Alimentos Desperdiciados 2014
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XAVIER MONTAGUT
JORDI GASCN
ALIMENTOS DESPERDICIADOS
UN ANLISIS DEL DERROCHE ALIMENTARIO
DESDE LA SOBERANA ALIMENTARIA
PERSPECTIVAS AGROECOLGICAS
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NDICE
Introduccin
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Referencias bibliogrficas
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Abreviaturas utilizadas
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INTRODUCCIN
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Causas sociolgicas: modificacin de las estructuras y de la organizacin familiar, de los ritmos de vida y de las percepciones que
hemos desarrollado en relacin con los alimentos.
Desconocimiento de los sistemas de conservacin de los alimentos, una mala interpretacin de las fechas de caducidad, una mala
gestin del frigorfico...
Prcticas comerciales: la publicidad y las ofertas promocionales que
nos animan a comprar. En s mismas, estas ofertas no suponen un
derroche, pero es evidente que si su compra no corresponde, en
calidad o cantidad, con las necesidades de un hogar, fcilmente se
produce un derroche alimentario.
Prcticas de la restauracin (sobre todo de la restauracin colectiva):
cantidades de alimentos servidas que no se ajustan a las necesidades
de los clientes, platos que no responden a las expectativas de los
comensales, mala gestin de los stocks, organizacin de la cocina
central, cocinar para los das siguientes... Sin olvidar que los consumidores siempre quieren tener el plato lleno (Generalitat de
Catalunya y Agncia de Residuos de Catalunya, sf: 2).3
Si nos fijamos bien, por un lado la ficha hace recaer la mayor parte
de la responsabilidad en el consumidor final. Y por otro plantea como
solucin variar algunos hbitos en la compra y gestin domstica de
los alimentos, pero no un cambio del modelo alimentario. La campaa parte de una definicin de desperdicio alimentario que considera,
implcita o explcitamente, que este fenmeno se produce mayormente
en las fases finales de la cadena agroalimentaria. As se explica que
la ficha cargue la responsabilidad y su solucin sobre el consumidor.
Es un planteamiento que consideramos reduccionista, ya que, como
veremos, son muchos ms los agentes que participan en el desperdicio
alimentario. Sin embargo, es un planteamiento generalizado.
Por ejemplo, la Unin Europea solicit un estudio sobre los agentes que participan en la acumulacin de residuos alimentarios y su
responsabilidad (BIO Intelligence Service, 2012). El objetivo era tener
la informacin necesaria para establecer directrices europeas dirigidas
a su reduccin y reciclaje. El estudio consider el papel jugado por
cuatro sectores: la manufactura y fabricacin de alimentos preparados
o semipreparados, la comercializacin (mayorista y minorista), los
3. La traduccin es nuestra.
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servicios de alimentacin (restaurantes, catering, comedores pblicos) y el consumo en el hogar. En ningn momento se plante los
desperdicios que se generaban en el proceso de produccin de los
alimentos o en su transporte desde el lugar en el que se producen
hasta donde se elaboran o consumen. El resultado es que el estudio
terminaba calculando que el 42% del desperdicio de alimentos se
daba en los hogares, el 39% durante el proceso de elaboracin de
comida preparada o semipreparada, y un 14% en la restauracin. En
la distribucin solo recaa el 5% de la responsabilidad. Adems esta
mirada, centrada en el eslabn de la cadena que acumula el desperdicio, libera de responsabilidad a los agentes pblicos, aun cuando sus
polticas en el mbito agrario y alimentario juegan un papel destacado
en el desperdicio alimentario.
Es a partir de esta percepcin del problema que difunde la Unin
Europea que despus las diferentes instituciones pblicas del continente
lo enfrentan y analizan. Y as encontramos que la Generalitat de Catalunya puede acabar afirmando que, en su comunidad, es el 58% el porcentaje de alimentos en buen estado que son desechados en el mbito
domstico (Generalitat de Catalunya, 2011), cargando an ms el peso
de la responsabilidad en la ltima fase del proceso agroalimentario. El
discurso que se plantea durante la Semana Europea de la Prevencin de
Residuos, con el que hemos empezado esta introduccin, es heredero
de este planteamiento. La poltica es similar en los Estados Unidos:
las estadsticas sobre desperdicio alimentario se centran en las prdidas
en las fases de comercializacin minorista, y de consumo en hogares y
establecimientos de restauracin (Buzby y Hyman, 2012).
Una acotacin: dada la tradicional e inequitativa divisin del trabajo
domstico, en el que las tareas reproductivas siguen recayendo en la
mujer, la culpabilizacin del consumidor final como principal reponsable del desperdicio de alimentos tiene, indirectamente, un fuerte sesgo
sexista. En ltima instancia, el ama de casa aparece como la responsable de la mala gestin de las compras domsticas y del frigorfico.
Este acercamiento, que carga las culpas especialmente en el consumidor, es prctico para los intereses de las instituciones pblicas. Si
bien tambin sealan como responsable a la industria agroalimentaria,
no ponen en duda su modelo, sino su gestin. Con actividades de
sensibilizacin, por un lado, y de mejoras logsticas y tcnicas, por el
otro, el problema del desperdicio alimentario debera solucionarse. Y
sin tener que recelar del modelo agroalimentario dominante en Europa; un modelo que tiene en la Poltica Agraria Comunitaria (PAC)
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4. La traduccin es nuestra. En original: Food waste (...) may thus be defined as a less
than maximum use of nutrients for human consumption (...) Food waste is the destruction or
deterioration of food or the use of crops, livestock and livestock products in ways which return
relatively little human food value.
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ecologa poltica considera una externalidad: un coste social no medido por el mercado que se traslada a determinados grupos sociales o
a las generaciones futuras (Martnez Alier, 1994). Hablar de nutrientes
nos acerca a un modelo de cmputo que puede agrupar todos estos
elementos, de forma similar a como la ecologa poltica reclama hacer clculos a partir de inpunts y outputs de energa, y no mediantes
valoraciones monetarias (Carpintero, 2006; Martnez Alier, 1999). O
cuanto menos, nos hace pensar que todos esos elementos han de ser
considerados al analizar el fenmeno.
Qu ha sucedido en estas siete dcadas, en las que la percepcin
del fenmeno planteada por Kling parece haber desaparecido? Tendr
algo que ver el progresivo control que el sector agroindustrial transnacional ha ido acumulando en este tiempo? No olvidemos que esta
preeminencia, igual que influye en nuestros hbitos de consumo o en
las polticas agrcolas, tambin marca las pautas y la perspectiva de la
investigacin agroalimentaria (Stedile, 2010; Swinnen, 2010).
Es a partir de esta definicin amplia que nos aproximaremos al
fenmeno del desperdicio de alimentos. Sin negar el problema de
la acumulacin de desperdicios orgnicos en los vertederos urbanos,
este acercamiento nos llevar tambin a considerar el problema de los
alimentos desechados en los espacios agrarios donde se producen. Sin
omitir los volmenes de comida perdida, nos fijaremos en los recursos
agrarios que son malgastados en la produccin de alimentos que nunca
sern ingeridos. Sin olvidar que los alimentos dilapidados se miden en
toneladas, consideraremos tambin el costo energtico y de nutrientes
que el problema comporta.
El texto
A partir de la definicin amplia del fenmeno, el libro se articula
en tres secciones. En el primero (captulos I y II) intentaremos determinar las causas del fenmeno. Concretamente, escrudiaremos
cmo se desperdicia el alimento y los recursos que los producen en
las diferentes fases de la cadena agroalimentaria, y qu agentes pblicos y privados participan en ello. Esta primera seccin terminar
con un breve captulo (captulo II) que nos acercar a los diferentes
ideotipos de produccin de alimentos. Como habremos observado en
el captulo anterior, el desperdicio de alimentos es un fenmeno que
depende del modelo agrario: mientras que los modelos ms campesinos tienden a hacer un uso eficiente de los recursos y generan muy
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Los autores
Jordi Gascn es doctor en antropologa social por la Universitat de
Barcelona, y est especializado en estudios rurales. Sus mbitos de
investigacin son los impactos del turismo en el mundo campesino y
las polticas agrarias en Amrica Latina. Investigador Snior adscrito al
Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) de Ecuador, tambin es
miembro de la Xarxa de Consum Solidari. Entre otros libros es autor
de Gringos como en sueos: diferenciacin y conflicto campesino en los
Andes peruanos ante el desarrollo del turismo (Lima, 2005), El turismo
en la cooperacin internacional (Barcelona, 2009), Cambio de rumbo en
las polticas agrarias latinoamericanas?: Estado, movimientos sociales y soberana alimentaria (con Xavier Montagut. Barcelona, 2010. Reeditado
por FLACSO-Ecuador en 2011), El turismo en el inicio del milenio: una
lectura crtica a tres voces (con Joan Buades y Ernest Caada. Madrid,
2012), y Turistas y campesinado: el turismo como vector de cambio de las
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Agradecimientos
Las ideas que se defienden en el libro fueron presentadas y discutidas
en un ciclo de talleres coordinados por la plataforma Espacio por un
Comercio Justo en diversas localidades del Estado espaol, as como
en las XII Jornades de Comer Just i Consum Responsable que, bajo
el ttulo Dret a lalimentaci i pobresa. Alternatives des de la Sobirania Alimentria, coorganizaron el Espacio por un Comercio Justo,
la Aliana per la Sobirania Alimentria de Catalunya y la Xarxa de
Consum Solidari (Barcelona, febrero 2014). Tambin se present, en
forma de ponencia, en las XXI Jornadas Doctorales y de Investigacin
del ODELA (Barcelona, junio 2014), organizadas por el Observatori de
l'Alimentaci de la Universitat de Barcelona y coordinadas por Jess
Contreras Hernndez. Los autores agradecen a los participantes en
todos estos eventos sus opiniones y comentarios. Los autores tambin
quieren hacer una mencin especial a la ayuda prestada por Miquel
Ortega, coordinador de la revista Ecologa Poltica.
Jordi Gascn dedica un agradecimiento especial al Proyecto Prometeo de la Secretara de Educacin Superior, Ciencia, Tecnologa e
Innovacin de la Repblica de Ecuador, as como al Instituto de Altos
Estudios Nacionales (IAEN) de Ecuador. Buena parte del trabajo se realiz en el marco de ese proyecto, como investigador adscrito al IAEN.
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Con estas limitaciones, y a partir de la definicin amplia de desperdicio de alimentos a la que nos suscribimos, en el presente captulo
vamos a hacer un acercamiento a algunos de los elementos que generan
este fenmeno.
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reprochado por instancias pblicas. Por ejemplo, en 2009 el Tribunal Vasco de Defensa de la Competencia, que depende de la Eusko
Jaurlaritza (Gobierno Vasco), en un fundamentado informe de casi
300 pginas expuso y denunci que tres cadenas de supermercados,
Eroski, Carrefour y Mercadona, funcionan como un oligopolio en el
Estado Espaol. Y que esto les permite exigir a sus proveedores pagos
y condiciones comerciales desproporcionados (Lehiaren Defentsarako
Euskal Auzitegia, 2009). Supuestamente para combatir esta situacin,
el gobierno espaol aprob en 2013 la Ley de medidas para mejorar el
funcionamiento de la cadena alimentaria (Boletn Oficial del Estado,
2013b), que deba mejorar el papel del productor en la citada cadena.
Sin embargo, y aunque regula las transacciones comerciales a trmino
a travs de una contrato escrito, lo que puede aportar transparencia
y seguridad jurdica al agricultor, mantiene intacto el desequilibrio de
poder entre este y la cadena minorista. La ley no busca controlar el
oligopolio de las grandes cadenas minoristas, ni impide las clusulas
abusivas sobre el agricultor por su dbil poder negociador (Blanco,
2013).4 Por ejemplo, la ley no cre la funcin de un mediador que
impidiera este tipo de clasulas, como s existe en Francia, y haba sido
solicitado por los sindicatos agrarios (COAG, 2013). La Ley 12/2013,
por tanto, mantiene y consolida aquellos elementos que llevan a sobreproducir alimentos (y por tanto, a desperdiciarlos) en favor de los
intereses logsticos y comerciales de las grandes cadenas de distribucin:
el productor tender a seguir produciendo en exceso por la presin
ejercida por la cadena distribuidora.
La mano invisible que preconizaba Adam Smith (la ley de la oferta y
la demanda), autntico paradigma en el imaginario neoliberal, demoniza
cualquier planificacin de la produccin en funcin del bien comn. Pero
si realizamos el esfuerzo de analizar dicha mano invisible, descubriremos
que quien planifica los mercados son los intereses del agronegocio. En el
caso de las grandes cadenas de distribucin, la sobreproduccin de sus
proveedores est ligada al deseo de externalizar en ellos los sobrecostes.
A travs de diversas estrategias, se les obliga a una planificacin perversa.
Sin embargo, si no tenemos en cuenta el desequilibrio de poder existente
4. De hecho, que la ley favoreca a las grandes cadenas alimentarias se puso en evidencia
cuando las asociaciones de consumidores denunciaron que poco antes de su promulgacin
se le haba aadido una clusula que les impona fuertes restricciones para difundir estudios
que concluyeran con la existencia de fraude alimentario, por la que le tildaron de ley
mordaza (OCU, 2013; FACUA, 2013).
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5. A mediados de los ochenta, el papa Juan Pablo I calificaba de inaceptable esta prctica, a la vez que elogiaba (incongruentemente?) la modernizacin agraria (ABC, 1985).
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mejorada notablemente a partir de principios de los setenta, permite producir sean cuales sean las condiciones meteorolgicas y estacionales.
El problema es que la adopcin de estas nuevas tecnologas no es
asptico. Por un lado, comporta cambios radicales en la estructura
social y econmica agraria que, muchas veces, termina marginando,
empobreciendo y haciendo ms vulnerables a las pequeas y medianas explotaciones.6 Por otro, la agricultura moderna se caracteriza por
fuertes impactos medioambientales: contaminacin de acuferos por
el uso de productos qumicos de sntesis, liberacin de gases de efecto
invernadero por el uso intensivo de combustibles fsiles, prdida de
la biodiversidad por la reduccin de la variedad de semillas utilizadas,
eutrofizacin de ecosistemas lacustres, fluviales y marinos debida a la
contaminacin por nutrientes procedentes del uso de fertilizantes sintticos, propagacin de especies txicas, fractura del balance energtico
del suelo, etc. (Carson 1962; Tello Aragay 2004; Tilman 1998).
El modelo de comercializacin a travs de grandes distribuidoras minoristas tambin obliga a la especializacin productiva. En parte, porque
la adquisicin de esos paquetes tecnolgicos lo impone: cada producto
o familia de productos requiere un paquete tecnolgico especfico. Es
6. Al tratarse de un modelo que favorece el monocultivo para cubrir la demanda de un
mercado internacional, funciona la economa a escala, y eso requiere la concentracin de la
tierra. Y del agua, dado el uso intensivo que este modelo productivo hace de este recurso.
Las polticas pblicas, imbuidas en los principios de la Revolucin Verde tras la Segunda
Guerra Mundial, apoyaron a los grandes productores a travs de diferentes mecanismos de
subsidios: de la reduccin de los impuestos a insumos industriales, a la subvencin directa
a los productores. Y estas polticas pblicas se implementaron prcticamente en todo el
orbe. El pequeo campesino, marginado de estas ayudas a la gran produccin agraria, vio
como perda acceso al mercado: no poda competir con la produccin industrial subvencionada. En ocasiones incluso poda encontrarse a la venta con precios por debajo de los
costos de produccin gracias a esas ayudas (dumping). En la medida que el pequeo y
mediano campesino incorpor la nueva tecnologa, se encontr dependiendo cada vez ms
de insumos industriales que tendan a encarecerse, mientras que su produccin disminua
de precio (al menos, as sucedi hasta la segunda mitad de la dcada de 2000). Adems,
esta tecnologa era cara; muchos campesinos se tuvieron que endeudar de por vida para
adquirirla y mantenerla. El modelo benefici as a los grandes productores, pero increment
la pobreza campesina (Shiva, 1991; Lapp et al., 2005; Bretn, 2010). Desde el lado del
consumo, el modelo prioriz los mercados internacionales sobre los locales. Esto hizo que
los consumidores con menor poder adquisitivo (los del llamado Sur) compitieran con
desventaja frente a los de mayor poder adquisitivo (Norte). Cada vez ms recursos agrarios del Sur (tierra, agua, pero tambin pesqueras y espacios agroforestales) se destinaron
a la produccin de mercancas para la exportacin, en detrimento del mercado nacional,
y generando dependencia alimentaria y empobrecimiento (Lapp et al., 2005; Montagut
y Dogliotti, 2006).
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Tambin hay que hablar del desperdicio de suelo frtil que comporta el modelo agroalimentario industrial. Por ejemplo, la produccin
en rgimen de monocultivo se basa en la utilizacin de maquinaria
a gran escala. Y esta maquinaria margina espacios en los que no es
capaz de operar (terrenos irregulares). Son espacios que la agricultura
campesina, que trabaja a pequea escala y es intensiva en mano de
obra, si aprovecha. Pero donde ms se destaca el desperdicio de suelo
es en su prdida de fertilidad. As explica GRAIN la debacle que ha
supuesto para el suelo agrario el modelo agroalimentario actualmente
dominante:
[...] los suelos son uno de los ecosistemas vivos ms asombrosos de la
Tierra, donde millones de plantas, hongos, bacterias, insectos y otros
organismos vivientes la mayora invisibles al ojo humano estn
en un cambiante proceso de constante creacin, composicin y descomposicin de materia orgnica y vida. Son tambin el punto de
partida inevitable para cualquiera que quiera cultivar alimentos [...].
Segn una amplia gama de estudios, los suelos agrcolas en Europa
y Estados Unidos han perdido, en promedio, de 1 a 2% de materia
orgnica en los 20 a 50 centmetros superiores. Este dato puede ser
una subestimacin ya que casi siempre el punto de comparacin
es el nivel de materia orgnica de principios del siglo XX, cuando
muchos suelos ya estaban sometidos a procesos de industrializacin y por tanto podran haber perdido, ya entonces, importantes
cantidades de materia orgnica. Algunos suelos del Medio Oeste
agrcola de Estados Unidos, que en los aos cincuenta solan contener un 20% de carbono, en la actualidad, llegan apenas a 1 o 2%.
Estudios de Chile, Argentina, Brasil, Sudfrica y Espaa reportan
prdidas de hasta 10%. Datos proporcionados por investigadores
de la Universidad de Colorado indican que la prdida promedio
mundial de materia orgnica en las tierras de cultivo es de 7 puntos
porcentuales. (GRAIN, 2009a)
En algunos casos, esta prdida de suelo frtil ha sido rpida y
dramtica. Es el caso del espectacular fenmeno del Dust Bowl que
azot las Grandes Llanuras norteamericanas en los aos treinta. Si
bien la causa inmediata fue una fuerte sequa, la razn que provoc
la crisis fueron las malas prcticas agrarias. Los agricultores que colonizaron el territorio se vieron impulsados a la modernizacin de sus
explotaciones y al monocultivo ante la fuerte demanda mundial de
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trigo que provoc la Primera Guerra Mundial. Finalmente, y durante varios aos, grandes tormentas de arena se llevaron la capa frtil
de las Grandes Llanuras y la convirtieron en un desierto (Phillips,
1999; Worster, 1979). Los colonos de las Grandes Llanuras haban
roturado pasturas por donde campaban gigantescas manadas de bisontes... y es este un fenmeno donde el desperdicio de alimentos
incide poderosamente. La gran cantidad de alimentos producidos y
desechados en la cadena de comercializacin-consumo es uno de los
principales vectores que llevan a roturar ms bosques, prados y pantanos, generalmente de gran valor ecolgico, de los necesarios para
su uso agrario. Un consumo eficiente de los alimentos producidos
frenara el incremento de la frontera agraria. Un estudio realizado en
Suecia descubra que solo las prdidas que se dan en las instituciones
de servicio de alimentos equivalen al 1,5% de la superficie de cultivo
de ese pas (Engstrm y Carlsson-Kanyama, 2004).
Igualmente, el modelo de produccin de alimentos del que participan las grandes distribuidoras minoristas provoca el desperdicio de agua.
El modelo agroindustrial favorece la conversin de secanos en regados,
haciendo un uso intensivo del agua que est generando serios problemas
de sostenibilidad ambiental y estrs hdrico en muchas zonas del planeta (Foley, 2011; Hoekstra et al., 2003). Pero adems, es uno de los
principales factores de contaminacin del agua dulce disponible (Weis,
2010). Esta contaminacin de agua se debe, en buena medida, al uso
indiscriminado de agroqumicos. Pero tambin a una mala gestin de
esos restos agrarios desechados de los que se ha hablado anteriormente.
Un ejemplo paradigmtico es de la produccin intensiva (estabulada)
de ganado porcino en la comarca catalana de Osona. El cerdo produce purines (residuos orgnicos compuestos de orina y excrementos)
que, en pequeas cantidades, como las que produce una explotacin
diversificada, forma un estircol de excelente calidad. Pero en grandes
cantidades, como sucede en Osona, se convierte en un residuo de difcil
gestin y potencialmente contaminante. Los purines producidos en esta
comarca (ms de dos millones de metros cblicos al ao) no se reintegran al ciclo agrario, sino que terminan siendo almacenados. Y esta
acumulacin, junto con la accin de la lluvia, lleva a un descenso por
lixivacin de los nutrientes que lo conforman, especialmente nitrgeno,
hasta los acuferos, a los que contamina por eutrofizacin (Dominguez
Varela y Salanova Grau, 2004). As, un producto que tiene un gran
valor por sus nutrientes, no solo no se desperdicia, sino que genera
graves problemas ecolgicos.
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ambos. Pero en la segunda mitad de los noventa, la Comisin Europea empez a plantear la propuesta de sustitucin de la manteca de
cacao por otras mantecas vegetales. El movimiento del comercio justo
europeo y organizaciones de consumidores lanzaron una campaa contra la directiva europea, tanto por la prdida de calidad del producto
como por el impacto que tendra en los pases exportadores (EFTA,
1997): segn estimaciones, los fabricantes podran sustituir entre 125
y 200.000 t de cacao por otras grasa vegetales al ao, y eso hundira
el mercado generando excedentes sin salida comercial (Maes, 2000).
Pero la campaa no tuvo xito: aun con la oposicin de pases como
Francia y Blgica, la normativa se aprob en el 2000. Concretamente
la directiva dictaba que:
La adicin a los productos de chocolate de determinadas grasas
vegetales que no sean manteca de cacao hasta un mximo de 5%
debera permitirse en todos los estados miembros; dichas grasas
vegetales deberan ser equivalentes a la manteca de cacao y, por
consiguiente, definirse de conformidad con criterios tcnicos y
cientficos. (Parlamento Europeo, 2000)
El Parlamento italiano decidi objetar esta medida, y sigui sin
aceptar que en su territorio se concediera la denominacin de chocolate
a un producto que no estuviera totalmente elaborado con derivados
del cacao. La Comisin Europea juzg intolerable la posicin de Italia
y la denunci en el Tribunal de Justicia de la Unin Europea, ya que
la Directiva estableca su obligado cumplimiento por todos los pases
comunitarios. El Tribunal de Justicia europeo dio la razn a la Comisin. Italia tuvo que acatar, finalmente, la directiva (Mura, 2010).
Detrs de esta normativa se encontraban los intereses de la potente
industria chocolatera europea. El kit de la cuestin estaba tanto en la
posibilidad de encontrar mantecas vegetales ms baratas en el mercado,
como en un factor tcnico-industrial y logstico:
La automatizacin de la produccin y nuevas tcnicas qumicas
juegan un papel cada vez ms importante en la fabricacin del
chocolate. Obtenidos de grasas comerciales comunes como el aceite
de palma, de soja o de colza mediante procesos enzimticos, los
sucedneos tienen caractersticas qumicas bien definidas, por lo
que pueden ser usados para fabricar chocolates con propiedades
especiales como la resistencia a la fusin. El sector chocolatero
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fecha, sabiendo que van a tener poca salida y que ocupan un espacio
valioso. Se podra plantear la posibilidad de vender a precio reducido
estos productos cercanos a la fecha de caducidad o que hubieran sobrepasado la fecha de consumo preferente. Pero dado los mrgenes con
la que trabajan las grandes distribuidoras minoristas, les sale mucho
ms rentable (en trminos crematsticos) deshacerse de estos alimentos.
Si bien hay propuestas de gestin dirigidas a relacionar caducidades y
precios (Wang y Lib, 2012), no parecen que se estn planteando por
parte de los grandes distribuidores minoristas (Godfray et al., 2010).
Y es que desde el punto de vista del minorista, poner a la venta productos con fechas cortas de caducidad (o con pequeas taras en el
envoltorio) a precios reducidos le supondra hacer la competencia a
los productos que no tienen esos defectos, adems de afectar a la
imagen de la empresa.
Esa misma imagen hace que se rechacen parte importante de los alimentos. Por ejemplo, las normas de calidad de Marks&Spencer obligan
a uno de sus proveedores a tirar cuatro cortes de cada pan que ponen
a la venta: las puntas y el primer corte de los extremos). Esto significa
aproximadamente el 17% de cada pieza. Lo mismo podramos decir
de las puntas de un tomate cortado en rodajas que sea parte de una
bandeja de catering, o de las zanahorias demasiado arqueadas (Stuart,
2011). Recientemente, en el Estado espaol, se ha puesto de moda la
venta y consumo de pan de molde industrial a la que previamente se
le ha quitado la corteza.
Otra fuente de desperdicio de alimentos se encuentra en el sistema
de empaquetado de los productos por parte de los supermercados y de
sus proveedores. Este sistema les facilita el transporte y manipulacin, la
gestin del almacn y de los inventarios, y contar con menos personal a
la venta. Por contra, tiene un papel destacable en el desperdicio de alimentos. Por ejemplo, el consumidor se ve obligado a adquirir yogurts y
otros derivados lcteos en paquetes de dos, de cuatro o de ms. El cliente
se ve en la tesitura de tener que adaptar su hbito de consumo familiar
a los intereses y necesidades del minorista (cuando la lgica dice que
tendra que ser al revs), adquiriendo ms de lo que necesita y generando
un excedente en su frigorfico que muchas veces acabar en la basura.
Pero el caso ms llamativo es la presentacin en bandejas envaladas de
productos que tradicionalmente se vendan a granel, como la fruta. Al
problema anterior aqu se suma que si una de las piezas de la bandeja
est estropeada, ningn consumidor la adquirir; escogern otra. Y en
estos casos al supermercado le sale ms rentable lanzar toda la bandeja,
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Y el responsable es...
Hemos vistos que, por un lado, los grandes distribuidores minoristas,
a travs de sus polticas de gestin y estrategias logsticas, son un ndulo que explica no solo los alimentos que ellos mismo desechan, sino
tambin una parte considerable de los alimentos desperdiciados en el
hogar. Y por otro, que estas mismas polticas y estrategias tambin explican buena parte del desperdicio que se da en las fases anteriores de
la cadena agroalimentaria. Aunque hemos criticado por reduccionista
el trabajo de Stuart (2011), al calcular tan solo en base a volmenes de
alimentos y al cargar las tintas en las fases finales de la cadena alimentaria, su planteamiento del despilfarro hacia arriba (al proveedor) y
hacia abajo (al consumidor) provocado por los minoristas se adeca
muy bien a lo explicado.
Es importante destacar que entre los diferentes tipos de residuos que
genera la industria alimentaria, los producidos por la sobreproduccin
como resultado de ese despilfarro hacia arriba impulsado por las
grandes distribuidoras minoritas son quizs los ms escandalosos. Este
tipo de residuos lo componen productos terminados y listos para ser
comercializados, pero que debido a las caractersticas de los contratos
entre proveedor y distribuidor, entre los que existe una relacin de
desequilibrio en favor del segundo, se han producido en exceso. A
ello ya nos referimos: las rgidas exigencias que establecen las grandes
cadenas de distribucin a sus suministradores les obliga a producir
en mayor cantidad para garantizar que no sern sancionados en caso
de inclumplimiento. Al derroche, que significa que el desperdicio de
esos alimentos, se ha de aadir el despilfarro de materia y energa que
supone su embalaje. A la hora de deshacerse de ellos como residuos,
esto se convierte en otro problema: se mezcla alimentos con envoltorios
generalmente plsticos, lo que dificulta su reutilizacin o reciclaje.
Este tipo de residuos son invisibles en un doble sentido. Por un lado,
a diferencia de los productos que deposita el supermercado en la basura,
la ciudadana no es consciente de su existencia. Son desperdicios de
alimentos que se acumulan en centros de acopio situados en polgonos
industriales o en los almacenes de los productores agrcolas, lejos de
la mirada del consumidor final. Algunos supermercados, preocupados
por la mala imagen que tiene el desperdicio de alimentos, intentan
disminuir el volumen de residuos que dejan en sus contenedores. Pero
no hacen nada por disminuir los volmenes de residuos que provocan
a sus proveedores; eso no afecta su imagen corporativa.
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Polticas pblicas
Hemos visto que las polticas pblicas muchas veces favorecen la
productividad ms all de las necesidades de consumo, favoreciendo
la acumulacin de alimentos que acaban siendo desperdiciados, destruidos (para no hundir el propio mercado) o exportados en base a
subvenciones (hundiendo los mercados de terceros pases). Por tanto,
las instituciones pblicas (locales, estatales y supranacionacionales) juegan un papel decisivo en el fenmeno del desperdicio de alimentos. Se
hace necesario preguntarse cmo afectan esas polticas a los procesos
descritos, y quin obtiene beneficio de ello.
Hasta los aos setenta y ochenta del pasado siglo, las polticas
agrarias giraban alrededor de la preocupacin por la estacionalidad de
los mercados agrcolas, por las crisis de escasez y de sobreproduccin,
y por la inestabilidad de los precios. Con mayor o menor acierto, el
objetivo de esas polticas era desarrollar instrumentos que evitaran las
situaciones de escasez o de crisis provocada por la sobreproduccin.
En Europa, estas preocupaciones estuvieron en el origen de la Poltica
Agraria Comunitaria en 1962. Pero a partir de los ochenta, el auge del
neoliberalismo dinamitar estos mecanismos de regulacin e intervencin. El neoliberalismo establecer, como mxima, la desregulacin de
los mercados agrcolas. Es el mercado el que ahora tiene que regular la
produccin. Y en aras de favorecer tal mercado, las polticas pblicas se
centrarn en alimentarlo, implantando marcos legales o estableciendo
sistemas de subsidios que favorezcan su crecimiento y la competitividad
(Cameron, 2006).
Una acotacin: es importante destacar que desregularizacin no
significa desaparicin del Estado. En el caso de la Unin Europea,
por ejemplo, aunque el presupuesto destinado a la PAC se ha reducido
porcentualmente en las ltimas dcadas (Trueba, sf.), su presupuesto
en trminos absolutos ha aumentado y sigue suponiendo cerca de la
mitad del presupuesto total de la UE (Olper, 2008).
En este nuevo marco (des)regulatorio, la sobreproduccin forma
parte del abanico de instrumentos que el sector agroindustrial tiene a
su disposicin para maximizar beneficios. La sobreproduccin puede
permitirle impulsar una cada de precios, si as le interesa. O jugando
a la vez con la escasez, implantar un estado permanente de inestabilidad que favorezca las actividades especulativas y a aquellos agentes con
capacidad logstica y de recursos.
Algunos casos histricos pueden ayudar a comprender este proceso.
Uno especialmente destacado fue el del caf. Desde principios de los
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* Una parte sustancial del texto de este apartado ha sido extrada de Gascn y Ojeda
(2014).
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En plena Guerra Fra, pocos preceptos polticos-econmicos generaban tanta unanimidad como este. Las voces discrepantes (Kropotkin,
los Nardniki ruso, Chayanov, Ivan Illich, o incluso algunos textos
del ltimo Marx) fueron poco significativas y marginadas en ambos
bloques. La Revolucin Verde apareca como la estrategia indiscutible
para la modernizacin agraria, por encima de cualquier confrontacin
ideolgica.
Este discurso casi monoltico empez a romperse en los aos setenta. En esa dcada investigadores provenientes de distintas disciplinas
empezaron a plantear un acercamiento diferente al fenmeno agrario
(e.g. Barkin y Surez, 1982; Leach, 1976; Naredo y Campos, 1980;
Pimentel et al., 1973; Pimentel y Pimentel, 1979; Shanin, 1973). Era
un contexto en el que empezaba a ser evidentes las limitaciones de la
industrializacin de la agricultura: la disminucin de los rendimientos por agotamiento de los recursos naturales sobreexplotados con las
nuevas tecnologas. Y tambin lo eran las externalidades que generaba:
contaminacin, destruccin de recursos genticos y ecosistemas, aumento de la desigualdad rural, dependencia de energas no renovables,
daos a la salud, etc. (Freebairn, 1995; Patnaik, 2008; Weis, 2010)
Estos y otros investigadores posteriores (e.g. Altieri, 1995; Ellis, 1988;
Houtart, 2013; Lapp, Collins y Rosset, 2005; Montagut y Dogliotti,
2006; Netting, 1993; Patel, 2008; Ploeg, 2008; Sevilla Guzman, 2006;
Toledo et al., 1989; Tudge, 2004) empezaron a desarrollar un anlisis
que revalorizaba el modelo de produccin campesino, y a recuperar
aquellos autores que haban sido marginados por su defensa del campesinado (Harrison, 1975; Kerblay, 1966). Incluso a releer a un Marx
no mediatizado por las ediciones soviticas de sus textos, que haban
ocultado a Marx ms ecologista y campesinista (Marx, 1997; Foster,
2000; O'Connor, 1991; Shanin et al., 1984). Estas nuevas vas de investigacin multidisciplinar evidenciaron que la agricultura campesina
es un sector difcilmente mesurable por los sistemas de contabilidad
dominantes, y que por eso, al compararlo con la moderna en trminos exclusivamente monetarios, siempre apareca como poco activo
(Toledo, 1990). Tambin que, adems de su papel como productor
de alimentos, el campesinado generaba otras utilidades esenciales para
la vida humana que no se reflejaban en los sistemas de contabilidad
convencionales (Wilson, 2008). Y finalmente, que cuando la comparacin entre agricultura campesina e industrial se haca en base a flujos
energticos, la campesina apareca como la ms eficiente: considerando
los flujos de energa y los costos de las externalidades, la productividad
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agroindustrial, que especializa la produccin y se basa en la mecanizacin del campo, se caracteriza por ser un modelo abierto: requiere
incorporar grandes cantidades de insumos industriales (fertilizantes,
fungicidas, herbicidas,...) y combustible, que no se generan en el ciclo
productivo. Y esa incorporacin de nutrientes y energa externos hace
que no reincorpore al ciclo productivo los restos de la cosecha o del
proceso metablico animal; estos nutrientes son desechados. Otro elemento que distingue a los dos ideotipos es la preferencia de mercados:
mientras que el modelo agroindustrial tiene vocacin exportadora (la
produccin en monocultivo o poco diversificada obliga a ello), con el
costo energtico y las mermas que eso comporta, el modelo campesino se adapta a las necesidades domsticas (autoconsumo), locales y
regionales (circuitos cortos de comercializacin).
CUADRO 1
PRINCIPALES DIFERENCIAS ENTRE IDEOTIPOS AGRARIOS
Modelo de produccin
campesino
Caractersticas
productivas
Tamao de explotaciones
pequeo o mediano
Modelo de produccin
agroindustrial
Tamao de explotaciones
mediano y grande
Tendencia a la produccin
diversificada (policultivo)
Tendencia al monocultivo o a la
poca diversificacin productiva
Mantenimiento de la fertilidad
del suelo en base a la
diversificacin productiva y
estrategias como la rotacin
de cultivos
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Modelo de produccin
campesino
Caractersticas
productivas
(cont.)
Estrategia
econmica
Modelo de produccin
agroindustrial
No subsisten sistemas
comunitarios de propiedad o
gestin de recursos
Sistema de almacenaje
pequeos
Complejos sistemas de
almacenaje
Tecnologa artesanal en la
conservacin de alimentos
(mermeladas, salazn, secado
al sol, etc.)
Conservacin de alimentos
industrializada (frigorficos,
enlatados,...)
Agricultura fuertemente
subsidiada
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Modelo de produccin
campesino
Estrategia
poltica
Histricamente, escasa
capacidad de cabildeo
(advocacy) en espacios polticos
nacionales y supranacionales,
pero en proceso de
fortalecimiento desde los
noventa
Modelo de produccin
agro-industrial
Elevada capacidad de cabildeo
(advocacy) en espacios polticos
nacionales y supranacionales, e
influencia en sus polticas y en
los mercados
Conocimiento
del medio e
innovacin
Innovaciones desarrolladas
por el propio productor
La mayora de los estudios sobre el fenmeno del desperdicio alimentario no contemplan esta distincin entre modelos productivos,
o lo hacen muy ligeramente. En muchas ocasiones abogan, explcita
o implcitamente, por una concepcin evolucionista de los modelos
agroalimentarios. Y eso limita su anlisis del problema: oculta la diferente implicacin que un modelo y otro tienen en el desperdicio de
alimentos (y de nutrientes).
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de estrs hdrico (Foley, 2011; Hoekstra et al., 2003). A nivel mundial, se calcula que entre un 15 y un 35% de las extracciones para
riego no son sostenibles; es decir, hacen uso de los acuferos por encima de su capacidad de reposicin (United Nations, sf.). Sin entrar en
un anlisis preciso, que tendra que considerar la enorme variabilidad
que existe en las relaciones entre agricultura y agua, es evidente que
una reduccin del despilfarro alimentario rebajara significativamente esta presin sobre los acuferos. De la misma manera, tambin
una parte sustancial de la contaminacin del agua dulce disponible
debido a la agricultura y ganadera intensiva, y que tambin vimos
en el primer captulo, se debe achacar a los alimentos producidos y
no consumidos. Recordemos que los desperdicios de alimentos en
Estados Unidos representan una cuarta parte del consumo total de
agua dulce (Hall et al., 2009).
La situacin es especialmente delicada en la Pennsula ibrica. Los
cultivos requieren una media de ms de 5m3/da y habitante: un 60%
debido a los cultivos de secano, y un 40% a los regados. En el Estado
espaol se riegan 3,7 millones de hectreas; un 18% de la superficie
cultivada. Para ello se utilizan 23.000 hm3/ao, que representan un
77% del total de los usos del agua. Una situacin que impide que Espaa pueda alcanzar las metas establecidas por el programa Horizonte
2015 y a las que obliga la Directiva Europea Marco de Agua (AAVV,
2013). Disminuir el despilfarro de alimentos rebajara las excesivas
presiones que hoy reciben los acuferos de la Pennsula ibrica, donde
los equilibrios hdricos estn tan amenazados.
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Si se analiza a partir del flujo energtico y de nutrientes, se observa que hay un grave desequilibrio entre la energa y los nutrientes
invertidos en la elaboracin de una unidad de producto crnico y
la que esta unidad aporta al consumidor final. La produccin global
de carne tiende a ser ineficiente (McMichael et al., 2007; Pimentel y
Pimentel, 1979). Y esto es especialmente destacado en el caso de la
produccin vacuna: se requiere siete libras de grano para producir un
aumento de una libra de peso en vivo (Earth Policy Institute, 2011).
Haciendo la conversin del alimento consumido en grano, resulta que
mientras que la media en la India es inferior a 400 libras por persona
y ao, en Estados Unidos es de 1.600, debido al fuerte consumo de
protena animal que caracteriza la dieta de este pas (Brown, 2011).
Recordemos que la sociedad norteamericana, y la occidental en general, se caracteriza por padecer serios transtornos alimentarios por
exceso de consumo de protenas (Contreras Hernndez, 2005a; Patel,
2008). Pimentel y Pimentel (1979), en su clsico libro Food, Energy
and Society, calculan que para producir 1 kilocalora de protena animal de carne de vacuno se requiere una inversin de 200 Kg de
forraje o de 30 k de forraje ms 21 de grano. En el primer caso, la
relacin entre kcal invertidos kcal en forma de protena obtenido es
de 20 a 1, y de 40 a 1 en el segundo caso. Y esta relacin contrasta
con el costo energtico en la produccin de grano, que gira alrededor
de una relacin de 2,5 a 1.
La produccin animal es esencial en la economa campesina. Los
servicios que aporta a este modelo de produccin son mltiples: suministro de estircol y combustible, transporte y fuerza de traccin,
ahorro y capitalizacin (es un capital que no se devala y tiene trminos
de intercambio relativamente estables), fondo de seguro para afrontar
adversidades en la agricultura (minimiza los riesgos climticos al ser
una actividad menos arriesgada), etc. (Ros Ocsa, 1992; Toledo y Barrera-Bassols, 2008). Pero su produccin industrial, ya sea extensiva
(como en el caso de la produccin de ganado vacuno en las pampas
argentinas) o intensiva-estabulada (como la produccin de cerdo en
Catalua) para cubrir un consumo excesivo de protena animal rompe
el equilibrio que la ganadera campesina consigue, y revierte en un mal
uso de recursos agrarios y un desperdicio de energa y nutrientes. Por
tanto, incluso cuando el producto alimentario llega a ser consumido,
en el proceso se ha realizado un despilfarro energtico y de nutrientes
que se traduce en ingentes cantidades de ecosistemas arrasados para la
produccin agraria.
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5. De hecho, la segunda se refiere a todos los residuos orgnicos, en los que entran
tanto alimentos desperdiciados como los desechos lgicos del proceso de la alimentacin
(huesos, cscaras, etc.)
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Consecuencias econmico-crematsticas
El desperdicio de alimentos tambin comporta gastos econmicoscrematsticos innecesarios en todas las fases del proceso. En el caso de
la fase final del proceso agroalimentario (consumo final y distribucin
minorista), diversos estudios evidencian la magnitud del problema. A
mediados de la dcada de los setenta, uno de los primeros estudios que
analizaron este tema ya descubra que los hogares de Tucson (Arizona)
gastaban innecesariamente por este concepto entre 80 y 100 dlares al
ao (Harrison, Rathje y Hughes, 1975). A finales de la dcada de 2000
se estimaba que las prdidas por persona y ao en Estados Unidos, a
nivel de la distribucin minorista y el consumidor final, suponan una
prdida de 390 dlares (Buzby y Hyman, 2012). Otro estudio realizado en la misma poca, en este caso en Gran Bretaa, proporcionaba
cantidades superiores: conclua que los desperdicios de alimentos suponan 420 libras esterlinas por hogar. Y que solo en carne y pescado,
Gran Bretaa desechaba anualmente ms de 600 millones de libras.
O que en alimentos tirados antes de cumplir la fecha de caducidad se
perdan unos 950 millones (Ventour, 2008). En el Estado Espaol se
calcula que los restaurantes tiran, de media, comida por valor de unos
3.000 euros al ao, especialmente por una mala previsin de compras
(Unilever Food Solutions, sf.). En los Estados Unidos se calculaba, a
mediados de los noventa, que una reduccin de un 5% de los alimentos
desperdiciados, por la distribucin minorista y el consumidor final,
que terminan en los vertederos norteamericanos, supondra un ahorro
de 50 millones de dlares al ao. Y de 200 millones con una tasa de
recuperacin del 25% (Kantor et al., 1997).
Otro mbito donde se dan prdidas es en el proceso de produccin.
En los Estados Unidos se estima que, a mediados de los noventa, los
gastos de funcionamiento destinados a la agricultura, contando insu75
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8. Diversos autores, por eso, remarcan la capacidad que tiene el campesino de enfrentar
el cambio climtico innovando y creando nuevas tcnicas de cultivo (Altieri y Koohafkan
2008).
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Un tercera parte de los alimentos que se producen no llegan a ser consumidos. Y eso sucede en un mundo donde, segn datos del Programa
Mundial de Alimentos, 842 millones de personas pasan hambre, la
desnutricin contribuye a la muerte de 2,6 millones de nios menores
de cinco aos y uno de cada cuatro nios en el mundo presenta retraso
en el crecimiento por ese mismo problema.1 El binomio desperdicio de
alimentos-hambre/desnutricin supone una incongruencia sangrante y
uno de los mayores dilemas ticos con los que se enfrenta la humanidad. La primera impresin es que entre ambos fenmenos debe haber
una relacin causal: tanto alimento producido y desperdiciado explica
que el 12% de la poblacin mundial padezca hambruna. La misma
FAO defiende esta idea:
La FAO calcula que cada ao, un tercio de todos los alimentos
producidos para el consumo humano se pierden o desperdician,
alrededor de 1.300 millones de toneladas. Esto significa un coste de
unos 750.000 millones de dlares anuales. Si reducimos las prdidas
y el desperdicio de alimentos a cero, podramos alimentar a 2.000
millones de personas ms. (FAO, 2013a)
Es un silogismo acorde con un discurso dominante de carcter
malthusiano que afirma que el hambre y la desnutricin se ha de
combatir aumentando la produccin mundial de alimentos. A modo
de ejemplo, un documento de difusin de la International Food Po1. Datos del Programa Mundial de Alimentos (http://es.wfp.org/hambre/datos-delhambre)
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licy Research Institute afirma que la lucha contra el hambre pasa por
aumentar los fondos pblicos en investigacin destinados a aumentar
la productividad (Fan y Rosegrant, 2008). A destacar que la International Food Policy Research Institute es un centro norteamericano
de investigacin en desarrollo agrario financiado por el Consultative
Group on International Agricultural Research CGIAR. CGIAR es un
consorcio conformado por diversos gobiernos, el Banco Mundial y
fundaciones de empresas privadas como la Kellogg o Syngenta, por lo
que no es extrao que este planteamiento coincida con el del sector
agroindustrial:
La produccin agraria mundial debe crecer en un 70% para el 2050,
y se tendr que conseguir aumentando los rendimientos, porque
solo hay una cantidad mnima de tierra disponible que puede dedicarse a la produccin sin problemas para el medio ambiente [...]
La biotecnologa tiene que ser una de las herramientas para conseguirlo. (Mary Boote, directora ejecutiva de la plataforma empresarial
agroindustrial Truth About Trade and Technology [Gillam, 2009]).
[La traduccin es nuestra.]
La misma FAO proporciona el dato de que, como resultado del crecimiento demogrfico, ser necesario aumentar en un 70% la produccin
mundial de alimentos obtenida en 2005 (FAO, 2009). En base a este
discurso, por tanto, se deduce que si el hambre es consecuencia de la
escasez de alimentos producidos, tambin lo ha de ser del volumen
de alimentos derrochados. Este planteamiento no pone en duda ni el
modelo agroalimentario ni la distribucin de los recursos productivos;
considera que el problema y la solucin es de orden logstico y tecnolgico.2
2. Curiosamente las Naciones Unidas, de la que forma parte la FAO, a mediados de la
dcada de los aos setenta tena un discurso diferente. En la Declaracin universal sobre la
erradicacin del hambre y la malnutricin, aprobada en 1974 por la Conferencia Mundial de
la Alimentacin convocada por la Asamblea General de la ONU, si bien estimaba tambin
que en la solucin al fenmeno del hambre jugaba un papel el desarrollo tecnolgico,
(Se debe) promover el adelanto de la tecnologa de produccin de alimentos y realizar
todos los esfuerzos posibles para promover la transmisin, adaptacin y difusin de una
tecnologa adecuada para la produccin de alimentos (...) (Se debe) colaborar tcnica y
financieramente con los pases en desarrollo en sus esfuerzos por ampliar los recursos
de tierra y agua para la produccin agrcola, y para asegurar un rpido aumento de
la disponibilidad, a costo razonable, de insumos agrcolas, como fertilizantes y otros
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CUADRO 2
LOS MITOS DEL LIBRECOMERCIO AGRCOLA
Mito 1: Si incrementamos el comercio agrcola internacional, reduciremos el hambre
en el mundo.
Realidad: El comercio internacional de alimentos est creciendo a un ritmo mucho
mayor que el de la poblacin y la produccin, y a pesar de ello el hambre sigue
creciendo. Entre 1968 y 1998 la produccin de alimentos creci un 84%, la poblacin
un 94% y el comercio un 184%. El hambre entre 1995 y 2002 tambin creci un
2,5%. Casi 20 millones de personas.
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Mito 6: El libre comercio agrcola reduce los precios finales de los alimentos al
consumidor.
Realidad: El Banco Mundial reflej que desde 1974 hasta 1997 los precios de los
productos bsicos agrcolas haban bajado mientras que los que pagan los consumidores haban aumentado. El precio del caf descendi un 18% entre 1974-1993,
sin embargo aument un 240% el precio final al consumidor en EE UU. En Espaa
la diferencia entre los ndices de precios del agricultor y al consumidor se ha doblado entre 1997 y 2003. En Mxico el precio del maz pagado a los agricultores ha
descendido un 50%, mientras el precio pagado por el consumidor ha aumentado
un 279%. La causa es el control monoplico de las empresas agroalimentarias que
marcan a la baja los precios de su compra y a la alza los de su venta.
Mito 7: El libre comercio mejora y moderniza la agricultura y ganadera y la hace
ms competitiva.
Realidad: El libre comercio, a travs de la competencia desigual entre productores de
distintas regiones del mundo, destruye la agricultura y la ganadera y las transforma
en agroindustria, producciones industrializadas de materias primas alimentarias en
manos de unas pocas grandes explotaciones o, directamente, de las empresas del
agrobusiness. Argentina ha perdido el 25% de sus explotaciones agrarias desde que
ha incrementado sus exportaciones agrcolas, el 34% en la zona agroexportadora
de soja por excelencia. Espaa ha perdido el 50% de poblacin agraria en 15 aos
(1988-2003) y el 40% de las explotaciones. En Mxico 15 millones de agricultores
y sus familias han quedado excluidos del mercado agrcola una vez este pas ha
liberalizado su mercado de maz con el Tratado de Libre Comercio con Amrica
del Norte.
Mito 8: Los pases empobrecidos todava tienen economas cerradas y deberan
insertarse en la economa mundial para mejorar sus indicadores sociales.
Realidad: Los pases empobrecidos son los que ms han abierto sus economas con
un grado de apertura del 51% del Producto Interior Bruto, mientras que los pases
desarrollados tienen un 43% de apertura.
Mito 9: El libre comercio agrcola aprovecha las ventajas comparativas entre regiones
y pases y la mejora en la competitividad que ello representa redunda en un mejor
nivel de vida para todos.
Realidad: Las ventajas comparativas agrcolas no son geogrficas, climatolgicas o
de calidad relativa de suelos agrcolas, sino referidas a los menores costes salariales.
Los bajos salarios son la gran ventaja relativa de los pases empobrecidos. Basar el
desarrollo humano de un pas en sueldos de subsistencia y condiciones miserables
no parece el mejor camino a elegir. Marruecos exporta tomates a Espaa no porque
su clima sea mejor que el espaol, sino por que los sueldos de los trabajadores
rurales marroques son mucho menores que los de sus colegas espaoles. Mxico
vende tomates a EE UU no porque su clima sea mejor que el californiano, sino porque
lo que gana un trabajador rural mexicano en un da es lo mismo que lo que gana
uno estadounidense en una hora.
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Mito 10: El libre comercio agrcola estimula la actividad empresarial de los pases.
Realidad: El libre comercio agroalimentario destruye la actividad local empresarial
y comercial y permite el control en condiciones de oligopolio de las grandes corporaciones agroalimentarias transnacionales (global players). Costa Rica inici un
proceso liberalizador de su comercio agrcola a principios de los ochenta. A finales
de la dcada, el 50% del negocio agrcola estaba en manos de empresas no costarricenses. El control en algunos productos como la papaya era del 99%. En Chile a
mediados de 1990 ms de 100 compaas, la mayora de mediano tamao y chilenas,
producan y exportaban salmn de piscifactora. En 2005 el nmero se ha reducido
a 35, de las cuales 12 producen el 75% y de ellas la mitad son transnacionales
europeas y estadounidenses.
Fuente: Montagut y Doglioti (2006).
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La modernizacin en la produccin y comercializacin de alimentos, dgase Revolucin Verde, Organismos Genticamente Modificados,
industrializacin de la agricultura, etc., ha terminado empeorando la
desigualdad redistributiva, al marginar al productor y a los mercados
locales (y a sus consumidores) en favor del sector agroexportador y los
mercados globales.3 Es esta una realidad que los estudios rurales han
ido poniendo en evidencia (e.g. Bretn, 2010; Hidalgo Moratal, 2013;
Holt-Gimnez y Patel, 2010; Lapp, 2013; Tomlinson, 2013, Ziegler,
2000) y que las organizaciones campesinas cada vez tienen ms claro
(Desmarais, 2007; McMichael, 2008), pero que no parece hacer mella
en la mayora de los agentes (instituciones pblicas, sector empresarial,
ciudadana organizada) que trabajan sobre el fenmeno del desperdicio
de alimentos.
Hemos dicho que no hay una relacin directa causa-efecto entre
desperdicio de alimentos y hambre, pero eso no quiere decir que no
haya ningn tipo de relacin. Como ya vimos anteriormente, el desperdicio de recursos agrarios que caracteriza el modelo agroindustrial
es un vector que incide en el problema. Y es que el modelo, adems
de redistribuir la riqueza y los recursos de forma inequitativa, hace un
uso ineficiente de tales recursos, a los que incluso agota. Y ese agotamiento solo sirve para producir dos terceras partes de los alimentos
consumidos. Pero no se trata de una relacin tan directa como la fra
estadstica podra dar a entender: el desperdicio de una tercera parte
de los alimentos a lo largo de la cadena agroalimentaria no es el responsable de una tercera parte de los 842 millones de personas que
pasen hambre en el planeta. Hambre y desperdicio de alimentos estn
correlacionados, pero no tanto por una relacin causal como porque
se tratan de efectos colaterales, aunque relativamente independientes,
del modelo agroalimentario dominante. De la misma manera que las
grandes cantidades de alimentos desperdiciados no explican los problemas del hambre y de la desnutricin, tampoco se puede presumir que
la simple reducin de ese alimento derrochado puede resolverlos. Este
tema lo vamos a tratar en los dos ltimos captulos del libro.
3. Adems de que es una apuesta vulnerable en un contexto caracterizado por el crecimiento demogrfico mundial, el cambio climtico y el fin del petrleo (Sage, 2013).
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Las dos ltimas propuestas merecen un pequeo anlisis. La reclamacin de polticas coercitivas no parece una mala propuesta.
(El Parlamento) pide a la Comisin que evale el impacto de una
poltica coercitiva en lo referente al desperdicio de alimentos; desea
que se adopte una poltica de tratamiento de residuos coercitiva,
aplicable a todos los eslabones de la cadena alimentaria llevando
a cabo el principio de que quien contamina, paga. (Parlamento
Europeo, 2012)
Pero la visin reduccionista de la que parte comporta que esta
poltica coercitiva puede distribuir inequitativamente la penalizacin
entre los agentes que participan en la cadena agroalimentaria, ya que
parece cargar con la responsabilidad en quien acumula el desperdicio
alimentario (... una poltica de tratamiento de residuos coercitiva...), y
no en quien lo genera. Y ya hemos visto que las estrategias corporativas de los grandes distribuidores minoristas fuerza a la acumulacin
de desperdicios en los eslabones anteriores y posteriores de la cadena
alimentaria.
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Dentro de esta poltica, una de las primeras actuaciones del gobierno espaol, y de las ms difundidas por los medios de comunicacin,
fue la eliminacin de las fechas de caducidad en los derivados lcteos
fermentados (Boletn Oficial del Estado, 2013a). Una decisin lgica:
si la cadena de fro no se rompe, estos productos no se estropean a
las cuatro semanas de su produccin, como el sistema de fechas de
caducidad anterior estableca. Pero curiosamente la medida favorece
los intereses econmicos de las grandes cadenas minoristas, que como
ya vimos tienen problemas para gestionar estos productos en sus frigorficos. La iniciativa, por tanto, beneficia al agente que ms incide
en el desperdicio de alimentos. Un agente, por otro lado, que no debe
temer actuaciones gubernativas que le puedan perjudicar. Y es que la
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1. http://www.aecoc.es/.
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tido, que tuvo lugar dentro de la Feria Alimentaria del 2014 (Europa
Press, 2014a). Esta preocupacin, sin embargo, contrasta con algunas
de sus polticas corporativas dirigidas a reducir el precio de la materia
prima. Por ejemplo, en la primera dcada del presente siglo fue uno
de los agentes que propici la llamada crisis del caf: una calculada
sobreproduccin de este producto a nivel mundial que hundi su precio. El resultado fue el abandono de caf en la mata: al productor le
era ms costoso la recoleccin que el precio que luego iba a obtener
en el mercado. Millones de toneladas de este producto alimentario se
malograron (Bacon, C.M. et al., 2008; Rivera Romero, 2008). Y miles
de campesinos se vieron en la tesitura de emigrar, lo que comport el
abandono y prdida de recursos agrarios (Crdova Plaza y Fontecilla
Carbonell, 2008; Lpez Arvalo, Sovilla y Escobar Rosas, 2009).
Las grandes distribuidoras minoristas tambin asumen el desperdicio
de alimentos como objeto de trabajo en sus polticas de responsabilidad social corporativa. A finales del 2013, el grupo empresarial Eroski,
propietario de la cadena de supermercados e hipermercados del mismo
nombre y de Caprabo, anunci que haba alcanzado el desperdicio cero
de alimentos aptos para el consumo en toda su red de tiendas (Eroski,
2013), y que esto lo haba logrado gracias a un protocolo de donaciones
de productos no vendibles que le permiti repartir 815 toneladas de
alimentos en 2012. La cadena Carrefour, en una ponencia presentada
en un encuentro organizado por el Ministerio de Agricultura espaol,
aseguraba que es pro-activa en la lucha contra el desperdicio alimentario
a travs de la mejora en la eficiencia logstica y tecnolgica, o presentando
descuentos en productos cercanos a la fecha de caducidad (Carrefour,
2013). Estos xitos se adscriben al principio que relaciona la responsabilidad del desperdicio con el agente que lo acumula. Sin embargo,
como hemos visto anteriormente, las grandes cadenas de supermercados
se caracterizan por provocar desperdicio de alimentos en los eslabones
anteriores (produccin y transformacin) y posteriores (consumo) a travs
de sus polticas de compra y sus estrategias de venta.
Las soluciones de la FAO
Entre los acercamientos que hemos denominado reduccionistas, el de
la FAO es el ms elaborado:2 asume que en todo el circuito agroali2. Y de los de mayor larga trayectoria: en los setenta la FAO ya plante la creacin de
un banco internacional de alimentos que, a la vez de reducir el desperdicio alimentario,
aliviara los problemas de hambre (Silva, 2008).
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mentario se dan prdidas de alimentos. Sin embargo, como ya explicamos anteriormente, esta institucin distingue entre prdida (losses)
y desperdicio (waste) de alimentos. Por prdida de alimentos, la
FAO considera la disminucin de alimentos comestibles que tiene lugar
en las primeras etapas de la cadena agroalimentaria: la produccin,
post-cosecha, transporte y procesamiento. El trmino desperdicio lo
destina a definir las que se dan en las fases ulteriores: la distribucin
minorista y el consumo final (Gustavsson, Cederberg y Sonesson,
2011). En algn otro texto, no obstante, la FAO presenta una definicin ligeramente diferente: la prdida se referira a la disminucin de la
masa comestible para el consumo humano, mientras que el desperdicio
alude a alimentos que an tienen valor y son descartados. En este caso,
mientras que el desperdicio se asocia tambin con las fases finales de
la cadena agroalimentaria, la prdida puede darse en toda ella (Save
Food y FAO, 2012). FAO (2013b) presenta an otra variacin: prdida
apuntara no solo a la disminucin de masa de alimentos para consumo
humano, sino tambin a su valor nutricional, resultado principalmente
a ineficiencias en las cadenas de suministro de alimentos (infraestructura
y logstica deficiente, falta de tecnologa, limitaciones en la capacidad
de conocimiento y gestin, falta de acceso a los mercados, desastres
naturales, etc.).
Pero ms all de los problemas que encuentra a la hora de precisar
la definicin de ambos conceptos, llama la atencin que la FAO no
explique la razn o necesidad que le lleva a hacer esta distincin. De
hecho en sus publicaciones, tanto de anlisis como de difusin, los
trminos prdida y desperdicio aparecen siempre asociados (e.g.
FAO 2013a, 2013b; Gustavsson, Cederberg y Sonesson, 2011; Save
Food y FAO, 2012). En algunos de estos textos la FAO destina un
apartado a distinguir y definir ambos conceptos, aunque ese esfuerzo
no parece tener aplicacin alguna, ya que en el resto de la publicacin
se muestran invariablemente emparejados. Entonces, cul es la utilidad
de desglosar en dos supuestos fenmenos diferenciados lo que parece
ser uno solo?
Creemos que esta distincin permite difuminar el rol que juega el
modelo de produccin y comercializacin. Al desglosar el fenmeno,
tambin se desglosa el proceso agroalimentario y las responsabilidades:
a un determinado fenmeno (prdida o desperdicio) corresponde determinado agente (productor, comercializador, consumidor). De esta
manera, el modelo ya no aparece en su conjunto. Recordemos que la
FAO no intenta reducir el alcance del problema: esta institucin mul99
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Al relacionar solucin con mejoras en la tecnologa y en la logstica, como hacen varias de estas recomendaciones, se identifica
implcitamente eficiencia con agroindustria. La agroindustria es la
ms apropiada para acceder a esa tecnologa debido a los volmenes
que mueve, que le permite aplicar economas a escala. La economa
campesina no tiene la capacidad de inversin requerida para acceder a
estos paquetes tecnolgicos, adems de que suelen tener un alto grado
de especializacin nada adecuado a una produccin diversificada. Por
ejemplo, en una reciente publicacin la FAO plantea cules deberan
ser las polticas ms eficientes sobre embalaje de alimentos en los pases del Sur para reducir las prdidas de alimentos. Entre ellas est la
centralizacin comercial, la utilizacin de envasados antimicrobianos,
en atmsfera modificada y hermetizadores, o la aplicacin de sistemas
integrados automatizados (Manalili, Dorado y Otterdijk, 2014: 11-12);
propuestas todas inadecuadas a un modelo de produccin campesino
caracterizado por la produccin a pequea escala, diversificada y dirigida
eminentemente al mercado local. En la publicacin no se plantea, en
cambio, propuestas encaminadas a priorizar la comercializacin local
sobre las exportaciones, una estrategia que reducira costes de embalaje
y prdidas de alimentos.
Las soluciones tcnico-cientficas
Finalmente es necesario hacer referencia a las soluciones que ofrecen
las ciencias duras, pues desde el inicio del siglo su inters en el desperdicio alimentario parece haberse multiplicado, si nos atenemos a
la produccin acadmica generada: el tema tiene cada vez una mayor
presencia en las publicaciones especializadas en energas alternativas
(International Journal of Hydrogen Energy, Bioresource Technology, Renewable Energy), gestin de residuos (Waste Management, Journal of
Cleaner Production), agroalimentacin (Food Science and Technology
International, Journal of Animal Science, Compost Science y Utilization,
Journal of Food Science) o en tcnico-cientficas de carcter ms general
(Plos One, Philosophical Transactions B, Bioprocess Engineering).
En base a sus objetivos, esta literatura se puede clasificar a partir
de dos tipos. Por un lado, las publicaciones que buscan estrategias
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tcnicas y logsticas que permitan reducir el problema de la acumulacin de residuos y mejorar su gestin (e.g. Battistoni et al., 2007;
Lundie y Peters, 2005; Hyde et al., 2001; Thassitou y Arvanitoyannis, 2001; Tucker, 2004). Por otro, aquellos que plantean utilizar el
residuo alimentario (no exclusivamente el alimento desperdiciado)
como materia prima. En relacin a estas segundas, la inventiva para
dar utilidad este subproducto es prdiga. Si bien sobresale quienes
lo consideran un producto apropiado para la generacin de recursos
energticos como el hidrgeno (e.g. Guo et al., 2010; Kim, Han y
Shin 2004; Shin y Youn 2005), el biogs (e.g. El-Mashad y Zhang
2010; Kroyer 1991; Lee et al 2009) o la electricidad (e.g. Kathirvale
et al., 2004), tambin se plantea su utilidad para fabricar elementos
bsicos en procesos qumicos e industriales (e.g. Rosales Rosales, Rodrguez Couto y Sanromn, 2002), elaborar ingredientes alimentarios
(e.g. Oreopoulou y Russ 2007) o producir pienso animal (e.g. Fan et
al., 2000; Myers et al., 1999; Westendorf et al., 1998, 2000). Pero su
uso como compost es el que parece tener una mayor aceptacin (e.g.
Arancon et al., 2004; Arancon et al., 2005; Lee et al., 2004; Sullivan
et al., 2002; Wang et al 2003).
La utilidad y oportunidad de este tipo de investigacin es patente,
porque no suelen centrarse exclusivamente en el alimento desperdiciado,
sino tambin en los residuos propios del proceso agroalimentario. Por
ejemplo, el consumo de cucurbitceas como el meln, la sanda o la
calabaza genera ingentes cantidades de residuos orgnicos no comestibles (corteza). La produccin estabulada de ganado porcino produce
una importante acumulacin de purines.
Sin embargo, estos estudios tambin tienen particularidades no
tan alentadoras. Una es que no suelen plantearse que estos residuos
orgnicos tienen, o deberan tener, una aplicacin directa en el ciclo
agrario. Destinarlo a otros menesteres (como la generacin de energa)
puede ahondar en la fractura de nutrientes que caracteriza los suelos
sobre los que se implementan modelos de produccin agroindustriales.
Otro factor es que esta literatura cientfica no ahonda en las causas del
desperdicio de alimentos. Ofrecen soluciones que no inciden en la raz
del problema, sino que buscan enmascarar sus efectos. Se centran en
cmo gestionar o aprovechar los residuos pero sin discernir por qu
se producen. Parecera que el desperdicio de alimentos es un castigo
divino resultado de un pecado original sobre el que nada se puede
hacer, excepto aplicarse a una conducta virtuosa para reducir la pena
que conlleva. En ocasiones, incluso se llega a ver el residuo orgnico
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Soluciones limitadas
Al inicio del captulo nos hemos referido al acercamiento de Kantor
et al. al fenmeno del desperdicio de alimentos en EE UU. Y nos preguntbamos a qu se deba el contraste entre el anlisis del fenmeno
que los autores hacan y las soluciones que proponan. Ahora podemos
responder a la pregunta: su perspectiva reduccionista. Aunque el estudio
enumera acertadamente los eslabones de la cadena agroalimentaria en
los que se produce el desperdicio, no es capaz de revelar la lgica del
fenmeno al no diferenciar entre modelos de produccin y al considerar exclusivamente las prdidas de volmenes de alimentos, pero no
de nutrientes, recursos y energa.
Desde una definicin reduccionista del fenmeno del desperdicio
de alimentos, las soluciones que se proponen son tcnico-cientficas,
logsticas y educativas (sensibilizacin). En ningn caso, polticas (ms
all de algn tipo de sancin o regulacin). Se prescinde de que pueda
existir una poltica pblica que tenga responsabilidades en la regulacin
de las cadenas de produccin, y por tanto den sus excedentes. No se
realiza una crtica a las polticas que subvencionan el incremento de la
competitividad aumentando la produccin por encima del consumo.
Resumiendo, las principales soluciones propuestas son:
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amplio del fenmeno del desperdicio de alimentos, como el que hemos intentando presentar en los captulos anteriores. Y tambin puede
ofrecer una batera de acciones para enfrentarlo.
Propuestas prcticas desde el consumo
Pero donde los espacios construidos desde el consumo crtico han
sido ms eficaces, a la hora de enfrentar el desperdicio de alimentos,
y, sobre todo, de nutrientes, es en el terreno de sus prcticas. Prcticas
que incluyen la sobriedad en la utilizacin de recursos, el respeto a
los ciclos de la naturaleza, y la revaloracin del modelo campesino de
produccin.
Por ejemplo, en nuestras ciudades han surgido pequeos establecimientos minoristas de alimentacin que ofrecen productos campesinos, y en los que la proximidad (kilmetro 0) y la produccin
ecolgica y sostenible son su valor aadido. Camari es una asociacin
ecuatoriana creada en 1981 con el objetivo de favorecer la comercializacin campesina. Actualmente posee una red de ms de 50 tiendas
repartidas por zonas urbanas del pas y es un referente en la venta de
productos orgnicos de proximidad.3 En 2011 Camari comercializ ms
de 3.650.000 dlares de productos campesinos agrarios y artesanales
(GSFEPP, 2012). En Barcelona, jvenes campesinos abrieron una tienda
(Temps de Terra) para comercializar los productos de su finca situada
en La Vall de Cabiscol (Amposta, Tarragona), gestionada en base a
principios agroecolgicos. Al poco tiempo abrieron una segunda, ante
el buen funcionamiento de la inicial.4 En Xixn (Asturias), la ONG Picu
Rabicu tiene abierta una tienda que inicialmente era solo de comercio
justo, pero a la que han ido surtiendo con productos campesinos locales
a partir de una visin amplia del consumo responsable, que asume, los
principios de la soberana alimentaria (Posada, 2011). Por otra parte,
tambin se multiplican las tiendas que asumen los principios del movimiento Slow Food, y que ponen a la venta productos artesanales de
alimentacin (quesos, vinos y licores, embutidos, etc.) elaborados por
pequeos campesinos y/o productores rurales (Petrini, 2003).
Estos pequeos comercios recuperan el papel las tradicionales tiendas de alimentacin de barrio, establecimientos en vas de extincin
por las estrategias de expansin de las grandes superficies (Montagut
3. http://www.camari.org/.
4. http://tempsdeterra.com/.
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5. http://www.ecoconsum.org/.
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amplios solares libres, ofrecan la posibilidad de desarrollar una agricultura urbana que adems de hacer uso de recursos locales (suelo y
desechos orgnicos urbanos), permita reducir los costes de transporte.
En 1995, a los pocos aos de iniciarse el llamado Perodo Especial,
ya existan 1.613 organopnicos (pequeas fincas en solares urbanos)
y 26.604 huertos comunitarios en zonas periurbanas, que contribuan
significativamente a la seguridad alimentaria del pas (Funes Monzote,
2011). En Quito existen 2.114 huertos urbanos y 664 microinvernaderos, entre personales y comunitarios, impulsados y apoyados por la
Agencia Metropolitana de Promocin Econmica de la Municipalidad,
que benefician a unas 46.000 personas.9 En Ciudad de Mxico, la
crianza de animales de granja en el traspatio est generalizada entre la
poblacin de escasos recursos y origen campesino (migrantes rurales).
La alimentacin ofrecida a los animales es obtenida de diversas fuentes:
desperdicios orgnicos de la Central de Abasto, panificadoras, cerveceras y restaurantes, y de los hogares. Y los residuos generados (excretas
y la cama de los animales) son enviados a Milpa Alta, una regin rural
periurbana de Mxico DF, donde son empleados como abono en el
cultivo del nopal (Zamudio et al., 2004).
De la misma forma que sucede con el autoabastecimiento campesino, los huertos urbanos y la permacultura convierten al consumidor
en productor, lo que reduce el circuito agroalimentario a su mnima
expresin. Y ello posibilita, al menos en la teora, un ajuste perfecto
entre alimento cosechado y alimento consumido. Adems, favorecen
la reutilizacin directa de desechos orgnicos en forma de compost; es
decir, reincorporan con eficacia los nutrientes en el ciclo productivo.
Una visin poltica
Pero ms all de estas propuestas de carcter prctico, una perspectiva
amplia del fenmeno del desperdicio de alimentos obliga a reclamar
soluciones de orden poltico. Porque la opcin por un modelo agrario
u otro es una decisin poltica. El anlisis sincrnico de la agricultura
(la que defienden los estudios rurales, la agroecologa o la ecologa
poltica, as como los movimientos sociales que adoptan la soberana
alimentaria como bandera) evidencia que las polticas institucionales
siempre apoyan a un modelo de produccin en detrimento de otro;
por lo general, el agroindustrial sobre el campesino. Sin embargo la
9. http://permaculturaecuador.blogspot.com.es/.
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comunes, sin tener en cuenta las especificidades de los diferentes mercados nacionales y regionales. En conclusin, la constitucin europea
deba impulsar polticas productivistas y facilitar la apertura de los
mercados intracomunitarios, en consonancia con la PAC (que ya analizamos en captulos anteriores) y los principios de libertad econmica
neoliberales.
Prioridad a la productividad y mercados abiertos: el entorno favorable para el desarrollo del modelo agroindustrial, el que genera ms
desperdicio de alimentos. La anttesis del que sera el contexto ms
adecuado al modelo campesino y a los principios propugnados por el
paradigma de la soberana alimentaria: una poltica pblica que valorara la eficiencia en el uso de los recursos y la calidad del producto
agrario por encima del volumen producido, y que tuviera en cuenta
las diferencias de los mercados locales/regionales en base a las distintas
caractersticas y costos de produccin de cada agrosistema. Aunque la
Unin Europea plante acciones dirigidas a luchar contra el desperdicio
de alimentos, aunque el Parlamento de Estrasburgo apruebe resoluciones destinadas a reducir los volmenes de comida desechada, su alcance
ser escaso mientras siga amparando al sector agroindustrial mediante
normativas y subvenciones.
La Coordinadora Europea de La Va Campesina tiene un planteamiento enfrentado a esta poltica, al constatar que:
Las crisis sectoriales agrcolas de los ltimos aos han dejado claro
que si no se regulan la produccin y los mercados, si no contamos
con instrumentos para impedir los excedentes estructurales o la
escasez, no es posible estabilizar los mercados.
Y que, por tanto, la PAC debera tener como una de sus prioridades
la regulacin de los volmenes producidos prohibiendo cualquier forma
de dumping o controlando las polticas que impulsan la exportacin
indiscriminada a bajo precio (Coordinadora Europea de La Va Campesina, 2011).
Ecuador y Bolivia iniciaron a mediados de la primera dcada del siglo un proceso de cambio poltico de carcter antineoliberal que recibi
el apoyo de amplios sectores de los movimientos campesinos e indgenas. Estos movimientos sociales, fuertemente estructurados e influyentes
en el proceso, tienen una agenda propia: la Soberana Alimentaria. En
ambos pases, como un elemento que certificaba e impulsaba el giro
poltico, se abrieron procesos constituyentes que culminaron en la apro115
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Aunque, como veremos ms adelante, el Banco de Alimentos gestiona una parte de frutas y verduras, gracias a las subvenciones de la Unin
Europea, que introduce en la canasta por la necesidad de eliminar excedentes. Sin embargo, que los excedentes, fruto de la mala planificacin,
coincidan con las necesidades nutricionales de consumidores pobres es
muy difcil. Adems son donaciones centralizadas, y, por tanto, incapaces
de adecuarse a las necesidades que se expresan de forma descentralizada y
diversa. Es por ello que a pesar de que los porcentajes que presentan en
sus paginas web pueda aparecer que los Bancos de Alimentos alcanzan
un cierto equilibrio entre los productos envasados y frescos, no es ms
que un equilibrio virtual.Las habituales llamadas entre entidades receptoras de donaciones del Banco de Alimentos, para intentar colocar
aquellos productos excedentes (sobre todo pastas y cereales elaborados),
son un sntoma de los problemas que generan la llegada de nuevas entregas que incluyen alimentos que ni se necesitan ni se han pedido, y
que, sin embargo, no se pueden rechazar, ya que se correra el riesgo de
perder una donacin que incluye alimentos que s se requieren.
El resultado es que en el Estado espaol, donde el empobrecimiento
genera un problema de malnutricin por dietas con exceso de hidratos
de carbono y escaso en productos frescos (Antentas y Vivas, 2014), el
Banco de Alimentos proporciona el tipo de alimentos que la dieta
tiene en exceso y no suministra los alimentos que haran falta para
equilibrarla. En situaciones de desastres naturales o guerras pueden
ser tiles estructuras logsticas capaces de distribuir gran cantidad de
caloras sin preocuparse mucho del equilibrio nutricional, pues busca
incidir en una situacin de extrema urgencia y de (se supone) corta
duracin. Nada que ver con lo que hoy se necesita para combatir el
empobrecimiento alimentario en el Estado espaol.
FESBAL,
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2. http://www.bancodealimentos.es/.
3. Datos obtenidos de la web oficial del Fondo Espaol de Garanta Agraria: http:
//www.fega.es/PwfGcp/es/.
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dos elementos bsicos para combatir, ms all de la emergencia, la pobreza y las carencias alimentarias que conlleva. Esto se lograra si se destinara
esos 81,11 millones de euros anuales a un sistema de compras pblicas
descentralizado y que tuviera como proveedores pequeos o medianos
productores y distribuidores. Por otra parte, este sistema de compra hipercentralizado ha de destinar 3,4 millones del dinero que obtiene de la
subvencin en transporte (casi un 7% de los 81,11 millones otorgados
por la UE en 2012), y otros 2,5 millones en gestin y almacenaje.4
La mayor parte de los productos que manejan los Bancos de Alimentos, por tanto, no proceden de las donaciones de particulares,
sino de esos fondos FEGA que gestionan ayudas de la UE. La segunda
son las organizaciones de productores de frutas y verduras. Veamos de
dnde salen estas partidas. La PAC permite que un tercio de los fondos que destina a subvencionar a estas organizaciones se destine a las
denominadas medidas de prevencin y gestin de crisis. A travs de
estas medidas la UE subvenciona la retirada de frutas y verduras, que
la propias organizaciones de productores consideran excedentes, hasta
alcanzar un 100% de su costo (siempre que no excedan del 5% de lo
facturado). Adems subvenciona tambin los gastos de manipulado,
envasado y transporte.
Por tanto, la mayor parte de los alimentos que distribuyen los Bancos de Alimentos provienen de fondos publicos. Pero ms all de lo
que se haga con el alimento adquirido, son fondos pblicos que se
destinan a comprar a grandes productores y a la agroindustria... como
ya hemos visto, son los principales agentes causantes del desperdicio
de alimentos.
Se puede argumentar que el Banco de Alimentos no es responsables de las prcticas de las empresas y de las polticas pblicas que
generan o facilitan el desperdicio de alimentos. Pero no se puede negar
que con su trabajo dan por buenas tales prcticas y polticas. Esto es as
hasta el punto de que las empresas que desperdician alimentos reclamen
desgravaciones fiscales solo por ceder alimentos que han desperdiciado.5 Tal vez sera ms eficiente penalizar el desperdicio hasta reducirlo
a niveles tcnicamente inevitables... pero la propuesta del Banco de
Alimentos es, sin embargo, premiarlo con exenciones tributarias.
4. Datos obtenidos de la web oficial del Fondo Espaol de Garanta Agraria: http:
//www.fega.es/PwfGcp/es/.
5. http://www.bancoalimentosnavarra.org/Joomla/index.php/donaciones/137
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Otras opciones
La crisis espaola ha impulsado una sociedad sensible a los problemas
de sus conciudadanos y con deseos de actuar en contra de la pobreza
alimentaria. Miles de activistas, desprovistos de intereses mercantiles,
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CONCLUSIONES
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