Benhabib Seyla Los Derechos de Los Otros PDF
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Benhabib Seyla Los Derechos de Los Otros PDF
C la *D e *M a
Filosofía
LOS DERECHOS
DE LOS OTROS
Seyla Benhabib
T it u lo (lol III l^ llin l
Tin- HitfhtN of'Othvnt Alir ti a, Rflsidents and Citizens
<D( ¡iimbridge Unlvornlty Press, 2004
ISBN: 84-9784-099-2
Depósito legal: B. 26632-2005
A g r a d e c i m i e n t o s ............................................................................................. 11
In tro d u c c ió n .................................................................................. 13
B ib l io g r a f ía ....................................................................................................... 169
M archa p o r la libertad
de los trabajadores inm igrantes 2003
4 de o ctu b re de 2003
Q ueens, N u ev a Y ork
Agradecimientos
//
Hcrnstcin, Richard J. Bernstein, Jam es B ohm an, N ancy Fraser, M orris
Kaplan, Riva K astoryano, Jo h n M cC orm ick, M ax Pensky, U lrich
Prcuss y Sayres Rudy. E stoy particularm ente agradecida a C arolin
r.mckc p o r sus ideas respecto de los capítulos 3 y 5, y a N ancy K okaz
por su defensa entusiasta de Raw ls contra mis críticas. U n especial
agradecim iento para W illem Maas p o r m uchas conversaciones acerca
de la ciudadanía d en tro de la U n ió n E uropea, y en particular p o r su
ayuda con el capítulo 4. M elvin Rogers fue u n asistente indispensable
en la preparación de bibliografía y p o r su ayuda con las referencias a lo
largo de to d o el trabajo. D avid Leslie aportó ayuda de edición crucial
en las etapas finales de este libro.
Palabras especiales de gratitud van a mi familia, mi hija, Laura, y mi
m arido, Jim Sleeper, que me acom pañaron desde B oston a A m sterdam ,
a L ondres, a E stam bul y C o nnecticut, a m edida que este libro fue to
m ando form a a lo largo de m uchos viajes, cruces de frontera y c o n tro
les de pasaporte.
Partes del capítulo 1 han aparecido previam ente com o «O f guests,
aliens and citizens: rereading K an t’s cosm opolitan right», en Pluralism
and the Pragm atic Turn: The Transformation o f Critical Theory. Essays
in H o n o r o f Thom as M cC arthy, com ps. W illiam Rehg y James Boh-
man (C am bridge, M A, M IT Press, 2001). El capítulo 2 ha sido publica
do en parte com o «Political geographies in a changing w orld: A rend-
tian reflections», Social Research, vol. 69, núm . 2 (verano 2002), pp.
539-556; m aterial del capítulo 4 está incluido en «Transform ations of
citizenship: the case of con tem p o rary E urope», G overnm ent a n d O p-
position, vol. 37, núm . 4 (o to ñ o 2002), pp. 439-465. Mis Conferencias
Seeley expanden, revisan y co n tin ú an reflexiones que inicié en mis
C onferencias Spinoza bajo el títu lo Transformations o f Citizenship:
D ilem m as o f the N a tio n -S ta te in the Era o f G lohalization (A m ster
dam, Van G orcum , 2001), co p y rig h t Seyla Benhabib.
Finalm ente, m uchas gracias a R ichard Fisher, K aren A nderson H o -
wes y A lison Pow ell de la C am bridge U niversity Press. Fue un placer
trabajar con ellos.
Introducción
N
sos y derechos antes que a cuestiones de m em bresía. Sostengo que una
teoría cosm opolita de justicia no puede restringirse a esquemas de dis
tribución justa en escala global, sino que tam bién deben incorporar
una visión de membresía justa. Tal m em bresía justa implica: reconocer
el derecho m oral de los refugiados y asilados a una prim era adm isión;
un régim en de fronteras porosas para los inm igrantes; un m andato con
tra la desnacionalización y la pérdida de derechos de ciudadanía, y la
reivindicación del derecho de todo ser hum ano «a tener derechos», es
decir, a ser una persona legal, con ciertos derechos inalienables, no im
porta cuál sea su condición de membresía política. La condición de fo
rastero no debería privarlo a u n o de derechos fundam entales. Es más,
la m em bresía justa tam bién implica el derecho de ciudadanía p o r parte
del forastero que ha cum plido ciertas condiciones. La extranjería p e r
m anente no es solo incom patible con una com prensión liberal-dem o
crática de la com unidad hum ana; tam bién es una violación de derechos
hum anos fundam entales. El derecho a la m em bresía política debe aco
m odarse con prácticas que sean no discrim inatorias en su alcance,
transparentes en su form ulación y ejecución y justiciables cuando sean
violadas p o r estados y otros órganos de tipo estatal. D ebe cuestionar
se la doctrina de soberanía estatal, que hasta ahora ha im pedido la
investigación de decisiones de naturalización, aceptación com o ciuda
dano y desnacionalización p o r las cortes internacionales y constitucio
nales.
Crisis de territorialidad
l(>
am pliam ente erosionada, ésta continúa reafirm ándose vigorosam ente y
las fronteras nacionales, aunque más porosas, siguen allí para m antener
afuera a extranjeros e intrusos. Las viejas estructuras políticas pueden
haber declinado pero las nuevas form as políticas de la globalización
aún no están a la vista.
Somos com o viajeros navegando p o r u n terreno desconocido con la
ayuda de viejos mapas, hechos en u n m om ento diferente y en respues
ta a necesidades diferentes. M ientras el terreno en el que viajamos, la
sociedad m undial de estados, ha cam biado, nuestro m apa norm ativo
no lo ha hecho. N o preten d o tener un nuevo m apa para reem plazar al
antiguo, pero espero co n trib u ir a una m ejor com prensión de las líneas
de falla em ergentes del territo rio desconocido que atravesamos. Las
crecientes incongruencias norm ativas entre las norm as de derechos h u
manos internacionales, en particular en lo que atañe a los «derechos de
otros» -inm igrantes, refugiados y asilados- y la afirm ación de la sobe
ranía territo rial son los rasgos novedosos de este nuevo paisaje.
IN
La tercera área en la que las norm as internacionales de derechos hum a
nos están creando guías obligatorias para la voluntad de los estados na
ciones soberanos es la de la migración internacional. Las intervenciones
humanitarias tienen que ver con el trato dado p o r los estados naciones a
sus ciudadanos o residentes; los crímenes contra la hum anidad y los crí
menes de guerra conciernen a las relaciones entre enemigos u oponentes
tanto en marcos nacionales com o extraterritoriales. Las migraciones
transnacionales, en cambio, corresponden a los derechos de individuos
-n o en la m edida en que se los considera m iem bros de comunidades
concretas delimitadas, sino en la m edida en que son seres humanos sim-
pliciter- cuando entran en contacto con com unidades delimitadas terri
torialm ente, buscan ingresar en ellas o quieren convertirse en miem bros
de ellas.
La D eclaración U niversal de los D erechos H um anos (N aciones
U nidas, 1948) reconoce el derecho a la lib e r t a d d e m ovim iento a tra
vés de las fronteras: el derecho a e m ig ra r-e s decir, a dejar el p aís-, pe^
ro no el derecho a inm igrar, es decir, el derecho a entrar en u n país
(artículo 13). El artículo 14 establece el derecho a disfrutar del asilo
bajo ciertas circunstancias, m ientras que el artículo 1 de la D eclaración
proclam a que todos tienen «el derecho a una nacionalidad». La segun
da m itad del artículo 15 estipula que «A nadie se privará arbitraria
m ente de su nacionalidad ni del derecho a cam biar de nacionalidad»
(w w w .u n h ch r.ch /u d h r/lan g /sp n .h tm ).
La D eclaración Universal guarda silencio sobre la obligación de los
estados de perm itir el ingreso de inmigrantes, sostener el derecho de asi
lo y perm itir la ciudadanía a residentes y ciudadanos extranjeros. Estos
derechos no tienen destinatarios específicos y no parecen establecer
obligaciones específicas que deben cum plir las segundas y terceras partes
implicadas. Pese al carácter transnacional de estos derechos, la Declara
ción sostiene la soberanía de los estados individuales. Así se incorporan
a la lógica de los docum entos legales internacionales más abarcantes una
serie de contradicciones internas entre los derechos hum anos universa
les y la soberanía territorial.
La C onvención de G inebra de 1951 Relativa al E statuto de Refugia
dos y su Protocolo agregado en 1967 son los segundos en im portancia
entre los docum entos legales internacionales que gobiernan los m ovi
m ientos transnacionales. A un así, ni la existencia de estos docum entos
ni la creación del Alto C om isionado de las N aciones U nidas para los
Refugiados han alterado el hecho de que esta C onvención y Protocolo
son de cum plim iento obligatorio solo para los estados firmantes y pue
den si-i clt'Si unoi idos com pletam ente por los no firm antes y, en ciertos
m o m e n to s , incluso p o r los estados firmantes.
Algunos lamentan el hecho de que, dado que se invocan en form an
i reciente las normas de derechos hum anos internacionales en disputas
relacionadas con inm igración, refugiados y asilo, las naciones territo-
i ialmente delimitadas no solo se ven cuestionadas en su derecho a con
trolar sus fronteras sino tam bién en su prerrogativa de definir las
-I rom eras de la com unidad nacional» (Jacobson, 1997: 5). O tros criti-
i an la Declaración Universal p o r no avalar el «cosm opolitism o in ter
nacional» y por sostener u n orden «interestatal» en vez de un orden
verdaderam ente cosm opolita internacional (O ’Neill, 2000: 180). Pero
hay una cosa clara: el trato de los estados a ciudadanos y residentes
dentro de sus fronteras ya no es una prerrogativa libre. U na de las pie-
di.ts angulares de la soberanía westfaliana, a saber, que los estados dis-
lim an de la autoridad últim a sobre todos los objetos y sujetos dentro
tic mi territorio circunscrito, ha sido deslegitimada a través de la ley in-
tei nacional.
I ( Hales deberían ser entonces los principios norm ativos guía para
11 |<i i tenencia, en un m undo de políticas crecientem ente desterritoria-
ll/adrtN?
I )esde el siglo XIX y extendiéndose hasta las form aciones que em er
gieron luego de la descolonización y el fin del com unism o, esta «bre
cha co n cep tu al- lia sido llenada p o r la ideología y práctica del naciona
lismo. I .1 i iinl.nl,mi,i y l,i.s pi .idicas de la m em bresía política son los ri-
tnales a través de los cuales se rep ro d u ce espacialm ente la nación. El
con tro l tic fronteras territoriales, lo q ue es coexistente con la soberanía
del listad o -n ació n m o d ern o , busca asegurar la p u re za de la nación en el
tiem po a través del co n tro l policial de sus con tactos e interacciones en
<•/ espado. La historia de la ciudadanía revela q ue estas aspiraciones n a
cionalistas son ideologías; buscan m o ld ear u n a realidad com pleja, in
dócil e ingobernable en co n co rd an cia con algún principio sim ple d o
m inante de reducción, tal com o la m em bresía nacional. T oda nación
tiene sus o tro s, ad en tro y afuera (véase B enhabib, 2002a). D e hecho, el
nacionalism o se co n stitu y e a través de una serie de dem arcaciones im a
g in a rias tan to com o m uy reales entre n o so tro s y ellos, n o so tro s y los
otro s. A través de prácticas de m em bresía el E stad o co ntrola la id e n ti
dad sincrónica y diacrónica de la nación. P ero la nacionalidad y las
norm as de ciudadanía de tod o s los pueblos son sum as y m ezclas de
contingencias^históricas, luchas territoriales, choques culturales y actos
burocrático s. E n ciertas c o y u n tu ras históricas estas norm as y las luchas
en to rn o de ellas se vuelven más tran sp aren tes y visibles que en otras,
listam os en u n a c o y u n tu ra histó rica en la que el p roblem a de las fro n
teras políticas nuevam ente se hace visible.
El nacionalism o ofrece u n a solución a la «brecha conceptual en la
constru cció n legal del E stad o constitucional». Las perspectivas d em o
cráticas, sean liberales, republicanas o m u lticulturales, ofrecen otra.
¿ Pero cóm o p o d em o s justificar la co n stru cció n legal del E stado cons
titucional? Seguiré a H ab erm as en aceptar que los derechos hum anos
universales y la soberanía p opular, o las norm as de la au tonom ía p riva
da y pública, ap o rtan dos cim ientos indispensables del E stado co n sti
tucional d em ocrático (H aberm as, 1996: 84-104). Los derechos h u m a
nos universales tienen u n atractivo que trasciende el contexto, m ientras
que la soberanía p o p u lar y dem ocrática debe c o n stitu ir un dem os cir
c u n sc rito que actúa para au togobernarse. El au to g o b iern o im plica au-
to co n stitu ció n . H a y así u n a co n trad icció n irresoluble, quizás una
«tensión fatal» (C olé, 2000: 2), entre los principios expansivo e inclusi
vo del universalism o m oral y político, anclado en los derechos h u m a
nos universales y las concepciones particularistas y excluyentes del cie
rre d em ocrático. C ari S chm itt sostuvo, p o r tan to, que el liberalism o, la
creencia en la igualdad m oral universal, y la dem ocracia, la creencia
en I.i igualdad de los ciudadanos, eran necesariam ente incom patibles
(Schm itt, [1923] 1985). P ero las dem ocracias constitucionales m o d er
nas se basan en la convicción de que estos dos com prom isos pueden ser
utilizados para lim itarse el u n o al o tro , de que p u ed en ser renegocia
dos, rearticulados y que puede m odificarse su significado.
J-t
D esarro llo el co n cep to de «iteraciones dem ocráticas» para m o strar
que el com p ro m iso con n o rm as constitucionales e internacionales que
trascienden el contex to p u ed en ser m ediadas con la v o lu n tad de m a y o
rías dem ocráticas. Las iteraciones dem ocráticas son procesos co m p le
jos de debate, d eliberación y ap rendizaje p ú b lic o , a través de los cuales
son cu esuonadaT ~ ycontextualizadas, invocadas y revocadas, las afir
m aciones de derechos universalistas, en el c o n ju n ta .d e las in stitu cio n es
legales y políticas así comcTen la esfera pública de las dem ocracias libe
rales.
Las iteraciones dem ocráticas n o solo cam bian las nociones estable
cidas en u n ente político sino q ue tam bién tran sfo rm an los precedentes
que se to m an com o referencia. C o n sid ero q ue las iteraciones d em o crá
ticas intervienen en la «política jurisgenerativa» (C over, 1983; M ichel-
man, 1988). A través de tales procesos el p u eb lo dem ocrático se de
m uestra no soToel sujeto sino tam b ién el a u to r d T susle^ies. La política
de m em bresía, precisam ente p o rq u e se apo y a en la autodefinic ió m v
com posición del d em os, se convierte en el sitio de la política jurisgene
rativa a través de la cual el í/egifí£.eiifrenta la d isy u n ció n entre el co n te
nido u n iv ersalis^jd e-su ^ co m p ro m iso sx o n stjtu cio n ales y las paradojas
d e ic i^ rre d ^ m o c r átic o .
La soberanía p o p u la r no es idéntica a la so beranía territorial, si bien
las dos están estrecham ente vinculadas, ta n to h istórica com o n o rm a ti
vam ente. La soberanía p o p u la r significa que to d o s los m iem bros p le
nos del dem os tienen derecho a v o z en la articulación de las leyes p o r
las que el dem os se gobern ará a sí m ism o. P o r ta n to el dom inio de la d e
m ocracia extiende su ju risd icció n en p rim er lugar a quienes p u eden
verse com o los autores de tal dom inio. Sin em bargo sostendré que
nunca ha h ab ido u n a su p erp o sició n perfecta entre el círculo de quienes
están bajo la a u to rid a d _de_la ley y 1o s„miembros ple n o s d e l demos. C a
da dem os dem ocrático ha m arginado a algunos, reconociendo solo a
ciertos individuos com o m iem b ro s plenos. L a soberanía territo rial y la
voz dem ocrática nunca se h an eq u ip arad o co m pletam ente. Pero la p re
sencia d e n tro de u n te rrito rio circu n scrito y en p articu lar la residencia
perm anente d e n tro de él lo coloca a u n o bajo la a u to rid ad de la so b era
nía, sea dem ocrática o no. La nueva política de la m em bresía tiene que
ver con la negociación de esta relación com pleja entre los derechos de
I.i m em bresía plena, tener voz dem ocrática y la residencia territorial.
Sostengo que tales negociaciones e iteraciones dem ocráticas se dan
en el co n tex to de una sociedad m undial de estados. E n consecuencia,
)las políticas relativas al acceso a la ciudadanía jio deberían verse com o
.u los unilaterales de au to d eterm in ació n , sino más bien com o decisio
nes con consecuencias m ultilaterales au e influven sobre o tro s entes en
la com unidad m u ndial. La soberanía es u n concepto relacional; no es
m eram ente autorreferencial. D efinir la identidad del pueblo dem ocrá
tico es un p roceso con tin u o de autocreación constitucional. Si bien la
paradoja de que quienes no son m iem bros del dem os seguirán siendo
afectados p o r sus decisiones de inclusión y exclusión no puede ser eli
m inada p o r com pleto, sus efectos pueden m itigarse a través de actos re
flexivos de iteración dem ocrática p o r el p ueblo que exam ina crítica
m ente y altera sus propias prácticas de exclusión. Podem os hacer que
las distinciones entre «ciudadanos» y «extranjeros», «nosotros» y «el
los», sean fluidas y negociables a través de iteraciones dem ocráticas.
Solo entonces podrem os avanzar hacia una concepción posm etafísica y
posnacional de la solidaridad cosm opolita que en form a creciente vaya
colocando a to d o s los seres hum anos, en v irtu d tan solo de su hum ani
dad, bajo la red de los derechos universales, m ientras se van reducien
do golpe a golpe los privilegios excluyentes de la m em bresía. La «desa
gregación de los derechos de ciudadanía» en la E u ro p a contem poránea
es el caso central de estudio a través del cual se ilustran estas tendencias
sociológicas hacia la solidaridad posnacional.
El capítulo 1 com ienza con u n exam en de la doctrina de K ant del
derecho cosm opolita. M e cen tro en el Tercer A rtículo de «La p az p e r
petua», referido al derecho a la hospitalidad universal y el único al que
K ant n o m b ra en realidad com o «derecho cosm opolita» (W eltbürge-
rrecht). Sostengo que, pese a preocupaciones históricas que eran radi
calm ente distintas de las nuestras, K ant estableció los térm inos que aún
guían n u estro pensam iento sobre derecho de refugiados y de asilo p o r
un lado y sobre la inm igración p o r el otro . Situado entre la m oralidad
y la legalidad, entre los principios universales de derechos hum anos y
los órdenes legales establecidos de entes políticos individuales, el dere
cho de hospitalidad dem arca u n nuevo nivel de legalidad internacional
que previam ente había estado restringido a las relaciones entre jefes de
estados soberanos.
El capítulo 2 analiza el abordaje de H an n ah A ren d t de «el derecho
a tener derechos». R eflexionando sobre la conflictiva situación de la
ausencia de E stado en E uropa en el p erío d o interguerras de 1918-1939,
A rendt apo rta u n a de las articulaciones filosóficas más penetrantes del
dilem a de la falta de derechos. Al igual que K ant, reflexiona sobre los
conflictos en las relaciones internacionales inherentes al m undo Esta-
docéntrico y circunscrito territorialm ente, desde un p u n to de vista
cosm opolita.
Mientras A rendt articula de m od o brillante el fin del modelo west-
faliano de relaciones ost.n.de ., no puede ofrecer soluciones a los dile
mas del «derecho a tenn de» et h< > I n pune por motivos instituciona
les, en parte p o r razones filosóficas, no puede reco n stru ir la dura dico
tom ía entre derechos hum anos y derechos ciudadanos. En contraste
c o n lílo , desarrollo u n argum ento para cerrar la brecha que ella abre
entre estas dos dim ensiones de afirm ación de derechos. M i estrategia es
in co rp o rar los derechos de ciudadanía a u n régim en universal de dere
chos hum anos.
El capítulo 3 bosqueja el concepto de m em bresía justa abordando
teorías contem poráneas neokantianas de justicia global. C om ienzo con
una consideración sobre El derecho de gentes de Jo h n Rawls y analizo
p o r qué la m igración está relegada a aspectos de teoría no ideal. Los crí
ticos contem poráneos de R aw ls tam bién desconocen la m igración
com o pro b lem a filosófico. C o m o correctivo de la concentración de
Rawls en los «pueblos» (térm ino cuya definición es cuestionada), arti
culan los principios de justicia cosm opolita para los individuos. La jus
ticia d istributiva global para los individuos desconoce el prim er princi
pio de la distribución, a saber, la distribución de seres hum anos com o
m iem bros de diversas com unidades. ¿Cuáles son los principios para la
justa d istrib u ció n de la m em bresía? Las teorías contem poráneas de la
justicia distributiva no solo ignoran la m em bresía justa sino que ade
más adolecen de u n «déficit dem ocrático», p o rq u e prestan poca aten
ción a la legitim idad dem ocrática de su política de distribución. H a y
una tendencia im plícita en estas teorías a favorecer el gobierno m undial
u otros entes su p ra - o transnacionales de distribución cuyas credencia
les dem ocráticas se dejan en su sp en so . El federalism o cosm opolita, en
cam bio, es una visión de justicia global que es tam bién dem ocrática y
que p rocede de la interdependencia de la dem ocracia y la distribución.
Esta perspectiva nos perm ite reconceptualizar las m igraciones transna
cionales.
Los capítulos 4 y 5 se cen tran en cuestiones más institucionales y
empíricas. E n el capítulo 4 exam ino el desagregado de los derechos de
ciudadanía, en p articular en referencia a la U n ió n Europea. La id enti
dad colectiva, los privilegios de la m em bresía política y el derecho a be
neficios sociales ya no van u n id o s d en tro de una institución unificada
de ciudadanía nacional. Son desagregados y quedan bajo la égida de
distintos regím enes de derechos y soberanías m últiples, incrustadas.
Pero la ciudadanía desagregada n o es ciudadanía cosm opolita. Los de
sarrollos que describe pueden estar p rom oviendo la m ovilidad m u n
dial de pueblos sin adhesión dem ocrática ni com prom isos cívicos, lle
vando a la form ación de un p roletariado m undial, participante de
m ercados globales pero falto de u n demos.
I I capítulo 5 aborda la interpenetración de lo local, lo global y lo
i i .u ional y destaca la pr.u tica de iteraciones dem ocráticas. Sostengo
«1 1 1 < la ciudadanía cosm opolita) im plica el reclamo y el reposjciona-
.... ... tic lo u niversal -s u iteració n - d entro tlcl m an •> de lo local, lo
lesiona!, u otro s sitios de activism o c intervenc ión dem ocráticos. Me
■ ni i n en u es casos extraídos de proceso! curoptoi rielantes para ilus-
ii.ir prácticas de iteración dcniocraiii .1 en aei ion: el «-caso del fular» en
I rancia; el caso de una m aesiia i;eiiii,iiiu alcana a la que se le negó el
derecho de ensenai con mi cabeza 1 ubicua y la decisión de la C o rte
C onstitucional alemana sobte la cuestión y, finalm ente, una decisión
de 1990 de la < lorie < Ion si mu i<mal alemana que negó el derecho de v o
to en elecciones locales a residentes de larga data de la provincia de
Schleswig I lol.Mem v la »iudad estado de I lam burgo. Estas decisiones
fueron sustituidas en 1993 por el Ti atado de M aastricht, pero pusieron
en m ovim iento un proceso de iteración dem ocrática que resultó en la
abolición de las leyes de ciudadanía alemanas más bien anticuadas y
restrictivas, que databan de 1913.
Sobre la hospitalidad: una relectura
del derecho cosmopolita de Kant
Este capítulo com ienza con u n análisis de la visión de K ant del derecho
cosm opolita. El abordaje de K ant se centra en las relaciones m orales y
legales válidas p ara individuos de distintas com unidades circunscritas
y, p o r tanto, dem arca un dom inio nuevo situado entre la ley de entes
políticos específicos p o r un lado y la ley internacional consuetudinaria
p o r el otro. K atrin Flikschuh lo dice claram ente: «K ant reconoce tres
niveles distintos aunque vinculados de relación de derechos: el “ D ere
cho de u n E stad o ” especifica relaciones de derecho entre personas den
tro de u n Estado; el “D erecho de N acio n es” corresponde a relaciones
de derecho entre estados y “ el D erecho para todas las naciones” o “ D e
recho co sm o p o lita” concierne a las relaciones de derecho entre p e rso
nas y estados extranjeros» (Flikschuh, 2000: 184). Los dilemas n o rm a
tivos de m em bresía política deben localizarse d entro de esta tercera
esfera de ju s cosmopoliticum.
W
be: «Significa h ospitalidad [W irtbarkeit] el derecho de u n extranjero a
n o recibir u n tra to hostil p o r el m ero hecho de ser llegado al territo rio
de o tro . E ste p uede rechazarlo si la repulsa no ha de ser causa de la ru i
na del recién llegado; p ero m ientras el extranjero se m antenga pacífico
en su p u esto no será posible hostilizarlo. N o se trata aquí de un d e re
cho p o r el cual el recién llegado p ueda exigir el tra to de huésped [G as-
trecht] - q u e p ara ello sería p reciso u n convenio especial benéfico [ein
... w ohltátiger Vertrag] que diera al extranjero la consideración y trato
de u n am igo o convidado [H ausgenossen]-, sino sim plem ente de u n
derecho de visitante [ein Besuchsrecht], que a to d o s los hom bres asiste:
el d erecho a presentarse en u n a sociedad. Fúndase este derecho en la
com ún posesión [das R echt des gem einschaftlichen Besitzes] de la su-
jperficie de la tierra; los h o m b res no pu ed en disem inarse hasta el infini
to p o r el globo, cuya superficie es lim itada, y, p o r tan to , deben to lerar
m utu am en te su presencia» (K ant, [1795] 1923: 443; cfr. 1949: 320).
K ant distingue el «derecho p o r el cual el recién llegado pueda exigir
el tra to de huésped» al que llam a Gastrecht, del «derecho de visitante»
(.Besuchsrecht). El derecho, a ser visitante perm anente se otorga a través
de u n acuerdo especialliBrfem eñtF decidido q u e v a más allá de lo que se
le debe m oralm en te al o tro y a lo que tiene d erecho legalm ente; p o r
tan to , K an t dice que esto 'es u n w ohltátiger Vertrag, u n «contrato de
beneficencia». Es un privilegio especial que el soberano republicano
puede o to rg a F T c ie rto s extranjeros que h abitan en sus territorios, que
realizan ciertas funciones, que representan sus respectivos entes p o líti
cos, que realizan u n com ercio a largo p lazo y cosas p o r el estilo. El
droit d ’aubaine en la Francia p rerrevolucionaria, que o torgaba a los ex
tranjeros ciertos derechos de residencia, la adquisición de propiedades
y la p ráctica de u n a p rofesión, sería un ejem plo h istórico pertinente.
Las concesiones com erciales especiales que el Im perio otom ano, C h i
na, Ja p ó n e In d ia o to rg a ro n a occidentales a p a rtir del siglo x v m serían
otros. L os jud ío s en la E u ro p a p re m o d ern a que luego de su persecu
ción p o r la Inquisición en E spaña en el siglo XV se desplazaron al n o r
te, a H o lan d a, G ra n B retaña, A lem ania y o tro s territo rio s, serían o tro
gru p o im p o rta n te a cuya co n d ició n se aplicaría tan to el derecho de
hospitalidad co m o de visita perm anente.
El derech o de hospitalidad im plica el d erecho a perm anencia te m
poraria que no puede negarse, si tal negativa involucrara la destrucción
-la palabra de K ant para esto es U n terg a n g - del o tro . N eg ar la residen- '
cia a víctim as de guerras religiosas, víctim as de piratería o h u n d im ien
to de naves, cuando tal negativa llevaría a su m uerte, es insostenible, es
cribe K ant. L o que no resulta claro en la disertación de K ant es si tales
relaciones entre pueblos y naciones involucran actos de supereroga-
U
d o n , yendo mas alia de lo que im pone el d eber m oral, o si im plican un
cic i...... no de derecho moral co n cerniente al reconocim iento a «los de-
tei líos ile hum anidad en la persona del o tro » .
Podem os ver aquí la ambivalencia jurídica y m oral que afecta las dis-
i usiones del derecho de asilo y refugio hasta el día de hoy. ¿Los dere
chos de asilo y refugio son «derechos» en el sentido de ser obligaciones
morales recíprocas que, en una acepción u otra, se basan en nuestra m u
tua hum anidad? ¿O son estos derechos algo que se puede reclam ar en el
sentido legal de ser norm as im ponibles de conducta que individuos y
grupos pueden exigirse y, en particular, que se puede forzar a cum plir a
los estados naciones? La construcción de K ant no ofrece una respuesta
clara. I I derecho de hospitalidad implica un derecho moral con conse-
1 1 leticias legales potenciales dado queTa obligación de los estados recep
JJ
tierra es lim itada, en algún p u n to debem os ap render a disfrutar de sus
recursos en co m ú n con o tro s.
Para com prender la p rim era preocupación de K ant, recuérdese aquí
el argum ento de jp h n LocRe) en The Second Treatise o f C ivil G o vern
m e n t (Segundo tratado de g o b iern o civil). «En el com ienzo D ios dio la
tierra a los hom bres en co m ú n para su disfrute» (Locke, [1690] 1980:
19). La tierra es u n a res n u llius, perteneciente a to d o s y a ninguno has
ta que es apropiada; pero argum entar que la tierra es una posesión
com ún de todos los seres h u m an o s es, en efecto, desentenderse de las
relaciones de p ro p ied ad existentes históricam ente entre las com unida
des que ya sefían"establecido en la tierra. La justificación del derecho
de p ro p ied ad pasa así del títu lo histórico que lo legitim a a los m odos de
apropiación p o r los que u sualm ente lo que pertenece a una com unidad
entonces puede ser ap ro p iad o com o «mío» o «tuyo».
A través de u n argum ento patentem ente circular, Locke sostiene
que la p ro p ied ad privada em erge del hecho de que los m edios de a p ro
piación son ellos m ism os privados: «podem os decir que la labor de su
cuerpo y el trabajo de sus m anos son propiam ente suyos [...] a esto na
die tiene derecho sino él m ism o» (ibíd.). En el contexto de la expansión
europea en las Am cricas en el siglo XVii, el argum ento de Locke sirvió
para justificar la apropiación colonial de tierras precisam ente con la
afirm ación de que la tierra, habiendo sido dada a todos «en com ún»
p o d ía entonces ser apropiada justificadam ente p o r los industriosos y
écónom icos, sin causar d añ o a habitantes existentes y, ae hecho, para
beneficio de tod o s (Tully, 1993).
K ant rechaza explícitam ente la tesis res nullius en su form a lockea-
na, viendo en ella una fórm u la apenas disim ulada para la expropiación
de pueblos no europeos que no tienen la capacidad de resistir el asalto
im perialista (K ant, [1795] 1994:107; véase tam bién M uthu, 1999, 2000).
A poya a los chinos y los japoneses en su in ten to p o r m antener a los co
m erciantes europeos a distancia. E ntonces ¿qué es lo que justifica real
m ente la prem isa de la «posesión com ún de la tierra»? U na vez que la
tierra ha sido apropiada, o tro s ya no tienen derecho a poseerla. Se
deben respetar las relaciones de propiedad existentes. Si es así, toda co
m unidad tiene el derecho de defenderse contra quienes buscan acceso a
sus territo rio s. Fuera de la seguridad de que rechazar a quienes buscan
hospitalidad no causaría «su destrucción» -a d m itie n d o que es en sí
m ism a una form ulación im p recisa- las necesidades urgentes de otros
no co nstituyen m otivos suficientes para cam biar la voluntad de co m u
nidades soberanas existentes. La defensa de la «posesión com ún de la
tierra» desilusiona p o r lo p oco qué ayüda a explicar la base del derecho
cosm opolita.
JJ
I i i K a n t a n d M odern P oliticalP hilosopby (K ant y la m o derna filosofía
política), K atrin F likschuh sostiene que la posesió n com ún original de
I.i tierra y, en particular, su carácter esférico lim itado (der E rdkugel) de
sem peña un papel m ucho m ás fundam enta] en la justificación de K ant
ilcl derecho cosm o p o lita de lo que y o sostengo. Vale la pena considerar
el .ii gum en to de F likschuh con cierto detalle. F lik schuh basa su lectu-
i .i no en el ensayo de K ant «La p az p erpetua» sino en su Rechtslehre, la
|n im era m itad de D ie M etapbysik der Sitien (La m etafísica de la m o-
i .i I). I )os pasajes son de especial relevancia aquí:
n
I 9 5 1). E ste p rin cip io obliga a los estados firm an tes a no devolver p o r la
lucí/.a a refugiados y solicitan tes de asilo a sus países de orig en si ha-
i i i lo p lan teara u n claro p elig ro p ara su vida y libertad. P o r su p u esto
que, .isí co m o los estados so b eran o s p u e d e n m a n ip u lar este artículo p a-
i .1 defin ir vida y libertad de m an era m ás o m enos estrecha cu an d o sirve
i mis p ro p ó sito s, tam b ién es p o sib le b u rla r la cláusula de « n o n -refo u -
lem eni •• d e p o sita n d o a los refug iad o s y asilados en así llam ados terce-
I I is países seguros. Las fo rm u lacio n es de K an t raram en te p rev ie ro n y
Ir.
volveré a la cu estió n de obligaciones que atraviesan las fro n teras y sos
ten d ré q u e la c o n stru c c ió n de tales obligaciones a la lu z de la estrecha
dico to m ía de la legítim a au to p reserv ació n fren te a los deberes de los
dem ás es inadecuada. E l sistem a in tern acio n al de p u eb lo s y estados se
caracteriza p o r in terd ep en d en cias ta n extensas y en tre cru za m ien to s
históricos de destin o s y fo rtu n a s, q u e el alcance de las obligaciones
m orales especiales ta n to co m o las generalizadas trasciende en m u ch o la
p erspectiva del sistem a E sta d o c é n tric o d elim itado te rrito rialm en te. E n
cam bio, defen d eré la p ersp ectiv a de una sociedad m u n d ial co m o el
p u n to de p a rtid a co rre c to p a ra ra z o n a r acerca de obligaciones que a tra
viesan las fro n teras.
P o d rá objetarse que tales críticas de K an t so n anacrónicas, p o rq u e
lo que m o tiv a las fo rm u lacio n es de derech o co sm o p o lita de K an t no
son p reo cu p acio n es p o r las necesidades de los p o b re s, los p iso teados,
los perseguidos y los o p rim id o s en su b ú sq u ed a de u n refugio seguro,
sino más b ien la p re o c u p a c ió n del Ilu m in ism o de los eu ropeos p o r
buscar c o n ta c to c o n o tro s p u e b lo s y ap ro p iarse de las riquezas de otras
partes del m u n d o . El d erech o de b u scar asociación h u m an a o, en la tra
ducció n literal del alem án, «ofrecerse a la asociación civil [Gesellschaft]
io n o tro s» y b u scar el «acercam iento» - Z u g a n g - en vez del ingreso
I itig a n g - es p a ra K a n t u n d erech o h u m an o fu n d am en tal. E sto debe
d istin g u irse de la tesis de res nullius; en realidad, el d erech o de buscar
as< K iación h u m a n a está en el c e n tro de lo q u e significa ser u n W elthür-
y r t . A la m an era autén tica del Ilu m in ism o , K a n t celebra la nave y el ca
mello («la nave del desierto» co m o llam a a este ú ltim o ) para red u cir
distancias, hacer caer las b arreras en tre co m u nidades locales y re u n ir a
I.i especie hum ana. N e g a r «la p o sib ilid ad de b u scar com unicarse con
h abitantes anteriores», o ein V erkeh r z u suchen (K ant, [1795] 1923:
IM; 1949: 321) es c o n tra rio al d erech o co sm opolita. La term inología
Ycrki'hr y.u su chen, que p u ed e ex tenderse a co n ta cto s com erciales tan-
10 c o m o religiosos, cu ltu rales y financieros, delata la esperanza de K ant
de que, au n q u e los m otivos de las p o ten cias occidentales en la b ú sq u e -
d.i de ab arcar la superficie del g lo b o p u ed e ser m enos q u e laudable,_a
11 .ives de u n in crem en to de los co n tacto s co n o tro s p u e b lo s y culturas,
IN
El legado cosmopolita de Kant
jv
ría K ant «intervenciones hum an itarias» que b u sq u en p ro m o v e r ideales
progresivos, salvo en u n caso: el de la g u erra civil y la disolución de la
au to rid ad existente. E ste es el q u in to de sus «artículos prelim inares de
paz p e rp etu a en tre estados» (K ant, [1795] 1923: 430; [1795] 1994: 96).
I .I liberalism o de K an t es tam b ién m enos ro b u sto que nuestra visión
yon tem p o rán ea más universalista ya q u e las m ujeres, jos sirvientes d o
m ésticos y los ap ren d ices sin p ro p ie d a d son considerados p o r K ant
•auxiliares de la co m u n id ad políticam en te o rg anizada», y hace d ep en -
U< i su i o n d ic ió n legal del jefe del hogar. A un así, al estipular que una
I I institu ció n republicana «es la base original de to d o tip o de c o n stitu -
i ion civil» (K ant, [1795] 1923: 435; [1795] 1994: 100) y al vincular la
p.i/ en tre estados a sus co n stitu cio n es internas, K an t abrió el cam ino de
iim.i visión w estfaliana a la visión liberal de la soberanía. T am bién es
destacable q u e se diera ta n ta im p o rtan cia a las relaciones in ternaciona-
Irs que surgen de las necesidades de los viajeros, descubridores, refu-
f;ud o s y asilados, para delinear el derech o co sm opolita.
K ant d em arcó claram ente 1as ité n s io ñesje n t r e los req u erim ientos d e
.......... i 'i alidad universalista de ofrecer perm anencia tem poraria a to dos
% prerrogativa legal del so b eran o legal de n o extender tal p e rm an en -
i i . i tem p o raria a la co n d ició n plena de m iem bro. C o n tra K ant, argu-
ni. ni.nc t|iie el derecho del residente tem p o ral a ser m iem bro debe ver-
• i i ...... d erech o h u m an o q u e pued e justificarse bajo los principios
ile una m oralidad universalista. L os térm in o s y condiciones bajos los
i ti.iles pued e o to rg arse la con d ició n de m iem b ro a largo plazo siguen
siendo p rerro g ativ a del so b eran o republicano. P ero aquí tam bién de-
hen i espetarse los condicio n an tes que im p o n en los derechos hum anos,
tales i orno la no d iscrim inación y el derech o del inm igrante a u n debi-
ilu proceso. Si bien no puede rechazarse la p rerro g ativ a de los estados
«11 estipular criterio s p ara la in co rp o ració n , debem os preguntar: ¿ Q u é
IH ai t u as ile incorpo ració n serían no perm isibles desde u n p u n to de vis-
ia un n al v cuáles son las practicas q u e resultan m oralm ente indiferen-
ie\, e s decir, neutrales desde el p u n to vista m oral?
I as loi ululaciones de K ant nos p erm iten c ap tu ra r las contradiccio-
in s c sti i|ctu tales entre los ideales universalistas y rep u blicanos de la
■■111 i ,ii ií.i cu el p erío d o revo lu cio n ario m o d ern o. E n conclusión, quie-
Mi llaiii.u a esta co n trad icció n «la paradoja de la legitim idad dem ocrá-
ttia • v delinearla sistem áticam ente.
La paradoja de la legitimidad democrática
■n
I, iiiiii i il Hii i|in pulí'ni l.ilinrtilr pOill l.lll Vil >l.u tales inlii |ii elaciones.
I in i mu .muís este i miliu in en I.i historia ili'l pensam iento político co
dio el i onllit 1 0 i iiiii' liberalism o y dem ocracia c incluso com o el con-
llii io l im e el constitucionalism o y la soberanía popular. En cada caso,
I I logii ,i del conflicto es la misma: asegurar que el soberano dem ocráti
co sostendrá ciertas limitaciones a su voluntad en virtud de su co m pro
miso pievio con ciertas interpretaciones form ales y sustantivas de de-
i ccIhis. I os teóricos liberales y dem ocráticos disienten entre sí en
. ii.m ío .il equilibrio adecuado de esta mezcla: m ientras los fuertem ente
IdH i.ilc. quieren atar la voluntad soberana a través de com prom isos
p n \ ios con una lista de derechos hum anos, los fuertem ente dem ocrá-
iiios n i lia/.an tal entendim iento prepolítico de derechos y sostienen
q u e deben estar abiertos a renegociación y reinterpretación p o r el pue
blo si ibci ano, aunque adm iten que esto se da d entro de ciertos límites.
I’ero esta paradoja de legitim idad dem ocrática tiene u n corolario
que lia sido poco notado: to d o acto de autolegislación es tam bién un
ii m ile autoconstitución. ^ N o s o tro s [el pucblo]»Wjue acordam os re-
;■11 nos po: estas leyes tam bién nos definim os com o un «nosotros» en el
u io m ism o de autolegislación. N o son solo leyes generales de autogo-
liiei no l.is que se articulan en este proceso; la com unidad que se som e-
i estas leyes se define tam bién definiendo lím ites y estos límites son
i.iiuo territoriales com o cívicos. La voluntad del soberano dem ocráti-
i o si ilo puede extenderse al territorio bajo su jurisdicción; las dem ocra-
i i.is requieren fronteras. Los im perios tienen confines, m ientras las de
mocracias tienen fronteras. El gobierno dem ocrático, a diferencia del
dom inio imperial, se ejerce en nom bre de una com unidad específica y
solo obliga a esa com unidad. P o r tanto, al m ism o tiem po que el sobe-
i ano se define territorialm ente, tam bién se define en térm inos cívicos.
I os que son m iem bros plenos del ente soberano se distinguen de quie
nes -quedan bajo su protección» pero que no disfrutan de «plenos de-
i cchos ile membresía». Las m ujeres y los esclavos, los sirvientes y los
Io mibres blancos sin propiedad, los no cristianos y las razas no blancas,
históricam ente fueron excluidos de la condición de m iem bro del ente
soberano y del p royecto de ciudadanía. Eran, en las famosas palabras
ile Kant m eros «auxiliares de la com unidad políticam ente organizada»
(K ant, [1797] 1922: 121; [1797] 1994: 140).
Los lím ites de la com unidad civil son de dos tipos: p o r un lado, de-
finen la condición de aquellos que tienen ciudadanía de segunda clase
dentro del ente político pero que pueden ser considerados m iem bros
del pueblo soberano en virtud de vínculos culturales, familiares y reli
giosos. Las mujeres, así com o los hom bres n o propietarios antes de la
extensión del sufragio universal caían en esta categoría; la condición de
Mles quipos se distingue ili'l di' ol ios i evidentes en que no solo tienen
condición de se|>tnid.i el.ise sino <|iie además no pertenecen al pueblo
soberano cu virtud de criterios relevantes basados en la identidad. Tal
era la condición de los esclavos afronorteam ericanos luego de la G u e
rra Civil de Estados U nidos y la declaración en 1865 de la 14a. E nm ien
da de la C onstitu ció n (adoptada en 1868) que confería la ciudadanía es
tadounidense a la gente negra; tam bién era esta la condición de los
indios norteam ericanos a los que se otorgó soberanía tribal. La condi
ción de la gente de fe judía en las trece colonias originales que form a
ron los E stados U nidos puede describirse com o de transición de «au
xiliares de la com unidad política organizada» a ser ciudadanos plenos.
Adem ás de estos grupos, están los residentes de la com unidad p o lí
ticam ente organizada que no disfrutan de derechos plenos de ciudada
nía p o rq u e n o poseen los criterios de identidad requeridos a través de
los cuales el pueblo se define, p o rq u e pertenecen a alguna otra com uni
dad políticam ente organizada o p o rq u e eligen m antenerse com o foras
teros. Estos son los «extranjeros» y «forasteros» del pueblo dem ocrá
tico. Su condición se distingue de la de los ciudadanos de segunda clase,
tales com o las m ujeres y los trabajadores, así com o de los esclavos y
gente tribal. E sta condición es gobernada p o r tratados m utuos entre
entes soberanos, com o sería el caso de representantes oficiales de una
potencia estatal en territo rio de otra, y si son civiles y viven entre los
ciudadanos p o r razones económ icas, religiosas u otros m otivos cultu
rales, sus derechos y títulos existen en el espacio oscuro definido p o r el
respeto a los derechos hum anos de u n lado y la ley internacional con
suetudinaria p o r el otro. Son refugiados de persecuciones religiosas,
com erciantes y m isioneros, em igrantes y aventureros, exploradores y
buscadores de fortuna.
H e circunscrito en térm inos teóricos generales la paradoja de la le
gitim idad dem ocrática. La paradoja es que el soberano republicano de
bería buscar lim itar su voluntad p o r una serie de com prom isos previos
con una serie de norm as form ales y sustantivas, a las que generalm ente
se hace referencia com o «derechos hum anos». Los derechos y títulos
de otros -se a n «auxiliares de la com unidad política organizada», com o
se consideraba a las mujeres, los esclavos y los hom bres sin propiedad,
o sean pueblos sojuzgados o extranjeros- se negocian entonces sobre
este terreno flanqueado p o r los derechos hum anos de u n lado y las afir
maciones soberanas p o r el otro.
En lo que sigue argum entaré que, si bien esta paradoja nunca puede
ser resuelta plenam ente para las dem ocracias, su im pacto puede ser m i
tigado a través de una renegociación y reiteración de los com prom isos
duales con los derechos hum anos y la autodeterm inación soberana. La
soberanía popular, que significa que quienes están sujetos a la ley son
tam bién sus autores, no es idéntica a la soberanía territorial. Si bien el
demos, com o soberano popular, debe afirm ar su control sobre un d o
minio territorial específico, tam bién puede realizar actos reflexivos de
autoconstitución, p o r los que pueden reajustarse las fronteras del de
mos. La política de la m em bresía en la era de desagregación de los dere
chos ciudadanos tiene que ver con la negociación de las complejidades
de los derechos plenos de m em bresía, la voz dem ocrática y la residen
cia territorial.
«El derecho a tener derechos»:
Hannah Arendt y las
contradicciones del Estado-nación
AI(,;o mucho más fundamental que la libertad y la justicia, que son dere-
i lu >•• (le ( iudadanÍ3 ^está_en¿u©gQ cuando la membresía a una comunidad en
I.i que uno nació no es ya una cosa dada y no pertenecer ya no es una cues-
i ¡('>n tlr elección, o cuando uno se ve colocadcTen una situación en la que, a
menos que cometa un crimen, su trato por Tos demás no depende de lo que
li.ii e u deja de hacer. Este extremo'Tiada menos, es la situación de la gente
l>i ¡viula de derechos humanos. Son privadas, no del derecho a la libertad si
no del derecho a la acción; no del derecho a pensar lo que les plazca sino
del detei lio de opinión [...]. lomamos conciencia de la existencia de un de-
i nho a tener derechos (y eso significa vivir en un marco en el que uno es
i n / u n sus ai i iones y opiniones) y el derecho a pertenecer a algún tipo
tlr comunidad organizada, solo mando aparecieron millones de personas
que habían perdido y no podían recuperar estos derechos debido a la nueva
situación política global. (A rendt, [1951] 1968: 177. E nfasis mío.)
Perm ítasem e com enzar analizando la frase «el derecho a tener dere-
clios». ¿El concepto de «derecho» está siendo utilizado de m odo equi
valente en las dos m itades de la frase? ¿El derecho a ser reconocido por
los demás com o persona a quien corresponden derechos en general es
tic la misma categoría que los derechos que le corresponderían a uno
luego de tal reconocim iento? C laram ente no es así. El prim er uso del
leí m ino «derecho» se dirige a la hum anidad com o tal y nos reclam a re
conocer la m em bresía a algún g rupo hum ano. E n tal sentido este uso
del ici m ino «derecho» evoca u n i_mperativo_moral. «Se debe tratar a to-
dos los seres hum anos com o personas pertenecientes a algún grupo h u
m a n o y ,t quienes corresponde Ja protección del mismo». Lo que se in
voca aquí es u n derecho m oral a la m em bresía y una cierta fo rm a de
ii.ito compatible con el derecho a la membresía.
I I segundo uso del térm ino «derecho» en la frase «el derecho a te-
uci dci cchos» se basa en el previo derecho a la membresía. Tener un de-
ici lio, cuando ya se es m iem bro de una com unidad política y legal o r
ganizada, significa que «tengo derecho de hacer o no hacer A y tú
nenes la obligación de no im pedirm e hacer o no hacer A». Los dere-
i Ims atilo ri/an a las personas a tom ar o no u n curso de acción y tales
anión/,aciones crean obligaciones recíprocas. Los derechos y obliga-
i iones están coi relacionados: el discurso de los derechos se da entre
i o i i s i k ios de tina com unidad. Por lo general se hace referencia a tales
d< i e« líos, que generan obligaciones recíprocas entre consocios, es de-
i n, entre t|tiicuc.i ya son reconocidos com o m iem bros de una com uni
dad Igal, com o derechos «civiles y políticos» o derechos ciudadanos.
Liaremos entonces al segundo uso del térm ino «derecho» en la frase
«el drecho a tener derechos» su t£$o jurídico-civil. E n este uso, «dere
chos sugiere una relación triangular entre la p ersona a quien corres-
ponen los derechos, o tro s para quienes esta obligación crea un deber
y la fotección de estos derechos y su im posición a través de algún ór-
ganoegal establecido, p o r lo general el Estado y su aparato.
E prim er uso del térm ino «derecho» en la frase «el derecho a tener
derenos» no m uestra la m ism a estructura discursiva que el segundo
uso: n la prim era m ención, la identidad del (los) otro(s) a quien(es) se
dirig el reclam o de ser reconocido com o persona derechohabiente
qued abierta e indeterm inada. N ó tese que para A rendt tal reconoci-
miero es en p rim er y principal lugar un reconocim iento de «m em bre-
_sía»,4 reconocim iento de que u n o «pertenece» a alguna com unidad
humna organizada. La condición de persona derechohabiente es con-
tingete al reconocim iento de la m em bresía de la persona. ¿Q uién ha
de di o negar tal reconocim iento? ¿Q uiénes son los destinatarios del
reclaio de que u n o «debe ser reconocido com o m iem bro»? La res-
puesi de A ren d t es clara: la h u m anidad misma; pero agrega: «De n in
gún iodo es seguro que esto sea posible». La asim etría entre los usos
prim ro y segundo del térm ino «derecho» deriva de la ausencia en el
prim r caso de una com unidad jurídico-civil de consocios que estén en
una ilación de deber recíproco. ¿Y cuál sería este deber? El deber de
recoocersé m utuam ente com o m iem bros, com o individuos p rotegi
dos p r las autoridades político-legales y que deben ser tratados com o
persoas habilitadas para d isfrutar de derechos.
E:e derecho y el deber que nos im pone son «morales» en el senti
do kntiano del térm ino, p o rq u e nos conciernen a los seres humanos,
com itales, trascendiendo así toda afiliación cultural, religiosa y lin
güista y to d o lo que nos distingue al uno del o tro. A rendt, si bien su
pénsm iento es plenam ente kantiano, no sigue a K ant. Pero es im por-
tan teeco rd ar aquí los argum entos de Kant.
Pagam os entre paréntesis p o r el m om ento la justificación de K ant
del iiperativo categórico. Supongam os que la ley m oral en una de sus
muchs form ulaciones es válida y centrém onos en el principio del
Zwec an sich (fin-en-sí-m ism o), a saber: «Actúa de tal m odo que trates
a la hm anidad en todas tus acciones com o u n fin, y nunca solo com o
un mdio». Para Kant, esta ley m oral legitima el «derecho de hum ani
dad a la persona de uno», es decir, el derecho a ser tratado por los d e-
m,ís eiconcordancia con ciertos estándares de dignidad y valor hum a
no. Ev derecho nos im pone deberes negativos, es decir, deberes que
nos («ligan a no actuar de maneras que violarían el derecho de hum ani
dad en toda persona. Tal violación ocurre prim ero y principalm ente si y
cuando nos negam os a entrar en sociedad civil el u no con el otro, es de
cir, si nos negam os a convertirnos en consocios legales. El derecho de
hum anidad en nuestra persona nos im pone una obligación recíproca
de entrar en sociedad civil y aceptar que nuestra libertad será limitada
por legislación civil, tal que la libertad de u no pueda hacerse com patible
i on la libertad de cada uno bajo una ley universal. El derecho de hum a
nidad lleva a K ant a justificar el contrato social del gobierno civil bajo el
cual todos nos convertim os en consocios legales (Kant, [1797] 1994:
133-134). En el lenguaje arendtiano, el derecho de hum anidad nos auto
riza a convertirnos en m iem bros de ia~sociédad civil de tal m odo que
nos corresponden derechos jurídico-civiles. El derecho m oral del hués
p e d a no ser tratado con hostilidad al arribar a las tierras de otro y su de
recho a la hospitalidad tem poraria descansan en este m andato m oral
contra la violación de los derechos de hum anidad en la persona indivi
dual. N o es la posesión en com ún de la tierra, sino más bien este dere
cho de hum anidad, y el derecho a la libertad que de él se deriva, que sir
ve com o la justificación filosófica del derecho cosm opolita.
A rendt misma era escéptica respecto de tales discursos filosóficos
justificatorios viendo en ellos una form a de fundacionalism o metafísico.
Por este m otivo pudo ofrecer una solución política pero no conceptual
de los problem as planteados p o r la prerrogativa del Estado de desnacio
nalizaciones. El derecho a tener derechos, desde su p u n to de vista, tras
ciende las contingencias del nacim iento que nos diferencian y diferen-
cu n el uno del otro. El derecho a tener derechos puede realizarse solo
en mía com unidad política en la epatase nos juzga no p o r las caracterís-
i h i ■que nos definen p o r nacim iento, sino p o r nuestras acciones y opi
niones, p o r lo q u e hacemos y decim os y pensam os. «N uestra vida polí-
Iie.i escribe A re n d t- descansa en el supuesto de que podem os p roducir
la igualdad a través de la organización, p orque el hom bre puede actuar
y cam biar y construir un m undo en com ún, ju n to con sus iguales y so
lo con sus iguales [.. J. N o nacemos iguales; nos volvemos iguales com o
miem bros de u n grupo basados en nuestra decisión de garantizarnos
m utuam ente derechos iguales» (A rendt, [1951] 1968: 301).
I n térm inos contem poráneos A rendt se declara partidaria de un
ideal de entidad política y m em bresía «cívica» p o r oposición a «étni-
i .i I s el reco n o cim ien to jn u tu o p o r un grupo de consocios del uno
poi el o tro com o personas derechohabientes iguales, lo que constituye
pata ella el verdadero significado de>igualdad política. Pese a sus per-
vn sio n es a través del affaire D rcyfus, Francia era, por este m otivo, pa-
i .i At endí Li n,ilion par excellence. ¿ lis posible entoiu es que la solución
instituíional, aunque no filosófica, a los dilemas de los deici líos lumia
nos se encuentre en el establecim iento de principios de nacionalism o
cívico? P o r supuesto que el nacionalism o cívico im plicaría u n m odo
basado en el ju s solí de adq u irir ciudadanía, es decir, la adquisición de
derechos de ciudadanía p o r vía del nacim iento en el territorio o una
m adre o padre ciudadanos. Jus sanguinis, en cam bio, significa la adqui
sición de derechos de ciudadanía a través del linaje étnico y descenden
cia solam ente, p o r lo general -p e ro no siem p re- a través de la dem os
tración de que el padre era m iem bro de u n determ inado grupo étnico.
El Jus sanguinis se basa en la com binación del ethnos con el demos, de
«pertenecer a u n pueblo» con «m em bresía en el Estado». Sin duda,
A rendt defiende u n ideal de la nación cívica basado en u n m odo de ad
quisición de ciudadanía de Jus soli. Pero su diagnosis de las tensiones
inherentes a su ideal de E stado-nación sugiere que hay un mal más p ro
fundo en esta estructura institucional, una perplejidad más profunda
respecto de la «declinación del E stado-nación y el fin de los derechos
del hom bre». Para definir de m odo tajante la cuestión: A rendt era tan
escéptica respecto de los ideales de un gobierno m undial com o lo era
respecto de ¡a posibilidad de que sistemas de E stado-nación logren ja
más la justicia e igualdad p ara todos. El gobierno m undial destruiría el
espacio para la política dado que n o perm itiría a los individuos defen
der espacios públicos com partidos (supuesto que subestim a las p o te n
cialidades de una política planetaria). El sistema de E stado-nación, p o r
otra parte, siem pre llevaba en su in terio r las semillas de injusticia exclu
yem e dom éstica y agresión en el extranjero.
U
A re n d t de esta form ación política es u n a concesión al realism o p o lítico
vy lo históricam ente inevitable? ¿Puede ser que A ren d t esté diciendo
que no o b stan te lo cargado de contradicciones que esté el E stado-na-
ción com o estru ctu ra institucional, sigue siendo el único que defiende
los derechos de todos quienes son sus ciudadanos, al m enos en prin ci
pio, si n o en la práctica?
Paradójicam ente, A ren d t tenía una co m prensión m uy clara de las li
m itaciones del E stad o -n ació n cuando aspira a convertirse en el E stado
de una nación supuestam ente hom ogénea. «El verdadero objetivo de
los judíos en Palestina -e s c rib ió - es co n stru ir u n h o gar nacional judío.
Este objetivo nunca debe ser sacrificado a la seudosoberanía de un es
tado judío» (A rendt, [1945] 1978: 192). A ren d t distinguió la gran idea
francesa de la «soberanía del p ueblo» de «los reclam os nacionalistas de
existencia autárquica» (ibíd., 156). «Soberanía del pueblo» hace refe
rencia a la au toorganización y la volu n tad política dem ocráticas del
pueblo, que p u ede o no co m p artir la m ism a etnicidad, pero que elige
constituirse com o cuerpo p o lític o soberano y autolegislativo.
E sta idea de soberanía p o p u la r es distinta del nacionalism o, que
presu p o n e que «la nación es u n cuerpo orgánico eterno» (ibíd.).
A ren d t creía que este tipo de nacionalism o, adem ás de ser falso con
ceptualm ente, llega a su extrem o de virulencia cuando se vuelve h istó
ricam ente obsoleto: «En cuanto al nacionalism o, nunca fue más m alig
no ni se lo defendió con m ay o r ferocidad que desde el m om ento en que
se h izo visible que este, que en u n tiem po fue u n gran principio revolu
cionario de la organización nacional de los pueblos, ya no podía garan
tizar la v erdadera soberanía del p u eb lo d en tro de las fronteras naciona
les o establecer u n a relación ju sta entre distintos pueblos p o r sobre esas
fronteras nacionales» (ibíd., 141). A re n d t vio claram ente que para lo
grar la auténtica soberanía dem ocrática y establecer justicia más allá de
las fro n teras, se necesitaba ir más allá del m odelo E stadocéntrico del si
glo XX. C o n tra to d a esperanza siguió esperando que floreciera una
gran dem ocracia local de la que ju d ío s y árabes participaran en com ún,
en el m arco de u n a estru ctu ra estatal federativa integrada a la co m u n i
dad m ay o r de pueblos del M editerráneo (véase B enhabib, [1996] 2003:
41-43).
A un así, en sus reflexiones acerca de las p aradojas del derecho a
tener derechos, A re n d t to m ó el m arco del E stad o -n ació n , en sus va
riantes étnica o cívica, com o algo dado. N o exploró m ás allá sus refle
xiones experim entales, fluidas y abiertas acerca de cóm o c o n stitu ir co
m unidades d em ocráticam ente soberanas, que n o siguieran el m odelo
del E s ta d o n a c ió n . Q u ie ro sugerir que el experim ento del E sta d o -n a
ción m o d ern o p o d ría sei analizad o en térm inos diferentes: la form a-
JJ
d ó n del p u eb lo dem ocrático con su historia y cultu ra únicas puede
verse com o u n proceso co n tin u o de tran sfo rm ación y experim enta-
i ion reflexiva con una id entidad colectiva en u n proceso de iteraciones
dem ocráticas. A q u í to m o la p o sta de A ren d t y me alejo de ella. La
contrad icció n entre los derechos h um anos y la soberanía debe ser re-
t onceptualizada com o los aspectos in h erentem ente discrepantes de la
form ación reflexiva de la id entidad colectiva en dem ocracias com ple
jas y crecientem ente m u lticulturales y m ultinacionales.
Jft
sitado, m ientras que para H a n n a h A re n d t es la obligación de no negar
la m em bresía o no negar el derecho a tener derechos. Pero para cada
pensad o r este derecho m oral universalista es tan circunscrito política y
jurídicam ente que cada acto de inclusión genera sus pro p io s térm inos
de exclusión. Para K ant, no hay derecho m oral a la residencia p erm a
nente; para A rendt, no hay m odo de escapar a la arbitrariedad h istó ri
ca de los actos de fundación republicana cuyo arco de igualdad siem pre
incluirá a algunos y excluirá a otro s. La igualdad republicana se dife
rencia de la igualdad m oral universal. El derecho a ten er derechos no
puede ser garantizado p o r u n E stad o m undial u o tra organización
m undial, sino solo p o r la v o lu n tad colectiva de entes políticos circuns
critos, que a su vez perp etran , a diestra y siniestra, sus propios regím e
nes de exclusión. Podem os decir que el cosm opolitism o de A ren d t y
K ant se basa en su particularism o legal y cívico. La paradoja de la au
todeterm inación dem ocrática lleva al soberano dem ocrático a la auto-
constitución así com o a la exclusión.
¿H ay m anera de escapar a estos dilem as? Filosóficam ente debem os
m irar más de cerca los dos térm in o s de este dilem a: el concepto de
derechos p o r u n lado y el de privilegio soberano, p o r el o tro . Sus su
puestos relativos a la soberanía republicana llevan a A re n d t y K ant a
creer que el co n tro l territo rial exclusivo es u n privilegio soberano no
irrestricto que n o p uede ser lim itado o b u rlad o p o r otras norm as e ins
tituciones. Q u ie ro m o strar que n o es así y que los derechos cosm o
politas crean una red de obligaciones e im bricaciones en to rn o de la
soberanía. M i argum ento tra ta rá el nivel conceptual ta n to com o el in s
titucional.
D esde que A re n d t escribió su análisis p rofético de la «D eclinación
del E stado-nación y el fin de los derechos del hom bre», desarrollos
institucionales y norm ativos del derecho internacional han com enzado
a ab o rd ar algunas de las paradojas que ella y K ant no p u d iero n resol
ver. C u an d o A ren d t escribió que el derecho a tener derechos era una
reivindicación m oral fundam ental así com o u n problem a político inso-
luble, n o q uiso decir que los extranjeros, forasteros y residentes no p o
seyeran n ingún derecho. E n ciertas circunstancias, com o en el caso de
los judíos en A lem ania, los griegos y arm enios en el p erío d o de la fu n
dación de la república de T urquía (1923) y los refugiados alemanes en
la Francia de V ichy - p o r n o m b ra r u n o s pocos casos-, grupos enteros
de personas eran desnaturalizados o desnacionalizados y perdían la
protección de u n cuerpo legal soberano. Para A rendt, no había solu
ción institucional ni teórica para este problem a. D esde la Segunda
( j u m a M undial han surgido varios arreglos institucionales que expre-
..m i-l proceso de api endi/.ije di' las naciones de este m undo para el m a
nejo de los h o rro re s de este siglo: la C o n v en ció n de G in eb ra de 1951
Kd a tiv a al E sta tu to de R efugiados y su P ro to c o lo agregado en 1967, la
creación del A lto C o m isio n ad o de las N acio n es U n id as para los R efu
giados (A C N U R ) y la fo rm ació n de la C o rte M u ndial y, más reciente
m ente, de u n a C o rte C rim in al In tern acio n al a través del T ratado de
Rom a, p ro ceso s que b u scan p ro te g e r a aquellos a quienes se les ha d e
negado su derech o a ten er derechos.
Lo q u e es m ás, p rocesos significativos en el derecho internacional
ap u ntan en dirección a la descrim inalización de m ovim ientos m ig rato
rios, sean estos causados p o r la b ú sq u ed a de refugio o asilo o p o r la
propia inm igración. E l derech o a te n e r d erechos h o y significa el re c o
nocim iento de la co n d ició n universal de p e rso n ería de cada u n o y to
dos los seres hum an o s in d ep en d ien tem en te de su ciudadanía nacional.
M ientras q u e p ara A ren d t, de últim as, la ciudadanía era la principal ga-
i am ia de p ro te c c ió n de los derechos h um anos del individuo, el desafío
p o r d elante es d esarro llar u n régim en intern acio nal que separe el d e
recho a te n e r derechos de la co n d ició n nacional del in dividuo (véase
cap. 5).
1.os estudios del derecho distin g u en entre las perspectivas jurídica,
social e individualista d o m in an tes en el derech o de refugiados (H a th a
way, 1991: 2-8). Las prim eras definiciones so b re refugiados de 1920
hasta 1935 fu e ro n fo rm uladas en resp u esta a la negativa de p ro tecció n
loi mal a través del E stad o de origen. H a th a w a y observa que «El retiro
ilc pro tecció n de ju re p o r u n E stado, sea p o r d esn aturalización o la n e
gación de facilidades diplom áticas tales co m o d o cu m en to s de viaje y
rep resen tació n consular, resulta en u n a falla en el fu ncionam iento de
to d o el sistem a legal. D e b id o a que el derecho in ternacional existente
entonces no reconocía a los individuos co m o sujetos de derechos y
obligaciones internacionales, la d eterm in ació n de responsabilidades en
el plano internacional recaía sobre el E stad o so b erano de cuya p ro te c-
i ion se disfrutara» (ibíd., 3).
I n respuesta a d esnaturalizaciones m asivas q u e o cu rrie ro n du ran te
el p erío d o de entreguerras en las nuevas repúblicas creadas en E uropa,
la l.iga de las N aciones ex tendió su p ro tecció n a grupos de personas
cuya nacionalidad les había sido retirada. A dem ás, a la gente sin p asa
porte se le reconoció el derech o a p ro tecció n legal. E ste es el trasfo n d o
histórico para las consideraciones de A ren d t so b re las personas sin Es-
i.ulo. D esde aquel m o m en to , la definición de u n a C on v en ció n para re-
iugiados bajo la ley internacional se ha exp an d id o a fin de acom odar
individuos que sean víctim as indefensas de sucesos sociales o políticos
de base am plia, y se ofrece asistencia para g aran tizar la seguridad y el
bienestai del refugiado. U n nuevo co n ju n to de p rocesos en el sistem a
de p ro te c c ió n intern acio n al de refugiados ha llevado a la inclusión de
individuos que están en busca de una vía de escape de injusticias o p e r
secución p ercib id o s en su p ro p io E stado. El artícu lo 14 de la D eclara
ción U niversal de D erechos H u m a n o s ancla el d erecho a asilo com o u n
derech o h u m an o universal. E l tex to del artículo dice: «En caso de p e r
secución, to d a p e rso n a tiene d erech o a buscar asilo, y a disfru tar de él,
en cualq u ier país. E ste derech o n o p o d rá ser in vocado co n tra u n a ac
ción judicial realm ente o rig in ad a p o r delitos com unes o p o r actos
opuesto s a los p ro p ó sito s y p rin cip io s de las N aciones U nidas» (citado
ibíd., 14). D e to d o s m odos, m ientras el d erech o d e p e d ir asilo es reco
n ocido c o m o derech o hu m an o , la obligación^ de otorgar asilo sigue
siendo conservada celosam ente p o r los estados com o un privilegio so
berano. E n este sentido y pese a considerables avances del derecho in
tern acio n al en la p ro tecció n de la condición de p ersonas sin E stado, así
com o refugiados y asilados, ni K an t ni A re n d t se equivocaron to ta l
m ente al señalar el conflicto en tre los derechos hu m an o s universales y
la reivindicación de so beranía co m o la p arad o ja básica en el centro del
o rd e n intern acio n al E stad o cén trico de circu n scripción territorial.
El Derecho de Gentes, la justicia
distributiva y las migraciones*
" IJua versión más breve de este capítulo apareció com o «The L aw n f Peoples, dis-
trihutive justice, and m igration-, en un sim posio sobre Rawls y el Derecho, Frodham
/.<(«' R v v irw , vol. t i , niun. ü (abril dr ¿004): I7ftl l/HH.
til
te explorado p o r parte de A rendt, es que las experiencias de las poten-
i ias occidentales durante la colonización de Á frica moldean e incluso
Inspiran históricam ente el trato dispensado a las m inorías en la E u ro
pa continental. El im perialism o de ultram ar y el im perialism o conti
nental están relacionados. Pese a estas observaciones, en las considera
ciones de K ant com o en las de A rendt está ausente un reconocim iento
explícito de la interdependencia económ ica de los pueblos en una so
ciedad m undial. Más allá de sus astutas visiones de las paradojas del
derecho cosm opolita, no hay en sus form ulaciones un análisis más ro
busto de la interdependencia de los pueblos, las naciones y los estados.
M ucho del discurso contem poráneo neokantiano sobre la inm igra
ción, en los pocos casos en que aborda la cuestión de tal interdepen
dencia, la trata desde el p unto de vista de la justicia distributiva a esca
la global. Se da p o r supuesto que los principales motivos para los
m ovim ientos m igratorios son económ icos y que los movim ientos de
cruce de fronteras deben verse en el contexto de las interdependencias
económicas mundiales. Los cosm opolitas kantianos contem poráneos
tratan los cruces de fronteras, sean de refugiados, asilados o inm igra
dos, d entro del m arco de la justicia distributiva global.
En este capítulo examino estos debates contem poráneos. C om en
zando con los trabajos de John Rawls, sostengo que el D erecho de
( lentes de Rawls es Estadocéntrico y no puede hacer justicia sociológi
ca ni norm ativam ente a las cuestiones planteadas p o r los cruces de
fronteras. Los teóricos de la justicia global, tales com o Thom as Pogge
y Charles Beitz, van m ucho más allá que Rawls al abogar por la justi
cia en el cruce de fronteras. Pero subsum en los m ovim ientos m igrato
rios bajo la justicia distributiva global. A pesar de que todas estas p ar
tes apelan a K ant, distorsionan la posición de K ant de maneras
significativas. Yo pregunto: ¿cuáles serían los contornos del derecho
cosm opolita en la tradición kantiana, si procedem os desde el pu n to de
vista de que los m ovim ientos m igratorios hum anos han sido ubicuos a
lo largo de la historia de la hum anidad y que las acciones de los estados
soberanos en un m undo interdependiente constituyen factores que
«halan» tanto com o «empujan» en la migración?
Mi respuesta tiene varios componentes: prim ero, empíricamente
quiero argum entar a favor de la interdependencia de los pueblos en una
sociedad mundial. Las interacciones entre com unidades humanas son
perennes y no la excepción en la historia humana. Más bien, la aparición
de un régimen de territorialidad estatal soberana claramente demarcada
es en sí mismo un producto reciente de la m odernidad. Segundo, los de
rechos de migración no pueden subsum irse bajo reivindicaciones de
justicia distributiva y, finalmente, el derecho a la membresía debe consi
derarse u n derecho hum ano, en el sentido moral del térm ino y debería
convertirse en derecho legal tam bién, p o r medio de su incorporación a
las constituciones de los estados a través de provisiones de ciudadanía y
naturalización.
Las teorías neokantianas de justicia global han sido cuestionadas
p o r una escuela influyente que llamaré de «la declinación de la ciuda
danía». E stos teóricos sostienen que la m em bresía a com unidades cul
turales y políticas no es una cuestión de justicia distributiva sino, más
bien, un aspecto crucial de la autocom prensión y la autodeterm inación
de com unidades. Si bien concuerdo con esta afirmación, tengo opinio
nes propias sobre los puntos de vista respecto de la m igración y la ciu
dadanía de M ichael Walzer, uno de los pensadores más prom inentes de
esta veta. Sostengo que W alzer hace confluir la integración ética y p o
lítica, en el hecho de que ve al E stado liberal-dem ocrático com o una
entidad cultural y ética holística. Yo sostengo que no lo es. Si bien Wal
zer y o tro s tienen razón al plantear preocupaciones respecto de las
transform aciones de la ciudadanía en el m undo contem poráneo, están
equivocados al atribuir estos cam bios a las migraciones. Yo com parto
su preocupación p o r el autogobierno dem ocrático, pero sostengo que
los desarrollos institucionales de los derechos ciudadanos en el m undo
contem poráneo son m ucho más com plicados y multifacéticos que lo
que nos quieren hacer creer los com unitarios y los teóricos de la decli
nación de la ciudadanía. C aracterizo estas transform aciones com o la
«desagregación de la ciudadanía» (véase cap. 4).
son los principales agentes de justicia; en cam bio ,están sum ergidos en
unidades que Rawls llama «pueblos». Para K ant, la esencia del Jus cos-
m opoliticum era la tesis de que todas las personas morales eran m iem
bros tic una sociedad mundial en la que pod rían interactuar potencial-
mente entre sí. Rawls, en contraste, ve a los individuos com o m iem bros
de pueblos y no com o ciudadanos cosm opolitas.
1la habido considerable debate en la literatura respecto de p o r qué
Kawly elegiría desarrollar una visión de justicia internacional desde el
pun to de vista de pueblos en vez de individuos (Beitz, 2000; Buchanan,
¿000; Kuper, 2000). Este com ienzo m etodológico lo lleva a articular
principios de jiusticia internacional no para individuos, considerados
com o unidades de igual respeto y preocupación m oral en una sociedad
m undial, sinol para pueblos y sus representantes. Pero es dudosa la
lucíza de la definición de pueblos de Rawls. U n examen del supuesto
de Kawls respecto de los pueblos tam bién nos ayudará a aclarar por
qué para él las com unidades delim itadas son las unidades de una teoría
de justicia global, m ientras que las m igraciones se vuelven m ateria de la
leo n a no ideal.
I 1 1 oneepto de pueblos es introducido p o r Rawls com o un disposi
tivo de repieseniai ion, en gran medida com o la concepción de persona
ftV
m oral en Teoría de la justicia ([1971] 1972) y la de ciudadano en E l libe
ralismo político (1993). U n dispositivo de representación acentúa ciertos
rasgos del objeto a ser representado m ientras se ponen entre paréntesis
o m inim izan otros. Lo m ism o sucede con el concepto de pueblos. Los
pueblos raw lsianos son definidos idealm ente com o «pueblos liberales»
y tienen tres rasgos básicos: «U n gobierno dem ocrático constitucional
razonablem ente justo que sirve a sus intereses fundam entales; ciudada
nos unidos p o r lo que Mili llam ó “sim patías co m unes” y, finalmente, un
carácter m oral» (Rawls, 1999: 23). Se vuelve una preocupación im p o r
tante para la visión raw lsiana de la justicia cóm o o p o r qué un D erecho
de G entes escogido p o r los representantes de pueblos liberales sería
aceptable para pueblos no liberales tam bién. D e allí que el D erecho de
G entes se desarrolle en dos pasos, prim eros desde la perspectiva de so
ciedades liberales y subsiguientem ente desde el p u n to de vista de «pue
blos decentes no liberales» (ibíd., 59-68; cfr. Beitz, 2000: 675).
P ero es más significativa la m ezcla de atrib u to s sociológicos y éticos
de los p ueblos desde el p u n to de vista de Rawls. La categoría de Rawls
hace u n solo paquete con rasgos em píricos así com o norm ativos: si
bien la m ayoría de los científicos sociales e historiadores acordarían
que puede ser necesaria alguna m edida de «sim patías com unes» para
distinguir u n pueblo o nación de o tro , es extraño estipular que los p u e
blos no serían tales a m enos que estuvieran gobernados p o r «un go
bierno dem ocrático constitucional justo».' La dificultad surge a p artir
de que Raw ls une estipulaciones norm ativas con características socio
lógicas. El m étodo de Rawls de idealización dificulta entender si busca
que su concepto de pueblos sea válido histórica y sociológicam ente o
tan solo aceptable norm ativam ente desde el p u n to de vista de sus p rin
cipios de justicia. E videntem ente, busca que sea am bas cosas, pero ha
cer confluir estas dos perspectivas desde el com ienzo crea u n a serie de
problem as que reverberan en to d o lo que sigue.
D ado que desea evitar los peligros de la teoría realista internacional,
que tom a a los estados y sus intereses com o los actores principales en
la arena internacional, Raw ls desea distinguir los estados de los p u e
blos. A rgum enta que los pueblos, n o los estados, son los actores m ora
les y sociológicos relevantes al razo n ar sobre la justicia a escala global.
Pero no logra convencer de que pued a hacerse u na distinción analítica
m ente válida entre pueblos y estados en sus p ro p io s térm inos. ¿Q ué
form a política fuera de u n E stado m oderno p o d ría tener un pueblo que
es gobernado p o r u n «gobierno dem ocrático constitucional justo»?
¿Podría ser un im perio? ¿P odría ser una ciudad-estado?
Rawls insiste en que los pueblos no son estados principalm ente
poi que no desea .tilsi ribii li s soberanía. 1)os de los rasgos más com unes
.isociados a la soberanía, a saber, la soberanía interna sobre una pobla-
i ion y la soberanía externa de declarar la guerra contra otras unidades
soberanas, se derivan del D erecho de Gentes en el esquema de Rawls y
por tanto no deben verse com o rasgos que ya poseen partes contratan
tes de la justicia internacional. Se hace que tanto la soberanía interna
com o la externa dependan del D erecho de Gentes. Este es un aspecto
encom endable del argum ento de Rawls: hace que la legitimidad de la
soberanía de u n Estado esté condicionada al reconocim iento de ciertos
principios de justicia, entre ellos el respeto p o r los derechos hum anos
y el com prom iso de no instigar la guerra p o r m otivos distintos a la au
todefensa (Rawls, 1999: 37). Si bien podem os seguir el deseo de Rawls
de im poner límites morales sobre concepciones de soberanía estatal, es
incoherente pensar en el gobierno constitucional de un pueblo sin al
guna form a de soberanía territorial.2 Esto crea entonces un dilema pa-
ra la teoría de Rawls: debe suponer que los pueblos unidos por «simpa-
t tas com unes» y «gobernados p o r u n gobierno constitucional justo»
están organizados territorialm ente com o unidades semisoberanas, que
poseen rasgos m uy similares a los de los estados, o debe renunciar a su
estipulación de que los pueblos ya deben poseer una cierta form a de
gobierno y sim plem ente aceptar una concepción más empírica y menos
norm ativa de la condición de pueblo.
L os pueblos no pueden tener los siguientes rasgos norm ativos que
K.iwls les adscribe y no ser considerados com o estados m odernos o r
ganizados y circunscritos territorialm ente, autogobernados. E ntre las
oí lio condiciones norm ativas que Rawls enum era para caracterizar un
pueblo (ibíd.), la obligación de «observar tratados e iniciativas», la
obligación de «no instigar guerras que no sean fen] defensa propia», y
honrar los derechos hum anos», si bien son inobjetables desde un
punto de vista m oral, son difícilm ente concebibles sin un aparato esta-
t.il m oderno con ejércjtjosjdispaaibles, una burocracia judicial y admi-
nisii .ttiva plenam ente desarrollada y otras instituciones representati-
v i . Una vez más, la distinción entre pueblos y estados m odernos con
l'obiei nos representativos desaparece.
I n su defensa de Rawls, «W hat self-governing peoples owe to one
.m ol lier: universalism, diversity and The L aw o f Peoples», Stephen Ma-
• cilo ha sostenido que, «el significado moral de estados o pueblos no es
realmente tan m isterioso, pero recordém onos lo que un pueblo ha he
cho .il asum ir poderes de autogobierno. H a form ado una unión gene-
i .límente entendida com o perpetua y afirm ado un control perm anente
sobre un territo rio dado, quizá com o resultado de una lucha violenta
pin I.i independencia» (M acedo, 2004. énfasis mío.). Macedo clara
mente lisa los tet minos pueblo y Estado de m odo indistinto. Al hacer
hn
lo, se aleja de la manera en que' Rawls desea construir los pasos en su
teoría. Para Rawls la condición de Estado soberano debe suceder a la
condición de pueblo y la aceptación del pueblo del D erecho de G entes
y no precederlos. N uevam ente, esto sugeriría que es necesario estipu
lar un concepto más em pírico y m enos norm ativo de pueblos, de
acuerdo con el cual podrían verse com o que ya poseen una form a de
«gobierno constitucional justo».3
El tercer criterio para la condición de pueblo de Rawls, a saber,jjue
cada pueblo d e b í poseer «una naturaleza moral» es aun más difícil de
defender. Rawls procede aquí a partir de u n a visión holística de los
pueblos, cada u no de los cuales supuestam ente puede definirse por
fronteras claram ente delim itadas y p o r un conju nto de valores y v irtu
des identificables. En esta visión holística, los pueblos se ven com o
portadores de una visión del m undo m oral coherente. Pero tal con
cepción holística de la sociedad pertenece a la infancia de las ciencias
sociales.
Falta en esta visión una apreciación de la división interna significati
va de las sociedades hum anas p o r clase, género, etnicidad y religión. E s
ta visión holística tom a las aspiraciones de m ovim ientos liberal-nacio-
nalistas en su período de ascenso en la segunda m itad del siglo X I X y
principios del X X como paradigmáticas y presenta estas aspiraciones co
mo si fueran hechos sociales. Pero los pueblos no se encuentran; se de
sarrollan a través de la historia. U na manera crucial en la que los pueblos
cruzados p o r cuestiones de clase, género, etnicidad y religión se desa
rrollan es precisam ente a través de la contienda en torno de los térm inos
y el significado de su «naturaleza moral» com ún. G rupos excluidos y
marginados, com o los trabajadores y las mujeres en las repúblicas b u r
guesas tem pranas, buscaron transform ar el código m oral de la nación
para hacerla más inclusiva, m enos concentrada en jerarquías y distincio
nes de propiedad, más receptivas a los logros de la ciudadanía femenina.
Se dieron luchas similares p o r parte de grupos raciales, étnicos y religio
sos, excluidos y marginados. Ver a los pueblos com o entes hom ogéneos
caracterizados p o r una «naturaleza moral» claramente identificable y
una fuente de «simpatías com unes» no es solo equivocado sociológica
mente; es una visión hostil a los intereses de quienes han sido excluidos
del pueblo porque se negaron a aceptar o respetar su código moral he-
gemónico. La visión de la condición de pueblo de Rawls se desliza al na
cionalismo. En últim o análisis, su visión liberal-nacionalista es más na-
i ionalista que liberal, precisam ente porque, en vez de tratar las
aspiraciones hcgemónicas de los m ovim ientos nacionalistas de forjar un
pueblo de simpatías comunes y una naturaleza m oral unificada com o
hi> Ii.is ideológu as, les confiere la condición de hechos sociológicos.
t,7
Supóngase que uno defiende la definición de Rawls siguiendo los li
ncam ientos sugeridos p o r C harles Beitz: «La idea de un pueblo es p ar
te de una concepción ideal del m undo. Rawls n o necesita m antener que
muchos estados (o incluso alguno) actuales satisfacen plenam ente los
criterios de la condición de pueblo para m antener que sería deseable
avanzar en dirección al ideal. La pregunta apropiada acerca de la idea
de pueblo es si representa una form a suficientem ente deseable de orga
nización social hum ana para servir com o el elem ento constituyente bá
sico de una sociedad m undial, no si sirve com o aproxim ación realista a
estados realm ente existentes» (2000: 680).
La defensa de Beitz sugiere que debem os juzgar la concepción de
pueblo de Rawls éticam ente y no en térm inos de adecuación sociológi
ca. Esto no es satisfactorio, precisam ente p o rq u e la visión sociológica
acarrea im plicaciones éticas que deform an significativam ente nuestra
visión norm ativa. La com prensión de Rawls de la condición de pueblo
sigue la tradición del nacionalism o liberal y la sociología idealista del
siglo XIX y oscurece elem entos de poder, opresión e ideología a través
de los cuales se forja u n sentido com ún de nacionalidad.
Sostendría además que ni siquiera es deseable norm ativam ente ver
I.iSociedad de los Pueblos com o una com unidad m undial com puesta
de colectividades tan altam ente integradas, hom ogéneas y hom ogenei-
/antes. Los perdedores en este rom ance nacionalista son precisam ente
las norm as y los valores liberales y dem ocráticos que Rawls tam bién
quiere atrib u ir a los pueblos. ¿Por qué? P orq u e siem pre y necesaria
mente hay una contestación, una desunión, una saludable disyunción
entre los valores, norm as y principios unlversalizantes del justo go
bierno constitucional y las «simpatías com unes» y la «naturaleza m o
ral» particularista de u n pueblo. Rawls m inim iza el aspecto contextual-
trascendente de los valores y norm as liberal-dem ocráticos que son, p o r
o tro lado, tan centrales a su visión de justicia y liberalism o político.
• N osotros, el pueblo» es una fórm ula surcada de tensiones, que busca
contener las aspiraciones universalizantes de reclamos de derechos y
luchas p o r la soberanía dem ocrática d en tro de los límites de una colec-
I iviciad situada históricam ente. Tal colectividad tiene sus «otros» aden-
I I o y «afuera». La condición de pueblo es una aspiración, no un hecho.
Cosmopolitismo m oral
Cosmopolitismo liberal
Para Raw ls, «los pueblos bien ordenados tienen el deber de asistir a so
ciedades con problem as» (Rawls, 1999:106).9 P ero no es el caso «que la
única m anera o la m ejor m anera de realizar este deber de ayuda es si
guiendo u n principio de justicia distributiva global para regular las
desigualdades económicas y sociales entre los pueblos» (ibíd.). Para
m uchos esta afirm ación es inconsistente en el m ejor de los casos e h i
pócrita en el peor. T hom as Pogge observa con sarcasmo: «Tal com o se
da, el debate m oral se centra en gran medida en la cuestión de en qué
m edida las sociedades y personas ricas tienen obligación de ayudar a
otros que están peor que ellos. A lgunos niegan tal obligación de plano,
otros sostienen que las obligaciones en este sentido son bastante exi
gentes. Ambos lados dan fácilm ente p o r sentado que es por nuestra p o
tencialidad de ayudar que estam os relacionados m oralm ente con quie
nes pasan ham bre en el extranjero. Esto es cierto, p o r supuesto. Pero el
debate ignora que estamos tam bién y mucho más significativam ente re
lacionados con ellos como sostenedores y beneficiarios de un orden ins
titucional global que contribuye sustancialmente a su empobrecimien
to » (Pogge, 2002: 50. Enfasis mío.). U n a crítica similar fue expresada
por Charles Beitz en Political Theory a n d International Relations: «La
interdependencia internacional involucra un p atró n com plejo y sus
tancial de interacción social, que produce beneficios y cargas que no
existirían si las econom ías nacionales fueran autárquicas. En vista de
estas consideraciones, la preocupación al pasar de Rawls p o r el derecho
de las naciones parece no captar en absoluto el sentido de la justicia in
ternacional. E n u n m undo interdependiente, lim itar los principios de
justicia a las sociedades internas tiene el efecto de gravar a naciones p o
bres para que otros puedan beneficiarse de vivir en regímenes “jus
to s”» ([1979] 1999: 149-150).
Este desacuerdo sobre el alcance y el contenido de principios de jus
ticia distributiva a escala global involucra divergencias tanto m etodoló
gicas com o empíricas entre Rawls y sus seguidores más radicales.
Rawls, aunque no niega que el sistema internacional es de interdepen
dencias, claram ente ve este hecho com o de im portancia secundaria para
la determ inación de la riqueza o pobreza de u n país. Las causas de la ri
queza de las naciones son endógenas y no exógenas. La riqueza de un
país está determ inada p o r «su cultura política» y p o r tradiciones religio
sas, filosóficas y morales que sustentan su estructura básica, así com o las
cualidades morales de su pueblo, tales com o su industriosidad y sus ta
lentos cooperativos (Rawls, 1999: 109). Rawls aduce llamativamente
pocas evidencias sociocientíficas para sostener tal afirm ación.10 Estas
afirmaciones se basan menos en evidencias empíricas y más en el p u nto
de partida m etodológico de Rawls, que considera que los pueblos libe-
i ales viven en sociedades bien ordenadas, cuya buena fortuna es conse-
i uencia de sus propias instituciones y naturaleza moral. E n esta visión
llamativamente victoriana de la riqueza de las naciones, el saqueo de
África p o r todas las sociedades occidentales no es m encionada ni una
ve/; apenas se recuerda el carácter global del comercio de esclavos afri-
i anos y su contribución a la acum ulación de riqueza capitalista en los
I .lados U nidos y la cuenca del Caribe; desaparece de la vista la coloni
zación de las Américas y es com o si G ran Bretaña nunca hubiese dom i
nado a la India y explotado su riquezas. Estas omisiones históricas son
de lal m agnitud en un trabajo sobre el D erecho de Gentes que tenemos
que preguntar p o r qué Rawls se ha im puesto anteojeras que afectan su
visión de la justicia internacional de m odo tan drástico.
M i p ro p ó sito no es rehacer conocidos debates en las ciencias socia
les acerca de los orígenes del capitalism o en O ccidente -la así llamada
buena fo rtu n a de los pueblos liberales- y la interdependencia del capi
talism o y el imperialism o. C onsidero que en térm inos históricos sería
groseram ente inadecuado considerar el desarrollo del capitalism o sin
tom ar en cuenta tam bién la historia del im perialism o occidental (Scha-
ma, 1987; H obsbaw m , 1975, 1987; M euschel, 1981; Genovese, [1965]
1990; G enovese-Fox y G enovese, 1983). Tam poco es necesario hacer
juicios rápidos sobre estos com plejos procesos histórico-m undiales: es
dudoso que pudiese concebirse la acum ulación capitalista prim itiva en
O ccidente sin la expansión colonial, pero es igualm ente claro, com o
nos enseñó Max W eber ([1930] 1992), que las transform aciones m oral-
culturales y de valores que llevaron a la form ación de la ética pro testan
te en O ccidente tuvieron fuentes indígenas. Estas fuentes están en la di
námica intelectual y m oral de las revoluciones científica y protestante
que, aunque eventualm ente alcanzaron significación mundial, form a
ro n una configuración única solo en O ccidente." La riqueza de las na
ciones tiene que ser examinada a la luz de la historia de la econom ía
mundial: las distorsiones m etodológicas causadas p o r supuestos de au
tarquía cultural deben ser descartadas. Me u n o a Beitz cuando escribe:
«Es más fácil dem ostrar que existe u n p atró n de interdependencia glo
bal y que rinde sus beneficios agregados sustanciales, que decir con
certeza cóm o se distribuyen estos beneficios bajo las instituciones y
prácticas existentes o qué cargas estas instituciones y prácticas im po
nen a los participantes en la econom ía m undial» (Beitz, [1979] 1999:
145).
¿El hecho de la interdependencia global sugiere que el sistema eco
nóm ico m undial es u n «sistema de cooperación»? U n sistema de
cooperación sugeriría que las reglas que distribuyen obligaciones tanto
com o beneficios sería claram ente identificable y conocido, o en princi
pio conocible,12 para los participantes. D ado que niega que la econom ía
m undial pueda entenderse bajo estos lincam ientos, Rawls m antiene
que no pueden aplicarse a este dom inio principios de justicia distribu
tiva. M ientras en u n sistem a de cooperación habría reglas o patrones
claros para la distribución de beneficios y obligaciones, la econom ía
mundial difícilm ente pueda ser objeto de tales juicios claros y transpa
rentes. Así los principios de justicia distributiva global, pese a su con
siderable atractivo, no tienen «un objetivo, una m eta o u n p u n to de
corte definidos» (Rawls, 1999: 106). C reo que Rawls sólo tiene razón
parcial en esta objeción. La econom ía m undial, si bien no es un sistema
puro de cooperación, incorpora organizaciones tales com o la O rgani
zación M undial del C om ercio | o m c ) y el Fondo M onetario Interna
cional [FMl] que tienen reglas m uy claras de cooperación, además de
que abarca la vasta miríada de patrones y tendencias generados por las
consecuencias no intencionales de actores individuales.
La econom ía m undial, com o cualquier sistem a económ ico, posee
rasgos de cooperación así com o de la lógica d e las consecuencias no in-
tencionales. Piénsese p o r ejem plo en Jalx>lia!s)si bien hay reglas clara-
m e n te d e fin id a s de cooperación - a l m enos en p rin c ip io - respecto de
cóm o se venden y com p ran acciones, cóm o se d eterm inan sus valores y
cosas p o r el estilo, en ú ltim a instancia lo que hace funcionar a la bolsa
es precisam ente la «lógica de las consecuencias n o intencionales». U na
vez establecidas estas norm as de cooperación, nadie puede p redecir y
en prin cip io nadie debería p o d e r pred ecir qué resultado p ro d u ce el
m ercado. E stá p ro h ib id o o p erar basándose inform ación in tern a de las
em presas p o rq u e va en c o n tra de la lógica de las consecuencias no in
tencionales, al d estru ir la equidad de las reglas de cooperación. A dife
rencia de los partid ario s del libre m ercado, n o tengo ninguna fe en que
la lógica de las consecuencias n o intencionales sea siem pre racional o
justa. O b viam ente, los gobiernos y o tro s entes regulatorios interfieren
precisam ente para rectificar disfuncionalidades que resultan del juego
de las fuerzas de m ercado. Es difícilm ente concebible, p o r ejem plo, que
un gobierno p erm ita que quiebre el fondo de la seguridad social com o
resultado de los caprichos del m ercado, aunque se ha sabido de id eó lo
gos del libre m ercado y p rofetas de la privatización que p ro p o n e n li-
cuificar tales activos. Si concedem os a Raw ls que la econom ía m undial
n o es u n sistem a p u ro de cooperación, sino u n dom inio m ixto que
m uestra rasgos de cooperación y com petencia, de organización y de ló
gica de las consecuencias n o intencionales, ¿qué sucede con la posición
redistrib u tiv a global?
La econom ía m undial, que n o llega a ser u n sistem a de cooperación,
es de significativas interdependencias con consecuencias distributivas
no despreciables para los jugadores involucrados. D en tro de este siste
ma, hay entes y organizaciones internacionales que tienen funciones
regulatorias tales com o la O rg an izació n M undial del C om ercio, el
P o n d o M o n etario Internacional y la A gencia In ternacional de D esa
rrollo [AID] y asociaciones de tratad o s tales com o el A cuerdo G eneral
sobre A ranceles y C om ercio [GATT] y el A cuerdo de L ibre C om ercio
de A m érica del N o rte [NAFTA]. Estas organizaciones en form a crecien
te avanzan hacia un m odelo de cooperación global, que controlaría y
reduciría el d año que puede causar la lógi,ca.d.ejas consecuencias no in
tencionales. Así, los teóricos de In ju sticia global)tienen razón al d e
m andar, c o n tra Rawls, q u e estos entes internacionales deben estar cada
ve/ mas obligados a una rcndii ion de i lientas p o r sus acciones y ser ca-
da vez más transparentes en su to m a de decisiones para aquellos a qu ie
nes responden. A u n q u e la econom ía m undial no es un sistem a de co o
peración, precisam ente p o rq u e revela significativos p atrones de in ter
dependencia, así com o q u e es influenciado p o r entes cuasi gobernantes,
hay m u ch o lugar para reform as aquí que p o d rían ir m ucho más allá del
d eb er natural de ayuda a p u eb lo s co n problem as.
Q u ie ro sugerir que la com unidad m undial debe verse com o una so
ciedad civil global en la que los pueblos organizados com o estados son
jugadores im portantes p ero de ningún m o d o los únicos jugadores. U na
perspectiva cosm opolita tiene com o p u n to de p artida l^Tvisión kantiana)
de que «si las acciones de u n o pueden afectar las acciones de otro», en
tonces tenem os la obligación de regular nuestras acciones bajo una ley
com ún ele libertad que respete nuestra igualdad com o agentes morales.
J^as consecuencias de nuestras acciones generan obligaciones morales;
una vez que nos hacem os conscientes de cóm o influyen de hecho en el
bienestar y la libertad de los demás, debem os asum ir responsabilidad
p o r las consecuencias p o intencionales e invisibles de nuestros haceros
individuales-^ colectivos. C onstan tem en te descubrim os tales interde
pendencias y tom am os conciencia de que lo que com em os, bebem os,
fum am os y consum im os com o energía en nuestros hogares y nuestros
autom óviles tiene u n im pacto sustancial en la vida de otros con quienes
pod em o s n o estar siquiera rem otam ente vinculados. H ay una dialéctica
aq u í entre el crecim iento del conocim iento social y la dism inución do la
responsabilidad m oral. E n lenguaje kantiano, si la voluntad de uno pue
de lim itar la voluntad de o tro en el dom inio externo de acciones, enion
ces quedam os enredados en la red m oral de responsabilidades y obliga
ciones. Tal es la situación co n la econom ía m undial: si bien no siem pre
se contará con juicios m uy claros respecto de efectos específicos de M tt
o aquella política sobre la vida y el bienestar de otros, constantem ente
enfrentam os el desafío de com prender las im plicaciones m orales de
nuestras acciones d escubriendo consecuencias no intencionales y lo
m ando conciencia de las m edidas regulatorias e intervencionistas de en
tes que gobiernan el m undo. Tal conocim iento crea responsabilidad
m oral. Ya no es m oralm ente perm isible que los choferes de autom óviles
y las industrias en C hicago, p o r ejem plo, ignoren que sus acciones están
causando lluvia acida en C anadá; tam poco debería ser posible para
quienes viven en los E stados U nidos ignorar qu e la abundancia agrope
cuaria de C alifornia se debe en gran m edida, si no del todo, al sudor, la
sangre y el trabajo de o b rero s m exicanos ilegales, cuyo trabajo estañ o
nal barato ha hecho posible la cosecha di' abundancia que recibim os
I.a conclusión que Beitz y l’ogge sacan de análisis similares es que
debe sci aplicable al sistem a económ ico m undial un principio tedisti i
butivo global. B eitz escribe que «en particular, si el principio de dife
rencia (“las desigualdades sociales y económ icas se deben o rd en a r de
m odo que sean [...] p ara el m ay o r beneficio de los m enos aventaja
d o s”) se ad o p tara en la posició n dom éstica original, tam bién sería
adoptado en la posición global original» ([1979] 1999:151). Pogge está
de acuerdo (2002: 42).
N o m e interesa p ro seg u ir co n el debate respecto de si u n principio
redistributivo global debería form ularse com o alguna versión de un
principio de diferencia raw lsiano o en alguna versión del principio
igualitario global de Pogge. C o n cu erd o co n la visión cosm opolita libe
ral de B eitz y Pogge acerca de que, en u n m u n d o de interdependencias
radicales y n o m eram ente accidentales y transitorias entre la gente,
nuestras obligaciones distributivas van m u ch o m ás allá del deber n a tu
ral de d a r ayuda. P ero me siento incóm oda con la im posición de un
principio red istrib u tiv o global p ara crear justicia económ ica entre los
pueblos, a m enos y hasta que se exam ine la com patibilidad de tal p rin
cipio con el au to g o b iern o dem ocrático. Presentaré tres objeciones al
redistribucionism o global y distinguiré este ú ltim o de la perspectiva
cosm opolita federalista, que deseo defender y que tiene im plicaciones
redistribucionistas tam bién. Llam aré a la p rim era objeción epistémica;
a la segunda, herm enéutica y a la tercera, dem ocrática.
l a objeción epistémica
l a objeción democrática
Derribar los muros del Estado no es, como sugirió preocupado Sidg
wick, crear un mundo sin muros, sino más bien crear mil pequeñas fortale
zas. Las fo rtalezas tam b ién p u ed en ser derribadas: to d o lo que se necesita
es u n E stad o global suficien tem en te p o d e ro so p ara su p e rar a las co m u n id a
des locales. E n to n ce s el re su lta d o sería el m u n d o del eco n o m ista p o lítico ,
com o lo d escribió Sidgw ick (o de capitalism o global, p o d ría agregar), un
mundo de hombres y mujeres desarraigados. (W alzer, 1983: 39)
H asta ahora he usado el con cep to de derechos hum anos sin m ay o r elu
cidación. M e he basado en las prem isas m orales kantianas para explicar
la estrategia filosófica detrás del derecho de hospitalidad. E n m i análi
sis de las am bivalencias del co n cep to de derechos de A ren d t, tam bién
he distin g u id o entre el sentido m oral y el jurídico-civil del térm ino. H e
seguido esta estrategia en p arte p o rq u e busqué aclarar las co n trad iccio
nes internas de los com prom isos norm ativos de las dem ocracias libera
les. ¿C uál es el lugar de los derechos d en tro de una teoría discursiva de
la ética? ¿U na justificación ético-discursiva de reivindicaciones de d e
rechos p u ed e llevarnos más allá de los im passes que aquejan habitual
m ente a los «debates sobre derechos»?
D esde el com entario iró n ico de Jerem y B entham acerca de q u e la
creencia en derechos naturales es u n a «tontería con zancos» (1843, II:
501), se ha creído equivocadam ente que las reivindicaciones de dere
chos se refieren a ciertas p ro p ied ad es o atrib u to s m orales de los seres
hum anos. El lenguaje de los «derechos naturales» p erp etró la falacia
naturalista p o rq u e u n ió u n a reivindicación sobre argum entos m orales
¿La refo rm u lació n com unicativa de los derechos h u m anos básicos nos
ay u d a a reso lv er los enigm as co n los que se d e b a tie ro n K an t y A ren d t?
K ant n o p u d o cerrar la b rech a en tre el derech o de estancia tem p o raria
y el derech o de residencia perm an en te; A re n d t vio la práctica de la des
n atu ralizació n y la con d ició n de falta de E stad o co m o casi equivalente
a la p érd id a de to d o derecho. N o p u d o ofrecer solución a este dilem a
más q u e la fu n d ació n de nuevas com u n id ad es hum anas que g aran tiza
rían la m em bresía a los sin E stad o y desposeídos. D a d o que to d a n u e
va entidad p o lítica n o hacía más q u e re p ro d u c ir el dilem a entre los de
ad en tro y los de afuera, los q u e eran ciudadanos p lenos y los que no, es
difícil de ver p o r qué esta p ráctica p o r sí sola resolvería los problem as
que p lanteaba. D esd e el fin de la Segunda G u e rra M u n d ial algunas de
las p reo cu p acio n es de A re n d t q u e fue, ella m ism a, u n a perso n a sin
E stado e n tre 1935 y 1941, han ten id o respuesta institucional. La D ecla
ración U n iv ersal de los D erech o s del H o m b re de 1948 p ro h íb e la des
naturalización arbitraria,’ es decir, la p érd id a de la co n d ició n de ciu d a
dano, y consid era la p érd id a de la n acionalidad com o u n a violación de
los derechos h u m an o s básicos. L am entablem ente, estados naciones en
form ación a p a rtir de pro ceso s de co lo n izació n han ad o p ta d o copiosa
m ente esta p ráctica desde m ed iad o s de la década de 1960. Es necesario
que la co m u n id ad m un d ial les diga fu erte y claro que, no im p o rta cuá
les hayan sido las heridas que dejó la colonización, h a y o tras m aneras
de su p erar las desigualdades económ icas, sociales y culturales antes
que dejar a p ersonas sin E stado. Las dem ocracias liberales que co n d e
nan a las naciones en vías de d esco lo n izació n p o r estas prácticas deben
aceptar la naturalizació n , es decir, ad m itir co m o ciu dadanos a los des-
n .uuralizados, co m o el anverso del rechazo a la desnaturalización. A sí
com o no se pued e dejar a in d iv id u o s sin E stad o a v oluntad, com o E s-
t.ulo so b eran o no se les p u ede negar la m em bresía a p erpetuidad. Se
pueden estip u lar c ie n o s criterio s de m em bresía, pero nunca pueden ser
de tal tip o q u e o tro s q u e d e n p erm a n e n te m en te im pedidos de c o n v e r
tirse en m iem b ro s de su en tid ad p o lítica. L os regím enes teocráticos,
au to rita rio s, fascistas y nacionalistas lo hacen, p e ro las dem ocracias no
deberían.
Q u ie ro sosten er que el d erech o h u m a n o básico a la libertad co m u -
nicativa n os p erm ite a la v ez justificar el derecho h u m a n o a la m e m b re
sía x p ro p o n e r la p ro h ib ic ió n de \&p érd id a de m em bresía o d e sn a tu ra
lización.
P erm ítasem e d istin g u ir p rim e ro las varias fases de la m igración, del
m o v im ien to geográfico de los p u eb lo s a través de las fronteras de esta
d os p ara establecerse en países d istin to s de aquellos en los que nacie
ron. La m igración in v o lu cra la em igración (las p rim eras causas y c o n
diciones de p artida); la efectiva p rim era adm isión en u n país extranjero;
la absorción civil, económ ica y cultu ral de d u ració n m ás co rta o más
larga (visita, negocios, estudio); la incorporación, es decir, residencia de
d u ra c ió n significativa y, finalm ente, la n a tu ra liza ción, es decir, acceso a
la ciu dadanía política. L a trad ició n liberal ha d a d o p o r su p u esto desde
hace m u ch o tiem p o que el d erech o a dejar el país de origen es u n d e re
cho n atu ral fu n d am en tal au n q u e im perfecto. A sí L ocke escribe que «la
única m anera p o r la q u e u n o se d esp ren d e de su libertad natural y se
coloca las ataduras de la sociedad civil es a c o rd an d o con o tro s ho m b res
sum arse y u n irse en u n a co m u n id ad » (L ocke, [1690] 1980: 52). T h o m as
Jefferso n le da a esto u n a fo rm u lació n más llam ativa cu an d o se refiere
al m ism o co m o el «derecho que la n atu raleza les ha dad o a to d o s los
hom b res de p a rtir de u n país en el que el azar y n o la elección lo han c o
locado» (Jefferson, [1774] 1984: 4). P ara la tra d ic ió n liberal, este d ere
cho a p a rtir o em igrar es u n derech o básico, basado en la visión de la
p erso n a h u m an a com o u n ser a u tó n o m o co n el derecho de aceptar o
rechazar con razones esas p reco n d icio n es básicas del ejercicio de su li
b ertad com unicativa. P o r cierto, la elección del país de residencia es
una de esas p reco n d icio n es fundam entales. L os ciudadanos n o so n p ri
sioneros de sus respectivos estados. N o solo d eb en ten er la lib ertad de
irse a v o lu n tad , sino que adem ás n in g ú n E stad o liberal debería hacer
im posibles las co ndiciones de salida neg an d o p asaportes y visas de sa
lida o im p o n ien d o aranceles de salida exorbitantes. L o que es más, n in
gún E stad o tiene el derech o de p ro h ib ir el rein g reso a un expatriado al
te rrito rio en el que él o ella nació. Si el in d iv id u o en cuestión no ha a b
dicado v o lu n tariam en te de su ciudadanía, debe h ab er proced im ien to s
para re cu p erar la a n te rio r ciudadanía. Estas obligaciones del E stado li
beral d em o crático hacia sus ciudadanos derivan del p rincipio de que
los ciud ad an o s de tal u n ió n deben ver.e co m o consocios legales con el
ilcici lio .il ejercicio básico de m i liI>• 1 1 ul com unicativa y es fundam en
tal a esta lib ertad com unicativa el derech o a re tira r el co n se n tim ien to a
existir d e n tro de ciertas fro n te ra s estatales.
P o r su p u e sto q u e esta m an era de p re se n ta r el p ro b le m a se refracta a
través de las prem isas altam ente individualistas de la teo ría del c o n tra
to social: las razo n es p ara la m igración rara vez so n sim plem ente p e r
sonales o idiosincrásicas. E n la m ay o ría de los casos, las causas de fo n
do de la m ig ració n son la p o b re z a , el h am b re y la p ersecu ció n p o r
m o tiv o de raza, religión, etnicidad, lenguaje, género y preferencia se
xual, así co m o etnocidios, genocidios, guerras civiles, terrem o to s, p la
gas y cosas p o r el estilo. E stos eventos crean refugiados y asilados ta n
to co m o m igrantes. C laram en te, las condiciones de p rim e ra adm isión
para inm ig ran tes son de u n tip o d iferen te de aquellas para refugiados y
solicitantes de asilo. Los estados tien en m ás discreción para estipular
co ndiciones de ingreso en el caso de inm igración que cu a n d o se tra ta de
refugiados y asilados. Sus obligaciones respecto de estos g ru p o s son
m orales y, p ara los estados q u e so n signatarios de la C o n v en ció n de G i
neb ra so b re la co n d ició n de los refugiados (N aciones U nidas, 1951) y
su P ro to c o lo de 1967, son legales.
U n a vez q u e se da la ad m isió n inicial, ¿cuál es la obligación de u n
E stad o liberal p ara con quienes h a adm itido? ¿ H a y u n d erecho h u m a
no a ser m iem b ro ? Q u ie ro so ste n e r q u e sí y q ue este derecho es el an
verso de la p ro h ib ic ió n de la d esn atu ralizació n. D esde el p u n to de vis
ta de la te o ría discursiva, el arg u m e n to m oral te n d ría que p ro c e d e r del
siguiente m o d o : «Si u sted y y o en tram o s en u n diálogo m oral y y o soy
m iem b ro de u n E stad o del que u sted busca ser m iem b ro y no lo es, en
tonces d e b o p o d e r m o strarle co n b u en fu n d am en to , co n u n fu n d am en
to que sería aceptable p ara am bos igualm ente, p o r q u é n o pued e nunca
p erten ecer a n u estra asociación y co n v ertirse en u n o de no so tro s. D e
ben ser fu n d am en to s q u e u ste d aceptaría si estuviera en m i situación y
yo en la suya. N u e stra s razo n es d eben ser recíp ro cam en te aceptables;
deben aplicarse p o r igual a cada u n o de n o so tro s» . ¿ H a y tal fu n d am en
to que sería recíp ro cam en te aceptable? C laram ente, las razones que le
im pidieran a u ste d ser m iem b ro p o r el tipo de ser que u sted es, sus a tri
b u to s adscrip tiv o s y n o electivos tales com o su raza, género, religión,
etn icid ad ,2 co m u n id ad de lenguaje, o sexualidad, n o serían perm isibles,
p o rq u e en to n ces y o estaría red u cien d o su capacidad de ejercer la lib e r
tad co m u n icativ a a aquellas características q u e le fu e ro n dadas p o r ca
sualidad o accidente y que u sted n o eligió. (H istó ricam en te, la co n v er
sión religiosa siem pre fue co n sid erad a una vía para la aceptación de
gente extraña ,i la co m u n id ad y p o r tan to no se veía co m o un a trib u to
.ulscriptivo sin o electivo.) N in g u n a razón q u e im pidiera a ciertos g ru
pos de in d iv id u o s I.i m cm hi'i’sí.i en lo n n a p erm an en te p o r el tipo de se-
lO.t
res hu m an o s que son p o d ría ser recíprocam ente aceptable. Sin em b ar
go, los criterios que estipulan que u sted debe m o strar ciertas califica
ciones, capacidades y recursos p ara convertirse en m iem bro son perm i
sibles p o rq u e n o niegan su lib ertad com unicativa. P o r cierto que puede
abusarse, en la práctica, de la im posición de condiciones en to rn o de la
extensión de la perm anencia, el d o m in io del lenguaje, una cierta p ru e
ba de co nocim ientos cívicos, la d em o stració n de recursos m ateriales o
capacidades com ercializables, p ero desde el p u n to de vista de la teoría
norm ativa estas condiciones n o violan la au to co m p ren sió n de las de
m ocracias liberales com o asociaciones que respetan la libertad co m u n i
cativa de los seres hum an o s q u a seres hum anos.
Este derech o a la m em bresía im plica un derecho a saber p o r parte
del extranjero que busca ser m iem bro: ¿C ó m o pueden cum plirse las
condiciones de naturalización? La respuesta a esta pregunta debe estar
públicam ente a disposición de to d o s, debe ser tran sp aren te en sus fo r
m ulaciones y n o estar sujeta al capricho b urocrático. D ebe haber u n
p ro ced im ien to claro, ad m in istrad o de m o d o legal, a través del cual
puede darse la naturalizació n y debe h ab er u n derecho de apelación en
caso de u n resultado negativo, com o lo hab ría en la m ayoría de los ca
sos civiles. N o se debe crim inalizar al inm igrante y al extranjero; se de
be salvaguardar su derecho a d eb id o p roceso, a la representación legal
en la p ro p ia lengua y el derecho al asesoram iento legal independiente.
El derech o h um ano a ser m iem bro está a caballo de dos categorías
amplias: derechos h um anos y derechos civiles y políticos. Sostengo
que el hech o de que a u n a p erso n a le correspondan to dos los derechos
civiles -in c lu so los derechos de asociación, a la p ropiedad y al c o n tra
to - y eventualm ente los derechos políticos debe ser considerado en sí
m ism o u n derech o hu m an o . E sto sugiere que la discreción soberana de
la com u n id ad dem ocrática está circunscrita: u n a vez que s e d a In a d m i
sión, el cam ino a la m em bresía n o debería_verse bloqueado. La distin
ción de K ant entre el derecho tem p o rario de perm anencia y el derecho
de más largo plazo de visita ya n o p u ede sostenerse (véase cap. 1), da
do que desde un p u n to de vista teórico -d iscu rsiv o no pu ed o justificar
le a usted con b uen fu n d am en to p o r qué u sted debe ser u n extranjero
perm anente en esta tierra. E sto equivaldría a negar su libertad co m u n i
cativa y su personalidad m oral.
Se pued e p lantear una seria objeción co n tra esta línea de argum en
tación: insistir en que el derecho de m em bresía -e s decir, de naturaliza
c ió n - se deriva de u n p u n to de vista ético-discursivo parece atar la vo
luntad del sob eran o dem o crático de acuerdo con una concretización
específica de derechos. ¿Pero entonces no se estaría im poniendo un
program a especifico de derechos i pu>« esos de form ación de la voluntad
dem ocrática? ¿Q u é cantidad de variaciones dem ocráticas en los p ro
gram as de derechos es co m p atib le con las prem isas teórico-discursi-
vas? In tro d u je más arriba u n a distin ció n entre el principio de los dere
chos y u n program a de derechos que estaría determ inado p o r cada
sob eran o dem ocrático. ¿Se pued e consid erar el derecho hu m an o a la
m em bresía u n a violación de esta distinción?
Si se entendiera p o r el derech o h um ano a la m em bresía el contenido
específico del derecho a la ciudadanía en u n ente político específico,
entonces se p o d ría arg u m en tar que tal d erecho no debería con sid erar
se u n derech o m o ral o h u m an o básico sino u n derecho político o de
ciudadano .E n cam bio sugiero q u e el derecho hum an o de m em bresía es
más general q u e la legislación específica sobre ciudadanía de tal o cual
país. A lgunos entes políticos p u ed en req u erir un exam en de lenguaje
escrito p ara d em o strar com petencia, o tro s p u ed en estar satisfechos so
lo con u n a d em o stració n oral; algunos países pueden req u erir una resi
dencia de siete años, o tro s p u e d e n estar satisfechos con tres. A lgunos
p u ed en o to rg a r a los residentes perm anentes el derecho de v o ta r en
elecciones m unicipales, com o es el caso en H o lan d a, el R eino U n id o e
Irlanda; o tro s, tales com o A lem ania, p u ed en p e rm itir el v o to solo des
pués de la n aturalización. E stas son variaciones d e n tro de los pod eres y
p rerrogativas del pueb lo dem ocrático. L o que sería objetable desde un
p u n to de vista m oral es la ausencia de cualquier pro ced im ien to o p o si
bilidad p ara que los extranjeros y los foráneos residentes se conviertan
en ciudadanos; es decir, si la naturalizació n no fuera perm itid a en ab so
lu to o si fuera restringida so b re la base de fu ndam entos religiosos, ét
nicos, raciales y de preferencia sexual, esto violaría el derecho hum an o
a ser m iem b ro . E n este sentido, el derecho h um ano a la m em bresía es
un aspecto del principio del derecho, es decir, del reconocim iento del in
d iv id u o c o m o rnTser que merece respeto moral, un ser cuya libertad co
m u n ica tiva debem os reconocer?
El d erech o h u m an o a ser m iem b ro n o es m eram ente u n «deber»
m oral abstracto , sino que es in c o rp o ra d o de m o d o creciente en regím e
nes de d erechos existentes a través de varias prácticas e instituciones. El
m argen de divergencia c o n re s p e c to n o solo a los derechos hum anos si
no tam bién a derechos civiles y p o lítico s está d ism inuyendo en m uchas
dem ocracias liberales. El privilegio soberano de la naturalización apa
rece de fo rm a creciente com o u n a reliquia de una era pasada de su p re
macía estatista. D ad o el nivel de integración de no nacionales y no ciu
dadanos en regím enes de derechos, la ciudadanía nacional ha dejado de
ser la única base para la ad scripción de derechos.
Ktl lo que sigue, consideraré la transformación de las instituciones
de I.i ciudadanía en I.i Europa contem poránea, l.os desarrollos institu
cionales co n tem poráneos ap u n tan en direcciones contradictorias. P o r
u n lado afirm an la significación de la ciudadanía nacional; al m ism o
tiem po m inim izan la distinción entre la condición legal de los ciudada
nos y los extranjeros. E stos desarrollos han llevado a la desagregación
del m odelo unitario de ciudadanía en sus elem entos com ponentes.
La inclusión de este estudio de caso cam bia el terreno del debate de
una perspectiva norm ativo-analítica)a una institucional-sociológica. N o
quiero sugerir con esto que los procesos em píricos p o r sí mismos p u e
den resolver los dilemas norm ativos de los derechos de membresía; sin
em bargo, es im portante para la filosofía política tom ar conciencia de ten
dencias y transform aciones concretas. Al hacerlo, sigo el ejem plo de la
Filosofía del derecho de H egel, que trató de situar la libertad en el m u n
do de «Espíritu objetivo» ([1821] 1973 )._A través de una crítica interna
de los potenciales contradictorios de instituciones que enm arcan nuestra
vida, logram os una com prensión más clara de nuestros derechos y liber
tades. En mis consideraciones no hay ninguna prom esa de una teleología
de reconciliación com o la había en la filosofía hegeliana; ni puede red u
cirse el «deber» moral al «es» institucional. Pero creo que apreciarem os
m ejor la naturaleza contradictoria del presente si tenem os una visión
más clara de las transform aciones institucionales existentes en el d o
minio dé los derechos de mem bresía. D em asiado tiem po la teoría políti
ca norm ativa y la sociología política del E stado m oderno han ido p o r ca
m inos separados. Este libro es u n reclamo de su fructífera colaboración.
lOr,
cierno de O ccidente (véase Weber, [1956] 1978: 901-926). La influencia
de este m odelo, se co rresp o n d a adecuadam ente o n o con las condicio
nes locales, se extiende m u ch o más allá de O ccidente: las naciones en
vías de m o dernización en Á frica, el O rien te M edio y Asia, que en tra
ron en el p roceso de form ación del E stado con po sterio rid ad a sus co n
trapartes de E u ro p a occidental, tam bién co p iaro n este m odelo d o n d e
quiera que pasaran a existir.
¿ C uál es la condición de la ciudadanía hoy, en u n m undo de una p o
lítica crecientem ente d esterritorializada? ¿C óm o se está reconfiguran-
do la ciudadanía según las condiciones contem poráneas? ¿C ó m o ha
afectado a la teoría y la práctica de la ciudadanía el deshilacliado de las
cuatro funciones del Estado: territorialidad, control adm inistrativo, le
gitim idad dem ocrática e iden tid ad cultural?
La p ráctica e institución de la ciudadanía pued e desagregarse en tres
com ponentes: id en tid ad colectiva, p riv ilegios de la m em bresía política
y derechos y reivindicaciones sociales. M ientras los teóricos de la polí
tica tien d en a centrarse p rim o rd ialm en te en los privilegios de la m em
bresía política, los científicos sociales e h istoriadores sociales han esta
do más interesados en la form ación de identidades colectivas y la
evolución de las dem andas de derechos asociadas con la condición de
la ciudadanía (B enhabib, 2002a: 162-171).
La visión de que la ciudadanía es una condición que confiere a cada
u n o derechos y beneficios así com o obligaciones deriva de T. H . M ars-
hall (1950). El catálogo de M arshall de ^erech o s civilé’s, políticos y so
ciales está m odelado sob re la lógica acum ulativa 3e las luchas p o r la ex
pansión de la dem ocracia en el siglo X I X y com ienzos del X X . Los
«derechos civiles» nacen co n el E stado absolutista y en su form a más
tem pran a y básica im plican los derechos de p ro tección d e la vida, la li
b ertad y la p ropiedad, el derecho de libertad de conciencia y ciertos d e
rechos de asociación, tales com o los de com erciar y de m atrim onio. >
L os «derechos políticos» en sentido estrecho se refieren a los dere- (
chos de autodeterm inación, de o cu p ar cargos y postularse para ellos,
de establecer asociaciones p o líticas y no políticas, e incluyen una pren-
sa libre e instituciones libres científicas y culturales. Los «derechos so
ciales» son los últim os en el catálogo de M arshall; se lograron h istó ri
cam ente a través de luchas de m ovim ientos de trabajadores, de m ujeres
y otro s m ovim ientos sociales de los últim os dos siglos. Los derechos
sociales incluyen el derecho de fo rm ar sindicatos así com o otras aso
ciaciones profesionales y de oficio, derechos de atención de la salud,
Compensación p o r desem pleo, pensiones para los ancianos, cuidados,
para los niños, vivienda y subsidios educativos. E stos derechos sociales
varían m ucho entre países y dependen de los co m prom isos sociales de
clases p revalecientes en cu alq u ier d em ocracia de bien estar social dada
(Soysal, 1994). Su in clu sió n en cu alq u ier catálogo aco rd ad o in te rn a c io
n alm e n te de d erech o s h u m an o s -m á s allá del m ero d erech o al em pleo
y a u n nivel de vida d e c e n te - es m o tiv o de d isp u ta entre d istin to s p aí
ses co n d istin tas persp ectiv as económ icas.
Q u ie ro ilu stra r este efecto de desagregación co n referencia a los re
gím enes de d erecho s de la U n ió n E u ro p e a c o n te m p o rán e a, en la cual
los d erech o s de ciu d ad an o s de los países m ie m b ro s de la U E están fu e r
tem e n te d em arcad o s resp ecto de los de nacionales de tercero s países,
d e n tro de u n p a tc h w o rk de regím enes de d erech o s locales, nacionales
y su p ran acio n ales. E l m o d elo u n ita rio , q u e co m b in ó la residencia c o n
tin u a en u n te rrito rio d a d o c o n u n a id en tid ad nacional co m p artid a, el
d isfru te de d erech o s p o lítico s y la su jeció n a u n a ju risd icció n ad m in is
tra tiv a co m ú n , se está desh acien d o . Se p u e d e te n er u n c o n ju n to de d e
rech o s p e ro n o o tro :¿ e j> u e d e n te n e r d erech o s políticos sin ser nativo,
co m o es el caso de nacionales de la U E ; p e ro es m ás c o m ú n te n e r d e re
chos y beneficios sociales en v irtu d de ser u n tra b a ja d o r ex tran jero , sin
c o m p a rtir la m ism a id en tid ad colectiva o te n e r los privilegios de la
m em b resía política. E l p elig ro en esta situ ació n es el de la «extranjería
perm a n e n te » , a saber, la creación de u n g ru p o en la sociedad que dis
fru ta de los d erech o s de p ro p ie d a d y de la sociedad civil sin te n e r acce
so a d erech o s p o lític o s.4
ION
C la ra m e n te se b u sca q u e la m em b resía de la u n ió n sea más q u e eso.
N o solo u n a c o n d ic ió n pasiva, ta m b ié n b u sca d esignar u n a id en tid ad
cívica activa. L os ciu d ad an o s de los estados de la U E p u ed e n estab le
cerse en cu alq u ier lu g ar en la u n ió n , o c u p a r p u e sto s de trab ajo en los
países q u e eligen y v o ta r así c o m o p o stu la rse en elecciones locales y en
elecciones p a ra el P a rla m e n to d e E u ro p a .8 T ien en el d erecho a d isfru ta r
de re p re se n ta ció n co n su la r y d ip lo m ática en el te rrito rio de terceros
países en los q u e los estados m iem b ro s de los q u e so n nacionales p u e
den n o te n e r rep resen tació n . T ien en d erech o a p e tic io n a r al P arlam en
to E u ro p e o y h acer so licitu d es al o m b u d sm a n e u ro p e o (T ratado de la
C o n stitu c ió n , artícu lo 1-8-2, w w w .c o n stitu c io n e u ro p e a.e s/p d f/c o n sti-
tu c io n e u ro p e a .p d f). A l p ro g re s a r la in teg ració n m o n etaria y eco n ó m i
ca eu ro p ea, los m iem b ro s de la U E están d e b a tie n d o si la ciud ad an ía de
la u n ió n d eb ería ex tenderse a u n p a q u e te de d erech o s y beneficios so
ciales equiv alen te, tales c o m o co m p en sació n p o r desem pleo, seg u ro de
salud y p en sio n es p o r vejez, de los q u e p o d ría n d isfru ta r los m iem b ro s
de estad o s de la U E n o im p o rta en q u é país de la U E establezcan su re
sidencia.
E l an v erso de la m em b resía en la U E es u n a dem arcació n m ás n íti
da de las co n d icio n es de los q u e so n n o m iem b ro s. L os acu erd o s de
Schengen y D u b lín buscab an u n ifo rm a r el o to rg a m ie n to de asilo y de
la c o n d ic ió n de refu g iad o en to d o s los estados m iem b ro s.9 E sto s a cu er
dos, a los q u e se hacía referen cia co m o « arm o n iz a ció n legal» a c o m ie n
zos de la d écada de 1990, hacían crecien tem en te d ificu lto so a d q u irir es
ta tu to de refu g iad o y asilad o .10 El T ratad o de A m sterd am , aco rd ad o el
17 de ju n io de 1997, co lo có las p o líticas de n a tu ra lizació n , inm igración,
refug io y asilo d e n tro de la U E en el T ercer P ilar del D ere ch o E u ro p e o
e inició el « m éto d o ab ierto de co o rd in ació n » . E l P rim e r P ilar refiere a
leyes y reg lam en tacio n es de alcance en to d a la U E ; el Segundo P ilar
conciern e a m edidas de seg u rid ad c o m ú n y co o p erac ió n , en p a rtic u lar
aquellas c o rre sp o n d ie n te s a la crim in alid ad y a la lucha c o n tra el n a rc o
tráfico; el T ercer P ilar es d e fin id o co m o « d erecho in terg u b ern am en tal»
y está su jeto a a cu erd o discrecio n al y co o p eració n al igual que las c o n
venciones de d erech o p ú b lic o in tern acio n al. E n estas áreas se halla v i
gente hasta 2004 u n p ro c e d im ie n to de decisiones u n á n im e y el m é to d o
ab ierto de co o rd in a c ió n (véase de Jo n g , 2000: 21-25). Si bien los países
m iem b ro s de la U E retienen la d iscrecio n alid ad so b eran a so bre sus p o
líticas de in m ig ració n y asilo, el T ratad o de A m ste rd a m in c ru stó las
p olíticas de inm ig ració n y asilo en el m arco de la U E (Van K rieken,
2000: 25).
Las reso lu cio n es del C o n s e jo E u ro p e o co n c re tad as en T am pere,
I ¡nlatiilin, el I '> lí> de o c tu b re de 1999, re ite ra ro n este c o m p ro m iso de
la in teg ració n eu ro p ea so b re la base del re sp e to p o r los derech o s h u
m anos, las in stitu cio n es d em ocráticas y el im p erio del derecho. El
C o n se jo en fatizó q u e estos p rin cip io s n o d eb en verse com o exclusivos
de los p ro p io s ciu d ad an o s de la u n ió n . «Sería, adem ás, c o n tra rio a las
tradicio n es eu ro p eas negar esta lib ertad a aquellas perso n as a las que
sus circunstancias co n d u cen ju stificad am en te a tra ta r de acceder a
n u e stro te rrito rio . P o r esta razó n , la u n ió n ha de d e sarro llar políticas
com unes en m ateria de asilo e inm ig ració n , te n ie n d o en cu en ta al m is
m o tie m p o la necesidad de llevar a cabo u n c o n tro l co h eren te de las
fro n te ra s exterio res p a ra p o n e r fin a la inm ig ració n ilegal y p a ra lu char
c o n tra quien es la o rg an izan y co m eten d elito s in ternacionales co n e
xos» (ibíd., 305).
Pese a estos deseos de u n a política de inm igración y asilo coherente
a nivel in terg u b ern am en tal de las instituciones de la U E , las condiciones
legales e institucionales p ara inm igrantes y asilados varían m u ch o entre
los estados m iem bros. C o m o d ejaron m u y en claro los cam bios p o líti
cos en A ustria, Italia, D inam arca, P ortugal, E spaña y H olanda, que lle
v aron al p o d e r a p artid o s de derecha op u esto s a la inm igración a fines de
la década de 1990 y com ienzos de la de 2000, las cuestiones de inm igra
ción y asilo siguen siendo b om bas de tiem p o en m anos de dem agogos y
políticos de derecha, listas a explotar en cu alquier m om ento.
La cu m b re de los m in istro s del C o n sejo E u ro p e o en Sevilla en ju nio
de 2002, luego de los eventos del 11 de sep tiem b re de 2001, d io claras
indicaciones de que estaban en riesgo las declaraciones de A m sterdam
y T am pere y que el m éto d o ab ierto de co o rd in a c ió n p racticado hasta
ahora en m ateria de inm igración, refugiados y asilo sería reem plazado
p o r p o líticas más restrictivas e in to leran tes p o r p arte de los países
m iem bros.
Las C onclusiones de la Presidencia de la reu n ión del C onsejo E u ro
peo en Tesalónica (19-20 de ju n io de 2003) dan u n lugar pro m in en te al
«desarrollo de una política co m ú n en m ateria de inm igración ilegal, fro n
teras exteriores, repatriación de los inm igrantes ilegales y cooperación
con terceros países» (w w w .eu2003.gr/es/artiiculos/2003/6720/3121/).
U rgiendo el desarrollo del Sistema de Inform ación de Visas que podría
co o rd in ar la inform ación relevante o btenida de los gobiernos nacionales,
el C o n sejo alienta el uso de «identificadores biom étricos o datos biom é-
l ricos, que daría lugar a soluciones arm onizadas en m ateria de do cu m en
tos para los nacionales de terceros países, pasaportes de los ciudadanos
de la UK y sistem as de inform ación» (ibíd.). Si bien la decisión de perm i
tir o negar el ingreso sigue siendo prerrogativa de los gobiernos naciona
les, de fortna creciente se com parte l.i inform ación en el nivel de la U E y
se agilizan los procedim ientos p.n.i oinig.u visas.
E n u n p aso extrem ad am en te im p o rta n te hacia la creación de u n sis
tem a c o m ú n eu ro p eo de asilo, el C o n sejo E u ro p e o p ro p u g n a a d o p ta r
«norm as m ínim as sobre los req u isito s y la co n d ició n a la que pu ed en
o p ta r ciu d ad an o s de terceros países y perso n as apatridas para ser re fu
giados o beneficiarios de o tro s tipos de p ro te c ció n internacional» y el
desarro llo de «norm as m ínim as de p ro ced im ien to p a ra [...] co n ced er o
re tira r la co n d ició n de refugiado» (ibíd.).
Si bien el C o n se jo reitera su ad h esió n a la C o n v e n ció n de G in eb ra
sob re refug iad o s y asilados de 1951 y su P ro to c o lo de 1967, la U E b u s
ca u n a m a y o r co o p eració n co n teix ero s países que so n tierras re m ite n
tes en la read m isió n y regreso de sus nacionales que llegan ilegalm ente
a te rrito rio de la U E . Se h a n in crem en tad o los esfuerzos cooperativos
con países rem iten tes p ara m e jo ra r los co n tro les de fro n teras, in te r
ceptar inm ig ran tes ilegales y crear sistem as de asilo. D a d o que en m u
chos casos los in d iv id u o s q u e b uscan asilo y refugio escapan de regí
m enes o p reso res, ilegales e in clu so asesinos, de sus p ro p io s países, u n a
m ay o r co o p e ra c ió n con estos g o b iern o s p u ede ten e r efectos d esastro
sos so b re su vida. U n peligro m u y serio que p la n te a ro n estos hechos es
el socavado del sistem a basado en d erechos individuales de la C o n v e n
ción de G in e b ra y de las obligaciones m orales ta n to co m o co n stitu c io
nales de estados individuales hacia refugiados y solicitantes de asilo, en
vista de sus p ro p ias histo rias pasadas de co lab o ració n o resistencia al
fascism o y el to talitarism o , seg ú n el caso."
Si bien las políticas de ad m isió n en los países m iem b ro s de la U E se
vuelven m ás estrictas, p ara los ex tran jero s q ue ya están en la U E el
avance de las condiciones de ciu d ad an ía en la u n ió n ha dad o su rg i
m ien to a d iscrepancia en tre quien es son ex tran jero s y nacionales de
tercero s países y quienes so n ex tran jero s p e ro m iem b ro s de la U E . La
co n d ició n de d o s niveles de la extranjería ha evolucionado: p o r u n la
do h ay nacionales de tercero s países extranjeros residentes en países
eu ro p eo s, algunos de los cuales h an n acido y fu e ro n criados en esos
países y n o c o n o cen o tra p a tria ; p o r el o tro lado h ay quienes p u ed en
ser casi to ta lm e n te extrañ o s al lenguaje, las c o stu m b res e h isto ria del
país an fitrió n p e ro d isfru ta n de condiciones y privilegios especiales en
virtu d de ser nacionales de u n E stad o m iem b ro de la U E (eu ro -
p a .e u .in t/sc a d p lu s/c itiz e n s/fr/d 7 .h tm ).
La consecu en cia de estos d esarro llo s es u n paisaje a cuadros, en el
qu e n o so lo hay prácticas d iferen tes en d istin to s países, sino que im
peran p rin c ip io s n o rm ativ o s divergentes en d istin to s co n tex to s. La
desagregación de la ciu d ad an ía d e n tro de la U E se da siguiendo varios
ejes:
///
1) Ser o no acreedor a derechos ya n o depende de la condición de ciu
dadanía. E xtranjeros que sean residentes legales han sido in co rp o ra
dos a regím enes de derechos hum anos, así com o que son protegidos
p o r legislaciones supra y subnacionales.
2) P ero la cond ició n de extranjeros residentes in docum entados, así co
m o la de refugiados y asilados sigue en ese terren o oscuro entre la
legalidad y la ilegalidad. H a sta que sus solicitudes son aprobadas,
los refugiados y asilados n o tienen derecho a elegir librem ente su
dom icilio o a aceptar em pleo. R ecientem ente ha sido aprobada una
resolución p o r el C onsejo de M inistros de la U E que perm ite tra b a
jar a quienes tienen su solicitud en proceso luego de tres meses. E n
algunos casos hijos de refugiados y asilados pu ed en ir a la escuela;
en general los asilados y refugiados tienen derecho a ciertas form as
de atención de su salud. E n cam bio los m igrantes indocum entados
están im pedidos de g ozar de derechos y beneficios y la m ayoría vi
ve y trabaja clandestinam ente.
3) L a d eterm inación de las condiciones de ingreso en países m iem bros
de la U n ió n E uropea, pese a las declaraciones de los Tratados de
A m sterd am y Tam pere, perm anece en el T ercer P ilar del derecho de
la U E y es c o n tro lad o p o r las legislaturas nacionales de los estados
m iem bros, d e n tro de lím ites fijados p o r las guías com unes de la U E
y la C o n v en ció n de G in eb ra sobre la cond ición de los R efugiados
(N aciones U nidas, 1951).
4) D ad o que el acceso al ingreso aún es determ inado p o r los estados in
dividuales, la condición de nacionales de terceros países está sujeta a
considerable variación entre las fronteras individuales de la U E. Los
derechos de m ovilidad, dom icilio y em pleo no abarcan to d a la
unión. El artículo 11-105 del T ratado de la C o n stitución dice vaga
m ente que «Podrá concederse libertad de circulación y de residencia,
de conform idad con lo dispuesto en la C on stitución, a los naciona
les de terceros países que residan legalm ente en el territo rio de un
E stado m iem bro» (h ttp ://eu ro p a.eu .in t/eur-lex/lex/L exU riServ/si-
te/es/o j/2 0 0 4 /c_ 3 10 /c_ 3 1020041216es00410054.pdf).
5) E n to d a la U E la separación del origen nacional y cultural de los
privilegios de la m em bresía política es visible: la ciudadanía de la
U n ió n E u ro p ea posibilita v o tar por, postu larse a y ocupar cargos en
elecciones locales y de to d a la u n ió n para to d o s los ciudadanos de la
U E ; esto n o vale en el caso de nacionales de terceros países. Sus d e
rechos políticos siguen atados a sus orígenes nacionales y culturales.
E n este sen tid o tam bién hay cam bios visibles en toda la U E: en D i
nam arca, Suecia, Finlandia y I lolanda nacionales de terceros países
pueden particip ar en elecc iones locales y regionales; en Irlanda se
o to rg an estos derechos en el nivel local p ero no regional. En el Kci
no U n id o los ciudadanos de la M an co m unidad pueden v o tar lam
bién en elecciones nacionales.
6) Los cuadros 4.1 y 4.2 sin tetizan los regím enes de derechos a los que
están sujetos d istin to s grupos de individuos.
A lgunos
Francia e Italia: los
residentes así como los
asilados pueden ser
conscriptos (no hay
servicio militar
obligatorio en Italia
para aquellos nacidos
después del 1/1/1985)
Clave. CEDH: Convención Europea para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales.
R: Ciudadano de la UE residente en un país de la UE distinto del de su nacionalidad por más de 6 meses; se otorga «residencia permanente»
después de cinco años.
T: Ciudadano de la UE que visita, reside, etc. temporariamente en un país de la UE distinto del de su nacionalidad.
\ativos de terceros países, residentes: Nativo de tercer país que reside en un país de la UE con un permiso de residencia oficial.
Sativos de terceros países; temporarios: Un nativo de tercer país en visita o residencia temporaria en un país de la UE.
Refugiados y asilados (en proceso): Refugiados y asilados cuyas solicitudes están siendo consideradas y cuyo estatuto es indeterminado.
\ ota y fuente: Quiero agradecer a Willem Maas y Raluca Eddon por su ayuda para compilar y preparar esta información. Me ha sido de oran
utilidad Guild 1996, 47-50.
Derechos sociales C RUE T UE N ativos de terceros N ativos de terceros Refugiados y asilados
(ciudadano) (residentes) (temporarios) países, residentes países, temporarios (en proceso)
Derechos culturales Plenos A lgunos Lim itados A ctualm ente Lim itados Algunos
escuela en lengua de Regímenes D epende del tamaño Tendrían cuestionados; Com parten Asesoramiento y
origen, subsidios culturales y la historia de la derechos de permite grandes Derechos de N T P representación legal en
culturales y artísticos) para comunidad de residentes de variaciones entre residentes; por su propio idioma
m inorías residentes no UE naciones. ejemplo, si es (derechos humanos
nacionales nacionales A lem ania, H olanda estudiante garantizados por
(si es que (educación en la ofrecen generosos CED H ); puede haber
existen) propia lengua puede subsidios religiosos, de disponible educación
o no estar idioma y culturales; para niños en su idioma
disponible; subsidios Francia promueve nativo
culturales y asociaciones
artísticos estarían culturales; Reino
disponibles) U nido los ofrece en el
nivel de
representaciones
municipales, por
ejemplo, Londres
ción euro p ea ha socavado las instituciones del E stado-nación y ha p e r
m itido a entes y actores subestatales ad q u irir u n a nueva autonom ía. La
U E alienta el regionalism o y, de hecho, subsidia y provee incentivos
para la co o p eració n regional europea. La co o p eración económ ica y p o
lítica entre Barcelona, M arsella y ciudades del n o rte de Italia tales co
mo M ilán y B olonia es más extensa e intensa que la cooperación de es
tas regiones co n o tras ciudades y regiones en sus pro p io s países.
A dem ás, el p rin cip io de «subsidiariedad», u n a de las piedras basales del
nuevo g o b iern o eu ro p eo , establece que los pro b lem as y asuntos debe
rán ser resueltos en el nivel ele los afectados m ás directam ente p o r ellos
"(articulo r-9, «Tratado que E stablece u n a C o n stitución»). E n m uchos
casos, la subsidiariedad alienta a esquivar o evitar el p o d e r de las a u to
ridades nacionales centralizadas. Los «nuevos medievalistas» sostienen
que el regionalism o, ju n to con el prin cip io de subsidiariedad, genera
estru ctu ras de soberanía que sem ejan cada vez más las unidadeiTdes-
ccntralizadas, interrelacionadas y anidadas de la E u ro p a m edieval. A
diferencia de lo que sucede en el E stad o -n ació n m o d ern o , no hay su
perposición ya entre territo rialid ad , au to rid ad y soberanía; más bien se
ha d esarro llad o u n sistem a funcional de au to rid ad que a su vez está in
tegrado en unidades supranacionales y extraterritoriales.
Finalm ente están los que consideran que estos dos escenarios prece
dentes son co nstrucciones fantasiosas y q u e señalan que E u ro p a sigue
siendo una E u ro p a de estados naciones y que la U E tiene más sem ejan
za con los sueños del siglo XVIII de una federación europea gobernada
p o r ideales cosm opolitas que con la R epública R om ana o el pasado m e
dieval. El lenguaje del federalism o y el confederalism o en el que los es-
lados naciones con tin ú an existiendo com o unidades discretas con el
po der de decisión últim o sigue siendo la visión que guía a la élite polí-
i ica y la b urocracia de la U E . La redacción y adopción del T ratado que
Establece u n a C o n stitu c ió n para E u ro p a ha d ad o nuevas esperanzas y
energía a los «eurofederalistas». El lema del T ratado C onstitucional,
■■unidad en la diversidad»,'hábilm ente deja am bigua la cuestión de si la
rúente de esta diversidad son los estados m iem bros o los pueblos de
Europa! Es claro que no so ñ ld e n tic o s, d ado que hay pueblos no esta
tales en E u ro p a tales com o los vascos, los k u rd o s y los gitanos, entre
otro s, que n o están representados en los órgan o s oficiales de la U E.
I )esde los acuerdos de C o p en h ag u e de 1993, las condiciones para la
adm isión co m o m iem bros plenos han sido definidas de m odo m uy ge
neral para que incluyan I) una dem ostración del co m p ro m iso del país
con el funcio n am ien to de instituciones dem ocráticas, los derechos h u
m anos, el im perio tic la ley y el respeto v la p rotección de m inorías, 2)
111 i.i econom ía de m ere,ido com petitiva .r.i com o la capacidad de mane
no
jar presiones com petitivas y 3) evidencias de que el país es capaz de
asum ir las obligaciones de la m em bresía, in clu y en do la adhesión a o b
jetivos de u n id ad política, económ ica y m onetaria. A l centrarse en cri
terios institucionales tan am plios, la U n ió n E u ro p ea espera evitar las
cuestiones m u ch o más co n tro v ertid as relativas a las identidades c u ltu
rales, lingüísticas, religiosas y étnicas. La U E su p u estam ente se basa en
u na capacidad d em o strad a de so sten er un c o n ju n to de instituciones
que, si bien se o rig in aro n en O ccid en te, son en prin cip io capaces de
funcio n ar en otras tierras y o tras culturas tam bién. N o se da a la id en
tidad euro p ea u n a capa cultu ral o histórica gruesa; no se hacen llam a
dos excluyentes a la co m u n id ad de historia o fe, lenguaje o costum bres.
Pese a estos nobles deseos de c o n stru ir la U E sobre criterios in sti
tucionales liberal-dem ocráticos «delgados» en vez de identidades cul
turales «gruesas», tan to d e n tro de los estados m iem bros com o en sus
fronteras, se ha d esarrollado u n p ro fu n d o conflicto entre los principios
institucionales y la id entidad. L a negativa del acceso de T urquía a n e
gociaciones p ara su in co rp o ració n en diciem bre de 2003 y su p o sp o si
ción hasta 2004 se conv irtió en la ocasión p ara u n debate co n tro v ertid o
respecto de los criterios de C o p en h ag u e y la p ro p ia identidad cultural
de la U E . ¿P odía la U E to le ra r u n a nación de m ay oría m usulm ana con
una p o b lació n de 65 m illones en su in terior? In capaz de llegar a un
consenso en to rn o de esta cu estió n el C on sejo E u ro p e o p o spuso la dis
cusión (véase B enhabib, 2003).
C o m o ha sucedido a m en u d o en la historia europea, la política xe
nófoba es fácil, p ero los factores sociales y las tendencias institu cio n a
les detrás de las tendencias in m igratorias en la E u ro p a contem poránea
son m u ch o m ás com plicados y difíciles de entender¡;L os «otros» de
E u ro p a, sean trabajadores ex tranjeros o refugiados, solicitantes de asi
lo o m igrantes, se han co n v ertid o en u n cen tro obvio para las ansieda
des e in certid u m b res generadas p o r la «otración» de la m ism a E uropa,
su tran sfo rm ació n de u n co n tin en te de estados naciones en una entidad
política transnacional, cuya fo rm a constitucional y política precisa si
gue siendo incierta. D e to d o s m o d o s, com o lo indican los desarrollos
institucionales delineados más arriba, liayvuri^ dinám ica hacia u n a re
ducción de la divisoria que separa los derechos hum anos de los d e re
chos ciudadanos, o los derechos básicos de los derechos políticos. La
integración de nacionales de terceros países en el régim en de derechos
de la U E está avanzado y, d ad o el creciente papel de la C o rte de J u s ti
cia E u ro p ea y la C o rte E u ro p ea de D erechos H u m an o s, estas te n d e n
cias son bastante irreversibles. Precisam ente d eb id o a que el ingreso
inicial p o n e en m ovim iento una dinám ica hacia la plena integración, es
probab le que la política fu tu ra en la UK sea restringir el acceso a las
fro n teras de m o d o más severo en vez de desm antelar los derechos de
extranjeros residentes.
IIH
sulm anas en el lugar de trabajo. Así, se inform a que K arim a D ebza, una
m adre argelina de tres niños, declaró: « N o p u ed o conseguir trabajo aquí
p o r mi fular [...]. Pero mi fular es parte de mí. N o m e lo quitaré. Tenemos
que educar al E stado respecto de p o r qué el fular es tan im portante y
-a g re g ó - p o r qué no debe haber tem o r a él» (Sciolino, 2003a).
L o q u e D e b z a está p id ie n d o es u n p ro ceso de iteración dem ocrática
y resignificación cultural. M ien tras urge a sus co n ciudadanos franceses
a rec o n sid e ra r la estricta d o c trin a de laicisme, que le im pide aparecer en
lugares p ú b lico s co n un sím b o lo q u e tiene significación re lig io sa -e s d e
cir, el fu la r- ella m ism a m odifica el significado de u sar el fular en térm i
nos q u e im plican lo que algunos han llam ado u n a «protestización» del
Islam . C u b rirse la cabeza, q u e en el Islam así co m o en el judaism o es u n
aspecto de la m o destia de la m u jer y tam bién, m ás oscuram ente, u n as
pecto de la rep resió n de la sexualidad fem enina que se ve com o am ena
zadora, ah o ra se re in te rp re ta co m o un acto p riv ad o de fe y conciencia.
P ero al p re se n ta r el u so del fu lar co m o u n aspecto de su id entidad y su
a u to c o m p re n sió n com o m usulm ana, D eb za está tra n sfo rm a n d o estas
con n o tacio n es tradicionales y p id e u n reco n o cim ien to recíproco de los
dem ás de su derecho a u sar el fular, m ientras hacerlo no niegue los d e
rechos de o tro s. « P o rq u e el h ech o de que use el fu lar -d ic e D e b z a - es
tan fu n d am en tal p ara q u ien so y (sus pro p ias palabras son “ es una p a ite
de m í”), q u e ustedes d eb erían resp etarlo m ientras n o afecte sus d e re
chos y libertades». El u so del fu lar se rein terp reta co m o u n acto de c o n
ciencia y u n a expresión de la libertad m oral de cada u no. Su arg u m en to
p uede sin tetizarse así: la p ro te c c ió n del derecho igualitario a la libertad
religiosa de to d o s los ciudadanos y residentes de F rancia (derecho ta m
bién p ro te g id o p o r la C o n v e n c ió n E u ro p ea p ara la P ro tecció n de D e re
chos H u m a n o s y D erechos F u n d am en tales) debe considerarse más fu n
d am ental - e n los térm in o s de R o n ald D w o rk in , debería « su p e ra r» - la
cláusula co n cern ien te a la separación específica de la religión y el E sta
d o que p ractica F rancia, es decir, el laicisme. E n este proceso, declara
D eb za, «debem os educar al E stad o para que n o nos tem a», u n pensa
m ien to m aravilloso vinien d o de u n a m u jer m usulm ana inm igrante fre n
te a las ap abullantes trad icio n es de rep ublicanism o francés.
N o d eb en sub estim arse los desafíos p lan tead o s a las tradiciones
francesas de laicité. La cláusula de la separación de la religión y el E sta
do, si b ien es u n a p ied ra an g u lar de las dem ocracias liberales, tam b ién
perm ite significativa variació n dem o crática. A sí, In g late rra tiene u n a
Iglesia de In g laterra, m ien tras q u e A lem ania subsidia tres d en o m in a
ciones reco n o cid as o ficialm ente -p ro te s ta n te , católica y ju d ía - a través
de u n « im p u esto eclesial» in d ire c to c o n o cid o c o m o K irchensteuer. Al
cm ergi'i de l.i experiencia h istó rica de an ticlericalism o y antagonism o
hacia las instituciones de la Iglesia C atólica, la tradición republicana
francesa ah o ra se enfren ta con u n nuevo desafío: cóm o acom odar las
dem andas de diversidad religiosa en el co n tex to de tendencias globales
hacia sociedades crecientem ente m ulticulturales. ¿La esfera pública re
publicana, valorada p o r las tradiciones francesas, realm ente se ve desfi
gurada cu an d o individuos de distintas razas, colores y confesiones
quieren fu n cio n ar en esta m ism a esfera pública llevando las señales y
sím bolos de sus credos e identidades privadas? ¿Su autopresentación a
través de sus identidades particulares debe verse com o una am enaza al
en ten d im ien to francés de la ciudadanía?
Sin duda, luego de los eventos del 11 de septiem bre y la Segunda
G u erra de Irak, el g o b iern o francés necesita reten er la lealtad y civili
dad de sus 5 m illones de m usulm anes en vez de p ro d u c ir una repetición
de las experiencias de la revolucionaria «república de la virtud». Pace
R obespierre, las realidades de la coexistencia m ulticultural requieren la
tran sp o sició n de la república de la v irtu d a la de la civilidad liberal.
En u n reconocim iento explícito del «rostro de Francia en pleno
cam bio» tan to en sentido literal com o figurativo, durante agosto de
2003, trece mujeres, o cho de ellas de origen m usulm án norafricano y el
resto inm igrantes africanas o hijas de inm igrantes, fueron escogidas p a
ra representar a «M arianne», el icono de la R evolución, p in tad o en 1830
p or Kugéne D elacroix, con el pecho desnudo y asaltando las barricadas.
( Continuando el contencioso diálogo nacional acerca de la separación de
la Iglesia y el E stado, estas m ujeres llevan el antiguo gorro frigio, sím
bolo de la R evolución francesa, en vez del velo islámico u o tro tocado
étnico o nacional (Sciolino, 2003b). P ero paradójicam ente, el cuerpo
político que ha decidido h o n ra r a estas m ujeres com o el contrasím bolo
de otras, com o D ebza, que insisten en usar el fular, tam bién ha dado a
estas m ujeres el p o d e r de desafiar a la legislatura francesa ab ru m ad o ra
m ente blanca, m asculina y de edad m adura, en la que solo hay u n 12%
de m ujeres (ibíd.). U n a de las m ujeres declaró: «Estas M ariannes han
hecho visible algo que ha sido la realidad de los últim os veinte años.
Vean la A sam blea N acional. Es toda blanca, rica, m asculina y con bue
na educación. A hora hem os entrado en su espacio. Existim os» (ibíd.).7
I ,a cu ltu ra im porta, las valoraciones culturales están profundam ente
unidas con las interpretaciones de nuestras necesidades, nuestras visio
nes de lo que es la buena vida y nuestros sueños para el futuro. D ado
que estas valoraciones tienen raíces tan profundas, com o ciudadanos de
entes políticos liberal-dem ocráticos, debem os aprender a vivir con lo
que M iehael W alzer ha llam ado «liberalism o y el arte de la separación»
(Walzer, l ‘JN4). Tenem os que aprendei .i vivii i mi l.i oí redad de los otros
t u v o s m odos de ser pueden sei p io lu n d .. ............/a d o res del núes
NO
tro. ¿D e qué o tro m odo puede darse el aprendizaje m oral y p o lítico si
no es a través de tales encuentros en la sociedad civil? La ley p ro p o rc io
na el m arco d e n tro del cual se da el funcionam iento de la cultura y la p o
lítica. Las leyes, com o sabían los antiguos, son los m uros de la ciudad,
pero el arte y las pasiones de la política acontecen d e n tro de esos m uros
(véase A ren d t, 1961) y m u y a m enudo la política lleva a la caída de estas
barreras o al m enos a lograr su perm eabilidad.
H a y u n a dialéctica en tre las cuestiones esenciales constitucionales y
la política efectiva del liberalism o político. Los derechos y o tro s p rin
cipios del estado liberal d em o crático deben ser cuestionados y rearti
culados p eriódicam ente en la esfera pública para enriquecer su signifi
cado original. Solo cuando nuevos gru p o s so stienen que su lugar está
en el in te rio r de los círculos de d estinatarios de u n derecho del cual han
sido excluidos en su articulación inicial, llegamos a co m p ren d er la lim i
tación fundam ental de to d a reivindicación de derechos d en tro de una
trad ició n constitucional, así co m o su validez que trasciende el co n tex
to. El diálogo d em ocrático y tam b ién el que versa sobre la herm en éu ti
ca legal se ven enriquecidos a través del reposicio nam iento y la rearti
culación de derechos en las esferas públicas de dem ocracias liberales.
La ley a veces pued e guiar este p roceso, en la m edida en que la reform a
legal p u ed e ir p o r delante de la conciencia p o p u la r y puede hacer que
esta se eleve al nivel de la co n stitu ció n ; el derecho puede tam bién q u e
d ar retrasad o respecto de la conciencia p o p u la r y p u ede necesitarse aci
catearlo p ara q u e se ajuste a ella. E n una dem ocracia liberal m u lticu ltu
ral vibrante, el conflicto p o lítico -cu ltu ral y el ap rendizaje a través del
conflicto n o deb en ahogarse p o r m edio de m aniobras legales. Los ciu
dadanos d em ocráticos m ism os tien en que ap re n d e r el arte de la separa
ción c o m p ro b a n d o los lím ites de sus consensos que se superponen.
Si bien la intervención de las autoridades francesas p ro h ib ien d o el
u so del velo en las escuelas al p rin cip io parecía el in te n to de una b u ro
cracia estatal progresiva de m o d ern izar las co stu m b res «que m iran h a
cia atrás» de u n grupo, esta in terv en ció n cayó en cascada hacia u n a se
rie de iteraciones dem ocráticas. Estas fueron desde el intenso debate en
el p ú b lico francés respecto del significado del u so del velo, a la a u to d e
fensa de las niñas involucradas y la rearticulación del significado de sus
acciones, al aliento a otras m ujeres inm igrantes a usar el fular en el lu
gar de trab ajo y, finalm ente, el acto m u y p ú b lico de dar nuevo signifi
cado al ro stro de «M arianne», haciendo que m ujeres inm igrantes de
países árabes así com o africanos lo representen.
N o q uiero subestim ar, sin em bargo, el grado de insatisfacción del p ú
blico y tam bién el resentim iento xenófobo significativo hacia la pobla
ción m usulm ana de b ran d a. Las iteraciones dem ocráticas pueden llevar
a p roceso s de au to rreflex ió n pública, así co m o generar actitudes del p ú
blico a la defensiva. L a m ovilización de m u ch o s p artid o s de derecha en
to d a E u ro p a se está intensificando: en F rancia, H o la n d a , el R ein o U n i
do, D in am arca, A lem ania y o tro s lugares, vem os claram ente q u e el esta
tu s de los m igrantes eu ro p eo s en p a rtic u la r de su p o b lació n m usulm ana,
especialm ente a p a rtir del 11 de sep tiem b re de 2001 y el ate n tad o con
bom bas en la estación ferroviaria m ad rileñ a en m arzo de 2004, siguen
siendo asu n to s incendiarios. N o im p o rta có m o se p u ed a n resolver tales
co n ten cio so s p o lítico s eventualm ente, está claro q ue se hará en u n a lucha
d e n tro de u n m arco creado p o r los p rin cip io s universalistas y la in te n
ción de E u ro p a de c o m p ro m eterse con los d erechos h u m an o s p o r un la
d o y las exigencias de la a u to d eterm in ació n dem ocrática p o r el o tro .
Ut.
que separa a los ciudadanos de los extranjeros puede ser renegociada
p o r los ciudadanos m ism os.
P ero este elem ento de ap e rtu ra dem ocrática señalado p o r la corte
co ntrasta notab lem en te con o tra concepción del p u e b lo dem ocrático,
tam bién esb o zad o p o r la co rte, que lo ve com o «una com unidad p o lí
tica del d estino» que se m antiene u n id a p o r vínculos de solidaridad en
los que están incru stad o s (V erstricktheit) los individuos. A q u í el p u e
blo d em ocrático es visto com o u n a ethnos, u n a com u n id ad unida p o r el
p o d e r de destinos, m em oria, solid arid ad y pertenencia com partidos.
Tal co m u n id ad no p erm ite lib re en trad a y salida. Q u iz ás el casam iento
con u n m iem b ro de tal co m u n id ad pued e p ro d u c ir cierta integración
con el paso de generaciones; p ero en general, la m em bresía en u n a etb-
nos - e n u n a co m u n id ad de m em oria, d estin o y p e rte n e n c ia- es algo a lo
q ue se nace, au n q u e com o ad u lto u n o p u ede ren u n ciar a esta herencia,
salirse de ella o desear cam biarla. ¿E n qué m edida debe u n o ver las en
tidades políticas liberal-dem ocráticas com o co m unidades e tb n o i? Pese
a sus evocaciones em páticas de la n ación com o «com unidad de desti
no», la co rte enfatiza que la legislatura dem ocrática tiene la p re rro g a ti
va de tra n sfo rm a r este significado de ciudadanía y las reglas de la m em
bresía dem ocrática. Tales transfo rm acio n es de la ciudadanía pu ed en ser
necesarias p ara hacer justicia a la naturaleza m odificada de la p o b la
ción. El dem os y la ethnos n o se su p e rp o n e n sim plem ente.
R etrospectivam ente, esta decisión de la C o rte C onstitucional alema
na, escrita en 1990, aparece com o u n canto de cisne de una ideología de
nacionalidad en desaparición. E n 1993 el Tratado de M aastricht, o el Tra
tado sobre la U n ió n Europea, estableció la ciudadanía europea, que o to r
gaba derechos de voto y de postularse a cargos para todos los m iem bros
de los quince estados signatarios residentes en el te rrito rio de otros países
m iem bros. D e los seis países a cuyos ciudadanos Schlesw ig-H olstein
quería d ar derechos de voto recíprocos -D inam arca, Irlanda, H olanda,
N oruega, Suecia y S uiza- solo N o ru eg a y Suiza seguían siendo no bene
ficiarios del Tratado de M aastricht dado que no eran m iem bros de la U E .
E n la siguiente década u n in te n so p roceso de iteración dem ocrática
se desarrolló en la A lem ania ya p o r entonces unificada, d u ran te el cual
el desafío p lan tead o p o r la C o rte C o n stitu cio n al alem ana a la legislatu
ra dem ocrática, de p o n e r la defin ició n de ciudadanía en concordancia
con la co m p o sició n de la p o b lació n , fue aceptado, rearticulado y rea-
pro p iad o . L a ciu d ad -estad o de H a m b u rg o , en su p e d id o paralelo de al
terar sus leyes locales de elección, lo decía m u y claram ente. «La R e p ú
blica Federal de A lem ania se ha co n v ertid o de hecho en las últim as
décadas en u n país de inm igración. Los que se ven afectados p o r la ley
que esta siendo atacada aquí son p o r tan to no extraños sino coh ab itan
tes lInlánder], a quienes solo les falta la ciudadanía alemana. Este es el
i .iso especialm ente de aquellos extranjeros de segunda y tercera gene
r a ci ó n nacidos en Alem ania» (BVerfG 83, 60, I I , N r. 4, p. 98). El dem os
no es una ethnos y quienes viven en nuestro m edio y que no p erten e
cen a la ethnos n o son extraños tam poco; son más bien «cohabitantes»
o, com o lo form u larían expresiones políticas posteriores, «nuestros
conciudadanos de origen extranjero» (auslándische M itbiirger). Inclu-
>estos térm inos, que p u ed en sonar extraños a oídos no aco stu m b ra
d o s a ninguna distinción fuera de las de ciudadanos, residentes y no re
sidentes, sugieren las transform aciones de la conciencia del público
alem án en la década de 1990. E ste debate intenso y pro fu n d o finalm en
te ll evó a u n reconocim iento del hecho así com o de lo deseable de la in
m igración. La necesidad de natu ralizar niños de segunda y tercera ge
m í a c i ó n de inm igrantes fue reconocida y la nueva ley de ciudadanía
a l e m a n a fue ap robada en enero de 2 0 0 0 . D iez años después de que la
< lorie C o n stitu cio n al alem ana rechazara las reform as a la ley electoral
ilc Schlesw ig-H olstein y la ciudad-estado de H a m b u rg o sobre la base
ai ju m e n ta l de que los extranjeros residentes no eran ciudadanos y p o r
lanío no pod ían votar, la m em bresía de A lem ania de la U n ió n E uropea
llevo a la desagregación de derechos ciudadanos. M iem bros residentes
de los estados de la U E p u ed en v o ta r en elecciones locales así com o en
las de la U E; es más, A lem ania ahora acepta que es u n país de inm igra-
• ion, que los niños de inm igrantes son ciudadanos alem anes de acuer
d o c o n la jus soli y que residentes de largo p lazo que son nacionales de
l e í ( e r o s países p u eden naturalizarse si lo desean.
no
Conclusión
El federalismo cosmopolita
/ '/
vertido en una vía «Ir ascenso social p .n .1 .1 1 1 1 . 1 1 1 1 id.nl de mu-.'.m 1 • •■lí
gales c in d o cu m en tad o s di- bajos ingresos. Asi leñem os el 1 a to peí 1 1 1 1
b ad o r de individuos q u e m ueren p o r 1 1 1 1 país que les niega el d etech o de
v o to , es decir, en el caso de que sean residentes perm anentes legales es
p eran d o «naturalizarse»; y si son m igrantes indocum entados, com o
fue el caso del cabo G u tiérrez, ni siquiera tienen derecho a o b te n e r una
licencia de co n d u c ir o ab rir una cu enta bancaria.
Los apresurados esfuerzos de los legisladores estadounidenses p o r
resp o n d er a estas situaciones anóm alas e in tu itiv am ente injustas son in
dicativos de la co n fu sió n en to rn o de las líneas divisorias en tre te rrito
rialidad, soberanía y ciudadanía que este lib ro ha in ten tad o aclarar. Los
que hacen el sacrificio ú ltim o p o r el p u e b lo d em ocrático d a n d o su vida
p o r él n o siem pre son m iem bros en firm e. Es más, a algunos se les pide
que m ueran p o r u n país que les niega el derecho de v o tar respecto de
las m ism as leyes que les o rd en an to m a r las arm as co n tra o tro pueblo.
A diferencia de lo que sucede en la U E , la desagregación de la in stitu
ción de la ciudadanía en los E stados U n id o s n o resulta en derechos de
v o to p ara residentes legales, ni en el nivel local ni en el m unicipal. Pese
a ser la m ay o r nación de inm igración en el m u n d o, la concepción esta
dounidense de ciudadanía se ha m an ten id o llam ativam ente u n itaria en
cuanto a o to rg a r derechos políticos, al hacer que la «naturalización»
sea u n a p reco n d ició n para ten er v o z política. E sta política se defiende
generalm ente con el arg u m en to de que, d ad o que el o to rg am ien to de
ciudadanía a m igrantes legales es bastan te abierto, tran sp aren te y ráp i
do en los E stados U n id o s, no es inju sto hacer que la adquisición de ciu
dadanía sea u n a p reco n d ició n p ara te n e r v o z política (véase el in ter
cam bio de M o to m u ra, 1998 y T ichenor, 1998).
P ero esta defensa n o responde a los hechos concretos: actualm ente
h ay según se estim a 7 m illones de inm igrantes in do cu m en tad o s en los
E stados U n id o s, m uchos de los cuales so n m iem bros activos y c o n tri
buyentes de la fu erza laboral en establecim ientos agropecuarios, h o spi
tales, hoteles y cen tro s de salud; o tro s envían a sus hijos a la escuela, es
tán activos en la co m u n id ad y en las direcciones de escuelas. El estatuto
de ser u n inm ig ran te in d o cu m en tad o n o significa no ten er v o z alguna.
Sin em bargo, estos individuos, que p u e d e n atender en hospitales com o
enferm eros u orden an zas, tem en enferm arse y necesitar atención hos
pitalaria. N o ten er papeles en o rd e n en n uestras sociedades es una fo r
m a de m u erte civil.
Las causas de su «ilegalidad» p u ed en variar, desde fallas y errores
b u rocrático s ilógicos, hasta sus in ten to s desesperados p o r escapar de
sus países de o rig en p o r m edio de co n trab an d istas co n ocidos com o
«coyotes». El estatu to de ilegalidad n o im pone al o tro el carácter de fo-
I .(Sin ii. < l.i i ,tl lie lili . m' m i i il i 1 1, mi i|ll'il r i leilti H i .11 n n tlr l.r. |'i u 11
i'.is ilc inciii pin .ii ii'm li'i’jl p ii i i n n n iili.il .i los inmigi a n lis i i id m u
m entados.
M ientras el estatu to de in m igiante indo cum entado signiliia l.i
m uerte civil y el si leticia m iento político, la Ialta de voz política para li >■■
residentes perm anentes legales significa su efectiva alienación. I ln mi
m ero creciente de individuos desea reten er la ciudadanía doble o vivii
en u n país a largo plazo, sin abdicar de su nacionalidad original. I Iacei
que la v o z dem ocrática dependa del estatu to de nacionalidad sol,unen
te, com o lo hacen las leyes de E stados U n id o s, choca con la realidad de
la com pleja in terd ep en d en cia de las vidas de los pueblos p o r sobre l.r.
fron teras y los territo rio s. M ientras que E stados U n id o s se ha m am e
nido im p ertérrito ante los r e d a m e s - d e f a d jita r la doble ciudadanía,
países com o M éxico) y la R epública D om inicana^perm itcn que sus po
blaciones en gran m edida diasporizadas retengan ciertos derechos de
ciudadanía, inclu so .v o tar en elecciones locales y nacionales y, en el i a
so de la R epública D o m in ican a y C olo m b ia, hasta perm iten prcseiii.u
candid atu ra y o cu p ar cargos electivos. E n to d o el sudeste asiático, la
India y A m érica latina, |a «ciudadanía, flexible^ (O ng, 1999) está 617101
giendo com o la norm a.
E stos desarrollos em píricos son n o solo indicativos de tendencias
hacia la desagregación de la ciudadanía; lo reco nozcan o no los legisla
dores dem ocráticos, tam bién prenuncian transform aciones de sobcra
nía democrática. La soberanía dem ocrática se basa en tres ideales mu
m ativos:\el p u eb lo es ta n to el a u to r co m o el sujeto de las leyes; el ideal
de u n dem os unificado y la idea de u n te rrito rio encerrado en sí m isino
y au tó cto n o sobre el que gobierna el dem os. H e sostenido en to d o este
libro que los dos últim os ideales son indefendibles tan to p o r m otivos
norm ativ o s com o p o r razones em píricas. La unidad del dem os debería
entenderse no com o algo dado y arm o n io so , sino más bien com o un
p ro ceso de au to co n stitu ció n , a través de luchas más o m enos conscien
tes de inclusión y exclusión.
A dem ás, el ideal de la autosuficiencia territo rial choca con la trem en
da interdependencia de los pueblos del m u n d o , proceso que ha sido ace
lerado p o r el fenóm eno de la globalización. El surgim iento del derecho
internacional y la disem inación de las norm as de derechos hum anos in
ternacionales son procesos que acom pañan la extensión de la globaliza
ción. A l increm entarse la interdependencia económ ica, m ilitar y co m u
nicativa’ al intensificarse el turism o y la m ovilidad a través de las
fronteras, aparece u n cuerpo de norm as y reglam entos para gobernar la
actividad de la sociedad civil internacional. La visión tradicional, que
basa la legitim idad del derecho internacional solo en tratados entre los
estados soberanos ya no es adecuada p ara entender las com plejidades
legales de la sociedad civil global. Ju n to con la obsolescencia de este m o
delo, debe descartarse tam bién el ideal de la autoctonía territorial.
El corazón del au togobierno dem ocrático es el ideal de la a u to n o
m ía pública, a saber, el p rincipio de que quienes están sujetos a la ley
tam bién deberían ser sus autores. ¿C ó m o p u ed en reconfigurarse la voz
dem ocrática y la au tonom ía pública si dejam os de lado las ideas fallidas
de hom ogeneidad del pueb lo y auto cto n ía territorial? ¿Se puede orga
nizar la representación dem ocrática de m o d o que trascienda la confi
guración del E stad o -n ació n ?1 A lo largo de este libro he sugerido que
la nueva reconfiguración de la voz dem ocrática da surgim iento a m o
dos de ciudadanía subnacionales tan to com o transnacionales. D entro
de la U n ió n E u ro p ea en particular, hay u n reto rn o a la ciudadanía en la
ciudad y en instituciones transnacionales de la U E . La «ciudadanía fle
xible», en p articular en el caso de los países centroam ericanos, es otro
intento de este tip o p o r m ultiplicar la v o z y los sitios para el ejercicio
de la ciudadanía dem ocrática.
Pero lo que to d o s estos m odelos tienen en com ún es que retienen el
principio de m em bresía territorial com o base de la representación. Se
trate de la residencia en ciudades tales com o A m sterdam , L ondres o
F rank fu rt, o la doble ciudadanía entre M éxico, El Salvador, la R epúbli
ca D om inicana y E stados U nidos, el m odelo de representación dem o
crática que he ad o p tad o im plícitam ente depende del acceso, la residen
cia y la eventual pertenencia d en tro de u n territo rio circunscrito.
P o r cierto que son posibles m odelos no basados en lo territorial:
uno no puede rep resen tar algún individuo o u n grupo de individuos en
v irtud de la id entidad lingüística, la herencia étnica (tal com o lo p ro p u
so O tto Bauer2 p ara las nacionalidades de la E u ro pa m edia y central
luego de la P rim era G u erra M undial), la afiliación religiosa, actividades
profesionales e intereses afectados. La representación pued e darse si
guiendo m uchos lincam ientos fuera de la residencia territorial. El p rin
cipal discurso de legitim idad, que sostiene que todos los afectados p o r
las consecuencias de la adopción de u n a n orm a deben tener voz en su
articulación (véase la In troducción), p o r cierto lleva a la m ultiplicación
de los sitios de representación y participación discursivas. P o r ejemplo,
la com unidad de aquellos afectados p o r la caída de lluvia ácida abarca
personas a u n o y o tro lado de la fro n tera canadiense-estadounidense y
une a estos individuos p o r intereses, preocupaciones y actividades co
m unes. La globalización, en la m edida en que increm enta tanto la in
tensidad com o la interconexión de las acciones hum anas alrededor del
m undo, resulta en la creación de nuevos sil ¡os y nuevas lógicas de re
presentación.
Sin em bargo, hay un vínculo crucial entre el autogobierno democní
tico y la representación territo rial. Precisam ente po rq u e las dem o
cracias prom ulgan leyes que se supone que obligan a quienes las a u to
rizan legítim am ente, el alcance de la legitim idad dem ocrática no puede
ir más allá del dem os que se ha circunscrito com o pueblo en un territo
rio dado. Las leyes dem ocráticas requieren cierre precisam ente porque
la representación dem ocrática debe ren d ir cuentas a u n pueblo especí
fico. La legislación im perial, en cam bio, era em itida desde un centro y
era obligatoria hasta donde se extendía el p o d e r de ese centro para con
tro la r su periferia. Los im perios tienen confines; las dem ocracias tienen
fronteras. N o veo m anera de co rtar este n u d o gordiano que vincula l.i
territorialidad, la representación y la voz dem ocrática. P o r cierto que
existen instituciones representativas basadas en otros principios y ile
berían proliferar.
E n una dem ocracia que funcione bien habrá diálogo contencioso,
una serie de iteraciones cuestionadas, entre el demos y otros cuerpos
representativos, respecto de los límites de su jurisdicción y autoiui.nl
Si bien ninguna instancia d en tro de la separación de poderes p u n le ir
clam ar para sí la autoridad últim a, todas las dem ocracias deben reí mui
cer algunas instancias que tienen la últim a palabra. Pero, com o en el i .1
so de las decisiones de la C o rte C on stitu cio n al alemana que analizam os
en el capítulo anterior, la finalidad n o significa irreversibilidad <» inl.ili
bilidad. El diálogo com plejo entre los representantes dem oci atii'.unen
te electos del pueblo, el p o d e r judicial y o tro s actores civiles y políticos
es u n proceso sin fin de iteraciones com plejas y contenciosas. 1)otiiro
de tales diálogos, el dem os dem ocrático puede reconstituirse incorpo
rando grupos sin voz o dando am nistía a m igrantes indocum entados.
Pero, si bien el alcance de la autoridad de las leyes puede ser alterado
reflexivam ente, es inconcebible que la legitim idad dem ocrática pueda
sostenerse sin alguna dem arcación clara entre aquellos en cuyo nom ln c
han sido aprobadas las leyes y aquellos para quienes las leyes 1 1 0 mui
obligatorias.
¿P or qué sostuvo K ant que u n gobierno mundial sería una •• 1 1 1 0 1 1 . 1 1
quía universal» y u n «despotism o desalm ado»? El m odelo de M ontes
quieu de gobierno político puede haber cum plido aquí un papel
([1748] 1965, I: 19-28; II: 10-11). M ontesquieu sostuvo que los impe
rios eran com patibles con vastos territo rio s, m ientras que las repúhli
cas requerían países de tam año m oderado. I'.n los im perios, solo uno es
libre y el resto obedece; en las repúblicas todos son libres. ( 1 1 .m ío mas
extenso el territorio, tan to más débiles serían las inteu onesiom . un
individuos y tan to más indiferentes sci u n respecto <L lo que les tm u >
.1 los dem ás. En el lenguaje co n tem poráneo debem os dei 11 que des ip.i
rocería el interés p o r la voz dem ocrática tan to com o la solidaridad con
o tros.
La intuición de que puede h ab er u n vínculo crucial entre el tam año
del territo rio y la form a de g obierno es antigua en la historia del p ensa
m iento p olítico occidental y y o la acepto. A diferencia de los co m u n i
tarios y los nacionalistas liberales, sin em bargo, que ven este vínculo
com o basado p rim o rd ialm en te en u n lazo cultural de identidad, me in-
Icresa la lógica de la representación dem ocrática que requiere cierre
para m antener la legitim idad dem ocrática. P o r cierto la identificación y
la solidaridad tienen su im portancia, p ero debe canalizarse a través de
vínculos dem ocráticos y norm as constitucionales. E n el espíritu de
K a ni, p o r tan to , me he p ro n u n ciad o p o r el universalism o m oral y el fe
deralism o cosm opolita. N o m e he declarado partidaria de fronteras
iibiertas sino porosas-, he argum entado a favor de derechos de prim era
adm isión para refugiados y solicitantes de asilo, p ero he aceptado el de-
i echo de las dem ocracias a regular la transición de la prim era adm isión
a la plena m em bresía; tam bién he argum entado en favor de su b ordinar
las leyes que gobiernan la naturalizació n a las norm as de derechos h u
manos y rechazado el derecho de u n p u eb lo soberano a no p erm itir la
naturalización e im pedir la eventual ciudadanía de forasteros en su m e
dio. Para algunos, estas p ropuestas van dem asiado lejos en dirección de
un cosm opolitism o sin raíces; p ara o tro s no van lo suficientem ente le
los ( á eo que la m ejor m anera de ab o rd ar la m em bresía política en el
am anecer de u n nuevo siglo es aceptando el desafío de visiones m ora
les y com prom isos políticos en contrados, sugerido p o r u n o de los le
mas del Im m igrant W orkers’ F reed o m Ride: « N in g ú n ser hum ano es
ilegal ■■(N u ev a Y ork, 4 de o ctu b re de 2003). E ste libro ha intentado re
conciliar la visión que inspira ese p rin cip io con las necesidades institu-
i lonales y norm ativas de la dem ocracia, com o una form a de gobierno
basada en la au to n o m ía pública, a saber, que los que estén sujetos a las
leyes tam bién sean sus autores.
iu ,
Notas
Introducción
i ,ii se no solo a atrocidades que suceden en situaciones de conflicto internacional, sino tam
bién .i eventos dentro d e las fronteras de u n país so berano y qu e pu ed en ser p erp etrad o s
I x funcionarios d e ese país y /o p o r sus ciudadanos en tiem pos de paz. Q u ie ro agradecer
,i Mclvin Rogers p o r su ay uda especial en la clarificación de estos conceptos y desarrollos
de l.i ley internacional.
( 'apítulo 1
ns
4. Cfr. H e n ry Sidgwick: «pero quienes padecen in fo rtu n io o tienen necesidades u rg en
tes tienen derech o a reclam arnos u n a bo n d ad especial. E stos so n derechos generalm ente re
conocidos: p ero en contram os considerable dificultad y divergencia, cu an d o intentam os
d eterm in ar co n m ás precisión su extensión y obligación relativa: y la divergencia se vuelve
indefinidam ente m a y o r cuando com p aram o s las costum bres y opiniones com unes existen
tes ah o ra en tre n o so tro s co n relación a tales derechos, con la gente de otras épocas y paí
ses» (Sidgw ick, [1874J 1962: 246). P ara algunos abordajes recientes, véanse O ’N eill, 1996;
Sheffler, 2001.
5. V éanse los com entarios previsores de Istvan H o n t: «Si la “crisis d e los estados nacio
n e s” está vinculada a u n a debilidad en la legitim ación de su especificación territorial, y eso
está vinculado a la legitim ación de su p ro p ied ad nacional de la tierra, entonces la idea del
“E stad o -n ació n ” n o p uede estar ahora en crisis, p o rq u e ha estado siem pre en “crisis”. El
ú nico m u n d o p o sib le de seguridad territo rial es el m un d o de la paz perpetua» (H o n t, 1995:
176).
Capítulo 3
l(,Q
9. Raw ls deja sin aclarar cuál es el origen de este «deber». Si bien el deber de ayudar a
o tro s en situación de necesidad se incluye en la m ayoría de los sistemas de m oralidad indi
vidual, sean kantianos, legal-utilitarios o intuicionistas, no está claro cuál sería la fuente de
tales obligaciones entre colectividades. U n a respuesta posible es que la Sociedad de los Pue
blos d eb e verse co m o u n sistem a de cooperación en el que cada pueblo tiene el deber de
m ejorar las condiciones de todos, de tal m o d o qu e se pueda alcanzar alguna fo rm a de igual
dad en tre ellos. Si este es el razonam iento de Raw ls (cfr. Raw ls, 1999: 18-19), entonces los
cosm opolitas liberales tales com o Beitz y Pogge están justificados al p reg u n tar p o r qué un
sistem a de cooperación no p uede estar sujeto a criterios aun más exigentes de igualdad en
tre partes cooperantes. P ara reiterar u n a frase que Raw ls hizo fam osa en Teoría de la justi
cia, ¿p o r q u é habría la gente de tener «interés en sus m u tu o s intereses» ([1971] 1972: 13)?
10. Rawls cita a D avid L andes, The Wealtb and Poverty of Nations (R iqueza y pobre
za de las naciones, 1998); A m artya Sen, Poverty and Famine (P o b reza y ham bre, 1981) y
Jean D réze y Sen, Hunger and Public Action (H am b re y acción pública, 1989). Pero la
perspectiva de Sen en estas cuestiones es m ucho m ás globalista y estructural y m enos tu l
turalista y m enos centrada en el E stado-nación qu e la de L andes. Raw ls pasa p o r encim a de
estas diferencias.
11. El sistem a num érico se originó en la India; los antiguos chinos sabían bastante de
m éto d o s científicos y experim entales, y, sin los esfuerzos de los filósofos árabes y judíos en
la E d ad M edia p o r p reservar el pensam iento y los trabajos de los filósofos griegos, el Re
nacim iento en O ccidente no podría haber sucedido. L a deu d a de las culturas entre sí es .uní
m ás extensa que lo que sugiere p o r sí sola la historia económ ica.
12. In tro d u je este com entario p o r el siguiente m otivo: si bien p uede ser q u e n o sepa có
m o funciona el sistem a de seguros de autom óviles o el de la seguridad social, cóm o se fijan
las prim as de seguros y cóm o se pagan los beneficios de la seguridad social, en principio |>o
dría averiguarlo si quisiera. U n sistem a de cooperación, p o r oposición a un sistem a di
«consecuencias n o intencionales», se basa en reglam entos conocibles. P ero la vid;i social \
económ ica está gobernada p o r am bos esquem as: p o r sistem as de cooperación así com o | » h
la lógica de las consecuencias n o intencionales. El m ercado económ ico es una esleí .i ■u i.il
q ue co m b in a am bos rasgos. A lgunos incluso sostendrían que p uede funcionar com o un
sistem a de cooperación precisam ente porq u e se basa en la lógica de las consecuem i,i \ i.......
tencionales.
13. E n u n a conversación N a n c y Fraser p lan teó la siguiente objeción. ¿N o habí i.i d in i
gencias epistém icas y herm enéuticas sim ilares tam bién dentro de los estados y .................i
plicaría que las m edidas redistributivas d en tro de los entes políticos son ilegítim a1,r1 < n o
que hay vastas diferencias de op in ió n epistém icas y herm enéuticas sobre estas c u c h i ......
en todas las sociedades dem ocráticas. P ero a diferencia del contexto global, tales sociedad*
dem ocráticas exhiben varios rasgos: a) una esfera pública de opinión e intercam bio n i l.i
que puede realizarse el libre debate acerca de quiénes son «los m enos aventajados■■d riu in
de la población; b) u n m arco co m ú n de gobierno que crea líneas claras de responsabilidad,
de tal m o d o que los cam bios en la política redistributiva pueden m edirse y articularse, c) la
posibilidad, tan to com o la necesidad de forjar pu n to s tem porarios de convergencia dentó
c rític a para reconciliar concepciones divergentes de igualdad.
Entes co m o el l MI, el Banco M undial y la AID están asum iendo en form a creciente fim
( iones de gobierno sin estar sujetos a estas obligaciones dem ocráticas. P ero deberían estai
lo. Mi argum ento no es en absoluto antirredistribucionista; es un in ten to p o r reconcilia! la
lom a de decisiones dem ocrática con políticas redistributivas.
14. < IIi. Heitz, que escribe: I'.s un error identificar demasiado estrecham ente el ali an
i e ile los principios y el alcance de las instituciones necesarias para implementarloi, poiqui
*.<■puede imagina! una variedad de configuraciones e instituciones (por ejemplo, un io n
lt,l
ju n to coo rd in ad o de instituciones regionales) qu e im plem entarían el principio» ([1979]
1999:157). Véase tam b ién Pogge, q u e es p artid ario de «unidades territoriales anidadas» en
u n «plan de m últiples estratos» (Pogge, 1992: 68).
15. P ara u n im p o rtan te análisis y crítica de los supuestos sociológicos así com o n o rm a
tivos de estos teóricos, véase Veit B ader que escribe: «El centro de los argum entos socioló
gicos está en la constru cció n de un a norm atividad estilizada del E stad o -n ació n m o d ern o en
el q u e las fronteras del E stad o coinciden co n la “ com pletitud funcional” de la econom ía y
la “ auto co m p ren sió n práctica de la nación com o un a com unidad de v alores” [...]. “ G lo b a
lización económ ica o internacionalización” e internacionalización institucional (es decir,
los E stados U n id o s) inevitablem ente llevan a u n ‘‘desacoplam iento de las fro n teras de la
econom ía, la sociedad y el E sta d o ”». (Bader, en prensa; citas tom adas de Streeck, 1998). Ba
d er señala justificadam ente q u e hay pocas evidencias que avalen este idealism o histórico.
16. P ara u n im p o rtan te análisis del activism o político en las com unidades de trabajado
res extranjeros de E u ro p a en H olanda, véase Tillie y Slijper, en prensa.
17. Véase la im p o rtan te colección de ensayos, Immigration and Citizenship in the
Twenty-First Century (Inm igración y ciudadanía en el siglo XXI, com pilada p o r N o a h Pic-
k u s (1998) y en particu lar los aportes de Juan Perea (1998) y M ichael Jo n e s-C o rre a (1998).
18. E n u n in tercam bio q u e tuvim os en The Responsiva Commumty (La com unidad
que responde), M ichael W alzer rechazó enfáticam ente q u e h ubiera hecho tal u n ió n y de
fen d ió el pluralism o. P ero la lógica del argum ento en Spheres ofjustice n o p erm ite u n a di
ferenciación ro b u sta en tre integración política y la identidad cultural-étnica.
W alzer, en su respuesta a mí, defiende el derecho de las naciones dem ocráticas de ap ro
b ar legislación antiextranjera y antiinm igración sobre la base de q u e así ejercen la au to d e
term inación (Walzer, 2001). Yo no cuestiono q u e las naciones dem ocráticas p u e d a n hacer
lo. M i preg u n ta es qué piensan y hacen los filósofos políticos cuando las naciones
dem ocráticas lo hacen. ¿ P o r q u é estam os tan dispuestos a aceptar que los «buenos daneses»
(el ejem plo d e W alzer) p u ed en ap ro b ar legislación xenófoba y antiinm igración m ientras se
co n d en a la desnaturalización p o r H itle r de ciudadanos judeo-alem anes cu an d o llegó al p o
der? ¿C uáles so n los criterios que utilizam os p ara qu e lo p rim e ro nos resulte aceptable y lo
seg undo odioso? V éanse B enhabib 2001 a y la respuesta de W alzer (2001). Véase Benhabib,
2001b p o r más.
19. El d ebate so b re inm igración en E stados U n id o s ha sido cam biado radicalm ente p o r
los hechos del 11 de sep tiem bre de 2001 y p o r las guerras en A fganistán e Irak. Luego de
estos eventos, la inm igración ha sido crecientem ente crim inalizada. C o m o escribió R onald
D w o rk in con respecto a la P a trio t A ct de E stados U n id o s, aprobada p o r el C o ngreso el 25
de o ctu b re de 2001, esa ley p arte de «una definición del terro rism o y de la ayuda al te rro
rism o que q u ita el aliento p o r lo im pecisa y am plia» (D w orkin, 2002). T am bién relaja las
n o rm as q u e p ro teg en de la investigación y del juicio injusto a la gente sospechada de crí
m enes.
Capítulo 4
If.1
6. A l referirm e a la ciudadanía rom ana en este contexto, estoy reco rd an d o algunas de
las críticas cívicas republicanas de la extensión de la civitas rom ana a élites provincianas y a
aquellos que servían en las fuerzas m ilitares. A l co n q u istar R om a más pueblos y territorios,
la ciudadanía rom ana p erdió su carácter hereditario y se volvió m ás territorial. C o n el as
censo del im perio, este derecho p erdió su significación. D esde M aquiavelo pasando p o r el
joven H egel, hasta E d w ard G ib b o n , se ha considerado que la extensión de la civitas y la de
clinación de la república van unidas. El h isto riad o r contem poráneo M ichael M ann sostie
ne que la invención d e la ciudadanía territorial extensiva tam bién d io a R om a u n a ventaja
sobre o tro s entes tales co m o C artago. Véase M ann, 1986: 254.
E n este co n tex to solo q uiero señalar que el topos de la transición de la república al im
p erio y la declinación de la ciudadanía activa está presente en la m em oria de m uchos obser
vadores europeos co n tem p o rán eo s cuando reflexionan sobre las transform aciones p ro d u
cidas p o r la U n ió n E u ro pea. Q u iero agradecer a W illem M aas p o r sus observaciones y
sugerencias extrem adam ente útiles en la m ateria.
7. La institu ció n de la ciudadanía entre individuos q u e no com parten u n lenguaje co
m ú n , una esfera pública com ún y canales efectivos de participación ha dado surgim iento a
u n a cantidad de debates en la teoría política y en la jurisprudencia. A lgunos ven la ciuda
danía europea com o una hoja de parra que busca c u b rir la considerable reducción de los
p oderes dem ocráticos d e los pueblos soberanos a favor de un a «E urocracia» anónim a con
asiento en Bruselas y so n m ás aún los que alertan de u n creciente «déficit dem ocrático» en
la u n ión. Sostienen que en el h o rizo n te se avizora la ciudadanía sin participación. Véase
Preuss, 1995; Balibar, 1996; L ehning y Weale, 1997. E ste caso ha sido planteado m ás recien
tem ente y con fu erza p o r W eiler (1999).
8. E ste capitulo fue concluido d urante el acceso a la U E de diez nuevos estados m iem
b ro s en la prim avera de 2004. Los derechos de traslado de ciudadanos de estos nuevos
m iem b ro s para establecer su residencia y o b ten er em pleo en el territo rio de los antiguos
q uince m iem bros de la U E han sido restringidos p o r u n período de hasta siete años. E n es
te m o m en to tam p o co es claro cuál será la reglam entación final de los d erechos de movili
dad interestatal, en concordancia con criterios de autosuficiencia económ ica, seguro de sa
lu d y política d e bienestar.
9. Véase N eu m an , 1993. La convención de D u b lín y el segundo acuerdo de Schengen
fu ero n firm ados en ju n io de 1990. A m bos acuerdos contienen reglas para determ inar un
«estado responsable» q u e acepta procesar a u n solicitante de asilo de u n país no m iem bro
de la U E.
10. H an ia Z lo tn ik observa que «el nú m ero total de solicitudes presentadas a países eu
ro p eo s cayó en u n 3 7 % entre 1989-93 y 1994-98» (2001: 236).
11. E n 1999-2000 la coalición del P artid o S ocialdem ócrata y los Verdes en A lem ania
p u so en peligro la vigencia de la Ley de asilo de la C o n stitu ció n alem ana, m ás bien genero
sa y liberal, p ara asegurarse la cooperación de las conservadoras U n ió n D em ó crata C ristia
na y U n ió n Social C ristian a en la aprobación de una ley de inm igración en el parlam ento.
A com ienzos de 2004 el gobierno Blair en G ran B retaña prom ovía sim ilares acuerdos. El
go b iern o británico h a estado planificando d e p o rtar asilados a nuevas «áreas de procesado
regional» (A PR ) y «centros de procesado de tránsito» (C P T ). M ientras los prim ero s esta
rán ubicados en la región de la crisis de refugiados, los últim os se su p o n e que deben estar
cerca d e las fro n teras externas de la U E . Las C onclusiones de la Presidencia de la C u m b re
de la U E d e Salónica decidió no in corporar las propuestas de centros de procesam iento de
trán sito en su agenda, p ero se analizarán los m éritos de las áreas de procesado regional o
zonas de protección, sostenidas p o r los gobiernos británico y danés en particular. C o m o
observa G rcg o r N o li: « N o es ninguna exageración afirm ar que podría m uy bien signilii ,n
el fin d e la C o n v en ció n so b ie Refugindoü de 19 5 1 l seiu u lm cnle, los ^obicr nos lu ii.mico,
H ,4
danés y o tro s que lo sostienen buscan intencional y activam ente crear u n E stado pcrm a
n ente de excepción en el régim en internacional de refugiados» («Vissions o f the Exceptio
nal», 27 de ju n io de 2003, w w w .openD em ocracynet).
12. Los tu rcos y los ku rd o s étnicos (en la m ayoría de los casos ciudadanos turcos) si >n
el m ay o r g ru p o de extranjeros n o solo en A lem ania sino en E u ro p a occidental en genri al
E n 1993 eran 2,7 m illones. D e ese total, 2,1 m illones viven en A lem ania y en 1999 represen
taban el 2,86% d e la población. El segundo g ru p o de extranjeros p o r su n úm ero son los
m iem bros de ex estados yugoeslavos, m uchos de los cuales disfrutan de la condición de i e
fugiados plenos o tem porarios: 1,8 m illones de croatas, serbios, bosnios, m usulm anes y al
baneses. E ste cu ad ro se ve com plicado p o r la presencia en países tales co m o Francia de im
cionales de antiguas colonias, tales com o argelinos. En el censo de 1990 Francia contaba
co n 614.200 individuos nacidos en A rgelia en su población y 572.200 m arroquíes. I'.n 19%
extranjeros nacionales de terceros países representaban el 6,3% de la población en Fi am i.t.
en 1999 este p o rcentaje cayó al 5,6% y, de acuerdo con las cifras de 2002, oscila en mi im
del 6,1%. Luego d e la caída del com unism o en E u ro p a oriental y central, la migración >l<
estos países a la U E co ntinuó. E n 1998, un total de 100.000 ciudadanos polacos ingresaron
en la U E . C o n el ingreso de Polonia en la u nión en 2004, cam bió su estatuto. E n 1998, lia
bía alrededor de 20.500 ciudadanos rusos residentes en Finlandia. Véase S O P E MI l’ublu a
tions, 1998.
Capítulo 5
1. «Las diferencias de estatuto pueden recibir el sello de legitim idad en térm inos di <ii i
dadanía dem ocrática siem pre que no p ro d u z c a n u n corte dem asiado p ro fu m l", mui ,/m
ocurran dentro de una población unida en una sola civilización*>(Marsli.ill, I i n ,, , ,
tam bién 47. Énfasis mío.).
2. «La conclusión que surge de esta situ ac ió n -escrib e R o b ert Covi'i es miii|'l< \ mui
preocupante: hay un a dicotom ía radical entre la organización social del ilei <<lm • •mui |>n
d e r y la organización del derecho com o significado. E sta dicotom ía, iii.iiiiln m i . n . nlim i
folk y subterráneas incluso en las sociedades m ás autoritarias, está p.u lii nl.u im un 1 1■ i>
ta en una sociedad liberal que niega el co n tro l sobre la narración. I',l un ,n ................ ni m i i
d o del significado ejerce u n a influencia desestabilizante sobre el p o d rí I ■> ........... i - I
ben “ tener significado”, p e ro necesariam ente lo tom an prestado d r niiiirii.ili". >n id>> |" "
la actividad social que no está sujeta a las lim itaciones de p ro v en ir ni i.i que >ii.......i i «u ln
que llam am os la legislación form al. Incluso cuando instituciones aiiton nl.i, i ........... .
crear significado p ara los preceptos articulan, actúan, en ese respecto, d e ......I........ .. il
giado» (1983: 18).
3. Partes de este análisis han aparecido previam ente en B enhabib, 200.’.i ’>' h»i I n
p articular he revisado los apartados de conclusiones.
4. P rim ero una nota de clarificación term inológica: la práctica de liso del velo r n i ir l.i*
m ujeres m usulm anas es una institución com pleja qu e exhibe grandes v.u i.u iones entie mu
ellos países m usulm anes. L os térm inos chador, hijab, niqab y fular refieren .i ítem s ile.tin
tos de vestim enta que so n utilizados p o r m ujeres m usulm anas provenientes de distintas i n
m unidades m usulm anas: p o r ejem plo, el chador es esencialm ente iraní y re lie n 1 ,i l.i I.i i |-,,i
túnica y m anto negro usados de m odo rectangular en to rn o del rostro; el niqal’ es un u lu
que cubre los ojos y la b oca y solo deja expuesta la nariz; puede o no usaise en i m ijuni ion
ro n el i hadar. I .a m ayoría de las m ujeres m usulm anas de Turquía tienden .t us.ii l.n iv >s ,i i
b ie to d o s y un fular o un carsaf (vestim enta negra que se asemeja mas que nada a l . h.nhti),
/A)
E stos ítem s de vestim enta tienen una función sim bólica d entro de la com unidad m usulm a
n a misma: las m ujeres de distintos países se indican unas a otras sus orígenes étnico y na
cional a través de su vestim enta, adem ás de indicar su distancia o proxim idad co n la tradi
ció n al hacerlo. C u a n to m ás brillantes los colores de sus sobretod os y fulares -a z u l, verde,
beige o lila brillante p o r oposición a m arrón, gris, azul m arino y, p o r supuesto, n e g ro - y
cu an to m ás a la m oda el corte y el material según estándares occidentales, m ay o r es la dis
tancia que po d em o s su p o n er de la ortodoxia islám ica p o r p arte de las m ujeres q u e las usan.
V isto desde afuera, sin em bargo, este com plejo sem iótico de códigos de vestim enta se re
duce a u n o o dos ítem s de vestim enta que entonces asum en la función de sím bolos crucia
les en com plejas negociaciones entre com unidades m usulm anas y culturas occidentales.
5. Mi análisis de estos incidentes se apo y ó prim ordialm ente en d o s fuentes: G aspard y
K hosrokhavar (1995) y u n excelente trabajo p o r M arianne B run-R ovet, presentado en m i
sem inario sobre «N aciones, estados y ciudadanos». H arv ard University, D ep artam en to de
G o b iern o (B run-R ovet, 2000), en m is archivos.
6. Salvo indicación contraria, las traducciones de este capítulo [al inglés] son mías.
7. La severidad de la ley aprobada p o r la A sam blea N acional Francesa el 10 de febrero
de 2004, p ro h ib ien d o el uso del fular y o tro s sím bolos religiosos en escuelas públicas, hará
m u ch o más difícil el surgim iento de u n Islam m oderado. P ero los procesos de iteración de
m ocrática co ntinuarán, d ado que m uchos grupos fem eninos franceses e incluso organiza
ciones de docentes cuestionan lo acertado de esta legislación. Sin duda, grupos de derechos
hu m an o s tan to co m o organizaciones m usulm anas tam bién accionarán contra esta ley en el
nivel de las cortes europeas. Véase «D erriére la voile», 2001.
8. Los legisladores alem anes respondieron al m andato de la corte aceleradam ente y,
luego de B aden-W ürttem berg, Bavaria tam bién ap ro b ó u n a ley p ro h ib ien d o el u so de fu
lares en las escuelas. N o se incluyeron sím bolos cristianos y judíos en esta prohibición. O r
ganizaciones y gru p o s defensores de derechos civiles que representan a m usulm anes que
viven en A lem ania (estim ados en 3,2 m illones) han criticado la p rohibición propuesta.
9. Q uisiera agradecer al d o c to r en abogacía O liver H . G erstenberg p o r varios inter
cam bios de correo electrónico provechosos acerca de los fundam entos del razonam iento
d e la corte.
10. E m cke señala que en u n a decisión an terio r concerniente a la presencia de crucifijos
en el aula, lo que declaró inconstitucional la C o rte C onstitucional alem ana n o fue la exis
tencia de sím bolos religiosos en espacios públicos o escuelas públicas, sino la obligación de
m o strar el crucifijo de form a perm anente. «E n este sentido -c o n c lu y e - n o h ay fundam en
tos constitucionales co n tra los sím bolos religiosos com o tales» (Em cke, 2000: 284).
11. El estado libre de H am b u rg o se em peñó en u n cam bio sim ilar en sus leyes electo
rales d e m odo de p erm itir a sus residentes extranjeros de al m enos ocho años en esa condi
ció n p articipar en la elección de asambleas m unicipales locales ( Bezirkversammlungen ).
D a d o que H am b u rg o n o es u n a provincia federal (Land) sino una ciudad-estado libre, con
su p ro p ia constitución, algunos de los aspectos técnicos de esta decisión no son paralelos a
los de Schlesw ig-H olstein. Yo decidí centrarm e solo en este últim o caso. P ero de todos
m o d o s es im p o rtan te n o tar que el gobierno federal, que se había opuesto a las reform as
electorales de Schlesw ig-H olstein, apoyó las de H am b u rg o . Véase BVerfG 83, 60, II, N r. 4,
p p . 60-81.
12. El affaire del fular en Francia es seguido atentam ente en Turquía, u n a dem ocracia
secular m ultipartidista, con u n a población m ayoritariam ente m usulm ana. A lo largo de las
décadas de 1980 y 1990, T urquía se enfrentó a su p ro p ia versión del affaire del fular cuan
d o los p artid o s islám icos increm entaron su p o d e r en el parlam ento y cantidades sin prece
dentes de m ujeres turcas islámicas com enzaron a estudiar en las universidades. Desde el
p u n to de vista de las autoridades estatales turcas, el fular se ve com o un a violación del prin
cipio de «laiklik» ( laicité) articulado p o r A tatü rk , el fu n d ad o r de la república. La C orle
C o n stitucional tu rca se expidió en 1989 co n tra el u so de fulares y turbantes en universa!»
des. E studiantes y organizaciones islámicas que los representaban p ro testaro n apelando .il
artículo 24 d e la co nstitución turca, que garantiza la libertad de expresión religiosa y al .11
tículo 10 que p ro h íb e la discrim inación p o r creencias religiosas y diferencias de lenguaje,
etnicidad y género. Su reclam o fue rechazado. P ara u n m ayor análisis véase Benhabib,
2002a: 203.
Conclusión
tn
K o srn .ill, Jam en 1 •>*>/. A la n g the l ) o H l i \ t n l i n i i y i i In u itiei I \/ilo iw n ( m
ventanee in ¡t íurbulent World. ( .nnl)tidg>, K n i m U n id o , ( . u n b i i d ^ c
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genocidio, 17 IH, 101, 157 1SK en I.i I lin ó n I ni up e ,!, 11H 122
Gentes, D erecho tic, 30, 61 -97, 159 étnica, 54, 14 » 144
globalización, 15-16, 88, 89, 126- francesa, 136
127, 133, 153 nacional, 127, 136
e identidad nacional, 136 política, 123, 127
inversa, 133 religiosa, 143-144
política, 29 tradicional, 148
gobierno constitucional, 42, 68-69, y derechos, 122-123
76-87, 128 Iglesia católica, 70,140
gobierno mundial, 38, 53, 56, 76, 81, igualdad, 54, 56, 85
84-85 Im m igrant W orkers’ Freedom Ride,
Góle, Nilüfer, 138 156
Guéhenno, Jean-M arie, 115 im perativo categórico, 51
guerra, 66 imperialismo, 38, 46-47, 62, 79
guerra civil, 40, 47 Im perio austro-húngaro, 48, 75
guerra, crímenes de, 17,18 imperio de la ley, 96, 115, 120
Gutiérrez, cabo primero José, 151,152 Im perio español, 75
Im perio otom ano, 31, 48, 75
Haberm as, Jürgen, 20, 23, 24, 41 Im perio ruso, 75
H aití, 90 inclusión, 56, 67, 128, 146-147
H am burgo, 28, 132, 147-149, 166 reglas de, 129
H athaway, James, 58 y soberanía, 21, 26
Hegel, G .W . F.,98, 106, 164 India, 31,47, 78,153, 161
H eld, David, 39 inmigración, 19, 58, 62, 73, 75, 9 4 ,148
H erzl, Teodoro, 54 com o amenaza, 72, 94
Hitler, Adolfo, 49, 162 condiciones para, 89, 102
H obbes, Thomas, 98 políticas sobre, 89-90, 92-93, 110,
H obsbaw m , Eric, 79, 88 128
H olanda, 105, 113-114 prim er ingreso, adm isión inicial
Hollifield, James F., 150 o primera admisión, 1 9 ,102,
H olocausto, 54 112
homogeneidad nacional, 48, 67, 68, razones para limitar, 72-73
76, 126, 148, 154 y política, 121, 126-127
H onig, Bonnie, 89 inmigración, derecho a, 19
hospitalidad, 26, 29-33, 35-36, 38, inmigrantes, 133
45, 52,61, 97, 129 absorción de, 102
condiciones legales para, 110
idealización, 65 derechos de, 50
identidad, 68-69, 135 en la U nión Europea, 121
cívica, 109 incorporación de, 102, 113
colectiva, 55-56, 68-69,107, inmigrantes, indocumentados, 111,
126-127 112, 151, 152-153, 156
cultural, 54, 94, 95-96, 121,139, condiciones para, 112
143-144, 156 instituciones, 20, 84-85, 130, 155
91, 92- 93, ')>
iiu c u t .ic ió n , K tn t, lin n u n u rl, I9 18, '> l , i..', I Vi
In té g rité , 135 beneficcnc i.», 3 1, ss s<,, 92 ') i
interdependencia, 6 2 ,6 3 , 77, 78, 79, ciudadanía, 42, 126
81-82, 85, 153 ciudadanía del m u n d o , 30, '8,
intervenciones hum anitarias, 18-19, 40 39-40
Irlanda, derechos de v o to , 105, c o n trato social, 52
112-113, 147 derecho básico, 99
Islam d erecho cosm opolita, 26 17, l'>,
«protestización» de, 139 61, 73-74, 75, 97, 100
y los derechos de la m ujer, 147 derechos, 29, 34, 55-59
Israel, 54, 161,163 gob iern o m undial, 156
Italia, 48, 108,110, 120 im perativo categórico, 5 1
iteración dem ocrática, 26, 28, 87, justicia, 62, 64
123, 139,147-149,166 «La p az p erpetua», 26, 29 " , H ,
definición de, 130-132 3 9 ,6 1 , 158
y políticas jurisgenerativas, leyes m orales, 51
Los elementos metafísnos ¡Ir l.i
128-133
justicia, 34
prin cip io del derech o , 99
Jacobson, D avid, 20, 88, 94, 156
soberanía, 55-59
Japó n, concesiones com erciales, 31
sociedad m undial, 76, 128
Jefferson, T hom as, 102
K asto ry an o , Riva, 12, 114
Jo sp in , L ionel, 136
K hosrokhavar, F arh ad , 134, 135,
Judíos
137,166
en A lem ania, 57
K leingeld, Pauline, 38
en E u ro p a, 31, 48, 54
K osovo, 18
en los E stados U n id o s, 42
K rasner, Stephen, 39, 157
en Palestina, 54 K uper, A ndrew , 11, 64, 159
hogar para, 54
R usia, 49 Luché, 132 ,1 3 4 ,1 3 6 -1 3 7 , 139,167
Jus cosmopoliticum, 29, 34, 64 Leclerq, M. D aniel Youssouf, 134 115
Jus/ius gentium, 34 legitim idad, 92
Jus sanguinis, 53,113 legitim idad dem ocrática, 88, 92, 128,
Jus soli, 53, 113, 148 132, 138, 156
justificación, 22, 99,1 0 0 alcance de, 155
justicia, 35, 46, 55, 66, 78, 84-85 paradoja de, 41-44, 89, 125,
cosm opolita, 26-27, 122 146-147
distributiva, 14, 26-27, 61, 76-82, L ey de R eform a de la Inm igración,
97 E stados U n id o s, 94
global, 14, 26-27, 62, 75, 80, 85, L íb an o , refugiados palestinos en, 72
86, 87, 125 liberalism o, 68, 73, 134, 140
internacional, 14-15, 63, 64, 77 raw lsiano, 70, 149
liberal-dem ocrática, 63 y dem ocracia, 24, 130, 149, 150
redistributiva, 84-85, 96 libertad, 39-40, 46, 76, 85
y la dem ocracia, 41, 87 com unicativa, 100, 102, 103-104,
y m em bresía, 14, 15, 89 105,122
ilr asociación, '2 , J7, 4f>, IIH, MI iitti ni iili i mui il M i«A /O,
de conciencia, I >2, I H , I 15, I Vi, 99, ION
140, 142, 143-144 resp eto inoi.il, univci -..iI, .!0
de expresión, 135 reivindicaciones m orales, 51
de religión, 134, 135, 136, 140 universal, 57
externa, 35-36 y legalidad, 22, 29
L iga de las N acio n es, 39, 48, 58 y política, 21
L ocke, Jo h n , 33, 98, 102 M o to m u ra , H iro sh i, 152
L udin, Fereshta, 142-144, 149 m ujeres; véase también m ujeres
L utz-B achm ann, M atth ias, 29 m usulm anas
M ujeres m usulm anas, u so del fular,
M aas, W illem , 12, 164 132, 134,138, 148-149, 165-166
M acedo, Stephen, 66-67 ingreso en la esfera pública, 135,
M aine, Sir H en ry , 126 136, 137, 138, 148-149
M arshall, T. H ., 107, 126, 165 m u lticu ltu ralism o , 1 3 4 ,1 3 7 , 149
M artens, T hom as, 38 M u th u , Sankar, 33
m em bresía
cultural, 63, 106-107 n acionalidad y ciudadanía, 112-113,
justa, 14-15, 26-27, 95 114
m em bresía política, 13-14, 29, 62-63, nacionalism o, 23-24, 68, 87, 155-156
93, 96, 127, 156 cívico, 52, 53-54
d erecho a, 62-63, 101-105 m o d elo s de, 53
derecho de, 66 y la co n d ició n de p u e b lo , 67
en la U n ió n E u ro p ea, 112-113 N a cio n e s U n id as A lto C o m isio n ad o
perm anente, 56 p a ra los R efugiados, 19, 58
privilegios de, 107,144 NAFTA, 80
reglas de, 129, 145, 147, 156 N ag el, T hom as, 99
transform aciones de, 105 n atu ralizació n , 45, 90-91, 9 4 ,1 0 1 ,
y la teoría discursiva, 20-26 1 0 2 ,113
M éxico, 151,153-154 d erech o de, 46
M ichelm an, F ran k , 25, 50, 123, 131 leyes q u e la g o biernan, 104, 146,
m igración transnacional, 13-14, 152, 156
1 8 -19,27,61 m odelos europeos de, 113-114,148
am enaza de, 87-88 política, 92
causas de, 82, 103 N e u m a n , G erald, 17, 95, 157, 164
derechos, 62, 73, 94, 95 n o rep atriació n fo rzad a, p rin c ip io
d escrim inalización de, 58 de, 35-36
fases de, 102 n o rm as
ingreso inicial de, 129 cosm opolitas, 129
R aw ls y, 26-27 de derechos h u m an o s, 16, 20, 88,
tendencias en la, 15-16 9 4 -9 5 ,1 5 2 , 153, 156
M ili, Jo h n Stuart, 65 im ponibles, 32
m inorías, 48, 49, 62, 69-70 legales, 137
m oralidad, 22 « n o so tro s, el p u eb lo » , 128, 130, 150
im perativo m oral, 50 N u re m b e rg , juicios de, 17, 157
l V N e ill, ( >n<>i .1, l l , ’i), i v i principio irdixliibulivo nloli.il,
obligaciones, 51, 52, ,5(>, / S /*>, 81 8 2 ,86
76-77, 100 o bjeción d em ocrática, 84 8 /
O ffe, C laus, 88 objeción epistém ica, 82, 84
O n g , A ihw a, 125,153 objeción herm enéutica, 84
ON U C arta sobre los D erechos p ro letariad o , m undial, 27
hum anos, 101-102 p ro p ied ad , 33, 98
ONU C onsejo de Seguridad, 86 derechos de, 98
O N U D eclaración de los D erech o s y ciudadanía, 42, 51
del H o m b re , 19, 101-102,122 P ro te sta n te ética, 79
O rg an izació n M u n d ial del P u tn am , R o b ert, 89
C o m ercio [ o m c ] , 79, 8 0 ,1 6 7
racism o, 48
Palestina, residentes árabes de, 54 R aw ls, Jo h n , 26-27, 76-87, 126 I ’
particip ació n política, 89, 106-107, justicia internacional, 77, 79
114 D erech o de G en tes, 62, 6 \ 76
p osició n original, 84
P artid o U n ió n D e m ó crata C ristian a
p rin cip io de diferencia, 83
/ U n ió n Social C ristian a ,145, 164
sociedad cerrada, 63-65, 70, !\ "<
p asaportes, 102, 110
teo ría ideal, 65, 68-69, 73 74
Pensky, M ax, 12, 128
«velo de ignorancia», 76, 84
perm anencia tem p o raria, d erecho
realism o, 55
de, 30-31, 32, 40, 55-56, 100, 105,
recip ro cid ad , 20, 99-100, 116, 144
118
reflexividad, política, 129
justificación de, 39
refugiado, e statu to de, 109, 110
relevancia co n tem p o rán ea, 35-39
refugiados, 15-16, 49, 57, 58, 96, 10-’,
personas desplazadas, 49
122
personas desplazadas intern am en te,
condiciones p ara, 112
15-16
cuasi crim inalización de, 58, I 1 ’,
pluralism o, 70-71, 75,143
129
Pogge, T hom as d erech o al refugio, 32
cosm opolitism o , 76-77 derechos de, 50, 58-59, 89-90, 94,
gobierno m undial, 84 122
justicia global, 14, 62, 77, 78, 82 derechos de adm isión, 156
prin cip io igualitario global, 82 en la U n ió n E u ro p ea, 118, 121
p rincipio red istrib u tiv o global, estatu to de, 109,111
85 políticas so b re, 37 ,1 2 8
política jurisgenerativa, 25, 123,125, p rin cip io de n o repatriación
129,131 forzada, 35-36
política, 89, 140, 142 y ciudadanía, 43
posesión co m ú n de la tie rra (en y soberanía, 94
K ant), 32-33 regionalism o en la U n ió n E uropea,
P otencias aliadas y asociadas, 48 115-116
p rin cip io de la diferencia, 81-82, R eino U n id o
83-84 derechos de v o to , 104
p rin cip io del derecho, 99, 105 y tratad o s de m inorías, 48
relativism o ético, 101 Si»W‘MM di- I lili il ni ti li Hi i Ir Vlti.iv,
rendición de cuentas, 80 U nión l'.tirnprá, 110
representación, 92, 122, 154, 155, Sm ith, Rogcn, 69
156 soberanía, 16-17, 26, 32, 43, 57, 66,
representación consular, 58, 109 129, 151-156
R epública D om inicana, 153-154 democrática, 41, 133, 146-147, 153
republicanism o, 30, 40, 45, 56, 87, e inm igración, 91,
88, 134 estado, 13, 14, 15, 24, 66
condiciones para, 39, instituciones de, 119, 120
y cosm opolitism o, 32, 76-77 liberal internacional, 39-41
y soberanía, 40-41 m odelo w estfaliano de, 15, 20,
res nullius, 33, 37 26-27, 39-40
residencia popular, 25-26, 42, 43, 55-56,
perm anente, 37, 45, 56,100, 106- 145-146
107,150, 152-153 prerro g ativ a de o to rg ar
tem poraria, 31-32, 42, 150 m em bresía, 38, 40, 57, 58-59,
territorial, 154 8 9 ,105
responsabilidad, 82,127 territorial, 25-26, 44, 45, 49, 66,
R ieff, D avid, 16 106-107
riqueza de las naciones, 78-79 y ciudadanía, 104, 118
R osenau, Jam es, 127 y derechos h um anos, 18, 19,
R ousseau, Jean-Jacques, 41, 98 39-40, 43, 53, 55-59, 89, 93
R ushdie, Salman, 133 sociedad, 66, 70, 71
cerrada, 63-65, 70, 71, 72-74, 75
Sandel, M ichael, 88 civil, 52, 86, 131
Schlesw ig-H olstein, 2 8 ,1 3 2 , 144, sociedad cerrada véase Raw ls, Jo h n
146-148, 166 sociedad civil, 51, 52, 86, 130
Schm itt, C ari, 24, 115, 130 sociedad m undial, 37, 64
Schuck, Peter, 95 solidaridad, 23,
Sciolino, Elaine, 139 cosm opolita, 2 6 ,1 2 6
Sen, A m artya, 11, 84,161 Soysal, Yasemin, 108,127
separación de la Iglesia y el E stado, Streeck, W olfgang, 88, 162
132, 134, 140 sufragio universal; véase también
separación de poderes, 155 derechos de voto
Shapiro, Ian, 86 Sw arns, Rachel, 151, 178
significado, original, 130
sím bolos religiosos, 134, 136, 138, Tam pere, A cuerdo de, 109-110,112
166 teo ría de la declinación de la
sim patías com unes, 65-68, 70 ciudadanía, 62-63, 97, 123, 149,
sin E stado, 49, 58-59, 61-62, 101, 150
111 teo ría discursiva, 20-21, 22, 86
H an n ah A re n d t sobre, 26-27, 46, y derechos, 75, 96, 97, 99
58-59,100, 122 y la m em bresía política, 20-26
sionism o, 54 territo rialid ad , 15-17, 57-58, 152,
sistem a com ún de asilo europeo, 110 153, 155
terrorisnio, 128, 162 incorpin .u iiHi ilc rnmiKi .mn
'l'ichenor, D avid, 152 113
T ierra, esfericidad de la, 34-35, 45 instituciones de g o bierno en,
Tillie, Jean, 114, 162 118-122
totalitarism o, 46-47, 111 integración, 136
trabajadores visitantes, 130, 133 integración económ ica y
tradición, cultural, 91,143-144 m onetaria, 45
transparencia, 86 m em bresía de, 109, 120- 121
T ratado de A m sterdam , 109 m étodo ab ierto de cooper.ii ion,
T ratado de Basilea, 29 109, 110
T ratado de M aastricht, 28, 108, 133, naturalización, 113
147,163 participación política, I IH
T ratado de M inorías polaco, 48 política de asilo, 109, 110 III
política de inm igración, 9 5 , I I
d
T ratado de R om a, 58, 115
políticas de adm isión, II I. II.'
T ratado que E stablece una
regionalism o, 119
C o n stitu ció n para E uropa, 120
sistem a de inform ación di
tratados, 43, 66, 80, 153
visado, 110
tratados sobre m inorías, 49
v o lu n tad general, 41
Tully, Jam es, 33
universalism o, 150, 156, 160
T urquía, 57, 121, 165, 166
valores, 23, 68
U n ió n E uropea, 108,120
visita, derecho de, 104
ciudadanía, 27, 96, 97-113,125,
visitante, perm anente, 30
154
confederalism o, 120
cooperación con terceros países, W alzer, M ichael, 89-93, 126, 140,
111 150, 162
derechos, 107, 132 m igración, 63, 87, 88, 92-93, 12/,
estatus de la población 150
m usulm ana, 142 W eber, Max, 23, 79, 106-107
estatus de tercer país W einer, Tim , 151
nacionales, 111, 112, 113, 118, Weltbürgerrecht, 26, 30
148, W ilson, W oodrow , 48
exclusión, 56, 68 W ischke, M irko, 61
de las niñas m usulm anas, 134 W ittgenstein, L udw ig, 131
reglas de, 129
y soberanía, 21, 26, 42, Yugoslavia, ex, 47-48, 158
146-147
identidad en, 118-122 Z lo tn ik , H ania, 16, 82-83, 164
l'tl