Immanuel Wallerstain, Conocer El Mundo Saber El Mundo PDF
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siglo
veintiuno
editores
CONOCER EL MUNDO,
SABER EL MUNDO:
EL FIN DE LO APRENDIDO
Una ciencia social para el siglo xxi
por
IMMANUEL WALLERSTEIN
arL H-e,2
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s i g l o xxi e d i t o r e s ,
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NDICE
PREFACIO
INCERTIDUMBRE Y CREATIVIDAD.
Premisas y conclusiones
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2 . EL CNA Y SUDFRICA
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4 . ESTADOS? SOBERANA?
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No hay salida
6 . LIBERALISMO Y DEMOCRACIA
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Hermanos enemigos?
7 . INTEGRACIN A QU? MARGINACIN DE QU?
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8 . CAMBIO SOCIAL?
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NDICE
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y
a don Pablo Gonzlez Casanova
p orque el trabajo de toda su vida ha sido un intento
de p o n er la ciencia social
al servicio de un m undo ms dem ocrtico,
y nos ha inspirado a todos
PREFACIO
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INCERTIDUMBRE Y CREATIVIDAD
Premisas y conclusiones*
Creo que la prim era m itad del siglo xxi ser m ucho ms difcil, ms
inquietante y sin em bargo ms abierta que todo lo que hem os cono
cido en el siglo XX. Digo esto basado en tres premisas, ninguna de
las cuales tengo tiem po de defender aqu. La p rim era es que los sis
temas histricos, igual que todos los sistemas, tienen vidas finitas.
Tienen un comienzo, un largo desarrollo y finalm ente, a m edida
que se apartan del equilibrio y llegan a puntos de bifurcacin, un
deceso. La segunda prem isa es que en esos puntos de bifurcacin
seguram ente ocurren dos cosas: inputs pequeos tienen grandes
efectos (al revs de los tiem pos de desarrollo norm al de un sistema,
en que grandes inputs tienen efectos pequeos); y el resultado de
esas bifurcaciones es intrnsecam ente indeterm inado.
La tercera prem isa es que el m oderno sistema m undial, como sis
tem a histrico, ha entrado en una crisis term inal y dentro de cin
cuenta aos es poco probable que exista. Sin em bargo, como el de
senlace es incierto, no sabemos si el sistema (o los sistemas)
resultante ser m ejor o peor que ste en el que ahora vivimos, aun
que s sabemos que el periodo de transicin ser una poca de tre
m endas perturbaciones, porque lo que se ju e g a en la transicin es
m ucho y porque la capacidad de pequeos inputs p ara afectar el re
sultado es muy grande.
M uchos piensan que el derru m b e de los com unism os en 1989
marca un g ran triunfo del liberalism o. Yo creo que ms bien marca
la cada definitiva del liberalism o como cultura geopoltica definitoria de nuestro sistema m undial. El liberalism o esencialm ente pro
m eta que las desigualdades del sistema m undial y la polarizacin
aguda se atenuaran p o r m edio de reform as graduales. La ilusin
de que eso era posible dentro del marco del m o derno sistema m un
dial ha sido en realidad un gran elem ento estabilizador, puesto que
legitim aba a los estados a los ojos de sus poblaciones y les prom eta
* Conferencia pronunciada en Foro 2000: Inquietudes y esperanzas en el um bral
del nuevo m ilenio, Praga, 3-6 de septiem bre de 1997.
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INCERTIDUMBRE Y CREATIVIDAD
INCERTIDUMBRE Y CREATIVIDAD
INCERTIDUMBRE Y CREATIVIDAD
I
EL MUNDO DEL CAPITALISMO
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ciones de vida eran generalm ente terribles, cre una nueva fuerza
poltica form ada por personas que en su mayora estaban excluidas
de los beneficios del crecim iento econm ico. Sufran econm ica
mente, estaban excluidos socialmente y no tenan ninguna partici
pacin en los procesos polticos, ni en el nivel nacional ni en el lo
cal. C uando Marx y Engels dijeron: Trabajadores de todos los
pases, unios; no tenis nada que p erd er ms que vuestras cadenas,
se referan y se dirigan a ese grupo.
Entre 1848 y 1917 ocu rriero n en Europa dos cosas que afectaron
esa situacin. Prim ero, los dirigentes polticos de los diferentes esta
dos em pezaron a aplicar un program a de reform a, reform a racional,
destinado a responder a las quejas de ese grupo, paliar sus sufri
mientos y calm ar su sentim iento de enajenacin. Program as de este
tipo se aplicaron en la mayora de los estados europeos, aunque a
diferente ritm o y en diferentes m om entos. (Incluyo en mi definicin
de Europa a los principales estados colonizados po r blancos: Esta
dos Unidos, Canad, Australia y Nueva Zelanda).
Esos program as de reform a tenan tres com ponentes principales.
El prim ero era el sufragio, que fue introducido con cautela pero cu
ya cobertura se fue expandiendo incesantem ente: ms tarde o ms
tem prano se otorg a todos los hom bres adultos (y ms tarde tam
bin a las mujeres) el derecho a votar. La segunda reform a consisti
en legislacin correctiva sobre los lugares de trabajo ms beneficios
redistributivos, lo que despus llegaramos a llamar estado de bie
nestar. La tercera reform a, si es que reform a es la palabra correc
ta, fue la creacin de identidades nacionales, en gran parte a travs
de la educacin prim aria obligatoria y el servicio m ilitar universal
(para los hombres).
Esos tres elementos juntos participacin poltica a travs del voto,
intervencin del estado para reducir las consecuencias polarizadoras
de las relaciones del mercado sin control y una lealtad nacional unificadora ms all de las clases constituyen el soporte, y de hecho en
realidad la definicin, del estado liberal, que para 1914 haba llegado
a ser la norm a y en parte la prctica paneuropea. Despus de 1848, las
diferencias existentes antes de 1848 entre las fuerzas polticas llama
das liberales y las llamadas conservadoras se redujeron radicalmente,
al tiem po que tendan a concordar con respecto a los mritos de un
program a de reforma, aunque desde luego siguieron discutiendo so
bre la velocidad de las reformas y el grado en que sera til preservar
la veneracin de smbolos y autoridades tradicionales.
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bien creo que fue una especie de reaccin inm ediata, casi instintiva,
acorde con sus prejuicios ideolgicos.
Lo que ocurri a continuacin fue reflexin racional. Los bol
cheviques se encontraban en una g u e rra civil m ilitarm ente difcil y
tem ieron que dejar ir significara la creacin de regm enes activa
m ente hostiles en sus fronteras. Q ueran ganar la g u erra civil, y de
cidieron que eso requera reconquistar el im perio. Para Finlandia y
Polonia result ser dem asiado tarde, pero para U crania y el Cucaso no. Y as fue com o, de los tres grandes im perios m ultinacionales
que existan en Europa en el m om ento de la p rim era g u erra m un
dial el austro-hngaro, el otom ano y el rusoslo el im perio ruso
sobrevivi, p o r lo menos hasta 1991. Y as fue com o el p rim er rgi
m en marxista-leninista se convirti en un rgim en im perial ruso, el
sucesor del rgim en im perial zarista.
El segundo punto de inflexin fue el C ongreso de los Pueblos
del Este en Bak en 1921. Enfrentados a la realidad de que la tan es
p erada revolucin alem ana no se iba a producir, los bolcheviques se
volvieron hacia adentro y hacia el este. Se volvieron hacia adentro
en la m edida en que ahora proclam aron una nueva doctrina, la de
la construccin del socialismo en u n solo pas. Y hacia el este en la
m edida en que el congreso de Bak desplaz el nfasis de los bol
cheviques en el sistema m undial de una revolucin del proletariado
en los pases altam ente industrializados a la lucha antim perialista en
los pases coloniales y semicoloniales del m undo. Ambos parecan
virajes pragm ticos sensatos. Y am bos tuvieron enorm es conse
cuencias para la dom esticacin del leninism o com o ideologa revo
lucionaria m undial.
Volverse hacia dentro signific concentrarse en volver a consoli
dar el estado y el im perio rusos com o estructuras estatales y p ro p o
n er un program a para alcanzar econm icam ente, a travs de la in
dustrializacin, a los pases de la zona central. Volverse hacia el este
era adm itir im plcitam ente (todava no explcitamente) la virtual im
posibilidad de la insurreccin de los trabajadores en la zona central.
Adems era unirse a la lucha po r la autodeterm inacin de las nacio
nes de W ilson (bajo la b an d era ms vistosa del antim perialism o).
Esos cambios en sus objetivos hicieron que el rgim en sovitico re
sultara m ucho m enos intolerable p ara las dirigencias polticas de los
pases occidentales que su posicin anterior, y echaron las bases pa
ra una posible entente geopoltica.
Esto condujo lgicamente al siguiente viraje, que lleg al ao si
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por lo menos para nuestros hijos. Eso fue lo que hizo al estado libe
ral plausible y aceptable como estructura poltica. Actualmente el
m undo ha perdido esa fe, y con ella perdi su estabilizador esencial.
Esa prdida de fe en la reform a inevitable es lo que explica el
gran viraje en contra del estado que vemos p o r todas partes hoy. En
realidad el estado nunca le gust a nadie, pero la g ran mayora ha
ba perm itido que su p o d er creciera cada vez ms p orque vean al
estado como m ediador de la reforma. Pero si no puede cum plir esa
funcin, para qu so p o rtar al estado? Pero si no tenem os un esta
do fuerte, quin proveer la seguridad cotidiana? La respuesta es
que tendrem os que proveerla nosotros, p o r nosotros mismos. Y es
to pone al m undo colectivamente de vuelta en el p eriodo de los ini
cios del m o d ern o sistem a m undial. Fue p ara salir de la necesidad de
construir nuestra propia seguridad local p ara lo que em prendim os
la construccin del sistema de estados m oderno.
Y un ltim o cam bio, no tan pequeo. Se llama dem ocratizacin.
Todo el m undo habla de l y yo creo que en realidad est ocurrien
do. Sin em bargo la dem ocratizacin no va a reducir el g ran desor
den, sino a aum entarlo. Porque para la mayora de la gente la dem o
cratizacin se traduce en prim er trm ino en la dem anda de tres
cosas com o derechos iguales: un ingreso razonable (un em pleo y
despus u na pensin), acceso a la educacin p ara los hijos y aten
cin m dica adecuada. En la m edida en que haya dem ocratizacin,
la gente insistir no slo en tener esas tres cosas, sino en elevar pe
ridicam ente el m nim o aceptable de cada una. Pero tener esas tres
cosas, en el nivel que el pueblo dem anda cada da, es increblem en
te costoso hasta p ara los pases ricos, no digam os Rusia, China, la
India. La nica m anera de que todos puedan realm ente tener ms de
esas cosas es ten er un sistema de distribucin de los recursos del
m undo radicalm ente diferente del que tenem os hoy.
Entonces cm o le llamaremos a este tercer fantasma? El fantas
ma de la desintegracin de las estructuras estatales, en las que el
pueblo ya no confa? El espectro de la dem ocratizacin y la dem an
da de un sistem a de distribucin radicalm ente diferente? Los prxi
mos veinticinco-cincuenta aos sern un largo debate poltico sobre
cmo m anejar a este nuevo fantasma. No es posible predecir el de
senlace de ese debate poltico m undial, que ser una lucha poltica
m undial. Lo que est claro es que la responsabilidad de los cientfi
cos sociales consiste en ayudar a aclarar las opciones histricas que
tenem os delante.
2. EL CNA Y SUDFRICA
Pasado y futuro de Los movimientos de liberacin en el sistema mundial*
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m ediano plazo. Por lo m enos era com partida p o r todos los movi
mientos que llegaron a ser im portantes polticam ente. Los movi
mientos triunfantes, los movimientos dom inantes, crean todos en
lo que nosotros llamamos la estrategia en dos tiempos: prim ero al
canzar el poder poltico, despus transform ar el m undo. La expre
sin ms jugosa de ese lema com n es la de Kwame N khrum ah:
Buscad prim ero el reino poltico y todo lo dem s os ser dado po r
aadidura. sa fue la estrategia seguida p o r los movimientos socia
listas que centraban su retrica en la clase trabajadora, p o r los m o
vimientos etnonacionales que centraban la retrica en los que com
partan una herencia com n, y tam bin p o r los movimientos
nacionalistas que utilizaban la ciudadana y la residencia com unes
com o rasgo definitorio de su nacin.
Es a esta ltima variedad a la que hem os dado el nom bre de m o
vimientos de liberacin nacional. La quintaesencia de esos movi
mientos, y el ms antiguo de ellos adem s, es el Congreso Nacional
Indio, fundado en 1885 y existente (por lo m enos nom inalm ente)
hasta hoy. C uando se fund el CNA en 1912 se llam Congreso Na
cional Nativo Sudafricano, adaptando el nom bre del m ovimiento in
dio. Desde luego el Congreso N acional Indio tena una caractersti
ca que pocos movimientos com partan: d urante los ms difciles y
ms im portantes aos de su historia fue orientado po r M ahatm a
Gandhi, que haba elaborado una visin del m undo y una tctica
poltica de resistencia no violenta, satyagraha. De hecho elabor esa
tctica originalm ente en Sudfrica y despus la traslad a la India.
Se puede discutir por mucho tiem po si la lucha india triunf gra
cias a satyagraha, o a pesar de satyagraha. Lo que est claro es que la
independencia de la India en 1947 fue un acontecimiento simblico
de prim era m agnitud para el sistema mundial. Simbolizaba tanto el
triunfo de un movimiento de liberacin im portante situado en la co
lonia ms grande del m undo como la garanta implcita de que la des
colonizacin del resto del m undo era polticamente inevitable. Pero
adems simbolizaba que la liberacin nacional, cuando llegaba, llega
ba en una forma m enor que, y diferente de, la que el movimiento ha
ba buscado. La India fue dividida y despus de la independencia vi
nieron terribles matanzas entre induistas y musulmanes. Y Gandhi
fue asesinado por alguien definido como induista extremista.
Los veinticinco aos siguientes a la segunda g u erra m undial fue
ron extraordinarios en muchos aspectos. Por un lado representaron
el periodo de clara hegemona de Estados Unidos en el sistema mun
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C ontra ese ataque masivo, cada uno de los m ovimientos que ini
cialm ente eran casi siem pre obra de grupos pequeos trataba de
movilizar apoyo masivo y de canalizar el descontento y la inquietud
de las masas. Sin duda los movimientos evocaban temas y hacan
anlisis que resonaban bien dentro de la masa de la poblacin; sin
embargo, la movilizacin poltica efectiva era u n a tarea ardua y
prolongada. La mayora de la gente vive da a da y no quiere m eter
se p o r el peligroso cam ino de desafiar a la autoridad. M uchos estn
dispuestos a aplaudir calladam ente las acciones de los valientes y los
osados, pero esperan a ver si otros iguales a ellos se u n en al movi
miento para apoyarlo activamente.
Qu es lo que moviliza el apoyo masivo? No se puede decir que
sea el grado de opresin. Ante todo, ste suele ser una constante y
p o r consiguiente no explica po r qu las personas que se moviliza
ron en T 2 no se haban movilizado ya en T {. Adems, con m ucha
frecuencia la represin aguda funciona, im pidiendo que los menos
audaces estn dispuestos a participar activamente en el movim ien
to. No, lo que moviliza a las masas no es la opresin, sino la espe
ranza y la certeza la creencia en que el fin de la opresin est cer
ca y en que un m undo m ejor es realm ente posible. Y nada refuerza
esa esperanza y esa certeza tanto com o el xito. La larga m archa de
los m ovimientos antisistmicos ha sido com o una p ied ra que rueda:
fue adquiriendo im pulso con el tiem po. Y el mayor argum ento que
cualquier movim iento poda utilizar para movilizar apoyo era el xi
to de otros m ovimientos que parecan com parables y razonablem en
te cercanos en geografa y cultura.
Desde este punto de vista, el gran debate interno de los movi
mientos reform a contra revolucin no fue un debate. Las tcti
cas reform istas alim entaron las tcticas revolucionarias, a condicin
nicam ente de que funcionaran, en el sentido muy simple de que el
resultado de cualquier esfuerzo en particular fuese aplaudido p o r el
sentim iento de las masas (distinto del sentim iento de los dirigentes
y los cuadros). Y eso porque cualquier triunfo movilizaba apoyo m a
sivo para acciones ulteriores, m ientras todava no se haba alcanza
do el objetivo prim ario del p o d er estatal.
Los debates sobre qu era mejor, si reform a o revolucin, esta
ban envueltos p o r pasiones enorm es. Pero eran pasiones que divi
dan a un pequeo g ru p o de estategas polticos. Por supuesto, esos
estrategas crean que las diferencias de tctica eran im portantes,
tanto a corto plazo (eficacia) com o a m ediano (resultado final). No
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La fe, como todos sabemos, est sujeta a dudas. Las dudas sobre
los movimientos fueron alimentadas po r dos fuentes. Una fuente fue
ron los pecados de la N omenklatura. Movimientos en el poder signi
fica cuadros en el poder. Y los cuadros son humanos. Ellos tambin
desean la buena vida y con frecuencia son menos pacientes que la ma
sa de la poblacin para alcanzarla. En consecuencia, la corrupcin, la
arrogancia y la mezquindad opresiva han sido prcticam ente inevita
bles, especialmente a m edida que se va apagando el fulgor de la ca
tarsis. Con el tiempo los cuadros del nuevo rgim en fueron parecin
dose cada vez ms a los cuadros del Anden Rgime, y de hecho a
m enudo fueron peores. Esto puede haber ocurrido en cinco aos o
puede haber tomado veinticinco, pero ocurri repetidam ente.
Pero y entonces qu, una revolucin contra los revolucionarios?
N unca de inm ediato. El mismo letargo que haba hecho que movili
zar a la masa de la poblacin contra el Anden Rgime fuera un pro
ceso tan lento oper aqu tambin. Hace falta algo ms que los pe
cados de la N om enklatura para d erro tar a un m ovimiento en el
poder. Hace falta un colapso com pleto de la econom a com binado
con el colapso de la certeza de que la piedra rodante sigue rodan
do. Una vez que eso ocurre tenem os el fin de la Mera posrevolucio
naria, tal como se ha dado recientem ente en Rusia, en Argelia y en
m uchos otros pases.
Volvamos de nuevo los ojos hacia la p iedra rodante m undial, el
proceso en el sistema m undial en su conjunto. Ya he hablado de la
larga lucha cuesta arriba de los m ovimientos de 1870 a 1945, y su
repentino avance en todo el m undo de 1945 a 1970. Ese repentino
avance provoc un triunfalism o considerable, fue em briagador y
fue lo gue sostuvo a los movimientos en las zonas ms difciles, co
m o el Africa austral. Sin em bargo, el problem a ms gran d e que los
m ovimientos han tenido que enfrentar fue su xito, no tanto sus
triunfos individuales, sino su xito colectivo m undial. C uando los
movimientos en el p o d er enfrentaban descontento interno debido a
su desem peo m enos que perfecto, siem pre podan utilizar el argu
m ento de que sus dificultades derivaban en g ran parte de la hostili
dad de poderosas fuerzas externas, y ese argum ento era en buena
m edida cierto. Pero cuando hubo ms y ms movimientos en el po
d er en ms y ms pases, y cuando los propios m ovimientos estaban
usando ese aum ento de su fuerza colectiva com o argum ento, la atri
bucin de sus dificultades presentes a la hostilidad externa em pez
a parecer menos coherente. Por lo m enos pareca contradecir la te-
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o im poner la internalizacin de los costos. Pero im p o n e rla intemalizacin de los costos am enaza seriam ente la capacidad de acum ular
capital.
La tercera tendencia negativa p a ra los capitalistas es la dem ocra
tizacin del m undo. Ya hem os m encionado el p ro g ram a de conce
siones iniciado en la zona europea en el siglo XIX, que en estos das
llamam os genricam ente estado de bienestar. Eso incluye gastos en
un salario social: dinero p ara los nios y los ancianos, instalaciones
de salud y de educacin. Esto p u d o funcionar p o r m ucho tiem po
p o r una razn: al principio los recipientes tenan dem andas m odes
tas, y slo los trabajadores europeos reciban ese salario social. Hoy
los trabajadores de todas partes lo esperan, y el nivel de sus dem an
das es significativamente ms alto que hace cincuenta aos. Por l
tim o ese dinero slo puede provenir de la dism inucin de la acum u
lacin de capital. La dem ocratizacin no es ni nunca ha sido de
inters para los capitalistas.
El cuarto factor es la inversin de la tendencia en el p o d er esta
tal. D urante cuatrocientos aos los estados han ido aum entando su
poder, tanto interna com o externam ente, com o m ecanismos de
ajuste del sistema m undial. Eso ha sido absolutam ente crucial para
el capital, a pesar de su retrica antiestatal. Los estados han asegu
rad o el orden, pero tambin, e igualm ente im portante, han asegu
rado los m onopolios, que son el nico cam ino que existe para la
acum ulacin de capital en serio.3
Pero los estados ya no pueden cum plir su funcin com o mecanis
mos de ajuste. La dem ocratizacin del m undo y la crisis ecolgica
han cargado con un nivel im posible de dem andas a las estructuras
estatales, que estn todas padeciendo u n a crisis fiscal. Pero si pa
ra enfrentar la crisis fiscal reducen sus gastos, tam bin reducen su
capacidad de ajustar el sistema. Es un crculo vicioso, en el que ca
da fracaso del estado produce m enos disposicin a confiarle tareas,
y por lo tanto una rebelin im positiva genrica. Pero a m edida que
el estado es cada vez m enos solvente, cada vez puede desem pear
sus tareas actuales menos bien. Ya hem os en trad o en esa espiral.
Es aqu donde entra el fracaso de los m ovimientos. H an sido los
movimientos, ms que ninguna o tra cosa, los que de hecho han sos
tenido polticam ente a los estados, sobre todo despus de que lle
3 Vase Fernand Braudel, Civilizacin material, economa y capitalismo: siglos 15-18,
3 vols., Madrid, Alianza, 1984.
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mayor parte de la industrializacin de las zonas perifricas y semiperifricas ha sido una industrializacin de segunda m ano, el des
plazamiento de la antigua zona nuclear a otras zonas de actividades
que ya no podan generar tasas de beneficio muy altas. As ocurri,
p o r ejemplo, con la produccin de acero, p o r no hablar de la textil,
que a fines del siglo xvm era una de las prim eras. Y as ocurre tam
bin en los aspectos ms rutinarios del sector de servicios.
El juego capitalista de saltar de una actividad a o tra en busca de
sectores relativamente m onopolizables y altam ente rentables no ha
term inado. M ientras tanto, la polarizacin econm ica y social gene
ral no slo no ha dism inuido sino que se ha venido intensificando
rpidam ente. Por rpido que co rran los pases o las regiones llama
dos subdesarrollados, los otros corren ms rpido. Desde luego al
gunos pases o regiones individuales pueden cam biar de posicin,
pero el ascenso de uno siem pre ha significado la declinacin relati
va de otro, para m antener aproxim adam ente los mismos porcenta
jes en las distintas zonas de la econom a m undial.
El efecto inm ediato de la fase B de K ondratieff se sinti con ms
fuerza en las reas ms indefensas, com o frica. Pero tam bin se
sinti severamente en A m rica Latina, el m edio O riente, E uropa
central y oriental, la ex URSS y Asia m eridional. Incluso se sinti,
aunque con m ucho m en o r severidad, en N orteam rica y Europa oc
cidental. La nica zona que sustancialm ente escap al efecto nega
tivo fue Asia oriental. Por supuesto, cuando se dice que una regin
geogrfica fue afectada negativam ente eso no significa que todos
los habitantes hayan sido afectados en la m ism a m edida. En absolu
to. Dentro de cada una de esas reas aum ent la polarizacin, lo que
quiere decir que aun en esas reas la fase B de K ondratieff fue muy
positiva para una m inora de la poblacin en trm inos de sus ingre
sos y posibilidades de acum ulacin de capital, pero no p ara la ma
yora. De nuevo, Asia oriental, o p o r lo m enos partes de Asia orien
tal, han sufrido m enos ese aum ento de la polarizacin interna.
M editemos sobre las consecuencias polticas de las dificultades
de la econom a-m undo en el periodo 1970-1995. A nte todo, y sobre
todo, signific el grave descrdito de la Vieja Izquierda, los antiguos
movimientos antisistmicos: los movimientos de liberacin nacional
en el m undo antes colonial, los m ovimientos populistas en A m rica
Latina, pero tam bin los partidos com unistas de E uropa (oriental y
occidental) y los movimientos socialdem cratas/laboristas de Euro
pa occidental y N orteam rica. La mayora de ellos sintieron que pa
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CODA
LA LLAMADA CRISIS ASITICA
Geopoltica en la longue dure*
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p o r alguna razn (que sugerir ms adelante) la regin Asia oriental-sudoriental del sistema m undial fue la principal beneficiarla de
la reubicacin causada p o r el viraje hacia abajo del ciclo de Kondratieff. Esto significa que, a diferencia de otras zonas de la periferia y
sem iperiferia, los pases de esa regin tuvieron u n g ran impulso de
crecim iento y aparentem ente prosperaron, hasta que los alcanzaron
los efectos del viraje hacia abajo. En este sentido, lo ocu rrid o no tie
ne nada de desusado ni de inesperado, aunque desde luego para
apreciar esto tenemos que dejar de lado todas las brillantes explica
ciones de las virtudes de Asia oriental, que ah o ra han dejado su lu
gar a amargos reproches sobre el capitalism o de com pinches. Du
rante los aos setenta y ochenta, Asia oriental hizo exactam ente lo
correcto para atraer la reubicacin de la industria m undial. Lo que
la crisis reciente dem uestra es que aun hacer todo lo correcto es in
suficiente p ara sostener una m ejora fundam ental a largo plazo de la
situacin econm ica relativa de una regin en el sistem a m undial.
Pero hay otro ciclo coyuntural, ms largo que el de Kondratieff.
Es el ciclo de la hegem ona. En el caso actual, ese ciclo se rem onta
no a 1945 sino a alrededor de 1873, y sigue el ascenso y ahora la de
clinacin de la hegem ona de Estados U nidos en el sistema mundial.
Empez con una prolongada com petencia entre Estados Unidos y
A lem ania p o r suceder a G ran Bretaa com o potencia hegemnica.
Esa lucha culm in en la G u erra de Treinta Aos entre los dos riva
les, que du r de 1914 a 1945 y fue ganada p o r Estados Unidos. Si
gui el periodo de verdadera hegem ona, de 1945 a 1967/1973. Pe
ro la verdadera hegem ona no puede durar: su base, que es la
superioridad econm ica productiva, inevitablem ente debe ser mi
nada p o r la entrada de otras potencias en u n a posicin competitiva
fuerte, en este caso Europa occidental y Jap n . La declinacin eco
nm ica relativa de Estados Unidos ha continuado sin interrupcin
desde entonces, lo que beneficia a sus rivales econm icos. Hasta
cierto punto Estados Unidos ha logrado contenerlos polticamente,
sobre todo utilizando la am enaza de la g u erra fra p ara mantener
en lnea a sus aliados, pero esa arm a desapareci con el desplome
de la URSS entre 1989 y 1991.
Por varias razones, en ese periodo Jap n logr obtener resulta
dos an m ejores que los de Europa occidental, en parte porque sus
aparatos econm icos eran ms nuevos (el efecto de Gerschenkron) y en parte porque las em presas estadunidenses parecan estar
ms interesadas en hacer arreglos a largo plazo con Jap n que con
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e l m u n d o d e l c a p it a l is m o
4. ESTADOS? SOBERANA?
Los dilemas de los capitalistas en una poca de transicin*
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Sin embargo, hay algo de validez general en lo que dice Schumpeter, en cuanto el desorden interestatal excesivo o demasiado prolon
gado hace difcil predecir la situacin del m ercado y lleva a la destruc
cin insensata de propiedades. Adems hace imposibles, o po r lo
menos muy difciles, ciertos tipos de transacciones econmicas, al in
terferir con rutas previas de cadenas de mercancas. En suma, si el sis
tema m undial estuviera continuam ente en un estado de guerra
m undial, el capitalismo probablem ente no funcionara muy bien.
Por lo tanto, los estados son necesarios para evitar eso. O ms bien es
necesario tener una potencia hegem nica capaz de instituir cierto
grado de regulacin en el sistema, lo cual aum enta la predecibilidad
y minimiza las prdidas inesperadas. Pero, de nuevo, el orden que im
pone una potencia hegem nica siempre es m ejor para algunos capi
talistas que para otros. La unidad colectiva de las clases capitalistas
no es muy fuerte en ese sentido. Podramos resum ir esto diciendo
que en muchos momentos del tiem po y p ara algunos capitalistas ha
cer la guerra es un gran servicio, aun cuando esto no siempre es cier
to. Desde luego, no quiero sugerir que los capitalistas, individual o
colectivamente, inicien o term inen las guerras. Los capitalistas son
poderosos en una economa-mundo capitalista, pero no lo controlan
todo. En el cuadro de la decisin respecto a las guerras entran otros.
En este punto debem os exam inar la llam ada autonom a de los
estados. Los capitalistas buscan acum ular capital. Los polticos, en
su mayora, buscan principalm ente o b te n er cargos y perm anecer
en ellos. Podram os verlos com o p eq u e o s em presarios que, sin
em bargo, ejercen u n p o d er considerable ms all de su capital
propio. P erm anecer en el cargo es funcin del apoyo apoyo de
ios estratos capitalistas, p o r supuesto, p ero tam bin apoyo de los
estratos populares de ciu dadanos/votantes. Este ltim o apoyo es
el que posibilita la legitim idad m nim a de una estru ctu ra estatal.
Sin esa legitim idad m nim a, p erm an ecer en el cargo tiene un cos
to muy alto y se lim ita la estabilidad a largo plazo de la estructura
estatal.
Qu es lo que legitima a un estado d entro de la economam undo capitalista? Seguram ente no es la equidad de la distribucin
del plusvalor, ni siquiera de la aplicacin de las leyes. Si decimos
que son los mitos que cada estado utiliza acerca de su historia, sus
orgenes o sus especiales virtudes, todava tenem os que preguntar
p o r qu la gente cree esos mitos. No es evidente p o r s mismo que
deban hacerlo. Y en todo caso sabemos que las insurrecciones po-
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sin duda m ucho ms de lo que ese sptim o tena antes, pero estaba
muy lejos de ser una porcin igual del pastel, y p ara los otros seis
sptimos no significaba casi nada.
Dar eso no reduca significativamente las posibilidades de acu
m ular capital p ara los grandes capitalistas, pero logr el objetivo
poltico de detener la ferm entacin revolucionaria a m ediano plazo.
El sptim o que se benefici m aterialm ente estaba en su mayora
agradecido, especialm ente cuando vean las condiciones de los que
haban quedado atrs. (Recurdese la im agen de Tawney de los ta
lentosos que alcanzan la orilla nadando, sin que los disuada el pen
samiento de sus com paeros que se ahogan).1 Lo ms interesante
es la reaccin de los com paeros que se ah o g an : llegaron a inter
pretar la capacidad de los talentosos p ara n ad ar hasta la playa como
prueba de que haba esperanza p ara ellos, lo cual es psicolgica
m ente com prensible, pero analticam ente im prudente.
El liberalismo ofreca el opio de la esperanza y se lo tragaron ente
ro. No fueron los ltimos en tragarlo los dirigentes de los movimien
tos antisistmicos del m undo, que se movan con base en la promesa
de esperanza. A firm aban que iban a alcanzar la buena sociedad m e
diante la revolucin, aunque po r supuesto en realidad queran decir
p o r medio de reformas, que ellos, como especialistas sustitutivos de
los propuestos po r las autoridades presentes, adm inistraran en cuan
to llegaran a controlar las palancas del poder estatal. Supongo que si
uno se est ahogando y alguien le ofrece esperanza, no es irracional
agarrarse a cualquier cosa que le extiendan com o salvavidas. N o es
posible regaar retrospectivamente a las masas populares del m undo
p o r dar su apoyo y su energa m oral a ios mltiples movimientos an
tisistmicos que expresaban sus agravios.
Los que estaban en el poder, enfrentados a m ovimientos antisis
tmicos volubles, vigorosos y denunciatorios, podan reaccionar de
dos m aneras. Si estaban asustados, y con frecuencia lo estaban, po
dan tratar de cortarle la cabeza a lo que vean com o vboras. Pero
com o eran ms bien hidras, los defensores del statu quo ms sofisti
cados com prendieron que hacan falta respuestas ms sutiles, y lle
garon a darse cuenta de que los movimientos antisistm icos de he
cho servan, en una forma perversa, a los intereses del sistema.
Movilizar a las masas significaba canalizar a las masas, y el p o d er es
tatal para los dirigentes tena efectos muy conservadores. Adems
1 R. H. Tawney, Equality, 4a. ed., Londres, George Alien & Unwin, 1952, p. 109.
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esos movimientos, una vez que estaban en el poder, iban ellos mis
mos en contra de las im petuosas dem andas de sus seguidores, y ten
dan a hacerlo con tanta o ms severidad que sus predecesores.
A parte de que el sedante de la esperanza era m ucho ms efectivo
cuando el que lo recom endaba era un lder revolucionario certifica
do. Si el futuro les perteneca, las masas populares razonaban que
podan darse el lujo de esperar un poco, especialm ente si tenan un
estado progresista. Por lo m enos sus hijos heredaran la tierra.
1 de 1968 fue algo ms que un choque m om entneo. El choque
del 68 fue la com prensin de que toda la geocultura del liberalismo,
y en particular la construccin del optim ism o histrico p o r los mo
vimientos antisistmicos estaban contam inados, o ms bien eran un
fraude, y que los hijos de las masas populares no estaban designa
dos para heredar la tierra; en realidad lo ms probable era que sus
hijos estuvieran an p eo r que ellos. Y en consecuencia esas masas
populares em pezaron a abandonar esos movimientos antisistmi
cos, y ms all de los movimientos, todo reform ism o liberal, y po r
lo tanto abandonaron las estructuras estatales com o vehculo para
su m ejoram iento colectivo.
A bandonar un camino de esperanza ya muy recorrido no es algo
que se haga con el corazn alegre. Porque no se sigue que los seis
sptimos de la hum anidad estuvieran dispuestos a aceptar tranqui
lamente su destino como seres hum anos oprim idos y sin posibilida
des de realizarse. Muy al contrario. C uando uno abandona las pro
mesas de esperanza aceptadas, busca otros caminos. El problem a es
que no son tan fciles de encontrar. Pero hay algo peor. Los estados
no ofrecan m ejoram iento a largo plazo para la mayora de las po
blaciones del m undo, pero s ofrecan cierto grado de seguridad a
corto plazo contra la violencia. Sin em bargo, si las poblaciones ya
no legitiman a los estados, tienden a desobedecer a sus policas y a
no pagar sus impuestos. Y en consecuencia los estados tienen menos
capacidad para ofrecer seguridad a corto plazo contra la violencia.
En ese caso los individuos (y las empresas) tienen que volver a la an
tigua solucin de proveer su propia seguridad.
Pero apenas la seguridad privada vuelve a ser un ingrediente so
cial im portante, la confianza en el im perio de la ley tiende a desin
tegrarse, y lo mismo ocurre con la conciencia civil (o cvica). Surgen
(o resurgen) grupos cerrados como nico refugio seguro, y los gru
pos cerrados tienden a ser intolerantes, violentos e inclinados a las
purificaciones zonales. A m edida que la violencia intergrupal au
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Ah est claram ente expuesto. Est muy bien que el m ercado dis
cipline a los estados cuando son arbitrarios, pero si los estados p er
miten que el mismo m ercado discipline a los bancos son irrespon
sables. Una decisin social de m antener el bienestar social es
irresponsable, pero la decisin social de salvar a los bancos no lo es.
Debemos tener siem pre claram ente presente no slo que el m o
nopolio (o la decisin arbitraria) de un hom bre es el veneno de
otro, sino que ios capitalistas dependen de la intervencin de los es
tados en tal m ultitud de formas que cualquier debilitam iento real
de la autoridad estatal es desastrosa para ellos. Lo que hem os veni
do sosteniendo aqu es que la globalizacin de hecho no est afec
tando en form a significativa la capacidad de los estados para fun
cionar, y tam poco es sa la intencin de los grandes capitalistas. Sin
embargo, los estados, po r prim era vez en quinientos aos, van ca
sas de cambio, o a los prolongados dficit pblicos altos afecta realm ente la auto
noma de las autoridades internas (apretando las restricciones a los gobiernos) o si
no es ms bien una fuere i benfica que im pedir males mayores en el futuro (como
la acumulacin de grandes diferencias en las tasas de cambio que darn origen a
traumas financieros con efectos negativos considerables en la esfera real de la eco
noma cuando se produzca la inevitable devaluacin).
3 Henry Kaufman, After Drexel, Wall Street Is H eaded for Darker Days", Interna
tional Herald Tribune, 24-25 de febrero de 1990 (reimpr. del New York Times).
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6. LIBERALISMO Y DEMOCRACIA
Hermanos enemigos?*
Tanto liberalism o com o dem ocracia han sido trm inos esponja. De
ambos se han dado muchas definiciones, con frecuencia contradic
torias. Adems los dos trm inos tienen una relacin am bigua entre
s desde la p rim era m itad del siglo xix, cuando p o r p rim era vez em
pezaron a ser usados en el discurso poltico m oderno. En algunos
usos parecen ser idnticos, o p o r lo m enos su perponerse abundan
temente. En otro usos han sido considerados casi com o opuestos
polares. Yo sostengo que en realidad han sido herm anos enemigos.
En cierto sentido han sido miembros de la m ism a familia, pero han
representado im pulsos en direcciones muy diferentes. Y la rivalidad
fraterna, p o r as decirlo, ha sido intensa. Ir ms all. Digo que hoy
lograr u na relacin razonable entre esos dos impulsos, o conceptos,
o valores, es una tarea poltica esencial, un prerrequisito p ara resol
ver positivam ente lo que anticipo que sern conflictos sociales muy
intensos en el siglo xxi. No es una cuestin de definiciones sino an
te todo y sobre todo de opciones sociales.
Ambos conceptos representan respuestas, respuestas bastante di
ferentes, al m oderno sistema m undial. El m od ern o sistema m undial
es una econom a-m undo capitalista, que se basa en la prioridad de
la acum ulacin interm inable de capital. Ese sistem a es necesaria
m ente desigualitario, en realidad polarizador, tanto econm ica co
mo socialmente. Al mismo tiem po, el propio nfasis en la acum ula
cin tiene u n efecto profundam ente ecualizador, puesto que
cuestiona cualquier estatus obtenido o m antenido con base en cual
quier otro criterio, incluyendo todos los criterios adquiridos a tra
vs de la filiacin. Esa contradiccin ideolgica entre la je ra rq u a y
la igualdad que form a parte de la racionalidad mism a del capitalis
mo ha creado problem as, desde el comienzo, p ara todos los que tie
nen privilegios dentro de ese sistema.
Exam inem os este dilem a desde el punto de vista del actor esen
cial de la econom a-m undo capitalista, el em presario, llam ado a ve* C uarta Conferencia Daalder, Rijksuniversiteit Leiden, Interfacultaire Vakgroep
Politieke W etenschappen, 15 de marzo de 1997.
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plenam ente desarrollado, a esa altura generalm ente con el nom bre
de socialistas. Despus de 1848 el horizonte ideolgico se estabiliz;
habamos llegado a la trinidad de ideologas que han enm arcado la vi
da poltica de los siglos XIX y x x : conservadurism o, liberalismo y so
cialism o/ radicalismo (conocidos tam bin como derecha, centro e iz
quierda). No voy a repetir aqu mi argum entacin acerca de cmo y
p o r qu despus de 1848 el liberalismo obtuvo la supremaca sobre
sus rivales como construccin ideolgica, creando a su alrededor un
consenso que lleg a ser consagrado com o la geocultura del m oder
no sistema m undial y en el proceso convirti tanto al conservaduris
mo como al socialismo en avatares del liberalismo. Tampoco voy a re
petir la argum entacin de que ese consenso se mantuvo firm e hasta
1968, cuando fue nuevamente cuestionado, perm itiendo que tanto el
conservadurism o como el radicalismo reaparecieran como ideologas
distintas.3
Lo que me parece esencial p ara los fines de esta discusin es
com prender que despus de 1848 la preocupacin central de los li
berales dej de ser argum entar en contra del Anden Rgime. Ms
bien su preocupacin central pas a estar en el otro extrem o del es
pectro poltico: cm o enfrentar la creciente dem anda de dem ocra
cia. Las revoluciones de 1848 dem ostraron, p o r p rim era vez, la
energa potencial de una fuerza izquierdista militante, los com ien
zos de u n verdadero movimiento social en las zonas del centro y de
movimientos de liberacin nacional en las zonas ms perifricas. La
fuerza de ese resurgim iento result a terrad o ra p ara los liberales
centristas, y aun cuando todas las revoluciones de 1848 fracasaron
o fueron sofocadas, los liberales estaban decididos a reducir la volu
bilidad de lo que para ellos eran las dem andas dem asiado radicales
y antisistmicas de las clases peligrosas.
Sus esfuerzos en ese sentido se dieron en tres formas. Primero,
en los cincuenta aos siguientes propusieron un program a de con
cesiones que segn pensaban podran satisfacer esas dem andas lo
suficiente para calm ar la situacin, pero en tal form a que las conce
siones no am enazaran la estructura bsica del sistema. Segundo,
rem plazaron abiertam ente la coalicin poltica de Jacto con la iz
quierda (que haban buscado en el periodo 1815-1848, cuando la iz
quierda pareca dim inuta y sus principales adversarios parecan ser
3
Lo hago en La Revolucin francesa como suceso histrico m undial, en Impensar las ciencias sociales, Mxico, Siglo XX I- c iic h -UNAM, pp. 9-26, y tam bin en la segun
da p arte de Despus del liberalismo, Mxico, Siglo X X I- c iic h -UNAM, 1996.
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As, la relacin de los herm anos enem igos hoy est de nuevo en
el centro de los debates sobre tcticas polticas. C reo que no hare
mos ningn progreso significativo sobre este asunto a m enos de
que seamos capaces de abrirnos paso a travs de la retrica.
Empecemos p o r algunas realidades contem porneas. Creo que
en la situacin posterior a 1989 hay cuatro elem entos que son bsi
cos, en el sentido de que constituyen los parm etros dentro de los
cuales necesariam ente se tom an las decisiones polticas. El prim ero
es la profunda desilusin, m undial, con la Vieja Izquierda histrica,
en la que agrupo no slo a los partidos com unistas sino tam bin a
los partidos socialdem cratas y a los movimientos de liberacin na
cional. El segundo es la ofensiva masiva p o r la elim inacin de todas
las restricciones a los movimientos de capital y mercancas, y el pa
ralelo desm antelam iento del estado de bienestar. A esa ofensiva se
le llama a veces neoliberalism o. El tercero es la creciente polariza
cin econmica, social y dem ogrfica del sistema m undial, que la
ofensiva neoliberal prom ete alim entar an ms. El cuarto es el he
cho de que, a pesar de todo esto, o quiz debido a todo esto, la de
m anda de dem ocracia de dem ocracia, no liberalism o es ms
fuerte ahora que en cualquier m om ento anterior de la historia del
m oderno sistema m undial.
La prim era realidad, la desilusin con la Vieja Izquierda, es p rin
cipalmente, en mi opinin, resultado del hecho de que, con el tiem
po, la Vieja Izquierda abandon la lucha p o r la dem ocracia y de he
cho propuso un program a liberal, en el sentido muy simple de que
construy sus program as alrededor del papel crucial de las perso
nas com petentes. Por supuesto su definicin de quin era com pe
tente era diferente de la de los partidos polticos del centro, p o r lo
m enos tericam ente. Sin em bargo, en la prctica no es seguro que
reclutaran a sus personas com petentes de orgenes sociales muy di
ferentes de los privilegiados en el discurso liberal. En todo caso, la
realidad result no ser suficientem ente diferente p ara sus bases, y
en consecuencia esas bases han estado abandonndolos.3
La ofensiva neoliberal fue posibilitada p o r esa general desilusin
popular con la Vieja Izquierda. Se ha revestido de una retrica esen5
Es ste un tem a que he examinado en detalle en Despus del liberalismo, especial
mente (pero no slo) en la cuarta parte. Vase tam bin mi Marx, Marxism-Leninism, and socialist experiences in the m odern world-system, en Geopolitics and Geoculture, Cambridge, Cam bridge University Press, 1991, pp. 84-97, y en el captulo 1
supra.
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1
Vase Frederic Lae, Profits and Power, Albany, State University o f New York
Press, 1979.
2
La relacin histrica de los estados con los em presarios la exam ino en el captu
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6 Pero vase Terence K. Hopkins e Immanuel Wallerstein (eds.), The Age of Transition: Trajectory of ihe World-System, 1945-2025, Londres, Zed Press, 1996.
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El cambio es eterno. Nada cambia jams*
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es necesario que cada uno de nosotros haga todas esas cosas. Com o
cualquier o tra actividad cientfica, es sta u n a tarea que se p u ed e di
vidir y repartir. Pero si no tenem os claro el m arco de nuestro anli
sis (el sistem a histrico), nuestro trabajo no ser muy fructfero ni
novedoso. Lo que acabo de decir es vlido p a ra cualquier sistema
histrico particular. Y cada uno de nosotros puede dedicar su en er
ga al anlisis de u n sistema histrico particular u otro. En el pasa
do, la mayora de los que se autodenom inaban socilogos lim itaban
su inters al anlisis del m oderno sistem a m undial, pero no hay nin
guna razn intelectual slida p ara ello.
S hay, sin em bargo, u n a tarea ulterio r p a ra la ciencia social. Si en
la historia del m undo ha habido m ltiples sistemas histricos, p o d e
mos preguntarnos qu relacin existe entre ellos. Estn ontolgicam ente vinculados entre s, y si es as, de qu m anera? Esa es la cues
tin de lo que Krzysztof Pomian llam a cronosofa. La visin del
m undo de la Ilustracin tena una respuesta particular p ara esa pre
gunta: vea la relacin de los que yo llamo sistemas histricos, entre
s, com o secuencial y acumulativa. A lo largo del tiem po los sistemas
fueron hacindose cada vez ms com plejos y ms racionales, hasta
culm inar en la m o d ern id ad . Es sa la nica m anera de describir
la relacin? No lo creo. En realidad, creo que es u n a m an era funda
m entalm ente errad a de describir esa relacin. La cuestin bsica
del cam bio social se repite en este nivel. Tenem os que p reg u n tar si
el cam bio o la repeticin es la no rm a no slo p ara la vida interna de
cada sistema histrico sino tam bin p ara la historia com binada de
la vida hum ana en este planeta. Y aqu tam bin voy a sostener que
ninguna de las dos afirm aciones el cam bio es eterno; nada cam
bia nunca es satisfactoria.
Pero antes de hablar de la historia com binada de la raza hum ana en
el planeta, volvamos al tem a del cambio social dentro de cualquier
sistema histrico determ inado. Y hagm oslo exam inando el sistema
histrico del que form am os parte, y que yo defino com o una
econom a-m undo capitalista. Hay tres cuestiones intelectuales sepa
radas que no deberan ser confundidas entre s. La p rim era es la
cuestin de la gnesis: cmo fue que surgi ese sistema histrico,
en el m om ento y lugar en que lo hizo y en la form a en que lo hizo?
La segunda es la cuestin de la estructura sistmica: cules son las
reglas p o r las que funciona este sistema histrico particular, o quiz
ms en general, este tipo de sistema histrico? Cules son las insti-
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La argum entacin que sigue es u n resum en abreviado de la explicacin que ex
puse con algn detalle en T he West, Capitalism, and the M odern World-System,
Rexriew 15, nm . 4, otoo de 1992, pp. 561-619.
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La p rim era cosa que debem os no tar es que ese proceso, lejos de
ser inevitable, fue algo sorprendente e inesperado. Y la segunda co
sa es que no fue necesariam ente una solucin feliz. Pero de cual
quier m anera cmo ocurri, o p o r qu? Yo p ro p o n d ra que ocurri
principalm ente porque la norm al renovacin externa de los estratos
gobernantes no fue posible, p o r razones accidentales y desusadas.
El estrato conquistador ms plausible, los mongoles, acababan de
desplom arse ellos mismos p o r razones totalm ente ajenas a lo que es
taba ocurriendo en Europa occidental, y no haba n inguna o tra
fuerza conquistadora inm ediatam ente disponible. Los otom anos
aparecieron u n poco dem asiado tarde, y p ara cuando trataro n de
conquistar Europa el nuevo sistema europeo ya era (pero apenas)
suficientem ente fuerte para im pedir que avanzaran ms all de los
Balcanes. Pero p o r qu entonces el feudalism o fue sustituido p o r
el capitalismo? Aqu tenem os que recordar que el estrato em presa
rial capitalista exista desde m ucho antes tanto en Europa occiden
tal com o en otras partes del globo; de hecho tales grupos haban
existido p o r siglos o quiz p o r milenios. Sin em bargo, en todos los
sistemas histricos anteriores haba habido fuerzas sum am ente fuer
tes que lim itaban su capacidad de ten er rien d a suelta y hacer de sus
motivaciones las caractersticas definitorias del sistema. Esto era
ciertam ente vlido p ara la E uropa cristiana, donde las poderosas
instituciones de la Iglesia catlica m antuvieron u n a lucha constante
contra la usura. En la Europa cristiana, com o en otras partes del
m undo, el capitalismo era un concepto ilegtimo y sus practicantes
slo eran tolerados en rincones relativam ente pequeos del univer
so social. Las fuerzas capitalistas no se volvieron de repente ms
fuertes o ms legtimas a los ojos de la mayora de la gente. En todo
caso, el factor decisivo nunca haba sido la energa de las fuerzas ca
pitalistas, sino la fuerza de la oposicin social al capitalismo. De re
pente, las instituciones que sostenan esa oposicin social se volvie
ro n muy dbiles. Y la im posibilidad de restablecerlas o de crear
estructuras similares m ediante la renovacin de los estratos gober
nantes p o r la va de la conquista externa dio u n a o p o rtu n id ad mo
m entnea (y probablem ente sin precedente) a las fuerzas capitalis
tas, que rpidam ente se m etieron p o r la brecha y se consolidaron.
Fue u n acontecimiento que debem os considerar com o algo extraor
dinario, inesperado y seguram ente indeterm inado (volveremos so
bre este ltim o concepto).
Y sin embargo ocurri. En trm inos de cambio social, fue un acn-
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de procesos que han m inado las estructuras bsicas de la economam undo capitalista y p o r lo tanto han creado u n a situacin de crisis.
El prim ero es la desruralizacin del m undo. Esto desde luego ha si
do frecuentem ente ensalzado com o u n triunfo de la m odernidad.
Ya no hace falta tanta gente p ara proveer la subsistencia bsica, po
dem os ir ms all de lo que M arx llam la idiotez de la vida ru ra l,
juicio de valor que es am pliam ente com partido m ucho ms all de
los confines de los marxistas. Pero desde el punto de vista de la acu
m ulacin incesante de capital, ese proceso significa el fin de lo que
antes pareca ser una reserva inagotable de personas, p arte de la
cual poda ser integrada peridicam ente a la produccin orientada
hacia el m ercado a niveles de rem uneracin extrem adam ente bajos
(para restaurar los niveles globales de beneficio equilibrando los
mayores ingresos de sus predecesores cuya accin sindical haba da
do com o resultado el aum ento de su nivel histrico de salarios). Esa
fuente cam biante de trabajadores al nivel ms bajo, que ganan su
mas marginales, ha sido un elem ento fundam ental en el nivel m un
dial de las ganancias durante quinientos aos. Sin em bargo, ningn
grupo particular de trabajadores perm aneca en esa categora por
m ucho tiem po y cada tanto era necesario renovar la fuente. La des
ruralizacin del m undo h a hecho eso prcticam ente imposible. s
te es u n buen ejemplo de tendencia que alcanza la asntota.
La segunda tendencia es el creciente costo social de p erm itir a las
em presas externalizar sus costos. Externalizar costos (es decir, hacer
que la sociedad colectiva m undial de hecho pague u n a parte signi
ficativa de los costos de produccin de u n a em presa) ha sido un se
gundo elem ento de la mayor im portancia p ara m antener altos los
niveles de beneficios y p o r lo tanto asegurar la acum ulacin nter-
m inable de capital. M ientras los costos totales se m antuvieron rela
tivamente bajos nadie les prest atencin. Pero sbitam ente se han
vuelto dem asiado altos, y el resultado es la preocupacin mundial
p o r la ecologa. El hecho es que se han cortado dem asiados rboles.
Los costos de reparar el dao ecolgico son enorm es. Q uin los va
a pagar? Aun cuando el costo de las reparaciones se rep artiera en
tre todas las personas (por injusto que resultara eso), el problem a
volvera a presentarse de inm ediato a m enos que los gobiernos in
sistan en que las em presas internalicen todos sus costos. Pero si lo
hicieran, los m rgenes de ganancia caeran en picada.
La tercera tendencia es consecuencia de la dem ocratizacin del
sistema m undial, que en s es un resultado de la geocultura que le-
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