Valle de Lagrimas PDF
Valle de Lagrimas PDF
Valle de Lagrimas PDF
monstruoso, lo diferente y lo
inasimilable que deparan los mejores
textos de Revueltas.
Jos Revueltas
En algn valle
de lgrimas
ePub r1.0
IbnKhaldun 30.12.14
Yo
hubiera
querido
denominar a toda mi obra
Los das terrenales. A
excepcin tal vez de los
cuentos,
toda
mi
novelstica se podra
agrupar
bajo
el
denominativo comn de
Los das terrenales, con
sus diferentes nombres:
El luto humano, Los
nombre de
terrenales.
Los
das
I
Como era su costumbre desde aos atrs
los primeros das de cada mes, aquella
sonrisa culpable, pudorosa, que l
imaginaba en su rostro con un toque de
inesperada humildad, como si se
avergonzara de poner al descubierto
secretas virtudes de su alma que por
modestia habra preferido mantener
ocultas, entreabri sus temblorosos
labios al escuchar las afectuosas
reconvenciones
de
la
viejsima
Macedonia, su ama de llaves.
La entonacin de la vieja lo llenaba
de agradecimiento hasta humedecerle
los ojos.
El seor no se cuida de sus
intereses, se le olvidan las cosas, parece
un chiquillo.
El tono austero de una madre, pens,
la fingida indiferencia de una madre que
no quiere mostrarse innecesariamente
conmovida ante algo muy bondadoso,
muy enternecedor de su hijo, que en el
fondo la llena de orgullo.
Le lanzaba estos reproches con
porfiada regularidad, siempre iguales,
palabra por palabra, los primeros das
de cada mes, como en un rito inalterable
cuya nica variante permitida era la
fecha en que deba celebrarse, aunque,
por un acuerdo riguroso y sagrado, esa
respetables y honestas.
En rigor un prstamo, se dijo. Algo
muy parecido a prestarles ese dinero y,
por aadidura, sin exigir rdito alguno.
S
exclam
con
un
cascabeleante regocijo en el esfago,
a nosotros los viejos se nos pasa el
tiempo sin darnos cuenta. Lo ves, yo ni
siquiera saba que entr diciembre y t
dices que ya estamos a 9. Gracias por
recordrmelo, Macedonia.
Les daba un respiro, los libraba de
esa abrumadora fatalidad la conoca
por experiencia propia que consiste
en cubrir a fecha fija, inexorablemente,
cualquier adeudo que sea, as se trate
del nfimo alquiler de unas viviendas
II
Una rotunda sensacin de dominio se
diluy por su cuerpo, hasta el ltimo de
los rincones, igual que una bebida
tonificante y generosa. La costumbre de
no ostentar, hasta por simple tacto hacia
los dems, dicha sensacin lo hizo
reprimir cualquier sntoma externo que
pudiera tomarse a jactancia, aun cuando
respecto a la sonrisa, sa s, pens que
otra vez habra aparecido en sus labios,
ahora ya sin desentonar en absoluto,
despus de las prendas de vestir, dulce y
tmida, avergonzada de su propia
bondad, como en sus lejanos tiempos del
fistol
estaba
en
el
pequeo
compartimiento de madera amarilla, a la
derecha, dentro de la caja fuerte, de la
que ya haca girar en esos momentos los
signos del zodiaco de su misteriosa
combinacin.
Suspir con la conciencia plcida,
con una placidez de conciencia que
pareca el eructo que una persona
corriente no puede reprimir despus de
haber saboreado algn buen platillo. Las
leyes morales se cumplen de un modo
tan inexorable como el funcionamiento
de una caja fuerte, y casi como a
despecho de los hombres, con slo que
stos tengan la suficiente fina
percepcin tica para acertar, si es que
III
Ahora, ante la inminencia de sentirse
completamente vestido faltaban tan
slo el chaleco de raso negro, que se
pondra en seguida, y el saco gris, ms
tarde, en cuanto se dispusiera a salir,
como que se senta en mejores
condiciones para recordar sin obstculo
alguno sus lejanos das de la escuela, en
aquel misrrimo colegio de barriada
donde recibi el premio a la Veracidad.
Ante todo la estrechez del patio, la
increble estrechez del patio donde los
nios de los aos inferiores, a la hora
del recreo, parecan un montn de nios
escolar.
Un recuerdo no muy agradable a
estas alturas, se dijo, cuando menos un
recuerdo fsico que le causaba
inquietud. A ese juego tonto lo
llamaban en la escuela el juego de los
espadazos, se acord inesperadamente
, a tal estupidez de su infancia quiz
se debiera aquello que le dijo el doctor
Menchaca, a travs de sus espantados
espejuelos, acerca de un debilitamiento
del esfnter que poda llegar a
convertirse
en
una
lamentable
incontinencia de orina; ese doctor
Menchaca, que daba la impresin de
empearse deliberadamente en hacerlo
sufrir con sus predicciones.
furtiva.
Entregaba en persona los premios,
en ocasin de lo cual deca un discurso
sonoro, grandilocuente, muy extrao, en
el que abundaban palabras tales como
osmosis, delicuescencia, logomaquia,
manumisin manumitir al pueblo de
la ignorancia, deca y otras
parecidas.
Maestros, padres de familia y
alumnos lo oan con una suerte de
respetuoso pavor y terminado su
discurso
guardaban
un
silencio
vacilante, sin saber qu partido tomar.
Aquella situacin se prolongaba por
espacio de largusimos segundos, pero
al mismo tiempo como si detrs de esto
vean
naturalezas
muertas,
desagradables molinos holandeses y
bellsimos e irritantes paisajes, tan
bellos que era imposible pudieran
existir en ninguna parte.
Pero lo subyugante del bazar, lo que
cada sbado puesto que no se daban
clases en tal da llevaba a los
muchachos a estar ah agazapados largo
tiempo junto al escaparate, y que ms
adelante a l mismo lo condujo, para
atisbar sin ser visto del dueo, era algo,
cierto que fuera de venta, cuya violenta
seduccin estaba constituida por una
especie de asombro concupiscente y de
repugnancia los novatos palidecan
con una risita que intentaba ser
sorprendente, lo ms perturbadoramente
novedoso de todo.
Las faldas del levitn del director
haban trazado en el aire una fugaz
imagen de aspas en movimiento mientras
se introduca en el bazar, con una
premura que daba la impresin de
enfado, sin advertir la presencia de
aquel alumno suyo que espiaba a travs
de los cristales.
Para no ser visto tampoco cuando el
director saliera, sin confiarse a una
nueva pero improbable distraccin de
ste, haba corrido a esconderse en un
ngulo de la iglesia del Corazn de
Jess, enfrente de la cual estaba el
bazar, del cual record que tena en la
umbilical.
Juzg que tal matrimonio con esa
mujer o con cualquier otra era del
todo imposible, como quien dice casi un
acto contra natura, desde el momento
mismo en que se someti a una curiosa
prueba que tena pensada con algn
tiempo y para cuya realizacin slo
haca falta el concurso de su prometida,
la cual, razonablemente al fin, contra lo
que pudiera esperarse en una mujer de
costumbres conservadoras, termin por
aceptar, no sin que l tuviera que valerse
de mil argucias para que dicha prueba se
llevara a cabo en una u otra forma, bajo
cualquier pretexto.
Se trataba de tener, l y su
IV
Mir hacia Macedonia, agradecido por
la discrecin de que la excelente ama de
llaves haba hecho gala durante tantos
aos, para ausentarse delicadamente
cuando su seor iba a saber de mujer,
segn era la frmula con que l se
expresaba en tales casos.
Ella misma corra las cortinas de la
alcoba hasta dejarla en moderadas
tinieblas, para despus de esto
despedirse en seguida, con asustada
prisa ante el temor de encontrarse cara a
cara con la visitante, lo que ya hubiera
sido demasiado.
No se le ofrece nada ms al
seor? deca entonces, nerviosa, sin
poder reprimir de todos modos una
mirada de despecho hacia la alta cama
de caoba. Si es as, no me queda sino
desearle al seor que encuentre gran
contentamiento conclua con esos
graciosos y robustos giros del castellano
antiguo que suelen ser tan frecuentes en
el lenguaje del pueblo.
La visitante en turno llegaba por las
maanas, al principio una vez por
semana los mircoles, aunque ms
adelante se fueron espaciando los plazos
y al presente, ay, ya no estaban sujetos a
una fecha determinada. Se trataba de
mujeres cuya apariencia se cea al ms
y deseos de llorar.
El mes de la Veracidad, en que
recibiera el premio, haba llegado
considerablemente tarde a la escuela,
justo a causa de haberse entretenido ms
de la cuenta ante el escaparate de Al
Bazar del Nio Perdido. Corri como
un desesperado. Pero si hay algo de
imposible en la vida pensaba, eso
es echar el tiempo hacia atrs.
En el saln de clases se respiraba
una atmsfera atroz, de terror silencioso
y contenido. El director daba grandes
pasos a un lado y otro, ante una fila de
muchachos que tambin haban llegado
tarde y que aguardaban, la expresin
atnita,
el
desarrollo
de
los
acontecimientos.
El director le clav una mirada
negra, afilada y secretamente jubilosa.
Conque, tambin usted, amiguito,
es de los que llegan tarde? le dijo en
un tono amenazante, y sin esperar
respuesta a una pregunta tan obvia:
Colquese en la fila, pequeo rufin
desvergonzado! orden con un
movimiento brusco.
En
seguida
comenz
el
interrogatorio de los pequeos
rufianes, un interrogatorio que tena
tanta mayor importancia para el director,
cuanto que se era el mes de la
Veracidad.
Sin duda no mentan, eso era
Tratbase
de
un
muchachito
verdaderamente a punto de volverse
loco de miedo, un muchachito
acostumbrado a los golpes, provinieran
de donde provinieran, de sus padres, de
la portera, del gendarme, de sus
compaeros, de todo el mundo. Elev el
codo como para cubrirse la cara con el
antebrazo. Responde! Y t? El
director esperaba anhelante, pues nadie
sobre la tierra poda decir tanto la
verdad como este nio. El chiquillo se
pas un gran trago de saliva y adopt
una actitud desesperadamente resuelta,
como si estuviera dispuesto a matar o a
lanzarse al vaco. Haba estado en el
Monte de Piedad, explic entonces;
V
El que a la postre haya resultado un
asesino el director de mi escuela, y
adems un borracho empedernido
pens, no invalida el contenido moral
de aquellas palabras que dijo sobre mis
virtudes, pues en realidad no hay nada
que me repugne tanto como la mentira, y
amo la verdad por encima de todo.
Sinti exactamente las mismas
emociones que en aquella ocasin, una
vergenza y un gozo, un impulso
fraternal que le haca sentir bello todo
cuanto lo rodeaba, la gruesa alfombra
prpura en la cual apoyaba los pies, el
espaciosa frente.
Despus de una jornada
fatigosa
y ya casi a punto de
entregarme al sueo,
gstame ver el cndido y
risueo
semblante de mis hijos y mi
esposa.
Recit, no muy seguro de la exactitud
con que su memoria reproduca los
versos.[1] Ese singular estado de nimo
que lo embargaba, la placidez y la
beatitud del alma en que se senta
sumergido, la noble y desinteresada
afuera.
Peregrinos!
suspir
tranquilizndose, la chusma de
peregrinos. Haba experimentado un
miedo vago, instintivo, a quin sabe qu
amenaza informe que sinti cernirse en
la atmsfera como antes de una
tempestad, miedo a algo que sera tal
vez un motn silencioso de sombras
calladas y elsticas, que lentamente
degollaran a todos los hombres de bien
de la cuidad, sin una voz, sin un grito,
igual que una pesadilla.
Ahora, al ver all abajo a los indios,
se burlaba de esta aprensin ridicula.
Peregrinos!, se repiti con un gesto
despectivo.
La maldita exclam, la
malagradecida! Se llev los dedos a
los labios para humedecer la carne
despellejada (la costra se desprendi
cuando introdujo las ltimas monedas al
bolsillo del chaleco) en el sitio donde
tres das antes lo haba mordido su
bella, su dulce, su cruel, su perversa
gata, a la que llamaba ahora tan sin
razn La Cariosa.
La tena en el desvn, prisionera, en
castigo de sus desvergonzadas faltas y,
para ms, ya no era l, desde que la gata
estaba presa por lo contrario de lo
que siempre hizo con una dulce ternura
acompaada de arrumacos, quien le
suba de comer, sino Macedonia, para
VI
Respiraba con fuerza y voluptuosidad,
como si la calle, con su existir
sustantivo y viviente, se le metiera en el
cuerpo afirmndolo sobre la tierra,
sobre el mundo, con todos aquellos
ruidos, aquellos olores que lo hacan
sentirse tan slido, tan indudable.
El espectculo era vertiginoso a
fuerza de ser real, vida pura.
Vendedores de todas clases y
condiciones, amas de casa, chiquillos,
mendigos. Un afilador se abra paso
dificultosamente entre la multitud,
mientras el zapatero, sentado en la
evidentemente borrachos.
El hombre del trombn, que al
parecer era el director del tro, tena una
apariencia muy digna, con su vieja y
sucia chalina de seda enredada al
cuello, y se esforzaba por mostrarse
distinguido elevando el meique y
contrayndolo en el aire, con elegancia,
cada vez que oprima los pistones,
mientras indicaba el comps a sus
compaeros con suaves y pausados
movimientos del trombn, enrojeciendo,
abochornado,
cuando
adverta
desafinaciones del violn, las que
reprobaba a falta de otro recurso
mientras no poda apartarse el
instrumento de los labios con
Apndice
sufrimiento
gratuito,
puro,
desinteresado, que corona la pureza de
una vida que se ensanchar sin lmites
en los das celestiales. Esta idea no le
acarre ningn consuelo, sin embargo.
Buscaba con ansiedad, como un
sediento. Record al anciano director,
tal como lo haba visto hoy, con aquella
mirada penosa y triste, que haba
interpretado en forma tan torcida. Se
dijo que ese asesino, ese borracho, ese
degenerado, lo haba adivinado todo con
su mirada, haba adivinado su
enfermedad y su muerte, y que ese
borracho y asesino haba tenido
compasin de l.
Horrible cosa es estar en manos
del
Dios
vivo
aadi
misteriosamente, sin proponrselo.
Pero ya no tena fuerzas para asirse
a pensamiento alguno fuera del dolor. Su
garganta se abrasaba en el infierno que
comenzaba a vivir y su cuerpo se
sacuda por horribles convulsiones,
rebelde al destino de aquella muerte
solitaria.
Solitaria sobre el haz de la tierra.
Mxico, D. F., diciembre de 1954
Para
terminar,
publicamos
a
continuacin un esquema de la parte
final de esta novela:
Tercera parte
1. Es de noche. No puede dormir.
Por qu una injusticia tan grande?
Recapitulacin de su vida.
2. El comisionista en granos. Visitas a
la familia. Debe aparecer como
accidente.
a] Su prometida y la familia.
b] Aparece La Cariosa. Mata a La
Cariosa.
3. El doctor Menchaca. Anlisis jugos
gata. Salvacin.
Notas
[1]