Buenoo
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Martín E. Suárez D.
Resumen: En este artículo se realiza una aproximación teórica que parte del análisis de los
procesos de formación docente en el espacio universitario, bajo la perspectiva de lo pedagógico.
Inicialmente se desarrolla un análisis crítico del uso de referentes positivistas y técnicos en la
formación de los docentes, iniciándose el reconocimiento de proyectos y planes de estudio en las
escuelas de Educación de la universidad venezolana, donde la teoría pedagógica se convierte en
un mecanismo de legitimación de la acción no reflexiva del docente en el espacio del aula. La
postura critica, pasa del análisis de esta situación a la justificación de incorporar un enfoque socio
crítico y reflexivo de la teoría pedagógica en la formación de los docentes, que generen profundos
impactos en el quehacer docente, esencialmente en el cambio y transformación de los procesos
del aula.
Pretendo exponer didácticamente este trabajo algunas reflexiones sobre la importancia de las
teorías pedagógicas en el quehacer docente. Se abordará una revisión del concepto de teoría
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desde una perspectiva critica, enfatizando el problema de la creación de las teorías en el campo
pedagógico, escrutando algunos aspectos de su desarrollo - evolución y los criterios posibles de
constitución de las teorías pedagógicas dentro del proceso crítico de reflexión de las prácticas de
parte del docente, las funciones de las teorías pedagógicas y su impacto en el desarrollo de la
enseñanza y el currículo.
La manera de ver interpretar, explicar y describir al mundo, dentro del marco teórico racionalista
prefigura la actividad humana sobre el mismo. La teoría –bajo este paradigma - trastoca el
sentido social de toda acción humana, fracasando en su intento de transformar la realidad social,
debido a la intención totalizadora y manifiesta de describir y explicar la realidad y dominarla (Carr,
W. 1995; 17). Esta interpretación, influyó sobre diversos campos y ámbitos de acción,
especialmente el pedagógico, donde la separación entre teoría y práctica es más pronunciado,
aun más a raíz del advenimiento de las Ciencias de la Educación en el siglo XIX Vivas (1997; 1) lo
subraya cuando expresa que este problema ha estado presente en los educadores desde hace
tiempo, enfatizando las preocupaciones de Pestalozzi en su época sobre el tema, incluyendo las
posturas de investigadores recientes.
El resultado de amplias investigaciones ha dado como resultado resaltar las críticas que recaen
fundamentalmente en el docente, en función de los procesos que orienta y desarrolla en la
institución educativa en donde actúa. En esta dimensión se puede aplicar contraria y
metafóricamente las palabras de Freire, 1994: “La lectura de la palabra – Teoría- antecede a la
lectura del mundo – práctica -”, expresión que pretende recrear la realidad donde las prácticas
pedagógicas han sido antecedidas por teorías poco o nada contextualizadas socialmente, dando
lugar a prácticas artificiales que generan inadecuados proceso formativos (Lacueva, 1997; Carr,
1995)
Se entiende entonces que la teoría es una realización humana para comprender y transformar el
mundo, iniciándose con el giro conceptual que realiza el teórico desde los constructos y
proposiciones fundamentales sobre los que asienta la comprensión de curso usual de la vida
cotidiana. La teoría entonces está, tocada por las concepciones e ideas del investigador y por las
implicaciones socio – culturales del contexto histórico en donde actúa.
Este planteamiento intenta ayudar a resolver la contradicción permanente entre teoría y práctica
en el campo pedagógico, lo que se traduce en definir a los docentes como profesionales
intelectuales, con unas competencias sustentadas en un discurso y saber pedagógico propio, que
le permita dialogar con el mundo, para transformarlo y emanciparse conscientemente de él. Se
entiende entonces que la teoría debe ser una construcción humana de carácter social / pública,
holística, crítica y ecológica, donde se integran y potencien tanto comprensión como descripción,
explicación y predicción del fenómeno, vinculado a la práctica.
Así, la pedagogía debe estar presente en todos los niveles del sistema educativo, inclusive en la
educación superior, donde el docente es un agente de la pedagogía, es decir, definido como un
intelectual capaz de teorizar, dirigido por sus vivencias y el sentimiento profesional e intelectual
que ejerce sobre el proceso educativo – formativo que orienta. Los profesores dada su condición
de pedagogos, pueden revitalizar su función social como - actores sujetos transformadores
críticos - del proceso formativo.
La teoría pedagógica de naturaleza pública, se construye desde tres niveles de discusión: desde
las experiencias educativas o formativas de avanzada que construye el docente con sus alumnos
en el aula de clase, desde la institución educativa y con la sociedad misma, en ese vivir que es la
educación. Ella requiere de la investigación histórica, ya que ésta permite al educador interpretar
y clarificar los conceptos e ideas sobre la enseñanza, el currículo y la gestión educativa (objetos
de la pedagogía). (Bedoya, 1998; Martínez, 1987). De igual forma requiere de un sistema filosófico
que la encuadre desde los planos sociales, políticos, económicos, culturales y un sistema
referencial conceptual de naturaleza epistemológica, psicológica, sociológica, axiológica, entre
otros aspectos.
académicos, debe enmarcarse en función de los siguientes aspectos que según Flórez, (1999),
se constituyen en criterios para su elegibilidad y/o validación pedagógica:
Estos aspectos deben comprenderse en función de: ¿qué tipo de ser humano se quiere formar?,
¿Con qué experiencias crece y se desarrolla un ser humano?, ¿Quién debe impulsar el proceso
educativo?, ¿Con qué métodos y técnicas puede alcanzarse mayor eficacia?, interrogantes que
solo el pedagogo puede responder de forma transdiciplinaria (Flórez,1999)
Vasco, 1996 argumenta que dicha teoría debe permitir la reflexión, explicación y sistematización
de la práctica y del saber del docente, tratando de responderse a cuestionamientos últimos sobre
el proceso formativo. La teoría es importante ya que le permiten comprender la complejidad del
proceso formativo en el que esta inmerso, y sobre el cual tiene fundamentales responsabilidades.
Tal teoría tiene unos alcances más amplios que los explicitados por sus funciones (explicar,
describir, interpretar, etc.), le proporcionan al profesor fundamentos que guían su práctica y
permiten estructurar sistemáticamente la enseñanza en procura del desarrollo del currículo y la
gestión educativa. Este debe convertirse en un saber crítico práctico reflexivo operacional del
docente frente a sus tareas formativas: enseñar y concienciar, desarrollar la comunicación con sus
alumnos, generar situaciones de aprendizaje, utilizar métodos, medios y recursos. De igual manera,
la teoría le proporciona criterios conceptuales y de investigación pedagógica al docente para
desarrollar aun más sus teorizaciones que ordenan y regulan sus prácticas formativas; permite,
además, el reconocimiento de las significaciones que acontecen en el aula durante el proceso
formativo.
De tal manera que la teoría se convierte en una producción de saber adquirida de la reflexión, ha
de servir de marco para elaborar, promover y compartir experiencias significativas y relevantes
sobre la enseñanza y el currículo. El docente, debe aprovechar como intelectual que es, la
sinergia de la teoría pedagógica ante la entropía permanente de los procesos que orienta, para
desarrollar creativa y científicamente el proceso de la enseñanza. Coll (1991) entiende a la
enseñanza.... como una herramienta de reflexión y análisis, como un instrumento de
indagación teórica y práctica (p.59). Por lo tanto, desde la teoría pedagógica, la enseñanza se
convierte en un proceso reflexivo de investigación, que tiene por principal naturaleza ser una
hipótesis permanente de cambio y transformación sobre el proceso de aprendizaje del estudiante.
La enseñanza debe encaminarse a facilitar y potenciar al máximo ese procesamiento interior
del alumno con miras a su desarrollo. (Flórez, 1994; 238). La misma debe guiar y dar sentido a
la formación integral del estudiante.
Por otra parte, sin pedagogía no puede darse un verdadero desarrollo del currículo, ya que la
teoría permite indicar el recorrido en torno a la formación. La formación se entiende como el
proceso intelectivo mediante el cual la persona adquiere los fundamentos parar asumir su vida
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Tomando en cuenta los planteamientos anteriores sobre las funciones de la teoría pedagógica se
evidencia la necesidad de un cambio de mentalidad del docente con respecto a la teoría. Las
acciones de éste, vienen operando desde un esquema formativo tradicional o tecnológico que lo
aleja de la realidad formativa que lleva a cabo, ocasionando el distanciamiento entre teoría y
práctica. (Flórez, 1994; XXXVII) No es posible que las prácticas educativas en la actualidad sean
simples ejercicios solo empíricos o románticos no sistematizados del educador, menos en plena
sociedad de profundos desarrollos tecnológicos y científicos; por esta razón no se justifica que el
docente no pueda comprender y explicar su accionar desde enfoques teóricos construidos desde
la reflexión sobre su práctica o desde marcos académicos
Por otra parte, toda teoría conforma un sistema mayor que le da identidad, entonces desde el
enfoque propuesto con anterioridad, la teoría pedagógica constituye y configura a la pedagogía
como disciplina en construcción persistente, la misma ....es la reflexión permanente,
disciplinada, sistemática y profunda sobre nuestra práctica y sobre nuestro saber
pedagógico, sobre el saber propio de los maestros (Vasco, 1996 ;5). Su naturaleza
reconstructiva, obedece a que la teoría pedagógica sufre permanentemente de transformaciones y
cambios como consecuencia de la comprensión del proceso complejo y dinámico que significa la
formación humana desde la enseñanza. La enseñanza puede convertirse, si es asumida como
simple procedimiento instrumental en un obstáculo epistemológico para pensar y construir la
pedagogía como una disciplina autónoma, dado el distanciamiento teoría – práctica. (Martínez,
1987; Flórez, 1994) Tal autonomía queda generalmente en entredicho ante las dificultades del
docente al confundir la teoría pedagógica con la didáctica o al asumirlas como un saber estático,
lineal que solo sirve para entenderlo en si mismo.
Echeverry (1996; 3) confirma las apreciaciones anteriores al indicar que ...la pedagogía se ha
venido esforzando desde sus orígenes en explicar el mundo de la enseñanza, el aprender y
la formación todas ellas configuradas desde la enseñanza, teniendo como meta final la formación
del sujeto humano orientadas por el docente.... y es complementado por Gallego, (1990; 17) quien
argumenta que “la pedagogía pretende el estudio de la formación del hombre en torno al
desarrollo del pensamiento de alto nivel, de alta racionalidad y la construcción de saberes
que le permitan aproximarse a la realidad”
La pedagogía por lo tanto es una disciplina socio humanística en construcción que estudia el
proceso formativo institucional a partir de la reflexión de las relaciones que se suceden en el aula
de clase, en relación directa con la escuela y la sociedad misma.
Para precisar, se entiende que la teoría pedagógica es un imperativo para desarrollar una práctica
pedagógica reflexiva que conlleve a darle carácter científico al quehacer del docente. Asumir una
concepción social y pública de la teoría desde el mismo proceso formativo del docente, es
requisito necesario para que el docente se constituya en verdadero teórico transformador de su
acción. Ser teórico emancipador implica asumir que su quehacer tiene una profunda implicación
social y política en la sociedad, de la cual forma parte y sobre la cual debe ayudar a construir y
reconstruir ecológicamente a partir de su potencial intelectual y creativo
Para ello se hace necesaria la conformación de programas de formación del profesorado que
permitan ayudarles en el desarrollo de unas competencias y tareas acordes con las nuevas
realidades educativas que vive la sociedad actual. En ese sentido, se requieren profesores – en
servicio activo y formadores de docentes - identificados con su profesión y en permanente
proceso de desarrollo personal y profesional.
Son criticables los modelos de formación del docente que siguen potenciando el distanciamiento
entre la teoría y la práctica educativa, formando docentes alejados de la realidad como simple
ejecutores de la enseñanza – instrumentalismo -, más aún cuando se reconoce la
modificablidad, variabilidad y entropía permanente del proceso formativo en función de los
múltiples factores que la imbrican en la actualidad y de la profusión cuantitativa y cualitativa del
saber. Lo que se necesita es un docente teórico –práctico reflexivo preparado para la flexibilidad y
la acción innovadora, desde dos aspectos claves: el contexto socio-histórico y el pensamiento
crítico, elementos primigenios para la generación de teoría pedagógica. El reto de desarrollar
teoría pedagógica por el docente define el reto de formar al docente bajo una concepción
contextual y crítica del proceso formativo, solo así se puede proporcionar dirección constructiva a
la enseñanza, el desarrollo del currículo y la gestión educativa, con miras a hacer de la educación
un proceso de calidad.
En el sentido de la formación docente, Algunos autores han venido planteado propuestas para
convertir las prácticas en verdaderas oportunidades de aprender y comprender la profesión,
(Montero, 1996; Liston y Zeichner, 1997; Perrenoud, 2004; Tardif, 2004, Montero, 2006). Así, se
favorece un modelo que atienda la complejidad, propenso a la reflexión enmarcada en la
investigación sobre la enseñanza, en una suerte de deliberar sobre las acciones y confrontar con
los supuestos que subyacen en las acciones docentes. Todo ello para hacerse concientes de la
problemática e incertidumbre de una actividad con implicaciones políticas, sociales y culturales
como la enseñanza, a la cual se llega con unos saberes implícitos, que es imperativo explicitar
para vislumbrar las interacciones intersubjetivas que devienen en la comunidad escolar.
Por otra parte, es relevante mencionar que se anteponen saberes amplios, multidimensionales y
plurales como apuntaba Tardif (2004). De una parte, los conocimientos formales y disciplinares,
aquellos que son adquiridos durante la formación, y los saberes previos que cada uno posee,
producto de su vida escolar. Un entramado poco explorado en los currícula y que emergen en las
acciones que emprenden los estudiantes de educación, cuando son enfrentados al mundo de la
escuela.
Una de las razones pudiera encontrarse en la estructura de los planes de estudio, donde se
evidencia la concepción distorsionada de teoría - práctica, de allí que sea difícil vincularse
tácitamente, originándose ansiedades, temores y frustraciones en los sujetos que pretende ser
educadores, por consiguiente en la discusión actual, el consenso es hallar puntos de encuentro y,
una de la propuestas es impulsar la investigación de las acciones docentes a propósito de allanar
el camino hacia la mejora. En relación con la formación e interrogándose sobre cómo encontrar
mayor interacción entre teoría - práctica, Montero (2006), es enfática en señalar:
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En este sentido, surge la propuesta de dinamizar esta compleja relación, mirando más allá de lo
visible el paradigma de actuación de cada formador, convertido en modelo por los futuros
educadores y privilegiar el contacto significativo de éstos con contextos reales de aprendizaje, es
decir con las instituciones escolares.
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