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Novela Posterior A 1939

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NOVELA POSTERIOR A 1939

Tras la Guerra Civil, España queda sumida en un profundo aislamiento cultural y


político, instaurándose una fuerte censura de las publicaciones. La Generación del 27
se rompe bruscamente con el fusilamiento de Lorca y el exilio de Salinas, Cernuda,
Guillén o Alberti. Juan Ramón Jiménez continúa siendo modelo literario, pero va a
perder fuerza. Se generan tendencias al escapismo o a la temática bélica. En los años
50 se dan ciertos cambios socioeconómicos que anuncian una incipiente apertura del
régimen franquista, y surgen en estos años los barrios obreros y suburbios,
ampliamente retratados en la literatura del momento.

Realismo tremendista (años 40)

Diversas tendencias: al deseo de evasión se une una literatura cargada de angustia,


en novelas como La familia de Pascual Duarte, de Cela, o Nada, de Carmen
Laforet. Existe una preocupación social que no se detecta fácilmente debido a la
censura.
Se buscan cauces por los que pueda transcurrir una literatura acorde con el momento
que se vive, mas sólo Baroja parece conectar con las preocupaciones de la época.
Pero el género va renaciendo con autores como Delibes, Cela, Laforet, Ana María
Matute... y se fomentan los concursos literarios (Premio Nadal).
Una de las primeras líneas originales de la década fue el tremendismo, inaugurado por
Cela con La familia de Pascual Duarte, obra que ofrece una agria visión de lo
mísero y brutal de la realidad, presentando hechos desagradables y repulsivos.

Realismo social (años 50)

Se inaugura con La colmena, de Cela, aunque autores anteriores siguen publicando


(Mi idolatrado hijo Sisí, de Delibes). En esta época se producen hechos
significativos (tímida apertura al exterior, migraciones del campo a la ciudad) que
permiten hablar de una nueva etapa.
El objetivo es ofrecer testimonio de la realidad española desde una conciencia ética y
cívica, pretendiendo que la palabra sea estímulo para el cambio social, aunque pocos
son los que adoptan una postura extrema, por tanto se modera la denuncia.
El narrador no comenta los sucesos ni se implica en ellos: sólo los presenta como si
fuese una cámara (objetivismo). Así la literatura cumple la función de dar información
que los medios de comunicación ocultan.
El grado máximo del objetivismo será el conductismo, en el que el narrador se limita a
registrar la pura conducta externa de individuos y grupos y a recoger sus palabras.
Ciertos autores optan por una crítica más directa en la que lo social es el contenido
básico, en detrimento de la estética (Caballero Bonald, Juan Goytisolo, Juan
Marsé...). La técnica empleada en sus obras es el realismo crítico, que consiste en la
denuncia de desigualdades e injusticias a través de su explicación y análisis.
Los temas recurrentes de estos novelistas son el desaliento, la insatisfacción, la
soledad en medio de la sociedad y el recuerdo de la guerra. Se interesan por la vida
rural, el mundo del trabajo y sus relaciones laborales, la ciudad y la vida de la
burguesía.
Los protagonistas son seres solitarios que viven aislados dentro de sus barrios, y su
soledad nace de la desconexión entre ricos y pobres, campo y ciudad, pueblo y
Estado, consecuencia de la guerra. Destaca así un desplazamiento de lo individual a lo
colectivo. El estilo se caracteriza por una deliberada pobreza léxica y por una
tendencia a recoger los aspectos más superficiales de los registros lingüísticos
populares. No es un estilo descuidado, porque muestra interés por lo formal.
Novela experimental. Superación del realismo social (1962-1975)

Se inicia con Tiempos de silencio, de Luis Martín-Santos. El cambio se ve


impulsado con la incorporación de autores de la Generación del 36 (Cela, Delibes) y de
los 50 (Goytisolo).
Los lectores están cansados de la novela social, y se procede a revalorizar los
aspectos formales, recuperando la imaginación y el subjetivismo. Además, la novela
hispanoamericana (Mario Vargas-Llosa) irrumpe con fuerza y contribuye al
florecimiento de la etapa.
Influyen también los autores exiliados, y autores extranjeros como James Joyce.
Algunos de los recursos de esta tendencia son:
– Desaparece la voz del autor, y se comentan los hechos sin explicarlos.
– Perspectivismo: distintos puntos de vista de una realidad.
– Pierde importancia la historia narrada en el argumento.
– Se introducen elementos antirrealistas, alucinaciones, fantasías, magia...
– Elementos discursivos no narrativos: comentarios, explicaciones, digresiones...
– Las descripciones dejan de ser funcionales para dar paso a símbolos o metáforas.
– Los personajes se definen por su comportamiento.
– Existe el personaje colectivo, y los personajes representativos.
– El personaje típico aparece en conflicto con su entorno familiar, social o cultural.
Incluso con él.
– Desaparece el capítulo en su concepción tradicional, ya que no se numeran.
– Ausencia de desenlace en muchos de ellos: novela abierta.
– Contrapunto: varias novelas se enlazan.
– Concentración espacial.
– El tiempo se trata de diversos modos (desde gran concentración temporal hasta
saltos temporales continuados).
– Narrador no omnisciente, y narración en 1ª, 2ª o 3ª persona (o mezcladas las tres)
– Disminuye la importancia del diálogo
– El monólogo interior se produce en 1ª persona y de forma desordenada
(pensamiento). También se pueden dar monólogos en estilo indirecto libre (3ª
persona).
– Se incorporan a la novela elementos extraños a la narración (textos periodísticos...)
– Empleo de artificios tipográficos y eliminación o alteración de signos de
puntuación.

Novelistas del 68 (Generación del 66 o Generación del 75)

Aparece una nueva generación de narradores que vivieron la rebeldía contra el


franquismo en las protestas universitarias de 1968. Se apartan de la novela social y
defienden un concepto de novela basado en la investigación de la estructura y el
lenguaje. Posteriormente tenderán a abordar los problemas del hombre en su
individualidad, y de ahí pasan a realizar una reflexión serena sobre el arte de la
novela. Destacan La saga/fuga de J. B., de Gonzalo Torrente Ballester, y La
verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza.

Novela desde 1975

Cierto cansancio del experimentalismo de los 60. Aparecen algunas novelas donde se
parodia y ridiculiza el exceso de experimentación (La saga/fuga de J. B.) y se
recupera la intriga y el argumento (La verdad sobre el caso Savolta). Existen
múltiples formas de entender la novela:
– Metanovela: narra una historia y el proceso de su composición.
– Novela lírica: el valor esencial es la calidad técnica, la búsqueda de perfección
formal.
– Novela autobiográfica: muchas de estas novelas se ocuparon del franquismo y
de la lucha contra la dictadura, y también del desengaño por la transición política.
– Novela histórica: La verdad sobre el caso Savolta.
– Novela psicológica: Ciegas esperanzas, de Alejandro Gándara.
– Novela de intriga y policíaca: la serie Carvalho, de Manuel Vázquez
Montalbán, y La tabla de Flandes, de Arturo Pérez Reverte.
– Novela culturalista: autores jóvenes que hacen una novela que se ocupa de
analizar y explicar la cultura occidental desde posturas bastante eruditas. La
tempestad, de Juan Manuel de Prada.
– Novela que trata los problemas de la juventud urbana con una estética cercana a la
contracultura. Sexo, prozac y dudas, de Lucía Etxebarría.

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