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Chatel Malestar en La Procreacion PDF

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Marie-Magdeleine Chatel EL MALESTAR EN LA PROCREACION Las mujeres y la medicina del alumbramiento Ediciones Nueva Visién Buenos Aires Titulo del original en francés: Malaise dans la procréation. Les femmes et la médecine de l’enfantement © Editions Albin Michel S.A., 1993 22, rue Huygens, 75014 Paris Traduccién de Horacio Pons Toda reproduccién total o parcial dé esta obra por cualquier sistema —incluyendo el fotocopiado— que no haya sido expresa- mente autorizada por el editor constituye una infraccién a los derechos del autor y sera reprimida con penas de hasta seis afios de prisién (art. 72 de la ley 11.723 y art. 172 del Codigo Penal). LS.B.N. 950-602-344-1 © 1996 por Ediciones Nueva Visién SAIC Tucumén 3748, (1189) Buenos Aires, Repiblica Argentina Queda hecho el depésito que marca la ley 11.723 Impreso en la Argentina / Printed in Argentina A la memoria de Jean de Brancion Me habia sentido perturbada por el relato de una mujer que fue a Inglaterra a abortar clandestinamente. Se habia some- tido al imperativo de eliminar al nifio que esperaba porque su amante estaba en pleno trdmite de divorcio y entre ellos nada estaba decidido aun. Asi, pues, no era oportuno impo- nerle un hijo, y ella misma no queria uno “sin padre”. Me habia confesado el vértigo que se apoder6 de ella cuando, inmediatamente antes de sufrir la operacién, fue interroga- da allf por un hombre que representaba la legalidad inglesa. Este le habia preguntado si queria tener al nifio, si amaba al “padre”, y le habia dicho que nadie la obligaba a abortar. Habia sugerido que volviera a hablar con su amante. Ante la idea de ser madre, un breve instante de felicidad la habia iluminado. Ese hombre estaba alli, atento, decidido a escu- charla por si misma. En un relampago se habia convertidoen alguien que decia si, la brecha estaba abierta, de esa palabra de un hombre iba a poder nacer el nifio y ella volveria a Francia embarazada. Luego recordé que su amante espera- ba que saliera de la sala de operaciones, que habia pagado todo, el viaje y el aborto. Ella sabia que él no pensaba ni por un instante tener un hijo mas. La brecha, abierta durante el tiempo de un reldmpago, volvié a cerrarse. Pero mucho después aun se acordaba del brillo de luz que la habia atravesado. En esa época yo trabajaba en una maternidad, donde 9 conocia a mujeres que eran internadas a causa de abortos espontaneos. Las escuchaba con regularidad al borde de sus camas. Al hacerlo asi, aun distraidamente, siempre me despertaba y sobrecogia la arquitectura légica que se des- prendia de sus relatos. Coincidencias de datos, lainsistencia en ciertas palabras, el retorno de nombres que curiosos azares habian reactivado parecian haber precipitado el fracaso del embarazo. Asi, aprendia de esas mujeres que los embarazos sobrevenian a partir de una disposicién signifi- cante que parecia regular sus destinos. Desde que se vot6 la ley (1975), me invitaron a practicar entrevistas previas a la interrupcién voluntaria del embara- zo, la IVG." Conservaba en la memoria el relato absurdo y conmovedor del relampago que habia atravesado a la mujer de Londres, justo antes de un aborto clandestino. En los primeros tiempos después dela legalizaci6n del aborto, las mujeres se sentian conmocionadas por las situaciones que atravesaban y por lo que se veian llevadas a decir de éstas. Por lo comin, yo salia de la consulta de solicitantes de abortos con un agotamiento muy particular, muda y extenuada. En este ensayo me propongo dar testimonio del vinculo que mantienen las mujeres con la “medicina de la procreacién”, la ginecologia y la obstetricia. Este vinculo se efecttia segin un Algebra muy dificil de descifrar, a tal punto los protago- nistas, facultativos y mujeres, no hablan el mismo lenguaje. Por afiadidura, de estos dos lenguajes el tinico efectivo es el de la medicina. Las mujeres participan en él, se prestan a él, pero calldndose. Sus tropiezos, sus traspiés, sus errores, sus lapsus y actos fallidos, pero también sus sintomas y catastro- fes, vienen a manifestar, de paso, cémo reaccionan a esta “medicina” ala cual se prestan. Pero esas manifestaciones no son recibidas como indicios de un deseo singular que procu- * Siglas de su denominacién en francés, interruption volontaire de grossesse, que conservamos. (N. del T.) 10 raria expresarse. La maquinaria médica las reintegra y las trata a su manera, como en un didlogo de sordos. Esta medicina de la procreacién es fuertemente inductora; es por eso que podemos ver evolucionar con gran rapidez las formas del vinculo que mantiene con las mujeres. Un sintoma surgird como réplica a una palabra o un acto del médico, pero esconder4 otro y otro mas. Cada sintoma sera para la mujer como una tentativa de satisfacer un anhelo que supone es el de su médico. Este tipo de intercambio crea permanentemente una ideologia de “actualidad”, inestable por ser inducida. Por ejemplo, con el tiempo hemos visto evolucionar los sintomas de indicios de parto prematuro: los vémitos, tan frecuentes hace algunos afios, dejaron su lugar a las contracciones y la hipertensién. Del mismo modo, tanto en relacién con los abortos voluntarios como con las procreaciones artificiales, comprobamos una evolucién en la forma de las demandas formuladas por las mujeres, en funcién de lo que sin duda es preciso denominar una sugestién. Las mujeres, seguramen- te, tienen “buenas” razones para hacer su juego en esta partida, pues la carta que cada una juega esta vinculada con la relaci6n que mantiene con su propia femineidad. Miinterés por el aborto clandestino y terapéutico, antes de su legalizacién en Francia, y por los abortos espontaneos, me llev6 a descubrir una clinica que sdlo es aprehensible en los Ambitos hospitalarios que se denominan “maternidades”. Se encuentra alli una sorprendente y temible clinica de los avatares dela maternidad. Evoquemos tnicamente los repe- tidos abortos naturales, las muertes in utero, las muertes stibitas del lactante, cuyo cifrado, en cada caso, se revelaba l6gicamente ordenado segiin encrucijadas significantes. Sin embargo, decidi orientar este ensayo exclusivamente en torno a situaciones precisas donde las mujeres no se dirigen a esta medicina para obtener una atencién terapéu- tica propiamente dicha, sino que piden satisfacer un anhelo que pone en juego su cuerpo de procreadoras. En efecto, en nuestras sociedades la funcién procreadora “femenina” es tratada por el sistema médico. 11 En la medicina clasica, uno acude al médico para recibir su asistencia; el sintoma es descifrado médicamente con un diagnéstico y una prescripcién terapéutica. Ahora bien, en los casos que presentaré aqui tenemos que vérnoslas con situaciones de demandas sin enfermedad atestiguada (ex- cluiremos, desde luego, las esterilidades orgdnicas). Esas demandas no competen a la medicina clasica. Deliberada- mente, decidi aislar esas situaciones paradéjicas, dado que es a través de la articulacién de la demanda pronunciada en la palabra dirigida a alguien como puede emerger el sujeto.' Por lo tanto, deseo presentar aqui dos tipos de situaciones clinicas particulares, la solicitud de IVG y la de fecundaci6n in vitro o FIVETE,’ conservando el hilo de la cuestién del sujeto. En estas dos situaciones la medicina se pone al servicio de los solicitantes; no se trata de un acto médico terapéutico ni de seguir el desarrollo de un proceso natural, como el embarazo o el parto. En la actualidad, estas dos solicitudes pueden formularse porque existe un derecho al aborta voluntario en el marco de la ley social de 1975 y, desde hace poco, la fecundaci6n in vitro es un procedimiento considerado como normal si se efecttia de acuerdo con cierto numero de reglas practicas y éticas aceptadas por los comités de ética. Hoy en dia, en cierto modo esos procedimientos se banalizaron, aun cuando sean objeto de debates publicos muy controvertidos,” sobre todo en * FIVETE: “fécondation in vitro et transfert d’embryon” [“fecundacién in vitro y transferencia de embrién”]. Es la reunién de los gametos efectuada in vitro y no in utero; la mayor parte de las veces utilizaremos la sigla FIV. 1. “El sujeto es representado por un significante para otro significan- te”, segun la definicién canénica de Jacques Lacan. 2. Para el debate, cf. Jacques Testart y colab., Le Magasin des enfants, Paris, ed. Frangois Bourin, 1990, y léase el libro irénico y muy bien informado de Anna Trassy, Le beau bébé nouveau est arrivé, Paris, ed. Régine Deforges, 1991. 12 relacién con las “procreaciones médicamente asistidas” o PMA.“ Con una IVG, una mujer solicita suprimir su embarazo porque no quiere traer un nifio al mundo; con la FIV ocurre Jo contrario, se pide el hijo que no llega con el acto sexual. En un caso, la demanda dice: “no quiero al nifio”, en el otro: “quiero al nifio”. Son demandas que no se refieren a un sintoma patolégico, revelan una nueva situaci6n en la cual se encuentra envuelta hoy en dia la medicina de la procreaci6n. El contexto positivista contempordneo es tal que, a pesar del hecho de que la procreacién no es una enfermedad, se pone enteramente en manos de la medicina. En la actualidad la medicina es la competencia que vale: no son los magos, los sabios, los adivinos, las familias o los sacerdotes quienes estan investidos con el poder sagrado de ocuparse de la vida que viene o no viene; este lugar lo ocupa la medicina cienti- fica. Es gracias a la medicina que, desde la primera mitad de nuestro siglo, hubo una verdadera desaparici6n de la morta- lidad materna e infantil en el momento del nacimiento, lo que dio paso a una nueva era. A partir de ésta se anudo el vinculo entre medicina y procreaci6n segun una légica que no hizo sino amplificarse, con el imperativo de salvar ala pareja madre-hijo de los riesgos mortales del nacimiento. La disminucién de la mortalidad materna e infantil fue seguida correlativamente por la aparicién de la contracep- cién médica para controlar el exceso de nacimientos. La contracepcién es una pradctica muy antigua: los primeros documentos que la atestiguan provienen del antiguo Egip- to.? Considerada como un asesinato, fue oficialmente pros- * PMA: “procréation médicalement assistée”, lo que incluye a la vez la FIV y la inseminacién artificial con donante (anénimo o identificado), pero también la cirugia reparadora. 3. John T. Noonan, Contraception, Harvard University Press, 1965, citado por Uta Ranke-Heinemann, Des eunuques pour le royaume des 13 cripta por siglos de cristianismo, pero no obstante ello siem- pre existi6 de manera mds o menos aleatoria y clandestina, en funcién de las pocas cosas que se conocian sobre el funcionamiento de la fecundidad femenina. Durante mucho tiempo se crey6 que sdlo el acto sexual con orgasmo femenino era “una de las condiciones de una feliz generacién”. Hasta el sigloxix se creia también que el hombre y la mujer estaban provistos de un mismo sexo, el pene, situado en uno en el exterior y en la otra en el interior.* El é6vulo fue descubierto en el siglo xix pero el momento de la ovulacién recién se identific6é a principios del xx. Hoy en dia, la contracepcién médica es legal; es segura y casi exclusivamente femenina, lo que hace suponer que la medicina de la procreacién se asocié esencialmente a la funcién procreadora de la mujer. En efecto, salvé ala madre y el nifio, dado que son éstos quienes estén presentes corpo- ralmente en el acontecimiento fisiol6gico del alumbramien- to, mientras que en ese aspecto el hombre esta ausente. La contracepcién médica, por lo tanto, fue puesta a punto como una herramienta para impedir que se produjeran los embarazos accidentales, no queridos. En una época en que los nifios morian a temprana edad, la llegada, aun acciden- tal, de un embarazo podia despertar el anhelo de ver vivir al nifio contra el riesgo de la muerte. Hacer que la vida se impusiera sobre los riesgos mortales podia movilizar un anhelo del hijo lo bastante positivo para aceptar un embara- zo, aun cuando éste fuera inoportuno. cieux. L’figlise catholique et la sexualité, 1988, trad. francesa, Paris, Laffont, 1990, pag. 83 y sig. 4, Thomas Laqueur, La Fabrique du sexe, Paris, Gallimard, 1992 [La construccién del sexo, Madrid, Catedral. 14 NO TENER UN HIJO: UNA REVOLUCION ~4Deseo de un hijo o decisién de tener un hijo? El famoso “deseo de un hijo” —que no es sino una de las circunstancias del deseo—, presente hoy en todas las bocas como algo sagrado, indiscutible, jes el anhelo del “yo quiero” que gobierna y ordena? No podemos ignorar que el cumplimiento del anhelo de tener un hijo es infinitamente complejo: estan el fantasma del hombre y el de la mujer, anudados a los de los miembros de sus familias que son importantes, para ellos (no sélo se trata de la mujer), esta también el contexto inmediato que desencadena el embarazo en el transcurso de un acto sexual donde, en sustancia, viene a precipitarse lo que hace reso- nancia entre sus deseos desconocidos. Luego, estan ademas la acogida subjetiva del embrién in utero y la del nifio al nacer. Estos niveles son diferentes, convocan deseos y fan- tasmas diferentes, estan disociados entre si. Salvo cuando una disposicién favorable hace que logren anudarse, arre- glarse juntos durante el suceso de un nacimiento efectivo. En suma, toda parturienta es en cierto modo una “madre porta- dora”, portadora de la cristalizacién en su cuerpo del haz de anhelos que origin6 la concepcién. Para la fecundidad huma- na, es necesario que ese haz sea reconocido y por lo tanto 17 mantenido abierto; en nuestras prdcticas, esto implica el juego, a fin de que haya margen para posibles equivocos y que de ese modo pueda colarse y salir a luz un nifio. Freud descubrié que, desde el punto de vista subjetivo, la diferencia sexual en los seres humanos no se dividia en dos clases distintas segun los datos fisiobiolégicos, sino que se ordenaba de acuerdo con un tnico simbolo, el de los misterios antiguos: el falo. Por el hecho de estar habitados desde nuestro nacimiento por el simbolismo del lenguaje y ser seres hablantes, hombres o mujeres, estamos sometidos a una estructura de lenguaje y disponemos del mismo simbolo (el falo) para ubicarnos en la diferencia sexual. En elinconscien- te no hay simbolos distintos que identifiquen al var6én y la hembra. En su infancia, cada uno se ve obligado a optar para construirse su identidad sexual personal. Su opcién sexuada se trama con quienes lo criaron. La palabra de los padres introduce al sujeto en el simbolismo, lo civiliza y humaniza. El simbolo falo esta presente en los efectos de sentido que produce el lenguaje. Simboliza la privacién de goce que impone el hecho de hablar y da su medida al deseo del sujeto. Reconozcamos que la fecundidad humana no es sélo un fenémeno fisiobiolégico real: también es del resorte del simbolismo. Lacan pudo decir que “si no existiera ese diablo del simbolismo para empujarlo [al hombre] al trasero para que a fin de cuentas eyacule, [...] hace mucho tiempo que no habria mas de esos seres de habla”.* En el encuentro entre seres humanos hay resonancias. Cada uno es portador de simbolos que son parlantes para el otro. En funci6n de lo que se dicen, de lo que se dice en torno aellos y también de las rupturas eventuales que les suceden en la realidad, como un duelo, un accidente, un nacimiento, repeticiones de fechas, un aniversario, una aventura, un ascenso 0 incluso un viaje, ciertos significantes se reactivan y actuan, y el fantasma de alumbramiento propio de cada ‘uno logra realizarse. Un acto sexual puede actualizar esos 1. J. Lacan, Séminaire RSI, inédito, clase del 17 de diciembre de 1974. 18 significantes en la resonancia y éstos pueden somatizarse y fecundar. Cada caso es singular. Consideremos un ejemplo: Una mujer vive con un hombre desde hace tiempo, ya tiene hijos de un primer marido y dejé de utilizar métodos anticon- ceptivos porque desean tener un hijo juntos, pero desde hace varios afios no consigue quedar embarazada. El se da cuenta de que le gustaria tener un lugar propio, poseer un ambito que le “diera raices”. Busca sin buscar. Ella comprende que debe sostenerlo en esa empresa. El termina por encontrar junto a ella una casa que le agrada en una regién donde vivi6 de nifio. La decisién esta tomada. Cuando él firma la escritu- ra de propiedad, ella se queda embarazada. La mujer, en el deseo sexual con un hombre, encuentra en éste un significante que, realizado en un acto (aqui el de la venta),” desencadenaré la fecundaci6n, como un acto fallido. Pero, insistamos, este acto significante no tiene ninguna relacién con la paternidad en general, cobré sentido para la mujer que result6 fecundada y las mas de las veces de manera ignorada. Los casos en que el embarazo tarda en declararse ilustran mas que otros la disposicién del fenémeno de la fecundidad. Otro ejemplo: Un hombre y una mujer dicen querer un hijo desde hace tiempo, pero el nifio no llega. Aceptan su suerte. Un dia, la mujer se embarca en una relacién amorosa fuertemente er6tica, pero se niega a vivir con su amante y renuncia a la relaci6n para volver con su compafiero, al cual se siente apegada. Ahora, éste se revela impotente; se sienten perdi- dos. Pero el dia de su cumpleanios ella se queda embarazada, en una configuracién que se asemeja exactamente a la que presidié su propia concepcién. Anny Duperey relata de una manera conmovedora cémo una frase de su companero pudo desencadenar su embarazo, mientras que sin métodos anticonceptivos no habia quedado encinta ni una sola vez en trece afios. Escribe: “Recibi las * En el original, acte, acto, y acte de vente, escritura de propiedad. (N. del T.) 19 palabras. Penetraron en mi. Actuaron casi de inmediato ala manera de un revelador. [...] Tres meses después, estaba embarazada. [...] (Sefialo, en honor de cualquier eventual lector del cuerpo médico [...], que no tuve ninguna necesidad de contracepcién antes de este periodo en que «volvi a tocar tierra»)”.? Aveces, estos acontecimientos generadores de embarazos ocurren sin que lo sepan los mismos sujetos; se los designa como azar, sefial del destino, buen o mal encuentro, dedo de Dios, golpe de suerte.. Nuestra experiencia clinica nos ha ensefado que en la mayor parte de las mujeres el significante que cobré cuerpo en el embarazo realiza una conexién inconsciente con un “sentido de padre”. Me acuerdo de una que me habia hecho saber que se habia quedado embarazada gracias a un medi- camento. Result6 que el nombre de éste, al que atribuia favorecer la fecundacién, contenia justamente las letras que unian el nombre de pila de su padre, el de su abuelo y el apellido de su novio. En ese momento, el nombre del medica- mento reactiv6 un simbolo en la mujer, en sus sefiales personales mds antiguas, mds inconscientes. En efecto, la paternidad comienza cuando un hombre actualiza un simbo- lo clave, en este caso el juego de letras, para la mujer ala que desea sexualmente. Eso sera el resorte fecundante de la concepcién. Esta recepcién del simbolo puede hacer que la mujer exista subjetivamente y cobrar valor de acto de reco- nocimiento que ella recibe en un instante de falla. Para el hombre, el deseo de un hijo es la mayoria de las veces el de encarnar ese simbolo del don creador para aquella a la que encuentra, lo que se efecttia de manera diferente en cada uno. En los seres parlantes, la fecundacién es una somatizacién: realiza una precipitaci6n (en el sentido quimi- co) en sustancia del cruce de los deseos inconscientes. Este acontecimiento se cumple segtn una circunstancia diferente para cada encuentro. Eso es valedero aun cuando luego la 2. Anny Duperey, Le Voile noir, Paris, Seuil, 1992, pag.174. 20 mujer solicite una IVG. Escuchando los pedidos de IVG, me di cuenta hasta qué punto no hay embarazo que sobrevenga por azar, que todo embarazo es un signo del sujeto, un efecto en el cuerpo de una necesidad inconsciente, aun cuando vaya a ser suprimido. La fecundidad humana es el fruto de una nodalidad que efectua el encuentro significante. Con el movimiento feminista, las mujeres tomaron la pala- bra, se organizaron; hacia falta modificar las mentalidades y liberarse de una alienacién en el hombre. Esta lucha de liberacién consistia en una conquista de poder sobre la procreacién de los hijos. La medicina de la procreacién se constituy6 compartiendo con los movimientos feministas esta ideologia de progreso. Al servicio de las mujeres, se ajust6 a demandas aparentemente simples como “quiero” 0 “no quiero” hacer un hijo. Nunca se.conoce de antemano el vinculo sutil entre una voluntad declarada y el deseo que esta voluntad oculta; la voluntad puede desconocer el deseo, negarlo, caricaturi- zarlo, a veces revelarlo. Ademas, la de tener un hijo debe integrarse obligatoriamente con la de al menos otro, esta alienada en ese juego de resonancias del lenguaje entre sujetos deseantes. La medicina de la procreacién aporté al reino de la voluntad los medios y los instrumentos objetivos para ayudarla a realizarse. Mas que a los ideales de los movimientos feministas como tales, proporcioné su saber y sus competencias al desafio voluntarista. No es el nifio como persona por venir el que interesa a esta medicina, sino la capacidad fisiobioldgica de la mujer de hacer bebés a su pedido. Se alia, por lo tanto, con la voluntad consciente de las mujeres en una divisién entre su decisién y su cuerpo prolifico. En su légica, la medicina de la procreacién descono- ce la arquitectura inconsciente compleja y vivaz que consti- tuye el resorte de la fecundidad humana. Asi, el deseo se rebajo a un querer y la contracepcién médica se convirtié en el arma fundamental de la lucha de liberacién de las muje- res, para el cumplimiento de su voluntad. 21 La contracepcién fue una revolucién El impacto de la contracepcién médica (pildora y dispositivo intrauterino) consistié en forzar la disyunci6n entre el acto sexual y la procreacién. Con la contracepcién se puede hacer el amor sin correr el riesgo del embarazo, y porlotantolaidea de las consecuencias bajo la forma del hijo se desprendié cada vez mas del acto sexual. La contracepcién también contribuyé a dar sentido a la distinci6n entre “nifio deseado” (querido) y “nifio no deseado” (no querido), dos nociones tan dificiles de delimitar y que se convirtieron en verdaderas banderas. Esto hace que nos interroguemos sobre la forma en que una mujer se las arregla con su contracepci6on. En principio, ésta esta alli para evitar los hijos “no deseados”, por lo tanto para evitar los abortos. En buena légica, si se toma un anticonceptivo no se corre el riesgo de un embarazo indesea- ble, y por lo tanto de un aborto. Es una cuestién de informa- cién y educacién, se nos dice. En Francia, paraddjicamente, la ley que autoriza el aborto fue votada cuando la contracep- cién era utilizada realmente en todas partes. Esto quiere decir que ya se sabia que la red de la contracepci6n estaba agujereada y que en verdad habia que reparar los fracasos. Son los ginecdélogos y las feministas quienes proclaman que la contracepcién sirve para no tener mas que “los hijos deseados”. Dado que para ellos es “hijo deseado” un nifio al que se ha decidido hacer nacer y, por oposici6n, los hijos “no deseados” serian aquellos cuya venida no se decidié volunta- riamente. En el espiritu de esta norma voluntarista, seria normal que los “hijos no deseados” fueran abortados. Pero no, hay que saber que puede suceder que una mujer solicite el aborto de un embarazo que fue programado, y sucede también que se puede estar feliz por dar vida a un nifio concebido de manera accidental. El aborto es el reverso de la medalla, siempre los hubo y los seguird habiendo. En todo caso, la contracepcién no cumple totalmente la funcién 22 para la cual se supone que actua: impedir que se produzcan los embarazos indeseables que originan los abortos. ~Hay que concluir por ello que no sirve para nada? Pese a una utilizacién muy grande de la contracepcién y a una muy buena informacién, no hubo una disminuci6n. notable de la cantidad de abortos, lo que significa que los embarazos indeseables no son reductibles a una mera cues- tion de contracepcién; se trata de algo distinto a la decisién de tener o no tener un hijo. Ademés, en-esa época se temia que la legalizacién del aborto aumentara su numero, que, en suma, fuera otro método anticonceptivo; tampoco alli la autorizacién cambia en nada la cuestién. Nos es preciso reconocer y comprender que hay abortos, que es un fenémeno irreductible aparte, una desdicha, un error, que debe tener su légica, sus necesi- dades, puesto que ninguna estrategia de voluntad puede evitarlos. La contracepcién se nos presenta entonces bajo otra luz. Los efectos dela misma sobre nuestro tiempo, sobre nuestros amores, son imposibles de evaluar. Hace ya treinta afios que la pildora circula a través de los cuerpos femeninos del mundo entero. Una sola palabra de orden: la liberacién sexual sin correr el riesgo del hijo. Poder hacer el amor, asi, por placer. Poder tener hijos s6lo cuando una quiere. Después de todo, se decfa, si a una la obligaron a hacer el amor, el hijo seria intolerable. Si una noche tuvo ganas de hacerlo con un hombre al que no amaba, o al que no conocia, el hijo es imposible. Si acaba de dar a luz, la idea de otro hijo tan préximo es insoportable. Si no sabe de quién esta encinta, el hijo es impensable. Y si él no quiere el hijo que ella quiere de él, el nifio es dificil de imaginar; {y si ella no quiere el que espera de su hombre? jLa pfldora para protegerse de todo eso! Por el lado de ellos, los hombres, ide qué los protege la pildora? jNo habra que prestar atencién a las consecuencias, se puede tomar una mujer y no conservarla! jQué cambio de horizonte! “Antes”, la amenaza del nifio era omnipresente, habia que jugar con fuego, lo cual no impedia hacerlo pero 23 con otro encogimiento en el alma. El nifio llegaba de lo desconocido, del riesgo inevitable que se habia corrido al hacer el amor. Era sabido pero no habia seguridad de que ocurriera; pese a todo se habia corrido el riesgo. jLiberacién de las mujeres? {Liberacién de qué? {De esos golpes de la suerte que son los hijos que llegan? “Antes”, se decia de las mujeres que estaban agobiadas por los embarazos sucesivos, inevitables consecuencias de los retozos nocturnos. Se atribuia el deseo sexual imperativo a los hombres avidos de placer; en cuanto a las mujeres, temian el amor. Se decfa que eran ellas quienes sufrian las pulsiones masculinas y ellas las que habrian de sufrir al nifio que naceria a causa del hombre. Porque es en su seno donde se desarrolla el nifio, porque pesa mucho y exige muchos cuidados, porque bebe de sus pechos, de ese hijo que viene se dice que llega a las mujeres. Los goces nocturnos eran cosas peligrosas para ellas y el amor se extinguia con el peso. Asi rezaba el discurso. Como si el nifio que venia fuera un obstaculo para la vida. Los embarazos, todos los embarazos que sobrevienen, en efecto, perturban el curso de la vida de cada uno, la quiebran; oes la aparicion viviente, dichosa, del recién venido a quien debe hacerse lugar, o bien el rechazo, el imperativo de terminar con esa cosa, y puede ser el aborto. Siempre hubo abortos. La contracepcién médica es de hecho una especie de esteri- lizacién temporaria, que permite evitar saber qué se quiere exactamente. Permite mantenerse en reserva, esperar, pos- tergar la cuestién para mas adelante, congelarla, pues en la duda uno se abstiene. Es una especie de cortesia en las relaciones. Se descarta asi al hijo posible, uno se esteriliza a la espera de saber qué quiere. Pero analicemos con mas detalle la conmocién que ha traido la contracepcién médica. Lo importante es que se convirtié en una contracepcién segura y femenina. “Antes”, la retirada, el “forro” eran métodos anticonceptivos poco 24 seguros que implicaban la participacién del hombre. Las mujeres “sufrian” sus avatares y se quejaban. Ahora, los hacen asunto suyo, son ellas quienes deciden decidir y si ocurre un “accidente”, piensan que es su propia “culpa”. La responsabilidad, comola “culpa”, se desplaz6 insidiosamente hacia su lado. Un hijo que viene se considera mAs cosa de ella. Se complica entonces el problema de saber cémo va a tener ella en cuenta el deseo de un hijo de él, el hombre, el futuro padre. Hoy en dia, muchos hombres apenas se preocupan por saber si tal mujer “se cuida”, ni siquiera se plantean la cuestién. Hacen como si ellas se cuidaran completamente, como si fueran, por lo tanto, completamente estériles. La cuestién, en suspenso, de hacer de una mujer la madre de su hijo eventual resulta entonces puesta a distancia. Ahora bien, muchas mujeres tienen secretamente un inmenso anhelo de un hijo que, antes que nada, es el deseo de recibir un nifio como regalo de amor. Refuerza esto el hecho de que la contracepcion, al impedir la eventualidad del hijo, remite la maternidad al dominio de una decisi6n volun- taria. Las mujeres se sienten incémodas con esta autoriza- cién implicita para decidir por si solas tener un hijo. Es preciso entonces reclamarlo, pero ya no se parece, ya no es en absoluto el mismo anhelo. Ya no son las mismas condiciones de fecundidad puesto que, como se indicé anteriormente, un hijo sdlo puede sobrevenir en la resonancia de varios deseos. El escamoteo del deseo sexual Una pildora que se traga cada dia 0 un dispositivo colocado en el fondo de la vagina plantean de otra manera el anhelo de un hijo. La contracepcién funciona como una palabra que no se dice. Lo que ha cambiado es una significacién oscura, la significacién no dicha de hacer de una mujer la responsa- ble de la maternidad, por lo tanto de la paternidad; la 25 significacién de impedir el alumbramiento como consecuen- cia ignorada del acto sexual, como efecto sorprendente. La misma prohibe el surgimiento de lo inesperado, de lo nuevo, de loimpensable. Al liberar a la concepcién de esta fuente, de este origen, el acto sexual se convierte entonces en un medio para tener hijos. En efecto, “antes”, el origen de los nifios era el coito; ahora bien, no hay acto sexual sin ereccién masculina. El niiio salido de este encuentro sexual venia de un lugar desde donde ello desea sexualmente, lugar dificil de situar en el cruce de los deseos, cuyo resorte atravesaba el cuerpo mas- culino. El anhelo de un hijo era dificil de atribuir pero su realizacién pasaba obligatoriamente por el deseo sexual de un hombre. Ahora, el encuentro sexual queda relegado al registro del placer o la mecdnica de los cuerpos, el hombre puede incluso ser instrumentalizado. Lo que amenaza de- sexualizar un poco el acto sexual. En otros términos, la contracepci6én médica ha invertidoel orden de consecucién légica. Antes, la concepcién de un nifio era considerada como una consecuencia posible del acto sexual; hoy en dia, se la programa voluntariamente y el sexo debe servir a su fabricaci6n. Esta mutacién tiene consecuen- cias considerables. La generalizacién de una contracepcién médica, segura y feménina, entrafié una revolucién que consiste en un despla- zamiento de la causa del nacimiento de un nifio. Se pasé asi del hijo como consecuencia del deseo sexual del hombre hacia una mujer al hijo como objeto del querer consciente de una mujer. Para ser mds precisos, una contracepcién segura, es decir que esteriliza temporariamente, divide a la mujer entre su poder de decidir y su cuerpo femenino: cree poder controlar su fecundidad porque puede inhibirla. Dicho de otra manera, la decisi6n de la mujer de interrumpir su contracepcién gobierna su capacidad de dar a luz. En toda légica, es su mismo cuerpo femenino el que tiene la capacidad potencial de dara luz. Y comoresulta que es ella quien habita ese cuerpo, es la primera responsable de lo que le sucede, debe poder responder de él. Sentirse portadora de esta 26 significacién, estar en el origen de la procreacién no como mujer deseada y deseante sino como habitante de un cuerpo femenino, es persecutorio para ella. Hay un cambio de registro: se pas6 del registro erético, es decir sagrado, al registro veterinario. En este engranaje, una mujer queda atrapada en su propia trampa. Los medios que le permitie- ron liberarse de la llegada intempestiva del hijo que la alienaba en el hombre, al descartar el poder fecundante de éste, modificaron el resorte profundo de la fecundidad. Es preciso comprender que esta situacién moderna, en varios aspectos mucho mas cémoda que la existente hasta hace poco, puso a las mujeres en una especie de quebradero de cabezas torturante porque se convirtieron en persona en las autoras del nifio. El mecanismo légico de la atribucién de la paternidad al hombre vacilé de manera considerable. Las mujeres lo experimentaron con mucha intensidad, se toma- ron a veces por ladronas de nifios que no les habian sido dados. Ahora bien, para que una mujer pueda ser fecundada, es preciso que en un instante reciba algo que le es dado justamente en el punto en que hay una falla. Se comprende entonces la dificultad existente hoy en dia para hacer nifios. Nifios a los que no se espera en un linaje, sino que son producidos a golpes de voluntad, de decisién y de forzamiento. Frente a eso, uno se echa atrds. Es por eso que la contracepcién no siempre se tolera bien; hay “acciden- tes”. Citemos los numerosos casos de mujeres que quedan embarazadas en el momento en que deciden someterse a una contracepcién segura: el embarazo aparece inmediatamente antes de la cita para colocarse un dispositivo intrauterino o de tomar una pildora ya recetada. El embarazo sorpresa llega como una reaccién brutal a la cuchilla de cardcter definitivo, sin incertidumbres, del dispositivo intrauterino y la pildora que hacen a la mujer automaticamente estéril y por lo tanto enteramente responsable a los ojos de todos de Jo que ocurra en su propio cuerpo. Ya no hay margen para decir “sucedié6 asi como asi, no tuve la culpa”, ningtin margen 27 para que se ponga al hombre bajo el golpe de un regalo del azar. Todo embarazo, en cierto modo, es un accidente. El impac- tode la légica dela contracepcion con su ideologia del dominio absoluto conduce a desconocer que el nifio, aun programado, siempre es eventual, surge como realidad impensable, de mas, o como don sin precio. Es una nueva carta que nunca se dio vuelta, que modifica el juego de los deseos entre padre y madre. El aborto voluntario Abordemos la necesidad a la que se enfrentan algunas mujeres, atrapadas en los avatares de una contracepcién, de eliminar imperativamente su embarazo. Pueden recurrir al aborto autorizado. Desde hace varios afios tengo la ocasién de escuchar a quienes acuden al hospital a solicitar que les hagan un aborto legal. La ley, en efecto, prevé un tiempo para hablar de ello, a fin de asegurarse, en teoria, de la determinaci6on de abortar, por ser el acto irreversible. . En la ley esta escrito que una mujer a la que el embarazo coloca “en situacién de desamparo” puede solicitar la IVG. Asi, ésta se pone del lado de la reparacién de un infortunio, lo que conviene mas a la ética médica y atentia de ese modo la culpa asociada al acto de destruir. La entrevista “social” y “psicolégi- ca” obligatoria encuentra su legitimidad, pues las causas del “desamparo” deben situarse, a los ojos de la ley, en un plano completamente distinto al de la medicina. A la entrevista se le atribuye permitir un deslinde esencial delas responsabilidades entre el lugar de la decisién y el lugar del acto. Ahora que la IVG pasé a formar parte de las costumbres, que los servicios son experimentados, cuando las mujeres llegan su decisién ya esta tomada con firmeza, lo que puede 28 dar a la entrevista el caracter de una formalidad inutil, a veces inoportuna. En los ajios setenta, poco tiempo después de la legaliza- cién, los motivos de la entrevista parecian ser de entrada mucho mas pertinentes. Las mujeres que solicitaban el aborto tenian espontaneamente muchas cosas que confiar y deseaban ser escuchadas, procurando identificarse en los multiples anhelos aparentemente contradictorios que las llevaban a tomar una decisién semejante. La mayor parte de las veces, decidian con gran dolor solicitar una IVG; hoy en dia sigue siendo asi, pero se experimenta de manera diferen- te y su expresién se atenu6. A priori se piensa que los inevitables errores de la contra- cepcion estan en el origen del embarazo accidental, indesea- ble, y que las multiples “razones sociales” son la fuente de la decision de eliminarlo. No habria, por lo tanto, motivos para ir a buscar mas lejos, puesto que, en el fondo, las verdaderas razones, dificiles de situar, no incumbirfan a nadie. Mientras que en el pasado los comentarios de aprobacién y sobre todo de reprobacién llovian a voluntad frente a un aborto —los prejuicios apasionados agitaban a los encargados de los cuidados-, hoy en dia nos guardamos bien de toda interpre- tacién “salvaje” en uno u otro sentido. Es el silencio de la discrecién y de las palabras tipo. El aborto es un derecho, un servicio publico, todo concurre a que no haya absolutamente nada mas que decir de él. La cosa debe suceder como si no fuera ni vista ni oida, en el silencio blanco de una borradura. Se trata de negar mediante la gentileza el eventual malestar frente al acto de suprimir. Durante la entrevista llamada “social”, se da alas mujeres la oportunidad de justificar su decisién de abortar sin tener en cuenta la aparicién sorprendente del embarazo del que no se habla, puesto que es un “error”. Las razones expuestas siempre estan vinculadas con el presupuesto de que el embarazo es accidental y que el nifio, por lo tanto, no es deseado. Por ejemplo, la pareja no es estable y carece de medios, se es demasiado joven o bien demasiado viejo. Ya se ha hablado de ello en la television, en los diarios, es bien 29 sabido; se aborta porque no es posible, no se retnen las condiciones “normales”. Hoy en dia se comprueba que hay mujeres que se anotan para una IVG a fin de excusarse por haber quedado embarazadas al margen de las condiciones sociales normales. Se sentirian culpables de traer al mundo un “desdichado”. La entrevista se desplaza de buen grado hacia los infortunios de la contracepcién. Nos enteramos de que el método empleado habia funcionado bien durante un tiempo, hasta que un dia fracasé y he aqui la prueba; jqué calamidad! O bien la mujer cometié un error, ‘a lo que tiene derecho porque es humano. Todo esto es banal. Asi concebida, la entrevista debe igualmente mostrar a esta mujer que sela recibe, que se es comprensivo, que no hay nada en su contra, que se la va a atender bien. Puesto que la mayoria de las veces son perceptibles el peso terrible de la angustia y la culpa, el terror de destruir a un hijo posible. Puede suceder que se lance la palabra “asesinato” y que a través de las lagrimas se filtre un “sé claramente que no es un crimen, pero...” La entrevista que yo conduzco esta, digamoslo, en franca ruptura con el tono velado y aséptico del servicio social ptblico. El sentido de mi modalidad es dar al sujeto una ocasion de expresarse a propésito de ese hecho. Puesto que considero al embarazo como un signo producido por el sujeto que me habla. Dirigirse a éste implica no tener ninguna idea preconcebida a favor o en contra del aborto. Todo lo que se dice debe entenderse como palabras escogi- das, nada es banal, las palabras pronunciadas dibujan una tras otra el hilo particular que orienta a esta persona determinada. Asumir una actitud tal cambia enteramente el campo del discurso posible en relacién con un aborto, aun cuando la entrevista no se solicite explicitamente. Se presen- ta entonces como una posibilidad: es bienvenida. Tenemos numerosas sefales de ello, en el momento mismo del encuen- tro, por la riqueza de lo que ocurre y el tiempo que se toma para decir lo que se tiene para decir. También con posterio- 30 ridad tuvimos indicios de lajusteza de esta manera de obrar con respecto al peso del acontecimiento, tanto de parte de las mujeres mismas como de quienes las atendian, cirujanos y anestesistas que efectuaban el acto. Con el paso de los afios, inauguramos una practica de las entrevistas de IVG centrada en la particularidad del aconte- cimiento subjetivo del embarazo. Estas entrevistas se reali- zaban segtn una modalidad que rompia con el sabio recitado de las razones socialmente admitidas, enumeradas por las mujeres para obtener la autorizacién de abortar y luego desaparecer. En mi opinién, no hay razén para hablar deesta decisién de abortar si no es con un psicoanalista, al que tal vez se encuentra una sola vez en el camino. Un psicoanalista que conduce el didlogo siguiendo el hilo légico delo quese dice permite articular el embarazo enigmAtico con el contexto personal, preciso y familiar que es causa del surgimiento de este “accidente” del sujeto. Un analista no escucha sino particularidades una por una, no es ni psicélogo ni socidlogo ni médico. No se trata en este caso de una demanda de andlisis sino de un encuentro puntual que permite un sefia- lamiento. oe Por teléfono, se hace una cita en la consulta hospitalaria. A las mujeres que solicitan una IVG, se les dice: “Tiene que ver a un psicdélogo, luego a un médico y un anestesista”. En efecto, la entrevista con el psicdlogo no es mas que una etapa necesaria antes de las demas, de la que no se espera que comprometa la decisién de abortar. Sin embargo, eso sucede. Durante la consulta, llamo a la mujer por su nombre. A menudo no loescuchan, hay que repetirlo varias veces. Esto es frecuente en el hospital, traen su cuerpo como un mueble a hacer que lo atiendan; el sujeto esta ausente. Pero es particu- larmente cierto en el caso de los abortos, las mujeres no escuchan el llamado por su nombre; parecen ausentes y des- orientadas. Casi hace falta gritarles, como si se tratara de reanimarlas. En ese momento, en ese estado, no responden al nombre. 31 Nos sentamos a uno y otro lado de un escritorio y, después de un silencio, digo: “ZQué es lo que pasa?” Llega una respuesta, diferente cada vez: “Es un accidente, él esta casado, no lo quiere”. “|Quiero sacarmelo, eso es todo!” “No quiero conservarlo, no tengo los medios”. “Estoy embarazada y quiero hacerlo desaparecer. No fue querido, seria un nifio sin padre, yo estoy sola”. “Quiero una IVG, soy divorciada”. “Quiero una IVG, pero si me quito el nifio me quito todo”. “Bs con una persona con la cual no estoy segura de que vaya a quedarme”. “Estoy embarazada, soy estudiante, no puedo tenerloy sin embargo me encantan los chicos”. “Si tengo este nifio pierdo mi puesto, mi nuevo jefe de servicio me lo notificé a pesar de que los habia prevenido cuando me tomaron, voy a tener que sacarmelo a disgusto, una lo queria cuando lo hizo”. “Tuve fiebre la semana pasada y tomé un medicamento, no quiero tener un hijo anormal aunque me demuestren que no hay peligro”. Sefialemos en primer lugar que las razones tipo para abortar evolucionan muy répidamente con el paso del tiem- po. Seguin mi experiencia clinica (1975 y 1992), de manera un poco esquematica y rapida puede decirse que los motivos expuestos para abortar pasaron sucesivamente de las rela- ciones ilegitimas a los estudios, luego a los errores de contra- cepcién, después al hecho de que el hombre no queria alnifio, mas tarde a la falta de medios, luego a las razones profesio- nales y por ultimo a la prevencién médica. Cuando una mujer toma la palabra para pedir que se le haga un aborto, la razén que enuncia parece en primer lugar bastarle, esta frase lo dice todo; por otra parte, a menudo es puntuada por un “es todo” o un silencio que indicaria que no hay nada mas que decir. La mujer se reconocié en una raz6n social aceptable, segtin lo que entendié de una determinada 32 norma social. La raz6n expuesta contiene siempre el esbozo de lo indecible de la situacién particular en la cual esta atrapada y que la supera absolutamente. Se comprendera de inmediato que en caso de incitar a esta mujer a decir mas, a seguir su propia inclinacién, podra desplegar su légica y decir en voz alta lo que la atormenta solitariamente. Es en sus propios términos como se compro- mete en el didlogo. Es preciso darle sefiales de que puede jugarse, que puede decir lo que quiera, que estamos decididos a acompaniarla en los detalles anodinos, los que se supone no tienen ninguna relacién con la IVG. También es preciso sefialarle que la decisién de abortar es y sigue siendo cosa suya, cualquiera sea el cariz que asuma el didlogo. Recuerdo haber recibido en la misma consulta a una mujer encinta que de entrada dijo esto: “Si me hubiera pasado dentro de dos meses, si, habria seguido con él; pero asi no, la cosa cay6 en mal momento. Lo habia querido, sin embargo; me saqué el dispositivo intrauterino para quedar embaraza- da, pero no esperaba que sucediera tan pronto. Estaba programado para después del verano. Habiamos pensado que-harian falta dos o tres meses para que me embarazara y pas6é enseguida. Ahora bien, el viaje, la mudanza... todo se acomoda mal, no es el momento. Volveremos a empezar cuando sea el momento”. Otra mujer, embarazada de su quinto hijo y que vivia en la estrechez, decia: “Parece que voy a tener que abortar porque no tengo lugar en mi casa, es la asistente social la que me lo dijo. Dudo porque la ultima vez que tuve que abortar sufri una depresi6én nerviosa, amenacé a mi hija con un cuchillo a causa de eso. ‘Tengo miedo de volver a empezar!” Ninguna historia se asemeja a la otra, la légica de una y la légica de la otra no tienen nada en comtn, en todo casoen un primer nivel. Se comprender4 enseguida que noes posible quedarse ahi, el “no es el momento” de la mujer embarazada dos meses antes de lo previsto manifiesta otra cosa que ella no sabe. Todo ese edificio de imposibilidad, de desorganizacién, esta alli para decir que hay alguna otra cosa. En ese caso, es 33 necesario remontar el hilo de lo que fue el contexto de la aparicién del embarazo, y seguir las fechas detalladamente con una minuciosidad de relojero..,Cudando se produjeron las ultimas reglas? {Qué pasé en el periodo de dos o tres semanas consecutivas a esta fecha? ,Algo la habra preocupado, per- turbado, se sintié inquieta, estuvo enferma? Las respuestas a estas preguntas pueden ser muy diversas; es posible escuchar: “No, nada, todo era normal, como de costumbre... en fin, esto no tiene nada que ver pero estuve internada para hacer que me. sacaran un bultito ahi, nada grave”. El acontecimiento producido en ese momento se banaliza y aparece en el didlogo como si desde luego no tuviera nada que ver con la Ilegada del embarazo. También puede escucharse: “jAh, usted cree que fue a propésito, vaya, no, sin duda que no! {No habria decidido tener un hijo cuando mi madre esta muy enferma!” Esta mujer declara asi en la negacién que para ella el embarazo se articula con la idea de una eleccién imposible, justamente en ese momento de trastornos por la enfermedad de su madre. Puede escucharse ademas: “Si, seguro, yo misma pensé en eso, no me quedé embarazada en cualquier momento...”, etc. Se trata de evocar ese contexto con la mayor precisi6n. La mayoria de las veces la mujer no ve qué pasé de especial, pero sin embargo habla y luego, en el rodeo de una frase, nos enteramos: “Mi hermana perdié su bebé”, o: “Mi madre se fue a Paris, esta en peligro de ir a la carcel, debié abandonar precipitadamente su tierra, ahora parti al exi- lio”. Otro ejemplo: “Discutimos... sorprendi a mi amigo cuan- do llamaba por teléfono a su ex compaiiera...”; otambién: “Es seguro, era en San Valentin... —,Cudndo era?” Nos entera- mos entonces de que era exactamente en el periodo presunto de la concepcién. En el momento de la concepcién se produjo algo importan- te, que termina por decirse. Las coincidencias de fechas, asi * Cabe sefialar la pertenencia a la misma familia de palabras de grossesse, embarazo, y grosseur, bulto. (N. del T.) 34 como la intensidad de la emocién o de la conmocién que provocaron esos acontecimientos, impulsan a hacer una conexi6n que vale como un nexo de causa a efecto. Se impone la relaci6n causal, aun cuando aparentemente no tenga ningun sentido. En efecto, jqué relacién causal puede existir, por ejemplo, entre la partida precipitada de una madre al exilio y el embarazo de su hija? jEs insensato! El embarazo aparece entonces como un efecto en el cuerpo, una reaccién somatica a una prueba subjetiva, reacci6n masiva que nunca se comprende del todo. Algo extrafio y opaco se deslizé6 en la intimidad, se impone una proximidad causal entre los dos acontecimientos, y sin embargo no tiene sentido. Y no hay por qué darle un sentido o una interpretacién. En este caso, el analista permitié6 la conexién, no conviene insistir para que eso quiera decir algo. La idea de que habria una relacién causal que puede explicarse es persecutoria, seria decir demasiado y terminar la cuestion. Pero aparecié un punto de contigiiidad en el encadenamiento significante de la llegada de este embarazo sorpresa y hay motivos para encerrarlo en un decir. La raz6n de esta conexi6n no se conoce, se produjo, es enigmatica y debe seguir siéndolo. Darle un sentido psicolégico seria abusivo, encubriria lo real en juego en el acontecimiento y desvirtuaria su pertinencia. A partir de este punto nodal, la entrevista se hace mas rica y mas viva, en todo caso menos unificadora. Se cuestiona el estado de la relaci6n con el hombre, uno se pregunta de qué manera este embarazo es también una prueba, un desafio, una pregunta en la apuesta de los deseos en la pareja. Se habla de anhelo de un hijo con respecto a los propios padres y de la manera en que éstos tuvieron los suyos. Los avatares de su fecundidad, los abortos de la madre y los nifios muertos en la familia cobran una repentina actualidad. Se efectua un ordenamiento, de tal modo que el embarazo se entiende entonces como una reacci6n a la prueba que se ha sufrido, un golpe de la fortuna que tiene su légica. El hecho esta consu- mado, la mujer esta atrapada en la trampa de una decisi6n obligada: tenerlo o suprimirlo. Camina sobre el filo de la 35 navaja, quiere ambas cosas, la eleccién es imposible; sin embargo hay que tomar una resolucién. Hablar de esta manera rigurosa y sin temor permite decir simplemente cosas que jamas se dirian de otra forma. La experiencia nos ha demostrado mil veces que un encuentro de este estilo aligera, aun sin que las mujeres interesadas lo sepan, el peso insidioso e intenso de silencio y opacidad que constituye la idea de anular legalmente y sin hacer mucho ruido a un ser que no tiene existencia sensible. A fuerza-de escuchar los discursos de cada una de las mujeres, resulta claro que ningiin embarazo llega por azar. Lo que es paraddjico: es también el caso de los que se producen para ser suprimidos, los embarazos que aparecen para ser imperativamente abortados. {Pero en qué légica son conducidas las mujeres a semejante acto sacrificial? gPor qué, para quién? {Se trata de un precio a pagar? La moneda viviente Cuando una mujer viene a pedir un aborto, el interés no radica en comprender las razones de éste, ya que, como lo hemos dicho, siempre son racionalizaciones sobre la decisién de abortar, discursos prefabricados hechos de motivos socia- les y médicos (fracasos de la contracepcién, problemas de dinero, de legitimidad y de soledad...). No todas estas razones son falsas, puesto que se trata de abortar y es imperativo, pero la verdadera cuesti6n no es ésa. La verdadera cuestién se situa del lado del embarazo: {por qué aparece ahora, cuando en principio, oficialmente, no se pensaba en hacer un nifio? {Qué dice en silencio? O, mas bien, qué es lo que cristaliza y no dice? Se gira alrededor de algo que, segun lo veremos, es en todos los casos una prueba subjetiva que implica una separacion a efectuar. En esta separacién hay espanto y terror, es un punto de vuelta atras. En este lugar 36 enloquecedor apenas advertido, el embarazo sobreviene como el efecto de un sobresalto fisico, fabrica un vinculo, una continuidad, da un nuevo impulso, es como un llamado, pero desplazado hacia la potencialidad de un hijo. Consideremos el ejemplo “banal” de las mujeres exiliadas que llegan a Francia en condiciones a menudo precarias y que “quedan embarazadas” a su arribo mientras que alld, en sus paises, empleaban sin inconvenientes métodos anti- conceptivos. En el momento en que, justamente, “no es el momento”, he aqui que se embarazan de un nifio imposible de tener. El embarazo sobreviene en el momento en que verdaderamente se trata de abandonar su pais, y habré que suprimirlo. ‘Veamos también un caso que no tiene nada de espectacu- lar y muestra el tipo de descubrimiento que se hace durante este didlogo: una mujer de 42 afios que se queda embarazada después de mas de diez de intentos por tener un segundo hijo en la actualidad, su hija tiene 18 anos—. Solicita a disgusto un aborto, desconsolada por lo que le pasa. Ya no esperaba este segundo hijo tan ansiado. “Ahora es demasiado tarde, dice, le toca a mi hija tenerlos. A mi edad, seria ridiculo...”. Asi, pues, {qué es lo que provocé un cambio en la economia de esta mujer, justamente ahora, cuando es demasiado tarde? {Qué pasé durante el periodo de la concepcién? “Mi hija acaba de terminar el bachillerato, fue a inscribirse en la universidad, ahora va a seguir sus estudios”. Va a hacer lo que nadie de la familia pudo hacer: padres y abuelos eran de condicién modesta, algunos sirvieron a burgueses. Conocie- ron la vida cotidiana de quienes disfrutan de privilegios, de quienes estudiaron, con un sentimiento mezcla de admira- ci6n, envidia y odio. La inscripcién en la universidad funcio- né como un acontecimiento que “inscribia” a su hija en un porvenir social fuera del estrato social familiar. Ella realiza- ba un anhelo que, de hecho, cortaba con su linaje. Pero, mas aun, lo que vino a confirmar este acontecimiento simbélico es que hubo que comprar los libros indicados para primer afio. Esta sefiora me dice: “La cosa me costé quinientos francos, usted puede darse cuenta, jel precio de un bebé! 37 —~zCémo es eso? —En fin, quiero decir lo que cuesta el ajuar de un bebé... ipor lo menos en mi época!” El dia que tuvo que desembolsar efectivamente la suma que acompaiia la eleccién de su hija de estudiar, por lo tanto de separarse de su clase social, esta separaci6n se hizo real. Se dijo asi misma que era el precio a pagar por el segundo hijo que no tuvo, que no tendra. Los estudios contra un hijo del que uno se priva. Y he aqui que queda embarazada justamente del nifio del que se privé para que su hija estudiara, para que saliera del linaje de los servidores. El embarazo no surgié el dia de la graduacién ni el de la inscripcién en la universidad, sino cuando hubo que pagar, confirmar esa inscripcién por la compra efectiva de los libros para la facultad. Ahf, la cosa se volvié cierta: nunca tendria ese segundo hijo. Al mismo tiempo que el sacrificio, el nifio abortado simbo- liza la pérdida de su hija que se hace adulta y cambiara de medio, de mundo. También es ella quien pone punto final a su fecundidad, a su posibilidad de ser madre. Todas estas significaciones se conjugan en ese embarazo hecho para abortar. Embarazo que se realiza para hacer el nifio que no se tendra. Para comprender que se debe renun- ciar a algo que tiene igualmente el valor de hijo. Es un duelo que debe cumplirse en razén de una modificacién de lugares que no logra inscribirse en lo simbélico, y que se juega en torno a un nifio. La pérdida de carne, la vida que no ser4, es también la vida que uno mismo habria podido no tener. Y entonces vuelven, de manera precisa, actual y tocante, los signos de que nuestros padres bien podrian habernos elimi- nado de raiz. En su légica, este ejemplo tan particular es semejante a muchos otros. Es perturbador advertir que surgen embara- zos accidentales como una necesidad inconsciente de efec- tuar una separaci6n que no puede hacerse de otra manera. El embarazo sobreviene entonces como una reaccién que desplaza el imposible apartamiento, bajo la forma de un embarazo imposible de mantener, de un hijo que no sera. El 38 hijo que no seré es en las mujeres la moneda viviente en los avatares del deseo. {Una moneda en qué mercado? LaIVG se dirige a la madre Detengamonos en las solicitudes de aborto que, como ya lo dije, si son escuchadas por un analista merecen articularse. Es sorprendente constatar que las mujeres siempre estan divididas entre un verdadero anhelo de un hijo que aciertaa realizarse en este embarazo y el rechazo de este embarazo determinado, particular. A menudo noté que las mujeres hablan entonces en femenino de su compaifiero masculino, ya sea por un lapsus 0 por un artificio del lenguaje. Cuando se las interroga sobre esta “ella” o esta “la” aparecidas en sus palabras sin que lo sepan, la respuesta mas frecuente es: “la persona” [de quien estoy embarazada]. El hombre, el varén, en este caso es “la persona”. Su deseo es “una persona” o “nadie”? La palabra “persona” parece presentarse alli como una mascara que borra toda particularidad de quien es designado, eliminando su sexo, su deseo. Advirtamos que este vocablo, “persona”, tiene su origen etimolégico en la mascara teatral; aquel que es “persona” [“nadie”] es quien esta habitado por otro que encarna la mascara. Mas extrafio atin, hubo una ocasi6n en que una mujer vino acompafiada por su hombre y una parte de la entrevista se efectué con la pareja. Recuerdo que a la pregunta planteada al hombre sobre su opinién acerca de la cuestién del embara- zo, respondié: “Estoy comprometida”, como para dar aenten- der su intencién de sustraerse. En esta oportunidad él mismo se feminiza, lo que me parece un indicio de la fuerza de la feminizacién del hombre, retenido en el embarazo. Cuando * Recordemos que en francés personne tiene ambos significados. (N. del T.). 39 salié del consultorio, hice a la mujer una pregunta sobre el eventual vinculo conyugal de ese hombre, y ella retom6é espontaneamente la misma formulacién: “No, est compro- metida... con su madre”. También ella lo feminiz6 y, ademas, agrega que esta feminizacién proviene de una madre. La feminizaci6n del hombre es tan frecuente en el discursodelas mujeres con respecto a embarazos imposibles de llevar a término que se impuso la hipétesis siguiente: se trata de un hijo de ella. De este hijo de ella, y no de él, gpuede decirse brutalmente que es un hijo salido del fantasma del incesto con la madre, por lo tanto oscuramente prohibido, razén por la cual habria que suprimirlo? Seria ir un poco rapido. Sefialemos que, durante las consultas de IVG, la mayoria de las mujeres no hablan del anhelo de un hijo de sus hombres. Minimizan lo que éstos dicen y en general afirman que estaran de acuerdo con ellas y que a ellas les toca decidir. Todo es presentado como si en esta desventura él no contara, ya sea porque la mujer lo aparta, ya porque él se sustrae. A veces, ni siquiera se le informa de la existencia del embarazo, pues hacerlo seria dar cierto status de existencia a esta potencialidad de un hijo que ya esta condenado en el estado actual de su presencia, seria dar un sentido de “nifio posible” alembarazo, creer en él y por lo tanto hacerlo existir. Cuando en realidad no se trata ni de hombre ni de hijo, sino de una potencialidad que viene de “ella”, de aquella de la que se dice es la “persona”. Insistamos, estos embarazos sobrevienen siempre a pun- to, en el peor momento, en un momento de balanceo, justa- mente cuando una mujer esta movilizando sus energias para cumplir un deseo distinto al de un hijo, un deseo de realizarse de otra manera que como mujer-madre. Para efectuar el paso que esta por dar, intenta llevar a cabo una separaci6n. E] nifio en juego es como una moneda; la mujer sabe perso- nalmente que no se trata exactamente de un verdadero nifio. Esa separacién implica que se libere de una especie de pegamento que la aferra a una posicién femenina que ya no conviene. La etapa a salvar compromete su actividad de otra manera que en el status de esposa, madre, mujer de la casa; 40 se trata de inscribir su nombre “en su nombre” (promocién profesional, estudios, examenes, tesis, exposicion, escritura de un libro, desplazamiento). Las denominaciones “hija de”, “mujer de”, “madre de”, son otras tantas que no convienen para nombrar la apuesta de su deseo que procura actual- mente realizarse. Esto no significa que las recuse, al contra- rio, pero intenta abrirse paso a una nueva posici6én que, sin excluir las anteriores, las desplaza al amputarles su cardcter totalizador, Debe arrancarse al espacio durmiente donde el tiempo se pierde, ese tiempo de la casa en que ella se deja hacer por las cosas, por las obligaciones alimenticias y educativas, con una especie de abnegacién consentida que entrafia cierto goce pasivo. {Cémo desear a otro que su hombre ysu hijo sin convertirse en mala mujer, mala madre? Este dilema entrafia una creencia en la exigencia total de atencién que necesitan el-hombre-y-el-nifio, cuyas deman- das son experimentadas como exorbitantes. Ella se da cuen- ta de que el salto que esta efectuando solo es posible con la exclusion del nifio. Es este nifio excluido el que cobra cuerpo, realizando el fantasma del todo-nifio totalitario que la persi- gue porque amenaza su deseo. El hijo amado-odiado encarna el reverso de rechazo que oculta el amor maternal, en su enceguecimiento idealista. Es ese nifio cuya desaparicién, cuyo asesinato se ansian porque el amor perfecto que se supone exige amenaza el deseo de la mujer que es su madre y la amenaza a ella misma. Al menos, es asi como ella lo experimenta. Exactamente en este punto, la mujer da con la manera en que su propia madre fue madre por si misma, y como la negoci6é con respecto a sus deseos de otra cosa que los hijos (trabajo, estudio, amantes, placeres, creaciones Enton- ces, mediante un acto significante, da cuerpo al nifio necesa- riamente excluido, a un “angel”, para intentar el cumpli- miento del deseo de otra cosa, y aborta realmente. Ese paso se da al precio efectivo de un hijo que no ser4, un hijo voluntariamente sacrificado, para realizar la otra cara de ese dilema: o madre o mujer-que-trabaja, por ejemplo. Le es necesario salir de las envolturas del vinculo con el recinto 41 protegido de la infancia por la realizacién de un nifio a abortar. Al mismo tiempo, aborta su vinculo con el hombre en la medida en que, en ese momento, ese vinculo la arrinco- na en el punto preciso donde ella esta frente a lo idéntico de su madre, justamente alli donde su madre fue hecha madre por el hombre (su padre). Precisemos que es sorprendente constatar que ese deseo que se abre camino en oportunidad de un aborto concierne las més de las veces a la puesta en acci6n de una sublimacién, de una creaci6n. Se trata de hacer nacer una exigencia de libertad inscripta en el corazén mismo del deseo que procura imponerse por un franquea- miento que comprometera de otro modo la escritura del nombre. En la sobredeterminaci6n que presidié la aparicién de ese embarazo a abortar, se comprueba que éste actualiza un significante particular mediante el cual la madre de esta mujer hizo comprender a su hija que no fue deseada. Un dia, su madre le hizo saber que por un giro de las facetas de su deseo ansi6 no verla nacer. La hija recibi6 ese saber por si misma, ya sea que ese no deseo la haya incumbido directa- mente oa través de otro nifio. Por ejemplo, una mujer puede quedar marcada por el hecho de que, en relacién con la enfermedad o la muerte de un nifio de la familia, haya escuchado de la boca de su madre que ese accidente sin duda también le podria haber pasado a ella. Por lo tanto, tal mujer abortard también parte de si misma segtin este aspecto de rechazo del deseo materno. En este sentido, mediante el aborto efecttia el deseo de su madre. “Sobre todo, no hagas como yo, tener hijos enseguida sin estar segura del hombre...”, repetia una madre a su hija, yes exactamente en la configuracién temida que ésta, la hija, “cae” embarazada y aborta. Puede suceder que se escuche: “Yo soy hija del método Ogino, lo adiviné”; otra dird: “Yoera un accidente, lo sé”, o: “Tendré otro cuando sea el momento, cuando se [on] sea deseado” (el se aparece por un lapsus en lugar de él, de lo cual se deduce que es al deseo de la madre como sujeto que se anuda el de tener por si misma un hijo). Tendremos oportunidad de desarrollar mas extensamente 42 las circunstancias de la relacién madre-hija a proposito dela maternidad. Los pedidos de aborto tienen un cardcter patético dado que el aborto es una especie de suicidio, una inmolacién. ¢Por qué? Por algo que quiere hacerse pero que queda por hacer. En el transcurso de las entrevistas de IVG se despliega una posicién subjetiva de cada mujer en su manera particu- lar de declararse tal, es decir segtin la abertura que efectia en el enigma que constituye para ella la realizacién de su femineidad. Ella esta habitada por el sintoma-madre por acto fallido, acto significante, y dice no. La cosa puede leerse como una reivindicacién planteada frente a su madre: no quiere ser madre de manera idéntica a ésta, quiere jugar su deseo de otra cosa, de otra manera, hacerse valer como mujer, socialmente, en su nombre, no segtin la manera materna de hacer la maternidad, al precio de un asesinato fantasmatico; esté embarazada de un angel (no es un nifio), mata a un fantasma (el de si misma si no hubiera nacido, segun el anhelo de sus padres). Este acto irreal, sin embargo, se cumple por una operacién bien real. Para esto, ella actia en una repeticién, un anhelo de desaparicién del que sabe que pudo ser objeto, pero para intentar abrir un camino que todavia no hallé ni su salida ni su inscripcién. El embarazo somatico encarna ese real que exige una denominacién: jse producird o no? Tal es la pregunta en acto y en impasse de una solicitud de IVG. Las entrevistas con un psicoanalista son pertinentes incluso una sola vez, ya que se ubican en el momento de la demanda y antes de toda accién médica. Permiten que se articule el aspecto significante y subjetivo de este acontecimiento, pues un aborto, aunque sea siempre un intento por postular un acto, no efecttia magicamente, por la sola operacién quirtr- gica, el franqueamiento subjetivo descontado. Noes la tinica entrevista con un psicoanalista lo que permitiré el franquea- 43 miento en curso. Pero al procurar a la mujer que aborta los medios de estar presente en su acto mas bien que de apartar- se de lo que lo motiva, le abrira un camino, es una oportuni- dad. Puede suceder que los efectos de la entrevista permitan aciertas mujeres autorizarse a tener el nifio. A veces encuen- tran una salida a la cuestién planteada por el embarazo. Los abortos importan, no se los olvida, se inscriben y toman lugar en una especie de contabilidad intima, cifras colocadas ordinalmente y como fechas; es algo grave. A decir verdad, numerosas mujeres siguen alimentando cierto vin- culo con esos seres que no van a ver la luz. La apuesta deesta gravedad sélo puede ser desconocida; por lo demas, es por eso que hoy en dia la tendencia general es desconocerla procu- rando eliminar la entrevista, banalizarlo todo, lo cual no suscribo. En oportunidad de la IVG, se experimentan estados opa- cos y mudos: como una impresién de vacio durante el aborto, con la sensacién de ser un montén de carne abandonada, extraviada; luego estados de agobio sordos, sin palabras, deshabitados de todo deseo, que se manifiestan después de la IVG, durante los meses que habrian sido los de la evolu- cién del embarazo. Antes de cerrar este capitulo querria hacer notar que cuando una mujer esta verdaderamente en anidlisis, es raro que se vea obligada a pasar por el infortunio de un embarazo a abortar para salvar la etapa de deseo que le incumbe. El infortunio de un embarazo abortado no se abre a una demanda de andlisis, puesto que la mayoria de las veces deja lugar a meses de desaliento y torpor. Sin embargo, si la entrevista produjo el sefalamiento que yo indico, ofrecera balizas que, llegado el caso, tal vez proporcionen elementos para la decisién de emprender un anilisis. 44 El estrago entre madre e hija Los sucesos del cuerpo femenino, “hembra”, tales como las reglas, el acto sexual, el embarazo, el parto, el aborto, son momentos de apertura a fenémenos extrafios, tal vez porque convocan la relacién de una mujer con su madre. Es frecuen- te notar que durante esos sucesos donde sobreviene lo real, las mujeres experimentan subjetivamente algo asi como una proximidad fisica parasitante con sus madres, por fogona- zos, por intuiciones, visiones u obsesiones. También por la rememoracién de hechos destacados que jalonaron la histo- ria femenina de sus madres, concernientes mas en especial a sus accidentes ginecolégicos. Se imponen entonces actua- lizaciones de fechas, hipétesis interpretativas sobre los con- teos de lugar en la fratria, con repeticiones de una generaci6n a la otra, cifradas por la eleccién de los nombres de pila, cristalizadas mas particularmente en las muertes 0 desapa- riciones de nifos. El fenémeno real de la maternidad, en la medida de su puesta en contacto con el cuerpo de la madre y su cifrado, implica experiencias limites. Puesto que una parte de esos sucesos se escapa, concierne al punto de extrafieza, de loca proximidad que, en la clinica de la mater- nidad, tiene relacién con la madre. E] término “parte” dice mal aquello de lo que se trata, pues durante un suceso como un nacimiento, la parte subjetivable y la que se escapa no estan en continuidad una con la otra, sino en contigiiidad. La sensaci6n de ser invadida como por una ola, la de estar presa 0 indisponible, enteramente ocupada por la obsesién del hijo, pero también la impresién de estar fuera de si, colmada, son estados que indican que a la saz6én una mujer puede ser atravesada por un exceso que la desborda. Se trata de un “goce” que propongo designar con el término de “goce de la madre”. Este goce que pone fuera de si no es un placer sino una experiencia opaca, vivenciada como peligrosa, enla cual esta comprometido el cuerpo en su oscuridad somatica. Lo indelimitable de este exceso se cristaliza a veces en el 45 miedo que obsesiona a la nueva madre, el miedo de ser una asesina, el de que le pase algo a su hijo. Cuando una mujer es desbordada por esos estados que no puede ni decir ni controlar, situard en otra mujer la razén de la amenaza que experimenta. La otra mujer se considerara entonces como mala o peligrosa, pasajeramente sera la perseguidora; a veces puede serlo mds duraderamente. Una mujer podra imputarle la responsabilidad de sus dificultades para ama- mantar, con el tema tan frecuente del envenenamiento, o la de una complicacién (por ejemplo, una infeccién), o la otra sera incluso la causa de los sintomas del recién nacido, etc. Los estados designados mediante el término “goce de la madre” vuelven loca a la mujer. Un goce semejante no puede atribuirse, no es ni el de la madre ni el de la hija, pero para cada una de ellas se trata de un peligro o de un abuso que todas refieren a la Madre en lo absoluto, la que no existe. Pero el drama es que no saben que la “Madre en lo absoluto” no existe. ‘Tratemos de ser mds precisos. Freud denomin6 “continen- te negro” el vinculo arcaico que liga a la hija con la madre, vinculo opaco, inaccesible al andlisis. Freud insistié sobre la particular dependencia de la hija con respecto a su madre, dependencia marcada por una demanda de exclusividad reciproca redoblada por una violenta hostilidad yla angustia de ser asesinada. En efecto, si lo seguimos, convertirse en hija consiste en hacer ala madre responsable de haberla hecho mal (castrada). Disgustada, cree que no tiene el falo y entonces se vuelve hacia su padre para recibir de él el simbolo falico “faltante”, en compensacién por el dafio corporal supuesto. Seguin Freud, este llamado “edipico” de la hija al padre es bené- fico y estructurante, es el que constituye la femineidad; queda el “continente negro”, inaccesible, que designa su otro aspecto. Lacan, por su lado, sefialé este estado de reproche y disarmonia entre la hija y la madre subrayando “cudn devastadora puede ser la relacién madre/hija”.’ En cambio, 3. J. Lacan, “Conférences américaines”, Yale, en Scilicet, n° 6/7, Paris, Seuil, 1973, pdg.14. 46 escribe que el complejo de Edipo “contrasta dolorosamente con el hecho del estrago, en el que en su mayor parte consiste en la mujer la relacién con su madre, de quien verdadera- mente parece esperar como mujer mas subsistencia que de su padre —lo que no se aviene con la condicién de segundo de éste en ese estrago—”.* Para Lacan, le que especificaria mas bien la femineidad es el “continente negro”, devastador. En otros términos, el Ilamado al padre donador de falo no seria primario en la feminizacién de la hija sino claramente secundario con respecto a otra cosa mas sustancial, el penoso estrago que se experimenta entre madre e hija. La clinica parece confirmar abundantemente esta segunda tesis. La palabra “ravage” [“estrago”] encuentra su etimologia en el verbo “ravir” [“arrebatar”], que califica bien lo que se experimenta como peligro de devastacién corrido en la femi- neidad. El estrago seria la experiencia dolorosa debida al inexpugnable reproche que una hija dirige a su madre y que ésta no puede calmar. Propongo considerarlo como la prueba misma de la inevitable confrontacién con esta imposibilidad entre ellas. Es la semejanza imposible a pesar de la ilusién de ser del mismo sexo y de que ese mismo sexo daria una proximidad erética corporal; es la prolongacién imposible de una en la otra, la comparticién imposible de la experiencia femenina; es también la imposibilidad de conocerse del todo, de ser amigas, pese a los multiples intentos por serlo. Conservaré la palabra “estrago” para designar la especi- ficidad de la relacién madre-hija, y llamaré “practicar el estrago” los modos por los cuales cada una se enfrentara efectivamente a la imposible armonia, obligadas ambas a reconocer la pared con la cual chocan. El estrago no debe considerarse como una desdicha, ni como un sintoma resul- tante de una mala madre, sino como una catastrofe que 4. J. Lacan, “L’étourdi”, en Scilicet, n° 4, Paris, Seuil, 1976, pag.21 [“El atolondradicho”, en Escansién, n°. 1, Buenos Aires/Barcelona, Paidés, 1984]. 5. M.-M. Chatel, “Faute de ravage, une folie de la publication”, Revue du Littoral, n° 37, Paris, ed. E.P.E.L., 1993. 47 existe en el corazén mismo de la relacién entre una madre y su hija. Ese estrago no podra ser atenuado por la via del llamado al hombre, padre, marido, amante o hijo, en tanto instancia susceptible de ofrecer el simbolo que transformaria su debate infernal en términos de defecto, falta, conflicto, sintoma. Sin embargo, habitualmente se intenta moderar asi el cardcter insoportable del estrago y ese tratamiento pesa intensamente sobre las mujeres a las que se acusa 0 que se acusan ellas mismas de inferioridad; es una manera de mantener intacta la cosa. Todo las empuja a culpar ptidica- mente a su femineidad. Pero el estrago no es culpa. Los estados de rabia y desmesura que conocen madre e hija en el estrago escapan a la agrimensura falica. Tienen su origen en el exceso de proximidad, en la pasi6én de exclusivi- dad amorosa que designé con el término “goce de la madre”. Practicar el estrago entre una madre y una hija que viven bajo el mismo techo es renunciar en los hechos a una esperanza de armonia y reconciliaci6n. Practicar el estrago es no esperar ya dar un hijo a la madre para calmar su rabia de ser algun dia despojada de la fecundidad, es asi como puede situarse la necesidad de ese hijo de ella, que una mujer no podria tener y al que abortard. Practicar el estrago es reconocer la radical funcién de disparidad debida a la impo- sible semejanza. Pasar por las etapas del estrago tendra por efecto tratar el peligro del “goce de la madre”, en el sentido de reducirla y asi orientar a la mujer (ex hija) hacia otro goce, “femenino” esta vez. La maternidad no se transmite de madre a hija como pasa el falo entre hombres. Una hija sdlo podra convertirse en madre —siempre puede dar a luz, pero esto no dice si se convierte en madre para ese nifio— cuando haya atravesado elestrago por una forma de arrancamiento, de separacién sin sustitucién. Debe abandonar la esperanza de obtener direc- tamente de su madre la autorizacién de dar a luz. Haber atravesado el estrago durante los afios de la adolescencia asegura a una mujer las posibilidades de convertirse en madre sin enfrentar los efectos devastadores del “goce de la madre”. 48 ceca ESS EE Hay casos, raros, en los que el estrago no se produce en absoluto. La hija corre entonces el riesgo del arrebato cuya clinica describiéd Marguerite Duras en su novela El arrebato de Lol V. Stein. La pequefia Lol ve cémo su novio le es quitado por otra mujer, Anne-Marie Stretter, una madre, cuyo ves- tido negro proclama la voluntad de seducir —ha conocido el acto sexual-. Lol se detiene, se fija en ese “ser de tres”® que constituye el tiempo infinito del baile. “Vio cabalmente la cosa, asistié a ese amor naciente hasta perderse ella misma de vista, era tan maravilloso ese anonadamiento de Lol, ...es admirable poder ver cémosu propio amor se prenda de otra”.’ Lol, pendiente del baile, no dejara de hacer del vestido lo que desnudara el cuerpo de la otra mujer. A la salida del baile, cuando la luz del dia viene a llenar el espacio de aquél y a decir que se ha terminado, Lol no encontrara a su novio. Pero no sufri6, no conoce el dolor, el reproche o la hostilidad, sino “una especie de vacuidad... la abolicién del sentimien- to”,8 quedo fascinada, arrebatada por lo que esa otra mujer, esa madre, ha exhibido de sexualidad femenina deseable, cautivando a su novio, Richardson. Al alba, su madre viene a buscarla; exclama: “{Qué hicieron con mi nifia?” Lol sigue siendo la nifia de una madre —ni siquiera una hija—. Es el arrebato, la locura; Lol no saldré de la locura del baile. No hubo ningtin estrago. Los sucesos del cuerpo femenino que despiertan el “goce de la madre” ponen a una mujer en un punto de balanceo, desde el cual puede deslizarse hacia el arrebato o afrontar el estrago. “El arrebato es un estado que muchas mujeres rozan pero rara vez se instalan en él”.® 6. Segtin la formula de Lacan en su “Hommage fait a Marguerite Duras, du ravissement de Lol V. Stein”, Cahiers Renaud-Barrault, n° 52, Paris, Gallimard, 1965, pags. 7-15 [“Homenaje hecho a Marguerite Duras”, en Conjetural, n° 3, Buenos Aires, Edic. Sitio, 1984]. 7. Entrevista a Marguerite Duras por Pierre Dumayet, Arte, 29 de enero de 1993. 8. Ibid. 9. Ibid. 49 El paso ya descripto aqui que intentan franquear las mujeres que se hacen un aborto es para ellas una manera de hacer frente a la relaci6n devastadora que tienen con sus madres y de intentar terminar con este goce enigmatico y peligroso. Mas adelante veremos dénde y cémo las practicas de la medicina de la procreacién encuentran la fuente de su alianza con las mujeres sometidas a la sazén a las travesias de “goce de la madre”, y cual es la naturaleza de la relaci6n que mantienen con el estrago. 50 TENER UN HIJO: UN SINTOMA Una medicina infertilizante A principios de los afios ochenta, la contracepcién era un hecho, actuaba sobre las mujeres, y la IVG se habia conver- tido en una prdactica legal, experimentada, socialmente ad- mitida, util para reparar los inevitables fracasos de aquélla. Los métodos de control de los nacimientos estaban integra- dos al discurso y a disposicién de las mujeres. El] proyecto de una medicina cientifica al servicio de una gestion racional del anhelo de un hijo se habia realizado. No vayamos a creer, sin embargo, que todos los nifios nacidos en ese periodo eran “hijos deseados”.” En sintesis, esta medicina que se desarro- 116 sosteniendo a las mujeres en su lucha de liberacién no se qued6 alli. Con su impulso, abrié un nuevo campo de inves- tigacién cientifica y técnica. De una medicina de las mujeres, decidida a aumentar su bienestar (contracepcién, aborto legal, parto sin dolor, peridural, bafio del bebé al nacer, presencia del padre en el parto), pasé a ser una medicina prescriptiva. * Seguin un testimonio televisivo (Bas les masques, 19 de enero de 1993), los hijos voluntariamente programados son vividos por su madre de manera mas culpabilizante (una madre dizit) que los no queridos pero aceptados. 53 En los servicios hospitalarios y en los congresos pudimos asistir a animadas discusiones sobre la pertinencia de tal o cual conducta terapéutica inédita. En el interior mismo dela profesi6n se abrié el debate acerca de los limites de su propio campo de investigaci6n. Se opusieron dos tendencias: por un lado, quienes habian comprendido que la contracepcién decididamente no es una enfermedad, que el ginecélogo debe mantenerse en reserva y al servicio de la atencién de los riesgos de este edificio complejo de los mecanismos del alumbramiento segun el anhelo de las pacientes; por el otro, quienes querian proseguir la elaboracién ligada a la amplia- cién de los conocimientos adquiridos con las técnicas de control de la procreacién. Estos ginecélogos proponian argu- mentos terapéuticos y estadisticos para legitimar el uso de las novedades cientificas. Entusiastas, al elaborar nuevas técnicas estos ultimos ofrecian de manera activa sus exitosos servicios; progresivamente, se convirtieron en los nuevos solicitantes. En el interior de los planteles de los hospitales se produjeron violentos debates sobre tal o cual tratamiento del embarazo o de la infertilidad. Los primeros, a los que yo calificaria de médicos “humanistas”, marcados por una cier- tainfluencia del psicoanAlisis, eran partidarios denodrama- tizar ni de medicalizar en demasia el alumbramiento. Pre- tendian que la sintomatologia era en parte dependiente dela actitud del médico, que no habia que introducir la enferme- dad alli donde no estaba.” Afirmaban que al proponer solu- ciones artificiales, atractivas y espectaculares, se salia del campo riguroso de la medicina y se corria el riesgo de inducir falsas enfermedades. Por su lado, los médicos que se califica- ban de “cientificos” preconizaban la medicalizacién para prevenir riesgos y tratar sintomas que anteriormente eran ignorados. Salieron a la luz entonces etiquetas originales como “embarazo de riesgo”, “mujer de riesgo”. Cuando se trataba de tomar la palabra en los congresos 0 de obtener puestos de responsabilidad jerarquica, fueron los * Tomemos como ejemplo de esta corriente la revista Cahiers du nouveau-né, coed. Stock/Laurence Pernoud. 54 médicos “cientificos” quienes tomaron el poder, mientras que Jos otros fueron descartados aqui y alla, pasando por reaccio- narios oscurantistas, y los “cientificos” por progresistas. Veremos que este debate reaparecié de otra forma en rela- cién con las procreaciones artificiales. Es hora de recapitular la répida evoluci6n del vinculo entre las mujeres y la medicina dela procreaci6n, evolucién debida ala mutacién que produjeron la contracepcién médica y el aborto legal sobre los resortes simbdlicos y subjetivos del engendramiento. Esta mutacién afecté la vida sexual, amo- rosa, maternal, paternal, familiar; fuimos superados por su impulso. La ideologia que la subtiende se introdujo subrep- ticiamente con el paso de los afios, enmascarada por el alivio que permitia. Aceleré considerablemente el cambio de las mentalidades vigentes en los afios sesenta-setenta. Hemos visto que el anhelo de tener un hijo se convirti6 en el nifio programado y muy pronto en el hecho por la técnica, yes a las mujeres a quienes tocé en suerte la responsabilidad de esta mutacién. Lentamente, se instauré entonces una nueva légica dicotémica segin la cual una mujer esta “embaraza- da” o es “estéril”, y el nifio es programado y por lo tanto deseado, o no programado y por lo tanto indeseable. Los hombres se encontraron en segundo plano. Hemos indicado que esta nueva légica de la procreacién medicaliza- da afecta el punto preciso que encarna el hombre en el encuentro sexual, fecundante. Disocia la paternidad sexual de la procreaci6n; se produce entonces una desaparicién del efecto md4gico de la parte simbélica del deseo sexual mascu- lino en su palabra de amor y, reducido el hombre al semen, su deseo sexual queda descartado de la causa procreadora y amputado de sus consecuencias potenciales en la filiaci6n. Ahora bien, es este don de simbolo por el sexo el resorte esencial y vivaz de la aparicién de un embarazo. Hoy en dia, no es la mujer sino el cuerpo “femenino” el tenido por responsable de la procreacién, y la demanda de un hijo asume la forma de una demanda de satisfaccién de una 55 necesidad que utiliza el cuerpo como maquina de hacer bebés. El resultado de esta elisién es el crecimiento del problema de la infertilidad. Los acasos del deseo inconsciente fueron subrepticiamen- te aplastados, reducidos al silencio por esta légica simple e implacable, puesto que incluso los actos fallidos se repara- ban en silencio. Gracias a la asistencia técnica, el desafio voluntarista hizo callar la expresién de nuestros simbolos mas carnales, ahog6 el vinculo de la palabra con el cuerpo, disocié: al erotismo del parentesco. Puesto que erotismo y fecundidad son cosas delicadas, silenciosamente vinculadas, hechas de deseos eréticos infantiles, de reminiscencias poé- ticas, de lazos de palabras sutiles. Tratados de manera grosera, se apagan, se extravian y se pierden en la analgesia de encuentros yermos ya codificados. Asi, hemos dejado que nuestro discurso subjetivo callara en provecho de un nuevo lenguaje técnico prefabricado. Es sorprendente comprobar con qué rapidez las pacientes ha- blan en los consultorios con las palabras “cientificas”. Se confian a la medicina para descifrar la falta de un hijo, quieren encontrar soluciones fuera de si mismas, entregan- dose ciegamente al saber del médico como a un. hipnotizador. En unaespecie de insidiosa pasividad, incluso de cobardia, se dejan desposeer de su propia cuestién. Las técnicas médicas estAn en condiciones de resolver en lugar de los mismos sujetos la tan dificil cuestién del deseo sexual en su articula- cién con el anhelo de un hijo; alli esta la trampa. La técnica médica, portadora de una arrogancia debida a su saber “cientifico” sobre los misterios de la procreacién, sustituye al deseo. Como éste jamas conoce verdaderamente a su objeto, la técnica médica se muestra mas fuerte y mas segura que él. Pero, de igual modo, la contracepci6n y la IVG brindaron la libertad real e imaginaria de hacer lo que se quiera cuando se quiera. Esta nueva libertad, imposible, entrafa un desplazamiento del momento de la decisién hasta los limites del riesgo de fracaso. Las mujeres entran asi en una logica del desafio. Esperan arriesgarse a no poder tener ya hijos para decidirse a tener uno. Es preciso entonces 56 forzar a la naturaleza y, a veces, puede esperarse mucho tiempo. Otra consecuencia de la ideologia voluntarista es que las condiciones sociales de acogida de un hijo se volvieron, ya lo vimos, mas exigentes, y esta exigencia reduce el margen de Ja decision de tenerlo. Por otra parte, enel nivel inconsciente, el efecto de sugestion de la toma del producto anticonceptivo aporté una limitacién mucho més opaca: el uso efectivo dela pildora o del dispositivo intrauterino da un peso de realidad aun fantasma de prohibicién de dar a luz de la que tal ocual mujer cree ser objeto, satisfaciendo asi oscuros anhelos provenientes de su propia madre de verla privada de hijos. Todos estos factores entrecruzados son consecuencias l6gi- cas de la transformacién de las mentalidades debida a la influencia masiva de la técnica médica sobre los sujetos. El efecto subjetivo de esta impronta fue el aumento de las solicitudes de atencién por infecundidad, que es preciso calificar de “efecto iatrogénico”, consecuencia de la misma medicina. El problema de los afios ochenta-noventa se pre- senta como una consecuencia de los afios sesenta-setenta. Para resumirlo con una férmula, la medicina de la procrea- cién se volvié subjetivamente esterilizante. Varios ginecélogos que trabajan en la ciudad me confiaron que han visto modificarse considerablemente los motivos de consulta. Asi como en la década del setenta la mayor parte de Jas mujeres consultaban para solicitar una contracepcién o un aborto, del mismo modo desde la segunda mitad de los afios ochenta lo hacen principalmente por razones de infe- cundidad; piden ayuda para poder tener un hijo. En eso reside el fenémeno indiscutiblemente novedoso. Lainfecundidad aparecié discreta y progresivamente como cuesti6n, con embarazos cada vez mas tardios, mujeres cada vez mas exigentes y urgidas a quedarse embarazadas sin demora, el temor de ser estéril, a veces dificultades para embarazarse después de muchos ajios de pildora, proble- mas para decidirse, etc. La infertilidad se convirtié en el objeto de preocupaciones en aumento, obsesiones, un verda- dero sintoma. 57 Me atreveria incluso a decir que la infecundidad que se abri6 paso es una respuesta exacta al contrato implicito de control suscripto entre las mujeres y los médicos del alum- bramiento. El rechazo del hijo que habian permitido la contracepcién y la IVG en nombre de la liberacién sexual se realiz6 efectivamente.* Para muchas consultantes, ladisyun- cién entre sexo y procreacién se llevé a cabo, las cartas se repartieron de otra manera. Esta infecundidad, entonces, puede tener la funcién de poner un limite y dar a esas mujeres el poder de decidirse a tener un hijo. Les permite pedirlo de manera explicita y voluntarista de acuerdo con la légica médica. Y se comienza a actuar con mano de hierro con lo que se denomina los modos “naturales” de hacer hijos. Con la contracepcién, el deseo del hombre habia sido descartado de la causa procreadora; hoy, la infecundidad permite reintroducirlo de otra manera que antes: vuelve, al margen del sexo, como solicitante conjunto. En los casos de infertilidad inexplicada se ha comprobado una leve tenden- cia segun la cual el hombre querria el hijo mas que la mujer. Si el hombre pide un hijo a su mujer, la infecundidad de ésta puede leerse como una resistencia a esa inversién de las posiciones. En efecto, si ella no esta en situacion de recibir al nifio como don, como regalo, las condiciones de su fecundidad estén comprometidas. Es conocido el sentimiento de despo- sesién que experimentan las mujeres a quienes sus maridos piden un hijo de modo insistente; se sienten despojadas desu anhelo de tener uno. No obstante, observamos que los hombres, pacientes, maridos, padres, amantes, estan ausentes, son los “parien- tes pobres”! de lo que ocurre en las practicas de la medicina de la procreacién, aun cuando puedan estar fisicamente presentes. En términos generales, son transparentes. Sdloel * En lo que respecta a la “liberacién sexual”, atin habré que esperar, dado que en la actualidad, con el SIDA, encuentra limites mucho més temibles. 1. Philippe Granet, “Intimité et procréations médicalement assistées (PMA)”, Reproduction humaine et hormones, vol. 3, n° 4, 1990, pag.257. 58 semen, preferentemente congelado, es objeto de andlisis y manipulaciones. No vayamos sin embargo a hacer creer que en el pasado, antes de la aparicién de esta medicina de la procreacién, la sexualidad (procreadora) era armoniosa.2 Lo sabemos dema- siado bien, “la sexualidad es una enfermedad en el ser hablante” (Lacan); agreguemos que es una enfermedad incurable, lo que nos esforzamos por recordar aqui. Las mujeres atravesadas por el “goce de la madre” o confronta- das con la prueba del estrago no pueden ignorarlo. No compartimos, como nos invita a ello esta nueva medicina, la ilusién de que por fin la sexualidad se volveria curable. Un éxito espectacular Vayamos ahora a las técnicas contempordneas de control de la infertilidad, que ingresaron en una nueva era con la inseminacion artificial y los bancos de semen, la fecundaci6én in vitro y el congelamiento de embriones, las donaciones de ovocitos y las pruebas del embrién, etc. Estos métodos cada vez més sofisticados marchan en la misma direccién: intro- ducir el eslabén médico en la procreacién y desatar por eso mismo el fragil lazo del sexo en acto —del erotismo, digamos— con el parentesco. No se ve —porque es enceguecedor— hasta qué punto esta maquinaria sigue fabricando a granel la infecundidad que paraddéjicamente le da el argumento de su progreso. La medicina de la procreacién nos concibe y nos habla como seres “puro cuerpo”, hhechos de sustancias. Reduce la diferencia de los sexos a una cuestién de realidad de sustan- 2. Cf. las advertencias criticas de M. Tort en su libro Le Désir froid, Paris, La Découverte, 1992 [El deseo frio. Procreacién artificial y crisis de las referencias simbédlicas, Buenos Aires, Nueva Visién, 1993]. 59 cias y érganos. Con los cromosomas XY o XX, {la identidad sexual se habria convertido en una ecuacién matematica 0 bioldgica? Esta ciencia se esfuerza por ignorar que la identi- dad sexual es un ordenamiento particular que se edifica en el discurso de la filiacién. Si la procreacién se piensa en términos de maniobras de sustancias, el deseo, lisa y llanamente, es atacado en su l6égica misma, se lo excluye de la actividad procreadora. Porque el deseo se rebaj6 a una voluntad, resulté posible y se constituy6 como tal un saber “cientifico” sobre la procreacién. Introducida en primer lugar como herramienta de sostén destinada a impedir el “hijo sorpresa”, la ciencia médica ha sobrepasado sus metas convirtiéndose en la que ofrece hacer artificialmente por si misma la procreacién para paliar la infertilidad que contri- buye a crear: fue la aparicién del “bebé de probeta”. La hazana se logré en primer lugar en Inglaterra en 1978, con el nacimiento de Louise Brown, primer bebé de probeta, y luego en Francia con el nacimiento de Amandine en 1982. En su libro L’Oeuf transparent,® el bidlogo Jacques Testart relata en detalle la epopeya apasionada de la puesta a punto de la fecundidad in vitro. Y el ginecélogo-partero René Frydman narra en su libro L’Irrésistible Désir de naissance‘ las emocio- nantes y densas etapas de la concepcién y el nacimiento de esta pequefia “almendra” [“amande”] convertida en Amandine. Parece que hubo un instante inaugural, el momento en que el catéter pasé de la mano del bidlogo Testart a la del ginecdlogo Frydman para llevar a cabo el milagro. Este “pase” euférico, descripto por ambos con entusiasmo, resulté en una separacién amarga entre los dos hombres, que hoy defienden discursos radicalmente opuestos. Es asi como el debate ya iniciado a propésito de la medicalizacién de la procreacién se reanimé y cristaliz6 de manera violenta con respecto a la practica de la fecundacién in vitro. 3. Jacques Testart, L’Oeuf transparent, Paris, Flammarion, 1986, pag.50 y sig. [El embrion transparente, Barcelona, Granica]. ‘4. René Frydman, L’Irrésistible Désir de naissance, Paris, PUF, 1986, pag.76 y sig. 60 Para resumir su posicién, Testart en cierta forma se sintié despojado del sentido de su investigaci6n por una voluntad de éxito y control, alimentada ésta por la avidez de los medios por hacer un espectdculo de las hazafias médicas. El interés de la investigacion, segun él, result6 desviado por una especie de maremoto mediatico habitado por estrategias de poder. Y la cuestién del ajuste riguroso de los criterios cientificos del investigador inventor con la realidad clinica del médico fue superada por la légica mercantil y el atractivo del éxito. En su opinién, el clinico médico habria fagocitado al investigador bidlogo al amalgamarlo. René Frydman, por su lado, siguié movido por su propio impulso, afiné estas técnicas y desarrollé estas practicas segtin un discurso positivo que sostiene un ideal de genero- sidad y eficacia: “Las parejas victimas de todas las formas de infertilidad se volvieron a la FIVETE. En particular, las esterilidades enigmaticas...”,> dice. Ahora bien, esta apertu- ra del campo de aplicacién dela FIVETE a todos esjustamen- te lo que denuncia activamente Jacques Testart, y no pode- mos sino abundar en este camino. El ve alli una escalada hacia la induccién de nuevos modelos “artificiales” de pro- creacién que someten cada vez mas a los pacientes a la sobrepuja de la biotéenica. En la actualidad, Testart profe- tiza lo peor: se apoya sobre el postulado de que lo que puede hacerse sin duda se hard. Denuncia un eugenismo seguro, ya inaugurado en gran medida por las procreaciones artificiales y seguido por la seleccién de los embriones gracias al progre- so en los diagnésticos de los mismos (DPI),*en nombre de un ideal de salud y normalidad de los individuos y pronto con fines de conveniencia.” Testart activa la sefial de alarma; no es el unico, son muchos los que intentan hacer una evalua- * En Inglaterra se plantea seriamente la cuestién de escoger el sexo del hijo. Cf. “Can we choose our baby’s sex?”, The Times Tuesday, 18 de mayo de 1993. 5. Ibid., pag.89. 6. DPI: “diagnéstico preimplantatorio del embrién_ in vitro”. Cf. Jacques Testart, Le Désir du gene, Paris, ed. Frangois Bourin, 1992. 61 cién critica y rigurosa de estas practicas, sefialar sus desvia- ciones ideolégicas. Pero admitamos que, asi comprometido en un dualismo infernal, un discurso que profetiza lo peor, aun cuando diga la verdad, no puede mas que contribuir a hacer existir lo que denuncia. Hoy en dia puede constatarse, y volveremos a esto con mas detalle, que ese duelo no impidié al Parlamento francés declararse dispuesto a avalar y legitimar esos proce- dimientos, a imponer un marco legal juridico a las procrea- ciones artificiales, en la afirmacién, sin duda, de una volun- tad de ponerles limites, pero omitiendo definir con precisién sus criterios. Mi posicién intenta situarse en otro terreno, aun cuando sea sensible a la actitud inquieta y hasta angustiada de Jacques Testart. Deseo dar testimonio de una experiencia clinica en su sucesién, desprender de ella una légica y extraer sus ensefianzas. De seguir la dialéctica que vincula la aparicién de la infecundidad con la medicina que la atiende, no se sabria cual de las dos es el huevo y cuél la gallina. La cuesti6n se presenta asi: {las técnicas se desarrollaron para responder al mal que constituye una infecundidad que ya estaba presente pero era silenciosamente ignorada, falta de atenciones, o bien se desarrollé el mal para responder a la atraccién de los desarrollos de la técnica? No hay duda de que el puntapié inicial del nacimiento de Amandine en 1982 abrié el camino al fenémeno del espec- tAculo del éxito cientifico dela medicina dela procreacién. No cabe duda, tampoco, de que estas nuevas técnicas eran esperadas, segtin un encadenamiento légico de control de la procreaci6n ya iniciado por la disminucién de la mortalidad en el momento de nacer, la contracepcién y la IVG; la fecundacién in vitro concreta el paso siguiente. Pero con esta hazafia se efectia un salto cualitativo. La ciencia pone a plena luz del dia, gracias al prisma del espectdculo, un acontecimiento totalmente inédito: la conexi6n, hasta ahora 62 enigmatica y oscura por ser sagrada, de dos gametos, una fecundacién humana por manipulacién al margen del acto sexual. La ciencia ficcién se hizo realidad, se trata de un acontecimiento en lo real que reduce la ficcién. Aconteci- miento que de inmediato fue Jlevado a escena, teatralizado por una imagen que fascina. {Por qué atrae esta imagen de televisi6n 0 revista? La que se nos muestra regularmente, sin embargo, noes muy grata. Por un lado, hombres enmascarados, con batas blancas 0 verdes, cuyos ojos apenas se perciben y que manipulan largas jeringas y tubos o nos muestran una probeta frente a un piletén humeante de frio. Por el otro, mujeres con las piernas separadas, cubiertas con sdbanas, con un rostro que se quiere sonriente aunque esta marcado por las experien- cias en curso. Se ve ademas al “bebé potencial”, al principio de todos los colores, en estado de células que se multiplican, luego el embrién transparente y por ultimo un nifio (salidoa menudo de una incubadora), normal, como cualquier otro, que con su carita simpatica cierra Ja ventana mediatica indiscreta. Su piel de bebé bien arropado parece borrar los multiples-secretos de su venida al mundo. La imagen ances- tral de una madre con un nifio en los brazos clausura asi el espectdculo del ballet instrumental. Este espectaculo fasci- na porque toda esa técnica lleva a cabo un verdadero mila- gro: la cuidadosa fabricacién del nifio, frente a nosotros, ante nuestros ojos. Se nos dice que esta metamorfosis no es otra cosa que el simbolo del éxito humano contempordneo. jCémo no estar orgullosos de nuestro logro comun! El concurso de ofertas Asi se dispone una légica de una implacable coherencia: cuando el nifio no llega por sf solo, se piensa en la infertilidad y es posible acudir a la medicina para “resolver” esta decep- 63 cin, pues aquélla se constituy6 como lugar de destino de esa demanda. La sensacién de fracaso que da la infertilidad puede transformarse entonces en éxito, con la ayuda de la medicina triunfante. Es asi como se induce la demanda.” Uno se dirige hacia la medicina todopoderosa para tratar la falta de hijos. Se volvié posible hacer un hijo al margen del sexo, al margen del cuerpo, en desafio a las leyes del deseo y el sexo, hacer el hijo alucinado, el hijo imposible, con toda legitimidad. ‘La fecundacién in vitro realiza hoy en dia’ ese desafio lanzado a la opacidad enigmatica del cuerpo sexuado que nos estorba; se esta dispuesto a todo con tal de participar en ese “milagro”, en esa fiesta. En nombre de la ilusién de una sexualidad “ganadora”, se intenta la imposible conjunci6n, la aventura. El acto sexual se vuelve caduco para quienes se embarcan en ella. El bebé de probeta mediatizado funciona como un concur- so de ofertas. Los médicos, que se habian puesto al servicio de la demanda de las mujeres en el marco de su voluntad de liberacién, son ahora quienes solicitan ser los receptores de la demanda de un hijo. Esta induccién de la demanda orquestada por la medicina del espectaculo es una pieza maestra en la creacién de las nuevas practicas de la procrea- cion, un resorte activo en el desarrollo y la sofisticacién delas nuevas técnicas. Para realizar la proeza de la fecundaci6n in vitro, la cadena de montaje de la procreacién fue descompuesta en sus diversos elementos discretos, incluido el embrién que resul- taria de ella. Estos elementos son progresivamente delimita- dos, calibrados, calculados, anonimizados, etiquetados, nu- merados. Se procura aislar el elemento para poder evaluarlo, luego mejorar su calidad con vistas a un mejor desempeiio 7. M. Tort desarrolla con amplitud esta cuestién de la demanda inducida y la “somatizacién inducida” en Le Désir froid, op. cit. 64 el encadenamiento. Por ultimo, se lo transfiere o se lo Imacena segun su destino. Los elementos de la cadena dela rocreacién se convirtieron en objetos de intercambio que es osible negociar. Ingresamos en una légica de mercado. Paraddjicamente, en el mismo movimiento en que se fectuaba esta objetivacién cientifica de las etapas del meca- ismo del alumbramiento, el discurso que lo acompafiaba staba lejos de ser frio o anénimo, muy por el contrario. ixpresiones como “hijos del deseo”, “hijo deseado”, “deseo de in hijo” experimentaron un éxito muy grande, tanto en los onsultorios como en los medios, lo mismo que el término aun ads paraddjico de “medicina del deseo”. René Frydman scribe asi: “...en los paises desarrollados, hemos ingresado nla medicina del bienestar, en la medicina del deseo”.* Una nanera de reconocer que como tal esta medicina no tiene una nira terapéutica, sino que procura satisfacer el “deseo”. No 's la definicién misma de una medicina de conveniencias? A nenos que no se trate de atender el deseo; ahora bien, como o hemos visto, al querer paliar los riesgos del deseo sexual 10 se lo atiende, se lo compromete. A mijuicio, sin mezclar las :artas no se puede hacer coincidir deseo y voluntad, y menos atin deseo y bienestar. jCuando se piensa que Lacan pudo jecir: “El deseo del hombre es el infierno”!® En efecto, si el jeseo no es deseo de algo, puesto que no habria ninguna cosa yue hiciera falta, su objeto no es delimitable, el deseo es ‘deseo de deseo”. Quienes utilizan la atrayente expresién de ‘medicina del deseo” para decir en qué intercambio nace la jemanda de las mujeres, subrayan sin saberlo que 2sta demanda es inducida y sugerida por la oferta de servi- zios que se les hace. Dicen asi su demanda de la demanda de las mujeres. Mediante esta amalgama de los términos, enmascaran al negarloel hecho de que hemos entradoen una légica mercantil y veterinaria. En efecto, lo que se refiere a la decision del acto médico es una negociacién de tipo comer- 8. René Frydman, L’Irrésistible Désir de naissance, op. cit. 9. J. Lacan, “Réponse & une question de Marcel Ritter le 26 janvier 1975”, en Lettres de l'Ecole freudienne, n° 18, abril de 1976. 65 cial, y el cumplimiento del acto mismo es muestra de una légica de tipo veterinario. Hoy en dia, toda empresa que procure satisfacer el bienes- tar de la gente integra inevitablemente la sociedad de consumo. Como en una publicidad, se alaba justamente aquello con que se suefia, aqui el deseo, no porque no se lo tenga, sino para hacer creer que no se lo tiene. Las PMA: sintomas del sistema biomédico Fue en concepto de “invitada”, y a mi pedido, que estuve presente en las consultas llamadas “de esterilidad”. Estas se realizan con anterioridad a una decisién de PMA: es en ellas donde eventualmente se formula su indicacién. Con lainten- cién de emprender un debate con los médicos sobre las cuestiones del tratamiento de la infertilidad, asisti igual- mente a consultas especializadas de PMA-en diversos cen- tros hospitalarios. A partir de esas experiencias, doy aqui un testimonio de lo que pude descubrir en ellas. Recogi también, por diferentes cauces, los relatos y ecos de médicos 0 pacien- tes (raramente hombres) en un contexto privado, fuera del hospital. Mi testimonio es necesariamente fragmentario. Soy consciente, por afiadidura, del malentendido alimentado por mi posicién de testigo pasivo, que por otra parte se ubica en un punto de vista distinto al del discurso emitido durante las consultas hospitalarias, si bien fui extremadamente discreta y me mantuve en completo silencio. La practica de las “procreaciones médicamente asistidas” (PMA) no ofrece, a mi juicio y a diferencia dela IVG, un lugar adecuado para que un psicoanalista tenga la oportunidad de ser captado por una demanda cualquiera de parte de las mujeres. Las demandas se dirigen al médico para que éste aporte reparacién a un dafio sufrido —es similar a lo que ocurre con una atencién médica—. Mientras que, en un marco 66 ————- donde se trata de interrumpir un proceso natural, la solicitud de IVG nose adecua ala ética médica de reparaci6n, dedonde la pertinencia de la entrevista psicolégica y social. En cam- bio, la solicitud de PMA sf conviene a la ética médica dado que se trata de recibir del médico la atenuacién de la pena. En este caso, el médico es soberano, es 61 quien decide la prescripcién. El montaje de la demanda es muy complejo. Notemos que el contexto social es extrafiamente permisivo, ya que la cobertura de la Seguridad Social es total (100%) para los cuatro primeros intentos; ylos médicos mismos son solicitan- tes activos en busca de procreaciones artificiales —o, diga- moslo, en busca de proezas—. No hay un lugar preciso donde un psicoanalista pueda involucrarse en un intercambio di- recto con las mujeres, puesto que son los mismos médicos quienes tejen la trama de esta clinica de las procreaciones artificiales. Asi, pues, decidi estar presente en el A4mbito donde se fabrica esta clinica de las fecundacionesin vitro, es decir alli donde se la menciona efectivamente, en las consul- tas especializadas. Algunos médicos tienen la posibilidad administrativa de ofrecer consultas gratuitas, lo que equivale a permitir a las mujeres comprometerse en la decisién de una PMA sin ni siquiera pasar por la caja, sin acusar el golpe de esta decision sin embargo tan cargada de consecuencias. Cuando se cono- ce el caracter de conveniencia de las decisiones de PMA, una mujer debe sentirse atrapada en una especie de complicidad con el médico a causa de esa gratuidad. Y cuando se conoce el precio que cuesta a la sociedad todo el proceso de trata- miento de la infertilidad, unose pregunta por qué los médicos y los poderes ptblicos son tan generosos.” * Cf. Bernard Kouchner, durante la sesién del 19 de noviembre de 1992 en la Asamblea Nacional: “El costo dedicado al nacimiento de un nifio por una técnica de procreacién médicamente asistida representaria el equivalente del consumo médico de mil personas en algunos paises de Africa” (p4g.5728) [desdichadamente, no dice durante cudnto tiempo]. A esto respondié Jean-Francois Mattei el dia siguiente: “Es impensable 67 Paralelamente al circuito publico, existe también un sec- tor privado que es extremadamente costoso para las pacien- tes y por lo tanto muy lucrativo para todos los que contribu- yen a realizar esos intentos (médicos, bidlogos, técnicos, laboratoristas, farmacéuticos...). Las consideraciones comer- ciales revelan ser un vector importante de las practicas dela procreaci6n artificial. Otra caracteristica fenomenoldgica significativa es la du- racién de las consultas publicas: son asombrosamente lar- gas, aunque el tiempo pasado no guarde relacién con lo que se dice, que es de una triste banalidad completamente operativa. Como si ese tiempo que se eterniza estuviera ligado al hecho de que hay algo que esta ahi presente, pero oculto. Las escansiones no se producen, sélo el timbre del teléfono o las visitas inopinadas de la secretaria crean interrupciones en este espacio quieto. En cambio, las consul- tas de un verdadero notable despliegan un are6pago impre- sionante de consultantes, lo que equilibra un tiempo mas breve. Como caracteristica particular de las consultas de PMA, es preciso afiadir la extrema gentileza de los médicos; las pacientes estan protegidas, no se percibe el leve sadismo que habitualmente sienta bien a toda consulta médica publica. En todo caso, hay algo de excesivo en la acogida médica —ya sea publica o privada-, reservada ailas mujeres infértiles, a diferencia de las otras consultas de ginecologia y obstetricia: son pacientes “interesantes”. : El discurso de los médicos, sus palabras, actos, gestos, que se gasten entre 100.000 y 150.000 francos en una fecundacién in vitro cuando tales sumas permitirian salvar a miles de nifios” (p4g.5800). Cf. también C. Viens-Bitker, que estima entre 75.000 y 115.000 francos el costo en gastos de salud de la cobertura de una esterilidad con FIV, “Le coat, le point de vue de ’économiste de santé”, en Contraception, fertilité, sexualité, vol. 20, n° 2, Paris, 1992. A lo cual hay que agregar, en ciertos casos, la estadia del nifio en un centro de neonatologia, estimada en 440.000 francos por nifio; cf. J.-P. Relier, M. Couchard y C. Huon, “Le nouveau-né issu de la fécondation in vitro”, en Actualités gynécologiques, 22a. serie, Paris, Masson, 1991. 68 constituyen la verdad de este procedimiento. Parece claro que los resortes de la prdctica de las PMA solo pueden captarse descifrando los diferentes actos médicos. Deduzco de ello que la practica misma de las PMA es un desarreglo del sistema biomédico, y que si la infertilidad contemporanea se considera como un desarreglo propio de cada “enfermo”, como un “sintoma”, es una respuesta en eco a ese nuevo sintoma que constituye la edificacién de las PMA por los equipos biomédicos. De las “esterilidades médicamente comprobadas” Desde un punto de vista demografico, la esterilidad, estima- da entre un 3 y un 4%," no aument6 en absoluto desde hace un siglo. Dejemos voluntariamente de lado los casos de esterilidad somatica_atestiguados e irreversibles que son “para los médicos los casos de ciertas lesiones irreversibles tales como la ausencia de ovarios o de titero, la obstrucci6n bilateral de las trompas o la ausencia de espermatozoides [...], es decir donde toda posibilidad de concepcién esponta- nea esta excluida a priori”.!! Estos casos son raros; su numero no ha aumentado desde hace mucho tiempo y mere- cerian una reflexién aparte, pues se trata de personas que, si lo desean, pueden con toda légica beneficiarse con las técnicas de la procreacién artificial. Por ejemplo, la indica- cién de una FIV en caso de obstruccién de las trompas coloca alos protagonistas, pacientes y médicos, en una relacién que 10. “Entre 3 y 4% de victimas de esterilidad total”, cf. H. Leridon, “Stérilité et hypofertilité: du silence a limpatience”, Population, Paris, 1991, 4, pags. 227-248. 11. Nicole Athéa, “La stérilité, une entité mal définie”, en Jacques Testart, Le Magasin des enfants, obra colectiva, Paris, ed. Francois Bourin, 1992, pag.48. 69 tiene su pertinencia médica. Ahora bien, si las esterilidades definitivas y atestiguadas justificaron la puesta a punto de las técnicas de fecundaci6nin vitro, es indiscutible y parad6- jico que no son aquéllas las que estan en el origen del considerable desarrollo de las nuevas técnicas de procrea- cién artificial y dela pasién que despertaron desde principios de los afios ochenta. Decidf atenerme aqui al flujo de las solicitudes de procrea- cién artificial tal como se abren paso hoy para casos que se denominan “infecundidad’, “infertilidad”, “hipofertilidad”, “esterilidad inexplicada”, “esterilidad psicégena”, “esterili- dad enigmatica”, ya que es en estas configuraciones donde se despliega el sintoma biomédico de las PMA. Se trata de casos (mas de las tres cuartas partes)? donde no hay obstdculos irreversibles, y por lo tanto definitivos, ala aparici6n de un embarazo. Luego de andlisis precisos y detallados se encon- trardn obstaculos relativos, es decir estadisticamente posi- ples o supuestos. Las razones posibles de la infertilidad no hacen imposible el embarazo espontaneo; éste, simplemen- te, es estadisticamente menos probable. Las PMA, “procreaciones médicamente asistidas”, nuclean todos los actos médicos que apuntan a “asistir” la procrea- cién, lo que puede ir desde el empujoncito hasta las procreaciones artificiales. El término PMA engloba tanto la ingestién de un estimulante de la ovulacién como la cirugia tubaria reparadora, la inseminacién artificial 0 las diversas fecundaciones in vitro. Se trata de gestos médicos cuyas posiciones pueden ser diametralmente opuestas. Algunos son reparadores o acompanantes y los otros son paliativos: sustituyen a las funciones inhibidas. Estas dos actitudes médicas se contradicen absolutamente en el plano ético, y 12. Cf, Jean Cohen, “Quelle est la place des PMA dans le traitement de la stérilité feminine (y compris inexpliquée)?”, Contraception, fertilité, sexualité, vol. 20, n° 2, Paris, 1992. 70 querer reunirlas bajo el mismo término apunta a hacer creer que un acto de sustitucién es un acto reparador, lo que es completamente falso. Es por eso que, cuando se trata de inseminacién o fecundacién in vitro, prefiero hablar de “procreaciones artificiales”. Estas son técnicas de sustituci6n, paliativas y noreparadoras; no son terapéuticas: después de una FIV que haya funcionado, la infertilidad no estd curada. Digdmoslo: 1a FIV es un nuevo modo de procrear. En referencia a la definicién de la esterilidad, se cierne sobre ella cierta ambigiiedad que también va en el sentido de la amalgama. En el proyecto de ley, se lee que el uso de las PMA se justifica en los casos de “esterilidades comprobadas médicamente”.” Pero, {qué quiere decir “esterilidad compro- bada médicamente”? Basta con abrir la primera pagina del Libro blanco de las PMA," donde puede leerse: “La definicién médica de la esterilidad es la ausencia de embarazo al cabo de dos afios de relaciones sin tomar precauciones”. Vemos de inmediato que “la esterilidad comprobada médicamente” no es una definicién médica. Ultimamente, durante un congre- so,1* el doctor Belaisch-Allard afirmé6 que no hay que esperar dos afios para declarar “estéril” a una mujer; se tratara con PMA a “una mujer que no tenga el hijo que desea”. Lo cual es tanto como decir que la definicién “médica” de la esterili- dad es la infertilidad 0 la infecundidad; es la falta de hijos declarada por la pareja que pide uno; en principio, es un hecho de lenguaje, no otra cosa. Hay una operacién de sustituci6n efectuada por el discurso médico sobre los térmi- nos, y por lo tanto sobre los fenémenos: una mujer no es por fuerza estéril médicamente si no qued6 embarazada cuando * Formula empleada por El proyecto de ley sobre la bioética (“relativo ala donacion y utilizacién de los elementos y productos del cuerpo humano y ala procreacién médicamente asistida, modificando el cédigo de salud publica”), que fue discutido y votado en primera lectura en la Asamblea Nacional en el otofio de 1992, pag.21. 13. Livre blanc des PMA en France, ed. Sauramps, marzo de 1991, pag.13. 14. VII‘ journées de technologie avancée en gynécologie obstétrique et périnatologie - PMA, 9-12 de enero de 1993, Paris, JTA, ARETEM. 71 queria estarlo. {Quién puede saber qué es lo que ocurri6? La frontera que distingue “esterilidad médica” y demanda de un hijo no esta rigurosamente definida; muy por el contrario, estas dos nociones se confunden voluntariamente. Es cierto, los criterios de indicacién de FIV varian de un médico al otro, de una consulta a otra, de un hospital a otro. Esta medicina llega a denominar con el término “esterilidad médicamente comprobada” toda falta insistente de un hijo, lo cual queda acriterio del médico; y alli comienza el despiste, que no puede detenerse porque hay un inevitable deslizamiento del campo de las competencias médicas. La medicina de la “reproduc- cién”, como también se la llama, funda su acto médico sobre un hecho de lenguaje. No hay criterios médicos estrictamen- te definidos que justifiquen una indicacién adaptada. Esta “esterilidad” s6lo es “médica” porque se dirige a un médico que la acoge. Asi, la medicina de la procreacién chupa los acasos de la sexualidad y la fecundidad en el cifrado médico, lo que ejerce un intenso poder de sugestién sobre los sujetos. Induce la significacién segun la cual, si la falta de hijo es un sintoma “médicamente comprobado”, bastaria entonces atenderlo médicamente. Asi nombrado y localiza- do, el sintoma, se cree, sera mds facil de tratar. En efecto, si se denomina “esterilidad médica” a esta cosa opaca, mal definida, dificil de decir, que hace que las relaciones entre un hombre y una mujer no sean fecundas, entonces el ofreci- miento de la etiqueta “esterilidad médica” permite nombrar de manera franca lo negativo de su vinculo, su infecundidad. Y la medicina, al proponer esta denominacién amplia, se presenta como fuerza positiva para brindar un plus, el nifio, en el sitio mismo donde, a la saz6n, algo se siente como un fracaso. Este serd tanto mas experimentado como tal cuando se ofrece a ellos esta esperanza de positividad resolutiva. Me parece evidente que la verdadera demanda dirigida a la medicina consiste en recibir con aprensién esta denomina- cién positiva en el lugar mismo de los callejones sin salida del encuentro de los sexos. No es seguro que sea de un hijo de quien se trate; el hijo tan pedido sirve de hecho como pretexto, de tapén para legitimar la busqueda de una posi- 72 tividad con respecto a la falla de la relacién sexual. Eviden- temente, lo que habria que oponer a este punto de vista es un rechazo o una suspensi6n, ya que el nifio demandado no es eso. La respuesta inmediatamente positiva y casi c6mplice a la demanda no puede sino obturar todo juego posible del deseo. La paradoja es ésta: hay una demanda concerniente a algo que se induce en cardcter de sintoma (no tener el hijo cuando se quiere tenerlo), y la respuesta médica consiste en tratar esto somaticamente cuando en realidad no hay sintoma somatico seguro. Clasicamente, la medicina separa de mane- ra dualista lo somAtico de lo psiquico (el cuerpo del alma), y se ocupa del cuerpo enfermo; en este sentido, desconoce su articulacién y su imposible disyuncién. Pero las PMA cons- tituyen una prdctica médica completamente novedosa, en ruptura con el proceder médico cldsico, pues trata una cuesti6n en parte subjetiva mediante una respuesta del todo somatica, o incluso trata al sujeto mediante una respuesta organica, habiendo hecho creer que se trataba de una cues- tién somatica. Lo cual significa hacer callar al sujeto singu- lar, asfixiarlo mediante la hipernormalizacién: qué mas normal que favorecer el derecho sagrado para toda persona humana de vivir el milagro de la llegada al mundo de un hijo propio. Los médicos no pueden sino sostener esta empresa benéfica de dar un hijo a quienes se. creen privados de él y dicen quererlo. Es indudable que los médicos que se consa- gran al tratamiento de la infertilidad por las vias artificiales tienen aficién a eso, aficién que es indefinible. Aqui se plantea la cuestién ética. Si ésta es la del ajuste de la conducta segun las reglas de la moral, no hay nada mas generoso (,moral, por lo tanto?), se me dird, que dar a unos padres la alegria de traer un hijo al mundo. Ahora bien, la ética médica de hoy afirma su mira terapéutica en la dignidad humana, lo que lleva a interrogar- se acerca de la amalgama entre generosidad y terapéutica. En efecto, para dar un hijo a cualquier precio, jes convenien- te poner en practica manipulaciones biolégicas sobre cuerpos que no son patolégicamente estériles, sino probablemente 73 infecundos? gConviene someterse a procedimientos cuya légica se desautoriza a si misma: hacer que intervenga la maquina médica de procreacién artificial cuando el sintoma no esta justificado médicamente? {Conviene emprender ope- raciones costosas e intrusivas sobre unos sujetos —es cierto, con su consentimiento no muy informado-, sin haber abierto todas las otras maneras de abordar el problema? Estas cuestiones se tornan delicadas, sobre todo cuandose constata que los limites que se dan los médicos son diferentes de uno a otro y que la tinica coherencia que se descubre en tal o cual conducta no tienen otra razén que la persona del médico mismo. {Su conducta sera guiada por el hecho de que le gusta proceder asi? Cuando se comparan en serie los casos de procreaciones artificiales, no se encuentra una regla rigurosa que explique Jas diversas respuestas del médico, al margen dela coaccién de la cadena de corresponsales que le derivan pacientes y de Ja eterna respuesta a todo: dar satisfaccién de un modo casi necio ala demanda de un hijo. Noes posible no sospechar que esas practicas satisfacen otros imperativos que los dela ética médica, tales como el del mercado o el mas oscuro de un placer personal del médico. Aqui mismo nos es preciso recurrir a la conducta ética de los usuarios, hombres y mujeres: ,cémo regulan sus decisio- nes de procrear artificialmente frente a esa falta de rigor en el ofrecimiento de servicios que se les propone? “zQuiere un hijo? {De acuerdo!” En los hechos, una mujer consulta a su ginecélogo y se sorprende de no estar embarazada después de haber suspen- dido los métodos anticonceptivos durante un cierto tiempo. El tiempo de espera es un factor importante en la decisién de una procreaci6n artificial. “El nifiono llega, a pesar del hecho 74 de que quiero un hijo”. Lo que podria leerse: “El nifio no llega, luego lo quiero”, o también: “No llega para que yo pueda quererlo”. Querer un hijo, tal como se proclama esto hoy en dia, es tan extrafio al y esta tan alejado del deseo que hay que carecer de uno para poder quererlo de esta manera, es decir sin hacerlo. Puesto que antes, sefialémoslo, lo hacian sin saber si lo querian o no. j{Querer un hijo sin hacerlo entrania algo de forzado! No se puede querer sino lo que no se tiene o lo que se ha perdido." Evoquemos los casos caricaturescos de las mujeres de edad, menopdusicas, de los que se hace eco la prensa italia- na, como la que quedé embarazada del semen de su marido muerto diez afios atrés,® y a cuya “libertad individual” el médico reivindica servir. Otro equipo italiano se felicité por haber obtenido un “record” al lograr el nacimiento de nifios concebidos mediante FIV por mujeres en edad de ser abue- las. Este equipo se declara dispuesto a recibir el flujo de las demandas de las estrellas internacionales que anhelen tener en el ocaso de sus vidas los hijos que no tuvieron antes, a causa de las exigencias profesionales a las cuales estuvieron sometidas.* Una vez involucrados en esta légica de la FIV, ofrecida a quien la solicita de manera insistente porque hay un lamento por la falta de hijos, los limites serén franquea- dos sin cesar por los “casos record”, y el campo de las cosas posibles, y luego aceptadas, con seguridad va a evolucionar. No sélo en Italia se han hecho cosas extravagantes; esos records italianos son espectaculares y mediatizados pero en Francia, cotidianamente, cualquiera que sufra la falta de hijos encontrar4, en uno u otro circuito, un generoso doctor que le haga uno en una probeta.” 15. Cf, “L'Italie repousse les frontiéres de la maternité”, Libération, 1° de diciembre de 1992. 16. Cf. “Maternités post-ménopausiques”, Le Monde, 5 de agosto de 1992, y “Les quinquagéméres bousculent les interdits”, Libération, 22 de febrero de 1993. 17. Cf, “Mamies-mamans, en France aussi”, Journal du dimanche, 24 de enero de 1993. 75 Citemos el caso de una mujer que queria tener un hijo de un hombre que la habia abandonado, pero que consentia en donar su semen con fecha fija. Ella sufria por la partida de ese hombre y sohaba con guardar consigo una imagen de él. Lo impensable se hacia pensable, lo imposible se volvia posible: se transgrede la ley de la ausencia del hombre y de su no-deseo. Se lanzé a una serie de FIV, pero el progreso fue doloroso, apremiante; aparecieron lagrimas inexplicables. Un médico sibitamente culpable la derivé a un analista. Se sucedieron entonces los fracasos, y estaba obsesionada con la idea de que no queria cerrar por si misma una posibilidad. Mientras el médico le dijera que atin era posible, seguiria adelante. “Con que solo dijera que es imposible, me sentiria aliviada”, afirmaba. Un dia abandoné, renunci6 porque algo del sentido primero de su demanda resulté desplazado gra- cias a un trabajo analitico. Se enamoré de otro hombre. No comprendia cémo habia podido estar atormentada por la voluntad obsesionante de un hijo a imagen del ausente. 4Cémo habia hecho para someterse a esos gestos apremian- tes? “Estaba poseida, dice. Felizmente, se acabé. jNunca mas! Lo que me ocurrié es incomprensible”. Dirigir nuestra atencién hacia la demanda de las consultan- tes es la nica manera de captar la manifestacién del sujeto. En efecto, un sujeto de deseo puede surgir si la demanda no es aceptada por aquel a quien se dirige como la solicitud de tal o cual objeto a proporcionar sino, al contrario, es recibida como demanda de otra cosa; asi, el deseo tendra una oportu- nidad de asomar. Ahora bien, esta demanda, justamente, se dirige a un lugar’ que, por haberse presentado como ofreciendo /a solu- cién, no puede tratarla como demanda que entrafia un deseo. A contrario, al formularla casi en vez de ella, al “Quiero un * Digo “lugar” porque las mujeres son derivadas a menudo a tal o cual consulta especializada, antes que a un médico determinado. 76 hijo” de la consultante el médico responde: “;Quiere un hijo? jDe acuerdo!” Asi, hace callar toda demanda y hasta toda palabra efectivamente articulada. Puesto que hay que decirlo, la pobreza del didlogo y la banalizacién del proceso encubren el hecho de que cada mujer se presenta con una pregunta particular atin no articulada y que no articulara. Visto que es la “pareja” la que llega con una pregunta particular, puesto que lo que “atienden” los técnicos en procreacién son “esterilidades de pareja”. El hecho de que se trate de ocupar- se de la pareja y no del individuo aleja aun mas las posibili- dades de que pueda emerger la particularidad de cada uno. Al darse por entendido que lo que no funciona en cada uno tiene incidencia sobre la relacién entre ambos, y que la propuesta es tratar el callején sin salida como una entidaden si, como un hecho de la pareja, entonces cada uno de los miembros de ésta se fija sobre la “solucién posible”, el hijo, del cual ya dije que era un pretexto. Durante la primera consulta se proponen de inmediato los andlisis necesarios, balance hormonal, curvas de temperatu- ra, histerografia, andlisis del flujo, espermograma; los diver- sos elementos de la cadena de la procreacién se descomponen para ser evaluados. Si no hay resultados que expliquen de manera patente la infertilidad, se empieza por estimular la ovulacién. Si después de cierto tiempo la cosa no funciona, 0 a veces después de un aborto natural, se indican andlisis complementarios que a menudo permiten formular hipétesis sobre tal ocual disfuncionamiento responsable dela infecun- didad, que va a intentar paliarse con la técnica. Pero en esta etapa no se cuenta con la procreacién “natural”, a veces se la evoca por alusién. Por ejemplo: “Comenzara el tratamiento a partir de su préxima menstruacién; si viene, nunca se sabe...”. Todos esbozan una sonrisita convencional. E] médi- co agrega: “No es imposible”, como para asegurar a las pacientes que no estan totalmente desprovistas del poder de dar a luz por si mismas. Pero nadie lo cree, es evidente. Entonces se propone a la pareja lainseminaci6n artificial con semen del hombre 0 del donante, en funcién de la evaluacién 7 de la calidad del primero. Luego, si tras varios intentos la cosa no funciona, se les propone la eventualidad de una FIV. Esta es esperada como la solucién milagrosa, la cumbre de las posibilidades: eso es lo que quieren. Puede prescribirse una FIV a causa del fracaso de la inseminacién, cuando en realidad no hay raz6n pertinente que justifique intentarla, pero se trata de proponer algo mejor, mds sofisticado. En el caso de una infertilidad enigmatica, recurrir a ella es darse los medios de introducir una via de fecundacién distinta alas “naturales”, y esto moviliza toda clase de fantasmas compar- tidos con los médicos. Se cree, por ejemplo, que cuanto mas complicada y ardua es la técnica, mas posibilidades tiene de funcionar. A pesar de los temores a sus efectos deletéreos sobre el nifio por llegar, puede suceder que uno se convenza de que la procreaci6n artificial daré mas garantias de tener un hijo normal. Por otra parte, para el médico, rechazar la solicitud de FIV de tal o cual pareja infértil seria como desautorizar su propia competencia y la “coherencia” de un sistema que pretende ser mejor, tanto mas por haber sido un cofrade quien sostuvo el rumbo. La edificacién de estas practicas descansa sobre una aceleracién del “hacer”. Pro- gresivamente se construyé toda una trama con su ordena- miento de médicos, bidlogos, técnicos, ecégrafos, etc. La multiplicacién de las pruebas alimenta la esperanza y justi- fica las diversas competencias. En este punto, la demanda de FIV circula por carta de médico a médico con el acuerdo de los protagonistas de la pareja, que se contentan con repetirla. Se estima que las posibilidades de éxito de una FIV alcanzan el 14%," y las de Ja fecundidad natural el 25% por ciclo. Parece paradéjico recurrir a un método cuyas posibilidades de éxito son medio- cres, pero tal vez se crea que al hacer mas las mismas se * “Seguin los datos franceses (FIVNAT) més recientemente hechos publicos, en 1991 hubo en Francia 16.622 intentos de FIV, con un 18% de principio de embarazo y 14% de nacimientos implicando al menos un nifio vivo”; of. O. de Bethman, M. Monset-Couchard, C. Huon y J.-P. Relier, XXIII journées de néonatologie, Paris, KARGER, 1993, pég.214. 78 multiplican a prorrateo de los sacrificios y las pruebas que habra que sufrir. Puesto que, es preciso decirlo, un intento de FIV es una verdadera via dolorosa extremadamente ardua, principalmente para la mujer. El tratamiento es estandar, se vehiculiza por escrito: recetas, curvas de temperatura, andlisis de laboratorio, inyecciones, ecografias, espermogramas, manipulaciones, operaciones; se trata de sustancias hormonales, bloqueo de la ovulacién, estimulaci6én de la ovulacién, recoleccién de semen, puncién de los ovocitos, fecundacién, nimero de embriones, congela- cién de embriones, implantacién de embriones, reducciones embrionarias, donaciones de embriones, donaciones de ovo- citos, y también de fechas estrictas y horarios rigurosos que hay que respetar. Estos son los términos del discurso emitido con extrema gentileza por los médicos en una consulta de FIV. No hay nada que decir, la carta del médicointerviniente basta. Sélo se dird: “Buena curva”, “Semen no muy brillan- te”, “Le ha ido bien”, “La cosa respondié bien”, “No es suficientemente vigoroso”, “La préxima vez trate de estar mas en forma”, “Sus ovocitos, sefiora, destruyen los esper- matozoides de su marido...”, “Sefior, su semen es perfecto y mévil, lo Gnico que pasa es que se autoanula...”. Cémicamente, el desempefio corporal, aqui evaluado con la vara de una cifra, se amplia a través del “usted” a una evaluacién buena o mala de la persona misma. Lo escrito sirve aqui de referencia al discurso, en él todo es cortesia, pero no se trata de lenguaje. Los resultados escritos se traducen en palabras codificadas, no se interpreta sino que se agregan comentarios; nada hay que revele menos sobre si mismo que un tema asi que, a fin de cuentas, no oculta nada. 79 El malentendido bien entendido El aparente acuerdo y la dulzura con que se desarrolla este falso didlogo entre mujeres y médicos de las PMA ocultan en realidad un didlogo de sordos. {Es por pudor que no se habla de relaciones sexuales? {Se tienen o no? Esta cuesti6n parece desplazada, se la descarta e ignora. Una pareja infértil viene por una FIV. Durante la entre- vista preliminar, antes de la consulta propiamente dicha, una asistente prepara el legajo por medio de un interrogato- rio tipo que se efecttia en un lugar intermedio, un pasillo. Como quien no quiere la cosa, al final del interrogatorio la mujer insinta que tiene dolores durante las relaciones, es por eso que las evita, y pregunta timidamente si eso podria ser “psicolégico”. Pero frente al médico en persona nada de eso sera dicho, ni por la asistente que resume el legajo ni por la mujer misma, que se contenta con asentir con la cabeza a todo lo que se dice de ella. Este mecanismo hace callar, eclipsa al sujeto. Uno se compromete en la FIV queriendo ignorar que no hay actos sexuales porque son dolorosos, y ademas no es ésa la cuesti6n. Durante las primeras consultas de solicitud de FIV dentro de los servicios menos reputados, puede surgir una palabra en su fuente porque esos lugares no estén atin cerrados, puede ser posible cierta inocencia en el didlogo. Por ejemplo, una mujer que desde su casamiento perdia los embarazos, a quien se le hizo una estimulacién ovarica con vistas a una FIV, al sufrir los efectos secundarios del tratamiento dijo al médico: “Doctor, estoy segura de que sila cosa no funciona desde que me casé, es porque antes me provoqué un aborto, estoy segura de eso, estoy bajola mirada de mi padre. {No lo cree, doctor?” He aqui que revela con premura el sentido subjetivo de su infertilidad inexplicada. {Qué puede hacer el médico con esta evocacién surrealista de la “mirada del padre”? Responde que tal vez esojuegue algtin 80 papel, pero que de todos modos hay que continuar el trata- miento para tener un hijo. Otro ejemplo: una mujer llega por primera vez, como por error, a esta consulta especializada, para recabar una opi- ni6n; nunca tuvo menstruaciones, espera tener algtin dia un hijo, cree que la cosa puede desbloquearse por si sola, busca una confirmacién. Se le informa entonces que sufre de una “menopausia precoz”, el médico le dice que es imposible que tenga un hijo; la cosa no se desbloqueara. “j;Qué hacer, entonces?”, dice, abatida. —Donacién de ovocitos, se le propone. —wNo, responde con lagrimas. —~Por qué?, pregunta el médico amablemente. —Por ética, contesta, estoy en contra de esterastreode los hijos [la palabra choca], jhay un limite!” Entonces, el médico aborda con suavidad la posibilidad de la adopci6n. “Pero, dice ella, estoy segura de que la DDASS me la negara porque se dardn cuenta enseguida de que tengo un rechazo reprimido de la maternidad”, insiste. Luego agrega: “;Usted cree en la psicosomatica? Creo que reprimi un rechazo de la materni- dad, queria muchos hijos, mi madre y mis hermanas tuvie- ron muchos”. El médico, pese a todo, le propone inscribirla a la vez para una FIV con donacién de ovocitos y para una adopci6n, lo que le dara la oportunidad de pensar en ello sin perder tiempo. La propuesta de fecundacién in vitro se formula en el mayor malentendido, cuando seria pertinente que la demanda a propoésito del sintoma fuera entendida en su articulaci6n signi- ficante con el momento en que las mujeres no se callan, con el momento en que tendrian mucho que decir, es decir antes de que comience a funcionar el engranaje del proceso de fecunda- cidn in vitro. Pero la situacion es tal que los médicos de hoy se instituyeron a si mismos como competentes para responder a estas demandas formuladas en términos de “querer el hijo que no llega”. Demandas que se les dirigen pues se supone que ellos tienen la clave de la fabricacién de nifios a voluntad, son los 81 especialistas dela mAquina-cuerpo; por afiadidura, se decla- ran “psicosomaticos”. Citemos otro ejemplo: una pareja se presenta para una nueva solicitud de procreaci6n artificial. La infertilidad esta en el marido: su semen produce anticuerpos antiespermato- zoides. Tras el lavado del semen, su mujer quedé embaraza- da una primera vez porinseminaci6n artificial. Solicitan otro hijo. La pareja esta alli, presente, la mujer discute con el médico, tiene sobre las rodillas un enorme historial bien clasificado con todos los andlisis, radiografias, ecografias. La entrevista consiste en presentar los diversos procedimientos para preparar a la mujer para esta nueva inseminacién. Después de esto, el médico se vuelve hacia el marido, sefiala las variaciones del espermograma con seis meses de distan- cia y le hace la pregunta clasica: “,Sufrié algun traumatis- mo?” El hombre responde: “Un traumatismo fisico no”. Mi presencia en esa consulta desempefié sin duda cierto papel, porque reaccioné acercéndome a él con un signo de interro- gacioén. En esto, prosiguié: “Un traumatismo psiquico sf, perdi a mi primera mujer”. En ese instante, providencial- mente, suena el teléfono y, en la confusién resultante, me dice: “Ya tuve dos hijas naturalmente, es por eso que no comprendo”. Asiento con la cabeza. Y cuando el médico termina su conversaci6n telefénica, le pregunto si sabe que el sefior ya tuvo dos hijos “naturalmente”. A lo que el médico, que sin embargo ya habia hecho con ellos una inseminacién, me sefiala que acaba de enterarse. Le pregunto entonces si hay posibilidades de prolongar este intercambic. Me respon- de: “Cuando revise a la sefiora, dejaré en sus manos al sefior”. Este hombre se vio llevado a decirme que cuando habia anunciado a su primera mujer su decisi6n de separarse de ella para unirse a la segunda, la esposa se habfa suicidado; no pudo contarselo a sus hijos. Esta historia sigue torturan- dolo, estA convencido de que su “bloqueo” se debe a eso. Quiere decirselo a sus hijos pero no lo consigue. “Debo hacerlo, no?” Cree que no puede tener hijos normalmente a causa de esta cosa que lo carcome. Una vez mas, en este caso parece seguro que la procreacién 82 artificial viene a sellar, a echar un cerrojo al “traumatismo”, ocultando las posibilidades de un decir que pueda desplazar la posici6n del sujeto y abrir el juego del deseo, es decir, permitir tal vez la fecundidad. Aveces, se tiene la impresi6n de que la certeza de actuar bien enceguece a los médicos, se dirfa que han olvidado hasta el mas minimo sentido comun. En la gama de consultas a las que pude asistir, me senti particularmente conmovida por una joven de 22 afios que, después de un aborto natural espontdneo, habia acertado a emprender un proceso de FIV. Con diez embriones congelados, se habia quedado embara- zada de trillizos, pero habian tenido que internarla de urgencia. {Cémo habia dejado esta mujer tan joven que la embarcaran en una historia tan pesada y riesgosa? Al no tener probablemente ningun margen para hacer jugar el sentido oculto de su presunta “infertilidad”, se habia encon- trado gravemente arrinconada. Otro estilo {Cémo abordar de buena manera esas demandas, para que pueda ser subjetivamente posible un decir sobre el sintoma? Recordemos que la fertilidad se situa en el modo en que el cuerpo estA animado por el lenguaje del deseo inconsciente. Se trata de una zona mévil y plastica de la subjetividad, una zona influenciable. Hay infecundidad cuando algun elemen- to del edificio complejo del anhelo de un hijo se encuentra desarticulado con respecto a los demas. Estas demandas de un hijo atestiguan una transferencia dirigida al médico que es la competencia socialmente legiti- mada: aquel de quien se espera un saber sobre el misterio del cuerpo y de la vida, aquel en quien se tiene fe y cuya palabra, ya sea justa o no, tiene una inmensa eficacia. Evidentemen- 83 te, la cuestién es ésa, la de la respuesta a la pregunta formulada. Si nos contentamos con interpretar curvas y cifras, con seguridad se cohibira toda palabra. Asi amorda- zadas, las mujeres se lanzan a la FIV con los ojos cerrados y una sorda aprensién. Y sin embargo puede suceder que las consultas se lleven adelante de una manera completamente distinta. Mencione- mos simplemente el caso de una mujer que ya tiene dos hijos, ambos nacidos por cesdrea. Mucho querria tener un tercero, pero sabe que sera el Ultimo, pues se Je asegur6 que sélo podria someterse a una cesdrea mas. Se preocupa por su infertilidad, hace consultas. Los diversos andlisis efectuados no revelan gran cosa, sela estimula, todo es inutil. Luego, un dia, cambia de médico; le dice: “No logro tener mi ultimo hijo”, cuenta su historia y muestra sus andlisis. El médico, persona astuta, responde: “Escuche, para este tercer hijo, le propongo disminuir el estimulante de la ovulacién, y vere- mos, nada demuestra que vaya a ser el ultimo; no hay raz6n para que no pueda tener otras cesdreas”. Al mes siguiente, esta mujer quedé embarazada de ese “tercer” hijo, que nacié sin problemas. f El médico tenia el ofdo ejercitado, es decir que entendi6é exactamente lo que decia esa mujer en su singularidad. No respondié a la demanda en términos que aniquilaban su especificidad, como lo habria hecho Ja mayoria de los médicos que tratan automaticamente con lo escrito. Escuché una palabra segun la cual la mujer no podria tener el que seria denominado el “tiltimo hijo”, hijo que culminaria su historia de fecundidad, pero tener un “tercer hijo” fue posible. Permi- tid que se articularan elementos hasta ahi desconectados por el veredicto del “ultimo hijo”. El médico a quien ella plantea- ba su cuestién con toda confianza estaba en condiciones de hallar la actitud y las palabras justas para que eso tuviera un alcance eficaz sobre su fecundidad. La eficacia del didlogo era tanto mas posible por el hecho de que la consulta se efectuaba antes de considerar una asistencia artificial cual- quiera a la procreacién. 84 Yo recogi, en efecto, los testimonios de algunos médicos que realizan de otra manera el tratamiento de la infertilidad. Al mismo tiempo que siguen siendo médicos, es decir no hablan- do mas que desde el punto de vista de su competencia médica y su ética terapéutica, logran de modo notablemente fre- cuente hacer desaparecer la infertilidad. Esta modalidad de tratamiento se presta mal a las estadisticas, no obstante lo cual el doctor Jean Reboul escribe: “Diecisiete pacientes, sobre diecinueve que me consultaron, quedaron embaraza- das sin tratamiento o con la ayuda de un medicamento ya utilizado sin resultados”.* Este médico sabe por experiencia que la fertilidad humana es fluctuante, que responde a le- yes que escapan al control. Los médicos como él conservaron el hilo del sentido clinico caso por caso, saben interesarse en la particularidad de cada una de esas mujeres y tienen el valor de suspender la respuesta técnica,'* mantenerla en posicién secundaria y no utilizarla sino con rigor y, sobre * “Puedo informar sobre casi 5.000 casos de mujeres infecundas de cuya infecundidad se decia que era médica [...]. Mas de dos tercios de esas pacientes quedaron embarazadas sin tratamiento o con la ayuda de un tratamiento menor ya utilizado sin resultados”. Puede leerse ademas: “Registré 90 embarazos aparecidos en un lapso de uno a dieciocho meses, sobre 145 pacientes llamadas estériles cuya infertilidad, primaria en 116 de esos casos, tenia una antigiiedad de dos a catorce anos. La sintoma- tologia estaba dominada por perturbaciones hormonales (115) y la anovulacién (11)”. Cf. Jean Reboul, L’Impossible Enfant entre corps et parole, Paris, Desclée de Brouwer, 1993. Véase también un estudio de ‘Anne Cabau que muestra que “en més de 200 mujeres afectadas por esterilidad funcional, el numero de nacimientos es prdcticamente el mismo con tratamiento o sin él”; cf. “Obstétrique et gynécologie de la reproduction”, Journal de gynécologie, citado por Monette Vaquin en Supplément, n° 178, Paris, 1991, pag.133. Cf. también A. Cabau, G. Kusnir y R. Sitruk-Ware, “Traitement des troubles de Yovulation normo- prolactinémiques par la bromocriptine”, Contraception, fertilité, sexua- lité, vol. 17, n° 11, Paris, 1989, pags. 1005-1010. 18. Dody Bensaid-Mrejen, Médecins, malades et maladies sexuelles, Paris, Plon, 1991. 85 todo, con modestia, lo que es esencial. En ese dominio que no compete a la enfermedad, en todo momento dejan a cada uno la posibilidad de reaccionar con sus propias contradicciones, sus vacilaciones, sus tropiezos. En suma, estos médicos raros y preciosos no ceden al totalitarismo inducido por la alianza entre la técnica que es mejor que el hombre y el lobby profesional cientifico. En el campo mismo de sus competen- cias, saben encontrar en el didlogo con sus pacientes una posicién tal que permite la emergencia del movimiento subjetivo propio de cada una. Hay numerosos casos en que la infertilidad “médicamente comprobada’”, con decisiones de FIV, pudo ser “espontanea- mente” eliminada gracias a la manera en que un ginecélogo supo manejarla. Estos casos de encuentros fecundantes debidos al estilo del proceder del médico constituyen el objeto de monografias a menudo reservadas a circulos confidencia- les. En efecto, es dificil realizar estadisticas y dar cuenta “cientificamente” dela eficacia dela actitud de un médico que sabe reabrir una cuestién y desplazar las apuestas, puesto que no conoce exactamente qué es lo que va a actuar. Del mismo modo que es muy delicado transmitir un estilo a quien no llegé ya a él por su posicién ética personal. La apuesta del médico consiste en el acontecimiento infimo e inmenso de una apertura captada al natural en el didlogo: una “tres veces pequefiez” incalculable y tan preciosa que puede cons- tituir el resorte de una posible fecundidad. Considero que este acontecimiento es un verdadero acto de amor. El saber viviente esta en la persona que habla, como un enigma al cual el médico debe estar atento para ingresar con cada mujer en el lenguaje de ésta, sin modificar pese a ello la posicién de su especialidad, sin renunciar a su campo de competencias. Tener confianza en las capacidades del pa- ciente seria una divisa a seguir. En cuanto al saber cientifico, ofrece un soporte técnico utilizable. Estos médicos, a los que yo calificaria de “clinicos ejercita- dos”, dicen que hay que romper con el poder embrujador del control, pues la eficacia obedece a la calidad de la relaci6én del médico con sus actos. Esto no se improvisa. 86 La fecundidad de una mujer depende de su capacidad de abandonar algo para “recibir”. La fecundacién tiene siempre el valor simbélico de un don. Cuando una mujer ya no puede recibir, s6lo la transferencia, o sea una relacién de confianza con alguien a quien se atribuye saber, puede movilizar la apertura que desplazaré el juego del objeto de su demanda. Una obsesién: la mujer estéril Algunos trabajos de psicoanalistas’® procuraron circunscri- bir causas comunes a los diferentes casos de infertilidad llamada “esterilidad psicégena”. Esos trabajos proponen hip6tesis cuyo punto comun seria un “bloqueo” de la transmi- sién de una autorizacion de dar a luz, que deberia ubicarse en la relacién entre madre e hija: ésta no habria recibido de su madre el derecho de tener un hijo. Las razones del “ploqueo” obedecerian a toda clase de factores posibles: no- dichos, muertes ocultadas, fragmentos de historia encerra- dos y retenidos en la generacién, apuestas mortales aun vigentes entre la madre y la abuela. Cada psicoanalista da cuenta de ese “bloqueo” con términos que parecen operativos segun la teoria a la que se refiere. Esos trabajos concluyen siempre en el cardcter no generalizable de las hipétesis propuestas e insisten sobre la particularidad de cada caso y la no homogeneidad de las causas del sintoma de la “esteri- lidad psicégena”. Por mi parte, tal como abordé el problema aqui, la infer- tilidad no seria delimitable como un sintoma sino como una 19. Cf, Guite Guérin, L’Enfant inconcevable, Paris, ed. Acropole, 1988; Frangoise Cahen, “L’enfant impossible”, Perspectives psychosomatiques, 1978, IV, n° 88, pégs. 359-365; Monique Bydlowski, “Les infertiles”, Nouvelle Revue de psychanalyse, n° 45, Paris, Gallimard, 1992, pags. 143-160. 87 respuesta a un sintoma que, por su lado, se situaria en las mismas prdcticas médicas, y que se formularia asi: una obsesi6n por la mujer estéril. Ya me vi en la necesidad de sefalar las amalgamas producidas por la medicina de la procreaci6n: entre deseo y voluntad, entre esterilidad y fecundidad, entre procreaci6n médicamente asistida y procreacién artificial. Pondria de buen grado esas diferentes amalgamas en relacién con las inevitables palabras proféticas que las jévenes y las mujeres pueden haber recibido en su historia ginecolégica. '. Nuestra época, sin saberlo ni quererlo, difunde tales respuestas esterilizantes. Por ejemplo, un médico que no habla, que manipula resultados escritos que nos reducen a sustancias al margen del cuerpo y quien, con sus probabilida- des, parece hacer previsiones sobre el futuro, un médico seme- jante, entonces, tiene efectos subjetivamente esterilizantes. Por haber manifestado padecimientos mudos pero identi- ficables, como explosiones de llanto inexplicable, crisis de angustia, falsas maniobras en su andar, actos fallidos, en el transcurso de la marcha de la FIV o luego de los fracasos, puede suceder que esas mujeres se encuentren con alguien que las derive a un psicoanalista. Por mi parte, lo que pude comprobar que puede valer como rasgo comun a los diferen- tes casos conocidos se refiere retroactivamente a lo que pas6é durante las primeras consultas con el ginecdélogo. En ese momento, la mujer recibié algo como respuesta a su pregun- ta no formulada. Esta pregunta se referia confusamentea su ser mujer, a su femineidad; la respuesta del médico funcion6é entonces para ella como una nominacién. Recibié en ese momento una palabra que cobré valor de veredicto de mujer estéril, argumentado a partir de hipdtesis somaticas mas 0 menos significativas. Esta nominaci6n parece haber orienta- do la posicién subjetiva de cada una, anudandose precisa- mente a una frigidez; tal vez porque esta frigidez supuesta representaba, para tal o cual mujer, lo negativo en el plano sexual. El] nombre de mujer estéril habria denominado la frigidez, confiriendo un nuevo status a los estados difusos de falta de placer que esta mujer hubiera experimentado antes. 88 El efecto de esta nominaci6én enunciada por el médico habria dado un status real a una frigidez vaga, sin que hubiera pese a ello soporte somatico. El] médico habria dicho “hay algo [somatico]” y eso habria producido alivio, pero encerrojando una falta ubicada en el nivel de la femineidad; la respuesta seria la infertilidad. ¢éQué viene a sellar una nominacién de mujer estéril con una presunta frigidez? Si seguimos a Lacan, ésta “aparece al margen de la trama de los sintomas”; é] habla de su “inacce- sibilidad a todo tratamiento somAtico”, asi como del “fracaso corriente de los buenos oficios del compafiero mas anhelado. Sélo el andlisis la moviliza... siempre en una transferen- cia”.2° No es seguro que la frigidez sea el indicio de una ausencia de goce; seria mds bien un goce-ausencia, que debe situarse como una defensa. Ahora bien, si por intermedio del médico la frigidez toma secretamente para la mujer el status de un sintoma de infertilidad real a tratar somdticamente, ella se volveré tanto mds inaccesible, asi como la infecundi- dad que la hiela. Una joven de 23 afios acude a una visita de rutina, el ginecélogo se entera de que no emplea anticonceptivos segu- ros; ella sabe “prestar atencién”, nunca se embaraz6 y dice que por el momento no quiere un hijo. El médico, pese a ello, parece asombrarse de que con métodos anticonceptivos poco seguros nunca se haya quedado embarazada; le propone verificarlo. Inquieta a la joven que, al mismo tiempo que no quiere un hijo, se angustia, quiere saber si podra tenerlos algtin dia y empieza a tener miedo de ser estéril. Se somete auna serie de andlisis exploratorios, lo mismo que su amigo, a quien la cosa le repugna. Se formulan hipotesis no signifi- cativas como el flujo y las variaciones del espermograma. Ella se obstina pues teme no tener nunca un hijo. Hoy tiene 80 afios y se somete a una serie de FIV. Gracias a la reuni6n 20. J. Lacan, “Propos directifs pour un congrés sur la sexualité féminine”, en Ecrits, Paris, Seuil, 1966, pags. 731-732 (“Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina”, en Escritos 1, México, Siglo XXI, 1978]. 89 del semen de su amigo y un 6vulo suyo se formaron varios embriones, pero nose implantan. Evidentemente, seinterro- ga porque reconoce que ni ella ni su amigo saben atn verdaderamente si desean tener un hijo. Para ella, loquehay que eliminar es la idea de la imposibilidad de tenerlos. Quiere poner a prueba su fecundidad. En cuanto a él, hace todo eso por ella. La mujer se sorprende al sentir que, si se quedara embarazada, desearia hacer un aborto natural espontdneo o incluso una IVG. Pero sigue adelante, tortura- da por la angustia. En este caso, como en los otros, todo ocurre como si el problema hubiera sido mal planteado de entrada, como si uno hubiera penetrado en un camino en el que no pudiera darse marcha atrAs: si no se tiene un hijo se siente pesada- mente la falta de algo vital, y es demasiado tarde. Tal mujer se privé cuando era tiempo de hacer mover junto a tal hombre la articulacién plastica que fijé la infecundidad, y ahora las cosas resultaron de otra manera, no se puede sino apostar una y otra vez, como en una maquina infernal. Auna cuestién subjetiva donde esta interesado el cuerpo, se respondié de antemano por un desciframiento del sintoma en términos de esterilidad “médica” (por lo tanto somAatica), con propuesta de tratamiento quimico. Las demandas que recibe el ginecélogo conciernen a cuestiones sobre el enigma de la femineidad, sobre el convertirse en madre; ahora bien, aquél hace como si se tratara de una enfermedad somatica y por lo tanto real, mientras que la mujer sabe muy bien que no hay enfermedad, ni padecimiento a priori. La respuesta médica, bajo la forma de una prescripcién, se da antes dela formulacién de la cuestién. Amordaza asi el juego de la pa- labra posible. Al proponer una soluci6n “cientifica” milagro- sa, magica, tapona el campo del deseo. La respuesta segtin la cual la procreacién no es mas que un asunto de sustancias y manipulaciones invade, contamina, infiltra nuestros ima- ginarios: todo se vuelve irreal. Hace callar, puesto que tiene respuesta a todo, pese a unos resultados cuya misma medio- cridad incrementa la confianza que se otorga al afiadirle la dimensién del sacrificio: uno intenta el todo por el todo, se 90 obsesiona, enmudece, la sumisi6n es total. Es por eso que, a partir de cierta etapa, todo ocurre sin palabras, sdlo con el escrito codificado (curvas, recetas, resultados de laborato- i : el sujeto se ausenta, se ofrece. ordar la femineidad de una mujer, sobre todo cuandose articula con lacuestién desu convertirseen madre, puedeser insoportable para quienes se encargan de ello. Cuando esta cuestién pasa a ser fuente de horror, los médicos intentan cohibirla de raiz. Asu manera, las mujeres participan deeste cardcter insoportable: sus cuerpos son ofrecidos, abandona- dos a fin de tener ese famoso hijo tan esperado por haber estado tanto tiempo, se cree, privadas de él. El hijo que hay que hacer deberé aportar la prueba de que no se es estéril, la del desafio de existir, el desafio de la femineidad. Se sugiere alas mujeres que identifiquen la femineidad con la facultad de hacer hijos reales, pero éstos no son los de la promesa fecunda por ser dada simbélicamente, son hijos fabricados al margen de ella. En suma, una se sacrifica por un hijo que no existe. Puesto que la respuesta médica se apodera del hijo poten- cial que hay en cada uno de nosotros, el que debe existir en nuestros imaginarios para que la fecundidad tenga una posibilidad de realizarse; aquélla, en cierta forma, lo elimi- na. El hijo potencial es el que uno u otro dia todos podemos tener, el hijo posible, el hijo por venir, el que habita nuestros pensamientos. El que esta presente como sombra benéfica 0 maléfica en el acto amoroso, el que da una presencia humana al acto sexual, el que cobra cuerpo en la stibita sorpresa de un embarazo que se declara. El que tanto se pide cuando uno cree estar privado de él. Pero esedngel es el que la medicina de la procreacién elimina para prometer darlo realmente desde el exterior mediante manipulaciones controladas; ya no proviene del enigma del cuerpo femenino, del enigma del acto amoroso, como suele decirse, y entonces ya no es un dngel, se desvanece, desaparece. éNos lo robaron? Y se lo debemos a la “ciencia”. 91 El pacto de una perversi6n altruista La ginecologia y la obstetricia chocan con una dificultad a causa de su involucramiento en la promesa de un hijo. Ginecélogos y mujeres se sienten sujetos por una especie de “pacto mental” que supera el contrato médico estricto. Pues- to que la infecundidad que sucede a una contracepci6n y/oa un aborto es experimentada de manera culpable, a veces insoportable, lo que hace que el lamento por un hijo sea tanto mas suplicante. “Que me devuelvan el hijo al que la contra- cepcién o la IVG impidieron llegar”, tal seria el anhelo presente en la demanda furiosa de un hijo reparador, de un hijo salvador, de un hijo desculpabilizante. Esta demanda se dirige a quienes, gracias a su técnica, permitieron el control de los nacimientos. De ellos se espera el retorno de un hijo del que uno se privé, como si fueran ellos los causantes de la esterilidad. Como la demanda de “devolucién del hijo” no puede ser reivindicadora, tiene un caracter patético, rigido y ~ obsesionante. Se comprende entonces por qué la demanda de un hijo, sobre todo por vias artificiales, es tan tenaz, dado que hay una transferencia no reconocida, hecha de una gratitud redoblada por la reivindicacién. Es interesante recordar aqui que cierta cantidad de médicos que combatieron por la liberalizacién del aborto, por ejemplo en el MLAC, son los mismos que inauguraron las practicas de la fecundacién in vitro. Estos médicos siempre adelantados saben lo que es bueno para las mujeres. Para ellos, se trata de la oportunidad de mostrar su fuerza reparadora, su capacidad de dar el hijo fabricado por un saber cientifico y técnico de punta. Pero, también, es la oportunidad sofiada de llevar la experimentacién lo mAs lejos posible. Me parece que puede decirse que los médicos de la procrea- cién, que no son somaticos clasicos, tienen una gran culpa inconsciente por haberse permitido tratar lo que afecta lo mas sagrado, la reproduccién humana, hasta ahora someti- da a las reglas del amor, el deseo y la alianza. Se sienten 92 colocados en un lugar que habrian usurpado. Deben enton- ces reparar mas y més, siempre mas, en una especie de huida hacia adelante, a fin de evitar la impostura y para que la “culpa” se sittie siempre fuera de su responsabilidad. Para legitimar esas practicas invasoras, se pone derelieve Ja simbélica altruista de la donaci6n gratuita (de semen, de los ovocitos, de los embriones), asi como la de la solidaridad para con el préjimo (donacién de pareja a pareja). Ademas, la donacion debe ser anénima, lo que permite enmascarar los términos del intercambio y las eventuales construcciones mentales de filiaciones “adulterinas” que esos procedimien- tos favorecen. Este desplazamiento hacia la ideologia al- truista permite cubrir con un velo de pudor un enfoque poco riguroso del caso. En vez de dar una definicion estricta dela “esterilidad médica” y de atenerse a indicaciones médica- mente rigurosas, se prefiere, como lo demostramos con holgura, tratar toda demanda insistente de un hijo como un sintoma médico. Al mantener asi a la definicién de la esteri- Jidad en una vaguedad artistica, se desplaza el objetivo hacia la generosidad del acto. Puesto que son raros aquellos que, enfrentados a cuestiones tan graves, pueden asumir frontal- mente el fantasma de usurpaci6n que los habita. Tomemos los casos de procreacién con donacién de ovoci- tos. Una mujer que va a gozar del beneficio del ovocito de otra debe encontrar una que acepte donar anénimamente y sin compensacion. En algunos centros, ‘se programan dos dona- ciones el mismo dia para poder permutar, a fin de que la que encontré a la donante no sea la receptora; de este modo, ninguna mujer conoce la identidad de la donante del ovocito que ella va a llevar en su seno. En otros centros no pueden permitirse ese lujo y la mujer encuentra una donante entre sus amigas o su familia, que ofrecera “anonimamente” su ovocito a la receptora que lo solicité6. Este anonimato de polichinela apunta a impedir que mas adelante el nifio haga investigaciones sobre la “paternidad materna”. Pero para las mujeres no borra el hecho de que hubo entre ellas un intercambio fuera de lo comtin que, como todo intercambio, se inscribe en una cierta economia subjetiva y objetiva. Aqui, 93 esta economia extraordinaria debe seguir siendo secreta y privada. Pero por mas que se haga, estos tejemanejes trans- gresores no pueden mantenerse en privado, “los secretos a menudo se guardan mal”. Cuando estallan a plena luz del dia, los periodistas se entretienen hablando de incesto y de confusién de lugares en la filiacién; no deben engafiarse tanto. En efecto, algunos especialistas, psi y médicos, escri- ben conjuntamente: “Nuestra politica de anonimato [...] apunta a evitar que se hagan realidad fantasmas de incesto (hermano/hermana, hermana/hermana) y la omnipotencia concedida a la imago materna; situaciones todas que tene- mos el derecho de presumir como nefastas”.?1 Para paliar riesgos semejantes, existen en Francia consul- tas especializadas de donaci6n de ovocitos, con una entrevis- ta psicolégica anterior, a fin de intentar desplazar el “fantas- ma de incesto” en beneficio de la “cadena de solidaridad femenina”™ o del “madrinazgo”* entre mujeres, dicen los psis. Monique Bydlowski, que conoce bien las practicas de PMA, dice sin embargo que “provocan el espanto de una transgresi6n” en las mujeres, y entre los médicos “un senti- miento de sacrilegio”.2* Y Monette-Vaquin llega a hablar de “delincuencia cientifica”. jPero pese a ello se hace! Esto no puede dejar de evocarnos el muy fino andlisis que Octave Mannoni propone de la frase “sé bien... pero, a pesar de todo” como manifestacién del mecanismo subjetivo de la negaci6n o desmentida, indicador de una perversi6n.* 21. M. Bydlowski y R. Frydman, “Le don de ovocytes. Une étude des motivations de trente-sept donneuses volontaires”, Médecine et hygiene, n° 1973, Ginebra, 1993, pags. 792-795. 22. Eva Weil, “Le don anonyme: quelques hypothéses psychodynami- ques”, Reproduction humaine et hormones, vol. 3, n° 4, Paris, 1990, pag.250. 23. Muriel Flies-Treves, “Le don non anonyme, aspects psychologi- ques”, Reproduction humaine et hormones, vol. 3, n° 4, 1990, pag.249. 24. Monique Bydlowski, “Les infertiles”, op. cit., pag.159. 25. Monette Vaquin, “Filiation et artifice”, Supplément, n° 178, Paris, 1991, pag.136. * “Negacién” (0 “desmentida”) es la traduccién de la palabra Ver- leugnung, utilizada por Freud para designar el mecanismo subjetivo que 94 -Sé bien que esta infertilidad no es somatica, pero a pesar de todo tratemos de vencerla mediante un tratamiento somatico. -Sé bien que los resultados del método son mediocres, pero probemos a pesar de todo. -Sé bien que la donacién de ovocitos no es verdaderamente anénima, pero a pesar de todo ocultemos el nombre. -Sé bien que tener trillizos es insoportable, pero a pesar de todo es una manera de tener un hijo. -Sé bien que el pedido de un hijo no es una prescripcién de FIV, pero atrapada en el circuito al cabo de cierto tiempo, a pesar de todo se la propone. -Sé bien que saber que hay embriones congelados que no serviran a la pareja es persecutorio, pero a pesar de todo eso representa una reserva. -Sé bien que nuestro hijo no recibiré nuestro patrimonio genético, pero hagamos como si, a pesar de todo, lo hubiera recibido. -Sé bien que la donacién de semen es anénima en el marco de la inseminacién artificial con donante pero, a pesar de todo, para una busqueda “cientifica” el anonimato siempre podra levantarse. Sefialemos a este respecto que, sin hacer ruido, un equipo del CNRS” pudo hallar en sus escuelas a los nifios nacidos de un mismo donante para hacerles un test de inteligencia. Esto, con el desconocimiento de los nifios, los donantes y los padres, y sobre la base de tesis mAs que dudosas: jesos investigadores proponfan la hipétesis de que la inteligencia se transmitiria genéticamente (jprimera noticia!) y ademas est en el principio de la perversién. Cf. “Le fetichisme” (1927), en La Vie sexuelle, Paris, PUF, 1970 [“Fetichismo”, en Obras completas Ill, Ma- drid, Biblioteca Nueva, 1968, 3 volimenes], citado y desarrollado por Octave Mannoni, Clefs pour U’Imaginaire ou U'Autre Scene, Paris, Seuil, 1969, pags. 9-33. ** Centre National de la Recherche Scientifique [Centro Nacional de Investigacién Cientifica]. (N. del T.) 95 por la unica via del padre bioldgico nunca conocido (jsegunda noticia!)?26 Todas estas frases constituyen el tejido de las practicas de procreaci6n artificial. El médico “sabe bien” que la realidad es siempre una realidad imperfecta, pero “a pesar de todo” esta realidad es desautorizada. La negacién basta para crear una magia de la creencia, a la cual son arrastradas las pacientes, y luego las parejas. E] pacto perverso que se anuda entre médicos y parejas en el seno de esas practicas entrana una actitud de “desafio e impostura” claramente sefialada por Octave Mannoni.”’ Después de este andlisis, yo no vacilaria en calificarlas como perversiones altruistas. Algunos otros médicos vuelven a la realidad porque se enfrentan con las consecuencias de las PMA; no comparten esta magia dela creencia. Por ejemplo, algunos anestesistas- reanimadores pudieron alarmarse por la falta de una “defi- nicién precisa de una terapéutica de la esterilidad” y plan- tean la cuestién de los “limites que seria razonable obser- var”. El doctor Jean-Fabien Zazzo se inquieta por las “com- plicaciones serias” de reanimaciones de casos de procreacio- nes médicamente asistidas. Con sentido comtn, confiesa su asombro ante el caso de una mujer de 58 afios que, en el marco de una PMA, presentaba complicaciones graves en el momento del parto: “La madre qued6 en un coma vegeta- tivo irreversible”. Da también testimonio de las dificultades surgidas en el caso de una anoréxica mental a quien un psiquiatra habia aconsejado el embarazo como terapéutica; habia “disfrutado” de una PMA. Subraya ademas el cardcter financiero presente en estas practicas (costo para la colecti- vidad, circuito privado, etc.) y se asombra de que “se imponga una entrevista psicolégica para una solicitud de interrupcién voluntaria del embarazo, mientras que no es necesaria para una PMA”. Se indigna al destacar que “la reanimacién no 26. Cf. L’Express, 12 de diciembre de 1992. 27. Octave Mannoni, Clefs pour Vimaginaire..., op. cit., pag.32. 96 tiene por vocaci6n la promoci6n de practicas médicas discu- tibles”.28 Este médico ubicado en el extremo de la cadena se ye ante el deber de arreglar los platos rotos resultantes de consecuencias previsibles de actos que reprueba desde el punto de vista de la ética médica. Su testimonio provoca escalofrios. También otros médicos involucrados en las consecuencias delas fecundaciones in vitro pueden asombrarse oinquietar- se. Por ejemplo, tuve la oportunidad de escuchar a un obstetra preguntarse acerca de una singular “indiferencia” hacia su embarazo en las madres fecundadas mediante FIV. Con las PMA, la prematuridad, que por fin habia retrocedido significativamente, vuelve con fuerza: “Parece que el riesgo neonatal dela FIV es considerablemente mas elevado queen eltranscurso del embarazo natural [..-] consecuencia a la vez dela prematuridad, pero también y sobre todo de los emba- razos multiples”; las madres, contentas de tener a sus preciosos hijos, hhablan pese a ello de “via crucis” y de “calvario”. Los servicios de recepcién de nifios maltratados comprue- ban, segtin parece, una frecuencia mayor de hijos concebidos por FIV.* Algunos estudios “cientificos” de psiquiatria pe- didtrica llegan a hacer correlaciones y a mostrar un vinculo entre el autismo del nifioy la madre tratada por esterilidad.” * “Hay una frecuencia significativamente’ elevada de mujeres que experimentaron una esterilidad de por lo menos dos afios entre las tnudres de nifios autistas, en relacién con las madres de los nifios del grupo testigo. [Rosine Debray] llega a preguntarse si es forzosamente Faicioso facilitar el nacimiento de esos nifios, y concluye que «algunas mujeres expresan, a través de su infecundidad, algo de su imposibilidad profunda de asumir la responsabilidad de ser madres, y tal vez, esto rrerezca respetarse»”. Cf. V. Scherr, P. Ferrari y P. Nasca, “Les accidents gynéco-obstétricaux et l'autisme de Venfant”, Neuropsychiatrie de Ven- fance, vol. 38, n° 7, 1990, pags. 393-399. 98. Cf. Jean-Fabien Zazzo, “Quelques drames de la procréation médicalement assistée”, Le Monde, 12 de agosto de 1992. ‘29. Cf, J.-P. Relier, M. Couchard y C. Huon, “La pédiatrie et la FIV”, en XXI* journées de néo-natologie, op. cit., pag.42. 30. Cf, las conclusiones del equipo pediatrico de Bicétre. 97 Estan en curso algunos estudios psicolégicos “cientificos” sobre los bebés FIV; equipos de psicdlogos observaron a éstos durante el suefio, asf como la relaci6n madre-hijo. Se han constatado trastornos del suefio y la alimentacién, lo mismo que madres mas depresivas que las otras, pero nada dema- siado grave.*! Volveremos extensamente al papel de los psis comprometidos en los procedimientos de la procreaci6n arti- ficial. Los estudios psi pseudocientificos que evitan toda seriacién de los hechos en su sucesi6n y su literalidad caso por caso son Significativos de su misi6n: sirven para legiti- mar las PMA y desculpabilizar a los médicos y las mujeres. En cambio, no hay estudios exhaustivos sobre los antece- dentes de salud de la madre, el padre o el entorno, y tampoco sobre los accidentes o abortos que a veces sobrevienen después de una FIV. Nos enteramos de estas cosas bajo la forma de anécdotas, por rumores 0 a través de los diarios. “Pueden ocurrir catastrofes, raras pero ejemplares: conoci- mos a una pareja en la que el marido, muy silencioso, se pegé un tiro en la cabeza el mismo dia de la reimplantacién embrionaria...”, escribe Monique Bydlowski.®? En las publi- eaciones femeninas pueden leerse historias presentadas como ejemplos de “mala suerte”. E] dia en que la sefiora X da a luz trillizos concebidos.con FIV, su marido se mata con su motocicleta; la pobre, ya sobrecargada con los tres bebés, se ve obligada a confiarlos a una institucién: tan grande es su desconcierto; ella misma ser4 internada a causa de una depresién. Nos enteramos de que en Lyon, el mismo dia en que una pareja debe ir a buscar al hospital a los trillizos prematuros que tuvieron gracias a una FIV, la mujer le pide al marido que detenga el auto en un puente, desde el que se arroja. El problema de los trillizos, cuyo ntimero aumenta un 30% 31. A. Raoul-Duval, M. Bertrand-Servais y R. Frydman, “Etude prospective et comparative du devenir des enfants nés par fécondation in vitro et de leur mére”, Journal de gynécologie et obstétrique en biologie de la reproduction, n° 19, Paris, Masson, 1990, pags. 203-208. 32. Monique Bydlowski, “Les infertiles”, op. cit., pag.158. 98 por afio, es una consecuencia de las hiperestimulaciones ovdricas. Se sabe desde hace tiempo que los embarazos multiples por encima de mellizos plantean terribles proble- mas. Recordemos el reciente testimonio de un hombre lleno de sentido comtin que aparecié en la primera plana de los diarios al revelar que después de haber esperado un apoyo mediatico, su familia, destruida por la legada de trillizos, cay6 en la miseria. Libération se hizo eco de ello con el titulo de “La Iegada de los trillizos dejé en la ruina a la pareja”. La cuestién de los embarazos multiples, que esta en el eentro mismo de una medicina veterinaria, es muy complicada porque juega con probabilidades estadisticas. Se sabe que hay un riesgo pero, pese a todo, se intenta lo peor para tener lo mejor, es decir “el hijo”. E] ntimero excesivo sera el precio a pagar por haber desafiado ala reticente naturaleza a fin de conseguir al menos uno. Tal mujer est4é embarazada de diez “unidades”; luego, tras una reducci6n, espera seis. {Cudntos nacerdén? Los médicos dicen hoy que un embrién tiene un 7% de posibilidades de implantarse. Para obtener una propor- cién cercana a la natural (25%), por lo tanto, hay que implantar tres con la ésperanza de tener uno, y es por eso que es “prudente”, se dice, proceder de ese modo. Nunca se vio a una pareja feliz de imaginar traer al mundo trillizos 0 mas. Pero frente a semejante discurso de chantaje soft, los futuros padres no se atreven a exigir que s6lo se implante un embri6n para no tener mas que un hijo, pues este unico hijo correria serios riesgos de no salir a luz; como la técnica es pesada y costosa, es preciso maximizar las posibilidades. Por otra parte, ya bastante contentos con tener esa posibilidad, no exigen nada. A veces puede escucharse un timido hilo de voz angustiada que con discrecién susurra a su pareja que, pese a todo, tres serfa demasiado. La suerte esta echada, no tienen la opcién del capricho, es el médico, empero, quien 33. M. Garel y B. Blondel, “Problémes psychologiques et sociaux posés par la naissance de triplés”, Contraception, fertilité, sexualité, vol. 19, n° 4, Paris, 1991, pags. 306-310. 34. Libération, 18 de enero de 1993. 99

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