo de indio, su
parte espaola parece que se haba confinado exclusivamente al nombre. Su nico
equipaje consista en una bacinica 12vieja y en una maleta usada, de imitacin
cuero. Se nos olvid esta ltima en la playa y slo descubrimos su prdida cuando
ya estbamos en una barraca a veinticinco millas ro arriba, y all tuvimos que
esperar mientras una canoa iba a buscarla. Despus, el coronel se instal en la
cabina de popa y all se qued por el resto del viaje: cuarenta y cinco das!
El aduanero era un buen compaero; pero ni l ni el coronel haban llevado
alimentos, y, naturalmente, contaban con mis provisiones, que consistan en avena
machacada, unos sacos de pan duro y latas de sardinas. La avena machacada no
les interesaba, pero lo dems slo alcanz para diez das, despus de los cuales
anduvieron dando vueltas alrededor de las ollas de la tripulacin, sin mucho xito.
No vi lavarse al coronel durante todo el viaje, y empleaba la bacinica, fuera de otros
usos, para guardar alimentos. Era insolente, desagradable, enfermizo, y como muy
pronto todo su cuerpo se llen de pstulas, su presencia en el refugio, que
estbamos obligados a compartir con l, se nos hizo repugnante. Se quejaba de que
se le haba obligado a embarcarse con excesiva prisa; protestaba por la falta de
variedad de mis provisiones, y tanto l como el aduanero expectoraban
constantemente fuera y dentro de la embarcacin. En el barco viajaba una mujer
12 Posesion omnipresente. Esto y el reloj despertador son los compaeros inseparables del mestizo.

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mestiza, que se diverta cazando moscas y mariguis, que despus se coma,


costumbre propia de indios, sean civilizados o salvajes. No quisiera volver a repetir
ese viaje.
Al segundo da nos encontramos con un bateln que iba a Riberalta. Su dueo,
un alemn llamado Hesse, reconoci inmediatamente entre nuestra tripulacin a
sus propios peones, requisados por la delegacin. Se puso furioso y nos acus de
haberlos robado; pero no poda hacer nada contra nosotros y nuestro piloto se ri de
l extraordinariamente.
En la barraca Concepcin pude procurarme ms alimentos con la esposa del
administrador y rareza en estas regiones obtuve conservas inglesas. Resultaban
extraordinarias, porque los fabricantes britnicos rehusaban colocarles etiquetas en
espaol, y, consecuentemente, nadie compraba sus productos, pues no saban qu
contenan.
Al tercer da de nuestra salida de Concepcin nos cogi un viento surazo, que
retard nuestro avance. La atmsfera se puso terriblemente fra y el ro fu golpeado
por el viento, formndose menudos remolinos, semejantes a los que forman las
turbonadas del ocano. La vida de la selva pareca decada y nos oprima un
sentimiento de triste desolacin. Al llegar a Santo Domingo brillaba el sol, y nuestro
nimo se levant cuando el administrador, el seor Arautz, carg el bateln con
pltanos, naranjas y otros alimentos frescos.
Lamento que tenga a bordo al coronel me dijo, sin preocuparse de que el
objeto de su conversacin tambin estaba escuchando. Conozco a ese tal por cual, y
no envidio su suerte.
Muy pronto el bateln nos caus ansiedad, porque sus maderos estaban podridos.
Los temores de la tripulacin resultaron fundados cuando al decimosexto da un
obstculo sumergido rompi el fondo, golpeando a la mujer, que casi se ahog con un
bocado de moscas. Nos hubisemos podido hundir, pero de algn modo el obstculo
fue cortado con un hacha; se clav un trozo de tabla sobre el agujero y se designaron
dos vaciadores para mantener a raya el agua que entraba. Hora y media despus
otro tronco de rbol ms grande que el anterior atraves el parche, demostrando que
si los rayos no caen nunca dos veces en el mismo sitio, los obstculos s. Otra vez fue
cortado a hacha, y se coloc en el hoyo toda la ropa disponible que tena la
tripulacin. Se orden a un hombre que se sentara encima, hasta que, gracias
exclusivamente a la buena suerte, pudimos llegar a la pequea barraca de Los
ngeles. Como nadie pareca capaz de arreglar el dao, busqu un tabln,
levantamos el bateln para mantenerlo seco y elevado, fij tablas en su interior y
exterior, remachndolas con largos clavos de hierro y calafateando las junturas con

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estopa. Este parche nos sirvi para el resto del viaje, pero hubo muchas alarmas por
los roces y rechinamientos del fondo, que aterrorizaban al coronel. Me qued muy
agradecido por los arreglos, tan agradecido, que al da siguiente escamote una
pierna de pavo silvestre de la olla de la tripulacin, y, despus de roer el mejor trozo
de carne, me ofreci el resto con una reverencia.
Cuando llegamos a Cavinas, en la desembocadura del Madidi, yo estaba
desesperadamente ansioso por escapar de mis dos compaeros de cabina, pues me
enfermaban sus hbitos sucios y sus desagradables personas. La ineficiente tripulacin y el negligente capitn hacan el viaje tan intolerable, que trat de
conseguirme muas con los sacerdotes de la misin para llegar por tierra a
Rurenabaque. Ay! Todas sus bestias estaban ocupadas en otra parte. No haba nada
que hacer, sino continuar en el bateln, que ahora estaba peor que nunca, porque el
cuero crudo que cubra el suelo de la cabina se haba podrido completamente y el sol
abrasador lo haca exhalar un olor tan fuerte, que eclipsaba an al del coronel.
La estacin seca estaba en su apogeo y el ro baj tanto, que los bosques de
troncos sumergidos hacan que el avance fuera extraordinariamente difcil. En una
de las barracas por las que pasamos, le dieron al coronel un mono regaln. El bicho
comparti su bacinica y agreg algo a la suciedad de la cabina, pues ni por nada
quiso dejarlo afuera. Descubr en seguida que mi tetera era usada por el coronel y el
aduanero, no para hervir agua, sino para beber por su pico. Esto me enfureci; si
hubiesen solicitado mi permiso, no lo habra negado pese a las pstulas del
coronel; pero ni siquiera tuvieron la cortesa de pedirme autorizacin.
Con el buen tiempo volvieron las nubes de mariguis. Una ventaja del viento
surazo era librarnos temporalmente de la plaga de insectos; pero stos, al regresar,
recuperaban el tiempo perdido y casi nos volvan locos, a excepcin de la dama
pasajera, que encontraba que era un aditamento bien venido a su dieta. Todo
empeor. Durante una violenta tormenta, el mono cay por la borda, mientras su
amo se lamentaba desesperadamente. Antes que el animalito pudiese ser salvado,
ya estbamos una milla ms abajo, golpeando tronco tras tronco en forma
despiadada. Justo cuando estaba pasando la tempestad, se escuch un ruido como de
descarga de artillera y un rayo cay en el ro a cien yardas de nosotros, con un
maravilloso despliegue de fuegos rojos, amarillos y azules. La tripulacin casi muri
de susto y se les tuvo que dar alcohol para que se recuperaran y pudiramos seguir
navegando.
Ninguna tripulacin trabaja sin alcohol. Los impulsa como la gasolina al
automvil, y cuando se termina la provisin, dejan de trabajar y rehsan moverse.
Nuestro combustible estaba guardado en la cabina en una lata de cuatro galones;
el olor de mi tetera me sugiri que el coronel estaba sirvindose de l. Encontr que

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slo tenamos lo suficiente para terminar el viaje, siempre que el recorrido diario
mejorara del paso de tortuga a una velocidad normal. Se lo dije al capitn y suger
que hiciera trabajar ms a sus hombres. Inmediatamente ech la culpa al piloto por
el atraso.
Es una mentira replic ste. Si usted no estuviese siempre borracho,
podra atender mejor su trabajo.
El resultado de esto debi ser una p elea> pero no llegaron a los golpes. En
cambio, tuvieron una salvaje batalla de denuestos, en que el insulto ms amargo era
el epteto indio, y finaliz cuando uno le dijo al otro: Anda, pgame!, respondiendo el contrincante: No, atrvete t! La tripulacin pareca dispuesta a
tomar parte en la ria; el bateln se deslizaba ro abajo sin control, de manera que la
discusin tuvo que ser silenciada por autoridad superior. Poco despus nos pas un
bateln de Riberalta, como si nosotros estuvisemos parados, y las burlescas
observaciones del piloto casi iniciaron de nuevo la camorra.
El prximo contratiempo fue el quedar lisiado uno de los tripulantes. Al saltar
a la playa para recoger huevos de tortuga, pis una-raya, que hiri gravemente su
pie. Quizs previnieron las complicaciones al hacer explotar plvora sobre la herida
una cura drstica; pero hasta el trmino del viaje la vctima gimi en el suelo de
la embarcacin. Otro hombre perdi dos de sus dedos, a causa de las piraas, mientras se lavaba las manos en el ro despus de desollar un mono.
Los huevos de tortuga abundaban tanto, que el fondo del bateln estaba repleto
de ellos para venderlos en Rurenabaque; pero mucho antes de que llegsemos, pies
descuidados los transformaron en una masa, y un olor ms se agreg al hedor
general. Para aadir otro todava, el coronel trajo a bordo un poco de chalona o
carnero seco. Su dueo lo apreciaba mucho, aun cuando estaba en avanzado estado
de descomposicin y lleno de gusanos. Por ltimo, se me hizo la cabina insoportable
y colgu afuera mi hamaca, a pesar de los mosquitos.
A bordo se desarrollaron fiebre e influenza, dejando fuera de cuenta a nueve
tripulantes. Escasos de tripulacin, seguimos hasta Santa Teresa, cuatro das ms
abajo de Rurenabaque, esperando all hasta que se recuperasen los hombres. Qu
gran placer fue estar en tierra, para escapar de la pestilencia de esa embarcacin,
respirando otra vez aire puro en la barraca de mi anfitrin!
El me di ms detalles de la expedicin suizo-germana contra los guarayos en
el Madidi, corroborando la historia de las atrocidades que ya me haban relatado.
Una nia se escap hasta la orilla del ro y all fue herida por una bala. Se arrodill
para lavarse la cara y cabeza, y en esa posicin fue degollada despiadadamente. Con
la valenta que da la desesperacin, uno de los guarayos atac a la expedicin con
arco y flechas, pero muy pronto lo mataron. Conoc ms tarde a estos indios, y la

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forma abominable en que fueron tratados por estos brutos cobardes me llen de
ardiente indignacin, como les ocurri a todo boliviano y extranjero decente del pas.
Siento decir que los autores de este ultraje jams fueron castigados.
Nada me inducira a repetir este viaje de cuarenta y cinco das. A m me
pareci interminable. El mal de ojo de Riberalta no poda ser aventado ni con la
distancia. Casi poda escuchar las palabras de despedida del delegado, vagamente
inquietantes: Lamento que usted nos deje, mayor. Su trabajo ha sido muy valioso
para Riberalta. Lstima que usted no sea un prisionero permanente!
Pero lleg el da en que todo termin, para ser slo un horrendo recuerdo. El 24
de septiembre llegamos a Rurenabaque, donde mis amigos gringos me recibieron con
calurosa bienvenida, y el hotel pareci suministrar las comodidades de una ciudad
grande.
De manera que ha estado entre los salvajes rugi don Pacfico, el
administrador. Tambin yo los conozco. En mis buenos tiempos mat no menos de
ciento treinta salvajes, yo solo.
Era un hombre inmensamente gordo, cuyas pequeas piernas apenas podan
soportar su enorme peso; resultaba ridcula la idea de suponerlo matando a alguien.
Harvey, el pistolero, era un verdadero asesino, aunque no parlanchn.
Solamente despus de muchos brindis se pona algo ms comunicativo y entonces
vala la pena orlo. Este hombre silencioso, de barba roja, no era fanfarrn, ni
tampoco demostraba, sin tener causas muy justificadas, las verdaderas proezas que
era capaz de ejecutar. Como genuino bandido del Oeste, en otros tiempos, su vida
dependi ntegramente de la rapidez en apuntar y de la seguridad de dar en el
blanco. Igual a todos los que vivieron antes de la poca de los revlveres de doble
accin, l abanicaba su Smith & Wesson. Esto significa que, en lugar de amartillar
el arma y apretar el gatillo para cada disparo, l dejaba el gatillo hacia atrs y
accionaba el percutor, a velocidad increble, con la palma de su otra mano. Se
escabull de la polica de Texas, donde su cabeza estaba a precio, escapando al sur
de la frontera, abrindose camino a Mxico en un torbellino de plvora; pas el istmo
y continu a Sudamrica. Conoca todos los campos mineros de la costa occidental y
sus hechos podran llenar un libro.
En una ocasin, despus de asaltar a una gran compaa minera en una
repblica vecina, Harvey fue perseguido por un regimiento de soldados. Los condujo
hasta un sitio favorable; t se di vuelta repentinamente y les mand poner manos
arriba antes que ningn rifle alcanzara a apuntarlo. Cogi sus armas y las arroj al
ro; despus dispers a los soldados con algunos puntapis bien propinados. Otra vez
fue arrinconado por veinte soldados. Mat a uno, le dispar a otro que dej ver su
cabeza por encima de un arbusto y los restantes, arrojando sus armas, huyeron.

127

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En el ltimo pas en que estuvo se daban 1.000 libras por su captura, vivo o
muerto. En Bolivia no haba ley de extradicin, por lo que aqu estaba a salvo. En su
camino a la frontera, lleg a una barricada que obstrua la senda con seis soldados
tras ella, con los rifles prontos. Un oficial le Orden que se rindiera, pero su
respuesta fue una explosin de balas. Cuando cay el oficial, Harvey salt la
barricada, haciendo actuar su arma. Abati a otro soldado y el resto, muy pronto,
levant las manos.
Me sent avergonzado me confes cuando los palp y descubr que no
tenan ni una simple cpsula en sus rifles. Sus cartucheras estaban llenas de papel!
Llegaron algunos callapos desde Mapiri, que fueron transformados en balsas
para el regreso. Sin prdida de tiempo, me procur una de ellas. La alegre poblacin
de Rurenabaque me di el acostumbrado adis bullicioso, y mi tripulacin, compuesta de tres hombres, empuj la balsa con bastante velocidad; No slo les promet
una libra a cada uno si se haca un viaje rpido, sino que tambin les regal
sardinas, azcar e ilimitada cantidad de alcohol. Se ganaron su recompensa, impeliendo rpidamente la balsa y remolcndola a travs de los rpidos, metidos en el
agua hasta la cintura, labor que compart con ellos. Llegamos a Guanay en el tiempo
record de cuatro das y medio.
Mi anfitrin, el seor Salamn, tena un profundo sentido de la importancia de
su posicin como corregidor de Guanay, y tena la costumbre de ofrecer licor con
cualquier pretexto. Era un gesto de amistad, pero cmo poda saber que me
disgustaba tanto la bebida? Era lenguaraz y hospitalario; l y su encantadora esposa
hicieron por m cuanto pudieron.
Como buen sibarita, el seor Salamn haca caso omiso del elevado precio de los
patos, ya que todos los das haba uno en la mesa. Das antes de ser muertas,
alimentaban a las infortunadas aves con comida empapada en alcohol, y cuando ya
estaban totalmente borrachas, se les daba licor puro, lo que precipitaba su muerte
gloriosa, como la llamaba mi anfitrin. El aseguraba que este procedimiento
mejoraba el sabor de la carne. No poda estar de acuerdo con l, pero se deba tal vez
a que mi apetito disminuy por el recuerdo obsesionante de la chalona del coronel y
de los huevos de tortuga.
Aqu en la desembocadura del ro Tipuani todos parecan estar en buena
situacin; reinaba una atmsfera de prosperidad que me impresion tanto ms
despus de mi larga permanencia en la remota frontera. El oro era abundante. Cada
vez que se desbordaba el Tipuani, lo que suceda a menudo, traa oro que depositaba
sobre la orilla arenosa del Guanay, donde todos salan a buscarlo. Nadie, sin
embargo, se haca rico. El ro estaba y an est lleno de oro, pero inundaciones
repentinas impedan que el lecho rocoso quedara expuesto el tiempo necesario para

128

EXPLORACIN FAWCETT

llegar hasta el metal. Hasta la mina de Santo Domingo en el norte, en el ro


Inambari, y an ms all, toda la regin est llena de oro, pero resulta tarea difcil
explotarlo. Supe de cuatro hombres que sacaban oro de una rica corriente ms all
de Santo Domingo. Al principio mantuvieron estrecha guardia debida a la presencia
de los indios, pero como pas el tiempo y nada ocurra, descuidaron la vigilancia.
Comenz el ataque una maana temprano; tres fueron muertos y el cuarto escap
gravemente herido, teniendo que abandonar todo el oro tan duramente ganado.
Haba nuevas interesantes de Challana. El ex capitn Velarde, el jefe, se haba
escapado a La Paz despus de aceptar un ofrecimiento de 5.000 libras de un
sindicato, por el distrito de Challana. Cuando la poblacin supo de esta transaccin,
pidi la sangre del traidor que los haba vendido, pero entonces ya estaba fuera de
alcance. Todos lo conocan en Guanay. Durante seis aos haba sido gobernador,
acumulando una saneada fortuna en el ejercicio de sus funciones.
La llegada de una recua de muas desde Sorata me dio esperanzas de una
pronta partida. Se esfumaron, cuando el coronel lleg de Rurenabaque, porque tem
que requisara oficialmente los animales. Le-hice presente al arriero que sus muas
corran este peligro y que no obtendra recompensa. Mejor sera que me las alquilara
y yo le pagara la mitad por adelantado.
No digamos nada, seor, pero salgamos antes que nadie descubra que
pretendemos dejar el pueblo. Todo estar listo maana al amanecer.
Eran pequeos animales y yo pesaba casi doscientas libras, pero es
sorprendente lo que soportan estas muas. Estaba totalmente fuera de
entrenamiento, a causa de mi prolongado cautiverio en el bateln, y me cost varios
das volverme a poner en forma. Despus de dos jornadas de ascenso por la montaa
en senderos aterradores hasta terribles alturas, y de descensos en caminos cortados
a pique, llegamos a San Jos en la senda del Mapiri. Aqu me qued con el seor
Pealoza, hijo de un ingls, que haba cambiado su nombre. El mismo pareca
espaol y no hablaba ingls, pero su hijo tena ojos azules y cabello rubio.
Las historias de atrocidades persistan an ms all de San Jos. Se contaba
una de un alemn que trabajaba algunos aos atrs en un puesto cauchero cerca del
Mapiri. Era un asesino en grande. Mataba a cualquier colector de caucho que
consideraba intil, dndole a su vctima el privilegio de beber lo que quisiese antes
de ser ejecutado. Con prdigas promesas como cebo, atrajo a trescientos peones del
distrito peruano de Arequipa; los alimentaba todas las maanas con una sopa
aguada y una taza de caf y los enviaba a la selva a sacar caucho. No conocan este
trabajo y se enfermaron casi todos; sin embargo, no los solt; mat a los ms
enfermos, cerca de cuarenta o cincuenta. Los otros lograron escapar; algunos, a la
selva; otros, a Apolo, desde donde regresaron posteriormente al Per. Este alemn

129

EXPLORACIN FAWCETT

fue acusado por sus atrocidades, pero no recibi castigo. Se rodeaba de una guardia
de mozos especialmente elegidos y amas una fortuna con el trabajo de sus obreros
medio muertos de hambre. Me alegra contar que fu muerto, al parecer, por un indio
vengativo, quien, esperando la ocasin, le dispar cuando se afloj la vigilancia del
cuerpo de guardia.
En la cspide del apogeo del caucho y del oro en Mapiri, se instal con un
negocio un banquero aficionado. Inspir general confianza, siendo altamente
respetado por su influencia civilizadora, que era como un rayo de respetabilidad
brillando en la lobreguez del caos. Huy con veinte mil bolivianos (1.600 libras), y
jams se le volvi a ver.
Cun civilizados parecen estos lugares al regresar de la selva! El pan
verdadero sabe a nctar de dioses; los alimentos bien cocinados, servidos en platos y
comidos con cuchillo y tenedor, eran un sueo glorioso que se transformaba en
realidad. El viaje entre la montaa y el Altiplano, que quince meses atrs me
pareci tan duro, resultaba ahora una excursin agradable. Es cierto que senta
intensamente el fro de las alturas, pero no ms que el surazo de las selvas que
helaba los huesos. Sorata, con sus casas verdaderas, era una gran ciudad, y La Paz
resultaba casi aterradora con sus comodidades y lujos. El 17 de octubre, un rufin
barbudo, de tez casi negra, quemada por el ardiente sol de los trpicos y el relumbre
de las nieves, baj a trote lento por las empinadas calles de la capital, sobre una
mua vivaracha que se espantaba y haca cabriolas a la vista de los carruajes y
tranvas. Los transentes se detenan para mirarme, a pesar de lo acostumbrados
que estaban a ver hombres de los despoblados. Una afeitada, una buena comida, un
sueo profundo entre verdaderas sbanas, y al da siguiente ropas civilizadas, me
transformaron otra vez de salvaje en hombre blanco.
Entregu al presidente, general Montes, los mapas e informes, y fui invitado a
trazar la delimitacin de la frontera con Brasil, en el ro Paraguay. La perspectiva
de exploraciones ms distantes resultaba atrayente pues esto me llevara a
regiones desconocidas, pero dependa de una autorizacin de Londres el que
continuara mis servicios.
Si las autoridades britnicas estn de acuerdo dije, para m sera un
placer. Tengo un saldo de 800 libras, mi general agregu. Debo devolverlas al
Tesoro?
Por favor, no haga tal cosa replic. Sera inconveniente devolver dinero
ahora. Le ruego que acepte la mitad y deje la otra para la comisin del Paraguay.
Haba olvidado las preocupaciones de dinero al comienzo de la expedicin al
Beni, y el gobierno expresaba su satisfaccin por el rpido trmino de la labor. Los
ministros y otros funcionarios responsables de La Paz me trataban con la mayor

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cortesa. Cuando necesitaba dinero, el gobierno me daba una nota para la tesorera;
sta me extenda un cheque y el banco me lo pagaba, todo en una hora. Hice lo
posible para corresponder a su atento proceder, evitando todas las dificultades
fronterizas en cuanto estuve en mi nueva designacin. Cuando pienso en los meses
que haba que insistir ante una oficina de pago inglesa para cobrar unos pocos
chelines, o por un miserable vitico de viaje, me acuerdo de Bolivia. A mis
compatriotas les gusta referirse a Latinoamrica como el pas del maana, pero
con las demoras de los funcionarios pblicos en las oficinas del gobierno britnico, la
frase favorita para este caso debera ser la prxima semana.
Ante m estaba la gloriosa perspectiva del hogar. Por ahora me haba saciado de
las selvas y mi mente estaba llena del futuro viaje a la costa; del descansado crucero
por mar y del panorama de Inglaterra con sus alegres arbolitos, limpios campos y
ciudades de cuentos de hadas; de mi esposa; de Jack, de cuatro aos de edad, y de
Brian, el recin nacido. Deseaba olvidar las atrocidades; dejar atrs la esclavitud, el
asesinato y las horribles enfermedades y mirar otra vez a las ancianas damas
respetables, cuyas ideas del vicio terminaban en las indiscreciones de tal o cual
mucama. Quera escuchar la charla diaria del cura de la aldea; discutir con los
campesinos sobre las variaciones del tiempo; coger el diario en mi bandeja de
desayuno. Deseaba, en suma, ser solamente vulgar. Cavar en el jardn, arropar a
los nios despus de contarles un cuento en sus camas, arrellanarme junto al fuego
con mi esposa al lado, ocupada en sus labores. Esas eran las cosas que yo ansiaba.
Sera agradable regresar y llevar a cabo otra fijacin de lmites, pero si mi propio
gobierno rehusaba conceder una extensin de mis servicios, bien, no lo pasara tan
mal, despus de todo, en Inglaterra.
Celebr la Navidad en mi patria. El discreto invierno ingls pas rpida y
moderadamente como si nunca hubiese existido Sudamrica. Sin embargo, en lo ms
profundo de m ser llamaba una voz tenue. Al comienzo, casi inaudible, persisti
hasta que ya no pude ignorarla. Era la voz de los lugares selvticos, y comprend que
formaba parte de mi ser, para siempre.
Estaba en el jardn en Dawlish Warren, en una tibia tarde de enero, casi
veraniega, si no fuese por los rboles desnudos y los negros setos. Ms all de las
dunas arenosas, el mar incesante murmuraba soolientamente. Era el nico ruido,
exceptuando el estruendo ocasional de algn tren que pasaba. Entonces escuch otro
sonido. Alguien tocaba un gramfono en una casa vecina y haba abierto la ventana
para gozar del aire tibio. El disco que tocaba era Estudiantina.
Me transport a las selvas del Acre. Ante m estaba el perezoso ro dorado por
el resplandor del atardecer. Las amenazantes murallas verde-obscuras de las selvas
se levantaban para aprisionarme, y yo saba que seiscientas millas de cruel lejana

131

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distaban entre m y la civilizacin. Estaba all donde la nica ley reconocida era el
ltigo y el arma de fuego, y la nica salvacin, el olvido que da la embriaguez. Una
angustia nostlgica me hiri. En forma inexplicable y sorprendente, me di cuenta de
que amaba ese infierno; me haba capturado su atraccin diablica y deseaba volver
a verlo.
El 6 de marzo de 1908 me embarqu en el Avon, en Southampton, va Buenos
Aires, y me junt a bordo con Mr. Fisher, mi nuevo ayudante. Mi esposa y Jack
fueron a despedirme, y, cuando son la campana de a bordo, una parte de mi ser se
fue con ellos por el puente hasta el muelle. Fue amarga la agona de otra despedida;
pero algo me empujaba, me impulsaba persistente e irresistiblemente hacia el lejano
oeste.

132

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CAPTULO X
INFIERNO EMPONZOADO
POR LO MENOS UNA VEZ EN LA vida de todo hombre, la muerte lo
mira directamente en sus ojos y sigue su camino. En el viaje por las selvas
nunca est muy lejana. Se muestra en varios aspectos; la mayora de ellos, terribles,
pero algunos aparentemente tan inofensivos, que apenas se les presta atencin,
aunque no sean menos mortferos por eso . Una y otra vez, el encadenamiento
de los hechos conduce al lmite mismo del desastre y all se detiene . El vuelo
de una flecha, una pulgada de espacio, un segundo de tiempo; de tan insignificantes
detalles depende el destino. Puedo recordar muchas escapadas milagrosas en los
viajes del Beni, del Acre y del Abuna . En cada ocasin pudo haber sido la
muerte, horrible por lo repentina, violenta y, para nuestra manera de pensar,
despiadada. Pero la muerte sbita, pese a su momento de terror y agona, sobreviene
pronto, y si mirsemos esto de manera razonable, se la podra considerar piadosa.
En realidad, as es si la comparamos con la muerte lenta, por inanicin. Por eso
considero que la Parca nunca estuvo tan cerca de m como en 1908, cuando nos vimos
atrapados en el infierno emponzoado de Ro Verde, en Bolivia oriental.

133

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La primera vez que vi Buenos Aires, la gran capital argentina, el Pars de Sudamrica, no me
impresion mucho, pese a sus magnficas tiendas y avenidas. Exista un aura de vicio
circundando este lugar. Trasudaba riqueza, pero la arquitectura era rimbombante, falta de
gusto. Las ruidosas calles eran limpias, pero estrechas y malamente planeadas, a excepcin
de las arterias principales, congestionadas con el trnsito de caballos. No favoreca tampoco a
Buenos Aires el hecho de estar situada frente al estuario del Plata, ni los campos de sus
alrededores, tan poco interesantes, a causa de su superficie plana . Las mujeres vestan
bien, siguiendo estrictamente la moda francesa, y en ningn otro pas de Sudamrica he
visto tan gran nmero de bellezas femeninas. Me dej fro el alabado Jockey Club, y me
pareci una lstima que se hubiese gastado tanto dinero en decoraciones, con un resultado tan
chilln. La calidad del alimento era mediocre, pese al subido costo de la vida.
Posiblemente, mis impresiones hubiesen sido ms favorables si el equipaje hubiese sufrido
menos al ser descargado del buque. Todo fue tirado desde lejos, para caer con estrpito
sobre el muelle de piedra. Las cajas con instrumentos deli- cados aterrizaron con un impacto
enfermante, a pesar de mis splicas de que tuviesen cuidado. El equipaje de todos los pasajeros
sufri la misma suerte. Elegantes cajas de sombreros quedaron achatadas debajo de cajones
de acero; grandes bales rompieron sus cerrojos y arrojaron ropas femeninas, que
inmediatamente fueron probadas y exhibidas con grandes carcajadas por los estibadores y
corteros. Vi a una dama que lloraba ante la ruina de su guardarropa.
Cuando se hubo solucionado la confusin de cajas y pie- zas dispersas y fueron llevadas al
Resguardo, slo fue necesario sacarse el sombrero y decirles unas palabras amables a los
funcionarios de la Aduana para obtener el equipaje, sobre el que hicieron un signo mstico,
con tiza indeleble. Bandoleros italianos se precipitaron entonces sobre ellas, las sacaron,
y, finalmente, las llevaron a un hotel, cuya tarifa mnima era lo suficientemente alta
como para hacer peligrar el sueldo de un embajador.
Por qu ser que el Almirantazgo britnico enva los barcos ms insignificantes
en sus visitas de buena voluntad a las repblicas de la Amrica Latina? Slo
provocan diversin. ES difcil establecer una impresin de superioridad naval,
cuando el buque visitante es empequeecido por las unidades de la Armada
Nacional, o cuando, uno o dos meses despus, viene una escuadra de los
principales buques de los EE. UU., un crucero italiano de primer orden o un
acorazado alemn. Cuando llegamos a Buenos Aires estaba en el puerto el buque
ingls Dwarf, pequeo caonero sin importancia. Los poderes que dirigen
estas materias parecen no comprender el hecho de que nuestro prestigio
nacional en estos pases depende ntegramente del modo como los impresionamos, y
que la presencia de barcos de guerra tan insignificantes hace ms dao que
bien. Los desconcertados residentes britnicos tienen que efectuar, a menudo, una

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pesada labor para borrar estos malos efectos13. Se oan muchas bromas a costa del
Dwarf, y tambin bastantes referencias a las Islas Falkland o Malvinas, como
las llaman, la demanda favorita de Argentina contra el imperialismo
britnico.
Esta vez habamos trado un juego completo de instrumentos, gran cantidad de
provisiones, accesorios de muchas clases y champaa para los festejos . Tambin
tena 1.000 libras en oro, como primera cuota por mi trabajo, segn las
estipulaciones de la comisin del gobierno. Despus de dos se- manas de comidas
sibaritas en Buenos Aires, me embarqu en un vapor fluvial para Asuncin,
capital de Paraguay.
La lnea Mihanovich tena un buen servicio, rara vez sobrecargado de pasajeros. Sus
barcos hacan el crucero completo de ida y vuelta hasta Asuncin, da y
noche, con mal o buen tiempo, y no se permita que nada alterara el itinerario, ni
siquiera una revolucin. Cuando los barcos estaban en ca- mino, sus pilotos jams
dorman. Conocan los canales por instinto, pues no existan indicaciones visibles,
y podan explicarle a uno la naturaleza exacta del lecho del ro dondequiera que estuviesen, sin confundirse jams por los eternos cambios de los bancos de arena. Muy
raras veces encallaban sus embarcaciones. Al llegar a puerto, los pilotos dorman
cuarenta y ocho horas consecutivas y an ms, pues la prctica los haba hecho
capaces de almacenar el sueo. Su paga fluctuaba entre 30 40 libras mensuales, lo
que no es mucho, si se considera la clase de trabajo. En Rosario, el ro Paran
se extiende hasta formar una extensa cuenca y en el puerto haba sesenta vapores y
numerosas embarcaciones. Esta ciudad, de 150.000 habitantes, tiene un enorme
movimiento, activas industrias y est rodeada por terrenos ricamente cultivados. Las
villas de los adinerados, situadas en los alrededores de la ciudad, son prueba
evidente de las fortunas que all pueden hacerse.
Cuatro das despus estbamos en Asuncin, ciudad de revoluciones crnicas. Las
paredes parecan picadas de viruela, a consecuencias de las balas; las balas de
un can de campaa de antiguo modelo haban echado abajo la esquina de
un edificio, en la calle principal, y el dueo, evidentemente, encontr que no vala la
pena repararlo. Era una ciudad de indios y de mestizos que hablaban guaran, la
lengua de los guerreros.
13

La epopeya del Aja y del Exeter en la accin de Rio de la Plata disip las
infortunadas impresiones, anteriores a la segunda guerra mundial, de la aparente
superioridad de los barcos de guerra alemanes e italianos. Es de esperar que
Gran I3retaa no vuelva jams a incurrir en el error mencionado ms arriba.

135

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Tenan razn para llamarse a s mismos guerreros, pues lo probaron en la guerra


contra Brasil, que diezm la poblacin masculina del Paraguay. Quiz esto
explica el hecho de que las mujeres de Asuncin sean ms audaces que en otros
lugares.
Estn an muy vivos los recuerdos de la guerra con Brasil y existe un odio
profundamente asentado bajo la superficie, sentimiento
semejante
al
que
experimenta Per hacia Chile 14. Los soldados mulatos de Brasil y los
guaranes de Paraguay eran igualmente capaces de efectuar atrocidades,
cuando se relajaba la disciplina. Un juego muy popular era alimentar los
pececitos. Se ataba a un prisionero de guerra hasta la altura de la cintura a un
poste en el ro, hacindole previa- mente un pequeo corte en el estmago. Las
piraas, que pululan en el Paraguay y en sus tributarios, se encargaban del
resto. ,
En Asuncin nos acercamos una vez ms a la Sudamrica inexplorada, pues el Chaco
no es en absoluto completamente conocido, ni tampoco todos sus indios han tenido
contacto con la civilizacin. Los indios han capturado una aldea de origen jesuita,
con iglesia y todo, de la que excluyen rigurosamente a todos los hombres
civilizados. La exploracin debe ser poco atractiva, en regiones tan secas y planas, e
imagino que no debe ser fcil, a causa de las sequas en invierno y de las
inundaciones en el verano.
Los indios del Chaco conservan
an
tradiciones
de hombres blancos con
armaduras, cuyos pechos sus flechas no podan penetrar; la cruz es usada como
smbolo desde tiempos in- memoriales, y no es la cristiana, sino la cruz budista
(segn me dijo el ministro del Japn en Asuncin). En Paraguay existe la
tradicin de que descienden de una gran raza, que una vez coloniz el pas;
pero esta creencia no es slo peculiar de ellos, sino que se encuentra entre todas
las tribus de origen tup .
Un vapor de ruedas de paletas, sucio y atiborrado de gen- te, llamado Fortuna,
nos llev corriente arriba por el ro Paraguay, a travs de una regin que casi hasta
los pies de la meseta del Matto Grosso parece plana y sin inters, vista desde
el barco. De vez en cuando los indios del Chaco, lenguas y chamacocos,
haban salido de sus guaridas para ver el mundo y trabajar. Parecan
inofensivos, pero a veces podan resultar dificultosos
en sus propios
territorios.
14

Esto ya se ha entunado y est creciendo


espritu de cooperacin internacional.

136

vigorosamente en Sudamrica el

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En el ro Paraguay hay un tiburn de agua dulce, enorme, pero sin dientes,


del que se dice que ataca a los hombres y los traga, si tiene una oportunidad. Se
habla aqu de otro monstruo fluvial pez o castor que puede, en una
sola no- che, destruir una seccin enorme de, banco de ro. Los indios cuentan que
han hallado rastros de un animal gigantesco en los pantanos que orillas el ro,
pero jams lo han visto. El tiburn existe, sin lugar a dudas, y en cuanto a los
otros monstruos, por qu dudar, si quedan an tantas cosas extraas por descubrir
en este continente misterioso? Por qu, si viven insectos, reptiles y pequeos
mamferos todava no clasificados, no podra existir una raza de monstruos
gigantes, remanentes de especies extinguidas, que viviesen en la seguridad de las
vastas reas pantanosas, an no exploradas? En el Madidi, Bolivia, se han
descubierto grandes huellas, y los indios nos hablan de una criatura enorme,
descubierta a veces semisumergida en los pantanos.
Mr. Cecil Gosling, que era cnsul britnico en Asuncin en 1908, y primer
ministro en La Paz, despus del restable- cimiento de las relaciones diplomticas
con Bolivia, me mostr un extrao insecto de un color gris verdoso, semejante
a la langosta en su apariencia. La parte inferior de sus alas recordaba el colorido del
pavo real; su cabeza y trax eran la reproduccin exacta de los del cocodrilo. El
espantoso aspecto del insecto debe haber servido, seguramente, para espantar a
los posibles agresores!
Me contaron que existe una caverna, cerca de Villa Real, en el alto Paran, donde
pueden verse curiosos dibujos e inscripciones en idioma desconocido. Todo esto fue
la iniciacin de una cadena de pensamientos, formando un conjunto de significado
creciente, agregado a restos de informaciones e historias de antiguas tradiciones,
recogidas de los indios, de colectores de caucho y de hombres blancos vagabundos.
Podra ser, reflexionaba yo, que adems de los incas hubiese otras antiguas
civilizaciones en este continente, que los incas mismos provinieran de una gran raza,
ms ampliamente esparcida, cuyos vestigios, no conocidos actualmente, pudieran
ser encontrados en una parte u otra. Qu pensar de Tiahuanaco, Ollantaytambo y
Sacsahuamn? Estos sitios no fueron de construccin incaica. Segn los expertos,
ya existan, cuando los incas conquistaron el Per. Sera posible que en el
desconocido corazn de Sudamrica viviesen an descendientes de las viejas
razas? Por qu no?
Ya se haba sembrado la semilla. La fertiliz el subconsciente con una leyenda aqu y
una historia all, hasta que se arraig firmemente, sin que yo lo supiera. Estaba
totalmente ocupado con las exigencias del trabajo de fronteras, y ste an no
estaba completamente terminado, cuando descubr que la simiente de la curiosidad
arqueolgica haba crecido en m y comenzaba a florecer.

137

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En la frontera brasileo-paraguaya crece una planta conocida con el nombre


guaran de Caah-he-he. Tiene cerca de 18 pulgadas de alto, con pequeas hojas
aromticas, que son mucho ms dulces que el azcar comn, y que valdra la pena
investigar. Hay tambin otra pequea planta llamada lbyea- hjuk ych, de hojas
saladas. Se puede imaginar el servicio que prestan stas a los moradores de esa
regin.
Un rasgo curioso del ro Paraguay son las columnas de mosquitos perfectamente
contorneadas. Una masa densa y remolineante de insectos, entre treinta y
sesenta pies de altura, se levanta sobre cada ribera. A la cada del sol se
desbandan estas columnas y durante una hora hacen desgraciada la vida de
todos los que estn en su vecindad. A esta hora los mosquitos se tornan
insoportables; en el interior del pas es lo mismo, pero durante la noche, aun
cuando uno no se encuentra libre de sus atenciones, sus ataques son ms
moderados.
Islas de colinas emergiendo de los pantanos nos indica- ron la proximidad de
Corumb, el puerto brasileo del ro, que era nuestro punto de destino. Durante
seis meses en el ao la regin entera es un inmenso lago, exceptuando los escasos
lugares donde las riberas estn a una yarda o dos ms altas que el nivel del
agua. Mil quinientas millas ms arriba del estuario del Plata, la superficie
del ro en la estacin hmeda est a menos de cuatrocientos pies sobre el nivel
del mar. Esto dar una idea de lo plano que es este pas!
La comisin brasilea de lmites nos recibi a bordo con gran ceremonia. Estaba
con ellos el comandante de la guarnicin, y se sirvi champaa en el saln del
barco. La ciudad tena cerca de mil doscientos soldados y un pequeo arsenal
naval. Algunos oficiales de marina asistieron a la fiesta, todos gentes sumamente
agradable; en realidad, la flor y nata del Brasil. La ciudad misma era
atractiva; haba buenos hoteles, tiendas y calles pavimentadas. Una
caracterstica del lugar era su intensa vida social. Lamentamos muy pronto
nuestra carencia de ropas presentables, porque con nuestro equipo de trabajo,
que era todo lo que tenamos, nos sentimos totalmente fuera de lugar. La culpa la
tuvo nuestro secretario boliviano, pues con celo patritico nos haba descrito la
ciudad como un retrgrado poblado fronterizo. Yo esperaba algo as como
Rurenabaque o Riberalta, pero, en cambio, me encontraba con una ciudad tan bien
desarrollada y con gente correctamente vestida. El
terreno
bajo
y
pantanoso en que est situado Corumb es un paraso para los reptiles. Son
comunes las anacondas. Las grandes por fortuna, escasas
llegaban hasta
cazar ganado y an, durante la noche, posesionarse de hombres en las canoas. La
longitud habitual de estas serpientes era de quince a treinta pies, pero las

138

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realmente grandes doblan esta longitud y an la superan. Sus horripilantes


aullidos podan orse por la noche, que es la hora en que acostumbran
alimentarse. Los brasileos sostienen que aqu, incluso las serpientes venenosas,
imitan el canto de los pjaros y el grito de pequeos animales para atraer a su presa.
La gente del distrito, por lo general, lleva consigo un pequeo saquito de bicloruro
de mercurio, en la creencia que mantiene a distancia a los reptiles, y cada
aldea tiene una provisin de suero de
serpiente e inyecciones listas para
ser usadas instantneamente.
De nuevo o hablar de los indios blancos.
Conozco un hombre ac, que se encontr con uno me dijo el cnsul britnica. Son muy
salvajes y tienen la reputacin de que salen slo de noche. Por esta razn les dan el nombre de
murcilagos.
Dnde viven? pregunt.
Oh, en alguna parte ms arriba de la regin de los Martirios, minas de oro perdidas al norte o al
noroeste de Diamantino. Nadie sabe exactamente dnde habitan. Matto Grosso es casi
totalmente desconocido an. Las extensiones montaosas del norte todava estn inexploradas,
aunque slo Dios sabe cuntas expediciones se han perdi1o all. Es un pas malo de veras.
Preste atencin a mis palabras: nunca podr ser explorado a pie, por grande y bien equipada
que sea la expedicin. Posiblemente, en cien aos ms, los aeroplanos podrn hacerlo, quin
puede predecirlo?
Sus palabras tuvieron tal significado para m, que jams las olvid.
No es necesario describir una agrimensura de frontera. Una es semejante a la
otra, y lo que las hace interesantes son los sucesos ocasionales, no la rutina
tediosa del trabajo mismo. Mi predecesor no era experto, y cuando la comisin
lo contrat el ao anterior, fue incapaz de llevar a calvo la labor, pese a su gran
charla sobre lo que haba efectuado en frica. Los brasileos eran compaeros
agradables, pero no estaban ansiosos de facilitar la tarea; en realidad, miraban
con marcado disgusto toda clase de actividad. Yo deba completar mi trabajo y
me propuse hacerlo evitando toda demora.
Bolivia tena una lnea de costa y un faro de navegacin en el lmite fronterizo
del lago Cceres. Ni los soldados ni los peones queran acampar cerca de este
monumento, por
temor a un fantasma que los molestaba todas las noches,
vagabundeando cerca del campamento y sembrando la alarma. Fuimos incapaces de
encontrar una explicacin para estas apariciones, pero la evidencia resultaba en
verdad abrumadora.

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EXPLORACIN FAWCETT

Puerto Surez, la aldea boliviana ms cercana, con su poblacin siempre ebria, era
un conjunto miserable de cabaas de techo de palmera, a siete millas de
Corumb, en el extremo occidental del lago Cceres. Durante seis meses del ao
estaba aislada a consecuencia de las inundaciones y deba su existencia al trfico
de contrabando nocturno con la ciudad. Los bolivianos se resentan por las
comparaciones entre su pobreza y la riqueza de Corumb, rehusando reconocer las
diferencias que haba entre ambos lugares. Puerto Surez estaba infestado de
serpientes; las ms malignas eran la cascabela y la surucucu. No puedo
afirmar con certeza que estas variedades venenosas emitan cualquier clase de
sonido, pues nunca los o; pero todos aseguraban que as lo hacan, imitando con ms
o menos xito los llamados de los pjaros para atraerlos, como ya he dicho anteriormente.
La cascabela se encuentra en grupos, generalmente, de media docena de serpientes.
Su mordedura es mortal y la muerte se produce con hemorragias por nariz, odos
y ojos. La surucucu tambin es muy peligrosa, y se ha dicho que atrapa hombres.
Una sola mordedura ocasiona una muerte rpida, pero el bicho no se contenta
con esto, y contina mordiendo hasta que expulsa todo su veneno.
A comienzos de julio habamos terminado con el trabajo que se poda efectuar en
las proximidades de Corumb, y slo faltaba rectificar la frontera norte del ro
Guapor. Una comisin, en 1873, haba tomado errneamente como fuente del
ro Verde a una corriente totalmente distinta. La frontera acordada segua el curso
del ro Verde, pero aqu estaba el pero nadie haba ascendido este ro, y su curso,
segn se mostraba en los mapas, era puro trabajo adivinatorio. Se haba
propuesto cambiar este lmite por otro que resultaba per- judicial a Bolivia, y siendo
como yo era esencialmente un explorador atrado por cualquier clase de peligro,
decid esclarecer las molestas dudas sobre el curso del ro. Decisin fatal! Si
hubiese sabido lo que iba a ocurrirme, probablemente el Verde estara
inexplorado an.
Qu le parece? Dije a Fisher. Est listo para partir?
Oh, ir. Resulta extrao en esta clase de trabajos sentar un precedente tan
peligroso, (no es cierto? Seguramente los contratos no estipulan estas empresas.
Si no se ejecuta, la frontera ser siempre en este sitio un motivo de disputa.
Estoy de acuerdo en que, segn los trminos del contrato, no hay obligacin de
explorar el ro; pero tengo el natural deseo de completar mi trabajo lo mejor
que se pueda, y tambin cuenta la satisfaccin personal de ser el primero en
penetrar en un sitio donde los otros no se han atrevido a hacerlo.

140

EXPLORACIN FAWCETT

Se hicieron los preparativos necesarios. Se nos uni un residente escocs


del lado boliviano, llamado Urquhart, y con Seis peones partimos ro arriba,
en la lancha de la comisin. Los brasileos estaban encantados. Si se
trazaba definitiva- mente el curso del ro, se aboliran las dificultades y
aun quizs acaloradas discusiones sobre una nueva lnea fronteriza.
A ciento ochenta millas ro arriba estaba el rancho ganadero de
Descalvados,
donde
arrendamos
carretas para
que llevaran nuestras
provisiones por tierra, hasta la aldea boliviana de San Matas, en la que
esperbamos obtener animales para continuar el viaje. La travesa no tuvo
contingencias, a excepcin de la alarma producida por una pantera negra,
en un sitio llamado Baha de Piedra. El temor a esta bestia haba despoblado
la regin a varias millas a la redonda, pues su fe- rocidad y su enorme
fuerza la hacan ms temida an que el jaguar. Incluso el valor de su piel
veinte veces superior al del jaguar no lograba tentar a los cazadores
locales.
La compra de animales se facilit grandemente, porque el prefecto de Santa
Cruz, siguiendo instrucciones de la presidencia, orden a las autoridades de San
Matas que ayudaran a la comisin en todo sentido. El corregidor era un hombre
capaz y enrgico, secundado por un teniente y doce soldados.
Pero qu sitio era San Matas! La poblacin. en su mayor parte india,
subsista con alcohol y ganado robado en las tierras de Descalvados, y entre ellos y
los gauchos de Descalvados exista, por esta razn, un perenne estado de guerra.
Un belga loco, empleado en Descalvados, acostumbraba matar a tiros a los indios
desde su galera, por darse el gusto de mirar sus contorsiones. El administrador
belga segn decan maltrataba tanto a los indios, que stos huyeron hacia Bolivia.
Ciertamente, haba mucho derramamiento de sangre, y todos aqu se vanagloriaban
de haber dado muerte a alguien. Una celebridad local se distingui por asesinar con
un hacha a dos hombres dormidos.
Todos los habitantes masculinos llevaban un revlver al cinto y un cuchillo
escondido en alguna parte de su persona; pero se portaron amables y
hospitalarios con nosotros, aunque generalmente estaban borrachos. Aparte
de su poblacin de bandidos, la principal caracterstica, de San Matas eran las
cavernas de piedra caliza de Cerro Boturema. Se han contado toda clase de historias
increbles relacionadas con ellas, la mayora contintes fantasmales, pues la supersticin es ms marcada en las regiones donde no se respeta la vida humana. Haba
algunas lagunas de agua inspida dentro de las cavernas, que a veces estaban llenas
de peces, y otras no se encontraba ninguno, aunque no exista una salida visible.

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EXPLORACIN FAWCETT

La plaza llena de malezas de la aldea estaba cubierta de botellas viejas, latas vacas
y pltanos podridos. Indios displicentes, llenos de abatimiento, estaban en cuclillas a
la sombra de una iglesia de adobe, cuya torre inclinada estaba separada cerca de diez
yardas del resto del edificio. Blancos bolivianos, que aparentemente no tenan nada
que hacer, descansaban en sillas decrpitas, colocadas mitad adentro y mitad afuera
de sus casas, bajo la sombra de los umbrales. Del cuartel una cabaa donde se
alojaban los doce soldados llegaban toques de corneta sin significado alguno, como
para mantener un simulacro de eficiencia militar, que no engaaba a nadie. Por lo
que pude observar, no se ejecutaba aqu ninguna clase de trabajo. El lugar era tan
deprimente que me sent dispuesto a perdonar el enorme consumo de alcohol.
Nuestro deseo ms vehemente era abandonar este sitio lo ms pronto posible.
Los alrededores parecan abrasados, con excepcin de las pampas de pasto, donde se
poda obtener un excelente pastoreo. La inseguridad de la vida y la costumbre local
de robarse el ganado impedan su desarrollo. Ms lejos, hacia el norte y noroeste,
estaba la Serra do Aguap, donde, segn la tradicin, se haba establecido una
colonia de esclavos negros fugitivos, conocidos con el nombre de Quilombo.
Posiblemente an existe, pues nadie se aventura por las colinas para encontrarla.
Haba dos pequeas estancias, Asuncin y San Jos, cerca de la frontera boliviana, y
en la primera exista una colina bastante elevada, desde la que podan verse los
abruptos precipicios del Mundo Perdido, las colinas de Ricardo Franco, al frente de
la vieja ciudad -Matto Grosso, a setenta millas de distancia. Eran comunes el venado
y el avestruz, y los pan- taos estaban llenos de patos. Un da o dos ms hacia el norte podan verse los rastros de indios salvajes. En la poca del imperio, toda esta
regin formaba un solo gran rancho ganadero, perteneciente al barn Bastos, pero
estaba abandonada haca ya mucho tiempo.
Llegamos a Casal Vasco, en un tiempo residencia del barn, despus de cruzar el ro
Barbados, una extensin de agua de setenta yardas de ancho, que afortunadamente
se encontraba ahora en su nivel ms bajo y apenas tena seis pies de profundidad.
Por sus ruinas se poda juzgar fcilmente la magnificencia que tuvo antes este lugar;
una fortaleza feudal, en la que se vean las armazones de varias casas grandes, de
cuyos techos estropeados salan miles de murcilagos a la hora del crepsculo. Era
horripilante, amedrentador, ver a esos malficos seres destacarse contra un cielo
dorado, antes de dispersarse en la obscuridad. Algunos de los enormes murcilagos o
zorros voladores eran tan grandes que semejaban pterodctilos. Media docena de
familias negras vivan en cabaas cercanas, en constante terror de los salvajes.
En Casal Vasco acampamos solamente una noche y despus continuamos en
una liviana marcha diaria, de veintids millas por los campos, hasta Puerto Bastos.
Era la primavera en el hemisferio sur, y, exceptuando el verde perenne de las

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palmeras, las zonas e islas de bosques diseminadas en los planos eran una masa de
hermoso color. Nunca haba visto tal magnificencia de flores, tal belleza en los
vividos amarillos, rojos y prpuras. Mariposas brillantes, ms vistosas que cualquiera flor, aumentaban esta maravilla. Ningn pintor podra haberles hecho
justicia. Ninguna imaginacin sera capaz de inventar una visin igual a la
realidad!
Las carretas y los animales regresaron a San Matas desde Puerto Bastos, y en
una pequea montera bajamos por el ro Barbados, hasta Villa Bella de Matto
Grosso. Esta ciudad, abandonada hace ya tiempo, ahora slo un conjunto de casas e
iglesias antiguas pero firmes, queda en la ribera este del Guapor, y apenas se
recuerda hoy da que fu una vez capital del Matto Grosso. Algunos negros
habitaban casas semi en ruinas, en las calles silenciosas, mantenindose
aparentemente con casi nada. Durante el da trabajaban en pequeas y pobres
plantaciones de caa y mandioca; por la noche se atrincheraban en sus moradas, por
temor de los indios que merodeaban por las calles. En las vecindades se haban
explotado ricos yacimientos de oro, que ahora estaban agotados. Una enfermedad
horrible, conocida como corup'qao, haba arrasado la ciudad, haciendo tantas
vctimas, que los sobrevivientes huyeron posedos del terror. En una de las iglesias
ruinosas exista una maravillosa coleccin de plata antigua, guardada en dos
enormes cofres de madera: candelabros, modelos de carabelas y galeones, cajas,
figurillas y chucheras de toda clase.
Hay algo inefablemente triste en una ciudad fantasma. La imaginacin se
representa la vida cotidiana de esa gente desaparecida, sus penas y alegras, sus
aspiraciones y pasatiempos. Cuando los seres humanos abandonan su residencia,
dejan inevitablemente en pos de s algunos jirones de su propia personalidad, y una
ciudad desierta tiene una melancola tan poderosa, que impresiona incluso al menos
sensitivo de los visitantes. Antiguas ciudades en ruinas han perdido mucho de esto,
y no impresionan de la misma manera. Son los lugares abandonados en un pasado
reciente los que oprimen ms el corazn. La Ciudad de Matto Grosso es un ejemplo
notable. Me record Cobija, en un tiempo prspero puerto marino boliviano, entre
Tocopilla y Antofagasta, situado en la regin que ahora forma el norte de Chile. La
salida de Bolivia al mar fu perdida en la guerra de 1879, y la activa ciudad de
Cobija est completamente muerta, devastada por terribles terremotos y
despedazada por las mareas. La misma melancola se cierne sobre las ciudades
fantasmas californianas de los das de la Bonanza, emocin expresada a la
perfeccin por Debussy en su estudio para piano La Cathdrale Engloutie.
Entre los despojos de una iglesia encontr lo que fu una vez silla ceremonial
de un obispo, algo enorme con un dosel encima. No estaba completa, pero, a

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excepcin del asiento, los trozos parecan completos, de manera que los recog, los
enroll en una lona, y con el tiempo me los llev a Inglaterra. Me pareci que esa
silla sera un presente nico para mi esposa, y no encontr censurable llevrmela,
ya que las partes de que se compona se estaban pudriendo entre los fragmentos de
piedra y ladrillo del piso de la iglesia. Se encarg su restauracin a un mueblista de
Dawlish, y antes que se comenzara el trabajo, yo vigil para que se
desempaquetaran sus piezas y se desinfectaran cuidadosamente, de manera que no
pudiese quedar ningn resto de infeccin de la plaga que asol a Villa Bella.
No se economizaron gastos en la restauracin. El asiento y el respaldo se
reemplazaron por cuero marroqu de un hermoso color miel, y cuando estuvo
refaccionada result un objeto realmente magnfico. Por un tiempo tuve el placer de
ver a mi esposa sentada en la gran silla de los obispos de Matto Grosso, en la
cabecera de la mesa del comedor; pero coincidiendo con su instalacin, ella comenz
a sufrir de misteriosas enfermedades. Un da dijo:
Creo que estoy cometiendo un sacrilegio. Yo, una protestante, sentada en la
silla sagrada de un prelado catlico romano!
A veces soy tan supersticioso como un indio, porque he presenciado muchos
hechos extraos. Tan pronto como tuve la sospecha de que se anunciaba una
desgracia, comprend que la silla deba salir de mi hogar. Hice un rtulo, lo dirig al
Brompton Oratory, South Kensington, Londres, y despach la silla sin ninguna
carta de explicacin. Que tejan su propia historia sobre ella!
La llegada de la silla result, por supuesto, un misterio indescifrable para el
Oratorio, hasta que fu mi esposa y cont la historia. All debe estar hasta el
presente, y espero que su regreso a la fe, a la cual perteneca, slo haya sido para
mejor*
La ciudad Matto Grosso, cosa sorprendente, era el terminal de una lnea
telegrfica estratgica- a Cuyaba, instalada por el gobierno. Por medio de ella
despach un cable a Inglaterra, recibiendo respuesta dentro de las veinticuatro
horas, aunque el costo fu enorme. No result fcil, porque el telegrafista nunca
haba odo hablar de Inglaterra y tuvo que ponerse en contacto con las oficinas
principales por medio del telegrfono, para saber dnde estaba. An ms, un
forastero con un mensaje que enviar era algo inslito en este lugar tan solitario!
La desembocadura del ro Verde estaba ro abajo, a un grado de latitud al
norte, y cuando llegamos a ella tuvimos que colocar guardias nocturnos. Haba
posibilidad de encontrarse con salvajes que tenan reputacin de malos, en cualquiera de las riberas, en tanto que el Guapor era conocido como un ro peligroso
por sus anacondas. El ancho del ro era de ms de cien yardas; corra lentamente a
causa de su amplitud y por estar bloqueado con gruesos juncos. Estos, conocidos con

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el nombre de camelote, entorpecan considerablemente nuestro avance, y a veces


hacan difcil apreciar el curso del ro, pues grandes extensiones de ellos se
adentraban en la selva por ambos lados.
En las partes de aguas despejadas caracoleaban los bufeos en torno del bote.
Las nutrias nos ladraban aguadamente, con la cabeza y lomo fuera del agua, y les
respondan nuestros perros con frenticos ladridos cazadores. Dos veces vi indios en
las riberas, pero instantneamente desaparecan entre la manigua, dejndonos en
la duda de si su presencia era mera ilusin. De noche, los monos nocturnos, con sus
ojos como platillos, lanzaban su desafo, bombardeando nuestras hamacas con
ramitas y privndonos del sueo que tanto necesitbamos. Frecuentemente veamos
un ave extraa, muy escasa, segn supe despus, semejante a una enorme
mariposa- pavo real cuando extenda sus alas en el vuelo. Nunca supe su nombre.
Aunque no se hubiese conocido su latitud, no habramos tenido dificultad para
reconocer la desembocadura del ro Verde, porque an exista en la selva un viejo
poste fronterizo que databa de 1873. Aqu estbamos en regin nueva, con un ro de
aguas cristalinas. Enormes tortugas se asoleaban en los bancos arenosos;
abundaban los peces, y en el ro pululaban las rayas, fciles de arponear y buenas
para comer.
Impelimos el bote con las prtigas corriente arriba, tanto como pudimos, pero
pronto llegamos a las colinas donde comenzaban los rpidos y tuvimos que
convencernos de que los botes no podan seguir ms adelante.
Qu haremos ahora? pregunt Urquhart. No me diga que tendremos
que seguir a pie.
No hay manera de evitarlo repliqu. Debemos abandonar todo lo que no
podemos llevar sobre nuestros hombros y seguir por tierra el curso del ro. Va a ser
difcil, pero tenemos que hacerlo.
Y qu me dice del alimento? No podremos llevar lo suficiente para subsistir
dijo Fisher.
Tenemos que confiar en lo que encontremos. Poco podremos transportar
nosotros, a causa de los instrumentos, que no podemos dejar atrs.
Acercndonos a la orilla, desembarcamos y sumergimos la embarcacin en un
charco para no atraer la atencin de los indios. Todas las provisiones excedentes y
los instrumentos que podamos dejar fueron colocados en dos cajas de metal y enterrados bajo el nivel de las aguas altas. A causa de su peso, dejamos 60 libras en
oro en una de las cajas. Posiblemente as se originan muchos cuentos de tesoros
enterrados. En todo caso, la noticia de mi entierro corri por todo el Guapor,
aumentando la suma en cada relato. Las historias me persiguieron durante aos, y,
la ltima vez que supe del Tesoro del Verde, ascenda ya a 60.000 libras. A este

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paso, llegar el da en que atraer aventureros buscadores de tesoros del exterior,


posiblemente an de EE. UU. o de Inglaterra, y la estril bsqueda de mis sesenta
soberanos de oro terminar con los recursos de un sindicato. Por supuesto, las
brillantes versiones no hacen mencin del hecho de que nosotros recuperamos
posteriormente el equipo enterrado. Que el futuro cazador de tesoros reflexione
sobre la moraleja de esta historia!
Nos enga la abundancia de pesca y caza en la desembocadura del ro. Con
mesura, nuestras escasas provisiones habran durado tres semanas, pero los peones
son voraces y consumieron su racin en pocos das. El segundo da de caminata nos
hizo llegar a una maleza muy tupida, donde nos vimos obligados a cortar cada
pulgada de camino. Pequeas abejas, de un quinto del tamao de la mosca comn,
llenaban nuestros ojos, narices y- odos y penetraban por dentro de nuestra ropa,
hasta que no quedaba una pulgada del cuerpo libre de ellas. De vez en cuando
nuestros hachazos molestaban a un nido de avispas, o bien, las agresivas abejas
rojas consideraban que estbamos demasiado cerca de sus reservas y nos atacaban,
no con aguijones, sino mordiendo nuestra piel y cabello.
Tenamos que seguir el ro. Habra sido ms fcil dejarlo y hacer un rodeo por
el monte bajo, pero el ro era el lmite y era necesario hacer con absoluta exactitud
un mapa de l, o se malograra el propsito de la expedicin.
El agua del ro tom un sabor amargo y los peces lo abandonaron.
Probablemente por la misma razn no haba caza, pero en todo caso el ruido que
producamos abrindonos camino con el hacha habra ahuyentado a todos los
animales. No haba rastros de indios, y ninguna razn para que los hubiese, de modo
que suprimimos la guardia nocturna y confiamos en los perros para dar la alarma,
en caso que de pronto apareciesen. Abundaban los rboles de caucho que los
siringueros no haban tocado.
Partimos a pie el 15 de septiembre. Seis das despus los peones haban
terminado sus alimentos; nosotros repartimos nuestras propias provisiones, pero el
23 tambin stas se haban acabado. Encontramos algunos palmitos y consumimos
el corazn o tallos, pero constituan una comida insuficiente y hasta nos
debilitaban. El 25 de septiembre vimos un pavo, pero ste nos haba visto antes a
nosotros! El da 30 tuvimos la labor extenuante de abrirnos camino a hachazos, a
travs de una selva de tacuara, una especie de bamb, que extiende una confusin
de ramas provistas de espinas terribles. Al da siguiente encontramos un nido de
abejas, y, como estbamos en realidad muy hambrientos, lo cogimos. La miel haba
fermentado y sufrimos un agudo dolor de estmago. El 2 de octubre uno de los perros
encontr un nido de ave con cuatro grandes huevos de color azul cielo. El perro
recibi uno en recompensa, y los otros tres nos ayudaron muy poco, excepto para

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hacernos ms conscientes del hambre. Al da siguiente llegamos al nacimiento del


ro, encontrando all unas pocas palmeras chonta con frutos del tamao de bolitas de
mrmol y casi igual de duras.
Bien, ya hemos llegado dijo Fisher. Pero cmo regresaremos?
Ciertamente que no por el camino que vinimos, pens.
Buscaremos un sendero apropiado. Ahora no tenemos por qu seguir el ro.
Espero poder salir del otro lado de las colinas.
Confo en Dios que podamos murmur Urquhart.
Fisher balbuce algo como: Lo ms probable es que dejemos aqu nuestros
huesos.
Posiblemente eso iba a ocurrimos, pero de todas maneras tenamos que luchar.
Ya es bastante dije. Vamos a salir. Simulen estar alegres. Si los peones
piensan que nos damos por vencidos, no tendrn valor para perseverar hasta el fin.
Si vamos a morir, moriremos caminando!
Ahora nos estbamos muriendo de hambre, realmente murindonos. La
tendencia a tropezar y caer demostraba nuestra creciente debilidad, aun cuando
todava no tenamos dificultad en llevar nuestro equipaje, que pesaba ahora como
treinta libras. Las voces de los otros y los sonidos de la selva parecan venir de una
gran distancia y a travs de un largo tubo, porque ya nos atacaba la sordera de la
inanicin. Nuestra situacin pareca absolutamente desesperada. Se necesitaba un
tremendo esfuerzo para practicar observaciones y hacer una triangulacin
conectando la fuente del ro con Villa Bella, pues el trabajo deba realizarse o
nuestros sufrimientos no tendran ningn objeto. Esto es siempre que logrsemos
escapar de este infierno! Al recordar las selvas de abundante caza en el Guapor, los
peones se sentan inclinados a la revuelta, y quin podra culparlos? Aun cuando lo
hubisemos deseado, era indiscutible que no podamos regresar por el camino por
donde habamos venido, pues no sera posible hacer observaciones, y con toda
seguridad seramos detenidos por las lagunas.
Ante nosotros se levantaban las colinas Ricardo Franco, de cumbres lisas y
misteriosas, y con sus flancos cortados por profundas quebradas. Ni el tiempo ni el
pie del hombre haban desgastado esas cumbres. Estaban all como un mundo
perdido, pobladas de selvas hasta sus cimas, y la imaginacin poda concebir all los
ltimos vestigios de una era desaparecida haca ya mucho tiempo. Aislados de la
lucha y de las cambiantes condiciones, los monstruos de la aurora de la existencia
humana aun podan habitar esas alturas invariables, aprisionados y protegidos por
precipicios inaccesibles. Eso pens Conan Doyle cuando ms tarde, en Londres, yo le
mencion esas colinas y le mostr fotografas. Me habl de la idea para una novela
en la Amrica del Sur central y buscaba informacin, que yo le proporcion

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gustosamente. El fruto en 1912 fu su Mundo Perdido, que apareci como folletn


en el Strand Magazine, y despus en forma de libro, consiguiendo amplia
popularidad.
En un esfuerzo por hallar una salida en esta direccin, nos adentramos en
estas colinas, pero, para desesperacin nuestra, descubrimos que esos profundos
caones, en las laderas de las montaas, resultaban imposibles de cruzar. Una y
otra vez llegbamos hasta la orilla de un precipicio horripilante, regresando
desanimados al punto de partida, siempre con fuerzas decrecientes. El problema
vital era cunto tiempo podramos soportar esta lucha. A menos que obtuvisemos
alimento pronto, estaramos demasiado dbiles para abrirnos camino por cualquiera
ruta y seramos otra expedicin ms de las muchas de las que no se ha vuelto a
saber.
Ech de menos al capataz de los peones y sospech que se haba echado a
morir, como lo hacen los indios cuando abandonan toda esperanza. Lo busqu,
encontr sus huellas y por ltimo lo descubr en el monte, sentado, de espaldas contra un rbol, llorando como una muchacha con el corazn destrozado.
Ven le dije, tocando su hombro. Levntate, hombre. Qu te pasa?
Djame solo gimi, retirando mi mano. Djame morir. Quiero morir. . .
No puedo soportar ms esto.
En estos casos no sirve la bondad, por ms simpata que uno sienta. Saqu mi
cuchillo de caza y se lo pinch en las costillas hasta que grit y salt sobre sus pies.
Oh no le dije. No te echars a morir as. Si mueres, morirs
caminando, a no ser que prefieras el cuchillo.
Nada dijo, pero retuvo el ltimo sollozo y se arrastr hasta el campamento,
considerndome, sin duda, como un espritu maligno.
Reun el destacamento y les comuniqu mis intenciones.
Nuestra nica esperanza est en seguir la cuenca. Creo que nos sacar de
aqu. No podemos escapar por las colinas ni por el camino por donde vinimos; de
modo que sa es nuestra sola posibilidad.
Hubo un murmullo de desaliento, pues significaba confiar nuestras vidas a una
mera esperanza. Llam a Fisher y a Urquhart.
Ser mejor que en la primera oportunidad les quiten las armas a los peones.
Segn su modo de pensar, es un error seguir la cuenca y pueden desertar. Pero sin
armas no se atrevern a hacerlo, por miedo a los indios.
Ahora los indios no estaban lejos. De noche veamos por aqu y por all sus
hogueras; pero jams se mostr un salvaje. Era amargamente desalentador que nos
evitasen tan obstinadamente, porque nosotros los habramos recibido muy bien, con
la esperanza de obtener algo de comer.

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Otra vez en marcha, tropezamos con nuevas dificultades. El terreno estaba


cubierto de pasto duro, resbaloso, arracimado, que creca sobre guijarros sueltos. A
cada paso resbalbamos y en nuestro estado de debilidad caamos a menudo por el
suelo. Casi haciendo un esfuerzo sobrehumano nos levantbamos, pues nuestro
equipaje pareca hundirnos. Cun esplndido habra sido tendernos, yacer y
descansar! Tenamos que empujar a los peones con amenazas y-golpes, y el esfuerzo
de mantenerlos caminando estimulaba nuestras propias energas vacilantes.
Nunca haba golpeado a esta gente con rabia y la aparente brutalidad de mi
tratamiento estaba en contradiccin con mis principios, pero era con el nico objeto
de obligarlos a luchar por sus vidas.
Las miradas voraces se posaban frecuentemente en los perros, aunque como
nosotros slo eran piel y huesos. Rechac firmemente todas las sugerencias de
matarlos y comerlos; para empezar, porque amo a los perros, y, adems, porque nos
podran ayudar a encontrar alimento. De alguna manera se las arreglaban para
mantenerse vivos cazando, pero no podamos descubrir dnde encontraban caza.
Aunque no parecan estar exhaustos, de pronto se echaron en el pasto, se pusieron a
dormir y no despertaron ms. No es posible imaginarse una muerte ms apacible y
hermosa. Los peones indios deseaban seguir su ejemplo, echarse y dormir, hasta
que se extinguieran sus vidas. En vez de eso, eran aguijoneados para seguir adelante.
Nos salv un milagro, al menos lo fu para m, y siempre lo recordar como lo
ms prximo a lo que llamamos milagro. El 13 de octubre, sintiendo que haba
llegado nuestro ltimo momento, hice lo que yo saba que jams fallaba cuando la
necesidad era extrema: rec en voz alta pidiendo alimento. No me arrodill, sino que
volvindome hacia el este y el oeste, ped ayuda, obligndome a creer que vendra
esta ayuda. As rec, y quince minutos despus se present un venado en el claro, a
trescientas yardas de distancia. Los dems lo vieron al mismo tiempo y guardaron
un silencio de muerte, mientras yo descolgaba el rifle. Era casi una distancia
desesperada para un Winchester que culateaba violentamente, y, a consecuencias
del hambre y de la sed, la vista no es segura ni es fcil mantener el rifle inmvil.
Por el amor de Dios, no yerre, Fawcett! o que balbuceaban tras de m.
Errar! Mientras apuntaba, saba que la bala dara en el blanco. El poder que
respondi a mi plegaria velara porque
as fuese. Jams he realizado un tiro tan limpio: el animal cay en el mismo sitio
donde estaba parado!
Los peones devoraron sus porciones con cuero, piel y todo. Qu pena que los perros
no hubiesen sobrevivido algunos das ms! Haban terminado nuestros sufrimientos.
Al da siguiente encontramos una colmena de abejas colmada de excelente miel; el

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15, descubrimos por fin un camino para bajar los cerros, hacia las selvas del
Guapor, y el 18 llegamos a un pequeo poblado negro, donde obtuvimos azcar
hecha de jugo de caa hervido.
Es extrao, pero el azcar era el alimento que ms ansibamos. En nuestros
sueos, nos hartbamos de golosinas cubiertas de azcar, y en la agona de nuestras
horas de vigilia discutamos repetidamente que seran las cosas dulces las que ms
nos gustara comer. Como pueden imaginarse, comimos demasiada azcar ese da
en el poblado, nos hartamos, nos atiborramos, hasta que ya no pudimos comer ms.
El anochecer nos vio doblados en nuestras hamacas con dolores de agona, gimiendo
de sufrimientos, hasta que pudimos aliviarnos vomitando.
El 19 de octubre regresamos a Villa Bella, cuyas calles tristes y casas vacas
nos alegraron despus de la absoluta soledad de la selva. Aqu habamos dejado
provisiones, y la leche condensada y el quker resultaron una dieta mucho ms sana
que el azcar. Cuando recuperamos nuestro vigor, tambin creci nuestra
certidumbre de que habamos escapado slo por milagro.
Me esperaba aqu un jubiloso telegrama del general Pando. Anticipndose a
nuestro regreso, me enviaba sus congratulaciones y me peda una direccin donde
mandar el dinero que se nos deba. l no poda adivinar que el Verde estuvo a punto
de tronchar prematuramente nuestro trabajo. Por fin se haba explorado el ro,
resultando que su curso difera totalmente del trabajo adivinatorio de 1873. Naca
de vertientes, no en un lago, como se haba pensado. Nuestro conjunto completo de
observaciones permiti que fuese trazada exactamente en el mapa cada milla de su
curso, ganando Bolivia mil doscientas millas cuadradas de valioso terreno. Nuestros
contratiempos y sufrimientos se justificaban plenamente.
Seguimos la lnea telegrfica hasta Jauru, viajando por un sendero bastante
bueno y descendiendo por las colinas de Aguap hasta Porto Esperidio, una
estancia en el ro. Aqu nos conseguimos una gran canoa que nos llev a Caxocira.
Un brasileo hospitalario nos aliment bien y nos consigui un bote para ir a
Descalvados, donde llegamos el 18 de noviembre.
Tuvimos una acogida fra. Alguien haba propalado el maligno rumor de que
nosotros nos habamos quejado en todas partes de que nos haban tratado mal la
ltima vez que estuvimos aqu. Se nos culpaba de decir que los pobladores no se
haban mostrado hospitalarios. Esto no era verdad, y la difusin de tal mentira slo
pudo ser hecha con el propsito de desacreditarnos. Sin embargo, la gente pronto
abandon su frialdad y termin por hacernos nuestra estada todo lo agradable que
pudo.
Una lancha nos llev ro abajo hasta Corumb, donde, para gran confusin

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nuestra, fuimos recibidos como hroes. Los brasileos admiraban plenamente a los
que por su propia voluntad se atrevan a encontrarse con los bugres, como llamaban
a los salvajes, y nos fu imposible convencerlos de que apenas los habamos
vislumbrado durante todo el viaje.
Cinco de los seis peones murieron por efectos del viaje. El sexto el hombre
que haba punzado con mi cuchillo vino donde m al ao siguiente, ofrecindose
para acompaarme de nuevo. Estaba admirado de lo que llamaba nuestro vigor
ingls y no guardaba resentimiento alguno contra m. Al contrario, me segua con
muestras de afecto.
El resultado de la exploracin fu que ambas comisiones acordaron proseguir al
ao siguiente hasta la fuente del ro Verde, bajo mi direccin, mientras un tercer
destacamento brasileo ascenda por el ro, verificando su curso para corroborar mi
mapa. Despus de esto erigiramos conjuntamente la sealizacin, para registrarlo
permanentemente como un punto fronterizo.

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Capitulo XI
TRECE FATAL
E n m a y o d e 1909 e s t b a m o s de regreso en Buenos Aires, tratando por
todos los medios de escapar, ro arriba, de una huelga general que paralizaba toda
actividad y que empeoraba da a da. Haba infiltraciones comunistas entre los
obreros italianos de la ciudad y eran frecuentes los conflictos del trabajo. A menudo
estallaban disturbios cuando algn fantico disparaba su revlver contra la multitud
u otro hunda su cuchillo en el caballo de un polica. Comenzaban los disparos, haba
fuertes bajas, y la huelga continuaba. El alimento escaseaba; los almacenes se
resguardaron contra el pillaje y los ladrones se consideraban afortunados cuando
escapaban con vida.
No haba estallado la revolucin, pero una atmsfera sombra se cerna sobre la
ciudad. La polica se condujo en forma magnfica, a pesar de los ataques sorpresivos
y de la condenable costumbre de los huelguistas de lanzar vitriolo a los rostros de los
hombres armados.
Se suspendi casi totalmente el trfico del ro, pero nos arreglamos para
conseguirnos pasaje en un vapor del Lloyd brasileo, el' "Ladario", y aun nos
procuramos carretas para trasladar nuestro equipaje hasta la ribera, con nosotros
sentados encima y rodeados por una escolta, armada hasta los dientes. Esta lnea de

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vapores posea un excelente servicio de cabotaje, pero el Ladario era su peor barco,
y no haba ningn camarote desocupado, porque viajaban gran cantidad de
brasileos de la clase baja. Por fortuna, los barcos fluviales no necesitan cabinas,
pues en cualquier parte se puede colgar una hamaca.
Asuncin pasaba por la agona de una de sus revoluciones peridicas y se
encontraba en estado de sitio. Sin embargo, llegamos a Corumb en forma regular y
all supimos que el grupo brasileo de la expedicin ya haba partido hacia el norte.
Muy pronto finalizamos los preparativos; tenamos abundantes provisiones y
se carg una barcaza con el equipo, que inclua seis muas, dos caballos, veinticuatro
bueyes y cuatro carretas nuevas. Un oficial boliviano, llamado Pacheco, tambin nos
acompaaba, adems de dos indios chiquitana y cuatro peones blancos.
Mientras preparbamos la partida, nos alojamos en l Hotel Gatti, y esta vez s
que nos aperamos con ternos apropiados para cualquiera fiesta social a la cual
fusemos invitados. . .; pero, por supuesto, nunca tuvimos ocasin de usarlos.
Nuestro anfitrin, el Senhor Gatti, era un hombre de tacto extraordinario, y en
realidad lo necesitaba, como se demostr una noche durante una escena
desagradable que ocurri en el hotel.
Un joven boliviano les estaba demostrando a algunos brasileos la vieja treta
de los fsforos: dos cerillas se colocan en un extremo de la caja y una tercera se
sostiene entre sus cabezas; al encenderlas, sale disparada. Sucedi que uno de los
brasileos estaba sentado en la lnea de fuego, y el proyectil toc la punta de su
nariz, incrustndose en ella. Al brasileo no se le ocurri desprenderse de la cerilla,
sino que se puso a gritar de dolor y a insultar al boliviano, mientras todos bramaban
de risa. Con esto el brasileo se sinti ofendido; todos hablaban a la vez, y, no s por
qu causa misteriosa, el incidente se transform en un asunto poltico. De no mediar
la intervencin del Senhor Gatti, habra habido derramamiento de sangre, porque
en esa poca todos en Corumb cargaban armas y a duras penas pasaba una
semana sin que hubiese un tiroteo fatal.
La prctica habitual que se segua con un asesino era encerrarlo en el calabozo,
hasta que demostrara cunto dinero o influencia posea. Si era lo suficientemente
afortunado, para tener uno o ambos de estos requisitos, se arreglaba una fuga
pasando la frontera hasta Bolivia en espera de que se olvidara el asunto. Si no tena
ni dinero ni influencias, cargaba con treinta aos de prisin como condena por el
crimen. El sistema marchaba bien y nadie tena quejas contra l, a excepcin de los
muy pobres. En todo caso, los condenados merecan la pena, por permitirse lujos
que estaban ms all de su bolsillo!
No existe pena capital en Brasil, pero no puede decirse que por eso el crimen
sea ms comn. Las rias en Corumb eran motivadas principalmente por los celos,

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la bebida y la diversidad de opiniones sobre poltica internacional. Casi se desconoca el crimen premeditado, porque, por lo general, el brasileo es una persona
que respeta la ley.
Dos misioneros ingleses llegaron al pueblo, llenos de celo para convertir a los
indios del Matto Grosso. El joven boliviano del incidente de las cerillas vio en ellos
vctimas perfectas para sus bromas. Una noche los condujo hasta el balcn del hotel
y les mostr los fuegos lejanos que se vean por doquier en el horizonte, pues all
existan numerosas haciendas pequeas, en la tierra firme que bordea los pantanos.
All los tienen dijo triunfalmente; sas son las fogatas de los salvajes.
Nos rodean, nos vigilan, esperando lanzarse sobre el pueblo a la primera
oportunidad.
Son indios malos? pregunt ansiosamente uno de los misioneros.
Malos? Ms que malos! Son canbales, sin exceptuar a ningn miembro de
la tribu.
Surti efecto. Al da siguiente, los misioneros regresaron ro abajo. Y a cien
millas a la redonda no exista ningn indio salvaje!
Antes de que partisemos, un alemn lleg del norte en una canoa
despedazada; apenas se cubra con un saco y maldeca al pas horriblemente. Haba
estado en Diamantino durante tres meses, con indios bororos como peones,
esperando hacer fortuna con oro y diamantes. En lugar de eso, perdi cuanto tena.
Con el mismo objeto, otro alemn y un ingls haban partido ro arriba en una
lancha a gasolina los vimos el ao anterior, y regresaron tambin con las manos
vacas. Desconociendo las condiciones, haban partido seguros del xito, pero las
enfermedades, los problemas de alimentacin y la falta de experiencia de la vida de
las selvas motivaron su fracaso. La carencia de un mapa, digno de confianza, en la
vasta soledad, al norte de Cuyab, los llev a recorrer una y otra vez el mismo
terreno, repitindose los desengaos, hasta llegar a la exasperacin.
Abandonamos Corumb el 13 de junio, y las esperanzas que tenamos de
escapar de la mala suerte fueron frustradas desde la partida, con el descubrimiento,
despus de haber embarcado los animales, de_ que nuestra barcaza haba
comenzado a hacer agua. Era demasiado tarde para repararla, y como el viaje slo
durara unos pocos das, decidimos dejarla as, ordenando a los peones que
trabajaran por turno en las bombas. Esa misma noche despert en mi cabina,
escuchando un siniestro burbujear a lo largo de la embarcacin. Sal apresuradamente a cubierta y agarr un hacha en el momento preciso para cortar los cordeles
que amarraban la lancha a la barcaza, mientras sta se hunda con todos los
animales a bordo. Los tres peones estaban durmiendo junto a las bombas y tuvieron
la suerte de escapar en medio de la gritera. Uno o dos animales pudieron soltarse y

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nadar a tierra, pero los bueyes y todos los dems se ahogaron. Nuestras prdidas
eran de importancia, pero decid continuar y confiar en nuestra suerte para
conseguir nuevo transporte.
Con ayuda del administrador belga de la estancia O rancho, en Descalvados
logramos obtener dos carretas. Mientras se buscaban los bueyes necesarios, vivimos
con toda comodidad a bordo de la lancha, pero la atmsfera estaba densa con el humear de los huesos calcinados, pues nosotros estbamos al lado de la factora en que
se beneficiaba' ganado para la preparacin de carne en conserva. Nuestros peones
dedicaban el tiempo a pescar en el ro, teido de rojo, las llamadas piraas, pequeos peces carnvoros que abundaban por miles y que hacen tan peligrosos los
mataderos prximos a los ros.
Fue en este lugar donde poco tiempo antes cay al ro un pen de la estancia.
En el mismo instante en que su cuerpo toc el agua, cardmenes de piraas se
precipitaron sobre l, y al da siguiente se recuper su esqueleto completamente limpio. El administrador me narr un caso similar que tuvo lugar en una estancia cerca
de Corumb. En el ro sintieron una noche un chapoteo y un obrero despert,
preguntando:
Qu es eso?
Otro replic:
Nada ms que Ladriguez, que cay al ro.
El primero gru y volvi a dormirse. Del desgraciado Ladriguez no se sinti
siquiera un chillido; antes de volver a la superficie, las piraas lo haban hecho
pedazos!
Un soldado brasileo de pantalones rojos estaba pescando en una canoa en
Puerto Corumb, cuando el tirn de un pez grande la hizo volcar. Gritando a toda
voz, se mantuvo sujeto a la popa de la canoa, y despus de algn tiempo sali otra
canoa de la orilla y se acerc para ver a qu se deba tanto ruido. En lugar de salvar
al soldado, la segunda canoa remolc la primera a la ribera, donde se pudo
comprobar que el soldado estaba muerto, sus dedos an adheridos a la borda y sus
huesos despojados de toda partcula de carne, desde la cintura para abajo. El
simple recuerdo de ello constituy por varios das una gran diversin! Jams haba
ni un poco de piedad por las vctimas de accidentes fatales. Aun la propia mujer y
los hijos del muerto se encogan de hombros y se dedicaban con toda presteza a
buscar otro que les proporcionase el pan cotidiano!
A menudo me vea obligado a cruzar a nado un ro para instalar una cuerda
con el fin de trasladar nuestro equipo al otro margen. Tena que ser
extremadamente cuidadoso para cerciorarme de que no tena ningn corte o herida

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abierta en mi cuerpo, porque no era necesario ms que esto para atraer a los
diablicos pececillos. Mientras estaba en el agua, los dedos de los pies me
hormigueaban slo de pensar en ellos, y cuando, finalmente, sala al otro lado, me
invada una indescriptible sensacin de alivio.
Antes de abandonar Descalvados se organiz un baile en una cabaa prxima
a la lancha. Gauchos, peones y sus mujeres bebieron grandes cantidades de alcohol
y se tambalearon en sus tangos y cachuchas, al son de guitarras y lades. Nuestra
propia cuadrilla, encabezada por Pacheco, se incorpor a la jarana, pero a
medianoche regres volando, acompaada de una descarga cerrada de tiros de
revlver. Un gaucho celoso, con un revlver en cada mano, haba entrado en la
cabaa y abierto fuego al azar. Un hombre estaba muerto, otro-herido en el vientre
y una mujer recibi una rasmilladura. Despus el gaucho salt sobre su caballo,
siguiendo la costumbre tradicional, y arranc hacia el interior del pas.
Inmediatamente el baile se transform en un caos! No haba ningn doctor
que supiese algo de ciruga, y algunos de los empleados belgas operaron al herido,
explorando sus partes vitales, en busca de la bala, con un punzn de carnicero. Los
gemidos de la vctima nos tuvieron despierto el resto de la noche, y al amanecer
muri. Una cuadrilla parti en persecucin del asesino, pero, como ocurra
generalmente, no fue atrapado jams.
Desde Descalvados, la lancha regres a Corumb y en las carretas proseguimos
a San Matas. Comprobamos que la plaza haba sufrido muchos perjuicios desde el
ao anterior y que se haban librado batallas considerables en el lugar. En el puesto
de polica se encontraba un brasileo muy apenado, porque haba recibido mil
latigazos por matar a cuchillo a un hombre. Las culebras de cascabel haban dado
cuenta de varios habitantes, y un noble francs encantador, que habamos encontrado el ao anterior en Trinidad, cerca de Descalvados, haba sido asesinado. El
lugar apestaba a muerte, a pesar de que los habitantes eran un conjunto
hospitalario y bondadoso, cuando no estaban ocupados en crmenes y violencias. Las
condiciones bajo las cuales vivan hacan excusables sus actos. Menos perdonable
fue la accin de nuestros dos peones indios, que desaparecieron con una cantidad de
provisiones y dos de las mejores muas de un lote que haba tenido la suerte de
poder comprar aqu.
La reduccin de nuestros medios de transporte nos oblig a dejar atrs una
cantidad de provisiones cuando abandonamos San Matas, el 1. de julio. Para
realizar observaciones desde la cima del monte Boa Vista, nos detuvimos por un da
n Asuncin, donde omos rumores del tesoro del ro Verde, que haba aumentado a
37.000 libras, y segua creciendo! Pocos das despus, alcanzamos a parte de la
Comisin Brasilea, ocupada en verificar posiciones antiguas, que nos atendi

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generosamente".
Pronto los dejamos atrs, pues llevbamos menos bagaje que ellos; pero dos
das despus, una de las muas fue muerta por una serpiente de cascabel, lo que nos
oblig a detenernos, pues un solo carro no poda llevar todas las provisiones. No
tenamos cmo reemplazar el animal, ya que no haba vivienda alguna en la
vecindad. Mientras tratbamos de solucionar nuestro problema, ocurri un hecho
extrao.
Viniendo desde el norte, entr en nuestro campamento la mula ms hermosa
que jams hubiese visto, en condiciones absolutamente perfectas y aperada con silla
y bridas enteramente nuevas. Que yo supiera, la Comisin Brasilea no haba perdido ningn animal. Pensando que debera pertenecer a algn viajero, a quien
obligadamente encontraramos en nuestro camino, me apropi de ella con la
intencin de devolverla a su dueo, cuando lo encontrsemos. Sin embargo, no nos
topamos con nadie y la mua una merced divina, literalmente hablando qued
con nosotros.
Las Serpientes constituan una peste en sta regin. A un lado de nosotros, en
el monte bajo, abundaban las cascabelas, mientras que en el otro lado las charcas y
pantanos eran frecuentados por las jararacas. Una vez mi mula di un salto sobre
una cascabel, que sali disparada del monte, pues esos animales son muy rpidos
para descubrir serpientes pequeas, mientras que son incapaces de reconocer
rpidamente a las grandes. En otra ocasin, mi mua estaba atravesando sobre lo
que ambos miramos como un tronco cado en el sendero, cuando de repente el animal
se detuvo temblando. Mirando hacia abajo, comprob con horror que el tronco era
parte de una enorme boa constrictor, de siete a ocho pulgadas de dimetro. La mula
qued paralizada de terror y el resto de la partida iba bastante atrs. Lanc un grito
repentino, clav ambas espuelas y le di al animal un sonoro latigazo en el anca.
Sali disparada como un cohete, salt por encima del reptil y corri por lo menos
doscientas yardas antes que la pudiese detener, temblando an de pavor. Volv atrs
para prevenir a los dems. Los encontr acribillndola con sus Winchester, pero la
boa constrictora sencillamente se desliz, perdindose en la maleza.
Encontramos el ro Barbados considerablemente crecido y la parte del vado,
por lo menos de ciento cincuenta yardas de ancho, oculta por el camelote. Los peones
se opusieron a atravesarlo, objetando que haba bichus en el ro refirindose a los
cocodrilos o anacondas, y la gente de la carreta los apoy firmemente. Los
animales podan nadar hasta el otro lado y los carros flotaran, pero alguien tena
que cruzar antes con una cuerda liviana, para pasar el equipaje. Nadie quera hacerlo, y tuve que ir yo. Mientras me desvesta, sent una sensacin desagradable en la
boca del estmago; record que no haca mucho tiempo un caballo y su jinete se

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perdieron en el mismo lugar.


Una vez al otro lado con la cuerda, era fcil pasar el equipaje. Pacheco no saba
nadar y tena que cruzar sobre un palo, un mtodo de gran utilidad prctica.
Cualquier tronco recto de rbol de seis pulgadas de dimetro servir, siempre qu
flote. En un extremo se amarra un palo corto, en sentido vertical, y en l se cuelga la
ropa; uno se sienta a horcajadas sobre el otro extremo y rema con las manos. Es muy
fcil mantener el equilibrio. Una punta se hunde bajo nuestro peso, pero esto sirve
para levantar la otra, con la ropa, bastante arriba sobre el agua.
Los perros se transportaban a la otra orilla en cueros, como el equipaje. Los
cocodrilos pueden respetar a los seres humanos, pero siempre embestirn a un
perro. Segn dicen, no atacan en los vados antes de medioda, pero despus y hacia
el atardecer hay algn riesgo. Los bueyes cruzaron a nado, remolcando las carretas
que flotaban y no hubo contratiempos.
Encontramos Casal Vasco desierto, pues los salvajes haban exterminado a los
hombres en represalia por los disparos de que haban sido objeto; pero haban
perdonado, sin embargo, a las mujeres y a los nios. .En Puerto Bastos mandamos
de vuelta las carretas; parte del equipo fue despachado en bote a Matto Grosso, y las
muas fueron enviadas por va terrestre, un camino bastante pesado, que obligaba a
vadear varias veces el ro Barbados. Los miembros ms importantes de la Comisin
Brasilea ocupaban el bungalow del telgrafo, en la ciudad antigua de Matto Grosso,
cuando nos juntamos con ellos all y al da siguiente el comandante Oliveira parti
hacia la fuente del ro Verde, con un doctor, un asistente y montaas de provisiones.
Su expedicin fue desgraciada. Oliveira cay al ro, contrajo fiebre y se vi
obligado a regresar a Villa Bella. Los dems fracasaron al tratar de subir por el ro.
Descubrieron una de nuestras canoas de 1908, despedazada y boca abajo entre los
rboles, seis millas abajo del ro Verde, y ubicaron nuestro sendero, pero se vieron
obligados a cruzar el ro Guapor, donde permanecieron hasta que una cuadrilla
exploradora los rescat, seis semanas ms tarde.
El comandante Lemanha, que tena que acompaarme, lleg desde San Matas
con seis soldados armados hasta los dientes. El ao anterior habamos decidido unir
nuestras fuerzas para las jornadas por va terrestre y llevar tambin con nosotros
nuestro equipaje sobre burros, para la expedicin al ro. Cruzamos el ro y
acampamos de noche en una pequea cabaa en un espacio libre, al pie de las
elevadas colinas de Ricardo Franco.
Repentinamente se oy una descarga cerrada en la selva, y dos soldados
jadeantes regresaron gateando al campamento.
Salvajes! exclamaron. Estn atacando por todos lados!
Cuntos? Dnde?

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Lemanha les lanz las preguntas mientras colocaba al cinto sus pistolas y
verificaba si estaban cargadas.
Miles, mi comandante fue la respuesta, pero nosotros los rechazamos,
yo y el cabo Pereira!
Fisher y yo salimos a hacer un reconocimiento. Disparar a los salvajes era lo
ms peligroso que pudieron haber hecho; eso nos sealaba inmediatamente como
enemigos. Pero no tenamos por qu inquietarnos, pues no encontramos ninguna
huella. En realidad, los dos soldados haban disparado sus municiones a las
sombras, y nada ms!
La choza era muy vieja y su techo estaba lleno de serpientes y araas. En
cuanto estuvimos dentro, nuestras piernas se cubrieron con las pequeas y
enloquecedoras garrapatas blancas, denominadas garapatas do chao, y poco
despus casi nos arrancamos la piel por la espantosa picazn. Preferimos dormir en
el bosque antes que pasar una noche en la cabaa.
Era magnfico el panorama que se apreciaba desde la cima del Ricardo Franco,
a 2.400 pies sobre el ro, pero significaba una labor muy ardua lograr llegar a ella
con los animales. Uno de ellos cay repentinamente por la empinada ladera y se insert con un estrpito formidable dentro de un rbol. Ah qued colgado, hasta que
volvimos a colocarlo sobre sus pies; entonces, aparentemente sin novedad alguna,
sigui vagando impasible por la senda.
Una vez en la cumbre, tuvimos que abrir una faja para cruzar con los animales
por una o dos millas de selva espesa. Haba sido accesible para nosotros en 1908,
pero los animales de carga necesitaban un sendero ms ancho que los hombres. Este
trabajo de rozar fue ejecutado por Fisher y por m, secundado por una pareja de
peones. Los soldados estaban nerviosos debido a los indios, no sin motivo, pues los
hombres eran mulatos, y los indios, recordando las persecuciones pasadas, jams
perdonan a un negro.
Pronto dimos con nuestro antiguo sendero, seguimos la cuenca y en diecisis
das llegamos al nacimiento del Verde. Esta vez los venados abundaban y eran
completamente mansos. Una semana all bast para completar nuestro trabajo y
levantar los lmites fronterizos; entonces, no teniendo bastantes provisiones para
permanecer ms de diez das, decid regresar a Villa Bella, y, como habamos
acordado, dejar a Lemanha para que esperase la partida que vena por el ro.
Le di un mapa detallado de la regin, pues su sentido de orientacin no estaba
muy desarrollado. Partimos bajo un surusu penetrante que nos cal hasta los
huesos y que form sobre las montaas un denso manto de niebla que reduca la
visibilidad a menos de veinte yardas.
Decidimos volver sobre nuestros pasos, con ayuda del mapa detallado de

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nuestro recorrido efectuado en el viaje anterior. Sera una prueba interesante de su


exactitud, pues haba sido ejecutado por brjula y midiendo las distancias con
pasos. En terreno razonablemente despejado se calcula un promedio de 2.000 pasos
por milla, y en las selvas, 2.200. Nos sorprendi bastante que el mapa concordara
perfectamente, pues en el tercer da alcanzamos la cima de la montaa que
habamos escalado desde Villa Bella, y al da siguiente volvimos a entrar en la
antigua ciudad, donde tambin encontramos, de regreso del Verde, al comandante
Oliveira, que esperaba ansioso noticias del resto de su destacamento.
Le inform que no lo habamos visto. Le disgustaba creer que no haban
alcanzado su objetivo, pero por ltimo envi un bote de socorro por el Guapor abajo
para que explorase en busca de ellos. Los encontraron en la orilla izquierda, faltos
de alimentos y en malas condiciones fsicas. Mientras tanto, Lemanha esperaba en
el nacimiento del Verde hasta que se agotaron sus provisiones y entonces regres
con gran ansiedad respecto a la suerte que haba corrido el destacamento del ro.
Era evidente que, si no hubisemos hecho la jornada de 1908, esta seccin no habra
sido delimitada en absoluto 15 (1).
Oliveira nos provey bondadosamente de alimentos, pues los nuestros haban
sido saqueados, tal vez, por la poblacin negra. Entonces, como disponamos de
mucho tiempo, propuse a Fisher entrar en la selva hacia el nordeste y visitar los
indios parecis. Fisher y Pacheco eran contrarios a la idea, as es que cabalgu solo
por la llanura al norte de la ciudad, con la esperanza de encontrar algunos, ya que
generalmente andaban por los alrededores. All estaban, pero eran demasiado
desconfiados para salir de la selva o aproximarse a menos de cien yardas de m; sinembargo, no me molestaron. Este mismo pueblo haba masacrado a todas las almas
en la plantacin de los negros, donde nosotros comimos azcar tan abundantemente
despus de la jornada del ao anterior.
En la senda a San Luis de Cceres cruz frente a nosotros, asustando a
nuestras muas, un gato monts negro, del tamao de un fox-terrier. Como la gran
pantera negra, aqullos son salvajes y completamente imposibles de domesticar.
Aqu nos devoraron las garrapatas, que abundan en Matto Grosso durante el
invierno. Trepaban por las patas de las muas, cubran sus fosas nasales y llenaban
sus ojos. Colgando en racimos de las caas y ramas, se dejaban caer cuando

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Mi padre, despus de todos sus sufrimientos en este lugar, se habra sentido muy defraudado si hubiese
sabido que lo que tomaba por el nacimiento del Verde, no lo era. El sigui lo que pareca ser el torrente
principal, pero el Verde es un ro de muchos brazos y uno de stos se abra en un ancho cuerpo de agua, no
lejos de su boca. El verdadero nacimiento fu descubierto por el coronel Bandeira Coelho en 1946, a alguna
distancia al suroeste de la posicin de mi padre. Sin embargo, hasta el momento de escribir estas lneas, la
posicin de 1909 an se mantiene como el nacimiento oficial.

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pasbamos debajo. Todas las tardes nos sacbamos como ciento o doscientas, que
nos dejaban irritantes picaduras que no nos atrevamos a rascar.
En una estancia hospitalaria en el Jauru vend los animales y di al propietario una
montura a cambio del flete de nuestro equipo a San Luis de Cceres, pequea aldea
sobre el ro Paraguay, entre Corumb y Cuyab. l nos habl de un grupo que haba
ido rio arriba, en su confluencia con otro y haba descubierto all enormes pepitas de
oro en el cascajo.
haba ido rio arriba, en su confluencia con otro y haba descubierto all enormes
pepitas de oro en el cascajo.
En San Luis, el ro tiene ms o menos ciento cincuenta yardas de ancho, y la
poblacin de la aldea se haba reunido en la lejana orilla para brindarnos un
entusiasta recibimiento, pues nos haba precedido la noticia de nuestra llegada.
Vino a buscarnos una canoa atestada de hombres, mujeres y nios, y vena tan
cargada, que apenas sobresala dos pulgadas sobre el nivel del agua. Ocupamos en
ella nuestros lugares y el agua agitada, impulsada por una brisa fuerte, casi entraba
por la borda. Cuando estbamos en medio de la corriente, Pacheco, preocupado de no
mojar sus ropas, se levant a medias; los dems trataron de equilibrar la canoa, pero
el viento lanz una rfaga contra ella, la hizo oscilar, se llen de agua y se hundi,
volviendo a la superficie slo despus de haberse librado de toda su carga. Los que
no saban nadar se colgaron de la canoa anegada en agua y los dems lucharon por
llegar a la orilla. Yo llevaba puestas unas botas muy pesadas y mis pantalones se
hincharon con el agua; con una mano sostena sobre mi cabeza la chaqueta, en cuyo
bolsillo llevaba la valiosa documentacin del viaje, por lo que no era fcil nadar con
un solo brazo. Un hombre se ahog.
La poblacin que nos esperaba, haca tiempo que no se haba divertido tanto;
todos bramaban de risa y los esfuerzos del hombre que se ahogaba eran vitoreados
en coro. No se hizo ni el ms mnimo esfuerzo para ayudarle en alguna forma, y,
cuando Pacheco, que era un psimo nadador, logr llegar a la orilla y yaca
boqueando en el lodo, hubo ms estallidos de risa.
Fue una entrada de lo ms indecorosa para una comisin de lmites
internacional, pero las piraas no habran dejado ningn sobreviviente si hubiese
existido alguna fbrica de carne envasada en cualquier parte, despus de
Descalvados. Yo tena seis relojes cronmetros alrededor de mi cintura un peso
respetable que llevar, pero uno solo se llen de agua.
Al cabo de unos das lleg una lancha fluvial y nos embarcamos
Venga por aqu dijo el camarero, conducindonos a la segunda clase, donde
estaban amontonados los negros y los mestizos entre sus pertenencias.

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Esto no sirve dije. Dnde est la primera clase?


Primera clase?
Nos mir de arriba abajo desdeosamente. Todo lo que llevbamos era nuestra
equipo de las selvas, que ya estaba en bastantes malas condiciones; an ms,
nuestras barbas haban crecido y nuestros rostros y brazos estaban marcados con
picaduras de insectos. En general, supongo que la comparacin con los pasajeros de
elegantes trajes resultaba muy desfavorable.
S, la primera clase repet.
Fue a buscar al capitn, regresando con l; ste nos examin con evidente desagrado,
y, por fin, consinti de malas ganas en que se nos llevara a una cabina. . .
En Paraguay haba estallado una nueva revolucin; se haban apoderado .de los
vapores fluviales y no sabamos qu hacer para llegar a La Paz, desde Corumb.
Pero entr en el puerto un remolcador que arrastraba dos grandes barcazas, y
persuadimos al patrn que intentara la travesa. Fisher y yo sacamos pasaje,
lanzamos nuestras hamacas en una de las barcazas y el convoy parti, surcando la
turbia corriente.
En la noche las ratas organizaron un desfile a bordo, corrieron por todas partes,
hasta a lo largo de las cuerdas de nuestras hamacas, persiguindose sobre nuestros
cuerpos. A la luz del amanecer despert y vi dos sentadas sobre mi estmago,
limpindose la cara con toda tranquilidad. Pude dar a una de ellas un manotazo que
la lanz en el aire todo el ancho de la cubierta, y su compaera, ms bien
sorprendida, se alej a paso lento y desapareci.
A sesenta millas ro abajo, subi a bordo un destacamento del gobierno paraguayo
un ostentoso pequeo comandante y cuarenta soldados, y esto condujo a que un
poco ms all, en Olimpo, requisaran temporalmente la barcaza para acarrear tropa.
Otros doscientos soldados subieron a bordo, y la apertura se torn desagradable;
pero, para alivio nuestro, lleg una lancha que viajaba ro arriba, y sospechando que
era revolucionaria, cuando la lancha atrac a la orilla, desembarcaron ciento
cincuenta hombres de las barcazas. El comandante desapareci dentro de su cabina,
ponindole llave a la puerta, mientras sus hombres lo esperaban en vano. Result
que la lancha era un bote pacfico, que slo deseaba darnos noticias de las posiciones
de los revolucionarios. Los soldados volvieron a subir a bordo.
Proseguimos cautelosamente ro abajo, a Medaos, una estancia de la
compaa americana Quebracho, y como nuestro patrn se negara a aventurarse

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ms all, los soldados, descalzos y harapientos, se vieron obligados a desembarcar.


Yo le ofrec cien libras para que rompiera el bloqueo, pero el patrn no quiso correr
el riesgo. Entonces me fui caminando por la ribera izquierda y trat de alquilar una
lancha en una hacienda ganadera llamada Terreros, pero nuevamente fracas. Ms
all me encontr con un deportista paraguayo, que me facilit gratuitamente un
bote del equipo de un buque, con la nica peticin de que lo dejase en Puerto
Murtinho. Aparejamos una manta en forma de vela, y Fisher y yo continuamos
nuestro viaje en el bote, disfrutando considerablemente de mayor comodidad que la
que habamos conocido a bordo de la barcaza infestada de ratas.
Sera un milagro que logrsemos llegar a Murtinho sin ser detenidos
murmur Fisher, en tanto que soolientamente nos reclinbamos bajo el sol
ardiente, mientras el bote se deslizaba casi sin ruido. Levant la vista y vi una nube
de humo negro detrs del prximo recodo.
No repliqu. Por lo que veo, tendremos nuevas molestias.
Apareci a nuestra vista un pequeo y bullicioso barco y cambi su direccin
para encontrarse con nosotros. Al acercarse ms, vimos que su cubierta estaba
rodeada de sacos de arena y la boca de un can de campaa atisbaba amenazadoramente sobre la proa. Gir y se desliz a nuestro costado con sus troneras erizadas
de rifles.
Quines son ustedes? nos grit un hombre por el megfono. Nosotros lo
informamos, recalcando nuestra importancia internacional.
Prosigan a Puerto Murtinho, y nada de trampas. Obedezcan! fue la
advertencia.
Maniobr el timn y seguimos impelidos por la brisa, y, detrs de nosotros,
para estar seguros de que obedecamos, pegado a la popa, vibraba la embarcacin,
con rostros obscuros alineados junto a los sacos de arena y apuntando los caones de
los rifles. Esto constitua una gran accin para estos asesinos y quiz la primera
victoria naval de importancia de la revolucin. ramos prisioneros de guerra, y a
nuestra llegada al puerto, el bote fue embargado y nosotros cargados a bordo del
Pollux, un pequeo vapor fluvial que serva como prisin temporal para los
extranjeros.
A pesar de ser un puerto brasileo, los revolucionarios haban establecido
aqu su cuartel general, y en la plaza se ejercitaban sin armas unas tropas
indescriptibles. En sus ratos de ocio, los soldados se emborrachaban y peleaban y en
sus gesticulaciones hacan ademanes de degollarnos.
Un enorme muchacho, compaero nuestro de prisin, pretenda ser un
pugilista famoso que haba .puesto knock-out a los mejores hombres de la costa del
Pacfico de los EE. UU.

163

EXPLORACIN FAWCETT

S, seor anunciaba. No hay hombre que pueda hacerme frente.


A pesar de toda su fanfarronera, cuando vena algn revolucionario
borracho, blandiendo su cuchillo y profiriendo amenazas, l se marchaba, y
comenzamos a darnos cuenta de que todo era jactancia.
Un pequeo antillano borracho, que perteneca al personal del buque, se di
cuenta de la farsa del otro y lo insult.
Si ese condenado negro no se aparta jur el pugilista, tendr que
habrselas conmigo.
Pero el pequeo negro sigui injurindolo y finalmente sali con groseras tan
grandes, que el gigante no las pudo pasar por alto. Con un bramido de rabia se
arranc la chaqueta, y, precipitndose sobre el otro, clav sus dientes en un brazo
del negro y sus uas en el rostro. Fue repelido con un golpe limpio, pero violento, en
medio de la boca.
Rodaron por la cubierta, gritaron y se araaron, mientras los otros diecinueve
prisioneros los estimulaban y los guardias revolucionarios formaban crculo,
regocijndose. Qu espectculo se produjo cuando finalmente se deshizo la
confusin y el violento pugilista fue rescatado sangrando y blasfemando! Las
enormes espaldas haban desaparecido al sacarse la chaqueta y el gran cuerpo
luci su desagradable obesidad. Constituy el comentario sabroso a bordo y ya no
omos ms sus jactancias.
Los das no estuvieron exentos de acontecimientos, a pesar de que nos
impacientaba la demora. Vimos refugiados desnudos, provenientes de las
escaramuzas de ms arriba, que eran pasados en barca a la orilla opuesta, y tambin
cadveres que flotaban corriente abajo, no atacados por las piraas, posible- mente,
porque no haba sangre fresca en ellos. Uno vena con el antebrazo y el ndice
apuntando hacia el cielo, una visin espantosa, que todos se volvan para ver. A
gran distancia oamos estallidos espasmdicos de fusilera, y nos pareca evidente
que all no estara el pequeo comandante. Pasaron un da por el malecn dos
revolucionarios montados que disparaban sus armas a todo y a todos. Estaban
enceguecidos por el alcohol, y completamente irresponsables; por eso, despus que
repitieron sus hazaas varios das consecutivos, la polica brasilea los fusil.
Despus de grandes dificultades logr obtener una entre- vista con el jefe
revolucionario, que escuch con gran paciencia y cortesa mis quejas contra la
detencin de una comisin internacional, y accedi a permitirnos la partida en el
Ilex, un vapor fluvial brasileo que, por alguna razn, tena pasada franca . Ms
bien lo hizo por broma, pues era probable que tuvisemos que soportar el
interrogatorio de la Armada unas pocas millas ms abajo, en Palmas Chicas, e

164

EXPLORACIN FAWCETT

incluso podran considerar que sabamos demasiado; nos advirti adems que todo
nuestro equipaje poda ser requisado.
En realidad, el buque fue detenido, se examinaron los pa-peles y los pasajeros
fueron registrados. El funcionario jefe, doctor Cayo Romero, un hombre de aspecto
muy distinguido, nos abord, y evidentemente saba quines ramos, pues concedi la autorizacin para pasar. La flota revolucionaria se compona de ocho vapores
fluvial armados de caones de campana, y las fuerzas estaban atrincheradas
slidamente en tierra, en el establecimiento ingls de Quebracho 16, que sufri
considerablemente. Ms all pasamos junto al Leda, que iba ro arriba con mil
soldados gobiernistas, armados con ametralladoras y modernos Mauser. Nos
informaron que otros mil iban por tierra. A la vista de estas tropas, los
revolucionarios se dispersaron, y el movimiento fracas .
El Ministro de Guerra en Asuncin estaba ansioso por saber noticias y nos
ofreci un banquete. Como recurso para obtener informaciones directas del frente, no
tuvo mucho xito, pero al parecer todos los huspedes se divirtieron bastante y
nos despedimos en muy buenas relaciones.
Pacheco se reuni con nosotros en Buenos Aires y todos juntos hicimos la travesa a
Montevideo. A bordo del Oravia nos dirigimos a Mollendo, va el Estrecho de
Magallanes . A Pacheco an lo persegua la mala suerte, pues una noche en
Montevideo le robaron los pantalones, con los bolsillos llenos de dinero. Me pidi que
le prestase un par, pero nunca se tom la molestia de devolvrmelos.
El viaje alrededor del Cabo de Hornos es interesante. Desde luego, un gran barco no
pasa por las penalidades que tenan que soportar los antiguos barcos a vela.
Primero tocamos las islas Falkland, las Malvinas, que Argentina ha reclamado
tanto tiempo como suyas. Mi impresin personal fue que no poda existir lugar ms
sombro. Temporales inveterados barran los campos desprovistos de rboles y la
vida ah debe ser excesivamente triste.
Nev durante todo el recorrido del estrecho, y, siguiendo la costa hacia
Valparaso, el oleaje era tan grande, que hasta el Oravia se volvi incmodo.
Se comprenda lo que debieron soportar los antiguos navegantes que hacan
este recorrido en buques a vela . Recalamos en Punta Arenas, el ms austral de los
puertos chilenos, y, despus, con frecuentes escalas, seguirnos la costa, pasando
nuevamente de la fra temperatura del Cabo de Hornos a una ms calurosa, y

16

Quebraclio es un rbol cuya corteza tiene valiosas propiedades

165

EXPLORACIN FAWCETT

las riberas boscosas cedieron el paso a las desnudas pampas de nitrato . Por ltimo
llegamos a Mollendo y tomamos el tren para La Paz.
El presidente de Bolivia, doctor Villazn, fue bastante amable y expres su
agrado por el resultado de la expedicin y me invit para fijar el lmite con
Per . Para esto era preciso la exploracin preliminar del ro Heath, y esto me
atraa mucho, pues el curso de l era tambin desconocido. Haba sido explorado
unas pocas millas desde su confluencia con el Madre de Dios, pero los salvajes
les hacan imposible a los peruanos y bolivianos hacerlo hasta su nacimiento.
Entre tanto, la cuestin fronteriza haba dado lugar a una serie de incertidumbres,
siempre aptas para producir complicaciones, y se hacan esfuerzos, para llegar a un
arreglo en una forma ms bien desventajosa para Bolivia.
Esta labor me significara el retiro del ejrcito, ya que el Ministerio de Guerra no
accedera a concederme una licencia mayor de cuatro aos. Pero no me haca
ilusiones respecto al ejrcito. No era profesin para un hombre pobre y toda
demostracin de
iniciativa
provocaba
hostilidad.
Los
ascensos eran
intolerablemente lentos, y yo haba servido veinte aos, la mayor parte en los
trpicos, por un sueldo menor que el de la mayora de los curas, slo para correr
el riesgo de ser retirado como mayor .
Decid renunciar; y el Ministerio de Guerra me di un ltimo puntapi, negndome
una miserable pensin, basndose en que yo haba servido a un gobierno
extranjero!

166

EXPLORACIN FAWCETT

BUEN SALVAJE
ANTES DE INICIAR MI LABOR EN 1910, regres a Inglaterra, no slo
porque deseaba ver a mi esposa y a mis hijos, sino tambin para buscar
acompaantes para la prxima expedicin, que prometa ser muy penosa .
Cun increb1eiriente limpias y seguras parecan las sendas
y prados de
Devonshire, despus de las vastas extensiones de selvas y llanuras! Qu lejos de
aquellos srdidos puestos de avanzada, en que la vida de un hombre no vala ni
el chasquido de un dedo! Los pequeos rboles eran dciles y amistosos, la suave
lluvia tan gentil y el calor del sol muy agradable . La gente tambin; yo estaba
acostumbrado a los lugares donde la vista de otro hombre constitua non
acontecimiento, y aqu me encontraba mirando el gento bien vestido, que iba de
una parte a otra, indiferente a todo lo que no fueran sus ocupaciones. Cada vez que
volva de Sudamrica a Inglaterra reciba la misma impresin, pero siempre,
despus de unos pocos meses de esta existencia ordenada, mi imaginacin la
contemplaba
como las puertas de una prisin que me circundaba lenta pero
seguramente.
Aun Waterside, la casa enorme con su extenso jardn, en Uplyme, cerca de
Lyme Regis, era amenazadora en su comodidad, (o era yo el que me tomaba

167

EXPLORACIN FAWCETT

vanidoso? En mi alegra de estar de nuevo con mi familia, me pareci el


primer tiempo el verdadero ideal de lo que deba ser un hogar; pero, ay
de m!, despus de uno o dos meses, los recuerdos de los lugares salvajes
con todas sus pestes y enfermedades, su miseria
e incomodidades
perturbaban la paz del ambiente y me llamaban . Partira desconsolado
por otra ausencia prolongada del crculo familiar, pero muy dentro de m
algo se regocijaba de escapar de la vida rutinaria. Kipling comprenda muy
bien estos sentimientos; su poesa est llena de ellos.
Tuve la suerte de conseguirme los servicios de dos esplndidos N. C. O.17, del
Regimiento de Rifleros, los cabos H.S. Costin y H . Lehigh. Ambos demostraron ser
capaces y adaptables, y no poda haber encontrado mejores compaeros. Haba
adems otro soldado, Todd, asistente mo en los tiempos en que era oficial, y
adems exista la esperanza que se me uniese ms tarde un joven oficial amigo mo,
a quien mi mujer haba enseado el arte .de la observacin astronmica con
teodolito, en el techo de un hotel en Malta, diez aos antes. El viaje no fue
agradable, pues tenamos a bordo un du- que con su familia que esperaba mayor
deferencia que la que nosotros; gente humilde, estbamos inclinados a concederle. La
sagrada familia, como los designbamos, acapar todo un costado de la cubierta
para ellos y sus empleadas, y se sentan amargamente insultados cuando algn
paseante confunda las sirvientas con las patronas y viceversa. Tambin haba un representante del servicio diplomtico, que estaba tan impresionado por la presencia
de la ;,ob1eza, que insisti para que imprimiesen de nuevo la lista de pasajeros,
para incluir un M.V.O.18, omitido. El capitn del barco estaba confundido con
el honor que se le conceda a l y a su embarcacin, e ignor por completo el
rango y clase de sus pasajeros, de modo que se esfum la habitual camaradera
que reina en la mayora de los barcos britnicos . Con gran alivio, nos
transbordamos en Panam a un barco de cabotaje. Hicimos escala en Callao y yo
fui a Lima para entrevistar al Ministro de Relaciones Exteriores. Le suger las
ven- tajas de obtener oficiales britnicos para actuar por el Per en la
delimitacin programada para 1911.
Tal vez los solicitar me dijo, y si lo hago, hay alguna probabilidad de
conseguirlos? Usted parece creer que s. Yo saba que no haba muchos
indicados para esa labor, pues la instruccin militar no incluye el entrenamiento en
17

Iniciales de las palabras Non Comissional Officers ( of iciales no comicionados) . Nota


del Traductor
18
Siglas con que se denomina la condecorac in britn ica Member Victorian Order.
Nota de1 traductor.

168

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levantamiento de planos. Repliqu: Hay algunos que estn impacientes por


obtener semejante oportunidad. La dificultad est en ubicarlos, pero vale la pena
tratar de hacerlo.
Me preocupar de ello dijo. Estoy de acuerdo en que, si deseamos que el
asunto se realice rpida y satisfactoria- mente, sta es la nica solucin.
El gobierno boliviano me haba solicitado, mientras estuviera en Inglaterra, que
tratara de encontrar otro oficial para trabajar en el Chaco, y era mi esperanza
poder cooperar en establecer confianza en el servicio de los britnicos, de modo
que se pudiese ms tarde aprovechar con algunos fines polticos . Fisher me haba
dejado y se haba trasladado al Chaco, pero por razones personales desisti y
por ltimo regres a casa.
Todos comimos con el presidente de Bolivia en La Paz el 10 de junio, y al da
siguiente continuamos para Tirapata, cuartel general de la compaa minera
Inca, aldea de montaa ms all del lago Titicaca. Este era nuestro punto de
reunin con dos oficiales bolivianos que deseaban participar en las experiencias de
la expedicin, los capitanes Vargas y Riquelme, y con un gran tren de mulas con
toda clase de provisiones. Pero esto no era todo: lleg all un capitn de la armada
regular britnica con un ex subalterno, un N.C. O., sin mencionar a un mdico y no
menos de veinte cajas de medicinas, adems de media tonelada de equipaje . No s
cmo este verdadero ejrcito esperaba atravesar un pas salvaje. Las expediciones
grandes estaban condenadas al fracaso, pues los salvajes suponan que eran tropas
las que avanzaban contra ellos y atacaban con sus flechas envenenadas, desde sus
escondites, antes de que se hubiese sospechado siquiera de su presencia.
El remilgado capitn parti muy mal al rehusar asociarse con los tres N. C. O. En
aquellos das las perspectivas sociales eran muy distintas de lo que son ahora, y las
estrechas distinciones de clase que se le haban inculcado, todava no haban sido
eliminadas por l. El subalterno era de pasta distinta, ms joven y adaptable;
tambin era astuto y estaba dispuesto a todo. El mdico asimismo era un buen tipo,
y, posteriormente, demostr que su resistencia era mayor de lo que prometa su
apariencia fsica. Antes de partir, envi al capitn de los N. C. O. a La Paz a unirse
con la expedicin del Chaco, pues amenazaba perturbarnos, a no ser que se
hiciese algo.
El sendero de la compaa minera Inca nos llev al lejano paso de Aricoma. Aqu,
an a 15.000 pies, estbamos libres de nieve, pero a todo nuestro alrededor se
destacaban las cumbres blancas atravesadas por agujas y salientes de roca
negra y nos agobiaba la sensacin de hostilidad slo puedo llamar- la as que

169

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invariablemente va unida a estas alturas andinas. Los Alpes suizos tienen


picachos tan espectaculares como cualquiera de los que presentan los Andes si no
ms, aunque las alturas son, desde luego, mucho menores. Sin embargo, alrededor de
ellos hay una sensacin de benevolencia; estn domesticados, domados como puede
estarlo un elefante o cualquier otra bestia grande. En los Andes hay cosas que no
pertenecen a nuestro mundo. Es el hogar de otra especie, y al viajero solitario que
invade sus soledades le sobrecoge el temor.
El sendero descenda a un angosto desfiladero, en el que, en muchas partes, el
camino haba sido labrado en las rocas perpendiculares. Cruzaba y volva a cruzar el
ro, sobre vertiginosos puentes suspendidos, de alambre y cuerdas, de aspecto tan
delicado, que dudbamos antes de confiarles nuestro peso. Aqu y all veamos
vicuas, y el valiente capitn no poda resistirse a matarlas cada vez que se
ofreca la oportunidad.
Como rara vez vean al hombre, eran muy mansas; por eso me asqueo ver quitar la
vida de estos hermosos e inofensivos animales. Reconozco mi parcialidad: No me
gusta la matanza intil!
Sucedi que mientras estbamos en una aldea, y yo ausente, llego el subprefecto de
Macusani a darnos la bienvenida y presentarnos sus cumplidos. Los oficiales
bolivianos estaban detrs con el equipaje y ninguno de los presentes tena el ms
mnimo conocimiento del espaol. Todd salvo la situacin abriendo la caja de
provisiones medicinales que contena champaa (!) y embriagndolo con ella.
Cuando llegue, encontr al embriagado subprefecto amarrado a una cama en la
posada en que nos alojbamos, mientras Todd, que insista en llamarlo George, lo
abasteca de copiosos tragos de champaa, directamente de la botella.
Al da siguiente, nuestro visitante se haba repuesto, y acepto su recepcin en buena
forma, tomndolo probablemente por otra excentricidad de los gringos locos. El cholo
de los andes est habituado a tantos abusos que no lo sorprende en absoluto la
conducta de uno.
Bajando ms el sendero, Costin tuvo una estrecha escapada. Marchbamos en fila a
lo largo de un borde rocoso, donde el risco bajaba a pique hasta el rio, mil pies ms
abajo. Costin llevaba su mula de las riendas y se detuvo para encender un cigarrillo.
La mula lo empujo por la espalda, y l fue a rematar sobre el borde del precipicio.
Cabe apreciar cuan rpidamente puede el subconsciente provocar una reaccin
muscular deliberada, pues, mientras caa al vaco, la mano de Costin se agarr
firmemente al estribo de su montura. La mula habituada a emergencias sbitas, se
afirm para contrarrestar el peso del hombre. La correa del estribo y la cincha de la

170

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montura resistieron el esfuerzo, y Costin, que ha sido instructor de gimnasia, se hozo


con un solo brazo, otra vez al sendero, y recin entonces vino a darse cuenta
realmente de lo que haba sucedido.
Las mula caminan siempre por el borde exterior de estos senderos montaosos, pues
si sus cargas tocan la paredes de la roca, el impacto les lastima el lomo . A veces
un casco remueve una piedra suelta y resbala hacia el costado; cuando esto
ocurre, el jinete llega a palidecer y trata de simular una sonrisa . Es obvio el
peligro en los cantos de los desfiladeros, pero ms peligroso an es cabalgar sobre
los puentes de cimbra, porque las tablillas del piso slo ofrecen a las mulas una
base muy precaria para sus cascos, y, si llega a pasar una pata, el jinete puede
estar seguro de ser lanzado al helado torrente que corre debajo, en el que la
salvacin sera milagrosa.
Cruzamos el ro Inarnbari y llegamos a Santo Domingo, que en su tiempo fue
la mina de oro ms rica del Per . Estaba en la cumbre de un cerro, entre dos
profundos valles, donde las corrientes fueron lavadas mucho tiempo en busca
de oro. La mina estaba siendo Explotada por un sindicato que se la haba
comprado a un americano por 40.000 libras. El americano la obtuvo de un indio a
cambio de una vaca y un ternero, un negocio sorprendente, considerando la
supersticin corriente de que el revelar a los extranjeros la ubicacin de una
mina de oro ocasionara al indiscreto la ruina de su familia y su propia muerte . El
oro extrado aqu llegaba a ochenta onzas por tonelada, pero a mi parecer la
explotacin de la ruina y el mejoramiento de la senda absorban la mayor parte de
las ganancias del sindicato.
En la senda, ms all de Santo Domingo, las constantes lluvias producan
derrumbes que constituan un serio peligro. Los animales que transportaban caucho
desde el ro Tarnbopata haban formado una serie de agujeros que se iban llenando
con barro lquido, y en los cuales nuestras mulas colocaban sus cascos con ruido
montono y una sacudida del cuerpo, que nos haca brincar sobre nuestras duras
monturas. Sobre nosotros, las laderas de las montaas se desvanecan bajo la
bruma de una niebla hmeda, y, constantemente, una lluvia implacable calaba
nuestros ponchos y chorreaba de nuestras piernas. Hasta la vegetacin tena un
aspecto sucio, a excepcin de los enormes helechos que crecan lozanamente en
las grietas de las rocas. Las condiciones se mantuvieron inalterables
todo el
camino hasta Astillero, donde la Compaa de Caucho Inca haba construido
una pequea estacin a cargo de un escocs llamado Angus.
Dos oficiales peruanos apostados en Astillero insistieron en consideramos como
espas enviados por Bolivia, para informar sobre el puesto militar en la confluencia

171

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de los ros Tambopata y Maldonado. Jugaban con sus pistolas y murmuraban


colricamente, hasta que por fin logramos apaciguarlos con ayuda de champaa,
de las provisiones medicinales. Estas, por lo tanto, no eran del todo intiles! La
tensin se mitig considerablemente; en realidad, los oficiales se tomaron muy
locuaces cuando supieron que bamos en camino al ro Heath.
No van a poder ascender a lo largo del ro asever uno de ellos. Los salvajes
son tan malos, que ustedes no escaparn con vida. Y no crean que hay unos pocos
aqu y otros pocos all, como en casi todos los ros, sino que estn agrupados por
miles. No hace mucho tiempo, dos compaas de soldados trataron de recorrer las
mrgenes del ro, pero fueron tantos los muertos, que tuvieron que desistir y
regresar. Les dir que ustedes ni vern los salvajes, no se darn cuenta que estn
por esos lados, y repentinamente las flechas pasarn zumbando junto a sus cabezas,
incrustndose en las canoas y atravesando los hombres a diestro y siniestro. Las
flechas estn envenenadas y un simple rasguo que hagan basta para producir la
muerte.
Recuerdas lo de Heller, el alemn? Sigui el otro. Subi el ro Heath con veinte
canoas y cuarenta hombres en las orillas para batir los arbustos en cada
margen. No logr nada con esto. Los ataques llegaron de la selva y fue
espantosa la prdida de vidas, antes que Heller lograse retroceder y re- tirarse con
los sobrevivientes. Se haba mantenido en movimiento durante nueve das, pero
eso fue el lmite. Es un imposible, cranme.
El valiente capitn se torn intranquilo al or estos comentarios, y me imagino que
recibi con cierto alivio una carta del presidente, que lleg, solicitndome que hiciera
lo posible para enviarlo de vuelta a La Paz, si poda prescindir de sus servicios, para
que actuase en la regin del Chaco. Tambin fue un alivio para m, pues los N.
C. O. estaban tan resentidos por la forma en que los trataba, que haban decidido
rehusar seguir adelante, y lo que menos deseaba yo en mi destacamento eran
justamente esos roces. Su capacidad para el trabajo se prestaba a dudas y su
rudeza para tratar el instrumental de precisin y los cronmetros ya haba
inutilizado uno.
Tuvimos que esperar algunos das antes de poder encontrar un bateln que nos
llevare a Madre de Dios; pero pasamos el tiempo obsequiando a los ocupantes del
puesto con champaa. Estaba fuera de toda duda el pensar en llevar estas molestas
cajas con nosotros; as es que Todd hizo todo lo posible para asegurarse de que no
se perdiera su contenido, tomando una botella tras otra como si fuese
limonada.

172

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Llegaron noticias de que los indios chunchos estaban en guerra, ms abajo de


donde nos hablbamos. Haban ata- cado a los recolectores de caucho y logrado
coger a uno; pero, despus de desnudarlo, lo haban dejado en libertad. No hubo
muertos, y en realidad la gente del caucho era por lo general la culpable de
estos ataques, que no habran tenido lugar si ellos no hubieran molestado a los
indios.
El bateln tena que ser devuelto a Astillero, de modo que Leigh y yo lo llevamos
hasta la boca del Tambopata. De paso, vimos dos cerdos salvajes nadando las
500 yardas de ancho del Madre de Dios, una proeza notable, y los casamos con
nuestros rifles para aumentar las provisiones. Vimos bastante poco de esta carne,
pues el destacamento boliviano de la boca del Heath la encontr muy de su
agrado.
Pudimos procurarnos una canoa apropiada para el viaje y, adems, otro
bateln, que nos seguira despus. El subalterno y uno de los Oficiales bolivianos
quedaron a cargo de este ltimo, y cuando llegaron al fin a la boca del
Heath, donde ya habamos recibido la bienvenida del comandante, mayor Aldasozo,
nos relataron un hecho que pudo haber sido una tragedia. Ambos rieron, y el
subalterno le di una
palmada en el rostro al otro, un insulto mortal en
Sudamrica. Que el boliviano se haya contenido y no lo haya muerto ah mismo,
slo lo puedo llamar un acto de dominio sobre s mismo digno de alabanza;

pero aun as, la expedicin perdi sus servicios pues prefiri permanecer con sus
compatriotas en la guarnicin. El mayor
Aldasozo
nuestras probabilidades de subir por el ro Heath.

vea

con

pesimismo

Es imposible deca. Los guarayos son malos, y son tantos, que an se atreven
a atacarnos a nosotros aqu mismo, a pesar de nuestras armas. Constantemente
tenemos que estar alerta. Aventurarse en medio de ellos es simplemente una locura.
De todas maneras, iremos repliqu.
l se encogi de hombros y despus observ:
Bueno, si tienen que ir, ser por su propio riesgo. De todas maneras, enviar
cinco soldados con ustedes. No puedo prescindir de ms, pero algo les ayudarn.
Tambin me prest una canoa; de modo que Leigh, Costin y yo tomamos una, y
los dems del destacamento ocuparon la otra. Una tercera canoa sigui con los
soldados y un empleado civil, que perteneca a la guarnicin.

173

EXPLORACIN FAWCETT

Los primeros cuatro das ro arriba no fueron dificultosos. Entonces llegamos a un


claro abandonado por los indios, a orillas de la ribera, y comenzaron los rpidos.
La marcha se hizo ms difcil, y en las orillas vimos huellas frescas de in- dios.
Al sexto da, la canoa de la guarnicin nos dej para regresar a la desembocadura
del ro. Sin duda alguna, haba indios en la vecindad y podan atacar en
cualquier momento; pero aun no veamos otra seal de vida que no fueran las
numerosas huellas en la espesura a orillas del ro. Al da siguiente, tras un recodo,
vimos sobre un banco de arena un gran campamento de indios.
Ladraron los perros, gritaron los hombres, las mujeres chillaron y agarraron a sus
chicos y todos se precipitaron de all para ac. Mujeres y nios huyeron a la
selva que orillaba el banco de arena, siguindolos sus perros tan de cerca que
producan la cada de sus amos. Los hombres agarraron arcos y otras armas, que
cogieron de sus cabaas, y se precipitaron a las canoas que estaban a lo largo de
la orilla, empujndolas dentro del ro con fuerza tal, que el impulso casi
alcanz
a dejarlas en la orilla opuesta. Los vimos saltar de las canoas a la
orilla cubierta de altos rboles, trepar en medio de una lluvia de tierras y
piedras y desaparecer entre el follaje. Entonces su gritero salvaje cedi el lugar al
silencio ms completo.
Entretanto nosotros impelamos nuestras canoas hacia adelante tan rpido como
pudimos y las encallamos en el banco de arena; pero en cuanto salt a tierra el
primer hombre, hubo del otro lado un estampido de fuego de escopetas, y las flechas
zumbaron entre nosotros. Todos actuamos con serenidad; pero el pobre capitn
Vargas, que debi resbalar, cay de espaldas de la canoa al ro y tuvo que ser
recogido. Los costados de nuestra canoa eran de pulgada y media de espesor; pero
comprob que una flecha haba traspasado ambos lados y sobre- sala ms de un
pie atrs. Esto da una idea de la fuerza que la haba impulsado.
Empujamos ambas canoas bien afuera en la orilla, de modo que no pudiesen ser
arrastradas por la corriente, y nos ten- dimos a lo largo del banco de arena, mientras
las flechas chasqueaban en el suelo, en torno nuestro. Levant ambos brazos y
grit hacia la 1ejar.a orilla una frase en chuncho que haba aprendido de memoria en
Astillero, de uno de los caucheros. Probablemente era comprensible para los
guarayos, porque hay cierta semejanza entre todos estos dialectos. El bromista
que me la ense, sin explicarme su significado, se habra divertido enormemente si
me hubiese visto all, con todas nuestras vidas pendientes de un hilo, comunicando a
nuestros atacantes que ramos enemigos, que habamos venido para matarlos.
No es de admirarse de que aumentaran los flechazos.

174

EXPLORACIN FAWCETT

No comprendo cmo erraban la puntera, pues el ro se angostaba en este punto y no


haba ms de veinte o treinta yardas entre nosotros y los indios.
Normalmente, esta gente son esplndidos tiradores con arcos, y cuando no estn
excitados, pueden lanzar la flecha por encima de un rbol y matar con toda
facilidad a un animal pequeo que est al otro lado. Tenan unos pocos fusiles; pero
como ya los haban disparado, les resultaba muy molesto volver a cargarlos.
Personalmente no vi flechas, aunque los dems me informaron despus que varias
veces casi fu tocado por ellas. Cuan- do van contra otro parecen venir muy lentas,
pero en lnea directa no se pueden ver.
Como mi intento de paz resultara infructuoso, movimos las canoas a una posicin
ms segura, lo que logramos sin ninguna baja. Todd entonces fue enviado a
sentarse sobre un leo, en medio del banco de arena, un poco detrs del
lmite del peligro, a tocar su acorden. Dominaba a la perfeccin este
instrumento, y sta haba sido una de las razones principales para traerlo; y
sentado ah, tocando una tonada tras otra, tan calmado como si estuviese pasando
una hora de diversin en una posada inglesa, ofreca una escena muy cmica. Nosotros, evadiendo las f lechas, cantbamos a voz en cuello, mientras Todd tocaba y
marcaba el comps con los pies. Cualquiera que hubiese presenciado esta escena
habra dicho que todos estbamos borrachos, y la cacofona le habra producido una
molestia espantosa. Todd aporreaba el Old Kert Road, Costin, haciendo rodar los
ojos y temblndole los labios con el esfuerzo, estaba aseverando a todo pulmn que
ramos Sol- dados de la Reina. El doctor vociferaba sobre Bicicleta para Dos, en
tanto que yo, por lo que recuerdo, contribua con Ro Swannee. Alguien, no podra
decir quin, prefera Adelante, Soldados Cristianos, y el capitn Vargas estaba
ocupado sin duda con alguna joya del folklore boliviano.
No s cunto tiempo estuvimos as, pero me pareci una eternidad. Aun nos
olvidamos d las flechas, hasta que de repente not que Costin, en pleno canto,
vociferaba una y otra vez : Ya dejaron de disparar contra nosotros.
Tena razn; las flechas ya no zumbaban al lado nuestro; en realidad, un rostro
obscuro, los ojos redondos por el asombro, nos atisbaba por encima de un arbusto
bajo. Despus apareci otra cabeza, y luego, otra. Me habra gustado saber en ese
momento lo que pensaban los salvajes.
No habamos disparado un solo tiro. Evitarlo a toda costa haba sido la primera
orden que di cuando saltamos a tierra, pues si nosotros nos hubisemos
defendido, habramos sellado nuestro destino. Los salvajes ya debieron darse
cuenta de que no habamos venido con intenciones agresivas y que slo una
interesaba hacer amistad con ellos.

175

EXPLORACIN FAWCETT

Las gesticulaciones significativas del lenguaje cotidiano en Amrica Latina han


evolucionado en un lenguaje de signos tan comprensibles, que se puede entablar
una conversacin sin pronunciar una sola palabra. Yo camin hasta la orilla del
agua y agit ambos brazos sobre mi cabeza, comunicando as a los indios que
iba a atravesar el ro. Comenzaron a aparecer rostros detrs de los rboles y tuve la
esperanza de que haban interpretado
correctamente
mis
ademanes
amistosos.
Una de sus canoas estaba todava en la orilla, y, despus de encargar a Todd
que siguiera tocando, me sent en ella y le ped al doctor que me empujase. La
canoa entr en la corriente, el mdico salt dentro de ella, y en el ltimo
momento, el subalterno, corriendo, se uni a nosotros. Entonces pasamos al otro
lado, mientras detrs de nosotros continuaba el loco sonsonete con ms energa
que antes.
Desde la orilla no podamos ver nada de los salvajes y lo nico que sabamos era
que podamos ser blanco de las flechas y disparos mientras trepbamos por el borde.
Cualquier vacilacin slo habra hecho ms difcil lo inevitable, y por eso, seguido
de1 mdico, salt al tupido pasto y trep por la ladera en demanda de una mano
que me ayudara.
Dos o tres brazos obscuros se estiraron desde el follaje, asieron mis manos y me
alzaron por sobre la orilla, a1 medio de un grupo de cuarenta o cincuenta
guerreros guarayos. Pronto el mdico estuvo a mi lado y en torno nuestro vimos los
rostros inteligentes de estos apuestos y temidos salvajes.
Algunos de ellos tenan escopetas robadas a los colectores de caucho, pero la
mayora estaban armados slo con los gran- des arcos negros, de seis o ms pies de
largo, y flechas igual- mente largas. Unos pocos tenan pintados con jugo de
bayas de urucu los brazos y rostros en diseos cuadrados y vestan camisas de
corteza, con un dibujo a travs del pecho hecho con tintura prpura. Algunos
usaban largas tnicas obscuras que les daba un aspecto femenino, otros estaban
desnudos.
Hubo muchas risas y parloteos cuando examinaron nuestras ropas, y despus nos
juraron por la selva ms o menos un cuarto de milla adentro, hasta llegar a ver
algunas cabaas donde nos esperaba el cacique de la tribu. Solo se me ocurri un
medio para demostrarle amistad. Le coloque mi sombrero Stetson en la cabeza y le
pase la mano por la espalda. Sonri y todos los guerreros que lo rodeaban bramaron
de risa: en realidad se rean de todo, fuese o no divertido. Enormes nos trajeron

176

EXPLORACIN FAWCETT

pltanos y pescado, en calidad de presente, y las relaciones de amistad quedaron


slidamente selladas.
El cacique me guio hasta una laguna en la que flotaban peces de todas clases y
tamaos, las aletas afuera, batiendo el agua dbilmente con la cola. Estaban
aturdidos por el efecto de la savia soliman que los indios vertan al agua, su sistema
favorito para pescar. Como esta savia es un fuerte caustico, cuya ms mnima
salpicadura basta para destruir un ojo, hay cierto peligro al recolectarla; pero se
obtiene casi en todas partes y las precauciones que exige han llegado a ser materia
de habito que se inculca a los indios desde nios. Simplemente se vierte al agua, e
inmediatamente lo peces de la vecindad se paralizan o pasman y quedan flotando en
la superficie. Al parecer el veneno no altera la carne como alimento.
Los guerreros cogieron una cantidad de este pescado para nosotras, y entonces todos
volvimos a orillas del rio y lo cruzamos hacia el banco de arena donde el resto del
destacamento formaba un grupo lleno de ansiedad. Cada efecto de nuestro equipo
resulto un motivo de gran inters para los salvajes. Rodearon a Todd para manipular
el acorden, y el, a quien ninguna compaa poda ponerlo perplejo, pronto los estaba
llamando Bill y Joe, explicando su instrumento en el ms popular cockney y
arrancndole gemidos que los hacan gritar de risa. Permiti que un enorme
guerrero comprimiera el instrumento, y cuando sali un lamento de l, el indio solt
el acorden como si tocase fuego y cay de espaldas, mientras los dems vociferaban
burlndose de l. No haba necesidad de un idioma comn. Ambas partes se
entendan perfectamente.
Aquella noche dormimos bien, pues no fue necesario montar guardia. La expedicin
siempre usaba hamacas cubiertas de largos toldos impermeables que oscilaban
entre los rboles, o de trpodes de caa. No hay cama en que se repose mejor,
una vez que uno se ha acostumbrado a la postura curva, y yo la he preferido
aun en Inglaterra.
Seis indios pasaron la noche junto a nosotros, los nicos de la tribu que
encontramos al da siguiente. Los dems, al parecer, se haban ido a la selva,
pues estaban todas las canoas y el cacique nos haba dejado como presente una
cantidad de collares de dientes. Dos de los seis indios se ofrecieron para ayudarnos a
bogar ro arriba, y yo acept encantado. Estaban ansiosos por saber si ramos
soldadosnica palabra espaola que conocan, pues los soldados eran, con
razn, temidos y odiados por ellos. El pobre Vargas llegaba a traspirar por esto
y me rogaba que no divulgase su secreto. La ilustracin N. 32 nos presenta estos
dos guerreros, uno vestido con una camisa de corteza, sentado, y el otro, de pie,
con una tnica de algodn teida de rojo. Llevan velos, que les di para protegerse de

177

EXPLORACIN FAWCETT

las nubes de mordaces moscas que hacen particularmente


viajes en este ro.

desagradables

los

En la tercera noche, despus de dejar el banco de arena, los dos guarayos


desaparecieron, llevndose el rifle y la municin de Todd. Este haba estado de
centinela y se haba que- dado dormido. Al descubrirse la prdida, su lenguaje
demostr bien claramente que en adelante no confiara jams en indios. Omos tiros
de rifles al occidente de nosotros, como si burlonamente nos invitaran a seguirlos.
Pero nosotros proseguimos corriente arriba. Todd estaba tan endurecido, que
pasaron varios das antes que se dominara, pues se daba cuenta de que muy
bien pudo haber perdido su querido acorden.
Encontramos muchas huellas de indios, pero no vimos ninguno. Probablemente sus
aldeas estaban bien lejos del ro, en el lado poniente, donde el suelo est en
altura, pues en el lado oriente hay maniguas, que se extienden en todo el recorrido,
hasta la cuenca del Madidi. Los obstculos sumergidos eran una molestia; el agua
estaba baja y era difcil pasarlos. Entonces, para agravar ms las dificultades,
llegamos a una serie de rapidos, uno tras otro, hasta hacernos pensar que no se
terminaran jamas.
Vimos varias canoas volcadas en la orilla y pasamos bancos de arena con cabaas
desiertas, construidas durante la estacin seca. Percibimos humo en una altura,
donde probablemente los indios estaban ocupados en abrir un claro, pero siempre se
mantuvieron fuera de nuestro camino. De vez en cuando omos voces un grito o una
seal gutural-, pero no vimos indios ni fuimos atacados por ellos. Mientras el capitn
Vargas hizo de centinela una noche, aseguro haber visto figuras arrastrndose hacia
el campamento, pero sus tiros no confirmaron que fusen otra cosa que sombras.
Aqu la alimentacin fresca abundaba. Cogimos el sabroso pez llamado dorado, de
cuatro o cinco libras de peso, y tambin pudimos cazar unos pocos cerdos salvajes. El
peor inconveniente fue la despejelladura de nuestra piel e n los pies y piernas a
causa de tenerlos sumergidos todo el da en el rio, empujando la canoa a travs de los
rpidos. La piel caa por placas, y la carne viva se nos pegaba a los calcetines, lo que
haca muy doloroso el sacrselos. El medico sospechaba que era producido por un
microbio del agua; pero yo creo que esto se poda atribuir ms bien a la arena. Sea lo
que fuere, el nico remedio era el frotar las piernas y pies todas las tardes con
alcohol, y resistir la tortura consiguiente. Felizmente aun disponamos de bastante
alcohol dentro de lo reducido de las provisiones. Otra afliccin para algunos de
nosotros la constituan los sututus, que son las larvas de una polilla o mosca que
surgen despus de incubarse los huevos que se han adherido a las camisas, e
inmediatamente se introducen bajo la piel, generalmente en la espalda. Los

178

EXPLORACIN FAWCETT

pequeos bichos no podan ser extrados, sino hasta que estuviese madura la llaga
que producan, y aun entonces era un arte cogerlas, pues al ser molestadas se
adheran a la piel con sus agudas mandbulas. A veces ayudaba el jugo de tabaco,
pero el matarlos bajo la piel, poda producir envenenamiento de la sangre. Ms
adelante los indios emprendieron la cura a su manera. Producan un curioso ruido
silbante con sus lenguas, y de inmediato la cabeza de las larvas sala de su
agujero. Entonces los indios daban a la lcera un rpido apretn y el invasor era
expulsado. Para el mdico, esta prctica era inadmisible y le pareca cosa de
nigromanca; pero cuando nos vio aliviados de la tortura de esta plaga, se someti
tambin al mismo tratamiento.
La marcha se hizo an ms dificultosa cuando cambi el fondo del ro, de arena a
piedra pulida y cubierta da musgo. Nos resbalbamos y blasfembamos,
lastimndonos las rodillas y cayendo constantemente a lo largo en el agua. Si
hubiese habido una esperanza de qu ms lejos la marcha fuese ms aliviada, haba
sido soportable; pero por lo que sabamos, ca- da vez sera peor. Sin
embargo, haba que realizar el viaje, y nuestra recompensa sera el valioso
dato geogrfico que se iba a adquirir por primera vez.
Salvajes! grit un da Costin, mientras l y yo bogbamos hacia el pie de un
rpido, en tanto que Leigh haba vuelto atrs para ayudar en la segunda
canoa . All, frente a nosotros, mayor.
Apuntaba a un banco de arena, a media milla de nos- otros, y vi ocho figuras
bronceadas, mirndonos atentamente.
Vuelvan hacia la orilla le dijo. Rpido! . . . Ahora esperen aqu en la canoa y yo
avanzar para ver si puedo hacer amistad con ellos.
Llevar rifles habra sido sealarse como enemigo. Por eso me adelant con las
manos vacas, haciendo ademanes amistosos, esperando casi verlos girar y
desaparecer en la selva. En lugar de eso, se esparcieron en semicrculo,
prepararon las flechas en sus arcos y avanzaron lentamente hacia m. Era una
situacin delicada, pues parecan hostiles; pero el amor propio me prohiba la
retirada. Cuando estuvieron a unas cien yardas de distancia, demostraron gran
excitacin, y mirando hacia atrs vi que la otra canoa haba aparecido en el recodo.
Cuando me volv otra vez hacia los indios, ya me haban vuelto la espalda y se
dispersaban corriendo en busca de un refugio.
Corr tras ellos, pero me detuve a unas cuarenta yardas del punto en que
desaparecieron, y en vano les hice seas para que salieran, aun empleando
unas pocas palabras amistosos que aprend de los guarayos. Despus, indicando a

179

EXPLORACIN FAWCETT

Costin que trajese algo de azcar y otros pequeos artculos de la canoa, los
mantuve en alto para que los pudiesen ver, y, colocndolos sobre una roca,
retroced. Despus de breve espera, salieron los indios y se acercaron para
examinar los objetos. Luego caminaron hasta la orilla de la selva, dejaron sus
armas en el suelo y vinieron hacia m. Nos aceptaban como amigos.
Pertenecan a una pequea tribu llamada los echocas, que tenan una gran
plantacin en la cercana, de la cual nos obsequiaron mandioca, maz y pltanos.
Tambin nos proporcionaron pescado e insistieron en ayudarnos a arrastrar las
canoas hasta que llegamos frente a su enorme choza comunal. Pasamos la noche
con ellos y disfrutamos de su esplndida hospitalidad.
Al da siguiente dejamos las canoas con nuestros nuevos amigos y continuamos a pie,
llevando los paquetes y acompaados en parte del recorrido por los indios. Con
gran sorpresa ma, me indicaron dnde haban luchado con los recolectores de
caucho; esto me admir, pues no habra sospechado la presencia de colectores de
caucho arriba en el ro; en realidad no habamos esperado encontrar ningn signo de
civilizacin despus de abandonar el Madre de Dios.
Saba que no estbamos lejos del Tambopata, y mi intencin era cruzar hacia ese ro,
realizar la labor necesaria y entonces completar el crculo, construyendo balsas y
bajando hasta Astillero. La alimentacin todava era abundante, pues en cada
charco haba pescado, y casamos dos tapires, cuya carne, semejante a la de
vacuno, nos pareci excelente. A lo largo haba plantaciones de los echocas, que nos
proveyeron abundantemente de legumbres y fruta. En realidad, la generosidad de
estos bondadosos salvajes era casi desconcertante. Ya habamos alcanzado las
colinas y comenzamos a so- portar de noche las molestias de los murcilagos
vampiros. Todd, Vargas y yo fuimos mordidos en la cabeza y en los dedos del pie,
y Costin, en la yema de los dedos de una mano. En las maanas despertbamos
encontrando nuestras hamacas saturadas de sangre, pues toda parte de nuestras
personas que tocaba el mosquitero o sobresala de l era atacada por estos
repugnantes animales. Es un error pensar que jams molestan al hombre. Una
noche sent a uno en plena labor. Hizo zumbar sus alas dulcemente en mi cara
antes de asentarse sobre m, y tuve que hacer un esfuerzo para sacudirlo, pues
mi propensin, segn observ con inters, era dormir y dejarlo proceder. Las
variedades grandes y pequeas emplean la misma tctica, y son tan peligrosas
para caballos y mulas, que muchas veces se produce la muerte por repetidas
perdidas de sangre o por septicemias.
El 14 de septiembre llegamos a un punto en que el ro no era ms ancho que un
arroyo, uno a dos pies, y descenda de empinadas colinas boscosas, difciles de

180

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escalar. Despus de realizar las observaciones necesarias, volvimos sobre nuestros


pasos hasta alcanzar un lugar conveniente para cruzar hacia el Tambopata. Antes de
pasar al otro lado nos encontramos con los echocas, que nos proveyeron de ms
alimentos y aun nos acompaaron hasta llegar a la vista del Tambopata.
Despus de dejarnos, dimos con un sendero que nos llev hasta un claro en que
estaba la barraca cauchera Marte.
Encontramos a Marte en estado de inanicin. A un costado, en un galpn
inmundo, yacan unos treinta indios en distintos estados de postracin,
ptridos con pstulas y otras enfermedades, mientras el seor Neilson, un
boliviano de ascendencia escandinava que administraba el lugar, tena slo
un kilo de maz como provisin. Quiso que se lo aceptsemos. Los trabajadores
haban subsistido con hojas y pasto por algn tiempo; sin embargo, en el
Heath, un poco ms all de donde haban penetrado los recolectores de
caucho, haba alimentos en abundancia, pues el ro estaba lleno de peces y
abundaba la caza. El temor a los indios salvajes los mantena lejos, y uno no
poda dejar d=. observar en ello la inevitable consecuencia de la ley de causa
y efecto. Ah estbamos nosotros, que habamos tratado a los salvajes con
consideracin, rollizos con la buena comida que nos haba proporcionado esa
misma gen- te! Que el arroyo de arriba, ms all de las colinas, era el
Heath y que los indios de all estaban dispuestos a ser amistosos eran hechos
completamente desconocidos para estos caucheros, y se sorprendieron al saberlo.
Marte estaba unida a la barraca principal de San Carlos por un sendero
impropio para animales, pero en todo caso mejor que nada. Estaba a unas treinta
millas, y nosotros empleamos dos das para llegar all. Desde San Carlos el camino
mejoraba algo, y nos llev a Sandia y al Altiplano. Antes de llegar a San Carlos
encontramos una expedicin de seis echo- cas, cargador de canas de azcar,
provenientes de una plantacin abandonada, e insistieron en que les
aceptsemos una buena parte de ellas.
San Carlos estaba bastante desprovisto de alimentos, aunque mejor que Marte. El
administrador del lugar, un ingls casado con una boliviana, haba tenido una
larga experiencia en la industria del caucho en el Beni, e imagino que sus
mtodos para tratar a los obreros los haba aprendido all. Al ao siguiente
averig ms sobre este lugar. De l pudimos conseguir un poco de maz y chuno
(patatas congeladas), pero tuvimos que pagarle una buena suma. Mientras los dems
permanecan en la barraca para recobrarse de sus distintas enfermedades, Costin y
yo caminamos ro arriba hasta su con- fluencia con el Lanza, punto importante
de la delimitacin de la frontera.

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EXPLORACIN FAWCETT

Muchos de los peones indios de San Carlos eran gefagos, condenados a morir
despus de uno o dos aos de este hbito. Una de sus vctimas haba sido enviada
poco tiempo antes con una carga de pltanos y carne para mantenerlo ca- minando;
pero en el camino fue sorprendido haciendo tortas de lodo para el desayuno.
Muri antes de llegar a su destino. El capitn Vargas haba sufrido
bastante con la expedicin y no estaba dispuesto a bajar por el ro a
Astillero; por eso nos dej aqu y se puso en camino, de regreso a su hogar, por
el sendero de Sandia. Era un excelente compaero y nos apen verlo partir.
Volviendo a Marte, construimos tres balsas y nos embarcamos en una
salvaje expedicin de dos das, bajando de Tambopata a Artillero; salvaje, porque
atravesbamos un rpido tras otro, una experiencia espeluznante en una corriente
de treinta millas por hora, en que el rio normalmente de treinta yardas de ancho, se
reducia en una extensin de medis milla, a solo ,la quinta parte de ese ancho, dando
al agua un efecto de tubo Venturi. Leigh y yo bamos en una balsa, el subalterno y
el mdico, en otra, y en la tercera, Costin y Todd. Nosotros pasamos sin ningn
contratiempo; pero los dems naufragaron varias veces., y Costin y Todd aun
tuvieron que ser sacados del agua por los indios chunchos, que los alimentaron,
acamparon y ayudaron a reparar la balsa. Rio abajo, haba muchos chunchos, y un
poco arriba del astillero pasmos por una de sus aldeas y vimos al jefe, que usaba
orgullosamente un sombrero de hongo.
Todo aficionado a las emociones debera tratar de viajar en balsa por estas corrientes
montaosas. Requiere habilidad y evitar los obstculos y las rocas; la corriente
oleaginosa lo lleva a uno deslizndose hasta el borde de enormes precipicios y de
pronto se ve al frente que las paredes de los riscos se angostan y el rio cae
desapareciendo de la vista. Si no se conoce el rio, como era el caso nuestro, no se
puede saber si viene una cascada o un rpido; pero la corriente lo arrastra cada vez
ms ligero, y ya junto a la orilla se puede ver que se trata de una corriente en
declive, en el que el agua baja con una velocidad terrible. De repente se est dentro de ella,!y
entonces ya no queda tiempo para sentir miedo!
Al impulsar el barco o balsa con la prtiga, hay que hacerlo con sumo cuidado,
especialmente en los rpidos. El arte consiste en mantenerse junto a la orilla, y
alejarse de las rocas y obstculos bastante antes de alcanzarlos. El hombre debe
evitar que la prtiga este directamente al frente de su cuerpo, pues puede ser
atravesado por ella. Estas cosas han sucedido.
En Astillero, no crecan rboles, y nuestras balsas llegaron con gran oportunidad
para un destacamento que esperaba bajar a Maldonado. Nuestro amigo escoces
Angus nos brind una entusiasta bienvenida, nos aliment en su casa, en una forma

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que resultaba exuberante despus de la escasez del Tambopata superior y tambin


nos consigui mulas. Todd perdi uno de sus calcetines y comprob que el
cocinero lo haba cogido para preparar caf. Hablo en serio; para eso estaba siendo
usado. Un mtodo popular en Sudamrica para preparar caf consiste en colocarlo en
una bolsita y luego verter agua caliente a travs de ella. El calcetn de Todd
hizo las veces de bolsita, y, aunque haya desempeado su objetivo perfectamente,
prescindimos de beber caf durante el resto de nuestra permanencia all.
Angus nos proporcion noticias del capitn que haba sido enviado al Chaco.
En el camino de Santo Domingo haba expropiado la provisin total de pan de
un pobre indio, sin la menor idea de cmo ste pudiera reponerla, y le arroj en
cambio el equivalente a un cheln. Despus trat de expropiarles un caballo a
cuatro indios, que con buen xito se opusieron. Su desquite consisti en enviar un
largo informe oficial al prefecto sobre la insolencia de los cuatro hombres y de su
maquinacin contra l, en circunstancia de que slo trataron de evitar lo que
para ellos habra significado la prdida de una fortuna. Los ingleses, de costumbre,
se conducen muy bien en estos pases; pero actos como stos, realizados por uno
o dos, slo se borran despus de muchos aos. O posteriormente en La Paz que
el capitn haba regresado a Inglaterra con el oficial que estuvo con l en el
Chaco, donde la expedicin fracas por completo. Ambos hombres haban sido
condecora- dos por sus trabajos topogrficos en el frica, y me atrevo a pensar que
el standard para tal trabajo en ese continente no puede haber sido muy elevado.
Para las condiciones de Sud- amrica eran por completo incompetentes.
Disolvimos el grupo en La Paz el 25 de octubre. Leigh, Todd y el mdico
regresaron a su patria; el subalterno se emple en la Ca. de Caucho Inambari, y
supe despus que pereci ahogado all, y Costin y yo nos quedamos para la
labor del prximo ao. Como expresaba Costin: Es un verdadero infierno, pero
a uno le acaba gustando!

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EXPLORACIN FAWCETT

CAPTULO XIII
EL TECHO DEL MUNDO
COSTIN
Y YO NOS
REUNIMOS con un muchacho excelente, llamado
Manley, que haba trabajado para m en Inglaterra. Era de Devonshire, experto en
caballares, y demostr su vala una y otra vez; en realidad, l y Costin eran los
nicos asistentes que yo poda considerar siempre como completamente seguros y
adaptables, y jams he deseado mejor compaa.
A principios de abril de 1911 partimos de La Paz y cruzamos por el lago
Titicaca a Juliaca, en Per, situada en el Altiplano. La interesante y antigua ciudad
colonial espaola pareca muy activa con el intenso y permanente movimiento
de carga en los patios del ferrocarril del sur del Per, pues es un eslabn en la
Diagonal de Hierro de la ruta ferroviaria internacional, que conecta la costa del
Pacfico con Bolivia y Argentina.
Imaginad una ancha llanura extendindose de horizonte a horizonte,
bordeada de montaas rojizas y blancas hileras nevadas verde con el pasto de las
praderas y las pequeas manchas del suelo cultivado. Eso es el Altiplano! Aqu,
cerca de Juliaca, hilillos de agua orlados de caaverales llegan de los
pantanos a orillas del lago, guarida de los nades y otros pjaros acuticos. Las
balsas nativas, indispensables en el Titicaca, reposar inmviles o se deslizan bajo la
accin de sus velas de junquillos, y por todas partes se ven indios, con sus ponchos y

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EXPLORACIN FAWCETT
gorros tejidos con orejeras; un pueblo vigoroso, do- minado, ocupado slo en sus
propios asuntos.
Desde noviembre hasta mayo las lluvias azotan el Altiplano, y donde cae el
rayo saltan remolinos de polvo como estallidos de granadas. Frecuentemente se
pierden, vidas durante el caoneo de las tormentas, pero stas son tan regulares,
que se aprende a conocer la hora en que debe esperrselas. Es helado en la estacin
lluviosa, a 12.000 o ms pies, y los das son crudos, excepto cuando se abren las
nubes y un sol agradable seca los costados de las montaas hmedas. Pero el
verdadero fro el fro mordaz y despiadado, que puede causar la muerte de un
hombre llega con la estacin seca, de mayo a noviembre, cuando el termmetro
desciende a bajo cero en la noche. En cambio, la temperatura bajo el impetuoso so1
de medioda puede subir a ms de 112 grados F., sin que uno se d cuenta del calor
que hace, tan seco es el aire. En la noche, las estrellas son una gloria. Se ven
constelaciones, que en un aire ms denso, al nivel del mar, son imposibles de percibir
a simple vista, y si el cielo est despejado, no hay noche realmente obscura : tan
grande es su iluminacin!
Nuestra primera labor fue la delimitacin de la frontera entre Per y
Bolivia, en la parte en que estos pases colindan a orillas del Titicaca, y la
marcamos sobre las montaas desde all hasta la montaa o regin forestal, a los
pies de las laderas orientales de la cordillera. El mayor peligro lo constituan los
perros. Tengo cario a los cares y siempre nuestro destacamento iba acompaado
de una cantidad de ellos supliendo en carcter lo que les faltaba en pedir;
pero los numerosos perros, que pertenecan a las aldeas aimaraes y quichuas
de las montaas, estaban adiestrados para atacar a los extranjeros. No se les poda
detener con palos. Por fin descubrimos que los ataques cesaban si llevbamos una
cuerda con nosotros. Esos perros no se inquietaban por los palos, pero sentan
un saludable respeto por las cuerdas, porque con ellas azotan a los cachorros
para ensearles disciplina.
Gaspar Gonzlez, joven oficial boliviano, se uni a nosotros en Juliaca, y
llevamos a cabo una mensura de triangulacin, un grado al este de la principal
cordillera de los Andes, pasando casi tres meses en esos altiplanos. Por la
noche, el fro se haca casi insoportable bajando regularmente hasta 22 grados
Fahrenheit dentro de nuestras tiendas, y al llegar la maana, nuestros pies
estaban tan helados, que el caminar se converta en un tormento hasta que se
nos deshelaban. Cuando el sol estaba alto, el calor aumentaba considerable- mente,
causndonos quemaduras que se nos ampollaban, hasta que nos acostumbramos
a soportarlo. No pensbamos en afeitarnos porque junto con la barba nos
habramos arrancado tambin la cara!

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EXPLORACIN FAWCETT
Los perros de las aldeas servan de proteccin a gente hospitalaria, que no
poda ser ms bondadosa. Los subprefectos y otras autoridades nos atendieron
prdigamente, con carnes secas, caldos y papas congeladas, y nosotros retribuimos
con banquetes de campaa, brindando t y ron, champaa y queque genovs.
En la mayora de los lugares nos detuvimos para presentar nuestros respetos al
cura de la aldea, que nos atendi en la rectora con un vaso de vino de misa.
Una de nuestras mulas de carga, conocida como Chcara, era un animal fino,
pero no estaba acostumbrada a la montura. Manley codiciaba esta bestia como
cabalgadura, y emprendi su amansamiento. La ensillamos sin dificultad y nos
aproximamos por el lado ciego -----slo tena un ojo, y mientras la sostenamos se
mont en ella. La soltamos, hacindonos a un lado. Por un minuto no sucedi nada;
se qued completamente inmvil. Despus, la Chcara entr en accin y
Manley no se di cuenta de lo que pasaba, pues, con rapidez increble, la mula se
lanz al aire, la cabeza gacha entre las patas delanteras, y Manley sali
disparado sobre el cuello, cayendo pesadamente en tierra a unas diez yardas de
distancia. No creo que ni el ms experimentado vaquero hubiera podido montar en
aquel macho sin rodilleras. Manley no se rompi ningn hueso, pero recibi
una buena sacudida y desech toda idea de amansar a la Chcara como
animal de silla.
El sorojche ----enfermedad de las montaas adopt en nosotros la forma de dolor
de estmago, y mientras perdur su malestar, instalamos nuestro centro de
operaciones en Cojata. Era un lugar miserable, azotado por
horribles
ventarrones, y durante el invierno yaca bajo nieves constantes; pero tena la
ventaja para nosotros de ser la aldea ms prxima a la cordillera, y de ella
salamos todos los das a realizar nuestra labor. Las tardes eran dedicadas a
festejar y ser festejados, formalidad muy necesaria en estos lugares si se desea
disfrutar de la cooperacin de las autoridades locales.
Aqu abundaban las vizcachas. Estos animales se asemejan en aspecto y
tamao a los conejos, a excepcin de su cola peluda, que se parece a la de las
ardillas, y de su piel, del color de las chinchillas. Saltaban por miles entre las
rocas, en las laderas de las montaas, y la gente de la localidad las consideraba
buen alimento. Me admira que la industria peletera no haya acaparado estos
animales, pues su piel es infinitamente superior a la del conejo y se encuentra
en todas partes del Altiplano.
Nuestra primera detencin, despus de dejar Cojata, fue Pelechuco. Este !lugar
contrastaba favorablemente con las aldeas de la puna o altiplano, porque haba
abundancia de vegetacin, y, a pesar de estar a 12.000 pies de altura, crecan

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EXPLORACIN FAWCETT
profusamente los geranios silvestres, las fucsias, pensamientos y rosas. El gran
cndor de Sudamrica reina cerca de aqu a sus anchas. El seor Carlos Franck,
un hermano boliviano con quien estuvimos, nos habl mucho de ellos. Como se
sabe, son las aves ms grandes que se conocen, y el cndor-rey a menudo alcanza
hasta catorce pies de ala a ala. Rara vez descienden ms abajo de quince o
diecisis mil pies, a no ser que sea para llevarse una oveja o y esto ha
ocurrido realmente un nio. Su fuerza es asombrosa. Un cndor herido fue visto
arrastrando una mula, y cerca de Pelechuco, un hombre adulto fue arrastrado cerca
de veinte yardas por un cndor. Pero generalmente atacan a las ovejas de las
montaas, que son ms bien pequeas; las llevan a las alturas, mil pies o
ms, y despus las dejan caer para devorarlas calmadamente.
Carlos Franck, que conoca estas montaas como la palma de su mano, presenci
una vez un concilio de cndores reales. Un gran crculo de solemnes aves
rodeaba a dos enormes cndores negros y a uno blanco ms grande an, que
pareca ser el jefe. Franck haba deseado ya desde mucho tiempo uno de los
escasos cndores blancos como trofeo de caza, y fue lo bastante imprudente
como para dispararle. En el acto se disolvi el crculo de pjaros y dos se arrojaron
inmediatamente sobre l, de modo que se vio obligado a botarse de espaldas y
golpear1os con el rifle cuando se le precipitaron encima. Escap, pero
lo
siguieron mientras bajaba por el sendero pedregoso y estrecho de la escarpada
falda de la montaa, tratando de hacerlo caer al abismo con el golpe de sus
alas. Se consider
muy
afortunado
por
haber escapado sin mayores
consecuencias.
En la aldea de Curva, no muy lejos de Pelechuco, habitaban los peculiares gitanos
indios de Sudamrica, conocidos como brujos o callahuayas. Como los
vascongados de Europa, su origen se ha perdido en las nieblas del tiempo.
Recorren todos los Andes, son veterinarios, herbolarios o adivinos y generalmente
se les reconocen poderes ocultos.
Mi hija, a la que usted ha conocido me deca Franck, sufra, cuando nia, de
una enfermedad a las caderas; en realidad, era una lisiada. S que usted
difcilmente lo podr creer, pero escuche esta historia de su curacin.
Yo la haba enviado a Alemania para ver lo que se poda hacer por ella. Pobre
muchacha! Fue sometida a cuatro operaciones, pero no por eso mejor en lo ms
mnimo, y perdimos las esperanzas de que pudiera aliviar alguna vez. Entonces,
un da, despus de su regreso a Pelechuco, nos visit uno de estos callahuayas y
se ofreci para sanarla, a cambio de una buena remuneracin, pero con la
condicin que si no sanaba, no se pagaba. . No quiero entrar en detalles sobre las

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mixturas que me orden preparar, porque eran tan horripilantes, que lo haran
vomitar, y, si yo no hubiese tenido
absoluta confianza en el poder de este
misterioso pueblo, no me habra atrevido a drsela a la nia. Sin embargo, la hice y
se la suministr en forma de infusin. Ella, desde luego, no tena idea de lo que
era, y, crame, en una semana, no ms de una semana!, estaba perfectamente sana
y se ha mantenido as desde entonces.
(Y usted cree que fu la receta calahuaya lo que la san? le pregunt.
Qu otra cosa pudo haber sido? El caso de la nia no tena esperanza, y an los
hbiles especialistas de Alemania fueron impotentes para ayudarla en algo.
Suena a cosa fantstica; parece una narracin de las cosas que sucedan
en la Edad Media.
Viviendo en estos lugares retirados, muy prximos a la naturaleza y lejos de la
precipitacin y bullicio del mundo exterior, se experimentan cosas que un forastero
puede considerar fantsticas, pero que para nosotros son comunes. Le narrar otra
historia sobre un callahuaya que usted podr comprobar fcilmente, porque ocurri
la semana pasada.
"Ha observado una choza solitaria, al Costado del sendero antes de llegar a
Pelechuco? S? Pues bien, estaba ocupada por un funcionario de aduana que viva
solo, acompaado nicamente por un sirviente nativo o pongo, al que trataba
terriblemente mal. Era una cosa sorprendente que el pongo permaneciese con l,
pero tal vez haba una razn que nosotros ignoramos. El caso es que el funcionario
sorprendi a su sirviente cometiendo rateras, lo amarr, le pas una cuerda debajo de los brazos y lo descolg, desde el puente de piedra frente a su casa,
dejndolo justamente sobre la catarata. Se cort la cuerda y el pongo cay al
rugiente torrente, que lo arrastr hasta la catarata y se ahog.
Tres noches despus, el
funcionario
estaba
sentado en su cabaa, con las
puertas y ventanas cerradas, cuando una piedra golpe la muralla detrs de l y
cay al suelo. Se levant alarmado, y por un instante pens que alguien haba
lanzado una piedra desde afuera contra la cabaa, pero la piedra estaba all sobre el
piso, en el interior. Cmo pudo haber entrado? Entonces otra piedra, una grande,
cay con estrpito sobre la mesa, e inmediatamente se oy un ruido de cosas que se
hacen aicos al caer una tercera en medio de su loza.
Cogi el rifle y vol a abrir la puerta, listo para
disparar a cualquier
movimiento que notara en la obscuridad. Su radio visual era bastante limitado, pero
apenas tuvo tiempo para volver la cabeza, cuando una piedra lo golpe en la frente.

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Tambalendose, retrocedi, mientras la sangre le aflua de una gran herida, y
cerr con estrpito la puerta.
Al da siguiente, vino a mi casa a solicitar ayuda. Juntos bajamos a la choza y me
mostr las piedras en el piso; eran guijarros de ro del tamao de su puno. Lo
acompa hasta el atardecer, y en cuanto obscureci comenz otra vez el lanzamiento de piedras. Pareca que los guijarros venan
derechos a travs de la
ventana con los postigos cerrados, o de la pared delantera e iban dirigidos al
funcionario, como si viniesen de gran distancia. Asombrado, y, para decir la
verdad, asustado, murmur: Es el diablo el que est haciendo esto, y en el acto
las piedras comenzaron a venir dirigidas a m. Me fue absolutamente imposible
explicar el misterio, y tan increble es todo, que no espero que usted pueda creer
esta parte de la historia. Yo tampoco la creera, si no me hubiese encontrado all
como testigo ocular.
El funcionario no pudo seguir viviendo all, y durante tres meses qued la choza
desocupada, pero durante ese perodo, varios aldeanos temerarios bajaron a ella,
para presen- ciar por s mismos el lanzamiento de piedras, y lo vieron! Puede
interrogarlos si gusta. Entonces, slo en la semana pasada, un callahuaya visit
Pelechuco y se le pidi que apaciguara al fantasma. Quem hierbas en el umbral y
cant durante algunas horas ininteligibles mantras, despus embols sus
honorarios y se march. Desde aquel da no arrojaron ms piedras y el funcionario
est viviendo all otra vez.
No me sent inclinado a descartar la historia de Franck como una mentira, pues ya
haba odo en otras partes sucesos similares. Parecen ser genuinas visitas de
nimas o aparecidos, no muy escasos en las regiones montaosas andinas. El
vicario de Jauja, en el Per central, me cont que l fue llamado a ahuyentar un
nima que bombardeaba a un trabajador cholo y a su familia, en una choza en
los lindes de la ciudad. Todo haba sido golpeado por las piedras y una niita tena
magulladuras en todo el cuerpo. Lo ms extrao era que las piedras lanzadas
venan de una distancia
considerable,
pues eran de un tipo que no se
encontraba en un radio de muchas millas de Jauja. El vicario fracas por
completo en poner fin a las apariciones. No slo estaba atemorizado, sino que se
encontraba ante algo no reconocido ni previsto en su religin. Con el tiempo, el
fantasma ces sus actividades y la paz volvi a reinar en la choza Jams se
pudieron indicar las razones de este extrao suceso.
Poco dispuestos estbamos a dejar el hospitalario techo de Carlos Franck, por los
helados vivaques de las alturas, pero, con el fin de obtener varios puntos de
triangulacin al norte, a lo largo de las laderas orientales de la cordillera, fue

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necesario abandonar Pelechuco. Una granja de Franck quedaba en nuestra ruta,
cerca de Queara, y aqu gozamos de otra prueba de su hospitalidad. Tambin
fuimos objeto de la serenata de un gran grupo de indios borrachos, que danzaron
fuera de la caca, una noche y un da entero, entre intervalos para beber kachasa.
Los habitantes indios de Pelechuco, Muecas y Apolo vieron en las actividades
de la Comisin de Lmites que trabajaba en favor de Per un intento para
invadir su pas, y el ardor patritico amenaz crear una situacin muy delicada
Nosotros, por otro lado, como representantes de Bolivia, ramos hroes que
habamos venido para repeler la invasin, y en todas partes clamaban por
armas para vengar el honor nacional. El hecho de que la otra comisin destruyera
posterior mente algunos de los montones de piedra numerados, que yo haba
erigido para puntos de referencia del plano, demostraba claramente que el
resentimiento no era slo de los completamente ignorantes.
De Queara trepamos a la fuente del Tambopata, acampando a una altura
de 17.000 pies y sufriendo las torturas del fro. En un paraje en el paso
descubrimos que todas las agujas de las brjulas estaban completamente
neutralizadas, dentro de un radio de ms o menos media milla, y esto nos hizo
pensar que exista un considerable depsito de hierro.
De todos los caminos espeluznantes que yo encontr en los Andes bolivianos, el de
Queara a Mojos es el peor. Las cuestas eran tan empinadas, que casi se hacan
infranqueables y en muchos lugares los torrentes aumentados por las lluvias haban
arrastrado secciones enteras, teniendo que salvar nos- otros grandes quebradas.
Durante esta excursin perdimos la mitad de nuestras veinticuatro mulas de carga
en diversos accidentes. Fue una gran suerte que no muriera nadie del destacamento.
Haba pasos tan angostos que, aunque los animales iban por la orilla del sendero, la
carga de la mula a menudo chocaba con las rocas salientes y la lanzaba al precipicio.
Una de ellas cay desde cien pies de altura al abismo, donde qued tendida entre
dos rocas, muerta, con las cuatro patas al aire y rodeada de las astilladas cajas de
provisiones. Otra cay desde cien pies y qued cogida con su carga entre dos
rboles. All penda muy alto sobre el suelo, indiferente a todo, hasta el punto de
mordisquear todo lo que estuviera a su alcance. Como no podamos libertarla, nos
vimos obligados a matarla a tiros.
Toda la regin, en la vecindad de Mojos, es rica en oro y es difcil comprender
por qu la aldea misma estaba abandonada. Muy arriba de ella, en el costado de
la montaa, haba otra aldea despoblada, donde el clima era esplndido y la
vista incomparable; no quedaban ms de cinco familias de in- dios y no haba

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actividad ninguna. Sin embargo, me sorprendera si este lugar no volviese a ser
un centro de explotacin de minas de oro.
Ascendiendo montaas y bajando a los frtiles valles, seguimos el curso del ro
Queara, hasta su confluencia con el Pelechuco, donde se transforma en el Tuiche.
Despus trepamos por un empinado sendero muy arriba sobre el ro, hasta la
pequea aldea de Pata. Slo haba cuatro pequeas granjas y como una docena
de habitantes, pero el corregidor nos
dio la bienvenida y nos instal en una
cabaa, donde nos atacaron legiones de pulgas. Como no haba agua en la aldea,
cada gota era trada del ro, 2.000 pies ms abajo.
La gente retrgrada de estos villorrios aislados y de las comunidades forestales
considera que todo visitante extranjero es necesariamente un mdico. En verdad,
uno adquiere ciertas nociones fundamentales de medicina y de primeros auxilios,
pues en el despoblado la confianza en s mismo es una virtud, y esto muy bien se
puede mirar como una habilidad en los lugares donde no es posible encontrar
conocimiento especializado. Muchos de los misioneros que penetran en estos lugares
son competentes profesionales mdicos, y as no es raro que al llegar a una aldea uno
sea llamado a atender a los enfermos. Esto me ocurri en Pata.
Una mujer de la poblacin sufra las torturas de una mano seriamente infectada,
y su familia me rog que la operara. Costin sujet su cabeza y brazos en una
frazada, Manley se encarg de las piernas y me pasaba los instrumentos, y yo,
sordo a sus gritos apagados, me puse al trabajo. Tuve un xito total, y al da
siguiente la paciente vino muy agradecida a preguntarme cunto me deba. Su
sorpresa no tuvo lmites al saber que no exiga remuneracin, pues esta gente no
estaba acostumbrada a recibir ningn servicio o favor sin que se le cobrase una
suma extravagante. Su hijo insisti en que lo menos que poda hacer en
recompensa era comunicarme el secreto de una mina de oro que haba
descubierto.
En los antiguos registros peruanos de la provincia de Charlas, esta mina est
clasificada como inmensamente rica. Su ubicacin se perdi en 1780, cuando el
cacique de Tungazuque, Jos Gabriel Tupac-Amaru, incit a los indios a rebelarse
contra el dominio espaol, y todas las minas al este de la cordillera fueron
encubiertas y destruidos los caminos que conducan a ellas.
Mi informante volva de un mercado local, y para evitarse molestias con los
animales de carga, en una parte especialmente mala del camino tom por un atajo
en cierto arroyo que me indic. Repentinamente l y los dos indios que lo
acompaaban se encontraron frente a varios pequeos tneles en la ladera de la

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montaa que, por las pilas de mineral recubierto de maleza, demostraban ser
antiguos trabajos de minas. Entraron y hallaron en el suelo herramientas
enmohecidas y moldes, dentro de los cuales se verta el oro una vez fundido.
Jams tuve tiempo de visitar el lugar, y no me parece probable que haya sido
encontrado por a1guien.
Aunque a comienzos de la Colonia estaban registradas todas las minas existentes,
muy pocas de ellas fueron vueltas a descubrir posteriormente. No son desconocidas
sus ubicaciones, pero los indios mantienen el secreto y nada los reducir a hablar,
excepto en unos pocos casos, cuando la informacin ha sido proporcionada en
gratitud por algn acto de bondad. En el cruel pasado, la tortura no obtena
nada. No podra decir cunto xito hayan tenido algunos sacerdotes inescrupulosos
con las armas de la supersticin y el terror, pero creo ms bien que los indgenas an
tienen mayor respeto por sus antiguos dioses
que por el infierno de los
cristianos.
Cuenta la tradicin que los indios amontonaron un gran montculo sobre el pozo de
la mina Sunchuli, que era de una riqueza fabulosa. La gran mina de San juan de
Oro no ha vuelto a ser descubierta. Est en alguna parte, a unos 13 50 sur,
entre las curvas de los ros Inambari y Tambopata, y para apreciar su valor se
la compara con la Olla de Oro, mina ubicada en las laderas orientales del Illimani,
cerca de La Paz. David Bricker, un americano enrgico, ingeniero y explorador de
minas, oy hablar de la Olla de Oro y parti a buscarla. Despus de una
investigacin prolongada y minuciosa, lleg a un lugar en que una leve cada
del risco haba dejado a la vista un pequeo agujero; penetr arrastrndose sobre el
estmago y descubri que era el socavn de una mina, con no menos de
veintiocho galeras. Haba descubierto la mina con que hizo su fortuna, pues el
mineral exceda de cincuenta onzas por tonelada.
Se ha prestado a especulaciones el definir de dnde obtenan los incas sus enormes
tesoros de oro y plata. Algunos consideran que eran la acumulacin durante
siglos de los lavaderos de oro en los ros, mientras que otros creen que la riqueza
extraordinaria de las minas fue causa de que, estos metales, tan raros en otras
partes, fuesen empleados por ser tan fciles de conseguir en abundancia. Yo
participo de esta ltima creencia. El valor artificial del oro y la plata fue creado
por los conquistadores espaoles, antes de cuya llegada las virtudes de estos metales
consistan en su facilidad de ser trabajados y en su hermoso aspecto. Hasta ahora la
plata no se considera en Per como un metal precioso.
Mi xito como cirujano me proporcion otro paciente, la mujer del corregidor, que,
por lo que pude ver, sufra de un tumor o cncer interno. Su marido me rog

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que la operase, pero considerando mis limitados conocimientos, no me atrev, pues
tem que me consideraran responsable si mora. En realidad, falleci slo tres das
despus, y a menudo me he preguntado si hice bien en haber rehusado la
peticin.
Dejamos Pata y llegamos a Santa Cruz, otra aldea despoblada, aunque aqu la
razn era una extraa enfermedad que haba aparecido en los ltimos cinco aos.
Los sntomas comenzaban con vmitos de sangre y terminaban en la muerte,
despus de una fiebre alta. La regin quedaba en el centro de una excelente
zona de cafetales y haba fruta en abundancia, pero las serpientes de cascabel
estaban en todas partes y constituan un peligro constante.
Acampamos en el portal de una iglesia, mucho ms grande de lo que corresponda
a un lugar tan pequeo, y los pocos aldeanos residentes, a pesar de lo indigentes que
eran, nos brindaron el generoso recibimiento usual. Era evidente que nosotros
estbamos mejor provistos que ellos, adems ramos forasteros y extranjeros; sin
embargo, estos cholos pobres e ignorantes estaban listos para desprenderse de lo
poco que tenan en pro de la hospitalidad. Este fino instinto languidece en la
esterilidad de lo que nos gusta llamar civilizacin, pero forma parte de la
naturaleza de los pueblos primitivos o atrasados, a quienes acostumbramos mirar
como una manifestacin inferior de la vida humana. Sin duda, es una de las
virtudes fundamentales en las que descansa la verdadera nobleza del carcter, y los
que la poseen no deben ser mirados en menos.
Prodigamos chocolates y queques a los nios, y tuvimos ocasin de salvar a uno de
una serpiente de cascabel, lo que sirvi para retribuir en algo las bondades recibidas.
Incidentalmente un ingls en Apolo, me conto que aqu en Santa Cruz haban dado
muerte a una cascabel de siete pies de largo, la que resulto tener cuarenta y dos
cascabeles, esto es segn creo, veinte ms que el record oficial. Tan numerosa es esta
plaga, que el recoger caf, se torna muy peligroso, y este caf es muy solicitado, pues
los expertos lo consideran como el mejor que existe.
Apolo, nuestra parada siguiente, fue en su tiempo el centro de una extensa poblacin
india y la primera misin en la selva del antiguo Per, despus de la conquista. Est
en medio de una llanura muy frtil, y sin embargo, ms de quinientos seres vivan
ah en una escualidez y espantosa pobreza, sin nadie, al parecer, hiciese ningn
trabajo. El agua de bebida, la tomaban de un arroyo sucio, en un lugar ms bajo de
aquel en que los habitantes vaciaban su basura y lavaban sus vestimentas. No era
de admirarse, que abundaran las enfermedades!

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Una comisin mdica boliviana estaba en la localidad ensayando el efecto 606 sobre
la terrible enfermedad llamada espundia o Delhi Boil. Oyendo esto, haban llegado
dolientes desde millas de distancia, y la nica calle herva con victimas horripilantes,
con rostros que en algunos casos haban sido carcomidos por completo. Generalmente
se supone causada por la picadura de alguna mosca infectada por alguna bestia de
la selva, como el tbano es infectado por el capibara, en el caso del mal de cedera en
los caballos y la peste en al ganado. Esto no explica, sin embargo, la prevalencia de
la misma enfermedad en otra zona a diez mil pies de altura en las montaas, donde
se la conoce con el nombre de uta, pues una mosca de la selva no podra vivir a esa
altitud y en un clima tan rudo. Creo que el 606 fu ineficaz 19. Si se la ataca en las
etapas iniciales, se puede someter la enfermedad con fuertes antispticos, pero los
habitantes de los establecimientos en la selva tienen sus ideas propias al respecto, y
se resignan, dejndola desarrollarse a su antojo.
Parece que uno est destinado a encontrarse con ingleses aun en los lugares ms
solitarios de Sudamrica. Ustedes se admirarn pensando qu puede haber para
atraerlos a lugares tales como Apolo, pero un poco de reflexin proporciona la
respuesta, y en muchos sentidos son envidiables. Su posicin en la comunidad
es sobresaliente, viven fcilmente y en un alto grado de comodidad, y hay pocas
inquietudes que los pue- dan perturbar. Su existencia les proporciona una
segura evasin contra ese temor latente, la cesanta, herencia de un gastado
sistema monetario. Creo que el atractivo reside ms en esto que en otra cosa.
El ingls se desprende muy fcilmente de las cosas superficiales de la vida
moderna, se vuelve nativo ms rpidamente que los otros europeos, excepto los
italianos, y mientras ms refinada haya sido su educacin, ms pronto sobreviene el
cambio. Esto no es una ignominia. Al contrario; en mi concepto, indica un loable
respeto por las cosas reales a expensas de las artificiales. La bebida y la mala
conducta a menudo tienen que ver algo con ello, pero no es raro encontrar que se
ha buscado la sencillez extrema en el vivir cotidiano.
En Apolo fuimos atendidos por un ingls jovial y competente, llamado Flower, casado
con una boliviana. Mientras es- tuvimos all, su hermosa hija celebr su cumpleaos
con un baile, a1 cual asistimos a pesar de nuestros atavos de viaje. Bailamos la
cachucha lo mejor que pudimos, y los ccteles y la cerveza fueron servidos tan
generosamente, que antes de ter- minar la fiesta muchos de los invitados
dorman en el suelo.
19

S lo fue. La enfermedad es estudiada ahora ( 1951) seriamente por especialistas de


los EE. LU. y se tiene la esperanza de que pronto la Uta,, igual que la
terrible verruga, sean definitivamente curables.

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La cachucha es una danza atractiva, y tal vez algn da se ver en los salones
de baile de Londres y Nueva York. Representa el coqueteo del gallo y la
gallina y puede ser bailada con un recato seductor. Algunas de las danzas
nacionales de Sudamrica han sido introducidas en los pases del norte, y han
encontrado tal popularidad, que el xito sera casi seguro si se trasplantarn la
marinera, la zamacueca y la cachucha de su marco ecuatorial.
De Apolo regresamos a Santa Cruz, donde Manley nos dej para subir al Altiplano
y escoltar a un bilogo del Museo Nacional de La Paz, que se un ira al destacamento
para la expedicin a travs de las selvas. A su regreso encontraran las mulas en
Santa Cruz y nos seguiran, a Costin y a m, que para entonces iramos adelante,
camino al Tambopata.
Mientras tanto, Costin y yo llegbamos a Boturo, sobre el Tuiche, y proseguimos
subiendo por el Asuriama, con el objeto de intentar una excursin, a travs de
la regin, a la cuenca del Tambopata y a la barraca de San Carlos. Era un recorrido
muy pesado, pues todos los das tenamos que abrir camino para los animales, y con
nuestro estrepitoso avance podamos molestar a los insectos y reptiles ocultos en
la tupi- da maleza. En una ocasin pasamos cerca de un gran nido de avispas sin
perturbarlo; no as las mulas, pues uno de los animales se aproxim demasiado y su
carga se enred en una esquina del nido. Las Avispas se posaron en sus ancas y
de repente la mula sali disparada dando corcovos. Las cajas se esparcieron en todas
direcciones, se desprendieron las cinchas de las monturas de carga y la mula
desapareci en el monte, mientras que los pjaros, atemorizados, chillaban en los
rboles, indicando su paso. A la mula que vena detrs le ocurri lo mismo y a
todas las siguientes. El resto del da se emple en seguir la pista de los animales,
recoger las provisiones y reparar las monturas.
En la senda, a lo largo de un afluente del Tambopata, llamado el ro Cocos, vi la
mariposa ms magnfica que he visto jams. Era de un color amarillo grisceo,
con pintas caf y antenas color naranja, y las alas posteriores tenan colas de
color caf obscuro de ms o .menos seis pulgadas de largo, con los extremos en
espiral. Los naturalistas deben conocer la especie, pero yo jams la haba visto
antes ni volv a encontrarla. Estas selvas son el paraso para el entomlogo; las
mariposas estn en todas partes, y es asombroso el nmero de especies diferentes.
Seguramente hay muchas que an no se han coleccionado o que son tal vez
totalmente desconocidas para la ciencia.
El ro Cocos haba crecido con las abundantes lluvias, impidiendo que lo vaderamos,
y esto nos atras considerable- mente, pero al fin llegamos al Tambopata en Playa
Paujil, conectndonos as con la labor del ao anterior. Yo quera cerciorarse del

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EXPLORACIN FAWCETT
trabajo de aqu, anticipndome a un posible argumento posterior al respecto, debido
a la determinacin de la Comisin peruana de no descender el ro Heath. Era mi intencin volver despus al Heath y cruzar por el camino de la selva a Ixiamas y
desde all a Rurenabaque sobre el Beni, pues se rumoreaba insistentemente que
haba ruinas incas en esa regin.
Yo haba odo en aquel entonces, en varios lugares, vagas tradiciones sobre restos de
la antigua civilizacin, y mi imaginacin estaba excitada a tal punto, que el
impulso de investigar se haca ms y ms insistente. Ya haba comenzado yo el
proceso eliminatorio, por el cual la ubicacin de algunos de estos restos fue
fijada despus de aos de cuidadoso estudio, y si hubiese sabido entonces la
existencia de documentos que contenan la narracin sobre la ciudad perdida de
Raposo del ao 1743, me habra ahorrado mucho tiempo en las selvas bolivianas.
No hay necesidad de agregar que yo no tena idea de la maravillosa ciudad de
Machu Picchu, ubicada en la montaa, descubierta posteriormente por Hiram
Bingham, con la Expedicin Yale, en el desfiladero del Urubamba, al noroeste
de Cuzco. As como la ubicacin de Machu Picchu no fue conocida durante toda la
poca colonial, as muchos otros lugares que an no han sido descubiertos
pueden dar base para tantas de las leyendas familiares a los indgenas.
Desde Playa Paujil llegamos, con gran dificultad, a San Carlos. El ambiente de la
barraca era mucho ms agradable que
en
la
ocasin
anterior.
El
administrador de ella estaba lleno de jbilo por la inesperada solucin a sus
dificultades de transporte, porque el juez de distrito de Sandia haba llegado,
resultando ser un arriero peruano, que de inmediato firm un contrato para fletar
todo el caucho de San Carlos. El elemento humano, a menudo muy difcil de obtener,
tambin exista ahora en abundancia, pues los indios de Sandia estaban ansiosos de
transportar cargas, a fin de escapar del reclutamiento que haca el prefecto para que
le sirvieran de cargadores a la comisin peruana, trabajo que ellos parecan temer.
Nos mantuvo un tiempo intrigados el notable respeto con que nos trataba la gente de
San Carlos, pero se explic ms tarde, y era motivado por haber cruzado
satisfactoriamente en balsa una parte peligrosa del ro, ms abajo de Playa Paujil,
que ni siquiera los ms hbiles balseros se atrevan a pasar. Costin y yo habamos
estado vagabundeando por toda la vecindad con paquetes realmente no tenamos
idea de lo que estbamos arriesgando, cuando construimos una balsa y partimos en
plena ignorancia, aguas abajo. Ignoro cmo logramos pasar sanos y salvos.
El estoicismo de los indios es sorprendente. Lleg un hombre con el brazo izquierdo
colgando, arrancado al reventar uno de los caones carcomidos que se vendan a los
recolectores de caucho como armas, a un precio exorbitante. Viendo que su brazo

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EXPLORACIN FAWCETT
colgaba slo del msculo, l lo cort con su machete y detuvo la sangre manteniendo
el mun en aceite de copaiba caliente. El feliz resultado de esta operacin indica
que la creencia local en la virtud medicinal de este aceite est bien fundamentada, y
en realidad se usa mucho en las selvas para aplicaciones en heridas abiertas.
Por lo general, no hay medio para hacer gritar o demostrar emocin, a un indio que
no quiere hacerlo. Parece capaz de soportar cualquier dolor, y sin duda alguna el
efecto calmante de la masticacin de coca influye en esto. Sin embargo, recuerdo un
caso en San Carlos, en que un indio sucumbi al dolor y se revolcaba en el suelo con
alaridos de agona. Esto fue despus de haberse atiborrado con arroz crudo y seco, seguido de una enorme ingestin de agua del ro. Yo no conoca ningn remedio para
estos casos por lo menos a mi alcance, pero sus compaeros amarraron sus
muecas y sus tobillos, lo extendieron entre cuatro rboles y procedieron literalmente a extraer el arroz, con pedacitos de hierro encorvados en el extremo.
Sobrevivi al tratamiento y mejor lo bastante como para demostrar gratitud, y me
atrevo a decir que en el futuro puso ms cuidado.
Los indios estn acostumbrados a perodos alternados de escasez y abundancia.
Cuando hay abundancia, su instinto los hace comer todo el alimento que hay,
preparndose as para la escasez que, con seguridad, vendr despus. La cantidad
que pueden ingerir es prodigiosa. Vi a mis ocho indios que me acompaaron al Acre
comerse cinco cerdos en una sentada; pero este esfuerzo fue superado por dos
hombres en Sandia, que liquidaron una llama entera, en un festn continuado, y el
volumen de carne de una llama, es casi igual al de un burro.
Estas selvas no estn libres de huracanes ocasionales que pueden abrir un camino de
unas cien yardas de ancho en muchas millas de extensin, derribando todos los
rboles en una maraa de ramas, bejucos y matas. La dificultad para abrirse camino
a travs de ellos despus es aumentada por las hormigas y avispas, irritadas por la
destruccin de sus nidos y vidas de atacar. Uno de estos huracanes azot San
Carlos mientras estuvimos all. Omos el pavoroso rugido del diluvio que se
aproximaba y el estrpito de los rboles descuajados, y luego lleg sobre nosotros,
echndonos al suelo cegados y ensordecidos. Una de las chozas se desmoron y
desapareci; una pared empez a inclinarse y cay de plano; el techo del edificio
principal comenz a levantarse, pero todos los hombres y las mujeres que pudieron
hacerlo se encaramaron y se colgaron de l, mientras se amarraban cuerdas
transversalmente sobre el techo y amontonaban grandes piedras encima. Entonces,
con un estallido final, el temporal se alej, y omos su estruendo mientras se abra un
sendero en la selva.

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El bilogo y Manley llegaron a fines de septiembre. Aqul se sinti defraudado
cuando supo en qu forma iba a proseguir la expedicin, pues, en lugar de poder
viajar con el confort de un equipo de lujo con libros de referencia, cajas de colecciones, etc., estaba obligado a cargar sobre su propia espalda todo lo que
necesitaba, adems de una parte de las provisiones e instrumentos. .Las muas no
podan ir ms lejos y se trataba de llevar por nosotros mismos todo lo que podamos.
El sendero a Marte resultaba particularmente dificultoso, debido a la confusin
dejada por el huracn, y en muchas partes el barro llegaba hasta las rodillas. Poco a
poco el bilogo fue botando su equipo, hasta que hubo abandonado todo lo que no
fuera alimento, un anteojo de aumento y una hamaca. Nosotros no llevbamos nada
superfluo, y yo protest:
S que las cargas son desagradables de llevar le arg, pero en pocos das se
acostumbrar a ello. Todo lo que est botando har falta ms tarde.
Pero no a m fue su respuesta. No necesito estas cosas.
Me encog de hombros. Puede que estuviera lo bastante curtido como para pasarse
sin ellas.
Como si fuera para darle una leccin objetiva al bilogo, nos pas una fila de
extenuados recolectores de caucho, todos ellos indios del Altiplano, cada uno con una
carga de 150 libras de caucho de San Carlos. Varios sufran una enfermedad llamada
sejtiti, una especie de lepra contrada en estos lugares y en las yungas (valles
templados de las montaas), y estaban cubiertos de llagas purulentas y verrugas.
Sus cargas eran casi tres veces ms pesadas que las nuestras, pero, enfermos como
estaban, seguan caminando.
Debido a la fiebre que reinaba en la barraca de Marte, hicimos un rodeo, acampamos
en la selva y cruzamos al da siguiente hacia el Heath. Los indios de San Carlos no
quisieron llegar ms all del ro, pero nos acarrearon provisiones hasta la orilla,
descargaron y partieron inmediatamente.
El bilogo desconfiaba de los echocas, pero demostr mayor confianza cuando, con el
diestro tratamiento de ellos, se hubo librado de los muchos sututus que tena bajo la
piel. Atraa, ms que nosotros, a estos desagradables bichos y sufra continuamente
con ellos.
Por qu no regresa? le pregunt. Apenas hemos iniciado la excursin y le
advierto que, en su mayor parte, ser peor que cualquiera de las que haya
emprendido.

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Su respuesta me llen de presentimientos, pero admir su resolucin.
No dijo, llegu hasta aqu y seguir hasta el fin.
Cada uno de nosotros pareca atraer una plaga especial de insectos. Si con el bilogo
eran los sututus, conmigo fueron las avispas y con Costin la monstruosa hormiga
tucandera, de una pulgada y media de largo. Hubo un verdadero espectculo, una
maana, frente a los echocas, cuando Costin, ponindose una de sus botas de
campaa, de repente se volvi loco, bailando, gritando y corriendo en crculos. Por
ltimo se sent, arrancndose la bota, y expuso un dedo del pie con una hormiga
tucandera adherida al extremo por sus mandbulas en forma de guadaa. Los
echocas, alarmados al principio, estallaron en rugidos de risa. Se balanceaban,
rodaban por el suelo, se golpeaban uno al otro en la espalda y reventaban de nuevo
en carcajadas, pues era una entretencin ruidosa para provecho especial de ellos.
Despus de esto, muchas veces requeran por medio de signos y risa que Costin
repitiese la actuacin, y hasta le ofrecan hormigas tucanderas para ponrselas en
las botas!

199

EXPLORACIN FAWCETT

CAPTULO XIV
LA VUELTA DEL CAMINO

A.NTES DE COMENZAR A DESCENDER por el Heath, el mayordomo de Marte


supo de nuestra presencia y atraves con un grupo bastante grande para visitarnos.
-Estamos en camino a las plantaciones de que usted nos habl me inform.
Ahora que sabemos de los salvajes y de los alimentos que tienen all, sentimos que
debemos hacer algo para obtener provisiones, pues en la barraca los obreros se estn
manteniendo vivos a fuerza de comer hojas, y tenemos que alimentar a trescientos
recolectores, como usted sabe.
Quiere decir que Marte est otra vez en estado de inanicin?
S, as es. Y cundo no lo estamos? Es lo que siempre sucede. Me palmoteo el
hombro y agreg: Gracias a usted tenemos ahora esperanza de que las cosas sean
mejor que antes, pero aun as, deseara que estuviramos en tan buenas condiciones
como San Carlos.
En esta regin se pueden encontrar dos valiosas hierbas que merecen atencin. La
primera de ellas es la yawal chunca. pequeo arbusto con hojas de diez pulgadas de
largo y tres de ancho, verdes en el anverso y un poco ms obscuras en el reverso, con
venas y puntas de un color rojo sangre. Tres o cuatro de estas hojas en infusin

200

EXPLORACIN FAWCETT
constituyen un remedio admirable para la fiebre. La otra es un
pando de coca, muy conocido de los indios, que lo mastican. Sus
similares a la coca comn, aunque menos intensas. Ninguna de
explota comercialmente, pero ambas son empleadas regularmente
distrito.

arbusto llamado
propiedades son
estas hierbas se
por la gente del

Con tantas enfermedades y achaques que predominan en la montaa de Bolivia y


Per no es extrao que se recurra a las hierbas medicinales. En las montaas
tambin parece que cada enfermedad tiene su cura natural apropiada, y el trmino
medio del cholo confa casi exclusivamente en las hierbas, excepto cuando se ve
obligado a someterse a un tratamiento mdico. Los resfros y las toses ceden
rpidamente ante la wila wila, una planta como el edelweiss, que se encuentra slo
en las grandes alturas. En las regiones de la costa, un remedio infalible para los
casos ms avanzados de artritis o reumatismo lo proporciona la sanguinaria
canadensis. Hay cien remedios para cada una de las enfermedades que conozco y, por
supuesto, los mdicos no animan al pueblo a que haga uso de ellas. Sin embargo, las
mejoras que efectan estas hierbas son notables y hablo con conocimiento de causa,
pues he ensayado varias con absoluto xito. El mtodo para usar las hierbas consiste
en hacer una infusin como para el t.
Los murcilagos vampiros pululan en el Heath. Jams fallan en localizar un
campamento, y en la noche atacan todas las partes del cuerpo que estn
descubiertas; en realidad, hasta roen a veces la red mosquitera para llegar a uno.
Hay tantos millares de murcilagos en Sudamrica y particularmente en las
colinas al pie de los Andes, que llegar el da en que pueda ser reconocida su vala
a causa del cuero. Muchos tienen una piel que no desmerece de la del topo en
riqueza, pero de un rosado castao o a veces un rojo obscuro. Los incas usaban la piel
de los murcilagos para adornar sus vestiduras, pero nadie tena derecho a usarlo,
excepto la familia reinante. El murcilago vampiro constituye una molestia tanto
para los seres humanos como para los animales, y la persona emprendedora que
comercialice el empleo de su piel har una fortuna.
Nuestro recorrido en balsa al campamento de los echocas fu fcil. Su gran choza
comunal haba sido volcada por el huracn y yaca sobre un costado; aun aqu los
daos haban sido intensos como en San Carlos. El alimento, como de costumbre,
abundaba.
A estas alturas, el bilogo que era europeo estaba sufriendo mucho con sus
llagas y por la falta de mudas de ropa, pues las que tena puestas hedan.
Comenzaba a darse cuenta de lo imprudente que haba sido al botar todo lo que no
era inmediatamente necesario y principi a ponerse malhumorado y temeroso. Los

201

EXPLORACIN FAWCETT
echocas lo haban aliviado momentneamente de la tortura de los sututus, pero l
pona reparos a sus mtodos para extraer esta plaga, y cuando sufri una nueva
produccin de lceras, prefiri emplear un remedio propio: sublimado corrosivo. El
resultado fue que las larvas murieron en el interior de su piel dejando unas
asquerosas heridas enconadas. El hedor de stas y el de su ropa se combinaron para
hacer de l un objeto desagradable, y como todos los das haba tormentas, con
lluvias torrenciales, l fue empeorando en vez de mejorar.
Yo estaba francamente preocupado. Si se presentaba un envenenamiento de la
sangre, estara condenado, pues nada podramos hacer por l. Para entonces
habamos llegado al punto desde donde seguiramos por tierra y lo consider inservible para llevarlo a la selva; pocos das despus, an puse en duda que pudiramos
devolverlo a tiempo a San Carlos, para que salvara con vida. Los temporales
continuaban, el ro estaba en crecida y regresar corriente arriba con balsas habra
significado pegarnos a la orilla e impulsarnos, agarrndonos a cada rama, lo que era
una labor demasiado enrgica para un hombre enfermo. El nico camino que
quedaba era hacer el recorrido ro arriba a pie, y esto fu lo que realizamos.
Manley iba consumido por la fiebre, pero luchaba. Costin sufra en una pierna la
lcera de un sututu. Felizmente haba bastante alimento, pues en todas partes
estaban las plantaciones de los echocas y ellos tenan la costumbre de dejar los frutos
en la parte superior de los bananeros, pues de este modo maduraban con ms
rapidez que cosechndolos. La dificultad mayor resida en el bamb espinoso o
tacuara, que obstaculizaba el avance, pero al fin llegamos otra vez al campamento de
los echocas. Haban levantado una cabaa nueva, de modo que tuvimos asilo y el
maz signific un cambio agradable para nosotros, que nos habamos alimentado casi
exclusivamente de bananas.
Los bondadosos salvajes nos extrajeron los sututus; de mi espalda sali uno de casi
una pulgada de largo. Tena otro en el brazo que me estaba ocasionando molestias, y
ste slo lo consiguieron sacar despus de un ltimo recurso: untarlo con cera de
abeja y cierta savia. Luego nos acompaaron ro arriba, llevando las cargas del
bilogo y de Manley, que iban en peores condiciones.
Me desagrada referirme a los echocas como salvajes, y slo lo hago como medio de
identificacin para distinguir entre un indio domesticado y uno en estado natural.
Estas gentes eran primitivas, pero ms bien parecan nios joviales, que lo que la
idea preconcebida cree que es un salvaje. No demostraban falsedad ni disimulo, y la
rapidez con que recibieron nuestras proposiciones de amistad prob lo injustificada
que es la opinin que se tiene de la poblacin salvaje de la selva. La amistad
establecida era un lazo eterno; nada de lo que pudieran hacer para ayudarnos era

202

EXPLORACIN FAWCETT
demasiado para ellos. Limpios y recatados en su persona, como bondadosos en
carcter, guard de ellos un buen recuerdo y consideraba su nobleza mucho mayor
que la de muchos pueblos civilizados.
Los echocas conocan todos los atajos en el camino a Marte, por lo que su compaa
nos ahorr mucho tiempo. Aun as, jams cre que el bilogo pudiera llegar vivo a
San Carlos; durante el da apenas era capaz de arrastrarse y de noche dorma sobre
el suelo, pues su hamaca haca tiempo que la haba botado en el camino.
En la plantacin superior encontramos la cuadrilla ele Marte, que segua
merodeando y se nos unieron para proseguir juntos hasta esa barraca.
Ya han muerto de inanicin cuatro de mis hombres me dijo el mayordomo
Varias veces hemos estado durante das consecutivos sin tener nada que comer.
Por qu no se ha hecho nada para mejorar la situacin de ustedes?
pregunt. Seguramente podran mandarles provisiones desde San Carlos.
Posiblemente, pero es cuestin de costo. Marte apenas paga lo bastante para
garantizar los gastos, y a no ser que la produccin fuese muy grande, no se
considerara nada en este sentido.
Todava nos acompaan tres echocas, y los problemas alimenticios nunca los
preocuparon. Cuando tenan hambre, uno de ellos iba a la selva a cazar, y en una
ocasin lo acompa para ver cmo proceda. No vi seas de animales en los matorrales, pero el indio saba cmo actuar. Lanz gritos ensordecedores y me hizo seas
de mantenerme callado. A los pocos minutos, un pequeo venado sali tmidamente
de los matorrales, hasta a una yarda de nosotros, y el indio le dispar con su arco y
flecha. Los he visto hacer salir monos y pjaros de los rboles mediante estos gritos
peculiares.
Los echocas aun permanecieron en Marte con nosotrps durante varios das,
mientras el hombre enfermo se recobraba lo suficiente para seguir caminando, y
nos acompaaron hasta San Carlos. Sin su ayuda, nuestro destacamento jams
habra llegado all. Las llagas del bilogo atraan nubes de moscas, pero en la
barraca fueron lavadas y curadas cuidadosamente, y por fortuna lleg un arriero
que pudo llevarlo en mua a Sandia. Dudbamos que sobreviviera, pero as fu,
aunque perdi para siempre el entusiasmo de nuevas excursiones por la selva.
En cuanto Manley se libr de su fiebre, nosotros tres l, Costin y yo
atravesamos la selva en demanda de Santa Cruz, donde deban estar esperndonos
con nuestras muas; pero el arriero se haba fugado con todas, a excepcin de dos
bestias sarnosas, y probablemente las haba vendido, pues jams las volvimos a ver.
Para obtener ms animales de Flower, Costin cabalg a Apolo sobre una de las

203

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muas que nos haban quedado. La suerte le fu contraria. Apolo haba sido
incendiado y no haba muas que conseguir; en realidad, por el momento, los
gringos gozaban de mala reputacin, pues consideraban a Flower responsable de la
desgracia.
Haca tiempo que no llova en Apolo, y la iglesia local organiz una procesin
religiosa haciendo rogativas. Flower que era hereje se ri de la procesin, con sus
efigies de mrtires exanges y sus velas mustias. Entonces, una de las bujas cay al
suelo y se inici un incendio que se propag con velocidad alarmante, tom cuerpo en
las casas secas como yesca, y en cuestin de minutos destruy todo el lugar, excepto
la casa de Flower, que estaba techada con tejas y se libr del holocausto. No quedaba
duda: sus burlas haban sido causa de la tragedia.
Las dos muas sirvieron para llevar nuestra carga, y as aliviados seguimos a pie
hacia Pelechuco. La jornada pareca interminable, porque bajo las condiciones ms
favorables la caminata resultaba an difcil, pero por lo menos nos libramos de la
espeluznante prueba de pasar montados estos estrechsimos senderos de la montaa.
Cuando, rendidos y desanimados, al fin llegamos a la aldea de la montaa, Carlos
Franck nos di la bienvenida y nos provey de muas para el viaje a Cojata. El da 19
de diciembre llegamos a La Paz.
La delimitacin de fronteras haba sido causa de muchas molestias con el Per, a
pesar del hecho de que Bolivia le haba cedido el terreno en que las seales limtrofes
haban sido colocadas arbitrariamente. Haba mucha lentitud, lo que no me gustaba
nada. Yo no deseaba verme envuelto en una situacin internacional tan delicada, ya
que los dos pases casi estaban en guerra, as es que renunci a la labor limtrofe. En
cuanto a m concerna, el presidente fu muy cordial y comprendi por completo la
situacin. El ministro de Relaciones Exteriores pareca divertirse mucho con ello.
Hubo toda clase de comentarios por la prensa y muchas injurias por ambas partes,
pero a pesar de incidentes fronterizos debidos al celo patritico, no haba estallado
una conflagracin.
Despus de nuestro retiro fu tan inminente una insurreccin de los indios, que una
comisin francesa fu designada por Bolivia para fijar la frontera. No estuvo de
acuerdo con las decisiones peruanas, y un miembro de la comisin tuvo una pelea con
un funcionario poltico boliviano y lo desafi a duelo, el que fu cuerdamente
rehusado. A pesar de nuestra labor de 1910, la nica seccin salvaje de la frontera, el
Heath, no fu tocada a causa de sus salvajes, pero mis mapas fueron aceptados
como oficiales. Hubo algunos desacuerdos en el extremo del Tambopata sobre la
posicin de la frontera, y la comisin francesa rehus aceptar toda decisin que no
fuese la propia, que estaba dentro de una fraccin de minuto con nuestra
demarcacin de 1910. De cualquier modo, yo estaba fuera de ello y feliz de escapar,

204

EXPLORACIN FAWCETT
aunque senta afecto por la labor actual de levantamiento de planos y me apenaba no
ver llegar la delimitacin a una conclusin definitiva que satisficiera a ambas partes.
Cuando en 1913 me encontr de nuevo con el Ministro de Relaciones
Exteriores, me cont que el bilogo haba abandonado Bolivia.
Resultaba muy costoso observ. Un salario de 500 libras anuales por un
escarabajo, y todava uno corriente. Es demasiado, aun para las finanzas elsticas
de una repblica de la costa occidental.
Hay una infinidad de datos cientficos que se pueden obtener en la montaa,
a pesar de todo.
Que otro pague por ellos, mi mayor. Hemos tenido bastante ciencia por el
momento.
Para m no haba posibilidad de retorno al ejrcito. Haba quemado mis naves,
pero esto, por otra parte, me daba libertad para las exploraciones privadas que
deseaba hacer. Aun sin ir ms lejos que las montaas y colinas al pie de los Andes,
haba una gran cantidad de investigacin esperando ser realizada dentro de los
restos del Imperio inca. En las selvas, al norte y nordeste de Cuzco hay muchas
aldeas antiguas y fuertes que descubrir e investigar. El romntico descubrimiento
de Machu Picchu era reciente. Pero mi objetivo iba dirigido a una poca anterior a
los incas, y senta que deba buscarse ms al este, en las regiones vrgenes an
desconocidas. Todas las tribus indias superiores guardaban la tradicin, de gran
civilizacin pasada, hacia el este, de una raza que puede haber engendrado a los
incas, y aun al pueblo misterioso que dej esas gigantescas ruinas que los incas
invasores encontraron y adoptaron como propias.
En las selvas haba varias bestias an desconocidas para los zologos, tales como el
mitla, que yo vi dos veces, un gato negro de aspecto perruno y del tamao de un
sabueso. Haba culebras e insectos aun ignorados por los hombres de ciencia, y en las
selvas del Madidi a algunas bestias misteriosas y enormes se las ha perturbado
frecuentemente en los pantanos, posiblemente monstruos primitivos, como aquellos
de que se ha informado en otras partes del continente. Han sido halladas huellas
pertenecientes a animales desconocidos; huellas enormes, mayores que las que
pudiera haber dejado cualquiera de las especies que conocemos. La anaconda alcanza
dimensiones mayores all que las admitidas generalmente, pero la relacin de
viajeros intachables es considerada inverosmil y no hay medio de probarla. Se
encuentran reptiles peligrosos y casi imposibles de capturar por su fuerza prodigiosa;
me refiero a los verdaderamente grandes.
Los salvajes, tambin, no se conocen todava; hay tribus cuya existencia ni se
sospecha. Las tribus robustas, sanas, no Viven cerca de ros fcilmente navegables,

205

EXPLORACIN FAWCETT
sino que se retiran ms all del alcance del hombre civilizado. En todo caso, cuando
se presume su presencia, son temidos y evitados (por mi parte, yo siempre los he
buscado). Tal vez por esto, la etnologa del continente ha sido basada sobre un
concepto errneo, que tratar de rectificar en un captulo posterior.
Estas eran algunas de las razones que apoyaban mi resolucin de dedicarme en el
futuro a la exploracin y emplear la informacin, que ya haba acumulado, en un
intento de arrojar algo de luz sobre la obscuridad de la historia del continente. Ah,
creo, yacen los ms grandes secretos del pasado, preservados todava en el mundo de
nuestros das. Haba llegado a la vuelta del camino. Y para bien o mal, escog el
sendero de la selva.
Manley no estaba bien, y Costin sufra el principio de lo que result ser espundia,
que cur finalmente en la Escuela de Medicina Tropical de Londres. El 6 de enero de
1912 pudimos, al fin, dejar La Paz, para regresar a la patria, detenindonos unos
pocos das en el delicioso clima de Arequipa.
Es una lstima que no sean ms los turistas que visitan este lugar encantador20,
pues no slo es una ciudad interesantsima en s misma, sino tambin la entrada
para el Cuzco y las fascinantes reliquias de las civilizaciones inca y preincaica. La
vida indgena del Altiplano est cambiando y en una generacin o ms quedar muy
poco de la manifestacin pintoresca de las costumbres nativas.
Los temblores son frecuentes en Arequipa parecen producirse con la luna llena,
y los habitantes ya no se extraan de tener que huir de sus casas en plena noche. Se
deca de un temblor reciente que haba terminado en la mayor hilaridad, un pnico
transformado en risa general.
Los hoteles estaban todos llenos, al mximo de su capacidad; en uno de ellos, quince
damas dorman sobre el suelo de una gran pieza a un costado, en tanto que quince
caballeros ocupaban el otro lado. Entre estos ltimos haba un chileno corpulento, de
vellosidad fenomenal, una especie de felpudo humano. Durante la noche la ciudad
fu sacudida por un temblor, y la gente arranc a las calles y plazas vestida con lo
que tuvo ms a mano. El hotel en referencia estaba en la manzana principal la
Plaza de Armas, donde se congreg la mayora de la poblacin y donde la
iluminacin era especialmente buena.

20

Las lneas areas han convertido Arequipa en un centro de turismo popular y los Que visitan la Ciudad
Blancavuelven una y otra vez a ella. Desde que P. H. F. escribi estas palabras ha habido notables mejoras
en las condiciones de confort de los hoteles all y en las dems partes de Per.

206

EXPLORACIN FAWCETT
Se produjo pnico al continuar los movimientos ssmicos, con el rumor sordo que se
siente ms bien que se oye, y las torres de la Catedral se ladearon peligrosamente.
Las mujeres cayeron de rodillas y alzaban sus brazos en ademn de splica,
implorando piedad, con el pecho descubierto y los cabellos sueltos. Los hombres se
santiguaban y volvan sus ojos aterrorizados, esforzndose por mantenerse de pie.
Repentinamente sali gente por las puertas del hotel, una multitud que forcejeaba,
gritando de pavor, y detrs vena cojeando el chileno gordo, con la boca abierta por la
agitacin, cubierto su velludo torso con una blusa femenina y con los tobillos
enredados en un par de calzones de mujer. A cada tres pasos se detena, tentando los
calzones para subirlos y cubrir sus desnudeces, pero cada vez un nuevo temblor
haca fracasar su intento y lo empujaba hacia adelante.
El populacho fij la vista en este espectculo extraordinario y hasta olvid su propio
dolor. Se produjo un rugido de risa; a cada nuevo esfuerzo del chileno, aumentaba la
hilaridad. El sentido del humor de Arequipa result ms fuerte que el pnico
producido por el temblor. Aun rindose, la gente volvi a sus casas. Rindose
nuevamente, volvieron a narrar el episodio una y otra vez al da siguiente. Y la
ciudad sigui sacudindose, pero de risa.
Los terremotos devastadores parecen ocurrir slo una o dos veces en un siglo. Creo
que el ltimo tuvo lugar en 1867. En aquella ocasin
se da mucho la ciudad y cayeron las torres de la Catedral. La costa sur del Per
sufri con toda intensidad la catstrofe. Una creciente de mar barri Arica.y en la
baha de Pisagua que es el crter de un volcn se levant una alta columna de
vapor, atemorizando a la ciudad entera. Toda Sudamrica tiembla peridicamente en
ondas recurrentes, pero decrecientes desde una vasta poca eruptiva, cuya historia
slo se puede encontrar en las leyendas indias. Aun tan adentro del territorio, como
las llanuras de Mojos en Bo- livia, el lago conocido como Exaltacin es sacudido
frecuentemente por misteriosos movimientos, durante los cuales emergen columnas
de vapor. Su origen es tal vez volcnico, pero tambin es probable que en el futuro se
encuentre en esta regin un extenso yacimiento de petrleo. Los gelogos han realizado un examen superficial de las regiones ms accesibles del pas, pero como
sucede en todas las deducciones etnolgicas, hay demasiada teora y muy poco
conocimiento real en sus informaciones.

207

EXPLORACIN FAWCETT

CAPTULO XV
TOROS Y BULTOS
L A P AZ ES T AB A D E S I E RT A, P U ES su poblacin se haba reunido en
el Alto la llanura que domina la ciudad, donde se iba a fusilar en pblico a un
asesino. Hombres, mujeres y aun los nios ms pequeos se vistieron con sus
mejores ropas y llevando mantas y sandwiches ascendieron alegremente por el
empinado camino. Se trataba de un espectculo al que no se poda faltar: los asesinos
y las ejecuciones son escasos en La Paz.
Los extranjeros se mantuvieron alejados, pero despus nos narraron todo. En
realidad, slo se habl de eso en los das siguientes. El juez y el jefe de la Polica
haban amarrado al criminal a una silla, mientras el pelotn de fusilamiento
esperaba en una tensin nerviosa mucho mayor que la del prisionero. Tan nerviosos
estaban, que sus temblorosos dedos apretaron el gatillo antes que se terminara de
amarrar al condenado, y una descarga desigual dispar balas en todas direcciones.
Una mujer fu herida y cay gritando al suelo. Otra bala hizo volar el sombrero de
copa del juez y una tercera acert al jefe de la polica en una nalga. El prisionero
aplauda y escupi un diluvio de injurias contra los funcionarios que huyeron.
El sargento a cargo del pelotn prestamente orden otra descarga; se apunt

208

EXPLORACIN FAWCETT
hacia el prisionero, y cuando la fusilera levant el polvo en torno a la silla, sin
lastimarlo siquiera, el condenado comenz a insultar a los soldados. El prisionero
sobrevivi a no menos de ocho descargas, y sus maldiciones slo terminaron cuando
el sargento se le acerc y liquid el asunto con un revlver.
Varios das despus el Alto presenci otro espectculo, pero esta vez fu una
exhibicin de aviacin. Dos hermanos italianos, de un nombre que sonaba parecido a
Frankelini, iban a volar en un aeroplano de 25 H. P., y como esto no se haba visto
nunca antes en La Paz, reinaba gran excitacin, pues el nombre del difunto Jorge
Chvez, as de la aviacin peruana, estaba an fresco en los labios de los de la costa
occidental.
Desgraciadamente, nadie haba tomado en cuenta la dificultad que tiene un
aeroplano para despegar de un terreno que est a 13.000 pies sobre el nivel del mar.
El pequeo motor hizo girar la hlice sin resultado, excepto de hacer que el aparato
corriese pesadamente sobre el suelo, en carreras errtiles, durante una de las cuales
murieron tres indios.
El desengao se tradujo en insultos, y se estuvo muy cerca de la violencia. Los
italianos consideraron discreto abandonar el aeroplano y regresar a la ciudad lo ms
rpido que pudieron, desapareciendo por varios das. Cuando osaron presentarse
otra vez en pblico, se encontraron ridiculizados sin piedad como los dos
Fracasinis. En ninguna parte est tan desarrollado el arte del apodo como en
Sudamrica.
Todd, Costin y yo habamos llegado de Antofagasta a tiempo para estar
presentes cuando tuvieron lugar estos sucesos. Era a principios de 1913, y poco
despus partiramos para el Beni una vez ms, para explorar el Caupolicn, lo que
se nos haba hecho imposible por el colapso del bilogo en 1911. Yo haba esperado
trabajar al oriente de Santa Cruz de la Sierra (no el Santa Cruz del captulo
anterior, sino la ciudad grande, ms al sur), pero nos toc el ao del ciclo de los siete
aos, cuando caen lluvias anormales en la montaa, y los ros llenos hasta el borde
convierten toda la tierra baja de la selva en un enorme pantano. Por consiguiente,
hubo que abandonar la idea temporalmente.
Estaba impaciente por hacer investigaciones, porque mientras estuve en
Antofagasta, mi imaginacin fu excitada de nuevo por seis misteriosas figuras de
metal que haba trado un indio para la venta. Eran de ms o menos seis pulgadas
de alto y recordaban el Antiguo Egipto; el indio rehus decir de dnde las haba
obtenido. En realidad, ya las haba vendido cuando yo supe de ellas, pero tuve la
suerte de poder examinarlas. Sin lugar a dudas, eran muy antiguas y
probablemente se relacionaban con los objetos que nosotros bamos a buscar.
Para completar el grupo incorpor a un joven ingls en La Paz, que me pareci

209

EXPLORACIN FAWCETT
competente. Sin embargo, slo nos acompa hasta Huanay, pues mientras se
baaba en el ro Mapiri trag agua, se sofoc y perdi su dentadura postiza. Esto lo
priv de venir con nosotros, pues sin sus dientes habra muerto de hambre. En
Chiniri, camino a Rurenabaque, encontr a nuestro antiguo cocinero Willis, que
haba comprado all una plantacin con el dinero ganado vendiendo bebidas en
Riberalta. Trat de persuadirlo de que se nos uniera, pero por nada del mundo quiso
aceptar.
Rurenabaque no haba cambiado en absoluto. El ingls y el bandido de Tejas
aun prosperaban y los mismos papagayos cotorreaban en los techos. En su percha
habitual estaban sentados dos guacamayos familiares, imitando uno el violn y el
otro la flauta, separndose para dar la bienvenida a todo extranjero con andanadas
de groseras en espaol. A pesar de las apariencias de inmutabilidad del lugar,
haba una diferencia: Rurenabaque estaba comenzando a sentir los efectos adversos
de la agona del comercio del caucho.
Aqu se nos uni un explorador tejano, y despus de conceder a Todd tiempo
para recobrarse de un ataque de malaria, cruzamos el ro, camino a Tumupasa. Yo
estaba impaciente de investigar una historia acerca del Pozo de Tumupasa, un
agujero que tena la reputacin de ser el pozo de una mina de plata, pero no pude
conseguir que los indios me dieran alguna indicacin sobre su ubicacin. Los
sacerdotes de la misin catlica romana no saban nada de ella o no quisieron informarme; as es que fuimos a Ixiamas, un pintoresco lugarcito del que se podra
esperar un brillante porvenir si no fuesen las comunicaciones tan malas.
En la iglesia de Ixiamas vimos una hermosa coleccin de plateras y supimos
que el mineral se haba obtenido en la * localidad, pero que ahora se desconoca la
ubicacin de la mina. Adems nos informaron de diamantes que haba en el nacimiento del Madidi. Cargamos nuestros bultos a la espalda y partimos a investigar.
Las partes superiores del Madidi atraviesan profundos caones de roca roja
blanda, sujetos a perpetuos derrumbes. No encontramos ninguna huella de alguna
formacin de minerales y los diamantes resultaron ser topacios. No hay evidencias
de que se vayan a encontrar nunca verdaderos diamantes.
Atravesando la selva llegamos al Tuiche, en Asuriama, donde en 1911
cruzramos hacia el Tambopata. Es una regin montaosa y, a menudo, se
encuentran seas de hulla y petrleo. Para m siempre estar asociado con culebras,
pues aqu tuvimos dos escapadas milagrosas de surucucus.
Trepaba por una orilla empinada cubierta por tupidas plantas pequeas,
cuando puse mi mano derecha sobre una culebra. De inmediato sta atac a Ross, el
tejano, que estaba delante de m, el que se di vuelta como un relmpago, alcanzando con una mano el revlver que llevaba a la cintura.

210

EXPLORACIN FAWCETT
Cuidado! le grit a Costin, y ambos nos echamos hacia atrs.
Hubo un doble estallido del revlver de seis tiros del tejano, y la culebra qued
inerte con la cabeza atravesada por una bala.
Esta fu una escapada! murmur Ross, soplando el humo del can de su
arma y deslizndola ,con toda serenidad en su pistolera.
Costin y yo nos levantamos.
Te toc? le pregunt.
S. . ., pero no s dnde. Se tante las piernas y los muslos con ambas
manos, luego medit un momento y sac del bolsillo del pantaln su bolsa de tabaco.
Juntos observamos los agujeros que la atravesaban de lado a lado.
Dios mo! dijo Ross, dilatando los ojos. Me hiri. Mirad, sus colmillos
mordieron aqu y la atravesaron
Rpidamente se solt el cinturn y se baj los pantalones. All en su nalga
haba seales de dientes hechas por los mortferos colmillos, pero por un milagro no
haban atravesado la piel. El veneno haba dejado una placa hmeda sobre la pierna.
Despus de comprobar que el reptil haba muerto efectivamente, medimos su cuerpo
amarillento y comprobamos que alcanzaba a siete pies de largo.
Nadie en Asuriama saba si el Tuiche se poda descender en balsas, pero,
dispuestos a luchar como estbamos, tomamos las medidas para contar con ellas.
Tenamos que llevar provisiones, de modo que Costin y yo salimos a caminar unas
doce millas por la senda a una plantacin de azcar, donde esperbamos comprar
algo. En el camino de regreso se present otra aventura con una surucucu, pero esta
vez fui yo el que apenas escap.
Iba a la cabeza y ambos venamos muy cargados con azcar y patos. De
repente, algo me hizo saltar al lado y abrir las piernas: entre ellas pas la maligna
cabeza seguida del enorme cuerpo de una sorprendente surucucu. Grit, medio salt,
y casi ca de costado, esperando jadeante el segundo ataque, que estaba seguro que
vendra. Pero no sucedi: la bestia se desliz al arroyo contiguo al sendero y ah
permaneci quieta. No llevbamos armas y como amenazaba volver a atacar cuando
le arrojamos piedras, la dejamos all. Tena sus buenos nueve pies de largo y ms o
menos cinco pulgadas de grosor; los colmillos dobles tendran ms de una pulgada de
largo. Los expertos sostienen que estas vboras alcanzan catorce pies de longitud,
pero yo jams he visto una tan grande.
Lo que ms me admir fu la advertencia de mi subconsciente y la reaccin muscular
inmediata. Las surucucus tienen fama de ser como relmpagos y hacen blanco en la
cadera. Yo no la haba visto, hasta que reluci entre mis piernas, pero el hombre

211

EXPLORACIN FAWCETT
interior si puedo llamarlo as no slo la vi a tiempo, sino que supo apreciar su
altura y alcance de combate, y orden el movimiento del cuerpo con toda exactitud.
Hay claras seales de que esta parte del pas fu otrora lecho del mar. El suelo y el
clima seran ideales para viedos, y una vez introducida la industria, el transporte
no sera problema de importancia. Tambin es gran productora de azcar; adems,
se puede encontrar oro, lo mismo que en muchos otros lugares en que se unen las
selvas y las montaas.
Cuando estuvieron listas las dos balsas, nos fuimos al ro. Los cuatro nos
considerbamos experimentados balseros, pero Costin y yo tomamos la direccin, y
Todd con Ross nos seguan. No comprendimos la locura de nuestro intento hasta que
entramos en un can, a pocas millas ms abajo de Asuriama, con altos riscos, en
que las doscientas yardas de ancho del Tuiche se estrechaban a ms o menos
cuarenta y encontramos rpidos peligrosos, uno tras otro. Nuestra velocidad aumentaba, hasta que estuvimos en la rpida corriente y yo me daba cuenta de que
tarde o temprano llegaramos al desastre.
Despus de una milla el agua aumentaba de profundidad y la corriente era ms
lenta. Ganamos confianza mientras las balsas se deslizaban fcilmente orillando un
risco, pero despus desfallecieron nuestros corazones al or el siniestro rugido de una
catarata, muy cerca, delante de nosotros. A gritos advert a los de la otra balsa y
trat de girar, volviendo a la orilla mediante la prtiga, pero el agua era demasiado
profunda para encontrar fondo. Ya nos haba cogido la corriente, y nosotros bamos
ms y ms rpido hacia el borde de una cada de agua, que poda tener desde unos
pocos hasta unos cien pies de altura.
Mantengmonos en lnea! grit a Costin, que manejaba el remo timn.
Ya estbamos en el borde mismo y por un momento la balsa qued suspendida antes
que cayera. Luego, dando dos o tres vueltas en el aire, se precipit con estrpito en
las negras profundidades.
No s cmo pasamos. Costin surgi primero a unas cien yardas ms all del
salto, y al no verme pens que yo me haba ahogado. Cuando sal boqueando, libre
al fin de los remolinos y torbellinos, encontr al lado mo la balsa boca abajo,
deslizndose a una velocidad espantosa hacia otro rpido. El torrente ya tena menos
profundidad y toqu fondo. La corriente nos haba arrastrado
cerca de las rocas de los costados y despus de unas pocas tentativas logramos encontrar un apoyo y salir del agua. La balsa qued encajada entre dos rocas.

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Mirando hacia atrs vimos por donde habamos atravesado . El salto tena ms o
menos veinte pies de altura, y donde caa el ro el can se estrechaba a slo diez
pies; a travs de este gollete, el enorme volumen de agua se verta con fuerza
terrible, tronando en un oleaje de espuma obscura y rocas negras. Pareca increble
que pudisemos haber sobrevivido a aquel remolino.
Todd y Ross haban sido advertidos a tiempo, para evitar que los cogiera la corriente
y los arrastrara a la catarata. Transportaron la balsa y el equipo, y la echaron al
agua otra vez ms abajo, y la fuerza de la corriente los hizo naufragar un poco ms
all de donde nosotros salimos a tierra.
Todo el equipaje iba amarrado firmemente en las balsas y slo perdimos mi
sombrero; pero la ropa, los instrumentos y la cmara fotogrfica estaban empapados,
y esta ltima, arruinada. No haba ni que pensar en arriesgarnos a otro desastre
fluvial, as es que dejamos las balsas y proseguimos a pie a Apolo. Aqu nuestro
amigo Flower me proporcion un sombrero para cubrir mi calva, que en aquellos
lugares es tal vez la parte del cuerpo que ms necesita proteccin.
Por un camino infernal llegamos por el norte a Tumupasa y desde all regresamos a
Rurenabaque, la inmutable. Nada nuevo haba ocurrido aqu desde nuestra partida,
salvo la muerte de una anaconda de treinta pies que fu cazada en el momento de
devorar una marrana. La chancha estaba muerta, sin duda alguna, pero se salv una
camada de chanchitos nonatos, y los animalitos fueron amamantados por una india.
En Rurrenabaque se consideraban ms valiosos los cerdos que las vidas humanas!
Omos que ms arriba, cerca de Tumupasa, un comerciante austraco haba sido
asesinado por tres esclavos indios, a quienes haba maltratado. Primero le
dispararon, en seguida, lo acuchillaron y para cerciorarse bien de que estaba muerto,
terminaron por sostener su cabeza bajo el agua en el ro. Rurenabaque e Ixiamas se
unieron a Tumupasa en la caza de los asesinos, en cuanto se descubri el crimen, y
pronto se encontr el rastro de los tres hombres, que fueron capturados. Recibieron
quinientos azotes por cabeza, pero un juez que vino de Reyes orden quinientos ms.
Despus de esto fueron enviados a Apolo por el ro, pero en el viaje lograron escapar
a la selva. A uno le siguieron la pista hasta el arroyo, donde desaparecan
misteriosamente todas las huellas, llegndose a la conclusin de que el Diablo, o tal
vez alguna bestia, lo haba liquidado.
Mi objetivo ahora era alcanzar a Santa Cruz de la Sierra para proseguir hacia
al este en cuanto viniese la estacin seca. A pie resultaba demasiado peligrosa la
jornada, pues hordas feroces de ganado salvaje recorran las llanuras de Mojos. A
nosotros nos haban advertido sobre los toros salvajes, que haban muerto a muchos

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caminantes. Sobre mua o a caballo, haba poco peligro; el ganado tema a los jinetes
y los evitaba. Pero no era posible conseguir muas ni caballos, y nos fuimos en
carreta. Estas eran bastante seguras.
Las carretas de las llanuras tienen ruedas macizas de Tnadera, de seis pies de
dimetro sobre ejes de madera del monte, fcil de reemplazar en caso de rotura, o
ejes importados de fierro que se vendan a 12 libras cada uno. Son preferibles los
ejes de madera, pues el lamento y rechinar de los descansos de madera mantienen a
los bueyes en movimiento; estn acostumbrados a su msica en tal forma, que
caminan de malas ganas si falta.
En Rurenabaque pagu y desped a Ross. Costin, Todd y yo partimos a travs
de las pampas, en una carreta rumbo a Santa Ana. Antes de llegar a Reyes, Costin
fu herido otra vez en el pie por una gran hormiga negra tucandera, y debido a la
hinchazn tuvo que viajar en la carreta; experiencia mucho ms desagradable que
seguir a pie al lado, metido en el barro como hacamos Todd y yo. Dudo de que
ruedas con rayos hubieran resistido el castigo a que las somete la carreta con sus
golpes en huellas profundas o sobre piedras. Ya slo permanecer en la carreta tan
lenta era una proeza!
Reyes result ser una coleccin de fnebres chozas de indios, sin ningn otro
inters, salvo haber tenido en su tiempo una misin. Estaba construida sobre un
terrapln artificial, a doce pies o ms sobre el nivel de la llanura circundante, y,
excepto en la entrada, estaba rodeada por un ancho foso. El lugar debe ser muy
viejo, pues sobre todas estas llanuras hay restos de la labor de una poblacin grande
y probablemente antigua: extensos terraplenes, conectados por millas de calzadas.
Durante el verano meridional se inunda totalmente la llanura, y estas reas, que
quedan peridicamente bajo agua, se designan localmente como baados.
Cerca de Candelaria se haban excavado recientemente huesos de
mastodontes, muy cerca de la superficie. Algunos de estos antiguos mamferos
pueden haber existido aqu hasta tiempos relativamente recientes, y uno se
pregunta qu monstruos se podrn encontrar en lugares menos accesibles. Vimos
tapires y avestruces en esta regin, que es una enorme extensin de excelentes
pastos, con algunos grupos ocasionales de matorrales.
Uno de los perros, al nadar en un pequeo arroyo, cerca de la carreta, se
acerc como a un pie de las fauces de un gran cocodrilo, y aunque parezca extrao,
el saurio no hizo ni ademn de cogerlo. Esto es de lo ms singular, pues, como he
mencionado antes, casi siempre estn ansiosos de atrapar un perro. El carretero
golpe al bruto en un ojo mediante su prtiga antes que se moviera.
En Potrero omos hablar de unas minas de plata fabulosamente ricas, en la
vecindad de un lugar llamado Buena Vista, que haba sido capturado por los indios,

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junto con tres colinas contiguas. Pensamos investigar la historia, pero decidimos
que era demasiado nebulosa para compensar un rodeo tan largo. En la pequea
iglesia de Potrero vimos las efigies de madera de dos santos muy venerados por el
pueblo, y en las cuales se supona oculto, en departamentos secretos, algo de gran
importancia. Nadie haba tenido bastante valor para indagar, y cuando nos
ofrecimos para examinarlos, fuimos rechazados con una parca negativa.
Mientras estuvimos en Potrero se nos pidi ayudar a un habitante que se haba
disparado un tiro en la cabeza con una pistola Browning. Como yo no dispona de
equipo adecuado para retirar un trozo de hueso del crneo, fu poco lo que pude
hacer. En estos puestos de avanzada siempre haba heridos o enfermos, y lo nico
que podan hacer era tragar cantidades de remedios de charlatanes, que les vendan
los mercachifles ambulantes o buhoneros por extravagantes sumas de dinero. Para
las mordeduras de quiebras en estas llanuras abundaban reptiles de muchas
clases slo tenan una medicina, que consista en matar la culebra y aplicar su
carne en las mordeduras. Puede haber tenido xito algunas veces, pero posiblemente
resultaba la cura porque ningn ofidio est totalmente venenoso dentro de un
perodo de 15 das de haberse alimentado, y en todo caso no siempre muerde
fatalmente.
Costin tuvo algunas aventuras con los toros salvajes que recorren esta regin, solos o
en manadas. Haba partido con su rifle calibre 22, para cazar pavos silvestres en una
de las islas de la selva, a alguna distancia de la carreta, y vimos un gran toro negro
husmeando su huella. Le gritamos, advirtindole, y, al volverse, vi al toro listo para
cargar. Felizmente tuvo tiempo suficiente para alcanzar hasta un matorral que
estaba a cien yardas, y, sin consideracin a las espinas y otros inconvenientes, se
meti de cabeza en el refugio. El toro, incapaz de atraparlo, rondaba en torno,
bufando enfurecido y escarbando el suelo. Costin disparaba a los ojos del animal con
su rifle de aire comprimido, cada vez que tena ocasin. Al fin logr enceguecerlo, y
mientras el enloquecido toro se arrojaba por el frente del matorral, l escap por
atrs, y, corriendo, fu a guarecerse en la carreta.
Cierto da estaba yo cincuenta yardas detrs de los dems y con horror vi un enorme
toro rojo a un costado del camino entre m y la carreta. Estaba resoplando, azotaba la
cola y rasguaba el suelo, y yo no tena rifle y estaba demasiado lejos de algn rbol
u otro refugio. No me quedaba otra solucin que pasarlo; tragu saliva y avanc muy
lentamente, fijndole lo que esperaba fuera un ojo hipntico. Realic el truco y pas
al lado del toro sin que me cargara. Pero por nada en el mundo repetira la
experiencia!
Cuando es posible, los vaqueros locales enlazan los toros y los amarran por los
cuernos a los rboles, para matarlos de inanicin. Es un desquite cruel del hombre,

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pero tampoco el toro tiene compasin de ste cuando logra cornearlo. Un da fuimos
atacados por tres toros, y slo despus que uno fu muerto y los otros acribillados con
balas, renunciaron a perseguirnos. Un estanciero del distrito me cont que le haba
muerto el caballo sobre el que montaba y slo pudo escapar porque el toro segua
corneando a su vctima muerta. Como los elefantes, estos toros a veces tratan de
abatir el rbol para coger al hombre que ha buscado refugio en sus ramas. Por suerte
ahora se encuentran menos que antes, cuando recorran los campos en grandes
manadas de quinientas o ms cabezas y constituan en la poca del celo una seria
amenaza para todos los habitantes de las llanuras. Ahora andan de a dos o tres, pero
son de peor temperamento y ms peligrosos de lo que eran, pues las hembras, siendo
ms fciles de coger, han sido exterminadas prcticamente.
Llegamos a una estancia en que un nio haba sido recin mordido por una culebra
llamada yoperobobobo; una de la familia de las tachesis, de la especie de la jararaca,
y me rogaron que fuera a ver si poda ayudar. La piel del nio estaba caliente y seca
y la pierna mordida mostraba las seales de la punzadura y estaba muy hinchada.
Las ligaduras que le haban puesto inmediatamente ms arriba de la rodilla estaban
ya demasiado apretadas.
Yo llevaba conmigo una botellita de suero de culebra, qu me haba obsequiado una
mujer argentina a bordo durante el viaje. Coloqu al nio dos de estas inyecciones;
una, en los msculos de la espalda, y la otra, en la pierna, sobre la mordedura. El
muchacho estaba aterrorizado, pero despus de media hora comenz a transpirar
intensamente y se qued dormido. Al da siguiente estaba fuera de peligro, con gran
admiracin de sus padres, que se extraaron an ms porque no les exig pago
alguno.
Llegamos a Santa Ana un da despus del extraordinario espectculo de una lucha
entre un toro domstico y uno salvaje. Pelearon en las afueras de la ciudad, rodeados
de cientos de vacas agitadas que pateaban el suelo y bramaban agudamente, desde el
principio hasta el final del espectculo. Triunf el toro salvaje y el animal derrotado
perdi ambos > ojos y tuvo que ser rematado a tiros.
La crianza de ganado es la ocupacin principal en Santa Ana, un puesto en el ro
Mamor. Es un lugar pequeo y agradable; las casas son bien construidas y estn
edificadas sobre los restos de una antigua aldea india, y la nica calle es mantenida
completamente limpia. La maldicin de este lugar, como la de tantos otros lugares
aislados, es la bebida. Los habitantes siempre estn ebrios, en el proceso de
emborracharse o durmiendo los efectos de la bebida.

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Aqu vimos por primera y nica vez una raza de perro conocido como el perro tigre
andino de doble nariz. Ambas narices estn separadas tan netamente como si
estuviesen cortadas con cuchillo.
De tamao aproximado al de un perro de caza, es muy apreciado por su vivo sentido
del olfato y su inventiva para cazar jaguares. Slo se encuentra en estas llanuras.
Sacamos pasaje en la barcaza Guapay para ir ro arriba, a Las Juntas. La orilla
oriental del Mamor est casi en su totalidad en manos de los indios, otrora domados
por las misiones, pero ahora salvajes otra vez; ms, creo, por mal trato que por
inclinacin natural. Un blanco que pas algunos aos con ellos, con el objeto de
venderlos como esclavos a las empresas de caucho, fu tan vil como para llevar a
varios a una trampa. Uno o dos aos despus naufrag cerca de la desembocadura
del ro, fu encontrado y reconocido por los indios y cedido a las mujeres para que lo
torturaran.
Hace unos pocos aos, el Mamor no era considerado navegable por lanchas en la
estacin seca, pero cuando las introdujeron por fin, formaron cauces, y ahora operan
durante todo el ao. Antes de esto no era raro que los botes fueran detenidos por los
bancos de arena y protuberancias, y entonces los tripulantes generalmente indios
sometidos o esclavos se amotinaban, asesinaban al capitn y partan ro abajo por
las orillas. Se deca que esta parte de la regin produca un tipo de nativo traidor y
cobarde, pero si se consideran los abusos que tenan que soportar, hay algo que decir
en defensa de ellos.
Hay un lago de gran tamao en el ro Cusi, entre Trinidad y Estrella, donde an hay
varias aldeas grandes de indios salvajes. En cierta poca, estos indios fueron
dirigidos por un duro escocs pelirrojo, que guardaba rencor a la civilizacin y no
perda oportunidad de expresarlo en sus incursiones a los poblados. Fu el terror de
esa regin hasta su muerte. Una vez partieron ochenta bolivianos bien armados para
atacar su plaza fuerte, pero por el camino perdieron el valor y regresaron. Aunque no
tan feroces ahora, como lo eran antes, los indios aun hacen incursiones peridicas a
los poblados o capturan viajeros.
El Guapay toc tierra ms abajo de Las Juntas y los pasajeros fueron despachados
en bateln. Un grupo sucio y miserable de cabaas empapadas por la lluvia
formaban la aldea, donde nos vimos obligados a esperar carretas que nos llevasen a
Santa Cruz. La cabaa que ocupbamos estaba dividida en dos compartimientos por
un tabique de listones muy separados, y al otro lado de la divisin yaca un hombre
que agonizaba a consecuencias de las viruelas. Al entrar en nuestro departamento,
vimos moverse algo en la -obscuridad sobre una de las paredes. Era algo grande y

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brillante y result ser una culebra. Afortunadamente le metimos una bala antes que
pudiese atacar. Aun los nios haban estado jugando dentro y fuera de la cabaa
mientras estaba all.
Antes de dejar este lugar lleg un anciano desde Santa Cruz con una docena de
esclavos para venderlos en Riberalta.
Me ir bien con ellos me confi, pero son hombres, no tan provechosos como las
nias. Si fuesen mujeres, yo estara en esplndida situacin.
Cuatro Hojas es el puerto real de Santa Cruz, cuando el ro no est demasiado bajo.
Desde Las Juntas a Cuatro Hojas, nuestra carreta cruz una regin de pantanos, a
orillas de la tupida selva. La senda estaba en un mar de barro tan profundo, que los
animales chapaleaban sobre sus vientres y el carro slo poda pasar, gracias a sus
ruedas de ocho pies de dimetro, tan separadas. Me senta como cabalgando un
barquichuelo en mar abierto durante un temporal, con violentos barquinazos. Haba
becadas por todas partes, y con nuestros rifles del 22 cazamos lo suficiente para
proporcionarnos un cambio y salir de la eterna carne envasada. Tambin haba
garrapatas el bicho colorado, muy pequeito, y la garrapata do chao, la ms
venenosa de todas y sus picaduras nos obligaban a rascarnos continuamente.
En Cuatro Hojas se nos junt otra carreta con una viuda de Santa Cruz y dos nios
hermosos y muy inteligentes. No eran de ella; los haba encontrado abandonados en
el umbral de su puerta, y los adopt a pesar de ser muy pobre. Era evidente que
tenan ascendencia europea. Me cont que hasta no hace mucho se dejaban los bebs
indeseados en las puertas de la iglesia, en la plaza de Santa Cruz, para que los
devorasen los cerdos que recorran libremente las calles. Para detener esto, las
autoridades tuvieron que ahuyentar los cerdos; no se pudo evitar el suministro de
nios indeseados!
Una maana lleg Costin a la carreta, tropezando y maldiciendo.
Viene detrs de m grit, lo que era absolutamente innecesario, pues slo a diez
yardas detrs de l vena un enorme toro negro. Si haba ganado salvaje en los
alrededores, era seguro que Costin los atraa. Vaciamos nuestros rifles en el toro, y
despus de algunos instantes sacudi su cabeza colricamente, gir y se fu
pesadamente hacia el pantano.
Todos los alrededores de Santa Cruz son buenos campos ganaderostambin para
siembras, pero los medios de comunicacin son tan malos, que no se ha
desarrollado la agricultura.

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Los innumerables senderos de muas retardan el progreso del lugar, lo que es una
lstima, pues el suelo es tan rico que podra llegar a ser el vergel de Bolivia. La
ciudad tiene 20.000 habitantes y 2.000 casas. Est a 1.600 pies sobre el nivel del
mar, en un clima delicioso, y sus campos dan tres cosechas de maz en el ao. Algn
da estar en las condiciones que le corresponde, pero por ahora es notable por su
pobreza increble, y, por consiguiente, tiene una moral muy baja.
En la crcel, preso haca ya dos aos, haba un ingls llamado Walker, a punto de ser
ejecutado por su participacin en un asesinato en masa acompaado de robo.
Llevados por el inters de una considerable suma de dinero, l y un alemn haban
muerto a todos los miembros de una caravana, excepto a una mujer que pudo
escapar y di la alarma. Walker despus mat de un tiro al alemn, para quedarse
con su parte. Desde su captura haba escapado dos veces, pero haba sido vuelto a
capturar en cada ocasin; una de ellas, slo a pocos pasos de la frontera donde habra
estado a salvo, y haba sido trado otra vez a Santa Cruz. Como lo haba conocido
aos atrs en Rurenabaque, fui a la crcel para verlo. Me cont que su juicio fu
absolutamente correcto y admita merecer la pena, que se le aplicara uno o dos das
despus. Cuando lleg el momento, enfrent al pelotn de fusilamiento con actitud
serena, en presencia de toda la poblacin del pueblo.
Todd estaba muy enfermo, y antes que pudisemos avanzar hacia el este, era
necesario regresar a La Paz y tomarle pasaje para su patria. Decidimos permanecer
en la ciudad durante un mes para reponernos y recuperarnos para el arduo viaje a
Cochabamba, y en lugar de detenernos en el hotel, que era bueno, pero demasiado
bullicioso debido a los borrachos, arrend una casa por una suma irrisoria. Santa
Cruz no era un lugar especialmente interesante para permanecer en l. Las calles
eran de arena, por lo que en el tiempo lluvioso se formaban una serie de charcos que
se cruzaban por medio de piedras bastante inseguras. Tena un cinematgrafo al
aire libre y los fantsticos melodramas impresionaban tanto al auditorio, que en
cada representacin era necesaria una guardia con rifles cargados. La gente es de
piel ms clara comparada con los cholos, que predominan en los distritos montaosos, pues aqu se encuentra sangre espaola tan pura como en cualquier otra parte
de Sudamrica.
Como el resto del grupo prefiri ir al hotel, antes que a la casa, me alegr de la
oportunidad de poner al da todo el trabajo geogrfico. Un arriero cesante se ofreci
para cocinar; as l actuaba en las dependencias de atrs, en tanto que yo colgu mi
hamaca en la gran pieza delantera. El amoblado consista en una mesa, dos sillas, un
estante para libros y una lmpara. No haba catre, pero esto no me preocup, pues en
las casas de estos lugares siempre se encontraban ganchos para colgar la hamaca.

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La primera noche asegur las puertas y ventanas de madera, y el arriero sali al
fondo, a su cuarto. Me sub a mi hamaca y me acomod para disfrutar de un
confortable descanso. Yaca quieto despus de apagar la luz, esperando que llegase el
sueo, cuando sent algo que frotaba el suelo. Culebras!, pens, y rpidamente
encend la lmpara. No haba nada, y cre que habra sido el arriero que se mova al
otro lado de la puerta. En cuanto hube apagado otra vez la luz, se reanud de nuevo
el mismo ruido, y un ave cruz la pieza graznando bulliciosamente. Volv a encender
la luz, extraado de que pudiese haber entrado un pjaro, y otra vez no encontr
nada. Al momento de apagar la luz por segunda vez sent un arrastrar de pies sobre
el piso, como de un anciano lisiado que avanzase trabajosamente en zapatillas de
pao. Esto fu demasiado. Encend la lmpara y la dej as.
A la maana siguiente se present el arriero, con cara asustada.
Lamento tener que abandonarlo, seor dijo. No puedo seguir aqu.
Por qu no? Qu sucede?
Hay bultos 21 en esta casa, seor. Esto no me agrada.
Disparates, hombre dije, en son de mofa. No hay nada. Si usted no quiere
pasar la noche solo, traiga sus cosas para ac. Hay espacio de ms para dos.
Muy bien, seor. Si me deja dormir aqu, me quedar.
Aquella noche, el arriero se envolvi en su manta y se acost en un rincn, y yo,
trepndome a mi hamaca, apagu la luz. En cuanto estuvimos a obscuras, se sinti el
ruido de un libro que era lanzado a travs de la pieza, acompaado del revoloteo de
sus hojas. Pareci estrellarse contra la pared, encima de m; pero al encender la luz
no vi nada, excepto al arriero enterrado en sus mantas. Apagu la luz y el pjaro
volvi, seguido del anciano en zapatillas. Despus de esto dej la luz encendida y
cesaron los fantasmas.

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Bultos, a mi parecer, es un trmino expresivo por fantasmas. Lo o mencionar por primera


vez a unos obreros de un refugio de ferrocarril en una va frrea en las montaas del Per. Los
trabajadores del turno de noche se me acercaron un da para solicitarme les cambiara el
horario, para evitar tener que volver a sus casas ms all de la ciudad en la obscuridad,
antes del amanecer. Se quejaban de que todas las maanas, cuando pasaban por los riscos que
rodeaban el lugar, sala un bulto de las rocas y los persegua. Les pregunt qu aspecto tena el
bulto. Como un saco con piernas cortas, me dijeron. Tuve que rehusar su peticin y evitaron
encuentros posteriores con los bultos, esperando en el refugio hasta que amaneciera o yndose a
sus casas en un tren de carga.

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En la tercera noche, la obscuridad fu saludada con fuertes golpes secos en la pared,
y, despus de esto, con un estallido de muebles. Encend la lmpara, y, como de
costumbre, no haba nada que ver. Pero el arriero se levant, abri la puerta, y, sin
decir una palabra, huy en la obscuridad de la noche. Cerr, asegur la puerta de
nuevo y me acost, pero en cuanto hube apagado la luz, pareci que se levantaba la
mesa y que era arrojada con gran violencia sobre el suelo de ladrillo, mientras
volaban varios libros por el aire. Cuando encend, nada se vea alterado. Despus
volvi el ave y a continuacin el anciano, que entr acompaado del ruido de una
puerta que se abra. Mi sistema nervioso estaba en excelentes condiciones, pero, de
todas maneras, esto era ms de lo que poda soportar, por lo que al da siguiente
abandon la casa, para trasladarme al hotel. Por lo menos los bulliciosos borrachos
eran humanos! Haciendo las averiguaciones respecto a la casa, supe que nadie
quera vivir en ella por su psima reputacin. El bulto tena la fama de ser el
fantasma de alguno que haba ocultado plata en las habitaciones, un tesoro que
nadie antes haba tenido la temeridad de buscar.
Mi aparecido, aunque ruidoso, era, a mi entender, menos desalentador que el objeto
que frecuentaba otra casa muy conocida de la ciudad, por lo menos para uno no
versado en las costumbres de los espectros. Aqu se deca que el fantasma se
inclinaba sobre cualquiera que estuviese acostado en una determinada habitacin,
para agarrar la vctima con una mano huesuda y soplarle un aliento ftido en el
rostro. Varios ocupantes de esa casa se haban vuelto locos y ahora el lugar estaba
abandonado.
Todd fu enviado a La Paz y yo telegrafi a mi patria por otro hombre que lo
reemplazase. Despus, Costin y yo partimos a las montaas, para ver las condiciones
mineras al norte de Cochabamba. En el trayecto atravesamos Samaipata, un lugar
ms bien decadente, pero de porvenir, pues est a 5.300 pies de altura y disfruta de
un clima agradable. No lejos de la aldea hay algunas ruinas incaicas, que son los
poblados ms hacia el sureste que haya dejado este antiguo pueblo. Probablemente
fu construida por el inca Yupanqui, para sus expediciones militares hacia el este,
pues hay restos de un palacio, baos en ruinas y un pozo o tnel del que se dice es la
entrada a la cmara del tesoro. El lugar merece ser excavado, pues los arados de los
aldeanos han desenterrado llamas de oro y otros vestigios. Por lo que pude indagar,
el nico intento de explorar el tnel fu abandonado al ser robado el equipo del
investigador; sin embargo, me dijeron que a medio camino hacia abajo hay un pasaje
que ramifica el tnel hacia el interior del cerro. El tnel cuenta con gradas muy
desgastadas, recortadas en la roca slida, y a mi parecer ha sido la entrada a una
mina.

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El sendero a Cochabamba sigue en partes el cauce del ro Grande, y a menudo,
durante las lluvias, es infranqueable. En las secciones en que corre a travs de uno o
dos estrechos caones puede tornarse an peligroso, cuando estallan tormentas,
como sucede a menudo en los Andes. En general, el camino es rido, pero no falto de
atractivo, y los cactos gigantescos que se encuentran all proporcionan al panorama
un aspecto surrealista.
La vida en Totora es pintoresca, pero en esta gran aldea india no hay pretensiones
de limpieza. En la ruinosa posada o tambo compartimos la pieza con una cantidad de
ovejas y cerdos, e incluso con sus sabandijas.
Despus de llegar a la cima del camino, a 11.000 pies, descendimos al valle de
Cochabamba, y en Pucara omos el sonido agudo del pito de una locomotora, la
primera desde que abandonamos La Paz. Es un sonido que ms que ningn otro nos
anuncia que hemos retornado al mundo civilizado, despus de una primitiva y
solitaria existencia en los puestos de avanzada, un sonido conmovedor que evoca el
hogar y la reunin con la familia y los amigos. Al acercarnos ms, el bullicioso escape
de la locomotora y el estrpito de los enganches nos pareci msica divina. Era un
simple tranva a vapor el que encontramos aqu, pero a nosotros nos resultaba
magnfico!
En l viajamos al interior de Cochabamba, a travs de una regin frtil, cubierta de
eucaliptos y densamente poblada por los indios de la montaa. Como ciudad,
Cochabamba es probablemente la mejor de Bolivia, pues tiene un clima ideal y no est a demasiada altura. Es una estacin del ramal del ferrocarril Antofagasta-Bolivia,
y puede llegar a ser un lugar de gran importancia y lo sera, en realidad, si hubiese
comunicacin de caminos o vas frreas con la productiva regin de Santa Cruz.
Comimos grandes cantidades de fresas y crema y muchas otras frutas de la zona
templada, que haca tanto tiempo que no probbamos. Los amigos nos atendieron,
nos llevaron a los baos refrescantes en Calacala, y con orgullo nos mostraron las
bellezas de su ciudad. Con toda razn pueden estar orgullosos de ella, pues es
hermosa y su situacin es esplendida, colocada como est, en una cuenca entre las
montaas y teniendo por el norte el fondo de los picachos cubiertos de nieve. A no ser
por la moda popular de vestir totalmente de negro, las calles seran alegres, pues los
edificios son pintorescos y las plazas estn cubiertas de flores.
Hay una cosa desagradable en Cochabamba, y son las buichinchas, (vinchucas) o
cucarachas chupadoras de sangre, insectos detestables que entran de noche a las
casas cuando encuentran las ventanas abiertas y se hartan en el durmiente.
Tambin hay pulgas, desde luego en Sudamrica es difcil librarse de ellas, pero

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a nadie le molesta mucho, y llega el momento en que an los extranjeros ya no las
sienten.
En esa poca haba all un establecimiento que preparaba dos bebidas muy
agradables, que jams encontr en otra parte. Una se llamaba Via Raya,
denominada as, supongo, por su golpe relmpago y potencia. La otra, conocida como
Coca, se preparaba de una destilacin en alcohol de hojas de coca especialmente
seleccionadas, adems de otros ingredientes, y no recuerdo haber probado jams algo
tan bueno. En color y consistencia es como el chartreuse verde, pero su sabor es muy
caracterstico y especial. Una copa apacigua la angustia del hambre y aumenta la
resistencia, adems de ser estomacal. Cualquiera que tuviese la suerte de obtener la
receta y la preparase en Europa o en los Estados Unidos, hara, sin duda alguna, una
fortuna. Me llev una docena de botellas a casa, pero, ay!, no duraron mucho.
En la confluencia del Sacambaya y del Inquisivi, no lejos de Cochabamba, hay una
misin jesuta en ruinas, en la que, segn dicen, se enterr un gran tesoro.
Sacambaya era la ms accesible de una serie de treinta y ocho minas de oro explotadas en esa regin por los jesutas, que establecieron una misin en cada mina y que
emplearon indios para extraer el mineral.
Cuando los jesutas fueron desterrados de Sudamrica, todas estas minas de oro
estaban en plena produccin, y el embarque de oro para Roma haba sido suspendido
por algn tiempo con el objeto de que los sacerdotes pudieran amasar bastantes
riquezas para comprar una parte de Bolivia y hacer de ella una colonia jesuta. Al
saber, sin embargo, de su inminente expulsin, todo el oro fu acumulado en
Sacambaya, en un tnel preparado por seis indios, un tnel cuya excavacin dur
ms de un ao y que inclua treinta y ocho alcobas. El tesoro de cada misin fu
depositado separadamente y demoraron seis meses en tapar el tnel, pues fue
llenado cuidadosamente y la entrada al pozo fu interceptada con una enorme piedra
ovalada. Mataron a los seis indios para asegurar que se mantuviera el secreto y los
ocho sacerdotes regresaron a Roma, donde siete fueron muertos y el octavo qued
prisionero.
Aos despus, el sacerdote sobreviviente fu puesto en libertad y regres a Bolivia,
donde tena una hija, pues la mayora de los sacerdotes rurales tienen mujeres no
reconocidas. La muchacha se cas o fu la querida de un ingls y le cont el secreto
del tesoro. Este fu divulgndose verbalmente, hasta que algunos descendientes de
la pareja decidieron buscarlo. Fueron a Sacambaya, identificaron la pista,
encontraron los esqueletos de los seis indios y emprendieron la excavacin.

223

EXPLORACIN FAWCETT
Mientras se prosegua con sta, se present en escena un hombre de Cornualles y se
las arregl para formar parte de la compaa. Los descubrimientos hechos sugeran
que se encontraban sobre la verdadera huella, pero las querellas disolvieron la
sociedad y el hombre de Cornualles continu solo la bsqueda. El me narr la
historia. Asegur que haba encontrado el tnel con huellas ntidas de cal, carbn de
lea y trozos de vestiduras de monje. Despus se le agotaron los fondos.
Volvi a probar? le pregunt.
S, pero no inmediatamente. Haba gente que saba que yo tena el secreto, y fui
llevado a la crcel con el cargo de que haba asaltado una diligencia. Supongo que me
queran eliminar para tener a su alcance el tesoro; pero si fu as, se chasquearon,
pues dentro del ao yo estaba otra vez en libertad. Volv a Sacambaya y segu
cavando, pero se agot mi dinero y tuve que paralizar el trabajo.
Se necesita capital para buscar tesoros. Para eso se requiere mucho dinero, pues
generalmente se gasta ms en las excavaciones de lo que se saca de ellas.
Eso es muy cierto, mi mayor. Por eso me puse en contacto con cuatro o cinco
ingleses interesados y formamos un sindicato para otra tentativa. Estuvimos catorce
das all arriba, pero desist cuando comprob que a aquellos hombres no les
gustaban los trabajos pesados. Desde luego, tuvimos desavenencias. Ellos queran
indios para realizar las excavaciones, pero yo no, pues se habra divulgado el secreto.
Era preciso que nosotros hiciramos todo el trabajo, y con buena gente se habra
hecho. Con media docena de hombres decididos, yo habra extrado el tesoro en una
semana, pues, crame, no hay mejor minero que un hombre de Cornualles.
Qu sucedi despus?
Oh, nos separamos. Ellos se fueron a Inglaterra, y uno reclam su parte en el
sindicato, avalundola en 40.000 libras. El caso fu visto en el tribunal de quiebras
de Londres.
Por qu me est usted contando todo esto?
Por esta razn, mi mayor. Si est interesado y quiere entrar en el negocio, y si
tiene un poco de capital que quiera invertir en una cosa segura, formaremos una
sociedad. Me da la impresin de que es usted una persona recta y s que no le teme
al trabajo. Qu me dice?
Hum! Quiero dar un vistazo primero. Queda en nuestro camino y pasaremos por
all cuando abandonemos este lugar.

224

EXPLORACIN FAWCETT

Captulo XV I
UNA OJEADA A LA PREHISTORIA.

Avanzando por las montaas, al norte de Cochabamba, perdimos bastante


tiempo explorando las minas del distrito y llegamos por un camino indirecto a
Sacambaya. No hay dificultad en llegar al lugar, sea desde Cochabamba o desde
Inquisivi, una aldea minera tres leguas ro arriba, pues es campo raso y hay varias
granjas en la vecindad. Algunos muros destruidos representan lo que otrora fu la
misin jesuta, y no muy lejos encontr seis u ocho agujeros abiertos y otros que
parecan haber sido excavados slo para ser vueltos a llenar de nuevo.
Segn se dice, el tesoro vale medio milln de esterlinas, si es que existe, de lo que
ms bien dudo. Hay ciertas evidencias en las tradiciones del lugar, pero desde la
historia de mi Tesoro del ro Verde me he puesto ms desconfiado con respecto a
estos cuentos de entierros ocultos. Y, sin embargo, cierto boliviano del distrito, de
situacin muy modesta, lleg a ser hombre de gran fortuna en un tiempo
notablemente corto. Nunca explic su buena suerte, pero se deca que haba hecho
una cantidad de visitas furtivas a Sacambaya.

225

EXPLORACIN FAWCETT
Mi opinin personal es si realmente existe un tesoro all que las tentativas
para ubicarlo no han sido llevadas con mucha inteligencia. Cualquiera que conociera
todos los indicios encontrara muy sencillo establecer de una vez por todas si hay o
no un tnel. El hombre de Cornualles me asegur haberlo encontrado, pero no vi
rastros de ello, aun cuando hice un examen prolijo. Los agujeros que fueron
excavados parecan conductos realizados con el objeto de llegar a un tnel, pero era
obvio que no lograron su objetivo.
Nada haba que pudiera hacer yo, porque no dispona de capital, y aun cuando
estaba seguro de la sinceridad del hombre de Cornualles, me defraud el lugar. No
senta que el tesoro estuviese escondido all, y estoy inclinado a dar cierta importancia a estas impresiones.
Como el hombre de Cornualles estaba en mala situacin, se fu a Ro de Janeiro,
donde trabaj, segn creo, para la Compaa de Luz y Fuerza. No pude ponerme en
contacto nuevamente con l y pienso que debe haber muerto all. Seguramente se
harn despus otros intentos para hallar las riquezas, pues el secreto es compartido
por el sindicato y siempre hay gente aventurera lista para tomar parte en la
bsqueda de un tesoro, aun cuando se arruinen en la empresa.
Desde Inquisivi cruzamos las montaas hacia Eucalipto y tomamos un tren para La
Paz. Ya haba telegrafiado a mi patria pidiendo otro hombre que reemplazase a Todd
y espe-, raba que pronto llegase Manley. Mientras tanto, tena que atender algunos
asuntos en la capital, incluyendo las conversaciones preliminares sobre un esquema
que estaba preparando para un camino de autos de Cochabamba a Santa Cruz.
Calculaba yo que un promedio de 150 muas cargadas pasaban diariamente
entre ambas ciudades, aun en la estacin de las lluvias. Pero el transporte animal,
adems de ser lento y deficiente, era totalmente inadecuado para el trnsito
potencial de legumbres, frutas y maderas desde el Jardn de Bolivia hasta el
Altiplano. La solucin evidente era una lnea frrea, pero haba ciertos
inconvenientes. El terreno era difcil y la_ construccin sera muy costosa, pero el
obstculo principal sera mantener en forma permanente la va en los desfiladeros
estrechos barridos por los torrentes. Un camino para automviles, sin embargo, por
razones de su mayor flexibilidad en la nivelacin, podra evitar las partes peligrosas,
y en caso de interrupciones por derrumbes y avenidas, ocupara menos tiempo en
volver a habilitarse y requerira menos trabajadores permanentes para su atencin.
Aun en 1913 era fcil prever el desarrollo del transporte por va terrestre, aunque
admito que haba varias dificultades que nunca se me ocurrieron. En mi
imaginacin vea enormes camiones acarreando troncos desde las selvas del interior,
que podan proporcionar madera apta para todos los usos industriales que

226

EXPLORACIN FAWCETT
conocemos. Pero yo no tena experiencia en terraplenes y puentes, ni en ejecutar
curvas en caminos de montaa. Slo vea las posibles ventajas del transporte
terrestre y las desventajas de las lneas frreas. El trfico por reles ha probado ser
el mtodo ms eficiente para transportar cargas de mucho volumen especialmente
en pocas de emergencia nacional, y su sentido, de responsabilidad con el pblico
es incomparablemente mayor que aquel que ofrecen las empresas de camiones.
Yo estaba muy entusiasmado con la idea del camino para automviles, y las
autoridades gubernamentales que me escucharon tambin parecan estarlo. Era
probable que garantizaran la recuperacin de los costos de construccin y yo anticipaba que no sera difcil reunir el capital localmente. Pero vino la guerra 22 y mi
esquema pas al archivo.
Pasamos la Pascua de 1913 tranquilamente en La Paz y despus regresamos a
Cochabamba por ferrocarril, va Oruro. Luego alquilamos muas, renovamos
nuestras provisiones y partimos para Santa Cruz, una jornada muy difcil en esta
poca del ao, cuando las lluvias han llegado al mximo y los ros estn en crecida.
Casi fuimos atrapados en uno de los angostos desfiladeros, cuando hubo un
chaparrn en la montaa arriba de nosotros. Yo me di cuenta de lo que iba a seguir y
mantuve mis ojos muy abiertos, buscando un camino que nos permitiera salir del
can. Felizmente, llegamos a un paraje en que las muas podan encontrar pie firme
y emprendimos el ascenso para alejarnos del suelo del valle, justo en el momento
preciso. Sentimos un rugido sordo que vena de la garganta y, volvindonos, vimos
un muro de agua de doce o quince pies de altura saltando y echando espuma debajo
de nosotros, arrastrando todo lo que encontraba a su paso. Uno o dos minutos antes
nos habra cogido, pues el ltimo animal pas rozando entre peascos que caan y la
espuma obscura.
Estuvimos detenidos uno o dos das en Totora, lo que nos di oportunidad para
aprender all algo de las costumbres nativas. Una de ellas consiste en que el marido
de una parturienta guarde cama con la cabeza vendada y permanezca en ella dando
lamentos y quejndose durante cuatro das. Entre tanto, la mujer da a luz con la
facilidad acostumbrada de estas indias y atiende a su pobre marido, alimentndolo
con una infusin de maz, mientras los vecinos se renen en torno suyo para
simpatizar con las agonas que la cruel Naturaleza inflige a un padre infortunado.
Esta costumbre ridcula no se limita slo a Totora, sino que prevalece en muchas
partes del mundo, entre los pueblos atrasados.

22

La guerra de 1914.

227

EXPLORACIN FAWCETT
Llegando a Santa Cruz me atac una fiebre que debe haber sido la tifoidea, y por
varios das me sent muy mal. La cura espartana, que consista en estar sentado
desnudo a todo sol por horas enteras, la expuls al fin de mi organismo, pero
sobrevino despus un molesto ataque de susu, que es una especie de conjuntivitis
contagiosa muy frecuente aqu debido al polvo y a la suciedad. Se me hincharon los
prpados y se cubrieron de orzuelos. Pude curarme con el contenido de
la caja de medicinas, pero slo porque el ataque fu benigno. Para m no era
costumbre estar tendido en esta forma y estaba muy avergonzado de m mismo.
La enfermedad ms de moda en Santa Cruz es lo que llaman all espasmo. El
reumatismo es un espasmo de aire y
cualquier tipo de fiebre es un espasmo del sol. Cualquier enfermedad, desde una
indigestin hasta la fiebre amarilla, es un espasmo de una u otra cosa. La gente de
la ciudad es tan pobre, que los pocos mdicos ganan apenas para, sobrevivir.
Generalmente, se deja que la enfermedad siga su curso, todo lo cual demuestra cun
necesario es un servicio mdico estatal. En el interior de Bolivia y Brasil no hay otro
medio en que el tratamiento y prevencin de la enfermedad pueda llevarse a cabo
para beneficio de aquellos que ms lo necesitan. Tarde o temprano, estos pases
llegarn a ello, y as tambin todos los dems que se consideran civilizados23.
Vivir en Santa Cruz es tan barato como en otras partes y, a pesar de su pobreza, la
gente es hospitalaria y no se queja de nada. Por el equivalente de 30 chelines
mensuales arrend ^ una casa nueva y de calidad (sin bulto esta vez) y todo el
alimento que pudimos consumir incluyendo: carne, pan, leche, fruta y legumbres
nos cost slo un cheln y seis peniques diarios. No es de admirarse entonces que
haya habido extranjeros que no lograban zafarse del lugar. Las tierras se vendan a
ms o menos 80 libras la legua cuadrada, y se me ocurri que era una excelente
oportunidad para una colonia de extranjeros industriosos, dispuestos a desarrollar
los recursos ilimitados, realizar mejoras en la ciudad y construir caminos tributarios
para llevar la produccin a un punto central de distribucin24.

En la m o n t a a peruana, la Cooperativa Interamericana de Servicios Pblicos de Sanidad conocida


como SCISP proporciona a los habitantes un servicio mdico del que jams haban disfrutado
anteriormente. Es un progreso reciente all. No s si Bolivia y Brasil gozan ahora de las mismas facilidades.

(1)

23

(2)

24

Esto ha sido intentado ms de una vez en las regiones montaosas de la9 repblicas del Pacfico y ha
tenido poco xito. El inconveniente principal es que aun un colono enrgico, como el alemn o italiano del
norte, sucumbe al clima enervante y cuando entra la lasitud prefiere volverse nativo y no hacer nada. La
naturaleza les suministra lo que necesitan y.. . no se preocupan de nada ms.

228

EXPLORACIN FAWCETT
Las jvenes de Santa Cruz son en su mayor parte muy lindas, pero de moral
relajada. En las calles se interceptan miradas de un descaro desvergonzado, y de
noche es muy comn or golpes suaves en las puertas o persianas y una voz
inquiriendo si al seor se le ofreca algo. Esto se notaba ms que nunca durante los
tres das del carnaval, cuando se relajaba toda pretensin de respetabilidad y
hombres y mujeres se entregaban a una verdadera orga.
Con el carnaval llegaron temblores y las casas fueron sacudidas violentamente,
provocando mucha alarma, pero poco dao real. Nos aventuramos a andar por las
calles, corriendo el riesgo de ser apedreados con huevos llenos de tinta o pintura, o
de recibir desde los balcones baldadas de agua sucia. Fu una diversin total para
aquellos que se entregaron al libertinaje de esos das, pero nosotros nos alegramos
cuando termin y se enterr solemnemente en el cementerio al Rey Carnaval.
En cuanto lleg desde La Paz mi antiguo amigo Manley, nos despedimos de nuestros
numerosos conocidos de la ciudad, ensillamos y partimos en direccin a la frontera
brasilea. Toda la regin presentaba an los efectos de la estacin lluviosa, que en
1913 se extendi hasta gran parte de agosto, y los ros estaban anormalmente
crecidos. El Ro Grande tena que ser atravesado en pelotas una especie de
barquilla' hecha con cueros sin curtir amarrados en las cuatro puntas y la
corriente haca peligrosas an stas. Despus atravesamos treinta y seis leguas de
tediosa selva, hasta llegar a un sitio donde un pequeo destacamento de soldados
bolivianos mantenan en jaque a los indios salvajes. El total de la regin, del ro
Parapiti hacia el sur, y entre el ro Piray y el Ro Grande, al norte, est en manos de
los indios yanaiguas, que a veces atacan a los viajeros. No tropezamos con ninguno y
llegamos a El Cerro, una colina con un pequeo rancho ganadero y con ms o menos
cincuenta indios labradores.
Ms all de El Cerro, bajamos a una regin de palmeras, en que el lago Palmares se
extenda a lo ancho y a lo largo, en grandes baados durante las lluvias. Seguimos
un sendero seco, diez pies ms bajo que la sea de la marea alta, hacia El Cerrito,
otro rancho ganadero. Esta estancia que abarcaba dos leguas cuadradas poda
mantener fcilmente 5.000 cabezas de ganado y, sin embargo, fu comprada con 240
libras. Este es un ejemplo de lo que vala en aquel entonces en la provincia el terreno
de la mejor calidad.
Desde aqu a San Ignacio haba una extensin seca y polvorienta, pero la regin
pareca rica en minerales. En las colinas hacia el norte hay oro, de onza y media por
tonelada; estas minas fueron explotadas en su origen por los jesuitas. El abandono y
la decadencia se han extendido por toda la regin, pues el aislamiento la ha hundido
y San Ignacio capital de la provincia de Chiquitos es una aldea empobrecida, en

229

EXPLORACIN FAWCETT
que una gran poblacin de 3.000 seres, en su mayora india, vive una existencia
precaria.
El carnaval an no haba finalizado en San Ignacio; en realidad, las celebraciones de
ao nuevo an no haban realmente terminado. En la mayora de las desaseadas
casas omos el taido de las guitarras, acompaadas por el murmullo de Hoces
lgubres, y el olor de la kachasa impregnaba el aire. Aqu y all, un borracho se
afirmaba contra la muralla o yaca extendido sobre el suelo como la vctima de una
masacre. No ladraba un perro ni chillaba un pjaro; pareca que el lugar estaba en el
coma que precede a la muerte.
Estbamos al borde de lo que es tal vez la peor regin de serpientes en Sudamrica y
es abrumadora la prdida de vidas humanas por esta causa. Mucha gente nos
aseguraba en forma de lo ms enftica que en esta regin haba una culebra de ms
o menos tres pies de largo, que se meta dentro de s misma antes de atacar. Como
para modificar el relato de algo que me pareca una imposibilidad anatmica,
agregaban que no era muy venenosa. Me habra gustado ver una, pero nunca pude.
Los verdaderos indgenas de Chiquitos eran gente de tez clara que vivan en fosos;
hacan agujeros en el suelo, de ms o menos doce pies de dimetro, a los que se
llegaba por un largo tnel inclinado, cubierto enteramente con ramas y hojas de
palmera. Los indios morcegos del Brasil an viven en esta forma, como autnticos
trogloditas; son un pueblo feroz, hurao, con el que es imposible tratar.
En las selvas bajas, ms all de San Ignacio, caminamos penosamente seis das
seguidos, a travs de baados de lodo y agua, donde durante las lluvias el terreno
est completamente inundado. Desde el suelo se erguan rectos los troncos
fantsticamente blancos de los lamos, entrelazndose en lo alto, cargados de barbas
de musgo y enredaderas parsitas, formando un techo en que penetraban slo aqu y
all escasos destellos de luz. En la penumbra, entre los enormes troncos, los rboles
de cauchos opacos y blanquizcos se esforzaban por llegar arriba y asomarse a la luz
solar.
En los bosques de la zona templada, los rboles tienen troncos obscuros y la corteza
clara presenta su interesante textura en millares de combinaciones. Pero aqu en la
Amrica tropical, los troncos son lisos y de un color plido, casi luminoso, que se
puede distinguir an en la obscuridad. En todas partes, la maraa aparrada de la
maleza se extiende por los espacios despejados del suelo, se abraza a los rboles y a
todo arbusto lo bastante resistente para soportar su peso y trepa con propsito
mortal hacia las alturas de la selva, en que el sol resplandece y donde las orqudeas
llamean en una profusin de colores. Desde arriba, en forma de red, colgaban las

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EXPLORACIN FAWCETT
lianas, como si monstruosas araas hubiesen tejido una tela de fibra viviente para
atrapar hombres y bestias en mallas irrompibles. Desde el suelo se levantaban las
frondosas enredaderas en una ola de verde, abrindose paso a travs de la espesura
de palmeras y bambes.
Aqu y all, donde algn estrangulado gigante de la selva haba cado muerto
para podrirse en el fango, penetraba la luz del da en un claro donde una papaya o
una palmera erguase graciosa como una hermosa ninfa de las cinagas. El paso de
la muerte a la desintegracin es rpido en la selva; los rboles pierden su vida y
caen, para servir de casa y alimento a enjambres de insectos. La humedad constante
y los hongos que se esparcen transforman el rbol muerto en una pulpa apestosa,
desmenuzndola hasta que forma parte del fango que la absorbe. No hay tierra seca
y elstica como se encuentra en los bosques del norte; excepto, en los islotes de las
partes altas, todo es fango aqu, por lo que los pies se hunden montonamente, con
ruido de succin, en una alfombra de hojas dispersas y pasto enmaraado, de forma
que los msculos de las piernas llegan a doler con el esfuerzo de libertar las botas
para cada paso.
Donde termina la selva y empieza el campo abierto, contemplamos el extendido
pantano interrumpido en partes por pequeas islas, situadas a mayor altura que el
nivel general, coronadas con matorrales de bamb, tacuara y monte bajo. En una de
estas islas, que era bastante grande, haba una estancia miserable, llamada San
Diego, habitada por gente tan ttrica, como el aspecto de las puertas de caas
podridas. El lugar estaba infestado de culebras, porque todas estas islas del pantano
constituan refugios en caso de inundaciones y en el interior del rancho haban sido
muertas no menos de treinta y seis, venenosas todas, en el espacio de tres meses. En
el techo empajado poda escucharse su reptar da y noche.
Dos leguas ms all de San Diego penetramos en la senda San Matas-Villa
Bella, que ya me era familiar. Las carretas que habamos trado de San Ignacio
fueron incapaces de cruzar el crecido ro Barbado, de manera que nos vimos obligados a acampar lo ms cerca posible de Casal Vasco y disparar gran cantidad de
municiones para llamar la atencin de los que estaban en la otra orilla. Al tercer da
apareci un negro en el banco ms apartado. Result ser uno que haba estado con la
Comisin Brasilea, en 1909. Regres a Casal Vasco y trajo una canoa para
remolcarnos a la ribera opuesta.
No habran podido llegar muy lejos si hubiesen tratado de nadar en el ro,
seor nos dijo, mientras rembamos; los cocodrilos han cogido a mucha gente
aqu.
Se qued con la boca abierta cuando le cont que yo haba nadado en su

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EXPLORACIN FAWCETT
corriente en 1909.
Fu un milagro que no lo atacaran. Un blanco tiene mucho menos suerte con
esos bichus que un negro; cualquiera podr decirle lo mismo.
Pero me han contado que no atacan a un hombre antes de medioda.
S, seor, eso es lo que dicen, pero no slo hay cocodrilos en estos ros.
Tambin hay anacondas y stas no esperan hasta despus de almuerzo para atacar.
El Guapor es peor por sus anacondas, tal vez; no es muy seguro acampar ni an en
las orillas de ese ro en algunos lugares.
Y continu relatando:
Yo formaba parte de un destacamento que acampaba en cualquier playa
donde pudieran colgar las hamacas. Uno de los hombres prefiri colgar la suya
alejada de los dems, pues deca que dormira mejor si no se vea obligado a
escuchar nuestros ronquidos. Cierta noche omos una especie de grito ahogado
como si le apretaran el gaznate a un hombre y todos saltamos de nuestras
hamacas y corrimos con nuestras armas al lugar en que el hombre dorma. Alguien
llevaba un farol y a la luz dbil de aqul presenciamos un espectculo que no
olvidar jams, pues una enorme anaconda tena en su hocico las cuerdas de la
hamaca y con varias vueltas de su cuerpo haba enrollado al hombre con hamaca y
todo. Le disparamos y despus de algn rato solt su presa y huy al ro. El hombre
estaba ya muerto: no le quedaba ni un hueso sano en el cuerpo!
En Matto Grosso, donde abundan las anacondas, hay una curiosa supersticin
segn la cual todo aquel que sea mordido por una de ellas y se salve, queda despus
inmune a las mordeduras de cualquier serpiente venenosa. En el Serto brasileo o
despoblado se cree que llevando una pequea bolsa de bicloruro de mercurio la
persona evitar que la ataquen las culebras. Los nativos se aferran tenazmente a
esta idea y a cualquier argumento responden: Senhor, siempre he vivido en el
Serto y conozco estas cosas.
Casal Vasco, cuya poblacin haba sido exterminada por los salvajes, estaba
habitada otra vez por unos pocos negros y tuvimos la suerte de conseguirnos un bote
que nos llevase a Puerto Bastos, donde Antonio Alves, un antiguo amigo de los das
de la delimitacin de fronteras, me vendi una excelente canoa para el resto de
nuestra excursin fluvial.
La escualidez, ruinas y dilapidacin de Villa Bella no haban cambiado, pero
cuando entramos por la calle llena de pasto, sali disparado de una casa un bulto
blanco y negro, derecho hacia m. Era un foxterrier que haba dejado all con una
pata quebrada, en 1908, y los lamidos ansiosos de su lengua me indicaron que no me
haba olvidado.
Para evitar a los indios rateros que rondan de noche las calles silenciosas de

232

EXPLORACIN FAWCETT
Villa Bella acampamos a orillas del ro, donde fuimos visitados por un cocodrilo, un
jaguar, un tapir y algunos cerdos, y una cantidad de monos nocturnos que anunciaban su presencia con aullidos pavorosos.
La caza es abundante en el Guapor superior, pues hay poca gente que la
moleste. Despus de once das de bogar duramente llegamos al ro Mequens, donde
haba una barraca de caucho de un alemn y aqu nos encontramos con el Barn
Erland Nordenskiold, quien, en compaa de su valerosa esposa, se ocupaba en
investigar sobre las tribus indias ms accesibles del Guapor. Habla mucho en favor
de esta atractiva y joven dama sueca el hecho de estar dispuesta a marchar a la
selva con su esposo y vadear los pantanos para conocer alguna tribu distante.
Ms o menos a doce millas hacia el este haba unas colinas que el barn
consideraba muy imprudente ir a visitar.
Es seguro que all hay grandes tribus de salvajes observ y es muy
probable que sean peligrosas. He odo de ellas por los indios que hemos visitado.
Todos hablan de canbales en alguna parte, en esa direccin.
Dicen que son hombres grandes y velludos agreg la esposa del barn.
Me re.
Pronto lo sabremos, pues vamos para all dije.
Demasiada imprudencia refunfu el barn. Francamente, temo no volver a
verlo ms. Usted est cometiendo un acto temerario.
Cargados de pesados bultos dejamos el ro Mequens y, durante dos das, vadeamos el
lodo de los extensos pantanos, hasta que llegamos a una lenta corriente que se
vaciaba en ellos. Seguimos ro arriba y algunos das despus arribamos a unas
llanuras pastosas que formaban las primeras colinas de la Serra dos Parecis. Esta
parte de la regin es tan hermosa, que poda comprender muy bien por qu hay
ermitaos de distintas nacionalidades desparramados por la selva, prefiriendo una
vida solitaria en los despoblados, antes que una existencia miserable e incierta en la
civilizacin. Ms bien que compadecerlos por perder las entretenciones que
acostumbramos a considerar tan necesarias, deberamos envidiarlos por su sabidura
en reconocer cun superfluas son en verdad aquellas cosas. Tal vez sean los nicos
que tienen ms probabilidades de encontrar el verdadero sentido de la vida.
Subiendo por la serrana llegamos otra vez a la selva donde las malezas no
obstaculizaban mucho nuestro avance y en la que los enormes rboles de caucho,
algunos de doce pies de circunferencia, no tenan seales de incisiones hechas con regularidad. En verdad, algunos haban sido macheteados groseramente y pudimos ver
que no era la labor del seringero de alguna compaa. Pareca que jams antes

233

EXPLORACIN FAWCETT
haban pasado por all hombres blancos; en cambio, las huellas de indios eran evidentes.
Encontramos algunas frutas deliciosas en estos bosques; pero no s cmo se
llamaban, pues nunca antes las haba visto. Tenan la particularidad de ser casi todo
cuesco y muy poca pulpa, pero lo poco que tenan nos tentaba para comer una tras
otra. Haba otra fruta que decidimos probar despus de observar que los insectos
parecan gustar de ella. Era ms o menos del tamao de una granada y pareca
sabrosa, pero dejaba un sabor astringente y lo que tragamos nos hizo vomitar, dejndonos mareados por algn tiempo.
Tres semanas despus de entrar en la selva, llegamos a un camino ancho que
denotaba mucho trnsito y que se cruzaba con el nuestro en ngulo recto.
Salvajes dije, la aldea debe estar muy cerca, pues ste es un sendero de
uso cotidiano.
Y qu me dice del que estamos siguiendo? pregunt Costin. Tambin
revela mucho trajn. No sabemos cul seguir.
Yo mir ambos y no poda decidirme sobre cul podra ser el correcto.
Sabe qu? sugiri Manley: Tirmoslo a la suerte.
Busqu una moneda y al fin ubiqu una en el rincn de un bolsillo del pantaln.
Si es cara, seguimos adelante. Si es sello, usamos el sendero nuevo.
La tir al aire y los tres nos inclinamos sobre la parte en que haba cado,
donde yaca semioculta por una hoja seca. Haba salido sello.
Vamos, entonces, por el camino nuevo.
Lo seguimos por dos o tres millas, pasando varias plantaciones y de repente
sobre nosotros se esparci la luz del da en toda su fuerza, a orillas de un enorme
claro. Con gran cuidado escudriamos a travs de la maleza y all, en frente de nosotros, en un ancho espacio de tierra aplanada haba dos grandes cabaas en forma
de colmena. Eran de cuarenta pies de alto en el centro y cien de dimetro, pero slo
se poda ver una puerta en la ms cercana, tal vez a treinta pies de distancia.
Mientras observbamos, sali de la choza un nio desnudo de color cobrizo, con
una nuez en una mano y con una pequea hacha de piedra en la otra. Se sent en
cuclillas ante una piedra plana, deposit la nuez sobre ella y entonces comenz a
martillar sobre la cscara con el costado del hacha.
Me olvid de mis compaeros y de todo lo dems mientras observaba esta
escena. Se haba corrido la cortina del tiempo, para revelar un aspecto del lejano
pasado una ojeada prehistrica, pues exactamente as debe haberse visto y actuado el nio neoltico cuando el hombre estaba iniciando su ascensin por la escala

234

EXPLORACIN FAWCETT
de la evolucin. La selva primitiva, el claro, la choza, todos eran exactamente como
deben haber sido innumerables milenios de aos atrs. La nuez se parti, el nio
lanz un pequeo gruido de satisfaccin y dejando el hacha de piedra en el suelo,
se ech la semilla a la boca.
Tuve que hacer un esfuerzo para volver al presente y despus lanc un suave
silbido. El nio se sobresalt, se paralizaron sus mandbulas y sus ojos giraron
asustados; aparecieron dos brazos del obscuro interior de la cabaa, lo cogieron y lo
metieron dentro. Hubo un animado farfulleo, un batir de arcos y flechas y gritos
ahogados. No hay razn para esconderse en la selva una vez que los salvajes se han
dado cuenta de la presencia de uno; de modo que sal de mi refugio, cruc
rpidamente hasta la cabaa y me deslic por la baja entrada para agacharme ms
all en la obscuridad de la pared.
Cuando mis ojos se hubieron acostumbrado a la penumbra, vi que en la choza slo
haba una anciana que, de pie, me observaba entre una cantidad de urnas de barro.
Se vean otras puertas en el lado opuesto y por ellas haban huido los ocupantes.
Comenzaba a explicarme la situacin: habamos llegado mientras todos los hombres
andaban fuera, en la plantacin, y las mujeres y nios que un momento antes
estaban en la cabaa corran ahora a dar la alarma, dejando nicamente a la
anciana, que era demasiado vieja para huir.
La anciana refunfu entre dientes y despus se encorv para continuar el trabajo
que estaba haciendo cuando comenz la alarma: la elaboracin de cerveza de maz
sobre el fuego. Le hice seas que tena hambre y, atemorizada, cogi una calabaza y
se acerc cojeando a m, siempre refunfuando entre dientes. La calabaza estaba
llena de una comida muy sabrosa, sea lo que fuere, y yo sal para darles a los dems,
que an estaban esperando en el monte bajo al borde del claro.
El cielo se haba cubierto de nubes, tron en el follaje sobre nuestras cabezas y
comenz a caer una lluvia torrencial.
Entren conmigo grit. Podemos estar tan bien all dentro como ac afuera.
Juntos entramos en la choza, y cuando se hubo vaciado la calabaza, la llev otra vez
a la anciana para que la llenara nuevamente. Cuando estbamos comiendo la
segunda racin, entraron los hombres. Se deslizaron hacia dentro por varios accesos
que no habamos observado antes y a travs del vano de la puerta pudimos ver las
sombras de ms hombres que afuera, probablemente, haban rodeado la choza. Todos
llevaban arcos y flechas. Uno, que yo tom por el jefe, estaba de pie junto a la
anciana escuchando' el agitado relato de lo que haba ocurrido. Me acerqu a l y
trat de convencerlo con seas, que traamos buenas intenciones y slo desebamos

235

EXPLORACIN FAWCETT
alimento explicndole que ya habamos recibido algo. Se mantuvo perfectamente
tranquilo mientras yo me aproxim y no di seales de entender lo que estaba
tratando de decirle. Volv a la puerta, saqu algunos pequeos regalos de nuestro
equipaje y regres para hacerle entrega de ellos. Los tom sin dar muestra alguna de
reconocimiento, pero las mujeres se acercaron a nosotros con calabazas llenas de
man. Haban aceptado nuestra amistad y el jefe mismo se sent sobre una banqueta
curva y comparti con nosotros el alimento.
Posteriormente, averig que este pueblo era el de los Maxubis, que tenan
veinticuatro aldeas y que sumaban ms de dos mil. No eran muy obscuros, sino de
un brillante color cobrizo, ms bien pequeos y con un tinte rojizo en sus cabellos.
Los hombres usaban conchas y palos en las orejas, tarugos en las fosas nasales y en
el labio inferior, y pulseras de semillas y de madera de chonta labrada. En los
tobillos y muecas llevaban tiras de goma teidas de rojo con urucu y aqu
encontramos la respuesta al misterio de las incisiones en los rboles de caucho. Las
mujeres no usaban adornos y su pelo era corto mientras que el de los hombres, largo,
contrariamente a nuestra costumbre. Creo que este pueblo, al igual de muchos otros
del Brasil, descenda de una civilizacin ms elevada. En una de las aldeas Maxubi
haba un muchacho pelirrojo de ojos azules, que no era un albino.
Nuestro objetivo estaba, sin embargo, ms lejos, hacia el este, y slo permanecimos
con los Maxubis el tiempo suficiente para aprender un poco su lengua y sus
costumbres. Adoran al sol y uno o dos hombres de cada aldea tienen la obligacin de
saludar todas las maanas el amanecer con voces musicales cantando una cancin
obsesionante y misteriosa, en lo que yo dira era la escala pentatnica similar al
yarav de los indios montaeses del Per. En el silencio absoluto de la selva,
cuando la primera luz del da haba acallado el alboroto nocturno de la vida de los
insectos, estos himnos nos impresionaban enormemente con su belleza. Era la
msica de un pueblo desarrollado, no el simple ruido rtmico que gusta a los
verdaderos salvajes. Tenan nombres para todos los planetas y llamaban a las
estrellas Vira Vira, curiosamente sugestivo del nombre Viracocha con que los incas
designaban al sol.
Tenan modales gentiles y su moral estaba fuera de reproche. Sus pies y maos eran
pequeos y bien formados; sus facciones, delicadas. Conocan el arte de la alfarera;
cultivaban el tabaco y lo fumaban en pipas de hornillas pequeas o en cigarrillos
liados en hojas de maz. En todo sentido indicaban un retroceso de un estado
superior de civilizacin, antes que un estado de evolucin del salvajismo.
Tribus como sta hay esparcidas en toda la vasta extensin de la Sudamrica
desconocida unas cuantas un poco mejor organizadas y algunas aun vestidas,

236

EXPLORACIN FAWCETT
refutando totalmente las conclusiones a que han llegado los etnlogos, que slo han
explorado los ros y no conocen nada de las partes menos accesibles. Al mismo tiempo
son verdaderos salvajes, feroces, peligrosos y traidores.
Jams habamos visto cacahuetes como stos que cultivaban los Maxubis. Constitua
su alimento principal y los frutos de sus vainas alcanzaban de tres a cuatro pulgadas
de largo; el sabor y valor nutritivo eran excelentes y difcilmente se podra
encontrar, como aprendimos posteriormente, un alimento ms conveniente para
llevar en una excursin. En las comidas cada hombre se serva de un tazn comunal
lleno de estos enormes cacahuetes, mientras las mujeres coman aparte y mantenan
siempre llenos los tazones de los hombres.
Ms o menos a los diez das pudimos ya cambiar ideas con los Maxubis en su propia
lengua y fu entonces cuando nos hablaron de una tribu de canbales ms hacia el
norte: los Maricoxis. Vincha Maricoxi, chimbibi coco!", decan, para dar a ustedes
un ejemplo de su lenguaje. Si ustedes visitan a los Maricoxis, irn a caer a la olla.
Una pantomima escalofriante acompaaba la advertencia.
La informacin obtenida por los Maxubis era til e interesante, y despus de visitar
varias de las aldeas ms prximas, nos despedimos de ellos partiendo hacia el
noreste, donde decan que vivan los Maricoxis. Entramos en una selva sin huella
alguna probablemente la tierra de nadie, evitada tanto por los Maxubis como por
los Maricoxis, y al quinto da llegamos a un sendero que pareca estar en uso
constante.
Mientras nos detuvimos a mirar de derecha a izquierda, tratando de decidir qu
direccin era la ms ventajosa, aparecieron dos salvajes a ms o menos cien yardas
hacia el sur, que iban al trote y hablando rpidamente. Al vernos se detuvieron en el
acto y a toda prisa colocaron flechas en sus arcos, mientras yo les gritaba en la
lengua de los Maxubis. No podamos distinguirlos claramente, pues sus cuerpos
quedaban en sombra, pero me pareci que eran hombres grandes y velludos, de
brazos excepcionalmente largos y con frentes huidizas que empezaban en
prominentes arcos superciliares; hombres en realidad de un tipo muy primitivo y
completamente desnudos. Repentinamente nos volvieron las espaldas
desapareciendo en la maleza, y nosotros, sabiendo que era intil seguirlos, partimos
por el sendero del norte.
Faltaba poco para ponerse el sol, cuando, a travs de los rboles, lleg en forma
indistinta y apagada el sonido inconfundible de un cuerno. Nos detuvimos,
escuchando atentamente. Otra vez omos el llamado del cuerno, al que contestaban
desde otras direcciones, hasta que varios cuernos atronaban el espacio al mismo

237

EXPLORACIN FAWCETT
tiempo. En la dbil luz del atardecer, bajo la alta bveda de ramas en esta selva no
hollada an por el hombre civilizado, el sonido era tan imponente como la obertura
de una pera fantstica. Sabamos que era producido por los salvajes y que estos
salvajes estaban ahora persiguindonos. Pronto pudimos or gritos y jerigonza, entre
los rudos llamados del cuerno: un estrpito brbaro en marcado contraste con la
reserva del salvaje comn. La obscuridad que todava no invada las copas de los
rboles se dejaba caer rpidamente en las profundidades del bosque y miramos en
torno nuestro en busca de un sitio para acampar que nos ofreciese alguna seguridad
contra ataques, refugindonos por ltimo en una espesura de tacuara. Aqu no se
atreveran a seguirnos los salvajes desnudos, debido a las punzantes espinas de una
pulgada. Mientras amarrbamos nuestras hamacas dentro de la barricada natural,
oamos la excitada jerigonza de los salvajes en torno nuestro, pero no se atrevieron a
entrar. Despus, cuando desapareci la claridad por completo, nos abandonaron y no
supimos ms de ellos.
Al amanecer no haba salvajes en nuestra vecindad y no encontramos a ninguno
cuando, siguiendo otro sendero bien definido, llegamos a un claro en que haba una
plantacin de .mandioca y papayas. Tucanes de brillantes colores graznaban
desapaciblemente en los rboles mientras picaban la fruta, y como no nos amenazaba
ningn peligro, nos servimos en abundancia. Aqu acampamos y en la penumbra
vespertina dimos un concierto dentro de nuestras hamacas: Costin con su armnica,
Manley con una peineta y yo con un clarinete. Tal vez fu una idea disparatada
advertir nuestra presencia en esta forma, pero no nos molestaron y no apareci
ningn salvaje.
En la maana continuamos viaje y al cuarto de milla llegamos a una especie de
garita de centinela hecha de hojas de palmera; en seguida, a otra. Entonces,
repentinamente, llegamos a selva abierta; desapareci la maleza, descubriendo entre
los troncos de los rboles una aldea de guaridas primitivas, donde se agazapaban los
salvajes de aspecto ms ruin que haba visto jams. Algunos estaban ocupados en
fabricar flechas, otros haraganeaban; brutos con aspecto de orangutanes, que
parecan haber evolucionado muy poco sobre el nivel de las bestias.
Silb y un ser enorme, peludo como un perro, salt sobre sus pies en la guarida ms
cercana, puso rpidamente una flecha en su arco y se nos acerc bailando de una
pierna a otra, hasta aproximrsenos a cuatro yardas. Emitiendo gruidos que
sonaban como iuf!, iuf!, iuf, permaneci bailando all, y de repente la selva entera
a nuestro alrededor se llen con estos horribles hombres-monos gruendo todos iuf!,
iuf!, iuf! y movindose cadenciosamente de una a otra pierna de la misma manera
mientras colocaban flechas en sus arcos. Estbamos en una situacin muy delicada y
yo pensaba si sera nuestro fin. Hice unas proposiciones amistosas en Maxubi, pero

238

EXPLORACIN FAWCETT
ellos no prestaron atencin. Pareca que el lenguaje humano estaba ms all de su
facultad de comprensin.
El ser al frente mo interrumpi su baile, se detuvo por completo un momento y
despus tir la cuerda de su arco hacia atrs hasta la altura de su oreja, levantando
al mismo tiempo la punta barbada de su flecha de seis pies frente a mi pecho. Mir
de frente a sus ojos de cerdo, medio ocultos por las cejas sobresalientes y supe que no
iba a disparar la flecha, por el momento. Con la misma premeditacin con que haba
levantado el arco, ahora lo baj y comenz una vez ms el baile lento y el iuf!, iuf!,
iuf!
Por segunda vez levant la flecha y prepar el arco y otra vez supe que no iba a
disparar. Era todo tal como me haban dicho los Maxubis. Volvi a bajar el arco y
continu sus movimientos. Entonces, por tercera vez, se detuvo y comenz a levantar
la punta de la flecha. Comprend que esta vez tena intenciones aviesas y saqu de
mi cinto una pistola Mauser. Era un objeto pesado e incmodo, de un calibre inadecuado para usarlo en la selva, pero yo la haba trado, porque, corriendo la
pistolera de madera hasta el extremo de la pistola, se converta en carabina y era
ms fcil de llevar que un verdadero rifle. Empleaba vainas de plvora negra de 38
que producan un estrpito fuera de proporcin con su tamao. No lo levant; apret
solamente el gatillo y dispar en el suelo a los pies del hombre-mono.
El efecto fu instantneo. La horrible cara tom un aspecto de completo terror y los
ojillos se abrieron desmesuradamente. Bot su arco y flecha y, rpido como un gato,
salt para desaparecer detrs de un rbol. Entonces comenzaron a volar las flechas.
Disparamos unos pocos tiros hacia la espesura, esperando que el ruido intimidara a
los salvajes, obligndolos a tomar otra actitud ms pacfica; pero no parecieron
dispuestos en forma alguna a aceptarnos y antes que alguien fuera herido, nos
retiramos retrocediendo por el sendero, hasta que el campamento qued fuera de
nuestra vista. No nos siguieron, pero continu el clamoreo por largo tiempo, mientras
nosotros caminbamos hacia el norte y en nuestra imaginacin seguamos
escuchando el iuf!, iuf! iuf! de los enfurecidos guerreros.
Posteriormente nos desviamos al este y por algunos das caminamos a travs de la
selva siempre vigilando por si haba seales de los indios y escuchando a ver si
oamos' la temida nota del cuerno. Sabamos con qu facilidad nos podan seguir la
pista y no nos hacamos ilusiones sobre la suerte que correramos si nos atrapaban.
De noche nos asediaban las pesadillas, en que horribles rostros bajo cejas hirsutas y
enormes labios mostraban con sus muecas dientes sucios y afilados. Los nervios de
Manley comenzaban a dar seales de quebrantamiento, Costin estaba alterado y yo
mismo senta el esfuerzo. Tuvimos que admitir que no estbamos en condiciones de

239

EXPLORACIN FAWCETT
alcanzar nuestro objetivo y a disgusto decidimos regresar. Las experiencias porque
acabbamos de pasar, agregadas a las del ao anterior, nos haban restado los bros.
Necesitbamos un descanso absoluto, un relajamiento completo de la tensin de
estar siempre alerta.
Nos apartamos lo ms' que pudimos segn nuestros clculos de la posicin de esa
aldea, nido de avispas, y regresamos donde los Maxubis, acertando con absoluta
exactitud la situacin del lugar. Nuestra llegada coincidi con los funerales de un
guerrero que haba sido perseguido y muerto por un destacamento de Maricoxis
merodeadores, y yo pensaba si los supersticiosos hombres de la tribu podran
relacionar los dos acontecimientos, en forma desfavorable para nosotros. No demostraron una animosidad definida, pero me imaginaba sentir cierta frialdad y
algunas miradas sospechosas en nuestra direccin.
Haban extrado las entraas del muerto para colocarlas en una urna para el
entierro. Entonces cortaron el cuerpo y lo distribuyeron para su consumo entre las
veinticuatro familias de la choza que haba ocupado, una ceremonia religiosa que no
debe confundirse con el canibalismo. Por ltimo desembarazaron la cabaa del
fantasma del muerto, con el siguiente ritual:
El jefe, su ayudante y el hechicero se sentaron en fila sobre sus pequeos taburetes,
ante la entrada ms grande de la cabaa y realizaron movimientos como de apretar
algo ha- rindolo bajar por cada pierna. Cogindolo como si emergiera de los dedos de
las manos y de los pies y arrojndolo a un cedazo de hojas de palmera de ms o
menos tres pies cuadrados. Debajo del cedazo haba una media calabaza llena en
parte con agua, en cuya superficie flotaban hierbas de cierta clase y de vez en cuando
los tres examinaban cuidadosamente el cedazo y el agua bajo l. Esto se repiti
muchas veces y despus entraron a un estado hipntico y durante media hora
estuvieron sentados inmviles en sus taburetes con los ojos en blanco. Cuando
volvieron en s, se frotaron el estmago y enseguida vomitaron violentamente.
Toda la noche quedaron sentados en sus taburetes y cantaban individualmente o en
coro una serie de tres notas, descendiendo en octavas, con las palabras que se
repetan una y otra vez tawi-tacni, tawi-tacni, tawi-tacni. En respuesta, las
familias del interior de la cabaa se unan en un coro de lamentaciones.
Estas ceremonias duraron tres das, y el jefe me asegur solemnemente que el
espectro del muerto estaba dentro de la choza y era visible para l. Yo no pude ver
nada. Al tercer da el asunto lleg a su culminacin; entraron el cedazo a la cabaa y
lo colocaron en un lugar donde caa sobre l la luz de la entrada. La gente se postr,
inclinando sus rostros hasta el suelo. Los tres cabecillas desecharon sus taburetes y

240

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se acuclillaron con gran "excitacin delante de la entrada de la ca- "baa, y yo me
arrodill al lado de ellos para observar el cedazo que todos miraban fijamente y con
la mayor atencin.
Dentro de la cabaa, a un lado del cedazo, haba un cubculo cerrado en que haba
dormido el hombre muerto y los ojos de los cabecillas estaban fijos en aqul. Por un
momento hubo un silencio absoluto y en ese instante vi una sombra obscura que
emerga del cubculo, flotaba hacia el palo central de la cabaa y all desapareca de
la vista. Hipnotismo colectivo, dirn ustedes? Muy bien, que sea as. Lo nico que
s es que lo vi!
Los dos jefes y el hechicero se relajaron, entraron en una transpiracin profusa y
cayeron postrados al suelo. Los dej y volv donde mis compaeros que no haban
presenciado la ceremonia.
En tres aldeas que visitamos despus de este suceso, nuestra llegada coincidi con
un tapi o ceremonia de expulsin de espectro. Era el mismo canto, pero no me fu
permitido presenciarlo, pues se estaban desarrollando las sospechas de que los
fallecimientos se deban a la funesta influencia de nuestra presencia. Ellos
interpretaban mi labor con teodolitos en los alrededores de las aldeas como
conversacin con las estrellas y estaban intranquilos con ello. Slo ramos tres y
por bondadosos que parecieran, exista la posibilidad de que el miedo supersticioso se
tornara en clera contra nosotros. Era tiempo que siguiramos nuestro camino.
Antes de partir supe que los Maricoxis alcanzaban a mil quinientos. Hacia el este
haba otra tribu de canbales, los Arupi, y hacia el noreste otra ms distante: gente
pequea y obscura, cubierta de pelo, que ensartaban a sus vctimas en un bamb
sobre el fuego y una vez cocinados les sacaban trozos para comrselos; era en verdad
un asado humano. Yo haba odo hablar antes de esta gente y ahora s que las
narraciones estaban bien fundadas. Era obvio que los Maxubis se consideraban
civilizados y hablaban de los canbales de los alrededores con gran desprecio. Tenan
un sistema de guardias en las orillas de sus territorios donde vivan tribus enemigas
y las garitas de centinela que habamos visto -^-comunes a todos estos indios
eran pantallas desde las cuales se podan disparar flechas.
Cargados con sacos de cacahuetes, hachas de piedra, arcos y flechas las armas
eran verdaderas obras de arte dejamos a los Maxubis y volvimos hacia el surponiente en direccin de Bolivia. Faltaba la caza, pues era uno de esos perodos en
que por alguna razn u otra los animales y pjaros andaban por otros lados. Una vez
logramos disparar a tres monos, pero un jaguar vagabundo se arranc con dos de
ellos y tuvimos que seguir con la dieta de ocho cacahuetes diarios. Tal vez esto nos

241

EXPLORACIN FAWCETT
salv de una postracin excesiva, pues es un hecho que, a pesar de constituir una
dieta vegetal, si es suficiente, proporciona plenitud de fuerza y energa; bajo
condiciones de semi-inanicin la carne produce un sentimiento de gran laxitud 25.
No era fcil caminar y nosotros estbamos muy hambrientos cuando finalmente
llegamos a la cabaa de un recolector de caucho a orillas de un pequeo arroyo. Aqu
permanecimos dos das, alimentndonos de arroz y charque.
Jams olvidar nuestro primer desayuno en aquella choza. Al lado nuestro, bajo la
sombra del alero de la cabaa, un hombre estaba murindose de geofagia, un ser
enflaquecido cuyo estmago estaba muy hinchado. Los que conocan los sntomas
haban perdido toda esperanza y nuestro husped seringero no perda tiempo en l.
La vctima se quejaba continuamente y exclamaba:
Senhores, me estoy muriendo; aie, qu agona!
Usted sabe que en media hora ms estar muerto dijo el seringero en
respuesta, as para qu tanto alboroto? Echa a perder el desayuno de los
senhores.
Aie se lamentaba el moribundo. Me estoy muriendo; aie, qu agona!
De repente una mujer retir la malla mosquitera. El hombre estaba muerto. Una
avispa se instal sobre su nariz, que se crisp dbilmente, pero no emiti ningn
sonido. Antes de una hora el cuerpo haba sido sepultado y tal vez olvidado. Yo me
preguntaba para qu haba nacido, con qu objeto haba pasado de la infancia a una
vida de miseria sin remedio y finalmente de una agona solitaria a un fin no llorado
por nadie. Seguramente era mejor vivir como bestia que en una condicin humana
tan envilecida como sta. Sin embargo, hay una razn. No s por qu me haba
impresionado tanto el suceso, ya que haba visto morir a muchos hombres en esta
forma. El crispamiento de la nariz del muerto se haba arraigado en mi memoria;
recordaba que cierta vez vi una llama, a quien le estaban cortando el pescuezo,
azotar con su cola una mosca insistente, como si no estuviese ocurriendo nada de
particular.
El entierro no fu el ltimo episodio del hombre muerto. El seringero insista
que de noche caminaba su fantasma. En todas partes en el interior consideran
25

El jefe de los Maxubis, encantado con las fotografas que mi padre le mostr de su familia en Inglaterra, le
di un gran saco con cacahuetes gigantes para nosotros, los nios. Esto lleg a casa intacto ni aun los
tormentos del hambre haban inducido a mi padre a comerlo y me avergenzo ahora al recordar la
indiferencia con que los comimos. An conservo el saco y unos pocos fueron guardados como curiosidad, pero,
desgraciadamente, ms tarde, en el Per, los

242

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natural que los espectros caminen algn tiempo despus de la muerte. Los pueblos
selvticos estn bastante cerca de la naturaleza para saber cosas que quedan ocultas
de nosotros.
Continuamos ro abajo y nos encontramos con otro recolector de caucho, don Cristin
Surez, que haba realizado algunas notables exploraciones en el Chaco y que se
haba instalado temporalmente en el Guapor. Nos atendi lo mejor que pudo dentro
de sus recursos limitados, y a m me pareci un hombre interesante y culto; de
ninguna manera el pen contratado ordinariamente para las labores del caucho.
Pude haber hecho mi fortuna en el Chaco, seor dijo una tarde mientras
estbamos sentados en torno al fuego donde estaba ahumando las bolas de goma.
El problema mo es que no puedo permanecer en un lugar. All abajo estaba conmigo
un amigo y ste emple su cerebro, no como yo que tomo los sucesos a medida que se
van presentando. Aquel muchacho saba una o dos cosas, y a crdito compr una
gran superficie de terreno ganadero en el distrito de Santa Cruz. Despus baj al
norte del Chaco y a la regin Parapiti, donde los yacanaguas y otros indios tenan
grandes rebaos de ganado. Llev consigo una vaca de juguete, un objeto pequeo
que caminaba a saltos y haca reverencias con la cabeza cuando se le daba cuerda.
Cont a los indios que ste era un gran espritu y que adivinaba el pensamiento. Mi
amigo se diriga a un indio y repentinamente lo acusaba de pensar algo malo,
dicindole que morira por ofender el espritu en la vaca de juguete. Cuando el indio
ya estaba aterrorizado, mi amigo le deca: Si usted no quiere morir yo apaciguar al
gran espritu por cien cabezas de ganado, entregadas en Santa Cruz. El indio
siempre aceptaba ansiosamente y entonces mi amigo hablaba algunas jerigonzas a la
vaca de juguete, que meneaba la cabeza. Pronto tuvo el rancho mejor equipado de
Santa Cruz y todo por el precio del juguete y nada ms. Vuelvo a repetirles que era
muy listo.
Al igual que Surez, todos los seringeros que encontramos eran bondadosos y
hospitalarios, y slo en la barraca del alemn la posibilidad de explotar a los viajeros
eclipsaba las dems consideraciones. Mientras estuvimos all nos pesamos y
comprobamos que, desde que abandon Inglaterra, Manley haba perdido
veintinueve libras; Costin, treinta y una, y yo, cincuenta y tres; sin embargo, no nos
sentamos peor.
En el recorrido desde aqu a Porvenir, sobre el Paragu, fuimos detenidos en el ro
por grandes cantidades de camalote. Durante el camino presenciamos la lucha entre
un manat y un cocodrilo. Uno no espera mucha habilidad para pelear en la humilde
vaca marina, pero triunf decisivamente sobre el cocodrilo.

243

EXPLORACIN FAWCETT
Despus de haber permanecido cinco das en Porvenir lleg de San Ignacio una
carreta tirada por bueyes, y la usamos para continuar nuestro viaje. Tres das de
spera huella a travs de la selva nos hicieron llegar a la primera estancia y el
camino despus fu ms aliviado. Gran parte del viaje en carreta slo se hace en las
primeras horas de la maana y aqulla slo tena lugar para nuestro equipaje:
nosotros caminbamos al costado. En todas las estancias que estuvimos
comprobamos epidemias de escarlatina, y los hombres moran como moscas.
Tambin en San Ignacio, donde llegamos a principio de septiembre de 1914. Aqu
supimos que la guerra haba estallado en Europa. Un alemn me inform de ello, y a
pesar de ser oficialmente enemigos, me prest dinero suficiente para llegar a Santa
Cruz pues todo lo que me quedaba eran 4 libras, pidindome nicamente que el
prstamo fuese pagado a su representante en Santa Cruz.
En San Ignacio pudimos conseguir solamente una mua, sobre, la que cargamos
nuestros equipajes y provisiones y nosotros caminamos a pie las 231 millas hasta
Santa Cruz. Como ya habamos cubierto 250 millas a pie al lado de la carreta, no
pareca que hubiera algo de qu quejarse; en todo caso, nuestros pensamientos
estaban llenos de la noticia de la guerra y de su posible repercusin en nuestras
familias y amigos de Inglaterra.
Despus de caminar dos semanas, a razn de diez horas diarias, llegamos a Santa
Cruz. Nuestro alimento cotidiano durante el viaje consisti en dos bizcochos duros en
la maana y sardinas con azcar en la tarde, y, sin embargo, no nos hizo dao. Los
alemanes de la ciudad estaban llenos de jbilo. Despus de una orga de cerveza,
arrancaron los boletines de la puerta del vicecnsul britnico y desfilaron por las
calles cantando canciones patriticas. Muchos ya haban partido para Europa y el
frente, y al llegar a la costa encontraron que no haba buque alemn que los pudiese
llevar. Nosotros tambin anhelbamos regresar a la patria para participar en la
guerra, pero demoramos ocho das en conseguirnos animales y otros diez en llegar a
Cochabamba.
All encontramos de nuevo al Barn Nordenskiold, quien confes estar muy
admirado de vernos regresar. Los indios huaris que l haba visitado, tambin le
hablaron de canbales velludos, hacia el noreste; pero los salvajes tienen poco clculo
para apreciar distancias y sus datos a menudo dan una impresin de proximidad
completamente infundada.
Pasamos por La Paz, cruzamos el lago Titicaca en el Inca y llegamos a la costa a
tiempo para ver la desafortunada escuadra del almirante Craddock navegando a su
destruccin cerca de Coronel. Despus de esto, los ingleses tuvieron una temporada
difcil en los puertos del Pacfico, especialmente en aquellos de Chile, en que era

244

EXPLORACIN FAWCETT
mayor la influencia alemana, "hasta que con el combate de las islas Falkland cambi
el curso de los acontecimientos. Era un perodo adverso en la guerra. Y al regresar a
la patria encontramos a Nueva York a obscuras, pues los submarinos alemanes ya
estaban en plena labor en las aguas americanas.
A principios de enero de 1915 fuimos incorporados al gran ejrcito.

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CAPTULO XVII
LA PUERTA DE ACCESO

ESTA FUNDAMENTADO EL ANTIGUO DICHO: Ver Ro antes de morir.


No conozco ningn otro lugar que se pueda comparar con Ro de Janeiro y albergo la
esperanza de vivir all algn da, si es que puedo tener tanta suerte. Si el xito
financiero recompensa este trabajo de exploracin, nos compraremos una casa en las
laderas de las montaas que contemplan esa maravillosa baha, para que la familia
dispersa pueda reunirse all todos los aos para Navidad, y mi esposa y yo podamos
terminar nuestros das en una de las regiones ms hermosas del mundo. Tambin
me gusta su gente, y si este sueo se transforma en realidad, agradecer que me
acepten como uno de ellos. Mi trabajo actual se desarrolla en este pas y nada podra
agradarme ms que pasar el resto de mi vida al servicio del Brasil.
En Inglaterra hubo cierto inters por mi trabajo, pero no vena apoyo econmico.
Quizs el objetivo era demasiado romntico para conservadores de cabeza dura, que
prefieren irse a lo seguro y financiar expediciones al Monte Everest y a la vieja

246

EXPLORACIN FAWCETT
Antrtica. No los censuro. La historia que ustedes leyeron en el captulo inicial no es
fcil de aceptar como verdadera; pero eso no es todo, es ms extrao aun lo que
todava no se ha contado. En su tiempo, los hombres de ciencia se mofaron de la
existencia de las Amricas y ms tarde de las historias de Herculano, Pompeya y
Troya. Ustedes pueden argir que esos grandes descubrimientos derrotaron a los
incrdulos, y esto redundara en mi favor. Como fui agraciado con una medalla y era
cofundador de la Royal Geographical Society, obtuve un auditorio respetuoso, pero
hacer que los seores de edad o los arquelogos y expertos de los museos en Londres
me creyeran siquiera una fraccin de lo que yo saba era cierto, resultaba una tarea
que estaba ms all de mis fuerzas.
Termin la guerra convencido de que Gran Bretaa como potencia mundial estaba
en decadencia y vea a Europa como un lugar que era preferible evitar. Muchos miles
de hombres deben haber salido con una desilusin semejante despus de cuatro aos
de lodo y sangre; desilusin que es la inevitable consecuencia de la guerra, excepto
para los poqusimos que ganan materialmente con ella. Yo haba perdido mucho,
porque la guerra me oblig a cortar los hilos de una nueva actividad y sera muy
difcil unirlos nuevamente. Abandon el ejrcito con una pensin de 150 libras
anuales, y yo haba gastado el doble en regresar a la patria con Costin y Manley; y
volver otra vez despus de dejar asegurada mi familia significaba echar mano hasta
del ltimo penique.
Costin, que durante un tiempo haba estado conmigo, lleg durante esos aos a ser
teniente de artillera; pero se haba casado y no se interesaba en trabajos
expedicionarios en Sudamrica. Manley sobrevivi la guerra, pero muri de una
enfermedad al corazn poco despus.
A travs de las nubes de la depresin de la postguerra mir hacia las Amricas y vi
en ellas la nica esperanza de nuestra civilizacin. Norteamrica ya ocupaba un sitio
a la cabeza de nuestras naciones occidentales, pero para m la mdula estaba en las
repblicas latinoamericanas, las cuales, estimuladas por la inflacin de los mercados
de tiempo de guerra, estaban comenzando a progresar. A toda costa debemos
abandonar Inglaterra, pens, y dar oportunidad a los nios de crecer en el viril
ambiente del Nuevo Mundo. Estaban an en edad escolar y mi hijo mayor estaba
cerca de la cspide de su carrera escolar, pero sta no era la nica educacin que
necesitaban. Tomamos la decisin de abandonar la patria, cortando las races que
nos ataban. Arrendamos nuestra casa de Seaton, a donde nos habamos trasladado
desde Uplyme. Haba poco que vender y, con todo lo que poda ser llevado, mi esposa
y los nios iran a Jamaica y yo al Brasil.

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Cuando el presidente del Brasil, doctor Pessoa, visit Londres, tuvo la amabilidad de
darme audiencia y escucharme con inters lo que yo tena que decirle. Supe ms
tarde que su gobierno estaba por el momento incapacitado para subvencionar
cualquiera investigacin, pero esto de ningn modo se deba a indiferencia. Brasil se
encontraba ante la amenaza de la crisis financiera y todos los gastos superfluos se
haban reducido a un mnimo. Quizs, pens, yo podra obtener ms xito en Ro,
donde puedo ponerme en contacto con los ministros a cuyo cargo estn los asuntos
del interior. Sin lugar a dudas tendra mejor oportunidad en el sitio mismo.
Llegu all en febrero de 1920. Perd mucho con el cambio de moneda, porque a mi
llegada tuve que cambiar libras esterlinas en mitris a razn de un poco ms de doce
por libra y ms tarde, cuando tuve que volver a cambiar stos en libras, para volver a
Inglaterra, estaban a cuarenta. Ro no era una ciudad barata para vivir,
especialmente para m que deba esta' n hoteles y nunca libre de la ansiedad de lo
que podra suceder si fallaban mis esfuerzos para encontrar fondos para la
expedicin. Primero me aloj en el hotel Internacional, arriba en Silvestre, pero como
rpidamente se convirti en un santuario de alemanes, tuve que dejarlo, aunque con
pena. Sin duda que haba prejuicio de mi parte, pero la guerra era una tragedia
reciente una herida an no cicatrizada y era incapaz de mirar a los alemanes
con un criterio amplio. Haba olvidado el hecho de que antes de la guerra me haba
encontrado y haba sido amigo de muchos de ellos; o quiz este hecho estaba
eclipsado por 'la ilusin de lo que conocemos por patriotismo. En todo caso fu un
cambio favorable, porque Sir Ralph Paget, el embajador britnico, me invit a vivir
con l en la hermosa residencia de la embajada.
El tiempo que pas en Ro se extendi a seis meses, pero en general fu una
deliciosa experiencia, pese a mis angustias. Desde la terraza de la embajada se
gozaba de una vista maravillosa en todas direcciones, y en lo que a panoramas se refiere, Ro es incomparable. Abajo, la avenida Beira Mar pasaba por un tnel bajo la
colina y entraba al suburbio de Copacabana, ms all del cual se extenda pasando
por suburbio tras suburbio a lo largo de doce millas de esplndida costa. A menudo,
en las tardes, pasebamos en automvil por esta carretera, para regresar despus
del crepsculo, cuando repentinamente se encendera el ms maravilloso de los
sistemas de alumbrado del mundo entero, lanzando un tapete de titilantes reflejos
sobre las tranquilas aguas de la baha. Cun grises y tristes parecen nuestras viejas
ciudades inglesas despus de tal belleza! Uno no poda aburrirse aqu. Haba una
incesante actividad en la baha, la llegada y partida de los transatlnticos, los
ruidosos vapores de la baha corriendo, como gigantescos escarabajos acuticos, de
un lado a otro de la capital del estado de Niteroi; las atestadas avenidas y la gente
alegremente vestida; las enormes playas arenosas, que, pese a los miles de baistas,
no se vean repletas. Si algo faltaba para completar el cuadro eran yates; no haba

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ninguno, pero algn da vendrn, pues ste es un lugar prspero. La veo como capital
de la civilizacin, en estado embrionario an.
En las regiones tropicales y subtropicales de Sudamrica el clima est ponindose
ms fro en verano. De mayo a septiembre no hay temperatura ms deliciosa que la
de Ro, y si no fuera por el hecho de que su estacin coincide con el verano del norte,
estoy seguro que habra una enorme afluencia anual de visitantes. Nadie que no
haya visto Ro puede imaginar qu paraso es; puerta de acceso a una vasta regin
interior, cuyos recursos ilimitados no pueden ser avaluados en toda su realidad. Los
brasileos tienen razn en estar orgullosos de Ro. Posee la ms hermosa de todas
las bahas, rodeada de montaas pintorescas y encumbradas, y en este sitio perfecto
han construido una joya de ciudad, rebosante de riqueza, de lujosos hoteles,
magnficas tiendas, anchas avenidas y soberbios bulevares.
Pude hablar de nuevo con el presidente y escuch mis propuestas con la cortesa y la
agilidad mental tpica de los ministros sudamericanos. Tambin fui escuchado por
miembros del Gabinete, pero no logr xito alguno, hasta que el embajador britnico
agreg el peso de su influencia a mis splicas. Entonces el gobierno consinti en
subvencionar una expedicin. No recibira pago, pero estuvieron de acuerdo en dar
un buen salario a un oficial del ministerio del aire, en nuestra patria, que estaba
ansioso de acompaarme.
Yo me acusaba de cierta indiferencia al entrar en los palacios y parlamentos sin
chaqu ni sombrero de copa, pero, para decir verdad, no posea tales piezas de vestir.
Aun persista el memorable horror de ellos, desde los grises das del Westminster
School, y despus, cuando protest contra el reglamento que obligaba a los oficiales
jvenes a vestirse de esta manera cuando se acercaban a los dioses de Whitehall.
Hubo una poca en que era necesaria una estricta observancia de tales convenciones
cuando se visitaba a los presidentes de Sudamrica, pero ahora esta formalidad
haba sido repudiada y esto me pareci una indicacin del criterio ms amplio que se
extenda por el continente.
Cablegrafi al oficial que partiese y se reuniera conmigo. La Embajada
cablegrafi al Foreign Office y el gobierno brasileo a su embajador en Londres.
Pero el oficial haba cambiado de idea y yo me vi ante el problema de buscarme
un compaero aqu mismo. Pareca imposible encontrar en Ro el tipo de hombre
que se requera, pero el editor de un diario britnico en Sao Paulo, ansioso de
ayudar, puso un aviso solicitando Jvenes inteligentes". Apenas indicaba lo que
se precisaba, pero la demanda fu tal, que albergu la esperanza de encontrar por
lo menos uno entre los muchos intiles. Sitiaron la Embajada, me esperaban en
las calles y me asediaron con cartas y recomendaciones. La mayora de ellos

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tenan empleo, pero el llamado irresistible de la exploracin los separaba de su
ocupacin, sin considerar la seguridad que sacrificaran. Me caus pena tener que
desilusionar a tantos, pero ninguno pareca apto para la labor.
Ya casi desesperado, me encontr con un enorme australiano que buscaba un
empleo. Butch Reilly, de seis pies y cinco pulgadas de altura, y ancho como una
puerta de establo, deca ser mayor de ejrcito, domador de potros, marinero y varias
otras cosas.
Y lo que es ms dijo, poseo veinte mil acres de tierra con animales en
Australia. No me pueden ensear nada que yo no sepa de caballos o de buques!
En un reciente match de box Butch haba embestido contra su adversario, un
pugilista americano, con tal entusiasmo, que no hubo manera de detenerlo ni con el
gong, ni los seconds, ni el rbitro. Fueron necesarios los esfuerzos combinados de
muchos espectadores para separar a ambos, que estaban decididos a liquidar la
pelea por knock-out, ya fuese dentro o fuera del cuadriltero. Un hombre como
Butch pareca muy capaz de soportar los viajes de la selva y lo contrat, muy feliz
con la adquisicin.

El Gobierno me prometi dos oficiales brasileos, y el general Rondon, el


conocido explorador e ingeniero, que acompa la expedicin Roosevelt al ro
Duvida, fu bastante amable para hacer los trmites necesarios para que ellos
vinieran. Hecho todo lo que poda hacerse, Butch y yo partimos a Sao Paulo el 12 de
agosto, despus de una despedida de la colonia britnica, la ms jovial y hospitalaria
de toda Sudamrica.
En Sao Paulo nos atendi la colonia britnica y nos ayud 'por todos los medios
posibles. Aun nos regalaron pistolas y municiones, presentes de dudoso valor, pero
no por eso aceptados con menos gratitud. Mientras estuvimos all, visitamos la
granja de ofidios del Instituto Butantan, donde nos dieron una cantidad de suero de
serpientes para el caso de accidentes.
Esta institucin tan bien administrada es de valor inapreciable para los
moradores de las regiones infestadas de culebras y debera tener su similar en todas
las partes del mundo. Durante muchos aos, ni un solo caso de mordedura de
reptiles, tratado con el suero que all preparan, ha fracasado en su curacin, aun
despus de alcanzar un estado desesperado. Las jaiaiacas, la mortal cascabela, y
prcticamente todas las variedades conocidas de serpientes venenosas del Brasil
estaban aqu a la vista y eran utilizadas para la preparacin de suero. Tambin hay
una valiosa culebra no venenosa llamada musse- rau, un reptil negro reluciente, de
cuatro a seis pies de largo, que se alimenta de serpientes venenosas y es por eso muy
importante de multiplicar. Los empleados de Butantan tratan a los ofidios con la
indiferencia creada por una larga experiencia en su manipuleo, y aunque los

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espectadores consideren su temeridad una locura, ellos saben muy bien lo que estn
haciendo y hasta qu punto pueden llegar.
El viaje por tren desde Sao Paulo al ro Paraguay fu polvoriento y aburrido,
sobre una va que debe ser la peor construida y la menos cuidada en toda la
repblica. Es muy comn que el tren se descarrile una o dos veces al occidente del
ro Paran, y los continuos balanceos no permiten que el pasajero olvide ni por un
instante el peligro inminente. Tuvimos suerte durante nuestro viaje, pues slo
ocurri un descarrilamiento y ste fu porque un guardafrenos tir el cambiava bajo
la mquina, mientras estbamos saliendo de la va nica, despus de haber dejado
pasar a otro tren. El episodio ms memorable del viaje fu la prdida de mi precioso
Stet- son, que sali por la ventanilla debido a un descuido de Butch, y un buen
Stetson no se puede reemplazar en las sombrereras de los puestos de avanzada!
Por vapor viajamos ro arriba a Corumb, una ciudad que haba progresado mucho
desde 1909, pues sus comerciantes y ganaderos se haban hecho de lindas fortunas
durante la guerra. Aqu me esperaba un telegrama. Deca que el gobierno se vea
obligado a cancelar los servicios de los dos oficiales, debido a la crisis financiera y al
gran desembolso ocasionado por la visita del rey y la reina de Blgica. Estas eran
malas noticias, pero me sent mejor al llegar otro telegrama de un amigo de Ro, que
saba de mis dificultades y que me enviaba un joven un gringo para llenar la
vacante, el que se reunira con el destacamento en Cuyab.
El ro estaba muy bajo y tuvimos que transbordar del vapor en que dejamos
Corumb a una chalupa, por el resto del viaje a Cuyab. Hallamos este lugar
empobrecido y atrasado y, a pesar de ser el asiento del gobierno de Matto Grosso, era
inferior en todo sentido a Corumb. La poblacin era claramente mulata y muy
pobre, principalmente a causa de la explotacin desmedida de los comerciantes
locales y el poco dinero que pudiera tener era anexado por la municipalidad y la
iglesia. El astuto y enrgico obispo de Matto Grosso, que tambin era el presidente,
no era hombre que dejara sufrir a su iglesia, y los numerosos sacerdotes y monjes
fomentaban una profunda ignorancia y supersticin fantica en los fieles, que los
mantena mansamente subyugados. En conjunto el lugar era muy primitivo, pero
haba un servicio de automviles Ford que realizaba el trnsito de la milla y media
que una la ciudad con el puerto fluvial, haciendo el recorrido de ida y vuelta, todo el
da, con los radiadores hirviendo y.ahogando a sus intrpidos pasajeros entre nubes
de polvo.
Cuyab haba sido fundado como centro de una gran industria aurfera y
tanto el oro como los diamantes han sido sacados de los ros y de la tierra en esa
zona. Aqu, y al norte de Diamantino, los dragadores trabajaban en la corriente, pero
el negocio no compens ni los gastos y la prosperidad desapareci, dejando el lugar

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un poco mejor que una ciudad fantasma. Todava, despus de una lluvia intensa, se
recogen a veces pepitas de oro en la plaza principal, y por ese motivo los alrededores
enteros de la ciudad misma han sido revueltos. Hacia el occidente est San Luis de
Cceres, mencionada en captulos anteriores; hacia el norte, Rosario y Diamantino,
ambos en estado de decadencia; en el este, en los lmites del estado de Goyaz, no hay
nada ms que explotaciones dispersas de diamantes y unos pocos establecimientos
pequeos con sus plantaciones. El suelo es pobre en esta regin en cuanto & valor
agrcola y abundan las enfermedades. La pobreza general puede mejorar hasta cierto
punto con la lnea frrea que est actualmente en construccin para unir esta regin
con el noroeste, en Aguas Claras, cerca del ro Paran, pero no veo como podr dejar
ganancias.
El nuevo miembro de la expedicin lleg despus que hubimos estado un
mes en Cuyab, un joven alegre y gallardo que bulla de buenas intenciones. Me di
su nombre completo y agreg: Llmeme Felipe. Cada vez que alguien le preguntaba
su nombre, l retorca un largo rulo, semejante a una salchicha de pelo descolorido,
diciendo: Llmeme Felipe. Felipe le deca todo el mundo.
Me imagino que a usted le han contado algo de nuestro objetivo dije.
Oh, s. Algo he odo. Sumamente interesante! Estoy muy contento de
tener una oportunidad de conocer una regin nueva donde haya pjaros que nadie
conozca todava. Soy muy aficionado a la ornitologa, coronel.
Hablaba casi exclusivamente de eso y en una o dos semanas casi nos tena a
Butch y a m discutiendo sobre quetzales y otras cosas que nunca habamos odo
antes. Su efervescencia era estimulante, pero desgraciadamente una vez que salimos
a la senda, alejndonos de Cuyab, se mantuvo en un silencio ansioso,
permaneciendo as hasta que estuvimos otra vez cerca de la civilizacin. Mi intencin
no era regresar por el camino de Cuyab, sino pasar por lo menos dieciocho meses en
las selvas y salir finalmente a uno de los grandes ros. Por sugestin del general
Rondon, yo cargara dos caballos y dos bueyes y los llevara hasta ms all del punto
donde tendramos que desistir de usar las cabalgaduras. Habra tambin un lmite
para los bueyes y desde all nosotros mismos deberamos transportar nuestro equipo
ms indispensable. Alcanzaramos nuestro objetivo en la primavera despus de
pasar la estacin hmeda con los indios. Ese era el plan, pero quedaba por ver cmo
lo resistiran mis dos compaeros.
Nos alejamos de Cuyab dos das despus de la llegada de Felipe. Butch, el
experto en caballos, result ser un ignorante en equitacin. Su constante charla me
haba preparado poco a poco para esta desilusin y ya no confiaba en su habilidad

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para soportar las dificultades, despus de su loca conducta corriendo detrs de las
mujeres, jugando y bebiendo. Mis amonestaciones siempre encontraban la misma
excusa.
Un verdadero hombre tiene que vivir su vida, y estoy hecho de carne y
huesos, como los dems.
Gran parte de la poblacin de la ciudad contempl nuestra partida, porque
hechos como ste venan a sacarlos de la monotona diaria. Butch mont torpemente,
se balance en la silla un momento y despus cay al otro lado. Intent una y otra
vez con los mismos resultados; a la tercera, su caballo le ayud y logr subirse entre
los aplausos y los gritos de los espectadores que nos despedan. Butch avanz con
sombra determinacin y despus de una milla o ms se sinti bastante seguro como
para hablar.
Estos no son caballos como los que yo conozco observ. No estoy
acostumbrado a este tipo de animal, ni al uso de la silla. Yo siempre montaba en
pelo.
Nunca salamos del tranco, pues ste era la marcha acostumbrada de los
animales de carga, pero Butch se cay cuatro veces en dos das, y una dentro de un
ro. Su vocabulario de marinero no significaba nada para su paciente caballito, pero
tuve que reprenderlo cuando comenz a darle malignos puntapis a su bestia.
He estado demasiado tiempo en el mar mascull excusndose. Debo
haber olvidado mucho de caballos.
Al tercer da desarroll una seria debilidad orgnica, y, aunque tena miedo
de regresar solo, por ltimo se dej vencer por mis argumentos de que, si en algo
apreciaba su vida, sera mejor que regresara ahora, mientras pudiese. Nos dej sin
excusa ni pena y slo se preocup de su paga. Mientras izaba su gran cuerpo de
vividor en el lomo del caballo se volvi hacia m y me dijo:
No se preocupe, coronel. No voy a hablar mal de usted cuando regrese.
Esa fu la ltima vez que lo vi, pero supe ms tarde que lleg a pie a
Cuyab, pues perdi su caballito en el camino. No le cont a nadie la historia de su
solitario viaje. A m me cost 600 libras y un confiado misionero de Cuyab le di un
atado de ropa ma para que lo dejara en Ro, pero Butch lo agreg a sus ganancias.
Ahora estaba slo con Felipe y desconfiaba bastante del vigor de este joven.
En todas partes mientras bamos hacia el norte nos recibieron en forma muy
hospitalaria. Nos hospedamos en pequeas estancias, que nos proveyeron de

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alimentos, para nosotros y los animales, rehusando enfticamente nuestros ofrecimientos de pago. En uno de aquellos lugares nos contaron que los temidos Morcegos
vivan slo a diez das de viaje hacia el norte. Estos morcegos murcilagos
tienen fama de ser salvajes de la especie ms brbara, hombres-monos que viven en
agujeros practicados en el suelo y slo salen de noche.
Conozco a un mouco que vive ahora cerca de Cuyab y que estuvo con ellos
me cont mi informante. Iba en una expedicin que suba por el ro Xing,
compuesta de diez miembros, y nueve fueron muertos. El escap, pero los morcegos
lo capturaron, dejndolo con vida slo porque una de sus mujeres se encaprich con
l. Lo mantuvieron largo tiempo, pero finalmente se escap de da, trepndose a un
rbol y saltando de uno a otro, para que los salvajes no descubrieran sus huellas. Sin
embargo, ellos le siguieron la pista hasta el rbol, pero all la perdieron, sin poderse
imaginar por dnde se haba ido.
En el rancho del coronel Hermenegildo Galvao me contaron que un jefe indio
de la tribu nafaqua, cuyo territorio queda entre los ros Xing y Tabatinga,
aseguraba conocer una ciudad en la que vivan los indios y donde haba templos y
ceremonias bautismales. Los indios de all hablaban de casas alumbradas con
estrellas que nunca se apagaban. Esta fu la primera, pero no la ltima vez, que o
hablar de esas luces permanentes, encontradas de vez en cuando en las antiguas
casas, construidas por esa civilizacin olvidada de tiempos antiqusimos. Saba que
ciertos indios del Ecuador alumbraban sus chozas de noche por medio de plantas
luminosas, pero yo consideraba que esto deba ser algo totalmente diferente. Haba
algn medio secreto de iluminacin, conocido por los antiguos, que an no ha sido
redescubierto por los cientficos de hoy da, algn mtodo de dominar fuerzas
desconocidas por nosotros 26.
Muy pronto estuvimos cerca del lmite de la civilizacin, donde se ve
ocasionalmente a los salvajes, cerca de la cabecera del ro Cuyab. Hay buen terreno
ganadero, pero las anacondas son tan numerosas, que constituyen una plaga. Casi en
cada charco hay dos o tres de estos monstruos, y las corrientes son peligrosas para
aproximarse descuidadamente. Los indios de la regin las atacan sin temor, saltando
de a doce dentro de los charcos y atacando a las serpientes hasta matarlas con sus

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En vista del reciente desarrollo de la investigacin atmica no hay razn para rechazar como un mito las
lmparas que nunca se apagan. El mundo descendi a un estado de barbarie a causa de terribles cataclismos.
Se han sumergido continentes en el ocano, mientras otros han emergido. Los pueblos fueron destruidos y los
escasos sobrevivientes que escaparon pudieron vivir solamente en un estado de salvajismo. Casi olvidaron todas las antiguas artes y nosotros no podemos decir, en nuestra ignorancia, si la ciencia de los das
antediluvianos no haba avanzado ms all del lmite que recin hemos alcanzado.

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cuchillos. Ellos miran esto como un gran deporte, pero el motivo principal es que la
carne de anaconda es muy apreciada.
Un morador como se llama a los pequeos pobladores me cont una
curiosa aventura con una serpiente. Un da baj a un arroyo para lavarse las manos
y beber, y mientras estaba en cuclillas al lado del agua, sinti un golpe en los
hombros, primero en uno y despus en el otro. Se volvi, viendo con horror la cabeza
de un gran surucucu mecindose en el aire sobre l. Inmediatamente se lanz a la
corriente y nad lo ms lejos que pudo. La serpiente no intent atacarlo o seguirlo,
aunque estos seres son considerados tan agresivos, que pueden cazar a un hombre.
Quiz su agresividad se limita solamente a la poca del celo.
Nos adentramos por el norte hacia terreno desconocido, a travs de pastos
speros y de montes bajos, a menudo tan tupidos, que debamos dar grandes rodeos
para continuar avanzando. Ascendimos cerros cortados a pique, por estrechos senderos hechos por los tapires, y nos hundimos en las selvas del norte, donde, por un
trecho, el terreno es bajo. Llova incesantemente las lluvias comenzaron temprano
en 1920 y violentas tormentas nos azotaban da y noche, y pareca que los
elementos trataban de hacernos retroceder. No lo supimos hasta entonces, pero
estbamos atrasados en un mes para hacer esta seccin del viaje. Las garrapatas nos
hacan la vida insoportable, porque pululaban en todas partes, siendo la peor de
todas la diablica garrapata do chao. Moscas microscpicas cubran nuestras caras,
penetraban en nuestras ropas desde la maana hasta la puesta del sol, permanecan
all toda la noche, si haba luna, y al amanecer se encontraban en las hamacas,
formando pequeos montones. Su picadura no era grave, pero irritaba ms que una
ropa de lana muy spera. Yo estaba curtido con estas cosas, pero Felipe sufra
considerablemente y su moral decaa cada da ms.
Tenamos dos perros. Uno era un animal grande, rojizo, de raza indefinible, .que
Butch leg a Felipe. El otro era un can ordinario, vigoroso, simptico, de cuerpo
largo, que obedeca al nombre de Vagabundo; un perro perdido que yo haba
recogido en Cuyab. Este animal era extraordinariamente inteligente y de buen
carcter, y el servicio ms til que nos prestaba era advertirnos de los enjambres de
avispas que encontrbamos en nuestro camino. Tena una atraccin certera para las
avispas, y estos insectos, que variaban del tamao de una mosca casera a monstruos
de pulgada y media de largo, nos acompaaban todo el viaje.
Los bueyes tenan la costumbre de abandonar el rastro en cuanto podan, para
meterse en la espesura. La carga que iba en sus lomos golpeaba los nidos de avispas,
y sus furiosas ocupantes se vengaban de cuanto ser viviente hubiese en las cercanas.
Vagabundo, ocupado con los atractivos olores del monte bajo, reciba

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invariablemente la peor parte del ataque, y cuando escuchbamos su terrible aullido
de dolor, sabamos que era aconsejable hacer un rpido rodeo. Las avispas nos
podan dejar tranquilos a veces, y, ciertamente, no impresionaban a los bueyes; pero
en cambio Vagabundo era el preferido en todas las ocasiones.
Felipe estaba aterrorizado con las avispas y se cansaba haciendo locas
acrobacias para librarse de ellas. No poda censurarlo, pues an no he encontrado un
hombre que soporte cuarenta o cincuenta picaduras en la cara y en el cuello sin que
le d pnico, y estas avispas especialmente las pequeas atacan a los ojos. El
perro rojo pareca vivir en un estado de hambre crnico y adquiri la mana de
mascar por la noche los arneses de cuero crudo de los bueyes. Debido a la lluvia
constante, el cuero heda como carroa, y al manipularlo haca que los rasguos se
infectaran, hasta que Felipe se convenci de que sera inevitable el envenenamiento
de la sangre. Pero esas cinchas de cuero crudo eran esenciales, pues sin ellas no
podamos cargar a los animales, y entonces, dnde transportaramos el alimento?
De alguna manera debemos evitar que ese perro masque las cinchas dije
inocentemente.
Felipe reflexion sobre esto, y un da no encontramos el perro rojo.
No hay necesidad de que lo busque, coronel dijo. Yo lo mat.
Esto me molest mucho, pues en lo que menos haba pensado era en matar el
animal. En expediciones como stas, los perros no slo son alegres compaeros, sino
tambin valiosos centinelas.
Llevbamos ya seis semanas de camino, cuando uno de los bueyes cay para no
levantarse ms. Una semana ms tarde, el caballo de Felipe se ahog durante la
noche. Haca tiempo ya que mi propio caballo estaba relegado a animal de carga, y
Felipe se vi obligado a continuar conmigo a pie, lo que detestaba. Desde ese da
comenz a declinar. Sus piernas envaradas lo hicieron recordar una peculiar
enfermedad muscular que haba sufrido de nio; despus habl de una mancha en el
pulmn, a la cual no haba dado importancia anteriormente. Sospech que su
corazn estaba fallando y tom la costumbre de acostarse de espaldas en el suelo,
murmurando con voz sepulcral: No se preocupe de m, coronel. Siga adelante.
Djeme morir aqu. Finalmente desarroll una especie de enfermedad general, como
le ocurre a veces al soldado britnico, cuando los ejercicios resultan demasiado
agotadores. Cmo poda afrontar el verdadero peligro con tal invlido? No poda
hacer que regresase solo, porque era casi seguro que se extraviara y yo no poda
asumir esa responsabilidad. Lo nico que restaba era regresar con l y considerar el
viaje actual como un fracaso, un fracaso enfermante y descorazonado!

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Acampamos en un bosque muy seco, y nos encontramos escasos de agua; en
realidad, durante treinta y seis horas no tuvimos ni una gota de agua. Los piums
diminutas moscas picadoras nos torturaban incesantemente y las abejas y avispas
eran una plaga. Comenzaron a desfallecer los dos animales que nos quedaban y el
conducirlos hizo el viaje an ms difcil. Felizmente el buey sigui caminando y nos
sirvi de buen gua, pues pareca sentir la mejor ruta a seguir; pero el caballo result
difcil de empujar. Se empantan y slo pudimos sacarlo con ayuda del buey; al da
siguiente se desplom y tuvimos que matarlo a tiros.
Continuamos transportando sobre nuestras espaldas lo ms que podamos,
siempre torturados por moscas y avispas; nuestras piernas y pies sufran agonas a
causa de la excoriacin de las botas hmedas. Despus, mientras cruzbamos una
corriente, el buey se desplom en el agua, ahogndose. Pesadamente cargados,
luchando a travs del largo pasto que cubra los troncos resbaladizos y las piedras
sueltas y rodantes, cayendo y tropezando, cubrimos los ltimos tres o cuatro das,
hasta llegar al puesto de avanzada ms cercano. Fu la peor marcha; pero Felipe en
el camino de regreso se puso menos fatalista e incluso volvi a interesarse en los
pjaros.
El administrador del puesto nos aliment bien, y descansamos uno o dos das
antes de continuar.
Se perdieron la compaa de una tropa de soldados que regresaban a Cuyab
nos dijo. Podran haber ido con ellos.
An quedaba una larga caminata ante nosotros; pero no era nada en
comparacin con lo que ya se haba andado.
Dicen que es una regin psima donde ustedes estuvieron observ el
administrador. Veinte aos atrs, una tropa estacionada aqu se adentr con su
coronel y muy pocos regresaron. El coronel se volvi loco. Se encontraron con los
morcegos en la ribera izquierda del Araguaya. Tuvieron suerte ustedes de que no
anduviesen por esos lados.
Me dijo que podramos encontrar canoas despus de cuatro das de viaje y nos
prest ayuda inesperada caballos para llegar hasta all. Pero los caballos fueron
incapaces de vadear el crecido Tabatinga y tuvimos que mandarlos de vuelta;
continuamos a pie, cargando el equipaje. En esta parte del viaje Felipe desarroll
serios sntomas, incluyendo una insolacin; pero antes de llegar al puesto de
avanzada siguiente, se haba recuperado lo bastante como para silbar. Seguimos adelantando de un puesto a otro, recibiendo siempre gran hospitalidad y ayuda, y
llegamos finalmente a un lugar donde fu posible obtener transporte para Cuyab.

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Nuestros pies y piernas estaban en tal estado, que era imposible continuar caminando. Felipe haba llegado al lmite de su resistencia, y a m me haba molestado
una pierna enferma, ocasionndome tanto dolor por las noches que casi no poda
dormir. Cuando llegamos a Cuyab, ambos nos sentamos mejor y Felipe haba recobrado en gran parte su alegra.
Dos das ms tarde nos embarcamos para Corumb, dejando a Vagabundo en
su antigua guarida, esperando nuestro regreso en febrero. Debido a una huelga de
obreros fluviales, la lancha a Corumb estaba ms atestada que de costumbre con lo
ms selecto de la sociedad de Cuyab. Esta gente amontonada en el diminuto puente
superior se horroriz estremecida hasta el fondo de sus almas respetables ante
el espectculo que dio Felipe sacndose los zapatos y calcetines y untndose vaselina
entre los dedos despellejados de los pies. Una cosa as se consideraba el colmo de la
mala educacin. Me cost trabajo liberarme, pues, como camarada de Felipe, parte
de la vergenza recaa en m, y yo estaba destinado a convivir estrechamente con
esta gente durante un mes o dos. Era hijo mo? Era mi compatriota? Cmo pude
asociarme con tal patn?
Felipe sigui a Ro, comprometindose a regresar con una nueva provisin de
vveres para la prxima expedicin. Tambin me habra gustado ir, pero no poda
financiar el viaje, as es que, entretanto, decid permanecer en Corumb, que
prefera a Cuyab. Mi intencin era penetrar nuevamente en la selva en febrero
prximo, pero esta vez sin animales y por * va fluvial. Esperaba encontrar otro
compaero para que compartiera los equipajes, y, haciendo la mayor parte del viaje
en una canoa, no sera una prueba demasiado difcil para ninguno de ellos. Cmo
reaccionaran al establecer contacto con los indios era un enigma que nadie poda
adivinar.
El cnsul britnico en Corumb, un ex oficial de la armada brasilea, posea una
buena biblioteca, que me facilit. Esta y el cinematgrafo local me salvaron del
aburrimiento, y ocasionalmente llegaba al pueblo un ingls, desde alguna estancia
ro abajo, para aliviar la monotona.Volv a Cuyab a mediados de febrero, y me
lleg un telegrama de Felipe, que haba prometido a su madre estar de regreso para
Navidad! Suponiendo que ya vena en camino, no me quedaba nada por hacer; pero
con toda seguridad muy pocos exploradores en la vspera de la partida hacia una
aventura peligrosa han recibido tal comunicacin! Como me lo imaginaba, no lleg
hasta abril, y entretanto me mora de aburrimiento en ese pueblo mortalmente
tedioso, comparado con el cual Corumb es una metrpoli.
La Pascua de Resurreccin fu celebrada con una asombrosa procesin, que se
puede ver en ciertas pocas del ao en todas las ciudades de provincia de Sudamrica

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y en algunas capitales. Estaba precedida por sacerdotes revestidos y por aclitos que
agitaban incensarios, seguidos por los negros de aspecto ms villano de la ciudad
tambin revestidos, llevando en andas vacilantes efigies que representaban a los
santos y mrtires. Haba un Cristo horriblemente ensangrentado y una Virgen
Mara engalanada con una corona de oropel y vestiduras con lentejuelas; su aureola
estaba hecha de hojalata circular. Estas figuras se balanceaban peligrosamente,
amenazando caer desde sus elevadas plataformas, mientras, paso a paso, la
procesin avanzaba lentamente sobre los guijarros y zanjas abiertas. Detrs de los
negros penitentes todos ellos delincuentes que expiaban as el pecado de una
multitud de crmenes insignificantes vena una banda dispersa, muy vigorosa en
cuanto a instrumentos de percusin, pero espantosa- -mente dbil en los otros,
tocando una marcha entusiasta con la que nadie lograba llevar el paso. Atrs, y en
las veredas, caminaba toda la poblacin de Cuyab, descalza y devota.
Cuando la procesin cruzaba el puente de piedra en el camino principal al ro, la
sombra de la efigie de la Virgen se proyect en la sucia superficie de un arroyuelo,
que arrastraba las aguas servidas de la ciudad. Inmediatamente, docenas de negros
que esperaban con ansiedad se sumergieron y besaron con ansias el agua sucia, en la
creencia de que sus enfermedades curaran milagrosamente. Que a menudo sucediera as prueba el valor de su fe!La poblacin extranjera de Cuyab consista en un
ingls vagabundo saturado de licor se encuentran en todas partes, unos pocos
italianos y dos misioneros americanos con sus esposas. Parecan bastante contentos,
porque los misioneros estaban llenos de celo religioso, los italianos se encontraban
muy ocupados amasando fortunas y el vagabundo poda procurarse todo el licor que
deseaba a un costo nfimo. Ellos me hicieron avergonzarme de mi impaciencia y
aburrimiento y me indujeron a abrir mi menguada bolsa al ingls borracho, quien,
vindome un da cruzar la plaza, se lanz de su banco y se acerc con pasos
vacilantes a mendigar. Los ojos de este despojo humano se enfocaron en mis
pantalones de montar; se acerc a palpar el gnero y estall en lgrimas.
Tela militar, por Dios, seor balbuce. Tena que reconocerlo. Fui en un
tiempo mayor de caballera en la India.

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EXPLORACIN FAWCETT

Captulo X V I I I
TANTEANDO EL CAMINO
-QUIEN DIABLOS lo indujo a comprar pertrechos de esta clase, Felipe?
Pregunt, dominando a duras penas mi irritacin. Deba saber perfectamente lo
que necesitamos!
Felipe encendi un cigarrillo, se sent sobre la mesa y pregunt:
Qu les encuentra de malo?
Qu tenan de malo! Todo estaba malo! Era obvio que slo se haba preocupado de
las provisiones en el ltimo momento, comprando, entonces, lo que encontr ms a
mano, sin detenerse a considerar si resultaran tiles para nuestro propsito.
Despus de todo, ya haba hecho un viaje conmigo: no tena excusas para traer
basura, tal como un enorme punzn para arreglar nuestras botas y un surtido de
medicinas suficiente para curar todas las enfermedades de la farmacopea. Apenas
haba algn artculo que verdaderamente nos sirviera.

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EXPLORACIN FAWCETT
Y all estaba l atrasado en dos meses, con un equipo totalmente
diferente de la lista que le entregu cuando se fu a Ro. Adems traa una
formidable lista de extras y con una demanda vergonzosa por gastos personales.
Yo estaba impaciente a causa del atraso. Cuyab misma era ya aburridora;
pero lo peor de mi estada fueron la pereza intolerable y la certeza de que se haba
malgastado el tiempo disponible para llegar hasta donde estaban los indios antes de
la poca de las lluvias. Mis precarios fondos me causaban verdadera ansiedad,
aunque, por fortuna, la vida aqu era barata, comparada con otros lugares de su
misma categora. Pagaba solamente ocho chelines diarios en el hotel, tarifa bastante
modesta. La comida era buena y abundante y haba facilidades para baarse yo
me daba un bao diario, despus que sacaban el carbn para las estufas de la
cocina, pero el lugar era terriblemente sucio. En mi dormitorio haba lagartos y
tarntulas!
Todos los atardeceres, la ciudad de Cuyab se reuna en el parque un
lugar no ms grande que un pequeo jardn, donde tocaba la banda los domingos.
La gente joven del pueblo daba vueltas en torno- a la hora del crepsculo; las nias
en una direccin en grupos de cuatro o cinco y los jvenes en la direccin
opuesta, comindoselas con los ojos y dicindoles requiebros. Esta es una costumbre
que se repite en todas las ciudades provincianas de Sudamrica, y, aunque uno se
mofe de ella, si se pasa algunos aos en estos pases se encuentra yendo a la plaza
todas las tardes a mirar, si no a unirse al paseo.
Tambin haba un cinematgrafo, donde dos veces a la semana se
proyectaban dramas sentimentales de Hollywood o seriales del oeste. Las
representaciones eran programadas cuidadosamente para evitar interferencias con
los paseos de la tarde. Cuando caa la noche y zumbaban los mosquitos, los jvenes
entraban en el pequeo teatro a ocupar sus localidades de costumbre, en sillas
destartaladas, y comenzaba el gran juego de pasarse misivas al amparo de la
obscuridad, mientras los chiquillos del pueblo gritaban hasta ponerse roncos con las
actuaciones del terrible villano de la pelcula.
Me disgustaba comenzar otra expedicin con Felipe como nico compaero,
y durante su ausencia busqu otro hombre para que nos acompaara. El nico que
pude encontrar fu un ex oficial de la fuerza area britnica, que quera venir incluso
sin sueldo; pero me desilusion al saber que era degenerado. Tuve que admitir que el
viaje tendra que ser cancelado; adems, era imposible efectuarlo sin las provisiones
necesarias. Aunque estaba convencido de que la ruta trazada era la que nos llevara
rectamente a nuestro objetivo, decid llegar hasta Baha y verificar algunos rumores
interesantes en el rea del Gongugy. Vend los animales y las provisiones, y partimos

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para Ro. Sin duda que esto se llamaba fracaso, y senta una amargura muy grande.
Ansiaba que llegase pronto el da cuando mi hijo tuviese la edad suficiente para
trabajar conmigo; me pareca imposible encontrar a otro que fuese capaz de soportar
las inevitables dificultades. Si hubiese podido obtener en Brasil los instrumentos de
navegacin indispensables y suficientemente livianos para ser transportados en la
espalda de un hombre, creo que hubiera partido completamente solo.
Posteriormente, eso fu lo que hice.
Me pareca que mi objetivo principal tendra que ser alcanzado, trazando
una ruta a travs del estado de Goyaz, evitando as cualquier regreso al Matto
Grosso. La regin de Gongugy an estaba en poder de los indios patajoz, que eran el
terror de los escasos pobladores; pero yo no tena aprensiones de esta clase, pues mi
experiencia anterior me haba demostrado que al salvaje generalmente lo pintan
peor de lo que realmente merece. Se haban descubierto aqu inscripciones en las
rocas; se encontraron hermosas cermicas en las selvas del ro Preguiza y una
empuadura de espada, de plata antigua. Cerca de Conquista un anciano que
regresaba de Ilheos una noche perdi su buey, y siguiendo sus huellas por el matto,
se encontr de pronto en la plaza de una antigua ciudad. Pas debajo de arcos,
encontr calles de piedra y vio, en el centro de la plaza, la estatua de un hombre.
Aterrorizado, huy de las ruinas. El pomo de la espada y la ciudad me hicieron
pensar que quiz este anciano haba tropezado con la ciudad de 1753, aunque su
proximidad con los poblados no encajaba con el relato de Raposo acerca del largo
viaje de regreso a Baha. Se hablaba de un viejo castillo, que se crea incaico no
lejos del Ro de Cobre, que en una poca tuvo esculturas, pero que ahora estaba
muy daado por los buscadores de tesoros.
Me llev a Felipe hasta Baha, porque se le haba pagado por adelantado
hasta el trmino del ao 1921. Llegamos all el 3 de mayo. Era la antigua capital del
Brasil y el centro del mercado esclavo africano. Resultaba un lugar agradable, con un
brillante futuro, debido a sus recursos ilimitados y a su esplndido clima; pero la
poblacin es negroide o mulata, totalmente diferente de la gente de Ro. Su posicin
con respecto a esta ciudad, recuerda la relacin entre Brighton y Londres. Posee un
excelente servicio de tranvas, buenos caminos e innumerables iglesias. Pululan aqu
extranjeros de todas las nacionalidades, porque el comercio es muy activo. La fruta
abunda; las tiendas impresionan; los hoteles son buenos, y hay muchos
cinematgrafos. Las familias brasileas de la clase alta se mantienen algo
apartadas; pero la gente comn y los funcionarios son, por lo general, corteses y
amistosos. El lugar es totalmente saludable, aunque una vez prevaleca la fiebre
amarilla. Tuve la impresin de que la gente era intensamente supersticiosa, y se dice
que la macumba (magia negra) se practica intensamente entre los negros, a quienes
se consulta a menudo como adivinos, pese a la enrgica oposicin de la polica.

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Un capitn de la marina britnica, quien garantizaba su verdad, me cont
una historia sobre los feiticeiros de Baha, que vale la pena repetir:
En 1910, un ballenero ingls recal en Baha, para abastecerse de alimentos
y agua, despus de un viaje desastrosamente desgraciado. Para distraerse de sus
pesares, el patrn fu a un bar local a emborracharse. Estaba sentado solo, dando
buena cuenta de una botella de whisky, cuando se acerc un brasileo amistoso que
hablaba ingls y le pregunt si podra sentarse y echar una manito de juego. El
patrn le indic una silla, lo invit a servirse whisky, y pronto sostuvieron una
amena charla, durante la cual sali a relucir el viaje desgraciado.
No me diga ms, capitao interrumpi el brasileo; lo voy a llevar
donde un mago macumba que conozco; l le podr ayudar.
No diga tonteras, hombre se mof el capitn; tengo muy poca fe en
esa clase de sortilegios.
No importa, capitao. Venga de todas maneras; no se arrepentir.
Bah! Vamos, termine su copa y pidamos otra botella.
Un trago ms y despus vamos en busca del feitigeiro, no?
Muy bien, entonces, ya que insiste. De todas maneras, la botella est
vaca.
El patrn lo hubiese pensado mejor si hubiese estado perfectamente sobrio;
pero haba bebido bastante como para tentar aventura y sta prometa ser una
nueva experiencia. El brasileo lo condujo a travs de estrechas callejuelas, con
construcciones miserables, hasta una casa donde, despus de mucho golpear y de
misterioso intercambio de santos y seas, entraron y encontraron al mago macumba.
S por qu viene a verme, capitao dijo el brujo en portugus, que
traduca el brasileo. Usted zarpa el lunes prximo y va hacia el sureste. Despus
de cinco das ver una enorme ballena macho. Djela pasar. Al da siguiente se
encontrar con un cardumen de cinco. Atquelas y obtendr todo el aceite que desea.
He dicho.
Levantndose con gran dignidad, el feitigeiro condescendi en recibir su
paga, y, sin ninguna palabra de agradecimiento, les mostr la puerta.
El capitn estaba muy escptico cuando el barco zarp el lunes siguiente;
pero el domingo vio una ballena gigantesca. Inmediatamente olvid las instrucciones

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del mago macumba, a causa de su entusiasmo, y se echaron los botes para el ataque.
El piloto fu el primero en acercarse; pero apenas la ballena sinti el arpn, se volvi
contra el bote, reducindolo a aicos, ahogndose el piloto y dos marineros. Despus
se hundi y no volvi a verse.
Al da siguiente fueron avistadas cinco ballenas. Se echaron otra vez los
botes; pero antes que pudiesen aproximarse, las cinco se sumergieron y escaparon.
El patrn regres a Baha para informar al cnsul de la muerte del piloto, y
mientras estaba en el puerto se encontr con su conocido brasileo, quien lo
persuadi de que visitase de nuevo al macumba. Cuando entraron en la casa, el brujo
estaba posedo de rabia intensa.
Usted no hizo lo que le orden rugi, dirigindose al abatido capitn,
antes de que ste tuviera ocasin de hablar. Usted atac a la ballena macho, que
era yo mismo!
El feitigeiro se arranc la camisa, dejando al descubierto una herida
recin hecha en su hombro. Esto me lo hizo el piloto arponero. Lo nico que puede
esperar son desgracias para el resto del viaje!
El barco no avist ni una sola ballena, y, despus de una travesa
desilusionante, regres a la patria con las bodegas vacas.
Dejamos Baha en un barco de la compaa de navegacin Navigagao
Bahiana, y llegamos hasta el puerto fluvial de Nazareth, donde un tren nos llev
hasta Jaguaquara, que era, temporalmente, el trmino de la va. Se trataba de una
aldea sucia y antihiginica, que recin se recuperaba de una violenta epidemia de
fiebre amarilla. El. senhor Roberto Grillo, un bondadoso y prspero comerciante, nos
prest muas para el viaje a Jequie en el Ro de Contas.
Jequie es el centro de una considerable extensin de tierras, que exporta a
Baha grandes cantidades de cacao, tabaco, caf, algodn y productos medicinales. Es
una regin extraordinariamente hermosa, pero escasamente poblada con inmigrantes italianos. La ciudad es nueva, pues la antigua fu arrasada por las
anormales inundaciones de 1914, que hicieron un dao incalculable en el sur del
estado.
Nos encontramos aqu con un negro llamado Elias Jos do Santo, en su
tiempo inspector general de la polica del imperio, pero ocupado ahora en vender
alcohol en las afueras de la ciudad. Imperialista hasta la mdula de los huesos, era
extraordinariamente digno y grandilocuente. Haca frecuentes menciones de Dom

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Pedro, inclinndose cada vez que lo nombraba. Felipe haba adquirido recientemente
la costumbre de hacer reverencias, aprendida posiblemente en un curso por
correspondencia para vendedores extranjeros, y su tcnica haca recordar a los
comediantes de music-hall. La vista de estos dos idiotas hacindose grandes cortesas
casi a cada frase que intercambiaban era algo que yo no poda soportar sin estallar
en carcajadas. Parecan una pareja de manates hacindose la corte! En mi honor, el
anciano visti su antiguo uniforme con magnficas charreteras doradas y monstruoso
chac. Luca una notable prestancia, aunque resultaba una figura pattica al
comparar su actual situacin con su antigua importancia. Me cont historias
maravillosas de la hoya del Gongugy; me habl sobre indios de tez clara y pelo rojo y
de una Cidade Encantada, atrayendo una y otra vez a los exploradores, como un
espejismo, hasta que desapareca.
No era el nico que relataba esta historia. Los aymors, o indios botocudos,
ms hacia el sur, conservan la leyenda de la Aldeia de Fogo la ciudad de fuego,
llamada as porque sus casas estn techadas con oro. La leyenda est encadenada a
un pasado olvidado hace ya tiempo, y ni la Cidade Encantada ni la Aldeia de Fogo
tienen existencia real en estas regiones.
Por qu se habra de suponer que las antiguas ciudades, si existen, deben
estar necesariamente en la regin donde se ccniservan sus tradiciones? Una y otra
vez me he dado cuenta de que los indios no tienen concepto de la distancia, y uno
recibe la impresin de que algo remotamente lejano est relativamente cerca. El nio
indio puede or a su madre contar de una maravillosa ciudad situada ms all y
crecer con el convencimiento de que est justamente ms all de los lmites de los
movimientos de la tribu. Sin embargo, la leyenda puede haberse transmitido de
generacin en generacin desde un pasado remoto, cuando la tribu formaba parte de
una nacin, antes que los cataclismos los obligaran a vivir una existencia nmade.
Escuchar rumores de una ciudad antigua en las vecindades de ciertos indios y
descubrir ms tarde que no existe nada de esa especie no significa una evidencia de
que las tradiciones carezcan de fundamento. El tiempo tiene mucho menos valor
para los pueblos primitivos que el que nosotros le asignamos. Pueden seguir las
huellas de sus antepasados durante miles de aos, cuando nosotros apenas si
sabemos de los nuestros en las ltimas centurias. Los hechos ocurridos en la
antigedad se relatan cmo sucesos recientes. Esta es una de las ms grandes
dificultades con que se tropieza al localizar los antiguos lugares, e ignorarla significa
perder el tiempo y la confianza.
Toda esta hermosa tierra en realidad el estado entero sufra de la
politiquera. Los brasileos son extremadamente patriotas, y, como todos los
pueblos latinos, toman muy en serio la poltica, sin tener necesariamente

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conocimiento del arte de gobernar. Pero la politiquera no debe ser confundida con
la poltica, porque existe diferencia. Un hombre que ha adquirido fortuna e
importancia local puede conseguirse secuaces, armarlos y proclamarse a s mismo
jefe poltico o tenedor de todos los votos locales. Si no es aceptado como tal, ni se le
da la posicin oficial que el ttulo implica, trabaja activamente para destruir toda
oposicin. A consecuencias de esto, sobreviene una especie de guerra civil local, con
prdidas de vidas, incendios, pillajes, tiros y destruccin general. Este es el sistema
que tan a menudo estorba el desarrollo de los vastos recursos naturales y priva a la
repblica de la prosperidad que merece, aunque estoy seguro de que la alcanzar un
da.
Rechazando todo ofrecimiento de pago por el transporte a Jequie, el senhor
Grillo nos encontr muas para la prxima etapa del viaje a Boa Nova. Pareca ser el
sitio ms indicado para iniciar nuestra expedicin, y al dejar ese lugar penetraramos inmediatamente en la catinga, monte bajo, espinudo, que ocupaba gran parte
del estado, al sur y al este del ro Sao Francisco. Este es difcil de navegar, muy seco
y lleno de serpientes de cascabel. All donde hay agua, unos pocos pobladores viven
una existencia precaria; pero las otras extensiones, conocidas con el nombre de
chapadas, no son ms que desierto, con matorrales bajos, y quedan a gran altura
sobre el nivel del mar. Ms all se extienden las grandes selvas de los ros Gongugy y
Pardo, que alcanzan hasta el Jequitinhonha, regin con mucha agua y esplndidos
bosques. Es en esas selvas, rodeados de plantaciones, las que son constantemente
usurpadas por los pobladores brasileos, donde los restos de la que fu una vez una
gran poblacin indgena han encontrado su ltimo refugio.
El bosque del Gongugy es sorprendentemente frtil. En el lado occidental,
sus productos agrcolas son trados semanalmente hasta los mercados de Boa Nova,
Pocoes, Conquista y Verruga, mientras que por el oriente la floreciente industria del
cacao encuentra su salida en Ilheos. En el norte, cerca de la confluencia del Gongugy
y del ro Contas, una compaa maderera americana tiene una concesin
potencialmente valiosa. Pero hacia el sur, la selva est en poder de los indios patajoz,
como tambin la ribera norte del Pardo, frente a algunas estancias al otro lado del
ro, entre Verruga y Jacarand. Al occidente de la senda Jequie-Verruga y al
noroeste del ro Contas existe una regin de catinga, donde en muchos sitios no hay
agua, o escasea tanto, que la tierra no sirve para la agricultura, aunque valiosos
minerales se encuentran all en gran cantidad.
Tres das despus llegamos a Boa Nova, lugar pequeo y limpio, que viva y
contaba para abastecerse con el mercado semanal y con las mercancas compradas
por los plantadores a precios exorbitantes. Como en otros lugares, el hombre medio

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era el que medraba. Nos atendi un hospitalario comerciante, quien se encarg de
conseguirme animales y todo lo que yo necesitaba para la expedicin.
No pude cosechar informaciones sobre el Gongugy, pues nadie aqu lo conoca,
aunque justo al este de la aldea estaba el lmite de la selva y la gente subsista
principalmente con sus productos. A menudo me ha chocado en Brasil la completa
ignorancia que se tiene de la topografa local. Ms all de su rea particular todo
est envuelto en un misterio que nadie intenta descubrir, aunque estn siempre
listos para creer en cualquier rumor que les venga sobre l.

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CAPTULO XIX
EL VELO DE LO PRIMITIVO

ME PARECE QUE HICIMOS MAL EN VENIR AQU dije a Felipe. No


es el punto adecuado para entrar en la regin del Gongugy.
Qu pretende hacer, entonces? me pregunt ansiosamente.
Regresar hasta Boa Nova, para ir ms al sur y ver si resulta ms
promisoria una entrada por esa direccin.
Quiere decir que debemos regresar por el mismo camino que acabamos de
hacer?
Habamos cruzado altas colinas cubiertas de catinga antes de hundirnos en
la espesa selva que se extenda en la ladera de la montaa, como ocurre en las
cuestas orientales de la cordillera de los Andes. Finalmente llegamos hasta Baixa de
Factura, la ltima estancia del ro, donde el Gongugy tiene solamente diez pulgadas
de ancho y cuya fuente est a ocho Teguas de distancia. Entre este sitio y Boa Nova
corre lina estrecha meseta situada a tres mil pies de altura sobre el nivel del mar,
donde el fro es muy desagradable algunas veces, y era esta meseta ia que
desagradaba a Felipe. No le gustaba en absoluto la idea de regresar por all, porque

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sufra intensamente con el fro y tena miedo a causa de su mancha en el pulmn,
que mencionaba frecuentemente.
Mi propsito era encontrar la mejor ruta para penetrar en el Matto Bruto, o
selva aun no arrebatada a los aborgenes. Baixa de Factura haba soportado muchos
ataques de salvajes en el pasado prueba de ello era su notable coleccin de flechas
y arcos, pero no estaba en el lmite de tierra desconocida. Ya algunos colonos
haban penetrado hasta all y algo se saba sobre ella.
Pregunt a nuestro anfitrin si conoca alguna leyenda relacionada con una
ciudad perdida en esta rea.
Slo s que hay una me contest; pero en la fa- zenda de Pau Brasil de
Ro Novo, a cuatro leguas de distancia, hay un hombre que conoce su ubicacin y
podra guiarlos hasta all.
Esto era un nuevo estimulante. Partimos al da siguiente y llegamos a la
fazenda, donde fuimos bien recibidos; pero result que la historia era falsa y nada se
saba de una ciudad perdida.
Regresamos a Boa Nova, donde llova copiosamente y haca un fro
abominable. Pasamos all la noche, para continuar al da siguiente hacia Pocoes,
pequea aldea en decadencia, donde slo medraban las pulgas. Ms all de Pogoes
est Conquista, adonde llegamos en un da de feria. Los habitantes del distrito,
vestidos con toda clase de horripilantes ropas, irrumpan en la ciudad, con cargas de
pinas, naranjas, cacahuetes, dulces y zapatos nativos. El comercio principal caf,
cacao y algodn no se haca en la feria, sino directamente con los comerciantes, a
cambio de ropa, municiones y herramientas. Era un sitio que se enorgulleca de estar
al da; la gente senta que la luz elctrica y un nfimo cinematgrafo, que funcionaba
una vez a la semana, los situaba en un nivel mucho ms alto que cualquiera otra
localidad rival de la vecindad.
Slo hablaban de una cosa: piedras preciosas! Las aguamarinas y las
turmalinas son muy abundantes desde este sitio hasta el sur, en el'estado de Minas
Gerais. Una corriente de gente esperanzada aflua al pueblo llevando piedras para
que fueran examinadas y avaluadas. Todos se cuidaban mucho para evitar que los
otros vieran lo que ellos haban descubierto; pero tal secreto no era necesario, porque
muy pocas de las piedras eran de valor. Ocasionalmente traan piedras de buena
calidad, generalmente de color azul, y raramente llegaban con las escasas piedras
verdes.

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Alojamos en el hotel perteneciente a Doa Ritta de Cassia Alves Meira, el
que, pese al nombre romntico de su duea, era un pequeo sitio limpio y cmodo.
Una vez que terminaba la feria y se vaciaban los establos, Conquista volva a quedar
en un estado de somnolencia que duraba hasta el prximo da de feria, porque los
indios mestizos que llenaban las calles pregonando su mercadera vivan fuera de la
ciudad, y cuando se acababa el negocio, cargaban todo en sus jacas y desaparecan
durante la noche.
Despert a las seis y media de la maana y mir hacia afuera por la ventana
del hotel. El sol estaba alto, pero no se divisaba un alma. Despus, una negra con un
traje blanco y un chal brillante, pintado con anilina, sali de la iglesia del frente, se
limpi la nariz con los dedos, escupi pensativamente en las gradas y volvi a
meterse en la iglesia. Pocos minutos ms tarde apareci en lo alto de la calle un
negrito sentado en pelo casi en la cola de un burro, al que urga a correr al galope
disparndole una andanada de palabras soeces. El bullicio despert a los durmientes
en muchas casas; se abran puertas y aparecan cabezas despeinadas entre los
barrotes de las ventanas. Poco a poco Conquista volva a la vida.
Mi arriero, un rufin indolente, pero de aspecto aristocrtico, que haba
cometido varios asesinatos, no despertaba tan fcilmente; pero por fin tuve xito en
mis esfuerzos y pudimos partir despus del desayuno. Descendimos de la meseta por
un sendero de fango resbaladizo, hasta la hoya del ro Pardo, y llegamos a la estancia
de Morro de Gloria, cuyo propietario nos rog que passemos all la noche y que lo
aconsejara sobre algunos cristales de aguamarina. Supona que yo, en mi calidad de
extranjero y viajero, tena que ser tambin experto en piedras preciosas. No lo soy,
pero he adquirido retazos de conocimientos de muchas materias durante mis viajes y
los exploradores son o deban serlo un poco expertos en todo.
Otra historia de ciudad perdida se conoca aqu. Se hablaba de un mestizo
del ro de Peixe que cruz el Gongugy, no lejos de Boa Nova, y se perdi en las selvas
de la Serra Geral, al este. Subi una colina para ver si encontraba alguna lnea de
orientacin y vi en una planicie no lejos de all una ciudad antigua, con una entrada
en forma de arco. Estaba bastante cerca, de manera que pudo distinguir algunos
indios que caminaban por las calles o estaban en la parte exterior de las murallas de
la ciudad, lo que lo hizo, por prudencia, retirarse tan rpidamente como le fu
posible. La historia resultaba interesante, pues pareca que el hombre haba
descubierto la ciudad de 1753. Despus de continuar hasta Verruga, decid que el
mejor camino para adentrarse en la selva sera, probablemente, por Boa Nova.
En una estancia, situada a pocas millas del Morro de Gloria, se acababa de
extraer un enorme cristal de hermoso color, que pesaba alrededor de doscientas

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libras. Lo haban sacado de un gran canto rodado de cuarzo, a slo tres yardas del
sendero. Durante mucho tiempo haba estado a la vista de los viajeros, pero nadie se
haba preocupado previamente por sacarlo de all. Tena una burbuja en el centro, y
sus descubridores, creyendo que se trataba de un diamante, cortaron la mitad del
cristal en pequeos fragmentos para sacarlo. Supe ms tarde que el otro pedazo fu
vendido por sesenta contos, alrededor de 2.500 libras.
Se narraba la historia de un negro que descubri en la ribera del ro
Jequitinhonha el extremo de un cristal que sobresala de la superficie del terreno. Lo
desenterr, descubriendo que pesaba un cuarto de tonelada, y se lo vendi a un
alemn por 100 libras. El alemn carg su tesoro en una canoa, llevndolo
finalmente a Alemania, donde lo vendi por algo as como 9.000 libras. En Alemania
y Estados Unidos hay gran demanda de estos cristales, que se usan en la
manufactura de joyas baratas.
Estas piedras eran el nico tpico de conversacin en Verruga, y la
interminable bsqueda de ellas haba empobrecido al distrito. Tuve las ms grandes
dificultades en obtener unas pocas informaciones sobre los indios de la regin, pero
finalmente supe que se podan encontrar al noreste de la escarpada montaa Couro
dAnta. Tenan piel obscura, y uno de sus jefes ostentaba barba negra, caracterstica
muy poco comn entre esta gente lampia. Otro jefe era famoso por sus grandes
pies, de ms de dieciocho pulgadas de largo. Estos indios tienen aspecto netamente
negroide y descienden de los verdaderos negros aborgenes de Sudamrica, con
mezcla de sangre tup- caribe. Los indios de la selva del Gongugy, ms escasos y de
pigmentacin ms clara, pertenecen, como es obvio, a una raza diferente.
Al dejar una vez ms Boa Nova, tomamos una ruta nor-oriente, hacia los
bosques que se extienden al pie de una montaa escarpada llamada Timorante. Se
cuenta que aqu yace una rica mina de oro, abandonada por falta de capital para
explotarla. Habra valido la pena investigar la verdad de este hecho, pero otros
intereses nos urgan a continuar avanzando. Llegamos al Gongugy, en un lugar
donde se vean signos inconfundibles de carbn y petrleo, y seguimos por la orilla
del ro, corriente abajo, de estancia en estancia, hasta que llegamos finalmente a la
ltima, en la confluencia del ro de Ouro. Reinaba all gran agitacin, porque los
indios de la selva oriental se haban dejado ver en una ribera del Gongugy,
disparando flechas y matando a un nio. Rpidamente se unieron los rancheros para
organizar una expedicin punitiva y se adentraron en la selva en persecucin de los
indios. Descubrieron un pequeo poblado indgena, masacraron a todos sus habitantes, excepto una muchacha, que, junto con algunos loros, fu trada de la selva. Me
alegra poder contar que la muchacha escap, posteriormente. Los pobladores que

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viven en el lmite de la regin virgen no miran a los indios como a seres humanos.
Esto ocurra tanto en Brasil como en Bolivia!
Los rumores que me atraan tan poderosamente parecan localizarse en el ro
de Ouro. Pero nadie en el Gongugy conoca detalles de este ro, excepto que las
estancias cercanas a su confluencia estaban perpetuamente amenazadas por ataques
indios. Incluso se dejaban enteramente 'a los indios las riberas orientales de los ros
Gongugy y Nova.
En el rancho llamado Barra do ro de Ouro devolvimos nuestros animales para
que los llevasen a Boa Nova, porque de aqu en adelante continuaramos a pie. Los
brasileos del lugar estaban horrorizados con nuestra idea, porque para ellos era un
verdadero suicidio que dos hombres solos se aventurasen en esas peligrosas selvas.
Los mapas que yo haba preparado cuidadosamente de las regiones ya
visitadas me dieron un gran nmero de orientaciones sobre las alturas cruzadas, de
manera que, por inmensa que fuese la selva, haba muy poca probabilidad de perderse. Las sendas terminaban a un da de viaje del rancho; en todo caso, finalizaban
en la proximidad del ro. Con su equipaje a la espalda, Felipe record
inmediatamente su debilidad pulmonar. Mi corazn desfalleci. Apenas
comenzbamos y ya reaparecan las viejas dolencias! Despus se sinti afectado de
una enfermedad a la planta del pie, y cuando cinco das ms tarde, siguiendo un
nuevo sendero, llegamos a un rancho aislado, debimos permanecer uno o dos das
all, hasta que se mejorara.
Dejamos el rancho, atravesando una colina alta, de cumbre desnuda, llamada
Cerro Pelado. Hasta aqu habamos encontrado poblados desparramados, pero
ningn vestigio de indios, y sta no era, como yo crea, regin desconocida. Desde la
cumbre de la colina poda verse otra plantacin al lado sur-occidental del ro de
Ouro, y, tomndola como punto para orientarnos, partimos en esa direccin.
Al pie del Cerro Pelado mat a una enorme serpiente surucucu en el hueco de un
tronco de rbol. No era agresiva, pero vigilante y horrible. A sugerencia de Felipe,
sacamos algunas chuletas de su cuerpo, aunque es una de las pocas serpientes que
no tienen carne sabrosa. Estos reptiles eran muy numerosos en esta regin. Haba
tres variedades, todas igualmente venenosas: la conocida como surucuc, la surucuc
pico de jaca y la surucuc apaga fogo u extinguidora de incendios. La mencionada
en ltimo trmino se siente atrada por el fuego, por lo que los hombres de la selva la
temen tanto, que nunca mantienen fogatas encendidas durante la noche. Estas
serpientes se enroscan sobre las cenizas del rescoldo; cuando se abren claros a fuego
para tener terreno apto para plantar, se encuentran despus muchos de estos
reptiles totalmente carbonizados. Dicen que tienen muy desarrollado el sentido del
odo y que alcanzan un largo de catorce pies y tienen siete pulgadas de dimetro.

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EXPLORACIN FAWCETT
Un ranchero me cont que en cierta ocasin haba mandado a un mensajero a una
estancia vecina; como el hombre un mulato no regresase, sali una partida de
investigacin a buscarlo. Lo encontraron muerto en la senda, con una gran surucucu
enrollada en su muslo. El reptil haba mordido al hombre en todo el cuerpo,
atacndolo una y otra vez hasta que se cans y agot su veneno.
Un hombre y una mujer me esperaban en la casa prxima.
Sabamos que llegaran forasteros, porque las aves han estado juntando sus
cabezas nos dijeron. Cada vez que hacen esto, significa que llegar alguien antes
de la puesta de sol.
El hombre me habl de extraas serpientes llamadas salamandas (no deben ser
confundidas con el lagarto salamandra). Antes haba odo hablar de ellas, y no las
distingua bien de las surucucu apaga fogo; pero l me las describi como reptiles
largos y amarillos, de casi veinte pies de longitud, con obscuras manchas en forma de
cruz, que se encontraban en estas selvas. Posiblemente son de la especie de las
surucucu grandes; sin embargo, jams me top con algn ejemplar, lo que quiz fu
para mejor, pues son excepcionalmente dainas.
Fui con l al bosque a ver si podamos capturar un mono, y al pasar frente a un
rbol que tena un agujero en su tronco, ms o menos a diez pies de altura,
escuchamos un sonido penetrante y plaidero. Mi anfitrin se encaram en el rbol,
situndose bastante ms arriba del agujero, y vaci los tiros de su escopeta dentro de
la cavidad, como un mueco en una caja de resorte, salt al aire una surucucu, cay
al suelo y se desliz en la espesura. Si nos hubiese alcanzado, nos habra mordido con
toda seguridad; as y todo, aunque no sufrimos ningn dao, la impresin result
sumamente desagradable. Ahora tuve evidencia de la historia del ronquido de estos
reptiles cuando duermen. Su sonido me record las voces gimien- tes y melanclicas
de las anacondas, lamento que he escuchado veintenas de veces.
Haba un sendero hacia el este, desde aqu hasta Ilheos. Al sur y al oeste, la selva
estaba en poder de los indios, que ocasionalmente salan a cosechar mandioca de la
plantacin; pero, en todo caso, no molestaban al poblador ni a su esposa. El
proclamaba ser el ltimo colono del ro de Ouro, y que ms all de su rancho slo
exista selva virgen. En verdad no exista ningn camino ni sendero en esa direccin.
Por all decidimos penetrar, despus de despedirnos de nuestros hospitalarios
amigos.
Por todas partes encontramos rastros de indios, especialmente en forma de
trampas hechas de palos filudos, de manera que el imprudente invasor quedase

273

EXPLORACIN FAWCETT
cogido de la cintura. Imagino que un hombre slo poda ser vctima de estas trampas
si corriese a ciegas durante la noche, porque normalmente slo podran hacer un
rasguo en la piel si algn caminante dejase de ver una en su camino. Quiz
estaban emponzoadas, y en este caso estas trampas, al parecer inofensivas,
surtiran gran afecto. Otro tipo de trampas que tambin encontramos a menudo
tenan unas estacas de punta afilada sobresaliendo del suelo y frente a ellas una
lanza inclinada, oculta en los matorrales, sobre la cual se presuma que podra caer
la vctima que anduviera descalza.
Nuestro amigo colono estaba errado al creer que su plantacin era la ltima
antes de la selva virgen, pues al quinto da de viaje nos cruzamos con otra huella
que nos condujo a una prspera plantacin, donde nos hartamos de azcar de caa.
Una milla ms all haba una estancia, cuyo propietario nos di la bienvenida con
huevos, mandioca, maz y pollos. Pareci sorprenderse ante las profundas
reverencias de Felipe y yo encontr que tena razn. La famosa costumbre de inclinarse ceremoniosamente estaba resultando tremenda para m, pero no tena el
corazn de pedir a Felipe que se dejara de reverencias de una vez por todas.
Me exasperaba hallar huellas y poblados en sitios donde slo esperaba encontrar
selva virgen. Los moradores eran tan ignorantes de lo que ocurra ms all de sus
lindes, que, sinceramente, aseguraban ser los que se encontraban situados ms
remotamente. El espantoso misterio del ro de Ouro se deshizo como una burbuja. En
realidad, los poblados y puestos aislados estaban separados por distancias
considerables. Esta gente, como los colonizadores de los Estados Unidos, se haban
lanzado valientemente en la selva, trabajando y- raleando un espacio de terreno que
se convirti en su propio mundo, pero ignorando el hecho que otros haban efectuado
el mismo trabajo a ambos lados de su plantacin. A menudo los sorprenda la
mencin de plantaciones vecinas, pues se imaginaban estar completamente aislados.
Pero ahora pareca que, por fin, habamos llegado al ltimo puesto, porque no
solamente no existan ya huellas en la direccin de la ruta que pensbamos seguir
(oeste-sur-oeste), sino que tambin veamos a menudo desde la cabaa del morador
indios que se asomaban en una altura cercana a la plantacin y nos disparaban
flechas. Todos consideraban una locura que nos internsemos completamente solos
en medio de esos salvajes.
Apenas habamos partido, cuando comenz a llover. Era el perodo de la luna
nueva, y la lluvia continu por algunos das, reduciendo nuestro avance a una
miseria. Un solo'* chaparrn copioso en el bosque no permite secarse en todo el da,
y el estar, constantemente con trajes hmedos produce un efecto muy deprimente en
la moral. Felipe, muy aprensivo respecto a su salud, murmuraba todo el tiempo, y yo
mismo sent que se evaporaba mi entusiasmo. Pero seguimos chapoteando y, a

274

EXPLORACIN FAWCETT
excepcin de las ftiles estacas filudas, no encontramos otro signo de indios durante
tres das. Despus descubrimos algunos senderos, bastante buenos por algn
tiempo, pero que se perdan abruptamente en la selva, estratagema muy usada por
los indios para confundir a sus enemigos.
Un da avanzamos terca y tranquilamente por la selva, sin pensar en nada
especial, cuando me detuvo repentinamente la vista de una cabaa india en una alta
ladera frente a m.
Mira! cuchiche a Felipe. No te muevas. Aun no nos han visto!
Un salvaje estaba parado delante de la cabaa, afilando la punta de un palo, y
prximo a l, haba una hamaca corta, en la que se balanceaba otro indio. Por un
minuto los observamos sin movernos; entonces, tomando miles de precauciones, nos
deslizamos detrs de un rbol y nos escabullimos por un lado, para acercarnos a la
cabaa a cubierto de la espesura. Cuando llegamos al lugar en la alta ladera, no
encontramos nada! Por ninguna parte se vea huella alguna de cabaa! Jams en
mi vida he tenido una visin ms clara que sta y no puedo ofrecer explicacin
alguna de este fenmeno! 27
Al da siguiente, despus de seguir un rastro poco definido, llegamos a un viejo
campamento al lado de una pequea corriente, donde haba ocho cabaas bajas
apenas refugios y esparcidas entre ellas nueces de cus quebradas y conchas de
caracoles. Juzgando por el aspecto del campamento, unas diecisis personas lo
debieron ocupar un par de das antes. Los rboles de la vecindad estaban
torpemente cortados, lo que demostraba que los indios posean cuchillos, robados
probablemente a los pobladores del Gongugy. Media milla ms adelante se
encontraba otro campamento, ms antiguo y amplio, con el mismo desorden de
cscaras de nueces y caparazones de caracoles.
Las nueces cus, que se encuentran en todas partes del Gongugy, crecen en una alta
palmera, en racimos de varios cientos, y tienen una cscara o vaina dura, con una o
tres nueces ms grandes que una almendra y ricas en aceite. El gusto es muy
semejante al del coco y evidentemente los indios de la regin la tienen en gran

27

Quiz la explicacin sea que l no estaba pensando en nada especial en ese momento. La mente,
desocupada, fu capaz de captar el largo de onda de un pensamiento, o un recuerdo que se registr en los
sentidos, tan definidamente como si se tratara de una visin actual. Despus de todo, lo que llamamos vista
es la interpretacin hecha por nuestro cerebro de algn mensaje que nos viene de los rganos de la visin. Y
si el mensaje es enviado al mismo sitio desde otro sentido, el resultado podra ser recibir la impresin de ver
algo que no est actualmente frente a nuestros ojos. Cuntos de nosotros no habremos experimentado lo
mismo sin damos cuenta! Muchas historias de fantasmas pueden explicarse as. Puede ser que la visin
explicada aqu no haya sido advertida por Felipe; no se nos explica claramente. Aun en caso que as haya sucedido, la impresin puede ser recibida por dos, tan bien como por uno.

275

EXPLORACIN FAWCETT
estima como alimento. Cerca del campamento haba un panal de abejas vaco, con un
gran hoyo en el medio, por lo que, al parecer, tambin la miel formaba parte de su
dieta. Seguramente que los caracoles tenan muy buen sabor, pero no pudimos descubrir de dnde los conseguan los indios; lo que es nosotros jams vimos uno, pues, de
haberlos encontrado, nos hubiese gustado probarlos.
Siguiendo otros senderos que se cortaban abruptamente, llegamos a un arroyo que
corra por una magnfica selva; continuamos corriente arriba hasta alcanzar un
tercer campamento, probablemente ocupado meses atrs, con un grupo de cabaas
bien construidas, en una de las cuales acampamos. Media milla ms adelante exista
otro campamento, pero tampoco vimos indios. Tena grandes esperanzas de
encontrarme con ellos, pues existan bastantes evidencias de que estbamos en
medio de ellos; pero, ya fuese intencional o casualmente, nos evitaban. Aqu el
terreno est cortado por numerosas corrientes, entre las cuales se alzan lomas
resbaladizas, sumamente difciles de ascender, debido a que son muy empinadas.
Pareca que el refugio principal de los indios estaba en la regin ms plana, al norte
de la que estbamos cruzando. En todo caso, probablemente no eran muy numerosos.
Pocos das ms tarde nos cruzamos con una senda hecha evidentemente por
hombres civilizados, y siguindola fuimos desde el suroeste hasta un casero en el ro
Buri, afluente del ro Novo, que, a su vez, es tributario del Gongugy. Habamos
atravesado la selva. En el ro Novo haba otros dos o tres colonos. Uno de ellos, el
senhor Marcelino, era un bautista convencido, y nos ofreci, adems de la
hospitalidad de su casa, plegarias e himnos tocados en un acatarrado armonio.
La alegra de Felipe volvi a renacer cuando llegamos a los poblados. La
continua lluvia que tuvimos que soportar durante nuestra travesa por la selva
bastaba para deprimir a cualquiera, y la obscuridad difusa, en las verdaderas
cavernas que se formaban bajo los enormes rboles de la floresta, nos abata
profundamente. Las largas barbas de musgo que colgaban de casi todas las ramas
prestaban un aire de solemne misterio a los bosques y miembros retorcidos parecan
estar esperando sobre nosotros, prontos a cogernos. No nos morimos de inanicin,
porque encontramos monos, codornices y perdices; Felipe mat a un perezoso, pero
su carne result de mal gusto. El avance no nos result difcil, pero la atmsfera de
la selva hizo que el cruzarla resultara una pesadilla. Tambin haba desilusiones. No
habamos visto indios, ni tampoco descubrimos las hermosas casas con luces que
nunca se apagan, que, de acuerdo con los cazadores del Ouro, existan en esta zona.
Se haban esfumado mis esperanzas de encontrar algo interesante en el Gongugy.
Sin embargo, esta tierra es extraordinariamente apta para la colonizacin, no es
insalubre y ofrece grandes posibilidades para la explotacin de la madera, ya que en
todo el estado no existen bosques tan valiosos.

276

EXPLORACIN FAWCETT
Una buena senda nos llev hasta la cumbre de una alta cordillera y
continuamos bajando hasta el valle del ro Colonia, donde una vez existi una aldea,
totalmente destruida ahora por los indios tapajoz. Dos das despus llegamos al
sendero Verruga-Ilheos, en Baha
Branca. Me habra gustado cruzar esta senda y continuar hasta el ro Pardo,
con la esperanza de visitar a los negros indios tapajoz si poda encontrarlos; pero
Felipe decaa, comenzando a sentir tantos achaques, que cre ms prudente regresar
hasta Verruga.
El coronel Paulino Dos Santos, poltico muy conocido, estaba horrorizado con
el espectculo de dos senhores que viajaban a pie. Posea un rancho en un lugar
llamado Duas Barras, e insisti en facilitarnos muas que nos llevasen a Verruga.
Como el fango de la senda se haca cada vez ms profundo y adhesivo, recibimos muy
bien su acto de gentileza, y el resto del viaje lo hicimos con relativa comodidad. El
nimo de Felipe se encumbr a las nubes!
En Verruga alojamos donde e1 mismo hombro que nos atendi en nuestra
visita anterior; no contento con esta amabilidad, nos encontr mulas para viajar por
la primera parte de la seccin del ro Pardo.
Cruzando el Pardo en la aldea fantasma de Caximbo, seguimos por un buen
sendero; bajamos por la ribera sur del ro, cruzando por muchas estancias, que se
estaban recobrando de la destruccin provocada por las inundaciones de 1914. Regresamos a la alta montaa llamada Couro dAnta, que domina a toda la regin que
la circunda. Estaba ansioso de subir a su cumbre para tomar una serie de
orientaciones, y cabalgamos hasta la plantacin de un negro anciano llamado
Vasurino, quien se ofreci para llevarnos hasta la cima. Una vez los jesuitas tuvieron
una misin al pie de la montaa; pero, desde que la abandonaron, los indios no
permitieron a ningn poblador que se estableciera en el banco norte del ro, donde
estaba situada.
Nos cost dos das de duro ascenso para llegar a la cumbre; pero la
magnfica vista recompens nuestro esfuerzo. La selva se extenda a nuestros pies
como un mapa; una alfombra verde obscura, quebrada de vez en cuando por
pequeos claros, y el distante resplandor de los ros, serpenteando locamente,
perdindose y volviendo a reaparecer ante nuestros ojos. Muy lejos, hacia el norte,
podamos ver el Cerro Pelado; al este estaban las colinas de Salobro, donde floreci
una vez una industria de diamantes y donde se encuentra la fuente del ro Una.
Baha Branca y nuestro camino de Verruga eran perfectamente ntidos. Si hubiese
habido ciudades perdidas en esas selvas, se habran podido ver claramente desde

277

EXPLORACIN FAWCETT
aqu. Al suroeste se alzaba la misteriosa roca de Maquiqui, levantndose como
monolito gigantesco desde la selva, a medio camino al Jequitinhonha. Existen
muchas supersticiones nacidas en torno a esta roca, especialmente entre los
indgenas.
Haba rastros de indios en todo el contorno de las laderas de las montaas y
Vasurino me cont que a menudo suban la montaa para vigilar las estancias
situadas en la ribera sur del ro. Los bosques de las escarpadas lomas eran ricos en
poalha, ms conocida con el nombre de ipecacuana. Aqu se aprecia mucho como
medicina; fu usada desde mucho tiempo antes que su eficacia como emtico fuera
conocida en el mundo entero.
Despus de dos das de viaje llegamos a Angelin, mitad estancia, mitad
aldea, situada en un pintoresco recodo del ro. Exista all una cueva de cerca de
trescientas yardas de largo, convertida en capilla por dos sacerdotes que vivieron en
ella hace ya muchos aos. Estaba formada por capas alternadas de piedra caliza y
piedra arenisca, y sus numerosas estalactitas daban una apariencia impresionante a
su interior, algo como la solemnidad que presta un rgano de tubos a una iglesia
comn.
Qu te parece si volvemos a la selva desde aqu? pregunt a Felipe.
Es un buen lugar para adentrarse y no creo que estemos muy lejos de los indios
negros.
Felipe no dijo nada. Desde haca tiempo que haba vuelto a silbar, indicio
seguro de que crea ya finalizado su viaje por las serranas; pero la expresin de
martirio que se reflej en todos sus rasgos y su significativo movimiento de hombros
cuando escuch mi sugerencia, me indic que resultara estril esperar que l
pudiese confirmar mis propsitos.
La buena gente de Angelin nos ofreci muas para la prxima etapa del
viaje. Un da de cabalgata ro abajo nos condujo hasta Novo Horizonte, conjunto
miserable de chozas; muy prximo a este lugar, en el lecho del ro, yacan los restos
de una hermosa aldea que haba existido antes de las inundaciones de 1914; aqu
hicimos un alto, y, como de costumbre, ninguno de nuestros anfitriones quiso admitir
pago. Ya era casi un insulto el ofrecerlo! Ricos o pobres, siempre era lo mismo. Lo
nico que yo poda decir, aparte de calurosos agradecimientos, era la frase familiar:
Deus lhe pague!... Dios se lo pague.
En Jacarand alojamos donde una negra gorda, en el hotel ms sucio que yo
haya visto y eso ya es decir bastante!. Jacarand era un pequeo pueblo

278

EXPLORACIN FAWCETT
floreciente, de cerca de trescientas casas, el puerto fluvial para el campo de
diamantes de Salobro. Se dice que en un tiempo fueron muy ricos, pero ahora estn
agotados; han cambiado de dueo varias veces, pero desde que se abandon el
trabajo con esclavos, no resultan muy provechosos. Como en todos los campos de
diamantes brasileos, es difcil decir de dnde vienen los diamantes. Se lavan en los
lechos de los ros y se han descubierto encajados en conglomerados, pero
probablemente se originaron en erupciones volcnicas, pues toda esta regin fu
convulsionada por terremotos, ya olvidados. El Brasil oriental fu, en un tiempo, una
activa regin volcnica, y aun pueden reconocerse los crteres.
Las cerdas de la palmera Piasaba, que se encuentra en gran cantidad cerca
de Jacarand, se usan en la manufactura de cepillos y tienen gran importancia en el
comercio 4e la regin. Ro arriba se pueden ver enormes claros recordando las
ubicaciones de antiguas aldeas de los indios aymors, que ya no viven al norte de
Jequitinhonha. Raza fea, negroide, an mantienen en su poder los alrededores de la
costa y de la selva, en el estado de Espritu Santo, donde permanecen independientes
y sin ser molestados.
El viaje desde Jacarand hasta Cannavieiras fu hecho en una gran canoa
con un toldo de palmeras que serva de cabina. En una atmsfera demasiado pesada
para m, Felipe y tres brasileos se aislaron en el interior de la cabina, pero yo
prefer sentarme en el techo durante todo el viaje, pese a la violencia de la lluvia, a
las tempestades, a mis ropas empapadas y al terrible fro.
Cuando en las primeras horas de la maana llegamos a Cannavieiras, me
llen de placer el aroma del mar. Y a la luz del amanecer se divisaron los mstiles y
palos de algunos veleros, recortndose contra el brillante color cobre de un cielo
limpio. Poco se puede decir acerca del pueblo, ya que mis impresiones ms marcadas
fueron que era sucio, con calles llenas de hierbas y con numerosos comerciantes
italianos.
Felipe iba a regresar a Ro de Janeiro desde este sitio, porque las
investigaciones ulteriores que yo tena planeadas podra llevarlas a cabo en mejor
forma sin l; sin embargo, Felipe prefiri acompaarme hasta Baha en una goleta,
cuyo capitn accedi a tenernos como pasajeros por la suma de diez chelines por
persona.
Fueron necesarios los certificados de vacuna para bajar en Baha y nos
vimos obligados a buscar un mdico que quisiese extenderlos hacindonos o no la
operacin. El consultorio del doctor daba a la cocina y estaba lleno de nios que gritaban, de perros y de moscas. Se estaba realizando una reunin familiar, y el galeno,

279

EXPLORACIN FAWCETT
en mangas de camisa, blandi un cuchillo y un frasco con vacuna, al comps del
rasgueo de los banjos y las guitarras. Esteriliz cuidadosamente el cuchillo y despus
lo dej sobre una silla asquerosa, mientras se lavaba las manos. Cuando efectuaba la
vacuna, me lleg una nube sofocante de vapores de alcohol procedentes de su aliento.
Felipe, a continuacin, se someti a igual rito; entonces nos dieron los certificados, en
los que el doctor derroch todo su arte caligrfico, haciendo la inevitable rbrica, o
complicada serie de lneas debajo de la firma. Los pollos arrancaron entre nuestros
pies cuando abrimos la puerta y salimos a la calle.
Cannavieiras es un puerto poco conveniente para la navegacin. Frente a la
entrada hay una barra poco profunda, difcil de cruzar cuando hay viento. La
Victoria, como se llamaba la goleta, se var a la salida del estuario, causando un
retraso que aprovech el patrn para tomar a bordo un cargamento de ltima hora,
consistente en cueros nuevos en un estado sumamente aromtico. Haba cinco
marineros de cubierta, un cocinero, un nio, dos cerdos, dos perros, dos pavos y dos
damas pasajeras, que, igual a Felipe, estuvieron mareadas desde el comienzo hasta
el fin del viaje.
Las goletas no tienen estay en los mstiles, y si todas se arriesgan, como lo
haca la Victoria, es una verdadera maravilla que puedan completar el viaje sin
que sufran contratiempos. Para salir al mar cruzamos la barra enfrentando una
gruesa marejada y un viento fuerte, y en el momento ms crtico se cortaron las
drizas. Felipe y las mujeres yacan en sus literas, muertos para el mundo exterior;
pero la cubierta pareca un manicomio. Los hombres gritaban de un lado a otro,
dando instrucciones a los dems; el mar entr en cubierta y los cerdos protestaron
enrgicamente cuando fueron rodando y dndose vueltas dentro de los imbornales.
Nos arreglamos para pasar de barlovento por el lado de la costa, y por un milagro
nos libramos de un arrecife de coral que sobresala entre los cuadernales de la
manga del buque. Gracias a la energa del gigante capitn mulato se pudo volver a
controlar el buque, y el resto del viaje se efectu sin sobresaltos.
Felipe me dej al llegar a Baha, y supe ms tarde que se haba casado poco
despus de regresar a Ro. Yo recog mi correspondencia en el consulado y cruc la
baha para ir a Cachoeira y a Sao Flix, dos ciudades que se enfrentaban en el ro
Paraguassu, donde hay un ferrocarril que sirve el interior, hasta los terrenos
diamantferos. La estacin de trmino, en esa poca, era Bandeira de Mello. Aqu me
aloj en el hotel de Dona Lydia, uno de los mejores y de los ms limpios que yo haya
conocido en el Brasil, y con una mesa principesca; era un refugio encantador de la
suciedad y las incomodidades tan comunes en los pueblos chicos.

280

EXPLORACIN FAWCETT
En Bandeira de Mello arrend muas hasta Lengois, uno de los centros
principales de la industria de diamantes en Baha, en el extremo occidental de las
montaas de conglomerado, que se extienden ms hacia el sur, a la gran cadena Sincora.
Miles de garimpeiros, o lavadores de diamantes, se pasan la vida inclinados
sobre el cascajo, da tras da, en lo que es generalmente un vano intento por
encontrar piedras preciosas; un trabajo de monotona aniquiladora y una existencia
de la ms abyecta pobreza. Prevalecen las enfermedades de todo tipo, y si la
prosperidad temporal favorece a algn trabajador afortunado, muy pronto es
destruido por la poltica. Ocasionalmente se encuentran pequeos diamantes
exquisitamente coloreados, pero que raramente exceden el peso de medio quilate.
Piedras azules, rosadas, verdes, granates, blancas y marrones se encuentran de vez
en cuando; yn solo hallazgo es suficiente para- que el garimpeiro persevere en su
trabajo ao tras ao. Dondequiera que haya agua o cerca de las montaas de
conglomerado, se reunirn los garimpeiros para escarbar todo vestigio de grava y
lavarla en busca de diamantes. Los compradores son los que ganan, porque el
mercado de gemas de Lenzois es tan favorable, que los diamantes son trados a menudo desde el sur para obtener aqu mayores precios.
No creo que la industria de diamantes est en decadencia en el Brasil,
porque se pueden descubrir nuevos campos, y algn da puede encontrarse la matriz.
Se han sacado diamantes de las gravas de ro, en un rea que se extiende desde la
costa Atlntica hasta el extremo oeste del Matto Grosso, y desde el paralelo once
hasta el sur de Sao Paulo. Cuando se descubran las fuentes que deben existir,
los campos del Brasil sern otra vez rivales serios para la industria de Sudfrica,
porque la superioridad de las piedras brasileas es excepcional.
Compr dos mulas, una para montarla y la otra para transportar las cargas,
y part solo hacia el interior. Viaj tres meses, y una vez que me acostumbr a andar
solo, encontr que resultaba menos difcil que si uno se haca acompaar por uno o
ms compaeros inapropiados. La soledad no es intolerable cuando el entusiasmo
por la pesquisa llena nuestra mente. La desventaja principal reside en que si uno
encuentra algo de valor arqueolgico o cientfico, no hay testigos que puedan ratificar
la palabra de uno. Pero el objeto principal de mi viaje era penetrar en el velo de lo
primitivo, eliminando huellas falsas y asegurndome el verdadero camino. Despus
podra organizarse una expedicin para hacer los descubrimientos.
Encontr datos suficientes que hacan el regreso imperativo. Las pistas que
dar a continuacin bastan para indicar la naturaleza extraordinariamente
interesante de la investigacin. Con compaeros y organizacin adecuados y

281

EXPLORACIN FAWCETT
conocimiento exacto del camino que se va a seguir, se puede confo yo llegar a un
trmino coronado por el xito. Desde tres lados he tanteado el lugar ms seguro para
penetrar en la selva; he visto bastante para comprender que cualquier riesgo vale la
pena, siempre que sea para ver an ms. Cuando regresemos de la prxima
expedicin, nuestro relato puede conmover al mundo!

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EXPLORACIN FAWCETT

CAPTULO XX
EN LOS ALBORES

LA HISTORIA DE SUDAMRICA, antes de la llegada de los europeos, slo


puede inferirse por los restos arqueolgicos y los cambios geolgicos, y, con algunas
reservas, de las tradiciones de la poblacin indgena. Ninguna de estas fuentes ha
sido estudiada en forma exhaustiva. Los archivos oficiales, tanto como las sociedades
histricas y las misiones, que tan esplndida labor desarrollaran en su poca,
pudieron haber suministrado datos que ahora pueden estar perdidos. Los etnlogos
han informado en detalle sobre las costumbres, condiciones e idiomas de los indios de
los ros, pero se han deslizado errores a causa de la falta de un estudio intensivo de
los pueblos salvajes de las regiones interfluviales.
La forma geogrfica del continente ha cambiado totalmente durante
perodos comparativamente recientes. Sabemos que los Andes an estn en proceso
de modificacin; constituyen el rea volcnica occidental, con muchos volcanes

283

EXPLORACIN FAWCETT
activos e inactivos. En sus cumbres ms escarpadas, sobre la lnea de nieve, que
retrocede siempre, pueden encontrarse fsiles marinos. En las vecindades del Cerro
de Pasco, Jatunhuasi y otros sitios elevados en el Per a 14.000 pies sobre el nivel
del mar y mucho ms arriba de la lnea boscosa, la presencia de abundante carbn
atestigua que lo que es ahora el techo del mundo fu una vez una selva baja
carbonfera. El fondo del ocano, entre la Baha de Panam y las Islas Galpagos,
an est cubierto con troncos de rboles. En las colinas orientales, al pie de la
cordillera de los Andes, cerca de los quince grados de latitud sur, se pueden
encontrar masas de arcilla lacustre, ricas en lapas fsiles. Prcticamente, todo el pie
oriental de la cordillera de los Andes, a diez grados de longitud, es un enorme
depsito carbonfero que una vez estuvo bajo agua.
Desde el Golfo de Guayaquil hacia el sur, hasta Valparaso, hay un borde de
treinta a trescientas millas de ancho, que yace entre los baluartes montaosos y el
ocano Pacfico. Este borde es un desierto, donde cae muy poca lluvia o absolutamente nada. Los escasos ros son muy pequeos y en sus proximidades hay
fajas de terreno productivo; pero ms all slo se ve arena, humedecida durante la
mitad del ao por la evaporacin de la camanchaca, que es creada por la corriente
fra de Humboldt, que baa las costas desde la Antrtida. El resto del ao esta
regin es abrasada por el sol tropical. Entre las cadenas de la costa de ms antigua
formacin y las ms recientes cordilleras est el Altiplano la gran meseta andina
, que una vez fuera lecho de un enorme lago, menguado ahora en el Titicaca, Poop,
Junn y muchos otros lagos pequeos desparramados bajo las nieves.
Las corrientes de aire caliente de las selvas orientales precipitan copiosa
lluvia sobre la cordillera y sta se vaca en los cursos irregulares de la red de ros
caudalosos, formando los afluentes del Amazonas y del Paraguay, algo ms pequeo.
Ms arriba de los lechos existentes de las corrientes montaosas, y cortndolos en
ngulos ms o menos rectos, estn los canales aurferos de un antiguo sistema
fluvial, evidencia clara de los cambios drsticos sufridos con el tiempo y los
disturbios ssmicos. En todas partes existe la evidencia de estos cambios; no hay
necesidad de dar mayores detalles de ellos.}
Posiblemente Trovessart tena razn al deducir que a fines de la poca
terciaria las dos Amricas no estaban unidas y que Brasil era una isla gigantesca.
Ms hacia el occidente exista otra isla, actualmente la costa del Pacfico, la cual si
algo se puede inferir del rea de sondeos comparativamente superficiales se
extenda hasta la Isla de Pascua, en el sur. Al norte del actual ro Amazonas pudo
haber otra isla, extendindose hacia el norte, dentro del mar Caribe. Entre estas
islas existan brazos del ocano, y el Caribe una al Atlntico con el Pacfico.

284

EXPLORACIN FAWCETT
No es demasiado inferir que en el Pacfico se estaba desintegrando un gran
continente o un archipilago de enormes islas, simultneamente con los cambios que
formaron las actuales fisonomas de las Amricas. Los restos que se pueden
encontrar en las islas Marquesas y Sandwich, en las Carolinas, Tahit, Pitcairn y
docenas de otras islas, forman un convincente argumento de esta teora. Segn
Hooker, hay setenta y siete especies de plantas comunes a Nueva Zelandia,
Tasmania y Sudamrica.
Hay una curiosa faja grantica de cerca de tres grados de amplitud, que se
extiende desde la isla de Trinidad, en el 21 sur; pasa por Victoria y Ro de Janeiro y
atraviesa el continente. En los ros Paran y Paraguay es visible en forma de
protuberancias que se levantan abruptamente en el agua o en terreno seco. Forma
montaas gigantescas en la baha de Guanabara, y son estas moles granticas las
que hacen que Ro de Janeiro y, en menor escala Victoria sean las bahas ms
pintorescas del mundo. Ellas son evidencias de la vasta actividad ssmica que
transform el lado oriental del Brasil tan drsticamente como lo hizo con la costa del
Pacfico. Minas Gerais posee numerosos crteres extinguidos y activas aguas
termales calientes; aun cuando ahora no hay volcanes en actividad, fu una vez el
centro de un rea volcnica muy extensa. En el curso superior del Paraguassu y del
ro de Contas, en el estado de Baha, existen escabrosas montaas de conglomerados
hendidas en grietas, que se han transformado en lechos de ros pequeos, en cuyas
arenas se pueden encontrar diamantes. Al noreste de Lengois hay planicies bajas
donde se encuentran grandes huesos de animales antediluvianos, dispersados en tal
abundancia, que sugieren alguna catstrofe sbita. Las cavernas en las piedras
calizas, tan abundantes en esta parte del pas, ya no tienen ros. Hay depsitos
considerables de salitre y de cloruro de sodio all. Hacia el este, en la costa norte de
la ciudad de Baha, se pueden encontrar carbn y bitumen.
El naturalista dans Peter William Lund escribi:
La naturaleza de la meseta central de Brasil demuestra que formaba parte
de un vasto continente, cuando el resto del mundo an estaba sumergido bajo el
ocano o emerga en forma de islas de pequea extensin. Por lo tanto, Brasil debera
considerarse como el continente ms antiguo de nuestro planeta.
Reconociendo estos hechos y con mayores luces obtenidas en los archivos de
las repblicas sudamericanas, con su acervo de informaciones y tradiciones poco
conocidas, resulta posible hacer algunas conjeturas acerca de la historia del
continente antes de la conquista.

285

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La tradicin mexicana nos cuenta que en un pasado remoto lleg a Cholula,
desde el oriente, un pueblo tolteca (esto es, inteligente y artista) que se transform
en la grande y prspera nacin, a quien se le atribuye la construccin de la
arquitectura ciclpea, que precedi a la de los aztecas. Estos toltecas pueden haber
tenido otro nombre. Eran, por ejemplo, los olmecas y los xicalancas, quienes
pretendan ser raza muy antigua y haber destruido al ltimo de los gigantes28. Para
mayor simplicidad los llamar toltecas. Los gigantes figuran tambin en la tradicin
peruana. Los muyscas y los puruays de Colombia y Ecuador preservaron la tradicin
de Bochica, quien vivi dos mil aos y fund su civilizacin, como lo hizo Quetzalcoatl
con la de los aztecas. El tambin vena del oriente. Una rama de esta misma gente
ocup una isla hacia el sur, extendindose desde lo que ahora forma la costa
occidental de Guatemala ms all de las Galpagos y hacia el sur, a 20 bajo el
Ecuador. El Brasil central-oriental formaba una cuarta isla desde el 9o al 25 latitud
sur, extendindose desde el ro Paraguay hasta unos 5o ms all de la actual costa
atlntica. El pueblo al cual genricamente he llamado tolteca, coloniz esta isla,
llegando desde otra isla cuyos aborgenes salvajes eran de color negro o caf oscuro;
estaban en un avanzado estado de degeneracin, y de los cuales dir algo despus.
Todos estos pueblos toltecas eran de rasgos finos, de color cobrizo claro, de
ojos azules, probablemente de cabello color castao rojizo (vase la obra de Short,
North Americans of Antiquity, y acostumbraban usar blancas tnicas sueltas o
trajes de color de fina textura. Aun hoy se puede ver el brillo de alhea en el pelo
negro de las tribus cobrizas de Sudamrica, pese a la mezcla de sangre. Entre los
maxubis he visto miembros de esta tribu con ojos azules y pelo castao rojizo,
aunque no han tenido contacto con ningn pueblo moderno de cabello claro y ni
siquiera con espaoles o portugueses de pelo oscuro 29. Para los degenerados nativos,
los toltecas fueron seres superiores. Construyeron grandes ciudades y enormes
templos en honor del sol; usaban papiros e instrumentos metlicos y eran diestros en
artes civilizadas, ni siquiera soadas por las razas inferiores.
En Mxico y en la isla del sur situada donde actualmente se encuentra la
costa del Pacfico de Sudamrica, esta gente usaba escrituras ideogrficas y
jeroglficas. Garca, en su Origen de los Indios del Nuevo Mundo e Indias
Occidentales, sostiene que los antiguos peruanos usaban pintura y caracteres, arte
no compartido por los incas que llegaron ms tarde. En Brasil se puede inferir por
28

Al lector interesado en estas leyendas fascinantes recomiendo el autorizado trabajo de G. C. Vaillant, Los
aztecas de Mjico.
29

De estos indios descubiertos entre las tribus del Xing superior, desde 1930, se ha afirmado que estn
mezclados con sangre Fawcett y a m a menudo me han presentado sobrinos. Espero que estas palabras
abran los ojos de aquellos que ven en cada muchacho indio de tez clara o albino Un hijo de Jack Fawcett!.

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inscripciones que an existen, que un alfabeto fontico haba reemplazado a los
jeroglficos, posiblemente por razones de comunicacin con nuestro Medio Oriente o
posiblemente como herencia de una civilizacin ms antigua.
No existe tradicin, ni siquiera hay una evidencia que sugiera que exista
comunicacin entre estas tres colonias, a menos que lleguemos hasta los albores de
los tiempos histricos. Puede ser que la civilizacin brasilea se remonte mucho ms
atrs de lo que imaginamos o que los lazos se hayan extinguido. Su evolucin o
degeneracin en recientes pocas geolgicas puede haberse llevado a cabo por zonas
discontinuas, debido al aislamiento a que obligaban las vastas distancias, los
pantanos extensos e infestados por reptiles terrficos y venenosos y las selvas
habitadas por salvajes fieros e intratables. La tradicin china sugiere la posibilidad
de que la costa del Pacfico haya estado en comunicacin con Asia; mientras las
inscripciones sealan la probabilidad de que la isla brasilea haya estado en relacin
comercial con el oriente.
El Popul Vuh dice:
Los hombres blancos y los hombres negros vivan felices, y suave y delicioso
era el lenguaje de esta gente. Eran fuertes e inteligentes. Pero hay, en lugares bajo
la luna, hombres cuyos rostros no son vistos. No tienen casas. Vagan, tan poco inteligentes como las montaas, insultando a la gente de las naciones vecinas.
Se refiere esta cita a los aborgenes trogloditas que precedieron a la
colonizacin tolteca?
Sobre esta parte del mundo cay la maldicin de un gran cataclismo,
recordado en las tradiciones de todos estos pueblos, desde los indios de la Columbia
britnica hasta los de Tierra del Fuego. Puede haber sido una serie de catstrofes
locales, de carcter espasmdico, o tambin un desastre repentino y arrollador. Su
resultado fu cambiar la faz del ocano Pacfico y levantar Sudamrica en algo
semejante a su forma actual. No tenemos experiencia moderna para medir la extensin de la desorganizacin humana resultante de una calamidad que erigi un
continente de las islas y cre nuevos sistemas montaosos y fluviales. Slo sabemos
que la destruccin de una gran ciudad puede convulsionar a una nacin hasta sus
fundamentos.
No requiere mucho esfuerzo de imaginacin comprender la desintegracin y
degeneracin gradual de los sobrevivientes despus del cataclismo, con sus
espantosas prdidas de vida. Los toltecas se separaron en grupos, luchando cada uno
por su propia supervivencia. Sabemos que tanto los na- huas como los incas fundaron
sus imperios sobre las ruinas de una civilizacin ms antigua. En el continente

287

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norte, ms all de los lmites de las ciudades toltecas, en lo que actualmente forma
California, Arizona, Texas y Florida, parecen haber degenerado hasta la barbarie. No
slo fueron las ciudades de los cliff dwellers (antiguos indios norteamericanos que
vivan entre las rocas), habitadas ms tarde por los otomis del norte, sino tambin la
tradicin da a los caribes (o toltecas degenerados) un carcter de salvajismo extremo.
Entre todos los pueblos antiguos, la educacin se confiaba especialmente a
los sacerdotes, que pertenecan a la casta dirigente o estaban ntimamente ligados a
ella. Eran los guardianes de las crnicas y de las tradiciones. Una calamidad que
sacudi al mundo entero y dej al ras del suelo a poderosas ciudades de piedra de la
antigua Amrica, probablemente tambin barri con la casta sacerdotal, as como con
las masas de la poblacin laica. Deben haber pasado muchos siglos antes que la
reconstruccin produjera algo semejante a una civilizacin avanzada. Debe haber
cesado todo comercio, pues la tradicin ensea que el ocano Atlntico no era
navegable, debido a la violencia de sus tormentas, y esta leyenda no es del lado
americano, sino del europeo. Probablemente lo mismo ocurra en el lado del lado del
Pacfico. Casi no hay duda de que un cataclismo de tales dimensiones produjo
mareas extraordinarias y catstrofes menores en todo el mundo, porque por todas
partes se encuentran tradiciones que hablan de un diluvio.
La civilizacin tolteca estaba en ruinas, y los restos de su pueblo, esparcidos
a remotas distancias. Se ha informado que aun en el Canad superior se han
descubierto construcciones semejantes en su carcter a la arquitectura incaica, pero
esto an no ha recibido confirmacin. Tiahuanaco, centro de la cultura tolteca en el
sur, descendi hasta el nivel del suelo y qued prcticamente enterrada con los
levantamientos, cuando se elev la meseta andina y gran parte del Titicaca se vaci
por la hendedura sur del Illimani. Tiahuanaco debe haber sido una vez una ciudad
sobre una isla en el lago ms grande; no pudo haber existido donde se encuentra
actualmente, por su relacin con el nivel del lago, porque, aunque ste se seca en un
promedio de un pie cada diez aos, el lago an est a ms altura que las ruinas. Los
restos de la gran ciudad cubren un rea de cerca de una legua cuadrada, y en la
poca de la Conquista los nativos atribuan la construccin de Tiahuanaco a hombres
blancos barbudos que vivieron mucho antes del tiempo de los incas.
Las ciudades del interior fueron daadas terriblemente, aunque nunca en el
mismo grado de Tiahuanaco. Entre ellas yaca una inmensa rea de terreno bajo,
recientemente emergida del lecho de un mar o de un lago y probablemente inundado
durante mucho tiempo por ros que salan de su cauce debido a los torrentes que
caan en cascadas por las laderas de la nueva cadena de montaas, en las cuales
excepcionales disturbios meteorolgicos depositaban mucho ms nieve y lluvia que la
que cae actualmente. Sobre esta regin pantanosa creci muy pronto una

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impenetrable maraa de pasto grueso y una confusin de fangoso monte bajo, donde
sobrevivieron hasta mucho tiempo despus de su extincin en otras partes, reptiles
de especies gigantescas y feroces. Haba cesado la comunicacin con el mundo
exterior; las comunidades sobrevivientes crean estar solas en el mundo. Sus
tradiciones sugieren esto.
Fu durante este perodo de confusin y de lenta reconstruccin que llegaron
refugiados de Polinesia a la costa de Chile; se trataba de los tupis, gente de tez clara
caf amarillenta, que aun en el tiempo de la Conquista mantenan la tradicin de su
origen en el Pacfico. El nombre tupi significa padre o tronco original. Se
establecieron y multiplicaron en Chile y en el sur de Bolivia, extendindose hasta el
Ecuador en una faja de 7o de ancho. En el sur se llamaron araucanos; en Bolivia,
aimaraes, y en los valles clidos al oriente del Per fueron conocidos como los antis.
De aqu se deriva el nombre de Andes.
El arte del tatuaje, comn tanto a los polinesios como a los melanesios, fu
trado por ellos al continente y practicado por todas las tribus tupis. De acuerdo con
el padre dEvieux, que viaj mucho en el interior del Brasil durante el siglo XVI, este
tatuaje era ejecutado magistralmente. Los hombres lo llevaban en todo el cuerpo, y
las mujeres, de la cintura hasta la rodilla. Posiblemente, los indios patagones y
fueguinos tambin fueron ramas de los tupis; aun hoy, en Tierra del Fuego, los indios
esculpen sus deidades de madera en el facsmil de las imgenes de la Isla de Pascua,
hecho significativo y aparentemente dejado de mano por los etnlogos.
Contemporneamente con este xodo de Polinesia, afluyeron inmigrantes al
continente norte por el estrecho de Behring y las islas Aleutas. Los ltimos que
llegaron fueron los kitans, ms o menos el ao 600 de la Era Cristiana. Buckle, en su
History of Civilization in England, hace notar la presencia de los tscktschi, a
ambos lados del estrecho. Aun cuando la existencia de las Amricas fu olvidada por
las crecientes naciones de Eijropa, no lo fu ciertamente por China y Japn, ni
probablemente por los polinesios y melanesios. La terminacin china tsin se
encuentra frecuentemente en nombres de lugares mexicanos. El viaje mtico de HoeiChin a Fong Sang, situado a 20.000 li hacia el este, se ubica en el ao 458 de la Era
Cristiana; probablemente ste no fu el nico viaje de esta especie, porque un
pequeo junco ha llegado a Inglaterra. En las ruinas de Yucatn y Guatemala se han
encontrado estatuillas con rasgos tpicamente moglicos. En 1920, el ministro chino
en Mxico identific caracteres en la base de la gran pirmide de Teotihuacn, con
antiguas palabras chinas para nombrar al Sol, Ojo y Ciudad. Los indios quechuas y
los chinos entienden sus idiomas entre s y lo mismo se dice de la lengua otomi. El
antiguo mtodo incaico de registrar acontecimientos por medio de quipos, o cuerdas

289

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anudadas, era comn en China y Tibet, y afirma la presuncin de que existi en una
poca comunicacin por el Pacfico.
El resultado de la inmigracin nortea fu una presin siempre en aumento
hacia las latitudes ms habitables del continente, y el empuje de retroceso de los
elementos toltecas a la meseta mexicana, donde algunas de las tribus de estas familias fueron empujadas hacia las regiones ms clidas de Yucatn y Guatemala. La
magnfica arquitectura de Uxmal, Palenque, Chichen Itza y otros muchos
monumentos notables deben su existencia a este movimiento. Pero aunque estas
emigraciones fueron definidas, tambin eran lentas y existe un informe de una
emigracin tolteca a Tlapalln, que demor ms de un siglo en completarse.
A la luz de los recientes descubrimientos o ms bien redescubrimientos
en Colombia, parecen quedar pocas dudas de que el movimiento continu hacia el
sur, con degeneracin impuesta por la, prdida del medio civilizado. Los muchos
restos de poblaciones construidas con piedras y comunicadas por caminos
pavimentados, que se encuentran en ese pas, muestran poco de la cuidadosa mano
de obra de los vestigios istmeos. Sin embargo, dan a conocer algo que ms tarde
ser reconocido como importante: casas sin ventanas, con entradas estrechas y cuyos
interiores estn libres del tizne, asociado con cualquier medio conocido de coccin y
de iluminacin, excepto la electricidad!
An no est totalmente en claro lo que ocurri con la colonia central
brasilea, despus de la destruccin parcial de sus ciudades, pero la probable funcin
de stas como puertos de mar ces bruscamente y sin duda pereci una proporcin
muy grande de sus habitantes. Parece que los sobrevivientes estuvieron aislados por
largo tiempo en medio de pantanos; es decir, aquellos que no pudieron escapar hacia
el este en botes, cmo lo hicieron algunos, conocidos ms tarde con el nombre de
tapuyas. Muy pocos pudieron escapar hacia el norte, pero posiblemente la mayora
qued aislada en las ruinas de sus ciudades. Crnicas existentes, que datan del
tiempo de la Con- - quista, se refieren a la apariencia de estos pueblos. Fsicamente
eran de una raza hermosa, difiriendo poco de los mexicanos, muyscas _y peruanos.
Todos preservaban la tradicin de ser descendientes de una raza blanca, Los
molopaques, descubiertos en Minas Gerais en el siglo XVII, eran de tez clara y
barbudos, de maneras elegantes y refinadas. Se dice que sus mujeres eran rubias
como las inglesas, de cabello dorado, platinado o castao. En la crnica se dice que
tenan rasgos delicados de'gran belleza, pies y manos pequeos y cabello hermoso y
suave. Y esto ocurra despus de una inevitable mezcla de sangre con los tupis de
piel obscura. No eran antropfagos.

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Los mariquitas tambin eran un hermoso pueblo, cuyas mujeres luchaban
como las amazonas. Tenan jefes mujeres y no es improbable que las amazonas las
casi legendarias mujeres guerreras del Amazonas pertenecieran a esta raza. Aun
ahora existen tribus con jefes mujeres y mantienen una singular nobleza de
maneras, que contrasta rudamente con las de los pueblos miserables que se supone
sean los descendientes de la poblacin nativa.
Los tapuyas eran hbiles artfices de piedras preciosas y posean muchos
adornos, finamente trabajados, de aguamarina y jade.
En muchas ocasiones, los primeros exploradores del interior informaron
sobre visiones fugaces de nativos vestidos y de apariencia europea. Slo eran ojeadas
fugaces, porque esta gente tena una manera casi misteriosa de desaparecer. Estos
informes no se han sustentado despus con nuevas informaciones, pero no pueden
ser tampoco despreciados. Nuestro destino en la prxima expedicin lo llamar Z
por conveniencia es una ciudad que se cree est habitada posiblemente por alguno
de estos pueblos tmidos, y cuando regresemos, el problema quedar definitivamente
resuelto.
Algunas de las tribus tapuyas, distintas en apariencia y costumbres,
existan en los tiempos de la Conquista. Entre ellos estaban los tabajaras,
guajajaras, tymbiras, potiguaras, caets, guaitacas y teremembes. Debido a la
escasez de alimento o a la mezcla con tribus canbales, muchos de ellos se
convirtieron en canbales.
En la poca del gran cataclismo, la isla brasilea estaba habitada por una
raza autctona, de trogloditas negroides, de tez obscura, si no negra, velludos,
brutales y canbales. Restos de estos pueblos existen todava en regiones remotas del
interior y son terriblemente temidos. Fueron conocidos por los espaoles con el
nombre de cabelludos o gente peluda. Para los portugueses fueron los morcegos o
murcilagos, debido a su costumbre de ocultarse durante el da y a cazar de noche.
Los indios de los lmites de la civilizacin los llaman tatus o armadillos, por su
manera de horadar el suelo. Cuando hay cavernas en los acantilados, las ocupan,
pero prefieren cavar hoyos en la tierra, de cerca de doce pies de dimetro, techndolos con ramas, hojas y tierra. Llegan hasta sus hoyos, mediante pasajes cubiertos,
largos y en descenso. El mismo tipo de vivienda fu usado por los chiquitanes de
Bolivia, mencionados en el captulo XVI, y, probablemente, ambas razas fueron
contemporneas de los habitantes de los fosos, de las islas britnicas. Los morcegos
tienen un sentido muy desarrollado del olfato, que los capacita para cazar hombres y
animales con gran facilidad. Esto puede ser la causa de su conocimiento, casi
teleptico, de la presencia de un extrao, sentido que tienen tambin muchos indios

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de la selva. En nuestro viaje a Z, pasaremos por el territorio de estas gentes, y yo
espero gustoso esta oportunidad de estudiarlos.
El elevamiento de los Andes y la dificultad de alimentar a una poblacin
siempre creciente impelieron a muchas tribus tupis del oeste y el suroeste a emigrar.
Se extendieron por el nororiente, a travs de Cochabamba y las llanuras de Santa
Cruz, siguiendo los cursos de los ros Grande, Mamor y Ma- deira, y, con el tiempo,
se aduearon del estuario del Amazonas y las regiones al norte, hasta llegar al
Orinoco. Mientras tanto, hordas de caribes pasaban por las islas del Caribe y
desembarcaban en las costas de Venezuela, desparramndose hacia el sur y llegando
a enfrentarse con los tupis en la cuenca del Orinoco. Reforzados constantemente por
nuevas hordas, los caribes dominaron a los tupis, absorbieron algunas tribus,
masacraron a otras y arrojaron a los sobrevivientes al otro lado del ro. No fueron
conocidos por caribes hasta ms tarde, pero probablemente como aruacs y otros
nombres de tribus. Caribe es un nombre de origen quechua, que significa hombre
de energa, valiente. En hebreo es Cari, de aqu posiblemente carini o guarini
un guerrero, nombre adoptado ms tarde por los carahybas (descedientes de los
caribes), o carijos, que se establecieron en y alrededor de Paraguay. Sus leyendas
sobre un gran diluvio ayudaron a identificarlos con la gente de Mxico y las Antillas.
La invasin caribe no se detuvo en la orilla norte del Amazonas, sino
continu extendindose hacia el sur en las selvas y en las tierras ms altas de Par y
Piauhy, donde encontr la resistencia concentrada de los tupis, ayudados probablemente por los tapuyas. Comenz entonces una guerra caribe que dur siglos y
envolvi a todas las tribus tupis, desde los ms remotos rincones del continente. Los
antis, por ejemplo, ansiosos de participar en cualquier acto belicoso, pero probablemente cansados del constante combate con los incas, se trasladaron al Matto
Grosso y ocuparon la regin en las fuentes de los ros Guapor y Jauru. Los caxibis y
mundurucus del Tapajoz pueden ser descendientes de estos pueblos.
Se dice que los caribes eran una raza de color cobrizo brillante, que
mostraban vestigios de ascendencia blanca. Si el color blanco era peculiar a la raza
tolteca o se origin en la legendaria migracin de Madoc y Erico el Rojo, es un problema que no se podr resolver. Sus elementos ms avanzados se .conocieron como
caribocas, esto es, descendientes de raza blanca. Practicaban el canibalismo y
aterradoras barbaridades.
Hay que mencionar ahora una tradicin recordada como existente ya entre
los indios bolivianos en la poca de la Conquista; una tradicin significativa para
todo el que intente descifrar los secretos del Brasil desconocido. Se dice que los
musus el pueblo tolteca de la colonia brasilea, sabiendo la barbarie de los

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invasores caribes, se hicieron rodear con sus tribus vasallas ms salvajes, a quienes
ordenaron matar a todo el que se aventurase a penetrar en la regin. De esta
ma'nera ellos mismos se aislaron del mundo exterior. Aparentemente, desde
entonces hacia adelante, el conocimiento de su existencia se hizo legendario entre los
indios ms remotos del interior; aunque de acuerdo con las crnicas de los misioneros
franciscanos, se hicieron por un tiempo peregrinajes anuales, desde lugares tan
lejanos como el Caupolicn boliviano, para rendir homenaje al Emperador de los
Musus, o como era tambin llamado ,el Gran Paitit. Los peregrinos regresaban
trayendo perlas, mbar e instrumentos de metal, que, no slo dejaban atnitos a los
espaoles, sino tambin aumentaron hasta un punto culminante su ambicin por los
tesoros. Fu el primer indicio del fabuloso Ambaya o Manoa y di comienzo a una
estril bsqueda, que cost numerosas vidas y. millones en dinero. A eso pueden
atribuirse tambin las primeras exploraciones del sistema fluvial de la cuenca del
Amazonas. El conocimiento geogrfico obtenido as estaba lejos de ser completo, pero
a la larga era ms valioso que el tesoro de Paitit. Aun hoy no est completo el
conocimiento de los ros; para darse cuenta de esto, slo es necesario mirar sus
cursos diseados con lneas punteadas en cualquier buen mapa.

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Captulo X X I
EL VELO DESCIENDE

DURANTE LOS MUCHOS SIGLOS que transcurrieron desde que tuvieron


lugar estos acontecimientos, ocurrieron cambios profundos en la topografa del interior. El nuevo sistema fluvial se estaba estableciendo y el exceso de agua se
escurri de las reas fangosas, al mismo tiempo que disminuan las precipitaciones
extremadamente copiosas de las montaas, o quiz el bajo nivel del suelo se levantaba lentamente. En realidad, es probable que las tierras recientemente
emergidas del fondo del mar continuaban levantndose imperceptiblemente,
proporcionando ms terreno para establecerse a la poblacin indgena que iba en
aumento. En unas pocas frases uno describe perodos de tiempo que podran
asombrar a la imaginacin, refirindose a vastos cambios geogrficos, como si stos
hubiesen ocurrido de un ao para otro. Hace bien recordar que tales cambios tienen
lugar en todas partes, an ahora. Aqu una lnea costera es socavada anualmente por

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el mar; all, una aldea, que una vez estuvo en la costa, est ahora a una milla o ms
tierra adentro. Las cadenas de montaas lentamente suben o se hunden; siempre
existe el cambio, el cambio gradual y slo no es aparente, por la relacin que existe
entre este cambio y la breve vida humana. Los once mil aos que, segn Platn,
haban transcurrido desde que se hundi la ltima de las islas Atlntidas, pudieron
ser registrados slo por la vida de ciento diez centenarios. Una relacin de algn
testigo ocular del desastre pudo haber pasado de padre a hijo hasta el presente, con
slo ciento ochenta y cuatro repeticiones. Por eso se debe dar ms fe a lo que suena
como un mito, si ste es razonable.
Hubo una disminucin gradual de las condiciones tormentosas y de la copiosa lluvia,
que debe haber acompaado los espasmos finales de un levantamiento terrestre de
tal magnitud, que permiti que se formase un continente. La estacin seca permita
ms libertad de movimiento y se desarrollaron bosques en el rico suelo dejado por las
inundaciones.
Como continuaba la interminable guerra tupi-caribe, los caracteres raciales de los
tupi-caribes, tapuyas y autctonos estaban en constante modificacin. En el caso de
los tres primeros, exista la costumbre de apoderarse de las mujeres de una tribu
conquistada. Como los caribes resultaban victoriosos, cambiaron gradualmente bajo
la influencia de las orgullosas mujeres tupis, quienes pretendan superioridad de
sangre como tronco original. Con el transcurso del tiempo, los caribes llegaron a ser
semitupis y adoptaron la mitologa, el idioma y las costumbres del pueblo que
estaban conquistando, que, en realidad, los conquist a ellos. El curso de la batalla
cambi cuando ya no vinieron hordas del norte a reemplazar a los que caan. Los
caribes fueron rechazados hacia el Amazonas y se retiraron hacia el norte; un grupo
de ellos escap hacia el sur, a Goyaz, pero, expulsados pronto de all, se retiraron
ms al sur, hasta que por ltimo se instalaron en la cuenca del Paran y fueron
conocidos como los carijos.
Esta asimilacin de caractersticas entre los caribes, tupis y tapuyas hizo casi
imposible la identificacin de estas tribus, an en la poca del descubrimiento
portugus del Brasil. Parece sin esperanza cualquier intento de clasificacin por el
idioma. La Lingua Geral o tupi era hablada por supuesto por todas las tribus tupis,
pero fu modificada por una multitud de dialectos. Los caribes adoptaron muchas de
esas voces como propias y, probablemente, algunas del idioma caribe se infiltraron
en las otras lenguas. Para aumentar lo complejo de la situacin, otras tribus ms
pequeas se mezclaron con las autctonas, debido a una disminucin de sus propias
mujeres, raptadas por tribus ms poderosas. El resultado de esto se puede ver en los
negroides aymors o botocudos de Espritu.

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Pero hay otras tribus que mantienen la apariencia negroide y los hbitos canbales,
especialmente al este del Guapor; me refer a ellos en el captulo XVI. Esta
corrupcin de sangre se extendi ms en algunos sitios que en otros y a ello se debe
la diferencia de color, que produce la confusin mencionada por los viajeros.
Los tupis eran una raza de color caf claro amarillento; los caribes, cobrizos claros o
rojizos; los tapuyas algunos de ellos en todo caso, de color marfil dorado. En
tiempo de la Conquista, los indios de piel ms clara se acostumbraron a pintar sus
cuerpos con el jugo de la baya roja urucu o con otras tinturas, para semejarse a los
tupis. Los mismos tupis usaron tinturas para acentuar su tez amarillenta, con la
idea de aparecer ms claros de lo que realmente eran; por eso ocurri cierta
confusin entre los cronistas. Parece que de acuerdo con la tradicin tupi de ser una
raza original, se estimaba el amarillo como smbolo de nobleza.
Es difcil ahora darse cuenta de la densidad de estas poblaciones indgenas, an en el
siglo XVI. Tupis y tapuyas compartan la costa atlntica, pero ms de la mitad del
rea del Brasil, Per y Bolivia estaba ocupada por las tribus tupis con miles de
aldeas. Los jesuitas calcularon no menos de setecientas naciones diferentes, en la
cuenca del Amazonas, y su conocimiento de ninguna manera era completo. La
conquista por la fuerza de las armas no destruy las naciones, pero las
enfermedades contagiosas del hombre blanco arrasaron con muchas de estas gentes
incapaces de presentar resistencia a ellas.
Las guerras de los tupis, caribes y tapuyas no cesaron con la llegada de los
portugueses. Existi una era de luchas entre tribus que ha persistido hasta ahora
entre los sobrevivientes. Durante la guerra por la supremaca europea en Brasil, los
tupis se aliaron con los portugueses, porque los caribes ayudaron a los espaoles, y
los tapuyas con los franceses. Estas tres razas indias se aliaron errneamente; un
ejemplo paralelo ocurri en Brasil y Per.
Debe recordarse que hasta ahora slo estas tribus o naciones han sido conocidas,
porque ocuparon tierras adyacentes a los ros navegables. Muchas tribus grandes,
que desarrollaron -organizaciones perfectas y que habitaban en las selvas, por lo
menos a una semana de viaje desde el punto ms cercano al cual podan llegar botes
o canoas, an son desconocidas, o, en todo caso, no ms conocidas hoy de lo que
fueron en el siglo XVI. Hablando en trminos generales, los tupis ocuparon todo el
oeste hasta el lmite del imperio incaico; los caribes ocuparon el norte; los tapuyas
compartieron el oeste con tribus autctonas mezcladas, que tambin pueden encontrarse en el interior. Un fragmento de una raza desconocida, probablemente tolteca,
y relacionado con los incas y mexicanos, encontr refugio all donde una combinacin
de obstculos naturales y de supersticiones profundamente arraigadas permita que

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no fuesen molestados. La presencia ocasional de algunas de estas gentes en los ros
vecinos parece haber cesado con el aumento de los colectores de caucho. Las primeras
migraciones de los tupis deben haberse producido por la influencia de este pueblo,
porque casi todas las tribus en contacto con las misiones de los siglos XVI y XVII
posean la tradicin de haber estado dominados una vez por una raza blanca,
diestra en las artes de la civilizacin.
Cuando termin la gran guerra tupi-caribe, el imperio incaico dominaba el occidente.
Posiblemente debe haber habido muchas dinastas incas, pero ms tarde se
separaron en pequeos principados, cada uno con pocas de dominacin, tales como
los chimes de Trujillo y los muyscas de Colombia. Los incas heredaron fortalezas y
ciudades construidas por una raza anterior y restauraron sus ruinas sin muchas
dificultades. Donde ellos construyeron con piedras en las regiones en que la piedra
era el material ms conveniente, pues en la zona de la costa generalmente
empleaban adobe, ellos adoptaban las mismas junturas sin mortero,
increblemente bien ajustadas, que son caractersticas de los edificios megalticos
ms antiguos, pero no trataron de emplear las piedras enormes que usaron sus
predecesores. O decir que ellos unan sus piedras por medio de un lquido que
suavizaba las superficies que iban a entrar en contacto, hasta que tenan la
consistencia de arcilla30.

30

No lo creo, dijo un amigo que haba sido miembro de la expedicin Yale peruana, que descubri Machu
Picchu en 1911. He visto las canteras donde se cortaban estas piedras; las he visto en todos los estados
de elaboracin y puedo asegurarte que las superficies de junturas se trabajaban a mano y nada ms.
Otro amigo me cont la siguiente historia: Hace algunos aos, cuando estaba trabajando en el
campo minero de Cerro de Pasco (lugar situado a catorce mil pies de altura, en los Andes del Per
central), sal un domingo con otros gringos a visitar algunas tumbas incaicas o preincaicas, para ver si
podamos encontrar algo de valor. Llevamos nuestro alimento y por supuesto algunas botellas de pisco
y cerveza, y tambin un pen, un cholo para que no3 ayudara a cavar.
Bien, despus de almuerzo fuimos al cementerio, comenzando por abrir algunas tumbas que
parecan intactas. Trabajamos duro y nos detenamos de vez en cuando para tomar un trago. Yo no
bebo, pero s los otros, especialmente un tipo que vaci demasiado pisco dentro del cuerpo y se estaba
poniendo ruidoso. Cuando detuvimos el trabajo, lo nico que habamos encontrado era un jarro de loza
de barro, de cerca de un litro de capacidad, y que contena lquido.
Creo que es chicha, dijo el borrachn, bebamos para ver qu clase de menjunje tomaban los
incas.
Probablemente nos vamos a envenenar si lo hacemos, observ el
otro.
De veras; probemos, entonces, en el pen. Sacaron el sello de la boca del jarro, olieron el
contenido y llamaron al pen.
Tmate un trago de esta chicha, orden el borracho. El pen cogi el jarro, vacil y mientras una
expresin de temor se extenda por su rostro, lo dej en las manos del borracho y retrocedi.
No, no, seor, murmur. Eso no es chicha. Volvindose, arranc lejos.
El borracho dej el jarro sobre una roca ds superficie plana y comenz a perseguirlo. Vengan,
nios, cojmoslo, grit. Capturaron al desgraciado, lo arrastraron de vuelta y le ordenaron beberse el
contenido del jarro. El pen luch locamente mientras los ojos ya se le salan de las rbitas. Hubo ria y
el jarro fu volcado y se rompi. Su contenido form un charco en la superficie de la piedra. El pen
qued libre y arranc.
Todos rieron; era una gran broma. Pero el ejercicio les dio sed y volvieron al saco donde estaban
las botellas de cerveza. Diez minutos ms tarde me inclin sobre la roca y examin por casualidad el
charco del lquido desparramad?. Ya no era lquido: todo el espacio donde haba quedado y la roca bajo

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EXPLORACIN FAWCETT
El imperio se extenda en lneas generales desde Quito hasta Valparaso, y hacia el
oriente, hasta cubrir las colinas al pie de los Andes. Restos incaicos se encuentran en
las selvas del Huallaga y del Maran superior, y existe en Samaipata, Bolivia, un
puesto de avanzada en que se prodig mucha pericia arquitectnica (ver captulo
XV). Relata la tradicin que el inca Yupanqui prepar un ejrcito para descender por
el ro Amarumayo ms tarde el Paucartambo y, ahora, el Madre de Dios y atacar
al emperador de los musus, pero fracas en alcanzar su objetivo. En la parte ms
lejana de su expedicin erigi dos fuertes de piedra para conmemorar el avance y
stos an no han sido descubiertos por los exploradores. Aparentemente se retir con
sus tropas por Santa Cruz y Cochabamba, utilizando o construyendo como base la
fortaleza de Samaipata. La tradicin es plausible. La retirada sigui el natural y
fcil lecho del ro, entre los sistemas fluviales del Amazonas y del Paraguay. La lista
de bajas en esta invasin fu probablemente bastante considerable como para
entibiar cualquiera otra empresa en esa direccin. Pero el informe de ella y el
tentador objetivo deben haber inspirado a Pizarro, que comision a su hermano para
que realizara de nuevo el intento. Las tradiciones sobre este lugar, preservadas por
las tribus caribes que estuvieron bajo el yugo tupi, condujeron a muchos
exploradores del Orinoco, incluyendo a Sir Walter Raleigh, a buscar El Dorado, y
tanto Espaa como Portugal enviaron veintenas de expediciones privadas y oficiales.
Despus de su viaje fluvial del Orinoco al Amazonas, Humboldt expres la opinin de
que la historia de El Dorado semejaba a esos mitos de la antigedad que, viajando
de pas en pas, son adoptados sucesivamente en diferentes localidades. Esto me
recuerda a un barco de guerra de cierta repblica sudamericana que fu enviado a
buscar la pequea isla volcnica de Trinidad; fall en su intento e inform que la isla
se haba sumergido. La verdad es que El Dorado no se encontraba en la regin norte
del Amazonas, y la manera de descubrirlo no era viajando por los ros.
Chile tiene una tradicin de la ciudad de los cesares muy semejante semejante a la
del Gran Paitit. En esta historia, sin embargo, se dice que la ciudad, habitada por
gente de una cultura superior, queda en un valle escondido en las altas cordilleras.
Cuando me contaron la leyenda en el norte de Chile, el valle secreto quedaba situado
hacia el sur, en la direccin del Aconcagua; cuando la o en el sur, el valle se
mencionaba como estando en alguna parte hacia el norte. La ciudad est pavimentada con plata y los edificios, techados con oro. Los habitantes llevan una
existencia de aislamiento bienaventurado, bajo el mando benigno de un rey
esclarecido; existe cierta propiedad mgica en el lugar, que lo hace visible slo a
l estaban tan suaves como cemento hmedo. Pareca que la piedra se haba fundido, como cera bajo la
influencia del calor.

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EXPLORACIN FAWCETT
pocos exploradores elegidos, e invisible a todos los aventureros indeseables. Se dice
que mucha gente, incluso en los tiempos modernos, ha salido a buscar la ciudad de
los Csares, y jams se ha vuelto a saber de ellos.
Mi propia opinin es que este lugar existe realmente. La tradicin es antigua y me
parece razonable suponer que en los tiempos de la pre conquista, la fama de la
ciudad dorada del Cuzco ciudad sagrada de los incas puede haberse extendido
hasta el sur por los chasquis o correos nativos, no perdiendo nada en la narracin.
Dentro del imperio incaico slo se permitan los viajes oficiales; los siervos indios no
se movan de un lugar a otro ms de lo que lo hacan los siervos de la Inglaterra
feudal. Las visitas de indgenas, de ms all de las fronteras del imperio, eran
inimaginables, an si los pretendidos visitantes hubiesen tenido tiempo suficiente
fuera de su eterna lucha por la existencia. Ni tampoco los jefes d estas comunidades
donde todos trabajaban para el bien comn hubiesen permitido a los miembros
de sus aldeas vagabundear solamente para satisfacer su curiosidad ociosa. Las
historias contadas alrededor de la fogata nocturna por los chasquis habrn sido
transformadas en cuentos impresionantes que, con el tiempo, se convirtieron en
parte integrante de su folklore, y as se pudo formar la tradicin de la maravillosa
Ciudad de los Csares. Aun las mentes ms imaginativas podran exagerar apenas
las maravillas del antiguo Cuzco, donde el inca, supremo dictador espiritual y
temporal, conservaba una disciplina civil de severidad casi salvaje, pero con cuyos
resultados se beneficiaba del pueblo sin lugar a dudas.
Es casi seguro que los indios citados tan frecuentemente en los primeros das del
descubrimiento como rubios como gente blanca, no eran tupis o conectados con las
tribus caribes que emulaban la apariencia de los tupis, porque se asever
definidamente que sus mujeres no tenan los cuerpos pintados ni tatuados.
Otra circunstancia que se agregaba a la general confusin etnolgica es que las
grandes tribus obligadas a emigrar hacia el occidente, como suceda a menudo, eran
incapaces de mantener juntos a todos sus miembros, debido al escaso alimento que
se poda encontrar en las selvas o robar en los asaltos a comunidades ms pequeas.
Las tribus se disociaban y continuaban separadas en diferentes direcciones. Esta es
probablemente la causa de que el mismo nombre tribal se encuentre tan a menudo
en reas sumamente distantes. Los aruacs son sin duda el mismo pueblo llamado
arawaks en las indias occidentales, y es significativo que una tribu llamada nahuas
se pueda encontrar en el Amazonas.
La ms desarrollada de estas tribus preserv los vestigios de una civilizacin
superior; no eran salvajes, no ms de lo que es actualmente. Tenan gobierno
organizado; adoraban a un dios. Los tupis adoraban a Tupan, dios del trueno; los

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EXPLORACIN FAWCETT
tapuyas y los caribes adoraban al sol y a las serpientes. He hablado del himno al sol
del amanecer, cantado con voz maravillosamente armoniosa por hombres de los
maxubis. Las tribus ms adelantadas levantaban casas bien construidas, alrededor
de una plaza con un sistema sanitario que no slo avergenza cualquier aldea
civilizada del interior en nuestros das, sino que tambin era muy superior al de
Inglaterra hace un siglo.31 Eran mongamos y celebraban ceremonias
matrimoniales, pero slo a los jefes se Ies permita tener ms de una esposa. El
matrimonio era la base de la vida familiar y los nios eran criados cuidadosamente,
educndose para las vocaciones tribales. Los hijos respetaban profundamente a sus
padres, veneraban a sus antecesores, a quienes conocan como tamoin y cultivaban
la dignidad de su noble nacimiento. El hombre era apgaa; la mujer, cunta. La
poliandria era desconocida y rega un estricto cdigo de moral bajo pena de muerte.
Haba escasas enfermedades.
Las tribus menos avanzadas vivan en aiupas, refugios separados, construidos
bastamente y ubicados al capricho de cada cual. Eran considerados como salvajes
por sus parientes ms desarrollados. Sin embargo, como todas las tribus apuyas,
aprendan y se adaptaban rpidamente a la civilizacin de los portugueses. Ambas,
tanto las tribus mejores como las menos desarrolladas, tenan jefes de aldea, que
deban responder ante un jefe supremo. Tambin posean nobles, que servan slo
como guerreros y los que se rebajaran haciendo algn trabajo manual. En realidad,
hay razn para ver en la apariencia y costumbres de estos pueblos, ya sea la
degeneracin de una civilizacin superior, o los efectos ulteriores de una larga dominacin por un poder altamente civilizado, que les fu quitado repentinamente.
Muchas de las costumbres relacionadas con el tratamiento de la realeza mexicana e
incaica pueden encontrarse tambin entre las tribus avanzadas.
En 1661, Fernando Daz Paes penetr en las selvas del Paran y descubri,
cerca de las colinas de Apucaran, la poderosa tribu de los guayanaos. Esta nacin
estaba gobernada por tres reyes que vivan en palacios contiguos, y cada uno de
ellos con una participacin definida en jurisdiccin. El rey principal era conocido
como Tomb y distinguido por un escudo de armas sobre el prtico de su palacio,
31 El lugar montaoso incaico de Machu-Picchu, construido en la cumbre de iin pinculo rocoso
sobre el ro Urubamba, al norte del Cuzco, tena agua corriente en cada casa. Una vertiente situada en
el nivel ms alto era encauzada a travs de un conducto hasta la casa del inca y desde all descenda a
las casas del nivel siguiente. Segua bajando hasta alcanzar el nivel ms inferior, despus de lo cual se
vaciaba sobre el despeadero y caa al ro situado a dos mil pies ms abajo, Como esta agua corriente
puede haber conducido las materias fecales, el inca sera el nico que la aprovechaba pura. Los dems
en descendiente orden de importancia la recibiran en un estado de creciente contaminacin, que
alcanzaba su grado mximo al ser recibida por la gente humilde del nivel ms inferior. Puedo estar
equivocado; quizs las aguas servidas se disponan de otra manera y esta agua slo se usaba para
beber y baarse.

(1)

300

EXPLORACIN FAWCETT
consistente en tres guacamayos parados sobre una rama. Cuando uno de estos
pjaros mora o se escapaba, era reemplazado inmediatamente y en la mente del
pueblo existan muchas supersticiones sobre ellos. El rey supremo era maestro
general de todas las ceremonias y apareca en pblico sobre una silla, llevada sobre
los hombros de los cuatro prncipes ms importantes del reino. A su vista se
postraban sus sbditos, besaban el suelo y permanecan en esa posicin hasta que
pasaba el cortejo majestuosamente.
El segundo rey se llamaba Sond, y el tercero, Gravitay. Estos pueden haber sido
ms bien nombres genricos que personales. Por algn dote de elocuencia o por su
personalidad de gran atraccin, Fernando Das Paes indujo a estos tres jefes a que lo
acompaaran a Sao Paulo, con un gran squito. Gravitay muri antes de partir y
traspas su autoridad a un general favorito. Esto hizo que los otros estuviesen ms
deseosos de emigrar y, finalmente, un gran ejrcito march hacia la ciudad, que en
esa poca era una colonia en crecimiento y cuartel general de todas las expediciones
portuguesas al interior. Sond muri en el camino y la tribu qued enteramente bajo
el mando de Tomb, que lleg a Sao Paulo con cinco mil vasallos de ambos sexos.
Levantaron sus viviendas en las orillas del ro Tiete, en un valle muy frtil, donde
cultivaron maz y otros productos para los mercados de la ciudad.
Tomb se desilusion muy pronto de la civilizacin en general y de la cristiandad en
particular, diciendo que la ley no era buena, ya que Dios fallaba en castigar a un
infractor en el momento mismo de efectuar su crimen. Resisti tercamente al
bautismo y practic su propia religin y cdigo de moral, aunque todos sus sbditos
adoptaron la religin cristiana. Despus de algunos aos, Tomb enferm, y en su
lecho de muerte mand buscar a Fernando Das Paes, expresndole su deseo de ser
bautizado. Lo bautizaron con el nombre de Antonio, se le aplic la extremauncin y
como recalca zalameramente el historiador entreg su espritu como piadoso
cristiano. Tan pronto sucedi esto, la tribu entera dej todo abandonado y se arranc
a la selva.
De acuerdo con nuestra historia convencional, Brasil fu descubierto el ao 1500, por
el navegante portugus Pedro Alvares Cabral, y visitado posteriormente, en el
mismo ao, por Vasco de Gama. Se enviaron expediciones ulteriores en 1501 y 1502,
pero fue slo en 1526 que parti una flota para establecer soberana y comenzar la
colonizacin. Esta colonia fu muy ayudada por nuestro antiguo amigo Diego
Alvares, con cuya aventura se inici el primer captulo, y en esto tuvo el apoyo de su
esposa india, Paraguassu, cuyo nombre se di ms tarde al mayor de los ros que
desembocan en la baha de Sao Salvador.

301

EXPLORACIN FAWCETT
El territorio del Brasil fu colocado por el gobierno portugus bajo la direccin de
capitanes hereditarios, que prestaban juramento de adhesin a la corona y
colonizaban el territorio a costa de ellos. Este sistema result deficiente y fu
reemplazado en 1545 por la supervisin real. Francisco Pereira Continho,
funcionario de la capitana de Baha, naufrag en la isla de Itaparica, en la baha, y
l y sus compaeros fueron atrapados por los tupinambas y devorados. Lo mismo
ocurrj al primer obispo que fu enviado desde Lisboa. Por estar disgustado con el
gobernador de Baha, l y sus numerosos compaeros determinaron llevar sus quejas
ante Dom Joao III, pero naufragaron en la costa de Alagoas en su viaje de regreso y
fueron comidos por los canbales caets.
Desde los primeros das de la colonia, la esclavitud sojuzg a los indios y los
portugueses asaltaban las tribus ms cercanas para conseguir esclavos, con detalles
de la ms grande brutalidad. Una vez capturados, los desgraciados indios eran
convertidos al cristianismo por los jesuitas y obligados a trabajar, explotando sus
supersticiones. El gobierno form entonces lo que se conoca como tribunal de la
conciencia, el que decretaba que los colonos slo podan mantener en la esclavitud a
los indios capturados en correcta accin de guerra o a aquellos que se vendan o que
eran vendidos. Esto condujo a evasiones y a abusos interminables.
Una vez que se alzaron obstculos a la incontrolada esclavitud de los indios, comenz
el trfico de esclavos negros de frica y muchos negreros britnicos, as como
portugueses, se enriquecieron con esta trata de esclavos.
Es interesante anotar que los aymors o botocudos que habitaban la lnea costera
desde Ilheos hasta Victoria, en Espritu Santo, fueron los principales enemigos de los
colonos y an hoy mantienen su independencia en las montaas y selvas entre ese
estado y Minas Gerais.
En el ao 1600, Baha, la capital, ostentaba una poblacin de dos mil blancos, cuatro
mil negros esclavos y seis mil indios domesticados.
En 1763 la capital fu trasladada a Ro de Janeiro. Ro haba estado en manos
francesas desde 1555 hasta 1567, y en 1710 y 1711 los franceses hicieron otros intentos para capturar Brasil. Una flota enviada por los holandeses en 1630 tom
posesin de Pernambuco, y este lugar qued en poder de Holanda durante treinta y
un aos. Brasil era una rica presa a los ojos de los pases europeos y es notable que
Portugal fuera capaz de mantener su posicin contra los espaoles, franceses y
holandeses.
La poca de las Bandeiras o Banderas dur de 1561 a 1700, y su funcin principal
consisti en capturar indios para los mercados de esclavos. Las expediciones

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fomentadas oficial o privadamente no cesaron por completo al terminar el siglo XVII;
an despus de esta fecha, se formaron accidentalmente Bandeiras, a veces con el
propsito de localizar minas, como fu aquella de 1753 encabezada por Raposo, que
encontr la antigua ciudad.
Los aborgenes, privados de sus tierras y subyugados por tratamientos despiadados,
en represalia, atacaron ferozmente a los colonizadores durante algunos aos. Las
medidas defensivas originaron, por parte de los colonos, activos intentos para
exterminar sus enemigos para siempre, y los indios fueron masacrados al por mayor.
Los mamelukes indios atrados a las redes de la civilizacin europea fueron
empleados intensamente para este propsito, servicio al que se opusieron vigorosamente los jesuitas. Fu la proteccin proporcionada por esta Orden a los indios la
que despert la ira del marqus de Pombal, bajo el reinado de Jos I, y fu sta la
causa principal que los expulsaran del Brasil en 1760. Despus que partieron los
jesuitas, continu de nuevo la guerra contra los indios salvajes, con ms actividad
que nunca, pues los esclavos eran tiles; en realidad, un famoso escritor brasileo,
Raymundo Pennafort, ha observado:
El Brasil debe a sus pobres indgenas la conquista del pas y la construccin de sus
ciudades y aldeas; y tambin a ellos, el hecho de que en pocas pasadas fuera capaz
de defenderse de los franceses, holandeses e ingleses, en pago de lo cual fueron
tratados con crueldad y rudeza, confiscndoles sus posesiones y arrebatndoles todo
vestigio de su herencia nacional. Los indgenas merecieron de los colonizadores ms
que el exterminio a acero y fuego y todos los otros medios que fu posible emplear
contra ellos.
Est estampado en las crnicas que un gobernador de Baha, desesperando
contrarrestar la hostilidad por las fuerzas de las armas, envi a nativos que sufran
de viruelas, para que vivieran entre los indgenas, y por este medio los extermin, no
por cientos, sino por miles y cientos de miles, un ejemplo terrible de la primitiva
guerra bacteriolgica.
Antes de condenar a los portugueses por sus brutalidades, debemos recordar que en
esa poca todas las naciones europeas con posesiones en ultramar estaban
activamente entregadas al negocio de la esclavitud, y los britnicos, mientras usaban
negros africanos para los trabajos de las colonias en Norteamrica, llegaron hasta
enviar prisioneros polticos de la Madre Patria a las aterradoras condiciones de
esclavitud de las Indias occidentales. Despus de todo, la esclavitud en las naciones
anglosajonas no hace an un siglo que se termin, y amparamos esto en la cspide
de nuestra pacata rectitud victoriana! Han dicho tambin autoridades dignas de fe
que el esclavo domstico de Amrica Latina fu tratado mucho mejor que su

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EXPLORACIN FAWCETT
compaero de Estados Unidos. No faltaban voces en Brasil que condenaban el
sistema y muchos abogaron por un tratamiento bondadoso para los indios.
Es cierto que las luchas intertribales, implacables desde la guerra tupi-caribe, han
diezmado a la poblacin indgena tanto como las balas de los conquistadores
europeos; pero el destructor ms inhumano era y es la enfermedad contagiosa.
Las expediciones esclavizadoras de las Bandeiras cedieron el paso en 1693, casi
enteramente, a la bsqueda de minerales, pero esto an significaba guerra con los
indgenas, a quienes se les disparaba tan pronto como se les vea; en muchos lugares
an ocurre lo mismo. Ellos, a su vez, no perdan oportunidad de matar a sus
opresores. Despus, pisndole los talones a la bsqueda de oro y diamantes, lleg la
fiebre del caucho. Muchas tribus haban usado durante mucho tiempo el caucho en
sus adornos y se acogi la idea haciendo uso de ella en Brasil, de la misma manera
como se adopt la costumbre india de la coca en Bolivia y Per, y del tabaco enNorteamrica. El advenimiento del colector de caucho, el buscador de corteza de
quinina y el de ipecacuana o poalha, irrumpi en el refugio de ros y selvas intocadas
hasta entonces y estimularon nuevas exploraciones. Todo esto hizo an ms difcil la
vida de los indios. Moran por miles de resfriados comunes e influenza; an hoy, en
lugares donde el instinto mercantil de los pueblos de las selvas hace que se
amontonen demasiado cerca de uno, slo es necesario estornudar y la turba se
dispersar.
Lo que ha ocurrido en Brasil, se repiti en Bolivia y en menor grado en Per. En este
ltimo pas, las tribus no eran tan vulnerables como las que habitaban las amplias
pampas de Bolivia, porque la selva casi impenetrable que cubre todo el interior les
proporcion mayor proteccin. El padre Ar- menta, que ms tarde fu obispo de La
Paz, afirmaba que durante su residencia en el Caupolicn, desde 1870 hasta 1883,
no menos de sesenta mil vidas de indios fueron sacrificadas al caucho!
La gradual extincin del indio y su destierro como elemento independiente a
reductos cada vez ms estrechos continan hasta nuestros das y han creado,
incidentalmente, un problema de trabajo, al hacerse accesibles nuevas reas para ser
explotadas. En las regiones ms accesibles, si no se ha extirpado totalmente al indio,
ha sido llevado a la ruina por las misiones, perdiendo su independencia y
desarrollando aficin por la chacta o alcohol de caa de azcar32.

(1)

Esto era cierto cuando se escribieron estas palabras en 1923, pero ahora hay un completo cambio de actitud
en estos pases. La inteligente poltica actual es reconquistar al indio por medio de la amistad y de la ayuda,
dndole amplio reconocimiento de ciudadana y dejndolo en el mismo nivel con los otros. Pasarn generaciones
hasta que se eliminen la animosidad innata y la sospecha, pero esto se reconoce en una forma tolerante.

32

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EXPLORACIN FAWCETT
La ms notable de las primeras expediciones peruanas a las selvas fu la de Gonzalo
Pizarro en 1541. Hernando Pizarra se sinti atrado por los informes de Atahualpa
sobre el imperio de Paitit, con los palacios y riquezas de Manoa, donde las selvas
brillaban con el oro y se aromaban con el perfume de la vainilla. Existen algunas
circunstancias de esta expedicin, menos conocidas que la escueta historia contada
por Prescott en su Conquest of Per. Orellana, que fu el primero en atravesar el
continente, dej a Pizarro, para poder procurarse alimentos y sigui por las laderas
del ro, con un grupo bastante poderoso. Lleg a Omagua, donde un grupo de vanguardia haba divisado canoas con muchos indios bien vestidos; estos salvajes,
amistosos al principio, se volvieron hostiles y empezaron a desaparecer. Su ida
descart toda posibilidad de obtener vveres. El primer bote rstico se construy
aqu,
y la expedicin continu corriente abajo, a Aparia, donde se fabric una embarcacin
ms grande. La constante crueldad con los indios oblig a la poblacin nativa a
ocultarse y cre penalidades innecesarias. Medina dice que, antes de alcanzar el
Solimoes, o principal ro Amazonas33, Orellana pretendi volver a encontrarse con
Pizarro, pero se lo impidi la amenaza del hambre, y un ro torrentoso les hizo difcil
navegar contra la corriente. Ante la idea del regreso, se amotinaron sus setenta
hombres y se vi obligado a continuar. El padre Carbajal ha escrito esta historia
para nosotros. En Aparia algunas mujeres les ayudaron a construir la embarcacin,
pero ms tarde se mostraron hostiles, debido, sin duda, al brutal tratamiento que
recibieron de la canalla europea. Preguntaron a un indio amistoso el motivo de este
cambio y les dijo que eran las amazonas, que vivan a siete das de viaje por las
selvas.
Estas mujeres eran solteras, segn cont el indio a los espaoles, y haban
estado muchas veces en su pas. El conoca de nombre setenta de sus aldeas y an
existan muchas ms. Sus casas eran de piedra, y las ciudades estaban unidas por
buenos caminos, que eh ciertos puntos se mantenan cerrados y con guardias, de
manera que nadie poda entrar sin pagar peaje. De vez en cuando las mujeres se
mezclaban con hombres. En esa poca se juntaban en gran nmero para atacar a un
gran monarca que viva no lejos de all; les raptaban a sus hombres, los llevaban
hasta las aldeas amaznicas y, despus de un tiempo, permitan que se fuesen, sin

(2)

Solimoes era el nombre nativo del Amazonas. Es lo mismo que Solimn o Salomn y es sugestiva la tradicin
que cuenta que los buques de los reyes Salomn e Hiram de Tiro hacan viajes cada tres aos a un destino
secreto. Los nombres semticos son ms bien comunes en el valle del Amazonas y muchos de los caracteres, en
conocidas inscripciones de las rocas, tienen ms que una pequea similitud con los fenicios.

33

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daarlos. Si las mujeres daban a luz nios hombres, stos eran muertos, y si eran
nias, las criaban con gran cuidado y les enseaban las artes de la guerra. Haba
una reina llamada Coori; la regin estaba llena de oro y plata, y todas las mujeres
principales usaban vasijas de estos metales; las inferiores empleaban las de madera,
excepto en el caso de tiestos para cocinar, que eran de arcilla.
La historia no debe ser desechada sumariamente. El indio paranatinga que la
cont no pudo haberla inventado. Las amazonas, de acuerdo con el padre jesuita
Gili, eran conocidas tambin como aikeambenanas, o mujeres que viven solas.
Tales mujeres, llamadas tambin amazonas, fueron conocidas en Grecia, lo que es
bastante curioso, como mujeres sin seno. Una tribu similar, que tena la misma
costumbre de cortarse un pecho, vivi una vez en Asira. No se sabe dnde vivieron
las amazonas de Sudamrica y su distrito an no ha sido penetrado por el
explorador.
La reunin de estos hechos y las sugestivas tradiciones atraern, seguramente,
el inters de los arquelogos, persuadindolos de que en Brasil se puede encontrar
mucho ms de lo que comnmente se supone.
No dudo en ningn momento de la existencia de estas viejas ciudades. Cmo podra dudarlo?
Yo mismo he visto parte de una de ellas, y lo que all observ ha hecho imperativo mi regreso.
Los restos parecen ser los de un puesto de avanzada de una de las ciudades ms grandes. Estoy
convencido de que podr descubrirla y tambin otras ms, si se lleva a cabo una bsqueda
correctamente organizada. Infortunadamente, no puedo inducir a los cientficos a aceptar, aun
la suposicin, de que haya vestigios de una antigua civilizacin en Brasil. He viajado mucho por
lugares no familiares a otros exploradores y los indios salvajes me han hablado una y otra vez de
las construcciones, del carcter de su pueblo y de las extraas cosas que hay ms all.
Un hecho es cierto. Entre el mundo exterior y los secretos de la antigua Sudamrica
ha descendido un velo, y el explorador que anse descorrerlo debe estar preparado
para enfrentar dificultades y peligros que pondrn a prueba su resistencia hasta un
lmite increble. Hay probabilidades que no podr pasar, pero si lo logra si es lo
suficientemente afortunado para atravesar la regin de los salvajes y regresar vivo
estar en situacin de ampliar inconmensurablemente nuestro conocimiento
histrico.

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EXPLORACIN FAWCETT

Capitulo XXII
EL CONTINENTE MS OBSCURO
SE HA DICHO QUE LA CIVILIZACIONdel Brasil se debi ms a la labor de
los jesuitas que al gobierno. Lo mismo podra establecerse para Per, que inclua a la
actual Bolivia, aunque aqu tambin deben tomarse en cuenta los sacrificados
trabajos de los franciscanos. Los sacerdotes jesuitas eran hbiles en minas,
agricultura y ciencias y expertos en muchos negocios. Su excelente labor no debe
opacarse con su infortunada interferencia en poltica local y con la riqueza que
amasaron. Siempre fueron enemigos declarados de la esclavitud, pero apelando a las
supersticiones de los indios, se procuraron para s obra de mano tan barata, que,
prcticamente, era lo mismo que esclavitud. Establecieron misiones en todo el valle
del Amazonas, en el Tapajoz, en el Araguaya, en el Tocantins y en el Guapor, y
entre los Parecis de Matto Grosso, como tambin en toda la parte sur del continente,
ms all del trpico de Capricornio. Una cadena de misiones se extenda desde
Inquisivi, en Bolivia, bajando por el ro Bopi, hasta el este, para llegar a Santa Rosa,
en la provincia de Santa Cruz. All donde no llegaron los jesuitas, lo hicieron los
franciscanos.
Cada una de las treinta y ocho misiones jesuitas en Bolivia trabajaba en minas de
oro. Elegan lugares adyacentes a los ros y no molestaban a los indios, que vivan a

307

EXPLORACIN FAWCETT
cierta distancia de las orillas. Es cuestin de opinin decir si los indios que quedaron
bajo su influencia sacaron o no provecho de haber sido civilizados. Yo dudo de que
los indios piensen que obtuvieron alguna ventaja.
Las Bandeiras en el extremo norte del Brasil, particularmente en Parahyba y
Sergipe, no slo estaban constituidas por tropas de la guarnicin de los fuertes, sino
tambin de misioneros que pacificaban a los indios, persuadindolos para que hostilizaran a las bandas de franceses, holandeses e ingleses, que se estaban
interesando en el continente que ellos haban ignorado, hasta que fu demasiado
tarde. De esta_ manera se coloniz la orilla oriental del ro San Francisco, y as
tambin lo fueron las selvas de Baha y Minas Gerais. A menudo las aldeas indias se
convertan en centros misioneros, pero donde no haba minerales u otras fuentes de
ganancia, los misioneros abandonaban a los indios.
No fu hasta el ltimo cuarto del siglo XVI, que los misioneros atravesaron las selvas
al oriente del Per, siguiendo por el ro Ucayali y entrando al Caupolicn, de lo que
ahora es la actual Bolivia. A excepcin de la desgraciada expedicin de Gonzalo
Pizarro, en 1541, la exploracin organizada de las selvas slo comenz en 1560, y an
entonces fu realizada en forma espordica y con escasos resultados. Las condiciones
en las selvas, bajo las colinas al pie de los Andes, eran totalmente diferentes a las
encontradas por los portugueses en la regin baja y ms populosa de la costa
Atlntica. Como dice el historiador:
Fcil como fu conquistar el imperio de los Incas, no lo era en cuanto a la regin
oriental de los Andes (conocida generalmente con el nombre de La Montaa), debido
a las impenetrables selvas que cubran su superficie. All estos hombres de acero
tuvieron que luchar contra obstculos tales como una espesura casi infranqueable,
ayudados a veces por seres humanos tan brbaros como la naturaleza misma. Ros
amplios y rpidos; torrentes capaces de destruir todo lo que les opusiera resistencia;
hambrientas bestias salvajes; reptiles gigantescos y venenosos; insectos no menos
peligrosos y ms molestos que los reptiles; montaas inaccesibles, en cuyas laderas
cada paso poda ser mortal, ya por despearse en un precipicio, ya por ser mordido
por una serpiente ponzoosa o por uno de los millones de hormigas igualmente
venenosas, si se cogan de alguna planta para evitar una cada; selvas ilimitadas,
inmensas lagunas, pantanos; lluvias torrenciales, inundaciones de enorme extensin;
constante humedad y consecuentemente fiebres que atacan a un hombre en mil
formas diversas y pstulas penosas y peligrosas. A todo esto, debe agregarse una
falta absoluta de alimento. Pero aun estas circunstancias tan adversas no pudieron
detener a hombres tan audaces.

308

EXPLORACIN FAWCETT
En un aspecto importante, exagera el historiador. Entre Cuzco y el sur del Per
haba cuatro sendas reconocidas, construidas por los incas con propsitos militares.
Por ellas, estrechas y difciles como eran, los primeros conquistadores franquearon la
cordillera y descendieron a las selvas, con gran squito de cabalgaduras y animales
de carga. En la provincia Caupolicn, de Bolivia, haba un camino pavimentado de
diez pies de ancho, hoy da cubierto por la maleza, que conduca desde Carabaya a la
margen del Beni, en las planicies de Mojos. En los planos de Polopampa como se
llamaba entonces a Apolobamba viajar era fcil, pero antes y tras ellos, los
senderos deben haber sido estrechos, adecuados para un indio a pie, pero extraordinariamente difciles para los animales. Aun hoy las sendas andinas, por mejoradas
que estn, son ms apropiadas para peatones y muas giles solamente, y siempre se
corre un riesgo considerable. A excepcin de los caminos, el historiador no exagera en
su narracin, y las selvas han cambiado muy poco en cuatrocientos aos.
Entusiasmado con el relato de un indio esclavo, sobre las riquezas del reino de
Ambaya, Hernando Pizarro envi a Pedro de Canda, en el ao 1535, en la que fuera
primera expedicin a la selva. La siguiente fu la de Pedro Auzures, quien, en 1539,
entr por el camino de Camata con considerable caballera, se lanz contra los
maquires en las planicies de Mojos y perdi a casi la totalidad de sus hombres, antes
de emprender la retirada al Altiplano, por Cochabamba.
Estos esfuerzos fueron seguidos por innumerables intentos de descubrir el reino de
los musus, el que, bajo los distintos nombres de Amabaya, Paitit, Emn o Candir,
continuaba despertando la codicia de los espaoles con la fama de sus riquezas.
Aunque los aventureros fracasaron en ganar fabulosas riquezas, encontrando
solamente desastres, como resultado de esas expediciones se establecieron misiones y
se gan algn conocimiento geogrfico del interior del Per. En 1654, fray Toms
Chavez hizo revivir el agonizante entusiasmo, al contar que haba sido transportado
desde Mojos por indios que lo llevaron en una hamaca durante treinta das, seguidos
por doce das de viaje en canoa, y luego veintin das por tierra, hasta Paitit, hasta
donde haba alcanzado la fama de su conocimiento mdico, llegando a odos del
emperador de los musus. El asegur que estaba mucho ms poblado y era ms rico
en oro que el Per y todas las Indias!
Historias similares de sus maravillas fueron contadas en 1630 por un portugus
llamado Pedro Bohorques, y en 1638, por una persona desconocida llamada Gil
Negrete: En la provincia de Paitit hay minas de oro y plata y gran provisin de
mbar, dijeron. Puede ser que estos hombres slo trataran de satisfacer su vanidad,
ostentando como conocimiento personal las historias escuchadas a los indios.

309

EXPLORACIN FAWCETT
Sin embargo, por mucho que la fantasa haya adornado los cuentos, siempre queda el
hecho de que la legendaria existencia del resto altamente civilizado de un pueblo
antiguo, persisti entre los indgenas del continente. Estas tradiciones pueden
escucharse an hoy de los indios de los ms remotos lugares, visitados rara vez por
un hombre blanco. Hay una pasmosa semejanza en los relatos, lo que hace razonable
suponer que existe en ellos una base de verdad. En 1679 el gobierno espaol protest
oficialmente contra la dilapidacin de tanto dinero en un objetivo que, desde la poca
de Pizarro, haba sido buscado por diecisiete expediciones, sin contar aquellas
equipadas por iniciativa privada; pero se necesitaban tiempo y fracaso constante
para perder la fe en la historia, ya que, entre tanto, era un potente aliciente en la
exploracin de la cuenca del Amazonas.
La exploracin del rio Madeira por los portugueses comenz en 1616, y la del
Guapor, en 1760. Estos se juntaron con los lmites de la penetracin espaola y las
dos naciones acordaron una demarcacin de las esferas de sus respectivas influencias. Para preservar los intereses portugueses y para proteger una guarnicin
de los ataques de los araras, pacaraguas y otras tribus hostiles que pululaban en las
abiertas selvas de esta seccin, se construy en 1783 el fuerte Prncipe de Beira,
cerca de la confluencia de los ros Guapor y Mamor. An permanece intacto y se
habla de re ocuparlo.
Mientras los aventureros buscaban el huidizo El Dorado, los colonos del Per, con
una mente ms prctica, sacaban ventaja de la abundante mano de obra esclava,
para trabajar los ricos lavaderos de oro de Carabaya y del Altiplano, y las numerosas
minas que proporcionaban a los incas la mayor parte de su tesoro. Las montaas de
Potos, inmensamente ricas en plata, atraan a muchos, y se dice que en un solo
siglo, el Quinto Real ascendi a cien millones de libras esterlinas en plata. En Puno,
en el lago Titicaca, se trabajaban tambin ricas minas de plata. Tan abundante era
el metal, que, incluso, los indios posean vajillas hechas de plata, y resultaba ms
barata que el hierro para las herraduras de los caballos34. Lima, la capital de las
posesiones en el Nuevo Mundo de su muy catlica majestad, era fabulosamente rica
a fines del siglo XVIII:

34

Pero no tan buena! Durante la Segunda Guerra Mundial le incumbi a Brian Fawcett, en ese entonces
ingeniero de locomotoras en el Per, buscar un substituto del estao, escaso porque todos los stocks haban
sido enviados por barco a EE. UU. Se hicieron pruebas con plata no como substituto, sino para comprobar su
valor industrial, llegndose a la conclusin de que si se vea hermosa en bandejas y platos, e incluso en la
popular costumbre local de bacinicas, no tena ningn valor en el campo de la ingeniera de ferrocarriles. Una
lstima, porque haba mucho de este metal.

310

EXPLORACIN FAWCETT
Para dar alguna idea de la riqueza de esa ciudad, puede bastar el relato de los
tesoros que expusieron all los comerciantes, cerca del ao 1682, cuando el duque de
La Plata (Marqus de la Palata) hizo su entrada como virrey. Hicieron pavimentar
las calles llamadas de la Merced y de los Mecadores (Mercaderes), que se extendan
por dos de los barrios (por donde tena que pasar el marqus para llegar a la Plaza
Real, donde estaba el palacio), con lingotes de plata que haban pagado el Quinto al
rey; generalmente pesaban doscientos marcos de ocho onzas cada uno, entre doce y
quince pulgadas de largo, cuatro a cinco de ancho y dos o tres de espesor. Todo alcanzaba a la suma de ochenta millones de coronas.
El inmenso tesoro de los incas, saqueado en Cuzco y en todas partes, y la enorme
produccin de las minas bajo el trabajo esclavizado crearon los bucaneros del
Pacfico. Ni en tiempo de las guerras de la Independencia, cuando fu sacudido el
yugo espaol, en la tercera dcada del siglo XIX, la costa del Pacfico estuvo libre de
los bergantines semipiratas, designados ofensivamente como carnavales
disfrazados como barcos respetables, bajo patente de corsos, o bien, que ni
pretendan ocultar sus intenciones. La gente de esos pases no se haca ilusiones
acerca de los aventureros; haba sufrido con demasiada frecuencia en el pasado bajo
navegantes como Drake, Spilberg, Jacobo El Ermitao, Bartolomeo Sharp y
Dampier. Aun nuestro venerado Lord Anson est clasificado por ellos como un
simple pirata. Es interesante observar que la ltima Armada o flota del tesoro dej el
puerto peruano de Callao en 1739, en viaje al Istmo de Panam, donde el tesoro sera
llevado por tierra para volver a embarcarlo en el lado Atlntico. El viaje de Anson
por las costas del Pacfico atemoriz a los buques del tesoro, que huyeron al ro
Guayas, y hacia arriba hasta llegar a Guayaquil, donde permanecieron tres aos
antes de regresar a Callao con el metal precioso an a bordo.
Eran tan ricas las minas de oro de ms all de las Cordilleras que nadie se
molestaba en extraer el metal por otro mtodo que no fuera el primitivo. Se ignoraba
el oro puro. De 1780 a 1781, durante el levantamiento indio encabezado por Jos
Gabriel Condorcanqui Tupac Amaru, todo espaol y empleado al oriente de los
Andes fu masacrado, las sendas destruidas y cada posible huella de las minas fu
ocultada. En los archivos se encuentran registrados los nombres y produccin de
estas minas, de las cuales pocas han sido vueltas a descubrir. Los indios deben
conocer sus paraderos, pero nada los har hablar, pues en sus corazones abrigan la
esperanza de que un da volver el inca, para reclamar su tesoro oculto y sus ruinas,
cuando haya desaparecido el ltimo vestigio del gobierno espaol en el continente.
En poder de los conquistadores, la suerte de los indios fu de mal en peor. Con el
sistema de Repartimientos, se convertan en esclavos que se vendan junto con las
tierras en que vivan. El sistema de peonaje los dejaba poco mejor, aunque, libres

311

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nominalmente, siempre pasaban a otras manos con las tierras. Pero los aimaraes de
Bolivia son de pasta distinta a los dciles quechuas; son ms independientes y aun
caminan con aire feroz. No es prudente penetrar sin su consentimiento, a algunas de
las aldeas aimaraes al este del lago Titicaca. Actualmente hay 800.000 indios en
Bolivia y 700.000 cholos (mezcla de indios y sangre espaola), y el mismo nmero de
blancos, y el gobierno los mira con todo respete. El aimar de las montaas es en
sentido fsico ms bien un hombre guapo. An bajo los harapos y la humildad de los
quechuas hay un fuego latente, y, a pesar de su celo aparente por la Iglesia Catlica,
conserva sus antiguas ceremonias, realizndolas en secreto en la lejana de las
montaas. El hermoso emblema del sol siempre significa ms para ellos que la
hipocresa de los sacerdotes y las imgenes sanguinarias en las iglesias de adobe. No
todos los sacerdotes son hipcritas, pues, mientras muchos de los que se encuentran
en aldeas apartadas son mestizos, ignorantes y an indios, codiciosos y depravados,
tambin hay hombres de tipo superior, especialmente entre los miembros de la
misin francesa y los viriles y abnegados franciscanos.
Con la supresin de los jesutas en 1760, el estado legal del indio en Brasil fu el de
un animal y se le cazaba por el valor de su trabajo. La importacin de un gran
nmero de esclavos negros y la adquisicin de un creciente ejrcito de indios produjeron un nmero extraordinario de mestizos. Lo mismo ocurra en el lado
occidental del continente. Los colonos portugueses y espaoles de la mejor sangre se
mezclaron libremente con ambos, y el negro, a su vez, se mezcl con las diferentes
tribus de indgenas civilizados. Se cre un problema social muy difcil cuando se
aboli la esclavitud y los mestizos quedaron en un mismo nivel con la poblacin libre.
Brasil de ningn modo es homogneo, excepto en su intenso patriotismo. El negro no
es mirado como igual por los blancos, y aunque haya libertad y cierta camaradera
entre todas las clases, debajo de la superficie hay tanta distincin de casta, como en
cualquier otra parte del mundo. Se tolera la sangre india y en algunos casos es
considerada como motivo de orgullo, tal como ocurre en EE. UU. El resultado es
curioso e interesante. Cada mujer negra es tan consciente de la barrera que le crea
su color, que no ahorra artificios para disfrazarlo, y cuando puede se une a alguno de
tez ms clara que ella misma. Esto y las preferencias selectivas de las clases acomodadas estn desplazando al negro, aunque conserva su valiosa inmunidad contra
las enfermedades tropicales. Cada vez acuden ms europeos al pas, se casan all, y
tienen especialmente en las clases altas nios muy hermosos. Finalmente,
crearn una raza hermosa y vigorosa, libre de las inherentes debilidades de las
naciones sin mezcla.
En el siglo XVII, Brasil sufri mucho a causa de comunidades independientes y sin
ley, formadas por esclavos negros fugitivos, a quienes se juntaron mujeres de su

312

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propia raza o que obtuvieron invadiendo tribus indias. Estas comunidades
destruyeron poblaciones y estancias, y fueron culpables de atrocidades inhumanas,
porque, bajo la influencia del licor, conocido como pinga, el negro, y especialmente el
mestizo negro- indio, se transforma en un animal salvaje.
No hace muchos aos, en el distrito Lengois de Baha, un ingls fu lo bastante torpe
como para golpear a uno de los caboclos o mestizos por alguna ofensa trivial. El
hombre no dijo nada, pero fu a su cabaa y afil la taca o estilete de hoja triangular,
con la cual, sin vacilar, vengan los insultos. Abiertamente di a conocer la intencin
de acuchillar a su patrao y lo hizo, sin que ni siquiera lo detuviese la perspectiva
de treinta aos de prisin. Lo haban golpeado y haba que vengarse!
Aunque muchos miles de negros viven en Bolivia y en Per, forman un elemento
insignificante de la poblacin. Porque en estas repblicas la mayor parte de los
mestizos son .el producto de europeos e indios, aunque es difcil decir dnde cesa la
sangre negra. Estos mestizos son capaces de entregarse a excesos an peores que los
indios de pura sangre si beben el enloquecedor alcohol de caa, llamado chacta, en
Per; kachasa, en Bolivia, y pinga, en Brasil.
Excepto en las capitales y en las grandes ciudades donde el elemento cosmopolita
produce un general apartamiento, no existe una sola vivienda o aldea, por pobre
que sea, que no dispense la hospitalidad que yo encontr tan a menudo en mis viajes
por el interior. Este es particularmente el caso del Brasil, donde se puede contar con
la hospitalidad siempre que uno observe las reglas comunes de cortesa. Ningn
pueblo tiene menos prejuicios raciales, o es de disposicin ms bondadosa con
respecto al extranjero. Tanto el portugus como el espaol dan gran importancia a la
etiqueta, y para el extranjero es conveniente saber su idioma. Algunos dicen que
estos idiomas son fciles de aprender; adquirir una conversacin superficial de
primeras letras puede que no sea difcil, pero no es suficiente. Ni tampoco lo es para
alcanzar el punto de comprender la conversacin de un campesino. El nivel necesario
reside en la habilidad de contar un buen chiste, hacer observaciones ingeniosas y
discutir sobre filosofa y arte. Cuntos extranjeros se toman la molestia de alcanzar
este objetivo? El acento y los dichos populares, que adquiere tan fcilmente el nio,
pueden estar ms all de las probabilidades del adulto, pero en Sudamrica no se
toman en cuenta estos dos ltimos aspectos, e incluso se perdonan las faltas
gramaticales, siempre que la conversacin sea amena e inteligente. La conversacin
es el hlito vital para ellos, y quince minutos de charla con un pen sobre Platn o
Aristteles hacen mucho ms, por la mutua estimacin, que aos de buenas
intenciones sin la habilidad de expresarlas. Es siempre fuente de sorpresa para los
americanos y los europeos el descubrir cun profunda puede ser, incluso, la

313

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conversacin del ms humilde sudamericano35. Otras veces, como ocurre en todas
partes, la conversacin de los elevados y de los humildes resulta ser desastrosamente
ignorante sobre materias elementales, como veremos en un momento ms.
Lo que ms incomoda a la gente es cualquiera demostracin de superioridad. Quin
puede censurarlos por esto? Es difcil mantener la cara seria cuando una dama
educada pregunta, como me sucedi a m en cierta ocasin en Bolivia:
Lleg el seor de Inglaterra en una canoa o en lomo de mula?
No, seora respond. Llegu en un barco que traa alrededor de mil personas.
Oh! Exclam ella-. Y no haba peligro de los rpidos y corrientes?
Un dignatario de San Ignacio, Bolivia, al saber el desastre del Titanic, me dijo,
basndose en sus experiencias fluviales:
Cielos, hombre. Por qu no se mantuvieron cerca de la ribera? Es mucho ms
seguro. Esas grandes canoas son siempre peligrosas cuando van por el medio de la
corriente!
Un caballero de la misma localidad senta gran orgullo de poseer una horrible leo
litografa representando una tormenta, un faro y un fantstico mar embravecido.
Frecuentemente le preguntaban si era la cachuela Esperanza, rpido muy conocido
en el Beni.
Una vez que indagu al administrador de correos de una ciudad provinciana de Per
sobre el precio del franqueo a Inglaterra, l tom el sobre, lo di vueltas,
examinndolo con U mayor atencin, y pregunt finalmente:
Dnde est Inglaterra?
Le inform lo mejor que pude.
Nunca haba odo nombrarla dijo.
Se lo expliqu con ms detalles y por distintos medios. Finalmente se hizo la
luz.
Ah, usted quiere decir Londres. Inglaterra est en Londres entonces? Por
35

Puedo certificar que esto no es exageracin. El mayor error que puede cometer un extranjero en estos
pases es vivir siempre ocupado, sin jams tomarse el tiempo para charlas con los trabajadores que estn bajo
su autoridad. Yo aprend a conversar con ellos, porque me gustaban y mi recompensa fu una coleccin
valiosa de leyendas, cuentos y conocimientos, sin tomar en cuenta el placer derivado de la conversacin.
Fuera de la necesidad de aprender el idioma vernculo, conviene acentuar la importancia de la lectura en
idioma extranjero, la habilidad de escribirlo, porque tarde o temprano ser necesario hacer un discurso en
ese idioma!

314

EXPLORACIN FAWCETT
qu no me lo dijo al comienzo, seor?
Parece sin duda de una ignorancia supina, pero qu decir de la dama de
sociedad en Londres que preguntaba si Bolivia era uno de esos horridos y pequeos
estados balcnicos. Otra dama con ttulo, que actualmente tiene gran figuracin en
poltica, me preguntaba con toda seriedad si la gente en Buenos Aires era civilizada
y usaba vestidos. Al parecer, ella se imaginaba que los habitantes de una de las ms
hermosas ciudades del mundo eran indios salvajes y quizs de vez en cuando, un
gaucho armado hasta los dientes galopaba por calles sin pavimentar, laceando
animales indmitos. Incluso un funcionario err lamentablemente, cuando, en 1924,
mi hijo menor le solicit un pasaporte, pues pregunt si Per estaba en Chile o en
Brasil.
Muchas partes del interior, en todos estos pases, estn aisladas del mundo por
semanas de atroces viajes en mua, y en consecuencia, no se pueden evitar los
casamientos entre parientes y la supersticin. Por ejemplo, en San Ignacio, cuando
la gente se enferma, se cubre la boca, nariz y orejas de modo que no pueda escapar el
espritu. Casi en todas partes se tiene ms fe en el poder milagroso de las imgenes
de cera que en las costosas medicinas. Hay aldeas en que el cruzamiento efectuado
exclusivamente entre sus miembros ha conducido a gran escasez de hombres, pero
es interesante observar que con esto las mujeres parecen haber mejorado en el fsico.
Los hombres de afuera que visiten estos lugares tienen que andarse con cuidado,
porque aqu no existe el pudor femenino!
Muchos extranjeros consideran al indio como un animal incapaz de cualquier
sentimiento que no sea instinto. An despus de cuatro siglos de profunda
degradacin y cruel tratamiento como siervos, he encontrado que responden
prestamente a la bondad y s que estn altamente capacitados para educarse. Hay
indios que se han enriquecido y transformado en importantes figuras nacionales.
Han comenzado como peones y, pese a los obstculos casi infranqueables, se han
elevado hasta transformarse en dueos de tierras, minas, ranchos y negocios. He
encontrado a tales hombres en el curso de mi peregrinaje; en los pases que habitan,
la tributacin directa casi no existe; la tributacin indirecta es lenta y la libertad
personal est limitada por una sobre legislacin.
La maldicin del indio es la kachasa que demasiado a menudo es el nico
medio para olvidar su servidumbre sin esperanza y puede obtenerla a crdito. El
indio no es el nico que bebe hasta la inconsciencia, prcticamente todos en el interior, incluyendo a los europeos, siguen su ejemplo. Envilece a un hombre fsica y
moralmente y es responsable del noventa por ciento de los crmenes que se cometen.
No los estoy censurando y estoy seguro de que no mencionar dogmas abstinentes.
Muchas personas destinadas a vivir bajo condiciones similares preferiran el

315

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suicidio!
Espero que estos captulos hayan puesto en claro lo que yo busco y por qu. Los
fracasos, los desengaos han sido amargos, pero, sin embargo, ha habido algn
avance. Si tuviese an a Costin y Manley como compaeros, es posible que en lugar
de escribir un manuscrito incompleto, estara entregando ahora al mundo la historia
del ms estupendo descubrimiento de los tiempos modernos.
Tambin ha habido desilusin. Despus de la expedicin al Gongugy, dud por
un tiempo de la existencia de las antiguas ciudades, pero despus vi ante mis ojos
las ruinas que probaban la verdad de una parte de los informes. An queda la
posibilidad que Z mi objetivo principal, con su remanente de habitantes, pueda
resultar la ciudad de la selva descubierta por la bandeira de 1753. No est en el ro
Xing ni en el Matto Grosso. Si alguna vez llegamos hasta all, nos demoraremos un
tiempo considerable; un viaje sin xito, s que sera rpido.
Nuestra ruta comenzar en el campamento del Caballo Muerto, a 11 43 sur y
54 35 occidente, donde muri mi caballo en 1921, al noroeste del Xing, visitando
en nuestro camino una antigua torre de piedra, que es el terror de los indios vecinos,
pues de noche sale luz de su puerta y ventanas. Ms all del Xing nos
adentraremos en las selvas, a un punto entre este ro y el Araguaya, y despus
seguiremos el lecho del ro hacia el norte a 9 o 10 latitud sur. En seguida, nos
encaminaremos hacia Santa Mara do Araguaya y desde all cruzaremos, por una
huella existente, al ro Tocantins, en Porto Nacional o Pedro Afonso. Nuestro
camino quedar entre la latitud 10 30 y 11 hasta el terreno alto, entre los estados
de Goyaz y Baha, regin totalmente desconocida y que se dice estar habitada por
salvajes; all espero encontrar algunos vestigios de las ciudades habitadas. Las
montaas all son muy altas. Seguiremos entonces las montaas entre Baha y
Piauhy al ro Sao Francisco, cruzndolo en alguna parte cerca de Chi- que-Chique, y,
si estamos en condiciones de hacerlo, visitaremos la vieja ciudad abandonada (la de
1753) que queda aproximadamente a 11 30 sur y 42 30 oeste, completando as las
investigaciones y saliendo a un punto desde donde el ferrocarril nos llevar a la
ciudad de Baha36.
36

Esta es la ruta que mi padre proyect seguir en 1925. Los expertos en el Erasil sostienen que es imposible
hacerlo y, ya que jams regres, deben tener razn. La regin donde l crey que estaba <(Z ha sido sobrevolada regularmente en aos recientes por lneas areas del pas y no se ha informado de ningn vestigio
de ciudad antigua. An ms, esta parte del pas no es desconocida y apenas puedo creer que estaba inexplorada en la poca en que l escribi esto. Es cierto que se han encontrado ruinas de edad incalculable en
sus cercanas en las fronteras de los estados de Goyaz y Baha, pero ninguna ciudad. Pero por ms de un
siglo se ha conocido una en el estado de Piauhy, llamada Sete Cidades por sus siete ciudadelas. He
investigado personalmente las orientaciones que da para la ciudad de 1753 y puedo asegurar autorizadamente que no se encuentra all.

316

EXPLORACIN FAWCETT
He conversado con un francs que por varios aos se ocup en catear las
legendarias minas de plata asociadas indirectamente con la ciudad abandonada
(porque cuando se buscaban estas Minas Perdidas de Muribeca, la descubrieron los
bandeirantes de 1753). El sostiene haber estado en toda la regin que yo me
propongo visitar y afirma que est poblada por colonos civilizados en todas las
partes en que hay agua que no hay selva verdadera en esa rea y que all no
pueden existir ruinas. Asegura que descubri una formacin peculiar de piedra
arenisca, gastada por el tiempo, la cual a la distancia se asemeja mucho a antiguas
ruinas. Cree que eso fu lo que vieron los bandeirantes de 1753, inventando el resto
de su cuento, siguiendo la moda de esos das. Cuando le habl de las inscripciones
anotadas (l no haba visto ni odo hablar del documento dejado por Raposo), no me
respondi, y en todo caso varios puntos esenciales no concuerdan con sus
argumentos. Las inscripciones en las rinas y las ratas saltadoras (jerboas) no
pueden seguramente haber sido una mera invencin.
Francamente tengo poca confianza en el francs. Haber recorrido totalmente tal
regin es apenas posible; hay reas arenosas desprovistas de agua, farallones
interrumpen el paso. Aun un solo valle puede permanecer oculto por siglos, porque
la exploracin no ha sido llevada a cabo sistemticamente, aunque el cebo de los
diamantes en esta regin ha hecho que en el pasado se descubrieran los lugares
seguros y accesibles. Mi impresin es que existe un rea interior rodeada por una
faja sin agua, que ha descorazonado las expediciones. El francs tena un aliento
alcohlico y no considero que se pueda confiar plenamente en los bebedores. Se me
dijo tambin que nunca se haba alejado por ms de dos o tres semanas, perodo
demasiado corto para una investigacin prolongada37.
El ltimo cnsul britnico en Ro, el coronel OSullivan Beare, caballero de cuya
palabra ni siquiera sueo en dudar, di, tan aproximadamente como lo permitan los
espantosamente inexactos mapas de la regin, la ubicacin de la ciudad en ruinas, a
la cual fu llevado por un caboclo, en 1913 (mencionado en el captulo I). Nunca
cruz el Sao Francisco su ciudad estaba situada bien al oriente de estea doce
das de viaje desde Baha. Durante siglos el Sao Francisco ha estado asociado con
leyendas de indios blancos, y es posible que los dos blancos vestidos, vistos por la
vanguardia de Raposo, estuviesen en alguna parte, entre la desembocadura del ro
Grande y Chique-Chique. Desde entonces, la civilizacin usurpadora los puede
haber mantenido en su valle, ms all de la zona seca.
Se pueden encontrar cosas curiosas entre el Xing y el Araguaya, pero a veces
37

Sin embargo, despus de lo que he visto con mis propios ojos, creo que el francs tena razn. He odo
mucho en Baha sobre los viajes de este francs y l realmente penetr en regiones desconocidas del estado.

317

EXPLORACIN FAWCETT
dudo si podr soportar este viaje. Estoy envejeciendo demasiado para llevar sobre
mis espaldas lo menos cuarenta libras, durante meses38, y una expedicin ms
grande costara demasiado dinero y correra riesgos mayores. Adems, todos los
hombres que vayan deben ser elegidos, y probablemente slo hay uno entre mil que
sea adecuado para la aventura.
Si el viaje no tiene xito, mi trabajo en Sudamrica terminar en un fracaso,
porque ya no podr hacer nada ms. Inevitablemente, ser desacreditado como un
visionario y difamado como uno que slo ha tenido en cuenta el enriquecimiento
personal. Quin comprender jams que no deseo glorias ni dinero, que lo hago sin
sueldo, con la esperanza de que su beneficio a la humanidad justificar los aos
perdidos en la bsqueda? Estos ltimos aos han sido los ms miserables y
desengaados de mi vida; llenos de ansiedad y de inseguridad, de urgencias
econmicas, con intrigas por bajo cuerda y traiciones sin reserva. He sacrificado a mi
esposa y a mis hijos, les he negado muchos de los beneficios de que hubiesen podido
disfrutar, si yo hubiese seguido en los caminos ordinarios de la vida. De veinticuatro
aos de matrimonio, slo diez hemos pasado juntos. Fuera de los cuatro aos de la
Guerra Mundial, he estado diez en la selva, aunque mi esposa jams se ha quejado.
Al contrario, su ayuda prctica y su constante aliento han sido grandes factores de
los xitos ganados, y si venzo al final, el triunfo se deber en gran parte a ella.

38

Tena 57 aos cuando escribi estas palabras, en 1924.

318

EXPLORACIN FAWCETT

EPILOGO
por
Brian Fawcett.
He nombrado un solo ro? He reclamado siquiera un acre? He guardado tan slo
una pepita de oro? No, yo no!
Pues mi recompensa la recib diez veces y con creces de mi Hacedor* Pero vosotros no
comprenderais esto. Proseguid y tomad posesin.

CAPITULO I
A TRAVES DEL VELO
En 1924 PARECA QUE LOS FON- dos para la ltima expedicin nunca
llegaran. Los desengaos seguan a los desengaados, mientras que siempre, fuera
del alcance, estaba la resplandeciente imagen del gran objetivo: las antiguas
ciudades del Brasil. Los fondos eran escasos tan escasos que resultaba una
incgnita cmo la familia poda subsistir, an en forma modesta, pero era
necesario mantener una actitud de expectativa y estar siempre listo para partir en el
momento que se indicara.

319

EXPLORACIN FAWCETT
Ya desde su regreso a Inglaterra, en 1921, la impaciencia de mi padre por
partir en este ltimo viaje lo estaba consumiendo, con fuerza siempre creciente. De
reticente se transform casi en spero, aunque tambin haba pocas en que haca a
un lado este manto gris y volva a ser el alegre compaero para nosotros, los nios.
Nosotros es decir mi madre, mi hermano, mi hermana menor y yo, que en 1920
partimos a Jamaica para no regresar jams a Inglaterra, como pensbamos, tuvimos
que volver despus de dos aos. La desilusin apresur nuestra partida de Jamaica.
La isla no era, como habamos imaginado en forma optimista, semejante a Ceyln;
las condiciones de vida se tornaban difciles para la minora blanca y los niveles educacionales eran muy pobres, de manera que hubo un nuevo frenes de empaquetar y
un xodo a California, que durante muchos aos haba sido una especie de Meca
soada. Varias razones, no siendo la ltima de ellas el alto costo de la vida, obligaron
nuestra partida de Los ngeles; despus de slo un ao, en septiembre de 1921,
arribamos a Plymouth, donde un mes ms tarde nos encontramos con mi padre a su
llegada de Brasil.
Arrendamos por un tiempo una casa en Exeter, y despus nos cambiamos a un
lugar medio ruinoso pero amplio, en Stoke Canon, en la direccin de Tiverton. Aqu
nos quedamos hasta que la familia se dispers. Yo fui el primero en partir a Per a
ocupar un puesto en un ferrocarril. Mi padre y mi hermano fueron los siguientes.
Repentinamente los planes haban tenido un desenlace feliz y partieron a Nueva
York. Mi madre y mi hermana se fueron a Madeira, donde permanecieron varios
aos, antes de ir a residir a la Riviera francesa, y de all, a Suiza.
Fu durante nuestra estada en Stoke Canon que se escribi este libro, y de los
labios de mi padre escuch muchas ancdotas e ideas que en l recopila. Me di
cuenta demasiado tarde de que, si yo hubiese demostrado ms inters, me habra
contado mucho ms de lo que yo ahora dara cualquier cosa por conocer. Por lo
general, siempre sucede as. En esa poca mi entusiasmo se concentraba en la
ingeniera locomotriz, con exclusin de toda otra cosa.
Mi padre se levantaba a una hora increble de la maana a prepararme el
desayuno, antes que yo partiera en bicicleta a los trabajos de ingeniera, en Exeter,
donde tena un aprendizaje sucio pero interesante como ayudante de moldeador en
una fundicin. Poda preparar un desayuno tan bien como cualquier otra persona, y
la aceptacin de su tarea con silenciosa humildad slo se me hizo significativa aos
ms tarde, cuando record las circunstancias de ese periodo. Lo haca para
proporcionar ms descanso a mi madre y porque no consideraba que deba
prepararlo yo mismo.
Aunque el tiempo transcurrido en Stoke Canon debe haberle parecido como una
sentencia carcelaria, haba tambin momentos brillantes. El criquet, que fu siempre

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EXPLORACIN FAWCETT
su favorito, los llev a l y a mi hermano ambos exponentes sobresalientes del
juego en el condado a viajar durante la estacin, porque eran muy solicitados.
Lo vi por ltima vez en marzo de 1924, cuando el tren de Liverpool parti de la
estacin St. David, en Exeter, y su alta figura se perdi de vista detrs de la
ventanilla del coche. Como yo iba a partir al norte, en mi primera etapa del largo
viaje al Per, esperaba confiadamente que nos encontraramos otra vez, dentro de
unos pocos aos, en Amrica del Sur.
Estuve en Londres una semana por asuntos de la expedicin escribi en
mayo de 1924, y parece que ahora todo resultar satisfactoriamente. Es probable
que todo se haga en Estados Unidos, y si as resulta, partiremos para all. La Royal
Geographical Society ha aprobado por unanimidad la expedicin, de manera que
ahora tiene respaldo cientfico.
Jack y yo nos iremos por va Nueva York en junio, y all nos juntaremos con
Raleigh, que es tan picante como la mostaza. Ser un sentimiento confortante el
saber que estamos todos en un mismo continente.
Pero no iba a resultar as. Los preparativos se demoraron mucho ms de lo que
pensaban, y entretanto l y Jack se pusieron a entrenarse. Jack aprendi algunos
rudimentos del idioma portugus y adquiri experiencia en trabajos con teodolitos.
Ambos adoptaron un rgimen vegetariano, preparndose, de esta manera, para la
expedicin y sus privaciones, que seran as menos difciles de soportar. Fsicamente
no necesitaban adiestrarse mucho. Los seis pies y tres pulgadas de Jack eran slo
huesos y msculos, y le desagradaban profundamente los tres principales agentes de
degeneracin corporal: el alcohol, el tabaco y la vida disoluta. Jack haba hecho un
culto del vigor fsico y las nicas tareas domsticas que nunca le desagradaban era
aquellas en que se requera hacer uso de la fuerza.
En el colegio, Jack siempre se distingui en los juegos, las luchas y por soportar
los severos varillazos del rector. Tambin poda sobresalir en su trabajo escolstico^
siempre que la materia le interesase. Yo, tres aos menor, lo segua de manera
humilde verdadero miembro de un rango poco importante, pero no despreciable.
Intimidado hasta la estupidez durante mi primer curso, fu el puo siempre listo de
Jack el que me hizo ser respetado al fin, pero despus me dej librar mis propias
batallas y slo tomaba parte cuando las probabilidades para m ya estaban perdidas.
En el hogar era Jack quien formaba y diriga la pandilla; Jack, quien guardaba
un cuaderno de bitcora donde se anotaban todas las travesuras que podan ser
clasificadas como antisociales. Su capacitado teniente voluntario era Raleigh Rimell,
hijo de un doctor de Seaton, y durante estos aos pas con nosotros casi todo el

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tiempo. Era un payaso innato, compaero perfecto del grave Jack, y entre ambos
naci una amistad ntima que los condujo a la aventura de 1925.
Durante la Gran Guerra (1914-1918) ramos demasiado jvenes para ser
enrolados en el ejrcito, pero no demasiado jvenes para conseguirnos un surtido
horripilante de armas de fuego, las cuales usbamos con tanta despreocupacin que
fuimos honrados por las autoridades con el nombramiento de un alguacil, que segua
nuestras huellas y nos haca volver al camino de la ley. Mucho temo que el pobre
hombre llev una vida miserable en pos nuestra, hasta el da que intentamos jugarle
una mala pasada. La polica nunca nos ech el guante; nosotros continuamos
disparando a inofensivos gorriones que se paraban en los techos, o haciendo blanco
en las placas esmaltadas de los buzones. Raleigh fu sorprendido y tuvo que
reemplazar una placa quebrada pagando diez chelines. Cada vez que pasbamos
frente al buzn, l sacaba su pauelo y pula la placa, diciendo: Esta es ma, ustedes
saben.
Cuando fuimos a Jamaica, Raleigh ya estaba all, trabajando para la Compaa
Frutera Unida en un estado dedicado al cultivo del cocotero, en Puerto Mara. Jack
se emple como vaquero en un gran rancho ganadero en la regin de la Baha de
Montego, al otro lado de la isla, pero se juntaban de vez en cuando. Raleigh parti a
California antes que nosotros, y cuando llegamos, l ya haba abandonada el estado.
Jack, entre intervalos de cesanta, se emple como cadenero de un agrimensor en
Riverside y como colector de naranjas. Dibujante talentoso, pero sin estudios, hizo
tambin algunos trabajos de arte para el Times de Los Angeles. El encanto de las
pelculas lo atrajo por un tiempo como le sucede a menudo a toda persona
impresionable que visita Hollywood; hizo intentos superficiales para trabajar como
extra en pelculas de Betty Blythe y Nazimova, dos estrellas cuyos nombres ya se
han olvidado, pero que, en esa poca, estaban en la cspide de la fama. Tal vez
habra triunfado, porque no careca de los requisitos que se necesitaban como actor;
pero, por suerte, un amigo que trabajaba como director tcnico en una pelcula de
ambiente extico que jams sali a la luz Ornar Khayyam, le advirti que se
retirara antes que el pulpo del celuloide lo cogiera en sus fatales tentculos. En
realidad, lo ms prximo que estuvo al cine fu cuando el encargado de la
guardarropa de un estudio le alquil su palo de criquet, a causa de su apariencia
autntica, para que lo usara Mary Pickford en Little Lord Fauntleroy. Fuera del
dinero que recibi por el alquiler, tambin tuvo como recompensa una carta de
agradecimiento y una fotografa autografiada de la artista.
Hacia el final de 1924 se hicieron los acuerdos para financiar la expedicin. Un
amigo de mi padre se fu antes a Nueva York para juntar el dinero y tener
terminado todo el asunto antes de que llegaran mi padre y Jack. Cuando los dos

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arribaron a Nueva York, encontraron que el amigo haba dilapidado en una
esplndida borrachera que dur seis semanas, 1000 dlares de mi padre y 500
dlares de la seora Rimell (los que obtuvo de la madre de Raleigh, dicindoles que
los. haba perdido en un sindicato que emita bonos sin valor). No es necesario decir
que no obtuvo un solo cntimo y slo se pudieron recuperar 200 libras de los fondos
encomendados al amigo.
Mi padre, entonces, se puso a trabajar para reunir la suma necesaria para la
expedicin y esto consigui hacerlo en un mes, porque se despert el inters de varias
sociedades cientficas, y tambin, por la venta de los derechos de sus relatos a la
North American Newspaper Alliance, quien lo nombr corresponsal especial.
Vamos a tener una actividad intensa.y agradable en el viaje y en Brasil antes
que nos internemos en las selvas por tres aos o ms me escribi mi padre en
septiembre de 1924, antes de dejar Inglaterra. Imagino que Jack y Raleigh van a
gozar mucho. Nadie ms formar parte de la expedicin, exceptuando dos brasileos
que solamente nos acompaarn hasta cierto lugar.
Despus, a fines de enero de 1925, me escribi desde a bordo del S. S. Vauban,
de la Compaa Lamport y Holt: Aqu vamos, con Raleigh, llegando a Ro.
Personalmente encuentro el viaje un poco aburridor, pero Jack lo est aprovechando
intensamente. Fueron muy hospitalarios y simpticos en Nueva York. Pero, por
supuesto, nuestra situacin era difcil. Sin embargo, ya estamos en el mismo
continente en que ests t y camino a Matto Grosso. Por lo menos cuarenta millones
de personas estn preocupadas de nosotros y conocen ya nuestra empresa.
Si nos dan facilidades en la aduana de Ro, partiremos al Matto Grosso ms o
menos en una semana, para llegar a Cuyab el 2 de abril. Entonces,
desapareceremos de la civilizacin hasta fines del prximo ao. Sitanos con tu
imaginacin a ms o menos mil millas al oriente de ti, en selvas jams holladas por
pie de hombre civilizado.
Nueva York nos recibi con mala cara. Haca un fro extremado; haba cado
ms de un pie de nieve y los vientos oran glaciales. Jack frecuent los cinematgrafos
que en general eran muy pobres y mascaba montones de chicles. Los tres
comamos en bares automticos.
Raleigh me escribi esta carta desde Ro:
Durante el viaje conoc a cierta nia a bordo, y a medida que pas el tiempo,
nuestra amistad aument hasta que yo tem que iba a transformarse en algo serio.
En realidad tu padre y Jack estaban muy ansiosos, temerosos de que yo huyera o

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algo as. Sin embargo, volv en m, comprendiendo que yo viajaba como miembro de
una expedicin y que no se me permitira llevar una esposa conmigo. Tuve que
dejarla gentilmente y atender los negocios. Simpatizar contigo si s que tambin
tienes estos arranques sentimentales.
Jack me dijo el otro da: Imagino que te casars antes del ao cuando
regresemos. Le respond que no prometa nada, pero que no intento ser soltern
toda mi vida, aunque Jack lo sea.
He deseado varias veces que t tambin vinieras en este viaje, pues creo que
servira para hacerlo an ms interesante y alegre. Vivo pensando en el futuro, en la
partida de la expedicin a la selva, creo que Jack comparte este mismo estado de
nimo. Con un objetivo como el nuestro, se necesita tener mucha paciencia para
permanecer por largo tiempo en un mismo lugar. Los retrasos en Nueva York fueron
algo ms de lo que podamos soportar. . .
En Ro de Janeiro se alojaron en el Hotel Internacional y Jack no se impresion
demasiado con los paseos para ver los panoramas y los baos de mar, porque
escribi:
No vivira en Ro ni en ninguna otra ciudad de ac, si contara con un milln al
ao, a menos que slo viniese por un mes o dos. No me gusta el lugar, aunque los
alrededores son magnficos. Brasil me parece terriblemente aislado del mundo. Debo
decir que la gente es sumamente amable y que trata de ayudar en todo sentido.
El equipo de la expedicin fu probado en la jungla del jardn del hotel y
encontrado satisfactorio. Partieron en febrero de 1925, yendo primero a Sao Paulo.
Desde Corumb, Jack me escribi un vivido relato del viaje, tal como lo vean los ojos
entusiastas de un joven de veintin aos:
Hemos pasado una semana en el tren de Sao Paulo a Porto Esperanza,
cincuenta millas desde Corumb, y estamos muy contentos de estar tan lejos, por fin.
El viaje por tren result muy interesante, a pesar de la monotona de la regin por la
que atravesamos, y como nos prestaron el carro privado de los funcionarios, pudimos
estar, solos todo el camino. En este sentido hemos sido muy afortunados, porque
desde Ro hasta Sao Paulo, y desde all hasta el ro Paran nos cedieron el carro
privado del presidente del ferrocarril.
La mayor parte del camino lo hicimos por selva baja y tierras de pastoreo, pero
cerca del ro haba muchos pantanos. Entre Aquidauana y Porto Esperanza vi
muchas cosas interesantes. En la regin ganadera haba loros en cantidades y vimos
dos rebaos (o como quieras llamarlos) de avestruces nuevos, de cerca de cuatro a

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cinco pies de alto. Alcanzamos a divisar una tela de araa en un rbol, con una
araa de cerca del tamao de un gorrin situada en el centro. Esta maana vimos
pequeos caimanes en el ro Paraguay y hoy saldremos a cazarlos.
A causa de los pasaportes que se nos quedaron en Ro, deban habernos
detenido cuando arribamos esta maana, pero, al parecer, no habr dificultades y
partiremos para Cuyab maana en el Iguatemi, una sucia y pequea lancha del
tamao de un M. L. naval. Estar atestado de pasajeros y nuestras hamacas casi se
tocarn las unas con las otras.
Los mosquitos fueron terribles desde Bauru a Porto Esperanza, pero anoche,
en el Paraguay, ya haban desaparecido. La alimentacin es buena y completa,
mucho ms consistente que en Ro o en Sao Paulo. Se comen arroz, frjoles
grandes y negros, pollo, carne y una especie de legumbre pegajosa como cinaga,
semejante en su textura a los pepinos, en forma de huevo y del tamao de una nuez.
Tambin comemos goiabada (dulce de guayaba), pan y queso, amn del inevitable
caf negro. Los macarrones son tambin un plato favorito. Todo esto se consume en
una sola comida.
E1 calor es terrible aqu, pero dentro del hotel no se siente tanto. Estamos
tremendamente aburridos en estos pueblos semicivilizados, y, aunque la gente es
muy amable, deseamos terminar luego nuestra estada en Cuyab, para poder adentramos en la selva tan pronto sea posible. Cuando Raleigh y yo estamos demasiado
aburridos, nos ponemos a conversar de lo que haremos al volver a Seaton en la
primavera de 1927, con bastante dinero. Pretendemos comprar motocicletas y pasar
unas esplndidas vacaciones en Devon, saludando a nuestros amigos y visitando los
antiguos pagos.
"Nuestro viaje fluvial hasta Cuyab demorar ocho das y probablemente
tendremos a todas las muas listas para la engorda a mediados de marzo.
Abandonaremos Cuyab el 2 de abril y despus demoraremos seis semanas, o,
posiblemente dos meses, hasta llegar al sitio donde pap y Felipe llegaron la ltima
vez. Hasta llegar a Z, demoraremos probablemente otros dos meses y pueda ser que
localicemos el lugar el da que pap cumpla cincuenta y ocho aos (31 de agosto).
No te parecen divertidos los informes de la expedicin que publican los
diarios ingleses y americanos? Tambin se exagera mucho en los peridicos
brasileos. Estamos ansiosos de partir para el verdadero viaje y terminar de una vez
con estos pueblos, aunque creo que el mes en Cuyab se pasar rpidamente. Algo
que slo comprend hoy da es que ya hemos cruzado Brasil y podemos ver Bolivia

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desde aqu y tambin todos los lugares donde pap trabaj en la delimitacin de
fronteras.
Tuvimos una simptica despedida de Sao Paulo, organizada por un grupo de
ingleses, incluyendo miembros de la diplomacia y del cuerpo consular. Antes de
abandonar esta ciudad, visitamos el Instituto Butantan, donde su fundador, el
senhor Brasil, nos di una charla sobre serpientes: cmo atacan, cunto veneno
expulsan, los diferentes remedios, etc. Nos obsequi con una cantidad de suero. Un
ayudante entr al recinto donde se mantienen las serpientes, en chozas como panales, rodeadas de un foso, y con una varilla ganchuda cogi a una surucucu.
Despus la coloc en el suelo y antes de que la serpiente pudiese hacer nada, la cogi
por el cuello. Luego la sac del
recinto y nos mostr sus colmillos, que son abisagrados. Tienen otros a ras con la
enca, que sirven de substitutos en caso que se quiebren los principales. El senhor
Brasil la dej morder un platillo de vidrio y salt el chorro de veneno.
"Anoche contempl el final del carnaval. Todos los habitantes participaban
jugando frente al hotel, en el nico trecho de camino bueno. Hicieron una bulla
endemoniada; todos tenan disfraces de fabricacin casera, algunos muy bonitos. La
costumbre, durante el carnaval, es lanzarse perfume o ter que hiela los ojos. El
calor es terrible hoy y chorrebamos sudor; dicen que Cuyab es ms fresco. Esta
maana conversamos con un alemn que lleg justamente de Cuyab y nos cont que
ahora haba ms de cien automviles Ford en esa ciudad, no resulta mala esa cifra
para un lugar que queda a mil millas ro- arriba! Tambin nos cont que haba
llegado en el Iguatemi la embarcacin que tomaremos nosotros, y que la
comida es buena, pero que los mosquitos son terribles. Supe que en el nuevo parque
tienen un par de jaguares en cautividad, de manera que pienso ir a verlos.
Los baos son muy primitivos aqu. El W. C. y la ducha combinadas son tan
sucios, que uno debe tener mucho cuidado y fijarse donde pisa. Pap dice que aun
debemos esperar instalaciones peores en Cuyab.
"Hemos tenido una suerte enorme al conseguir pasajes y en que todo nuestro
equipaje haya llegado intacto a bordo del Iguatemi. Vamos a estar tremendamente
apretados en el barco, pero, sin duda, resultar interesante el viaje ro arriba. La
regin que hemos visto hasta ahora es de gran monotona, aunque de ninguna
manera tan aburrida como el Mississippi.
"Decidimos no molestarnos en afeitarnos desde aqu hasta Cuyab, y yo ya
tengo barba de dos das. Raleigh est convertido en un villano, como los que
aparecen en pelculas del oeste norteamericano.

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Febrero 25, 1925. Ya hace dos das que salimos de Corumb y llegaremos a
Cuyab el prximo lunes al atardecer si antes no nos hemos muerto de
aburrimiento! Se supone que la embarcacin slo debe transportar veinte pasajeros,
pero hay cincuenta personas apretujadas a bordo. Viajamos a razn de tres millas
por hora, a travs de una regin fangosa, poco interesante, pero hoy da se quebr la
monotona del paisaje con la vista de unas colinas. Dormimos en cubierta sobre
hamacas, muy cmodas, exceptuando los mosquitos bastante desagradables hasta
ahora, pero se espera que sean peores aun cuando entremos esta noche al ro Sao
Lourengo. La primera noche haca un fro tan intenso que tuve que levantarme y
ponerme dos camisas, calcetines y pantalones. La monotona es terrible y no hay
espacio para hacer ejercicios de ninguna clase. Cuyab nos parecer el paraso
despus de esto!
La mayora de los pasajeros son turcos (as se denomina ac a cualquier habitante
de los pases balcnicos) que poseen pequeos negocios en Cuyab. Sus mujeres
charlan incesantemente, y ante la inminencia de las' comidas se renen como
buitres. Los olores a bordo son bastante malos. De vez en cuando nos detenemos
junto a la ribera para proveernos de lea, combustible para las calderas, contando
con gran inters cada trozo que se suba a bordo.
Ahora, las riberas del ro son selvas de monte bajo y ms all pueden verse algunas
colinas rocosas de ochocientos pies de altura. Percibimos algunos cocodrilos, y en
todas partes, en la orilla del ro, hay grullas y buitres. Debido a la aglomeracin que
reina a bordo, tenemos que descartar el deseo de sacar los rifles y disparar a los
caimanes.
Febrero 27. Pap dice que ste es el viaje fluvial ms gris y aburrido que ha hecho y
estamos contando las horas de 'los tres das que an nos faltan para llegar a Cuyab.
Estamos todava en terreno pantanoso, aunque ya dejamos el ro Paraguay, porque
antes de ayer entramos al Sao Lourengo; y anoche, al ro Cuyab. El Sao Lourengo
es famoso por sus mosquitos, que se cran en los extensos pantanos. El mircoles en
la noche se dejaron caer por nubadas a bordo. El techo del sitio en que comemos y
dormimos estaba negro literalmente negro con ellos. Tuvimos que dormir con
una camisa amarrada en torno de la cabeza, sin dejar huvco para la res- . piracin;
nos envolvimos otra camisa en los pies y un impermeable sobre el cuerpo. Las
hormigas termitas resultaron otra plaga. Nos invadieron por un par de horas,
volando alrededor de las lmparas, hasta que se les cayeron las alas. Despus se
arrastraron por millones sobre el piso y la mesa.
"Vimos algunos capibaras hoy da. Uno de ellos se detuvo en la orilla, ni siquiera a
dieciocho yardas de distancia, cuando nosotros pasamos. Es una tragedia que toda

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esta regin,' durante cientos de millas, sea completamente intil e inhabitable.
Vamos ro arriba a tranco de paseo, tan lentamente, que hoy nos alcanzaron dos
hombres en canoa y bien pronto los perdimos de vista, porque continuaron adelante.
No resulta entretenido contemplar la orilla del ro, porque no ha cambiado en
absoluto desde que dejamos Corumb. Hay una confusin de enredaderas de
convlvulas y hojas silvestres de lampazo, semejantes a pltanos con agujeros de
ongas (jaguar) gastados con el uso y que llegan hasta el borde del agua. Ms atrs y
elevndose como torres, hay gruesos rboles de distintas especies, extendindose
cerca de veinte yardas hacia el fondo. Despus comienzan los pantanos que abarcan
todo lo que la vista puede percibir, interrumpidos slo de vez en cuando por aislados
grupos de rboles pantanosos como el mangle. De vez en cuando se puede divisar un
charco ftido, sitio ideal para las anacondas e incubador de mosquitos. Otras veces el
pantano llega hasta la misma orilla y desaparece entonces la ribera. Vemos muchos
buitres y pjaros buceadores, como corvejones, de largos cuellos, que los hacen
parecerse a las serpientes cuando nadan. Los yacars (cal manes) viven nicamente
donde hay slo barro o arena en que se puedan revolcar.
Una copiosa lluvia cay hoy da, y la temperatura descendi hasta ser casi la misma
de un verano ingls. Se supone que ahora el tiempo comenzar a enfriarse, a medida
que nos acerquemos a la estacin seca. Pap dice que nunca ha estado en esta regin
durante la estacin verdaderamente seca, y supone que los insectos no molestarn
tanto como en el ao 1920.
Hoy da lleg a bordo una nueva plaga. Se trata de la mutaca, una especie de tbano
con una desagradable picada.
Aplastamos a muchas, pero pap y Raleigh fueron atacados. Por supuesto, todos
nosotros estamos cubiertos de picaduras de mosquitos.
Lo que nos hace mucha falta es la fruta y no se podr obtener hasta que lleguemos a
Cuyab. Por lo dems, la comida es buena. La falta de ejercicio es abrumadora, y en
Cuyab pretendemos, por lo menos, hacer un largo paseo diario. En verdad, casi no
hemos hecho ejercicio desde que dejamos Ro, a excepcin de una larga caminata por
la lnea del ferrocarril, mientras estuvimos detenidos un par de das en Aquidauana.
Yo hago flexiones cuando puedo, pero todo est tan atiborrado de gente, que, incluso,
este ejercicio resulta difcil de practicar.
Raleigh es un muchacho divertido. Llama 'al portugus esta jerigonza
endemoniada, y no intenta aprender este idioma . En lugar de eso, se vuelve loco
con todos porque no hablan ingls. Fuera de faz favor y obrigado, no puede conversar
una palabra ms, o es demasiado tmido para intentarlo. Yo ya puedo mantener una

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buena charla, siempre que la persona con quien, converso me conteste pausada y
claramente. Aqu usan bastantes palabras espaolas, debido a la proximidad de
Bolivia y Paraguay.
Marzo 4. Por fin, Cuyab; y no es tan malo como pensbamos. El hotel result
bastante limpio, y la comida, excelente. Nos estamos sobrealimentando ahora y
espero ganar diez libras antes de partir, porque necesitamos carne extra en previsin
de los perodos de hambruna durante la expedicin. El viaje del ro demor ocho das;
tiempo bastante largo para estar encarcelado en una embarcacin diminuta como el
Igua- temi, y confinado como galeote en el mismo sitio del mismo banco. Ayer
fuimos a caminar por los matorrales y nos alegramos con el ejercicio. Hoy
dispararemos por primera vez no a pjaros, sino a objetos para practicar.
"Fuimos a visitar a Federico el mulero; pero est ausente hasta el domingo. Su hijo
dice que no tendr dificultad en conseguir las doce muas que necesitamos. El
sertanista (guia es la palabra ms parecida) que pap quera, ha muerto, y Vagabundo se ha ido al serto con alguien, lo que es una gran lstima, porque yo he
odo hablar tanto de ese perro, que me hubiese gustado conocerlo. Hay aqu un
misionero americano que tiene un lote de nmeros atrasados del Cosmopolitan y
otras revistas, y esta noche iremos a permutar libros con l.
Marzo 5. Ayer Raleigh y yo probamos nuestras armas. Son muy certeras, pero
hacen un ruido de todos los demonios! Gastamos veinte cartuchos y an nos quedan
ciento ochenta para futuras prcticas.
Me dijeron que al dejar Cuyab nos encontraremos con terreno de monte bajo,
durante un da de viaje, hasta llegar a la meseta; despus encontraremos pequeo
monte bajo y pasto durante todo el camino hasta el Puesto Baquiri; dos das despus
encontraremos la primera caza. Probablemente podremos fotografiar una sicuri
(anaconda), ya harta de alimento, si encontramos a alguien que nos lleve hasta su
vecindad. .
Abril 14. Ha llegado el correo, el ltimo que recibiremos, porque partimos el 20. El
calor aqu es semejante al de Jamaica en sus peores das, pero Raleigh y yo nos
damos un bao diario en un riachuelo en el camino a Rosario, y permanecemos en el
agua ms o menos una hora. No es muy refrescante, porque la temperatura es casi la
misma que la del aire; pero la evaporacin que se produce despus, al secarnos, nos
resulta agradable.
H tratado de hacer algunos bocetos, pero los temas son tan comunes que no puedo
poner vigor en ellos. El resultado es que no valen nada! Lo que busco es un tema
verdaderamente bueno, porque creo que, entonces, me podr resultar algo que valga

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la pena. Cuando lleguemos al lugar donde se ven las primeras inscripciones, tendr
que dibujarlas, pues todas estas cosas debern ser cuidadosamente copiadas.
Te divertira verme con una barba de una quincena. No me volver a afeitar
durante meses. Estamos usando nuestra botas para amansarlas, y los pies de
Raleigh estn cubiertos de parches de emplastos Johnson. Pero se ha puesto ms
divertido e ingenioso que nunca, a medida que se aproxima el da de nuestra partida.
Sufrimos las penas del infierno, esperando a los animales; toda la culpa la tiene
Federico y sus mentiras. Fu intil obtener nada de l; de manera que ahora
tratamos con otro tipo llamado Orlando. Creo que hoy llegan las mulas. Los dos
perros, Chulim y Pastor, se estn poniendo muy bravos y se abalanzan sobre
cualquier visitante que se atreva a golpear nuestra puerta.
Hubo un tremendo tiroteo en Coxipo, a una legua de distancia. Un tipo llamado
Reginaldo, con seis de sus compaeros los vimos a todos esta maana cuando
dejaron el Hotel Gama, fueron asaltados por una banda que les guardaba rencor.
Las cosas comenzaron con una pelea de ebrios en los campos de diamantes de
Cassamunga, y ms tarde se encontraron en Coxipo, disparndose unos a otros.
Reginaldo y uno de los bandidos resultaron muertos, otros dos gravemente heridos.
La polica tom cartas en el asunto despus de algunos das, y, reunidos en torno a
una taza de caf, preguntaron a los asesinos por qu causa haban cometido el delito.
Fuera de eso, nada ms ocurri. . .
Extractos de una carta de mi padre, del 14 de abril.
Hemos tenido los retrasos acostumbrados en este continente de maanas, pero
podremos ya partir dentro de pocos das. Nos vamos pletricos de esperanza de un
feliz resultado. . .
Los tres nos sentimos muy bien. Tenemos dos perros que obedecen al nombre de
Pastor y Chulim; dos caballos y ocho mulas; un amable asistente llamado Gardenia,
que tiene un incansable gusto por los pagos adelantados o providencias, como se
llaman aqu eufemsticamente, y un mougo negro, que atiende a todos por igual.
Estos dos hombres quedarn libres tan pronto encontremos huellas de indios
salvajes, pues por su color podran verse envueltos en dificultades y despertar la
sospecha de los indios.
Ha hecho un calor abominable y llovido intensamente, pero ahora est refrescando a
medida que entramos a la estacin seca.
Jack habla bastante portugus y entiende gran parte de lo que se le habla. Raleigh
no puede pronunciar ni una santa palabra!

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Un ranchero, amigo mo, me cont que, desde que era nio, l y su familia se
sentaban en la terraza de su casa, a seis das de camino de este lugar, y escuchaban
los extraos sonidos que venan peridicamente de las selvas del norte. El los
describe como siseos semejantes a los producidos por cohetes o grandes bombas,
elevndose en el aire y luego cayendo dentro de la selva con un ruido de bum-mmbum-m-m. Mi amigo no tiene la menor idea de lo que podra ocasionar este sonido.
Yo creo que se debe a fenmenos meteorolgicos relacionados con las reas
volcnicas. Un fenmeno semejante desconcert a las gentes de Darjeeling que
escuch entre monzones descargas de artillera. En otros sitios de esta escarpada
regin se escuchan tambin estampidos y ruidos roncos que llenan de terror a
quienes los perciben.
Mi amigo ranchero tambin me cont que, cerca de su propiedad, hay en el ro
Paranantinga una larga roca rectangular, en la que se han taladrado tres orificios; el
hoyo del medio ha sido cerrado, y, aparentemente, cementado en ambos extremos.
Detrs de l y cuidadosamente disimulada existe una inscripcin con catorce
caracteres extraos. Nos va a llevar hasta all para fotografiar la roca. Un indio de
su rancho conoce otra roca cubierta con los mismos signos y tambin nos proponemos
visitar esta ltima.
Otro hombre, que vive en Chapada la meseta que est justamente al norte de
nosotros, y que en un tiempo fuera la lnea costera de una gran isla, me cuenta que
ha visto los esqueletos de grandes animales y de rboles petrificados, e incluso los
fundamentos de construcciones prehistricas. Tambin existen los mismos caracteres
en Chapada. Est, por supuesto, en el lmite de la regin que visitaremos. En una
extensa planicie cubierta de pasto cerca de aqu existe en el centro una gran piedra
trabajada en la forma de un hongo, monumento misterioso e inexplicable.
La construccin intermedia entre Z y el punto donde dejaremos la civilizacin es
descrita por los indios como una especie de gruesa torre de piedra. Le temen mucho a
esta torre, porque de noche sale de ella, por puertas y ventanas, una luz brillante. Yo
sospecho que se trata de la luz que nunca se apaga. Otra razn por la cual le temen
es que se encuentra en el territorio de los trogloditas morcegos (murcilagos), la
gente que vive en hoyos, cavernas, y, algunas veces, en rboles de exuberante follaje.
"Poco tiempo atrs, pero desde la primera vez que yo llam la atencin hacia el
Matto Grosso con mis actividades, un brasileo educado de este pueblo, junto con un
oficial de ejrcito, ocupados en levantar la topografa de un ro, supieron, por los
indios, que exista una ciudad hacia el norte. Los indios les ofrecieron llevarlos hasta
all, siempre que se atreviesen a enfrentar a los salvajes. La ciudad segn los indios, tena edificios bajos de piedra, con muchas calles trazadas a ngulos rectos.

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Pero haba tambin construcciones mayores y un gran templo, en el cual exista un
gran disco cortado en cristal de roca. Un ro. que corra por la selva bordeando la
ciudad, caa despus en una gran catarata, cuyo tronar poda orse desde varias
leguas de distancia, y ms abajo de la catarata, el ro se ensanchaba en un gran lago,
y ellos no tenan idea dnde podra vaciarse. En las aguas tranquilas, debajo del
salto, exista la figura de un hombre esculpida en roca blanca (quiz cuarzo o cristal
de roca), la que se mova de un lado para el otro con la fuerza de la corriente.
"Parece que se trataba de la ciudad de 1753, pero su ubicacin no concuerda en
absoluto con mis clculos. La visitaremos en el camino, o, si las circunstancias lo
permiten, mientras permanezcamos en Z.
Mi amigo el ranchero me cont que llev a Cuyab a un indio de una tribu remota y
de difcil acceso, y que para impresionarlo, lo hizo visitar las grandes iglesias de este
pueblo. Eso no es nada dijo el indio. Cerca del sitio donde yo vivo, pero a cierta
distancia de viaje, hay construcciones ms grandes y elevadas que stas. Tambin
tienen grandes puertas y ventanas, y en el centro se levanta un gran pilar que
sostiene un enorme cristal, cuya luz ilumina el interior y hace parpadear los ojos.
"Hasta ahora hemos soportado intensas lluvias y terrible calor. No recuerdo haber
transpirado tanto en muchos aos..., aunque slo hay ochenta grados a la sombra. .
Jack otra vez toma el hilo de la narracin
Puesto Bacairy, 16 de mayo de 1925. Ayer llegamos hasta ac despus de un viaje
bastante extenuante desde Cuyab. Partimos el 20 de abril, con una docena de
animales; los caballos estn en muy buen estado, pero las muas, delgadas. Parece
que en el lugar donde las mandamos a engordar, medio las mataron de hambre para
as ganar algunos milreis extras!
A1 comienzo avanzamos muy lentamente, a causa de los animales, y acampamos la
primera noche a dos leguas de Cuyab. Durante la noche un buey tropez con la
hamaca de Raleigh, pero no hubo daos que lamentar, aparte de que Raleigh fu
lanzado fuera. La segunda noche acampamos tres leguas ms adelante, y nos
baamos en una buena corriente. La tercera noche nos encontr en la alta regin de
Chapada; tenamos verdadero terror de que las hormigas saube se comiesen nuestro
equipo. Al da siguiente perdimos la huella por primera vez, teniendo que retroceder
cierta distancia y acampar en un sendero lateral. Afortunadamente llegamos al
camino principal al da siguiente, y encontramos la casa de un morador hombre
que vive en la huella, a quien le preguntamos a qu distancia quedaba el ro
Manso. Nos dijo que slo cuatro leguas, de manera que decidimos cubrirla en ese da;

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pero faltaban cerca de siete, y cay la noche mucho antes que alcanzramos nuestro
objetivo.
Pp iba adelante con paso tan rpido que lo perdimos de vista totalmente, y
cuando llegamos a un sitio donde la senda se bifurcaba, no hallamos cul tomar. Yo
descubr algunos rastros hechos por un solo caballo, en el sendero principal, de
manera que seguimos adelante y llegamos finalmente al ro Manso, en medio de
tinieblas, para descubrir que pap no estaba all!
"Descargu inmediatamente, y envi a Raleigh, con Simo, uno de los peones, a
disparar con la esperanza de obtener respuesta. Entre tanto, acampamos e hicimos
t en medio de la ms absoluta obscuridad. Cuando los otros regresaron sin pap,
supuse que estara pasando la noche con algn morador. Al da siguiente,
disparamos ms seales, que tampoco recibieron respuesta; pero lleg cuando
estbamos finalizando el desayuno, despus de pasar toda la noche durmiendo en el
suelo.
"Continuamos en el campamento al da siguiente para poder descansar nosotros y
drselo tambin a los animales, pero inmediatamente nos vimos atacados por
garrapatas. Bichos de todos tamaos pululaban en el suelo, y Raleigh fu mordido
gravemente. Al da siguiente cruzamos el ro en un bateln, y acampamos en un sitio
desierto, donde haba vivido un morador, encontrando all gran cantidad de
naranjas.
Para abreviar el relato, volvimos a perder el camino, y Raleigh march sumido en la
ms profunda melancola todo el trayecto hasta llegar al ro Cuyab, que result
imposible de vadear debido a los rpidos y al dbil estado de los animales. Por fin se
encontr un vado algo ms arriba; tuvimos que descargar los animales, obligndolos
a nadar a la ribera opuesta y enviar el equipaje en una canoa que encontramos all.
Raleigh no pudo ayudar en nada, debido a su pie enfermo; de manera que pap y yo
atendimos la carga mientras los peones cuidaban de los animales. Despus de una
pasada difcil llegamos, por fin, a la casa de Hermenegildo Galvo, donde alojamos
cinco das para alimentarnos bien. Descubr que entre Cuyab y este sitio engord
siete libras, pese a la poca comida. Raleigh perdi ms de lo que yo gan, y l es
quien parece sentir ms agudamente los efectos del viaje.
"Llegamos al ro Paranatinga tres das despus de dejar la propiedad del senhor
Galvo, slo para descubrir que la aldea Bacairy estaba desierta y la canoa al otro
lado del ro. Alguien tena que nadar y buscarla, de manera que fui yo aunque
tema mucho a los bichos que poda encontrar en el ro, y sent la misma sensacin
que esa vez en Jamaica cuando Brian y yo fuimos perseguidos por un tiburn.

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Acampamos en la aldea y al da siguiente hicimos nadar a los animales hasta el otro
lado. All los cargamos y pasamos los bultos, como lo hicimos en el ro Cuyab. Una
legua ms all tuvimos que repetirlo todo de nuevo para cruzar una corriente
fangosa; todava una legua ms all nos vimos obligados a repetir la extenuadora
tarea. Al finalizar el da estbamos tan cansados, que decidimos acampar, llegando
slo ayer en la maana al Puesto Bacairy.
Esto es hermoso y-bastante fresco, y un poco ms all de las colinas como a cuatro
millas de distancia. hay tierra absolutamente inexplorada. Han puesto a nuestra
disposicin el edificio de la escuela, y comemos en casa del jefe del puesto, un sujeto
muy agradable llamado Valdemira.
Poco despus de nuestro arribo, llegaron al puesto ocho indios salvajes del Xing,
completamente desnudos. Viven a ms o menos ocho das ro abajo, y visitan de vez
en cuando este lugar, tanto por curiosidad como tambin por las cosas que se les
regalan. Son cinco hombres, dos mujeres y un nio, y viven en una cabaa
construida por ellos mismos. Ayer les dimos dulce de guayaba, que les gust
enormemente. Tienen baja estatura, alrededor de cinco pies, dos pulgadas, y son muy
bien conformados. Comen solamente pescado y verduras, jams carne. Una mujer
tena un hermoso collar de discos diminutos, cortados de conchas de caracoles; el que
lo hizo debe haber necesitado una paciencia enorme. Le ofrecimos a ella ocho cajas de
cerillas, un poco de t y algunas hebillas, e inmediatamente acept el trueque.
Enviaremos el collar al Museo del Indio Americano de Nueva York.
Mayo, 17. Hoy tomamos algunas fotografas de los indios Mehinaku que, por
supuesto, irn a la North American Newspaper Alliance. La primera muestra a
cuatro indios con sus flechas y arcos, parados cerca de una pequea corriente en una
faja de selva. Yo estoy junto a ellos para que se vea la diferencia de estatura; me
llegan justo al hombro. La segunda fotografa, los capt preparndose a disparar
flechas a los peces del ro. Los arcos son ms grandes que los que tenamos en
nuestra casa en Seaton, y tienen ms de siete pies de largo, con flechas de seis pies;
pero como estas gentes no son muy forzudas puedo levantar fcilmente los arcos
hasta mi odo.
"Anoche fuimos a su cabaa, y les dimos un concierto. Yo llevaba mi flautn,
Valdemira su guitarra y pap su banjo. Fu un gran xito, aunque casi nos
ahogamos con el humo.
Estos mehinakus nos contaron, por signos, que, despus de cuatro das de viaje
dificultoso hacia el norte, se llega al territorio de los macahirys, que son canbales de

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solo cinco pies de altura. Puede tratarse de los morcegos, aunque lo dudo, porque los
de la narracin usan flechas y los morcegos an no las conocen.
"Despus de un viaje de tres semanas, esperamos llegar a la cada de agua
mencionada por Hermenegildo Galvo, quien supo de ella por un indio bacairy,
llamado Roberto, al que visitaremos maana. Este salto es absolutamente
desconocido por todos, y Roberto oy hablar de l a su padre, que viva cerca de all
cuando los bacairys eran an salvajes. Puede escucharse a cinco leguas de distancia
y se ve una roca elevada, protegida de las aguas, cubierta con cuadros pintados de
hombres y caballos. Tambin mencion una atalaya, que se supone est a medio
camino de la ciudad.
Mayo 19. Un da agradable y fresco para mi vigsimo segundo cumpleaos, el ms
interesante que he tenido hasta ahora!
"Roberto vino hasta ac y despus que lo atendimos con vinho de cajo, nos cont
algunas cosas interesantes. Dice que la ambicin de su vida fu llegar hasta esa gran
cascada donde estn las inscripciones e instalarse all con su tribu, pero que ahoraes demasiado tarde. Adems, all hay morcegos y caxibis, a quienes teme. Obtuvimos
que nos diera la ubicacin, junto con una descripcin detallada de la regin. El
desierto sin agua slo dura un da de viaje de extremo a extremo, y despus entraremos a terreno pastoso sin nada de matto. Su to le haba hablado de las ciudades y
afirma que las construyeron sus lejanos antepasados. Pasado maana nos vamos de
aqu, y cinco das despus veremos tierra desconocida. Estar contento cuando se
vayan los peones, porque nos estn cansando.
Te interesar saber lo que comemos mientras avanzamos. A las seis y media de la
maana nos servimos un plato de avena, dos tazas de t y un tercio de taza de leche
condensa- da; luego, a las cinco y media de la tarde, nos bebemos dos tazas de t, dos
galletas, goiabada o sardinas, un plato de charqui y arroz. Hemos podido comprar
todo lo que queremos de farinha y camotes para suplir al arroz, y yo soy el que hago
de cocinero. Tambin pudimos obtener algunos huesos y mandioca. Hay muchas
vacas que pertenecen al Puesto, de manera que bebemos leche fresca todas las
maanas.
"Nos afeitamos las barbas y nos sentimos mejor sin ellas. Ahora debo estar an ms
gordo que lo que estuve en casa de Hermenegildo, a pesar del viaje, y nunca me he
sentido mejor que ahora. El pie de Raleigh san casi completamente y pap est en
ptimas condiciones. Lo que ahora ansiamos es poder llegar al campo 15 y librarnos
de los peones.

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Dicen que los bacairys se estn muriendo de mal de ojo, porque hay un feticeiro en
la aldea, que los odia. Slo ayer muri una nia, dicen que la hechizaron!
Mayo 20. Acabamos de desarrollar las fotografas para la N.A.N.A. Salieron algunas
bastante buenas de los indios mehinaku, de pap y mas. Resulta difcil
desarrollarlas, porque el agua siempre est muy tibia; pero tuvimos suerte de
encontrar una corriente con temperatura inferior a 70 Fahrenheit.
Raleigh tiene el otro pie hinchado. Se lo rasp o rasgu una maana y, en la tarde,
cuando se sac el calcetn para baarse, sali tambin piel adherida, quedando un
trozo de carne viva. Ahora ha comenzado a inflamarse. Y tambin tiene una herida
en el brazo! No s qu suceder cuando estemos realmente rodeados de insectos.
Tendremos mucho que andar; espero que su pie pueda soportar la caminata. Brian
hubiese podido soportarlo mucho mejor, especialmente ahora que no tenemos
dificultades39. Pap deca hoy da que los nicos que l haba conocido absolutamente
idneos como exploradores eran Costin y Manley. Pap y yo nos sentimos muy bien.
La prxima vez que te escriba ser desde Par..., o quiz desde Z
Para Jack era una gran aventura, exactamente para lo que haba sido educado y
para lo que se mantena siempre listo. Las cartas de mi padre eran ms prcticas.
Para l lo que suceda era cuestin de rutina y sus ojos se haban concentrado en un
solo objetivo que estaba frente a ellos. Nos cuenta otra vez:
Puesto Bacairy, Matto Grosso, mayo 20, 1925. Llegamos hasta ac despus de
vencer dificultades poco comunes, las que han proporcionado a Jack y a Raleigh una
iniciacin excelente en los placeres del viaje por el sertao. Perdimos nuestro camino
tres veces, tuvimos molestias sin trmino con las muas que resbalaban en el fango
de las corrientes y casi fuimos devorados por las garrapatas. En una ocasin, yendo
demasiado adelante, perd a mis compaeros. Al regresar a buscarlos me cogi la
obscuridad y tuve que dormir a campo raso con mi montura por almohada;
inmediatamente me invadieron garrapatas diminutas y no he podido dejar de
rascarme ni un solo minuto durante ms de dos semanas.
Jack soporta todo muy bien. Est ms robusto y gordo que en Ro. Estoy nervioso
pensando si Raleigh podr soportar la parte ms difcil del viaje, porque en la senda,
la mordedura de una garrapata se le transform en un pie hinchado y ulcerado y
ahora ltimo se ha vuelto a rascar hasta que se le han desprendido grandes trozos de
piel.
39

Orgullo de hermano mayor! l puede haber sido ms musculoso, pero yo siempre fui el ms fuerte
constitucionalmente.

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Para gran alegra de Jack, vimos aqu los primeros salvajes; indios desnudos del
Xing. Envi veinticinco excelentes fotografas de ellos a N.A.N.A.
Vi al jefe indio Roberto, y convers con l. Bajo la expansiva influencia del vino, me
corrobor todo lo contado por mi amigo de Cuyab, y aun agreg ms. A consecuencia
de las palabras de su abuelo, siempre dese hacer el viaje hasta la cascada, pero
ahora ya es demasiado viejo. Es de opinin que all abundan los indios malos, pero
asegura que sus antepasados construyeron las viejas ciudades. Me inclino a dudar de
esta declaracin, porque, como los indios mehinaku, Roberto es del tipo caf o
polinsico, y yo asocio a las ciudades con el tipo rubio o rojo.
Los bacairys estn muriendo como moscas a causa de las fiebres y del fetichismo.
Cada enfermedad es la obra de un brujo! Fuera de toda duda, sta es la mejor
oportunidad que podra encontrar un misionero, si slo tuviese experiencia mdica,
porque podra ponerse en contacto con los indios y domesticarlos.
No es necesario decirlo. Me engaaron con las muas y con casi todo lo dems. Fu
una desgracia que me fallara el hombre que deba proporcionrmelas, de manera que
tuve que dirigirme a otro, sin pensarlo dos veces; en Cuyab la honestidad comercial
es un sueo. Resultaron tan malas que tuvimos que comprar muas nuevas en el
camino, y, con este objeto como tambin para cuidar el pie de Raleigh, nos detuvimos cinco das en la fazenda de mi amigo Hermenegildo Galvao. Los peones
tambin son intiles, y, a causa de los indios salvajes, estn aterrorizados con la idea
de tener que continuar hacia el norte.
Jack habla muy bien el portugus ahora, pero Raleigh se ha quedado con sus dos
palabras. Yo prefiero el espaol, pero el portugus es ms importante para los
brasileos, y, naturalmente, lo hablo con bastante fluidez.
"Enviaremos una carta desde el ltimo puesto, desde donde regresen nuestros
peones y nos dejen abandonados a nuestros propios recursos. Espero entrar en
contacto con la vieja civilizacin dentro de un mes, y llegar en agosto al objetivo
principal. En todo caso, nuestra suerte est en manos de los dioses!
Finalmente lleg su ltima palabra fechada el 29 de mayo de 1925, y enviada con los
peones. Despus de esto no se supo jams de ellos, y hasta el da de hoy su destino
permanece en el misterio.
El escribir resulta demasiado difcil, debido a las legiones de moscas que nos
molestan desde el amanecer hasta el ocaso, y algunas veces tambin toda la noche!
Las peores son las diminutas, ms pequeas que una cabeza de alfiler, casi
invisibles, pero que pican como un zancudo. Siempre hay presentes nubes de ellas.

337

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Millones de abejas se agregan a esta plaga y tambin una infinidad de sabandijas.
Estos demonios picadores se posan en las manos y hacen enloquecer. Aun las redes
para la cabeza no logran mantenerlas apartadas. Y en cuanto a los mosquiteros,
estas plagas los traspasan!
"Esperamos atravesar esta regin en pocos das y acamparemos aqu slo dos
jornadas, para hacer los preparativos del regreso de los peones, que estn ansiosos
de volver, pues estn hartos de viajes y yo no los censuro. Continuaremos con ocho
animales: tres muas de montar, cuatro de carga y una madrina o animal gua, que
mantiene reunidos a los otros. Jack est en buenas condiciones, fortalecindose cada
da ms, pese a que sufre de las picaduras de insectos. Yo mismo estoy mordido o
picado por las garrapatas y por estos piums, como se llama aqu a las diminutas.
Pero siento ansiedad por Raleigh. An tiene una pierna vendada, mas no quiere
regresar. Hasta ahora tenemos abundancia de alimentos y no necesitamos caminar,
pero no estoy seguro hasta cundo durar este estado de cosas. Los animales
encontrarn muy poco que comer. No creo que voy a soportar este viaje mejor que
Jack o Raleigh; sin embargo, tengo que hacerlo. Los aos pesan, no obstante el
entusiasmo.
"Calculo que entraremos en contacto con los indios en una semana o diez das ms,
cuando podamos llegar a la cascada de que tanto se ha hablado.

"Estamos en el campamento del Caballo Muerto, latitud 11 43 S. y 54 35 W., lugar


en que muri mi caballo el ao 1920. Ahora slo quedan sus huesos blancos. Aqu nos
podemos baar, pero los insectos nos obligan a hacerlo rpidamente. Sin embargo, la
estacin es buena. Hace mucho fro de noche y fresco en la maana; los insectos y el
calor llegan a medioda. Desde esa hora hasta las seis de la tarde el campamento se
transforma en un infierno.
No temas que fracasemos
Estas ltimas palabras que escribi a mi madre me llegan a m como un eco a travs
de los veintisis aos transcurridos desde entonces.
No temas que fracasemos

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EXPLORACIN FAWCETT

CAPITULO SEGUNDO
EL NUEVO PRESTE JUAN
EN 1927, CUANDO YO TRABAJABA en la seccin montaesa del ferrocarril
central del Per, me llamaron desde Lima diciendo que haba llegado a la ciudad un
ingeniero civil francs llarrtado Roger Courteville, quien aseguraba haberse cruzado
con mi padre en el estado de Minas Gerais, Brasil, uno o dos meses antes.
Vol a Lima para encontrarme con M. Courteville, quien me cont que l y su esposa
haban viajado en automvil, desde el Atlntico hasta el Pacfico, va La Paz. Al
cruzar por el serto de Minas Gerais dijo, encontraron sentado a la orilla del
camino a un anciano andrajoso y enfermo, quien, al ser interrogado, replic que su
nombre era Fawcett.
Dijo algo ms? pregunt.
Pareca confuso, y no en sus cabales, como si hubiese sufrido terribles penalidades.

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EXPLORACIN FAWCETT
M. Courteville trataba ansiosamente de persuadirme de que tomara contacto con la
North American Newspaper Alliance, reuniera fondos para una expedicin y
regresara a encontrar al anciano.
Yo no saba absolutamente nada del coronel Fawcett hasta llegar ac explic.
Si hubiese estado en antecedentes de algo, lo habramos trado con nosotros. En todo
caso no ser difcil encontrarlo si regresamos, porque hay muy pocos gringos en ese
distrito.
Yo estaba escptico, pero vacilaba en desechar esta historia, porque podra ser cierta.
Podra serlo, a pesar de todo! Sin embargo, la N.A.T.A. pens de otra manera y no
se reunieron fondos. Aun no era la poca de las expediciones de rescate grandes y
bien financiadas, con aparatos de cine y radios.
Al ao siguiente, la N.A.N.A. organiz una gran expedicin dirigida por el
comandante George Dyott (a quien encontr en Per en 1924) para investigar la
suerte corrida por mi padre. Partieron de Cuyab en mayo de 1928. Atravesaron la
regin hasta el ro Kuliseu, llegando a una aldea de los indios anaqua. En la cabaa
de Aloique, el jefe, el comandante Dyott, vi una maleta para uniformes, de metal, y
el hijo del jefe usaba alrededor de su cuello una cuerda con un rtulo de bronce, en el
que se hallaba escrito el nombre del fabricante de estas maletas, Silver & Co., de
Londres.
Aloique dijo que haba recibido esa valija de manos de un caraiba (hombre blanco)
que haba llegado acompaado de otros dos ms jvenes, y ambos, cojos. Los tres
fueron conducidos por Aloique hasta una aldea de indios kalapalo, en el ro Kuluene,
y despus cruzaron el ro para continuar hacia el oriente. Durante cinco das pudo
verse el humo de las fogatas de su campamento, pero, despus, ya no se percibi
nada.
La expedicin Dyott regres sin prueba alguna, ni siquiera con la seguridad de que la
expedicin de Fawcett hubiese estado all. Aunque la maleta identificada por el
fabricante haba pertenecido a mi padre, era una que l haba desechado en 1920. La
creencia del comandante Dyott es que haban asesinado a mi padre, pero yo presento
las evidencias y dejo que el lector juzgue. Nosotros, los de la familia, no podemos
aceptar esto como algo concluyente.
La segunda expedicin que trat de descifrar el misterio iba dirigida por un
periodista, Albert de Winton. Llegaron en 1930 a la misma aldea kalapalo, donde D
Winton crea que la expedicin Fawcett haba sido destruida. Jams regres vivo y
nada se pudo probar.

340

EXPLORACIN FAWCETT
Hubo gran sensacin en 1932 cuando un suizo, trampero, llamado Stefan Rattin,
regres del Matto Grosso con la historia de que mi padre era prisionero de una tribu
india al norte del ro Bomfin, tributario del Sao Manoel. Aseguraba haber hablado
con mi padre y ste era su relato:
Hacia el atardecer del 16 de octubre de 1931, yo y dos de mis compaeros estbamos
lavando nuestras ropas en una corriente (tributaria del ro Iguassu Ximary), cuando
nos dimos cuenta, repentinamente, de que nos rodeaban los indios. Me adelant
hacia ellos y les pregunt si podan damos un poco de chicha. Tuve alguna dificultad
en comunicarme con ellos, porque no hablaban guaran, aunque entendan algunas
palabras. Nos llevaron hasta su campamento, en el cual haba alrededor de 250
hombres y un gran nmero de mujeres y nios. Todos estaban encuclillados en el
suelo bebiendo chicha. Nos sentamos con el jefe y con otros treinta ms.
"Despus de la puesta de sol apareci repentinamente un anciano vestido con cueros,
con larga barba blanco-amarillenta y pelo largo. Inmediatamente comprend que se
trataba de un hombre blanco. El jefe le di una severa mirada y dijo algo a los otros.
Cuatro o cinco indios dejaron nuestro grupo y se llevaron al anciano, hacindolo
sentar junto a- ellos a algunas yardas de distancia. Pareca muy triste y no poda
apartar sus ojos de mi persona. Bebimos toda la noche, y al amanecer, cuando todos
los indios, incluyendo el jefe, dorman profundamente, el anciano se me aproxim y
me pregunt si yo era ingls. l hablaba ingls. Yo respond: No, suizo. Entonces
inquiri:
Es usted amigo? Dije: S. Y l continu: Soy un coronel ingls. Vaya al
consulado ingls y pregunte por el mayor Paget, quien tiene una hacienda cafetera
en el estado de Sao Paulo; dgale que estoy prisionero aqu. Promet que cumplira lo
que me encomendaba. Entonces dijo: Usted es un caballero, y me estrech la
mano.
El anciano pregunt si yo tena papel, y me llev a su choza. Algunos indios que lo
vigilaban nos siguieron. Me mostr cuatro tablas de madera, en las que haba hecho
burdos diseos con una piedra afilada. Los copi lo mejor que pude. Entonces, me di
cuenta de que los dorsos de sus manos estaban terriblemente araados, por lo que
envi a uno de mis compaeros a buscar tintura de yodo que andbamos trayendo. l
se puso algo de tintura en sus manos, pero cuando los indios vieron esto, se la
arrebataron y comenzaron a pintarse ellos mismos con tintura.
E1 jefe y la mayora de sus hombres an estaban durmiendo y pude preguntarle al
anciano si estaba solo. Dijo algo sobre su hijo que dorma y comenz a llorar. No
mencion a nadie ms, y yo tampoco me atrev a hacer ms preguntas. Entonces me

341

EXPLORACIN FAWCETT
mostr un guardapelo de oro que llevaba en el extremo de una cadena que le colgaba
del cuello. Adentro haba una fotografa de una dama con un gran sombrero y dos
nios pequeos (aproximadamente de seis a ocho aos). Usaba cuatro anillos de oro;
uno, con una piedra roja; otro, con una piedra verde y un len esculpido en ella; el
tercero era ms delgado, con un diamante pequeo, y el cuarto, un anillo en forma de
serpiente con dos ojos rojos. Es un hombre de aproximadamente sesenta y cinco aos;
de cinco pies, siete pulgadas de altura y vigorosamente conformado. Tiene ojos azules
brillantes con un tinte amarillento, pestaas color castao y una pequea cicatriz
sobre el ojo derecho. Pareca muy deprimido, pero estaba en absoluta posesin de sus
facultades. Aparentaba gozar de buena salud, ni demasiado delgado ni demasiado
rollizo.
Poco despus que sali el sol, regresamos a tomar nuestras muas y dejamos el
casero. Hasta medioda nos siguieron cerca de cincuenta indios. No quise hacer
preguntas, pero trat de averiguar lo que haca all el anciano. Todo lo que decan
era: Poschu demas, lo que, al parecer, significa hombre malo. Viajamos durante
seis das en direccin sur y.fuimos a Barreto, va Goyaz
Jams haba odo nombrar al coronel Fawcett hasta que llegamos a Barreto.
Lo que se ha transcrito anteriormente es la declaracin oficial hecha al cnsul
general britnico en Ro de Janeiro. Ms tarde, Rattin fu interrogado por las
autoridades brasileas.
Se le di fe al relato, especialmente por la mencin del mayor Paget, pero esto para
m no es convincente. El gran amigo de mi padre era Sir Ralph Paget, en un tiempo
Embajador de S. M. B. en Brasil; pero Sir Ralph haca ya tiempo que haba regresado
a Inglaterra. Antes de que yo me viniera al Per, recuerdo que mi padre lo visitaba
en Sittingbourne, Kent. Creo que Rattin estaba diciendo slo la verdad, pero no
puedo aceptar la identificacin del anciano.
La barba de mi padre deba ser gris pardusca, no blanca- amarillenta, y si tena el
pelo largo, quiere decir que ste haba crecido sorpresivamente en una cabeza
notable por su temprana y absoluta calvicie. Por qu tendra que hablar ingls a
Rattin cuando ste conoca tan poco ese idioma que la anterior declaracin tuvo que
ser hecha en alemn? Lo ms lgico habra sido conversar en portugus, idioma que,
presumo, ambos dominaban con la misma fluidez. El anciano dijo que su hijo estaba
durmiendo y llor. La observacin y la emocin son totalmente opuestas al carcter
de mi padre. No creo que haya tenido un guardapelo como el que Rattin describe.
Con absoluta seguridad, l jams us esa coleccin de anillos. La altura que da
Rattin queda corta. Mi padre sobrepasaba muy bien los seis pies, pero esta

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EXPLORACIN FAWCETT
afirmacin no es totalmente positiva. Sus ojos no eran azules, sino gris acero, y, a
veces, casi verdes. Sus pestaas y cejas eran gris-parduscas, no castaas. Cuando
dej Inglaterra no tena ninguna cicatriz sobre tos ojos. Y por qu, por qu el
anciano no revel su nombre?
Las regiones limtrofes con la civilizacin, donde viven las tribus degeneradas
como las llama mi padre, a menudo son visitadas por hombres blancos,
exploradores, cazadores, fugitivos, naturalistas, botnicos, etc. El mismo Rattin estaba vagabundeando por all! Es muy posible que algn hombre blanco, en realidad,
fuera mantenido prisionero por estos indios, pero existen muchas razones para dudar
de que se tratase de Percy Harrison Fawcett.
Rattin no hizo pedidos de dinero ni buscaba la publicidad. El no alent ningn
intento para organizar una expedicin oficial de rescate, sino que l mismo fu a
buscar al anciano.
El coronel ingls me gratificar despus dijo.
Jams se volvi a saber de Rattin. Pero cuando se diriga a buscarlo, pas por el
rancho del senhor Hermenegildo Gal- vao, el amigo de mi padre.'El 8 de julio de
1932, el senhor Galvao escribi a mi madre, refirindose a la expedicin demasiado
grande que ya he mencionado:
Estas expediciones son consideradas cientficas, pero estn compuestas de meros
aventureros que, mientras aseguran estar buscando a su marido, toman el viaje
como una especie de picnic y no hacen nada en serio. Tal es el caso de Rattin, el suizo
trampero. Recin llegado a Cuyab, se le indic la direccin por donde parti el
coronel Fawcett, pero Rattin tom una direccin totalmente opuesta, dejando a
Cuyab por va Rosario, despus Diamantino y, desde esta ltima ciudad del Matto
Grosso parti para el ro Arinos, donde se embarc en una canoa con sus dos
compaeros. Este ro es un tributario del ro Joruena, principal afluente del gran
Tapajoz, que a su vez es tributario del Amazonas. Esta expedicin de ninguna
manera puede proporcionar alguna noticia verdadera sobre su esposo. . .
E1 coronel Faucett, cuando iba a partir en su ltima expedicin, me inform
sobre la ruta que iba a seguir, y como yo he observado que todos los que vienen hasta
ac no siguen ese camino, o cuando lo siguen no hacen el menor intento para
descubrir la verdad ni tampoco tratan de saber de los indios de estas regiones algo
sobre su paradero, he resuelto ponerme a su disposicin para hacerme cargo de
una expedicin, que descubra el destino del grupo. . .

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EXPLORACIN FAWCETT
En junio de 1933, el secretario de la Royal Geographical Society envi a mi madre un
paquete que contena una brjula que perteneci a un teodolito, identificada por los
fabricantes como parte de un instrumento vendido a mi padre en Devonshire, el 13
de febrero de 1913. La brjula estaba guardada en un estuche muy bien hecho, de
una madera sudamericana, y dentro de la tapa haba una nota con las siguientes
palabras:
Brjula de teodolito. Encontrada cerca del campo de los indios bacairys del Matto
Grosso, por el coronel Aniceto Bo- telho, antiguo diputado de ese estado, quien la
entreg al Inspector de los Indios, Dr. Antonio Estigarribia. A su vez, el doctor la
entreg, a Federico C. Glass, misionero, el 14 de abril de 1933. El estuche fu
fabricado por el Dr. Estigarribia.
Mr. Glass envi la brjula a Mr. A. Stuart McNairm, de la Unin Evanglica de
Sudamrica, residente en Londres, y, por su intermedio, lleg a manos del secretario
de la Royal Geographical Society.
La significacin de este hallazgo reside en- el hecho de que no hay ningn informe de
que P. H. F. haya estado en contacto con los bacairys antes de su ltimo viaje, pues
ustedes recordarn que l habl con Roberto, un indio bacairy, sobre la cascada
donde estaban las inscripciones. Roberto le dijo que su tribu viva muy lejos hacia el
norte, posiblemente en la ruta que mi padre se propona hacer.
La brjula estaba en perfectas condiciones y evidentemente no haba estado
expuesta a la intemperie en ningn momento. Tambin haba seales de haber
estado en manos de alguien que entenda estos instrumentos. La conclusin a que
lleg mi madre fu que el mismo Percy Harrison Fawcett puso esta brjula en el
camino del coronel Botelho, pues saba que ste se encontraba en las cercanas, con
el objeto de que la hallase y la identificara. El mensaje destinado a ser transmitido a
ella era que el trabajo ya se haba realizado, y P. H. F. estaba listo para salir de la
selva con sus pruebas posiblemente una gran losa de piedra con inscripciones, y
necesitaba una pequea escolta como ayuda. El discuti tal posibilidad con mi madre
en 1924.
Mi propia opinin es que fu dejada en esa regin al regreso de la expedicin de
1920, cuando la muerte de los animales de carga los oblig a botar todo lo que no
fuese esencial. La brjula puede haber sido dejada como un regalo, en alguno de los
puestos donde dieron hospitalidad a Felipe y a mi padre, o. tambin pudo haber sido
encontrada por indios curiosos que examinaban los campamentos recientemente
abandonados.

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EXPLORACIN FAWCETT
En julio de 1933 lleg la narracin de una expedicin al ro Kuluene, dirigida por
Virgilio Pessione. Fu enviada al presidente de la Royal Geographical Society por
Monseor Couturon, administrador apostlico de la Misin Salesiana en Matto
Grosso.
...Llegamos a la hacienda Ranchaira, situada en la orilla izquierda del ro Sao
Manoel, afluente del ro Parana- tinga, donde pasamos la noche. Aqu supimos de la
existencia de una mujer india de la tribu nafaqua, acompaada por su hijo y por otro
indio de la tribu kalapalo, quienes haban vivido en la hacienda cerca de un ao.
Los dueos de casa nos informaron que esta mujer india, despus de aprender unas
pocas palabras portuguesas, di a entender que deseaba contar la existencia,
durante muchos aos, de hombres blancos en medio de la tribu aruvudu, que tena
relaciones de amistad con la de ella. Al da siguiente tuvimos oportunidad de
escuchar la historia de la mujer, que se di a entender por signos, ayudada por un
indio baciry, que hablaba portugus y que estaba empleado en la propiedad.
Ella cont que antes de destetar a su hijo, llegaron en canoa, bajando por el ro
Kuluene, tres hombres blancos, a su tribu. Uno de ellos era anciano, alto, de ojos
azules, barbudo y calvo; el otro, un joven de quien di a entender que era hijo del
primero, y el tercero era un blanco de mayor edad. Contemplamos al hijo de la mujer,
del que deca era todava nio de pecho en la poca en que estos hombres llegaron a
la aldea y juzgamos su edad en nueve o diez aos. Tocando nuestras manos, por
signos y en media lengua, nos dio a entender que el mayor mayor de los hombres
blancos usaba en la mano derecha un anillo grande muy grande, y otro anillo
fino en el ndice. El que ella designaba por hijo del ms anciano cubra su cabeza con
un casco colonial, semejante a los que usbamos nosotros, y el hombre anciano
padre carayba, como lo llamaba ella tena un sombrero de fieltro como el de senhor
Becerra (el dueo de casa). Cont que los vea constantemente, cada vez que visitaba
la tribu aruvudu, y que haca como un ao estaban vivos y sanos.
Los hombres blancos hablaban todas las lenguas de las tribus amigas, y el carayba
el de la larga barba blanca es ahora jefe de los aruvudus y su hijo se cas con la
hija del jefe Jeruata. Agreg la mujer que la ltima vez que los vi, la esposa del hijo
llevaba en brazos un nio varn, completamente desnudo y an muy pequeito, de
ojos azules (indic los blue jeans de uno de los presentes) y con cabello color maz
(seal un poco de maz que estaba en un rincn de la pieza).
"Continu relatando que los caraybas dedican su tiempo a un pequeo pedazo de
tierra cultivable y a cazar y pescar. Especialmente van de una aldea a la otra, y
tienen costumbre de reunir a los nios y hacerles dibujos en la arena. Esta ltima

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informacin nos hizo recordar que en la vecindad de los rpidos, donde el torrente del
Kuluene fluye cerca de las estribaciones de la Serra Azul, nosotros habamos visto
seales hechas en la corteza de los rboles, como con herramienta de piedra, seales
que semejaban a las letras del alfabeto y que parecan haber sido labradas ms o
menos dos aos antes. Nos dijo que el jefe carayba y los otros blancos eran muy
estimados por la tribu, que los cuidaban bien. Al preguntarle nosotros a la mujer por
qu no escapaban los hombres blancos, replic vagamente que no haba ms balas
para sus armas y agregaba, en forma ms inteligente, que donde ellos vivan haba
muchas tribus feroces en la vecindad suyas y cayapos y que an los indios
amistosos los mataran si ellos intentaran huir, pues eran vigilados constantemente
y los seguan a todas partes a que iban
Despus se le pregunt a la mujer el mejor medio para que gente civilizada se
pudiese encontrar con ellos y contest ' con una explicacin largusima, acompaada
de mucha pantomima. Era necesario pasar por muchas tribus antes de llegar donde
los aruvudus. La narracin agrega:
Explicando y haciendo signos en esta forma, golpe el suelo con un pie y declar
impetuosamente que los hombres blancos estaban a salvo y que an permanecan
all. Cada uno de nosotros, por turno, se lo hicimos repetir varias veces, y siempre di
la misma informacin precisa, especialmente con respecto al punto en que' insista
en que los hombres blancos an estaban con la tribu de los aruvudus. . .
Hay rasgos en esta informacin que indican con exactitud que estos hombres blancos
pueden ser mi padre, Jack y Raleigh. Reuniendo a los nios y hacerles dibujos sobre
la arena. No slo sera la forma de expresin ms fcil para dos artistas, como eran
mi padre y mi hermano, sino que me recordaba tambin la incapacidad de Jack de
pasar sobre un trecho limpio de arena, sin buscar una ramita o una astilla para
garrapatear sobre ella. Se pueden haber visto obligados a viajar en canoa por la
persistencia de la cojera de Raleigh, despus de dar por perdido el ltimo animal. En
la descripcin que la mujer da de ellos hay dos discrepancias. Mi hermano no tena
un casco colonial; los tres usaban Stetsons. Tampoco Raleigh era de mayor edad
que Jack, aunque una prolongada enfermedad poda hacerlo aparecer as. En todo
caso, estas discrepancias no son de mucha monta. Es demasiado esperar exactitud
perfecta de la mujer, y hay posibilidades de mal entendimiento, cuando la
comunicacin se lleva a cabo principalmente por signos.
He odo decir que los indios salvajes gustan de mantener cautivo a un hombre
blanco. Esto aumenta su prestigio ante los ojos de las tribus vecinas, y el prisionero,
generalmente bien tratado, pero estrechamente vigilado, ocupa una situacin similar
a la de una mascota. Por lo general, los exploradores blancos poseen conocimiento de

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medicina, que sirve a la tribu. Tambin un hombre de personalidad fuerte puede
persuadir, con el tiempo, a los indios a que lo miren como a su jefe. Conozco este caso
en el Per, donde un ingls casi lleg a ser un rey local, con autoridad sobre un rea
bastante extensa. Naturalmente los indios no permiten que su mascota, doctor y jefe
los abandone!
Mr. Patrick Ulyatt regres del Matto Grosso en 1935, y en una carta a mi madre
deca lo siguiente:
Aunque no tengo pruebas an y no quiero que usted suponga que las poseo, todava
mantengo la creencia de que est vivo un miembro de la expedicin de su marido.
Slo me guo por vagas informaciones recogidas en el Matto Grosso. No puedo
asegurar nada, y por el momento prefiero mantener mi propia opinin. Mi hermano
est de acuerdo conmigo. Es interesante agregar, sin embargo, que creo an ms
firmemente que antes en la ciudad perdida de su esposo
Debo regresar. Quizs sea difcil de entender. Pasamos muchas penalidades, pero yo
debo regresar, aunque sea solo...
El y su hermano Gordon partieron por el ro Jamari, tributario del- Madeira, y
avanzaron hacia el ro Machadinho. Casi pasaron delante de un campamento de
indios boca preta; despus se vieron rodeados de salvajes, quienes se negaron a
dejarlos seguir ms adelante, permitindoles escapar solamente despus que los
Ulyatts les entregaron todo su equipaje y partieron slo con los rifles llevados al
revs, en seal, de paz. Estos indios estaban preocupados nicamente de evitar que
los Ulyatts pasasen ms adelante. Por qu? Despus de muchas aventuras tuvieron
la suerte de poder salir una vez ms, y aun con todas estas penalidades, estaban
resueltos a regresar. Mr. Ulyatt dice que los colectores de caucho saban muchas
cosas sobre mi padre, aunque ignoraban su identidad, y que la regin donde se cree
que l permanece estaba rodeada por tribus indias hostiles.
El 13 de febrero de 1944 recib un llamado telefnico de larga distancia, de Sao
Paulo. Al otro extremo del ruidoso alambre estaba el senhor Edmar Morel, periodista
de la Agencia Meridional, quien me dijo que junto a l se encontraba un nio indio
llamado Dulipe, que era, en realidad, un nio blanco e hijo de mi hermano Jack. Yo
estaba en Lima, Per, en esa poca, y por el ruido del alambre, debido al mal tiempo
y a las confusas palabras en portugus, poco familiar para m del seor Morel,
encontr muy difcil de entender todo lo que me dijo, pero saqu en limpio que el nio
estaba listo para ser embarcado en el prximo avin a Per, tan pronto como yo lo
aceptase! l haba sacado al nio de la tribu kuicuro, en la regin del Xing, donde
se haban obtenido pruebas definitivas de la destruccin del grupo de mi padre.

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No estaba dispuesto a aceptar esto, porque no era la primera vez que yo haba odo
hablar de Dulipe. En 1937 mi madre recibi una larga carta de miss Martha
Moennich, una misionera recin salida del Xing, quien enviaba un conjunto de
excelentes fotografas de un nio blanco, llamado Duh- ri-pe, que estaba con la
tribu kuicuro.
En la primavera de 1925 la expedicin de los tres parti a las cabeceras del Xing
desde Cuyab escribi la seorita Moennich (ella se refera a la expedicin de mi
padre) . Tomaron una ruta sobre la meseta central hacia el ro Kuliseo, va
Paranatinga. Continuaron en canoa, un viaje de nueve das por el ro, hasta llegar a
la primera aldea india, los nafaquas. Aqu el coronel dej su bal de ejrcito al jefe
Aloique y viajaron por tierra hacia el norte, hasta donde estaban los indios kuicuro,
en el ro Kuluene, llevando solamente lo ms indispensable.
Raleigh Rimell muri a consecuencias de la fiebre y de las picaduras de insectos,
poco despus de llegar al Xing. El coronel y Jack permanecieron un ao con la tribu
kuicuro, y los indios los trataron bien (tanto como puede esperarse de un pueblo tan
primitivo que nada tiene que ofrecer). Entre tanto lleg un hijito, y aunque la madre
india y Jack han muerto, el pequeo fue cuidado como mejor pudieron hacerlo el
padre adoptivo y sus parientes de las selvas.
"Despus de eso el coronel y Jack decidieron ir al Ro de la Muerte (Ro das
Mortes), en una ltima bsqueda de su objetivo.
Dejando a los kuicuros, avanzaron hacia los kalapalos, hacia el sureste, donde un
grupo de indios los escolt por algunos das,,hasta ms all del ro Kuluene. Cuando
se acab su provisin de mandioca y biju, los kalapalos rogaron por signos a los dos
hombres que regresasen a su aldea, indicndoles que era un esfuerzo desesperado
aventurarse en una regin donde slo los aguardaba una muerte inevitable. Los
indios tambin estaban extenuados y no pudieron continuar. Sin embargo, con
espritu intrpido y pese a la debilidad causada por privaciones indescriptibles, el
padre y el hijo siguieron avanzando sin alimento, sin medicamentos, sin mudas de
ropa, etc. Entonces, lleg el momento fatal. Yo y mis tres amigos hemos discernido de
la dramtica demostracin de nuestro indio waura, que el crimen no se cometi a
causa de la traicin (como hubiese sido el caso con los salvajes cayapos y caxibis),
sino a un mezclado sentimiento de piedad y provocacin; de piedad, porque los indios
comprendan que los esperaba una muerte inevitable, y de provocacin, porque ellos
no respondan a su ruego bien intencionado.
"Nuestro grupo, formado por cuatro personas, estuvo con los kuicuros, y algunos de
nosotros llegamos hasta los kalapalos. En realidad, tomamos contacto con nueve de

348

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las once tribus. Caminamos por donde el coronel haba caminado, nos sentamos
donde l se sent. . .
En cuanto al nio, es completamente blanco y rubicundo. Su cuerpo es frgil, y sus
ojos azules han sufrido con la fuerza del sol tropical. En su naturaleza dual, hay
vestigios conspicuos de la reserva britnica.-y de la prestancia militar, mientras que
en su lado indio la vista de un arco y de una flecha o de un ro lo hace transformarse
en un nio de la jungla
E1 reverendo Emil Halverson descubri por primera vez al nio en 1926, cuando
an era un infante. En 1934 lo vimos otra vez...
En las fotografas que adjunt miss Moennich, el nio parece ciertamente el hijo de
un hombre blanco, pero sus ojos torcidos y sus cejas sin color son los de un albino.
Los albinos existen entre las tribus salvajes, y, de acuerdo con P. H. F., hay
descendientes blancos con ojos azules y pelo rojizo. Sin embargo, Dulipe puede ser
medio blanco, y su padre pudo haber sido uno de los viajeros blancos que
vagabundeaban por estas reas semicivilizadas. Por qu tendra que ser Jack el
padre? En todo caso no existe la certidumbre de que l lo fuese. El asunto depende,
por supuesto, de la fecha en que naci el nio. Recurdese que Jack era
absolutamente virgen y no se interesaba en lo ms mnimo en mujeres, ya sean
civilizadas o salvajes. Ultimamente se ha hecho costumbre adjudicarle la conducta
de un soldado hambriento de sexo. La gente que divulga estas historias mira, al
parecer, esta actitud como una caracterstica inevitable del hombre!
La relacin de Aloique y la maleta militar es semejante al informe del comandante
Dyott, y puede ser desechada por las razones que yo he dado.
Mi padre declar categricamente que no viajara en la direccin del Ro das Mortes,
porque no era inexplorado y no le interesaba, aunque muchos de los informes
insisten en haber encontrado sus huellas en esa direccin. El sugestivo nombre del
ro parece que les resulta irresistible!
La comunicacin telefnica del senhor Morel no me tom desprevenido. En esa poca
mi opinin era que, quienquiera fuese el nio Dulipe, resultaba un acto demente
sacarlo de su hogar y de su tribu, condenndolo a las calamidades de la civilizacin.
Pero el nio ya haba sido trasplantado el dao ya estaba hecho, y el molesto
problema de su bienestar futuro estara resuelto convenientemente si se me induca
a aceptarlo como sobrino. Yo prev la posibilidad de que este nio salvaje fuese
puesto en el avin internacional y se enviase a mi cuidado, sin siquiera pedir mi
consentimiento; de manera que con la ayuda de amigos de los crculos diplomticos
evit este riesgo. Entretanto, mis enfticas negativas de parentesco fueron

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publicadas en la prensa brasilea, y cuando pas el alboroto, no supe ms del pobre
Dulipe. Espero, por el bien del nio, que haya regresado a su tribu y a la vida a que
estaba acostumbrado.40
Por esa misma poca se inform que un oficial del ejrcito brasileo haba
encontrado una brjula y un libro con anotaciones que tena el nombre de mi padre.
Le ped a un amigo que tratara de consegurmelos para identificarlos, esperando que
alguna vez se descubriese el libro de bitcora del ltimo viaje de Percy Harrison
Fawcett. Afortunadamente, mi amigo las consigui y recib ambos objetos para
inspeccionarlos. La brjula era de juguete, como aquellas con que juegan los nios o
llevan los hombres en la cadena de su reloj. El libro contena materias religiosas
garabateadas con lpiz. Lo que se pretenda que era el nombre de mi padre, no
pensaba serlo. Mi opinin es que el libro perteneci a un misionero, y que no tena
absolutamente nada que ver con alguno de los tres miembros de la expedicin
Fawcett. Devolv los objetos con mis observaciones, pero an se refieren a ellos como
pertenecientes al coronel Fawcett!
De tiempo en tiempo se organizan otras expediciones, como tambin se entregan
informes .aislados sobre el hallazgo de esqueletos y cabezas reducidas. Mencionar
todos los intentos genuinos o pretendidos para esclarecer el misterio Fawcett
sera ocupar demasiado espacio, aun cuando hubiese encontrado dignos de fe los
informes entregados. Ser suficiente decir que los que no he mencionado aqu son de
escasa o de .ninguna importancia y mi propia opinin puede tambin sintetizarse en
las palabras del senhor Galvo.
El ltimo informe que la prensa europea public en abril de 1951, pero que data de
seis meses antes, fue la dramtica confesin que obtuvo el senhor Orlando Vilas
Boas (de la Fundacin del Brasil Central) de labios de Izarari, jefe de los kalapalos,
en su lecho de muerte. Segn este relato, Izarari habra dado muerte a Fawcett y a
sus dos jvenes compaeros. Los tres blancos llegaron con Aloique, jefe de los
anaquas, y el hijo del hombre blanco ms anciano se uni a una de las esposas de
Izarari. Al da siguiente, el anciano exigi acarreadores y canoas para que los
ayudasen en su viaje. Esta demanda fu rechazada a causa de las guerras
intertribales y Fawcett abofete el rostro de Izarari! El enfurecido jefe cogi su mazo

40

En febrero de 1952, despus de haber sido escrito el prrafo anterior, se public la verdad sobre Dulipe en
el Diario da Noite y O Jornal, dos de los peridicos ms importantes de Ro de Janeiro, bajo el ttulo Crepsculo de los diosas40'. En realidad, el nio es un albino. Se conoce a sus padres y no tiene sangre blanca.
Los defectos fsicos comunes a los albinos lo hacan intil para los kuikuros y las otras tribus xing amigas.
Despreciado e indeseable, lo sacrificaron a una bomba periodstica. El que fu en un tiempo "Dios blanco de
los Xing est viviendo en Cuyab y las ltimas noticias que se tienen de l son que se ha dejado llevar por
malos caminos. Es un tipo degenerado, sin valor!

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de guerra y golpe al anciano hasta hacerle saltar los sesos. Inmediatamente le
atacaron los dos blancos ms jvenes, pero en el acto ese mazo invencible los dej
muertos, yaciendo en el suelo junto al anciano.
Izarari tena un hijo, Yarulla, que acababa de cumplir los veinte aos, llamado
Carayba por sus compaeros, a causa de que su piel era ms clara que la de los
otros, como si tuviese sangre blanca en sus venas. Ah, la causa era obvia: tena que
ser hijo de Jack Fawcett!41.
Comatzi, que se transform en jefe a la muerte de Izarari, despus de palabras muy
persuasivas, consinti en revelar el sitio de la tumba del explorador asesinado, y se
sacaron los huesos, que han sido examinados. Los cuerpos de los dos ms jvenes
fueron arrojados al ro, dijo Comatzi. En todo caso, no fueron encontrados.
Un equipo de expertos del Royal Anthropological Institute, de Londres, examin los
huesos, afirmando que no eran los de mi padre. An no se ha descubierto a quin
pertenecieron y existe cierta duda sobre si sern o no de un hombre blanco. Contina
an el Misterio Fawcett, y el lector, que conoce toda la historia, podr formarse su
propia opinin. Puedo dar brevemente la ma.
'
La siguiente es una de las posibilidades que pudiesen haber inducido a la expedicin
a continuar su viaje por territorio kalapalo, o sea, en direccin opuesta a la ruta
fijada. Supongamos que, despus de dejar el Campamento del Caballo Muerto, no
hubiese sanado la pierna de Raleigh, o fuese nuevamente atacada por las continuas
picaduras de insectos. Despus de una semana o dos, los animales no podran
continuar por falta de alimento y el grupo tendra que llevar todo a la espalda,
continuando a pie hasta el Xing. Poco antes de llegar al ro, Raleigh hubiese
enfermado gravemente por envenenamiento de la sangre, lo que sobreviene muy
rpidamente a cualquiera infeccin superficial en la Sudamrica tropical, como bien
lo s. Haba una leve esperanza de salvarlo, si se le poda sacar de la selva a tiempo.
Era imposible regresar por el camino del Campamento del Caballo Muerto y por el
Puesto Bacairy, porque Raleigh era incapaz de caminar, y slo poda moverse
ayudado por los otros dos. Afortunadamente no estaban muy lejos del Xing, y
despus de grandes dificultades, alcanzaron las riberas del ro. Otra vez les sonri la
fortuna: encontraron a un grupo de bacairys. Tenan algunas canoas y cambiaron
una por el nico equipo de que la expedicin poda deshacerse: los instrumentos
cientficos.

41

Me contaron que Izarari tena sangre blanca. Su hijo Yarulla, un joven tmido y buen mozo, es la flor y
nata de los kalapalos. Cuando le pregunt al senhor Vilas Boas si l crea que Yarulla era mi sobrino, el
gran sertanista replic que l saba que no era.

351

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Al ro Xing se une el Kuluene, y el Kuluene avanza hacia el sur y se aproxima a
Cuyab ms que cualquiera de los otros afluentes. Ascender por el Kuluene tal vez
no sera posible para dos hombres cargados con el peso de un compaero, pero si se
consegua hacerlo, ya se habra cubierto la mitad de la distancia de regreso a la
civilizacin.
Como Raleigh no poda ser transportado, la nica solucin era una canoa. Si
hubiesen hecho este viaje, habran llegado hasta la tribu kalapalos, en la conjuncin
de los ros Kuluene y Tanguro
Tambin puede ser que, Raleigh haya mejorado despus de dejar el Campamento del
Caballo Muerto y que los tres avanzasen en la direccin prevista de antemano, slo
para encontrar que era imposible seguir ms adelante, debido a los temibles
morcegos. Despus de repetidos intentos se vieron obligados a renunciar. Si hubiesen
podido procurarse una canoa, habran decidido regresar por el ro
Otra explicacin posible es que hayan hecho hallazgos valiosos en la cascada, tan
valiosos, que la urgencia de desentraarlos haya desechado su intento inicial de
alcanzar a Z. Entonces habran tenido un motivo para salir por la ruta del ro y de
los kalapalos. . .
Como ustedes ven, lo que estoy tratando de buscar es una explicacin a su posible
presencia en el distrito kuluene. An no estoy preparado a aceptar que ellos
estuviesen all. Sera mucho ms razonable suponer que, si los indios los hubiesen
aniquilado, habra sido alguna tribu salvaje, como la de los morcegos, y no los indios
semicivilizados de los ros, a travs de cuyas aldeas los misioneros y los exploradores
no encuentran ninguna dificultad en pasar. Naturalmente, si mi hermano haba
contrado el hbito de seducir a las esposas de los jefes y mi padre el de abofetear el
rostro de los jefes, hubiesen corrido gran riesgo en cualquier tribu, por amistosa que
sta fuese. Tales cuentos son manifiestamente ridculos y pueden haberse inventado
por envidia. Un hombre tan decididamente opuesto a la violencia hacia los indios,
que, incluso, permiti, sin defenderse, que lo asaetearan, y tambin a su grupo
durante largo rato, con flechas envenenadas, rehusando tomar venganza, no es el
ms indicado para inferir una ofensa mortal a un jefe!
An existe otra posibilidad. Pueden haber penetrado la barrera de tribus salvajes y
haber alcanzado su objetivo. Si esto hubiese realmente sucedido, y si es verdadera la
tradicin de que les ltimos sobrevivientes de las razas antiguas han protegido su
refugio, rodendose a s mismos con fieros salvajes, qu esperanza habran tenido
de regresar, divulgando con ello el secreto conservado tan fielmente durante miles de
aos?

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Hasta la fecha de escribir estas palabras, la suerte de mi padre y de los otros dos
permanece an en el misterio. Es posible que jams se resuelva el enigma; es
posible, tambin, que, cuando este libro est en manos de mis lectores, ya haya
dejado de ser un misterio. Mi padre conoca los "riesgos que enfrentaba, mejor que
ningn otro hombre civilizado, y admita que haba tremendas probabilidades de no
regresar.
Si no volvemos recuerdo que deca, no deseo que se organicen partidas de
salvamento. Es demasiado arriesgado. Si yo, con toda mi experiencia, fracaso, no
queda mucha esperanza en el triunfo de los otros. Esa es una de las razones de por
qu no digo exactamente hacia dnde vamos.
Ya sea que pasemos y que volvamos a salir de la selva; que dejemos nuestros huesos
para podrirse en ella, una cosa es indudable: La respuesta al enigma de la antigua
Sudamrica y quiz al del mundo prehistrico ser encontrada cuando se hayan
localizado esas antiguas ciudades y queden abiertas a la investigacin cientfica.
Porque las ciudades existen, de eso estoy seguro
FIN

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